Capítulo 19
1. Los
doce efesios.
19.1-7 Éfeso era una ciudad de las provincias romanas de Asia, cerca de la desembocadura del río Cayster, y como a 5 kilómetros costa arriba. La isla de Samos está al lado opuesto. Era fácilmente accesible tanto por tierra como por mar, por causa de los buenos caminos y un buen puerto. Su localidad era propicia para su desarrollo religioso, político y comercial, y era una gran oportunidad misionera en el tiempo de Pablo. El clima era muy bueno, y el terreno era extraordinariamente fértil.
Una tradición griega da a Éfeso una historia larga, bajo varios nombres antes de que llegara a ser una ciudad de Grecia. Otra tradición dice que fue fundada por los griegos, bajo un príncipe de Atenas. De todos modos la civilización griega gradualmente prevaleció. En el período histórico temprano era una de la confederación de doce ciudades jónicas. En 560 a.C., cayó en manos de los lidios, solamente para ser tomada tres años más tarde por los persas. Por mucho tiempo los griegos y los persas se disputaban su posesión y, finalmente, Alejandro la tomó. Lisímaco, heredándola, le dio el nombre de Arsino, de su segunda esposa. Más tarde entró al Imperio Romano como una parte de la provincia de Asia Menor. Éfeso y Pérgamo eran las ciudades rivales de la provincia. Éfeso era más accesible, el centro comercial y el hogar de Diana, la diosa del país, rica y bien situada. Siete veces el templo de Diana había sido destruido por fuego y siete veces lo habían reedificado, y siempre en una escala más grande. Era uno de los edificios más notables de todo el mundo, de 130 metros por 67 metros, el techo era sostenido por un bosque de 127 columnas de 18 metros de alto, todas hechas de mármol brillante; duraron 220 años en edificar el edificio. Vino a dominar tierras y pesqueras; y sus sacerdotes eran banqueros de grandes rentas públicas. El templo también vino a ser una clase de museo y galería de arte, y también una ciudad de refugio. Empleaba un gentío innumerable aparte de los sacerdotes y las sacerdotisas, entre ellos un gran grupo de artesanos para manufacturar imágenes de la dios Diana, o altares para vender a los extranjeros que visitaban. Aquí estaba la estatua de Diana, el cuerpo de la cual estaba cubierto de hileras de muchos pechos, mostrando la creencia de ellos de que ella daba fertilidad a la tierra y sostenía toda la vida.
Después de Roma, Éfeso fue la ciudad más importante que Pablo visitó. Siendo el centro de su trabajo en Asia por el cual fueron fundadas todas las iglesias de Asia y, especialmente, aquellas a las que Jesús mandó los mensajes de Revelación, ha sido llamada la tercera capital del cristianismo. Jerusalén, el lugar de nacimiento y poder, era la primera, y Antioquía, el centro de trabajo misionero, fue la segunda capital.
El apóstol Juan está relacionado con Éfeso antes de su destierro a Patmos. El templo de Diana finalmente fue destruido en 262 d.C., y nunca más fue reedificado. La ciudad poco a poco perdió su importancia, y disminuyó en población.
Las referencias en las Escrituras concernientes a Éfeso y al trabajo allí son muchas; algunas tienen que ver con las experiencias de Pablo y algunas con la condición de la Iglesia allí. Se ha dicho que la carta de Pablo a los Efesios contiene la verdad más profunda revelada a los hombres; la estancia larga de Pablo allí los pudo haber preparado para oír y comprender tal revelación[1].
Después de conocer la historia de Apolos y ver este encuentro de Pablo con estos otros doce hombres, podemos estar seguros que los discípulos de Juan, posiblemente después de su arresto y martirio, se esparcieron por todo el imperio propagando su enseñanza. Pero muchos de ellos eran de una mente abierta y logran llegar al conocimiento pleno del camino de la salvación.
Este pasaje que vemos aquí ha sido objeto de polémica, ya que los defensores de sumergir a los niños han sostenido, como el caso de Zwinglio ante Conrado Grebel, que no es aceptable sumergir a una persona dos veces, pero este pasaje demuestra que fue práctica normal.
2. En la escuela de Tirano.
19.8-12 En Éfeso Pablo sigue su plan al visitar primero la sinagoga. En esta ocasión lo hace por tres meses, mucho timpo en comparación a lo que había ocurrido en otros lugares. Ahí muchos de los judíos son convertidos, pero al fin otros que habían cerrado su corazón al Evangelio hacen alboroto y Pablo, sabiamente, decide llevarse a los cristianos a la “escuela de Tirano”.
La palabra sjoleµ, “escuela”, “aula”, significa un grupo o lugar donde se pronuncian conferencias y se las discute. No se sabe si Tirano fue el fundador de la sala de conferencias o su propietario en la época en que estuvo allí Pablo.
El texto occidental de Hechos 19.9 añade que el horario se extendía de las once de la mañana hasta las cuatro de la tarde, con lo que habría seguido la costumbre de los filósofos de ese tiempo. Algunos creen que Tirano fue un sofista griego, maestro de retórica y filosofía que abrió su aula para la discusión de la nueva doctrina y que probablemente se convirtió[2].
3. Los exorcistas.
19.13-17 La demoniología es un término que hace referencia a la reflexión sobre la existencia de seres espirituales, dotados de personalidad sobrehumana, creados buenos y pervertidos luego por su propia culpa, enemigos de Dios y del hombre. La revelación los considera como realmente existentes, hasta el punto de que Dios comienza la historia de la redención del hombre para sustraerlo del influjo y del dominio tiránico de Satán y de los demonios.
La demonología bíblica está ciertamente influida por las demonologías semíticas, pero hay que subrayar fuertemente que la Biblia critica que se de a la demonología un papel tan importante como en aquellas culturas y religiones. Así pues, en la Biblia la demonología está sometida a una severa desmitificación que excluye toda exageración: No existe ningún dios del mal opuesto a Adonay, se condena toda práctica de adivinación, magia o hechicería, espiritismo, etc., que tenga que ver con la demonología. Todo queda sometido al principio teológico y antropológico de fondo de la Escritura: El señorío absoluto de Dios sobre las realidades creadas. La demonología del Antiguo Testamento es bastante sobria. Se hace más rica en la literatura intertestamentaria, donde son más evidentes las influencias acríticas mesopotámicas, pero también los motivos internos de la revelación del judaísmo tardío: La ansiosa espera de la venida del personaje que habrá de recapitular la historia. El Nuevo Testamento inaugura la forma mejor de hablar de demonología: En relación con la misión cristológica. El Mesías es aquel que ha venido a luchar y a vencer a las potencias malignas que afligen al hombre y a establecer, por el contrario, un dominio positivo en favor totalmente del hombre: El Reino de Dios. Por tanto, Cristo combate a los demonios, los echa del hombre, y ellos le temen y lo atacan en los miembros de su comunidad, pero en vano, ya que ninguna potencia puede oponerse a la llegada del Reino de Dios. El mismo Pablo los considera como seres reales y exhorta a sus comunidades a que les resistan y combatan con las armas cristológicas[3]. El cristiano, como Cristo, puede oponerse a los demonios y vencerlos.
La demonología fue desarrollada por los llamados “Padres de la Iglesia” y luego por los teólogos medievales, que investigan cuál es la condición del demonio dando interpretaciones y formulando conjeturas sobre la naturaleza de su ser, su manera de conocer, sus poderes y facultades reales, los motivos de su culpa y de su caída, su estado colectivo jerarquico, etc. Pero estas investigaciones tienen la limitación de que alejan la reflexión demonológica de la soteriológica para tratarla de forma autónoma. Por otra parte, es constante la sobriedad de las intervenciones magisteriales; los demonios existen, son potencias personales finitas, que fueron creadas buenas y luego se hicieron malas por su culpa, están al servicio de Satanás, tienen objetivos perversos, su condición es la condenación irreversible, son causa de una gran parte de los males del hombre. No se dice nada sobre su naturaleza, su esencia, su pecado, etc[4].
Estos judíos, a pesar de que se oponían a las enseñanzas de Pablo, pensaron que ellos podían igualar lo que hacía el Enviado, y decidieron expulsar un demonio, creyendo que todo era cuestión de un simple rito, sin esperar que aquel ser maléfico los atacara y humillara.
En el campo religioso siempre ha habido imitadores que buscan lucrarse con las prácticas bíblicas, por eso es que somos testigos de muchas denominaciones y hombres que han aprovechado la inmadurez de algunos para satisfacer sus deleites carnales, pero de una u otra manera, al final siempre serán desenmascarados y todos podrán ver la verdad.
4. La quema de libros
19.18-20 La humillación sufrida por los exorcistas ambulantes sirvió para que muchos más fueran impactados, especialmente los practicantes de magia, quienes quemaron una gran cantidad de libros, y debemos destacar que en ese tiempo el que poseía un libro era como el que hoy tiene un televisor de plasma o algo similar; los libros eran productos de lujo y no estaban al alcance de todos, por lo que no deja de sorprendernos la cantidad tan grande de material de este tipo.
Hoy día se gasta muchísimo dinero en las prácticas ocultistas. Horóscopos, tablas ouijas, lectura de cartas, etc., es algo común y muchos lo toman como algo inocente, sin saber que se consumen en un mundo que les puede consumir su alma inmortal.
5. El desorden de Demetrio.
19.21-41 Pablo ya estaba pensando en regresar a Jerusalén cuando se desató un desorden que era algo muy peligroso en las ciudades que habían sido conquistadas por los romanos, ya que el gobierno romano podía tomar medidas muy serias contra toda la población.
En la mitología griega, Artemisa, Ártemis o Diana, fue una de las deidades más ampliamente veneradas y una de las más antiguas. Algunos investigadores creen que su nombre, y de hecho la propia diosa, era originalmente pregriega. Homero alude a ella como Artemis Agrotera, Potnia Theron, “Artemisa del terreno virgen, Señora de los Animales”[5]. En el periodo clásico de la mitología griega, Artemisa fue descrita a menudo como la hija de Zeus y Leto, y la hermana melliza de Apolo. Fue la diosa helena de la caza, los animales salvajes, el terreno virgen, los nacimientos, la virginidad y las mujeres jóvenes, que traía y aliviaba las enfermedades de las mujeres. A menudo se la representaba como una cazadora llevando un arco y flechas. El ciervo y el ciprés les estaban consagrados. En época helenística posterior, asumió incluso el papel de Ilitía como ayudante de los partos.
Artemisa pasó más tarde a ser identificada con Selene, una titánide que era la diosa griega de la luna, representada a veces con una luna creciente sobre la cabeza. También fue identificada con la diosa romana Diana, con la etrusca Artume y con la griega Hécate.
Una hipótesis relaciona a Artemisa con la raíz protoindoeuropea hŕ̥tḱos, “oso”, debido a los ritos de culto de las Brauronias y los restos neolíticos de la cueva Arkoudiotissa. Aunque se ha sugerido y confirmado una relación con nombres anatolios, a partir un “término de ambos géneros para “oso” enhitita”[6], la forma más antigua verificada del nombre “Artemisa” es la griega micénica a-ti-mi-te, escrita en alfabeto silábico lineal B en Pilos[7]. Artemisa fue venerada en Lidia como Artimus. En una etimología más tradicional dentro del griego antiguo, el nombre ha sido relacionado con “artemes”, “seguro”, o “artamos”, “carnicero”.
En la mitología griega clásica se dan varias versiones contradictorias del nacimiento de Artemisa y su hermano Apolo. Sin embargo, todas ellas coinciden en que era la hija de Zeus y Leto, y la hermana gemela de Apolo.
Una versión de Calímaco es que Hera prohibió a Leto dar a luz tanto en terra firma, es decir, el continente, como en una isla. Hera estaba enfadada con Zeus, su marido, porque había embarazado a Leto. Sin embargo, la isla de Delos desobedeció a Hera, y Leto dio a luz en ella. En la antigua historia cretense Leto fue adorada en Festos, y en la mitología cretense daba a luz a Apolo y Artemisa en las islas ahora llamadas Paximadia.
Un escolio de Servio sobre la Eneida menciona el nombre arcaico de la isla Ortigia, asegurando que Zeus transformó a Leto en una codorniz para evitar que Hera descubriera su infidelidad, y Kenneth McLeish sugirió incluso que en forma de codorniz Leto habría parido los pocos dolores que una codorniz sufre cuando pone un huevo.
Los mitos también difieren en qué dios nació primero. La mayoría de las versiones afirman que Artemisa lo hizo en primer lugar, convirtiéndose en comadrona de su madre al ayudarla a parir a Apolo.
La infancia de Artemisa no está completamente recogida en ningún mito conservado. La Ilíada reducía la figura de la pavorosa diosa a la de una muchacha que, tras haber sido azotada por Hera, subía al regazo de Zeus[8]. Un poema de Calímaco dedicado a la diosa “que se deleita en las montañas con el arco” imagina algunas escenas encantadoras. A los tres años, Artemisa pidió a su padre, Zeus, mientras estaba sentada en sus rodillas, que le concediese seis deseos: Permanecer siempre virgen; tener muchos nombres para diferenciarse de Apolo; ser la Phaesporia o “Dadora de Luz”; tener un arco y flechas, y una túnica hasta las rodillas para poder cazar; tener sesenta “hijas de Océano”, todas de nueve años, para su coro; y veinte ninfas amnisíades como doncellas para cuidar sus perros y su arco cuando descansase. No pidió que se le dedicase ciudad alguna, sino gobernar sobre las montañas, y también el poder de ayudar a las mujeres en los dolores del parto.
Artemisa creía que había sido elegida por las Moiras para ser una comadrona, especialmente desde que había ayudado a su madre en el parto de su hermano gemelo, Apolo. Todas sus acompañantes permanecieron vírgenes y Artemisa guardó celosamente su propia castidad. Sus símbolos incluían el arco y la flecha dorados, el perro de caza, el ciervo y la luna. Calímaco cuenta cómo Artemisa pasó su niñez buscando lo que necesitaba para ser una cazadora, cómo obtuvo su arco y flechas de la isla de Lipara, donde trabajaban Hefesto y los Cíclopes[9]. Las hijas de Océano estaban llenas de miedo, pero la joven Artemisa se acercó valientemente y pidió el arco y las flechas. Calímaco cuenta cómo Artemisa visitó a Pan, el dios de los bosques, y este le dio siete perras y seis perros. Entonces ella capturó seis ciervos de cornamenta dorada para tirar de su carro. Artemisa practicó con su arco disparando primero a los árboles y luego a las bestias salvajes.
En una ocasión Artemisa estaba bañándose en el bosque en compañía de su coro de ninfas, cuando el príncipe tebano y cazador Acteón, que pasaba por allí, la vio por casualidad. Pero las ninfas lo descubrieron y corrieron a tapar a Artemisa. Ésta se disgustó tanto por haber sido contemplada desnuda, que arrojó agua al rostro de Acteón, lo transformó en un ciervo e incitó a sus propios sabuesos a que lo atacaran. Estos lo destrozaron sin saber que el ciervo que cazaban era su propio dueño. Alternativamente, Acteón habría alardeado imprudentemente en cierta ocasión de ser mejor cazador que Artemisa, y esta, para castigar su jactancia, le habría transformado en un venado que fue devorado por sus sabuesos[10].
En algunas versiones de la historia de Adonis, que fue una adición tardía a la mitología griega durante la época helenística, Artemisa enviaba un jabalí a matarlo como castigo por haber alardeado de ser mejor cazador que ella.
En otra versión, Artemisa mataba a Adonis por venganza. En mitos posteriores, Adonis era descrito como un favorito de Afrodita, y esta era responsable de la muerte de Hipólito, que había sido un favorito de Artemisa. Por esto Artemisa mataba a Adonis para vengar la muerte de Hipólito. Incluso en otra versión, era Ares quien provocaba la muerte de Adonis, como castigo por ser amante de Afrodita.
Artemisa, la diosa de los bosques y colinas, fue adorada en toda la antigua Grecia. Sus lugares de culto más famosos fueron la isla de Delos, Braurón, Muniquia, Éfeso y Esparta. A menudo se la representaba en pinturas y estatuas en un escenario forestal, llevando arco y flechas, y acompañada de un ciervo.
Los antiguos espartanos solían dedicarle sacrificios como una de sus diosas patronas antes de emprender una campaña militar. Las niñas y muchachas atenienses que se acercaban a la edad del matrimonio eran enviadas un año al santuario de Artemisa en Braurón para servir a la diosa, época en la que eran llamadas “oseznas”. Un mito explicando esta servidumbre cuenta que un oso había adoptado la costumbre de visitar regularmente la ciudad de Braurón, cuyas gentes le alimentaban, de forma que con el tiempo el oso fue domado. Pero una niña provocó al oso y este, según la versión, la mató o le sacó los ojos. En cualquier caso, un hermano de la niña mató al oso y Artemisa se enfureció, exigiendo que las niñas “actuaran como osas” en su templo como expiación por la muerte del oso. Otra explicación alternativa decía que a causa de la muerte del oso había una peste en Atenas y un oráculo había dicho que la peste solo cesaría si las jóvenes atenienses expiaban la muerte del animal.
La virginal Artemisa fue adorada como una diosa de la fertilidad y los partos en algunos lugares, asimilando a Ilitía, ya que según algunos mitos había ayudado a su madre en el parto de su gemelo. Durante el periodo clásico en Atenas fue identificada por algunos con Hécate. También asimiló a Cariatis.
Es necesario aclarar que este alboroto nace por la preocupación de Demetrio y los demás plateros que vieron en el cristianismo una amenaza al culto a Ártemisa o Diana, y no porque Pablo y los otros predicadores estuviesen directamente atacando en sus discursos el culto a Diana o el trabajo de los plateros. La rección de Demetrio es producto del miedo que sufren los que actúan mal cuando escuchan la verdad del Evangelio, porque saben que lo que hacen no es correcto y reconocen que van camino al infierno.
Del Alejandro que se menciona en este pasaje no sabemos nada más que lo que aquí se detalla, así como del sabio escriba que logró calmar a las multitudes, que como dice el texto, la mayoría no sabían que estaban haciendo ahí, mostrando lo que ocurre con las masas que en la mayoría de las ocasiones son guiadas a peligros insospechados por líderes faltos de ética que aprovechan la ceguera de la gente para obtener algún tipo de ganancia.
[1] Diccionario de Geografía Bíblica. Éfeso.
[2] Diccionario Nelson; Diccionario Bíblico AD; Diccionario Certeza. Tirano
[3] Efesios 2.12; 6.11; 2 Tesalonicenses 2.11; 2 Corintios 4.4.
[4] Diccionario de Teología Católica. Demoniología.
[5] Homero, Ilíada xxi.470 y sig.
[6] Brown, Edwin L. (2004). “In Search of Anatolian Apollo”. Charis: Essays in Honor of Sara A. Immerwahr. Hesperia Supplements (33): pp. 243–257. Artemisa, como gemela inseparable de Apolo, se discuten en la p. 251 y sig.
[7] Chadwick, John; Baumbach, Lydia (1963). “The Mycenaean Greek Vocabulary”. Glotta 41 (3/4): pp. 176 y sig., s. v. Ἂρτεμις, a-te-mi-to-(genitivo). Souvinous, C. (1970). “A-TE-MI-TO and A-TI-MI-TE”. Kadmos (9): pp. 42–47. Christidis, T. (1972). “Further remarks on A-TE-MI-TO and A-TI-MI-TE”.Kadmos (11): pp. 125–28.
[8] Homero, Ilíada xxi.505–13.
[9] Calímaco, Himno a Artemisa 46.
[10] Ovidio, Las metamorfosis iii.155.
19.1-7 Éfeso era una ciudad de las provincias romanas de Asia, cerca de la desembocadura del río Cayster, y como a 5 kilómetros costa arriba. La isla de Samos está al lado opuesto. Era fácilmente accesible tanto por tierra como por mar, por causa de los buenos caminos y un buen puerto. Su localidad era propicia para su desarrollo religioso, político y comercial, y era una gran oportunidad misionera en el tiempo de Pablo. El clima era muy bueno, y el terreno era extraordinariamente fértil.
Una tradición griega da a Éfeso una historia larga, bajo varios nombres antes de que llegara a ser una ciudad de Grecia. Otra tradición dice que fue fundada por los griegos, bajo un príncipe de Atenas. De todos modos la civilización griega gradualmente prevaleció. En el período histórico temprano era una de la confederación de doce ciudades jónicas. En 560 a.C., cayó en manos de los lidios, solamente para ser tomada tres años más tarde por los persas. Por mucho tiempo los griegos y los persas se disputaban su posesión y, finalmente, Alejandro la tomó. Lisímaco, heredándola, le dio el nombre de Arsino, de su segunda esposa. Más tarde entró al Imperio Romano como una parte de la provincia de Asia Menor. Éfeso y Pérgamo eran las ciudades rivales de la provincia. Éfeso era más accesible, el centro comercial y el hogar de Diana, la diosa del país, rica y bien situada. Siete veces el templo de Diana había sido destruido por fuego y siete veces lo habían reedificado, y siempre en una escala más grande. Era uno de los edificios más notables de todo el mundo, de 130 metros por 67 metros, el techo era sostenido por un bosque de 127 columnas de 18 metros de alto, todas hechas de mármol brillante; duraron 220 años en edificar el edificio. Vino a dominar tierras y pesqueras; y sus sacerdotes eran banqueros de grandes rentas públicas. El templo también vino a ser una clase de museo y galería de arte, y también una ciudad de refugio. Empleaba un gentío innumerable aparte de los sacerdotes y las sacerdotisas, entre ellos un gran grupo de artesanos para manufacturar imágenes de la dios Diana, o altares para vender a los extranjeros que visitaban. Aquí estaba la estatua de Diana, el cuerpo de la cual estaba cubierto de hileras de muchos pechos, mostrando la creencia de ellos de que ella daba fertilidad a la tierra y sostenía toda la vida.
Después de Roma, Éfeso fue la ciudad más importante que Pablo visitó. Siendo el centro de su trabajo en Asia por el cual fueron fundadas todas las iglesias de Asia y, especialmente, aquellas a las que Jesús mandó los mensajes de Revelación, ha sido llamada la tercera capital del cristianismo. Jerusalén, el lugar de nacimiento y poder, era la primera, y Antioquía, el centro de trabajo misionero, fue la segunda capital.
El apóstol Juan está relacionado con Éfeso antes de su destierro a Patmos. El templo de Diana finalmente fue destruido en 262 d.C., y nunca más fue reedificado. La ciudad poco a poco perdió su importancia, y disminuyó en población.
Las referencias en las Escrituras concernientes a Éfeso y al trabajo allí son muchas; algunas tienen que ver con las experiencias de Pablo y algunas con la condición de la Iglesia allí. Se ha dicho que la carta de Pablo a los Efesios contiene la verdad más profunda revelada a los hombres; la estancia larga de Pablo allí los pudo haber preparado para oír y comprender tal revelación[1].
Después de conocer la historia de Apolos y ver este encuentro de Pablo con estos otros doce hombres, podemos estar seguros que los discípulos de Juan, posiblemente después de su arresto y martirio, se esparcieron por todo el imperio propagando su enseñanza. Pero muchos de ellos eran de una mente abierta y logran llegar al conocimiento pleno del camino de la salvación.
Este pasaje que vemos aquí ha sido objeto de polémica, ya que los defensores de sumergir a los niños han sostenido, como el caso de Zwinglio ante Conrado Grebel, que no es aceptable sumergir a una persona dos veces, pero este pasaje demuestra que fue práctica normal.
2. En la escuela de Tirano.
19.8-12 En Éfeso Pablo sigue su plan al visitar primero la sinagoga. En esta ocasión lo hace por tres meses, mucho timpo en comparación a lo que había ocurrido en otros lugares. Ahí muchos de los judíos son convertidos, pero al fin otros que habían cerrado su corazón al Evangelio hacen alboroto y Pablo, sabiamente, decide llevarse a los cristianos a la “escuela de Tirano”.
La palabra sjoleµ, “escuela”, “aula”, significa un grupo o lugar donde se pronuncian conferencias y se las discute. No se sabe si Tirano fue el fundador de la sala de conferencias o su propietario en la época en que estuvo allí Pablo.
El texto occidental de Hechos 19.9 añade que el horario se extendía de las once de la mañana hasta las cuatro de la tarde, con lo que habría seguido la costumbre de los filósofos de ese tiempo. Algunos creen que Tirano fue un sofista griego, maestro de retórica y filosofía que abrió su aula para la discusión de la nueva doctrina y que probablemente se convirtió[2].
3. Los exorcistas.
19.13-17 La demoniología es un término que hace referencia a la reflexión sobre la existencia de seres espirituales, dotados de personalidad sobrehumana, creados buenos y pervertidos luego por su propia culpa, enemigos de Dios y del hombre. La revelación los considera como realmente existentes, hasta el punto de que Dios comienza la historia de la redención del hombre para sustraerlo del influjo y del dominio tiránico de Satán y de los demonios.
La demonología bíblica está ciertamente influida por las demonologías semíticas, pero hay que subrayar fuertemente que la Biblia critica que se de a la demonología un papel tan importante como en aquellas culturas y religiones. Así pues, en la Biblia la demonología está sometida a una severa desmitificación que excluye toda exageración: No existe ningún dios del mal opuesto a Adonay, se condena toda práctica de adivinación, magia o hechicería, espiritismo, etc., que tenga que ver con la demonología. Todo queda sometido al principio teológico y antropológico de fondo de la Escritura: El señorío absoluto de Dios sobre las realidades creadas. La demonología del Antiguo Testamento es bastante sobria. Se hace más rica en la literatura intertestamentaria, donde son más evidentes las influencias acríticas mesopotámicas, pero también los motivos internos de la revelación del judaísmo tardío: La ansiosa espera de la venida del personaje que habrá de recapitular la historia. El Nuevo Testamento inaugura la forma mejor de hablar de demonología: En relación con la misión cristológica. El Mesías es aquel que ha venido a luchar y a vencer a las potencias malignas que afligen al hombre y a establecer, por el contrario, un dominio positivo en favor totalmente del hombre: El Reino de Dios. Por tanto, Cristo combate a los demonios, los echa del hombre, y ellos le temen y lo atacan en los miembros de su comunidad, pero en vano, ya que ninguna potencia puede oponerse a la llegada del Reino de Dios. El mismo Pablo los considera como seres reales y exhorta a sus comunidades a que les resistan y combatan con las armas cristológicas[3]. El cristiano, como Cristo, puede oponerse a los demonios y vencerlos.
La demonología fue desarrollada por los llamados “Padres de la Iglesia” y luego por los teólogos medievales, que investigan cuál es la condición del demonio dando interpretaciones y formulando conjeturas sobre la naturaleza de su ser, su manera de conocer, sus poderes y facultades reales, los motivos de su culpa y de su caída, su estado colectivo jerarquico, etc. Pero estas investigaciones tienen la limitación de que alejan la reflexión demonológica de la soteriológica para tratarla de forma autónoma. Por otra parte, es constante la sobriedad de las intervenciones magisteriales; los demonios existen, son potencias personales finitas, que fueron creadas buenas y luego se hicieron malas por su culpa, están al servicio de Satanás, tienen objetivos perversos, su condición es la condenación irreversible, son causa de una gran parte de los males del hombre. No se dice nada sobre su naturaleza, su esencia, su pecado, etc[4].
Estos judíos, a pesar de que se oponían a las enseñanzas de Pablo, pensaron que ellos podían igualar lo que hacía el Enviado, y decidieron expulsar un demonio, creyendo que todo era cuestión de un simple rito, sin esperar que aquel ser maléfico los atacara y humillara.
En el campo religioso siempre ha habido imitadores que buscan lucrarse con las prácticas bíblicas, por eso es que somos testigos de muchas denominaciones y hombres que han aprovechado la inmadurez de algunos para satisfacer sus deleites carnales, pero de una u otra manera, al final siempre serán desenmascarados y todos podrán ver la verdad.
4. La quema de libros
19.18-20 La humillación sufrida por los exorcistas ambulantes sirvió para que muchos más fueran impactados, especialmente los practicantes de magia, quienes quemaron una gran cantidad de libros, y debemos destacar que en ese tiempo el que poseía un libro era como el que hoy tiene un televisor de plasma o algo similar; los libros eran productos de lujo y no estaban al alcance de todos, por lo que no deja de sorprendernos la cantidad tan grande de material de este tipo.
Hoy día se gasta muchísimo dinero en las prácticas ocultistas. Horóscopos, tablas ouijas, lectura de cartas, etc., es algo común y muchos lo toman como algo inocente, sin saber que se consumen en un mundo que les puede consumir su alma inmortal.
5. El desorden de Demetrio.
19.21-41 Pablo ya estaba pensando en regresar a Jerusalén cuando se desató un desorden que era algo muy peligroso en las ciudades que habían sido conquistadas por los romanos, ya que el gobierno romano podía tomar medidas muy serias contra toda la población.
En la mitología griega, Artemisa, Ártemis o Diana, fue una de las deidades más ampliamente veneradas y una de las más antiguas. Algunos investigadores creen que su nombre, y de hecho la propia diosa, era originalmente pregriega. Homero alude a ella como Artemis Agrotera, Potnia Theron, “Artemisa del terreno virgen, Señora de los Animales”[5]. En el periodo clásico de la mitología griega, Artemisa fue descrita a menudo como la hija de Zeus y Leto, y la hermana melliza de Apolo. Fue la diosa helena de la caza, los animales salvajes, el terreno virgen, los nacimientos, la virginidad y las mujeres jóvenes, que traía y aliviaba las enfermedades de las mujeres. A menudo se la representaba como una cazadora llevando un arco y flechas. El ciervo y el ciprés les estaban consagrados. En época helenística posterior, asumió incluso el papel de Ilitía como ayudante de los partos.
Artemisa pasó más tarde a ser identificada con Selene, una titánide que era la diosa griega de la luna, representada a veces con una luna creciente sobre la cabeza. También fue identificada con la diosa romana Diana, con la etrusca Artume y con la griega Hécate.
Una hipótesis relaciona a Artemisa con la raíz protoindoeuropea hŕ̥tḱos, “oso”, debido a los ritos de culto de las Brauronias y los restos neolíticos de la cueva Arkoudiotissa. Aunque se ha sugerido y confirmado una relación con nombres anatolios, a partir un “término de ambos géneros para “oso” enhitita”[6], la forma más antigua verificada del nombre “Artemisa” es la griega micénica a-ti-mi-te, escrita en alfabeto silábico lineal B en Pilos[7]. Artemisa fue venerada en Lidia como Artimus. En una etimología más tradicional dentro del griego antiguo, el nombre ha sido relacionado con “artemes”, “seguro”, o “artamos”, “carnicero”.
En la mitología griega clásica se dan varias versiones contradictorias del nacimiento de Artemisa y su hermano Apolo. Sin embargo, todas ellas coinciden en que era la hija de Zeus y Leto, y la hermana gemela de Apolo.
Una versión de Calímaco es que Hera prohibió a Leto dar a luz tanto en terra firma, es decir, el continente, como en una isla. Hera estaba enfadada con Zeus, su marido, porque había embarazado a Leto. Sin embargo, la isla de Delos desobedeció a Hera, y Leto dio a luz en ella. En la antigua historia cretense Leto fue adorada en Festos, y en la mitología cretense daba a luz a Apolo y Artemisa en las islas ahora llamadas Paximadia.
Un escolio de Servio sobre la Eneida menciona el nombre arcaico de la isla Ortigia, asegurando que Zeus transformó a Leto en una codorniz para evitar que Hera descubriera su infidelidad, y Kenneth McLeish sugirió incluso que en forma de codorniz Leto habría parido los pocos dolores que una codorniz sufre cuando pone un huevo.
Los mitos también difieren en qué dios nació primero. La mayoría de las versiones afirman que Artemisa lo hizo en primer lugar, convirtiéndose en comadrona de su madre al ayudarla a parir a Apolo.
La infancia de Artemisa no está completamente recogida en ningún mito conservado. La Ilíada reducía la figura de la pavorosa diosa a la de una muchacha que, tras haber sido azotada por Hera, subía al regazo de Zeus[8]. Un poema de Calímaco dedicado a la diosa “que se deleita en las montañas con el arco” imagina algunas escenas encantadoras. A los tres años, Artemisa pidió a su padre, Zeus, mientras estaba sentada en sus rodillas, que le concediese seis deseos: Permanecer siempre virgen; tener muchos nombres para diferenciarse de Apolo; ser la Phaesporia o “Dadora de Luz”; tener un arco y flechas, y una túnica hasta las rodillas para poder cazar; tener sesenta “hijas de Océano”, todas de nueve años, para su coro; y veinte ninfas amnisíades como doncellas para cuidar sus perros y su arco cuando descansase. No pidió que se le dedicase ciudad alguna, sino gobernar sobre las montañas, y también el poder de ayudar a las mujeres en los dolores del parto.
Artemisa creía que había sido elegida por las Moiras para ser una comadrona, especialmente desde que había ayudado a su madre en el parto de su hermano gemelo, Apolo. Todas sus acompañantes permanecieron vírgenes y Artemisa guardó celosamente su propia castidad. Sus símbolos incluían el arco y la flecha dorados, el perro de caza, el ciervo y la luna. Calímaco cuenta cómo Artemisa pasó su niñez buscando lo que necesitaba para ser una cazadora, cómo obtuvo su arco y flechas de la isla de Lipara, donde trabajaban Hefesto y los Cíclopes[9]. Las hijas de Océano estaban llenas de miedo, pero la joven Artemisa se acercó valientemente y pidió el arco y las flechas. Calímaco cuenta cómo Artemisa visitó a Pan, el dios de los bosques, y este le dio siete perras y seis perros. Entonces ella capturó seis ciervos de cornamenta dorada para tirar de su carro. Artemisa practicó con su arco disparando primero a los árboles y luego a las bestias salvajes.
En una ocasión Artemisa estaba bañándose en el bosque en compañía de su coro de ninfas, cuando el príncipe tebano y cazador Acteón, que pasaba por allí, la vio por casualidad. Pero las ninfas lo descubrieron y corrieron a tapar a Artemisa. Ésta se disgustó tanto por haber sido contemplada desnuda, que arrojó agua al rostro de Acteón, lo transformó en un ciervo e incitó a sus propios sabuesos a que lo atacaran. Estos lo destrozaron sin saber que el ciervo que cazaban era su propio dueño. Alternativamente, Acteón habría alardeado imprudentemente en cierta ocasión de ser mejor cazador que Artemisa, y esta, para castigar su jactancia, le habría transformado en un venado que fue devorado por sus sabuesos[10].
En algunas versiones de la historia de Adonis, que fue una adición tardía a la mitología griega durante la época helenística, Artemisa enviaba un jabalí a matarlo como castigo por haber alardeado de ser mejor cazador que ella.
En otra versión, Artemisa mataba a Adonis por venganza. En mitos posteriores, Adonis era descrito como un favorito de Afrodita, y esta era responsable de la muerte de Hipólito, que había sido un favorito de Artemisa. Por esto Artemisa mataba a Adonis para vengar la muerte de Hipólito. Incluso en otra versión, era Ares quien provocaba la muerte de Adonis, como castigo por ser amante de Afrodita.
Artemisa, la diosa de los bosques y colinas, fue adorada en toda la antigua Grecia. Sus lugares de culto más famosos fueron la isla de Delos, Braurón, Muniquia, Éfeso y Esparta. A menudo se la representaba en pinturas y estatuas en un escenario forestal, llevando arco y flechas, y acompañada de un ciervo.
Los antiguos espartanos solían dedicarle sacrificios como una de sus diosas patronas antes de emprender una campaña militar. Las niñas y muchachas atenienses que se acercaban a la edad del matrimonio eran enviadas un año al santuario de Artemisa en Braurón para servir a la diosa, época en la que eran llamadas “oseznas”. Un mito explicando esta servidumbre cuenta que un oso había adoptado la costumbre de visitar regularmente la ciudad de Braurón, cuyas gentes le alimentaban, de forma que con el tiempo el oso fue domado. Pero una niña provocó al oso y este, según la versión, la mató o le sacó los ojos. En cualquier caso, un hermano de la niña mató al oso y Artemisa se enfureció, exigiendo que las niñas “actuaran como osas” en su templo como expiación por la muerte del oso. Otra explicación alternativa decía que a causa de la muerte del oso había una peste en Atenas y un oráculo había dicho que la peste solo cesaría si las jóvenes atenienses expiaban la muerte del animal.
La virginal Artemisa fue adorada como una diosa de la fertilidad y los partos en algunos lugares, asimilando a Ilitía, ya que según algunos mitos había ayudado a su madre en el parto de su gemelo. Durante el periodo clásico en Atenas fue identificada por algunos con Hécate. También asimiló a Cariatis.
Es necesario aclarar que este alboroto nace por la preocupación de Demetrio y los demás plateros que vieron en el cristianismo una amenaza al culto a Ártemisa o Diana, y no porque Pablo y los otros predicadores estuviesen directamente atacando en sus discursos el culto a Diana o el trabajo de los plateros. La rección de Demetrio es producto del miedo que sufren los que actúan mal cuando escuchan la verdad del Evangelio, porque saben que lo que hacen no es correcto y reconocen que van camino al infierno.
Del Alejandro que se menciona en este pasaje no sabemos nada más que lo que aquí se detalla, así como del sabio escriba que logró calmar a las multitudes, que como dice el texto, la mayoría no sabían que estaban haciendo ahí, mostrando lo que ocurre con las masas que en la mayoría de las ocasiones son guiadas a peligros insospechados por líderes faltos de ética que aprovechan la ceguera de la gente para obtener algún tipo de ganancia.
[1] Diccionario de Geografía Bíblica. Éfeso.
[2] Diccionario Nelson; Diccionario Bíblico AD; Diccionario Certeza. Tirano
[3] Efesios 2.12; 6.11; 2 Tesalonicenses 2.11; 2 Corintios 4.4.
[4] Diccionario de Teología Católica. Demoniología.
[5] Homero, Ilíada xxi.470 y sig.
[6] Brown, Edwin L. (2004). “In Search of Anatolian Apollo”. Charis: Essays in Honor of Sara A. Immerwahr. Hesperia Supplements (33): pp. 243–257. Artemisa, como gemela inseparable de Apolo, se discuten en la p. 251 y sig.
[7] Chadwick, John; Baumbach, Lydia (1963). “The Mycenaean Greek Vocabulary”. Glotta 41 (3/4): pp. 176 y sig., s. v. Ἂρτεμις, a-te-mi-to-(genitivo). Souvinous, C. (1970). “A-TE-MI-TO and A-TI-MI-TE”. Kadmos (9): pp. 42–47. Christidis, T. (1972). “Further remarks on A-TE-MI-TO and A-TI-MI-TE”.Kadmos (11): pp. 125–28.
[8] Homero, Ilíada xxi.505–13.
[9] Calímaco, Himno a Artemisa 46.
[10] Ovidio, Las metamorfosis iii.155.