VI. La Creación: Es un acto del
libre albedrío de Dios por el cual hizo todo el universo para su propia gloria,
valiéndose únicamente de Su Palabra para hacer tanto la creación inmaterial
como la material[1].
A. La Creación Inmaterial.
Aunque en Génesis 1 y 2 encontramos el relato de la creación material, antes de esta ya había tenido lugar la creación inmaterial, tal como dice Pablo: “…porque por medio de él fueron creadas todas las cosas en el cielo y en la tierra, visibles e invisibles, sean tronos, poderes, principados o autoridades: todo ha sido creado por medio de él y para él”[2].
La creación la realizó el Dios Trino. Se le atribuye al Padre[3], al Hijo[4] y al Espíritu Santo[5], sin hacer distinción entre lo creado por cada Persona de la Deidad, descartándose tanto el dualismo de la filosofía clásica de los griegos como el materialismo absoluto. El primero enseña que las fuerzas del bien y del mal son eternas y que el espíritu refleja el bien mientras la materia refleja el mal. El materialismo absoluto, en cambio, enseña que la materia es eterna y que la historia es determinada por las leyes del desarrollo material. El primer versículo de la Biblia contradice ambas filosofías al decir: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”[6]. De igual manera, la doctrina bíblica de la creación descarta el panteísmo. El universo no es una manifestación externa de Dios mismo, sino la obra de sus manos, y como tal, completamente distinta de la esencia divina.
Antes del “principio” no existía ninguna cosa material, ni existía el tiempo mismo. Solamente existía Dios, pero antes de que Dios se dispusiera a hacer la creación material, hizo la creación inmaterial en algún momento de la eternidad. Esta creación inmaterial estaba conformada por los querubines, serafines, un arcángel y los ángeles; más adelante se sumaron los demonios, que no son una creación de Dios, sino los ángeles rebeldes.
1. Querubines.
Queroubim, ceroubivm, es el plural de queroub. Los términos en castellano “querubín” y “querubines” son equivocados, ya que “querubín” es la forma plural; el término singular es “querub”. En buen uso, el plural de “querub” en español debe ser “querubes” o bien la transcripción “querubim”.
Los querubines de la Biblia no son dioses ni reciben adoración; son seres celestiales que sirven a Dios. En Edén guardan “el acceso al árbol de la vida”[7]. Simbólicamente, guardaban los objetos sagrados en el Tabernáculo, pues sobre la cubierta del arca del pacto se colocaron dos figuras de querubines cubiertas con oro. Las alas de estos querubines cubrían el propiciatorio, que era el trono al que Dios descendía en una nube de gloria[8].
En la poesía israelita los querubines rodean o sostienen el trono de Dios[9]. En Ezequiel 10 el trono de Dios es llevado por querubines. En otra figura poética, Adonay cabalga sobre un querubín[10].
El templo de Salomón se decoró con muchas lujosas representaciones de querubines[11]. Dos de ellos, hechos de olivo y cubiertos de oro, tenían 5 metros de altura.
Algunos consideraban a los querubim como los representantes ideales de la creación animada salvada. En el Tabernáculo y en el Templo estaban representados por las dos figuras de oro de dos seres vivientes alados. Constituían una sola pieza con la cubierta de oro del Arca del Pacto en el Lugar Santísimo, significando que las expectativas de las criaturas redimidas y glorificadas iban juntas con el sacrificio de Cristo. Por eso mismo ello indicaría que lo que representan es seres humanos liberados y unidos a Cristo, unión esta vista, de manera figurada, como procediendo del Propiciatorio. Sus rostros estaban dirigidos hacia este Propiciatorio, sugiriendo ello una conciencia del medio por el que se ha procurado la unión con Cristo. La primera referencia a los querubim se encuentra en Génesis 3.24, que debería traducirse “al este del huerto de Edén, Él hizo morar un tabernáculo de querubim, y la espada flamígera que giraba a uno y otro lado para impedir el paso al árbol de la vida”. Esto no era solo para mantener afuera a los hombres caídos; la presencia de los querubim sugiere que los hombres redimidos, restaurados a Dios bajo las condiciones divinas, tendrían acceso al árbol de la vida[12]. Ciertas otras referencias del Antiguo Testamento dan una clara indicación de que en ocasiones lo que se tiene a la vista son seres angélicos[13]. Lo mismo sucede con la visión de los querubim en Ezequiel 10.1-20; 11.22. En el Nuevo Testamento se encuentra este término en Hebreos 9.5, donde se hace referencia al Arca en el Tabernáculo, y se sugiere que se trata de aquellos que ministran para la manifestación de la gloria de Dios. Por ello, es posible llegar a la conclusión de que, por cuanto en el pasado y en el presente los seres angelicales han actuado y actúan administrativamente en el servicio de Dios, y que el hombre redimido ha de actuar administrativamente en el futuro en comunión con Él, los querubim en las Escrituras representan a uno u otro de estos dos grupos de seres creados en conformidad a lo que se expone en los varios pasajes con ellos relacionados.
El Antiguo Testamento no describe claramente a los querubines, pero Ezequiel los vio en sus visiones con cuatro caras y cuatro alas cada uno, acompañados por muchas ruedas[14].
Estos ángeles ocupan un lugar privilegiado en toda la corte celestial, ya que están más cerca de Dios y atienden a su servicio inmediato. Los primeros están junto al trono divino, lo sostienen y lo arrastran o transportan[15]. En este mismo sentido hay que entender los textos en que se dice que Dios está sentado sobre los querubines o cabalga sobre ellos[16].
Iconográficamente se les representaba con las alas desplegadas, bien sobre el arca de la alianza, bien sobre las paredes y la puerta del templo[17].
2. Serafines.
Los serafines, etimológicamente significan “espíritus ardientes”, solo se recuerdan en la visión inaugural de Isaías 6.2-7, mientras que rodean el trono de Adonay y cantan su santidad y su gloria. Están dotados de seis alas: Dos para volar, dos para taparse el rostro, dos para cubrirse los pies. Uno de ellos fue el que purificó los labios del profeta con un carbón encendido, para que purificado de todo pecado pudiera anunciar la palabra de Dios. Son los guardianes de la santidad. En los versículos antes escritos, vemos a los serafines en una actitud de humildad, que limpian al profeta mesiánico de su inmundicia. Su actividad está centrada en la santidad y no en juicios ni en poder.
Se caracterizan por el ardor con el que aman las cosas divinas y por elevar a Dios los espíritus de menor jerarquía. Son la vibración primordial del amor. Pertenecen al orden más alto de la jerarquía más elevada. Son los que cantan sin cesar la música de las esferas y regulan el movimiento de los cielos. La captación de energía que poseen es muy elevada.
Según algunas versiones, el nombre deriva de la palabra “ser” que significa “yo soy” y el hebreo “rapha” que significa “sanador”. Son los ángeles del amor, de la luz y del fuego, que rodean el trono de Dios y están en constante alabanza. Según la Biblia, el profeta Isaías vio serafines durante una visión. Se les asocia con el ardor y la pureza y dentro de la jerarquía celestial ocupan la suprema posición, ya que ellos no están hechos a imagen y semejanza de Dios, sino que son parte o esencia de Él.
La iconografía cristiana representa a los serafines como seres alados como todos los ángeles, pero éstos tienen la peculiaridad de poseer tres pares de alas. Según el cristianismo, los serafines son los seres más bellos del universo, y a eso se debe que su primer par de alas tape su rostro, pues solo Dios tiene derecho a contemplar tanta belleza. Con el segundo par de alas vuelan y el tercero cubre sus pies, pues simbolizan así la eterna humildad y amor debido sólo a Dios. En la del judaísmo, se les compara con serpientes doradas con seis alas que tienen el poder de sanar.
3. Arcángel.
En la Biblia hay solo dos menciones de un arcángel. La primera es en 1 de Tesalonicenses 4.16, y la segunda es Judas 9. El único arcángel que se nombra es Miguel. Él comanda a los ángeles[18], y es el príncipe de su pueblo Israel[19].
En la antigüedad bíblica los ángeles no se distinguían por la naturaleza de las misiones que se les confiaban. Así, al lado de los ángeles enviados para obras buenas, encontramos al ángel exterminador que trae la ruina a las casas de los egipcios[20], al ángel que siembra la peste en medio de Israel[21] y que destruye el ejército de Senaquerib[22], mientras que en el libro de Job, Satanás sigue formando parte de la corte celestial[23]. Pero a continuación, a partir del destierro en Babilonia y cada vez más en los tiempos sucesivos, por influencia y en reacción contra el sincretismo babilonio, no solo se lleva a cabo una clara distinción entre ángeles buenos y malos, sino que se afina incluso en su concepción, precisando sus tareas y multiplicando su número. Por un lado, se quiere exaltar la trascendencia del Dios invisible e inefable; por otro, poner de relieve su gloria y su poder, que se manifiestan tanto en el mayor número de ángeles como en la multiplicidad de los encargos que se les hace.
En este sentido resulta particularmente significativa la angelología del libro de Daniel, en donde hay una alusión a los “millones de millones” de seres celestiales que rodean el trono de Dios[24], se conocen también algunos ángeles que presiden los destinos de las naciones[25]. Se dan igualmente los nombres de dos de los ángeles: Gabriel y Miguel. El uno revela al profeta el significado de sus visiones[26], lo mismo que había hecho un ángel anónimo con los profetas Ezequiel[27] y Zacarías[28], y como será luego habitual en toda la literatura apocalíptica, incluida la del Nuevo Testamento. El otro se presenta como “uno de los primeros príncipes”[29] y como “vuestro príncipe”, el príncipe absoluto de Israel, “que hace guardia sobre los hijos de tu pueblo”[30].
El nombre Miguel quiere decir: ¿Quién como Dios? Es decir: ¿Quién es tan grande, tan amable y justo como Dios? También se le llama “vuestro príncipe” en Daniel 10.21 y “principal príncipe” en Daniel 10.13. Posiblemente sea el mismo “príncipe” de Daniel 8.11. Conociendo el significado de su nombre tal vez nos preguntemos: ¿quién es Miguel?, ¿de qué o de quién nos protege?, ¿cuál es su misión?
Ya desde el Antiguo Testamento aparece como el gran defensor del pueblo de Dios y su poderosa defensa continúa en el Nuevo Testamento. Es representado como el ángel guerrero, el conquistador de Lucifer, poniendo su pie sobre el enemigo infernal, amenazándole con su espada o traspasándolo con su lanza. Es reconocido como guardián de los cristianos y como protector contra los poderes diabólicos.
a. En el Antiguo Testamento:
En el libro del Éxodo 23.20, el Señor dijo a los Israelitas: “Enviaré un ángel delante ti, para que te guarde en el camino y te conduzca al lugar que te he preparado”[31]. En el libro de Daniel, Dios envía a Miguel para asegurarle a Daniel su protección[32] y guiar al pueblo de Israel por el desierto.
b. En el Nuevo Testamento:
En Judas 9, se observa a Miguel altercando con el diablo y disputándose el cuerpo de Moisés, que había muerto. En obediencia al mandato de Dios, Miguel escondió la tumba de Moisés, ya que la gente y también Satanás querían exponerla para llevar a los israelitas al pecado de idolatría.
En el Nuevo Testamento el papel de Miguel es muy importante pues continúa su poderosa defensa, ya que junto a los ángeles, libra la batalla victoriosa contra Satanás y los ángeles rebeldes, los cuales son arrojados del cielo: “Después de esto se libró en el cielo una gran batalla. Miguel, y los ángeles a sus órdenes, combatieron al dragón, que luchaba asistido por sus propias huestes de ángeles; pero estos fueron vencidos y expulsados definitivamente del cielo. Y aquel gran dragón, aquella serpiente antigua llamada diablo y Satanás, la cual engaña al mundo entero, fue arrojado a la tierra junto con todo su ejército de ángeles. Oí entonces una voz poderosa que proclamaba en el cielo: "¡Ahora ha llegado la salvación y el poder, el reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo; porque el acusador de nuestros hermanos, el que día y noche los acusaba delante de nuestro Dios, ha sido expulsado del cielo! Ellos lo vencieron por la sangre del Cordero y por el testimonio que dieron despreciando su propia vida hasta la muerte. Por todo ello alegraos, cielos; y alegraos, los que habitáis en los cielos. Pero ¡ay de la tierra y del mar, porque el diablo ha bajado contra vosotros rebosante de ira, porque sabe que le queda poco tiempo!”[33].
4. Ángeles.
Ángel, del griego aggelos, significa mensajero y las Escrituras dan mucha información acerca de ellos. Los ángeles no han existido siempre, ellos fueron formados por Dios[34]. La Biblia expresa que son parte de la creación de Él: “Y dijo Esdrás: «Tú eres el mismo Señor solo; tú hiciste el cielo y el cielo del cielo y toda la milicia de ellos, la tierra y todo cuanto hay en ella, los mares y todo lo de ellos; y tú vivificas todo y a ti adoran los ejércitos de los cielos”[35]; “Alabadle, vosotros todos sus ángeles; alabadle, vosotros todos sus ejércitos”[36]; “porque en él fueron creadas todas las cosas en el cielo y en la tierra, el universo visible y el invisible, Tronos, Gobiernos, Autoridades, Poderes. Todo fue hecho por medio de él y para él”[37].
En la Biblia no se especifica el tiempo en que los ángeles fueron creados. No hay ninguna referencia de esto. Podría ser que hayan sido creados enseguida de la creación de los cielos y antes de la formación de la tierra, ya que en Job 38.4-7 dice: “¿Dónde estabas cuando puse las bases de la tierra? ¡Dímelo, si de veras sabes tanto! ¡Seguramente sabes quién estableció sus dimensiones y quién tendió sobre ella la cinta de medir! ¿Sobre qué están puestos sus cimientos, o quién puso su piedra angular mientras cantaban a coro las estrellas matutinas y todos los ángeles gritaban de alegría?”[38] Pero aunque son creados, son inmortales: “Además ya no pueden morir, sino que son como ángeles”[39].
La Biblia afirma que los creyentes en Cristo serán como los ángeles, pero no afirma que serán ángeles, cosa muy diferente. De acuerdo a las Escrituras, los fieles de Dios juzgarán a los ángeles[40]. Los “millares y millares de ángeles” se diferencian de “los espíritus de los justos que han llegado a la perfección”[41].
Los ángeles son sumamente sabios en conocimiento, mucho más que los hombres, pero no son omniscientes. En 2 de Samuel dice: “Pero él me calumnió ante mi señor, el rey. Sin embargo, tú eres como un ángel de Dios: trátame entonces como mejor te parezca”[42], mientras que Cristo comenta: “En cuanto al d a aquel y la hora, nadie lo sabe, ni los ángeles de los cielos, ni el Hijo, sino el Padre solo”[43].
Los ángeles son más poderosos que cualquier ser humano. En el Antiguo Testamento se da luz al respecto: “Bendecid al SEÑOR, vosotros sus ángeles, poderosos en fortaleza, que ejecutáis su mandato, obedeciendo la voz de su palabra”[44]. Y en el Nuevo Testamento: “Cuando los ángeles, aun siendo superiores en fuerza y poder, no profieren ante el Señor un juicio injurioso contra ellas”[45]; “Pero que El les dé alivio a ustedes que son afligidos, y también a nosotros, cuando el Señor Jesús sea revelado desde el cielo con Sus poderosos ángeles en llama de fuego, dando castigo a los que no conocen a Dios, y a los que no obedecen al evangelio (las buenas nuevas) de nuestro Señor Jesús”[46].
En la Biblia están descritos actos poderoso hecho por los ángeles, como la liberación de los apóstoles de la prisión[47], y en el retiro de la piedra de la tumba de Cristo. Es evidente, el tremendo poder que los ángeles poseen. En el Antiguo Testamento se enseña que un solo ángel dio cuenta de ciento ochenta y cinco mil solados en una noche[48].
Además, son innumerables: “Luego miré, y oí la voz de muchos ángeles que estaban alrededor del trono, de los seres vivientes y de los ancianos. El número de ellos era millares de millares y millones de millones”[49] y el salmista dice: “Los carruajes de Elohim son miles de millones; YAHWEH está entre ellos como en Sinaí, en su Kedushah”[50], e invisibles: “Cuando iba, se encendió la ira de Adonay y el Ángel de Adonay se puso en el camino para estorbarle. El montaba la burra y sus dos muchachos iban con él. La burra vio al Ángel de Adonay plantado en el camino, la espada desenvainada en la mano. La burra se apartó del camino y se fue a campo traviesa. Balaam pegó a la burra para hacerla volver al camino. Pero el Ángel de Adonay se puso en un sendero entre las viñas, con una pared a un lado y otra a otro. Al ver la burra al Ángel de Adonay, se arrimó a la pared y raspó el pie de Balaam contra la pared. Él le pegó otra vez. Volvió el Ángel de Adonay a cambiar de sitio, y se puso en un paso estrecho, donde no había espacio para apartarse ni a la derecha ni a la izquierda. Vio la burra al Ángel de Adonay y se echó con Balaam encima. Balaam se enfureció y pegó a la burra con un palo. Entonces Adonay abrió la boca de la burra, que dijo a Balaam: "¿qué te he hecho yo para que me pegues con ésta ya tres veces?" Respondió Balaam a la burra: "Porque te has burlado de mí. Ojalá tuviera una espada en la mano; ahora mismo te mataba." Respondió la burra a Balaam: "¿No soy yo tu burra, y me has montado desde siempre hasta el día de hoy? ¿Acaso acostumbro a portarme así contigo?" Respondió él: "No." Entonces abrió Adonay los ojos de Balaam, que vio al Ángel de Adonay, de pie en el camino, la espada desenvainada en la mano; y se inclinó y postró rostro en tierra”[51].
Los ángeles cumplen la voluntad de Dios[52], y cumplen un ministerio para los creyentes: Ellos guían[53], protegen[54], y reconfortan[55].
Los únicos ángeles mencionados por su nombre en la Biblia son Gabriel[56], Miguel[57], que ya vimos que es el jefe de los ángeles, y Lucifer[58]. Miguel siempre se menciona en un contexto de batalla[59] y Gabriel como mensajero divino[60]. Desde luego, Lucifer o Satanás es el que se opone a Dios y es enemigo del hombre.
a. Los ángeles en el Antiguo Testamento.
Aparte quizá del Ángel del Señor, el ejecutor o, incluso, la manifestación de Adonay, los ángeles son seres espirituales separados de Dios, más, a menos que hayan caído; de incuestionable integridad, buena voluntad y obediencia a Él[61]. Los ángeles pueden aparecérseles a los hombres como portadores de mandamientos y noticias específicos de parte de Dios[62]. En casos específicos pueden socorrer a los siervos mortales de Dios que padecen necesidad[63]. Pueden encargarse de realizar misiones de ayuda militar[64] o, menos frecuentemente, encargarse de la acción hostil directa[65] contra Israel. Los hombres de Sodoma[66] o cualquier otro obrador del mal pueden ser castigados por ellos. Su capacidad bélica, que está implícita en Génesis 321; 1 Reyes 22.19, se deja ver en forma más específica en Josué 5.13–15; 2 Reyes 6.17: De aquí el título familiar de la deidad, Adonay Dios de los ejércitos.
En épocas primitivas el hombre asociaba a los ángeles con las estrellas. Esto dio lugar a uno de los pensamientos poéticos de Job, donde los ángeles son también testigos de la creación[67]. El asna de Balaam tiene más conciencia de la presencia del ángel del Señor que su codicioso y enceguecido amo, que se merece el reproche divino[68]. Muy familiares resultan las conversiones de los ángeles con Abraham[69] o en la escalera de Jacob[70]. Ángeles guardianes individuales aparecen probablemente en el Salmos 91.11; algunos disciernen al ángel de la muerte en Job 33.23. Estas ideas, rudimentarias en el Antiguo Testamento, se vuelven fuertes principios especulativos en la literatura rabínica no inspirada. La expresión “hijos de Dios” significa simplemente ángeles y la descendencia que entraña es mental o espiritual, no física. Los seres a que así se alude pueden ser claramente ángeles buenos[71], posiblemente ángeles buenos[72]. Otro término especial es “seres santos”, “santos”, “santos ángeles”[73]. Este último término tal vez sea ligeramente técnico, porque puede ser usado aun en un contexto de crítica potencial[74].
En los libros post exílicos, el ángel adquiere incuestionablemente firmeza y perfil propios. El “varón” que actúa como guía de Ezequiel, divinamente designado para mostrarle el Templo ideal, es un concepto intermedio[75]; su contraparte se transforma explícitamente en Zacarías 1–6 en un ángel que interpreta. El ministerio intercesor a favor de Israel en Zacarías 1.12 requiere mención especial. Si se tiene presente que en ese contexto “santos” significa “ángeles” las últimas palabras de Zacarías 14.5 constituyen lectura interesante a la luz de las predicciones sinópticas de la segunda venida.
La angelología del Antiguo Testamento alcanza su mayor desarrollo en Daniel, el “Revelación judaico” más antiguo. Aquí los ángeles primeramente reciben nombres propios, y adquieren una especie de personalidad. Gabriel le explica muchas cosas a Daniel, en forma muy semejante al visitante divino de Zacarías[76]. En ambos libros el ángel es el fluido portavoz de Dios, a quien también se puede interrogar; pero el Gabriel de Daniel está más desarrollado y es más convincente. Miguel tiene una función especial como ángel guardián de Israel[77], y otras naciones están equipadas en forma semejante[78]. Esto se hizo un lugar común entre los rabinos. Hay una visión pasajera de los lugares celestiales, donde hay incontables legiones de ángeles alrededor del trono[79].
b. Los ángeles en el ministerio de Jesús.
Los ángeles con su presencia marcan los momentos más destacados de la vida y del destino de Jesús. En los evangelios de la infancia, el ángel del Señor se aparece en varias ocasiones en sueños a José para aconsejarle y dirigirlo[80]. También el nacimiento de Juan Bautista es revelado antes de la hora a su padre Zacarías por un ángel del Señor[81], Gabriel[82], el mismo que seis meses más tarde fue enviado a María, en Nazaret[83]. El ángel del Señor se aparece también a los pastores en la noche de Belén para anunciar la gran alegría del nacimiento del Salvador, seguido por “muchos ángeles aparecieron en el cielo y alababan a Dios cantando”[84].
Durante su ministerio público, Jesús se mantiene en continua y estrecha relación con los ángeles de Dios, que suben y bajan sobre él[85], le atienden en la soledad del desierto[86], lo confortan en la agonía de Getsemaní[87], están siempre a su disposición[88] y proclaman su resurrección[89]. Jesús, a su vez, habla de ellos como de seres vivos y reales, inmunes de las exigencias de la naturaleza humana[90] y que velan por el destino de los hombres[91]; como de seres que participan de la gloria de Dios y se alegran de su gozo[92]. En su encarnación el Hijo de Dios se hizo inferior a los ángeles[93], pero en su resurrección fue colocado por encima de todos los seres celestiales[94], que de hecho lo adoran[95] y lo reconocen como Señor[96], ya que han sido creados en él y para él[97]. También ellos ignoran el día de su vuelta para el juicio final[98], pero serán sus ejecutores[99], lo precederán y lo acompañarán[100], reunirán a los elegidos de los cuatro ángulos de la tierra[101] y arrojarán lejos, al “horno ardiente”, a todos los agentes de la iniquidad[102].
c. Los ángeles en la vida de la Iglesia.
La Iglesia hereda de Israel la fe en la existencia de los ángeles y la mantiene con sencillez, mostrando hacia ellos la misma estima, pero sin caer en especulaciones fantásticas, típicas de gran parte de la literatura del judaísmo tardío. El Nuevo Testamento, como acabamos de ver, insiste en subrayar su relación de inferioridad y de sumisión a Cristo y hasta a la Iglesia misma, que es su cuerpo[103]. Contra los que identificaban en los ángeles a los rectores supremos del mundo a través del gobierno de sus elementos[104] condena vigorosamente el culto excesivo que se les tributaba[105]. Sin embargo, se reconoce ampliamente la función de los ángeles, sobre todo en relación con la difusión de la Palabra de Dios. Los Hechos nos ofrecen un válido testimonio de esta creencia. Dos ángeles con vestidura humana revelan a los once que “Este Jesús que les ha sido quitado y fue elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir”[106].
Un ángel del Señor libera a los apóstoles de la cárcel[107], invita al diácono Felipe a seguir el camino de Gaza para unirse al eunuco de la reina Candace[108], se le aparece al centurión Cornelio y le indica el camino de la salvación[109], se le aparece también a Pablo en viaje hacia Roma y le asegura que se librará del naufragio junto con todos sus compañeros de viaje[110]. Según el Revelación, los ángeles presentan a Dios las oraciones de los santos[111], protegen a la Iglesia y, junto con su jefe Miguel, combaten por su salvación[112]. Finalmente, vale la pena señalar que los ángeles están también junto a los justos para introducirlos en el paraíso[113], pero ya en la tierra asisten a sus asambleas de la Iglesia[114] y desde el cielo contemplan las luchas sostenidas por los predicadores del Evangelio[115].
Hay ángeles buenos[116] y los hay malos[117]. Los ángeles caídos son los que se rebelaron contra Dios y se tornaron malvados. Satanás es el principal de estos[118].
5. Demonios.
a. Satanás.
Satanás o Satán es el término por el que las religiones abrahámicas designan a una entidad inmaterial que representa la encarnación suprema del mal. En las religiones judía, cristiana y musulmana es llamado el Príncipe de los Demonios o Príncipe de las Tinieblas.
Satanás es una palabra latina satâna, que proviene del arameo שטנא, shatán y significa “adversario, enemigo, acusador”. Probablemente el nombre proviene de la traducción griega del término bíblico hebreo ha-shatán, entidad mencionada como un espía errante de Dios sobre la Tierra. La raíz shtn significa “impedir, hostigar, oponerse”, y el sentido primario de shatán es simplemente “enemigo”, “adversario”[119]. Este vocablo aparece 24 veces en el Antiguo Testamento. La mayoría de ellas se refiere a la lucha cósmica en el mundo invisible entre Dios y las fuerzas de las tinieblas.
En el libro de los Números se llama shatán, al mensajero-ángel que Adonay envía para impedir que el vidente Balaam maldiga al pueblo de Israel[120].
El término shatán entra después en la vida jurídica israelita, y alcanza el sentido de “acusador delante del tribunal”[121] y el término shitna, derivado de la misma raíz, es la “acusación”.
Su equivalente en griego es diábolos, procedente del verbo dia-ballö, y posee un significado semejante de “oposición” o “enfrentamiento”.
En principio, conviene aclarar que el judaísmo no identificaba a Satanás con el demonio Lucifer sino con el demonio Azazel. En los documentos no canónicos del Antiguo Testamento, Satán es llamado frecuentemente Belial.
En los dos primeros capítulos de Job leemos que Satanás se presentó ante Dios entre “los hijos de Dios”. Se afirma a veces que en tales pasajes no se considera a Satanás como un ser particularmente malo, sino simplemente como uno más entre las huestes celestiales. Desde luego, en ese momento la teología hebrea no tenía aun la doctrina acerca de Satanás plenamente elaborada pero, por lo pronto, sus actividades son negativas para Job.
Un Satán incitando al pecado y buscando el mal del hombre aparece en todo el Antiguo Testamento como vemos en 1 Crónicas 21.1. Se ubica a la diestra de Josué, el sumo sacerdote, “para acusarle”, atrayendo así la reprensión del Señor[122]. El salmista piensa que es una calamidad tener a Satanás ubicado a la mano derecha[123]. Ya en los Evangelios se le otorga al término un carácter personal como enemigo de Cristo, especialmente en los relatos de las tentaciones[124] y las liberaciones de demonios llevadas a cabo por Jesús[125]. Queda así fijada la figura del Maligno para la doctrina cristiana. También se menciona en Job 1.6-9, 1.12 y en varios otros versículos.
Como una mejor definición del oponente de Dios, puede encontrarse en la Biblia la identificación de Satanás con Belial[126] o Belcebú[127].
En el Nuevo Testamento, en cambio, Satanás y Lucifer aparecen amalgamados en la figura del Diablo. No puede deducirse claramente la relación entre el Maligno y la famosa Bestia del Revelación de Juan.
1) El origen de Satanás.
Satanás fue originalmente creado por Dios: “Todas las cosas por él fueron hechas y sin él nada de lo que es hecho, fue hecho”[128]. “Porque en él fueron creadas todas las cosas en el cielo y sobre la tierra, las visibles y las invisibles, ya tronos, ya dominaciones, ya principados, ya potestades: todo fue creado por él y para él”[129].
Pero debemos aclarar que Dios no creó el mal. Lucifer era un ser especial, casi perfecto, si tomamos el pasaje de Ezequiel 28.15 en referencia a él y no al rey de Tiro, que es a quien está dirigida esta profecía.
2) La posición anterior de Satanás.
Cuando Satanás fue creado, era un ángel de Dios. Posiblemente era integrante de la clase de los querubines, santo, sabio, hermoso, y perfecto, y es posible que fuera el líder entre los querubines por lo que es llamado “guardián” o querubín “protector”. Su nombre era originalmente Lucero que significa “portador de la luz”[130], si tomamos la posición de los que creen que esta profecía para el rey de Babilonia se refiere a Satanás. Fue ataviado con piedras preciosas engarzadas en oro[131]. Le fue dada una posición en la montaña sagrada de Dios y aparentemente guiaba la adoración[132].
¡Qué brillante, y hermoso cuadro de Satanás en su posición original es dado en la Palabra de Dios! Es descrito como una gema de piedras preciosas. Pero una gema no tiene luz por sí misma. No es hermosa en un cuarto oscuro. Su belleza reside en su habilidad para reflejar la luz del exterior. Cuando Dios creó a Lucifer, lo hizo con la capacidad de reflejar la gloria de Dios a un mayor grado que cualquier otro ser creado. Dios era la luz que hacía a Lucifer radiar belleza.
3) La caída de Satanás.
Pero Satanás no retuvo su gloriosa posición. Algunos han querido ver en la Biblia lo que parece describir su rebelión y caída en la profecía contra el rey de Babilonia: “¡Cómo has caído del cielo, Oh lucero de la mañana, hijo de la aurora! Has sido derribado por tierra, Tú que debilitabas a las naciones. Pero tú dijiste en tu corazón: “Subiré al cielo, Por encima de las estrellas de Dios levantaré mi trono, Y me sentaré en el monte de la asamblea, En el extremo norte. Subiré sobre las alturas de las nubes, Me haré semejante al Altísimo”. Sin embargo, serás derribado al Seol, A lo más remoto del abismo.”[133] Y en la profecía contra el rey de Tiro: “Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura; Corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor. Te arrojé en tierra, Te puse delante de los reyes, Para que vieran en ti un ejemplo”[134]
Si tomamos estos versículos como base de la caída de Satanás, podemos ver que esta ocurrió a causa del orgullo y la rebelión demostrada en cinco actitudes equivocadas:
a) Satanás dijo: “SUBIRÉ al cielo”: Deseaba ocupar la morada de Dios, el cielo, esperando un reconocimiento semejante.
b) “Por encima de las estrellas de Dios LEVANTARÉ mi trono”: No solo deseaba ocupar la morada de Dios, sino que también codició su gobierno sobre las huestes angélicas.
c) "Y me SENTARÉ en el monte de la asamblea, En el extremo norte.”: Conforme a Isaías 2.2 y Salmos 48.2, este es el centro del gobierno terrenal de Dios. Satanás deseaba gobernar a la tierra al igual que a los ángeles.
d) “SUBIRÉ sobre las alturas de las nubes”: Las nubes nos hablan de la gloria de Dios. Satanás quería la gloria de Dios para sí mismo[135].
e) “ME HARÉ semejante al Altísimo”: Dios tiene muchos nombres por los cuales Él es llamado, ¿por qué Satanás escogió este nombre en particular? Seleccionó este título porque refleja a Dios como “poseedor del cielo y de la tierra”.
4) Resultados del pecado de Satanás.
a) Expulsión del cielo: A causa de su rebelión Satanás fue arrojado del cielo por Dios: “…a fuerza de tanto traficar, tu interior se llenó de violencia y caíste en el pecado. Por eso yo te expulso como algo profanado lejos de la montaña de Dios; te hago desaparecer, querubín protector, de entre las piedras de fuego. Tu corazón se llenó de arrogancia a causa de tu hermosura; corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor. Pero yo te arrojé por tierra y te expuse como espectáculo delante de los reyes”[136].
b) Corrupción de carácter: Lucifer, una vez creado para la gloria de Dios, se convirtió en Satanás con un carácter que se oponía a todo lo que Dios es y hace.
c) Perversión de poder: El poder de Satanás fue una vez usado para la gloria de Dios. Ahora se ha volcado a propósitos desorganizadores y destructivos. De acuerdo con Isaías 14 él debilita a las naciones, provoca que la tierra y los gobiernos tiemblen, y aquellos tomados como prisioneros no tienen alivio.
d) Destinado al lago de fuego: Satanás fue destinado al lago de fuego[137].
e) Afectó a otros ángeles de Dios: Cuando Satanás cayó del cielo no cayó solo. Llevó consigo una porción de los ángeles del cielo que participaron en su rebelión contra Dios. Este grupo de ángeles es parte ahora de una fuerza del mal, los demonios.
f) Entrada del pecado en el universo: Cuando Satanás se rebeló el pecado entró en el universo. Como resultado, había dos acciones que Dios podía haber tomado:
i. Podría haber vencido y eliminado a Satanás. Pero si Dios hubiera eliminado el primer enemigo de esta manera, podría haber habido siempre la posibilidad de otra rebelión. La historia del cielo podría haber sido enturbiada siempre con estos desastres.
ii. La otra acción abierta para Dios era la que la Biblia indica que siguió. Las aspiraciones de Satanás al poder supremo tendrían su juicio completo sobre la tierra en el período de la eternidad que llamamos tiempo.
5) ¿Dónde está Satanás?
Esta es una pregunta que ha intrigado a muchos desde el inicio del cristianismo. Para algunos, Satanás, en forma de espíritu, está presente en el mundo, y se basan en pasajes como Job 1.7 y 1 Pedro 5.8, pero han dejado de lado otros pasajes como: “Luego vi que un Ángel descendía del cielo, llevando en su mano la llave del Abismo y una enorme cadena. El capturó al Dragón, la antigua Serpiente, que es el Diablo o Satanás, y lo encadenó por mil años”[138]. Los pasajes anteriores hablan del pasado de Satanás, mientras que el pasaje de Revelación habla del presente. En este momento Satanás está atado(139), y esta atadura ocurrió en el momento en que el Espíritu Santo bajó para morar en la Iglesia, y por ello debe actuar a través de sus mensajeros[140], pero llegará un momento en que será desatado por un poco de tiempo y luego será lanzado “al lago de fuego y azufre, donde también habrán sido arrojados la bestia y el falso profeta. Allí serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos”[141].
6) Los atributos de Satanás.
Al igual que Dios, Satanás es un espíritu, y también tiene atributos de una personalidad real. La Biblia enseña que él es:
a) Inteligente y penetrante: “Y mi temor es que la serpiente que sedujo a Eva con astucia, podría también pervertirles la mente a ustedes, para que dejen de ser sinceros con Cristo”[142].
b) Emocional: “Entonces el dragón se enojó mucho contra la mujer, y fue a pelear contra el resto de sus descendientes, es decir, contra los que obedecen los mandamientos de Dios y siguen confiando en el mensaje de Jesús”[143].
c) Con voluntad propia: “…haciéndolos reaccionar y librándolos de la trampa del demonio que los tiene cautivos al servicio de su voluntad”[144]
d) Poderoso: “…en los cuales anduvisteis en otro tiempo según la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia”[145]. Pero no todopoderoso.
e) Engañoso: “Protéjanse contra los engaños del diablo con toda la armadura que les da Dios”[146].
f) Rudo y cruel: “Sean sobrios y estén alertas, porque su adversario, Satanás, anda como león rugiente buscando a quién devorar”[147].
g) Mentiroso: “Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz”[148].
7) Los nombres de Satanás.
La Biblia da muchos nombres para Satanás que revelan más sobre su naturaleza y actividades. Como vimos antes, Satanás fue originalmente llamado “querubín ungido” y “Lucifer” antes de su rebelión. Otros nombres de Satanás son:
a) Abadón: Palabra hebrea para ángel de la destrucción[149].
b) Acusador de los hermanos[150].
c) Adversario[151].
d) Ángel del Abismo[152].
e) Ángel de luz[153].
f) Apolión: Palabra griega para destructor[154].
g) Asesino[155].
h) Belcebú[156].
i) Belial[157].
j) Destructor[158].
k) Diablo: Significa calumniador[159].
l) Dragón[160].
m) Dios de este mundo[161].
n) Enemigo[162].
o) Engañador[163].
p) Espíritu que obra en los hijos de la desobediencia[164].
q) Gobernante de las tinieblas[165].
r) León rugiente[166].
s) Maligno[167].
t) Mentiroso, padre de mentiras[168].
u) Príncipe de los demonios[169].
v) Príncipe de este mundo[170].
w) Príncipe de la potestad del aire[171].
x) Rey de Tiro[172].
y) Satán: Significa adversario, opositor[173].
z) Serpiente[174].
aa) Tentador[175].
8) Satanás no es...
A diferencia de Dios, Satanás no es omnisciente. Si pudiera ver el futuro nunca le habría permitido a Jesús morir en la cruz. Habría sabido que la muerte de Jesús derrotaría su poder y proveería una vía de escape del yugo del pecado para el género humano.
Satanás no es omnipotente. Jesús dijo que el poder de Dios dentro de ti es mayor que el poder de Satanás. Para aquellos que creen en Jesús, Satanás ya es un enemigo derrotado[176]. Él es fuerte solamente con aquellos que se rinden a él. Su poder está limitado por el poder de Dios[177] y es solo capaz de vencer a un creyente en la medida que se le cede control.
Puesto que Satanás no es omnipresente envía una hueste de demonios por toda la tierra para hacer su voluntad y cumplir sus propósitos.
9) Mentiras del Diablo más comunes para engañar a la humanidad.
Según Satanás, el infierno no es como la Biblia enseña, un lugar de tormento, sino que ahí habrá mucho placer diversión y pecados sexuales.
También enseña que después de la muerte existe la reencarnación en la que el alma se sale y entra a otro cuerpo de un bebé.
Una de sus mentiras más famosas es la de hacer creer que él no existe, pero quizá la más prometedora de todas es hacer creer que él existe, pero que es inofensivo.
b. Demonios.
El desarrollo de la demonología bíblica sigue un recorrido mucho más complejo que el de la angelología, puesto que si era relativamente fácil imaginarse a Adonay rodeado de una corte de personajes celestiales, sirviéndose de ellos como ministros y mensajeros, era sumamente difícil admitir la existencia de otros seres dotados de poderes ocultos, que compartiesen con Él el dominio sobre los hombres y sobre el mundo, aunque limitándose a la esfera del mal. Por eso los autores bíblicos más antiguos, casi hasta la época del destierro, evitan hablar abiertamente de demonios, prefiriendo hacer que provengan de Dios incluso los males que afligen al hombre, como la peste[178], la fiebre[179], etc., a veces bajo la forma de un ángel exterminador[180] o de un espíritu malo[181], enviados directamente por Dios. No faltan, sin embargo, algunas huellas literarias que revelan la creencia popular en la existencia de espíritus malos, de los que el hombre intenta esquivarse con ritos o prácticas mágicas. Entre estos se señalan: Los “espíritus” que evocan los hechiceros[182], a pesar de la prohibición absoluta de la ley[183]; los “demonios”, seres con carácter verdaderamente diabólico, a los que los israelitas llegaron a ofrecer sacrificios[184]; los “machos cabríos”, seres extraños y peludos como sátiros, que, según se creía, habitaban en las ruinas o en lugares áridos y alejados[185].
Con estos mismos lugares se relaciona también la presencia de los dos únicos demonios cuyos nombres nos ofrecen los textos antiguos: Con las casas derrumbadas al demonio Lilit[186], al que se atribuía sexo femenino; y con el desierto a Azazel, a quien en el día solemne de la expiación se le ofrecía un macho cabrío sobre el que anteriormente el sumo sacerdote había como cargado los pecados del pueblo[187].
Los escritos judíos sucesivos, no comprendidos en el canon, explicitarán más aún la doctrina de los demonios, aunque no de modo uniforme, hasta convertirlos en rivales absolutos de Dios y de sus ángeles. En general se prefiere llamarlos espíritus malignos, impuros o engañosos, unidos todos ellos en torno a un jefe que para algunos lleva el nombre de Belial o Beliar. Caracterizados por el orgullo y la lujuria, atormentan a los hombres en el cuerpo y en el espíritu, los inducen al mal y llegan a apoderarse de sus cuerpos. Pero se prevé la decadencia de su poder en los tiempos finales, cuando serán precipitados en el infierno.
También hay referencias a demonios bajo los nombres de “sátiros”[188], vocablo que significa “peludo” y que al parecer Israel se había dedicado a adorar.
La concepción del Nuevo Testamento sobre la presencia y la obra maléfica de los espíritus del mal en el mundo, aunque no incluye ningún esfuerzo de sistematización respecto a las creencias heredadas del ambiente cultural circundante judío o helenístico, se presenta en conjunto bastante clara y lineal en cada una de sus partes, estando marcada por una absoluta oposición entre Dios y Satanás, que se traduce en una lucha abierta, encarnizada y constante, emprendida por Cristo personalmente para hacer que avance el reino de Dios hasta una completa victoria sobre el reino de las tinieblas, con una definitiva destrucción del mal.
Jesús se enfrenta personalmente con Satanás ya antes de comenzar su ministerio público y rechaza vigorosamente sus sugerencias[189]. Luego se puede afirmar que, en el curso de su predicación, toda su obra está dirigida a liberar de los espíritus malignos a cuantos estaban oprimidos por él, en cualquier sitio en que se encontrasen y bajo cualquier forma que se manifestara el poder del maligno en la realidad humana. Al describir los milagros de sanidad realizados por Jesús, los evangelistas no utilizan siempre un lenguaje uniforme. De todas formas, junto a los relatos de milagros en los que no se atisba ninguna alusión a la influencia de agentes sobrenaturales, se leen otros en los que los gestos de Jesús para devolver la salud asumen el aspecto de verdaderos exorcismos; y otros además muy numerosos, donde se habla implícitamente de obsesión o posesión diabólica con una terminología propia o equivalente: “Endemoniados”, “tener o poseer un demonio”, o bien “un espíritu impuro” o malo. Sea cual fuere el juicio que se quiera dar sobre la opinión común de aquella época, que relacionaba también los males físicos con la influencia de potencias diabólicas, no cabe duda de que los evangelistas, al servirse de esas categorías culturales, quisieron mostrar hasta la evidencia de los hechos el poder prodigioso de Jesús y al mismo tiempo su superioridad sobre todas las potencias diabólicas, incluso las más obstinadas.
Por su parte, Jesús no relaciona nunca el mal físico con el demonio a través del pecado; más aún, lo excluye en Juan 9.2-3. Enseña, por el contrario, que su poder de curar a los enfermos es un signo manifestativo de su poder de perdonar los pecados[190]; y en cuanto a él mismo, acusado de magia y de echar los demonios en nombre de su príncipe Belcebú, afirma que lo hace con el poder del Espíritu de Dios y para demostrar que realmente “el reino de Dios ha llegado a vosotros”[191]. Cuando más tarde los discípulos le refieren, llenos de satisfacción, que “… hasta los demonios se nos someten en tu nombre”, él se lo confirma y explica: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo”[192].
También en la lucha contra Satanás y sus ángeles la Iglesia continúa la obra emprendida por Cristo para llevarla a su cumplimiento, hasta el total aniquilamiento de las potencias del mal. Basados en el poder que se les ha conferido[193], los apóstoles con sus diversos colaboradores, mientras que por un lado se esfuerzan en hacer progresar el reino de Dios con el anuncio de la verdad, por otro combaten irresistiblemente contra el dominio de Satanás en todas las formas con que se manifiesta: obsesión[194], magia y superstición[195], adivinación[196] e idolatría[197]. Por otra parte, el Nuevo Testamento nos muestra cómo, a pesar de la derrota que ha sufrido y el hecho de estar atado, Satanás sigue actuando: Siembra doctrinas falsas[198], se esconde detrás de los ídolos[199], incita al mal[200], intenta seducir[201], está siempre al acecho y, “ronda como león rugiente buscando a quién devorar”[202]. Por eso todos los escritores del Nuevo Testamento indistintamente, no se cansan de exhortar a la sobriedad, a la vigilancia y a la fortaleza en su resistencia para poder vencerlo[203]. Los demonios pueden tentar al hombre para inducirlo al mal, pero solo porque Dios se lo permite[204] y solo por algún breve tiempo[205], a fin de que los creyentes puedan vencerlo junto con Cristo[206]. En cuanto a la suerte final de Satanás, es seguro que “el Dios de paz pronto vencerá a Satanás y lo pondrá bajo el dominio de ustedes”[207] y que “con todo su poder y su gloria, con el soplo de su boca destruirá al hombre malvado y le quitará su poder”[208]. Satanás y sus ángeles serán arrojados para siempre a la oscuridad del infierno y a las fosas tenebrosas del abismo, en donde fueron relegados al principio por causa de su pecado[209], en un “lago donde el azufre arde en llamas”, donde “serán atormentados todos ellos para siempre, de día y de noche”[210].
6. El Paraíso.
Paradeisos es una palabra oriental, cuya mención más antigua se encuentra en el historiador Jenofonte, y que denota los parques de los reyes y príncipes persas. Tiene origen persa y de ahí pasó al griego.
El Paraíso, es como se designa el lugar de felicidad que el hombre ha perdido, y vino a ser el nombre de la morada de los justos en el más allá. Los israelitas de la época tardía distinguían entre un paraíso celeste y un paraíso inferior, perteneciendo el primero al cielo, en tanto que el segundo era una división del Hades, asignado a las almas de los justos. Es en este sentido que Jesús se dirige al ladrón arrepentido: “Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso”[211]. Es allí a donde descendió Jesús en el momento de Su muerte[212].
De entre los escritores bíblicos únicamente Lucas emplea esta expresión[213]. El evangelista contrapone el lujo y los espléndidos banquetes diarios del rico glotón con el estado lastimoso y hambriento de Lázaro, el pobre, “que hubiera querido llenarse el estómago con lo que caía de la mesa del rico”[214]. A la muerte de ambos se produjo un cambio total de escena; los ángeles llevaron a Lázaro al “seno de Abraham”, y usa Lucas la palabra griega kólpon; el rico “fue sepultado”, quizá en un espléndido mausoleo, “En la morada de los muertos…”, en griego, el Hades, “…en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él”, en griego, en tois kólpois autou, en “su regazo”. El rico pidió a Abraham que enviara a Lázaro para que, mojando en agua la punta de su dedo, fuera a refrescar su lengua, pues sufría horrores en medio de las llamas.
¿Cuál es el sentido de la expresión “seno de Abraham” o “regazo de Abraham”? El término griego kólpos aparece en los clásicos griegos en el sentido de seno, regazo[215]; como expresión de amor materno, para significar el puesto de honor reservado en los banquetes a un huésped distinguido y los lazos de intimidad entre dos personas. La versión de los LXX traduce al griego kólpos los términos hebraicos hoq, heq y Noten, que en líneas generales expresan los mismos conceptos que las palabras kólpos y sinus en los clásicos griegos y latinos. En el Nuevo Testamento, Juan expresa el grado máximo de intimidad existente entre el Padre y el Hijo diciendo que Éste es el que “está en el seno del Padre”[216].
Pero en el texto mencionado de Lucas, la idea de que Lázaro fue llevado y se hallaba en el seno de Abraham puede significar que ocupaba el lugar de honor, junto a Abraham, en el banquete de los bienaventurados, o que Abraham, prescindiendo de la idea de banquete, sentía por Lázaro un afecto íntimo, cordial, comparable al que a la madre con su hijo[217]. Pero lo que dice Lucas 16.24 sugiere que todo el contexto está dominado por la idea del banquete, que se inició en 16.19-20.
El que “hubiera querido llenarse el estómago con lo que caía de la mesa del rico”, ahora come y bebe a placer; en cambio, el que “daba espléndidos banquetes todos los días”, ahora, desde el Hades, pide unas gotas de agua. Con la imagen de un banquete, quiere expresarse que el desvalido Lázaro ha encontrado después de muerto, y en el más allá, un afecto especial por parte del padre Abraham, que compensa con creces la vida de penalidades y privaciones que llevó en vida. Quizá, con nuestros conceptos occidentales pensemos en lo ilógico que sería que Lázaro se encontrara en el regazo de Abraham, pero al examinar esta escena desde el punto de vista de un banquete, podríamos ver a Lázaro recostado, tal y como lo hacía Juan con Jesús, en el seno de Abraham[218].
En la literatura rabínica, la frase “seno de Abraham” expresa a veces las relaciones íntimas existentes en el más allá entre Abraham y sus fieles descendientes, y otras el goce de la bienaventuranza. En el Antiguo Testamento, la idea de la reunión de los justos en la otra vida con Abraham se expresa con las frases: “vendrás en paz con tus padres”[219], “me acueste con mis padres”[220].
El pasaje que hemos citado en Lucas no es una parábola, ya que el mismo Señor nunca dijo que lo era, mientras que en las parábolas que cuenta, siempre aclara que lo es. Otra prueba de que no es parábola es que el Señor menciona nombres concretos, a diferencia de las parábolas. Como en el caso del sembrador, todos los elementos de la parábola son altamente conocidos y plenamente reales, para los que la escucharon, pues son cuadros tomados de la vida misma. Pero incluso, si fuera una parábola, no quiere decir que no es cierto, ya que el Señor no podría decir una mentira, así que lo que habla, ya sea en parábolas o en relatos vividos, es algo real o posible.
El Paraíso o “seno de Abraham”, es el nombre de la morada de los justos en el más allá. Los israelitas de la época tardía distinguían entre un paraíso celeste y un paraíso inferior, perteneciendo el primero al seno de Abraham, en tanto que el segundo era una división del Hades, asignado a las almas de los injustos. Es en este sentido que Jesús se dirige al ladrón arrepentido: “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”[221]. Con esto se refería a la morada de los muertos bienaventurados, llamada asimismo por los judíos “seno de Abraham”. En efecto, es allí a donde descendió Jesús en el momento de Su muerte[222].
En otros pasajes del Nuevo Testamento este término adquiere su sentido celestial. Pablo fue arrebatado “al paraíso”, hasta el tercer cielo, en la presencia de Dios[223].
7. El Cielo.
En 2 Corintios 12.2 se menciona “el tercer cielo” de donde se deduce la existencia del primero y segundo cielo. Sin embargo, en la Biblia no se habla de ello. Lo lógico es que el primero sea la atmósfera que rodea nuestro planeta en donde vuelan las aves[224]; el segundo, el espacio físico más allá de la atmósfera, en donde encontramos a los planetas y estrellas[225]; y el tercero, la morada de Dios[226].
De allí descendió el Hijo de Dios para encarnarse[227]. En su ascensión, Cristo “penetró en el cielo”[228]; “subió más allá de los cielos”[229], y “se sentó a la derecha del trono de la Majestad en el cielo”[230]. De allí descendió el Espíritu Santo durante la fiesta de Pentecostés[231]. También es la morada de los ángeles[232]. El apóstol Pablo fue arrebatado al cielo, no sabiendo si era en el cuerpo o fuera del cuerpo[233]. Al parecer, el apóstol Juan tuvo una experiencia similar[234] en donde recibió la mayor parte de su profecía.
Es el destino en donde morarán eternamente los santos en la gloria de la resurrección[235]. De allí descenderá Cristo al aire para recibir a sus santos en el arrebatamiento[236], en su Segunda Venida[237].
8. El Infierno.
Resulta interesante descubrir que existen más versículos bíblicos acerca del infierno, que los que existen acerca del cielo. Daniel 12.2 revela: “Y muchos de los que duermen en el suelo polvoriento se despertarán, unos para la vida eterna, y otros para la ignominia, para el horror eterno” Isaías 66.24 declara: “Y al salir, se verán los despojos de los hombres que se han rebelado contra mí, porque su gusano no morirá, su fuego no se extinguirá y serán algo horrible para todos los vivientes”. Deuteronomio 32.22 enmarca al infierno como un lugar donde Dios derrama su ira: “Porque se ha encendido el fuego de mi ira y arderá hasta el fondo del abismo; consumirá la tierra y sus cosechas y abrasará los cimientos de las montañas”. Salmos 55.16 ilustra al infierno como el reino de la maldad: “Que la muerte los sorprenda, que bajen vivos al Abismo, porque dentro de sus moradas sólo existe la maldad”.
Si la clara enseñanza del Antiguo Testamento no es suficiente, el Nuevo Testamento tiene mucho más que decir: 2 Tesalonicenses 1.9 nos muestra: “Estos sufrirán como castigo la perdición eterna, alejados de la presencia del Señor y de la gloria de su poder”. Revelación 14.10-11, hablando de los adoradores de la Bestia, nos dice: “…tendrá que beber el vino de la indignación de Dios, que se ha derramado puro en la copa de su ira; y será atormentado con fuego y azufre, delante de los santos Ángeles y delante del Cordero”.
El término “infierno” en el Nuevo Testamento traduce la voz griega que se translitera como “gehena”[238]. Este nombre se deriva del hebreo geÆ hinnoµm, valle de Hinom, que era un valle cercano a Jerusalén[239] en el que se sacrificaban niños pasándolos por el fuego como parte de ciertos ritos paganos[240]. Su derivación original es oscura, pero es casi seguro que Hinom fuese el nombre de alguna persona. En escritos judíos no canónicos, gehena llegó a significar el lugar de castigo para los pecadores. Se lo describía como un lugar de fuego inextinguible; la idea general del fuego como modo de expresar el juicio divino se encuentra en el Antiguo Testamento[241]. Parece que en época de Cristo se quemaban allí las basuras de Jerusalén. Jesús empleó el término de gehena para hablar del fuego del infierno, de la manera que las Escrituras usan en el mismo sentido los términos de horno, de tinieblas, de azufre.
La literatura rabínica contiene diversas opiniones acerca de quién sufriría el castigo eterno. Era común pensar que los sufrimientos de algunos terminarían mediante la aniquilación. Pero los que sostenían estas doctrinas también enseñaban la realidad del castigo eterno para cierta clase de pecadores. Tanto esta literatura como la apócrifa afirman la creencia en una retribución eterna.
La enseñanza del Nuevo Testamento apoya esta antigua creencia. El fuego del infierno es inextinguible[242] y eterno[243], y su castigo es lo opuesto a la vida eterna[244]. Revelación 20.10 indica un tormento consciente y sin fin para Satanás y sus agentes, y un fin semejante espera a los seres humanos que en última instancia se niegan a arrepentirse.
Las metáforas neo testamentarias sobre el castigo eterno no son uniformes. Además de fuego, se lo describe como tinieblas[245], muerte[246], perdición y exclusión de la presencia del Señor[247], y una deuda que hay que pagar[248]. Otras descripciones que se pueden citar son:
a. La vergüenza y confusión perpetua[249];
b. El fuego que no puede ser apagado[250];
c. El horno de fuego[251];
d. El lugar de lloro y del crujir de dientes[252];
e. Las tinieblas de afuera[253];
f. El castigo del fuego eterno[254];
g. El lago de fuego[255].
De todas estas expresiones se ve que el castigo eterno es una horrenda realidad. Cierto es que se emplean imágenes: Fuego, tinieblas, gusanos, llanto, crujir de dientes, etc. Las Escrituras nos hablan en un lenguaje humano para damos una idea del mundo venidero; pero la descripción que hallamos en ellas es totalmente distinta de las grotescas representaciones de la Edad Media.
Solamente en 2 Pedro 2.4 encontramos el verbo tartaroo, traducido en la versión de Reina y Valera 1960 como “arrojar al infierno”; y en la Peshitta, “arrojar a las regiones inferiores”. Tartaros es la palabra clásica para el lugar de castigo eterno.
La idea que domina a todos estos textos es que el castigo eterno consiste en la separación de Dios, con todas sus consecuencias. Sin embargo, con respecto a las consecuencias de esta exclusión, se tiene que recordar que el castigo eterno caerá sobre la persona completa. Los impíos sufrirán la pena del castigo eterno después de la resurrección de sus cuerpos, por lo que es erróneo insistir excesivamente en que las imágenes anteriores son meros símbolos. Y se tiene que recordar también que las imágenes y símbolos se usan para expresar una realidad más plena, no menos, que la que tienen los símbolos mismos. Es evidente que las penas del alma serán espirituales; pero no es menos cierto que los impíos resucitados recibirán un castigo que, adecuado a su medida de responsabilidad, recaerá sobre la plenitud de su ser[256].
a. El sufrimiento del infierno.
Los textos bíblicos insisten mucho sobre la vergüenza, el tormento, el llanto, el crujir de dientes, la tribulación, la angustia, el sufrimiento que sufren los malditos[257]. Y el apóstol Juan amplía: “El humo de su tormento se eleva por los siglos de los siglos, y aquellos que adoran a la Bestia y a su imagen, y reciben la marca de su nombre, no tendrán reposo ni de día ni de noche… Allí serán torturados día y noche por los siglos de los siglos”[258].
Los humanistas no se pueden imaginar tales sufrimientos, y consideran que esto va en contra de un concepto de un Dios de amor, por lo que debemos señalar que la perdición será provocada precisamente por el rechazo del amor de Dios; por otra parte el Señor no habrá de hacer nada para atormentar a los que no quisieron Su salvación, a excepción de alejarlos de Sí[259].
b. La duración del infierno.
La Biblia asigna al castigo de los impíos una duración eterna. Tanto en hebreo como en griego se emplean los mismos términos para designar la vida eterna y el tormento eterno[260]. Se trata de un fuego que no se puede apagar, de un gusano que no muere[261]. Se utiliza el término griego aionios, eterno, y aparece 71 veces en el Nuevo Testamento. En 64 ocasiones eterno se aplica a las gloriosas realidades sin fin del otro mundo: Dios, el Espíritu, el Evangelio, la salvación, la redención, la herencia, la gloria, el reino, la vida eterna, etc. Y esta misma palabra se aplica 7 veces a la perdición, por lo que no podemos ver que se trate de algo con una duración diferente.
Hemos visto que en Revelación se afirma que el tormento se prolonga “por los siglos de los siglos”[262]. Y también en el mismo libro este término califica 10 veces la duración de la existencia de Dios, de Su gloria, reino, y del reino de los elegidos en el cielo[263].
B. Creación Material.
El verbo crear es en el Antiguo Testamento casi siempre traducción del verbo hebreo “bara”. La expresión “la creación” incluye todo cuanto existe, con excepción de Dios mismo. Esto comprende tanto cosas materiales como inmateriales, incluso el tiempo. La Biblia comienza con la sencilla y sublime declaración de que “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”[264]. La Biblia enseña que Dios hizo el universo de la nada. Génesis 1.1 se refiere a la creación ex nihilo de toda la materia y energía de que se compone el universo. Desde entonces, han variado de forma, pero no ha sido necesaria otra creación. Dios creó el universo espontáneamente, movido por su voluntad y para su propia gloria. Debe entenderse como un acto libre de parte de Dios, determinado exclusivamente por su voluntad soberana, y de ninguna manera como un acto necesario. Dios no tenía ninguna necesidad de crear el universo[265]. Eligió hacerlo. Es necesario hacer esta distinción, porque solo así puede considerárselo como Dios el Señor, el ser incondicional y trascendente. Por otra parte, en cuanto existe “por todos, y en todos”, es inmanente a su creación, aunque distinto de ella, y esta es enteramente dependiente de su poder para continuar existiendo. “El existía antes que todos, y todo se mantiene en él”[266] y “…en él vivimos, nos movemos y existimos”[267].
El primer versículo de la Biblia está cargado de significado. Afirma que todo lo existente recibió su ser por la acción de Dios. Que hubo un principio en el tiempo. Que la creación del universo incluye la del tiempo, por lo que antes de la creación no se puede hablar de tiempo. Tenemos, pues, que el tiempo tiene un comienzo absoluto, que es el del universo material. Dios trasciende tanto el tiempo como el espacio. No forma parte de Su creación, aunque ésta sí depende de Él como el Señor soberano.
A lo largo de Génesis 1 y 2 tenemos el relato de cómo Dios dio origen a todo lo existente, a lo largo de seis días de actividad creadora. Todo esto es resumido concisamente en Éxodo 20.11: “Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día...”[268]
Algunos científicos se oponen a la enseñanza bíblica de la creación porque, argumentan, no se usa un lenguaje científico, olvidando que Génesis 1 se escribió en una época pre científica por un hombre pre científico, aunque esto no quiere decir que lo que encontramos ahí es fábula o producto de la imaginación del autor sagrado. Sabemos que Dios dio origen a “todas las cosas en el cielo y en la tierra, visibles e invisibles, sean tronos, poderes, principados o autoridades: todo ha sido creado por medio de él y para él”[269].
Las palabras de Hebreos 11.3, tomadas con las de Génesis 1.1, indican que los mundos no fueron hechos con algún material preexistente, sino de la nada por la Palabra divina, en el sentido de que con anterioridad al divino acto creador no había ninguna otra clase de existencia. Esta creación ex nihilo tiene importantes consecuencias teológicas, ya que entre otras cosas elimina la idea de que la materia sea eterna. Génesis 1.1 indica que tuvo un principio, o que pueda haber alguna suerte de dualismo en el universo en el cual otra clase de existencia o poder se opone a Dios y permanece fuera de su control. Igualmente, indica que Dios es distinto de su creación, y que no es, como lo sostiene el panteísmo, manifestación fenomenal o externa del Absoluto.
En todas las Escrituras, tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo Testamento, hay referencias a la creación, y no se circunscriben a los primeros capítulos de Génesis. Podemos notar las siguientes referencias: En los profetas[270]; en los Salmos[271]; también Job 38.4 y Nehemías 9.6; y en el Nuevo Testamento[272].
El punto de partida necesario para cualquier consideración de la doctrina de la Creación es “Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve”[273]. Esto significa que la doctrina bíblica de la creación está basada en la revelación divina y debe entenderse únicamente desde el punto de vista de la fe. Es esto lo que distingue con toda nitidez el enfoque bíblico del científico. La obra de la creación, lo mismo que el misterio de la redención, está escondida a los hombres, y solo puede ser percibida mediante la fe.
No es necesario mencionar un cataclismo en Génesis 1.2, donde dice que “era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo”[274], para reconciliar la geología con la Biblia. Asimismo, es artificial e innecesaria la teoría de que Dios pudiera haber creado todas las rocas y fósiles en una semana en la forma en que existen actualmente, dándoles solamente una apariencia de antigüedad.
La obra de la creación se atribuye en distintos pasajes a las tres personas de la Trinidad: Al Padre[275]; al Hijo[276]; al Espíritu Santo[277].
La creación de la vida levanta ciertos interrogantes en cuanto a la teoría de la evolución; pero, nuevamente, si se entiende la Biblia en el sentido correcto, no hay conflicto. Evidentemente Dios creó la vida en siete días, con un “género” en cada etapa, durante los días tres, cinco y seis. En el sexto día creó al hombre.
No se sabe con exactitud a qué corresponde un “genero” en la clasificación moderna. Un factor importante es que la creación de todos los géneros no fue ex nihilo, sino por medio de algún material ya creado y existente: “Produzca la tierra vegetación: hierbas que den semillas y árboles frutales que den fruto, de su especie, con su semilla dentro, sobre la tierra”[278], “Bullan las aguas de animales vivientes, y aves revoloteen sobre la tierra contra el firmamento celeste”[279], “Produzca la tierra animales vivientes de cada especie: bestias, sierpes y alimañas terrestres de cada especie”[280], etc. Lo lógico es que Dios creó al progenitor de cada especie.
El hombre fue la culminación de toda la creación. Nuevamente, Dios usó elementos materiales ya existentes: “…polvo del suelo”[281], pero la diferencia de toda otra creación radica en la declaración de que Dios creó al hombre a su imagen[282]. Ningún animal asumió la imagen de Dios, y por eso no había entre ellos una “ayuda adecuada”[283]. El concepto de la imagen de Dios decididamente no se presta a la teoría de que el hombre es producto de la evolución. El soplo de “aliento de vida”[284] alude a un acto instantáneo y no a un proceso largo. La “imagen de Dios” como tal no pudo evolucionar. El concepto de una imagen de Dios parcialmente desarrollada es un tanto absurdo.
La imagen de Dios, por supuesto, no tiene significado material, puesto que Dios es espíritu[285]. La semejanza del hombre con Dios no está en su cuerpo, sino en su espíritu. Por consiguiente, algunos teólogos opinan que el asunto del cuerpo físico del hombre se puede tratar en renglón aparte. Fisiológicamente, es evidente que el hombre tiene mucho en común con los animales superiores, y de ahí que, según algunos, Dios intencionalmente creó un nuevo cuerpo muy parecido físicamente a los antropoides ya existentes. El primer ser que “recibió” la imagen de Dios fue Adán. La Biblia enseña la unidad de la raza humana como un punto teológico muy importante. De la primera pareja, Adán y Eva, descendió todo ser humano[286]. La caída de Adán, que implicó la caída de todo el género humano[287], hace resaltar esta unidad.
1. El relato de Génesis.
El relato básico de la creación según Génesis se encuentra en Génesis 1.1–2.4. Es una afirmación vestida de altura y sobriedad, carente de aquellos elementos más toscos que se encuentran en los relatos extra bíblicos de la creación. En este capítulo encontramos una serie de afirmaciones sobre la forma en que adquirió existencia el mundo visible. Se presenta como el sencillo relato de un testigo ocular, y no se intenta agregar ninguna de las sutilezas que agradarían al conocimiento científico moderno. Aun si se acepta el hecho de la revelación, una sencilla historia fenomenológica de la creación describiría únicamente el origen de aquellos elementos del mundo circundante que pueden apreciarse a simple vista. En la medida en que el relato de Génesis 1 se ocupa de simples fenómenos observables, es similar a muchas otras historias de la creación, pues todas ellas no pueden sino ocuparse de la tierra, el mar, el cielo, el sol, la luna, y las estrellas, los animales y el hombre.
El hecho de la inspiración resguardó al autor de Génesis 1 del lenguaje y las asperezas del politeísmo contemporáneo, aunque el escritor no dejó de ser un hombre común que utilizó sus ojos provechosamente al procurar describir la manera en que Dios dio existencia a este mundo. Si se compara la historia bíblica de la creación con la narración babilónica, podrán descubrirse algunos paralelos, pero la relación externa entre las dos no es del todo clara. Sin embargo, no puede tratarse de una simple tarea de apropiación, porque hay tal profundidad y dignidad en Génesis 1 que no se encuentra en el relato babilónico. Pero todo deja entrever que si hay tanta similitud, no es porque el autor sagrado tomara prestado de la mitología contemporánea, sino más bien que este era un relato común entre las gentes de todas estas naciones, ya que no hacía tanto tiempo había ocurrido y se había comunicado verbalmente de una generación a otra, con el trastorno entre los grupos politeístas que incluyeron a sus ídolos y su historia enmarañada en el relato.
a. Las cosas creadas.
Tomando Génesis 1 como un simple relato fenomenológico, el primer aspecto concierne a la creación de la luz. Seguramente todos hemos observado que el día y la noche se suceden en una sucesión regular, y que la luz es una necesidad indispensable para toda manifestación de vida y crecimiento. ¿Quién hizo que fuera así?, sería una pregunta lógica. La respuesta es que fue Dios[288]. Una segunda reflexión simple es que no solamente hay aguas abajo, que forman los mares y las vertientes subterráneas, sino que hay aguas arriba que constituyen la fuente de las lluvias. Entre las dos está el firmamento. ¿Quién hizo que fuera así? Dios[289]. Además, la experiencia ordinaria indica que los mares y las extensiones de tierra están distribuidos en determinadas zonas de la superficie de la tierra[290]. Eso, también, es obra de Dios. La tierra, a su vez, ha producido vegetación de muchas clases[291]. Esto, también, es obra de Dios. No existen sutilezas de distinción botánica, pero el escritor conoce solamente tres grandes agrupamientos de vida vegetal, la hierba verde, la hierba que dé semilla, y los árboles que den fruto y cuya semilla esté en él. Evidentemente el escritor pensaba que esta sencilla clasificación abarcaba todos los casos. Luego viene la observación de que se ubican en el firmamento los cuerpos celestes, el sol, la luna, las estrellas[292]. Fue Dios el que los colocó allí para señalar los tiempos y las estaciones. Sería demasiado sutil esperar que el escritor hiciera la distinción entre meteoros, planetas, nebulosas, etc. Volviéndose a las esferas donde hay seres vivientes, el escritor observa que las aguas produjeron los “seres vivientes”[293], y las grandes ballenas o monstruos marinos y “todo ser viviente que se mueve”[294]. No se intenta hacer ninguna distinción precisa entre las distintas especies de animales marinos en el sentido zoológico. Basta con decir que Dios hizo los animales de los mares, tanto los pequeños como los grandes. Dios también hizo las aves que vuelan en el firmamento[295]. El término incluye toda clase de aves. ¿De dónde vinieron las multitudes de seres que pueblan la tierra? Dios los hizo todos. La tierra produjo seres vivientes[296], que el autor clasifica como bestias, todo animal que se arrastra sobre la tierra[297], y animales de la tierra[298]. Tampoco aquí cabe buscar distinciones zoológicas. Evidentemente el escritor estaba convencido de que su sencilla clasificación abarcaba todas las clases principales de vida terrestre, en medida suficiente para su propósito. Finalmente, Dios hizo al hombre[299] a su misma imagen y semejanza, frase que se define de inmediato con referencia al dominio sobre los habitantes de la tierra, el mar, y el firmamento[300]. Y Dios creó al hombre en forma compuesta, varón y hembra[301].
b. Cronología de los hechos.
Un examen minucioso de este capítulo ha de revelar una presentación abreviada en la cual los actos de creación se comprimen dentro de un período de seis días, con ocho actos de creación que se inician con las palabras “Y dijo Dios”. Si insistimos aquí en una cronología estricta de los sucesos, tropezamos con la dificultad de la aparición de las luminarias en el cuarto día. Tenemos dos alternativas: Aceptar que las estrellas y otras luminarias que se encuentran en el espacio son posteriores a la Tierra, tal y como el escritor sagrado lo plasmó, o bien, evitamos este problema tratando a Génesis 1 igual que a otros pasajes en la Biblia que se ocupan de grandes hechos pero no de la cronología, como las narraciones de la tentación en Mateo 4 y Lucas 4, que hacen hincapié en el hecho de las tentaciones, pero mencionándolas en distinto orden. Creamos de la manera que lo hagamos, eso no afecta la verdad que Dios creó tanto la Tierra como el Sol y los planetas.
Hay un cuadro razonablemente consecuente en el arreglo del material. Los primeros tres días son preparatorios. La provisión de luz y la preparación del firmamento, los mares, la tierra, y la vegetación se anteponen a la instalación de habitantes en una morada ya preparada. Las aves ocupan el firmamento, los peces el mar, los animales y el hombre la tierra. Los días tres y seis tienen dos actos de creación cada uno. El séptimo día queda fuera del plan y habla del reposo de Dios y su deleite al completarse la obra, reposo que constituye el modelo de descanso para la creación, basado en un día en cada siete.
El enfoque que encontramos en el capítulo se centra en lo que Dios dijo[302]. Es la divina palabra creadora la que pone orden en el caos, luz en lugar de tinieblas, vida en lugar de muerte. Debería darse más importancia a la palabra “dijo”, que a las palabras “crear” o “hacer”, por cuanto se afirma que la creación es el producto de la voluntad personal de Dios. Es verdad que se usa el vocablo “crear” en relación con los cielos y la tierra[303], con los grandes monstruos marinos y los seres vivientes[304], y con el hombre[305], y que en otras partes del Antiguo Testamento este verbo se usa exclusivamente para la actividad divina. Pero en Génesis 1 también se usan otras palabras. Así el vocablo “hizo” se utiliza con referencia al firmamento[306], a las lumbreras[307], a los animales, al ganado, a lo que se arrastra sobre la tierra[308], y al hombre[309]. Además, la actividad divina se describe con el imperativo del verbo en varias partes: “sea…”, “haya…”[310], “júntense…”[311], “produzca…”[312]. En procura de variedad, el escritor ha juntado una serie de verbos que en conjunto destacan la actividad divina. Pero la actividad esencial nace de la Palabra de Dios: “…y dijo Dios”.
c. El significado de “día”.
También la palabra “día” ha ocasionado dificultades. En la Biblia esta palabra tiene varios significados. En su forma más simple significa un día de 24 horas. Pero se usa con referencia a una época de juicio divino: “día del Señor”[313]; a un período indefinido de tiempo: “día de tentación”[314]; a un período largo[315]. Tomando como punto de partida que un día tiene una duración de 24 horas insistimos en que la creación se cumplió en seis días literalmente. Algunos caen en la trampa de querer interpretar Génesis 1 de forma poética, simbólica, o esquemática de otras partes de la literatura bíblica. Otros sostienen que un día representa un período largo, tratando de descubrir alguna analogía con los datos geológicos, enfoque vinculado en forma demasiado estrecha con las teorías científicas del momento. No podemos pensar que la frase “la tarde y la mañana” signifiquen otra cosa más que una tarde y una mañana, es decir, un día de 24 horas. Si hay un ser que tiene orejas de gato, maúlla como gato y tiene cola de gato, no podemos pensar que no sea un gato, así que no es decente decir que no podemos saber lo que ha querido decir el escritor cuando dice que fue la tarde y la mañana de un día.
d. Génesis 1 y la Ciencia.
Se han enfocado de muchas maneras los problemas acerca de la relación de Génesis 1 con las ciencias geológicas y biológicas. El parecer de “concordia” ha procurado encontrar una similitud más o menos exacta entre la ciencia y la Biblia. Se han establecido paralelos entre los estratos geológicos y las afirmaciones de Génesis siguiendo una secuencia cronológica. Acéptese que la Biblia afirma que, como quiera que se haya iniciado la vida, Dios estaba detrás del proceso, y Él hizo las cosas perfectas, sin algún proceso evolutivo que mejorara Su creación, ya que el evolucionismo exige la operación de la muerte de los individuos que no pueden afrontar las demandas de su medio, y la propagación de los individuos más fuertes y adecuados, con lo que el grupo como tal va mejorando a lo largo del tiempo. Este proceso recibe comúnmente el nombre de “Selección Natural”. Frente a los que proponen que Dios actuó mediante la evolución queda el hecho de que, con un riguroso tratamiento exegético, las Escrituras sitúan la entrada de la muerte en el mundo después de la maldición debido a la caída del hombre, la cabeza federal de la creación[316]. Es evidente que esto, como multitud de otros detalles, hace exegéticamente imposible la conciliación de la filosofía evolucionista, con su demanda lógica de la actuación de la muerte durante la creación, y la revelación bíblica, con su determinación exegética de la entrada de la muerte en el “cosmos” después de la caída.
2. Teorías del antiguo Cercano Oriente.
Hasta el momento no se ha encontrado ningún mito que se refiera explícitamente a la creación del universo, y aquellos que se refieren a la organización del universo y su evolución cultural, la creación del hombre y el establecimiento de la civilización se caracterizan por su politeísmo y las luchas de las deidades en procura de obtener la supremacía, en marcado contraste con el monoteísmo hebreo de Génesis 1–2. La mayoría de estos cuentos forman parte de otros textos, y los conceptos de estos antiguos pueblos tienen que buscarse en escritos religiosos que, aunque se remontan a la primera parte del segundo milenio antes de Cristo, bien pueden retroceder a fuentes más remotas, según lo demuestra un relato de la creación encontrado en Ebla y fechado en 2350 antes de Cristo.
a. Sumer y Babilonia.
Existe una cantidad de relatos de la creación que están ligados con la supremacía atribuida a diversas ciudades antiguas, y con la deidad que según se creía había sido la primera en morar en ellas. De esta manera, se pensaba que la ciudad de Nippur había sido habitada únicamente por dioses antes de la creación del hombre. Enki, el dios de las profundidades y de la sabiduría, eligió a Sumer y luego se dedicó a fundar territorios aledaños, incluyendo el paraíso de Dilmún. Primeramente organizó los ríos, los pantanos, y los peces, y luego el mar y la lluvia. Luego, se atendieron las necesidades culturales de la tierra con la provisión de granos y vegetación, y el pico, y el molde para hacer ladrillos. Las montañas altas se cubren de vegetación, y el ganado vacuno y lanar llenan los rediles.
Otro mito cuenta acerca del paraíso de Dilmún, en el cual la diosa madre Ninhursag produce hijos sin dolores de parto, aunque Enki, después de comer plantas, es maldecido y cae enfermo hasta que es curado por una diosa creada especialmente y llamada Ninti, cuyo nombre significa “dama de la costilla” y “dama que hace vivir”; ambas designaciones reflejan el nombre de Eva.
“Enki y Ninhursag” se relaciona con la creación del hombre con el polvo de la tierra. Esto siguió a una batalla en la cual Enki capitaneó las huestes del bien contra Nammu, el primitivo mar. Luego, con la ayuda de Nin-mah, la diosa de la madre tierra, crea al frágil hombre.
El más conocido de los mitos babilónicos de la creación es la adaptación de la formación sumeria llamada enuma elisû, por las palabras con las cuales comienza: “Cuando en las alturas los cielos no tenían nombre y la tierra abajo no había sido llamada por nombre”. Tiamat y Apsu existían, pero después que nacieron otros dioses Apsu trató de eliminarlos debido al ruido que hacían. Uno de los dioses, Ea, el Enki sumerio, dio muerte a Apsu; luego Tiamat, buscando vengarse, fue a su vez muerta ella misma por Marduk, hijo de Ea y dios de Babilonia, en cuyo honor fue compuesto el poema. Marduk usó las dos mitades de Tiamat para crear el firmamento de cielos y tierra. Después puso en orden las estrellas, el sol, y la luna, y finalmente, para liberar a los dioses de los trabajos serviles, Marduk, con la ayuda de Ea, creó a la raza humana del polvo de la tierra mezclado con la sangre de Kingu, el dios rebelde que había capitaneado las fuerzas de Tiamat. Las únicas semejanzas entre estos relatos y Génesis 1–2 es la mención de las profundidades, el reposo divino después de la creación, y la subdivisión del relato en seis partes.
Otras epopeyas de la creación difieren en los detalles. Una cuenta cómo, cuando “todas las tierras eran mar”, fueron creados los dioses, y se edificó la ciudad de Babilonia. Marduk, por lo tanto, hizo una alfombra de juncos sobre las aguas, sobre ella él y la diosa madre Aruru crearon al hombre. A esto siguió la creación de las bestias, los ríos, las hierbas verdes, los territorios, y los animales domésticos. Existe otro mito que atribuye la creación de los cielos a Anu y de la tierra a Ea. En este caso, también, una vez que la tierra, y los dioses considerados indispensables para su ordenamiento, proporcionaron un templo con su correspondiente provisión de ofrendas, el hombre fue creado para servir a los dioses, como en Atrahasés y epopeyas anteriores.
b. Egipto.
Entre una serie de menciones a la creación existe una, fechada aproximadamente alrededor de 2350 antes de Cristo, que describe el acto del dios Atum, que creó dioses en un monte primitivo sobre las aguas de Caos. Atum, “quien adquirió existencia por sí mismo”, luego procedió a ordenar el mundo, y desde las obscuras profundidades asignó lugares y funciones a las otras deidades, incluyendo Osiris. Los teólogos de Menfis, como también de Tebas, tenían su manera de justificar la aparición de su ciudad y su dios. Para ellos fue el dios Ptah quien concibió la creación y le dio existencia mediante su palabra de mando, reflejo primitivo, que también aparece en los textos sumerios, de la doctrina del Logos. Otro mito atribuye al dios sol Ra la victoria sobre el mundo inferior, denominado Apofis. Según esta versión, la humanidad fue creada con las lágrimas de Ra, y todos los hombres fueron creados con idénticas oportunidades para disfrutar de las necesidades básicas de la vida.
Ha de notarse que en todo el antiguo Cercano Oriente prevalecía la concepción de un primitivo vacío acuoso, combinado con oscuridad; que la creación fue un acto divino ex nihilo y que el hombre fue hecho por intervención divina directa para el servicio de los dioses. La narración hebrea, con su claridad y su monoteísmo, se destaca como única; no se relatan luchas entre deidades, ni se procura exaltar a alguna ciudad o raza en especial.
c. La Grecia antigua.
Para los griegos en general los dioses que adoraban no eran responsables de la creación del mundo, sino más bien seres creados, o engendrados, por deidades vagamente concebidas, o por fuerzas a las cuales reemplazaban. Hesíodo, en su Teogonía, dice que primeramente surgió Caos, luego Tierra, y esta, impregnada por Cielo, se convirtió en la gran madre de todos. La verdad es que no hay creación, sino un desenvolvimiento automático, principalmente por procreación, a partir de comienzos indefinidos. Hay muchas variantes en cuanto a los detalles, y los filósofos las racionalizaron de distintas maneras. Los epicúreos atribuyeron todo a combinaciones casuales de átomos, y los estoicos panteístas concibieron la idea de un logos, o principio universal impersonal.
Reviste interés especial el mito órfico, aunque probablemente fue aceptado por pocos relativamente, por cuanto algunos han visto en el orfismo paralelos significativos con el cristianismo. En este mito el gran creador es Fanes, quien emergió de un huevo, y después de crear el universo y los hombres de la edad de oro, se retiró a la oscuridad hasta que su bisnieto Zeus se lo tragó junto con toda su creación, y posteriormente creó de nuevo el mundo existente. Los hombres de la raza actual surgieron de los restos aniquilados de los Titanes que habían muerto y tragado a Dionisos, hijo de Zeus, de manera que llevan en sí elementos tanto de maldad como de lo divino. Dionisos fue restaurado a la vida por Zeus, y a menudo se lo equiparó con Fanes.
[1] Hebreos 11.3.
[2] Colosenses 1.16. BAD
[3] Génesis 1.1; Salmos 33.6.
[4] Juan 1.3, 10; Colosenses 1.16.
[5] Génesis 1.2; Job 26.13.
[6] Génesis 1.1. RV60
[7] Génesis 3.24. BPD
[8] Éxodo 25.22; Levítico 16.2
[9] 1 Samuel 4.4; 2 Samuel 6.2; 2 Reyes 19.15; Salmos 80.1; 99.1; Isaías 37.16.
[10] 2 Samuel 22.11; Salmos 18.10.
[11] 1 Reyes 7.29, 36.
[12] Revelación 22.14.
[13] Salmos 18.10; Ezequiel 28.14.
[14] Ezequiel 1.4-28; 10.3-22.
[15] Ezequiel 10.
[16] l Samuel 4.4; 2 Samuel 6.2; 2 Samuel 22.11; Salmos 80.2; Salmos 99.1.
[17] Éxodo 25.18; 1 Reyes 6.23-35.
[18] Revelación 12.7.
[19] Daniel 10.13, 21.
[20] Éxodo 12.23.
[21] 2 Samuel 24.16-17.
[22] 2 Reyes 19.35.
[23] Job 1.6-12; 2.1-10.
[24] Daniel 7.10.
[25] Daniel 10.13-21.
[26] Daniel 8.6; 9.21.
[27] Ezequiel 8-11; 40-44.
[28] Zacarías 1-6.
[29] Daniel 10.13.
[30] Daniel 10.21; 12.1.
[31] CAB
[32] Daniel 10.13; 12.1.
[33] Revelación 12.7-9. CST-IBS
[34] Salmo 148.5.
[35] Nehemías 9.6. Septuaginta
[36] Salmos 148.2. SEE
[37] Colosenses 1.16. BL95
[38] BAD
[39] Lucas 20.36. BL95
[40] 1 de Corintios 6.8.
[41] Hebreos 12.22-23. BAD
[42] 2 Samuel 19.28. BPD
[43] Mateo 24.35. CAB
[44] Salmos 103.20. LBLA
[45] 2 Pedro 2.11. NC
[46] 2 Tesalonicenses 1.7-8. NBLH
[47] Hechos 5.19; 12.7, 23
[48] Isaías 37.36.
[49] Revelación 5.11. BAD
[50] Salmos 68.17. TKIM-DE
[51] Números 22.22-31. La Toráh
[52] Salmos 103.20.
[53] Génesis 24.7, 40.
[54] Salmos 34.7.
[55] Hechos 27.2, 24.
[56] Daniel 8.16; 9.21.
[57] Daniel 10.13, 21; 12.1.
[58] Lucas 10.18.
[59] Daniel 10.13.
[60] Lucas 1.26.
[61] 1 Samuel 29.9; 2 Samuel 14.17, 20; 19.27.
[62] Jueces 6.11–23; 13.3–5.
[63] 1 Reyes 19.5–7.
[64] 2 Reyes 19.35.
[65] 2 Samuel 24.16.
[66] Génesis 19.
[67] Job 38.7, Jueces 5.20; Revelación 9.1.
[68] Números 22.21–35.
[69] Génesis 18.1–16.
[70] Génesis 28.12.
[71] Job 38.7.
[72] Job 1.6; 2.1.
[73] Job 5.1; Salmos 89.5, 7; Daniel 8.13.
[74] Job 15.15.
[75] Ezequiel 40.
[76] Daniel 8.16; 9.2.
[77] Daniel 10.13, 21; 12.1.
[78] Daniel 10.20.
[79] Daniel 7.10; Deuteronomio 33.2; Nehemías 9.6; Salmos 68.17.
[80] Mateo 1.20; 24; 2.13; 19.
[81] Lucas 1.11.
[82] Lucas 1.19.
[83] Lucas 1.26.
[84] Lucas 2.9-14. BLS
[85] Juan 1.51.
[86] Marcos 1.13; Mateo 4.11.
[87] Lucas 22.43.
[88] Mateo 26.53.
[89] Marcos 16.5-7; Mateo 28.2-3; Lucas 24.4; Juan 20.12.
[90] Mateo 22.30; Marcos 12.25; Lucas 20.36.
[91] Mateo 18.10.
[92] Lucas 15.10.
[93] Hebreos 2.9.
[94] Efesios 1.21.
[95] Hebreos 1.6-7.
[96] Revelación 5.
[97] Colosenses 1.16.
[98] Mateo 24.26.
[99] Mateo 13.39; 49; 24.31.
[100] Mateo 25.31; 2 Tesalonicenses 1.7; Revelación 14.14-16.
[101] Mateo 24.31; Marcos 13.27.
[102] Mateo 13.41-42.
[103] Efesios 3.10; 5.23.
[104] Colosenses 2.18.
[105] Revelación 22.8-9.
[106] Hechos 1.11. BPD
[107] Hechos 5.19; 12.7-10
[108] Hechos 8.26.
[109] Hechos 10.3; 11.13.
[110] Hechos 27.23.
[111] Revelación 5.8; 8.3.
[112] Revelación 12.1-9.
[113] Lucas 16.22
[114] 1 Corintios 11.10.
[115] 1 Corintios 4.9.
[116] Génesis 28.12; Salmos 91.11; Ezequiel 9.2.
[117] 2 Pedro 2.4; Judas 6.
[118] Isaías 14.12-16; Ezequiel 28.12-15.
[119] 1 Samuel 29.4; 1 Reyes 5.18; 1 Reyes 11.14-25.
[120] Números 22.22-32.
[121] Salmos 109, 6; Zacarías 3.1.
[122] Zacarías 3.1.
[123] Salmos 109.6.
[124] Marcos 1.12-13; Mateo 4.1-11; Lucas 4.1-13.
[125] Marcos 3.22-27; Mateo 12.22-30; Lucas 11.14-23.
[126] Génesis 1.28-29.
[127] Marcos 3.20-30.
[128] Juan 1.3. Brit Xadasha 1999
[129] Colosenses 1.16. CAB
[130] Isaías 14.12. RV60
[131] Ezequiel 28.13.
[132] Ezequiel 28.13.
[133] Isaías 14.12-15. NBLH
[134] Ezequiel 28.17. Ibid
[135] Éxodo 13.21; Job 37.15-16; Mateo 26.64; Revelación 14.14-16.
[136] Ezequiel 28.16-17. BPD
[137] Isaías 14.15.
[138] Revelación 20.1-2. Ibid
[139] Revelación 20.2.
[140] 2 Corintios 12.7.
[141] Revelación 20.3, 10. BAD
[142] 2 Corintios 11.3. BL95
[143] Revelación 12.17. BLS
[144] 2 Timoteo 2.26. BPD
[145] Efesios 2.2. LBLA
[146] Efesios 6.11. PDT
[147] 1 Pedro 5.8. Peshita Español.
[148] 2 Corintios 11.14. RV60
[149] Revelación 9.11.
[150] Revelación 12.10.
[151] 1 Pedro 5.8.
[152] Revelación 9.11.
[153] 2 Corintios 11.4.
[154] Revelación 9.11.
[155] Juan 8.44.
[156] Mateo 12.24; Lucas 11.15; Marcos 3.22.
[157] 2 Corintios 6.15.
[158] Revelación 9.11; 1 Corintios 10.10.
[159] 1 Pedro 5.8; Mateo 4.1.
[160] Revelación 12.3.
[161] 2 Corintios 4.4.
[162] Mateo 13.39.
[163] Revelación 12.9; 20.3.
[164] Efesios 2.2.
[165] Efesios 6.12.
[166] 1 Pedro 5.8.
[167] 1 Juan 5.19.
[168] Juan 8.44.
[169] Mateo 12.24.
[170] Juan 12.31; 14.30; 16.11.
[171] Efesios 2.2.
[172] Ezequiel 28.12-15.
[173] Juan 13.27.
[174] Revelación 12.9; 2 Corintios 1.3.
[175] Mateo 4.3; 1 Tesalonicenses 3.5.
[176] Juan 12.31.
[177] Job 1.10-12.
[178] Salmos 91.6; Habacuc 3.5.
[179] Deuteronomio 32.24.
[180] Éxodo 12.23; 2 Samuel 24.16; 2 Reyes 19.35.
[181] 1 Samuel 16.4-16; 1 Samuel 16.23.
[182] 1 Samuel 28.13; 2 Reyes 21.6; Isaías 8.19.
[183] Levítico 19.31; 20.6; 27; Deuteronomio 18.11.
[184] Deuteronomio 32.17; Salmos 106.37.
[185] Levítico 17.7; 2 Crónicas 11.15; Isaías 13.21; 34.12; 14.
[186] Isaías 34.14. BL95
[187] Levítico 16.
[188] Levítico 17.7; 2 Crónicas 11.15.
[189] Marcos 1.12-13; Mateo 4.1-11; Lucas 4.1-13.
[190] Marcos 2.5-11; Mateo 9.2-7; Lucas 5.20-24.
[191] Mateo 12.28. BAD
[192] Lucas 10.17-18. Ibid
[193] Marcos 6.7; Lucas 9.1.
[194] Hechos 8.7; 19.11-17.
[195] Hechos 13.8; 19.8.
[196] Hechos 16.16.
[197] Revelación 9.20.
[198] Gálatas 4.8-9; 1 Timoteo 4.1.
[199] 1 Corintios 10.20; 2 Corintios 6.15.
[200] 2 Tesalonicenses 2.11; 2 Corintios 4.4.
[201] 1 Timoteo 5.15.
[202] 1 Pedro 5.8. BL95
[203] Romanos 16.20; 1 Corintios 7.5; 2 Corintios 2.11; Romanos 11.14; 1 Tesalonicenses 2.18; Efesios 4.27; 6.11; 16; 1 Timoteo 3.6; 2 Timoteo 2.26; Santiago 4.7; 1 Pedro 5.8.
[204] Revelación 13.7.
[205] Revelación 12.12.
[206] Santiago 1.12; Revelación 2.26; 3.12; 3.21; 21.7.
[207] Romanos 16.20. BLS
[208] 2 Tesalonicenses 2.8. Ibid
[209] 2 Pedro 2.4; Judas 6.
[210] Revelación 20.10. Ibid
[211] Lucas 23.43. BPD
[212] Efesios 4.9; Hechos 2.27, 31.
[213] Lucas 16.19-23.
[214] Lucas 16.21. BAD
[215] Hornero, Ilíada, 14.219.
[216] Juan 1.18. RV60
[217] Números 11.12.
[218] Juan 13.23.
[219] Génesis 15.15. La Toráh
[220] Génesis 47.30. Ibid
[221] Lucas 23.43. BLS
[222] Efesios 4.9; Hechos 2.27, 31.
[223] 2 Corintios 12.2, 4.
[224] Génesis 1.20; 7.11; 8.2; 27.28; Salmos 147.8.
[225] Génesis 1.14-17; 15.5; Ezequiel 32.7-8.
[226] Mateo 5.16; 12.50; Revelación 3.12; 11.13; 16.11; 20.9.
[227] Juan 3.13, 31; 6.38, 42.
[228] Hebreos 4.14. BPD
[229] Efesios 4.10. Ibid
[230] Hebreos 8.1. Ibid
[231] 1 Pedro 1.12.
[232] Mateo 18.10; 22.30; Revelación 3.5.
[233] 2 Corintios 12.2.
[234] Revelación 4.1.
[235] 2 Corintios 5.1.
[236] 1 Tesalonicenses 4.16; Filipenses 3.20-21.
[237] Mateo 24.30; 2 Tesalonicenses 1.7.
[238] Mateo 5.22, 29–30; 10.28; 18.9; 23.15, 33; Marcos 9.43, 45, 47; Lucas 12.5; Santiago 3.6.
[239] Josué 15.8; 18.16.
[240] 2 Reyes 23.10; 2 Crónicas 28.3; 33.6; Jeremías 7.31; 32.35.
[241] Deuteronomio 32.22; Daniel 7.10.
[242] Marcos 9.43.
[243] Mateo 18.8.
[244] Mateo 25.46.
[245] Mateo 25.30; 2 Pedro 2.17.
[246] Revelación 2.11.
[247] 2 Tesalonicenses 1.9; Mateo 7.21–23.
[248] Mateo 5.25–26.
[249] Daniel 12.2.
[250] Marcos 9.43.
[251] Mateo 13.41-42.
[252] Mateo 22.13.
[253] Mateo 8.12.
[254] Judas 7.
[255] Revelación 20.15.
[256] Mateo 10.28.
[257] Daniel 12.2; Lucas 16.23-24; Mateo 13.42; Romanos 2.8-9; Judas 7.
[258] Revelación 14.11; 20.10. Ibid
[259] Mateo 25.41.
[260] Daniel 12.2; Mateo 25.46.
[261] Mateo 3.12; Marcos 9.48.
[262] Revelación 14.11; 19.3; 20.10.
[263] Revelación 1.6, 18; 11.15; 22.5.
[264] Génesis 1.1. RV60
[265] Hechos 17.25.
[266] Colosenses 1.17. BL95
[267] Hechos 17.28. Ibid
[268] RV60
[269] Colosenses 1.16. BAD
[270] Isaías 40.26, 28; 42.5; 45.18; Jeremías 10.12–16; Amós 4.13.
[271] Salmos 33.6, 9; 90.2; 102.25.
[272] Juan 1.1; Hechos 17.24; Romanos 1.20, 25; 11.36; Colosenses 1.16; Hebreos 1.2; 11.3; Revelación 4.11; 10.6.
[273] Hebreos 11.3. Ibid
[274] La Toráh
[275] Génesis 1.1; Isaías 44.24; 45.12; Salmos 33.6.
[276] Juan 1.3, 10; Colosenses 1.16.
[277] Génesis 1.2; Job 26.13.
[278] Génesis 1.11. Ibid
[279] Génesis 1.20. Ibid
[280] Génesis 1.24. Ibid
[281] Génesis 2.7. Ibid
[282] Génesis 1.27.
[283] Génesis 2.20. Ibid
[284] Génesis 2.7. Ibid
[285] Juan 4.24.
[286] Hechos 17.26.
[287] 1 Corintios 15.22.
[288] Génesis 1.3–5.
[289] Génesis 1.6–8.
[290] Génesis 1.9–10.
[291] Génesis 1.11–13.
[292] Génesis 1.14–19.
[293] Génesis 1.20.
[294] Génesis 1.21.
[295] Génesis 1.20–22.
[296] Génesis 1.24–25.
[297] Génesis 1.24–25.
[298] Génesis 1.24–25.
[299] Génesis 1.26–27.
[300] Génesis 1.26, 28.
[301] Génesis 1.27.
[302] Génesis 1.3, 6, 9, 11, 14, 20, 24, 26.
[303] Génesis 1.1.
[304] Génesis 1.21.
[305] Génesis 1.27.
[306] Génesis 1.7.
[307] Génesis 1.16.
[308] Génesis 1.25.
[309] Génesis 1.26.
[310] Génesis 1.3, 6, 14–15.
[311] Génesis 1.9.
[312] Génesis 1.1, 20, 24.
[313] Isaías 2.12.
[314] Salmos 95.8.
[315] Salmos 90.4.
[316] Génesis 2.17; 3.17-19; Romanos 5.12.
A. La Creación Inmaterial.
Aunque en Génesis 1 y 2 encontramos el relato de la creación material, antes de esta ya había tenido lugar la creación inmaterial, tal como dice Pablo: “…porque por medio de él fueron creadas todas las cosas en el cielo y en la tierra, visibles e invisibles, sean tronos, poderes, principados o autoridades: todo ha sido creado por medio de él y para él”[2].
La creación la realizó el Dios Trino. Se le atribuye al Padre[3], al Hijo[4] y al Espíritu Santo[5], sin hacer distinción entre lo creado por cada Persona de la Deidad, descartándose tanto el dualismo de la filosofía clásica de los griegos como el materialismo absoluto. El primero enseña que las fuerzas del bien y del mal son eternas y que el espíritu refleja el bien mientras la materia refleja el mal. El materialismo absoluto, en cambio, enseña que la materia es eterna y que la historia es determinada por las leyes del desarrollo material. El primer versículo de la Biblia contradice ambas filosofías al decir: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”[6]. De igual manera, la doctrina bíblica de la creación descarta el panteísmo. El universo no es una manifestación externa de Dios mismo, sino la obra de sus manos, y como tal, completamente distinta de la esencia divina.
Antes del “principio” no existía ninguna cosa material, ni existía el tiempo mismo. Solamente existía Dios, pero antes de que Dios se dispusiera a hacer la creación material, hizo la creación inmaterial en algún momento de la eternidad. Esta creación inmaterial estaba conformada por los querubines, serafines, un arcángel y los ángeles; más adelante se sumaron los demonios, que no son una creación de Dios, sino los ángeles rebeldes.
1. Querubines.
Queroubim, ceroubivm, es el plural de queroub. Los términos en castellano “querubín” y “querubines” son equivocados, ya que “querubín” es la forma plural; el término singular es “querub”. En buen uso, el plural de “querub” en español debe ser “querubes” o bien la transcripción “querubim”.
Los querubines de la Biblia no son dioses ni reciben adoración; son seres celestiales que sirven a Dios. En Edén guardan “el acceso al árbol de la vida”[7]. Simbólicamente, guardaban los objetos sagrados en el Tabernáculo, pues sobre la cubierta del arca del pacto se colocaron dos figuras de querubines cubiertas con oro. Las alas de estos querubines cubrían el propiciatorio, que era el trono al que Dios descendía en una nube de gloria[8].
En la poesía israelita los querubines rodean o sostienen el trono de Dios[9]. En Ezequiel 10 el trono de Dios es llevado por querubines. En otra figura poética, Adonay cabalga sobre un querubín[10].
El templo de Salomón se decoró con muchas lujosas representaciones de querubines[11]. Dos de ellos, hechos de olivo y cubiertos de oro, tenían 5 metros de altura.
Algunos consideraban a los querubim como los representantes ideales de la creación animada salvada. En el Tabernáculo y en el Templo estaban representados por las dos figuras de oro de dos seres vivientes alados. Constituían una sola pieza con la cubierta de oro del Arca del Pacto en el Lugar Santísimo, significando que las expectativas de las criaturas redimidas y glorificadas iban juntas con el sacrificio de Cristo. Por eso mismo ello indicaría que lo que representan es seres humanos liberados y unidos a Cristo, unión esta vista, de manera figurada, como procediendo del Propiciatorio. Sus rostros estaban dirigidos hacia este Propiciatorio, sugiriendo ello una conciencia del medio por el que se ha procurado la unión con Cristo. La primera referencia a los querubim se encuentra en Génesis 3.24, que debería traducirse “al este del huerto de Edén, Él hizo morar un tabernáculo de querubim, y la espada flamígera que giraba a uno y otro lado para impedir el paso al árbol de la vida”. Esto no era solo para mantener afuera a los hombres caídos; la presencia de los querubim sugiere que los hombres redimidos, restaurados a Dios bajo las condiciones divinas, tendrían acceso al árbol de la vida[12]. Ciertas otras referencias del Antiguo Testamento dan una clara indicación de que en ocasiones lo que se tiene a la vista son seres angélicos[13]. Lo mismo sucede con la visión de los querubim en Ezequiel 10.1-20; 11.22. En el Nuevo Testamento se encuentra este término en Hebreos 9.5, donde se hace referencia al Arca en el Tabernáculo, y se sugiere que se trata de aquellos que ministran para la manifestación de la gloria de Dios. Por ello, es posible llegar a la conclusión de que, por cuanto en el pasado y en el presente los seres angelicales han actuado y actúan administrativamente en el servicio de Dios, y que el hombre redimido ha de actuar administrativamente en el futuro en comunión con Él, los querubim en las Escrituras representan a uno u otro de estos dos grupos de seres creados en conformidad a lo que se expone en los varios pasajes con ellos relacionados.
El Antiguo Testamento no describe claramente a los querubines, pero Ezequiel los vio en sus visiones con cuatro caras y cuatro alas cada uno, acompañados por muchas ruedas[14].
Estos ángeles ocupan un lugar privilegiado en toda la corte celestial, ya que están más cerca de Dios y atienden a su servicio inmediato. Los primeros están junto al trono divino, lo sostienen y lo arrastran o transportan[15]. En este mismo sentido hay que entender los textos en que se dice que Dios está sentado sobre los querubines o cabalga sobre ellos[16].
Iconográficamente se les representaba con las alas desplegadas, bien sobre el arca de la alianza, bien sobre las paredes y la puerta del templo[17].
2. Serafines.
Los serafines, etimológicamente significan “espíritus ardientes”, solo se recuerdan en la visión inaugural de Isaías 6.2-7, mientras que rodean el trono de Adonay y cantan su santidad y su gloria. Están dotados de seis alas: Dos para volar, dos para taparse el rostro, dos para cubrirse los pies. Uno de ellos fue el que purificó los labios del profeta con un carbón encendido, para que purificado de todo pecado pudiera anunciar la palabra de Dios. Son los guardianes de la santidad. En los versículos antes escritos, vemos a los serafines en una actitud de humildad, que limpian al profeta mesiánico de su inmundicia. Su actividad está centrada en la santidad y no en juicios ni en poder.
Se caracterizan por el ardor con el que aman las cosas divinas y por elevar a Dios los espíritus de menor jerarquía. Son la vibración primordial del amor. Pertenecen al orden más alto de la jerarquía más elevada. Son los que cantan sin cesar la música de las esferas y regulan el movimiento de los cielos. La captación de energía que poseen es muy elevada.
Según algunas versiones, el nombre deriva de la palabra “ser” que significa “yo soy” y el hebreo “rapha” que significa “sanador”. Son los ángeles del amor, de la luz y del fuego, que rodean el trono de Dios y están en constante alabanza. Según la Biblia, el profeta Isaías vio serafines durante una visión. Se les asocia con el ardor y la pureza y dentro de la jerarquía celestial ocupan la suprema posición, ya que ellos no están hechos a imagen y semejanza de Dios, sino que son parte o esencia de Él.
La iconografía cristiana representa a los serafines como seres alados como todos los ángeles, pero éstos tienen la peculiaridad de poseer tres pares de alas. Según el cristianismo, los serafines son los seres más bellos del universo, y a eso se debe que su primer par de alas tape su rostro, pues solo Dios tiene derecho a contemplar tanta belleza. Con el segundo par de alas vuelan y el tercero cubre sus pies, pues simbolizan así la eterna humildad y amor debido sólo a Dios. En la del judaísmo, se les compara con serpientes doradas con seis alas que tienen el poder de sanar.
3. Arcángel.
En la Biblia hay solo dos menciones de un arcángel. La primera es en 1 de Tesalonicenses 4.16, y la segunda es Judas 9. El único arcángel que se nombra es Miguel. Él comanda a los ángeles[18], y es el príncipe de su pueblo Israel[19].
En la antigüedad bíblica los ángeles no se distinguían por la naturaleza de las misiones que se les confiaban. Así, al lado de los ángeles enviados para obras buenas, encontramos al ángel exterminador que trae la ruina a las casas de los egipcios[20], al ángel que siembra la peste en medio de Israel[21] y que destruye el ejército de Senaquerib[22], mientras que en el libro de Job, Satanás sigue formando parte de la corte celestial[23]. Pero a continuación, a partir del destierro en Babilonia y cada vez más en los tiempos sucesivos, por influencia y en reacción contra el sincretismo babilonio, no solo se lleva a cabo una clara distinción entre ángeles buenos y malos, sino que se afina incluso en su concepción, precisando sus tareas y multiplicando su número. Por un lado, se quiere exaltar la trascendencia del Dios invisible e inefable; por otro, poner de relieve su gloria y su poder, que se manifiestan tanto en el mayor número de ángeles como en la multiplicidad de los encargos que se les hace.
En este sentido resulta particularmente significativa la angelología del libro de Daniel, en donde hay una alusión a los “millones de millones” de seres celestiales que rodean el trono de Dios[24], se conocen también algunos ángeles que presiden los destinos de las naciones[25]. Se dan igualmente los nombres de dos de los ángeles: Gabriel y Miguel. El uno revela al profeta el significado de sus visiones[26], lo mismo que había hecho un ángel anónimo con los profetas Ezequiel[27] y Zacarías[28], y como será luego habitual en toda la literatura apocalíptica, incluida la del Nuevo Testamento. El otro se presenta como “uno de los primeros príncipes”[29] y como “vuestro príncipe”, el príncipe absoluto de Israel, “que hace guardia sobre los hijos de tu pueblo”[30].
El nombre Miguel quiere decir: ¿Quién como Dios? Es decir: ¿Quién es tan grande, tan amable y justo como Dios? También se le llama “vuestro príncipe” en Daniel 10.21 y “principal príncipe” en Daniel 10.13. Posiblemente sea el mismo “príncipe” de Daniel 8.11. Conociendo el significado de su nombre tal vez nos preguntemos: ¿quién es Miguel?, ¿de qué o de quién nos protege?, ¿cuál es su misión?
Ya desde el Antiguo Testamento aparece como el gran defensor del pueblo de Dios y su poderosa defensa continúa en el Nuevo Testamento. Es representado como el ángel guerrero, el conquistador de Lucifer, poniendo su pie sobre el enemigo infernal, amenazándole con su espada o traspasándolo con su lanza. Es reconocido como guardián de los cristianos y como protector contra los poderes diabólicos.
a. En el Antiguo Testamento:
En el libro del Éxodo 23.20, el Señor dijo a los Israelitas: “Enviaré un ángel delante ti, para que te guarde en el camino y te conduzca al lugar que te he preparado”[31]. En el libro de Daniel, Dios envía a Miguel para asegurarle a Daniel su protección[32] y guiar al pueblo de Israel por el desierto.
b. En el Nuevo Testamento:
En Judas 9, se observa a Miguel altercando con el diablo y disputándose el cuerpo de Moisés, que había muerto. En obediencia al mandato de Dios, Miguel escondió la tumba de Moisés, ya que la gente y también Satanás querían exponerla para llevar a los israelitas al pecado de idolatría.
En el Nuevo Testamento el papel de Miguel es muy importante pues continúa su poderosa defensa, ya que junto a los ángeles, libra la batalla victoriosa contra Satanás y los ángeles rebeldes, los cuales son arrojados del cielo: “Después de esto se libró en el cielo una gran batalla. Miguel, y los ángeles a sus órdenes, combatieron al dragón, que luchaba asistido por sus propias huestes de ángeles; pero estos fueron vencidos y expulsados definitivamente del cielo. Y aquel gran dragón, aquella serpiente antigua llamada diablo y Satanás, la cual engaña al mundo entero, fue arrojado a la tierra junto con todo su ejército de ángeles. Oí entonces una voz poderosa que proclamaba en el cielo: "¡Ahora ha llegado la salvación y el poder, el reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo; porque el acusador de nuestros hermanos, el que día y noche los acusaba delante de nuestro Dios, ha sido expulsado del cielo! Ellos lo vencieron por la sangre del Cordero y por el testimonio que dieron despreciando su propia vida hasta la muerte. Por todo ello alegraos, cielos; y alegraos, los que habitáis en los cielos. Pero ¡ay de la tierra y del mar, porque el diablo ha bajado contra vosotros rebosante de ira, porque sabe que le queda poco tiempo!”[33].
4. Ángeles.
Ángel, del griego aggelos, significa mensajero y las Escrituras dan mucha información acerca de ellos. Los ángeles no han existido siempre, ellos fueron formados por Dios[34]. La Biblia expresa que son parte de la creación de Él: “Y dijo Esdrás: «Tú eres el mismo Señor solo; tú hiciste el cielo y el cielo del cielo y toda la milicia de ellos, la tierra y todo cuanto hay en ella, los mares y todo lo de ellos; y tú vivificas todo y a ti adoran los ejércitos de los cielos”[35]; “Alabadle, vosotros todos sus ángeles; alabadle, vosotros todos sus ejércitos”[36]; “porque en él fueron creadas todas las cosas en el cielo y en la tierra, el universo visible y el invisible, Tronos, Gobiernos, Autoridades, Poderes. Todo fue hecho por medio de él y para él”[37].
En la Biblia no se especifica el tiempo en que los ángeles fueron creados. No hay ninguna referencia de esto. Podría ser que hayan sido creados enseguida de la creación de los cielos y antes de la formación de la tierra, ya que en Job 38.4-7 dice: “¿Dónde estabas cuando puse las bases de la tierra? ¡Dímelo, si de veras sabes tanto! ¡Seguramente sabes quién estableció sus dimensiones y quién tendió sobre ella la cinta de medir! ¿Sobre qué están puestos sus cimientos, o quién puso su piedra angular mientras cantaban a coro las estrellas matutinas y todos los ángeles gritaban de alegría?”[38] Pero aunque son creados, son inmortales: “Además ya no pueden morir, sino que son como ángeles”[39].
La Biblia afirma que los creyentes en Cristo serán como los ángeles, pero no afirma que serán ángeles, cosa muy diferente. De acuerdo a las Escrituras, los fieles de Dios juzgarán a los ángeles[40]. Los “millares y millares de ángeles” se diferencian de “los espíritus de los justos que han llegado a la perfección”[41].
Los ángeles son sumamente sabios en conocimiento, mucho más que los hombres, pero no son omniscientes. En 2 de Samuel dice: “Pero él me calumnió ante mi señor, el rey. Sin embargo, tú eres como un ángel de Dios: trátame entonces como mejor te parezca”[42], mientras que Cristo comenta: “En cuanto al d a aquel y la hora, nadie lo sabe, ni los ángeles de los cielos, ni el Hijo, sino el Padre solo”[43].
Los ángeles son más poderosos que cualquier ser humano. En el Antiguo Testamento se da luz al respecto: “Bendecid al SEÑOR, vosotros sus ángeles, poderosos en fortaleza, que ejecutáis su mandato, obedeciendo la voz de su palabra”[44]. Y en el Nuevo Testamento: “Cuando los ángeles, aun siendo superiores en fuerza y poder, no profieren ante el Señor un juicio injurioso contra ellas”[45]; “Pero que El les dé alivio a ustedes que son afligidos, y también a nosotros, cuando el Señor Jesús sea revelado desde el cielo con Sus poderosos ángeles en llama de fuego, dando castigo a los que no conocen a Dios, y a los que no obedecen al evangelio (las buenas nuevas) de nuestro Señor Jesús”[46].
En la Biblia están descritos actos poderoso hecho por los ángeles, como la liberación de los apóstoles de la prisión[47], y en el retiro de la piedra de la tumba de Cristo. Es evidente, el tremendo poder que los ángeles poseen. En el Antiguo Testamento se enseña que un solo ángel dio cuenta de ciento ochenta y cinco mil solados en una noche[48].
Además, son innumerables: “Luego miré, y oí la voz de muchos ángeles que estaban alrededor del trono, de los seres vivientes y de los ancianos. El número de ellos era millares de millares y millones de millones”[49] y el salmista dice: “Los carruajes de Elohim son miles de millones; YAHWEH está entre ellos como en Sinaí, en su Kedushah”[50], e invisibles: “Cuando iba, se encendió la ira de Adonay y el Ángel de Adonay se puso en el camino para estorbarle. El montaba la burra y sus dos muchachos iban con él. La burra vio al Ángel de Adonay plantado en el camino, la espada desenvainada en la mano. La burra se apartó del camino y se fue a campo traviesa. Balaam pegó a la burra para hacerla volver al camino. Pero el Ángel de Adonay se puso en un sendero entre las viñas, con una pared a un lado y otra a otro. Al ver la burra al Ángel de Adonay, se arrimó a la pared y raspó el pie de Balaam contra la pared. Él le pegó otra vez. Volvió el Ángel de Adonay a cambiar de sitio, y se puso en un paso estrecho, donde no había espacio para apartarse ni a la derecha ni a la izquierda. Vio la burra al Ángel de Adonay y se echó con Balaam encima. Balaam se enfureció y pegó a la burra con un palo. Entonces Adonay abrió la boca de la burra, que dijo a Balaam: "¿qué te he hecho yo para que me pegues con ésta ya tres veces?" Respondió Balaam a la burra: "Porque te has burlado de mí. Ojalá tuviera una espada en la mano; ahora mismo te mataba." Respondió la burra a Balaam: "¿No soy yo tu burra, y me has montado desde siempre hasta el día de hoy? ¿Acaso acostumbro a portarme así contigo?" Respondió él: "No." Entonces abrió Adonay los ojos de Balaam, que vio al Ángel de Adonay, de pie en el camino, la espada desenvainada en la mano; y se inclinó y postró rostro en tierra”[51].
Los ángeles cumplen la voluntad de Dios[52], y cumplen un ministerio para los creyentes: Ellos guían[53], protegen[54], y reconfortan[55].
Los únicos ángeles mencionados por su nombre en la Biblia son Gabriel[56], Miguel[57], que ya vimos que es el jefe de los ángeles, y Lucifer[58]. Miguel siempre se menciona en un contexto de batalla[59] y Gabriel como mensajero divino[60]. Desde luego, Lucifer o Satanás es el que se opone a Dios y es enemigo del hombre.
a. Los ángeles en el Antiguo Testamento.
Aparte quizá del Ángel del Señor, el ejecutor o, incluso, la manifestación de Adonay, los ángeles son seres espirituales separados de Dios, más, a menos que hayan caído; de incuestionable integridad, buena voluntad y obediencia a Él[61]. Los ángeles pueden aparecérseles a los hombres como portadores de mandamientos y noticias específicos de parte de Dios[62]. En casos específicos pueden socorrer a los siervos mortales de Dios que padecen necesidad[63]. Pueden encargarse de realizar misiones de ayuda militar[64] o, menos frecuentemente, encargarse de la acción hostil directa[65] contra Israel. Los hombres de Sodoma[66] o cualquier otro obrador del mal pueden ser castigados por ellos. Su capacidad bélica, que está implícita en Génesis 321; 1 Reyes 22.19, se deja ver en forma más específica en Josué 5.13–15; 2 Reyes 6.17: De aquí el título familiar de la deidad, Adonay Dios de los ejércitos.
En épocas primitivas el hombre asociaba a los ángeles con las estrellas. Esto dio lugar a uno de los pensamientos poéticos de Job, donde los ángeles son también testigos de la creación[67]. El asna de Balaam tiene más conciencia de la presencia del ángel del Señor que su codicioso y enceguecido amo, que se merece el reproche divino[68]. Muy familiares resultan las conversiones de los ángeles con Abraham[69] o en la escalera de Jacob[70]. Ángeles guardianes individuales aparecen probablemente en el Salmos 91.11; algunos disciernen al ángel de la muerte en Job 33.23. Estas ideas, rudimentarias en el Antiguo Testamento, se vuelven fuertes principios especulativos en la literatura rabínica no inspirada. La expresión “hijos de Dios” significa simplemente ángeles y la descendencia que entraña es mental o espiritual, no física. Los seres a que así se alude pueden ser claramente ángeles buenos[71], posiblemente ángeles buenos[72]. Otro término especial es “seres santos”, “santos”, “santos ángeles”[73]. Este último término tal vez sea ligeramente técnico, porque puede ser usado aun en un contexto de crítica potencial[74].
En los libros post exílicos, el ángel adquiere incuestionablemente firmeza y perfil propios. El “varón” que actúa como guía de Ezequiel, divinamente designado para mostrarle el Templo ideal, es un concepto intermedio[75]; su contraparte se transforma explícitamente en Zacarías 1–6 en un ángel que interpreta. El ministerio intercesor a favor de Israel en Zacarías 1.12 requiere mención especial. Si se tiene presente que en ese contexto “santos” significa “ángeles” las últimas palabras de Zacarías 14.5 constituyen lectura interesante a la luz de las predicciones sinópticas de la segunda venida.
La angelología del Antiguo Testamento alcanza su mayor desarrollo en Daniel, el “Revelación judaico” más antiguo. Aquí los ángeles primeramente reciben nombres propios, y adquieren una especie de personalidad. Gabriel le explica muchas cosas a Daniel, en forma muy semejante al visitante divino de Zacarías[76]. En ambos libros el ángel es el fluido portavoz de Dios, a quien también se puede interrogar; pero el Gabriel de Daniel está más desarrollado y es más convincente. Miguel tiene una función especial como ángel guardián de Israel[77], y otras naciones están equipadas en forma semejante[78]. Esto se hizo un lugar común entre los rabinos. Hay una visión pasajera de los lugares celestiales, donde hay incontables legiones de ángeles alrededor del trono[79].
b. Los ángeles en el ministerio de Jesús.
Los ángeles con su presencia marcan los momentos más destacados de la vida y del destino de Jesús. En los evangelios de la infancia, el ángel del Señor se aparece en varias ocasiones en sueños a José para aconsejarle y dirigirlo[80]. También el nacimiento de Juan Bautista es revelado antes de la hora a su padre Zacarías por un ángel del Señor[81], Gabriel[82], el mismo que seis meses más tarde fue enviado a María, en Nazaret[83]. El ángel del Señor se aparece también a los pastores en la noche de Belén para anunciar la gran alegría del nacimiento del Salvador, seguido por “muchos ángeles aparecieron en el cielo y alababan a Dios cantando”[84].
Durante su ministerio público, Jesús se mantiene en continua y estrecha relación con los ángeles de Dios, que suben y bajan sobre él[85], le atienden en la soledad del desierto[86], lo confortan en la agonía de Getsemaní[87], están siempre a su disposición[88] y proclaman su resurrección[89]. Jesús, a su vez, habla de ellos como de seres vivos y reales, inmunes de las exigencias de la naturaleza humana[90] y que velan por el destino de los hombres[91]; como de seres que participan de la gloria de Dios y se alegran de su gozo[92]. En su encarnación el Hijo de Dios se hizo inferior a los ángeles[93], pero en su resurrección fue colocado por encima de todos los seres celestiales[94], que de hecho lo adoran[95] y lo reconocen como Señor[96], ya que han sido creados en él y para él[97]. También ellos ignoran el día de su vuelta para el juicio final[98], pero serán sus ejecutores[99], lo precederán y lo acompañarán[100], reunirán a los elegidos de los cuatro ángulos de la tierra[101] y arrojarán lejos, al “horno ardiente”, a todos los agentes de la iniquidad[102].
c. Los ángeles en la vida de la Iglesia.
La Iglesia hereda de Israel la fe en la existencia de los ángeles y la mantiene con sencillez, mostrando hacia ellos la misma estima, pero sin caer en especulaciones fantásticas, típicas de gran parte de la literatura del judaísmo tardío. El Nuevo Testamento, como acabamos de ver, insiste en subrayar su relación de inferioridad y de sumisión a Cristo y hasta a la Iglesia misma, que es su cuerpo[103]. Contra los que identificaban en los ángeles a los rectores supremos del mundo a través del gobierno de sus elementos[104] condena vigorosamente el culto excesivo que se les tributaba[105]. Sin embargo, se reconoce ampliamente la función de los ángeles, sobre todo en relación con la difusión de la Palabra de Dios. Los Hechos nos ofrecen un válido testimonio de esta creencia. Dos ángeles con vestidura humana revelan a los once que “Este Jesús que les ha sido quitado y fue elevado al cielo, vendrá de la misma manera que lo han visto partir”[106].
Un ángel del Señor libera a los apóstoles de la cárcel[107], invita al diácono Felipe a seguir el camino de Gaza para unirse al eunuco de la reina Candace[108], se le aparece al centurión Cornelio y le indica el camino de la salvación[109], se le aparece también a Pablo en viaje hacia Roma y le asegura que se librará del naufragio junto con todos sus compañeros de viaje[110]. Según el Revelación, los ángeles presentan a Dios las oraciones de los santos[111], protegen a la Iglesia y, junto con su jefe Miguel, combaten por su salvación[112]. Finalmente, vale la pena señalar que los ángeles están también junto a los justos para introducirlos en el paraíso[113], pero ya en la tierra asisten a sus asambleas de la Iglesia[114] y desde el cielo contemplan las luchas sostenidas por los predicadores del Evangelio[115].
Hay ángeles buenos[116] y los hay malos[117]. Los ángeles caídos son los que se rebelaron contra Dios y se tornaron malvados. Satanás es el principal de estos[118].
5. Demonios.
a. Satanás.
Satanás o Satán es el término por el que las religiones abrahámicas designan a una entidad inmaterial que representa la encarnación suprema del mal. En las religiones judía, cristiana y musulmana es llamado el Príncipe de los Demonios o Príncipe de las Tinieblas.
Satanás es una palabra latina satâna, que proviene del arameo שטנא, shatán y significa “adversario, enemigo, acusador”. Probablemente el nombre proviene de la traducción griega del término bíblico hebreo ha-shatán, entidad mencionada como un espía errante de Dios sobre la Tierra. La raíz shtn significa “impedir, hostigar, oponerse”, y el sentido primario de shatán es simplemente “enemigo”, “adversario”[119]. Este vocablo aparece 24 veces en el Antiguo Testamento. La mayoría de ellas se refiere a la lucha cósmica en el mundo invisible entre Dios y las fuerzas de las tinieblas.
En el libro de los Números se llama shatán, al mensajero-ángel que Adonay envía para impedir que el vidente Balaam maldiga al pueblo de Israel[120].
El término shatán entra después en la vida jurídica israelita, y alcanza el sentido de “acusador delante del tribunal”[121] y el término shitna, derivado de la misma raíz, es la “acusación”.
Su equivalente en griego es diábolos, procedente del verbo dia-ballö, y posee un significado semejante de “oposición” o “enfrentamiento”.
En principio, conviene aclarar que el judaísmo no identificaba a Satanás con el demonio Lucifer sino con el demonio Azazel. En los documentos no canónicos del Antiguo Testamento, Satán es llamado frecuentemente Belial.
En los dos primeros capítulos de Job leemos que Satanás se presentó ante Dios entre “los hijos de Dios”. Se afirma a veces que en tales pasajes no se considera a Satanás como un ser particularmente malo, sino simplemente como uno más entre las huestes celestiales. Desde luego, en ese momento la teología hebrea no tenía aun la doctrina acerca de Satanás plenamente elaborada pero, por lo pronto, sus actividades son negativas para Job.
Un Satán incitando al pecado y buscando el mal del hombre aparece en todo el Antiguo Testamento como vemos en 1 Crónicas 21.1. Se ubica a la diestra de Josué, el sumo sacerdote, “para acusarle”, atrayendo así la reprensión del Señor[122]. El salmista piensa que es una calamidad tener a Satanás ubicado a la mano derecha[123]. Ya en los Evangelios se le otorga al término un carácter personal como enemigo de Cristo, especialmente en los relatos de las tentaciones[124] y las liberaciones de demonios llevadas a cabo por Jesús[125]. Queda así fijada la figura del Maligno para la doctrina cristiana. También se menciona en Job 1.6-9, 1.12 y en varios otros versículos.
Como una mejor definición del oponente de Dios, puede encontrarse en la Biblia la identificación de Satanás con Belial[126] o Belcebú[127].
En el Nuevo Testamento, en cambio, Satanás y Lucifer aparecen amalgamados en la figura del Diablo. No puede deducirse claramente la relación entre el Maligno y la famosa Bestia del Revelación de Juan.
1) El origen de Satanás.
Satanás fue originalmente creado por Dios: “Todas las cosas por él fueron hechas y sin él nada de lo que es hecho, fue hecho”[128]. “Porque en él fueron creadas todas las cosas en el cielo y sobre la tierra, las visibles y las invisibles, ya tronos, ya dominaciones, ya principados, ya potestades: todo fue creado por él y para él”[129].
Pero debemos aclarar que Dios no creó el mal. Lucifer era un ser especial, casi perfecto, si tomamos el pasaje de Ezequiel 28.15 en referencia a él y no al rey de Tiro, que es a quien está dirigida esta profecía.
2) La posición anterior de Satanás.
Cuando Satanás fue creado, era un ángel de Dios. Posiblemente era integrante de la clase de los querubines, santo, sabio, hermoso, y perfecto, y es posible que fuera el líder entre los querubines por lo que es llamado “guardián” o querubín “protector”. Su nombre era originalmente Lucero que significa “portador de la luz”[130], si tomamos la posición de los que creen que esta profecía para el rey de Babilonia se refiere a Satanás. Fue ataviado con piedras preciosas engarzadas en oro[131]. Le fue dada una posición en la montaña sagrada de Dios y aparentemente guiaba la adoración[132].
¡Qué brillante, y hermoso cuadro de Satanás en su posición original es dado en la Palabra de Dios! Es descrito como una gema de piedras preciosas. Pero una gema no tiene luz por sí misma. No es hermosa en un cuarto oscuro. Su belleza reside en su habilidad para reflejar la luz del exterior. Cuando Dios creó a Lucifer, lo hizo con la capacidad de reflejar la gloria de Dios a un mayor grado que cualquier otro ser creado. Dios era la luz que hacía a Lucifer radiar belleza.
3) La caída de Satanás.
Pero Satanás no retuvo su gloriosa posición. Algunos han querido ver en la Biblia lo que parece describir su rebelión y caída en la profecía contra el rey de Babilonia: “¡Cómo has caído del cielo, Oh lucero de la mañana, hijo de la aurora! Has sido derribado por tierra, Tú que debilitabas a las naciones. Pero tú dijiste en tu corazón: “Subiré al cielo, Por encima de las estrellas de Dios levantaré mi trono, Y me sentaré en el monte de la asamblea, En el extremo norte. Subiré sobre las alturas de las nubes, Me haré semejante al Altísimo”. Sin embargo, serás derribado al Seol, A lo más remoto del abismo.”[133] Y en la profecía contra el rey de Tiro: “Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura; Corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor. Te arrojé en tierra, Te puse delante de los reyes, Para que vieran en ti un ejemplo”[134]
Si tomamos estos versículos como base de la caída de Satanás, podemos ver que esta ocurrió a causa del orgullo y la rebelión demostrada en cinco actitudes equivocadas:
a) Satanás dijo: “SUBIRÉ al cielo”: Deseaba ocupar la morada de Dios, el cielo, esperando un reconocimiento semejante.
b) “Por encima de las estrellas de Dios LEVANTARÉ mi trono”: No solo deseaba ocupar la morada de Dios, sino que también codició su gobierno sobre las huestes angélicas.
c) "Y me SENTARÉ en el monte de la asamblea, En el extremo norte.”: Conforme a Isaías 2.2 y Salmos 48.2, este es el centro del gobierno terrenal de Dios. Satanás deseaba gobernar a la tierra al igual que a los ángeles.
d) “SUBIRÉ sobre las alturas de las nubes”: Las nubes nos hablan de la gloria de Dios. Satanás quería la gloria de Dios para sí mismo[135].
e) “ME HARÉ semejante al Altísimo”: Dios tiene muchos nombres por los cuales Él es llamado, ¿por qué Satanás escogió este nombre en particular? Seleccionó este título porque refleja a Dios como “poseedor del cielo y de la tierra”.
4) Resultados del pecado de Satanás.
a) Expulsión del cielo: A causa de su rebelión Satanás fue arrojado del cielo por Dios: “…a fuerza de tanto traficar, tu interior se llenó de violencia y caíste en el pecado. Por eso yo te expulso como algo profanado lejos de la montaña de Dios; te hago desaparecer, querubín protector, de entre las piedras de fuego. Tu corazón se llenó de arrogancia a causa de tu hermosura; corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor. Pero yo te arrojé por tierra y te expuse como espectáculo delante de los reyes”[136].
b) Corrupción de carácter: Lucifer, una vez creado para la gloria de Dios, se convirtió en Satanás con un carácter que se oponía a todo lo que Dios es y hace.
c) Perversión de poder: El poder de Satanás fue una vez usado para la gloria de Dios. Ahora se ha volcado a propósitos desorganizadores y destructivos. De acuerdo con Isaías 14 él debilita a las naciones, provoca que la tierra y los gobiernos tiemblen, y aquellos tomados como prisioneros no tienen alivio.
d) Destinado al lago de fuego: Satanás fue destinado al lago de fuego[137].
e) Afectó a otros ángeles de Dios: Cuando Satanás cayó del cielo no cayó solo. Llevó consigo una porción de los ángeles del cielo que participaron en su rebelión contra Dios. Este grupo de ángeles es parte ahora de una fuerza del mal, los demonios.
f) Entrada del pecado en el universo: Cuando Satanás se rebeló el pecado entró en el universo. Como resultado, había dos acciones que Dios podía haber tomado:
i. Podría haber vencido y eliminado a Satanás. Pero si Dios hubiera eliminado el primer enemigo de esta manera, podría haber habido siempre la posibilidad de otra rebelión. La historia del cielo podría haber sido enturbiada siempre con estos desastres.
ii. La otra acción abierta para Dios era la que la Biblia indica que siguió. Las aspiraciones de Satanás al poder supremo tendrían su juicio completo sobre la tierra en el período de la eternidad que llamamos tiempo.
5) ¿Dónde está Satanás?
Esta es una pregunta que ha intrigado a muchos desde el inicio del cristianismo. Para algunos, Satanás, en forma de espíritu, está presente en el mundo, y se basan en pasajes como Job 1.7 y 1 Pedro 5.8, pero han dejado de lado otros pasajes como: “Luego vi que un Ángel descendía del cielo, llevando en su mano la llave del Abismo y una enorme cadena. El capturó al Dragón, la antigua Serpiente, que es el Diablo o Satanás, y lo encadenó por mil años”[138]. Los pasajes anteriores hablan del pasado de Satanás, mientras que el pasaje de Revelación habla del presente. En este momento Satanás está atado(139), y esta atadura ocurrió en el momento en que el Espíritu Santo bajó para morar en la Iglesia, y por ello debe actuar a través de sus mensajeros[140], pero llegará un momento en que será desatado por un poco de tiempo y luego será lanzado “al lago de fuego y azufre, donde también habrán sido arrojados la bestia y el falso profeta. Allí serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos”[141].
6) Los atributos de Satanás.
Al igual que Dios, Satanás es un espíritu, y también tiene atributos de una personalidad real. La Biblia enseña que él es:
a) Inteligente y penetrante: “Y mi temor es que la serpiente que sedujo a Eva con astucia, podría también pervertirles la mente a ustedes, para que dejen de ser sinceros con Cristo”[142].
b) Emocional: “Entonces el dragón se enojó mucho contra la mujer, y fue a pelear contra el resto de sus descendientes, es decir, contra los que obedecen los mandamientos de Dios y siguen confiando en el mensaje de Jesús”[143].
c) Con voluntad propia: “…haciéndolos reaccionar y librándolos de la trampa del demonio que los tiene cautivos al servicio de su voluntad”[144]
d) Poderoso: “…en los cuales anduvisteis en otro tiempo según la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia”[145]. Pero no todopoderoso.
e) Engañoso: “Protéjanse contra los engaños del diablo con toda la armadura que les da Dios”[146].
f) Rudo y cruel: “Sean sobrios y estén alertas, porque su adversario, Satanás, anda como león rugiente buscando a quién devorar”[147].
g) Mentiroso: “Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz”[148].
7) Los nombres de Satanás.
La Biblia da muchos nombres para Satanás que revelan más sobre su naturaleza y actividades. Como vimos antes, Satanás fue originalmente llamado “querubín ungido” y “Lucifer” antes de su rebelión. Otros nombres de Satanás son:
a) Abadón: Palabra hebrea para ángel de la destrucción[149].
b) Acusador de los hermanos[150].
c) Adversario[151].
d) Ángel del Abismo[152].
e) Ángel de luz[153].
f) Apolión: Palabra griega para destructor[154].
g) Asesino[155].
h) Belcebú[156].
i) Belial[157].
j) Destructor[158].
k) Diablo: Significa calumniador[159].
l) Dragón[160].
m) Dios de este mundo[161].
n) Enemigo[162].
o) Engañador[163].
p) Espíritu que obra en los hijos de la desobediencia[164].
q) Gobernante de las tinieblas[165].
r) León rugiente[166].
s) Maligno[167].
t) Mentiroso, padre de mentiras[168].
u) Príncipe de los demonios[169].
v) Príncipe de este mundo[170].
w) Príncipe de la potestad del aire[171].
x) Rey de Tiro[172].
y) Satán: Significa adversario, opositor[173].
z) Serpiente[174].
aa) Tentador[175].
8) Satanás no es...
A diferencia de Dios, Satanás no es omnisciente. Si pudiera ver el futuro nunca le habría permitido a Jesús morir en la cruz. Habría sabido que la muerte de Jesús derrotaría su poder y proveería una vía de escape del yugo del pecado para el género humano.
Satanás no es omnipotente. Jesús dijo que el poder de Dios dentro de ti es mayor que el poder de Satanás. Para aquellos que creen en Jesús, Satanás ya es un enemigo derrotado[176]. Él es fuerte solamente con aquellos que se rinden a él. Su poder está limitado por el poder de Dios[177] y es solo capaz de vencer a un creyente en la medida que se le cede control.
Puesto que Satanás no es omnipresente envía una hueste de demonios por toda la tierra para hacer su voluntad y cumplir sus propósitos.
9) Mentiras del Diablo más comunes para engañar a la humanidad.
Según Satanás, el infierno no es como la Biblia enseña, un lugar de tormento, sino que ahí habrá mucho placer diversión y pecados sexuales.
También enseña que después de la muerte existe la reencarnación en la que el alma se sale y entra a otro cuerpo de un bebé.
Una de sus mentiras más famosas es la de hacer creer que él no existe, pero quizá la más prometedora de todas es hacer creer que él existe, pero que es inofensivo.
b. Demonios.
El desarrollo de la demonología bíblica sigue un recorrido mucho más complejo que el de la angelología, puesto que si era relativamente fácil imaginarse a Adonay rodeado de una corte de personajes celestiales, sirviéndose de ellos como ministros y mensajeros, era sumamente difícil admitir la existencia de otros seres dotados de poderes ocultos, que compartiesen con Él el dominio sobre los hombres y sobre el mundo, aunque limitándose a la esfera del mal. Por eso los autores bíblicos más antiguos, casi hasta la época del destierro, evitan hablar abiertamente de demonios, prefiriendo hacer que provengan de Dios incluso los males que afligen al hombre, como la peste[178], la fiebre[179], etc., a veces bajo la forma de un ángel exterminador[180] o de un espíritu malo[181], enviados directamente por Dios. No faltan, sin embargo, algunas huellas literarias que revelan la creencia popular en la existencia de espíritus malos, de los que el hombre intenta esquivarse con ritos o prácticas mágicas. Entre estos se señalan: Los “espíritus” que evocan los hechiceros[182], a pesar de la prohibición absoluta de la ley[183]; los “demonios”, seres con carácter verdaderamente diabólico, a los que los israelitas llegaron a ofrecer sacrificios[184]; los “machos cabríos”, seres extraños y peludos como sátiros, que, según se creía, habitaban en las ruinas o en lugares áridos y alejados[185].
Con estos mismos lugares se relaciona también la presencia de los dos únicos demonios cuyos nombres nos ofrecen los textos antiguos: Con las casas derrumbadas al demonio Lilit[186], al que se atribuía sexo femenino; y con el desierto a Azazel, a quien en el día solemne de la expiación se le ofrecía un macho cabrío sobre el que anteriormente el sumo sacerdote había como cargado los pecados del pueblo[187].
Los escritos judíos sucesivos, no comprendidos en el canon, explicitarán más aún la doctrina de los demonios, aunque no de modo uniforme, hasta convertirlos en rivales absolutos de Dios y de sus ángeles. En general se prefiere llamarlos espíritus malignos, impuros o engañosos, unidos todos ellos en torno a un jefe que para algunos lleva el nombre de Belial o Beliar. Caracterizados por el orgullo y la lujuria, atormentan a los hombres en el cuerpo y en el espíritu, los inducen al mal y llegan a apoderarse de sus cuerpos. Pero se prevé la decadencia de su poder en los tiempos finales, cuando serán precipitados en el infierno.
También hay referencias a demonios bajo los nombres de “sátiros”[188], vocablo que significa “peludo” y que al parecer Israel se había dedicado a adorar.
La concepción del Nuevo Testamento sobre la presencia y la obra maléfica de los espíritus del mal en el mundo, aunque no incluye ningún esfuerzo de sistematización respecto a las creencias heredadas del ambiente cultural circundante judío o helenístico, se presenta en conjunto bastante clara y lineal en cada una de sus partes, estando marcada por una absoluta oposición entre Dios y Satanás, que se traduce en una lucha abierta, encarnizada y constante, emprendida por Cristo personalmente para hacer que avance el reino de Dios hasta una completa victoria sobre el reino de las tinieblas, con una definitiva destrucción del mal.
Jesús se enfrenta personalmente con Satanás ya antes de comenzar su ministerio público y rechaza vigorosamente sus sugerencias[189]. Luego se puede afirmar que, en el curso de su predicación, toda su obra está dirigida a liberar de los espíritus malignos a cuantos estaban oprimidos por él, en cualquier sitio en que se encontrasen y bajo cualquier forma que se manifestara el poder del maligno en la realidad humana. Al describir los milagros de sanidad realizados por Jesús, los evangelistas no utilizan siempre un lenguaje uniforme. De todas formas, junto a los relatos de milagros en los que no se atisba ninguna alusión a la influencia de agentes sobrenaturales, se leen otros en los que los gestos de Jesús para devolver la salud asumen el aspecto de verdaderos exorcismos; y otros además muy numerosos, donde se habla implícitamente de obsesión o posesión diabólica con una terminología propia o equivalente: “Endemoniados”, “tener o poseer un demonio”, o bien “un espíritu impuro” o malo. Sea cual fuere el juicio que se quiera dar sobre la opinión común de aquella época, que relacionaba también los males físicos con la influencia de potencias diabólicas, no cabe duda de que los evangelistas, al servirse de esas categorías culturales, quisieron mostrar hasta la evidencia de los hechos el poder prodigioso de Jesús y al mismo tiempo su superioridad sobre todas las potencias diabólicas, incluso las más obstinadas.
Por su parte, Jesús no relaciona nunca el mal físico con el demonio a través del pecado; más aún, lo excluye en Juan 9.2-3. Enseña, por el contrario, que su poder de curar a los enfermos es un signo manifestativo de su poder de perdonar los pecados[190]; y en cuanto a él mismo, acusado de magia y de echar los demonios en nombre de su príncipe Belcebú, afirma que lo hace con el poder del Espíritu de Dios y para demostrar que realmente “el reino de Dios ha llegado a vosotros”[191]. Cuando más tarde los discípulos le refieren, llenos de satisfacción, que “… hasta los demonios se nos someten en tu nombre”, él se lo confirma y explica: “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo”[192].
También en la lucha contra Satanás y sus ángeles la Iglesia continúa la obra emprendida por Cristo para llevarla a su cumplimiento, hasta el total aniquilamiento de las potencias del mal. Basados en el poder que se les ha conferido[193], los apóstoles con sus diversos colaboradores, mientras que por un lado se esfuerzan en hacer progresar el reino de Dios con el anuncio de la verdad, por otro combaten irresistiblemente contra el dominio de Satanás en todas las formas con que se manifiesta: obsesión[194], magia y superstición[195], adivinación[196] e idolatría[197]. Por otra parte, el Nuevo Testamento nos muestra cómo, a pesar de la derrota que ha sufrido y el hecho de estar atado, Satanás sigue actuando: Siembra doctrinas falsas[198], se esconde detrás de los ídolos[199], incita al mal[200], intenta seducir[201], está siempre al acecho y, “ronda como león rugiente buscando a quién devorar”[202]. Por eso todos los escritores del Nuevo Testamento indistintamente, no se cansan de exhortar a la sobriedad, a la vigilancia y a la fortaleza en su resistencia para poder vencerlo[203]. Los demonios pueden tentar al hombre para inducirlo al mal, pero solo porque Dios se lo permite[204] y solo por algún breve tiempo[205], a fin de que los creyentes puedan vencerlo junto con Cristo[206]. En cuanto a la suerte final de Satanás, es seguro que “el Dios de paz pronto vencerá a Satanás y lo pondrá bajo el dominio de ustedes”[207] y que “con todo su poder y su gloria, con el soplo de su boca destruirá al hombre malvado y le quitará su poder”[208]. Satanás y sus ángeles serán arrojados para siempre a la oscuridad del infierno y a las fosas tenebrosas del abismo, en donde fueron relegados al principio por causa de su pecado[209], en un “lago donde el azufre arde en llamas”, donde “serán atormentados todos ellos para siempre, de día y de noche”[210].
6. El Paraíso.
Paradeisos es una palabra oriental, cuya mención más antigua se encuentra en el historiador Jenofonte, y que denota los parques de los reyes y príncipes persas. Tiene origen persa y de ahí pasó al griego.
El Paraíso, es como se designa el lugar de felicidad que el hombre ha perdido, y vino a ser el nombre de la morada de los justos en el más allá. Los israelitas de la época tardía distinguían entre un paraíso celeste y un paraíso inferior, perteneciendo el primero al cielo, en tanto que el segundo era una división del Hades, asignado a las almas de los justos. Es en este sentido que Jesús se dirige al ladrón arrepentido: “Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso”[211]. Es allí a donde descendió Jesús en el momento de Su muerte[212].
De entre los escritores bíblicos únicamente Lucas emplea esta expresión[213]. El evangelista contrapone el lujo y los espléndidos banquetes diarios del rico glotón con el estado lastimoso y hambriento de Lázaro, el pobre, “que hubiera querido llenarse el estómago con lo que caía de la mesa del rico”[214]. A la muerte de ambos se produjo un cambio total de escena; los ángeles llevaron a Lázaro al “seno de Abraham”, y usa Lucas la palabra griega kólpon; el rico “fue sepultado”, quizá en un espléndido mausoleo, “En la morada de los muertos…”, en griego, el Hades, “…en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él”, en griego, en tois kólpois autou, en “su regazo”. El rico pidió a Abraham que enviara a Lázaro para que, mojando en agua la punta de su dedo, fuera a refrescar su lengua, pues sufría horrores en medio de las llamas.
¿Cuál es el sentido de la expresión “seno de Abraham” o “regazo de Abraham”? El término griego kólpos aparece en los clásicos griegos en el sentido de seno, regazo[215]; como expresión de amor materno, para significar el puesto de honor reservado en los banquetes a un huésped distinguido y los lazos de intimidad entre dos personas. La versión de los LXX traduce al griego kólpos los términos hebraicos hoq, heq y Noten, que en líneas generales expresan los mismos conceptos que las palabras kólpos y sinus en los clásicos griegos y latinos. En el Nuevo Testamento, Juan expresa el grado máximo de intimidad existente entre el Padre y el Hijo diciendo que Éste es el que “está en el seno del Padre”[216].
Pero en el texto mencionado de Lucas, la idea de que Lázaro fue llevado y se hallaba en el seno de Abraham puede significar que ocupaba el lugar de honor, junto a Abraham, en el banquete de los bienaventurados, o que Abraham, prescindiendo de la idea de banquete, sentía por Lázaro un afecto íntimo, cordial, comparable al que a la madre con su hijo[217]. Pero lo que dice Lucas 16.24 sugiere que todo el contexto está dominado por la idea del banquete, que se inició en 16.19-20.
El que “hubiera querido llenarse el estómago con lo que caía de la mesa del rico”, ahora come y bebe a placer; en cambio, el que “daba espléndidos banquetes todos los días”, ahora, desde el Hades, pide unas gotas de agua. Con la imagen de un banquete, quiere expresarse que el desvalido Lázaro ha encontrado después de muerto, y en el más allá, un afecto especial por parte del padre Abraham, que compensa con creces la vida de penalidades y privaciones que llevó en vida. Quizá, con nuestros conceptos occidentales pensemos en lo ilógico que sería que Lázaro se encontrara en el regazo de Abraham, pero al examinar esta escena desde el punto de vista de un banquete, podríamos ver a Lázaro recostado, tal y como lo hacía Juan con Jesús, en el seno de Abraham[218].
En la literatura rabínica, la frase “seno de Abraham” expresa a veces las relaciones íntimas existentes en el más allá entre Abraham y sus fieles descendientes, y otras el goce de la bienaventuranza. En el Antiguo Testamento, la idea de la reunión de los justos en la otra vida con Abraham se expresa con las frases: “vendrás en paz con tus padres”[219], “me acueste con mis padres”[220].
El pasaje que hemos citado en Lucas no es una parábola, ya que el mismo Señor nunca dijo que lo era, mientras que en las parábolas que cuenta, siempre aclara que lo es. Otra prueba de que no es parábola es que el Señor menciona nombres concretos, a diferencia de las parábolas. Como en el caso del sembrador, todos los elementos de la parábola son altamente conocidos y plenamente reales, para los que la escucharon, pues son cuadros tomados de la vida misma. Pero incluso, si fuera una parábola, no quiere decir que no es cierto, ya que el Señor no podría decir una mentira, así que lo que habla, ya sea en parábolas o en relatos vividos, es algo real o posible.
El Paraíso o “seno de Abraham”, es el nombre de la morada de los justos en el más allá. Los israelitas de la época tardía distinguían entre un paraíso celeste y un paraíso inferior, perteneciendo el primero al seno de Abraham, en tanto que el segundo era una división del Hades, asignado a las almas de los injustos. Es en este sentido que Jesús se dirige al ladrón arrepentido: “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”[221]. Con esto se refería a la morada de los muertos bienaventurados, llamada asimismo por los judíos “seno de Abraham”. En efecto, es allí a donde descendió Jesús en el momento de Su muerte[222].
En otros pasajes del Nuevo Testamento este término adquiere su sentido celestial. Pablo fue arrebatado “al paraíso”, hasta el tercer cielo, en la presencia de Dios[223].
7. El Cielo.
En 2 Corintios 12.2 se menciona “el tercer cielo” de donde se deduce la existencia del primero y segundo cielo. Sin embargo, en la Biblia no se habla de ello. Lo lógico es que el primero sea la atmósfera que rodea nuestro planeta en donde vuelan las aves[224]; el segundo, el espacio físico más allá de la atmósfera, en donde encontramos a los planetas y estrellas[225]; y el tercero, la morada de Dios[226].
De allí descendió el Hijo de Dios para encarnarse[227]. En su ascensión, Cristo “penetró en el cielo”[228]; “subió más allá de los cielos”[229], y “se sentó a la derecha del trono de la Majestad en el cielo”[230]. De allí descendió el Espíritu Santo durante la fiesta de Pentecostés[231]. También es la morada de los ángeles[232]. El apóstol Pablo fue arrebatado al cielo, no sabiendo si era en el cuerpo o fuera del cuerpo[233]. Al parecer, el apóstol Juan tuvo una experiencia similar[234] en donde recibió la mayor parte de su profecía.
Es el destino en donde morarán eternamente los santos en la gloria de la resurrección[235]. De allí descenderá Cristo al aire para recibir a sus santos en el arrebatamiento[236], en su Segunda Venida[237].
8. El Infierno.
Resulta interesante descubrir que existen más versículos bíblicos acerca del infierno, que los que existen acerca del cielo. Daniel 12.2 revela: “Y muchos de los que duermen en el suelo polvoriento se despertarán, unos para la vida eterna, y otros para la ignominia, para el horror eterno” Isaías 66.24 declara: “Y al salir, se verán los despojos de los hombres que se han rebelado contra mí, porque su gusano no morirá, su fuego no se extinguirá y serán algo horrible para todos los vivientes”. Deuteronomio 32.22 enmarca al infierno como un lugar donde Dios derrama su ira: “Porque se ha encendido el fuego de mi ira y arderá hasta el fondo del abismo; consumirá la tierra y sus cosechas y abrasará los cimientos de las montañas”. Salmos 55.16 ilustra al infierno como el reino de la maldad: “Que la muerte los sorprenda, que bajen vivos al Abismo, porque dentro de sus moradas sólo existe la maldad”.
Si la clara enseñanza del Antiguo Testamento no es suficiente, el Nuevo Testamento tiene mucho más que decir: 2 Tesalonicenses 1.9 nos muestra: “Estos sufrirán como castigo la perdición eterna, alejados de la presencia del Señor y de la gloria de su poder”. Revelación 14.10-11, hablando de los adoradores de la Bestia, nos dice: “…tendrá que beber el vino de la indignación de Dios, que se ha derramado puro en la copa de su ira; y será atormentado con fuego y azufre, delante de los santos Ángeles y delante del Cordero”.
El término “infierno” en el Nuevo Testamento traduce la voz griega que se translitera como “gehena”[238]. Este nombre se deriva del hebreo geÆ hinnoµm, valle de Hinom, que era un valle cercano a Jerusalén[239] en el que se sacrificaban niños pasándolos por el fuego como parte de ciertos ritos paganos[240]. Su derivación original es oscura, pero es casi seguro que Hinom fuese el nombre de alguna persona. En escritos judíos no canónicos, gehena llegó a significar el lugar de castigo para los pecadores. Se lo describía como un lugar de fuego inextinguible; la idea general del fuego como modo de expresar el juicio divino se encuentra en el Antiguo Testamento[241]. Parece que en época de Cristo se quemaban allí las basuras de Jerusalén. Jesús empleó el término de gehena para hablar del fuego del infierno, de la manera que las Escrituras usan en el mismo sentido los términos de horno, de tinieblas, de azufre.
La literatura rabínica contiene diversas opiniones acerca de quién sufriría el castigo eterno. Era común pensar que los sufrimientos de algunos terminarían mediante la aniquilación. Pero los que sostenían estas doctrinas también enseñaban la realidad del castigo eterno para cierta clase de pecadores. Tanto esta literatura como la apócrifa afirman la creencia en una retribución eterna.
La enseñanza del Nuevo Testamento apoya esta antigua creencia. El fuego del infierno es inextinguible[242] y eterno[243], y su castigo es lo opuesto a la vida eterna[244]. Revelación 20.10 indica un tormento consciente y sin fin para Satanás y sus agentes, y un fin semejante espera a los seres humanos que en última instancia se niegan a arrepentirse.
Las metáforas neo testamentarias sobre el castigo eterno no son uniformes. Además de fuego, se lo describe como tinieblas[245], muerte[246], perdición y exclusión de la presencia del Señor[247], y una deuda que hay que pagar[248]. Otras descripciones que se pueden citar son:
a. La vergüenza y confusión perpetua[249];
b. El fuego que no puede ser apagado[250];
c. El horno de fuego[251];
d. El lugar de lloro y del crujir de dientes[252];
e. Las tinieblas de afuera[253];
f. El castigo del fuego eterno[254];
g. El lago de fuego[255].
De todas estas expresiones se ve que el castigo eterno es una horrenda realidad. Cierto es que se emplean imágenes: Fuego, tinieblas, gusanos, llanto, crujir de dientes, etc. Las Escrituras nos hablan en un lenguaje humano para damos una idea del mundo venidero; pero la descripción que hallamos en ellas es totalmente distinta de las grotescas representaciones de la Edad Media.
Solamente en 2 Pedro 2.4 encontramos el verbo tartaroo, traducido en la versión de Reina y Valera 1960 como “arrojar al infierno”; y en la Peshitta, “arrojar a las regiones inferiores”. Tartaros es la palabra clásica para el lugar de castigo eterno.
La idea que domina a todos estos textos es que el castigo eterno consiste en la separación de Dios, con todas sus consecuencias. Sin embargo, con respecto a las consecuencias de esta exclusión, se tiene que recordar que el castigo eterno caerá sobre la persona completa. Los impíos sufrirán la pena del castigo eterno después de la resurrección de sus cuerpos, por lo que es erróneo insistir excesivamente en que las imágenes anteriores son meros símbolos. Y se tiene que recordar también que las imágenes y símbolos se usan para expresar una realidad más plena, no menos, que la que tienen los símbolos mismos. Es evidente que las penas del alma serán espirituales; pero no es menos cierto que los impíos resucitados recibirán un castigo que, adecuado a su medida de responsabilidad, recaerá sobre la plenitud de su ser[256].
a. El sufrimiento del infierno.
Los textos bíblicos insisten mucho sobre la vergüenza, el tormento, el llanto, el crujir de dientes, la tribulación, la angustia, el sufrimiento que sufren los malditos[257]. Y el apóstol Juan amplía: “El humo de su tormento se eleva por los siglos de los siglos, y aquellos que adoran a la Bestia y a su imagen, y reciben la marca de su nombre, no tendrán reposo ni de día ni de noche… Allí serán torturados día y noche por los siglos de los siglos”[258].
Los humanistas no se pueden imaginar tales sufrimientos, y consideran que esto va en contra de un concepto de un Dios de amor, por lo que debemos señalar que la perdición será provocada precisamente por el rechazo del amor de Dios; por otra parte el Señor no habrá de hacer nada para atormentar a los que no quisieron Su salvación, a excepción de alejarlos de Sí[259].
b. La duración del infierno.
La Biblia asigna al castigo de los impíos una duración eterna. Tanto en hebreo como en griego se emplean los mismos términos para designar la vida eterna y el tormento eterno[260]. Se trata de un fuego que no se puede apagar, de un gusano que no muere[261]. Se utiliza el término griego aionios, eterno, y aparece 71 veces en el Nuevo Testamento. En 64 ocasiones eterno se aplica a las gloriosas realidades sin fin del otro mundo: Dios, el Espíritu, el Evangelio, la salvación, la redención, la herencia, la gloria, el reino, la vida eterna, etc. Y esta misma palabra se aplica 7 veces a la perdición, por lo que no podemos ver que se trate de algo con una duración diferente.
Hemos visto que en Revelación se afirma que el tormento se prolonga “por los siglos de los siglos”[262]. Y también en el mismo libro este término califica 10 veces la duración de la existencia de Dios, de Su gloria, reino, y del reino de los elegidos en el cielo[263].
B. Creación Material.
El verbo crear es en el Antiguo Testamento casi siempre traducción del verbo hebreo “bara”. La expresión “la creación” incluye todo cuanto existe, con excepción de Dios mismo. Esto comprende tanto cosas materiales como inmateriales, incluso el tiempo. La Biblia comienza con la sencilla y sublime declaración de que “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”[264]. La Biblia enseña que Dios hizo el universo de la nada. Génesis 1.1 se refiere a la creación ex nihilo de toda la materia y energía de que se compone el universo. Desde entonces, han variado de forma, pero no ha sido necesaria otra creación. Dios creó el universo espontáneamente, movido por su voluntad y para su propia gloria. Debe entenderse como un acto libre de parte de Dios, determinado exclusivamente por su voluntad soberana, y de ninguna manera como un acto necesario. Dios no tenía ninguna necesidad de crear el universo[265]. Eligió hacerlo. Es necesario hacer esta distinción, porque solo así puede considerárselo como Dios el Señor, el ser incondicional y trascendente. Por otra parte, en cuanto existe “por todos, y en todos”, es inmanente a su creación, aunque distinto de ella, y esta es enteramente dependiente de su poder para continuar existiendo. “El existía antes que todos, y todo se mantiene en él”[266] y “…en él vivimos, nos movemos y existimos”[267].
El primer versículo de la Biblia está cargado de significado. Afirma que todo lo existente recibió su ser por la acción de Dios. Que hubo un principio en el tiempo. Que la creación del universo incluye la del tiempo, por lo que antes de la creación no se puede hablar de tiempo. Tenemos, pues, que el tiempo tiene un comienzo absoluto, que es el del universo material. Dios trasciende tanto el tiempo como el espacio. No forma parte de Su creación, aunque ésta sí depende de Él como el Señor soberano.
A lo largo de Génesis 1 y 2 tenemos el relato de cómo Dios dio origen a todo lo existente, a lo largo de seis días de actividad creadora. Todo esto es resumido concisamente en Éxodo 20.11: “Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día...”[268]
Algunos científicos se oponen a la enseñanza bíblica de la creación porque, argumentan, no se usa un lenguaje científico, olvidando que Génesis 1 se escribió en una época pre científica por un hombre pre científico, aunque esto no quiere decir que lo que encontramos ahí es fábula o producto de la imaginación del autor sagrado. Sabemos que Dios dio origen a “todas las cosas en el cielo y en la tierra, visibles e invisibles, sean tronos, poderes, principados o autoridades: todo ha sido creado por medio de él y para él”[269].
Las palabras de Hebreos 11.3, tomadas con las de Génesis 1.1, indican que los mundos no fueron hechos con algún material preexistente, sino de la nada por la Palabra divina, en el sentido de que con anterioridad al divino acto creador no había ninguna otra clase de existencia. Esta creación ex nihilo tiene importantes consecuencias teológicas, ya que entre otras cosas elimina la idea de que la materia sea eterna. Génesis 1.1 indica que tuvo un principio, o que pueda haber alguna suerte de dualismo en el universo en el cual otra clase de existencia o poder se opone a Dios y permanece fuera de su control. Igualmente, indica que Dios es distinto de su creación, y que no es, como lo sostiene el panteísmo, manifestación fenomenal o externa del Absoluto.
En todas las Escrituras, tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo Testamento, hay referencias a la creación, y no se circunscriben a los primeros capítulos de Génesis. Podemos notar las siguientes referencias: En los profetas[270]; en los Salmos[271]; también Job 38.4 y Nehemías 9.6; y en el Nuevo Testamento[272].
El punto de partida necesario para cualquier consideración de la doctrina de la Creación es “Por la fe entendemos que el universo fue formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible no provino de lo que se ve”[273]. Esto significa que la doctrina bíblica de la creación está basada en la revelación divina y debe entenderse únicamente desde el punto de vista de la fe. Es esto lo que distingue con toda nitidez el enfoque bíblico del científico. La obra de la creación, lo mismo que el misterio de la redención, está escondida a los hombres, y solo puede ser percibida mediante la fe.
No es necesario mencionar un cataclismo en Génesis 1.2, donde dice que “era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo”[274], para reconciliar la geología con la Biblia. Asimismo, es artificial e innecesaria la teoría de que Dios pudiera haber creado todas las rocas y fósiles en una semana en la forma en que existen actualmente, dándoles solamente una apariencia de antigüedad.
La obra de la creación se atribuye en distintos pasajes a las tres personas de la Trinidad: Al Padre[275]; al Hijo[276]; al Espíritu Santo[277].
La creación de la vida levanta ciertos interrogantes en cuanto a la teoría de la evolución; pero, nuevamente, si se entiende la Biblia en el sentido correcto, no hay conflicto. Evidentemente Dios creó la vida en siete días, con un “género” en cada etapa, durante los días tres, cinco y seis. En el sexto día creó al hombre.
No se sabe con exactitud a qué corresponde un “genero” en la clasificación moderna. Un factor importante es que la creación de todos los géneros no fue ex nihilo, sino por medio de algún material ya creado y existente: “Produzca la tierra vegetación: hierbas que den semillas y árboles frutales que den fruto, de su especie, con su semilla dentro, sobre la tierra”[278], “Bullan las aguas de animales vivientes, y aves revoloteen sobre la tierra contra el firmamento celeste”[279], “Produzca la tierra animales vivientes de cada especie: bestias, sierpes y alimañas terrestres de cada especie”[280], etc. Lo lógico es que Dios creó al progenitor de cada especie.
El hombre fue la culminación de toda la creación. Nuevamente, Dios usó elementos materiales ya existentes: “…polvo del suelo”[281], pero la diferencia de toda otra creación radica en la declaración de que Dios creó al hombre a su imagen[282]. Ningún animal asumió la imagen de Dios, y por eso no había entre ellos una “ayuda adecuada”[283]. El concepto de la imagen de Dios decididamente no se presta a la teoría de que el hombre es producto de la evolución. El soplo de “aliento de vida”[284] alude a un acto instantáneo y no a un proceso largo. La “imagen de Dios” como tal no pudo evolucionar. El concepto de una imagen de Dios parcialmente desarrollada es un tanto absurdo.
La imagen de Dios, por supuesto, no tiene significado material, puesto que Dios es espíritu[285]. La semejanza del hombre con Dios no está en su cuerpo, sino en su espíritu. Por consiguiente, algunos teólogos opinan que el asunto del cuerpo físico del hombre se puede tratar en renglón aparte. Fisiológicamente, es evidente que el hombre tiene mucho en común con los animales superiores, y de ahí que, según algunos, Dios intencionalmente creó un nuevo cuerpo muy parecido físicamente a los antropoides ya existentes. El primer ser que “recibió” la imagen de Dios fue Adán. La Biblia enseña la unidad de la raza humana como un punto teológico muy importante. De la primera pareja, Adán y Eva, descendió todo ser humano[286]. La caída de Adán, que implicó la caída de todo el género humano[287], hace resaltar esta unidad.
1. El relato de Génesis.
El relato básico de la creación según Génesis se encuentra en Génesis 1.1–2.4. Es una afirmación vestida de altura y sobriedad, carente de aquellos elementos más toscos que se encuentran en los relatos extra bíblicos de la creación. En este capítulo encontramos una serie de afirmaciones sobre la forma en que adquirió existencia el mundo visible. Se presenta como el sencillo relato de un testigo ocular, y no se intenta agregar ninguna de las sutilezas que agradarían al conocimiento científico moderno. Aun si se acepta el hecho de la revelación, una sencilla historia fenomenológica de la creación describiría únicamente el origen de aquellos elementos del mundo circundante que pueden apreciarse a simple vista. En la medida en que el relato de Génesis 1 se ocupa de simples fenómenos observables, es similar a muchas otras historias de la creación, pues todas ellas no pueden sino ocuparse de la tierra, el mar, el cielo, el sol, la luna, y las estrellas, los animales y el hombre.
El hecho de la inspiración resguardó al autor de Génesis 1 del lenguaje y las asperezas del politeísmo contemporáneo, aunque el escritor no dejó de ser un hombre común que utilizó sus ojos provechosamente al procurar describir la manera en que Dios dio existencia a este mundo. Si se compara la historia bíblica de la creación con la narración babilónica, podrán descubrirse algunos paralelos, pero la relación externa entre las dos no es del todo clara. Sin embargo, no puede tratarse de una simple tarea de apropiación, porque hay tal profundidad y dignidad en Génesis 1 que no se encuentra en el relato babilónico. Pero todo deja entrever que si hay tanta similitud, no es porque el autor sagrado tomara prestado de la mitología contemporánea, sino más bien que este era un relato común entre las gentes de todas estas naciones, ya que no hacía tanto tiempo había ocurrido y se había comunicado verbalmente de una generación a otra, con el trastorno entre los grupos politeístas que incluyeron a sus ídolos y su historia enmarañada en el relato.
a. Las cosas creadas.
Tomando Génesis 1 como un simple relato fenomenológico, el primer aspecto concierne a la creación de la luz. Seguramente todos hemos observado que el día y la noche se suceden en una sucesión regular, y que la luz es una necesidad indispensable para toda manifestación de vida y crecimiento. ¿Quién hizo que fuera así?, sería una pregunta lógica. La respuesta es que fue Dios[288]. Una segunda reflexión simple es que no solamente hay aguas abajo, que forman los mares y las vertientes subterráneas, sino que hay aguas arriba que constituyen la fuente de las lluvias. Entre las dos está el firmamento. ¿Quién hizo que fuera así? Dios[289]. Además, la experiencia ordinaria indica que los mares y las extensiones de tierra están distribuidos en determinadas zonas de la superficie de la tierra[290]. Eso, también, es obra de Dios. La tierra, a su vez, ha producido vegetación de muchas clases[291]. Esto, también, es obra de Dios. No existen sutilezas de distinción botánica, pero el escritor conoce solamente tres grandes agrupamientos de vida vegetal, la hierba verde, la hierba que dé semilla, y los árboles que den fruto y cuya semilla esté en él. Evidentemente el escritor pensaba que esta sencilla clasificación abarcaba todos los casos. Luego viene la observación de que se ubican en el firmamento los cuerpos celestes, el sol, la luna, las estrellas[292]. Fue Dios el que los colocó allí para señalar los tiempos y las estaciones. Sería demasiado sutil esperar que el escritor hiciera la distinción entre meteoros, planetas, nebulosas, etc. Volviéndose a las esferas donde hay seres vivientes, el escritor observa que las aguas produjeron los “seres vivientes”[293], y las grandes ballenas o monstruos marinos y “todo ser viviente que se mueve”[294]. No se intenta hacer ninguna distinción precisa entre las distintas especies de animales marinos en el sentido zoológico. Basta con decir que Dios hizo los animales de los mares, tanto los pequeños como los grandes. Dios también hizo las aves que vuelan en el firmamento[295]. El término incluye toda clase de aves. ¿De dónde vinieron las multitudes de seres que pueblan la tierra? Dios los hizo todos. La tierra produjo seres vivientes[296], que el autor clasifica como bestias, todo animal que se arrastra sobre la tierra[297], y animales de la tierra[298]. Tampoco aquí cabe buscar distinciones zoológicas. Evidentemente el escritor estaba convencido de que su sencilla clasificación abarcaba todas las clases principales de vida terrestre, en medida suficiente para su propósito. Finalmente, Dios hizo al hombre[299] a su misma imagen y semejanza, frase que se define de inmediato con referencia al dominio sobre los habitantes de la tierra, el mar, y el firmamento[300]. Y Dios creó al hombre en forma compuesta, varón y hembra[301].
b. Cronología de los hechos.
Un examen minucioso de este capítulo ha de revelar una presentación abreviada en la cual los actos de creación se comprimen dentro de un período de seis días, con ocho actos de creación que se inician con las palabras “Y dijo Dios”. Si insistimos aquí en una cronología estricta de los sucesos, tropezamos con la dificultad de la aparición de las luminarias en el cuarto día. Tenemos dos alternativas: Aceptar que las estrellas y otras luminarias que se encuentran en el espacio son posteriores a la Tierra, tal y como el escritor sagrado lo plasmó, o bien, evitamos este problema tratando a Génesis 1 igual que a otros pasajes en la Biblia que se ocupan de grandes hechos pero no de la cronología, como las narraciones de la tentación en Mateo 4 y Lucas 4, que hacen hincapié en el hecho de las tentaciones, pero mencionándolas en distinto orden. Creamos de la manera que lo hagamos, eso no afecta la verdad que Dios creó tanto la Tierra como el Sol y los planetas.
Hay un cuadro razonablemente consecuente en el arreglo del material. Los primeros tres días son preparatorios. La provisión de luz y la preparación del firmamento, los mares, la tierra, y la vegetación se anteponen a la instalación de habitantes en una morada ya preparada. Las aves ocupan el firmamento, los peces el mar, los animales y el hombre la tierra. Los días tres y seis tienen dos actos de creación cada uno. El séptimo día queda fuera del plan y habla del reposo de Dios y su deleite al completarse la obra, reposo que constituye el modelo de descanso para la creación, basado en un día en cada siete.
El enfoque que encontramos en el capítulo se centra en lo que Dios dijo[302]. Es la divina palabra creadora la que pone orden en el caos, luz en lugar de tinieblas, vida en lugar de muerte. Debería darse más importancia a la palabra “dijo”, que a las palabras “crear” o “hacer”, por cuanto se afirma que la creación es el producto de la voluntad personal de Dios. Es verdad que se usa el vocablo “crear” en relación con los cielos y la tierra[303], con los grandes monstruos marinos y los seres vivientes[304], y con el hombre[305], y que en otras partes del Antiguo Testamento este verbo se usa exclusivamente para la actividad divina. Pero en Génesis 1 también se usan otras palabras. Así el vocablo “hizo” se utiliza con referencia al firmamento[306], a las lumbreras[307], a los animales, al ganado, a lo que se arrastra sobre la tierra[308], y al hombre[309]. Además, la actividad divina se describe con el imperativo del verbo en varias partes: “sea…”, “haya…”[310], “júntense…”[311], “produzca…”[312]. En procura de variedad, el escritor ha juntado una serie de verbos que en conjunto destacan la actividad divina. Pero la actividad esencial nace de la Palabra de Dios: “…y dijo Dios”.
c. El significado de “día”.
También la palabra “día” ha ocasionado dificultades. En la Biblia esta palabra tiene varios significados. En su forma más simple significa un día de 24 horas. Pero se usa con referencia a una época de juicio divino: “día del Señor”[313]; a un período indefinido de tiempo: “día de tentación”[314]; a un período largo[315]. Tomando como punto de partida que un día tiene una duración de 24 horas insistimos en que la creación se cumplió en seis días literalmente. Algunos caen en la trampa de querer interpretar Génesis 1 de forma poética, simbólica, o esquemática de otras partes de la literatura bíblica. Otros sostienen que un día representa un período largo, tratando de descubrir alguna analogía con los datos geológicos, enfoque vinculado en forma demasiado estrecha con las teorías científicas del momento. No podemos pensar que la frase “la tarde y la mañana” signifiquen otra cosa más que una tarde y una mañana, es decir, un día de 24 horas. Si hay un ser que tiene orejas de gato, maúlla como gato y tiene cola de gato, no podemos pensar que no sea un gato, así que no es decente decir que no podemos saber lo que ha querido decir el escritor cuando dice que fue la tarde y la mañana de un día.
d. Génesis 1 y la Ciencia.
Se han enfocado de muchas maneras los problemas acerca de la relación de Génesis 1 con las ciencias geológicas y biológicas. El parecer de “concordia” ha procurado encontrar una similitud más o menos exacta entre la ciencia y la Biblia. Se han establecido paralelos entre los estratos geológicos y las afirmaciones de Génesis siguiendo una secuencia cronológica. Acéptese que la Biblia afirma que, como quiera que se haya iniciado la vida, Dios estaba detrás del proceso, y Él hizo las cosas perfectas, sin algún proceso evolutivo que mejorara Su creación, ya que el evolucionismo exige la operación de la muerte de los individuos que no pueden afrontar las demandas de su medio, y la propagación de los individuos más fuertes y adecuados, con lo que el grupo como tal va mejorando a lo largo del tiempo. Este proceso recibe comúnmente el nombre de “Selección Natural”. Frente a los que proponen que Dios actuó mediante la evolución queda el hecho de que, con un riguroso tratamiento exegético, las Escrituras sitúan la entrada de la muerte en el mundo después de la maldición debido a la caída del hombre, la cabeza federal de la creación[316]. Es evidente que esto, como multitud de otros detalles, hace exegéticamente imposible la conciliación de la filosofía evolucionista, con su demanda lógica de la actuación de la muerte durante la creación, y la revelación bíblica, con su determinación exegética de la entrada de la muerte en el “cosmos” después de la caída.
2. Teorías del antiguo Cercano Oriente.
Hasta el momento no se ha encontrado ningún mito que se refiera explícitamente a la creación del universo, y aquellos que se refieren a la organización del universo y su evolución cultural, la creación del hombre y el establecimiento de la civilización se caracterizan por su politeísmo y las luchas de las deidades en procura de obtener la supremacía, en marcado contraste con el monoteísmo hebreo de Génesis 1–2. La mayoría de estos cuentos forman parte de otros textos, y los conceptos de estos antiguos pueblos tienen que buscarse en escritos religiosos que, aunque se remontan a la primera parte del segundo milenio antes de Cristo, bien pueden retroceder a fuentes más remotas, según lo demuestra un relato de la creación encontrado en Ebla y fechado en 2350 antes de Cristo.
a. Sumer y Babilonia.
Existe una cantidad de relatos de la creación que están ligados con la supremacía atribuida a diversas ciudades antiguas, y con la deidad que según se creía había sido la primera en morar en ellas. De esta manera, se pensaba que la ciudad de Nippur había sido habitada únicamente por dioses antes de la creación del hombre. Enki, el dios de las profundidades y de la sabiduría, eligió a Sumer y luego se dedicó a fundar territorios aledaños, incluyendo el paraíso de Dilmún. Primeramente organizó los ríos, los pantanos, y los peces, y luego el mar y la lluvia. Luego, se atendieron las necesidades culturales de la tierra con la provisión de granos y vegetación, y el pico, y el molde para hacer ladrillos. Las montañas altas se cubren de vegetación, y el ganado vacuno y lanar llenan los rediles.
Otro mito cuenta acerca del paraíso de Dilmún, en el cual la diosa madre Ninhursag produce hijos sin dolores de parto, aunque Enki, después de comer plantas, es maldecido y cae enfermo hasta que es curado por una diosa creada especialmente y llamada Ninti, cuyo nombre significa “dama de la costilla” y “dama que hace vivir”; ambas designaciones reflejan el nombre de Eva.
“Enki y Ninhursag” se relaciona con la creación del hombre con el polvo de la tierra. Esto siguió a una batalla en la cual Enki capitaneó las huestes del bien contra Nammu, el primitivo mar. Luego, con la ayuda de Nin-mah, la diosa de la madre tierra, crea al frágil hombre.
El más conocido de los mitos babilónicos de la creación es la adaptación de la formación sumeria llamada enuma elisû, por las palabras con las cuales comienza: “Cuando en las alturas los cielos no tenían nombre y la tierra abajo no había sido llamada por nombre”. Tiamat y Apsu existían, pero después que nacieron otros dioses Apsu trató de eliminarlos debido al ruido que hacían. Uno de los dioses, Ea, el Enki sumerio, dio muerte a Apsu; luego Tiamat, buscando vengarse, fue a su vez muerta ella misma por Marduk, hijo de Ea y dios de Babilonia, en cuyo honor fue compuesto el poema. Marduk usó las dos mitades de Tiamat para crear el firmamento de cielos y tierra. Después puso en orden las estrellas, el sol, y la luna, y finalmente, para liberar a los dioses de los trabajos serviles, Marduk, con la ayuda de Ea, creó a la raza humana del polvo de la tierra mezclado con la sangre de Kingu, el dios rebelde que había capitaneado las fuerzas de Tiamat. Las únicas semejanzas entre estos relatos y Génesis 1–2 es la mención de las profundidades, el reposo divino después de la creación, y la subdivisión del relato en seis partes.
Otras epopeyas de la creación difieren en los detalles. Una cuenta cómo, cuando “todas las tierras eran mar”, fueron creados los dioses, y se edificó la ciudad de Babilonia. Marduk, por lo tanto, hizo una alfombra de juncos sobre las aguas, sobre ella él y la diosa madre Aruru crearon al hombre. A esto siguió la creación de las bestias, los ríos, las hierbas verdes, los territorios, y los animales domésticos. Existe otro mito que atribuye la creación de los cielos a Anu y de la tierra a Ea. En este caso, también, una vez que la tierra, y los dioses considerados indispensables para su ordenamiento, proporcionaron un templo con su correspondiente provisión de ofrendas, el hombre fue creado para servir a los dioses, como en Atrahasés y epopeyas anteriores.
b. Egipto.
Entre una serie de menciones a la creación existe una, fechada aproximadamente alrededor de 2350 antes de Cristo, que describe el acto del dios Atum, que creó dioses en un monte primitivo sobre las aguas de Caos. Atum, “quien adquirió existencia por sí mismo”, luego procedió a ordenar el mundo, y desde las obscuras profundidades asignó lugares y funciones a las otras deidades, incluyendo Osiris. Los teólogos de Menfis, como también de Tebas, tenían su manera de justificar la aparición de su ciudad y su dios. Para ellos fue el dios Ptah quien concibió la creación y le dio existencia mediante su palabra de mando, reflejo primitivo, que también aparece en los textos sumerios, de la doctrina del Logos. Otro mito atribuye al dios sol Ra la victoria sobre el mundo inferior, denominado Apofis. Según esta versión, la humanidad fue creada con las lágrimas de Ra, y todos los hombres fueron creados con idénticas oportunidades para disfrutar de las necesidades básicas de la vida.
Ha de notarse que en todo el antiguo Cercano Oriente prevalecía la concepción de un primitivo vacío acuoso, combinado con oscuridad; que la creación fue un acto divino ex nihilo y que el hombre fue hecho por intervención divina directa para el servicio de los dioses. La narración hebrea, con su claridad y su monoteísmo, se destaca como única; no se relatan luchas entre deidades, ni se procura exaltar a alguna ciudad o raza en especial.
c. La Grecia antigua.
Para los griegos en general los dioses que adoraban no eran responsables de la creación del mundo, sino más bien seres creados, o engendrados, por deidades vagamente concebidas, o por fuerzas a las cuales reemplazaban. Hesíodo, en su Teogonía, dice que primeramente surgió Caos, luego Tierra, y esta, impregnada por Cielo, se convirtió en la gran madre de todos. La verdad es que no hay creación, sino un desenvolvimiento automático, principalmente por procreación, a partir de comienzos indefinidos. Hay muchas variantes en cuanto a los detalles, y los filósofos las racionalizaron de distintas maneras. Los epicúreos atribuyeron todo a combinaciones casuales de átomos, y los estoicos panteístas concibieron la idea de un logos, o principio universal impersonal.
Reviste interés especial el mito órfico, aunque probablemente fue aceptado por pocos relativamente, por cuanto algunos han visto en el orfismo paralelos significativos con el cristianismo. En este mito el gran creador es Fanes, quien emergió de un huevo, y después de crear el universo y los hombres de la edad de oro, se retiró a la oscuridad hasta que su bisnieto Zeus se lo tragó junto con toda su creación, y posteriormente creó de nuevo el mundo existente. Los hombres de la raza actual surgieron de los restos aniquilados de los Titanes que habían muerto y tragado a Dionisos, hijo de Zeus, de manera que llevan en sí elementos tanto de maldad como de lo divino. Dionisos fue restaurado a la vida por Zeus, y a menudo se lo equiparó con Fanes.
[1] Hebreos 11.3.
[2] Colosenses 1.16. BAD
[3] Génesis 1.1; Salmos 33.6.
[4] Juan 1.3, 10; Colosenses 1.16.
[5] Génesis 1.2; Job 26.13.
[6] Génesis 1.1. RV60
[7] Génesis 3.24. BPD
[8] Éxodo 25.22; Levítico 16.2
[9] 1 Samuel 4.4; 2 Samuel 6.2; 2 Reyes 19.15; Salmos 80.1; 99.1; Isaías 37.16.
[10] 2 Samuel 22.11; Salmos 18.10.
[11] 1 Reyes 7.29, 36.
[12] Revelación 22.14.
[13] Salmos 18.10; Ezequiel 28.14.
[14] Ezequiel 1.4-28; 10.3-22.
[15] Ezequiel 10.
[16] l Samuel 4.4; 2 Samuel 6.2; 2 Samuel 22.11; Salmos 80.2; Salmos 99.1.
[17] Éxodo 25.18; 1 Reyes 6.23-35.
[18] Revelación 12.7.
[19] Daniel 10.13, 21.
[20] Éxodo 12.23.
[21] 2 Samuel 24.16-17.
[22] 2 Reyes 19.35.
[23] Job 1.6-12; 2.1-10.
[24] Daniel 7.10.
[25] Daniel 10.13-21.
[26] Daniel 8.6; 9.21.
[27] Ezequiel 8-11; 40-44.
[28] Zacarías 1-6.
[29] Daniel 10.13.
[30] Daniel 10.21; 12.1.
[31] CAB
[32] Daniel 10.13; 12.1.
[33] Revelación 12.7-9. CST-IBS
[34] Salmo 148.5.
[35] Nehemías 9.6. Septuaginta
[36] Salmos 148.2. SEE
[37] Colosenses 1.16. BL95
[38] BAD
[39] Lucas 20.36. BL95
[40] 1 de Corintios 6.8.
[41] Hebreos 12.22-23. BAD
[42] 2 Samuel 19.28. BPD
[43] Mateo 24.35. CAB
[44] Salmos 103.20. LBLA
[45] 2 Pedro 2.11. NC
[46] 2 Tesalonicenses 1.7-8. NBLH
[47] Hechos 5.19; 12.7, 23
[48] Isaías 37.36.
[49] Revelación 5.11. BAD
[50] Salmos 68.17. TKIM-DE
[51] Números 22.22-31. La Toráh
[52] Salmos 103.20.
[53] Génesis 24.7, 40.
[54] Salmos 34.7.
[55] Hechos 27.2, 24.
[56] Daniel 8.16; 9.21.
[57] Daniel 10.13, 21; 12.1.
[58] Lucas 10.18.
[59] Daniel 10.13.
[60] Lucas 1.26.
[61] 1 Samuel 29.9; 2 Samuel 14.17, 20; 19.27.
[62] Jueces 6.11–23; 13.3–5.
[63] 1 Reyes 19.5–7.
[64] 2 Reyes 19.35.
[65] 2 Samuel 24.16.
[66] Génesis 19.
[67] Job 38.7, Jueces 5.20; Revelación 9.1.
[68] Números 22.21–35.
[69] Génesis 18.1–16.
[70] Génesis 28.12.
[71] Job 38.7.
[72] Job 1.6; 2.1.
[73] Job 5.1; Salmos 89.5, 7; Daniel 8.13.
[74] Job 15.15.
[75] Ezequiel 40.
[76] Daniel 8.16; 9.2.
[77] Daniel 10.13, 21; 12.1.
[78] Daniel 10.20.
[79] Daniel 7.10; Deuteronomio 33.2; Nehemías 9.6; Salmos 68.17.
[80] Mateo 1.20; 24; 2.13; 19.
[81] Lucas 1.11.
[82] Lucas 1.19.
[83] Lucas 1.26.
[84] Lucas 2.9-14. BLS
[85] Juan 1.51.
[86] Marcos 1.13; Mateo 4.11.
[87] Lucas 22.43.
[88] Mateo 26.53.
[89] Marcos 16.5-7; Mateo 28.2-3; Lucas 24.4; Juan 20.12.
[90] Mateo 22.30; Marcos 12.25; Lucas 20.36.
[91] Mateo 18.10.
[92] Lucas 15.10.
[93] Hebreos 2.9.
[94] Efesios 1.21.
[95] Hebreos 1.6-7.
[96] Revelación 5.
[97] Colosenses 1.16.
[98] Mateo 24.26.
[99] Mateo 13.39; 49; 24.31.
[100] Mateo 25.31; 2 Tesalonicenses 1.7; Revelación 14.14-16.
[101] Mateo 24.31; Marcos 13.27.
[102] Mateo 13.41-42.
[103] Efesios 3.10; 5.23.
[104] Colosenses 2.18.
[105] Revelación 22.8-9.
[106] Hechos 1.11. BPD
[107] Hechos 5.19; 12.7-10
[108] Hechos 8.26.
[109] Hechos 10.3; 11.13.
[110] Hechos 27.23.
[111] Revelación 5.8; 8.3.
[112] Revelación 12.1-9.
[113] Lucas 16.22
[114] 1 Corintios 11.10.
[115] 1 Corintios 4.9.
[116] Génesis 28.12; Salmos 91.11; Ezequiel 9.2.
[117] 2 Pedro 2.4; Judas 6.
[118] Isaías 14.12-16; Ezequiel 28.12-15.
[119] 1 Samuel 29.4; 1 Reyes 5.18; 1 Reyes 11.14-25.
[120] Números 22.22-32.
[121] Salmos 109, 6; Zacarías 3.1.
[122] Zacarías 3.1.
[123] Salmos 109.6.
[124] Marcos 1.12-13; Mateo 4.1-11; Lucas 4.1-13.
[125] Marcos 3.22-27; Mateo 12.22-30; Lucas 11.14-23.
[126] Génesis 1.28-29.
[127] Marcos 3.20-30.
[128] Juan 1.3. Brit Xadasha 1999
[129] Colosenses 1.16. CAB
[130] Isaías 14.12. RV60
[131] Ezequiel 28.13.
[132] Ezequiel 28.13.
[133] Isaías 14.12-15. NBLH
[134] Ezequiel 28.17. Ibid
[135] Éxodo 13.21; Job 37.15-16; Mateo 26.64; Revelación 14.14-16.
[136] Ezequiel 28.16-17. BPD
[137] Isaías 14.15.
[138] Revelación 20.1-2. Ibid
[139] Revelación 20.2.
[140] 2 Corintios 12.7.
[141] Revelación 20.3, 10. BAD
[142] 2 Corintios 11.3. BL95
[143] Revelación 12.17. BLS
[144] 2 Timoteo 2.26. BPD
[145] Efesios 2.2. LBLA
[146] Efesios 6.11. PDT
[147] 1 Pedro 5.8. Peshita Español.
[148] 2 Corintios 11.14. RV60
[149] Revelación 9.11.
[150] Revelación 12.10.
[151] 1 Pedro 5.8.
[152] Revelación 9.11.
[153] 2 Corintios 11.4.
[154] Revelación 9.11.
[155] Juan 8.44.
[156] Mateo 12.24; Lucas 11.15; Marcos 3.22.
[157] 2 Corintios 6.15.
[158] Revelación 9.11; 1 Corintios 10.10.
[159] 1 Pedro 5.8; Mateo 4.1.
[160] Revelación 12.3.
[161] 2 Corintios 4.4.
[162] Mateo 13.39.
[163] Revelación 12.9; 20.3.
[164] Efesios 2.2.
[165] Efesios 6.12.
[166] 1 Pedro 5.8.
[167] 1 Juan 5.19.
[168] Juan 8.44.
[169] Mateo 12.24.
[170] Juan 12.31; 14.30; 16.11.
[171] Efesios 2.2.
[172] Ezequiel 28.12-15.
[173] Juan 13.27.
[174] Revelación 12.9; 2 Corintios 1.3.
[175] Mateo 4.3; 1 Tesalonicenses 3.5.
[176] Juan 12.31.
[177] Job 1.10-12.
[178] Salmos 91.6; Habacuc 3.5.
[179] Deuteronomio 32.24.
[180] Éxodo 12.23; 2 Samuel 24.16; 2 Reyes 19.35.
[181] 1 Samuel 16.4-16; 1 Samuel 16.23.
[182] 1 Samuel 28.13; 2 Reyes 21.6; Isaías 8.19.
[183] Levítico 19.31; 20.6; 27; Deuteronomio 18.11.
[184] Deuteronomio 32.17; Salmos 106.37.
[185] Levítico 17.7; 2 Crónicas 11.15; Isaías 13.21; 34.12; 14.
[186] Isaías 34.14. BL95
[187] Levítico 16.
[188] Levítico 17.7; 2 Crónicas 11.15.
[189] Marcos 1.12-13; Mateo 4.1-11; Lucas 4.1-13.
[190] Marcos 2.5-11; Mateo 9.2-7; Lucas 5.20-24.
[191] Mateo 12.28. BAD
[192] Lucas 10.17-18. Ibid
[193] Marcos 6.7; Lucas 9.1.
[194] Hechos 8.7; 19.11-17.
[195] Hechos 13.8; 19.8.
[196] Hechos 16.16.
[197] Revelación 9.20.
[198] Gálatas 4.8-9; 1 Timoteo 4.1.
[199] 1 Corintios 10.20; 2 Corintios 6.15.
[200] 2 Tesalonicenses 2.11; 2 Corintios 4.4.
[201] 1 Timoteo 5.15.
[202] 1 Pedro 5.8. BL95
[203] Romanos 16.20; 1 Corintios 7.5; 2 Corintios 2.11; Romanos 11.14; 1 Tesalonicenses 2.18; Efesios 4.27; 6.11; 16; 1 Timoteo 3.6; 2 Timoteo 2.26; Santiago 4.7; 1 Pedro 5.8.
[204] Revelación 13.7.
[205] Revelación 12.12.
[206] Santiago 1.12; Revelación 2.26; 3.12; 3.21; 21.7.
[207] Romanos 16.20. BLS
[208] 2 Tesalonicenses 2.8. Ibid
[209] 2 Pedro 2.4; Judas 6.
[210] Revelación 20.10. Ibid
[211] Lucas 23.43. BPD
[212] Efesios 4.9; Hechos 2.27, 31.
[213] Lucas 16.19-23.
[214] Lucas 16.21. BAD
[215] Hornero, Ilíada, 14.219.
[216] Juan 1.18. RV60
[217] Números 11.12.
[218] Juan 13.23.
[219] Génesis 15.15. La Toráh
[220] Génesis 47.30. Ibid
[221] Lucas 23.43. BLS
[222] Efesios 4.9; Hechos 2.27, 31.
[223] 2 Corintios 12.2, 4.
[224] Génesis 1.20; 7.11; 8.2; 27.28; Salmos 147.8.
[225] Génesis 1.14-17; 15.5; Ezequiel 32.7-8.
[226] Mateo 5.16; 12.50; Revelación 3.12; 11.13; 16.11; 20.9.
[227] Juan 3.13, 31; 6.38, 42.
[228] Hebreos 4.14. BPD
[229] Efesios 4.10. Ibid
[230] Hebreos 8.1. Ibid
[231] 1 Pedro 1.12.
[232] Mateo 18.10; 22.30; Revelación 3.5.
[233] 2 Corintios 12.2.
[234] Revelación 4.1.
[235] 2 Corintios 5.1.
[236] 1 Tesalonicenses 4.16; Filipenses 3.20-21.
[237] Mateo 24.30; 2 Tesalonicenses 1.7.
[238] Mateo 5.22, 29–30; 10.28; 18.9; 23.15, 33; Marcos 9.43, 45, 47; Lucas 12.5; Santiago 3.6.
[239] Josué 15.8; 18.16.
[240] 2 Reyes 23.10; 2 Crónicas 28.3; 33.6; Jeremías 7.31; 32.35.
[241] Deuteronomio 32.22; Daniel 7.10.
[242] Marcos 9.43.
[243] Mateo 18.8.
[244] Mateo 25.46.
[245] Mateo 25.30; 2 Pedro 2.17.
[246] Revelación 2.11.
[247] 2 Tesalonicenses 1.9; Mateo 7.21–23.
[248] Mateo 5.25–26.
[249] Daniel 12.2.
[250] Marcos 9.43.
[251] Mateo 13.41-42.
[252] Mateo 22.13.
[253] Mateo 8.12.
[254] Judas 7.
[255] Revelación 20.15.
[256] Mateo 10.28.
[257] Daniel 12.2; Lucas 16.23-24; Mateo 13.42; Romanos 2.8-9; Judas 7.
[258] Revelación 14.11; 20.10. Ibid
[259] Mateo 25.41.
[260] Daniel 12.2; Mateo 25.46.
[261] Mateo 3.12; Marcos 9.48.
[262] Revelación 14.11; 19.3; 20.10.
[263] Revelación 1.6, 18; 11.15; 22.5.
[264] Génesis 1.1. RV60
[265] Hechos 17.25.
[266] Colosenses 1.17. BL95
[267] Hechos 17.28. Ibid
[268] RV60
[269] Colosenses 1.16. BAD
[270] Isaías 40.26, 28; 42.5; 45.18; Jeremías 10.12–16; Amós 4.13.
[271] Salmos 33.6, 9; 90.2; 102.25.
[272] Juan 1.1; Hechos 17.24; Romanos 1.20, 25; 11.36; Colosenses 1.16; Hebreos 1.2; 11.3; Revelación 4.11; 10.6.
[273] Hebreos 11.3. Ibid
[274] La Toráh
[275] Génesis 1.1; Isaías 44.24; 45.12; Salmos 33.6.
[276] Juan 1.3, 10; Colosenses 1.16.
[277] Génesis 1.2; Job 26.13.
[278] Génesis 1.11. Ibid
[279] Génesis 1.20. Ibid
[280] Génesis 1.24. Ibid
[281] Génesis 2.7. Ibid
[282] Génesis 1.27.
[283] Génesis 2.20. Ibid
[284] Génesis 2.7. Ibid
[285] Juan 4.24.
[286] Hechos 17.26.
[287] 1 Corintios 15.22.
[288] Génesis 1.3–5.
[289] Génesis 1.6–8.
[290] Génesis 1.9–10.
[291] Génesis 1.11–13.
[292] Génesis 1.14–19.
[293] Génesis 1.20.
[294] Génesis 1.21.
[295] Génesis 1.20–22.
[296] Génesis 1.24–25.
[297] Génesis 1.24–25.
[298] Génesis 1.24–25.
[299] Génesis 1.26–27.
[300] Génesis 1.26, 28.
[301] Génesis 1.27.
[302] Génesis 1.3, 6, 9, 11, 14, 20, 24, 26.
[303] Génesis 1.1.
[304] Génesis 1.21.
[305] Génesis 1.27.
[306] Génesis 1.7.
[307] Génesis 1.16.
[308] Génesis 1.25.
[309] Génesis 1.26.
[310] Génesis 1.3, 6, 14–15.
[311] Génesis 1.9.
[312] Génesis 1.1, 20, 24.
[313] Isaías 2.12.
[314] Salmos 95.8.
[315] Salmos 90.4.
[316] Génesis 2.17; 3.17-19; Romanos 5.12.