LECCIÓN 3
En la lección uno
vimos que Dios anhela que las almas se salven y por eso ha dado un mandato a Su
Iglesia para que vayamos a buscar las almas de los perdidos. En la segunda lección aprendimos lo que debe
ocurrir mientras vamos a buscar las almas. Ahora vamos a estudiar lo que debe
ocurrir mientras estamos en el lugar donde están las almas perdidas.
Somos testigos de cuántas veces aparece un evangelista itinerante y predica en algún sitio y la Palabra de Dios, que no queda sin efecto, produce resultados y muchos se convierten, pero luego el evangelista se va y aquellas almas quedan a la deriva y muchas de ellas caen en las garras de los grupos sectarios. El propósito del Evangelismo Personal es atraer a las almas a Cristo, pero también dejarlas al cuidado de una Iglesia local en donde puedan alimentarse y ser protegidas. Nadie puede ser considerado evangelizado si aun no es miembro de una Iglesia y actúa como miembro responsable de ella. Lógicamente debe haber una Iglesia local, pero si no la hay, es obligación del evangelista fundar una y establecerla conforme los patrones bíblicos.
I. El Plan de Dios en el Evangelismo.
Dios está interesado plenamente en alcanzar al mundo por medio del Evangelio. Jesús mismo lo confirmó en Hechos 1.8: “Pero quiero que sepan que el Espíritu Santo vendrá sobre ustedes, y que recibirán poder para hablar de mí en Jerusalén, en todo el territorio de Judea y de Samaria, y hasta en los lugares más lejanos del mundo”. En este versículo se encierran varias cosas importantes sobre el plan de evangelización:
1. El tema central del evangelismo es Cristo: “…recibirán poder para hablar de mí”.
2. Los mensajeros son respaldados por el Espíritu Santo: “…el Espíritu Santo vendrá sobre ustedes”.
3. Todas las personas del mundo deben recibir el mensaje: “…en Jerusalén, en todo el territorio de Judea y de Samaria, y hasta en los lugares más lejanos del mundo”.
A. ¿Qué debemos predicar?
Pablo le dice a los corintios: “Lo primero que les enseñé fue lo mismo que yo aprendí: que Cristo murió en lugar de nosotros, que éramos pecadores. Tal como lo enseña la Biblia, fue sepultado y, después de tres días, Dios lo resucitó”[1].
Jesús había dicho tiempo antes: “El fin del mundo llegará cuando las buenas noticias del reino de Dios sean anunciadas en toda la tierra, y todo el mundo las haya escuchado”[2].
El mensaje del Evangelio es las buenas noticias del Reino de Dios. ¿Cuáles? Que Cristo murió por nosotros, que siendo pecadores estábamos destituidos de todo perdón, pero él lo compró a precio de sangre.
1. ¿Qué elementos contiene el mensaje?
Pablo los señala en su carta a los corintios:
ü Cristo murió por nosotros, es decir, en nuestro lugar.
ü Todos éramos pecadores y por lo tanto estábamos perdidos.
ü Jesús fue sepultado, pero después de tres días, resucitó y vive para siempre.
Esto mismo había enseñado Jesús a Nicodemo en Juan 3.16: “Dios amó tanto a la gente de este mundo, que me entregó a mí, que soy su único Hijo, para que todo el que crea en mí no muera, sino que tenga vida eterna”.
El mensaje del Evangelio del Reino contiene todo lo que Jesús le enseñó a sus discípulos y así se lo recomienda en Mateo 28.18-20: “Él se acercó y les dijo: “Dios me ha dado todo el poder para que gobierne en todo el universo. Ustedes vayan y hagan más discípulos míos en todos los países de la tierra. Bautícenlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Enséñenles a obedecer todo lo que yo les he enseñado. Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo”. Así que anunciar el Evangelio es hablar sobre el Reino, invitar a las personas a entrar en él y adiestrarlos para que se conviertan en ciudadanos responsables.
La idea no es reformar la sociedad, sino buscar a los pecadores para que sus pecados sean purificados en la sangre de Cristo. Por ello, el mensaje debe incluir una exhortación al arrepentimiento: “Allí anunciaba las buenas noticias acerca de Dios: “¡Ya está cercano el día en que Dios comience a reinar! Vuélvanse a Dios y crean en la buena noticia”[3]. Una persona que no se arrepienta de sus pecados, por más que quiera, no puede ser parte del Reino de los Cielos. Arrepentirse es “girar 180º”, cambiar de rumbo e ir por el correcto.
2. Es un mensaje para todos.
Las palabras más importantes para nosotros en el Evangelio son “todo el”, porque son palabras inclusivas y Jesús las usa en Juan 3.16. Todo el que crea en Jesús, ese será salvo. Pero también en el mensaje apostólico encontramos el mismo principio: “Pues la Biblia también dice: “Dios salvará a todos los que lo llamen”[4]. Dios en su gran misericordia tenía que hacerlo de esta manera debido a:
ü El pecado es cosa de todos: “Todos hemos pecado, y por eso estamos lejos de Dios”[5].
ü La invitación a creer es para todos: “Pues si ustedes reconocen con su propia boca que Jesús es el Señor, y si creen de corazón que Dios lo resucitó, entonces se librarán del castigo que merecen. Pues si creemos de todo corazón, seremos aceptados por Dios; y si con nuestra boca reconocemos que Jesús es el Señor, Dios nos salvará”[6].
ü El mandato de arrepentimiento es para todos: “Dios ordena que todos los que habitan este mundo se arrepientan y sólo a él lo obedezcan”[7].
ü La oportunidad de salvarse es para todos: “…pues él quiere que todos se salven”[8].
3. ¿Qué poder tiene el mensaje del Evangelio?
Las cosas que no tienen poder no nos impresionan. Lo que nos impacta es lo que tiene poder. Hoy día, muchos proclaman un mensaje “liviano”, para cristianos “dietéticos”, es decir, que no tienen interés en involucrarse de lleno con el Señor. Pero, ¿qué enseña la Biblia? Pablo dice en Romanos 1.16-19: “No me da vergüenza anunciar esta buena noticia. Gracias al poder de Dios, todos los que la escuchan y creen en Jesús son salvados; no importa si son judíos o no lo son. La buena noticia nos enseña que Dios acepta a los que creen en Jesús. Como dice la Biblia: "Aquellos a quienes Dios ha aceptado y confían en él, vivirán para siempre" Pero hay gente malvada que no deja que otros conozcan la verdad acerca de Dios. Y Dios, que vive en el cielo, está muy enojado con ellos. Esa gente sabe todo lo que se puede saber acerca de Dios, pues Dios mismo se lo ha mostrado”.
En este pasaje encontramos el por qué del poder del Evangelio:
ü Dios lo reveló.
ü Contrario a lo que enseñaban los judíos, en Cristo todos los seres humanos pueden ser salvos.
ü Manifiesta lo que el hombre puede saber de Dios.
ü Declara el juicio de Dios contra el pecado.
ü Muestra a un Dios correcto en todo.
ü Nos dice cómo ser perdonados.
ü Nos muestra el por qué del cristiano.
II. Los mensajeros.
Ya estudiamos sobre el mensaje, ahora nos corresponde hacerlo sobre los mensajeros del Evangelio. También ya sabemos que Dios, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, están involucrados en la obra de evangelismo, pero además de eso actúan de otras maneras, utilizando herramientas poderosas.
A. La Biblia.
Aunque el Evangelio está contenido en la Biblia, también tiene poder dentro de sí mismo para efectuar un nuevo nacimiento en aquel que anhela ponerse en paz con Dios. Dice Pablo en Romanos 1.16: “No me da vergüenza anunciar esta buena noticia. Gracias al poder de Dios, todos los que la escuchan y creen en Jesús son salvados; no importa si son judíos o no lo son.” Entonces, es mentira que los únicos que pueden anunciar el mensaje del Evangelio son los superdotados de personalidad carismática, buena expresión y que han tenido la oportunidad de ir al Seminario Bíblico, ¡todos podemos anunciar el Evangelio! Lo único que necesitamos hacer es compartir el mensaje que encierra la Biblia.
Al tratar de estudiar un libro de informática o cualquier otra materia, necesitamos que tanto el libro como el profesor que nos enseña estén bien afinados, es decir, que el libro esté claro y que el maestro comprenda bien la materia. A diferencia de esto, cuando compartimos la Palabra de Dios, no podemos permitir que el oyente sustente su fe en lo que nosotros conocemos o en la facilidad que tengamos: “Y así, ustedes creyeron en Dios, no por medio de la sabiduría humana sino por el poder de Dios”[9]. Su misión es entregar el mensaje, Dios se encargará de que no regrese vacía y que cumpla Sus propósitos: “Así es también la palabra que sale de mi boca: No volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo deseo y cumplirá con mis propósitos”[10]. La Palabra, por sí sola es capaz de alcanzar a los incrédulos y transformarlos.
B. ¿Qué Hace Dios en la Evangelización?
Muchos predicadores se esfuerzan preparando hermosos sermones, escuchamos impactantes testimonios, se preparan miles de cursos y folletos para alcanzar a los perdidos, etc., pero la verdad es que solo Dios puede convertir un alma. Y no es que todas las cosas mencionadas no son importantes, pero es Dios el que debe afectar a la persona de tal manera que esta se arrepienta. Solo Él puede cambiar las vidas por medio del nuevo nacimiento en Cristo Jesús.
Y si solo Dios puede hacerlo, ¿qué me toca a mí? Usted es el instrumento humano, es la tijera en la mano del hábil sastre, es la cuchara en manos de la experta cocinera, es la escoba en manos del barrendero. Usted no puede convertir a nadie. Usted no puede hacer nacer a nadie de nuevo. Usted asume el papel del médico que recibe un niño, fueron los padres los que lo procrearon, fue en el vientre materno que se formó, y lo único que hace el médico es recibirlo y lavarlo. Usted hace lo mismo, lo recibe y lo submerge en agua, pero es fruto de Dios: “Si creemos que Jesús es el Mesías, somos hijos de Dios”[11].
C. ¿Qué Hace Jesús en la Obra Evangelística?
Jesús es quien nos envió a cumplir la misión evangelizadora y nos dio al Santo Espíritu para equiparnos para la tarea. Él es el único que tiene autoridad, así que solo Él podía enviarnos: “Él se acercó y les dijo: “Dios me ha dado todo el poder para que gobierne en todo el universo”[12]. Así que si usted es enviado por una organización humana, por un fantasma, o por su propio gusto, no está haciendo nada. Solo Jesús puede enviarnos y solo si amamos Su Voluntad estamos cumpliendo su mandato.
D. ¿Qué Hace el Espíritu Santo en la Evangelización?
Leemos en el Nuevo Testamento cómo el Espíritu Santo se encargó de atraer a las muchedumbres a los pies de Cristo. Era Él solamente el que actuaba. Desdichadamente hoy estamos atenidos a la propaganda y a nuestros esfuerzos en promover las actividades de la Iglesia y olvidamos la Oración y el entregar en las manos del Señor a Su Iglesia y a los que han de ser salvos.
Se dice que cuando enterraron a Santiago, el hermano del Señor, sus rodillas eran semejantes a las de un camello, ya que pasaba horas orando. Hoy nosotros estamos contentos con orar tres veces al día: ¡Al desayuno, al almuerzo y a la cena! ¡Permitamos al Espíritu Santo convencer a los hombres de su pecado y veremos las congregaciones llenas! No podemos pasar por alto las palabras de Jesús cuando dijo: “En realidad, a ustedes les conviene que me vaya. Porque si no me voy, el Espíritu que los ayudará y consolará no vendrá; en cambio, si me voy, yo lo enviaré. Cuando el Espíritu venga, les hará ver a los de este mundo que no creer en mí es pecado…”[13] Solo el Espíritu Santo puede dar dinamismo para la evangelización y eso fue lo que experimentaron los discípulos en el siglo I y ocurre también en el siglo XXI.
E. El Papel de la Oración en la Evangelización.
Ya dijimos antes cuán necesario es que utilicemos la oración para la obra de evangelización y es que no hay nada en el Reino de los Cielos que se mueva si no es a través de la oración. El cuerpo de Cristo, la Iglesia, es controlado por la Cabeza, esto es, por Cristo mismo y funciona como un cuerpo natural, pero cuando nos golpeamos un pie, nuestro cerebro se entera porque tenemos una compleja red nerviosa que lleva y trae mensajes al y del cerebro. En cuanto al envío de los mensajes a la Cabeza, en el cuerpo espiritual, la red nerviosa no es otra cosa más que la oración. La oración no es un acto que realizamos antes de iniciar un trabajo, la oración es el inicio de ese trabajo. Si las cosas que hacemos durante el día no están sazonadas con la oración, serán insípidas y aunque parezca que están saliendo bien, no cumplirán su propósito.
La oración debe ser lo primero en realizarse antes de comenzar cualquier proyecto. Martín Lutero decía: “Bien orado, bien estudiado”. Cuando Jesús manifiesta su preocupación por las almas perdidas en Lucas 10.2-3, da las siguientes instrucciones: “Son muchos los que necesitan entrar en el reino de Dios, pero son muy pocos los que hay para anunciarles las buenas noticias. Por eso, pídanle a Dios que envíe más seguidores míos para compartir las buenas noticias con toda esa gente. Vayan ahora; pero tengan cuidado, porque yo los envío como quien manda corderos a una cueva de lobos”. Notemos que primero comenta la necesidad: 1. Muchos perdidos. 2. Pocos anunciadores. Luego, él mismo da la solución: 1. Oren (pídanle a Dios). 2. Los envía. Antes de ir, hay que orar. Si analizamos los acontecimientos de Hechos 1 y 2, veremos que los discípulos oraron por diez días, si la predicación de Pedro está completa en el registro bíblico, lo más que pudo haber durado fueron unos quince minutos, a esto, respondieron cerca de tres mil personas.
¿Por qué cosas debemos orar?
ü “…pídanle a Dios que envíe más seguidores míos para compartir las buenas noticias con toda esa gente”[14]. Más obreros.
ü “…oren por nosotros, para que hagamos llegar a todas partes el mensaje del Señor, y para que la gente lo reciba con aprecio, así como lo hicieron ustedes. Pídanle también a Dios que nos proteja de la gente malvada, porque no todos quieren confiar en Jesucristo”[15]. Que el Evangelio pueda extenderse.
ü “…Pídanle a Dios que podamos anunciar libremente el mensaje y explicar el plan secreto de Cristo”[16]. Libertad para anunciar el Evangelio.
ü “…pídanle a Dios que me dé el valor de anunciar el plan que él había mantenido en secreto”[17]. Valor y fuerza para Sus siervos.
ü “…pido a Dios que él salve del castigo a los israelitas...”[18]. La salvación de los perdidos.
ü “…recomiendo orar por todo el mundo, dando gracias a Dios por todos y pidiéndole que les muestre su bondad y los ayude. Recomiendo que se ore por los gobernantes y por todas las autoridades, para que podamos vivir en paz y tranquilos, obedeciendo a Dios y llevándonos bien con los demás. Esta clase de oración es buena y le agrada a Dios, nuestro Salvador; pues él quiere que todos se salven…”[19]. Todo el mundo, el gobierno y la paz.
F. ¿Cuál Debe Ser Nuestra Función en la Evangelización?
El trabajo evangelístico fue asignado únicamente a los cristianos renacidos que están conscientes de las bendiciones que Dios ha dado a su vida y que pueden testificar del poder de Dios. Nadie puede ser testigo de algo que no ha visto o vivido. Por eso es que no hay excusa. ¿Es usted una persona salva de sus pecados? ¡Cuéntelo a todos! ¿Dios le bendijo hoy? ¡Dígalo a todos!
1. ¿Es esta una misión que solo corresponde a los líderes y pastores?
Cuando inició la Iglesia cerca del año 33 d.C., cada creyente inició el trabajo evangelístico. La Iglesia del siglo I creció porque iban por todo lugar hablando de Cristo. Es verdad que el Señor llamó a algunas personas a realizar un trabajo más especializado en la Iglesia[20], pero Dios también confió en que todos los cristianos, a tiempo completo o en sus momentos libres, pudiésemos testificar de cuán bueno y misericordioso es Él para con todos.
Con esta separación hecha por parte de Dios, al llamar a unos a trabajar a tiempo completo en la Iglesia, surgen dos palabras que algunos las sienten ofensivas, pero que están bien utilizadas: Clero y laicos.
La palabra “laico”, viene del latín “laícus” y aunque ahora ha llegado a significar “sin órdenes religiosas”, antes era la manera de denominar a “todo el pueblo de Dios”.
Por su parte, “clero” es una palabra que se origina en el griego y se usó para denominar a las personas que dedicaron su vida al servicio de la Iglesia.
El problema no es tanto la separación que se dio con el uso de estas palabras, sino que los “laicos” dejaron de reproducirse debido a que entendieron que esa función era exclusivamente del clero, no tomando en cuenta que el clero no es capaz, debido a su poco número, de alcanzar a todo el pueblo laico.
Es bueno que los laicos no desprecien al clero, ya que su labor es bíblica y aprobada por Dios, tal y como lo vemos en Hechos 6, cuando los apóstoles manifestaron que no era bueno que dejaran el estudio de la Palabra y las oraciones por servir a las mesas. Tampoco es correcto que el clero desprecie al pueblo laico porque es a ellos a quienes debe alimentar espiritualmente. Y es menos bueno aun, que tanto los laicos como el clero descuiden su labor de buscar a los perdidos.
2. ¿Qué parte del trabajo evangelístico me corresponde a mí como laico?
Desde al Antiguo Testamento Dios había dictaminado para todo el pueblo de Israel: “vosotros seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa”[21]. Tomemos en cuenta que no todos los israelitas ejercían el sacerdocio, porque este estaba destinado exclusivamente a la tribu de Leví, pero todos los israelitas eran sacerdotes en el sentido de que ellos debían testificar de lo que Dios hizo con ellos. Había un “clero”, que eran los hijos de Leví, quienes se encargaban del cuidado del Tabernáculo, luego el Templo, sus utensilios, la adoración y todos los rituales, así como el cuidado y estudio de las Escrituras, pero todo el pueblo tenía la misión de ser testigos de Dios ante las naciones impías.
En el Nuevo Testamento ocurre un llamado similar: “Pero ustedes son miembros de la familia de Dios; son sacerdotes al servicio del Rey; son su pueblo. Fue Dios quien los sacó de la oscuridad del pecado y los hizo entrar en su luz maravillosa. Por eso, anuncien las maravillas que Dios ha hecho”[22]. ¿A quiénes se dirige el apóstol? ¿Solo a los pastores o a toda la Iglesia? Es a todos los que pasamos de la oscuridad a la luz. ¿Es solo para los educados o habilidosos? No, es para todo aquel que pueda expresarse. No importa si no usted no sabe palabras muy elegantes, lo que Dios quiere es que hable de lo que Cristo hizo por usted. ¿Sencillo, no?
Todos los cristianos recibimos el mandato de evangelizar. Pero dirá alguno, ¿no necesito un ministerio? La palabra “ministro” significa “siervo”. Si usted considera que debe servir a Dios, ya tiene un ministerio. ¿Es parte de ese ministerio evangelizar? Sí, sin ninguna duda.
Pero, ¿no habla la Biblia de personas con el ministerio de evangelista? Sí, en Efesios 4.11-12. Dios llama a unos para ser pastores, otros evangelistas y otros maestros. Los tres ministerios están en operación hoy. Ninguno es independiente de los otros. No puede el pastor decir: “No necesito al evangelista o al maestro”. Ni el que tiene otro ministerio puede decir lo mismo de los demás. No pueden existir evangelistas “independientes” de la Iglesia, así como no puede haber pastores independientes de la Iglesia.
Las personas que han recibido el ministerio de evangelista tienen como misión especial ir a levantar congregaciones entre los inconversos, para que luego los que tienen el ministerio de pastores y maestros se hagan cargo de alimentar y educar a los nuevos cristianos.
Pero no podemos poner en los hombros del evangelista el trabajo de toda la Iglesia. Él no podrá anunciar a todos el mensaje de salvación, pero si usted y yo hablamos a una persona aquí y a otra allá, en poco tiempo alcanzaremos a muchos para Cristo.
3. ¿Cómo puedo aceptar mi llamado a evangelizar?
Ya Jeremías había hablado del alfarero y de la vasija de barro y luego Pablo retoma el tema en 2 Corintios 4.7: “Cuando Dios nos dio la buena noticia, puso, por así decirlo, un tesoro en una frágil vasija de barro. Así, cuando anunciamos la buena noticia, la gente sabe que el poder de ese mensaje viene de Dios y no de nosotros, que somos tan frágiles como el barro.” Recuerde que “Evangelio” significa “buenas noticias”. La vasija de barro somos nosotros, seres comunes, sin atractivo, toscos, quizá hasta repulsivos para algunos. Pero lo que importa no es nuestra apariencia, sino el contenido que llevamos dentro, ese tesoro que son las buenas nuevas. Por eso, cuando anunciamos a las personas que Cristo murió por todo aquel que quiera aceptarle, ellos pueden comprender que no es por nosotros que ese mensaje es poderoso, ya que somos solo vasijas de barro, sino porque el mensaje viene de Dios[23].
Dios espera que no solo el “clero” evangelice el mundo, sino que toda la Iglesia se convierta en Su portavoz. Cuando leemos en la Biblia sobre los instrumentos que Dios usó, nos quedamos sorprendidos: Noé, al que muchos catalogaron como un loco; Abraham, un hombre que no supo apreciar sus bienes materiales y la seguridad que tenía en Ur; Jacob, un engañador; José, un muchachito soñador y engreído; Moisés, un príncipe asesino y tartamudo; Gedeón, un granjero; Sansón, un mujeriego; David, un pastorcillo; Amós, un boyero; Juan el bautista, un apartado de la sociedad; Pedro, un pescador; Pablo, un fabricante de tiendas; etc. Pero detrás de cada uno de ellos, cual poderoso gigante, estaba el Señor Dios Todopoderoso respaldándole.
Hoy Él está respaldándonos a nosotros también, así que “soporta los sufrimientos y anuncia siempre la buena noticia”[24].
[1] 1 Corintios 15.3-4.
[2] Mateo 24.14.
[3] Marcos 1.14-15.
[4] Romanos 10.13.
[5] Romanos 3.23.
[6] Romanos 10.9-10.
[7] Hechos 17.30.
[8] 1 Timoteo 2.4.
[9] 1 Corintios 2.5.
[10] Isaías 55.11.
[11] 1 Juan 5.1.
[12] Mateo 28.20.
[13] Juan 16.7-8.
[14] Lucas 10.2.
[15] 2 Tesalonicenses 3.1-2.
[16] Colosenses 4.3.
[17] Efesios 6.19.
[18] Romanos 10.1.
[19] 1 Timoteo 2.1-4.
[20] Efesios 4.11.
[21] Éxodo 19.6.
[22] 1 Pedro 2.9.
[23] Lea Hechos 4.13-14.
[24] 2 Timoteo 4.5.
Somos testigos de cuántas veces aparece un evangelista itinerante y predica en algún sitio y la Palabra de Dios, que no queda sin efecto, produce resultados y muchos se convierten, pero luego el evangelista se va y aquellas almas quedan a la deriva y muchas de ellas caen en las garras de los grupos sectarios. El propósito del Evangelismo Personal es atraer a las almas a Cristo, pero también dejarlas al cuidado de una Iglesia local en donde puedan alimentarse y ser protegidas. Nadie puede ser considerado evangelizado si aun no es miembro de una Iglesia y actúa como miembro responsable de ella. Lógicamente debe haber una Iglesia local, pero si no la hay, es obligación del evangelista fundar una y establecerla conforme los patrones bíblicos.
I. El Plan de Dios en el Evangelismo.
Dios está interesado plenamente en alcanzar al mundo por medio del Evangelio. Jesús mismo lo confirmó en Hechos 1.8: “Pero quiero que sepan que el Espíritu Santo vendrá sobre ustedes, y que recibirán poder para hablar de mí en Jerusalén, en todo el territorio de Judea y de Samaria, y hasta en los lugares más lejanos del mundo”. En este versículo se encierran varias cosas importantes sobre el plan de evangelización:
1. El tema central del evangelismo es Cristo: “…recibirán poder para hablar de mí”.
2. Los mensajeros son respaldados por el Espíritu Santo: “…el Espíritu Santo vendrá sobre ustedes”.
3. Todas las personas del mundo deben recibir el mensaje: “…en Jerusalén, en todo el territorio de Judea y de Samaria, y hasta en los lugares más lejanos del mundo”.
A. ¿Qué debemos predicar?
Pablo le dice a los corintios: “Lo primero que les enseñé fue lo mismo que yo aprendí: que Cristo murió en lugar de nosotros, que éramos pecadores. Tal como lo enseña la Biblia, fue sepultado y, después de tres días, Dios lo resucitó”[1].
Jesús había dicho tiempo antes: “El fin del mundo llegará cuando las buenas noticias del reino de Dios sean anunciadas en toda la tierra, y todo el mundo las haya escuchado”[2].
El mensaje del Evangelio es las buenas noticias del Reino de Dios. ¿Cuáles? Que Cristo murió por nosotros, que siendo pecadores estábamos destituidos de todo perdón, pero él lo compró a precio de sangre.
1. ¿Qué elementos contiene el mensaje?
Pablo los señala en su carta a los corintios:
ü Cristo murió por nosotros, es decir, en nuestro lugar.
ü Todos éramos pecadores y por lo tanto estábamos perdidos.
ü Jesús fue sepultado, pero después de tres días, resucitó y vive para siempre.
Esto mismo había enseñado Jesús a Nicodemo en Juan 3.16: “Dios amó tanto a la gente de este mundo, que me entregó a mí, que soy su único Hijo, para que todo el que crea en mí no muera, sino que tenga vida eterna”.
El mensaje del Evangelio del Reino contiene todo lo que Jesús le enseñó a sus discípulos y así se lo recomienda en Mateo 28.18-20: “Él se acercó y les dijo: “Dios me ha dado todo el poder para que gobierne en todo el universo. Ustedes vayan y hagan más discípulos míos en todos los países de la tierra. Bautícenlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Enséñenles a obedecer todo lo que yo les he enseñado. Yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo”. Así que anunciar el Evangelio es hablar sobre el Reino, invitar a las personas a entrar en él y adiestrarlos para que se conviertan en ciudadanos responsables.
La idea no es reformar la sociedad, sino buscar a los pecadores para que sus pecados sean purificados en la sangre de Cristo. Por ello, el mensaje debe incluir una exhortación al arrepentimiento: “Allí anunciaba las buenas noticias acerca de Dios: “¡Ya está cercano el día en que Dios comience a reinar! Vuélvanse a Dios y crean en la buena noticia”[3]. Una persona que no se arrepienta de sus pecados, por más que quiera, no puede ser parte del Reino de los Cielos. Arrepentirse es “girar 180º”, cambiar de rumbo e ir por el correcto.
2. Es un mensaje para todos.
Las palabras más importantes para nosotros en el Evangelio son “todo el”, porque son palabras inclusivas y Jesús las usa en Juan 3.16. Todo el que crea en Jesús, ese será salvo. Pero también en el mensaje apostólico encontramos el mismo principio: “Pues la Biblia también dice: “Dios salvará a todos los que lo llamen”[4]. Dios en su gran misericordia tenía que hacerlo de esta manera debido a:
ü El pecado es cosa de todos: “Todos hemos pecado, y por eso estamos lejos de Dios”[5].
ü La invitación a creer es para todos: “Pues si ustedes reconocen con su propia boca que Jesús es el Señor, y si creen de corazón que Dios lo resucitó, entonces se librarán del castigo que merecen. Pues si creemos de todo corazón, seremos aceptados por Dios; y si con nuestra boca reconocemos que Jesús es el Señor, Dios nos salvará”[6].
ü El mandato de arrepentimiento es para todos: “Dios ordena que todos los que habitan este mundo se arrepientan y sólo a él lo obedezcan”[7].
ü La oportunidad de salvarse es para todos: “…pues él quiere que todos se salven”[8].
3. ¿Qué poder tiene el mensaje del Evangelio?
Las cosas que no tienen poder no nos impresionan. Lo que nos impacta es lo que tiene poder. Hoy día, muchos proclaman un mensaje “liviano”, para cristianos “dietéticos”, es decir, que no tienen interés en involucrarse de lleno con el Señor. Pero, ¿qué enseña la Biblia? Pablo dice en Romanos 1.16-19: “No me da vergüenza anunciar esta buena noticia. Gracias al poder de Dios, todos los que la escuchan y creen en Jesús son salvados; no importa si son judíos o no lo son. La buena noticia nos enseña que Dios acepta a los que creen en Jesús. Como dice la Biblia: "Aquellos a quienes Dios ha aceptado y confían en él, vivirán para siempre" Pero hay gente malvada que no deja que otros conozcan la verdad acerca de Dios. Y Dios, que vive en el cielo, está muy enojado con ellos. Esa gente sabe todo lo que se puede saber acerca de Dios, pues Dios mismo se lo ha mostrado”.
En este pasaje encontramos el por qué del poder del Evangelio:
ü Dios lo reveló.
ü Contrario a lo que enseñaban los judíos, en Cristo todos los seres humanos pueden ser salvos.
ü Manifiesta lo que el hombre puede saber de Dios.
ü Declara el juicio de Dios contra el pecado.
ü Muestra a un Dios correcto en todo.
ü Nos dice cómo ser perdonados.
ü Nos muestra el por qué del cristiano.
II. Los mensajeros.
Ya estudiamos sobre el mensaje, ahora nos corresponde hacerlo sobre los mensajeros del Evangelio. También ya sabemos que Dios, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, están involucrados en la obra de evangelismo, pero además de eso actúan de otras maneras, utilizando herramientas poderosas.
A. La Biblia.
Aunque el Evangelio está contenido en la Biblia, también tiene poder dentro de sí mismo para efectuar un nuevo nacimiento en aquel que anhela ponerse en paz con Dios. Dice Pablo en Romanos 1.16: “No me da vergüenza anunciar esta buena noticia. Gracias al poder de Dios, todos los que la escuchan y creen en Jesús son salvados; no importa si son judíos o no lo son.” Entonces, es mentira que los únicos que pueden anunciar el mensaje del Evangelio son los superdotados de personalidad carismática, buena expresión y que han tenido la oportunidad de ir al Seminario Bíblico, ¡todos podemos anunciar el Evangelio! Lo único que necesitamos hacer es compartir el mensaje que encierra la Biblia.
Al tratar de estudiar un libro de informática o cualquier otra materia, necesitamos que tanto el libro como el profesor que nos enseña estén bien afinados, es decir, que el libro esté claro y que el maestro comprenda bien la materia. A diferencia de esto, cuando compartimos la Palabra de Dios, no podemos permitir que el oyente sustente su fe en lo que nosotros conocemos o en la facilidad que tengamos: “Y así, ustedes creyeron en Dios, no por medio de la sabiduría humana sino por el poder de Dios”[9]. Su misión es entregar el mensaje, Dios se encargará de que no regrese vacía y que cumpla Sus propósitos: “Así es también la palabra que sale de mi boca: No volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo deseo y cumplirá con mis propósitos”[10]. La Palabra, por sí sola es capaz de alcanzar a los incrédulos y transformarlos.
B. ¿Qué Hace Dios en la Evangelización?
Muchos predicadores se esfuerzan preparando hermosos sermones, escuchamos impactantes testimonios, se preparan miles de cursos y folletos para alcanzar a los perdidos, etc., pero la verdad es que solo Dios puede convertir un alma. Y no es que todas las cosas mencionadas no son importantes, pero es Dios el que debe afectar a la persona de tal manera que esta se arrepienta. Solo Él puede cambiar las vidas por medio del nuevo nacimiento en Cristo Jesús.
Y si solo Dios puede hacerlo, ¿qué me toca a mí? Usted es el instrumento humano, es la tijera en la mano del hábil sastre, es la cuchara en manos de la experta cocinera, es la escoba en manos del barrendero. Usted no puede convertir a nadie. Usted no puede hacer nacer a nadie de nuevo. Usted asume el papel del médico que recibe un niño, fueron los padres los que lo procrearon, fue en el vientre materno que se formó, y lo único que hace el médico es recibirlo y lavarlo. Usted hace lo mismo, lo recibe y lo submerge en agua, pero es fruto de Dios: “Si creemos que Jesús es el Mesías, somos hijos de Dios”[11].
C. ¿Qué Hace Jesús en la Obra Evangelística?
Jesús es quien nos envió a cumplir la misión evangelizadora y nos dio al Santo Espíritu para equiparnos para la tarea. Él es el único que tiene autoridad, así que solo Él podía enviarnos: “Él se acercó y les dijo: “Dios me ha dado todo el poder para que gobierne en todo el universo”[12]. Así que si usted es enviado por una organización humana, por un fantasma, o por su propio gusto, no está haciendo nada. Solo Jesús puede enviarnos y solo si amamos Su Voluntad estamos cumpliendo su mandato.
D. ¿Qué Hace el Espíritu Santo en la Evangelización?
Leemos en el Nuevo Testamento cómo el Espíritu Santo se encargó de atraer a las muchedumbres a los pies de Cristo. Era Él solamente el que actuaba. Desdichadamente hoy estamos atenidos a la propaganda y a nuestros esfuerzos en promover las actividades de la Iglesia y olvidamos la Oración y el entregar en las manos del Señor a Su Iglesia y a los que han de ser salvos.
Se dice que cuando enterraron a Santiago, el hermano del Señor, sus rodillas eran semejantes a las de un camello, ya que pasaba horas orando. Hoy nosotros estamos contentos con orar tres veces al día: ¡Al desayuno, al almuerzo y a la cena! ¡Permitamos al Espíritu Santo convencer a los hombres de su pecado y veremos las congregaciones llenas! No podemos pasar por alto las palabras de Jesús cuando dijo: “En realidad, a ustedes les conviene que me vaya. Porque si no me voy, el Espíritu que los ayudará y consolará no vendrá; en cambio, si me voy, yo lo enviaré. Cuando el Espíritu venga, les hará ver a los de este mundo que no creer en mí es pecado…”[13] Solo el Espíritu Santo puede dar dinamismo para la evangelización y eso fue lo que experimentaron los discípulos en el siglo I y ocurre también en el siglo XXI.
E. El Papel de la Oración en la Evangelización.
Ya dijimos antes cuán necesario es que utilicemos la oración para la obra de evangelización y es que no hay nada en el Reino de los Cielos que se mueva si no es a través de la oración. El cuerpo de Cristo, la Iglesia, es controlado por la Cabeza, esto es, por Cristo mismo y funciona como un cuerpo natural, pero cuando nos golpeamos un pie, nuestro cerebro se entera porque tenemos una compleja red nerviosa que lleva y trae mensajes al y del cerebro. En cuanto al envío de los mensajes a la Cabeza, en el cuerpo espiritual, la red nerviosa no es otra cosa más que la oración. La oración no es un acto que realizamos antes de iniciar un trabajo, la oración es el inicio de ese trabajo. Si las cosas que hacemos durante el día no están sazonadas con la oración, serán insípidas y aunque parezca que están saliendo bien, no cumplirán su propósito.
La oración debe ser lo primero en realizarse antes de comenzar cualquier proyecto. Martín Lutero decía: “Bien orado, bien estudiado”. Cuando Jesús manifiesta su preocupación por las almas perdidas en Lucas 10.2-3, da las siguientes instrucciones: “Son muchos los que necesitan entrar en el reino de Dios, pero son muy pocos los que hay para anunciarles las buenas noticias. Por eso, pídanle a Dios que envíe más seguidores míos para compartir las buenas noticias con toda esa gente. Vayan ahora; pero tengan cuidado, porque yo los envío como quien manda corderos a una cueva de lobos”. Notemos que primero comenta la necesidad: 1. Muchos perdidos. 2. Pocos anunciadores. Luego, él mismo da la solución: 1. Oren (pídanle a Dios). 2. Los envía. Antes de ir, hay que orar. Si analizamos los acontecimientos de Hechos 1 y 2, veremos que los discípulos oraron por diez días, si la predicación de Pedro está completa en el registro bíblico, lo más que pudo haber durado fueron unos quince minutos, a esto, respondieron cerca de tres mil personas.
¿Por qué cosas debemos orar?
ü “…pídanle a Dios que envíe más seguidores míos para compartir las buenas noticias con toda esa gente”[14]. Más obreros.
ü “…oren por nosotros, para que hagamos llegar a todas partes el mensaje del Señor, y para que la gente lo reciba con aprecio, así como lo hicieron ustedes. Pídanle también a Dios que nos proteja de la gente malvada, porque no todos quieren confiar en Jesucristo”[15]. Que el Evangelio pueda extenderse.
ü “…Pídanle a Dios que podamos anunciar libremente el mensaje y explicar el plan secreto de Cristo”[16]. Libertad para anunciar el Evangelio.
ü “…pídanle a Dios que me dé el valor de anunciar el plan que él había mantenido en secreto”[17]. Valor y fuerza para Sus siervos.
ü “…pido a Dios que él salve del castigo a los israelitas...”[18]. La salvación de los perdidos.
ü “…recomiendo orar por todo el mundo, dando gracias a Dios por todos y pidiéndole que les muestre su bondad y los ayude. Recomiendo que se ore por los gobernantes y por todas las autoridades, para que podamos vivir en paz y tranquilos, obedeciendo a Dios y llevándonos bien con los demás. Esta clase de oración es buena y le agrada a Dios, nuestro Salvador; pues él quiere que todos se salven…”[19]. Todo el mundo, el gobierno y la paz.
F. ¿Cuál Debe Ser Nuestra Función en la Evangelización?
El trabajo evangelístico fue asignado únicamente a los cristianos renacidos que están conscientes de las bendiciones que Dios ha dado a su vida y que pueden testificar del poder de Dios. Nadie puede ser testigo de algo que no ha visto o vivido. Por eso es que no hay excusa. ¿Es usted una persona salva de sus pecados? ¡Cuéntelo a todos! ¿Dios le bendijo hoy? ¡Dígalo a todos!
1. ¿Es esta una misión que solo corresponde a los líderes y pastores?
Cuando inició la Iglesia cerca del año 33 d.C., cada creyente inició el trabajo evangelístico. La Iglesia del siglo I creció porque iban por todo lugar hablando de Cristo. Es verdad que el Señor llamó a algunas personas a realizar un trabajo más especializado en la Iglesia[20], pero Dios también confió en que todos los cristianos, a tiempo completo o en sus momentos libres, pudiésemos testificar de cuán bueno y misericordioso es Él para con todos.
Con esta separación hecha por parte de Dios, al llamar a unos a trabajar a tiempo completo en la Iglesia, surgen dos palabras que algunos las sienten ofensivas, pero que están bien utilizadas: Clero y laicos.
La palabra “laico”, viene del latín “laícus” y aunque ahora ha llegado a significar “sin órdenes religiosas”, antes era la manera de denominar a “todo el pueblo de Dios”.
Por su parte, “clero” es una palabra que se origina en el griego y se usó para denominar a las personas que dedicaron su vida al servicio de la Iglesia.
El problema no es tanto la separación que se dio con el uso de estas palabras, sino que los “laicos” dejaron de reproducirse debido a que entendieron que esa función era exclusivamente del clero, no tomando en cuenta que el clero no es capaz, debido a su poco número, de alcanzar a todo el pueblo laico.
Es bueno que los laicos no desprecien al clero, ya que su labor es bíblica y aprobada por Dios, tal y como lo vemos en Hechos 6, cuando los apóstoles manifestaron que no era bueno que dejaran el estudio de la Palabra y las oraciones por servir a las mesas. Tampoco es correcto que el clero desprecie al pueblo laico porque es a ellos a quienes debe alimentar espiritualmente. Y es menos bueno aun, que tanto los laicos como el clero descuiden su labor de buscar a los perdidos.
2. ¿Qué parte del trabajo evangelístico me corresponde a mí como laico?
Desde al Antiguo Testamento Dios había dictaminado para todo el pueblo de Israel: “vosotros seréis para mí un reino de sacerdotes y una nación santa”[21]. Tomemos en cuenta que no todos los israelitas ejercían el sacerdocio, porque este estaba destinado exclusivamente a la tribu de Leví, pero todos los israelitas eran sacerdotes en el sentido de que ellos debían testificar de lo que Dios hizo con ellos. Había un “clero”, que eran los hijos de Leví, quienes se encargaban del cuidado del Tabernáculo, luego el Templo, sus utensilios, la adoración y todos los rituales, así como el cuidado y estudio de las Escrituras, pero todo el pueblo tenía la misión de ser testigos de Dios ante las naciones impías.
En el Nuevo Testamento ocurre un llamado similar: “Pero ustedes son miembros de la familia de Dios; son sacerdotes al servicio del Rey; son su pueblo. Fue Dios quien los sacó de la oscuridad del pecado y los hizo entrar en su luz maravillosa. Por eso, anuncien las maravillas que Dios ha hecho”[22]. ¿A quiénes se dirige el apóstol? ¿Solo a los pastores o a toda la Iglesia? Es a todos los que pasamos de la oscuridad a la luz. ¿Es solo para los educados o habilidosos? No, es para todo aquel que pueda expresarse. No importa si no usted no sabe palabras muy elegantes, lo que Dios quiere es que hable de lo que Cristo hizo por usted. ¿Sencillo, no?
Todos los cristianos recibimos el mandato de evangelizar. Pero dirá alguno, ¿no necesito un ministerio? La palabra “ministro” significa “siervo”. Si usted considera que debe servir a Dios, ya tiene un ministerio. ¿Es parte de ese ministerio evangelizar? Sí, sin ninguna duda.
Pero, ¿no habla la Biblia de personas con el ministerio de evangelista? Sí, en Efesios 4.11-12. Dios llama a unos para ser pastores, otros evangelistas y otros maestros. Los tres ministerios están en operación hoy. Ninguno es independiente de los otros. No puede el pastor decir: “No necesito al evangelista o al maestro”. Ni el que tiene otro ministerio puede decir lo mismo de los demás. No pueden existir evangelistas “independientes” de la Iglesia, así como no puede haber pastores independientes de la Iglesia.
Las personas que han recibido el ministerio de evangelista tienen como misión especial ir a levantar congregaciones entre los inconversos, para que luego los que tienen el ministerio de pastores y maestros se hagan cargo de alimentar y educar a los nuevos cristianos.
Pero no podemos poner en los hombros del evangelista el trabajo de toda la Iglesia. Él no podrá anunciar a todos el mensaje de salvación, pero si usted y yo hablamos a una persona aquí y a otra allá, en poco tiempo alcanzaremos a muchos para Cristo.
3. ¿Cómo puedo aceptar mi llamado a evangelizar?
Ya Jeremías había hablado del alfarero y de la vasija de barro y luego Pablo retoma el tema en 2 Corintios 4.7: “Cuando Dios nos dio la buena noticia, puso, por así decirlo, un tesoro en una frágil vasija de barro. Así, cuando anunciamos la buena noticia, la gente sabe que el poder de ese mensaje viene de Dios y no de nosotros, que somos tan frágiles como el barro.” Recuerde que “Evangelio” significa “buenas noticias”. La vasija de barro somos nosotros, seres comunes, sin atractivo, toscos, quizá hasta repulsivos para algunos. Pero lo que importa no es nuestra apariencia, sino el contenido que llevamos dentro, ese tesoro que son las buenas nuevas. Por eso, cuando anunciamos a las personas que Cristo murió por todo aquel que quiera aceptarle, ellos pueden comprender que no es por nosotros que ese mensaje es poderoso, ya que somos solo vasijas de barro, sino porque el mensaje viene de Dios[23].
Dios espera que no solo el “clero” evangelice el mundo, sino que toda la Iglesia se convierta en Su portavoz. Cuando leemos en la Biblia sobre los instrumentos que Dios usó, nos quedamos sorprendidos: Noé, al que muchos catalogaron como un loco; Abraham, un hombre que no supo apreciar sus bienes materiales y la seguridad que tenía en Ur; Jacob, un engañador; José, un muchachito soñador y engreído; Moisés, un príncipe asesino y tartamudo; Gedeón, un granjero; Sansón, un mujeriego; David, un pastorcillo; Amós, un boyero; Juan el bautista, un apartado de la sociedad; Pedro, un pescador; Pablo, un fabricante de tiendas; etc. Pero detrás de cada uno de ellos, cual poderoso gigante, estaba el Señor Dios Todopoderoso respaldándole.
Hoy Él está respaldándonos a nosotros también, así que “soporta los sufrimientos y anuncia siempre la buena noticia”[24].
[1] 1 Corintios 15.3-4.
[2] Mateo 24.14.
[3] Marcos 1.14-15.
[4] Romanos 10.13.
[5] Romanos 3.23.
[6] Romanos 10.9-10.
[7] Hechos 17.30.
[8] 1 Timoteo 2.4.
[9] 1 Corintios 2.5.
[10] Isaías 55.11.
[11] 1 Juan 5.1.
[12] Mateo 28.20.
[13] Juan 16.7-8.
[14] Lucas 10.2.
[15] 2 Tesalonicenses 3.1-2.
[16] Colosenses 4.3.
[17] Efesios 6.19.
[18] Romanos 10.1.
[19] 1 Timoteo 2.1-4.
[20] Efesios 4.11.
[21] Éxodo 19.6.
[22] 1 Pedro 2.9.
[23] Lea Hechos 4.13-14.
[24] 2 Timoteo 4.5.