Capítulo 21
1. 21.1-14
El
Mar de Galilea, es también llamado Mar o Lago de Tiberíades y Lago de Genesaret,
en hebreo “Kinéret”, del hebreo “kinor”,
debido a su forma de arpa primitiva o lira[1];
en árabe,
Buhayrat Tibiriyā; es un lago de agua dulce de Asia occidental, situado en la región del Próximo
Oriente, y perteneciente a Israel,
incluida una estrecha franja costera de 10 metros de anchura en su costa
nororiental[2].
Volvió a ocurrir una manifestación de Jesús a sus discípulos cuando estos se encontraban pescando por iniciativa de Pedro. Era natural que ellos se dispusieran a pescar para sobrevivir ya que en ese momento no tenían ningún otro medio de subsistencia y esto es lo que ellos sabían hacer mejor.
Ellos pasaron la noche pescando sin fruto y al amanecer alguien les gritó desde la orilla, buscando algo de comer. Esto no era ilógico, ya que bien un paisano podía solicitar un pescado para desayunar a quienes regresaban de su viaje de pesca, pero esta vez no traían nada. Jesús utiliza su omnisciencia y les hace ver que a la derecha había un banco de peces, o bien, en ese momento hizo que aparecieran. Antes, ya habían visto un milagro similar[3].
Normalmente Pedro es quien toma la iniciativa en las acciones de los apóstoles, pero en este caso es Juan quien reacciona de primero al ver el milagro. Pero Pedro, siempre impetuoso, se pone su ropa y se lanza al mar para llegar primero donde su Señor.
Ellos no se encontraban lejos, por eso habían podido hablar con Jesús desde el principio, a unos 100 metros. Se acercaron a la orilla con la red llena de peces, y encontraron ya una fogata encendida con un pez en las brasas. Pedro, siendo un hombre fuerte, sacó la red que tenía la hermosa cantidad de 153 peces. Este número es importante por su exactitud, lo que nos dice en realidad cuantos peces eran.
Con esta, Jesús se había aparecido tres veces a los discípulos, aunque si revisamos los Evangelios encontraremos un total de doce apariciones:
a. A María Magdalena[4].
b. A las mujeres[5].
c. A los peregrinos en el camino de Emaús[6].
d. A Pedro[7].
e. A los Enviados en el lugar donde estaban encerrados sin Tomás[8].
f. Una semana después a todos los Enviados en el mismo lugar[9].
g. A siete de los Enviados junto al Mar de Tiberias[10].
h. A los Enviados cuando les dio la Comisión[11].
i. A más de 500[12].
j. A Jacobo[13].
k. A los Enviados en el Monte de los Olivos[14].
l. A Pablo[15].
2. 21.15-19 Este es uno de los pasajes más tristes de los Evangelios. Pedro había estado sufriendo en secreto el dolor de su negación; él había negado a su Maestro en tres ocasiones cuando Él se encontraba en su momento más crucial de su vida. Hacía unos días, cuando vio a Jesús resucitado, el remordimiento interno le corroía y es por eso que vemos a un Pedro distante, que se le puede sentir el cambio en su comportamiento antes y después de la muerte y resurrección de Jesús.
Jesús usa dos palabras similares: Agapao y fileo, que son traducidas como “amor”, pero que en el idioma griego tienen un significado completamente diferente. Agapao tiene dos raíces, ag que significa “yo” y pao que significa “clavar un puñal”, por lo que agapao significa “morir por el otro”. Por su parte fileo significa amor de amigos, un amor voluntario, recíproco.
Jesús pregunta en dos ocasiones a Pedro por amor agapao y la tercera por amor fileo, porque deseaba que el mismo Pedro reconociera que amaba a Jesús de tal manera que estuviera dispuesto a ofrendar su vida por Él, y también que era capaz de aceptar su amistad.
Los cristianos debemos amar al prójimo como Dios nos amó, es decir, con amor agapao, porque si Dios hubiese querido amar al mundo con amor fileo, no le hubiera dado un camino para su salvación. Cuando los cristianos amamos con amor agapao, podemos anunciar el Evangelio incluso a aquellos que nos odian.
Después de haber preguntado a Pedro sobre su amor por Él, Jesús le presenta un reto con el que podrá manifestar ese amor: Cuidar de las ovejas. Cuando pienso en la responsabilidad que le dio Jesús a Pedro, no me queda más que sentirme adolorido al ver a tantos que se hacen llamar pastores y reciben un salario para mantenerse en sus casas vegetando, perdiendo el tiempo, sin salir a evangelizar, tomando el trabajo de la Iglesia como si fuera un pasatiempo, bajando una clase y un sermón del internet para darlo a la congregación el domingo. El siguiente es un testimonio de un pastor español moderno, pero que no deja de darnos el ejemplo del trabajo cotidiano del encargado de un rebaño: “La vida y trabajo de pastor tiene sus sacrificios, penas y alegrías como otros oficios. Es un error decir que los pastores estaban siempre en la granja. Lo que hacía el pastor es estar en su majada los 365 días del año, excepto cuando venían de “rodeo” o estaba el ganado en el pueblo. Los pastores españoles levantaban una camilla con cuatro palos como base. Después se hacia una red para depositar ramas de cantueso, que servía de colchón cubriéndolas de pieles de oveja pues eran las que más reservaban del frío y la humedad. Después se alzaban como los chozos dejando una pequeña puerta por la que pasaba a gatas. Se tapaba con alguna espuerta de esparto. Se ponían siempre al lado de los corrales de bardisco, al lado contrario de donde viniese el viento. Por ejemplo, si venía el viento del oeste, se ponían al este con el fin de estar más abrigados y evitar que por allí pudiesen atacar los lobos, que siempre atacaban al contrario de donde viniese el viento. También se les ponían espuertas viejas a los perros. Había un dicho que decía así: “Un pastor con cada atajo tiene que pasar la noche a la vera del rebaño, acompañado de sus mastines por si ladrones o lobos quieren causar algún daño”.
En las ganaderías grandes había trabajando varios pastores, que a su vez se dividían en diferentes categorías. El mayoral era el que más mando tenía. Le seguían el ayudador, el zagal mayor, el zagal chico, según iban descendiendo, y, por último, estaba el chulo.
El mayoral se encargaba de la cocina. Si tenía mujer el amo le daba la misión y era la encargada de guisar con la ayuda de algún pastor. El mayoral vigilaba los rebaños, la quesería... Si algún cordero se moría, le quitaba la piel y se la ponía a un mellizo y la oveja le tomaba como suyo. Las ovejas conocían a sus crías por el olfato.
Si había otoño de hierba, ordenaba con el amo no quitar las ovejas viejas. Las que estaban mal de las ubres, las mataban para comérselas los pastores y así tenían pellejos para hacerse los folis y para el ato. También aprovechaban las pieles de las ovejas que se morían.
El ayudador se hacía cargo del primer atajo, de ordeñar las cabras... Hacía el almuerzo: Migas canas o sopas cabreras. La pella para los perros la preparaba el ayudador, aunque en algunas ocasiones, la preparaba el zagal mayor.
El zagal mayor se encargaba del vacío: Oovejas que no están preñadas, que está largo su paridera, y el menor para relevar los rodeos.
El chulo era un chaval de 10 ó 12 años. Se quedaba en la majada. Fregaba los tarros, cuidaba el rezajo: Ovejas que estaban peores, vigilaban si maman los corderos pues de lo contrario deben de darle de mamar ellos, limpiaba la majada... Se encargaba de echar los hachos al levantarse por la mañana.
Pasaban muchos días a la intemperie: días de lluvia, de frío, con nevadas... soportando todas las inclemencias del tiempo”[16].
El punto personal del pasaje no podemos dejar de ver el cuidado del Señor sobre Pedro y cada uno de sus hijos. Podemos estar seguros que nuestro Señor se preocupa de los detalles más íntimos de nuestra vida y que no hay nada que no le interese a Él.
La Biblia no nos dice de la muerte de Pedro, aunque la tradición católica narra que Pedro acabó sus días en Roma, y que allí murió martirizado bajo el mandato de Nerón en el Circo de la colina vaticana, sepultado a poca distancia del lugar de su martirio y que a principios del siglo IV el emperador Constantino I el Grande mandó construir la gran basílica.
Clemente Romano, en su carta a los corintios, data su muerte en la época de las persecuciones de Nerón. El Evangelio de Juan sugiere, en su característico estilo alegórico, que Pedro fue crucificado. Pedro de Alejandría, escribió un tratado llamado Penitencia, en el que dice: “Pedro, el primero de los apóstoles, habiendo sido apresado a menudo y arrojado a la prisión y tratado con ignominia, fue finalmente crucificado en Roma”. Orígenes en su Comentario al libro del Génesis III, citado por Eusebio de Cesarea, dice que Pedro pidió ser crucificado cabeza abajo por no considerarse digno de morir del mismo modo que Jesús. Lo mismo relata Jerónimo de Estridón en su obra Vidas de hombres ilustres. Flavio Josefo relata que la práctica de crucificar criminales en posiciones distintas era común entre los soldados.
El historiador religioso de la antigüedad Eusebio informa que Pedro “fue crucificado con la cabeza hacia abajo, habiendo él mismo pedido sufrir así”. Sin embargo, la profecía de Jesús acerca de la muerte de Pedro no fue tan específica. A Catholic Commentary on Holy Scripture admite lo siguiente: “Puesto que se coloca la extensión de las manos antes de ser ceñido y llevado, es difícil discernir cómo debe concebirse. Si el orden es parte de la profecía, debemos suponer que el prisionero fue atado al patibulum antes de ser ceñido y llevado a la ejecución”. Por eso, si no fuera por la tradición que registró Eusebio, la declaración de Jesús en sí no señalaría a una muerte por crucifixión o por fijarlo en un madero. Considerando las palabras de Juan 21.18-19 aparte de la tradición, llegaríamos a la siguiente conclusión: En los años cuando Pedro era más joven podía ceñirse a gusto para cualquier deber que quería desempeñar. Tenía la libertad de ir a donde quisiera ir. Pero en la vida posterior esto cambiaría. Tendría que extender las manos, quizás en sumisión a otra persona. Otro hombre lo controlaría, ciñendo a Pedro, ya sea atándolo o preparándolo para lo que habría de venir, y cargándolo a un lugar adonde no querría ir, evidentemente al lugar de ejecución. Así la profecía de Jesús respecto a Pedro realmente indicó que el apóstol moriría “una muerte de mártir”, pero no necesariamente denota la manera en que se le daría esta muerte[17].
Jesús había dicho a sus discípulos que le siguieran en el principio de su ministerio, ahora vuelve a decirle a Pedro que le siga, demostrando el perdón que se le ha brindado, a pesar de haber negado a su Señor.
3. 21.20-25 En este último pasaje del Evangelio de Juan vemos de nuevo la humanidad de los discípulos. Pedro se siente incómodo con la presencia de Juan, que los seguía de cerca, por lo que pregunta al Señor pero este le responde: -Yo hago con los míos lo que deseo, a ti no debe importarte la vida de los demás. Pero la respuesta de Jesús fue malinterpretada por los demás que pensaron que Él había dicho que Juan no moriría.
Hay cosas que hizo Jesús que no fueron registradas, pr lo que Juan usa una hipérbole para enfatizar su gran actividad, aunque esto no quiere decir que los milagros y otros dichos apófricos deben ser tomados como verdaderos. Lo cierto es que como no se sabe que Jesús hubiese hecho o dicho las cosas que narran esos apócrifocos no deben tomarse como ciertas.
Juan cierra aquí su testimonio, porque le parece que es suficiente para producir fe en quienes lo lean u oigan. La llamada “Gran Comisión” y la ascención de Jesús no son relatadas aquí o porque Juan no las considere importantes, sino que ya estaban registradas en los Evangelios Sinópticos, y como pudimos ver en todo este relato, el discípulo amado más bien buscó cosas que sus compañeros no habían reportado.
[1] Números 34.11; Josué 13.27.
[2] Wikipedia. Mar de Tiberias.
[3] Lucas 5.6-7.
[4] Juan 20.11-18; Marcos 16.9-11.
[5] Mateo 28.9-10.
[6] Lucas 24.13-25.
[7] Lucas 24.34.
[8] Juan 20.19-23; Lucas 24.33-49.
[9] Juan 20.24-29.
[10] Juan 21.1-23.
[11] Mateo 28.16-20.
[12] 1 Corintios 15.6.
[13] 1 Corintios 15.7.
[14] Lucas 24.36-51.
[15] 1 Corintios 15.8.
[16] www.madridejos.net/tradiciones/pastores.htm
[17] Wikipedia. Simón Pedro.
Volvió a ocurrir una manifestación de Jesús a sus discípulos cuando estos se encontraban pescando por iniciativa de Pedro. Era natural que ellos se dispusieran a pescar para sobrevivir ya que en ese momento no tenían ningún otro medio de subsistencia y esto es lo que ellos sabían hacer mejor.
Ellos pasaron la noche pescando sin fruto y al amanecer alguien les gritó desde la orilla, buscando algo de comer. Esto no era ilógico, ya que bien un paisano podía solicitar un pescado para desayunar a quienes regresaban de su viaje de pesca, pero esta vez no traían nada. Jesús utiliza su omnisciencia y les hace ver que a la derecha había un banco de peces, o bien, en ese momento hizo que aparecieran. Antes, ya habían visto un milagro similar[3].
Normalmente Pedro es quien toma la iniciativa en las acciones de los apóstoles, pero en este caso es Juan quien reacciona de primero al ver el milagro. Pero Pedro, siempre impetuoso, se pone su ropa y se lanza al mar para llegar primero donde su Señor.
Ellos no se encontraban lejos, por eso habían podido hablar con Jesús desde el principio, a unos 100 metros. Se acercaron a la orilla con la red llena de peces, y encontraron ya una fogata encendida con un pez en las brasas. Pedro, siendo un hombre fuerte, sacó la red que tenía la hermosa cantidad de 153 peces. Este número es importante por su exactitud, lo que nos dice en realidad cuantos peces eran.
Con esta, Jesús se había aparecido tres veces a los discípulos, aunque si revisamos los Evangelios encontraremos un total de doce apariciones:
a. A María Magdalena[4].
b. A las mujeres[5].
c. A los peregrinos en el camino de Emaús[6].
d. A Pedro[7].
e. A los Enviados en el lugar donde estaban encerrados sin Tomás[8].
f. Una semana después a todos los Enviados en el mismo lugar[9].
g. A siete de los Enviados junto al Mar de Tiberias[10].
h. A los Enviados cuando les dio la Comisión[11].
i. A más de 500[12].
j. A Jacobo[13].
k. A los Enviados en el Monte de los Olivos[14].
l. A Pablo[15].
2. 21.15-19 Este es uno de los pasajes más tristes de los Evangelios. Pedro había estado sufriendo en secreto el dolor de su negación; él había negado a su Maestro en tres ocasiones cuando Él se encontraba en su momento más crucial de su vida. Hacía unos días, cuando vio a Jesús resucitado, el remordimiento interno le corroía y es por eso que vemos a un Pedro distante, que se le puede sentir el cambio en su comportamiento antes y después de la muerte y resurrección de Jesús.
Jesús usa dos palabras similares: Agapao y fileo, que son traducidas como “amor”, pero que en el idioma griego tienen un significado completamente diferente. Agapao tiene dos raíces, ag que significa “yo” y pao que significa “clavar un puñal”, por lo que agapao significa “morir por el otro”. Por su parte fileo significa amor de amigos, un amor voluntario, recíproco.
Jesús pregunta en dos ocasiones a Pedro por amor agapao y la tercera por amor fileo, porque deseaba que el mismo Pedro reconociera que amaba a Jesús de tal manera que estuviera dispuesto a ofrendar su vida por Él, y también que era capaz de aceptar su amistad.
Los cristianos debemos amar al prójimo como Dios nos amó, es decir, con amor agapao, porque si Dios hubiese querido amar al mundo con amor fileo, no le hubiera dado un camino para su salvación. Cuando los cristianos amamos con amor agapao, podemos anunciar el Evangelio incluso a aquellos que nos odian.
Después de haber preguntado a Pedro sobre su amor por Él, Jesús le presenta un reto con el que podrá manifestar ese amor: Cuidar de las ovejas. Cuando pienso en la responsabilidad que le dio Jesús a Pedro, no me queda más que sentirme adolorido al ver a tantos que se hacen llamar pastores y reciben un salario para mantenerse en sus casas vegetando, perdiendo el tiempo, sin salir a evangelizar, tomando el trabajo de la Iglesia como si fuera un pasatiempo, bajando una clase y un sermón del internet para darlo a la congregación el domingo. El siguiente es un testimonio de un pastor español moderno, pero que no deja de darnos el ejemplo del trabajo cotidiano del encargado de un rebaño: “La vida y trabajo de pastor tiene sus sacrificios, penas y alegrías como otros oficios. Es un error decir que los pastores estaban siempre en la granja. Lo que hacía el pastor es estar en su majada los 365 días del año, excepto cuando venían de “rodeo” o estaba el ganado en el pueblo. Los pastores españoles levantaban una camilla con cuatro palos como base. Después se hacia una red para depositar ramas de cantueso, que servía de colchón cubriéndolas de pieles de oveja pues eran las que más reservaban del frío y la humedad. Después se alzaban como los chozos dejando una pequeña puerta por la que pasaba a gatas. Se tapaba con alguna espuerta de esparto. Se ponían siempre al lado de los corrales de bardisco, al lado contrario de donde viniese el viento. Por ejemplo, si venía el viento del oeste, se ponían al este con el fin de estar más abrigados y evitar que por allí pudiesen atacar los lobos, que siempre atacaban al contrario de donde viniese el viento. También se les ponían espuertas viejas a los perros. Había un dicho que decía así: “Un pastor con cada atajo tiene que pasar la noche a la vera del rebaño, acompañado de sus mastines por si ladrones o lobos quieren causar algún daño”.
En las ganaderías grandes había trabajando varios pastores, que a su vez se dividían en diferentes categorías. El mayoral era el que más mando tenía. Le seguían el ayudador, el zagal mayor, el zagal chico, según iban descendiendo, y, por último, estaba el chulo.
El mayoral se encargaba de la cocina. Si tenía mujer el amo le daba la misión y era la encargada de guisar con la ayuda de algún pastor. El mayoral vigilaba los rebaños, la quesería... Si algún cordero se moría, le quitaba la piel y se la ponía a un mellizo y la oveja le tomaba como suyo. Las ovejas conocían a sus crías por el olfato.
Si había otoño de hierba, ordenaba con el amo no quitar las ovejas viejas. Las que estaban mal de las ubres, las mataban para comérselas los pastores y así tenían pellejos para hacerse los folis y para el ato. También aprovechaban las pieles de las ovejas que se morían.
El ayudador se hacía cargo del primer atajo, de ordeñar las cabras... Hacía el almuerzo: Migas canas o sopas cabreras. La pella para los perros la preparaba el ayudador, aunque en algunas ocasiones, la preparaba el zagal mayor.
El zagal mayor se encargaba del vacío: Oovejas que no están preñadas, que está largo su paridera, y el menor para relevar los rodeos.
El chulo era un chaval de 10 ó 12 años. Se quedaba en la majada. Fregaba los tarros, cuidaba el rezajo: Ovejas que estaban peores, vigilaban si maman los corderos pues de lo contrario deben de darle de mamar ellos, limpiaba la majada... Se encargaba de echar los hachos al levantarse por la mañana.
Pasaban muchos días a la intemperie: días de lluvia, de frío, con nevadas... soportando todas las inclemencias del tiempo”[16].
El punto personal del pasaje no podemos dejar de ver el cuidado del Señor sobre Pedro y cada uno de sus hijos. Podemos estar seguros que nuestro Señor se preocupa de los detalles más íntimos de nuestra vida y que no hay nada que no le interese a Él.
La Biblia no nos dice de la muerte de Pedro, aunque la tradición católica narra que Pedro acabó sus días en Roma, y que allí murió martirizado bajo el mandato de Nerón en el Circo de la colina vaticana, sepultado a poca distancia del lugar de su martirio y que a principios del siglo IV el emperador Constantino I el Grande mandó construir la gran basílica.
Clemente Romano, en su carta a los corintios, data su muerte en la época de las persecuciones de Nerón. El Evangelio de Juan sugiere, en su característico estilo alegórico, que Pedro fue crucificado. Pedro de Alejandría, escribió un tratado llamado Penitencia, en el que dice: “Pedro, el primero de los apóstoles, habiendo sido apresado a menudo y arrojado a la prisión y tratado con ignominia, fue finalmente crucificado en Roma”. Orígenes en su Comentario al libro del Génesis III, citado por Eusebio de Cesarea, dice que Pedro pidió ser crucificado cabeza abajo por no considerarse digno de morir del mismo modo que Jesús. Lo mismo relata Jerónimo de Estridón en su obra Vidas de hombres ilustres. Flavio Josefo relata que la práctica de crucificar criminales en posiciones distintas era común entre los soldados.
El historiador religioso de la antigüedad Eusebio informa que Pedro “fue crucificado con la cabeza hacia abajo, habiendo él mismo pedido sufrir así”. Sin embargo, la profecía de Jesús acerca de la muerte de Pedro no fue tan específica. A Catholic Commentary on Holy Scripture admite lo siguiente: “Puesto que se coloca la extensión de las manos antes de ser ceñido y llevado, es difícil discernir cómo debe concebirse. Si el orden es parte de la profecía, debemos suponer que el prisionero fue atado al patibulum antes de ser ceñido y llevado a la ejecución”. Por eso, si no fuera por la tradición que registró Eusebio, la declaración de Jesús en sí no señalaría a una muerte por crucifixión o por fijarlo en un madero. Considerando las palabras de Juan 21.18-19 aparte de la tradición, llegaríamos a la siguiente conclusión: En los años cuando Pedro era más joven podía ceñirse a gusto para cualquier deber que quería desempeñar. Tenía la libertad de ir a donde quisiera ir. Pero en la vida posterior esto cambiaría. Tendría que extender las manos, quizás en sumisión a otra persona. Otro hombre lo controlaría, ciñendo a Pedro, ya sea atándolo o preparándolo para lo que habría de venir, y cargándolo a un lugar adonde no querría ir, evidentemente al lugar de ejecución. Así la profecía de Jesús respecto a Pedro realmente indicó que el apóstol moriría “una muerte de mártir”, pero no necesariamente denota la manera en que se le daría esta muerte[17].
Jesús había dicho a sus discípulos que le siguieran en el principio de su ministerio, ahora vuelve a decirle a Pedro que le siga, demostrando el perdón que se le ha brindado, a pesar de haber negado a su Señor.
3. 21.20-25 En este último pasaje del Evangelio de Juan vemos de nuevo la humanidad de los discípulos. Pedro se siente incómodo con la presencia de Juan, que los seguía de cerca, por lo que pregunta al Señor pero este le responde: -Yo hago con los míos lo que deseo, a ti no debe importarte la vida de los demás. Pero la respuesta de Jesús fue malinterpretada por los demás que pensaron que Él había dicho que Juan no moriría.
Hay cosas que hizo Jesús que no fueron registradas, pr lo que Juan usa una hipérbole para enfatizar su gran actividad, aunque esto no quiere decir que los milagros y otros dichos apófricos deben ser tomados como verdaderos. Lo cierto es que como no se sabe que Jesús hubiese hecho o dicho las cosas que narran esos apócrifocos no deben tomarse como ciertas.
Juan cierra aquí su testimonio, porque le parece que es suficiente para producir fe en quienes lo lean u oigan. La llamada “Gran Comisión” y la ascención de Jesús no son relatadas aquí o porque Juan no las considere importantes, sino que ya estaban registradas en los Evangelios Sinópticos, y como pudimos ver en todo este relato, el discípulo amado más bien buscó cosas que sus compañeros no habían reportado.
[1] Números 34.11; Josué 13.27.
[2] Wikipedia. Mar de Tiberias.
[3] Lucas 5.6-7.
[4] Juan 20.11-18; Marcos 16.9-11.
[5] Mateo 28.9-10.
[6] Lucas 24.13-25.
[7] Lucas 24.34.
[8] Juan 20.19-23; Lucas 24.33-49.
[9] Juan 20.24-29.
[10] Juan 21.1-23.
[11] Mateo 28.16-20.
[12] 1 Corintios 15.6.
[13] 1 Corintios 15.7.
[14] Lucas 24.36-51.
[15] 1 Corintios 15.8.
[16] www.madridejos.net/tradiciones/pastores.htm
[17] Wikipedia. Simón Pedro.