4. La
superioridad del nuevo pacto sobre el viejo.
3.7-18 “Si el servicio de la muerte habiendo sido grabado con escritos en piedra llegó a tener gloria, de modo que los hijos de Israel no fueron capaces de mirar fijamente el rostro de Moisés debido al resplandor del rostro de él, el cual iba a ser hecho inefectivo, ¿cómo no será aún más con gloria el servicio del espíritu? Si el servicio de condenación fue con gloria, mucho más está abundando la gloria en el servicio de la rectitud. Porque no ha recibido gloria lo glorioso, en esta parte, tomando en cuenta la gloria venidera. Porque si lo que ha sido hecho inefectivo tuvo gloria, mucho más lo que permanece en gloria. Teniendo, por lo tanto, tal esperanza, estamos usando mucha franqueza; y no como Moisés, que estaba poniendo un velo sobre su rostro, para que los hijos de Israel no lo miraran fijamente porque en la completación esto sería hecho inefectivo. Pero la inteligencia de ellos fue endurecida; porque hasta el día de hoy, a la lectura del viejo pacto el mismo velo permanece, el que el Ungido ha hecho inefectivo. Pero hasta hoy, cuando puede ser leído Moisés, el velo está yaciendo sobre el corazón de ellos, pero cuando, si alguna vez, retornen hacia el Señor, el velo será quitado. El Señor es el espíritu; y donde está el espíritu del Señor, hay libertad. Nosotros todos, habiéndonos sido quitada la cubierta del rostro estamos mirando como por espejo la gloria del Señor, siendo transformados de gloria en gloria a la misma imagen, como por el espíritu del Señor”.
Pablo llama la Ley de Moisés “servicio de la muerte”, no porque fuera malo, sino porque esa Ley estaba limitada, no tenía poder para salvar, no tenía poder para limpiar. Estaba escrito en piedra, no en el corazón. A pesar de eso, tenía gloria.
¿Cómo se manifestaba esa gloria? En el rostro de Moisés. Cuando Moisés subió a hablar con el Señor, debido a Su gloria, el rostro de Moisés cambió, de tal manera que al bajar, los israelitas no soportaban verlo directamente porque les lastimaba su vista, eso provocó que tuviera que ponerse un velo para no dañarlos[1]. Pero a pesar de todo, esto que podían ver los israelitas era momentáneo, ya que al morir Moisés ese resplandor iba a acabar, solo iba a durar unos pocos años. Después de la muerte de Moisés los israelitas comenzaron a olvidar, a pesar que tenían la Ley escrita, además de que comenzaron a hacerle adiciones, de tal manera que el pueblo de la Ley dejó de temer a Dios.
Era necesario que Dios estableciera una nueva Ley, esta sería la Ley del Espíritu. El Antiguo Pacto tenía un final, y era necesario un Nuevo Pacto que debía traer el mismo Señor. Este Nuevo Pacto iba a traer vida porque el hombre iba a nacer de nuevo, sería una nueva criatura.
Pablo hace una comparación muy interesante ya que los judaizantes, igual que los adventistas y muchos evangélicos de hoy, pretendían que los cristianos se sujetaran a la Ley de Moisés. Es cierto que el servicio de condenación, el de sacrificios, de diezmos, de limitaciones, tuvo su gloria, pero tiene más gloria en el servicio de la rectitud. Con la Ley de Moisés lo que había era condenación, más con la Ley de Cristo hay salvación.
Pablo quiere dejar en claro que el Nuevo Pacto tiene una gloria mayor, incluso que la que somos testigos hoy. Es cierto que hoy podemos saber que hemos sido justificados, pero aún faltan cosas gloriosas. El Antiguo Pacto ofrecía una franja de tierra en el Cercano Oriente, una tierra que ha causado más guerras que cualquier otra en el mundo; pero el Nuevo Pacto nos ofrece una Tierra Nueva, un lugar en donde jamás ha corrido ni correrá la sangre. El Antiguo Pacto ofrecía una vida en un lugar temporal, mientras el Nuevo ofrece una vida eterna en un lugar eterno.
Al bajar Moisés con el rostro resplandeciente reflejaba la gloria de Dios en el Antiguo Pacto, y esa gloria iba a permanecer hasta la venida de Cristo, porque hasta ahí tendría vigencia[2], pero la idea de Dios no era que el Antiguo Pacto fuese eterno, ya que el hombre no podía llegar a cumplirlo, por lo que era necesaria la intervención divina para que esto ocurriera y solo en Cristo iba a pasar. Ya había sido profetizado por Jeremías que el Pacto Antiguo iba a perecer y vendría un Nuevo Pacto[3]. El Antiguo Pacto iba a perecer porque no tenía un sacrificio perfecto, sino que estaba compuesto por animales imperfectos, mientras que el Nuevo Pacto tendría como sacrificio al Hijo de Dios, por lo que no habría necesidad de más sacrificios[4]. Y como es lógico, si algo que es temporal tiene gloria, lo que es eterno tiene más gloria, y esto debieron aceptarlo los judaizantes del tiempo de Pablo y deberían hacerlo los de hoy día.
Pablo asegura a sus lectores que al tener este tipo de esperanza, una que descansa en un Pacto eterno y no en uno que perece, podía hablar con entera libertad. Es de lamentar que la esperanza de muchos es que cuando mueran vayan a un lugar de purificación en donde estarán sufriendo de manera moderada, pagando por los pecados leves, hasta que las plegarias de los vivos logren hacer conmover el corazón de Dios para que los libere y puedan pasar al cielo.
Moisés ponía un velo sobre su rostro mientras este resplandecía, porque con él afectaba a los que le veían, pero así como esa gloria fue temporal, así sería el Pacto Antiguo, iba a llegar un momento en que sería completado, finalizado. El Antiguo Pacto estaba compuesto de símbolos y sombras[5], que terminarían al venir la esencia de lo que simbolizaban. Por esto es que Pablo dice que él habla con franqueza, a diferencia de Moisés, y no que este hablara de manera hipócrita, sino que él no podía entender lo que significaba el Antiguo Pacto porque no había visto lo palpable, mientras que Pablo sí.
El pueblo de Israel no quiso aceptar a Cristo, sino que le rechazó porque pensó que teniendo el Antiguo Pacto era suficiente, y así se rebelaron contra Dios, creyeron ser inteligentes y no entendieron el verdadero significado del Antiguo Pacto; y hasta el día de hoy el pueblo de Israel sigue con su inteligencia endurecida y no pueden aceptar a Jesús como Señor ya que mantienen aún el velo que no les deja ver, y lo mismo ocurre con todos los que promueven la causa sionista que no tiene base bíblica. La única manera en que este velo será eliminado es entregando su vida al Señor, que ha hecho inefectivo el Antiguo Testamento.
Es cierto que los judíos siguen el Antiguo Testamento, pero el velo que mantienen creyendo que este es suficiente no les permite ver a Cristo. Ellos siguen apegados a sus tradiciones y creencias, lo que no les permite ser cristianos. Y este velo no se quitará hasta el momento en que ellos, no como nación porque Cristo trata con cada persona en particular, se vuelvan a Cristo, recibiéndole como Señor y Maestro.
“El Señor es el espíritu”. En este pasaje hay que tener cierto cuidado porque se ha creído que Pablo está hablando del Espíritu Santo, pero la verdad es que Pablo viene hablando de los dos Pactos, por lo que no es lógico que vaya a hacer un cambio tan brusco en el tema. En realidad Pablo no está diciendo que “El Señor es Espíritu”, sino “el Señor es el espíritu”; ¿de qué? Del Nuevo Pacto. Moisés no podía explicar la esencia del Antiguo Pacto, pero Pablo si lo podía hacer del Nuevo porque hablaba de Cristo.
Con el Antiguo Pacto había servidumbre, no podía haber libertad, mientras que con el Nuevo Pacto, en donde el mismo Cristo es su espíritu, si hay libertad porque trae perdón de los pecados y nos libra de la condenación.
Solo el cristiano puede decir que ha sido librado de la condenación ya que el velo que había en su corazón fue eliminado, pudiendo ver ahora la imagen de Dios por medio del Nuevo Pacto.
Hay algo curioso en el Nuevo Pacto, y es que en él podemos ver reflejada la imagen de Cristo, y conforme más lo estudiamos, nos vamos transformando en su imagen. Y de hecho, la palabra “cristiano” significa “un pequeño Cristo”. ¿Cómo ocurre esto? Por el espíritu, por el estudio del Nuevo Pacto.
[1] Éxodo 34.29-35.
[2] Gálatas 3.19-29.
[3] Jeremías 31.31; Hebreos 8.8-13.
[4] Hebreos 10.1-18; Efesios 1.7; 1 Juan 1.7; 2.2.
[5] Hebreos 9.9; 10.1.
3.7-18 “Si el servicio de la muerte habiendo sido grabado con escritos en piedra llegó a tener gloria, de modo que los hijos de Israel no fueron capaces de mirar fijamente el rostro de Moisés debido al resplandor del rostro de él, el cual iba a ser hecho inefectivo, ¿cómo no será aún más con gloria el servicio del espíritu? Si el servicio de condenación fue con gloria, mucho más está abundando la gloria en el servicio de la rectitud. Porque no ha recibido gloria lo glorioso, en esta parte, tomando en cuenta la gloria venidera. Porque si lo que ha sido hecho inefectivo tuvo gloria, mucho más lo que permanece en gloria. Teniendo, por lo tanto, tal esperanza, estamos usando mucha franqueza; y no como Moisés, que estaba poniendo un velo sobre su rostro, para que los hijos de Israel no lo miraran fijamente porque en la completación esto sería hecho inefectivo. Pero la inteligencia de ellos fue endurecida; porque hasta el día de hoy, a la lectura del viejo pacto el mismo velo permanece, el que el Ungido ha hecho inefectivo. Pero hasta hoy, cuando puede ser leído Moisés, el velo está yaciendo sobre el corazón de ellos, pero cuando, si alguna vez, retornen hacia el Señor, el velo será quitado. El Señor es el espíritu; y donde está el espíritu del Señor, hay libertad. Nosotros todos, habiéndonos sido quitada la cubierta del rostro estamos mirando como por espejo la gloria del Señor, siendo transformados de gloria en gloria a la misma imagen, como por el espíritu del Señor”.
Pablo llama la Ley de Moisés “servicio de la muerte”, no porque fuera malo, sino porque esa Ley estaba limitada, no tenía poder para salvar, no tenía poder para limpiar. Estaba escrito en piedra, no en el corazón. A pesar de eso, tenía gloria.
¿Cómo se manifestaba esa gloria? En el rostro de Moisés. Cuando Moisés subió a hablar con el Señor, debido a Su gloria, el rostro de Moisés cambió, de tal manera que al bajar, los israelitas no soportaban verlo directamente porque les lastimaba su vista, eso provocó que tuviera que ponerse un velo para no dañarlos[1]. Pero a pesar de todo, esto que podían ver los israelitas era momentáneo, ya que al morir Moisés ese resplandor iba a acabar, solo iba a durar unos pocos años. Después de la muerte de Moisés los israelitas comenzaron a olvidar, a pesar que tenían la Ley escrita, además de que comenzaron a hacerle adiciones, de tal manera que el pueblo de la Ley dejó de temer a Dios.
Era necesario que Dios estableciera una nueva Ley, esta sería la Ley del Espíritu. El Antiguo Pacto tenía un final, y era necesario un Nuevo Pacto que debía traer el mismo Señor. Este Nuevo Pacto iba a traer vida porque el hombre iba a nacer de nuevo, sería una nueva criatura.
Pablo hace una comparación muy interesante ya que los judaizantes, igual que los adventistas y muchos evangélicos de hoy, pretendían que los cristianos se sujetaran a la Ley de Moisés. Es cierto que el servicio de condenación, el de sacrificios, de diezmos, de limitaciones, tuvo su gloria, pero tiene más gloria en el servicio de la rectitud. Con la Ley de Moisés lo que había era condenación, más con la Ley de Cristo hay salvación.
Pablo quiere dejar en claro que el Nuevo Pacto tiene una gloria mayor, incluso que la que somos testigos hoy. Es cierto que hoy podemos saber que hemos sido justificados, pero aún faltan cosas gloriosas. El Antiguo Pacto ofrecía una franja de tierra en el Cercano Oriente, una tierra que ha causado más guerras que cualquier otra en el mundo; pero el Nuevo Pacto nos ofrece una Tierra Nueva, un lugar en donde jamás ha corrido ni correrá la sangre. El Antiguo Pacto ofrecía una vida en un lugar temporal, mientras el Nuevo ofrece una vida eterna en un lugar eterno.
Al bajar Moisés con el rostro resplandeciente reflejaba la gloria de Dios en el Antiguo Pacto, y esa gloria iba a permanecer hasta la venida de Cristo, porque hasta ahí tendría vigencia[2], pero la idea de Dios no era que el Antiguo Pacto fuese eterno, ya que el hombre no podía llegar a cumplirlo, por lo que era necesaria la intervención divina para que esto ocurriera y solo en Cristo iba a pasar. Ya había sido profetizado por Jeremías que el Pacto Antiguo iba a perecer y vendría un Nuevo Pacto[3]. El Antiguo Pacto iba a perecer porque no tenía un sacrificio perfecto, sino que estaba compuesto por animales imperfectos, mientras que el Nuevo Pacto tendría como sacrificio al Hijo de Dios, por lo que no habría necesidad de más sacrificios[4]. Y como es lógico, si algo que es temporal tiene gloria, lo que es eterno tiene más gloria, y esto debieron aceptarlo los judaizantes del tiempo de Pablo y deberían hacerlo los de hoy día.
Pablo asegura a sus lectores que al tener este tipo de esperanza, una que descansa en un Pacto eterno y no en uno que perece, podía hablar con entera libertad. Es de lamentar que la esperanza de muchos es que cuando mueran vayan a un lugar de purificación en donde estarán sufriendo de manera moderada, pagando por los pecados leves, hasta que las plegarias de los vivos logren hacer conmover el corazón de Dios para que los libere y puedan pasar al cielo.
Moisés ponía un velo sobre su rostro mientras este resplandecía, porque con él afectaba a los que le veían, pero así como esa gloria fue temporal, así sería el Pacto Antiguo, iba a llegar un momento en que sería completado, finalizado. El Antiguo Pacto estaba compuesto de símbolos y sombras[5], que terminarían al venir la esencia de lo que simbolizaban. Por esto es que Pablo dice que él habla con franqueza, a diferencia de Moisés, y no que este hablara de manera hipócrita, sino que él no podía entender lo que significaba el Antiguo Pacto porque no había visto lo palpable, mientras que Pablo sí.
El pueblo de Israel no quiso aceptar a Cristo, sino que le rechazó porque pensó que teniendo el Antiguo Pacto era suficiente, y así se rebelaron contra Dios, creyeron ser inteligentes y no entendieron el verdadero significado del Antiguo Pacto; y hasta el día de hoy el pueblo de Israel sigue con su inteligencia endurecida y no pueden aceptar a Jesús como Señor ya que mantienen aún el velo que no les deja ver, y lo mismo ocurre con todos los que promueven la causa sionista que no tiene base bíblica. La única manera en que este velo será eliminado es entregando su vida al Señor, que ha hecho inefectivo el Antiguo Testamento.
Es cierto que los judíos siguen el Antiguo Testamento, pero el velo que mantienen creyendo que este es suficiente no les permite ver a Cristo. Ellos siguen apegados a sus tradiciones y creencias, lo que no les permite ser cristianos. Y este velo no se quitará hasta el momento en que ellos, no como nación porque Cristo trata con cada persona en particular, se vuelvan a Cristo, recibiéndole como Señor y Maestro.
“El Señor es el espíritu”. En este pasaje hay que tener cierto cuidado porque se ha creído que Pablo está hablando del Espíritu Santo, pero la verdad es que Pablo viene hablando de los dos Pactos, por lo que no es lógico que vaya a hacer un cambio tan brusco en el tema. En realidad Pablo no está diciendo que “El Señor es Espíritu”, sino “el Señor es el espíritu”; ¿de qué? Del Nuevo Pacto. Moisés no podía explicar la esencia del Antiguo Pacto, pero Pablo si lo podía hacer del Nuevo porque hablaba de Cristo.
Con el Antiguo Pacto había servidumbre, no podía haber libertad, mientras que con el Nuevo Pacto, en donde el mismo Cristo es su espíritu, si hay libertad porque trae perdón de los pecados y nos libra de la condenación.
Solo el cristiano puede decir que ha sido librado de la condenación ya que el velo que había en su corazón fue eliminado, pudiendo ver ahora la imagen de Dios por medio del Nuevo Pacto.
Hay algo curioso en el Nuevo Pacto, y es que en él podemos ver reflejada la imagen de Cristo, y conforme más lo estudiamos, nos vamos transformando en su imagen. Y de hecho, la palabra “cristiano” significa “un pequeño Cristo”. ¿Cómo ocurre esto? Por el espíritu, por el estudio del Nuevo Pacto.
[1] Éxodo 34.29-35.
[2] Gálatas 3.19-29.
[3] Jeremías 31.31; Hebreos 8.8-13.
[4] Hebreos 10.1-18; Efesios 1.7; 1 Juan 1.7; 2.2.
[5] Hebreos 9.9; 10.1.