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A. Defensa del Evangelio
y la justificación por la fe.
1. Salutación.
1.1-5 Pablo siempre se identifica, esa es la primera razón por la que creemos que no fue Pablo el escritor de Hebreos. Él era un enviado, lo que se translitera como “apóstol”, y en esta epístola era necesario que lo hiciera así porque debía presentar su defensa, como veremos más adelante.
Pero en el Nuevo Testamento hay dos tipos de “enviado”, por un lado estaban los enviados por alguien, como es el caso de Bernabé, que fue enviado por la Iglesia de Antioquía; Tito y Timoteo fueron enviados por Pablo; pero por otro lado estaban los “Enviados” por Dios. Estos son dirigidos directamente por el Espíritu Santo para una misión superior.
Los judaizantes no aceptaban la misión divina de Pablo porque él no había estado con los doce, pero su ministerio no es dado por los hombres, no fue adoctrinado por los doce, como ellos enseñaban.
Es cierto que Pablo no estuvo con los doce durante el ministerio de Jesús, ni conoció al Maestro en persona, y no vio la resurrección con los demás Enviados, pero fue testigo de esta porque Jesús mismo se le apareció en el camino a Damasco[1]. Hay que tomar en cuenta que a la hora de escoger el sucesor de Judas, Matías fue seleccionado, pero ahí hubo intervención de los demás Enviados, en cambio a Pablo lo escogió Jesús directamente, como lo había hecho con los demás.
Pero además de poner a Jesús como testigo, Pablo cita al Padre, el mismo que levantó a Jesús de entre los muertos. Esto era un ataque directo a los judaizantes, quienes ponían más énfasis en la Ley que en la resurrección de Jesús. Así pasa hoy con los que ponen más énfasis en el sumergir en agua que en vivir en santidad, sin que esto quiera decir que el bautismo no es necesario para la salvación, pero no es el último. Para ellos era más importante la circuncisión que la resurrección de Jesús para ser librados del pecado, por ello Pablo va a enfatizar en esta epístola en la justificación por la fe.
Cuando Pablo menciona a los hermanos que están con él, lo hace con la idea que ellos noten que no solamente lo estaban atacando a él, sino a todos aquellos cristianos fieles.
Este extenso saludo es característico de Pablo, quien amaba profundamente a la Iglesia, y deseaba lo mejor para esta, y por ello pide al Señor que le dé su paz, algo que el mundo no puede dar, porque él mismo no tiene.
Hace mención de Jesús, el Ungido, que se dio a sí mismo para liberarnos. Recordemos que Pablo vive en una época en donde la esclavitud es algo normal, hubo un tiempo en que en Roma la población de esclavos era mucho mayor que la de los ciudadanos libres, por lo que el significado de la palabra “libertad” era muy reveladora.
Y como es de suponer, no podía faltar la expresión de alabanza a Dios por parte de Pablo, quien se encontraba agradecido por la libertad dada por medio del sacrificio expiatorio de Jesús.
2. Deserción de los Gálatas.
1.6-9 La exhortación de Pablo no se atrasa, sino que inmediatamente, después del saludo, sale a relucir. Notemos que, aunque si bien es cierto hay culpa de parte de los judaizantes, la llamada de atención es para los miembros de la Iglesia, no para ellos, ya que aunque los judaizantes iban propagando las mentiras de su doctrina, es culpa de los creyentes que decidieron alejarse voluntariamente de la sana doctrina. Da mucho pesar que hoy día la gran mayoría de los que se dicen ser cristianos, manejan una doctrina que no tiene nada que ver con la enseñanza bíblica, e incluso, los que creen que tienen la doctrina verdadera, al llegar a ciertos puntos que no le convienen, dejan de lado la enseñanza bíblica para no verse afectados; convirtiendo la fe en un teatro de tragicomedia que hace que las almas se alejen adoloridas.
La Iglesia en Galacia había sido fundada sobre las bases de la buena doctrina, pero rápidamente ellos dejaron de lado ese conocimiento para ir tras un mensaje diferente. Era un mensaje de otra clase, uno que en lugar de dar libertad, los regresaba a la esclavitud. Hoy hay algunos fanáticos que se hacen llamar “judíos mesiánicos” que no son ni más ni menos que estos mismos judaizantes, quienes procuran regresar a la Iglesia a los ritos y leyes que en lugar de producir gozo, asfixian a quienes los obedecen. Pero no solamente ellos son judaizantes, sino todos aquellos que añaden o quitan lo que dice el Evangelio y enseñan doctrinas perversas que anulan la eficacia de la sangre de Cristo.
Cuando escuchemos a alguien hablar de Dios y de sus asuntos, tomemos en cuenta si lo que dice esta persona está en armonía con el Evangelio puro que encontramos en la Biblia. Hoy hay muchas personas por la radio, televisión, en púlpitos, en las casas e incluso en las calles, que hablan de Dios, pero al analizar cuidadosamente lo que dicen, no podemos ver que tenga nada que ver lo que ellos hablan con la gloria de Dios, con la salvación, o con algún tema que edifique nuestra vida espiritual, más sí van dirigidos a inculcar en las mentes de sus oyentes la superstición, el temor y la ignorancia. El mensaje del Evangelio debe traernos libertad, no esclavitud.
El mensaje de los judaizantes era diferente por completo del mensaje que les había predicado Pablo. Ellos no aceptaban que los gentiles se convirtieran en hijos de Dios con solo obedecer al Evangelio, porque eso los ponía en el mismo nivel que los judíos que se creían hijos de Dios por el solo hecho de ser descendientes de Abraham, por lo que insisten en que si los gentiles querían ser salvos, también debían circuncidarse. Como este pensamiento iba en completa oposición a lo enseñado por Pablo, necesitaban dañar la reputación de este, por lo que atacan su ministerio.
No hay otro mensaje de Dios. Lo que estaban enseñando los judaizantes no era el mensaje de Dios, a pesar que ellos se basaban en la doctrina que encontramos en el Antiguo Testamento, porque su libertad era puesta en peligro y volvían a la esclavitud. De nuevo volvamos al ejemplo de los predicadores modernos: En la Iglesia de Cristo encontramos “cristianos musicales”, los de “una copa”, los “internacionales” o “bostonianos”, los “antis”, los de Forrest Park, los “liberales”, etc.; y parece que cada uno tiene su propio evangelio. Si a eso añadimos el evangelio de los pentecostales, el de los adventistas, bautistas, católicos, russellistas, etc., nos podemos volver locos, especialmente porque todos dicen ser los verdaderos cristianos. ¿Es esto posible? ¿Es correcto que cada persona adore a Dios de la manera que le gusta a él o ella? ¡Cada uno puede tener su propio Jesús, su propio Espíritu Santo, su propio plan de salvación?
La enseñanza de los judaizantes no nos libera del pecado, no nos brinda paz, no nos justifica, sino que nos lleva a la depresión, a la esclavitud; en lugar de darnos bendición, nos trae maldición. Esto hace que Pablo tenga que hacer énfasis en probar que la verdad del Evangelio no puede forzarse a estar de acuerdo con el error de los judaizantes, y a su vez con los errores doctrinales de hoy día. No acepta Pablo un acuerdo con los judaizantes para llegar a un punto neutro ni a una alternativa, sino que solo deja un camino abierto. O es ese, o no es ninguno.
Esta epístola ha sido malinterpretada por muchos que piensan que el Evangelio es una carta abierta al liberalismo y que nos permite hacer lo que queramos en la Iglesia. Han atacado la Ley como si toda estuviese equivocada, pero la Ley de Dios es justa, correcta, pero no es solo una, sino que hay dos: La Ley de Moisés y la Ley de Cristo. La primera nos llevaba a la esclavitud, porque nos obligaba a vivir de acuerdo a ritos y tradiciones, mientras que la segunda es la de la libertad, que nos deja adorar a Dios en espíritu y en verdad.
Cuando no entendemos esto, es cuando creemos que podemos hacer las cosas de acuerdo a nuestros gustos, pensando que a Dios tiene que gustarle lo que a nosotros nos gusta y entonces volvemos la teología en humanismo, la adoración a Dios por adoración al hombre. La enseñanza paulina nos dice que estamos bajo Ley: “La Ley del Espíritu de la vida me libró en Jesús el Ungido de la ley del pecado y de la muerte”[2]; “a los que están sin ley, como estando sin ley; como si yo estuviera sin ley, no que esté sin la Ley de Dios porque estoy en la Ley del Ungido; para que gane a los que están sin ley”[3]; “El que se inclina hacia la Ley completa, la de la libertad, y permanece y no es oidor olvidadizo, sino hacedor de la Ley, es afortunado”[4]. Martín Lutero no logró entender esto y creyó que Santiago se refería a la Ley de Moisés e ignoró que hablaba de la Ley de Cristo, cosa que hasta el día de hoy muchos religiosos siguen en completa ignorancia. Esto es lo que ha llevado que existan tantísimos grupos religiosos llenos de error doctrinal.
De ahí la advertencia: “Pero si alguno de nosotros o un mensajero del cielo, les declarara un mensaje diferente al que le declaramos a ustedes, sea maldito”. Para Pablo el asunto del mensaje era tan importante que incluso dice: “Aunque sea un ángel brillante quien les trae un mensaje, pero si este es diferente a este que les anunciamos antes, incluso si nosotros mismos venimos con algo diferente, porque los hombres somos seres cambiantes, este sea un maldito”, y para los antiguos decir maldito era decir intocable porque ni Dios lo quería. Me apena escuchar a tantos hoy decir que lo que dijo Pablo hay que leerlo con los lentes del siglo XXI porque él vivía en un siglo diferente al nuestro y que sus ideas están obsoletas, porque estos están malditos.
Pablo cita a los mensajeros celestiales para dejar en claro que ni siquiera las grandes mentes de su época tenían derecho de cambiar el mensaje que ya había sido anunciado, así que ¿quién autoriza a los hombres de hoy, aunque tengan muchos títulos y fama, a variar el mensaje del Evangelio?
La seriedad de este asunto se demuestra en la insistencia que da Pablo en el versículo 9.
3. El ministerio de Pablo.
1.10-24 Este es una pregunta que todos los que buscamos servir a Dios nos hemos hecho: ¿Debo seguir la corriente de los demás para estar bien con ellos u oponerme porque ellos no siguen la enseñanza bíblica? En mis más de treinta años como cristiano me he encontrado ante esta disyuntiva una y otra vez. Por un lado me encuentro que los que se dicen ser cristianos son buena gente, amigables, con muy buenos deseos, pero su doctrina no tiene nada que ver con lo que enseña la Biblia; y por otro lado, mi celo por la Palabra es tanto que no puedo aceptar que se le tergiverse. ¡Qué debo hacer? Me gustan esas personas y su compañía; pero me gusta más obedecer a Dios. Pablo dice, si me dejo guiar por los deseos de los hombres, no puedo ser más siervo de Dios porque mi misión fue dada por Él, y es a Él a quien debo obediencia, aunque eso vaya en contra de mis intereses.
Y es que el mensaje que predicaba Pablo, y nosotros los que amamos el Evangelio puro, no fue dado por el capricho de un hombre. ¡Qué triste ser seguidor de un ser humano falible! La naturaleza egoísta del ser humano le lleva a buscar su propia satisfacción y a complacer sus intereses, mientras que el mensaje de Dios es correcto.
Hay quienes piensan que el mensaje paulino fue un invento de este, pero cuando vemos cuidadosamente, hay cosas que dice en sus escritos que van en contra de sus propios intereses y le acusan a él mismo como ser humano. Otra cosa es lo que han hecho muchos religiosos que manipulan el Evangelio.
Pablo tenía la dicha de poder decir que su Maestro había sido el mismo Jesús por medio de revelación y este es el motivo por el cuan puede contarse entre los Enviados, ya que aunque no estuvo con los doce, el Señor le da un tratamiento diferente a Pablo, aunque él mismo no se sentía digno de ser llamado Enviado, aunque siempre estuvo dispuesto a defender su ministerio.
Los judaizantes se creían a sí mismos muy ortodoxos, pero Pablo podía hablar de ser un judío radical, de donde fue un ser sobresaliente, quien se había distinguido como cabecilla de los perseguidores de la Iglesia. Había sido un fariseo extremista lleno de tradiciones, incluso aquellas que iban en contra de las Escrituras del Antiguo Testamento; y es que el judaísmo y el cristianismo se repelen, por lo que los judíos mesiánicos son una contradicción.
Tradición es el conjunto de patrones culturales que una o varias generaciones hereda de las anteriores y, usualmente por estimarlos valiosos, trasmite a las siguientes[5]. Pablo había no solo aceptado las tradiciones de los padres, sino que era celoso en cumplirlas él y en buscar que los demás las cumplieran, aunque fuera a la fuerza. Por eso acudió a sus iguales, los líderes del judaísmo, que estuvieron dispuestos a darle carta abierta para que castigara a los que él consideraba culpables.
Pablo estaba ocupado en esto, pero no tomó en cuenta el pensamiento de Dios. En el momento en que Dios dispuso, iba a haber un cambio en Pablo. No fue algo que Pablo meditó o decidió, fue cuando Dios quiso. Llegó el momento en que Dios quiso llamar a Pablo, quien comprende que ya Dios, quien conoce todo, había visto desde la eternidad que él le sería un instrumento útil en la Iglesia[6].
Pablo fue llamado por Dios. No era un Enviado por los hombres, escogido por los otros Enviados o por la Iglesia, sino que Dios lo hizo por Su misericordia. ¿Nos hemos puesto a pensar que entre millones de espermatozoides, nosotros fuimos los que logramos alcanzar el óvulo de nuestra madre? ¿Qué habiendo miles de niños que mueren antes de alcanzar la edad escolar debido a maltrato y a enfermedades, nosotros logramos sobrevivir? ¿Qué cada día mueren hombres y mujeres jóvenes por accidentes, enfermedades, y un sinnúmero de causas y nosotros seguimos vivos? ¿A qué se debe esto? Solo a la misericordia de Dios.
Dios reveló a Jesucristo en Pablo para que contara a todos y les transportara de las tinieblas a la luz, para que fueran libertados de las cadenas de pecado[7]. Pablo no fue adoctrinado por los demás Enviados, ni por hombre alguno, sino que después de haber estado en Damasco, viajó a Arabia, en donde algunos suponen que estuvo meditando, pero si así fuera, la enseñanza de Pablo sería producto de su pensamiento, por lo que no es posible que fuese así, sino más bien, él pasó este tiempo recibiendo la revelación especial de Dios. Y después de esto, volvió a Damasco, porque a él no le urgía ir a ver a los demás Enviados, sino que esperó tres años.
Cuando Pablo viajó a Jerusalén, estuvo quince días con Pedro y ahí conoció a Jacobo, también llamado Santiago, el hermano de Jesús, hijo de María y José, diferente a su primo hermano Jacobo, el hermano de Juan. Pero en quince días es imposible comprender toda la doctrina cristiana, y mucho menos con una persona que tiene ideas preconcebidas acerca de la religión.
Después de esto, Pablo viajó a Siria y Cilicia. En Tarso fue encontrado por Bernabé, quien le llevó a Antioquía[8], por lo que nadie puede afirmar que Pablo fue ordenado por los Enviados, ni instruido por ellos.
[1] Hechos 9.5.
[2] Romanos 8.2.
[3] 1 Corintios 9.21.
[4] Santiago 1.25.
[5] Wikipedia. Tradición.
[6] Hechos 9.15.
[7] Hechos 26.16-18.
[8] Hechos 11.25.
1. Salutación.
1.1-5 Pablo siempre se identifica, esa es la primera razón por la que creemos que no fue Pablo el escritor de Hebreos. Él era un enviado, lo que se translitera como “apóstol”, y en esta epístola era necesario que lo hiciera así porque debía presentar su defensa, como veremos más adelante.
Pero en el Nuevo Testamento hay dos tipos de “enviado”, por un lado estaban los enviados por alguien, como es el caso de Bernabé, que fue enviado por la Iglesia de Antioquía; Tito y Timoteo fueron enviados por Pablo; pero por otro lado estaban los “Enviados” por Dios. Estos son dirigidos directamente por el Espíritu Santo para una misión superior.
Los judaizantes no aceptaban la misión divina de Pablo porque él no había estado con los doce, pero su ministerio no es dado por los hombres, no fue adoctrinado por los doce, como ellos enseñaban.
Es cierto que Pablo no estuvo con los doce durante el ministerio de Jesús, ni conoció al Maestro en persona, y no vio la resurrección con los demás Enviados, pero fue testigo de esta porque Jesús mismo se le apareció en el camino a Damasco[1]. Hay que tomar en cuenta que a la hora de escoger el sucesor de Judas, Matías fue seleccionado, pero ahí hubo intervención de los demás Enviados, en cambio a Pablo lo escogió Jesús directamente, como lo había hecho con los demás.
Pero además de poner a Jesús como testigo, Pablo cita al Padre, el mismo que levantó a Jesús de entre los muertos. Esto era un ataque directo a los judaizantes, quienes ponían más énfasis en la Ley que en la resurrección de Jesús. Así pasa hoy con los que ponen más énfasis en el sumergir en agua que en vivir en santidad, sin que esto quiera decir que el bautismo no es necesario para la salvación, pero no es el último. Para ellos era más importante la circuncisión que la resurrección de Jesús para ser librados del pecado, por ello Pablo va a enfatizar en esta epístola en la justificación por la fe.
Cuando Pablo menciona a los hermanos que están con él, lo hace con la idea que ellos noten que no solamente lo estaban atacando a él, sino a todos aquellos cristianos fieles.
Este extenso saludo es característico de Pablo, quien amaba profundamente a la Iglesia, y deseaba lo mejor para esta, y por ello pide al Señor que le dé su paz, algo que el mundo no puede dar, porque él mismo no tiene.
Hace mención de Jesús, el Ungido, que se dio a sí mismo para liberarnos. Recordemos que Pablo vive en una época en donde la esclavitud es algo normal, hubo un tiempo en que en Roma la población de esclavos era mucho mayor que la de los ciudadanos libres, por lo que el significado de la palabra “libertad” era muy reveladora.
Y como es de suponer, no podía faltar la expresión de alabanza a Dios por parte de Pablo, quien se encontraba agradecido por la libertad dada por medio del sacrificio expiatorio de Jesús.
2. Deserción de los Gálatas.
1.6-9 La exhortación de Pablo no se atrasa, sino que inmediatamente, después del saludo, sale a relucir. Notemos que, aunque si bien es cierto hay culpa de parte de los judaizantes, la llamada de atención es para los miembros de la Iglesia, no para ellos, ya que aunque los judaizantes iban propagando las mentiras de su doctrina, es culpa de los creyentes que decidieron alejarse voluntariamente de la sana doctrina. Da mucho pesar que hoy día la gran mayoría de los que se dicen ser cristianos, manejan una doctrina que no tiene nada que ver con la enseñanza bíblica, e incluso, los que creen que tienen la doctrina verdadera, al llegar a ciertos puntos que no le convienen, dejan de lado la enseñanza bíblica para no verse afectados; convirtiendo la fe en un teatro de tragicomedia que hace que las almas se alejen adoloridas.
La Iglesia en Galacia había sido fundada sobre las bases de la buena doctrina, pero rápidamente ellos dejaron de lado ese conocimiento para ir tras un mensaje diferente. Era un mensaje de otra clase, uno que en lugar de dar libertad, los regresaba a la esclavitud. Hoy hay algunos fanáticos que se hacen llamar “judíos mesiánicos” que no son ni más ni menos que estos mismos judaizantes, quienes procuran regresar a la Iglesia a los ritos y leyes que en lugar de producir gozo, asfixian a quienes los obedecen. Pero no solamente ellos son judaizantes, sino todos aquellos que añaden o quitan lo que dice el Evangelio y enseñan doctrinas perversas que anulan la eficacia de la sangre de Cristo.
Cuando escuchemos a alguien hablar de Dios y de sus asuntos, tomemos en cuenta si lo que dice esta persona está en armonía con el Evangelio puro que encontramos en la Biblia. Hoy hay muchas personas por la radio, televisión, en púlpitos, en las casas e incluso en las calles, que hablan de Dios, pero al analizar cuidadosamente lo que dicen, no podemos ver que tenga nada que ver lo que ellos hablan con la gloria de Dios, con la salvación, o con algún tema que edifique nuestra vida espiritual, más sí van dirigidos a inculcar en las mentes de sus oyentes la superstición, el temor y la ignorancia. El mensaje del Evangelio debe traernos libertad, no esclavitud.
El mensaje de los judaizantes era diferente por completo del mensaje que les había predicado Pablo. Ellos no aceptaban que los gentiles se convirtieran en hijos de Dios con solo obedecer al Evangelio, porque eso los ponía en el mismo nivel que los judíos que se creían hijos de Dios por el solo hecho de ser descendientes de Abraham, por lo que insisten en que si los gentiles querían ser salvos, también debían circuncidarse. Como este pensamiento iba en completa oposición a lo enseñado por Pablo, necesitaban dañar la reputación de este, por lo que atacan su ministerio.
No hay otro mensaje de Dios. Lo que estaban enseñando los judaizantes no era el mensaje de Dios, a pesar que ellos se basaban en la doctrina que encontramos en el Antiguo Testamento, porque su libertad era puesta en peligro y volvían a la esclavitud. De nuevo volvamos al ejemplo de los predicadores modernos: En la Iglesia de Cristo encontramos “cristianos musicales”, los de “una copa”, los “internacionales” o “bostonianos”, los “antis”, los de Forrest Park, los “liberales”, etc.; y parece que cada uno tiene su propio evangelio. Si a eso añadimos el evangelio de los pentecostales, el de los adventistas, bautistas, católicos, russellistas, etc., nos podemos volver locos, especialmente porque todos dicen ser los verdaderos cristianos. ¿Es esto posible? ¿Es correcto que cada persona adore a Dios de la manera que le gusta a él o ella? ¡Cada uno puede tener su propio Jesús, su propio Espíritu Santo, su propio plan de salvación?
La enseñanza de los judaizantes no nos libera del pecado, no nos brinda paz, no nos justifica, sino que nos lleva a la depresión, a la esclavitud; en lugar de darnos bendición, nos trae maldición. Esto hace que Pablo tenga que hacer énfasis en probar que la verdad del Evangelio no puede forzarse a estar de acuerdo con el error de los judaizantes, y a su vez con los errores doctrinales de hoy día. No acepta Pablo un acuerdo con los judaizantes para llegar a un punto neutro ni a una alternativa, sino que solo deja un camino abierto. O es ese, o no es ninguno.
Esta epístola ha sido malinterpretada por muchos que piensan que el Evangelio es una carta abierta al liberalismo y que nos permite hacer lo que queramos en la Iglesia. Han atacado la Ley como si toda estuviese equivocada, pero la Ley de Dios es justa, correcta, pero no es solo una, sino que hay dos: La Ley de Moisés y la Ley de Cristo. La primera nos llevaba a la esclavitud, porque nos obligaba a vivir de acuerdo a ritos y tradiciones, mientras que la segunda es la de la libertad, que nos deja adorar a Dios en espíritu y en verdad.
Cuando no entendemos esto, es cuando creemos que podemos hacer las cosas de acuerdo a nuestros gustos, pensando que a Dios tiene que gustarle lo que a nosotros nos gusta y entonces volvemos la teología en humanismo, la adoración a Dios por adoración al hombre. La enseñanza paulina nos dice que estamos bajo Ley: “La Ley del Espíritu de la vida me libró en Jesús el Ungido de la ley del pecado y de la muerte”[2]; “a los que están sin ley, como estando sin ley; como si yo estuviera sin ley, no que esté sin la Ley de Dios porque estoy en la Ley del Ungido; para que gane a los que están sin ley”[3]; “El que se inclina hacia la Ley completa, la de la libertad, y permanece y no es oidor olvidadizo, sino hacedor de la Ley, es afortunado”[4]. Martín Lutero no logró entender esto y creyó que Santiago se refería a la Ley de Moisés e ignoró que hablaba de la Ley de Cristo, cosa que hasta el día de hoy muchos religiosos siguen en completa ignorancia. Esto es lo que ha llevado que existan tantísimos grupos religiosos llenos de error doctrinal.
De ahí la advertencia: “Pero si alguno de nosotros o un mensajero del cielo, les declarara un mensaje diferente al que le declaramos a ustedes, sea maldito”. Para Pablo el asunto del mensaje era tan importante que incluso dice: “Aunque sea un ángel brillante quien les trae un mensaje, pero si este es diferente a este que les anunciamos antes, incluso si nosotros mismos venimos con algo diferente, porque los hombres somos seres cambiantes, este sea un maldito”, y para los antiguos decir maldito era decir intocable porque ni Dios lo quería. Me apena escuchar a tantos hoy decir que lo que dijo Pablo hay que leerlo con los lentes del siglo XXI porque él vivía en un siglo diferente al nuestro y que sus ideas están obsoletas, porque estos están malditos.
Pablo cita a los mensajeros celestiales para dejar en claro que ni siquiera las grandes mentes de su época tenían derecho de cambiar el mensaje que ya había sido anunciado, así que ¿quién autoriza a los hombres de hoy, aunque tengan muchos títulos y fama, a variar el mensaje del Evangelio?
La seriedad de este asunto se demuestra en la insistencia que da Pablo en el versículo 9.
3. El ministerio de Pablo.
1.10-24 Este es una pregunta que todos los que buscamos servir a Dios nos hemos hecho: ¿Debo seguir la corriente de los demás para estar bien con ellos u oponerme porque ellos no siguen la enseñanza bíblica? En mis más de treinta años como cristiano me he encontrado ante esta disyuntiva una y otra vez. Por un lado me encuentro que los que se dicen ser cristianos son buena gente, amigables, con muy buenos deseos, pero su doctrina no tiene nada que ver con lo que enseña la Biblia; y por otro lado, mi celo por la Palabra es tanto que no puedo aceptar que se le tergiverse. ¡Qué debo hacer? Me gustan esas personas y su compañía; pero me gusta más obedecer a Dios. Pablo dice, si me dejo guiar por los deseos de los hombres, no puedo ser más siervo de Dios porque mi misión fue dada por Él, y es a Él a quien debo obediencia, aunque eso vaya en contra de mis intereses.
Y es que el mensaje que predicaba Pablo, y nosotros los que amamos el Evangelio puro, no fue dado por el capricho de un hombre. ¡Qué triste ser seguidor de un ser humano falible! La naturaleza egoísta del ser humano le lleva a buscar su propia satisfacción y a complacer sus intereses, mientras que el mensaje de Dios es correcto.
Hay quienes piensan que el mensaje paulino fue un invento de este, pero cuando vemos cuidadosamente, hay cosas que dice en sus escritos que van en contra de sus propios intereses y le acusan a él mismo como ser humano. Otra cosa es lo que han hecho muchos religiosos que manipulan el Evangelio.
Pablo tenía la dicha de poder decir que su Maestro había sido el mismo Jesús por medio de revelación y este es el motivo por el cuan puede contarse entre los Enviados, ya que aunque no estuvo con los doce, el Señor le da un tratamiento diferente a Pablo, aunque él mismo no se sentía digno de ser llamado Enviado, aunque siempre estuvo dispuesto a defender su ministerio.
Los judaizantes se creían a sí mismos muy ortodoxos, pero Pablo podía hablar de ser un judío radical, de donde fue un ser sobresaliente, quien se había distinguido como cabecilla de los perseguidores de la Iglesia. Había sido un fariseo extremista lleno de tradiciones, incluso aquellas que iban en contra de las Escrituras del Antiguo Testamento; y es que el judaísmo y el cristianismo se repelen, por lo que los judíos mesiánicos son una contradicción.
Tradición es el conjunto de patrones culturales que una o varias generaciones hereda de las anteriores y, usualmente por estimarlos valiosos, trasmite a las siguientes[5]. Pablo había no solo aceptado las tradiciones de los padres, sino que era celoso en cumplirlas él y en buscar que los demás las cumplieran, aunque fuera a la fuerza. Por eso acudió a sus iguales, los líderes del judaísmo, que estuvieron dispuestos a darle carta abierta para que castigara a los que él consideraba culpables.
Pablo estaba ocupado en esto, pero no tomó en cuenta el pensamiento de Dios. En el momento en que Dios dispuso, iba a haber un cambio en Pablo. No fue algo que Pablo meditó o decidió, fue cuando Dios quiso. Llegó el momento en que Dios quiso llamar a Pablo, quien comprende que ya Dios, quien conoce todo, había visto desde la eternidad que él le sería un instrumento útil en la Iglesia[6].
Pablo fue llamado por Dios. No era un Enviado por los hombres, escogido por los otros Enviados o por la Iglesia, sino que Dios lo hizo por Su misericordia. ¿Nos hemos puesto a pensar que entre millones de espermatozoides, nosotros fuimos los que logramos alcanzar el óvulo de nuestra madre? ¿Qué habiendo miles de niños que mueren antes de alcanzar la edad escolar debido a maltrato y a enfermedades, nosotros logramos sobrevivir? ¿Qué cada día mueren hombres y mujeres jóvenes por accidentes, enfermedades, y un sinnúmero de causas y nosotros seguimos vivos? ¿A qué se debe esto? Solo a la misericordia de Dios.
Dios reveló a Jesucristo en Pablo para que contara a todos y les transportara de las tinieblas a la luz, para que fueran libertados de las cadenas de pecado[7]. Pablo no fue adoctrinado por los demás Enviados, ni por hombre alguno, sino que después de haber estado en Damasco, viajó a Arabia, en donde algunos suponen que estuvo meditando, pero si así fuera, la enseñanza de Pablo sería producto de su pensamiento, por lo que no es posible que fuese así, sino más bien, él pasó este tiempo recibiendo la revelación especial de Dios. Y después de esto, volvió a Damasco, porque a él no le urgía ir a ver a los demás Enviados, sino que esperó tres años.
Cuando Pablo viajó a Jerusalén, estuvo quince días con Pedro y ahí conoció a Jacobo, también llamado Santiago, el hermano de Jesús, hijo de María y José, diferente a su primo hermano Jacobo, el hermano de Juan. Pero en quince días es imposible comprender toda la doctrina cristiana, y mucho menos con una persona que tiene ideas preconcebidas acerca de la religión.
Después de esto, Pablo viajó a Siria y Cilicia. En Tarso fue encontrado por Bernabé, quien le llevó a Antioquía[8], por lo que nadie puede afirmar que Pablo fue ordenado por los Enviados, ni instruido por ellos.
[1] Hechos 9.5.
[2] Romanos 8.2.
[3] 1 Corintios 9.21.
[4] Santiago 1.25.
[5] Wikipedia. Tradición.
[6] Hechos 9.15.
[7] Hechos 26.16-18.
[8] Hechos 11.25.