Capítulo 1.1-9
A. Introducción.
1.1-9 Pablo usa su nombre hebreo traducido al griego, que en hebreo era Saulo. Lucas comienza a llamarlo Pablo en 13.9, ya que a partir de ese momento en que inicia su ministerio con los gentiles de manera completa.
En la mayoría de las versiones aparecen dos palabras “a ser”, que no están en el original griego. Pablo comienza esta epístola haciendo claro que él no es solamente un predicador más, sino que es uno de los Enviados de Jesucristo, por lo que sus palabras tienen la autoridad de Cristo mismo.
Pablo era uno de los Enviados, junto con los doce, de Jesús. En el Nuevo Testamento se mencionan otros enviados, pero estos no son Enviados de Jesús, sino que lo son de la Iglesia, es decir, la Iglesia les dio una misión especial que cumplir, mientras que a Pablo y a los otros doce fue Jesucristo el que les dio su misión.
Al parecer, Pablo debió defender una y otra vez su ministerio contra gentes que iban y venían tratando de desacreditarlo, pero con esta cita, Pablo se pone al lado de los doce, y ellos siempre le respetan, porque la autoridad de Pablo no viene de ningún hombre, sino de Dios.
El hermano Sóstenes puede ser el mismo que encontramos en Hechos 18.17, que anteriormente había sido el principal de la sinagoga en Corinto, posible sucesor de Cristpo, y quien al parecer, por la frase “el hermano”, se convirtió al cristianismo.
Nótese que a partir del versículo 4, Pablo escribe en primera persona singular, es decir, la epístola no tiene ninguna colaboración ni de Sóstenes ni de ningún otro de sus acompañantes.
Pablo se dirige a la asamblea, la reunión de los santos, la Iglesia. La palabra “ekklesia”, aquí utilizada, se deriva del sustantivo griego ekkleséa, de ek-kaleo que significa llamar fuera, una asamblea pública, generalmente de orden político, de polis que significa ciudad, convocada por un heraldo oficial[1].
Estas personas eran los llamados de parte de Dios, lo que traía como consecuencia que si ellos eran llamados por Dios, estarían de acuerdo en condenar todas aquellos puntos que Pablo iba a señalar que estaban mal.
Al decir “iglesia de Dios”, Pablo no está diciendo que esta es una denominación, como ha llegado a ser con un grupo pentecostal que lleva este nombre. Tampoco es bíblica la denominación “Asambleas de Dios”, ni ninguna otra, ya que Cristo solo fundó una Iglesia, sin nombre ni apellido, por lo que la palabra “de” que aparece en todos los rótulos es antibíblica.
Corinto es todavía, una ciudad del Peloponeso en Grecia. Tuvo una gran prosperidad desde la época clásica, y allí se encuentra uno de los templos más importantes dedicado al dios Apolo, con columnas forjadas en una sola pieza y basamentadas en la roca, cosa poco habitual en las construcciones dóricas.
Está ubicada en el istmo de Corinto, de unos 6 kilómetros de ancho, que une el Peloponeso con la Grecia continental, a unos 78 kilómetros al oeste de Atenas y sobre las faldas del monte Acrocorinto.
Según la mitología griega, la Antigua Corinto fue fundada con el nombre de Éfira por Sísifo, quien fue su primer rey, y con sus sucesores, inicialmente sus hijos Glauco y Ornitión, se hizo una ciudad especialmente próspera y poderosa. Ornitión continuó la dinastía hasta su derrocamiento por los dorios.
Es allí donde Medea y Jasón se refugiaron, después de que Medea hubo organizado la muerte de Pelias.
En el siglo VIII a.C., se hizo independiente. La ciudad se llamaba Efira, y más tarde su nombre cambió a Corinto, en una época desconocida, probablemente durante la conquista doria. El nombre se hace derivar de Corinto, hijo de Zeus.
El heráclida Aletes, hijo de Hipotes es el legendario primer rey dórico de la ciudad donde los dorios estaban al comienzo una minoría dirigente; los no dorios fueron admitidos más tarde a la ciudadanía. Aletes y sus descendientes fueron reyes durante doce generaciones y 327 años, desde el 1074 a.C., según la fecha tradicional, treinta años después de la conquista dórica.
Según Pausanias, Primnis fue el último descendiente de Aletes, y Baquis inició una nueva dinastía también heráclida, pero Diodoro Sículo dice que todos fueron descendientes de Aletes, pero que Baquis fue tan célebre que su nombre se dio a la dinastía Baquiada.
Autómenes decidió abolir la monarquía de acuerdo con las doscientas familias principales y elegir un pritano anual. Los Baquiadas siguieron gobernando de esta manera durante 90 años más, hasta que fueron derrocados por Cípselo con la ayuda de las clases bajas, en 657 a.C. Estrabón alarga el período unos doscientos años, probablemente incluyendo el período monárquico.
La fecha tradicional lo sitúa entre el 747 a.C., y el 657 a. C. Los corintios fundaron durante el período Baquiada muchas ciudades: Molicria en el istmo; Siracusa, hacia el 734 a. C.; Corcira, hacia el 733 a. C., y otras. Fundó una marina que fue la primera fundada en Grecia y se inventaron los trirremes.
Corinto, ya en la antigüedad, fue una importante ciudad comercial, donde llegaron a establecerse los fenicios para dedicarse a lo que mejor hacían: El comercio.
Fue una de las primeras ciudades griegas en utilizar la moneda. Éstas eran muy importantes debido a la actividad principal de la ciudad. Las primeras de ellas fueron acuñadas en el siglo VII a.C. Tenían diversos motivos, figuras mitológicas, animales y otras acompañadas de pequeños símbolos que las distinguían.
En esta ciudad se celebraban los juegos Ístmicos, de similares características a los celebrados en Olimpia aunque menos famosos que estos.
Cipselo fue sustituido por su hijo Periandro, que fue protector del comercio y las artes. Siguió fundando colonias: Ambracia, Anactorio, Léucade, Apolonia y otras.
En 635 a.C., la colonia de Corcira derrotó a su metrópoli en una batalla naval, pero después fue nuevamente sometida. La única colonia al este del golfo Sarónico fue Potidea en la Calcídica. A Periandro le sucedió su nieto Psamético que reinó solo tres años y fue derrocado por los espartanos que instituyeron un gobierno aristocrático y Corinto fue un aliado permanente de la confederación lacedemonia.
En un período posterior los corintios rechazaron ayudar a Cleómenes I, rey de Esparta a restaurar a Hipias de Atenas, y enviaron 20 trirremes a Atenas para ayudarla en la guerra contra Egina.
Pero después de la Guerras Médicas, Megara se alió con Atenas y los corintios entraron en guerra con Megara, territoro que invadieron, pero fueron derrotados por el estratego ateniense Mirónides. Después se firmó la paz, pero la enemistad con Atenas siguió, sobre todo por la ayuda de esta a la ex colonia de Corcira, que fue una de las causas de la Guerra del Peloponeso.
Durante esta guerra la flota peloponesia fue básicamente corintia. Con la Paz de Nicias del 421 a. C., los corintios no se quisieron sumar e intentaron configurar otra liga con Argos, Mantinea y Élide, pero pronto volvió a formar alianza con Esparta, que se mantuvo hasta el final de la guerra. Cuando Atenas se rindió después de la Batalla de Egospótamos, los corintios y beocios pidieron arrasar la ciudad derrotada, pero el espartiata Lisandro no lo consintió.
La hegemonía espartana pronto se mostró más opresiva que la ateniense, de modo que los corintios, junto a los argivos, atenienses y beocios configuraron una coalición que, sustentada en las profundas arcas persas, hizo frente al imperialismo espartano en la llamada Guerra de Corinto, buena parte de la cual fue dirimida en su territorio. En el verano de 394 tuvieron lugar dos de las mayores batallas hoplíticas del mundo griego antiguo, en Nemea y Coronea, ambas vencidas “técnicamente” por los lacedemonios, que no obtuvieron ventajas estratégicas. En los siguientes años la corintia fue sometida a una guerra de depredación y de pillaje que provocó el estallido de una stásis o conflicto civil en el seno de la ciudadanía, alentada por los intereses de los estados hegemónicos. Según Jenofonte, los argivos aprovecharon esta situación para anexionarse Corinto, pero más probablemente el filolaconio Jenofonte convirtió ensinecismo o unión política la presencia de una guarnición militar argiva en el Acrocorinto, la ciudadela o acrópolis corintia. De cualquier forma la Paz del Rey o Paz de Antálcidas, alcanzada en la primavera de 386 a.C., acabó con cualquier proyecto argivo de anexión sobre Corinto al evacuar la guarnición del Acrocorinto; además de permitir el retorno de los exiliados corintios, obviamente filoespartanos, que procuraron la fidelidad de Corinto hacia Esparta en los años sucesivos.
En la guerra que siguió entre Tebas y Esparta, los corintios fueron leales a Esparta, pero el territorio hubo de firmar una paz separada.
La ciudad permaneció independiente bajo gobierno oligárquico. Timófanes intentó conseguir la tiranía, pero fue muerto por su propio hermano Timoleón. En el año 338 a.C., la ciudad fue conquistada por Filipo II de Macedonia, que la hizo el centro de la Liga de Corinto, controlada por él mismo.
Después de la Batalla de Queronea los macedonios establecieron una guarnición en el Acrocorinto. Esta guarnición fue sorprendida por el líder de la Liga Aquea, Arato, que incorporó Corinto a dicha liga.
En 223 a.C., la ciudad fue ocupada por Antígono III Dosón que la quería como base contra la Liga Etolia y Cleómenes. Filipo, hijo adoptivo de Antígono la conservó hasta que fue derrotado en la batalla de Cinoscéfalos y Corinto fue declarada ciudad libre por los romanos y unida a la Liga Aquea otra vez.
Una guarnición romana se estableció en el Acrocorinto. Corinto fue después capital de la Liga y fue allí donde los embajadores romanos fueron maltratados lo que provocó el ultimátum del Senado Romano a la Liga. Derrotada esta, el cónsul romano, Lucio Mummius Achaicus entró en Corinto sin oposición y se vengó de la ciudad y sus habitantes: Los hombres fueron ejecutados y las mujeres y los niños fueron vendidos como esclavos; las obras de arte fueron llevadas a Roma y la ciudad fue saqueada y destruida. Continuó despoblada y destruida unos cien años y su territorio fue entregado a Sición o fue hecho ager público. El comercio se trasladó a Delos.
En el año 46 a. C., Julio César, decidió reconstruir la ciudad y envió una colonia de veteranos y hombres libres: Colonia Julia Corintia o Colonia Juli Corint o Colonia Julia Corintia Augusta, según las diferentes inscripciones. La ciudad se recuperó y cuando Pablo de Tarso la visitó en el siglo I, era una ciudad importante, capital de la provincia de Acaya, y residencia del procónsul de Acaya, Junius Gallio. Pablo de Tarso fundó un grupo cristiano el año 50, al cual dirigió sus epístolas. En el siglo II, fue visitada por Pausanias y tenía numerosos edificios. Continuó siendo la capital de la provincia romana de Acaya durante todo el Imperio romano. En 395 fue saqueada por Alarico I y en 521 fue destruida por un terremoto.
Corinto se caracterizó por la difusión del arte. Pinturas, esculturas de mármol y bronce, y las famosas jarras de terracota estuvieron entre las obras que se producían. También fue una ciudad donde se desarrolló la poesía, pero en cambio no hay noticias sobre sus oradores.
Los corintios tenían predicamento de ser sexualmente liberales, a los que contribuía el hecho de tener un puerto con un gran tránsito de mercancías, y por lo tanto, con gran afluencia de marineros de muchos lugares. En el santuario de Afrodita, situado en el Acrocorinto, se practicaba la prostitución sagrada, y tenía más de un millar de heteras esclavas.
El emperador romano Adriano la embelleció alcanzando gran prosperidad.
Pero tanta opulencia atrajo a otros pueblos para saquear sus riquezas. Estos pueblos fueron los hérulos en el siglo III, los visigodos en el siglo IV y en el VIII los eslavos.
La Iglesia del presente ha decido vivir de acuerdo a los principios que rigen al mundo, pero el título que da Pablo a los cristianos en esta epístola nos dice que a pesar de todo lo que nos rodee, la Iglesia está constituida por personas santas, que han sido lavadas con la sangre de Cristo, apartadas del pecado. No nos habla de una Iglesia que vive de acuerdo con el mundo, sino de una Iglesia santa, y esa santificación solo es posible lograrla y mantenerla cuando vivimos en conexión directa con quien la hizo posible para nosotros: Cristo, quien nos llama, no a ser santos, sino que nos llama “santos”. Todos los cristianos debemos ser santos, no es una opción, es parte del ser cristiano, es una forma de vida. Pero la santidad no es algo que sale de nosotros, sino que viene de Dios, por medio del llamamiento que recibimos al escuchar el Evangelio.
Hay quienes se adueñaron de la salvación y que decidieron que ellos eran los únicos salvos y santos, pero Pablo habla de manera diferente en este sentido, ya que él aclara que los santos son todos aquellos que claman, que invocan, que adoran a Dios por medio de Jesucristo.
Curiosamente fue esta práctica lo que llevó a que en Antioquía comenzara a llamarse a los creyentes “cristianos”, debido a que los demás escuchaban que ellos clamaban el nombre de Cristo, porque es ahí en donde encontramos la esperanza para todas nuestras tribulaciones.
El reconocimiento que hace Pablo de Jesús como Señor podía ser considerado traición al César, quien se levantaba como ser supremo sobre todos los que estaban en el Imperio. Fueron muchos los que murieron porque decidieron hacer esta declaración.
Hay quienes buscan la paz en este mundo. Muchos de ellos dan charlas, hacen marchas, promueven asociaciones e instituciones que busque la paz, pero sin haber obtenido primero la gracia de Dios, es imposible tener paz. La gracia, ese regalo inmerecido de parte de Dios es el ingrediente primario para obtener la paz que solo se encuentra en Cristo. Algunos definen la paz como la ausencia de conflictos, pero la verdadera paz es haber logrado un acuerdo con Dios, que solo es posible por medio de la sangre de Jesús.
Definitivamente la Iglesia en Corinto necesitaba la paz. Ellos estaban en un ambiente convulso, tanto fuera como dentro de sus paredes, por lo que la manera de actuar entre los creyentes no era muy diferente de la población de la ciudad.
Este texto presenta conflicto entre los unitarios, porque ellos entienden que al decir “de nuestro Dios Padre y del Señor Jesús el Ungido”, están hablando de que el Padre y el Hijo son uno, sin tomar en cuenta que al hablar de esta manera se refiere más bien a que ambos son personas iguales en la deidad.
Cada día, cuando hago mis oraciones, lo primero que presento ante la presencia del Señor es a mis tres hijos y a mi nuera, porque son las personas que más me preocupan y debo depositarlas en las manos de Dios; de la misma manera, Pablo se preocupaba por sus hijos espirituales, entre ellos los corintios.
Cuando Pablo menciona aquí la gracia de Dios, no se refiere a los dones milagrosos, sino más bien se refiere al don de la salvación que obtuvieron por medio del sacrificio de Jesús. Pero más adelante si se va a referir a ellos.
Aunque Corinto era una ciudad principal, había mucha gente realmente pobre, pero en Cristo fueron enriquecidos, no con riquezas materiales, sino a la doctrina, la cual era recibida por medio de la enseñanza de los líderes o por medio del don de profecía y de lenguas; así como pr medio de la comprensión de estas. Ellos estaban muy parecido a como lo están muchos creyentes el día de hoy, que tienen toda la verdad, pero se niegan a obedecer la Voluntad de Dios, porque la carnalidad les impulsa más que el espíritu.
El testimonio del Ungido es el Evangelio que predicado por Pablo a ellos. Nótese que cuando Pablo enseñó a los corintios no se dejó ningún secreto que ellos no pudieran recibir, sino que les predicó toda la verdad, de tal manera que ellos no podían desconocer nada. Ellos no eran menos que ningún otro creyente, pero tenían que ser responsables delante de Dios por sus malas acciones y decisiones.
Los creyentes no pueden vivir como los del mundo, sin esperanza. Esperamos la manifestación del Señor, y aquí la palabra que se usa, apekdéjomai, indica una espera llena de ansiedad acerca del regreso del Señor Jesús que vendrá a juzgar y a llevarse a los suyos para siempre.
Aunque los cristianos en Corinto desconocían como era Jesús físicamente, le estaban esperando. Ellos creían en Él y estaban seguros de que le verían en ese día glorioso. Él los iba a tener a ellos estables, y a nosotros, para ser irreprensibles hasta ese día; es decir, por medio de vivir de acuerdo al Evangelio. Esto no quiere decir, como enseñan los calvinistas, que uno no puede caee la gracia de Dios. Esta no es incondicional. Cualquier cristiano que peque deliberadamente, cae de la gracia de Dios. El propósito de Dios es que vivamos fieles, pero somos nosotros los que decidimos si queremos vivir en santidad o si vamos a ignorar la Voluntad de Dios.
¿Qué es ser irreprensible? Hay quienes creen que ser irreprensible es que no le atrapen haciendo algo malo, y están muy equivocados, porque lo que importa no es lo que los demás piensen de nosotros, sino lo que Dios sabe de nuestra vida. Muchas personas se presentan al mundo como muy honradas, cuando en realidad son unos sinvergüenzas, y aunque todos le aplaudan, delante de Dios están mal. Ahora bien, el cristiano ha sido lavado con la sangre de Cristo, por lo tanto, delante de Dios, él es irreprensible, porque a pesar de que Satanás presente acusaciones en su contra, la sangre de Jesús aboga por él.
“El día del Señor” no se refiere al primer día de la semana cuando la Iglesia se reúne a adorar, sino al día del Juicio, cuando el Señor dará el premio a los salvos y castigará a los rebeldes a su voz.
Solo Dios es digno de toda confianza. Tenemos la mala costumbre de confiar en los seres humanos, y constantemente somos traicionados, porque la gente se deja guiar por sus propias conveniencias; así, quien era nuestro amigo del alma hoy, no tendrá temor en traicionarnos mañana.
Los creyentes somos apartados para el servicio a Dios. Su anhelo es que vivamos siempre en comunión con Cristo Jesús. A pesar de las pruebas y las dificultades de cada día, podemos confiar que al final seremos recompensados y pasaremos la eternidad junto con nuestro Señor. Pero todo esto depende de nuestra comunión con la Palabra de Dios. ¿Estamos dispuestos a obedecer el Evangelio aunque lo que encontramos en él vaya en contra de nuestros intereses?
[1] Diccionario Nelson. Iglesia.
1.1-9 Pablo usa su nombre hebreo traducido al griego, que en hebreo era Saulo. Lucas comienza a llamarlo Pablo en 13.9, ya que a partir de ese momento en que inicia su ministerio con los gentiles de manera completa.
En la mayoría de las versiones aparecen dos palabras “a ser”, que no están en el original griego. Pablo comienza esta epístola haciendo claro que él no es solamente un predicador más, sino que es uno de los Enviados de Jesucristo, por lo que sus palabras tienen la autoridad de Cristo mismo.
Pablo era uno de los Enviados, junto con los doce, de Jesús. En el Nuevo Testamento se mencionan otros enviados, pero estos no son Enviados de Jesús, sino que lo son de la Iglesia, es decir, la Iglesia les dio una misión especial que cumplir, mientras que a Pablo y a los otros doce fue Jesucristo el que les dio su misión.
Al parecer, Pablo debió defender una y otra vez su ministerio contra gentes que iban y venían tratando de desacreditarlo, pero con esta cita, Pablo se pone al lado de los doce, y ellos siempre le respetan, porque la autoridad de Pablo no viene de ningún hombre, sino de Dios.
El hermano Sóstenes puede ser el mismo que encontramos en Hechos 18.17, que anteriormente había sido el principal de la sinagoga en Corinto, posible sucesor de Cristpo, y quien al parecer, por la frase “el hermano”, se convirtió al cristianismo.
Nótese que a partir del versículo 4, Pablo escribe en primera persona singular, es decir, la epístola no tiene ninguna colaboración ni de Sóstenes ni de ningún otro de sus acompañantes.
Pablo se dirige a la asamblea, la reunión de los santos, la Iglesia. La palabra “ekklesia”, aquí utilizada, se deriva del sustantivo griego ekkleséa, de ek-kaleo que significa llamar fuera, una asamblea pública, generalmente de orden político, de polis que significa ciudad, convocada por un heraldo oficial[1].
Estas personas eran los llamados de parte de Dios, lo que traía como consecuencia que si ellos eran llamados por Dios, estarían de acuerdo en condenar todas aquellos puntos que Pablo iba a señalar que estaban mal.
Al decir “iglesia de Dios”, Pablo no está diciendo que esta es una denominación, como ha llegado a ser con un grupo pentecostal que lleva este nombre. Tampoco es bíblica la denominación “Asambleas de Dios”, ni ninguna otra, ya que Cristo solo fundó una Iglesia, sin nombre ni apellido, por lo que la palabra “de” que aparece en todos los rótulos es antibíblica.
Corinto es todavía, una ciudad del Peloponeso en Grecia. Tuvo una gran prosperidad desde la época clásica, y allí se encuentra uno de los templos más importantes dedicado al dios Apolo, con columnas forjadas en una sola pieza y basamentadas en la roca, cosa poco habitual en las construcciones dóricas.
Está ubicada en el istmo de Corinto, de unos 6 kilómetros de ancho, que une el Peloponeso con la Grecia continental, a unos 78 kilómetros al oeste de Atenas y sobre las faldas del monte Acrocorinto.
Según la mitología griega, la Antigua Corinto fue fundada con el nombre de Éfira por Sísifo, quien fue su primer rey, y con sus sucesores, inicialmente sus hijos Glauco y Ornitión, se hizo una ciudad especialmente próspera y poderosa. Ornitión continuó la dinastía hasta su derrocamiento por los dorios.
Es allí donde Medea y Jasón se refugiaron, después de que Medea hubo organizado la muerte de Pelias.
En el siglo VIII a.C., se hizo independiente. La ciudad se llamaba Efira, y más tarde su nombre cambió a Corinto, en una época desconocida, probablemente durante la conquista doria. El nombre se hace derivar de Corinto, hijo de Zeus.
El heráclida Aletes, hijo de Hipotes es el legendario primer rey dórico de la ciudad donde los dorios estaban al comienzo una minoría dirigente; los no dorios fueron admitidos más tarde a la ciudadanía. Aletes y sus descendientes fueron reyes durante doce generaciones y 327 años, desde el 1074 a.C., según la fecha tradicional, treinta años después de la conquista dórica.
Según Pausanias, Primnis fue el último descendiente de Aletes, y Baquis inició una nueva dinastía también heráclida, pero Diodoro Sículo dice que todos fueron descendientes de Aletes, pero que Baquis fue tan célebre que su nombre se dio a la dinastía Baquiada.
Autómenes decidió abolir la monarquía de acuerdo con las doscientas familias principales y elegir un pritano anual. Los Baquiadas siguieron gobernando de esta manera durante 90 años más, hasta que fueron derrocados por Cípselo con la ayuda de las clases bajas, en 657 a.C. Estrabón alarga el período unos doscientos años, probablemente incluyendo el período monárquico.
La fecha tradicional lo sitúa entre el 747 a.C., y el 657 a. C. Los corintios fundaron durante el período Baquiada muchas ciudades: Molicria en el istmo; Siracusa, hacia el 734 a. C.; Corcira, hacia el 733 a. C., y otras. Fundó una marina que fue la primera fundada en Grecia y se inventaron los trirremes.
Corinto, ya en la antigüedad, fue una importante ciudad comercial, donde llegaron a establecerse los fenicios para dedicarse a lo que mejor hacían: El comercio.
Fue una de las primeras ciudades griegas en utilizar la moneda. Éstas eran muy importantes debido a la actividad principal de la ciudad. Las primeras de ellas fueron acuñadas en el siglo VII a.C. Tenían diversos motivos, figuras mitológicas, animales y otras acompañadas de pequeños símbolos que las distinguían.
En esta ciudad se celebraban los juegos Ístmicos, de similares características a los celebrados en Olimpia aunque menos famosos que estos.
Cipselo fue sustituido por su hijo Periandro, que fue protector del comercio y las artes. Siguió fundando colonias: Ambracia, Anactorio, Léucade, Apolonia y otras.
En 635 a.C., la colonia de Corcira derrotó a su metrópoli en una batalla naval, pero después fue nuevamente sometida. La única colonia al este del golfo Sarónico fue Potidea en la Calcídica. A Periandro le sucedió su nieto Psamético que reinó solo tres años y fue derrocado por los espartanos que instituyeron un gobierno aristocrático y Corinto fue un aliado permanente de la confederación lacedemonia.
En un período posterior los corintios rechazaron ayudar a Cleómenes I, rey de Esparta a restaurar a Hipias de Atenas, y enviaron 20 trirremes a Atenas para ayudarla en la guerra contra Egina.
Pero después de la Guerras Médicas, Megara se alió con Atenas y los corintios entraron en guerra con Megara, territoro que invadieron, pero fueron derrotados por el estratego ateniense Mirónides. Después se firmó la paz, pero la enemistad con Atenas siguió, sobre todo por la ayuda de esta a la ex colonia de Corcira, que fue una de las causas de la Guerra del Peloponeso.
Durante esta guerra la flota peloponesia fue básicamente corintia. Con la Paz de Nicias del 421 a. C., los corintios no se quisieron sumar e intentaron configurar otra liga con Argos, Mantinea y Élide, pero pronto volvió a formar alianza con Esparta, que se mantuvo hasta el final de la guerra. Cuando Atenas se rindió después de la Batalla de Egospótamos, los corintios y beocios pidieron arrasar la ciudad derrotada, pero el espartiata Lisandro no lo consintió.
La hegemonía espartana pronto se mostró más opresiva que la ateniense, de modo que los corintios, junto a los argivos, atenienses y beocios configuraron una coalición que, sustentada en las profundas arcas persas, hizo frente al imperialismo espartano en la llamada Guerra de Corinto, buena parte de la cual fue dirimida en su territorio. En el verano de 394 tuvieron lugar dos de las mayores batallas hoplíticas del mundo griego antiguo, en Nemea y Coronea, ambas vencidas “técnicamente” por los lacedemonios, que no obtuvieron ventajas estratégicas. En los siguientes años la corintia fue sometida a una guerra de depredación y de pillaje que provocó el estallido de una stásis o conflicto civil en el seno de la ciudadanía, alentada por los intereses de los estados hegemónicos. Según Jenofonte, los argivos aprovecharon esta situación para anexionarse Corinto, pero más probablemente el filolaconio Jenofonte convirtió ensinecismo o unión política la presencia de una guarnición militar argiva en el Acrocorinto, la ciudadela o acrópolis corintia. De cualquier forma la Paz del Rey o Paz de Antálcidas, alcanzada en la primavera de 386 a.C., acabó con cualquier proyecto argivo de anexión sobre Corinto al evacuar la guarnición del Acrocorinto; además de permitir el retorno de los exiliados corintios, obviamente filoespartanos, que procuraron la fidelidad de Corinto hacia Esparta en los años sucesivos.
En la guerra que siguió entre Tebas y Esparta, los corintios fueron leales a Esparta, pero el territorio hubo de firmar una paz separada.
La ciudad permaneció independiente bajo gobierno oligárquico. Timófanes intentó conseguir la tiranía, pero fue muerto por su propio hermano Timoleón. En el año 338 a.C., la ciudad fue conquistada por Filipo II de Macedonia, que la hizo el centro de la Liga de Corinto, controlada por él mismo.
Después de la Batalla de Queronea los macedonios establecieron una guarnición en el Acrocorinto. Esta guarnición fue sorprendida por el líder de la Liga Aquea, Arato, que incorporó Corinto a dicha liga.
En 223 a.C., la ciudad fue ocupada por Antígono III Dosón que la quería como base contra la Liga Etolia y Cleómenes. Filipo, hijo adoptivo de Antígono la conservó hasta que fue derrotado en la batalla de Cinoscéfalos y Corinto fue declarada ciudad libre por los romanos y unida a la Liga Aquea otra vez.
Una guarnición romana se estableció en el Acrocorinto. Corinto fue después capital de la Liga y fue allí donde los embajadores romanos fueron maltratados lo que provocó el ultimátum del Senado Romano a la Liga. Derrotada esta, el cónsul romano, Lucio Mummius Achaicus entró en Corinto sin oposición y se vengó de la ciudad y sus habitantes: Los hombres fueron ejecutados y las mujeres y los niños fueron vendidos como esclavos; las obras de arte fueron llevadas a Roma y la ciudad fue saqueada y destruida. Continuó despoblada y destruida unos cien años y su territorio fue entregado a Sición o fue hecho ager público. El comercio se trasladó a Delos.
En el año 46 a. C., Julio César, decidió reconstruir la ciudad y envió una colonia de veteranos y hombres libres: Colonia Julia Corintia o Colonia Juli Corint o Colonia Julia Corintia Augusta, según las diferentes inscripciones. La ciudad se recuperó y cuando Pablo de Tarso la visitó en el siglo I, era una ciudad importante, capital de la provincia de Acaya, y residencia del procónsul de Acaya, Junius Gallio. Pablo de Tarso fundó un grupo cristiano el año 50, al cual dirigió sus epístolas. En el siglo II, fue visitada por Pausanias y tenía numerosos edificios. Continuó siendo la capital de la provincia romana de Acaya durante todo el Imperio romano. En 395 fue saqueada por Alarico I y en 521 fue destruida por un terremoto.
Corinto se caracterizó por la difusión del arte. Pinturas, esculturas de mármol y bronce, y las famosas jarras de terracota estuvieron entre las obras que se producían. También fue una ciudad donde se desarrolló la poesía, pero en cambio no hay noticias sobre sus oradores.
Los corintios tenían predicamento de ser sexualmente liberales, a los que contribuía el hecho de tener un puerto con un gran tránsito de mercancías, y por lo tanto, con gran afluencia de marineros de muchos lugares. En el santuario de Afrodita, situado en el Acrocorinto, se practicaba la prostitución sagrada, y tenía más de un millar de heteras esclavas.
El emperador romano Adriano la embelleció alcanzando gran prosperidad.
Pero tanta opulencia atrajo a otros pueblos para saquear sus riquezas. Estos pueblos fueron los hérulos en el siglo III, los visigodos en el siglo IV y en el VIII los eslavos.
La Iglesia del presente ha decido vivir de acuerdo a los principios que rigen al mundo, pero el título que da Pablo a los cristianos en esta epístola nos dice que a pesar de todo lo que nos rodee, la Iglesia está constituida por personas santas, que han sido lavadas con la sangre de Cristo, apartadas del pecado. No nos habla de una Iglesia que vive de acuerdo con el mundo, sino de una Iglesia santa, y esa santificación solo es posible lograrla y mantenerla cuando vivimos en conexión directa con quien la hizo posible para nosotros: Cristo, quien nos llama, no a ser santos, sino que nos llama “santos”. Todos los cristianos debemos ser santos, no es una opción, es parte del ser cristiano, es una forma de vida. Pero la santidad no es algo que sale de nosotros, sino que viene de Dios, por medio del llamamiento que recibimos al escuchar el Evangelio.
Hay quienes se adueñaron de la salvación y que decidieron que ellos eran los únicos salvos y santos, pero Pablo habla de manera diferente en este sentido, ya que él aclara que los santos son todos aquellos que claman, que invocan, que adoran a Dios por medio de Jesucristo.
Curiosamente fue esta práctica lo que llevó a que en Antioquía comenzara a llamarse a los creyentes “cristianos”, debido a que los demás escuchaban que ellos clamaban el nombre de Cristo, porque es ahí en donde encontramos la esperanza para todas nuestras tribulaciones.
El reconocimiento que hace Pablo de Jesús como Señor podía ser considerado traición al César, quien se levantaba como ser supremo sobre todos los que estaban en el Imperio. Fueron muchos los que murieron porque decidieron hacer esta declaración.
Hay quienes buscan la paz en este mundo. Muchos de ellos dan charlas, hacen marchas, promueven asociaciones e instituciones que busque la paz, pero sin haber obtenido primero la gracia de Dios, es imposible tener paz. La gracia, ese regalo inmerecido de parte de Dios es el ingrediente primario para obtener la paz que solo se encuentra en Cristo. Algunos definen la paz como la ausencia de conflictos, pero la verdadera paz es haber logrado un acuerdo con Dios, que solo es posible por medio de la sangre de Jesús.
Definitivamente la Iglesia en Corinto necesitaba la paz. Ellos estaban en un ambiente convulso, tanto fuera como dentro de sus paredes, por lo que la manera de actuar entre los creyentes no era muy diferente de la población de la ciudad.
Este texto presenta conflicto entre los unitarios, porque ellos entienden que al decir “de nuestro Dios Padre y del Señor Jesús el Ungido”, están hablando de que el Padre y el Hijo son uno, sin tomar en cuenta que al hablar de esta manera se refiere más bien a que ambos son personas iguales en la deidad.
Cada día, cuando hago mis oraciones, lo primero que presento ante la presencia del Señor es a mis tres hijos y a mi nuera, porque son las personas que más me preocupan y debo depositarlas en las manos de Dios; de la misma manera, Pablo se preocupaba por sus hijos espirituales, entre ellos los corintios.
Cuando Pablo menciona aquí la gracia de Dios, no se refiere a los dones milagrosos, sino más bien se refiere al don de la salvación que obtuvieron por medio del sacrificio de Jesús. Pero más adelante si se va a referir a ellos.
Aunque Corinto era una ciudad principal, había mucha gente realmente pobre, pero en Cristo fueron enriquecidos, no con riquezas materiales, sino a la doctrina, la cual era recibida por medio de la enseñanza de los líderes o por medio del don de profecía y de lenguas; así como pr medio de la comprensión de estas. Ellos estaban muy parecido a como lo están muchos creyentes el día de hoy, que tienen toda la verdad, pero se niegan a obedecer la Voluntad de Dios, porque la carnalidad les impulsa más que el espíritu.
El testimonio del Ungido es el Evangelio que predicado por Pablo a ellos. Nótese que cuando Pablo enseñó a los corintios no se dejó ningún secreto que ellos no pudieran recibir, sino que les predicó toda la verdad, de tal manera que ellos no podían desconocer nada. Ellos no eran menos que ningún otro creyente, pero tenían que ser responsables delante de Dios por sus malas acciones y decisiones.
Los creyentes no pueden vivir como los del mundo, sin esperanza. Esperamos la manifestación del Señor, y aquí la palabra que se usa, apekdéjomai, indica una espera llena de ansiedad acerca del regreso del Señor Jesús que vendrá a juzgar y a llevarse a los suyos para siempre.
Aunque los cristianos en Corinto desconocían como era Jesús físicamente, le estaban esperando. Ellos creían en Él y estaban seguros de que le verían en ese día glorioso. Él los iba a tener a ellos estables, y a nosotros, para ser irreprensibles hasta ese día; es decir, por medio de vivir de acuerdo al Evangelio. Esto no quiere decir, como enseñan los calvinistas, que uno no puede caee la gracia de Dios. Esta no es incondicional. Cualquier cristiano que peque deliberadamente, cae de la gracia de Dios. El propósito de Dios es que vivamos fieles, pero somos nosotros los que decidimos si queremos vivir en santidad o si vamos a ignorar la Voluntad de Dios.
¿Qué es ser irreprensible? Hay quienes creen que ser irreprensible es que no le atrapen haciendo algo malo, y están muy equivocados, porque lo que importa no es lo que los demás piensen de nosotros, sino lo que Dios sabe de nuestra vida. Muchas personas se presentan al mundo como muy honradas, cuando en realidad son unos sinvergüenzas, y aunque todos le aplaudan, delante de Dios están mal. Ahora bien, el cristiano ha sido lavado con la sangre de Cristo, por lo tanto, delante de Dios, él es irreprensible, porque a pesar de que Satanás presente acusaciones en su contra, la sangre de Jesús aboga por él.
“El día del Señor” no se refiere al primer día de la semana cuando la Iglesia se reúne a adorar, sino al día del Juicio, cuando el Señor dará el premio a los salvos y castigará a los rebeldes a su voz.
Solo Dios es digno de toda confianza. Tenemos la mala costumbre de confiar en los seres humanos, y constantemente somos traicionados, porque la gente se deja guiar por sus propias conveniencias; así, quien era nuestro amigo del alma hoy, no tendrá temor en traicionarnos mañana.
Los creyentes somos apartados para el servicio a Dios. Su anhelo es que vivamos siempre en comunión con Cristo Jesús. A pesar de las pruebas y las dificultades de cada día, podemos confiar que al final seremos recompensados y pasaremos la eternidad junto con nuestro Señor. Pero todo esto depende de nuestra comunión con la Palabra de Dios. ¿Estamos dispuestos a obedecer el Evangelio aunque lo que encontramos en él vaya en contra de nuestros intereses?
[1] Diccionario Nelson. Iglesia.