6. El
poder del mensaje; la debilidad del mensajero.
4.7-12 “Tenemos este tesoro en vasijas de barro, para que lo más grande del poder sea de Dios, y no nuestra, que en toda manera estamos siendo oprimidos, pero no abandonados; estando perplejos, pero no extraviados; siendo perseguidos, pero no olvidados; siendo arrojados al suelo, pero no destruidos; llevando siempre en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús sea manifestada en el cuerpo nuestro. Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte a través de Jesús, para que también la vida de Jesús sea manifestada en la carne mortal nuestra. De modo que la muerte está operando en nosotros, y la vida en ustedes”.
Pablo era un hombre que sufría constantemente a causa del Evangelio, y por ello era criticado, porque al igual que en nuestro tiempo había personas que creían que los problemas eran sinónimo del rechazo de Dios o muestra de pecado. Los cristianos tenemos un tesoro, pero este no es material, por lo que no es necesario un envase lujoso, sino que está en un envase humilde, un simple ser humano.
Se dice que el ministerio evangelístico más grande fue el de Pablo, quien doquiera que iba predicaba el Evangelio y muchos eran convencidos de pecado y se arrepentían entregándose al Señor, levantando congregaciones, pero él comprendía, a diferencia de muchos predicadores modernos que él solamente era una herramienta en las manos de Dios. En diferentes pasajes Pablo deja ver que él era una persona débil, enfermiza, alguien a quien sus enemigos no respetaban por su presencia, pero la autoridad que ejercía no era de él, sino de Dios.
Pero Pablo podía decir: Estamos sufriendo, pero a pesar de todo nos mantenemos firmes, tenemos un tesoro invaluables. Podía estar confuso, pero no estaba perdido, la desesperación no iba a llegar a su corazón. Quizá venía la persecución, pero no estaba solo, porque Cristo estaba con él. Quizá había caído y sus enemigos habían pensado que lo tenían derrotado, pero estaban equivocados.
Había un castigo que aplicaban los romanos a los asesinos, que era muy cruel: Ellos amarraban el cadáver del asesinado en la espalda del castigado, y este tenía que cargarlo doquiera que iba; lógicamente la fetidez era insoportable. Al decir “llevando siempre en el cuerpo la muerte de Jesús”, Pablo se identifica con la muerte de Jesús, quien murió por nuestra culpa. Pero esto tenía una consecuencia: La vida de Jesús se manifiesta en nuestro cuerpo. Así como Cristo murió por nosotros, nosotros vivimos por Él. Antes estábamos perdidos, pero ahora somos salvos por Él.
El ministerio de Pablo lo exponía constantemente a la muerte. A pesar de eso, él sabía que Cristo era quien lo sostenía. Pablo estaba consciente que él no podía hacer nada por sus fuerzas, pero todo lo podía en Cristo.
También sabía que el trabajo suyo como siervo de Dios llevaba vida a los que escuchaban y obedecían, a pesar de estar en él en constante peligro.
4.7-12 “Tenemos este tesoro en vasijas de barro, para que lo más grande del poder sea de Dios, y no nuestra, que en toda manera estamos siendo oprimidos, pero no abandonados; estando perplejos, pero no extraviados; siendo perseguidos, pero no olvidados; siendo arrojados al suelo, pero no destruidos; llevando siempre en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús sea manifestada en el cuerpo nuestro. Porque nosotros que vivimos, siempre estamos entregados a muerte a través de Jesús, para que también la vida de Jesús sea manifestada en la carne mortal nuestra. De modo que la muerte está operando en nosotros, y la vida en ustedes”.
Pablo era un hombre que sufría constantemente a causa del Evangelio, y por ello era criticado, porque al igual que en nuestro tiempo había personas que creían que los problemas eran sinónimo del rechazo de Dios o muestra de pecado. Los cristianos tenemos un tesoro, pero este no es material, por lo que no es necesario un envase lujoso, sino que está en un envase humilde, un simple ser humano.
Se dice que el ministerio evangelístico más grande fue el de Pablo, quien doquiera que iba predicaba el Evangelio y muchos eran convencidos de pecado y se arrepentían entregándose al Señor, levantando congregaciones, pero él comprendía, a diferencia de muchos predicadores modernos que él solamente era una herramienta en las manos de Dios. En diferentes pasajes Pablo deja ver que él era una persona débil, enfermiza, alguien a quien sus enemigos no respetaban por su presencia, pero la autoridad que ejercía no era de él, sino de Dios.
Pero Pablo podía decir: Estamos sufriendo, pero a pesar de todo nos mantenemos firmes, tenemos un tesoro invaluables. Podía estar confuso, pero no estaba perdido, la desesperación no iba a llegar a su corazón. Quizá venía la persecución, pero no estaba solo, porque Cristo estaba con él. Quizá había caído y sus enemigos habían pensado que lo tenían derrotado, pero estaban equivocados.
Había un castigo que aplicaban los romanos a los asesinos, que era muy cruel: Ellos amarraban el cadáver del asesinado en la espalda del castigado, y este tenía que cargarlo doquiera que iba; lógicamente la fetidez era insoportable. Al decir “llevando siempre en el cuerpo la muerte de Jesús”, Pablo se identifica con la muerte de Jesús, quien murió por nuestra culpa. Pero esto tenía una consecuencia: La vida de Jesús se manifiesta en nuestro cuerpo. Así como Cristo murió por nosotros, nosotros vivimos por Él. Antes estábamos perdidos, pero ahora somos salvos por Él.
El ministerio de Pablo lo exponía constantemente a la muerte. A pesar de eso, él sabía que Cristo era quien lo sostenía. Pablo estaba consciente que él no podía hacer nada por sus fuerzas, pero todo lo podía en Cristo.
También sabía que el trabajo suyo como siervo de Dios llevaba vida a los que escuchaban y obedecían, a pesar de estar en él en constante peligro.