e. Día 4 (Lucas 21.37-38; 22.1-6; Mateo 25.1-26.5; 14-16;
Marcos 1-2; 10-11).
1) Regreso al Templo (Lucas 21.37-38; Mateo 25.1-44).
Jesús, enseñaba de día en el Templo; y de noche, iba al monte de los Olivos. De esta manera Jesús pasó sus últimos días antes de ser crucificado. Era Maestro de maestros, hasta el fin.
En la mañana, aún de madrugaba, Jesús iba al Templo y todo el pueblo iba a venía a oírle. Este “pueblo” incluía a miles de personas que habían llegado de todas las naciones para la Pascua[1].
a) Las diez vírgenes (Mateo 25.1-13).
Hay que entender un poco la celebración de las bodas en Oriente. Las bodas se celebran de noche; el novio se traslada por la tarde, al resplandor de las antorchas, a la casa de su novia, para tomarla por esposa y conducirla a su casa. Las amigas de la boda que rodean la novia salen al encuentro del novio a su llegada, y toman parte en las ceremonias del casamiento, lo mismo que en el banquete que tiene lugar en casa del esposo.
Esta parábola enseña que es posible que la preparación de algunos no sea adecuada. En los versículos anteriores Jesús ha recalcado la necesidad de estar preparados, y en esta parábola de las diez vírgenes da un ejemplo de la preparación no adecuada. También enfatiza que vendrá el tiempo cuando será imposible hacer preparación.
Las “lámparas” eran alimentadas con aceite procedente de un pequeño recipiente utilizado para este propósito, contenían poco aceite y necesitaban de frecuente rellenado.
Las vírgenes, amigas de la novia no son calificadas como buenas y malas, sino como insensatas y prudentes. No hay significado en los números, es decir, no se debe concluir que la mitad de los cristianos no estarán preparados, pero lo que se puede concluir es que algunos que profesan ser cristianos no están preparados porque no se han transformado a la semejanza de Cristo[2], haciendo las obras correspondientes. No poseen las cualidades de carácter descritas en Mateo 5.3-9. No llevan el fruto del Espíritu[3].
Las insensatas tenían aceite solamente para una profesión de fe. Tenían aceite para ser miembros. Tenían aceite para llamarse “cristianos”, “hermanos”, etc. Tenían aceite para participar de la cena del Señor y para ofrendar, pero no tomaron consigo aceite de cambio de carácter ni de las obras que lo demostraban. Tales miembros tienen la luz de profesión, pero no son la luz del mundo[4]. No son verdaderos luminares[5]. Tales personas no pueden resistir las tentaciones y pruebas de la vida[6].
De esta manera manifestaron su desprecio de las bodas. No eran muy importantes para ellas. Por alguna razón, estas no compraron aceite para sus lámparas para poder entrar y participar en la celebración. Hubiera sido inconveniente para ellas comprar aceite. No había tiempo. Quizás no había ni siquiera el deseo de hacerlo. No les faltó oportunidad. No les fue imposible, sino que simplemente lo descuidaron.
Cada una de las vírgenes tenía su propia antorcha, pero les convenía tener aceite adicional en vasijas para estar seguras de que no se apagara su luz. Las prudentes son las que buscan “a Adonay mientras puede ser hallado”, y le llaman “en tanto que está cercano”[7]. Aprovechan el tiempo que Dios nos da para prepararnos[8].
Pedro explica más tarde, cómo los burladores dicen que la demora del Señor es prueba de que no vendrá, pero en seguida explica la razón verdadera[9]. Esta parábola habla de estar preparados para “recibir al esposo” el cual tarda en llegar. Es una parábola muy práctica para nosotros, puesto que la Iglesia es la esposa de Cristo[10]. Cristo nos invita a participar del gozo de esta relación con Él ahora y el gozo de recibir al Señor cuando venga. Solamente los preparados podrán participar de ese gozo eterno.
La espera es cansada, no es fácil esperar. Las vírgenes se durmieron y a la hora menos esperada se oyó un clamor, el esposo venía. ¡Cuán terrible será este grito para los no preparados cuando Cristo venga! Habrá mucho remordimiento y mucha angustia entre los no preparados. Esto ilustra cómo los hombres comúnmente toman mucho interés en estar preparados cuando saben que van a morir. Cuando Cristo venga no habrá tiempo para hacer nada.
Durante la vida los miembros de la Iglesia que son indiferentes y mundanos desprecian la preparación cuidadosa hecha por los fieles, creen que estos son muy estrictos y aun les llaman fanáticos, pero cuando el Señor venga van a querer una porción de ese aceite que habían despreciado. Son como Balaam quien decía: “Muera yo la muerte de los rectos, y mi postrimería sea como la suya”[11], pero el problema fue que este profeta no quería vivir la vida del recto, sino que amaba el premio de la maldad.
Ahora se puede ver que no eran todas iguales. Parecieron iguales por un tiempo, pero ahora se ve la diferencia. Al principio todas las diez tuvieron aceite en sus lámparas, pues estaban todas encendidas, pero la insensatez consistía en que cinco de ellas no llevaban provisión adecuada. Muchos textos hablan de la necesidad de seguir fieles y crecer después de obedecer al Evangelio[12].
Esta parábola bien ilustra el peligro del “servicio mínimo” que ofrecen al Señor. ¿Es pecado si no asistimos a todas las reuniones? ¿Cuánto tenemos que ofrendar?
La Versión RVR traduce más correctamente que la BLA. La preparación es un deber individual. Nadie lo puede hacer por nosotros. No se puede “prestar”, porque no le sobra a nadie la fidelidad[13]. Nadie puede ser bautizado por otro, ni asistir por otro, ni tomar la cena por otro, ni orar por otro, ni visitar a los enfermos por otro, etc. Cada quien tiene que desarrollar el carácter de cristiano[14]. Por lo tanto, cada quien tiene que “ir y comprar” la preparación para sí mismo[15].
Los prudentes siempre están diciendo a los imprudentes: “Id a los que venden, y comprad ahora; no esperen hasta que sea demasiado tarde”.
Las vírgenes insensatas fueron a comprar aceite y en su ausencia llegó el esposo, entraron y se cerraron las puertas para dar inicio a las “bodas”. Algunas versiones como LBLA dice “banquete de bodas”, pero la palabra “banquete” se escribe en letra cursiva indicando que no es palabra griega. Los novios no salían en viaje de bodas, de “luna de miel”, si no que se quedaban en su casa y por una semana entera celebraban sus bodas con sus familiares y mejores amigos quienes los trataban como si fueran un príncipe y una princesa. Era la semana más feliz de sus vidas. Esta parábola encierra por lo menos dos advertencias universales:
i. Nos advierte que hay ciertas cosas que no se pueden obtener a último momento. Ya es demasiado tarde para que el estudiante se prepare para sus exámenes cuando ha llegado el momento de rendirlos. Cuando a un hombre le ofrecen un trabajo ya es demasiado tarde para adquirir una habilidad o capacidad. Lo mismo sucede con nosotros y Dios.
ii. Nos advierte que hay ciertas cosas que no se pueden pedir prestadas. Las vírgenes necias no pudieron pedir aceite prestado cuando descubrieron que lo necesitaban. El hombre no puede pedir prestada una relación con Dios; debe poseerla.
Ellas reconocieron su error, aceptaron el buen consejo, fueron “a comprar”. Pero, y aquí está un “pero” espantoso y triste: “…vino el esposo...y se cerró la puerta”. Este texto presenta el cuadro de los que estarán casi salvos, pero totalmente perdidos.
Debemos agregar otro pensamiento: La puerta cerrada no solamente excluye a los que no están preparados, sino también indica la seguridad de los que están adentro. Adán y Eva estuvieron por un tiempo en un paraíso, pero el hogar celestial es eterno, del cual nadie saldrá. “Las que estaban preparadas entraron con él a las bodas”[16].
Las vírgenes insensatas habían cerrado la puerta en sus propias caras cuando decidieron que no valía la pena comprar aceite para sus lámparas. Los perdidos pueden culpar a todo el mundo menos a sí mismos por su condición, pero ¡ellos mismos y nadie más tienen la culpa!
b) Los talentos (Mateo 25.14-30).
Notemos que en las tres parábolas estaba ausente el hombre principal. La prueba verdadera de la fidelidad es lo que se hace durante la ausencia del hombre principal. Los siervos eran esclavos, pero hombres capacitados.
El hombre se iba a ir y dejó diferentes talentos a cada uno de sus siervos. ¿Qué eran los talentos? Mateo 25.18 dice: “Dinero”. Negociaron con ellos para ganar otros talentos. Talanton, originalmente significa una “balanza”, luego, un talento en peso, era una cantidad de dinero en oro o plata equivalente a un talento. En tiempos del Nuevo Testamento el talento no era un peso de plata, sino el talento romano-ático, que equivalía a 6000 denarios o dracmas. En Revelación 16.21, la palabra “talento” es usada como un peso. El denario era el sueldo para el trabajo de un día. En español la palabra “talento” significa “aptitud natural para hacer alguna cosa”[17].
El “talento” no representa habilidad o capacidad, sino la oportunidad y responsabilidad de obrar conforme a su capacidad. Algunos esclavos eran con frecuencia artesanos o se les permitía ocuparse libremente en negocios de otra clase, pagando, según se arreglaba frecuentemente, una suma fija anual a su amo; o se les confiaba dinero para hacer negocios por cuenta suya, o con que aumentasen sus negocios, pagando a su amo una parte de sus ganancias.
Sin embargo, otros textos sí dicen que el Señor da dones naturales y sobrenaturales. Todo cristiano tiene algún talento, es decir, alguna habilidad y oportunidades para usarla en el servicio de Dios. También se puede agregar que el Señor nos ha confiado, nuestra propia vida, la salud, la mente, la fuerza física, el tiempo[18], los recursos materiales, en fin, toda bendición espiritual y material, para que llevemos a cabo su obra.
Hay mucha fuerza en el dinero y también hay mucha fuerza en los talentos que Dios nos da, pero es necesario “trabajar” con ellos. Negoció, literalmente “trabajó”. Mateo 25.1-13 enseña que debemos velar y 25.14-30 explica que velar equivale a trabajar. Los dones de Dios no son para nuestro orgullo y vanidad, sino para ser usados en su obra[19]. Dios trabaja en nosotros[20].
Muchos textos enseñan que Dios ha bendecido a sus hijos con una variedad de “talentos”, y espera que seamos fieles en su uso[21]. Todos reciben por lo menos “un talento”. Le dio conforme a su capacidad, es decir, todo lo que podía usar. Debemos usar fielmente el talento que recibimos[22]. Los siervos que recibieron cinco talentos y los que recibieron dos talentos trabajaron diligentemente pensando en su responsabilidad, recordando que un día el señor volvería y que les llamaría a cuentas. De esta manera duplicaron sus talentos.
Algunos tienen más alto concepto de sí que el que deben tener[23], pero muchos desprecian los talentos que tienen. ¿Por qué? Para no cumplir con la responsabilidad. No podemos engañar al Señor. El juicio no será de acuerdo a lo que pensemos o digamos acerca de nuestra responsabilidad, sino de acuerdo a lo que el Señor sabe. El tiene perfecto conocimiento de nuestros talentos y seremos juzgados por el conocimiento de Él y no por el dicho de nosotros.
Después de mucho tiempo el señor regresó. Mucho tiempo significa mucha oportunidad. Todos daremos cuentas al Señor[24].
Este siervo entendía que él solo no pudiera haber hecho nada. Reconocía que hacía el papel de mayordomo, trabajando con los bienes de otro.
Los calvinistas desprecian las “obras”, diciendo que estas no tienen nada que ver con la justificación, que todas las obras quedan excluidas. Predican que somos salvos por la gracia sola y por la fe sola, pero Jesús nunca habló así.
Cuando el señor de estos siervos volvió y les llamó a cuentas, había mucho gozo por causa de lo que habían hecho los siervos de cinco y de dos talentos. Desde luego, lo que tenían era lo que les fue dado. No parece que esos siervos tuvieran talentos propios, sino que el señor tuvo que entregarles esos talentos. Esto bien ilustra la gracia de Dios. El provee la salvación. Pero el hombre tiene que poner su parte. Tiene que negociar con lo que Dios le da, y en el juicio final dará cuenta de lo que haya hecho[25]. Será juzgado por sus “obras”[26].
Este siervo dice con entusiasmo: “¡Mira!”. La palabra idou, traducida “mira”, es una interjección y en estos textos indica ánimo y entusiasmo. ¿Temía este siervo la venida del señor? ¡No!, sino que con mucho gusto presentó el aumento a su señor. Se puede decir que él amaba la venida de su señor[27]. No se escondió con miedo. No tenía vergüenza de lo que había hecho. No estaba temblando con temor, sino que con alegría y entusiasmo llamó la atención del señor a lo que había hecho, diciendo: “Mira, señor, aquí en esta bolsa están los cinco talentos que me entregaste y aquí en esta otra bolsa están los otros cinco talentos que yo he ganado con tu dinero”.
Los apóstoles recibieron “cinco talentos” del Señor y le entregaron “otros cinco” en su servicio fiel. Así también muchos otros cristianos usaron bien los talentos que el Señor les dio, no solamente fieles evangelistas como Esteban, Felipe, Timoteo y Tito, sino también otros miembros, hombres y mujeres como Aquila y Priscila, Onesíforo, Epafras, Febe, Dorcas, la casa de Estéfanas, Demetrio, etc.
El señor ha confiado o encomendado el Evangelio a su Iglesia y espera que seamos fieles y cumplidos. Él espera que retengamos el patrón de palabras sanas con respecto a la Iglesia: Su culto, edificación, gobierno, y obra, y nos llamará a cuentas cuando vuelva.
Cuando el señor le dice a su siervo: “Bien”, está diciendo: “Bien hecho”, excelente; y cuando le dice “fiel”, le dice: “confiable y cumplido”. Los que aceptan su responsabilidad y la cumplen serán recompensados. Los fieles no fueron recompensados y exaltados por causa de tener más talentos, sino por ser más cumplidos en el uso de ellos. El número de talentos que cada uno ganara no era la base de su recompensa, sino más bien cada uno era recompensado de acuerdo a su fidelidad.
El siguiente siervo da su reporte. Él también había duplicado sus talentos. El señor recompensó a este segundo siervo de la misma manera en que recompensó al primero, porque tanto el segundo como el primero, duplicaron sus talentos. Los dos eran fieles al grado máximo. Nadie puede exceder el ciento por ciento en su fidelidad. Estos tres, el señor y estos dos siervos fieles, compartían una felicidad grande.
Pero el tercer siervo le dice: “…te conocía que eres hombre duro…”, usa la palabra girega skleros, de donde viene la palabra “arteriosclerosis”, endurecimiento de las arterias. Faraón era duro y cruel en su tratamiento de los israelitas[28]. Roboam era duro y cruel con el pueblo[29]. ¿Por qué acusa este siervo a su señor de esta manera? Es probable que este siervo se describiera a sí mismo al atribuir estas características a su señor. Muchos culpan a otros de ser como ellos mismos. Dijo que sabía que su señor era duro, cruel, exigente y egoísta, sacando ganancia del trabajo de otros y que, por eso, temía invertir el talento de su señor en los negocios, porque si ganaba algo, el señor se lo llevaría todo, y si perdiera el talento, entonces el señor lo castigaría. ¿Cuál es la conclusión de esta acusación? Obviamente este siervo se sentía justificado en lo que hizo. Creía que él mismo era inocente, que no tenía culpa alguna, que su señor tenía la culpa. Creía que su conducta era justificable, que la única alternativa que le quedaba era esconder el talento en la tierra para después entregarlo al señor. Tal vez creía que el señor debiera pedirle disculpas y darle gracias. La acusación era falsa.
Nuestro concepto de Dios tiene mucho que ver con nuestro cumplimiento o incumplimiento de su voluntad. Para “justificar” la desobediencia muchos critican a Dios, diciendo que permite guerras y mucho sufrimiento, injusticias, etc. Otros quieren justificar su negligencia diciendo: “Si Dios me hubiera dado el talento o el dinero, yo también habría hecho grandes cosas por Él”.
La excusa de muchos para justificar su incumplimiento del deber es que el discipulado es duro, exigente, y vienen persecuciones y tribulaciones. Directa o indirectamente acusan a Dios de ser injusto.
Este hombre de un talento aceptó el dinero del señor, y al hacerlo aceptó también su responsabilidad. Por esa razón estaba sin justificación alguna. No obedecemos al Señor con ojos cerrados[30]. Los infieles culpan a la Iglesia, al predicador, o a cualquier miembro. Esto se llama “transferir culpa”; los que usan esta táctica quieren transferir la culpa de sí mismos a otros. Las excusas comunes hechas por la gente hoy en día son tan insensatas como la del hombre de un talento: “Cuando yo era niño, mis padres me obligaron a asistir a las reuniones de la iglesia y, por esa causa yo estoy resentido y ellos tienen la culpa”. Otra táctica común dice: “Sí, tengo culpa, pero usted también tiene culpa” o “Usted es peor que yo”. El punto es que la respuesta insensata del hombre de un talento bien tipifica o representa todas las excusas necias que se hacen para no ser fieles.
Al cavar en la tierra para sepultar su talento, también se sepultó a sí mismo. ¿Tuvo miedo de qué? Era muy valiente para acusar al señor de ser injusto. ¿Tuvo miedo de equivocarse? ¿Tuvo miedo de fallar? Su respuesta indica que él temió invertir el dinero por temor de que se perdiera y entonces sería castigado por el señor. ¿Por qué no temió esconder el dinero en la tierra? ¿No había riesgo de que alguien descubriera el dinero? ¿De quién era el dinero? El siervo reconoció que el dinero era del señor. Dijo: “…aquí tienes lo que es tuyo”. Era del señor y le fue dado para ser invertido; por lo tanto, no tenía el derecho de hacer otra cosa con él, mucho menos de esconderlo en la tierra. Hay peligro de que los siervos de Dios dejen de cumplir con sus responsabilidades debido al temor de fallar. La falta de hacer la obra personal se debe a veces al temor de ser rechazado, o al temor de no poder contestar algún argumento. El rechazamiento es una forma de persecución que el discípulo de Cristo debe estar dispuesto a sufrir. Según Mateo 25.19, él tenía “mucho tiempo” para arrepentirse, pero no lo hizo. La demora del Señor es misericordia[31].
Las palabras del señor hacen un contraste con la respuesta a los anteriores siervos. Este era “malo y negligente” por no ser cumplido en su responsabilidad. No fue condenado por no traer otros dos o cinco talentos. Si hubiera traído otro talento, con eso habría sido fiel. También era malo por mentir y calumniar al señor. El señor no admitió que era culpable de lo que se acusaba, sino que repite estas palabras para que el siervo se condenara solo. ¿Hasta cuándo aprendió éste que su excusa no valía? Sin duda se convenció solo que estaba bien. Aunque era negligente, él mismo se sentía satisfecho porque creía que era justificado en no negociar para ganar otro talento. ¿Le dio el señor otra oportunidad a este siervo para serle fiel?
La palabra “negligente” viene del griego okneros y se traduce “perezoso” en LBLA. La Versión Valera Revisada 1960 la traduce “perezosos” en Romanos 12.11. El siervo de un talento no quería molestarse con el trabajo que le fue encomendado[32]. Pablo no dijo que Timoteo debería pedir más dones, sino que debería avivar el fuego del don que tenía y no descuidarlo.
Este siervo fue condenado por su propia boca. Si lo que dijo era cierto, entonces ¿cuánto más le convenía cumplir con su deber? Debió haber invertido para recibir intereses. No hubiera corrido riesgo al hacer esto.
Lo que tenía le fue quitado para dárselo al que había producido más. ¿Fue injusto el señor al hacer esto? ¿Estaba quitando dinero al pobre para dárselo al rico? ¿Era justo darlo al que ya tenía diez talentos? Lo que el señor hizo no era arbitrario o caprichoso, sino que bien ilustra un principio de la vida. Si descuidamos nuestras oportunidades las perdemos[33]. Perdió aun lo que tenía. Es necesario usar lo que tenemos, porque si no lo usamos, lo perdemos.
Es necesario aprovechar lo que el Señor nos da, talentos, habilidades, oportunidades o, de otro modo, lo perderemos. El Señor espera que con gratitud y optimismo utilicemos estos beneficios y dones para su gloria. Es lo que hace el “buen siervo y fiel”, pero el siervo “malo y negligente” tiene envidia de otros, se queja de lo que ha recibido o de lo que no ha recibido, y descuida sus talentos, capacidades y oportunidades. Esta verdad es semejante a otras enseñadas en la Biblia: Mateo 16.25; Lucas 18.14; Gálatas 6.7. ¿Por qué darlo al que tenía diez? Porque este había demostrado la habilidad de usar bien el dinero del señor. Así también todo siervo de Dios que es fiel y cumplido recibirá más oportunidades y bendiciones.
Aparte de la lección básica de prepararnos para dar cuenta al Señor del uso de nuestros talentos, este principio tiene muchas aplicaciones prácticas en la vida diaria. Es necesario cuidar el alma misma, y también el matrimonio y la familia, el dinero, la salud, el empleo, la casa, el automóvil, las herramientas, y todo lo que recibimos del Señor.
Muchas personas inteligentes nunca se esfuerzan por educarse. Como el siervo de un talento rehusó trabajar con el talento que el señor les dio, así mucha gente rehúsa trabajar con la inteligencia que Dios da para educarse más. Las personas que se dedican a leer y estudiar diariamente duplican su conocimiento, como los siervos de cinco y dos talentos duplicaron sus talentos. No hay excusa para no educarse. Muchos dicen que no tienen tiempo, que trabajan mucho, pero ¿quién no pierde mucho tiempo delante del televisor o en otras actividades menos importantes? Algunos aun desprecian su propia inteligencia, diciendo que no pueden aprender. A menos que una persona tenga en verdad algún defecto mental, puede aprender a leer y escribir su propio idioma. Todos deben aprovechar las oportunidades que su país ofrezca en cuanto a la educación para poder estudiar la Biblia y servir a Dios según la habilidad y la oportunidad que el Señor le haya dado[34]. Además, los que predican y enseñan deben tomar la molestia de aprender la gramática y la ortografía de su idioma. Cuesta trabajo mental pero conviene que todos lo hagan.
El siervo inútil no era digno de entrar en el gozo del Señor. No estaba preparado, porque no aceptó su responsabilidad. Jesús habla de los que no llevan fruto, y dicen que serán rechazados[35].
c) El juicio (Mateo 25.31-44).
Jesús habla con toda confianza de su triunfo final. Los eventos finales. Cuando Cristo venga[36], la tierra ser quemada[37]; los muertos serán resucitados; y los vivos serán transformados[38]; entonces todos compareceremos ante el tribunal de Cristo[39]. No cabe en ninguno de estos textos la teoría de un reino terrenal de mil años.
Este texto no es una parábola. No es cierto, como dicen algunos comentaristas que este texto es otra parábola, porque habla claramente del Hijo del Hombre y del juicio final. Hay contraste entre su humillación terrenal y su gloria celestial. Muchos hombres y mujeres, judíos y romanos, vieron a Jesús cuando le clavaron a una cruz romana como si fuera un criminal, lo crucificaron entre dos criminales para indicar que Jesús era un criminal. Fue una escena de gran humillación. En Aquel Día Final todos lo verán en su gloria suprema.
Los apóstoles Pedro, Juan y Jacobo vieron la transfiguración de Jesús: “…se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz”[40]. ¡Vieron una demostración de la gloria celestial de Jesús!
Entonces Jesús enviará a los ángeles para que recojan, saquen, de su Reino a todos los que sirven de tropiezo, a los inicuos, para pagarles de acuerdo a sus obras. Luego “se sentará en su trono de gloria”. Los judíos esperaban que el Mesías ocupara un trono literal en Jerusalén para dar libertad política a Israel y para castigar a los romanos. En Mateo 19.28 Jesús habla de ocupar su trono, pero no tenía nada que ver con el concepto de los judíos. Mateo 19.28 no es paralelo con Mateo 25.31, porque en aquel texto Jesús se refiere al trono que ocupó cuando ascendió al cielo después de su resurrección[41], y en este se refiere al juicio final. Cuando Jesús ocupó su trono después de su resurrección, los apóstoles también ocuparon tronos como los embajadores de Cristo, por lo cual la Iglesia persevera en su doctrina[42] y sigue su ejemplo[43].
Los paganos creían que cada nación tenía su propio dios, pero todas las naciones darán cuenta a Cristo; el juicio final será universal. Ante Aquel que vivía en la tierra como humilde carpintero, ahora comparecerán todos los más eminentes hombres del mundo desde el principio del mundo: Todos los monarcas, emperadores, presidentes y gobernadores, los famosos filósofos, todos los profesores que niegan la existencia de Dios y hacen burla de la Biblia, todos los artistas, incluyendo las “estrellas” de Hollywood, etc.[44]
Serán reunidas todas las naciones, pero todos serán juzgados como individuos. No seremos juzgados como grupos de cierta nación, de cierto color, etc.
Jesús ya había hablado de la separación de los buenos y malos: La parábola de la cizaña[45]; y la parábola de la red[46]. Habrá solamente dos grupos: Las ovejas, los salvos y los cabritos, los perdidos. Dios conoce a los suyos[47]. Jesús conoce las obras de su pueblo[48].
Muchos textos comparan el pueblo de Dios con ovejas: Salmos 23; 74.1; 100.3; Isaías 53.6; Mateo 10.6; Juan 10.7-16, 27-28. La oveja simboliza la dependencia, la inocencia, lo inofensivo, etc.
Bajo la ley, la cabra, al igual que la oveja, era un animal limpio, pero en este texto los “cabritos” representan el carácter opuesto, es decir, la rebeldía. Algunos comentaristas citan Ezequiel 34.17 como si el profeta hiciera la distinción entre ovejas y machos cabríos que Jesús hace en Mateo 25.32 entre ovejas y cabritos, pero Ezequiel pone a las ovejas gordas junto con los carneros y machos cabríos que comen los buenos pastos, hollando con los pies lo que queda; esto se refiere a la opresión de los pobres. Al hablar de la opresión de su pueblo, el Señor promete levantar a Cristo, que apacentará su rebaño con equidad y justicia. Sin embargo, el rey de Grecia se presenta en Daniel 8.6-21 como un macho cabrío, violento y destructivo.
No conviene que el pueblo de Dios tenga la disposición de este animal. Aunque a veces ovejas y cabras apacientan juntos, cuando el pastor llama a las ovejas, no responden las cabras. No son del mismo rebaño. El pastor conoce a sus ovejas y les llama por nombre[49].
Jesús envió a sus discípulos como ovejas entre lobos[50]. Nunca compara su pueblo con cabras, pero lamentablemente algunos prefieren tener su disposición, y en el día final serán separados de las ovejas. En otros textos estas dos clases de gente se llaman “los que hicieron lo bueno... los que hicieron lo malo”[51] y “justos” e “injustos”[52].
Viene el momento de la separación; el lado derecho es el lugar de honor[53]. El lado izquierdo es lo opuesto, un lugar de deshonra y de condenación.
Entonces nuestro Señor Jesucristo, Rey de reyes[54], que en aquel día será el Juez de todos, llamará a los de su derecha diciendo: “Venid, benditos de mi Padre”. La palabra “bendito”, eulogemenoi, significa invocar o derramar bendiciones sobre una persona. Es semejante a la idea de makarios, la palabra usada en Mateo 5.3-12 que significa “bienaventurado” o dichoso, pero no es la misma[55]. El Rey no dice nada de los pecados de estos porque ya fueron perdonados, solamente habla de sus “acciones justas”[56].
Los cristianos son herederos de Dios[57], y en aquel día recibirán su herencia. Las bendiciones que los hijos de Dios reciben en aquel día son las que el Padre pensaba darles desde el principio del mundo. Será la consumación del plan eterno de Dios: Romanos 8.29-30; Efesios 1.4-12; 2 Tesalonicenses 2.13; 1 Pedro 1.2. Los que recibirán esta bendición en el día final serán los que se habrán preparado, es decir, la bendición que Dios ha preparado desde la fundación del mundo es para cierta clase de gente.
¿Cómo se puede complacer a un hombre que tenga hijos? Ayudando a estos. Así también nuestro Padre es complacido cuando ayudamos a sus hijos. Lo que pide no requiere mucho dinero. Jesús habla de actos de servicio que cualquiera, aun el más pobre, puede hacer. No son actividades que se reporten en los periódicos, pero el Señor se fija en ellas[58]. A veces los miembros de la iglesia se preguntan con toda sinceridad: “¿Qué puedo hacer para ofrecer mejor servicio al Señor?” Aquí está la respuesta. No pensemos solamente en los talentos destacados, sino en el servicio sencillo y humilde de todos los días. Cuando Pablo instruyó a los corintios acerca del uso de los dones espirituales, les explicó el camino más excelente[59], el amor. No podemos servir a Dios en forma directa; es decir, Él no vive en templos hechos de manos y no es servido por manos de hombres como si necesitase de algo[60]; servimos a Dios al servir a los más necesitados de la tierra, mayormente a los hijos de Dios[61].
A través de su ministerio terrenal Jesús dio énfasis a las obras de amor, generosidad y misericordia, por su ejemplo y en sus enseñanzas diarias. Por lo tanto, es razonable que Él espere que sus discípulos tengamos el mismo carácter y disposición de imitarlo.
Este texto enseña un solo aspecto del juicio final. No es todo el cuadro. Muchos otros textos hablan de los pasos iniciales en la obediencia al Evangelio, de apartarse de toda iniquidad, y de cumplir todos los mandamientos del Señor. Desde luego, Cristo no enseña en este texto que la obra benévola sea la única base del juicio final. Sin embargo, este texto enseña que los discípulos que hagan estas obras de benevolencia demuestran que en realidad son de Dios porque tienen su amor y espíritu de benevolencia[62]. Estos demuestran que tienen una fe verdadera, no solo de labios[63], y un amor verdadero, no simplemente de labios[64], y, por el tanto, que tienen el espíritu y corazón de Cristo. Los tales son “hijos de Dios”[65]. Recordemos cuáles son los mandamientos principales[66].
Mateo 5.3-12 describe las cualidades de carácter de los que heredan el Reino de los cielos. Una de esas características es la “misericordia”. Mateo 25.35-36 habla de actos de misericordia que demuestran el carácter apropiado para el cielo. Los varios actos de benevolencia mencionados por Cristo se refieren a una clase de vida, una vida de fe que obra en amor[67]. Cuando el cristiano trata bondadosamente a los otros siervos de Cristo, también lo hace con Cristo mismo, y refleja el espíritu de Cristo. Por esta causa hay mucho énfasis sobre esta actividad[68]. Dice Cristo: “…cualquiera que os diere un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, de cierto os digo que no perderá su recompensa”[69].
Este texto demuestra otra vez la unidad entre Cristo y su pueblo. Esta unidad se ilustra en varias formas: La vid y los pámpanos o sarmientos[70]; la Cabeza y el cuerpo compuesto de varios miembros[71]; el Esposo y su esposa[72]. Esta unión indica que Cristo y su pueblo son uno y tienen el mismo corazón, espíritu, carácter, voluntad, emociones, sentimientos, deseos, etc.
Los miembros de la Iglesia que asisten fielmente a los servicios y son cumplidos en muchos otros deberes, no estarán con las ovejas en aquel día si son culpables de haber descuidado estas actividades de benevolencia hacia sus hermanos. Tal descuido que refleja el egoísmo indica que no han obedecido[73].
Aparte de otros pecados que hayan cometido o que no hayan cometido, la negligencia de estas obras benévolas es suficiente para condenarles. ¡Uno de los pecados más graves de los mundanos es su falta de servir al pueblo de Dios! Al descuidar esto, se niegan a servir al Señor.
Muchos cristianos del siglo I perdieron familias, casas, empleos, etc., por causa de Cristo y el Evangelio, y era muy importante que los hermanos los recibieran en sus casas. Al hacerlo, recibían a Cristo mismo.
La respuesta sincera y humilde de los justos es de alabar, porque nunca habían visto a Jesucristo con sus ojos. La ayuda que dieron a los hambrientos, sedientos, desnudos, etc., era espontánea y desinteresada y, por lo tanto, se sienten indignos de tal alabanza. No lo hicieron para ser vistos de los hombres. Los justos no ayudaron a los necesitados pensando en ello como una “inversión”, es decir, que si hacen ciertas buenas obras, recibirán cierta recompensa. Al contrario, el justo preguntará: “¿Cuándo?” porque no vive calculando, grabando y recordando sus buenas obras.
Los “más pequeños” no nos pueden recompensar[74]. Los que persiguen a estos persiguen a Cristo. Otros textos enseñan que se debe practicar la benevolencia hacia todos[75], pero las acciones benévolas hacia otros cristianos son aceptadas porque indican clara y enfáticamente la relación e identificación con Cristo. Los que hacen así son imitadores de Cristo y, por eso, son llamados “hijos de Dios”. Tienen la mente de Cristo[76].
Pero a los de la izquierda, Jesús dice: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles”. Este texto no dice nada acerca de otros pecados que estos hayan cometido. En este texto un solo pecado se destaca: ¡El pecado de no haber ministrado al pueblo de Dios! Este descuido, esta negligencia, demuestra qué clase de gente son. Demuestra su carácter. El carácter de todo individuo determinará su destino. Demuestra su actitud hacia la gracia, la misericordia y otras cualidades divinas. Cuando encuentra a alguno necesitado de la misericordia se niega a dársela, por lo cual tampoco recibe misericordia. Es imposible que el amor de Dios resida en el corazón desprovisto del amor[77].
Estos estarán delante del Señor en Aquel Día todavía en sus pecados, sin cubierta, sin propiciación, completamente expuestos a la justicia de Dios y sin misericordia. Esto acontecerá a pesar de todo lo que Dios ha hecho por el hombre. Dios no quiere que esto suceda[78]. Ha hecho todo lo posible por evitarlo. Sin embargo, cada quien escoge su destino cuando escoge su carácter. Cada quien se prepara para su destino. Los justos son un pueblo preparado para un lugar preparado, y los injustos son un pueblo preparado para un lugar preparado. Todos, al igual que Judas[79], van a su propio lugar, el lugar que hayan escogido.
Los que estarán al lado izquierdo del Señor ya habrán sufrido mucho en este mundo. Los que no son cristianos sufren. Se habla mucho de los placeres de los del mundo[80], pero por todo lado se ve el sufrimiento de ellos. Tienen problemas serios. La borrachera trae miseria. El divorcio trae miseria. Las peleas producen sufrimiento físico y mental. Muchas personas pasan años en las cárceles. Pero el sufrimiento que hayan sufrido en este mundo no se puede comparar con el sufrimiento después de la muerte. No hay sufrimiento que se pueda comparar con el de ser quemado en fuego. Es un sufrimiento espantoso. Es horrible. No hay palabras que lo puedan describir. Es sufrimiento al grado máximo.
En el juicio dirán estos: “Señor, si hubiéramos sabido que eras tú, te hubiéramos ayudado, pero creíamos que se trataba de cualquier hombre insignificante”.
Según los russellistas, la palabra kolasis, traducida “castigo” en este texto, no significa tal cosa. Dice el Diccionario de W. E. Vine que “denota en primer lugar cortar, podar, restringir, mutilar... de ahí, restringir, castigar; se usa en la Voz Media en Hechos 4.21; en la Voz Pasiva en 2 Pedro 2.9”. Otra palabra que indica el sufrimiento es basanizo, “atormentar”[81].
2) El sumo sacerdote (Mateo 26.1-5; Marcos 14.1-2; Lucas 22.1-2).
La muerte de Jesús se aproximaba. Los eventos que siguen pertenecen al relato del sufrimiento final de Jesús. Ya empieza el principio del último acto de la tragedia de la salvación. Jesús dijo a sus discípulos: “…sabéis que dentro de dos días se celebra la Pascua”, la fiesta principal de los judíos, celebrada el 14 de Nisán, el primer mes del año judaico. La Pascua duró solamente un día, pero era seguida de siete días de la fiesta de los panes sin levadura, y a veces la palabra “Pascua” se refería a las dos cosas.
Ya Jesús les había hablado mucho acerca de su muerte[82]. Esta es la cuarta vez que abiertamente Jesús predice su muerte[83]. También, aunque los líderes dijeron: “…no durante la fiesta”, precisamente durante esa fiesta Jesús iba a morir. Al decir que será crucificado indica que su muerte sería llevada a cabo no por los judíos, sino por los romanos. Pero para esto, sería necesario primero que fuera entregado a los romanos.
Los “principales sacerdotes” eran las cabezas de los veinticuatro cursos de sacerdotes que servían por turno en el Templo. El sumo sacerdote, Caifás, era el presidente del sanedrín que tenía autoridad para juzgar y condenar a los transgresores. Se reunieron para considerar cómo podrían destruir a Jesús, porque les había avergonzado públicamente. Reconocían que estaban perdiendo su control sobre la gente[84]. La entrada triunfal de Jesús indicaba su gran popularidad[85]. En varios argumentos, Jesús les había dejado avergonzados, exponiéndoles como incapaces de defender su doctrina. No podían contestar palabra alguna cuando expuso su hipocresía. Por eso estaban muy resentidos.
José Caifás, o Cayafás, era el nombre del sumo sacerdote judío, de la secta de los Saduceos[86], que vivió durante el reino de Tiberio[87]. Se cree que José era su verdadero nombre y Caifás su sobrenombre.
Caifás fue sumo sacerdote durante dieciocho años y mantuvo su posición durante toda la administración de Poncio Pilato, gobernador Romano en Judea. Fue elevado al más alto cargo religioso de los judíos por el procurador Valerio Grato en el año 18 d.C., y separado por el procurador Vitelio en el año 33 d.C. Fue el sucesor de Anás, su suegro.
Caifás, siendo saduceo, no creía en la resurrección de los muertos, como sí creían en ella los fariseos. Según el Evangelio de Juan, las noticias sobre una supuesta resurrección de Lázaro realizada por Jesús alarmaron a los sacerdotes al punto de que el Sanedrín se reunió en sesión extraordinaria, presidida por Caifás, en su calidad de sumo sacerdote en ejercicio. Anás, sumo sacerdote retirado, también asistió ya que el título se preservaba de por vida.
Los principales sacerdotes, los escribas, y los ancianos del pueblo se reunieron en el patio del sumo sacerdote llamado Caifás. Ellos querían arrestar a Jesús y condenarle antes de que el pueblo pudiera levantar oposición fuerte y matarle, pero decían: “No durante la fiesta”, pero precisamente Jesús fue crucificado “durante la fiesta” de la Pascua, mostrando claramente que no los romanos ni los judíos estaban en control de ese evento, sino que Él mismo decidía todo. Cristo vino al mundo para dar su vida[88]. Hasta que “su hora” llegara, nadie podía hacer nada, pero ahora está listo a dar su vida, y siendo “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, iba a morir durante la Pascua.
La gente creía que Jesús era, por lo menos, un profeta importante y algunos, mayormente los de Galilea, creían que era el Mesías. Los judíos de todas las naciones se reunían en Jerusalén para las fiestas anuales. Se ha sugerido que hasta tres millones de judíos estaban presentes durante la Pascua, y frecuentemente había tumultos entre ellos.
El temor de los líderes se expresa en Juan 11.48, pero ignoraban el plan de Dios y la actitud sumisa de Jesús. Si Jesús hubiera permitido que Pedro usara su espada para iniciar un tumulto, los temores de los líderes se habrían realizado, pero Dios había escogido precisamente esa Pascua para ofrecer sobre una cruz al Cordero de Dios que quita los pecados del mundo[89]. Los judíos no querían ser responsables por un alboroto entre el pueblo, pero ¡estaban dispuestos a crucificar a su Mesías! Estaban muy contentos cuando Judas ofreció entregar a Jesús y les fue conveniente llevar a cabo sus planes.
El temor al pueblo era el obstáculo principal para los líderes. Para los romanos la Pascua era tiempo apropiado para ejecutar criminales para demostrar su poder sobre el pueblo.
3) El pacto de Judas (Mateo 26.14-16; Marcos 14.10-11; Lucas 22.3-6).
Judas dejó la compañía de los discípulos en la tarde del primer día del pan sin levadura, cuando era la costumbre de los judíos piadosos quitar toda la levadura de sus casas. En su corazón estaba “la levadura de malicia y de maldad”[90], y se ofreció a entregar a Jesús.
A ellos les convenía a los principales sacerdotes la sugerencia de Judas, porque éste podría guiarles a encontrar a Jesús para prenderlo en un lugar apartado del pueblo. La traición de Judas se contrasta con la devoción de la mujer en la sección anterior. Era necesario que Judas encontrara un tiempo y lugar apropiado, aparte de la multitud, donde no habría peligro de un tumulto provocado por la gente que tanto estimaba a Jesús como profeta, y así se cumplió la profecía de Zacarías 11.12.
[1] Hechos 2.5-11.
[2] Romanos 8.29; 12.1; 2 Corintios 3.18; Efesios 4.22-32.
[3] Gálatas 5.22-23.
[4] Mateo 5.13-16.
[5] Filipenses 2.15-16.
[6] Mateo 13.23.
[7] Isaías 55.6.
[8] Juan 9.4; 12.35.
[9] 2 Pedro 3.4, 9, 15.
[10] 2 Corintios 11.2-3; Efesios 5.25-27; Revelación 19.7-9.
[11] Números 23.10.
[12] Mateo 5.10-12; 10.34-37; 13.20-23; 1 Corintios 9.27; 1 Pedro 1.7; 4.12; 2 Pedro 1.5-11.
[13] Lucas 17.10.
[14] Mateo 5.1-12; 2 Pedro 1.5-11; Gálatas 5.22-23; Efesios 4.22-32; 2 Corintios 3.18; Romanos 8.29.
[15] Proverbios 23.23; Romanos 14.12; 2 Corintios 5.10.
[16] Revelación 19.18.
[17] Diccionario Larousse.
[18] Efesios 5.17.
[19] 1 Corintios 4.7.
[20] Filipenses 2.13.
[21] Romanos 12.6-8; 1 Corintios 12.14-31; 1 Timoteo 4.7; 2 Timoteo 1.6; 1 Pedro 4.10.
[22] Éxodo 4.2; Hechos 3.7; Marcos 14.8; Hechos 4.36.
[23] Romanos 12.3.
[24] 2 Corintios 5.10.
[25] 2 Corintios 5.10.
[26] Revelación 20.13.
[27] 2 Timoteo 4.8.
[28] Éxodo 5.7-8.
[29] 1 Reyes 12.12.
[30] Mateo 5.10-12; 10.34-37; 16.24; Lucas 14.33; 1 Corintios 9.27; 2 Timoteo 3.12.
[31] 2 Pedro 3.15.
[32] Jueces 5.23; 1 Timoteo 4.14; 2 Timoteo 1.6.
[33] Juan 9.4; 12.36.
[34] De ahí que surjan cursos como el presente que ofrece la A.B.C., totalmente gratuito y con la idea de alcanzar a todos cuanto sea posible.
[35] Juan 15.18.
[36] Hechos 1.9-11.
[37] 2 Pedro 3.10; Revelación 20.11.
[38] Juan 5.28-29; 1 Corintios 15.50-52; 1 Tesalonicenses 4.16-17.
[39] 2 Corintios 5.10.
[40] Mateo 17.2.
[41] Hechos 2.30, 33.
[42] Hechos 2.32.
[43] Hechos 14.23; 20.7; 1 Corintios 4.16-17; Filipenses 4.9.
[44] Revelación 6.15-17.
[45] Mateo 13. 24-30, 36-43.
[46] Mateo 13.47-50.
[47] 2 Timoteo 2.19.
[48] Revelación 2-3.
[49] Juan 10.3.
[50] Mateo 10.16; Lucas 10.3.
[51] Juan 5.29.
[52] Hechos 24.15.
[53] Salmos 110.1; Hechos 2.25, 33; Efesios 1.20-22.
[54] Lucas 19.38; Juan 18.37; Revelación 17.14; 19.16.
[55] Revelación 7.16.
[56] Revelación 19.8.
[57] Romanos 8.17; Gálatas 4.6-7; Hebreos 1.14; 1 Juan 3.2.
[58] Hebreos 6.10.
[59] 1 Corintios 12.31; Capítulo 13.
[60] Hechos 17.25.
[61] Gálatas 6.10.
[62] Deuteronomio 10.17-19; 15.1-11; Mateo 5.44-48; Lucas 6.27-36.
[63] Santiago 1.27; 2.14-26.
[64] 1 Juan 3.17-18.
[65] Mateo 5.44-48.
[66] Mateo 22.36-40.
[67] 1 Corintios 13.4-7; Gálatas 5.6; Santiago 2.14-26; 1 Juan 3.17-18.
[68] Hebreos 10.32-34; Santiago 2.1-5, 14-26; 1 Juan 3.17-18.
[69] Marcos 9.41.
[70] Juan 15.1-8.
[71] Efesios 1.22-23; 1 Corintios 12.14-28.
[72] 2 Corintios 11.2-3; Efesios 5.24-27.
[73] Mateo 16.24; Lucas 14.33.
[74] Lucas 6.35; 14.12-14.
[75] Gálatas 6.10; Santiago 1.27.
[76] Filipenses 2.5.
[77] 1 Juan 3.17.
[78] 1 Timoteo 2.4; 2 Pedro 3.9.
[79] Hechos 1.25.
[80] Hebreos 11.26.
[81] Revelación 20.10; Mateo 8.6, 29; Marcos 5.7; Lucas 8.28; Romanos 2.8-9.
[82] Juan 2.19; 3.14; 6.51; 10.11, 15; Mateo 9.15; 10.38; 12.40; 21.38.
[83] Mateo 16.21-23; 17.2; 20.17-19.
[84] Juan 11.48, 53; 12.10-11, 19.
[85] Mateo 21.1-11.
[86] Hechos 5.17.
[87] Lucas 3.2.
[88] Juan 10.18.
[89] Juan 1.29; Isaías 53.10; 1 Juan 2.2.
[90] 1 Corintios 5.8.
1) Regreso al Templo (Lucas 21.37-38; Mateo 25.1-44).
Jesús, enseñaba de día en el Templo; y de noche, iba al monte de los Olivos. De esta manera Jesús pasó sus últimos días antes de ser crucificado. Era Maestro de maestros, hasta el fin.
En la mañana, aún de madrugaba, Jesús iba al Templo y todo el pueblo iba a venía a oírle. Este “pueblo” incluía a miles de personas que habían llegado de todas las naciones para la Pascua[1].
a) Las diez vírgenes (Mateo 25.1-13).
Hay que entender un poco la celebración de las bodas en Oriente. Las bodas se celebran de noche; el novio se traslada por la tarde, al resplandor de las antorchas, a la casa de su novia, para tomarla por esposa y conducirla a su casa. Las amigas de la boda que rodean la novia salen al encuentro del novio a su llegada, y toman parte en las ceremonias del casamiento, lo mismo que en el banquete que tiene lugar en casa del esposo.
Esta parábola enseña que es posible que la preparación de algunos no sea adecuada. En los versículos anteriores Jesús ha recalcado la necesidad de estar preparados, y en esta parábola de las diez vírgenes da un ejemplo de la preparación no adecuada. También enfatiza que vendrá el tiempo cuando será imposible hacer preparación.
Las “lámparas” eran alimentadas con aceite procedente de un pequeño recipiente utilizado para este propósito, contenían poco aceite y necesitaban de frecuente rellenado.
Las vírgenes, amigas de la novia no son calificadas como buenas y malas, sino como insensatas y prudentes. No hay significado en los números, es decir, no se debe concluir que la mitad de los cristianos no estarán preparados, pero lo que se puede concluir es que algunos que profesan ser cristianos no están preparados porque no se han transformado a la semejanza de Cristo[2], haciendo las obras correspondientes. No poseen las cualidades de carácter descritas en Mateo 5.3-9. No llevan el fruto del Espíritu[3].
Las insensatas tenían aceite solamente para una profesión de fe. Tenían aceite para ser miembros. Tenían aceite para llamarse “cristianos”, “hermanos”, etc. Tenían aceite para participar de la cena del Señor y para ofrendar, pero no tomaron consigo aceite de cambio de carácter ni de las obras que lo demostraban. Tales miembros tienen la luz de profesión, pero no son la luz del mundo[4]. No son verdaderos luminares[5]. Tales personas no pueden resistir las tentaciones y pruebas de la vida[6].
De esta manera manifestaron su desprecio de las bodas. No eran muy importantes para ellas. Por alguna razón, estas no compraron aceite para sus lámparas para poder entrar y participar en la celebración. Hubiera sido inconveniente para ellas comprar aceite. No había tiempo. Quizás no había ni siquiera el deseo de hacerlo. No les faltó oportunidad. No les fue imposible, sino que simplemente lo descuidaron.
Cada una de las vírgenes tenía su propia antorcha, pero les convenía tener aceite adicional en vasijas para estar seguras de que no se apagara su luz. Las prudentes son las que buscan “a Adonay mientras puede ser hallado”, y le llaman “en tanto que está cercano”[7]. Aprovechan el tiempo que Dios nos da para prepararnos[8].
Pedro explica más tarde, cómo los burladores dicen que la demora del Señor es prueba de que no vendrá, pero en seguida explica la razón verdadera[9]. Esta parábola habla de estar preparados para “recibir al esposo” el cual tarda en llegar. Es una parábola muy práctica para nosotros, puesto que la Iglesia es la esposa de Cristo[10]. Cristo nos invita a participar del gozo de esta relación con Él ahora y el gozo de recibir al Señor cuando venga. Solamente los preparados podrán participar de ese gozo eterno.
La espera es cansada, no es fácil esperar. Las vírgenes se durmieron y a la hora menos esperada se oyó un clamor, el esposo venía. ¡Cuán terrible será este grito para los no preparados cuando Cristo venga! Habrá mucho remordimiento y mucha angustia entre los no preparados. Esto ilustra cómo los hombres comúnmente toman mucho interés en estar preparados cuando saben que van a morir. Cuando Cristo venga no habrá tiempo para hacer nada.
Durante la vida los miembros de la Iglesia que son indiferentes y mundanos desprecian la preparación cuidadosa hecha por los fieles, creen que estos son muy estrictos y aun les llaman fanáticos, pero cuando el Señor venga van a querer una porción de ese aceite que habían despreciado. Son como Balaam quien decía: “Muera yo la muerte de los rectos, y mi postrimería sea como la suya”[11], pero el problema fue que este profeta no quería vivir la vida del recto, sino que amaba el premio de la maldad.
Ahora se puede ver que no eran todas iguales. Parecieron iguales por un tiempo, pero ahora se ve la diferencia. Al principio todas las diez tuvieron aceite en sus lámparas, pues estaban todas encendidas, pero la insensatez consistía en que cinco de ellas no llevaban provisión adecuada. Muchos textos hablan de la necesidad de seguir fieles y crecer después de obedecer al Evangelio[12].
Esta parábola bien ilustra el peligro del “servicio mínimo” que ofrecen al Señor. ¿Es pecado si no asistimos a todas las reuniones? ¿Cuánto tenemos que ofrendar?
La Versión RVR traduce más correctamente que la BLA. La preparación es un deber individual. Nadie lo puede hacer por nosotros. No se puede “prestar”, porque no le sobra a nadie la fidelidad[13]. Nadie puede ser bautizado por otro, ni asistir por otro, ni tomar la cena por otro, ni orar por otro, ni visitar a los enfermos por otro, etc. Cada quien tiene que desarrollar el carácter de cristiano[14]. Por lo tanto, cada quien tiene que “ir y comprar” la preparación para sí mismo[15].
Los prudentes siempre están diciendo a los imprudentes: “Id a los que venden, y comprad ahora; no esperen hasta que sea demasiado tarde”.
Las vírgenes insensatas fueron a comprar aceite y en su ausencia llegó el esposo, entraron y se cerraron las puertas para dar inicio a las “bodas”. Algunas versiones como LBLA dice “banquete de bodas”, pero la palabra “banquete” se escribe en letra cursiva indicando que no es palabra griega. Los novios no salían en viaje de bodas, de “luna de miel”, si no que se quedaban en su casa y por una semana entera celebraban sus bodas con sus familiares y mejores amigos quienes los trataban como si fueran un príncipe y una princesa. Era la semana más feliz de sus vidas. Esta parábola encierra por lo menos dos advertencias universales:
i. Nos advierte que hay ciertas cosas que no se pueden obtener a último momento. Ya es demasiado tarde para que el estudiante se prepare para sus exámenes cuando ha llegado el momento de rendirlos. Cuando a un hombre le ofrecen un trabajo ya es demasiado tarde para adquirir una habilidad o capacidad. Lo mismo sucede con nosotros y Dios.
ii. Nos advierte que hay ciertas cosas que no se pueden pedir prestadas. Las vírgenes necias no pudieron pedir aceite prestado cuando descubrieron que lo necesitaban. El hombre no puede pedir prestada una relación con Dios; debe poseerla.
Ellas reconocieron su error, aceptaron el buen consejo, fueron “a comprar”. Pero, y aquí está un “pero” espantoso y triste: “…vino el esposo...y se cerró la puerta”. Este texto presenta el cuadro de los que estarán casi salvos, pero totalmente perdidos.
Debemos agregar otro pensamiento: La puerta cerrada no solamente excluye a los que no están preparados, sino también indica la seguridad de los que están adentro. Adán y Eva estuvieron por un tiempo en un paraíso, pero el hogar celestial es eterno, del cual nadie saldrá. “Las que estaban preparadas entraron con él a las bodas”[16].
Las vírgenes insensatas habían cerrado la puerta en sus propias caras cuando decidieron que no valía la pena comprar aceite para sus lámparas. Los perdidos pueden culpar a todo el mundo menos a sí mismos por su condición, pero ¡ellos mismos y nadie más tienen la culpa!
b) Los talentos (Mateo 25.14-30).
Notemos que en las tres parábolas estaba ausente el hombre principal. La prueba verdadera de la fidelidad es lo que se hace durante la ausencia del hombre principal. Los siervos eran esclavos, pero hombres capacitados.
El hombre se iba a ir y dejó diferentes talentos a cada uno de sus siervos. ¿Qué eran los talentos? Mateo 25.18 dice: “Dinero”. Negociaron con ellos para ganar otros talentos. Talanton, originalmente significa una “balanza”, luego, un talento en peso, era una cantidad de dinero en oro o plata equivalente a un talento. En tiempos del Nuevo Testamento el talento no era un peso de plata, sino el talento romano-ático, que equivalía a 6000 denarios o dracmas. En Revelación 16.21, la palabra “talento” es usada como un peso. El denario era el sueldo para el trabajo de un día. En español la palabra “talento” significa “aptitud natural para hacer alguna cosa”[17].
El “talento” no representa habilidad o capacidad, sino la oportunidad y responsabilidad de obrar conforme a su capacidad. Algunos esclavos eran con frecuencia artesanos o se les permitía ocuparse libremente en negocios de otra clase, pagando, según se arreglaba frecuentemente, una suma fija anual a su amo; o se les confiaba dinero para hacer negocios por cuenta suya, o con que aumentasen sus negocios, pagando a su amo una parte de sus ganancias.
Sin embargo, otros textos sí dicen que el Señor da dones naturales y sobrenaturales. Todo cristiano tiene algún talento, es decir, alguna habilidad y oportunidades para usarla en el servicio de Dios. También se puede agregar que el Señor nos ha confiado, nuestra propia vida, la salud, la mente, la fuerza física, el tiempo[18], los recursos materiales, en fin, toda bendición espiritual y material, para que llevemos a cabo su obra.
Hay mucha fuerza en el dinero y también hay mucha fuerza en los talentos que Dios nos da, pero es necesario “trabajar” con ellos. Negoció, literalmente “trabajó”. Mateo 25.1-13 enseña que debemos velar y 25.14-30 explica que velar equivale a trabajar. Los dones de Dios no son para nuestro orgullo y vanidad, sino para ser usados en su obra[19]. Dios trabaja en nosotros[20].
Muchos textos enseñan que Dios ha bendecido a sus hijos con una variedad de “talentos”, y espera que seamos fieles en su uso[21]. Todos reciben por lo menos “un talento”. Le dio conforme a su capacidad, es decir, todo lo que podía usar. Debemos usar fielmente el talento que recibimos[22]. Los siervos que recibieron cinco talentos y los que recibieron dos talentos trabajaron diligentemente pensando en su responsabilidad, recordando que un día el señor volvería y que les llamaría a cuentas. De esta manera duplicaron sus talentos.
Algunos tienen más alto concepto de sí que el que deben tener[23], pero muchos desprecian los talentos que tienen. ¿Por qué? Para no cumplir con la responsabilidad. No podemos engañar al Señor. El juicio no será de acuerdo a lo que pensemos o digamos acerca de nuestra responsabilidad, sino de acuerdo a lo que el Señor sabe. El tiene perfecto conocimiento de nuestros talentos y seremos juzgados por el conocimiento de Él y no por el dicho de nosotros.
Después de mucho tiempo el señor regresó. Mucho tiempo significa mucha oportunidad. Todos daremos cuentas al Señor[24].
Este siervo entendía que él solo no pudiera haber hecho nada. Reconocía que hacía el papel de mayordomo, trabajando con los bienes de otro.
Los calvinistas desprecian las “obras”, diciendo que estas no tienen nada que ver con la justificación, que todas las obras quedan excluidas. Predican que somos salvos por la gracia sola y por la fe sola, pero Jesús nunca habló así.
Cuando el señor de estos siervos volvió y les llamó a cuentas, había mucho gozo por causa de lo que habían hecho los siervos de cinco y de dos talentos. Desde luego, lo que tenían era lo que les fue dado. No parece que esos siervos tuvieran talentos propios, sino que el señor tuvo que entregarles esos talentos. Esto bien ilustra la gracia de Dios. El provee la salvación. Pero el hombre tiene que poner su parte. Tiene que negociar con lo que Dios le da, y en el juicio final dará cuenta de lo que haya hecho[25]. Será juzgado por sus “obras”[26].
Este siervo dice con entusiasmo: “¡Mira!”. La palabra idou, traducida “mira”, es una interjección y en estos textos indica ánimo y entusiasmo. ¿Temía este siervo la venida del señor? ¡No!, sino que con mucho gusto presentó el aumento a su señor. Se puede decir que él amaba la venida de su señor[27]. No se escondió con miedo. No tenía vergüenza de lo que había hecho. No estaba temblando con temor, sino que con alegría y entusiasmo llamó la atención del señor a lo que había hecho, diciendo: “Mira, señor, aquí en esta bolsa están los cinco talentos que me entregaste y aquí en esta otra bolsa están los otros cinco talentos que yo he ganado con tu dinero”.
Los apóstoles recibieron “cinco talentos” del Señor y le entregaron “otros cinco” en su servicio fiel. Así también muchos otros cristianos usaron bien los talentos que el Señor les dio, no solamente fieles evangelistas como Esteban, Felipe, Timoteo y Tito, sino también otros miembros, hombres y mujeres como Aquila y Priscila, Onesíforo, Epafras, Febe, Dorcas, la casa de Estéfanas, Demetrio, etc.
El señor ha confiado o encomendado el Evangelio a su Iglesia y espera que seamos fieles y cumplidos. Él espera que retengamos el patrón de palabras sanas con respecto a la Iglesia: Su culto, edificación, gobierno, y obra, y nos llamará a cuentas cuando vuelva.
Cuando el señor le dice a su siervo: “Bien”, está diciendo: “Bien hecho”, excelente; y cuando le dice “fiel”, le dice: “confiable y cumplido”. Los que aceptan su responsabilidad y la cumplen serán recompensados. Los fieles no fueron recompensados y exaltados por causa de tener más talentos, sino por ser más cumplidos en el uso de ellos. El número de talentos que cada uno ganara no era la base de su recompensa, sino más bien cada uno era recompensado de acuerdo a su fidelidad.
El siguiente siervo da su reporte. Él también había duplicado sus talentos. El señor recompensó a este segundo siervo de la misma manera en que recompensó al primero, porque tanto el segundo como el primero, duplicaron sus talentos. Los dos eran fieles al grado máximo. Nadie puede exceder el ciento por ciento en su fidelidad. Estos tres, el señor y estos dos siervos fieles, compartían una felicidad grande.
Pero el tercer siervo le dice: “…te conocía que eres hombre duro…”, usa la palabra girega skleros, de donde viene la palabra “arteriosclerosis”, endurecimiento de las arterias. Faraón era duro y cruel en su tratamiento de los israelitas[28]. Roboam era duro y cruel con el pueblo[29]. ¿Por qué acusa este siervo a su señor de esta manera? Es probable que este siervo se describiera a sí mismo al atribuir estas características a su señor. Muchos culpan a otros de ser como ellos mismos. Dijo que sabía que su señor era duro, cruel, exigente y egoísta, sacando ganancia del trabajo de otros y que, por eso, temía invertir el talento de su señor en los negocios, porque si ganaba algo, el señor se lo llevaría todo, y si perdiera el talento, entonces el señor lo castigaría. ¿Cuál es la conclusión de esta acusación? Obviamente este siervo se sentía justificado en lo que hizo. Creía que él mismo era inocente, que no tenía culpa alguna, que su señor tenía la culpa. Creía que su conducta era justificable, que la única alternativa que le quedaba era esconder el talento en la tierra para después entregarlo al señor. Tal vez creía que el señor debiera pedirle disculpas y darle gracias. La acusación era falsa.
Nuestro concepto de Dios tiene mucho que ver con nuestro cumplimiento o incumplimiento de su voluntad. Para “justificar” la desobediencia muchos critican a Dios, diciendo que permite guerras y mucho sufrimiento, injusticias, etc. Otros quieren justificar su negligencia diciendo: “Si Dios me hubiera dado el talento o el dinero, yo también habría hecho grandes cosas por Él”.
La excusa de muchos para justificar su incumplimiento del deber es que el discipulado es duro, exigente, y vienen persecuciones y tribulaciones. Directa o indirectamente acusan a Dios de ser injusto.
Este hombre de un talento aceptó el dinero del señor, y al hacerlo aceptó también su responsabilidad. Por esa razón estaba sin justificación alguna. No obedecemos al Señor con ojos cerrados[30]. Los infieles culpan a la Iglesia, al predicador, o a cualquier miembro. Esto se llama “transferir culpa”; los que usan esta táctica quieren transferir la culpa de sí mismos a otros. Las excusas comunes hechas por la gente hoy en día son tan insensatas como la del hombre de un talento: “Cuando yo era niño, mis padres me obligaron a asistir a las reuniones de la iglesia y, por esa causa yo estoy resentido y ellos tienen la culpa”. Otra táctica común dice: “Sí, tengo culpa, pero usted también tiene culpa” o “Usted es peor que yo”. El punto es que la respuesta insensata del hombre de un talento bien tipifica o representa todas las excusas necias que se hacen para no ser fieles.
Al cavar en la tierra para sepultar su talento, también se sepultó a sí mismo. ¿Tuvo miedo de qué? Era muy valiente para acusar al señor de ser injusto. ¿Tuvo miedo de equivocarse? ¿Tuvo miedo de fallar? Su respuesta indica que él temió invertir el dinero por temor de que se perdiera y entonces sería castigado por el señor. ¿Por qué no temió esconder el dinero en la tierra? ¿No había riesgo de que alguien descubriera el dinero? ¿De quién era el dinero? El siervo reconoció que el dinero era del señor. Dijo: “…aquí tienes lo que es tuyo”. Era del señor y le fue dado para ser invertido; por lo tanto, no tenía el derecho de hacer otra cosa con él, mucho menos de esconderlo en la tierra. Hay peligro de que los siervos de Dios dejen de cumplir con sus responsabilidades debido al temor de fallar. La falta de hacer la obra personal se debe a veces al temor de ser rechazado, o al temor de no poder contestar algún argumento. El rechazamiento es una forma de persecución que el discípulo de Cristo debe estar dispuesto a sufrir. Según Mateo 25.19, él tenía “mucho tiempo” para arrepentirse, pero no lo hizo. La demora del Señor es misericordia[31].
Las palabras del señor hacen un contraste con la respuesta a los anteriores siervos. Este era “malo y negligente” por no ser cumplido en su responsabilidad. No fue condenado por no traer otros dos o cinco talentos. Si hubiera traído otro talento, con eso habría sido fiel. También era malo por mentir y calumniar al señor. El señor no admitió que era culpable de lo que se acusaba, sino que repite estas palabras para que el siervo se condenara solo. ¿Hasta cuándo aprendió éste que su excusa no valía? Sin duda se convenció solo que estaba bien. Aunque era negligente, él mismo se sentía satisfecho porque creía que era justificado en no negociar para ganar otro talento. ¿Le dio el señor otra oportunidad a este siervo para serle fiel?
La palabra “negligente” viene del griego okneros y se traduce “perezoso” en LBLA. La Versión Valera Revisada 1960 la traduce “perezosos” en Romanos 12.11. El siervo de un talento no quería molestarse con el trabajo que le fue encomendado[32]. Pablo no dijo que Timoteo debería pedir más dones, sino que debería avivar el fuego del don que tenía y no descuidarlo.
Este siervo fue condenado por su propia boca. Si lo que dijo era cierto, entonces ¿cuánto más le convenía cumplir con su deber? Debió haber invertido para recibir intereses. No hubiera corrido riesgo al hacer esto.
Lo que tenía le fue quitado para dárselo al que había producido más. ¿Fue injusto el señor al hacer esto? ¿Estaba quitando dinero al pobre para dárselo al rico? ¿Era justo darlo al que ya tenía diez talentos? Lo que el señor hizo no era arbitrario o caprichoso, sino que bien ilustra un principio de la vida. Si descuidamos nuestras oportunidades las perdemos[33]. Perdió aun lo que tenía. Es necesario usar lo que tenemos, porque si no lo usamos, lo perdemos.
Es necesario aprovechar lo que el Señor nos da, talentos, habilidades, oportunidades o, de otro modo, lo perderemos. El Señor espera que con gratitud y optimismo utilicemos estos beneficios y dones para su gloria. Es lo que hace el “buen siervo y fiel”, pero el siervo “malo y negligente” tiene envidia de otros, se queja de lo que ha recibido o de lo que no ha recibido, y descuida sus talentos, capacidades y oportunidades. Esta verdad es semejante a otras enseñadas en la Biblia: Mateo 16.25; Lucas 18.14; Gálatas 6.7. ¿Por qué darlo al que tenía diez? Porque este había demostrado la habilidad de usar bien el dinero del señor. Así también todo siervo de Dios que es fiel y cumplido recibirá más oportunidades y bendiciones.
Aparte de la lección básica de prepararnos para dar cuenta al Señor del uso de nuestros talentos, este principio tiene muchas aplicaciones prácticas en la vida diaria. Es necesario cuidar el alma misma, y también el matrimonio y la familia, el dinero, la salud, el empleo, la casa, el automóvil, las herramientas, y todo lo que recibimos del Señor.
Muchas personas inteligentes nunca se esfuerzan por educarse. Como el siervo de un talento rehusó trabajar con el talento que el señor les dio, así mucha gente rehúsa trabajar con la inteligencia que Dios da para educarse más. Las personas que se dedican a leer y estudiar diariamente duplican su conocimiento, como los siervos de cinco y dos talentos duplicaron sus talentos. No hay excusa para no educarse. Muchos dicen que no tienen tiempo, que trabajan mucho, pero ¿quién no pierde mucho tiempo delante del televisor o en otras actividades menos importantes? Algunos aun desprecian su propia inteligencia, diciendo que no pueden aprender. A menos que una persona tenga en verdad algún defecto mental, puede aprender a leer y escribir su propio idioma. Todos deben aprovechar las oportunidades que su país ofrezca en cuanto a la educación para poder estudiar la Biblia y servir a Dios según la habilidad y la oportunidad que el Señor le haya dado[34]. Además, los que predican y enseñan deben tomar la molestia de aprender la gramática y la ortografía de su idioma. Cuesta trabajo mental pero conviene que todos lo hagan.
El siervo inútil no era digno de entrar en el gozo del Señor. No estaba preparado, porque no aceptó su responsabilidad. Jesús habla de los que no llevan fruto, y dicen que serán rechazados[35].
c) El juicio (Mateo 25.31-44).
Jesús habla con toda confianza de su triunfo final. Los eventos finales. Cuando Cristo venga[36], la tierra ser quemada[37]; los muertos serán resucitados; y los vivos serán transformados[38]; entonces todos compareceremos ante el tribunal de Cristo[39]. No cabe en ninguno de estos textos la teoría de un reino terrenal de mil años.
Este texto no es una parábola. No es cierto, como dicen algunos comentaristas que este texto es otra parábola, porque habla claramente del Hijo del Hombre y del juicio final. Hay contraste entre su humillación terrenal y su gloria celestial. Muchos hombres y mujeres, judíos y romanos, vieron a Jesús cuando le clavaron a una cruz romana como si fuera un criminal, lo crucificaron entre dos criminales para indicar que Jesús era un criminal. Fue una escena de gran humillación. En Aquel Día Final todos lo verán en su gloria suprema.
Los apóstoles Pedro, Juan y Jacobo vieron la transfiguración de Jesús: “…se transfiguró delante de ellos, y resplandeció su rostro como el sol, y sus vestidos se hicieron blancos como la luz”[40]. ¡Vieron una demostración de la gloria celestial de Jesús!
Entonces Jesús enviará a los ángeles para que recojan, saquen, de su Reino a todos los que sirven de tropiezo, a los inicuos, para pagarles de acuerdo a sus obras. Luego “se sentará en su trono de gloria”. Los judíos esperaban que el Mesías ocupara un trono literal en Jerusalén para dar libertad política a Israel y para castigar a los romanos. En Mateo 19.28 Jesús habla de ocupar su trono, pero no tenía nada que ver con el concepto de los judíos. Mateo 19.28 no es paralelo con Mateo 25.31, porque en aquel texto Jesús se refiere al trono que ocupó cuando ascendió al cielo después de su resurrección[41], y en este se refiere al juicio final. Cuando Jesús ocupó su trono después de su resurrección, los apóstoles también ocuparon tronos como los embajadores de Cristo, por lo cual la Iglesia persevera en su doctrina[42] y sigue su ejemplo[43].
Los paganos creían que cada nación tenía su propio dios, pero todas las naciones darán cuenta a Cristo; el juicio final será universal. Ante Aquel que vivía en la tierra como humilde carpintero, ahora comparecerán todos los más eminentes hombres del mundo desde el principio del mundo: Todos los monarcas, emperadores, presidentes y gobernadores, los famosos filósofos, todos los profesores que niegan la existencia de Dios y hacen burla de la Biblia, todos los artistas, incluyendo las “estrellas” de Hollywood, etc.[44]
Serán reunidas todas las naciones, pero todos serán juzgados como individuos. No seremos juzgados como grupos de cierta nación, de cierto color, etc.
Jesús ya había hablado de la separación de los buenos y malos: La parábola de la cizaña[45]; y la parábola de la red[46]. Habrá solamente dos grupos: Las ovejas, los salvos y los cabritos, los perdidos. Dios conoce a los suyos[47]. Jesús conoce las obras de su pueblo[48].
Muchos textos comparan el pueblo de Dios con ovejas: Salmos 23; 74.1; 100.3; Isaías 53.6; Mateo 10.6; Juan 10.7-16, 27-28. La oveja simboliza la dependencia, la inocencia, lo inofensivo, etc.
Bajo la ley, la cabra, al igual que la oveja, era un animal limpio, pero en este texto los “cabritos” representan el carácter opuesto, es decir, la rebeldía. Algunos comentaristas citan Ezequiel 34.17 como si el profeta hiciera la distinción entre ovejas y machos cabríos que Jesús hace en Mateo 25.32 entre ovejas y cabritos, pero Ezequiel pone a las ovejas gordas junto con los carneros y machos cabríos que comen los buenos pastos, hollando con los pies lo que queda; esto se refiere a la opresión de los pobres. Al hablar de la opresión de su pueblo, el Señor promete levantar a Cristo, que apacentará su rebaño con equidad y justicia. Sin embargo, el rey de Grecia se presenta en Daniel 8.6-21 como un macho cabrío, violento y destructivo.
No conviene que el pueblo de Dios tenga la disposición de este animal. Aunque a veces ovejas y cabras apacientan juntos, cuando el pastor llama a las ovejas, no responden las cabras. No son del mismo rebaño. El pastor conoce a sus ovejas y les llama por nombre[49].
Jesús envió a sus discípulos como ovejas entre lobos[50]. Nunca compara su pueblo con cabras, pero lamentablemente algunos prefieren tener su disposición, y en el día final serán separados de las ovejas. En otros textos estas dos clases de gente se llaman “los que hicieron lo bueno... los que hicieron lo malo”[51] y “justos” e “injustos”[52].
Viene el momento de la separación; el lado derecho es el lugar de honor[53]. El lado izquierdo es lo opuesto, un lugar de deshonra y de condenación.
Entonces nuestro Señor Jesucristo, Rey de reyes[54], que en aquel día será el Juez de todos, llamará a los de su derecha diciendo: “Venid, benditos de mi Padre”. La palabra “bendito”, eulogemenoi, significa invocar o derramar bendiciones sobre una persona. Es semejante a la idea de makarios, la palabra usada en Mateo 5.3-12 que significa “bienaventurado” o dichoso, pero no es la misma[55]. El Rey no dice nada de los pecados de estos porque ya fueron perdonados, solamente habla de sus “acciones justas”[56].
Los cristianos son herederos de Dios[57], y en aquel día recibirán su herencia. Las bendiciones que los hijos de Dios reciben en aquel día son las que el Padre pensaba darles desde el principio del mundo. Será la consumación del plan eterno de Dios: Romanos 8.29-30; Efesios 1.4-12; 2 Tesalonicenses 2.13; 1 Pedro 1.2. Los que recibirán esta bendición en el día final serán los que se habrán preparado, es decir, la bendición que Dios ha preparado desde la fundación del mundo es para cierta clase de gente.
¿Cómo se puede complacer a un hombre que tenga hijos? Ayudando a estos. Así también nuestro Padre es complacido cuando ayudamos a sus hijos. Lo que pide no requiere mucho dinero. Jesús habla de actos de servicio que cualquiera, aun el más pobre, puede hacer. No son actividades que se reporten en los periódicos, pero el Señor se fija en ellas[58]. A veces los miembros de la iglesia se preguntan con toda sinceridad: “¿Qué puedo hacer para ofrecer mejor servicio al Señor?” Aquí está la respuesta. No pensemos solamente en los talentos destacados, sino en el servicio sencillo y humilde de todos los días. Cuando Pablo instruyó a los corintios acerca del uso de los dones espirituales, les explicó el camino más excelente[59], el amor. No podemos servir a Dios en forma directa; es decir, Él no vive en templos hechos de manos y no es servido por manos de hombres como si necesitase de algo[60]; servimos a Dios al servir a los más necesitados de la tierra, mayormente a los hijos de Dios[61].
A través de su ministerio terrenal Jesús dio énfasis a las obras de amor, generosidad y misericordia, por su ejemplo y en sus enseñanzas diarias. Por lo tanto, es razonable que Él espere que sus discípulos tengamos el mismo carácter y disposición de imitarlo.
Este texto enseña un solo aspecto del juicio final. No es todo el cuadro. Muchos otros textos hablan de los pasos iniciales en la obediencia al Evangelio, de apartarse de toda iniquidad, y de cumplir todos los mandamientos del Señor. Desde luego, Cristo no enseña en este texto que la obra benévola sea la única base del juicio final. Sin embargo, este texto enseña que los discípulos que hagan estas obras de benevolencia demuestran que en realidad son de Dios porque tienen su amor y espíritu de benevolencia[62]. Estos demuestran que tienen una fe verdadera, no solo de labios[63], y un amor verdadero, no simplemente de labios[64], y, por el tanto, que tienen el espíritu y corazón de Cristo. Los tales son “hijos de Dios”[65]. Recordemos cuáles son los mandamientos principales[66].
Mateo 5.3-12 describe las cualidades de carácter de los que heredan el Reino de los cielos. Una de esas características es la “misericordia”. Mateo 25.35-36 habla de actos de misericordia que demuestran el carácter apropiado para el cielo. Los varios actos de benevolencia mencionados por Cristo se refieren a una clase de vida, una vida de fe que obra en amor[67]. Cuando el cristiano trata bondadosamente a los otros siervos de Cristo, también lo hace con Cristo mismo, y refleja el espíritu de Cristo. Por esta causa hay mucho énfasis sobre esta actividad[68]. Dice Cristo: “…cualquiera que os diere un vaso de agua en mi nombre, porque sois de Cristo, de cierto os digo que no perderá su recompensa”[69].
Este texto demuestra otra vez la unidad entre Cristo y su pueblo. Esta unidad se ilustra en varias formas: La vid y los pámpanos o sarmientos[70]; la Cabeza y el cuerpo compuesto de varios miembros[71]; el Esposo y su esposa[72]. Esta unión indica que Cristo y su pueblo son uno y tienen el mismo corazón, espíritu, carácter, voluntad, emociones, sentimientos, deseos, etc.
Los miembros de la Iglesia que asisten fielmente a los servicios y son cumplidos en muchos otros deberes, no estarán con las ovejas en aquel día si son culpables de haber descuidado estas actividades de benevolencia hacia sus hermanos. Tal descuido que refleja el egoísmo indica que no han obedecido[73].
Aparte de otros pecados que hayan cometido o que no hayan cometido, la negligencia de estas obras benévolas es suficiente para condenarles. ¡Uno de los pecados más graves de los mundanos es su falta de servir al pueblo de Dios! Al descuidar esto, se niegan a servir al Señor.
Muchos cristianos del siglo I perdieron familias, casas, empleos, etc., por causa de Cristo y el Evangelio, y era muy importante que los hermanos los recibieran en sus casas. Al hacerlo, recibían a Cristo mismo.
La respuesta sincera y humilde de los justos es de alabar, porque nunca habían visto a Jesucristo con sus ojos. La ayuda que dieron a los hambrientos, sedientos, desnudos, etc., era espontánea y desinteresada y, por lo tanto, se sienten indignos de tal alabanza. No lo hicieron para ser vistos de los hombres. Los justos no ayudaron a los necesitados pensando en ello como una “inversión”, es decir, que si hacen ciertas buenas obras, recibirán cierta recompensa. Al contrario, el justo preguntará: “¿Cuándo?” porque no vive calculando, grabando y recordando sus buenas obras.
Los “más pequeños” no nos pueden recompensar[74]. Los que persiguen a estos persiguen a Cristo. Otros textos enseñan que se debe practicar la benevolencia hacia todos[75], pero las acciones benévolas hacia otros cristianos son aceptadas porque indican clara y enfáticamente la relación e identificación con Cristo. Los que hacen así son imitadores de Cristo y, por eso, son llamados “hijos de Dios”. Tienen la mente de Cristo[76].
Pero a los de la izquierda, Jesús dice: “Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles”. Este texto no dice nada acerca de otros pecados que estos hayan cometido. En este texto un solo pecado se destaca: ¡El pecado de no haber ministrado al pueblo de Dios! Este descuido, esta negligencia, demuestra qué clase de gente son. Demuestra su carácter. El carácter de todo individuo determinará su destino. Demuestra su actitud hacia la gracia, la misericordia y otras cualidades divinas. Cuando encuentra a alguno necesitado de la misericordia se niega a dársela, por lo cual tampoco recibe misericordia. Es imposible que el amor de Dios resida en el corazón desprovisto del amor[77].
Estos estarán delante del Señor en Aquel Día todavía en sus pecados, sin cubierta, sin propiciación, completamente expuestos a la justicia de Dios y sin misericordia. Esto acontecerá a pesar de todo lo que Dios ha hecho por el hombre. Dios no quiere que esto suceda[78]. Ha hecho todo lo posible por evitarlo. Sin embargo, cada quien escoge su destino cuando escoge su carácter. Cada quien se prepara para su destino. Los justos son un pueblo preparado para un lugar preparado, y los injustos son un pueblo preparado para un lugar preparado. Todos, al igual que Judas[79], van a su propio lugar, el lugar que hayan escogido.
Los que estarán al lado izquierdo del Señor ya habrán sufrido mucho en este mundo. Los que no son cristianos sufren. Se habla mucho de los placeres de los del mundo[80], pero por todo lado se ve el sufrimiento de ellos. Tienen problemas serios. La borrachera trae miseria. El divorcio trae miseria. Las peleas producen sufrimiento físico y mental. Muchas personas pasan años en las cárceles. Pero el sufrimiento que hayan sufrido en este mundo no se puede comparar con el sufrimiento después de la muerte. No hay sufrimiento que se pueda comparar con el de ser quemado en fuego. Es un sufrimiento espantoso. Es horrible. No hay palabras que lo puedan describir. Es sufrimiento al grado máximo.
En el juicio dirán estos: “Señor, si hubiéramos sabido que eras tú, te hubiéramos ayudado, pero creíamos que se trataba de cualquier hombre insignificante”.
Según los russellistas, la palabra kolasis, traducida “castigo” en este texto, no significa tal cosa. Dice el Diccionario de W. E. Vine que “denota en primer lugar cortar, podar, restringir, mutilar... de ahí, restringir, castigar; se usa en la Voz Media en Hechos 4.21; en la Voz Pasiva en 2 Pedro 2.9”. Otra palabra que indica el sufrimiento es basanizo, “atormentar”[81].
2) El sumo sacerdote (Mateo 26.1-5; Marcos 14.1-2; Lucas 22.1-2).
La muerte de Jesús se aproximaba. Los eventos que siguen pertenecen al relato del sufrimiento final de Jesús. Ya empieza el principio del último acto de la tragedia de la salvación. Jesús dijo a sus discípulos: “…sabéis que dentro de dos días se celebra la Pascua”, la fiesta principal de los judíos, celebrada el 14 de Nisán, el primer mes del año judaico. La Pascua duró solamente un día, pero era seguida de siete días de la fiesta de los panes sin levadura, y a veces la palabra “Pascua” se refería a las dos cosas.
Ya Jesús les había hablado mucho acerca de su muerte[82]. Esta es la cuarta vez que abiertamente Jesús predice su muerte[83]. También, aunque los líderes dijeron: “…no durante la fiesta”, precisamente durante esa fiesta Jesús iba a morir. Al decir que será crucificado indica que su muerte sería llevada a cabo no por los judíos, sino por los romanos. Pero para esto, sería necesario primero que fuera entregado a los romanos.
Los “principales sacerdotes” eran las cabezas de los veinticuatro cursos de sacerdotes que servían por turno en el Templo. El sumo sacerdote, Caifás, era el presidente del sanedrín que tenía autoridad para juzgar y condenar a los transgresores. Se reunieron para considerar cómo podrían destruir a Jesús, porque les había avergonzado públicamente. Reconocían que estaban perdiendo su control sobre la gente[84]. La entrada triunfal de Jesús indicaba su gran popularidad[85]. En varios argumentos, Jesús les había dejado avergonzados, exponiéndoles como incapaces de defender su doctrina. No podían contestar palabra alguna cuando expuso su hipocresía. Por eso estaban muy resentidos.
José Caifás, o Cayafás, era el nombre del sumo sacerdote judío, de la secta de los Saduceos[86], que vivió durante el reino de Tiberio[87]. Se cree que José era su verdadero nombre y Caifás su sobrenombre.
Caifás fue sumo sacerdote durante dieciocho años y mantuvo su posición durante toda la administración de Poncio Pilato, gobernador Romano en Judea. Fue elevado al más alto cargo religioso de los judíos por el procurador Valerio Grato en el año 18 d.C., y separado por el procurador Vitelio en el año 33 d.C. Fue el sucesor de Anás, su suegro.
Caifás, siendo saduceo, no creía en la resurrección de los muertos, como sí creían en ella los fariseos. Según el Evangelio de Juan, las noticias sobre una supuesta resurrección de Lázaro realizada por Jesús alarmaron a los sacerdotes al punto de que el Sanedrín se reunió en sesión extraordinaria, presidida por Caifás, en su calidad de sumo sacerdote en ejercicio. Anás, sumo sacerdote retirado, también asistió ya que el título se preservaba de por vida.
Los principales sacerdotes, los escribas, y los ancianos del pueblo se reunieron en el patio del sumo sacerdote llamado Caifás. Ellos querían arrestar a Jesús y condenarle antes de que el pueblo pudiera levantar oposición fuerte y matarle, pero decían: “No durante la fiesta”, pero precisamente Jesús fue crucificado “durante la fiesta” de la Pascua, mostrando claramente que no los romanos ni los judíos estaban en control de ese evento, sino que Él mismo decidía todo. Cristo vino al mundo para dar su vida[88]. Hasta que “su hora” llegara, nadie podía hacer nada, pero ahora está listo a dar su vida, y siendo “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, iba a morir durante la Pascua.
La gente creía que Jesús era, por lo menos, un profeta importante y algunos, mayormente los de Galilea, creían que era el Mesías. Los judíos de todas las naciones se reunían en Jerusalén para las fiestas anuales. Se ha sugerido que hasta tres millones de judíos estaban presentes durante la Pascua, y frecuentemente había tumultos entre ellos.
El temor de los líderes se expresa en Juan 11.48, pero ignoraban el plan de Dios y la actitud sumisa de Jesús. Si Jesús hubiera permitido que Pedro usara su espada para iniciar un tumulto, los temores de los líderes se habrían realizado, pero Dios había escogido precisamente esa Pascua para ofrecer sobre una cruz al Cordero de Dios que quita los pecados del mundo[89]. Los judíos no querían ser responsables por un alboroto entre el pueblo, pero ¡estaban dispuestos a crucificar a su Mesías! Estaban muy contentos cuando Judas ofreció entregar a Jesús y les fue conveniente llevar a cabo sus planes.
El temor al pueblo era el obstáculo principal para los líderes. Para los romanos la Pascua era tiempo apropiado para ejecutar criminales para demostrar su poder sobre el pueblo.
3) El pacto de Judas (Mateo 26.14-16; Marcos 14.10-11; Lucas 22.3-6).
Judas dejó la compañía de los discípulos en la tarde del primer día del pan sin levadura, cuando era la costumbre de los judíos piadosos quitar toda la levadura de sus casas. En su corazón estaba “la levadura de malicia y de maldad”[90], y se ofreció a entregar a Jesús.
A ellos les convenía a los principales sacerdotes la sugerencia de Judas, porque éste podría guiarles a encontrar a Jesús para prenderlo en un lugar apartado del pueblo. La traición de Judas se contrasta con la devoción de la mujer en la sección anterior. Era necesario que Judas encontrara un tiempo y lugar apropiado, aparte de la multitud, donde no habría peligro de un tumulto provocado por la gente que tanto estimaba a Jesús como profeta, y así se cumplió la profecía de Zacarías 11.12.
[1] Hechos 2.5-11.
[2] Romanos 8.29; 12.1; 2 Corintios 3.18; Efesios 4.22-32.
[3] Gálatas 5.22-23.
[4] Mateo 5.13-16.
[5] Filipenses 2.15-16.
[6] Mateo 13.23.
[7] Isaías 55.6.
[8] Juan 9.4; 12.35.
[9] 2 Pedro 3.4, 9, 15.
[10] 2 Corintios 11.2-3; Efesios 5.25-27; Revelación 19.7-9.
[11] Números 23.10.
[12] Mateo 5.10-12; 10.34-37; 13.20-23; 1 Corintios 9.27; 1 Pedro 1.7; 4.12; 2 Pedro 1.5-11.
[13] Lucas 17.10.
[14] Mateo 5.1-12; 2 Pedro 1.5-11; Gálatas 5.22-23; Efesios 4.22-32; 2 Corintios 3.18; Romanos 8.29.
[15] Proverbios 23.23; Romanos 14.12; 2 Corintios 5.10.
[16] Revelación 19.18.
[17] Diccionario Larousse.
[18] Efesios 5.17.
[19] 1 Corintios 4.7.
[20] Filipenses 2.13.
[21] Romanos 12.6-8; 1 Corintios 12.14-31; 1 Timoteo 4.7; 2 Timoteo 1.6; 1 Pedro 4.10.
[22] Éxodo 4.2; Hechos 3.7; Marcos 14.8; Hechos 4.36.
[23] Romanos 12.3.
[24] 2 Corintios 5.10.
[25] 2 Corintios 5.10.
[26] Revelación 20.13.
[27] 2 Timoteo 4.8.
[28] Éxodo 5.7-8.
[29] 1 Reyes 12.12.
[30] Mateo 5.10-12; 10.34-37; 16.24; Lucas 14.33; 1 Corintios 9.27; 2 Timoteo 3.12.
[31] 2 Pedro 3.15.
[32] Jueces 5.23; 1 Timoteo 4.14; 2 Timoteo 1.6.
[33] Juan 9.4; 12.36.
[34] De ahí que surjan cursos como el presente que ofrece la A.B.C., totalmente gratuito y con la idea de alcanzar a todos cuanto sea posible.
[35] Juan 15.18.
[36] Hechos 1.9-11.
[37] 2 Pedro 3.10; Revelación 20.11.
[38] Juan 5.28-29; 1 Corintios 15.50-52; 1 Tesalonicenses 4.16-17.
[39] 2 Corintios 5.10.
[40] Mateo 17.2.
[41] Hechos 2.30, 33.
[42] Hechos 2.32.
[43] Hechos 14.23; 20.7; 1 Corintios 4.16-17; Filipenses 4.9.
[44] Revelación 6.15-17.
[45] Mateo 13. 24-30, 36-43.
[46] Mateo 13.47-50.
[47] 2 Timoteo 2.19.
[48] Revelación 2-3.
[49] Juan 10.3.
[50] Mateo 10.16; Lucas 10.3.
[51] Juan 5.29.
[52] Hechos 24.15.
[53] Salmos 110.1; Hechos 2.25, 33; Efesios 1.20-22.
[54] Lucas 19.38; Juan 18.37; Revelación 17.14; 19.16.
[55] Revelación 7.16.
[56] Revelación 19.8.
[57] Romanos 8.17; Gálatas 4.6-7; Hebreos 1.14; 1 Juan 3.2.
[58] Hebreos 6.10.
[59] 1 Corintios 12.31; Capítulo 13.
[60] Hechos 17.25.
[61] Gálatas 6.10.
[62] Deuteronomio 10.17-19; 15.1-11; Mateo 5.44-48; Lucas 6.27-36.
[63] Santiago 1.27; 2.14-26.
[64] 1 Juan 3.17-18.
[65] Mateo 5.44-48.
[66] Mateo 22.36-40.
[67] 1 Corintios 13.4-7; Gálatas 5.6; Santiago 2.14-26; 1 Juan 3.17-18.
[68] Hebreos 10.32-34; Santiago 2.1-5, 14-26; 1 Juan 3.17-18.
[69] Marcos 9.41.
[70] Juan 15.1-8.
[71] Efesios 1.22-23; 1 Corintios 12.14-28.
[72] 2 Corintios 11.2-3; Efesios 5.24-27.
[73] Mateo 16.24; Lucas 14.33.
[74] Lucas 6.35; 14.12-14.
[75] Gálatas 6.10; Santiago 1.27.
[76] Filipenses 2.5.
[77] 1 Juan 3.17.
[78] 1 Timoteo 2.4; 2 Pedro 3.9.
[79] Hechos 1.25.
[80] Hebreos 11.26.
[81] Revelación 20.10; Mateo 8.6, 29; Marcos 5.7; Lucas 8.28; Romanos 2.8-9.
[82] Juan 2.19; 3.14; 6.51; 10.11, 15; Mateo 9.15; 10.38; 12.40; 21.38.
[83] Mateo 16.21-23; 17.2; 20.17-19.
[84] Juan 11.48, 53; 12.10-11, 19.
[85] Mateo 21.1-11.
[86] Hechos 5.17.
[87] Lucas 3.2.
[88] Juan 10.18.
[89] Juan 1.29; Isaías 53.10; 1 Juan 2.2.
[90] 1 Corintios 5.8.