g. Jair.
El otro Juez fue Jair de Galaad, que gobernó durante 22 años. Aunque no hay gran información sobre estos dos Jueces, deben haber hecho cosas muy interesantes, primero porque son tomados en cuenta en el listado del libro, y segundo, en el caso de Jair, gobernaba sobre 30 ciudades, lo cual lo convertía prácticamente en un rey que a su vez tenía a sus 30 hijos como gobernadores de cada una de esas ciudades[1]. Al morir fue sepultado en Camón[2].
h. Jefté.
Antes del llamamiento de Jefté se registra de nuevo la triste canción: “Pero los Israelitas volvieron a hacer lo malo ante los ojos del SEÑOR”[3]. La lista de dioses extraños a los que Israel servía era grande: los baales, las astarot, los dioses de Siria, Sidón, Moab, Amón y Filistia.
Los opresores que Dios envió esta vez a Israel fueron los filisteos[4] y los amonitas. Las tribus afectadas primeramente por los de Amón fueron las del este del Jordán: Gad y Manasés; luego cruzaron el Jordán y atacaron a Judá, Benjamín y Efraín.
Jefté, un hombre valiente hijo de Galaad y una mujer ramera, sufría del estigma de ser hijo ilegítimo, al igual que Elimelec[5]. Los hijos legítimos de Galaad con su esposa expulsaron a de su casa a Jefté para que no heredara nada de su padre. El joven se fue a vivir a Tob y allí se le unió a una banda de vagos con quienes se dedicó a una vida fuera de la ley.
Jefté parece haber ganado algún renombre por su fuerza y valor, pues, al invadirlos los amonitas, los ancianos lo llamaron para que los guiara en la batalla. Jefté les echó en cara que lo habían echado y que ahora lo llamaban porque lo necesitaban. Cuando ellos le reiteraron que sí lo necesitaban, Jefté aceptó capitanearlos a cambio de ser su caudillo al cesar la guerra. Los ancianos aceptaron, él fue su caudillo y les habló invocando a Adonay, el Dios de Israel y Dios del Pacto.
La historia de la carrera de Jefté se desenvuelve en cinco episodios, y en cada uno de ellos un diálogo juega un papel crucial.
1) El primer episodio[6] tiene que ver con la apostasía renovada de Israel y las consecuencias que siguieron a ella. Esto prepara la escena para lo que sigue. El diálogo en este episodio inicial toma la forma de una confrontación entre Israel y el Señor.
Hay tres conflictos en este episodio inicial de la historia de Jefté. El primero y el más obvio es entre Israel y los amonitas. Con permiso del Señor, aunque no estaban conscientes de ello, los amonitas habían reducido a un estado desesperado al pecaminoso Israel. En su desesperación, los israelitas clamaron al Señor para que los salvara. Esto precipitó el segundo conflicto en este episodio, a saber, el conflicto entre los israelitas y el Señor, porque su respuesta fue confrontarlos con su vergonzosa historia de apostasía repetida y rechazar ardientemente su súplica. Él vio la superficialidad de su arrepentimiento y estaba airado por ello. Ellos no iban a usarlo nuevamente. Este fue un momento tenso, cuando todo el futuro de Israel colgaba de la balanza. Ahora era el Señor mismo quien confrontaba a Israel y su rechazo de su clamor era explícito y aparentemente definitivo. Pero los dos últimos versículos introducen esperanza, abriendo una ventana para nosotros en un conflicto que continuaba dentro del mismo Señor. Por toda su ira justificable no podía soportar más la miseria de Israel. No fue su renuncia a otros dioses lo que lo conmovió. Lo habían hecho antes muchas veces, solo para volver a sus antiguos caminos. No fue su arrepentimiento lo que encontró imposible de ignorar, sino su miseria. Solo la piedad del Señor se mantuvo entre los israelitas y la ruina total. Merecían ser abandonados, pero Él no podía desahuciarlos. Es este conflicto dentro del corazón y la mente de Dios mismo el que sostiene la llave a la resolución de los otros dos.
2) El segundo episodio va de Jueces 10.17 al 11.11 y tiene que ver con el reclutamiento de Jefté para guiar a los galaaditas en la batalla venidera con los amonitas. Aquí el diálogo es entre los ancianos de Galaad y Jefté.
El segundo episodio principia con los amonitas cuando estaban a punto de lanzar una nueva ofensiva y los israelitas estaban tomando consejo desesperado unos de otros. Era natural que los galaaditas fueran los de la voz cantante, ya que era su territorio el más amenazado de inmediato. Pero no tenían un líder efectivo y, por lo tanto, se acercaron juntos a Jefté a quien habían rechazado antes[7]. Pero Jefté era cauteloso. ¿Por qué debía confiar en aquellos que lo habían tratado tan mal en el pasado? Esto condujo a una negociación algo difícil en la cual se ofreció a Jefté, y él aceptó, la doble función de caudillo y comandante militar. El convenio que se cerró fue ratificado formalmente en una ceremonia celebrada en Mizpa[8], el lugar donde se tuvo la primera reunión. Así, el episodio terminó donde había empezado, con Jefté instalado como caudillo.
Luego de pensarlo, podemos ver que este episodio es paralelo al primero. El “arrepentimiento” de Israel fue como la negociación desesperada de los galaaditas. Pero la respuesta de Jefté fue significativamente diferente de la de Dios. El Señor fue movido a piedad; aparentemente, Jefté fue movido solamente por interés propio y ambición personal. El superó a los negociadores, mientras que el Señor permaneció en el fondo como el testigo silencioso de todo lo que había acontecido[9].
3) El tercer episodio[10] ocupa todo el espacio con un intercambio diplomático con el rey amonita. El fracaso de este intercambio diplomático lleva inevitablemente al culminante cuarto episodio[11], en el cual tiene lugar la batalla.
El territorio en disputa estaba al sur de Galaad, al norte del río Arnón[12]. Había sido una vez territorio moabita, pero lo habían perdido con los amorreos quienes, a su vez, lo habían perdido con los israelitas en tiempos de Moisés[13]. Para el tiempo de Jefté, los amonitas aparentemente habían tomado Moab, al sur del Arnón. El argumento de Jefté era que Israel no había tomado ninguna tierra de los amonitas y que ellos debían seguir el precedente establecido por los antiguos gobernantes de Moab y reconocer el Arnón como la frontera entre sus respectivos territorios.
Este episodio revela algo del potencial de grandeza de Jefté. Él muestra que es capaz de trascender la esfera de los galaaditas y asumir responsabilidad por los asuntos de Israel como un todo. Pero no es sorprendente que su diplomacia fracase. Su tono difícilmente es el de un hombre tratando de buscar la paz. Parece más decidido a tomar su tiempo y establecer la justicia de su causa, en la esperanza que el Señor, el supremo Juez decidiera en su favor y de Israel. Su apelación final para que el Señor decidiera el problema hoy es virtualmente una declaración de guerra y una señal clara de que el clímax de la historia estaba cerca.
4) Este cuarto episodio se complica por el voto de Jefté y su resultado, que se convierte en el verdadero foco de atención. Por lo tanto, el centro dramático de este episodio es el diálogo entre Jefté y su hija[14].
La venida del Espíritu sobre Jefté pone en movimiento una secuencia de eventos con los que estamos familiarizados ahora. Conduce predeciblemente a la victoria decisiva en Jueces 11.33. Pero esa secuencia se interrumpe en este caso por un voto, y una vez hecho, domina todo el episodio. De la batalla se habla ligeramente, siendo su principal interés que crea las condiciones en las cuales Jefté tendrá que cumplir su voto[15].
Este no fue un voto ordinario. Explícitamente prometió una ofrenda quemada: “…y lo sacrificaré por el fuego”[16], aunque pareciera que no especificó la víctima, pero si nos fijamos bien si esperaba que una persona fuera el sacrificio: “el primero que atraviese la puerta de mi casa para salir a saludarme…”[17], y lo podemos ver en otras versiones: “quien salga primero de la puerta de mi casa a recibirme, cuando yo vuelva de haber vencido a los amonitas, será del Señor y lo ofreceré en holocausto”[18]; “el primero que salga de las puertas de mi casa a mi encuentro, al volver yo sano y salvo de los amonitas, será para Yahveh y se lo sacrificaré en holocausto”[19]; “el primero que salga de las puertas de mi casa a mi encuentro cuando vuelva victorioso de los ammonitas, será para Yahveh y lo ofreceré en holocausto”[20]; “el que a mi vuelta, cuando venga yo en paz de vencerlos, salga de la puerta de mi casa a mi encuentro, será de Yahvé y se lo ofreceré en holocausto”[21]; “sucederá que cualquiera que salga de las puertas de mi casa a recibirme cuando yo vuelva en paz de los Amonitas, será del SEÑOR, o lo ofreceré como holocausto”[22]; “entonces tiene que suceder que el que venga saliendo, que salga de las puertas de mi casa a mi encuentro cuando yo vuelva en paz de los hijos de Ammón, tiene que llegar a ser entonces de Jehová, y tengo que ofrecer a ese como ofrenda quemada”[23]; “Cualquiera que me saliere a recibir de las puertas de mi casa, cuando volviere de los Ammonitas en paz, será de Jehová, y yo lo ofreceré en holocausto”[24]; “también será: el saliente que saliere de la puerta de mi casa, a mi encuentro, al volver yo, en paz de los hijos de Amón, será para el Señor: ofreceréle holocausto”[25]; no podemos ser tan obtusos para pensar que Jefté se equivocó en el voto que estaba haciendo o que el resultado podía esquivarse enviando a quien le saliera a una especie de monasterio. Los términos eran ambiguos y ponían en peligro a todos los habitantes de la casa de Jefté. Para nuestro horror, y el suyo, fue su hija doncella, su única hija, quien se convirtió en víctima y la tragedia real es que dicho voto era totalmente innecesario. En contexto se puede ver como nada sino un intento equivocado de hacer un trato con Dios. Jefté, el negociador maestro, sobrepasó su juego y pagó un precio trágico. La segunda parte de este episodio parece una inversión de Génesis 22, la historia de otro padre y de su único hijo. Pero Jefté no era Abraham, y en su caso no hubo voz del cielo, solamente un silencio disciplinario. Solamente podemos llegar a la conclusión de que el Señor estaba tan enojado con el voto de Jefté como con el “arrepentimiento” de Israel. Vale la pena considerar qué tan frecuentemente las oraciones modernas contienen elementos de negociaciones con Dios. El ejemplo de Jefté nos deja ver claramente que con Dios no se negocia de esta manera.
5) El quinto y último episodio[26] trata de una confrontación entre Jefté y los hombres de Efraín, que sigue a la batalla.
Habiendo desaparecido la amenaza exterior, los celos entre las tribus volvieron a brotar. Es muy claro que los efrateos se consideraban los líderes naturales de Israel y no estaban dispuestos a reconocer como Juez a nadie fuera de su propia tribu, mucho menos a un galaadita. Jefté tomó el mismo acercamiento básico con ellos que con los amonitas: Argumentó la justicia de su causa y luego, sin recibir respuesta, tomó el campamento. La nota resumida de 12.7 hace claras las consecuencias políticas: Las tribus del occidente del Jordán estuvieron bajo control y Jefté juzgó a todo Israel por seis años. En resumen, demostró ser un líder fuerte.
No obstante, esta no fue una guerra santa. No hubo consulta con el Señor para decidir el asunto y no hay ninguna sugerencia de que la victoria haya sido dada por Dios. De hecho, todo el episodio se presenta con un carácter tergiversado como una tribu feudal bastante esquelética que muestra cuán profunda era la división en Israel. Es una señal ominosa de las cosas por venir, especialmente en Jueces 19–21.
A diferencia de Gedeón, quien les había respondido calmadamente, Jefté convocó a los de Galaad, peleó contra Efraín y lo derrotó. Los galaaditas tomaron los vados del río Jordán y, cuando los de Efraín intentaban regresar a su tierra, eran ejecutados inmediatamente. Si tenían dudas acerca de alguien, le preguntaban: “¿Eres efrateo?”[27], si lo negaba era sometido a una prueba: pronunciar la palabra “shibolet”[28]. Si la persona pronunciaba “sibolet”, evidenciaba que era de Efraín, donde lo pronunciaban así, y era ejecutado. 42,000 de la tribu de Efraín murieron en aquella ocasión.
Por supuesto, a un nivel la historia es sencillamente un relato de cómo el Señor usó a Jefté para salvar a Israel de los amonitas. Pero los diálogos apuntan a un nivel más profundo de significado que éste. Cada diálogo es esencialmente un ejercicio en la negociación, y esto es verdad incluso del arrepentimiento de Israel y del voto de Jefté. En su nivel más profundo, la historia de Jefté es sobre las trágicas consecuencias que siguen cuando la religión degenera en un negociar con Dios. Nos muestra cuán profundamente los israelitas del tiempo de Jefté, incluyendo al mismo Jefté, habían empezado a interpretar equivocadamente su relación con Dios. Ciertamente fue solo por las grandes misericordias del Señor que no fueron abandonados a la suerte que abundantemente merecían. Jefté desempeñó el cargo de juez seis años y murió.
i. Ibsán.
Al igual que antes de Jefté, se presentan Jueces que es probable que sus hechos no tuvieron tanta relevancia. El primero de ellos es Ibsán de Belén[29], que gobernó a Israel por siete años, tenía treinta hijos y treinta hijas, a quienes casó con gente que no era parte de su clan, aunque no se dice precisamente que fueran personas paganas. Fue sepultado en Belén.
j. Elón.
El siguiente Juez era de la tribu de Zabulón y gobernó a Israel durante diez años. Al morir fue sepultado en Ayalón, en el territorio de Zabulón.
k. Abdón.
El tercer Juez de este pequeño grupo era de Piratón. Y gobernó a Israel durante ocho años. Cuando murió fue sepultado en Piratón, que está en el territorio de Efraín, en la región montañosa de los amalecitas.
l. Sansón.
La estructura de la historia de Sansón es clara. Luego que el versículo inicial ha presentado brevemente la escena, se describe en Jueces 13.2–25 el nacimiento extraordinario de Sansón. Su carrera de adulto se desarrolla luego en dos movimientos que se extienden de Jueces 14 al 16.
El primero principia cuando desciende a Timnat y culmina en la matanza de los filisteos en Ramat-leji.
El segundo principia con su ida a Gaza y culmina en la matanza de los filisteos y su propia muerte en el Templo de Dagón.
Sansón fue el último de los jueces cuyas carreras se describen en el libro, y se dedica más espacio a él que a cualquiera de los otros. De todos ellos Sansón es quien más resume el estado de Israel como un todo durante el período de los Jueces. Fue separado para Dios pero nunca pudo aceptar totalmente las condiciones de su separación. Como Israel fue tras dioses ajenos, Sansón fue tras mujeres extranjeras. Y como Israel en su desesperación clamó al Señor, así lo hizo Sansón en las dos culminaciones de la historia[30]. En Sansón vemos la lucha del Señor con Israel descarriado, enfocado en su lucha con un hombre representativo. En un sentido muy real, Sansón era Israel. Y al final, fue el Señor quien resultó victorioso. Los filisteos y su falso dios fueron derrotados, y Sansón, al fin, aceptó los términos de su destino. Es una historia trágica, pero también de victoria y esperanza. Subordinado a Dios, Sansón inició la liberación de Israel de los filisteos; David más tarde la completó[31]. Quizá no esté fuera de lugar ver a Israel, y por lo tanto a Sansón, como prefigurando a la iglesia, descarriada e impredecible, pero aún así usada por Dios.
1) El nacimiento milagroso de Sansón.
La breve introducción de Jueces 13.1 sugiere que la fe de los israelitas había alcanzado una decadencia particularmente baja de hecho; ya ni siquiera clamaban al Señor para que los salvara y el azote les vino por parte de sus vecinos del sur: los filisteos. Teniendo esto como fondo, el nacimiento de Sansón fue todavía más admirable.
Como un acto de pura gracia mostró la fuerza del compromiso de Dios con su pueblo; y como un milagro proclamó su señorío sobre la vida y la muerte. Manoa, de la tribu de Dan, tenía una mujer estéril que era como Israel, y como el Señor llevó vida a su vientre muerto, así traería vida a Israel a través de Sansón. Pero no sería sin costo, un costo del que la madre de Sansón parece estar consciente instintivamente en Jueces 13.7, el niño será nazareo[32] de Dios hasta el día de su muerte. Como el infinitamente mayor que habría de venir, este libertador cumpliría su misión al costo de su propia vida.
Un día el ángel de Adonay se le apareció, estando ella sola, y le anunció el nacimiento de un hijo. Se le prohibió tomar vino, sidra y comer cosas inmundas. El niño tampoco debería hacerlo, pues sería un nazareo como se estipulaba en Números 6.1-21. El voto de nazareato incluía abstenerse de beber licor, de comer productos de la vid, de alimentos inmundos, de acercarse a cuerpos muertos y de rasurarse el cabello. Era voluntario y temporal, pero a Sansón se le impuso de por vida y aun antes de nacer.
Manoa oró a Dios que se les apareciera el ángel otra vez para decirles qué hacer con el niño. Cuando se le apareció a la mujer de nuevo en el campo, ella corrió a buscar a su esposo. Manoa le preguntó si él era el mismo y el ángel respondió que sí; y al inquirir sobre cómo criar al niño, el ángel les repitió las reglas del nazareo.
Manoa mostró la hospitalidad que es aún común en el Oriente: ofrecer un cabrito al visitante. Comer con un visitante era un acto solemne de comunión y compañerismo. Así lo habían hecho Abraham y Gedeón[33].
Manoa ofreció el cabrito y una ofrenda de trigo, posiblemente sobre un altar de piedra. Mientras se quemaba la ofrenda, el ángel subió en la llama ante sus ojos y ellos se postraron. Manoa entendió plenamente que era el ángel de Adonay.
2) La boda de Sansón[34].
La educación de Sansón no pudo hacer del joven una persona con gran respeto por la Ley, ni templanza para resistir sus impulsos. Era voluntarioso, intempestivo y a veces con un sentido del humor un poco raro.
El capítulo 14 inicia con Sansón descendiendo a Timnat[35]. Descendió nuevamente en Jueces 14.5, seguido por su padre en Jueces 14.10. Más tarde descendió a Ascalón[36] en Jueces 14.19 y luego, finalmente, ascendió a la casa de su padre en Jueces 14.19. Así, el capítulo termina donde principió: un movimiento completo. Pero era solamente un principio, como veremos en el siguiente capítulo, donde continúa el relato de la relación de Sansón con la joven de Timnat.
El capítulo 14 está lleno de secretos:
a) Está el secreto del control con propósito de Dios de las acciones de Sansón: él buscaba un motivo contra los filisteos[37].
b) Está el secreto de lo que Sansón hizo al león[38] y de la fuente de la miel que llevó a sus padres.
c) Finalmente, está el secreto de la adivinanza[39] que se desarrolla desde los dos anteriores.
Detrás de la perplejidad de toda esta actividad, dirigiéndola hacia adelante a su meta predeterminada, estaba el Espíritu del Señor[40]. Sansón parecía decidido a acceder a sus deseos personales, sin ninguna consideración a su llamamiento como nazareo. El se profanó a sí mismo sacando miel de un cuerpo muerto[41], presumiblemente bebió vino en la fiesta[42] y fraternizó con los filisteos en lugar de tratar de salvar a Israel de ellos. Los únicos incircuncisos en la región eran los filisteos. Los demás pueblos vecinos sí practicaban la circuncisión, pues descendían de Abraham o de su familia[43]. Pero todo el tiempo Sansón estaba inconscientemente cumpliendo el propósito de Dios. Él era el instrumento escogido de Dios para la liberación de Israel y nada que hiciera podía cambiar eso.
La historia de Sansón es un estudio fascinante en la relación entre la libertad humana y la soberanía divina. Muestra al Señor haciendo que todas las cosas trabajen juntas para bien de su pueblo, aun cuando no estén en lo más mínimo conscientes de ello y a pesar de los caprichos de quien Él había escogido como instrumento. Él es hoy, aún, el mismo Dios soberano, de gracia. Todavía hace que todas las cosas trabajen juntas para el bien de su pueblo, sea que estén conscientes o no. En su siervo perfecto, Jesús, no hay ningún vestigio del capricho que vemos en Sansón[44].
Según la costumbre, Sansón hizo un banquete de bodas. Era quizá un tipo de matrimonio inferior al matrimonio normal en Israel, en el cual la esposa, una viuda o divorciada, continuaba viviendo en la casa de sus padres y el esposo la visitaba con frecuencia trayéndole presentes. Lo practicaban algunos pueblos en la región. Los treinta compañeros que los filisteos llamaron para estar con Sansón, o eran guardaespaldas para protegerlos del ataque de merodeadores buscando un fácil botín, o eran seguridad para protegerse de cualquier ataque del mismo Sansón.
El banquete duraba siete días y al final se consumaba el matrimonio. Sansón propuso una adivinanza y una apuesta. Si la resolvían, él les pagaría con sesenta vestidos. Si no la resolvían, los filisteos le pagarían a él.
Con lágrimas ella trató de obtener el secreto de Sansón, pero éste se excusó diciendo que no lo había confiado ni a sus padres. Al fin, por medio de más lágrimas, obtuvo la respuesta y la declaró a sus amigos. Así, antes de concluir el séptimo día los filisteos dieron la solución al acertijo.
Dios llenó a Sansón con su poder y en Ascalón mató a treinta hombres para pagar la apuesta. Luego, enojado y frustrado, se fue a la casa de su padre.
3) Conflicto creciente con los filisteos.
El padre de la nueva esposa de Sansón interpretó la partida violenta y airada de Sansón como evidencia de que la había abandonado, y supuestamente para salvar algo del honor de la familia la dio al “compañero” de Sansón. Para aplacar a Sansón se le ofreció la hermana menor, quien era más hermosa. El no aceptó y solo tuvo un nuevo pretexto para vengarse de los filisteos. Pero Sansón vio las cosas en forma diferente y consideró que estaba completamente justificado en tomar venganza haciendo estragos en los campos alrededor de Timnat, privando a la gente de los frutos de toda una labor de temporada. Comprensiblemente, los filisteos estaban encolerizados y no pudiendo echar mano de Sansón tomaron venganza brutal sobre su esposa y su padre. Por lo tanto, Sansón continuó con otra orgía de destrucción, esta vez destruyendo hombres en lugar de cosechas, y luego se retiró, satisfecho de haber hecho pagar cuentas a sus enemigos. Pero esta vez el curso de los acontecimientos había cobrado un impulso que no se podía detener. Los filisteos no descansarían hasta destruir al destructor, y para este fin invadieron a Judá para capturarlo. Esto colocó a los hombres de Judá en una posición difícil, pero rápidamente decidieron que Sansón debía ser sacrificado. El costo de defenderlo era demasiado grande.
Tres mil de Judá fueron a la cueva de Etán a reclamar a Sansón por causarles problemas con los filisteos. El se excusó diciendo que solo había hecho lo mismo que aquellos. Al decirle que iban para capturarlo y entregarlo, Sansón los hizo jurar que no lo matarían. Aparentemente aceptando lo inevitable, Sansón permitió que lo ataran y se prepararan para entregarlo. ¡Pero nadie estaba preparado para lo que pasó después! El Espíritu de Adonay descendió sobre Sansón con poder y la derrota se convirtió en una victoria gloriosa, si bien sangrienta, que marcó el inicio efectivo del gobierno de Sansón como Juez[45].
En un nivel, esta es una historia repulsiva de represalias y violencia siempre en ascenso, de acciones manejadas por las fuerzas obscuras de la ira, el odio y el deseo de venganza. Pero en otro nivel más fundamental, esta es una historia del poder de Dios sacando la victoria de la derrota y sometiendo a los enemigos de su pueblo. Y al final, incluso Sansón mismo reconoció que él era el siervo del Señor y que lo que había pasado había sido obra de Dios. Clamó al Señor, reconociendo su debilidad total y su dependencia en Dios, y encontró a Dios listo y dispuesto a concederle su petición. Este fue uno de sus mejores momentos y una anticipación del clímax hacia el cual se movía toda la historia de su carrera.
4) Sansón y la prostituta.
Sansón fue a Gaza, la ciudad filistea más al sur y se juntó con una prostituta. Como su fama infundía temor, lo acecharon toda la noche a la puerta de la ciudad esperando el amanecer para matarlo. Pero a medianoche, cuando tal vez ya habían descuidado la guardia, Sansón se levantó, arrancó las puertas de la ciudad con sus dos pilares y su cerrojo, y las llevó hasta la cumbre de un monte.
Con la prostituta fue simplemente un asunto de lujuria, pero con Dalila fue amor, al menos por parte de Sansón.
5) Sansón y Dalila.
El incidente con Dalila es particularmente revelador, en especial cuando Sansón al fin le descubrió todo su corazón. Sansón no estaba ignorante de su llamamiento, pero se enamoró de Dalila. Todo el tiempo había sabido que él era un nazareo y que el secreto de su fuerza residía en su relación especial con Dios, su cabello era meramente un signo de ello. Pero él nunca había sido capaz de aceptar por completo las condiciones de su estado de separación. Secretamente había querido siempre ser como los otros hombres y gozar de los placeres que ellos disfrutaban. En Dalila, él vio una oportunidad, quizá su última, de tener la felicidad que siempre había querido. Los príncipes de las cinco ciudades filisteas le ofrecieron pagarle mucho dinero para que averiguara la fuente de su gran fuerza y cómo podrían amarrarlo y dominarlo. Ella procedió a cumplir con su misión y le preguntó a Sansón cómo podrían dominarlo. El la engañó diciéndole que con siete juncos verdes. Cuando ella lo amarró con siete juncos verdes, y le gritó que los filisteos lo atacaban, Sansón rompió los juncos con facilidad. Intentó de nuevo y él la engañó diciéndole que con cuerdas nuevas. Cuando ella trató con cuerdas nuevas, de nuevo Sansón las rompió. Al insistir ella, él la engañó por tercera vez diciéndole que tejiera siete mechones de su largo pelo con tela, y las clavara al suelo con una estaca. Sansón logró zafarse otra vez. Dalila le suplicó con lágrimas, acusándolo de que no la amaba y de que la había engañado. Sus lágrimas suavizaron a aquel hombre fuerte, como lo había hecho ya antes la mujer de Timnat. Sansón fue seducido y le descubrió el secreto de su voto de nazareo.
Al ceder a su petición, virtualmente Sansón estaba invitando a Dalila a relevarlo de su nazareato; a convertirlo en el hombre ordinario que siempre había deseado ser. Pero, paradójicamente, el efecto de esto fue sencillamente quitarlo violentamente de donde había querido estar y colocarlo de vuelta a la vanguardia del conflicto con los filisteos. El Señor se apartó de Sansón solamente lo suficiente para que se lograra esto. El último versículo del pasaje: “…en cuanto le cortaron el cabello, le comenzó a crecer de nuevo”[46], apunta claramente a lo que estaba por venir. Sansón pudo haber deseado ser como otros hombres, pero el Señor no se lo permitiría, como tampoco a Israel ser como otras naciones. La lucha de Sansón contra su llamamiento era como la lucha de Israel como un pueblo.
6) Muerte y triunfo en Gaza.
La historia de Sansón alcanza un clímax sorprendente en esta escena final, al igual que toda la sección central del libro. El problema fundamental con los israelitas a través de todo el período de los Jueces, había sido su atracción fatal a otros dioses. La gran contribución de Sansón al propósito de Dios fue demostrar, aunque solamente en su muerte, la supremacía total del Señor y la absoluta ineficacia de otros dioses. En esto, la proeza de Sansón no es diferente de la de Elías en el monte Carmelo[47].
Hay una gran ironía en la afirmación repetida de que su dios había entregado a Sansón en sus manos, porque en realidad fue el Señor quien lo había hecho, precisamente para causar su caída. Hay una gran tristeza en la oración de Sansón en Jueces 16.28. Antes había pedido vida; ahora pedía muerte. Aun en la muerte, sus motivos no fueron puros; buscaba venganza personal más que la gloria de Dios. Pero al menos hizo al fin aquello para lo cual había sido apartado y la victoria fue incuestionablemente del Señor. Habría más batallas notables con los filisteos en el futuro, pero el reconocimiento de que solo el Señor es Dios fue el fundamento sobre el cual se edificaría la liberación futura de Israel. Sansón ciertamente efectuó un principio significativo.
La historia de Sansón, por lo tanto, termina donde comenzó, con Sansón siendo llevado a su casa y sepultado por su familia doliente. Al menos ellos pudieron tener consuelo del hecho de que su muerte no había sido en vano, aunque indudablemente nosotros estamos en mejor posición para apreciarlo. A pesar de todos sus fracasos, él fue un precursor de Jesús, quien por su muerte humilló a nuestro gran enemigo y puso el fundamento para una liberación que todavía estaba por revelarse en toda su plenitud.
[1] Havot-jaér significa “los poblados de Jaír”.
[2] Camón estaba en el territorio de Jaír, a unos 24 kilómetros al este del río Jordán.
[3] Jueces 10.6.
[4] Filistea es hoy la famosa franja de Gaza y Amón una parte de la actual Jordania. Los filisteos eran un pueblo que llegó de las islas del Mar Mediterráneo, unos treinta años después que Israel entró a Canaán, y habitaron en las ciudades de Gaza, Ascalón, Asdod, Ecrón y Gat.
[5] Jueces 8.30-31.
[6] Jueces 10.6-16.
[7] Jueces 11.7.
[8] Mizpa o “atalaya” era un nombre común, pero esta Mizpa en particular, en Galaad, es de ubicación desconocida.
[9] Jueces 11.11.
[10] Jueces 11.12-28.
[11] Jueces 11.29-38.
[12] El Arnón y el Jaboc eran dos arroyos o valles sobre el lado oriental del río Jordán. Entre ellos quedaba cercado gran parte de Galaad.
[13] Números 21.21–31.
[14] Jueces 11.34-38.
[15] Los votos, como tales, no son raros (Números 30; Salmos 22.25; Eclesiastés 5.4-5).
[16] Jueces 11.31. BL95
[17] Ibid.
[18] BAD.
[19] CAB
[20] JER
[21] NC
[22] NBLH
[23] NM
[24] RV
[25] Septuaginta
[26] Jueces 12.1-7.
[27] Jueces 12.5. NBLH
[28] El significado de esta palabra no es claro, pero de todas maneras no tiene importancia, sino lo que hacían sus enemigos.
[29] Posiblemente Belén de Zabulón.
[30] Jueces 15.18; 16.28.
[31] 2 Samuel 8.1.
[32] Nazareo viene del hebreo “nazar” que significa “separar, consagrar”. Un nazareo era una persona que se había consagrado al Señor, tomando un voto especial (Números 6). Esos votos eran normalmente voluntarios y solamente por un período de tiempo. Sin embargo, Sansón fue hecho un nazareo de por vida por Dios, aún antes de nacer.
[33] Génesis 18.3-8; Jueces 6.17-23.
[34] El matrimonio de Sansón parece haber sido de acuerdo con la costumbre filistea, en la cual la novia permanecía con su propia familia y allí era visitada por su esposo. Los niños del matrimonio pertenecerían a la familia de la novia.
[35] Se desconoce la localización exacta de Timnat, pero estaba en la frontera de Judá-Dan (Josué 15.10; 19.43) y en este tiempo estaba bajo el control de los filisteos.
[36] Ascalón estaba a 37 kilómetros al sudoeste, sobre la costa.
[37] Jueces 14.4.
[38] Jueces 14.6.
[39] Jueces 14.14.
[40] Jueces 13.25; 14.6, 19.
[41] Números 6.6.
[42] Números 6.3.
[43] Los moabitas y los amonitas descendían de Lot; los edomitas descendían de Esaú, Edom, nieto de Abraham; los madianitas descendían de Madián, hijo de Abraham y Cetura. Entre éstos era un rito de iniciación a la pubertad o prematrimonial. En Egipto lo practicaban los sacerdotes y altos oficiales del gobierno. Solo en Israel era la circuncisión el símbolo del pacto entre Adonay y su pueblo.
[44] Romanos 5.6–8; 8.28.
[45] Jueces 14-16.
[46] Jueces 16.22. NBLH
[47] 1 Reyes 18.16–40.
El otro Juez fue Jair de Galaad, que gobernó durante 22 años. Aunque no hay gran información sobre estos dos Jueces, deben haber hecho cosas muy interesantes, primero porque son tomados en cuenta en el listado del libro, y segundo, en el caso de Jair, gobernaba sobre 30 ciudades, lo cual lo convertía prácticamente en un rey que a su vez tenía a sus 30 hijos como gobernadores de cada una de esas ciudades[1]. Al morir fue sepultado en Camón[2].
h. Jefté.
Antes del llamamiento de Jefté se registra de nuevo la triste canción: “Pero los Israelitas volvieron a hacer lo malo ante los ojos del SEÑOR”[3]. La lista de dioses extraños a los que Israel servía era grande: los baales, las astarot, los dioses de Siria, Sidón, Moab, Amón y Filistia.
Los opresores que Dios envió esta vez a Israel fueron los filisteos[4] y los amonitas. Las tribus afectadas primeramente por los de Amón fueron las del este del Jordán: Gad y Manasés; luego cruzaron el Jordán y atacaron a Judá, Benjamín y Efraín.
Jefté, un hombre valiente hijo de Galaad y una mujer ramera, sufría del estigma de ser hijo ilegítimo, al igual que Elimelec[5]. Los hijos legítimos de Galaad con su esposa expulsaron a de su casa a Jefté para que no heredara nada de su padre. El joven se fue a vivir a Tob y allí se le unió a una banda de vagos con quienes se dedicó a una vida fuera de la ley.
Jefté parece haber ganado algún renombre por su fuerza y valor, pues, al invadirlos los amonitas, los ancianos lo llamaron para que los guiara en la batalla. Jefté les echó en cara que lo habían echado y que ahora lo llamaban porque lo necesitaban. Cuando ellos le reiteraron que sí lo necesitaban, Jefté aceptó capitanearlos a cambio de ser su caudillo al cesar la guerra. Los ancianos aceptaron, él fue su caudillo y les habló invocando a Adonay, el Dios de Israel y Dios del Pacto.
La historia de la carrera de Jefté se desenvuelve en cinco episodios, y en cada uno de ellos un diálogo juega un papel crucial.
1) El primer episodio[6] tiene que ver con la apostasía renovada de Israel y las consecuencias que siguieron a ella. Esto prepara la escena para lo que sigue. El diálogo en este episodio inicial toma la forma de una confrontación entre Israel y el Señor.
Hay tres conflictos en este episodio inicial de la historia de Jefté. El primero y el más obvio es entre Israel y los amonitas. Con permiso del Señor, aunque no estaban conscientes de ello, los amonitas habían reducido a un estado desesperado al pecaminoso Israel. En su desesperación, los israelitas clamaron al Señor para que los salvara. Esto precipitó el segundo conflicto en este episodio, a saber, el conflicto entre los israelitas y el Señor, porque su respuesta fue confrontarlos con su vergonzosa historia de apostasía repetida y rechazar ardientemente su súplica. Él vio la superficialidad de su arrepentimiento y estaba airado por ello. Ellos no iban a usarlo nuevamente. Este fue un momento tenso, cuando todo el futuro de Israel colgaba de la balanza. Ahora era el Señor mismo quien confrontaba a Israel y su rechazo de su clamor era explícito y aparentemente definitivo. Pero los dos últimos versículos introducen esperanza, abriendo una ventana para nosotros en un conflicto que continuaba dentro del mismo Señor. Por toda su ira justificable no podía soportar más la miseria de Israel. No fue su renuncia a otros dioses lo que lo conmovió. Lo habían hecho antes muchas veces, solo para volver a sus antiguos caminos. No fue su arrepentimiento lo que encontró imposible de ignorar, sino su miseria. Solo la piedad del Señor se mantuvo entre los israelitas y la ruina total. Merecían ser abandonados, pero Él no podía desahuciarlos. Es este conflicto dentro del corazón y la mente de Dios mismo el que sostiene la llave a la resolución de los otros dos.
2) El segundo episodio va de Jueces 10.17 al 11.11 y tiene que ver con el reclutamiento de Jefté para guiar a los galaaditas en la batalla venidera con los amonitas. Aquí el diálogo es entre los ancianos de Galaad y Jefté.
El segundo episodio principia con los amonitas cuando estaban a punto de lanzar una nueva ofensiva y los israelitas estaban tomando consejo desesperado unos de otros. Era natural que los galaaditas fueran los de la voz cantante, ya que era su territorio el más amenazado de inmediato. Pero no tenían un líder efectivo y, por lo tanto, se acercaron juntos a Jefté a quien habían rechazado antes[7]. Pero Jefté era cauteloso. ¿Por qué debía confiar en aquellos que lo habían tratado tan mal en el pasado? Esto condujo a una negociación algo difícil en la cual se ofreció a Jefté, y él aceptó, la doble función de caudillo y comandante militar. El convenio que se cerró fue ratificado formalmente en una ceremonia celebrada en Mizpa[8], el lugar donde se tuvo la primera reunión. Así, el episodio terminó donde había empezado, con Jefté instalado como caudillo.
Luego de pensarlo, podemos ver que este episodio es paralelo al primero. El “arrepentimiento” de Israel fue como la negociación desesperada de los galaaditas. Pero la respuesta de Jefté fue significativamente diferente de la de Dios. El Señor fue movido a piedad; aparentemente, Jefté fue movido solamente por interés propio y ambición personal. El superó a los negociadores, mientras que el Señor permaneció en el fondo como el testigo silencioso de todo lo que había acontecido[9].
3) El tercer episodio[10] ocupa todo el espacio con un intercambio diplomático con el rey amonita. El fracaso de este intercambio diplomático lleva inevitablemente al culminante cuarto episodio[11], en el cual tiene lugar la batalla.
El territorio en disputa estaba al sur de Galaad, al norte del río Arnón[12]. Había sido una vez territorio moabita, pero lo habían perdido con los amorreos quienes, a su vez, lo habían perdido con los israelitas en tiempos de Moisés[13]. Para el tiempo de Jefté, los amonitas aparentemente habían tomado Moab, al sur del Arnón. El argumento de Jefté era que Israel no había tomado ninguna tierra de los amonitas y que ellos debían seguir el precedente establecido por los antiguos gobernantes de Moab y reconocer el Arnón como la frontera entre sus respectivos territorios.
Este episodio revela algo del potencial de grandeza de Jefté. Él muestra que es capaz de trascender la esfera de los galaaditas y asumir responsabilidad por los asuntos de Israel como un todo. Pero no es sorprendente que su diplomacia fracase. Su tono difícilmente es el de un hombre tratando de buscar la paz. Parece más decidido a tomar su tiempo y establecer la justicia de su causa, en la esperanza que el Señor, el supremo Juez decidiera en su favor y de Israel. Su apelación final para que el Señor decidiera el problema hoy es virtualmente una declaración de guerra y una señal clara de que el clímax de la historia estaba cerca.
4) Este cuarto episodio se complica por el voto de Jefté y su resultado, que se convierte en el verdadero foco de atención. Por lo tanto, el centro dramático de este episodio es el diálogo entre Jefté y su hija[14].
La venida del Espíritu sobre Jefté pone en movimiento una secuencia de eventos con los que estamos familiarizados ahora. Conduce predeciblemente a la victoria decisiva en Jueces 11.33. Pero esa secuencia se interrumpe en este caso por un voto, y una vez hecho, domina todo el episodio. De la batalla se habla ligeramente, siendo su principal interés que crea las condiciones en las cuales Jefté tendrá que cumplir su voto[15].
Este no fue un voto ordinario. Explícitamente prometió una ofrenda quemada: “…y lo sacrificaré por el fuego”[16], aunque pareciera que no especificó la víctima, pero si nos fijamos bien si esperaba que una persona fuera el sacrificio: “el primero que atraviese la puerta de mi casa para salir a saludarme…”[17], y lo podemos ver en otras versiones: “quien salga primero de la puerta de mi casa a recibirme, cuando yo vuelva de haber vencido a los amonitas, será del Señor y lo ofreceré en holocausto”[18]; “el primero que salga de las puertas de mi casa a mi encuentro, al volver yo sano y salvo de los amonitas, será para Yahveh y se lo sacrificaré en holocausto”[19]; “el primero que salga de las puertas de mi casa a mi encuentro cuando vuelva victorioso de los ammonitas, será para Yahveh y lo ofreceré en holocausto”[20]; “el que a mi vuelta, cuando venga yo en paz de vencerlos, salga de la puerta de mi casa a mi encuentro, será de Yahvé y se lo ofreceré en holocausto”[21]; “sucederá que cualquiera que salga de las puertas de mi casa a recibirme cuando yo vuelva en paz de los Amonitas, será del SEÑOR, o lo ofreceré como holocausto”[22]; “entonces tiene que suceder que el que venga saliendo, que salga de las puertas de mi casa a mi encuentro cuando yo vuelva en paz de los hijos de Ammón, tiene que llegar a ser entonces de Jehová, y tengo que ofrecer a ese como ofrenda quemada”[23]; “Cualquiera que me saliere a recibir de las puertas de mi casa, cuando volviere de los Ammonitas en paz, será de Jehová, y yo lo ofreceré en holocausto”[24]; “también será: el saliente que saliere de la puerta de mi casa, a mi encuentro, al volver yo, en paz de los hijos de Amón, será para el Señor: ofreceréle holocausto”[25]; no podemos ser tan obtusos para pensar que Jefté se equivocó en el voto que estaba haciendo o que el resultado podía esquivarse enviando a quien le saliera a una especie de monasterio. Los términos eran ambiguos y ponían en peligro a todos los habitantes de la casa de Jefté. Para nuestro horror, y el suyo, fue su hija doncella, su única hija, quien se convirtió en víctima y la tragedia real es que dicho voto era totalmente innecesario. En contexto se puede ver como nada sino un intento equivocado de hacer un trato con Dios. Jefté, el negociador maestro, sobrepasó su juego y pagó un precio trágico. La segunda parte de este episodio parece una inversión de Génesis 22, la historia de otro padre y de su único hijo. Pero Jefté no era Abraham, y en su caso no hubo voz del cielo, solamente un silencio disciplinario. Solamente podemos llegar a la conclusión de que el Señor estaba tan enojado con el voto de Jefté como con el “arrepentimiento” de Israel. Vale la pena considerar qué tan frecuentemente las oraciones modernas contienen elementos de negociaciones con Dios. El ejemplo de Jefté nos deja ver claramente que con Dios no se negocia de esta manera.
5) El quinto y último episodio[26] trata de una confrontación entre Jefté y los hombres de Efraín, que sigue a la batalla.
Habiendo desaparecido la amenaza exterior, los celos entre las tribus volvieron a brotar. Es muy claro que los efrateos se consideraban los líderes naturales de Israel y no estaban dispuestos a reconocer como Juez a nadie fuera de su propia tribu, mucho menos a un galaadita. Jefté tomó el mismo acercamiento básico con ellos que con los amonitas: Argumentó la justicia de su causa y luego, sin recibir respuesta, tomó el campamento. La nota resumida de 12.7 hace claras las consecuencias políticas: Las tribus del occidente del Jordán estuvieron bajo control y Jefté juzgó a todo Israel por seis años. En resumen, demostró ser un líder fuerte.
No obstante, esta no fue una guerra santa. No hubo consulta con el Señor para decidir el asunto y no hay ninguna sugerencia de que la victoria haya sido dada por Dios. De hecho, todo el episodio se presenta con un carácter tergiversado como una tribu feudal bastante esquelética que muestra cuán profunda era la división en Israel. Es una señal ominosa de las cosas por venir, especialmente en Jueces 19–21.
A diferencia de Gedeón, quien les había respondido calmadamente, Jefté convocó a los de Galaad, peleó contra Efraín y lo derrotó. Los galaaditas tomaron los vados del río Jordán y, cuando los de Efraín intentaban regresar a su tierra, eran ejecutados inmediatamente. Si tenían dudas acerca de alguien, le preguntaban: “¿Eres efrateo?”[27], si lo negaba era sometido a una prueba: pronunciar la palabra “shibolet”[28]. Si la persona pronunciaba “sibolet”, evidenciaba que era de Efraín, donde lo pronunciaban así, y era ejecutado. 42,000 de la tribu de Efraín murieron en aquella ocasión.
Por supuesto, a un nivel la historia es sencillamente un relato de cómo el Señor usó a Jefté para salvar a Israel de los amonitas. Pero los diálogos apuntan a un nivel más profundo de significado que éste. Cada diálogo es esencialmente un ejercicio en la negociación, y esto es verdad incluso del arrepentimiento de Israel y del voto de Jefté. En su nivel más profundo, la historia de Jefté es sobre las trágicas consecuencias que siguen cuando la religión degenera en un negociar con Dios. Nos muestra cuán profundamente los israelitas del tiempo de Jefté, incluyendo al mismo Jefté, habían empezado a interpretar equivocadamente su relación con Dios. Ciertamente fue solo por las grandes misericordias del Señor que no fueron abandonados a la suerte que abundantemente merecían. Jefté desempeñó el cargo de juez seis años y murió.
i. Ibsán.
Al igual que antes de Jefté, se presentan Jueces que es probable que sus hechos no tuvieron tanta relevancia. El primero de ellos es Ibsán de Belén[29], que gobernó a Israel por siete años, tenía treinta hijos y treinta hijas, a quienes casó con gente que no era parte de su clan, aunque no se dice precisamente que fueran personas paganas. Fue sepultado en Belén.
j. Elón.
El siguiente Juez era de la tribu de Zabulón y gobernó a Israel durante diez años. Al morir fue sepultado en Ayalón, en el territorio de Zabulón.
k. Abdón.
El tercer Juez de este pequeño grupo era de Piratón. Y gobernó a Israel durante ocho años. Cuando murió fue sepultado en Piratón, que está en el territorio de Efraín, en la región montañosa de los amalecitas.
l. Sansón.
La estructura de la historia de Sansón es clara. Luego que el versículo inicial ha presentado brevemente la escena, se describe en Jueces 13.2–25 el nacimiento extraordinario de Sansón. Su carrera de adulto se desarrolla luego en dos movimientos que se extienden de Jueces 14 al 16.
El primero principia cuando desciende a Timnat y culmina en la matanza de los filisteos en Ramat-leji.
El segundo principia con su ida a Gaza y culmina en la matanza de los filisteos y su propia muerte en el Templo de Dagón.
Sansón fue el último de los jueces cuyas carreras se describen en el libro, y se dedica más espacio a él que a cualquiera de los otros. De todos ellos Sansón es quien más resume el estado de Israel como un todo durante el período de los Jueces. Fue separado para Dios pero nunca pudo aceptar totalmente las condiciones de su separación. Como Israel fue tras dioses ajenos, Sansón fue tras mujeres extranjeras. Y como Israel en su desesperación clamó al Señor, así lo hizo Sansón en las dos culminaciones de la historia[30]. En Sansón vemos la lucha del Señor con Israel descarriado, enfocado en su lucha con un hombre representativo. En un sentido muy real, Sansón era Israel. Y al final, fue el Señor quien resultó victorioso. Los filisteos y su falso dios fueron derrotados, y Sansón, al fin, aceptó los términos de su destino. Es una historia trágica, pero también de victoria y esperanza. Subordinado a Dios, Sansón inició la liberación de Israel de los filisteos; David más tarde la completó[31]. Quizá no esté fuera de lugar ver a Israel, y por lo tanto a Sansón, como prefigurando a la iglesia, descarriada e impredecible, pero aún así usada por Dios.
1) El nacimiento milagroso de Sansón.
La breve introducción de Jueces 13.1 sugiere que la fe de los israelitas había alcanzado una decadencia particularmente baja de hecho; ya ni siquiera clamaban al Señor para que los salvara y el azote les vino por parte de sus vecinos del sur: los filisteos. Teniendo esto como fondo, el nacimiento de Sansón fue todavía más admirable.
Como un acto de pura gracia mostró la fuerza del compromiso de Dios con su pueblo; y como un milagro proclamó su señorío sobre la vida y la muerte. Manoa, de la tribu de Dan, tenía una mujer estéril que era como Israel, y como el Señor llevó vida a su vientre muerto, así traería vida a Israel a través de Sansón. Pero no sería sin costo, un costo del que la madre de Sansón parece estar consciente instintivamente en Jueces 13.7, el niño será nazareo[32] de Dios hasta el día de su muerte. Como el infinitamente mayor que habría de venir, este libertador cumpliría su misión al costo de su propia vida.
Un día el ángel de Adonay se le apareció, estando ella sola, y le anunció el nacimiento de un hijo. Se le prohibió tomar vino, sidra y comer cosas inmundas. El niño tampoco debería hacerlo, pues sería un nazareo como se estipulaba en Números 6.1-21. El voto de nazareato incluía abstenerse de beber licor, de comer productos de la vid, de alimentos inmundos, de acercarse a cuerpos muertos y de rasurarse el cabello. Era voluntario y temporal, pero a Sansón se le impuso de por vida y aun antes de nacer.
Manoa oró a Dios que se les apareciera el ángel otra vez para decirles qué hacer con el niño. Cuando se le apareció a la mujer de nuevo en el campo, ella corrió a buscar a su esposo. Manoa le preguntó si él era el mismo y el ángel respondió que sí; y al inquirir sobre cómo criar al niño, el ángel les repitió las reglas del nazareo.
Manoa mostró la hospitalidad que es aún común en el Oriente: ofrecer un cabrito al visitante. Comer con un visitante era un acto solemne de comunión y compañerismo. Así lo habían hecho Abraham y Gedeón[33].
Manoa ofreció el cabrito y una ofrenda de trigo, posiblemente sobre un altar de piedra. Mientras se quemaba la ofrenda, el ángel subió en la llama ante sus ojos y ellos se postraron. Manoa entendió plenamente que era el ángel de Adonay.
2) La boda de Sansón[34].
La educación de Sansón no pudo hacer del joven una persona con gran respeto por la Ley, ni templanza para resistir sus impulsos. Era voluntarioso, intempestivo y a veces con un sentido del humor un poco raro.
El capítulo 14 inicia con Sansón descendiendo a Timnat[35]. Descendió nuevamente en Jueces 14.5, seguido por su padre en Jueces 14.10. Más tarde descendió a Ascalón[36] en Jueces 14.19 y luego, finalmente, ascendió a la casa de su padre en Jueces 14.19. Así, el capítulo termina donde principió: un movimiento completo. Pero era solamente un principio, como veremos en el siguiente capítulo, donde continúa el relato de la relación de Sansón con la joven de Timnat.
El capítulo 14 está lleno de secretos:
a) Está el secreto del control con propósito de Dios de las acciones de Sansón: él buscaba un motivo contra los filisteos[37].
b) Está el secreto de lo que Sansón hizo al león[38] y de la fuente de la miel que llevó a sus padres.
c) Finalmente, está el secreto de la adivinanza[39] que se desarrolla desde los dos anteriores.
Detrás de la perplejidad de toda esta actividad, dirigiéndola hacia adelante a su meta predeterminada, estaba el Espíritu del Señor[40]. Sansón parecía decidido a acceder a sus deseos personales, sin ninguna consideración a su llamamiento como nazareo. El se profanó a sí mismo sacando miel de un cuerpo muerto[41], presumiblemente bebió vino en la fiesta[42] y fraternizó con los filisteos en lugar de tratar de salvar a Israel de ellos. Los únicos incircuncisos en la región eran los filisteos. Los demás pueblos vecinos sí practicaban la circuncisión, pues descendían de Abraham o de su familia[43]. Pero todo el tiempo Sansón estaba inconscientemente cumpliendo el propósito de Dios. Él era el instrumento escogido de Dios para la liberación de Israel y nada que hiciera podía cambiar eso.
La historia de Sansón es un estudio fascinante en la relación entre la libertad humana y la soberanía divina. Muestra al Señor haciendo que todas las cosas trabajen juntas para bien de su pueblo, aun cuando no estén en lo más mínimo conscientes de ello y a pesar de los caprichos de quien Él había escogido como instrumento. Él es hoy, aún, el mismo Dios soberano, de gracia. Todavía hace que todas las cosas trabajen juntas para el bien de su pueblo, sea que estén conscientes o no. En su siervo perfecto, Jesús, no hay ningún vestigio del capricho que vemos en Sansón[44].
Según la costumbre, Sansón hizo un banquete de bodas. Era quizá un tipo de matrimonio inferior al matrimonio normal en Israel, en el cual la esposa, una viuda o divorciada, continuaba viviendo en la casa de sus padres y el esposo la visitaba con frecuencia trayéndole presentes. Lo practicaban algunos pueblos en la región. Los treinta compañeros que los filisteos llamaron para estar con Sansón, o eran guardaespaldas para protegerlos del ataque de merodeadores buscando un fácil botín, o eran seguridad para protegerse de cualquier ataque del mismo Sansón.
El banquete duraba siete días y al final se consumaba el matrimonio. Sansón propuso una adivinanza y una apuesta. Si la resolvían, él les pagaría con sesenta vestidos. Si no la resolvían, los filisteos le pagarían a él.
Con lágrimas ella trató de obtener el secreto de Sansón, pero éste se excusó diciendo que no lo había confiado ni a sus padres. Al fin, por medio de más lágrimas, obtuvo la respuesta y la declaró a sus amigos. Así, antes de concluir el séptimo día los filisteos dieron la solución al acertijo.
Dios llenó a Sansón con su poder y en Ascalón mató a treinta hombres para pagar la apuesta. Luego, enojado y frustrado, se fue a la casa de su padre.
3) Conflicto creciente con los filisteos.
El padre de la nueva esposa de Sansón interpretó la partida violenta y airada de Sansón como evidencia de que la había abandonado, y supuestamente para salvar algo del honor de la familia la dio al “compañero” de Sansón. Para aplacar a Sansón se le ofreció la hermana menor, quien era más hermosa. El no aceptó y solo tuvo un nuevo pretexto para vengarse de los filisteos. Pero Sansón vio las cosas en forma diferente y consideró que estaba completamente justificado en tomar venganza haciendo estragos en los campos alrededor de Timnat, privando a la gente de los frutos de toda una labor de temporada. Comprensiblemente, los filisteos estaban encolerizados y no pudiendo echar mano de Sansón tomaron venganza brutal sobre su esposa y su padre. Por lo tanto, Sansón continuó con otra orgía de destrucción, esta vez destruyendo hombres en lugar de cosechas, y luego se retiró, satisfecho de haber hecho pagar cuentas a sus enemigos. Pero esta vez el curso de los acontecimientos había cobrado un impulso que no se podía detener. Los filisteos no descansarían hasta destruir al destructor, y para este fin invadieron a Judá para capturarlo. Esto colocó a los hombres de Judá en una posición difícil, pero rápidamente decidieron que Sansón debía ser sacrificado. El costo de defenderlo era demasiado grande.
Tres mil de Judá fueron a la cueva de Etán a reclamar a Sansón por causarles problemas con los filisteos. El se excusó diciendo que solo había hecho lo mismo que aquellos. Al decirle que iban para capturarlo y entregarlo, Sansón los hizo jurar que no lo matarían. Aparentemente aceptando lo inevitable, Sansón permitió que lo ataran y se prepararan para entregarlo. ¡Pero nadie estaba preparado para lo que pasó después! El Espíritu de Adonay descendió sobre Sansón con poder y la derrota se convirtió en una victoria gloriosa, si bien sangrienta, que marcó el inicio efectivo del gobierno de Sansón como Juez[45].
En un nivel, esta es una historia repulsiva de represalias y violencia siempre en ascenso, de acciones manejadas por las fuerzas obscuras de la ira, el odio y el deseo de venganza. Pero en otro nivel más fundamental, esta es una historia del poder de Dios sacando la victoria de la derrota y sometiendo a los enemigos de su pueblo. Y al final, incluso Sansón mismo reconoció que él era el siervo del Señor y que lo que había pasado había sido obra de Dios. Clamó al Señor, reconociendo su debilidad total y su dependencia en Dios, y encontró a Dios listo y dispuesto a concederle su petición. Este fue uno de sus mejores momentos y una anticipación del clímax hacia el cual se movía toda la historia de su carrera.
4) Sansón y la prostituta.
Sansón fue a Gaza, la ciudad filistea más al sur y se juntó con una prostituta. Como su fama infundía temor, lo acecharon toda la noche a la puerta de la ciudad esperando el amanecer para matarlo. Pero a medianoche, cuando tal vez ya habían descuidado la guardia, Sansón se levantó, arrancó las puertas de la ciudad con sus dos pilares y su cerrojo, y las llevó hasta la cumbre de un monte.
Con la prostituta fue simplemente un asunto de lujuria, pero con Dalila fue amor, al menos por parte de Sansón.
5) Sansón y Dalila.
El incidente con Dalila es particularmente revelador, en especial cuando Sansón al fin le descubrió todo su corazón. Sansón no estaba ignorante de su llamamiento, pero se enamoró de Dalila. Todo el tiempo había sabido que él era un nazareo y que el secreto de su fuerza residía en su relación especial con Dios, su cabello era meramente un signo de ello. Pero él nunca había sido capaz de aceptar por completo las condiciones de su estado de separación. Secretamente había querido siempre ser como los otros hombres y gozar de los placeres que ellos disfrutaban. En Dalila, él vio una oportunidad, quizá su última, de tener la felicidad que siempre había querido. Los príncipes de las cinco ciudades filisteas le ofrecieron pagarle mucho dinero para que averiguara la fuente de su gran fuerza y cómo podrían amarrarlo y dominarlo. Ella procedió a cumplir con su misión y le preguntó a Sansón cómo podrían dominarlo. El la engañó diciéndole que con siete juncos verdes. Cuando ella lo amarró con siete juncos verdes, y le gritó que los filisteos lo atacaban, Sansón rompió los juncos con facilidad. Intentó de nuevo y él la engañó diciéndole que con cuerdas nuevas. Cuando ella trató con cuerdas nuevas, de nuevo Sansón las rompió. Al insistir ella, él la engañó por tercera vez diciéndole que tejiera siete mechones de su largo pelo con tela, y las clavara al suelo con una estaca. Sansón logró zafarse otra vez. Dalila le suplicó con lágrimas, acusándolo de que no la amaba y de que la había engañado. Sus lágrimas suavizaron a aquel hombre fuerte, como lo había hecho ya antes la mujer de Timnat. Sansón fue seducido y le descubrió el secreto de su voto de nazareo.
Al ceder a su petición, virtualmente Sansón estaba invitando a Dalila a relevarlo de su nazareato; a convertirlo en el hombre ordinario que siempre había deseado ser. Pero, paradójicamente, el efecto de esto fue sencillamente quitarlo violentamente de donde había querido estar y colocarlo de vuelta a la vanguardia del conflicto con los filisteos. El Señor se apartó de Sansón solamente lo suficiente para que se lograra esto. El último versículo del pasaje: “…en cuanto le cortaron el cabello, le comenzó a crecer de nuevo”[46], apunta claramente a lo que estaba por venir. Sansón pudo haber deseado ser como otros hombres, pero el Señor no se lo permitiría, como tampoco a Israel ser como otras naciones. La lucha de Sansón contra su llamamiento era como la lucha de Israel como un pueblo.
6) Muerte y triunfo en Gaza.
La historia de Sansón alcanza un clímax sorprendente en esta escena final, al igual que toda la sección central del libro. El problema fundamental con los israelitas a través de todo el período de los Jueces, había sido su atracción fatal a otros dioses. La gran contribución de Sansón al propósito de Dios fue demostrar, aunque solamente en su muerte, la supremacía total del Señor y la absoluta ineficacia de otros dioses. En esto, la proeza de Sansón no es diferente de la de Elías en el monte Carmelo[47].
Hay una gran ironía en la afirmación repetida de que su dios había entregado a Sansón en sus manos, porque en realidad fue el Señor quien lo había hecho, precisamente para causar su caída. Hay una gran tristeza en la oración de Sansón en Jueces 16.28. Antes había pedido vida; ahora pedía muerte. Aun en la muerte, sus motivos no fueron puros; buscaba venganza personal más que la gloria de Dios. Pero al menos hizo al fin aquello para lo cual había sido apartado y la victoria fue incuestionablemente del Señor. Habría más batallas notables con los filisteos en el futuro, pero el reconocimiento de que solo el Señor es Dios fue el fundamento sobre el cual se edificaría la liberación futura de Israel. Sansón ciertamente efectuó un principio significativo.
La historia de Sansón, por lo tanto, termina donde comenzó, con Sansón siendo llevado a su casa y sepultado por su familia doliente. Al menos ellos pudieron tener consuelo del hecho de que su muerte no había sido en vano, aunque indudablemente nosotros estamos en mejor posición para apreciarlo. A pesar de todos sus fracasos, él fue un precursor de Jesús, quien por su muerte humilló a nuestro gran enemigo y puso el fundamento para una liberación que todavía estaba por revelarse en toda su plenitud.
[1] Havot-jaér significa “los poblados de Jaír”.
[2] Camón estaba en el territorio de Jaír, a unos 24 kilómetros al este del río Jordán.
[3] Jueces 10.6.
[4] Filistea es hoy la famosa franja de Gaza y Amón una parte de la actual Jordania. Los filisteos eran un pueblo que llegó de las islas del Mar Mediterráneo, unos treinta años después que Israel entró a Canaán, y habitaron en las ciudades de Gaza, Ascalón, Asdod, Ecrón y Gat.
[5] Jueces 8.30-31.
[6] Jueces 10.6-16.
[7] Jueces 11.7.
[8] Mizpa o “atalaya” era un nombre común, pero esta Mizpa en particular, en Galaad, es de ubicación desconocida.
[9] Jueces 11.11.
[10] Jueces 11.12-28.
[11] Jueces 11.29-38.
[12] El Arnón y el Jaboc eran dos arroyos o valles sobre el lado oriental del río Jordán. Entre ellos quedaba cercado gran parte de Galaad.
[13] Números 21.21–31.
[14] Jueces 11.34-38.
[15] Los votos, como tales, no son raros (Números 30; Salmos 22.25; Eclesiastés 5.4-5).
[16] Jueces 11.31. BL95
[17] Ibid.
[18] BAD.
[19] CAB
[20] JER
[21] NC
[22] NBLH
[23] NM
[24] RV
[25] Septuaginta
[26] Jueces 12.1-7.
[27] Jueces 12.5. NBLH
[28] El significado de esta palabra no es claro, pero de todas maneras no tiene importancia, sino lo que hacían sus enemigos.
[29] Posiblemente Belén de Zabulón.
[30] Jueces 15.18; 16.28.
[31] 2 Samuel 8.1.
[32] Nazareo viene del hebreo “nazar” que significa “separar, consagrar”. Un nazareo era una persona que se había consagrado al Señor, tomando un voto especial (Números 6). Esos votos eran normalmente voluntarios y solamente por un período de tiempo. Sin embargo, Sansón fue hecho un nazareo de por vida por Dios, aún antes de nacer.
[33] Génesis 18.3-8; Jueces 6.17-23.
[34] El matrimonio de Sansón parece haber sido de acuerdo con la costumbre filistea, en la cual la novia permanecía con su propia familia y allí era visitada por su esposo. Los niños del matrimonio pertenecerían a la familia de la novia.
[35] Se desconoce la localización exacta de Timnat, pero estaba en la frontera de Judá-Dan (Josué 15.10; 19.43) y en este tiempo estaba bajo el control de los filisteos.
[36] Ascalón estaba a 37 kilómetros al sudoeste, sobre la costa.
[37] Jueces 14.4.
[38] Jueces 14.6.
[39] Jueces 14.14.
[40] Jueces 13.25; 14.6, 19.
[41] Números 6.6.
[42] Números 6.3.
[43] Los moabitas y los amonitas descendían de Lot; los edomitas descendían de Esaú, Edom, nieto de Abraham; los madianitas descendían de Madián, hijo de Abraham y Cetura. Entre éstos era un rito de iniciación a la pubertad o prematrimonial. En Egipto lo practicaban los sacerdotes y altos oficiales del gobierno. Solo en Israel era la circuncisión el símbolo del pacto entre Adonay y su pueblo.
[44] Romanos 5.6–8; 8.28.
[45] Jueces 14-16.
[46] Jueces 16.22. NBLH
[47] 1 Reyes 18.16–40.