16. 12.44-50 Jesús
habló de manera clara y fuerte. Había unos gobernantes que creían en Él, pero
tenían temor de los fariseos, en lugar de tener temor de Dios. Jesús, en
cambio, no tenía temor de nadie y por eso podía gritar la verdad de Dios
delante de todos, incluso de los que querían matarle.
Jesús presenta cinco verdades en este pasaje:
a. “El que cree en mí, no está creyendo solo en mí, sino en el que me ha enviado”. Él es igual que el Padre.
b. “Yo, la luz, he venido al mundo”. Él es la Luz del mundo.
c. “…porque no vine al mundo para juzgar, sino para que el mundo pueda ser libre”. En su primera venida, no vino para juzgar, sino para liberar, para salvar.
d. “…la palabra que hablé, ella le juzgará en el último día”. Seremos juzgados de acuerdo a las enseñanzas de Jesús.
e. “…yo estoy hablando según como me ha dicho el Padre…”. La enseñanza de Jesús provenía directamente del Padre[1] y es como un resumen de lo que Jesús había enseñado: (1) es igual al Padre; (2) es la Luz del Padre.
Los russellistas tratan de poner a Jesús en un nivel más bajo que el Padre, pero el mismo Jesús dejó en claro que Él y el Padre son iguales. Creer en Jesús es creer en el Padre; ver a Jesús era lo mismo que ver al Padre, oír a Jesús es igual que oír al Padre.
¿Por qué Satanás podía manifestarse de la manera en que lo hacía en el pasado y ahora no? Simplemente porque el mundo estaba en tinieblas, en la oscuridad, más cuando Cristo, la luz, vino al mundo, la verdad de Dios fue revelada y fue puesta al alcance de todo aquel que quiera ser salvo. El mundo no tenía esperanza, por lo que Satanás podía gobernar a su antojo, pero Cristo derrotó a Satanás y la puerta para ser salvo quedó abierta de par en par.
Hay quienes dicen que Dios no condenará al mundo porque Él es amor, y no se equivocan, el mundo se ha condenado a sí mismo porque no ha querido oír el consejo de Dios. La misión de Jesús no era condenar, sino de brindar la oportunidad al hombre para ser salvo, pero esta oportunidad de salvación llega a ser de la misma manera la condenación del mundo, porque es como el que ingiere veneno y teniendo el antídoto a mano decide no tomarlo porque está esperando alguna otra solución. ¿Podrá culpar al antídoto por no haber hecho efecto? Por supuesto que no, el único culpable es él.
El aceptar a Cristo no es solamente decir que ya se es cristiano, sino que se debe vivir de acuerdo a las enseñanzas de Jesús. Por eso, tristemente podemos decir que no hay tantos cristianos en el mundo, porque a pesar que los lugares de reunión se llenan los domingos, el resto de la semana no es posible diferenciar a esos “cristianos” de los mundanos.
Hay quienes acusan a la Iglesia y a la Biblia de ser extremistas y poco humanitarias, ya que señalan el pecado, pero en realidad los que se condenan a sí mismos son los que a pesar de escuchar el señalamiento que hacen tanto la Iglesia como la Biblia del pecado, prefieren vivir en él. El día del Juicio nadie podrá decir que le están condenando por culpa de los líderes religiosos, o de los demás, sino que cada cual será condenado de acuerdo a lo que decidió en vida: Obedecer la Palabra de Dios o rechazarla.
[1] Juan 12.44-50.
Jesús presenta cinco verdades en este pasaje:
a. “El que cree en mí, no está creyendo solo en mí, sino en el que me ha enviado”. Él es igual que el Padre.
b. “Yo, la luz, he venido al mundo”. Él es la Luz del mundo.
c. “…porque no vine al mundo para juzgar, sino para que el mundo pueda ser libre”. En su primera venida, no vino para juzgar, sino para liberar, para salvar.
d. “…la palabra que hablé, ella le juzgará en el último día”. Seremos juzgados de acuerdo a las enseñanzas de Jesús.
e. “…yo estoy hablando según como me ha dicho el Padre…”. La enseñanza de Jesús provenía directamente del Padre[1] y es como un resumen de lo que Jesús había enseñado: (1) es igual al Padre; (2) es la Luz del Padre.
Los russellistas tratan de poner a Jesús en un nivel más bajo que el Padre, pero el mismo Jesús dejó en claro que Él y el Padre son iguales. Creer en Jesús es creer en el Padre; ver a Jesús era lo mismo que ver al Padre, oír a Jesús es igual que oír al Padre.
¿Por qué Satanás podía manifestarse de la manera en que lo hacía en el pasado y ahora no? Simplemente porque el mundo estaba en tinieblas, en la oscuridad, más cuando Cristo, la luz, vino al mundo, la verdad de Dios fue revelada y fue puesta al alcance de todo aquel que quiera ser salvo. El mundo no tenía esperanza, por lo que Satanás podía gobernar a su antojo, pero Cristo derrotó a Satanás y la puerta para ser salvo quedó abierta de par en par.
Hay quienes dicen que Dios no condenará al mundo porque Él es amor, y no se equivocan, el mundo se ha condenado a sí mismo porque no ha querido oír el consejo de Dios. La misión de Jesús no era condenar, sino de brindar la oportunidad al hombre para ser salvo, pero esta oportunidad de salvación llega a ser de la misma manera la condenación del mundo, porque es como el que ingiere veneno y teniendo el antídoto a mano decide no tomarlo porque está esperando alguna otra solución. ¿Podrá culpar al antídoto por no haber hecho efecto? Por supuesto que no, el único culpable es él.
El aceptar a Cristo no es solamente decir que ya se es cristiano, sino que se debe vivir de acuerdo a las enseñanzas de Jesús. Por eso, tristemente podemos decir que no hay tantos cristianos en el mundo, porque a pesar que los lugares de reunión se llenan los domingos, el resto de la semana no es posible diferenciar a esos “cristianos” de los mundanos.
Hay quienes acusan a la Iglesia y a la Biblia de ser extremistas y poco humanitarias, ya que señalan el pecado, pero en realidad los que se condenan a sí mismos son los que a pesar de escuchar el señalamiento que hacen tanto la Iglesia como la Biblia del pecado, prefieren vivir en él. El día del Juicio nadie podrá decir que le están condenando por culpa de los líderes religiosos, o de los demás, sino que cada cual será condenado de acuerdo a lo que decidió en vida: Obedecer la Palabra de Dios o rechazarla.
[1] Juan 12.44-50.