V. La Santidad.
El hecho de que Dios es Santo, implica que Su pueblo debe ser santo en todo sentido, por lo que el mismo Señor se preocupó de dar una reglamentación concerniente a la santidad y pureza, incluyendo un código de alimentación.
A. Leyes sobre la Pureza: Código de Alimentación, enfermedades, etc.
El código de pureza en el Levítico se ocupa de cuatro temas principales: Animales puros e impuros[1], parto[2], lepra[3] e impureza sexual[4]. Las leyes aunque han sido redactadas en el Israel post exílico tiene claramente un tono antiguo.
En el fondo la distinción entre lo puro y lo impuro se refería solo al culto. Ser impuro era carecer de santidad, la cual no era una condición moral, sino una situación del ser, incompatible con la santidad de Adonay y por tanto excluyente de todo contacto con él.
1. Animales puro e impuros[5].
La lista se refiere a grandes animales terrestres[6], animales acuáticos[7], aves[8] y animales pequeños[9]. Esta clasificación no arroja una luz efectiva sobre las razones para distinguir lo puro de lo impuro.
Los animales excluidos del régimen da los alimentos de los hebreos eran los utilizados en el culto pagano, en relación con el sacrificio, la magia o la práctica supersticiosa; así, por ejemplo el cerdo, empleado en sacrificio al dios Tammuz. Asimismo, pese a la falta de información, no es inverosímil que la costumbre y la legislación hebreas obedecieran a otras razones adicionales, como la higiene y la repugnancia natural.
2. Parto[10].
Este era considerado como causa de impureza por numerosos pueblos antiguos. El estado de impureza no era producida por el acto de la concepción ni por el alumbramiento como tal, sino más bien por la pérdida de sangre. La vitalidad de la mujer, vinculada a su sangre, quedaba disminuida por el parto, y esto hacía que ella resultara objetivamente separada de Adonay, la fuente de la vida, hasta que se restableciera su integridad. La impureza era pronunciada durante el período inmediatamente siguiente al nacimiento, período que su impureza era tan contagioso como el tiempo de su menstruación.
3. Lepra[11].
La lepra tenía un sentido más amplio e incluía otras enfermedades cutáneas. En Levítico más allá de la higiene, lo que interesa es la falta de la integridad corporal necesaria para el culto de Adonay. Ciertos agentes corruptores, presentes en la ropa o en las viviendas. En todos estos casos, lo que quería era la presencia de la fuerza maléfica de la corrupción.
En el cuerpo humano, no todas las enfermedades cutáneas implicaban impureza, sino únicamente las que se tenían por infecciosas. La blancura de la piel después de una enfermedad cutánea era señal de curación e indicaba impureza.
En los vestidos[12], también se veía la fuerza maléfica de la corrupción, los cuales los hacía impuros, después de la inspección del sacerdote sino había quedado ni rastro de moho, el objeto era declarado puro y restituido a su primer uso.
En las casas[13], la impureza se daba únicamente cuando el moho estaba activo, circunstancia que debía determinar la inspección del sacerdote, ya antes de ser sometida a examen, la casa era vaciada por completo de sus enseres. Entrar en la casa durante la cuarentena equivalía a contraer impureza hasta el término del día. Si al término de la semana, la segunda inspección del sacerdote verifica el carácter de la lepra, las piedras eran arrancadas y llevadas, junto con todo el revestimiento desprendido de los muros, a un lugar inmundo fuera de la ciudad[14]. La casa entonces podía ser reparada, pero debería ser demolida por completo. Si no se reproducía el estado corrosivo, la casa era declarada pura[15].
4. Impureza sexual.
La pérdida de semen por el hombre o de sangre por una mujer era considerada como una pérdida de la vitalidad, una disminución del principio vital. Ambas cosas comportaban un estado de indignidad que impedía toda intervención activa en la vida cultural de Israel. Lo que aquí interesa no es la culpabilidad moral. Aunque gran parte de esta legislación se funda en ciertas razones higiénicas que conocemos por las fuentes babilónicas y egipcias, el énfasis del Levítico es claramente cultual.
La impureza en los hombres podía producirse de varias maneras. El flujo anormal, se refiere a las excreciones genitales resultantes de la gonorrea. El paciente transmitía su impureza a las personas con quien se ponía en contacto, a los muebles en que se acostaba o sentaba, a los objetos domésticos que tocaba. Todo quedaba impuro hasta la tarde. La segunda causa de impureza masculina[16] era la pérdida de semen, fuera o no voluntaria. Su estado de impureza duraba un día y exigía que se lavara, así como a la pieza de tela, etc. En Deuteronomio 23.11 se añade que el interesado se ausente de la comunidad.
Las relaciones sexuales entre un hombre y una mujer, tanto si el acto era lícito como si no, entrañaban impureza legal. El estado de impureza duraba un día, y el único ritual era el baño.
La impureza femenina era consecuencia de la menstruación o de un anormal flujo de sangre fuera del período habitual o más allá de la duración usual del período[17], la impureza duraba siete días, durante los cuales podía ser transmitida a personas y objetos de la misma manera que el hombre con flujo crónico. Un hombre que se acerca a una mujer en el día de su menstruación contraía sexualmente impureza durante ese tiempo.
B. Código de Santidad[18].
Se llama así por su tema dominante y sus fórmulas frecuentes de santidad. La idea central es que Israel sea santo como su Dios es santo. El tema resulta heterogéneo: sangre de animales, toda la sangre era para Dios, las aves no cuentan; relaciones sexuales, incesto y adulterio; relaciones humanas éticas; cultos prohibidos, la idolatría llamada también prostitución; personas sagradas, sacerdotes los ungidos; porciones sagradas; tiempos sagrados, el sábado, fiestas: pascua, año nuevo, etc.; lugares sagrados, el Templo; el nombre sagrado, año jubilar.
En cuanto a la forma encontramos con frecuencia la justificación: “Yo soy el Señor, vuestro Dios”, “yo soy el Señor”, “yo el Señor vuestro Dios soy santo”, “yo soy el Señor que lo santifico”. La santidad es atributo esencial de Dios, en su misma naturaleza, trascendente del todo diverso e inalcanzable, es ética perfecta y dinámica. Dios manifiesta su santidad en acción y en presencia. Dios actúa para comunicar y transmitir su santidad, para arrastrar a su esfera al hombre y por él a otros seres. Asume el título de “Santo de Israel” y confiere el título de “pueblo santo”. Al sentirse arrastrado el hombre descubre más su finitud y su ser de pecado, a la vez que descubre la exigencia de Dios que lo penetra en su apertura trascendente. Comienza la santificación: Dios acerca al hombre lo traslada a un orden objetivo superior, de cercanía personal exigente. La esfera objetiva privilegiada de ese acercamiento es el culto, sacerdotes: por el hombre Dios santifica objetos, tiempos, lugares, imponiendo sus exigencias significativas. Pero la trasformación tiene marcado el carácter ético y es exigencia constante y dinámica. El proceso es lógico: Exigencia para penetrar y para progresar. Es más, el hombre tiene que reconocer y proclamar la santidad de Dios. El código de santidad es una de las claves del Pentateuco.
[1] Levítico 11.1-14.
[2] Levítico 12.1-8.
[3] Levítico 13.1-14-17.
[4] Levítico 15.1-33.
[5] Levítico 11.1-47.
[6] Levítico 1-8.
[7] Levítico 9-12.
[8] Levítico 13-23.
[9] Levítico 29-38.
[10] Levítico 12.1-8.
[11] Levítico 13.1-14.57.
[12] Levítico 13.47-49.
[13] Levítico 14.33-57.
[14] Levítico 14.39-41.
[15] Levítico 14.42-48.
[16] Levítico 16-17.
[17] Levítico 25-30.
[18] Levítico 17-27.
El hecho de que Dios es Santo, implica que Su pueblo debe ser santo en todo sentido, por lo que el mismo Señor se preocupó de dar una reglamentación concerniente a la santidad y pureza, incluyendo un código de alimentación.
A. Leyes sobre la Pureza: Código de Alimentación, enfermedades, etc.
El código de pureza en el Levítico se ocupa de cuatro temas principales: Animales puros e impuros[1], parto[2], lepra[3] e impureza sexual[4]. Las leyes aunque han sido redactadas en el Israel post exílico tiene claramente un tono antiguo.
En el fondo la distinción entre lo puro y lo impuro se refería solo al culto. Ser impuro era carecer de santidad, la cual no era una condición moral, sino una situación del ser, incompatible con la santidad de Adonay y por tanto excluyente de todo contacto con él.
1. Animales puro e impuros[5].
La lista se refiere a grandes animales terrestres[6], animales acuáticos[7], aves[8] y animales pequeños[9]. Esta clasificación no arroja una luz efectiva sobre las razones para distinguir lo puro de lo impuro.
Los animales excluidos del régimen da los alimentos de los hebreos eran los utilizados en el culto pagano, en relación con el sacrificio, la magia o la práctica supersticiosa; así, por ejemplo el cerdo, empleado en sacrificio al dios Tammuz. Asimismo, pese a la falta de información, no es inverosímil que la costumbre y la legislación hebreas obedecieran a otras razones adicionales, como la higiene y la repugnancia natural.
2. Parto[10].
Este era considerado como causa de impureza por numerosos pueblos antiguos. El estado de impureza no era producida por el acto de la concepción ni por el alumbramiento como tal, sino más bien por la pérdida de sangre. La vitalidad de la mujer, vinculada a su sangre, quedaba disminuida por el parto, y esto hacía que ella resultara objetivamente separada de Adonay, la fuente de la vida, hasta que se restableciera su integridad. La impureza era pronunciada durante el período inmediatamente siguiente al nacimiento, período que su impureza era tan contagioso como el tiempo de su menstruación.
3. Lepra[11].
La lepra tenía un sentido más amplio e incluía otras enfermedades cutáneas. En Levítico más allá de la higiene, lo que interesa es la falta de la integridad corporal necesaria para el culto de Adonay. Ciertos agentes corruptores, presentes en la ropa o en las viviendas. En todos estos casos, lo que quería era la presencia de la fuerza maléfica de la corrupción.
En el cuerpo humano, no todas las enfermedades cutáneas implicaban impureza, sino únicamente las que se tenían por infecciosas. La blancura de la piel después de una enfermedad cutánea era señal de curación e indicaba impureza.
En los vestidos[12], también se veía la fuerza maléfica de la corrupción, los cuales los hacía impuros, después de la inspección del sacerdote sino había quedado ni rastro de moho, el objeto era declarado puro y restituido a su primer uso.
En las casas[13], la impureza se daba únicamente cuando el moho estaba activo, circunstancia que debía determinar la inspección del sacerdote, ya antes de ser sometida a examen, la casa era vaciada por completo de sus enseres. Entrar en la casa durante la cuarentena equivalía a contraer impureza hasta el término del día. Si al término de la semana, la segunda inspección del sacerdote verifica el carácter de la lepra, las piedras eran arrancadas y llevadas, junto con todo el revestimiento desprendido de los muros, a un lugar inmundo fuera de la ciudad[14]. La casa entonces podía ser reparada, pero debería ser demolida por completo. Si no se reproducía el estado corrosivo, la casa era declarada pura[15].
4. Impureza sexual.
La pérdida de semen por el hombre o de sangre por una mujer era considerada como una pérdida de la vitalidad, una disminución del principio vital. Ambas cosas comportaban un estado de indignidad que impedía toda intervención activa en la vida cultural de Israel. Lo que aquí interesa no es la culpabilidad moral. Aunque gran parte de esta legislación se funda en ciertas razones higiénicas que conocemos por las fuentes babilónicas y egipcias, el énfasis del Levítico es claramente cultual.
La impureza en los hombres podía producirse de varias maneras. El flujo anormal, se refiere a las excreciones genitales resultantes de la gonorrea. El paciente transmitía su impureza a las personas con quien se ponía en contacto, a los muebles en que se acostaba o sentaba, a los objetos domésticos que tocaba. Todo quedaba impuro hasta la tarde. La segunda causa de impureza masculina[16] era la pérdida de semen, fuera o no voluntaria. Su estado de impureza duraba un día y exigía que se lavara, así como a la pieza de tela, etc. En Deuteronomio 23.11 se añade que el interesado se ausente de la comunidad.
Las relaciones sexuales entre un hombre y una mujer, tanto si el acto era lícito como si no, entrañaban impureza legal. El estado de impureza duraba un día, y el único ritual era el baño.
La impureza femenina era consecuencia de la menstruación o de un anormal flujo de sangre fuera del período habitual o más allá de la duración usual del período[17], la impureza duraba siete días, durante los cuales podía ser transmitida a personas y objetos de la misma manera que el hombre con flujo crónico. Un hombre que se acerca a una mujer en el día de su menstruación contraía sexualmente impureza durante ese tiempo.
B. Código de Santidad[18].
Se llama así por su tema dominante y sus fórmulas frecuentes de santidad. La idea central es que Israel sea santo como su Dios es santo. El tema resulta heterogéneo: sangre de animales, toda la sangre era para Dios, las aves no cuentan; relaciones sexuales, incesto y adulterio; relaciones humanas éticas; cultos prohibidos, la idolatría llamada también prostitución; personas sagradas, sacerdotes los ungidos; porciones sagradas; tiempos sagrados, el sábado, fiestas: pascua, año nuevo, etc.; lugares sagrados, el Templo; el nombre sagrado, año jubilar.
En cuanto a la forma encontramos con frecuencia la justificación: “Yo soy el Señor, vuestro Dios”, “yo soy el Señor”, “yo el Señor vuestro Dios soy santo”, “yo soy el Señor que lo santifico”. La santidad es atributo esencial de Dios, en su misma naturaleza, trascendente del todo diverso e inalcanzable, es ética perfecta y dinámica. Dios manifiesta su santidad en acción y en presencia. Dios actúa para comunicar y transmitir su santidad, para arrastrar a su esfera al hombre y por él a otros seres. Asume el título de “Santo de Israel” y confiere el título de “pueblo santo”. Al sentirse arrastrado el hombre descubre más su finitud y su ser de pecado, a la vez que descubre la exigencia de Dios que lo penetra en su apertura trascendente. Comienza la santificación: Dios acerca al hombre lo traslada a un orden objetivo superior, de cercanía personal exigente. La esfera objetiva privilegiada de ese acercamiento es el culto, sacerdotes: por el hombre Dios santifica objetos, tiempos, lugares, imponiendo sus exigencias significativas. Pero la trasformación tiene marcado el carácter ético y es exigencia constante y dinámica. El proceso es lógico: Exigencia para penetrar y para progresar. Es más, el hombre tiene que reconocer y proclamar la santidad de Dios. El código de santidad es una de las claves del Pentateuco.
[1] Levítico 11.1-14.
[2] Levítico 12.1-8.
[3] Levítico 13.1-14-17.
[4] Levítico 15.1-33.
[5] Levítico 11.1-47.
[6] Levítico 1-8.
[7] Levítico 9-12.
[8] Levítico 13-23.
[9] Levítico 29-38.
[10] Levítico 12.1-8.
[11] Levítico 13.1-14.57.
[12] Levítico 13.47-49.
[13] Levítico 14.33-57.
[14] Levítico 14.39-41.
[15] Levítico 14.42-48.
[16] Levítico 16-17.
[17] Levítico 25-30.
[18] Levítico 17-27.