1 Crónicas
Los
libros de Crónicas abarcan el mismo terreno histórico que los libros de Samuel
y Reyes, solo que desde un punto de vista bastante diferente. Estos libros se
pueden comparar con el Evangelio de Juan en el Nuevo Testamento. Si está usted
familiarizado con los cuatro evangelios, sabrá que los tres primeros, es decir,
Mateo, Marcos y Lucas, son lo que llamamos los evangelios sinópticos. Estos
tres son paralelos unos de otros y en general cubren los mismos incidentes, con
frecuencia desde el mismo punto de vista general, pero el evangelio de Juan es
algo bastante diferente. Cuando Juan se sentó a escribir su evangelio, el
último libro del Nuevo Testamento en ser escrito se valió de un proceso
selectivo deliberado. Juan nos dice “...Jesús
hizo muchas otras señales...las cuales no están escritas en este libro. Pero
estas cosas han sido escritas para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo
de Dios...”[1].
No hizo el menor esfuerzo por abarcar todo el ministerio del Señor. En lugar de
ello, Juan escogió con todo cuidado ciertos acontecimientos del ministerio de
Cristo que sirviesen como ejemplo del punto tan importante que él deseaba
enfatizar, es decir, que allí estaba Aquel que era el cumplimiento de las
grandes profecías acerca de la venida del Mesías, el Cristo, y además él es el
Hijo del Dios viviente. Los libros de 1 y 2 de Crónicas son semejantes en su
proceso de selección.
Después de la caída de Jerusalén, en el 587 a.C., una buena parte de la población de Judá fue deportada a Babilonia, hasta que Ciro el Persa autorizó el regreso de los desterrados a su país de origen. Así comenzó para Israel una nueva etapa, y los repatriados tuvieron que emprender la ardua tarea de reconstruir la comunidad nacional y religiosa. Esta grave crisis constituyó un verdadero desafío para la comunidad judía. El profeta Natán había prometido a David una dinastía eterna. Pero ¿qué valor podía tener esa promesa, si ya la monarquía no era más que un recuerdo del pasado? Otros profetas habían anunciado a Israel un futuro glorioso. ¿Cómo dar crédito a esos anuncios en las miserables condiciones presentes?
El peso de estos interrogantes exigía una reinterpretación de toda la historia de Israel. De esta necesidad surgieron los libros de las Crónicas, que en realidad son una sola obra y forman una unidad con los libros de Esdras y Nehemías.
En hebreo, דִּבְרֵי הַיָּמִים א, “Divrei Hayamim Álef”, “las palabras de los días”, también llamado 1 Crónicas, Primer Libro de las Crónicas y Primer Libro de los Paralipómenos. Originalmente los libros de Crónicas fueron solo un libro y el nombre en hebreo era “Los eventos del día”; es decir, en el sentido más estricto de la palabra un “diario” aunque se le debería haber llamado “anales”: Los eventos de los años.
La Septuaginta lo llamó “Paraleipómenon”, el “libro de cosas omitidas” ya que a primera vista parecería contar de nuevo las historias de los libros de Samuel y Reyes añadiendo alguna información que ellos omiten. Al leer más cuidadosamente nos damos cuenta muy pronto de que el nombre es inadecuado porque obviamente Crónicas hace más que rellenar los huecos. También excluye mucho de lo que Samuel y Reyes cuentan, y cuando los dos cuentan la misma historia generalmente lo hacen de forma muy diferente. Al traducir la Biblia al latín, Jerónimo dijo que este libro era de hecho una “crónica de toda la historia sagrada” o “Cronicón” y de allí es de donde proviene el título actual. Tal como lo indica Jerónimo, no solo cubre el período que Samuel y Reyes relatan sino la historia del Antiguo Testamento completa desde Adán hasta casi la gente del tiempo del mismo autor.
El brusco final de Crónicas, la analogía de sus últimos versículos con los de Esdras 1, han hecho pensar que Crónicas y el libro de Esdras habían sido originalmente una sola obra ininterrumpida. Pero se pueden dar hipótesis acerca de estos versículos:
1. Se trata, tanto en Crónicas como en Esdras, de citas de un solo y mismo documento oficial.
2. O bien, como es más probable, uno de los libros recogió los versículos del otro.
Estos escritos, como un plan diferente, no constituyeron jamás una sola obra. La tradición más antigua jamás los ha considerado como un solo libro aunque hubieran podido ser escritos por un mismo autor.
En la Biblia se halla ubicado entre 2 Reyes y 2 Crónicas, mientras que en el Tanaj hebreo se encuentra en el penúltimo lugar.
A. Propósito.
La ocasión para escribir las Crónicas parece ser la cruzada de Esdras para llevar al Judá post exílico de vuelta a Palestina en conformidad con la ley de Moisés[2]. Desde 458 a.C., Esdras buscó restaurar la adoración en el Templo, eliminar los matrimonios mixtos de judíos con sus vecinos paganos y fortalecer a Jerusalén reedificando sus muros. En conformidad, Crónicas consiste de estas cuatro partes: genealogías, para permitir a los judíos establecer sus líneas de descendencia familiar; el reino de David, como un modelo para el estado teocrático ideal; la gloria de Salomón, con un énfasis sobre el Templo y su adoración; y la historia del reino del sur, dando importancia en particular a las reformas religiosas y las victorias militares de los más piadosos gobernantes de Judá.
El propósito de 1 Crónicas es unificar el pueblo de Dios, rastrear las raíces del rey David y de las doce tribus, y enseñar que la verdadera adoración debe ser el centro de la vida nacional e individual.
Crónicas presenta la historia desde un punto de vista diferente de Samuel y Reyes. Las diferencias, los rasgos característicos de Crónicas, tienen que ver con la teología, verdades acerca de Dios y del pueblo de Dios que le interesan, del cronista. De principio a fin asume que sus lectores ya saben lo que pasó y su objetivo es interpretar los hechos.
De estas características, una de las más obvias es el énfasis en el linaje real de David, y por lo tanto en el reino ubicado en Jerusalén. Los reyes que gobernaron el reino del norte desde 931 a.C. Otro asunto al que le dedica mucho tiempo y lugar es el Templo de Salomón con su sacerdocio y su culto. Algunos han sugerido que este interés especial se debía a su deseo de motivar a sus contemporáneos a dedicarse con todo corazón a las actividades del “segundo Templo”, el Templo de ellos que reemplazó al de Salomón pero sin la misma grandiosidad. Pero cuando nos fijamos en cuán seguido dirige la atención del lector no solo al Templo de Salomón, sino también al trono de David, estamos en camino a comprender el significado más profundo de su mensaje. No se trata de celebraciones religiosas ni de estructuras políticas. El doble énfasis de trono y Templo, monarquía y sacerdocio que da el cronista es relevante en toda época porque el primero es acerca de cómo Dios gobierna a su pueblo, y el segundo es acerca de cómo el pueblo se relaciona con Dios.
Esto a su vez ayuda a explicar la opinión del cronista sobre el reino dividido. En lo que a nombres respecta, el norte se llamaba Israel y el sur Judá. Pero el verdadero “Israel” se refería a todos aquellos para los cuales la monarquía verdadera se expresaba por medio de los hijos de David y el sacerdocio verdadero por medio de los hijos de Aarón. Esto se refería directamente a los del sur, pero podía incluir a los del norte igualmente. 2 Crónicas 13 es un capítulo clave en este respecto. El cronista por lo tanto utiliza frecuentemente la frase “todo Israel”, habla de la posibilidad de su reunificación y renovación, y presenta una imagen de un Israel ideal.
En manera semejante describe una monarquía ideal en el centro de un Israel ideal en los reinados sucesivos de David y Salomón. Como ya hemos notado, sus primeros lectores conocían bien las historias de estos dos hombres, y sabían cuán humanos eran, incluyendo sus grandes fracasos y virtudes. Así que nosotros, como los antiguos lectores, debemos entender que la representación de David y Salomón que nos da el cronista es el retrato oficial que complementa al de Samuel y Reyes con arrugas y verrugas mundanas. Nunca es incorrecto, lo que sí es selectivo. Llama la atención a las características de sus reinados que nos demuestran algunos aspectos de la manera corriente en que Dios gobierna las vidas de su gente.
Lo que el cronista anhela para su propia época y lo que constituye su mensaje para las épocas futuras incluye todo esto y también tres características más. Una es continuidad. Esto se destaca en las listas de nombres en los primeros nueve capítulos, las cuales unen al pueblo de Dios a través de las generaciones; y a nivel más profundo por medio de su constante interés en principios inalterables. Le gustaría poder decirnos que no hay motivos por los cuales, teniendo en cuenta el cambio de algunas circunstancias, los mismos principios no debían de poder aplicarse en la vida del pueblo de Dios tanto ahora como en aquel entonces.
Otra característica es lo que algunos llaman “retribución merecida”, lo que significa “si peco recibiré mi castigo” aunque también “si obedezco recibiré bendiciones”. Las Escrituras reconocen en otras partes, y el cronista también lo hace, que en la práctica las cosas son más complicadas que eso, pero este principio de causa y efecto sigue como hecho básico y fundamental. Una de sus consecuencias es que siempre existe la esperanza nueva para cada nueva generación: Para simplificar este aspecto de este principio también se entiende que “si me arrepiento, seré perdonado”.
Finalmente, hay estadísticas sorprendentes del cronista. Sumas de dinero, el tamaño de los ejércitos, y cosas por el estilo, muy seguido difieren de las de Samuel y Reyes, y frecuentemente son tan grandes que parecen ser improbables. Muchas de las discrepancias de hecho se pueden hacer compatibles fácilmente, y puede ser que muchas de las aparentes exageraciones se deban a malentendidos de palabras como “miles”, que generalmente se refiere a unidades de combate mucho más pequeñas; o a la clase de errores que uno comete al copiar documentos como los que nosotros mismos hacemos cuando agregamos un cero extra o ponemos la coma en un lugar equivocado. Pero varias de estas dudas siguen sin explicación. Es apropiado dejarlas de esa manera, siempre y cuando recordemos que en otras áreas el cronista era un escritor muy cuidadoso; que su preocupación con los principios regulares por los cuales Dios obra en el mundo sería servida mejor por los hechos verdaderos que por la ficción; y que tanto él como sus primeros lectores, quienes conocían bien las historias antiguas y que estaban mucho más cerca que nosotros del mundo que ambas historias describían, obviamente tomaban con mucha más calma esos asuntos como las cifras que nos parecen difíciles de aceptar.
B. División del libro original.
Al igual que en el caso de Samuel, Reyes, Esdras y Nehemías, lo que en su origen fue un solo libro ha sido dividido más tarde y artificialmente en dos obras. La razón de estas divisiones era, seguramente, convertir el enorme texto del libro original en dos rollos de menores dimensiones y por lo tanto más fáciles de manejar. Por eso, este libro y 2 Crónicas deben considerarse partes de uno solo. Asimismo, debe señalarse que I y II Crónicas forman una clara unidad temática y estilística con Esdras y Nehemías.
C. Autor y época.
El Talmud atribuye los libros de Crónicas a Esdras, como sucede con la mayoría de los libros del Antiguo Testamento, sin embargo, la paternidad de estos libros es anónima, y no se puede llegar a ninguna conclusión acerca de quién las escribió, aunque se cree que su autor fue un levita de Jerusalén. El interés que demuestran en los levitas se ha tomado como indicación de que su origen podría hallarse en este grupo, pero no es esta una inferencia realmente necesaria. Tampoco existe mayor posibilidad de precisión en cuanto a la fecha en que fueron escritos aunque se cree que escribió su libro a fines del siglo IV a.C., o en la primera mitad del siglo III a.C., y ya que después que Ciro, rey de Persia[3] ascendió al poder, muchos de los judíos que vivían desterrados en su territorio regresaron a su propia tierra. Como más de una vez Crónicas da por concedido ese hecho, debe ser obvio que fue escrito después de ese evento. El último acontecimiento que se menciona es el regreso del exilio[4] y los libros de Crónicas podrían haber sido escritos poco tiempo después de dicho suceso en la comunidad de Jerusalén. Por otro lado, la lista de descendientes de Joaquín[5] parece abarcar seis generaciones desde el exilio, lo que nos lleva hasta aproximadamente, alrededor de 400 a.C., como la fecha más antigua en que podrían haberse terminado estos libros. No obstante, puede haber ocurrido que las genealogías se hubiesen añadido posteriormente, mientras que el grueso de la obra siguiese correspondiendo así a una época próxima a la finalización del cautiverio. No existe ningún reflejo claro del período griego, y por lo tanto el principio y el fin del imperio persa (537–331 a.C.) marcan, probablemente, los límites dentro de los cuales se escribieron los libros de Crónicas. El relato de Crónicas continúa en Esdras, y los últimos versículos de Crónicas coinciden casi exactamente con los primeros de Esdras. Esto se ha considerado generalmente como indicación de que por lo menos Esdras 1–6 es la continuación original de Crónicas. Contrariamente, podría indicar que algún escritor posterior quiso proporcionar ese eslabón. Su pensamiento demuestra que ha estudiado la doctrina y reflexionado largamente sobre ella de la mano de excelentes maestros judíos.
D. Contenido.
1. Las genealogías[6].
El carácter selectivo de 1 Crónicas resulta evidente desde los primeros capítulos. Los nueve primeros capítulos se dedican a una larga lista de genealogías, pero no son, sin embargo, el enlace de una larga lista de nombres, sino que estas genealogías tienen una gran importancia. Para empezar, forman parte del material de más ayuda que hay para cualquiera que intente estudiar la genealogía bíblica. Si está usted interesado en este aspecto pasará usted, sin duda, mucho tiempo en estos primeros capítulos de Crónicas, pero son mucho más que eso. Sé que en ocasiones nos sentimos tentados a pasar rápidamente por encima de estas largas listas de nombres en la Biblia.
A algunos de nosotros también nos gustaría dejar de lado estas genealogías, pero son demasiado importantes como para hacerlo. Si las leemos de prisa y corriendo, nos perderemos el mensaje de todo este pasaje. Si se fija usted bien se dará cuenta de que Dios está escogiendo y seleccionando, excluyendo e incluyendo, realizando un trabajo con una meta muy concreta. Ha quedado constancia de esta genealogía para que entendamos tanto la meta hacia la cual se dirige el Señor en la historia humana como el principio del que se vale para incluir o excluir ciertos acontecimientos. Vuelve claramente al amanecer de la historia humana y nos ofrece una lista de los hijos y de los descendientes de Adán, Set, Enoc, etc. Sabemos que los hijos de Adán eran Caín, Abel y Set, pero aquí de momento, se excluyen a Caín y a Abel, sin que se les mencione para nada. Se centra sobre los descendientes de Set, porque de él habría de venir la familia de Abraham y los israelitas. Aquí vemos en acción el principio de la exclusión. A continuación se sigue la línea de Set por Enoc a Noé. Se menciona a los tres hijos de Noé, Sem, Cam y Jafet, pero Cam y Jafet son descartados tan solo con una breve mención y se centra la atención sobre la línea de Sem. Desde Sem seguimos hasta Abraham y su familia. Existe este constante proceso de ir reduciendo que luego excluye a Ismael, el hijo de Abraham, y Esaú, el hijo de Jacob, y se centra en los doce hijos de Isaac, que se convirtieron en los padres de las doce tribus de Israel. Al continuar la genealogía, selecciona las tribus de Judá y de Leví, es decir las tribus del rey y la línea sacerdotal. Sigue la tribu de Judá hasta llegar a David, a Salomón y luego a los reyes de la casa de David hasta la cautividad. La tribu de Leví se sigue hasta Aarón, el primero de los sacerdotes, y luego a los sacerdotes que se destacaron en el reino durante el tiempo de David. En todas estas genealogías existe un incidente muy especial que sobresale y se encuentra en el capítulo 4, versículos 9 y 10, en donde leemos acerca de Jabes: “Jabes fue más ilustre que sus hermanos, y su madre lo llamó Jabes, diciendo: "Porque lo di a luz con dolor." Jabes invocó al Dios de Israel, diciendo: "¡Oh, si en verdad me bendijeras, ensancharas mi territorio, y Tu mano estuviera conmigo y me guardaras del mal para que no me causara dolor!" Y Dios le concedió lo que pidió”[7]. Este incidente se menciona en medio de una larga lista de nombres, como si fuese una especie de luz concentrada sobre esta persona en concreto.
Orden de nacimiento de los hijos de Jacob (Israel)
MADRE HIJO
Lea Rubén (nació 1921 a.C.)
Simeón
Leví
Judá
Isacar
Zabulón
Zilpa (sierva de Lea) Gad
Aser
Raquel José (nació 1914 a.C.)
Benjamín
Bilha (sierva de Raquel) Dan
Neftalí
2. Los hechos de David[8].
Ahora bien, hay un principio que siempre sigue Dios en este proceso de selección. Incluye a un hombre siempre y cuando se encuentra con un corazón obediente. Toda la incapacidad innata del hombre es eliminada y se convierte de inmediato en un instrumento para que Dios haga su obra en la historia humana. Cuando Dios excluye a un nombre, cuando deja a un lado una línea o una familia, es siempre debido a la desobediencia de un corazón. Dios le excluye siempre sobre esa base, sea cual fuere su categoría, su linaje o privilegio de cualquier clase. Dondequiera que haya un corazón obediente Dios comienza una nueva línea con esa persona. Dondequiera que se manifiesta la desobediencia, ese nombre queda eliminado. Este principio lo puede usted hallar a lo largo de toda esta genealogía.
Esto marca el modelo que ha de seguir todo el libro. En el capítulo 10 hay un breve relato que cubre totalmente la vida del Rey Saúl, el primero de los reyes de Israel. Saúl es descartado en solo catorce versículos y el motivo se menciona en los versículos 13 y 14: “Así murió Saúl por la transgresión que cometió contra el SEÑOR por no haber guardado la palabra del SEÑOR, y también porque consultó y pidió consejo a una adivina, y no consultó al SEÑOR. Por tanto, El le quitó la vida y transfirió el reino a David, hijo de Isaí”[9].
El resto del libro es acerca de David, que era un rey conforme al corazón de Dios, un rey con un corazón obediente. El libro sigue todo el curso de la vida de David desde el momento en que es ungido rey. En otras palabras, este es el libro que enfatiza el rey de Dios. Lo primero que hace David al ocupar el trono de Israel es apoderarse de la fortaleza pagana de los jebusitas, la ciudad de Jerusalén, la ciudad de Dios. Aquel era el lugar donde Dios había decidido poner su nombre entre las tribus de Israel. Inmediatamente después de esto encontramos una retrospectiva acerca del tiempo durante el cual David estuvo exiliado y los hombres poderosos que se reunieron a su alrededor. Estos eran hombres de fe y pasión, que se sentían atraídos a David por su manera de ser.
La segunda cosa que enfatiza este libro es el Arca de Dios. En el capítulo 13 se nos cuenta cómo David fue a la ciudad de los filisteos, donde tenían el Arca en su poder, la llevó sobre una carreta e intentó traerla de nuevo a Jerusalén. Aquí ha quedado constancia de la inconsciente desviación, por parte de David, del principio de la obediencia, pues él sabía que la ley mandaba que el Arca solamente la debían transportar los levitas, pero en la exuberancia de su gozo y su celo por la causa de Dios, pensó que a Dios no le importaría que el Arca fuese transportada de otra manera. Cuando Uza, que caminaba junto al Arca, vio que se meneaba al pasar sobre un bache del camino, extendió su mano para estabilizarla. Pero al tocar su mano el Arca, cayó muerto de inmediato. David se sintió profundamente conmovido por este suceso, pero al meditar acerca de él y orar, se dio cuenta de que todo había sido culpa suya. Había desatendido la palabra del Señor. No hay ningún otro incidente del Antiguo Testamento que enseñe más claramente la importancia que tiene la obediencia cuidadosa y exacta a lo que dice la palabra de Dios. Creo que nos enseña además que Dios es capaz de cuidar de su propia causa. Hay muchos hoy en día que, al igual que le sucedió a Uza, intentan estabilizar el Arca de Dios. Creen que pueden sostener el Arca de Dios con sus fuerzas y hacen variaciones en lo que Dios ha pedido, transformando la adoración en algo que no se parece en nada a lo que la Biblia dice.
Pero David aprendió la lección. Volvió a la obediencia y pidió a los levitas que trajesen el Arca según lo que dictaminaba la ley y entonces pudo ser trasladada el Arca a Jerusalén. He aquí un punto extraordinario y altamente significativo: El Tabernáculo, que había albergado el Arca durante todos los viajes por el desierto, y el lugar central de la adoración de Israel durante el tiempo de los jueces y del reinado de Saúl, no se encontraba en Jerusalén, sino que se encontraba en la ciudad de Gabaón. Hubiera sido de esperar que el Arca fuese devuelta a ese Tabernáculo, puesto que había sido llevada de allí y el lugar donde le correspondía estar el Arca era en el Lugar Santísimo.
Pero cuando David trae de nuevo el Arca, no la lleva al Tabernáculo, sino a la ciudad de Jerusalén, la ciudad del rey y, bajo su propia autoridad, establece un centro de adoración en el lugar mismo donde más adelante se construiría el Templo. De este modo, devuelve a los sacerdotes la autoridad conferida por el propio rey.
El único punto oscuro del libro se encuentra en el capítulo 21. Se nos presenta un interludio acerca del pecado cometido por David: el de hacer un cómputo del pueblo de Israel. Es asombroso que el doble pecado cometido por David, al quedarse con la mujer de Urías el hitita, estableciendo una relación adúltera y los arreglos para que muriese su marido, enviándole a la primera línea del campo de batalla, son cosas acerca de las cuales se guarda silencio porque esos fueron los pecados personales que cometió David como hombre. Ese pecado fue el resultado de su propia debilidad, de su insensata obstinación como persona y no tenía nada que ver con su gobierno como rey, pero su pecado en cuanto a hacer un cómputo de Israel es una repentina desviación del principio de la dependencia, de la fortaleza y la gloria de Dios.
Uno de los grandes principios con el que nos encontramos en la Biblia, de principio a fin, es que Dios no consigue nunca la victoria en sus batallas gracias al voto mayoritario. Cuando pensamos que la causa de Cristo está perdiendo porque está disminuyendo el número de cristianos en proporción a la población del mundo, hemos sucumbido a la falsa filosofía de que Dios gana sus batallas gracias a los números, pero Él no tiene necesidad de números, lo que necesita es calidad. Eso es algo que nos enseña muchas, muchas veces la palabra de Dios.
El resto del libro nos habla acerca de la pasión que sintió David por construir el Templo. Debido a que entendía que una nación sin un Templo no podía considerarse nunca como tal, anhelaba ver el Templo construido. Una persona sin Dios en su medio no será nunca nada, pero David era un hombre de guerra y Dios deseaba un hombre de paz para gobernar sobre las naciones de la tierra.
Pero a pesar de todo, Dios permitió a David, por su gracia, hacer todo lo necesario para que el Templo fuese construido y trazó los planos, diseñó los muebles, recogió los materiales, hizo los arreglos, estableció el orden y el ritual. Trajo los postes de cedro del Monte Hermón y del Monte del Líbano, en el norte. Mandó cavar en la roca y sacar piedras de la cantera. Hizo que reuniesen el oro, la plata y el hierro. Lo reunió todo y el libro termina cuando el ungido Salomón y David reinan uno junto al otro, que es una escena completa del ministerio del Señor Jesucristo. Cristo es al mismo tiempo David, el poderoso guerrero y Salomón, el hombre de paz.
3. Los últimos años de la vida de David[10].
Los Libros de las Crónicas hacen una relación histórica de los eventos más importantes del pueblo judío desde los orígenes hasta el decreto de Ciro el Grande que pone en libertad a los hebreos luego del Cautiverio en Babilonia.
1 Crónicas en particular narra el período comprendido desde los orígenes hasta la muerte de David. Cuenta la historia desde Adán hasta Saúl en su primera mitad[11] y luego la de David[12].
E. Diferencias con los Libros de los Reyes.
Las Crónicas se diferencian de los Reyes en el sentido de que el Cronista ha preferido contar la historia de su pueblo pero poniendo en primer plano los asuntos de la religión. No logra esto mediante la confrontación documental sino más bien comparando cada episodio con los otros libros.
La verdadera intención del autor de 1 Crónicas parece ser justificar teológicamente las soluciones que los maestros post exílicos dieran a graves problemas religiosos, políticos y religiosos; la manera de hacer esto es presentar al rey David como modelo perfecto de personalidad judía, refiriendo todo lo que David fue, hizo y dijo a los orígenes mosaicos de la Ley.
Las Crónicas están, por lo tanto, relacionadas con la enseñanza o midrash, cuya técnica educativa fue siempre analizar el remoto pasado para explicar las realidades del presente.
F. Características literarias.
El grueso de la obra[13], tiene mucha analogía con 1 Samuel 31-2 Reyes 25, y con frecuencia se nota una identidad verbal con estos libros más antiguos. Si bien esto podría indicar que Crónicas y Samuel-Reyes utilizaron independientemente material de alguna obra anterior que se ha perdido, parecería más probable que la fuente principal de los libros de Crónicas fuesen los mismos libros de Samuel y Reyes. De esta manera los libros de Crónicas pueden considerarse esencialmente como una edición revisada de las obras anteriores, relacionadas con ellas en forma parecida a la relación que se atribuye a Mateo y Lucas con respecto al Evangelio de Marcos[14].
Crónicas parece haber usado una edición de Samuel-Reyes distinta de la que aparece en la Biblia hebrea, y esta circunstancia dificulta un reconocimiento preciso de los puntos donde se introdujeron modificaciones al material de Samuel-Reyes. Aparentemente, sin embargo, parte del material anterior se adoptó sustancialmente en su forma original, o fue reemplazado por una versión alternativa. En algunas ocasiones se omitieron porciones extensas como aquellas referentes al reino del norte y se insertaron otros materiales como los referentes a los preparativos de David para la construcción del Templo. El material viejo y el nuevo se refunden en secciones más extensas que ofrecen una exposición teológica-histórica de un determinado período como el reinado de Ezequías, y las diversas partes se ubican luego en el nuevo marco total que hace el Cronista de la historia de las relaciones de Dios con su pueblo desde la creación hasta el regreso del cautiverio.
El método que utiliza el autor sugiere, por un lado, que consideraba que Samuel-Reyes era un texto religioso autorizado que deseaba aplicar a su propia época. En este sentido se lo ha descrito como un exegeta de la obra más antigua, o su obra ha sido considerada como un midrás interpretativo. Por otra parte, es evidente que quería ofrecer un mensaje específico de Dios aplicable al pueblo de su propia época, y es esto lo que lo lleva a efectuar una extensa reconstrucción del texto, omitiendo lo que ya no tenía aplicación, agregando material que en sus circunstancias había adquirido pertinencia, cambiando lo que en ese momento podía conducir a conclusiones erróneas, y así sucesivamente.
Se ha estimado que los libros de Crónicas tienen un contenido histórico más pobre que Samuel-Reyes, aunque por razones discutibles. Su mayor dedicación a asuntos eclesiásticos que políticos ha sido motivo para que se considere que está más alejado del ideal del historiador moderno que Samuel-Reyes. Algunas de sus modificaciones a Samuel-Reyes plantean problemas de índole histórica: en especial, muchas de las cifras financieras y militares aumentan notablemente. Esto podría interpretarse como el antiguo equivalente de tener en cuenta la inflación, aunque a menudo se ha sospechado de la presencia de corrupción o interpretación inadecuada del texto. Ciertas prácticas religiosas como el ofrecimiento de sacrificios, evidentemente se presentan como ajustadas a la ley del Pentateuco y la práctica de los tiempos en que vivió el autor, en cuyo caso este último quizás se asemeje al artista que pinta los personajes de antaño vestidos a la usanza de la época en que él mismo vive. Tales características han llevado a considerar discutible la inclusión en Crónicas de los materiales adicionales que no aparecen en Samuel-Reyes. No obstante, donde ha sido posible verificar dicho material adicional mediante los descubrimientos arqueológicos, se ha comprobado que tiene valor histórico.
G. Aspectos que se destacan.
En la elección y el tratamiento del material utilizado, Crónicas pone de manifiesto ciertos aspectos característicos que reciben realce; interés en el culto sincero, en la pureza, en la confiada obediencia.
1. El culto sincero.
La comparación de los relatos de los reinados de David y Salomón en Samuel-Reyes y en Crónicas en seguida evidencia que Crónicas no muestra mayor interés en sus éxitos políticos o militares. Aparecen como los fundadores del culto en el Templo, lo cual constituye el eje del Reino de Dios en la tierra. De la misma manera, el ministerio de los profetas que pinta Crónicas se centra en su preocupación por establecer un culto verdadero, y sus vínculos con el Templo; además, el ministerio de los levitas está ligado al gran privilegio de dirigir el jubiloso culto en el Templo. Por supuesto que los sacerdotes cumplen su papel en cuanto a los sacrificios en el Templo, también, y en Crónicas a menudo se observa cómo se guardaba correctamente la ley en lo referente a la realización del culto según la voluntad de Dios.
2. La pureza.
Una segunda razón por la cual Crónicas presta tanta atención a David es que apoya su creencia de que Judá, la tribu de David, constituye el verdadero Israel. Dios designó a Judá para ser el conductor de las tribus, lo cual se pone de manifiesto por el lugar prominente que ocupa en las genealogías, y de la tribu de Judá eligió a David para ser rey sobre Israel para siempre. En la capital de Judá se ubicó el Templo, y allí se ofrecía el culto a Adonay como correspondía. Debido a su rebelión, las tribus del norte se han separado de la esfera de la gracia y la acción de Dios. El Señor no está con ellos, y Judá debe cortar sus relaciones con ellas, pero únicamente en la medida en que persistan en su rebelión. La puerta permanece siempre abierta para que puedan volver, y en las genealogías todavía aparecen en la lista del Reino completo de Dios.
3. La confiada obediencia.
Muchas de las historias que el autor agrega a la estructura de Samuel-Reyes destacan el poder de Dios, y se desafía al pueblo a confiar en ese poder en los momentos de crisis que enfrenta. Muchas de las otras modificaciones a Samuel-Reyes tienen el propósito de destacar en forma aun más clara que los libros anteriores el que la justicia de Dios sigue obrando en la historia de su pueblo, de tal suerte que los que permanecen fieles a Dios o que se arrepienten de su pecado, hallan bendición, mientras que cuando se apartan de él vienen las aflicciones.
H. Utilización de las fuentes.
1 Crónicas es un libro sumamente dependiente de sus fuentes, especialmente los Reyes. A veces las cita textualmente, pero otras se toma grandes libertades a fin de relatar los hechos de frente a sus objetivos pedagógicos.
Independientemente de ello, la prosa del Cronista es muy rico: Abrevia largos párrafos antiguos, moderniza la gramática y el estilo, omite repeticiones, desplaza y ubica correctamente ciertos acontecimientos y agrega su propia verba florida en numerosos puntos del texto.
Sin embargo, somete todo su trabajo al abrazo de la doctrina, la cual, evidentemente, conoce a la perfección.
Sin embargo, llevado por su fe entusiasta, le gusta ampliar las cifras, y deforma a veces la realidad para dar mayor fuerza a sus tesis.
I. Sentido religioso.
Si se tiene en cuenta el hecho de que en el momento en que se escriben las Crónicas la mayoría de los judíos viven en la Diáspora, entonces queda muy claro que la intención del Cronista es exaltar la unidad del judaísmo.
Los acontecimientos, los reyes, los profetas, están todos ellos orientados hacia el Templo y la teocracia. La organización religioso-cultural de Judá y de Jerusalén constituye la piedra de toque por la que se miden las personas y los hechos. Entonces, en posición de prestigio, se van presentando en la escena David, Salomón, los sacerdotes y los levitas, con acentos muy distintos de los de la obra deuteronomista. Las etapas decisivas de la historia de la salvación son la genealogía levítica con sus ciudades, la construcción del Templo y la institución del servicio litúrgico, las reformas descritas primordialmente en clave de culto, el altar y el Templo posteriores al destierro.
1. Dios con nosotros.
La teocracia tiene su fundamento en la conciencia de la presencia constante de Dios junto a su pueblo y en la ciudad santa. Él, como se ha dicho, es el verdadero rey de Israel, y su acción política, judicial y religiosa puede percibirse a través de sus lugartenientes y mensajeros, los reyes, los sacerdotes, los profetas. El lema “Dios con nosotros”, con matices incluso marciales, dominaba ya en la obra deuteronomista, pero ahora se convierte en un auténtico emblema teológico.
Dios está con David, con Salomón, con Josafat y con sus magistrados; está incluso con el Faraón Necao cuando tiene una misión de juicio que cumplir. Pero David está seguro de que “Dios está con nosotros”[15], y por tanto en medio de todo Israel.
2. El triunfo del culto.
Como se ha visto, la preferencia, incluso cuantitativa, se le reserva al Templo, cuya presencia se cuela sobre los reinados de David y de Salomón casi como si los agotase, pero cuya realidad sirve además de trasfondo a las demás fases de la historia bíblica. Todo el libro está impregnado del gozo del culto, de la música, del aroma de los sacrificios. Efectivamente, el relato está totalmente dominado por la música de los “instrumentos de música para el Señor”[16].
Recogiendo una antigua y sólida tradición, el cronista ve en David al progenitor de esta genealogía musical que llegaba hasta sus días; se le atribuyen no solamente la organización de la “escuela de cantores” del Templo, sino incluso la fabricación y quizá invención de muchos instrumentos musicales[17]. La música y las aclamaciones litúrgicas van señalando los momentos fundamentales de la historia, desde la consagración del Templo hasta las batallas santas, como la de Josafat; desde la coronación de los nuevos monarcas hasta las grandes reformas litúrgicas, como la de Ezequías y las celebraciones pascuales. La música sirve de fondo a un entramado muy rico de oraciones públicas y privadas.
David invoca para Salomón inteligencia política y fidelidad religiosa a la ley del Señor y pide para el pueblo buena voluntad. La oración es eficaz, puesto que Dios la escucha desde lo alto de su trascendencia omnipotente, pero también desde su santa sede en la tierra, el Templo, concediendo a sus fieles, según la ley de la retribución de las obras, una larga vida, una numerosa descendencia, un abundante botín de guerra y paz. Redactadas muchas veces de forma rítmica, las oraciones no tienen, sin embargo, un efecto mágico, sino que suponen la conversión del corazón y la confianza en Dios. El clima espiritual general que impregna la obra podría expresarse muy bien con las palabras de Nehemías: “No se entristezcan, porque la alegría del SEÑOR es la fortaleza de ustedes”[18].
Merecen una alusión especial en este apartado del culto los levitas. Desempeñan una función decisiva junto al arca de la alianza; en el Templo, donde se regulan detalladamente sus funciones incluso antes de que fuera erigido; en las reformas de Ezequías y de Josías; pero, incluso fuera de estos pasajes, los levitas intervienen casi continuamente. Efectivamente, el cronista se muestra interesado en dejar bien sentada su genealogía y en definir sus nombres a través de listas numerosas y detalladas; no deja de exaltar su celo y su competencia, subraya oportunamente su misión. A este propósito es interesante subrayar la primacía que en esta última función se les reserva a los levitas respecto a los sacerdotes, a diferencia de lo que ocurría en otros textos anteriores. En este sentido es muy significativa la declaración: “Porque los Levitas fueron más cuidadosos para santificarse que los sacerdotes”[19].
3. La esperanza del cronista.
La promesa de Natán a la dinastía davídica es ciertamente también para el cronista uno de los puntos de referencia capitales: “Sino que lo confirmaré en Mi casa y en Mi reino para siempre, y su trono será establecido para siempre”[20]. Por eso mismo, el hilo de la esperanza davídica vuelve a reanudarse después de la tragedia del año 586 a.C., e incluso después de la práctica extinción de la dinastía y de la institución monárquica de Judá: “Oh SEÑOR Dios, no rechaces el rostro de Tu ungido; acuérdate de Tus misericordias para con Tu siervo David”[21]. Sería de esperar entonces, dentro de la teología del libro de las Crónicas, el paso de una ideología monárquica a una perspectiva explícitamente mesiánica, donde el David perfecto mesiánico sustituyese al descendiente dinástico de David inexistente. Después de todo, esta idea había sido ya es divisada en Jeremías 23.5-6. Sin embargo, en apariencia no hay nada que hable en este sentido; más aún, parece como si, para el cronista, la dinastía davídica tuviera solamente la misión de proyectar, de construir y de proteger el Templo. Una vez cumplido este cometido, no tiene ya especial importancia el destino posterior de la dinastía.
En realidad, la esperanza existe también en estas páginas, que son una nueva meditación de la historia bíblica; lo que ocurre es que estamos ahora en presencia de un mesianismo discreto, velado, silencioso, fuente de resignación, de constancia y, en último análisis, de optimismo. La misma representación idealizada de David tiende a fijar en él los rasgos, no ya del rey que vivió en el siglo X a.C., sino más bien los trazos del David nuevo y perfecto. La santidad, la pureza, la integridad de la comunidad que se mueve en la obra del cronista es en cierto sentido la prefiguración de aquella comunidad esperada como el pueblo mesiánico. El espíritu de la teología de l y 2 Crónicas puede por tanto definirse con aquella estupenda síntesis que hace Pablo en su discurso al rey Agripa II, se trata de “…la esperanza de la promesa hecha por Dios a nuestros padres: que nuestras doce tribus esperan alcanzar al servir fielmente a Dios noche y día…”[22].
J. Contexto y trascendencia de su pensamiento.
Crónicas es uno de los últimos libros del Antiguo Testamento, y evidencia bastante conocimiento de muchas partes de este. Sus genealogías dependen de Génesis, Josué, etc., y las principales narraciones, como ya se ha hecho notar, se derivan sustancialmente de Samuel-Reyes. Crónicas refleja también el estilo y el modo de pensar de Deuteronomio, como también los aspectos destacables de las leyes “sacerdotales” de Levítico. Hace extensas citas de los salmos que aparecen en el Salterio, y las homilías que incluye repetidamente usan frases tomadas principalmente de los profetas.
Representa una importante corriente de pensamiento post exílico; pero no es, por supuesto, la única corriente. Su perspectiva merece ser comparada con otras, tales como la tradición sapiencial con sus profundos interrogantes, y la perspectiva profética con su orientación escatológica. No debe exagerarse la tensión que se pone de manifiesto ante ellas, pero no deja de ser verdad que manifiestan diferencias en cuanto a lo que se realza. La contribución de Crónicas es la de afirmar que no todo constituye un enigma, como Job y Eclesiastés hacen ver que algunos eran propensos a creer; tampoco, como podría inferirse del pensamiento profético, se ha ausentado Dios de la historia hasta que llegue algún anhelado momento futuro en que se introducirá de nuevo en ella. Dios puede ser conocido en el Templo y su culto, y ha de tenérsele confianza y obedecérselo en la vida diaria, en la segura esperanza de que su bondadoso señorío se haga conocer en la experiencia de la comunidad. Además, si hubiera otros círculos que pudieran ser demasiado propensos a asimilarse al paganismo que los rodea, o, alternativamente, demasiado propensos a separarse totalmente de cualquiera que no fuese de la más pura sangre judía, Crónicas recomienda una firme identificación con los caminos señalados por Adonay, pero da a entender que se debe aceptar a todo aquel que esté dispuesto a compartir ese compromiso.
[1] Juan 20.30-31. RVA
[2] Esdras 7.10.
[3] Ciro conquistó Babilonia en el 539 a.C.
[4] 2 Crónicas 36.22-23.
[5] 1 Crónicas 3.17-24.
[6] 1 Corintios 1.1-9.44.
[7] NBLH
[8] 1 Crónicas 10-29.
[9] Ibid
[10] 1 Crónicas 28.1-29.30.
[11] 1 Crónicas 1-9.
[12] 1 Crónicas 10-29.
[13] 1 Crónicas 10-2 Crónicas 36.
[14] Las “crónicas” a que se hace referencia en Reyes, por ejemplo 2 Reyes 20.20, son anales reales más antiguos y no los libros bíblicos de Crónicas.
[15] 1 Crónicas 22.18.
[16] 2 Crónicas 7.6. NBLH
[17] 1 Crónicas 23.5.
[18] Nehemías 8.10. NBLH
[19] 2 Crónicas 29.34. NBLH
[20] 1 Crónicas 17.34. Ibid
[21] 2 Crónicas 6.42. Ibid
[22] Hechos 26.6-7. Ibid
Después de la caída de Jerusalén, en el 587 a.C., una buena parte de la población de Judá fue deportada a Babilonia, hasta que Ciro el Persa autorizó el regreso de los desterrados a su país de origen. Así comenzó para Israel una nueva etapa, y los repatriados tuvieron que emprender la ardua tarea de reconstruir la comunidad nacional y religiosa. Esta grave crisis constituyó un verdadero desafío para la comunidad judía. El profeta Natán había prometido a David una dinastía eterna. Pero ¿qué valor podía tener esa promesa, si ya la monarquía no era más que un recuerdo del pasado? Otros profetas habían anunciado a Israel un futuro glorioso. ¿Cómo dar crédito a esos anuncios en las miserables condiciones presentes?
El peso de estos interrogantes exigía una reinterpretación de toda la historia de Israel. De esta necesidad surgieron los libros de las Crónicas, que en realidad son una sola obra y forman una unidad con los libros de Esdras y Nehemías.
En hebreo, דִּבְרֵי הַיָּמִים א, “Divrei Hayamim Álef”, “las palabras de los días”, también llamado 1 Crónicas, Primer Libro de las Crónicas y Primer Libro de los Paralipómenos. Originalmente los libros de Crónicas fueron solo un libro y el nombre en hebreo era “Los eventos del día”; es decir, en el sentido más estricto de la palabra un “diario” aunque se le debería haber llamado “anales”: Los eventos de los años.
La Septuaginta lo llamó “Paraleipómenon”, el “libro de cosas omitidas” ya que a primera vista parecería contar de nuevo las historias de los libros de Samuel y Reyes añadiendo alguna información que ellos omiten. Al leer más cuidadosamente nos damos cuenta muy pronto de que el nombre es inadecuado porque obviamente Crónicas hace más que rellenar los huecos. También excluye mucho de lo que Samuel y Reyes cuentan, y cuando los dos cuentan la misma historia generalmente lo hacen de forma muy diferente. Al traducir la Biblia al latín, Jerónimo dijo que este libro era de hecho una “crónica de toda la historia sagrada” o “Cronicón” y de allí es de donde proviene el título actual. Tal como lo indica Jerónimo, no solo cubre el período que Samuel y Reyes relatan sino la historia del Antiguo Testamento completa desde Adán hasta casi la gente del tiempo del mismo autor.
El brusco final de Crónicas, la analogía de sus últimos versículos con los de Esdras 1, han hecho pensar que Crónicas y el libro de Esdras habían sido originalmente una sola obra ininterrumpida. Pero se pueden dar hipótesis acerca de estos versículos:
1. Se trata, tanto en Crónicas como en Esdras, de citas de un solo y mismo documento oficial.
2. O bien, como es más probable, uno de los libros recogió los versículos del otro.
Estos escritos, como un plan diferente, no constituyeron jamás una sola obra. La tradición más antigua jamás los ha considerado como un solo libro aunque hubieran podido ser escritos por un mismo autor.
En la Biblia se halla ubicado entre 2 Reyes y 2 Crónicas, mientras que en el Tanaj hebreo se encuentra en el penúltimo lugar.
A. Propósito.
La ocasión para escribir las Crónicas parece ser la cruzada de Esdras para llevar al Judá post exílico de vuelta a Palestina en conformidad con la ley de Moisés[2]. Desde 458 a.C., Esdras buscó restaurar la adoración en el Templo, eliminar los matrimonios mixtos de judíos con sus vecinos paganos y fortalecer a Jerusalén reedificando sus muros. En conformidad, Crónicas consiste de estas cuatro partes: genealogías, para permitir a los judíos establecer sus líneas de descendencia familiar; el reino de David, como un modelo para el estado teocrático ideal; la gloria de Salomón, con un énfasis sobre el Templo y su adoración; y la historia del reino del sur, dando importancia en particular a las reformas religiosas y las victorias militares de los más piadosos gobernantes de Judá.
El propósito de 1 Crónicas es unificar el pueblo de Dios, rastrear las raíces del rey David y de las doce tribus, y enseñar que la verdadera adoración debe ser el centro de la vida nacional e individual.
Crónicas presenta la historia desde un punto de vista diferente de Samuel y Reyes. Las diferencias, los rasgos característicos de Crónicas, tienen que ver con la teología, verdades acerca de Dios y del pueblo de Dios que le interesan, del cronista. De principio a fin asume que sus lectores ya saben lo que pasó y su objetivo es interpretar los hechos.
De estas características, una de las más obvias es el énfasis en el linaje real de David, y por lo tanto en el reino ubicado en Jerusalén. Los reyes que gobernaron el reino del norte desde 931 a.C. Otro asunto al que le dedica mucho tiempo y lugar es el Templo de Salomón con su sacerdocio y su culto. Algunos han sugerido que este interés especial se debía a su deseo de motivar a sus contemporáneos a dedicarse con todo corazón a las actividades del “segundo Templo”, el Templo de ellos que reemplazó al de Salomón pero sin la misma grandiosidad. Pero cuando nos fijamos en cuán seguido dirige la atención del lector no solo al Templo de Salomón, sino también al trono de David, estamos en camino a comprender el significado más profundo de su mensaje. No se trata de celebraciones religiosas ni de estructuras políticas. El doble énfasis de trono y Templo, monarquía y sacerdocio que da el cronista es relevante en toda época porque el primero es acerca de cómo Dios gobierna a su pueblo, y el segundo es acerca de cómo el pueblo se relaciona con Dios.
Esto a su vez ayuda a explicar la opinión del cronista sobre el reino dividido. En lo que a nombres respecta, el norte se llamaba Israel y el sur Judá. Pero el verdadero “Israel” se refería a todos aquellos para los cuales la monarquía verdadera se expresaba por medio de los hijos de David y el sacerdocio verdadero por medio de los hijos de Aarón. Esto se refería directamente a los del sur, pero podía incluir a los del norte igualmente. 2 Crónicas 13 es un capítulo clave en este respecto. El cronista por lo tanto utiliza frecuentemente la frase “todo Israel”, habla de la posibilidad de su reunificación y renovación, y presenta una imagen de un Israel ideal.
En manera semejante describe una monarquía ideal en el centro de un Israel ideal en los reinados sucesivos de David y Salomón. Como ya hemos notado, sus primeros lectores conocían bien las historias de estos dos hombres, y sabían cuán humanos eran, incluyendo sus grandes fracasos y virtudes. Así que nosotros, como los antiguos lectores, debemos entender que la representación de David y Salomón que nos da el cronista es el retrato oficial que complementa al de Samuel y Reyes con arrugas y verrugas mundanas. Nunca es incorrecto, lo que sí es selectivo. Llama la atención a las características de sus reinados que nos demuestran algunos aspectos de la manera corriente en que Dios gobierna las vidas de su gente.
Lo que el cronista anhela para su propia época y lo que constituye su mensaje para las épocas futuras incluye todo esto y también tres características más. Una es continuidad. Esto se destaca en las listas de nombres en los primeros nueve capítulos, las cuales unen al pueblo de Dios a través de las generaciones; y a nivel más profundo por medio de su constante interés en principios inalterables. Le gustaría poder decirnos que no hay motivos por los cuales, teniendo en cuenta el cambio de algunas circunstancias, los mismos principios no debían de poder aplicarse en la vida del pueblo de Dios tanto ahora como en aquel entonces.
Otra característica es lo que algunos llaman “retribución merecida”, lo que significa “si peco recibiré mi castigo” aunque también “si obedezco recibiré bendiciones”. Las Escrituras reconocen en otras partes, y el cronista también lo hace, que en la práctica las cosas son más complicadas que eso, pero este principio de causa y efecto sigue como hecho básico y fundamental. Una de sus consecuencias es que siempre existe la esperanza nueva para cada nueva generación: Para simplificar este aspecto de este principio también se entiende que “si me arrepiento, seré perdonado”.
Finalmente, hay estadísticas sorprendentes del cronista. Sumas de dinero, el tamaño de los ejércitos, y cosas por el estilo, muy seguido difieren de las de Samuel y Reyes, y frecuentemente son tan grandes que parecen ser improbables. Muchas de las discrepancias de hecho se pueden hacer compatibles fácilmente, y puede ser que muchas de las aparentes exageraciones se deban a malentendidos de palabras como “miles”, que generalmente se refiere a unidades de combate mucho más pequeñas; o a la clase de errores que uno comete al copiar documentos como los que nosotros mismos hacemos cuando agregamos un cero extra o ponemos la coma en un lugar equivocado. Pero varias de estas dudas siguen sin explicación. Es apropiado dejarlas de esa manera, siempre y cuando recordemos que en otras áreas el cronista era un escritor muy cuidadoso; que su preocupación con los principios regulares por los cuales Dios obra en el mundo sería servida mejor por los hechos verdaderos que por la ficción; y que tanto él como sus primeros lectores, quienes conocían bien las historias antiguas y que estaban mucho más cerca que nosotros del mundo que ambas historias describían, obviamente tomaban con mucha más calma esos asuntos como las cifras que nos parecen difíciles de aceptar.
B. División del libro original.
Al igual que en el caso de Samuel, Reyes, Esdras y Nehemías, lo que en su origen fue un solo libro ha sido dividido más tarde y artificialmente en dos obras. La razón de estas divisiones era, seguramente, convertir el enorme texto del libro original en dos rollos de menores dimensiones y por lo tanto más fáciles de manejar. Por eso, este libro y 2 Crónicas deben considerarse partes de uno solo. Asimismo, debe señalarse que I y II Crónicas forman una clara unidad temática y estilística con Esdras y Nehemías.
C. Autor y época.
El Talmud atribuye los libros de Crónicas a Esdras, como sucede con la mayoría de los libros del Antiguo Testamento, sin embargo, la paternidad de estos libros es anónima, y no se puede llegar a ninguna conclusión acerca de quién las escribió, aunque se cree que su autor fue un levita de Jerusalén. El interés que demuestran en los levitas se ha tomado como indicación de que su origen podría hallarse en este grupo, pero no es esta una inferencia realmente necesaria. Tampoco existe mayor posibilidad de precisión en cuanto a la fecha en que fueron escritos aunque se cree que escribió su libro a fines del siglo IV a.C., o en la primera mitad del siglo III a.C., y ya que después que Ciro, rey de Persia[3] ascendió al poder, muchos de los judíos que vivían desterrados en su territorio regresaron a su propia tierra. Como más de una vez Crónicas da por concedido ese hecho, debe ser obvio que fue escrito después de ese evento. El último acontecimiento que se menciona es el regreso del exilio[4] y los libros de Crónicas podrían haber sido escritos poco tiempo después de dicho suceso en la comunidad de Jerusalén. Por otro lado, la lista de descendientes de Joaquín[5] parece abarcar seis generaciones desde el exilio, lo que nos lleva hasta aproximadamente, alrededor de 400 a.C., como la fecha más antigua en que podrían haberse terminado estos libros. No obstante, puede haber ocurrido que las genealogías se hubiesen añadido posteriormente, mientras que el grueso de la obra siguiese correspondiendo así a una época próxima a la finalización del cautiverio. No existe ningún reflejo claro del período griego, y por lo tanto el principio y el fin del imperio persa (537–331 a.C.) marcan, probablemente, los límites dentro de los cuales se escribieron los libros de Crónicas. El relato de Crónicas continúa en Esdras, y los últimos versículos de Crónicas coinciden casi exactamente con los primeros de Esdras. Esto se ha considerado generalmente como indicación de que por lo menos Esdras 1–6 es la continuación original de Crónicas. Contrariamente, podría indicar que algún escritor posterior quiso proporcionar ese eslabón. Su pensamiento demuestra que ha estudiado la doctrina y reflexionado largamente sobre ella de la mano de excelentes maestros judíos.
D. Contenido.
1. Las genealogías[6].
El carácter selectivo de 1 Crónicas resulta evidente desde los primeros capítulos. Los nueve primeros capítulos se dedican a una larga lista de genealogías, pero no son, sin embargo, el enlace de una larga lista de nombres, sino que estas genealogías tienen una gran importancia. Para empezar, forman parte del material de más ayuda que hay para cualquiera que intente estudiar la genealogía bíblica. Si está usted interesado en este aspecto pasará usted, sin duda, mucho tiempo en estos primeros capítulos de Crónicas, pero son mucho más que eso. Sé que en ocasiones nos sentimos tentados a pasar rápidamente por encima de estas largas listas de nombres en la Biblia.
A algunos de nosotros también nos gustaría dejar de lado estas genealogías, pero son demasiado importantes como para hacerlo. Si las leemos de prisa y corriendo, nos perderemos el mensaje de todo este pasaje. Si se fija usted bien se dará cuenta de que Dios está escogiendo y seleccionando, excluyendo e incluyendo, realizando un trabajo con una meta muy concreta. Ha quedado constancia de esta genealogía para que entendamos tanto la meta hacia la cual se dirige el Señor en la historia humana como el principio del que se vale para incluir o excluir ciertos acontecimientos. Vuelve claramente al amanecer de la historia humana y nos ofrece una lista de los hijos y de los descendientes de Adán, Set, Enoc, etc. Sabemos que los hijos de Adán eran Caín, Abel y Set, pero aquí de momento, se excluyen a Caín y a Abel, sin que se les mencione para nada. Se centra sobre los descendientes de Set, porque de él habría de venir la familia de Abraham y los israelitas. Aquí vemos en acción el principio de la exclusión. A continuación se sigue la línea de Set por Enoc a Noé. Se menciona a los tres hijos de Noé, Sem, Cam y Jafet, pero Cam y Jafet son descartados tan solo con una breve mención y se centra la atención sobre la línea de Sem. Desde Sem seguimos hasta Abraham y su familia. Existe este constante proceso de ir reduciendo que luego excluye a Ismael, el hijo de Abraham, y Esaú, el hijo de Jacob, y se centra en los doce hijos de Isaac, que se convirtieron en los padres de las doce tribus de Israel. Al continuar la genealogía, selecciona las tribus de Judá y de Leví, es decir las tribus del rey y la línea sacerdotal. Sigue la tribu de Judá hasta llegar a David, a Salomón y luego a los reyes de la casa de David hasta la cautividad. La tribu de Leví se sigue hasta Aarón, el primero de los sacerdotes, y luego a los sacerdotes que se destacaron en el reino durante el tiempo de David. En todas estas genealogías existe un incidente muy especial que sobresale y se encuentra en el capítulo 4, versículos 9 y 10, en donde leemos acerca de Jabes: “Jabes fue más ilustre que sus hermanos, y su madre lo llamó Jabes, diciendo: "Porque lo di a luz con dolor." Jabes invocó al Dios de Israel, diciendo: "¡Oh, si en verdad me bendijeras, ensancharas mi territorio, y Tu mano estuviera conmigo y me guardaras del mal para que no me causara dolor!" Y Dios le concedió lo que pidió”[7]. Este incidente se menciona en medio de una larga lista de nombres, como si fuese una especie de luz concentrada sobre esta persona en concreto.
Orden de nacimiento de los hijos de Jacob (Israel)
MADRE HIJO
Lea Rubén (nació 1921 a.C.)
Simeón
Leví
Judá
Isacar
Zabulón
Zilpa (sierva de Lea) Gad
Aser
Raquel José (nació 1914 a.C.)
Benjamín
Bilha (sierva de Raquel) Dan
Neftalí
2. Los hechos de David[8].
Ahora bien, hay un principio que siempre sigue Dios en este proceso de selección. Incluye a un hombre siempre y cuando se encuentra con un corazón obediente. Toda la incapacidad innata del hombre es eliminada y se convierte de inmediato en un instrumento para que Dios haga su obra en la historia humana. Cuando Dios excluye a un nombre, cuando deja a un lado una línea o una familia, es siempre debido a la desobediencia de un corazón. Dios le excluye siempre sobre esa base, sea cual fuere su categoría, su linaje o privilegio de cualquier clase. Dondequiera que haya un corazón obediente Dios comienza una nueva línea con esa persona. Dondequiera que se manifiesta la desobediencia, ese nombre queda eliminado. Este principio lo puede usted hallar a lo largo de toda esta genealogía.
Esto marca el modelo que ha de seguir todo el libro. En el capítulo 10 hay un breve relato que cubre totalmente la vida del Rey Saúl, el primero de los reyes de Israel. Saúl es descartado en solo catorce versículos y el motivo se menciona en los versículos 13 y 14: “Así murió Saúl por la transgresión que cometió contra el SEÑOR por no haber guardado la palabra del SEÑOR, y también porque consultó y pidió consejo a una adivina, y no consultó al SEÑOR. Por tanto, El le quitó la vida y transfirió el reino a David, hijo de Isaí”[9].
El resto del libro es acerca de David, que era un rey conforme al corazón de Dios, un rey con un corazón obediente. El libro sigue todo el curso de la vida de David desde el momento en que es ungido rey. En otras palabras, este es el libro que enfatiza el rey de Dios. Lo primero que hace David al ocupar el trono de Israel es apoderarse de la fortaleza pagana de los jebusitas, la ciudad de Jerusalén, la ciudad de Dios. Aquel era el lugar donde Dios había decidido poner su nombre entre las tribus de Israel. Inmediatamente después de esto encontramos una retrospectiva acerca del tiempo durante el cual David estuvo exiliado y los hombres poderosos que se reunieron a su alrededor. Estos eran hombres de fe y pasión, que se sentían atraídos a David por su manera de ser.
La segunda cosa que enfatiza este libro es el Arca de Dios. En el capítulo 13 se nos cuenta cómo David fue a la ciudad de los filisteos, donde tenían el Arca en su poder, la llevó sobre una carreta e intentó traerla de nuevo a Jerusalén. Aquí ha quedado constancia de la inconsciente desviación, por parte de David, del principio de la obediencia, pues él sabía que la ley mandaba que el Arca solamente la debían transportar los levitas, pero en la exuberancia de su gozo y su celo por la causa de Dios, pensó que a Dios no le importaría que el Arca fuese transportada de otra manera. Cuando Uza, que caminaba junto al Arca, vio que se meneaba al pasar sobre un bache del camino, extendió su mano para estabilizarla. Pero al tocar su mano el Arca, cayó muerto de inmediato. David se sintió profundamente conmovido por este suceso, pero al meditar acerca de él y orar, se dio cuenta de que todo había sido culpa suya. Había desatendido la palabra del Señor. No hay ningún otro incidente del Antiguo Testamento que enseñe más claramente la importancia que tiene la obediencia cuidadosa y exacta a lo que dice la palabra de Dios. Creo que nos enseña además que Dios es capaz de cuidar de su propia causa. Hay muchos hoy en día que, al igual que le sucedió a Uza, intentan estabilizar el Arca de Dios. Creen que pueden sostener el Arca de Dios con sus fuerzas y hacen variaciones en lo que Dios ha pedido, transformando la adoración en algo que no se parece en nada a lo que la Biblia dice.
Pero David aprendió la lección. Volvió a la obediencia y pidió a los levitas que trajesen el Arca según lo que dictaminaba la ley y entonces pudo ser trasladada el Arca a Jerusalén. He aquí un punto extraordinario y altamente significativo: El Tabernáculo, que había albergado el Arca durante todos los viajes por el desierto, y el lugar central de la adoración de Israel durante el tiempo de los jueces y del reinado de Saúl, no se encontraba en Jerusalén, sino que se encontraba en la ciudad de Gabaón. Hubiera sido de esperar que el Arca fuese devuelta a ese Tabernáculo, puesto que había sido llevada de allí y el lugar donde le correspondía estar el Arca era en el Lugar Santísimo.
Pero cuando David trae de nuevo el Arca, no la lleva al Tabernáculo, sino a la ciudad de Jerusalén, la ciudad del rey y, bajo su propia autoridad, establece un centro de adoración en el lugar mismo donde más adelante se construiría el Templo. De este modo, devuelve a los sacerdotes la autoridad conferida por el propio rey.
El único punto oscuro del libro se encuentra en el capítulo 21. Se nos presenta un interludio acerca del pecado cometido por David: el de hacer un cómputo del pueblo de Israel. Es asombroso que el doble pecado cometido por David, al quedarse con la mujer de Urías el hitita, estableciendo una relación adúltera y los arreglos para que muriese su marido, enviándole a la primera línea del campo de batalla, son cosas acerca de las cuales se guarda silencio porque esos fueron los pecados personales que cometió David como hombre. Ese pecado fue el resultado de su propia debilidad, de su insensata obstinación como persona y no tenía nada que ver con su gobierno como rey, pero su pecado en cuanto a hacer un cómputo de Israel es una repentina desviación del principio de la dependencia, de la fortaleza y la gloria de Dios.
Uno de los grandes principios con el que nos encontramos en la Biblia, de principio a fin, es que Dios no consigue nunca la victoria en sus batallas gracias al voto mayoritario. Cuando pensamos que la causa de Cristo está perdiendo porque está disminuyendo el número de cristianos en proporción a la población del mundo, hemos sucumbido a la falsa filosofía de que Dios gana sus batallas gracias a los números, pero Él no tiene necesidad de números, lo que necesita es calidad. Eso es algo que nos enseña muchas, muchas veces la palabra de Dios.
El resto del libro nos habla acerca de la pasión que sintió David por construir el Templo. Debido a que entendía que una nación sin un Templo no podía considerarse nunca como tal, anhelaba ver el Templo construido. Una persona sin Dios en su medio no será nunca nada, pero David era un hombre de guerra y Dios deseaba un hombre de paz para gobernar sobre las naciones de la tierra.
Pero a pesar de todo, Dios permitió a David, por su gracia, hacer todo lo necesario para que el Templo fuese construido y trazó los planos, diseñó los muebles, recogió los materiales, hizo los arreglos, estableció el orden y el ritual. Trajo los postes de cedro del Monte Hermón y del Monte del Líbano, en el norte. Mandó cavar en la roca y sacar piedras de la cantera. Hizo que reuniesen el oro, la plata y el hierro. Lo reunió todo y el libro termina cuando el ungido Salomón y David reinan uno junto al otro, que es una escena completa del ministerio del Señor Jesucristo. Cristo es al mismo tiempo David, el poderoso guerrero y Salomón, el hombre de paz.
3. Los últimos años de la vida de David[10].
Los Libros de las Crónicas hacen una relación histórica de los eventos más importantes del pueblo judío desde los orígenes hasta el decreto de Ciro el Grande que pone en libertad a los hebreos luego del Cautiverio en Babilonia.
1 Crónicas en particular narra el período comprendido desde los orígenes hasta la muerte de David. Cuenta la historia desde Adán hasta Saúl en su primera mitad[11] y luego la de David[12].
E. Diferencias con los Libros de los Reyes.
Las Crónicas se diferencian de los Reyes en el sentido de que el Cronista ha preferido contar la historia de su pueblo pero poniendo en primer plano los asuntos de la religión. No logra esto mediante la confrontación documental sino más bien comparando cada episodio con los otros libros.
La verdadera intención del autor de 1 Crónicas parece ser justificar teológicamente las soluciones que los maestros post exílicos dieran a graves problemas religiosos, políticos y religiosos; la manera de hacer esto es presentar al rey David como modelo perfecto de personalidad judía, refiriendo todo lo que David fue, hizo y dijo a los orígenes mosaicos de la Ley.
Las Crónicas están, por lo tanto, relacionadas con la enseñanza o midrash, cuya técnica educativa fue siempre analizar el remoto pasado para explicar las realidades del presente.
F. Características literarias.
El grueso de la obra[13], tiene mucha analogía con 1 Samuel 31-2 Reyes 25, y con frecuencia se nota una identidad verbal con estos libros más antiguos. Si bien esto podría indicar que Crónicas y Samuel-Reyes utilizaron independientemente material de alguna obra anterior que se ha perdido, parecería más probable que la fuente principal de los libros de Crónicas fuesen los mismos libros de Samuel y Reyes. De esta manera los libros de Crónicas pueden considerarse esencialmente como una edición revisada de las obras anteriores, relacionadas con ellas en forma parecida a la relación que se atribuye a Mateo y Lucas con respecto al Evangelio de Marcos[14].
Crónicas parece haber usado una edición de Samuel-Reyes distinta de la que aparece en la Biblia hebrea, y esta circunstancia dificulta un reconocimiento preciso de los puntos donde se introdujeron modificaciones al material de Samuel-Reyes. Aparentemente, sin embargo, parte del material anterior se adoptó sustancialmente en su forma original, o fue reemplazado por una versión alternativa. En algunas ocasiones se omitieron porciones extensas como aquellas referentes al reino del norte y se insertaron otros materiales como los referentes a los preparativos de David para la construcción del Templo. El material viejo y el nuevo se refunden en secciones más extensas que ofrecen una exposición teológica-histórica de un determinado período como el reinado de Ezequías, y las diversas partes se ubican luego en el nuevo marco total que hace el Cronista de la historia de las relaciones de Dios con su pueblo desde la creación hasta el regreso del cautiverio.
El método que utiliza el autor sugiere, por un lado, que consideraba que Samuel-Reyes era un texto religioso autorizado que deseaba aplicar a su propia época. En este sentido se lo ha descrito como un exegeta de la obra más antigua, o su obra ha sido considerada como un midrás interpretativo. Por otra parte, es evidente que quería ofrecer un mensaje específico de Dios aplicable al pueblo de su propia época, y es esto lo que lo lleva a efectuar una extensa reconstrucción del texto, omitiendo lo que ya no tenía aplicación, agregando material que en sus circunstancias había adquirido pertinencia, cambiando lo que en ese momento podía conducir a conclusiones erróneas, y así sucesivamente.
Se ha estimado que los libros de Crónicas tienen un contenido histórico más pobre que Samuel-Reyes, aunque por razones discutibles. Su mayor dedicación a asuntos eclesiásticos que políticos ha sido motivo para que se considere que está más alejado del ideal del historiador moderno que Samuel-Reyes. Algunas de sus modificaciones a Samuel-Reyes plantean problemas de índole histórica: en especial, muchas de las cifras financieras y militares aumentan notablemente. Esto podría interpretarse como el antiguo equivalente de tener en cuenta la inflación, aunque a menudo se ha sospechado de la presencia de corrupción o interpretación inadecuada del texto. Ciertas prácticas religiosas como el ofrecimiento de sacrificios, evidentemente se presentan como ajustadas a la ley del Pentateuco y la práctica de los tiempos en que vivió el autor, en cuyo caso este último quizás se asemeje al artista que pinta los personajes de antaño vestidos a la usanza de la época en que él mismo vive. Tales características han llevado a considerar discutible la inclusión en Crónicas de los materiales adicionales que no aparecen en Samuel-Reyes. No obstante, donde ha sido posible verificar dicho material adicional mediante los descubrimientos arqueológicos, se ha comprobado que tiene valor histórico.
G. Aspectos que se destacan.
En la elección y el tratamiento del material utilizado, Crónicas pone de manifiesto ciertos aspectos característicos que reciben realce; interés en el culto sincero, en la pureza, en la confiada obediencia.
1. El culto sincero.
La comparación de los relatos de los reinados de David y Salomón en Samuel-Reyes y en Crónicas en seguida evidencia que Crónicas no muestra mayor interés en sus éxitos políticos o militares. Aparecen como los fundadores del culto en el Templo, lo cual constituye el eje del Reino de Dios en la tierra. De la misma manera, el ministerio de los profetas que pinta Crónicas se centra en su preocupación por establecer un culto verdadero, y sus vínculos con el Templo; además, el ministerio de los levitas está ligado al gran privilegio de dirigir el jubiloso culto en el Templo. Por supuesto que los sacerdotes cumplen su papel en cuanto a los sacrificios en el Templo, también, y en Crónicas a menudo se observa cómo se guardaba correctamente la ley en lo referente a la realización del culto según la voluntad de Dios.
2. La pureza.
Una segunda razón por la cual Crónicas presta tanta atención a David es que apoya su creencia de que Judá, la tribu de David, constituye el verdadero Israel. Dios designó a Judá para ser el conductor de las tribus, lo cual se pone de manifiesto por el lugar prominente que ocupa en las genealogías, y de la tribu de Judá eligió a David para ser rey sobre Israel para siempre. En la capital de Judá se ubicó el Templo, y allí se ofrecía el culto a Adonay como correspondía. Debido a su rebelión, las tribus del norte se han separado de la esfera de la gracia y la acción de Dios. El Señor no está con ellos, y Judá debe cortar sus relaciones con ellas, pero únicamente en la medida en que persistan en su rebelión. La puerta permanece siempre abierta para que puedan volver, y en las genealogías todavía aparecen en la lista del Reino completo de Dios.
3. La confiada obediencia.
Muchas de las historias que el autor agrega a la estructura de Samuel-Reyes destacan el poder de Dios, y se desafía al pueblo a confiar en ese poder en los momentos de crisis que enfrenta. Muchas de las otras modificaciones a Samuel-Reyes tienen el propósito de destacar en forma aun más clara que los libros anteriores el que la justicia de Dios sigue obrando en la historia de su pueblo, de tal suerte que los que permanecen fieles a Dios o que se arrepienten de su pecado, hallan bendición, mientras que cuando se apartan de él vienen las aflicciones.
H. Utilización de las fuentes.
1 Crónicas es un libro sumamente dependiente de sus fuentes, especialmente los Reyes. A veces las cita textualmente, pero otras se toma grandes libertades a fin de relatar los hechos de frente a sus objetivos pedagógicos.
Independientemente de ello, la prosa del Cronista es muy rico: Abrevia largos párrafos antiguos, moderniza la gramática y el estilo, omite repeticiones, desplaza y ubica correctamente ciertos acontecimientos y agrega su propia verba florida en numerosos puntos del texto.
Sin embargo, somete todo su trabajo al abrazo de la doctrina, la cual, evidentemente, conoce a la perfección.
Sin embargo, llevado por su fe entusiasta, le gusta ampliar las cifras, y deforma a veces la realidad para dar mayor fuerza a sus tesis.
I. Sentido religioso.
Si se tiene en cuenta el hecho de que en el momento en que se escriben las Crónicas la mayoría de los judíos viven en la Diáspora, entonces queda muy claro que la intención del Cronista es exaltar la unidad del judaísmo.
Los acontecimientos, los reyes, los profetas, están todos ellos orientados hacia el Templo y la teocracia. La organización religioso-cultural de Judá y de Jerusalén constituye la piedra de toque por la que se miden las personas y los hechos. Entonces, en posición de prestigio, se van presentando en la escena David, Salomón, los sacerdotes y los levitas, con acentos muy distintos de los de la obra deuteronomista. Las etapas decisivas de la historia de la salvación son la genealogía levítica con sus ciudades, la construcción del Templo y la institución del servicio litúrgico, las reformas descritas primordialmente en clave de culto, el altar y el Templo posteriores al destierro.
1. Dios con nosotros.
La teocracia tiene su fundamento en la conciencia de la presencia constante de Dios junto a su pueblo y en la ciudad santa. Él, como se ha dicho, es el verdadero rey de Israel, y su acción política, judicial y religiosa puede percibirse a través de sus lugartenientes y mensajeros, los reyes, los sacerdotes, los profetas. El lema “Dios con nosotros”, con matices incluso marciales, dominaba ya en la obra deuteronomista, pero ahora se convierte en un auténtico emblema teológico.
Dios está con David, con Salomón, con Josafat y con sus magistrados; está incluso con el Faraón Necao cuando tiene una misión de juicio que cumplir. Pero David está seguro de que “Dios está con nosotros”[15], y por tanto en medio de todo Israel.
2. El triunfo del culto.
Como se ha visto, la preferencia, incluso cuantitativa, se le reserva al Templo, cuya presencia se cuela sobre los reinados de David y de Salomón casi como si los agotase, pero cuya realidad sirve además de trasfondo a las demás fases de la historia bíblica. Todo el libro está impregnado del gozo del culto, de la música, del aroma de los sacrificios. Efectivamente, el relato está totalmente dominado por la música de los “instrumentos de música para el Señor”[16].
Recogiendo una antigua y sólida tradición, el cronista ve en David al progenitor de esta genealogía musical que llegaba hasta sus días; se le atribuyen no solamente la organización de la “escuela de cantores” del Templo, sino incluso la fabricación y quizá invención de muchos instrumentos musicales[17]. La música y las aclamaciones litúrgicas van señalando los momentos fundamentales de la historia, desde la consagración del Templo hasta las batallas santas, como la de Josafat; desde la coronación de los nuevos monarcas hasta las grandes reformas litúrgicas, como la de Ezequías y las celebraciones pascuales. La música sirve de fondo a un entramado muy rico de oraciones públicas y privadas.
David invoca para Salomón inteligencia política y fidelidad religiosa a la ley del Señor y pide para el pueblo buena voluntad. La oración es eficaz, puesto que Dios la escucha desde lo alto de su trascendencia omnipotente, pero también desde su santa sede en la tierra, el Templo, concediendo a sus fieles, según la ley de la retribución de las obras, una larga vida, una numerosa descendencia, un abundante botín de guerra y paz. Redactadas muchas veces de forma rítmica, las oraciones no tienen, sin embargo, un efecto mágico, sino que suponen la conversión del corazón y la confianza en Dios. El clima espiritual general que impregna la obra podría expresarse muy bien con las palabras de Nehemías: “No se entristezcan, porque la alegría del SEÑOR es la fortaleza de ustedes”[18].
Merecen una alusión especial en este apartado del culto los levitas. Desempeñan una función decisiva junto al arca de la alianza; en el Templo, donde se regulan detalladamente sus funciones incluso antes de que fuera erigido; en las reformas de Ezequías y de Josías; pero, incluso fuera de estos pasajes, los levitas intervienen casi continuamente. Efectivamente, el cronista se muestra interesado en dejar bien sentada su genealogía y en definir sus nombres a través de listas numerosas y detalladas; no deja de exaltar su celo y su competencia, subraya oportunamente su misión. A este propósito es interesante subrayar la primacía que en esta última función se les reserva a los levitas respecto a los sacerdotes, a diferencia de lo que ocurría en otros textos anteriores. En este sentido es muy significativa la declaración: “Porque los Levitas fueron más cuidadosos para santificarse que los sacerdotes”[19].
3. La esperanza del cronista.
La promesa de Natán a la dinastía davídica es ciertamente también para el cronista uno de los puntos de referencia capitales: “Sino que lo confirmaré en Mi casa y en Mi reino para siempre, y su trono será establecido para siempre”[20]. Por eso mismo, el hilo de la esperanza davídica vuelve a reanudarse después de la tragedia del año 586 a.C., e incluso después de la práctica extinción de la dinastía y de la institución monárquica de Judá: “Oh SEÑOR Dios, no rechaces el rostro de Tu ungido; acuérdate de Tus misericordias para con Tu siervo David”[21]. Sería de esperar entonces, dentro de la teología del libro de las Crónicas, el paso de una ideología monárquica a una perspectiva explícitamente mesiánica, donde el David perfecto mesiánico sustituyese al descendiente dinástico de David inexistente. Después de todo, esta idea había sido ya es divisada en Jeremías 23.5-6. Sin embargo, en apariencia no hay nada que hable en este sentido; más aún, parece como si, para el cronista, la dinastía davídica tuviera solamente la misión de proyectar, de construir y de proteger el Templo. Una vez cumplido este cometido, no tiene ya especial importancia el destino posterior de la dinastía.
En realidad, la esperanza existe también en estas páginas, que son una nueva meditación de la historia bíblica; lo que ocurre es que estamos ahora en presencia de un mesianismo discreto, velado, silencioso, fuente de resignación, de constancia y, en último análisis, de optimismo. La misma representación idealizada de David tiende a fijar en él los rasgos, no ya del rey que vivió en el siglo X a.C., sino más bien los trazos del David nuevo y perfecto. La santidad, la pureza, la integridad de la comunidad que se mueve en la obra del cronista es en cierto sentido la prefiguración de aquella comunidad esperada como el pueblo mesiánico. El espíritu de la teología de l y 2 Crónicas puede por tanto definirse con aquella estupenda síntesis que hace Pablo en su discurso al rey Agripa II, se trata de “…la esperanza de la promesa hecha por Dios a nuestros padres: que nuestras doce tribus esperan alcanzar al servir fielmente a Dios noche y día…”[22].
J. Contexto y trascendencia de su pensamiento.
Crónicas es uno de los últimos libros del Antiguo Testamento, y evidencia bastante conocimiento de muchas partes de este. Sus genealogías dependen de Génesis, Josué, etc., y las principales narraciones, como ya se ha hecho notar, se derivan sustancialmente de Samuel-Reyes. Crónicas refleja también el estilo y el modo de pensar de Deuteronomio, como también los aspectos destacables de las leyes “sacerdotales” de Levítico. Hace extensas citas de los salmos que aparecen en el Salterio, y las homilías que incluye repetidamente usan frases tomadas principalmente de los profetas.
Representa una importante corriente de pensamiento post exílico; pero no es, por supuesto, la única corriente. Su perspectiva merece ser comparada con otras, tales como la tradición sapiencial con sus profundos interrogantes, y la perspectiva profética con su orientación escatológica. No debe exagerarse la tensión que se pone de manifiesto ante ellas, pero no deja de ser verdad que manifiestan diferencias en cuanto a lo que se realza. La contribución de Crónicas es la de afirmar que no todo constituye un enigma, como Job y Eclesiastés hacen ver que algunos eran propensos a creer; tampoco, como podría inferirse del pensamiento profético, se ha ausentado Dios de la historia hasta que llegue algún anhelado momento futuro en que se introducirá de nuevo en ella. Dios puede ser conocido en el Templo y su culto, y ha de tenérsele confianza y obedecérselo en la vida diaria, en la segura esperanza de que su bondadoso señorío se haga conocer en la experiencia de la comunidad. Además, si hubiera otros círculos que pudieran ser demasiado propensos a asimilarse al paganismo que los rodea, o, alternativamente, demasiado propensos a separarse totalmente de cualquiera que no fuese de la más pura sangre judía, Crónicas recomienda una firme identificación con los caminos señalados por Adonay, pero da a entender que se debe aceptar a todo aquel que esté dispuesto a compartir ese compromiso.
[1] Juan 20.30-31. RVA
[2] Esdras 7.10.
[3] Ciro conquistó Babilonia en el 539 a.C.
[4] 2 Crónicas 36.22-23.
[5] 1 Crónicas 3.17-24.
[6] 1 Corintios 1.1-9.44.
[7] NBLH
[8] 1 Crónicas 10-29.
[9] Ibid
[10] 1 Crónicas 28.1-29.30.
[11] 1 Crónicas 1-9.
[12] 1 Crónicas 10-29.
[13] 1 Crónicas 10-2 Crónicas 36.
[14] Las “crónicas” a que se hace referencia en Reyes, por ejemplo 2 Reyes 20.20, son anales reales más antiguos y no los libros bíblicos de Crónicas.
[15] 1 Crónicas 22.18.
[16] 2 Crónicas 7.6. NBLH
[17] 1 Crónicas 23.5.
[18] Nehemías 8.10. NBLH
[19] 2 Crónicas 29.34. NBLH
[20] 1 Crónicas 17.34. Ibid
[21] 2 Crónicas 6.42. Ibid
[22] Hechos 26.6-7. Ibid