Esdras
En el año 539 a. C., Ciro el Grande, rey de los persas,
entra triunfalmente en Babilonia. Sus victorias anteriores le habían asegurado
el dominio sobre las mesetas de Irán y sobre el Asia Menor. Luego afirma su
soberanía sobre el Imperio babilónico, y las fronteras de su territorio se
extienden hasta Egipto. Así queda constituido el Imperio persa, el más vasto y
poderoso de los conocidos hasta entonces.
Con el advenimiento de Ciro, se produce un cambio importante en las condiciones políticas del Antiguo Oriente. El nuevo monarca se distingue por su actitud más humanitaria en favor de los pueblos sometidos. No practica deportaciones masivas, respeta las leyes y costumbres locales, y propicia el retorno a sus respectivos países de las poblaciones desterradas por los reyes de Asiria y Babilonia.
Favorecidos por la política tolerante de los persas, varios grupos de judíos exiliados en Babilonia se ponen en camino para regresar a la Tierra de sus antepasados. La marcha a través del desierto es dura y peligrosa. La meta de tan larga peregrinación es un país en ruinas, que no alcanza a cubrir cuarenta kilómetros de sur a norte. A estas penurias materiales se añade la hostilidad de las poblaciones vecinas, que miran con recelo a los recién llegados y les oponen una enconada resistencia. Pero, a pesar de todos los obstáculos, la obra de la restauración nacional y religiosa se lleva adelante. En algo más de un siglo de persistentes esfuerzos, la comunidad judía de Jerusalén reconstruye su Templo, levanta los muros derruidos de la Ciudad santa y se aferra a la práctica de la Ley, como medio para no perder su identidad dentro del Imperio al que está sometida.
Los libros de Esdras y Nehemías son nuestra principal fuente de información acerca de este importante y difícil período de la historia bíblica.
Esdras, en hebreo “עֶזְרָא”, “ezra”, “Dios es ayuda”, se encuentra ubicado entre 2 Crónicas y Nehemías. Originalmente formaba con este último una sola obra. No solo la antigua tradición judía es muy clara en este respecto, probablemente la división en dos libros fue una innovación de la iglesia, pero lo que es más importante es que el contenido de los libros mismos demuestra ese hecho. Especialmente la segunda parte de Nehemías sirve como el clímax de todo lo que ha pasado anteriormente, incluyendo la obra de Esdras, como su presencia e importancia en Nehemías 8 lo prueba. Aun que Nehemías 1.1 obviamente comienza una nueva sección de la obra, no marca un cambio más drástico en la narrativa que el de Esdras 7.1 en donde se presenta al mismo Esdras.
Esdras fue sacerdote de los judíos en Babilonia y reconocido como diligente Escriba en la Ley de Moisés. Esdras era también un jurista. Estableció y promulgó solemnemente un código. Esdras es en verdad el padre del judaísmo con sus tres ideas esenciales: la Raza elegida, el Templo y la Ley. Su ardiente fe y la necesidad de proteger a la comunidad renaciente explican la intransigencia de sus reformas y el particularismo que impuso a los suyos. Es el modelo de los escribas y su figura ha venido guardándose en la tradición judía. Esdras “había dedicado su corazón a estudiar la ley del SEÑOR, y a practicarla, y a enseñar Sus estatutos y ordenanzas en Israel”[1]. Al interés del documento se añade el valor de una enseñanza doctrinal orientada al omnipotente poder de Dios.
Estando entre los cautivos en Babilonia, y debido a su petición hecha al rey se le permitió el regreso para visitar Palestina.
Según lo que indica Esdras 7, Esdras fue enviado a Jerusalén por Artajerjes I en 458 a.C. Parecería probable que ocupara en Persia una posición comparable a la de Secretario de estado para asuntos judíos. Su tarea consistía en hacer cumplir de modo uniforme la ley judaica, y con dicho fin tenía autoridad para hacer designaciones dentro del estado judío. Una gran compañía de exiliados fue con él, y llevó consigo valiosos obsequios para el Templo, de parte del rey y de los judíos exiliados, y se devolvieron también los utensilios del Templo y se le entregó a Esdras plata y oro de los tesoros del rey. Poniendo toda la confianza en Dios, no pidieron escolta para el viaje[2]. Se le pidió que atendiera la cuestión de los matrimonios mixtos, y, después de ayunar y orar, él y una comisión selecta hicieron una lista negra de los culpables e indujeron, a algunos por lo menos, a dejar a sus mujeres paganas.
Después de esto no sabemos nada sobre Esdras hasta el momento en que lee la ley públicamente en Nehemías 8. Esto fue en el 444 a.C. Dado que había sido enviado por el rey con una misión temporaria, presumiblemente regresó con su informe, pero fue enviado nuevamente con una misión similar cuando fueron completados los muros de la ciudad. Nehemías, en parte de sus memorias[3], dice que él mismo dirigió a un grupo alrededor de los muros en ocasión de su dediración, mientras que Esdras condujo al otro.
Principalmente sobre la base de estos tres pasajes muchos entendidos han sostenido que Esdras no fue a Jerusalén hasta la época de Artajerjes II, es decir en el 398 a.C., mucho tiempo después de Nehemías.
1. Esdras 9.9 habla acerca de un muro, mientras que el muro no fue edificado hasta la época de Nehemías. Pero Esdras 4.12 muestra que se estaba construyendo algún muro en el reinado de Artajerjes I, y su destrucción probablemente se menciona en Esdras 4.23 y Nehemías 1.3. Esdras se regocija en un acto de fe ante la obra que se ha realizado hasta el momento.
2. Esdras 10.1 se refiere a una congregación muy grande en Jerusalén, mientras que Nehemías 7.4 dice que en la ciudad vivían muy pocas personas. Pero el contexto de Esdras 10 muestra que la congregación estaba formada por integrantes de todos los alrededores de Jerusalén, por ejemplo Esdras 10.7, mientras que Nehemías 7 se refiere concretamente a viviendas en la ciudad.
3. Esdras 10.6 menciona a Johanán hijo de Eliasib como contemporáneo de Esdras. Por Nehemías 12.22–23 sabemos que Johanán era nieto de Eliasib, y por los papiros elefantinos que Johanán era sumo sacerdote en 408 a.C. Pero Johanán era un nombre común, y es razonable pensar que Eliasib tuvo un hijo de nombre Johanán, y también otro hijo, Joiada, que a su vez tuvo un hijo, Johanán, que fue sumo sacerdote. Esdras 10.6 no dice que Johanán haya sido sumo sacerdote en los días de Esdras.
En contraposición a la idea de que el escritor de Esdras y Nehemías confundió a Artajerjes I y II, requisito necesario para esta teoría de la prioridad de Nehemías, un escritor tan tardío como el 330 a.C., no pudo haber confundido el orden de los dos hombres. Si Esdras realmente corresponde al 398 a.C., algunos de los contemporáneos del escritor lo hubieran recordado, y muchos hubieran oído acerca de él de labios de sus propios padres; mientras que nadie hubiera recordado a Nehemías. De manera que el escritor no hubiera podido poner a Esdras antes que Nehemías por accidente, y nadie ha mencionado alguna razón que lo hubiera movido a hacerlo deliberadamente.
Esdras marca la transición de los profetas a los escribas. Posterior a esto las Escrituras no mencionan nada más acerca de Esdras.
A. División del libro original.
En su origen, los libros de Esdras y Nehemías eran una sola obra que fue dividida artificialmente en tiempos posteriores. Ambos libros forman una unidad temática y estilística con 1 y 2 Crónicas.
B. Autor y fecha.
La tradición atribuye la autoría del libro al propio Esdras, aunque esta teoría no puede comprobarse por medios técnicos. Es casi seguro que en su origen haya sido escrito por la misma mano que Nehemías, aunque cambios de orden, adiciones y sustracciones han desordenado a ambos libros de tal modo que esta afirmación es también muy difícil de demostrar. Puede ser que Esdras y Nehemías hayan escrito el libro entero en conjunto. Admitiendo esto, parece que el “coordinador de redacción” fue el mismo Nehemías y se lo estima responsable del libro completo, con correcciones y adiciones atribuidas a su colega Esdras. Sí se sabe que el ordenamiento, revisión y corrección del texto ocurrieron en tiempos posteriores a la redacción del libro.
Si en verdad el autor fue Nehemías, entonces el libro fue redactado entre 431 y 430 a. C., cuando el hombre real había regresado por segunda vez a Jerusalén después de su visita a Persia, pero algunos adelantan la fecha hasta cerca del 330 a.C. Ya sea que Esdras fuese el compilador final o no, los capítulos 7 al 9 parecerían ser de su pluma, por cuanto buena parte de esta sección está en la primera persona del singular.
El relato de los capítulos 1 al 6 es una compilación tomada de anales, incluyendo decretos[4], genealogías, y listas de nombres, y cartas[5]. Hay dos secciones que han sido conservadas en arameo[6]. El arameo era la lengua diplomática de la época, y era adecuada para la sección que trata del intercambio de cartas y decretos entre Palestina y Persia.
C. Cronología y temas tratados.
Como dijimos, 1 Crónicas, 2 Crónicas, Esdras y Nehemías constituyen una unidad temática. El autor de los dos primeros no corresponde con el o los de los dos últimos, aunque sí pertenecían a la misma escuela literaria y casi con seguridad formaban parte del personal de servicio del Templo. Concretamente, Esdras y Nehemías relatan los hechos acaecidos en un siglo entero, desde 538 a.C., cuando el decreto de Ciro el Grande, hasta el fin de la actividad de Nehemías (432 a.C.). La parte que corresponde a Esdras trata especialmente de la reconstrucción del Templo[7] y de la organización legal del judaísmo[8]. A pesar de la demasía de ambos libros y el largo período que ocupan, no contienen ni la más mínima mención al lapso comprendido entre 516 y 448 a.C.
D. Valor histórico.
Este libro casi concluye la parte de narración histórica estricta del Antiguo Testamento. El profeta Malaquías fue posiblemente contemporáneo de Nehemías y Esdras. El valor histórico de Esdras es innegable. El autor es un historiador competente y honesto en lo que respecta a la historia de su pueblo, y las fuentes en que echó mano continúan siendo válidas en la actualidad. Si bien tergiversa ligeramente ciertos acontecimientos, ello se debe a su evidente adscripción al partido de los davídicos, pero ello no quita la certeza con que elabora un retrato histórico del período considerado.
E. Objetivos del libro.
Como empleado del Templo de Jerusalén, el autor de Esdras intenta demostrar que la única forma lógica de gobierno para Israel es la teocracia. Sigue, por tanto, el canon conocido como “Historia deuteronómica”, que ya estaba terminado cuando él comienza a componer Esdras, formado por los libros del Deuteronomio, Josué, Jueces, I y II Samuel y I y II Reyes. Esdras pretende perfeccionar y profundizar en la historia deuteronómica subrayando los designios y actividades de Dios en los sucesos que narra. Así, convierte a David en la figura más importante de toda la Biblia, porque lo considera el perfeccionador de las leyes del legislador Moisés. Deja el autor sin efecto las distinciones raciales y religiosas entre Israel y las tribus del norte, a las que llama en conjunto con un único nombre: “Israel”, para simbolizar con ello la unidad davídica y mesiánica, y remarca la homogeneidad lingüística, histórica y cultural que cohesiona al pueblo de Dios. Los aspectos señalados son especialmente visibles en Esdras 1.5; 4.1 y 10.2.
F. Aspectos religiosos.
Esdras, como Nehemías, es un libro mesiánico, y por lo tanto sigue a los reformadores religiosos judíos que entendían que Dios propone un nuevo paso hacia el Mesías. Ninguno de los protagonistas conseguirá restaurar a la Casa real de David, pero se hace evidente que van en la dirección correcta. La autonomía política judía se ha perdido, porque los personajes son fervientes judíos pero también funcionarios leales a sus jefes persas. Aquellos que han sido liberados por Ciro de Babilonia donde estaban cautivos, se aglutinan ahora alrededor del Templo y adoptan una actitud aislacionista y legalista. Existe el peligro de caer en el esoterismo, pero los profetas mantendrán el orden y la esperanza. Se observa en Esdras un radical ascenso intelectual del pueblo hebreo: Mientras los perezosos y mediocres se quejan de la difícil situación, la nobleza judía se acercará a Dios, se abrirán muchas sinagogas, escuelas de escribas que siguen las enseñanzas de los profetas Ezequiel y Esdras y el Sanedrín o consejo de ancianos establecerá una evolucionada reforma judicial. Es, desde todo punto de vista, el canto de gloria y unidad de un pueblo que se había visto al borde de la aniquilación por el Helenismo.
G. Credibilidad.
Los documentos que aparecen en Esdras no ofrecen grandes dificultades de armonización entre sí, ni con lo que se conoce de la historia secular. Podemos notar lo siguiente:
1. El decreto de Ciro, por el que reconoce a Adonay, está en armonía con las referencias favorables de Ciro a deidades babilónicas en los escritos contemporáneos. Es un decreto público, escrito en forma que había de apelar a los judíos. El decreto formal en Esdras 6.3–5 está archivado, y menciona las medidas máximas del Templo que el rey estaba dispuesto a solucionar.
2. Se señala que por Hageo 2.18 sabemos que los cimientos del Templo fueron colocados en 520 a.C., mientras que Esdras 3.10 indica que fue en el 536 a.C. La realidad es que se hizo tan poco en el período intermedio que es posible que la reanudación comenzase con una nueva ceremonia de iniciación de las obras. Los documentos muestran que cuando se trataba de edificios importantes había más de una piedra fundamental oficial.
H. La situación histórica.
Dado que los libros de Esdras y Nehemías llevan la forma de una narrativa histórica, tenemos que saber algo de su situación y del transcurso de los eventos a los cuales se refieren para que podamos comprender la contribución que hacen al desarrollo del resto de la historia bíblica.
Los libros de Reyes cuentan la larga historia de los reinos de Israel y Judá. La existencia por separado de Israel llegó a su fin en 722 a.C., cuando los asirios finalmente incorporaron el país al resto del Imperio[9]. Por los siguientes 150 años el pequeño reino de Judá con el descendiente de David como rey y con su capital en Jerusalén, continuó existiendo como nación individual con experiencias mixtas. Sin embargo, es importante recordar que todo lo que sabemos del pasado de Israel debe haber llegado hasta nuestros días por este medio.
En 587 a.C., Judá sufrió la misma ruina que su vecino del norte, Israel, aunque en su caso por mano de los babilonios que, en el transcurso del tiempo, sustituyeron a los asirios como el Imperio mundial dominante en esos días. Sería difícil exagerar el trastorno radical que causó la conquista babilónica. Muchas personas, particularmente los líderes y las clases en el poder, fueron deportados a Babilonia. El Templo que por tanto tiempo había permanecido como el punto focal de la religión y la unidad del pueblo fue arrasado por completo y todos sus artículos de valor transportados al Templo de los victoriosos babilonios. El rey también fue quitado[10] tal como pasó con sus antepasados[11], de modo que la monarquía que desde la época de David había representado la esperanza del pueblo[12] sencillamente dejó de existir. El país mismo parece haberse convertido nada más que en una provincia bastante remota del Imperio Babilónico. Con este desmantelamiento al por mayor de todas las instituciones más importantes del país, a muchos les debe haber parecido que Judá, y con él la religión de la cual eran los únicos testigos, había sido relegada a las páginas de la historia, la misma clase de suerte que varias naciones vecinas sufrieron al mismo tiempo. El libro de Lamentaciones capta esta escena de impotencia y de desesperación.
No sabemos lo suficiente acerca de la situación en Judá o Babilonia durante los siguientes 50 años, o sea el período comúnmente conocido como el exilio. Lo que sí esta claro, sin embargo, es que entre los deportados hubo algunos quienes no solo elaboraron una estrategia para sobrevivir física y socialmente sino que también, y esto es lo más importante, pudieron darse cuenta de que Dios todavía tenía algo en mente para ellos. Verdaderamente ser capaz de apreciar que esos eventos catastróficos eran de parte de Dios y no quedaban fuera de su control fue un avance teológico de grandes proporciones. Al estar conscientes de eso y al tratar de aprender las lecciones dolorosas que podía enseñar, al menos algunos miembros de la comunidad cautiva aprendieron a leer, a conservar y finalmente a añadir a las Escrituras Sagradas desde el punto de vista de su nueva perspectiva.
El año 538 a.C., el momento en que comienza el libro de Esdras, proclamó un tremendo cambio no solo en las condiciones de la comunidad judía en el exilio sino en toda la historia del antiguo Cercano Oriente. Ciro el persa, quien en poco tiempo se había hecho con el poder en su patria y había comenzado una serie de conquistas extensas en los últimos años, entró en Babilonia triunfalmente y de allí en adelante fue considerado el soberano indiscutible de todo lo que previamente era el Imperio Babilónico. El Imperio Persa que él estableció fue la potencia mundial principal los dos siguientes siglos más o menos. En diferentes períodos sus reyes controlaban un área que se extendía desde Egipto hasta la India. Por supuesto, también tuvieron sus emergencias. Hubo períodos de gran inquietud y rebelión interna; Egipto de ningún modo estuvo bajo control todo el tiempo y algunos de los conflictos con las potencias vecinas como Grecia han llegado a ser legendarios. Tampoco fue ron todos los reyes persas tan capaces como Ciro, Darío y Artajerjes, los tres reyes acerca de quienes se oye más en los libros de Esdras y Nehemías.
A pesar de esto, dos puntos importantes emergen que se deben mantener en mente.
1. Para los persas el territorio de Judá era más importante de lo que uno se imaginaría debido a su posición estratégica cerca de la frontera tumultuosa de Egipto. Les preocupaba mucho asegurarse de que esta área se mantuviese fiel al Imperio.
2. Cuando les convenía hacerlo, los persas tenían la práctica de ganarse esa clase de fidelidad al concederle a los pueblos subyugados un nivel de autonomía local en asuntos religiosos y legales. Por supuesto, cuando les convenía, podían ser tan tiránicos y crueles como los asirios o los babilonios; pero junto a esto, la política más liberal de repatriar a pueblos ocupaba su lugar en el método de gobierno que tenían, como lo ilustra el libro de Esdras.
Como veremos muy pronto, los autores bíblicos no se centran en estos asuntos más amplios. Sin embargo, éstos influencian mucho la actitud que tienen sobre las políticas internacionales y, lo que quizá sea más significativo, estas políticas proveen el marco dentro del cual actúan los personajes de los cuales escriben. La realidad de la situación los obliga a hacer y a esperar lo que sea más práctico, de modo que al leer no debemos buscar lo que no hubiera sido razonable para ellos en aquellos días. Conseguir independencia para la nación en el mejor de los casos solo hubiese sido un sueño remoto. Lo que se necesitaba en esos momentos era encontrar la manera de adaptar las verdades y normas religiosas, establecidas en el pasado y en circunstancias muy distintas, a la nueva situación de una comunidad religiosa pequeña viviendo bajo la sombra de una de las potencias mundiales más importantes.
Ciro promulga un edicto autorizando a los judíos exiliados en Babilonia a regresar a su patria. En seguida se organiza una primera caravana, a la que se van sumando otras, que llevan a Jerusalén parte de los desterrados. Allí el pueblo, purificado por la prueba del exilio y animado por una ardiente esperanza mesiánica, restaura el altar de los sacrificios y pone los cimientos del nuevo Templo.
Pero la comunidad judía, si bien goza de una cierta autonomía interna, depende de la provincia persa de Samaria, que no ve con buenos ojos la llegada de los repatriados. Esta animosidad de las poblaciones vecinas agrava las penurias del pequeño grupo que debe rehacerlo todo desde el comienzo, y las obras de restauración del Templo quedan pronto interrumpidas.
Varios años más tarde, en el 520, los profetas Hageo y Zacarías despiertan al pueblo de su inercia, y las obras se reinician con renovado entusiasmo. Después de cinco años de trabajo, en el 515, el edificio queda terminado, y el pueblo celebra solemnemente la Dedicación del Templo y la fiesta de la Pascua.
I. Escenario.
Dada la situación histórica, no es tan fácil saber dónde encajan los libros de Esdras y Nehemías, como uno se imaginaría, por varias razones.
Como es el caso con muchos de los libros bíblicos, es necesario mantener en mente dos niveles diferentes.
1. Es obvio que existen los eventos al nivel que se describen, y este es el más directo de los dos métodos. Un punto que no recibirá comentario, en todo caso, es la fecha cuando Esdras viajó a Jerusalén. Según Esdras 7.7 esto ocurrió en el sétimo mes del rey Artajerjes pero hubo tres reyes con el mismo nombre y la historia no hace ninguna distinción. Ya que la historia de Esdras se cuenta antes de la de Nehemías, generalmente se supone que fue Artajerejes I, de modo que la fecha en cuestión sería 458 a.C. Hay que tomar en cuenta, sin embargo, que algunos prefieren las fechas de Artajerjes II, poniendo a Esdras en 398 a.C., y que Esdras fue a Jerusalén después de Nehemías. Esta opinión, que se puede encontrar en algunos comentarios, obviamente requiere que se arregle mucho material a este nivel histórico elemental. En todo caso, no es tan popular ahora como solía serlo, y no es lo que este comentario asume.
2. Siempre vale la pena, al leer libros históricos, preguntarse acerca del escenario y el propósito del autor o del redactor que compiló la obra en su forma actual. Obviamente esto ocurrió más tarde, en algunos casos mucho más tarde, que los eventos que se describen. Por ejemplo, al leer los Evangelios lo normal es investigar el énfasis de cada uno de los evangelistas, y lo que ayuda es el hecho de que podemos comparar la presentación de uno con la de los otros. Podemos observar lo que se ha incluido u omitido, dónde difiere el orden de la presentación y otros elementos por el estilo. Uno quiere saber lo que cada autor enseña acerca de Jesús mismo y por qué lo ha hecho en la manera peculiar.
En principio, lo mismo es cierto de Esdras y Nehemías. Es obvio que el autor ha utilizado diferentes documentos y que no ha utilizado todo el material que ellos le ofrecían. Asimismo, observaremos en el comentario varios lugares donde ha arreglado el material a su propia manera por sus propias razones. El estudio de estos asuntos nos ayuda a ver lo que el autor quería hacer destacar más a sus lectores.
Esto, sin embargo, es lo que da lugar a otros problemas, especialmente el hecho de que no hay modo seguro de determinar con exactitud cuándo escribió el autor y por lo tanto para quién escribía. Una opinión muy probable es que los relatos de la obra de Esdras y Nehemías[13] fueron combinados alrededor del 400 a.C., y que Esdras 1–6 fue añadido un siglo más tarde creando los libros en la forma actual. Si eso es correcto, entonces, un posible interés de los primeros capítulos, por ejemplo, sería la legitimidad de la forma de expresión del culto en la comunidad judía en presencia de afirmaciones rivales, especialmente el crecimiento del grupo que llegamos a conocer más tarde como los samaritanos. Observamos entonces que la restauración del Templo se presenta como la verdadera línea de continuidad con las formas del culto israelita antiguo y como la comunidad establece su sentido de identidad en presencia de afirmaciones rivales.
J. Algunos de los temas principales.
Es posible, dadas estas consideraciones, escoger varios temas que corren por ambos libros. La razón para mencionarlos aquí no es para poder decir todo lo que los libros enseñan acerca de estos asuntos, sino hacer preguntas que uno pueda tener en mente al leer el texto mismo.
1. Concepto teológico de la historia.
La primera observación que notamos es que estos libros son muy selectivos en lo que escogen para contarnos. La frase “Después de estas cosas”[14] cubre un período de más de 50 años. Las actividades de Esdras mayormente ocupan un período de 12 meses, y de la obra de Nehemías no sabemos nada de lo que pasa durante los 12 años entre su primer año de actividad intensa y su segundo período de gobernador más de 12 años más tarde. Asimismo, las citas en Nehemías 12.26 y 47 parecen que unen directamente a la generación de los que regresaron primero a la obra de los reformadores que vinieron dos o más generaciones más tarde. Claramente, ésta no es una historia científica moderna. Por lo contrario, el período que se cubre está considerado del punto de vista del completo control de Dios sobre el proceso y por medio del cual su pueblo fue primeramente restablecido y luego reformado sobre la tierra. Solo son incluidas las cosas que contribuyeron a eso. Nosotros también necesitamos alzar los ojos de los acontecimientos mundanos de todos los días, los cuales a veces resultan desalentadores, para poder discernir los propósitos mayores de Dios en la vida y mundo nuestros. Teniendo esa vista más amplia enfrente, aprendemos a apreciar más la contribución que cada uno de nosotros hacemos.
2. Continuidad.
Dadas las desconcertantes circunstancias del exilio ya mencionadas, era muy importante para los que regresaban a Jerusalén y para los que venían detrás de ellos asegurarse de que seguían la misma fe que sus antepasados. Ya que su situación era tan diferente de la que los precedió, no es seguro que tuviesen derecho de llamarse el pueblo de Israel. En el comentario se dan muchos ejemplos de la atención que el autor presta a estos temas, y sin duda hay muchos otros que todavía se podrán descubrir. La manera en que se describe el regreso del exilio, el proceso de reconstrucción del Templo, la manera en que fue amueblado, y las personas que ministraron allí, todos estos fueron los medios por los cuales el autor quiso tranquilizar a los lectores y darles un sentido de orientación religiosa.
Quizá lo más importante de todo fue la atención que le dio al libro de la Ley, la ley de Moisés. Por supuesto, gran parte de la ley, que llamamos el Pentateuco, fue escrita por un pueblo que vivió en distintas condiciones: Eran una nación soberana y podían controlar todos sus propios asuntos internos. Tal vez por esa misma razón muchos llegaron a considerarla como palabra muerta. La contribución especial de Esdras, como veremos, fue desarrollar métodos de interpretación que les enseñasen a obtener los principios fundamentales de las Escrituras para que los pudiesen aplicar de nuevo en sus propios días, algo que es tan necesario que nosotros hagamos como lo fue para ellos. La adherencia a las enseñanzas de este libro, el cual, por supuesto, tiene tanto de la gracia y salvación de Dios y del carácter de la fe como de la “ley” definida estrictamente, les permitió obtener los medios principales de acceso al conocimiento de Dios, como también lo hace para nosotros. Esto es lo más importante para establecer continuidad con la fe de los que nos precedieron.
3. El progreso de la restauración.
Las primeras tres secciones principales de los libros[15] siguen el mismo modelo: Se concede permiso a una persona o a un grupo para regresar a Jerusalén desde Babilonia para realizar una tarea específica; al ponerse a hacerla se encuentran con oposición de una clase u otra, pero finalmente la superan para completar al menos la parte principal de la tarea. Este modelo a su vez sirve para animarnos a tener paciencia y ser fieles y al mismo tiempo nos advierte que no nos desviemos por culpa de problemas externos.
La última parte de la obra[16], sin embargo, es bastante difícil. Al centro de ella se encuentra la lectura de la ley, seguida por la confesión y el compromiso de obedecer la ley de Dios[17]. Pero pronto, a pesar de la celebración por lo que se ha logrado[18], leemos de los intentos, no siempre exitosos, de trasladar los valores de ese gran evento a la rutina más monótona que invariablemente los sigue. De esto hacemos dos observaciones.
a. La “renovación del compromiso” de Nehemías 8–10 está ubicada firmemente como el clímax de la obra de Dios por medio de los reformadores y no como condición de ella. Los lectores futuros podrán aprender que la obediencia fiel que se les requiere no es un medio para ganar el favor de Dios sino que representa la acción en respuesta a la manera en que Dios ha restaurado y transformado la existencia de su comunidad.
b. El pueblo de Dios no puede suponer que se le puede mantener para siempre en un alto plano de emoción espiritual. En verdad esos momentos pierden su valor si no se les convierte en una vida de fidelidad y obediencia regular y cotidiana inclusive en asuntos tan “mundanos” como las contribuciones financieras para el servicio de Dios. La manera medio desalentadora en que termina el libro en Nehemías 13 sugiere que, sin ayuda, ésta es verdaderamente la parte más difícil del mensaje del libro.
4. Relaciones.
Casi en todas partes los libros pintan a los reyes persas en una luz positiva. Desde el primer versículo de Esdras, donde Ciro reacciona en respuesta al impulso de Dios, pasando por la confirmación por parte de Darío del permiso para reconstruir el Templo y la encomienda de Esdras por Artajerjes y su apoyo a Nehemías, estos reyes son los agentes humanos principales de la voluntad divina a nivel oficial. En contraste, la importancia política de los actores principales judíos recibe muy poca atención. Al seguir el rastro de este tema, se hace claro que el autor trataba de dar un bosquejo del programa que fuese fiel a la realidad y, por otra parte, insistió en las lecciones de lo que significa ser fiel bajo estas circunstancias. Ya que las autoridades dominantes tenían buena disposición hacia los judíos, se debían concentrar en las oportunidades que Dios les daba de servir en vez de perturbar las cosas tratando de hacer cambios radicales en el modo de vida. Solo el final de Nehemías 9 sirve para recordar que lo bueno que Dios desea todavía queda por venir.
En cambio, a las autoridades de los países vecinos se les proyecta de modo uniforme en una luz negativa, con Sambalat siendo el peor de todos, aunque de ninguna manera el único. Y aquí, la amenaza es muy seria ya que estos vecinos compartían hasta cierto punto los valores religiosos de los judíos mismos. No se necesita dudar de que haya un tono lleno de disculpas en la manera resuelta en que se describe el tratamiento de esta oposición. Para muchas personas este es uno de los aspectos menos atractivos de estos libros, especialmente cuando parte de la solución a los problemas incluye disolver los matrimonios mixtos. Nuevamente en estos pasajes es necesario mantener en mente las circunstancias que los judíos enfrentaban y no tratar de evitar el problema al darle una respuesta “espiritual”. La pureza de su religión era vital para la continuidad de la comunidad y por eso el legado que nos deja es que en este período formativo no debía haber término medio ni en su posición legal bajo la ley persa ni en la integridad de su autoidentidad. Además, se debe recordar que estaban dispuestos a recibir a toda persona que quisiese unirse a ellos con sinceridad. Hay veces, y sin duda ésta era una de esas, cuando hay que darle prioridad a la pureza de las cualidades de “luz” y de “sal” del pueblo de Dios para que no se disuelvan completamente y el testimonio del amor y gracia salvífica de Dios se pierda de vista completamente.
Estos son algunos de los temas característicos de estos libros que pueden servirnos de orientación para leerlos inteligentemente. Por supuesto, esto no es como para negar que haya otras observaciones que nos llamarán la atención. Entre otras cosas mencionaremos la soberanía característica de Dios, especialmente teniendo en cuenta la situación política en la que se encuentran estos libros en comparación con los libros más antiguos de historia del Antiguo Testamento, la naturaleza y práctica de la oración, también los rasgos de los actores principales, las cualidades del liderazgo que ejemplifican, etc. En todo caso, es obvio que hay mucho de valor eterno que se puede aprender al estudiar estos libros frecuentemente malentendidos.
[1] Esdras 7.10.
[2] Esdras 8.21-23.
[3] Nehemías 12.36.
[4] Esdras 1.2-4; 6.3-12.
[5] Esdras 4.7-22; 5.6-17.
[6] Esdras 4.8-6.18; 7.12-26.
[7] Esdras 1-6.
[8] Esdras 7-10.
[9] 2 Reyes 17.
[10] 2 Reyes 25.7.
[11] 2 Reyes 24.15.
[12] 2 Samuel 7.
[13] Más o menos desde Esdras 7 a Nehemías 13.
[14] Esdras 7.1. NBLH
[15] Esdras 1–6; 7–10; Nehemías 1–7.
[16] Nehemías 8-13.
[17] Nehemías 8-10.
[18] Nehemías 12.27-43.
Con el advenimiento de Ciro, se produce un cambio importante en las condiciones políticas del Antiguo Oriente. El nuevo monarca se distingue por su actitud más humanitaria en favor de los pueblos sometidos. No practica deportaciones masivas, respeta las leyes y costumbres locales, y propicia el retorno a sus respectivos países de las poblaciones desterradas por los reyes de Asiria y Babilonia.
Favorecidos por la política tolerante de los persas, varios grupos de judíos exiliados en Babilonia se ponen en camino para regresar a la Tierra de sus antepasados. La marcha a través del desierto es dura y peligrosa. La meta de tan larga peregrinación es un país en ruinas, que no alcanza a cubrir cuarenta kilómetros de sur a norte. A estas penurias materiales se añade la hostilidad de las poblaciones vecinas, que miran con recelo a los recién llegados y les oponen una enconada resistencia. Pero, a pesar de todos los obstáculos, la obra de la restauración nacional y religiosa se lleva adelante. En algo más de un siglo de persistentes esfuerzos, la comunidad judía de Jerusalén reconstruye su Templo, levanta los muros derruidos de la Ciudad santa y se aferra a la práctica de la Ley, como medio para no perder su identidad dentro del Imperio al que está sometida.
Los libros de Esdras y Nehemías son nuestra principal fuente de información acerca de este importante y difícil período de la historia bíblica.
Esdras, en hebreo “עֶזְרָא”, “ezra”, “Dios es ayuda”, se encuentra ubicado entre 2 Crónicas y Nehemías. Originalmente formaba con este último una sola obra. No solo la antigua tradición judía es muy clara en este respecto, probablemente la división en dos libros fue una innovación de la iglesia, pero lo que es más importante es que el contenido de los libros mismos demuestra ese hecho. Especialmente la segunda parte de Nehemías sirve como el clímax de todo lo que ha pasado anteriormente, incluyendo la obra de Esdras, como su presencia e importancia en Nehemías 8 lo prueba. Aun que Nehemías 1.1 obviamente comienza una nueva sección de la obra, no marca un cambio más drástico en la narrativa que el de Esdras 7.1 en donde se presenta al mismo Esdras.
Esdras fue sacerdote de los judíos en Babilonia y reconocido como diligente Escriba en la Ley de Moisés. Esdras era también un jurista. Estableció y promulgó solemnemente un código. Esdras es en verdad el padre del judaísmo con sus tres ideas esenciales: la Raza elegida, el Templo y la Ley. Su ardiente fe y la necesidad de proteger a la comunidad renaciente explican la intransigencia de sus reformas y el particularismo que impuso a los suyos. Es el modelo de los escribas y su figura ha venido guardándose en la tradición judía. Esdras “había dedicado su corazón a estudiar la ley del SEÑOR, y a practicarla, y a enseñar Sus estatutos y ordenanzas en Israel”[1]. Al interés del documento se añade el valor de una enseñanza doctrinal orientada al omnipotente poder de Dios.
Estando entre los cautivos en Babilonia, y debido a su petición hecha al rey se le permitió el regreso para visitar Palestina.
Según lo que indica Esdras 7, Esdras fue enviado a Jerusalén por Artajerjes I en 458 a.C. Parecería probable que ocupara en Persia una posición comparable a la de Secretario de estado para asuntos judíos. Su tarea consistía en hacer cumplir de modo uniforme la ley judaica, y con dicho fin tenía autoridad para hacer designaciones dentro del estado judío. Una gran compañía de exiliados fue con él, y llevó consigo valiosos obsequios para el Templo, de parte del rey y de los judíos exiliados, y se devolvieron también los utensilios del Templo y se le entregó a Esdras plata y oro de los tesoros del rey. Poniendo toda la confianza en Dios, no pidieron escolta para el viaje[2]. Se le pidió que atendiera la cuestión de los matrimonios mixtos, y, después de ayunar y orar, él y una comisión selecta hicieron una lista negra de los culpables e indujeron, a algunos por lo menos, a dejar a sus mujeres paganas.
Después de esto no sabemos nada sobre Esdras hasta el momento en que lee la ley públicamente en Nehemías 8. Esto fue en el 444 a.C. Dado que había sido enviado por el rey con una misión temporaria, presumiblemente regresó con su informe, pero fue enviado nuevamente con una misión similar cuando fueron completados los muros de la ciudad. Nehemías, en parte de sus memorias[3], dice que él mismo dirigió a un grupo alrededor de los muros en ocasión de su dediración, mientras que Esdras condujo al otro.
Principalmente sobre la base de estos tres pasajes muchos entendidos han sostenido que Esdras no fue a Jerusalén hasta la época de Artajerjes II, es decir en el 398 a.C., mucho tiempo después de Nehemías.
1. Esdras 9.9 habla acerca de un muro, mientras que el muro no fue edificado hasta la época de Nehemías. Pero Esdras 4.12 muestra que se estaba construyendo algún muro en el reinado de Artajerjes I, y su destrucción probablemente se menciona en Esdras 4.23 y Nehemías 1.3. Esdras se regocija en un acto de fe ante la obra que se ha realizado hasta el momento.
2. Esdras 10.1 se refiere a una congregación muy grande en Jerusalén, mientras que Nehemías 7.4 dice que en la ciudad vivían muy pocas personas. Pero el contexto de Esdras 10 muestra que la congregación estaba formada por integrantes de todos los alrededores de Jerusalén, por ejemplo Esdras 10.7, mientras que Nehemías 7 se refiere concretamente a viviendas en la ciudad.
3. Esdras 10.6 menciona a Johanán hijo de Eliasib como contemporáneo de Esdras. Por Nehemías 12.22–23 sabemos que Johanán era nieto de Eliasib, y por los papiros elefantinos que Johanán era sumo sacerdote en 408 a.C. Pero Johanán era un nombre común, y es razonable pensar que Eliasib tuvo un hijo de nombre Johanán, y también otro hijo, Joiada, que a su vez tuvo un hijo, Johanán, que fue sumo sacerdote. Esdras 10.6 no dice que Johanán haya sido sumo sacerdote en los días de Esdras.
En contraposición a la idea de que el escritor de Esdras y Nehemías confundió a Artajerjes I y II, requisito necesario para esta teoría de la prioridad de Nehemías, un escritor tan tardío como el 330 a.C., no pudo haber confundido el orden de los dos hombres. Si Esdras realmente corresponde al 398 a.C., algunos de los contemporáneos del escritor lo hubieran recordado, y muchos hubieran oído acerca de él de labios de sus propios padres; mientras que nadie hubiera recordado a Nehemías. De manera que el escritor no hubiera podido poner a Esdras antes que Nehemías por accidente, y nadie ha mencionado alguna razón que lo hubiera movido a hacerlo deliberadamente.
Esdras marca la transición de los profetas a los escribas. Posterior a esto las Escrituras no mencionan nada más acerca de Esdras.
A. División del libro original.
En su origen, los libros de Esdras y Nehemías eran una sola obra que fue dividida artificialmente en tiempos posteriores. Ambos libros forman una unidad temática y estilística con 1 y 2 Crónicas.
B. Autor y fecha.
La tradición atribuye la autoría del libro al propio Esdras, aunque esta teoría no puede comprobarse por medios técnicos. Es casi seguro que en su origen haya sido escrito por la misma mano que Nehemías, aunque cambios de orden, adiciones y sustracciones han desordenado a ambos libros de tal modo que esta afirmación es también muy difícil de demostrar. Puede ser que Esdras y Nehemías hayan escrito el libro entero en conjunto. Admitiendo esto, parece que el “coordinador de redacción” fue el mismo Nehemías y se lo estima responsable del libro completo, con correcciones y adiciones atribuidas a su colega Esdras. Sí se sabe que el ordenamiento, revisión y corrección del texto ocurrieron en tiempos posteriores a la redacción del libro.
Si en verdad el autor fue Nehemías, entonces el libro fue redactado entre 431 y 430 a. C., cuando el hombre real había regresado por segunda vez a Jerusalén después de su visita a Persia, pero algunos adelantan la fecha hasta cerca del 330 a.C. Ya sea que Esdras fuese el compilador final o no, los capítulos 7 al 9 parecerían ser de su pluma, por cuanto buena parte de esta sección está en la primera persona del singular.
El relato de los capítulos 1 al 6 es una compilación tomada de anales, incluyendo decretos[4], genealogías, y listas de nombres, y cartas[5]. Hay dos secciones que han sido conservadas en arameo[6]. El arameo era la lengua diplomática de la época, y era adecuada para la sección que trata del intercambio de cartas y decretos entre Palestina y Persia.
C. Cronología y temas tratados.
Como dijimos, 1 Crónicas, 2 Crónicas, Esdras y Nehemías constituyen una unidad temática. El autor de los dos primeros no corresponde con el o los de los dos últimos, aunque sí pertenecían a la misma escuela literaria y casi con seguridad formaban parte del personal de servicio del Templo. Concretamente, Esdras y Nehemías relatan los hechos acaecidos en un siglo entero, desde 538 a.C., cuando el decreto de Ciro el Grande, hasta el fin de la actividad de Nehemías (432 a.C.). La parte que corresponde a Esdras trata especialmente de la reconstrucción del Templo[7] y de la organización legal del judaísmo[8]. A pesar de la demasía de ambos libros y el largo período que ocupan, no contienen ni la más mínima mención al lapso comprendido entre 516 y 448 a.C.
D. Valor histórico.
Este libro casi concluye la parte de narración histórica estricta del Antiguo Testamento. El profeta Malaquías fue posiblemente contemporáneo de Nehemías y Esdras. El valor histórico de Esdras es innegable. El autor es un historiador competente y honesto en lo que respecta a la historia de su pueblo, y las fuentes en que echó mano continúan siendo válidas en la actualidad. Si bien tergiversa ligeramente ciertos acontecimientos, ello se debe a su evidente adscripción al partido de los davídicos, pero ello no quita la certeza con que elabora un retrato histórico del período considerado.
E. Objetivos del libro.
Como empleado del Templo de Jerusalén, el autor de Esdras intenta demostrar que la única forma lógica de gobierno para Israel es la teocracia. Sigue, por tanto, el canon conocido como “Historia deuteronómica”, que ya estaba terminado cuando él comienza a componer Esdras, formado por los libros del Deuteronomio, Josué, Jueces, I y II Samuel y I y II Reyes. Esdras pretende perfeccionar y profundizar en la historia deuteronómica subrayando los designios y actividades de Dios en los sucesos que narra. Así, convierte a David en la figura más importante de toda la Biblia, porque lo considera el perfeccionador de las leyes del legislador Moisés. Deja el autor sin efecto las distinciones raciales y religiosas entre Israel y las tribus del norte, a las que llama en conjunto con un único nombre: “Israel”, para simbolizar con ello la unidad davídica y mesiánica, y remarca la homogeneidad lingüística, histórica y cultural que cohesiona al pueblo de Dios. Los aspectos señalados son especialmente visibles en Esdras 1.5; 4.1 y 10.2.
F. Aspectos religiosos.
Esdras, como Nehemías, es un libro mesiánico, y por lo tanto sigue a los reformadores religiosos judíos que entendían que Dios propone un nuevo paso hacia el Mesías. Ninguno de los protagonistas conseguirá restaurar a la Casa real de David, pero se hace evidente que van en la dirección correcta. La autonomía política judía se ha perdido, porque los personajes son fervientes judíos pero también funcionarios leales a sus jefes persas. Aquellos que han sido liberados por Ciro de Babilonia donde estaban cautivos, se aglutinan ahora alrededor del Templo y adoptan una actitud aislacionista y legalista. Existe el peligro de caer en el esoterismo, pero los profetas mantendrán el orden y la esperanza. Se observa en Esdras un radical ascenso intelectual del pueblo hebreo: Mientras los perezosos y mediocres se quejan de la difícil situación, la nobleza judía se acercará a Dios, se abrirán muchas sinagogas, escuelas de escribas que siguen las enseñanzas de los profetas Ezequiel y Esdras y el Sanedrín o consejo de ancianos establecerá una evolucionada reforma judicial. Es, desde todo punto de vista, el canto de gloria y unidad de un pueblo que se había visto al borde de la aniquilación por el Helenismo.
G. Credibilidad.
Los documentos que aparecen en Esdras no ofrecen grandes dificultades de armonización entre sí, ni con lo que se conoce de la historia secular. Podemos notar lo siguiente:
1. El decreto de Ciro, por el que reconoce a Adonay, está en armonía con las referencias favorables de Ciro a deidades babilónicas en los escritos contemporáneos. Es un decreto público, escrito en forma que había de apelar a los judíos. El decreto formal en Esdras 6.3–5 está archivado, y menciona las medidas máximas del Templo que el rey estaba dispuesto a solucionar.
2. Se señala que por Hageo 2.18 sabemos que los cimientos del Templo fueron colocados en 520 a.C., mientras que Esdras 3.10 indica que fue en el 536 a.C. La realidad es que se hizo tan poco en el período intermedio que es posible que la reanudación comenzase con una nueva ceremonia de iniciación de las obras. Los documentos muestran que cuando se trataba de edificios importantes había más de una piedra fundamental oficial.
H. La situación histórica.
Dado que los libros de Esdras y Nehemías llevan la forma de una narrativa histórica, tenemos que saber algo de su situación y del transcurso de los eventos a los cuales se refieren para que podamos comprender la contribución que hacen al desarrollo del resto de la historia bíblica.
Los libros de Reyes cuentan la larga historia de los reinos de Israel y Judá. La existencia por separado de Israel llegó a su fin en 722 a.C., cuando los asirios finalmente incorporaron el país al resto del Imperio[9]. Por los siguientes 150 años el pequeño reino de Judá con el descendiente de David como rey y con su capital en Jerusalén, continuó existiendo como nación individual con experiencias mixtas. Sin embargo, es importante recordar que todo lo que sabemos del pasado de Israel debe haber llegado hasta nuestros días por este medio.
En 587 a.C., Judá sufrió la misma ruina que su vecino del norte, Israel, aunque en su caso por mano de los babilonios que, en el transcurso del tiempo, sustituyeron a los asirios como el Imperio mundial dominante en esos días. Sería difícil exagerar el trastorno radical que causó la conquista babilónica. Muchas personas, particularmente los líderes y las clases en el poder, fueron deportados a Babilonia. El Templo que por tanto tiempo había permanecido como el punto focal de la religión y la unidad del pueblo fue arrasado por completo y todos sus artículos de valor transportados al Templo de los victoriosos babilonios. El rey también fue quitado[10] tal como pasó con sus antepasados[11], de modo que la monarquía que desde la época de David había representado la esperanza del pueblo[12] sencillamente dejó de existir. El país mismo parece haberse convertido nada más que en una provincia bastante remota del Imperio Babilónico. Con este desmantelamiento al por mayor de todas las instituciones más importantes del país, a muchos les debe haber parecido que Judá, y con él la religión de la cual eran los únicos testigos, había sido relegada a las páginas de la historia, la misma clase de suerte que varias naciones vecinas sufrieron al mismo tiempo. El libro de Lamentaciones capta esta escena de impotencia y de desesperación.
No sabemos lo suficiente acerca de la situación en Judá o Babilonia durante los siguientes 50 años, o sea el período comúnmente conocido como el exilio. Lo que sí esta claro, sin embargo, es que entre los deportados hubo algunos quienes no solo elaboraron una estrategia para sobrevivir física y socialmente sino que también, y esto es lo más importante, pudieron darse cuenta de que Dios todavía tenía algo en mente para ellos. Verdaderamente ser capaz de apreciar que esos eventos catastróficos eran de parte de Dios y no quedaban fuera de su control fue un avance teológico de grandes proporciones. Al estar conscientes de eso y al tratar de aprender las lecciones dolorosas que podía enseñar, al menos algunos miembros de la comunidad cautiva aprendieron a leer, a conservar y finalmente a añadir a las Escrituras Sagradas desde el punto de vista de su nueva perspectiva.
El año 538 a.C., el momento en que comienza el libro de Esdras, proclamó un tremendo cambio no solo en las condiciones de la comunidad judía en el exilio sino en toda la historia del antiguo Cercano Oriente. Ciro el persa, quien en poco tiempo se había hecho con el poder en su patria y había comenzado una serie de conquistas extensas en los últimos años, entró en Babilonia triunfalmente y de allí en adelante fue considerado el soberano indiscutible de todo lo que previamente era el Imperio Babilónico. El Imperio Persa que él estableció fue la potencia mundial principal los dos siguientes siglos más o menos. En diferentes períodos sus reyes controlaban un área que se extendía desde Egipto hasta la India. Por supuesto, también tuvieron sus emergencias. Hubo períodos de gran inquietud y rebelión interna; Egipto de ningún modo estuvo bajo control todo el tiempo y algunos de los conflictos con las potencias vecinas como Grecia han llegado a ser legendarios. Tampoco fue ron todos los reyes persas tan capaces como Ciro, Darío y Artajerjes, los tres reyes acerca de quienes se oye más en los libros de Esdras y Nehemías.
A pesar de esto, dos puntos importantes emergen que se deben mantener en mente.
1. Para los persas el territorio de Judá era más importante de lo que uno se imaginaría debido a su posición estratégica cerca de la frontera tumultuosa de Egipto. Les preocupaba mucho asegurarse de que esta área se mantuviese fiel al Imperio.
2. Cuando les convenía hacerlo, los persas tenían la práctica de ganarse esa clase de fidelidad al concederle a los pueblos subyugados un nivel de autonomía local en asuntos religiosos y legales. Por supuesto, cuando les convenía, podían ser tan tiránicos y crueles como los asirios o los babilonios; pero junto a esto, la política más liberal de repatriar a pueblos ocupaba su lugar en el método de gobierno que tenían, como lo ilustra el libro de Esdras.
Como veremos muy pronto, los autores bíblicos no se centran en estos asuntos más amplios. Sin embargo, éstos influencian mucho la actitud que tienen sobre las políticas internacionales y, lo que quizá sea más significativo, estas políticas proveen el marco dentro del cual actúan los personajes de los cuales escriben. La realidad de la situación los obliga a hacer y a esperar lo que sea más práctico, de modo que al leer no debemos buscar lo que no hubiera sido razonable para ellos en aquellos días. Conseguir independencia para la nación en el mejor de los casos solo hubiese sido un sueño remoto. Lo que se necesitaba en esos momentos era encontrar la manera de adaptar las verdades y normas religiosas, establecidas en el pasado y en circunstancias muy distintas, a la nueva situación de una comunidad religiosa pequeña viviendo bajo la sombra de una de las potencias mundiales más importantes.
Ciro promulga un edicto autorizando a los judíos exiliados en Babilonia a regresar a su patria. En seguida se organiza una primera caravana, a la que se van sumando otras, que llevan a Jerusalén parte de los desterrados. Allí el pueblo, purificado por la prueba del exilio y animado por una ardiente esperanza mesiánica, restaura el altar de los sacrificios y pone los cimientos del nuevo Templo.
Pero la comunidad judía, si bien goza de una cierta autonomía interna, depende de la provincia persa de Samaria, que no ve con buenos ojos la llegada de los repatriados. Esta animosidad de las poblaciones vecinas agrava las penurias del pequeño grupo que debe rehacerlo todo desde el comienzo, y las obras de restauración del Templo quedan pronto interrumpidas.
Varios años más tarde, en el 520, los profetas Hageo y Zacarías despiertan al pueblo de su inercia, y las obras se reinician con renovado entusiasmo. Después de cinco años de trabajo, en el 515, el edificio queda terminado, y el pueblo celebra solemnemente la Dedicación del Templo y la fiesta de la Pascua.
I. Escenario.
Dada la situación histórica, no es tan fácil saber dónde encajan los libros de Esdras y Nehemías, como uno se imaginaría, por varias razones.
Como es el caso con muchos de los libros bíblicos, es necesario mantener en mente dos niveles diferentes.
1. Es obvio que existen los eventos al nivel que se describen, y este es el más directo de los dos métodos. Un punto que no recibirá comentario, en todo caso, es la fecha cuando Esdras viajó a Jerusalén. Según Esdras 7.7 esto ocurrió en el sétimo mes del rey Artajerjes pero hubo tres reyes con el mismo nombre y la historia no hace ninguna distinción. Ya que la historia de Esdras se cuenta antes de la de Nehemías, generalmente se supone que fue Artajerejes I, de modo que la fecha en cuestión sería 458 a.C. Hay que tomar en cuenta, sin embargo, que algunos prefieren las fechas de Artajerjes II, poniendo a Esdras en 398 a.C., y que Esdras fue a Jerusalén después de Nehemías. Esta opinión, que se puede encontrar en algunos comentarios, obviamente requiere que se arregle mucho material a este nivel histórico elemental. En todo caso, no es tan popular ahora como solía serlo, y no es lo que este comentario asume.
2. Siempre vale la pena, al leer libros históricos, preguntarse acerca del escenario y el propósito del autor o del redactor que compiló la obra en su forma actual. Obviamente esto ocurrió más tarde, en algunos casos mucho más tarde, que los eventos que se describen. Por ejemplo, al leer los Evangelios lo normal es investigar el énfasis de cada uno de los evangelistas, y lo que ayuda es el hecho de que podemos comparar la presentación de uno con la de los otros. Podemos observar lo que se ha incluido u omitido, dónde difiere el orden de la presentación y otros elementos por el estilo. Uno quiere saber lo que cada autor enseña acerca de Jesús mismo y por qué lo ha hecho en la manera peculiar.
En principio, lo mismo es cierto de Esdras y Nehemías. Es obvio que el autor ha utilizado diferentes documentos y que no ha utilizado todo el material que ellos le ofrecían. Asimismo, observaremos en el comentario varios lugares donde ha arreglado el material a su propia manera por sus propias razones. El estudio de estos asuntos nos ayuda a ver lo que el autor quería hacer destacar más a sus lectores.
Esto, sin embargo, es lo que da lugar a otros problemas, especialmente el hecho de que no hay modo seguro de determinar con exactitud cuándo escribió el autor y por lo tanto para quién escribía. Una opinión muy probable es que los relatos de la obra de Esdras y Nehemías[13] fueron combinados alrededor del 400 a.C., y que Esdras 1–6 fue añadido un siglo más tarde creando los libros en la forma actual. Si eso es correcto, entonces, un posible interés de los primeros capítulos, por ejemplo, sería la legitimidad de la forma de expresión del culto en la comunidad judía en presencia de afirmaciones rivales, especialmente el crecimiento del grupo que llegamos a conocer más tarde como los samaritanos. Observamos entonces que la restauración del Templo se presenta como la verdadera línea de continuidad con las formas del culto israelita antiguo y como la comunidad establece su sentido de identidad en presencia de afirmaciones rivales.
J. Algunos de los temas principales.
Es posible, dadas estas consideraciones, escoger varios temas que corren por ambos libros. La razón para mencionarlos aquí no es para poder decir todo lo que los libros enseñan acerca de estos asuntos, sino hacer preguntas que uno pueda tener en mente al leer el texto mismo.
1. Concepto teológico de la historia.
La primera observación que notamos es que estos libros son muy selectivos en lo que escogen para contarnos. La frase “Después de estas cosas”[14] cubre un período de más de 50 años. Las actividades de Esdras mayormente ocupan un período de 12 meses, y de la obra de Nehemías no sabemos nada de lo que pasa durante los 12 años entre su primer año de actividad intensa y su segundo período de gobernador más de 12 años más tarde. Asimismo, las citas en Nehemías 12.26 y 47 parecen que unen directamente a la generación de los que regresaron primero a la obra de los reformadores que vinieron dos o más generaciones más tarde. Claramente, ésta no es una historia científica moderna. Por lo contrario, el período que se cubre está considerado del punto de vista del completo control de Dios sobre el proceso y por medio del cual su pueblo fue primeramente restablecido y luego reformado sobre la tierra. Solo son incluidas las cosas que contribuyeron a eso. Nosotros también necesitamos alzar los ojos de los acontecimientos mundanos de todos los días, los cuales a veces resultan desalentadores, para poder discernir los propósitos mayores de Dios en la vida y mundo nuestros. Teniendo esa vista más amplia enfrente, aprendemos a apreciar más la contribución que cada uno de nosotros hacemos.
2. Continuidad.
Dadas las desconcertantes circunstancias del exilio ya mencionadas, era muy importante para los que regresaban a Jerusalén y para los que venían detrás de ellos asegurarse de que seguían la misma fe que sus antepasados. Ya que su situación era tan diferente de la que los precedió, no es seguro que tuviesen derecho de llamarse el pueblo de Israel. En el comentario se dan muchos ejemplos de la atención que el autor presta a estos temas, y sin duda hay muchos otros que todavía se podrán descubrir. La manera en que se describe el regreso del exilio, el proceso de reconstrucción del Templo, la manera en que fue amueblado, y las personas que ministraron allí, todos estos fueron los medios por los cuales el autor quiso tranquilizar a los lectores y darles un sentido de orientación religiosa.
Quizá lo más importante de todo fue la atención que le dio al libro de la Ley, la ley de Moisés. Por supuesto, gran parte de la ley, que llamamos el Pentateuco, fue escrita por un pueblo que vivió en distintas condiciones: Eran una nación soberana y podían controlar todos sus propios asuntos internos. Tal vez por esa misma razón muchos llegaron a considerarla como palabra muerta. La contribución especial de Esdras, como veremos, fue desarrollar métodos de interpretación que les enseñasen a obtener los principios fundamentales de las Escrituras para que los pudiesen aplicar de nuevo en sus propios días, algo que es tan necesario que nosotros hagamos como lo fue para ellos. La adherencia a las enseñanzas de este libro, el cual, por supuesto, tiene tanto de la gracia y salvación de Dios y del carácter de la fe como de la “ley” definida estrictamente, les permitió obtener los medios principales de acceso al conocimiento de Dios, como también lo hace para nosotros. Esto es lo más importante para establecer continuidad con la fe de los que nos precedieron.
3. El progreso de la restauración.
Las primeras tres secciones principales de los libros[15] siguen el mismo modelo: Se concede permiso a una persona o a un grupo para regresar a Jerusalén desde Babilonia para realizar una tarea específica; al ponerse a hacerla se encuentran con oposición de una clase u otra, pero finalmente la superan para completar al menos la parte principal de la tarea. Este modelo a su vez sirve para animarnos a tener paciencia y ser fieles y al mismo tiempo nos advierte que no nos desviemos por culpa de problemas externos.
La última parte de la obra[16], sin embargo, es bastante difícil. Al centro de ella se encuentra la lectura de la ley, seguida por la confesión y el compromiso de obedecer la ley de Dios[17]. Pero pronto, a pesar de la celebración por lo que se ha logrado[18], leemos de los intentos, no siempre exitosos, de trasladar los valores de ese gran evento a la rutina más monótona que invariablemente los sigue. De esto hacemos dos observaciones.
a. La “renovación del compromiso” de Nehemías 8–10 está ubicada firmemente como el clímax de la obra de Dios por medio de los reformadores y no como condición de ella. Los lectores futuros podrán aprender que la obediencia fiel que se les requiere no es un medio para ganar el favor de Dios sino que representa la acción en respuesta a la manera en que Dios ha restaurado y transformado la existencia de su comunidad.
b. El pueblo de Dios no puede suponer que se le puede mantener para siempre en un alto plano de emoción espiritual. En verdad esos momentos pierden su valor si no se les convierte en una vida de fidelidad y obediencia regular y cotidiana inclusive en asuntos tan “mundanos” como las contribuciones financieras para el servicio de Dios. La manera medio desalentadora en que termina el libro en Nehemías 13 sugiere que, sin ayuda, ésta es verdaderamente la parte más difícil del mensaje del libro.
4. Relaciones.
Casi en todas partes los libros pintan a los reyes persas en una luz positiva. Desde el primer versículo de Esdras, donde Ciro reacciona en respuesta al impulso de Dios, pasando por la confirmación por parte de Darío del permiso para reconstruir el Templo y la encomienda de Esdras por Artajerjes y su apoyo a Nehemías, estos reyes son los agentes humanos principales de la voluntad divina a nivel oficial. En contraste, la importancia política de los actores principales judíos recibe muy poca atención. Al seguir el rastro de este tema, se hace claro que el autor trataba de dar un bosquejo del programa que fuese fiel a la realidad y, por otra parte, insistió en las lecciones de lo que significa ser fiel bajo estas circunstancias. Ya que las autoridades dominantes tenían buena disposición hacia los judíos, se debían concentrar en las oportunidades que Dios les daba de servir en vez de perturbar las cosas tratando de hacer cambios radicales en el modo de vida. Solo el final de Nehemías 9 sirve para recordar que lo bueno que Dios desea todavía queda por venir.
En cambio, a las autoridades de los países vecinos se les proyecta de modo uniforme en una luz negativa, con Sambalat siendo el peor de todos, aunque de ninguna manera el único. Y aquí, la amenaza es muy seria ya que estos vecinos compartían hasta cierto punto los valores religiosos de los judíos mismos. No se necesita dudar de que haya un tono lleno de disculpas en la manera resuelta en que se describe el tratamiento de esta oposición. Para muchas personas este es uno de los aspectos menos atractivos de estos libros, especialmente cuando parte de la solución a los problemas incluye disolver los matrimonios mixtos. Nuevamente en estos pasajes es necesario mantener en mente las circunstancias que los judíos enfrentaban y no tratar de evitar el problema al darle una respuesta “espiritual”. La pureza de su religión era vital para la continuidad de la comunidad y por eso el legado que nos deja es que en este período formativo no debía haber término medio ni en su posición legal bajo la ley persa ni en la integridad de su autoidentidad. Además, se debe recordar que estaban dispuestos a recibir a toda persona que quisiese unirse a ellos con sinceridad. Hay veces, y sin duda ésta era una de esas, cuando hay que darle prioridad a la pureza de las cualidades de “luz” y de “sal” del pueblo de Dios para que no se disuelvan completamente y el testimonio del amor y gracia salvífica de Dios se pierda de vista completamente.
Estos son algunos de los temas característicos de estos libros que pueden servirnos de orientación para leerlos inteligentemente. Por supuesto, esto no es como para negar que haya otras observaciones que nos llamarán la atención. Entre otras cosas mencionaremos la soberanía característica de Dios, especialmente teniendo en cuenta la situación política en la que se encuentran estos libros en comparación con los libros más antiguos de historia del Antiguo Testamento, la naturaleza y práctica de la oración, también los rasgos de los actores principales, las cualidades del liderazgo que ejemplifican, etc. En todo caso, es obvio que hay mucho de valor eterno que se puede aprender al estudiar estos libros frecuentemente malentendidos.
[1] Esdras 7.10.
[2] Esdras 8.21-23.
[3] Nehemías 12.36.
[4] Esdras 1.2-4; 6.3-12.
[5] Esdras 4.7-22; 5.6-17.
[6] Esdras 4.8-6.18; 7.12-26.
[7] Esdras 1-6.
[8] Esdras 7-10.
[9] 2 Reyes 17.
[10] 2 Reyes 25.7.
[11] 2 Reyes 24.15.
[12] 2 Samuel 7.
[13] Más o menos desde Esdras 7 a Nehemías 13.
[14] Esdras 7.1. NBLH
[15] Esdras 1–6; 7–10; Nehemías 1–7.
[16] Nehemías 8-13.
[17] Nehemías 8-10.
[18] Nehemías 12.27-43.