Capítulo 11.
1. El
testimonio de la Iglesia primitiva.
a. El testimonio de la Iglesia de Antioquía.
11.19-30 Los discípulos originales se habían acostumbrados a la comodidad de Jerusalén, y es por ello que el Señor permite que venga la persecusión contra ellos, para que pudieran cumplir el mandato de esparcir la Palabra. Esta no era para exterminarla, sino por el contrario, le iba a hacer crecer.
El problema es que los creyentes que salían por la persecusión, en lugar de anunciar a todos el Evangelio, solo lo hacían a los judíos. Pero unos creyentes de Chipre y Cirene deciden hacer un cambio en esta situación.
Chipre es una isla del mar Mediterráneo, al sur de Turquía. Es la tercera isla mediterránea en tamaño, superada por Cerdeña y Sicilia. Se ubica a 480 kilómetros al este de Grecia, a 415 kilómetros al norte de Egipto, y 94 kilómetros al sur de Turquía. Tiene una superficie total de 9 250 kilómetros².
Chipre ha sido colonizada por diversas culturas a lo largo de su historia. La civilización micénica habría llegado cerca del 1 600 a.C., y posteriormente se establecieron colonias fenicias y griegas. El Faraón Tutmosis III de Egipto sometió la isla en el año 1 500 a.C., y la forzó a pagar tributos, lo que se mantuvo hasta que el dominio egipcio fue remplazado por el de los hititas en el siglo XIII a.C. Tras la invasión de los pueblos del mar, los aqueos-griegos se asentaron en la isla, actuando decididamente en la conformación de su identidad cultural. Los hebreos la llamaron isla Kittim.
Los asirios invadieron la isla en el año 800 a.C., hasta que el faraón Amasis reconquistó la isla en el año 600 a.C., para luego ser reemplazado por los persas tras la conquista de Egipto por parte de éstos. Salamina, la más poderosa de las distintas ciudades-reino de Chipre en esa época, se rebeló contra el dominio persa en el año 499 a.C., bajo el Rey Onisilos. Tanto esta rebelión, como los consiguientes intentos griegos de liberar Chipre, fracasaron; entre ellos los del Rey Evágoras de Salamina, en el año 345 a.C. No obstante, en el año 331 a.C., Alejandro Magno conquistó Chipre, quitándosela de los persas para reincluirla en el mundo helénico. La flota chipriota le ayudó a conquistar Fenicia.
Tras la muerte de Alejandro Magno, Chipre fue objeto de las rivalidades entre los generales que le sucedieron debido a su riqueza y estratégica situación, cayendo finalmente bajo el dominio de los Ptolomeos de Egipto. El Imperio romano, finalmente, se apoderó de la isla en el año 57 a.C[1].
Cirene fue una antigua ciudad griega en la actual Libia, la más importante de las cinco colonias griegas de la región, a la que dio el nombre de Cirenaica, utilizado todavía hoy en día. Está situada en el valle de Djebel Akhdar.
Cirene fue fundada por los griegos venidos de Tera, actual Santorini, siguiendo los consejos del Oráculo de Delfos, conducidos por Aristóteles de Tera sobre el 630 a.C. Bato después de fundar una colonia en un islote de la costa oriental de Cirenaica se trasladó al distrito de Azilirs, en tierra firme, donde los colonos estuvieron seis años hasta que hallaron un emplazamiento mejor en la región de Irasa donde fundó Cirene, más al interior, e inició la dinastía de los Batiadas que tuvo ocho reyes y un usurpador. La ciudad fue fundada en el territorio de la tribu libia de los asbistes y dominaba las tierras más fértiles y con agua. La fundación de la ciudad está explicada detalladamente en el libro IV de las Historias de Heródoto. La información del historiador de Halicarnaso ha sido atestiguada por el hallazgo de un texto epigráfico del siglo IV a.C., llamado Estela de los fundadores, que hace mención al nexo que unía Tera con Cirene.
Cirene se convirtió pronto en la ciudad principal de la región libia comprendida entre Egipto y Cartago, aumentando las relaciones comerciales con todas las ciudades griegas. El punto álgido de su prosperidad tuvo lugar bajo sus propios reyes en el siglo V a.C.
La colaboración con los libios fue intensa y produjo una mezcla importante. Heródoto dice que el nombre de Bato era una palabra libia que quería decir “rey”. Los libios estaban excluidos del poder político. Los Batiadas fundaron las colonias de Teucheira, Hespérides y después la Barca, que juntamente con la propia Cirene y su puerto, Apolonia, formó la original Pentápolis Libia.
Bato II invitó a los griegos a establecerse en la región y les dio tierras que le arrebató a los libios. Esto provocó la revuelta de los libios que pidieron ayuda al rey de Egipto, que envió un ejército, pero los egipcios fueron rechazados en la región de Irasa y derrotados completamente, lo que provocó indirectamente el derrocamiento del faraón egipcio Apries. Bajo el faraón Amasis, se estableció una alianza entre Cirene y Egipto y el rey se casó con Laódice, princesa Batiada.
El hijo de Bato II, Arcesilao II, gobernó como un tirano y provocó la revuelta de los griegos dirigidos por sus hermanos, que se establecieron en la Ciudad de Barca, y los libios se rebelaron. Para sofocar la rebelión murieron siete mil soldados. Su hermano Learco le mató y se proclamó rey, pero Bato III conseguió restaurar la línea legítima.
Los griegos de Cirene, bajo instrucciones del oráculo de Delfos, pidieron ayuda a Demonax de Mantinea que llegó a Cirene y estableció una nueva constitución que quitó el poder a los reyes dejándolos como figuras representativas, con funciones religiosas, pero conservando sus dominios privados; el poder político limitado a los descendientes de los colonos originales, fue ampliado al resto del pueblo griego que fueron divididos en tres tribus: Los therenios, con la clase baja libia agregada; los peloponesios y cretenses; los egeos; se creó un senado, cuyo presidente era el rey; la constitución tenía similitudes con la de Esparta y existían unos éforos y una policía de 300 hombres armados, similares a los Hippeis de Esparta.
A la muerte de Bato, hacia el 530 a.C., le sucedió su hijo Arcesilao III. Este rey tuvo buenas relaciones con la ciudad de Barca y se casó con la hija del rey Alazir de esta ciudad, pero junto con su madre Feretima, intentó derrocar la nueva constitución y fracasó habiendo de marchar al exilio, pero volvió al frente de un grupo de mercenarios y emigrantes procedentes de Jonia y entró en Cirene ejerciendo una cruel venganza sobre sus oponentes; para asegurar su poder envió una embajada a Menfis y se declaró vasallo de Cambises II de Persia, y se comprometió a pagarle un tributo anual y a hacerle un regalo; este regalo fue considerado insuficiente por el rey persa que tiró despectivamente a sus soldados. Arcesilao consideró que había roto las instrucciones del oráculo de Delfos, que le habían recomendado moderación en la victoria, y para cumplir los deseos divinos se retiró a Barca, gobernada por su suegro Alazir, pero en esta ciudad unos exiliados de Cirene, ayudados por un partido local, mataron a Arcesilao y a Alazir en la plaza del mercado. Feretima, la madre de Arcesilao, en venganza, pidió ayuda a Ariandes, sátrapa persa de Egipto, nombrado por Cambises II y que conservó el cargo bajo Darío I. El sátrapa reunió un fuerte ejército y una flota y envió una embajada a Barca preguntando quién o quiénes habían sido los asesinos, pero la gente de Barca asumió colectivamente la responsabilidad. Ariandes envió entonces el ejército y asedió la ciudad durante nueve meses, y finalmente los persas la ocuparon mediante una estratagema. Los ciudadanos sospechosos de simpatizar con el asesinato de los reyes fueron empalados y las murallas se llenaron de gente empalada y entre ellos los miembros de la dinastía Batiada de Barca, de los que se sospechaba eran culpables. Feretima, que había acompañado a los persas hasta Barca, volvió a Egipto con el ejército persa, pero murió de una enfermedad infecciosa.
De esta crisis salió la restauración de los Batiadas en Cirene, que puso fin a la constitución de Demonax y a sus instituciones. Reinaron entonces Bato IV el Bello, con un largo reinado, y después Arcesilao IV, cuya casta de caballos libios era célebre y que tenía tendencias tiránicas. Arcesilao quiso destruir a la nobleza local y basar su apoyo en un ejército mercenario. Cuando murió se proclamó la república y su hijo, Bato V, huyó a Hespérides donde fue asesinado y su cabeza tirada al mar como símbolo de la extinción de la dinastía.
Tras el 460 a.C., se convirtió en República. Del período republicano se sabe poco; se incrementó el número de tribus y se dieron nuevas tierras a los colonos; el partido democrático fue hegemónico y tuvo enfrentamientos con rivales políticos, lo que llevó al ejercicio de la tiranía por algunos, como Aristón y Nicócrates.
En 331 a.C., Cirene hizo un tratado con Alejandro Magno, por el que fue una dependencia autónoma de Macedonia, y a la muerte del rey, y después de un breve gobierno de Tibrón de Esparta, pasó al dominio de Ptolomeo I Sóter de Egipto.
Los Ptolomeos favorecieron el puerto de Cirene, Apolonia, por encima de la propia Cirene, que entró en decadencia. Finalmente la región fue una especie de reino lágida separado y a la muerte del rey en 95 a.C., fue legada por testamento a Roma. Las cinco ciudades de la región, y entre ellas Cirene, continuaron funcionando como repúblicas independientes, bajo protectorado romano, pero hubo luchas con otras ciudades y finalmente los romanos anexionaron el territorio y le convirtieron en provincia.
En tiempos del emperador romano Vespasiano, Cirene fue constituida en colonia romana con el nombre de Flavia Cirene.
Allí nacieron: Aristipo, médico y filósofo, fundador de una escuela; Carnéades, fundador de la Nueva Academia de Atenas, el poeta Calímaco, supuesto descendiente de la dinastía Batiada, y Sinesio, que fue obispo de Apolonia, Simón de Cirene, que ayudó a Jesús a cargar la cruz hacia el Calvario.
Las ruinas de la ciudad son importantes y permiten ver los restos de calles, acueductos, templos, teatros y tumbas, quedan también algunas esculturas y pinturas. La vía que unía Cirene con Apolonia aún se puede seguir.
Es posible que estos varones tuviesen conocimiento de lo que había pasado con Pedro en casa de Cornelio, y por ello se sintieron motivados a predicar el Evangelio. La predicación trajo sus frutos, y muchos se convierten de entre los griegos. La noticia de lo que está pasando en Antioquía llega rápidamente a Jerusalén, de donde mandan a Bernabé para que vea que todo se está haciendo según el orden. No podemos olvidar que Bernabé era natural de Chipre y era muy apreciado por todos.
Cuando Bernabé llega a Antioquía se encuentra con la Iglesia establecida correctamente, y su reacción es de regocijo, se goza al ver lo que está ocurriendo. Bernabé no estaba confundido por prejuicios, era un hombre lleno del Espíritu Santo y estaba dispuesto a permitir que el mover del Espíritu guiara a la Iglesia. Y ese mover, aunado con el buen testimonio de los creyentes, produjo que la Iglesia estuviese compuesta por una gran multitud.
Esta Iglesia en Antioquía es tan grande que Bernabé no puede hacer el trabajo solo, así que decide ir a Tarso, que estaba más cerca de Antioquía que de Jerusalén, además ahí estaba alguien que compartía ideales muy semejantas, aunque era un judío: Saulo.
Saulo se une a la aventura de Bernabé en Antioquía y se mantiene en esa ciudad por un año predicando, dándole forma a la Iglesia. Es en esta ciudad que se les llama a los creyentes “Cristianos” por primera vez. La palabra “Cristiano” significa “Cristo pequeño” o “Imitador de Cristo”, así que aunque quizá para los posibles autores de este “apodo” fuese algo insultante, los creyentes lo aceptaron de muy buena gana.
La tarea de los profetas no es precisamente el predecir el futuro, sino también anunciar la Voluntad de Dios.
Unos profetas viajaron desde Jerusalén hasta Antioquía y entre ellos iba Agabo, quien anunció una hambruna terrible, que llegaría en días del emperador Claudio. Tiberio Claudio César Augusto Germánico, que nació en Lyon el 1 de Agosto de 10 a.C., y murió en Roma el 13 de Octubre de 54 d.C., y fue un historiador y político romano, fue el cuarto emperador romano de la dinastía Julio-Claudia, y gobernó desde el 24 de Enero del año 41 hasta su muerte en el año 54. Nacido en Lugdunum, en la Galia, fue el primer emperador romano nacido fuera de la Península Itálica.
Permaneció apartado del poder por sus deficiencias físicas, cojera y tartamudez, hasta que su sobrino Calígula, tras convertirse en emperador, lo nombró cónsul y senador.
Su poca actuación en el terreno político que representaba su familia le sirvió para sobrevivir en las distintas conjuras que provocaron la caída de Tiberio y Calígula.
En esta última conjura, los pretorianos que asesinaron a su sobrino lo encontraron tras una cortina, donde se había escondido creyendo que lo iban a matar. Tras la muerte de Calígula, Claudio era el único hombre adulto de su familia. Este motivo, junto a su aparente debilidad y su inexperiencia política, hicieron que la guardia pretoriana lo proclamara emperador, pensando tal vez que sería un títere fácil de controlar.
Pese a sus fallas físicas, su falta de experiencia política y que lo considerasen tonto y padeciera complejos de inferioridad por causa de burlas desde su niñez y estigmatizado por su propia madre, Claudio fue un brillante estudiante, gobernante y estratega militar, además de ser querido por el pueblo y ser el hombre más poderoso del mundo conocido.
Su gobierno fue de gran prosperidad en la administración y en el terreno militar. Durante su reinado, las fronteras del Imperio romano se expandieron, produciéndose la conquista de Britania. El emperador se tomó un interés personal en el Derecho, presidiendo juicios públicos y llegando a promulgar veinte edictos al día.
En cualquier caso, se lo vio como un personaje vulnerable, especialmente entre la aristocracia. Claudio se vio obligado a defender constantemente su posición descubriendo sediciones, lo que se tradujo en la muerte de muchos senadores romanos.
Claudio también se enfrentó a serios reveses en su vida familiar, uno de los cuales podría haber supuesto su asesinato. Estos eventos dañaron su reputación entre los escritores antiguos, si bien los historiadores más recientes han revisado estas opiniones[2].
Nótese que Lucas escribió cuando ya la hambruna profetizada por Agabo se había cumplido, por lo que el cumplimiento de la profecía es indudable.
La respuesta de los cristianos de Antioquía deja ver su simpatía y empatía con aquellos a quienes ellos consideran sus padres espirituales, ya que rápidamente deciden recoger una colecta para enviar ayuda a Jerusalén. Ahora bien, notemos algo importante: Cuando se envía el donativo, no lo hacen a través de la Cruz Roja, la Comisión de Emergencias o ninguna otra entidad, sino que lo envían por medio de dos hermanos fieles directamente a las manos de los ancianos de la Iglesia. Era la Iglesia la que iba a distribuir la ayuda, primeramente para los miembros de la Iglesia. Hay quienes hoy día reparten la ayuda que envían otros hermanos entre los inconversos, pero esto no es bíblico.
[1] Wikipedia. Chipre.
[2] Wikipedia. Emperador Claudio.
a. El testimonio de la Iglesia de Antioquía.
11.19-30 Los discípulos originales se habían acostumbrados a la comodidad de Jerusalén, y es por ello que el Señor permite que venga la persecusión contra ellos, para que pudieran cumplir el mandato de esparcir la Palabra. Esta no era para exterminarla, sino por el contrario, le iba a hacer crecer.
El problema es que los creyentes que salían por la persecusión, en lugar de anunciar a todos el Evangelio, solo lo hacían a los judíos. Pero unos creyentes de Chipre y Cirene deciden hacer un cambio en esta situación.
Chipre es una isla del mar Mediterráneo, al sur de Turquía. Es la tercera isla mediterránea en tamaño, superada por Cerdeña y Sicilia. Se ubica a 480 kilómetros al este de Grecia, a 415 kilómetros al norte de Egipto, y 94 kilómetros al sur de Turquía. Tiene una superficie total de 9 250 kilómetros².
Chipre ha sido colonizada por diversas culturas a lo largo de su historia. La civilización micénica habría llegado cerca del 1 600 a.C., y posteriormente se establecieron colonias fenicias y griegas. El Faraón Tutmosis III de Egipto sometió la isla en el año 1 500 a.C., y la forzó a pagar tributos, lo que se mantuvo hasta que el dominio egipcio fue remplazado por el de los hititas en el siglo XIII a.C. Tras la invasión de los pueblos del mar, los aqueos-griegos se asentaron en la isla, actuando decididamente en la conformación de su identidad cultural. Los hebreos la llamaron isla Kittim.
Los asirios invadieron la isla en el año 800 a.C., hasta que el faraón Amasis reconquistó la isla en el año 600 a.C., para luego ser reemplazado por los persas tras la conquista de Egipto por parte de éstos. Salamina, la más poderosa de las distintas ciudades-reino de Chipre en esa época, se rebeló contra el dominio persa en el año 499 a.C., bajo el Rey Onisilos. Tanto esta rebelión, como los consiguientes intentos griegos de liberar Chipre, fracasaron; entre ellos los del Rey Evágoras de Salamina, en el año 345 a.C. No obstante, en el año 331 a.C., Alejandro Magno conquistó Chipre, quitándosela de los persas para reincluirla en el mundo helénico. La flota chipriota le ayudó a conquistar Fenicia.
Tras la muerte de Alejandro Magno, Chipre fue objeto de las rivalidades entre los generales que le sucedieron debido a su riqueza y estratégica situación, cayendo finalmente bajo el dominio de los Ptolomeos de Egipto. El Imperio romano, finalmente, se apoderó de la isla en el año 57 a.C[1].
Cirene fue una antigua ciudad griega en la actual Libia, la más importante de las cinco colonias griegas de la región, a la que dio el nombre de Cirenaica, utilizado todavía hoy en día. Está situada en el valle de Djebel Akhdar.
Cirene fue fundada por los griegos venidos de Tera, actual Santorini, siguiendo los consejos del Oráculo de Delfos, conducidos por Aristóteles de Tera sobre el 630 a.C. Bato después de fundar una colonia en un islote de la costa oriental de Cirenaica se trasladó al distrito de Azilirs, en tierra firme, donde los colonos estuvieron seis años hasta que hallaron un emplazamiento mejor en la región de Irasa donde fundó Cirene, más al interior, e inició la dinastía de los Batiadas que tuvo ocho reyes y un usurpador. La ciudad fue fundada en el territorio de la tribu libia de los asbistes y dominaba las tierras más fértiles y con agua. La fundación de la ciudad está explicada detalladamente en el libro IV de las Historias de Heródoto. La información del historiador de Halicarnaso ha sido atestiguada por el hallazgo de un texto epigráfico del siglo IV a.C., llamado Estela de los fundadores, que hace mención al nexo que unía Tera con Cirene.
Cirene se convirtió pronto en la ciudad principal de la región libia comprendida entre Egipto y Cartago, aumentando las relaciones comerciales con todas las ciudades griegas. El punto álgido de su prosperidad tuvo lugar bajo sus propios reyes en el siglo V a.C.
La colaboración con los libios fue intensa y produjo una mezcla importante. Heródoto dice que el nombre de Bato era una palabra libia que quería decir “rey”. Los libios estaban excluidos del poder político. Los Batiadas fundaron las colonias de Teucheira, Hespérides y después la Barca, que juntamente con la propia Cirene y su puerto, Apolonia, formó la original Pentápolis Libia.
Bato II invitó a los griegos a establecerse en la región y les dio tierras que le arrebató a los libios. Esto provocó la revuelta de los libios que pidieron ayuda al rey de Egipto, que envió un ejército, pero los egipcios fueron rechazados en la región de Irasa y derrotados completamente, lo que provocó indirectamente el derrocamiento del faraón egipcio Apries. Bajo el faraón Amasis, se estableció una alianza entre Cirene y Egipto y el rey se casó con Laódice, princesa Batiada.
El hijo de Bato II, Arcesilao II, gobernó como un tirano y provocó la revuelta de los griegos dirigidos por sus hermanos, que se establecieron en la Ciudad de Barca, y los libios se rebelaron. Para sofocar la rebelión murieron siete mil soldados. Su hermano Learco le mató y se proclamó rey, pero Bato III conseguió restaurar la línea legítima.
Los griegos de Cirene, bajo instrucciones del oráculo de Delfos, pidieron ayuda a Demonax de Mantinea que llegó a Cirene y estableció una nueva constitución que quitó el poder a los reyes dejándolos como figuras representativas, con funciones religiosas, pero conservando sus dominios privados; el poder político limitado a los descendientes de los colonos originales, fue ampliado al resto del pueblo griego que fueron divididos en tres tribus: Los therenios, con la clase baja libia agregada; los peloponesios y cretenses; los egeos; se creó un senado, cuyo presidente era el rey; la constitución tenía similitudes con la de Esparta y existían unos éforos y una policía de 300 hombres armados, similares a los Hippeis de Esparta.
A la muerte de Bato, hacia el 530 a.C., le sucedió su hijo Arcesilao III. Este rey tuvo buenas relaciones con la ciudad de Barca y se casó con la hija del rey Alazir de esta ciudad, pero junto con su madre Feretima, intentó derrocar la nueva constitución y fracasó habiendo de marchar al exilio, pero volvió al frente de un grupo de mercenarios y emigrantes procedentes de Jonia y entró en Cirene ejerciendo una cruel venganza sobre sus oponentes; para asegurar su poder envió una embajada a Menfis y se declaró vasallo de Cambises II de Persia, y se comprometió a pagarle un tributo anual y a hacerle un regalo; este regalo fue considerado insuficiente por el rey persa que tiró despectivamente a sus soldados. Arcesilao consideró que había roto las instrucciones del oráculo de Delfos, que le habían recomendado moderación en la victoria, y para cumplir los deseos divinos se retiró a Barca, gobernada por su suegro Alazir, pero en esta ciudad unos exiliados de Cirene, ayudados por un partido local, mataron a Arcesilao y a Alazir en la plaza del mercado. Feretima, la madre de Arcesilao, en venganza, pidió ayuda a Ariandes, sátrapa persa de Egipto, nombrado por Cambises II y que conservó el cargo bajo Darío I. El sátrapa reunió un fuerte ejército y una flota y envió una embajada a Barca preguntando quién o quiénes habían sido los asesinos, pero la gente de Barca asumió colectivamente la responsabilidad. Ariandes envió entonces el ejército y asedió la ciudad durante nueve meses, y finalmente los persas la ocuparon mediante una estratagema. Los ciudadanos sospechosos de simpatizar con el asesinato de los reyes fueron empalados y las murallas se llenaron de gente empalada y entre ellos los miembros de la dinastía Batiada de Barca, de los que se sospechaba eran culpables. Feretima, que había acompañado a los persas hasta Barca, volvió a Egipto con el ejército persa, pero murió de una enfermedad infecciosa.
De esta crisis salió la restauración de los Batiadas en Cirene, que puso fin a la constitución de Demonax y a sus instituciones. Reinaron entonces Bato IV el Bello, con un largo reinado, y después Arcesilao IV, cuya casta de caballos libios era célebre y que tenía tendencias tiránicas. Arcesilao quiso destruir a la nobleza local y basar su apoyo en un ejército mercenario. Cuando murió se proclamó la república y su hijo, Bato V, huyó a Hespérides donde fue asesinado y su cabeza tirada al mar como símbolo de la extinción de la dinastía.
Tras el 460 a.C., se convirtió en República. Del período republicano se sabe poco; se incrementó el número de tribus y se dieron nuevas tierras a los colonos; el partido democrático fue hegemónico y tuvo enfrentamientos con rivales políticos, lo que llevó al ejercicio de la tiranía por algunos, como Aristón y Nicócrates.
En 331 a.C., Cirene hizo un tratado con Alejandro Magno, por el que fue una dependencia autónoma de Macedonia, y a la muerte del rey, y después de un breve gobierno de Tibrón de Esparta, pasó al dominio de Ptolomeo I Sóter de Egipto.
Los Ptolomeos favorecieron el puerto de Cirene, Apolonia, por encima de la propia Cirene, que entró en decadencia. Finalmente la región fue una especie de reino lágida separado y a la muerte del rey en 95 a.C., fue legada por testamento a Roma. Las cinco ciudades de la región, y entre ellas Cirene, continuaron funcionando como repúblicas independientes, bajo protectorado romano, pero hubo luchas con otras ciudades y finalmente los romanos anexionaron el territorio y le convirtieron en provincia.
En tiempos del emperador romano Vespasiano, Cirene fue constituida en colonia romana con el nombre de Flavia Cirene.
Allí nacieron: Aristipo, médico y filósofo, fundador de una escuela; Carnéades, fundador de la Nueva Academia de Atenas, el poeta Calímaco, supuesto descendiente de la dinastía Batiada, y Sinesio, que fue obispo de Apolonia, Simón de Cirene, que ayudó a Jesús a cargar la cruz hacia el Calvario.
Las ruinas de la ciudad son importantes y permiten ver los restos de calles, acueductos, templos, teatros y tumbas, quedan también algunas esculturas y pinturas. La vía que unía Cirene con Apolonia aún se puede seguir.
Es posible que estos varones tuviesen conocimiento de lo que había pasado con Pedro en casa de Cornelio, y por ello se sintieron motivados a predicar el Evangelio. La predicación trajo sus frutos, y muchos se convierten de entre los griegos. La noticia de lo que está pasando en Antioquía llega rápidamente a Jerusalén, de donde mandan a Bernabé para que vea que todo se está haciendo según el orden. No podemos olvidar que Bernabé era natural de Chipre y era muy apreciado por todos.
Cuando Bernabé llega a Antioquía se encuentra con la Iglesia establecida correctamente, y su reacción es de regocijo, se goza al ver lo que está ocurriendo. Bernabé no estaba confundido por prejuicios, era un hombre lleno del Espíritu Santo y estaba dispuesto a permitir que el mover del Espíritu guiara a la Iglesia. Y ese mover, aunado con el buen testimonio de los creyentes, produjo que la Iglesia estuviese compuesta por una gran multitud.
Esta Iglesia en Antioquía es tan grande que Bernabé no puede hacer el trabajo solo, así que decide ir a Tarso, que estaba más cerca de Antioquía que de Jerusalén, además ahí estaba alguien que compartía ideales muy semejantas, aunque era un judío: Saulo.
Saulo se une a la aventura de Bernabé en Antioquía y se mantiene en esa ciudad por un año predicando, dándole forma a la Iglesia. Es en esta ciudad que se les llama a los creyentes “Cristianos” por primera vez. La palabra “Cristiano” significa “Cristo pequeño” o “Imitador de Cristo”, así que aunque quizá para los posibles autores de este “apodo” fuese algo insultante, los creyentes lo aceptaron de muy buena gana.
La tarea de los profetas no es precisamente el predecir el futuro, sino también anunciar la Voluntad de Dios.
Unos profetas viajaron desde Jerusalén hasta Antioquía y entre ellos iba Agabo, quien anunció una hambruna terrible, que llegaría en días del emperador Claudio. Tiberio Claudio César Augusto Germánico, que nació en Lyon el 1 de Agosto de 10 a.C., y murió en Roma el 13 de Octubre de 54 d.C., y fue un historiador y político romano, fue el cuarto emperador romano de la dinastía Julio-Claudia, y gobernó desde el 24 de Enero del año 41 hasta su muerte en el año 54. Nacido en Lugdunum, en la Galia, fue el primer emperador romano nacido fuera de la Península Itálica.
Permaneció apartado del poder por sus deficiencias físicas, cojera y tartamudez, hasta que su sobrino Calígula, tras convertirse en emperador, lo nombró cónsul y senador.
Su poca actuación en el terreno político que representaba su familia le sirvió para sobrevivir en las distintas conjuras que provocaron la caída de Tiberio y Calígula.
En esta última conjura, los pretorianos que asesinaron a su sobrino lo encontraron tras una cortina, donde se había escondido creyendo que lo iban a matar. Tras la muerte de Calígula, Claudio era el único hombre adulto de su familia. Este motivo, junto a su aparente debilidad y su inexperiencia política, hicieron que la guardia pretoriana lo proclamara emperador, pensando tal vez que sería un títere fácil de controlar.
Pese a sus fallas físicas, su falta de experiencia política y que lo considerasen tonto y padeciera complejos de inferioridad por causa de burlas desde su niñez y estigmatizado por su propia madre, Claudio fue un brillante estudiante, gobernante y estratega militar, además de ser querido por el pueblo y ser el hombre más poderoso del mundo conocido.
Su gobierno fue de gran prosperidad en la administración y en el terreno militar. Durante su reinado, las fronteras del Imperio romano se expandieron, produciéndose la conquista de Britania. El emperador se tomó un interés personal en el Derecho, presidiendo juicios públicos y llegando a promulgar veinte edictos al día.
En cualquier caso, se lo vio como un personaje vulnerable, especialmente entre la aristocracia. Claudio se vio obligado a defender constantemente su posición descubriendo sediciones, lo que se tradujo en la muerte de muchos senadores romanos.
Claudio también se enfrentó a serios reveses en su vida familiar, uno de los cuales podría haber supuesto su asesinato. Estos eventos dañaron su reputación entre los escritores antiguos, si bien los historiadores más recientes han revisado estas opiniones[2].
Nótese que Lucas escribió cuando ya la hambruna profetizada por Agabo se había cumplido, por lo que el cumplimiento de la profecía es indudable.
La respuesta de los cristianos de Antioquía deja ver su simpatía y empatía con aquellos a quienes ellos consideran sus padres espirituales, ya que rápidamente deciden recoger una colecta para enviar ayuda a Jerusalén. Ahora bien, notemos algo importante: Cuando se envía el donativo, no lo hacen a través de la Cruz Roja, la Comisión de Emergencias o ninguna otra entidad, sino que lo envían por medio de dos hermanos fieles directamente a las manos de los ancianos de la Iglesia. Era la Iglesia la que iba a distribuir la ayuda, primeramente para los miembros de la Iglesia. Hay quienes hoy día reparten la ayuda que envían otros hermanos entre los inconversos, pero esto no es bíblico.
[1] Wikipedia. Chipre.
[2] Wikipedia. Emperador Claudio.