Capítulo 2
B. El ministerio de Pablo
aprobado por la Iglesia en Jerusalén.
2.1-10 Han pasado catorce años desde su primera visita a Jerusalén, cuando Pablo vuelva a subir a esta ciudad para encontrarse con los Enviados. Era importante que Pablo fuera a esa ciudad a hablar con ellos, ya que aunque él también era un Enviado, aún entre las congregaciones se consideraba que era necesario que todo lo que se enseñara estuviera avalado por los Enviados en Jerusalén.
Aclara que les acompañaba Tito, cosa que va a utilizar más adelante. También hace énfasis en que su viaje no fue por capricho, sino por un mandato directo de Dios.
¿Qué iba a hacer en Jerusalén? Iba a aclarar a los Enviados lo que él ha estado enseñando entre los gentiles. Pablo había, con su trabajo entre los no judíos, encontrado muchos enemigos entre los de su pueblo que veían en su accionar una traición a las tradiciones de los padres.
Por primera vez Pablo se refiere a la circuncisión, que es lo que incomodaba a los judaizantes. Tito acompañó a Pablo y a Bernabé, reconocidos judíos, y se reunió con los Enviados, y aún así no fue obligado a circuncidarse, lo que prueba que los Enviados no consideraban que era de importancia primordial que se practicara esto entre los cristianos. Es curioso quwe Pablo circuncidó a Timoteo, pero no a Tito; quizá porque Timoteo era hijo de una mujer judía. Pero queda claro que la circuncisión no era obligatoria para los gentiles.
Los falsos hermanos a los que se refiere Pablo son los judaizantes. Ellos decían ser cristianos, pero querían que el cristianismo siguiera atado al judaísmo con todas sus tradiciones, tal y como lo hacen hoy día los llamados judíos mesiánicos, que ni son judíos ni creen en el Mesías. Estos falsos cristianos lo que hacían era ir por la Iglesia fijándose en la libertad que produce el Evangelio y procuraban torcer sus enseñanzas para que en lugar de encontrar libertad, los cristianos se volvieran esclavos. Ellos no anhelaban la libertad.
Si Pablo hubiese aceptado circuncidar a Tito, habría caído bajo sus enseñanzas. Él no lo iba a hacer, ya que no permitiría que la verdad del Evangelio se pervirtiera y causaría gran mal entre los demás cristianos, porque hubiesen terminado como una secta más del judaísmo.
Pablo defiende su ministerio de manera contundente, haciendo ver que él no está bajando su cabeza sobre los que dicen ser algo. Él no había sido enseñado por los hombres, por lo tanto no había entre ellos algún hombre que pudiese dar órdenes a Pablo. Pero no se piense que eso convertía a Pablo en un rebelde que no respetase a los demás Enviados, pero era necesario que se entendiera que ellos no le habían dado la instrucción del Evangelio ni le habían ordenado como ministro.
Pablo mantenía su comunión con los demás Enviados, pero no estaba sujeto a ellos como si el ministerio de él fuese menor ni porque ellos le supervisaran, sino que comprendían todos ellos que así como a unos se les había encomendado el ministerio para los judíos, a Pablo, Dios mismo le había enviado a los gentiles. Esto era algo que ofendía a los judaizantes.
Como nota curiosa, diremos que en este pasaje se encuentra la única referencia de Pablo en sus cartas acerca de Juan.
Pero Pablo no deja de anotar que los otros Enviados le dieron una recomendación: No olvidarse de los pobres, aunque precisamente esa era una de las grandes prioridades de Pablo.
C. El evangelio de la Gracia no permite la hipocresía.
2.11-21 Pedro o Cefas, viajó a Antioquía, que se había convertido en una ciudad clave para el cristianismo.
Pablo se sintió muy incómodo con Pedro debido a su actitud, tanto que se puso “de pie en contra de su rostro”, es decir, lo enfrentó abiertamente, mostrando con ello que el ministerio de ambos era igual, no como decían los judaizantes que Pablo era inferior a Pedro. Hoy hay quienes censuran a quien se enfrenta con un predicador porque está actuando mal, y sacan a relucir la “autonomía” para proteger el pecado, de esta manera, hay muchos ministros viviendo según la carne, pero parece que tienen una inmunidad para que nadie les reprenda.
La actitud de Pedro necesitaba la reprensión. No es posible que escondamos el pecado de los que hacen daño a la Iglesia con sus malas acciones simplemente porque tienen tal o cual ministerio o porque son fulanito o zutanito. ¡El pecado debe denunciarse! Pedro había pecado y Pablo lo reprendió, pero era Pedro el único culpable del asunto. He visto que cuando alguien comete un pecado, se le trata como si no tuviese la culpa y se busca culpar a la sociedad, a la familia e incluso a la Iglesia por el pecado de este. Pero el pecado es oposición contra Dios y eso no lo podemos negar.
Pablo no estaba buscando hacer algún mal a Pedro. No corrió a buscar a algunos hermanos y entre todos “comentar” el pecado de Pedro, sino que lo hizo cara a cara, lo enfrentó directamente. En este caso no era la xenofobia de los judíos la que estaba en juego, sino que era el primer Enviado que había predicado a los gentiles el que estaba actuando como si no comprendiese que Dios es tanto Dios de judíos como de gentiles.
Aclara Pablo que Pedro estaba actuando correctamente hasta que llegaron unos enviados de Jacobo. Con qué misión venían estos, no se nos dice, pero Pedro dejó de actuar de forma normal y se apartó de los cristianos gentiles. Tenía miedo que le criticaran los cristianos judíos y que los judaizantes lo declararan su enemigo, como habían hecho con Pablo.
Pero el ejemplo de Pedro tenía graves repercusiones, ya que los demás judíos cristianos que habían estado antes, comenzaron a comportase de la misma manera que Pedro, incluso Bernabé, un hombre a quien todos consideraban correcto en todo.
Las cosas llegaron al punto en que Pablo se llenó de ira santa. Él estaba viendo que ellos predicaban una cosa y hacían lo contrario. Esto lo llevó a enfrentar a Pedro. Cuando estamos faltando en algo y viene un hermano y nos llama la atención, nos está haciendo un favor, no un daño. La amistad de Pablo y Pedro no terminó aquí, tal como vemos en 2 Pedro 3.15. Quizá, si esto ocurriera hoy, alguien le diría a Pablo: -“No hermano, usted debió haber llamado a Pedro y a Bernabé para hablarles aparte, estas cosas no deben ser expuestas a la comunidad porque van a ver que ustedes cometen errores”. Pero el problema es que lo había hecho Pedro era contra toda la Iglesia, no contra Pablo. Esto es lo que hacen los religiosos actuales, que tratan de esconder sus pecados para evitar que el pueblo sepa que ellos son hombres normales.
La actitud de Pedro podía llevar a los gentiles a pensar que era necesario circuncidarse para poder ser salvo. Esto es lo que había ocurrido en Galacia. El ejemplo de los ministros es importantísimo en la Iglesia, que seguirá no tanto nuestras palabras, sino nuestras acciones.
Pablo usa el lenguaje común de los judíos para hablar diciendo que los judíos son diferentes a los gentiles, ya que él sabía que a pesar de que los judíos tenían la Ley, no por ello eran salvos, a no ser que fuesen justificados por el sacrificio de Jesús. Esto mismo es lo que Pablo, Pedro y los demás cristianos habían tenido que hacer para ser salvos, ya que aunque los judaizantes de aquel tiempo y los de hoy digan lo contrario, la Ley no puede salvar a nadie.
Pero cuando el hombre se enfrenta con la gracia de Dios por medio de Cristo se encuentra que es culpable y no merece la salvación, así que si el hombre no es justificado por la Ley, y el sacrificio de Jesús nos desenmascara como pecadores que somos, ¿en qué quedamos? ¿Acaso es Cristo el servidor del pecado? Porque de la manera que actuaban Pedro, Bernabé y los otros, limitaban la justicia de la sangre de Cristo a la Ley.
Pablo asegura que no es correcto volver a los que consideramos que no lo era. Lamentablemente vemos como en la Iglesia hoy se hacen aquellas cosas que antes se consideraban incorrectas y se condenaban. Se critica a los demás, pero se hace lo mismo, entonces ¿cuál es el mensaje que se enseña? Pedro y los otros habían destruido sus prejuicios cuando se sentaron a comer con los gentiles, pero en el momento que se apartaron de ellos, las volvieron a edificar, y se volvieron transgresores de la Ley de Cristo, que es la Ley del amor.
Cuando una persona viene a Cristo, está muerto a la Ley, es decir, la Ley no tiene ningún efecto sobre él, o ¿acaso pagan impuestos los muertos, o se les puede multar o deben pagar sus deudas? No, en el momento en que murieron todas estas cosas dejan de tener sentido para ellos. Al estar muerto a la Ley, vivimos delante de Cristo.
¿En qué momento morimos para la Ley? En el instante en que somos crucificados con Cristo. A partir de ese momento la Ley no tiene más efecto en nosotros. Para Pedro y los demás no tenía el mismo efecto, ellos, a pesar de ser cristianos, estaban permitiendo a la Ley influir en su vida y estaban olvidando el sacrificio de Jesús, ya que despreciaban a los cristianos gentiles que también habían sido crucificados con Cristo.
Con Cristo morimos en la cruz, y el viejo hombre, el judaizante, el avaro, el miserable, el enemigo de todos, muere en Él. En su lugar, Cristo es quien resucita en uno y entonces somos convertidos en pequeños “cristos”, es decir, en cristianos. Entonces, en ese momento dejamos de vivir para nosotros mismos y vivimos para Cristo, que me amó de tal manera que se entregó por mí.
Querer vivir bajo la Ley, como hacían los judaizantes y hacen los mesiánicos y otros religiosos modernos, es desechar el Evangelio perfecto para vivir uno pervertido, ya que si alguien pudiese ser justificado por la Ley, entonces el sacrificio de Jesús fue en vano.
2.1-10 Han pasado catorce años desde su primera visita a Jerusalén, cuando Pablo vuelva a subir a esta ciudad para encontrarse con los Enviados. Era importante que Pablo fuera a esa ciudad a hablar con ellos, ya que aunque él también era un Enviado, aún entre las congregaciones se consideraba que era necesario que todo lo que se enseñara estuviera avalado por los Enviados en Jerusalén.
Aclara que les acompañaba Tito, cosa que va a utilizar más adelante. También hace énfasis en que su viaje no fue por capricho, sino por un mandato directo de Dios.
¿Qué iba a hacer en Jerusalén? Iba a aclarar a los Enviados lo que él ha estado enseñando entre los gentiles. Pablo había, con su trabajo entre los no judíos, encontrado muchos enemigos entre los de su pueblo que veían en su accionar una traición a las tradiciones de los padres.
Por primera vez Pablo se refiere a la circuncisión, que es lo que incomodaba a los judaizantes. Tito acompañó a Pablo y a Bernabé, reconocidos judíos, y se reunió con los Enviados, y aún así no fue obligado a circuncidarse, lo que prueba que los Enviados no consideraban que era de importancia primordial que se practicara esto entre los cristianos. Es curioso quwe Pablo circuncidó a Timoteo, pero no a Tito; quizá porque Timoteo era hijo de una mujer judía. Pero queda claro que la circuncisión no era obligatoria para los gentiles.
Los falsos hermanos a los que se refiere Pablo son los judaizantes. Ellos decían ser cristianos, pero querían que el cristianismo siguiera atado al judaísmo con todas sus tradiciones, tal y como lo hacen hoy día los llamados judíos mesiánicos, que ni son judíos ni creen en el Mesías. Estos falsos cristianos lo que hacían era ir por la Iglesia fijándose en la libertad que produce el Evangelio y procuraban torcer sus enseñanzas para que en lugar de encontrar libertad, los cristianos se volvieran esclavos. Ellos no anhelaban la libertad.
Si Pablo hubiese aceptado circuncidar a Tito, habría caído bajo sus enseñanzas. Él no lo iba a hacer, ya que no permitiría que la verdad del Evangelio se pervirtiera y causaría gran mal entre los demás cristianos, porque hubiesen terminado como una secta más del judaísmo.
Pablo defiende su ministerio de manera contundente, haciendo ver que él no está bajando su cabeza sobre los que dicen ser algo. Él no había sido enseñado por los hombres, por lo tanto no había entre ellos algún hombre que pudiese dar órdenes a Pablo. Pero no se piense que eso convertía a Pablo en un rebelde que no respetase a los demás Enviados, pero era necesario que se entendiera que ellos no le habían dado la instrucción del Evangelio ni le habían ordenado como ministro.
Pablo mantenía su comunión con los demás Enviados, pero no estaba sujeto a ellos como si el ministerio de él fuese menor ni porque ellos le supervisaran, sino que comprendían todos ellos que así como a unos se les había encomendado el ministerio para los judíos, a Pablo, Dios mismo le había enviado a los gentiles. Esto era algo que ofendía a los judaizantes.
Como nota curiosa, diremos que en este pasaje se encuentra la única referencia de Pablo en sus cartas acerca de Juan.
Pero Pablo no deja de anotar que los otros Enviados le dieron una recomendación: No olvidarse de los pobres, aunque precisamente esa era una de las grandes prioridades de Pablo.
C. El evangelio de la Gracia no permite la hipocresía.
2.11-21 Pedro o Cefas, viajó a Antioquía, que se había convertido en una ciudad clave para el cristianismo.
Pablo se sintió muy incómodo con Pedro debido a su actitud, tanto que se puso “de pie en contra de su rostro”, es decir, lo enfrentó abiertamente, mostrando con ello que el ministerio de ambos era igual, no como decían los judaizantes que Pablo era inferior a Pedro. Hoy hay quienes censuran a quien se enfrenta con un predicador porque está actuando mal, y sacan a relucir la “autonomía” para proteger el pecado, de esta manera, hay muchos ministros viviendo según la carne, pero parece que tienen una inmunidad para que nadie les reprenda.
La actitud de Pedro necesitaba la reprensión. No es posible que escondamos el pecado de los que hacen daño a la Iglesia con sus malas acciones simplemente porque tienen tal o cual ministerio o porque son fulanito o zutanito. ¡El pecado debe denunciarse! Pedro había pecado y Pablo lo reprendió, pero era Pedro el único culpable del asunto. He visto que cuando alguien comete un pecado, se le trata como si no tuviese la culpa y se busca culpar a la sociedad, a la familia e incluso a la Iglesia por el pecado de este. Pero el pecado es oposición contra Dios y eso no lo podemos negar.
Pablo no estaba buscando hacer algún mal a Pedro. No corrió a buscar a algunos hermanos y entre todos “comentar” el pecado de Pedro, sino que lo hizo cara a cara, lo enfrentó directamente. En este caso no era la xenofobia de los judíos la que estaba en juego, sino que era el primer Enviado que había predicado a los gentiles el que estaba actuando como si no comprendiese que Dios es tanto Dios de judíos como de gentiles.
Aclara Pablo que Pedro estaba actuando correctamente hasta que llegaron unos enviados de Jacobo. Con qué misión venían estos, no se nos dice, pero Pedro dejó de actuar de forma normal y se apartó de los cristianos gentiles. Tenía miedo que le criticaran los cristianos judíos y que los judaizantes lo declararan su enemigo, como habían hecho con Pablo.
Pero el ejemplo de Pedro tenía graves repercusiones, ya que los demás judíos cristianos que habían estado antes, comenzaron a comportase de la misma manera que Pedro, incluso Bernabé, un hombre a quien todos consideraban correcto en todo.
Las cosas llegaron al punto en que Pablo se llenó de ira santa. Él estaba viendo que ellos predicaban una cosa y hacían lo contrario. Esto lo llevó a enfrentar a Pedro. Cuando estamos faltando en algo y viene un hermano y nos llama la atención, nos está haciendo un favor, no un daño. La amistad de Pablo y Pedro no terminó aquí, tal como vemos en 2 Pedro 3.15. Quizá, si esto ocurriera hoy, alguien le diría a Pablo: -“No hermano, usted debió haber llamado a Pedro y a Bernabé para hablarles aparte, estas cosas no deben ser expuestas a la comunidad porque van a ver que ustedes cometen errores”. Pero el problema es que lo había hecho Pedro era contra toda la Iglesia, no contra Pablo. Esto es lo que hacen los religiosos actuales, que tratan de esconder sus pecados para evitar que el pueblo sepa que ellos son hombres normales.
La actitud de Pedro podía llevar a los gentiles a pensar que era necesario circuncidarse para poder ser salvo. Esto es lo que había ocurrido en Galacia. El ejemplo de los ministros es importantísimo en la Iglesia, que seguirá no tanto nuestras palabras, sino nuestras acciones.
Pablo usa el lenguaje común de los judíos para hablar diciendo que los judíos son diferentes a los gentiles, ya que él sabía que a pesar de que los judíos tenían la Ley, no por ello eran salvos, a no ser que fuesen justificados por el sacrificio de Jesús. Esto mismo es lo que Pablo, Pedro y los demás cristianos habían tenido que hacer para ser salvos, ya que aunque los judaizantes de aquel tiempo y los de hoy digan lo contrario, la Ley no puede salvar a nadie.
Pero cuando el hombre se enfrenta con la gracia de Dios por medio de Cristo se encuentra que es culpable y no merece la salvación, así que si el hombre no es justificado por la Ley, y el sacrificio de Jesús nos desenmascara como pecadores que somos, ¿en qué quedamos? ¿Acaso es Cristo el servidor del pecado? Porque de la manera que actuaban Pedro, Bernabé y los otros, limitaban la justicia de la sangre de Cristo a la Ley.
Pablo asegura que no es correcto volver a los que consideramos que no lo era. Lamentablemente vemos como en la Iglesia hoy se hacen aquellas cosas que antes se consideraban incorrectas y se condenaban. Se critica a los demás, pero se hace lo mismo, entonces ¿cuál es el mensaje que se enseña? Pedro y los otros habían destruido sus prejuicios cuando se sentaron a comer con los gentiles, pero en el momento que se apartaron de ellos, las volvieron a edificar, y se volvieron transgresores de la Ley de Cristo, que es la Ley del amor.
Cuando una persona viene a Cristo, está muerto a la Ley, es decir, la Ley no tiene ningún efecto sobre él, o ¿acaso pagan impuestos los muertos, o se les puede multar o deben pagar sus deudas? No, en el momento en que murieron todas estas cosas dejan de tener sentido para ellos. Al estar muerto a la Ley, vivimos delante de Cristo.
¿En qué momento morimos para la Ley? En el instante en que somos crucificados con Cristo. A partir de ese momento la Ley no tiene más efecto en nosotros. Para Pedro y los demás no tenía el mismo efecto, ellos, a pesar de ser cristianos, estaban permitiendo a la Ley influir en su vida y estaban olvidando el sacrificio de Jesús, ya que despreciaban a los cristianos gentiles que también habían sido crucificados con Cristo.
Con Cristo morimos en la cruz, y el viejo hombre, el judaizante, el avaro, el miserable, el enemigo de todos, muere en Él. En su lugar, Cristo es quien resucita en uno y entonces somos convertidos en pequeños “cristos”, es decir, en cristianos. Entonces, en ese momento dejamos de vivir para nosotros mismos y vivimos para Cristo, que me amó de tal manera que se entregó por mí.
Querer vivir bajo la Ley, como hacían los judaizantes y hacen los mesiánicos y otros religiosos modernos, es desechar el Evangelio perfecto para vivir uno pervertido, ya que si alguien pudiese ser justificado por la Ley, entonces el sacrificio de Jesús fue en vano.