LA FAMILIA DESDE UNA PERSPECTIVA CRISTIANA
INTRODUCCIÓN.
Una de las muchas razones que hizo que el Imperio Romano, imperio milenario, llegara a su fin, fue la desintegración del núcleo familiar. Esa sociedad creyó que el matrimonio era más que una institución divina, un arreglo legal que el hombre había instituido para salvaguardar a la familia. Esto llegó a provocar una depravación tan catastrófica en donde la edad de las mujeres no se contaba por los años que tenían, sino por los divorcios que habían disfrutado. El homosexualismo llegó a considerarse un privilegio y algo anhelado. Las calles de Roma llegaron a teñirse del rojo de la sangre de los bebés no deseados que eran estrellados contra las paredes y columnas de los edificios, sin que nadie pudiera oponerse ya que no se les consideraba ciudadanos hasta ser mayores.
Han pasado los siglos y hemos logrado llegar hasta el veintiuno de la era cristiana. Pareciera que el ser humano debió haber aprendido de los errores de los antepasados. Hoy, cuando la tecnología ha avanzado a fines antes jamás imaginados, la familia está en un proceso vertiginoso de desintegración. Cuando la sociedad comunista hablaba de una educación infantil completamente dependiente del Estado, en el siglo XX, en Occidente, se consideró una aberración, hoy, se ha brindado no a un aparato educativo, sino a la soledad, cuando millones de niños son depositados en guarderías en donde unas pocas mujeres no pueden dar la atención integral a cada niño; más adelante, después de ir a la escuela, regresan a casas vacías en donde una niñera llamada televisor los entretendrá con cuentos fantásticos hasta la llegada de sus cansados padres que nada más le arroparán en su cama para que descansen. O bien, solo uno regresará porque el flagelo del divorcio ha destruido ese matrimonio.
No, definitivamente no hemos aprendido y nuestra sociedad está desquebrajándose porque la familia está en vías de extinción. Es por ello que necesitamos que los cristianos volvamos a retomar la bandera de las causas perdidas y la enarbolemos en defensa de la familia, el hogar y el matrimonio.
Pidamos fuerzas a Dios en oración para que esa titánica labor pueda ser llevada a cabo en el nombre del Señor Jesús.
Una de las muchas razones que hizo que el Imperio Romano, imperio milenario, llegara a su fin, fue la desintegración del núcleo familiar. Esa sociedad creyó que el matrimonio era más que una institución divina, un arreglo legal que el hombre había instituido para salvaguardar a la familia. Esto llegó a provocar una depravación tan catastrófica en donde la edad de las mujeres no se contaba por los años que tenían, sino por los divorcios que habían disfrutado. El homosexualismo llegó a considerarse un privilegio y algo anhelado. Las calles de Roma llegaron a teñirse del rojo de la sangre de los bebés no deseados que eran estrellados contra las paredes y columnas de los edificios, sin que nadie pudiera oponerse ya que no se les consideraba ciudadanos hasta ser mayores.
Han pasado los siglos y hemos logrado llegar hasta el veintiuno de la era cristiana. Pareciera que el ser humano debió haber aprendido de los errores de los antepasados. Hoy, cuando la tecnología ha avanzado a fines antes jamás imaginados, la familia está en un proceso vertiginoso de desintegración. Cuando la sociedad comunista hablaba de una educación infantil completamente dependiente del Estado, en el siglo XX, en Occidente, se consideró una aberración, hoy, se ha brindado no a un aparato educativo, sino a la soledad, cuando millones de niños son depositados en guarderías en donde unas pocas mujeres no pueden dar la atención integral a cada niño; más adelante, después de ir a la escuela, regresan a casas vacías en donde una niñera llamada televisor los entretendrá con cuentos fantásticos hasta la llegada de sus cansados padres que nada más le arroparán en su cama para que descansen. O bien, solo uno regresará porque el flagelo del divorcio ha destruido ese matrimonio.
No, definitivamente no hemos aprendido y nuestra sociedad está desquebrajándose porque la familia está en vías de extinción. Es por ello que necesitamos que los cristianos volvamos a retomar la bandera de las causas perdidas y la enarbolemos en defensa de la familia, el hogar y el matrimonio.
Pidamos fuerzas a Dios en oración para que esa titánica labor pueda ser llevada a cabo en el nombre del Señor Jesús.