Capítulo 2
1. 2.1 Una vez más, Juan usa el tiempo puntual para continuar la narración.
Ya habían pasado tres días desde que Jesús encontró a Natanael.
El Caná del Nuevo Testamento se dice que estaba en Galilea. El nombre antiguo, que significa “Lugar de Cañas”, existe todavía en Khirbet Kana, un sitio en ruinas con tumbas cavadas en las rocas, cisternas y un estanque, en el extremo norte del llano Asochis. Cerca hay extensiones pantanosas donde abundan todavía las cañas o juncos. El sitio está a 8 ó 9 kilómetros al noreste de Nazaret, en el camino a Capernaum, y es un lugar miserable y descuidado. Algunos creen que es otro lugar, una aldea próspera más cerca de Nazaret en el camino a Tiberias. Edificios de las iglesias latinas y griegas se han edificado aquí, confiando en esto. Otros sitúan a Caná en un lugar en el camino a Tiberias, como a 3 kilómetros de Nazaret. El primer lugar mencionado es probablemente donde Jesús hizo sus grandes obras. Caná pertenecía a la tribu de Zabulón. Estaba a unos 40 kilómetros al sudeste de Acre. Tradicionalmente es identificado con “Kafr Kenna”. Hoy día tiene una población como de 2 500 habitantes[1].
Se hace una fiesta de bodas y “estaba allí” la madre de Jesús, la cual, probablemente era o amiga o pariente de alguno de los novios, ya que ella se encontraba ahí no como invitada, sino más bien estaba al servicio.
Hay diferencias notables entre la fiesta de bodas hebrea a las que conocemos en Occidente:
a. A cada invitado que asiste a una fiesta de bodas se le exige usar vestido de bodas[2].
b. El banquete de bodas es presidido por el maestresala[3]. Es su obligación tener cuidado de los preparativos, y durante la fiesta, él anda en derredor y entre invitados, para ver qué les hace falta. El da orden a los sirvientes para que lleven al cabo todos los detalles necesarios.
c. La expresión “hijos de la cámara nupcial”[4], usada por Jesús, simplemente quería decir los invitados al matrimonio.
d. El maestresala de la fiesta daba gracias en la comida y pronunciaba la bendición en los momentos señalados. También bendecía el vino.
e. Era costumbre decir enigmas en tales fiestas como lo hizo Sansón en su casamiento[5].
f. Durante la comida prevalecía jovialidad, y se esperaba que los invitados exaltaran a la novia.
g. No había ceremonia religiosa en la fiesta. En lugar de ella es han las bendiciones de los parientes y amigos. La bendición de agentes de los arreglos de la boda de Ruth y Booz es un buen ejemplo de lo que debe incluirse en tal bendición[6]. Esto corresponde a los buenos deseos de los invitados a los matrimonios occidentales.
h. Después que terminaba la fiesta del matrimonio, el esposo era escoltado por sus amigos al apartamento a donde su esposa había sido conducida previamente.
i. Las festividades matrimoniales con parientes y amigos duraban toda una semana[7], pero el número completo de días de lo que se llamaba días del “matrimonio” eran treinta[8].
2. 2.2 Jesús no llegó a la boda simplemente porque su mamá se encontraba ahí, sino porque junto con sus discípulos fue invitado. Como siempre, él no entra a la fuerza en donde no le quieren, sino que siempre estará dispuesto a compartir con los que le aman.
Algunos han pensado que los cristianos debemos mantenernos apartados de cualquier clase de festividad, pero podemos asegurar que Jesús no practicaba la vida monástica. Él anhela compartir con todos en las diferentes etapas de su vida: Nacimiento, alegrías, tristezas, noviazgo, matrimonio, nacimiento de los hijos, trabajo, estudios, muerte, etc., debe ser siempre nuestro invitado[9].
Este nuevo matrimonio tuvo la gran bendición de tener a Jesús con ellos y que realizara su primer milagro público, aunque ya de por sí, el matrimonio es un milagro que Dios bendice. Dios ama tanto los matrimonios que incluso llega a comparar la relación marital con la relación entre Cristo y su Iglesia, como vemos Efesios 5.22-32.
3. 2.3 Noé se dedicó a la agricultura y fue el primero que plantó una viña, pero cuando bebió vino se embriagó y quedó tendido y desnudo en medio de su carpa. La Biblia repudia la embriaguez en numerosos pasajes pero no la alegría producida por el vino. Cuentan los eruditos que el jugo de la uva es sujeto de especial alabanza en la Biblia. El vino y los viñedos aparecen profusamente a lo largo de la Biblia en lugares históricos, en referentes de personajes y en toda suerte de metáforas. La embriaguez de Noé y de Lot, la viña de Nabot, en el Cantar de los Cantares, etc…
El vino se ha usado en en circunstancias ordinarias como el Shabat y en otras extraordinarias con el Pesaj, con un sentido religioso y sacralizado y en otras menos trascendentes como un simple brindis. La tradición establece un brindis con vino pronunciando como deseo de unos a otros conocido como “Le-hayyim”[10].
El viñedo y el vino proceden del Oriente Próximo. Siendo un cultivo de terrenos secos y áridos o hasta pobres, al punto que se le ha identificado como “el árbol de la vida”, como un símbolo de prosperidad y riqueza de las personas y de los pueblos. La viña y el vino han dejado tras de si numerosos testimonios arqueológicos y tradiciones que han perdurado, como puede comprobarse todavía hoy en las laderas del monte Carmelo. Los viñedos de Hebrón fueron conocidos por sus grandes racimos. Moisés quedó asombrado por aquella tierra de Canaán que producía leche y miel y grandes racimos de uva que era necesario transportar entre dos personas. Las hijas de Lot le proporcionaron grandes cantidades de vino para yacer con él y darle nueva descendencia. José, hijo de Isaac, y este mismo, son personajes cuya historia tiene claros referentes a la importancia y simbología del vino en su época.
Desde los primeros tiempos conocidos la religión judía asoció el vino con la sangre y esta con la parte del cuerpo que más y mejor indicaba la existencia del alma. Sangre como simbología del alma, vino como metáfora de la misma, conformaron una parte primordial de la esencia religiosa judía.
El vino es un elemento ritual y simbólico muy antiguo de la práctica religiosa judía. Los textos bíblicos recogen más de 200 referencias al vino y a las diferentes clases de vino que se conocen en aquella época. El Deuteromonio deja constancia de la importancia que se le daba al cultivo de la vid en un pasaje en el que al agricultor se le dispensaba de prestar servicios de guerra cuando estaba punto de iniciar la vendimia. La vid, como el olivo, fueron cultivos protegidos, y su quema y destrucción estaban condenados con castigos, como se hizo en distintas épocas posteriores y se viene realizando en la actualidad. No debían ir muy desencaminados entonces sobre el crecimiento del ciclo vegetativo de la vid cuando protegían el mismo durante los tres primeros años y establecían un diezmo en el tercero a los propietarios para entregar sus frutos como obras de caridad.
El uso y abuso del vino está reglamentado en la Biblia. El Talmud reconoce que “no hay alegría sin vino”. Así fue siempre la vendimia y sigue perdurando hasta hoy como la celebración de una gran fiesta de todas las gentes en cuya historia existe una tradición vitivinícola. Sin embargo, en numerosos pasajes bíblicos aparecen diversas consideraciones en torno a su consumo y a la conducta de bebedores y abstemios. Dice uno de los pasajes más conocidos que han perdurado hasta nuestros días en el refranero popular que “Cuando entra el vino, el buen sentido se va; cuando entra el vino, los sentidos se escapan”. Pero la Biblia incluye otras recomendaciones como las que figuran en los Proverbios 20.1: “El vino es escarnecedor, la bebida fuerte alborotadora, y cualquiera que con ellos se embriaga no es sabio”.
Desde tiempos remotos, los líderes de la comunidad judía tomaron conciencia que en otras religiones se utilizaba el vino para bendecir y santificar a diferentes ídolos, por lo que prohibieron todo uso del vino elaborado o manipulado por una persona no judía. Establecieron por ello normas específicas para que todo el proceso de producción y transporte de los vinos se hiciera bajo la supervisión de un rabino, de tal manera de asegurar que el vino sea “Kosher” [11].
¿Qué se requiere para que un vino que sea considerado Kosher, es decir, adecuado para su consumo de acuerdo a la ley ritual judía? Todo el proceso de elaboración, desde la cosecha de la uva hasta el momento de su consumo, además de la supervisión rabínica, incluyendo el uso de equipamiento y productos enológicos que se usen exclusivamente en la elaboración del vino. Las uvas y el vino solo pueden ser manipulados por judíos observantes del descanso sabatino. Muchos vinos Kosher han incluido además el requisito de ser pasteurizados, para poder ser manipulados por gentiles o por judíos no observantes, sin perder sus características de tales[12].
Los judíos peregrinaban una vez al año a Jerusalén para visitar el Templo. En el mismo se almacenaban y vendían artículos para las ofrendas de los peregrinos a Dios, a Adonay, entre ellos, claro está, el vino, vino kosher claro, cuyo consumo y comercio se incrementaba notablemente en vísperas de la Pascua judía. Pero conviene recordar aquí también la prohibición de su consumo a los sacerdotes cuando entraban en el Templo.
Las leyes del Kashrut recogidas en la Torá establecían tres cuestiones básicas para los alimentos: Los que se podían comer y los que no; los alimentos que pueden combinarse entre sí y, finalmente, cómo deben tratarse para que no pierdan su condición de khoser. Las leyes, pues, también afectaban al vino para que este pudiera cumplir las exigencias de los religiosos y observantes judíos.
Bendición del vino: “Bendito seas Señor, Dios nuestro, rey del mundo, que creaste el fruto de la vid”.
La Ley judía ordena recordar el día del Shabat, el sábado, para santificarlo, absteniéndose de realizar cualquier labor. Para los judíos observantes, el Shabat conlleva una serie de ritos que comienzan con el encendido de las velas en hermosos candelabros antes de la puesta del sol del viernes. El candelabro se coloca sobre la mesa del Shabat en la que se reunirán todos los comensales de la familia. La comida es precedida por la santificación del vino, ceremonial conocido como “Quidús”, en la que se emplean las llamadas “copas del Quidús”, que generalmente, son de oro y plata o hermosamente talladas en vidrio y proceden de regalos o herencias de padres a hijos.
La libación del vino ya formaba parte de los rituales de sacrificio en el Templo de Jerusalén, ya que el vino es un símbolo de alegría y de celebración en el día más importante de la semana y en otras festividades y o ceremonias de la vida como la del matrimonio.
El “Qiddugin” es la ceremonia que consagra la unión de una pareja judía. El día de la ceremonia, el rabino oficiante recitaba siete bendiciones a los novios con una copa de vino en la mano de la que beben después el novio y la novia. El rabino continúa la ceremonia recitando las siete bendiciones: “Shemaa Bejarot” con otra copa de vino en la mano. Tampoco podía faltar el vino en la comida de consolación que ofrecían los familiares del difunto a su regreso del cementerio ni en la ceremonia de la circuncisión.
Durante las fiestas hebreas como el Séder de Pésaj, la Pascua judía que recuerda la vuelta de Egipto, se toman cuatro copas de vino: Una de santificación o consagración, una de alabanza y acción de gracias, una de redención y una última de cumplimiento, y en la fiesta del Purim, los judíos además de disfrazarse, podían beber vino y lo hacían como en ninguna otra fecha, según algunos testimonios históricos[13].
Comprendiendo estas cosas, podemos decir que al acabarse el vino en una boda, se estaba ante una verdadera emergencia social. En esa cultura, esto habría sido un insulto para los convidados, y los anfitriones habrían sido arruinados socialmente.
La actitud de confianza con que se acerca María a Jesús, nos permite aprender que al Señor se le puede pedir confiadamente y él hará, muchas veces quizá nos parezca que nos dice no, pero después es sí, mientras que otras veces nos dice no y es no.
María simplemente dice a Jesús: “No tienen vino”. No se le acerca a darle explicaciones ni a presentarle una larga y otra corta. Ella sabe que Jesús puede hacer algo nunca antes visto y espera confiadamente.
4. 2.4 En nuestra cultura Occidental suena un poco ofensivo el que un hijo de un tratamiento como el que Jesús da a María en esa oportunidad, pero para los judíos parece que esto era normal, tanto es así que incluso a la hora de su muerte, Jesús dice a su madre: “Mujer, he ahí tu hijo”[14].
“¿Qué a mí y a ti mujer?” ¿Qué tenemos que ver nosotros en esto? Muchos son los que se equivocan pensando que María tiene poder para manipular a Jesús y que ella puede obligarle a que haga su voluntad, por lo que se dirigen a ella, pensando que es más misericordiosa que el mismo Dios.
“Aún no ha venido mi hora”. No había llegado el momento de comenzar a manifestarse. Iba a llegar el momento, pero no era este.
5. 2.5 María no tenía la certeza que Jesús iba a hacer algo por solucionar el problema, pero ella le aconseja a los siervos que estén atentos por aquello que Él quiera actuar. Para los que servían, Jesús era simplemente uno de los convidados y no hubieran esperado recibir órdenes de Él. Por eso, María les instruye de esta manera, indicando que esperaba la intervención de Jesús.
Espiritualizando la escena, no podemos dejar de admirar el consejo de María. ¡Qué bueno si todo el mundo aceptara su consejo!
6. 2.6 Pese a la escasez de agua en las tierras bíblicas, toda persona respetable procuraba la limpieza del cuerpo. Era norma lavarse las manos antes y después de comer. Como los caminos eran polvorientos, los caminantes debían lavarse los pies antes de entrar en una casa. Este era trabajo de esclavos o de siervos inferiores[15]. El descuido de esta atención constituía una grave descortesía por parte del anfitrión[16].
Pasajes como Levítico 15 muestran lo importante que era para un israelita el lavamiento de todo el cuerpo, cuando se veía involucrado en algún acto o circunstancia que lo hacía ceremonialmente inmundo. Sin esta limpieza no podía participar en actividades de carácter religioso[17]. El lavamiento tenía especial importancia en la consagración y el servicio de los sacerdotes[18].
El Antiguo Testamento nos prepara para comprender el uso de los verbos griegos louo “bañarse” y nipto “lavar”, en el Nuevo Testamento. Jesús desechó la actitud de los fariseos, para quienes el lavamiento externo era esencial y la pureza del corazón carecía de importancia[19].
Esto explica la cantidad de vasijas con agua. Era necesaria tanta agua para que los invitados pudieran lavarse lo que fuera necesario. Tomemos en cuenta que una medida o cántaro “equivale a unos 40 litros”[20], por lo que podemos pensar que había allí cerca de 150 galones.
7. 2.7 Jesús dio una orden y esta fue obedecida, pero no entendida. Los que estaban sirviendo no sabían ni se imaginaban lo que iba a ocurrir. Las tinajas fueron llenadas completamente, por lo que podemos ver que ninguna otra sustancia pudo haber sido añadida, y era del agua que se ocupaba para los lavamientos, por lo que tampoco podemos pensar que tuviera vino en el fondo.
8. 2.8 Jesús no necesitó hacer ningún rito ni decir siquiera una palabra, solo ordenó a los siervos hacer las cosas.
9. 2.9-10 Juan no lo dice, pero es probable que el novio se quedara con la boca abierta, quizá hasta pidió que le trajeran del vino, ya que él no podía explicar lo que había sucedido.
El director de la fiesta confirma que algo inusual ha pasado. Él no lo sabía, pero estaban ante un milagro. Quizá los sirvientes se miraban uno al otro y se preguntaban qué había ocurrido, ya que ellos habían hechado agua y ahora este hombre, que debía ser un buen conocedor de vinos, decía que lo que le habían servido era un “vino excelente”.
Es preciso hacer una aclaración: Algunos que defienden la doctrina católica de la transubstanciación dicen que aquí ocurrió lo mismo que lo que pasa en la misa, pero debemos tomar en cuenta que cuando el director de la fiesta probó el agua hecha vino, se dio cuenta que la substancia que llevó a su boca tenía el olor, la consistencia y el sabor del vino. Ya no era agua, sino vino. Cuando el sacerdote católico bendice el vino y lo toma, aquello no huele a sangre, ni tiene la consistencia ni el sabor de la sangre. Es más, se han hecho análisis clínicos en el vino consagrado y los resultados evidencian que sigue siendo vino, jamás sangre.
No podemos negar que el pasaje en cuestión usa la palabra μεθυσθωσιν que significa “beber hasta la intoxicación”[21], sin que esto quiera decir que Jesús promoviera la borrachera. Hay que saber ubicarse también en el tiempo y la cultura. Jesús no llegó a cambiar la cultura de los judíos del siglo I. Tomemos en cuenta que hay países, por ejemplo, en donde el día de hoy no tienen agua potable, por lo que deben consumir cerveza para poder hidratarse, mientras que los Latinoamericanos vemos de mala manera que un cristiano tome cerveza porque en nuestro ambiente el consumo de esta se asocia a borracheras y desórdenes. En el Cercano Oriente, lo normal es beber vino, así como en la mayoría de países europeos e incluso algunos sudamericanos. La Biblia habla de la bendición que trae el vino en Salmos 104.15; Isaías 55.1; 65.8.
Ahora, mucha gente moderna, “el buen vino” es el más intoxicante, pero para la gente de aquel tiempo, el buen vino era el vino más puro, más fresco y dulce. Varios escritores antiguos hablan del vino que no es intoxicante y también hablan de métodos de conservar el jugo de uva para evitar la fermentación, por lo que podríamos pensar que este “vino excelente” de las bodas de Caná, era simplemente lo que nosotros llamamos “jugo de uvas”.
10. 2.11 Este fue el principio de los milagros de Jesús. Jesús no hizo ningún otro milagro antes que este. Cualquier otro evento que se quiera hacer ver como un milagro antes que este, no es más que una real mentira que va contra la Palabra de Dios.
En el Nuevo Testamento el griego seµmeion puede significar sencillamente algún hecho u objeto que transmita una intención reconocible[22]. En 1 Corintios 14.22 las lenguas son “señal para los incrédulos”, desde el momento que Isaías 28.11 indica que hablar en lengua extraña configura una señal del juicio de Dios sobre la incredulidad. Frecuentemente se mencionan las señales en los cielos como indicadoras de los últimos días[23]. En Marcos 13 las tribulaciones que acompañan la caída de Jerusalén y el final de la era, no configuran una señal[24] que posibilite un cálculo de cuándo será el final de la era[25], pero sí una advertencia a aquellos que se vean envueltos en la tribulación, que el fin no podrá demorar mucho más.
Así, también, las “señales y maravillas” se consideraban como pruebas de la poderosa actividad divina en la obra misionera de las iglesias[26]. Hechos en forma especial concede una marcada prominencia a tales milagros[27]. Sin embargo, en otras Escrituras neotestamentarias los autores se muestran mucho más cautelosos cuando hablan de señales. Jesús responde al pedido de los fariseos criticando su exigencia de ver señales[28], y advierte contra los “falsos Cristos y falsos profetas” que “harán señales y prodigios”[29]. En el mismo tono Pablo previene contra las “señales y prodigios mentirosos” del “inicuo”[30] y el vidente de Revelación lo hace contra las señales de la bestia, el falso profeta, y los espíritus demoníacos[31]. Pablo critica igualmente a los judíos que exigen señales[32]; y aun cuando puede mencionar “señales y prodigios” en su propio ministerio[33], el contexto de su “vanagloria” demuestra que los valora mucho menos que lo que lo hacen los “falsos apóstoles” de Corinto[34].
El cuarto evangelio utiliza el vocablo seµmeion con más frecuencia que cualquier otro escrito neotestamentario, casi siempre con referencia a los milagros de Jesús. Juan observa especial empeño en demostrar la verdadera relación entre “señal” y fe. Así, critica una fe basada en los milagros como tales: La fe en Jesús solo como obrador de milagros es fe defectuosa, equivalente al aplauso superficial de una muchedumbre inconstante[35]. La verdadera significación de los milagros de Jesús estriba en que señalan hacia adelante, hacia la muerte, resurrección y ascensión de Jesús, a la transformación iniciada con la nueva era del Espíritu, orientando así hacia una fe en Jesús el Cristo, el resucitado Hijo de Dios[36].
El problema con cualquier señal es su ambigüedad. Puede ser interpretada de distintas maneras. El mensaje que contiene para la fe puede vislumbrarse únicamente por la fe misma. Así, por ejemplo, “la señal de Jonás”[37] carece de importancia para aquellos que no creen en la resurrección. De ahí que una fe basada o cultivada exclusivamente sobre la base de señales, antes que sobre la realidad a que estas apuntan, adolece de falta de madurez y ofrece grave riesgo. Una fe madura se regocija en cuantas señales percibe, pero nunca confía en ellas[38].
Juan cuenta siete señales hechas por Jesús en su Evangelio: 2.1-11, convirtió el agua en vino; 4.46-54, sanó al hijo de un noble; 5.1-9, sanó al paralítico; 6.1-14, alimentó a los 5000; 6.12-21, anduvo sobre el mar; 9.1-12, restauró la vista al ciego; y 11.39-44, levantó a Lázaro de entre los muertos. Las señales físicas demostraban verdades espirituales: Jesús sanó el cuerpo enfermo para que la gente creyera que Él es Buen Médico del alma enferma; dio pan físico a la multitud para que creyeran que Él es el Pan de vida; levantó a los muertos para que la gente creyera que Él es la “resurrección y la vida”, etc.
Pero, ¿qué importancia tenía para Jesús el hacer este milagro? ¿Era tan importante para Él que el novio no quedara mal ante sus vecinos? ¿Lo hizo porque era un hijo muy obediente y como su madre se lo había indicado el sintió remordimiento de haberlo negado al principio y por eso lo hizo después? No, ninguna de estas preguntas puede responderse con un sí.
La importancia de este evento no eran los novios, ni siquiera sabemos los nombres y la enseñanza mormona de que era una de las bodas de Jesús es aberrante. Lo hizo para que sus discípulos creyeran en Él.
[1] Diccionario de Geografía Bíblica. Caná.
[2] Mateo 22.12.
[3] Juan 2.8-9.
[4] Mateo 9.15.
[5] Jueces 14.12-18.
[6] Rut 4.11.
[7] Jueces 14.17.
[8] http://www.seminarioabierto.com/tiempos18.htm
[9] Romanos 12.15.
[10] Un brindis ‘Por la vida’ cargado de simbolismo.
[11] Palabra hebrea que significa "correcto" o "adecuado" para su consumo.
[12] www.rodrigoalvarado.com/cronicas_3.php.
[13] www.lomejordelvinoderioja.com/noticias/vino-religion-Cultura-Judias/entrevista/497.html
[14] Juan 19.26.
[15] Juan 2.6; 13.5.
[16] Lucas 7.44.
[17] Éxodo 19.10; Hebreos 9.13.
[18] Levítico 8.6.
[19] Mateo 7.1-23; Lucas 11.39-41. Diccionario Nelson. Lavamiento.
[20] LBLA. Márgen.
[21] Strong, G3184.
[22] Mateo 26.48; Lucas 2.12; Romanos 4.11; 2 Tesalonicenses 3.17.
[23] Mateo 24.30; Lucas 21.11, 25; Hechos 2.19; Revelación 12.1, 3; 15.1.
[24] Marcos 13.4; Mateo 24.3; Lucas 21.7.
[25] Marcos 13.32.
[26] Romanos 15.19; Hebreos 2.4.
[27] Hechos 2.22, 43; 4.30; 5.12; 6.8; 7.36; 14.3; 15.12; 4.16, 22; 8.6, 13.
[28] Marcos 8.11; Mateo 12.38; 16.1–4; Lucas 11.16, 29; 23.8.
[29] Marcos 13.22; Mateo 24.24.
[30] 2 Tesalonicenses 2.9.
[31] Revelación 13.13; 16.14; 19.20.
[32] 1 Corintios 1.22.
[33] 2 Corintios 12.12.
[34] 2 Corintios 10–13.
[35] Juan 2.23–3.2; 4.48; 6.2, 14, 30; 7.31; 9.16; 12.18.
[36] Juan 2.11; 6.26; 12.37; 20.30.
[37] Mateo 12.39.
[38] Diccionario Certeza. Señal.
El Caná del Nuevo Testamento se dice que estaba en Galilea. El nombre antiguo, que significa “Lugar de Cañas”, existe todavía en Khirbet Kana, un sitio en ruinas con tumbas cavadas en las rocas, cisternas y un estanque, en el extremo norte del llano Asochis. Cerca hay extensiones pantanosas donde abundan todavía las cañas o juncos. El sitio está a 8 ó 9 kilómetros al noreste de Nazaret, en el camino a Capernaum, y es un lugar miserable y descuidado. Algunos creen que es otro lugar, una aldea próspera más cerca de Nazaret en el camino a Tiberias. Edificios de las iglesias latinas y griegas se han edificado aquí, confiando en esto. Otros sitúan a Caná en un lugar en el camino a Tiberias, como a 3 kilómetros de Nazaret. El primer lugar mencionado es probablemente donde Jesús hizo sus grandes obras. Caná pertenecía a la tribu de Zabulón. Estaba a unos 40 kilómetros al sudeste de Acre. Tradicionalmente es identificado con “Kafr Kenna”. Hoy día tiene una población como de 2 500 habitantes[1].
Se hace una fiesta de bodas y “estaba allí” la madre de Jesús, la cual, probablemente era o amiga o pariente de alguno de los novios, ya que ella se encontraba ahí no como invitada, sino más bien estaba al servicio.
Hay diferencias notables entre la fiesta de bodas hebrea a las que conocemos en Occidente:
a. A cada invitado que asiste a una fiesta de bodas se le exige usar vestido de bodas[2].
b. El banquete de bodas es presidido por el maestresala[3]. Es su obligación tener cuidado de los preparativos, y durante la fiesta, él anda en derredor y entre invitados, para ver qué les hace falta. El da orden a los sirvientes para que lleven al cabo todos los detalles necesarios.
c. La expresión “hijos de la cámara nupcial”[4], usada por Jesús, simplemente quería decir los invitados al matrimonio.
d. El maestresala de la fiesta daba gracias en la comida y pronunciaba la bendición en los momentos señalados. También bendecía el vino.
e. Era costumbre decir enigmas en tales fiestas como lo hizo Sansón en su casamiento[5].
f. Durante la comida prevalecía jovialidad, y se esperaba que los invitados exaltaran a la novia.
g. No había ceremonia religiosa en la fiesta. En lugar de ella es han las bendiciones de los parientes y amigos. La bendición de agentes de los arreglos de la boda de Ruth y Booz es un buen ejemplo de lo que debe incluirse en tal bendición[6]. Esto corresponde a los buenos deseos de los invitados a los matrimonios occidentales.
h. Después que terminaba la fiesta del matrimonio, el esposo era escoltado por sus amigos al apartamento a donde su esposa había sido conducida previamente.
i. Las festividades matrimoniales con parientes y amigos duraban toda una semana[7], pero el número completo de días de lo que se llamaba días del “matrimonio” eran treinta[8].
2. 2.2 Jesús no llegó a la boda simplemente porque su mamá se encontraba ahí, sino porque junto con sus discípulos fue invitado. Como siempre, él no entra a la fuerza en donde no le quieren, sino que siempre estará dispuesto a compartir con los que le aman.
Algunos han pensado que los cristianos debemos mantenernos apartados de cualquier clase de festividad, pero podemos asegurar que Jesús no practicaba la vida monástica. Él anhela compartir con todos en las diferentes etapas de su vida: Nacimiento, alegrías, tristezas, noviazgo, matrimonio, nacimiento de los hijos, trabajo, estudios, muerte, etc., debe ser siempre nuestro invitado[9].
Este nuevo matrimonio tuvo la gran bendición de tener a Jesús con ellos y que realizara su primer milagro público, aunque ya de por sí, el matrimonio es un milagro que Dios bendice. Dios ama tanto los matrimonios que incluso llega a comparar la relación marital con la relación entre Cristo y su Iglesia, como vemos Efesios 5.22-32.
3. 2.3 Noé se dedicó a la agricultura y fue el primero que plantó una viña, pero cuando bebió vino se embriagó y quedó tendido y desnudo en medio de su carpa. La Biblia repudia la embriaguez en numerosos pasajes pero no la alegría producida por el vino. Cuentan los eruditos que el jugo de la uva es sujeto de especial alabanza en la Biblia. El vino y los viñedos aparecen profusamente a lo largo de la Biblia en lugares históricos, en referentes de personajes y en toda suerte de metáforas. La embriaguez de Noé y de Lot, la viña de Nabot, en el Cantar de los Cantares, etc…
El vino se ha usado en en circunstancias ordinarias como el Shabat y en otras extraordinarias con el Pesaj, con un sentido religioso y sacralizado y en otras menos trascendentes como un simple brindis. La tradición establece un brindis con vino pronunciando como deseo de unos a otros conocido como “Le-hayyim”[10].
El viñedo y el vino proceden del Oriente Próximo. Siendo un cultivo de terrenos secos y áridos o hasta pobres, al punto que se le ha identificado como “el árbol de la vida”, como un símbolo de prosperidad y riqueza de las personas y de los pueblos. La viña y el vino han dejado tras de si numerosos testimonios arqueológicos y tradiciones que han perdurado, como puede comprobarse todavía hoy en las laderas del monte Carmelo. Los viñedos de Hebrón fueron conocidos por sus grandes racimos. Moisés quedó asombrado por aquella tierra de Canaán que producía leche y miel y grandes racimos de uva que era necesario transportar entre dos personas. Las hijas de Lot le proporcionaron grandes cantidades de vino para yacer con él y darle nueva descendencia. José, hijo de Isaac, y este mismo, son personajes cuya historia tiene claros referentes a la importancia y simbología del vino en su época.
Desde los primeros tiempos conocidos la religión judía asoció el vino con la sangre y esta con la parte del cuerpo que más y mejor indicaba la existencia del alma. Sangre como simbología del alma, vino como metáfora de la misma, conformaron una parte primordial de la esencia religiosa judía.
El vino es un elemento ritual y simbólico muy antiguo de la práctica religiosa judía. Los textos bíblicos recogen más de 200 referencias al vino y a las diferentes clases de vino que se conocen en aquella época. El Deuteromonio deja constancia de la importancia que se le daba al cultivo de la vid en un pasaje en el que al agricultor se le dispensaba de prestar servicios de guerra cuando estaba punto de iniciar la vendimia. La vid, como el olivo, fueron cultivos protegidos, y su quema y destrucción estaban condenados con castigos, como se hizo en distintas épocas posteriores y se viene realizando en la actualidad. No debían ir muy desencaminados entonces sobre el crecimiento del ciclo vegetativo de la vid cuando protegían el mismo durante los tres primeros años y establecían un diezmo en el tercero a los propietarios para entregar sus frutos como obras de caridad.
El uso y abuso del vino está reglamentado en la Biblia. El Talmud reconoce que “no hay alegría sin vino”. Así fue siempre la vendimia y sigue perdurando hasta hoy como la celebración de una gran fiesta de todas las gentes en cuya historia existe una tradición vitivinícola. Sin embargo, en numerosos pasajes bíblicos aparecen diversas consideraciones en torno a su consumo y a la conducta de bebedores y abstemios. Dice uno de los pasajes más conocidos que han perdurado hasta nuestros días en el refranero popular que “Cuando entra el vino, el buen sentido se va; cuando entra el vino, los sentidos se escapan”. Pero la Biblia incluye otras recomendaciones como las que figuran en los Proverbios 20.1: “El vino es escarnecedor, la bebida fuerte alborotadora, y cualquiera que con ellos se embriaga no es sabio”.
Desde tiempos remotos, los líderes de la comunidad judía tomaron conciencia que en otras religiones se utilizaba el vino para bendecir y santificar a diferentes ídolos, por lo que prohibieron todo uso del vino elaborado o manipulado por una persona no judía. Establecieron por ello normas específicas para que todo el proceso de producción y transporte de los vinos se hiciera bajo la supervisión de un rabino, de tal manera de asegurar que el vino sea “Kosher” [11].
¿Qué se requiere para que un vino que sea considerado Kosher, es decir, adecuado para su consumo de acuerdo a la ley ritual judía? Todo el proceso de elaboración, desde la cosecha de la uva hasta el momento de su consumo, además de la supervisión rabínica, incluyendo el uso de equipamiento y productos enológicos que se usen exclusivamente en la elaboración del vino. Las uvas y el vino solo pueden ser manipulados por judíos observantes del descanso sabatino. Muchos vinos Kosher han incluido además el requisito de ser pasteurizados, para poder ser manipulados por gentiles o por judíos no observantes, sin perder sus características de tales[12].
Los judíos peregrinaban una vez al año a Jerusalén para visitar el Templo. En el mismo se almacenaban y vendían artículos para las ofrendas de los peregrinos a Dios, a Adonay, entre ellos, claro está, el vino, vino kosher claro, cuyo consumo y comercio se incrementaba notablemente en vísperas de la Pascua judía. Pero conviene recordar aquí también la prohibición de su consumo a los sacerdotes cuando entraban en el Templo.
Las leyes del Kashrut recogidas en la Torá establecían tres cuestiones básicas para los alimentos: Los que se podían comer y los que no; los alimentos que pueden combinarse entre sí y, finalmente, cómo deben tratarse para que no pierdan su condición de khoser. Las leyes, pues, también afectaban al vino para que este pudiera cumplir las exigencias de los religiosos y observantes judíos.
Bendición del vino: “Bendito seas Señor, Dios nuestro, rey del mundo, que creaste el fruto de la vid”.
La Ley judía ordena recordar el día del Shabat, el sábado, para santificarlo, absteniéndose de realizar cualquier labor. Para los judíos observantes, el Shabat conlleva una serie de ritos que comienzan con el encendido de las velas en hermosos candelabros antes de la puesta del sol del viernes. El candelabro se coloca sobre la mesa del Shabat en la que se reunirán todos los comensales de la familia. La comida es precedida por la santificación del vino, ceremonial conocido como “Quidús”, en la que se emplean las llamadas “copas del Quidús”, que generalmente, son de oro y plata o hermosamente talladas en vidrio y proceden de regalos o herencias de padres a hijos.
La libación del vino ya formaba parte de los rituales de sacrificio en el Templo de Jerusalén, ya que el vino es un símbolo de alegría y de celebración en el día más importante de la semana y en otras festividades y o ceremonias de la vida como la del matrimonio.
El “Qiddugin” es la ceremonia que consagra la unión de una pareja judía. El día de la ceremonia, el rabino oficiante recitaba siete bendiciones a los novios con una copa de vino en la mano de la que beben después el novio y la novia. El rabino continúa la ceremonia recitando las siete bendiciones: “Shemaa Bejarot” con otra copa de vino en la mano. Tampoco podía faltar el vino en la comida de consolación que ofrecían los familiares del difunto a su regreso del cementerio ni en la ceremonia de la circuncisión.
Durante las fiestas hebreas como el Séder de Pésaj, la Pascua judía que recuerda la vuelta de Egipto, se toman cuatro copas de vino: Una de santificación o consagración, una de alabanza y acción de gracias, una de redención y una última de cumplimiento, y en la fiesta del Purim, los judíos además de disfrazarse, podían beber vino y lo hacían como en ninguna otra fecha, según algunos testimonios históricos[13].
Comprendiendo estas cosas, podemos decir que al acabarse el vino en una boda, se estaba ante una verdadera emergencia social. En esa cultura, esto habría sido un insulto para los convidados, y los anfitriones habrían sido arruinados socialmente.
La actitud de confianza con que se acerca María a Jesús, nos permite aprender que al Señor se le puede pedir confiadamente y él hará, muchas veces quizá nos parezca que nos dice no, pero después es sí, mientras que otras veces nos dice no y es no.
María simplemente dice a Jesús: “No tienen vino”. No se le acerca a darle explicaciones ni a presentarle una larga y otra corta. Ella sabe que Jesús puede hacer algo nunca antes visto y espera confiadamente.
4. 2.4 En nuestra cultura Occidental suena un poco ofensivo el que un hijo de un tratamiento como el que Jesús da a María en esa oportunidad, pero para los judíos parece que esto era normal, tanto es así que incluso a la hora de su muerte, Jesús dice a su madre: “Mujer, he ahí tu hijo”[14].
“¿Qué a mí y a ti mujer?” ¿Qué tenemos que ver nosotros en esto? Muchos son los que se equivocan pensando que María tiene poder para manipular a Jesús y que ella puede obligarle a que haga su voluntad, por lo que se dirigen a ella, pensando que es más misericordiosa que el mismo Dios.
“Aún no ha venido mi hora”. No había llegado el momento de comenzar a manifestarse. Iba a llegar el momento, pero no era este.
5. 2.5 María no tenía la certeza que Jesús iba a hacer algo por solucionar el problema, pero ella le aconseja a los siervos que estén atentos por aquello que Él quiera actuar. Para los que servían, Jesús era simplemente uno de los convidados y no hubieran esperado recibir órdenes de Él. Por eso, María les instruye de esta manera, indicando que esperaba la intervención de Jesús.
Espiritualizando la escena, no podemos dejar de admirar el consejo de María. ¡Qué bueno si todo el mundo aceptara su consejo!
6. 2.6 Pese a la escasez de agua en las tierras bíblicas, toda persona respetable procuraba la limpieza del cuerpo. Era norma lavarse las manos antes y después de comer. Como los caminos eran polvorientos, los caminantes debían lavarse los pies antes de entrar en una casa. Este era trabajo de esclavos o de siervos inferiores[15]. El descuido de esta atención constituía una grave descortesía por parte del anfitrión[16].
Pasajes como Levítico 15 muestran lo importante que era para un israelita el lavamiento de todo el cuerpo, cuando se veía involucrado en algún acto o circunstancia que lo hacía ceremonialmente inmundo. Sin esta limpieza no podía participar en actividades de carácter religioso[17]. El lavamiento tenía especial importancia en la consagración y el servicio de los sacerdotes[18].
El Antiguo Testamento nos prepara para comprender el uso de los verbos griegos louo “bañarse” y nipto “lavar”, en el Nuevo Testamento. Jesús desechó la actitud de los fariseos, para quienes el lavamiento externo era esencial y la pureza del corazón carecía de importancia[19].
Esto explica la cantidad de vasijas con agua. Era necesaria tanta agua para que los invitados pudieran lavarse lo que fuera necesario. Tomemos en cuenta que una medida o cántaro “equivale a unos 40 litros”[20], por lo que podemos pensar que había allí cerca de 150 galones.
7. 2.7 Jesús dio una orden y esta fue obedecida, pero no entendida. Los que estaban sirviendo no sabían ni se imaginaban lo que iba a ocurrir. Las tinajas fueron llenadas completamente, por lo que podemos ver que ninguna otra sustancia pudo haber sido añadida, y era del agua que se ocupaba para los lavamientos, por lo que tampoco podemos pensar que tuviera vino en el fondo.
8. 2.8 Jesús no necesitó hacer ningún rito ni decir siquiera una palabra, solo ordenó a los siervos hacer las cosas.
9. 2.9-10 Juan no lo dice, pero es probable que el novio se quedara con la boca abierta, quizá hasta pidió que le trajeran del vino, ya que él no podía explicar lo que había sucedido.
El director de la fiesta confirma que algo inusual ha pasado. Él no lo sabía, pero estaban ante un milagro. Quizá los sirvientes se miraban uno al otro y se preguntaban qué había ocurrido, ya que ellos habían hechado agua y ahora este hombre, que debía ser un buen conocedor de vinos, decía que lo que le habían servido era un “vino excelente”.
Es preciso hacer una aclaración: Algunos que defienden la doctrina católica de la transubstanciación dicen que aquí ocurrió lo mismo que lo que pasa en la misa, pero debemos tomar en cuenta que cuando el director de la fiesta probó el agua hecha vino, se dio cuenta que la substancia que llevó a su boca tenía el olor, la consistencia y el sabor del vino. Ya no era agua, sino vino. Cuando el sacerdote católico bendice el vino y lo toma, aquello no huele a sangre, ni tiene la consistencia ni el sabor de la sangre. Es más, se han hecho análisis clínicos en el vino consagrado y los resultados evidencian que sigue siendo vino, jamás sangre.
No podemos negar que el pasaje en cuestión usa la palabra μεθυσθωσιν que significa “beber hasta la intoxicación”[21], sin que esto quiera decir que Jesús promoviera la borrachera. Hay que saber ubicarse también en el tiempo y la cultura. Jesús no llegó a cambiar la cultura de los judíos del siglo I. Tomemos en cuenta que hay países, por ejemplo, en donde el día de hoy no tienen agua potable, por lo que deben consumir cerveza para poder hidratarse, mientras que los Latinoamericanos vemos de mala manera que un cristiano tome cerveza porque en nuestro ambiente el consumo de esta se asocia a borracheras y desórdenes. En el Cercano Oriente, lo normal es beber vino, así como en la mayoría de países europeos e incluso algunos sudamericanos. La Biblia habla de la bendición que trae el vino en Salmos 104.15; Isaías 55.1; 65.8.
Ahora, mucha gente moderna, “el buen vino” es el más intoxicante, pero para la gente de aquel tiempo, el buen vino era el vino más puro, más fresco y dulce. Varios escritores antiguos hablan del vino que no es intoxicante y también hablan de métodos de conservar el jugo de uva para evitar la fermentación, por lo que podríamos pensar que este “vino excelente” de las bodas de Caná, era simplemente lo que nosotros llamamos “jugo de uvas”.
10. 2.11 Este fue el principio de los milagros de Jesús. Jesús no hizo ningún otro milagro antes que este. Cualquier otro evento que se quiera hacer ver como un milagro antes que este, no es más que una real mentira que va contra la Palabra de Dios.
En el Nuevo Testamento el griego seµmeion puede significar sencillamente algún hecho u objeto que transmita una intención reconocible[22]. En 1 Corintios 14.22 las lenguas son “señal para los incrédulos”, desde el momento que Isaías 28.11 indica que hablar en lengua extraña configura una señal del juicio de Dios sobre la incredulidad. Frecuentemente se mencionan las señales en los cielos como indicadoras de los últimos días[23]. En Marcos 13 las tribulaciones que acompañan la caída de Jerusalén y el final de la era, no configuran una señal[24] que posibilite un cálculo de cuándo será el final de la era[25], pero sí una advertencia a aquellos que se vean envueltos en la tribulación, que el fin no podrá demorar mucho más.
Así, también, las “señales y maravillas” se consideraban como pruebas de la poderosa actividad divina en la obra misionera de las iglesias[26]. Hechos en forma especial concede una marcada prominencia a tales milagros[27]. Sin embargo, en otras Escrituras neotestamentarias los autores se muestran mucho más cautelosos cuando hablan de señales. Jesús responde al pedido de los fariseos criticando su exigencia de ver señales[28], y advierte contra los “falsos Cristos y falsos profetas” que “harán señales y prodigios”[29]. En el mismo tono Pablo previene contra las “señales y prodigios mentirosos” del “inicuo”[30] y el vidente de Revelación lo hace contra las señales de la bestia, el falso profeta, y los espíritus demoníacos[31]. Pablo critica igualmente a los judíos que exigen señales[32]; y aun cuando puede mencionar “señales y prodigios” en su propio ministerio[33], el contexto de su “vanagloria” demuestra que los valora mucho menos que lo que lo hacen los “falsos apóstoles” de Corinto[34].
El cuarto evangelio utiliza el vocablo seµmeion con más frecuencia que cualquier otro escrito neotestamentario, casi siempre con referencia a los milagros de Jesús. Juan observa especial empeño en demostrar la verdadera relación entre “señal” y fe. Así, critica una fe basada en los milagros como tales: La fe en Jesús solo como obrador de milagros es fe defectuosa, equivalente al aplauso superficial de una muchedumbre inconstante[35]. La verdadera significación de los milagros de Jesús estriba en que señalan hacia adelante, hacia la muerte, resurrección y ascensión de Jesús, a la transformación iniciada con la nueva era del Espíritu, orientando así hacia una fe en Jesús el Cristo, el resucitado Hijo de Dios[36].
El problema con cualquier señal es su ambigüedad. Puede ser interpretada de distintas maneras. El mensaje que contiene para la fe puede vislumbrarse únicamente por la fe misma. Así, por ejemplo, “la señal de Jonás”[37] carece de importancia para aquellos que no creen en la resurrección. De ahí que una fe basada o cultivada exclusivamente sobre la base de señales, antes que sobre la realidad a que estas apuntan, adolece de falta de madurez y ofrece grave riesgo. Una fe madura se regocija en cuantas señales percibe, pero nunca confía en ellas[38].
Juan cuenta siete señales hechas por Jesús en su Evangelio: 2.1-11, convirtió el agua en vino; 4.46-54, sanó al hijo de un noble; 5.1-9, sanó al paralítico; 6.1-14, alimentó a los 5000; 6.12-21, anduvo sobre el mar; 9.1-12, restauró la vista al ciego; y 11.39-44, levantó a Lázaro de entre los muertos. Las señales físicas demostraban verdades espirituales: Jesús sanó el cuerpo enfermo para que la gente creyera que Él es Buen Médico del alma enferma; dio pan físico a la multitud para que creyeran que Él es el Pan de vida; levantó a los muertos para que la gente creyera que Él es la “resurrección y la vida”, etc.
Pero, ¿qué importancia tenía para Jesús el hacer este milagro? ¿Era tan importante para Él que el novio no quedara mal ante sus vecinos? ¿Lo hizo porque era un hijo muy obediente y como su madre se lo había indicado el sintió remordimiento de haberlo negado al principio y por eso lo hizo después? No, ninguna de estas preguntas puede responderse con un sí.
La importancia de este evento no eran los novios, ni siquiera sabemos los nombres y la enseñanza mormona de que era una de las bodas de Jesús es aberrante. Lo hizo para que sus discípulos creyeran en Él.
[1] Diccionario de Geografía Bíblica. Caná.
[2] Mateo 22.12.
[3] Juan 2.8-9.
[4] Mateo 9.15.
[5] Jueces 14.12-18.
[6] Rut 4.11.
[7] Jueces 14.17.
[8] http://www.seminarioabierto.com/tiempos18.htm
[9] Romanos 12.15.
[10] Un brindis ‘Por la vida’ cargado de simbolismo.
[11] Palabra hebrea que significa "correcto" o "adecuado" para su consumo.
[12] www.rodrigoalvarado.com/cronicas_3.php.
[13] www.lomejordelvinoderioja.com/noticias/vino-religion-Cultura-Judias/entrevista/497.html
[14] Juan 19.26.
[15] Juan 2.6; 13.5.
[16] Lucas 7.44.
[17] Éxodo 19.10; Hebreos 9.13.
[18] Levítico 8.6.
[19] Mateo 7.1-23; Lucas 11.39-41. Diccionario Nelson. Lavamiento.
[20] LBLA. Márgen.
[21] Strong, G3184.
[22] Mateo 26.48; Lucas 2.12; Romanos 4.11; 2 Tesalonicenses 3.17.
[23] Mateo 24.30; Lucas 21.11, 25; Hechos 2.19; Revelación 12.1, 3; 15.1.
[24] Marcos 13.4; Mateo 24.3; Lucas 21.7.
[25] Marcos 13.32.
[26] Romanos 15.19; Hebreos 2.4.
[27] Hechos 2.22, 43; 4.30; 5.12; 6.8; 7.36; 14.3; 15.12; 4.16, 22; 8.6, 13.
[28] Marcos 8.11; Mateo 12.38; 16.1–4; Lucas 11.16, 29; 23.8.
[29] Marcos 13.22; Mateo 24.24.
[30] 2 Tesalonicenses 2.9.
[31] Revelación 13.13; 16.14; 19.20.
[32] 1 Corintios 1.22.
[33] 2 Corintios 12.12.
[34] 2 Corintios 10–13.
[35] Juan 2.23–3.2; 4.48; 6.2, 14, 30; 7.31; 9.16; 12.18.
[36] Juan 2.11; 6.26; 12.37; 20.30.
[37] Mateo 12.39.
[38] Diccionario Certeza. Señal.