13. Comentario.
a. Prólogo.
Inicia el autor sagrado su tema con un prólogo[1]. Este prólogo en prosa incluye cinco escenas, artísticamente ordenadas; la primera, tercera y quinta se desarrollan en la tierra; la segunda y cuarta en el cielo. Job y los demás personajes en la tierra ignoran lo que sucede en el plano celestial; es únicamente a nosotros, los lectores, que se nos revela el secreto de por qué sufre Job.
1) Escena 1: Job y su integridad.
Job no es israelita, es uno del “pueblo del oriente”, es decir, al oriente del Jordán, de la tierra de Uz[2] que es Edom, al sudeste de Israel. Es, sin embargo, un adorador del Dios verdadero, aunque lo llama Elohim, no Adonay, el nombre personal de Dios. Job es un hombre íntegro; esto significa que era sin reproche, no que fuera impecablemente perfecto. Una consecuencia de su integridad es que tiene una familia ideal: Los números siete y tres, que suman diez, simbólicamente sugieren lo completo, los mismos números simbólicos aparecen en el recuento de sus posesiones. En el mundo de los patriarcas, las asnas, valiosas por su leche, y sus crías eran más preciadas que los asnos. Pero, ¡qué distinto el caso de hijos e hijas! Cada uno de los hijos varones de Job vive en su propia casa; teniendo un padre tan rico como Job, pueden vivir como príncipes. Cuando se reúnen para celebrar sus cumpleaños, Job se asegura de que nada incorrecto suceda entre los participantes. Como cabeza de la familia, Job actúa como sacerdote, ofreciendo sacrificios en caso de que sus hijos accidentalmente hayan dicho o hecho algo irreligioso. Toda la escena es de armonía y tranquilidad doméstica, pero la figura de extrema riqueza, extrema comodidad y extremos escrúpulos ya sugiere alguna violencia que pronto interrumpirá esta perfección.
2) Escena 2: La reunión celestial.
En contraste con esas inocentes celebraciones familiares, en el cielo se desarrolla una reunión mucho más trascendental, la de los hijos de Dios. Son los cortesanos de Dios, los ángeles, y entre ellos se encuentra “el Satanás”, no solo “Satanás”[3]. Lo más sensato es pensar que este no es el diablo personal sino uno de los siervos de Dios. El Satanás es ciertamente el adversario de Job, pero en esta escena no es un enemigo de Dios; porque todo lo que hace es aprobado por Dios, y no puede actuar sin su autorización. Su tarea normal es actuar como los ojos y oídos de Dios sobre la tierra.
3) Escena 3: La primera prueba.
En esta escena central, cuatro mensajeros se acercan a Job, anunciándole cuatro desastres. Los desastres, dos naturales, dos causados por seres humanos, atacan desde todas partes: los sabeos[4] vienen del sur; los caldeos[5] del norte; el relámpago viene de las tormentas que entran del Mediterráneo al oeste; y el fuerte viento viene del desierto al este. Vemos a Job tan abrumado por las calamidades que no tiene tiempo de recobrarse de una antes de que llegue el próximo mensajero.
La reacción de Job no es echar la culpa de los eventos naturales ni de los enemigos humanos, ni olvidar las bendiciones de Dios, ni cerrar los ojos a la realidad, sino alabar al Señor tanto por lo bueno como por lo malo[6]. La confianza de Adonay en Job prueba ser justificada.
El vientre de la madre de Job a quien volverá al morir ha de entenderse probablemente como la tierra, de la cual fuimos creados todos los humanos.
Job es alguien de quien Dios puede jactarse; pocos son los que en el Antiguo Testamento son llamados por el título de dignidad mi siervo. El Satanás no duda de lo bueno que es Job; lo que pone en tela de juicio es si Job es justo por amor a la justicia o por amor a la recompensa que se obtiene por ser justo.
4) Escena 4: Nuevamente la reunión celestial.
El informe de Dios sobre Job es que todavía se aferra a su integridad, o sea que su vida sigue siendo tan justa como siempre. Satanás ahora acepta que Job puede sufrir cualquier dificultad externa piadosamente siempre y cuando no sea él afligido en lo físico; dice que sería una cuestión muy distinta si fuera perjudicado personalmente. “¡Piel por piel!”[7] puede significar que Job ha salvado su propio pellejo debido a que aceptó en forma pía la muerte de sus hijos; pero es más probable que si Dios ataca ahora a Job mismo, se encontrará con que éste le atacará a él, maldiciéndolo.
5) Escena 5: La segunda prueba.
La narración llega rápidamente a su clímax, al disolverse la cuarta escena en la quinta. Cuando Satanás se retira de la presencia de Dios finaliza la cuarta escena, y el afligir a Job inicia la quinta; no hay un intervalo de tiempo entre la autorización que Dios da del sufrimiento y la aflicción de Satanás sobre Job.
a) El duelo de Job.
Job había ido a sentarse sobre las cenizas fuera de la ciudad para cumplir con los ritos de duelo. Para expresar su sentido de desolación y aislamiento, se aparta de la sociedad y se identifica con la basura. Mientras se encuentra allí sentado es afligido por llagas malignas, y usa pedazos de vasijas de barro rotas que saca de la basura para rascarse y aliviar su comezón. Estas llagas son obviamente alguna enfermedad de la piel, no puede probarse que fueran específicamente elefantiasis o lepra. Job tiene a la vez muchos otros síntomas, como pérdida de peso[8], fiebre[9], pesadillas[10] e insomnio[11], pero estas bien pueden ser expresiones sicosomáticas de su depresión más bien que los efectos de la enfermedad de la piel. Otras referencias a su sufrimiento son probablemente metafóricas, como cuando se queja de que se le están pudriendo los huesos[12] o que se está quemando[13].
b) La reacción humana.
La esposa de Job ha de haberse sentido víctima de la injusticia de su marido, porque el resultado de toda la piedad de él ha sido exclusivamente para quitarle a sus diez hijos, su posición social y sus medios de vida. Y se espera que ella mantenga su lealtad a él a pesar de su culpabilidad por asociación que ahora le adjudican. Sea por su odio a Dios por lo que le ha hecho a Job, o por su anhelo de que el sufrimiento de su esposo acabe pronto, urge a Job a que maldiga a Dios causando así su propia muerte[14]. Job no la reprocha por sugerir que blasfeme, sino por hablar como una mujer insensata. Con esto, probablemente se refiere a las mujeres de clase baja, irreligiosas, incapaces de comprender la verdad sobre la que se basan los hechos. Job tiene cierta aristocracia, y aunque en este momento no cuenta con su riqueza, poco entiende de la situación de los permanentemente pobres. La respuesta de Job a su esposa es que Dios tiene la libertad de enviar el bien y el mal ya que da y también quita. No es ésta una resignación fatalista a la voluntad de un Dios imposible de conocer, sino una especie de confianza de que Dios sabe lo que está haciendo. Al decir que Job no pecó con sus labios, el relator no quiere significar que pecara en lo que pensaba; quiere decir que ha contestado el reclamo del Satanás de que pecaría con sus labios maldiciendo a Dios si era atacado físicamente.
c) El compañerismo humano.
Job, siendo un señor de gran importancia, tiene amigos en varios países, aunque no podemos con certeza identificar sus procedencias. Sus intenciones hacia Job son buenas, no lo dudemos; pero es extraño que cuando ven lo mucho que sufre no le ofrecen ningún consuelo. No le dirigen para nada la palabra, sino que empiezan a tratarlo como si ya estuviera muerto. Creen que están expresando sus condolencias, y nuestro silencio receptivo hacia alguien con problemas puede ser beneficioso, pero su duelo por siete días y siete noches inevitablemente produjo separación. Como lo demuestran las palabras más adelante, no pueden creer que Job no merece, en cierto grado, el sufrimiento que ahora está pasando. Aceptan sin críticas la teología ortodoxa que atribuye todo el sufrimiento a la pecaminosidad humana.
b. El diálogo.
La parte principal[15] trata, en forma de un triple diálogo entre Job y sus tres amigos, el problema de porqué debe sufrir el hombre y cómo es compatible el dolor de los justos con la justicia de Dios. Ni Job ni sus amigos saben la verdadera razón de los padecimientos, sosteniendo los amigos la idea de que los dolores son consecuencia del pecado, mientras que Job insiste en que no lo tiene.
1) Primer discurso de Job en el que expresa su dolor.
Con este monólogo de Job nos encontramos de pronto lanzados de la grandeza épica y lo premeditado del prólogo a la dramática desesperación de la poesía; de las descripciones externas del sufrimiento a la experiencia interior de Job. En el discurso se nota un movimiento desde el pasado hacia el futuro, y de la experiencia del hombre Job proyectándose hacia afuera para abarcar la experiencia de la humanidad en general.
En este discurso no hay mención alguna al significado del sufrimiento, ni pregunta sobre si es merecido o no, ni cavilaciones sobre su origen. Job no se adjudica la culpa, ni culpa a Dios. Eso vendrá más adelante, pero aquí tenemos sencillamente al hombre Job en la violencia de su dolor.
Maldice el día en que fue concebido y en que nació. Una maldición por lo general va dirigida al futuro, pero tal es la desesperación de Job que expresa su maldición hacia el pasado. Es, sin dudas una maldición completamente inútil, porque el pasado no puede ser cambiado. Desea que el día de su nacimiento y concepción, considerado poéticamente como un solo evento, pudiera ser borrado de manera que ni hubiera aparecido en el calendario del año; desea que los hechiceros[16] que ponen una maldición sobre los días pudieran haberlo convertido en uno de los días de mala suerte, en que a sus padres les hubiera resultado imposible concebirlo o que su madre lo diera a luz. Desea haber podido morir al nacer. Job pasa en este discurso de la desesperación a las preguntas. Ya que la maldición sobre el día de su nacimiento obviamente nunca había sido echada, pasa a preguntar por qué, ya que tuvo que nacer, no pudo haber muerto al nacer o, por lo menos nacer muerto. La muerte ahora se ha convertido en algo más dulce que la vida, y compara la paz silenciosa y el descanso del mundo subterráneo con su presente destino lleno de aflicciones y ansiedad.
El enigma del sufrimiento en la existencia. Job sigue con una pregunta más amplia. Ahora no sólo pregunta por qué, ya que nació, él mismo tiene que seguir viviendo, sino también por qué las personas en general no pueden sencillamente morir cuando están listas. En los últimos versículos nuevamente habla directamente de sí mismo. Todo el poema termina con la nota que ha resonado a lo largo del mismo: A diferencia del descanso del mundo subterráneo, que es lo que anhela, la vida de Job no tiene tranquilidad, quietud ni sosiego, sino solo desesperación.
Anteriormente, el cerco protector de Dios alrededor de su vida le había asegurado su bienestar; pero ahora que quiere morir, piensa en la preservación de su vida por parte de Dios únicamente como una prolongación de su miseria; el cerco se ha convertido en una prisión en lugar de un muro de defensa. El temor anterior de Job sobre desastres futuros explica su gran cuidado de asegurar que no se adjudique ningún pecado a su familia.
2) Primer discurso de Elifaz: “Sé paciente, todo se solucionará”.
Elifaz es prudente, juicioso, discreto. Parece que le da miedo hablar. Es el más viejo, el que conoce más a fondo la vida y como todos los amigos de Job, tiene la intención de ofrecerle su apoyo en su sufrimiento, y ninguno trae un mensaje más reconfortante que este amigo. Pero hay aquí una ironía, como en todos los discursos de los amigos: Porque el autor no acepta su concepto dogmático de que el sufrimiento siempre es merecido, y se propone mostrar que el supuesto consuelo es una crueldad.
La esencia del primer discurso de Elifaz a Job es: Como todos bien sabemos, eres un hombre piadoso. No tienes, entonces, razón para desesperarte, porque los inocentes no terminan sufriendo. Sufres ahora porque no eres perfecto y necesitas alguna “corrección” o “disciplina”[17]; pero eso pronto acabará porque eres básicamente un buen hombre. En resumen, el mensaje a Job es: “Sé paciente, todo se solucionará.”
El autor de Job es un disidente, alguien que ha visto claramente la gran acomodación que existe en la llamada doctrina tradicional. Por ello critica al defensor de la tradición que, valiéndose de ella, pretende justificar su situación privilegiada. Critica al que no ha experimentado en su propia carne cuán desgarrador es el drama de Job, al que desconoce el dolor, la ignominia, la miseria y, sin embargo, da a los demás explicaciones que no satisfacen del todo, ya que lo que busca en el fondo es justificarse a sí mismo. Por eso no comprende ni la situación de Job, del todo inocente, ni la actuación de Dios.
a) Eres un hombre piadoso.
La auténtica preocupación de Elifaz por Job se nota en sus primeras palabras; es respetuoso, casi pidiendo disculpas. No es despreciativo cuando recuerda a Job cuánto ha reconfortado a otros en circunstancias similares; es el más suave de los reproches cuando le dice: Pero ahora te sucede a ti y te impacientas. El aliento que Job daba a otros, como un acto de verdadera piedad, es una buena razón de por qué puede esperar que Dios pronto lo restaurará.
b) Los inocentes nunca mueren.
Al describir a los impíos, Elifaz no quiere sugerir que Job fuera uno de ellos. Al contrario, le está diciendo a Job que no hay razón para su ansiedad ya que no es uno de los malos, que siembran sufrimiento y cosechan lo mismo[18]. En el fondo hay una condena de Job, porque Elifaz piensa que si a él no le ha sucedido lo mismo es porque es justo. Y no se da cuenta de la endeblez de su razonamiento: También él podría encontrarse en la situación de Job.
c) A pesar de ello, aun los píos no son perfectos.
Para apoyar su argumento de que aun los justos no son perfectos, Elifaz relata su visión nocturna y de ella saca conclusiones. Elifaz se cree muy audaz por tener esta percepción profética[19]. El autor quizá quiera que nos haga cierta gracia la declaración de Elifaz de haber recibido una revelación divina de lo que la mayoría de las personas normales, sin haber recibido educación teológica, ya dan por sentado: ¿Será el mortal más justo que Dios? Aunque las palabras podrían traducirse: “¿Puede un mortal ser justo a los ojos de Dios?”[20], la idea es todavía obvia y trivial. Lo que es más, no es apropiada para el caso de Job. No está sufriendo alguna leve aflicción por no ser absolutamente perfecto en lo moral; ha sido totalmente devastado. Y aunque no ha sido muerto, en cierta forma su condición es peor que la de los inicuos; porque desea estar muerto, pero Dios insiste en mantenerlo vivo.
d) Es de esperarse que uno sufra.
Elifaz no puede creer que Job realmente quiera morir, como lo expresara en el capítulo 3, y supone ahora que Job ha de estar buscando alguna manera de ser liberado de su sufrimiento. Elifaz dice que si esto es lo que busca Job, mejor que lo olvide, porque no hay poder, ni siquiera entre los seres celestiales, que pueda librar a Job de su sufrimiento. El sufrimiento es algo natural para los seres humanos; siempre se están creando problemas para ellos mismos.
Este ciclo de causa y efecto resulta especialmente claro en el caso del necio cuyo apasionamiento y angustia lo llevan a la ruina. Elifaz no está queriendo decir que Job sea un necio, pero nos sorprende la insensibilidad de Elifaz hacia la desgracia de Job cuando habla de que la casa del necio recibe maldición. Lo que está queriendo expresar es que ni el justo Job puede esperar escapar totalmente de dicho sufrimiento; la aflicción no se produce a sí misma sino que es producida por la gente.
e) Lo único que puedes hacer es entregar tu caso a Dios.
Elifaz vuelve a enfocar su tema anterior de que Job es esencialmente un hombre pío por lo que no debe desanimarse, y ahora le recomienda que tenga paciencia: Si fuera yo, dice, dejaría mi causa en las manos de Dios, porque es el gran transformador de los destinos. En esta poderosa descripción de las obras de Dios, Elifaz se entusiasma un poco con su propia retórica. Mucho de su contenido no se aplica para nada a Job; el único punto de conexión es que Job, como los humillados y los pobres, puede tener esperanza de que Dios transforme dramáticamente sus desgracias actuales[21].
f) Si así lo haces, Dios te restaurará.
Elifaz aconseja a Job que si solo espera con paciencia para que Dios obre, descubrirá que el sufrimiento que está viviendo es un sufrimiento disciplinario y que él “…hiere, pero Sus manos también sanan”[22]. Elifaz se ha propuesto terminar su discurso con una nota positiva. Piensa, y esto también es irónico, que le está haciendo un favor a Job al decirle lo bien que en realidad está: “Cuán bienaventurado es el hombre a quien Dios reprende”[23], como si tuviera derecho a decirle a Job qué bendición es estar sufriendo la pérdida de su familia y de su sustento.
Pero la imagen que presenta no es totalmente color de rosas: Existen condiciones que Job debe cumplir. No debe menospreciar la corrección del Todopoderoso y debe escuchar el consejo de Elifaz y aplicarlo a su propio caso. Vistas superficialmente, estas no parecen ser condiciones difíciles de cumplir, pero sin duda es imposible que Job las acepte. ¿Cómo se puede aceptar la “disciplina” de Dios si no considera a su sufrimiento como una disciplina sino como una cruel injusticia? ¿Y cómo puede aplicar el consejo de Elifaz a su propio caso cuando sabe que es el producto de una reflexión teológica y que no tiene nada que ver con la experiencia vivida?
3) Segundo discurso de Job: “Dios, déjame tranquilo”.
El discurso de Elifaz no ha tocado para nada el problema de Job. Así que, en general, Job no le hace ningún caso. Esta es una característica muy típica del libro, con los diversos contribuyentes hablando sin que los demás presten atención, y es obviamente algo que el libro está queriendo expresar sobre las dificultades al procurar que la teología concuerde con la vida real.
En este poderoso discurso aparecen tres movimientos.
ü Es un soliloquio dirigido a nadie en particular, Job va mucho más allá de su posición en el capítulo 3. En aquél, había deseado no haber nacido, y preguntaba por qué, ya que había nacido, es obligado a seguir viviendo. Pero ahora, anhela una muerte inmediata[24].
ü Job se dirige a sus amigos quejándose de que lo han privado de lo único que esperaba de ellos: Su simpatía comprensiva[25].
ü Sorprendentemente se dirige a Dios[26]. Por ahora no le pide nada a Dios excepto que lo deje tranquilo para poder vivir el resto de sus días libre de dolor. Pero por supuesto aquí hay algo más que lo que se nota a primera vista; porque el propio acto de rogar a Dios que se aparte de él es en realidad el acto de acercarse a él.
a) ¡Que Dios me quite la vida!
Al principio de este discurso en realidad no se está dirigiendo a Dios sino expresando un melancólico anhelo de que Dios diera un rápido fin a su sufrimiento. El pasaje clave de esta sección lo constituye Job 6.8-9: “¡Quién me diera que mi petición se cumpliera, Que Dios me concediera mi anhelo, Que Dios consintiera en aplastarme, Que soltara Su mano y acabara conmigo!”[27] Job siente que si pudiera morir en ese momento, antes de que su sufrimiento lo llevara a blasfemar, por lo menos podría tener el consuelo de no haber negado las palabras, los mandamientos, del Santo.
Elifaz ha instado a Job a ser paciente, pero la paciencia requiere una fuerza que Job no tiene. Elifaz no ha reconocido qué carga lleva Job. Si sus miserias pudieran pesarse pesarían más que la arena de los mares; con razón pues, sus palabras han sido apresuradas. Job por nada se disculpa, nada confiesa. Como en el prólogo, reconoce que en el fondo su sufrimiento procede de Dios; en este poema sus dolores son los resultados de las venenosas flechas del Shaddai mientras que los terrores de Dios, su enemigo, han sido preparados para librar la batalla en su contra. No es el dolor físico ni el tormento mental lo que le pesa hasta vencerlo; es el tener conciencia de que se ha convertido en el enemigo de Dios.
La debilidad que vuelve a sentir Job no es tanto una debilidad física como sicológica. Ya no le quedan recursos interiores; el sentido de su propio valor ha sido socavado porque comprende que no existe razón en sí mismo para que Dios lo esté tratando con tanta crueldad.
b) Habéis sido amigos en quienes no he podido confiar.
Job acaba de quejarse de que no le quedan fuerzas, pero ahora procede a un ataque amargo y sarcástico contra sus amigos. Su depresión se ha convertido en ira. Empieza con indirectas, con la imagen de un arroyo o torrente temporal que nunca tiene agua cuando se necesita. Acusa a sus amigos de no haber pagado su deuda de amistad que sería su lealtad, la lealtad de la amistad y aceptación sin reservas pase lo que pase. Los amigos interpretan la “lealtad” como algo distinto. Ofrecen su simpatía y su apoyo, pero solo en lo que sea realista. No pueden decir “mi amigo, estés o no en lo correcto”, cuando los sufrimientos de Job prueban claramente que ha actuado mal y está siendo disciplinado por Dios por algún pecado.
Los amigos, dice Job, tienen miedo de identificarse demasiado con él, no sea que caigan ellos también bajo el juicio de Dios. Lo tratan no como un amigo sino como a alguien que les ha pedido un préstamo; le dan abundancia de consejos pero nada de dinero. Job les pide a los amigos que identifiquen el crimen por el cual él está sufriendo. Eso sería todo lo que se necesitaría para aquietarlo.
c) ¿Por qué, oh Dios, me dejas seguir viviendo?
Otra vez el deseo de morir se apodera de Job, pero esta vez entrelazado con su experiencia de lo inútil y miserable de la vida humana en general y con una apelación a Dios para que lo deje tranquilo a fin de poder morir en paz.
Job proyecta aquí su propia desesperación sobre la existencia humana en general: El destino que en común tiene la humanidad es una milicia. Su depresión lleva ahora no tanto a la ira sino a un lamento sobre el trabajo pesado y estéril de la vida. Sus días que son más veloces que la lanzadera del tejedor son iguales a los días de la humanidad en general; la vida que es apenas un soplo es el destino humano y el hecho de que el que desciende al Seol no volverá a subir es universal para la humanidad. Sin embargo, paradójicamente, la vida que es tan breve puede ser tan tediosa: El suceso singular que Job anhela, la muerte, parece demorarse infinitamente, por lo que es como el esclavo que anhela la sombra. Los únicos cambios que nota son en la condición de sus costras, que un día se endurecen y otro, se resquebrajan con pus que supura.
Job ha tenido dos razones para hacer su sorprendente pedido de que Dios lo deje tranquilo. La primera ha sido la miseria de su vida llena de dolor; la segunda, la certidumbre de su próxima muerte. No tiene ya nada que perder. Pero de lo que tiene que quejarse es de que Dios, lejos de dejarlo tranquilo, lo trata como si fuera uno de los monstruos legendarios de las profundidades, el mar o Tannim[28] que tuvo que ser frenado por Dios. Es ridículo que Dios imagine que Job pueda representar una amenaza a su universo, pero igualmente recibe la misma atención que las fuerzas del caos.
En esta amarga parodia de Salmos 8, Job vuelve al tema de lo desproporcionado. En el Salmo: “¿Qué es el hombre?” expresa la maravilla de que el ser humano, aparentemente insignificante en la escala del universo, es objeto del interés del Dios Todopoderoso. En Job: “¿Qué es el hombre?” empieza con una reprimenda a Dios de que la preocupación de Dios por los seres humanos no ha sido para el beneficio de ellos sino para realizar un escrutinio cruel, un examen perpetuo, una crueldad inexplicable, un tormento sádico.
Job no es más que uno de estos insignificantes seres humanos. Supongamos que realmente ha pecado. ¿Puede eso haber perjudicado tanto a Dios que lo tiene que castigar tan severamente? De cualquier manera, Job pronto morirá. ¿Qué mal le puede resultar a Dios si aplaza la ejecución del castigo por un poquito de tiempo? No que el pecado humano sea trivial, pero el supuesto pecado por el cual está sufriendo no puede merecer tanta atención de Dios. ¿Por qué no “pasa por alto” cualquier ofensa que se supone que Job haya hecho? Note que Job no confiesa nada.
4) Primer discurso de Bildad: “Si eres inocente no morirás”.
Bildad, como los demás amigos, cree que el sufrimiento es castigo y que la muerte de los hijos de Job es prueba del pecado de ellos. Elifaz dio por hecho que Job era esencialmente un hombre justo, aunque temporariamente castigado por Dios debido a alguna falta como las que los mortales no pueden evitar. Pero Bildad tiene menos confianza en la justicia de Job. Todo su aliento a Job depende de la condición si fueras limpio y recto. Bildad no se muestra hostil hacia Job, pero le recomienda que examine su conciencia; porque es únicamente por medio de su inocencia que Job podrá ser librado de sus calamidades.
La mayor parte del discurso de Bildad desarrolla el tema de que no hay efecto sin causa; la muerte de los impíos ilustra el tema. El discurso concluye con una nota comparativamente alegre, y su mensaje a Job es: “Si eres inocente no morirás.”
a) La muerte de tus hijos y la tuya.
El concepto básico de Bildad es que no pervertirá Dios el derecho. Si Dios ha enviado sufrimiento, entonces hubo algún pecado que lo mereciera. El caso de los hijos de Job prueba la premisa de Bildad: Cuando tus hijos pecaron contra él, él los entregó en mano de su transgresión. En contraste, Job mismo no ha muerto, así que ha de ser inocente de cualquier cosa que merezca la muerte. Lo único que tiene que hacer Job es buscar a Dios en oración y si fuera limpio y recto su oración será escuchada. Todo es claro para Bildad: Los destinos humanos concuerdan totalmente con los méritos humanos.
b) No hay efecto sin causa, como lo demuestra el caso de los malos.
Bildad apela a la tradición, como lo hace Elifaz en Job 5.27, porque su propia experiencia no puede dilucidar el problema teológico del sufrimiento de Job. En dos escenas, cada una concluyendo con su propio resumen, presenta el destino de los que viven sin Dios con una imagen del mundo de la naturaleza, queriendo decir que donde hay castigo tiene que haber también culpabilidad. En la primera, la planta de papiro que se seca por falta de agua prueba su premisa, y es también a la vez una metáfora del destino del impío. En la segunda, aparece la imagen de una telaraña como símbolo de lo pasajero y de que no se puede depender de la confianza del impío, que el arrancar una planta es una metáfora de la destrucción de la persona sin Dios.
c) Todavía hay esperanza para ti.
Bildad termina con una nota de esperanza: Dios no rechaza al íntegro. Y es obvio que cree que Job aún puede dar pruebas de ser un hombre tal. Pero la sabiduría de Bildad es demasiado superficial para la situación de Job. Y aquí también hay una cruel ironía. Porque si Job hace lo que Bildad recomienda e “imploraras la misericordia del Todopoderoso”[29] y aprovecha su piedad para obtener la salida de su sufrimiento, ¿no estará, sin querer, probando que el Satanás tiene razón, que Job no teme a Dios sin intención de recibir recompensa?
5) Segundo discurso de Job, en el que reconoce que no puede obligar a Dios a ser justo.
En estos capítulos alcanzamos un nivel más profundo de intensidad. En ellos escuchamos la declaración más fuerte que Job haya hecho hasta ahora sobre su sentido de impotencia y de sentirse atrapado. Sobre todo vemos su creencia de que toda la aparente preocupación de Dios por él a lo largo de su vida no ha sido realmente para su beneficio sino a fin de adjudicarle culpa: “Sin embargo, tienes escondidas estas cosas en Tu corazón,… Si pecara, me lo tomarías en cuenta, Y no me absolverías de mi culpa”[30]. No sorprende que Job concluya este discurso repitiendo su deseo de no haber nacido y clamando a Dios que lo deje tranquilo durante los pocos días que le quedan antes de su muerte.
Pero este discurso no es mera repetición, porque aquí Job también empieza a considerar la pregunta de cómo será vindicado, o que sea demostrado públicamente que después de todo él tenía razón. Admite que es un esfuerzo sin esperanza lograr que Dios lo declare inocente, y la desesperanza de ello lo sume, hacia el final del discurso, en una negra desesperación. Pero se ha convertido en una ambición que ahora no rechazará, y su atractivo para él se hace más fuerte al avanzar el libro.
Job no quiere significar que Dios sea injusto, aunque algunas líneas podrían leerse así[31]. Más bien quiere decir que es inútil tratar de obligar a Dios a hacer algo, aunque le dé la honra que se le debe. Su sufrimiento presente es una prueba silenciosa ante sus vecinos de que debe ser él un terrible pecador, porque ellos, como los amigos, creen en la doctrina de la retribución, que el sufrimiento se debe a la culpa. Así que la restitución que Job necesita, y anhela, no es alguna proclamación oral de que después de todo es inocente, sino una restauración pública de su lugar en la sociedad, la sanidad de su enfermedad y la devolución de sus posesiones.
a) No puedo obligar a Dios a redimirme[32].
Al preguntar ¿cómo se ha de justificar un hombre ante Dios? Job no está hablando como lo haría Pablo, de cómo el pecador es “justificado” o declarado recto ante Dios, sino cómo una persona recta puede ser “justificada” o restablecida públicamente por Dios. Esto es porque Dios es Dios y no un ser humano; tiene sabiduría y poder sin límite, como lo demuestra su control sobre el universo. Job enfoca los aspectos más negativos del poder de Dios, arranca las montañas de su lugar, sacude la tierra, pone un sello a las estrellas, no a fin de presentarlo como un Dios de caos sino para enfatizar su libertad de actuar, sea para bien o para mal. La libertad de Dios lo hace incomprensible[33], inexplicable[34] e incontrolable[35].
b) Aun ante el tribunal, Dios no me redimiría.
Job se imagina traer a Dios ante un tribunal a fin de forzarlo a darle un veredicto público de “Inocente”. Pero eso en realidad es imposible, porque ¿cómo podría un mortal escoger palabras o “argumentos” contra Dios? ¿Y cómo, si uno pudiera llevar a cabo un argumento legal con Dios, podría estar seguro de que Dios realmente estaría escuchando, ya que en este preciso momento está aplastando a Job con una tormenta? Aunque es inocente, Job está seguro de que de alguna manera hablará incorrectamente, y así, su propia boca lo condenaría.
c) ¿Tiene que llegar al punto de un juicio legal?
Ahora el monólogo se convierte en un discurso a Dios. Comenzando con una reflexión sobre la miseria de sus días, Job reconoce que sus sufrimientos son un constante recordatorio de que Dios lo considera culpable y seguirá considerándolo así, a pesar de lo que pueda hacer Job para probar su inocencia. Entonces, ¿qué puede hacer? Puede tratar de desterrar de su mente el sufrimiento que siente, o puede tratar de demostrar que no es culpable declarando bajo juramento su inocencia. Pero ninguna de estas opciones ofrece esperanza de triunfo, y se ve obligado a volver a la idea de una disputa legal con Dios.
El problema con el enfrentamiento legal con Dios es que las dos partes no pueden estar al mismo nivel. Lo que Job necesita es un árbitro que pueda mediar entre los dos, que ponga su mano sobre ambas partes en un gesto de reconciliación. Pero, por supuesto, no existe tal árbitro. “Entonces”, dice Job, “yo hablaré y no Le temeré; Porque en mi opinión yo no soy así”[36]. En el capítulo 10 Job pronuncia las palabras que usa en la disputa que aquí imagina.
d) Hablaré en la amargura de mi alma.
Como tantos de los discursos de Job, éste termina con un reclamo apasionado y directo a Dios. Job no se contenta con hablar de Dios en tercera persona, sino que sabe que como está tratando con el propio Dios, es a Dios a quien debe dirigirse. El discurso consta de cuatro partes: su intención; el repaso de las motivaciones de Dios para tratar a Job como lo ha hecho; la contradicción entre los propósitos reales y aparentes de Dios al crear a Job y al mantenerlo con vida; y su apelación para ser liberado de la presencia opresiva de Dios.
i. Job piensa hacer de esto una controversia legal con Dios. Como el acusado en un caso ante un tribunal, pide un informe de los cargos en su contra.
ii. En tres preguntas, Job especula sobre los motivos de la conducta de Dios hacia él.
ü ¿Le ha sido de algún beneficio a Dios? Seguramente Dios no habrá tenido ninguna ganancia del maltrato a Job.
ü ¿Es la visión de Dios la de un hombre que actúa con tanta miopía en su trato con Job?
ü ¿Le queda tan poco tiempo a Dios para vivir que tiene que actuar con tanta urgencia contra Job?
iii. Tenemos aquí una hermosa descripción de la creación de Job por la mano de Dios y de cómo lo preservara; ha sido formado como el barro, lo ha derramado como la leche cuajándolo hasta convertirlo en queso, lo entretejió como la obra de un telar y le dio vida. Pero en medio de todo, parece, Dios ha tenido un propósito muy diferente y totalmente siniestro: Adjudicarle culpa a Job. Job no está admitiendo que sea culpable; quiere expresar que, sea él impío o inocente, el “cuidado” de Dios por él ha sido convertirlo en el blanco de su ataque.
iv. ¿Fue para esto que nació Job? Ahora está doblemente desesperado; no puede encontrar la manera de acercarse a Dios para ganarse una vindicación de su parte, y siente que está en las garras de un Dios airado que lo hará sufrir sea o no inocente. No sorprende, entonces, que Job caiga nuevamente en su desesperación que ya vimos en el capítulo 3, mezclado con el ruego de que Dios lo dejara, lo cual leímos en Job 7.16, 19.
6) Primer discurso de Zofar: “¡Arrepiéntete!”
Zofar es el menos comprensivo de los tres amigos. Casi llega a injuriar a Job. Su mensaje a Job es sencillo: Estás sufriendo porque Dios sabe que eres un pecador secreto, por lo tanto, ¡arrepiéntete! Por otra parte, no añade gran cosa a la conversación, puesto que se limita a repetir los argumentos de este primer ciclo de discursos y no tiene la agudeza de Elifaz ni la poesía de Bildad. Pero nos da una muestra muy clara de lo que es la sabiduría miope que los hombres aprenden y recitan de memoria sin meditarla. Si él afirma la magnitud de la sabiduría de Dios, de ello se infiere que en el proceder de Dios hay cosas que nosotros no podemos conocer. Su argumentación es viciosa, porque dice: la sabiduría de Dios es inescrutable; por consiguiente, tienes que obrar así. Queda claro que el argumento es defectuoso. Con todo, no deja de manifestar conocimientos y explica con cierta poesía la grandeza de Dios, pero vuelve de continuo a lo mismo y no acepta una revisión de sus conclusiones. Para que sean válidas, Job tiene que ser culpable. Su piedad es, además tan interesada como la de Elifaz.
a) Dios sabe que eres un pecador secreto.
Zofar es un hombre de principios, quien concuerda con Job en que la verdadera cuestión tiene que ver con el pecado. No es obvio que Job sea pecador, pero seguramente es un pecador secreto, a quien Dios ha descubierto. Job argumenta que su doctrina es pura y que es limpio ante Dios, pero Dios sabe que no es así, y Zofar de alguna manera ha llegado a saberlo, que Job es en realidad un malvado. Es probable que su pecado sea tan grande que aun con todo este castigo Dios ha pasado por alto u olvidado parte de tu iniquidad.
b) ¡Por lo tanto debes arrepentirte!
Zofar trata ahora de persuadir a Job de las bendiciones del arrepentimiento. En lo que Elifaz era tentativo, Zofar es definitivo. Y pone muy en claro que la restauración depende exclusivamente del arrepentimiento total de Job; solamente si Job sigue su consejo puede tener alguna esperanza. Job debe buscar en su corazón a Dios, dirigir su mente hacia Dios con total concentración y no contentarse con símbolos externos de arrepentimiento, y debe orar y dejar a su conducta inicua actual.
El resultado será una conciencia tranquila: “ciertamente levantarás tu rostro sin mancha”[37] y un sentido de seguridad: “Estarás firme y no temerás”[38]. Pero el lector puede notar la ironía en todo esto; porque todo lo que Zofar recomienda a Job ha sido toda su vida la práctica constante de Job.
7) Cuarto discurso de Job: La “sabiduría” de sus amigos y la justicia de Dios.
Este importante discurso de Job aparece al final del primer ciclo de discursos, después de que cada uno de sus amigos le ha hablado. Contiene dos secciones principales: En la primera, Job se dirige a sus amigos[39] y, en la segunda, a Dios[40]. El fluir del pensamiento, aun dentro de la primera sección, se aparta constantemente de sus amigos y se acerca a Dios. La esencia de todo el discurso es: No quiero saber nada de ustedes “médicos inútiles”; yo hablaré al Todopoderoso.
a) La sabiduría de los amigos comparada con la de Dios.
Job aquí se dirige a todos sus amigos, no solo a Zofar, el último en hablar. Niega que sus amigos sean más sabios que él, y contrasta la sabiduría de ellos con la de Dios. Por primera vez muestra desprecio hacia ellos. Ciertamente, empieza con sarcasmo, vosotros sois el pueblo a cuya muerte cesará la sabiduría, pero en nada soy inferior a vosotros. Eso significa realmente que se cree superior, y así es debido a que por su experiencia ha logrado una sabiduría mayor que la de ellos. Sabe él algo que ellos no saben: Que es posible que un hombre recto sea afligido, que los hechos de los impíos pueden no recibir castigo.
Luego Job no se dirige a sus amigos sino que imagina con ironía lo que ellos le dirían a él[41]. Dice que tienen un concepto muy simplista de las maneras como obra Dios; creen que todo lo que tiene que ver con el pecado es tan sencillo que aun los animales lo saben. Son los amigos los que dicen las palabras insulsas y obvias de Job 12.10-11, y son ellos los que afirman que en los ancianitos hay sabiduría.
b) Job y Dios.
Luego Job eleva un himno al poder destructor del Todopoderoso y presenta la nueva sabiduría de Job. El Dios que ahora ha experimentado no es un tranquilo gobernador de un universo bien ordenado, sino una deidad excéntrica; no puede ser comprendido y no puede ser domado. Lo más característico de este Dios es su reversión del orden estable. En otros himnos[42] el propósito de tales reversiones es traer salvación y corregir injusticias. Pero aquí no existe ningún propósito moral o beneficioso en estos trastornos realizados por Dios.
Lo que Job anhela por sobre todas las cosas es argumentar con Dios; usa el lenguaje del tribunal de justicia. Pero su meta no es tanto ganar el caso contra Dios sino resolver el desacuerdo. No propone un juicio en el cual acusaría a Dios de injusticia al negarse a vindicarlo; más bien, invita a Dios a acusarle, para poder oír qué es lo que Dios tiene en su contra.
Pero todavía tiene algo que decir a los amigos. El modo como se han estado comportando, dice, todavía usando un lenguaje legal, como falsos testigos a favor de Dios. Y aunque Job tiene muchas dudas sobre la justicia de Dios, no duda que Dios castigará a los amigos por su parcialidad hacia él mismo y su falta de objetividad. Mejor sería que lo escucharan a él, no tanto a las palabras que les dirigirá a ellos personalmente sino a las palabras de su disputa con Dios[43]. Pero antes de empezar dicha disputa en serio, quiere que ellos sepan que Dios no se alegrará al enterarse de que, tratando de justificar sus caminos ante Job, se han valido de mentiras sobre pecado y castigo. Cualquier teología que no admite la experiencia de Job, la del hombre recto que sufre, es una mentira, y es escandaloso que se digan mentiras de Dios. Con preguntas retóricas Job expresa su desacuerdo en que alguien se valga de mentiras en pro de la verdad.
Finalmente, Job quiere explicar a sus amigos el significado de su nuevo discurso a Dios. En el capítulo 7 le había pedido a Dios que ya no le prestara atención, igualmente en los capítulos 9 y 10. Pero aquí emprende un camino más arriesgado y deliberadamente clama a Dios para disputar con él. Es peligroso, suicida, en realidad; pero Job está seguro de que la razón está de su parte.
Hay dos énfasis en este discurso a Dios.
i. Hay una demanda de que Dios haga público qué tiene en contra de Job[44];
ii. Que deje tranquilo a Job para que pueda morir en paz[45].
Job ha expresado anteriormente estas dos plegarias.
Job primero convoca a Dios a participar en un juicio con él con el propósito de pronunciar un veredicto de “inocente” en favor suyo. Establece dos condiciones para que sea justo: Primero, Dios debe apartar de él su mano y, segundo, debe dejar de espantarlo con su terror. Solo entonces puede Dios empezar el juicio o, si lo prefiere, puede hacerlo Job. En el lenguaje del tribunal de justicia, Job pide una lista de las acusaciones contra él. Por supuesto, no es que admita ningún crimen sino que quiere decir “lo que tú pretendes que son mis pecados”. Le parece a Job que Dios está haciendo mucho escándalo por nada, castigándolo por errores de su niñez y, como ya lo hemos escuchado antes, constriñéndolo y confinándolo.
El enfoque cambia aquí de Job mismo a la humanidad en general. Job está, por supuesto, todavía hablándose a sí mismo, pero, como lo hiciera antes, proyecta sus propios sentimientos y experiencias para incluir a toda la humanidad. Lo que este capítulo puntualiza es que los seres humanos son demasiado insignificantes como para merecer la clase de examen divino que Job mismo está experimentando. Dado que la vida humana es tan breve, Dios podría razonablemente pasar por alto sus pecados; difícilmente pueden éstos desafiar el orden del mundo.
El contraste entre la esperanza del árbol y la esperanza de la humanidad de una vida después de la muerte subraya el pensamiento de Job 14.5. La vida humana tiene un final fijo y no puede ser extendida. El árbol puede tener esperanza de una vida nueva; para los seres humanos no la hay hasta que no haya más cielos, lo cual significa nunca, hasta donde Job sepa. El pensamiento de Job vacila al borde de una esperanza de resurrección; si el Seol[46] al menos pudiera ser un lugar de descanso final del cual no hay salida sino un lugar para esconderse de la investigación y la ira de Dios. Si al menos pudiera ser un lugar del cual Dios, complacido, trajera de vuelta a los seres humanos, habiendo dejado de buscar cualquier pecado que pudieran haber cometido, y habiendo sellado sus transgresiones en una bolsa. Pero esa esperanza es vacía, dice Job y pregunta: Si el hombre muere, ¿volverá a vivir? ¡No! Así como las montañas se erosionan y el polvo de la tierra es arrastrado por el agua, así la esperanza humana más firme es erosionada por la amarga realidad de la muerte. Los seres humanos no tienen más esperanza que ser “vencidos” finalmente por Dios y llevados al Seol en soledad, ni siquiera sabiendo qué está pasando sobre la tierra, ni siquiera si sus hijos alcanzan honra. En su aislamiento sienten solo dolores de su propio cuerpo. La esperanza cristiana de la resurrección, a su manera, cumple el tembloroso deseo de Job. Aunque Job hubiera estado preparado para esperar una eternidad a fin de recibir su vindicación, en su relato, lo que sucede en esta vida es lo que cuenta.
Ha sucedido algo dramático en este discurso. Después de todas las demandas de Job de que todo terminará para él lo antes posible, y después de toda su afirmación de que es inútil disputar con Dios, hace lo peligroso e imposible. Job ahora formalmente insta a Dios a que le dé un informe de los crímenes por los cuales está siendo castigado. Y esa demanda, ahora que ha sido presentada, no puede ser retractada. Job no ha aparecido ante el tribunal para rogar por su vida o pedir misericordia, sino para demostrar su inocencia. No tiene fe en la bondad de Dios y poca fe en su justicia, pero tan seguro se siente de su inocencia que está convencido de que tarde o temprano será compensado.
Todo este lenguaje legal es metafórico, por supuesto, pero eso no significa que sea meramente un lenguaje decorativo. Es el lenguaje del sentimiento, del sentimiento de cómo es no estar en armonía con Dios. Después de toda una vida piadosa, Job se ha visto destruido, y ha aprendido un lenguaje nuevo y más amargo para expresar la discordia en su universo. Ahora tiene que ser el lenguaje de la compulsión y división, de contención y fracaso.
[1] Job 1-2.
[2] La tierra de Uz era la patria de Job, cuya ubicación es incierta, De las numerosas sugestiones, por ejemplo cerca de Palmira, cerca de Antioquía, o en el norte de la Mesopotamia, las dos más probables son Haurán, al sur de Damasco, y la región entre Edom y el norte de Arabia. La primera recibe el apoyo de Josefo en Antigüedades de los judíos 1.145, y tanto la tradición cristiana como la musulmana. Según este parecer Uz es la tierra donde se estableció el hijo de Aram. Muchos estudiosos actuales se inclinan por la ubicación más meridional. Al parecer los amigos de Job venían de las proximidades de Edom, por ejemplo Elifaz temanita (Job 2.11). Uz parece haberles resultado accesible tanto a los beduinos sabeos de Arabia como a los merodeadores caldeos de la Mesopotamia (Job 1.15, 17). La posdata a la Septuaginta coloca a Uz “en las regiones de Idumea y Arabia”, pero en parte sobre la base de una identificación espuria de Job con Jobab (Génesis 36.33). Uz aparece aparejada con Filistea, Edom, Moab, y Amón en Jeremías 25.20, mientras que Lamentaciones 4.21 indica que los edomitas ocupaban la tierra de Uz. Sin embargo, la Septuaginta omite Uz en ambos pasajes, y la identidad de esta tierra de Uz con la de Job no es segura. El hecho de que se cuenta a Job entre los orientales parecería darle cuerpo a la ubicación al este de la gran fisura (Arabá) en la región donde se encuentran Edom y el oeste de Arabia.
[3] La versión DHH dice: “el ángel acusador”, y la NBLH: “el adversario”.
[4] Seba fue un hijo de Cus (Génesis 10.7; 1 Crónicas 1.9). En Isaías 43.3, el nombre se asocia con Etiopía, y en Salmos 72.10 con Sabá. Sabá estaba situado entre el Nilo y el Atbara y era conocido por los hebreos como Cus. Otra raza sabea (Génesis 10.28; 25.3) estaba localizada en Arabia. Ellos construyeron una civilización sin paralelo y un gran imperio. La reina de Sabá, quien le hizo una visita de Estado a la corte de Salomón, vino de allá.
[5] El país del cual Babilonia era la capital y que conquistó a Judá y llevó a sus habitantes a la cautividad (Génesis 11.28; Ezequiel 23.14-16; Hechos 7.4), pero a veces se traduce Babilonia (Jeremías 51.24, 35).
[6] Job 1.21.
[7] Job 2.4. NBLH
[8] Job 19.20.
[9] Job 30.30.
[10] Job 7.14.
[11] Job 7.4.
[12] Job 30.17.
[13] Job 30.30.
[14] Esta es una actitud muy propia también de aquella persona que ha perdido su temor a Dios, el maldecir lo Sagrado es una forma absurda de mostrar su enojo, como si esto solucionara el problema.
[15] Job 3.1-42.6.
[16] DHH. Ciertos hechiceros de la antigüedad por lo visto creían que podían instigar al Leviatán, el monstruo marino y dragón del caos, que podía tragarse el sol, causando así la oscuridad de un eclipse.
[17] Job 5.17.
[18] ¡Cuánto se parece esto a lo que enseñan la llamada doctrina de la “Prosperidad”!
[19] El sueño o visión que lo despertó, asustó a Elifaz porque percibió la presencia de lo sobrenatural.
[20] Ni los siervos celestiales de Dios, sus ángeles, son infaliblemente perfectos, no hay aquí la idea de ángeles “malos”; cuanto menos lo son los mortales quienes, a diferencia de los ángeles, pueden morir en un solo día, y pueden ser tan insignificantes, comparados con los ángeles, que pueden morir sin que nadie lo note y sin lograr la clase de sabiduría que rige la vida de Elifaz y sus amigos.
[21] Elifaz dice por lo menos una cosa sensible: “…yo buscaría a Dios” (Job 5.8). Esta es la parte del consejo de los amigos que Job sí sigue, aunque es dudoso que necesite que Elifaz le anime a hacerlo. Su causa se refiere tanto a su desgracia presente como a su “causa” en un sentido más legal, que varias veces escucharemos a Job presentando ante Dios en discursos futuros.
[22] Job 5.18. NBLH
[23] Job 5.17. Ibid
[24] Job 6.8-9.
[25] Job 6.14-30.
[26] Job 7.1-21.
[27] NBLH
[28] CAB. Tannim es un monstruo mitológico que se pone en paralelo con Rahab o bien con Leviatan que es “el gran tannim”, o “el tannim de varias cabezas que está sobre el mar. Este monstruo es originario de Fenicia y se halla descrito en las tablillas de Ras Shamra, en idénticos términos con el nombre de Lotán. Rahab es otro tannim distinto que tiene como Tiamat sus auxiliares y parece hallarse en relación con el mar tumultuoso. Este monstruo ha sido domado por Dios al principio de la creación, pero sigue siendo peligroso: Dios le tiene rodeado de una guardia; así tuvo que vencerle en el paso del Mar Rojo y al que ha reducido al silencio.
[29] Job 8.5. NBLH
[30] Job 10.13-14. NBLH
[31] Job 9.16; 20, 22, 24, 30-31; 10.15.
[32]La escena aquí es de un tribunal de justicia, donde el demandante hace sus acusaciones y el acusado responde con preguntas. Si Job trajera a Dios ante el tribunal, metafóricamente hablando, teme que no podría hacer frente a las contrapreguntas de Dios y a sus argumentos.
[33] Job 9.10.
[34] Job 9.12.
[35] Job 9.13.
[36] Job 9.34. NBLH
[37] Job 11.15. NBLH
[38] Ibid
[39] Job 12.2-13.18.
[40] Job 13.19-14.22.
[41] Job 12.7-12.
[42] Job 5.9-16.
[43] Job 13.13-14.22.
[44] Job 13.19-27.
[45] Job 13.28-14.22.
a. Prólogo.
Inicia el autor sagrado su tema con un prólogo[1]. Este prólogo en prosa incluye cinco escenas, artísticamente ordenadas; la primera, tercera y quinta se desarrollan en la tierra; la segunda y cuarta en el cielo. Job y los demás personajes en la tierra ignoran lo que sucede en el plano celestial; es únicamente a nosotros, los lectores, que se nos revela el secreto de por qué sufre Job.
1) Escena 1: Job y su integridad.
Job no es israelita, es uno del “pueblo del oriente”, es decir, al oriente del Jordán, de la tierra de Uz[2] que es Edom, al sudeste de Israel. Es, sin embargo, un adorador del Dios verdadero, aunque lo llama Elohim, no Adonay, el nombre personal de Dios. Job es un hombre íntegro; esto significa que era sin reproche, no que fuera impecablemente perfecto. Una consecuencia de su integridad es que tiene una familia ideal: Los números siete y tres, que suman diez, simbólicamente sugieren lo completo, los mismos números simbólicos aparecen en el recuento de sus posesiones. En el mundo de los patriarcas, las asnas, valiosas por su leche, y sus crías eran más preciadas que los asnos. Pero, ¡qué distinto el caso de hijos e hijas! Cada uno de los hijos varones de Job vive en su propia casa; teniendo un padre tan rico como Job, pueden vivir como príncipes. Cuando se reúnen para celebrar sus cumpleaños, Job se asegura de que nada incorrecto suceda entre los participantes. Como cabeza de la familia, Job actúa como sacerdote, ofreciendo sacrificios en caso de que sus hijos accidentalmente hayan dicho o hecho algo irreligioso. Toda la escena es de armonía y tranquilidad doméstica, pero la figura de extrema riqueza, extrema comodidad y extremos escrúpulos ya sugiere alguna violencia que pronto interrumpirá esta perfección.
2) Escena 2: La reunión celestial.
En contraste con esas inocentes celebraciones familiares, en el cielo se desarrolla una reunión mucho más trascendental, la de los hijos de Dios. Son los cortesanos de Dios, los ángeles, y entre ellos se encuentra “el Satanás”, no solo “Satanás”[3]. Lo más sensato es pensar que este no es el diablo personal sino uno de los siervos de Dios. El Satanás es ciertamente el adversario de Job, pero en esta escena no es un enemigo de Dios; porque todo lo que hace es aprobado por Dios, y no puede actuar sin su autorización. Su tarea normal es actuar como los ojos y oídos de Dios sobre la tierra.
3) Escena 3: La primera prueba.
En esta escena central, cuatro mensajeros se acercan a Job, anunciándole cuatro desastres. Los desastres, dos naturales, dos causados por seres humanos, atacan desde todas partes: los sabeos[4] vienen del sur; los caldeos[5] del norte; el relámpago viene de las tormentas que entran del Mediterráneo al oeste; y el fuerte viento viene del desierto al este. Vemos a Job tan abrumado por las calamidades que no tiene tiempo de recobrarse de una antes de que llegue el próximo mensajero.
La reacción de Job no es echar la culpa de los eventos naturales ni de los enemigos humanos, ni olvidar las bendiciones de Dios, ni cerrar los ojos a la realidad, sino alabar al Señor tanto por lo bueno como por lo malo[6]. La confianza de Adonay en Job prueba ser justificada.
El vientre de la madre de Job a quien volverá al morir ha de entenderse probablemente como la tierra, de la cual fuimos creados todos los humanos.
Job es alguien de quien Dios puede jactarse; pocos son los que en el Antiguo Testamento son llamados por el título de dignidad mi siervo. El Satanás no duda de lo bueno que es Job; lo que pone en tela de juicio es si Job es justo por amor a la justicia o por amor a la recompensa que se obtiene por ser justo.
4) Escena 4: Nuevamente la reunión celestial.
El informe de Dios sobre Job es que todavía se aferra a su integridad, o sea que su vida sigue siendo tan justa como siempre. Satanás ahora acepta que Job puede sufrir cualquier dificultad externa piadosamente siempre y cuando no sea él afligido en lo físico; dice que sería una cuestión muy distinta si fuera perjudicado personalmente. “¡Piel por piel!”[7] puede significar que Job ha salvado su propio pellejo debido a que aceptó en forma pía la muerte de sus hijos; pero es más probable que si Dios ataca ahora a Job mismo, se encontrará con que éste le atacará a él, maldiciéndolo.
5) Escena 5: La segunda prueba.
La narración llega rápidamente a su clímax, al disolverse la cuarta escena en la quinta. Cuando Satanás se retira de la presencia de Dios finaliza la cuarta escena, y el afligir a Job inicia la quinta; no hay un intervalo de tiempo entre la autorización que Dios da del sufrimiento y la aflicción de Satanás sobre Job.
a) El duelo de Job.
Job había ido a sentarse sobre las cenizas fuera de la ciudad para cumplir con los ritos de duelo. Para expresar su sentido de desolación y aislamiento, se aparta de la sociedad y se identifica con la basura. Mientras se encuentra allí sentado es afligido por llagas malignas, y usa pedazos de vasijas de barro rotas que saca de la basura para rascarse y aliviar su comezón. Estas llagas son obviamente alguna enfermedad de la piel, no puede probarse que fueran específicamente elefantiasis o lepra. Job tiene a la vez muchos otros síntomas, como pérdida de peso[8], fiebre[9], pesadillas[10] e insomnio[11], pero estas bien pueden ser expresiones sicosomáticas de su depresión más bien que los efectos de la enfermedad de la piel. Otras referencias a su sufrimiento son probablemente metafóricas, como cuando se queja de que se le están pudriendo los huesos[12] o que se está quemando[13].
b) La reacción humana.
La esposa de Job ha de haberse sentido víctima de la injusticia de su marido, porque el resultado de toda la piedad de él ha sido exclusivamente para quitarle a sus diez hijos, su posición social y sus medios de vida. Y se espera que ella mantenga su lealtad a él a pesar de su culpabilidad por asociación que ahora le adjudican. Sea por su odio a Dios por lo que le ha hecho a Job, o por su anhelo de que el sufrimiento de su esposo acabe pronto, urge a Job a que maldiga a Dios causando así su propia muerte[14]. Job no la reprocha por sugerir que blasfeme, sino por hablar como una mujer insensata. Con esto, probablemente se refiere a las mujeres de clase baja, irreligiosas, incapaces de comprender la verdad sobre la que se basan los hechos. Job tiene cierta aristocracia, y aunque en este momento no cuenta con su riqueza, poco entiende de la situación de los permanentemente pobres. La respuesta de Job a su esposa es que Dios tiene la libertad de enviar el bien y el mal ya que da y también quita. No es ésta una resignación fatalista a la voluntad de un Dios imposible de conocer, sino una especie de confianza de que Dios sabe lo que está haciendo. Al decir que Job no pecó con sus labios, el relator no quiere significar que pecara en lo que pensaba; quiere decir que ha contestado el reclamo del Satanás de que pecaría con sus labios maldiciendo a Dios si era atacado físicamente.
c) El compañerismo humano.
Job, siendo un señor de gran importancia, tiene amigos en varios países, aunque no podemos con certeza identificar sus procedencias. Sus intenciones hacia Job son buenas, no lo dudemos; pero es extraño que cuando ven lo mucho que sufre no le ofrecen ningún consuelo. No le dirigen para nada la palabra, sino que empiezan a tratarlo como si ya estuviera muerto. Creen que están expresando sus condolencias, y nuestro silencio receptivo hacia alguien con problemas puede ser beneficioso, pero su duelo por siete días y siete noches inevitablemente produjo separación. Como lo demuestran las palabras más adelante, no pueden creer que Job no merece, en cierto grado, el sufrimiento que ahora está pasando. Aceptan sin críticas la teología ortodoxa que atribuye todo el sufrimiento a la pecaminosidad humana.
b. El diálogo.
La parte principal[15] trata, en forma de un triple diálogo entre Job y sus tres amigos, el problema de porqué debe sufrir el hombre y cómo es compatible el dolor de los justos con la justicia de Dios. Ni Job ni sus amigos saben la verdadera razón de los padecimientos, sosteniendo los amigos la idea de que los dolores son consecuencia del pecado, mientras que Job insiste en que no lo tiene.
1) Primer discurso de Job en el que expresa su dolor.
Con este monólogo de Job nos encontramos de pronto lanzados de la grandeza épica y lo premeditado del prólogo a la dramática desesperación de la poesía; de las descripciones externas del sufrimiento a la experiencia interior de Job. En el discurso se nota un movimiento desde el pasado hacia el futuro, y de la experiencia del hombre Job proyectándose hacia afuera para abarcar la experiencia de la humanidad en general.
En este discurso no hay mención alguna al significado del sufrimiento, ni pregunta sobre si es merecido o no, ni cavilaciones sobre su origen. Job no se adjudica la culpa, ni culpa a Dios. Eso vendrá más adelante, pero aquí tenemos sencillamente al hombre Job en la violencia de su dolor.
Maldice el día en que fue concebido y en que nació. Una maldición por lo general va dirigida al futuro, pero tal es la desesperación de Job que expresa su maldición hacia el pasado. Es, sin dudas una maldición completamente inútil, porque el pasado no puede ser cambiado. Desea que el día de su nacimiento y concepción, considerado poéticamente como un solo evento, pudiera ser borrado de manera que ni hubiera aparecido en el calendario del año; desea que los hechiceros[16] que ponen una maldición sobre los días pudieran haberlo convertido en uno de los días de mala suerte, en que a sus padres les hubiera resultado imposible concebirlo o que su madre lo diera a luz. Desea haber podido morir al nacer. Job pasa en este discurso de la desesperación a las preguntas. Ya que la maldición sobre el día de su nacimiento obviamente nunca había sido echada, pasa a preguntar por qué, ya que tuvo que nacer, no pudo haber muerto al nacer o, por lo menos nacer muerto. La muerte ahora se ha convertido en algo más dulce que la vida, y compara la paz silenciosa y el descanso del mundo subterráneo con su presente destino lleno de aflicciones y ansiedad.
El enigma del sufrimiento en la existencia. Job sigue con una pregunta más amplia. Ahora no sólo pregunta por qué, ya que nació, él mismo tiene que seguir viviendo, sino también por qué las personas en general no pueden sencillamente morir cuando están listas. En los últimos versículos nuevamente habla directamente de sí mismo. Todo el poema termina con la nota que ha resonado a lo largo del mismo: A diferencia del descanso del mundo subterráneo, que es lo que anhela, la vida de Job no tiene tranquilidad, quietud ni sosiego, sino solo desesperación.
Anteriormente, el cerco protector de Dios alrededor de su vida le había asegurado su bienestar; pero ahora que quiere morir, piensa en la preservación de su vida por parte de Dios únicamente como una prolongación de su miseria; el cerco se ha convertido en una prisión en lugar de un muro de defensa. El temor anterior de Job sobre desastres futuros explica su gran cuidado de asegurar que no se adjudique ningún pecado a su familia.
2) Primer discurso de Elifaz: “Sé paciente, todo se solucionará”.
Elifaz es prudente, juicioso, discreto. Parece que le da miedo hablar. Es el más viejo, el que conoce más a fondo la vida y como todos los amigos de Job, tiene la intención de ofrecerle su apoyo en su sufrimiento, y ninguno trae un mensaje más reconfortante que este amigo. Pero hay aquí una ironía, como en todos los discursos de los amigos: Porque el autor no acepta su concepto dogmático de que el sufrimiento siempre es merecido, y se propone mostrar que el supuesto consuelo es una crueldad.
La esencia del primer discurso de Elifaz a Job es: Como todos bien sabemos, eres un hombre piadoso. No tienes, entonces, razón para desesperarte, porque los inocentes no terminan sufriendo. Sufres ahora porque no eres perfecto y necesitas alguna “corrección” o “disciplina”[17]; pero eso pronto acabará porque eres básicamente un buen hombre. En resumen, el mensaje a Job es: “Sé paciente, todo se solucionará.”
El autor de Job es un disidente, alguien que ha visto claramente la gran acomodación que existe en la llamada doctrina tradicional. Por ello critica al defensor de la tradición que, valiéndose de ella, pretende justificar su situación privilegiada. Critica al que no ha experimentado en su propia carne cuán desgarrador es el drama de Job, al que desconoce el dolor, la ignominia, la miseria y, sin embargo, da a los demás explicaciones que no satisfacen del todo, ya que lo que busca en el fondo es justificarse a sí mismo. Por eso no comprende ni la situación de Job, del todo inocente, ni la actuación de Dios.
a) Eres un hombre piadoso.
La auténtica preocupación de Elifaz por Job se nota en sus primeras palabras; es respetuoso, casi pidiendo disculpas. No es despreciativo cuando recuerda a Job cuánto ha reconfortado a otros en circunstancias similares; es el más suave de los reproches cuando le dice: Pero ahora te sucede a ti y te impacientas. El aliento que Job daba a otros, como un acto de verdadera piedad, es una buena razón de por qué puede esperar que Dios pronto lo restaurará.
b) Los inocentes nunca mueren.
Al describir a los impíos, Elifaz no quiere sugerir que Job fuera uno de ellos. Al contrario, le está diciendo a Job que no hay razón para su ansiedad ya que no es uno de los malos, que siembran sufrimiento y cosechan lo mismo[18]. En el fondo hay una condena de Job, porque Elifaz piensa que si a él no le ha sucedido lo mismo es porque es justo. Y no se da cuenta de la endeblez de su razonamiento: También él podría encontrarse en la situación de Job.
c) A pesar de ello, aun los píos no son perfectos.
Para apoyar su argumento de que aun los justos no son perfectos, Elifaz relata su visión nocturna y de ella saca conclusiones. Elifaz se cree muy audaz por tener esta percepción profética[19]. El autor quizá quiera que nos haga cierta gracia la declaración de Elifaz de haber recibido una revelación divina de lo que la mayoría de las personas normales, sin haber recibido educación teológica, ya dan por sentado: ¿Será el mortal más justo que Dios? Aunque las palabras podrían traducirse: “¿Puede un mortal ser justo a los ojos de Dios?”[20], la idea es todavía obvia y trivial. Lo que es más, no es apropiada para el caso de Job. No está sufriendo alguna leve aflicción por no ser absolutamente perfecto en lo moral; ha sido totalmente devastado. Y aunque no ha sido muerto, en cierta forma su condición es peor que la de los inicuos; porque desea estar muerto, pero Dios insiste en mantenerlo vivo.
d) Es de esperarse que uno sufra.
Elifaz no puede creer que Job realmente quiera morir, como lo expresara en el capítulo 3, y supone ahora que Job ha de estar buscando alguna manera de ser liberado de su sufrimiento. Elifaz dice que si esto es lo que busca Job, mejor que lo olvide, porque no hay poder, ni siquiera entre los seres celestiales, que pueda librar a Job de su sufrimiento. El sufrimiento es algo natural para los seres humanos; siempre se están creando problemas para ellos mismos.
Este ciclo de causa y efecto resulta especialmente claro en el caso del necio cuyo apasionamiento y angustia lo llevan a la ruina. Elifaz no está queriendo decir que Job sea un necio, pero nos sorprende la insensibilidad de Elifaz hacia la desgracia de Job cuando habla de que la casa del necio recibe maldición. Lo que está queriendo expresar es que ni el justo Job puede esperar escapar totalmente de dicho sufrimiento; la aflicción no se produce a sí misma sino que es producida por la gente.
e) Lo único que puedes hacer es entregar tu caso a Dios.
Elifaz vuelve a enfocar su tema anterior de que Job es esencialmente un hombre pío por lo que no debe desanimarse, y ahora le recomienda que tenga paciencia: Si fuera yo, dice, dejaría mi causa en las manos de Dios, porque es el gran transformador de los destinos. En esta poderosa descripción de las obras de Dios, Elifaz se entusiasma un poco con su propia retórica. Mucho de su contenido no se aplica para nada a Job; el único punto de conexión es que Job, como los humillados y los pobres, puede tener esperanza de que Dios transforme dramáticamente sus desgracias actuales[21].
f) Si así lo haces, Dios te restaurará.
Elifaz aconseja a Job que si solo espera con paciencia para que Dios obre, descubrirá que el sufrimiento que está viviendo es un sufrimiento disciplinario y que él “…hiere, pero Sus manos también sanan”[22]. Elifaz se ha propuesto terminar su discurso con una nota positiva. Piensa, y esto también es irónico, que le está haciendo un favor a Job al decirle lo bien que en realidad está: “Cuán bienaventurado es el hombre a quien Dios reprende”[23], como si tuviera derecho a decirle a Job qué bendición es estar sufriendo la pérdida de su familia y de su sustento.
Pero la imagen que presenta no es totalmente color de rosas: Existen condiciones que Job debe cumplir. No debe menospreciar la corrección del Todopoderoso y debe escuchar el consejo de Elifaz y aplicarlo a su propio caso. Vistas superficialmente, estas no parecen ser condiciones difíciles de cumplir, pero sin duda es imposible que Job las acepte. ¿Cómo se puede aceptar la “disciplina” de Dios si no considera a su sufrimiento como una disciplina sino como una cruel injusticia? ¿Y cómo puede aplicar el consejo de Elifaz a su propio caso cuando sabe que es el producto de una reflexión teológica y que no tiene nada que ver con la experiencia vivida?
3) Segundo discurso de Job: “Dios, déjame tranquilo”.
El discurso de Elifaz no ha tocado para nada el problema de Job. Así que, en general, Job no le hace ningún caso. Esta es una característica muy típica del libro, con los diversos contribuyentes hablando sin que los demás presten atención, y es obviamente algo que el libro está queriendo expresar sobre las dificultades al procurar que la teología concuerde con la vida real.
En este poderoso discurso aparecen tres movimientos.
ü Es un soliloquio dirigido a nadie en particular, Job va mucho más allá de su posición en el capítulo 3. En aquél, había deseado no haber nacido, y preguntaba por qué, ya que había nacido, es obligado a seguir viviendo. Pero ahora, anhela una muerte inmediata[24].
ü Job se dirige a sus amigos quejándose de que lo han privado de lo único que esperaba de ellos: Su simpatía comprensiva[25].
ü Sorprendentemente se dirige a Dios[26]. Por ahora no le pide nada a Dios excepto que lo deje tranquilo para poder vivir el resto de sus días libre de dolor. Pero por supuesto aquí hay algo más que lo que se nota a primera vista; porque el propio acto de rogar a Dios que se aparte de él es en realidad el acto de acercarse a él.
a) ¡Que Dios me quite la vida!
Al principio de este discurso en realidad no se está dirigiendo a Dios sino expresando un melancólico anhelo de que Dios diera un rápido fin a su sufrimiento. El pasaje clave de esta sección lo constituye Job 6.8-9: “¡Quién me diera que mi petición se cumpliera, Que Dios me concediera mi anhelo, Que Dios consintiera en aplastarme, Que soltara Su mano y acabara conmigo!”[27] Job siente que si pudiera morir en ese momento, antes de que su sufrimiento lo llevara a blasfemar, por lo menos podría tener el consuelo de no haber negado las palabras, los mandamientos, del Santo.
Elifaz ha instado a Job a ser paciente, pero la paciencia requiere una fuerza que Job no tiene. Elifaz no ha reconocido qué carga lleva Job. Si sus miserias pudieran pesarse pesarían más que la arena de los mares; con razón pues, sus palabras han sido apresuradas. Job por nada se disculpa, nada confiesa. Como en el prólogo, reconoce que en el fondo su sufrimiento procede de Dios; en este poema sus dolores son los resultados de las venenosas flechas del Shaddai mientras que los terrores de Dios, su enemigo, han sido preparados para librar la batalla en su contra. No es el dolor físico ni el tormento mental lo que le pesa hasta vencerlo; es el tener conciencia de que se ha convertido en el enemigo de Dios.
La debilidad que vuelve a sentir Job no es tanto una debilidad física como sicológica. Ya no le quedan recursos interiores; el sentido de su propio valor ha sido socavado porque comprende que no existe razón en sí mismo para que Dios lo esté tratando con tanta crueldad.
b) Habéis sido amigos en quienes no he podido confiar.
Job acaba de quejarse de que no le quedan fuerzas, pero ahora procede a un ataque amargo y sarcástico contra sus amigos. Su depresión se ha convertido en ira. Empieza con indirectas, con la imagen de un arroyo o torrente temporal que nunca tiene agua cuando se necesita. Acusa a sus amigos de no haber pagado su deuda de amistad que sería su lealtad, la lealtad de la amistad y aceptación sin reservas pase lo que pase. Los amigos interpretan la “lealtad” como algo distinto. Ofrecen su simpatía y su apoyo, pero solo en lo que sea realista. No pueden decir “mi amigo, estés o no en lo correcto”, cuando los sufrimientos de Job prueban claramente que ha actuado mal y está siendo disciplinado por Dios por algún pecado.
Los amigos, dice Job, tienen miedo de identificarse demasiado con él, no sea que caigan ellos también bajo el juicio de Dios. Lo tratan no como un amigo sino como a alguien que les ha pedido un préstamo; le dan abundancia de consejos pero nada de dinero. Job les pide a los amigos que identifiquen el crimen por el cual él está sufriendo. Eso sería todo lo que se necesitaría para aquietarlo.
c) ¿Por qué, oh Dios, me dejas seguir viviendo?
Otra vez el deseo de morir se apodera de Job, pero esta vez entrelazado con su experiencia de lo inútil y miserable de la vida humana en general y con una apelación a Dios para que lo deje tranquilo a fin de poder morir en paz.
Job proyecta aquí su propia desesperación sobre la existencia humana en general: El destino que en común tiene la humanidad es una milicia. Su depresión lleva ahora no tanto a la ira sino a un lamento sobre el trabajo pesado y estéril de la vida. Sus días que son más veloces que la lanzadera del tejedor son iguales a los días de la humanidad en general; la vida que es apenas un soplo es el destino humano y el hecho de que el que desciende al Seol no volverá a subir es universal para la humanidad. Sin embargo, paradójicamente, la vida que es tan breve puede ser tan tediosa: El suceso singular que Job anhela, la muerte, parece demorarse infinitamente, por lo que es como el esclavo que anhela la sombra. Los únicos cambios que nota son en la condición de sus costras, que un día se endurecen y otro, se resquebrajan con pus que supura.
Job ha tenido dos razones para hacer su sorprendente pedido de que Dios lo deje tranquilo. La primera ha sido la miseria de su vida llena de dolor; la segunda, la certidumbre de su próxima muerte. No tiene ya nada que perder. Pero de lo que tiene que quejarse es de que Dios, lejos de dejarlo tranquilo, lo trata como si fuera uno de los monstruos legendarios de las profundidades, el mar o Tannim[28] que tuvo que ser frenado por Dios. Es ridículo que Dios imagine que Job pueda representar una amenaza a su universo, pero igualmente recibe la misma atención que las fuerzas del caos.
En esta amarga parodia de Salmos 8, Job vuelve al tema de lo desproporcionado. En el Salmo: “¿Qué es el hombre?” expresa la maravilla de que el ser humano, aparentemente insignificante en la escala del universo, es objeto del interés del Dios Todopoderoso. En Job: “¿Qué es el hombre?” empieza con una reprimenda a Dios de que la preocupación de Dios por los seres humanos no ha sido para el beneficio de ellos sino para realizar un escrutinio cruel, un examen perpetuo, una crueldad inexplicable, un tormento sádico.
Job no es más que uno de estos insignificantes seres humanos. Supongamos que realmente ha pecado. ¿Puede eso haber perjudicado tanto a Dios que lo tiene que castigar tan severamente? De cualquier manera, Job pronto morirá. ¿Qué mal le puede resultar a Dios si aplaza la ejecución del castigo por un poquito de tiempo? No que el pecado humano sea trivial, pero el supuesto pecado por el cual está sufriendo no puede merecer tanta atención de Dios. ¿Por qué no “pasa por alto” cualquier ofensa que se supone que Job haya hecho? Note que Job no confiesa nada.
4) Primer discurso de Bildad: “Si eres inocente no morirás”.
Bildad, como los demás amigos, cree que el sufrimiento es castigo y que la muerte de los hijos de Job es prueba del pecado de ellos. Elifaz dio por hecho que Job era esencialmente un hombre justo, aunque temporariamente castigado por Dios debido a alguna falta como las que los mortales no pueden evitar. Pero Bildad tiene menos confianza en la justicia de Job. Todo su aliento a Job depende de la condición si fueras limpio y recto. Bildad no se muestra hostil hacia Job, pero le recomienda que examine su conciencia; porque es únicamente por medio de su inocencia que Job podrá ser librado de sus calamidades.
La mayor parte del discurso de Bildad desarrolla el tema de que no hay efecto sin causa; la muerte de los impíos ilustra el tema. El discurso concluye con una nota comparativamente alegre, y su mensaje a Job es: “Si eres inocente no morirás.”
a) La muerte de tus hijos y la tuya.
El concepto básico de Bildad es que no pervertirá Dios el derecho. Si Dios ha enviado sufrimiento, entonces hubo algún pecado que lo mereciera. El caso de los hijos de Job prueba la premisa de Bildad: Cuando tus hijos pecaron contra él, él los entregó en mano de su transgresión. En contraste, Job mismo no ha muerto, así que ha de ser inocente de cualquier cosa que merezca la muerte. Lo único que tiene que hacer Job es buscar a Dios en oración y si fuera limpio y recto su oración será escuchada. Todo es claro para Bildad: Los destinos humanos concuerdan totalmente con los méritos humanos.
b) No hay efecto sin causa, como lo demuestra el caso de los malos.
Bildad apela a la tradición, como lo hace Elifaz en Job 5.27, porque su propia experiencia no puede dilucidar el problema teológico del sufrimiento de Job. En dos escenas, cada una concluyendo con su propio resumen, presenta el destino de los que viven sin Dios con una imagen del mundo de la naturaleza, queriendo decir que donde hay castigo tiene que haber también culpabilidad. En la primera, la planta de papiro que se seca por falta de agua prueba su premisa, y es también a la vez una metáfora del destino del impío. En la segunda, aparece la imagen de una telaraña como símbolo de lo pasajero y de que no se puede depender de la confianza del impío, que el arrancar una planta es una metáfora de la destrucción de la persona sin Dios.
c) Todavía hay esperanza para ti.
Bildad termina con una nota de esperanza: Dios no rechaza al íntegro. Y es obvio que cree que Job aún puede dar pruebas de ser un hombre tal. Pero la sabiduría de Bildad es demasiado superficial para la situación de Job. Y aquí también hay una cruel ironía. Porque si Job hace lo que Bildad recomienda e “imploraras la misericordia del Todopoderoso”[29] y aprovecha su piedad para obtener la salida de su sufrimiento, ¿no estará, sin querer, probando que el Satanás tiene razón, que Job no teme a Dios sin intención de recibir recompensa?
5) Segundo discurso de Job, en el que reconoce que no puede obligar a Dios a ser justo.
En estos capítulos alcanzamos un nivel más profundo de intensidad. En ellos escuchamos la declaración más fuerte que Job haya hecho hasta ahora sobre su sentido de impotencia y de sentirse atrapado. Sobre todo vemos su creencia de que toda la aparente preocupación de Dios por él a lo largo de su vida no ha sido realmente para su beneficio sino a fin de adjudicarle culpa: “Sin embargo, tienes escondidas estas cosas en Tu corazón,… Si pecara, me lo tomarías en cuenta, Y no me absolverías de mi culpa”[30]. No sorprende que Job concluya este discurso repitiendo su deseo de no haber nacido y clamando a Dios que lo deje tranquilo durante los pocos días que le quedan antes de su muerte.
Pero este discurso no es mera repetición, porque aquí Job también empieza a considerar la pregunta de cómo será vindicado, o que sea demostrado públicamente que después de todo él tenía razón. Admite que es un esfuerzo sin esperanza lograr que Dios lo declare inocente, y la desesperanza de ello lo sume, hacia el final del discurso, en una negra desesperación. Pero se ha convertido en una ambición que ahora no rechazará, y su atractivo para él se hace más fuerte al avanzar el libro.
Job no quiere significar que Dios sea injusto, aunque algunas líneas podrían leerse así[31]. Más bien quiere decir que es inútil tratar de obligar a Dios a hacer algo, aunque le dé la honra que se le debe. Su sufrimiento presente es una prueba silenciosa ante sus vecinos de que debe ser él un terrible pecador, porque ellos, como los amigos, creen en la doctrina de la retribución, que el sufrimiento se debe a la culpa. Así que la restitución que Job necesita, y anhela, no es alguna proclamación oral de que después de todo es inocente, sino una restauración pública de su lugar en la sociedad, la sanidad de su enfermedad y la devolución de sus posesiones.
a) No puedo obligar a Dios a redimirme[32].
Al preguntar ¿cómo se ha de justificar un hombre ante Dios? Job no está hablando como lo haría Pablo, de cómo el pecador es “justificado” o declarado recto ante Dios, sino cómo una persona recta puede ser “justificada” o restablecida públicamente por Dios. Esto es porque Dios es Dios y no un ser humano; tiene sabiduría y poder sin límite, como lo demuestra su control sobre el universo. Job enfoca los aspectos más negativos del poder de Dios, arranca las montañas de su lugar, sacude la tierra, pone un sello a las estrellas, no a fin de presentarlo como un Dios de caos sino para enfatizar su libertad de actuar, sea para bien o para mal. La libertad de Dios lo hace incomprensible[33], inexplicable[34] e incontrolable[35].
b) Aun ante el tribunal, Dios no me redimiría.
Job se imagina traer a Dios ante un tribunal a fin de forzarlo a darle un veredicto público de “Inocente”. Pero eso en realidad es imposible, porque ¿cómo podría un mortal escoger palabras o “argumentos” contra Dios? ¿Y cómo, si uno pudiera llevar a cabo un argumento legal con Dios, podría estar seguro de que Dios realmente estaría escuchando, ya que en este preciso momento está aplastando a Job con una tormenta? Aunque es inocente, Job está seguro de que de alguna manera hablará incorrectamente, y así, su propia boca lo condenaría.
c) ¿Tiene que llegar al punto de un juicio legal?
Ahora el monólogo se convierte en un discurso a Dios. Comenzando con una reflexión sobre la miseria de sus días, Job reconoce que sus sufrimientos son un constante recordatorio de que Dios lo considera culpable y seguirá considerándolo así, a pesar de lo que pueda hacer Job para probar su inocencia. Entonces, ¿qué puede hacer? Puede tratar de desterrar de su mente el sufrimiento que siente, o puede tratar de demostrar que no es culpable declarando bajo juramento su inocencia. Pero ninguna de estas opciones ofrece esperanza de triunfo, y se ve obligado a volver a la idea de una disputa legal con Dios.
El problema con el enfrentamiento legal con Dios es que las dos partes no pueden estar al mismo nivel. Lo que Job necesita es un árbitro que pueda mediar entre los dos, que ponga su mano sobre ambas partes en un gesto de reconciliación. Pero, por supuesto, no existe tal árbitro. “Entonces”, dice Job, “yo hablaré y no Le temeré; Porque en mi opinión yo no soy así”[36]. En el capítulo 10 Job pronuncia las palabras que usa en la disputa que aquí imagina.
d) Hablaré en la amargura de mi alma.
Como tantos de los discursos de Job, éste termina con un reclamo apasionado y directo a Dios. Job no se contenta con hablar de Dios en tercera persona, sino que sabe que como está tratando con el propio Dios, es a Dios a quien debe dirigirse. El discurso consta de cuatro partes: su intención; el repaso de las motivaciones de Dios para tratar a Job como lo ha hecho; la contradicción entre los propósitos reales y aparentes de Dios al crear a Job y al mantenerlo con vida; y su apelación para ser liberado de la presencia opresiva de Dios.
i. Job piensa hacer de esto una controversia legal con Dios. Como el acusado en un caso ante un tribunal, pide un informe de los cargos en su contra.
ii. En tres preguntas, Job especula sobre los motivos de la conducta de Dios hacia él.
ü ¿Le ha sido de algún beneficio a Dios? Seguramente Dios no habrá tenido ninguna ganancia del maltrato a Job.
ü ¿Es la visión de Dios la de un hombre que actúa con tanta miopía en su trato con Job?
ü ¿Le queda tan poco tiempo a Dios para vivir que tiene que actuar con tanta urgencia contra Job?
iii. Tenemos aquí una hermosa descripción de la creación de Job por la mano de Dios y de cómo lo preservara; ha sido formado como el barro, lo ha derramado como la leche cuajándolo hasta convertirlo en queso, lo entretejió como la obra de un telar y le dio vida. Pero en medio de todo, parece, Dios ha tenido un propósito muy diferente y totalmente siniestro: Adjudicarle culpa a Job. Job no está admitiendo que sea culpable; quiere expresar que, sea él impío o inocente, el “cuidado” de Dios por él ha sido convertirlo en el blanco de su ataque.
iv. ¿Fue para esto que nació Job? Ahora está doblemente desesperado; no puede encontrar la manera de acercarse a Dios para ganarse una vindicación de su parte, y siente que está en las garras de un Dios airado que lo hará sufrir sea o no inocente. No sorprende, entonces, que Job caiga nuevamente en su desesperación que ya vimos en el capítulo 3, mezclado con el ruego de que Dios lo dejara, lo cual leímos en Job 7.16, 19.
6) Primer discurso de Zofar: “¡Arrepiéntete!”
Zofar es el menos comprensivo de los tres amigos. Casi llega a injuriar a Job. Su mensaje a Job es sencillo: Estás sufriendo porque Dios sabe que eres un pecador secreto, por lo tanto, ¡arrepiéntete! Por otra parte, no añade gran cosa a la conversación, puesto que se limita a repetir los argumentos de este primer ciclo de discursos y no tiene la agudeza de Elifaz ni la poesía de Bildad. Pero nos da una muestra muy clara de lo que es la sabiduría miope que los hombres aprenden y recitan de memoria sin meditarla. Si él afirma la magnitud de la sabiduría de Dios, de ello se infiere que en el proceder de Dios hay cosas que nosotros no podemos conocer. Su argumentación es viciosa, porque dice: la sabiduría de Dios es inescrutable; por consiguiente, tienes que obrar así. Queda claro que el argumento es defectuoso. Con todo, no deja de manifestar conocimientos y explica con cierta poesía la grandeza de Dios, pero vuelve de continuo a lo mismo y no acepta una revisión de sus conclusiones. Para que sean válidas, Job tiene que ser culpable. Su piedad es, además tan interesada como la de Elifaz.
a) Dios sabe que eres un pecador secreto.
Zofar es un hombre de principios, quien concuerda con Job en que la verdadera cuestión tiene que ver con el pecado. No es obvio que Job sea pecador, pero seguramente es un pecador secreto, a quien Dios ha descubierto. Job argumenta que su doctrina es pura y que es limpio ante Dios, pero Dios sabe que no es así, y Zofar de alguna manera ha llegado a saberlo, que Job es en realidad un malvado. Es probable que su pecado sea tan grande que aun con todo este castigo Dios ha pasado por alto u olvidado parte de tu iniquidad.
b) ¡Por lo tanto debes arrepentirte!
Zofar trata ahora de persuadir a Job de las bendiciones del arrepentimiento. En lo que Elifaz era tentativo, Zofar es definitivo. Y pone muy en claro que la restauración depende exclusivamente del arrepentimiento total de Job; solamente si Job sigue su consejo puede tener alguna esperanza. Job debe buscar en su corazón a Dios, dirigir su mente hacia Dios con total concentración y no contentarse con símbolos externos de arrepentimiento, y debe orar y dejar a su conducta inicua actual.
El resultado será una conciencia tranquila: “ciertamente levantarás tu rostro sin mancha”[37] y un sentido de seguridad: “Estarás firme y no temerás”[38]. Pero el lector puede notar la ironía en todo esto; porque todo lo que Zofar recomienda a Job ha sido toda su vida la práctica constante de Job.
7) Cuarto discurso de Job: La “sabiduría” de sus amigos y la justicia de Dios.
Este importante discurso de Job aparece al final del primer ciclo de discursos, después de que cada uno de sus amigos le ha hablado. Contiene dos secciones principales: En la primera, Job se dirige a sus amigos[39] y, en la segunda, a Dios[40]. El fluir del pensamiento, aun dentro de la primera sección, se aparta constantemente de sus amigos y se acerca a Dios. La esencia de todo el discurso es: No quiero saber nada de ustedes “médicos inútiles”; yo hablaré al Todopoderoso.
a) La sabiduría de los amigos comparada con la de Dios.
Job aquí se dirige a todos sus amigos, no solo a Zofar, el último en hablar. Niega que sus amigos sean más sabios que él, y contrasta la sabiduría de ellos con la de Dios. Por primera vez muestra desprecio hacia ellos. Ciertamente, empieza con sarcasmo, vosotros sois el pueblo a cuya muerte cesará la sabiduría, pero en nada soy inferior a vosotros. Eso significa realmente que se cree superior, y así es debido a que por su experiencia ha logrado una sabiduría mayor que la de ellos. Sabe él algo que ellos no saben: Que es posible que un hombre recto sea afligido, que los hechos de los impíos pueden no recibir castigo.
Luego Job no se dirige a sus amigos sino que imagina con ironía lo que ellos le dirían a él[41]. Dice que tienen un concepto muy simplista de las maneras como obra Dios; creen que todo lo que tiene que ver con el pecado es tan sencillo que aun los animales lo saben. Son los amigos los que dicen las palabras insulsas y obvias de Job 12.10-11, y son ellos los que afirman que en los ancianitos hay sabiduría.
b) Job y Dios.
Luego Job eleva un himno al poder destructor del Todopoderoso y presenta la nueva sabiduría de Job. El Dios que ahora ha experimentado no es un tranquilo gobernador de un universo bien ordenado, sino una deidad excéntrica; no puede ser comprendido y no puede ser domado. Lo más característico de este Dios es su reversión del orden estable. En otros himnos[42] el propósito de tales reversiones es traer salvación y corregir injusticias. Pero aquí no existe ningún propósito moral o beneficioso en estos trastornos realizados por Dios.
Lo que Job anhela por sobre todas las cosas es argumentar con Dios; usa el lenguaje del tribunal de justicia. Pero su meta no es tanto ganar el caso contra Dios sino resolver el desacuerdo. No propone un juicio en el cual acusaría a Dios de injusticia al negarse a vindicarlo; más bien, invita a Dios a acusarle, para poder oír qué es lo que Dios tiene en su contra.
Pero todavía tiene algo que decir a los amigos. El modo como se han estado comportando, dice, todavía usando un lenguaje legal, como falsos testigos a favor de Dios. Y aunque Job tiene muchas dudas sobre la justicia de Dios, no duda que Dios castigará a los amigos por su parcialidad hacia él mismo y su falta de objetividad. Mejor sería que lo escucharan a él, no tanto a las palabras que les dirigirá a ellos personalmente sino a las palabras de su disputa con Dios[43]. Pero antes de empezar dicha disputa en serio, quiere que ellos sepan que Dios no se alegrará al enterarse de que, tratando de justificar sus caminos ante Job, se han valido de mentiras sobre pecado y castigo. Cualquier teología que no admite la experiencia de Job, la del hombre recto que sufre, es una mentira, y es escandaloso que se digan mentiras de Dios. Con preguntas retóricas Job expresa su desacuerdo en que alguien se valga de mentiras en pro de la verdad.
Finalmente, Job quiere explicar a sus amigos el significado de su nuevo discurso a Dios. En el capítulo 7 le había pedido a Dios que ya no le prestara atención, igualmente en los capítulos 9 y 10. Pero aquí emprende un camino más arriesgado y deliberadamente clama a Dios para disputar con él. Es peligroso, suicida, en realidad; pero Job está seguro de que la razón está de su parte.
Hay dos énfasis en este discurso a Dios.
i. Hay una demanda de que Dios haga público qué tiene en contra de Job[44];
ii. Que deje tranquilo a Job para que pueda morir en paz[45].
Job ha expresado anteriormente estas dos plegarias.
Job primero convoca a Dios a participar en un juicio con él con el propósito de pronunciar un veredicto de “inocente” en favor suyo. Establece dos condiciones para que sea justo: Primero, Dios debe apartar de él su mano y, segundo, debe dejar de espantarlo con su terror. Solo entonces puede Dios empezar el juicio o, si lo prefiere, puede hacerlo Job. En el lenguaje del tribunal de justicia, Job pide una lista de las acusaciones contra él. Por supuesto, no es que admita ningún crimen sino que quiere decir “lo que tú pretendes que son mis pecados”. Le parece a Job que Dios está haciendo mucho escándalo por nada, castigándolo por errores de su niñez y, como ya lo hemos escuchado antes, constriñéndolo y confinándolo.
El enfoque cambia aquí de Job mismo a la humanidad en general. Job está, por supuesto, todavía hablándose a sí mismo, pero, como lo hiciera antes, proyecta sus propios sentimientos y experiencias para incluir a toda la humanidad. Lo que este capítulo puntualiza es que los seres humanos son demasiado insignificantes como para merecer la clase de examen divino que Job mismo está experimentando. Dado que la vida humana es tan breve, Dios podría razonablemente pasar por alto sus pecados; difícilmente pueden éstos desafiar el orden del mundo.
El contraste entre la esperanza del árbol y la esperanza de la humanidad de una vida después de la muerte subraya el pensamiento de Job 14.5. La vida humana tiene un final fijo y no puede ser extendida. El árbol puede tener esperanza de una vida nueva; para los seres humanos no la hay hasta que no haya más cielos, lo cual significa nunca, hasta donde Job sepa. El pensamiento de Job vacila al borde de una esperanza de resurrección; si el Seol[46] al menos pudiera ser un lugar de descanso final del cual no hay salida sino un lugar para esconderse de la investigación y la ira de Dios. Si al menos pudiera ser un lugar del cual Dios, complacido, trajera de vuelta a los seres humanos, habiendo dejado de buscar cualquier pecado que pudieran haber cometido, y habiendo sellado sus transgresiones en una bolsa. Pero esa esperanza es vacía, dice Job y pregunta: Si el hombre muere, ¿volverá a vivir? ¡No! Así como las montañas se erosionan y el polvo de la tierra es arrastrado por el agua, así la esperanza humana más firme es erosionada por la amarga realidad de la muerte. Los seres humanos no tienen más esperanza que ser “vencidos” finalmente por Dios y llevados al Seol en soledad, ni siquiera sabiendo qué está pasando sobre la tierra, ni siquiera si sus hijos alcanzan honra. En su aislamiento sienten solo dolores de su propio cuerpo. La esperanza cristiana de la resurrección, a su manera, cumple el tembloroso deseo de Job. Aunque Job hubiera estado preparado para esperar una eternidad a fin de recibir su vindicación, en su relato, lo que sucede en esta vida es lo que cuenta.
Ha sucedido algo dramático en este discurso. Después de todas las demandas de Job de que todo terminará para él lo antes posible, y después de toda su afirmación de que es inútil disputar con Dios, hace lo peligroso e imposible. Job ahora formalmente insta a Dios a que le dé un informe de los crímenes por los cuales está siendo castigado. Y esa demanda, ahora que ha sido presentada, no puede ser retractada. Job no ha aparecido ante el tribunal para rogar por su vida o pedir misericordia, sino para demostrar su inocencia. No tiene fe en la bondad de Dios y poca fe en su justicia, pero tan seguro se siente de su inocencia que está convencido de que tarde o temprano será compensado.
Todo este lenguaje legal es metafórico, por supuesto, pero eso no significa que sea meramente un lenguaje decorativo. Es el lenguaje del sentimiento, del sentimiento de cómo es no estar en armonía con Dios. Después de toda una vida piadosa, Job se ha visto destruido, y ha aprendido un lenguaje nuevo y más amargo para expresar la discordia en su universo. Ahora tiene que ser el lenguaje de la compulsión y división, de contención y fracaso.
[1] Job 1-2.
[2] La tierra de Uz era la patria de Job, cuya ubicación es incierta, De las numerosas sugestiones, por ejemplo cerca de Palmira, cerca de Antioquía, o en el norte de la Mesopotamia, las dos más probables son Haurán, al sur de Damasco, y la región entre Edom y el norte de Arabia. La primera recibe el apoyo de Josefo en Antigüedades de los judíos 1.145, y tanto la tradición cristiana como la musulmana. Según este parecer Uz es la tierra donde se estableció el hijo de Aram. Muchos estudiosos actuales se inclinan por la ubicación más meridional. Al parecer los amigos de Job venían de las proximidades de Edom, por ejemplo Elifaz temanita (Job 2.11). Uz parece haberles resultado accesible tanto a los beduinos sabeos de Arabia como a los merodeadores caldeos de la Mesopotamia (Job 1.15, 17). La posdata a la Septuaginta coloca a Uz “en las regiones de Idumea y Arabia”, pero en parte sobre la base de una identificación espuria de Job con Jobab (Génesis 36.33). Uz aparece aparejada con Filistea, Edom, Moab, y Amón en Jeremías 25.20, mientras que Lamentaciones 4.21 indica que los edomitas ocupaban la tierra de Uz. Sin embargo, la Septuaginta omite Uz en ambos pasajes, y la identidad de esta tierra de Uz con la de Job no es segura. El hecho de que se cuenta a Job entre los orientales parecería darle cuerpo a la ubicación al este de la gran fisura (Arabá) en la región donde se encuentran Edom y el oeste de Arabia.
[3] La versión DHH dice: “el ángel acusador”, y la NBLH: “el adversario”.
[4] Seba fue un hijo de Cus (Génesis 10.7; 1 Crónicas 1.9). En Isaías 43.3, el nombre se asocia con Etiopía, y en Salmos 72.10 con Sabá. Sabá estaba situado entre el Nilo y el Atbara y era conocido por los hebreos como Cus. Otra raza sabea (Génesis 10.28; 25.3) estaba localizada en Arabia. Ellos construyeron una civilización sin paralelo y un gran imperio. La reina de Sabá, quien le hizo una visita de Estado a la corte de Salomón, vino de allá.
[5] El país del cual Babilonia era la capital y que conquistó a Judá y llevó a sus habitantes a la cautividad (Génesis 11.28; Ezequiel 23.14-16; Hechos 7.4), pero a veces se traduce Babilonia (Jeremías 51.24, 35).
[6] Job 1.21.
[7] Job 2.4. NBLH
[8] Job 19.20.
[9] Job 30.30.
[10] Job 7.14.
[11] Job 7.4.
[12] Job 30.17.
[13] Job 30.30.
[14] Esta es una actitud muy propia también de aquella persona que ha perdido su temor a Dios, el maldecir lo Sagrado es una forma absurda de mostrar su enojo, como si esto solucionara el problema.
[15] Job 3.1-42.6.
[16] DHH. Ciertos hechiceros de la antigüedad por lo visto creían que podían instigar al Leviatán, el monstruo marino y dragón del caos, que podía tragarse el sol, causando así la oscuridad de un eclipse.
[17] Job 5.17.
[18] ¡Cuánto se parece esto a lo que enseñan la llamada doctrina de la “Prosperidad”!
[19] El sueño o visión que lo despertó, asustó a Elifaz porque percibió la presencia de lo sobrenatural.
[20] Ni los siervos celestiales de Dios, sus ángeles, son infaliblemente perfectos, no hay aquí la idea de ángeles “malos”; cuanto menos lo son los mortales quienes, a diferencia de los ángeles, pueden morir en un solo día, y pueden ser tan insignificantes, comparados con los ángeles, que pueden morir sin que nadie lo note y sin lograr la clase de sabiduría que rige la vida de Elifaz y sus amigos.
[21] Elifaz dice por lo menos una cosa sensible: “…yo buscaría a Dios” (Job 5.8). Esta es la parte del consejo de los amigos que Job sí sigue, aunque es dudoso que necesite que Elifaz le anime a hacerlo. Su causa se refiere tanto a su desgracia presente como a su “causa” en un sentido más legal, que varias veces escucharemos a Job presentando ante Dios en discursos futuros.
[22] Job 5.18. NBLH
[23] Job 5.17. Ibid
[24] Job 6.8-9.
[25] Job 6.14-30.
[26] Job 7.1-21.
[27] NBLH
[28] CAB. Tannim es un monstruo mitológico que se pone en paralelo con Rahab o bien con Leviatan que es “el gran tannim”, o “el tannim de varias cabezas que está sobre el mar. Este monstruo es originario de Fenicia y se halla descrito en las tablillas de Ras Shamra, en idénticos términos con el nombre de Lotán. Rahab es otro tannim distinto que tiene como Tiamat sus auxiliares y parece hallarse en relación con el mar tumultuoso. Este monstruo ha sido domado por Dios al principio de la creación, pero sigue siendo peligroso: Dios le tiene rodeado de una guardia; así tuvo que vencerle en el paso del Mar Rojo y al que ha reducido al silencio.
[29] Job 8.5. NBLH
[30] Job 10.13-14. NBLH
[31] Job 9.16; 20, 22, 24, 30-31; 10.15.
[32]La escena aquí es de un tribunal de justicia, donde el demandante hace sus acusaciones y el acusado responde con preguntas. Si Job trajera a Dios ante el tribunal, metafóricamente hablando, teme que no podría hacer frente a las contrapreguntas de Dios y a sus argumentos.
[33] Job 9.10.
[34] Job 9.12.
[35] Job 9.13.
[36] Job 9.34. NBLH
[37] Job 11.15. NBLH
[38] Ibid
[39] Job 12.2-13.18.
[40] Job 13.19-14.22.
[41] Job 12.7-12.
[42] Job 5.9-16.
[43] Job 13.13-14.22.
[44] Job 13.19-27.
[45] Job 13.28-14.22.