IX. La Iglesia: La palabra “iglesia” en el Nuevo Testamento proviene del griego ekklesia, que en general significa “congregación”. Una ekklesia era una reunión o asamblea. La forma más común de utilizarla era para designar a una asamblea pública de ciudadanos debidamente citada, siendo esta una característica de todas las ciudades fuera de Judea donde se implantó el Evangelio[468]; el vocablo ekklesia también se usaba entre los judíos para designar la “congregación” de Israel que se constituyó en el Sinaí, y se reunía delante del Señor en las fiestas anuales en la persona de sus varones representativos[469]; en la Septuaginta se emplea frecuentemente para traducir la voz hebrea qâhâl o kahal, transliteración de קהל, que se refiere a la congregación de Israel o pueblo de Dios, como por ejemplo en Salmos: “διηγήσομαι τὸ ὄνομά σου τοῖς ἀδελϕοῖς μου ἐν μέσῳ ἐκκλησίας ὑμνήσω σε”. “Anunciaré tu nombre a mis hermanos: en medio de la iglesia te alabaré”[470].
Jesús se refirió solo en dos ocasiones a la Iglesia[471]. En contraste, la expresión Reino de Dios aparece un centenar de veces en los Sinópticos. Pero debe quedar en claro que Iglesia y Reino, en el lenguaje de Jesús, significan lo mismo. La identidad de la Iglesia en el Nuevo Testamento es paradójica. Es al mismo tiempo un movimiento histórico y un testimonio a la humanidad. A la vez santa y pecadora, se mantiene en tensión dinámica entre su realidad histórica y la anticipación escatológica, entre experiencia y fe, esperanza y experiencia, forma y esencia, presencia y señal del Reino. Sin embargo, estas tensiones no se pueden divorciar del ámbito más amplio de la misión de Dios en el mundo, ni de los diversos contextos históricos culturales en que la iglesia se desenvuelve en el Nuevo Testamento y a lo largo de su historia.
A. ¿Qué es?
En los estados griegos recibía este nombre la asamblea de los ciudadanos, convocada por un heraldo para tratar y decidir los asuntos públicos[472]. La acepción más frecuente de la palabra “iglesia”, del griego ἐκκλησία y del latín ecclesia, está referida al conjunto o congregación de los cristianos, ya sea de modo total o particular. Iglesia es referente a un cuerpo vivo. Pero el sustantivo ἐκκλησία posee una doble herencia de significado en la Biblia:
1. En el ámbito del mundo europeo occidental helenístico no cristiano, como apuntamos antes, denotaba una asamblea o reunión de ciudadanos congregados en razón de una convocatoria pública, generalmente el llamado de un mensajero oficial o heraldo, para asuntos usualmente de orden político, y se entiende de esta manera en pasajes bíblicos como el de Hechos: “αλλοι μεν ουν αλλο τι εκραζον ην γαρ η εκκλησια συγκεχυμενη και οι πλειους ουκ ηδεισαν τινος ενεκεν συνεληλυθεισαν”. “Otros, en tanto, otra cosa gritaban, porque estaba la iglesia confusa; y los más no sabían a qué se habían reunido”[473].
2. En algunos pasajes del Nuevo Testamento se combinan ambas ideas, la hebrea y la griega, o solo una de ellas, dando por eso profundo y complejo significado a las palabras de Jesús de Nazaret a Simón Pedro recogidas en el Evangelio según san Mateo: κἀγὼ δέ σοι λέγω ὅτι σὺ εἶ Πέτρος, καὶ ἐπὶ ταύτῃ τῇ πέτρᾳ οἰκοδοµήσω µου τὴν ἐκκλησίαν, καὶ πύλαι ᾅδου οὐ κατισχύσουσιν αὐτῆς. “Y yo también te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y puertas de infierno no prevalecerán contra ella”[474].
En otros idiomas distintos al castellano, los orígenes etimológicos de Iglesia son diferentes, por ejemplo en las lenguas germánicas, como el alemán y el inglés, las palabras kirche y church, proceden del griego popular bizantino κυρικη, kyrikē, que significa “referente al Señor”.
En otros pasajes de la Biblia, particularmente en las epístolas paulinas, se utiliza Iglesia para designar aquello que los cristianos han definido a lo largo de su historia como “cuerpo místico de Cristo” o, toda la comunidad universal de los creyentes.
Así ocurre, por ejemplo, en la Epístola a los Efesios donde Pablo explica el eterno propósito redentor de Dios realizado en una Iglesia en la que participan tanto judíos como no judíos, personas de todas las naciones, tanto esclavos como hombres libres, etc. Un versículo de la Epístola a los Colosenses deja muy clara esta idea, una Iglesia...“οπου ουκ ενι ελλην και ιουδαιος περιτομη και ακροβυστια βαρβαρος σκυθης δουλος ελευθερος αλλα τα παντα και εν πασιν χριστος”. “donde no hay heleno y judío, circuncisión y prepucio, bárbaro, escita, siervo y libre, sino el todo y en todo, Cristo”[475].
Entonces, la Iglesia sería el conjunto de todos los cristianos, congregados en virtud de la fe común y del sacrificio de Cristo en la cruz, por medio del cual han llegado a ser salvos y así adoptados como hijos de Dios, y la acción regeneradora del Espíritu Santo. Todos los sumergidos conforman un solo cuerpo con Cristo a la cabeza: La Iglesia entonces es “el cuerpo místico de Cristo”: “Ahora bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es miembro de ese cuerpo”; “Porque el esposo es cabeza de su esposa, así como Cristo es cabeza y salvador de la iglesia, la cual es su cuerpo”. “Dios puso todo bajo el mando de Cristo y lo escogió como máxima autoridad de todo para bien de la iglesia. Cristo llena todo con su presencia, y en la iglesia se muestra todo lo que él es”[476].
Cristo es la Cabeza, el Jefe del Cuerpo de la Iglesia[477]; es el Esposo celestial, que se ha unido tan íntimamente a ella que los dos ya no son más que una sola carne[478]. Es la piedra del ángulo del Templo del Señor, cuyas piedras vivas son los creyentes individuales edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas[479]. Cristo es asimismo el Sumo Sacerdote que encabeza el real sacerdocio constituido por todos los miembros de la Iglesia[480].
Es “universal” por cuanto todos los hijos de Dios de todos los países y procedencias forman parte de ella[481], comprendiendo también a todos los rescatados ya recogidos en el Señor[482]. Si bien en cierto sentido es “invisible”, compuesta por todos aquellos cuyos nombres están registrados en los libros del cielo, y no podemos ver, es al mismo tiempo “visible”, pues se halla en la tierra manifestada por medio de miembros vivos y activos, para que el mundo pueda ver su amor fraternal, constatar sus buenas obras, y comprender su fiel testimonio del Señor[483]. Asimismo, es también “local”, ya que en el Nuevo Testamento la comunidad cristiana de cada localidad era considerada como una iglesia, lo que permite emplear asimismo el término “iglesias”[484].
En algunos pasajes de la Biblia su uso en singular hace referencia a una congregación local y específica, como es el caso del relato en Hechos de los apóstoles con respecto a la Iglesia de Jerusalén: ηκουσθη δε ο λογος εις τα ωτα της εκκλησιας της εν ιεροσολυμοις περι αυτων και εξαπεστειλαν βαρναβαν διελθειν εως αντιοχειας. “La noticia de estos sucesos llegó a oídos de la iglesia de Jerusalén, y mandaron a Bernabé a Antioquía”[485].
Pero en otros pasajes Pablo parece utilizar el vocablo para referirse a un conjunto de congregaciones: ηκουσατε γαρ την εμην αναστροφην ποτε εν τω ιουδαισμω οτι καθ υπερβολην εδιωκον την εκκλησιαν του θεου και επορθουν αυτην. “Vosotros ya estáis enterados de mi conducta cuando pertenecía al judaísmo, de la furia con que perseguía a la iglesia de Dios, tratando de destruirla”[486].
A pesar de todo, debemos decir que las Escrituras hacen poca distinción entre el singular y el plural, por eso, del mismo modo, Iglesia puede hacer referencia a una reunión de creyentes en un hogar, como es el caso de la mencionada en la epístola a los Romanos: και την κατ οικον αυτων εκκλησιαν ασπασασθε. “Saludad igualmente a la iglesia que se reúne en su casa”[487].
O bien podía ser una reunión de creyentes en una sola ciudad, como los destinatarios de 1 Corintios: τη εκκλησια του θεου τη ουση εν κορινθω ηγιασμενοις εν χριστω ιησου κλητοις αγιοις συν πασιν τοις επικαλουμενοις το ονομα του κυριου ημων ιησου χριστου εν παντι τοπω αυτων τε και ημων. “A la Iglesia de Dios que está en Corinto: a ustedes que Dios santificó en Cristo Jesús. Pues fueron llamados a ser santos con todos aquellos que por todas partes invocan el Nombre de Cristo Jesús, Señor nuestro y de ellos”[488].
Pero, la unidad de la Iglesia es una de sus principales características, ya que es un don de Dios y un milagro conseguido por la obra de la Cruz y de Pentecostés, reuniendo en uno solo a los hijos de Dios que estaban esparcidos[489]. Así se cumple la oración intercesora de Cristo, pidiendo para los suyos una perfecta unidad de naturaleza, semejante a la del Padre y el Hijo[490]. La base séptuple de esta unidad queda indicada en Efesios 4.4-6; esta unidad existe entre aquellos que adoran y sirven a Dios, que han venido a ser miembros del cuerpo de Cristo, la Iglesia, por don del Espíritu, teniendo la sola fe que salva y la esperanza viva del retorno de Cristo. Fuera de esta base, es ilusoria toda búsqueda de unidad. De todas maneras, no tenemos que hacer, ni organizar la unidad, que es espiritual, mediante nuestros esfuerzos, sino guardarla en el vínculo de la paz[491]. Esto demanda un constante esfuerzo de los creyentes, y debe llevarnos a la confesión de que todos hemos pecado gravemente a este respecto[492].
A la Iglesia se le dan diferentes nombres figurativos:
1. La novia, esposa virgen, madre.
Las tres imágenes tienen matices propios, pero todas ellas se derivan de la misma representación antiguo testamentaria de la nación o del pueblo como una mujer de la que son hijos los creyentes, el pueblo[493] o de la que Dios mismo es novio y esposo.
En las cartas paulinas, la Iglesia como novia está presente solo en 2 Corintios 11.2. Más conocido es Efesios 5.24-32, donde la relación de la mujer con el marido se equipara a la de Cristo con la Iglesia bajo diferentes aspectos, aunque su verdadera realidad sigue siendo todavía un “misterio” calificado como “grande”. En Revelación, la Jerusalén escatológica, la “nueva”, “bajada del cielo del lado de Dios” y “dispuesta como una esposa ataviada para su esposo”[494], se representa como desposada no de Dios, sino del Cordero[495]. En Gálatas 4.26, en el conjunto de la alegoría de 4.21-5.1, Pablo ve en Sara el símbolo del Nuevo Pacto, de la comunidad de los creyentes o Iglesia; identificándola con la “Jerusalén celestial”, la llama “nuestra madre”: la ciudad celestial es aquella que engendra a los creyentes, que son sus hijos y sus testigos en la tierra[496].
2. El rebaño.
“No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino”: El reino de los santos, el escatológico[497]. “Yo los envío como a ovejas en medio de lobos: sean entonces astutos como serpientes y sencillos como palomas”, ese rebaño es enviado en medio de asaltantes que intentarán dispersarlo, como dirá más tarde Pablo en Mileto[498]. Otros enemigos, otros lobos se vestirán incluso ovejas para dañar al rebaño desde dentro[499]. El mismo Jesús se considera el enviado las ovejas perdidas Israel[500]; pastor que acude en ayuda las ovejas perdidas[501] y que tendrá que ser herido, según la profecía Zacarías 13.7; Mateo 26.31; pastor que tendrá también la función juez, puesto que al final los tiempos se colocará entre las ovejas y las cabras para pronunciar la sentencia eterna[502].
Esta imagen es bastante elocuente: Los creyentes en Jesús son ahora objeto de las atenciones que el Antiguo Testamento describía en relación con el rebaño Israel. En el Antiguo Testamento era Dios el que guiaba el rebaño de su pueblo, unas veces de forma directa[503] e incluso asumiendo el título de “pastor”[504], y otras veces guiándola “por mano de Moisés”[505] o de otros. Ahora, en cumplimiento de Ezequiel 34.23, Jesús es el nuevo pastor, y los suyos en tanto se llamarán y serán pastores en cuanto que reciban de él la misión, anunciando como él la venida del reino[506].
Juan 10 destaca sobre los demás textos en cuanto a la imagen del rebaño. En realidad, más que el rebaño, es el pastor el que se encuentra en el centro de la atención; sin embargo, de rechazo, se dice mucho sobre el rebaño, y la parábola-alegoría pasa de ser cristológica a ser igualmente eclesiológica. El rebaño recuerda al de Ezequiel 34.3, oprimido e instrumentalizado por los intereses de personas indignas, a las que se opone y sustituye Jesús, mediante el cual el rebaño “tendrá la vida” y la tendrá “en abundancia”[507]. Efectivamente, él, y no los otros, es el “buen pastor”[508], tan amante de su rebaño, que es también “rebaño del Padre”, que “da su vida por las ovejas”[509], lo cual se transforma para ellas en “vida eterna”, de manera que “no perecerán jamás”[510]. Todo esto garantiza al rebaño la continua presencia del Padre y del Hijo, la seguridad de permanecer en Dios, y se refiere además a las ovejas “que no son de este redil”, es decir, a las que provienen del mundo pagano: Todas ellas formarán “un solo rebaño” bajo “un solo pastor”.
3. La vid.
La vid o la viña, encuentra ya una discreta presencia en el Nuevo Testamento en las parábolas antes mencionadas. La viña, aclara Mateo 21.43, es “el reino de Dios”. Esta imagen se articula y resulta fecunda ya en el Antiguo Testamento[511]. Las atenciones de Dios para con su pueblo no tienen límite, lo mismo que su amor y su fidelidad. También los castigos tienden a avivar la conciencia del pueblo en cuanto elegido y amado por Dios, rodeado de atenciones y de ternura sin límites.
La alegoría de la viña, o mejor de la vid, alcanza su forma más expresiva en Juan 15.1-6 con el apéndice eventual de los versículos que siguen y que en cierto modo le hacen eco. “Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador”[512]. La alegoría carece de ambigüedad; es aclarada por el que la propone: “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos”[513]; y se completa en los personajes que la animan. La Iglesia está unida a Cristo, lo mismo que el sarmiento a la vid; por la Iglesia corre la savia vital de Cristo, vive la misma vida de Cristo. El estar separado de Cristo, es la muerte, la perdición, “el fuego”[514]; unidos a él, damos “mucho fruto”[515]; más aún, la relación con Cristo, a diferencia de lo que sucede entre el sarmiento y la vid, es recíproca: “Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes”[516], como para indicar que la figura de la vid no es más que una imagen, y que la realidad que intenta transmitir es mucho más profunda. Se trata realmente del amor eficaz de Cristo a su Iglesia[517], según la voluntad y la obra salvífica querida por el Padre. Un amor que garantiza la escucha de toda plegaria[518] que se exprese en nombre del Hijo[519]; un amor que pasa primero por entre el Padre y el Hijo, luego une al Hijo con los suyos y, finalmente, los califica a éstos por el intercambio mutuo del mismo amor[520].
Mientras que a los miembros de la Iglesia se les denomina de diferentes maneras en las Escrituras:
1. Los creyentes o los fieles.
Estos dos términos son bastante frecuentes y equivalentes: Son las diversas formas del verbo pistéuo, que se usa con diversos matices. Se pone de relieve la confianza que el hombre tiene en Jesús, haberlo acogido en la propia vida como orientación y elemento vital de la propia existencia.
2. Los discípulos.
Este término pone de manifiesto que la vida del cristiano recoge las características del propio maestro, Jesús Señor, copiando su existencia[521]. Al mismo tiempo se insinúa la mera funcionalidad del apóstol y del didáskalos, se confirma la presencia constante y activa en la tierra del Señor en quien se cree, sino que se guarda siempre como presente en uno mismo durante toda la vida, la cual se pertenece y del cual se recibe la salvación.
3. Los hermanos.
Es el apelativo quizá más frecuente entre los cristianos, unas 100 veces. Ciertamente se observa en él la influencia hebrea. “Hermanos” de Jesús son los creyentes que le acogen y que cumplen la voluntad del Padre[522], nacidos también de Dios[523] e hijos del Padre[524], de manera que toda la comunidad cristiana resulta ser una verdadera “comunidad de vuestros hermanos”, de los que Jesús es el “primogénito” gracias a la resurrección[525].
4. Los salvados.
Más que el término[526], es la idea de salvación la que está difundida en todas partes. Se comprende a la luz del Antiguo Testamento y de las esperanzas escatológicas ligadas al mesianismo, configuradas, por tanto, en Jesús Mesías y constituido Señor en la resurrección; los que lo aceptan y se hacen suyos, recibiendo el sumergir en agua en su nombre[527] pueden llamarse “los salvados”.
5. El Camino.
El uso absoluto del “Camino” para indicar la comunidad de los creyentes es una característica de los Hechos[528]. Al designar a la Iglesia como “el Camino” y al definirse como “los del Camino”, los cristianos intentan representar gracias a su fe ese modo de ser y de obrar que asegura la salvación. “El camino de Dios” es el que se identifica con el cristiano.
6. Los santos.
Teológicamente esta denominación se relaciona con todo lo que el Antiguo Testamento decía del “pueblo santo”, de la “asamblea santa”, de los “santos” en relación con el culto, etc. Es lógica la conexión de esta denominación con Dios el santificador, con Cristo santificador y, especialmente, con el Espíritu Santo, al que se atribuye la santificación en particular.
7. Los elegidos.
Término relacionado con la santidad; sirve para subrayar hasta qué punto la Iglesia y sus miembros son el fruto de la libre voluntad divina que actúa en ellos.
8. Los llamados.
Toda la vida del cristiano está bajo el signo del llamado; la misma raíz verbal vincula la “llamada” con la “Iglesia” o convocación, asamblea reunida para el culto de Dios.
9. Los que invocan el nombre del Señor.
De Hechos 2.21. Expresa la “salvación” mediante Jesús Señor. El acento recae bien en la unidad de fe y la identidad de “credo”, bien en la adhesión del hombre de cualquier hombre al plan salvífico de Dios.
10. Los cristianos.
Derivado del nombre Christós, “Ungido” o Mesías, describe a los “cristianos” como los que acogen al Mesías, es decir, los indica como “Mesianistas”. La comunidad manifiesta también así su propio convencimiento escatológico respecto al mundo.
B. ¿Dónde y cuándo fue constituida?
1. Jerusalén.
La iglesia en el sentido cristiano apareció primeramente en Jerusalén después de la ascensión de Jesús, en el día de la fiesta de Pentecostés. Se componía del grupo de discípulos de Jesús, predominantemente galileos, juntamente con los que respondieron a la predicación de los apóstoles en Jerusalén. Sus miembros se consideraban el remanente elegido de Israel, destinado a hallar la salvación en Sión[529], y como el tabernáculo de David, restaurado, que el mismo Jesús había prometido edificar[530]. Jerusalén era, pues, el escenario divinamente señalado para los que esperaban el cumplimiento final de todas las promesas de Dios[531]. Visto externamente, el grupo de creyentes bautizados revestía las características de una secta dentro del judaísmo. Se la denominó “secta de los nazarenos” por un orador profesional[532], mientras que sus propios adherentes dieron el nombre de “el Camino” a la fe que profesaban. Fue más o menos tolerada por el judaísmo durante los treinta o más años de su existencia en Judea, excepto cuando las autoridades judaicas se sintieron molestas por su fraternización con las iglesias gentiles en el extranjero. No obstante, debe tenerse presente el carácter esencialmente judío de la iglesia en Jerusalén. Sus miembros aceptaban las obligaciones impuestas por la Ley, y el culto del Templo. La creencia que los distinguía era la de que Jesús de Nazaret era el Mesías de Israel, que Dios mismo había certificado esta verdad al levantarlo de entre los muertos después de haber sufrido por la redención de Israel, y que “el día del Señor, grande y manifiesto”, estaba ya por llegar, y culminaría con la aparición final del Mesías en juicio y gloria.
Las prácticas que los distinguían incluían el sumergir en agua en el nombre de Jesús, asistencia regular a las sesiones de instrucción organizadas por los Enviados, y la “comunión” de casa en casa, lo que Lucas describe como “el partimiento del pan y… las oraciones”[533]. Los primeros dirigentes de la Iglesia fueron los doce apóstoles, especialmente Pedro y Juan, pero esto pronto fue reemplazado por ancianos nombrados en la forma habitual entre los judíos, con Jacobo, el hermano de Jesús, como presidente[534]. La presidencia de este último se extendió durante casi toda la vida de la iglesia en Jerusalén, quizás ya desde la década del treinta[535], hasta su ejecución, aproximadamente, alrededor de 62 d.C. Es muy posible que esto haya ocurrido en relación con las concepciones mesiánicas de la Iglesia.
“El Trono de David” constituía una esperanza mucho más literal entre los judíos fieles que lo que comúnmente pensamos, y Jacobo era, además “de la casa y familia de David”. Eusebio informa que un primo de Jesús, Simeón hijo de Cleofas, sucedió a Jacobo en la presidencia, y que se dice que Vespasiano, después de la captura de Jerusalén en el 70 d. C., ordenó la búsqueda de todos aquellos que pertenecieran a la familia de David, a fin de que no quedara entre los judíos ni un solo miembro de la familia real.
La Iglesia se hizo numerosa[536], llegando a incluir entre sus miembros a sacerdotes y fariseos[537]. En sus comienzos incluyó también a muchos helenistas, judíos de habla griega de la dispersión, que llegaban como peregrinos a ciertas fiestas, o que por distintos motivos se encontraban transitoriamente en Jerusalén. A menudo estos judíos eran más pudientes que los de Jerusalén, y manifestaban su piedad llevando “limosnas a su nación”[538]. Cuando la Iglesia adoptó la práctica de la ayuda mutua, un benefactor típico fue Bernabé, natural de Chipre[539], y cuando se hizo necesario nombrar una comisión para atender la distribución para los necesitados, los siete elegidos, a juzgar por sus nombres, eran helenistas[540]. Aparentemente fue a través de este elemento helenista que el Evangelio desbordó los estrechos límites del cristianismo judaico, creando nuevas corrientes en territorios extranjeros.
Esteban, uno de los siete, tuvo una discusión en una sinagoga helenista de Jerusalén, de la que posiblemente era miembro Saulo de Tarso, y fue acusado ante el sanedrín de haber blasfemado contra el Templo y la ley de Moisés. Su defensa demuestra sin lugar a dudas una actitud liberal hacia la inviolabilidad del Templo, y la persecución que se desencadenó después de su muerte quizás haya estado dirigida contra este tipo de tendencias entre los creyentes helenistas, antes que contra el cristianismo de los apóstoles, que era respetuoso de la Ley, los que se quedaron en Jerusalén cuando otros fueron “esparcidos”. Felipe, otro de los siete, llevó el Evangelio a Samaria, y después de sumergir a un eunuco extranjero cerca de la antigua ciudad de Gaza, siguió predicando por la costa hasta que llegó a la ciudad de Cesarea, predominantemente pagana, donde muy pronto encontramos a Pedro aceptando a los gentiles no circuncidados para ser sumergidos.
Es importante notar que fueron helenistas los que se dirigieron de Jerusalén a Antioquía y allí predicaron a los gentiles, sin hacer ninguna estipulación referente a la ley mosaica. Después de Esteban, parece ser que el elemento helenista desapareció de la Iglesia de Jerusalén, prevaleciendo su carácter judaico. Algunos de sus miembros no estaban de acuerdo en que el Evangelio fuera ofrecido a los gentiles, sin la correspondiente obligación de guardar la ley, y se encaminaron a plantear su punto de vista a las nuevas iglesias[541]. Sin embargo, la Iglesia de Jerusalén oficialmente dio su aprobación, no solamente a la misión de Felipe en Samaria, y al bautismo de Cornelio en Cesarea, sino también a la política de la nueva Iglesia en Antioquía y sus misioneros. En el 49 d.C., aproximadamente, se consultó formalmente a un consejo de la Iglesia de Jerusalén en cuanto a las exigencias que debían cumplir “los gentiles que se convierten a Dios”. En esa oportunidad se resolvió que, aunque los creyentes judíos, por supuesto, seguirían circuncidando a sus hijos y guardando toda la Ley, estos requisitos no debían imponerse a los creyentes gentiles, si bien a estos últimos se les pediría que hiciesen ciertas concesiones a determinados escrúpulos de los judíos, porque favorecerían la confraternización a la mesa entre los dos grupos, y que cumpliesen la Ley en lo relativo a la pureza sexual[542]. La forma de proceder refleja la primacía de Jerusalén en asuntos de fe y moralidad. Sin lugar a dudas, durante toda la primera generación fue “la iglesia” por excelencia[543]. Esto se nota en la actitud de Pablo[544], que la trasmitió a sus iglesias. Su última visita a Jerusalén en 57 d.C., aproximadamente, la hizo como reconocimiento de esta primacía espiritual. Fue recibido por “Jacobo… y todos los ancianos”, quienes le recordaron que los numerosos miembros de la Iglesia “todos son celosos por la ley”. Por más escrupulosos que fuesen, sin embargo, esto no evitó que cayera sobre ellos la sospecha de no ser leales a la esperanza nacional de los judíos. Jacobo “el Justo” fue judicialmente asesinado por instigación del sumo sacerdote, aproximadamente, alrededor de 62 d.C.
Cuando estalló la guerra con Roma en 66 d.C., la iglesia en Jerusalén llegó a su fin. Según Eusebio, sus miembros se trasladaron a Pela en la Transjordania. Posteriormente se dividieron en dos grupos: Los nazarenos, que, aunque ellos mismos guardaban la Ley, adoptaban una actitud tolerante hacia los creyentes gentiles, y los ebionitas, que heredaron el punto de vista judaizante de sumisión a la Ley. Los cristianos de épocas posteriores incluyeron a los ebionitas entre los herejes.
2. Antioquía.
Los creyentes de Jerusalén no podían arrogarse la exclusividad del término ekklesia, a pesar de la asociación del mismo con el Antiguo Testamento, y la congregación mixta, de creyentes judíos y gentiles, que se formó en Antioquía a orillas del Orontes también se comenzó a llamar sencillamente “la iglesia” de dicho lugar[545]. Además, Antioquía, y no Jerusalén, sirven de modelo de la “nueva iglesia” que habría de surgir en todas partes del mundo. Fue fundada por judíos helenistas. Aquí, también, los creyentes fueron por primera vez apodados cristianos por sus vecinos gentiles[546]. Antioquía vino a ser el trampolín para la extensión del Evangelio en todo el Levante. La figura clave al principio fue Bernabé, que quizás fuera él mismo helenista, pero que al mismo tiempo gozaba de la plena confianza de los dirigentes de Jerusalén, quienes lo enviaron a investigar. Se lo menciona primeramente entre los “profetas y maestros”, que son los únicos funcionarios que se mencionan como existentes en esa iglesia. Fue él quien buscó a Saulo, el fariseo convertido, en Tarso. Bernabé también dirigió dos expediciones misioneras a su propio país, Chipre, y con Pablo realizó las primeras incursiones en el Asia Menor. Había importantes lazos entre Antioquía y Jerusalén. De Jerusalén iban profetas a ministrar la Palabra en Antioquía[547], así como también Pedro mismo y delegados de Jacobo[548], sin olvidar a los visitantes farisaicos mencionados en Hechos 15.1. Por su parte, Antioquía manifestaba su comunión con Jerusalén enviando socorro en tiempos de hambre[549], y más tarde solicitó asesoramiento a la iglesia de Jerusalén para la solución de la controversia legal. Los principales profetas de la iglesia incluían a un africano de nombre Simeón, a Lucio de Cirene, y a un miembro del séquito de Herodes Antipas. Se ha sostenido que el autor de los Hechos era oriundo de Antioquía. Pero la Iglesia de Antioquía adquirió renombre por el hecho de haber obedecido al Espíritu Santo cuando encomendó a Bernabé y a Saulo diciendo: “Aparten a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado”[550].
3. Las iglesias iniciadas por Pablo.
Aunque es evidente que Pablo y Bernabé no fueron los únicos misioneros de la primera generación, conocemos muy poco de los trabajos de los demás, incluidos aquí los doce Enviados. Pablo, sin embargo, sostuvo haber predicado el Evangelio “desde Jerusalén y sus alrededores hasta Iliria”[551], y sabemos que inició iglesias al estilo de la de Antioquía en las provincias del sur de Asia Menor, Macedonia, y Grecia, en Asia occidental, donde adoptó como base la ciudad de Éfeso, y, según se desprende de la epístola a Tito, también en Creta. No sabemos si inició iglesias en España[552]. En todas partes adoptaba como centro alguna ciudad, desde donde él o sus acompañantes alcanzaban otras ciudades de la provincia[553]. Donde fuera posible, Pablo se valía de la Sinagoga judía como punto de partida, y predicaba allí en calidad de rabino mientras le daban la oportunidad de hacerlo. Con el tiempo, sin embargo, fue surgiendo una ekklesia aparte, constituida por convertidos judíos y gentiles, cada una con sus propios ancianos nombrados, por el Enviado o su delegado, de entre los creyentes responsables de mayor edad. La familia representó un papel importante en la formación de estas iglesias. El Antiguo Testamento griego fue la Sagrada Escritura de todas estas iglesias, y la clave de su interpretación estaba indicada en ciertos pasajes selectos, juntamente con un resumen claramente definido del evangelio mismo[554]. Otras “tradiciones” relativas al ministerio la enseñanza de Jesús fueron encomendadas a las iglesias[555], con pautas definidas de instrucción ética respecto a las obligaciones sociales y políticas. No se sabe quién administraba regularmente el Sumergir en agua, o presidía en la Cena del Señor, aunque se mencionan ambas ordenanzas. Tampoco se sabe a ciencia cierta con cuánta frecuencia o en qué días se congregaba la Iglesia. La reunión en Troas “el sábado por la noche”[556] podría ser un modelo, y si así fuera serviría de apoyo para el punto de vista de que la utilización del “primer día de la semana” o el “primer día después del sábado”; o “el domingo”, para la asamblea cristiana comenzó simplemente utilizando las horas nocturnas que seguían a la terminación del sábado, recordando que los judíos tenían como uso el contar los días desde las 6 p.m., de uno a las 6 p.m., del otro, por lo que si se reunían el sábado en la noche, para ellos lo estaban haciendo el domingo.
Pero no está claro si existía o no una Iglesia en Troas; esta ocasión puede haber sido sencillamente la despedida de los compañeros de viaje de Pablo, y la hora puede haber sido la más adecuada para los preparativos en relación con el viaje. El primer día, sin embargo, no puede haber sido observado como el sábado judío, pues no era feriado para los gentiles, y Pablo no aceptaba ninguna regla obligatoria respecto a los días que debía guardar para el Señor[557]. Los creyentes judíos deben haber seguido observando muchas costumbres que no eran compartidas por los miembros gentiles. La descripción más completa de lo que se hacía cuando se congregaban las iglesias la tenemos en 1 Corintios 11–14. No había ningún vínculo formal entre las iglesias que Pablo había iniciado, aunque sí había ciertas afinidades naturales entre las iglesias de una misma provincia[558]. Se esperaba que todas se sometieran a la autoridad de Pablo en lo concerniente a la fe, esto explica el papel de las epístolas de Pablo, y las visitas de Timoteo; pero esa autoridad era espiritual y no restrictiva[559]. La administración y la disciplina en cada iglesia eran autónomas[560]. Ninguna iglesia ejercía superioridad sobre otra, aunque todas reconocían que Jerusalén era la fuente de “bienes espirituales”[561], y las colectas que se hacían para los santos en esa ciudad daban testimonio de este reconocimiento.
4. Otras iglesias
El origen de las otras iglesias mencionadas en el Nuevo Testamento es cuestión de inferencias. Había creyentes judíos y gentiles en Roma ya para el 56 d.C., aproximadamente, cuando Pablo les escribió su epístola. En el día de Pentecostés[562] estaban presentes “romanos aquí residentes”, tanto judíos como prosélitos, y en la lista de saludos en Romanos 16 se menciona uno destinado a dos creyentes “muy estimados entre los apóstoles”, Andrónico y Junias, parientes de Pablo que se convirtieron antes que él, que bien podrían haber sido quienes llevaran el Evangelio a Roma, pero no es algo seguro. Ciertos “hermanos” salieron a recibir a Pablo y sus acompañantes cuando se dirigían a Roma, pero nuestro conocimiento de la iglesia en esa ciudad, de su composición y del lugar que ocupaba, es una cuestión problemática.
De la salutación con que comienza 1 Pedro se desprende que hubo un grupo de iglesias a lo largo de la costa sur del mar Negro y el territorio correspondiente: Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia; integradas por miembros judíos o judeo gentiles. Esta es la región a la que Pablo no pudo entrar[563], lo que podría indicar que fueron escenario de la labor de otro, quizás de Pedro mismo. Pero leyendo la epístola no se descubre con claridad nada concreto respecto a dichas iglesias. La tarea de la supervisión y la responsabilidad de “apacentar la grey” en cada lugar estaba en manos de ancianos[564].
Con esto se agota nuestro conocimiento de cómo se fundaron determinadas iglesias en la época neo testamentaria. Del libro de Revelación se puede conocer algo más acerca de las iglesias del Asia occidental. Se cree que se deben haber fundado iglesias cuando menos en Alejandría y la Mesopotamia, y posiblemente aun más al oriente, en el curso del siglo I, pero de esto no hay pruebas indudables.
De la vida y la organización de las iglesias en general sabemos muy poco, con excepción de Jerusalén, y este último caso no era típico. Sin embargo, lo poco que conocemos deja ver que la unidad de las mismas estribaba en el Evangelio mismo, en la aceptación de las escrituras antiguo testamentarias, y en el reconocimiento de Jesús como “Señor y Cristo”. Las diferencias en cuanto al gobierno de las iglesias, las distintas formas que adoptaba el ministerio, los esquemas conceptuales, y el nivel de logros morales y espirituales, probablemente fueran mayores de lo que generalmente se concibe en nuestros días. Ninguna de las iglesias neo testamentarias, ni todas ellas conjuntamente, ejerce autoridad alguna sobre nuestra fe en los días actuales. Esta autoridad divina pertenece exclusivamente al evangelio apostólico tal como aparece en el conjunto de las Escrituras.
1. Organización.
Una pregunta que siempre se hace de forma inevitable y como automática: ¿Dónde está sede central de la Iglesia y quién es el Jefe? La Biblia debe responder a esto y lo hace directamente: “…Cristo es cabeza de la iglesia, siendo El mismo el Salvador del cuerpo”[565].
La cabeza de la “Iglesia Cristiana Universal” es Cristo Jesús y no algún hombre que quiera arrogarse ese cargo. Tampoco existe una Iglesia que sea la Sede Central del Cristianismo. Interesante es notar que quienes tienen sistemas de esa clase esperan que sus miembros reemplacen su manera de entender las doctrinas bíblicas con la interpretación de los dirigentes de la iglesia o el credo de la denominación. Esto viola la obra del Espíritu Santo, que guía a todos los creyentes a toda verdad.
Cristo designó a individuos para que fueran dirigentes de su grey, no para que mandaran u obligaran a otros a obedecer. Los dirigentes de la Iglesia no han de mandar, sino servir. Han de adiestrar y preparar el cuerpo de Cristo para el servicio. “Y El dio a algunos el ser apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y maestros, a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo”[566].
2. Enviados.
En la Iglesia del Nuevo Testamento los Enviados ejercieron un papel que era, en un sentido, irrepetible[567]. Los Enviados fueron considerados como los jefes de la Iglesia primitiva y depositarios directos de la tradición cristiana. Eran tenidos en gran respeto, pero ninguno de ellos ejerció primado infalible y supremo. Aunque hay varias tradiciones respecto a la vida, trabajos y fin que tuvo cada uno de los apóstoles, después de lo narrado en Hechos, nada se sabe de ello a punto fijo. El “Credo de los Apóstoles” no fue escrito por ellos, pero se llama así porque encierra en compendio las doctrinas principales que profesaba la Iglesia primitiva, basándose en las enseñanzas apostólicas.
El término griego apostolos aparece más de ochenta veces en el Nuevo Testamento, principalmente en los escritos de Lucas y Pablo. Deriva de un verbo muy común, apostello, enviar, pero en el griego no cristiano, después de Herodoto en el siglo V a.C., se registran pocos casos de su uso con el significado de “persona enviada” y en general significa “flota” o quizás ocasionalmente “almirante”.
El sentido de “enviado, mensajero” puede haber perdurado en el lenguaje popular; por lo menos casos aislados en la LXX y Josefo sugieren que este significado se aceptaba en círculos judíos. Solo con la llegada de la literatura cristiana, sin embargo, adquirió importancia. En el Nuevo Testamento se lo aplica a Jesús como el Enviado de Dios[568], a los Enviados por Dios a predicar a Israel[569], y a los que fueron enviados por las iglesias[570]; pero por encima de todo, se lo aplica en forma absoluta al grupo de hombres que mantuvo la suprema dignidad en la iglesia primitiva. Como apostello parece significar con frecuencia “enviar con un propósito determinado”, a diferencia del neutro pempo, lo más lógico es que apostolos probablemente sea “alguien que es comisionado por Cristo”.
a. El origen del apostolado.
Resulta esencial para la comprensión de todos los Evangelios tal como los hemos recibido la elección por Jesús de un grupo de doce hombres tomados de un grupo mayor de sus seguidores, cuyo propósito era el de estar con él, predicar, y tener la autoridad necesaria para curar y exorcizar[571]. La única ocasión en que Marcos emplea la palabra “apóstol” es en oportunidad del exitoso regreso de los Doce de una misión de curación y predicación[572]. Esta misión preparatoria es una reproducción en miniatura de lo que en el futuro les tocaría en el mundo más amplio. De esta preparación preliminar indudablemente regresan como verdaderos “apóstoles”. No hay nada incongruente, en consecuencia, en que Lucas, que habla de los “apóstoles” en 9.10; 17.5; 22.14; 24.10, declare que Jesús mismo[573] les confirió el título.
b. Las funciones del apostolado.
La primera especificación de Marcos en cuanto a la elección de los Doce es que “estuviesen con él”[574]. No es accidental que el punto divisorio del Evangelio de Marcos haya sido la confesión apostólica del mesianismo de Jesús[575], o que Mateo agregase a esto el dicho de la “Roca” acerca de la confesión apostólica[576]. La función primaria de los Enviados era la de testificar de Cristo, y su testimonio estaba basado en años de conocimiento íntimo, experiencias adquiridas duramente, e intensa preparación.
Este es un complemento de su ampliamente reconocida función de testificar sobre la resurrección[577]; porque la significación especial de la resurrección está, no en el hecho en sí, sino en su demostración, en el cumplimiento de la profecía, de la identidad del Jesús que fue muerto[578]. El haber sido testigos de la resurrección de Cristo los convirtió en testigos eficaces de su persona, y él mismo los comisiona para que sean sus testigos en todo el mundo[579].
Esa misma comisión introduce un factor de profunda importancia para el apostolado: La venida del Espíritu. Es curioso que este hecho haya sido tratado más completamente en Juan 14–17, evangelio que no utiliza el término “apóstol” para nada. Este es el gran discurso por el que se comisiona a los Doce apostello y pempo se utilizan sin distinción; la comisión que reciben de Jesús es tan real como la que Él recibió de Dios[580]; deben dar testimonio sobre la base de su larga relación con Jesús, mas el Espíritu da testimonio de Él[581]. Él les recordará las palabras de Jesús[582], y los guiará a toda la verdad, promesa que a menudo se ha pervertido al extenderse su referencia primaria más allá de los Enviados, y les hará ver la era que vendrá, la de la Iglesia, y la gloria de Cristo[583]. En el cuarto Evangelio tenemos algunos ejemplos de este procedimiento, en los que la significación de las palabras o acciones se recuerda solamente después de la “glorificación” de Cristo[584]. Vale decir que el testimonio de los Enviados con respecto a Cristo no quedó librado a sus impresiones o recuerdos, sino a la guía del Espíritu Santo, de quien también es dicho testimonio: Hecho de importancia en la valoración del testimonio apostólico que registran los Evangelios.
Por ello los apóstoles constituyen la norma en cuanto a doctrina y comunión en la Iglesia del Nuevo Testamento[585]. En sus propios días se los consideraba “columnas”[586]. La Iglesia está edificada sobre el fundamento de los apóstoles y profetas[587]; que probablemente se refiere al testimonio del Antiguo Testamento. Los Enviados son los asesores en el juicio mesiánico[588], y sus nombres están grabados en las piedras angulares de la ciudad santa[589].
La doctrina apostólica, sin embargo, que tiene su origen en el Espíritu Santo, constituye el testimonio compartido de los Enviados, y no un privilegio de algún individuo en particular. Podía darse el caso, se deduce, de que el principal Enviado traicionase un principio fundamental que él mismo ya hubiera aceptado, y que fuese corregido por un colega[590].
Los autores de los Evangelios sinópticos, como ya hemos notado, consideran el episodio de Marcos 6.7 y lugares paralelos como una representación en miniatura de la misión apostólica, y se incluían las tareas de curar y exorcizar, tanto como la de predicar. La facultad de curar, y otros dones espectaculares, como la profecía y las lenguas, reciben corroboración abundante en la Iglesia apostólica, y están relacionados, como el testimonio apostólico, con la dispensación especial del Espíritu Santo; pero faltan totalmente en la Iglesia del siglo II en adelante; los escritores de la época hablan de ellos como cosas del pasado, o sea de la era apostólica, justamente. Incluso en el Nuevo Testamento no vemos señales de la manifestación de estos dones, excepto en los casos en que intervienen los Enviados. Aun cuando haya habido previamente una fe genuina, es únicamente en presencia de los Enviados que se manifiestan estos dones del Espíritu Santo[591].
Por contraste, el Nuevo Testamento tiene menos que decir que lo que podríamos esperar en cuanto a los Enviados como dirigentes de la Iglesia. Constituyen el criterio de prueba de la doctrina, son los proveedores de la auténtica tradición acerca de Cristo: Delegados apostólicos visitan las congregaciones que reflejan nuevas orientaciones para la Iglesia[592]. Pero los Doce no nombraron a los siete; el consejo de Jerusalén estaba formado por un gran número de ancianos, además de los Enviados[593]; y los Enviados colaboraron con los “profetas y maestros” de la iglesia de Antioquía[594]. La administración o gobierno de la Iglesia dependía de un don distintivo[595], normalmente ejercido por ancianos locales; los apóstoles eran, en virtud de su mandato, elementos móviles. Tampoco ocupaban un lugar prominente en la administración del culto[596].
c. Requisitos
Resulta evidente que el requisito esencial de un apóstol es el llamamiento divino, la comisión dada por Cristo. En el caso de los Doce, esta les fue encargada durante su ministerio terrenal. Pero no es menos evidente este sentido de la comisión divina en el caso de Matías: Dios ya ha elegido al apóstol[597], aun cuando todavía no se conoce su elección. No se menciona ningún acto de imposición de manos. Se supone que el apóstol será alguien que haya sido discípulo de Jesús desde la época del bautismo de Juan hasta la ascensión. Sera alguien que tenga conocimiento del curso completo que siguieron el ministerio y la obra de Jesús[598]. Y, naturalmente, debe ser específicamente testigo de la resurrección.
Pablo insiste igualmente en que fue comisionado directamente por Cristo[599]. De ningún modo deriva su autoridad de los otros Enviados; al igual que Matías, fue aceptado por ellos, no nombrado por ellos. No llenaba las condiciones de Hechos 1.21, pero la experiencia en el camino a Damasco fue resultado de una de las apariciones vinculadas con la resurrección[600], y por ello podía afirmar que había “visto al Señor”[601]; por lo tanto era testigo de la resurrección. Tenía conciencia de que su pasado, como enemigo y perseguidor más bien que como discípulo, era diferente del de los otros Enviados, pero se cuenta a sí mismo como uno de ellos y los relaciona con su propio Evangelio[602].
d. El número de Enviados.
“Los Doce” es la nominación normal de los Enviados en los Evangelios, y Pablo lo utiliza en 1 Corintios 15.5. El acierto del simbolismo es evidente, y reaparece en lugares tales como Revelación 21.14. El episodio de Matías está relacionado con la necesidad de rehacer el número de los Doce. Pero también resulta igualmente clara la seguridad que tiene Pablo en cuanto a su propio apostolado.
Lo cierto es que el apostolado de Pablo es muestra clara de que el único que puede dar un ministerio es Dios, a diferencia de los muchos “ministros” que hoy día dicen tenerlo.
e. Continuidad.
Implícito en el apostolado está la comisión de ser testigos, mediante palabras y señales, del Cristo resucitado y de su obra consumada. Este testimonio, basado en la experiencia única del Cristo encarnado, y dirigido por una dispensación especial del Espíritu Santo, proporciona la auténtica interpretación de Cristo, y desde entonces ha sido determinante para la Iglesia. Por su misma naturaleza dicho ministerio no podía repetirse ni trasmitirse, así como no podrían trasmitirse las experiencias históricas subyacentes a los que nunca habían conocido al Señor en carne, o no fueran objeto de una aparición posterior a su resurrección. Los orígenes del ministerio cristiano y la cuestión de la sucesión en la iglesia de Jerusalén escapan al cometido de este estudio; pero, si bien el Nuevo Testamento nos muestra que los Enviados se ocupaban de que existiese un ministerio local, no hay indicios de la trasmisión de las funciones característicamente apostólicas a ningún integrante de dicho ministerio.
Tampoco era necesaria tal trasmisión. El testimonio apostólico se mantuvo en la obra perdurable de los Enviados, y en lo que adquirió carácter normativo para las épocas posteriores, o sea su forma escrita en el Nuevo Testamento. No se ha hecho sentir la necesidad de una renovación de esta función, ni de sus dones especiales ya que se trataba de una función vinculada con la colocación de los fundamentos.
2. Profetas.
Un profeta es básicamente un vocero de Dios, un mediador entre Dios y los hombres que le comunica a estos la Palabra de Dios, que ha recibido de Él ya que la palabra profeta deriva del griego “profétes”, cuyo significado etimológico es el de “hablar en nombre de”, “ser portavoz” de otro, y traduce a su vez en la literatura bíblica el término hebreo nabi´. El término bíblico “nabi” significa uno que habló, actuó o escribió bajo la extraordinaria influencia de Dios para dar a conocer sus consejos y voluntad. Como apoyo a su función primaria que es hablar en nombre de Dios, un profeta también podía ser inspirado por Dios para predecir eventos futuros y así hacer su proclamación creíble.
Cuando un profeta hablaba en calidad de tal, era inspirado por el Espíritu Santo[603] y por tanto libre de todo error. No obstante, el profeta no era una marioneta ni un simple repetidor de lo que ha recibido. Por el contrario, retenía su propia voluntad, inteligencia y pensamientos mientras comunicaba fielmente lo que Dios quería decir. Dios ponía palabras en boca de los profetas[604].
Por los profetas, Dios formó en su pueblo en la esperanza de la salvación, en la espera de una Alianza nueva y eterna destinada a todos los hombres[605], y que sería grabada en los corazones[606]. Los profetas anunciaban una redención radical del pueblo de Dios, la purificación de todas sus infidelidades[607], una salvación que incluiría a todas las naciones[608]. Serían sobre todo los pobres y los humildes del Señor[609] quienes mantendrían esta esperanza. Las mujeres santas como Sara, Rebeca, Raquel, Miriam, Débora, Ana, Judit y Ester conservaron viva la esperanza de la salvación de Israel.
a. ¿Puede haber profetas en la actualidad?
Ya que Jesucristo es la plenitud de la revelación, ¿puede haber profetas hoy? Juan el Bautista es el último de los profetas del Antiguo Testamento[610], aunque no hay escritos, igual que el profeta Elías, que haya dejado. No hay otro después de él.
Cristo prometió a los discípulos que después de su ascensión les enviaría al Espíritu Santo, que les daría poder para testificar acerca de Él en el mundo, y que testificaría con ellos[611]. Es evidente que esto incluye la inspiración profética[612].
Al principio los Enviados y los que predicaban el Evangelio lo hacían en el poder del mismo Espíritu Santo que inspiró las predicciones de los profetas del Antiguo Testamento para anunciar anticipadamente los sufrimientos y la gloria venideros de Cristo[613]. Por eso no nos sorprende que cuando el Espíritu Santo descendió en Pentecostés, el resultado inmediato incluye manifestaciones del habla[614], y en su explicación Pedro cita Joel 2.28–32, en donde vemos que un resultado importante de la derramamiento del Espíritu Santo en toda carne es que “profetizarán”, lo que incluye, no solamente palabras proféticas, sino también visiones y sueños[615].
En esa época, cuando los cristianos recibieron inicialmente el poder del Espíritu Santo, las manifestaciones más comunes parecen haber sido el don de hablar en otros lenguajes y el de profetizar[616]. No resulta claro si los que así hablaron bajo la inspiración del Espíritu conservaron esta facultad en todos los casos, o si fue simplemente una manifestación inicial que confirmaba su recepción del Espíritu como en el caso de los setenta ancianos, cuyo paralelo antiguo testamentario más cercano lo encontramos en Números 11.25, pasaje según el cual profetizaron solamente cuando el Espíritu descendió sobre ellos al principio, “pero ya no volvieron a hacerlo más”[617].
Después de esto, sabemos que por el sumergir en agua somos dotados de la gracia para ejercer el don profético, necesario para proclamar el Evangelio. Participamos así de la misión de Jesucristo. Esta misión profética es proclamar el cumplimiento de la promesa en Jesucristo, como lo hizo Pedro en la fiesta Pentecostés que se narra en Hechos 2.
El profeta auténtico después de Cristo no revela una nueva verdad sino que proclama la verdad ya revelada por Cristo, pero muchas veces olvidada. El profeta descubre la confusión del mundo y revela el verdadero curso de la historia en Jesucristo.
3. Evangelistas.
La palabra que se traduce “evangelista” en el Nuevo Testamento es un sustantivo tomado del verbo euangelizomai, “anunciar noticias”, y generalmente se traduce como “predicar el evangelio”. El verbo es muy común en el Nuevo Testamento, y se aplica a Dios[618], a nuestro Señor[619], a los miembros ordinarios de la iglesia[620], como también a los Enviados en sus viajes misioneros.
El sustantivo “evangelista” aparece tres veces solamente en el Nuevo Testamento. Pablo exhorta a Timoteo a hacer la obra de evangelista[621]; es decir, a hacer conocer los hechos del Evangelio. Timoteo había acompañado al Enviado en sus viajes misioneros. Pero resulta claro, por los mandatos que le dio en las dos cartas que le dirigió, que su tarea, cuando el Enviado escribía, era mayormente local.
En Hechos 21.8 se describe a Felipe como “el evangelista”. Felipe había sido elegido como uno de los “siete” en Hechos 6, y después de la persecución de Esteban ocupó un lugar prominente en la predicación del evangelio en zonas no evangelizadas[622]. Si bien los Enviados eran evangelistas, no todos los evangelistas eran a Enviados, como ocurre con Felipe y Timoteo. Esta distinción se confirma en Efesios 4.11, donde la función de “evangelista” se menciona después de la de “apóstol” y “profeta”, y antes de la de “pastor” y “maestro”. De este pasaje resulta claro que el don de evangelista era un don distintivo dentro de la Iglesia cristiana; y si bien todos los cristianos indudablemente cumplían esta sagrada tarea, en tanto que se les presentaba la oportunidad, había algunos que fueron preeminentemente llamados y capacitados por el Espíritu Santo para ella.
Además de pregonar las buenas nuevas de salvación y guiar a los incrédulos al conocimiento del Señor, el evangelista es el que establece nuevas congregaciones.
4. Pastores y maestros.
El término hebreo para pastor es el participio ro´eh, y el griego poimen. El cuidado del prójimo puede ser político o espiritual. Homero y otros escritores seculares frecuentemente llamaron pastores a los reyes y gobernantes[623], uso que se refleja, en metáforas más profundas en Ezequiel 34. También se les denomina obispos, que en griego significa “supervisores” o ancianos[624].
La responsabilidad del pastor literal era, y sigue siendo, considerable; además, es tan antigua como Abel[625]. Tiene que hallar pastos y agua en tierra seca y pedregosa[626], proteger a sus ovejas de las condiciones climáticas y de bestias peligrosas[627], y recobrar los animales extraviados[628]. El pastor a cargo de rebaños estaba obligado a restituir cualquier animal extraviado[629], a menos que pudiera demostrar claramente que las circunstancias escapaban a su previsión y control[630]. Idealmente el pastor debía ser fuerte, devoto y abnegado, como lo fueron muchos de ellos. Pero a veces había rufianes en una profesión honorable[631], e inevitablemente algunos pastores fallaban en el cumplimiento de sus tareas[632].
Tal es el honor del llamado, que frecuentemente el Antiguo Testamento pinta a Dios como el Pastor de Israel[633], tierno en su solicitud[634], pero capaz de desparramar al rebaño en su ira, o volver a juntarlo una vez que lo ha perdonado[635]. A veces la nota predominante es el juicio, cuando los pastores humanos y las ovejas reciben por igual condenación y castigo[636]. Bien pueden temblar estos pastores infieles al tener que comparecer ante el Señor[637]. A veces hay una nota de compasión cuando las ovejas han sido abandonadas por aquellos que tenían la responsabilidad de apacentarlas[638].
La Escritura destaca la seria responsabilidad que tienen los dirigentes humanos hacia quienes los siguen. Uno de los capítulos más solemnes del Antiguo Testamento es la denuncia de los falsos pastores en Ezequiel 34. Estos han preferido llenar sus estómagos en lugar de ocuparse de sus ovejas; han matado y esparcido por provecho propio a aquellos que se les había confiado; lamentablemente han dejado de cumplir su tarea pastoral específica; por ello Dios volverá a juntar a las ovejas y juzgará a sus pastores. Más aun, va a nombrar a un solo pastor[639]. Esto se interpreta críticamente como la unión de los reinos del norte y el sur, pero concuerda mucho mejor con el Cristo que se espera.
En el Nuevo Testamento la misión de Cristo es la del Pastor, o mejor el Gran Pastor[640]. Juan 10 lo explica en detalle, capítulo que merece compararse con Ezequiel 34. Los puntos principales que destaca Juan son: La iniquidad de los que se infiltran dentro del rebaño; el uso de la puerta como la marca del verdadero pastor; la familiaridad de las ovejas con la voz del jefe que les ha sido asignado; las enseñanzas sobre la persona de Cristo, a quien se compara con la puerta; se lo compara con el buen pastor y se lo contrasta con el asalariado, que huye cuando se presenta el peligro. Juan hace notar también la relación entre Cristo, sus seguidores, y Dios; la reunión de las “otras ovejas” en “un rebaño”[641]; y el rechazo de los que no son verdaderas ovejas de Cristo.
De acuerdo con el uso neo testamentario del término pastor, este tiene la misma función en la Iglesia que el anciano, presbítero y obispo. Las tres palabras se refieren a un mismo ministerio.
Pedro nos enseña en su primera epístola cómo poder atender correctamente a las vidas que Dios puso al cuidado de los pastores: “…pastoreen el rebaño de Dios entre ustedes, velando por él, no por obligación, sino voluntariamente, como quiere Dios; no por la avaricia del dinero (no por ganancias deshonestas), sino con sincero deseo; tampoco como teniendo señorío sobre los que les han sido confiados, sino demostrando ser ejemplos del rebaño. Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores (el Pastor Supremo), ustedes recibirán la corona inmarcesible (que jamás se marchitará) de gloria”[642].
a. Conocer a las ovejas[643].
“Conocer” viene del griego “ginosko” que significa “Estar tomando en conocimiento, venir a saber, reconocer y entender totalmente”[644], esto implica que el pastor debe conocer a las ovejas de la congregación que tiene a cargo, y las ovejas deben reconocerlo, desarrollando una estrecha relación personal.
b. Apacentar.
Lo primero que le es encomendado al pastor maestro es la labor de alimentar el alma y corazón de sus alumnos, la palabra griega Poimaino, significa alimentar, suplir lo necesario y también gobernar.
Ante la ineficiencia de los pastores de Israel, el Señor les reclamó: “Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel; profetiza y di a los pastores: 'Así dice el Señor DIOS: "¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No deben los pastores apacentar el rebaño?”[645]. Por ello, luego el Señor le dice a Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿Me amas más que éstos?" "Sí, Señor, Tú sabes que Te quiero," Le contestó Pedro. Jesús le dijo: "Apacienta Mis corderos.” Volvió a decirle por segunda vez: "Simón, hijo de Juan, ¿Me amas?" "Sí, Señor, Tú sabes que Te quiero," Le contestó Pedro. Jesús le dijo: "Pastorea Mis ovejas." Jesús le dijo por tercera vez: "Simón, hijo de Juan, ¿Me quieres?" Pedro se entristeció porque la tercera vez le dijo: "¿Me quieres?" Y Le respondió: "Señor, Tú lo sabes todo; Tú sabes que Te quiero"[646].
c. Cuidar.
La palabra utilizada por Pedro para cuidar fue: Episkopeo que quiere decir “Inspeccionar, supervisar cuidadosamente”. Tanto el pastor como el maestro deben “velar por sus almas, como quienes han de dar cuenta”[647]. No es mero hecho de dar una enseñanza, sino que esta sea enriquecedora y que pueda ser asimilada por la oveja.
Una de las cosas que implican el tener cuidado de los alumnos es la disciplina correcta, esto es “no por fuerza”, sino en base al amor.
Tampoco debe ir el pastor pensando en ganancias deshonestas, cuidando de no poner sus ojos en “la lana de las ovejas”, sino más bien “en la oveja misma” con todos sus problemas.
d. Velar y dar cuenta de las almas de las ovejas[648].
El Señor pide a los pastores que pastoreen su rebaño, velando por él, no por obligación sino voluntariamente, no esperando una recompensa, sino por amor, para agradar al amado, ya que el pastor dará cuenta a Dios de las ovejas que Él puso a su cuidado.
e. Gobernar.
Se dice que existe una diferencia entre las cabras y las ovejas, las cabras no obedecen a la voz de su pastor como las ovejas. Muchas iglesias parecen más bien un rebaño de cabritas. El pastor necesita el carácter balanceado de Cristo, es decir su bondad, ternura, mansedumbre, gentileza y su firmeza, justicia y severidad. Se ha dicho que el líder que no predica con el ejemplo no tiene la autoridad moral para demandar obediencia de sus subordinados, el apóstol Pablo le expresó a Timoteo la necesidad de una vida y conducta ejemplar: “No permitas que nadie menosprecie tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, fe y pureza”[649].
El Señor es nuestro líder y cabeza de la Iglesia y en su caminar nos dejó un ejemplo a imitar, tal como Pedro escribió: “Porque para este propósito han sido llamados, pues también Cristo sufrió por ustedes, dejándoles ejemplo para que sigan Sus pasos”[650]. La manera de ser maestros y pastores ejemplares, será siguiendo las pisadas de Cristo, manifestadas en su Santa Palabra. Pero el problema es si es pastor no conoce correctamente las pisadas de Cristo narradas en su Palabra, o bien si no hay una vida consagrada para andar en pos de Él.
Ha existido una duda en cuanto a si el ministerio del pastor es diferente al del maestro o si son uno solo. Probablemente sean uno solo, debido a que el pastor está obligado a ser uno que sabe enseñar.
La palabra griega “didaskalos”, significa “un instructor” “enseñar”[651], y es traducida en la Biblia en español, como “maestro”. En el Antiguo Testamento el término maestro puede referirse a menudo a un artesano, experto en su especialidad[652], pero en el Nuevo Testamento es un título que por lo general indica uno que enseña, o sea, un instructor. En tiempos después al cautiverio las escuelas eran las sinagogas y los maestros eran frecuentemente los escribas o “doctores de la Ley”[653].
Los maestros se deben ocupar de la enseñanza, en la exposición inteligente de la verdad por el Espíritu Santo, y ello no deja lugar a la mente y opinión del hombre. Debe enseñar la doctrina que ha aprendido y delinear la Palabra de Dios[654], así mismo, debe vivir lo que enseña, no como los fariseos[655]. Aman la Palabra[656], su lengua es como punzón de escribiente para grabar la Palabra de Dios en los corazones del pueblo, explican los misterios de Dios de una manera sencilla. Aunque también hay una advertencia clara en la Biblia: “Hermanos míos, que no se hagan maestros muchos de ustedes, sabiendo que recibiremos un juicio más severo”[657].
Las funciones del maestro:
a. Hacer discípulos[658].
Es tomar a una persona interesada en las Escrituras y ayudarle a que pueda entenderlas y así que aprenda a trazar bien la sana doctrina.
b. Trazar bien la doctrina apostólica[659].
El término “trazar bien” se traduce de la palabra griega “orthotomeo” que denota la acción de cortar recto[660]. La responsabilidad del maestro es trazar bien la Palabra, ya que eso repercutirá en los oyentes. El peligro de una mala enseñanza es que el oyente se pierda, pues aunque la doctrina no salva, muchos pueden perderse por las doctrinas malas.
c. Enseñar a discernir la doctrina[661].
El término “discernir” se deriva del griego “anakrino” que significa: Examinar, escudriñar, distinguir o separar[662]. El maestro debe desarrollar en los oyentes la capacidad de examinar, saber distinguir entre la mala y la buena doctrina.
d. Abrir los oídos para escuchar la sana doctrina[663].
Una de las funciones del maestro es abrir los oídos con la finalidad de que el oyente adquiera la capacidad de recibir la buena semilla del Evangelio y así se convierta en discípulo de Jesucristo.
Los resultados de una iglesia bien apacentada y entrenada son formidables. Así lo vemos en Efesios 4.13-16. Podemos hacer una lista de ellos:
a. Hay unidad de fe.
Uno de los frutos es que la Iglesia camina hacia la unidad. Esto es algo que hay que cultivar trabajosamente.
b. Cada uno llega a conocer mejor a Cristo.
El “conocimiento del Hijo de Dios” es una realidad vivencial. No conoce a Cristo aquel que acumuló mucha información al respecto. Conoce a Cristo aquel que “quiere hacer su voluntad”, aquel que “oye su voz, es conocido por él, y le sigue”.
c. Surge un ser humano “concluido”.
Los integrantes de la familia de Dios crecen a la estatura de Cristo, “el varón perfecto”. Una humanidad recreada a la imagen de Cristo.
d. Hay estabilidad de convicciones y cosmovisión.
Los miembros dejan de ser inestables, fluctuantes y dependientes como niños. Son “inmunizados” contra falsas doctrinas humanas y diabólicas.
e. Los miembros crecen a medida que siguen la verdad en amor.
Hay quienes han luchado por la “verdad” pero sin amor. Otros predican un “amor” sin convicciones firmes.
f. Cristo, la cabeza, coordina al cuerpo.
La iglesia funciona como un cuerpo. “Todo bien concertado”, “Armonioso”. Como una orquesta, con diferentes instrumentos musicales, que tocan una pieza musical.
Pero no cualquiera puede ser pastor y maestro, sino que debe cumplir con los 15 requisitos bíblicos que encontramos en las epístolas de Pablo a Timoteo y Tito:
1 Timoteo 3.1-7 Tito 1.6-9
a. Irreprochable a. Irreprensible
b. Marido de una sola mujer b. Marido de una sola mujer
c. Sobrio c. Justo
d. Prudente d. Prudente
e. De conducta decorosa e. Amante de lo bueno
f. Hospitalario f. Hospitalario
g. Apto para enseñar g. Debe retener la palabra fiel que es conforme a la enseñanza
h. No dado a la bebida h. No dado a la bebida
i. No pendenciero i. No pendenciero, no iracundo
j. Amable j. No obstinado
k. No contencioso k. Dueño de sí mismo, santo
l. No avaricioso l. No amante de ganancias
deshonestas.
m. Que gobierne bien su casa m. Que tenga hijos creyentes, no
acusados de disolución ni de
rebeldía
n. Debe gozar también de una buena n. No debe ser un recién
reputación entre los de afuera de la Iglesia. convertido.
Un análisis a “ojo de pájaro” sobre estos quince requisitos nos dejan ver que:
a. El pastor y maestro debe ser irreprochable, no una persona a la cual no solo los miembros de la congregación y los de afuera puedan señalar por su manera de comportarse tanto en público como en privado.
b. Debe estar casado con una sola mujer, no puede ser un hombre divorciado, lo cual en este momento de crisis en la sociedad es lo común. Debe demostrar que es fiel a su esposa o de lo contrario no lo será al Señor.
c. Es necesario que sea sobrio o justo. No puede ser una persona con malos pensamientos o dado a parcializarse, sino que las decisiones que haga deben estar sazonadas con la justicia.
d. La prudencia tiene que estar caracterizándolo ya que la vida de sus ovejas estará en su conocimiento y no puede traicionar la confianza que se le ha depositado.
e. Su conducta debe ser decorosa, un hombre que sea amante de lo bueno, no una persona descuidada a la cual todo le parece bien. Recordemos que está sirviendo al Rey, por lo que debe buscar que todo lo que se haga para Él debe ser lo mejor.
f. Un pastor que no guste de compartir su tiempo con las ovejas no sirve, debe ser hospitalario, le debe gustar tanto visitar como ser visitado.
g. Como es un maestro debe ser apto para enseñar, reteniendo la palabra fiel que es conforme a la enseñanza.
h. No dado a la bebida, ya que un borracho no es capaz de coordinar bien sus ideas y su vida.
i. No pendenciero, es decir, no un peleador. Desdichadamente los hombres seguimos siendo controlados por la testosterona y muchas veces estamos más dispuestos a pensar con los puños que con el cerebro. Pero el pastor debe estar capacitado para detener sus impulsos.
j. Su amabilidad debe hacerle un ser no obstinado. No quiere decir que vaya a estar dispuesto a traicionar la Verdad por querer estar bien con todos, pero en las cosas que no tienen importancia no debe ser terco y querer imponer su voluntad.
k. No contencioso, es decir, no debe buscar comenzar discusiones, sino que ser dueño de sí mismo.
l. No avaricioso, ni amante de ganancias deshonestas, sino contento con su salario.
m. Que gobierne bien su casa y que tenga hijos creyentes, no acusados de disolución ni de rebeldía, que sean ejemplo en toda la comunidad.
n. No debe ser un recién convertido, sino un hombre con suficiente experiencia para poder ejercer un oficio importantísimo en la comunidad.
o. Debe gozar también de una buena reputación entre los de afuera de la iglesia y no alguien a quien los no cristianos puedan estar criticando con base.
p. No iracundo, sino paciente, especialmente con los no cristianos.
q. Santo, es decir, que sepa que está apartado para el servicio al Señor y que debe brillar como uno de Sus instrumentos.
5. Diáconos.
Los diáconos ejercían un ministerio de servicio[197]. Éstos eran cargos siempre establecidos por la irreemplazable autoridad de los apóstoles bien personal, bien delegada expresamente[198], lo cual es evidencia de que no eran establecidos por las iglesias mismas.
La versión Reina y Valera 1960 traduce “diácono” en Filipenses 1.1, mientras que en 1 Timoteo 3 traduce “diácono” dos veces, y otras dos “diaconado”; pero el vocablo griego que así se representa, diakonos, “ministro” o “sirviente” aparece unas 30 veces en el Nuevo Testamento, y los términos afines “diakoneo”, “ministrar” y “diakonia”, “ministerio” aparecen, entre las dos, otras 70 veces. En la mayor parte de la centena de casos en que aparecen estos términos no hay ningún indicio de significado técnico que se refiera a funciones especializadas en la Iglesia.
a. Derivación.
Básicamente, “diakonos” es un servidor, y a menudo el que sirve a la mesa. En tiempos helenísticos también llegó a representar a ciertos funcionarios del culto que sirvieron de base al uso técnico cristiano. El sentido más general es común en el Nuevo Testamento, ya sea para los sirvientes reales[199] o para un servidor de Dios[200]. En un solo pasaje Pablo describe a Epafras como “diácono de Cristo” y a sí mismo como “diácono del evangelio y de la iglesia”[201]. Otros ejercen “diakonia” hacia Pablo[202]; el contexto muestra que en estos casos se trataba de sus ayudantes en la obra evangelística. Buscar aquí el origen de la idea posterior del obispo con su diácono es forzar el lenguaje. En otras palabras, “diakonia” se aplica aquí especialmente a la predicación y la obra pastoral.
En el Nuevo Testamento, sin embargo, este término nunca pierde completamente su relación con la provisión de necesidades materiales y el cumplimiento de servicios[203]. El camarero sigue siendo “diakonos”[204]; el acto de Marta de servir la mesa[205] y la atención de la suegra de Pedro[206] son casos de “diakonia”. La insistencia de Cristo en que su venida tenía por objeto servir[207] debe considerarse a la luz de esto. Es significativo el hecho de que en Lucas 22.26 la afirmación de Cristo esté ubicada en el contexto del servicio a la mesa. El Señor es el diácono por excelencia, el que sirve a la mesa de su pueblo. Y como nos muestran estos pasajes, el “diaconado” es, en este sentido, una marca de toda su Iglesia.
b. El diaconado en el Nuevo Testamento.
Como hemos visto, existía una analogía contemporánea para los “diáconos” como funcionarios del culto. Por lo tanto, cuando vemos que se saluda a la Iglesia “con los obispos y diáconos”[208], es natural que pensemos que es una referencia a dos clases particulares dentro de ella. En 1 Timoteo 3 vemos una lista de cualidades para los obispos, inmediatamente seguida por una lista paralela para los diáconos: Sobriedad, rectitud, no ser dados a excesos y avaricia, integridad. Son cualidades particularmente apropiadas para aquellos cuyas responsabilidades son las finanzas y la administración, y la prominencia del servicio social en la iglesia primitiva haría de “diakonos” un término especialmente adecuado para tales personas, y aun más dado que la fiesta de amor, que literalmente comprendía servicio a la mesa, era un medio regular de ejercer la caridad. Si bien “diakonia” es una marca de toda la Iglesia, también es un don especial, paralelo a la profecía y la administración, pero diferente del ofrendar generoso, que debe ser ejercido por los que lo poseen[209]. Y si bien podemos con justicia llamar “diácono” a todo servidor de Cristo, es incierto que el diaconado haya existido universalmente bajo este nombre, o que, por ejemplo, “los que ayudan” en Corinto[210] fueran equivalentes a los “diáconos” de Filipos. Poco hay que sugiera que en la época del Nuevo Testamento el término “diácono” llegara a adquirir un sentido mayor que el de un término semi técnico, o que tenga alguna relación con el judío. Es significativo el que, inmediatamente después de enumerar las cualidades de los diáconos, Pablo retorna al sentido general de la palabra al exhortar a Timoteo mismo[211].
A menudo se considera que el relato de Hechos 6 sobre el nombramiento, por parte de la iglesia de Jerusalén, de siete hombres aprobados para supervisar la administración del fondo para las viudas, constituye la institución formal del diaconado. Es dudoso que haya base suficiente para pensar así. Si dejamos de lado las teorías que no se pueden probar pero que consideran que esos siete constituían la contrapartida helenística de los Doce, podemos notar, primero, que nunca se les llama “diáconos” a los siete, y segundo, que en las ocasiones en que se emplean los términos relacionados se los aplica igualmente a la “diakonia” de la Palabra ejercida por los Doce como a la de las mesas que ejercían los siete.
c. Requisitos.
Pablo es quien, con la inspiración del Espíritu Santo, demarca los requisitos del diácono en 1 Timoteo 3.8-13, que deben ser respetados igual que los del pastor:
1) Deben ser dignos, hombres que han probado ser fieles en la Iglesia y en el servicio a Dios, que gocen del respeto tanto de los creyentes como también de los incrédulos.
2) De una sola palabra, no con una voluntad que es llevada por cualquier viento de doctrina. Que no sean una cosa en la iglesia y otra fuera de ella.
3) No dados al mucho vino, no borrachos.
4) Ni amantes de ganancias deshonestas, sino dispuestos a estar contentos con lo que ganan con su trabajo, guardando el misterio de la fe con limpia conciencia.
5) Que también estos sean sometidos a prueba primero, no poniéndolos de forma rápida y antojadiza y si son irreprensibles, que entonces sirvan como diáconos.
6) Maridos de una sola mujer, no soltero, y con esto se rompe la idea que sea un puesto que pudiese ser ocupado por una mujer.
7) Que gobiernen bien sus hijos y sus propias casas.
D. El Culto.
El mundo que se hace llamar se ha dividido en dos en este punto, por un lado encontramos denominaciones que han instituido un culto sacramental y formal, mientras que los otros apuntan más bien a un culto más liberal, por lo que surge la pregunta: ¿Se puede ofrecer a Dios el culto que uno quiere?
Nuestra forma de adorar tiene que ser autorizada por Jesucristo, el dueño de la Iglesia. El culto es el centro de la vida y de la actividad de la Iglesia, podríamos decir que es su rostro. El mundo instintivamente, identifica la iglesia con lo que ocurre en el culto. La reunión para el culto debe ser los domingos, el primer día de la semana[212], en donde según Juan 4.24, hay que adorar a Dios en espíritu y en verdad. Cualquier otra clase de culto, aunque agrade a nuestros ojos o nuestras emociones es vano. El único culto aceptable a Dios es aquel que consiste en oraciones, cánticos sin acompañamiento de instrumentos musicales, participar de la Santa Cena y la edificación por medio de la Palabra. Es en este momento donde se debe enseñar, edificar y exhortar a los creyentes, consolar a los afligidos, animar a los deprimidos, avisar a los que son tentados, orar por las múltiples necesidades de la congregación, transmitiendo además las informaciones indispensables. Los que añaden otras cosas reciben condenación por desobedecer los mandatos del Señor. Durante el culto, se colecta una ofrenda voluntaria. Tampoco practicamos el diezmo porque fue abolido. La ofrenda es según la prosperidad de uno y no por la imposición de los pastores u otros líderes.
El Nuevo testamento da pocos detalles sobre la forma de las reuniones. El final del capítulo 2 del libro de los Hechos nos da un breve acercamiento de la vida cúltica de los primeros cristianos: Enseñanza de los apóstoles, comunión fraternal y oraciones[213]. Las características que se les asocian son el gozo y la sencillez de corazón[214]. Alababan a Dios y tenían favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la Iglesia los que habían de ser salvos[215]. Por lo tanto, todo culto debería ser una fuente de gozo, de transformación interior, de alabanza, de nuevas relaciones con los que nos rodean y una fuente de crecimiento para la Iglesia.
El Señor Jesús dijo a sus discípulos que cuando la Iglesia se formase después de su muerte, entonces su Nombre sería el punto de reunión de ellos. Les dijo: “Porque donde están dos o tres reunidos en Mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos”[216]. La Iglesia primitiva actuaba así. Se reunían en aquel Nombre glorioso del Señor Jesús cuando se congregaban para el culto, el ministerio y otras funciones de la asamblea[217]. No reconocían otro nombre que el Suyo.
Pero además de reunirnos al Nombre del Señor Jesucristo, aprendemos por el Nuevo Testamento que la Iglesia primitiva también se reunía para al menos cuatro propósitos principales. Dice: “Y se dedicaban continuamente a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración”[218]. Esos son los mismos propósitos para los cuales debería reunirse la Iglesia en la actualidad.
1. Historia del culto.
a. Siglo I.
Además Hechos 20, 1 Corintios 11 y 14 son las otras fuentes un poco detalladas en las Escrituras. El culto cristiano nació de la fusión de la experiencia cristiana en la sinagoga y del Aposento Alto, ambas cosas se convirtieron en la norma del cuto cristiano.
Los cuatro elementos dominantes del culto de los primeros cristianos según Hechos 2.42 fueron:
1) La enseñanza de los Enviados: La exhortación, la palabra de conocimiento, de sabiduría y la evangelización.
2) La comunión fraternal: Es la puesta en común de los bienes espirituales y materiales.
3) El partimiento del pan: Se practicaba en el culto según lo había ordenado el Señor, reuniéndose cada primer día de la semana para partir el pan[219].
4) Las oraciones: Son el denominador común de los tres cultos, el Templo, la Sinagoga y el culto cristiano. El plural indica que tenían ocasiones específicas en las que acudían para este propósito. Por ello, la iglesia primitiva tenía reuniones de oración en las que expresaban colectivamente su dependencia en el Señor para sus necesidades. Una vez más esto es lo que está tristemente ausente en la iglesia en la actualidad.
b. Desde el siglo II a la Edad Media.
Durante los primeros siglos el culto se mantuvo muy similar al practicado por los discípulos y los primeros convertidos, pero al pasar el tiempo, con el surgimiento de la organización católica comenzó la introducción de ritos y costumbres terminando en lo que será la misa romana. El pensamiento sacramentalista dominó toda la teología de la Edad media. La salvación por medio del sacramento reemplazó la salvación por la fe. Cuando la transformación constantiniana fue completa, el predicador fue reemplazado por el sacerdote. La Cena del Señor ya no era el servicio evangélico de acción de gracias que se distinguía por el gozo. Se había convertido en su sacrificio objetivo del cuerpo y la sangre de Cristo que inspiraba temor. La importancia de esta desviación de la enseñanza y de la práctica del Nuevo Testamento no debería menospreciarse. Representa una línea divisoria en la historia del culto de la Iglesia cristiana. Tuvo por consecuencia la eliminación de casi todo lo que caracterizaba el culto cristiano. Los adoradores se convirtieron en simples espectadores que se limitaban a observar la actividad del sacerdote en el altar.
Esto durará hasta la Reforma del siglo XVI, donde se produce en parte el resurgimiento del culto de los primeros cristianos, esto es: reunirse con sencillez para orar, leer la Palabra, cantar salmos y exhortarse mutuamente.
c. De la Reforma a nuestros días.
Se produce un despertar en los cristianos y por ende la búsqueda de una verdadera comunión con su Señor. Es así como surgen formas de culto según los territorios, partiendo de Alemania, con la misa alemana la cual terminaría siendo modificada bastante y que es lo que hoy se conoce como el culto luterano. Luego, Calvino hará un escrito en el cual indica algunos principios básicos que deben conservarse en el culto, pero susceptible de ser adaptado según las circunstancias locales. El mismo modificó posteriormente su orden de culto en el año 1542, el cual se constituyó en la pauta para la base del culto reformado en Suiza, Francia, Alemania, Escocia y los países bajos.
John Knox tomó en Ginebra el modelo del culto de Calvino y lo modificó ligeramente dando forma así al culto de la Iglesia Reformada de Escocia. Este esquema sería adoptado posteriormente por las iglesias de Francia, Holanda y Alemania. Vendrá también El culto anglicano el cual fue un intermedio entre el de Ginebra y el de Roma.
Con el correr de los años las iglesias comenzaron a realizar transformaciones como:
Privilegiar el sermón dándole el lugar central del culto.
Volver atrás, pasando de la misa-espectáculo a la cena-comunión de los cristianos.
Permitir mayor participación de la asamblea.
Se refuerza la comunión reuniéndose al menos tres o cuatro veces a la semana, para ejercitar la enseñanza de Cristo.
Los creyentes celebrarían la Cena del Señor, tantas veces como se reunieran, para proclamar la muerte del Señor y su triunfo sobre la muerte.
Estas estructuras de culto se mantuvieron hasta el siglo XIX, que es donde nace una tercera forma de culto, el cual se diferencia tanto del culto litúrgico centrado en el sacramento como del culto reformado centrado sobre el ministerio de la Palabra. De hecho, era un retorno a la fórmula de las iglesias primitivas de las regiones paganas[220]. Esta reforma del culto se llevó a cabo por las iglesias libres que comenzaron a surgir en este siglo, como Metodistas, Presbiterianos y Asambleístas, manifestadas fuertemente en Inglaterra y posteriormente en los Estados Unidos, llegando al orden del culto que actualmente se practica en casi el 99% de los grupos “cristianos” el cual es impulsado fuertemente por el pentecostalismo.
2. La forma de adoración en la Biblia.
a. Abel.
“También Abel hizo una oblación de los primogénitos de su rebaño, y de la grasa de los mismos. Adonay miró propicio a Abel y su oblación, mas no miró propicio a Caín y su oblación, por lo cual se irritó Caín en gran manera y se abatió su rostro”[221]. “No como Caín que era del maligno, y mató a su hermano. ¿Y por qué causa lo mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas”[222].
Si bien es cierto que Caín fue el primero en llevar culto a Dios, no es cualquier tipo el que debe darse. El culto a Dios debe no solo ser externo y ni siquiera ser guiado por el simple motivo de que creemos en Dios, de hecho “los demonios también creen”[223]. El culto a Dios es el reflejo de la vida de fe.
Abel siguió las directrices divinas, pero Caín en cambio, pensó que su idea podía ser igualmente buena.
Dios castigó severamente a los que no cumplieron con el culto ordenada por Él mismo:
1) Los que llevaron fuego extraño al altar[224].
2) Los que transportaron el arca de Dios en un carro y no en andas[225].
3) Los que edificaron un altar que hiciera la competencia a Jerusalén[226].
4) Los que sacrificaban en los lugares altos[227].
b. Abraham.
En Génesis 18.2-8 vemos a Abraham dispuesto a rendir culto a Dios:
1) Abraham corrió a su encuentro y se postró en tierra[228].
2) El mismo prepara las cosas y el sacrificio, no envía a sus criados[229].
3) Halla gracia en ojos del Señor y Él le revela sus propósitos.
3. El Culto en Israel.
Después de Abraham, el culto continuado por los Patriarcas no fue diferente, a donde iban, levantaban un altar en donde adoraban a Dios sacrificando un animal, por lo general un cordero, tal como lo hiciera Abraham en el monte Moriá[230]. Pero no es sino hasta que después de cuatrocientos años de esclavitud en Egipto, después de haber sido libertados por la mano fuerte de Adonay, que el culto es organizado en una manera ritual, contando con sacerdotes que servirían como mediadores entre el pueblo y Dios.
a. El Culto después de la liberación de Egipto.
Después de la muerte de Abraham, su nieto Jacob se convierte en el Patriarca por excelencia, al punto que el pueblo adoptaría para sí el nombre que Dios había le dado a él: Israel. Sus descendientes se vieron empujados por el hambre a la tierra de Gosén, en el delta del río Nilo. Pero el Faraón de Egipto, viendo que aumentaban imparablemente y se hacían poderosos, los redujo a la esclavitud por cerca de cuatrocientos años.
Con Moisés ungido como líder y legislador, el pueblo elegido por Dios se dirigió hacia Canaán, la tierra prometida, después de haber sido liberados de manera milagrosa por medio de la mano de Adonay. La dramática marcha desde Egipto a través del mar Rojo y la peregrinación de 40 años por el desierto son hitos importantes en la historia del pueblo israelita. En el monte Sinaí los israelitas reciben no solamente la Ley de parte de Dios, sino también los más mínimos detalles de dónde y cómo presentar culto a Adonay.
Los israelitas, una vez conquistada la ciudad de Jericó, se establecieron en la zona agrícola de Canaán, tierra de la cual en la Biblia se dice que “mana leche y la miel”[231]. Una vez establecidos, la tierra fue dividida entre las doce tribus: Aser, Neftalí, Manasés, Zabulón, Isacar, Gad, Efraín, Dan, Benjamín, Rubén, Judá y Simeón. Con el tiempo se pasó de una teocracia a una forma de gobierno monárquica, siendo los reyes más famosos de la época Saúl, David y su hijo Salomón, con su capital en Jerusalén.
En este tiempo el culto se compone de elementos como la alabanza con ayuda de instrumentos que eran entonadas por el pueblo, la oración y por supuesto el sacrificio. Fue a partir de la época de David que el canto y la música tomó parte importante en el culto. Antes se cantaban el cántico de Moisés y de Débora, pero David fue quien organizó al grupo de adoradores y les nutrió con una gama de salmos para ser entonados. Instituyó un cuerpo de 4000 levitas que eran músicos y cantores[232] y debían celebrar la grandeza de Adonay[233]. Para concluir el servicio el sumo sacerdote pronunciaba la bendición[234]. Este tipo de culto que era celebrado mañana y tarde.
Luego del reino de Salomón, la nación se dividió en dos reinos: El reino de Israel en el norte y el reino de Judea en el sur. El reino de Israel fue conquistado por el rey asirio Sargón II, al final del siglo VIII antes de Cristo. El reino de Judea prosperó durante varios siglos, hasta que en el año 586 antes de Cristo fue conquistado por los babilonios, comandados por Nabucodonosor II. En ese año se destruyó el primer Templo, lugar central de la actividad religiosa judía de la época. Muchos de los judíos fueron desterrados de Israel y fueron llevados como esclavos a Babilonia, lo cual constituye la primera diáspora judía.
1) El Tabernáculo.
El Tabernáculo con sus detalles fueron revelados a Moisés en el Monte Sinaí[235]. Pareciera que lo que Dios mostró a Moisés fue una visión del trono de Dios y de la “Nueva Jerusalén” para que Moisés hiciera un registro minucioso de lo observado. Este registro sirvió posteriormente para definir las especificaciones mismas del Tabernáculo. El mensaje más importante arrojado en el estudio del Tabernáculo es que nos habla del Camino hacia Dios. Esta afirmación se hará evidente cuando analicemos los componentes del tabernáculo.
El Tabernáculo era una estructura pequeña construida con cuarenta y ocho tablas de madera de acacia, y la parte externa del Tabernáculo tenía sesenta pilares. La barda de la parte externa del Tabernáculo estaba rodeada por cortinas de lino blanco, apoyadas por estos sesenta pilares, con una puerta que estaba tejida con hilos azul, púrpura y escarlata, y fino lino tejido, midiendo 2.5 metros de altura y 10 metros de ancho. Esta puerta estaba localizada al este.
En el diagrama adjunto se muestra la disposición general del Tabernáculo. El Tabernáculo se situaba en medio de las tribus de Israel. Tres tribus por lado acampaban alrededor de él. Una pared hecha de cortinas separaba el Tabernáculo del pueblo mismo. Dentro del área se encontraba el altar de bronce, el lavatorio y el “Mikdash”. El “Mikdash” se componía de dos recintos:
a) El recinto más interno denominado: Lugar Santísimo, y
b) El externo llamado: Lugar Santo.
La presencia de Dios descansaba en el Lugar Santísimo o “Kadosh HaKadoshin”. Al Lugar Santísimo solo se podía llegar a través del Lugar Santo. Para acceder al Mikdash debía primero pasarse por el altar de bronce y el lavatorio.
a) El Lugar Santísimo[236].
Dentro del Lugar Santísimo se hallaba el Arca del Pacto también llamada Arca de la Alianza. Descansando sobre el arca el “Jacaporet” o propiciatorio. Integrados al propiciatorio se hallaban frente a frente dos querubines. Cada querubín miraba hacia abajo significando la manera de acercarse a Dios. Cuando terminó la construcción del Tabernáculo, la presencia de Dios descendió sobre esta área específica del Mikdash.
b) El Lugar Santo[237].
En el Lugar Santo se encontraban tres componentes:
i. La Mesa de los Panes de la Proposición[238],
ii. La Menorah o candelabro de siete brazos[239],
iii. El Altar del Incienso[240].
El significado del Pan es la provisión física de Dios para Su pueblo. La Menorah representa la luz de Dios presente en Su pueblo y el Altar del Incienso representa las oraciones de intercesión hechas a Dios en nombre de Su pueblo. Moisés y Aarón fueron los vasos humanos utilizados por Dios para conectar estos tres componentes en Israel. El ministerio de provisión y luz vinieron a Israel a través de Moisés. Las oraciones ante Dios fueron hechas mediante la intercesión de Aarón en nombre de Israel.
Debido al elemento humano en el Tabernáculo, es decir a Moisés y Aarón, un velo lograba la separación entre el Lugar Santo y el Lugar Santísimo. El velo indicaba que un ser humano no podía aproximarse para morar abiertamente en la carne ante la presencia de Dios.
c) El Atrio Exterior.
En el atrio externo del Mikdash podían observarse otros dos instrumentos:
i. El altar de bronce[241],
ii. El lavatorio[242].
Era en el altar de bronce donde se rociaba la sangre de los sacrificios que cubrían los pecados del pueblo. Después de la realización del sacrificio y antes de entrar en el Mikdash, el sacerdote lavaba sus manos y pies en el agua contenida en el lavatorio.
2) El Sacerdocio en Israel.
No sería correcto decir que el sacerdocio israelita inicia hasta el momento en que el pueblo es sacado de Egipto y recibe la Ley, ya que desde la antigüedad los hombres piadosos, también conocidos como patriarcas, llevaron este rol.
a) Los patriarcas
La época patriarcal no conoció sacerdocio tal y como nosotros lo concibimos. Los actos del culto, especialmente el acto central, que es el sacrificio, eran realizados por el cabeza de la familia[243]. Los patriarcas en persona sacrificaban en los santuarios que frecuentaban, y el Génesis no habla de sacerdotes sino solo de los sacerdotes egipcios[244], y Melquisedec, el rey sacerdote de Salem[245]. El sacerdocio aparece en un estadio más avanzado de organización social, cuando la comunidad especializa a algunos de sus miembros para la custodia de los santuarios y el cumplimiento de ritos que poco a poco se van complicando.
b) Ritos de instalación.
En el libro del Números los israelitas imponen las manos a los levitas[246], pero al parecer se trata un gesto de ofrenda. La semikah, se hacía refiriéndose a la imposición de las manos a Josué por Moisés[247], pero que apunta a la instalación de conductor del pueblo, no de sus sacerdotes. Según el ritual posterior a la cautividad, el sumo sacerdote era ungido, y la redacción final del Pentateuco extendió la unción a todos los sacerdotes[248], pero parece probable que este rito no existía antes del destierro y que es una transferencia de la prerrogativa real al sumo sacerdote, cabeza de la nueva comunidad. No había, pues, en el antiguo Israel “ordenación” sacerdotal; los sacerdotes entraban en funciones sin que un rito religioso les confiriese una gracia o poderes especiales. Pero el sacerdote quedaba santificado, sacralizado por su función misma.
Los sacerdotes son “santificados”[249]. Esto significa que el sacerdote no pertenece ya al orden profano y que, como el territorio del santuario y como las ofrendas presentadas en él, está “puesto aparte”[250]. El sacerdote debe permanecer separado de lo profano y está sujeto a algunos entredichos y a reglas especiales de pureza: En la vida corriente[251].
c) Sacerdote y Templo
El sacerdote es elegido e instalado para el servicio del santuario. Esta asociación es universal. Por estas razones no se concibe un santuario que no tenga su ministro. Así como el Templo de Jerusalén estaba por encima de todos los otros lugares de culto, así también el sacerdocio de Jerusalén tenía la preeminencia sobre los sacerdotes de provincias. En el antiguo Israel se iba al santuario para “consultar a Adonay”: El sacerdote era un dador de oráculos. En Deuteronomio se menciona la función profética de los hijos de Leví juntamente con la enseñanza de la Toráh y antes que el servicio del altar[252]. Los sacerdotes consultan a Dios por medio del efod y de los Urim y Tumim[253].
El efod es un objeto cultual que servía para consultar a Adonay, una especie de cofrecillo que contenía las piedras sagradas. Los “Urim” y “Tumnim” eran las piedras sagradas. De origen pre israelita, no se sabe qué aspecto tenían realmente. Se ha pensado en pequeños guijarros o en dados, y aún más frecuentemente en varillas o bastoncitos que se sacaban del bolsillo del efod[254].
Después del reinado de David no tenemos ya documentación histórica del uso del efod y del Urim y del Tumim. Según Esdras al regreso del destierro no había ya sacerdotes para manejarlos[255].
d) Sacerdotes e instrucción del pueblo.
La bendición de Leví confía a los levitas, además del Urim y el Tumim, la instrucción del pueblo: “Ellos enseñan tus normas a Jacob y tu Ley a Israel; ofrecen incienso ante tu rostro, y perfecto sacrificio en tu altar”[256]. La Toráh pertenece al sacerdote, como el juicio al rey, el consejo al sabio, la visión o la palabra al profeta. Tres textos lo dicen claramente: “Sus gobernantes juzgan por soborno, sus sacerdotes instruyen por paga, y sus profetas predicen por dinero…”[257]; “…porque no por eso van a faltar sacerdotes que nos digan la Ley, ni sabios que den consejos, ni profetas que transmitan palabras…”[258]; “…buscarán del profeta una visión, habrá desaparecido del sacerdote la enseñanza y de los ancianos el consejo”[259].
La Ley es confiada por Dios a los sacerdotes, ellos enseñan a Israel las palabras de Adonay[260], y el sacerdote que enseña es un “mensajero de Yahveh Sebaot”[261]. Esta enseñanza se daba naturalmente en el santuario, al que el sacerdote estaba unido y al que se acudía en peregrinación, o para ofrecer un sacrificio, o sencillamente para consultar a su ministro.
A partir del destierro, la enseñanza de la Toráh deja de ser monopolio de los sacerdotes. Los levitas, excluidos de las funciones propiamente sacerdotales, se convierten en los predicadores y los maestros del pueblo; finalmente la enseñanza se dará fuera del culto, en las sinagogas, y la clase de los escribas y doctores de la ley, accesible a los legos, significará más que la casta sacerdotal.
e) Sacerdocio y culto.
Poco a poco el sacerdote se va convirtiendo en “ministro del altar”. El papel de los sacerdotes en los sacrificios se fue afirmando progresivamente a medida que iba desapareciendo su papel profético y se repartía con otros su papel docente. Por una evolución inversa, cada vez les fue quedando más reservada la acción sacrificial hasta convertirse en función esencial, por lo cual la ruina del Templo señaló el fin de su influencia: La religión de la Toráh sustituyó al ritual del Templo y los sacerdotes fueron suplantados por los rabinos.
Estas diferentes funciones tienen un fundamento común: Cuando el sacerdote transmite una profecía, comunica una respuesta de Dios; cuando da una instrucción, una Toráh, y más tarde cuando explica la Ley, la Toráh transmite e interpreta una enseñanza que viene de Dios; cuando lleva al altar la sangre y las carnes de las víctimas y cuando hace humear el incienso, presenta a Dios las oraciones y las peticiones de los fieles. Representante de Dios cerca de los hombres en las dos primeras funciones, representante de los hombres cerca de Dios en la tercera, es en todo caso un intermediario.
El sacerdote es un mediador, como lo son también el rey y el profeta. Pero estos últimos lo son por un carisma personal, como elegidos de Dios; el sacerdote lo es por estado: El sacerdocio es una institución de mediación. Este rasgo esencial se encontrará en el sacerdocio de la ley nueva, participación del sacerdocio de Cristo mediador. Hombre y Dios, sacerdote único y víctima perfecta.
f) La tribu sacerdotal.
La tribu sacerdotal de Leví presenta el sacerdocio israelita. Los descendientes de Leví, hijo de Jacob, fueron puestos aparte para ejercer las funciones sagradas, por una iniciativa positiva de Dios[262]. Tienen un puesto especial en el pueblo. Los miembros del sacerdocio son llamados corrientemente los hijos de Leví o los levitas. En hebreo “Leví” y “levita” se expresan con un mismo vocablo: Lewy. Aun en los casos en que se trata de la tribu de Leví, esta palabra se emplea con artículo, como un nombre común, hallewy[263]. Para designar a los levitas, numerosísimos textos emplean el plural lewyyîm, como se haría tratándose de un nombre de función.
g) Otros ministerios.
El cronista atribuye a David la repartición de los sacerdotes en clases y la institución de veinticuatro clases de cantores, y de porteros[264]. Estos auxiliares de los sacerdotes existían ya en el primer Templo porque existían en todo santuario antiguo y el servicio litúrgico del Templo tuvo siempre necesidad de ellos. En el Salterio encontramos salmos que eran cantados en el Templo por profesionales y con acompañamiento de instrumentos[265].
Había también esclavos adscritos al Templo. Después de los cantores y de los porteros, la lista de las caravanas que regresaron de la cautividad menciona a los nétinim o “donados” y a los “descendientes de los esclavos de Salomón”[266].
h) Mujeres en el Templo.
El libro del Éxodo habla de “las mujeres que servían a la entrada de la Tienda del Encuentro”[267] y que dieron sus espejos para fundir la pila de bronce. No se sabe cómo interpretar este dato de las mujeres que están de servicio a la puerta de la tienda. Se ha citado también el título de Salmos 46: “Al alamot”[268], que se traduce “para muchachas” o “para voces altas o agudas”; según esto, podría haber habido mujeres entre los coristas del Templo. Esdras enumera cantores y cantoras en las caravanas de regreso[269].
Es muy cierto que en las fiestas religiosas aparecen mujeres cantando y danzando, pero esto no nos asegura que tuviesen un puesto definido en el culto en cuanto tal.
Había sacerdotisas en Asiria, había sacerdotisas y grandes sacerdotisas en Fenicia, donde eran designadas por el femenino de kohen; en las inscripciones mineas hay un femenino de Iw' que se ha querido relacionar con el hebreo lewy't, pero en hebreo no hay sustantivo femenino que corresponda a kohen y a lewy: Ninguna mujer formaba parte del sacerdocio israelita. Pero, en las épocas en que el sincretismo adulteró el culto del Templo, se introdujeron en él hombres y mujeres para un uso que el judaísmo ortodoxo rechazaba con horror. Prostitutos y prostitutas, qedesim y qedesot estaban vinculados a los santuarios cananeos, e Israel había imitado esta práctica.
3) Las Ofrendas.
Las primeras ofrendas son presentadas por Caín y Abel, las primicias del suelo y los primogénitos del rebaño. Parece ser que Abel ya entendía que para los sacrificios se debía derramar sangre, por lo que se prefiguraría la muerte de Jesucristo. También encontramos a varios personajes en la Biblia que sin ser sumo sacerdotes, ejercían tal función: Noé al salir del arca, Job, como cabeza de familia, Abrahán y su hijo Isaac y Jacob.
Más tarde las ofrendas requeridas se señalaban en la ley mosaica, así como la forma de hacerlas.
Encontramos varios tipos de ofrendas:
a) Ofrendas quemadas.
Se presentaban íntegramente a Dios. Eran un llamamiento para que este aceptase la ofrenda por el pecado, o que indicara que la había aceptado. Se ofrecían con bastante regularidad cada mañana, cada noche, cada día sabático, cada primer día de mes, también durante el día de Pascua, los siete días de la fiesta de las tortas no fermentadas, el día de expiación y los días que duraba la fiesta de las cabañas. También se llevaban a cabo en la consagración del sacerdocio, la instalación de los levitas y durante la celebración de pactos. A veces se hacía junto a una ofrenda de comunión, o una ofrenda por expiación de pecados.
Se podían ofrecer toros, machos cabríos o carneros. Para esto, el que presentaba la ofrenda ponía su mano sobre la cabeza del animal, se degollaba al animal y se rociaba con su sangre todo en derredor del altar. A continuación se descuartizaba y desollaba al animal, se lavaban los intestinos y las canillas. La cabeza y las otras partes del cuerpo se ponían sobre el altar, y el sacerdote se quedaba con la piel del animal. Otra alternativa era ofrecer tórtolas o palomos. Para eso se le quitaba el buche y las plumas, y se quemaba el resto del cuerpo.
b) Ofrendas de comunión.
Si eran aceptadas indicaban paz para con Adonay. Eran presentadas durante la celebración de pactos, en periodos festivos y al comienzo de los meses. Su propósito era conseguir la aprobación de Dios o suplicarle en tiempos de mala suerte. Participaba en la ofrenda toda la familia; además, tanto el sumo sacerdote como el resto del sacerdocio recibían una porción, y se ofrecía a Dios la sangre, símbolo de la vida, reconociendo que provenía de él, así como el humo que ascendía de la grasa quemada. Era como si Dios mismo, los sacerdotes y toda la familia participaran en una comida alegre. La persona que participara en este tipo de ofrendas mientras se hallaba en una condición de inmundicia, o que presentaba una carne que hubiera estado guardada durante más tiempo del permitido, debía ser cortada del pueblo, por manchar su nombre y no respetar a Dios.
Las ofrendas de acción de gracias también formaban parte de las ofrendas de comunión. En estas se comía pan leudado, pan sin fermentar y carne. Cuando se llevaba a cabo esta expresión de agradecimiento la carne debía comerse el mismo día, y no se ponía sobre el altar el pan leudado. Esta vez no se aceptaban aves como sacrificio, ya que se consideraba que era muy poco para una comida, y el proceso para sacrificar al animal era similar al de las ofrendas quemadas. Luego, la grasa era colocada sobre el altar, los sacerdotes recibían el pecho, y el sacerdote que oficiaba la pierna derecha.
c) Ofrendas por el pecado.
Estas se hacían cuando se cometía un pecado de manera involuntaria. Se podían utilizar desde animales de la vacada hasta palomos, dependiendo de las circunstancias de la persona y la gravedad del pecado cometido.
Se presentaban en 5 diferentes ocasiones:
i. Por el pecado del sumo sacerdote, que traía culpa sobre todo el pueblo.
ii. Por el pecado de la asamblea.
Esta clase de pecados podían ser un error al aplicar la ley, una equivocación en un juicio, o al tratar un asunto de importancia nacional, así que se pedía la ofrenda más valiosa: Un toro. En estos casos la sangre se llevaba hasta el Lugar Santo y se salpicaba la cortina. Por lo demás, el procedimiento es similar al resto de ofrendas. El sacerdote, o los ancianos de la asamblea, ponen las manos sobre la cabeza del animal mientras es degollado. Se rocía con sangre la cortina del Lugar Santo, donde representa que al otro lado está Dios, y se quema el resto del animal. Nadie podía comer de los sacrificios la sangre de los cuales se había llevado al Lugar Santo. Durante el día de expiación, la sangre también llegaba al Santísimo.
iii. Por el pecado de un principal.
Se presentaba un cabrito, la sangre del cual no era llevada al Lugar Santo. En esta ocasión, los sacerdotes sí recibían una porción del sacrificio. Un dato curioso era que después del ritual, las vasijas donde se había cocido la carne debían ser hechas añicos, para que luego no se pudieran utilizar en otra actividad cotidiana y pudieran ser profanadas.
iv. Por el pecado de un israelita cualquiera.
Se utilizaba un procedimiento igual al del pecado de un principal, pero se presentaba una cabrita o una cordera.
v. Por el pecado de toda la asamblea.
Se presentaba un cabrito, y si era por el pecado de un individuo, un cabrito en su primer año. En los casos en que los sacerdotes comían del sacrificio, se consideraba que respondían por el error del pecador.
d) Ofrendas por la culpa.
Similares a las ofrendas por el pecado, pero las diferencia un matiz. En las anteriores el fin era restablecer un derecho y la causa de las ofrendas era un pecado de omisión, es decir, no haber cumplido bien con algo, o no haber tenido en cuenta cierta norma, por ejemplo, mientras que estas se ofrecían cuando se había violado directamente la Ley, con el fin de recuperar una conciencia limpia, recuperar ciertos derechos y satisfacer a Dios por la violación de sus normas. La ley tenía en cuenta las circunstancias que llevaban a cometer el pecado, así que se podía aplicar cierta misericordia para con el pecador, aunque este no escapaba de las consecuencias: Debía indemnizar al perjudicado y presentar una ofrenda por la culpa. También se tenían en cuenta las circunstancias económicas de la persona. En esta ocasión, los sacerdotes comían una porción del sacrificio.
e) Ofrendas de grano.
Podían ser ofrecidas como las primicias del suelo, pero también solían acompañar a las ofrendas quemadas, las ofrendas de comunión y las ofrendas por el pecado. En el último caso, no se les podía añadir aceite ni olíva, ya que no se consideraba un acto gozoso sino de arrepentimiento. También servían como acción de gracias a Dios. Podían ser de flor de harina, de grano tostado, de tortas, en forma de anillo, o galletitas delgadas. Una parte se ponía en el altar, otra la comían los sacerdotes y, en las ofrendas de comunión, también participaban los adoradores.
f) Libaciones.
Especialmente, después de la entrada de los israelitas a la tierra prometida, eran ofrecidas libaciones junto al resto de ofrendas.
g) Ofrendas mecidas.
En estas, el sacerdote aguantaba las manos del que presentaba la ofrenda y las mecía de un lado a otro, o podía ser él mismo quien presentara la ofrenda.
h) Porciones sagradas.
Parte del sacrificio que se “alzaba”, o apartaba, que pertenecía a los sacerdotes. También se traduce la palabra como contribución. Es decir, eran ofrendas dirigidas al sustento de los sacerdotes.
b. El Culto después del cautiverio babilónico.
Durante el exilio en Babilonia, los judíos escriben lo que se conoce como el “Talmud de Babilonia” o Talmud Bavli, mientras que los judíos todavía establecidos en Judea escriben el “Talmud de Jerusalén”. Estos dos manuscritos representan las primeras manifestaciones de la Toráh en forma escrita, y el Talmud de Babilonia es el utilizado actualmente por las comunidades judías. La subsecuente conquista de Babilonia a manos de los persas permitió a muchos judíos regresar a su tierra natal luego de 70 años en el exilio babilónico. Se construyó un nuevo Segundo Templo y se restablecieron antiguas prácticas.
Aunque no existe un cuerpo único que sistematice y fije el contenido dogmático del judaísmo, su práctica se basa en las enseñanzas contenidas en la Toráh, también llamado Pentateuco, compuesto, como su nombre lo indica por cinco libros. La Toráh, es uno de los tres libros que conforman el Tanaj o Antiguo Testamento, inspirados divinamente.
Juega también un papel importante en la práctica religiosa la tradición oral que, según las creencias fue entregada a Moisés junto con la Toráh y conservada desde su época y la de los profetas. La tradición oral rige la interpretación del texto bíblico; la codificación y comentario de esta tradición ha dado origen a la Mishná, al Talmud y a un enorme cuerpo exegético, desarrollado hasta el día de hoy por los estudiosos. El compendio de estos textos forma la denominada Ley Judía o Halajá.
Algunos de los principios sobre los que se basa la religión judía, o que la caracterizan son:
1) El judaísmo se basa en el Tanaj o Antiguo Testamento, compendio de 24 libros que cuenta la historia del hombre y de los judíos, desde la Creación hasta la construcción del Segundo Templo, e incluye también preceptos religiosos, morales y jurídicos; filosofía, profecías y poesía, entre otros. Sus cinco primeros libros, en conjunto conocidos con el nombre de “la Toráh”, son considerados escritos por inspiración divina y por ende sagrados, y su lectura pública en la sinagoga los días lunes, jueves y sábados forma parte fundamental del culto judío, lo que le ha valido al pueblo judío el nombre de “Pueblo del Libro”.
2) La Toráh es la fuente primera de los siete preceptos morales básicos que obligan a todo ser humano como tal, “Los siete preceptos de los hijos de Noé”[270], y de los 613 preceptos religiosos que obligan a los judíos[271]: 365 que imponen abstenerse de acción, uno por cada día del año, y 248 preceptos que obligan positivamente a hacer, uno por cada órgano del cuerpo. Los preceptos bíblicos son comentados, explicados, ampliados e implementados por las diferentes exégesis que plasmaron por escrito las tradiciones orales: La Mishná y el conjunto en el que ésta está incluida: El Talmud.
3) Los preceptos jurídicos, éticos, morales y religiosos que emanan de la Toráh, y que junto a su explicación de la Mishná conforman el cuerpo jurídico principal del judaísmo, el Talmud, son conocidos como la Ley judía o Halajá[272] (הֲלָכָה), cuya fuente compilativa principal y reconocida por los judíos de todo el mundo, además de una riquísima y amplia literatura “halájica” a lo largo de los siglos, es el libro medieval “Shulján Aruj”[273] (שֻׂלְחָן עָרוּךְ). Los mandamientos de la Halajá comandan el ciclo íntegro de la vida judía observante, desde la circuncisión al nacer[274], pasando por la alimentación, la Cashrut[275] (כַּשְׁרוּת), la vida íntima[276], la vestimenta[277], y así todos los hitos principales de la vida del hombre, hasta su muerte.
4) La plegaria más solemne de la religión judía, que plasma la esencia misma de la creencia monoteísta, aparece en el quinto y último libro de la Toráh: “Escucha, Israel: Adonay nuestro Dios es el único Adonay”, שְׁמַע יִשְׂרָאֵל, ה' אֱלֹהֵינוּ, ה' אֶחָד; Shemá Israel, Adonai Eloheinu, Adonai Ejad[278]. Los creyentes la recitan dos veces por día, en las oraciones de la madrugada y del atardecer.
5) La vida judía se rige por un calendario basado en la combinación del ciclo mensual lunar y del año solar, cuyos orígenes se remontan a tiempos bíblicos, y por el cual se rigen las festividades y ritos de la religión hasta el día de hoy.
6) La festividad judía más venerada es el Shabat, del hebreo שַׂבָּת, sábado, “reposo, cese de actividad”[279], considerado sagrado y superado, en solemnidad, solo por el Día del Perdón o Yom Kipur, precisamente llamado también “Sábado de sábados”. Su relevancia en la vida judía es tal que está incluido entre los Diez Mandamientos, que se estiman palabra divina[280].
7) El liderazgo de la comunidad judía tradicional pasó a manos del rabino, persona culta y docta en la Halajá que conduce a sus asistentes no solo en lo espiritual y religioso, celebrando el culto judío, sus festividades y celebraciones, sino que se gana el respeto de su grey como autoridad moral y líder comunitario, brindando consejo, solucionando problemas y solucionando todos los conflictos que pudiesen suscitarse entre sus miembros.
8) El culto judío se celebra en la sinagoga, que sirve tanto de lugar de reunión como de encuentro comunitario, para cuyo fin la adoración en público requiere de un mínimo de diez varones. La sinagoga sustituye en tal función al Templo de Jerusalén, destruido en el año 70 y lugar único de oración y peregrinación hasta su desaparición física. Del mismo modo, los sacrificios rituales que allí se efectuaban fueron reemplazados por sendas plegarias, que el judío piadoso eleva tres veces al día: Al alba, שַׂחֲרִית, Shajarit; por la tarde, מִנְחָה, Minjá; y al anochecer, עַרְבִית, Arvit. En días festivos se agrega una cuarta a media mañana, מוּסָף, Musaf; y solo en Yom Kipur se cierra la celebración con una quinta plegaria, נְעִילָה, Ne'ilá.
9) La religión y el pueblo judío consagraron desde siempre a la tierra de Israel, la tierra sagrada, como uno de sus ejes principales, ya desde sus mismos albores[281], convirtiéndose esta en parte integral de la idiosincrasia judía: El mundo se divide entre la Tierra Santa y todo el resto, llamado diáspora. Así, las sinagogas de todo el mundo se construyen de cara a Israel; los rezos y festividades concuerdan con su clima y sus estaciones; gran parte de los preceptos pueden cumplirse sólo al pisar su suelo, por nombrar algunos pocos. Dentro de la tierra de Israel ocupa Jerusalén un lugar único en la devoción judía, y dentro de la ciudad los restos del Templo de Salomón, el llamado “Muro de los Lamentos”, es considerado el más sagrado de los sitios. Comparten con Jerusalén su condición de santidad, en menor medida, también las ciudades de Hebrón, Safed y Tiberíades.
10) El pueblo judío se identificó desde un principio con la lengua hebrea, considerada “lengua sagrada”, לְשׁוֹן הַקּׁדֶשׁ, leshón hakódesh, en la que están escritas la Toráh y la mayor parte de la literatura judía. Relegada a condición de lengua muerta durante siglos, reservada a la oración, a la literatura y a los textos jurídicos y teológicos, fue recuperada como lengua hablada y modernizada con el resurgir del sionismo y adoptada como lengua oficial del Estado de Israel.
La comunidad judía de Israel fue dominada por varios antiguos imperios. Los asirios fueron seguidos por los babilonios y luego por los persas hasta la conquista por parte de los griegos. Es en esta época cuando estalla una revolución encabezada por Judas el Macabeo en el 135 a. C., que logra colocar a todo el territorio del antiguo Israel nuevamente bajo dominio judío. El reino asmoneo de Judá pasó por último a manos de los romanos.
Es en el año 70 después de Cristo cuando estalla una nueva rebelión y es destruido el Segundo Templo. Muchos habitantes judíos son vendidos como esclavos y esparcidos por los confines del Imperio Romano, proceso que se conoce como la “diáspora”. La historia de Masada demuestra el arrojo de los soldados judíos de la época. Numerosas comunidades judías florecieron en el Imperio Persa Sasánida y en el Imperio Romano.
11) La sinagogas.
El vocablo es conocido en hebreo y en fenicio y es frecuente en nabateo, pero no hay nada que permita determinar cuándo comenzaron a existir las sinagogas. Por lo demás, es viable que la institución se fuese formando poco a poco, bajo la presión de dos factores del judaísmo post exílico: La ley de unidad del santuario se había impuesto, por lo cual parecería no solo legitimo, sino necesario, poseer lugares de oración fuera de Jerusalén; sobre todo, la importancia que se daba a la Ley exigía quizá que fuese leída y enseñada en las comunidades; ahora bien, las sinagogas eran centros de enseñanza tanto o más que de oración. Estos factores intervenían tanto en Palestina como en la diáspora, y al azar de los descubrimientos se debe el que conozcamos en Egipto la primera sinagoga documentada con seguridad.
Durante el reinado de Josafat se refiere la misión confiada a seglares, a levitas y sacerdotes, que debían ir con el libro de la Ley a instruir al pueblo en todas las ciudades de Judá. De todos modos las sinagogas no nos aparecen con plena claridad hasta comienzos de nuestra era: Pero estas sinagogas no pertenecen ya a las instituciones del Antiguo Testamento.
Desde el año 70 de nuestra era, fecha en la que el Segundo Templo de Jerusalén es destruido por el Imperio Romano, la sinagoga pasa a ser el lugar de preferencia para el culto, aunque el judaísmo no emite una preferencia sobre un lugar específico para dicha actividad. En hebreo, la sinagoga se llama Bet haKenéset, בית הכנסת, o “lugar de reunión”.
Los hombres, al entrar a la sinagoga, generalmente se ponen una kipá o yarmulke sobre su cabeza. También se acostumbra utilizar espacios normalmente destinados al estudio para la oración. A los miembros del clero se les llama rabinos o jajamim.
El culto en la sinagoga se desarrollaba según el ritual expuesto a continuación:
a) Invocación: “Invoquemos al Señor nuestro Dios, el Dios de los ejércitos, el que habita por encima de los querubines”.
b) Recitar el Credo: El shema’Israel era recitado con el rostro en dirección a la ciudad de Jerusalén[282] por una persona designada por el presidente. El texto correspondía preferentemente a párrafos de Deuteronomio como por ejemplo 6.4-9 y Números 15.37-41.
c) La oración de las 18 bendiciones: Conocida como Chemone-esreh y comenzaba de la siguiente manera: “Bendito tú, Adonay Dios nuestro y Dios de nuestros padres, Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob; Dios grande, héroe temible, Dios altísimo, Creador del cielo y de la tierra, nuestro escudo y escudo de nuestros padres, nuestra esperanza, de generación en generación. Bendito seas tú, Jehová, escudo de Abraham...”. Esta oración era recitada por los judíos cada día, fuera de la sinagoga.
d) Lectura de las Escrituras: Se hacía de pie[283] por otros miembros escogidos con antelación. Se leía la ley por secciones de manera que los 5 libros de Moisés pudieran ser leídos en un año. Después de la ley, el lector escogía un pasaje de “los profetas”. Jesús escogió leer Isaías 61.1-2. Aproximadamente leían 6 capítulos cada sábado.
e) La Enseñanza: Trataba sobre uno de los pasajes que se había leído[284] y lo aplicaba a la vida diaria. Esta enseñanza no era un elemento obligatorio. Solo tenía lugar si había alguien capacitado que pudiera hacerlo[285]. Jesús y Pablo aprovecharon esta oportunidad que se ofrecía a todo judío para explicar las Escrituras. El predicador se sentaba para dar su mensaje[286]. En tiempos de Jesús, la lectura se hacía en hebreo y la exhortación en arameo.
f) Recitar el Qaddish: Que correspondía a una especie de oración de exaltación a Dios.
g) El canto de los Salmos: En el cual se excluían a las mujeres.
h) La bendición de Aarón: Corresponde a Números 6.24-26 a la que la asamblea respondía “Amén”.
12) Corrientes del judaísmo.
Existen varias doctrinas derivadas del judaísmo. El judaísmo a lo largo de la historia se ha dividido en diferentes grupos, lo que no significa que sus relaciones con diferentes comunidades se pierdan; por el contrario, el judaísmo está muy unido en torno a sus comunidades. Entre ellas:
a) Judaísmo ultra ortodoxo.
También conocido como haredí; no presenta diferencias doctrinales con el ortodoxo, sino una práctica especialmente devota, y su distanciamiento del sionismo. Tiene dos grandes subdivisiones:
i. Jasidismo.
El judaísmo jasídico es un movimiento ultra ortodoxo. El jasidismo fue creado en Polonia a principios del siglo XVIII. Su fundador fue el rabino Israel ben Eliezer, también conocido como el “Baal Shem Tov”. Los seguidores del jasidismo desearon crear un judaísmo más alegre y menos académico. Actualmente están divididos en múltiples tendencias.
ii. Mitnagdismo.
También ultra ortodoxos, los mitnagdím, del hebreo “oponentes”, por el contrario, rechazan algunas posturas del jasidismo, como el estudio intensivo de la parte oculta de la Toráh. Es una corriente más unificada.
b) Judaísmo ortodoxo.
El judaísmo ortodoxo presenta la religión como una unidad, sin corrientes alternas, y como un estilo de vida regido por la Ley Suprema. Afirma que la festividad de pésaj, el shabat y todos los preceptos de la Toráh, tanto la parte escrita como la parte oral, que conforman el comportamiento del judío fueron entregadas por Adonay mismo a Moisés hace unos 3.300 años.
Moisés a su vez enseñó estas leyes a todo el pueblo israelita, que como una sola entidad aceptó cumplirlas antes de saber en qué consisten o el porqué de cada una de ellas, con una disposición única de entidad indivisible. De aquí que se conozca como ortodoxo al judío que cumple con todos los preceptos entregados, siendo que el significado de la palabra ortodoxo es “correcto”.
Considera que las leyes fueron entregadas no solamente a esta generación, sino también dirigidas a todos sus descendientes, y contienen en sí todas las facetas que se puedan pensar que requieran su aplicación. Por ende, todos los avances de la tecnología moderna y la ciencia no hacen obsoleta a ninguna de estas leyes; al contrario, ayudan a su cumplimiento con mayor facilidad.
Afirma que la Toráh no representa un símbolo ni es un conjunto de sermones para el judío, sino un programa de vida, para aplicarse a cada momento. Se basa en el amor al prójimo, enfatizándose en la tolerancia y comprensión y la preocupación por ayudar a todos y cada uno de los miembros de la comunidad, todo esto dentro del cuadro de las obligaciones que impone la Toráh escrita y oral.
c) Judaísmo conservador.
También conocido como judaísmo masortí o tradicionalista, del hebreo masóret, “tradición”. Este movimiento se formó en los Estados Unidos a través de la fusión de dos grupos distintos: Los judíos reformados, que se oponían al rechazo de la ley judía, y los judíos ortodoxos, que se habían alejado de la ley oral. Enfatizan que los judíos constituyen una nación, de la misma manera que una religión y su observancia de la ley es limitada.
Los conservadores no siguen la Ley judía en su totalidad, sino que se inclinan hacia una libre interpretación, no siempre basada en la tradición de los sabios.
d) Judaísmo reformista.
El judaísmo reformista, también llamado “reformado”, “progresista”, “progresivo” y “liberal”, defiende la autonomía individual en lo relativo a la interpretación de los preceptos religiosos. Con todo, entre los judíos reformados existen los siguientes planteamientos:
i. Rechazo de la segregación sexual y defensa de los derechos de la mujer. Hombres y mujeres oran en las sinagogas reformadas de manera conjunta.
ii. Ausencia de integrismo en su interpretación de los preceptos religiosos. Dichos preceptos fueron escritos por personas influidas por su sociedad, y no debe realizarse una interpretación literalista, sino adecuada al contexto.
iii. Fuerte compromiso social.
iv. Consideración del Mesías como símbolo de una sociedad idílica en la que se cumplen los principios de paz y fraternidad, y no como una persona individual que instaurará dicho orden.
e) Judaísmo Caraíta.
Los judíos seculares son aquellos que pertenecen al pueblo judío por ascendencia familiar, en concordancia con las leyes del judaísmo pero sin embargo se esfuerzan poco o nada por practicar las leyes judías. La mayoría de los judíos seculares son indiferentes al judaísmo, el cual forma parte relativamente pequeña de su identidad. Esto último los diferencia de los judíos humanistas seculares.
El judaísmo humanista secular es una corriente que ve al hombre como centro del mundo y de la vida judía, a diferencia de las otras corrientes que subrayan la centralidad de Dios. Para los judíos humanistas seculares la religión y sus leyes no necesariamente deben regir el comportamiento del individuo. Esta corriente destaca los valores humanistas universales, que se basan históricamente en las fuentes judías. Los distintos libros del judaísmo son remarcados como fuentes de inspiración para los conceptos de libertad, justicia, justicia social, solidaridad, respeto y ayuda al prójimo, tolerancia y demás.
Esta corriente, al igual que la reforma, es uno de los intentos de adaptar el judaísmo y compatibilizarlo con las distintas posibilidades de identidades seculares y nacionalistas, que surgen como consecuencia de la Revolución francesa.
13) Festividades judías.
a) La principal festividad judía es el Shabat[287].
b) Yamim Noraim, Los Días Importantes.
i. Rosh Hashaná, “Año Nuevo”, 1 y 2 de Tishrei, primer mes del calendario hebreo.
ii. Yom Kipur, “Día del Perdón”, 10 de Tishrei.
c) Las Pascuas. Las tres Fiestas de Peregrinaje.
i. Sucot, “Fiesta de las Cabañas” o de los “Tabernáculos”, del 15 al 22 de Tishrei.
ii. Pésaj, la Pascua judía, del 15 al 22 de Nisán.
iii. Shavuot, 6 de Siván.
d) Festividades menores.
i. Jánuca, “Fiesta de las Luminarias”, del 25 de Kislev al 2 ó 3 de Tevet.
ii. Tu Bishevat, “Año Nuevo de los Árboles”, 15 de Shevat.
iii. Purim, 14 de Adar.
iv. Lag Ba'ómer, 18 de Iyar.
v. Tu Be'av, “Día del Amor”, 15 de Av.
e) Días de ayuno.
i. Ayuno de Guedaliá, Tsom Guedaliá, 3 de Tishrei.
ii. Ayuno del 10 de Tevet, Tsom asará betevet, 10 de Tevet.
iii. Ayuno de Ester, Ta'anit Ester, 13 de Adar.
iv. Ayuno del 17 de Tamuz, Tsom shiv'á asar betamuz, 17 de Tamuz.
v. Ayuno del 9 de Av, Tsom tish'á be'av, 9 de Av.
4. El Culto en la Iglesia.
Ya en la Iglesia nos encontramos un tipo de culto muy diferente al que vimos en el judaísmo, aunque al principio de esta los apóstoles y discípulos continuaron asistiendo al Templo y continuaron con los rituales judíos.
a. En la Iglesia Primitiva.
El Nuevo Testamento da pocos detalles sobre la forma de las reuniones. Hechos 20, 1 Corintios 11 y 14 son las únicas fuentes un poco detalladas en las Escrituras. El culto cristiano nació de la fusión de la experiencia cristiana en la sinagoga y del Aposento Alto, ambas cosas se convirtieron en la norma del cuto cristiano.
Los cuatro elementos dominantes del culto de los primeros cristianos según Hechos 2.42 fueron:
1) La enseñanza de los Enviados: Profecía, exhortación, palabra de conocimiento, de sabiduría, revelaciones, lenguas interpretadas, evangelización.
2) La comunión fraternal: Es la puesta en común de los bienes espirituales y materiales.
3) El partimiento del pan: Se practicaba en el culto según lo había ordenado el Señor, semanalmente en el culto dominical.
4) Las oraciones: Son el denominador común de los tres cultos, Templo, sinagoga, culto cristiano.
b. Desde el siglo II a la Edad Media.
Durante los primeros siglos el culto se mantuvo muy similar al practicado por los discípulos y los primeros convertidos, pero al pasar el tiempo, con el surgimiento de la organización católica comenzó la introducción de ritos y costumbres terminando en lo que será la misa romana. El pensamiento sacramentalista dominó toda la teología de la Edad media. La salvación por medio del sacramento reemplazó la salvación por la fe. Cuando la transformación católica fue completa, el predicador fue reemplazado por el sacerdote. La Cena del Señor ya no era el servicio evangélico de acción de gracias que se distinguía por el gozo; se había convertido en su sacrificio objetivo del cuerpo y la sangre de Cristo que inspiraba temor. La importancia de esta desviación de la enseñanza y de la práctica del Nuevo Testamento no debería menospreciarse. Representa una línea divisoria en la historia del culto de la Iglesia cristiana. Tuvo por consecuencia la eliminación de casi todo lo que caracterizaba el culto cristiano. Los adoradores se convirtieron en simples espectadores que se limitaban a observar la actividad del sacerdote en el altar. Esto durará hasta la Reforma del siglo XVI, donde se produce el resurgimiento del culto de los primeros cristianos, esto es: Reunirse con sencillez para orar, leer la Palabra, cantar salmos y exhortarse mutuamente, aunque se cometen varios errores más.
c. De la Reforma a nuestros días.
Se produce un despertar en los cristianos y por ende la búsqueda de una verdadera comunión con su Señor. Es así como surgen formas de culto según los territorios, partiendo de Alemania, con la misa alemana la cual terminaría siendo modificada bastante y que es lo que hoy se conoce como el culto luterano. Luego, Calvino hará un escrito en el cual indica algunos principios básicos que deben conservarse en el culto, pero susceptible de ser adaptado según las circunstancias locales. Él mismo modificó posteriormente su orden de culto en el año 1542, el cual se constituyó en la pauta para la base del culto reformado en Suiza, Francia, Alemania, Escocia y los países bajos. Este incluía los siguientes elementos:
1) Lectura bíblica de Salmos 124.8.
2) Confesión de los pecados y oración para pedir el perdón.
3) Lectura de Salmos antifonalmente.
4) Oración de iluminación.
5) Sermón.
6) Colecta, con una oración.
7) Padre nuestro parafraseado.
8) Símbolo de los Enviados.
9) Palabras de institución.
10) Exhortación.
11) Oración de consagración.
12) Comunión, con el canto de Salmos o lecturas bíblicas.
13) Oración después de la comunión.
14) Bendición de Aarón.
John Knox[288] tomó en Ginebra el modelo del culto de Calvino y lo modificó ligeramente dando forma así al culto de la Iglesia Reformada de Escocia. Este esquema sería adoptado posteriormente por las iglesias de Francia, Holanda y Alemania.
Vendrá también el culto anglicano el cual fue un intermedio entre el de Ginebra y el de Roma.
Con el correr de los años las denominaciones comenzaron a realizar transformaciones como:
1) Privilegiar el sermón dándole el lugar central del culto.
2) Volver atrás, pasando de la misa-espectáculo a la cena-comunión de los cristianos.
3) Permitir mayor participación de la asamblea.
4) Se refuerza la comunión reuniéndose al menos tres o cuatro veces a la semana, para ejercitar la enseñanza de Cristo.
5) Los creyentes celebrarían la Cena del Señor, tantas veces como se reunieran, para proclamar la muerte del Señor y su triunfo sobre la muerte.
Encontramos ya en el año 1608, a los anabaptistas de Holanda, celebrando el culto con la siguiente estructura:
1) Oración.
2) Lectura comentada de uno o dos capítulos de la Biblia.
3) Oración
4) Sermón, con una duración de una hora, sobre un texto bíblico.
5) Contribuciones libres de otros miembros.
6) Oración.
7) Ofrenda.
Estas estructuras de culto se mantuvieron hasta el siglo XIX, que es donde nace una tercera forma que se diferencia tanto del culto litúrgico centrado en el sacramento como del culto reformado centrado sobre el ministerio de la Palabra. De esta forma, el culto quita su pensamiento en lo que le agrada a Dios y busca más lo que le agrada al hombre, se vuelve humanista. Esta reforma del culto se llevó a cabo por las iglesias libres que comenzaron a surgir en este siglo, manifestadas fuertemente en Inglaterra y posteriormente en los Estados Unidos, llegando al orden del culto que se vio durante el siglo XX en las denominaciones. Pero a mediados del siglo XX, con el fortalecimiento del pentecostalismo, se presencia el surgimiento de una nueva forma de culto impulsada fuertemente por las “Asambleas de Dios” y otros grupos fuertes que provocan una estampida que sale de las denominaciones más tradicionales para unirse a un culto pandemónico en donde los gritos, cantos acompañados por todos los ritmos musicales que se puedan encontrar, manifestaciones glosolálicas y llenas de emocionalismo, chistes en las predicaciones y sobre todo, una urgencia de parte de los líderes a los demás miembros para que ofrenden todo lo posible y aún lo imposible con el fin de tratar de “comprar el favor de Dios”, que supuestamente les premiará con más dinero y otros milagros.
Después de estudiar qué es la Iglesia, su organización y culto, no nos queda más que preguntarnos si lo que encontramos hoy día bajo el nombre de cristiano tiene algo que ver con la enseñanza bíblica. No vemos en ella casi nada de lo que se practica hoy, pero esto no quiere decir que la Iglesia del Señor ha desaparecido, sino que estamos seguros que alrededor del mundo hay muchas personas que aun sienten el amor por el Señor, Su Palabra y Su Iglesia, y es por estos que está compuesta la Iglesia de Cristo.
[468] Hechos 19.39.
[469] Hechos 7.38.
[470] Salmos 22.2. CD
[471] Mateo 16.18; 18.17.
[472] Hechos 19.32, 41.
[473] Hechos 19. 32. Septuaginta
[474] Mateo 16.18. RV1865
[475] Colosenses 3.11. Ibid
[476] Efesios 1.21. CD
[477] 1 Corintios 12.12-13, 27; Efesios 5.23, 30.
[478] 2 Corintios 11.2; Efesios 5.31-32.
[479] Efesios 2.19-22; 1 Pedro 2.4-5.
[480] 1 Pedro 2.5, 9-10; Hebreos 9.11, 14; Revelación 1.6.
[481] Hechos 2.47; 9.31.
[482] Hebreos 12.22-23.
[483] Juan 17.21; 1 Pedro 2.12; Filipenses 2.15-16.
[484] Hechos 8.1; 11.26; 13.1; 14.23, 27; 15.41; Romanos 16.4-5; 1 Corintios 7.17; 1 Tesalonicenses 2.14.
[485] Hechos 11.22. Ibid
[486] Gálatas 1.13. BAD
[487] Romanos 16.1. Ibid
[488] 1 Corintios 1.2. BL95
[489] Juan 11.52; Efesios 2.13-16; 1 Corintios 12.13.
[490] Juan 17.11, 20-23.
[491] Efesios 4.1-3.
[492] 1 Corintios 3.16-17.
[493] 2 Samuel 20.19; Salmos 87.5; Isaías 54.1.
[494] Revelación 21.2.
[495] Revelación 21.9.
[496] Revelación 12.2,17.
[497] Daniel 7.27.
[498] Hechos 20.17.
[499] Mateo 7.15.
[500] Mateo 15.24.
[501] Mateo 9.36; Marcos 6.34.
[502] Mateo 25.32.
[503] Salmos 74.1; 79.13; 100.3; 7.14.
[504] Salmos 23.1; 90.2; Génesis 48.15; 49.24.
[505] Salmos 77.21.
[506] Mateo 10.7; Lucas 9.2; Mateo 4.17; Marcos 1.15.
[507] Juan 10.10.
[508] Juan 10.11.
[509] Juan 11.15.
[510] Juan 11.28.
[511] Oseas 10.1; 1 Samuel 5.1-7; 27; Salmos 80.9-19; Jeremías 2.21; 5.10; 8.13; 12.10; Ezequiel 15.6; 19.10-14.
[512] Juan 15.1.
[513] Juan 15.5.
[514] Juan 15.6.
[515] Juan 15.5.
[516] Juan 15.4.
[517] Juan 15.9-17.
[518] Juan 15.7.
[519] Juan 15.16.
[520] Juan 10.12; 15.17.
[521] Marcos 8.34; Lucas 22.26; Juan 12.26.
[522] Mateo 12.46-50; Marcos 3.31-35; Lucas 8.19-21.
[523] Juan 1.13.
[524] Juan 1.12.
[525] Romanos 8.29.
[526] Hechos 2.47.
[527] Hechos 2.38.
[528] Hechos 9.17; 19.9.
[529] Joel 2.32; Hechos 2.17.
[530] Hechos 15.16; Mateo 16.18.
[531] Hechos 3.21.
[532] Hechos 24.5, 14; 28.22.
[533] Hechos 2.41–46.
[534] Gálatas 2.9; Hechos 15.6.
[535] Gálatas 1.19; Hechos 12.17.
[536] Hechos 21.20.
[537] Hechos 6.7; 15.5.
[538] Hechos 24.17.
[539] Hechos 4.34–37.
[540] Hechos 6.5.
[541] Hechos 15.1; Gálatas 2.12; 6.12.
[542] Hechos 15.20, 29; 21.21–25.
[543] Hechos 18.22.
[544] Gálatas 1.13; Filipenses 3.6.
[545] Hechos 11.26; 13.1.
[546] Hechos 11.26.
[547] Hechos 11.27.
[548] Gálatas 2.11–12.
[549] Hechos 11.29.
[550] Hechos 13.2. NBLH
[551] Romanos 15.19. CD
[552] Romanos 15.24.
[553] Hechos 19.10; Colosenses 1.7.
[554] 1 Corintios 15.1–4.
[555] 1 Corintios 11.2, 23–25; 7.17; 11.16; 2 Tesalonicenses 2.15.
[556] Hechos 20.7.
[557] Romanos 14.5.
[558] Colosenses 4.15–16; 1 Tesalonicenses 4.10.
[559] 2 Corintios 10.8; 13.10.
[560] 2 Corintios 2.5–10.
[561] Romanos 15.27.
[562] Hechos 2.10.
[563] Hechos 16.6–7.
[564] 1 Pedro 5.1–2.
[565] Efesios 5.23. NBLH
[566] Efesios 4.11. Ibid
[567] Hechos 1.21-22; Efesios 2.20.
[568] Hebreos 3.1.
[569] Lucas 11.49.
[570] 2 Corintios 8.23; Filipenses 2.25.
[571] Marcos 3.14.
[572] Marcos 6.30; Mateo 10.2.
[573] Lucas 6.13.
[574] Marcos 3.14.
[575] Marcos 8.29.
[576] Mateo 16.18.
[577] Hechos 1.22; 2.32; 3.15; 13.31.
[578] Hechos 2.24, 36; 3.26; Romanos 1.4.
[579] Hechos 1.8.
[580] Juan 20.21.
[581] Juan 15.26–27.
[582] Juan 14.26.
[583] Juan 16.13–15.
[584] Juan 2.22; 12.16.
[585] Hechos 2.42; 1 Juan 2.19.
[586] Gálatas 2.9.
[587] Efesios 2.20.
[588] Mateo 19.28.
[589] Revelación 21.14.
[590] Gálatas 2.11.
[591] Hechos 8.14; 19.6.
[592] Hechos 8.14; 11.22.
[593] Hechos 15.6.
[594] Hechos 13.1.
[595] 1 Corintios 12.28.
[596] 1 Corintios 1.14.
[597] Hechos 1.24.
[598] Hechos 1.21–22.
[599] Romanos 1.1; 1 Corintios. 1.1; Gálatas 1.1, 15.
[600] 1 Corintios 15.8.
[601] 1 Corintios 9.1.
[602] 1 Corintios 15.8–11.
[603] 2 Pedro 1.19-21.
[604] Deuteronomio 18.18; Jeremías 1.9.
[605] Isaías 2.2-4.
[606] Jeremías 31.31-34; Hebreos 10.16.
[607] Ezequiel 36.
[608] Isaías 49.5-6; 53.11.
[609] Sofonías 2.3.
[610] Mateo 11.13.
[611] Lucas 24.48–49; Juan 14.26; 15.26–27; Hechos 1.8.
[612] Mateo 10.19–20; Juan 16.12–15.
[613] 1 Pedro 1.10–12.
[614] Hechos 2.1–12.
[615] Hechos 2.18.
[616] Hechos 2.4, 17–18; 10.44–46; 19.6; 1 Corintios 1.5–7.
[617] La Toráh.
[618] Gálatas 3.8.
[619] Lucas 20.1.
[620] Hechos 8.4
[621] 2 Timoteo 4.5
[622] Hechos 8.5, 12, 35, 40.
[623] La Ilíada 1. 263; 2. 243
[624] Hechos 14.23; 15.22; 20.17-18.
[625] Génesis 4.2.
[626] Salmos 23.2.
[627] Amós 3.12.
[628] Ezequiel 34.8; Mateo 18.12.
[629] Génesis 31.39.
[630] Éxodo 22.10–13.
[631] Éxodo 2.17, 19.
[632] Zacarías 11; Nahúm 3.18; Isaías 56.11.
[633] Génesis 49.24; Salmos 23.1; 80.1.
[634] Isaías 40.11.
[635] Jeremías 31.10.
[636] Jeremías 50.6; 51.23; Zacarías 13.7.
[637] Jeremías 49.19; 50.44.
[638] Números 27.17; 1 Reyes 22.17; Marcos 6.34.
[639] Ezequiel 34.23.
[640] Hebreos 13.20; 1 Pedro 2.25; 5.4.
[641] Juan 10.16.
[642] 1 Pedro 5.2-4. NBLH
[643] Juan 10.14.
[644] Strong 1097
[645] Ezequiel 34.2. Ibid
[646] Juan 21.15-17. Ibid
[647] Hebreos 13.17. Ibid
[648] Hebreos 13.17; 1 Pedro 5.2.
[649] 1 Timoteo 4.12. Ibid
[650] 1 Pedro 2.21. Ibid
[651] Strong 1320
[652] Éxodo 36.4; 2 Crónicas 2.7.
[653] Lucas 2.42; Hechos 5.34.
[654] 1 Pedro 4.11; 2 Timoteo 2.15.
[655] Mateo 23.3.
[656] Salmos 119; 97.
[657] Santiago 3.1. NBLH
[658] Mateo 20.18; 2 Timoteo 2.2.
[659] 2 Timoteo 2.15.
[660] Strong 3718
[661] Hechos 17.11.
[662] Strong 350
[663] Marcos 7.33-35.
[197] Hechos 3.8-13; 6.2-6; Romanos 16.1-2.
[198] 1 Timoteo 3.1-7, 8-13, 14-15; Tito 1.5.
[199] Mateo 22.13.
[200] 1 Tesalonicenses 3.2.
[201] Colosenses 1.7, 23, 25.
[202] Hechos 19.22; Filemón 13; Colosenses 4.7; Efesios 6.21.
[203] Romanos 15.25; 2 Corintios 8.4.
[204] Juan 2.5, 9.
[205] Lucas 10.40.
[206] Marcos 1.31.
[207] Marcos 10.45.
[208] Filipenses 1.1.
[209] Romanos 12.7; 1 Pedro 4.11.
[210] 1 Corintios 12.28. RV60
[211] 1 Timoteo 4.6.
[212] Hechos 2.42; 20.7.
[213] Hechos 2.42.
[214] Hechos 2.46.
[215] Hechos 2.47.
[216] Mateo 18.20. Ibid
[217] 1 Corintios 5.4.
[218] Hechos 2.42. Ibid
[219] Hechos 20.7. Nota del Autor: ¿Por qué la mayoría de las denominaciones participan de la Cena del Señor una vez al mes? Esto se le debe a los obispos metodistas, quienes eran los únicos a los que se les permitía realizar esta celebración en su denominación. Cuando el metodismo viene a América, en los nacientes Estados Unidos cada obispo tenía a su cargo cuatro congregaciones, a las que visitaba una vez por mes cada una, a pesar de que John Wesley era partícipe de que la Cena del Señor debía tomarse todos los domingos, y entonces se participaba de la comunión. Esta práctica fue copiada por las demás denominaciones hasta el día de hoy.
[220] 1 Corintios 14.26.
[221] Génesis 4.4-5. La Toráh
[222] 1 Juan 3.12. NBLH
[223] Santiago 2.19. Ibid
[224] Levítico 10.1, Números 3.4.
[225] 2 Samuel 6.3.
[226] 1 Reyes 13.1-3.
[227] 1 Reyes 3.2; 14.23.
[228] Génesis 18.2.
[229] Génesis 18.6-8.
[230] Génesis 22.1-13. La Toráh
[231] Éxodo 3.8. Ibid
[232] 1 Crónicas 23.
[233] 1 Crónicas 25.
[234] Números 6.24-26.
[235] Éxodo 25.8-9.
[236] Éxodo 25.10-20.
[237] Éxodo 25:23-40 y 30:1-10
[238] Éxodo 25:23-30
[239] Éxodo 25:31-40
[240] Éxodo 30:1-10
[241] Éxodo 27:1-8
[242] Éxodo 30:18-21
[243] En Génesis 22 Abraham “sacrifica a su Hijo”; en Génesis 31.54 Jacob hizo un sacrificio en el monte e invitó a sus hermanos a tomar parte. Ellos tomaron parte, e hicieron noche en el monte; en Génesis 46.1 partió Israel con todas sus pertenencias y llegó a Berseba, donde hizo sacrificios al Dios de su padre Isaac.
[244] Génesis 41.45; 47.22.
[245] Génesis 14.18-20.
[246] Números 8.9-10.
[247] Números 27.15-23.
[248] Éxodo 29.7; 40.12-15; Levítico 8.12.
[249] Levítico 21.6.
[250] Números 8.14.
[251] Por ejemplo: no pueden asociarse a un duelo (Levítico 21.1-6); no casarse con una mujer prostituida o repudiada (Levítico 21.7); llevarán vestiduras especiales para entrar en el santuario, se abstendrán de vino y de bebidas que embriagan (Levítico 10.8-11).
[252] Deuteronomio 33.4, 8-10.
[253] Números 27.21.
[254] 1 Samuel 14.41-42.
[255] Esdras 2.63.
[256] Deuteronomio 33.10. La Toráh
[257] Miqueas 3.11. BAD
[258] Jeremías 18.18. BL95
[259] Ezequiel 7.26. CAB
[260] Oseas 4.6.
[261] Miqueas 2.7.
[262] Números 1.50; 3.6.
[263] Éxodo 6.19; Números 3.20; Deuteronomio 10.8.
[264] 1 Crónicas 25; 26.1-19.
[265] Se queja Amós del culto sin justicia: Amós 5.21-24.
[266] Esdras 2.43-58.
[267] Éxodo 38.8. La Toráh
[268] NBLH.
[269] Esdras 2.64-65.
[270] Génesis 9:1-7
[271] 613 mitzvot
[272] El Camino.
[273] La mesa servida.
[274] Génesis 17.10.
[275] Levítico 19.19.
[276] Levítico 12.1-8.
[277] Levítico 19.19.
[278] Deuteronomio 6.4. La Toráh
[279] Génesis 2.2-3.
[280] Éxodo 20.8-11, Deuteronomio 5.12-15.
[281] Génesis 12.7.
[282] 1 Reyes 8.48.
[283] Lucas 4.16.
[284] Marcos 1.21; Lucas 4.20; 6.6; Juan 6.59; 18.20.
[285] Hechos 13.15.
[286] Lucas 4.20.
[287] El sábado.
[288] 1505 – 1577.
Jesús se refirió solo en dos ocasiones a la Iglesia[471]. En contraste, la expresión Reino de Dios aparece un centenar de veces en los Sinópticos. Pero debe quedar en claro que Iglesia y Reino, en el lenguaje de Jesús, significan lo mismo. La identidad de la Iglesia en el Nuevo Testamento es paradójica. Es al mismo tiempo un movimiento histórico y un testimonio a la humanidad. A la vez santa y pecadora, se mantiene en tensión dinámica entre su realidad histórica y la anticipación escatológica, entre experiencia y fe, esperanza y experiencia, forma y esencia, presencia y señal del Reino. Sin embargo, estas tensiones no se pueden divorciar del ámbito más amplio de la misión de Dios en el mundo, ni de los diversos contextos históricos culturales en que la iglesia se desenvuelve en el Nuevo Testamento y a lo largo de su historia.
A. ¿Qué es?
En los estados griegos recibía este nombre la asamblea de los ciudadanos, convocada por un heraldo para tratar y decidir los asuntos públicos[472]. La acepción más frecuente de la palabra “iglesia”, del griego ἐκκλησία y del latín ecclesia, está referida al conjunto o congregación de los cristianos, ya sea de modo total o particular. Iglesia es referente a un cuerpo vivo. Pero el sustantivo ἐκκλησία posee una doble herencia de significado en la Biblia:
1. En el ámbito del mundo europeo occidental helenístico no cristiano, como apuntamos antes, denotaba una asamblea o reunión de ciudadanos congregados en razón de una convocatoria pública, generalmente el llamado de un mensajero oficial o heraldo, para asuntos usualmente de orden político, y se entiende de esta manera en pasajes bíblicos como el de Hechos: “αλλοι μεν ουν αλλο τι εκραζον ην γαρ η εκκλησια συγκεχυμενη και οι πλειους ουκ ηδεισαν τινος ενεκεν συνεληλυθεισαν”. “Otros, en tanto, otra cosa gritaban, porque estaba la iglesia confusa; y los más no sabían a qué se habían reunido”[473].
2. En algunos pasajes del Nuevo Testamento se combinan ambas ideas, la hebrea y la griega, o solo una de ellas, dando por eso profundo y complejo significado a las palabras de Jesús de Nazaret a Simón Pedro recogidas en el Evangelio según san Mateo: κἀγὼ δέ σοι λέγω ὅτι σὺ εἶ Πέτρος, καὶ ἐπὶ ταύτῃ τῇ πέτρᾳ οἰκοδοµήσω µου τὴν ἐκκλησίαν, καὶ πύλαι ᾅδου οὐ κατισχύσουσιν αὐτῆς. “Y yo también te digo que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y puertas de infierno no prevalecerán contra ella”[474].
En otros idiomas distintos al castellano, los orígenes etimológicos de Iglesia son diferentes, por ejemplo en las lenguas germánicas, como el alemán y el inglés, las palabras kirche y church, proceden del griego popular bizantino κυρικη, kyrikē, que significa “referente al Señor”.
En otros pasajes de la Biblia, particularmente en las epístolas paulinas, se utiliza Iglesia para designar aquello que los cristianos han definido a lo largo de su historia como “cuerpo místico de Cristo” o, toda la comunidad universal de los creyentes.
Así ocurre, por ejemplo, en la Epístola a los Efesios donde Pablo explica el eterno propósito redentor de Dios realizado en una Iglesia en la que participan tanto judíos como no judíos, personas de todas las naciones, tanto esclavos como hombres libres, etc. Un versículo de la Epístola a los Colosenses deja muy clara esta idea, una Iglesia...“οπου ουκ ενι ελλην και ιουδαιος περιτομη και ακροβυστια βαρβαρος σκυθης δουλος ελευθερος αλλα τα παντα και εν πασιν χριστος”. “donde no hay heleno y judío, circuncisión y prepucio, bárbaro, escita, siervo y libre, sino el todo y en todo, Cristo”[475].
Entonces, la Iglesia sería el conjunto de todos los cristianos, congregados en virtud de la fe común y del sacrificio de Cristo en la cruz, por medio del cual han llegado a ser salvos y así adoptados como hijos de Dios, y la acción regeneradora del Espíritu Santo. Todos los sumergidos conforman un solo cuerpo con Cristo a la cabeza: La Iglesia entonces es “el cuerpo místico de Cristo”: “Ahora bien, vosotros sois el cuerpo de Cristo, y cada uno es miembro de ese cuerpo”; “Porque el esposo es cabeza de su esposa, así como Cristo es cabeza y salvador de la iglesia, la cual es su cuerpo”. “Dios puso todo bajo el mando de Cristo y lo escogió como máxima autoridad de todo para bien de la iglesia. Cristo llena todo con su presencia, y en la iglesia se muestra todo lo que él es”[476].
Cristo es la Cabeza, el Jefe del Cuerpo de la Iglesia[477]; es el Esposo celestial, que se ha unido tan íntimamente a ella que los dos ya no son más que una sola carne[478]. Es la piedra del ángulo del Templo del Señor, cuyas piedras vivas son los creyentes individuales edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas[479]. Cristo es asimismo el Sumo Sacerdote que encabeza el real sacerdocio constituido por todos los miembros de la Iglesia[480].
Es “universal” por cuanto todos los hijos de Dios de todos los países y procedencias forman parte de ella[481], comprendiendo también a todos los rescatados ya recogidos en el Señor[482]. Si bien en cierto sentido es “invisible”, compuesta por todos aquellos cuyos nombres están registrados en los libros del cielo, y no podemos ver, es al mismo tiempo “visible”, pues se halla en la tierra manifestada por medio de miembros vivos y activos, para que el mundo pueda ver su amor fraternal, constatar sus buenas obras, y comprender su fiel testimonio del Señor[483]. Asimismo, es también “local”, ya que en el Nuevo Testamento la comunidad cristiana de cada localidad era considerada como una iglesia, lo que permite emplear asimismo el término “iglesias”[484].
En algunos pasajes de la Biblia su uso en singular hace referencia a una congregación local y específica, como es el caso del relato en Hechos de los apóstoles con respecto a la Iglesia de Jerusalén: ηκουσθη δε ο λογος εις τα ωτα της εκκλησιας της εν ιεροσολυμοις περι αυτων και εξαπεστειλαν βαρναβαν διελθειν εως αντιοχειας. “La noticia de estos sucesos llegó a oídos de la iglesia de Jerusalén, y mandaron a Bernabé a Antioquía”[485].
Pero en otros pasajes Pablo parece utilizar el vocablo para referirse a un conjunto de congregaciones: ηκουσατε γαρ την εμην αναστροφην ποτε εν τω ιουδαισμω οτι καθ υπερβολην εδιωκον την εκκλησιαν του θεου και επορθουν αυτην. “Vosotros ya estáis enterados de mi conducta cuando pertenecía al judaísmo, de la furia con que perseguía a la iglesia de Dios, tratando de destruirla”[486].
A pesar de todo, debemos decir que las Escrituras hacen poca distinción entre el singular y el plural, por eso, del mismo modo, Iglesia puede hacer referencia a una reunión de creyentes en un hogar, como es el caso de la mencionada en la epístola a los Romanos: και την κατ οικον αυτων εκκλησιαν ασπασασθε. “Saludad igualmente a la iglesia que se reúne en su casa”[487].
O bien podía ser una reunión de creyentes en una sola ciudad, como los destinatarios de 1 Corintios: τη εκκλησια του θεου τη ουση εν κορινθω ηγιασμενοις εν χριστω ιησου κλητοις αγιοις συν πασιν τοις επικαλουμενοις το ονομα του κυριου ημων ιησου χριστου εν παντι τοπω αυτων τε και ημων. “A la Iglesia de Dios que está en Corinto: a ustedes que Dios santificó en Cristo Jesús. Pues fueron llamados a ser santos con todos aquellos que por todas partes invocan el Nombre de Cristo Jesús, Señor nuestro y de ellos”[488].
Pero, la unidad de la Iglesia es una de sus principales características, ya que es un don de Dios y un milagro conseguido por la obra de la Cruz y de Pentecostés, reuniendo en uno solo a los hijos de Dios que estaban esparcidos[489]. Así se cumple la oración intercesora de Cristo, pidiendo para los suyos una perfecta unidad de naturaleza, semejante a la del Padre y el Hijo[490]. La base séptuple de esta unidad queda indicada en Efesios 4.4-6; esta unidad existe entre aquellos que adoran y sirven a Dios, que han venido a ser miembros del cuerpo de Cristo, la Iglesia, por don del Espíritu, teniendo la sola fe que salva y la esperanza viva del retorno de Cristo. Fuera de esta base, es ilusoria toda búsqueda de unidad. De todas maneras, no tenemos que hacer, ni organizar la unidad, que es espiritual, mediante nuestros esfuerzos, sino guardarla en el vínculo de la paz[491]. Esto demanda un constante esfuerzo de los creyentes, y debe llevarnos a la confesión de que todos hemos pecado gravemente a este respecto[492].
A la Iglesia se le dan diferentes nombres figurativos:
1. La novia, esposa virgen, madre.
Las tres imágenes tienen matices propios, pero todas ellas se derivan de la misma representación antiguo testamentaria de la nación o del pueblo como una mujer de la que son hijos los creyentes, el pueblo[493] o de la que Dios mismo es novio y esposo.
En las cartas paulinas, la Iglesia como novia está presente solo en 2 Corintios 11.2. Más conocido es Efesios 5.24-32, donde la relación de la mujer con el marido se equipara a la de Cristo con la Iglesia bajo diferentes aspectos, aunque su verdadera realidad sigue siendo todavía un “misterio” calificado como “grande”. En Revelación, la Jerusalén escatológica, la “nueva”, “bajada del cielo del lado de Dios” y “dispuesta como una esposa ataviada para su esposo”[494], se representa como desposada no de Dios, sino del Cordero[495]. En Gálatas 4.26, en el conjunto de la alegoría de 4.21-5.1, Pablo ve en Sara el símbolo del Nuevo Pacto, de la comunidad de los creyentes o Iglesia; identificándola con la “Jerusalén celestial”, la llama “nuestra madre”: la ciudad celestial es aquella que engendra a los creyentes, que son sus hijos y sus testigos en la tierra[496].
2. El rebaño.
“No temas, pequeño Rebaño, porque el Padre de ustedes ha querido darles el Reino”: El reino de los santos, el escatológico[497]. “Yo los envío como a ovejas en medio de lobos: sean entonces astutos como serpientes y sencillos como palomas”, ese rebaño es enviado en medio de asaltantes que intentarán dispersarlo, como dirá más tarde Pablo en Mileto[498]. Otros enemigos, otros lobos se vestirán incluso ovejas para dañar al rebaño desde dentro[499]. El mismo Jesús se considera el enviado las ovejas perdidas Israel[500]; pastor que acude en ayuda las ovejas perdidas[501] y que tendrá que ser herido, según la profecía Zacarías 13.7; Mateo 26.31; pastor que tendrá también la función juez, puesto que al final los tiempos se colocará entre las ovejas y las cabras para pronunciar la sentencia eterna[502].
Esta imagen es bastante elocuente: Los creyentes en Jesús son ahora objeto de las atenciones que el Antiguo Testamento describía en relación con el rebaño Israel. En el Antiguo Testamento era Dios el que guiaba el rebaño de su pueblo, unas veces de forma directa[503] e incluso asumiendo el título de “pastor”[504], y otras veces guiándola “por mano de Moisés”[505] o de otros. Ahora, en cumplimiento de Ezequiel 34.23, Jesús es el nuevo pastor, y los suyos en tanto se llamarán y serán pastores en cuanto que reciban de él la misión, anunciando como él la venida del reino[506].
Juan 10 destaca sobre los demás textos en cuanto a la imagen del rebaño. En realidad, más que el rebaño, es el pastor el que se encuentra en el centro de la atención; sin embargo, de rechazo, se dice mucho sobre el rebaño, y la parábola-alegoría pasa de ser cristológica a ser igualmente eclesiológica. El rebaño recuerda al de Ezequiel 34.3, oprimido e instrumentalizado por los intereses de personas indignas, a las que se opone y sustituye Jesús, mediante el cual el rebaño “tendrá la vida” y la tendrá “en abundancia”[507]. Efectivamente, él, y no los otros, es el “buen pastor”[508], tan amante de su rebaño, que es también “rebaño del Padre”, que “da su vida por las ovejas”[509], lo cual se transforma para ellas en “vida eterna”, de manera que “no perecerán jamás”[510]. Todo esto garantiza al rebaño la continua presencia del Padre y del Hijo, la seguridad de permanecer en Dios, y se refiere además a las ovejas “que no son de este redil”, es decir, a las que provienen del mundo pagano: Todas ellas formarán “un solo rebaño” bajo “un solo pastor”.
3. La vid.
La vid o la viña, encuentra ya una discreta presencia en el Nuevo Testamento en las parábolas antes mencionadas. La viña, aclara Mateo 21.43, es “el reino de Dios”. Esta imagen se articula y resulta fecunda ya en el Antiguo Testamento[511]. Las atenciones de Dios para con su pueblo no tienen límite, lo mismo que su amor y su fidelidad. También los castigos tienden a avivar la conciencia del pueblo en cuanto elegido y amado por Dios, rodeado de atenciones y de ternura sin límites.
La alegoría de la viña, o mejor de la vid, alcanza su forma más expresiva en Juan 15.1-6 con el apéndice eventual de los versículos que siguen y que en cierto modo le hacen eco. “Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador”[512]. La alegoría carece de ambigüedad; es aclarada por el que la propone: “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos”[513]; y se completa en los personajes que la animan. La Iglesia está unida a Cristo, lo mismo que el sarmiento a la vid; por la Iglesia corre la savia vital de Cristo, vive la misma vida de Cristo. El estar separado de Cristo, es la muerte, la perdición, “el fuego”[514]; unidos a él, damos “mucho fruto”[515]; más aún, la relación con Cristo, a diferencia de lo que sucede entre el sarmiento y la vid, es recíproca: “Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes”[516], como para indicar que la figura de la vid no es más que una imagen, y que la realidad que intenta transmitir es mucho más profunda. Se trata realmente del amor eficaz de Cristo a su Iglesia[517], según la voluntad y la obra salvífica querida por el Padre. Un amor que garantiza la escucha de toda plegaria[518] que se exprese en nombre del Hijo[519]; un amor que pasa primero por entre el Padre y el Hijo, luego une al Hijo con los suyos y, finalmente, los califica a éstos por el intercambio mutuo del mismo amor[520].
Mientras que a los miembros de la Iglesia se les denomina de diferentes maneras en las Escrituras:
1. Los creyentes o los fieles.
Estos dos términos son bastante frecuentes y equivalentes: Son las diversas formas del verbo pistéuo, que se usa con diversos matices. Se pone de relieve la confianza que el hombre tiene en Jesús, haberlo acogido en la propia vida como orientación y elemento vital de la propia existencia.
2. Los discípulos.
Este término pone de manifiesto que la vida del cristiano recoge las características del propio maestro, Jesús Señor, copiando su existencia[521]. Al mismo tiempo se insinúa la mera funcionalidad del apóstol y del didáskalos, se confirma la presencia constante y activa en la tierra del Señor en quien se cree, sino que se guarda siempre como presente en uno mismo durante toda la vida, la cual se pertenece y del cual se recibe la salvación.
3. Los hermanos.
Es el apelativo quizá más frecuente entre los cristianos, unas 100 veces. Ciertamente se observa en él la influencia hebrea. “Hermanos” de Jesús son los creyentes que le acogen y que cumplen la voluntad del Padre[522], nacidos también de Dios[523] e hijos del Padre[524], de manera que toda la comunidad cristiana resulta ser una verdadera “comunidad de vuestros hermanos”, de los que Jesús es el “primogénito” gracias a la resurrección[525].
4. Los salvados.
Más que el término[526], es la idea de salvación la que está difundida en todas partes. Se comprende a la luz del Antiguo Testamento y de las esperanzas escatológicas ligadas al mesianismo, configuradas, por tanto, en Jesús Mesías y constituido Señor en la resurrección; los que lo aceptan y se hacen suyos, recibiendo el sumergir en agua en su nombre[527] pueden llamarse “los salvados”.
5. El Camino.
El uso absoluto del “Camino” para indicar la comunidad de los creyentes es una característica de los Hechos[528]. Al designar a la Iglesia como “el Camino” y al definirse como “los del Camino”, los cristianos intentan representar gracias a su fe ese modo de ser y de obrar que asegura la salvación. “El camino de Dios” es el que se identifica con el cristiano.
6. Los santos.
Teológicamente esta denominación se relaciona con todo lo que el Antiguo Testamento decía del “pueblo santo”, de la “asamblea santa”, de los “santos” en relación con el culto, etc. Es lógica la conexión de esta denominación con Dios el santificador, con Cristo santificador y, especialmente, con el Espíritu Santo, al que se atribuye la santificación en particular.
7. Los elegidos.
Término relacionado con la santidad; sirve para subrayar hasta qué punto la Iglesia y sus miembros son el fruto de la libre voluntad divina que actúa en ellos.
8. Los llamados.
Toda la vida del cristiano está bajo el signo del llamado; la misma raíz verbal vincula la “llamada” con la “Iglesia” o convocación, asamblea reunida para el culto de Dios.
9. Los que invocan el nombre del Señor.
De Hechos 2.21. Expresa la “salvación” mediante Jesús Señor. El acento recae bien en la unidad de fe y la identidad de “credo”, bien en la adhesión del hombre de cualquier hombre al plan salvífico de Dios.
10. Los cristianos.
Derivado del nombre Christós, “Ungido” o Mesías, describe a los “cristianos” como los que acogen al Mesías, es decir, los indica como “Mesianistas”. La comunidad manifiesta también así su propio convencimiento escatológico respecto al mundo.
B. ¿Dónde y cuándo fue constituida?
1. Jerusalén.
La iglesia en el sentido cristiano apareció primeramente en Jerusalén después de la ascensión de Jesús, en el día de la fiesta de Pentecostés. Se componía del grupo de discípulos de Jesús, predominantemente galileos, juntamente con los que respondieron a la predicación de los apóstoles en Jerusalén. Sus miembros se consideraban el remanente elegido de Israel, destinado a hallar la salvación en Sión[529], y como el tabernáculo de David, restaurado, que el mismo Jesús había prometido edificar[530]. Jerusalén era, pues, el escenario divinamente señalado para los que esperaban el cumplimiento final de todas las promesas de Dios[531]. Visto externamente, el grupo de creyentes bautizados revestía las características de una secta dentro del judaísmo. Se la denominó “secta de los nazarenos” por un orador profesional[532], mientras que sus propios adherentes dieron el nombre de “el Camino” a la fe que profesaban. Fue más o menos tolerada por el judaísmo durante los treinta o más años de su existencia en Judea, excepto cuando las autoridades judaicas se sintieron molestas por su fraternización con las iglesias gentiles en el extranjero. No obstante, debe tenerse presente el carácter esencialmente judío de la iglesia en Jerusalén. Sus miembros aceptaban las obligaciones impuestas por la Ley, y el culto del Templo. La creencia que los distinguía era la de que Jesús de Nazaret era el Mesías de Israel, que Dios mismo había certificado esta verdad al levantarlo de entre los muertos después de haber sufrido por la redención de Israel, y que “el día del Señor, grande y manifiesto”, estaba ya por llegar, y culminaría con la aparición final del Mesías en juicio y gloria.
Las prácticas que los distinguían incluían el sumergir en agua en el nombre de Jesús, asistencia regular a las sesiones de instrucción organizadas por los Enviados, y la “comunión” de casa en casa, lo que Lucas describe como “el partimiento del pan y… las oraciones”[533]. Los primeros dirigentes de la Iglesia fueron los doce apóstoles, especialmente Pedro y Juan, pero esto pronto fue reemplazado por ancianos nombrados en la forma habitual entre los judíos, con Jacobo, el hermano de Jesús, como presidente[534]. La presidencia de este último se extendió durante casi toda la vida de la iglesia en Jerusalén, quizás ya desde la década del treinta[535], hasta su ejecución, aproximadamente, alrededor de 62 d.C. Es muy posible que esto haya ocurrido en relación con las concepciones mesiánicas de la Iglesia.
“El Trono de David” constituía una esperanza mucho más literal entre los judíos fieles que lo que comúnmente pensamos, y Jacobo era, además “de la casa y familia de David”. Eusebio informa que un primo de Jesús, Simeón hijo de Cleofas, sucedió a Jacobo en la presidencia, y que se dice que Vespasiano, después de la captura de Jerusalén en el 70 d. C., ordenó la búsqueda de todos aquellos que pertenecieran a la familia de David, a fin de que no quedara entre los judíos ni un solo miembro de la familia real.
La Iglesia se hizo numerosa[536], llegando a incluir entre sus miembros a sacerdotes y fariseos[537]. En sus comienzos incluyó también a muchos helenistas, judíos de habla griega de la dispersión, que llegaban como peregrinos a ciertas fiestas, o que por distintos motivos se encontraban transitoriamente en Jerusalén. A menudo estos judíos eran más pudientes que los de Jerusalén, y manifestaban su piedad llevando “limosnas a su nación”[538]. Cuando la Iglesia adoptó la práctica de la ayuda mutua, un benefactor típico fue Bernabé, natural de Chipre[539], y cuando se hizo necesario nombrar una comisión para atender la distribución para los necesitados, los siete elegidos, a juzgar por sus nombres, eran helenistas[540]. Aparentemente fue a través de este elemento helenista que el Evangelio desbordó los estrechos límites del cristianismo judaico, creando nuevas corrientes en territorios extranjeros.
Esteban, uno de los siete, tuvo una discusión en una sinagoga helenista de Jerusalén, de la que posiblemente era miembro Saulo de Tarso, y fue acusado ante el sanedrín de haber blasfemado contra el Templo y la ley de Moisés. Su defensa demuestra sin lugar a dudas una actitud liberal hacia la inviolabilidad del Templo, y la persecución que se desencadenó después de su muerte quizás haya estado dirigida contra este tipo de tendencias entre los creyentes helenistas, antes que contra el cristianismo de los apóstoles, que era respetuoso de la Ley, los que se quedaron en Jerusalén cuando otros fueron “esparcidos”. Felipe, otro de los siete, llevó el Evangelio a Samaria, y después de sumergir a un eunuco extranjero cerca de la antigua ciudad de Gaza, siguió predicando por la costa hasta que llegó a la ciudad de Cesarea, predominantemente pagana, donde muy pronto encontramos a Pedro aceptando a los gentiles no circuncidados para ser sumergidos.
Es importante notar que fueron helenistas los que se dirigieron de Jerusalén a Antioquía y allí predicaron a los gentiles, sin hacer ninguna estipulación referente a la ley mosaica. Después de Esteban, parece ser que el elemento helenista desapareció de la Iglesia de Jerusalén, prevaleciendo su carácter judaico. Algunos de sus miembros no estaban de acuerdo en que el Evangelio fuera ofrecido a los gentiles, sin la correspondiente obligación de guardar la ley, y se encaminaron a plantear su punto de vista a las nuevas iglesias[541]. Sin embargo, la Iglesia de Jerusalén oficialmente dio su aprobación, no solamente a la misión de Felipe en Samaria, y al bautismo de Cornelio en Cesarea, sino también a la política de la nueva Iglesia en Antioquía y sus misioneros. En el 49 d.C., aproximadamente, se consultó formalmente a un consejo de la Iglesia de Jerusalén en cuanto a las exigencias que debían cumplir “los gentiles que se convierten a Dios”. En esa oportunidad se resolvió que, aunque los creyentes judíos, por supuesto, seguirían circuncidando a sus hijos y guardando toda la Ley, estos requisitos no debían imponerse a los creyentes gentiles, si bien a estos últimos se les pediría que hiciesen ciertas concesiones a determinados escrúpulos de los judíos, porque favorecerían la confraternización a la mesa entre los dos grupos, y que cumpliesen la Ley en lo relativo a la pureza sexual[542]. La forma de proceder refleja la primacía de Jerusalén en asuntos de fe y moralidad. Sin lugar a dudas, durante toda la primera generación fue “la iglesia” por excelencia[543]. Esto se nota en la actitud de Pablo[544], que la trasmitió a sus iglesias. Su última visita a Jerusalén en 57 d.C., aproximadamente, la hizo como reconocimiento de esta primacía espiritual. Fue recibido por “Jacobo… y todos los ancianos”, quienes le recordaron que los numerosos miembros de la Iglesia “todos son celosos por la ley”. Por más escrupulosos que fuesen, sin embargo, esto no evitó que cayera sobre ellos la sospecha de no ser leales a la esperanza nacional de los judíos. Jacobo “el Justo” fue judicialmente asesinado por instigación del sumo sacerdote, aproximadamente, alrededor de 62 d.C.
Cuando estalló la guerra con Roma en 66 d.C., la iglesia en Jerusalén llegó a su fin. Según Eusebio, sus miembros se trasladaron a Pela en la Transjordania. Posteriormente se dividieron en dos grupos: Los nazarenos, que, aunque ellos mismos guardaban la Ley, adoptaban una actitud tolerante hacia los creyentes gentiles, y los ebionitas, que heredaron el punto de vista judaizante de sumisión a la Ley. Los cristianos de épocas posteriores incluyeron a los ebionitas entre los herejes.
2. Antioquía.
Los creyentes de Jerusalén no podían arrogarse la exclusividad del término ekklesia, a pesar de la asociación del mismo con el Antiguo Testamento, y la congregación mixta, de creyentes judíos y gentiles, que se formó en Antioquía a orillas del Orontes también se comenzó a llamar sencillamente “la iglesia” de dicho lugar[545]. Además, Antioquía, y no Jerusalén, sirven de modelo de la “nueva iglesia” que habría de surgir en todas partes del mundo. Fue fundada por judíos helenistas. Aquí, también, los creyentes fueron por primera vez apodados cristianos por sus vecinos gentiles[546]. Antioquía vino a ser el trampolín para la extensión del Evangelio en todo el Levante. La figura clave al principio fue Bernabé, que quizás fuera él mismo helenista, pero que al mismo tiempo gozaba de la plena confianza de los dirigentes de Jerusalén, quienes lo enviaron a investigar. Se lo menciona primeramente entre los “profetas y maestros”, que son los únicos funcionarios que se mencionan como existentes en esa iglesia. Fue él quien buscó a Saulo, el fariseo convertido, en Tarso. Bernabé también dirigió dos expediciones misioneras a su propio país, Chipre, y con Pablo realizó las primeras incursiones en el Asia Menor. Había importantes lazos entre Antioquía y Jerusalén. De Jerusalén iban profetas a ministrar la Palabra en Antioquía[547], así como también Pedro mismo y delegados de Jacobo[548], sin olvidar a los visitantes farisaicos mencionados en Hechos 15.1. Por su parte, Antioquía manifestaba su comunión con Jerusalén enviando socorro en tiempos de hambre[549], y más tarde solicitó asesoramiento a la iglesia de Jerusalén para la solución de la controversia legal. Los principales profetas de la iglesia incluían a un africano de nombre Simeón, a Lucio de Cirene, y a un miembro del séquito de Herodes Antipas. Se ha sostenido que el autor de los Hechos era oriundo de Antioquía. Pero la Iglesia de Antioquía adquirió renombre por el hecho de haber obedecido al Espíritu Santo cuando encomendó a Bernabé y a Saulo diciendo: “Aparten a Bernabé y a Saulo para la obra a la que los he llamado”[550].
3. Las iglesias iniciadas por Pablo.
Aunque es evidente que Pablo y Bernabé no fueron los únicos misioneros de la primera generación, conocemos muy poco de los trabajos de los demás, incluidos aquí los doce Enviados. Pablo, sin embargo, sostuvo haber predicado el Evangelio “desde Jerusalén y sus alrededores hasta Iliria”[551], y sabemos que inició iglesias al estilo de la de Antioquía en las provincias del sur de Asia Menor, Macedonia, y Grecia, en Asia occidental, donde adoptó como base la ciudad de Éfeso, y, según se desprende de la epístola a Tito, también en Creta. No sabemos si inició iglesias en España[552]. En todas partes adoptaba como centro alguna ciudad, desde donde él o sus acompañantes alcanzaban otras ciudades de la provincia[553]. Donde fuera posible, Pablo se valía de la Sinagoga judía como punto de partida, y predicaba allí en calidad de rabino mientras le daban la oportunidad de hacerlo. Con el tiempo, sin embargo, fue surgiendo una ekklesia aparte, constituida por convertidos judíos y gentiles, cada una con sus propios ancianos nombrados, por el Enviado o su delegado, de entre los creyentes responsables de mayor edad. La familia representó un papel importante en la formación de estas iglesias. El Antiguo Testamento griego fue la Sagrada Escritura de todas estas iglesias, y la clave de su interpretación estaba indicada en ciertos pasajes selectos, juntamente con un resumen claramente definido del evangelio mismo[554]. Otras “tradiciones” relativas al ministerio la enseñanza de Jesús fueron encomendadas a las iglesias[555], con pautas definidas de instrucción ética respecto a las obligaciones sociales y políticas. No se sabe quién administraba regularmente el Sumergir en agua, o presidía en la Cena del Señor, aunque se mencionan ambas ordenanzas. Tampoco se sabe a ciencia cierta con cuánta frecuencia o en qué días se congregaba la Iglesia. La reunión en Troas “el sábado por la noche”[556] podría ser un modelo, y si así fuera serviría de apoyo para el punto de vista de que la utilización del “primer día de la semana” o el “primer día después del sábado”; o “el domingo”, para la asamblea cristiana comenzó simplemente utilizando las horas nocturnas que seguían a la terminación del sábado, recordando que los judíos tenían como uso el contar los días desde las 6 p.m., de uno a las 6 p.m., del otro, por lo que si se reunían el sábado en la noche, para ellos lo estaban haciendo el domingo.
Pero no está claro si existía o no una Iglesia en Troas; esta ocasión puede haber sido sencillamente la despedida de los compañeros de viaje de Pablo, y la hora puede haber sido la más adecuada para los preparativos en relación con el viaje. El primer día, sin embargo, no puede haber sido observado como el sábado judío, pues no era feriado para los gentiles, y Pablo no aceptaba ninguna regla obligatoria respecto a los días que debía guardar para el Señor[557]. Los creyentes judíos deben haber seguido observando muchas costumbres que no eran compartidas por los miembros gentiles. La descripción más completa de lo que se hacía cuando se congregaban las iglesias la tenemos en 1 Corintios 11–14. No había ningún vínculo formal entre las iglesias que Pablo había iniciado, aunque sí había ciertas afinidades naturales entre las iglesias de una misma provincia[558]. Se esperaba que todas se sometieran a la autoridad de Pablo en lo concerniente a la fe, esto explica el papel de las epístolas de Pablo, y las visitas de Timoteo; pero esa autoridad era espiritual y no restrictiva[559]. La administración y la disciplina en cada iglesia eran autónomas[560]. Ninguna iglesia ejercía superioridad sobre otra, aunque todas reconocían que Jerusalén era la fuente de “bienes espirituales”[561], y las colectas que se hacían para los santos en esa ciudad daban testimonio de este reconocimiento.
4. Otras iglesias
El origen de las otras iglesias mencionadas en el Nuevo Testamento es cuestión de inferencias. Había creyentes judíos y gentiles en Roma ya para el 56 d.C., aproximadamente, cuando Pablo les escribió su epístola. En el día de Pentecostés[562] estaban presentes “romanos aquí residentes”, tanto judíos como prosélitos, y en la lista de saludos en Romanos 16 se menciona uno destinado a dos creyentes “muy estimados entre los apóstoles”, Andrónico y Junias, parientes de Pablo que se convirtieron antes que él, que bien podrían haber sido quienes llevaran el Evangelio a Roma, pero no es algo seguro. Ciertos “hermanos” salieron a recibir a Pablo y sus acompañantes cuando se dirigían a Roma, pero nuestro conocimiento de la iglesia en esa ciudad, de su composición y del lugar que ocupaba, es una cuestión problemática.
De la salutación con que comienza 1 Pedro se desprende que hubo un grupo de iglesias a lo largo de la costa sur del mar Negro y el territorio correspondiente: Ponto, Galacia, Capadocia, Asia y Bitinia; integradas por miembros judíos o judeo gentiles. Esta es la región a la que Pablo no pudo entrar[563], lo que podría indicar que fueron escenario de la labor de otro, quizás de Pedro mismo. Pero leyendo la epístola no se descubre con claridad nada concreto respecto a dichas iglesias. La tarea de la supervisión y la responsabilidad de “apacentar la grey” en cada lugar estaba en manos de ancianos[564].
Con esto se agota nuestro conocimiento de cómo se fundaron determinadas iglesias en la época neo testamentaria. Del libro de Revelación se puede conocer algo más acerca de las iglesias del Asia occidental. Se cree que se deben haber fundado iglesias cuando menos en Alejandría y la Mesopotamia, y posiblemente aun más al oriente, en el curso del siglo I, pero de esto no hay pruebas indudables.
De la vida y la organización de las iglesias en general sabemos muy poco, con excepción de Jerusalén, y este último caso no era típico. Sin embargo, lo poco que conocemos deja ver que la unidad de las mismas estribaba en el Evangelio mismo, en la aceptación de las escrituras antiguo testamentarias, y en el reconocimiento de Jesús como “Señor y Cristo”. Las diferencias en cuanto al gobierno de las iglesias, las distintas formas que adoptaba el ministerio, los esquemas conceptuales, y el nivel de logros morales y espirituales, probablemente fueran mayores de lo que generalmente se concibe en nuestros días. Ninguna de las iglesias neo testamentarias, ni todas ellas conjuntamente, ejerce autoridad alguna sobre nuestra fe en los días actuales. Esta autoridad divina pertenece exclusivamente al evangelio apostólico tal como aparece en el conjunto de las Escrituras.
1. Organización.
Una pregunta que siempre se hace de forma inevitable y como automática: ¿Dónde está sede central de la Iglesia y quién es el Jefe? La Biblia debe responder a esto y lo hace directamente: “…Cristo es cabeza de la iglesia, siendo El mismo el Salvador del cuerpo”[565].
La cabeza de la “Iglesia Cristiana Universal” es Cristo Jesús y no algún hombre que quiera arrogarse ese cargo. Tampoco existe una Iglesia que sea la Sede Central del Cristianismo. Interesante es notar que quienes tienen sistemas de esa clase esperan que sus miembros reemplacen su manera de entender las doctrinas bíblicas con la interpretación de los dirigentes de la iglesia o el credo de la denominación. Esto viola la obra del Espíritu Santo, que guía a todos los creyentes a toda verdad.
Cristo designó a individuos para que fueran dirigentes de su grey, no para que mandaran u obligaran a otros a obedecer. Los dirigentes de la Iglesia no han de mandar, sino servir. Han de adiestrar y preparar el cuerpo de Cristo para el servicio. “Y El dio a algunos el ser apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, a otros pastores y maestros, a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo”[566].
2. Enviados.
En la Iglesia del Nuevo Testamento los Enviados ejercieron un papel que era, en un sentido, irrepetible[567]. Los Enviados fueron considerados como los jefes de la Iglesia primitiva y depositarios directos de la tradición cristiana. Eran tenidos en gran respeto, pero ninguno de ellos ejerció primado infalible y supremo. Aunque hay varias tradiciones respecto a la vida, trabajos y fin que tuvo cada uno de los apóstoles, después de lo narrado en Hechos, nada se sabe de ello a punto fijo. El “Credo de los Apóstoles” no fue escrito por ellos, pero se llama así porque encierra en compendio las doctrinas principales que profesaba la Iglesia primitiva, basándose en las enseñanzas apostólicas.
El término griego apostolos aparece más de ochenta veces en el Nuevo Testamento, principalmente en los escritos de Lucas y Pablo. Deriva de un verbo muy común, apostello, enviar, pero en el griego no cristiano, después de Herodoto en el siglo V a.C., se registran pocos casos de su uso con el significado de “persona enviada” y en general significa “flota” o quizás ocasionalmente “almirante”.
El sentido de “enviado, mensajero” puede haber perdurado en el lenguaje popular; por lo menos casos aislados en la LXX y Josefo sugieren que este significado se aceptaba en círculos judíos. Solo con la llegada de la literatura cristiana, sin embargo, adquirió importancia. En el Nuevo Testamento se lo aplica a Jesús como el Enviado de Dios[568], a los Enviados por Dios a predicar a Israel[569], y a los que fueron enviados por las iglesias[570]; pero por encima de todo, se lo aplica en forma absoluta al grupo de hombres que mantuvo la suprema dignidad en la iglesia primitiva. Como apostello parece significar con frecuencia “enviar con un propósito determinado”, a diferencia del neutro pempo, lo más lógico es que apostolos probablemente sea “alguien que es comisionado por Cristo”.
a. El origen del apostolado.
Resulta esencial para la comprensión de todos los Evangelios tal como los hemos recibido la elección por Jesús de un grupo de doce hombres tomados de un grupo mayor de sus seguidores, cuyo propósito era el de estar con él, predicar, y tener la autoridad necesaria para curar y exorcizar[571]. La única ocasión en que Marcos emplea la palabra “apóstol” es en oportunidad del exitoso regreso de los Doce de una misión de curación y predicación[572]. Esta misión preparatoria es una reproducción en miniatura de lo que en el futuro les tocaría en el mundo más amplio. De esta preparación preliminar indudablemente regresan como verdaderos “apóstoles”. No hay nada incongruente, en consecuencia, en que Lucas, que habla de los “apóstoles” en 9.10; 17.5; 22.14; 24.10, declare que Jesús mismo[573] les confirió el título.
b. Las funciones del apostolado.
La primera especificación de Marcos en cuanto a la elección de los Doce es que “estuviesen con él”[574]. No es accidental que el punto divisorio del Evangelio de Marcos haya sido la confesión apostólica del mesianismo de Jesús[575], o que Mateo agregase a esto el dicho de la “Roca” acerca de la confesión apostólica[576]. La función primaria de los Enviados era la de testificar de Cristo, y su testimonio estaba basado en años de conocimiento íntimo, experiencias adquiridas duramente, e intensa preparación.
Este es un complemento de su ampliamente reconocida función de testificar sobre la resurrección[577]; porque la significación especial de la resurrección está, no en el hecho en sí, sino en su demostración, en el cumplimiento de la profecía, de la identidad del Jesús que fue muerto[578]. El haber sido testigos de la resurrección de Cristo los convirtió en testigos eficaces de su persona, y él mismo los comisiona para que sean sus testigos en todo el mundo[579].
Esa misma comisión introduce un factor de profunda importancia para el apostolado: La venida del Espíritu. Es curioso que este hecho haya sido tratado más completamente en Juan 14–17, evangelio que no utiliza el término “apóstol” para nada. Este es el gran discurso por el que se comisiona a los Doce apostello y pempo se utilizan sin distinción; la comisión que reciben de Jesús es tan real como la que Él recibió de Dios[580]; deben dar testimonio sobre la base de su larga relación con Jesús, mas el Espíritu da testimonio de Él[581]. Él les recordará las palabras de Jesús[582], y los guiará a toda la verdad, promesa que a menudo se ha pervertido al extenderse su referencia primaria más allá de los Enviados, y les hará ver la era que vendrá, la de la Iglesia, y la gloria de Cristo[583]. En el cuarto Evangelio tenemos algunos ejemplos de este procedimiento, en los que la significación de las palabras o acciones se recuerda solamente después de la “glorificación” de Cristo[584]. Vale decir que el testimonio de los Enviados con respecto a Cristo no quedó librado a sus impresiones o recuerdos, sino a la guía del Espíritu Santo, de quien también es dicho testimonio: Hecho de importancia en la valoración del testimonio apostólico que registran los Evangelios.
Por ello los apóstoles constituyen la norma en cuanto a doctrina y comunión en la Iglesia del Nuevo Testamento[585]. En sus propios días se los consideraba “columnas”[586]. La Iglesia está edificada sobre el fundamento de los apóstoles y profetas[587]; que probablemente se refiere al testimonio del Antiguo Testamento. Los Enviados son los asesores en el juicio mesiánico[588], y sus nombres están grabados en las piedras angulares de la ciudad santa[589].
La doctrina apostólica, sin embargo, que tiene su origen en el Espíritu Santo, constituye el testimonio compartido de los Enviados, y no un privilegio de algún individuo en particular. Podía darse el caso, se deduce, de que el principal Enviado traicionase un principio fundamental que él mismo ya hubiera aceptado, y que fuese corregido por un colega[590].
Los autores de los Evangelios sinópticos, como ya hemos notado, consideran el episodio de Marcos 6.7 y lugares paralelos como una representación en miniatura de la misión apostólica, y se incluían las tareas de curar y exorcizar, tanto como la de predicar. La facultad de curar, y otros dones espectaculares, como la profecía y las lenguas, reciben corroboración abundante en la Iglesia apostólica, y están relacionados, como el testimonio apostólico, con la dispensación especial del Espíritu Santo; pero faltan totalmente en la Iglesia del siglo II en adelante; los escritores de la época hablan de ellos como cosas del pasado, o sea de la era apostólica, justamente. Incluso en el Nuevo Testamento no vemos señales de la manifestación de estos dones, excepto en los casos en que intervienen los Enviados. Aun cuando haya habido previamente una fe genuina, es únicamente en presencia de los Enviados que se manifiestan estos dones del Espíritu Santo[591].
Por contraste, el Nuevo Testamento tiene menos que decir que lo que podríamos esperar en cuanto a los Enviados como dirigentes de la Iglesia. Constituyen el criterio de prueba de la doctrina, son los proveedores de la auténtica tradición acerca de Cristo: Delegados apostólicos visitan las congregaciones que reflejan nuevas orientaciones para la Iglesia[592]. Pero los Doce no nombraron a los siete; el consejo de Jerusalén estaba formado por un gran número de ancianos, además de los Enviados[593]; y los Enviados colaboraron con los “profetas y maestros” de la iglesia de Antioquía[594]. La administración o gobierno de la Iglesia dependía de un don distintivo[595], normalmente ejercido por ancianos locales; los apóstoles eran, en virtud de su mandato, elementos móviles. Tampoco ocupaban un lugar prominente en la administración del culto[596].
c. Requisitos
Resulta evidente que el requisito esencial de un apóstol es el llamamiento divino, la comisión dada por Cristo. En el caso de los Doce, esta les fue encargada durante su ministerio terrenal. Pero no es menos evidente este sentido de la comisión divina en el caso de Matías: Dios ya ha elegido al apóstol[597], aun cuando todavía no se conoce su elección. No se menciona ningún acto de imposición de manos. Se supone que el apóstol será alguien que haya sido discípulo de Jesús desde la época del bautismo de Juan hasta la ascensión. Sera alguien que tenga conocimiento del curso completo que siguieron el ministerio y la obra de Jesús[598]. Y, naturalmente, debe ser específicamente testigo de la resurrección.
Pablo insiste igualmente en que fue comisionado directamente por Cristo[599]. De ningún modo deriva su autoridad de los otros Enviados; al igual que Matías, fue aceptado por ellos, no nombrado por ellos. No llenaba las condiciones de Hechos 1.21, pero la experiencia en el camino a Damasco fue resultado de una de las apariciones vinculadas con la resurrección[600], y por ello podía afirmar que había “visto al Señor”[601]; por lo tanto era testigo de la resurrección. Tenía conciencia de que su pasado, como enemigo y perseguidor más bien que como discípulo, era diferente del de los otros Enviados, pero se cuenta a sí mismo como uno de ellos y los relaciona con su propio Evangelio[602].
d. El número de Enviados.
“Los Doce” es la nominación normal de los Enviados en los Evangelios, y Pablo lo utiliza en 1 Corintios 15.5. El acierto del simbolismo es evidente, y reaparece en lugares tales como Revelación 21.14. El episodio de Matías está relacionado con la necesidad de rehacer el número de los Doce. Pero también resulta igualmente clara la seguridad que tiene Pablo en cuanto a su propio apostolado.
Lo cierto es que el apostolado de Pablo es muestra clara de que el único que puede dar un ministerio es Dios, a diferencia de los muchos “ministros” que hoy día dicen tenerlo.
e. Continuidad.
Implícito en el apostolado está la comisión de ser testigos, mediante palabras y señales, del Cristo resucitado y de su obra consumada. Este testimonio, basado en la experiencia única del Cristo encarnado, y dirigido por una dispensación especial del Espíritu Santo, proporciona la auténtica interpretación de Cristo, y desde entonces ha sido determinante para la Iglesia. Por su misma naturaleza dicho ministerio no podía repetirse ni trasmitirse, así como no podrían trasmitirse las experiencias históricas subyacentes a los que nunca habían conocido al Señor en carne, o no fueran objeto de una aparición posterior a su resurrección. Los orígenes del ministerio cristiano y la cuestión de la sucesión en la iglesia de Jerusalén escapan al cometido de este estudio; pero, si bien el Nuevo Testamento nos muestra que los Enviados se ocupaban de que existiese un ministerio local, no hay indicios de la trasmisión de las funciones característicamente apostólicas a ningún integrante de dicho ministerio.
Tampoco era necesaria tal trasmisión. El testimonio apostólico se mantuvo en la obra perdurable de los Enviados, y en lo que adquirió carácter normativo para las épocas posteriores, o sea su forma escrita en el Nuevo Testamento. No se ha hecho sentir la necesidad de una renovación de esta función, ni de sus dones especiales ya que se trataba de una función vinculada con la colocación de los fundamentos.
2. Profetas.
Un profeta es básicamente un vocero de Dios, un mediador entre Dios y los hombres que le comunica a estos la Palabra de Dios, que ha recibido de Él ya que la palabra profeta deriva del griego “profétes”, cuyo significado etimológico es el de “hablar en nombre de”, “ser portavoz” de otro, y traduce a su vez en la literatura bíblica el término hebreo nabi´. El término bíblico “nabi” significa uno que habló, actuó o escribió bajo la extraordinaria influencia de Dios para dar a conocer sus consejos y voluntad. Como apoyo a su función primaria que es hablar en nombre de Dios, un profeta también podía ser inspirado por Dios para predecir eventos futuros y así hacer su proclamación creíble.
Cuando un profeta hablaba en calidad de tal, era inspirado por el Espíritu Santo[603] y por tanto libre de todo error. No obstante, el profeta no era una marioneta ni un simple repetidor de lo que ha recibido. Por el contrario, retenía su propia voluntad, inteligencia y pensamientos mientras comunicaba fielmente lo que Dios quería decir. Dios ponía palabras en boca de los profetas[604].
Por los profetas, Dios formó en su pueblo en la esperanza de la salvación, en la espera de una Alianza nueva y eterna destinada a todos los hombres[605], y que sería grabada en los corazones[606]. Los profetas anunciaban una redención radical del pueblo de Dios, la purificación de todas sus infidelidades[607], una salvación que incluiría a todas las naciones[608]. Serían sobre todo los pobres y los humildes del Señor[609] quienes mantendrían esta esperanza. Las mujeres santas como Sara, Rebeca, Raquel, Miriam, Débora, Ana, Judit y Ester conservaron viva la esperanza de la salvación de Israel.
a. ¿Puede haber profetas en la actualidad?
Ya que Jesucristo es la plenitud de la revelación, ¿puede haber profetas hoy? Juan el Bautista es el último de los profetas del Antiguo Testamento[610], aunque no hay escritos, igual que el profeta Elías, que haya dejado. No hay otro después de él.
Cristo prometió a los discípulos que después de su ascensión les enviaría al Espíritu Santo, que les daría poder para testificar acerca de Él en el mundo, y que testificaría con ellos[611]. Es evidente que esto incluye la inspiración profética[612].
Al principio los Enviados y los que predicaban el Evangelio lo hacían en el poder del mismo Espíritu Santo que inspiró las predicciones de los profetas del Antiguo Testamento para anunciar anticipadamente los sufrimientos y la gloria venideros de Cristo[613]. Por eso no nos sorprende que cuando el Espíritu Santo descendió en Pentecostés, el resultado inmediato incluye manifestaciones del habla[614], y en su explicación Pedro cita Joel 2.28–32, en donde vemos que un resultado importante de la derramamiento del Espíritu Santo en toda carne es que “profetizarán”, lo que incluye, no solamente palabras proféticas, sino también visiones y sueños[615].
En esa época, cuando los cristianos recibieron inicialmente el poder del Espíritu Santo, las manifestaciones más comunes parecen haber sido el don de hablar en otros lenguajes y el de profetizar[616]. No resulta claro si los que así hablaron bajo la inspiración del Espíritu conservaron esta facultad en todos los casos, o si fue simplemente una manifestación inicial que confirmaba su recepción del Espíritu como en el caso de los setenta ancianos, cuyo paralelo antiguo testamentario más cercano lo encontramos en Números 11.25, pasaje según el cual profetizaron solamente cuando el Espíritu descendió sobre ellos al principio, “pero ya no volvieron a hacerlo más”[617].
Después de esto, sabemos que por el sumergir en agua somos dotados de la gracia para ejercer el don profético, necesario para proclamar el Evangelio. Participamos así de la misión de Jesucristo. Esta misión profética es proclamar el cumplimiento de la promesa en Jesucristo, como lo hizo Pedro en la fiesta Pentecostés que se narra en Hechos 2.
El profeta auténtico después de Cristo no revela una nueva verdad sino que proclama la verdad ya revelada por Cristo, pero muchas veces olvidada. El profeta descubre la confusión del mundo y revela el verdadero curso de la historia en Jesucristo.
3. Evangelistas.
La palabra que se traduce “evangelista” en el Nuevo Testamento es un sustantivo tomado del verbo euangelizomai, “anunciar noticias”, y generalmente se traduce como “predicar el evangelio”. El verbo es muy común en el Nuevo Testamento, y se aplica a Dios[618], a nuestro Señor[619], a los miembros ordinarios de la iglesia[620], como también a los Enviados en sus viajes misioneros.
El sustantivo “evangelista” aparece tres veces solamente en el Nuevo Testamento. Pablo exhorta a Timoteo a hacer la obra de evangelista[621]; es decir, a hacer conocer los hechos del Evangelio. Timoteo había acompañado al Enviado en sus viajes misioneros. Pero resulta claro, por los mandatos que le dio en las dos cartas que le dirigió, que su tarea, cuando el Enviado escribía, era mayormente local.
En Hechos 21.8 se describe a Felipe como “el evangelista”. Felipe había sido elegido como uno de los “siete” en Hechos 6, y después de la persecución de Esteban ocupó un lugar prominente en la predicación del evangelio en zonas no evangelizadas[622]. Si bien los Enviados eran evangelistas, no todos los evangelistas eran a Enviados, como ocurre con Felipe y Timoteo. Esta distinción se confirma en Efesios 4.11, donde la función de “evangelista” se menciona después de la de “apóstol” y “profeta”, y antes de la de “pastor” y “maestro”. De este pasaje resulta claro que el don de evangelista era un don distintivo dentro de la Iglesia cristiana; y si bien todos los cristianos indudablemente cumplían esta sagrada tarea, en tanto que se les presentaba la oportunidad, había algunos que fueron preeminentemente llamados y capacitados por el Espíritu Santo para ella.
Además de pregonar las buenas nuevas de salvación y guiar a los incrédulos al conocimiento del Señor, el evangelista es el que establece nuevas congregaciones.
4. Pastores y maestros.
El término hebreo para pastor es el participio ro´eh, y el griego poimen. El cuidado del prójimo puede ser político o espiritual. Homero y otros escritores seculares frecuentemente llamaron pastores a los reyes y gobernantes[623], uso que se refleja, en metáforas más profundas en Ezequiel 34. También se les denomina obispos, que en griego significa “supervisores” o ancianos[624].
La responsabilidad del pastor literal era, y sigue siendo, considerable; además, es tan antigua como Abel[625]. Tiene que hallar pastos y agua en tierra seca y pedregosa[626], proteger a sus ovejas de las condiciones climáticas y de bestias peligrosas[627], y recobrar los animales extraviados[628]. El pastor a cargo de rebaños estaba obligado a restituir cualquier animal extraviado[629], a menos que pudiera demostrar claramente que las circunstancias escapaban a su previsión y control[630]. Idealmente el pastor debía ser fuerte, devoto y abnegado, como lo fueron muchos de ellos. Pero a veces había rufianes en una profesión honorable[631], e inevitablemente algunos pastores fallaban en el cumplimiento de sus tareas[632].
Tal es el honor del llamado, que frecuentemente el Antiguo Testamento pinta a Dios como el Pastor de Israel[633], tierno en su solicitud[634], pero capaz de desparramar al rebaño en su ira, o volver a juntarlo una vez que lo ha perdonado[635]. A veces la nota predominante es el juicio, cuando los pastores humanos y las ovejas reciben por igual condenación y castigo[636]. Bien pueden temblar estos pastores infieles al tener que comparecer ante el Señor[637]. A veces hay una nota de compasión cuando las ovejas han sido abandonadas por aquellos que tenían la responsabilidad de apacentarlas[638].
La Escritura destaca la seria responsabilidad que tienen los dirigentes humanos hacia quienes los siguen. Uno de los capítulos más solemnes del Antiguo Testamento es la denuncia de los falsos pastores en Ezequiel 34. Estos han preferido llenar sus estómagos en lugar de ocuparse de sus ovejas; han matado y esparcido por provecho propio a aquellos que se les había confiado; lamentablemente han dejado de cumplir su tarea pastoral específica; por ello Dios volverá a juntar a las ovejas y juzgará a sus pastores. Más aun, va a nombrar a un solo pastor[639]. Esto se interpreta críticamente como la unión de los reinos del norte y el sur, pero concuerda mucho mejor con el Cristo que se espera.
En el Nuevo Testamento la misión de Cristo es la del Pastor, o mejor el Gran Pastor[640]. Juan 10 lo explica en detalle, capítulo que merece compararse con Ezequiel 34. Los puntos principales que destaca Juan son: La iniquidad de los que se infiltran dentro del rebaño; el uso de la puerta como la marca del verdadero pastor; la familiaridad de las ovejas con la voz del jefe que les ha sido asignado; las enseñanzas sobre la persona de Cristo, a quien se compara con la puerta; se lo compara con el buen pastor y se lo contrasta con el asalariado, que huye cuando se presenta el peligro. Juan hace notar también la relación entre Cristo, sus seguidores, y Dios; la reunión de las “otras ovejas” en “un rebaño”[641]; y el rechazo de los que no son verdaderas ovejas de Cristo.
De acuerdo con el uso neo testamentario del término pastor, este tiene la misma función en la Iglesia que el anciano, presbítero y obispo. Las tres palabras se refieren a un mismo ministerio.
Pedro nos enseña en su primera epístola cómo poder atender correctamente a las vidas que Dios puso al cuidado de los pastores: “…pastoreen el rebaño de Dios entre ustedes, velando por él, no por obligación, sino voluntariamente, como quiere Dios; no por la avaricia del dinero (no por ganancias deshonestas), sino con sincero deseo; tampoco como teniendo señorío sobre los que les han sido confiados, sino demostrando ser ejemplos del rebaño. Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores (el Pastor Supremo), ustedes recibirán la corona inmarcesible (que jamás se marchitará) de gloria”[642].
a. Conocer a las ovejas[643].
“Conocer” viene del griego “ginosko” que significa “Estar tomando en conocimiento, venir a saber, reconocer y entender totalmente”[644], esto implica que el pastor debe conocer a las ovejas de la congregación que tiene a cargo, y las ovejas deben reconocerlo, desarrollando una estrecha relación personal.
b. Apacentar.
Lo primero que le es encomendado al pastor maestro es la labor de alimentar el alma y corazón de sus alumnos, la palabra griega Poimaino, significa alimentar, suplir lo necesario y también gobernar.
Ante la ineficiencia de los pastores de Israel, el Señor les reclamó: “Hijo de hombre, profetiza contra los pastores de Israel; profetiza y di a los pastores: 'Así dice el Señor DIOS: "¡Ay de los pastores de Israel que se apacientan a sí mismos! ¿No deben los pastores apacentar el rebaño?”[645]. Por ello, luego el Señor le dice a Pedro: “Simón, hijo de Juan, ¿Me amas más que éstos?" "Sí, Señor, Tú sabes que Te quiero," Le contestó Pedro. Jesús le dijo: "Apacienta Mis corderos.” Volvió a decirle por segunda vez: "Simón, hijo de Juan, ¿Me amas?" "Sí, Señor, Tú sabes que Te quiero," Le contestó Pedro. Jesús le dijo: "Pastorea Mis ovejas." Jesús le dijo por tercera vez: "Simón, hijo de Juan, ¿Me quieres?" Pedro se entristeció porque la tercera vez le dijo: "¿Me quieres?" Y Le respondió: "Señor, Tú lo sabes todo; Tú sabes que Te quiero"[646].
c. Cuidar.
La palabra utilizada por Pedro para cuidar fue: Episkopeo que quiere decir “Inspeccionar, supervisar cuidadosamente”. Tanto el pastor como el maestro deben “velar por sus almas, como quienes han de dar cuenta”[647]. No es mero hecho de dar una enseñanza, sino que esta sea enriquecedora y que pueda ser asimilada por la oveja.
Una de las cosas que implican el tener cuidado de los alumnos es la disciplina correcta, esto es “no por fuerza”, sino en base al amor.
Tampoco debe ir el pastor pensando en ganancias deshonestas, cuidando de no poner sus ojos en “la lana de las ovejas”, sino más bien “en la oveja misma” con todos sus problemas.
d. Velar y dar cuenta de las almas de las ovejas[648].
El Señor pide a los pastores que pastoreen su rebaño, velando por él, no por obligación sino voluntariamente, no esperando una recompensa, sino por amor, para agradar al amado, ya que el pastor dará cuenta a Dios de las ovejas que Él puso a su cuidado.
e. Gobernar.
Se dice que existe una diferencia entre las cabras y las ovejas, las cabras no obedecen a la voz de su pastor como las ovejas. Muchas iglesias parecen más bien un rebaño de cabritas. El pastor necesita el carácter balanceado de Cristo, es decir su bondad, ternura, mansedumbre, gentileza y su firmeza, justicia y severidad. Se ha dicho que el líder que no predica con el ejemplo no tiene la autoridad moral para demandar obediencia de sus subordinados, el apóstol Pablo le expresó a Timoteo la necesidad de una vida y conducta ejemplar: “No permitas que nadie menosprecie tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, fe y pureza”[649].
El Señor es nuestro líder y cabeza de la Iglesia y en su caminar nos dejó un ejemplo a imitar, tal como Pedro escribió: “Porque para este propósito han sido llamados, pues también Cristo sufrió por ustedes, dejándoles ejemplo para que sigan Sus pasos”[650]. La manera de ser maestros y pastores ejemplares, será siguiendo las pisadas de Cristo, manifestadas en su Santa Palabra. Pero el problema es si es pastor no conoce correctamente las pisadas de Cristo narradas en su Palabra, o bien si no hay una vida consagrada para andar en pos de Él.
Ha existido una duda en cuanto a si el ministerio del pastor es diferente al del maestro o si son uno solo. Probablemente sean uno solo, debido a que el pastor está obligado a ser uno que sabe enseñar.
La palabra griega “didaskalos”, significa “un instructor” “enseñar”[651], y es traducida en la Biblia en español, como “maestro”. En el Antiguo Testamento el término maestro puede referirse a menudo a un artesano, experto en su especialidad[652], pero en el Nuevo Testamento es un título que por lo general indica uno que enseña, o sea, un instructor. En tiempos después al cautiverio las escuelas eran las sinagogas y los maestros eran frecuentemente los escribas o “doctores de la Ley”[653].
Los maestros se deben ocupar de la enseñanza, en la exposición inteligente de la verdad por el Espíritu Santo, y ello no deja lugar a la mente y opinión del hombre. Debe enseñar la doctrina que ha aprendido y delinear la Palabra de Dios[654], así mismo, debe vivir lo que enseña, no como los fariseos[655]. Aman la Palabra[656], su lengua es como punzón de escribiente para grabar la Palabra de Dios en los corazones del pueblo, explican los misterios de Dios de una manera sencilla. Aunque también hay una advertencia clara en la Biblia: “Hermanos míos, que no se hagan maestros muchos de ustedes, sabiendo que recibiremos un juicio más severo”[657].
Las funciones del maestro:
a. Hacer discípulos[658].
Es tomar a una persona interesada en las Escrituras y ayudarle a que pueda entenderlas y así que aprenda a trazar bien la sana doctrina.
b. Trazar bien la doctrina apostólica[659].
El término “trazar bien” se traduce de la palabra griega “orthotomeo” que denota la acción de cortar recto[660]. La responsabilidad del maestro es trazar bien la Palabra, ya que eso repercutirá en los oyentes. El peligro de una mala enseñanza es que el oyente se pierda, pues aunque la doctrina no salva, muchos pueden perderse por las doctrinas malas.
c. Enseñar a discernir la doctrina[661].
El término “discernir” se deriva del griego “anakrino” que significa: Examinar, escudriñar, distinguir o separar[662]. El maestro debe desarrollar en los oyentes la capacidad de examinar, saber distinguir entre la mala y la buena doctrina.
d. Abrir los oídos para escuchar la sana doctrina[663].
Una de las funciones del maestro es abrir los oídos con la finalidad de que el oyente adquiera la capacidad de recibir la buena semilla del Evangelio y así se convierta en discípulo de Jesucristo.
Los resultados de una iglesia bien apacentada y entrenada son formidables. Así lo vemos en Efesios 4.13-16. Podemos hacer una lista de ellos:
a. Hay unidad de fe.
Uno de los frutos es que la Iglesia camina hacia la unidad. Esto es algo que hay que cultivar trabajosamente.
b. Cada uno llega a conocer mejor a Cristo.
El “conocimiento del Hijo de Dios” es una realidad vivencial. No conoce a Cristo aquel que acumuló mucha información al respecto. Conoce a Cristo aquel que “quiere hacer su voluntad”, aquel que “oye su voz, es conocido por él, y le sigue”.
c. Surge un ser humano “concluido”.
Los integrantes de la familia de Dios crecen a la estatura de Cristo, “el varón perfecto”. Una humanidad recreada a la imagen de Cristo.
d. Hay estabilidad de convicciones y cosmovisión.
Los miembros dejan de ser inestables, fluctuantes y dependientes como niños. Son “inmunizados” contra falsas doctrinas humanas y diabólicas.
e. Los miembros crecen a medida que siguen la verdad en amor.
Hay quienes han luchado por la “verdad” pero sin amor. Otros predican un “amor” sin convicciones firmes.
f. Cristo, la cabeza, coordina al cuerpo.
La iglesia funciona como un cuerpo. “Todo bien concertado”, “Armonioso”. Como una orquesta, con diferentes instrumentos musicales, que tocan una pieza musical.
Pero no cualquiera puede ser pastor y maestro, sino que debe cumplir con los 15 requisitos bíblicos que encontramos en las epístolas de Pablo a Timoteo y Tito:
1 Timoteo 3.1-7 Tito 1.6-9
a. Irreprochable a. Irreprensible
b. Marido de una sola mujer b. Marido de una sola mujer
c. Sobrio c. Justo
d. Prudente d. Prudente
e. De conducta decorosa e. Amante de lo bueno
f. Hospitalario f. Hospitalario
g. Apto para enseñar g. Debe retener la palabra fiel que es conforme a la enseñanza
h. No dado a la bebida h. No dado a la bebida
i. No pendenciero i. No pendenciero, no iracundo
j. Amable j. No obstinado
k. No contencioso k. Dueño de sí mismo, santo
l. No avaricioso l. No amante de ganancias
deshonestas.
m. Que gobierne bien su casa m. Que tenga hijos creyentes, no
acusados de disolución ni de
rebeldía
n. Debe gozar también de una buena n. No debe ser un recién
reputación entre los de afuera de la Iglesia. convertido.
Un análisis a “ojo de pájaro” sobre estos quince requisitos nos dejan ver que:
a. El pastor y maestro debe ser irreprochable, no una persona a la cual no solo los miembros de la congregación y los de afuera puedan señalar por su manera de comportarse tanto en público como en privado.
b. Debe estar casado con una sola mujer, no puede ser un hombre divorciado, lo cual en este momento de crisis en la sociedad es lo común. Debe demostrar que es fiel a su esposa o de lo contrario no lo será al Señor.
c. Es necesario que sea sobrio o justo. No puede ser una persona con malos pensamientos o dado a parcializarse, sino que las decisiones que haga deben estar sazonadas con la justicia.
d. La prudencia tiene que estar caracterizándolo ya que la vida de sus ovejas estará en su conocimiento y no puede traicionar la confianza que se le ha depositado.
e. Su conducta debe ser decorosa, un hombre que sea amante de lo bueno, no una persona descuidada a la cual todo le parece bien. Recordemos que está sirviendo al Rey, por lo que debe buscar que todo lo que se haga para Él debe ser lo mejor.
f. Un pastor que no guste de compartir su tiempo con las ovejas no sirve, debe ser hospitalario, le debe gustar tanto visitar como ser visitado.
g. Como es un maestro debe ser apto para enseñar, reteniendo la palabra fiel que es conforme a la enseñanza.
h. No dado a la bebida, ya que un borracho no es capaz de coordinar bien sus ideas y su vida.
i. No pendenciero, es decir, no un peleador. Desdichadamente los hombres seguimos siendo controlados por la testosterona y muchas veces estamos más dispuestos a pensar con los puños que con el cerebro. Pero el pastor debe estar capacitado para detener sus impulsos.
j. Su amabilidad debe hacerle un ser no obstinado. No quiere decir que vaya a estar dispuesto a traicionar la Verdad por querer estar bien con todos, pero en las cosas que no tienen importancia no debe ser terco y querer imponer su voluntad.
k. No contencioso, es decir, no debe buscar comenzar discusiones, sino que ser dueño de sí mismo.
l. No avaricioso, ni amante de ganancias deshonestas, sino contento con su salario.
m. Que gobierne bien su casa y que tenga hijos creyentes, no acusados de disolución ni de rebeldía, que sean ejemplo en toda la comunidad.
n. No debe ser un recién convertido, sino un hombre con suficiente experiencia para poder ejercer un oficio importantísimo en la comunidad.
o. Debe gozar también de una buena reputación entre los de afuera de la iglesia y no alguien a quien los no cristianos puedan estar criticando con base.
p. No iracundo, sino paciente, especialmente con los no cristianos.
q. Santo, es decir, que sepa que está apartado para el servicio al Señor y que debe brillar como uno de Sus instrumentos.
5. Diáconos.
Los diáconos ejercían un ministerio de servicio[197]. Éstos eran cargos siempre establecidos por la irreemplazable autoridad de los apóstoles bien personal, bien delegada expresamente[198], lo cual es evidencia de que no eran establecidos por las iglesias mismas.
La versión Reina y Valera 1960 traduce “diácono” en Filipenses 1.1, mientras que en 1 Timoteo 3 traduce “diácono” dos veces, y otras dos “diaconado”; pero el vocablo griego que así se representa, diakonos, “ministro” o “sirviente” aparece unas 30 veces en el Nuevo Testamento, y los términos afines “diakoneo”, “ministrar” y “diakonia”, “ministerio” aparecen, entre las dos, otras 70 veces. En la mayor parte de la centena de casos en que aparecen estos términos no hay ningún indicio de significado técnico que se refiera a funciones especializadas en la Iglesia.
a. Derivación.
Básicamente, “diakonos” es un servidor, y a menudo el que sirve a la mesa. En tiempos helenísticos también llegó a representar a ciertos funcionarios del culto que sirvieron de base al uso técnico cristiano. El sentido más general es común en el Nuevo Testamento, ya sea para los sirvientes reales[199] o para un servidor de Dios[200]. En un solo pasaje Pablo describe a Epafras como “diácono de Cristo” y a sí mismo como “diácono del evangelio y de la iglesia”[201]. Otros ejercen “diakonia” hacia Pablo[202]; el contexto muestra que en estos casos se trataba de sus ayudantes en la obra evangelística. Buscar aquí el origen de la idea posterior del obispo con su diácono es forzar el lenguaje. En otras palabras, “diakonia” se aplica aquí especialmente a la predicación y la obra pastoral.
En el Nuevo Testamento, sin embargo, este término nunca pierde completamente su relación con la provisión de necesidades materiales y el cumplimiento de servicios[203]. El camarero sigue siendo “diakonos”[204]; el acto de Marta de servir la mesa[205] y la atención de la suegra de Pedro[206] son casos de “diakonia”. La insistencia de Cristo en que su venida tenía por objeto servir[207] debe considerarse a la luz de esto. Es significativo el hecho de que en Lucas 22.26 la afirmación de Cristo esté ubicada en el contexto del servicio a la mesa. El Señor es el diácono por excelencia, el que sirve a la mesa de su pueblo. Y como nos muestran estos pasajes, el “diaconado” es, en este sentido, una marca de toda su Iglesia.
b. El diaconado en el Nuevo Testamento.
Como hemos visto, existía una analogía contemporánea para los “diáconos” como funcionarios del culto. Por lo tanto, cuando vemos que se saluda a la Iglesia “con los obispos y diáconos”[208], es natural que pensemos que es una referencia a dos clases particulares dentro de ella. En 1 Timoteo 3 vemos una lista de cualidades para los obispos, inmediatamente seguida por una lista paralela para los diáconos: Sobriedad, rectitud, no ser dados a excesos y avaricia, integridad. Son cualidades particularmente apropiadas para aquellos cuyas responsabilidades son las finanzas y la administración, y la prominencia del servicio social en la iglesia primitiva haría de “diakonos” un término especialmente adecuado para tales personas, y aun más dado que la fiesta de amor, que literalmente comprendía servicio a la mesa, era un medio regular de ejercer la caridad. Si bien “diakonia” es una marca de toda la Iglesia, también es un don especial, paralelo a la profecía y la administración, pero diferente del ofrendar generoso, que debe ser ejercido por los que lo poseen[209]. Y si bien podemos con justicia llamar “diácono” a todo servidor de Cristo, es incierto que el diaconado haya existido universalmente bajo este nombre, o que, por ejemplo, “los que ayudan” en Corinto[210] fueran equivalentes a los “diáconos” de Filipos. Poco hay que sugiera que en la época del Nuevo Testamento el término “diácono” llegara a adquirir un sentido mayor que el de un término semi técnico, o que tenga alguna relación con el judío. Es significativo el que, inmediatamente después de enumerar las cualidades de los diáconos, Pablo retorna al sentido general de la palabra al exhortar a Timoteo mismo[211].
A menudo se considera que el relato de Hechos 6 sobre el nombramiento, por parte de la iglesia de Jerusalén, de siete hombres aprobados para supervisar la administración del fondo para las viudas, constituye la institución formal del diaconado. Es dudoso que haya base suficiente para pensar así. Si dejamos de lado las teorías que no se pueden probar pero que consideran que esos siete constituían la contrapartida helenística de los Doce, podemos notar, primero, que nunca se les llama “diáconos” a los siete, y segundo, que en las ocasiones en que se emplean los términos relacionados se los aplica igualmente a la “diakonia” de la Palabra ejercida por los Doce como a la de las mesas que ejercían los siete.
c. Requisitos.
Pablo es quien, con la inspiración del Espíritu Santo, demarca los requisitos del diácono en 1 Timoteo 3.8-13, que deben ser respetados igual que los del pastor:
1) Deben ser dignos, hombres que han probado ser fieles en la Iglesia y en el servicio a Dios, que gocen del respeto tanto de los creyentes como también de los incrédulos.
2) De una sola palabra, no con una voluntad que es llevada por cualquier viento de doctrina. Que no sean una cosa en la iglesia y otra fuera de ella.
3) No dados al mucho vino, no borrachos.
4) Ni amantes de ganancias deshonestas, sino dispuestos a estar contentos con lo que ganan con su trabajo, guardando el misterio de la fe con limpia conciencia.
5) Que también estos sean sometidos a prueba primero, no poniéndolos de forma rápida y antojadiza y si son irreprensibles, que entonces sirvan como diáconos.
6) Maridos de una sola mujer, no soltero, y con esto se rompe la idea que sea un puesto que pudiese ser ocupado por una mujer.
7) Que gobiernen bien sus hijos y sus propias casas.
D. El Culto.
El mundo que se hace llamar se ha dividido en dos en este punto, por un lado encontramos denominaciones que han instituido un culto sacramental y formal, mientras que los otros apuntan más bien a un culto más liberal, por lo que surge la pregunta: ¿Se puede ofrecer a Dios el culto que uno quiere?
Nuestra forma de adorar tiene que ser autorizada por Jesucristo, el dueño de la Iglesia. El culto es el centro de la vida y de la actividad de la Iglesia, podríamos decir que es su rostro. El mundo instintivamente, identifica la iglesia con lo que ocurre en el culto. La reunión para el culto debe ser los domingos, el primer día de la semana[212], en donde según Juan 4.24, hay que adorar a Dios en espíritu y en verdad. Cualquier otra clase de culto, aunque agrade a nuestros ojos o nuestras emociones es vano. El único culto aceptable a Dios es aquel que consiste en oraciones, cánticos sin acompañamiento de instrumentos musicales, participar de la Santa Cena y la edificación por medio de la Palabra. Es en este momento donde se debe enseñar, edificar y exhortar a los creyentes, consolar a los afligidos, animar a los deprimidos, avisar a los que son tentados, orar por las múltiples necesidades de la congregación, transmitiendo además las informaciones indispensables. Los que añaden otras cosas reciben condenación por desobedecer los mandatos del Señor. Durante el culto, se colecta una ofrenda voluntaria. Tampoco practicamos el diezmo porque fue abolido. La ofrenda es según la prosperidad de uno y no por la imposición de los pastores u otros líderes.
El Nuevo testamento da pocos detalles sobre la forma de las reuniones. El final del capítulo 2 del libro de los Hechos nos da un breve acercamiento de la vida cúltica de los primeros cristianos: Enseñanza de los apóstoles, comunión fraternal y oraciones[213]. Las características que se les asocian son el gozo y la sencillez de corazón[214]. Alababan a Dios y tenían favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la Iglesia los que habían de ser salvos[215]. Por lo tanto, todo culto debería ser una fuente de gozo, de transformación interior, de alabanza, de nuevas relaciones con los que nos rodean y una fuente de crecimiento para la Iglesia.
El Señor Jesús dijo a sus discípulos que cuando la Iglesia se formase después de su muerte, entonces su Nombre sería el punto de reunión de ellos. Les dijo: “Porque donde están dos o tres reunidos en Mi nombre, allí estoy Yo en medio de ellos”[216]. La Iglesia primitiva actuaba así. Se reunían en aquel Nombre glorioso del Señor Jesús cuando se congregaban para el culto, el ministerio y otras funciones de la asamblea[217]. No reconocían otro nombre que el Suyo.
Pero además de reunirnos al Nombre del Señor Jesucristo, aprendemos por el Nuevo Testamento que la Iglesia primitiva también se reunía para al menos cuatro propósitos principales. Dice: “Y se dedicaban continuamente a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión, al partimiento del pan y a la oración”[218]. Esos son los mismos propósitos para los cuales debería reunirse la Iglesia en la actualidad.
1. Historia del culto.
a. Siglo I.
Además Hechos 20, 1 Corintios 11 y 14 son las otras fuentes un poco detalladas en las Escrituras. El culto cristiano nació de la fusión de la experiencia cristiana en la sinagoga y del Aposento Alto, ambas cosas se convirtieron en la norma del cuto cristiano.
Los cuatro elementos dominantes del culto de los primeros cristianos según Hechos 2.42 fueron:
1) La enseñanza de los Enviados: La exhortación, la palabra de conocimiento, de sabiduría y la evangelización.
2) La comunión fraternal: Es la puesta en común de los bienes espirituales y materiales.
3) El partimiento del pan: Se practicaba en el culto según lo había ordenado el Señor, reuniéndose cada primer día de la semana para partir el pan[219].
4) Las oraciones: Son el denominador común de los tres cultos, el Templo, la Sinagoga y el culto cristiano. El plural indica que tenían ocasiones específicas en las que acudían para este propósito. Por ello, la iglesia primitiva tenía reuniones de oración en las que expresaban colectivamente su dependencia en el Señor para sus necesidades. Una vez más esto es lo que está tristemente ausente en la iglesia en la actualidad.
b. Desde el siglo II a la Edad Media.
Durante los primeros siglos el culto se mantuvo muy similar al practicado por los discípulos y los primeros convertidos, pero al pasar el tiempo, con el surgimiento de la organización católica comenzó la introducción de ritos y costumbres terminando en lo que será la misa romana. El pensamiento sacramentalista dominó toda la teología de la Edad media. La salvación por medio del sacramento reemplazó la salvación por la fe. Cuando la transformación constantiniana fue completa, el predicador fue reemplazado por el sacerdote. La Cena del Señor ya no era el servicio evangélico de acción de gracias que se distinguía por el gozo. Se había convertido en su sacrificio objetivo del cuerpo y la sangre de Cristo que inspiraba temor. La importancia de esta desviación de la enseñanza y de la práctica del Nuevo Testamento no debería menospreciarse. Representa una línea divisoria en la historia del culto de la Iglesia cristiana. Tuvo por consecuencia la eliminación de casi todo lo que caracterizaba el culto cristiano. Los adoradores se convirtieron en simples espectadores que se limitaban a observar la actividad del sacerdote en el altar.
Esto durará hasta la Reforma del siglo XVI, donde se produce en parte el resurgimiento del culto de los primeros cristianos, esto es: reunirse con sencillez para orar, leer la Palabra, cantar salmos y exhortarse mutuamente.
c. De la Reforma a nuestros días.
Se produce un despertar en los cristianos y por ende la búsqueda de una verdadera comunión con su Señor. Es así como surgen formas de culto según los territorios, partiendo de Alemania, con la misa alemana la cual terminaría siendo modificada bastante y que es lo que hoy se conoce como el culto luterano. Luego, Calvino hará un escrito en el cual indica algunos principios básicos que deben conservarse en el culto, pero susceptible de ser adaptado según las circunstancias locales. El mismo modificó posteriormente su orden de culto en el año 1542, el cual se constituyó en la pauta para la base del culto reformado en Suiza, Francia, Alemania, Escocia y los países bajos.
John Knox tomó en Ginebra el modelo del culto de Calvino y lo modificó ligeramente dando forma así al culto de la Iglesia Reformada de Escocia. Este esquema sería adoptado posteriormente por las iglesias de Francia, Holanda y Alemania. Vendrá también El culto anglicano el cual fue un intermedio entre el de Ginebra y el de Roma.
Con el correr de los años las iglesias comenzaron a realizar transformaciones como:
Privilegiar el sermón dándole el lugar central del culto.
Volver atrás, pasando de la misa-espectáculo a la cena-comunión de los cristianos.
Permitir mayor participación de la asamblea.
Se refuerza la comunión reuniéndose al menos tres o cuatro veces a la semana, para ejercitar la enseñanza de Cristo.
Los creyentes celebrarían la Cena del Señor, tantas veces como se reunieran, para proclamar la muerte del Señor y su triunfo sobre la muerte.
Estas estructuras de culto se mantuvieron hasta el siglo XIX, que es donde nace una tercera forma de culto, el cual se diferencia tanto del culto litúrgico centrado en el sacramento como del culto reformado centrado sobre el ministerio de la Palabra. De hecho, era un retorno a la fórmula de las iglesias primitivas de las regiones paganas[220]. Esta reforma del culto se llevó a cabo por las iglesias libres que comenzaron a surgir en este siglo, como Metodistas, Presbiterianos y Asambleístas, manifestadas fuertemente en Inglaterra y posteriormente en los Estados Unidos, llegando al orden del culto que actualmente se practica en casi el 99% de los grupos “cristianos” el cual es impulsado fuertemente por el pentecostalismo.
2. La forma de adoración en la Biblia.
a. Abel.
“También Abel hizo una oblación de los primogénitos de su rebaño, y de la grasa de los mismos. Adonay miró propicio a Abel y su oblación, mas no miró propicio a Caín y su oblación, por lo cual se irritó Caín en gran manera y se abatió su rostro”[221]. “No como Caín que era del maligno, y mató a su hermano. ¿Y por qué causa lo mató? Porque sus obras eran malas, y las de su hermano justas”[222].
Si bien es cierto que Caín fue el primero en llevar culto a Dios, no es cualquier tipo el que debe darse. El culto a Dios debe no solo ser externo y ni siquiera ser guiado por el simple motivo de que creemos en Dios, de hecho “los demonios también creen”[223]. El culto a Dios es el reflejo de la vida de fe.
Abel siguió las directrices divinas, pero Caín en cambio, pensó que su idea podía ser igualmente buena.
Dios castigó severamente a los que no cumplieron con el culto ordenada por Él mismo:
1) Los que llevaron fuego extraño al altar[224].
2) Los que transportaron el arca de Dios en un carro y no en andas[225].
3) Los que edificaron un altar que hiciera la competencia a Jerusalén[226].
4) Los que sacrificaban en los lugares altos[227].
b. Abraham.
En Génesis 18.2-8 vemos a Abraham dispuesto a rendir culto a Dios:
1) Abraham corrió a su encuentro y se postró en tierra[228].
2) El mismo prepara las cosas y el sacrificio, no envía a sus criados[229].
3) Halla gracia en ojos del Señor y Él le revela sus propósitos.
3. El Culto en Israel.
Después de Abraham, el culto continuado por los Patriarcas no fue diferente, a donde iban, levantaban un altar en donde adoraban a Dios sacrificando un animal, por lo general un cordero, tal como lo hiciera Abraham en el monte Moriá[230]. Pero no es sino hasta que después de cuatrocientos años de esclavitud en Egipto, después de haber sido libertados por la mano fuerte de Adonay, que el culto es organizado en una manera ritual, contando con sacerdotes que servirían como mediadores entre el pueblo y Dios.
a. El Culto después de la liberación de Egipto.
Después de la muerte de Abraham, su nieto Jacob se convierte en el Patriarca por excelencia, al punto que el pueblo adoptaría para sí el nombre que Dios había le dado a él: Israel. Sus descendientes se vieron empujados por el hambre a la tierra de Gosén, en el delta del río Nilo. Pero el Faraón de Egipto, viendo que aumentaban imparablemente y se hacían poderosos, los redujo a la esclavitud por cerca de cuatrocientos años.
Con Moisés ungido como líder y legislador, el pueblo elegido por Dios se dirigió hacia Canaán, la tierra prometida, después de haber sido liberados de manera milagrosa por medio de la mano de Adonay. La dramática marcha desde Egipto a través del mar Rojo y la peregrinación de 40 años por el desierto son hitos importantes en la historia del pueblo israelita. En el monte Sinaí los israelitas reciben no solamente la Ley de parte de Dios, sino también los más mínimos detalles de dónde y cómo presentar culto a Adonay.
Los israelitas, una vez conquistada la ciudad de Jericó, se establecieron en la zona agrícola de Canaán, tierra de la cual en la Biblia se dice que “mana leche y la miel”[231]. Una vez establecidos, la tierra fue dividida entre las doce tribus: Aser, Neftalí, Manasés, Zabulón, Isacar, Gad, Efraín, Dan, Benjamín, Rubén, Judá y Simeón. Con el tiempo se pasó de una teocracia a una forma de gobierno monárquica, siendo los reyes más famosos de la época Saúl, David y su hijo Salomón, con su capital en Jerusalén.
En este tiempo el culto se compone de elementos como la alabanza con ayuda de instrumentos que eran entonadas por el pueblo, la oración y por supuesto el sacrificio. Fue a partir de la época de David que el canto y la música tomó parte importante en el culto. Antes se cantaban el cántico de Moisés y de Débora, pero David fue quien organizó al grupo de adoradores y les nutrió con una gama de salmos para ser entonados. Instituyó un cuerpo de 4000 levitas que eran músicos y cantores[232] y debían celebrar la grandeza de Adonay[233]. Para concluir el servicio el sumo sacerdote pronunciaba la bendición[234]. Este tipo de culto que era celebrado mañana y tarde.
Luego del reino de Salomón, la nación se dividió en dos reinos: El reino de Israel en el norte y el reino de Judea en el sur. El reino de Israel fue conquistado por el rey asirio Sargón II, al final del siglo VIII antes de Cristo. El reino de Judea prosperó durante varios siglos, hasta que en el año 586 antes de Cristo fue conquistado por los babilonios, comandados por Nabucodonosor II. En ese año se destruyó el primer Templo, lugar central de la actividad religiosa judía de la época. Muchos de los judíos fueron desterrados de Israel y fueron llevados como esclavos a Babilonia, lo cual constituye la primera diáspora judía.
1) El Tabernáculo.
El Tabernáculo con sus detalles fueron revelados a Moisés en el Monte Sinaí[235]. Pareciera que lo que Dios mostró a Moisés fue una visión del trono de Dios y de la “Nueva Jerusalén” para que Moisés hiciera un registro minucioso de lo observado. Este registro sirvió posteriormente para definir las especificaciones mismas del Tabernáculo. El mensaje más importante arrojado en el estudio del Tabernáculo es que nos habla del Camino hacia Dios. Esta afirmación se hará evidente cuando analicemos los componentes del tabernáculo.
El Tabernáculo era una estructura pequeña construida con cuarenta y ocho tablas de madera de acacia, y la parte externa del Tabernáculo tenía sesenta pilares. La barda de la parte externa del Tabernáculo estaba rodeada por cortinas de lino blanco, apoyadas por estos sesenta pilares, con una puerta que estaba tejida con hilos azul, púrpura y escarlata, y fino lino tejido, midiendo 2.5 metros de altura y 10 metros de ancho. Esta puerta estaba localizada al este.
En el diagrama adjunto se muestra la disposición general del Tabernáculo. El Tabernáculo se situaba en medio de las tribus de Israel. Tres tribus por lado acampaban alrededor de él. Una pared hecha de cortinas separaba el Tabernáculo del pueblo mismo. Dentro del área se encontraba el altar de bronce, el lavatorio y el “Mikdash”. El “Mikdash” se componía de dos recintos:
a) El recinto más interno denominado: Lugar Santísimo, y
b) El externo llamado: Lugar Santo.
La presencia de Dios descansaba en el Lugar Santísimo o “Kadosh HaKadoshin”. Al Lugar Santísimo solo se podía llegar a través del Lugar Santo. Para acceder al Mikdash debía primero pasarse por el altar de bronce y el lavatorio.
a) El Lugar Santísimo[236].
Dentro del Lugar Santísimo se hallaba el Arca del Pacto también llamada Arca de la Alianza. Descansando sobre el arca el “Jacaporet” o propiciatorio. Integrados al propiciatorio se hallaban frente a frente dos querubines. Cada querubín miraba hacia abajo significando la manera de acercarse a Dios. Cuando terminó la construcción del Tabernáculo, la presencia de Dios descendió sobre esta área específica del Mikdash.
b) El Lugar Santo[237].
En el Lugar Santo se encontraban tres componentes:
i. La Mesa de los Panes de la Proposición[238],
ii. La Menorah o candelabro de siete brazos[239],
iii. El Altar del Incienso[240].
El significado del Pan es la provisión física de Dios para Su pueblo. La Menorah representa la luz de Dios presente en Su pueblo y el Altar del Incienso representa las oraciones de intercesión hechas a Dios en nombre de Su pueblo. Moisés y Aarón fueron los vasos humanos utilizados por Dios para conectar estos tres componentes en Israel. El ministerio de provisión y luz vinieron a Israel a través de Moisés. Las oraciones ante Dios fueron hechas mediante la intercesión de Aarón en nombre de Israel.
Debido al elemento humano en el Tabernáculo, es decir a Moisés y Aarón, un velo lograba la separación entre el Lugar Santo y el Lugar Santísimo. El velo indicaba que un ser humano no podía aproximarse para morar abiertamente en la carne ante la presencia de Dios.
c) El Atrio Exterior.
En el atrio externo del Mikdash podían observarse otros dos instrumentos:
i. El altar de bronce[241],
ii. El lavatorio[242].
Era en el altar de bronce donde se rociaba la sangre de los sacrificios que cubrían los pecados del pueblo. Después de la realización del sacrificio y antes de entrar en el Mikdash, el sacerdote lavaba sus manos y pies en el agua contenida en el lavatorio.
2) El Sacerdocio en Israel.
No sería correcto decir que el sacerdocio israelita inicia hasta el momento en que el pueblo es sacado de Egipto y recibe la Ley, ya que desde la antigüedad los hombres piadosos, también conocidos como patriarcas, llevaron este rol.
a) Los patriarcas
La época patriarcal no conoció sacerdocio tal y como nosotros lo concibimos. Los actos del culto, especialmente el acto central, que es el sacrificio, eran realizados por el cabeza de la familia[243]. Los patriarcas en persona sacrificaban en los santuarios que frecuentaban, y el Génesis no habla de sacerdotes sino solo de los sacerdotes egipcios[244], y Melquisedec, el rey sacerdote de Salem[245]. El sacerdocio aparece en un estadio más avanzado de organización social, cuando la comunidad especializa a algunos de sus miembros para la custodia de los santuarios y el cumplimiento de ritos que poco a poco se van complicando.
b) Ritos de instalación.
En el libro del Números los israelitas imponen las manos a los levitas[246], pero al parecer se trata un gesto de ofrenda. La semikah, se hacía refiriéndose a la imposición de las manos a Josué por Moisés[247], pero que apunta a la instalación de conductor del pueblo, no de sus sacerdotes. Según el ritual posterior a la cautividad, el sumo sacerdote era ungido, y la redacción final del Pentateuco extendió la unción a todos los sacerdotes[248], pero parece probable que este rito no existía antes del destierro y que es una transferencia de la prerrogativa real al sumo sacerdote, cabeza de la nueva comunidad. No había, pues, en el antiguo Israel “ordenación” sacerdotal; los sacerdotes entraban en funciones sin que un rito religioso les confiriese una gracia o poderes especiales. Pero el sacerdote quedaba santificado, sacralizado por su función misma.
Los sacerdotes son “santificados”[249]. Esto significa que el sacerdote no pertenece ya al orden profano y que, como el territorio del santuario y como las ofrendas presentadas en él, está “puesto aparte”[250]. El sacerdote debe permanecer separado de lo profano y está sujeto a algunos entredichos y a reglas especiales de pureza: En la vida corriente[251].
c) Sacerdote y Templo
El sacerdote es elegido e instalado para el servicio del santuario. Esta asociación es universal. Por estas razones no se concibe un santuario que no tenga su ministro. Así como el Templo de Jerusalén estaba por encima de todos los otros lugares de culto, así también el sacerdocio de Jerusalén tenía la preeminencia sobre los sacerdotes de provincias. En el antiguo Israel se iba al santuario para “consultar a Adonay”: El sacerdote era un dador de oráculos. En Deuteronomio se menciona la función profética de los hijos de Leví juntamente con la enseñanza de la Toráh y antes que el servicio del altar[252]. Los sacerdotes consultan a Dios por medio del efod y de los Urim y Tumim[253].
El efod es un objeto cultual que servía para consultar a Adonay, una especie de cofrecillo que contenía las piedras sagradas. Los “Urim” y “Tumnim” eran las piedras sagradas. De origen pre israelita, no se sabe qué aspecto tenían realmente. Se ha pensado en pequeños guijarros o en dados, y aún más frecuentemente en varillas o bastoncitos que se sacaban del bolsillo del efod[254].
Después del reinado de David no tenemos ya documentación histórica del uso del efod y del Urim y del Tumim. Según Esdras al regreso del destierro no había ya sacerdotes para manejarlos[255].
d) Sacerdotes e instrucción del pueblo.
La bendición de Leví confía a los levitas, además del Urim y el Tumim, la instrucción del pueblo: “Ellos enseñan tus normas a Jacob y tu Ley a Israel; ofrecen incienso ante tu rostro, y perfecto sacrificio en tu altar”[256]. La Toráh pertenece al sacerdote, como el juicio al rey, el consejo al sabio, la visión o la palabra al profeta. Tres textos lo dicen claramente: “Sus gobernantes juzgan por soborno, sus sacerdotes instruyen por paga, y sus profetas predicen por dinero…”[257]; “…porque no por eso van a faltar sacerdotes que nos digan la Ley, ni sabios que den consejos, ni profetas que transmitan palabras…”[258]; “…buscarán del profeta una visión, habrá desaparecido del sacerdote la enseñanza y de los ancianos el consejo”[259].
La Ley es confiada por Dios a los sacerdotes, ellos enseñan a Israel las palabras de Adonay[260], y el sacerdote que enseña es un “mensajero de Yahveh Sebaot”[261]. Esta enseñanza se daba naturalmente en el santuario, al que el sacerdote estaba unido y al que se acudía en peregrinación, o para ofrecer un sacrificio, o sencillamente para consultar a su ministro.
A partir del destierro, la enseñanza de la Toráh deja de ser monopolio de los sacerdotes. Los levitas, excluidos de las funciones propiamente sacerdotales, se convierten en los predicadores y los maestros del pueblo; finalmente la enseñanza se dará fuera del culto, en las sinagogas, y la clase de los escribas y doctores de la ley, accesible a los legos, significará más que la casta sacerdotal.
e) Sacerdocio y culto.
Poco a poco el sacerdote se va convirtiendo en “ministro del altar”. El papel de los sacerdotes en los sacrificios se fue afirmando progresivamente a medida que iba desapareciendo su papel profético y se repartía con otros su papel docente. Por una evolución inversa, cada vez les fue quedando más reservada la acción sacrificial hasta convertirse en función esencial, por lo cual la ruina del Templo señaló el fin de su influencia: La religión de la Toráh sustituyó al ritual del Templo y los sacerdotes fueron suplantados por los rabinos.
Estas diferentes funciones tienen un fundamento común: Cuando el sacerdote transmite una profecía, comunica una respuesta de Dios; cuando da una instrucción, una Toráh, y más tarde cuando explica la Ley, la Toráh transmite e interpreta una enseñanza que viene de Dios; cuando lleva al altar la sangre y las carnes de las víctimas y cuando hace humear el incienso, presenta a Dios las oraciones y las peticiones de los fieles. Representante de Dios cerca de los hombres en las dos primeras funciones, representante de los hombres cerca de Dios en la tercera, es en todo caso un intermediario.
El sacerdote es un mediador, como lo son también el rey y el profeta. Pero estos últimos lo son por un carisma personal, como elegidos de Dios; el sacerdote lo es por estado: El sacerdocio es una institución de mediación. Este rasgo esencial se encontrará en el sacerdocio de la ley nueva, participación del sacerdocio de Cristo mediador. Hombre y Dios, sacerdote único y víctima perfecta.
f) La tribu sacerdotal.
La tribu sacerdotal de Leví presenta el sacerdocio israelita. Los descendientes de Leví, hijo de Jacob, fueron puestos aparte para ejercer las funciones sagradas, por una iniciativa positiva de Dios[262]. Tienen un puesto especial en el pueblo. Los miembros del sacerdocio son llamados corrientemente los hijos de Leví o los levitas. En hebreo “Leví” y “levita” se expresan con un mismo vocablo: Lewy. Aun en los casos en que se trata de la tribu de Leví, esta palabra se emplea con artículo, como un nombre común, hallewy[263]. Para designar a los levitas, numerosísimos textos emplean el plural lewyyîm, como se haría tratándose de un nombre de función.
g) Otros ministerios.
El cronista atribuye a David la repartición de los sacerdotes en clases y la institución de veinticuatro clases de cantores, y de porteros[264]. Estos auxiliares de los sacerdotes existían ya en el primer Templo porque existían en todo santuario antiguo y el servicio litúrgico del Templo tuvo siempre necesidad de ellos. En el Salterio encontramos salmos que eran cantados en el Templo por profesionales y con acompañamiento de instrumentos[265].
Había también esclavos adscritos al Templo. Después de los cantores y de los porteros, la lista de las caravanas que regresaron de la cautividad menciona a los nétinim o “donados” y a los “descendientes de los esclavos de Salomón”[266].
h) Mujeres en el Templo.
El libro del Éxodo habla de “las mujeres que servían a la entrada de la Tienda del Encuentro”[267] y que dieron sus espejos para fundir la pila de bronce. No se sabe cómo interpretar este dato de las mujeres que están de servicio a la puerta de la tienda. Se ha citado también el título de Salmos 46: “Al alamot”[268], que se traduce “para muchachas” o “para voces altas o agudas”; según esto, podría haber habido mujeres entre los coristas del Templo. Esdras enumera cantores y cantoras en las caravanas de regreso[269].
Es muy cierto que en las fiestas religiosas aparecen mujeres cantando y danzando, pero esto no nos asegura que tuviesen un puesto definido en el culto en cuanto tal.
Había sacerdotisas en Asiria, había sacerdotisas y grandes sacerdotisas en Fenicia, donde eran designadas por el femenino de kohen; en las inscripciones mineas hay un femenino de Iw' que se ha querido relacionar con el hebreo lewy't, pero en hebreo no hay sustantivo femenino que corresponda a kohen y a lewy: Ninguna mujer formaba parte del sacerdocio israelita. Pero, en las épocas en que el sincretismo adulteró el culto del Templo, se introdujeron en él hombres y mujeres para un uso que el judaísmo ortodoxo rechazaba con horror. Prostitutos y prostitutas, qedesim y qedesot estaban vinculados a los santuarios cananeos, e Israel había imitado esta práctica.
3) Las Ofrendas.
Las primeras ofrendas son presentadas por Caín y Abel, las primicias del suelo y los primogénitos del rebaño. Parece ser que Abel ya entendía que para los sacrificios se debía derramar sangre, por lo que se prefiguraría la muerte de Jesucristo. También encontramos a varios personajes en la Biblia que sin ser sumo sacerdotes, ejercían tal función: Noé al salir del arca, Job, como cabeza de familia, Abrahán y su hijo Isaac y Jacob.
Más tarde las ofrendas requeridas se señalaban en la ley mosaica, así como la forma de hacerlas.
Encontramos varios tipos de ofrendas:
a) Ofrendas quemadas.
Se presentaban íntegramente a Dios. Eran un llamamiento para que este aceptase la ofrenda por el pecado, o que indicara que la había aceptado. Se ofrecían con bastante regularidad cada mañana, cada noche, cada día sabático, cada primer día de mes, también durante el día de Pascua, los siete días de la fiesta de las tortas no fermentadas, el día de expiación y los días que duraba la fiesta de las cabañas. También se llevaban a cabo en la consagración del sacerdocio, la instalación de los levitas y durante la celebración de pactos. A veces se hacía junto a una ofrenda de comunión, o una ofrenda por expiación de pecados.
Se podían ofrecer toros, machos cabríos o carneros. Para esto, el que presentaba la ofrenda ponía su mano sobre la cabeza del animal, se degollaba al animal y se rociaba con su sangre todo en derredor del altar. A continuación se descuartizaba y desollaba al animal, se lavaban los intestinos y las canillas. La cabeza y las otras partes del cuerpo se ponían sobre el altar, y el sacerdote se quedaba con la piel del animal. Otra alternativa era ofrecer tórtolas o palomos. Para eso se le quitaba el buche y las plumas, y se quemaba el resto del cuerpo.
b) Ofrendas de comunión.
Si eran aceptadas indicaban paz para con Adonay. Eran presentadas durante la celebración de pactos, en periodos festivos y al comienzo de los meses. Su propósito era conseguir la aprobación de Dios o suplicarle en tiempos de mala suerte. Participaba en la ofrenda toda la familia; además, tanto el sumo sacerdote como el resto del sacerdocio recibían una porción, y se ofrecía a Dios la sangre, símbolo de la vida, reconociendo que provenía de él, así como el humo que ascendía de la grasa quemada. Era como si Dios mismo, los sacerdotes y toda la familia participaran en una comida alegre. La persona que participara en este tipo de ofrendas mientras se hallaba en una condición de inmundicia, o que presentaba una carne que hubiera estado guardada durante más tiempo del permitido, debía ser cortada del pueblo, por manchar su nombre y no respetar a Dios.
Las ofrendas de acción de gracias también formaban parte de las ofrendas de comunión. En estas se comía pan leudado, pan sin fermentar y carne. Cuando se llevaba a cabo esta expresión de agradecimiento la carne debía comerse el mismo día, y no se ponía sobre el altar el pan leudado. Esta vez no se aceptaban aves como sacrificio, ya que se consideraba que era muy poco para una comida, y el proceso para sacrificar al animal era similar al de las ofrendas quemadas. Luego, la grasa era colocada sobre el altar, los sacerdotes recibían el pecho, y el sacerdote que oficiaba la pierna derecha.
c) Ofrendas por el pecado.
Estas se hacían cuando se cometía un pecado de manera involuntaria. Se podían utilizar desde animales de la vacada hasta palomos, dependiendo de las circunstancias de la persona y la gravedad del pecado cometido.
Se presentaban en 5 diferentes ocasiones:
i. Por el pecado del sumo sacerdote, que traía culpa sobre todo el pueblo.
ii. Por el pecado de la asamblea.
Esta clase de pecados podían ser un error al aplicar la ley, una equivocación en un juicio, o al tratar un asunto de importancia nacional, así que se pedía la ofrenda más valiosa: Un toro. En estos casos la sangre se llevaba hasta el Lugar Santo y se salpicaba la cortina. Por lo demás, el procedimiento es similar al resto de ofrendas. El sacerdote, o los ancianos de la asamblea, ponen las manos sobre la cabeza del animal mientras es degollado. Se rocía con sangre la cortina del Lugar Santo, donde representa que al otro lado está Dios, y se quema el resto del animal. Nadie podía comer de los sacrificios la sangre de los cuales se había llevado al Lugar Santo. Durante el día de expiación, la sangre también llegaba al Santísimo.
iii. Por el pecado de un principal.
Se presentaba un cabrito, la sangre del cual no era llevada al Lugar Santo. En esta ocasión, los sacerdotes sí recibían una porción del sacrificio. Un dato curioso era que después del ritual, las vasijas donde se había cocido la carne debían ser hechas añicos, para que luego no se pudieran utilizar en otra actividad cotidiana y pudieran ser profanadas.
iv. Por el pecado de un israelita cualquiera.
Se utilizaba un procedimiento igual al del pecado de un principal, pero se presentaba una cabrita o una cordera.
v. Por el pecado de toda la asamblea.
Se presentaba un cabrito, y si era por el pecado de un individuo, un cabrito en su primer año. En los casos en que los sacerdotes comían del sacrificio, se consideraba que respondían por el error del pecador.
d) Ofrendas por la culpa.
Similares a las ofrendas por el pecado, pero las diferencia un matiz. En las anteriores el fin era restablecer un derecho y la causa de las ofrendas era un pecado de omisión, es decir, no haber cumplido bien con algo, o no haber tenido en cuenta cierta norma, por ejemplo, mientras que estas se ofrecían cuando se había violado directamente la Ley, con el fin de recuperar una conciencia limpia, recuperar ciertos derechos y satisfacer a Dios por la violación de sus normas. La ley tenía en cuenta las circunstancias que llevaban a cometer el pecado, así que se podía aplicar cierta misericordia para con el pecador, aunque este no escapaba de las consecuencias: Debía indemnizar al perjudicado y presentar una ofrenda por la culpa. También se tenían en cuenta las circunstancias económicas de la persona. En esta ocasión, los sacerdotes comían una porción del sacrificio.
e) Ofrendas de grano.
Podían ser ofrecidas como las primicias del suelo, pero también solían acompañar a las ofrendas quemadas, las ofrendas de comunión y las ofrendas por el pecado. En el último caso, no se les podía añadir aceite ni olíva, ya que no se consideraba un acto gozoso sino de arrepentimiento. También servían como acción de gracias a Dios. Podían ser de flor de harina, de grano tostado, de tortas, en forma de anillo, o galletitas delgadas. Una parte se ponía en el altar, otra la comían los sacerdotes y, en las ofrendas de comunión, también participaban los adoradores.
f) Libaciones.
Especialmente, después de la entrada de los israelitas a la tierra prometida, eran ofrecidas libaciones junto al resto de ofrendas.
g) Ofrendas mecidas.
En estas, el sacerdote aguantaba las manos del que presentaba la ofrenda y las mecía de un lado a otro, o podía ser él mismo quien presentara la ofrenda.
h) Porciones sagradas.
Parte del sacrificio que se “alzaba”, o apartaba, que pertenecía a los sacerdotes. También se traduce la palabra como contribución. Es decir, eran ofrendas dirigidas al sustento de los sacerdotes.
b. El Culto después del cautiverio babilónico.
Durante el exilio en Babilonia, los judíos escriben lo que se conoce como el “Talmud de Babilonia” o Talmud Bavli, mientras que los judíos todavía establecidos en Judea escriben el “Talmud de Jerusalén”. Estos dos manuscritos representan las primeras manifestaciones de la Toráh en forma escrita, y el Talmud de Babilonia es el utilizado actualmente por las comunidades judías. La subsecuente conquista de Babilonia a manos de los persas permitió a muchos judíos regresar a su tierra natal luego de 70 años en el exilio babilónico. Se construyó un nuevo Segundo Templo y se restablecieron antiguas prácticas.
Aunque no existe un cuerpo único que sistematice y fije el contenido dogmático del judaísmo, su práctica se basa en las enseñanzas contenidas en la Toráh, también llamado Pentateuco, compuesto, como su nombre lo indica por cinco libros. La Toráh, es uno de los tres libros que conforman el Tanaj o Antiguo Testamento, inspirados divinamente.
Juega también un papel importante en la práctica religiosa la tradición oral que, según las creencias fue entregada a Moisés junto con la Toráh y conservada desde su época y la de los profetas. La tradición oral rige la interpretación del texto bíblico; la codificación y comentario de esta tradición ha dado origen a la Mishná, al Talmud y a un enorme cuerpo exegético, desarrollado hasta el día de hoy por los estudiosos. El compendio de estos textos forma la denominada Ley Judía o Halajá.
Algunos de los principios sobre los que se basa la religión judía, o que la caracterizan son:
1) El judaísmo se basa en el Tanaj o Antiguo Testamento, compendio de 24 libros que cuenta la historia del hombre y de los judíos, desde la Creación hasta la construcción del Segundo Templo, e incluye también preceptos religiosos, morales y jurídicos; filosofía, profecías y poesía, entre otros. Sus cinco primeros libros, en conjunto conocidos con el nombre de “la Toráh”, son considerados escritos por inspiración divina y por ende sagrados, y su lectura pública en la sinagoga los días lunes, jueves y sábados forma parte fundamental del culto judío, lo que le ha valido al pueblo judío el nombre de “Pueblo del Libro”.
2) La Toráh es la fuente primera de los siete preceptos morales básicos que obligan a todo ser humano como tal, “Los siete preceptos de los hijos de Noé”[270], y de los 613 preceptos religiosos que obligan a los judíos[271]: 365 que imponen abstenerse de acción, uno por cada día del año, y 248 preceptos que obligan positivamente a hacer, uno por cada órgano del cuerpo. Los preceptos bíblicos son comentados, explicados, ampliados e implementados por las diferentes exégesis que plasmaron por escrito las tradiciones orales: La Mishná y el conjunto en el que ésta está incluida: El Talmud.
3) Los preceptos jurídicos, éticos, morales y religiosos que emanan de la Toráh, y que junto a su explicación de la Mishná conforman el cuerpo jurídico principal del judaísmo, el Talmud, son conocidos como la Ley judía o Halajá[272] (הֲלָכָה), cuya fuente compilativa principal y reconocida por los judíos de todo el mundo, además de una riquísima y amplia literatura “halájica” a lo largo de los siglos, es el libro medieval “Shulján Aruj”[273] (שֻׂלְחָן עָרוּךְ). Los mandamientos de la Halajá comandan el ciclo íntegro de la vida judía observante, desde la circuncisión al nacer[274], pasando por la alimentación, la Cashrut[275] (כַּשְׁרוּת), la vida íntima[276], la vestimenta[277], y así todos los hitos principales de la vida del hombre, hasta su muerte.
4) La plegaria más solemne de la religión judía, que plasma la esencia misma de la creencia monoteísta, aparece en el quinto y último libro de la Toráh: “Escucha, Israel: Adonay nuestro Dios es el único Adonay”, שְׁמַע יִשְׂרָאֵל, ה' אֱלֹהֵינוּ, ה' אֶחָד; Shemá Israel, Adonai Eloheinu, Adonai Ejad[278]. Los creyentes la recitan dos veces por día, en las oraciones de la madrugada y del atardecer.
5) La vida judía se rige por un calendario basado en la combinación del ciclo mensual lunar y del año solar, cuyos orígenes se remontan a tiempos bíblicos, y por el cual se rigen las festividades y ritos de la religión hasta el día de hoy.
6) La festividad judía más venerada es el Shabat, del hebreo שַׂבָּת, sábado, “reposo, cese de actividad”[279], considerado sagrado y superado, en solemnidad, solo por el Día del Perdón o Yom Kipur, precisamente llamado también “Sábado de sábados”. Su relevancia en la vida judía es tal que está incluido entre los Diez Mandamientos, que se estiman palabra divina[280].
7) El liderazgo de la comunidad judía tradicional pasó a manos del rabino, persona culta y docta en la Halajá que conduce a sus asistentes no solo en lo espiritual y religioso, celebrando el culto judío, sus festividades y celebraciones, sino que se gana el respeto de su grey como autoridad moral y líder comunitario, brindando consejo, solucionando problemas y solucionando todos los conflictos que pudiesen suscitarse entre sus miembros.
8) El culto judío se celebra en la sinagoga, que sirve tanto de lugar de reunión como de encuentro comunitario, para cuyo fin la adoración en público requiere de un mínimo de diez varones. La sinagoga sustituye en tal función al Templo de Jerusalén, destruido en el año 70 y lugar único de oración y peregrinación hasta su desaparición física. Del mismo modo, los sacrificios rituales que allí se efectuaban fueron reemplazados por sendas plegarias, que el judío piadoso eleva tres veces al día: Al alba, שַׂחֲרִית, Shajarit; por la tarde, מִנְחָה, Minjá; y al anochecer, עַרְבִית, Arvit. En días festivos se agrega una cuarta a media mañana, מוּסָף, Musaf; y solo en Yom Kipur se cierra la celebración con una quinta plegaria, נְעִילָה, Ne'ilá.
9) La religión y el pueblo judío consagraron desde siempre a la tierra de Israel, la tierra sagrada, como uno de sus ejes principales, ya desde sus mismos albores[281], convirtiéndose esta en parte integral de la idiosincrasia judía: El mundo se divide entre la Tierra Santa y todo el resto, llamado diáspora. Así, las sinagogas de todo el mundo se construyen de cara a Israel; los rezos y festividades concuerdan con su clima y sus estaciones; gran parte de los preceptos pueden cumplirse sólo al pisar su suelo, por nombrar algunos pocos. Dentro de la tierra de Israel ocupa Jerusalén un lugar único en la devoción judía, y dentro de la ciudad los restos del Templo de Salomón, el llamado “Muro de los Lamentos”, es considerado el más sagrado de los sitios. Comparten con Jerusalén su condición de santidad, en menor medida, también las ciudades de Hebrón, Safed y Tiberíades.
10) El pueblo judío se identificó desde un principio con la lengua hebrea, considerada “lengua sagrada”, לְשׁוֹן הַקּׁדֶשׁ, leshón hakódesh, en la que están escritas la Toráh y la mayor parte de la literatura judía. Relegada a condición de lengua muerta durante siglos, reservada a la oración, a la literatura y a los textos jurídicos y teológicos, fue recuperada como lengua hablada y modernizada con el resurgir del sionismo y adoptada como lengua oficial del Estado de Israel.
La comunidad judía de Israel fue dominada por varios antiguos imperios. Los asirios fueron seguidos por los babilonios y luego por los persas hasta la conquista por parte de los griegos. Es en esta época cuando estalla una revolución encabezada por Judas el Macabeo en el 135 a. C., que logra colocar a todo el territorio del antiguo Israel nuevamente bajo dominio judío. El reino asmoneo de Judá pasó por último a manos de los romanos.
Es en el año 70 después de Cristo cuando estalla una nueva rebelión y es destruido el Segundo Templo. Muchos habitantes judíos son vendidos como esclavos y esparcidos por los confines del Imperio Romano, proceso que se conoce como la “diáspora”. La historia de Masada demuestra el arrojo de los soldados judíos de la época. Numerosas comunidades judías florecieron en el Imperio Persa Sasánida y en el Imperio Romano.
11) La sinagogas.
El vocablo es conocido en hebreo y en fenicio y es frecuente en nabateo, pero no hay nada que permita determinar cuándo comenzaron a existir las sinagogas. Por lo demás, es viable que la institución se fuese formando poco a poco, bajo la presión de dos factores del judaísmo post exílico: La ley de unidad del santuario se había impuesto, por lo cual parecería no solo legitimo, sino necesario, poseer lugares de oración fuera de Jerusalén; sobre todo, la importancia que se daba a la Ley exigía quizá que fuese leída y enseñada en las comunidades; ahora bien, las sinagogas eran centros de enseñanza tanto o más que de oración. Estos factores intervenían tanto en Palestina como en la diáspora, y al azar de los descubrimientos se debe el que conozcamos en Egipto la primera sinagoga documentada con seguridad.
Durante el reinado de Josafat se refiere la misión confiada a seglares, a levitas y sacerdotes, que debían ir con el libro de la Ley a instruir al pueblo en todas las ciudades de Judá. De todos modos las sinagogas no nos aparecen con plena claridad hasta comienzos de nuestra era: Pero estas sinagogas no pertenecen ya a las instituciones del Antiguo Testamento.
Desde el año 70 de nuestra era, fecha en la que el Segundo Templo de Jerusalén es destruido por el Imperio Romano, la sinagoga pasa a ser el lugar de preferencia para el culto, aunque el judaísmo no emite una preferencia sobre un lugar específico para dicha actividad. En hebreo, la sinagoga se llama Bet haKenéset, בית הכנסת, o “lugar de reunión”.
Los hombres, al entrar a la sinagoga, generalmente se ponen una kipá o yarmulke sobre su cabeza. También se acostumbra utilizar espacios normalmente destinados al estudio para la oración. A los miembros del clero se les llama rabinos o jajamim.
El culto en la sinagoga se desarrollaba según el ritual expuesto a continuación:
a) Invocación: “Invoquemos al Señor nuestro Dios, el Dios de los ejércitos, el que habita por encima de los querubines”.
b) Recitar el Credo: El shema’Israel era recitado con el rostro en dirección a la ciudad de Jerusalén[282] por una persona designada por el presidente. El texto correspondía preferentemente a párrafos de Deuteronomio como por ejemplo 6.4-9 y Números 15.37-41.
c) La oración de las 18 bendiciones: Conocida como Chemone-esreh y comenzaba de la siguiente manera: “Bendito tú, Adonay Dios nuestro y Dios de nuestros padres, Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob; Dios grande, héroe temible, Dios altísimo, Creador del cielo y de la tierra, nuestro escudo y escudo de nuestros padres, nuestra esperanza, de generación en generación. Bendito seas tú, Jehová, escudo de Abraham...”. Esta oración era recitada por los judíos cada día, fuera de la sinagoga.
d) Lectura de las Escrituras: Se hacía de pie[283] por otros miembros escogidos con antelación. Se leía la ley por secciones de manera que los 5 libros de Moisés pudieran ser leídos en un año. Después de la ley, el lector escogía un pasaje de “los profetas”. Jesús escogió leer Isaías 61.1-2. Aproximadamente leían 6 capítulos cada sábado.
e) La Enseñanza: Trataba sobre uno de los pasajes que se había leído[284] y lo aplicaba a la vida diaria. Esta enseñanza no era un elemento obligatorio. Solo tenía lugar si había alguien capacitado que pudiera hacerlo[285]. Jesús y Pablo aprovecharon esta oportunidad que se ofrecía a todo judío para explicar las Escrituras. El predicador se sentaba para dar su mensaje[286]. En tiempos de Jesús, la lectura se hacía en hebreo y la exhortación en arameo.
f) Recitar el Qaddish: Que correspondía a una especie de oración de exaltación a Dios.
g) El canto de los Salmos: En el cual se excluían a las mujeres.
h) La bendición de Aarón: Corresponde a Números 6.24-26 a la que la asamblea respondía “Amén”.
12) Corrientes del judaísmo.
Existen varias doctrinas derivadas del judaísmo. El judaísmo a lo largo de la historia se ha dividido en diferentes grupos, lo que no significa que sus relaciones con diferentes comunidades se pierdan; por el contrario, el judaísmo está muy unido en torno a sus comunidades. Entre ellas:
a) Judaísmo ultra ortodoxo.
También conocido como haredí; no presenta diferencias doctrinales con el ortodoxo, sino una práctica especialmente devota, y su distanciamiento del sionismo. Tiene dos grandes subdivisiones:
i. Jasidismo.
El judaísmo jasídico es un movimiento ultra ortodoxo. El jasidismo fue creado en Polonia a principios del siglo XVIII. Su fundador fue el rabino Israel ben Eliezer, también conocido como el “Baal Shem Tov”. Los seguidores del jasidismo desearon crear un judaísmo más alegre y menos académico. Actualmente están divididos en múltiples tendencias.
ii. Mitnagdismo.
También ultra ortodoxos, los mitnagdím, del hebreo “oponentes”, por el contrario, rechazan algunas posturas del jasidismo, como el estudio intensivo de la parte oculta de la Toráh. Es una corriente más unificada.
b) Judaísmo ortodoxo.
El judaísmo ortodoxo presenta la religión como una unidad, sin corrientes alternas, y como un estilo de vida regido por la Ley Suprema. Afirma que la festividad de pésaj, el shabat y todos los preceptos de la Toráh, tanto la parte escrita como la parte oral, que conforman el comportamiento del judío fueron entregadas por Adonay mismo a Moisés hace unos 3.300 años.
Moisés a su vez enseñó estas leyes a todo el pueblo israelita, que como una sola entidad aceptó cumplirlas antes de saber en qué consisten o el porqué de cada una de ellas, con una disposición única de entidad indivisible. De aquí que se conozca como ortodoxo al judío que cumple con todos los preceptos entregados, siendo que el significado de la palabra ortodoxo es “correcto”.
Considera que las leyes fueron entregadas no solamente a esta generación, sino también dirigidas a todos sus descendientes, y contienen en sí todas las facetas que se puedan pensar que requieran su aplicación. Por ende, todos los avances de la tecnología moderna y la ciencia no hacen obsoleta a ninguna de estas leyes; al contrario, ayudan a su cumplimiento con mayor facilidad.
Afirma que la Toráh no representa un símbolo ni es un conjunto de sermones para el judío, sino un programa de vida, para aplicarse a cada momento. Se basa en el amor al prójimo, enfatizándose en la tolerancia y comprensión y la preocupación por ayudar a todos y cada uno de los miembros de la comunidad, todo esto dentro del cuadro de las obligaciones que impone la Toráh escrita y oral.
c) Judaísmo conservador.
También conocido como judaísmo masortí o tradicionalista, del hebreo masóret, “tradición”. Este movimiento se formó en los Estados Unidos a través de la fusión de dos grupos distintos: Los judíos reformados, que se oponían al rechazo de la ley judía, y los judíos ortodoxos, que se habían alejado de la ley oral. Enfatizan que los judíos constituyen una nación, de la misma manera que una religión y su observancia de la ley es limitada.
Los conservadores no siguen la Ley judía en su totalidad, sino que se inclinan hacia una libre interpretación, no siempre basada en la tradición de los sabios.
d) Judaísmo reformista.
El judaísmo reformista, también llamado “reformado”, “progresista”, “progresivo” y “liberal”, defiende la autonomía individual en lo relativo a la interpretación de los preceptos religiosos. Con todo, entre los judíos reformados existen los siguientes planteamientos:
i. Rechazo de la segregación sexual y defensa de los derechos de la mujer. Hombres y mujeres oran en las sinagogas reformadas de manera conjunta.
ii. Ausencia de integrismo en su interpretación de los preceptos religiosos. Dichos preceptos fueron escritos por personas influidas por su sociedad, y no debe realizarse una interpretación literalista, sino adecuada al contexto.
iii. Fuerte compromiso social.
iv. Consideración del Mesías como símbolo de una sociedad idílica en la que se cumplen los principios de paz y fraternidad, y no como una persona individual que instaurará dicho orden.
e) Judaísmo Caraíta.
Los judíos seculares son aquellos que pertenecen al pueblo judío por ascendencia familiar, en concordancia con las leyes del judaísmo pero sin embargo se esfuerzan poco o nada por practicar las leyes judías. La mayoría de los judíos seculares son indiferentes al judaísmo, el cual forma parte relativamente pequeña de su identidad. Esto último los diferencia de los judíos humanistas seculares.
El judaísmo humanista secular es una corriente que ve al hombre como centro del mundo y de la vida judía, a diferencia de las otras corrientes que subrayan la centralidad de Dios. Para los judíos humanistas seculares la religión y sus leyes no necesariamente deben regir el comportamiento del individuo. Esta corriente destaca los valores humanistas universales, que se basan históricamente en las fuentes judías. Los distintos libros del judaísmo son remarcados como fuentes de inspiración para los conceptos de libertad, justicia, justicia social, solidaridad, respeto y ayuda al prójimo, tolerancia y demás.
Esta corriente, al igual que la reforma, es uno de los intentos de adaptar el judaísmo y compatibilizarlo con las distintas posibilidades de identidades seculares y nacionalistas, que surgen como consecuencia de la Revolución francesa.
13) Festividades judías.
a) La principal festividad judía es el Shabat[287].
b) Yamim Noraim, Los Días Importantes.
i. Rosh Hashaná, “Año Nuevo”, 1 y 2 de Tishrei, primer mes del calendario hebreo.
ii. Yom Kipur, “Día del Perdón”, 10 de Tishrei.
c) Las Pascuas. Las tres Fiestas de Peregrinaje.
i. Sucot, “Fiesta de las Cabañas” o de los “Tabernáculos”, del 15 al 22 de Tishrei.
ii. Pésaj, la Pascua judía, del 15 al 22 de Nisán.
iii. Shavuot, 6 de Siván.
d) Festividades menores.
i. Jánuca, “Fiesta de las Luminarias”, del 25 de Kislev al 2 ó 3 de Tevet.
ii. Tu Bishevat, “Año Nuevo de los Árboles”, 15 de Shevat.
iii. Purim, 14 de Adar.
iv. Lag Ba'ómer, 18 de Iyar.
v. Tu Be'av, “Día del Amor”, 15 de Av.
e) Días de ayuno.
i. Ayuno de Guedaliá, Tsom Guedaliá, 3 de Tishrei.
ii. Ayuno del 10 de Tevet, Tsom asará betevet, 10 de Tevet.
iii. Ayuno de Ester, Ta'anit Ester, 13 de Adar.
iv. Ayuno del 17 de Tamuz, Tsom shiv'á asar betamuz, 17 de Tamuz.
v. Ayuno del 9 de Av, Tsom tish'á be'av, 9 de Av.
4. El Culto en la Iglesia.
Ya en la Iglesia nos encontramos un tipo de culto muy diferente al que vimos en el judaísmo, aunque al principio de esta los apóstoles y discípulos continuaron asistiendo al Templo y continuaron con los rituales judíos.
a. En la Iglesia Primitiva.
El Nuevo Testamento da pocos detalles sobre la forma de las reuniones. Hechos 20, 1 Corintios 11 y 14 son las únicas fuentes un poco detalladas en las Escrituras. El culto cristiano nació de la fusión de la experiencia cristiana en la sinagoga y del Aposento Alto, ambas cosas se convirtieron en la norma del cuto cristiano.
Los cuatro elementos dominantes del culto de los primeros cristianos según Hechos 2.42 fueron:
1) La enseñanza de los Enviados: Profecía, exhortación, palabra de conocimiento, de sabiduría, revelaciones, lenguas interpretadas, evangelización.
2) La comunión fraternal: Es la puesta en común de los bienes espirituales y materiales.
3) El partimiento del pan: Se practicaba en el culto según lo había ordenado el Señor, semanalmente en el culto dominical.
4) Las oraciones: Son el denominador común de los tres cultos, Templo, sinagoga, culto cristiano.
b. Desde el siglo II a la Edad Media.
Durante los primeros siglos el culto se mantuvo muy similar al practicado por los discípulos y los primeros convertidos, pero al pasar el tiempo, con el surgimiento de la organización católica comenzó la introducción de ritos y costumbres terminando en lo que será la misa romana. El pensamiento sacramentalista dominó toda la teología de la Edad media. La salvación por medio del sacramento reemplazó la salvación por la fe. Cuando la transformación católica fue completa, el predicador fue reemplazado por el sacerdote. La Cena del Señor ya no era el servicio evangélico de acción de gracias que se distinguía por el gozo; se había convertido en su sacrificio objetivo del cuerpo y la sangre de Cristo que inspiraba temor. La importancia de esta desviación de la enseñanza y de la práctica del Nuevo Testamento no debería menospreciarse. Representa una línea divisoria en la historia del culto de la Iglesia cristiana. Tuvo por consecuencia la eliminación de casi todo lo que caracterizaba el culto cristiano. Los adoradores se convirtieron en simples espectadores que se limitaban a observar la actividad del sacerdote en el altar. Esto durará hasta la Reforma del siglo XVI, donde se produce el resurgimiento del culto de los primeros cristianos, esto es: Reunirse con sencillez para orar, leer la Palabra, cantar salmos y exhortarse mutuamente, aunque se cometen varios errores más.
c. De la Reforma a nuestros días.
Se produce un despertar en los cristianos y por ende la búsqueda de una verdadera comunión con su Señor. Es así como surgen formas de culto según los territorios, partiendo de Alemania, con la misa alemana la cual terminaría siendo modificada bastante y que es lo que hoy se conoce como el culto luterano. Luego, Calvino hará un escrito en el cual indica algunos principios básicos que deben conservarse en el culto, pero susceptible de ser adaptado según las circunstancias locales. Él mismo modificó posteriormente su orden de culto en el año 1542, el cual se constituyó en la pauta para la base del culto reformado en Suiza, Francia, Alemania, Escocia y los países bajos. Este incluía los siguientes elementos:
1) Lectura bíblica de Salmos 124.8.
2) Confesión de los pecados y oración para pedir el perdón.
3) Lectura de Salmos antifonalmente.
4) Oración de iluminación.
5) Sermón.
6) Colecta, con una oración.
7) Padre nuestro parafraseado.
8) Símbolo de los Enviados.
9) Palabras de institución.
10) Exhortación.
11) Oración de consagración.
12) Comunión, con el canto de Salmos o lecturas bíblicas.
13) Oración después de la comunión.
14) Bendición de Aarón.
John Knox[288] tomó en Ginebra el modelo del culto de Calvino y lo modificó ligeramente dando forma así al culto de la Iglesia Reformada de Escocia. Este esquema sería adoptado posteriormente por las iglesias de Francia, Holanda y Alemania.
Vendrá también el culto anglicano el cual fue un intermedio entre el de Ginebra y el de Roma.
Con el correr de los años las denominaciones comenzaron a realizar transformaciones como:
1) Privilegiar el sermón dándole el lugar central del culto.
2) Volver atrás, pasando de la misa-espectáculo a la cena-comunión de los cristianos.
3) Permitir mayor participación de la asamblea.
4) Se refuerza la comunión reuniéndose al menos tres o cuatro veces a la semana, para ejercitar la enseñanza de Cristo.
5) Los creyentes celebrarían la Cena del Señor, tantas veces como se reunieran, para proclamar la muerte del Señor y su triunfo sobre la muerte.
Encontramos ya en el año 1608, a los anabaptistas de Holanda, celebrando el culto con la siguiente estructura:
1) Oración.
2) Lectura comentada de uno o dos capítulos de la Biblia.
3) Oración
4) Sermón, con una duración de una hora, sobre un texto bíblico.
5) Contribuciones libres de otros miembros.
6) Oración.
7) Ofrenda.
Estas estructuras de culto se mantuvieron hasta el siglo XIX, que es donde nace una tercera forma que se diferencia tanto del culto litúrgico centrado en el sacramento como del culto reformado centrado sobre el ministerio de la Palabra. De esta forma, el culto quita su pensamiento en lo que le agrada a Dios y busca más lo que le agrada al hombre, se vuelve humanista. Esta reforma del culto se llevó a cabo por las iglesias libres que comenzaron a surgir en este siglo, manifestadas fuertemente en Inglaterra y posteriormente en los Estados Unidos, llegando al orden del culto que se vio durante el siglo XX en las denominaciones. Pero a mediados del siglo XX, con el fortalecimiento del pentecostalismo, se presencia el surgimiento de una nueva forma de culto impulsada fuertemente por las “Asambleas de Dios” y otros grupos fuertes que provocan una estampida que sale de las denominaciones más tradicionales para unirse a un culto pandemónico en donde los gritos, cantos acompañados por todos los ritmos musicales que se puedan encontrar, manifestaciones glosolálicas y llenas de emocionalismo, chistes en las predicaciones y sobre todo, una urgencia de parte de los líderes a los demás miembros para que ofrenden todo lo posible y aún lo imposible con el fin de tratar de “comprar el favor de Dios”, que supuestamente les premiará con más dinero y otros milagros.
Después de estudiar qué es la Iglesia, su organización y culto, no nos queda más que preguntarnos si lo que encontramos hoy día bajo el nombre de cristiano tiene algo que ver con la enseñanza bíblica. No vemos en ella casi nada de lo que se practica hoy, pero esto no quiere decir que la Iglesia del Señor ha desaparecido, sino que estamos seguros que alrededor del mundo hay muchas personas que aun sienten el amor por el Señor, Su Palabra y Su Iglesia, y es por estos que está compuesta la Iglesia de Cristo.
[468] Hechos 19.39.
[469] Hechos 7.38.
[470] Salmos 22.2. CD
[471] Mateo 16.18; 18.17.
[472] Hechos 19.32, 41.
[473] Hechos 19. 32. Septuaginta
[474] Mateo 16.18. RV1865
[475] Colosenses 3.11. Ibid
[476] Efesios 1.21. CD
[477] 1 Corintios 12.12-13, 27; Efesios 5.23, 30.
[478] 2 Corintios 11.2; Efesios 5.31-32.
[479] Efesios 2.19-22; 1 Pedro 2.4-5.
[480] 1 Pedro 2.5, 9-10; Hebreos 9.11, 14; Revelación 1.6.
[481] Hechos 2.47; 9.31.
[482] Hebreos 12.22-23.
[483] Juan 17.21; 1 Pedro 2.12; Filipenses 2.15-16.
[484] Hechos 8.1; 11.26; 13.1; 14.23, 27; 15.41; Romanos 16.4-5; 1 Corintios 7.17; 1 Tesalonicenses 2.14.
[485] Hechos 11.22. Ibid
[486] Gálatas 1.13. BAD
[487] Romanos 16.1. Ibid
[488] 1 Corintios 1.2. BL95
[489] Juan 11.52; Efesios 2.13-16; 1 Corintios 12.13.
[490] Juan 17.11, 20-23.
[491] Efesios 4.1-3.
[492] 1 Corintios 3.16-17.
[493] 2 Samuel 20.19; Salmos 87.5; Isaías 54.1.
[494] Revelación 21.2.
[495] Revelación 21.9.
[496] Revelación 12.2,17.
[497] Daniel 7.27.
[498] Hechos 20.17.
[499] Mateo 7.15.
[500] Mateo 15.24.
[501] Mateo 9.36; Marcos 6.34.
[502] Mateo 25.32.
[503] Salmos 74.1; 79.13; 100.3; 7.14.
[504] Salmos 23.1; 90.2; Génesis 48.15; 49.24.
[505] Salmos 77.21.
[506] Mateo 10.7; Lucas 9.2; Mateo 4.17; Marcos 1.15.
[507] Juan 10.10.
[508] Juan 10.11.
[509] Juan 11.15.
[510] Juan 11.28.
[511] Oseas 10.1; 1 Samuel 5.1-7; 27; Salmos 80.9-19; Jeremías 2.21; 5.10; 8.13; 12.10; Ezequiel 15.6; 19.10-14.
[512] Juan 15.1.
[513] Juan 15.5.
[514] Juan 15.6.
[515] Juan 15.5.
[516] Juan 15.4.
[517] Juan 15.9-17.
[518] Juan 15.7.
[519] Juan 15.16.
[520] Juan 10.12; 15.17.
[521] Marcos 8.34; Lucas 22.26; Juan 12.26.
[522] Mateo 12.46-50; Marcos 3.31-35; Lucas 8.19-21.
[523] Juan 1.13.
[524] Juan 1.12.
[525] Romanos 8.29.
[526] Hechos 2.47.
[527] Hechos 2.38.
[528] Hechos 9.17; 19.9.
[529] Joel 2.32; Hechos 2.17.
[530] Hechos 15.16; Mateo 16.18.
[531] Hechos 3.21.
[532] Hechos 24.5, 14; 28.22.
[533] Hechos 2.41–46.
[534] Gálatas 2.9; Hechos 15.6.
[535] Gálatas 1.19; Hechos 12.17.
[536] Hechos 21.20.
[537] Hechos 6.7; 15.5.
[538] Hechos 24.17.
[539] Hechos 4.34–37.
[540] Hechos 6.5.
[541] Hechos 15.1; Gálatas 2.12; 6.12.
[542] Hechos 15.20, 29; 21.21–25.
[543] Hechos 18.22.
[544] Gálatas 1.13; Filipenses 3.6.
[545] Hechos 11.26; 13.1.
[546] Hechos 11.26.
[547] Hechos 11.27.
[548] Gálatas 2.11–12.
[549] Hechos 11.29.
[550] Hechos 13.2. NBLH
[551] Romanos 15.19. CD
[552] Romanos 15.24.
[553] Hechos 19.10; Colosenses 1.7.
[554] 1 Corintios 15.1–4.
[555] 1 Corintios 11.2, 23–25; 7.17; 11.16; 2 Tesalonicenses 2.15.
[556] Hechos 20.7.
[557] Romanos 14.5.
[558] Colosenses 4.15–16; 1 Tesalonicenses 4.10.
[559] 2 Corintios 10.8; 13.10.
[560] 2 Corintios 2.5–10.
[561] Romanos 15.27.
[562] Hechos 2.10.
[563] Hechos 16.6–7.
[564] 1 Pedro 5.1–2.
[565] Efesios 5.23. NBLH
[566] Efesios 4.11. Ibid
[567] Hechos 1.21-22; Efesios 2.20.
[568] Hebreos 3.1.
[569] Lucas 11.49.
[570] 2 Corintios 8.23; Filipenses 2.25.
[571] Marcos 3.14.
[572] Marcos 6.30; Mateo 10.2.
[573] Lucas 6.13.
[574] Marcos 3.14.
[575] Marcos 8.29.
[576] Mateo 16.18.
[577] Hechos 1.22; 2.32; 3.15; 13.31.
[578] Hechos 2.24, 36; 3.26; Romanos 1.4.
[579] Hechos 1.8.
[580] Juan 20.21.
[581] Juan 15.26–27.
[582] Juan 14.26.
[583] Juan 16.13–15.
[584] Juan 2.22; 12.16.
[585] Hechos 2.42; 1 Juan 2.19.
[586] Gálatas 2.9.
[587] Efesios 2.20.
[588] Mateo 19.28.
[589] Revelación 21.14.
[590] Gálatas 2.11.
[591] Hechos 8.14; 19.6.
[592] Hechos 8.14; 11.22.
[593] Hechos 15.6.
[594] Hechos 13.1.
[595] 1 Corintios 12.28.
[596] 1 Corintios 1.14.
[597] Hechos 1.24.
[598] Hechos 1.21–22.
[599] Romanos 1.1; 1 Corintios. 1.1; Gálatas 1.1, 15.
[600] 1 Corintios 15.8.
[601] 1 Corintios 9.1.
[602] 1 Corintios 15.8–11.
[603] 2 Pedro 1.19-21.
[604] Deuteronomio 18.18; Jeremías 1.9.
[605] Isaías 2.2-4.
[606] Jeremías 31.31-34; Hebreos 10.16.
[607] Ezequiel 36.
[608] Isaías 49.5-6; 53.11.
[609] Sofonías 2.3.
[610] Mateo 11.13.
[611] Lucas 24.48–49; Juan 14.26; 15.26–27; Hechos 1.8.
[612] Mateo 10.19–20; Juan 16.12–15.
[613] 1 Pedro 1.10–12.
[614] Hechos 2.1–12.
[615] Hechos 2.18.
[616] Hechos 2.4, 17–18; 10.44–46; 19.6; 1 Corintios 1.5–7.
[617] La Toráh.
[618] Gálatas 3.8.
[619] Lucas 20.1.
[620] Hechos 8.4
[621] 2 Timoteo 4.5
[622] Hechos 8.5, 12, 35, 40.
[623] La Ilíada 1. 263; 2. 243
[624] Hechos 14.23; 15.22; 20.17-18.
[625] Génesis 4.2.
[626] Salmos 23.2.
[627] Amós 3.12.
[628] Ezequiel 34.8; Mateo 18.12.
[629] Génesis 31.39.
[630] Éxodo 22.10–13.
[631] Éxodo 2.17, 19.
[632] Zacarías 11; Nahúm 3.18; Isaías 56.11.
[633] Génesis 49.24; Salmos 23.1; 80.1.
[634] Isaías 40.11.
[635] Jeremías 31.10.
[636] Jeremías 50.6; 51.23; Zacarías 13.7.
[637] Jeremías 49.19; 50.44.
[638] Números 27.17; 1 Reyes 22.17; Marcos 6.34.
[639] Ezequiel 34.23.
[640] Hebreos 13.20; 1 Pedro 2.25; 5.4.
[641] Juan 10.16.
[642] 1 Pedro 5.2-4. NBLH
[643] Juan 10.14.
[644] Strong 1097
[645] Ezequiel 34.2. Ibid
[646] Juan 21.15-17. Ibid
[647] Hebreos 13.17. Ibid
[648] Hebreos 13.17; 1 Pedro 5.2.
[649] 1 Timoteo 4.12. Ibid
[650] 1 Pedro 2.21. Ibid
[651] Strong 1320
[652] Éxodo 36.4; 2 Crónicas 2.7.
[653] Lucas 2.42; Hechos 5.34.
[654] 1 Pedro 4.11; 2 Timoteo 2.15.
[655] Mateo 23.3.
[656] Salmos 119; 97.
[657] Santiago 3.1. NBLH
[658] Mateo 20.18; 2 Timoteo 2.2.
[659] 2 Timoteo 2.15.
[660] Strong 3718
[661] Hechos 17.11.
[662] Strong 350
[663] Marcos 7.33-35.
[197] Hechos 3.8-13; 6.2-6; Romanos 16.1-2.
[198] 1 Timoteo 3.1-7, 8-13, 14-15; Tito 1.5.
[199] Mateo 22.13.
[200] 1 Tesalonicenses 3.2.
[201] Colosenses 1.7, 23, 25.
[202] Hechos 19.22; Filemón 13; Colosenses 4.7; Efesios 6.21.
[203] Romanos 15.25; 2 Corintios 8.4.
[204] Juan 2.5, 9.
[205] Lucas 10.40.
[206] Marcos 1.31.
[207] Marcos 10.45.
[208] Filipenses 1.1.
[209] Romanos 12.7; 1 Pedro 4.11.
[210] 1 Corintios 12.28. RV60
[211] 1 Timoteo 4.6.
[212] Hechos 2.42; 20.7.
[213] Hechos 2.42.
[214] Hechos 2.46.
[215] Hechos 2.47.
[216] Mateo 18.20. Ibid
[217] 1 Corintios 5.4.
[218] Hechos 2.42. Ibid
[219] Hechos 20.7. Nota del Autor: ¿Por qué la mayoría de las denominaciones participan de la Cena del Señor una vez al mes? Esto se le debe a los obispos metodistas, quienes eran los únicos a los que se les permitía realizar esta celebración en su denominación. Cuando el metodismo viene a América, en los nacientes Estados Unidos cada obispo tenía a su cargo cuatro congregaciones, a las que visitaba una vez por mes cada una, a pesar de que John Wesley era partícipe de que la Cena del Señor debía tomarse todos los domingos, y entonces se participaba de la comunión. Esta práctica fue copiada por las demás denominaciones hasta el día de hoy.
[220] 1 Corintios 14.26.
[221] Génesis 4.4-5. La Toráh
[222] 1 Juan 3.12. NBLH
[223] Santiago 2.19. Ibid
[224] Levítico 10.1, Números 3.4.
[225] 2 Samuel 6.3.
[226] 1 Reyes 13.1-3.
[227] 1 Reyes 3.2; 14.23.
[228] Génesis 18.2.
[229] Génesis 18.6-8.
[230] Génesis 22.1-13. La Toráh
[231] Éxodo 3.8. Ibid
[232] 1 Crónicas 23.
[233] 1 Crónicas 25.
[234] Números 6.24-26.
[235] Éxodo 25.8-9.
[236] Éxodo 25.10-20.
[237] Éxodo 25:23-40 y 30:1-10
[238] Éxodo 25:23-30
[239] Éxodo 25:31-40
[240] Éxodo 30:1-10
[241] Éxodo 27:1-8
[242] Éxodo 30:18-21
[243] En Génesis 22 Abraham “sacrifica a su Hijo”; en Génesis 31.54 Jacob hizo un sacrificio en el monte e invitó a sus hermanos a tomar parte. Ellos tomaron parte, e hicieron noche en el monte; en Génesis 46.1 partió Israel con todas sus pertenencias y llegó a Berseba, donde hizo sacrificios al Dios de su padre Isaac.
[244] Génesis 41.45; 47.22.
[245] Génesis 14.18-20.
[246] Números 8.9-10.
[247] Números 27.15-23.
[248] Éxodo 29.7; 40.12-15; Levítico 8.12.
[249] Levítico 21.6.
[250] Números 8.14.
[251] Por ejemplo: no pueden asociarse a un duelo (Levítico 21.1-6); no casarse con una mujer prostituida o repudiada (Levítico 21.7); llevarán vestiduras especiales para entrar en el santuario, se abstendrán de vino y de bebidas que embriagan (Levítico 10.8-11).
[252] Deuteronomio 33.4, 8-10.
[253] Números 27.21.
[254] 1 Samuel 14.41-42.
[255] Esdras 2.63.
[256] Deuteronomio 33.10. La Toráh
[257] Miqueas 3.11. BAD
[258] Jeremías 18.18. BL95
[259] Ezequiel 7.26. CAB
[260] Oseas 4.6.
[261] Miqueas 2.7.
[262] Números 1.50; 3.6.
[263] Éxodo 6.19; Números 3.20; Deuteronomio 10.8.
[264] 1 Crónicas 25; 26.1-19.
[265] Se queja Amós del culto sin justicia: Amós 5.21-24.
[266] Esdras 2.43-58.
[267] Éxodo 38.8. La Toráh
[268] NBLH.
[269] Esdras 2.64-65.
[270] Génesis 9:1-7
[271] 613 mitzvot
[272] El Camino.
[273] La mesa servida.
[274] Génesis 17.10.
[275] Levítico 19.19.
[276] Levítico 12.1-8.
[277] Levítico 19.19.
[278] Deuteronomio 6.4. La Toráh
[279] Génesis 2.2-3.
[280] Éxodo 20.8-11, Deuteronomio 5.12-15.
[281] Génesis 12.7.
[282] 1 Reyes 8.48.
[283] Lucas 4.16.
[284] Marcos 1.21; Lucas 4.20; 6.6; Juan 6.59; 18.20.
[285] Hechos 13.15.
[286] Lucas 4.20.
[287] El sábado.
[288] 1505 – 1577.