Capítulo 10
c. Advertencia contra la pérdida de libertad.
10.1-13 Estos tres últimos capítulos en realidad son uno debido al tema que llevan. En el principio se habla de la carne ofrecida a los ídolos y del cristiano débil, por quien el fuerte debe renunciar para no hacerle tropezar. Luego se habla del peligro de abusar de la libertad y del uso del dominio propio. En esta última sección, Pablo ilustra con los israelitas en el desierto.
Pablo une este tema con el anterior al hacer uso del “porque”. Y suaviza el tema con la expresión “hermanos”. La advertencia es para que recuerden algo conocido por todos pero que trae una lección importante. Aunque ya no estamos más bajo la Ley que regía en el Antiguo Testamento, es necesario que los cristianos conozcamos los ejemplos que hay en él para nuestro transcurrir diario.
Al leer de la historia de Israel vemos un paralelo con la vida del cristiano. Para poder ser el Pueblo de Dios, los israelitas tenían que ser sumergidos, tal como el creyente, y lo fueron en las aguas que contenía la nube que los protegía y los dos muros de agua que los rodearon al pasar a través del mar.
Debemos tomar en cuenta que los israelitas iniciaron la peregrinación, pero no todos la acabaron satisfactoriamente. De la misma manera, el cristiano puede estar muy bien por mucho tiempo, pero si flaquea puede ser que no termine la buena carrera. Esto contradice de frente la falsa enseñanza de los calvinistas.
Llama la atención que Pablo, dirigiéndose a cristianos gentiles, dice “nuestros padres”, haciendo referencia a Abraham, Isaac, Jacob y todos los demás, con lo que podemos concluir que los judíos carnales ya no son el “Pueblo de Dios” exclusivo, sino que ahora los cristianos ocupamos ese lugar, sin importar la nacionalidad.
En el griego se usan dos preposiciones que en la mayoría de las versiones se traducen como “en”, pero en la primera dice “EIS Moisés fueron sumergidos EV la nube”, por lo que debe ser traducido más bien como “hacia”, ya que la idea es que al ser sumergidos en el agua, los israelitas fueron llevados hacia Moisés, fueron hechos partícipes con él para seguirle. De la misma manera, cuando los cristianos somos sumergidos en agua somos llevados hacia Cristo que nos guía a Dios, somos hechos partícipes con su sacrificio.
Esto no quiere decir que tenemos una garantía de salvación, así como la alianza de los israelitas con Moisés les trajo la salvación a ellos.
Pero no solo les bendijo Dios con la salvación, sino que les dio el alimento y la bebida. No era el maná alguna espora que viajaba a través del desierto, como han querido hacer creer los humanistas, sino que era alimento que Dios enviaba del cielo. Parece que tampoco el participar todos los domingos de la Cena del Señor es sinónimo de salvación, sino que la perseverancia es algo más indispensable.
Aunque lo que bebieron los israelitas era agua, es llamada “espiritual” porque salió por intervención de Dios. No fue un riachuelo que encontraron en el camino, sino que fue provista por Dios. Esto era una figura de Cristo.
No tiene lógica hablar de una roca que les seguía, pero no se está refiriendo a una roca literal, sino que se refiere al Ungido, quien los cuidaba con su amor protector y les daba el alimento espiritual, que es en realidad del que vivimos los que somos salvos. Tómese en cuenta que Pablo dice que Jesús, el Hijo, estaba con los israelitas durante el éxodo, lo que nos habla de su pre existencia antes del nacimiento de María, por lo cual esta no puede ser llamada “madre de Dios” porque Él existía antes de que ella.
Hay un contraste muy fuerte en el siguiente pasaje; Pablo viene hablando del cuidado protector de Dios para con su Pueblo, pero luego dice que de la mayoría no se agradó, no pensó bien de ellos Dios. Nuestro Señor siempre es fiel, pero los seres humanos no; nos da bendiciones cada día, pero en el momento menos pensado le damos la espalda. Hay quienes dicen que las bendiciones de Dios son la prueba de Su aprobación a lo que hacemos, pero eso es una mentira. Los israelitas recibían bendiciones todos los días, pero eso no impidió que fueran desparramados por el desierto. A pesar de las bendiciones, no entraron en la tierra prometida.
El Señor cuidaba a los israelitas, pero de los mayores solo dos lograron alcanzar la victoria porque se mantuvieron hasta el final. ¡La perseverancia en la santidad es la respuesta! De nada nos sirve tener un nombre bíblico, un culto bíblico, y todo muy bíblico, si no vivimos en santidad, si no perseveramos cada día.
Es necesario que los cristianos comprendamos y entendamos todo lo que pasó con el pueblo de Israel, ya que de sus victorias y sus derrotas nosotros debemos aprender para no cometer los mismos errores. Si ignoramos la enseñanza, podemos caer tal y como ellos lo hicieron y nuestra alma se perderá eternamente, a pesar de todos los cultos a los que asistamos, nuestras ofrendas y en todo lo que participemos.
La codicia por las cosas malas llevó a los israelitas a la perdición. He sido testigo como algunos que eran cristianos comenzaron a coquetear con las tentaciones del mundo y ahora están perdidos. ¿Qué fue lo malo que deseo Israel? Codició lo que había en el mundo, despreciando las bendiciones de Dios, y por ello pereció. Así los corintios estaban deseando lo que había en el mundo y no lograban dominar sus deseos, afectando a los más débiles.
Muchos consideran que ser servidores de los ídolos consiste nada más en postrarse delante de una imagen y ofrecer oraciones y plegarias a esta, pero el pasaje al que se refiere Pablo relata más bien el ofrecimiento de un culto que iba dirigido ¡a Adonay![1] Lo que nos lleva a preguntarnos si lo que se hace muchas veces en los cultos, aunque se diga que es para Dios, si no es más bien idolatría disfrazada.
Ellos se levantaron a jugar como niños, lo que conlleva saltos, gritos, danzas, etc. Hoy en muchos de los grupos que se hacen llamar “cristianos” se practica esto mismo y se le denomina “danza para Dios”.
La idolatría y la inmoralidad sexual van acompañadas de la mano. En el templo de Afrodita se dice que había mil prostitutas.
El pasaje al que se refiere Pablo es Números 25 cuando el pueblo de Israel se unió a las prostitutas de Sitim y presentaron adoración a Baal Peor, por lo que murieron miles de israelitas.
Uno de los pecados más graves del pueblo de Israel fue estar poniendo a prueba al Señor, ya que no se contentaban con todas las bendiciones sino que se quejaban constantemente anhelando las cosas que habían dejado en Egipto. Esto también pasaba entre los corintios que anhelaban disfrutar de las comidas sacrificadas a los ídolos. Hoy son muchos los que ponen a prueba al Señor retándole a que les obedezca en sus caprichos en lugar de presentarse delante de Él con un corazón contrito y humillado.
En Números 16.41-50 se relata el pasaje al que se refiere Pablo cuando habla de la murmuración de los israelitas. Ellos murmuraron contra Dios por el castigo que les dio a Coré y los suyos, como si Dios pudiese ser sujetado a la conciencia humana, y por ello más de catorce mil personas perecieron. Los corintios eran expertos en quejarse de las ordenanzas de Dios ya que ellos querían que las cosas fueran de acuerdo a su pensamiento, y por ello estaban arriesgando su salvación. Hoy día son muchos los que censuran a Dios por lo que no les gusta en las Escrituras; hay quienes acusan a Pablo de machista y misógino porque, según ellos, despreciaba a las mujeres y nos les permitía ejercer ningún cargo de responsabilidad.
Todo esto quedó escrito para que aprendiéramos de sus errores. Son ilustraciones de vida para que no caigamos en sus faltas. Dios actúa de esta manera como un Padre para con sus hijos.
Estas “edades” se refiere a la era en que vivimos que inició el día de la fiesta de Pentecostés después de la resurrección de Jesús y sigue hasta nuestros días y hasta que el Señor regrese para ejercer el Juicio.
“De modo que”, palabras de conclusión. “El que está pensando estar firme”, el que cree que ya tiene la salvación y espera continuar con ella hasta el día del Juicio. Esta tiene que ser una meta de todo cristiano. Esto es parte de nuestro ejercicio cristiano de santidad. Algunos piensan que la santidad debe caer del cielo y que el cristiano no debe hacer nada para vivir en ella, sino que Dios lo mantendrá en una especie de esfera protectora alejada del mal.
“Esté viendo que no vaya a caer”. Los calvinistas deben de revisar sus enseñanzas al encontrarse con este pasaje. Si para un verdadero cristiano es imposible caer de la gracia de Dios, y Pablo escribe a cristianos verdaderos que vivían en Corinto, ¿para qué menciona esto? Es mentira que solo se está refiriendo a una caída en pecado de la cual se levantará después de arrepentirse, está hablando de la caída de la gracia de Dios y del peligro de la perdición eterna, como ocurrió a los israelitas en el desierto.
Hace unos días me preguntaba alguien sobre la tentación provocada por espíritus demoniacos y el mismo Satanás, pero Pablo nos enseña que la tentación es de hombre, es decir, es algo débil, se puede vencer. La verdad es que nadie puede decir: “Yo pequé porque Satanás me obligó”, sino que cada cual peca porque se inclina ante la tentación, se va tras sus propias debilidades y no utiliza el auto dominio.
No existe una tentación que no sea capaz de ser resistida. Dios da la salida, la oportunidad para que nos alejemos de aquello que nos puede poner en peligro de perder la salvación.
d. Exhortación a usar la libertad para glorificar a Dios.
10.14-11.1 Pablo regresa al tema de comer cosas sacrificadas a los ídolos. Este “por lo cual”, nos lleva a la conclusión del asunto.
El Enviado busca con ternura llegar al corazón de los corintios, los trata como a hijos amados.
“Estén huyendo” es un imperativo presente; no que los acuse de estar cometiendo idolatría, sino más bien los exhorta a mantenerse alejados de ella, como lo han hecho hasta ahora. El ejemplo que venía usando Pablo con los israelitas si nos dice que ellos se inclinaron por la idolatría, lo que les condujo a ser dejados en el desierto, sin poder entrar en la tierra prometida. A esto se exponían los corintios si no lograban ejercer el dominio propio y pasa lo mismo con nosotros hoy.
Pablo hace una apelación a la inteligencia de los lectores de su epístola. Lo que Pablo va a escribir lo hace para aquellos que saben actuar y pensar cuerdamente. Espera que ellos puedan emitir un juicio justo sobre el tema. Cada cual es responsable delante de Dios por lo que piensa y juzga, sin poder responsabilizar a nadie más sobre esto. La idea es que cuando tenemos comunión con otros, recibimos y damos cierta influencia sobre y de los que comulgan con nosotros.
“La copa de la bendición” se refiere realmente al contenido, al jugo, no al recipiente. Los católicos ponen su mirada en este, por ello hablan de un “Santo Grial”. Tampoco es que la copa sea algo mágico y que conlleve alguna bendición o poder para el que tome de ella, sino que es bendita porque el Señor la bendijo al instituir la Cena del Señor, y al tomarla la bendecimos reconociendo lo sagrado del acto del que participamos, no del recipiente o el jugo, ya que esto es un símbolo. Entre los católicos es tan sagrada la copa y el jugo que solo el sacerdote puede tomar de ella. Bendecir la copa significa dar gracias por el acto que se simboliza con ella que es el derramamiento de la sangre de Jesús en el Calvario. No hay ningún misterio en esto, por lo que no es un sacramento. Recuerde que Pablo está hablando aquí de comunión.
La palabra koinonia es traducida como “comunión”, esto es participación, compañerismo. Al participar de la copa que contiene el jugo de uvas, símbolo de la sangre de Jesús, estamos participando también del derramamiento de esa sangre, lo que simboliza la bendición de nuestra salvación, de ser parte del Cuerpo de Cristo y la esperanza del gozo eterno en el Cielo. Recuérdese que no está ocurriendo ningún acto mágico en donde el jugo se transforma en sangre.
El pan no se refiere al que comemos cada día para alimentarnos, sino al que se parte para conmemorar la muerte de Cristo, el pan sin levadura que utilizó el Señor para instituir la Cena del Señor.
El “cuerpo del Ungido” no está hablando de la Iglesia, sino del cuerpo físico de Jesús. Comer el pan significa que nos identificamos con su persona al morir, y con ello recibimos los beneficios de su muerte, esto es para nosotros vida eterna.
Cuando habla de partir se refiere a dividir el pan para la distribución de este entre los presentes, no a ningún acto de la crucifixión. Al participar de la Cena del Señor nos identificamos como cristianos, así al comer de lo sacrificado a los ídolos nos identificamos como adoradores de estos.
El pan en la Cena del Señor es uno, recordemos que todo esto es simbólico, y aunque los cristianos somos muchos repartidos en muchas partes del mundo, damos gracias por el sacrificio de Jesús, reunidos con el mismo propósito, somos un solo cuerpo, el cuerpo de Cristo, en el momento de la comunión de participar de la mesa del Señor.
Pablo presenta otra ilustración para aclarar. Israel según la carne es el pueblo descendiente de Abraham, y se diferencia del Israel espiritual que es la Iglesia.
Tanto el que traía el sacrificio como el sacerdote que oficiaba el rito, participaban de lo sacrificado a Dios, comulgaban, identificaban y relacionaban con el Señor. De la misma manera, el que come de lo sacrificado a los ídolos se adhiere a este.
Pareciera que Pablo está contradiciéndose con lo que había dicho antes, por ello aclara. Pablo no admite algún poder en los ídolos, tampoco que el ofrecer una comida a un ídolo va a afectar el alimento, sino más bien es lo que menciona a continuación.
Lo que se sacrifica a los ídolos es un sacrificio a los demonios, no a Dios, aunque la imagen que se tenga delante tenga un nombre cristiano. Los demonios son una realidad y son ellos los que han influido en el hombre para que busque realizar cultos idolátricos. Tómese en cuenta que los católicos, al llegar a América, tomaron a los dioses indígenas y les cambiaron el nombre para “cristianizarlos”, por ejemplo, en el caso de la “Virgen de Guadalupe”, se sabe que desde la época prehispánica, el Tepeyac había sido un centro de devoción religiosa para los habitantes del valle de México. En esta eminencia geográfica localizada en lo que fuera la ribera occidental del lago de Texcoco se encontraba el santuario más importante de la divinidad nahua de la tierra y la fertilidad. Esta diosa era llamada “Coatlicue”[2], que por otros nombres también fue conocida como “Teteoinan”[3] o “Tonantzin”[4]. El templo de Tonantzin Coatlicue fue destruido completamente como resultado de la Conquista.
Conocedores de la importancia religiosa del santuario indígena del Tepeyac, los franciscanos decidieron mantener en el lugar una pequeña ermita. La decisión de mantener una ermita ocurrió en el marco de una intensa campaña de destrucción de las imágenes de los dioses mesoamericanos, a los que se veía como una amenaza para la cristianización de los indígenas. Uno de los primeros registros sobre la existencia de la ermita corresponde a la década de 1530. Los indígenas se dirigían al lugar siguiendo la tradición prehispánica. Dos décadas más tarde, no solo los indígenas acudían a la ermita del Tepeyac a venerar, según documentos de la época, la imagen aparecida de la Virgen María. En efecto, a mediados del siglo XVI, la devoción hacia la imagen se había extendido entre los criollos.
La tradición católica cree que la aparición de la imagen de la Virgen de Guadalupe fue en el año 1531, diez años después de la caída de México-Tenochtitlan en manos de los españoles. Esta fecha aparece registrada en el Nican mopohua, uno de los capítulos que integran el Huei tlamahuizoltica, obra en lengua náhuatl escrita por Luis Lasso de la Vega y que la tradición atribuyó al indígena Antonio Valeriano.
En 1555, Montúfar ordenó la remodelación de la ermita y la confió al clero secular. Los primeros registros de la aparición de la imagen mariana en la ermita corresponden precisamente a los años de 1555 y 1556. Entre otros testimonios tempranos del suceso se encuentran los Diarios de Juan Bautista y los Anales de México y sus alrededores. El primer documento afirma que “en el año de 1555 fue cuando se apareció Santa María de Guadalupe, allá en Tepeyacac”[5], mientras que los Anales ubican el suceso un año más tarde: “1556 XII Pedernal: descendió la Señora a Tepeyácac; en el mismo tiempo humeó la estrella”[6]. En el siglo XVII, el chalca Domingo Francisco Chimalpahin Quauhtlehuanitzin recogería los primeros documentos en sus Relaciones de Chalco, en los cuales ubica el suceso en 1556: “Año 12-Pedernal, 1556 años. Iba quedando bien doblado y fuerte el muro de piedra que daría la vuelta a toda la ciudad de México. Para la obra hicieron reunir a toda la gente de todos los pueblos del rumbo, por orden de los jefes y según disposiciones de don Luis de Velasco, Visurrey. Así pudo terminarse la muralla. También entonces ocurrió la aparición, dicho sea con respeto, de nuestra querida madre, Santa María de Guadalupe en el Tepeyácac”[7].
Al fortalecimiento del culto a la Virgen del Tepeyac contribuyó de manera decisiva la realización del Primer Concilio mexicano, que se celebró en la Ciudad de México entre el 29 de junio y el 7 de noviembre de 1555. El concilio fue organizado por el arzobispo Alonso de Montúfar y reunió a numerosos representantes de las órdenes monásticas de la Nueva España, entre ellos al franciscano Pedro de Gante; así como a los obispos Martín Sarmiento de Hojacastro de Tlaxcala, Tomás de Casillas de Chiapas, Juan López de Zárate de Oaxaca y Vasco de Quiroga de Michoacán. Entre otras cosas, el Primer Concilio de la Iglesia novohispana resolvió reglamentar la manufactura de las imágenes religiosas, especialmente las realizadas por los indígenas. También se decidió favorecer el culto a los santos patrones de cada pueblo y todas las advocaciones marianas.
Desde la llegada de los franciscanos a México en 1524, los indígenas fueron instruidos en la pintura y se les permitió la producción de imágenes religiosas. De modo que cuando Montúfar se pronunció a favor de acabar con las “abusiones de pinturas e indecencia de imágenes” producidas por los indígenas que “no saben pintar ni entienden bien lo qué hacen”, en realidad estaba atacando la obra de los misioneros franciscanos representados por Pedro de Gante. El enfrentamiento sobre la producción de las imágenes religiosas y su papel en la cristianización de los indígenas era también el reflejo de los desencuentros entre el arzobispo de México y los franciscanos en lo referente al culto de la Virgen del Tepeyac. El 6 de setiembre de 1556, Montúfar predicó una homilía en la cual se pronunciaba partidario de la promoción del culto a la Guadalupana entre los indígenas. El 8 de setiembre de ese mismo año, el arzobispo obtuvo una respuesta sumamente crítica por parte de los franciscanos en boca de Francisco de Bustamante. La labor de la Orden Franciscana en la cristianización de América había estado inspirada por la filosofía erasmiana que rechazaba la veneración de las imágenes, de modo que cuando Montúfar se mostró favorable a difundir el culto de la imagen del Tepeyac lo que obtuvo en contestación fue la siguiente declaración de Bustamante: “...la devoción de esta ciudad ha tomado en una ermita e casa de Nuestra Señora que han intitulado de Guadalupe, es un gran perjuicio de los naturales porque les da a entender que hace milagros aquella imagen que pintó el indio Marcos”[8].
La disputa entre los franciscanos y el Arzobispado de México se resolvió en favor de este último. Para ello, Montúfar y sus partidarios tuvieron que moderar su discurso sobre la índole del culto a la Virgen de Guadalupe, aproximándose aparentemente a los preceptos defendidos por los franciscanos[9]. La promoción oficial del culto guadalupano por parte de la Iglesia novohispana se inscribe en un proceso más amplio en el que la perspectiva humanista de los franciscanos y su obra misionera fue sustituida por los preceptos adoptados oficialmente por medio de las resoluciones del Concilio de Trento. De acuerdo con estas, la Iglesia debería promover y conservar el culto a las imágenes de Cristo, la Virgen y todos los santos, en una clara reacción contra la iconoclastia protestante que prosperaba en el norte de Europa.
De modo pragmático, el arzobispado de México hizo caso omiso de las advertencias difundidas por los franciscanos sobre la confusión que podía generar el culto de la imagen del Tepeyac entre los recién cristianizados indígenas del centro de México. A la voz de Francisco de Bustamante se sumaría después la de otros misioneros, entre ellos, Bernardino de Sahagún, que en su Historia general de las cosas de la Nueva España publicada en 1576 escribió que: “Cerca de los montes hay tres o cuatro lugares donde solían hacer muy solemnes sacrificios, y que venían a ellos de muy lejanas tierras. El uno de estos es aquí en México, donde está un montecillo que se llama Tepeacac, y los españoles llaman Tepeaquilla y ahora se llama Nuestra Señora de Guadalupe; en este lugar tenían un templo dedicado a la madre de los dioses que llamaban Tonantzin, que quiere decir Nuestra Madre; allí hacían muchos sacrificios a honra de esta diosa, y venían a ellos de muy lejanas tierras...; y ahora que está allí edificada la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe también la llaman Tonantzin tomada ocasión de los predicadores que a Nuestra Señora la Madre de Dios la llaman Tonantzin. De dónde haya nacido esta fundación de esta Tonantzin no se sabe de cierto, pero esto sabemos de cierto que el vocablo significa de su primera imposición a aquella Tonantzin antigua, y es cosa que se debía remediar porque el propio nombre de la Madre de Dios Señora Nuestra no es Tonantzin sino Dios y Nantzin; parece esta invención satánica para paliar la idolatría debajo la equivocación de este nombre Tonantzin y vienen ahora a visitar a esta Tonantzin de muy lejos, tan lejos como de antes, la cual devoción también es sospechosa, porque en todas partes hay muchas iglesias de Nuestra Señora, y no van a ellas, y vienen de lejanas tierras a esta Tonantzin como antiguamente”.
La historicidad de la aparición ha sido controvertida desde las primeras publicaciones del suceso en 1647, y una considerable cantidad de literatura ha sido publicada discutiendo los problemas que surgen cuando se intenta entender la aparición como un acontecimiento históricamente certero.
El historiador del siglo XIX Joaquín García Icazbalceta, un especialista en Fray Juan de Zumárraga fue también muy inseguro al sostener la historia de la aparición e indicó en un reporte confidencial del obispo Labastida en 1883, que nunca hubo tal persona llamada Juan Diego. Sin embargo, hubo respuestas a Icazbalceta, y se probó que en muchas afirmaciones se equivocaba. Entre quienes le respondieron se puede citar a Primo Feliciano Velázquez en “La Aparición de Santa María de Guadalupe”, Fortino Hipólito Vera, obispo de Cuernavaca en “Contestación histórico-crítica”, Agustín de la Rosa en su “Defensa de la Aparición Guadalupana” y, en tiempos modernos, Joel Romero Salinas en su libro “Eclipse Guadalupano”, solo por citar algunos de los muchos contradictores de Icazbalceta.
Muchos historiadores y algunos clérigos, incluyendo el clérigo historiador estadounidense Stafford Poole y el antiguo abad de la Basílica de Guadalupe Guillermo Schulenburg, han rechazado la veracidad de la aparición. Schulenburg causó en particular una conmoción cuando afirmó en 1996 en la revista católica Ixthus que Juan Diego fue “un símbolo, no una realidad”. Schulenburg no fue el primero en desacreditar el acontecimiento tradicional ni el primer católico en dejar su puesto después de su cuestionamiento de la historia de Guadalupe. En 1897, Eduardo Sánchez Camacho, obispo de Tamaulipas fue forzado a dejar su puesto después de expresar una similar opinión. Cabe señalar que la Santa Sede ordenó una extensa investigación ante la postura de Schulenburg, y finalmente se consideró históricamente probada la existencia de Juan Diego como persona real. Tres historiadores, Eduardo Chávez Sánchez, José Luis Guerrero Rosado y Fidel González Fernández, publicaron esta investigación en el libro “El Encuentro de la Virgen de Guadalupe y Juan Diego”[10].
En 1982, el experto restaurador de arte José Sol Rosales examinó la imagen con estereomicroscopía e identificó sulfato de calcio, hollín de pino, en colores blanco y azul, tierras verdes o suciedad, redes hechas de carmín y otros pigmentos, y también oro. Rosales encontró en el trabajo materiales y métodos coincidentes con los del siglo XVI.
Norberto Rivera Carrera, arzobispo de México, comisionó un estudio en 1999 acerca de la factura del ayate, a Leoncio Garza Valdés, un pediatra y microbiólogo que había trabajado previamente en el Sudario de Turín, y reclamó una inspección de fotografías de la imagen, en donde encontraron tres distintas capas de pintura, al menos una de la cual tenía iniciales pintadas sobre ella, también indicó que el pintado original mostró sorprendentes similitudes a la original “Señora de Guadalupe” encontrada en Extremadura, España, en la segunda muestra de pintura mostrando otra Virgen con rasgos indígenas. Garza Valdés también afirmó que la tela en donde fue pintada la imagen era de cáñamo e hilo, no de fibras de agave como se creía. Gilberto Aguirre, un colega de Garza Valdés que llevó la pintura a estudios en 1999, examinó las mismas fotografías e indicó que, si bien estaba de acuerdo en que la pintura había sido extensamente forzada, se oponía a las conclusiones de Garza Valdés y sostuvo que las condiciones de realización del estudio fueron inadecuadas.
Varias imágenes similares han aparecido a través de la historia mexicana, en el pueblo de Tlaltenango, en el estado de Morelos, una pintura de Nuestra Señora de Guadalupe es reclamada que apareció milagrosamente en el interior de una caja que dos viajeros desconocidos dejaron en una residencia. Los propietarios de la residencia llamaron al padre local después de la tentadora noticia, aromas de flores y sándalo se desprendían de la caja. La imagen ha sido venerada desde su encuentro el 8 de septiembre de 1720, y es aceptada como una aparición válida por las autoridades católicas locales[11].
Si participamos de lo sacrificado a los ídolos, participamos en el culto a ellos, y nos convertimos en adoradores de ellos. Es posible que por ignorancia nos convirtamos en adoradores de los demonios al participar de manera “inocente” en el culto a los ídolos.
Nótese que dice “estar bebiendo”, es decir, en forma continua, algo que se hace habitualmente. Ya Jesús había dicho que para Dios no había puntos medios[12], o estamos por Él o contra Él. Pensar que es posible servir a Dios y a los demonios al mismo tiempo, sería tratar de hacer burla de Dios.
El provocar a celos es faltar a la lealtad con quien estamos unidos por completo. Este es un acto que practican las personas inmaduras para molestar a su pareja para hacerle sentir mal, haciéndole ver que sería fácil cambiarle por otro, y por lo general, el más dominante es quien “triunfa”. Por eso Pablo pregunta si alguien puede mantenerse delante de Dios.
Pablo había venido hablando de la idolatría y del culto a los demonios y ahora va a tratar del asunto de comer carne en situaciones sociales y de comprar carne en el mercado. ¿Es correcto hacerlo? No hay problema en comer carne[13], pero existe algo en donde se puede presentar un problema, ¿lo que hago edifica a los demás?
“Todas las cosas me son permitidas”, ha dejado creer a algunos que pueden hacer lo que se les venga en gana y por eso pecan deliberadamente pensando que no es posible caer de la gracia de Dios[14]. Hay que saber leer la Biblia y leer dentro del contexto. Antes Pablo venía diciendo que hay que vivir en santidad, por lo tanto al decir que todas las cosas nos son permitidas está hablando dentro de ese contexto, el de vivir en santidad.
“Todo me es permitido”, pero el creyente espiritual va a buscar aquellas que le sean para edificación.
Comer carne sacrificada a los ídolos no tenía nada oculto que fuera a afectar la fe del cristiano, pero si eso iba a afectar la espiritualidad de otros, es mejor no hacerlo. Y véase que está hablando de esto al decir luego que no debemos tratar de buscar nuestro propio provecho. Cuando solo pensamos en nosotros, dejamos de lado la misericordia y no estamos imitando a Cristo.
Ahora Pablo hace un giro en el asunto sin desviarse. Habla de la práctica de comer carne en la privacidad del hogar. En el mercado de carnes se vendía la carne que había sido sacrificada a los ídolos, pero también se vendía la que no, así que no era correcto que el cristiano fuera al mercado a preguntar si esa era de tal o cual tipo. Ahí no es necesario que nuestra conciencia vaya haciendo juicios, no debemos actuar como los judíos que tienen agrupadas las cosas en “kosher” y “no kosher”. Con la cita de un Salmo[15], Pablo da a entender que las cosas son creadas por Dios, no por lo ídolos o los demonios, y fueron hechas para edificación del hombre.
Ahora bien, hay algo que debe ser cuidado. Si somos invitados por un no cristiano a comer, tenemos todo el derecho de ir y comer de todo lo que nos pongan delante si es de nuestro gusto, y no es correcto estar preguntando el origen de los alimentos. Quiero aprovechar el versículo para dejar en claro que las Escrituras no nos obligan a romper las relaciones con nuestros amigos o familiares porque ahora somos cristianos. Hay quienes censuran a los creyentes que participan en actividades familiares o de amistades que son incrédulos y conozco a un predicador que no permite a su esposa compartir nada con su familia porque ellos no son cristianos. Eso es una actitud anticristiana ya que nunca logrará atraerlos al Señor.
Pero si unos de los presentes dice que eso fue sacrificado a los ídolos, lo correcto es no comerlo. El texto griego en realidad no dice “ídolo”, sino que usa el vocablo eidolódsuton, que quiere decir “sacrificio a ídolo, parte de una ofrenda idolátrica”[16]. Ya no es comestible para el creyente para no hacer mal en la conciencia del otro. No es la conciencia del creyente la afectada, sino la del incrédulo, del que dijo que era sacrificio de ídolos, que podría burlarse del cristiano. Y reitera Pablo que no es por el creyente, sino por el incrédulo.
Pablo hace las preguntas que nos hacemos todos cuando un incrédulo censura algo que hacemos. La razón es que los maduros debemos velar por el bienestar de los inmaduros. Todo lo que hagamos debe ser para edificación. Si bien es cierto que tenemos libertad, esto no quiere decir que no debemos pensar en los demás, especialmente en los más débiles.
Sigue Pablo hablando como lo haríamos nosotros. Un cristiano debe dar gracias por todo, lo que hacemos y lo que recibimos debe ser agradecido a Dios. Pero la reacción del incrédulo es la de blasfemar, la de insultar; entonces, que de bueno tiene que demos gracias si eso va a traer de consecuencia que otro esté blasfemando.
Ahora Pablo resume todo lo que debe llenar nuestro pensamiento y actitud: Lo que hacemos es para la gloria de Dios. La libertad en veces consiste en renunciar a nuestra libertad.
Ser irreprensible significa no hacer tropezar a los demás. ¿Quiere decir que debemos estar al cuidado de todos los que nos rodean y evitar ofenderles? ¡Sí! Es difícil ser cristiano. Pero no siempre podemos hacer esto, ya que algunos se ofenden aunque les hagamos todo el bien posible o porque no queremos actuar como los malos. Hace unos días asistí a la despedida de un compañero de trabajo y otro quiso que bebiera una cerveza, pero como me negué, se ofendió ya que él me estaba invitando.
De nuevo, es lógico que Pablo está hablando de agradar en todo a todos pero haciendo lo bueno, no lo malo. Pablo renunciaba a sus derechos por amor a los demás, y con ello nos da el ejemplo.
Aún entre los incrédulos es censurado que alguien busque beneficiarse el mismo, entre los cristianos es aún más feo. Pablo demostró que él no era egoísta, sino que sabía vivir con lo mínimo para bendecir a los demás.
La meta principal de Pablo era alcanzar a los perdidos, por ello estaba presto para renunciar a sus derechos.
Este último versículo, aunque se encuentra en el capítulo 11, en realidad es la conclusión del 10.
Pablo podía decir abiertamente y sin vergüenza que se le imitara a él, ya que su vida era un retrato de Cristo.
[1] Éxodo 32.1-6.
[2] En náhuatl: cóatl-cuéitl, “Señora de la falda de serpientes”.
[3] En náhuatl: téotl-nan, “dios-madre” “Madre de los dioses”.
[4] En náhuatl: to-nan-tzin, “Nuestra venerable madrecita”.
[5] Diarios de Juan Bautista, s/f: 33.
[6] Anales de México y sus alrededores (A), Biblioteca Nacional de Antropología e Historia. La Iglesia católica propone la siguiente tesis para explicar la diferencia entre las fechas de datación de la aparición mariana incluidas en los distintos textos indígenas: En efecto, no se asombrará el lector si en los sucesivos documentos que presentaremos, los Anales de México y Tlatelolco, un mismo hecho histórico es ubicado en 1510 ó 1531 ó 1556, etc.; se debe a la impericia de los indios de correlacionar el calendario indígena con el juliano y luego, con el gregoriano (Rocha Cortés, s/f.).
[7] Chimalpahin, 1965: 288.
[8] Sermón de Francisco de Bustamante, referido en la Información enviada por Alonso de Montúfar sobre la homilía del franciscano, citado en González de Alba.
[9] Compárense los dos siguientes textos: “...se ha predicado a los indios cómo han de entender la devoción de la imagen de Nuestra Señora, cómo no se hace la reverencia a la tabla ni a la pintura, sino a la imagen de Nuestra Señora, por razón de lo que representa, que es a la Virgen María, Nuestra Señora” (Información..., 1556.) “No porque este declarante entiende que la cruz e imágenes han de ser adoradas, antes cree, entiende y así lo hace que Cristo se adora en la cruz y en la cruz se adora como cosa que representa a Cristo y en este sentido lo escribió y lo entiende” (Declaración del franciscano Mathurin Gilbert en el proceso inquisitorial en su contra, iniciado a instancias del obispo de Michoacán a causa de sus “ideas erróneas y escandalosas” plasmadas en Diálogo sobre la doctrina cristiana, obra de su autoría escrita en lengua tarasca, 1559; citado en Gruzinski, 1994: 115.
[10] Editorial Porrua, México, 1999.
[11] Wikipedia. Vírgen de Guadalupe.
[12] Mateo 6.24.
[13] 1 Timoteo 3.3-4.
[14] El grupo herético “Creciendo en Gracia” tiene este concepto.
[15] Salmos 24.1.
[16] Strong, G1494.
10.1-13 Estos tres últimos capítulos en realidad son uno debido al tema que llevan. En el principio se habla de la carne ofrecida a los ídolos y del cristiano débil, por quien el fuerte debe renunciar para no hacerle tropezar. Luego se habla del peligro de abusar de la libertad y del uso del dominio propio. En esta última sección, Pablo ilustra con los israelitas en el desierto.
Pablo une este tema con el anterior al hacer uso del “porque”. Y suaviza el tema con la expresión “hermanos”. La advertencia es para que recuerden algo conocido por todos pero que trae una lección importante. Aunque ya no estamos más bajo la Ley que regía en el Antiguo Testamento, es necesario que los cristianos conozcamos los ejemplos que hay en él para nuestro transcurrir diario.
Al leer de la historia de Israel vemos un paralelo con la vida del cristiano. Para poder ser el Pueblo de Dios, los israelitas tenían que ser sumergidos, tal como el creyente, y lo fueron en las aguas que contenía la nube que los protegía y los dos muros de agua que los rodearon al pasar a través del mar.
Debemos tomar en cuenta que los israelitas iniciaron la peregrinación, pero no todos la acabaron satisfactoriamente. De la misma manera, el cristiano puede estar muy bien por mucho tiempo, pero si flaquea puede ser que no termine la buena carrera. Esto contradice de frente la falsa enseñanza de los calvinistas.
Llama la atención que Pablo, dirigiéndose a cristianos gentiles, dice “nuestros padres”, haciendo referencia a Abraham, Isaac, Jacob y todos los demás, con lo que podemos concluir que los judíos carnales ya no son el “Pueblo de Dios” exclusivo, sino que ahora los cristianos ocupamos ese lugar, sin importar la nacionalidad.
En el griego se usan dos preposiciones que en la mayoría de las versiones se traducen como “en”, pero en la primera dice “EIS Moisés fueron sumergidos EV la nube”, por lo que debe ser traducido más bien como “hacia”, ya que la idea es que al ser sumergidos en el agua, los israelitas fueron llevados hacia Moisés, fueron hechos partícipes con él para seguirle. De la misma manera, cuando los cristianos somos sumergidos en agua somos llevados hacia Cristo que nos guía a Dios, somos hechos partícipes con su sacrificio.
Esto no quiere decir que tenemos una garantía de salvación, así como la alianza de los israelitas con Moisés les trajo la salvación a ellos.
Pero no solo les bendijo Dios con la salvación, sino que les dio el alimento y la bebida. No era el maná alguna espora que viajaba a través del desierto, como han querido hacer creer los humanistas, sino que era alimento que Dios enviaba del cielo. Parece que tampoco el participar todos los domingos de la Cena del Señor es sinónimo de salvación, sino que la perseverancia es algo más indispensable.
Aunque lo que bebieron los israelitas era agua, es llamada “espiritual” porque salió por intervención de Dios. No fue un riachuelo que encontraron en el camino, sino que fue provista por Dios. Esto era una figura de Cristo.
No tiene lógica hablar de una roca que les seguía, pero no se está refiriendo a una roca literal, sino que se refiere al Ungido, quien los cuidaba con su amor protector y les daba el alimento espiritual, que es en realidad del que vivimos los que somos salvos. Tómese en cuenta que Pablo dice que Jesús, el Hijo, estaba con los israelitas durante el éxodo, lo que nos habla de su pre existencia antes del nacimiento de María, por lo cual esta no puede ser llamada “madre de Dios” porque Él existía antes de que ella.
Hay un contraste muy fuerte en el siguiente pasaje; Pablo viene hablando del cuidado protector de Dios para con su Pueblo, pero luego dice que de la mayoría no se agradó, no pensó bien de ellos Dios. Nuestro Señor siempre es fiel, pero los seres humanos no; nos da bendiciones cada día, pero en el momento menos pensado le damos la espalda. Hay quienes dicen que las bendiciones de Dios son la prueba de Su aprobación a lo que hacemos, pero eso es una mentira. Los israelitas recibían bendiciones todos los días, pero eso no impidió que fueran desparramados por el desierto. A pesar de las bendiciones, no entraron en la tierra prometida.
El Señor cuidaba a los israelitas, pero de los mayores solo dos lograron alcanzar la victoria porque se mantuvieron hasta el final. ¡La perseverancia en la santidad es la respuesta! De nada nos sirve tener un nombre bíblico, un culto bíblico, y todo muy bíblico, si no vivimos en santidad, si no perseveramos cada día.
Es necesario que los cristianos comprendamos y entendamos todo lo que pasó con el pueblo de Israel, ya que de sus victorias y sus derrotas nosotros debemos aprender para no cometer los mismos errores. Si ignoramos la enseñanza, podemos caer tal y como ellos lo hicieron y nuestra alma se perderá eternamente, a pesar de todos los cultos a los que asistamos, nuestras ofrendas y en todo lo que participemos.
La codicia por las cosas malas llevó a los israelitas a la perdición. He sido testigo como algunos que eran cristianos comenzaron a coquetear con las tentaciones del mundo y ahora están perdidos. ¿Qué fue lo malo que deseo Israel? Codició lo que había en el mundo, despreciando las bendiciones de Dios, y por ello pereció. Así los corintios estaban deseando lo que había en el mundo y no lograban dominar sus deseos, afectando a los más débiles.
Muchos consideran que ser servidores de los ídolos consiste nada más en postrarse delante de una imagen y ofrecer oraciones y plegarias a esta, pero el pasaje al que se refiere Pablo relata más bien el ofrecimiento de un culto que iba dirigido ¡a Adonay![1] Lo que nos lleva a preguntarnos si lo que se hace muchas veces en los cultos, aunque se diga que es para Dios, si no es más bien idolatría disfrazada.
Ellos se levantaron a jugar como niños, lo que conlleva saltos, gritos, danzas, etc. Hoy en muchos de los grupos que se hacen llamar “cristianos” se practica esto mismo y se le denomina “danza para Dios”.
La idolatría y la inmoralidad sexual van acompañadas de la mano. En el templo de Afrodita se dice que había mil prostitutas.
El pasaje al que se refiere Pablo es Números 25 cuando el pueblo de Israel se unió a las prostitutas de Sitim y presentaron adoración a Baal Peor, por lo que murieron miles de israelitas.
Uno de los pecados más graves del pueblo de Israel fue estar poniendo a prueba al Señor, ya que no se contentaban con todas las bendiciones sino que se quejaban constantemente anhelando las cosas que habían dejado en Egipto. Esto también pasaba entre los corintios que anhelaban disfrutar de las comidas sacrificadas a los ídolos. Hoy son muchos los que ponen a prueba al Señor retándole a que les obedezca en sus caprichos en lugar de presentarse delante de Él con un corazón contrito y humillado.
En Números 16.41-50 se relata el pasaje al que se refiere Pablo cuando habla de la murmuración de los israelitas. Ellos murmuraron contra Dios por el castigo que les dio a Coré y los suyos, como si Dios pudiese ser sujetado a la conciencia humana, y por ello más de catorce mil personas perecieron. Los corintios eran expertos en quejarse de las ordenanzas de Dios ya que ellos querían que las cosas fueran de acuerdo a su pensamiento, y por ello estaban arriesgando su salvación. Hoy día son muchos los que censuran a Dios por lo que no les gusta en las Escrituras; hay quienes acusan a Pablo de machista y misógino porque, según ellos, despreciaba a las mujeres y nos les permitía ejercer ningún cargo de responsabilidad.
Todo esto quedó escrito para que aprendiéramos de sus errores. Son ilustraciones de vida para que no caigamos en sus faltas. Dios actúa de esta manera como un Padre para con sus hijos.
Estas “edades” se refiere a la era en que vivimos que inició el día de la fiesta de Pentecostés después de la resurrección de Jesús y sigue hasta nuestros días y hasta que el Señor regrese para ejercer el Juicio.
“De modo que”, palabras de conclusión. “El que está pensando estar firme”, el que cree que ya tiene la salvación y espera continuar con ella hasta el día del Juicio. Esta tiene que ser una meta de todo cristiano. Esto es parte de nuestro ejercicio cristiano de santidad. Algunos piensan que la santidad debe caer del cielo y que el cristiano no debe hacer nada para vivir en ella, sino que Dios lo mantendrá en una especie de esfera protectora alejada del mal.
“Esté viendo que no vaya a caer”. Los calvinistas deben de revisar sus enseñanzas al encontrarse con este pasaje. Si para un verdadero cristiano es imposible caer de la gracia de Dios, y Pablo escribe a cristianos verdaderos que vivían en Corinto, ¿para qué menciona esto? Es mentira que solo se está refiriendo a una caída en pecado de la cual se levantará después de arrepentirse, está hablando de la caída de la gracia de Dios y del peligro de la perdición eterna, como ocurrió a los israelitas en el desierto.
Hace unos días me preguntaba alguien sobre la tentación provocada por espíritus demoniacos y el mismo Satanás, pero Pablo nos enseña que la tentación es de hombre, es decir, es algo débil, se puede vencer. La verdad es que nadie puede decir: “Yo pequé porque Satanás me obligó”, sino que cada cual peca porque se inclina ante la tentación, se va tras sus propias debilidades y no utiliza el auto dominio.
No existe una tentación que no sea capaz de ser resistida. Dios da la salida, la oportunidad para que nos alejemos de aquello que nos puede poner en peligro de perder la salvación.
d. Exhortación a usar la libertad para glorificar a Dios.
10.14-11.1 Pablo regresa al tema de comer cosas sacrificadas a los ídolos. Este “por lo cual”, nos lleva a la conclusión del asunto.
El Enviado busca con ternura llegar al corazón de los corintios, los trata como a hijos amados.
“Estén huyendo” es un imperativo presente; no que los acuse de estar cometiendo idolatría, sino más bien los exhorta a mantenerse alejados de ella, como lo han hecho hasta ahora. El ejemplo que venía usando Pablo con los israelitas si nos dice que ellos se inclinaron por la idolatría, lo que les condujo a ser dejados en el desierto, sin poder entrar en la tierra prometida. A esto se exponían los corintios si no lograban ejercer el dominio propio y pasa lo mismo con nosotros hoy.
Pablo hace una apelación a la inteligencia de los lectores de su epístola. Lo que Pablo va a escribir lo hace para aquellos que saben actuar y pensar cuerdamente. Espera que ellos puedan emitir un juicio justo sobre el tema. Cada cual es responsable delante de Dios por lo que piensa y juzga, sin poder responsabilizar a nadie más sobre esto. La idea es que cuando tenemos comunión con otros, recibimos y damos cierta influencia sobre y de los que comulgan con nosotros.
“La copa de la bendición” se refiere realmente al contenido, al jugo, no al recipiente. Los católicos ponen su mirada en este, por ello hablan de un “Santo Grial”. Tampoco es que la copa sea algo mágico y que conlleve alguna bendición o poder para el que tome de ella, sino que es bendita porque el Señor la bendijo al instituir la Cena del Señor, y al tomarla la bendecimos reconociendo lo sagrado del acto del que participamos, no del recipiente o el jugo, ya que esto es un símbolo. Entre los católicos es tan sagrada la copa y el jugo que solo el sacerdote puede tomar de ella. Bendecir la copa significa dar gracias por el acto que se simboliza con ella que es el derramamiento de la sangre de Jesús en el Calvario. No hay ningún misterio en esto, por lo que no es un sacramento. Recuerde que Pablo está hablando aquí de comunión.
La palabra koinonia es traducida como “comunión”, esto es participación, compañerismo. Al participar de la copa que contiene el jugo de uvas, símbolo de la sangre de Jesús, estamos participando también del derramamiento de esa sangre, lo que simboliza la bendición de nuestra salvación, de ser parte del Cuerpo de Cristo y la esperanza del gozo eterno en el Cielo. Recuérdese que no está ocurriendo ningún acto mágico en donde el jugo se transforma en sangre.
El pan no se refiere al que comemos cada día para alimentarnos, sino al que se parte para conmemorar la muerte de Cristo, el pan sin levadura que utilizó el Señor para instituir la Cena del Señor.
El “cuerpo del Ungido” no está hablando de la Iglesia, sino del cuerpo físico de Jesús. Comer el pan significa que nos identificamos con su persona al morir, y con ello recibimos los beneficios de su muerte, esto es para nosotros vida eterna.
Cuando habla de partir se refiere a dividir el pan para la distribución de este entre los presentes, no a ningún acto de la crucifixión. Al participar de la Cena del Señor nos identificamos como cristianos, así al comer de lo sacrificado a los ídolos nos identificamos como adoradores de estos.
El pan en la Cena del Señor es uno, recordemos que todo esto es simbólico, y aunque los cristianos somos muchos repartidos en muchas partes del mundo, damos gracias por el sacrificio de Jesús, reunidos con el mismo propósito, somos un solo cuerpo, el cuerpo de Cristo, en el momento de la comunión de participar de la mesa del Señor.
Pablo presenta otra ilustración para aclarar. Israel según la carne es el pueblo descendiente de Abraham, y se diferencia del Israel espiritual que es la Iglesia.
Tanto el que traía el sacrificio como el sacerdote que oficiaba el rito, participaban de lo sacrificado a Dios, comulgaban, identificaban y relacionaban con el Señor. De la misma manera, el que come de lo sacrificado a los ídolos se adhiere a este.
Pareciera que Pablo está contradiciéndose con lo que había dicho antes, por ello aclara. Pablo no admite algún poder en los ídolos, tampoco que el ofrecer una comida a un ídolo va a afectar el alimento, sino más bien es lo que menciona a continuación.
Lo que se sacrifica a los ídolos es un sacrificio a los demonios, no a Dios, aunque la imagen que se tenga delante tenga un nombre cristiano. Los demonios son una realidad y son ellos los que han influido en el hombre para que busque realizar cultos idolátricos. Tómese en cuenta que los católicos, al llegar a América, tomaron a los dioses indígenas y les cambiaron el nombre para “cristianizarlos”, por ejemplo, en el caso de la “Virgen de Guadalupe”, se sabe que desde la época prehispánica, el Tepeyac había sido un centro de devoción religiosa para los habitantes del valle de México. En esta eminencia geográfica localizada en lo que fuera la ribera occidental del lago de Texcoco se encontraba el santuario más importante de la divinidad nahua de la tierra y la fertilidad. Esta diosa era llamada “Coatlicue”[2], que por otros nombres también fue conocida como “Teteoinan”[3] o “Tonantzin”[4]. El templo de Tonantzin Coatlicue fue destruido completamente como resultado de la Conquista.
Conocedores de la importancia religiosa del santuario indígena del Tepeyac, los franciscanos decidieron mantener en el lugar una pequeña ermita. La decisión de mantener una ermita ocurrió en el marco de una intensa campaña de destrucción de las imágenes de los dioses mesoamericanos, a los que se veía como una amenaza para la cristianización de los indígenas. Uno de los primeros registros sobre la existencia de la ermita corresponde a la década de 1530. Los indígenas se dirigían al lugar siguiendo la tradición prehispánica. Dos décadas más tarde, no solo los indígenas acudían a la ermita del Tepeyac a venerar, según documentos de la época, la imagen aparecida de la Virgen María. En efecto, a mediados del siglo XVI, la devoción hacia la imagen se había extendido entre los criollos.
La tradición católica cree que la aparición de la imagen de la Virgen de Guadalupe fue en el año 1531, diez años después de la caída de México-Tenochtitlan en manos de los españoles. Esta fecha aparece registrada en el Nican mopohua, uno de los capítulos que integran el Huei tlamahuizoltica, obra en lengua náhuatl escrita por Luis Lasso de la Vega y que la tradición atribuyó al indígena Antonio Valeriano.
En 1555, Montúfar ordenó la remodelación de la ermita y la confió al clero secular. Los primeros registros de la aparición de la imagen mariana en la ermita corresponden precisamente a los años de 1555 y 1556. Entre otros testimonios tempranos del suceso se encuentran los Diarios de Juan Bautista y los Anales de México y sus alrededores. El primer documento afirma que “en el año de 1555 fue cuando se apareció Santa María de Guadalupe, allá en Tepeyacac”[5], mientras que los Anales ubican el suceso un año más tarde: “1556 XII Pedernal: descendió la Señora a Tepeyácac; en el mismo tiempo humeó la estrella”[6]. En el siglo XVII, el chalca Domingo Francisco Chimalpahin Quauhtlehuanitzin recogería los primeros documentos en sus Relaciones de Chalco, en los cuales ubica el suceso en 1556: “Año 12-Pedernal, 1556 años. Iba quedando bien doblado y fuerte el muro de piedra que daría la vuelta a toda la ciudad de México. Para la obra hicieron reunir a toda la gente de todos los pueblos del rumbo, por orden de los jefes y según disposiciones de don Luis de Velasco, Visurrey. Así pudo terminarse la muralla. También entonces ocurrió la aparición, dicho sea con respeto, de nuestra querida madre, Santa María de Guadalupe en el Tepeyácac”[7].
Al fortalecimiento del culto a la Virgen del Tepeyac contribuyó de manera decisiva la realización del Primer Concilio mexicano, que se celebró en la Ciudad de México entre el 29 de junio y el 7 de noviembre de 1555. El concilio fue organizado por el arzobispo Alonso de Montúfar y reunió a numerosos representantes de las órdenes monásticas de la Nueva España, entre ellos al franciscano Pedro de Gante; así como a los obispos Martín Sarmiento de Hojacastro de Tlaxcala, Tomás de Casillas de Chiapas, Juan López de Zárate de Oaxaca y Vasco de Quiroga de Michoacán. Entre otras cosas, el Primer Concilio de la Iglesia novohispana resolvió reglamentar la manufactura de las imágenes religiosas, especialmente las realizadas por los indígenas. También se decidió favorecer el culto a los santos patrones de cada pueblo y todas las advocaciones marianas.
Desde la llegada de los franciscanos a México en 1524, los indígenas fueron instruidos en la pintura y se les permitió la producción de imágenes religiosas. De modo que cuando Montúfar se pronunció a favor de acabar con las “abusiones de pinturas e indecencia de imágenes” producidas por los indígenas que “no saben pintar ni entienden bien lo qué hacen”, en realidad estaba atacando la obra de los misioneros franciscanos representados por Pedro de Gante. El enfrentamiento sobre la producción de las imágenes religiosas y su papel en la cristianización de los indígenas era también el reflejo de los desencuentros entre el arzobispo de México y los franciscanos en lo referente al culto de la Virgen del Tepeyac. El 6 de setiembre de 1556, Montúfar predicó una homilía en la cual se pronunciaba partidario de la promoción del culto a la Guadalupana entre los indígenas. El 8 de setiembre de ese mismo año, el arzobispo obtuvo una respuesta sumamente crítica por parte de los franciscanos en boca de Francisco de Bustamante. La labor de la Orden Franciscana en la cristianización de América había estado inspirada por la filosofía erasmiana que rechazaba la veneración de las imágenes, de modo que cuando Montúfar se mostró favorable a difundir el culto de la imagen del Tepeyac lo que obtuvo en contestación fue la siguiente declaración de Bustamante: “...la devoción de esta ciudad ha tomado en una ermita e casa de Nuestra Señora que han intitulado de Guadalupe, es un gran perjuicio de los naturales porque les da a entender que hace milagros aquella imagen que pintó el indio Marcos”[8].
La disputa entre los franciscanos y el Arzobispado de México se resolvió en favor de este último. Para ello, Montúfar y sus partidarios tuvieron que moderar su discurso sobre la índole del culto a la Virgen de Guadalupe, aproximándose aparentemente a los preceptos defendidos por los franciscanos[9]. La promoción oficial del culto guadalupano por parte de la Iglesia novohispana se inscribe en un proceso más amplio en el que la perspectiva humanista de los franciscanos y su obra misionera fue sustituida por los preceptos adoptados oficialmente por medio de las resoluciones del Concilio de Trento. De acuerdo con estas, la Iglesia debería promover y conservar el culto a las imágenes de Cristo, la Virgen y todos los santos, en una clara reacción contra la iconoclastia protestante que prosperaba en el norte de Europa.
De modo pragmático, el arzobispado de México hizo caso omiso de las advertencias difundidas por los franciscanos sobre la confusión que podía generar el culto de la imagen del Tepeyac entre los recién cristianizados indígenas del centro de México. A la voz de Francisco de Bustamante se sumaría después la de otros misioneros, entre ellos, Bernardino de Sahagún, que en su Historia general de las cosas de la Nueva España publicada en 1576 escribió que: “Cerca de los montes hay tres o cuatro lugares donde solían hacer muy solemnes sacrificios, y que venían a ellos de muy lejanas tierras. El uno de estos es aquí en México, donde está un montecillo que se llama Tepeacac, y los españoles llaman Tepeaquilla y ahora se llama Nuestra Señora de Guadalupe; en este lugar tenían un templo dedicado a la madre de los dioses que llamaban Tonantzin, que quiere decir Nuestra Madre; allí hacían muchos sacrificios a honra de esta diosa, y venían a ellos de muy lejanas tierras...; y ahora que está allí edificada la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe también la llaman Tonantzin tomada ocasión de los predicadores que a Nuestra Señora la Madre de Dios la llaman Tonantzin. De dónde haya nacido esta fundación de esta Tonantzin no se sabe de cierto, pero esto sabemos de cierto que el vocablo significa de su primera imposición a aquella Tonantzin antigua, y es cosa que se debía remediar porque el propio nombre de la Madre de Dios Señora Nuestra no es Tonantzin sino Dios y Nantzin; parece esta invención satánica para paliar la idolatría debajo la equivocación de este nombre Tonantzin y vienen ahora a visitar a esta Tonantzin de muy lejos, tan lejos como de antes, la cual devoción también es sospechosa, porque en todas partes hay muchas iglesias de Nuestra Señora, y no van a ellas, y vienen de lejanas tierras a esta Tonantzin como antiguamente”.
La historicidad de la aparición ha sido controvertida desde las primeras publicaciones del suceso en 1647, y una considerable cantidad de literatura ha sido publicada discutiendo los problemas que surgen cuando se intenta entender la aparición como un acontecimiento históricamente certero.
El historiador del siglo XIX Joaquín García Icazbalceta, un especialista en Fray Juan de Zumárraga fue también muy inseguro al sostener la historia de la aparición e indicó en un reporte confidencial del obispo Labastida en 1883, que nunca hubo tal persona llamada Juan Diego. Sin embargo, hubo respuestas a Icazbalceta, y se probó que en muchas afirmaciones se equivocaba. Entre quienes le respondieron se puede citar a Primo Feliciano Velázquez en “La Aparición de Santa María de Guadalupe”, Fortino Hipólito Vera, obispo de Cuernavaca en “Contestación histórico-crítica”, Agustín de la Rosa en su “Defensa de la Aparición Guadalupana” y, en tiempos modernos, Joel Romero Salinas en su libro “Eclipse Guadalupano”, solo por citar algunos de los muchos contradictores de Icazbalceta.
Muchos historiadores y algunos clérigos, incluyendo el clérigo historiador estadounidense Stafford Poole y el antiguo abad de la Basílica de Guadalupe Guillermo Schulenburg, han rechazado la veracidad de la aparición. Schulenburg causó en particular una conmoción cuando afirmó en 1996 en la revista católica Ixthus que Juan Diego fue “un símbolo, no una realidad”. Schulenburg no fue el primero en desacreditar el acontecimiento tradicional ni el primer católico en dejar su puesto después de su cuestionamiento de la historia de Guadalupe. En 1897, Eduardo Sánchez Camacho, obispo de Tamaulipas fue forzado a dejar su puesto después de expresar una similar opinión. Cabe señalar que la Santa Sede ordenó una extensa investigación ante la postura de Schulenburg, y finalmente se consideró históricamente probada la existencia de Juan Diego como persona real. Tres historiadores, Eduardo Chávez Sánchez, José Luis Guerrero Rosado y Fidel González Fernández, publicaron esta investigación en el libro “El Encuentro de la Virgen de Guadalupe y Juan Diego”[10].
En 1982, el experto restaurador de arte José Sol Rosales examinó la imagen con estereomicroscopía e identificó sulfato de calcio, hollín de pino, en colores blanco y azul, tierras verdes o suciedad, redes hechas de carmín y otros pigmentos, y también oro. Rosales encontró en el trabajo materiales y métodos coincidentes con los del siglo XVI.
Norberto Rivera Carrera, arzobispo de México, comisionó un estudio en 1999 acerca de la factura del ayate, a Leoncio Garza Valdés, un pediatra y microbiólogo que había trabajado previamente en el Sudario de Turín, y reclamó una inspección de fotografías de la imagen, en donde encontraron tres distintas capas de pintura, al menos una de la cual tenía iniciales pintadas sobre ella, también indicó que el pintado original mostró sorprendentes similitudes a la original “Señora de Guadalupe” encontrada en Extremadura, España, en la segunda muestra de pintura mostrando otra Virgen con rasgos indígenas. Garza Valdés también afirmó que la tela en donde fue pintada la imagen era de cáñamo e hilo, no de fibras de agave como se creía. Gilberto Aguirre, un colega de Garza Valdés que llevó la pintura a estudios en 1999, examinó las mismas fotografías e indicó que, si bien estaba de acuerdo en que la pintura había sido extensamente forzada, se oponía a las conclusiones de Garza Valdés y sostuvo que las condiciones de realización del estudio fueron inadecuadas.
Varias imágenes similares han aparecido a través de la historia mexicana, en el pueblo de Tlaltenango, en el estado de Morelos, una pintura de Nuestra Señora de Guadalupe es reclamada que apareció milagrosamente en el interior de una caja que dos viajeros desconocidos dejaron en una residencia. Los propietarios de la residencia llamaron al padre local después de la tentadora noticia, aromas de flores y sándalo se desprendían de la caja. La imagen ha sido venerada desde su encuentro el 8 de septiembre de 1720, y es aceptada como una aparición válida por las autoridades católicas locales[11].
Si participamos de lo sacrificado a los ídolos, participamos en el culto a ellos, y nos convertimos en adoradores de ellos. Es posible que por ignorancia nos convirtamos en adoradores de los demonios al participar de manera “inocente” en el culto a los ídolos.
Nótese que dice “estar bebiendo”, es decir, en forma continua, algo que se hace habitualmente. Ya Jesús había dicho que para Dios no había puntos medios[12], o estamos por Él o contra Él. Pensar que es posible servir a Dios y a los demonios al mismo tiempo, sería tratar de hacer burla de Dios.
El provocar a celos es faltar a la lealtad con quien estamos unidos por completo. Este es un acto que practican las personas inmaduras para molestar a su pareja para hacerle sentir mal, haciéndole ver que sería fácil cambiarle por otro, y por lo general, el más dominante es quien “triunfa”. Por eso Pablo pregunta si alguien puede mantenerse delante de Dios.
Pablo había venido hablando de la idolatría y del culto a los demonios y ahora va a tratar del asunto de comer carne en situaciones sociales y de comprar carne en el mercado. ¿Es correcto hacerlo? No hay problema en comer carne[13], pero existe algo en donde se puede presentar un problema, ¿lo que hago edifica a los demás?
“Todas las cosas me son permitidas”, ha dejado creer a algunos que pueden hacer lo que se les venga en gana y por eso pecan deliberadamente pensando que no es posible caer de la gracia de Dios[14]. Hay que saber leer la Biblia y leer dentro del contexto. Antes Pablo venía diciendo que hay que vivir en santidad, por lo tanto al decir que todas las cosas nos son permitidas está hablando dentro de ese contexto, el de vivir en santidad.
“Todo me es permitido”, pero el creyente espiritual va a buscar aquellas que le sean para edificación.
Comer carne sacrificada a los ídolos no tenía nada oculto que fuera a afectar la fe del cristiano, pero si eso iba a afectar la espiritualidad de otros, es mejor no hacerlo. Y véase que está hablando de esto al decir luego que no debemos tratar de buscar nuestro propio provecho. Cuando solo pensamos en nosotros, dejamos de lado la misericordia y no estamos imitando a Cristo.
Ahora Pablo hace un giro en el asunto sin desviarse. Habla de la práctica de comer carne en la privacidad del hogar. En el mercado de carnes se vendía la carne que había sido sacrificada a los ídolos, pero también se vendía la que no, así que no era correcto que el cristiano fuera al mercado a preguntar si esa era de tal o cual tipo. Ahí no es necesario que nuestra conciencia vaya haciendo juicios, no debemos actuar como los judíos que tienen agrupadas las cosas en “kosher” y “no kosher”. Con la cita de un Salmo[15], Pablo da a entender que las cosas son creadas por Dios, no por lo ídolos o los demonios, y fueron hechas para edificación del hombre.
Ahora bien, hay algo que debe ser cuidado. Si somos invitados por un no cristiano a comer, tenemos todo el derecho de ir y comer de todo lo que nos pongan delante si es de nuestro gusto, y no es correcto estar preguntando el origen de los alimentos. Quiero aprovechar el versículo para dejar en claro que las Escrituras no nos obligan a romper las relaciones con nuestros amigos o familiares porque ahora somos cristianos. Hay quienes censuran a los creyentes que participan en actividades familiares o de amistades que son incrédulos y conozco a un predicador que no permite a su esposa compartir nada con su familia porque ellos no son cristianos. Eso es una actitud anticristiana ya que nunca logrará atraerlos al Señor.
Pero si unos de los presentes dice que eso fue sacrificado a los ídolos, lo correcto es no comerlo. El texto griego en realidad no dice “ídolo”, sino que usa el vocablo eidolódsuton, que quiere decir “sacrificio a ídolo, parte de una ofrenda idolátrica”[16]. Ya no es comestible para el creyente para no hacer mal en la conciencia del otro. No es la conciencia del creyente la afectada, sino la del incrédulo, del que dijo que era sacrificio de ídolos, que podría burlarse del cristiano. Y reitera Pablo que no es por el creyente, sino por el incrédulo.
Pablo hace las preguntas que nos hacemos todos cuando un incrédulo censura algo que hacemos. La razón es que los maduros debemos velar por el bienestar de los inmaduros. Todo lo que hagamos debe ser para edificación. Si bien es cierto que tenemos libertad, esto no quiere decir que no debemos pensar en los demás, especialmente en los más débiles.
Sigue Pablo hablando como lo haríamos nosotros. Un cristiano debe dar gracias por todo, lo que hacemos y lo que recibimos debe ser agradecido a Dios. Pero la reacción del incrédulo es la de blasfemar, la de insultar; entonces, que de bueno tiene que demos gracias si eso va a traer de consecuencia que otro esté blasfemando.
Ahora Pablo resume todo lo que debe llenar nuestro pensamiento y actitud: Lo que hacemos es para la gloria de Dios. La libertad en veces consiste en renunciar a nuestra libertad.
Ser irreprensible significa no hacer tropezar a los demás. ¿Quiere decir que debemos estar al cuidado de todos los que nos rodean y evitar ofenderles? ¡Sí! Es difícil ser cristiano. Pero no siempre podemos hacer esto, ya que algunos se ofenden aunque les hagamos todo el bien posible o porque no queremos actuar como los malos. Hace unos días asistí a la despedida de un compañero de trabajo y otro quiso que bebiera una cerveza, pero como me negué, se ofendió ya que él me estaba invitando.
De nuevo, es lógico que Pablo está hablando de agradar en todo a todos pero haciendo lo bueno, no lo malo. Pablo renunciaba a sus derechos por amor a los demás, y con ello nos da el ejemplo.
Aún entre los incrédulos es censurado que alguien busque beneficiarse el mismo, entre los cristianos es aún más feo. Pablo demostró que él no era egoísta, sino que sabía vivir con lo mínimo para bendecir a los demás.
La meta principal de Pablo era alcanzar a los perdidos, por ello estaba presto para renunciar a sus derechos.
Este último versículo, aunque se encuentra en el capítulo 11, en realidad es la conclusión del 10.
Pablo podía decir abiertamente y sin vergüenza que se le imitara a él, ya que su vida era un retrato de Cristo.
[1] Éxodo 32.1-6.
[2] En náhuatl: cóatl-cuéitl, “Señora de la falda de serpientes”.
[3] En náhuatl: téotl-nan, “dios-madre” “Madre de los dioses”.
[4] En náhuatl: to-nan-tzin, “Nuestra venerable madrecita”.
[5] Diarios de Juan Bautista, s/f: 33.
[6] Anales de México y sus alrededores (A), Biblioteca Nacional de Antropología e Historia. La Iglesia católica propone la siguiente tesis para explicar la diferencia entre las fechas de datación de la aparición mariana incluidas en los distintos textos indígenas: En efecto, no se asombrará el lector si en los sucesivos documentos que presentaremos, los Anales de México y Tlatelolco, un mismo hecho histórico es ubicado en 1510 ó 1531 ó 1556, etc.; se debe a la impericia de los indios de correlacionar el calendario indígena con el juliano y luego, con el gregoriano (Rocha Cortés, s/f.).
[7] Chimalpahin, 1965: 288.
[8] Sermón de Francisco de Bustamante, referido en la Información enviada por Alonso de Montúfar sobre la homilía del franciscano, citado en González de Alba.
[9] Compárense los dos siguientes textos: “...se ha predicado a los indios cómo han de entender la devoción de la imagen de Nuestra Señora, cómo no se hace la reverencia a la tabla ni a la pintura, sino a la imagen de Nuestra Señora, por razón de lo que representa, que es a la Virgen María, Nuestra Señora” (Información..., 1556.) “No porque este declarante entiende que la cruz e imágenes han de ser adoradas, antes cree, entiende y así lo hace que Cristo se adora en la cruz y en la cruz se adora como cosa que representa a Cristo y en este sentido lo escribió y lo entiende” (Declaración del franciscano Mathurin Gilbert en el proceso inquisitorial en su contra, iniciado a instancias del obispo de Michoacán a causa de sus “ideas erróneas y escandalosas” plasmadas en Diálogo sobre la doctrina cristiana, obra de su autoría escrita en lengua tarasca, 1559; citado en Gruzinski, 1994: 115.
[10] Editorial Porrua, México, 1999.
[11] Wikipedia. Vírgen de Guadalupe.
[12] Mateo 6.24.
[13] 1 Timoteo 3.3-4.
[14] El grupo herético “Creciendo en Gracia” tiene este concepto.
[15] Salmos 24.1.
[16] Strong, G1494.