g. Día 6 (Mateo 27.1-61; Marcos 15.1-47; Lucas
22.66-23.55).
1) Ante el Sanedrín (Mateo 27.1; Marcos 15.1; Lucas 22.66-71).
Ya era de día y ahora Jesús será formalmente condenado por el Sanedrín. Sabiendo que la acusación de blasfemia no llevaría peso con los romanos, ahora pervierten las palabras de Jesús para que tengan la apariencia de rebelión contra la autoridad de Roma.
Ellos estaban resueltos a obligar a Jesús a testificar contra sí mismo. Pero no habían creído a Juan, no creyeron las obras de Jesús, ni siquiera creyeron sus propias Escrituras. Desde luego, Jesús sabía que ellos no querían la verdad y, por eso, no importaba lo que les dijera o preguntara. Así son los que son motivados no por la verdad sino por el prejuicio.
En ese momento Jesús se humillaba a sí mismo al máximo, pero después lo verían sentado sobre su trono celestial para juzgar a estos mismos hombres. Caifás y sus socios estarán de pie delante de Cristo, el Juez, y darán cuenta de estos mismos hechos. Era obvio al sanedrín que Jesús hablaba de sí mismo como el “Hijo del Hombre” y también conocían lo que dice Daniel 7.13-14.
Los miembros del sanedrín preguntaron: “¿Luego eres tú el Hijo de Dios?”, y Jesús respondió: “Vosotros decís que lo soy”, es decir, tiene razón en lo que dicen. Él mismo confesó que era el Hijo de Dios[1]. Isaías dice: “Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca”[2], pero cuando se trataba de confesar su Deidad, Él hizo la “buena profesión”.
En un acto de dramatismo, el sumo sacerdote rompió sus vestiduras, mientras los demás gritaban: “¿Qué más testimonio necesitamos? porque nosotros mismos lo hemos oído de su boca”. Es decir, que había hablado blasfemia y que, por eso, no necesitaban oír más testimonio.
2) Enviado a Pilato (Mateo 27.2; Lucas 23.1).
Poncio Pilato, era también conocido como Pilatos, prefecto de la provincia romana de Judea entre los años 26 y 36 d.C. Fue designado procurador de Judea por Tiberio, a instancias de su prefecto pretorio, Lucio Elio Sejano, adversario de Agripina y señalado como antisemita.
Justino Mártir, quien escribió a mediados del siglo II, dijo lo siguiente respecto a la muerte de Jesús: “Por las Actas de Poncio Pilato puedes determinar que estas cosas sucedieron”. Además, según Justino Mártir estos mismos registros mencionaban los milagros de Jesús, de los cuales dice: “De las Actas de Poncio Pilato puedes aprender que Él hizo esas cosas”. Es verdad que estas “Actas” o registros oficiales ya no existen. Pero es patente que existían en el siglo II, y Justino Mártir instó con confianza a sus lectores a comprobar con ellas la veracidad de lo que decía.
El testimonio del historiador romano Tácito, nacido alrededor del año 55 d.C., y quien no era amigo del cristianismo escribió poco después del año 100 d.C., y menciona la cruel persecución de los cristianos por Nerón, y añade: “Cristo, el fundador del nombre, había sufrido la pena de muerte en el reinado de Tiberio, sentenciado por el procurador Poncio Pilato, y la perniciosa superstición se detuvo momentáneamente, pero surgió de nuevo, no solamente en Judea, donde comenzó aquella enfermedad, sino en la capital misma”[3].
Filón, escritor judío de Alejandría que vivió en el siglo I d.C., narra un acto similar de Pilato que provocó una protesta. En esta ocasión tuvo que ver con unos escudos de oro que llevaban los nombres de Pilato y Tiberio, y que Pilato había colocado en su residencia de Jerusalén. Los judíos apelaron al emperador de Roma, y Pilato recibió la orden de llevar los escudos a Cesárea[4].
Los escritores judíos, como Filón, representan a Pilato como un hombre inflexible y decidido que intentó romanizar Judea sin éxito, introduciendo imágenes de culto al César, y trató de construir un acueducto con los fondos del Templo. Las desavenencias con el pueblo judío le llevaron a trasladar su centro de mando de Cesarea a Jerusalén para controlar mejor las revueltas. Pilato enfrentaba además grupos extremistas entre los que se contaba Barrabás quien había asesinado a un soldado romano. Estos grupos subversivos daban mucho quehacer a Pilato.
Según el historiador judío Josefo, Pilato tuvo un mal comienzo en lo que respecta a las relaciones con sus súbditos judíos: De noche envió a Jerusalén soldados romanos que llevaban insignias militares con imágenes del emperador. Este suceso provocó un gran resentimiento, y una delegación de judíos viajó a Cesárea para protestar por la presencia de las insignias y exigir que las quitasen. Después de cinco días de discusión, Pilato intentó atemorizar a los que hicieron la petición, amenazándolos con que sus soldados los ejecutarían, pero la enconada negativa de aquellos a doblegarse le hizo acceder a su demanda[5].
Josefo aún menciona otro alboroto: A expensas de la tesorería del Templo de Jerusalén, Pilato construyó un acueducto para llevar agua a Jerusalén desde una distancia de casi 40 kilómetros. Grandes multitudes vociferaron contra este acto cuando Pilato visitó la ciudad. Pilato envió soldados disfrazados para que se mezclasen entre la multitud y la atacasen al recibir una señal, lo que resultó en que muchos judíos muriesen o quedasen heridos[6].
Josefo informa que la posterior destitución de Pilato fue el resultado de las quejas que los samaritanos presentaron a Vitelio, gobernador de Siria y superior inmediato de Pilato. La queja tenía que ver con la matanza ordenada por Pilato de varios samaritanos a los que engañó un impostor, reuniéndolos en el monte Gerizim con la esperanza de descubrir los tesoros sagrados que supuestamente había escondido allí Moisés. Vitelio mandó a Pilato a Roma para comparecer ante Tiberio, y puso a Marcelo en su lugar. Tiberio murió en el año 37 d.C., mientras Pilato todavía estaba en camino a Roma[7].
Era “muy de mañana”[8], entre las tres y las seis de la mañana. Tenían a Jesús en sus manos y se apresuraban para ponerlo en la cruz. Parece que el plan de los judíos era acabar con el “juicio” de Jesús y llevarlo a Pilato muy temprano antes de que el pueblo se diera cuenta de lo que pasaba. Esta acción era de “todo el concilio”; es decir, tomaron acción oficial.
Lo llevaron a Pilato, pero no entraron en el pretorio, que originalmente era la sede del pretor o del general en el campamento, pero más tarde se aplicó a la residencia oficial del gobernador provincial. El término se usa en los Evangelios para referirse a la residencia temporaria del procurador en Jerusalén durante su estadía en esa ciudad. Esto fue otro acto de hipocresía, pues no les preocupaba el crimen de matar a su Mesías, pero les preocupaba contaminarse ceremonialmente y el no comer la Pascua[9].
3) Muerte de Judas (Mateo 27.3-10).
Judas se encuentra al parecer con una cruda realidad: Jesús es condenado. Parece que estaba esperando que su Maestro hiciera algún milagro para escapar, pero Jesús ha estado tranquilo, escuchando las mentiras que se han dicho contra Él, no actúa como él esperaba, quizá llamando a las legiones de ángeles que le defenderán y le instalarán como Rey de Israel.
Judas corre a los principales sacerdotes y a los ancianos, para devolver las treinta piezas de plata. Mateo 27.3 traduce “arrepentido” en la palabra metamelomai, que significa literalmente “dolerse después”, o bien “remorderse”, mientras que la palabra que debe ser traducida “arrepentirse” es metanoeo, que es un cambio de corazón que lleva a un cambio de vida. Son dos palabras distintas[10]. Judas sintió mucho pesar, pero Pedro se arrepintió[11].
El remordimiento es una carga insoportable que puede trastornar la mente. La plata tan bonita le quemaba las manos y la conciencia. El arrepentimiento verdadero le lleva a la obediencia y salvación, pero el remordimiento solo tristeza según el mundo, le lleva a la horca.
¿Quién llevó a Judas a los miembros del sanedrín? ¿Quién le exhortó? Aquí se ve el poder de la conciencia[12]. Muchos criminales vuelven y se entregan solos a las autoridades. Es imposible escapar de los pecados[13]. Judas no culpa a nadie, excepto a sí mismo. Acepta la responsabilidad de su hecho. Dice: “He pecado”, porque era uno de los agentes responsables de la crucifixión del inocente Jesús.
Este es el testimonio de un discípulo ya convertido en enemigo. Judas había conocido a Jesús por más de tres años en público y en privado. Como dice Juan: “Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida porque la vida fue manifestada, y la hemos visto”[14]. Oyó. Vio. Observó. Si hubiera habido cualquier crimen en Él, lo habría sabido Judas, y su conciencia no le habría molestado por entregarlo. ¡Qué bueno si Judas hubiera llegado con Jesús para confesar este pecado y arrepentirse como lo hizo Pedro! Habría recibido misericordia y perdón, pero con estos líderes irreverentes recibió puro desprecio.
¿Qué esperaba Judas de ellos? ¿Creía que él podía detenerlos? El pecado es un camino que inclina agudamente hacia abajo. Es como un camión sin frenos que desciende una loma. Es fácil iniciar el pecado, pero no es fácil detenerlo.
Aquí está un buen ejemplo de la actitud de los “amigos” y “socios” mundanos. La respuesta de ellos fue muy despreciativa. No hubo nada de aliento. No les importaban los sentimientos lastimados de Judas. No les importaba qué pasara con él. Así son los cómplices mundanos[15]. ¿Cuál es la actitud de muchos jóvenes después de cometer fornicación, cuando la joven se da cuenta de que está embarazada? “¡Allá tú!”. Ninguno de ellos ofrecía consuelo a Judas en su desesperación.
Judas furioso arroja el dinero en el Templo, fue y se ahorcó. Así son las acciones de desesperación de los que pecan contra Dios y no se arrepienten para obtener su perdón. Se sienten desesperados porque no puede deshacer el pecado, y busca alivio en el suicidio, pero la Biblia enseña que al morir los que no están preparados para el encuentro con Dios van al lugar de tormento en el Hades[16]. Judas fue a “su propio lugar”[17], el lugar que él mismo había escogido. Así hacen todos; van a “su propio lugar”, el lugar de su propia selección.
¿Qué habría pensado Judas si hubiera esperado hasta después del primer día cuando Jesús resucitó? ¿Habría tenido un efecto positivo sobre el estado de sus pensamientos turbulentos? Solo Dios sabe, pero sin lugar a dudas muchas personas evitarían el suicidio si solamente esperasen unos cuantos días más. Sobre todo recordemos que lo “insoportable” no encuentra remedio en el suicidio, porque el tormento en el Hades es mil veces más “insoportable” que cualquier miseria que uno pudiera tener en esta vida.
Cuando hizo su trato con los principales sacerdotes, Judas creía que las treinta piezas de plata eran muy deseables, pero aquí las arroja como si fueran cosa odiada. Así es el pecado. Durante la tentación parece bonito, pero después es algo aborrecible. En lugar de darle mucha satisfacción, solo le daba miseria y puro remordimiento. Judas hizo un trato muy malo; vendió su alma por 30 piezas de plata, objeto que solamente produce el disgusto y odio.
Jesús le había dicho varias cosas para hacerle pensar. Dijo claramente que uno de sus discípulos le iba a entregar y después Judas fue señalado como el culpable, pero estaba sordo y ciego y por ello termina suicidándose.
Para escapar de la miseria muchos se destruyen solos para ir a un tormento mil veces peor. Los tales buscan alivio, buscan algún remedio, pero el remedio es peor que la enfermedad. Hay muchos casos del suicidio entre los jóvenes porque estos no reciben la enseñanza bíblica necesaria para soportar los problemas de la vida. Este es un gran descuido de los padres. En muchos casos los dos padres trabajan fuera del hogar para proveer más y mejores cosas materiales, y no tienen tiempo para los hijos. También la televisión y la “música” popular glorifican el suicidio y lamentablemente muchas personas deprimidas e inestables creen que es la solución de sus problemas. Es necesario enseñar con toda franqueza que el suicidio es otra forma del homicidio.
Los principales sacerdotes se condenaron solos. Admiten que era el precio de sangre, lo que indica inocencia, porque no se habla de la sangre de los culpables. No le condenaron conforme a la justicia, sino que le compraron. ¡Les molestó la conciencia poner el dinero en el tesoro! Recordemos lo que dijo Jesús acerca de camellos y mosquitos.
Consultaron entre ellos y compraron el campo del alfarero para hacerlo un cementerio, probablemente después de que Judas se suicidó en ese lugar ahorcándose y quedando en su lugar sin que nadie lo bajara, es posible que la rama se rompiera y el cuerpo se desparramó, por lo que ya su dueño no lo quisiera más. Se le llamaba “Campo de sangre” porque se había comprado con el “precio de sangre”. De esa manera, como se fuera un momento en la plaza, el acto nefando de los principales sacerdotes y de Judas se recuerda a través de los años.
Aunque son palabras habladas por Jeremías, como dice Mateo, es Zacarías quien las registra[18].
Comparemos los “dos precios”: El precio que pagaron sus enemigos para destruirlo y el precio que Jesús pagó para redimirnos[19].
4) Ante Pilato (Lucas 23.2-5; Mateo 27.11-14; Marcos 15.2-5).
a) Primera interrogación (Mateo 27.11; Marcos 15.2; Lucas 23.3).
Jesús es interrogado por Pilato que le pregunta: “¿Eres tú el Rey de los judíos?” Desde luego, Pilato era hombre de experiencia y sabía bastante de los sediciosos. En el griego el “tú” es enfático; pregunta: ¿Tú eres el Rey de los judíos? Obviamente él no veía nada del aspecto de revolucionario en Jesús. Sin embargo, aunque Pilato no hacía caso de las acusaciones triviales de los judíos, tales como que era “hombre que perturba al pueblo”[20], si alguno quisiera hacerse rey, sería usurpador del emperador y eso sería traición. Por lo tanto, tal acusación tenía que ser investigada con todo esmero.
La respuesta de Jesús es: “Tú lo dices”. Esta es respuesta afirmativa.
b) Pilato perplejo (Mateo 27.12-14; Marcos 15.3-5; Lucas 23.4-5).
Pilato quería soltar a Jesús pero se sentía frustrado porque Jesús no contestaba las acusaciones hechas por los judíos y no tenía otro defensor. Los romanos querían ser justos[21]. Hicieron mucho para establecer orden en el mundo. Aparentemente Pilato nunca había conocido a un prisionero, acusado de un crimen capital, que apareciera tan indiferente hacia el resultado del juicio.
Pilato quizá pensó que podría salvar a Jesús utilizando una práctica tradicional. Esta era una concesión de parte de los romanos para complacer a los judíos y allí estaba poniendo su confianza.
5) Ante Herodes (Lucas 23.6-12).
Los romanos no realizaban ejecuciones basadas en transgresiones a la ley judía, por tanto el cargo de blasfemia no tenía validez para Pilato, que buscaba la manera de soltar a Jesús y al saber que Jesús era de Galilea, jurisdicción de Herodes Antipas, lo remitió a este, que en aquellos días estaba en Jerusalén[22], pensando sin duda que este le ayudaría a probar la inocencia de Cristo. Pilato estaba muy ansioso de encontrar alguna salida de su dilema. Habría deseado que Herodes Antipas se encargara del caso, mientras que el Sanedrín habría deseado que Pilato se decidiera por la ejecución de Jesús.
Herodes se alegró al ver a Jesús, había oído mucho acerca de él, y pensaba que le entretendría. Parece que Herodes ya no pensaba que Jesús era Juan levantado de los muertos[23]. Tampoco indican estas palabras que todavía quería matarlo[24]. Más bien, para Herodes Jesús era simplemente un “espectáculo”. Para él, Jesús no importaba. Hay millones que piensan lo mismo. Jesús es un factor que puede ser omitido de la vida. Pueden vivir fácilmente sin tomarlo en cuenta.
Herodes le hacía muchas preguntas, pero Jesús rehusó echar sus perlas delante de los cerdos[25], no respondió nada. Y también estaban sacerdotes y escribas presentando sus acusaciones. Herodes, con sus soldados, menospreció a Jesús y se burló de él vistiéndolo con una ropa espléndida como de reyes; y se lo regresó a Pilato[26]. Llama la atención que desde aquel día, Pilato y Herodes, se reconciliaron. Ahora eran amigos, socios en el crimen. Ya tenían amistad no basada en la justicia sino en la malicia.
6) De regreso a Pilato (Lucas 23.13-25; Mateo 27.19-30; Marcos 15.6-19).
a) La mujer de Pilato (Mateo 27.19).
La esposa de Pilato tuvo un sueño acerca de Jesús, que en realidad no importa si fue normal o sobrenatural, ya que los romanos eran muy supersticiosos y creían que eran presagios. Sin duda alguna esta advertencia de parte de su propia esposa le inquietaba sobremanera a Pilato, porque confirmaba lo que él mismo pensaba. Fue otro argumento más, uno de los más fuertes, a favor de soltar a Jesús. Estos detalles eran y son muy importantes para gentiles. Esta mujer no era judía, sino romana, y aun ella se daba cuenta de la inocencia de Jesús.
b) La elección (Mateo 27.15-17; Marcos 15.6-10; Lucas 23.17).
Durante la fiesta de la Pascua se acostumbraba que el pueblo pidiese que liberaran a un preso; Pilato usa de esta costumbre de muestra de bondad y de favor personal hacia una pueblo sujeto a los romanos con la esperanza de que Jesús así gane su libertad[27].
Había un reo llamado Barrabás, un preso famoso[28], con quien se enfoca la malicia de los líderes judíos al procurar la muerte de un inocente y la libertad de un reo culpable de homicidio y robo[29].
Por primera vez se menciona la multitud en este cuadro. Pide que Pilato cumpla con su costumbre de soltarles un prisionero notable. Pilato, y su esposa, está convencido de que Jesús es inocente y desea soltarle. Se refiere a él como “el Rey de los judíos”, tal vez para congraciarse con el público, apelando a su sentido de patriotismo. Jesús había obtenido una buena reputación con el pueblo en general y Pilato, siendo hombre del mundo, pudo discernir que por eso los líderes judíos ahora actúan en base a envidia hacia este individuo inocente. Envidian la popularidad de Jesús. Pilato espera que la multitud escoja a Jesús y no a un reo, pero en esto Pilato falla.
c) Barrabás libre (Mateo 27.20-26; Marcos 15.11-15; Lucas 23.18-25).
Los líderes judíos eran expertos en manipular la mente de la gente voluble. ¡Qué triste es el caso de multitudes de gente que no pueden pensar por sí mismos, sino que son manipulados por sus líderes religiosos! Estos no solamente incluyen a los católicos, mormones, russellistas y otros sectarios, sino también a veces incluye a nuestros hermanos en Cristo que son llevados por predicadores de tremenda influencia y carisma, hombres que son expertos en manipular a sus seguidores ciegos.
Los principales sacerdotes y los ancianos manipularon a la multitud para que pidiese a Barrabás, y solicitaran que Jesús fuese muerto. Cuando el romano preguntó: “¿A cuál de los dos queréis que os suelte?”, la multitud gritó a una voz: “¡A Barrabás!” ¿Era Jesús peor que este?
Pilato comete un error más al preguntar: “¿Qué, pues, haré de Jesús, llamado el Cristo?” No le convenía hacer esta pregunta porque era precisamente la pregunta que los judíos querían contestar. La multitud gritó: “¡Sea crucificado!”[30] Es difícil armonizar esto con Mateo 21.8-11. Algunos creen que los que gritaron “¡Sea crucificado!” eran los de Jerusalén, y que los gritaron “¡Hosanna!” no eran de Jerusalén, sino de Galilea y otras partes. Es posible que esto sea en parte la explicación, pero la Biblia no hace esta distinción. Verdaderamente muchos son cambiables.
Si Pilato no pudiera haber controlado al pueblo y si hubiera permitido un tumulto, habría tenido problemas serios con sus superiores, porque el papel principal de tales gobernadores era mantener el orden y la paz. Por más que él quisiera evitar la injusticia contra un hombre inocente, tuvo que pensar también en otro mal peor para él mismo, es decir, que podría resultar en perder su puesto, si no su vida.
Pilato trató de hacer entrar en razón al pueblo, pero como vio que era tiempo perdido, se lavó las manos diciendo: “Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros”. Pilato hizo todo lo posible por lavarse las manos de este hombre inocente: Lo envió a Herodes para no tener que tomar una decisión él mismo; declaró al pueblo que Herodes estaba de acuerdo con él en cuanto a la inocencia de Jesús[31]; propuso azotar a Jesús y soltarle; propuso, como de costumbre, soltar a un criminal, esperando que le permitieran soltar a Jesús; después de azotarlo lo presentó delante de ellos, tal vez con la idea de que eso despertara su compasión, pero todos sus esfuerzos fueron en vano.
De este acto viene el dicho de “lavarse las manos” de algún asunto difícil. En realidad era acto de extremada cobardía, porque él tenía plena autoridad para soltar a Jesús, como también la fuerza militar para controlar a los judíos por turbulentos que llegaran a ser. Por lo tanto, al lavarse las manos Pilato no logró nada, porque él compartió la culpa de este crimen con los líderes de los judíos.
El pueblo pronunció unas palabras que le han seguido por los siglos y seguirá cayendo sobre ellos a menos que se arrepienta, se bauticen confesando a Jesús y vivan en santidad: “Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos”. En aquel momento pronunciaron de forma altanera esa declaración, pero muy pronto querían quedar limpios de su sangre[32]. También en la actualidad los judíos protestan en contra de la acusación de que ellos crucificaron a Cristo. Se olvidan de estas palabras de los que voluntaria y orgullosamente aceptaban esa responsabilidad en ese día inolvidable. Sin embargo, el Señor ofreció perdonar sus pecados[33].
d) Corona de espinas (Mateo 27.27-30; Marcos 15.16—19).
Cuando alguno era condenado a la crucifixión, antes debía ser azotado con correas o cuerdas, provistas a veces con nudos o bolas de metal, y constituía un castigo totalmente inhumano que con frecuencia acarreaba la muerte del reo. Esos azotes, o flagelación, se ejecutaron en Jesucristo[34], probablemente dentro del pretorio. El azote romano consistía en un corto mango de madera al que estaban atadas varias correas con los extremos provistos con trozos de plomo o bronce y pedazos de hueso muy aguzados. Los azotes se dejaban caer especialmente sobre la espalda de la víctima, que estaba desnuda y encorvada. Generalmente se empleaban dos hombres para administrar este castigo, uno azotando desde un lado, otro desde el lado opuesto, con el resultado de que a veces la carne era lacerada a tal punto que quedaban a la vista venas y arterias interiores y a veces aun las entrañas y los órganos internos aparecían por entre las cortaduras. No era legal azotar al ciudadano romano, como Pablo, pero Jesús no era romano.
Los soldados llevaron a Jesús al pretorio, y desnudándole, le echaron encima un manto de rojo, y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas, y una caña en su mano derecha; insultándole. El verbo hacían indica acción continua, repetida. Los soldados eran muy abusivos, haciendo todo esto como un juego, una diversión, pero en su ignorancia llevaron su juego a un nivel muy bajo de indecencia, violencia y crueldad. Los judíos le hacían burla como si fuera un profeta falso, y ahora los romanos le hacen burla como si fuera un rey falso.
7) Camino al Calvario (Mateo 27.31-32; Marcos 15.20-21; Lucas 23.26-31).
Después de haberle escarnecido, le quitaron el manto, y le llevaron para crucificarle.
a) Simón de Cirene (Mateo 27.31-32; Marcos 15.20-21; Lucas 23.26).
Los romanos obligaron a los judíos a llevar cargas. Jesús ya había sufrido mucho por la experiencia en Getsemaní, por desvelar, por los procesos injustos, por el escarnecimiento, y sobre todo por el azotamiento que podía ser mortal. Todas estas experiencias habían dejado a Jesús completamente debilitado. Tal vez los romanos temían que se desmayara y muriera y querían estar seguros que vivía para ser clavado en la cruz, por eso, un hombre de Cirene, Simón, fue obligado a llevar la cruz de Jesús.
Cirene fue una antigua ciudad griega en la actual Libia, la más importante de las cinco colonias griegas de la región, a la que dio el nombre de Cirenaica, utilizado todavía hoy en día. Está situada en el valle de Djebel Akhdar.
Cirene fue fundada por los griegos venidos de Tera, Santorini, siguiendo los consejos del Oráculo de Delfos, conducidos por Aristóteles de Tera, posteriormente Batos, cerca del 630 a.C. Batos, después de fundar una colonia en un islote de la costa oriental de Cirenaica, de nombre Platea, en el golfo de Bomba, se trasladó al distrito de Azilirs, en tierra firme, donde los colonos estuvieron seis años hasta que hallaron un emplazamiento mejor en la región de Irasa donde fundó Cirene, más al interior cerca del 631 a.C., e inició la dinastía de los Batiadas que tuvo ocho reyes y un usurpador. La ciudad fue fundada en el territorio de la tribu libia de los asbistes y dominaba las tierras más fértiles y con agua. La fundación de la ciudad está explicada detalladamente en el libro IV de las Historias de Herodoto.
Cirene se convirtió pronto en la ciudad principal de la región libia comprendida entre Egipto y Cartago, aumentando las relaciones comerciales con todas las ciudades griegas. El punto culminante de su prosperidad tuvo lugar bajo sus propios reyes en el siglo V a.C.
Las ruinas de Cirene fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 1982.
No hay muchas referencias a Simón, solo sabemos que “venía del campo”, y en el Evangelio de Marcos se hace referencia a él como “padre de Alejandro y de Rufo”. No hay ningún dato más acerca de él en el Nuevo Testamento. No aparece en el Evangelio de Juan.
Puede ser que sus hijos, Alejandro y Rufo, se hicieran misioneros. El hecho de que se mencione sus nombres sugiere que pudo tratarse de personajes relevantes en el cristianismo primitivo.
b) Llanto de las mujeres (Lucas 23.27-31).
La gente comenzó a congregarse ante este evento, e iba un grupo de mujeres que lloraban terriblemente, eran las “hijas de Jerusalén”, no de Galilea, porque algunas de ellas verían la destrucción de Jerusalén. Jesús se preocupaba por otros aun en medio de su sufrimiento intenso.
Probablemente este texto es otro de los que significan “no solamente… sino también, o aun más…”; es decir, “no lloréis solamente por mí, sino llorad aun más por vosotras mismas y por vuestros hijos”. Era muy apropiado que estas personas lloraran por Jesús, como era apropiado que Él llorara por ellos.
No había vergüenza más grande para la mujer judía que el ser estéril, pero Jesús habla de un tiempo cuando las mujeres estériles serían las más bendecidas de todas.
Jesús hace una profecía en donde asegura que vendría un tiempo cuando los judíos rogarían ser cubiertos por los montes[35], ya que “si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará?” Los árboles verdes no sirven para leña, por lo que no es normal que se les maltrate, pero aquí era símbolo de los justos[36]. El árbol seco es símbolo de los malos[37], que serán castigados como si fueran leña seca[38]. Si hacen esto al Inocente Jesús, ¿qué pasará con los perversos?
8) La crucifixión (Mateo 27.33-50; Marcos 15.22-37; Lucas 23.23-46).
La palabra “Calvario” viene del latín, “calvaria”, del que se deriva la palabra “calavera”. Tal vez el lugar haya recibido su nombre por tener la forma de un cráneo. Estaba “cerca de la ciudad”[39], fuera de la ciudad[40]. Los romanos escogían lugares notables para la ejecución de criminales para que todos pudieran verla. Para la crucifixión se usaba un poste recto, una estaca, con pieza transversal. La víctima era sujetada a la cruz antes o después de ser elevada. La crucifixión era el ajusticiamiento más cruel, más horrible, más miserable que la mente humana podía idear y llevar a cabo. Nunca ejecutaban así al ciudadano romano, sino a los esclavos, a los extranjeros y a los peores criminales. Aunque los judíos no crucificaban, colgaban a los criminales sobre el madero después de apedrearlos y tal muerte se consideraba una maldición[41].
La Biblia no describe la cruz[42] de Cristo. Dicen los russellistas que no había pieza transversal, pero Tomás dijo: “Si no viere en sus manos la señal de los clavos…”[43], dando a entender que cada mano fue clavada a la pieza transversal, pues si las manos se hubieran clavado al palo perpendicular, solo un clavo se habría requerido. Tanto los pies como las manos fueron clavados, pues Jesús dijo a los discípulos: “Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy”[44]. Otro detalle que indica que había pieza transversal fue el título largo que “pusieron sobre su cabeza”: “Este es Jesús, el rey de los judíos”.
Según el historiador Josefo, la crucifixión era una práctica común en Palestina. Esta era una de las peores formas de tortura y uno de los métodos de ejecución más cruel que jamás se hubiera inventado. Era la pena mortal diseñada para producir una muerte muy lenta, pues algunos duraban días en la cruz antes de morir. Era reservada para los traidores, los revolucionarios y otros de los peores criminales. Aun los escritores romanos pensaban que era una muerte terrible. Cicerón dijo que era cruel y horrible y Tácito dijo que era una muerte indescriptible.
No hay palabras que puedan describir las agonías de la cruz: La inflamación de las heridas, las congestiones, el dolor causado por los tendones desgarrados, la fiebre, un fuerte dolor de cabeza y una sed horrible. Era sumamente difícil respirar, mayormente exhalar y, puesto que se requiere la exhalación para hablar, cada palabra que Jesús pronunciaba era con mucho dolor. La palabra inglesa excruciating que se usa para hablar del dolor agudísimo, viene del latín excruciatus que significa “de la cruz”.
Tanto los pies como las manos fueron clavados, pues Jesús dijo a los discípulos: “Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy”[45]. Si alguno pregunta por qué Dios permitiera una injusticia tan horrible, la respuesta se encuentra en Isaías 53.6, 8.
Los apóstoles iban por todas partes predicando la cruz de Cristo y sufrían mucha vergüenza, porque no había otra cosa más vil que la cruz romana[46]. Desde luego, los apóstoles no predicaban una cruz literal, sino el Evangelio de salvación hecho posible por la muerte de Jesús en la cruz.
a) Los dos ladrones (Mateo 27.38; Marcos 15.27-28; Lucas 23.32).
Tal vez para añadir a la humillación de Jesús, crucificaron con él a dos ladrones, uno a cada lado. El inocente que nunca pecó fue crucificado entre dos salteadores[47]. Esto sin duda dio mucha satisfacción a los líderes judíos.
Marcos 15.28 es omitido en los mejores manuscritos. No aparece en ASV, LAC, RVA, VHA, VNM, JTD, NVI. Otras versiones lo incluyen, pero entre corchetes.
El contexto de Isaías 53.12 parece referirse a más que el simple hecho de ser crucificado Jesús entre dos ladrones. En su muerte Jesús llevó el pecado de muchos. Adonay cargó en Él el pecado de todos nosotros[48]. Jesús fue tratado como un infame.
b) El título en la cruz (Mateo 27.37; Marcos 15.26; Lucas 23.38).
Marcos y Lucas dicen: El “titulo escrito”, pero la palabra griega singular es “epigrama”, es decir, escrito encima[49].
Marcos da la forma corta de la inscripción. La inscripción entera decía: “Este es Jesús nazareno, el Rey de los judíos”. La variación en las palabras de la inscripción se puede deber a las tres lenguas en que fue escrita. Juan agrega que la inscripción fue escrita “en hebreo, en griego, y en latín”.
Los judíos dijeron a Pilato: “Si a este sueltas, no eres amigo de César; porque todo el que se hace rey, a César se opone”[50]. De esta manera, los judíos obligaron a Pilato a matar a un hombre inocente, para evitar problemas serios con ellos. Entonces Pilato entregó a Jesús diciendo: “¡He aquí vuestro Rey!” Por el momento estaban satisfechos los judíos porque lograron su propósito de crucificar a Jesús, pero Pilato, para vengarse de ellos, escribió que la acusación contra Jesús, y por eso, la causa de su muerte, fue que Él era el rey de ellos, y que esto fue un crimen contra César. De esta manera Pilato quedó en limpio ante César y manifestó su odio hacia los judíos.
Los judíos, sin éxito, pidieron a Pilato que no escribiera así, sino que pusiera que Jesús decía que es el Rey de los judíos. La respuesta de Pilato fue: “Lo que he escrito, he escrito”. De esta manera, Pilato, hasta cierto grado, se venga de los líderes judíos; les obliga, juntamente con el público, a mirar ese epigrama. Habían insistido en que Jesús era una amenaza política para Pilato y ahora implican que era cosa insignificante, pero Pilato así lo dejaba. Supuestamente el título indicaba el crimen de la persona crucificada. Así, Cristo fue crucificado porque Él era el Rey de los judíos. Pilato puso esta inscripción sobre la cabeza de Jesús para reprochar a los judíos, pero este título decía la verdad.
c) Perdón en la cruz (Lucas 23.34).
Jesús oró desde la cruz: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. En ese momento, Jesús daba su vida como sacrificio perfecto para salvarnos de los pecados; en base a esa muerte, Dios puede perdonar. Jesús practicaba lo que predicaba[51]. Lo imitó Esteban[52]. Sin embargo, esta petición no significa que estos fueron perdonados incondicionalmente, simplemente en base a la petición de Jesús. Más bien, esta petición significa que Jesús hizo posible su perdón y que estaba dispuesto a perdonarles, pero Jesús y los apóstoles nombraron condiciones o requisitos que todos deben cumplir para obtener el perdón de los pecados.
Las “siete palabras de la cruz”:
i. “Padre, perdónalos” (Lucas 23.34).
ii. “…hoy estarás conmigo” (Lucas 23.43).
iii. “Mujer… tu hijo” (Juan 19.27).
iv. “Dios mío” (Marcos 15.34).
v. “Tengo sed” (Juan 19.28).
vi. “Consumado es” (Juan 19.30).
vii. “Padre, en tus manos…” (Lucas 23.46).
d) Los vestidos (Mateo 23.35-36; Marcos 15.24).
Normalmente el judío tenía cinco artículos de ropa: La túnica, ropa interna; la capa, la ropa externa; el cinto; las sandalias y el turbante. Al crucificar a un criminal, una parte del sueldo de los soldados era la ropa del hombre crucificado. Repartieron la ropa de Jesús como si ya estuviera muerto, nunca pensando que la volvería a necesitar. De esta manera, sin saberlo, llevaban a cabo lo que Dios había predicho. Aun los detalles minuciosos de este gran evento eran temas de profecía[53].
¡Qué imagen tan clara de la indiferencia del mundo hacia Cristo! Mientras Él agonizaba sobre la cruz, muriendo por los pecados del mundo, los soldados jugaban y repartían su ropa como si fuera de los más comunes criminales. Es verdad que hay mucha hostilidad contra Cristo hoy en día, pero la tragedia más grande no es la hostilidad hacia Cristo, sino la fría indiferencia hacia Cristo.
e) Burlas (Mateo 27.39-44; Marcos 15.29-32; Lucas 23.35-37).
Los sacerdotes y otros líderes no se conformaban con clavarle en una cruz. Aparte de ese sufrimiento tan terrible, agregaron insultos. En ese momento estaban destruyendo el Templo, el cuerpo de Jesús, y en tres días Jesús lo levantaría[54]. Emplearon las mismas palabras usadas por el diablo[55]. Jesús había hecho milagros repetidas veces para demostrar que era el Hijo de Dios. Si en ese momento hubiera bajado de la cruz, no habrían creído en Él.
Desde luego, Jesús podía haber descendido de la cruz, pero no podía salvarse a sí mismo y también salvar a otros. Los judíos manifestaron su ignorancia del concepto verdadero de la expiación aunque por siglos habían ofrecido animales para expiar sus pecados. Si Jesús hubiera hecho lo que sugerían, nadie podría creer en Él, porque fue levantado para atraernos a Él[56]. Las burlas del pueblo mostraron su ignorancia acerca de Cristo y el propósito de su vida y muerte. El milagro de levantar a Lázaro confirmó a los judíos en su propósito de matar a Jesús[57].
f) Conversando con el ladrón (Lucas 23.39-43).
Al principio, los dos malhechores se unieron a los burladores, pero al parecer uno de ellos reflexionó y comienza con una exhortación a su compañero de fechorías, hablando del temor a Dios, y aquí hay otro versículo que no es explicable para los russellistas: “¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación?” ¿Cómo es posible que Dios estuviera bajo condenación? ¿No será que ese ladrón comprendió que Jesús es Dios?
Luego hace una confesión, aceptando que ellos dos estaban recibiendo su pago merecido. Tenía la misma humildad, la misma actitud hacia su pecado que el publicano que dijo “sé propicio a mí, pecador”[58].
Después hace una petición a Jesús: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu Reino”. No se puede saber lo que este hombre entendía acerca del Reino de Cristo, pero lo importante es que Jesús, conociendo su corazón, le salvó.
El paraíso corresponde al “seno de Abraham”[59]. No es igual al cielo, porque Jesús dijo después de su resurrección que todavía no había ascendido al Padre[60]. Por eso, el paraíso es el lugar de reposo para el espíritu de el que muere en Cristo, donde espera la resurrección. Hay mucha discusión sobre el paraíso, pero lo importante es que la persona que muere en Cristo sale de este mundo para “estar con Cristo”[61]. Eso es paraíso.
Este hombre fue salvado, como arrebatado del fuego[62] y es un ejemplo maravilloso de la gracia y misericordia de Dios. Pero ¿es ejemplo este ladrón del arrepentimiento de lecho de muerte? ¿Está bien posponer el arrepentimiento hasta los últimos minutos de la vida? Dios será el Juez de todos y dejamos el juicio en manos de Él, pero este texto no enseña tal cosa. Las Escrituras enseñan claramente que “hoy es el día de salvación”. Muchos creen que no es necesario bautizarse porque el ladrón en la cruz no fue bautizado. En primer lugar no se puede probar que el ladrón no fue bautizado por Juan o por Jesús y sus discípulos, porque Mateo 3.5-6 dice que “Y salía a él Jerusalén, y toda Judea, y toda la provincia de alrededor del Jordán, y eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados”. No afirmamos nada, pero es posible que este ladrón estuviera entre esa multitud que llegó al bautismo de Juan, pero el punto clave es que la conversión de este ladrón no es ejemplo para nosotros, porque él no vivió bajo el Nuevo Testamento, es decir, el mandamiento de Mateo 28.19 todavía no se había dado. Por eso, este ladrón no es ejemplo de conversión para nosotros. Más bien, imitamos los casos de conversión en Hechos de los Apóstoles.
g) Tinieblas (Mateo 27.45; Marcos 15.33; Lucas 23.44).
Al medio día se produjo un fenómeno sobrenatural: “…hubo tinieblas… hasta la hora novena”. No es posible que fuese un eclipse solar cuando la luna estaba llena[63], durante el tiempo de la Pascua, además que estos duran solo unos pocos minutos, mientras que los evangelistas afirman que por lo menos, estas tienieblas comenzaron a las doce del día y terminaron a las tres de la tarde. Pero además, estas tinieblas de tres horas duración afectaron “toda la tierra”. La mitad del mundo expuesto al sol aquel día normalmente sería afectada, pero este es un acto especial de Dios y el efecto pudo haber sido solamente con respecto a toda Judea y los lugares cercanos. Las tinieblas acompañan los juicios de Dios[64]. Este acto, de fallar el sol en dar su luz, procedió de Dios como señal de juicio contra el mundo pecador.
h) Oración en la cruz (Mateo 27.46-47; Marcos 15.34-35).
A las tres de la tarde, se escucha un clamor desde la cruz. En una fuerte voz de agonía Jesús expresa el peso del pecado que siente sobre sí mismo y el abandono del Padre para que él muera con esa carga puesta en Él[65]. La pregunta que hace Jesús no pide información, sino es un reconocimiento de que Dios, para ser justo, tiene que demandar la muerte por el pecado[66], y siendo Dios justo, no deja que el inocente muera por pecados no cometidos. Para que muera el inocente por el pecado, Dios tiene que abandonar al tal, y así aceptar la muerte del inocente por la muerte del culpable. Jesús dio su vida en rescate por muchos[67]. Al “abandonar” a Jesús, Dios manifestó su amor hacia el mundo pecador y al mismo tiempo su justicia[68].
Marcos da las palabras de Jesús en arameo: “Eloi, Eloi, ¿lama sabactani?”, y luego las traduce en griego. Son el cumplimiento de la profecía de Salmos 22.1. Algunos confundieron, o quisieron confundir, las palabras de Jesús. “Eloi” y “Elías” tienen un sonido similar, y estas personas pudieron haber entendido mal a Jesús. En este caso, creen que Jesús llama a Elías, tal vez para que venga a ayudarle. Otros creen que estas personas juegan con palabras a propósito para continuar la burla de Jesús. Es cierto que muchos judíos esperaban la apariencia de Elías antes de que viniera el Mesías o en el tiempo de él. En burla, pues, dicen que Jesús llama a Elías para que venga y le declare a Jesús ser el Mesías.
Este clamor se clasifica con las agonías del Getsemaní en el punto que ambos envuelven los profundos misterios de la expiación, aquellos que pertenecen a las relaciones mutuas entre el Padre y el Hijo en aquellos sufrimientos y la muerte en la cual su sangre fue derramada para la “remisión de pecados”. No podemos comprender a fondo la profundidad de la sabiduría de Dios en dar de esta manera a su Hijo como sacrificio por los pecados del mundo. Jesús aquí aplica Salmos 22.1 a sí mismo, como profético; es expresado por para mostrar que Él está soportando una agonía intolerable, más profunda que cualquier aflicción externa.
Aquí los calvinistas citan 2 Corintios 5.21 para probar que Jesús literalmente llegó a ser pecado, pero la palabra pecado en este texto se refiere al sacrificio por el pecado[69]. Algunos dicen que Jesús aceptó la culpa de los pecados del hombre, que llegó a ser pecado y que, por eso, Dios no podía verlo como pecador, y que le volvió las espaldas para no ver a Jesús tan contaminado con el pecado, pero la Biblia no dice tal cosa. Jesús no tenía pecado[70]. Si hubiera tenido pecado, no podría haber sido sacrificio para nuestros pecados, porque Él es nuestra Pascua[71] y tuvo que ser sin defecto[72].
Jesús no llegó a ser pecado y no aceptó la culpa del pecado, sino que sufrió el castigo del pecado. Jesús no llegó a ser pecado o pecador, sino que llevó nuestros pecados[73]. Hay mucha diferencia entre “ser pecado” y “llevar pecados”. El problema es que los calvinistas pueden ver sus doctrinas en casi cada página de la Biblia y se aprovechan de textos no claros como 2 Corintios 5.21 para “probar” lo que enseñan.
Todo comentario sobre este asunto de Mateo 27.46, tiene que armonizar con Juan 16.32. Cristo siempre hacía la voluntad del Padre; por eso, el Padre siempre estaba con Él[74]. Al morir en la cruz, ¿Jesús no agradaba al Padre? ¿No hacía la voluntad del Padre? Recordemos también que, casi inmediatamente después de decir “¿Por qué me has desamparado?”, Jesús “entregó el espíritu” diciendo: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”[75]. ¿No estaba el Padre para recibirlo?
Cuando “Jesús clamó a gran voz, diciendo… Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” El expresaba una agonía indecible, una agonía más allá de la comprensión nuestra, porque la mente finita no puede comprender a fondo el sacrificio hecho por Cristo. Al decir esto, no corremos el riesgo de especular. Sin embargo, los que repiten los comentarios calvinistas enseñan error.
i) Sed en la cruz (Mateo 27.48-49; Marcos 15.36).
Juan registra que Jesús manifestó tener sed[76], mientras que Marcos dice que uno de los presentes, corrió a empapar una esponja en vinagre, que era una bebida que les producía una especie de somnoliencia. El que corrió, debió ser uno de los soldados, o si otra persona, siempre con el permiso del centurión[77].
j) Muerte de Jesús (Mateo 27.50; Marcos 15.37; Lucas 23.46).
Antes de morir, Jesús hace una última oración: Lucas registra que dijo: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”[78], mientras que Juan añade: “Consumado es”[79]. Habiendo dicho esto, murió. Queda muerto porque ya salió el espíritu de su cuerpo[80]. Murió voluntariamente[81]. El sufrimiento de Jesús duró unas seis horas[82], y Pilato se sorprende[83] porque a veces los crucificados duraban varios días en la cruz.
De esta manera, Jesús puso “su vida en expiación por el pecado”[84]. En esos momentos, dio “su vida en rescate por muchos”[85]). En esos momentos “llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados”[86].
Algunos dicen que Jesús tuvo dos espíritus: Un Espíritu divino y también un espíritu humano, pero este concepto es erróneo. ¿Por qué necesitaría un espíritu humano? Debido a la estrecha identidad y afinidad entre Dios y el espíritu del hombre, no era nada difícil que Cristo desempeñara el papel humano. Cristo es el Creador[87] del espíritu humano; ¿le sería difícil, pues, hacer el papel de ese espíritu que Él mismo creó? Claro que no. Es cierto que este es un tema muy profundo que la mente finita no tiene que comprender a fondo, pero lo importante es que todos crean en la encarnación de Cristo y que no salgan con teorías y especulaciones humanas.
9) El velo del Templo (Mateo 27.51-54; Marcos 15.38-39; Lucas 23.45-47).
El Templo estaba compuesto de dos lugares: El patio y el Santuario. Este último estaba dividido en dos: El Lugar Santo y el Lugar Santísimo. Estos estaban divididos por un grueso velo de gran tamaño, en donde en el Lugar Santo ingresaban los sacerdotes todos los días para mantener la llama del candelabro ardiendo y se quemaba incienso. En el Lugar Santísimo, que representaba la presencia de Dios, solo podía ingresar el Sumo Sacerdote una vez al año, precisamente el día de la Pascua[88].
En el momento de la muerte de Jesús, el velo se rasgó en dos, pero no ocurrió de forma natural, es decir, de abajo hacia arriba, sino desde arriba para abajo, con lo que evitaría que alguno pudiese pensar que había sido hecho por alguien a propósito. Esto abrió el camino al cielo[89]. Con la muerte de Jesús, pasa el Pacto Viejo con sus símbolos[90], y todo el mundo tiene acceso permanente a Dios.
Los premilenaristas nos dicen que cuando Jesús vuelva a la tierra, el santuario judío será restaurado. Pero Dios, a rasgar el velo de arriba abajo, indicó el fin permanente del Pacto que contenía su templo literal con todo y velo.
También se produjo un fuerte terremoto, de tal manera que las rocas se partieron e incluso se abrieron los sepulcros. Este fenómeno no era un terremoto normal, sino acto de Dios. Llama la atención que es hasta después de la resurrección de Jesús que salen los muertos resucitados y van a Jerusalén. Recordemos que la muerte de Jesús se produjo el día antes del Sábado Santísimo, por lo que ningún judío podía ir a cerrar estos sepulcros abiertos desde el atardecer del día anterior.
Los centuriones eran oficiales con un mando táctico y administrativo, siendo escogidos por sus cualidades de resistencia, templanza y mando. Comandaban una centuria, formada por 80 hombres, en función de las fuerzas en el momento dado y de si la centuria pertenecía o no a la Primera Cohorte, cada Cohorte esta formada por 6 centurias, excepto la primera cohorte que tiene doble numero de centuria.
Pese a lo que se suele pensar, su nombre no procede que en un principio constase de cien hombres, ya que es anterior al propio rango de centurión, sino que deriva de la propia centuria, unidad administrativa y política que en Roma tenía su propia vertiente civil. De hecho, la centuria en sí nunca adoptó un tamaño de cien hombres, sino que en época republicana osciló entre los treinta de una centuria de triarios y los sesenta de los lanceros y principales. Hacia finales del siglo II a.C., la centuria pasó a contar con unos ochenta hombres, cifra que se mantendrá a lo largo del Alto Imperio, en los siglos I al III, teniendo, así, la Legio Augustea, sesenta centurias de ochenta hombres que hacían un total de cuatro mil ochocientos hombres. Más adelante, hacia la época Flavia, la primera cohorte duplicará los efectivos de sus centurias, pero se reducirá el número de las mismas a cinco, con lo que la legión contará ahora con cinco mil ciento veinte hombres de armas.
El grueso de la legión era dirigido por los centuriones, ya que cada cohorte contaba con seis de ellos para dirigir cada una de sus seis centurias. Cada uno de estos centuriones se acomodaba, dentro de cada cohorte, a una estricta jerarquía. Esta, en orden ascendente, es: Un hastatus posterior, un hastatus prior, un princeps posterior, un princeps prior, un pilus posterior y un pilus prior. Este último puede haber actuado, de hecho, como comandante de la cohorte al completo en función de su veteranía. Por otro lado, esta estructura se altera en las primeras cohortes desde época Flavia, ya que solo existen cinco centuriones, los primi ordines, de los que el primus pilus es el más valorado. Lo normal es que tras un año ejerciendo tal cargo, el primipilo lograse ser ascendido al ordo equestris. A mayores legiones, pueden existir más centuriones de lo que es habitual, y ello se debe a la presencia de veterani o supernumerarii que, si bien no ejercen un mando militar efectivo, sí tienen encomendada una función administrativa.
El centurión y algunos de los que estaban con él, al ver el terremoto dijeron: “Verdaderamente éste era Hijo de Dios”. Algunos dicen que el centurión no estaba confesando a Cristo como el Hijo de Dios porque falta el artículo definido “el” antes de Hijo, pero también falta en otros versículos. Él confesó la deidad de Jesús. Pero para él, Jesús, en el momento de muerte lo “era”; no que lo es. Sin embargo, este romano que no sabía nada, o si algo, muy poco, acerca del ministerio personal de Jesús, mostró más fe en Jesús que los gobernantes judíos que sabían mucho acerca de él. El había oído la palabra de uno de los malhechores, al referirse al “Reino” de Jesús[91], y la invocación de Jesús a Dios, al decir: “Padre”, y luego con las demostraciones sobrenaturales de oscuridad en pleno día, del terremoto, y de la apertura de sepulcros, con gran temor concluyó que Jesús era Hijo de Dios y lo confesó. También otros de los soldados hicieron la misma confesión. Recordemos que Lucas escribió al “excelentísimo” Teófilo, un romano de eminencia, con el propósito de predicar a Cristo como el Hijo de Dios, y con el hecho de que el centurión romano dijera que Jesús era hombre justo, lo vindicaba de la acusación de los judíos.
10) Los que seguían a Jesús (Mateo 27.55-56; Marcos 15.40-41; Lucas 23.49).
Ahora hay cambio de actitud entre ellos. Estaban completamente bajo la influencia malvada de los líderes de los judíos que estaban resueltos a crucificar a Cristo, pero ahora se vuelven a la ciudad “golpeándose el pecho” para indicar su remordimiento. Fueron afectados grandemente, no solamente por las tres horas de tinieblas, el terremoto, la apertura de los sepulcros, etc., sino también por la conducta y las palabras de Jesús. Su muerte había logrado lo que su vida no había podido obtener; había roto los duros corazones de los hombres. Ya se estaba cumpliendo su dicho: “Y yo, si fuere levantado de la Tierra, a todos atraeré a mí mismo”[92]. El magnetismo de la cruz había comenzado a obrar, ya con su último suspiro.
Lucas 23.49 menciona que aparte de estas mujeres: “…todos sus conocidos… estaban lejos mirando estas cosas”. Sabemos que de los apóstoles, Juan estuvo presente[93]. No pudieron estar muy de cerca por la presencia de los soldados encargados de la crucifixión de los tres. De alguna manera Juan y la madre de Jesús, como también María Magdalena y María, mujer de Cleofas, madre de Jacobo el menor y de José, y Salomé, logran llegar de cerca en una ocasión[94].
María Magdalena, es decir, de Magdala, es mencionada en Lucas 8.2. María, la madre de Jacobo el menor y de José, era la esposa de Cleofas. Salomé era la esposa de Zebedeo y la madre de Jacobo y Juan[95]. Estas mujeres son nombradas como testigos de la muerte, la sepultura y la tumba vacía de Jesús[96].
Hay quienes identifican a Cleofas como hermano de José, el padrastro de Jesús, concluyen que esta María de Cleofas era la cuñada de María la madre de Jesús. Si los nombres Cleofas y Alfeo se refieren a un mismo individuo, esta María también sería madre de Jacobo el discípulo[97], de Leví[98] y de José[99].
Según Marcos 15.40 y 16.1, dos de las tres mujeres que presenciaron la crucifixión y fueron a la tumba la mañana de pascua se llamaban María, y la otra Salomé. Mateo 27.56 menciona dos Marías, y la madre de los hijos de Zebedeo, que probablemente debamos identificar con Salomé. Juan 19.25 hace referencia a dos mujeres llamadas María, además de la madre de Jesús y la “hermana de su madre”, que estaban cerca de la cruz. Si identificamos a la hermana de su madre como Salomé, Jacobo y Juan, los hijos de Zebedeo, serían entonces primos de Jesús. Sin embargo, es igualmente posible que Juan haya hecho una selección diferente de nombres entre las “otras muchas” mujeres que, de acuerdo con Marcos 15.41, estuvieron presentes en la crucifixión.
11) Jesús sepultado (Mateo 27.57-61; Marcos 15.42-47; Lucas 23.50-55).
Era casi de noche, el atardecer, entre las tres y las seis de la tarde. A las seis comenzaba el Sábado Santísimo[100]. Los que habían seguido a Cristo abiertamente ahora estaban desparramados y escondidos, pero José de Arimatea[101], que había sido discípulo secretamente, ahora manifiesta públicamente su deseo de honrar a Jesús.
José era hombre de gran carácter: Era miembro noble del Sanedrín[102]; no había consentido en la decisión ni en los hechos del Sanedrín concernientes a Jesús[103]; era hombre generoso, usando sus riquezas[104] para la gloria de Dios; era hombre diligente, pues tuvo que arreglar y terminar la sepultura de Jesús dentro de apenas tres horas[105]; era hombre de valor, entrando osadamente a Pilato a pedir el cuerpo de Jesús para sepultarlo, y nos llama la atención que los judíos hipócratas no entraron al pretorio por no contaminarse ritualmente, pero José “entró a Pilato”.
José fue a Pilato a pedir el cuerpo de Jesús. Los romanos dejaban los cuerpos de los crucificados hasta que se pudrieran y que las aves de rapiña se los comieran, pero los judíos creían en sepultar los cuerpos aun de los que habían colgado en el madero. La llegada y la petición de José avisaron a Pilato de la muerte de Jesús, y le causó asombro que hubiera sido tan pronta. Por eso pidió verificación al centurión. El centurión sabía que Jesús ya estaba muerto[106]. Lo confirmó a Pilato, y luego Pilato concedió que José llevara el cuerpo de Jesús a la sepultura[107]. ¿Por qué tanto énfasis sobre la muerte de Jesús? Si Jesús no estuvo muerto, no resucitó y si no resucitó estamos en los pecados todavía[108]. Pero si no murió, desde luego, no resucitó.
José tenía apenas tres horas, entre las tres y las seis de la tarde; o sea, entre la muerte de Jesús y la puesta del sol. Tuvo que actuar con toda prisa y urgencia. José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana, del griego, sindon, un lienzo de lino fino, una tela costosa y con la ayuda de Nicodemo lo puso en su sepulcro nuevo cerca del sitio de la crucifixión. Nicodemo llevó unos 50 kilogramos de un compuesto de mirra y de áloes. De esa manera no habría problema alguno en cuanto a la identidad de quien resucitara. Había sepulcros familiares, pero Jesús fue sepultado en un sepulcro nuevo y solo Él estaba sepultado allí. Estos son detalles significativos. En su providencia divina, Dios dirigía todo aspecto y todo paso de este asunto, para manifestar de la manera más clara y precisa que en realidad Jesús murió por nuestros pecados, que la misma persona que fue crucificada fue sepultada, y que la misma persona que murió en la cruz y fue sepultada en el sepulcro de José de Arimatea resucitó de entre los muertos al tercer día. La entrada al sepulcro fue tapada con una gran piedra para proteger el cadáver de depredadores. Más tarde fue sellada y protegida por una guardia[109].
El que José y Nicodemo se encargaran del cuerpo de Jesús era muy significativo. Los apóstoles no estaban encargados del cuerpo, sino judíos de alto rango. Seguramente estos no hubieran sepultado a un hombre vivo, desmayado.
Resumanos sobre la tumba para poder confirmar la resurrección de Jesús[110]. Cada detalle programado por Dios, muy importante para borrar toda duda:
a) Un sepulcro nuevo[111]. Jesús era el único sepultado allí. No era sepulcro familiar en el cual alguno se pudiera confundir con otro. No había duda alguna en cuanto a quién estaba sepultado en ese sepulcro.
b) Había sido labrado en la peña[112]. No era cueva[113], en la cual varios podrían sepultarse. En algunas cuevas hay túneles por lo que hubiera sido posible remover el cuerpo secretamente. No podía haber tal duda en cuanto a esta tumba nueva labrada en la peña. El mismo Jesús que murió en la cruz, este mismo Jesús fue sepultado en el sepulcro de José de Arimatea, y este mismo Jesús resucitó del sepulcro el tercer día.
c) Se hizo rodar una piedra a la entrada[114]. Una gigantesca rueda de piedra cubrió la entrada de la tumba[115].
d) Fue asegurada con una guardia[116] para que los discípulos no robaran el cuerpo[117]. Tal medida no tenía sentido, pero confirmó la resurrección.
e) La piedra fue sellada[118]. ¿Los apóstoles que huyeron[119] se atreverían a resistir a los soldados romanos, quebrar tal sello oficial y remover la rueda de piedra? ¿o hacerlo sin despertar a los soldados? Creer esto más difícil que creer la verdad. Emplearon todo medio posible para evitar que Jesús saliera o se quitara de la tumba. Esto dio tranquilidad a los judíos, pero al mismo tiempo confirmó la resurrección. Estos son detalles muy importantes que confirman que en realidad Jesús resucitó de los muertos. Estuvo muerto, sepultado en una tumba nueva cavada en una peña, una piedra fue rodada a la entrada, sellada oficialmente y el sepulcro vigilado por soldados romanos.
María Magdalena y María, madre de José, estuvieron observando la sepultura de Jesús, y de esta manera, sabiendo el sitio del sepulcro, están preparadas para ir al sepulcro el primer día de la semana para ungir el cuerpo de Jesús con especias aromáticas[120]. Después de salir los dos hombres, ellas se sientan delante del sepulcro[121]. Ellas muestran una devoción y un valor que de los apóstoles no se menciona nada.
[1] 1 Timoteo 3.16.
[2] Isaías 53.7.
[3] Obras completas de Tácito, Nueva York, 1942, Anales, Libro 15, párrafo 44.
[4] Sobre la embajada ante Cayo, XXXVIII, 299-305.
[5] Antigüedades Judías, libro XVIII, capítulo III, sección 1.
[6] Antigüedades Judías, libro XVIII, capítulo III, sección 2; La Guerra de los Judíos, libro II, capítulo IX, sección 4.
[7] Antigüedades Judías, libro XVIII, capítulo IV, secciones 1 y 2.
[8] Marcos 15.1.
[9] Lucas 11.39; Mateo 23.24.
[10] 2 Corintios 7.10.
[11] Génesis 4.13.
[12] Génesis 42.21.
[13] Gálatas 6.7-8; Números 32.23.
[14] 1 Juan 1.1.
[15] Lucas 15.15-16.
[16] Lucas 16.23.
[17] Hechos 1.25.
[18] Zacarías 11.12-13.
[19] 1 Pedro 1.18-19.
[20] Lucas 23.14.
[21] Hechos 25.16.
[22] Lucas 23.7.
[23] Lucas 9.7-9.
[24] Lucas 13.31.
[25] Mateo 7.6.
[26] Lucas 23.6-12.
[27] Lucas 23.13-16; Juan 18.39.
[28] Mateo 27.16.
[29] Lucas 23.19; Juan 18.40.
[30] Marcos 15.13-14.
[31] Lucas 23.15.
[32] Hechos 5.28.
[33] Hechos 2.38; 3.17.
[34] Mateo 27.26.
[35] Oseas 10.8; Revelación 6.16.
[36] Salmos 1.3; Jeremías 17.8.
[37] Ezequiel 20.47.
[38] Jeremías 5.14.
[39] Juan 19.20.
[40] Hebreos 13.12.
[41] Gáátas 3.13.
[42] Stauros, palo, estaca.
[43] Juan 20.25.
[44] Lucas 24.39.
[45] Lucas 24.39.
[46] 1 Corintios 1.21-23.
[47] Isaías 53.9.
[48] 2 Corintios 5.21; 1 Pedro 1.24.
[49] Mateo 27.37; Juan 19.19.
[50] Juan 19.12.
[51] Mateo 5.44.
[52] Hechos 7.59-60.
[53] Salmos 22.18.
[54] Juan 2.17.
[55] Mateo 4.3, 6.
[56] Juan 12.32.
[57] Juan 11.47-53.
[58] Lucas 18.13.
[59] Lucas 16.22.
[60] Juan 20.17.
[61] Filipenses 1.23.
[62] Judas 23.
[63] Cuando la luna está llena, se encuentra en posición contraria al sol.
[64] Éxodo 10.22; Isaías 60.2; Joel 2.10; Amós 8.9.
[65] Isaías 53.4-6, 10, 12; 1 Pedro 2.24; 2 Corintios 5.2; Gálatas 3.13.
[66] Romanos 6.23.
[67] Mateo 20.28.
[68] Romanos 3.26; 5.8-11; 8.32.
[69] Isaías 53.10; Oseas 4.8; Ezequiel 44.29.
[70] Hebreos 4.15; 1 Pedro 2.22.
[71] 1 Corintios 5.7.
[72] Éxodo 12.5; 1 Pedro 1.19.
[73] 1 Pedro 2.24.
[74] Juan 8.29.
[75] Lucas 23.46.
[76] Juan 19.28; Salmos 69.21.
[77] Lucas 23.47.
[78] Lucas 23.46.
[79] Juan 19.30.
[80] Santiago 2.26.
[81] Juan 10.17-18; Lucas 23.46; Juan 19.30.
[82] Marcos 15.25, 34.
[83] Marcos 15.44.
[84] Isaías 53.10.
[85] Mateo 20.28.
[86] 1 Pedro 2.24; Isaías 53.5.
[87] Juan 1.3.
[88] Levítico 16.
[89] Hebreos 9-10.
[90] Hebreos 10.9-10.
[91] Lucas 23.42.
[92] Juan 12.32.
[93] Juan 19.26-27.
[94] Juan 19.25-27.
[95] Mateo 27.56.
[96] Marcos 15.47; 16.1-7.
[97] Marcos 3.18.
[98] Marcos 2.14.
[99] Marcos 15.40.
[100] Juan 19.31.
[101] Al borde de los montes de Efraín se encuentra Rentis. Es la Ramataim Sofim, patria del profeta Samuel, en donde tenía su casa y murió (1 Samuel 1.1-19). Refugio de David perseguido por Saúl, fue separada de Samaría y unida a Judea por Demetrio en favor de Jonatás. Cambió su nombre en Arimatea y fue considerada la patria de José de Arimatea.
[102] Lucas 23.50.
[103] Lucas 23.51.
[104] Mateo 27.57.
[105] Deuteronomio 21.23.
[106] Juan 19.33.
[107] Juan 19.38; Mateo 27.58.
[108] 1 Corintios 15.17.
[109] Mateo 27.65-66.
[110] 1 Corintios 15.1-4, 12-19.
[111] Juan 19.41.
[112] Mateo 27.60.
[113] Génesis 50.13.
[114] Marcos 15.46.
[115] Marcos 16.3.
[116] Mateo 27.62-65.
[117] Mateo 27.64.
[118] Mateo 27.65.
[119] Marcos 14.50.
[120] Marcos 16.1.
[121] Mateo 27.61.
1) Ante el Sanedrín (Mateo 27.1; Marcos 15.1; Lucas 22.66-71).
Ya era de día y ahora Jesús será formalmente condenado por el Sanedrín. Sabiendo que la acusación de blasfemia no llevaría peso con los romanos, ahora pervierten las palabras de Jesús para que tengan la apariencia de rebelión contra la autoridad de Roma.
Ellos estaban resueltos a obligar a Jesús a testificar contra sí mismo. Pero no habían creído a Juan, no creyeron las obras de Jesús, ni siquiera creyeron sus propias Escrituras. Desde luego, Jesús sabía que ellos no querían la verdad y, por eso, no importaba lo que les dijera o preguntara. Así son los que son motivados no por la verdad sino por el prejuicio.
En ese momento Jesús se humillaba a sí mismo al máximo, pero después lo verían sentado sobre su trono celestial para juzgar a estos mismos hombres. Caifás y sus socios estarán de pie delante de Cristo, el Juez, y darán cuenta de estos mismos hechos. Era obvio al sanedrín que Jesús hablaba de sí mismo como el “Hijo del Hombre” y también conocían lo que dice Daniel 7.13-14.
Los miembros del sanedrín preguntaron: “¿Luego eres tú el Hijo de Dios?”, y Jesús respondió: “Vosotros decís que lo soy”, es decir, tiene razón en lo que dicen. Él mismo confesó que era el Hijo de Dios[1]. Isaías dice: “Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca”[2], pero cuando se trataba de confesar su Deidad, Él hizo la “buena profesión”.
En un acto de dramatismo, el sumo sacerdote rompió sus vestiduras, mientras los demás gritaban: “¿Qué más testimonio necesitamos? porque nosotros mismos lo hemos oído de su boca”. Es decir, que había hablado blasfemia y que, por eso, no necesitaban oír más testimonio.
2) Enviado a Pilato (Mateo 27.2; Lucas 23.1).
Poncio Pilato, era también conocido como Pilatos, prefecto de la provincia romana de Judea entre los años 26 y 36 d.C. Fue designado procurador de Judea por Tiberio, a instancias de su prefecto pretorio, Lucio Elio Sejano, adversario de Agripina y señalado como antisemita.
Justino Mártir, quien escribió a mediados del siglo II, dijo lo siguiente respecto a la muerte de Jesús: “Por las Actas de Poncio Pilato puedes determinar que estas cosas sucedieron”. Además, según Justino Mártir estos mismos registros mencionaban los milagros de Jesús, de los cuales dice: “De las Actas de Poncio Pilato puedes aprender que Él hizo esas cosas”. Es verdad que estas “Actas” o registros oficiales ya no existen. Pero es patente que existían en el siglo II, y Justino Mártir instó con confianza a sus lectores a comprobar con ellas la veracidad de lo que decía.
El testimonio del historiador romano Tácito, nacido alrededor del año 55 d.C., y quien no era amigo del cristianismo escribió poco después del año 100 d.C., y menciona la cruel persecución de los cristianos por Nerón, y añade: “Cristo, el fundador del nombre, había sufrido la pena de muerte en el reinado de Tiberio, sentenciado por el procurador Poncio Pilato, y la perniciosa superstición se detuvo momentáneamente, pero surgió de nuevo, no solamente en Judea, donde comenzó aquella enfermedad, sino en la capital misma”[3].
Filón, escritor judío de Alejandría que vivió en el siglo I d.C., narra un acto similar de Pilato que provocó una protesta. En esta ocasión tuvo que ver con unos escudos de oro que llevaban los nombres de Pilato y Tiberio, y que Pilato había colocado en su residencia de Jerusalén. Los judíos apelaron al emperador de Roma, y Pilato recibió la orden de llevar los escudos a Cesárea[4].
Los escritores judíos, como Filón, representan a Pilato como un hombre inflexible y decidido que intentó romanizar Judea sin éxito, introduciendo imágenes de culto al César, y trató de construir un acueducto con los fondos del Templo. Las desavenencias con el pueblo judío le llevaron a trasladar su centro de mando de Cesarea a Jerusalén para controlar mejor las revueltas. Pilato enfrentaba además grupos extremistas entre los que se contaba Barrabás quien había asesinado a un soldado romano. Estos grupos subversivos daban mucho quehacer a Pilato.
Según el historiador judío Josefo, Pilato tuvo un mal comienzo en lo que respecta a las relaciones con sus súbditos judíos: De noche envió a Jerusalén soldados romanos que llevaban insignias militares con imágenes del emperador. Este suceso provocó un gran resentimiento, y una delegación de judíos viajó a Cesárea para protestar por la presencia de las insignias y exigir que las quitasen. Después de cinco días de discusión, Pilato intentó atemorizar a los que hicieron la petición, amenazándolos con que sus soldados los ejecutarían, pero la enconada negativa de aquellos a doblegarse le hizo acceder a su demanda[5].
Josefo aún menciona otro alboroto: A expensas de la tesorería del Templo de Jerusalén, Pilato construyó un acueducto para llevar agua a Jerusalén desde una distancia de casi 40 kilómetros. Grandes multitudes vociferaron contra este acto cuando Pilato visitó la ciudad. Pilato envió soldados disfrazados para que se mezclasen entre la multitud y la atacasen al recibir una señal, lo que resultó en que muchos judíos muriesen o quedasen heridos[6].
Josefo informa que la posterior destitución de Pilato fue el resultado de las quejas que los samaritanos presentaron a Vitelio, gobernador de Siria y superior inmediato de Pilato. La queja tenía que ver con la matanza ordenada por Pilato de varios samaritanos a los que engañó un impostor, reuniéndolos en el monte Gerizim con la esperanza de descubrir los tesoros sagrados que supuestamente había escondido allí Moisés. Vitelio mandó a Pilato a Roma para comparecer ante Tiberio, y puso a Marcelo en su lugar. Tiberio murió en el año 37 d.C., mientras Pilato todavía estaba en camino a Roma[7].
Era “muy de mañana”[8], entre las tres y las seis de la mañana. Tenían a Jesús en sus manos y se apresuraban para ponerlo en la cruz. Parece que el plan de los judíos era acabar con el “juicio” de Jesús y llevarlo a Pilato muy temprano antes de que el pueblo se diera cuenta de lo que pasaba. Esta acción era de “todo el concilio”; es decir, tomaron acción oficial.
Lo llevaron a Pilato, pero no entraron en el pretorio, que originalmente era la sede del pretor o del general en el campamento, pero más tarde se aplicó a la residencia oficial del gobernador provincial. El término se usa en los Evangelios para referirse a la residencia temporaria del procurador en Jerusalén durante su estadía en esa ciudad. Esto fue otro acto de hipocresía, pues no les preocupaba el crimen de matar a su Mesías, pero les preocupaba contaminarse ceremonialmente y el no comer la Pascua[9].
3) Muerte de Judas (Mateo 27.3-10).
Judas se encuentra al parecer con una cruda realidad: Jesús es condenado. Parece que estaba esperando que su Maestro hiciera algún milagro para escapar, pero Jesús ha estado tranquilo, escuchando las mentiras que se han dicho contra Él, no actúa como él esperaba, quizá llamando a las legiones de ángeles que le defenderán y le instalarán como Rey de Israel.
Judas corre a los principales sacerdotes y a los ancianos, para devolver las treinta piezas de plata. Mateo 27.3 traduce “arrepentido” en la palabra metamelomai, que significa literalmente “dolerse después”, o bien “remorderse”, mientras que la palabra que debe ser traducida “arrepentirse” es metanoeo, que es un cambio de corazón que lleva a un cambio de vida. Son dos palabras distintas[10]. Judas sintió mucho pesar, pero Pedro se arrepintió[11].
El remordimiento es una carga insoportable que puede trastornar la mente. La plata tan bonita le quemaba las manos y la conciencia. El arrepentimiento verdadero le lleva a la obediencia y salvación, pero el remordimiento solo tristeza según el mundo, le lleva a la horca.
¿Quién llevó a Judas a los miembros del sanedrín? ¿Quién le exhortó? Aquí se ve el poder de la conciencia[12]. Muchos criminales vuelven y se entregan solos a las autoridades. Es imposible escapar de los pecados[13]. Judas no culpa a nadie, excepto a sí mismo. Acepta la responsabilidad de su hecho. Dice: “He pecado”, porque era uno de los agentes responsables de la crucifixión del inocente Jesús.
Este es el testimonio de un discípulo ya convertido en enemigo. Judas había conocido a Jesús por más de tres años en público y en privado. Como dice Juan: “Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida porque la vida fue manifestada, y la hemos visto”[14]. Oyó. Vio. Observó. Si hubiera habido cualquier crimen en Él, lo habría sabido Judas, y su conciencia no le habría molestado por entregarlo. ¡Qué bueno si Judas hubiera llegado con Jesús para confesar este pecado y arrepentirse como lo hizo Pedro! Habría recibido misericordia y perdón, pero con estos líderes irreverentes recibió puro desprecio.
¿Qué esperaba Judas de ellos? ¿Creía que él podía detenerlos? El pecado es un camino que inclina agudamente hacia abajo. Es como un camión sin frenos que desciende una loma. Es fácil iniciar el pecado, pero no es fácil detenerlo.
Aquí está un buen ejemplo de la actitud de los “amigos” y “socios” mundanos. La respuesta de ellos fue muy despreciativa. No hubo nada de aliento. No les importaban los sentimientos lastimados de Judas. No les importaba qué pasara con él. Así son los cómplices mundanos[15]. ¿Cuál es la actitud de muchos jóvenes después de cometer fornicación, cuando la joven se da cuenta de que está embarazada? “¡Allá tú!”. Ninguno de ellos ofrecía consuelo a Judas en su desesperación.
Judas furioso arroja el dinero en el Templo, fue y se ahorcó. Así son las acciones de desesperación de los que pecan contra Dios y no se arrepienten para obtener su perdón. Se sienten desesperados porque no puede deshacer el pecado, y busca alivio en el suicidio, pero la Biblia enseña que al morir los que no están preparados para el encuentro con Dios van al lugar de tormento en el Hades[16]. Judas fue a “su propio lugar”[17], el lugar que él mismo había escogido. Así hacen todos; van a “su propio lugar”, el lugar de su propia selección.
¿Qué habría pensado Judas si hubiera esperado hasta después del primer día cuando Jesús resucitó? ¿Habría tenido un efecto positivo sobre el estado de sus pensamientos turbulentos? Solo Dios sabe, pero sin lugar a dudas muchas personas evitarían el suicidio si solamente esperasen unos cuantos días más. Sobre todo recordemos que lo “insoportable” no encuentra remedio en el suicidio, porque el tormento en el Hades es mil veces más “insoportable” que cualquier miseria que uno pudiera tener en esta vida.
Cuando hizo su trato con los principales sacerdotes, Judas creía que las treinta piezas de plata eran muy deseables, pero aquí las arroja como si fueran cosa odiada. Así es el pecado. Durante la tentación parece bonito, pero después es algo aborrecible. En lugar de darle mucha satisfacción, solo le daba miseria y puro remordimiento. Judas hizo un trato muy malo; vendió su alma por 30 piezas de plata, objeto que solamente produce el disgusto y odio.
Jesús le había dicho varias cosas para hacerle pensar. Dijo claramente que uno de sus discípulos le iba a entregar y después Judas fue señalado como el culpable, pero estaba sordo y ciego y por ello termina suicidándose.
Para escapar de la miseria muchos se destruyen solos para ir a un tormento mil veces peor. Los tales buscan alivio, buscan algún remedio, pero el remedio es peor que la enfermedad. Hay muchos casos del suicidio entre los jóvenes porque estos no reciben la enseñanza bíblica necesaria para soportar los problemas de la vida. Este es un gran descuido de los padres. En muchos casos los dos padres trabajan fuera del hogar para proveer más y mejores cosas materiales, y no tienen tiempo para los hijos. También la televisión y la “música” popular glorifican el suicidio y lamentablemente muchas personas deprimidas e inestables creen que es la solución de sus problemas. Es necesario enseñar con toda franqueza que el suicidio es otra forma del homicidio.
Los principales sacerdotes se condenaron solos. Admiten que era el precio de sangre, lo que indica inocencia, porque no se habla de la sangre de los culpables. No le condenaron conforme a la justicia, sino que le compraron. ¡Les molestó la conciencia poner el dinero en el tesoro! Recordemos lo que dijo Jesús acerca de camellos y mosquitos.
Consultaron entre ellos y compraron el campo del alfarero para hacerlo un cementerio, probablemente después de que Judas se suicidó en ese lugar ahorcándose y quedando en su lugar sin que nadie lo bajara, es posible que la rama se rompiera y el cuerpo se desparramó, por lo que ya su dueño no lo quisiera más. Se le llamaba “Campo de sangre” porque se había comprado con el “precio de sangre”. De esa manera, como se fuera un momento en la plaza, el acto nefando de los principales sacerdotes y de Judas se recuerda a través de los años.
Aunque son palabras habladas por Jeremías, como dice Mateo, es Zacarías quien las registra[18].
Comparemos los “dos precios”: El precio que pagaron sus enemigos para destruirlo y el precio que Jesús pagó para redimirnos[19].
4) Ante Pilato (Lucas 23.2-5; Mateo 27.11-14; Marcos 15.2-5).
a) Primera interrogación (Mateo 27.11; Marcos 15.2; Lucas 23.3).
Jesús es interrogado por Pilato que le pregunta: “¿Eres tú el Rey de los judíos?” Desde luego, Pilato era hombre de experiencia y sabía bastante de los sediciosos. En el griego el “tú” es enfático; pregunta: ¿Tú eres el Rey de los judíos? Obviamente él no veía nada del aspecto de revolucionario en Jesús. Sin embargo, aunque Pilato no hacía caso de las acusaciones triviales de los judíos, tales como que era “hombre que perturba al pueblo”[20], si alguno quisiera hacerse rey, sería usurpador del emperador y eso sería traición. Por lo tanto, tal acusación tenía que ser investigada con todo esmero.
La respuesta de Jesús es: “Tú lo dices”. Esta es respuesta afirmativa.
b) Pilato perplejo (Mateo 27.12-14; Marcos 15.3-5; Lucas 23.4-5).
Pilato quería soltar a Jesús pero se sentía frustrado porque Jesús no contestaba las acusaciones hechas por los judíos y no tenía otro defensor. Los romanos querían ser justos[21]. Hicieron mucho para establecer orden en el mundo. Aparentemente Pilato nunca había conocido a un prisionero, acusado de un crimen capital, que apareciera tan indiferente hacia el resultado del juicio.
Pilato quizá pensó que podría salvar a Jesús utilizando una práctica tradicional. Esta era una concesión de parte de los romanos para complacer a los judíos y allí estaba poniendo su confianza.
5) Ante Herodes (Lucas 23.6-12).
Los romanos no realizaban ejecuciones basadas en transgresiones a la ley judía, por tanto el cargo de blasfemia no tenía validez para Pilato, que buscaba la manera de soltar a Jesús y al saber que Jesús era de Galilea, jurisdicción de Herodes Antipas, lo remitió a este, que en aquellos días estaba en Jerusalén[22], pensando sin duda que este le ayudaría a probar la inocencia de Cristo. Pilato estaba muy ansioso de encontrar alguna salida de su dilema. Habría deseado que Herodes Antipas se encargara del caso, mientras que el Sanedrín habría deseado que Pilato se decidiera por la ejecución de Jesús.
Herodes se alegró al ver a Jesús, había oído mucho acerca de él, y pensaba que le entretendría. Parece que Herodes ya no pensaba que Jesús era Juan levantado de los muertos[23]. Tampoco indican estas palabras que todavía quería matarlo[24]. Más bien, para Herodes Jesús era simplemente un “espectáculo”. Para él, Jesús no importaba. Hay millones que piensan lo mismo. Jesús es un factor que puede ser omitido de la vida. Pueden vivir fácilmente sin tomarlo en cuenta.
Herodes le hacía muchas preguntas, pero Jesús rehusó echar sus perlas delante de los cerdos[25], no respondió nada. Y también estaban sacerdotes y escribas presentando sus acusaciones. Herodes, con sus soldados, menospreció a Jesús y se burló de él vistiéndolo con una ropa espléndida como de reyes; y se lo regresó a Pilato[26]. Llama la atención que desde aquel día, Pilato y Herodes, se reconciliaron. Ahora eran amigos, socios en el crimen. Ya tenían amistad no basada en la justicia sino en la malicia.
6) De regreso a Pilato (Lucas 23.13-25; Mateo 27.19-30; Marcos 15.6-19).
a) La mujer de Pilato (Mateo 27.19).
La esposa de Pilato tuvo un sueño acerca de Jesús, que en realidad no importa si fue normal o sobrenatural, ya que los romanos eran muy supersticiosos y creían que eran presagios. Sin duda alguna esta advertencia de parte de su propia esposa le inquietaba sobremanera a Pilato, porque confirmaba lo que él mismo pensaba. Fue otro argumento más, uno de los más fuertes, a favor de soltar a Jesús. Estos detalles eran y son muy importantes para gentiles. Esta mujer no era judía, sino romana, y aun ella se daba cuenta de la inocencia de Jesús.
b) La elección (Mateo 27.15-17; Marcos 15.6-10; Lucas 23.17).
Durante la fiesta de la Pascua se acostumbraba que el pueblo pidiese que liberaran a un preso; Pilato usa de esta costumbre de muestra de bondad y de favor personal hacia una pueblo sujeto a los romanos con la esperanza de que Jesús así gane su libertad[27].
Había un reo llamado Barrabás, un preso famoso[28], con quien se enfoca la malicia de los líderes judíos al procurar la muerte de un inocente y la libertad de un reo culpable de homicidio y robo[29].
Por primera vez se menciona la multitud en este cuadro. Pide que Pilato cumpla con su costumbre de soltarles un prisionero notable. Pilato, y su esposa, está convencido de que Jesús es inocente y desea soltarle. Se refiere a él como “el Rey de los judíos”, tal vez para congraciarse con el público, apelando a su sentido de patriotismo. Jesús había obtenido una buena reputación con el pueblo en general y Pilato, siendo hombre del mundo, pudo discernir que por eso los líderes judíos ahora actúan en base a envidia hacia este individuo inocente. Envidian la popularidad de Jesús. Pilato espera que la multitud escoja a Jesús y no a un reo, pero en esto Pilato falla.
c) Barrabás libre (Mateo 27.20-26; Marcos 15.11-15; Lucas 23.18-25).
Los líderes judíos eran expertos en manipular la mente de la gente voluble. ¡Qué triste es el caso de multitudes de gente que no pueden pensar por sí mismos, sino que son manipulados por sus líderes religiosos! Estos no solamente incluyen a los católicos, mormones, russellistas y otros sectarios, sino también a veces incluye a nuestros hermanos en Cristo que son llevados por predicadores de tremenda influencia y carisma, hombres que son expertos en manipular a sus seguidores ciegos.
Los principales sacerdotes y los ancianos manipularon a la multitud para que pidiese a Barrabás, y solicitaran que Jesús fuese muerto. Cuando el romano preguntó: “¿A cuál de los dos queréis que os suelte?”, la multitud gritó a una voz: “¡A Barrabás!” ¿Era Jesús peor que este?
Pilato comete un error más al preguntar: “¿Qué, pues, haré de Jesús, llamado el Cristo?” No le convenía hacer esta pregunta porque era precisamente la pregunta que los judíos querían contestar. La multitud gritó: “¡Sea crucificado!”[30] Es difícil armonizar esto con Mateo 21.8-11. Algunos creen que los que gritaron “¡Sea crucificado!” eran los de Jerusalén, y que los gritaron “¡Hosanna!” no eran de Jerusalén, sino de Galilea y otras partes. Es posible que esto sea en parte la explicación, pero la Biblia no hace esta distinción. Verdaderamente muchos son cambiables.
Si Pilato no pudiera haber controlado al pueblo y si hubiera permitido un tumulto, habría tenido problemas serios con sus superiores, porque el papel principal de tales gobernadores era mantener el orden y la paz. Por más que él quisiera evitar la injusticia contra un hombre inocente, tuvo que pensar también en otro mal peor para él mismo, es decir, que podría resultar en perder su puesto, si no su vida.
Pilato trató de hacer entrar en razón al pueblo, pero como vio que era tiempo perdido, se lavó las manos diciendo: “Inocente soy yo de la sangre de este justo; allá vosotros”. Pilato hizo todo lo posible por lavarse las manos de este hombre inocente: Lo envió a Herodes para no tener que tomar una decisión él mismo; declaró al pueblo que Herodes estaba de acuerdo con él en cuanto a la inocencia de Jesús[31]; propuso azotar a Jesús y soltarle; propuso, como de costumbre, soltar a un criminal, esperando que le permitieran soltar a Jesús; después de azotarlo lo presentó delante de ellos, tal vez con la idea de que eso despertara su compasión, pero todos sus esfuerzos fueron en vano.
De este acto viene el dicho de “lavarse las manos” de algún asunto difícil. En realidad era acto de extremada cobardía, porque él tenía plena autoridad para soltar a Jesús, como también la fuerza militar para controlar a los judíos por turbulentos que llegaran a ser. Por lo tanto, al lavarse las manos Pilato no logró nada, porque él compartió la culpa de este crimen con los líderes de los judíos.
El pueblo pronunció unas palabras que le han seguido por los siglos y seguirá cayendo sobre ellos a menos que se arrepienta, se bauticen confesando a Jesús y vivan en santidad: “Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos”. En aquel momento pronunciaron de forma altanera esa declaración, pero muy pronto querían quedar limpios de su sangre[32]. También en la actualidad los judíos protestan en contra de la acusación de que ellos crucificaron a Cristo. Se olvidan de estas palabras de los que voluntaria y orgullosamente aceptaban esa responsabilidad en ese día inolvidable. Sin embargo, el Señor ofreció perdonar sus pecados[33].
d) Corona de espinas (Mateo 27.27-30; Marcos 15.16—19).
Cuando alguno era condenado a la crucifixión, antes debía ser azotado con correas o cuerdas, provistas a veces con nudos o bolas de metal, y constituía un castigo totalmente inhumano que con frecuencia acarreaba la muerte del reo. Esos azotes, o flagelación, se ejecutaron en Jesucristo[34], probablemente dentro del pretorio. El azote romano consistía en un corto mango de madera al que estaban atadas varias correas con los extremos provistos con trozos de plomo o bronce y pedazos de hueso muy aguzados. Los azotes se dejaban caer especialmente sobre la espalda de la víctima, que estaba desnuda y encorvada. Generalmente se empleaban dos hombres para administrar este castigo, uno azotando desde un lado, otro desde el lado opuesto, con el resultado de que a veces la carne era lacerada a tal punto que quedaban a la vista venas y arterias interiores y a veces aun las entrañas y los órganos internos aparecían por entre las cortaduras. No era legal azotar al ciudadano romano, como Pablo, pero Jesús no era romano.
Los soldados llevaron a Jesús al pretorio, y desnudándole, le echaron encima un manto de rojo, y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas, y una caña en su mano derecha; insultándole. El verbo hacían indica acción continua, repetida. Los soldados eran muy abusivos, haciendo todo esto como un juego, una diversión, pero en su ignorancia llevaron su juego a un nivel muy bajo de indecencia, violencia y crueldad. Los judíos le hacían burla como si fuera un profeta falso, y ahora los romanos le hacen burla como si fuera un rey falso.
7) Camino al Calvario (Mateo 27.31-32; Marcos 15.20-21; Lucas 23.26-31).
Después de haberle escarnecido, le quitaron el manto, y le llevaron para crucificarle.
a) Simón de Cirene (Mateo 27.31-32; Marcos 15.20-21; Lucas 23.26).
Los romanos obligaron a los judíos a llevar cargas. Jesús ya había sufrido mucho por la experiencia en Getsemaní, por desvelar, por los procesos injustos, por el escarnecimiento, y sobre todo por el azotamiento que podía ser mortal. Todas estas experiencias habían dejado a Jesús completamente debilitado. Tal vez los romanos temían que se desmayara y muriera y querían estar seguros que vivía para ser clavado en la cruz, por eso, un hombre de Cirene, Simón, fue obligado a llevar la cruz de Jesús.
Cirene fue una antigua ciudad griega en la actual Libia, la más importante de las cinco colonias griegas de la región, a la que dio el nombre de Cirenaica, utilizado todavía hoy en día. Está situada en el valle de Djebel Akhdar.
Cirene fue fundada por los griegos venidos de Tera, Santorini, siguiendo los consejos del Oráculo de Delfos, conducidos por Aristóteles de Tera, posteriormente Batos, cerca del 630 a.C. Batos, después de fundar una colonia en un islote de la costa oriental de Cirenaica, de nombre Platea, en el golfo de Bomba, se trasladó al distrito de Azilirs, en tierra firme, donde los colonos estuvieron seis años hasta que hallaron un emplazamiento mejor en la región de Irasa donde fundó Cirene, más al interior cerca del 631 a.C., e inició la dinastía de los Batiadas que tuvo ocho reyes y un usurpador. La ciudad fue fundada en el territorio de la tribu libia de los asbistes y dominaba las tierras más fértiles y con agua. La fundación de la ciudad está explicada detalladamente en el libro IV de las Historias de Herodoto.
Cirene se convirtió pronto en la ciudad principal de la región libia comprendida entre Egipto y Cartago, aumentando las relaciones comerciales con todas las ciudades griegas. El punto culminante de su prosperidad tuvo lugar bajo sus propios reyes en el siglo V a.C.
Las ruinas de Cirene fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 1982.
No hay muchas referencias a Simón, solo sabemos que “venía del campo”, y en el Evangelio de Marcos se hace referencia a él como “padre de Alejandro y de Rufo”. No hay ningún dato más acerca de él en el Nuevo Testamento. No aparece en el Evangelio de Juan.
Puede ser que sus hijos, Alejandro y Rufo, se hicieran misioneros. El hecho de que se mencione sus nombres sugiere que pudo tratarse de personajes relevantes en el cristianismo primitivo.
b) Llanto de las mujeres (Lucas 23.27-31).
La gente comenzó a congregarse ante este evento, e iba un grupo de mujeres que lloraban terriblemente, eran las “hijas de Jerusalén”, no de Galilea, porque algunas de ellas verían la destrucción de Jerusalén. Jesús se preocupaba por otros aun en medio de su sufrimiento intenso.
Probablemente este texto es otro de los que significan “no solamente… sino también, o aun más…”; es decir, “no lloréis solamente por mí, sino llorad aun más por vosotras mismas y por vuestros hijos”. Era muy apropiado que estas personas lloraran por Jesús, como era apropiado que Él llorara por ellos.
No había vergüenza más grande para la mujer judía que el ser estéril, pero Jesús habla de un tiempo cuando las mujeres estériles serían las más bendecidas de todas.
Jesús hace una profecía en donde asegura que vendría un tiempo cuando los judíos rogarían ser cubiertos por los montes[35], ya que “si en el árbol verde hacen estas cosas, ¿en el seco, qué no se hará?” Los árboles verdes no sirven para leña, por lo que no es normal que se les maltrate, pero aquí era símbolo de los justos[36]. El árbol seco es símbolo de los malos[37], que serán castigados como si fueran leña seca[38]. Si hacen esto al Inocente Jesús, ¿qué pasará con los perversos?
8) La crucifixión (Mateo 27.33-50; Marcos 15.22-37; Lucas 23.23-46).
La palabra “Calvario” viene del latín, “calvaria”, del que se deriva la palabra “calavera”. Tal vez el lugar haya recibido su nombre por tener la forma de un cráneo. Estaba “cerca de la ciudad”[39], fuera de la ciudad[40]. Los romanos escogían lugares notables para la ejecución de criminales para que todos pudieran verla. Para la crucifixión se usaba un poste recto, una estaca, con pieza transversal. La víctima era sujetada a la cruz antes o después de ser elevada. La crucifixión era el ajusticiamiento más cruel, más horrible, más miserable que la mente humana podía idear y llevar a cabo. Nunca ejecutaban así al ciudadano romano, sino a los esclavos, a los extranjeros y a los peores criminales. Aunque los judíos no crucificaban, colgaban a los criminales sobre el madero después de apedrearlos y tal muerte se consideraba una maldición[41].
La Biblia no describe la cruz[42] de Cristo. Dicen los russellistas que no había pieza transversal, pero Tomás dijo: “Si no viere en sus manos la señal de los clavos…”[43], dando a entender que cada mano fue clavada a la pieza transversal, pues si las manos se hubieran clavado al palo perpendicular, solo un clavo se habría requerido. Tanto los pies como las manos fueron clavados, pues Jesús dijo a los discípulos: “Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy”[44]. Otro detalle que indica que había pieza transversal fue el título largo que “pusieron sobre su cabeza”: “Este es Jesús, el rey de los judíos”.
Según el historiador Josefo, la crucifixión era una práctica común en Palestina. Esta era una de las peores formas de tortura y uno de los métodos de ejecución más cruel que jamás se hubiera inventado. Era la pena mortal diseñada para producir una muerte muy lenta, pues algunos duraban días en la cruz antes de morir. Era reservada para los traidores, los revolucionarios y otros de los peores criminales. Aun los escritores romanos pensaban que era una muerte terrible. Cicerón dijo que era cruel y horrible y Tácito dijo que era una muerte indescriptible.
No hay palabras que puedan describir las agonías de la cruz: La inflamación de las heridas, las congestiones, el dolor causado por los tendones desgarrados, la fiebre, un fuerte dolor de cabeza y una sed horrible. Era sumamente difícil respirar, mayormente exhalar y, puesto que se requiere la exhalación para hablar, cada palabra que Jesús pronunciaba era con mucho dolor. La palabra inglesa excruciating que se usa para hablar del dolor agudísimo, viene del latín excruciatus que significa “de la cruz”.
Tanto los pies como las manos fueron clavados, pues Jesús dijo a los discípulos: “Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy”[45]. Si alguno pregunta por qué Dios permitiera una injusticia tan horrible, la respuesta se encuentra en Isaías 53.6, 8.
Los apóstoles iban por todas partes predicando la cruz de Cristo y sufrían mucha vergüenza, porque no había otra cosa más vil que la cruz romana[46]. Desde luego, los apóstoles no predicaban una cruz literal, sino el Evangelio de salvación hecho posible por la muerte de Jesús en la cruz.
a) Los dos ladrones (Mateo 27.38; Marcos 15.27-28; Lucas 23.32).
Tal vez para añadir a la humillación de Jesús, crucificaron con él a dos ladrones, uno a cada lado. El inocente que nunca pecó fue crucificado entre dos salteadores[47]. Esto sin duda dio mucha satisfacción a los líderes judíos.
Marcos 15.28 es omitido en los mejores manuscritos. No aparece en ASV, LAC, RVA, VHA, VNM, JTD, NVI. Otras versiones lo incluyen, pero entre corchetes.
El contexto de Isaías 53.12 parece referirse a más que el simple hecho de ser crucificado Jesús entre dos ladrones. En su muerte Jesús llevó el pecado de muchos. Adonay cargó en Él el pecado de todos nosotros[48]. Jesús fue tratado como un infame.
b) El título en la cruz (Mateo 27.37; Marcos 15.26; Lucas 23.38).
Marcos y Lucas dicen: El “titulo escrito”, pero la palabra griega singular es “epigrama”, es decir, escrito encima[49].
Marcos da la forma corta de la inscripción. La inscripción entera decía: “Este es Jesús nazareno, el Rey de los judíos”. La variación en las palabras de la inscripción se puede deber a las tres lenguas en que fue escrita. Juan agrega que la inscripción fue escrita “en hebreo, en griego, y en latín”.
Los judíos dijeron a Pilato: “Si a este sueltas, no eres amigo de César; porque todo el que se hace rey, a César se opone”[50]. De esta manera, los judíos obligaron a Pilato a matar a un hombre inocente, para evitar problemas serios con ellos. Entonces Pilato entregó a Jesús diciendo: “¡He aquí vuestro Rey!” Por el momento estaban satisfechos los judíos porque lograron su propósito de crucificar a Jesús, pero Pilato, para vengarse de ellos, escribió que la acusación contra Jesús, y por eso, la causa de su muerte, fue que Él era el rey de ellos, y que esto fue un crimen contra César. De esta manera Pilato quedó en limpio ante César y manifestó su odio hacia los judíos.
Los judíos, sin éxito, pidieron a Pilato que no escribiera así, sino que pusiera que Jesús decía que es el Rey de los judíos. La respuesta de Pilato fue: “Lo que he escrito, he escrito”. De esta manera, Pilato, hasta cierto grado, se venga de los líderes judíos; les obliga, juntamente con el público, a mirar ese epigrama. Habían insistido en que Jesús era una amenaza política para Pilato y ahora implican que era cosa insignificante, pero Pilato así lo dejaba. Supuestamente el título indicaba el crimen de la persona crucificada. Así, Cristo fue crucificado porque Él era el Rey de los judíos. Pilato puso esta inscripción sobre la cabeza de Jesús para reprochar a los judíos, pero este título decía la verdad.
c) Perdón en la cruz (Lucas 23.34).
Jesús oró desde la cruz: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. En ese momento, Jesús daba su vida como sacrificio perfecto para salvarnos de los pecados; en base a esa muerte, Dios puede perdonar. Jesús practicaba lo que predicaba[51]. Lo imitó Esteban[52]. Sin embargo, esta petición no significa que estos fueron perdonados incondicionalmente, simplemente en base a la petición de Jesús. Más bien, esta petición significa que Jesús hizo posible su perdón y que estaba dispuesto a perdonarles, pero Jesús y los apóstoles nombraron condiciones o requisitos que todos deben cumplir para obtener el perdón de los pecados.
Las “siete palabras de la cruz”:
i. “Padre, perdónalos” (Lucas 23.34).
ii. “…hoy estarás conmigo” (Lucas 23.43).
iii. “Mujer… tu hijo” (Juan 19.27).
iv. “Dios mío” (Marcos 15.34).
v. “Tengo sed” (Juan 19.28).
vi. “Consumado es” (Juan 19.30).
vii. “Padre, en tus manos…” (Lucas 23.46).
d) Los vestidos (Mateo 23.35-36; Marcos 15.24).
Normalmente el judío tenía cinco artículos de ropa: La túnica, ropa interna; la capa, la ropa externa; el cinto; las sandalias y el turbante. Al crucificar a un criminal, una parte del sueldo de los soldados era la ropa del hombre crucificado. Repartieron la ropa de Jesús como si ya estuviera muerto, nunca pensando que la volvería a necesitar. De esta manera, sin saberlo, llevaban a cabo lo que Dios había predicho. Aun los detalles minuciosos de este gran evento eran temas de profecía[53].
¡Qué imagen tan clara de la indiferencia del mundo hacia Cristo! Mientras Él agonizaba sobre la cruz, muriendo por los pecados del mundo, los soldados jugaban y repartían su ropa como si fuera de los más comunes criminales. Es verdad que hay mucha hostilidad contra Cristo hoy en día, pero la tragedia más grande no es la hostilidad hacia Cristo, sino la fría indiferencia hacia Cristo.
e) Burlas (Mateo 27.39-44; Marcos 15.29-32; Lucas 23.35-37).
Los sacerdotes y otros líderes no se conformaban con clavarle en una cruz. Aparte de ese sufrimiento tan terrible, agregaron insultos. En ese momento estaban destruyendo el Templo, el cuerpo de Jesús, y en tres días Jesús lo levantaría[54]. Emplearon las mismas palabras usadas por el diablo[55]. Jesús había hecho milagros repetidas veces para demostrar que era el Hijo de Dios. Si en ese momento hubiera bajado de la cruz, no habrían creído en Él.
Desde luego, Jesús podía haber descendido de la cruz, pero no podía salvarse a sí mismo y también salvar a otros. Los judíos manifestaron su ignorancia del concepto verdadero de la expiación aunque por siglos habían ofrecido animales para expiar sus pecados. Si Jesús hubiera hecho lo que sugerían, nadie podría creer en Él, porque fue levantado para atraernos a Él[56]. Las burlas del pueblo mostraron su ignorancia acerca de Cristo y el propósito de su vida y muerte. El milagro de levantar a Lázaro confirmó a los judíos en su propósito de matar a Jesús[57].
f) Conversando con el ladrón (Lucas 23.39-43).
Al principio, los dos malhechores se unieron a los burladores, pero al parecer uno de ellos reflexionó y comienza con una exhortación a su compañero de fechorías, hablando del temor a Dios, y aquí hay otro versículo que no es explicable para los russellistas: “¿Ni aun temes tú a Dios, estando en la misma condenación?” ¿Cómo es posible que Dios estuviera bajo condenación? ¿No será que ese ladrón comprendió que Jesús es Dios?
Luego hace una confesión, aceptando que ellos dos estaban recibiendo su pago merecido. Tenía la misma humildad, la misma actitud hacia su pecado que el publicano que dijo “sé propicio a mí, pecador”[58].
Después hace una petición a Jesús: “Acuérdate de mí cuando vengas en tu Reino”. No se puede saber lo que este hombre entendía acerca del Reino de Cristo, pero lo importante es que Jesús, conociendo su corazón, le salvó.
El paraíso corresponde al “seno de Abraham”[59]. No es igual al cielo, porque Jesús dijo después de su resurrección que todavía no había ascendido al Padre[60]. Por eso, el paraíso es el lugar de reposo para el espíritu de el que muere en Cristo, donde espera la resurrección. Hay mucha discusión sobre el paraíso, pero lo importante es que la persona que muere en Cristo sale de este mundo para “estar con Cristo”[61]. Eso es paraíso.
Este hombre fue salvado, como arrebatado del fuego[62] y es un ejemplo maravilloso de la gracia y misericordia de Dios. Pero ¿es ejemplo este ladrón del arrepentimiento de lecho de muerte? ¿Está bien posponer el arrepentimiento hasta los últimos minutos de la vida? Dios será el Juez de todos y dejamos el juicio en manos de Él, pero este texto no enseña tal cosa. Las Escrituras enseñan claramente que “hoy es el día de salvación”. Muchos creen que no es necesario bautizarse porque el ladrón en la cruz no fue bautizado. En primer lugar no se puede probar que el ladrón no fue bautizado por Juan o por Jesús y sus discípulos, porque Mateo 3.5-6 dice que “Y salía a él Jerusalén, y toda Judea, y toda la provincia de alrededor del Jordán, y eran bautizados por él en el Jordán, confesando sus pecados”. No afirmamos nada, pero es posible que este ladrón estuviera entre esa multitud que llegó al bautismo de Juan, pero el punto clave es que la conversión de este ladrón no es ejemplo para nosotros, porque él no vivió bajo el Nuevo Testamento, es decir, el mandamiento de Mateo 28.19 todavía no se había dado. Por eso, este ladrón no es ejemplo de conversión para nosotros. Más bien, imitamos los casos de conversión en Hechos de los Apóstoles.
g) Tinieblas (Mateo 27.45; Marcos 15.33; Lucas 23.44).
Al medio día se produjo un fenómeno sobrenatural: “…hubo tinieblas… hasta la hora novena”. No es posible que fuese un eclipse solar cuando la luna estaba llena[63], durante el tiempo de la Pascua, además que estos duran solo unos pocos minutos, mientras que los evangelistas afirman que por lo menos, estas tienieblas comenzaron a las doce del día y terminaron a las tres de la tarde. Pero además, estas tinieblas de tres horas duración afectaron “toda la tierra”. La mitad del mundo expuesto al sol aquel día normalmente sería afectada, pero este es un acto especial de Dios y el efecto pudo haber sido solamente con respecto a toda Judea y los lugares cercanos. Las tinieblas acompañan los juicios de Dios[64]. Este acto, de fallar el sol en dar su luz, procedió de Dios como señal de juicio contra el mundo pecador.
h) Oración en la cruz (Mateo 27.46-47; Marcos 15.34-35).
A las tres de la tarde, se escucha un clamor desde la cruz. En una fuerte voz de agonía Jesús expresa el peso del pecado que siente sobre sí mismo y el abandono del Padre para que él muera con esa carga puesta en Él[65]. La pregunta que hace Jesús no pide información, sino es un reconocimiento de que Dios, para ser justo, tiene que demandar la muerte por el pecado[66], y siendo Dios justo, no deja que el inocente muera por pecados no cometidos. Para que muera el inocente por el pecado, Dios tiene que abandonar al tal, y así aceptar la muerte del inocente por la muerte del culpable. Jesús dio su vida en rescate por muchos[67]. Al “abandonar” a Jesús, Dios manifestó su amor hacia el mundo pecador y al mismo tiempo su justicia[68].
Marcos da las palabras de Jesús en arameo: “Eloi, Eloi, ¿lama sabactani?”, y luego las traduce en griego. Son el cumplimiento de la profecía de Salmos 22.1. Algunos confundieron, o quisieron confundir, las palabras de Jesús. “Eloi” y “Elías” tienen un sonido similar, y estas personas pudieron haber entendido mal a Jesús. En este caso, creen que Jesús llama a Elías, tal vez para que venga a ayudarle. Otros creen que estas personas juegan con palabras a propósito para continuar la burla de Jesús. Es cierto que muchos judíos esperaban la apariencia de Elías antes de que viniera el Mesías o en el tiempo de él. En burla, pues, dicen que Jesús llama a Elías para que venga y le declare a Jesús ser el Mesías.
Este clamor se clasifica con las agonías del Getsemaní en el punto que ambos envuelven los profundos misterios de la expiación, aquellos que pertenecen a las relaciones mutuas entre el Padre y el Hijo en aquellos sufrimientos y la muerte en la cual su sangre fue derramada para la “remisión de pecados”. No podemos comprender a fondo la profundidad de la sabiduría de Dios en dar de esta manera a su Hijo como sacrificio por los pecados del mundo. Jesús aquí aplica Salmos 22.1 a sí mismo, como profético; es expresado por para mostrar que Él está soportando una agonía intolerable, más profunda que cualquier aflicción externa.
Aquí los calvinistas citan 2 Corintios 5.21 para probar que Jesús literalmente llegó a ser pecado, pero la palabra pecado en este texto se refiere al sacrificio por el pecado[69]. Algunos dicen que Jesús aceptó la culpa de los pecados del hombre, que llegó a ser pecado y que, por eso, Dios no podía verlo como pecador, y que le volvió las espaldas para no ver a Jesús tan contaminado con el pecado, pero la Biblia no dice tal cosa. Jesús no tenía pecado[70]. Si hubiera tenido pecado, no podría haber sido sacrificio para nuestros pecados, porque Él es nuestra Pascua[71] y tuvo que ser sin defecto[72].
Jesús no llegó a ser pecado y no aceptó la culpa del pecado, sino que sufrió el castigo del pecado. Jesús no llegó a ser pecado o pecador, sino que llevó nuestros pecados[73]. Hay mucha diferencia entre “ser pecado” y “llevar pecados”. El problema es que los calvinistas pueden ver sus doctrinas en casi cada página de la Biblia y se aprovechan de textos no claros como 2 Corintios 5.21 para “probar” lo que enseñan.
Todo comentario sobre este asunto de Mateo 27.46, tiene que armonizar con Juan 16.32. Cristo siempre hacía la voluntad del Padre; por eso, el Padre siempre estaba con Él[74]. Al morir en la cruz, ¿Jesús no agradaba al Padre? ¿No hacía la voluntad del Padre? Recordemos también que, casi inmediatamente después de decir “¿Por qué me has desamparado?”, Jesús “entregó el espíritu” diciendo: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”[75]. ¿No estaba el Padre para recibirlo?
Cuando “Jesús clamó a gran voz, diciendo… Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” El expresaba una agonía indecible, una agonía más allá de la comprensión nuestra, porque la mente finita no puede comprender a fondo el sacrificio hecho por Cristo. Al decir esto, no corremos el riesgo de especular. Sin embargo, los que repiten los comentarios calvinistas enseñan error.
i) Sed en la cruz (Mateo 27.48-49; Marcos 15.36).
Juan registra que Jesús manifestó tener sed[76], mientras que Marcos dice que uno de los presentes, corrió a empapar una esponja en vinagre, que era una bebida que les producía una especie de somnoliencia. El que corrió, debió ser uno de los soldados, o si otra persona, siempre con el permiso del centurión[77].
j) Muerte de Jesús (Mateo 27.50; Marcos 15.37; Lucas 23.46).
Antes de morir, Jesús hace una última oración: Lucas registra que dijo: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”[78], mientras que Juan añade: “Consumado es”[79]. Habiendo dicho esto, murió. Queda muerto porque ya salió el espíritu de su cuerpo[80]. Murió voluntariamente[81]. El sufrimiento de Jesús duró unas seis horas[82], y Pilato se sorprende[83] porque a veces los crucificados duraban varios días en la cruz.
De esta manera, Jesús puso “su vida en expiación por el pecado”[84]. En esos momentos, dio “su vida en rescate por muchos”[85]). En esos momentos “llevó él mismo nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados”[86].
Algunos dicen que Jesús tuvo dos espíritus: Un Espíritu divino y también un espíritu humano, pero este concepto es erróneo. ¿Por qué necesitaría un espíritu humano? Debido a la estrecha identidad y afinidad entre Dios y el espíritu del hombre, no era nada difícil que Cristo desempeñara el papel humano. Cristo es el Creador[87] del espíritu humano; ¿le sería difícil, pues, hacer el papel de ese espíritu que Él mismo creó? Claro que no. Es cierto que este es un tema muy profundo que la mente finita no tiene que comprender a fondo, pero lo importante es que todos crean en la encarnación de Cristo y que no salgan con teorías y especulaciones humanas.
9) El velo del Templo (Mateo 27.51-54; Marcos 15.38-39; Lucas 23.45-47).
El Templo estaba compuesto de dos lugares: El patio y el Santuario. Este último estaba dividido en dos: El Lugar Santo y el Lugar Santísimo. Estos estaban divididos por un grueso velo de gran tamaño, en donde en el Lugar Santo ingresaban los sacerdotes todos los días para mantener la llama del candelabro ardiendo y se quemaba incienso. En el Lugar Santísimo, que representaba la presencia de Dios, solo podía ingresar el Sumo Sacerdote una vez al año, precisamente el día de la Pascua[88].
En el momento de la muerte de Jesús, el velo se rasgó en dos, pero no ocurrió de forma natural, es decir, de abajo hacia arriba, sino desde arriba para abajo, con lo que evitaría que alguno pudiese pensar que había sido hecho por alguien a propósito. Esto abrió el camino al cielo[89]. Con la muerte de Jesús, pasa el Pacto Viejo con sus símbolos[90], y todo el mundo tiene acceso permanente a Dios.
Los premilenaristas nos dicen que cuando Jesús vuelva a la tierra, el santuario judío será restaurado. Pero Dios, a rasgar el velo de arriba abajo, indicó el fin permanente del Pacto que contenía su templo literal con todo y velo.
También se produjo un fuerte terremoto, de tal manera que las rocas se partieron e incluso se abrieron los sepulcros. Este fenómeno no era un terremoto normal, sino acto de Dios. Llama la atención que es hasta después de la resurrección de Jesús que salen los muertos resucitados y van a Jerusalén. Recordemos que la muerte de Jesús se produjo el día antes del Sábado Santísimo, por lo que ningún judío podía ir a cerrar estos sepulcros abiertos desde el atardecer del día anterior.
Los centuriones eran oficiales con un mando táctico y administrativo, siendo escogidos por sus cualidades de resistencia, templanza y mando. Comandaban una centuria, formada por 80 hombres, en función de las fuerzas en el momento dado y de si la centuria pertenecía o no a la Primera Cohorte, cada Cohorte esta formada por 6 centurias, excepto la primera cohorte que tiene doble numero de centuria.
Pese a lo que se suele pensar, su nombre no procede que en un principio constase de cien hombres, ya que es anterior al propio rango de centurión, sino que deriva de la propia centuria, unidad administrativa y política que en Roma tenía su propia vertiente civil. De hecho, la centuria en sí nunca adoptó un tamaño de cien hombres, sino que en época republicana osciló entre los treinta de una centuria de triarios y los sesenta de los lanceros y principales. Hacia finales del siglo II a.C., la centuria pasó a contar con unos ochenta hombres, cifra que se mantendrá a lo largo del Alto Imperio, en los siglos I al III, teniendo, así, la Legio Augustea, sesenta centurias de ochenta hombres que hacían un total de cuatro mil ochocientos hombres. Más adelante, hacia la época Flavia, la primera cohorte duplicará los efectivos de sus centurias, pero se reducirá el número de las mismas a cinco, con lo que la legión contará ahora con cinco mil ciento veinte hombres de armas.
El grueso de la legión era dirigido por los centuriones, ya que cada cohorte contaba con seis de ellos para dirigir cada una de sus seis centurias. Cada uno de estos centuriones se acomodaba, dentro de cada cohorte, a una estricta jerarquía. Esta, en orden ascendente, es: Un hastatus posterior, un hastatus prior, un princeps posterior, un princeps prior, un pilus posterior y un pilus prior. Este último puede haber actuado, de hecho, como comandante de la cohorte al completo en función de su veteranía. Por otro lado, esta estructura se altera en las primeras cohortes desde época Flavia, ya que solo existen cinco centuriones, los primi ordines, de los que el primus pilus es el más valorado. Lo normal es que tras un año ejerciendo tal cargo, el primipilo lograse ser ascendido al ordo equestris. A mayores legiones, pueden existir más centuriones de lo que es habitual, y ello se debe a la presencia de veterani o supernumerarii que, si bien no ejercen un mando militar efectivo, sí tienen encomendada una función administrativa.
El centurión y algunos de los que estaban con él, al ver el terremoto dijeron: “Verdaderamente éste era Hijo de Dios”. Algunos dicen que el centurión no estaba confesando a Cristo como el Hijo de Dios porque falta el artículo definido “el” antes de Hijo, pero también falta en otros versículos. Él confesó la deidad de Jesús. Pero para él, Jesús, en el momento de muerte lo “era”; no que lo es. Sin embargo, este romano que no sabía nada, o si algo, muy poco, acerca del ministerio personal de Jesús, mostró más fe en Jesús que los gobernantes judíos que sabían mucho acerca de él. El había oído la palabra de uno de los malhechores, al referirse al “Reino” de Jesús[91], y la invocación de Jesús a Dios, al decir: “Padre”, y luego con las demostraciones sobrenaturales de oscuridad en pleno día, del terremoto, y de la apertura de sepulcros, con gran temor concluyó que Jesús era Hijo de Dios y lo confesó. También otros de los soldados hicieron la misma confesión. Recordemos que Lucas escribió al “excelentísimo” Teófilo, un romano de eminencia, con el propósito de predicar a Cristo como el Hijo de Dios, y con el hecho de que el centurión romano dijera que Jesús era hombre justo, lo vindicaba de la acusación de los judíos.
10) Los que seguían a Jesús (Mateo 27.55-56; Marcos 15.40-41; Lucas 23.49).
Ahora hay cambio de actitud entre ellos. Estaban completamente bajo la influencia malvada de los líderes de los judíos que estaban resueltos a crucificar a Cristo, pero ahora se vuelven a la ciudad “golpeándose el pecho” para indicar su remordimiento. Fueron afectados grandemente, no solamente por las tres horas de tinieblas, el terremoto, la apertura de los sepulcros, etc., sino también por la conducta y las palabras de Jesús. Su muerte había logrado lo que su vida no había podido obtener; había roto los duros corazones de los hombres. Ya se estaba cumpliendo su dicho: “Y yo, si fuere levantado de la Tierra, a todos atraeré a mí mismo”[92]. El magnetismo de la cruz había comenzado a obrar, ya con su último suspiro.
Lucas 23.49 menciona que aparte de estas mujeres: “…todos sus conocidos… estaban lejos mirando estas cosas”. Sabemos que de los apóstoles, Juan estuvo presente[93]. No pudieron estar muy de cerca por la presencia de los soldados encargados de la crucifixión de los tres. De alguna manera Juan y la madre de Jesús, como también María Magdalena y María, mujer de Cleofas, madre de Jacobo el menor y de José, y Salomé, logran llegar de cerca en una ocasión[94].
María Magdalena, es decir, de Magdala, es mencionada en Lucas 8.2. María, la madre de Jacobo el menor y de José, era la esposa de Cleofas. Salomé era la esposa de Zebedeo y la madre de Jacobo y Juan[95]. Estas mujeres son nombradas como testigos de la muerte, la sepultura y la tumba vacía de Jesús[96].
Hay quienes identifican a Cleofas como hermano de José, el padrastro de Jesús, concluyen que esta María de Cleofas era la cuñada de María la madre de Jesús. Si los nombres Cleofas y Alfeo se refieren a un mismo individuo, esta María también sería madre de Jacobo el discípulo[97], de Leví[98] y de José[99].
Según Marcos 15.40 y 16.1, dos de las tres mujeres que presenciaron la crucifixión y fueron a la tumba la mañana de pascua se llamaban María, y la otra Salomé. Mateo 27.56 menciona dos Marías, y la madre de los hijos de Zebedeo, que probablemente debamos identificar con Salomé. Juan 19.25 hace referencia a dos mujeres llamadas María, además de la madre de Jesús y la “hermana de su madre”, que estaban cerca de la cruz. Si identificamos a la hermana de su madre como Salomé, Jacobo y Juan, los hijos de Zebedeo, serían entonces primos de Jesús. Sin embargo, es igualmente posible que Juan haya hecho una selección diferente de nombres entre las “otras muchas” mujeres que, de acuerdo con Marcos 15.41, estuvieron presentes en la crucifixión.
11) Jesús sepultado (Mateo 27.57-61; Marcos 15.42-47; Lucas 23.50-55).
Era casi de noche, el atardecer, entre las tres y las seis de la tarde. A las seis comenzaba el Sábado Santísimo[100]. Los que habían seguido a Cristo abiertamente ahora estaban desparramados y escondidos, pero José de Arimatea[101], que había sido discípulo secretamente, ahora manifiesta públicamente su deseo de honrar a Jesús.
José era hombre de gran carácter: Era miembro noble del Sanedrín[102]; no había consentido en la decisión ni en los hechos del Sanedrín concernientes a Jesús[103]; era hombre generoso, usando sus riquezas[104] para la gloria de Dios; era hombre diligente, pues tuvo que arreglar y terminar la sepultura de Jesús dentro de apenas tres horas[105]; era hombre de valor, entrando osadamente a Pilato a pedir el cuerpo de Jesús para sepultarlo, y nos llama la atención que los judíos hipócratas no entraron al pretorio por no contaminarse ritualmente, pero José “entró a Pilato”.
José fue a Pilato a pedir el cuerpo de Jesús. Los romanos dejaban los cuerpos de los crucificados hasta que se pudrieran y que las aves de rapiña se los comieran, pero los judíos creían en sepultar los cuerpos aun de los que habían colgado en el madero. La llegada y la petición de José avisaron a Pilato de la muerte de Jesús, y le causó asombro que hubiera sido tan pronta. Por eso pidió verificación al centurión. El centurión sabía que Jesús ya estaba muerto[106]. Lo confirmó a Pilato, y luego Pilato concedió que José llevara el cuerpo de Jesús a la sepultura[107]. ¿Por qué tanto énfasis sobre la muerte de Jesús? Si Jesús no estuvo muerto, no resucitó y si no resucitó estamos en los pecados todavía[108]. Pero si no murió, desde luego, no resucitó.
José tenía apenas tres horas, entre las tres y las seis de la tarde; o sea, entre la muerte de Jesús y la puesta del sol. Tuvo que actuar con toda prisa y urgencia. José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana, del griego, sindon, un lienzo de lino fino, una tela costosa y con la ayuda de Nicodemo lo puso en su sepulcro nuevo cerca del sitio de la crucifixión. Nicodemo llevó unos 50 kilogramos de un compuesto de mirra y de áloes. De esa manera no habría problema alguno en cuanto a la identidad de quien resucitara. Había sepulcros familiares, pero Jesús fue sepultado en un sepulcro nuevo y solo Él estaba sepultado allí. Estos son detalles significativos. En su providencia divina, Dios dirigía todo aspecto y todo paso de este asunto, para manifestar de la manera más clara y precisa que en realidad Jesús murió por nuestros pecados, que la misma persona que fue crucificada fue sepultada, y que la misma persona que murió en la cruz y fue sepultada en el sepulcro de José de Arimatea resucitó de entre los muertos al tercer día. La entrada al sepulcro fue tapada con una gran piedra para proteger el cadáver de depredadores. Más tarde fue sellada y protegida por una guardia[109].
El que José y Nicodemo se encargaran del cuerpo de Jesús era muy significativo. Los apóstoles no estaban encargados del cuerpo, sino judíos de alto rango. Seguramente estos no hubieran sepultado a un hombre vivo, desmayado.
Resumanos sobre la tumba para poder confirmar la resurrección de Jesús[110]. Cada detalle programado por Dios, muy importante para borrar toda duda:
a) Un sepulcro nuevo[111]. Jesús era el único sepultado allí. No era sepulcro familiar en el cual alguno se pudiera confundir con otro. No había duda alguna en cuanto a quién estaba sepultado en ese sepulcro.
b) Había sido labrado en la peña[112]. No era cueva[113], en la cual varios podrían sepultarse. En algunas cuevas hay túneles por lo que hubiera sido posible remover el cuerpo secretamente. No podía haber tal duda en cuanto a esta tumba nueva labrada en la peña. El mismo Jesús que murió en la cruz, este mismo Jesús fue sepultado en el sepulcro de José de Arimatea, y este mismo Jesús resucitó del sepulcro el tercer día.
c) Se hizo rodar una piedra a la entrada[114]. Una gigantesca rueda de piedra cubrió la entrada de la tumba[115].
d) Fue asegurada con una guardia[116] para que los discípulos no robaran el cuerpo[117]. Tal medida no tenía sentido, pero confirmó la resurrección.
e) La piedra fue sellada[118]. ¿Los apóstoles que huyeron[119] se atreverían a resistir a los soldados romanos, quebrar tal sello oficial y remover la rueda de piedra? ¿o hacerlo sin despertar a los soldados? Creer esto más difícil que creer la verdad. Emplearon todo medio posible para evitar que Jesús saliera o se quitara de la tumba. Esto dio tranquilidad a los judíos, pero al mismo tiempo confirmó la resurrección. Estos son detalles muy importantes que confirman que en realidad Jesús resucitó de los muertos. Estuvo muerto, sepultado en una tumba nueva cavada en una peña, una piedra fue rodada a la entrada, sellada oficialmente y el sepulcro vigilado por soldados romanos.
María Magdalena y María, madre de José, estuvieron observando la sepultura de Jesús, y de esta manera, sabiendo el sitio del sepulcro, están preparadas para ir al sepulcro el primer día de la semana para ungir el cuerpo de Jesús con especias aromáticas[120]. Después de salir los dos hombres, ellas se sientan delante del sepulcro[121]. Ellas muestran una devoción y un valor que de los apóstoles no se menciona nada.
[1] 1 Timoteo 3.16.
[2] Isaías 53.7.
[3] Obras completas de Tácito, Nueva York, 1942, Anales, Libro 15, párrafo 44.
[4] Sobre la embajada ante Cayo, XXXVIII, 299-305.
[5] Antigüedades Judías, libro XVIII, capítulo III, sección 1.
[6] Antigüedades Judías, libro XVIII, capítulo III, sección 2; La Guerra de los Judíos, libro II, capítulo IX, sección 4.
[7] Antigüedades Judías, libro XVIII, capítulo IV, secciones 1 y 2.
[8] Marcos 15.1.
[9] Lucas 11.39; Mateo 23.24.
[10] 2 Corintios 7.10.
[11] Génesis 4.13.
[12] Génesis 42.21.
[13] Gálatas 6.7-8; Números 32.23.
[14] 1 Juan 1.1.
[15] Lucas 15.15-16.
[16] Lucas 16.23.
[17] Hechos 1.25.
[18] Zacarías 11.12-13.
[19] 1 Pedro 1.18-19.
[20] Lucas 23.14.
[21] Hechos 25.16.
[22] Lucas 23.7.
[23] Lucas 9.7-9.
[24] Lucas 13.31.
[25] Mateo 7.6.
[26] Lucas 23.6-12.
[27] Lucas 23.13-16; Juan 18.39.
[28] Mateo 27.16.
[29] Lucas 23.19; Juan 18.40.
[30] Marcos 15.13-14.
[31] Lucas 23.15.
[32] Hechos 5.28.
[33] Hechos 2.38; 3.17.
[34] Mateo 27.26.
[35] Oseas 10.8; Revelación 6.16.
[36] Salmos 1.3; Jeremías 17.8.
[37] Ezequiel 20.47.
[38] Jeremías 5.14.
[39] Juan 19.20.
[40] Hebreos 13.12.
[41] Gáátas 3.13.
[42] Stauros, palo, estaca.
[43] Juan 20.25.
[44] Lucas 24.39.
[45] Lucas 24.39.
[46] 1 Corintios 1.21-23.
[47] Isaías 53.9.
[48] 2 Corintios 5.21; 1 Pedro 1.24.
[49] Mateo 27.37; Juan 19.19.
[50] Juan 19.12.
[51] Mateo 5.44.
[52] Hechos 7.59-60.
[53] Salmos 22.18.
[54] Juan 2.17.
[55] Mateo 4.3, 6.
[56] Juan 12.32.
[57] Juan 11.47-53.
[58] Lucas 18.13.
[59] Lucas 16.22.
[60] Juan 20.17.
[61] Filipenses 1.23.
[62] Judas 23.
[63] Cuando la luna está llena, se encuentra en posición contraria al sol.
[64] Éxodo 10.22; Isaías 60.2; Joel 2.10; Amós 8.9.
[65] Isaías 53.4-6, 10, 12; 1 Pedro 2.24; 2 Corintios 5.2; Gálatas 3.13.
[66] Romanos 6.23.
[67] Mateo 20.28.
[68] Romanos 3.26; 5.8-11; 8.32.
[69] Isaías 53.10; Oseas 4.8; Ezequiel 44.29.
[70] Hebreos 4.15; 1 Pedro 2.22.
[71] 1 Corintios 5.7.
[72] Éxodo 12.5; 1 Pedro 1.19.
[73] 1 Pedro 2.24.
[74] Juan 8.29.
[75] Lucas 23.46.
[76] Juan 19.28; Salmos 69.21.
[77] Lucas 23.47.
[78] Lucas 23.46.
[79] Juan 19.30.
[80] Santiago 2.26.
[81] Juan 10.17-18; Lucas 23.46; Juan 19.30.
[82] Marcos 15.25, 34.
[83] Marcos 15.44.
[84] Isaías 53.10.
[85] Mateo 20.28.
[86] 1 Pedro 2.24; Isaías 53.5.
[87] Juan 1.3.
[88] Levítico 16.
[89] Hebreos 9-10.
[90] Hebreos 10.9-10.
[91] Lucas 23.42.
[92] Juan 12.32.
[93] Juan 19.26-27.
[94] Juan 19.25-27.
[95] Mateo 27.56.
[96] Marcos 15.47; 16.1-7.
[97] Marcos 3.18.
[98] Marcos 2.14.
[99] Marcos 15.40.
[100] Juan 19.31.
[101] Al borde de los montes de Efraín se encuentra Rentis. Es la Ramataim Sofim, patria del profeta Samuel, en donde tenía su casa y murió (1 Samuel 1.1-19). Refugio de David perseguido por Saúl, fue separada de Samaría y unida a Judea por Demetrio en favor de Jonatás. Cambió su nombre en Arimatea y fue considerada la patria de José de Arimatea.
[102] Lucas 23.50.
[103] Lucas 23.51.
[104] Mateo 27.57.
[105] Deuteronomio 21.23.
[106] Juan 19.33.
[107] Juan 19.38; Mateo 27.58.
[108] 1 Corintios 15.17.
[109] Mateo 27.65-66.
[110] 1 Corintios 15.1-4, 12-19.
[111] Juan 19.41.
[112] Mateo 27.60.
[113] Génesis 50.13.
[114] Marcos 15.46.
[115] Marcos 16.3.
[116] Mateo 27.62-65.
[117] Mateo 27.64.
[118] Mateo 27.65.
[119] Marcos 14.50.
[120] Marcos 16.1.
[121] Mateo 27.61.