Job
Por su excepcional
valor poético y humano, el libro de Job
ocupa un lugar destacado, no solo dentro de la Biblia, sino también entre las
obras maestras de la literatura universal. Su autor estaba perfectamente
familiarizado con la tradición sapiencial de Israel y del Antiguo Oriente.
Conocía a fondo las predicciones de los grandes profetas, especialmente las de
Jeremías y algunos escritos de Ezequiel, y había orado con los Salmos que se
cantaban en el Templo de Jerusalén. Los viajes acrecentaron su experiencia, y
es probable que haya vivido algún tiempo en Egipto. Sobre todo, él sintió en
carne propia el eterno problema del mal, que se plantea en toda su agudeza
cuando el justo padece, mientras el impío goza de prosperidad.
Job, del hebreo אִיּוֹב, “Iyov”, es un libro bíblico del Antiguo Testamento, aunque el personaje no pertenece al pueblo de Israel, sino a los “hijos del Oriente”[1], contemporáneo de los Patriarcas. En la Biblia figura como el primero de los libros poéticos, ubicado antes del libro de los Salmos; mientras que en el Tanaj hebreo, aparece entre los Proverbios y Cantar de los Cantares.
Con el libro de Job volvemos a los tiempos patriarcales. Job, un varón justo y temeroso de Dios, está acosado por tribulaciones de tal manera que, humanamente, ya no puede soportarlas. Sin embargo, no pierde la paciencia, sino que resiste a todas las tentaciones de desesperación, guardando la fe en la divina justicia y providencia, aunque no siempre la noticia del amor que Dios nos tiene, y de la bondad que viene de ese amor[2] y según la cual no puede sucedernos nada que no sea para nuestro bien.
Es un libro que responde a algunas de nuestras preguntas más fundamentales, más existenciales; Job es la rebeldía contra la injusticia del sufrimiento y del silencio de Dios. Sí, Job es el hombre que se rebela contra Dios. No puede ni resignarse a la injusticia que se comete con él ni hacerse ateo. Job es el que protesta contra Dios sin llegar a la herejía.
A. Datos generales.
1. Autor y fecha.
Su autor es desconocido, aunque la tradición lo atribuye a Moisés, el cual posiblemente conociera a Job durante su huida del Bajo Egipto. Si este fuera el caso, Job podría haber sido habitante de la península arábiga, situada al este del imperio. Aunque algunos lo fechan entre el año 500 a.C. y el año 250 a.C., su cita en antiguos manuscritos judíos descartan tal opción. Popularmente se considera que este fue escrito alrededor del año 1473 a.C. Al situar a su personaje en un país lejano, fuera de las fronteras de Israel, el autor sugiere que el drama de Job afecta a todos los hombres por igual. Dada la perfección formal del escrito se piensa normalmente en la época de oro de la literatura judía, es decir, entre los siglos X y VIII a.C. Por otro lado, la problemática tratada habla de una datación incluso posterior, por lo menos tras las deportaciones y en tiempos del profeta Malaquías: entre el 538 y el 330 a.C. El autor es anónimo pero de gran finura religiosa y conocimientos. El apéndice que añade la traducción de los LXX afirma que Job vive en Uz, entre los confines de Idumea y Arabia. Aun cuando la temática del libro es unitaria, hay diversos indicios de una composición más compleja, como por ejemplo, la variación en el uso de los nombres divinos: Yahveh, Saddai, Eloah, Elohím. Sin embargo, se mantiene a lo largo de la obra el uso coherente, por ejemplo, Job solo usa una vez el nombre “Yahvéh” en el prólogo y en una expresión corriente. Al parecer las proclamas de Eliú resultan ser añadidos debido a su forma de razonamiento ya que el discurso anterior y posterior ni siquiera lo toman en cuenta.
2. Temática.
Es evidentemente el sufrimiento del inocente. Ya desde la más remota Antigüedad los pensadores se han enredado en el espinoso problema del hombre bueno que sufre y del malo feliz. Incluso Platón se preocupó del asunto y le dio una formulación precisa, aunque sin encontrarle una solución que no chocara contra la filosofía y la moral. Varios mitos griegos se refieren a temas parecidos: Prometeo es culpable, pero la enormidad de su castigo lo rebela; Edipo Rey sufre el castigo de los dioses por un pecado que él no era consciente de estar cometiendo; Hércules no ha pecado, pero los puños de los dioses terminan por aplastarlo. Es este, precisamente, el tema que trata el libro de Job: El protagonista es un hombre religioso, bueno y justo, a quien Dios permite que Satanás someta a numerosas y espantosas pruebas. Mientras Job sufre bajo las acechanzas del Mal, tres buenos amigos intentan consolarlo, tratando de convencerlo de que si sufre es por culpa de sus propios pecados. Job se enoja y se defiende, pues él sabe que eso es un infundio y rechaza ese argumento con energía. Cuando aparece un cuarto amigo que explica que el sufrimiento templa al alma y al espíritu, Job continúa quejándose. Por último, Adonay en persona se hace presente, reprende a Job por no haber aceptado Su voluntad y por sus quejas, y devuelve al protagonista a su antigua felicidad. Job era un hombre justo que es tentado por el demonio con diversos sufrimientos y desastres familiares, económicos e incluso de su salud. Dios mismo permite a Satanás poner a prueba la fe y la paciencia de Job aunque prohíbe quitarle la vida. Tres amigos de Job vienen a consolarlo y hacerle ver que todo sufrimiento o padecimiento se debe siempre a un pecado o infidelidad para con Dios. Job rechaza esta interpretación y el mismo Adonay le hace ver que tanto las afirmaciones de sus amigos como sus quejas son improcedentes pues Dios es omnipotente y prueba el corazón de sus hijos para darles aun mas bendiciones con el caso de Job. Finalmente Job ve restituidas sus posesiones y es grandemente bendecido por Dios.
3. Género literario y estilo.
En el campo de batalla de los estudios bíblicos, existen cinco libros que normalmente se incluyen bajo el título de “literatura sabia” o “los libros poéticos del Antiguo Testamento”. Son los libros de Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los Cantares y Job. El libro de Job es pura literatura didáctica, aunque esto no niegue la probabilidad de que el protagonista real haya podido existir y el escriba se haya inspirado en un relato verdadero. Existen en el texto alusiones a sitios existentes en la realidad como El-Amarna y claros derivados de las tradiciones orientales ya mencionadas, que también se originan normalmente en hechos reales. Los elementos de verdad nunca pueden descartarse en la literatura bíblica de este período.
4. Estructura.
Consta de un inicio y un final bastante breves en prosa. El grueso del libro, es decir, del capítulo 3 al 42, es un poema. El poema a su vez se divide en los tres discursos de los amigos de Job: Elifaz, Bildad y Sofar, con sus correspondientes réplicas. Sigue luego otro discurso, esta vez de Eliú y los dos de Adonay. El libro de Job consta de cinco secciones bien diferenciadas:
a. Un prólogo en prosa (capítulos 1 y 2)
b. Una serie de discursos dramáticos que tienen lugar entre Job y tres de sus amigos, Elifaz, Bildad y Sofar (capítulos 3-31)
c. Discursos de Eliú, un cuarto amigo (capítulos 32-37)
d. Discursos de Dios “desde el seno de la tempestad” (capítulos 38-42)
e. Un breve epílogo en prosa (capítulo 43).
5. El problema de la retribución en el libro de Job.
Las argumentaciones de Elifaz tienen los siguientes pasos:
a. El inocente no puede morir.
b. El pecado es siempre castigado.
c. Dios ve faltas en todos, incluido Job. El castigo que Job recibe es por tanto, correctivo.
Las de Bildad hablan de la diversa suerte que espera al justo y al inicuo. Y las de Sofar van por el mismo lado de las faltas que son castigadas incluso si son inconscientes.
Job se defiende afirmando continuamente su inocencia. Sin embargo, llega a afirmar una cierta arbitrariedad que dirigiría la actuación de Dios y a la que no hay manera de oponerse.
Eliú por su parte afirma que Dios prueba a los justos con sufrimientos para educarlos y forzar en ellos el clamor confiado en Dios salvador.
La respuesta de Adonay da a entender que no entra en el debate precisamente por su trascendencia. Se sabe que hay una respuesta pero Dios no la ha revelado todavía y muestra ante todo la sabiduría de su creación como prueba de que ninguna arbitrariedad hay en su actuar sino un designio misterioso que en su momento se dará a conocer.
6. Problemas filosóficos y teológicos planteados.
Desde el punto de vista de la mentalidad judía, el problema que ofrece el libro de Job es complicadísimo. Para el judío, todo el “Bien” y todo el “Mal” proviene de Dios, porque Él ha creado todo. Dios, al mismo tiempo, es completamente justo y observa una moralidad completa, por lo que es una incógnita el que a Job se le someta a una aparente injusticia.
Correspondió, entonces, estudiar la forma en que Dios opera Su justicia. La respuesta de los libros bíblicos es que:
a. Dios ejerce la justicia en el mundo real, y
b. Dios ejerce la justicia en forma colectiva.
En tiempos antiguos, los hebreos no creían en una vida de ultratumba, y por lo tanto tampoco en premios o castigos después de la muerte. Estos conceptos no se desarrollan sino hasta el periodo intertestamental con el contacto con la cultura helena. Si bien los fallecidos gozan en el Sheol de una especie de "semivida", en el Infierno de los antiguos judíos no se discriminaba a los buenos de los malos. Dios, por lo tanto, manifiesta su justicia en este mundo.
Por otra parte, la convicción de que la deidad ejerce la justicia sobre toda la comunidad deriva naturalmente de la estructura social de clanes que dominaba la vida de los judíos primitivos. También reside aquí la fuerte solidaridad que aglutina a los judíos, sufren juntos las penas y disfrutan juntos la tranquilidad. Todos los libros sagrados obedecen a esta filosofía, que es muy visible en el Deuteronomio, en Josué, en Jueces, Samuel y en I Reyes. Recién en Ezequiel aparece entre los israelitas el concepto de responsabilidades, premios y castigos individuales.
El problema, pues, se convierte en insoluble desde el punto de vista de Job. No está sufriendo por los pecados de los antepasados ni por los de sus amigos y vecinos. El diálogo con sus consoladores tiende a ignorar incluso la intervención demoníaca en sus penas. El teólogo judío antiguo trató de justificar los inexplicables sufrimientos de Job a través de algún pecado ya olvidado o de faltas ocultas y nunca relatadas en el libro. Desde un punto de vista más moderno, se retorna a la acción maléfica del Diablo y al concepto del libre albedrío, condición necesaria para que se consume la alianza de Dios con Su pueblo. Si el Demonio no existiese, el Hombre no podría elegir entre el Bien y el Mal.
Por estas y otras complejidades, Job ha sido llamado “el libro más difícil del Antiguo Testamento”.
7. Sentido religioso.
Estas tesis y otras son puestas por los autores del libro en boca de los cuatro amigos que tratan de consolar a Job, pero este las descarta una a una. A pesar de que Job sale restaurado y transformado de su conflicto con Dios, el libro no ofrece sin embargo las respuestas a los enigmas que el lector espera, y esto está logrado con una técnica impecable: Dios no habla como Hombre, sino como Dios, por lo que la solución queda oculta dentro de la misma divinidad y, por lo tanto, totalmente inaccesible al ser humano, que no conoce los detalles del plan divino sino solamente su sentido general. Sin embargo, hábilmente, el autor bíblico no destruye todas las esperanzas de llegar a la verdad: en el libro de Job la revelación es diferida pero nunca negada.
8. Relaciones con otros libros.
Este libro está claramente relacionado con Proverbios y el Eclesiastés. Al leer primero Proverbios y después a Job, se ve que el primero transmite enseñanzas basadas en la pura observación empírica, mientras que el segundo contiene una grave reflexión que desconfía de las soluciones fáciles o de las verdades evidentes. El Eclesiastés es incluso más escéptico. El dolor y el sufrimiento como instrumentos de redención reaparecen en el Libro de Daniel[3]. La verdadera enseñanza del libro de Job es que se debe mantener la fe incluso en los momentos más penosos y en las circunstancias más injustas, porque eso es lo que Dios espera de nosotros. El autor bíblico no pudo profundizar más en la solución del problema porque no disponía de las teorías de premios y castigos en otra vida, que sólo llegarían más adelante. Por otra parte, el Nuevo Testamento también responde a las angustiosas quejas de Job con dos versículos escritos por Pablo[4]. En uno se afirma que los sufrimientos, por grandes que sean, palidecerán ante la gloria de la vida eterna y el otro dice que las penas del Hombre no son nada en comparación con los dolores que sufrió Cristo.
9. Curiosidades.
A pesar de que muchos científicos han desechado la Biblia como si fuese un libro de mitos, en solo el libro de Job encontramos grandes verdades que la ciencia ha tenido que esperar siglos para “descubrir”.
a. En Job 26.7 se afirma que “…cuelga la Tierra sobre nada”, es notable que esté esto en este libro, dado que fue escrito hace aproximadamente 3500 años, dado que en la Antigüedad se afirmaba que la Tierra era plana y era sostenida por elefantes, tortugas o un gran gigante llamado Atlas.
b. En Job 38.24 habla de que la luz se puede dividir.
c. El agua llega a la Tierra a través de la lluvia, corre por las montañas hacia los ríos, regresa a los océanos y se evaporiza, para volver a caer como lluvia. Este concepto tan simple, no fue claramente reconocido por la ciencia hasta el año de 1740, por Perrault y Mariotte. Job 36.27-28 identificaba este proceso con miles de años de anticipación.
d. Job 28.25 habla del peso del viento. Desde los días de Aristóteles, a través de la Edad Media y hasta el Renacimiento, el mundo científico creía que el aire no tenía ningún peso. No fue hasta que el italiano Torricelli, en el año 1643, inventó el barómetro, que se confirmó esta verdad científica.
e. El libro de Job es el primero y el que más describe al personaje “Satanas” dentro del antiguo testamento, figura tan usual en el Nuevo Testamento.
10. Los antecesores de Job.
Job, aunque no con mucha libertad, se identifica con la corriente “pesimista” y crítica, pero desemboca en un resultado sorprendentemente positivo, naturalmente, no tanto al epílogo, sino a los discursos de Dios. Los predecesores de Job en este camino crítico son muchos y pertenecen a todo el arco del próximo medio Oriente; su conocimiento sirve para ubicar correctamente el experimento de Job, que, sin embargo, permanece único y original en su género. Efectivamente, para los productos anteriores a Job, el problema es eminentemente antropológico; consiste en el esfuerzo por encontrar una respuesta al mal y un camino para evadirse de él. Para Job la cuestión es eminentemente teológica y estriba en definir la legitimidad de la búsqueda humana dentro del misterio de Dios.
Una alusión a los textos orientales, cuya confrontación con Job puede resultar fructuosa, también es interesante la comparación con la mitología “prometeica” griega, el Prometeo encadenado, de Esquilo, a pesar de las evidentes distancias culturales. Del mundo sumério, proviene “El hombre y su Dios”, 133 líneas que son muchas veces una obra fenomenología del sufrimiento. El paralelismo más estudiado entre este escrito sumerio y Job se refiere a la cuestión del dios personal, abogado del hombre que sufríante la asamblea de los grandes dioses. Tendría unas connotaciones parecidas al gó’el que Job desea tener a su lado como mediador entre él y Dios[5]. De Babilonia procede a su vez “Quiero celebrar al señor de la sabiduría”, pequeño poema del año 1500 a.C., en cuyo centro están no tanto las desgracias del protagonista cuanto los incomprensibles proyectos de los dioses. Son interesantes los paralelos con Job incluso a nivel de las imágenes, a pesar de las fuertes diferencias de perspectiva. También es significativa la llamada “Teodicea babilónica”, poema acróstico de 27 estrofas, que puede fecharse en torno al año 1000. Introduce un debate entre el que sufre y un amigo teólogo, fiel a la religión tradicional, precisamente sobre el misterio de la voluntad irracional de los dioses y sobre la arbitrariedad del destino humano. Más irónico, pero igualmente amargo, es el “Dialogo pesimista”, que nos ha llegado en una versión de comienzos del primer milenio desde Egipto; sus dos protagonistas son un amo y un esclavo, el primero expresión de la sabiduría tradicional dispuesta a saborear la vida, y el segundo lector desencantado y sin malicia de la desgracia del vivir.
No faltan tampoco contactos con la literatura cananea, por ejemplo, dos tablillas de Ugarit, aunque se encuentran relaciones mucho más sugestivas con el mundo egipcio. Una posición de prestigio ocupa ciertamente el célebre “Diálogo de un suicida con su alma”[6], 156 líneas de un texto del 2200 a.C., expresión de un dramático diálogo interior y “desdoblado” de un suicida con su alma, que intenta convencerle para que siga viviendo. Aunque la cuestión del mal recibe una exposición muy simplificada respecto a la de Job, es visible el contacto con ciertos módulos del grito de dolor del autor bíblico. “Las Protestas de un campesino locuaz”, obra egipcia del 2000 a.C., ofrecen, por su parte, un paralelismo estructural con Job: Un marco compuesto de prólogo y epílogo enmarca nueve apelaciones en prosa rítmica según el modelo citado de 3 X 3 intervenciones. El protagonista, habitante de un oasis egipcio, choca con la injusticia y con el mal, del que solo puede ser liberado a través de la acción del dios Anubis. Aludamos, finalmente, a un texto arameo, la “Oración de Nabónides”, presente también en Qumrán[7], pero que es posible fechar entorno al siglo VI a.C. En ella el último rey neobabilonio, Nobónides, expone a la divinidad su sufrimiento debido a una inflamación maligna, buscando un sentido y su liberación. Pero las comparaciones hacen resaltar la originalidad de Job, su relación lógica, su genialidad poética, su pureza teológica. El terreno común de donde parte es abandonado muy pronto para alcanzar su propia meta, que es exquisitamente teológica. Además, la fuerza crítica de Job respecto a la sabiduría tradicional es absolutamente única: “Porque ustedes son forjadores de mentiras; Todos ustedes son médicos inútiles”[8]. Y en otro lugar: “Lo que ustedes saben yo también lo sé; No soy menos que ustedes. Pero quiero hablarle al Todopoderoso (Shaddai), Y deseo argumentar con Dios[9]”.
Procedente del período casita, de los siglos XVIII-XII a.C., nos llega el “Poema del justo doliente”. Se trata de un hombre rico y sabio, con gran número de parientes y amigos, que pierde en una enfermedad sus bienes y su tranquilidad interior. Lejos de maldecir a su dios, acude a él humildemente y lo libera de los males. Tiene muchos parecidos con Job, pero el texto bíblico lo supera en profundidad y en la calidad del género literario.
En “Edipo Rey”, al sentirse ofendidos los dioses, por algo de lo que él no es responsable, se ve inmerso en castigos y desgracias, entonces el coro prorrumpe en lamentaciones, como las de los amigos de Job; Hércules, siendo honrado y justo sufre una condena vergonzosa, bajo el placer sádico de los dioses, a los que el autor trágico muestra celosos del bienestar del hombre, él afligido clama a su hijo, en medio de sus penas y quejas semejantes a las de Job.
A su vez, la filosofía también escrutó el problema. Platón, habiendo recriminado a los poetas el ensalzar, en sus composiciones, las inconfesables pasiones e injusticias de los dioses, abordó la cuestión del sufrimiento en sus términos; sin embargo, no dando con la solución, recurrió a la existencia de algún dios maléfico.
11. Prólogo narrativo.
El prólogo en prosa quiere destacar la justicia de Job y la causa de sus padecimientos. Estos no son consecuencia del pecado, sino una prueba permitida por Dios, para mostrar que su servidor lo ama desinteresadamente y no por los bienes que recibe de Él. Pero tanto Job como sus amigos ignoran el motivo de esta prueba, porque no han asistido al diálogo del Señor con “el Adversario”, esa especie de acusador público en la corte celestial, que se resiste a creer en la virtud desinteresada. Así queda abierto el debate que se va a desarrollar en el resto del Libro.
12. Historicidad.
La historicidad de la persona de Job está atestiguada repetidas veces por textos de la Sagrada Escritura[10] que confirman también su gran santidad. Según la versión griega, Job era descendiente de Abraham en quinta generación, y se identificaría con Jobab, segundo rey de Idumea. Pero esta versión se aparta considerablemente del original. De todos modos, es cosa admitida, que Job no pertenecía al pueblo que había de ser escogido, lo cual hace más notable su ejemplo.
[1] Job 1.3. NBLH
[2] 1 Juan 4.16.
[3] Daniel 12.1-3.
[4] Romanos 8.18; Colosenses 1.24.
[5] Job 9.33.
[6] Papiro de Berlín.
[7] 4Q OrNab.
[8] Job 13.4. NBLH
[9] Job 13.2-3. Ibid
[10] Ezequiel 14.14, 20; Santiago 5.11.
Job, del hebreo אִיּוֹב, “Iyov”, es un libro bíblico del Antiguo Testamento, aunque el personaje no pertenece al pueblo de Israel, sino a los “hijos del Oriente”[1], contemporáneo de los Patriarcas. En la Biblia figura como el primero de los libros poéticos, ubicado antes del libro de los Salmos; mientras que en el Tanaj hebreo, aparece entre los Proverbios y Cantar de los Cantares.
Con el libro de Job volvemos a los tiempos patriarcales. Job, un varón justo y temeroso de Dios, está acosado por tribulaciones de tal manera que, humanamente, ya no puede soportarlas. Sin embargo, no pierde la paciencia, sino que resiste a todas las tentaciones de desesperación, guardando la fe en la divina justicia y providencia, aunque no siempre la noticia del amor que Dios nos tiene, y de la bondad que viene de ese amor[2] y según la cual no puede sucedernos nada que no sea para nuestro bien.
Es un libro que responde a algunas de nuestras preguntas más fundamentales, más existenciales; Job es la rebeldía contra la injusticia del sufrimiento y del silencio de Dios. Sí, Job es el hombre que se rebela contra Dios. No puede ni resignarse a la injusticia que se comete con él ni hacerse ateo. Job es el que protesta contra Dios sin llegar a la herejía.
A. Datos generales.
1. Autor y fecha.
Su autor es desconocido, aunque la tradición lo atribuye a Moisés, el cual posiblemente conociera a Job durante su huida del Bajo Egipto. Si este fuera el caso, Job podría haber sido habitante de la península arábiga, situada al este del imperio. Aunque algunos lo fechan entre el año 500 a.C. y el año 250 a.C., su cita en antiguos manuscritos judíos descartan tal opción. Popularmente se considera que este fue escrito alrededor del año 1473 a.C. Al situar a su personaje en un país lejano, fuera de las fronteras de Israel, el autor sugiere que el drama de Job afecta a todos los hombres por igual. Dada la perfección formal del escrito se piensa normalmente en la época de oro de la literatura judía, es decir, entre los siglos X y VIII a.C. Por otro lado, la problemática tratada habla de una datación incluso posterior, por lo menos tras las deportaciones y en tiempos del profeta Malaquías: entre el 538 y el 330 a.C. El autor es anónimo pero de gran finura religiosa y conocimientos. El apéndice que añade la traducción de los LXX afirma que Job vive en Uz, entre los confines de Idumea y Arabia. Aun cuando la temática del libro es unitaria, hay diversos indicios de una composición más compleja, como por ejemplo, la variación en el uso de los nombres divinos: Yahveh, Saddai, Eloah, Elohím. Sin embargo, se mantiene a lo largo de la obra el uso coherente, por ejemplo, Job solo usa una vez el nombre “Yahvéh” en el prólogo y en una expresión corriente. Al parecer las proclamas de Eliú resultan ser añadidos debido a su forma de razonamiento ya que el discurso anterior y posterior ni siquiera lo toman en cuenta.
2. Temática.
Es evidentemente el sufrimiento del inocente. Ya desde la más remota Antigüedad los pensadores se han enredado en el espinoso problema del hombre bueno que sufre y del malo feliz. Incluso Platón se preocupó del asunto y le dio una formulación precisa, aunque sin encontrarle una solución que no chocara contra la filosofía y la moral. Varios mitos griegos se refieren a temas parecidos: Prometeo es culpable, pero la enormidad de su castigo lo rebela; Edipo Rey sufre el castigo de los dioses por un pecado que él no era consciente de estar cometiendo; Hércules no ha pecado, pero los puños de los dioses terminan por aplastarlo. Es este, precisamente, el tema que trata el libro de Job: El protagonista es un hombre religioso, bueno y justo, a quien Dios permite que Satanás someta a numerosas y espantosas pruebas. Mientras Job sufre bajo las acechanzas del Mal, tres buenos amigos intentan consolarlo, tratando de convencerlo de que si sufre es por culpa de sus propios pecados. Job se enoja y se defiende, pues él sabe que eso es un infundio y rechaza ese argumento con energía. Cuando aparece un cuarto amigo que explica que el sufrimiento templa al alma y al espíritu, Job continúa quejándose. Por último, Adonay en persona se hace presente, reprende a Job por no haber aceptado Su voluntad y por sus quejas, y devuelve al protagonista a su antigua felicidad. Job era un hombre justo que es tentado por el demonio con diversos sufrimientos y desastres familiares, económicos e incluso de su salud. Dios mismo permite a Satanás poner a prueba la fe y la paciencia de Job aunque prohíbe quitarle la vida. Tres amigos de Job vienen a consolarlo y hacerle ver que todo sufrimiento o padecimiento se debe siempre a un pecado o infidelidad para con Dios. Job rechaza esta interpretación y el mismo Adonay le hace ver que tanto las afirmaciones de sus amigos como sus quejas son improcedentes pues Dios es omnipotente y prueba el corazón de sus hijos para darles aun mas bendiciones con el caso de Job. Finalmente Job ve restituidas sus posesiones y es grandemente bendecido por Dios.
3. Género literario y estilo.
En el campo de batalla de los estudios bíblicos, existen cinco libros que normalmente se incluyen bajo el título de “literatura sabia” o “los libros poéticos del Antiguo Testamento”. Son los libros de Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los Cantares y Job. El libro de Job es pura literatura didáctica, aunque esto no niegue la probabilidad de que el protagonista real haya podido existir y el escriba se haya inspirado en un relato verdadero. Existen en el texto alusiones a sitios existentes en la realidad como El-Amarna y claros derivados de las tradiciones orientales ya mencionadas, que también se originan normalmente en hechos reales. Los elementos de verdad nunca pueden descartarse en la literatura bíblica de este período.
4. Estructura.
Consta de un inicio y un final bastante breves en prosa. El grueso del libro, es decir, del capítulo 3 al 42, es un poema. El poema a su vez se divide en los tres discursos de los amigos de Job: Elifaz, Bildad y Sofar, con sus correspondientes réplicas. Sigue luego otro discurso, esta vez de Eliú y los dos de Adonay. El libro de Job consta de cinco secciones bien diferenciadas:
a. Un prólogo en prosa (capítulos 1 y 2)
b. Una serie de discursos dramáticos que tienen lugar entre Job y tres de sus amigos, Elifaz, Bildad y Sofar (capítulos 3-31)
c. Discursos de Eliú, un cuarto amigo (capítulos 32-37)
d. Discursos de Dios “desde el seno de la tempestad” (capítulos 38-42)
e. Un breve epílogo en prosa (capítulo 43).
5. El problema de la retribución en el libro de Job.
Las argumentaciones de Elifaz tienen los siguientes pasos:
a. El inocente no puede morir.
b. El pecado es siempre castigado.
c. Dios ve faltas en todos, incluido Job. El castigo que Job recibe es por tanto, correctivo.
Las de Bildad hablan de la diversa suerte que espera al justo y al inicuo. Y las de Sofar van por el mismo lado de las faltas que son castigadas incluso si son inconscientes.
Job se defiende afirmando continuamente su inocencia. Sin embargo, llega a afirmar una cierta arbitrariedad que dirigiría la actuación de Dios y a la que no hay manera de oponerse.
Eliú por su parte afirma que Dios prueba a los justos con sufrimientos para educarlos y forzar en ellos el clamor confiado en Dios salvador.
La respuesta de Adonay da a entender que no entra en el debate precisamente por su trascendencia. Se sabe que hay una respuesta pero Dios no la ha revelado todavía y muestra ante todo la sabiduría de su creación como prueba de que ninguna arbitrariedad hay en su actuar sino un designio misterioso que en su momento se dará a conocer.
6. Problemas filosóficos y teológicos planteados.
Desde el punto de vista de la mentalidad judía, el problema que ofrece el libro de Job es complicadísimo. Para el judío, todo el “Bien” y todo el “Mal” proviene de Dios, porque Él ha creado todo. Dios, al mismo tiempo, es completamente justo y observa una moralidad completa, por lo que es una incógnita el que a Job se le someta a una aparente injusticia.
Correspondió, entonces, estudiar la forma en que Dios opera Su justicia. La respuesta de los libros bíblicos es que:
a. Dios ejerce la justicia en el mundo real, y
b. Dios ejerce la justicia en forma colectiva.
En tiempos antiguos, los hebreos no creían en una vida de ultratumba, y por lo tanto tampoco en premios o castigos después de la muerte. Estos conceptos no se desarrollan sino hasta el periodo intertestamental con el contacto con la cultura helena. Si bien los fallecidos gozan en el Sheol de una especie de "semivida", en el Infierno de los antiguos judíos no se discriminaba a los buenos de los malos. Dios, por lo tanto, manifiesta su justicia en este mundo.
Por otra parte, la convicción de que la deidad ejerce la justicia sobre toda la comunidad deriva naturalmente de la estructura social de clanes que dominaba la vida de los judíos primitivos. También reside aquí la fuerte solidaridad que aglutina a los judíos, sufren juntos las penas y disfrutan juntos la tranquilidad. Todos los libros sagrados obedecen a esta filosofía, que es muy visible en el Deuteronomio, en Josué, en Jueces, Samuel y en I Reyes. Recién en Ezequiel aparece entre los israelitas el concepto de responsabilidades, premios y castigos individuales.
El problema, pues, se convierte en insoluble desde el punto de vista de Job. No está sufriendo por los pecados de los antepasados ni por los de sus amigos y vecinos. El diálogo con sus consoladores tiende a ignorar incluso la intervención demoníaca en sus penas. El teólogo judío antiguo trató de justificar los inexplicables sufrimientos de Job a través de algún pecado ya olvidado o de faltas ocultas y nunca relatadas en el libro. Desde un punto de vista más moderno, se retorna a la acción maléfica del Diablo y al concepto del libre albedrío, condición necesaria para que se consume la alianza de Dios con Su pueblo. Si el Demonio no existiese, el Hombre no podría elegir entre el Bien y el Mal.
Por estas y otras complejidades, Job ha sido llamado “el libro más difícil del Antiguo Testamento”.
7. Sentido religioso.
Estas tesis y otras son puestas por los autores del libro en boca de los cuatro amigos que tratan de consolar a Job, pero este las descarta una a una. A pesar de que Job sale restaurado y transformado de su conflicto con Dios, el libro no ofrece sin embargo las respuestas a los enigmas que el lector espera, y esto está logrado con una técnica impecable: Dios no habla como Hombre, sino como Dios, por lo que la solución queda oculta dentro de la misma divinidad y, por lo tanto, totalmente inaccesible al ser humano, que no conoce los detalles del plan divino sino solamente su sentido general. Sin embargo, hábilmente, el autor bíblico no destruye todas las esperanzas de llegar a la verdad: en el libro de Job la revelación es diferida pero nunca negada.
8. Relaciones con otros libros.
Este libro está claramente relacionado con Proverbios y el Eclesiastés. Al leer primero Proverbios y después a Job, se ve que el primero transmite enseñanzas basadas en la pura observación empírica, mientras que el segundo contiene una grave reflexión que desconfía de las soluciones fáciles o de las verdades evidentes. El Eclesiastés es incluso más escéptico. El dolor y el sufrimiento como instrumentos de redención reaparecen en el Libro de Daniel[3]. La verdadera enseñanza del libro de Job es que se debe mantener la fe incluso en los momentos más penosos y en las circunstancias más injustas, porque eso es lo que Dios espera de nosotros. El autor bíblico no pudo profundizar más en la solución del problema porque no disponía de las teorías de premios y castigos en otra vida, que sólo llegarían más adelante. Por otra parte, el Nuevo Testamento también responde a las angustiosas quejas de Job con dos versículos escritos por Pablo[4]. En uno se afirma que los sufrimientos, por grandes que sean, palidecerán ante la gloria de la vida eterna y el otro dice que las penas del Hombre no son nada en comparación con los dolores que sufrió Cristo.
9. Curiosidades.
A pesar de que muchos científicos han desechado la Biblia como si fuese un libro de mitos, en solo el libro de Job encontramos grandes verdades que la ciencia ha tenido que esperar siglos para “descubrir”.
a. En Job 26.7 se afirma que “…cuelga la Tierra sobre nada”, es notable que esté esto en este libro, dado que fue escrito hace aproximadamente 3500 años, dado que en la Antigüedad se afirmaba que la Tierra era plana y era sostenida por elefantes, tortugas o un gran gigante llamado Atlas.
b. En Job 38.24 habla de que la luz se puede dividir.
c. El agua llega a la Tierra a través de la lluvia, corre por las montañas hacia los ríos, regresa a los océanos y se evaporiza, para volver a caer como lluvia. Este concepto tan simple, no fue claramente reconocido por la ciencia hasta el año de 1740, por Perrault y Mariotte. Job 36.27-28 identificaba este proceso con miles de años de anticipación.
d. Job 28.25 habla del peso del viento. Desde los días de Aristóteles, a través de la Edad Media y hasta el Renacimiento, el mundo científico creía que el aire no tenía ningún peso. No fue hasta que el italiano Torricelli, en el año 1643, inventó el barómetro, que se confirmó esta verdad científica.
e. El libro de Job es el primero y el que más describe al personaje “Satanas” dentro del antiguo testamento, figura tan usual en el Nuevo Testamento.
10. Los antecesores de Job.
Job, aunque no con mucha libertad, se identifica con la corriente “pesimista” y crítica, pero desemboca en un resultado sorprendentemente positivo, naturalmente, no tanto al epílogo, sino a los discursos de Dios. Los predecesores de Job en este camino crítico son muchos y pertenecen a todo el arco del próximo medio Oriente; su conocimiento sirve para ubicar correctamente el experimento de Job, que, sin embargo, permanece único y original en su género. Efectivamente, para los productos anteriores a Job, el problema es eminentemente antropológico; consiste en el esfuerzo por encontrar una respuesta al mal y un camino para evadirse de él. Para Job la cuestión es eminentemente teológica y estriba en definir la legitimidad de la búsqueda humana dentro del misterio de Dios.
Una alusión a los textos orientales, cuya confrontación con Job puede resultar fructuosa, también es interesante la comparación con la mitología “prometeica” griega, el Prometeo encadenado, de Esquilo, a pesar de las evidentes distancias culturales. Del mundo sumério, proviene “El hombre y su Dios”, 133 líneas que son muchas veces una obra fenomenología del sufrimiento. El paralelismo más estudiado entre este escrito sumerio y Job se refiere a la cuestión del dios personal, abogado del hombre que sufríante la asamblea de los grandes dioses. Tendría unas connotaciones parecidas al gó’el que Job desea tener a su lado como mediador entre él y Dios[5]. De Babilonia procede a su vez “Quiero celebrar al señor de la sabiduría”, pequeño poema del año 1500 a.C., en cuyo centro están no tanto las desgracias del protagonista cuanto los incomprensibles proyectos de los dioses. Son interesantes los paralelos con Job incluso a nivel de las imágenes, a pesar de las fuertes diferencias de perspectiva. También es significativa la llamada “Teodicea babilónica”, poema acróstico de 27 estrofas, que puede fecharse en torno al año 1000. Introduce un debate entre el que sufre y un amigo teólogo, fiel a la religión tradicional, precisamente sobre el misterio de la voluntad irracional de los dioses y sobre la arbitrariedad del destino humano. Más irónico, pero igualmente amargo, es el “Dialogo pesimista”, que nos ha llegado en una versión de comienzos del primer milenio desde Egipto; sus dos protagonistas son un amo y un esclavo, el primero expresión de la sabiduría tradicional dispuesta a saborear la vida, y el segundo lector desencantado y sin malicia de la desgracia del vivir.
No faltan tampoco contactos con la literatura cananea, por ejemplo, dos tablillas de Ugarit, aunque se encuentran relaciones mucho más sugestivas con el mundo egipcio. Una posición de prestigio ocupa ciertamente el célebre “Diálogo de un suicida con su alma”[6], 156 líneas de un texto del 2200 a.C., expresión de un dramático diálogo interior y “desdoblado” de un suicida con su alma, que intenta convencerle para que siga viviendo. Aunque la cuestión del mal recibe una exposición muy simplificada respecto a la de Job, es visible el contacto con ciertos módulos del grito de dolor del autor bíblico. “Las Protestas de un campesino locuaz”, obra egipcia del 2000 a.C., ofrecen, por su parte, un paralelismo estructural con Job: Un marco compuesto de prólogo y epílogo enmarca nueve apelaciones en prosa rítmica según el modelo citado de 3 X 3 intervenciones. El protagonista, habitante de un oasis egipcio, choca con la injusticia y con el mal, del que solo puede ser liberado a través de la acción del dios Anubis. Aludamos, finalmente, a un texto arameo, la “Oración de Nabónides”, presente también en Qumrán[7], pero que es posible fechar entorno al siglo VI a.C. En ella el último rey neobabilonio, Nobónides, expone a la divinidad su sufrimiento debido a una inflamación maligna, buscando un sentido y su liberación. Pero las comparaciones hacen resaltar la originalidad de Job, su relación lógica, su genialidad poética, su pureza teológica. El terreno común de donde parte es abandonado muy pronto para alcanzar su propia meta, que es exquisitamente teológica. Además, la fuerza crítica de Job respecto a la sabiduría tradicional es absolutamente única: “Porque ustedes son forjadores de mentiras; Todos ustedes son médicos inútiles”[8]. Y en otro lugar: “Lo que ustedes saben yo también lo sé; No soy menos que ustedes. Pero quiero hablarle al Todopoderoso (Shaddai), Y deseo argumentar con Dios[9]”.
Procedente del período casita, de los siglos XVIII-XII a.C., nos llega el “Poema del justo doliente”. Se trata de un hombre rico y sabio, con gran número de parientes y amigos, que pierde en una enfermedad sus bienes y su tranquilidad interior. Lejos de maldecir a su dios, acude a él humildemente y lo libera de los males. Tiene muchos parecidos con Job, pero el texto bíblico lo supera en profundidad y en la calidad del género literario.
En “Edipo Rey”, al sentirse ofendidos los dioses, por algo de lo que él no es responsable, se ve inmerso en castigos y desgracias, entonces el coro prorrumpe en lamentaciones, como las de los amigos de Job; Hércules, siendo honrado y justo sufre una condena vergonzosa, bajo el placer sádico de los dioses, a los que el autor trágico muestra celosos del bienestar del hombre, él afligido clama a su hijo, en medio de sus penas y quejas semejantes a las de Job.
A su vez, la filosofía también escrutó el problema. Platón, habiendo recriminado a los poetas el ensalzar, en sus composiciones, las inconfesables pasiones e injusticias de los dioses, abordó la cuestión del sufrimiento en sus términos; sin embargo, no dando con la solución, recurrió a la existencia de algún dios maléfico.
11. Prólogo narrativo.
El prólogo en prosa quiere destacar la justicia de Job y la causa de sus padecimientos. Estos no son consecuencia del pecado, sino una prueba permitida por Dios, para mostrar que su servidor lo ama desinteresadamente y no por los bienes que recibe de Él. Pero tanto Job como sus amigos ignoran el motivo de esta prueba, porque no han asistido al diálogo del Señor con “el Adversario”, esa especie de acusador público en la corte celestial, que se resiste a creer en la virtud desinteresada. Así queda abierto el debate que se va a desarrollar en el resto del Libro.
12. Historicidad.
La historicidad de la persona de Job está atestiguada repetidas veces por textos de la Sagrada Escritura[10] que confirman también su gran santidad. Según la versión griega, Job era descendiente de Abraham en quinta generación, y se identificaría con Jobab, segundo rey de Idumea. Pero esta versión se aparta considerablemente del original. De todos modos, es cosa admitida, que Job no pertenecía al pueblo que había de ser escogido, lo cual hace más notable su ejemplo.
[1] Job 1.3. NBLH
[2] 1 Juan 4.16.
[3] Daniel 12.1-3.
[4] Romanos 8.18; Colosenses 1.24.
[5] Job 9.33.
[6] Papiro de Berlín.
[7] 4Q OrNab.
[8] Job 13.4. NBLH
[9] Job 13.2-3. Ibid
[10] Ezequiel 14.14, 20; Santiago 5.11.