CONCLUSIÓN
Podemos estar seguros de que no existen las
familias perfectas. Quizá usted, en veces se siente acomplejado por la familia
que tiene. A lo mejor, cuando invita a alguien a su casa se pone a pensar: Van
a conocer a mis padres que son unos anticuados, mi abuelita que huele a
naftalina, a mi esposa que siempre está despeinada, a mi esposo con su barriga
que se le sale bajo la camiseta, a mis hijos que son unos gritones, etc. Pero,
¡Noticia de última hora!: ¡Todos tenemos en nuestra casa alguna cosa que no
queremos que los demás vean!
Las familias, así como las personas, perfectas, son una utopía. Eso no quiere decir que no debemos luchar porque nuestra familia sea mejor cada día. Pero si quiere decir que si nos olvidamos de los defectos que tiene nuestra familia, tendremos un lugar muy especial, un lugar al que llamamos “hogar”. Y algo hermoso hay en ese sitio. El hogar es como se llamaba al fuego que se ponía en las casas en el hemisferio norte cuando venía el invierno. Era el sitio en donde todos se calentaban y compartían. De ahí que nuestra familia es el hogar, no lo es la casa, que bien puede ser un castillo o una cueva. Si no hay una familia en donde compartimos nuestros sentimientos, alegrías y tristezas, no hay hogar.
Este estudio fue hecho pensando en que muchas veces los cristianos anhelamos el hogar celestial, pero no queremos compartir en nuestro hogar material. Si bien es cierto que la Iglesia es un avance del cielo, la familia es la base de la Iglesia y de la sociedad, por lo que los miembros de ella debemos de luchar a capa y espada por ella.
Un niño en una oportunidad se quejaba de que su madre lo regañaba por todo lo que hacía. Otro de los niños que lo escuchaba le dijo:
-“Si tú quieres podemos cambiar”.
-“¿Cómo?”-dijo abriendo sus ojos lo más que podía-“¿Te gustaría estar en mi casa para que te regañaran?”
El otro niño, con una lágrima saliendo de su ojo, le respondió:
-“Me fascinaría. Tú por lo menos tienes una madre que te regañe, mientras yo no tengo a nadie”.
Si tienes una familia, lucha por ella, vale la pena.
Las familias, así como las personas, perfectas, son una utopía. Eso no quiere decir que no debemos luchar porque nuestra familia sea mejor cada día. Pero si quiere decir que si nos olvidamos de los defectos que tiene nuestra familia, tendremos un lugar muy especial, un lugar al que llamamos “hogar”. Y algo hermoso hay en ese sitio. El hogar es como se llamaba al fuego que se ponía en las casas en el hemisferio norte cuando venía el invierno. Era el sitio en donde todos se calentaban y compartían. De ahí que nuestra familia es el hogar, no lo es la casa, que bien puede ser un castillo o una cueva. Si no hay una familia en donde compartimos nuestros sentimientos, alegrías y tristezas, no hay hogar.
Este estudio fue hecho pensando en que muchas veces los cristianos anhelamos el hogar celestial, pero no queremos compartir en nuestro hogar material. Si bien es cierto que la Iglesia es un avance del cielo, la familia es la base de la Iglesia y de la sociedad, por lo que los miembros de ella debemos de luchar a capa y espada por ella.
Un niño en una oportunidad se quejaba de que su madre lo regañaba por todo lo que hacía. Otro de los niños que lo escuchaba le dijo:
-“Si tú quieres podemos cambiar”.
-“¿Cómo?”-dijo abriendo sus ojos lo más que podía-“¿Te gustaría estar en mi casa para que te regañaran?”
El otro niño, con una lágrima saliendo de su ojo, le respondió:
-“Me fascinaría. Tú por lo menos tienes una madre que te regañe, mientras yo no tengo a nadie”.
Si tienes una familia, lucha por ella, vale la pena.