La Iglesia y el Plan de Dios
A.
La misión de la Iglesia.
¿Cuál es la misión de la Iglesia? ¿Es la Iglesia la responsable de velar por todos los pobres de la tierra? ¿Cuáles son los objetivos básicos que Jesús tiene para la Iglesia?
La Iglesia es una empresa. No es una empresa que produce nada material, pero es una empresa. Para que la Empresa tenga éxito es necesario que se disponga a realizar la Voluntad de Dios, basándose única y exclusivamente en la Palabra de Dios, sin importar lo que el mundo secular promueva.
Si queremos que la Empresa de Dios tenga éxito, es necesario que los cristianos nos pongamos serios. Son muchos los que piensan que no es necesario llevar controles contables ni supervisiones en la Iglesia, pero la práctica nos ha demostrado que esto siempre lleva a abusos y escándalos que hacen que muchos inconversos se gocen.
La Iglesia es la Empresa de Dios, pero es administrada por los hombres uniéndose lo “divino con lo humano para la realización del motivo principal de la empresa: Anunciar el plan de Dios para la humanidad”[1]. Quien considere que la Iglesia debe ser guiada enteramente por Dios, dejándole a Él la responsabilidad de velar por Sus bienes, está en un error. He escuchado muchas veces a personas que han visto el abuso cometido por los líderes de sus congregaciones que se auto consuelan diciendo: “Ellos tendrán que dar cuenta a Dios”. Es cierto que ellos van a dar cuenta a Dios, pero nosotros también lo haremos, y si callamos al ver estos abusos, estamos siendo partícipes de lo mismo, somos cómplices y pecamos.
Por otro lado, los que consideran que ellos deben guiar la Empresa, sin permitir a Dios su intervención, también están en un error. He conocido congregaciones en donde todo el dinero se guarda en las cuentas bancarias mientras hay miembros que padecen necesidades.
Tomemos ahora en cuenta la misión primordial de la Iglesia: Anunciar el Evangelio. La Iglesia está llamada no a alimentar a los pobres, sino a mostrarles el camino para que sean salvos: “Viajen por el mundo, enseñen a la gente, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles que hagan todas las cosas que les mandé a ustedes, y yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo”[2]. Claro, esto no quiere decir que la Iglesia no debe cumplir su parte social.
Si la iglesia quiere hacer la misión que Dios le dio, es necesario que comience por organizarse. Hoy hay muchos errores, pecados y vicios que han dañado a muchas congregaciones y si nosotros queremos que el mundo sea iluminado por la luz que reflejamos nosotros, debemos comportarnos de tal manera que los del mundo quieran imitarnos.
Somos testigos de cómo muchas iglesias, hospitales cristianos, orfanatos, asilos de ancianos, comedores, etc., son administrados como si fueran empresas seculares y en donde se cometen barbaridades. Esto hace que muchos inconversos no quieran acercarse al Señor ni a la Iglesia. Dios es el dueño de la Empresa.
Tampoco pueden los cristianos que no hablan de Cristo decir que están haciendo su parte en la Empresa. Son más las conversaciones que se hacen criticando al liderazgo que hablando del amor de Dios, olvidando la exhortación que encontramos en Gálatas 5.15-16: “Si se muerden y comen unos a otros, tengan cuidado de no consumirse unos a otros. Y les digo, caminen en el Espíritu, y no deseen la carne”.
En una empresa secular, los administradores deben defender los intereses de sus accionistas. De la misma manera, en la Empresa de Dios, los administradores deben defender los intereses de Dios y promoverlos. Pero la gran diferencia está en que en la empresa secular los valores y estrategias que se usan son meramente humanas, pero en la Iglesia se deben respetar los valores y estrategias divinos. Es verdad que hay que respetar las leyes y normas administrativas, pero siempre se debe hacer de acuerdo a lo que Dios dispone en Su Palabra, por lo que si lo hacemos así, podemos estar seguros que la Iglesia marchará mejor que cualquier empresa secular.
Lamentablemente la mayoría de los líderes cristianos están recibiendo o han recibido formación administrativa en escuelas seculares y comerciales, por lo que buscan llevar las riendas de la Iglesia de la misma manera. “Muchas empresas cristianas fracasan por dos razones principales:
1. No prestar demasiada atención a la administración responsable de sus operaciones pensando que estas son cuestiones espirituales.
2. Contar con una administración responsable, y olvidar que la empresa es de Dios y que Él también debe participar en las operaciones.”[3]
En los tratados comerciales y administrativos hay un concepto totalmente anti cristiano: Se busca el éxito en base a la explotación de los demás. Si bien es cierto que las empresas proveen fuentes de empleo para la gente, también lo es que en ellas se busca pagarles lo menos posible pero que se trabaje al máximo. Es por eso que vemos que empresas de países del primer mundo ponen sus fábricas en los del tercer mundo, sabiendo que si lo hicieran en el suyo, tendrían que pagar salarios altos, mientras que en los otros pagan salarios bajos, por lo que la ganancia es mayor. Por ejemplo: En USA un trabajador de fábrica no labora por menos de $ 1500 mensuales, mientras que en Latinoamérica lo hará por $ 500 y en Asia, por $ 100. Si bien es cierto que el latino o el asiático podrán vivir de manera módica con ese salario, también lo es que la ganancia obtenida por la empresa es mucho mayor y no comparte esa riqueza con sus trabajadores.
Tristemente algunas denominaciones cristianas han tomado este modelo e intentan cumplir la gran comisión como si fueran una empresa secular, así que nos encontramos que se despide a ministros porque “no producen” lo esperado, midiendo su trabajo con el número de personas que se convierten y con la cantidad de dinero que entra en las ofrendas. Además, he sido testigo de cómo algunos utilizan sus “palancas” para ocupar el liderazgo en una congregación más grande, haciendo que trasladen al líder de esta o bien que le despidan. También he sido testigo de cómo los líderes que supervisan a los otros, se aprovechan de su cargo para manipular a sus “subalternos”, a pesar de que Jesús ordenó a sus siervos jamás caer en semejante conducta.
“Oración, trabajo, constancia, confianza y fe son los pilares para que las empresas de Dios puedan progresar”[4]. En una oportunidad, trabajando para una empresa secular, me encontraba en la bodega buscando un producto, pero me dio un mareo y tuve que sentarme sobre una caja con tan mal tino que en ese momento entró el gerente y sonriendo, como si disfrutara tener una excusa para despedir a alguien, me disparó: “¿Cansado?” “No”, le respondí, “estoy enfermo”. Se encogió de hombros y me dijo: “Tómese una gaseosa para que se normalice”. Gracias a Dios no lo hice, ya que estaba ante un alza de presión.
Toda empresa, ya sea cristiana o secular, debe tomar en cuenta que su activo más valioso es su personal. Todas las familias que están ligadas en la empresa deben ser bendecidas, especialmente si esta empresa es la Iglesia. Las familias de los líderes son la mayor parte del tiempo descuidadas y luego muchos se preguntan por qué los hijos de estos se vuelven rebeldes.
Las familias de los líderes son importantísimas. La mayoría de las esposas de los líderes trabajan mucho más que incluso el mismo líder y no reciben salario. Se espera que los hijos de los líderes sean ejemplo y en muchas ocasiones ellos son los directores de cánticos o de los jóvenes, sin recibir ningún tipo de compensación de parte de la Iglesia.
Quienes administran la Iglesia deben ser personas de fe. Deben esperar ver milagros. No estoy hablando de sanidades u otras cosas, sino deben esperar que Dios responda cuando hay que solucionar problemas en la administración de la Iglesia. ¿No hay dinero para iniciar una nueva obra? No importa, hay que tener fe suficiente como para iniciar la obra y el Señor de la obra responderá. ¿Cómo? No lo sé, pero Él hará. No digo que no hay que planificar, como enseña Lucas 14.28-32, sino que hay que confiar en que Dios respaldará Su obra. Recordemos que si bien el constructor o el rey del pasaje no tenían lo suficiente para hacer lo propuesto, nosotros tenemos a Dios con nosotros, y, si Dios con nosotros, ¿quién contra nosotros?
¿No es esta una actitud irresponsable? Hablemos de irresponsabilidades. Un hombre de 75 años que vivía en una ciudad floreciente en donde tenía ya todo su sistema de vida hecho, casa, ganado, amigos, etc., recibe una llamada de un desconocido que le dice que debe dejar todo lo que tiene y alejarse incluso de su familia porque va a tener una empresa floreciente en una tierra desconocida para él. ¿Obedecería usted? Otro hombre de 80 años que está trabajando en la empresa familiar tiene una deslumbrante visión que le dice que vaya a un país en donde su cabeza tiene precio y se presente ante su máximo gobernante y le ordene cosas que afectarán toda la economía y bienestar de ese país. ¿Obedecería? Una multitud de más de 2 millones de personas, sin ejército, sin protección de ningún tipo, son acorralados por el formidable ejército del país más importante de su época y se les dice que crucen caminando el mar. ¿Estaría dispuesto a dirigir a esta gente? Un jovencito de unos quince años que lo único que ha hecho en su vida es cuidar ovejas ve como un gigantesco y musculoso hombre de guerra, amenaza al ejército de su país e insulta a su Dios y se ofrece como defensor del pueblo. ¿A quién le apostaría? Podríamos seguir escribiendo de tantos héroes de la fe que se atrevieron a confiar en Dios y ¡vencieron!
Cosa curiosa es que muchas veces una Iglesia comienza desarrollando buenos métodos para alcanzar la meta de evangelizar a los perdidos, pero con el tiempo la meta no es tan importante como los métodos. Así hemos visto congregaciones que decidieron tener un grupo coral para atraer a las personas a escuchar el Evangelio, pero con el tiempo el grupo coral empieza a ocupar el lugar preponderante y comienza a realizar conciertos sin la ministración de la Palabra. En este sentido son muchas las congregaciones que han cambiado la importancia de actos como la Santa Cena o la predicación por otras cosas. Es decir, cambiaron la meta por el método.
Puede ser que las Iglesias que han caído en este fenómeno crezcan y se conviertan en mega iglesias, pero la realidad es que como perdieron de vista la meta, se convierten simplemente en un hermoso club social en donde la gente se reúne a escuchar música y ver un show artístico. Los logros pasados se convierten en su bandera para hablar del éxito e incluso llegan a ignorar hasta el contenido de las canciones para llenarse del sonido.
Pero también el anclarse en un sistema tradicional es muy peligroso. Hay Iglesias que no avanzan debido a que aun se mantienen con el diagrama organizacional de hace cincuenta años, el edificio se ve viejo, las bancas son de maderas dura e incluso hasta las ilustraciones de la Escuela Dominical son amarillentas y anticuadas.
Ante ambos tipos de congregación, es necesaria una capacitación del liderazgo en aspectos de administración, para que el primero, no pierda de vista la meta que el mismo Dios ha puesto; y que el segundo renueve su visión.
B. Administración de la Iglesia.
La Iglesia como tal es una institución que nace en el Nuevo Testamento, pero en el Antiguo Testamento hay palabras sinónimas que son usadas para referirse no a una pequeña reunión de judíos, sino a todo el pueblo, en forma general. Toda la nación constituía la Iglesia. Algunos han pretendido hacer ver a la Iglesia como una institución exclusiva del Nuevo Testamento. Dice Berkhof que “a esos les gusta definir la iglesia como el “cuerpo de Cristo”, que es un nombre característicamente del Nuevo Testamento, y parecen olvidar que también se le llama “el templo de Dios” y “Jerusalén”, que son nombres decididamente con sabor de Antiguo Testamento”[5].
En el Nuevo Testamento hay dos palabras griegas que pueden ser traducidas como “Iglesia”. Las dos palabras son transliteradas al español. Una de ellas es “sinagoga”, que significa asamblea, pero que comúnmente se usaba para designar a las pequeñas congregaciones de más de doce varones judíos que se reunían para estudiar las Escrituras. La otra palabra es “iglesia”, que también significa “asamblea”, aunque proviene de otra palabra que significa “llamar”. Por eso es que se puede hacer una distinción en cuanto a las reuniones que se hacían por cualquier causa, ya fuere por negocios, entretenimiento o políticos y la Iglesia. Jesús dijo en Mateo 16.18: “Y te digo a ti: Pues tu eres un pedazo de piedra, y sobre esta peña edificaré a mis llamados y la entrada del Hades no superará esto”. Debemos tomar en cuenta que la Iglesia es el conjunto de los “llamados”, de los “convocados” por el Señor. No es una reunión cualquiera. Cuando la Junta Escolar convoca a una reunión de padres, ellos no acuden a la convocatoria de los padres, ni la convocatoria del equipo de baloncesto, es la “Convocatoria”, la “Iglesia”, los “Llamados” por la Junta Escolar. De la misma manera, la Iglesia es la “Convocatoria”, los “Llamados” por Cristo Jesús. Él es el fundador porque es quien convocó.
Cuando somos convocados para x actividad, al acudir tenemos un propósito para acercarnos a esta reunión y al llegar ahí tendremos “comunión” con los demás convocados y con quien convocó. Eso ocurre con la Iglesia. El propósito que tenemos es, después de ser salvos, conocer y poner en práctica las enseñanzas de Jesús y sus apóstoles. Así tenemos comunión con los hermanos en la Iglesia y con quien nos llamó, esto es Dios mismo.
Ahora bien, si nos reunimos, necesitamos organización y administración de las cosas que involucra el grupo. Pero recordemos que el desarrollo del grupo no depende de las fuerzas o inteligencia humanas, sino que depende de la manera en que aplicamos la Palabra de Dios y del espacio que le demos al Espíritu Santo.
La administración es un concepto que inunda toda la Escritura. Dios es un Ente organizado y organizador, por lo que la administración es parte de Su Naturaleza. Por ejemplo, la creación está administrada de una manera perfecta. Dios ubicó y planificó todas las cosas de tal manera que toda la creación marcha en forma ordenada. ¿Cómo que ordenada? ¿No estamos en este momento ante un clima caótico? Puede parecer que sí, pero podemos preguntar: ¿Quién es el culpable de ese caos? ¿Quién es el propulsor del calentamiento global? ¿Acaso es Dios el que ha deforestado las selvas, matado a las especies y envenenado al planeta? Definitivamente no.
Dios propuso que cada cosa en la creación hiciera su parte. De esta manera, el Sol está para calentar nuestro planeta de tal manera que no nos quema. ¿Qué pasaría si la tierra abandona su órbita unos cuantos grados? Si se acercara al Sol, nos abrasaríamos y si se aleja del Sol nos congelamos. ¿Se ha preguntado por qué los pingüinos viven en la Antártica y no en Centroamérica? ¿Cómo es posible que las hormigas respiren si no tienen pulmones? ¿Por qué el Sol siempre aparece en las mañanas por el Este y nunca lo hace por el Sur? ¿Por qué en el cuerpo humano normal no falta o sobra nada?
Pero eso no es todo, ¿ha notado usted el cuidado que Dios puso en Su pueblo muchos años antes de que viniese la hambruna, permitiendo a los hermanos de José que lo vendieran a los ismaelitas que lo llevarían a Egipto? ¿Cómo dio Dios una legislación justa al pueblo de Israel en donde se consideran todos los puntos necesarios desde la protección de la propiedad hasta los actos de alabanza? ¿La manera en que estaba organizadas las tribus, así como los cuidadores del Tabernáculo e incluso la forma de marchar en al desierto? Todo esto es una muestra de un Buen Administrador.
Pero no se piense que la Iglesia no está también regida por la buena administración. Incluso desde el principio del ministerio de Jesús, todo debía ajustarse a un plan administrativo bien coordinado. Acaso usted no se ha preguntado ¿por qué Jesús tenía que nacer en el tiempo en que lo hizo? ¿Por qué no nació en tiempos de Nabucodonosor o en nuestros días? ¿Por qué Belén y no New York? ¿Por qué en una pobre familia judía y no en el palacio de Windsor? No, Jesús tenía que nacer en el lugar que Dios había designado y en el tiempo preciso. Si hubiese nacido en el siglo XXI no hubiera muerto en una cruz, sino que quizá lo hubiesen matado con una inyección letal y no hubiese habido derramamiento de sangre, o tal vez lo hubieran considerado un loco y lo hubiesen encerrado en un hospital psiquiátrico.
La cantidad de discípulos íntimos que luego se convertirían en apóstoles, el tiempo que iba a usar para enseñarles, el lugar y el momento del derramamiento del Espíritu Santo. La forma en que el Evangelio iba a ser esparcido. ¡Todo era bien administrado!
Pablo mismo usa palabras acerca de la administración: “De esta manera nos consideren los hombres, como subordinados de Cristo y mayordomos de los secretos de Dios. Se requiere que los hombres nos hallen fieles”[6]. Y es que en la Iglesia vamos a administrar tres cosas principalmente: Bienes materiales, personas y organización.
Si bien es cierto que la Iglesia no está para acaparar bienes materiales, al estar compuesta por gente, necesita de estos para cumplir su función. La Iglesia necesita del dinero para cubrir las necesidades de ayuda a los pobres, pago de los siervos, edificios para desarrollar sus programas, compra de materiales, etc. En todo esto es necesaria una administración muy cuidadosa.
La Iglesia está compuesta por personas. Estas deben ser administradas, es decir, guiadas para que conozcan la Voluntad de Dios. Sin gente no hay Iglesia. Hay que guiarlos a Dios, enseñarles, descubrir sus dones y de nuevo guiarlos para que esos dones sean puestos en operación.
La organización debe ser administrada. Es decir, hablamos de los manuales, constituciones, forma de gobierno, etc. Imagínese una congregación que decidió tener un gobierno congregacional, pero luego, cuando al líder le conviene, lo hace de manera presbiteriana o episcopal. Eso sería un desorden. Los buenos administradores sabrán cómo mantener la organización de la mejor manera.
Son muchos los grupos religiosos que aducen que ellos viven en plena libertad porque no tienen ningún tipo de gobierno y hasta califican a las denominaciones que lo tienen como herejes y demonizan a los líderes. Estos grupos han llegado a pensar que cuando una denominación o una congregación tienen un tipo de gobierno definido, se está oponiendo al mover del Espíritu Santo. La verdad es que esa “libertad” que tanto defienden, en la mayoría de los casos se presta más para que una o varias personas se enriquezcan ilícitamente.
La Palabra de Dios dice claramente: “Todo acontezca decentemente y de manera digna”[7]. El desorden es el combustible que alimenta la anarquía entre las masas, llenando a unos pocos y dejando a los más en la pobreza absoluta. Por algo Salomón escribió: “Sin consejo, cae el pueblo; los muchos consejeros ayudan”[8].
Gracias a Dios, la Iglesia puede encontrar la administración correcta en las Escrituras, sin necesidad de estar sujeto a las formas de gobierno inventadas por los humanos que nos pueden llevar a límites negativos, tal y como lo aclara Pablo en 1 Corintios 14.33: “Dios no es desorden, sino paz”. No aparece en la Biblia alguna especie de manual de cómo organizar la Iglesia, pero si podemos encontrar las pistas de cómo hacerlo, tal y como podemos ver:
Basándonos en Efesios 4.11: “Y él dio a unos ser apóstoles, a otros profetas, a otros predicadores, pastores y maestros”. Y acompañándonos con 1 Timoteo 3.8: “De la misma manera, los ayudantes deben ser serios...”; es decir, en la Iglesia en el momento en que es escrita la carta, hay seis oficiales: 1. Apóstoles, 2. Profetas, 3. Predicadores o evangelistas, 4. Pastores, 5. Maestros, y 6. Ayudantes o diáconos.
En realidad, cada cual ocupó un papel importantísimo en el desarrollo de la administración eclesial, es decir, “hacia la perfección de los santos, para laborar en el servicio del cuerpo de Cristo”[9]; que debemos respetar, ya que fue Dios mismo quien los instituyó. Calderón los divide en oficiales extraordinarios y ordinarios[10], posiblemente pensando en que algunos tenían una responsabilidad mayor proyectándose hacia toda la Iglesia, mientras que otros están más limitados a una congregación en particular.
Los oficiales son los siguientes:
1. Apóstoles:
Los apóstoles cristianos; de la palabra griega Aπόστολος: “Enviado”, son los hombres escogidos por Jesús, para conducir las operaciones de la Iglesia. Si bien está ampliamente aceptado que los doce discípulos que escogió Jesús, y luego Matías y finalmente Pablo de Tarso fueron los Apóstoles originales, no existe consenso respecto de que otras personas, hasta la actualidad, puedan hacer uso de este título con la misma autoridad original. De acuerdo con una visión bíblica fundamentalista, lo que se relata en la Biblia, indica que son 3 las características necesarias para ser llamado Apóstol:
a. Haber visto a Jesús personalmente.
b. Haber sido escogidos y enviados por Jesús.
c. Haber sido testigos de Jesucristo resucitado.
Todos los apóstoles cumplieron estas tres características incluyendo a Pablo de Tarso quien fue elegido personalmente por Cristo resucitado, en camino a Damasco[11]. Posteriormente firma sus escritos como “Pablo, apóstol de los gentiles” y es protagonista de la mayor parte del libro Hechos de los Apóstoles.
Por otro lado, una interpretación que tiende a equiparar el término de discípulo de Jesús con el de apóstol, indica que, aunque inicialmente fueron 12, luego fueron extendidos a 70 y luego a más de 500 discípulos enviados por Jesucristo para llevar la buena nueva al mundo y extender así el Reino de Dios en la Tierra, a quienes puede aplicársele el título de Apóstol.
En todo caso, un apóstol debe ser testimonio del poder de Dios, a través de la realización de señales, prodigios y milagros: Sanación de los enfermos, exorcismos, resurrecciones, de la predicación del evangelio a judíos y a gentiles en todo el mundo[12].
Como es imposible que alguien diga poder cumplir los tres requisitos para ser apóstol, este oficio acaba con la muerte de Juan. Hay que notar que como la palabra “apóstol” quiere decir “enviado”, alguien podría ser “apóstol de una iglesia”, pero nadie puede decir certeramente que es apóstol de Jesucristo.
2. Profetas:
Desde la noche de los tiempos, todas las grandes religiones antiguas han reconocido y venerado la figura del profeta. Ya desde el año 2000 a.C., se habla de revelaciones proféticas en los pueblos vecinos de Israel, como por ejemplo Mari y Biblos, y la Biblia misma habla de los profetas del dios Baal.
Aunque todos ellos comparten cierto parecido externo, no deben confundirse con los profetas verdaderos en el sentido que les otorga el judaísmo. Las profundas diferencias que dividen a ambos nos obligan a no considerar a los profetas judíos como descendientes de u originados en la tradición profética de las religiones paganas anteriores o contemporáneas a ellos.
a. Origen del nombre: La palabra hebrea es nabí, de aquí su plural Neviím. Tanto el origen preciso de la palabra como su sentido exacto se nos escapan. Se han propuesto tres teorías para explicarlos:
1) “Extático”, de la raíz hebrea “hervir”, el “calor” de la revelación convierte al profeta en un hombre “ardiente”;
2) “Mensajero”, de la raíz hebrea “hablar”, Adonay nos “habla” por boca del profeta; y
3) “Llamado”, de la raíz acadia nabu, “llamar”, el profeta ha sido llamado o designado por Dios para transmitir Su palabra.
La tercera de ellas es la que goza de la mayor aceptación entre los estudiosos, aunque nadie pueda demostrar la verdad de esta hipótesis.
La versión griega de los LXX nunca traduce nabu en el sentido de “éxtasis” o “extático”. La traduce como profetas, es decir, “el que habla en lugar de otro”, “el representante de un tercero”, “el vocero”. Es común el error de creer que la partícula griega pro, “delante”, se refiere aquí a “el que anticipa”, “el que dice las cosas con antelación”, en otras palabras, “el que ve el futuro”. La acepción correcta de “profeta”, por tanto, según los LXX; no es “el vidente” sino “el portavoz”, “el mensajero”.
Por el contrario, la Biblia hebrea se refiere a los nevi´im con otros tres términos que sí tienen una relación más cercana con el concepto popular de “profecía”: Roé, “el vidente”, jozé, “el que ve”, “el que tiene vista”, y jolém, “el soñador”, “el que tiene un sueño”.
b. Origen histórico: El uso de la palabra “profeta” es muy antigua en la Biblia. Ya se considera profeta a Abraham en el Génesis[13], pero ese término ha sido introducido allí en fecha muy posterior a la composición del libro.
También Moisés ha sido considerado así, pero es más bien un conductor y un legislador, un enviado de Dios y un libertador antes que un profeta. El único libro que lo llama de esta manera es el Deuteronomio[14].
En los últimos tiempos de los jueces aparecen en Palestina ciertas organizaciones o grupos llamados “Hijos de los Profetas”, que se parecen, al menos superficialmente, a los profetas cananeos. Es a estos hombres a los que los hebreos comienzan a denominar nabí, aunque los otros anteriormente apuntados, “visionario”, “soñador”, “vidente”, se siguen utilizando más o menos indistintamente. Es importante destacar que nabí no solo se aplica a los que predican en nombre de Adonay sino también a todos los supuestos profetas paganos.
La oferta de profetas era variada: Desde los verdaderos profetas bíblicos que escribieron libros hasta los 450 profetas fenicios que la reina Jezabel llevó a Israel[15], pasando por los profetas cortesanos y los del tiempo de Jehú[16].
Tanto Judá como Israel tenían raudales de profetas que predicaban por doquier, y Zacarías nos dice que siguieron proliferando hasta desaparecer a fines del siglo IV a.C.
Algunos son advenedizos e intentan sacar ventaja aproximándose a los poderosos[17]; otros son funcionarios de carrera dispuestos a defender sus raciones, y la Biblia los llama “profetas profesionales”. Los anteriormente mencionados “Hijos de los Profetas” representan un grupo intermedio entre estos últimos y los verdaderos profetas de Dios.
Parece ser que los Hijos de los Profetas aparecen en tiempos de los Jueces[18], para hacerse muy numerosos en la época de Elías y Eliseo. Aparentan ser hombres íntegros y fervorosos, que se agrupan alrededor de los templos judíos para alertar a los fieles acerca de los peligros del paganismo. No sabemos si alguno de los profetas autores de los libros salió de uno de estos grupos, pero es incuestionable que al menos Samuel, Elías y particularmente Eliseo tuvieron estrechas relaciones con ellos.
c. El pasaje a la palabra escrita: Los variados aspectos del profetismo se hacen evidentes en los cambios que el vocabulario utilizado sufrió a través del tiempo. También los métodos de profetizar: Los profetas primitivos hablaban solamente, mientras que los más modernos comenzaron a escribir libros.
Así, la tradición oral de Moisés pasó a los ancianos; las enseñanzas de Elías fueron enseñadas a Eliseo; Isaías transmite la palabra a sus discípulos y Jeremías las enseña a Baruc.
Pero pronto la transmisión verbal dejó de ser suficiente, y los conceptos proféticos cristalizaron en los libros que tenemos hoy. A partir del destierro, los libros proféticos que se fueron escribiendo instauraron en el pueblo judío una profecía retrospectiva, rescatando y conservando los dichos de los anteriores profetas orales ya desaparecidos, porque los que los siguieron consideraron que también habían estado inspirados por Dios y que sus palabras merecían preservarse para siempre.
d. El profeta: El profeta es un hombre llamado por Dios para que transmita Su palabra a los demás. Por definición, el profeta no obtendrá ningún beneficio de su misión excepto servir a Dios: De hecho, muchas veces iba a dar con sus huesos a la cárcel.
Se conjugan en el profeta tres elementos muy claros: La elección de Dios, la vocación del profeta mismo y una orden que amalgama ambas cosas. Es raro encontrar uno de ellos separado de los otros dos. La elección se describe en Jeremías 1.5; la vocación en Amós 7.15 y en Isaías 6.8. La elección y la vocación dan como resultado una misión[19], y a menudo se presentan como una llamada a la que el profeta es incapaz de resistir[20].
El mensaje que el profeta ha recibido rara vez es para una sola persona: Casi siempre debe ser transmitido a la comunidad en su conjunto, y se trata de una comunicación que tendrá efecto aquí y ahora pero también lejos y en el futuro. Dicho de otro modo, se trata de una verdad intemporal y universal. El profeta es enviado a hablar con sus contemporáneos, pero desde el momento en que lo que dice está inspirado por Dios, el mensaje se vuelve eterno e imperecedero.
Una de las características salientes del profeta es que tiene clara conciencia de su misión. Este saber de dónde viene su enseñanza le autoriza a utilizar la consabida fórmula “Así habla el Señor”, que a los ojos del lego puede parecer soberbia, pero que implica en realidad que la verdad de su experiencia profética demuestra que el que habla es en verdad Dios a través de la boca del profeta.
e. El mensaje: El mensaje divino llega al profeta de muy distintos modos: Puede ser en una visión, como en Ezequiel; a través de voces[21] o en sueños[22].
El concepto de “visión” debe ser entendido como “percepción sensible”, y no implica necesariamente una “imagen visual”. Lo que determina el método de recepción del mensaje parece depender del profeta y no de Dios: Tal vez sus cualidades naturales o su temperamento personal.
Así como el modo de recibir el mensaje es variado, también son muy distintas las formas en que el profeta lo expresa a los demás. Suele acompañarse de gestos y posturas especiales, acaso de significados místicos, y puede transmitirse verbalmente o por escrito. Aunque la mayoría de los profetas fueron predicadores callejeros antes que escritores, muchos pusieron por escrito sus textos luego de gritarlos al pueblo durante años, seguramente pensando en preservarlos en caso de que nadie los recogiera luego de sus muertes.
f. Naturaleza de la profecía: La profecía es un proceso sumamente complejo que puede resultar muy difícil de entender para el hombre moderno. Es por ello que los teólogos han elaborado un listado de sus características más importantes para definir y aclarar exactamente cómo es y cómo opera.
Los rasgos distintivos de la profecía son cinco:
1) Ningún profeta ha visto la realidad completa.
En efecto, cada uno de ellos solo dispone de una visión fragmentaria e insuficiente del plan divino. Esta verdadera “ley” de la revelación profética determina que a menudo ni siquiera el mismo profeta sepa lo que está diciendo, qué le ha sido mostrado ni de qué está hablando. Esta fatal ignorancia del propio profeta sobre la materia que está tratando, sin embargo, no invalida en lo más mínimo la verdad y la realidad de su profecía. La parcialidad de la visión genera esperanza en comprender el resto, y misterio como ingrediente inexorable de la fe. Respecto del futuro, muchas veces se les muestra el porvenir de Israel, pero no son capaces de decir si ese futuro llegará en un mes, un año o un siglo.
2) El lenguaje profético es simbólico.
La profecía es mostrada y transmitida mediante símbolos o imágenes simbólicas, que exigen una trabajosa interpretación. La dificultad del análisis de los símbolos para traducirlos en conceptos inteligibles supone un obstáculo adicional que solo los hombres justos están en capacidad de sortear.
3) El profeta sabe hacia donde va la historia.
Aunque no comprenda en detalle su propia profecía, el profeta siempre está en condiciones de predecir el curso general que seguirá la historia del judaísmo. Esta característica se verifica incluso en los profetas de los tiempos más primitivos.
4) El profeta suele contradecir los deseos de la gente.
Raras veces las profecías satisfacen el sentimiento general del pueblo, y por esta razón el ser profeta es un trabajo difícil y peligroso. Cuando el pueblo duerme en paz, ellos tienen que anunciar la guerra; cuando hay calma, predicen el castigo; cuando hay prosperidad, prevén el hambre. Pero ante el hambre, el castigo y la guerra, el profeta siempre exalta la futura salvación y la restauración religiosa y moral.
5) El profeta se mezcla con el pueblo.
Como miembro del pueblo y vocero de Dios para la gente, el profeta se diferencia de los sabios en el sentido de que no se limita a predicar en abstracto, sino que debe necesariamente intervenir en los asuntos de la vida diaria y trabajar sobre el plano de la realidad concreta. En este sentido, el profetismo supone un salto evolutivo con respecto al concepto de sabiduría.
g. Resultados: Los resultados obtenidos por los profetas no fueron, en general, halagüeños. Su fracaso tenía su origen en el punto 4 citado arriba y comúnmente les hacía enfrentar la indiferencia, la incomprensión, la persecución, a menudo el presidio e incluso, a veces, el martirio y la muerte.
Sin embargo, cierto tiempo después, la realidad demostró con hechos la verdad que había en sus prédicas. En este punto, todo Israel abrazó la doctrina de los profetas y el prestigio que adquirieron entonces superó las fronteras del país.
h. Enseñanza religiosa: La influencia que los profetas han tenido en el desarrollo religioso de Israel y el judaísmo fue crucial. Su importancia se evidencia al enumerar sus seis logros principales:
1) Definieron para el común de la gente los conceptos de unidad, trascendencia y santidad del judaísmo, y por lo tanto, de Dios. Los profetas son, entonces, quienes “espiritualizaron” el concepto de Dios a los ojos del judío llano.
2) Demostraron que el culto religioso no debía ser declamatorio y presuntuoso, sino procedente de una responsabilidad personal del hombre hacia Dios.
3) Establecieron, teniendo en cuenta el punto anterior, el sentido de la moral y el concepto mismo del pecado.
4) Hicieron tomar conciencia de la manera misteriosa en que Dios eligió a Israel de entre todos los pueblos de la Tierra para utilizarlo y castigarlo pero también para aliarse indisolublemente con él y para salvarlo en última instancia.
5) Esta alianza fue, en palabras de los profetas, la mejor y más elegante demostración de la bondad esencial de Dios.
6) En las prédicas de los profetas se repite una y otra vez la promesa mesiánica, la esperanza y confianza en la llegada del Cristo descendiente de David. Esta predicción trajo también la expectativa del reino de justicia y paz que Jesús establecería mucho más tarde[23].
3. Predicadores:
Es la misma palabra que “evangelista”, solo que esta es una transliteración de la palabra griega. ¿Es lo mismo que “apóstol”, “profeta” o “pastor”? Es evidente que no, ya que se distingue de estos en la lista de Efesios 4.11. En una lista de distintos oficios no es de esperarse que haya sinónimos. En la Iglesia, el “evangelista” tiene una función particular, la que puede cumplir sin ser “apóstol”, “profeta” o “pastor”.
¿Con qué propósito constituyó Cristo a evangelistas? La tarea principal asignada a ellos es la misma que debían cumplir los apóstoles, profetas, pastores y maestros constituidos por el Señor, a saber:
a. “Perfeccionar a los santos para la obra del ministerio.”
b. “Perfeccionar a los santos… para la edificación del cuerpo de Cristo.”
c. “Perfeccionar a los santos… para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error”[24].
¿Qué acción tomó Cristo para constituir a los primeros evangelistas? Les dio dones sobrenaturales. “Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo. Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres”[25]. De la manera que los apóstoles y profetas fueron constituidos tal mediante los dones sobrenaturales que los capacitaron para sus funciones, asimismo fueron constituidos los primeros evangelistas, pastores y maestros para poder efectuar las suyas.
¿Por qué debían los primeros evangelistas recibir dones sobrenaturales para poder realizar su obra particular? No contaban con el Nuevo Testamento plenamente revelado, escrito y confirmado. ¿Cómo hacer su obra sin tener instrucciones de parte de Dios? Estas las recibieron mediante los dones sobrenaturales.
¿Hizo Dios provisiones para que se continuara nombrando a evangelistas durante los tiempos subsiguientes al Siglo I? Se deduce que sí, encontrándose instrucciones en 2 Timoteo 2.2. “Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros”[26]. El mandamiento es general, no especificándose oficios particulares. Razonamos que es aplicable tanto a evangelistas como a pastores y maestros.
a. El pastor ha de ser hombre fiel, idóneo para apacentar al rebaño, cuidando de él[27].
b. El maestro ha de ser hombre fiel, idóneo para instruir correctamente al discípulo[28].
c. Igualmente, el evangelista ha de ser hombre fiel, idóneo para predicar el evangelio puro a los inconversos y establecer congregaciones, organizándolas conforme al modelo de Dios[29].
Según 2 Timoteo 2:2[30], ¿a quién responsabiliza el apóstol Pablo la selección de “hombres fieles que sean idóneos” para servir como evangelistas? Al mismo Timoteo. “Lo que has oído de mi ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles…”. O sea: “Tú, Timoteo, tú mismo encargarás este mensaje a hombres fieles”. “Encargar”. “Encomendar, poner algo al cuidado de alguien”[31]. Esta encomienda implica selección. Timoteo debía escoger a hombres que se prepararan para seguir evangelizando.
He aquí el precedente que establece Dios mismo para el nombramiento de nuevos evangelistas: Evangelistas ya probados y experimentados escogen a hombres fieles, con el potencial de ser idóneos, tomando el tiempo necesario para transmitirles toda la sana “doctrina de Cristo”[32] y prepararlos para el ministerio de la evangelización, poniendo al cuidado de los aprobados “la palabra de verdad, el evangelio de…salvación”[33]. A su vez, estos escogen y preparan a otros, y así sucesivamente hasta el presente, y hasta el fin.
El caso de Pablo y Timoteo ilustra perfectamente este precedente.
a. Timoteo llegó a ser evangelista, reconocido como tal por el apóstol Pablo. Este le exhorta: “Haz obra de evangelista, cumple tu ministerio”[34]. Tan consagrado y eficaz era él que Pablo escribe: “A ninguno tengo del mismo ánimo, y que tan sinceramente se interese por vosotros… Pero ya conocéis los méritos de él, que como hijo a padre ha servido conmigo en el evangelio”[35].
b. Timoteo fue escogido y preparado por el apóstol Pablo. En su segundo viaje evangelístico, Pablo llega a Listra y Derbe, donde conoce a Timoteo, escogiéndolo para que lo acompañara. “Había allí cierto discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía creyente, pero de padre griego; y daban buen testimonio de él los hermanos que estaban en Listra y en Iconio. Quiso Pablo que éste fuese con él”[36]. El apóstol no escoge a un hermano cualquiera, sin verificar credenciales espirituales. Consideremos las de Timoteo, pues revelan algunos criterios a seguirse en la selección de candidatos a evangelista.
1) Primer criterio: Buen testimonio ampliamente confirmado. Aquel varón Timoteo tenía “buen testimonio”, y no tan solo de dos o tres familiares o hermanos en un solo lugar sino de “los hermanos que estaban en Listra y en Iconio”. Plural: “Los hermanos”. De dos congregaciones: Listra e Iconio, ciudades donde fueron establecidas iglesias durante el primer viaje evangelístico de Pablo[37].
Aplicación: El evangelista del presente que escoge prudentemente a otro hermano para el mismo ministerio verifica, astuta, objetiva y completamente, sus credenciales espirituales, entre ellas, el testimonio.
¿Tiene buen testimonio? ¿Por cuánto tiempo ha gozado de buen testimonio? ¿Quiénes son los que dan testimonio a su favor? ¿Acaso solo familiares? ¿Son sanos los móviles de estos familiares, o influyen consideraciones materialistas encubiertas, por ejemplo, la posibilidad de beneficios materiales para ellos si al “candidato a evangelista” le dan sueldo? Los hermanos que testifican a su favor, ¿cuán imparciales son? ¿Cuán capacitados para evaluar carácter, actitudes, conducta, aptitud para enseñar, aportaciones a la obra del Señor? Los que testifican a su favor, ¿son los ancianos o maestros de la congregación, neófitos o los de menor estima[38]? ¿Testifican favorablemente tanto damas como varones maduros en la fe? ¿Es importante el testimonio de las damas entendidas y espirituales? ¿Por qué? ¿Dan fe de su alegado buen testimonio dos o tres hermanos, nada más, veinte, muchos, de una sola congregación, de dos o más?
Escoger para evangelista sin realizar una investigación rigorosa del historial espiritual bien puede resultar en la selección de hombres no idóneos para este ministerio tan exigente.
2) Segundo criterio: Trasfondo familiar. En el historial espiritual de Timoteo figuran su abuela y su madre, siendo creyentes las dos antes de que lo fuese Timoteo. Pablo mismo recuerda a Timoteo: “La fe no fingida que hay en ti… habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice”[39]. En este contexto no se nombra a su padre griego. ¿No se convirtió él a Cristo? ¿Se separó de su esposa Eunice al convertirse ella? ¿Ya se había muerto? Se desconoce. De todos modos, es predominantemente “cristiano” el hogar en el que se cría Timoteo, inculcándole su madre y su abuela fe y conocimiento de lo divino. “Desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras”[40].
Aplicación: El evangelista del presente que escoge a otro hermano para el mismo oficio, ¿debe seleccionar indefectiblemente a un varón criado sabiamente en un auténtico hogar cristiano? Quizá no. Sin embargo, las ventajas y dotes de tal candidato son significantes, entre ellas:
a) Buenos atributos de espíritu y mente, incluso sensibilidad y percepción espiritual, adquiridos a temprana edad y fortalecidos durante la adolescencia,
b) Fundamento sólido para la vida futura, con sus múltiples vicisitudes y pruebas, y además,
c) Apoyo fuerte de los familiares más amados por compartir ellos la misma fe. En cambio, el cuyos familiares más cercanos son inconversos no cuenta con un ámbito hogareño favorable para su formación cristiana, ni con el respaldo moral o espiritual de tal hogar para las labores difíciles de “evangelista”.
3) Tercer criterio: Edad del candidato. ¿Cuántos años de edad tenía Timoteo cuando Pablo lo escogió? Calculamos que entre dieciséis y veinte. El apóstol Pablo inicia su segundo viaje en el año 50 del Siglo I. Pasando por Siria y Cilicia, llega a Derbe y Listra donde conoce a Timoteo, determinando llevarlo consigo[41]. Timoteo obedeció el evangelio y alcanzó “buen testimonio” entre los hermanos de Listra e Iconio antes de la llegada de Pablo en el 50 o el 51. Alcanzar “buen testimonio” en dos congregaciones distintas no se logra de la noche a la mañana. Además, alcanzarlo implica conducta consecuente y obras de tal calidad que el resultado es una buena reputación confirmada. Estas consideraciones nos llevan a deducir que Timoteo fue convertido al menos un año antes de la llegada de Pablo, y con más probabilidad dos o tres años antes. También indican que Timoteo no era un niño de doce o trece años de edad cuando Pablo lo escoge sino un varón de al menos dieciséis años de edad, quizá, con más certeza, hasta de dieciocho a veinte años de edad.
Observaciones: A pesar de ser Timoteo bastante joven cuando Pablo lo conoce, obviamente el apóstol percibe en él calidades espirituales e intelectuales que prometen mucho. Ve potencial en el joven, accediendo este a la invitación que le extendió Pablo. El joven Timoteo se une al ilustre apóstol y al fiel Silas, emprendiendo tremenda aventura, tanto por dimensiones espirituales como por tierras aún extrañas para él, y matriculándose, en efecto, en la mejor escuela para “evangelista”. Su maestro por excelencia sería el mismo apóstol Pablo.
Timoteo no decepcionó a Pablo. Fue estudiante dedicado, fiel y valiente, ganando al término de unos años el “Diploma de Evangelista Probado y Experimentado”.
Aplicaciones: En el presente, el evangelista ya maduro, siendo astuto observador y pendiente siempre de buenos candidatos para evangelista, identifica a varones jóvenes parecidos a Timoteo, llamándolos a prepararse. No solo entre jóvenes o adultos jóvenes, sino también entre los hombres de mediana edad o bien sea maduros, busca a candidatos con buenas credenciales.
Escoge a candidatos, sabiendo que cada uno ha de aprender muchísimo en muchas materias y ser probado, para que alcance el grado de evangelista de verdad, eficaz, productivo y capaz de adiestrar a todavía otros para el mismo ministerio.
4. Pastores:
Sobre estos hablaremos en el siguiente capítulo.
5. Maestros:
El ministerio de maestros ha sido muchas veces confundido con el de pastor, pero el hecho de que en Efesios 4.11 se le mencione, da pie para pensar que Pablo lo contemplaba no solo como parte del ministerio de pastor, sino como un ministerio independiente.
La educación cristiana, desde el comienzo de la Iglesia, ha sido de suma importancia para discipular a los creyentes, no solo en la fe, pero también en como vivir la vida cristianamente, o sea moralmente, con esperanza y felicidad.
La familia de Dios no debe vivir en la ignorancia, tanto espiritual como secular, pues somos hijos del Dios omnisciente, que sabe todo y de el procede todo conocimiento y sabiduría.
La educación cristiana se valoriza tanto en el ministerio que algunas Iglesias emplean a un pastor únicamente para dirigir los programas educacionales. Pero, también es posible llevar a cabo este ministerio fuera de la Iglesia.
Aunque la Iglesia, tenía como una de sus principales misiones el educar a los creyentes, discipulándolos, podemos decir que las raíces del ministerio de la educación cristiana se encuentran en los principios de la Escuela Dominical. La Escuela Dominical empezó en Gales por los años 1740, aunque Ulrich Zwinglio ya había iniciado un seminario de preparación de ministros en 1520 en Suiza.
La Escuela Dominical fue hecha para enseñar a los niños pobres a leer. El domingo era el único día que los niños en los campos mineros tenían libres para estudiar. El resto de la semana trabajaban hasta catorce horas diarias en las minas de carbón. En medio de esta miseria e ignorancia los niños encontraban esperanza para el futuro en la Escuela Dominical, dado por la Iglesia, en el nombre de Cristo.
Con este espíritu el educador cristiano debe traer luz donde hay oscuridad por falta de conocimiento del amor de Dios. Debe ofrecer una vida mejor presentándole Cristo a la gente, quien es la luz del mundo.
Adentro de la Iglesia el educador cristiano tiene mucho más que hacer que solo enseñar en la escuela dominical. También tiene la responsabilidad de enseñarles a los maestros como enseñar efectivamente y como usar los materiales educativos.
Como se puede ver, el educador cristiano tiene que saber muchos métodos de enseñanza. Tiene que saber como hablar en público, dar un discurso a adultos, llevar un grupo pequeño en una discusión, contar una historia, enseñar con el retroproyector, el pizarrón, el franelógrafo, etc.
Muchos de los ministerios se pueden llevar a cabo adentro o afuera de la Iglesia, en cooperación con una Iglesia local o independientemente, con miembros de varias Iglesias, y con muchos inconversos que necesitan a Cristo.
Posiblemente, el mejor lugar para ministrar es en los hogares, donde hay un ambiente de compañerismo. En casas, el educador cristiano puede juntarse con grupos pequeños para estudiar la Biblia, o tener compañerismos informales para reforzar la unidad en Cristo[42].
Como podemos observar, el ministerio del maestro está muy íntimamente relacionado con la administración, casi tan estrechamente como el del pastor, debido a que el maestro debe saber como administrar no solo tiempo, sino materiales de clase y todos los recursos que tengan que ver con la enseñanza.
6. Diáconos:
Estos servidores son una parte importantísima para el éxito de la Iglesia. Es necesario que se comprenda cuáles son las responsabilidades de los diáconos en la Iglesia para que su ministerio se desarrolle con éxito. Es cierto que en la Biblia hay poca información acerca de los diáconos, pero con lo que hay podemos hacernos una buena noción sobre su autoridad, calificaciones, selección, deberes y cómo ha de hacerlos.
El término que se traduce como “diácono” viene de la palabra original que significa “siervo”. Se define como: “Esclavo de un señor...Persona que sirve a Dios y guarda sus preceptos.”[43] La palabra original, tanto en forma de nombre como de verbo, aparece más de 90 veces; no obstante, la interpretación específica de “diácono” se encuentra solo cinco veces en los textos españoles básicos[44]. En los demás sitios el término es traducido como ministro, siervo, ministrando, ministración, ministrar, sirviendo, servicio, dar servicio, relevo, administración, cuidando, administrando, y servir. En cada sitio donde se usa la palabra, sin importar en qué forma, la idea de “servicio” es presentada. Ejemplo: En Romanos 16.1 el servicio de la hermana Febe, en Cencrea, será presentado en algunas traducciones como el de una diaconisa[45], aunque esto no quiere decir que ella era un “oficial” de la Iglesia, sino una hermana dispuesta a ayudar en la Obra[46].
Casi desde el principio de la Iglesia se necesitó de personas que sirvieran en labores materiales, es por ello que algunos le han dado el calificativo de “diáconos” a los varones que son nombrados en Hechos 6, aunque el trabajo de estos difiere en algo del que debían realizar los que son nombrados en 1 Timoteo 3.8-10, 13. Algunos que servían a la Iglesia en Filipos fueron incluidos en el saludo de la carta de Pablo a esa Iglesia[47], lo que nos hace pensar que cada congregación contaba con la ayuda de estas personas.
Aunque las calificaciones para diáconos no resultan tan estrictas como las de los ancianos, son, sin embargo, muy importantes. La palabra “igualmente”[48] nos dice que es tan necesario para los diáconos llevar los requisitos especificados para el oficio de servicio como lo es para los ancianos poseer los suyos para el liderazgo. Las características requeridas que se detallan en 1 Timoteo 3.8-12 son:
a. Honorables.
b. No cambiantes.
c. No dados a la abundancia del vino.
d. Que sostengan el misterio de la salvación de Cristo con una conciencia pura.
e. Debe haber sido probado y hallado irreprochable.
f. Su esposa debe ser honorable.
g. No calumniador.
h. Sobrio.
i. Fiel en todo.
j. Tener una sola esposa.
k. Buen gobernador de su casa e hijos.
En cuanto a cómo seleccionar a los diáconos no se da mucha explicación. En el pasaje de Hechos, cuando se busca a los servidores de las mesas, se les pide a los hermanos que busquen entre ellos mismos a siete hombres “de buen testimonio”, aunque estos no son diáconos propiamente dichos, ya que no es sino hasta 1 Timoteo 3 que se dan los requisitos a los diáconos oficiales, sino que más bien parece que estos son varones que fueron designados para un trabajo en específico. No sabemos cuál fue el método usado para llegar a la selección, pero el hecho de que estos siervos deben contar con la aprobación de la mayoría de la congregación, parece innegable.
Todo el trabajo de la Iglesia, incluyendo el de los diáconos, debe ser supervisado por los ancianos o pastores[49], ya que la única autoridad que poseen los diáconos es la que se requiera para que cumpla la misión que se le encomendó[50]. Es importante que cuando se les asigna alguna tarea a los diáconos, ellos comprendan claramente lo que se espera que haga. Los diáconos pueden ayudar a los pastores en el cumplimiento de todas las tareas escriturales, sobre todo de las materiales, físicas, de benevolencia, y en las áreas misioneras.
La labor del diácono es importante. No es un pastor y puede que nunca llegue a calificar como tal, y no necesita utilizar su oficio como escalafón para llegar a serlo. Puede servir como diácono reconociendo el valor de ese servicio. Debe servir regularmente y ser reconocido por su labor. Cuando los diáconos han servido bien, “obtienen para sí una posición honrosa, y mucha confianza en la fe...”[51].
[1] Broda, Aldo. Administración: Principios gerenciales para los líderes cristianos. Editorial Unilit. P. 29.
[2] Mateo 28.19-20.
[3] Broda, Aldo. Administración: Principios gerenciales para los líderes cristianos. Editorial Unilit. P. 32.
[4] Ibid. P. 35.
[5] Berkhof, Luis. Teología Sistemática. Editorial T.E.L.L., P. 682.
[6] 1 Corintios 4.1-2.
[7] 1 Corintios 14.40.
[8] Proverbios 11.14.
[9] Efesios 4.12.
[10] Calderón, Wilfredo. La Administración en la Iglesia Cristiana. Editorial Vida. Págs. 36-38.
[11] En el caso de Matías, es probable que él fuese uno de los 70 enviados por Jesús.
[12] “Apóstol” www.wikipedia.org.
[13] Génesis 20.7.
[14] Deuteronomio 18.15.
[15] 1 Reyes 18.
[16] 2 Reyes 10.19.
[17] 1 Reyes 22 y Jeremías 28.
[18] 1 Samuel 10.10; 19.20.
[19] Ezequiel 2.3 o Jeremías 12.1.
[20] Isaías 6.
[21] Jeremías 1.11.
[22] Daniel 7.1.
[23] “Profeta”. www.wikipedia.org.
[24] Efesios 4:12-16; Reina Valera 60.
[25] Efesios 4:7-8; Ibid.
[26] Ibid.
[27] Hechos 20.28.
[28] Hechos 18.24-28.
[29] 2 Timoteo 4.1-5; Tito 1.5-10; Hechos 14.23
[30] Reina Valera 60.
[31] www.rae.es
[32] Hebreos 6.1; 2 Juan 9-11.
[33] Efesios 1.13; Reina Valera 60.
[34] 2 Timoteo 4.5; Ibid.
[35] Filipenses 2.19-22; Ibid.
[36]Hechos 16.1-3; Ibid.
[37] Hechos 14.
[38] 1 Corintios 6:4.
[39] 2 Timoteo 1.5; Reina Valera 60.
[40] 2 Timoteo 3.15; Ibid.
[41] Hechos 15.40-41; 16.1-3.
[42] Abels, Gilberto. Anhelando Obispado. Citado en El educador. www.seminarioabierto.com
[43] www.rae.es
[44] Filipenses 1.1; 1 Timoteo 3.8; 10, 12-13.
[45] Flatt, Ben S. Diáconos. www.scripturessay.com
[46] Véase el estudio acerca de la epístola a los Romanos en el capítulo 16.
[47] Filipenses 1.1.
[48] 1 Timoteo 3.8.
[49] Hechos 20.28; Hebreos 13.7, 17.
[50] Hechos 6.3.
[51] 1 Timoteo 3.13; Reina-Valera 60.
¿Cuál es la misión de la Iglesia? ¿Es la Iglesia la responsable de velar por todos los pobres de la tierra? ¿Cuáles son los objetivos básicos que Jesús tiene para la Iglesia?
La Iglesia es una empresa. No es una empresa que produce nada material, pero es una empresa. Para que la Empresa tenga éxito es necesario que se disponga a realizar la Voluntad de Dios, basándose única y exclusivamente en la Palabra de Dios, sin importar lo que el mundo secular promueva.
Si queremos que la Empresa de Dios tenga éxito, es necesario que los cristianos nos pongamos serios. Son muchos los que piensan que no es necesario llevar controles contables ni supervisiones en la Iglesia, pero la práctica nos ha demostrado que esto siempre lleva a abusos y escándalos que hacen que muchos inconversos se gocen.
La Iglesia es la Empresa de Dios, pero es administrada por los hombres uniéndose lo “divino con lo humano para la realización del motivo principal de la empresa: Anunciar el plan de Dios para la humanidad”[1]. Quien considere que la Iglesia debe ser guiada enteramente por Dios, dejándole a Él la responsabilidad de velar por Sus bienes, está en un error. He escuchado muchas veces a personas que han visto el abuso cometido por los líderes de sus congregaciones que se auto consuelan diciendo: “Ellos tendrán que dar cuenta a Dios”. Es cierto que ellos van a dar cuenta a Dios, pero nosotros también lo haremos, y si callamos al ver estos abusos, estamos siendo partícipes de lo mismo, somos cómplices y pecamos.
Por otro lado, los que consideran que ellos deben guiar la Empresa, sin permitir a Dios su intervención, también están en un error. He conocido congregaciones en donde todo el dinero se guarda en las cuentas bancarias mientras hay miembros que padecen necesidades.
Tomemos ahora en cuenta la misión primordial de la Iglesia: Anunciar el Evangelio. La Iglesia está llamada no a alimentar a los pobres, sino a mostrarles el camino para que sean salvos: “Viajen por el mundo, enseñen a la gente, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles que hagan todas las cosas que les mandé a ustedes, y yo estaré con ustedes hasta el fin del mundo”[2]. Claro, esto no quiere decir que la Iglesia no debe cumplir su parte social.
Si la iglesia quiere hacer la misión que Dios le dio, es necesario que comience por organizarse. Hoy hay muchos errores, pecados y vicios que han dañado a muchas congregaciones y si nosotros queremos que el mundo sea iluminado por la luz que reflejamos nosotros, debemos comportarnos de tal manera que los del mundo quieran imitarnos.
Somos testigos de cómo muchas iglesias, hospitales cristianos, orfanatos, asilos de ancianos, comedores, etc., son administrados como si fueran empresas seculares y en donde se cometen barbaridades. Esto hace que muchos inconversos no quieran acercarse al Señor ni a la Iglesia. Dios es el dueño de la Empresa.
Tampoco pueden los cristianos que no hablan de Cristo decir que están haciendo su parte en la Empresa. Son más las conversaciones que se hacen criticando al liderazgo que hablando del amor de Dios, olvidando la exhortación que encontramos en Gálatas 5.15-16: “Si se muerden y comen unos a otros, tengan cuidado de no consumirse unos a otros. Y les digo, caminen en el Espíritu, y no deseen la carne”.
En una empresa secular, los administradores deben defender los intereses de sus accionistas. De la misma manera, en la Empresa de Dios, los administradores deben defender los intereses de Dios y promoverlos. Pero la gran diferencia está en que en la empresa secular los valores y estrategias que se usan son meramente humanas, pero en la Iglesia se deben respetar los valores y estrategias divinos. Es verdad que hay que respetar las leyes y normas administrativas, pero siempre se debe hacer de acuerdo a lo que Dios dispone en Su Palabra, por lo que si lo hacemos así, podemos estar seguros que la Iglesia marchará mejor que cualquier empresa secular.
Lamentablemente la mayoría de los líderes cristianos están recibiendo o han recibido formación administrativa en escuelas seculares y comerciales, por lo que buscan llevar las riendas de la Iglesia de la misma manera. “Muchas empresas cristianas fracasan por dos razones principales:
1. No prestar demasiada atención a la administración responsable de sus operaciones pensando que estas son cuestiones espirituales.
2. Contar con una administración responsable, y olvidar que la empresa es de Dios y que Él también debe participar en las operaciones.”[3]
En los tratados comerciales y administrativos hay un concepto totalmente anti cristiano: Se busca el éxito en base a la explotación de los demás. Si bien es cierto que las empresas proveen fuentes de empleo para la gente, también lo es que en ellas se busca pagarles lo menos posible pero que se trabaje al máximo. Es por eso que vemos que empresas de países del primer mundo ponen sus fábricas en los del tercer mundo, sabiendo que si lo hicieran en el suyo, tendrían que pagar salarios altos, mientras que en los otros pagan salarios bajos, por lo que la ganancia es mayor. Por ejemplo: En USA un trabajador de fábrica no labora por menos de $ 1500 mensuales, mientras que en Latinoamérica lo hará por $ 500 y en Asia, por $ 100. Si bien es cierto que el latino o el asiático podrán vivir de manera módica con ese salario, también lo es que la ganancia obtenida por la empresa es mucho mayor y no comparte esa riqueza con sus trabajadores.
Tristemente algunas denominaciones cristianas han tomado este modelo e intentan cumplir la gran comisión como si fueran una empresa secular, así que nos encontramos que se despide a ministros porque “no producen” lo esperado, midiendo su trabajo con el número de personas que se convierten y con la cantidad de dinero que entra en las ofrendas. Además, he sido testigo de cómo algunos utilizan sus “palancas” para ocupar el liderazgo en una congregación más grande, haciendo que trasladen al líder de esta o bien que le despidan. También he sido testigo de cómo los líderes que supervisan a los otros, se aprovechan de su cargo para manipular a sus “subalternos”, a pesar de que Jesús ordenó a sus siervos jamás caer en semejante conducta.
“Oración, trabajo, constancia, confianza y fe son los pilares para que las empresas de Dios puedan progresar”[4]. En una oportunidad, trabajando para una empresa secular, me encontraba en la bodega buscando un producto, pero me dio un mareo y tuve que sentarme sobre una caja con tan mal tino que en ese momento entró el gerente y sonriendo, como si disfrutara tener una excusa para despedir a alguien, me disparó: “¿Cansado?” “No”, le respondí, “estoy enfermo”. Se encogió de hombros y me dijo: “Tómese una gaseosa para que se normalice”. Gracias a Dios no lo hice, ya que estaba ante un alza de presión.
Toda empresa, ya sea cristiana o secular, debe tomar en cuenta que su activo más valioso es su personal. Todas las familias que están ligadas en la empresa deben ser bendecidas, especialmente si esta empresa es la Iglesia. Las familias de los líderes son la mayor parte del tiempo descuidadas y luego muchos se preguntan por qué los hijos de estos se vuelven rebeldes.
Las familias de los líderes son importantísimas. La mayoría de las esposas de los líderes trabajan mucho más que incluso el mismo líder y no reciben salario. Se espera que los hijos de los líderes sean ejemplo y en muchas ocasiones ellos son los directores de cánticos o de los jóvenes, sin recibir ningún tipo de compensación de parte de la Iglesia.
Quienes administran la Iglesia deben ser personas de fe. Deben esperar ver milagros. No estoy hablando de sanidades u otras cosas, sino deben esperar que Dios responda cuando hay que solucionar problemas en la administración de la Iglesia. ¿No hay dinero para iniciar una nueva obra? No importa, hay que tener fe suficiente como para iniciar la obra y el Señor de la obra responderá. ¿Cómo? No lo sé, pero Él hará. No digo que no hay que planificar, como enseña Lucas 14.28-32, sino que hay que confiar en que Dios respaldará Su obra. Recordemos que si bien el constructor o el rey del pasaje no tenían lo suficiente para hacer lo propuesto, nosotros tenemos a Dios con nosotros, y, si Dios con nosotros, ¿quién contra nosotros?
¿No es esta una actitud irresponsable? Hablemos de irresponsabilidades. Un hombre de 75 años que vivía en una ciudad floreciente en donde tenía ya todo su sistema de vida hecho, casa, ganado, amigos, etc., recibe una llamada de un desconocido que le dice que debe dejar todo lo que tiene y alejarse incluso de su familia porque va a tener una empresa floreciente en una tierra desconocida para él. ¿Obedecería usted? Otro hombre de 80 años que está trabajando en la empresa familiar tiene una deslumbrante visión que le dice que vaya a un país en donde su cabeza tiene precio y se presente ante su máximo gobernante y le ordene cosas que afectarán toda la economía y bienestar de ese país. ¿Obedecería? Una multitud de más de 2 millones de personas, sin ejército, sin protección de ningún tipo, son acorralados por el formidable ejército del país más importante de su época y se les dice que crucen caminando el mar. ¿Estaría dispuesto a dirigir a esta gente? Un jovencito de unos quince años que lo único que ha hecho en su vida es cuidar ovejas ve como un gigantesco y musculoso hombre de guerra, amenaza al ejército de su país e insulta a su Dios y se ofrece como defensor del pueblo. ¿A quién le apostaría? Podríamos seguir escribiendo de tantos héroes de la fe que se atrevieron a confiar en Dios y ¡vencieron!
Cosa curiosa es que muchas veces una Iglesia comienza desarrollando buenos métodos para alcanzar la meta de evangelizar a los perdidos, pero con el tiempo la meta no es tan importante como los métodos. Así hemos visto congregaciones que decidieron tener un grupo coral para atraer a las personas a escuchar el Evangelio, pero con el tiempo el grupo coral empieza a ocupar el lugar preponderante y comienza a realizar conciertos sin la ministración de la Palabra. En este sentido son muchas las congregaciones que han cambiado la importancia de actos como la Santa Cena o la predicación por otras cosas. Es decir, cambiaron la meta por el método.
Puede ser que las Iglesias que han caído en este fenómeno crezcan y se conviertan en mega iglesias, pero la realidad es que como perdieron de vista la meta, se convierten simplemente en un hermoso club social en donde la gente se reúne a escuchar música y ver un show artístico. Los logros pasados se convierten en su bandera para hablar del éxito e incluso llegan a ignorar hasta el contenido de las canciones para llenarse del sonido.
Pero también el anclarse en un sistema tradicional es muy peligroso. Hay Iglesias que no avanzan debido a que aun se mantienen con el diagrama organizacional de hace cincuenta años, el edificio se ve viejo, las bancas son de maderas dura e incluso hasta las ilustraciones de la Escuela Dominical son amarillentas y anticuadas.
Ante ambos tipos de congregación, es necesaria una capacitación del liderazgo en aspectos de administración, para que el primero, no pierda de vista la meta que el mismo Dios ha puesto; y que el segundo renueve su visión.
B. Administración de la Iglesia.
La Iglesia como tal es una institución que nace en el Nuevo Testamento, pero en el Antiguo Testamento hay palabras sinónimas que son usadas para referirse no a una pequeña reunión de judíos, sino a todo el pueblo, en forma general. Toda la nación constituía la Iglesia. Algunos han pretendido hacer ver a la Iglesia como una institución exclusiva del Nuevo Testamento. Dice Berkhof que “a esos les gusta definir la iglesia como el “cuerpo de Cristo”, que es un nombre característicamente del Nuevo Testamento, y parecen olvidar que también se le llama “el templo de Dios” y “Jerusalén”, que son nombres decididamente con sabor de Antiguo Testamento”[5].
En el Nuevo Testamento hay dos palabras griegas que pueden ser traducidas como “Iglesia”. Las dos palabras son transliteradas al español. Una de ellas es “sinagoga”, que significa asamblea, pero que comúnmente se usaba para designar a las pequeñas congregaciones de más de doce varones judíos que se reunían para estudiar las Escrituras. La otra palabra es “iglesia”, que también significa “asamblea”, aunque proviene de otra palabra que significa “llamar”. Por eso es que se puede hacer una distinción en cuanto a las reuniones que se hacían por cualquier causa, ya fuere por negocios, entretenimiento o políticos y la Iglesia. Jesús dijo en Mateo 16.18: “Y te digo a ti: Pues tu eres un pedazo de piedra, y sobre esta peña edificaré a mis llamados y la entrada del Hades no superará esto”. Debemos tomar en cuenta que la Iglesia es el conjunto de los “llamados”, de los “convocados” por el Señor. No es una reunión cualquiera. Cuando la Junta Escolar convoca a una reunión de padres, ellos no acuden a la convocatoria de los padres, ni la convocatoria del equipo de baloncesto, es la “Convocatoria”, la “Iglesia”, los “Llamados” por la Junta Escolar. De la misma manera, la Iglesia es la “Convocatoria”, los “Llamados” por Cristo Jesús. Él es el fundador porque es quien convocó.
Cuando somos convocados para x actividad, al acudir tenemos un propósito para acercarnos a esta reunión y al llegar ahí tendremos “comunión” con los demás convocados y con quien convocó. Eso ocurre con la Iglesia. El propósito que tenemos es, después de ser salvos, conocer y poner en práctica las enseñanzas de Jesús y sus apóstoles. Así tenemos comunión con los hermanos en la Iglesia y con quien nos llamó, esto es Dios mismo.
Ahora bien, si nos reunimos, necesitamos organización y administración de las cosas que involucra el grupo. Pero recordemos que el desarrollo del grupo no depende de las fuerzas o inteligencia humanas, sino que depende de la manera en que aplicamos la Palabra de Dios y del espacio que le demos al Espíritu Santo.
La administración es un concepto que inunda toda la Escritura. Dios es un Ente organizado y organizador, por lo que la administración es parte de Su Naturaleza. Por ejemplo, la creación está administrada de una manera perfecta. Dios ubicó y planificó todas las cosas de tal manera que toda la creación marcha en forma ordenada. ¿Cómo que ordenada? ¿No estamos en este momento ante un clima caótico? Puede parecer que sí, pero podemos preguntar: ¿Quién es el culpable de ese caos? ¿Quién es el propulsor del calentamiento global? ¿Acaso es Dios el que ha deforestado las selvas, matado a las especies y envenenado al planeta? Definitivamente no.
Dios propuso que cada cosa en la creación hiciera su parte. De esta manera, el Sol está para calentar nuestro planeta de tal manera que no nos quema. ¿Qué pasaría si la tierra abandona su órbita unos cuantos grados? Si se acercara al Sol, nos abrasaríamos y si se aleja del Sol nos congelamos. ¿Se ha preguntado por qué los pingüinos viven en la Antártica y no en Centroamérica? ¿Cómo es posible que las hormigas respiren si no tienen pulmones? ¿Por qué el Sol siempre aparece en las mañanas por el Este y nunca lo hace por el Sur? ¿Por qué en el cuerpo humano normal no falta o sobra nada?
Pero eso no es todo, ¿ha notado usted el cuidado que Dios puso en Su pueblo muchos años antes de que viniese la hambruna, permitiendo a los hermanos de José que lo vendieran a los ismaelitas que lo llevarían a Egipto? ¿Cómo dio Dios una legislación justa al pueblo de Israel en donde se consideran todos los puntos necesarios desde la protección de la propiedad hasta los actos de alabanza? ¿La manera en que estaba organizadas las tribus, así como los cuidadores del Tabernáculo e incluso la forma de marchar en al desierto? Todo esto es una muestra de un Buen Administrador.
Pero no se piense que la Iglesia no está también regida por la buena administración. Incluso desde el principio del ministerio de Jesús, todo debía ajustarse a un plan administrativo bien coordinado. Acaso usted no se ha preguntado ¿por qué Jesús tenía que nacer en el tiempo en que lo hizo? ¿Por qué no nació en tiempos de Nabucodonosor o en nuestros días? ¿Por qué Belén y no New York? ¿Por qué en una pobre familia judía y no en el palacio de Windsor? No, Jesús tenía que nacer en el lugar que Dios había designado y en el tiempo preciso. Si hubiese nacido en el siglo XXI no hubiera muerto en una cruz, sino que quizá lo hubiesen matado con una inyección letal y no hubiese habido derramamiento de sangre, o tal vez lo hubieran considerado un loco y lo hubiesen encerrado en un hospital psiquiátrico.
La cantidad de discípulos íntimos que luego se convertirían en apóstoles, el tiempo que iba a usar para enseñarles, el lugar y el momento del derramamiento del Espíritu Santo. La forma en que el Evangelio iba a ser esparcido. ¡Todo era bien administrado!
Pablo mismo usa palabras acerca de la administración: “De esta manera nos consideren los hombres, como subordinados de Cristo y mayordomos de los secretos de Dios. Se requiere que los hombres nos hallen fieles”[6]. Y es que en la Iglesia vamos a administrar tres cosas principalmente: Bienes materiales, personas y organización.
Si bien es cierto que la Iglesia no está para acaparar bienes materiales, al estar compuesta por gente, necesita de estos para cumplir su función. La Iglesia necesita del dinero para cubrir las necesidades de ayuda a los pobres, pago de los siervos, edificios para desarrollar sus programas, compra de materiales, etc. En todo esto es necesaria una administración muy cuidadosa.
La Iglesia está compuesta por personas. Estas deben ser administradas, es decir, guiadas para que conozcan la Voluntad de Dios. Sin gente no hay Iglesia. Hay que guiarlos a Dios, enseñarles, descubrir sus dones y de nuevo guiarlos para que esos dones sean puestos en operación.
La organización debe ser administrada. Es decir, hablamos de los manuales, constituciones, forma de gobierno, etc. Imagínese una congregación que decidió tener un gobierno congregacional, pero luego, cuando al líder le conviene, lo hace de manera presbiteriana o episcopal. Eso sería un desorden. Los buenos administradores sabrán cómo mantener la organización de la mejor manera.
Son muchos los grupos religiosos que aducen que ellos viven en plena libertad porque no tienen ningún tipo de gobierno y hasta califican a las denominaciones que lo tienen como herejes y demonizan a los líderes. Estos grupos han llegado a pensar que cuando una denominación o una congregación tienen un tipo de gobierno definido, se está oponiendo al mover del Espíritu Santo. La verdad es que esa “libertad” que tanto defienden, en la mayoría de los casos se presta más para que una o varias personas se enriquezcan ilícitamente.
La Palabra de Dios dice claramente: “Todo acontezca decentemente y de manera digna”[7]. El desorden es el combustible que alimenta la anarquía entre las masas, llenando a unos pocos y dejando a los más en la pobreza absoluta. Por algo Salomón escribió: “Sin consejo, cae el pueblo; los muchos consejeros ayudan”[8].
Gracias a Dios, la Iglesia puede encontrar la administración correcta en las Escrituras, sin necesidad de estar sujeto a las formas de gobierno inventadas por los humanos que nos pueden llevar a límites negativos, tal y como lo aclara Pablo en 1 Corintios 14.33: “Dios no es desorden, sino paz”. No aparece en la Biblia alguna especie de manual de cómo organizar la Iglesia, pero si podemos encontrar las pistas de cómo hacerlo, tal y como podemos ver:
Basándonos en Efesios 4.11: “Y él dio a unos ser apóstoles, a otros profetas, a otros predicadores, pastores y maestros”. Y acompañándonos con 1 Timoteo 3.8: “De la misma manera, los ayudantes deben ser serios...”; es decir, en la Iglesia en el momento en que es escrita la carta, hay seis oficiales: 1. Apóstoles, 2. Profetas, 3. Predicadores o evangelistas, 4. Pastores, 5. Maestros, y 6. Ayudantes o diáconos.
En realidad, cada cual ocupó un papel importantísimo en el desarrollo de la administración eclesial, es decir, “hacia la perfección de los santos, para laborar en el servicio del cuerpo de Cristo”[9]; que debemos respetar, ya que fue Dios mismo quien los instituyó. Calderón los divide en oficiales extraordinarios y ordinarios[10], posiblemente pensando en que algunos tenían una responsabilidad mayor proyectándose hacia toda la Iglesia, mientras que otros están más limitados a una congregación en particular.
Los oficiales son los siguientes:
1. Apóstoles:
Los apóstoles cristianos; de la palabra griega Aπόστολος: “Enviado”, son los hombres escogidos por Jesús, para conducir las operaciones de la Iglesia. Si bien está ampliamente aceptado que los doce discípulos que escogió Jesús, y luego Matías y finalmente Pablo de Tarso fueron los Apóstoles originales, no existe consenso respecto de que otras personas, hasta la actualidad, puedan hacer uso de este título con la misma autoridad original. De acuerdo con una visión bíblica fundamentalista, lo que se relata en la Biblia, indica que son 3 las características necesarias para ser llamado Apóstol:
a. Haber visto a Jesús personalmente.
b. Haber sido escogidos y enviados por Jesús.
c. Haber sido testigos de Jesucristo resucitado.
Todos los apóstoles cumplieron estas tres características incluyendo a Pablo de Tarso quien fue elegido personalmente por Cristo resucitado, en camino a Damasco[11]. Posteriormente firma sus escritos como “Pablo, apóstol de los gentiles” y es protagonista de la mayor parte del libro Hechos de los Apóstoles.
Por otro lado, una interpretación que tiende a equiparar el término de discípulo de Jesús con el de apóstol, indica que, aunque inicialmente fueron 12, luego fueron extendidos a 70 y luego a más de 500 discípulos enviados por Jesucristo para llevar la buena nueva al mundo y extender así el Reino de Dios en la Tierra, a quienes puede aplicársele el título de Apóstol.
En todo caso, un apóstol debe ser testimonio del poder de Dios, a través de la realización de señales, prodigios y milagros: Sanación de los enfermos, exorcismos, resurrecciones, de la predicación del evangelio a judíos y a gentiles en todo el mundo[12].
Como es imposible que alguien diga poder cumplir los tres requisitos para ser apóstol, este oficio acaba con la muerte de Juan. Hay que notar que como la palabra “apóstol” quiere decir “enviado”, alguien podría ser “apóstol de una iglesia”, pero nadie puede decir certeramente que es apóstol de Jesucristo.
2. Profetas:
Desde la noche de los tiempos, todas las grandes religiones antiguas han reconocido y venerado la figura del profeta. Ya desde el año 2000 a.C., se habla de revelaciones proféticas en los pueblos vecinos de Israel, como por ejemplo Mari y Biblos, y la Biblia misma habla de los profetas del dios Baal.
Aunque todos ellos comparten cierto parecido externo, no deben confundirse con los profetas verdaderos en el sentido que les otorga el judaísmo. Las profundas diferencias que dividen a ambos nos obligan a no considerar a los profetas judíos como descendientes de u originados en la tradición profética de las religiones paganas anteriores o contemporáneas a ellos.
a. Origen del nombre: La palabra hebrea es nabí, de aquí su plural Neviím. Tanto el origen preciso de la palabra como su sentido exacto se nos escapan. Se han propuesto tres teorías para explicarlos:
1) “Extático”, de la raíz hebrea “hervir”, el “calor” de la revelación convierte al profeta en un hombre “ardiente”;
2) “Mensajero”, de la raíz hebrea “hablar”, Adonay nos “habla” por boca del profeta; y
3) “Llamado”, de la raíz acadia nabu, “llamar”, el profeta ha sido llamado o designado por Dios para transmitir Su palabra.
La tercera de ellas es la que goza de la mayor aceptación entre los estudiosos, aunque nadie pueda demostrar la verdad de esta hipótesis.
La versión griega de los LXX nunca traduce nabu en el sentido de “éxtasis” o “extático”. La traduce como profetas, es decir, “el que habla en lugar de otro”, “el representante de un tercero”, “el vocero”. Es común el error de creer que la partícula griega pro, “delante”, se refiere aquí a “el que anticipa”, “el que dice las cosas con antelación”, en otras palabras, “el que ve el futuro”. La acepción correcta de “profeta”, por tanto, según los LXX; no es “el vidente” sino “el portavoz”, “el mensajero”.
Por el contrario, la Biblia hebrea se refiere a los nevi´im con otros tres términos que sí tienen una relación más cercana con el concepto popular de “profecía”: Roé, “el vidente”, jozé, “el que ve”, “el que tiene vista”, y jolém, “el soñador”, “el que tiene un sueño”.
b. Origen histórico: El uso de la palabra “profeta” es muy antigua en la Biblia. Ya se considera profeta a Abraham en el Génesis[13], pero ese término ha sido introducido allí en fecha muy posterior a la composición del libro.
También Moisés ha sido considerado así, pero es más bien un conductor y un legislador, un enviado de Dios y un libertador antes que un profeta. El único libro que lo llama de esta manera es el Deuteronomio[14].
En los últimos tiempos de los jueces aparecen en Palestina ciertas organizaciones o grupos llamados “Hijos de los Profetas”, que se parecen, al menos superficialmente, a los profetas cananeos. Es a estos hombres a los que los hebreos comienzan a denominar nabí, aunque los otros anteriormente apuntados, “visionario”, “soñador”, “vidente”, se siguen utilizando más o menos indistintamente. Es importante destacar que nabí no solo se aplica a los que predican en nombre de Adonay sino también a todos los supuestos profetas paganos.
La oferta de profetas era variada: Desde los verdaderos profetas bíblicos que escribieron libros hasta los 450 profetas fenicios que la reina Jezabel llevó a Israel[15], pasando por los profetas cortesanos y los del tiempo de Jehú[16].
Tanto Judá como Israel tenían raudales de profetas que predicaban por doquier, y Zacarías nos dice que siguieron proliferando hasta desaparecer a fines del siglo IV a.C.
Algunos son advenedizos e intentan sacar ventaja aproximándose a los poderosos[17]; otros son funcionarios de carrera dispuestos a defender sus raciones, y la Biblia los llama “profetas profesionales”. Los anteriormente mencionados “Hijos de los Profetas” representan un grupo intermedio entre estos últimos y los verdaderos profetas de Dios.
Parece ser que los Hijos de los Profetas aparecen en tiempos de los Jueces[18], para hacerse muy numerosos en la época de Elías y Eliseo. Aparentan ser hombres íntegros y fervorosos, que se agrupan alrededor de los templos judíos para alertar a los fieles acerca de los peligros del paganismo. No sabemos si alguno de los profetas autores de los libros salió de uno de estos grupos, pero es incuestionable que al menos Samuel, Elías y particularmente Eliseo tuvieron estrechas relaciones con ellos.
c. El pasaje a la palabra escrita: Los variados aspectos del profetismo se hacen evidentes en los cambios que el vocabulario utilizado sufrió a través del tiempo. También los métodos de profetizar: Los profetas primitivos hablaban solamente, mientras que los más modernos comenzaron a escribir libros.
Así, la tradición oral de Moisés pasó a los ancianos; las enseñanzas de Elías fueron enseñadas a Eliseo; Isaías transmite la palabra a sus discípulos y Jeremías las enseña a Baruc.
Pero pronto la transmisión verbal dejó de ser suficiente, y los conceptos proféticos cristalizaron en los libros que tenemos hoy. A partir del destierro, los libros proféticos que se fueron escribiendo instauraron en el pueblo judío una profecía retrospectiva, rescatando y conservando los dichos de los anteriores profetas orales ya desaparecidos, porque los que los siguieron consideraron que también habían estado inspirados por Dios y que sus palabras merecían preservarse para siempre.
d. El profeta: El profeta es un hombre llamado por Dios para que transmita Su palabra a los demás. Por definición, el profeta no obtendrá ningún beneficio de su misión excepto servir a Dios: De hecho, muchas veces iba a dar con sus huesos a la cárcel.
Se conjugan en el profeta tres elementos muy claros: La elección de Dios, la vocación del profeta mismo y una orden que amalgama ambas cosas. Es raro encontrar uno de ellos separado de los otros dos. La elección se describe en Jeremías 1.5; la vocación en Amós 7.15 y en Isaías 6.8. La elección y la vocación dan como resultado una misión[19], y a menudo se presentan como una llamada a la que el profeta es incapaz de resistir[20].
El mensaje que el profeta ha recibido rara vez es para una sola persona: Casi siempre debe ser transmitido a la comunidad en su conjunto, y se trata de una comunicación que tendrá efecto aquí y ahora pero también lejos y en el futuro. Dicho de otro modo, se trata de una verdad intemporal y universal. El profeta es enviado a hablar con sus contemporáneos, pero desde el momento en que lo que dice está inspirado por Dios, el mensaje se vuelve eterno e imperecedero.
Una de las características salientes del profeta es que tiene clara conciencia de su misión. Este saber de dónde viene su enseñanza le autoriza a utilizar la consabida fórmula “Así habla el Señor”, que a los ojos del lego puede parecer soberbia, pero que implica en realidad que la verdad de su experiencia profética demuestra que el que habla es en verdad Dios a través de la boca del profeta.
e. El mensaje: El mensaje divino llega al profeta de muy distintos modos: Puede ser en una visión, como en Ezequiel; a través de voces[21] o en sueños[22].
El concepto de “visión” debe ser entendido como “percepción sensible”, y no implica necesariamente una “imagen visual”. Lo que determina el método de recepción del mensaje parece depender del profeta y no de Dios: Tal vez sus cualidades naturales o su temperamento personal.
Así como el modo de recibir el mensaje es variado, también son muy distintas las formas en que el profeta lo expresa a los demás. Suele acompañarse de gestos y posturas especiales, acaso de significados místicos, y puede transmitirse verbalmente o por escrito. Aunque la mayoría de los profetas fueron predicadores callejeros antes que escritores, muchos pusieron por escrito sus textos luego de gritarlos al pueblo durante años, seguramente pensando en preservarlos en caso de que nadie los recogiera luego de sus muertes.
f. Naturaleza de la profecía: La profecía es un proceso sumamente complejo que puede resultar muy difícil de entender para el hombre moderno. Es por ello que los teólogos han elaborado un listado de sus características más importantes para definir y aclarar exactamente cómo es y cómo opera.
Los rasgos distintivos de la profecía son cinco:
1) Ningún profeta ha visto la realidad completa.
En efecto, cada uno de ellos solo dispone de una visión fragmentaria e insuficiente del plan divino. Esta verdadera “ley” de la revelación profética determina que a menudo ni siquiera el mismo profeta sepa lo que está diciendo, qué le ha sido mostrado ni de qué está hablando. Esta fatal ignorancia del propio profeta sobre la materia que está tratando, sin embargo, no invalida en lo más mínimo la verdad y la realidad de su profecía. La parcialidad de la visión genera esperanza en comprender el resto, y misterio como ingrediente inexorable de la fe. Respecto del futuro, muchas veces se les muestra el porvenir de Israel, pero no son capaces de decir si ese futuro llegará en un mes, un año o un siglo.
2) El lenguaje profético es simbólico.
La profecía es mostrada y transmitida mediante símbolos o imágenes simbólicas, que exigen una trabajosa interpretación. La dificultad del análisis de los símbolos para traducirlos en conceptos inteligibles supone un obstáculo adicional que solo los hombres justos están en capacidad de sortear.
3) El profeta sabe hacia donde va la historia.
Aunque no comprenda en detalle su propia profecía, el profeta siempre está en condiciones de predecir el curso general que seguirá la historia del judaísmo. Esta característica se verifica incluso en los profetas de los tiempos más primitivos.
4) El profeta suele contradecir los deseos de la gente.
Raras veces las profecías satisfacen el sentimiento general del pueblo, y por esta razón el ser profeta es un trabajo difícil y peligroso. Cuando el pueblo duerme en paz, ellos tienen que anunciar la guerra; cuando hay calma, predicen el castigo; cuando hay prosperidad, prevén el hambre. Pero ante el hambre, el castigo y la guerra, el profeta siempre exalta la futura salvación y la restauración religiosa y moral.
5) El profeta se mezcla con el pueblo.
Como miembro del pueblo y vocero de Dios para la gente, el profeta se diferencia de los sabios en el sentido de que no se limita a predicar en abstracto, sino que debe necesariamente intervenir en los asuntos de la vida diaria y trabajar sobre el plano de la realidad concreta. En este sentido, el profetismo supone un salto evolutivo con respecto al concepto de sabiduría.
g. Resultados: Los resultados obtenidos por los profetas no fueron, en general, halagüeños. Su fracaso tenía su origen en el punto 4 citado arriba y comúnmente les hacía enfrentar la indiferencia, la incomprensión, la persecución, a menudo el presidio e incluso, a veces, el martirio y la muerte.
Sin embargo, cierto tiempo después, la realidad demostró con hechos la verdad que había en sus prédicas. En este punto, todo Israel abrazó la doctrina de los profetas y el prestigio que adquirieron entonces superó las fronteras del país.
h. Enseñanza religiosa: La influencia que los profetas han tenido en el desarrollo religioso de Israel y el judaísmo fue crucial. Su importancia se evidencia al enumerar sus seis logros principales:
1) Definieron para el común de la gente los conceptos de unidad, trascendencia y santidad del judaísmo, y por lo tanto, de Dios. Los profetas son, entonces, quienes “espiritualizaron” el concepto de Dios a los ojos del judío llano.
2) Demostraron que el culto religioso no debía ser declamatorio y presuntuoso, sino procedente de una responsabilidad personal del hombre hacia Dios.
3) Establecieron, teniendo en cuenta el punto anterior, el sentido de la moral y el concepto mismo del pecado.
4) Hicieron tomar conciencia de la manera misteriosa en que Dios eligió a Israel de entre todos los pueblos de la Tierra para utilizarlo y castigarlo pero también para aliarse indisolublemente con él y para salvarlo en última instancia.
5) Esta alianza fue, en palabras de los profetas, la mejor y más elegante demostración de la bondad esencial de Dios.
6) En las prédicas de los profetas se repite una y otra vez la promesa mesiánica, la esperanza y confianza en la llegada del Cristo descendiente de David. Esta predicción trajo también la expectativa del reino de justicia y paz que Jesús establecería mucho más tarde[23].
3. Predicadores:
Es la misma palabra que “evangelista”, solo que esta es una transliteración de la palabra griega. ¿Es lo mismo que “apóstol”, “profeta” o “pastor”? Es evidente que no, ya que se distingue de estos en la lista de Efesios 4.11. En una lista de distintos oficios no es de esperarse que haya sinónimos. En la Iglesia, el “evangelista” tiene una función particular, la que puede cumplir sin ser “apóstol”, “profeta” o “pastor”.
¿Con qué propósito constituyó Cristo a evangelistas? La tarea principal asignada a ellos es la misma que debían cumplir los apóstoles, profetas, pastores y maestros constituidos por el Señor, a saber:
a. “Perfeccionar a los santos para la obra del ministerio.”
b. “Perfeccionar a los santos… para la edificación del cuerpo de Cristo.”
c. “Perfeccionar a los santos… para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error”[24].
¿Qué acción tomó Cristo para constituir a los primeros evangelistas? Les dio dones sobrenaturales. “Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo. Por lo cual dice: Subiendo a lo alto, llevó cautiva la cautividad, y dio dones a los hombres”[25]. De la manera que los apóstoles y profetas fueron constituidos tal mediante los dones sobrenaturales que los capacitaron para sus funciones, asimismo fueron constituidos los primeros evangelistas, pastores y maestros para poder efectuar las suyas.
¿Por qué debían los primeros evangelistas recibir dones sobrenaturales para poder realizar su obra particular? No contaban con el Nuevo Testamento plenamente revelado, escrito y confirmado. ¿Cómo hacer su obra sin tener instrucciones de parte de Dios? Estas las recibieron mediante los dones sobrenaturales.
¿Hizo Dios provisiones para que se continuara nombrando a evangelistas durante los tiempos subsiguientes al Siglo I? Se deduce que sí, encontrándose instrucciones en 2 Timoteo 2.2. “Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros”[26]. El mandamiento es general, no especificándose oficios particulares. Razonamos que es aplicable tanto a evangelistas como a pastores y maestros.
a. El pastor ha de ser hombre fiel, idóneo para apacentar al rebaño, cuidando de él[27].
b. El maestro ha de ser hombre fiel, idóneo para instruir correctamente al discípulo[28].
c. Igualmente, el evangelista ha de ser hombre fiel, idóneo para predicar el evangelio puro a los inconversos y establecer congregaciones, organizándolas conforme al modelo de Dios[29].
Según 2 Timoteo 2:2[30], ¿a quién responsabiliza el apóstol Pablo la selección de “hombres fieles que sean idóneos” para servir como evangelistas? Al mismo Timoteo. “Lo que has oído de mi ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles…”. O sea: “Tú, Timoteo, tú mismo encargarás este mensaje a hombres fieles”. “Encargar”. “Encomendar, poner algo al cuidado de alguien”[31]. Esta encomienda implica selección. Timoteo debía escoger a hombres que se prepararan para seguir evangelizando.
He aquí el precedente que establece Dios mismo para el nombramiento de nuevos evangelistas: Evangelistas ya probados y experimentados escogen a hombres fieles, con el potencial de ser idóneos, tomando el tiempo necesario para transmitirles toda la sana “doctrina de Cristo”[32] y prepararlos para el ministerio de la evangelización, poniendo al cuidado de los aprobados “la palabra de verdad, el evangelio de…salvación”[33]. A su vez, estos escogen y preparan a otros, y así sucesivamente hasta el presente, y hasta el fin.
El caso de Pablo y Timoteo ilustra perfectamente este precedente.
a. Timoteo llegó a ser evangelista, reconocido como tal por el apóstol Pablo. Este le exhorta: “Haz obra de evangelista, cumple tu ministerio”[34]. Tan consagrado y eficaz era él que Pablo escribe: “A ninguno tengo del mismo ánimo, y que tan sinceramente se interese por vosotros… Pero ya conocéis los méritos de él, que como hijo a padre ha servido conmigo en el evangelio”[35].
b. Timoteo fue escogido y preparado por el apóstol Pablo. En su segundo viaje evangelístico, Pablo llega a Listra y Derbe, donde conoce a Timoteo, escogiéndolo para que lo acompañara. “Había allí cierto discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía creyente, pero de padre griego; y daban buen testimonio de él los hermanos que estaban en Listra y en Iconio. Quiso Pablo que éste fuese con él”[36]. El apóstol no escoge a un hermano cualquiera, sin verificar credenciales espirituales. Consideremos las de Timoteo, pues revelan algunos criterios a seguirse en la selección de candidatos a evangelista.
1) Primer criterio: Buen testimonio ampliamente confirmado. Aquel varón Timoteo tenía “buen testimonio”, y no tan solo de dos o tres familiares o hermanos en un solo lugar sino de “los hermanos que estaban en Listra y en Iconio”. Plural: “Los hermanos”. De dos congregaciones: Listra e Iconio, ciudades donde fueron establecidas iglesias durante el primer viaje evangelístico de Pablo[37].
Aplicación: El evangelista del presente que escoge prudentemente a otro hermano para el mismo ministerio verifica, astuta, objetiva y completamente, sus credenciales espirituales, entre ellas, el testimonio.
¿Tiene buen testimonio? ¿Por cuánto tiempo ha gozado de buen testimonio? ¿Quiénes son los que dan testimonio a su favor? ¿Acaso solo familiares? ¿Son sanos los móviles de estos familiares, o influyen consideraciones materialistas encubiertas, por ejemplo, la posibilidad de beneficios materiales para ellos si al “candidato a evangelista” le dan sueldo? Los hermanos que testifican a su favor, ¿cuán imparciales son? ¿Cuán capacitados para evaluar carácter, actitudes, conducta, aptitud para enseñar, aportaciones a la obra del Señor? Los que testifican a su favor, ¿son los ancianos o maestros de la congregación, neófitos o los de menor estima[38]? ¿Testifican favorablemente tanto damas como varones maduros en la fe? ¿Es importante el testimonio de las damas entendidas y espirituales? ¿Por qué? ¿Dan fe de su alegado buen testimonio dos o tres hermanos, nada más, veinte, muchos, de una sola congregación, de dos o más?
Escoger para evangelista sin realizar una investigación rigorosa del historial espiritual bien puede resultar en la selección de hombres no idóneos para este ministerio tan exigente.
2) Segundo criterio: Trasfondo familiar. En el historial espiritual de Timoteo figuran su abuela y su madre, siendo creyentes las dos antes de que lo fuese Timoteo. Pablo mismo recuerda a Timoteo: “La fe no fingida que hay en ti… habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice”[39]. En este contexto no se nombra a su padre griego. ¿No se convirtió él a Cristo? ¿Se separó de su esposa Eunice al convertirse ella? ¿Ya se había muerto? Se desconoce. De todos modos, es predominantemente “cristiano” el hogar en el que se cría Timoteo, inculcándole su madre y su abuela fe y conocimiento de lo divino. “Desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras”[40].
Aplicación: El evangelista del presente que escoge a otro hermano para el mismo oficio, ¿debe seleccionar indefectiblemente a un varón criado sabiamente en un auténtico hogar cristiano? Quizá no. Sin embargo, las ventajas y dotes de tal candidato son significantes, entre ellas:
a) Buenos atributos de espíritu y mente, incluso sensibilidad y percepción espiritual, adquiridos a temprana edad y fortalecidos durante la adolescencia,
b) Fundamento sólido para la vida futura, con sus múltiples vicisitudes y pruebas, y además,
c) Apoyo fuerte de los familiares más amados por compartir ellos la misma fe. En cambio, el cuyos familiares más cercanos son inconversos no cuenta con un ámbito hogareño favorable para su formación cristiana, ni con el respaldo moral o espiritual de tal hogar para las labores difíciles de “evangelista”.
3) Tercer criterio: Edad del candidato. ¿Cuántos años de edad tenía Timoteo cuando Pablo lo escogió? Calculamos que entre dieciséis y veinte. El apóstol Pablo inicia su segundo viaje en el año 50 del Siglo I. Pasando por Siria y Cilicia, llega a Derbe y Listra donde conoce a Timoteo, determinando llevarlo consigo[41]. Timoteo obedeció el evangelio y alcanzó “buen testimonio” entre los hermanos de Listra e Iconio antes de la llegada de Pablo en el 50 o el 51. Alcanzar “buen testimonio” en dos congregaciones distintas no se logra de la noche a la mañana. Además, alcanzarlo implica conducta consecuente y obras de tal calidad que el resultado es una buena reputación confirmada. Estas consideraciones nos llevan a deducir que Timoteo fue convertido al menos un año antes de la llegada de Pablo, y con más probabilidad dos o tres años antes. También indican que Timoteo no era un niño de doce o trece años de edad cuando Pablo lo escoge sino un varón de al menos dieciséis años de edad, quizá, con más certeza, hasta de dieciocho a veinte años de edad.
Observaciones: A pesar de ser Timoteo bastante joven cuando Pablo lo conoce, obviamente el apóstol percibe en él calidades espirituales e intelectuales que prometen mucho. Ve potencial en el joven, accediendo este a la invitación que le extendió Pablo. El joven Timoteo se une al ilustre apóstol y al fiel Silas, emprendiendo tremenda aventura, tanto por dimensiones espirituales como por tierras aún extrañas para él, y matriculándose, en efecto, en la mejor escuela para “evangelista”. Su maestro por excelencia sería el mismo apóstol Pablo.
Timoteo no decepcionó a Pablo. Fue estudiante dedicado, fiel y valiente, ganando al término de unos años el “Diploma de Evangelista Probado y Experimentado”.
Aplicaciones: En el presente, el evangelista ya maduro, siendo astuto observador y pendiente siempre de buenos candidatos para evangelista, identifica a varones jóvenes parecidos a Timoteo, llamándolos a prepararse. No solo entre jóvenes o adultos jóvenes, sino también entre los hombres de mediana edad o bien sea maduros, busca a candidatos con buenas credenciales.
Escoge a candidatos, sabiendo que cada uno ha de aprender muchísimo en muchas materias y ser probado, para que alcance el grado de evangelista de verdad, eficaz, productivo y capaz de adiestrar a todavía otros para el mismo ministerio.
4. Pastores:
Sobre estos hablaremos en el siguiente capítulo.
5. Maestros:
El ministerio de maestros ha sido muchas veces confundido con el de pastor, pero el hecho de que en Efesios 4.11 se le mencione, da pie para pensar que Pablo lo contemplaba no solo como parte del ministerio de pastor, sino como un ministerio independiente.
La educación cristiana, desde el comienzo de la Iglesia, ha sido de suma importancia para discipular a los creyentes, no solo en la fe, pero también en como vivir la vida cristianamente, o sea moralmente, con esperanza y felicidad.
La familia de Dios no debe vivir en la ignorancia, tanto espiritual como secular, pues somos hijos del Dios omnisciente, que sabe todo y de el procede todo conocimiento y sabiduría.
La educación cristiana se valoriza tanto en el ministerio que algunas Iglesias emplean a un pastor únicamente para dirigir los programas educacionales. Pero, también es posible llevar a cabo este ministerio fuera de la Iglesia.
Aunque la Iglesia, tenía como una de sus principales misiones el educar a los creyentes, discipulándolos, podemos decir que las raíces del ministerio de la educación cristiana se encuentran en los principios de la Escuela Dominical. La Escuela Dominical empezó en Gales por los años 1740, aunque Ulrich Zwinglio ya había iniciado un seminario de preparación de ministros en 1520 en Suiza.
La Escuela Dominical fue hecha para enseñar a los niños pobres a leer. El domingo era el único día que los niños en los campos mineros tenían libres para estudiar. El resto de la semana trabajaban hasta catorce horas diarias en las minas de carbón. En medio de esta miseria e ignorancia los niños encontraban esperanza para el futuro en la Escuela Dominical, dado por la Iglesia, en el nombre de Cristo.
Con este espíritu el educador cristiano debe traer luz donde hay oscuridad por falta de conocimiento del amor de Dios. Debe ofrecer una vida mejor presentándole Cristo a la gente, quien es la luz del mundo.
Adentro de la Iglesia el educador cristiano tiene mucho más que hacer que solo enseñar en la escuela dominical. También tiene la responsabilidad de enseñarles a los maestros como enseñar efectivamente y como usar los materiales educativos.
Como se puede ver, el educador cristiano tiene que saber muchos métodos de enseñanza. Tiene que saber como hablar en público, dar un discurso a adultos, llevar un grupo pequeño en una discusión, contar una historia, enseñar con el retroproyector, el pizarrón, el franelógrafo, etc.
Muchos de los ministerios se pueden llevar a cabo adentro o afuera de la Iglesia, en cooperación con una Iglesia local o independientemente, con miembros de varias Iglesias, y con muchos inconversos que necesitan a Cristo.
Posiblemente, el mejor lugar para ministrar es en los hogares, donde hay un ambiente de compañerismo. En casas, el educador cristiano puede juntarse con grupos pequeños para estudiar la Biblia, o tener compañerismos informales para reforzar la unidad en Cristo[42].
Como podemos observar, el ministerio del maestro está muy íntimamente relacionado con la administración, casi tan estrechamente como el del pastor, debido a que el maestro debe saber como administrar no solo tiempo, sino materiales de clase y todos los recursos que tengan que ver con la enseñanza.
6. Diáconos:
Estos servidores son una parte importantísima para el éxito de la Iglesia. Es necesario que se comprenda cuáles son las responsabilidades de los diáconos en la Iglesia para que su ministerio se desarrolle con éxito. Es cierto que en la Biblia hay poca información acerca de los diáconos, pero con lo que hay podemos hacernos una buena noción sobre su autoridad, calificaciones, selección, deberes y cómo ha de hacerlos.
El término que se traduce como “diácono” viene de la palabra original que significa “siervo”. Se define como: “Esclavo de un señor...Persona que sirve a Dios y guarda sus preceptos.”[43] La palabra original, tanto en forma de nombre como de verbo, aparece más de 90 veces; no obstante, la interpretación específica de “diácono” se encuentra solo cinco veces en los textos españoles básicos[44]. En los demás sitios el término es traducido como ministro, siervo, ministrando, ministración, ministrar, sirviendo, servicio, dar servicio, relevo, administración, cuidando, administrando, y servir. En cada sitio donde se usa la palabra, sin importar en qué forma, la idea de “servicio” es presentada. Ejemplo: En Romanos 16.1 el servicio de la hermana Febe, en Cencrea, será presentado en algunas traducciones como el de una diaconisa[45], aunque esto no quiere decir que ella era un “oficial” de la Iglesia, sino una hermana dispuesta a ayudar en la Obra[46].
Casi desde el principio de la Iglesia se necesitó de personas que sirvieran en labores materiales, es por ello que algunos le han dado el calificativo de “diáconos” a los varones que son nombrados en Hechos 6, aunque el trabajo de estos difiere en algo del que debían realizar los que son nombrados en 1 Timoteo 3.8-10, 13. Algunos que servían a la Iglesia en Filipos fueron incluidos en el saludo de la carta de Pablo a esa Iglesia[47], lo que nos hace pensar que cada congregación contaba con la ayuda de estas personas.
Aunque las calificaciones para diáconos no resultan tan estrictas como las de los ancianos, son, sin embargo, muy importantes. La palabra “igualmente”[48] nos dice que es tan necesario para los diáconos llevar los requisitos especificados para el oficio de servicio como lo es para los ancianos poseer los suyos para el liderazgo. Las características requeridas que se detallan en 1 Timoteo 3.8-12 son:
a. Honorables.
b. No cambiantes.
c. No dados a la abundancia del vino.
d. Que sostengan el misterio de la salvación de Cristo con una conciencia pura.
e. Debe haber sido probado y hallado irreprochable.
f. Su esposa debe ser honorable.
g. No calumniador.
h. Sobrio.
i. Fiel en todo.
j. Tener una sola esposa.
k. Buen gobernador de su casa e hijos.
En cuanto a cómo seleccionar a los diáconos no se da mucha explicación. En el pasaje de Hechos, cuando se busca a los servidores de las mesas, se les pide a los hermanos que busquen entre ellos mismos a siete hombres “de buen testimonio”, aunque estos no son diáconos propiamente dichos, ya que no es sino hasta 1 Timoteo 3 que se dan los requisitos a los diáconos oficiales, sino que más bien parece que estos son varones que fueron designados para un trabajo en específico. No sabemos cuál fue el método usado para llegar a la selección, pero el hecho de que estos siervos deben contar con la aprobación de la mayoría de la congregación, parece innegable.
Todo el trabajo de la Iglesia, incluyendo el de los diáconos, debe ser supervisado por los ancianos o pastores[49], ya que la única autoridad que poseen los diáconos es la que se requiera para que cumpla la misión que se le encomendó[50]. Es importante que cuando se les asigna alguna tarea a los diáconos, ellos comprendan claramente lo que se espera que haga. Los diáconos pueden ayudar a los pastores en el cumplimiento de todas las tareas escriturales, sobre todo de las materiales, físicas, de benevolencia, y en las áreas misioneras.
La labor del diácono es importante. No es un pastor y puede que nunca llegue a calificar como tal, y no necesita utilizar su oficio como escalafón para llegar a serlo. Puede servir como diácono reconociendo el valor de ese servicio. Debe servir regularmente y ser reconocido por su labor. Cuando los diáconos han servido bien, “obtienen para sí una posición honrosa, y mucha confianza en la fe...”[51].
[1] Broda, Aldo. Administración: Principios gerenciales para los líderes cristianos. Editorial Unilit. P. 29.
[2] Mateo 28.19-20.
[3] Broda, Aldo. Administración: Principios gerenciales para los líderes cristianos. Editorial Unilit. P. 32.
[4] Ibid. P. 35.
[5] Berkhof, Luis. Teología Sistemática. Editorial T.E.L.L., P. 682.
[6] 1 Corintios 4.1-2.
[7] 1 Corintios 14.40.
[8] Proverbios 11.14.
[9] Efesios 4.12.
[10] Calderón, Wilfredo. La Administración en la Iglesia Cristiana. Editorial Vida. Págs. 36-38.
[11] En el caso de Matías, es probable que él fuese uno de los 70 enviados por Jesús.
[12] “Apóstol” www.wikipedia.org.
[13] Génesis 20.7.
[14] Deuteronomio 18.15.
[15] 1 Reyes 18.
[16] 2 Reyes 10.19.
[17] 1 Reyes 22 y Jeremías 28.
[18] 1 Samuel 10.10; 19.20.
[19] Ezequiel 2.3 o Jeremías 12.1.
[20] Isaías 6.
[21] Jeremías 1.11.
[22] Daniel 7.1.
[23] “Profeta”. www.wikipedia.org.
[24] Efesios 4:12-16; Reina Valera 60.
[25] Efesios 4:7-8; Ibid.
[26] Ibid.
[27] Hechos 20.28.
[28] Hechos 18.24-28.
[29] 2 Timoteo 4.1-5; Tito 1.5-10; Hechos 14.23
[30] Reina Valera 60.
[31] www.rae.es
[32] Hebreos 6.1; 2 Juan 9-11.
[33] Efesios 1.13; Reina Valera 60.
[34] 2 Timoteo 4.5; Ibid.
[35] Filipenses 2.19-22; Ibid.
[36]Hechos 16.1-3; Ibid.
[37] Hechos 14.
[38] 1 Corintios 6:4.
[39] 2 Timoteo 1.5; Reina Valera 60.
[40] 2 Timoteo 3.15; Ibid.
[41] Hechos 15.40-41; 16.1-3.
[42] Abels, Gilberto. Anhelando Obispado. Citado en El educador. www.seminarioabierto.com
[43] www.rae.es
[44] Filipenses 1.1; 1 Timoteo 3.8; 10, 12-13.
[45] Flatt, Ben S. Diáconos. www.scripturessay.com
[46] Véase el estudio acerca de la epístola a los Romanos en el capítulo 16.
[47] Filipenses 1.1.
[48] 1 Timoteo 3.8.
[49] Hechos 20.28; Hebreos 13.7, 17.
[50] Hechos 6.3.
[51] 1 Timoteo 3.13; Reina-Valera 60.