3. Saúl.
a. Guerras y conflictos.
Mucho del reinado de Saúl fue en tiempo de guerra. Los filisteos eran su enemigo principal, y los capítulos 13 y 14 relatan algunos de los primeros triunfos de Saúl contra ellos. En 1 Samuel 15 se dan detalles de una victoria sobre un enemigo menor, los amalequitas. Otras campañas victoriosas son mencionadas en 1 Samuel 14.47 pero no se describen. Así que desde una perspectiva, estos capítulos describen un comienzo muy exitoso del reinado de Saúl, en que constantemente libraba a los israelitas de sus enemigos.
No obstante, estos mismos capítulos terminan con una nota negra e infeliz: Y Adonay “se había arrepentido de haber puesto a Saúl por rey sobre Israel”[1]. Los acontecimientos registrados en los capítulos 13 al 15 eran ocasiones no solo de guerras contra enemigos extranjeros sino también de conflictos personales entre Saúl y otros israelitas. En el capítulo 14, Saúl podría haber matado a su propio hijo, y terminó por pelearse con sus propias tropas. Y lo que es peor, tanto en el capítulo 13 como en el 15 encontramos a Saúl ofendiendo mucho a Samuel, quien hablaba en el nombre de Dios. A pesar de los buenos augurios hasta este momento, Saúl muy pronto dio pruebas de que aunque podía ganar batallas, no era el hombre adecuado para ser líder de Israel.
El reinado de Saúl no fue en total un desastre, aunque terminó en el fracaso y la derrota registrados en 1 Samuel 31. Dio a Israel nuevas esperanzas al empezar a coordinar sus tribus, que antes habían sido independientes, gradualmente montó un ejército, derrotó a los filisteos más de una vez y los echó de territorio israelita. A pesar de su fracaso final en batalla, abrió el camino para su sucesor en algunos aspectos importantes. El propio testimonio de David respecto de Saúl no debe ser olvidado[2].
No obstante, 1 Samuel 13 al 15 muestran indiscutiblemente que desde la perspectiva de Dios, Saúl era un fracaso a pesar del hecho de que Dios mismo lo había escogido para ser rey. La razón básica dada es que se negó a someterse a las instrucciones de Dios enviadas por medio de Samuel el profeta. El mensaje es claro: Dios no daría su bendición a un rey de Israel que se ponía por sobre los profetas que Dios había establecido. Los acontecimientos descritos en los capítulos 13 al 15 pueden interpretarse como una lucha por el poder, con Dios poniéndose de parte del profeta y en contra del rey.
No se sabe a ciencia cierta cuánto tiempo duró el reinado de Saúl. La incertidumbre se debe al hecho de que así como aparece, el texto hebreo de 1 Samuel 13.1 lee: “Saúl tenía años cuando comenzó a reinar, y reinó sobre Israel dos años”. Es evidente que se omitió un número accidentalmente antes de la frase “años cuando comenzó”, y en las versiones Biblia al Día y Nueva Biblia de los Hispanos se sigue el ejemplo de la Reina-Valera Actualizada donde se ha insertado el número 30, tomado de ciertos manuscritos griegos. Por lo tanto, es igualmente razonable suponer que se omitió accidentalmente otro número, antes de los dos años asignados a su reinado, aunque algunos eruditos creen que dos años es el número correcto. El número 40 y 2 se basan en Hechos 13.21 y en el historiador judío Josefo; ambos redondean el número a “40”. Por otro lado, el número 40 se usaba con frecuencia en la época del Antiguo Testamento para significar una generación, así que un número menor, como “22” de algunas versiones, es también bastante posible. Dos escasos años parece muy improbable[3].
b. Preparaciones para las batallas.
En 1 Samuel 13.2 se describe la preparación general de Saúl para la guerra inevitable contra los filisteos. Escogió hombres para formar un ejército permanente que estaría listo para la batalla, y los apostó en dos lugares. El mismo capitaneó el grueso de las tropas, y su hijo Jonatán, que se menciona por primera vez aquí, capitaneó el otro. En 1 Samuel 13.3 enseguida describe la causa de la primera gran batalla. Furiosos por la pérdida de su destacamento, los filisteos avanzaron con un ejército numeroso y bien equipado dentro de territorio judío, decididos a destruir el ejército israelita menos numeroso. Las tropas israelitas contaban con muy pocas armas adecuadas, y no es de sorprenderse que muchos desertaran. Los 2.000 hombres de Saúl quedaron reducidos a 600. Pero Saúl contaba con una ventaja secreta: Todavía tenía un mandato de Dios que cumplir, y su obediencia a ese mandato podía transformar esta situación desesperante. Este mandato era ir a Gilgal y esperar a Samuel. Por lo tanto, Saúl fue a Gilgal y allí se quedó esperando.
c. Samuel reprende a Saúl.
A último momento Saúl desobedeció las instrucciones de Samuel. El lector moderno tiende a favorecer a Saúl, dado que su situación militar era tan crítica, sus hombres estaban desertando, y Samuel llegó tarde. Pero evidentemente Samuel llegó apenas un poco tarde, pero Saúl no había esperado ni un minuto más que el tiempo estipulado. Saúl no es reprendido por tomarse las atribuciones sacerdotales, sino por tomar el lugar del profeta. Samuel había prometido ofrecer los sacrificios que eran apropiados antes de una batalla y también dar a Saúl dirección y consejos sobre la batalla. Pero Saúl creyó que podía prescindir de ambos. Su ofensa nos puede parecer ligera, pero involucra una cuestión básica: ¿Se sujetaría el nuevo rey al profeta o éste se sujetaría al rey? El profeta hablaba y actuaba en nombre de Dios, así que Saúl había dado pruebas, por un acto insensato, de que no se consideraba sujeto a las instrucciones de Dios. Fue una acción que le costaría su familia y su reinado. Dios lo transferiría a un hombre según su corazón, o sea, “un hombre más de su agrado”[4]. Se refiere a David, que aparece en el relato en el capítulo 16. David no era menos pecador que Saúl, pero siempre fue obediente a las instrucciones proféticas.
d. Movimiento de tropas.
Este párrafo explica brevemente los movimientos finales de las tropas que precedieron a la batalla. Moviendo sus hombres a Gabaa, Saúl estaba juntando su contingente con el de Jonatán, por lo que aun si los soldados eran pocos y mal pertrechados, constituían un solo ejército. Los filisteos, en cambio, dividieron en cierta forma sus tropas, y aparentemente esto contribuyó a su derrota.
Hasta ahora, los filisteos habían podido impedir que los israelitas tuvieran espadas y lanzas, cobrando precios exorbitantes para afilar cualquier herramienta que hubiera podido ser usada como un arma. Es de suponer que los israelitas tenían al menos arcos y flechas.
e. Hazañas de Jonatán.
Nadie hubiera esperado una victoria israelita en vista de todas las dificultades descritas en el capítulo anterior, pero dos factores cambiaron dramáticamente la situación. Uno fue la valentía y el arrojo de Jonatán, y el otro fue la voluntad de Dios de dar a Israel la victoria. Como el mismo Jonatán comentara, nada impide a Adonay salvar. Los filisteos eran literalmente incircuncisos, ya que no practicaban esta costumbre; pero la palabra se usa para significar que estaban fuera del Pacto entre Adonay e Israel. Génesis 17 muestra que la circuncisión era una señal del Pacto. Dios lucharía por su pueblo del Pacto. El plan de Jonatán tuvo éxito porque tomó al enemigo de sorpresa, y por haberse valido de la ventaja que le daba un paso muy angosto entre los cerros y valles. Es así que dos hombres pudieron dar muerte a veinte.
Es indudable que Jonatán habría informado a su padre, pero la impresión que da en 1 Samuel 14.2 es que Saúl ignoraba tanto los planes de Dios como los de Jonatán. Era un hombre ajeno a los acontecimientos, a pesar del hecho que lo acompañaba el sacerdote Ahías, de Silo. Ahías llevaba el efod, el manto sacerdotal que ofrecía la manera de averiguar la voluntad de Dios[5]. No obstante, parece que Saúl no hizo ningún intento por saber la voluntad de Dios.
En 1 Samuel 14.15–19 describen el pánico entre los filisteos después del ataque sorpresivo de Jonatán, y el desconcierto entre las tropas de Saúl. Por fin Saúl dio un paso para consultar a Dios, pero como todo estaba pasando con tanta rapidez, cambió de idea. El escritor bíblico enfatiza de esta manera que fue Dios quien obtuvo la victoria; Saúl se sumó a la persecución de los filisteos en retirada, pero poco entendía de lo que estaba pasando.
La mención del Arca nos toma aquí por sorpresa, aunque es posible que haya sido traída de Quiriat-jearim, tal como había sido llevada de Silo a un campo de batalla en el pasado. Parece más probable que debería seguirse aquí el texto griego que se refiere al “efod” en lugar del Arca. Sabemos por 1 Samuel 14.3 que Ahías vestía el efod[6], por medio del cual se podía descubrir la voluntad de Dios.
f. Jonatán corre peligro.
El relato nuevamente toma un giro inesperado. Hasta 1 Samuel 14.46, la escena sigue siendo la batalla, pero de aquí en adelante es solo el trasfondo para la interacción entre Saúl, Jonatán y sus tropas. El narrador deja que estos tres personajes hablen y actúen por sí mismos, sin ofrecer un juicio moral ni religioso respecto a ninguno de ellos. Esto deja al lector con muchas preguntas sin respuesta:
1) ¿Estuvo Saúl en lo correcto al hacer el juramento que hizo?
2) ¿Estuvo Jonatán en lo correcto al criticar públicamente el juramento?
3) ¿Estuvo Saúl en lo correcto al tratar de hacer cumplir el juramento y ejecutar a un inocente, su propio hijo?
4) ¿Estuvieron las tropas en lo correcto al defender a Jonatán y, de esta manera, desobedecer la autoridad del rey?
Quizá éstas sean preguntas que no tienen razón de ser. El propósito del escritor no es moralizar sino presentarnos un retrato más claro de Saúl.
Saúl se nos muestra como un hombre impulsivo, que hace un juramento tonto precipitadamente, sin pensar en las consecuencias. A pesar de todo, habiéndolo hecho sinceramente trató de cumplirlo al pie de la letra. El había desobedecido a Adonay en Gilgal, y no quería recibir una segunda reprimenda de Samuel. Así que ofreció sacrificios cuidadosamente, y luego tomó los pasos necesarios para averiguar la voluntad de Dios: En otras palabras, consultó al efod sagrado que llevaba el sacerdote Ahías. Al saber que Jonatán era el hombre que había quebrantado el juramento inocentemente, Saúl estaba preparado para llevar a cabo la ejecución de su propio hijo más bien que quebrantar su voto a Dios. La impresión que obtenemos es de un hombre ignorante de los deseos de Dios. En 1 Samuel 14.37 menciona que Dios no le dio respuesta, y el comentario final de las tropas adjudicó la victoria a Jonatán y a Dios, no a Saúl. Es fácil simpatizar con un hombre impulsivo y bien intencionado aunque torpe pero, ¿es un hombre así apto para ser rey? Evidentemente no. En esta forma todo el episodio demostró dos cosas: Que Dios podía dar la victoria a Israel sobre dos enemigos poderosos, y que el liderazgo de Saúl poco había logrado. Aunque siguió siendo rey hasta su muerte, los planes de Dios ya lo estaban pasando por alto.
g. Bosquejo del reinado de Saúl.
El capítulo termina con algunos breves detalles sobre el reinado de Saúl, para que tengamos más información. En 1 Samuel 14.47 indica el alcance de los enemigos que amenazaban a Israel durante este período al este, norte y oeste. Los amalequitas, desde el sur, con sus ataques hostigaban a la población que se había establecido en la zona. El capítulo siguiente describe la campaña de Saúl contra ellos. Los filisteos ya habían sido expulsados de territorio israelita pero siguieron con sus invasiones y ataques.
La mayoría de los familiares de Saúl mencionados en 1 Samuel 14.49–51 aparecerán en el relato más adelante. En 1 Samuel 14.52, relacionado con el ejército permanente de Saúl, pone un fundamento para la carrera de David.
h. El rechazo definitivo de Saúl.
El propósito del escritor en este detallado relato es confirmar la ineptitud de Saúl para gobernar a Israel, y para confirmar el rechazo de él por parte de Adonay. Por medio de Samuel, Saúl recibió órdenes explícitas. Las cumplió en parte, pero no vio nada malo en hacer caso omiso de las demás. En 1 Samuel 15.24 muestra que él sabía muy bien lo que estaba haciendo, y nos dice la razón por la cual lo hizo, pero dos veces mintió, pretendiendo que creía que había cumplido las órdenes. Finalmente, se vio forzado a admitir la verdad y confesar que había pecado, y quebrantado el mandamiento de Adonay. El resultado fue el rechazo definitivo de él por parte de Dios, y también la ruptura definitiva entre él y Samuel.
Al igual que en el capítulo 13, el lector moderno puede tender a simpatizar con Saúl, no por sus mentiras, sino porque quiso salvar la vida de un hombre. Es importante, por lo tanto, saber desde el principio que Saúl no tenía ningún motivo humanitario; esa no era la cuestión. La cuestión, como la ve el autor bíblico, es si el rey de Israel estaba dispuesto o no a obedecer las instrucciones de Dios como las diera por medio del profeta. La obediencia es la virtud clave; pero Saúl había demostrado obstinación. El ganado evidentemente despertó la codicia de las tropas de Saúl y, sin duda, la de él también. Es menos claro por qué le perdonó la vida a Agag, pero es probable que Saúl haya visto en él alguna ventaja política o financiera, y esperaba poder hacer un trato con los grupos amalequitas.
Los amalequitas eran viejos enemigos de Israel, y toda su manera de vivir representaba una amenaza para el pueblo israelita. Tenían algunas ciudades, pero mayormente eran nómadas, atacaban brutalmente por sorpresa saqueando los cultivos y ganados, especialmente en la frontera sur de Israel. Su existencia misma era pues una amenaza permanente para Israel, y era imprescindible y justificado tomar severas medidas contra ellos. Los amalequitas eran un pueblo de pecadores.
El mandato de Dios de destruir completamente a los amalequitas se valía de lo que en términos legales se llama un bando, costumbre practicada ocasionalmente por Israel y sus vecinos. Este voto religioso de destruir totalmente no se utilizaba con frecuencia, ni siquiera en las guerras, y siempre existía una razón especial para valerse de él. Nótese qué cuidadosos debían ser los israelitas en asegurarse que otra tribu, los queneos, no se perjudicaran junto con los amalequitas. El hecho de que aun el ganado estaba incluido en el bando muestra que incluía un aspecto de sacrificios; en un sentido, matar a los humanos y animales era una manera de entregárselos a Dios. Debía ser eliminada la amenaza que representaba este pueblo tan pecaminoso. Ellos y todas sus pertenencias, eran, por el bando, entregados a Adonay. Cuando el bando se quebrantaba era por codicia, no por misericordia.
La importancia histórica de este capítulo explica por qué Adonay y el profeta Samuel rechazaron a Saúl. Su importancia teológica se nota especialmente en 1 Samuel 15.22-23 y 29. En 1 Samuel 15.22 y 23 ponen en su justa perspectiva los valores relativos de obediencia y adoración a Dios. Es un error humano frecuente creer que Dios pasará por alto y perdonará todos los pecados de uno si uno es cuidadoso en asistir al santuario y ofrecer sacrificios. Varios profetas del Antiguo Testamento tuvieron que atacar este razonamiento equivocado; Amós hasta pudo describir a Dios como diciendo “aborrezco” y “rechazo” las festividades religiosas, los sacrificios y las ofrendas[7]. De la misma manera, tendemos a pensar que la falsa adoración es el peor pecado que puede haber contra Dios; Samuel dijo que la desobediencia arrogante era igual de mala.
En 1 Samuel 15.29 nos ofrece una descripción de Dios como alguien que no mentirá ni se arrepentirá. Dios en su misericordia puede demorar el castigo, o dar oportunidades a hombres y mujeres para que cambien de idea arrepintiéndose; pero no cambia de idea respecto a sus propósitos y planes. Dios había determinado que el futuro de Israel estaría en manos de un hombre mejor, David. Los lectores posteriores, sin duda viviendo circunstancias muy diferentes, podían recibir consuelo y seguridad del hecho de que su Dios les hacía promesas, y que sus promesas eran absolutamente veraces y ciertas.
El capítulo termina con una nota triste: Samuel lloraba por Saúl. Y a Adonay le pesaba. Debía proveer a Israel de un rey mejor que Saúl. El capítulo 16 cuenta cómo Dios empezó el proceso de reemplazar a Saúl.
No pasó mucho tiempo antes de que se produjera un desacuerdo entre Samuel y Saúl, cuando este último decidió ofrecer sacrificio antes de la batalla[8]. El desacuerdo se tornó absoluto cuando Saúl violó un solemne juramento al perdonar la vida al rey amalecita Agag. Samuel mató personalmente a Agag, y luego se retiró a Ramá. Explícitamente rechazó a Saúl, y nunca más volvió a tener trato con él[9]. Su acto final fue la unción privada de David como próximo rey de Israel[10]. Murió en Ramá y fue sepultado allí[11]. Aun después de su muerte un Saúl desesperado trató de determinar la voluntad de Dios por su intermedio[12].
[1] 1 Samuel 15.35. NBLH
[2] 2 Samuel 1.19-27.
[3] En la Biblia Latinoamericana 95 dice: “Saúl era rey y gobernaba a Israel”. La Biblia Castillian 2003: Saúl tenía... años cuando empezó a reinar, y reinó dos años sobre Israel”. La King James: “Saúl reinó un año; y cuando había reinado dos años sobre Israel” (Traducido por el autor). La Nacar Colunga: “Era Saúl de ... años cuando comenzó a reinar, y había ya reinado dos años sobre Israel”. La versión Nuevo Mundo de los Testigos de Jehová: “Saúl tenía [?] años de edad cuando empezó a reinar, y por dos años reinó sobre Israel”. La Reina Valera 1868: “HIJO de un año era Saúl cuando reinó: y dos años reinó sobre Israel”. La Reina Valera 60: “Había ya reinado Saúl un año; y cuando hubo reinado dos años sobre Israel,”. La Reina Valera 95: “Había ya reinado Saúl un año, y cuando llevaba reinando dos años sobre Israel,”. La Reina Valera 2000: “Como un hijo de [un] año era Saúl cuando [comenzó] a reinar; y dos años reinó sobre Israel,”. La Septuaginta: “Hijo de año era Saúl, al reinar; y dos años reinó sobre Israel;”. Las Sagradas Escrituras en Español: “Como un hijo de un año era Saúl cuando comenzó a reinar; y dos años reinó sobre Israel,”; mientras que la Biblia de Jerusalén prefiere no incluir el versículo.
[4] BAD
[5] Éxodo 28.6–30.
[6] En hebreo, “Arca” y “efod” son muy similares y hubiera sido fácil confundirlas.
[7] Amós 5:21–24.
[8] 1 Samuel 13.
[9] 1 Samuel 15.
[10] 1 Samuel 16.
[11] 1 Samuel 25.1.
[12] 1 Samuel 28.
a. Guerras y conflictos.
Mucho del reinado de Saúl fue en tiempo de guerra. Los filisteos eran su enemigo principal, y los capítulos 13 y 14 relatan algunos de los primeros triunfos de Saúl contra ellos. En 1 Samuel 15 se dan detalles de una victoria sobre un enemigo menor, los amalequitas. Otras campañas victoriosas son mencionadas en 1 Samuel 14.47 pero no se describen. Así que desde una perspectiva, estos capítulos describen un comienzo muy exitoso del reinado de Saúl, en que constantemente libraba a los israelitas de sus enemigos.
No obstante, estos mismos capítulos terminan con una nota negra e infeliz: Y Adonay “se había arrepentido de haber puesto a Saúl por rey sobre Israel”[1]. Los acontecimientos registrados en los capítulos 13 al 15 eran ocasiones no solo de guerras contra enemigos extranjeros sino también de conflictos personales entre Saúl y otros israelitas. En el capítulo 14, Saúl podría haber matado a su propio hijo, y terminó por pelearse con sus propias tropas. Y lo que es peor, tanto en el capítulo 13 como en el 15 encontramos a Saúl ofendiendo mucho a Samuel, quien hablaba en el nombre de Dios. A pesar de los buenos augurios hasta este momento, Saúl muy pronto dio pruebas de que aunque podía ganar batallas, no era el hombre adecuado para ser líder de Israel.
El reinado de Saúl no fue en total un desastre, aunque terminó en el fracaso y la derrota registrados en 1 Samuel 31. Dio a Israel nuevas esperanzas al empezar a coordinar sus tribus, que antes habían sido independientes, gradualmente montó un ejército, derrotó a los filisteos más de una vez y los echó de territorio israelita. A pesar de su fracaso final en batalla, abrió el camino para su sucesor en algunos aspectos importantes. El propio testimonio de David respecto de Saúl no debe ser olvidado[2].
No obstante, 1 Samuel 13 al 15 muestran indiscutiblemente que desde la perspectiva de Dios, Saúl era un fracaso a pesar del hecho de que Dios mismo lo había escogido para ser rey. La razón básica dada es que se negó a someterse a las instrucciones de Dios enviadas por medio de Samuel el profeta. El mensaje es claro: Dios no daría su bendición a un rey de Israel que se ponía por sobre los profetas que Dios había establecido. Los acontecimientos descritos en los capítulos 13 al 15 pueden interpretarse como una lucha por el poder, con Dios poniéndose de parte del profeta y en contra del rey.
No se sabe a ciencia cierta cuánto tiempo duró el reinado de Saúl. La incertidumbre se debe al hecho de que así como aparece, el texto hebreo de 1 Samuel 13.1 lee: “Saúl tenía años cuando comenzó a reinar, y reinó sobre Israel dos años”. Es evidente que se omitió un número accidentalmente antes de la frase “años cuando comenzó”, y en las versiones Biblia al Día y Nueva Biblia de los Hispanos se sigue el ejemplo de la Reina-Valera Actualizada donde se ha insertado el número 30, tomado de ciertos manuscritos griegos. Por lo tanto, es igualmente razonable suponer que se omitió accidentalmente otro número, antes de los dos años asignados a su reinado, aunque algunos eruditos creen que dos años es el número correcto. El número 40 y 2 se basan en Hechos 13.21 y en el historiador judío Josefo; ambos redondean el número a “40”. Por otro lado, el número 40 se usaba con frecuencia en la época del Antiguo Testamento para significar una generación, así que un número menor, como “22” de algunas versiones, es también bastante posible. Dos escasos años parece muy improbable[3].
b. Preparaciones para las batallas.
En 1 Samuel 13.2 se describe la preparación general de Saúl para la guerra inevitable contra los filisteos. Escogió hombres para formar un ejército permanente que estaría listo para la batalla, y los apostó en dos lugares. El mismo capitaneó el grueso de las tropas, y su hijo Jonatán, que se menciona por primera vez aquí, capitaneó el otro. En 1 Samuel 13.3 enseguida describe la causa de la primera gran batalla. Furiosos por la pérdida de su destacamento, los filisteos avanzaron con un ejército numeroso y bien equipado dentro de territorio judío, decididos a destruir el ejército israelita menos numeroso. Las tropas israelitas contaban con muy pocas armas adecuadas, y no es de sorprenderse que muchos desertaran. Los 2.000 hombres de Saúl quedaron reducidos a 600. Pero Saúl contaba con una ventaja secreta: Todavía tenía un mandato de Dios que cumplir, y su obediencia a ese mandato podía transformar esta situación desesperante. Este mandato era ir a Gilgal y esperar a Samuel. Por lo tanto, Saúl fue a Gilgal y allí se quedó esperando.
c. Samuel reprende a Saúl.
A último momento Saúl desobedeció las instrucciones de Samuel. El lector moderno tiende a favorecer a Saúl, dado que su situación militar era tan crítica, sus hombres estaban desertando, y Samuel llegó tarde. Pero evidentemente Samuel llegó apenas un poco tarde, pero Saúl no había esperado ni un minuto más que el tiempo estipulado. Saúl no es reprendido por tomarse las atribuciones sacerdotales, sino por tomar el lugar del profeta. Samuel había prometido ofrecer los sacrificios que eran apropiados antes de una batalla y también dar a Saúl dirección y consejos sobre la batalla. Pero Saúl creyó que podía prescindir de ambos. Su ofensa nos puede parecer ligera, pero involucra una cuestión básica: ¿Se sujetaría el nuevo rey al profeta o éste se sujetaría al rey? El profeta hablaba y actuaba en nombre de Dios, así que Saúl había dado pruebas, por un acto insensato, de que no se consideraba sujeto a las instrucciones de Dios. Fue una acción que le costaría su familia y su reinado. Dios lo transferiría a un hombre según su corazón, o sea, “un hombre más de su agrado”[4]. Se refiere a David, que aparece en el relato en el capítulo 16. David no era menos pecador que Saúl, pero siempre fue obediente a las instrucciones proféticas.
d. Movimiento de tropas.
Este párrafo explica brevemente los movimientos finales de las tropas que precedieron a la batalla. Moviendo sus hombres a Gabaa, Saúl estaba juntando su contingente con el de Jonatán, por lo que aun si los soldados eran pocos y mal pertrechados, constituían un solo ejército. Los filisteos, en cambio, dividieron en cierta forma sus tropas, y aparentemente esto contribuyó a su derrota.
Hasta ahora, los filisteos habían podido impedir que los israelitas tuvieran espadas y lanzas, cobrando precios exorbitantes para afilar cualquier herramienta que hubiera podido ser usada como un arma. Es de suponer que los israelitas tenían al menos arcos y flechas.
e. Hazañas de Jonatán.
Nadie hubiera esperado una victoria israelita en vista de todas las dificultades descritas en el capítulo anterior, pero dos factores cambiaron dramáticamente la situación. Uno fue la valentía y el arrojo de Jonatán, y el otro fue la voluntad de Dios de dar a Israel la victoria. Como el mismo Jonatán comentara, nada impide a Adonay salvar. Los filisteos eran literalmente incircuncisos, ya que no practicaban esta costumbre; pero la palabra se usa para significar que estaban fuera del Pacto entre Adonay e Israel. Génesis 17 muestra que la circuncisión era una señal del Pacto. Dios lucharía por su pueblo del Pacto. El plan de Jonatán tuvo éxito porque tomó al enemigo de sorpresa, y por haberse valido de la ventaja que le daba un paso muy angosto entre los cerros y valles. Es así que dos hombres pudieron dar muerte a veinte.
Es indudable que Jonatán habría informado a su padre, pero la impresión que da en 1 Samuel 14.2 es que Saúl ignoraba tanto los planes de Dios como los de Jonatán. Era un hombre ajeno a los acontecimientos, a pesar del hecho que lo acompañaba el sacerdote Ahías, de Silo. Ahías llevaba el efod, el manto sacerdotal que ofrecía la manera de averiguar la voluntad de Dios[5]. No obstante, parece que Saúl no hizo ningún intento por saber la voluntad de Dios.
En 1 Samuel 14.15–19 describen el pánico entre los filisteos después del ataque sorpresivo de Jonatán, y el desconcierto entre las tropas de Saúl. Por fin Saúl dio un paso para consultar a Dios, pero como todo estaba pasando con tanta rapidez, cambió de idea. El escritor bíblico enfatiza de esta manera que fue Dios quien obtuvo la victoria; Saúl se sumó a la persecución de los filisteos en retirada, pero poco entendía de lo que estaba pasando.
La mención del Arca nos toma aquí por sorpresa, aunque es posible que haya sido traída de Quiriat-jearim, tal como había sido llevada de Silo a un campo de batalla en el pasado. Parece más probable que debería seguirse aquí el texto griego que se refiere al “efod” en lugar del Arca. Sabemos por 1 Samuel 14.3 que Ahías vestía el efod[6], por medio del cual se podía descubrir la voluntad de Dios.
f. Jonatán corre peligro.
El relato nuevamente toma un giro inesperado. Hasta 1 Samuel 14.46, la escena sigue siendo la batalla, pero de aquí en adelante es solo el trasfondo para la interacción entre Saúl, Jonatán y sus tropas. El narrador deja que estos tres personajes hablen y actúen por sí mismos, sin ofrecer un juicio moral ni religioso respecto a ninguno de ellos. Esto deja al lector con muchas preguntas sin respuesta:
1) ¿Estuvo Saúl en lo correcto al hacer el juramento que hizo?
2) ¿Estuvo Jonatán en lo correcto al criticar públicamente el juramento?
3) ¿Estuvo Saúl en lo correcto al tratar de hacer cumplir el juramento y ejecutar a un inocente, su propio hijo?
4) ¿Estuvieron las tropas en lo correcto al defender a Jonatán y, de esta manera, desobedecer la autoridad del rey?
Quizá éstas sean preguntas que no tienen razón de ser. El propósito del escritor no es moralizar sino presentarnos un retrato más claro de Saúl.
Saúl se nos muestra como un hombre impulsivo, que hace un juramento tonto precipitadamente, sin pensar en las consecuencias. A pesar de todo, habiéndolo hecho sinceramente trató de cumplirlo al pie de la letra. El había desobedecido a Adonay en Gilgal, y no quería recibir una segunda reprimenda de Samuel. Así que ofreció sacrificios cuidadosamente, y luego tomó los pasos necesarios para averiguar la voluntad de Dios: En otras palabras, consultó al efod sagrado que llevaba el sacerdote Ahías. Al saber que Jonatán era el hombre que había quebrantado el juramento inocentemente, Saúl estaba preparado para llevar a cabo la ejecución de su propio hijo más bien que quebrantar su voto a Dios. La impresión que obtenemos es de un hombre ignorante de los deseos de Dios. En 1 Samuel 14.37 menciona que Dios no le dio respuesta, y el comentario final de las tropas adjudicó la victoria a Jonatán y a Dios, no a Saúl. Es fácil simpatizar con un hombre impulsivo y bien intencionado aunque torpe pero, ¿es un hombre así apto para ser rey? Evidentemente no. En esta forma todo el episodio demostró dos cosas: Que Dios podía dar la victoria a Israel sobre dos enemigos poderosos, y que el liderazgo de Saúl poco había logrado. Aunque siguió siendo rey hasta su muerte, los planes de Dios ya lo estaban pasando por alto.
g. Bosquejo del reinado de Saúl.
El capítulo termina con algunos breves detalles sobre el reinado de Saúl, para que tengamos más información. En 1 Samuel 14.47 indica el alcance de los enemigos que amenazaban a Israel durante este período al este, norte y oeste. Los amalequitas, desde el sur, con sus ataques hostigaban a la población que se había establecido en la zona. El capítulo siguiente describe la campaña de Saúl contra ellos. Los filisteos ya habían sido expulsados de territorio israelita pero siguieron con sus invasiones y ataques.
La mayoría de los familiares de Saúl mencionados en 1 Samuel 14.49–51 aparecerán en el relato más adelante. En 1 Samuel 14.52, relacionado con el ejército permanente de Saúl, pone un fundamento para la carrera de David.
h. El rechazo definitivo de Saúl.
El propósito del escritor en este detallado relato es confirmar la ineptitud de Saúl para gobernar a Israel, y para confirmar el rechazo de él por parte de Adonay. Por medio de Samuel, Saúl recibió órdenes explícitas. Las cumplió en parte, pero no vio nada malo en hacer caso omiso de las demás. En 1 Samuel 15.24 muestra que él sabía muy bien lo que estaba haciendo, y nos dice la razón por la cual lo hizo, pero dos veces mintió, pretendiendo que creía que había cumplido las órdenes. Finalmente, se vio forzado a admitir la verdad y confesar que había pecado, y quebrantado el mandamiento de Adonay. El resultado fue el rechazo definitivo de él por parte de Dios, y también la ruptura definitiva entre él y Samuel.
Al igual que en el capítulo 13, el lector moderno puede tender a simpatizar con Saúl, no por sus mentiras, sino porque quiso salvar la vida de un hombre. Es importante, por lo tanto, saber desde el principio que Saúl no tenía ningún motivo humanitario; esa no era la cuestión. La cuestión, como la ve el autor bíblico, es si el rey de Israel estaba dispuesto o no a obedecer las instrucciones de Dios como las diera por medio del profeta. La obediencia es la virtud clave; pero Saúl había demostrado obstinación. El ganado evidentemente despertó la codicia de las tropas de Saúl y, sin duda, la de él también. Es menos claro por qué le perdonó la vida a Agag, pero es probable que Saúl haya visto en él alguna ventaja política o financiera, y esperaba poder hacer un trato con los grupos amalequitas.
Los amalequitas eran viejos enemigos de Israel, y toda su manera de vivir representaba una amenaza para el pueblo israelita. Tenían algunas ciudades, pero mayormente eran nómadas, atacaban brutalmente por sorpresa saqueando los cultivos y ganados, especialmente en la frontera sur de Israel. Su existencia misma era pues una amenaza permanente para Israel, y era imprescindible y justificado tomar severas medidas contra ellos. Los amalequitas eran un pueblo de pecadores.
El mandato de Dios de destruir completamente a los amalequitas se valía de lo que en términos legales se llama un bando, costumbre practicada ocasionalmente por Israel y sus vecinos. Este voto religioso de destruir totalmente no se utilizaba con frecuencia, ni siquiera en las guerras, y siempre existía una razón especial para valerse de él. Nótese qué cuidadosos debían ser los israelitas en asegurarse que otra tribu, los queneos, no se perjudicaran junto con los amalequitas. El hecho de que aun el ganado estaba incluido en el bando muestra que incluía un aspecto de sacrificios; en un sentido, matar a los humanos y animales era una manera de entregárselos a Dios. Debía ser eliminada la amenaza que representaba este pueblo tan pecaminoso. Ellos y todas sus pertenencias, eran, por el bando, entregados a Adonay. Cuando el bando se quebrantaba era por codicia, no por misericordia.
La importancia histórica de este capítulo explica por qué Adonay y el profeta Samuel rechazaron a Saúl. Su importancia teológica se nota especialmente en 1 Samuel 15.22-23 y 29. En 1 Samuel 15.22 y 23 ponen en su justa perspectiva los valores relativos de obediencia y adoración a Dios. Es un error humano frecuente creer que Dios pasará por alto y perdonará todos los pecados de uno si uno es cuidadoso en asistir al santuario y ofrecer sacrificios. Varios profetas del Antiguo Testamento tuvieron que atacar este razonamiento equivocado; Amós hasta pudo describir a Dios como diciendo “aborrezco” y “rechazo” las festividades religiosas, los sacrificios y las ofrendas[7]. De la misma manera, tendemos a pensar que la falsa adoración es el peor pecado que puede haber contra Dios; Samuel dijo que la desobediencia arrogante era igual de mala.
En 1 Samuel 15.29 nos ofrece una descripción de Dios como alguien que no mentirá ni se arrepentirá. Dios en su misericordia puede demorar el castigo, o dar oportunidades a hombres y mujeres para que cambien de idea arrepintiéndose; pero no cambia de idea respecto a sus propósitos y planes. Dios había determinado que el futuro de Israel estaría en manos de un hombre mejor, David. Los lectores posteriores, sin duda viviendo circunstancias muy diferentes, podían recibir consuelo y seguridad del hecho de que su Dios les hacía promesas, y que sus promesas eran absolutamente veraces y ciertas.
El capítulo termina con una nota triste: Samuel lloraba por Saúl. Y a Adonay le pesaba. Debía proveer a Israel de un rey mejor que Saúl. El capítulo 16 cuenta cómo Dios empezó el proceso de reemplazar a Saúl.
No pasó mucho tiempo antes de que se produjera un desacuerdo entre Samuel y Saúl, cuando este último decidió ofrecer sacrificio antes de la batalla[8]. El desacuerdo se tornó absoluto cuando Saúl violó un solemne juramento al perdonar la vida al rey amalecita Agag. Samuel mató personalmente a Agag, y luego se retiró a Ramá. Explícitamente rechazó a Saúl, y nunca más volvió a tener trato con él[9]. Su acto final fue la unción privada de David como próximo rey de Israel[10]. Murió en Ramá y fue sepultado allí[11]. Aun después de su muerte un Saúl desesperado trató de determinar la voluntad de Dios por su intermedio[12].
[1] 1 Samuel 15.35. NBLH
[2] 2 Samuel 1.19-27.
[3] En la Biblia Latinoamericana 95 dice: “Saúl era rey y gobernaba a Israel”. La Biblia Castillian 2003: Saúl tenía... años cuando empezó a reinar, y reinó dos años sobre Israel”. La King James: “Saúl reinó un año; y cuando había reinado dos años sobre Israel” (Traducido por el autor). La Nacar Colunga: “Era Saúl de ... años cuando comenzó a reinar, y había ya reinado dos años sobre Israel”. La versión Nuevo Mundo de los Testigos de Jehová: “Saúl tenía [?] años de edad cuando empezó a reinar, y por dos años reinó sobre Israel”. La Reina Valera 1868: “HIJO de un año era Saúl cuando reinó: y dos años reinó sobre Israel”. La Reina Valera 60: “Había ya reinado Saúl un año; y cuando hubo reinado dos años sobre Israel,”. La Reina Valera 95: “Había ya reinado Saúl un año, y cuando llevaba reinando dos años sobre Israel,”. La Reina Valera 2000: “Como un hijo de [un] año era Saúl cuando [comenzó] a reinar; y dos años reinó sobre Israel,”. La Septuaginta: “Hijo de año era Saúl, al reinar; y dos años reinó sobre Israel;”. Las Sagradas Escrituras en Español: “Como un hijo de un año era Saúl cuando comenzó a reinar; y dos años reinó sobre Israel,”; mientras que la Biblia de Jerusalén prefiere no incluir el versículo.
[4] BAD
[5] Éxodo 28.6–30.
[6] En hebreo, “Arca” y “efod” son muy similares y hubiera sido fácil confundirlas.
[7] Amós 5:21–24.
[8] 1 Samuel 13.
[9] 1 Samuel 15.
[10] 1 Samuel 16.
[11] 1 Samuel 25.1.
[12] 1 Samuel 28.