2. 18.13-14 Comienza
de esta manera el falso juicio de Jesús[1].
Primero es llevado ante Anás, hijo de Set, quien había sido nombrado sumo
sacerdote por Cirenio en el año 6 d.C., y depuesto por los romanos en 15 d.C.
Su deposición no tuvo valor para los judíos, por una de las tres siguientes
razones: Primero, si bien los romanos deponían a los sumos sacerdotes y
designaban a otros en su lugar, los judíos consideraban que el cargo era
vitalicio. La Misná dice: “El sumo
sacerdote en actividad difiere del sacerdote que ha terminado su sumo
sacerdocio únicamente en el novillo que se ofrece en el día de expiación y la
décima parte del efa”[2].
Segundo, el título de “sumo sacerdote” se da en Hechos y en Josefo a miembros
de las pocas familias sacerdotales de las que provenía la mayoría de los sumos
sacerdotes, como también a los que ejercían el oficio como sacerdotal. Tercero,
Anás tuvo gran influencia personal ante sucesivos sumos sacerdotes. Por su gran
influencia, Anás consiguió que tras él obtuvieran el sumo sacerdocio sus cinco
hijos y su yerno Caifás. Por esta razón, aunque Caifás era el sumo sacerdote
oficial al principio del ministerio de Juan el Bautista[3],
Anás se reconocía juntamente con él. Anás intervino en el proceso de
Jesucristo, realizando un interrogatorio previo en su casa, y aquí de nuevo se
le considera como sumo sacerdote a pesar de la identificación de Caifás como
tal[4].
Por otro lado, Caifás ya había juzgado y condenado a Jesús. José, llamado Caifás, que es un sobrenombre de significado desconocido, fue sumo sacerdote del 18 al 36 d.C., desde que el procurador Valerio Grato lo nombró sumo sacerdote y fue depuesto por Vitelio, gobernador de Siria. Juan el Bautista inició su ministerio en la época de Caifás. Después de la resurrección de Lázaro, Caifás recomendó al sanedrín la muerte de Jesucristo, en beneficio de la nación, sin darse cuenta de lo profético de sus palabras. Era yerno de Anás, y parece haber trabajado en estrecha colaboración con él. Fue en el patio de Caifás donde los líderes judíos acordaron prender a Jesús. Fue allí también, después de la interrogación de Anás[5], donde enjuiciaron y condenaron a Jesús[6].
El juicio que se le realizó a Jesús no era legal por las mismas leyes del Sanedrín, que debían juzgar crímenes capitales solamente de día, no de noche; no debía haber tal juicio durante alguna fiesta; no debía terminar el juicio en una sola sesión, no terminarlo el mismo día a menos que el acusado fuera juzgado como inocente y antes de juzgar se debía presentar toda la evidencia para establecer la inocencia del acusado.
3. 18.15-16 En los cuatro escritos del Evangelio encontramos el testimonio que Pedro siguió a Jesús, lo que le da a él y a Juan un voto de su fe y confianza en Jesús, mientras los demás discípulos se fueron a esconder. El problema es que Pedro siguió a Jesús “de lejos”[7], tal y como hacen muchos cristianos que aunque saben quién es Jesús, prefieren no identificarse como cristianos por temor a las burlas y a las críticas.
Juan iba delante de Pedro, por lo que pudo entrar fácilmente. Pedro se quedó rezagado y cuando llegó a la casa del Sumo Sacerdote, ya habían cerrado las puertas, por lo que Juan tiene que intervenir para que le dejen entrar.
4. 18.17-18 Pedro ya había entrado, gracias a la intervención de Juan, que era conocido en la casa del Sumo Sacerdote y posiblemente se sabía que era discípulo de Jesús, así que no había ningún riesgo para ninguno de los dos. A pesar de eso, Pedro está tan atemorizado que no dudó en negar ser discípulo de Jesús.
A pesar que este relato se desarrolla en una zona caliente, esa noche hacía tanto frío que los esclavos y los ayudantes deben juntar carbones y hacer un fuego para calentarse, y Pedro aprovecha esto para calentarse también, convirtiéndose en solo un espectador.
5. 18.19-24 Anás fue el primero en interrogar a Jesús, actuando como Sumo Sacerdote. Anás pregunta por los discípulos, quizá pensando si era necesario arrestarles también; y aunque no sabemos qué preguntó sobre la doctrina, sabemos que él estaba bien informado pues mantenía sus espías cerca de Jesús. Es probable que sus preguntas se dirigieran más bien a buscar algún error en las respuestas de Jesús para poder tener algún fundamento para la acusación. Pero Jesús se mantiene sereno en esto, sin responder nada de sus discípulos, porque no quería involucrarlos. Pero si disparó a Anás con una verdad.
Jesús no tenía nada en la oscuridad, tal como hacían los sacerdotes y fariseos, quienes se escondían en el Templo para tramar sus maldades. Hay quienes han conformado sociedades “cristianas” secretas y tienen sus códigos y señales que solo algunos entienden, pero en Jesús no hay cosas escondidas, ¡cualquiera puede comprender el Evangelio!
Jesús responde con una pregunta: “¿Por qué me preguntas?” Ahí estaban todos los que le habían oído, entre ellos los espías de los sacerdotes.
Ante la respuesta de Jesús, uno de los ayudantes, quizá pensando en un ascenso, no se contuvo para pegar a Jesús una bofetada, y le pregunta: “¿Así respondes al sumo sacerdote?”, ya que las palabras de Jesús habían dejado en claro la hipocresía del Sumo Sacerdote, comenzando con esta, las agresiones físicas contra Jesús.
Jesús se defiende pidiendo a este hombre que le demuestre en qué pecó, ya que lo que estaba haciendo era ilegal porque no se había hecho ninguna acusación en su contra. Esto, la ilegalidad de la acción del ayudante, promueve que se acabe el interrogatorio inicial y Jesús es enviado a Caifás, el Sumo Sacerdote puesto por los romanos.
[1] Hechos 8.33.
[2] Horayoth 3. 4
[3] Lucas 3.2.
[4] Diccionario Nelson. Diccionario Certeza. Anás.
[5] Mateo 26.57-68.
[6] Diccionario Certeza. Diccionario Nelson. Caifás.
[7] Mateo 26.58.
Por otro lado, Caifás ya había juzgado y condenado a Jesús. José, llamado Caifás, que es un sobrenombre de significado desconocido, fue sumo sacerdote del 18 al 36 d.C., desde que el procurador Valerio Grato lo nombró sumo sacerdote y fue depuesto por Vitelio, gobernador de Siria. Juan el Bautista inició su ministerio en la época de Caifás. Después de la resurrección de Lázaro, Caifás recomendó al sanedrín la muerte de Jesucristo, en beneficio de la nación, sin darse cuenta de lo profético de sus palabras. Era yerno de Anás, y parece haber trabajado en estrecha colaboración con él. Fue en el patio de Caifás donde los líderes judíos acordaron prender a Jesús. Fue allí también, después de la interrogación de Anás[5], donde enjuiciaron y condenaron a Jesús[6].
El juicio que se le realizó a Jesús no era legal por las mismas leyes del Sanedrín, que debían juzgar crímenes capitales solamente de día, no de noche; no debía haber tal juicio durante alguna fiesta; no debía terminar el juicio en una sola sesión, no terminarlo el mismo día a menos que el acusado fuera juzgado como inocente y antes de juzgar se debía presentar toda la evidencia para establecer la inocencia del acusado.
3. 18.15-16 En los cuatro escritos del Evangelio encontramos el testimonio que Pedro siguió a Jesús, lo que le da a él y a Juan un voto de su fe y confianza en Jesús, mientras los demás discípulos se fueron a esconder. El problema es que Pedro siguió a Jesús “de lejos”[7], tal y como hacen muchos cristianos que aunque saben quién es Jesús, prefieren no identificarse como cristianos por temor a las burlas y a las críticas.
Juan iba delante de Pedro, por lo que pudo entrar fácilmente. Pedro se quedó rezagado y cuando llegó a la casa del Sumo Sacerdote, ya habían cerrado las puertas, por lo que Juan tiene que intervenir para que le dejen entrar.
4. 18.17-18 Pedro ya había entrado, gracias a la intervención de Juan, que era conocido en la casa del Sumo Sacerdote y posiblemente se sabía que era discípulo de Jesús, así que no había ningún riesgo para ninguno de los dos. A pesar de eso, Pedro está tan atemorizado que no dudó en negar ser discípulo de Jesús.
A pesar que este relato se desarrolla en una zona caliente, esa noche hacía tanto frío que los esclavos y los ayudantes deben juntar carbones y hacer un fuego para calentarse, y Pedro aprovecha esto para calentarse también, convirtiéndose en solo un espectador.
5. 18.19-24 Anás fue el primero en interrogar a Jesús, actuando como Sumo Sacerdote. Anás pregunta por los discípulos, quizá pensando si era necesario arrestarles también; y aunque no sabemos qué preguntó sobre la doctrina, sabemos que él estaba bien informado pues mantenía sus espías cerca de Jesús. Es probable que sus preguntas se dirigieran más bien a buscar algún error en las respuestas de Jesús para poder tener algún fundamento para la acusación. Pero Jesús se mantiene sereno en esto, sin responder nada de sus discípulos, porque no quería involucrarlos. Pero si disparó a Anás con una verdad.
Jesús no tenía nada en la oscuridad, tal como hacían los sacerdotes y fariseos, quienes se escondían en el Templo para tramar sus maldades. Hay quienes han conformado sociedades “cristianas” secretas y tienen sus códigos y señales que solo algunos entienden, pero en Jesús no hay cosas escondidas, ¡cualquiera puede comprender el Evangelio!
Jesús responde con una pregunta: “¿Por qué me preguntas?” Ahí estaban todos los que le habían oído, entre ellos los espías de los sacerdotes.
Ante la respuesta de Jesús, uno de los ayudantes, quizá pensando en un ascenso, no se contuvo para pegar a Jesús una bofetada, y le pregunta: “¿Así respondes al sumo sacerdote?”, ya que las palabras de Jesús habían dejado en claro la hipocresía del Sumo Sacerdote, comenzando con esta, las agresiones físicas contra Jesús.
Jesús se defiende pidiendo a este hombre que le demuestre en qué pecó, ya que lo que estaba haciendo era ilegal porque no se había hecho ninguna acusación en su contra. Esto, la ilegalidad de la acción del ayudante, promueve que se acabe el interrogatorio inicial y Jesús es enviado a Caifás, el Sumo Sacerdote puesto por los romanos.
[1] Hechos 8.33.
[2] Horayoth 3. 4
[3] Lucas 3.2.
[4] Diccionario Nelson. Diccionario Certeza. Anás.
[5] Mateo 26.57-68.
[6] Diccionario Certeza. Diccionario Nelson. Caifás.
[7] Mateo 26.58.