JOSUÉ
A. Autor y fecha.
Ubicar el autor de este libro exactamente es algo bastante complicado. Algunos eruditos, siguiendo el Talmud han asignado la autoría al mismo Josué. Apoyándose en que se dice que Rahab todavía estaba viva en la fecha en que se escribió[1] y que el autor, usando el término “nosotros”, se incluye a sí mismo entre quienes cruzaron el Jordán[2]. Aunque algunos creen que la observación sobre Rahab puede referirse a sus descendientes, y el problema que en algunos manuscritos dice “ellos”, y no “nosotros” en 5.1. Además, aducen que en 5.6, el autor pudo haber usado “nosotros” en un sentido de solidaridad con la generación que entraba a la tierra.
El problema de la fecha en ocasiones también se ha decidido enteramente sobre la base de observaciones dentro del libro de Josué, y algunos eruditos que usan este método datan el libro en una época entre la muerte de Josué y sus contemporáneos que lo sobrevivieron[3] y el tiempo de Samuel, cerca del 1050 a.C., debido a que Sidón se reconoce como la ciudad principal de Fenicia[4] y Tiro la conquistó por el año 1200 a. C.
Otros indicadores internos de la fecha del libro son que Jebús, la antigua Jerusalén, y Gezer, todavía no habían sido conquistadas[5]. Jerusalén finalmente cayó con David[6] y Gezer con Salomón[7]. También en Josué 13.2-3 los filisteos, quienes invadieron la planicie de la costa de Judá en 1175 a.C., están presentes, aunque esta pudo haber sido una adición escrituraria posterior.
Más recientemente, se ha comenzado a investigar fuera del libro mismo para decidir el problema de la fecha. Algunos ven vínculos entre Josué y el Pentateuco. Piensan que hay una continuación de los pretendidos elementos literarios del Pentateuco. Otros han llegado a la conclusión que en Deuteronomio, Josué, Jueces, Samuel y Reyes, hay una unidad más o menos estrecha, o por lo menos conformada. El lenguaje, el estilo y la teología de estos libros apoyan la conclusión de que un individuo o una escuela llamada “narrador” reunieron una variedad de fuentes de varios períodos y los entretejió en un todo completo durante el exilio. Esto significaría que Josué fue escrito cerca del 550 a.C.
Estos libros están ligados por conclusiones e introducciones que se sobreponen. Josué 1.1 se identifica con Deuteronomio 34.1–12, especialmente el versículo 5, donde a Moisés se le llama por primera vez “servidor de Adonay”. La misma señal se confiere a Josué, también por primera vez, al final del libro[8]. La conclusión de Josué[9] se repite como parte de la introducción a Jueces[10]. El estilo del narrador es más evidente en los discursos de despedida de Moisés[11], Josué[12], Samuel[13], David[14] y Salomón[15], coronados por el resumen editorial del propio narrador[16].
Los judíos siempre han reconocido la unidad de Josué, Jueces, Samuel y Reyes, llamándolos los “Profetas Anteriores”. Este arreglo tiene las ventajas de llamar la atención a la integridad de cada libro y de distinguir entre el Pentateuco, que describe la organización de Israel como el pueblo de Dios bajo el pacto mosaico, y Josué, Jueces, Samuel y Reyes que interpretan la historia de Israel en términos de ese pacto. Sin embargo, el acercamiento moderno pone énfasis en los fuertes vínculos entre Deuteronomio y estos libros. Podemos encontrar cinco temas teológicos que unen a Deuteronomio y Josué: La guerra santa de conquista, la distribución de la tierra, la unidad de todo Israel, Josué como el sucesor de Moisés y el pacto.
El acercamiento moderno es también un avance sobre el punto de vista tradicional porque observa fuentes dentro de Josué a Reyes y enfoca el uso teológico que el narrador hace de ellas. Josué explícitamente menciona el libro de Jaser como una fuente[17] y algunos de los problemas dentro del libro se explican mejor mediante un análisis de las fuentes. Por ejemplo, en 11.21 se describe a Josué llevando a los anaquitas fuera de Hebrón, pero en 14.12 se da el crédito a Caleb por esa hazaña. Esta diferencia no es una contradicción, porque a Josué como jefe del ejército se le pudieron haber acreditado las proezas de su subalterno. Pero esto puede explicarse mejor en términos de fuentes diversas.
El narrador asumió que sus lectores conocían las historias antiguas del Pentateuco. Por ejemplo, se habla de los huesos de José en Génesis 50.25, que son sacados de Egipto en Éxodo 13.19 y sepultados en Siquem en Josué 24.32; y la herencia prometida a Caleb en Números 14.24, 30 encuentra su cumplimiento en Josué 14.6–15.
B. El libro.
Josué tiene una fluidez en su estructura que lo hace fácil de leer. En un breve prólogo, presenta al guerrero Josué como el líder capaz que Dios selecciona para conducir a su pueblo a la tierra prometida. Inmediatamente comienza a narrar las victorias militares de los hebreos al arrojar a los cananeos de la tierra que Dios les dio. Atacaron primero por el centro de Canaán y se apoderaron de la ciudad de Jericó y las regiones adyacentes. Después lanzaron ataques rápidos hacia el sur y hacia el norte. Esta estrategia les permitió consolidar posiciones. Después de debilitar a sus enemigos, realizaron diversos ataques de menor envergadura durante varios años.
Desde el punto de vista literario, hasta hace pocos años, por 1945, los críticos preferían ver en Josué el libro sexto de un ideal: El “Hexateuco”, ya que veían en él las mismas fuentes literarias del Pentateuco, movidos sobre todo por la idea de que Josué representaba el cumplimiento de la promesa tan destacada en los cinco libros anteriores. Además, parecía impensable que el Pentateuco terminase con la conquista de las regiones de Trasjordania, sin decir una sola palabra de la conquista, mucho más importante y significativa, de Cisjordania.
Pero en 1945 apareció un estudio de M. Noth que llamó la atención de todos los autores y los puso ante una perspectiva muy distinta: Todos los que acostumbramos llamar “libros históricos” de la Biblia, y que en el canon hebreo son llamados más bien los “profetas anteriores”, son elementos individuales de una gran obra de recopilación, que en su redacción definitiva podemos considerar, desde el punto de vista literario, como una “obra historiográfica deuteronomista”; esta obra comienza en el libro de Josué y sigue hasta el segundo libro de los Reyes[18].
1. Características literarias.
a) El libro de Josué está escrito en género literario épico, grandioso, como para manifestar la fidelidad de Dios a sus promesas.
b) El libro de los Jueces es género literario narrativo, en forma novelada y, a veces, folclórica. Lo importante es la figura del héroe o juez que salva al pueblo, en nombre de Dios.
2. División y contenido temático.
Los israelitas entran en la tierra de Canaán al mando de Josué, atraviesan el Jordán, frontera de la tierra, y las murallas de la primera ciudad cananea, Jericó; caen milagrosamente ante ellos. En la conquista de otras ciudades interviene el Señor de distintas maneras.
Hay tres partes:
a. Conquista. Capítulos 1 al 12
b. Reparto del territorio. Capítulos 13 al 21.
c. Apéndices. Capítulos 22 al 24.
C. La fecha de la Conquista.
También resulta difícil fijar la fecha de la conquista de la tierra por Israel, ya que lo obstaculiza la naturaleza de la escritura de la historia bíblica, porque la forma en que la Biblia calcula fechas no está situada desde un punto de vista de un historiador, sino más bien desde el punto de vista de un rabino que desea dar una moraleja, y a la ambigüedad de los descubrimientos arqueológicos.
Los hombres que compilaron las historias de la Biblia tenían como meta principal enseñar teología, no escribir sobre meros hechos, de modo que a veces se pasan por alto los detalles. Sin embargo, algunas de las reconstrucciones que los historiadores modernos han hecho de lo que realmente sucedió, parten demasiado radicalmente de la Biblia para tomarlas en serio.
Tomando las fechas que se dan en 1 Reyes 6.1 y Jueces 11.26 al pie de la letra, uno podría fijar la fecha de la conquista cerca del 1400 a.C. Sin embargo, uno no puede asumir que la Biblia sencillamente suma los años en esta forma. No obstante, la evidencia arqueológica desde Jericó y Hazor apuntan a esta fecha. En Jericó, el estudio de los restos de cerámica, los escarabajos reales, la actividad sísmica en la región, la destrucción por fuego y aun las ruinas de los muros derribados junto con el uso de carbono 14 reúne una evidencia impresionante de que la ciudad fortificada fue destruida finalmente por el año 1400. En Hazor, hay niveles de destrucción en los años 1400, 1300 y 1230 a.C. Se ha asignado la destrucción del 1300 a.C., al Faraón Seti I, dejando cualquiera de las otras a Israel. La referencia en Jueces 4.2 de Hazor como una ciudad cananea, en oposición a las tres o cuatro generaciones de Israel después de Josué, excluye una fecha posterior, a menos que uno suponga ya sea que la narración bíblica en Jueces 4 es imperfecta o que la evidencia arqueológica es incompleta. Hai, si se identifica correctamente, carece de evidencia de una destrucción israelita, presentando un problema para cualquiera de los puntos de vista.
Por otro lado, la evidencia arqueológica de Pitón y Ramesés en Egipto[19], la falta de datos corroborando los reinos establecidos de Edom y Moab al oriente del Jordán antes del siglo XIII a.C., y los cientos de nuevos asentamientos de pastores nómadas que se esparcieron en Israel alrededor del año 1200 en contraste con su ausencia en el período anterior, todo favorece fijar la fecha de la conquista en la segunda mitad del siglo XIII. Sin embargo, la fecha de la conquista no afecta en realidad la teología o el mensaje de Josué, en tanto hubo una conquista.
D. Teología.
El libro de Josué trata de la tierra prometida: Su posesión[20], su distribución[21] y su conservación[22]. Por otro lado, trata también del desposeimiento de “los perversos” de esa tierra. La tierra digna de reyes fue dada a un pueblo digno de ser reyes[23].
1. La tierra como don.
El Creador de toda la tierra[24] y único dueño de Palestina[25] hizo depositarios a los patriarcas de una tierra digna de reyes, que fluía leche y miel[26]. Prometió darla a sus descendientes como una herencia permanente[27]. La ocupación de la tierra, que sería tomada por etapas[28], fue iniciada dramáticamente por Josué. Fue entonces “distribuida” por Dios a las tribus de Israel por sorteo[29], y así se convirtió en su posesión personal que nadie podía tomar de ellos por la fuerza. Solamente los levitas no recibieron tierra propia; en su lugar, ellos “heredaron” al Señor mismo, abriendo el camino para un entendimiento espiritual de la herencia[30].
Con la resurrección y ascensión de Cristo y con el derramamiento del Espíritu, se hizo claro que Josué es un símbolo de Cristo y que la tierra es un símbolo, una metáfora, de la salvación de la iglesia en Cristo[31]. Tanto la tierra como la salvación en Cristo son un don[32], poseído únicamente a través de la fe[33]. Son tanto un lugar de bendición[34], un hogar de reposo[35] y un lugar santo en donde de manera única uno encuentra a Dios[36]. Ambos demandan también un estilo de vida que se conforme a la ley de Dios[37]. A través del nuevo pacto Cristo califica a su iglesia para vivir en esta “tierra” digna de reyes[38]. Y aunque la iglesia hoy hereda la vida eterna y el reposo en Cristo Jesús, después de su resurrección gozará de una “tierra” más sólida, apropiada a ese estado[39]. La “tierra” permanece como un don ya recibido pero todavía no experimentado plenamente.
2. Unidad de la generación fundadora.
El autor pretende vincular a Josué con Moisés e identificar al pueblo que entró en la tierra como los representantes de aquellos que salieron de Egipto[40]. Aunque el éxodo y la conquista duraron más de dos generaciones, el autor de Josué trata a esas generaciones fundadoras como una. Vincula a Moisés y su ayudante Josué a través del libro. Por ejemplo, Dios prometió estar con ambos[41]; ambos guían a Israel a través de aguas formidables que asombrosamente se secan y así son exaltados a los ojos del pueblo[42]; ambos se quitan sus sandalias en la presencia del Señor[43]; ambos interceden por el pueblo cuando peca[44]; ambos poseen la tierra y la distribuyen[45]; ambos bendicen al pueblo[46]; y ambos median el antiguo pacto[47]. La generación bajo estos dos dirigentes vio las maravillas asombrosas del Señor en el éxodo y la conquista[48] y entró en pacto con él; son los primeros dirigentes de la nación gobernada por Dios.
3. Unidad de todo Israel.
El autor también está interesado en pintar la unidad de las 12 tribus, usando “todo Israel” y términos similares frecuentemente[49]. A los hombres de las tribus orientales que lucharon no se les despidió hasta después que se completó la conquista[50], y el malentendido de su altar “rival” causó amargura entre las otras nueve y media tribus[51]. Doce hombres, uno de cada tribu, tomaron una piedra del Jordán para edificar un memorial nacional[52] y todas las tribus renovaron el pacto mosaico en Siquem[53].
4. Fidelidad del pacto
La generación de Josué probó el tema dominante de esta historia; a saber, que el Señor cumplió su promesa a los patriarcas y dio a Israel la tierra y el reposo. Se afirma y reafirma en puntos clave en el libro: En el prólogo antes de la conquista[54], después de la conquista[55] y después de la distribución de la tierra[56]. La mención sobre las sepulturas, al final del libro, también simbolizan esta verdad[57]. Esta historia sagrada establece la confesión de Israel: “El Dios de los dioses, Adonay”[58], él es su Dios, y la motivación para guardar su pacto[59]. Estimula a los fieles a poseer la tierra que queda[60], dejando a los infieles sin excusa[61], y pone pensativos a todos con la sombría realización de que Dios también cumple las maldiciones de su pacto[62].
Israel, por su parte, debe cumplir sus obligaciones del pacto tomando, distribuyendo y reteniendo la tierra a través de la obediencia de fe en el Señor, mostrando su fe en él en la obediencia a su ley.
5. Guerra santa.
La obediencia al pacto implicaba que Israel lucharía de acuerdo con las reglas de la guerra santa dadas en Deuteronomio. El Señor inicia la batalla y, si Israel obedece de todo corazón, asegura su triunfo[63], interviniendo en ocasiones en las formas más asombrosas como en Jericó[64] y Gabaón[65]. Mientras estimulaba a Israel a ser fuerte en su fe en Él, Dios destruye a sus enemigos antes de que principie la batalla haciendo que cunda el pánico en sus corazones[66].
“Jericó, con todo lo que hay en ella, será destinada al exterminio como ofrenda al Señor”[67] y así, todos los malvados cananeos deben ser “dedicados” al Señor. La exterminación de los cananeos tuvo el propósito de salvar a Israel de la tentación[68]. Cualquier cosa que pudiera poner en peligro la vida religiosa de la comunidad, se le ponía fuera del camino en que podía dañar prohibiéndose su uso humano; para asegurar esto efectivamente, debe ser totalmente destruida. Cuando Acán fracasó en dedicar al Señor lo que por derecho era suyo, Acán y todo lo que él poseía fueron destruidos[69]. Algunas veces el Señor reservaba el botín para Él y otras veces recompensaba a su ejército con él[70]. Los cananeos fueron exterminados de acuerdo con el recto juicio del Señor y no porque Israel tuviera sed de sangre. La prostituta Rahab se arrepintió y encontró un lugar permanente en Israel[71]. Sin embargo, en la mayor parte Dios endureció los corazones de los cananeos que estaban maduros para el juicio[72]. Su destrucción es figura el castigo eterno de los impíos[73], como la destrucción de Sodoma y Gomorra siglos antes. Israel poseyó su tierra porque el propósito del Señor era santificarla. Esa es la razón por la cual el autor coloca el relato de la renovación del pacto en Siquem justo en el corazón de las historias de las batallas[74]. Si no reconocemos estos paralelos entre el juicio de Israel sobre los cananeos y el juicio final, fracasaremos en ver por qué a Israel se le instruyó actuar en esta forma.
[1] Josué 6.25.
[2] Josué 5.1.
[3] Josué 24.29–31.
[4] Josué 11.8.
[5] Josué 15.63; 16.10.
[6] 2 Samuel 5.6–10.
[7] 1 Reyes 9.16.
[8] Josué 24.29.
[9] Josué 24.29-31.
[10] Jueces 2.6-9.
[11] Deuteronomio 31.
[12] Josué 23.
[13] 1 Samuel 12
[14] 1 Reyes 2.1-4.
[15] 1 Reyes 8.54-61.
[16] 2 Reyes 17.
[17] Josué 10.13.
[18] La obra del deuteronomista es un trabajo de ordenación y de conservación de materiales diversos, a veces paralelos, a veces contradictorios, dispuestos según un plan dotado de una índole orgánica sustancial aceptable.
[19] Éxodo 1.11
[20] Josué 1-12.
[21] Josué 13-21.
[22] Josué 22-24.
[23] Josué 12.
[24] Salmos 24.1- 2; 47.4.
[25] Levítico 25.23.
[26] Deuteronomio 31.20.
[27] Génesis 17.8; Éxodo 32.13
[28] Jueces 13.1-7.
[29] Números 33.50–54.
[30] Josué 13.14.
[31] 1 Corintios 10.1–4.
[32] Josué 1.2, 6; Romanos 6.23.
[33] Josué 1.7, 9; Romanos 10.8–21; Efesios 1.8-9.
[34] Éxodo 3.8; Números 13.27; Efesios 1.3, 14.
[35] Josué 1.13; Hebreos 4.1–11.
[36] Éxodo 15.17; Colosenses 3.1–4; 1 Timoteo 2.5-6.
[37] Josué 1.7-8; 8.30-35; 1 Corintios 10.1-13.
[38] Ezequiel 37.26.
[39] 1 Corintios 15.50–54; Hebreos 11.39–40.
[40] Josué 24.7, 17.
[41] Josué 1.5.
[42] Josué 3.7.
[43] Josué 5.13-15.
[44] Josué 7.7.
[45] Josué 12.7-8; 14.1-5.
[46] Josué 22.6.
[47] Josué 24.
[48] Josué 24.7, 17.
[49] Josué 3.1, 7, 17; 18.1; 22.14.
[50] Josué 1.14, 15; 22.1–9.
[51] Josué 22.10–34.
[52] Josué 4.1–9.
[53] Josué 8.33-34.
[54] Josué 1.1–9
[55] Josué 11.23.
[56] Josué 21.43–45.
[57] Josué 24.28–33.
[58] Josué 22.22.
[59] Josué 23-24.
[60] Josué 13.1–7; 14.6–15; 19.49, 50.
[61] Josué 18.3.
[62] Josué 23.15–16; 24.19–24.
[63] Josué 1.2–9; Números 27.18–21.
[64] Josué 6.20.
[65] Josué 10.11, 14.
[66] Josué 2.9–11, 24
[67] Josué 6.17. BAD
[68] Deuteronomio 7.1–5.
[69] Josué 7.15.
[70] Josué 8.27.
[71] Josué 6.25.
[72] Josué 11.19-20.
[73] Mateo 25.46.
[74] Josué 8.30-34.
Ubicar el autor de este libro exactamente es algo bastante complicado. Algunos eruditos, siguiendo el Talmud han asignado la autoría al mismo Josué. Apoyándose en que se dice que Rahab todavía estaba viva en la fecha en que se escribió[1] y que el autor, usando el término “nosotros”, se incluye a sí mismo entre quienes cruzaron el Jordán[2]. Aunque algunos creen que la observación sobre Rahab puede referirse a sus descendientes, y el problema que en algunos manuscritos dice “ellos”, y no “nosotros” en 5.1. Además, aducen que en 5.6, el autor pudo haber usado “nosotros” en un sentido de solidaridad con la generación que entraba a la tierra.
El problema de la fecha en ocasiones también se ha decidido enteramente sobre la base de observaciones dentro del libro de Josué, y algunos eruditos que usan este método datan el libro en una época entre la muerte de Josué y sus contemporáneos que lo sobrevivieron[3] y el tiempo de Samuel, cerca del 1050 a.C., debido a que Sidón se reconoce como la ciudad principal de Fenicia[4] y Tiro la conquistó por el año 1200 a. C.
Otros indicadores internos de la fecha del libro son que Jebús, la antigua Jerusalén, y Gezer, todavía no habían sido conquistadas[5]. Jerusalén finalmente cayó con David[6] y Gezer con Salomón[7]. También en Josué 13.2-3 los filisteos, quienes invadieron la planicie de la costa de Judá en 1175 a.C., están presentes, aunque esta pudo haber sido una adición escrituraria posterior.
Más recientemente, se ha comenzado a investigar fuera del libro mismo para decidir el problema de la fecha. Algunos ven vínculos entre Josué y el Pentateuco. Piensan que hay una continuación de los pretendidos elementos literarios del Pentateuco. Otros han llegado a la conclusión que en Deuteronomio, Josué, Jueces, Samuel y Reyes, hay una unidad más o menos estrecha, o por lo menos conformada. El lenguaje, el estilo y la teología de estos libros apoyan la conclusión de que un individuo o una escuela llamada “narrador” reunieron una variedad de fuentes de varios períodos y los entretejió en un todo completo durante el exilio. Esto significaría que Josué fue escrito cerca del 550 a.C.
Estos libros están ligados por conclusiones e introducciones que se sobreponen. Josué 1.1 se identifica con Deuteronomio 34.1–12, especialmente el versículo 5, donde a Moisés se le llama por primera vez “servidor de Adonay”. La misma señal se confiere a Josué, también por primera vez, al final del libro[8]. La conclusión de Josué[9] se repite como parte de la introducción a Jueces[10]. El estilo del narrador es más evidente en los discursos de despedida de Moisés[11], Josué[12], Samuel[13], David[14] y Salomón[15], coronados por el resumen editorial del propio narrador[16].
Los judíos siempre han reconocido la unidad de Josué, Jueces, Samuel y Reyes, llamándolos los “Profetas Anteriores”. Este arreglo tiene las ventajas de llamar la atención a la integridad de cada libro y de distinguir entre el Pentateuco, que describe la organización de Israel como el pueblo de Dios bajo el pacto mosaico, y Josué, Jueces, Samuel y Reyes que interpretan la historia de Israel en términos de ese pacto. Sin embargo, el acercamiento moderno pone énfasis en los fuertes vínculos entre Deuteronomio y estos libros. Podemos encontrar cinco temas teológicos que unen a Deuteronomio y Josué: La guerra santa de conquista, la distribución de la tierra, la unidad de todo Israel, Josué como el sucesor de Moisés y el pacto.
El acercamiento moderno es también un avance sobre el punto de vista tradicional porque observa fuentes dentro de Josué a Reyes y enfoca el uso teológico que el narrador hace de ellas. Josué explícitamente menciona el libro de Jaser como una fuente[17] y algunos de los problemas dentro del libro se explican mejor mediante un análisis de las fuentes. Por ejemplo, en 11.21 se describe a Josué llevando a los anaquitas fuera de Hebrón, pero en 14.12 se da el crédito a Caleb por esa hazaña. Esta diferencia no es una contradicción, porque a Josué como jefe del ejército se le pudieron haber acreditado las proezas de su subalterno. Pero esto puede explicarse mejor en términos de fuentes diversas.
El narrador asumió que sus lectores conocían las historias antiguas del Pentateuco. Por ejemplo, se habla de los huesos de José en Génesis 50.25, que son sacados de Egipto en Éxodo 13.19 y sepultados en Siquem en Josué 24.32; y la herencia prometida a Caleb en Números 14.24, 30 encuentra su cumplimiento en Josué 14.6–15.
B. El libro.
Josué tiene una fluidez en su estructura que lo hace fácil de leer. En un breve prólogo, presenta al guerrero Josué como el líder capaz que Dios selecciona para conducir a su pueblo a la tierra prometida. Inmediatamente comienza a narrar las victorias militares de los hebreos al arrojar a los cananeos de la tierra que Dios les dio. Atacaron primero por el centro de Canaán y se apoderaron de la ciudad de Jericó y las regiones adyacentes. Después lanzaron ataques rápidos hacia el sur y hacia el norte. Esta estrategia les permitió consolidar posiciones. Después de debilitar a sus enemigos, realizaron diversos ataques de menor envergadura durante varios años.
Desde el punto de vista literario, hasta hace pocos años, por 1945, los críticos preferían ver en Josué el libro sexto de un ideal: El “Hexateuco”, ya que veían en él las mismas fuentes literarias del Pentateuco, movidos sobre todo por la idea de que Josué representaba el cumplimiento de la promesa tan destacada en los cinco libros anteriores. Además, parecía impensable que el Pentateuco terminase con la conquista de las regiones de Trasjordania, sin decir una sola palabra de la conquista, mucho más importante y significativa, de Cisjordania.
Pero en 1945 apareció un estudio de M. Noth que llamó la atención de todos los autores y los puso ante una perspectiva muy distinta: Todos los que acostumbramos llamar “libros históricos” de la Biblia, y que en el canon hebreo son llamados más bien los “profetas anteriores”, son elementos individuales de una gran obra de recopilación, que en su redacción definitiva podemos considerar, desde el punto de vista literario, como una “obra historiográfica deuteronomista”; esta obra comienza en el libro de Josué y sigue hasta el segundo libro de los Reyes[18].
1. Características literarias.
a) El libro de Josué está escrito en género literario épico, grandioso, como para manifestar la fidelidad de Dios a sus promesas.
b) El libro de los Jueces es género literario narrativo, en forma novelada y, a veces, folclórica. Lo importante es la figura del héroe o juez que salva al pueblo, en nombre de Dios.
2. División y contenido temático.
Los israelitas entran en la tierra de Canaán al mando de Josué, atraviesan el Jordán, frontera de la tierra, y las murallas de la primera ciudad cananea, Jericó; caen milagrosamente ante ellos. En la conquista de otras ciudades interviene el Señor de distintas maneras.
Hay tres partes:
a. Conquista. Capítulos 1 al 12
b. Reparto del territorio. Capítulos 13 al 21.
c. Apéndices. Capítulos 22 al 24.
C. La fecha de la Conquista.
También resulta difícil fijar la fecha de la conquista de la tierra por Israel, ya que lo obstaculiza la naturaleza de la escritura de la historia bíblica, porque la forma en que la Biblia calcula fechas no está situada desde un punto de vista de un historiador, sino más bien desde el punto de vista de un rabino que desea dar una moraleja, y a la ambigüedad de los descubrimientos arqueológicos.
Los hombres que compilaron las historias de la Biblia tenían como meta principal enseñar teología, no escribir sobre meros hechos, de modo que a veces se pasan por alto los detalles. Sin embargo, algunas de las reconstrucciones que los historiadores modernos han hecho de lo que realmente sucedió, parten demasiado radicalmente de la Biblia para tomarlas en serio.
Tomando las fechas que se dan en 1 Reyes 6.1 y Jueces 11.26 al pie de la letra, uno podría fijar la fecha de la conquista cerca del 1400 a.C. Sin embargo, uno no puede asumir que la Biblia sencillamente suma los años en esta forma. No obstante, la evidencia arqueológica desde Jericó y Hazor apuntan a esta fecha. En Jericó, el estudio de los restos de cerámica, los escarabajos reales, la actividad sísmica en la región, la destrucción por fuego y aun las ruinas de los muros derribados junto con el uso de carbono 14 reúne una evidencia impresionante de que la ciudad fortificada fue destruida finalmente por el año 1400. En Hazor, hay niveles de destrucción en los años 1400, 1300 y 1230 a.C. Se ha asignado la destrucción del 1300 a.C., al Faraón Seti I, dejando cualquiera de las otras a Israel. La referencia en Jueces 4.2 de Hazor como una ciudad cananea, en oposición a las tres o cuatro generaciones de Israel después de Josué, excluye una fecha posterior, a menos que uno suponga ya sea que la narración bíblica en Jueces 4 es imperfecta o que la evidencia arqueológica es incompleta. Hai, si se identifica correctamente, carece de evidencia de una destrucción israelita, presentando un problema para cualquiera de los puntos de vista.
Por otro lado, la evidencia arqueológica de Pitón y Ramesés en Egipto[19], la falta de datos corroborando los reinos establecidos de Edom y Moab al oriente del Jordán antes del siglo XIII a.C., y los cientos de nuevos asentamientos de pastores nómadas que se esparcieron en Israel alrededor del año 1200 en contraste con su ausencia en el período anterior, todo favorece fijar la fecha de la conquista en la segunda mitad del siglo XIII. Sin embargo, la fecha de la conquista no afecta en realidad la teología o el mensaje de Josué, en tanto hubo una conquista.
D. Teología.
El libro de Josué trata de la tierra prometida: Su posesión[20], su distribución[21] y su conservación[22]. Por otro lado, trata también del desposeimiento de “los perversos” de esa tierra. La tierra digna de reyes fue dada a un pueblo digno de ser reyes[23].
1. La tierra como don.
El Creador de toda la tierra[24] y único dueño de Palestina[25] hizo depositarios a los patriarcas de una tierra digna de reyes, que fluía leche y miel[26]. Prometió darla a sus descendientes como una herencia permanente[27]. La ocupación de la tierra, que sería tomada por etapas[28], fue iniciada dramáticamente por Josué. Fue entonces “distribuida” por Dios a las tribus de Israel por sorteo[29], y así se convirtió en su posesión personal que nadie podía tomar de ellos por la fuerza. Solamente los levitas no recibieron tierra propia; en su lugar, ellos “heredaron” al Señor mismo, abriendo el camino para un entendimiento espiritual de la herencia[30].
Con la resurrección y ascensión de Cristo y con el derramamiento del Espíritu, se hizo claro que Josué es un símbolo de Cristo y que la tierra es un símbolo, una metáfora, de la salvación de la iglesia en Cristo[31]. Tanto la tierra como la salvación en Cristo son un don[32], poseído únicamente a través de la fe[33]. Son tanto un lugar de bendición[34], un hogar de reposo[35] y un lugar santo en donde de manera única uno encuentra a Dios[36]. Ambos demandan también un estilo de vida que se conforme a la ley de Dios[37]. A través del nuevo pacto Cristo califica a su iglesia para vivir en esta “tierra” digna de reyes[38]. Y aunque la iglesia hoy hereda la vida eterna y el reposo en Cristo Jesús, después de su resurrección gozará de una “tierra” más sólida, apropiada a ese estado[39]. La “tierra” permanece como un don ya recibido pero todavía no experimentado plenamente.
2. Unidad de la generación fundadora.
El autor pretende vincular a Josué con Moisés e identificar al pueblo que entró en la tierra como los representantes de aquellos que salieron de Egipto[40]. Aunque el éxodo y la conquista duraron más de dos generaciones, el autor de Josué trata a esas generaciones fundadoras como una. Vincula a Moisés y su ayudante Josué a través del libro. Por ejemplo, Dios prometió estar con ambos[41]; ambos guían a Israel a través de aguas formidables que asombrosamente se secan y así son exaltados a los ojos del pueblo[42]; ambos se quitan sus sandalias en la presencia del Señor[43]; ambos interceden por el pueblo cuando peca[44]; ambos poseen la tierra y la distribuyen[45]; ambos bendicen al pueblo[46]; y ambos median el antiguo pacto[47]. La generación bajo estos dos dirigentes vio las maravillas asombrosas del Señor en el éxodo y la conquista[48] y entró en pacto con él; son los primeros dirigentes de la nación gobernada por Dios.
3. Unidad de todo Israel.
El autor también está interesado en pintar la unidad de las 12 tribus, usando “todo Israel” y términos similares frecuentemente[49]. A los hombres de las tribus orientales que lucharon no se les despidió hasta después que se completó la conquista[50], y el malentendido de su altar “rival” causó amargura entre las otras nueve y media tribus[51]. Doce hombres, uno de cada tribu, tomaron una piedra del Jordán para edificar un memorial nacional[52] y todas las tribus renovaron el pacto mosaico en Siquem[53].
4. Fidelidad del pacto
La generación de Josué probó el tema dominante de esta historia; a saber, que el Señor cumplió su promesa a los patriarcas y dio a Israel la tierra y el reposo. Se afirma y reafirma en puntos clave en el libro: En el prólogo antes de la conquista[54], después de la conquista[55] y después de la distribución de la tierra[56]. La mención sobre las sepulturas, al final del libro, también simbolizan esta verdad[57]. Esta historia sagrada establece la confesión de Israel: “El Dios de los dioses, Adonay”[58], él es su Dios, y la motivación para guardar su pacto[59]. Estimula a los fieles a poseer la tierra que queda[60], dejando a los infieles sin excusa[61], y pone pensativos a todos con la sombría realización de que Dios también cumple las maldiciones de su pacto[62].
Israel, por su parte, debe cumplir sus obligaciones del pacto tomando, distribuyendo y reteniendo la tierra a través de la obediencia de fe en el Señor, mostrando su fe en él en la obediencia a su ley.
5. Guerra santa.
La obediencia al pacto implicaba que Israel lucharía de acuerdo con las reglas de la guerra santa dadas en Deuteronomio. El Señor inicia la batalla y, si Israel obedece de todo corazón, asegura su triunfo[63], interviniendo en ocasiones en las formas más asombrosas como en Jericó[64] y Gabaón[65]. Mientras estimulaba a Israel a ser fuerte en su fe en Él, Dios destruye a sus enemigos antes de que principie la batalla haciendo que cunda el pánico en sus corazones[66].
“Jericó, con todo lo que hay en ella, será destinada al exterminio como ofrenda al Señor”[67] y así, todos los malvados cananeos deben ser “dedicados” al Señor. La exterminación de los cananeos tuvo el propósito de salvar a Israel de la tentación[68]. Cualquier cosa que pudiera poner en peligro la vida religiosa de la comunidad, se le ponía fuera del camino en que podía dañar prohibiéndose su uso humano; para asegurar esto efectivamente, debe ser totalmente destruida. Cuando Acán fracasó en dedicar al Señor lo que por derecho era suyo, Acán y todo lo que él poseía fueron destruidos[69]. Algunas veces el Señor reservaba el botín para Él y otras veces recompensaba a su ejército con él[70]. Los cananeos fueron exterminados de acuerdo con el recto juicio del Señor y no porque Israel tuviera sed de sangre. La prostituta Rahab se arrepintió y encontró un lugar permanente en Israel[71]. Sin embargo, en la mayor parte Dios endureció los corazones de los cananeos que estaban maduros para el juicio[72]. Su destrucción es figura el castigo eterno de los impíos[73], como la destrucción de Sodoma y Gomorra siglos antes. Israel poseyó su tierra porque el propósito del Señor era santificarla. Esa es la razón por la cual el autor coloca el relato de la renovación del pacto en Siquem justo en el corazón de las historias de las batallas[74]. Si no reconocemos estos paralelos entre el juicio de Israel sobre los cananeos y el juicio final, fracasaremos en ver por qué a Israel se le instruyó actuar en esta forma.
[1] Josué 6.25.
[2] Josué 5.1.
[3] Josué 24.29–31.
[4] Josué 11.8.
[5] Josué 15.63; 16.10.
[6] 2 Samuel 5.6–10.
[7] 1 Reyes 9.16.
[8] Josué 24.29.
[9] Josué 24.29-31.
[10] Jueces 2.6-9.
[11] Deuteronomio 31.
[12] Josué 23.
[13] 1 Samuel 12
[14] 1 Reyes 2.1-4.
[15] 1 Reyes 8.54-61.
[16] 2 Reyes 17.
[17] Josué 10.13.
[18] La obra del deuteronomista es un trabajo de ordenación y de conservación de materiales diversos, a veces paralelos, a veces contradictorios, dispuestos según un plan dotado de una índole orgánica sustancial aceptable.
[19] Éxodo 1.11
[20] Josué 1-12.
[21] Josué 13-21.
[22] Josué 22-24.
[23] Josué 12.
[24] Salmos 24.1- 2; 47.4.
[25] Levítico 25.23.
[26] Deuteronomio 31.20.
[27] Génesis 17.8; Éxodo 32.13
[28] Jueces 13.1-7.
[29] Números 33.50–54.
[30] Josué 13.14.
[31] 1 Corintios 10.1–4.
[32] Josué 1.2, 6; Romanos 6.23.
[33] Josué 1.7, 9; Romanos 10.8–21; Efesios 1.8-9.
[34] Éxodo 3.8; Números 13.27; Efesios 1.3, 14.
[35] Josué 1.13; Hebreos 4.1–11.
[36] Éxodo 15.17; Colosenses 3.1–4; 1 Timoteo 2.5-6.
[37] Josué 1.7-8; 8.30-35; 1 Corintios 10.1-13.
[38] Ezequiel 37.26.
[39] 1 Corintios 15.50–54; Hebreos 11.39–40.
[40] Josué 24.7, 17.
[41] Josué 1.5.
[42] Josué 3.7.
[43] Josué 5.13-15.
[44] Josué 7.7.
[45] Josué 12.7-8; 14.1-5.
[46] Josué 22.6.
[47] Josué 24.
[48] Josué 24.7, 17.
[49] Josué 3.1, 7, 17; 18.1; 22.14.
[50] Josué 1.14, 15; 22.1–9.
[51] Josué 22.10–34.
[52] Josué 4.1–9.
[53] Josué 8.33-34.
[54] Josué 1.1–9
[55] Josué 11.23.
[56] Josué 21.43–45.
[57] Josué 24.28–33.
[58] Josué 22.22.
[59] Josué 23-24.
[60] Josué 13.1–7; 14.6–15; 19.49, 50.
[61] Josué 18.3.
[62] Josué 23.15–16; 24.19–24.
[63] Josué 1.2–9; Números 27.18–21.
[64] Josué 6.20.
[65] Josué 10.11, 14.
[66] Josué 2.9–11, 24
[67] Josué 6.17. BAD
[68] Deuteronomio 7.1–5.
[69] Josué 7.15.
[70] Josué 8.27.
[71] Josué 6.25.
[72] Josué 11.19-20.
[73] Mateo 25.46.
[74] Josué 8.30-34.