LECCIÓN 2
I. Mientras vamos.
El mandato de Dios es “id”, pero ¿qué debe ocurrir en ese proceso? Cuando caminamos hacia algún lugar siempre hacemos algo, vemos el paisaje, conversamos, comemos algo, etc. El Señor también dio instrucciones para ese momento tan especial: “Vayan por todos los países del mundo y anuncien las buenas noticias a todas las personas”[1]. Nuestro deber, mientras estamos en este mundo es predicar las buenas noticias. Estas nuevas noticias son tan buenas que producirán en las personas que las escuchan un cambio tan completo que serán liberados de todos sus temores y cosas negativas que le afectaban en su vida. Estas buenas noticias harán que las personas puedan enfrentar su realidad espiritual, que no es algo de mal gusto, sino que es la historia de amor más maravillosa ya que “aun siendo pecadores Cristo murió por nosotros”. Es permitirles a las personas una oportunidad de convertirse en un hijo de Dios y al mismo tiempo es una forma de librarnos a nosotros mismos de un gran castigo, ya que dice Ezequiel 33.8: “Cuando yo diga al impío: ¡Impío, de cierto morirás!, si tú no hablas para que se guarde el impío de su camino, el impío morirá por su pecado, pero yo demandaré su sangre de tu mano”[2].
¿Por qué vas? Esta es una pregunta válida, ya que las personas se involucran por distintos motivos en la evangelización; por ejemplo, los nuevos convertidos van porque están excitados de su nueva conversión, otros lo hacen porque se sienten culpables y hay otros porque son parte de una escuela bíblica o seminario y les piden que hagan trabajo evangelístico.
La única razón bíblica que debe movernos a evangelizar es porque sencillamente es un mandato de Jesús. No es mandato de tu Iglesia, ni de los pastores, es mandato de Dios.
A. Evangelizar por mandato.
Encontramos cinco fundamentos enseñados en la Palabra de Dios para evangelizar: Decreto, estado, deseo, desafío y conclusión.
1. Decreto.
Jesús decretó que sus seguidores fueran a evangelizar, a llenar el mundo con las buenas nuevas de salvación, lo que algunos llaman “La Gran Comisión”. En los Evangelios y en el libro de Hechos encontramos este decreto.
Mateo y Juan hablan de la autoridad que Jesús tiene para ordenar esta tarea. Mateo, Marcos y Lucas explican el alcance de este decreto. Marcos, Lucas, Juan y Hechos muestran cómo se va a poder realizar la tarea. Aunque Marcos menciona rápidamente el mensaje, Lucas lo detalla. Así que el decreto incluye: Ir, predicar el Evangelio, hacer discípulos, predicar arrepentimiento y perdón de pecados y dar testimonio de Jesús[3].
¿Qué pasa si no voy a evangelizar? La Biblia tiene serias advertencias si nos negamos a obedecer:
“Cuando yo diga al impío: ¡Impío, de cierto morirás!, si tú no hablas para que se guarde el impío de su camino, el impío morirá por su pecado, pero yo demandaré su sangre de tu mano”[4].
“Si alguno se avergüenza de mí y de mis enseñanzas, entonces yo, el Hijo del hombre, me avergonzaré de esa persona cuando venga con todo mi poder, y con el poder de mi Padre y de los santos ángeles”[5].
2. Estado.
Jesús dijo a sus discípulos: “Son muchos los que necesitan entrar en el reino de Dios, pero son muy pocos los que hay para anunciarles las buenas noticias. Por eso, pídanle a Dios que envíe más seguidores míos para compartir las buenas noticias con toda esa gente”[6]. Definitivamente Jesús estaba consciente de la gran necesidad humana de conocer las buenas noticias de salvación y de lo difícil que es transmitirlas, a pesar de los avances tecnológicos que poseemos. Son millones de personas, y siguen multiplicándose, que están en el mundo perdidas, sin ningún tipo de esperanza. En el mundo, la población humana alcanzó el 12 de octubre de 1999 la cifra de 6000 millones de personas. En Latinoamérica éramos en el año 2000, 500 millones de personas, se calcula que para el año 2025 seremos ¡700 millones!, pero para el 2005 menos del 15% de la población latinoamericana declara ser cristiana. Eso quiere decir que tan solo ¡75 millones de latinos somos cristianos! ¿Qué va a pasar entonces con los 425 millones que no lo son, el Día del Señor?
Pero además Jesús le decía a los suyos: “Después de sembrar el trigo, ustedes dicen: “Dentro de cuatro meses recogeremos la cosecha”. Fíjense bien: toda esa gente que viene es como un campo de trigo que ya está listo para la cosecha”[7]. Tristemente, los Seminarios, Escuelas e Institutos Bíblicos están hoy más vacíos que nunca. Las personas que tienen las capacidades y que quizá Dios les ha mandado a predicar, se han ocupado en convertirse en estudiantes de Derecho, Periodismo, etc., ya que el predicar la Palabra no es un negocio lucrativo y de por sí siempre es criticado. En Costa Rica, hay tan solo 2 ó 3 congregaciones de la Iglesia de Cristo en donde se predica la sana doctrina. Aun así, las personas están ansiosas por escuchar el mensaje de Salvación y por ello muchos engañadores se aprovechan, mientras que los cristianos están descansando en sus casas, viendo como lo que hasta hace unos pocos años era pecado, hoy se acepta libremente incluso dentro de la Iglesia como una práctica cultural a la que debe respetársele. Hace veinticinco años, por ejemplo, un homosexual se escondía para que nadie supiera su perversión, pero hoy se habla de un “tercer sexo” y se hacen desfiles en honor a los que “se dejaron dominar por sus deseos de tener relaciones con otros hombres. De este modo, hicieron cosas vergonzosas los unos con los otros, y ahora sufren en carne propia el castigo que se buscaron”[8].
¡Las almas se están perdiendo sumergidas en el pecado! No hay una esperanza para estas personas que se dirigen a una eternidad sin Dios, por lo que como Jesús debemos ver que “muchos los que necesitan entrar en el reino de Dios, pero son muy pocos los que hay para anunciarles las buenas noticias. Por eso, pídanle a Dios que envíe más seguidores míos para compartir las buenas noticias con toda esa gente”[9].
3. Deseo.
Es verdad que las almas de millones están en peligro de perderse, así como lo es el mandato dado por el Señor para que vayamos en búsqueda de esas almas. Pero también es cierto que el cumplimiento de ese mandato descansa en el principio del interés que nosotros mostremos. No es correcto salir a evangelizar solo porque el pastor me está obligando, o porque voy a impresionar a alguien con esta acción, sino que como Jesús y Pablo, debemos tener un corazón lleno de compasión por el perdido. La compasión de Jesús lo llevó hasta la cruz para salvarnos. Él lloró amargamente por la ceguera de los líderes religiosos de su tiempo. Si tan solo lloráramos más los cristianos por los perdidos, ¡tal vez estaríamos más dispuestos a evangelizar!
La compasión lleva a la acción de evangelizar[10]. La compasión es el efecto del fruto del Espíritu Santo dentro de usted. Así que no resista al Espíritu del Señor ya que ese es el pecado imperdonable.
4. Desafío.
El mundo vive hambriento espiritualmente, así lo profetizó el Señor cuando dijo: “Ciertamente vienen días, dice Adonay, el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan ni sed de agua, sino de oír la palabra de Adonay. E irán errantes de mar a mar; desde el norte hasta el oriente andarán buscando palabra de Adonay, y no la hallarán”[11].
Aunque el hambre espiritual nos lleva a buscar la verdad, también nos puede afectar la visión y aceptemos, tal y como el hambre física nos lleva a comer cualquier cosa, enseñanzas erradas y doctrinas diabólicas.
Es por eso que podemos decir que el evangelismo descansa en un desafío por ganar las almas antes que el enemigo las arrebate a través de doctrinas falsas.
5. Conclusión.
Todas las cosas que hoy conocemos, tendrán una conclusión, un final. Jesús enseña en Mateo 24.14: “El fin del mundo llegará cuando las buenas noticias del reino de Dios sean anunciadas en toda la tierra, y todo el mundo las haya escuchado”. Los cristianos anhelamos el retorno de Jesús y estamos seguros cuando leemos Revelación 22.17 que somos parte de la Iglesia cuando dice: “El Espíritu de Dios y la esposa del Cordero dicen: “¡Ven, Señor Jesús!”” Y nos excitamos y gritamos cuando leemos: “Y todos los que estén escuchando digan: “¡Ven, Señor Jesús!”” Pero, ¿realmente estamos demostrando ese deseo? Si no evangelizamos estamos siendo contrarios a él.
II. ¿Cómo podemos cumplir el mandato?
No olvidemos que fue a la Iglesia a la que se le ordenó llevar el mensaje del Evangelio a todas las criaturas de este mundo. Pero cuando miramos los programas, prioridades y actividades de las congregaciones de hoy, no podemos más que preguntarnos si hay algún tipo de confusión con el mandato.
Conocemos Iglesias que tienen su programa de trabajo completamente lleno. Usted llega con una nueva iniciativa y el líder le va a decir: “Lo iniciaremos posiblemente el próximo año”. Simplemente no hay tiempo para nada más. Pero ¿en qué se está ocupando el tiempo? ¿Cuántos de los programas y actividades van dirigidos a encontrar más almas y a producir conversiones?
En tiempos bíblicos, un sermón producía cerca de tres mil conversiones; hoy, tres mil sermones producen cerca de un convertido. Tenemos predicadores que muestran su vanidad y que tienen sermones elegantes y muchas historias que nos harán reír. Pero, ¿se está tocando el corazón de los necesitados de Dios? ¿cuántas almas se están ganando para Cristo? ¿Hacen algún impacto en las almas necesitadas? Sumemos a esto los miles de cristianos “carnales” que no se preocupan por la cosecha espiritual y preguntémonos: ¿Cómo se puede lograr la tarea de la evangelización?
Si queremos cumplir con el mandato del Señor, debemos reunir tres requisitos:
A. El Evangelismo Debe Ser Prioritario.
Es necesario que los cristianos comprendamos que somos una “raza en vías de extinción”, a nos ser que el Evangelismo Personal se convierta en nuestra prioridad. Oraciones, programas, planes, estudios, predicaciones, deben girar en torno al evangelismo.
Debemos sacar de nuestra mente la idea de una Iglesia social, hecha para que un grupito de personas se sienta a gusto. Los líderes cristianos deben convertirse en los motores que movilizan todo el engranaje de la evangelización, preparando a los creyentes para ir a hacer el trabajo de evangelización.
B. La Iglesia Debe Ser Capacitada Por El Espíritu Santo.
Si usted cree que evangelizar es salir y entregar un folleto y conversar amablemente con la gente, está muy equivocado. El Evangelismo es una lucha, un enfrentamiento entre el Poder de Dios contra el de Satanás. El Espíritu Santo debe volverse una realidad en nuestra vida. La Palabra debe predicarse tal y como lo hacía Jesús: Con autoridad, no como los escribas y los fariseos.
Los miembros de la Iglesia deben recibir ayuda para saber descubrir los dones que Dios les ha dado para ponerlos en operación y así completar la tarea de evangelismo.
C. La Iglesia Debe Seguir el Modelo Del Nuevo Testamento.
Encontramos en las librerías cristianas muchos libros con metodología para evangelizar, para salir a cumplir la misión, con complicados sistemas que quizá dieron un buen resultado en algún remoto lugar del mundo y nos preguntamos: ¿Cómo podemos poner esto en práctica en nuestra pequeña congregación? Pero dejamos de lado el modelo que encontramos en el Nuevo Testamento. La forma más práctica para ganar a las almas es sencillamente ir testificando a todos los que nos encontramos de lo que Dios ha hecho en nuestra vida. El Evangelismo Personal debe ser parte natural de nuestra vida. Pero esta es una función que todos, el pastor, el predicador, el líder, los miembros viejos y los nuevos y aun hasta los niños, debemos de practicar todos los días.
III. ¿Para qué Evangelizar?
Tal vez usted considere que “el que tiene sed, debe buscar el agua” y por ello no hay que preocuparse por los perdidos, ya que de por sí, ellos no se preocupan por sí mismos. Pero la verdad es que el mundo necesita ser evangelizado y para ello debemos comprender dos temas:
A. ¿Qué es un perdido?
Cuando Dios hizo al hombre, lo creó sin pecado, era puro. Pero en el capítulo 3 de Génesis leemos acerca de cómo el pecado vino a ser parte de la humanidad y el hombre se corrompió. Los hijos de Adán y Eva heredaron esa naturaleza pecaminosa y en lugar de ser mejor, el hombre fue cada día peor.
En los capítulos 4 al 6 de Génesis, vemos cómo el pecado se extendió a toda la humanidad al punto que su pensamiento solo era lo malo. Ahí encontramos el primer asesinato, la primera mentira y el inicio de toda maldad, lo que condujo a que Dios se arrepintiera de haber creado al hombre[12].
La maldad del hombre llevó a Dios a decidir destruir la creación con agua. Pero Dios salvó a Noé y a su familia[13]. Después del Diluvio, casi inmediatamente, el pecado volvió a retoñar. Y por esto Pablo declara en Romanos 3.23: “Todos hemos pecado, y por eso estamos lejos de Dios.”
Todo aquel que aun vive normalizado por el pecado y no se arrepiente experimentando el nuevo nacimiento que Jesús le explicó a Nicodemo en el capítulo 3 del Evangelio según Juan, es considerado como un “perdido”, ya que no tiene todavía la naturaleza de Dios que viene con el sacrificio de Jesús en la cruz, con lo que nos convierte de hijos de las tinieblas a hijos de Dios[14].
B. ¿Cuál es el destino de los perdidos?
Si Adán y Eva no hubiesen pecado, nadie moriría; pero la muerte entró en el mundo como consecuencia de ese pecado. Después de la muerte física, lo que nos espera es el juicio: “Todos nosotros moriremos una sola vez, y después vendrá el juicio”[15].
Este Juicio se realizará ante la presencia de Dios. Los que murieron sin haberse arrepentido y sin que la sangre de Cristo limpiara sus pecados, tendrán que enfrentar la “muerte segunda”, es decir: La muerte primera es cuando el alma se separa del cuerpo, pero la muerte segunda es cuando la persona es separada completamente de Dios por la eternidad. El destino final de estas personas será el infierno: “Quien solo vive para pecar, recibirá como castigo la muerte”[16], y también en Revelación 20.12, 15 dice: “Y vi que todos los que habían muerto, tanto los humildes como los poderosos, estaban de pie delante del trono. Y fueron abiertos los libros donde está escrito todo lo que cada uno hizo. También se abrió el libro donde están escritos los nombres de todos los que vivirán con Dios para siempre. Los muertos fueron juzgados de acuerdo con lo que habían hecho y con lo que decían los libros…y allí fueron arrojados todos los que no tenían sus nombres escritos en el libro de la vida eterna.”
Quiero pensar que los cristianos muchas veces no entendemos todavía el destino de los perdidos, ya que si decimos que lo entendemos y no estamos haciendo la obra de Evangelismo Personal, estaríamos cayendo en la maldad. Si estas personas no son alcanzadas con el mensaje del Evangelio, morirán en pecado y pasarán su eternidad en el infierno.
[1] Marcos 16.15.
[2] Reina Valera 1995.
[3] Lea Mateo 28.19-20; Marcos 16.15-18; Lucas 24.46-48; Juan 20.21-23; Hechos 1.8.
[4] Ezequiel 33.8.
[5] Lucas 9.26.
[6] Lucas 10.2.
[7] Juan 4.35.
[8] Romanos 1.27.
[9] Lucas 10.2.
[10] 1 Corintios 13.4, 7-8.
[11] Amós 8.11-12.
[12] Génesis 6.5-6.
[13] Génesis 6.8-9.17.
[14] Juan 1.12.
[15] Hebreos 9.27.
[16] Romanos 6.23.
El mandato de Dios es “id”, pero ¿qué debe ocurrir en ese proceso? Cuando caminamos hacia algún lugar siempre hacemos algo, vemos el paisaje, conversamos, comemos algo, etc. El Señor también dio instrucciones para ese momento tan especial: “Vayan por todos los países del mundo y anuncien las buenas noticias a todas las personas”[1]. Nuestro deber, mientras estamos en este mundo es predicar las buenas noticias. Estas nuevas noticias son tan buenas que producirán en las personas que las escuchan un cambio tan completo que serán liberados de todos sus temores y cosas negativas que le afectaban en su vida. Estas buenas noticias harán que las personas puedan enfrentar su realidad espiritual, que no es algo de mal gusto, sino que es la historia de amor más maravillosa ya que “aun siendo pecadores Cristo murió por nosotros”. Es permitirles a las personas una oportunidad de convertirse en un hijo de Dios y al mismo tiempo es una forma de librarnos a nosotros mismos de un gran castigo, ya que dice Ezequiel 33.8: “Cuando yo diga al impío: ¡Impío, de cierto morirás!, si tú no hablas para que se guarde el impío de su camino, el impío morirá por su pecado, pero yo demandaré su sangre de tu mano”[2].
¿Por qué vas? Esta es una pregunta válida, ya que las personas se involucran por distintos motivos en la evangelización; por ejemplo, los nuevos convertidos van porque están excitados de su nueva conversión, otros lo hacen porque se sienten culpables y hay otros porque son parte de una escuela bíblica o seminario y les piden que hagan trabajo evangelístico.
La única razón bíblica que debe movernos a evangelizar es porque sencillamente es un mandato de Jesús. No es mandato de tu Iglesia, ni de los pastores, es mandato de Dios.
A. Evangelizar por mandato.
Encontramos cinco fundamentos enseñados en la Palabra de Dios para evangelizar: Decreto, estado, deseo, desafío y conclusión.
1. Decreto.
Jesús decretó que sus seguidores fueran a evangelizar, a llenar el mundo con las buenas nuevas de salvación, lo que algunos llaman “La Gran Comisión”. En los Evangelios y en el libro de Hechos encontramos este decreto.
Mateo y Juan hablan de la autoridad que Jesús tiene para ordenar esta tarea. Mateo, Marcos y Lucas explican el alcance de este decreto. Marcos, Lucas, Juan y Hechos muestran cómo se va a poder realizar la tarea. Aunque Marcos menciona rápidamente el mensaje, Lucas lo detalla. Así que el decreto incluye: Ir, predicar el Evangelio, hacer discípulos, predicar arrepentimiento y perdón de pecados y dar testimonio de Jesús[3].
¿Qué pasa si no voy a evangelizar? La Biblia tiene serias advertencias si nos negamos a obedecer:
“Cuando yo diga al impío: ¡Impío, de cierto morirás!, si tú no hablas para que se guarde el impío de su camino, el impío morirá por su pecado, pero yo demandaré su sangre de tu mano”[4].
“Si alguno se avergüenza de mí y de mis enseñanzas, entonces yo, el Hijo del hombre, me avergonzaré de esa persona cuando venga con todo mi poder, y con el poder de mi Padre y de los santos ángeles”[5].
2. Estado.
Jesús dijo a sus discípulos: “Son muchos los que necesitan entrar en el reino de Dios, pero son muy pocos los que hay para anunciarles las buenas noticias. Por eso, pídanle a Dios que envíe más seguidores míos para compartir las buenas noticias con toda esa gente”[6]. Definitivamente Jesús estaba consciente de la gran necesidad humana de conocer las buenas noticias de salvación y de lo difícil que es transmitirlas, a pesar de los avances tecnológicos que poseemos. Son millones de personas, y siguen multiplicándose, que están en el mundo perdidas, sin ningún tipo de esperanza. En el mundo, la población humana alcanzó el 12 de octubre de 1999 la cifra de 6000 millones de personas. En Latinoamérica éramos en el año 2000, 500 millones de personas, se calcula que para el año 2025 seremos ¡700 millones!, pero para el 2005 menos del 15% de la población latinoamericana declara ser cristiana. Eso quiere decir que tan solo ¡75 millones de latinos somos cristianos! ¿Qué va a pasar entonces con los 425 millones que no lo son, el Día del Señor?
Pero además Jesús le decía a los suyos: “Después de sembrar el trigo, ustedes dicen: “Dentro de cuatro meses recogeremos la cosecha”. Fíjense bien: toda esa gente que viene es como un campo de trigo que ya está listo para la cosecha”[7]. Tristemente, los Seminarios, Escuelas e Institutos Bíblicos están hoy más vacíos que nunca. Las personas que tienen las capacidades y que quizá Dios les ha mandado a predicar, se han ocupado en convertirse en estudiantes de Derecho, Periodismo, etc., ya que el predicar la Palabra no es un negocio lucrativo y de por sí siempre es criticado. En Costa Rica, hay tan solo 2 ó 3 congregaciones de la Iglesia de Cristo en donde se predica la sana doctrina. Aun así, las personas están ansiosas por escuchar el mensaje de Salvación y por ello muchos engañadores se aprovechan, mientras que los cristianos están descansando en sus casas, viendo como lo que hasta hace unos pocos años era pecado, hoy se acepta libremente incluso dentro de la Iglesia como una práctica cultural a la que debe respetársele. Hace veinticinco años, por ejemplo, un homosexual se escondía para que nadie supiera su perversión, pero hoy se habla de un “tercer sexo” y se hacen desfiles en honor a los que “se dejaron dominar por sus deseos de tener relaciones con otros hombres. De este modo, hicieron cosas vergonzosas los unos con los otros, y ahora sufren en carne propia el castigo que se buscaron”[8].
¡Las almas se están perdiendo sumergidas en el pecado! No hay una esperanza para estas personas que se dirigen a una eternidad sin Dios, por lo que como Jesús debemos ver que “muchos los que necesitan entrar en el reino de Dios, pero son muy pocos los que hay para anunciarles las buenas noticias. Por eso, pídanle a Dios que envíe más seguidores míos para compartir las buenas noticias con toda esa gente”[9].
3. Deseo.
Es verdad que las almas de millones están en peligro de perderse, así como lo es el mandato dado por el Señor para que vayamos en búsqueda de esas almas. Pero también es cierto que el cumplimiento de ese mandato descansa en el principio del interés que nosotros mostremos. No es correcto salir a evangelizar solo porque el pastor me está obligando, o porque voy a impresionar a alguien con esta acción, sino que como Jesús y Pablo, debemos tener un corazón lleno de compasión por el perdido. La compasión de Jesús lo llevó hasta la cruz para salvarnos. Él lloró amargamente por la ceguera de los líderes religiosos de su tiempo. Si tan solo lloráramos más los cristianos por los perdidos, ¡tal vez estaríamos más dispuestos a evangelizar!
La compasión lleva a la acción de evangelizar[10]. La compasión es el efecto del fruto del Espíritu Santo dentro de usted. Así que no resista al Espíritu del Señor ya que ese es el pecado imperdonable.
4. Desafío.
El mundo vive hambriento espiritualmente, así lo profetizó el Señor cuando dijo: “Ciertamente vienen días, dice Adonay, el Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra, no hambre de pan ni sed de agua, sino de oír la palabra de Adonay. E irán errantes de mar a mar; desde el norte hasta el oriente andarán buscando palabra de Adonay, y no la hallarán”[11].
Aunque el hambre espiritual nos lleva a buscar la verdad, también nos puede afectar la visión y aceptemos, tal y como el hambre física nos lleva a comer cualquier cosa, enseñanzas erradas y doctrinas diabólicas.
Es por eso que podemos decir que el evangelismo descansa en un desafío por ganar las almas antes que el enemigo las arrebate a través de doctrinas falsas.
5. Conclusión.
Todas las cosas que hoy conocemos, tendrán una conclusión, un final. Jesús enseña en Mateo 24.14: “El fin del mundo llegará cuando las buenas noticias del reino de Dios sean anunciadas en toda la tierra, y todo el mundo las haya escuchado”. Los cristianos anhelamos el retorno de Jesús y estamos seguros cuando leemos Revelación 22.17 que somos parte de la Iglesia cuando dice: “El Espíritu de Dios y la esposa del Cordero dicen: “¡Ven, Señor Jesús!”” Y nos excitamos y gritamos cuando leemos: “Y todos los que estén escuchando digan: “¡Ven, Señor Jesús!”” Pero, ¿realmente estamos demostrando ese deseo? Si no evangelizamos estamos siendo contrarios a él.
II. ¿Cómo podemos cumplir el mandato?
No olvidemos que fue a la Iglesia a la que se le ordenó llevar el mensaje del Evangelio a todas las criaturas de este mundo. Pero cuando miramos los programas, prioridades y actividades de las congregaciones de hoy, no podemos más que preguntarnos si hay algún tipo de confusión con el mandato.
Conocemos Iglesias que tienen su programa de trabajo completamente lleno. Usted llega con una nueva iniciativa y el líder le va a decir: “Lo iniciaremos posiblemente el próximo año”. Simplemente no hay tiempo para nada más. Pero ¿en qué se está ocupando el tiempo? ¿Cuántos de los programas y actividades van dirigidos a encontrar más almas y a producir conversiones?
En tiempos bíblicos, un sermón producía cerca de tres mil conversiones; hoy, tres mil sermones producen cerca de un convertido. Tenemos predicadores que muestran su vanidad y que tienen sermones elegantes y muchas historias que nos harán reír. Pero, ¿se está tocando el corazón de los necesitados de Dios? ¿cuántas almas se están ganando para Cristo? ¿Hacen algún impacto en las almas necesitadas? Sumemos a esto los miles de cristianos “carnales” que no se preocupan por la cosecha espiritual y preguntémonos: ¿Cómo se puede lograr la tarea de la evangelización?
Si queremos cumplir con el mandato del Señor, debemos reunir tres requisitos:
A. El Evangelismo Debe Ser Prioritario.
Es necesario que los cristianos comprendamos que somos una “raza en vías de extinción”, a nos ser que el Evangelismo Personal se convierta en nuestra prioridad. Oraciones, programas, planes, estudios, predicaciones, deben girar en torno al evangelismo.
Debemos sacar de nuestra mente la idea de una Iglesia social, hecha para que un grupito de personas se sienta a gusto. Los líderes cristianos deben convertirse en los motores que movilizan todo el engranaje de la evangelización, preparando a los creyentes para ir a hacer el trabajo de evangelización.
B. La Iglesia Debe Ser Capacitada Por El Espíritu Santo.
Si usted cree que evangelizar es salir y entregar un folleto y conversar amablemente con la gente, está muy equivocado. El Evangelismo es una lucha, un enfrentamiento entre el Poder de Dios contra el de Satanás. El Espíritu Santo debe volverse una realidad en nuestra vida. La Palabra debe predicarse tal y como lo hacía Jesús: Con autoridad, no como los escribas y los fariseos.
Los miembros de la Iglesia deben recibir ayuda para saber descubrir los dones que Dios les ha dado para ponerlos en operación y así completar la tarea de evangelismo.
C. La Iglesia Debe Seguir el Modelo Del Nuevo Testamento.
Encontramos en las librerías cristianas muchos libros con metodología para evangelizar, para salir a cumplir la misión, con complicados sistemas que quizá dieron un buen resultado en algún remoto lugar del mundo y nos preguntamos: ¿Cómo podemos poner esto en práctica en nuestra pequeña congregación? Pero dejamos de lado el modelo que encontramos en el Nuevo Testamento. La forma más práctica para ganar a las almas es sencillamente ir testificando a todos los que nos encontramos de lo que Dios ha hecho en nuestra vida. El Evangelismo Personal debe ser parte natural de nuestra vida. Pero esta es una función que todos, el pastor, el predicador, el líder, los miembros viejos y los nuevos y aun hasta los niños, debemos de practicar todos los días.
III. ¿Para qué Evangelizar?
Tal vez usted considere que “el que tiene sed, debe buscar el agua” y por ello no hay que preocuparse por los perdidos, ya que de por sí, ellos no se preocupan por sí mismos. Pero la verdad es que el mundo necesita ser evangelizado y para ello debemos comprender dos temas:
A. ¿Qué es un perdido?
Cuando Dios hizo al hombre, lo creó sin pecado, era puro. Pero en el capítulo 3 de Génesis leemos acerca de cómo el pecado vino a ser parte de la humanidad y el hombre se corrompió. Los hijos de Adán y Eva heredaron esa naturaleza pecaminosa y en lugar de ser mejor, el hombre fue cada día peor.
En los capítulos 4 al 6 de Génesis, vemos cómo el pecado se extendió a toda la humanidad al punto que su pensamiento solo era lo malo. Ahí encontramos el primer asesinato, la primera mentira y el inicio de toda maldad, lo que condujo a que Dios se arrepintiera de haber creado al hombre[12].
La maldad del hombre llevó a Dios a decidir destruir la creación con agua. Pero Dios salvó a Noé y a su familia[13]. Después del Diluvio, casi inmediatamente, el pecado volvió a retoñar. Y por esto Pablo declara en Romanos 3.23: “Todos hemos pecado, y por eso estamos lejos de Dios.”
Todo aquel que aun vive normalizado por el pecado y no se arrepiente experimentando el nuevo nacimiento que Jesús le explicó a Nicodemo en el capítulo 3 del Evangelio según Juan, es considerado como un “perdido”, ya que no tiene todavía la naturaleza de Dios que viene con el sacrificio de Jesús en la cruz, con lo que nos convierte de hijos de las tinieblas a hijos de Dios[14].
B. ¿Cuál es el destino de los perdidos?
Si Adán y Eva no hubiesen pecado, nadie moriría; pero la muerte entró en el mundo como consecuencia de ese pecado. Después de la muerte física, lo que nos espera es el juicio: “Todos nosotros moriremos una sola vez, y después vendrá el juicio”[15].
Este Juicio se realizará ante la presencia de Dios. Los que murieron sin haberse arrepentido y sin que la sangre de Cristo limpiara sus pecados, tendrán que enfrentar la “muerte segunda”, es decir: La muerte primera es cuando el alma se separa del cuerpo, pero la muerte segunda es cuando la persona es separada completamente de Dios por la eternidad. El destino final de estas personas será el infierno: “Quien solo vive para pecar, recibirá como castigo la muerte”[16], y también en Revelación 20.12, 15 dice: “Y vi que todos los que habían muerto, tanto los humildes como los poderosos, estaban de pie delante del trono. Y fueron abiertos los libros donde está escrito todo lo que cada uno hizo. También se abrió el libro donde están escritos los nombres de todos los que vivirán con Dios para siempre. Los muertos fueron juzgados de acuerdo con lo que habían hecho y con lo que decían los libros…y allí fueron arrojados todos los que no tenían sus nombres escritos en el libro de la vida eterna.”
Quiero pensar que los cristianos muchas veces no entendemos todavía el destino de los perdidos, ya que si decimos que lo entendemos y no estamos haciendo la obra de Evangelismo Personal, estaríamos cayendo en la maldad. Si estas personas no son alcanzadas con el mensaje del Evangelio, morirán en pecado y pasarán su eternidad en el infierno.
[1] Marcos 16.15.
[2] Reina Valera 1995.
[3] Lea Mateo 28.19-20; Marcos 16.15-18; Lucas 24.46-48; Juan 20.21-23; Hechos 1.8.
[4] Ezequiel 33.8.
[5] Lucas 9.26.
[6] Lucas 10.2.
[7] Juan 4.35.
[8] Romanos 1.27.
[9] Lucas 10.2.
[10] 1 Corintios 13.4, 7-8.
[11] Amós 8.11-12.
[12] Génesis 6.5-6.
[13] Génesis 6.8-9.17.
[14] Juan 1.12.
[15] Hebreos 9.27.
[16] Romanos 6.23.