IX. La
Teología de Juan.
El Apóstol Juan da una enseñanza más clara acerca del Espíritu Santo que cualquier otro escritor de Evangelio[1]. El libro se llena con la Deidad. La Deidad de Cristo se encuentra en cada capítulo. “La Palabra llega a ser carne”. Los títulos que uso Juan para representar la deidad de Cristo: Son “la Palabra Dios”[2], “el Cordero de Dios”[3], “el Mesías”[4], “el Hijo de Dios”[5], “el Rey de Israel”[6], el “Salvador del mundo”[7], “Señor y…Dios”[8], “Soy”[9]. La cosa asombrosa es que Satanás y los demonios no tienen casi ningún lugar en este Evangelio[10]. Juan no registra a ningún demonio para ser arrojado. Él trata los temas tal como los logos, el amor, la vida, la luz, la verdad, permaneciendo en Cristo, el Espíritu, el mundo, el Cordero, el vino, el Templo, la deidad así como la humanidad de Jesús, etc. Él traza un desarrollo paralelo de la fe y la incredulidad. Uno de los temas que unifican en el Evangelio son el crecimiento de la fe y el desarrollo de la incredulidad.
X. Gnosticismo.
A finales del siglo I de la Era Cristiana, Juan vio necesario escudar la fe de los nuevos creyentes en la divinidad de Cristo combatiendo la corriente filosófica del gnosticismo. Aunque un gnosticismo completamente desarrollado no llegó sino hasta a mediados del siglo II, las enseñanzas iniciales de la secta comenzaran apenas a realizarse en la Iglesia a finales del siglo I. La oposición de Juan a las enseñanzas de Cerinthus y el docetismo es bien clara. Cerinthus decía que “Jesús era un hombre meramente sobre quien el Espíritu Santo descendió por una temporada y entonces lo dejó”. Ellos afirmaban que Cristo no existió antes que naciera de María y no fue engendrado de Dios.
Algunos cristianos de la época adoptaron la creencia gnóstica de que Dios no pudo haberse encarnado en el cuerpo de un simple ser humano. Mediante su biografía de Jesús, el apóstol se propone despejar confusiones presentándolo como el Hijo de Dios hecho carne.
Con lenguaje sencillo, pero profundo, Juan nos pinta un retrato de Jesucristo notablemente distinto en su estilo al de Mateo, Marcos y Lucas; por eso, en lugar de centrar su atención en algunos acontecimientos específicos, despliega el significado profundo de lo que Jesús había dicho o hecho.
Juan se limitó a escoger determinadas escenas que no abarcan en total más de 20 días de la vida de Cristo y las incorporó de manera que presentaran un Mesías que sabía de dónde venía y a dónde iba. Jesús no es simplemente un hombre que apareció en la tierra, sino el Hijo de Dios, enviado para llevar a cabo la obra del Padre.
Según Juan, Cristo participó en el acto original de la creación, pero a su debido tiempo fue enviado a la tierra como el Verbo, la Palabra Divina, que resume todo lo que Dios deseaba decir. Dios se expresó de la única forma en que nosotros podríamos entenderlo: Convirtiéndose en uno de nosotros.
XI. El Retrato de Jesús.
Juan tenía probado que Jesús de Nazaret es el Hijo de Dios. Cada retrato de Jesús en los cuatro Evangelios agrega un toque personal. Cuando nosotros traemos las imágenes juntas revelan a la misma persona, a Jesucristo el Dios-Hombre. Juan, al igual que hace cada uno de los escritores del Evangelio, escoge los acontecimientos y las enseñanzas de la vida de Cristo para cumplir su propósito para escribir. Cada Evangelio tiene hasta cierto punto los colores del autor en la cobertura de la vida y las enseñanzas de Jesús. Pero cada Evangelio preserva un retrato exacto y vívido de Cristo. Necesitamos los cuatro retratos inclusive que de Evangelio de Juan para una vista entera de Cristo. En su propia manera personal el Apóstol Juan suplementa las narrativas de los Evangelios Sinópticos con recuerdos personales. Juan agrega un ministerio considerable de Jerusalén que es demandado realmente por alusiones en los Sinópticos. Noventa por ciento de la materia en el cuarto Evangelio es extraordinario, teniendo ninguna contraparte en los otros. Este Evangelio contiene una armazón de la historia. Sin Juan nosotros no sabríamos la longitud del ministerio de Jesús.
El Evangelio de Juan gira en torno a un tema fundamental: Jesús es el Enviado de Dios, su Palabra por excelencia, que vino a este mundo para hacernos conocer al Padre. Él no habla por sí mismo, sino que “da testimonio” de la Verdad que escuchó del Padre[11], y toda su vida es una revelación de la “gloria” que recibió de su mismo Padre antes de la creación del mundo[12].
Con más insistencia que los otros evangelistas, Juan acentúa la oposición entre Jesús, la “Luz”, el “Camino”, la “Verdad” y la “Vida”, y los que se niegan a creer en él, designados habitualmente con el nombre genérico de “los judíos”. Jesús no vino a “juzgar” al mundo, sino a salvarlo. Pero, por el simple hecho de manifestarse a los hombres, Él los pone ante una alternativa: La de permanecer en sus propias “tinieblas” o creer en la “luz”. El que no cree en Jesús ya está condenado, mientras que el que cree en Él, ya ha pasado de la muerte a la Vida y tiene Vida eterna.
A diferencia de los Evangelios sinópticos, que mencionan una sola “subida” de Jesús a Jerusalén, este Evangelio habla de tres Pascuas celebradas en la ciudad santa. Más aún, casi toda la actividad pública del Señor, se desarrolla dentro del marco litúrgico de alguna festividad judía. En lugar de las parábolas del Reino utilizadas a manera de comparaciones, tan características de los otros Evangelios, Juan se vale de breves y expresivas alegorías, como por ejemplo, la de la vid y los sarmientos y la del buen Pastor.
El autor de este Evangelio vuelve constantemente sobre los mismos temas, desarrollándolos y profundizándolos una y otra vez. En cada uno de esos temas está contenido todo el misterio de Cristo. Pero más que los hechos de su vida, lo que le interesa y quiere poner de relieve es el significado que ellos encierran y que solo la fe puede descubrir. Desde esa perspectiva, Juan interpreta las obras y amplía los discursos de Jesús, como fruto de una larga y profunda contemplación. Su objetivo fundamental es conducirnos a la Vida eterna, que consiste en conocer al único Dios verdadero y a su “Enviado, Jesucristo”[13]. Con razón se ha llamado al Evangelio de Juan el “Evangelio espiritual”.
XI. Pruebas de la veracidad de Juan.
A. En el Evangelio de Juan, Jesús sana a un hombre en el Estanque de Betesda. Juan describe que el estanque tenía cinco pórticos. Hasta hace poco, este lugar era un punto de escepticismo por parte de los expertos. Entonces, a poco más de doce metros debajo de la tierra, los arqueólogos descubrieron un estanque con cinco pórticos, y un área alrededor que coincide perfectamente con la descripción de Juan.
B. Más adelante en el texto, Juan describe el Estanque de Siloé, otro lugar de contención por cientos de años. Bien, arqueólogos descubrieron este estanque en 1897.
C. Juan describe a Poncio Pilato hablando con Jesús, desde su silla de juicio, en un lugar llamado “el Pavimento”[14]. Por cientos de años, expertos han usado este “mito” para rechazar el relato de Juan acerca de Jesús y el juicio de Pilato, porque no existía ningún registro histórico de una corte llamada Gabbatha en Jerusalén. Sin embargo, el famoso arqueólogo William Albright reveló que ese lugar fue, de hecho, la corte de la Torre de Antonia, la cual fue destruida por los romanos entre el 66 y 70 d.C. Permaneció enterrada cuando Jerusalén fue reconstruida en los tiempos de Adriano, pero fue recientemente descubierta durante excavaciones allí.
D. En 1961, arqueólogos descubrieron un fragmento de una placa en Cesarea, una ciudad romana a lo largo de la costa mediterránea de Israel. La placa fue escrita en latín e incrustada en una sección de escalones que conducen al Anfiteatro de Cesarea. La inscripción incluye lo siguiente: “Poncio Pilato, Prefecto de Judea ha dedicado al pueblo de Cesarea un templo en honor de Tiberio”. El Emperador Tiberio reinó desde el 14 al 37 d.C., coincidiendo perfectamente con el relato del Nuevo Testamento que escribe que Poncio Pilato se desempeñó como gobernador desde el 26 al 36 d.C.
E. Tácito, un reconocido historiador romano del siglo I, también menciona a Poncio Pilato: “Cristo, de quien se originó el nombre, sufrió la pena máxima durante el reino de Tiberio a manos de uno de sus procuradores, Poncio Pilato...” El historiador romano no solamente menciona a un gobernador romano, Poncio Pilato, sino que también menciona a Cristo y su sufrimiento a manos de Pilato.
XII. Estructura.
El Evangelio de Juan está organizado en 21 capítulos. Este drama consta de dos actos, con un prólogo y un epílogo.
El prólogo lo constituyen los primeros versículos: Juan 1.1-18; y el epílogo es el capítulo 21. El drama consta de dos grandes partes: Del 1.19 hasta el cap. 12 y del 13 hasta el 20.
El libro comienza con la verdad fundamental de Dios con un estilo poético de presentación. “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios”[15]. Los relatos de la vida de Cristo comienzan en el capítulo uno, con Juan el Bautista confirmando la profecía e identificando a Jesús como “el cordero de Dios que quita el pecado del mundo”[16]. En el primer capítulo, Jesús también llama a sus primeros discípulos a que le sigan.
En el segundo capítulo, Jesús ejecuta su primer milagro al cambiar el agua en vino. En Juan 2.19, Él también predice su resurrección después de tres días. El capítulo 3 contiene dos de los versículos más importantes de toda la Biblia, Juan 3.16 y 17, los cuales resumen la importancia de Jesucristo y Su propósito para el mundo. "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, más tenga vida eterna. Porque no envió Dios a Su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él”.
El resto del libro contiene vívidas lecciones e instrucciones de Jesucristo de cómo vivir de acuerdo a la voluntad de Dios y qué prioridades son importantes en la vida. Jesús utilizó muchas parábolas para enseñar efectivamente a la gente. Por ejemplo, en el capítulo 15, Jesús explica la importancia de tener una relación con Él, y la verdadera diferencia que puede hacer en la vida. Se describe como la vid y a sus discípulos como las ramas que crecen de la vid. Describe a Dios como el jardinero que poda la vid para maximizar la cosecha. En el Evangelio de Juan hay muchas otras ilustraciones de Jesús hablando a través de parábolas.
[1] Juan 14.26; 15.26; 16.7-14.
[2] Juan 1.1.
[3] Juan 1.29.
[4] Juan 1.41.
[5] Juan 1.49.
[6] Ibid.
[7] Juan 4.42.
[8] Juan 20.28.
[9] Juan 4.24, 26; 6.35; 8.12, 24, 28, 58; 10.7, 9, 11, 14; 11.25; 13.19; 14.6; 15.1, 5.
[10] Juan 8.44; 12.31; 17.15.
[11] Juan 3.11-13, 31-34.
[12] Juan 17.1-5.
[13] Juan 17.3.
[14] “Gabbatha” en hebreo.
[15] Juan 1.1-2.
[16] Juan 1.29.
El Apóstol Juan da una enseñanza más clara acerca del Espíritu Santo que cualquier otro escritor de Evangelio[1]. El libro se llena con la Deidad. La Deidad de Cristo se encuentra en cada capítulo. “La Palabra llega a ser carne”. Los títulos que uso Juan para representar la deidad de Cristo: Son “la Palabra Dios”[2], “el Cordero de Dios”[3], “el Mesías”[4], “el Hijo de Dios”[5], “el Rey de Israel”[6], el “Salvador del mundo”[7], “Señor y…Dios”[8], “Soy”[9]. La cosa asombrosa es que Satanás y los demonios no tienen casi ningún lugar en este Evangelio[10]. Juan no registra a ningún demonio para ser arrojado. Él trata los temas tal como los logos, el amor, la vida, la luz, la verdad, permaneciendo en Cristo, el Espíritu, el mundo, el Cordero, el vino, el Templo, la deidad así como la humanidad de Jesús, etc. Él traza un desarrollo paralelo de la fe y la incredulidad. Uno de los temas que unifican en el Evangelio son el crecimiento de la fe y el desarrollo de la incredulidad.
X. Gnosticismo.
A finales del siglo I de la Era Cristiana, Juan vio necesario escudar la fe de los nuevos creyentes en la divinidad de Cristo combatiendo la corriente filosófica del gnosticismo. Aunque un gnosticismo completamente desarrollado no llegó sino hasta a mediados del siglo II, las enseñanzas iniciales de la secta comenzaran apenas a realizarse en la Iglesia a finales del siglo I. La oposición de Juan a las enseñanzas de Cerinthus y el docetismo es bien clara. Cerinthus decía que “Jesús era un hombre meramente sobre quien el Espíritu Santo descendió por una temporada y entonces lo dejó”. Ellos afirmaban que Cristo no existió antes que naciera de María y no fue engendrado de Dios.
Algunos cristianos de la época adoptaron la creencia gnóstica de que Dios no pudo haberse encarnado en el cuerpo de un simple ser humano. Mediante su biografía de Jesús, el apóstol se propone despejar confusiones presentándolo como el Hijo de Dios hecho carne.
Con lenguaje sencillo, pero profundo, Juan nos pinta un retrato de Jesucristo notablemente distinto en su estilo al de Mateo, Marcos y Lucas; por eso, en lugar de centrar su atención en algunos acontecimientos específicos, despliega el significado profundo de lo que Jesús había dicho o hecho.
Juan se limitó a escoger determinadas escenas que no abarcan en total más de 20 días de la vida de Cristo y las incorporó de manera que presentaran un Mesías que sabía de dónde venía y a dónde iba. Jesús no es simplemente un hombre que apareció en la tierra, sino el Hijo de Dios, enviado para llevar a cabo la obra del Padre.
Según Juan, Cristo participó en el acto original de la creación, pero a su debido tiempo fue enviado a la tierra como el Verbo, la Palabra Divina, que resume todo lo que Dios deseaba decir. Dios se expresó de la única forma en que nosotros podríamos entenderlo: Convirtiéndose en uno de nosotros.
XI. El Retrato de Jesús.
Juan tenía probado que Jesús de Nazaret es el Hijo de Dios. Cada retrato de Jesús en los cuatro Evangelios agrega un toque personal. Cuando nosotros traemos las imágenes juntas revelan a la misma persona, a Jesucristo el Dios-Hombre. Juan, al igual que hace cada uno de los escritores del Evangelio, escoge los acontecimientos y las enseñanzas de la vida de Cristo para cumplir su propósito para escribir. Cada Evangelio tiene hasta cierto punto los colores del autor en la cobertura de la vida y las enseñanzas de Jesús. Pero cada Evangelio preserva un retrato exacto y vívido de Cristo. Necesitamos los cuatro retratos inclusive que de Evangelio de Juan para una vista entera de Cristo. En su propia manera personal el Apóstol Juan suplementa las narrativas de los Evangelios Sinópticos con recuerdos personales. Juan agrega un ministerio considerable de Jerusalén que es demandado realmente por alusiones en los Sinópticos. Noventa por ciento de la materia en el cuarto Evangelio es extraordinario, teniendo ninguna contraparte en los otros. Este Evangelio contiene una armazón de la historia. Sin Juan nosotros no sabríamos la longitud del ministerio de Jesús.
El Evangelio de Juan gira en torno a un tema fundamental: Jesús es el Enviado de Dios, su Palabra por excelencia, que vino a este mundo para hacernos conocer al Padre. Él no habla por sí mismo, sino que “da testimonio” de la Verdad que escuchó del Padre[11], y toda su vida es una revelación de la “gloria” que recibió de su mismo Padre antes de la creación del mundo[12].
Con más insistencia que los otros evangelistas, Juan acentúa la oposición entre Jesús, la “Luz”, el “Camino”, la “Verdad” y la “Vida”, y los que se niegan a creer en él, designados habitualmente con el nombre genérico de “los judíos”. Jesús no vino a “juzgar” al mundo, sino a salvarlo. Pero, por el simple hecho de manifestarse a los hombres, Él los pone ante una alternativa: La de permanecer en sus propias “tinieblas” o creer en la “luz”. El que no cree en Jesús ya está condenado, mientras que el que cree en Él, ya ha pasado de la muerte a la Vida y tiene Vida eterna.
A diferencia de los Evangelios sinópticos, que mencionan una sola “subida” de Jesús a Jerusalén, este Evangelio habla de tres Pascuas celebradas en la ciudad santa. Más aún, casi toda la actividad pública del Señor, se desarrolla dentro del marco litúrgico de alguna festividad judía. En lugar de las parábolas del Reino utilizadas a manera de comparaciones, tan características de los otros Evangelios, Juan se vale de breves y expresivas alegorías, como por ejemplo, la de la vid y los sarmientos y la del buen Pastor.
El autor de este Evangelio vuelve constantemente sobre los mismos temas, desarrollándolos y profundizándolos una y otra vez. En cada uno de esos temas está contenido todo el misterio de Cristo. Pero más que los hechos de su vida, lo que le interesa y quiere poner de relieve es el significado que ellos encierran y que solo la fe puede descubrir. Desde esa perspectiva, Juan interpreta las obras y amplía los discursos de Jesús, como fruto de una larga y profunda contemplación. Su objetivo fundamental es conducirnos a la Vida eterna, que consiste en conocer al único Dios verdadero y a su “Enviado, Jesucristo”[13]. Con razón se ha llamado al Evangelio de Juan el “Evangelio espiritual”.
XI. Pruebas de la veracidad de Juan.
A. En el Evangelio de Juan, Jesús sana a un hombre en el Estanque de Betesda. Juan describe que el estanque tenía cinco pórticos. Hasta hace poco, este lugar era un punto de escepticismo por parte de los expertos. Entonces, a poco más de doce metros debajo de la tierra, los arqueólogos descubrieron un estanque con cinco pórticos, y un área alrededor que coincide perfectamente con la descripción de Juan.
B. Más adelante en el texto, Juan describe el Estanque de Siloé, otro lugar de contención por cientos de años. Bien, arqueólogos descubrieron este estanque en 1897.
C. Juan describe a Poncio Pilato hablando con Jesús, desde su silla de juicio, en un lugar llamado “el Pavimento”[14]. Por cientos de años, expertos han usado este “mito” para rechazar el relato de Juan acerca de Jesús y el juicio de Pilato, porque no existía ningún registro histórico de una corte llamada Gabbatha en Jerusalén. Sin embargo, el famoso arqueólogo William Albright reveló que ese lugar fue, de hecho, la corte de la Torre de Antonia, la cual fue destruida por los romanos entre el 66 y 70 d.C. Permaneció enterrada cuando Jerusalén fue reconstruida en los tiempos de Adriano, pero fue recientemente descubierta durante excavaciones allí.
D. En 1961, arqueólogos descubrieron un fragmento de una placa en Cesarea, una ciudad romana a lo largo de la costa mediterránea de Israel. La placa fue escrita en latín e incrustada en una sección de escalones que conducen al Anfiteatro de Cesarea. La inscripción incluye lo siguiente: “Poncio Pilato, Prefecto de Judea ha dedicado al pueblo de Cesarea un templo en honor de Tiberio”. El Emperador Tiberio reinó desde el 14 al 37 d.C., coincidiendo perfectamente con el relato del Nuevo Testamento que escribe que Poncio Pilato se desempeñó como gobernador desde el 26 al 36 d.C.
E. Tácito, un reconocido historiador romano del siglo I, también menciona a Poncio Pilato: “Cristo, de quien se originó el nombre, sufrió la pena máxima durante el reino de Tiberio a manos de uno de sus procuradores, Poncio Pilato...” El historiador romano no solamente menciona a un gobernador romano, Poncio Pilato, sino que también menciona a Cristo y su sufrimiento a manos de Pilato.
XII. Estructura.
El Evangelio de Juan está organizado en 21 capítulos. Este drama consta de dos actos, con un prólogo y un epílogo.
El prólogo lo constituyen los primeros versículos: Juan 1.1-18; y el epílogo es el capítulo 21. El drama consta de dos grandes partes: Del 1.19 hasta el cap. 12 y del 13 hasta el 20.
El libro comienza con la verdad fundamental de Dios con un estilo poético de presentación. “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios”[15]. Los relatos de la vida de Cristo comienzan en el capítulo uno, con Juan el Bautista confirmando la profecía e identificando a Jesús como “el cordero de Dios que quita el pecado del mundo”[16]. En el primer capítulo, Jesús también llama a sus primeros discípulos a que le sigan.
En el segundo capítulo, Jesús ejecuta su primer milagro al cambiar el agua en vino. En Juan 2.19, Él también predice su resurrección después de tres días. El capítulo 3 contiene dos de los versículos más importantes de toda la Biblia, Juan 3.16 y 17, los cuales resumen la importancia de Jesucristo y Su propósito para el mundo. "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree, no se pierda, más tenga vida eterna. Porque no envió Dios a Su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por Él”.
El resto del libro contiene vívidas lecciones e instrucciones de Jesucristo de cómo vivir de acuerdo a la voluntad de Dios y qué prioridades son importantes en la vida. Jesús utilizó muchas parábolas para enseñar efectivamente a la gente. Por ejemplo, en el capítulo 15, Jesús explica la importancia de tener una relación con Él, y la verdadera diferencia que puede hacer en la vida. Se describe como la vid y a sus discípulos como las ramas que crecen de la vid. Describe a Dios como el jardinero que poda la vid para maximizar la cosecha. En el Evangelio de Juan hay muchas otras ilustraciones de Jesús hablando a través de parábolas.
[1] Juan 14.26; 15.26; 16.7-14.
[2] Juan 1.1.
[3] Juan 1.29.
[4] Juan 1.41.
[5] Juan 1.49.
[6] Ibid.
[7] Juan 4.42.
[8] Juan 20.28.
[9] Juan 4.24, 26; 6.35; 8.12, 24, 28, 58; 10.7, 9, 11, 14; 11.25; 13.19; 14.6; 15.1, 5.
[10] Juan 8.44; 12.31; 17.15.
[11] Juan 3.11-13, 31-34.
[12] Juan 17.1-5.
[13] Juan 17.3.
[14] “Gabbatha” en hebreo.
[15] Juan 1.1-2.
[16] Juan 1.29.