Capítulo 3
1. 3.1 Los fariseos eran una secta político-religiosa, o fracción conformada por adherentes del judaísmo tardío, que surgió como una clase aproximadamente en el tercer siglo antes de Cristo. Luego del exilio, las formas monárquicas de poder de gobierno de los israelitas, llegaron a ser cosa del pasado. En su lugar, los judíos crearon una comunidad mitad estado, mitad iglesia. Una de sus principales características fue ir adquiriendo cierto sentido de superioridad sobre las naciones que se consideraban irreligiosas o idólatras. Se enseñaba insistentemente, que debían separarse de sus vecinos. “Y ahora haz confesión al Señor tu Dios, Dios de tus padres, y actúa según su complacencia, y sepárate de la gente de la tierra y de sus extrañas esposas.”[1] Se prohibía estrictamente el matrimonio con los irreligiosos, y muchos de esos matrimonios, aún contraídos con anterioridad y correspondientes a sacerdotes, fueron disueltos como consecuencia de la legislación promulgada por Esdras. Tal era el estado de cosas en el tercer siglo, cuando la introducción del helenismo amenazó con ser la destrucción del judaísmo. Los más celosos guardianes de la cultura judía se retiraron, y se concentraron, haciéndose llamar “chasidim” o los “piadosos”. Ellos se dedicaban a la realización de las ideas inculcadas por Esdras, el santo sacerdote y doctor de la ley. En las violentas condiciones de las guerras de lo macabeos, estos “hombres piadosos”, algunas veces llamados también puritanos judíos, llegaron a ser una clase distinta. Fueron llamados fariseos, lo que significa, quienes se apartaron de los irreligiosos, y de las fuerzas y tendencias contra la religión, que constantemente invadieron los predicamentos judíos. Durante estas persecusiones de Antioco, los fariseos llegaron a ser los más estrictos defensores de la religión y tradiciones judías. En el curso de esta resistencia, muchos sufrieron martirio. Fueron tan devotos de lo prescrito en la ley, que en una ocasión en que eran atacados por los sirianos durante el sabat, ellos rechazaron defenderse. Llegaron a considerar una abominación el hecho tan solo de comer en la misma mesa con los irreligiosos, o tener alguna relación social en absoluto con ellos. Debido al heroismo de su devoción, llegaron a tener notable influencia en el pueblo, y con el transcurrir del tiempo, no eran los sacerdotes, sino ellos, los que constituyeron fuente de autoridad. En los tiempos de Jesús, tal era su poder y su prestigio, que se sentaban y enseñaban desde la “Silla de Moisés”. Naturalmente que esta actitud generó arrogancia y presunción, y fue causa, en muchos sentidos, de perversiones respecto a las ideas conservadoras que ellos tan firmemente apoyaban. Muchos pasajes de los Evangelios citan a Cristo advirtiendo a la multitud contra ellos en términos acerbos. “Los escribas y fariseos se han sentado en la silla de Moisés. Todas las cosas que les digan, obsérvenlas y háganlas; pero no lo hagan de acuerdo con lo que ellos hacen. Porque ellos dicen, no hacen. Porque ellos ponen cargas muy pesadas en los hombros de los hombres, pero no levantan un dedo para hacerlas mover. Y todo lo que hacen es para tener notoriedad. Porque hacen sus filacterias anchas, y alargan los flecos. Ellos adoran estar en los primeros lugares de las fiestas, y ocupar las primeras sillas en las sinagogas. Y desean obtener los saludos en los mercados y ser llamados Rabí”[2]. Luego siguen señalamientos terribles contra los fariseos por su hipocresía, y su ceguera.
Luego de los conflictos con los romanos, el fariseismo llegó a ser prácticamente sinónimo con judaismo. Las grandes guerra macabeas habían definido fariseismo, estos terribles conflictos les dieron ascendencia final. El resultado en el contexto de estas guerras desde el Siglo II, en la consolidación de una raza tenaz, fue la conformación de mucho del judaísmo que en la actualidad es conocido para el mundo occidental.
Un estudio de la historia antigua del fariseismo revela cierta dignidad moral y grandeza, una marcada tenacidad de propósito para servir a los altos ideales patrióticos y religiosos. En contraste con los saduceos, los fariseos representaron una tendencia democrática. También contrastaron con los sacerdotes. El fariseismo se mantuvo en una tendencia espiritual y democrática. Por virtud de la ley, los sacerdotes eran una clase exclusiva. Ningún hombre tenía permitido ejercer una función en el templo, a menos que demostrara su descendencia de una familia de sacerdotes. Los fariseos consecuentemente encontraron su principal función en la enseñanza y la prédica.
Su trabajo se encontraba fundamentalmente relacionado con las sinagogas, y trabajaron también en la escolaridad de niños, y esfuerzos misioneros entre las tribus no religiosas. En cierto sentido, el fariseismo ayudó a crear la base en función de preparar el camino a la cristiandad. Fueron los fariseos quienes idealizaron el nacionalismo, se basaron en el monoteismo de los profetas, y con ello dieron esencia al judaismo. Su influencia pedagógica fue un importante factor en capacitar la voluntad nacional y el propósito de introducción de la cristiandad. Este gran trabajo, sin embargo, estaba acompañado de muchos defectos y limitaciones. Aunque se mantenían en tendencias espirituales, el fariseismo desarrolló una ortodoxia arrogante y orgullosa con exacerbación del formalismo. Insistieron en los detalles ceremoniales a expensas de preceptos más importantes de la Ley[3]. El hecho de que se enfatizara con demasía el carácter de ser descendiente de Abraham[4] obscureció el tenor de los asuntos espirituales, creando actitudes estrechas, un exclusivo nacionalismo incapaz de entender que una iglesia universal debía de incluir también a los gentiles, tanto como a los judíos. Fue solo por medio de la revelación recibida por Saulo en el camino a Damasco, que siendo él un fariseo, fue capaz de comprender una iglesia con equidad desde la “semilla de Abraham”, todos en “un Cristo-Jesús”[5]. Ese exclusivismo, unido al gran valor conferido a las observancias levíticas externas, fue causa de que los fariseos se colocaran en oposición a lo que es conocido como el profetismo. Este último, ya sea en el Antiguo o en el Nuevo Testamento, hace énfasis en el espíritu religioso. Los fariseos por sus prácticas, incurrieron no solamente en vehementes reproches hacia el Precursor[6], sino que también respecto al Salvador[7]. Se puede apreciar mucho de los fariseos, cuando se les compara con los zelotes por una parte y los herodianos por la otra. A diferencia de los zelotes, los fariseos se abstuvieron del uso de la fuerza armada. Fue su creencia que el Dios de la nación controlaba todos los destinos históricos y que Él tendría su tiempo oportuno en cuanto a satisfacer las largas frustraciones y deseos de su pueblo escogido. El deber de los verdaderos israelitas era tener devoción, de todo corazón hacia la Ley, y la observación de los muchos requerimientos que estaban asociados con ella, junto con las tradiciones. Con ello debía tenerse la paciencia de esperar por la voluntad divina. Los zelotes, por el contrario, estaban amargamente resentidos contra la dominación romana y estaban dispuestos a lograr mediante la espada, la promesa de la esperanza mesiánica. Es bien conocido que durante la gran rebelión y el sitio de Jerusalen, que terminó en la destrucción de la ciudad[8], el fanatismo de los zelotes les hizo ser terribles oponentes no sólo de los romanos, sino también de otras facciones dentro de sus propios compatriotas. Por otra parte, la fracción extrema de los saduceos, conocida como los herodianos, estaba en simpatía con los gobernantes extranjeros y la cultura pagana. Y llegaron a vislumbrar la restauración del reino nacional bajo uno de los descendientes del rey Herodes. Aún con todo esto, encontramos a los fariseos, haciendo causa común con los herodianos en su oposición al Salvador[9].
Nicodemo era un judío de la secta de los fariseos que solo se menciona en Juan. A pesar de ser “jerarca de los judíos”, miembro del Sanedrín y “maestro de Israel”, fue a hablar con Jesús, intrigado por las señales que este hacía. El hecho de llegar de “noche” sugiere su temor de la opinión pública y la oscuridad espiritual de muchos líderes judíos. La repetición de “¿Cómo?” en su diálogo con Jesús subraya su incomprensión de las metáforas espirituales de Jesús. La sinceridad de Nicodemo, sin embargo, como representante de los inquisitivos, no se pone en tela de juicio, y provocó que Jesús pronunciara algunas de las más bellas palabras acerca del Evangelio.
Posteriormente Nicodemo aparece como simpatizante cauteloso de Jesús, cuando llevaron a este ante el tribunal. La última referencia a este maestro de la Ley aparece en Juan 19.39, donde Juan afirma que en la sepultura de Jesús, Nicodemo se adelantó con su provisión generosa de más de 30 kilogramos de mirra y áloes. Ayudado por José de Arimatea, envolvió el cuerpo de Jesús con la cantidad citada de especias y luego con lienzos perfumados[10].
Sanedrín es la transcripción usada en el Talmud para el griego synedrion. Tanto antes de la época de Cristo como durante la misma, fue el nombre del tribunal más alto de los judíos, que se reunía en Jerusalén, y también de diversos tribunales menores. En algunas versiones, este término se traduce con frecuencia como “concilio”. Hay paralelos en escritos clásicos que se refieren a tribunales similares en Grecia y Roma. Josefo usó la palabra para el consejo que gobernaba los cinco distritos en que el romano Gabinio, procónsul de Siria en 57–55 a.C., dividió Judea[11]. Josefo lo usa por primera vez para los judíos cuando se refiere a la citación del Herodes joven ante ella por supuestos delitos[12]. En el Nuevo Testamento, el término se refiere ya sea a la suprema corte judaica[13], o simplemente a cualquier tribunal de justicia[14]. En unos cuantos casos se usan otras palabras en lugar de synedrion, por ejemplo presbyterion, “cuerpo de ancianos”[15], y gerousia, “senado”[16].
a. Historia.
La historia del sanedrín no está clara en todos sus puntos. Tradicionalmente se originó con los setenta ancianos que ayudaban a Moisés[17]. Se supone que Esdras reorganizó dicho cuerpo después del exilio. Los persas concedieron autoridad a los judíos en asuntos locales[18], y es posible que los “ancianos” de Esdras 5.5, 9; 6.7, 14; 10.8, y los “oficiales” de Nehemías 2.16; 4.14, 19; 5.7; 7.5, constituyesen un cuerpo que se asemejaba al sanedrín de épocas posteriores. Más tarde, los griegos permitieron un cuerpo conocido como la gerousia, que estaba formado por ancianos y representaba a la nación[19]. En los días de los Seléucidas esta gerousia tuvo trato con gobernantes tales como Antíoco el Grande en 208 a.C., y con Antíoco V[20], y estaba entonces compuesto, al parecer, por ancianos provenientes de la aristocracia[21]. En los días de la rebelión macabea fue este concilio el que se unió con Jonatán, sumo sacerdote y líder del pueblo, para hacer una alianza con Esparta[22], y fueron ellos los que le aconsejaron acerca de la edificación de fortalezas en Judea[23]. Parecería que el sumo sacerdote presidía este cuerpo.
Bajo los romanos, excepto un breve período bajo Gabinio, este cuerpo tuvo amplios poderes. El término empleado para los consejos de distrito fue posteriormente adoptado para la más poderosa gerousia de Jerusalén, y hacia fines del siglo I a.C., este consejo se conocía como el synedrion, aunque otros términos tales como gerousia y bouleµ “concilio”, también se usaron en ciertas épocas. Fue Julio César el que invirtió el plan de Gabinio y extendió el poder del sanedrín una vez más sobre toda la Judea, si bien durante el reinado de Herodes[24] sus poderes fueron drásticamente limitados. Bajo los procuradores[25] los poderes del sanedrín fueron amplios, y el gobierno interno del país estaba en sus manos[26], y se reconocía incluso entre los de la diaspora[27] en algunos sentidos. A partir de los días de Arquelao, hijo de Herodes el Grande, sus poderes directos fueron, sin embargo, limitados a Judea, ya que no tuvo ningún poder sobre Jesús mientras estuvo en Galilea. En Judea estaban, desde luego, las autoridades locales que escuchaban casos localmente pero daban cuenta de ciertos casos a la autoridad central. Los concilios de Mateo 5.22; 10.17; Marcos 13.9, y la boalui de Antigüedades de los Judíos 4.214, etc., eran tribunales locales de por lo menos siete ancianos, y en ciudades grandes hasta de 23 ancianos.
Después del 70 d.C., el sanedrín fue abolido y remplazado por el bet din “tribunal de justicia” que según se afirma se reunía en Jabnia[28], Usah[29], Safran[30], Séforis[31], y Tiberias[32]. Aunque el Talmud lo considera como continuidad del sanedrín, era esencialmente diferente, ya que se componía de escribas cuyas decisiones solo tenían autoridad moral y religiosa.
b. Constitución y composición.
La constitución del sanedrín se fue modificando en el transcurso de los años. Formado en su origen básicamente por la aristocracia sacerdotal predominantemente saducea, su composición cambió a partir de la época de la reina Alejandra[33] cuando entraron fariseos, como también escribas. El método de designación no está claro, pero el origen aristocrático del cuerpo sugiere la designación directa de miembros de las familias antiguas, a los que se agregaban gobernantes seculares. Bajo Herodes, que favoreció a los fariseos y deseaba restringir a los saduceos y la influencia de la vieja nobleza, el elemento saduceo se hizo menos prominente, y el elemento farisaico, que venía aumentando en fuerza desde los días de la reina Alejandra, se volvió más influyente. En la época del Nuevo Testamento el Gran Sanedrín de Jerusalén comprendía a los sumos sacerdotes, es decir, el sumo sacerdote en actividad y los que habían sido sumos sacerdotes, miembros de las familias privilegiadas de donde surgían los sumos sacerdotes, los ancianos: Jefes tribales y de familia, del pueblo del sacerdocio, y los escribas, es decir, los expertos legales. Comprendía tanto saduceos como fariseos[34]. Los miembros eran bouleuteµs “consejeros”[35], como, por ejemplo, José de Arimatea.
Según Josefo y el Nuevo Testamento, a veces el sumo sacerdote era presidente[36]. Así, Caifás presidió durante el juicio a Jesús, y Ananías en el juicio a Pablo[37]. Parecería que en épocas más antiguas el sumo sacerdote tenía autoridad suprema, pero este aspecto fue restringido más tarde en alguna medida. La designación ya no fue hereditaria, sino política, y los ex sumos sacerdotes con sus asociados más cercanos, tales como el jefe del Templo, constituían los “gobernantes”[38].
c. Límites de su jurisdicción.
La jurisdicción era amplia en la época de Cristo. Ejercía no solo jurisdicción civil según la ley judía sino también jurisdicción criminal en alguna medida. Tenía autoridad administrativa y podía ordenar arrestos por medio de sus propios oficiales de justicia[39]. Tenía facultad para juzgar casos que no comprendían la pena capital[40]. Los casos de esta naturaleza requerían la confirmación del procurador romano[41], aunque la decisión del procurador generalmente coincidía con las exigencias del sanedrín, que en la ley judaica tenía poder sobre la vida y la muerte[42]. En el caso especial, en que algún gentil traspasaba la barrera que dividía el atrio interno del Templo del de los gentiles, el sanedrín tenía el poder de muerte que le acordaban los administradores romanos[43]; y es posible que esta concesión incluyera otras ofensas cometidas contra el Templo, ya sea con hechos o, como el caso de Esteban[44], con palabras. El único caso de pena capital en relación con el sanedrín en el Nuevo Testamento es el de nuestro Señor, pero la ejecución se llevó a cabo por decisión del gobernador romano. El caso de Esteban tiene ciertos rasgos de acto ilegal cometido por la turba.
Un estudio del Nuevo Testamento pone de manifiesto la variedad de asuntos que se trataban en el sanedrín. Así, a Jesús se lo acusó de blasfemia[45], a Pedro y a Juan se los acusó de enseñar al pueblo doctrinas falsas[46], a Pablo de transgredir la ley mosaica[47]. Estas eran, desde luego, cuestiones religiosas. Pero hubo épocas en que el cobro de las rentas públicas era responsabilidad del sanedrín, como en la época de Floro[48]. Había siempre, empero, un freno teórico a los poderes del sanedrín, porque los romanos se reservaban el derecho de intervenir en cualquier aspecto, si fuese necesario en forma independiente del tribunal judaico. El arresto de Pablo en Hechos 23 es un caso de este tipo. Es probable que convenga considerar que el sanedrín tenía dos áreas de responsabilidad: Política y religiosa. No resulta siempre claro cómo se cumplían estos dos aspectos, y algunos autores hasta han sugerido dos cuerpos diferentes, cada uno de ellos conocido como sanedrín. Esto probablemente no sea necesario, pero lo sugiere la falta de conocimiento suficiente de los procedimientos.
d. Procedimientos.
Había momentos y lugares adecuados para las reuniones, según la tradición que ha conservado el “tratado misnaico Sanhedrin”. Los tribunales se reunían el segundo y quinto días de la semana, y el sanedrín de Jerusalén en momentos específicos, aunque desconocidos para nosotros. No se reunían en días festivos ni los días de reposo.
Se procedía según formas establecidas. El sanedrín sesionaba en semicírculo y tenía dos secretarios, uno para registrar los votos de absolución y el otro los votos de condenación. Los discípulos asistían a las reuniones del tribunal y se sentaban adelante. Los prisioneros concurrían vestidos en forma humilde. En casos de pena capital se presentaban los argumentos de la defensa, luego los correspondientes a la acusación. Si alguien hablaba a favor de la absolución no podía cambiar de opinión, pero si hablaba a favor de la condena podía posteriormente cambiar su voto. Los estudiantes podían hablar en favor de la absolución pero no de la condena. La absolución podía declararse el mismo día de la audiencia, pero la condena debía esperar hasta el otro día. Al votar, los miembros se ponían en pie, comenzando con el más joven. Para la absolución bastaba la simple mayoría, para la condena se requerían dos tercios de los votos. Si doce de los 23 jueces necesarios para el quórum votaban por la absolución, y once por la condena, el prisionero quedaba libre. Si doce votaban por la condena, y once en contra, el número de jueces debía aumentarse en dos, y esto se repetía hasta un total de 71, o hasta que se lograba la absolución. Cuando el caso era tan dudoso como lo indica este procedimiento a la persona se le concedía el beneficio de la duda. Más aun, el beneficio estaba siempre del lado del acusado[49].
En este sentido, la legalidad del juicio a Jesús se ha discutido por muchos autores, y resulta bastante claro que hay elementos en torno al mismo que indicarían un error judicial[50].
2. 3.2 Son varias las razones por las que Nicodemo pudo haber buscado a Jesús de noche:
a. Por temor a los otros fariseos. Ya estos habían comenzado a mostrarse como enemigos de Jesús, por lo que el que uno de sus miembros llegara a consultarle profundamente podía ser una demostración de reconocimiento de parte de todo el partido.
b. Nicodemo tenía dudas. Quizá había, en la mente de Nicodemo, la sospecha de que Jesús era el Mesías esperado, pero él no estaba plenamente convencido, por lo que no hace una visita de día para no verse comprometido.
c. El tiempo. Durante el día Jesús estaba siempre rodeado de gente: Sus discípulos, los enemigos y los que esperaban un milagro, por lo que acudir de noche le permitía a Nicodemo ocupar un buen rato para charlar con el Maestro.
Nicodemo da el tratamiento que solo se daba a los maestros, a pesar de ser tan solo un humilde carpintero. Las palabras de Nicodemo no demuestran que él lo hiciera de forma hipócrita, sino que realmente reconocía a Jesús como Maestro y enviado de Dios.
3. 3.3 Parece que Jesús está haciendo un giro a la conversación, pero en realidad lo que hace es que va al punto. Nicodemo pertenecía a un partido religioso que en teoría hacía lo correcto, pero en la práctica estaban perdidos. Lamentablemente así ocurre con muchos “cristianos”, que en la teoría están muy bien, pero en la práctica están equivocados completamente. Han llegado al punto de creer que por tener un nombre fuera de sus edificios de reunión los convierte en superiores a los demás. Por eso es que Jesús dispara al blanco de una vez: Si uno nace espiritualmente, no puede, aunque quiera, ver el Reino de Dios.
4. 3.4 Nicodemo no logra entender las palabras de Jesús. A pesar de ser un maestro religioso, confunde los términos. Para él, el nacimiento comprende únicamente el hecho de que el bebé salga del vientre de su madre. No logra captar la metáfora que hace Jesús de la conversión, la que compara con el nacimiento físico.
5. 3.5-8 Esta es una clara alusión al sumergir en agua o como es transliterado usualmente, bautismo. Pero aquí se equivocan muchos, ya que consideran que el mero hecho de sumergir a una persona en agua indica que esta ya es salva, pero Jesús no solo está diciendo que es sumergir en agua, sino en el Espíritu, es decir, la persona debe pasar igualmente al proceso de entrar en el agua, hacerlo en el Espíritu. Del agua debe salir, pero en el Espíritu debe quedarse. Solo así puede vivir en santidad, que es el paso final de la salvación y que se olvidan muchos.
Si bien es cierto que nuestra carne es importante, puesto que si no cuidamos el cuerpo nuestro espíritu también se vería afectado, hay que darle mayor importancia a lo espiritual. Desdichadamente en nuestra sociedad moderna, se da más énfasis a lo carnal, a lo externo, e incluso esto ha llegado a invadir a los cristianos, tanto es así que hoy no podemos distinguir con solo ver a un cristiano de un no cristiano.
En la mente de Nicodemo se produce un conflicto que no puede desenmarañar. Él piensa solo en términos finitos, mientras Jesús habla de lo espiritual.
Cuando Jesús menciona el viento, lo hace con la idea de que Nicodemo entienda que lo espiritual, lo que no se ve, es lo que importa y es lo que tiene que renacer. Este renacimiento debe ser visible en los hechos que siguen en la vida del creyente.
6. 3.9 A pesar de que los fariseos eran maestros de la Ley y la conocían al dedillo, no la comprendían. Asimismo ocurre hoy entre muchos que alegan ser los únicos conocedores de la Palabra, pero en realidad no logran entenderla.
7. 3.10-21 La pregunta de Jesús no era porque Él no supiera la respuesta, ya que Él conoce todo, sino que lo que buscaba era que Nicodemo se diera cuenta de la ignorancia de los que creen saber mucho. Las palabras de Jesús no eran teoría, sino que eran testimonio real de algo también real. El problema de los fariseos era que ellos solo conocían en teoría.
Jesús se refiere al hablar de las “cosas terrenales” al sumergir en agua, que si bien cierto es un principio espiritual, el acto es físico.
Solo Jesús podía hablar con autoridad de las cosas celestiales, ya que Él ha sido el único en salir del Cielo. Este pasaje también nos está hablando de la preexistencia de Jesús, cosa que no logran entender los russellistas.
Jesús usa un pasaje que todos los judíos conocen para lanzar una profecía sobre su muerte. Números 21.4-9, cuenta cuando los hebreos recibieron el castigo por parte de Dios a causa de su rebeldía y unas víboras los mordían, pero Dios también dio la solución cuando le dijo a Moisés que hiciera una serpiente y la pusiera en alto y todo aquel que era mordido volvía a ver a la serpiente y era sanado. De la misma manera, todos los “mordidos” por el pecado, encontramos la sanidad espiritual al volvernos al sacrificio de Jesús en la cruz.
El versículo 16 quizá es el más conocido y al mismo tiempo el menos entendido. Muchos se preguntan cómo es posible que Dios amara a un mundo perverso, sin tomar en cuenta que los pensamientos de Dios son muy diferentes a los nuestros. Probablemente, si yo fuera Dios, pasaría todo el día mandando rayos sobre la cabeza de muchas personas, pero Dios tiene el amor agapao, el amor perfecto que ve más allá de nuestra vista natural. Pero no nos lleve a pensar esto que nadie recibirá castigo. No al contrario. El amor de Dios es tan perfecto que es justo, así que cada cual recibirá la paga que merece. Pero la primera venida de Jesús no era para juicio, sino que la finalidad era brindar el camino para la salvación.
Cuando Jesús habla de que el no creer es causa de condenación, no se está refiriendo a que si alguien tiene dudas estas le condenan, sino que habla más bien de la rebeldía a querer obedecer Su Palabra. Así, hay muchos que a pesar de ser miembros de una congregación y de pasar estudiando la Biblia todo el día, por sus hechos están condenados. Y podemos decir “condenados”, en presente, porque su rebelión ya está obrando en ellos. Ya estaba el hombre condenado desde antes que Cristo viniera al mundo, así que no necesitaba de alguien que le condenara, sino de alguien que le salvara y este solo es Jesucristo.
El castigo para los que no quieren obedecer es a causa que a pesar de saber del mensaje del Evangelio, se han vuelto sordos, pensando quizá que habrá una nueva oportunidad más adelante. En lugar de buscar la luz para poder comprender la Voluntad de Dios, prefieren hundirse en la superstición e idolatría. Y no estamos refiriéndonos solo a lo que normalmente hasta los impíos llaman corrupción, sino también a los que están sumergidos en su propia religiosidad y se niegan a ver más allá, tal como pasaba con los fariseos, los saduceos, los sacerdotes y los escribas, que aunque conocían las Escrituras letra por letra, no entendían el espíritu de estas.
El que ama la verdad busca cada día comprender mejor la Voluntad del Señor.
[1] 1 Esdras 10.11.
[2] Mateo 23.1-8.
[3] Mateo 23.23-28.
[4] Mateo 3.9.
[5] Gálatas 3.28-29.
[6] Mateo 3.7.
[7] Mateo 23.25.
[8] 70 d.C.
[9] Enciclopedia Católica. Fariseos.
[10] Diccionario Nelson. Nicodemo.
[11] Josefo, Antigüedades de los judíos 14.90; Guerras de los judíos 1.170.
[12] Josefo, Antigüedades de los judíos 14.163–184.
[13] Mateo 26.59; Marcos 14.55; Lucas 22.66; Juan 11.47; Hechos 4.15; 5.21; 6.12; 22.30; 23.1; 24.20.
[14] Mateo 5.22.
[15] Lucas 22.66; Hechos 22.5.
[16] Hechos 5.21.
[17] Números 11.16–24.
[18] Esdras 7.25–26; 10.14.
[19] Josefo, Antigüedades de los judíos 12.142; 1 Macabeos 12.3, 6; 14.20.
[20] Josefo, Antigüedades de los judíos 12.128.
[21] 1 Macabeos 12.6; 2 Macabeos 1.10; 4.44; 11.27.
[22] 1 Macabeos 12.5.
[23] 1 Macabeos 12.35.
[24] 37–4 a.C.
[25] 6–66 d.C.
[26] Josefo, Antigüedades de los judíos 20.200.
[27] Hechos 9.2; 22.5; 26.12.
[28] 68–80 d.C.
[29] 80–116
[30] 140–163
[31] 163–193
[32] 193–220
[33] 76–67 a.C.
[34] Mateo 26.3, 57, 59; Marcos 14.53; 15.1; Lucas 22.66; Hechos 4.1, 5; 5.17, 21, 34; 22.30; 23.6.
[35] Marcos 15.43; Lucas 23.50.
[36] Josefo, Antigüedades de los judíos 4.224; 20.224; Mateo 26.57; Hechos 5.17; 7.1; 9.1; 22.5; 24.1.
[37] Hechos 23.2.
[38] Juan 7.26; Hechos 4.5–8.
[39] Mateo 26.47; Marcos 14.43; Hechos 4.1; 5.17; 9.2.
[40] Hechos 4–5.
[41] Juan 18.31.
[42] Josefo, Antigüedades de los judíos 14.168; Mateo 26.66.
[43] Hechos 21.18.
[44] Hechos 6.13.
[45] Mateo 26.57; Juan 19.7.
[46] Hechos 4.
[47] Hechos 22–24.
[48] Josefo, Guerras de los judíos 2.406.
[49] Misná, Sanhedrín 5.5.
[50] Diccionario Certeza. Sanedrín.
Luego de los conflictos con los romanos, el fariseismo llegó a ser prácticamente sinónimo con judaismo. Las grandes guerra macabeas habían definido fariseismo, estos terribles conflictos les dieron ascendencia final. El resultado en el contexto de estas guerras desde el Siglo II, en la consolidación de una raza tenaz, fue la conformación de mucho del judaísmo que en la actualidad es conocido para el mundo occidental.
Un estudio de la historia antigua del fariseismo revela cierta dignidad moral y grandeza, una marcada tenacidad de propósito para servir a los altos ideales patrióticos y religiosos. En contraste con los saduceos, los fariseos representaron una tendencia democrática. También contrastaron con los sacerdotes. El fariseismo se mantuvo en una tendencia espiritual y democrática. Por virtud de la ley, los sacerdotes eran una clase exclusiva. Ningún hombre tenía permitido ejercer una función en el templo, a menos que demostrara su descendencia de una familia de sacerdotes. Los fariseos consecuentemente encontraron su principal función en la enseñanza y la prédica.
Su trabajo se encontraba fundamentalmente relacionado con las sinagogas, y trabajaron también en la escolaridad de niños, y esfuerzos misioneros entre las tribus no religiosas. En cierto sentido, el fariseismo ayudó a crear la base en función de preparar el camino a la cristiandad. Fueron los fariseos quienes idealizaron el nacionalismo, se basaron en el monoteismo de los profetas, y con ello dieron esencia al judaismo. Su influencia pedagógica fue un importante factor en capacitar la voluntad nacional y el propósito de introducción de la cristiandad. Este gran trabajo, sin embargo, estaba acompañado de muchos defectos y limitaciones. Aunque se mantenían en tendencias espirituales, el fariseismo desarrolló una ortodoxia arrogante y orgullosa con exacerbación del formalismo. Insistieron en los detalles ceremoniales a expensas de preceptos más importantes de la Ley[3]. El hecho de que se enfatizara con demasía el carácter de ser descendiente de Abraham[4] obscureció el tenor de los asuntos espirituales, creando actitudes estrechas, un exclusivo nacionalismo incapaz de entender que una iglesia universal debía de incluir también a los gentiles, tanto como a los judíos. Fue solo por medio de la revelación recibida por Saulo en el camino a Damasco, que siendo él un fariseo, fue capaz de comprender una iglesia con equidad desde la “semilla de Abraham”, todos en “un Cristo-Jesús”[5]. Ese exclusivismo, unido al gran valor conferido a las observancias levíticas externas, fue causa de que los fariseos se colocaran en oposición a lo que es conocido como el profetismo. Este último, ya sea en el Antiguo o en el Nuevo Testamento, hace énfasis en el espíritu religioso. Los fariseos por sus prácticas, incurrieron no solamente en vehementes reproches hacia el Precursor[6], sino que también respecto al Salvador[7]. Se puede apreciar mucho de los fariseos, cuando se les compara con los zelotes por una parte y los herodianos por la otra. A diferencia de los zelotes, los fariseos se abstuvieron del uso de la fuerza armada. Fue su creencia que el Dios de la nación controlaba todos los destinos históricos y que Él tendría su tiempo oportuno en cuanto a satisfacer las largas frustraciones y deseos de su pueblo escogido. El deber de los verdaderos israelitas era tener devoción, de todo corazón hacia la Ley, y la observación de los muchos requerimientos que estaban asociados con ella, junto con las tradiciones. Con ello debía tenerse la paciencia de esperar por la voluntad divina. Los zelotes, por el contrario, estaban amargamente resentidos contra la dominación romana y estaban dispuestos a lograr mediante la espada, la promesa de la esperanza mesiánica. Es bien conocido que durante la gran rebelión y el sitio de Jerusalen, que terminó en la destrucción de la ciudad[8], el fanatismo de los zelotes les hizo ser terribles oponentes no sólo de los romanos, sino también de otras facciones dentro de sus propios compatriotas. Por otra parte, la fracción extrema de los saduceos, conocida como los herodianos, estaba en simpatía con los gobernantes extranjeros y la cultura pagana. Y llegaron a vislumbrar la restauración del reino nacional bajo uno de los descendientes del rey Herodes. Aún con todo esto, encontramos a los fariseos, haciendo causa común con los herodianos en su oposición al Salvador[9].
Nicodemo era un judío de la secta de los fariseos que solo se menciona en Juan. A pesar de ser “jerarca de los judíos”, miembro del Sanedrín y “maestro de Israel”, fue a hablar con Jesús, intrigado por las señales que este hacía. El hecho de llegar de “noche” sugiere su temor de la opinión pública y la oscuridad espiritual de muchos líderes judíos. La repetición de “¿Cómo?” en su diálogo con Jesús subraya su incomprensión de las metáforas espirituales de Jesús. La sinceridad de Nicodemo, sin embargo, como representante de los inquisitivos, no se pone en tela de juicio, y provocó que Jesús pronunciara algunas de las más bellas palabras acerca del Evangelio.
Posteriormente Nicodemo aparece como simpatizante cauteloso de Jesús, cuando llevaron a este ante el tribunal. La última referencia a este maestro de la Ley aparece en Juan 19.39, donde Juan afirma que en la sepultura de Jesús, Nicodemo se adelantó con su provisión generosa de más de 30 kilogramos de mirra y áloes. Ayudado por José de Arimatea, envolvió el cuerpo de Jesús con la cantidad citada de especias y luego con lienzos perfumados[10].
Sanedrín es la transcripción usada en el Talmud para el griego synedrion. Tanto antes de la época de Cristo como durante la misma, fue el nombre del tribunal más alto de los judíos, que se reunía en Jerusalén, y también de diversos tribunales menores. En algunas versiones, este término se traduce con frecuencia como “concilio”. Hay paralelos en escritos clásicos que se refieren a tribunales similares en Grecia y Roma. Josefo usó la palabra para el consejo que gobernaba los cinco distritos en que el romano Gabinio, procónsul de Siria en 57–55 a.C., dividió Judea[11]. Josefo lo usa por primera vez para los judíos cuando se refiere a la citación del Herodes joven ante ella por supuestos delitos[12]. En el Nuevo Testamento, el término se refiere ya sea a la suprema corte judaica[13], o simplemente a cualquier tribunal de justicia[14]. En unos cuantos casos se usan otras palabras en lugar de synedrion, por ejemplo presbyterion, “cuerpo de ancianos”[15], y gerousia, “senado”[16].
a. Historia.
La historia del sanedrín no está clara en todos sus puntos. Tradicionalmente se originó con los setenta ancianos que ayudaban a Moisés[17]. Se supone que Esdras reorganizó dicho cuerpo después del exilio. Los persas concedieron autoridad a los judíos en asuntos locales[18], y es posible que los “ancianos” de Esdras 5.5, 9; 6.7, 14; 10.8, y los “oficiales” de Nehemías 2.16; 4.14, 19; 5.7; 7.5, constituyesen un cuerpo que se asemejaba al sanedrín de épocas posteriores. Más tarde, los griegos permitieron un cuerpo conocido como la gerousia, que estaba formado por ancianos y representaba a la nación[19]. En los días de los Seléucidas esta gerousia tuvo trato con gobernantes tales como Antíoco el Grande en 208 a.C., y con Antíoco V[20], y estaba entonces compuesto, al parecer, por ancianos provenientes de la aristocracia[21]. En los días de la rebelión macabea fue este concilio el que se unió con Jonatán, sumo sacerdote y líder del pueblo, para hacer una alianza con Esparta[22], y fueron ellos los que le aconsejaron acerca de la edificación de fortalezas en Judea[23]. Parecería que el sumo sacerdote presidía este cuerpo.
Bajo los romanos, excepto un breve período bajo Gabinio, este cuerpo tuvo amplios poderes. El término empleado para los consejos de distrito fue posteriormente adoptado para la más poderosa gerousia de Jerusalén, y hacia fines del siglo I a.C., este consejo se conocía como el synedrion, aunque otros términos tales como gerousia y bouleµ “concilio”, también se usaron en ciertas épocas. Fue Julio César el que invirtió el plan de Gabinio y extendió el poder del sanedrín una vez más sobre toda la Judea, si bien durante el reinado de Herodes[24] sus poderes fueron drásticamente limitados. Bajo los procuradores[25] los poderes del sanedrín fueron amplios, y el gobierno interno del país estaba en sus manos[26], y se reconocía incluso entre los de la diaspora[27] en algunos sentidos. A partir de los días de Arquelao, hijo de Herodes el Grande, sus poderes directos fueron, sin embargo, limitados a Judea, ya que no tuvo ningún poder sobre Jesús mientras estuvo en Galilea. En Judea estaban, desde luego, las autoridades locales que escuchaban casos localmente pero daban cuenta de ciertos casos a la autoridad central. Los concilios de Mateo 5.22; 10.17; Marcos 13.9, y la boalui de Antigüedades de los Judíos 4.214, etc., eran tribunales locales de por lo menos siete ancianos, y en ciudades grandes hasta de 23 ancianos.
Después del 70 d.C., el sanedrín fue abolido y remplazado por el bet din “tribunal de justicia” que según se afirma se reunía en Jabnia[28], Usah[29], Safran[30], Séforis[31], y Tiberias[32]. Aunque el Talmud lo considera como continuidad del sanedrín, era esencialmente diferente, ya que se componía de escribas cuyas decisiones solo tenían autoridad moral y religiosa.
b. Constitución y composición.
La constitución del sanedrín se fue modificando en el transcurso de los años. Formado en su origen básicamente por la aristocracia sacerdotal predominantemente saducea, su composición cambió a partir de la época de la reina Alejandra[33] cuando entraron fariseos, como también escribas. El método de designación no está claro, pero el origen aristocrático del cuerpo sugiere la designación directa de miembros de las familias antiguas, a los que se agregaban gobernantes seculares. Bajo Herodes, que favoreció a los fariseos y deseaba restringir a los saduceos y la influencia de la vieja nobleza, el elemento saduceo se hizo menos prominente, y el elemento farisaico, que venía aumentando en fuerza desde los días de la reina Alejandra, se volvió más influyente. En la época del Nuevo Testamento el Gran Sanedrín de Jerusalén comprendía a los sumos sacerdotes, es decir, el sumo sacerdote en actividad y los que habían sido sumos sacerdotes, miembros de las familias privilegiadas de donde surgían los sumos sacerdotes, los ancianos: Jefes tribales y de familia, del pueblo del sacerdocio, y los escribas, es decir, los expertos legales. Comprendía tanto saduceos como fariseos[34]. Los miembros eran bouleuteµs “consejeros”[35], como, por ejemplo, José de Arimatea.
Según Josefo y el Nuevo Testamento, a veces el sumo sacerdote era presidente[36]. Así, Caifás presidió durante el juicio a Jesús, y Ananías en el juicio a Pablo[37]. Parecería que en épocas más antiguas el sumo sacerdote tenía autoridad suprema, pero este aspecto fue restringido más tarde en alguna medida. La designación ya no fue hereditaria, sino política, y los ex sumos sacerdotes con sus asociados más cercanos, tales como el jefe del Templo, constituían los “gobernantes”[38].
c. Límites de su jurisdicción.
La jurisdicción era amplia en la época de Cristo. Ejercía no solo jurisdicción civil según la ley judía sino también jurisdicción criminal en alguna medida. Tenía autoridad administrativa y podía ordenar arrestos por medio de sus propios oficiales de justicia[39]. Tenía facultad para juzgar casos que no comprendían la pena capital[40]. Los casos de esta naturaleza requerían la confirmación del procurador romano[41], aunque la decisión del procurador generalmente coincidía con las exigencias del sanedrín, que en la ley judaica tenía poder sobre la vida y la muerte[42]. En el caso especial, en que algún gentil traspasaba la barrera que dividía el atrio interno del Templo del de los gentiles, el sanedrín tenía el poder de muerte que le acordaban los administradores romanos[43]; y es posible que esta concesión incluyera otras ofensas cometidas contra el Templo, ya sea con hechos o, como el caso de Esteban[44], con palabras. El único caso de pena capital en relación con el sanedrín en el Nuevo Testamento es el de nuestro Señor, pero la ejecución se llevó a cabo por decisión del gobernador romano. El caso de Esteban tiene ciertos rasgos de acto ilegal cometido por la turba.
Un estudio del Nuevo Testamento pone de manifiesto la variedad de asuntos que se trataban en el sanedrín. Así, a Jesús se lo acusó de blasfemia[45], a Pedro y a Juan se los acusó de enseñar al pueblo doctrinas falsas[46], a Pablo de transgredir la ley mosaica[47]. Estas eran, desde luego, cuestiones religiosas. Pero hubo épocas en que el cobro de las rentas públicas era responsabilidad del sanedrín, como en la época de Floro[48]. Había siempre, empero, un freno teórico a los poderes del sanedrín, porque los romanos se reservaban el derecho de intervenir en cualquier aspecto, si fuese necesario en forma independiente del tribunal judaico. El arresto de Pablo en Hechos 23 es un caso de este tipo. Es probable que convenga considerar que el sanedrín tenía dos áreas de responsabilidad: Política y religiosa. No resulta siempre claro cómo se cumplían estos dos aspectos, y algunos autores hasta han sugerido dos cuerpos diferentes, cada uno de ellos conocido como sanedrín. Esto probablemente no sea necesario, pero lo sugiere la falta de conocimiento suficiente de los procedimientos.
d. Procedimientos.
Había momentos y lugares adecuados para las reuniones, según la tradición que ha conservado el “tratado misnaico Sanhedrin”. Los tribunales se reunían el segundo y quinto días de la semana, y el sanedrín de Jerusalén en momentos específicos, aunque desconocidos para nosotros. No se reunían en días festivos ni los días de reposo.
Se procedía según formas establecidas. El sanedrín sesionaba en semicírculo y tenía dos secretarios, uno para registrar los votos de absolución y el otro los votos de condenación. Los discípulos asistían a las reuniones del tribunal y se sentaban adelante. Los prisioneros concurrían vestidos en forma humilde. En casos de pena capital se presentaban los argumentos de la defensa, luego los correspondientes a la acusación. Si alguien hablaba a favor de la absolución no podía cambiar de opinión, pero si hablaba a favor de la condena podía posteriormente cambiar su voto. Los estudiantes podían hablar en favor de la absolución pero no de la condena. La absolución podía declararse el mismo día de la audiencia, pero la condena debía esperar hasta el otro día. Al votar, los miembros se ponían en pie, comenzando con el más joven. Para la absolución bastaba la simple mayoría, para la condena se requerían dos tercios de los votos. Si doce de los 23 jueces necesarios para el quórum votaban por la absolución, y once por la condena, el prisionero quedaba libre. Si doce votaban por la condena, y once en contra, el número de jueces debía aumentarse en dos, y esto se repetía hasta un total de 71, o hasta que se lograba la absolución. Cuando el caso era tan dudoso como lo indica este procedimiento a la persona se le concedía el beneficio de la duda. Más aun, el beneficio estaba siempre del lado del acusado[49].
En este sentido, la legalidad del juicio a Jesús se ha discutido por muchos autores, y resulta bastante claro que hay elementos en torno al mismo que indicarían un error judicial[50].
2. 3.2 Son varias las razones por las que Nicodemo pudo haber buscado a Jesús de noche:
a. Por temor a los otros fariseos. Ya estos habían comenzado a mostrarse como enemigos de Jesús, por lo que el que uno de sus miembros llegara a consultarle profundamente podía ser una demostración de reconocimiento de parte de todo el partido.
b. Nicodemo tenía dudas. Quizá había, en la mente de Nicodemo, la sospecha de que Jesús era el Mesías esperado, pero él no estaba plenamente convencido, por lo que no hace una visita de día para no verse comprometido.
c. El tiempo. Durante el día Jesús estaba siempre rodeado de gente: Sus discípulos, los enemigos y los que esperaban un milagro, por lo que acudir de noche le permitía a Nicodemo ocupar un buen rato para charlar con el Maestro.
Nicodemo da el tratamiento que solo se daba a los maestros, a pesar de ser tan solo un humilde carpintero. Las palabras de Nicodemo no demuestran que él lo hiciera de forma hipócrita, sino que realmente reconocía a Jesús como Maestro y enviado de Dios.
3. 3.3 Parece que Jesús está haciendo un giro a la conversación, pero en realidad lo que hace es que va al punto. Nicodemo pertenecía a un partido religioso que en teoría hacía lo correcto, pero en la práctica estaban perdidos. Lamentablemente así ocurre con muchos “cristianos”, que en la teoría están muy bien, pero en la práctica están equivocados completamente. Han llegado al punto de creer que por tener un nombre fuera de sus edificios de reunión los convierte en superiores a los demás. Por eso es que Jesús dispara al blanco de una vez: Si uno nace espiritualmente, no puede, aunque quiera, ver el Reino de Dios.
4. 3.4 Nicodemo no logra entender las palabras de Jesús. A pesar de ser un maestro religioso, confunde los términos. Para él, el nacimiento comprende únicamente el hecho de que el bebé salga del vientre de su madre. No logra captar la metáfora que hace Jesús de la conversión, la que compara con el nacimiento físico.
5. 3.5-8 Esta es una clara alusión al sumergir en agua o como es transliterado usualmente, bautismo. Pero aquí se equivocan muchos, ya que consideran que el mero hecho de sumergir a una persona en agua indica que esta ya es salva, pero Jesús no solo está diciendo que es sumergir en agua, sino en el Espíritu, es decir, la persona debe pasar igualmente al proceso de entrar en el agua, hacerlo en el Espíritu. Del agua debe salir, pero en el Espíritu debe quedarse. Solo así puede vivir en santidad, que es el paso final de la salvación y que se olvidan muchos.
Si bien es cierto que nuestra carne es importante, puesto que si no cuidamos el cuerpo nuestro espíritu también se vería afectado, hay que darle mayor importancia a lo espiritual. Desdichadamente en nuestra sociedad moderna, se da más énfasis a lo carnal, a lo externo, e incluso esto ha llegado a invadir a los cristianos, tanto es así que hoy no podemos distinguir con solo ver a un cristiano de un no cristiano.
En la mente de Nicodemo se produce un conflicto que no puede desenmarañar. Él piensa solo en términos finitos, mientras Jesús habla de lo espiritual.
Cuando Jesús menciona el viento, lo hace con la idea de que Nicodemo entienda que lo espiritual, lo que no se ve, es lo que importa y es lo que tiene que renacer. Este renacimiento debe ser visible en los hechos que siguen en la vida del creyente.
6. 3.9 A pesar de que los fariseos eran maestros de la Ley y la conocían al dedillo, no la comprendían. Asimismo ocurre hoy entre muchos que alegan ser los únicos conocedores de la Palabra, pero en realidad no logran entenderla.
7. 3.10-21 La pregunta de Jesús no era porque Él no supiera la respuesta, ya que Él conoce todo, sino que lo que buscaba era que Nicodemo se diera cuenta de la ignorancia de los que creen saber mucho. Las palabras de Jesús no eran teoría, sino que eran testimonio real de algo también real. El problema de los fariseos era que ellos solo conocían en teoría.
Jesús se refiere al hablar de las “cosas terrenales” al sumergir en agua, que si bien cierto es un principio espiritual, el acto es físico.
Solo Jesús podía hablar con autoridad de las cosas celestiales, ya que Él ha sido el único en salir del Cielo. Este pasaje también nos está hablando de la preexistencia de Jesús, cosa que no logran entender los russellistas.
Jesús usa un pasaje que todos los judíos conocen para lanzar una profecía sobre su muerte. Números 21.4-9, cuenta cuando los hebreos recibieron el castigo por parte de Dios a causa de su rebeldía y unas víboras los mordían, pero Dios también dio la solución cuando le dijo a Moisés que hiciera una serpiente y la pusiera en alto y todo aquel que era mordido volvía a ver a la serpiente y era sanado. De la misma manera, todos los “mordidos” por el pecado, encontramos la sanidad espiritual al volvernos al sacrificio de Jesús en la cruz.
El versículo 16 quizá es el más conocido y al mismo tiempo el menos entendido. Muchos se preguntan cómo es posible que Dios amara a un mundo perverso, sin tomar en cuenta que los pensamientos de Dios son muy diferentes a los nuestros. Probablemente, si yo fuera Dios, pasaría todo el día mandando rayos sobre la cabeza de muchas personas, pero Dios tiene el amor agapao, el amor perfecto que ve más allá de nuestra vista natural. Pero no nos lleve a pensar esto que nadie recibirá castigo. No al contrario. El amor de Dios es tan perfecto que es justo, así que cada cual recibirá la paga que merece. Pero la primera venida de Jesús no era para juicio, sino que la finalidad era brindar el camino para la salvación.
Cuando Jesús habla de que el no creer es causa de condenación, no se está refiriendo a que si alguien tiene dudas estas le condenan, sino que habla más bien de la rebeldía a querer obedecer Su Palabra. Así, hay muchos que a pesar de ser miembros de una congregación y de pasar estudiando la Biblia todo el día, por sus hechos están condenados. Y podemos decir “condenados”, en presente, porque su rebelión ya está obrando en ellos. Ya estaba el hombre condenado desde antes que Cristo viniera al mundo, así que no necesitaba de alguien que le condenara, sino de alguien que le salvara y este solo es Jesucristo.
El castigo para los que no quieren obedecer es a causa que a pesar de saber del mensaje del Evangelio, se han vuelto sordos, pensando quizá que habrá una nueva oportunidad más adelante. En lugar de buscar la luz para poder comprender la Voluntad de Dios, prefieren hundirse en la superstición e idolatría. Y no estamos refiriéndonos solo a lo que normalmente hasta los impíos llaman corrupción, sino también a los que están sumergidos en su propia religiosidad y se niegan a ver más allá, tal como pasaba con los fariseos, los saduceos, los sacerdotes y los escribas, que aunque conocían las Escrituras letra por letra, no entendían el espíritu de estas.
El que ama la verdad busca cada día comprender mejor la Voluntad del Señor.
[1] 1 Esdras 10.11.
[2] Mateo 23.1-8.
[3] Mateo 23.23-28.
[4] Mateo 3.9.
[5] Gálatas 3.28-29.
[6] Mateo 3.7.
[7] Mateo 23.25.
[8] 70 d.C.
[9] Enciclopedia Católica. Fariseos.
[10] Diccionario Nelson. Nicodemo.
[11] Josefo, Antigüedades de los judíos 14.90; Guerras de los judíos 1.170.
[12] Josefo, Antigüedades de los judíos 14.163–184.
[13] Mateo 26.59; Marcos 14.55; Lucas 22.66; Juan 11.47; Hechos 4.15; 5.21; 6.12; 22.30; 23.1; 24.20.
[14] Mateo 5.22.
[15] Lucas 22.66; Hechos 22.5.
[16] Hechos 5.21.
[17] Números 11.16–24.
[18] Esdras 7.25–26; 10.14.
[19] Josefo, Antigüedades de los judíos 12.142; 1 Macabeos 12.3, 6; 14.20.
[20] Josefo, Antigüedades de los judíos 12.128.
[21] 1 Macabeos 12.6; 2 Macabeos 1.10; 4.44; 11.27.
[22] 1 Macabeos 12.5.
[23] 1 Macabeos 12.35.
[24] 37–4 a.C.
[25] 6–66 d.C.
[26] Josefo, Antigüedades de los judíos 20.200.
[27] Hechos 9.2; 22.5; 26.12.
[28] 68–80 d.C.
[29] 80–116
[30] 140–163
[31] 163–193
[32] 193–220
[33] 76–67 a.C.
[34] Mateo 26.3, 57, 59; Marcos 14.53; 15.1; Lucas 22.66; Hechos 4.1, 5; 5.17, 21, 34; 22.30; 23.6.
[35] Marcos 15.43; Lucas 23.50.
[36] Josefo, Antigüedades de los judíos 4.224; 20.224; Mateo 26.57; Hechos 5.17; 7.1; 9.1; 22.5; 24.1.
[37] Hechos 23.2.
[38] Juan 7.26; Hechos 4.5–8.
[39] Mateo 26.47; Marcos 14.43; Hechos 4.1; 5.17; 9.2.
[40] Hechos 4–5.
[41] Juan 18.31.
[42] Josefo, Antigüedades de los judíos 14.168; Mateo 26.66.
[43] Hechos 21.18.
[44] Hechos 6.13.
[45] Mateo 26.57; Juan 19.7.
[46] Hechos 4.
[47] Hechos 22–24.
[48] Josefo, Guerras de los judíos 2.406.
[49] Misná, Sanhedrín 5.5.
[50] Diccionario Certeza. Sanedrín.