Capítulo 6
J. Hacer el bien a todos.
6.1-10 Por lo general, la persona que comete pecado, es el último en darse cuenta. Y no está diciendo Pablo que debemos andar tras los hermanos como si fuésemos policías, buscando faltas en ellos. El hecho es que si alguno diera a entender por lo que habla o como actúa que está haciendo algo impropio, los espirituales, los miembros maduros de la Iglesia, deben actuar para evitar que aquel hermano se pierda. Lamentablemente lo que he visto en la Iglesia ha sido más bien para condenar, en lugar de para buscar la restauración del que cae en pecado. Pero el consejo de Pablo es que cuando se detecta una falta seria, los hermanos espirituales tienen el deber de buscarle y restaurarlo por el buen camino. ¿Qué es lo que pasa en la Iglesia hoy? Que muchos de los que están al frente en realidad son carnales y no espirituales y se dejan guiar no por la Palabra sino por sus propias conclusiones.
Pablo usa la palabra katartízo, que se puede traducir “reparar, restaurar, ajustar”; y es que un miembro caído es alguien que está enfermo, dañado, afectado, no muerto, por lo que no es correcto cortarle de una sola vez, sino luchar porque esta persona vuelva a las sendas bíblicas. Si notamos con cuidado, veremos que la palabra está en presente continuo, es decir, es algo que se está desarrollando con perseverancia.
¿Me debe importar si mi hermano dejó de asistir a la Iglesia o ese es un trabajo de los ancianos y de los predicadores? Este es un trabajo de todos. Los ancianos y predicadores no pueden estar al tanto de todos los miembros, mientras que si yo me doy cuenta que alguno de mis hermanos está pecando, debo buscar ayudarle a restaurarse.
Cuando corregimos a algún hermano, debemos pensar que si él calló, yo también puedo caer, no hay nadie exento a la tentación y todos estamos expuestos a sufrir un tropezón. Cuando lo hacemos de esta manera, entonces podemos, con toda confianza, acercarnos al caído y además de levantarle, podemos ayudarle a llevar la carga. ¡No hay nada más triste que sentirse solo! Cuando no tenemos a nadie en quien confiar, a alguien que no nos juzgue sino que comprenda la lucha interna que sentimos y nos ayude a seguir adelante.
Los judaizantes estaban tratando de imponer la Ley a los hermanos de Galacia, mientras dejaban de lado la Ley de Cristo, esto es la Ley del amor, de la comprensión, del servicio. Los pentecostales se burlan cuando oyen hablar de la Ley de Cristo y no logran entender que sin Ley se está en el caos. Si hay un Reino, es necesario que exista también una Ley. Y aunque la Ley de Cristo no es como la de Moisés en el sentido de los ritos y sacrificios, también es una Ley con mandatos y requisitos, no podemos andar por el mundo haciendo lo que se nos venga en gana.
Pablo usa una palabra de unión entre dos pensamientos en este pasaje: “porque”, para hacer ver que negarse a ayudar al caído ya que nos creemos superiores a el que calló, es solo vanagloria y eso nos hace ser nada, no mejores sino peores que incluso el que calló. Literalmente, Pablo dice que se encuentra “mentalmente descarriado”, es un loco.
Es necesario que cada cual haga un examen de conciencia comparando su vida con la Palabra de Dios. Si no hace cada día un examen de conciencia, es imposible que esta persona pueda servir en la Iglesia y mucho menos cuando es necesario que aconseje.
Después de examinarse ante la Palabra podrá gloriarse, pero si es una persona sincera, esto es imposible ya que no existe nadie, aparte de Jesucristo que pueda ser hallado justo delante de Dios. ¿En qué podemos gloriarnos? Solo en que la sangre de Jesús fue derramada para darnos la salvación, así que no nos gloriamos en nosotros mismos sino en Él.
Ahora bien, uno puede hacer un examen de sí mismo, no de los demás y uno debe sentir gozo por lo que Dios hace en su vida, no dependiendo de los demás. Por eso, los que enseñan la doctrina de la prosperidad están equivocados al motivar a los demás a hacer a los demás seguir sus “claves” para obtener las bendiciones. Cada persona es diferente, si para alguno la riqueza material puede ser una bendición, para otro puede ser una maldición. Porque cada uno es responsable delante de Dios y nadie puede responder por otro.
El que recibe la enseñanza debe entrar en comunión con quien le enseña, aceptar que le están buscando un bien y entonces puedan compartir de todas las cosas buenas, tanto espirituales como materiales.
Los judaizantes, igual que muchos religiosos de hoy, creían que estaban logrando alcanzar sus metas sin ningún daño para ellos, ¡pero qué equivocados estaban! El hombre puede engañar al hombre, pero no a Dios. Toda nuestra vida está expuesta a los ojos de Dios, incluso el más profundo de nuestros pensamientos. ¿Tiene alguna consecuencia lo que hacemos o decimos? ¡Sí! Todo lo que decimos y hacemos traerá su consecuencia, ya sea buena o mala. Es una ley de la vida. Por eso no debemos cansarnos de hacer el bien.
Sembrar para la carne es seguir los deseos propios de nuestras debilidades, y cuando no hay autocontrol, lo que vamos a obtener es lo malo, lo putrefacto. Como ejemplo de esto podemos ver a la sociedad moderna que vivido solo de acuerdo a sus propios placeres, donde se censura al que se atreve a denunciar el pecado, y ahora lo que tenemos es una juventud sin rumbo, familias por conveniencia, el matrimonio en vías de extinción, etc.
Contrario a esto Pablo se refiere a sembrar para el Espíritu, lo que nos da vida eterna.
El cansancio es un mal que todos conocemos. Nos cansamos de mucha actividad física, de la actividad mental, de comer lo mismo, de la rutina, incluso si no hacemos nada nos sentimos cansados; pero el Espíritu nos dice por medio de Pablo: “No nos desalentemos de hacer lo excelente”, sigan haciendo el bien. Esto debe ser lo cotidiano en la vida del cristiano, y si no flaqueamos, recibiremos un buen pago por ello.
Por esto, aconseja el Señor, mientras podamos, porque no siempre se nos permite, nuestro deber es hacer cosas buenas para los demás, pero especialmente a los miembros de la Iglesia. Debo decir lo mal que me hizo sentir cierta persona que estaba encargada de entregar becas de estudio de una universidad cristiana en los Estados Unidos, pero en lugar de darlas a los miembros de la Iglesia, las daba a personas de fuera, quitando la oportunidad a los de la familia de la fe que se preparan.
K. Conclusión.
6.11-18 Como veremos más adelante en el estudio de otras Epístolas Paulinas, Pablo sufría una enfermedad en su vista, lo cual le impedía escribir normalmente, pero en esta él se toma la molestia de hacerlo.
Los judaizantes no estaban preocupados por la espiritualidad de los gálatas, sino que buscaban la vanagloria. En realidad ellos querían que los judíos no les consideraran fuera del judaísmo tradicional. Ellos querían obligar a los cristianos gentiles a circuncidarse para ser aceptados por los judíos. Ellos no querían sufrir a causa de la cruz.
La Ley de Moisés era imposible de cumplir, aún así, los judaizantes querían que los gentiles se sometieran a ella. Ellos buscaban ser admirados por los judíos y que les aplaudieran.
Pablo era un hombre que merecía ser aplaudido por toda la obra que había hecho y que seguiría haciendo, obra que ha llegado aún a nuestros días, pero aún así, él consideraba que su única gloria estaba en la cruz de Jesús. ¡Cuánta risa y enojo me dan los que se anuncian como “grandes evangelistas internacionales” y no le llegan ni a los tobillos a Pablo!
Pablo no solo habla del mundo como todo aquello en lo que se gloría la carne, sino también en la gloria que el judaísmo creía que podía obtener. Al hablar del mundo no se refiere a la tierra, ni a las comodidades que trae el desarrollo humano, sino precisamente a todo aquello que nos aparta de la obediencia a Dios, pudiendo ser incluso hasta cosas buenas como la misma familia. Recuerdo el caso de un matrimonio que lloraban ante Dios pidiendo un hijo ya que tenían varios años de casados y no podían quedar embarazados, hasta que al fin tuvieron una hermosa bebé, pero luego clamaban a Dios por un auto ya que les era muy incómodo ir al culto con la bebé, y tuvieron la oportunidad de comprar un cómodo auto; pero dejaron de asistir al culto porque el domingo en la mañana era el único momento en que podían asear el auto. Tanto la bebé como el auto eran una bendición de Dios, pero ellos lo convirtieron en parte del mundo porque les alejó del Señor.
Pablo podía decir que el mundo, todo aquello que antes le atraía, había sido crucificado para él, ya no le interesaba, y además, él tampoco era atractivo para el mundo porque sus metas eran diferentes.
La circuncisión es la extirpación del prepucio del pene, lo que deja permanentemente al descubierto el glande. La circuncisión se menciona en el siglo V antes de Cristo por Heródoto, que la nombra en el segundo libro de sus Historias y le atribuye su origen a los egipcios. Este origen parece confirmado por los numerosos vestigios arqueológicos, el más antiguo es un grabado de la tumba de Ankhamahor[1], que representa una circuncisión practicada con una piedra de sílex en un hombre de pie.
Esta práctica se encuentra extendida en el judaísmo, cuya realización es una práctica obligatoria desde hace más de 3 500 años, cuando el patriarca Abraham fue circuncidado por una orden divina.
La circuncisión se cita en numerosas ocasiones en el Antiguo Testamento. Según este texto, Abraham y su familia fueron los primeros circuncidados, a partir de que Dios se apareciera a este y le indicara las condiciones de su alianza con el pueblo judío: “Esta es mi alianza que habéis de guardar entre yo y vosotros, también tu posteridad: Todos vuestros varones serán circuncidados. Os circuncidaréis la carne del prepucio, y eso será la señal de la alianza entre yo y vosotros. A los ocho días será circuncidado entre vosotros todo varón, de generación en generación, tanto el nacido en casa como el comprado con dinero a cualquier extraño que no sea de tu raza. Deben ser circuncidados el nacido en tu casa y el comprado con tu dinero, de modo que mi alianza esté en vuestra carne como alianza eterna. El incircunciso, el varón a quien no se le circuncide la carne de su prepucio, ese tal será borrado de entre los suyos por haber violado mi alianza”[2].
A los 99 años, Abraham se habría circuncidado, impuesto la práctica a su primogénito Ismael, así como a todos los hombres y niños de su casa. Repetiría la operación en su hijo pequeño Isaac a los ocho días de su nacimiento.
En el Nuevo Testamento, solo uno de los cuatro evangelistas nombra de forma clara la circuncisión de Cristo. “Y cuando fueron cumplidos los ocho días para circuncidar al niño, que fue llamado Jesús, el nombre que fue dado por el mensajero antes de ser en el seno”[3].
Y el mismo Lucas comenta que Elizabeth y Zacarías llevaron a su hijo Juan para circuncidarlo: “Y al llegar el octavo día, vinieron a circuncidar al niñito y estaban llamándolo con el nombre del padre: Zacarías”[4].
La circuncisión fue objeto de una disputa entre helenistas o judíos helenizados y los judíos ortodoxos. Esta discordia había sido lanzada por la coronación del rey seléucida Archelaus Epifano IV, que exaltaba la helenización a ultranza con:
1. La efebía o preparación militar que suponía la gimnasia desnuda en la arena.
2. Abandono de la circuncisión entre los griegos, en contra de los judíos.
3. La adopción de la lengua griega en disminución del arameo.
Esta tentativa se estanca, pero dio lugar a la guerra de los Macabeos a la que hacen referencia los dos libros apócrifos que tienen ese nombre. Uno de sus autores fue Jasón de Cirene, judío de la diáspora helenizado.
Fieles a la tradición de los hebreos, la mayoría de los judíos continúan practicando la circuncisión al octavo día después del nacimiento del niño, excepto en caso de contraindicación médica. El padre es el responsable de preparar la ceremonia, que debe realizarse por la mañana temprano y es precedida por una vigilia consagrada a los rezos. La circuncisión se llama en hebreo “milah”, pero la expresión completa es “brit milah”, cuya primera palabra significa “alianza”. En efecto, esta circuncisión se practica para recordar el pacto establecido entre Adonay y Abraham, en el que éste sería hecho “padre de muchedumbre de gentes”[5]. La persona gentil que ha culminado su preparación con vistas a su ingreso a la familia judía, y que ha sido aprobada por un “bet-din” que es una especie de tribunal con tres rabinos, competente, debe necesariamente además realizar tres pasos ceremoniales: Circuncisión, Inmersión en pileta ritual, Ofrenda en el Templo, aunque este paso en la actualidad es omitido, pues al no existir Templo en Jerusalén, está vedada la ofrenda de sacrificios[6].
Pablo insiste que ningún ritual, ni la circuncisión, son importantes en Cristo, sino que es necesario que el creyente sea renacido en Cristo, que haya sido cambiado completamente por el sacrificio de Jesús en la cruz. Hay quienes insisten en la importancia de la sumersión en agua como último requisito, y el más importante, para la salvación, pero aquí vemos más bien que lo más importante es el cambio de vida, es decir, la santidad, el que el creyente cada vez se parezca más a Jesús.
Y a todos los que se rijan por esto, a los verdaderos cristianos, la paz de Dios y su misericordia esté sobre ellos. Estos son el Israel de Dios, el verdadero Israel, no una nación política, sino una conformada por todos los santos, la Iglesia.
Ya como para dejar callados a los judaizantes, les dice: “De ahora en adelante nadie me moleste…”, o como diríamos en buen español: ¡No se metan conmigo! Ustedes estaban levantándome falsos, diciendo que busco agradarme a mí mismo, pero con lo que escrito les he demostrado que mi interés es solo glorificar al Señor.
Los judaizantes habían demostrado que ellos no querían sufrir por Cristo, pero por el contrario, Pablo podía decir: “…porque por Jesús yo tengo las marcas por hierro en el cuerpo”. Marcas por hierro se refiere a que eran cicatrices profundas que él podía mostrar como buen soldado que ha luchado duramente en las batallas de la guerra espiritual.
Finaliza Pablo su exposición a los gálatas con una bendición.
[1] Entre 2300 y 2200 antes de Cristo.
[2] Génesis 17.10-14. La Toráh.
[3] Lucas 2.21.
[4] Lucas 1.59.
[5] Génesis 17.4.
[6] Wikipedia. Circuncisión.
6.1-10 Por lo general, la persona que comete pecado, es el último en darse cuenta. Y no está diciendo Pablo que debemos andar tras los hermanos como si fuésemos policías, buscando faltas en ellos. El hecho es que si alguno diera a entender por lo que habla o como actúa que está haciendo algo impropio, los espirituales, los miembros maduros de la Iglesia, deben actuar para evitar que aquel hermano se pierda. Lamentablemente lo que he visto en la Iglesia ha sido más bien para condenar, en lugar de para buscar la restauración del que cae en pecado. Pero el consejo de Pablo es que cuando se detecta una falta seria, los hermanos espirituales tienen el deber de buscarle y restaurarlo por el buen camino. ¿Qué es lo que pasa en la Iglesia hoy? Que muchos de los que están al frente en realidad son carnales y no espirituales y se dejan guiar no por la Palabra sino por sus propias conclusiones.
Pablo usa la palabra katartízo, que se puede traducir “reparar, restaurar, ajustar”; y es que un miembro caído es alguien que está enfermo, dañado, afectado, no muerto, por lo que no es correcto cortarle de una sola vez, sino luchar porque esta persona vuelva a las sendas bíblicas. Si notamos con cuidado, veremos que la palabra está en presente continuo, es decir, es algo que se está desarrollando con perseverancia.
¿Me debe importar si mi hermano dejó de asistir a la Iglesia o ese es un trabajo de los ancianos y de los predicadores? Este es un trabajo de todos. Los ancianos y predicadores no pueden estar al tanto de todos los miembros, mientras que si yo me doy cuenta que alguno de mis hermanos está pecando, debo buscar ayudarle a restaurarse.
Cuando corregimos a algún hermano, debemos pensar que si él calló, yo también puedo caer, no hay nadie exento a la tentación y todos estamos expuestos a sufrir un tropezón. Cuando lo hacemos de esta manera, entonces podemos, con toda confianza, acercarnos al caído y además de levantarle, podemos ayudarle a llevar la carga. ¡No hay nada más triste que sentirse solo! Cuando no tenemos a nadie en quien confiar, a alguien que no nos juzgue sino que comprenda la lucha interna que sentimos y nos ayude a seguir adelante.
Los judaizantes estaban tratando de imponer la Ley a los hermanos de Galacia, mientras dejaban de lado la Ley de Cristo, esto es la Ley del amor, de la comprensión, del servicio. Los pentecostales se burlan cuando oyen hablar de la Ley de Cristo y no logran entender que sin Ley se está en el caos. Si hay un Reino, es necesario que exista también una Ley. Y aunque la Ley de Cristo no es como la de Moisés en el sentido de los ritos y sacrificios, también es una Ley con mandatos y requisitos, no podemos andar por el mundo haciendo lo que se nos venga en gana.
Pablo usa una palabra de unión entre dos pensamientos en este pasaje: “porque”, para hacer ver que negarse a ayudar al caído ya que nos creemos superiores a el que calló, es solo vanagloria y eso nos hace ser nada, no mejores sino peores que incluso el que calló. Literalmente, Pablo dice que se encuentra “mentalmente descarriado”, es un loco.
Es necesario que cada cual haga un examen de conciencia comparando su vida con la Palabra de Dios. Si no hace cada día un examen de conciencia, es imposible que esta persona pueda servir en la Iglesia y mucho menos cuando es necesario que aconseje.
Después de examinarse ante la Palabra podrá gloriarse, pero si es una persona sincera, esto es imposible ya que no existe nadie, aparte de Jesucristo que pueda ser hallado justo delante de Dios. ¿En qué podemos gloriarnos? Solo en que la sangre de Jesús fue derramada para darnos la salvación, así que no nos gloriamos en nosotros mismos sino en Él.
Ahora bien, uno puede hacer un examen de sí mismo, no de los demás y uno debe sentir gozo por lo que Dios hace en su vida, no dependiendo de los demás. Por eso, los que enseñan la doctrina de la prosperidad están equivocados al motivar a los demás a hacer a los demás seguir sus “claves” para obtener las bendiciones. Cada persona es diferente, si para alguno la riqueza material puede ser una bendición, para otro puede ser una maldición. Porque cada uno es responsable delante de Dios y nadie puede responder por otro.
El que recibe la enseñanza debe entrar en comunión con quien le enseña, aceptar que le están buscando un bien y entonces puedan compartir de todas las cosas buenas, tanto espirituales como materiales.
Los judaizantes, igual que muchos religiosos de hoy, creían que estaban logrando alcanzar sus metas sin ningún daño para ellos, ¡pero qué equivocados estaban! El hombre puede engañar al hombre, pero no a Dios. Toda nuestra vida está expuesta a los ojos de Dios, incluso el más profundo de nuestros pensamientos. ¿Tiene alguna consecuencia lo que hacemos o decimos? ¡Sí! Todo lo que decimos y hacemos traerá su consecuencia, ya sea buena o mala. Es una ley de la vida. Por eso no debemos cansarnos de hacer el bien.
Sembrar para la carne es seguir los deseos propios de nuestras debilidades, y cuando no hay autocontrol, lo que vamos a obtener es lo malo, lo putrefacto. Como ejemplo de esto podemos ver a la sociedad moderna que vivido solo de acuerdo a sus propios placeres, donde se censura al que se atreve a denunciar el pecado, y ahora lo que tenemos es una juventud sin rumbo, familias por conveniencia, el matrimonio en vías de extinción, etc.
Contrario a esto Pablo se refiere a sembrar para el Espíritu, lo que nos da vida eterna.
El cansancio es un mal que todos conocemos. Nos cansamos de mucha actividad física, de la actividad mental, de comer lo mismo, de la rutina, incluso si no hacemos nada nos sentimos cansados; pero el Espíritu nos dice por medio de Pablo: “No nos desalentemos de hacer lo excelente”, sigan haciendo el bien. Esto debe ser lo cotidiano en la vida del cristiano, y si no flaqueamos, recibiremos un buen pago por ello.
Por esto, aconseja el Señor, mientras podamos, porque no siempre se nos permite, nuestro deber es hacer cosas buenas para los demás, pero especialmente a los miembros de la Iglesia. Debo decir lo mal que me hizo sentir cierta persona que estaba encargada de entregar becas de estudio de una universidad cristiana en los Estados Unidos, pero en lugar de darlas a los miembros de la Iglesia, las daba a personas de fuera, quitando la oportunidad a los de la familia de la fe que se preparan.
K. Conclusión.
6.11-18 Como veremos más adelante en el estudio de otras Epístolas Paulinas, Pablo sufría una enfermedad en su vista, lo cual le impedía escribir normalmente, pero en esta él se toma la molestia de hacerlo.
Los judaizantes no estaban preocupados por la espiritualidad de los gálatas, sino que buscaban la vanagloria. En realidad ellos querían que los judíos no les consideraran fuera del judaísmo tradicional. Ellos querían obligar a los cristianos gentiles a circuncidarse para ser aceptados por los judíos. Ellos no querían sufrir a causa de la cruz.
La Ley de Moisés era imposible de cumplir, aún así, los judaizantes querían que los gentiles se sometieran a ella. Ellos buscaban ser admirados por los judíos y que les aplaudieran.
Pablo era un hombre que merecía ser aplaudido por toda la obra que había hecho y que seguiría haciendo, obra que ha llegado aún a nuestros días, pero aún así, él consideraba que su única gloria estaba en la cruz de Jesús. ¡Cuánta risa y enojo me dan los que se anuncian como “grandes evangelistas internacionales” y no le llegan ni a los tobillos a Pablo!
Pablo no solo habla del mundo como todo aquello en lo que se gloría la carne, sino también en la gloria que el judaísmo creía que podía obtener. Al hablar del mundo no se refiere a la tierra, ni a las comodidades que trae el desarrollo humano, sino precisamente a todo aquello que nos aparta de la obediencia a Dios, pudiendo ser incluso hasta cosas buenas como la misma familia. Recuerdo el caso de un matrimonio que lloraban ante Dios pidiendo un hijo ya que tenían varios años de casados y no podían quedar embarazados, hasta que al fin tuvieron una hermosa bebé, pero luego clamaban a Dios por un auto ya que les era muy incómodo ir al culto con la bebé, y tuvieron la oportunidad de comprar un cómodo auto; pero dejaron de asistir al culto porque el domingo en la mañana era el único momento en que podían asear el auto. Tanto la bebé como el auto eran una bendición de Dios, pero ellos lo convirtieron en parte del mundo porque les alejó del Señor.
Pablo podía decir que el mundo, todo aquello que antes le atraía, había sido crucificado para él, ya no le interesaba, y además, él tampoco era atractivo para el mundo porque sus metas eran diferentes.
La circuncisión es la extirpación del prepucio del pene, lo que deja permanentemente al descubierto el glande. La circuncisión se menciona en el siglo V antes de Cristo por Heródoto, que la nombra en el segundo libro de sus Historias y le atribuye su origen a los egipcios. Este origen parece confirmado por los numerosos vestigios arqueológicos, el más antiguo es un grabado de la tumba de Ankhamahor[1], que representa una circuncisión practicada con una piedra de sílex en un hombre de pie.
Esta práctica se encuentra extendida en el judaísmo, cuya realización es una práctica obligatoria desde hace más de 3 500 años, cuando el patriarca Abraham fue circuncidado por una orden divina.
La circuncisión se cita en numerosas ocasiones en el Antiguo Testamento. Según este texto, Abraham y su familia fueron los primeros circuncidados, a partir de que Dios se apareciera a este y le indicara las condiciones de su alianza con el pueblo judío: “Esta es mi alianza que habéis de guardar entre yo y vosotros, también tu posteridad: Todos vuestros varones serán circuncidados. Os circuncidaréis la carne del prepucio, y eso será la señal de la alianza entre yo y vosotros. A los ocho días será circuncidado entre vosotros todo varón, de generación en generación, tanto el nacido en casa como el comprado con dinero a cualquier extraño que no sea de tu raza. Deben ser circuncidados el nacido en tu casa y el comprado con tu dinero, de modo que mi alianza esté en vuestra carne como alianza eterna. El incircunciso, el varón a quien no se le circuncide la carne de su prepucio, ese tal será borrado de entre los suyos por haber violado mi alianza”[2].
A los 99 años, Abraham se habría circuncidado, impuesto la práctica a su primogénito Ismael, así como a todos los hombres y niños de su casa. Repetiría la operación en su hijo pequeño Isaac a los ocho días de su nacimiento.
En el Nuevo Testamento, solo uno de los cuatro evangelistas nombra de forma clara la circuncisión de Cristo. “Y cuando fueron cumplidos los ocho días para circuncidar al niño, que fue llamado Jesús, el nombre que fue dado por el mensajero antes de ser en el seno”[3].
Y el mismo Lucas comenta que Elizabeth y Zacarías llevaron a su hijo Juan para circuncidarlo: “Y al llegar el octavo día, vinieron a circuncidar al niñito y estaban llamándolo con el nombre del padre: Zacarías”[4].
La circuncisión fue objeto de una disputa entre helenistas o judíos helenizados y los judíos ortodoxos. Esta discordia había sido lanzada por la coronación del rey seléucida Archelaus Epifano IV, que exaltaba la helenización a ultranza con:
1. La efebía o preparación militar que suponía la gimnasia desnuda en la arena.
2. Abandono de la circuncisión entre los griegos, en contra de los judíos.
3. La adopción de la lengua griega en disminución del arameo.
Esta tentativa se estanca, pero dio lugar a la guerra de los Macabeos a la que hacen referencia los dos libros apócrifos que tienen ese nombre. Uno de sus autores fue Jasón de Cirene, judío de la diáspora helenizado.
Fieles a la tradición de los hebreos, la mayoría de los judíos continúan practicando la circuncisión al octavo día después del nacimiento del niño, excepto en caso de contraindicación médica. El padre es el responsable de preparar la ceremonia, que debe realizarse por la mañana temprano y es precedida por una vigilia consagrada a los rezos. La circuncisión se llama en hebreo “milah”, pero la expresión completa es “brit milah”, cuya primera palabra significa “alianza”. En efecto, esta circuncisión se practica para recordar el pacto establecido entre Adonay y Abraham, en el que éste sería hecho “padre de muchedumbre de gentes”[5]. La persona gentil que ha culminado su preparación con vistas a su ingreso a la familia judía, y que ha sido aprobada por un “bet-din” que es una especie de tribunal con tres rabinos, competente, debe necesariamente además realizar tres pasos ceremoniales: Circuncisión, Inmersión en pileta ritual, Ofrenda en el Templo, aunque este paso en la actualidad es omitido, pues al no existir Templo en Jerusalén, está vedada la ofrenda de sacrificios[6].
Pablo insiste que ningún ritual, ni la circuncisión, son importantes en Cristo, sino que es necesario que el creyente sea renacido en Cristo, que haya sido cambiado completamente por el sacrificio de Jesús en la cruz. Hay quienes insisten en la importancia de la sumersión en agua como último requisito, y el más importante, para la salvación, pero aquí vemos más bien que lo más importante es el cambio de vida, es decir, la santidad, el que el creyente cada vez se parezca más a Jesús.
Y a todos los que se rijan por esto, a los verdaderos cristianos, la paz de Dios y su misericordia esté sobre ellos. Estos son el Israel de Dios, el verdadero Israel, no una nación política, sino una conformada por todos los santos, la Iglesia.
Ya como para dejar callados a los judaizantes, les dice: “De ahora en adelante nadie me moleste…”, o como diríamos en buen español: ¡No se metan conmigo! Ustedes estaban levantándome falsos, diciendo que busco agradarme a mí mismo, pero con lo que escrito les he demostrado que mi interés es solo glorificar al Señor.
Los judaizantes habían demostrado que ellos no querían sufrir por Cristo, pero por el contrario, Pablo podía decir: “…porque por Jesús yo tengo las marcas por hierro en el cuerpo”. Marcas por hierro se refiere a que eran cicatrices profundas que él podía mostrar como buen soldado que ha luchado duramente en las batallas de la guerra espiritual.
Finaliza Pablo su exposición a los gálatas con una bendición.
[1] Entre 2300 y 2200 antes de Cristo.
[2] Génesis 17.10-14. La Toráh.
[3] Lucas 2.21.
[4] Lucas 1.59.
[5] Génesis 17.4.
[6] Wikipedia. Circuncisión.