III. Dios el Padre: Normalmente en la cristiandad, se da de
cierta manera por sentado que el Dios que encontramos en el Antiguo Testamento
es el Padre, mientras que en el Nuevo Testamento actúan el Hijo y el Espíritu
Santo, pero esto es un concepto equivocado. Aunque si bien es cierto que en el Antiguo Testamento no encontramos a Jesús y pareciera que Adonay es el Único en actuar, la realidad, como vimos en los dos primeros apartados, la Deidad Trina estuvo presente en todo momento, así como lo hizo en el Nuevo Testamento y lo hace hoy.
Pero es en el Nuevo Testamento donde se define y revela la doctrina total de la Deidad Trina. Pero entonces, ¿quién es el Padre?
Es el Nuevo Testamento en donde vemos en forma más directa la diferenciación en las tres personas y es ahí en donde en doce ocasiones se utiliza la frase “Dios el Padre”:
Juan 6.27: "Trabajen, no por el alimento que perece, sino por el alimento que permanece para vida eterna, que el Hijo del hombre les dará; porque sobre este el Padre, sí, Dios, ha puesto su sello [de aprobación]”.
1 Corintios 8.6: "realmente para nosotros hay un solo Dios el Padre, procedente de quien son todas las cosas, y nosotros para él; y hay un solo Señor, Jesucristo, mediante quien son todas las cosas, y nosotros mediante él".
Gálatas 1.1, 3: "Pablo, apóstol, ni de parte de hombres ni mediante algún hombre, sino mediante Jesucristo y Dios el Padre, que lo levantó de entre los muertos; Que tengan bondad inmerecida y paz de parte de Dios nuestro Padre y de[l] Señor Jesucristo".
Efesios 6.23: "Que los hermanos tengan paz y amor con fe procedentes de Dios el Padre y del Señor Jesucristo".
Filipenses 2.11: "y reconozca abiertamente toda lengua que Jesucristo es Señor para la gloria de Dios el Padre".
1 Tesalonicenses 1.1: "Pablo y Silvano y Timoteo a la congregación de los tesalonicenses en unión con Dios el Padre y [el] Señor Jesucristo: Que tengan ustedes bondad inmerecida y paz".
1 Timoteo 1.2: "a Timoteo, un hijo genuino en la fe: Que haya bondad inmerecida, misericordia, paz, de parte de Dios [el] Padre y de Cristo Jesús nuestro Señor".
Tito 1.4: "a Tito, un hijo genuino según una fe de la que participamos en común: Que haya bondad inmerecida y paz de parte de Dios [el] Padre y de Cristo Jesús nuestro Salvador".
1 Pedro 1.2: "según la presciencia de Dios el Padre, con santificación por el espíritu, con el propósito de que sean obedientes y rociados con la sangre de Jesucristo: Que bondad inmerecida y paz sean aumentadas a ustedes".
2 Pedro 1.17: "Porque él recibió de Dios el Padre honra y gloria, cuando palabras como estas le fueron dirigidas por la magnífica gloria: “Este es mi hijo, mi amado, a quien yo mismo he aprobado”
2 Juan 3: "Con nosotros habrá bondad inmerecida, misericordia [y] paz de parte de Dios el Padre y de parte de Jesucristo el Hijo del Padre, con verdad y amor".
Judas 1: "Judas, esclavo de Jesucristo, pero hermano de Santiago, a los llamados que son amados en relación con Dios [el] Padre y conservados para Jesucristo"[1].
Es necesario que reflexionemos acerca de saber lo que el mismo Jesús dice en cuanto a la “soledad absoluta” a la cual los unitarios lo someten: “Y sin embargo, si juzgo, mi juicio es verídico, porque no estoy solo, sino que conmigo está el Padre que me envió. También, en la propia Ley de ustedes está escrito: ‘El testimonio de dos hombres es verdadero’. Yo soy quien doy testimonio acerca de mí mismo, y el Padre que me envió da testimonio acerca de mí””[2], y más adelante dice: “Y el que me ha enviado está conmigo; no me ha dejado solo, porque yo siempre hago las cosas que le agradan”[3].
En la revelación neotestamentaria, el Padre aparece eligiendo, amando y dando; el Hijo se revela sufriendo, redimiendo y sustentando; mientras que el Espíritu se manifiesta regenerando, impartiendo poder y santificando. La revelación del Nuevo Testamento se centraliza en revelar a Jesucristo, pero a la vez, presentando a Cristo como el Hijo de Dios, la verdad de Dios el Padre es de esta manera revelada. Dado el orden irreversible del Padre mandando y comisionando al Hijo, y el Hijo mandando y comisionando al Espíritu Santo, el Padre se designa correctamente en teología como la Primera Persona sin rebajar en ninguna manera la inefable Deidad de la Segunda o la Tercera Persona.
En la revelación concerniente a la paternidad de Dios pueden observarse cuatro aspectos diferentes:
A. Dios como el Padre de toda la creación.
Las tres Personas de la Deidad participaron en la creación y sostenimiento del universo físico y de las criaturas que existen en él, pero la Primera Persona, o sea Dios el Padre, en una manera especial es el Padre de toda la creación. En Efesios 3.14-15, Pablo escribe: “Por causa de esto doblo mis rodillas ante el Padre, a quien toda familia en el cielo y en la tierra debe su nombre”[4]. De esta manera, toda la familia de criaturas morales, incluyendo ángeles y hombres, son declaradas para constituir una familia de la cual Dios es el Padre. De una manera similar, en Hebreos 12.9 la Primera Persona es nombrada como “el Padre de los espíritus”[5], lo que parece otra vez incluir todos los seres morales tales como ángeles y hombres.
Según Santiago 1.17, la Primera Persona es el “Padre de las luces”[6], una expresión peculiar que parece indicar que Él es el originador de toda luz espiritual. En Job 38.7 los ángeles se describen como hijos de Dios[7]. A Adán se le refiere como de Dios por creación en Lucas 3.38, por extensión, un hijo de Dios. Malaquías 2.10 hace la pregunta: “¿No es un solo Padre el que todos nosotros tenemos? ¿No es un solo Dios el que nos ha creado?”[8].
Pablo, dirigiéndose a los atenienses en la colina de Marte, lo incluyó en este argumento: “Visto, pues, que somos linaje de Dios,…”[9]. En 1 Corintios 8.6 se hace la declaración: “realmente para nosotros hay un solo Dios el Padre, procedente de quien son todas las cosas, y nosotros para él; y hay un solo Señor, Jesucristo, mediante quien son todas las cosas, y nosotros mediante él”[10].
En base de estos textos, hay suficiente para concluir que la Primera Persona de la Trinidad, como el Creador, es el Padre de toda la creación, y que todas las criaturas que tienen vida física deben su origen a Él. Solamente en este sentido es correcto referirse a la paternidad universal de Dios. Todas las criaturas participan en este sentido en la hermandad universal de la creación. Esto no justifica, sin embargo, el mal uso de esta doctrina por los teólogos liberales para enseñar la salvación universal, o que cada hombre tiene a Dios como su Padre en un sentido espiritual.
B. Dios el Padre por relación íntima.
El concepto y relación del padre y el hijo se usan en el Antiguo Testamento en muchas instancias para relacionar a Dios con Israel. De acuerdo a Éxodo 4.22, Moisés instruyó al Faraón: “Esto es lo que ha dicho Jehová: “Israel es mi hijo, mi primogénito””[11]. Esto era más que ser meramente su Creador y era menos que decir que ellos eran regenerados, pues no todo Israel tenía vida espiritual. Afirma una relación especial de cuidado divino y solicitud para con Israel similar a la de un padre hacia un hijo.
Prediciendo el favor especial sobre la casa de David, Dios reveló a David que su relación hacia Salomón sería como de un padre hacia un hijo. El dijo a David: “Yo mismo llegaré a ser su padre, y él mismo llegará a ser mi hijo”[12]. En general, Dios declara que su cuidado como un Padre será sobre todos quienes confían en Él como su Dios. De acuerdo al Salmo 103.13, la declaración se hace: “Como un padre muestra misericordia a sus hijos, Jehová ha mostrado misericordia a los que le temen”[13].
C. Dios como el Padre de nuestro Señor Jesucristo.
La revelación más importante y extensa con respecto a la paternidad de Dios se relaciona con la vinculación de la Primera Persona al Hijo. La Primera Persona se describe como “…el Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo…”[14]. La revelación teológica más comprensiva del Nuevo Testamento es que Dios el Padre, la Primera Persona, es el Padre del Señor Jesucristo, la Segunda Persona.
El hecho de que Jesucristo en el Nuevo Testamento se refiere frecuentemente como el Hijo de Dios, y que los atributos y obras de Dios le son constantemente asignados, constituye de una vez la prueba de la deidad de Jesucristo y la doctrina de la Deidad Trina como un todo, con Cristo como la Segunda Persona en relación a la Primera Persona, como un hijo está relacionado a un padre.
Desde el siglo I la teología ha lidiado con una definición precisa de cómo Dios es el Padre de la Segunda Persona. Obviamente los términos “padre” e “hijo” son usados de parte de Dios para describir la íntima relación de la Primera y Segunda Persona, sin cumplir necesariamente todos los aspectos que serían verdaderos en una relación humana de padre e hijo. Esto es especialmente evidente en el hecho de que ambos, el Padre y el Hijo, son eternos. El error de Arrio en el siglo IV y de sus seguidores en el siglo XXI, que el Hijo fue el primero de todos los seres creados, fue denunciado por la Iglesia temprana como una herejía, en vista del hecho de que la Segunda Persona es tan eterna como la Primera Persona.
Algunos teólogos, mientras que afirmaban la preexistencia de la Segunda Persona, han intentado empezar el papel de la Segunda Persona como un Hijo en algún tiempo en la creación, en la Encarnación, o en algún punto subsiguiente de especial reconocimiento hacia la Segunda Persona, como su bautismo, su muerte, su resurrección o su ascensión. Todos estos puntos de vista, sin embargo, son falsos, ya que la Escritura parece indicar que la Segunda Persona ha sido un Hijo en relación a la Primera Persona desde toda la eternidad.
La relación de Padre e Hijo, por lo tanto, se refiere a la Deidad y Unidad de Dios desde toda la eternidad, en contraste a la Encarnación, en la cual el Padre estaba relacionado a la humanidad de Cristo, la cual empezó en un tiempo.
Usando los términos “Padre” e “Hijo” para describir la Primera y Segunda Personas, los términos son elevados a su más alto nivel, indicando unidad de vida, unidad de carácter y atributos, y aun una relación en la cual el Padre pudiera dar y enviar al Hijo, aun cuando esto se relaciona esencialmente con la obediencia del Hijo muriendo en la cruz. La obediencia de Cristo está basada sobre su calidad de Hijo, no en ninguna desigualdad con Dios el Padre en la unidad de la Deidad Trina.
Mientras que la relación entre la Primera y la Segunda Personas de la Deidad es en realidad como la de un padre con su hijo y la de un hijo con su padre[15], el hecho en sí de esta relación ilustra una verdad vital que para hacerse accesible a nosotros se acomoda a expresarse en la forma de pensamiento que corresponde a una mente finita.
Aunque brevemente mencionada en el Antiguo Testamento[16], es una de las enseñanzas más amplias del Nuevo Testamento, como puede verse en los puntos que señalamos a continuación:
1. Se declara que el Hijo de Dios ha sido engendrado por el Padre[17].
2. El Padre reconoce como su Hijo al Señor Jesucristo[18].
3. El Señor Jesucristo reconoce a la Primera Persona de la Trinidad como su Padre[19].
4. Los hombres reconocen que Dios el Padre es el Padre del Señor Jesucristo[20].
5. El Hijo manifiesta su reconocimiento del Padre sometiéndose a Él[21].
6. Aun los demonios reconocen la relación que existe entre el Padre y el Hijo[22].
D. Dios como el Padre de todos los que creen en Jesucristo como Salvador y Señor.
En contraste al concepto de Dios el Padre como el Creador, el cual se extiende a todas las criaturas, está la verdad de que Dios es el Padre, en una manera especial, de aquellos que creen en Cristo y han recibido la vida eterna.
El hecho de que Dios es el Padre de toda la creación no asegura la salvación de todos los hombres ni tampoco les da a todos vida eterna. La Escritura declara que hay salvación solo para aquellos que han recibido a Cristo por la fe como su Salvador y que viven de acuerdo a sus enseñanzas y ejemplo. La afirmación de que Dios el Padre es el Padre de toda la Humanidad, y que hay, por lo tanto, una hermandad universal entre los hombres, no significa que todos son salvos e irán al cielo. La Escritura enseña, en lugar de lo anterior, que solo aquellos quienes creen en Cristo para salvación son hijos de Dios en un sentido espiritual. Esto no es en el terreno de su nacimiento natural dentro de la raza humana, ni en el terreno en el cual Dios es su Creador, sino más bien está basado sobre su nacimiento segundo, o espiritual, nacimiento dentro de la familia de Dios[23].
Por medio de la obra de regeneración que efectúa el Espíritu Santo, el creyente es hecho un hijo legítimo de Dios. Y siendo Dios su Padre en verdad, el redimido es impulsado por el Espíritu a exclamar: “Abba, Padre”. Por haber nacido de Dios, es ya un participante de la naturaleza divina y, sobre la base de ese nacimiento, ha llegado a ser un heredero de Dios y coheredero con Cristo[24]. El acto de impartir la naturaleza divina es una operación tan profunda efectuada en el creyente; que nunca se dice que la naturaleza así impartida pueda removerse por alguna causa.
Debe siempre recalcarse que ningún ser humano puede por su propia fuerza convertirse en un hijo de Dios. Esta es una transformación que solo Dios es capaz de hacer, y Él la efectúa únicamente a base de la sola condición que Él mismo ha establecido, es decir, que Cristo sea creído y recibido en su carácter de único y suficiente Salvador[25].
La paternidad de Dios es una doctrina importante del Nuevo Testamento[26]. La seguridad del amor y el cuidado de nuestro Padre Celestial son un gran consuelo para los cristianos y un estímulo a la fe y la oración.
[1] Todas estas citas son tomadas de la Versión Nuevo Mundo de la Waychtower Track de los Testigos de Jehová.
[2] Juan 8.16-18. Ibid
[3] Juan 8.29. Ibid
[4] Efesios 3.14-15. Ibid
[5] RV60
[6] VNM
[7] Job 1.6; 2.1.
[8] Ibid
[9] Hechos 17.29. Ibid
[10] Ibid
[11] Ibid
[12] 2 Samuel 7.14. Ibid
[13] Ibid
[14] Efesios 1.3. Ibid
[15] 2 Corintios 1.3; Gálatas 4.4; Hebreos 1.2.
[16] Salmos 2.7; Isaías 7.14; 9.6-7.
[17] Salmos 2.7; Juan 1.14, 18; 3.16, 18; 1 Juan 4.9.
[18] Mateo 3.17; 17.5; Lucas 9.35.
[19] Mateo 11.27; 26.63-64; Lucas 22.29; Juan 8.16-29, 33-44; 17.1.
[20] Mateo 16.16; Marcos 15.39; Juan 1.34, 49; Hechos 3.13.
[21] Juan 8.29, 49.
[22] Mateo 8.29.
[23] Juan 1.12; Gálatas 3.26; Efesios 2.19; 3.15; 5.1.
[24] Juan 1.12-13; 3.3-6, Romanos 8.16-17; Tito 3.4-7; 1 Pedro 1.4.
[25] Juan 1.12.
[26] Juan 20.17; 1 Corintios 15.24; Efesios 1.3; 2.18; 4.6; Colosenses 1.12-13; 1 Pedro 1.3; 1 Juan 1.3; 2.1, 22; 3.1.
Pero es en el Nuevo Testamento donde se define y revela la doctrina total de la Deidad Trina. Pero entonces, ¿quién es el Padre?
Es el Nuevo Testamento en donde vemos en forma más directa la diferenciación en las tres personas y es ahí en donde en doce ocasiones se utiliza la frase “Dios el Padre”:
Juan 6.27: "Trabajen, no por el alimento que perece, sino por el alimento que permanece para vida eterna, que el Hijo del hombre les dará; porque sobre este el Padre, sí, Dios, ha puesto su sello [de aprobación]”.
1 Corintios 8.6: "realmente para nosotros hay un solo Dios el Padre, procedente de quien son todas las cosas, y nosotros para él; y hay un solo Señor, Jesucristo, mediante quien son todas las cosas, y nosotros mediante él".
Gálatas 1.1, 3: "Pablo, apóstol, ni de parte de hombres ni mediante algún hombre, sino mediante Jesucristo y Dios el Padre, que lo levantó de entre los muertos; Que tengan bondad inmerecida y paz de parte de Dios nuestro Padre y de[l] Señor Jesucristo".
Efesios 6.23: "Que los hermanos tengan paz y amor con fe procedentes de Dios el Padre y del Señor Jesucristo".
Filipenses 2.11: "y reconozca abiertamente toda lengua que Jesucristo es Señor para la gloria de Dios el Padre".
1 Tesalonicenses 1.1: "Pablo y Silvano y Timoteo a la congregación de los tesalonicenses en unión con Dios el Padre y [el] Señor Jesucristo: Que tengan ustedes bondad inmerecida y paz".
1 Timoteo 1.2: "a Timoteo, un hijo genuino en la fe: Que haya bondad inmerecida, misericordia, paz, de parte de Dios [el] Padre y de Cristo Jesús nuestro Señor".
Tito 1.4: "a Tito, un hijo genuino según una fe de la que participamos en común: Que haya bondad inmerecida y paz de parte de Dios [el] Padre y de Cristo Jesús nuestro Salvador".
1 Pedro 1.2: "según la presciencia de Dios el Padre, con santificación por el espíritu, con el propósito de que sean obedientes y rociados con la sangre de Jesucristo: Que bondad inmerecida y paz sean aumentadas a ustedes".
2 Pedro 1.17: "Porque él recibió de Dios el Padre honra y gloria, cuando palabras como estas le fueron dirigidas por la magnífica gloria: “Este es mi hijo, mi amado, a quien yo mismo he aprobado”
2 Juan 3: "Con nosotros habrá bondad inmerecida, misericordia [y] paz de parte de Dios el Padre y de parte de Jesucristo el Hijo del Padre, con verdad y amor".
Judas 1: "Judas, esclavo de Jesucristo, pero hermano de Santiago, a los llamados que son amados en relación con Dios [el] Padre y conservados para Jesucristo"[1].
Es necesario que reflexionemos acerca de saber lo que el mismo Jesús dice en cuanto a la “soledad absoluta” a la cual los unitarios lo someten: “Y sin embargo, si juzgo, mi juicio es verídico, porque no estoy solo, sino que conmigo está el Padre que me envió. También, en la propia Ley de ustedes está escrito: ‘El testimonio de dos hombres es verdadero’. Yo soy quien doy testimonio acerca de mí mismo, y el Padre que me envió da testimonio acerca de mí””[2], y más adelante dice: “Y el que me ha enviado está conmigo; no me ha dejado solo, porque yo siempre hago las cosas que le agradan”[3].
En la revelación neotestamentaria, el Padre aparece eligiendo, amando y dando; el Hijo se revela sufriendo, redimiendo y sustentando; mientras que el Espíritu se manifiesta regenerando, impartiendo poder y santificando. La revelación del Nuevo Testamento se centraliza en revelar a Jesucristo, pero a la vez, presentando a Cristo como el Hijo de Dios, la verdad de Dios el Padre es de esta manera revelada. Dado el orden irreversible del Padre mandando y comisionando al Hijo, y el Hijo mandando y comisionando al Espíritu Santo, el Padre se designa correctamente en teología como la Primera Persona sin rebajar en ninguna manera la inefable Deidad de la Segunda o la Tercera Persona.
En la revelación concerniente a la paternidad de Dios pueden observarse cuatro aspectos diferentes:
A. Dios como el Padre de toda la creación.
Las tres Personas de la Deidad participaron en la creación y sostenimiento del universo físico y de las criaturas que existen en él, pero la Primera Persona, o sea Dios el Padre, en una manera especial es el Padre de toda la creación. En Efesios 3.14-15, Pablo escribe: “Por causa de esto doblo mis rodillas ante el Padre, a quien toda familia en el cielo y en la tierra debe su nombre”[4]. De esta manera, toda la familia de criaturas morales, incluyendo ángeles y hombres, son declaradas para constituir una familia de la cual Dios es el Padre. De una manera similar, en Hebreos 12.9 la Primera Persona es nombrada como “el Padre de los espíritus”[5], lo que parece otra vez incluir todos los seres morales tales como ángeles y hombres.
Según Santiago 1.17, la Primera Persona es el “Padre de las luces”[6], una expresión peculiar que parece indicar que Él es el originador de toda luz espiritual. En Job 38.7 los ángeles se describen como hijos de Dios[7]. A Adán se le refiere como de Dios por creación en Lucas 3.38, por extensión, un hijo de Dios. Malaquías 2.10 hace la pregunta: “¿No es un solo Padre el que todos nosotros tenemos? ¿No es un solo Dios el que nos ha creado?”[8].
Pablo, dirigiéndose a los atenienses en la colina de Marte, lo incluyó en este argumento: “Visto, pues, que somos linaje de Dios,…”[9]. En 1 Corintios 8.6 se hace la declaración: “realmente para nosotros hay un solo Dios el Padre, procedente de quien son todas las cosas, y nosotros para él; y hay un solo Señor, Jesucristo, mediante quien son todas las cosas, y nosotros mediante él”[10].
En base de estos textos, hay suficiente para concluir que la Primera Persona de la Trinidad, como el Creador, es el Padre de toda la creación, y que todas las criaturas que tienen vida física deben su origen a Él. Solamente en este sentido es correcto referirse a la paternidad universal de Dios. Todas las criaturas participan en este sentido en la hermandad universal de la creación. Esto no justifica, sin embargo, el mal uso de esta doctrina por los teólogos liberales para enseñar la salvación universal, o que cada hombre tiene a Dios como su Padre en un sentido espiritual.
B. Dios el Padre por relación íntima.
El concepto y relación del padre y el hijo se usan en el Antiguo Testamento en muchas instancias para relacionar a Dios con Israel. De acuerdo a Éxodo 4.22, Moisés instruyó al Faraón: “Esto es lo que ha dicho Jehová: “Israel es mi hijo, mi primogénito””[11]. Esto era más que ser meramente su Creador y era menos que decir que ellos eran regenerados, pues no todo Israel tenía vida espiritual. Afirma una relación especial de cuidado divino y solicitud para con Israel similar a la de un padre hacia un hijo.
Prediciendo el favor especial sobre la casa de David, Dios reveló a David que su relación hacia Salomón sería como de un padre hacia un hijo. El dijo a David: “Yo mismo llegaré a ser su padre, y él mismo llegará a ser mi hijo”[12]. En general, Dios declara que su cuidado como un Padre será sobre todos quienes confían en Él como su Dios. De acuerdo al Salmo 103.13, la declaración se hace: “Como un padre muestra misericordia a sus hijos, Jehová ha mostrado misericordia a los que le temen”[13].
C. Dios como el Padre de nuestro Señor Jesucristo.
La revelación más importante y extensa con respecto a la paternidad de Dios se relaciona con la vinculación de la Primera Persona al Hijo. La Primera Persona se describe como “…el Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo…”[14]. La revelación teológica más comprensiva del Nuevo Testamento es que Dios el Padre, la Primera Persona, es el Padre del Señor Jesucristo, la Segunda Persona.
El hecho de que Jesucristo en el Nuevo Testamento se refiere frecuentemente como el Hijo de Dios, y que los atributos y obras de Dios le son constantemente asignados, constituye de una vez la prueba de la deidad de Jesucristo y la doctrina de la Deidad Trina como un todo, con Cristo como la Segunda Persona en relación a la Primera Persona, como un hijo está relacionado a un padre.
Desde el siglo I la teología ha lidiado con una definición precisa de cómo Dios es el Padre de la Segunda Persona. Obviamente los términos “padre” e “hijo” son usados de parte de Dios para describir la íntima relación de la Primera y Segunda Persona, sin cumplir necesariamente todos los aspectos que serían verdaderos en una relación humana de padre e hijo. Esto es especialmente evidente en el hecho de que ambos, el Padre y el Hijo, son eternos. El error de Arrio en el siglo IV y de sus seguidores en el siglo XXI, que el Hijo fue el primero de todos los seres creados, fue denunciado por la Iglesia temprana como una herejía, en vista del hecho de que la Segunda Persona es tan eterna como la Primera Persona.
Algunos teólogos, mientras que afirmaban la preexistencia de la Segunda Persona, han intentado empezar el papel de la Segunda Persona como un Hijo en algún tiempo en la creación, en la Encarnación, o en algún punto subsiguiente de especial reconocimiento hacia la Segunda Persona, como su bautismo, su muerte, su resurrección o su ascensión. Todos estos puntos de vista, sin embargo, son falsos, ya que la Escritura parece indicar que la Segunda Persona ha sido un Hijo en relación a la Primera Persona desde toda la eternidad.
La relación de Padre e Hijo, por lo tanto, se refiere a la Deidad y Unidad de Dios desde toda la eternidad, en contraste a la Encarnación, en la cual el Padre estaba relacionado a la humanidad de Cristo, la cual empezó en un tiempo.
Usando los términos “Padre” e “Hijo” para describir la Primera y Segunda Personas, los términos son elevados a su más alto nivel, indicando unidad de vida, unidad de carácter y atributos, y aun una relación en la cual el Padre pudiera dar y enviar al Hijo, aun cuando esto se relaciona esencialmente con la obediencia del Hijo muriendo en la cruz. La obediencia de Cristo está basada sobre su calidad de Hijo, no en ninguna desigualdad con Dios el Padre en la unidad de la Deidad Trina.
Mientras que la relación entre la Primera y la Segunda Personas de la Deidad es en realidad como la de un padre con su hijo y la de un hijo con su padre[15], el hecho en sí de esta relación ilustra una verdad vital que para hacerse accesible a nosotros se acomoda a expresarse en la forma de pensamiento que corresponde a una mente finita.
Aunque brevemente mencionada en el Antiguo Testamento[16], es una de las enseñanzas más amplias del Nuevo Testamento, como puede verse en los puntos que señalamos a continuación:
1. Se declara que el Hijo de Dios ha sido engendrado por el Padre[17].
2. El Padre reconoce como su Hijo al Señor Jesucristo[18].
3. El Señor Jesucristo reconoce a la Primera Persona de la Trinidad como su Padre[19].
4. Los hombres reconocen que Dios el Padre es el Padre del Señor Jesucristo[20].
5. El Hijo manifiesta su reconocimiento del Padre sometiéndose a Él[21].
6. Aun los demonios reconocen la relación que existe entre el Padre y el Hijo[22].
D. Dios como el Padre de todos los que creen en Jesucristo como Salvador y Señor.
En contraste al concepto de Dios el Padre como el Creador, el cual se extiende a todas las criaturas, está la verdad de que Dios es el Padre, en una manera especial, de aquellos que creen en Cristo y han recibido la vida eterna.
El hecho de que Dios es el Padre de toda la creación no asegura la salvación de todos los hombres ni tampoco les da a todos vida eterna. La Escritura declara que hay salvación solo para aquellos que han recibido a Cristo por la fe como su Salvador y que viven de acuerdo a sus enseñanzas y ejemplo. La afirmación de que Dios el Padre es el Padre de toda la Humanidad, y que hay, por lo tanto, una hermandad universal entre los hombres, no significa que todos son salvos e irán al cielo. La Escritura enseña, en lugar de lo anterior, que solo aquellos quienes creen en Cristo para salvación son hijos de Dios en un sentido espiritual. Esto no es en el terreno de su nacimiento natural dentro de la raza humana, ni en el terreno en el cual Dios es su Creador, sino más bien está basado sobre su nacimiento segundo, o espiritual, nacimiento dentro de la familia de Dios[23].
Por medio de la obra de regeneración que efectúa el Espíritu Santo, el creyente es hecho un hijo legítimo de Dios. Y siendo Dios su Padre en verdad, el redimido es impulsado por el Espíritu a exclamar: “Abba, Padre”. Por haber nacido de Dios, es ya un participante de la naturaleza divina y, sobre la base de ese nacimiento, ha llegado a ser un heredero de Dios y coheredero con Cristo[24]. El acto de impartir la naturaleza divina es una operación tan profunda efectuada en el creyente; que nunca se dice que la naturaleza así impartida pueda removerse por alguna causa.
Debe siempre recalcarse que ningún ser humano puede por su propia fuerza convertirse en un hijo de Dios. Esta es una transformación que solo Dios es capaz de hacer, y Él la efectúa únicamente a base de la sola condición que Él mismo ha establecido, es decir, que Cristo sea creído y recibido en su carácter de único y suficiente Salvador[25].
La paternidad de Dios es una doctrina importante del Nuevo Testamento[26]. La seguridad del amor y el cuidado de nuestro Padre Celestial son un gran consuelo para los cristianos y un estímulo a la fe y la oración.
[1] Todas estas citas son tomadas de la Versión Nuevo Mundo de la Waychtower Track de los Testigos de Jehová.
[2] Juan 8.16-18. Ibid
[3] Juan 8.29. Ibid
[4] Efesios 3.14-15. Ibid
[5] RV60
[6] VNM
[7] Job 1.6; 2.1.
[8] Ibid
[9] Hechos 17.29. Ibid
[10] Ibid
[11] Ibid
[12] 2 Samuel 7.14. Ibid
[13] Ibid
[14] Efesios 1.3. Ibid
[15] 2 Corintios 1.3; Gálatas 4.4; Hebreos 1.2.
[16] Salmos 2.7; Isaías 7.14; 9.6-7.
[17] Salmos 2.7; Juan 1.14, 18; 3.16, 18; 1 Juan 4.9.
[18] Mateo 3.17; 17.5; Lucas 9.35.
[19] Mateo 11.27; 26.63-64; Lucas 22.29; Juan 8.16-29, 33-44; 17.1.
[20] Mateo 16.16; Marcos 15.39; Juan 1.34, 49; Hechos 3.13.
[21] Juan 8.29, 49.
[22] Mateo 8.29.
[23] Juan 1.12; Gálatas 3.26; Efesios 2.19; 3.15; 5.1.
[24] Juan 1.12-13; 3.3-6, Romanos 8.16-17; Tito 3.4-7; 1 Pedro 1.4.
[25] Juan 1.12.
[26] Juan 20.17; 1 Corintios 15.24; Efesios 1.3; 2.18; 4.6; Colosenses 1.12-13; 1 Pedro 1.3; 1 Juan 1.3; 2.1, 22; 3.1.