3. Los hechos de los Jueces.
a. Otoniel.
Después de la revisión de Jueces 2.6–3.6, el autor empieza ahora a darnos, en orden, los hechos de los varios Jueces que el Señor levantó. Los israelitas fueron dominados por Cusan-risataim, rey de Mesopotamia, que entonces era el territorio que abarcaba el este de la actual Siria y el norte del actual Irak, la región entre los ríos Tigris y Éufrates.
El primer Juez que el Señor levantó fue Otoniel, que es una figura modelo en diferentes maneras. Perteneció a un clan que tenía conexiones cercanas con Judá, la tribu dirigente. Aun más, él ya se había distinguido en batalla y había ganado a la hija de Caleb como su esposa[1]: ¡nada de matrimonio con cananeas para él!
Los hechos de Otoniel siguen el modelo bosquejado en Jueces 2.11–19 pero con dos detalles añadidos: el clamor de Israel y su dotación con el Espíritu[2]. Otoniel fue designado como el libertador escogido de Dios mediante un don de poder especial que le fue dado por Dios a través de su Espíritu. En este sentido, fue un líder carismático. Otoniel, el primer juez, ejemplifica los rasgos esenciales de la judicatura. Las carreras de los siguientes jueces representan variaciones de este modelo básico.
b. Aod.
Justo antes de los días de confusión internacional que coincidieron con la aparición de la agresiva XIX dinastía egipcia “los Israelitas volvieron a hacer lo malo ante los ojos del SEÑOR”[3] y Eglón, el moabita[4] fue usado por Dios para castigar a Israel. Cuando el pueblo arrepentido clamó a Adonay, Él levantó para que los libertara a Aod, el segundo juez. Si bien el modelo básico es el mismo como para Otoniel, Aod es una figura bastante diferente. Era de la tribu de Benjamín[5], que recibió solamente comentario negativo en Jueces 1. Además, era zurdo y usó de un engaño astuto para asesinar al tirano[6] antes de entrar en batalla abierta[7]. No obstante, sus acciones fueron dirigidas providencialmente por el Señor, quien usó a este héroe tan sorprendente para llevar liberación a su pueblo indigno, pero desesperado, y les dio 80 años de paz, quizás desde la época del tratado de 1315 a.C., entre Seti y Mursil.
c. Samgar.
Samgar es un héroe más extraño aun que Aod. Posiblemente no era ni siquiera un israelita, porque “Samgar” no es típicamente hebreo y “Anat”, nombre de su padre, es claramente un nombre pagano[8]. Pero él también “libró a Israel” conquistando una victoria notable sobre los filisteos[9], que eran los enemigos tanto de los israelitas como de los cananeos. En esto y en su forma tan poco convencional de pelear ¡con una aguijada de buey!, Samgar anticipó las victorias posteriores de Sansón. “Los días de Samgar hijo de Anat” se recuerdan en Jueces 5.6 como tiempos difíciles cuando Israel estaba duramente presionado por sus enemigos. En estas circunstancias el Señor, siempre fiel, usó medios extraordinarios para salvarlos, aunque sólo temporalmente. Como no se menciona que la paz haya sido restaurada, probablemente la victoria de Samgar fue aislada pero de todas maneras significativa.
d. Barac.
1) Opresión.
Cuando decayeron los imperios y aumentó la opresión cananea local bajo Jabín II de Hazor se hace claro que la apostasía había reaparecido después de la muerte de Aod. La victoria de Samgar había traído alivio temporal, pero ningún cambio en la condición espiritual de Israel. De nuevo se repite el estribillo: “los Israelitas volvieron a hacer lo malo ante los ojos del SEÑOR”[10]. Por lo tanto, el Señor renovó su juicio, esta vez en la forma de Jabín[11] y Sísara[12].
Antes las invasiones vinieron desde afuera: de Mesopotamia, Moab, Amón y Amalec. Ahora surge desde adentro, del territorio que Israel aún no había logrado dominar. Seis tribus se involucran en el conflicto: Zabulón, Neftalí, Efraín, Benjamín, Isacar y Manasés. Esta fue la primera de las mayores amenazas del período de los Jueces y la acción tuvo lugar en el norte.
2) Liberación.
Como lo indican los lugares y las tribus que se mencionan la acción esta vez tuvo lugar en Palestina central y del norte, más que en el sur, y especialmente en las cercanías del arroyo de Quisón, que fluye hacia el occidente a través del fértil valle de Jezreel a la costa cerca del monte Carmelo, o la actual Haifa. A diferencia de episodios previos, la obra de liberación de Israel en esta ocasión fue compartida entre tres personajes principales: Débora, esposa de Lapidot, la profetisa y Juez[13], Barac, quien es llamado por Débora para dirigir a Israel en la batalla[14] y Jael, quien finalmente mató a Sísara sin ayuda en su tienda[15]. Sin embargo, es la intervención propia del Señor el punto decisivo de cambio: una tormenta divinamente producida inmovilizó los carros cananeos, y Sísara tuvo que huir a pie, ya que la lluvia torrencial, fuera de estación, impidió el desplazamiento efectivo de los carros de guerra de Sísara. De particular interés es la forma en que el Señor, al rescatar una vez más a Israel, quitó el honor de la victoria de un hombre que mostró ser indigno de ella y se lo dio a una mujer, no a Débora, como nosotros esperamos, sino a Jael, una mujer cenea. Jael, con su trasfondo no israelita[16] y sus métodos no convencionales ilustra la libertad soberana del Señor para usar a quien él quiera para cumplir sus propósitos.
Sísara se refugió en la tienda de Jael, esposa de Heber ceneo, porque éste y Jabín el cananeo habían concertado un tratado de paz un tiempo antes. Jael recibió con amabilidad al exhausto Sísara. Cuando éste pidió agua, ella le dio leche y lo arropó. Sísara pidió a Jael que vigilara la puerta y que negara que escondiera a alguien. Sin embargo, ella lo asesinó atravesándole ambas sienes con una de las estacas que servían para asegurar las tiendas de campaña, y lo clavó en el suelo. La tarea de levantar y desmontar las tiendas de campaña era tarea de las mujeres nómadas, lo cual explica su habilidad para manejar la estaca y el mazo. No podemos ser muy rigurosos con Jael, ya que si bien es cierto Sísara era enemigo de Israel, ella no lo mata por eso, sino porque él violentó la ley del desierto, ya que él sabía muy bien que la ley condenaba a muerte a una mujer en cuya parte de la tienda entraba un hombre. Jael salvó su vida, defendió el honor de su marido ausente, su propio honor y el de muchos cientos de mujeres. Al entrar a la tienda de Jael, Sísara fue culpable de una acción muy cruel y pagó muy bajo por la hospitalidad y bondad que se le habían brindado.
3) Canto de victoria.
El hebreo que se usa en este canto muestra que es una de las piezas de poesía más antigua de todo el Antiguo Testamento. Una versión de ella se cantó en el día de batalla[17] y probablemente se le dio su forma presente poco después. Pudo haberse preservado en alguna colección como “el libro de Jaser”[18] o “el libro de las batallas de Adonay”[19]. Los cantos como éste se cantaban con frecuencia en el culto público y eran recordatorios para las generaciones posteriores de la fidelidad de Dios y de las grandes cosas que había hecho por Israel, el pueblo de su pacto. Pero aquí, este canto particular aparece como parte del episodio Débora-Barac, que no concluye formalmente hasta que el canto está completo. Sin embargo, a diferencia de la narración precedente, no tiene que ver con el cómo el Señor quitó el honor de la victoria de Barac y se lo dio a una mujer. Rinde tributo a los individuos y a las tribus que valientemente realizaron su parte, incluyendo a Jael, y censura a quienes no lo hicieron, alertándonos así a una cierta falta de unidad entre las tribus. La batalla involucró principalmente a las tribus del centro y el norte, ya que no hay mención de Judá, y de éstas algunas se condujeron más honrosamente que otras. Pero el tema principal del canto es “los actos justos” del Señor, quien fue adelante como el campeón de Israel y demolió a sus enemigos y a Israel desatando los poderes del cielo contra ellos. En esto es muy memorable el canto que los israelitas entonaron en el tiempo de Moisés, cuando el Señor peleó por ellos contra los egipcios[20]. Por medio de tales eventos, Israel aprendió que el Señor que los había hecho suyos mediante pacto, era el Señor de la creación así como de la historia, el Creador y el Redentor. Este era un elemento vital para la fe de Israel, porque sus vecinos cananeos adoraban a deidades naturales, los baales y las astartes, que se creía que controlaban el tiempo, y los israelitas estaban constantemente tentados a adorar estos dioses.
Las secciones principales del canto son como sigue:
a) Preludio, alabanza al Señor y un llamado a escuchar el canto;
b) La llegada del Señor como el campeón de Israel;
c) Las condiciones prevalecientes antes de la batalla;
d) Un llamado a participar en la batalla;
e) La respuesta de las tribus israelitas;
f) La batalla;
g) La muerte de Sísara;
h) La espera en vano de su madre[21];
i) Epílogo.
4) La batalla es el clímax.
Las estrellas combatieron desde los cielos y en la tierra el río Quisón respondió convirtiéndose en un torrente y destruyó al enemigo. La escena termina con el sonido de los cascos de los caballos cuando los vencidos aurigas trataban desesperadamente de escapar. Las dos escenas que siguen muestran cómo el enemigo fue deshecho totalmente. La falta de acción de la segunda, es el complemento de la acción de la primera. La conversación muda entre la madre de Sísara y sus doncellas, solo vela finalmente un terror inexpresado. Sísara no volvería jamás. Pero lo que eran malas nuevas para la casa de Sísara, eran buenas nuevas ciertamente para Israel: el opresor estaba muerto. Era una liberación que Israel no merecía, pero que el Señor graciosamente les concedía. El episodio Débora-Barac termina con un himno de victoria en alabanza al Señor y a sus fieles partidarios, pero especialmente al Señor. Él era el verdadero Salvador de Israel y el Señor de su medio. Los 40 años de paz que siguieron a la victoria de Débora pueden haber sido paralelos al fuerte gobierno de Ramsés III, el último de los grandes faraones (1199–1168 a.C.).
e. Gedeón.
1) Opresión por los madianitas[22].
La noticia de la apostasía renovada en Jueces 6.1, viene como una sacudida después de la gran alabanza del capítulo anterior. La milagrosa victoria sobre los cananeos fue pronto olvidada e Israel hizo lo malo ante los ojos de Adonay.
Nos confronta en una forma particularmente sorprendente con la inconstancia de los israelitas que no pueden resistir por mucho tiempo la atracción de otros dioses, sin importar cuánto hacía el Señor en su favor. La situación era tan dura que los israelitas tuvieron que refugiarse en cavernas y en lugares fortificados.
La victoria de Barac sobre las fuerzas y los carros de los cananeos, había abierto el ancho y fértil valle de Jezreel al asentamiento israelita y a la agricultura. Entonces apareció en la misma área una clase diferente de enemigo y sobrevino un nuevo esfuerzo para su control. Esta vez los israelitas fueron castigados estando sujetos a repetidas incursiones de los madianitas y otros que arrasaban la tierra como langostas, devorando y destruyendo todo en su camino. Con sus medios de sostén destruidos, los israelitas quedaron reducidos a un estado lastimoso, viviendo en escondrijos y cuevas como animales. En su desesperación, como de costumbre, apelaron al Señor.
En el tiempo de la cosecha llegaron los invasores: Madián[23], Amalec[24] y los hijos del oriente, un grupo nómada del desierto de Siria. Por primera vez en una campaña militar se mencionan camellos, los cuales constituían un transporte rápido.
La tribu de Manasés fue la principal afectada, pero también Aser, Zabulón, Neftalí y Efraín[25]. Los invasores llegaban al estilo de los nómadas: con sus ganados y tiendas, para devastar la tierra como langostas. Los israelitas tenían que vivir pobremente en cavernas y regiones montañosas inaccesibles.
2) Un profeta enviado a censurar a Israel.
En un cambio sorpresivo, Adonay no respondió al clamor de Israel por ayuda, enviándoles inmediatamente un libertador. En cambio, envió a un profeta para decirles que por su comportamiento habían perdido todo derecho a la liberación. El discurso del profeta terminó con esta nota de acusación, no dejando claro lo que el Señor intentaba hacer. Fue un momento de tensión cuando el destino de Israel colgaba en la balanza. Solamente la gracia podía salvarlos.
3) El ángel de Adonay comisiona a Gedeón[26].
Con la llegada del ángel, se hizo claro que el Señor pretendía salvar a Israel una vez más y que su instrumento escogido en esta ocasión era Gedeón, cuyo llamamiento siguió el mismo modelo del de Moisés en Éxodo 3. Como Moisés, él recibió su llamamiento mientras, escondido del enemigo, hacía labor de peón para mantener viva a su familia[27]. Como a Moisés, se le dijo que el Señor lo estaba enviando en una misión[28]. El protestó, como lo hizo Moisés, que era inadecuado para la tarea[29]. Recibió la misma promesa que Moisés: “Yo estaré contigo”[30] y, como Moisés, recibió una señal para confirmar su llamamiento[31]. Finalmente, un fuego milagroso señaló la presencia de Dios[32], como en el llamamiento de Moisés. Así el mensaje es claro: Gedeón iba a ser usado por Dios para salvar a Israel de los madianitas, como Moisés fue usado para salvar a Israel de los egipcios. El Dios del éxodo ha venido al rescate de Israel una vez más.
Gedeón no reconocía a su visitante y no es sino hasta que vio el fuego que se levantó cuando el ángel toco la carne y el pan que se dio cuenta con quién había estado hablando y su temor provino de su conocimiento de las reglas de santidad[33]. Pero el Señor de inmediato lo reafirmó. A Gedeón se le había concedido un raro privilegio; el Señor se le había aparecido pero perdonó su vida.
4) Gedeón derriba el altar de Baal.
El reclutamiento de Gedeón por el Señor, de inmediato lo proyectó a una confrontación con su propia familia y clan, porque ellos se habían convertido en adoradores de Baal, algo que el Señor no toleraría. El altar del Señor y el altar de Baal no pueden estar uno junto al otro, porque esta era una contradicción directa del primerísimo mandamiento: “No habrá para ti otros dioses delante de mí”[34]. Hoy encontramos con frecuencia paralelos de esta clase de problema cuando el compromiso de la gente con Cristo los coloca en contra de los deseos o principios de sus familias.
Gedeón, temeroso de las consecuencias, cumplió las órdenes del Señor bajo el abrigo de la oscuridad y con la ayuda de sus siervos. Los hombres de la ciudad reaccionaron con violencia por la destrucción del altar de Baal y Gedeón se salvó de la muerte solo por el pensamiento rápido de su padre quien, enfrentado con la defensa del honor de Baal o salvar a su hijo, no titubeó en escoger en favor de su hijo[35]. Milagrosamente, Gedeón surgió como un héroe. En efecto, había nacido de nuevo, y en reconocimiento de ello se le dio un nombre nuevo que lo marcó como prueba viviente de la impotencia de Baal. Gedeón había empezado su carrera sacando a Baal del campo y el escenario estaba ahora arreglado para que él animara a la milicia israelita a pelear una guerra santa contra el enemigo externo, humano, los madianitas[36].
5) Gedeón reúne a los hombres de combate.
Gedeón pronto mostró que no carecía de recursos cuando se trató de unir a los israelitas esparcidos en una causa común y dirigirlos en el campo. Con los hombres de combate de su propia familia, los abiezeritas, consolidados firmemente como su fuerza de base, hizo un llamado a un apoyo más amplio, primero de Manasés como un todo y luego de las tribus vecinas del norte que tenían causa común con la suya en contra de los invasores. Pero esto no era solamente recursos humanos. El era un hombre que había sido tomado e investido de energía por el Espíritu de Adonay.
6) Gedeón y el vellón.
Era práctica común en el mundo antiguo buscar confirmación de último momento del apoyo divino antes de ir a una batalla[37]. Pero dadas las afirmaciones que Gedeón ya había recibido, su acción era más una expresión de incredulidad que de fe, como Gedeón mismo virtualmente lo admitió con sus palabras iniciales: “Si has de librar a Israel por mi mano, como has dicho,…”[38], y luego: “No se encienda Tu ira contra mí si hablo otra vez. Te ruego que me permitas hacer otra vez una prueba con el vellón. Que ahora quede seco el vellón y haya rocío en toda la tierra”[39]. La respuesta positiva de Dios al experimento repetido de Gedeón con el vellón fue una concesión generosa a su débil fe más que una indicación de que Dios estuviera complacido con él por buscar reafirmación en esta forma.
7) Solo 300 con Gedeón.
Gedeón y sus fuerzas acamparon en las cercanías de Jezreel. Allí Dios le ordenó reducir su ejército de 32,000 para mostrarle que con pocos podía darles victoria y evitar que ellos se adjudicaran la gloria. Siguiendo un mandato de Deuteronomio 20.8, Gedeón sugirió a los que tenían temor de entrar en batalla que regresaran a casa y así lo hicieron 22,000. Esto evitaba que los timoratos desanimaran a los valientes. Los 10,000 restantes eran muchos aún, por lo cual Dios los probó en un río. Los que se arrodillaron para beber fueron rechazados. Dios escogió solo a los 300 que se llevaron el agua a la boca con la mano y la lamieron como los perros, porque estaban de pie siempre, alertas y sosteniendo sus armas mientras bebían.
La fuerza de combate de Gedeón fue reducida a 300, de modo que Israel no pudiera vanagloriarse de que su propia fuerza los había salvado. Pero junto con esta drástica reducción vino una palabra más de afirmación a Gedeón: “Los salvaré con los 300 hombres…”[40].
8) Gedeón desciende al campamento madianita en la noche.
En esta escena final antes de la batalla, el Señor, dándose cuenta de que Gedeón estaría demasiado temeroso para explorar solo el campamento enemigo, incluso de noche, le dio permiso por adelantado de llevar a su siervo Fura con él para apoyo moral. Se les mostró que los temidos madianitas estaban de hecho en un estado cerca al pánico; el Señor los había inquietado con pesadillas que los habían convencido de que su causa estaba perdida. De modo que Gedeón tomó ánimo e hizo un plan para hacerlos huir con pavor. Pero estaba claro que no habría batalla real; Dios ya había entregado al enemigo en las manos de Gedeón.
9) La derrota de los madianitas.
La soberanía divina y la responsabilidad humana van de la mano. Aunque la victoria fue concedida por Dios, las tácticas sagaces desempeñaron también una parte importante. Gedeón mostró gran habilidad en el despliegue de su pequeña cuadrilla, en tal forma que creó la impresión de una enorme fuerza rodeando el campamento enemigo. Y el grito de los hombres de Gedeón: “¡La espada del SEÑOR y de Gedeón!”[41], usó los temores que ya se habían infiltrado en los madianitas por el sueño de Jueces 7.13-14. Fue demasiado para ellos. En pánico y confusión, primero volvieron sus espadas unos contra otros y luego huyeron desordenadamente hacia el Jordán, solo para encontrar su ruta de escape bloqueada por las reservas que Gedeón había convocado. La captura y ejecución de dos de sus líderes, muestran la devastación de la derrota que sufrieron. Debemos reflexionar que actualmente Dios todavía trabaja, mediante su Espíritu, con el material menos prometedor para cumplir sus propósitos.
10) El gobierno de Gedeón sobre Israel.
Los israelitas le propusieron a Gedeón que fuera más que un Juez; él debía gobernar como un rey y sus hijos deberían sucederle. Gedeón se había estado comportando cada vez más como un rey desde que había cruzado el Jordán, y les pareció correcto a sus seguidores que se convirtiera en rey. La razón de ellos era que había salvado a Israel. Pero este era un concepto erróneo fundamental, que el propio comportamiento reciente de Gedeón había ayudado a producir. Era el Señor, no Gedeón, quien había salvado a Israel. El peligro todo el tiempo había sido que el pueblo fallara en darle al Señor el crédito por su liberación y esto fue precisamente lo que ahora hicieron. Cuando se le planteó a él en esta forma, Gedeón muy correctamente rechazó el ofrecimiento, y su petición de materiales para hacer un efod estaba completamente en línea con su declaración que era el Señor mismo quien gobernaría a Israel. Si el Señor iba a gobernar, se le tenía que consultar y aparentemente fue con la intención de hacer esta consulta posible que Gedeón hizo un efod[42] y lo puso en Ofra, donde el Señor le había aparecido primeramente a él. Pero fue un acto de piedad que salió mal, porque el efod se convirtió virtualmente en un ídolo y Gedeón y su familia se involucraron en la adoración falsa asociada con él. Después de haber empezado tan bien, Gedeón terminó inadvertidamente lanzando a Israel de vuelta a la apostasía.
11) La muerte de Gedeón y el nacimiento de Abimelec.
El legado positivo de Gedeón a Israel fueron 40 años de paz, durante los cuales aparentemente él se retiró a la vida privada de acuerdo con su afirmación que era el Señor, no él, quien gobernaba a Israel. Pero el estilo de vida de Gedeón, muchas esposas, 70 hijos y una concubina, era más como el de un gobernante que el de un ciudadano privado. Había una desigualdad perturbadora entre sus pronunciamientos públicos y su práctica privada. Su legado negativo a Israel fue la apostasía y la violencia. Después de su muerte la idolatría, asociada con el efod que él había hecho, rápidamente se desarrolló en adoración a escala total de Baal, y su hijo Abimelec mostró que no tenía ninguno de las reservas de su padre sobre la adquisición y el ejercicio de poder. Jueces 8.28–35 como un todo, sirven como puente al relato de la carrera de Abimelec[43] que sigue en Jueces 9. Lo que Gedeón había ambicionado secretamente, su hijo lo obtuvo con fuerza sanguinaria.
12) Abimelec.
El tema de esta secuela al episodio de Gedeón, es la retribución divina. El autor aclara un punto clave en la historia[44] y nuevamente al final, después que se ha alcanzado el clímax con la muerte de Abimelec[45]. Es un relato de cómo Dios hizo que la maldad que hicieron Abimelec y los hombres de Siquem, se revirtiera sobre sus propias cabezas.
La ascensión de Abimelec al poder fue totalmente diferente de la de los héroes de los capítulos anteriores. El no era un Juez levantado por el Señor, sino un rey que se elevó a sí mismo por intriga y violencia. Era el único hijo de Gedeón y su concubina en Siquem[46]. De modo que Abimelec tenía dos familias de hermanos: Los otros hijos de su padre, 70 en total, y los otros hijos de su madre que eran hombres influyentes en Siquem.
Abimelec sacó partido de su posición única con mucha habilidad. Hizo que los hermanos se volvieran unos contra otros, de tal manera que él quedaría como el único hijo sobreviviente de Gedeón capaz de suceder a su padre. Y ciertamente lo sucedió, pero sin el apoyo grande que había gozado su padre. Parece que solo los ciudadanos de Siquem reconocieron a Abimelec como rey. Los detalles de la historia muestran este proceso de retribución trabajado con precisión casi matemática desde el punto en el cual Dios envía un espíritu malo entre Abimelec y los hombres de Siquem.
Jotam, el único hijo de Gedeón que sobrevivió a la masacre en Ofra, probó ser la ruina de Abimelec. Confrontó a los ciudadanos de Siquem con el mal que habían hecho y los llamó a escucharle a él y a Dios, para ser testigo de la respuesta de ellos. Fue un momento solemne. Jotam usó una fábula para lograr su propósito, pero el ataque principal de su discurso no descansaba en la fábula misma sino en su aplicación a la situación actual. El cargo principal que él llevaba contra sus oyentes era que no habían actuado de buena fe y con integridad con Gedeón y su familia. Gedeón les había otorgado muchos beneficios, pero su única respuesta había sido matar a casi todos sus hijos y hacer rey al menos digno de ellos. Jotam concluyó presentando delante de sus oyentes las alternativas de bendición o maldición. No obstante, la bendición había dejado de ser una alternativa real porque el crimen era irrevocable. Los detalles de la maldición en Jueces 9.20 era en realidad un anuncio de juicio, y en el resto de la historia el autor muestra cómo se llevó a cabo. Las palabras finales del capítulo se refieren a este juicio como la maldición de Jotam hijo de Jerobaal.
La visita de Abimelec a Siquem para incitar a los líderes a conspirar con él en contra de los hijos de Jerobaal, el otro nombre de Gedeón, tuvo respuesta con la llegada de Gaal a Siquem para incitar a sus líderes a conspirar con él en contra de Abimelec[47]. La emboscada que pusieron los hombres de Siquem tuvo respuesta en la emboscada de Abimelec en contra de ellos. Finalmente, el mismo Abimelec, quien mató a sus hermanos sobre una piedra[48], fue muerto con una piedra que una mujer desconocida de Tebes dejó caer sobre su cabeza[49]. De modo que, en el desarrollo de la historia, bajo la providencia de Dios, el acto responde al acto y el mal al mal, hasta que el principal instigador del mal, Abimelec, es aniquilado. Luego sus seguidores, como si despertaran de un mal sueño, dejaron sus armas y se fueron a casa sin completar su asalto sobre Tebes.
f. Tola.
De los dos Jueces que siguieron después del fracaso de Abimelec no se dice gran cosa. El primero era llamado Tola, un descendiente de Isacar[50] que vivió en las montañas de la tierra de Efraín, que tuvo un gobierno de 23 años y aunque se dice que libró a Israel, no se registra de quiénes. Cuando murió fue sepultado en Samir[51].
[1] Jueces 1.11-15.
[2] Jueces 2.9-10.
[3] Jueces 3.12. NBLH
[4] Moab, al este del Mar Muerto, se había convertido en un reino unos 50 años antes de la llegada de los israelitas a la Tierra Prometida, al igual que Amón, al noroeste de Moab. Los moabitas eran descendientes de Moab, el hijo del incesto de Lot con su hija mayor; y los amonitas, descendientes de Ben-ammi, el hijo del incesto de Lot con su hija menor (Génesis 19.31-38).
[5] Jueces 3.15.
[6] Jueces 3.16-25.
[7] Jueces 3.26-29.
[8] Anat era la diosa cananea de la guerra, hermana y esposa de Baal. Hijo de Anat probablemente aquí significa “un hombre como Anat”, o sea, “un guerrero”.
[9] Los filisteos emigraron de Asia Menor, la moderna Turquía, vía Creta, llegando poco después que los israelitas (Amós 9.7). Establecieron un Estado de cinco ciudades, centrado en lo que es ahora la franja de Gaza en el sudoeste de Palestina, pero extendiéndose más allá.
[10] Jueces 4.1. NBLH
[11] Jabín era probablemente un título real para los reyes de Hazor, tal como “Faraón” lo era para los reyes de Egipto. Josué había vencido a otro “Jabín” en Hazor casi 200 años antes (Josué 11.1–11).
[12] El nombre Sísara sugiere que era el líder de un grupo de las llamadas Gentes del mar quienes, como los filisteos, habían emigrado a Palestina por barco desde el Egeo oriental. Tanto el nombre Haroset-goim, “Haroset de las naciones extranjeras” y su localización, próximo a la costa mediterránea cerca del monte Carmelo en el noroeste de Palestina, sugieren que originalmente era un asentamiento de estas Gentes del mar. En ellos Jabín, cuyo propio poder estaba menguando, encontró un aliado prometedor en contra de los israelitas.
[13] Gobernaba, literalmente “juzgaba” (Éxodo 18.13–16.) .
[14] Jueces 4.6-16.
[15] Jueces 4.17-22.
[16] Jueces 4.11, 17.
[17] Jueces 4.1.
[18] Josué 10.13.
[19] Números 21.14.
[20] Éxodo 15.
[21] La madre de Sísara es la contraparte trágica a Débora, “una madre en Israel”.
[22] Los madianitas eran habitantes del desierto del noroeste de Arabia, y se relacionaban con los israelitas a través de Abraham (Génesis 25.1–5).
[23] Pueblo al norte del golfo de Acaba, donde Moisés se había refugiado al huir de Egipto (Éxodo 2.15-16).
[24] Pueblo al sur de Judá que ya antes había invadido a Israel aliado con Moab y había sido derrotado por Aod (Jueces 2.13-30).
[25] Jueces 6.35; 8.1.
[26] Hijo de Joás, descendiente de Abiezer de la tribu de Manasés, cuya heredad estaba al oriente del Jordán.
[27] Jueces 6.11.
[28] Jueces 6.14.
[29] Jueces 6.15.
[30] Jueces 6.16. NBLH
[31] Jueces 6.17.
[32] Jueces 6.21.
[33] Éxodo 33.20.
[34] Éxodo 20.3. La Toráh
[35] Jueces 6.31.
[36] Jueces 6.33-35.
[37] 1 Reyes 22.6–28
[38] Jueces 6.36. NBLH
[39] Jueces 6.39. Ibid. Hacer que el vellón se secara fue un milagro más grande ya que, suponiendo que el rocío cayera sobre ambos, el suelo duro por lo general seca más rápido que el vellón.
[40] Jueces 7.7. Ibid
[41] Jueces 7.20. Ibid. La espada del Señor amenazaba muerte por la espada, pero irónicamente fueron las espadas de los madianitas las que resultaron ser “del Señor”.
[42] Un efod era una vestidura sacerdotal con dos piedras, el Urim y Tumim, en la pechera, que se usaba para recibir respuestas sí o no de parte de Dios (Éxodo 28.28–30; 1 Samuel 23.6–12).
[43] El significado de Abimelec: “mi padre es rey”, es un comentario notable sobre la actitud ambivalente de Gedeón hacia la monarquía.
[44] Jueces 9.23-24.
[45] Jueces 9.56-57.
[46] Jueces 8.31. Siquem estaba situada en un paso estratégico en el centro de Canaán, asociado con Israel desde los tiempos de los patriarcas, pero con una población mixta de cananeos-israelitas (Génesis 12.6–7; Josué 24).
[47] Jueces 9.26-29.
[48] Jueces 9.5, 18.
[49] Jueces 9.54.
[50] Isacar era una tribu israelita del norte.
[51] Samir se piensa que es la misma que Samaria, en el centro de Israel, al sur del territorio de Isacar. Algunos miembros de la tribu de Isacar deben haber emigrado allí.
a. Otoniel.
Después de la revisión de Jueces 2.6–3.6, el autor empieza ahora a darnos, en orden, los hechos de los varios Jueces que el Señor levantó. Los israelitas fueron dominados por Cusan-risataim, rey de Mesopotamia, que entonces era el territorio que abarcaba el este de la actual Siria y el norte del actual Irak, la región entre los ríos Tigris y Éufrates.
El primer Juez que el Señor levantó fue Otoniel, que es una figura modelo en diferentes maneras. Perteneció a un clan que tenía conexiones cercanas con Judá, la tribu dirigente. Aun más, él ya se había distinguido en batalla y había ganado a la hija de Caleb como su esposa[1]: ¡nada de matrimonio con cananeas para él!
Los hechos de Otoniel siguen el modelo bosquejado en Jueces 2.11–19 pero con dos detalles añadidos: el clamor de Israel y su dotación con el Espíritu[2]. Otoniel fue designado como el libertador escogido de Dios mediante un don de poder especial que le fue dado por Dios a través de su Espíritu. En este sentido, fue un líder carismático. Otoniel, el primer juez, ejemplifica los rasgos esenciales de la judicatura. Las carreras de los siguientes jueces representan variaciones de este modelo básico.
b. Aod.
Justo antes de los días de confusión internacional que coincidieron con la aparición de la agresiva XIX dinastía egipcia “los Israelitas volvieron a hacer lo malo ante los ojos del SEÑOR”[3] y Eglón, el moabita[4] fue usado por Dios para castigar a Israel. Cuando el pueblo arrepentido clamó a Adonay, Él levantó para que los libertara a Aod, el segundo juez. Si bien el modelo básico es el mismo como para Otoniel, Aod es una figura bastante diferente. Era de la tribu de Benjamín[5], que recibió solamente comentario negativo en Jueces 1. Además, era zurdo y usó de un engaño astuto para asesinar al tirano[6] antes de entrar en batalla abierta[7]. No obstante, sus acciones fueron dirigidas providencialmente por el Señor, quien usó a este héroe tan sorprendente para llevar liberación a su pueblo indigno, pero desesperado, y les dio 80 años de paz, quizás desde la época del tratado de 1315 a.C., entre Seti y Mursil.
c. Samgar.
Samgar es un héroe más extraño aun que Aod. Posiblemente no era ni siquiera un israelita, porque “Samgar” no es típicamente hebreo y “Anat”, nombre de su padre, es claramente un nombre pagano[8]. Pero él también “libró a Israel” conquistando una victoria notable sobre los filisteos[9], que eran los enemigos tanto de los israelitas como de los cananeos. En esto y en su forma tan poco convencional de pelear ¡con una aguijada de buey!, Samgar anticipó las victorias posteriores de Sansón. “Los días de Samgar hijo de Anat” se recuerdan en Jueces 5.6 como tiempos difíciles cuando Israel estaba duramente presionado por sus enemigos. En estas circunstancias el Señor, siempre fiel, usó medios extraordinarios para salvarlos, aunque sólo temporalmente. Como no se menciona que la paz haya sido restaurada, probablemente la victoria de Samgar fue aislada pero de todas maneras significativa.
d. Barac.
1) Opresión.
Cuando decayeron los imperios y aumentó la opresión cananea local bajo Jabín II de Hazor se hace claro que la apostasía había reaparecido después de la muerte de Aod. La victoria de Samgar había traído alivio temporal, pero ningún cambio en la condición espiritual de Israel. De nuevo se repite el estribillo: “los Israelitas volvieron a hacer lo malo ante los ojos del SEÑOR”[10]. Por lo tanto, el Señor renovó su juicio, esta vez en la forma de Jabín[11] y Sísara[12].
Antes las invasiones vinieron desde afuera: de Mesopotamia, Moab, Amón y Amalec. Ahora surge desde adentro, del territorio que Israel aún no había logrado dominar. Seis tribus se involucran en el conflicto: Zabulón, Neftalí, Efraín, Benjamín, Isacar y Manasés. Esta fue la primera de las mayores amenazas del período de los Jueces y la acción tuvo lugar en el norte.
2) Liberación.
Como lo indican los lugares y las tribus que se mencionan la acción esta vez tuvo lugar en Palestina central y del norte, más que en el sur, y especialmente en las cercanías del arroyo de Quisón, que fluye hacia el occidente a través del fértil valle de Jezreel a la costa cerca del monte Carmelo, o la actual Haifa. A diferencia de episodios previos, la obra de liberación de Israel en esta ocasión fue compartida entre tres personajes principales: Débora, esposa de Lapidot, la profetisa y Juez[13], Barac, quien es llamado por Débora para dirigir a Israel en la batalla[14] y Jael, quien finalmente mató a Sísara sin ayuda en su tienda[15]. Sin embargo, es la intervención propia del Señor el punto decisivo de cambio: una tormenta divinamente producida inmovilizó los carros cananeos, y Sísara tuvo que huir a pie, ya que la lluvia torrencial, fuera de estación, impidió el desplazamiento efectivo de los carros de guerra de Sísara. De particular interés es la forma en que el Señor, al rescatar una vez más a Israel, quitó el honor de la victoria de un hombre que mostró ser indigno de ella y se lo dio a una mujer, no a Débora, como nosotros esperamos, sino a Jael, una mujer cenea. Jael, con su trasfondo no israelita[16] y sus métodos no convencionales ilustra la libertad soberana del Señor para usar a quien él quiera para cumplir sus propósitos.
Sísara se refugió en la tienda de Jael, esposa de Heber ceneo, porque éste y Jabín el cananeo habían concertado un tratado de paz un tiempo antes. Jael recibió con amabilidad al exhausto Sísara. Cuando éste pidió agua, ella le dio leche y lo arropó. Sísara pidió a Jael que vigilara la puerta y que negara que escondiera a alguien. Sin embargo, ella lo asesinó atravesándole ambas sienes con una de las estacas que servían para asegurar las tiendas de campaña, y lo clavó en el suelo. La tarea de levantar y desmontar las tiendas de campaña era tarea de las mujeres nómadas, lo cual explica su habilidad para manejar la estaca y el mazo. No podemos ser muy rigurosos con Jael, ya que si bien es cierto Sísara era enemigo de Israel, ella no lo mata por eso, sino porque él violentó la ley del desierto, ya que él sabía muy bien que la ley condenaba a muerte a una mujer en cuya parte de la tienda entraba un hombre. Jael salvó su vida, defendió el honor de su marido ausente, su propio honor y el de muchos cientos de mujeres. Al entrar a la tienda de Jael, Sísara fue culpable de una acción muy cruel y pagó muy bajo por la hospitalidad y bondad que se le habían brindado.
3) Canto de victoria.
El hebreo que se usa en este canto muestra que es una de las piezas de poesía más antigua de todo el Antiguo Testamento. Una versión de ella se cantó en el día de batalla[17] y probablemente se le dio su forma presente poco después. Pudo haberse preservado en alguna colección como “el libro de Jaser”[18] o “el libro de las batallas de Adonay”[19]. Los cantos como éste se cantaban con frecuencia en el culto público y eran recordatorios para las generaciones posteriores de la fidelidad de Dios y de las grandes cosas que había hecho por Israel, el pueblo de su pacto. Pero aquí, este canto particular aparece como parte del episodio Débora-Barac, que no concluye formalmente hasta que el canto está completo. Sin embargo, a diferencia de la narración precedente, no tiene que ver con el cómo el Señor quitó el honor de la victoria de Barac y se lo dio a una mujer. Rinde tributo a los individuos y a las tribus que valientemente realizaron su parte, incluyendo a Jael, y censura a quienes no lo hicieron, alertándonos así a una cierta falta de unidad entre las tribus. La batalla involucró principalmente a las tribus del centro y el norte, ya que no hay mención de Judá, y de éstas algunas se condujeron más honrosamente que otras. Pero el tema principal del canto es “los actos justos” del Señor, quien fue adelante como el campeón de Israel y demolió a sus enemigos y a Israel desatando los poderes del cielo contra ellos. En esto es muy memorable el canto que los israelitas entonaron en el tiempo de Moisés, cuando el Señor peleó por ellos contra los egipcios[20]. Por medio de tales eventos, Israel aprendió que el Señor que los había hecho suyos mediante pacto, era el Señor de la creación así como de la historia, el Creador y el Redentor. Este era un elemento vital para la fe de Israel, porque sus vecinos cananeos adoraban a deidades naturales, los baales y las astartes, que se creía que controlaban el tiempo, y los israelitas estaban constantemente tentados a adorar estos dioses.
Las secciones principales del canto son como sigue:
a) Preludio, alabanza al Señor y un llamado a escuchar el canto;
b) La llegada del Señor como el campeón de Israel;
c) Las condiciones prevalecientes antes de la batalla;
d) Un llamado a participar en la batalla;
e) La respuesta de las tribus israelitas;
f) La batalla;
g) La muerte de Sísara;
h) La espera en vano de su madre[21];
i) Epílogo.
4) La batalla es el clímax.
Las estrellas combatieron desde los cielos y en la tierra el río Quisón respondió convirtiéndose en un torrente y destruyó al enemigo. La escena termina con el sonido de los cascos de los caballos cuando los vencidos aurigas trataban desesperadamente de escapar. Las dos escenas que siguen muestran cómo el enemigo fue deshecho totalmente. La falta de acción de la segunda, es el complemento de la acción de la primera. La conversación muda entre la madre de Sísara y sus doncellas, solo vela finalmente un terror inexpresado. Sísara no volvería jamás. Pero lo que eran malas nuevas para la casa de Sísara, eran buenas nuevas ciertamente para Israel: el opresor estaba muerto. Era una liberación que Israel no merecía, pero que el Señor graciosamente les concedía. El episodio Débora-Barac termina con un himno de victoria en alabanza al Señor y a sus fieles partidarios, pero especialmente al Señor. Él era el verdadero Salvador de Israel y el Señor de su medio. Los 40 años de paz que siguieron a la victoria de Débora pueden haber sido paralelos al fuerte gobierno de Ramsés III, el último de los grandes faraones (1199–1168 a.C.).
e. Gedeón.
1) Opresión por los madianitas[22].
La noticia de la apostasía renovada en Jueces 6.1, viene como una sacudida después de la gran alabanza del capítulo anterior. La milagrosa victoria sobre los cananeos fue pronto olvidada e Israel hizo lo malo ante los ojos de Adonay.
Nos confronta en una forma particularmente sorprendente con la inconstancia de los israelitas que no pueden resistir por mucho tiempo la atracción de otros dioses, sin importar cuánto hacía el Señor en su favor. La situación era tan dura que los israelitas tuvieron que refugiarse en cavernas y en lugares fortificados.
La victoria de Barac sobre las fuerzas y los carros de los cananeos, había abierto el ancho y fértil valle de Jezreel al asentamiento israelita y a la agricultura. Entonces apareció en la misma área una clase diferente de enemigo y sobrevino un nuevo esfuerzo para su control. Esta vez los israelitas fueron castigados estando sujetos a repetidas incursiones de los madianitas y otros que arrasaban la tierra como langostas, devorando y destruyendo todo en su camino. Con sus medios de sostén destruidos, los israelitas quedaron reducidos a un estado lastimoso, viviendo en escondrijos y cuevas como animales. En su desesperación, como de costumbre, apelaron al Señor.
En el tiempo de la cosecha llegaron los invasores: Madián[23], Amalec[24] y los hijos del oriente, un grupo nómada del desierto de Siria. Por primera vez en una campaña militar se mencionan camellos, los cuales constituían un transporte rápido.
La tribu de Manasés fue la principal afectada, pero también Aser, Zabulón, Neftalí y Efraín[25]. Los invasores llegaban al estilo de los nómadas: con sus ganados y tiendas, para devastar la tierra como langostas. Los israelitas tenían que vivir pobremente en cavernas y regiones montañosas inaccesibles.
2) Un profeta enviado a censurar a Israel.
En un cambio sorpresivo, Adonay no respondió al clamor de Israel por ayuda, enviándoles inmediatamente un libertador. En cambio, envió a un profeta para decirles que por su comportamiento habían perdido todo derecho a la liberación. El discurso del profeta terminó con esta nota de acusación, no dejando claro lo que el Señor intentaba hacer. Fue un momento de tensión cuando el destino de Israel colgaba en la balanza. Solamente la gracia podía salvarlos.
3) El ángel de Adonay comisiona a Gedeón[26].
Con la llegada del ángel, se hizo claro que el Señor pretendía salvar a Israel una vez más y que su instrumento escogido en esta ocasión era Gedeón, cuyo llamamiento siguió el mismo modelo del de Moisés en Éxodo 3. Como Moisés, él recibió su llamamiento mientras, escondido del enemigo, hacía labor de peón para mantener viva a su familia[27]. Como a Moisés, se le dijo que el Señor lo estaba enviando en una misión[28]. El protestó, como lo hizo Moisés, que era inadecuado para la tarea[29]. Recibió la misma promesa que Moisés: “Yo estaré contigo”[30] y, como Moisés, recibió una señal para confirmar su llamamiento[31]. Finalmente, un fuego milagroso señaló la presencia de Dios[32], como en el llamamiento de Moisés. Así el mensaje es claro: Gedeón iba a ser usado por Dios para salvar a Israel de los madianitas, como Moisés fue usado para salvar a Israel de los egipcios. El Dios del éxodo ha venido al rescate de Israel una vez más.
Gedeón no reconocía a su visitante y no es sino hasta que vio el fuego que se levantó cuando el ángel toco la carne y el pan que se dio cuenta con quién había estado hablando y su temor provino de su conocimiento de las reglas de santidad[33]. Pero el Señor de inmediato lo reafirmó. A Gedeón se le había concedido un raro privilegio; el Señor se le había aparecido pero perdonó su vida.
4) Gedeón derriba el altar de Baal.
El reclutamiento de Gedeón por el Señor, de inmediato lo proyectó a una confrontación con su propia familia y clan, porque ellos se habían convertido en adoradores de Baal, algo que el Señor no toleraría. El altar del Señor y el altar de Baal no pueden estar uno junto al otro, porque esta era una contradicción directa del primerísimo mandamiento: “No habrá para ti otros dioses delante de mí”[34]. Hoy encontramos con frecuencia paralelos de esta clase de problema cuando el compromiso de la gente con Cristo los coloca en contra de los deseos o principios de sus familias.
Gedeón, temeroso de las consecuencias, cumplió las órdenes del Señor bajo el abrigo de la oscuridad y con la ayuda de sus siervos. Los hombres de la ciudad reaccionaron con violencia por la destrucción del altar de Baal y Gedeón se salvó de la muerte solo por el pensamiento rápido de su padre quien, enfrentado con la defensa del honor de Baal o salvar a su hijo, no titubeó en escoger en favor de su hijo[35]. Milagrosamente, Gedeón surgió como un héroe. En efecto, había nacido de nuevo, y en reconocimiento de ello se le dio un nombre nuevo que lo marcó como prueba viviente de la impotencia de Baal. Gedeón había empezado su carrera sacando a Baal del campo y el escenario estaba ahora arreglado para que él animara a la milicia israelita a pelear una guerra santa contra el enemigo externo, humano, los madianitas[36].
5) Gedeón reúne a los hombres de combate.
Gedeón pronto mostró que no carecía de recursos cuando se trató de unir a los israelitas esparcidos en una causa común y dirigirlos en el campo. Con los hombres de combate de su propia familia, los abiezeritas, consolidados firmemente como su fuerza de base, hizo un llamado a un apoyo más amplio, primero de Manasés como un todo y luego de las tribus vecinas del norte que tenían causa común con la suya en contra de los invasores. Pero esto no era solamente recursos humanos. El era un hombre que había sido tomado e investido de energía por el Espíritu de Adonay.
6) Gedeón y el vellón.
Era práctica común en el mundo antiguo buscar confirmación de último momento del apoyo divino antes de ir a una batalla[37]. Pero dadas las afirmaciones que Gedeón ya había recibido, su acción era más una expresión de incredulidad que de fe, como Gedeón mismo virtualmente lo admitió con sus palabras iniciales: “Si has de librar a Israel por mi mano, como has dicho,…”[38], y luego: “No se encienda Tu ira contra mí si hablo otra vez. Te ruego que me permitas hacer otra vez una prueba con el vellón. Que ahora quede seco el vellón y haya rocío en toda la tierra”[39]. La respuesta positiva de Dios al experimento repetido de Gedeón con el vellón fue una concesión generosa a su débil fe más que una indicación de que Dios estuviera complacido con él por buscar reafirmación en esta forma.
7) Solo 300 con Gedeón.
Gedeón y sus fuerzas acamparon en las cercanías de Jezreel. Allí Dios le ordenó reducir su ejército de 32,000 para mostrarle que con pocos podía darles victoria y evitar que ellos se adjudicaran la gloria. Siguiendo un mandato de Deuteronomio 20.8, Gedeón sugirió a los que tenían temor de entrar en batalla que regresaran a casa y así lo hicieron 22,000. Esto evitaba que los timoratos desanimaran a los valientes. Los 10,000 restantes eran muchos aún, por lo cual Dios los probó en un río. Los que se arrodillaron para beber fueron rechazados. Dios escogió solo a los 300 que se llevaron el agua a la boca con la mano y la lamieron como los perros, porque estaban de pie siempre, alertas y sosteniendo sus armas mientras bebían.
La fuerza de combate de Gedeón fue reducida a 300, de modo que Israel no pudiera vanagloriarse de que su propia fuerza los había salvado. Pero junto con esta drástica reducción vino una palabra más de afirmación a Gedeón: “Los salvaré con los 300 hombres…”[40].
8) Gedeón desciende al campamento madianita en la noche.
En esta escena final antes de la batalla, el Señor, dándose cuenta de que Gedeón estaría demasiado temeroso para explorar solo el campamento enemigo, incluso de noche, le dio permiso por adelantado de llevar a su siervo Fura con él para apoyo moral. Se les mostró que los temidos madianitas estaban de hecho en un estado cerca al pánico; el Señor los había inquietado con pesadillas que los habían convencido de que su causa estaba perdida. De modo que Gedeón tomó ánimo e hizo un plan para hacerlos huir con pavor. Pero estaba claro que no habría batalla real; Dios ya había entregado al enemigo en las manos de Gedeón.
9) La derrota de los madianitas.
La soberanía divina y la responsabilidad humana van de la mano. Aunque la victoria fue concedida por Dios, las tácticas sagaces desempeñaron también una parte importante. Gedeón mostró gran habilidad en el despliegue de su pequeña cuadrilla, en tal forma que creó la impresión de una enorme fuerza rodeando el campamento enemigo. Y el grito de los hombres de Gedeón: “¡La espada del SEÑOR y de Gedeón!”[41], usó los temores que ya se habían infiltrado en los madianitas por el sueño de Jueces 7.13-14. Fue demasiado para ellos. En pánico y confusión, primero volvieron sus espadas unos contra otros y luego huyeron desordenadamente hacia el Jordán, solo para encontrar su ruta de escape bloqueada por las reservas que Gedeón había convocado. La captura y ejecución de dos de sus líderes, muestran la devastación de la derrota que sufrieron. Debemos reflexionar que actualmente Dios todavía trabaja, mediante su Espíritu, con el material menos prometedor para cumplir sus propósitos.
10) El gobierno de Gedeón sobre Israel.
Los israelitas le propusieron a Gedeón que fuera más que un Juez; él debía gobernar como un rey y sus hijos deberían sucederle. Gedeón se había estado comportando cada vez más como un rey desde que había cruzado el Jordán, y les pareció correcto a sus seguidores que se convirtiera en rey. La razón de ellos era que había salvado a Israel. Pero este era un concepto erróneo fundamental, que el propio comportamiento reciente de Gedeón había ayudado a producir. Era el Señor, no Gedeón, quien había salvado a Israel. El peligro todo el tiempo había sido que el pueblo fallara en darle al Señor el crédito por su liberación y esto fue precisamente lo que ahora hicieron. Cuando se le planteó a él en esta forma, Gedeón muy correctamente rechazó el ofrecimiento, y su petición de materiales para hacer un efod estaba completamente en línea con su declaración que era el Señor mismo quien gobernaría a Israel. Si el Señor iba a gobernar, se le tenía que consultar y aparentemente fue con la intención de hacer esta consulta posible que Gedeón hizo un efod[42] y lo puso en Ofra, donde el Señor le había aparecido primeramente a él. Pero fue un acto de piedad que salió mal, porque el efod se convirtió virtualmente en un ídolo y Gedeón y su familia se involucraron en la adoración falsa asociada con él. Después de haber empezado tan bien, Gedeón terminó inadvertidamente lanzando a Israel de vuelta a la apostasía.
11) La muerte de Gedeón y el nacimiento de Abimelec.
El legado positivo de Gedeón a Israel fueron 40 años de paz, durante los cuales aparentemente él se retiró a la vida privada de acuerdo con su afirmación que era el Señor, no él, quien gobernaba a Israel. Pero el estilo de vida de Gedeón, muchas esposas, 70 hijos y una concubina, era más como el de un gobernante que el de un ciudadano privado. Había una desigualdad perturbadora entre sus pronunciamientos públicos y su práctica privada. Su legado negativo a Israel fue la apostasía y la violencia. Después de su muerte la idolatría, asociada con el efod que él había hecho, rápidamente se desarrolló en adoración a escala total de Baal, y su hijo Abimelec mostró que no tenía ninguno de las reservas de su padre sobre la adquisición y el ejercicio de poder. Jueces 8.28–35 como un todo, sirven como puente al relato de la carrera de Abimelec[43] que sigue en Jueces 9. Lo que Gedeón había ambicionado secretamente, su hijo lo obtuvo con fuerza sanguinaria.
12) Abimelec.
El tema de esta secuela al episodio de Gedeón, es la retribución divina. El autor aclara un punto clave en la historia[44] y nuevamente al final, después que se ha alcanzado el clímax con la muerte de Abimelec[45]. Es un relato de cómo Dios hizo que la maldad que hicieron Abimelec y los hombres de Siquem, se revirtiera sobre sus propias cabezas.
La ascensión de Abimelec al poder fue totalmente diferente de la de los héroes de los capítulos anteriores. El no era un Juez levantado por el Señor, sino un rey que se elevó a sí mismo por intriga y violencia. Era el único hijo de Gedeón y su concubina en Siquem[46]. De modo que Abimelec tenía dos familias de hermanos: Los otros hijos de su padre, 70 en total, y los otros hijos de su madre que eran hombres influyentes en Siquem.
Abimelec sacó partido de su posición única con mucha habilidad. Hizo que los hermanos se volvieran unos contra otros, de tal manera que él quedaría como el único hijo sobreviviente de Gedeón capaz de suceder a su padre. Y ciertamente lo sucedió, pero sin el apoyo grande que había gozado su padre. Parece que solo los ciudadanos de Siquem reconocieron a Abimelec como rey. Los detalles de la historia muestran este proceso de retribución trabajado con precisión casi matemática desde el punto en el cual Dios envía un espíritu malo entre Abimelec y los hombres de Siquem.
Jotam, el único hijo de Gedeón que sobrevivió a la masacre en Ofra, probó ser la ruina de Abimelec. Confrontó a los ciudadanos de Siquem con el mal que habían hecho y los llamó a escucharle a él y a Dios, para ser testigo de la respuesta de ellos. Fue un momento solemne. Jotam usó una fábula para lograr su propósito, pero el ataque principal de su discurso no descansaba en la fábula misma sino en su aplicación a la situación actual. El cargo principal que él llevaba contra sus oyentes era que no habían actuado de buena fe y con integridad con Gedeón y su familia. Gedeón les había otorgado muchos beneficios, pero su única respuesta había sido matar a casi todos sus hijos y hacer rey al menos digno de ellos. Jotam concluyó presentando delante de sus oyentes las alternativas de bendición o maldición. No obstante, la bendición había dejado de ser una alternativa real porque el crimen era irrevocable. Los detalles de la maldición en Jueces 9.20 era en realidad un anuncio de juicio, y en el resto de la historia el autor muestra cómo se llevó a cabo. Las palabras finales del capítulo se refieren a este juicio como la maldición de Jotam hijo de Jerobaal.
La visita de Abimelec a Siquem para incitar a los líderes a conspirar con él en contra de los hijos de Jerobaal, el otro nombre de Gedeón, tuvo respuesta con la llegada de Gaal a Siquem para incitar a sus líderes a conspirar con él en contra de Abimelec[47]. La emboscada que pusieron los hombres de Siquem tuvo respuesta en la emboscada de Abimelec en contra de ellos. Finalmente, el mismo Abimelec, quien mató a sus hermanos sobre una piedra[48], fue muerto con una piedra que una mujer desconocida de Tebes dejó caer sobre su cabeza[49]. De modo que, en el desarrollo de la historia, bajo la providencia de Dios, el acto responde al acto y el mal al mal, hasta que el principal instigador del mal, Abimelec, es aniquilado. Luego sus seguidores, como si despertaran de un mal sueño, dejaron sus armas y se fueron a casa sin completar su asalto sobre Tebes.
f. Tola.
De los dos Jueces que siguieron después del fracaso de Abimelec no se dice gran cosa. El primero era llamado Tola, un descendiente de Isacar[50] que vivió en las montañas de la tierra de Efraín, que tuvo un gobierno de 23 años y aunque se dice que libró a Israel, no se registra de quiénes. Cuando murió fue sepultado en Samir[51].
[1] Jueces 1.11-15.
[2] Jueces 2.9-10.
[3] Jueces 3.12. NBLH
[4] Moab, al este del Mar Muerto, se había convertido en un reino unos 50 años antes de la llegada de los israelitas a la Tierra Prometida, al igual que Amón, al noroeste de Moab. Los moabitas eran descendientes de Moab, el hijo del incesto de Lot con su hija mayor; y los amonitas, descendientes de Ben-ammi, el hijo del incesto de Lot con su hija menor (Génesis 19.31-38).
[5] Jueces 3.15.
[6] Jueces 3.16-25.
[7] Jueces 3.26-29.
[8] Anat era la diosa cananea de la guerra, hermana y esposa de Baal. Hijo de Anat probablemente aquí significa “un hombre como Anat”, o sea, “un guerrero”.
[9] Los filisteos emigraron de Asia Menor, la moderna Turquía, vía Creta, llegando poco después que los israelitas (Amós 9.7). Establecieron un Estado de cinco ciudades, centrado en lo que es ahora la franja de Gaza en el sudoeste de Palestina, pero extendiéndose más allá.
[10] Jueces 4.1. NBLH
[11] Jabín era probablemente un título real para los reyes de Hazor, tal como “Faraón” lo era para los reyes de Egipto. Josué había vencido a otro “Jabín” en Hazor casi 200 años antes (Josué 11.1–11).
[12] El nombre Sísara sugiere que era el líder de un grupo de las llamadas Gentes del mar quienes, como los filisteos, habían emigrado a Palestina por barco desde el Egeo oriental. Tanto el nombre Haroset-goim, “Haroset de las naciones extranjeras” y su localización, próximo a la costa mediterránea cerca del monte Carmelo en el noroeste de Palestina, sugieren que originalmente era un asentamiento de estas Gentes del mar. En ellos Jabín, cuyo propio poder estaba menguando, encontró un aliado prometedor en contra de los israelitas.
[13] Gobernaba, literalmente “juzgaba” (Éxodo 18.13–16.) .
[14] Jueces 4.6-16.
[15] Jueces 4.17-22.
[16] Jueces 4.11, 17.
[17] Jueces 4.1.
[18] Josué 10.13.
[19] Números 21.14.
[20] Éxodo 15.
[21] La madre de Sísara es la contraparte trágica a Débora, “una madre en Israel”.
[22] Los madianitas eran habitantes del desierto del noroeste de Arabia, y se relacionaban con los israelitas a través de Abraham (Génesis 25.1–5).
[23] Pueblo al norte del golfo de Acaba, donde Moisés se había refugiado al huir de Egipto (Éxodo 2.15-16).
[24] Pueblo al sur de Judá que ya antes había invadido a Israel aliado con Moab y había sido derrotado por Aod (Jueces 2.13-30).
[25] Jueces 6.35; 8.1.
[26] Hijo de Joás, descendiente de Abiezer de la tribu de Manasés, cuya heredad estaba al oriente del Jordán.
[27] Jueces 6.11.
[28] Jueces 6.14.
[29] Jueces 6.15.
[30] Jueces 6.16. NBLH
[31] Jueces 6.17.
[32] Jueces 6.21.
[33] Éxodo 33.20.
[34] Éxodo 20.3. La Toráh
[35] Jueces 6.31.
[36] Jueces 6.33-35.
[37] 1 Reyes 22.6–28
[38] Jueces 6.36. NBLH
[39] Jueces 6.39. Ibid. Hacer que el vellón se secara fue un milagro más grande ya que, suponiendo que el rocío cayera sobre ambos, el suelo duro por lo general seca más rápido que el vellón.
[40] Jueces 7.7. Ibid
[41] Jueces 7.20. Ibid. La espada del Señor amenazaba muerte por la espada, pero irónicamente fueron las espadas de los madianitas las que resultaron ser “del Señor”.
[42] Un efod era una vestidura sacerdotal con dos piedras, el Urim y Tumim, en la pechera, que se usaba para recibir respuestas sí o no de parte de Dios (Éxodo 28.28–30; 1 Samuel 23.6–12).
[43] El significado de Abimelec: “mi padre es rey”, es un comentario notable sobre la actitud ambivalente de Gedeón hacia la monarquía.
[44] Jueces 9.23-24.
[45] Jueces 9.56-57.
[46] Jueces 8.31. Siquem estaba situada en un paso estratégico en el centro de Canaán, asociado con Israel desde los tiempos de los patriarcas, pero con una población mixta de cananeos-israelitas (Génesis 12.6–7; Josué 24).
[47] Jueces 9.26-29.
[48] Jueces 9.5, 18.
[49] Jueces 9.54.
[50] Isacar era una tribu israelita del norte.
[51] Samir se piensa que es la misma que Samaria, en el centro de Israel, al sur del territorio de Isacar. Algunos miembros de la tribu de Isacar deben haber emigrado allí.