Capítulo 18
Terminó la actividad en el aposento donde celebraron la Pascua, y ¡qué
manera de acabar! La oración sacerdotal de Jesús es toda una obra maestra de la
oratoria. Me imagino que los discípulos se encontraban conmovidos hasta la
médula con esta oración que su Maestro había hecho.
1. 18.1-12 Al torrente Cedrón se llama también en la Biblia el “Valle de Josafat”. Separa la parte vieja de Jerusalén del Monte de los Olivos, se caracteriza por su paisaje áspero y singular, al que da su típico aspecto una pedregosa y áspera colina punteada solo por unos pocos olivos y uno que otro matojo de hierbas. En sus laderas se encuentran los cementerios judío y musulmán. Además de la tumba conocida como Pilastra de Absalón, de características cobertura en forma de cono, mencionaremos la Tumba de Josafat y la de Zacarías. Pero estas tumbas, se remontan al siglo II a.C., no corresponde a estos personajes.
Este valle seguramente fue testigo de algunos episodios narrados en la Biblia, como la revuelta de Absalón[1], el celo de la gloria de Dios del Rey Asá de Judá[2], la reconstrucción y esplendor de Jerusalén[3].
El valle De Ben-Hinom o Gehena fue trágicamente célebre en el Antiguo Testamento por los altares consagrados a Moloc, Dios de los amonitas, a quien se le ofrecían sacrificios humanos. El piadoso rey Josías los hizo derribar; y el profeta Jeremías recoge el repudio de Adonay a los reyes que introdujeron y ampararon esos cultos. El recuerdo de estos horrores llega hasta el tiempo de Jesús, que utiliza el término gehena del fuego como sinónimo de infierno.
La ladera suroeste de la Gehena ha sido identificada con la Acéldama[4], comprado con las monedas de Judas y donde la tradición sitúa el fin trágico de éste apóstol, por ser un lugar maldito[5]. La zona se encuentra llena de numerosas tumbas de distintos períodos, que en el siglo IV son ocupadas como celdas por los monjes.
Al sur de la Gehena se encuentra el monte del Mal Consejo, con base en una tradición, que sitúa aquí la reunión del Sanedrín[6] para deliberar sobre la muerte de Jesús. Recientes, descubrimientos hablan del hallazgo de las tumbas de la familia de Caifás en el barrio vecino de Talpiot.
Este era un lugar común para los discípulos ya que Jesús acostumbraba ir a ese sitio[7]. Él no iba ese sitio buscando esconderse de sus captores, sino más bien la idea era su preparación para el episodio más fuerte de su vida: Su muerte. El sentimiento de Jesús en aquellos minutos podían haber causado en muchos que hubiesen muerto de un infarto o un derrame; Lucas dice que su angustia era tal que su sudor era como “de grandes gotas de sangre”[8].
Pero el sentimiento de Jesús no era solo porque iba a enfrentarse a la muerte de cruz, de la que Él probablemente había sido testigo en otras ocasiones, sino porque estaba consciente que Él sería la víctima de un sacrificio por algo que no tenía culpa[9]. Estaba sintiendo el peso del pecado de todo el mundo, los pecados pasados, presentes y futuros. Por eso nadie puede siquiera imaginarse el sentimiento de sufrimiento de Jesús.
Hay que tomar en cuenta que Jesús se entregó a sí mismo por nosotros, si bien es cierto que Judas llevó a los soldados y a los que le prendieron, pero si Él no hubiese querido, no le hubieran atrapado. Él estaba facilitándole las cosas a Judas y a los captores, e iría al lugar que Judas conocía muy bien, al igual que los otros discípulos.
Judas tenía que ir con ellos, no porque no le conocieran, todos en Jerusalén debían conocer a un personaje público como Jesús, sino porque como podemos recordar, en otro momento, estos soldados fueron a capturar a Jesús y no lograron resistir su sabiduría[10]. Ahí llegó esta partida de caza, pensando que cumplían su plan, sin saber que en realidad iban a cumplir el plan de Dios[11]. Lo cierto es que si tan solo hubiese ido una persona a decirle a Jesús que fuera con él porque quedaba arrestado, Él hubiese aceptado, pero quizá ellos creyeron que las multitudes que unos días atrás le habían aclamado irían en su defensa. Hay que recordar que en los días de fiesta, la gente llegaba a Jerusalén en grandes grupos y era cuando había más peligro de una revuelta[12].
La situación era un poco embarazosa, una figura pública reconocida, especialmente porque todos sabían que poseía poderes especiales y que era amante de la paz y predicaba el amor, es rodeado por un grupo de soldados profesionales armados y dispuestos a todo. ¡A pesar de todo, los que estaban asustados eran los soldados!
Jesús hace uso de su omnisciencia, Él sabía que todo esto iba a acontecer y por ello, también sabía que entre sus discípulos había una o dos armas escondidas en sus ropas, por lo que se adelanta antes de que los soldados que entraban al huerto derramaran sangre. Él sale a recibir a los que venían a prenderle y les dispara una pregunta que Él sabía la respuesta, pero lo que iba a acontecer en ese momento la merecía: “¿A quién están buscando?” Ellos le conocían, aunque quizá por lo oscuro del lugar no fuera tan fácil precisar quién era entre aquellos doce hombres, a pesar que ahí iba Judas, quien le hubiese podido identificar inmediatamente.
¿Puede alguien creer que si Jesús hubiese sido culpable de algún crimen, hubiera salido al encuentro de los que venían a prenderle? Ahora, si Jesús hubiese tenido culpa de algún crimen, ¿por qué no lo habían detenido cuando se encontraba delante de todos? Pero se presentan buscando a Jesús, como si Él se hubiese estado escondiendo, pero más bien Él les sale al encuentro. Tómese en cuenta que Jesús es quien tiene el control de todo lo que está pasando aquí y ocurrirá en las horas subsiguientes. En un momento más adelante Pilato le hace ver a Jesús que él tiene la autoridad, pero Jesús le tiene que hacer ver que el único que tiene el control es Él mismo, a pesar que pareciera ser la víctima.
Esta es la última vez que Juan menciona a Judas en su escrito, aunque no habla del beso traidor[13], y lo menciona con los enemigos de Jesús, no con sus discípulos.
El siguiente acto es muy curioso. Ellos le responden que buscan a Jesús de Nazaret y Él les responde: “Yo soy”, y ellos cayeron a tierra. Hoy día hay grupos religiosos que practican “la caída”, esto es cuando supuestamente el Espíritu Santo los tira al suelo y los deja sin sentido. En el Nuevo Testamento solo hay algo parecido y es aquí, pero los que cayeron eran los enemigos de Jesús, no sus seguidores. Pero hay un acto diferente, es más, es todo lo contrario, no es una caída hacia atrás, sino hacia adelante, esto es “postrarse”: “Arrodillarse, hincarse, adorar, venerar, respetar, inclinarse”[14], que encontramos en diferentes versículos bíblicos: “…tributad al Señor la gloria de su Nombre, entrad en sus atrios trayéndole ofrendas; postraos ante el Señor en el atrio sagrado”[15]; “Entrad, rindamos homenaje inclinados, ¡arrodillados ante Yahvé que nos creó![16]; “Ensalcen al Señor, nuestro Dios, póstrense ante la tarima de sus pies: ¡El es Santo!”[17]
De nuevo Jesús debe preguntar por su objetivo y de nuevo ellos dicen que buscan a Jesús de Nazaret y de nuevo Él hace ver que el control está en su mando. Tratemos de imaginar esto como si fuera una vídeo que vemos en nuestra televisión: Llegan estos hombres armados hasta los dientes en búsqueda de un supuesto delincuente que les sale al encuentro y en lugar de ser ellos, la autoridad, los que interrogan, es Jesús el que lo hace; después de haber caído ante su autoridad, vuelve a preguntarles y ellos responden tímidamente, así que el “prófugo” les da una orden: Arréstenme a mí y dejen ir a estos. ¿Qué hicieron los soldados? Obedecieron y los discípulos pudieron marcharse a pesar de lo que ocurrió más adelante. Todo esto tiene una explicación: Había un plan para los discípulos que tenía que cumplirse.
Es entonces que sucede algo imprevisto, Pedro, quien tenía una de las dos espadas la saca y se lanza contra el que estaba más próximo, el siervo del gobernante de los sacerdotes, llamado Malco. Él no era un cobarde, aunque si impulsivo y mal espadachín, porque a pesar que parece que él apuntaba a la cabeza de Malco, lo que le cortó fue la oreja derecha. Esto hace que Jesús tenga que reprenderlo y que haga un milagro más que de seguro debió haber causado una sensación de culpa en muchos de los soldados que estaban cerca de Malco y que fueron testigos del milagro cuando Jesús le restauró la oreja en su lugar. Pero Jesús iba a cumplir lo que tenía planeado[18]; Él había venido a morir por nosotros, iba a beber la copa que el Padre le había dado.
Además de esto, Jesús no podía aceptar la intervención de Pedro porque su Reino es espiritual, no de este mundo. Los que creen que el Evangelio debe ser anunciado con la Biblia en una mano y la espada en la otra, están pecando. La violencia solo engendra violencia.
Lo siguiente que ocurrió aquí es muy chistoso dentro de lo que cabe. Jesús enfrentó a los que le buscaban, los interrogó, puso las condiciones de su arresto, evitó que se derramara más sangre y sanó al enemigo herido, y esta “valiente” compañía de soldados entrenados, para evitar cualquier peligro de parte del rehén, lo ataron.
[1] 2 Samuel 15.7-23.
[2] 1 Reyes 15.13.
[3] Jeremías 31.38.
[4] Campo de sangre.
[5] Mateo 27.3-10; Hechos 1.18-39.
[6] Juan 11.47-53.
[7] Mateo 26.36-46; Marcos 14.32-42; Lucas 22.39-46.
[8] Lucas 22.44.
[9] 2 Corintios 5.21.
[10] Juan 7.45-46.
[11] Hechos 4.27-28.
[12] Marcos 14.1-2.
[13] Mateo 26.50; Lucas 22.48.
[14] www.wordreference.com
[15] 1 Crónicas 16.29 (Biblia del Peregrino).
[16] Salmos 95.6 (Nueva Biblia de Jerusalén).
[17] Salmos 99.5 (Biblia Latinoamericana 95).
[18] Filipenses 2.8.
1. 18.1-12 Al torrente Cedrón se llama también en la Biblia el “Valle de Josafat”. Separa la parte vieja de Jerusalén del Monte de los Olivos, se caracteriza por su paisaje áspero y singular, al que da su típico aspecto una pedregosa y áspera colina punteada solo por unos pocos olivos y uno que otro matojo de hierbas. En sus laderas se encuentran los cementerios judío y musulmán. Además de la tumba conocida como Pilastra de Absalón, de características cobertura en forma de cono, mencionaremos la Tumba de Josafat y la de Zacarías. Pero estas tumbas, se remontan al siglo II a.C., no corresponde a estos personajes.
Este valle seguramente fue testigo de algunos episodios narrados en la Biblia, como la revuelta de Absalón[1], el celo de la gloria de Dios del Rey Asá de Judá[2], la reconstrucción y esplendor de Jerusalén[3].
El valle De Ben-Hinom o Gehena fue trágicamente célebre en el Antiguo Testamento por los altares consagrados a Moloc, Dios de los amonitas, a quien se le ofrecían sacrificios humanos. El piadoso rey Josías los hizo derribar; y el profeta Jeremías recoge el repudio de Adonay a los reyes que introdujeron y ampararon esos cultos. El recuerdo de estos horrores llega hasta el tiempo de Jesús, que utiliza el término gehena del fuego como sinónimo de infierno.
La ladera suroeste de la Gehena ha sido identificada con la Acéldama[4], comprado con las monedas de Judas y donde la tradición sitúa el fin trágico de éste apóstol, por ser un lugar maldito[5]. La zona se encuentra llena de numerosas tumbas de distintos períodos, que en el siglo IV son ocupadas como celdas por los monjes.
Al sur de la Gehena se encuentra el monte del Mal Consejo, con base en una tradición, que sitúa aquí la reunión del Sanedrín[6] para deliberar sobre la muerte de Jesús. Recientes, descubrimientos hablan del hallazgo de las tumbas de la familia de Caifás en el barrio vecino de Talpiot.
Este era un lugar común para los discípulos ya que Jesús acostumbraba ir a ese sitio[7]. Él no iba ese sitio buscando esconderse de sus captores, sino más bien la idea era su preparación para el episodio más fuerte de su vida: Su muerte. El sentimiento de Jesús en aquellos minutos podían haber causado en muchos que hubiesen muerto de un infarto o un derrame; Lucas dice que su angustia era tal que su sudor era como “de grandes gotas de sangre”[8].
Pero el sentimiento de Jesús no era solo porque iba a enfrentarse a la muerte de cruz, de la que Él probablemente había sido testigo en otras ocasiones, sino porque estaba consciente que Él sería la víctima de un sacrificio por algo que no tenía culpa[9]. Estaba sintiendo el peso del pecado de todo el mundo, los pecados pasados, presentes y futuros. Por eso nadie puede siquiera imaginarse el sentimiento de sufrimiento de Jesús.
Hay que tomar en cuenta que Jesús se entregó a sí mismo por nosotros, si bien es cierto que Judas llevó a los soldados y a los que le prendieron, pero si Él no hubiese querido, no le hubieran atrapado. Él estaba facilitándole las cosas a Judas y a los captores, e iría al lugar que Judas conocía muy bien, al igual que los otros discípulos.
Judas tenía que ir con ellos, no porque no le conocieran, todos en Jerusalén debían conocer a un personaje público como Jesús, sino porque como podemos recordar, en otro momento, estos soldados fueron a capturar a Jesús y no lograron resistir su sabiduría[10]. Ahí llegó esta partida de caza, pensando que cumplían su plan, sin saber que en realidad iban a cumplir el plan de Dios[11]. Lo cierto es que si tan solo hubiese ido una persona a decirle a Jesús que fuera con él porque quedaba arrestado, Él hubiese aceptado, pero quizá ellos creyeron que las multitudes que unos días atrás le habían aclamado irían en su defensa. Hay que recordar que en los días de fiesta, la gente llegaba a Jerusalén en grandes grupos y era cuando había más peligro de una revuelta[12].
La situación era un poco embarazosa, una figura pública reconocida, especialmente porque todos sabían que poseía poderes especiales y que era amante de la paz y predicaba el amor, es rodeado por un grupo de soldados profesionales armados y dispuestos a todo. ¡A pesar de todo, los que estaban asustados eran los soldados!
Jesús hace uso de su omnisciencia, Él sabía que todo esto iba a acontecer y por ello, también sabía que entre sus discípulos había una o dos armas escondidas en sus ropas, por lo que se adelanta antes de que los soldados que entraban al huerto derramaran sangre. Él sale a recibir a los que venían a prenderle y les dispara una pregunta que Él sabía la respuesta, pero lo que iba a acontecer en ese momento la merecía: “¿A quién están buscando?” Ellos le conocían, aunque quizá por lo oscuro del lugar no fuera tan fácil precisar quién era entre aquellos doce hombres, a pesar que ahí iba Judas, quien le hubiese podido identificar inmediatamente.
¿Puede alguien creer que si Jesús hubiese sido culpable de algún crimen, hubiera salido al encuentro de los que venían a prenderle? Ahora, si Jesús hubiese tenido culpa de algún crimen, ¿por qué no lo habían detenido cuando se encontraba delante de todos? Pero se presentan buscando a Jesús, como si Él se hubiese estado escondiendo, pero más bien Él les sale al encuentro. Tómese en cuenta que Jesús es quien tiene el control de todo lo que está pasando aquí y ocurrirá en las horas subsiguientes. En un momento más adelante Pilato le hace ver a Jesús que él tiene la autoridad, pero Jesús le tiene que hacer ver que el único que tiene el control es Él mismo, a pesar que pareciera ser la víctima.
Esta es la última vez que Juan menciona a Judas en su escrito, aunque no habla del beso traidor[13], y lo menciona con los enemigos de Jesús, no con sus discípulos.
El siguiente acto es muy curioso. Ellos le responden que buscan a Jesús de Nazaret y Él les responde: “Yo soy”, y ellos cayeron a tierra. Hoy día hay grupos religiosos que practican “la caída”, esto es cuando supuestamente el Espíritu Santo los tira al suelo y los deja sin sentido. En el Nuevo Testamento solo hay algo parecido y es aquí, pero los que cayeron eran los enemigos de Jesús, no sus seguidores. Pero hay un acto diferente, es más, es todo lo contrario, no es una caída hacia atrás, sino hacia adelante, esto es “postrarse”: “Arrodillarse, hincarse, adorar, venerar, respetar, inclinarse”[14], que encontramos en diferentes versículos bíblicos: “…tributad al Señor la gloria de su Nombre, entrad en sus atrios trayéndole ofrendas; postraos ante el Señor en el atrio sagrado”[15]; “Entrad, rindamos homenaje inclinados, ¡arrodillados ante Yahvé que nos creó![16]; “Ensalcen al Señor, nuestro Dios, póstrense ante la tarima de sus pies: ¡El es Santo!”[17]
De nuevo Jesús debe preguntar por su objetivo y de nuevo ellos dicen que buscan a Jesús de Nazaret y de nuevo Él hace ver que el control está en su mando. Tratemos de imaginar esto como si fuera una vídeo que vemos en nuestra televisión: Llegan estos hombres armados hasta los dientes en búsqueda de un supuesto delincuente que les sale al encuentro y en lugar de ser ellos, la autoridad, los que interrogan, es Jesús el que lo hace; después de haber caído ante su autoridad, vuelve a preguntarles y ellos responden tímidamente, así que el “prófugo” les da una orden: Arréstenme a mí y dejen ir a estos. ¿Qué hicieron los soldados? Obedecieron y los discípulos pudieron marcharse a pesar de lo que ocurrió más adelante. Todo esto tiene una explicación: Había un plan para los discípulos que tenía que cumplirse.
Es entonces que sucede algo imprevisto, Pedro, quien tenía una de las dos espadas la saca y se lanza contra el que estaba más próximo, el siervo del gobernante de los sacerdotes, llamado Malco. Él no era un cobarde, aunque si impulsivo y mal espadachín, porque a pesar que parece que él apuntaba a la cabeza de Malco, lo que le cortó fue la oreja derecha. Esto hace que Jesús tenga que reprenderlo y que haga un milagro más que de seguro debió haber causado una sensación de culpa en muchos de los soldados que estaban cerca de Malco y que fueron testigos del milagro cuando Jesús le restauró la oreja en su lugar. Pero Jesús iba a cumplir lo que tenía planeado[18]; Él había venido a morir por nosotros, iba a beber la copa que el Padre le había dado.
Además de esto, Jesús no podía aceptar la intervención de Pedro porque su Reino es espiritual, no de este mundo. Los que creen que el Evangelio debe ser anunciado con la Biblia en una mano y la espada en la otra, están pecando. La violencia solo engendra violencia.
Lo siguiente que ocurrió aquí es muy chistoso dentro de lo que cabe. Jesús enfrentó a los que le buscaban, los interrogó, puso las condiciones de su arresto, evitó que se derramara más sangre y sanó al enemigo herido, y esta “valiente” compañía de soldados entrenados, para evitar cualquier peligro de parte del rehén, lo ataron.
[1] 2 Samuel 15.7-23.
[2] 1 Reyes 15.13.
[3] Jeremías 31.38.
[4] Campo de sangre.
[5] Mateo 27.3-10; Hechos 1.18-39.
[6] Juan 11.47-53.
[7] Mateo 26.36-46; Marcos 14.32-42; Lucas 22.39-46.
[8] Lucas 22.44.
[9] 2 Corintios 5.21.
[10] Juan 7.45-46.
[11] Hechos 4.27-28.
[12] Marcos 14.1-2.
[13] Mateo 26.50; Lucas 22.48.
[14] www.wordreference.com
[15] 1 Crónicas 16.29 (Biblia del Peregrino).
[16] Salmos 95.6 (Nueva Biblia de Jerusalén).
[17] Salmos 99.5 (Biblia Latinoamericana 95).
[18] Filipenses 2.8.