27. Bautismo de fuego (Mateo 10.34; Lucas 12.49-13.5).
¿Cómo echó fuego en la tierra? Con su vida, enseñanza y obras. Ya se pudo ver el resultado de su ministerio. Encendió un fuego que le llevaría a la cruz. En este dicho ya se ve la sombra de los sufrimientos de Jesús en Getsemaní y en el Calvario.
“Bautizado” quiere decir “sumergido” o abrumado con sufrimiento. Él sería “sumergido” o abrumado en sufrimiento. En Getsemaní Jesús dijo: “Mi alma está muy triste, hasta la muerte”[1]. Lucas describe su agonía en Getsemaní de la siguiente manera: “Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra”[2].
a. No paz, sino espada (Mateo 10.34; Lucas 12.51-53).
Podemos comparar estos pasajes con Miqueas 7.5-6. Cristo es el “Príncipe de paz”[3], pero ¿en qué sentido?[4] La paz que trajo es la que se realiza con Dios como también los unos con los otros, por medio de la obediencia al Evangelio de paz. Pero en lugar de paz habrá espada en cuanto a la relación entre cristianos que son luz y los del mundo que son tinieblas.
No hay intolerancia peor que la intolerancia religiosa, aun entre familiares. Muchas personas tolerantes se convierten en muy intolerantes en asuntos religiosos. Así es aun entre familiares. Lo más triste es que algunos que en otras cosas son muy inteligentes y objetivos son dominados por el prejuicio en asuntos religiosos.
Muchos tienen este problema. Aprenden la verdad, saben lo que deben hacer para obedecer a Cristo para salvar el alma, pero no quieren que los familiares les consideren “traidores”. “Si tú aceptas esa religión estará abandonado la religión de tus padres”. Llegan al crucero de caminos. ¿A quién complacer? ¿A quién ofender? Es imposible estar bien con Cristo y al mismo tiempo estar bien los familiares. Los que dan la espalda a Cristo para no ofender a la familia no son dignos de él.
b. Señales de los tiempos (Lucas 12.54-59).
Juicios severos les esperaban a los contemporáneos de Jesús porque rechazaban a su Mesías. No querían reconocer la condición depravada y deplorable del judaísmo. La corrupción de la nación, que era muy obvia en ese mismo tiempo, atraía su propia destrucción, la cual vino en el año 70 del primer siglo.
Hay lecciones valiosas en esto para nosotros, porque las señales de los tiempos no son muy alentadoras. Como los judíos no respetaban la autoridad de Cristo, así también ahora:
1) Hay mucha indiferencia hacia la autoridad de Cristo.
2) A mediados del siglo XIX hubo división sobre la centralización, y a mediados del siglo XX hubo otra división sobre la misma causa, porque los que no quieren aprender lecciones enseñadas por la historia están destinados a repetir esa historia.
3) Hay mucho relajamiento en cuanto a prácticas mundanas.
4) Hay mucho relajamiento en cuanto a la disciplina.
5) La revolución sexual ha afectado las creencias de muchos, porque la fornicación y el adulterio para muchos ya no es pecado.
6) Muchos no saben la diferencia entre la espiritualidad producida por el apego a las palabras del Espíritu Santo y el puro emocionalismo.
7) Algunas congregaciones que profesan ser la Iglesia, ya no se oponen al uso de la música instrumental en el culto, insisten en que la mujer debe participar en el liderazgo de la iglesia, y tienen comunión con congregaciones sectarias.
¿Qué indican las “señales de los tiempos” ahora? Que la iglesia se está apartando del patrón bíblico[5]. A los que escuchaban a Jesús y a nosotros, nos conviene estudiar y pensar por sí mismos y no ser ciegos guiados por los fariseos ciegos[6].
Jesús habla de las deudas materiales para compararlas con las deudas espirituales. En Lucas 12. 58-59 se trata de alguien que debe dinero a otro. Conviene pagar al acreedor, o hacer algún arreglo con él, cuanto antes, para evitar más problemas. Tales problemas siempre crecen si no se busca muy pronto una solución. Es más fácil solucionar el problema si se hace pronto. De otro modo, el problema crece. Además, como Jesús enseña en Mateo 5.23-24, la relación con Dios depende de la relación con el hermano. No debemos continuar ofreciendo culto a Dios si no queremos reconciliarnos con los hermanos. Este texto trata del encarcelamiento literal; es decir, alguien se echa a la cárcel por no haber pagado una deuda. No tiene nada que ver con el sufrir en un lugar imaginario llamado “purgatorio” para pagar la deuda de pecados. Más bien, Jesús enseña que hay que aceptar, apoyar y practicar la justicia. Pero ¿cómo puede el encarcelado pagar su deuda? Es indispensable que se hagan arreglos con el adversario, porque una vez encarcelado ¿cómo podría pagar la deuda?
c. ¿Quién es más pecador? (Lucas 13.1-5).
Parece que los presentes querían hablar de los pecados de otros en lugar de hablar de los suyos. Muchos piensan que hay pecadores “malos” y pecadores “respetuosos y más aceptables”. En el capítulo 7.36-50, Lucas habla de la mujer “pecadora” que fue perdonada de sus “muchos pecados” por Cristo, pero ¿quién no ha tenido “muchos pecados” que necesitan ser perdonados?
Jesús les preguntó si el sufrimiento de estos galileos les convertía en más pecadores que todos los galileos. Estas palabras de Jesús indican que así era el concepto del pueblo. Creían que calamidades extraordinarias se debían a pecados extraordinarias. Es el argumento usado por los “amigos” de Job contra él; es decir, esta calamidad que estaba sufriendo es la consecuencia de tus pecados[7]. También los discípulos de Jesús tenían este concepto como vemos en Juan 9.2.
En lugar de concluir que ciertos hombres eran más dignos de castigo que otros, deberían pensar en las calamidades que vendrían sobre ellos si no se arrepintieran. La primera calamidad horrible sería la destrucción de Jerusalén dentro de unos 40 años. En ese evento no meramente cayó alguna “torre” sino que muchos de ellos fueron sepultados bajo las murallas de la ciudad que fueron derribadas por los romanos. Pero aun otra calamidad les esperaba en el juicio final si no se arrepintieran.
¿Qué es el arrepentimiento? El reconocer y aceptar el pecado y tener cambio de corazón: Intelecto, voluntad, emociones, que resulta en cambio de vida: Frutos digno del arrepentimiento[8]. Es el cambio de actitud hacia Dios, Cristo, el Espíritu Santo. Es el cambio de actitud hacia el pecado; al arrepentirse uno entiende lo que es, lo que hace, y en lugar de amarlo ahora lo aborrece[9].
Dios manda que todos se arrepientan[10]. La Iglesia debe arrepentirse[11].
Es necesario, junto con los otros requisitos, para obtener el perdón de pecados[12] y para obtener la vida eterna[13]. Si alguno es bautizado sin verdadero arrepentimiento, es sepultado vivo.
Pero el arrepentimiento también es don de Dios[14]. Una de las ilustraciones más sencillas del arrepentimiento se encuentra en Mateo 21.28-29: “Pero ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo: Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña. Respondiendo él, dijo: No quiero; pero después, arrepentido, fue”. Ejemplos de arrepentimiento: Nínive[15]; la mujer pecadora de Lucas 7.36-50; el hijo pródigo[16]; los judíos el día de Pentecostés[17]; Saulo de Tarso[18]; los de Tesalónica[19].
Ejemplos de la falta del arrepentimiento: Los pueblos que escuchaban a Cristo y veían sus milagros pero no se arrepintieron[20].
Lo que no es el arrepentimiento: El remordimiento por el pecado[21]; el temor del castigo[22]; el sentir tristeza por el pecado[23].
¿Qué nos lleva al arrepentimiento? La benignidad de Dios[24]; la predicación[25]; la tristeza según Dios[26]; el temor de la muerte[27] y del juicio[28].
¿Quiénes desean que el hombre se arrepienta? Dios[29]; los ángeles[30]; los perdidos que están en tormento[31]; todo siervo de Dios[32].
28. La higuera estéril (Lucas 13.6-9).
Este pasaje de Lucas puede compararse con el de Isaías 5.1. Obviamente la higuera representa la nación de Israel que había sido plantada y grandemente favorecida por Dios, pero no llevó el fruto de justicia. Ya por mucho tiempo Juan, Jesús, los doce apóstoles y los setenta les había predicado el arrepentimiento. Dios mismo estaba en su presencia en la Persona de Jesús de Nazaret[33] enseñándoles y exhortándoles, pero la mayoría de los judíos eran como esta higuera que no llevó fruto. Por eso, aunque les dio más tiempo, el juicio se acercaba.
Una planta estéril perjudica la tierra y la hace infructuosa. Absorbe el alimento y la humedad de la tierra, haciéndola estéril.
Los judíos no solo no querían obedecer al Evangelio, sino que también impidieron que los gentiles lo hicieran[34].
También la higuera representa a las multitudes de personas que han tenido la oportunidad de arrepentirse pero que persisten en rechazar la llamada de Cristo a la obediencia y la salvación.
Jesús nos recuerda que el hombre será juzgado conforme a sus privilegios y oportunidades[35]. Para aquellos que reciben y malgastan tantos favores de Dios el juicio será severo. Entre más nos bendice Dios, más útiles espera que seamos[36].
Posiblemente los “tres años” representan el tiempo del ministerio de Juan y Jesús, pero también representan el tiempo que Dios nos da a todos para el arrepentimiento. A no ser por su benignidad y misericordia ya se habrían extinguido los judíos impenitentes. Muchos textos enfatizan la paciencia de Dios: Romanos 2.4-11; 1 Pedro 3.20; 2 Pedro 3.9, 15; Revelación 2.21.
Pero la paciencia de Dios no está sin límite. Como dijo Juan: “Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego”[37].
Aplicando este texto a nosotros, ¿después de los tres años, qué? ¿Hemos aprovechado la paciencia del Señor? Muchos sí, pero lamentablemente, otros no.
Otra lección valiosa en esta parábola es que a pesar de nuestras fallas, Dios nos da otra oportunidad. “Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor de ella, y la abone”. Ejemplos de algunos que tuvieron otra oportunidad para “redimirse”: Jonás, Pedro, Juan Marcos, etc. A veces el barro se echa a perder en manos del Alfarero pero en lugar de tirarlo, Él en su misericordia, “vuelve y la hace otra vasija”[38].
Pero como es cierto que muchas veces el Señor nos ofrece la segunda oportunidad, es igualmente cierto que existe una oportunidad final[39].
29. La mujer encorvada (Lucas 13.10-17).
Enseguida Jesús hace un milagro para confirmar que Él era el Hijo de Dios y que, por tanto, su enseñanza era divina, a pesar de que era el día de reposo.
Jesús enseñaba en la sinagoga y esta mujer asistió para escucharle. Esta pobre mujer que estaba completamente encorvada “y en ninguna manera se podía enderezar” sin duda sufría dolor constantemente, y ¿qué tan eficaces eran los remedios de aquellos tiempos? ¿Cuántos hermanos y hermanas hoy en día asistirían a los servicios si tuvieran esa clase de enfermedad y dolor en su cuerpo?
Algunos piensan que las expresiones “espíritu de enfermedad” y “Satanás había atado” indican que este mal fue causado por un demonio. Sin embargo, el aguijón en la carne de Pablo era “mensajero de Satanás”, pero eso no implica nada de “espíritu inmundo”. Hay diferencias entre este milagro y los de echar fuera demonios. En este caso Jesús se dirigió a la mujer, pero en el caso de los endemoniados el texto dice que les reprendió mandando que salieran de la persona, o que simplemente los echó fuera. Por eso, es difícil estar seguro si el “espíritu de enfermedad” significa espíritu inmundo.
Llama la atención el que ella no pidió la sanidad. Compárese la viuda de Naín que no pidió nada[40]. Jesús puso sus manos sobre ella, “y ella se enderezó”; aquí usa el verbo pasivo, fue enderezada por Cristo, pues Él es capaz no solamente de enderezar cuerpos encorvados, sino también corazones encorvados. Ella fue enderezada instantáneamente y glorificaba a Dios, ya que Cristo es Dios[41]. Imagínese el cambio físico de esta mujer. Llega a la sinagoga “encorvada, y en ninguna manera se podía enderezar”, y ahora está de pie y su cuerpo está completamente derecho. Cuando ella glorificaba a Dios, seguramente la gente hubiera querido acompañarle con lágrimas de gozo, pero hubo un problema.
Pero el principal de la sinagoga, enojado de que Jesús hubiese sanado en el día de reposo[42]. Siendo el principal de la sinagoga y viendo este gran acto de amor y misericordia y observando cómo esta mujer ya estaba parada normalmente delante de todos, le convenía decir: “Que se pongan de pie todos y vamos a dar loor a Dios con himnos y oraciones”. Sin embargo, en lugar de regocijarse con esta mujer feliz, este hombre ingrato y frío se enoja. ¡Increíble!
¿Por qué? Porque supuestamente este principal de la sinagoga creía que Jesús había “profanado” el día de reposo y, por eso, estaba “enojado”. ¡Se enojó con Jesús y reprendió al pueblo! ¿Por qué no se dirigió directamente hacia Jesús? Es como si dijera: “Si quieren esta clase de sanidad, vengan cualquier otro día de la semana”. De toda manera posible quería despreciar a Jesús y su obra maravillosa. La pobre mujer fue azotada físicamente por Satanás, pero este pobre principal de la sinagoga era azotado aun más fuertemente por Satanás en lo espiritual.
Cada sinagoga tenía su “principal” para ver que todo se llevaba a cabo con buen orden, pero este principal estaba fuera de orden en lo que dijo porque esta mujer no asistió a la sinagoga para ser sanada. Si hubiera necesidad de alguna reprensión, le convenía dirigirla hacia Jesús, porque hizo este milagro sin que la mujer lo solicitara. ¿“Nadie debe trabajar en día de reposo”? ¿Quién estaba trabajando? ¿El hablar unas palabras y poner las manos sobre la mujer era trabajar?
Jesús molesto le dijo: “¡Hipócrita!” La palabra hipócrita se usaba para el “actor en escena” que llevaban “máscaras”. Jesús arranca la máscara que llevan los hombres. En primer lugar, esta denuncia implica que los líderes de los judíos sabían dar interpretaciones de sus propias tradiciones que les favorecían, pero imponían sus leyes humanas sobre la gente pobre y afligida de la manera más estricta y exigente. Jesús les llama “hipócritas” porque profesaban honrar a Dios pero se preocupaban más por los animales que por esta pobre hija de Dios que había sufrido por dieciocho años.
Otra hipocresía era que sus tradiciones sobre guardar el sábado no permitían que se llevara agua a los animales, pero sí se les permitió llevar los animales al agua. ¿Cuántos de aquellos estaban presentes en la sinagoga habían hecho lo mismo? ¿No era nada “trabajoso” desatar al buey o al asno para llevarlo a beber? Desde luego, era trabajo, pero les convenía este trabajo porque ellos tenían animales y se preocupaban por ellos.
Jesús les sorprende diciendo “sanar” en lugar de “trabajar”. Los manuscritos están muy divididos entre huios, hijo, y onos, asno, que en los unciales[43] abreviados se parecían mucho. La Biblia de las Américas y el Interlineal de Francisco Lacueva dicen: “un hijo o un buey”. De esta manera el dilema de los intérpretes de la ley y los fariseos era aun más grande. ¿Qué podrían decir? Nada. Simplemente “callaron”.
Jesús razona desde lo inferior, un animal, a lo superior, un hombre. Por consiguiente, es lícito hacer el bien al ser humano en los días de reposo. Según Marcos 3.4, Jesús agrega: “¿o hacer mal?” También en Lucas 6.9: “¿salvar la vida, o quitarla?” Según los fariseos era cuestión de hacerlo o no hacerlo, pero para Jesús era cuestión de hacer bien o de hacer mal y la implicación es que al no hacer bien se hace mal. Según Marcos 3.4: “pero ellos callaban”; porque tuvieron miedo de decir que se puede hacer mal en el día de reposo. Sin embargo, estaban demasiado obstinados para aceptar que sería correcto sanar; por eso, callaban.
Pero la verdadera controversia no fue esta, sino la pregunta: “¿con qué autoridad resiste Jesús a los rabinos judíos y sus tradiciones?” Es importante tener presente esta cuestión para entender los argumentos de Jesús. No había conflicto entre Cristo y la ley de Moisés. Cristo siempre apoyaba la ley de Moisés[44].
Obsérvese que no preguntaron: “¿Es misericordioso hacerlo?” Eso no les interesaba. Jesús no apela a la Ley de Moisés porque esta no estaba involucrada en la controversia. Más bien Jesús apela a la práctica común del pueblo mismo. Esta pregunta va directamente al corazón del problema: Los escribas y fariseos sí tenían misericordia de los animales, pero no tenían misericordia de los hombres[45]. Todos estuvieron de acuerdo de que era lícito aliviar el sufrimiento de un animal. Todos lo practicaban. Pero Jesús pregunta: “¿Cuánto más vale un hombre que una oveja?” Jesús creía que un hombre vale más que una oveja, pero los escribas y fariseos no estaban de acuerdo. Ellos no tenían misericordia de los afligidos. No amaban a los pobres y miserables[46].
La religión de la persona que no tiene misericordia de otros es vana[47]. El sábado no fue instituido para hacer al hombre menos compasivo hacia el prójimo. Así es que la cuestión no era la de curar o no curar, sino la de hacer bien o de hacer mal en el día de reposo. Entonces, al curar Jesús en ese día ¿hizo bien o hizo mal? Dice Santiago 4.17: “Al que sabe hacer lo bueno y no lo hace, le es pecado”. Hubiera sido absurdo decir: “Es lícito hacer mal o quitar la vida en los días de reposo”, como bien sabían los judíos. Implica Jesús que en algunas circunstancias hay que escoger, y que el no hacer bien equivale a hacer mal.
No hay tiempo tan sagrado que el afligido no pueda ser aliviado de su sufrimiento. Jesús hizo bien al sanar al hombre. Los escribas y fariseos hicieron mal al querer destruir a Jesús.
Es importante notar que los doctores de la Ley enseñaban que era lícito aliviar el sufrimiento de alguna aflicción aguda, como en el caso de alguna emergencia, pero que no era lícito curar alguna enfermedad crónica y, desde luego, el caso de esta pobre mujer no se consideraba una emergencia.
Jesús llama a la mujer “hija de Abraham”, por eso, debería ser tratada con dignidad y respeto. Si era hija de Abraham, era hermana de aquel principal de la sinagoga. ¿A él no le importaba lo que Satanás había hecho con su hermana? Jesús habló de la misma manera acerca de Zaqueo[48]; es decir, aunque un publicano aborrecido por los judíos, “él también es hijo de Abraham”.
¿Por qué no usó Jesús una declaración en lugar de una pregunta? Él emplea la palabra ou ya que espera una respuesta afirmativa; es decir, les enseña en forma de pregunta para que ellos mismos acepten la conclusión. Hay una serie de argumentos aquí. En primer lugar, habla de esta mujer, un ser humano en contraste con animales; una hija de Abraham, no algún gentil o samaritana; ligada por la crueldad de Satanás, los animales están atados con soga; atada por dieciocho años, y no simplemente por una parte del día; su necesidad de ser desatada de su horrible aflicción física, no simplemente desatada para beber agua cada día.
Si ellos podían desatar sus animales para llevarlos a beber, ¿no podía Jesús desatar a esta pobre mujer de su horrible enfermedad? Los animales que ellos desataban no estaban sufriendo. No eran privados de agua y alimento ni por un día, pero esta hija de Abraham había sido atada al sufrimiento y miseria por dieciocho años. La necesidad de esta mujer era mil veces más grande que la necesidad de los animales. Sin embargo, estaba bien desatar a los animales pero a ella no. Este es otro caso de la victoria de Cristo sobre Satanás[49].
Todos sus adversarios se avergonzaban, con lo que se confirma que la palabra debe ser “hipócritas”, en plural, pues no estaba solo este principal en lo que decía. Los otros líderes compartían su hipocresía y merecían esta reprensión, porque enseñaban que los animales valían más que esta hija de Abraham. Pero al avergonzarse ¿se humillaron para arrepentirse? Todos los adversarios de Jesús no solamente deben sentirse avergonzados, sino que deben ser movidos por su sentimiento de vergüenza para arrepentirse.
Una característica sobresaliente de Lucas y Hechos es que Jesús y la Iglesia triunfaban sobre sus enemigos y que esto causó mucho regocijo. Estos se regocijaban no solamente por el milagro, sino también por la sabiduría que Jesús mostraba en su respuesta a los líderes de la sinagoga. Sin embargo, cuanto más el pueblo se regocijaban sobre los triunfos de Jesús, más se enojaban los judíos.
30. Los que se salvan (Lucas 13.22-30).
Jesús no iba directamente hacia Jerusalén para llegar pronto, sino que enseñaba en muchos pueblos, aunque iba hacia Jerusalén y la cruz, su destino final aquí en la tierra.
Surge una pregunta que nos hace pensar que quien la planteó tal vez pensaba: “¿Serán salvos todos los judíos y solamente los judíos?” En lugar de preocuparse por cuántos serán salvos, nos conviene estar seguros que seremos salvos nosotros mismos. Lucas 9.23-26 explica por qué la puerta es angosta, como también Santiago 1.22.
El Señor nos ofrece una puerta angosta y hay tiempo limitado para entrar por ella para ser salvos. Al pasar por ella uno “cierra la puerta” a la vida pasada y entra en una vida bendecida y dichosa con la esperanza de heredar la vida eterna.
Esta palabra indica dificultad. Enseña que es difícil ser discípulo de Cristo. Es imposible dar otro sentido a este término. Su significado es obvio. No es fácil obedecer tales textos como Mateo 5.22-24, 28, 33-48. Pregunte al joven rico si el camino es angosto o ancho. ¿Quién puede leer Mateo 10.34-37 y concluir que es fácil ser discípulo de Cristo? Pregunte a los apóstoles si era fácil “dejar todo” y seguir a Jesús.
Por eso, la puerta angosta excluye a muchos. No admite a los desobedientes. No admite a los que meramente “profesan” obedecerle[50]. No admite a los que no nacen otra vez[51]. La enseñanza de Jesús, comenzando con el Sermón del Monte, se compara con una puerta estrecha y un camino angosto. Isaías 35.8 profetizó: “Y habrá allí calzada y camino, y será llamado Camino de Santidad”. Lucas se refiere a este camino en Hechos 9.2; 18.26; 19.9, 23; 22.4; 24.14, 22.
“Esforzaos” viene del griego “agonizomai”, que puede traducirse “luchar, agonizar”. Se traduce “luchar” en 1 Corintios 9.25, luchar como en una competición, forzando todos y cada uno de los nervios para alcanzar el objetivo, dar el todo en el esfuerzo, involucrando penalidades. Se traduce “pelear” en 1 Timoteo 6.12. También en 2 Timoteo 4.7. Vemos que el Nuevo Testamento emplea términos relacionados con las carreras y aun con la guerra para enfatizar lo serio y lo intenso del conflicto contra Satanás y, por lo tanto, lo difícil de ser incluido entre los pocos que se salvan. ¿Cuántas personas quieren esforzarse tanto, como para correr una carrera, o aun para pelear como soldados en una guerra?[52] Pablo emplea términos del boxeo para indicar lo intenso de la lucha para ser salvos. Es lucha entre la carne y el Espíritu[53]. La Biblia dice claramente que con dificultad el justo se salva[54]. No dice que es “fácil” ser cristiano. Es camino angosto. Requiere el emplear todas las fuerzas.
Una pregunta interesante: Si la Biblia enseña que una vez salvos no podemos caer de la gracia, ¿por qué esforzarnos? ¿Por qué dice Cristo: “mi yugo es fácil, y ligera mi carga”[55]? Y ¿por qué dice Juan: “sus mandamientos no son gravosos”[56]?
En primer lugar, obsérvese que Cristo habla de su yugo, como también de su carga. Su “yugo” se refiere a su autoridad; debemos someternos completamente a ella. Su “carga” son sus mandamientos, los cuales no son gravosos, pero Él requiere una justicia mayor que la de los escribas y fariseos[57]. Él requiere servicio que procede del corazón puro, y no solamente los actos externos. Pero su servicio es agradable. Él es un Maestro exigente, pero también bondadoso. No es abusivo. No maltrata a sus seguidores. El maestro abusivo es el pecado.
La puerta es estrecha y el camino angosto porque tenemos que cambiar[58]. Es muy difícil someter nuestra voluntad a la de otro, aun a la voluntad de Dios. Todo el mundo quiere hacer su propia voluntad. Quiere hacer lo que él mismo quiere hacer. El trabajo principal de criar hijos es el de sujetar la voluntad de ellos a la voluntad de sus padres[59]. Otro problema grande en el hogar es que la mujer no quiere sujetar su voluntad a la voluntad del marido[60]. El significado básico de la palabra “manso” es la sujeción a la voluntad y al control de Dios. Requiere el arrepentimiento, que significa cambiar. El mandamiento básico predicado por Juan[61] y por Jesús[62], era el arrepentimiento. Cuando Jesús comenzó a predicar el evangelio del Reino[63], insistía en que los judíos tenían que cambiar, y les era muy difícil cambiar. Jesús dijo: “Si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente”[64]. Dijo a Nicodemo que tenía que nacer otra vez[65]. Es decir, tenía que comenzar su vida otra vez como si fuera un infante, apenas comenzando a vivir.
Cuando Jesús murió y resucitó, entregó el mandamiento a los apóstoles que “se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados”[66]. El libro de Hechos dice que lo hicieron. Obsérvese cómo se predicó el arrepentimiento según Hechos 2.38; 8.22; 17.30. Tanto judíos como gentiles tenían que cambiar. Tenían que dejar el judaísmo, el paganismo, la filosofía humana, la superstición y toda forma de sabiduría humana. Para el judío el Evangelio era tropezadero, y para el griego era locura porque chocaba con sus ideas humanas.
Lea en las cartas del Nuevo Testamento la enseñanza sobre el arrepentimiento: Romanos 2.4; 2 Corintios 7.10; 2 Pedro 3.9; Revelación 2.5.
¿Qué es lo que hay que cambiar? El carácter. En Mateo 5.1-10 encontramos las bienaventuranzas. Con estas palabras Jesús comenzó la Enseñanza del Monte. Con estas palabras explicó a los judíos y explica a nosotros cómo tenemos que cambiar. Tiene que haber cambio de corazón[67]. Tenemos que cambiar, dejando todas las características carnales de la vida pasada para desarrollar un carácter espiritual. Con las bienaventuranzas Jesús introduce el tema que es dominante en todo el Nuevo Testamento de que los verdaderos discípulos de Jesús son aquellos que van transformándose a la imagen de Jesús[68]. Este proceso es difícil. Es necesario meditar a diario en las cualidades o características divinas, y esforzarnos para que lleguen a ser las características de nuestras vidas. ¿Cómo es el Reino? ¿Cómo son los ciudadanos del Reino de Dios? En Mateo 5.1-10 Jesús describe las características de los que pueden entrar en el Reino de los Cielos: Los pobres en espíritu, los que reconocen sus faltas; los que lloran, por sus pecados; los mansos, los que están sujetos al control de Dios; los que tienen hambre y sed de justicia; los misericordiosos; los de limpio corazón; los pacificadores, los que hacen paz con Dios y con los hombres por medio del Evangelio de paz; y los que sufren por causa de Cristo. ¿Cuántos quieren poseer estas cualidades? Pocos, porque tienen que humillarse y someterse a la voluntad del Señor para desarrollar este carácter, y la mayoría no lo quiere hacer.
Hay que cambiar la religión. La ley de Moisés que era “ayo”[69] para llevar a los judíos a Jesús fue cumplida cuando Jesús murió en la cruz[70]. Comenzando el día de Pentecostés los judíos deberían dejar la religión antigua, la de la ley de Moisés, y aceptar el Evangelio.
Hay que cambiar la forma de culto. Hubo cambio de Ley[71]. Ya no se enseña el diezmo, y no se usan instrumentos mecánicos de música en el culto. En Mateo 5.32; 19.9 vemos que la enseñanza de Jesús es distinta de la Ley de Moisés sobre el matrimonio y el divorcio y segundas nupcias. Actualmente hay muchas parejas que están mal en su matrimonio según lo que dice Jesús en estos textos. Es muy difícil disolver tal unión, pero si alguna pareja está cometiendo adulterio por no tener el derecho de unirse en matrimonio, ¡desde luego tiene que dejar de cometer adulterio! Algunos lo hacen, pero la mayoría no quiere cambiar.
Además, los judíos habían inventado muchas tradiciones para aumentar su piedad, pero la religión de ellos era humana y vana y tenían que dejarla. Pero la mayoría no quería hacerlo. Su religión era externa, y no del corazón[72]. Jesús les dijo que tenían que cambiar. Tenían que limpiar el corazón y acabar no solamente con el adulterio, el homicidio y el hurto, sino también con los malos pensamientos, la avaricia, la maldad, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia y la insensatez[73]. Sin embargo, la mayoría de los judíos no quería cambiar su religión ni su vida personal. Era un pueblo muy orgulloso y estaban satisfechos con su religión y con su forma de vida. Muchos se justificaban a sí mismos[74]. Por eso, no querían cambiar; creían que eran muy religiosos, porque en algunas cosas iban aun más allá de lo que ley de Moisés requería. Habían inventado muchas tradiciones para aumentar su religiosidad[75], pero Jesús les dijo que tal religión era vana.
Hay que hacer otros cambios. Debe haber cambio de actitud, de disposición, de costumbres, y de amistades. Muchas veces se requiere cambio de empleo, o de negocio. Es necesario dejar algunos aspectos de la cultura porque están en conflicto con la enseñanza de Jesús. Todo aquello que no está de acuerdo con la voluntad de Cristo debe ser “amputado”[76]. Es necesario dejarlo para que no nos destruya. El pensamiento principal de este texto es que es difícil arrepentirse o cambiar. Esta verdad se ve en toda la Biblia. La obra principal de los profetas no era simplemente la de predecir el futuro, sino la de predicar el arrepentimiento y rogar al pueblo a que se volviera a Dios.
Otros aspectos de lo angosto del camino:
a. La puerta es angosta porque la verdad es angosta. Muchos piensan que cualquier cosa que la gente crea o practique es verdad para ellos, pero la verdad no es subjetiva sino objetiva. Judas 3 habla de “la fe” que fue entregada a nosotros. Es la fe que tiene que ser obedecida[77].
b. La puerta es angosta porque requiere el bautismo[78]. Muchos rechazan este mandamiento. Los “evangélicos” dicen que no es necesario para la salvación. No es un mandamiento popular. Está en conflicto con la voluntad humana y, por eso, se considera muy angosta la predicación que lo requiere.
c. La puerta es angosta porque hay solamente un cuerpo, una iglesia. Dice Jesús “edificaré mi iglesia”[79]; dice Pablo que la iglesia es el cuerpo de Cristo[80], y dice también que hay un solo cuerpo[81]. Por eso, el camino es angosto, porque no caben en el camino de Cristo las iglesias humanas.
d. Se requiere la santidad[82]. Es otra razón por la cual se dice que el camino es angosto, porque no todo el mundo quiere apartarse del pecado.
e. Se requiere la sujeción al gobierno[83].
Cuando se hacía fiesta, los convidados tenían que llegar a la hora indicada. Los que llegaban tarde, encontraban la puerta cerrada y no se admitían. Esto se enfatiza en Mateo 25.10. Los preparados son los que aprovechan la invitación y llegan a tiempo. Los que preparaban fiesta y enviaban invitaciones no decían: “Vengan a la hora que les sean convenientes”. No decían: “Aunque lleguen tarde, no hay problema, siempre serán abiertas las puertas”. Los que llegaban tarde despreciaban la fiesta y al que le invitaba.
Cuando Cristo venga[84], la puerta será cerrada. Cuando uno muera[85], la puerta será cerrada. Para los salvos la puerta cerrada significará seguridad eterna.
Jesús al confesar a los suyos dirá: “Estos son míos”[86]. A los que no le confesaron dirá: “No os conozco; ni sé de dónde sois. Apartaos de mí, no tengo nada para vosotros”. Conocer significa “aprobar”. Los no preparados cierran la puerta en sus propias caras cuando deciden que no vale la pena servir al Señor o no quieren llegar a tiempo. Se acercan al Señor tal vez, pero lo hacen “a medias”, con desidia e indiferencia. Creen que no vale la pena esforzarse para llegar a tiempo. Para los tales, otras cosas son más importantes.
Algunos creen que por asistir a una congregación ya es suficiente, de alguna forma se habían asociado con él, habían comido con él. Es como hubieran dicho: “Pero ¿cómo dices que no nos conoces? Éramos conocidos y amigos”. Piensan que por haber escuchado las enseñanzas del evangelio es suficiente, pero con estas palabras quieren ganar el favor del Señor, pero en realidad se condenan solos porque están admitiendo que habían escuchado su invitación pero que no la aceptaron.
Allí será el llanto, el lloro inconsolable e interminable y el crujir de dientes, la expresión más gráfica del espantoso sufrimiento, remordimiento y miseria que no se pueden describir. ¿Por qué no se cree esto? ¿Por qué los hombres no temen el infierno? ¿Por qué no es más fuerte nuestra fe en esta enseñanza? Jesús habla de personas en agonía insoportable, retorciéndose en dolor y miseria, gritando, crujiendo los dientes, pidiendo misericordia[87]. Jesús vino a la tierra y murió en la cruz para evitar que el hombre fuera al tormento eterno.
Gran parte del mundo religioso ya no cree en el castigo eterno, y si lo cree, su convicción es muy débil y no lo predica. Muchos de los que profesan creer la Biblia no creen en el infierno. No solamente los materialistas como los rusellistas, adventistas, mormones, etc., sino también los muchos modernistas que ocupan los púlpitos de iglesias que en años pasados sí lo predicaban. Últimamente varios predicadores de la iglesia de Cristo han publicado estudios negando que el infierno sea lugar de eterno sufrimiento de los perdidos. La falta de enseñanza sobre este tema es una de las causas principales de la decadencia moral.
Hay enfermedades y accidentes que pueden producir dolor fuerte. Casi todos conocen algo del tormento de un agudo dolor de muelas. La migraña es un tormento insoportable. Muchos sufren por años por causa del cáncer. ¿Cuál es el sufrimiento más agudo que usted conoce o que ha observado? Desde luego, aquí en este mundo, gracias a Dios, tenemos fuertes remedios para tales dolores. Hay anestesias que nos permiten aguantar la intervención quirúrgica aunque esta dure por horas. Pero no habrá anestesia, ni morfina, ni siquiera una aspirina para aliviar el dolor y tormento en el infierno. Lo “insoportable” será soportado, no solamente por una hora o por un año, ni siquiera por solamente cien años, sino por la eternidad. Algunos ahora viven noventa o cien años. Imagínese cómo sería si tuvieran que sufrir intensamente toda su vida, sin ningún remedio para su dolor. ¿No habría aun aquí en la tierra mucho del “llanto y el crujir de dientes”?
Los hombres son capaces de inventar medios horribles de tortura, por ejemplo para castigar o sacar información de los presos de guerra, se uso por mucho tiempo el instrumento de tortura llamado el “potro”, en el que se amarra el cuerpo y se estiran el brazo o la pierna de su coyuntura. También se usa el toque eléctrico y, desde luego, los golpes duros. Pero el medio más temido es la quemadura, porque no hay nada que pueda producir un vivo dolor físico más intenso que la aplicación del fuego al cuerpo. Cuando los hombres más crueles emplean las torturas más horribles para afligir a sus víctimas y por fin les aplican fuego, esto siempre produce aun más agonía. El fuego es, simplemente, el símbolo más terrible del sufrimiento que la mente humana sabe. De hecho, es imposible imaginar algo más severo y más horrible que el ser quemado con fuego.
Por lo tanto, con toda razón Jesús explica repetidas veces que “allí será el llanto y el crujir de dientes” porque en texto tras texto Jesús dice “fuego… fuego… fuego… fuego”[88]. El rico dijo: “Estoy atormentado en esta llama”[89]. Jesús vendrá en “llama de fuego” para castigar a los impíos[90].
La imaginación humana ejercida al máximo no podría producir un cuadro de la agonía y desolación más horrible que este que Jesús menciona a través de su ministerio. Es un cuadro tan desagradable que casi nadie se atreve a meditar sobre ello. En realidad, aun entre los que profesan ser cristianos, hay un infinito número de personas que muestran en su vida que en verdad creen esta doctrina del sufrimiento que provoca el lloro y el crujir de dientes en tinieblas, sin esperanza del reposo o del alivio. En cuanto a la más horrible tortura física, la víctima puede esperar que pronto sea inconsciente o muerto, pero en el infierno nunca habrá reposo[91]. ¿Qué sabemos de un sufrimiento o tormento interminables? Jesús y Pablo hablan del dolor del parto. ¿Qué mujer podría imaginar el sufrir así toda la vida, y aun eternamente?
Si de todo corazón creyéramos esta doctrina, no habría problema alguno con respecto a crucificar la carne, llevar una vida santificada, buscar primeramente el reino de Dios y su justicia y trabajar fervientemente para salvar almas. ¿Quién no haría grandes sacrificios para rescatar a una persona del sufrimiento causado por un incendio? ¿Cuántos miembros de la Iglesia se esfuerzan para tratar de rescatar al pueblo del incendio eterno que les espera si no obedecen al Evangelio?[92]
Y si no estamos preocupados por los perdidos, ¿los amamos? Y si no los amamos, ¿no estamos en peligro de tener que enfrentar la misma condenación nosotros mismos? Es obvio que nuestra fe en esta doctrina es muy débil. Si nos preguntan, decimos que sí la creemos, pero ¿de todo corazón? Compárese nuestra actitud hacia los otros peligros. Si creemos de todo corazón que hay vidas que peligran por causa de un ciclón o un incendio o una víbora, etc., ¿no hacemos todo lo posible por advertirles? Entonces, ¡cuánto más debemos advertir a las multitudes que están en marcha hacia el sufrimiento inexpresable, indescriptible, que Jesús llama “el lloro y el crujir de dientes”!
En realidad casi todos haríamos algo para ayudar a otros para proteger este cuerpo físico, pero en el día final, todos tendrán cuerpos incorruptibles, y en ese cuerpo incorruptible los perdidos van a sufrir las agonías del infierno. Se requiere mucha fe para evitar tal fin y lo más importante es que los verdaderos cristianos tengan una fe fuerte, no fingida y no superficial, sino una fe activa, obediente y fervientemente trabajadora, en lo que Jesús dice. Cometen suicidio espiritual todos aquellos que rechacen esta doctrina y también los miembros de la Iglesia que no muestran por sus obras su fe en esta doctrina.
Para los judíos, el esperado gozo en el reino mesiánico sería como fiesta con los patriarcas, pero la mayoría de ellos no aceptaron el mensaje de los profetas acerca de Cristo, ni tampoco de que los gentiles iban a participar en esa fiesta. El primer converso entre los gentiles fue un centurión, Cornelio[93]. Pablo fue escogido para ser apóstol de los gentiles.
“Día triste viene” para los hijos o herederos del Reino, los que deberían haber pertenecido al Reino de Cristo pero no lo hicieron. Cristo vino al mundo para buscar a las ovejas perdidas de la casa de Israel[94]. Su ministerio se dedicaba a ellos. El Evangelio fue predicado primeramente a ellos[95], pero lamentablemente la mayoría de los judíos no aprovecharon esta gran bendición y serán “echados fuera”. En lugar de disfrutar la fiesta con los patriarcas estarán en las tinieblas de afuera, muy decepcionados, llenos de remordimiento y furia.
Sin embargo, los judíos no son los únicos que deberían pertenecer al Reino. Los que han oído al Evangelio deberían pertenecer al Reino, pero si siguen posponiendo y descuidando su obediencia, serán echados a las tinieblas de afuera junto con los judíos desobedientes.
También los que han sido criados en hogares de cristianos y saben perfectamente lo que deben hacer pero no obedecen si no obedecen serán echados a las tinieblas de afuera. Dios no tiene nietos; los hijos de los miembros no “heredan” la religión.
¡Y cuántos millares de gentes que tienen Biblias serán echados fuera en aquel día! El simple hecho de tener una Biblia no les da el derecho de sentarse con Abraham, Isaac y Jacob en el Reino de Dios. Muchos de los que están “cerca del Reino”, nunca entran en el Reino. Los judíos habían de ser los primeros. El ministerio de Jesús era para ellos. Los apóstoles habían de predicar primeramente a los judíos y lo hicieron, en cada pueblo siempre llegaron primero a la sinagoga. Pero los “primeros” que no obedecen al Evangelio serán “postreros”.
Es fácil suponer que los hermanos más reconocidos, más prominentes, por ejemplo, apóstoles, profetas, ancianos, evangelistas, serán los primeros, pero ante los ojos de Dios los más humildes y los más serviciales, sean personas prominentes o no, son los más grandes. Recordemos los ejemplos de la pobre viuda[96], de María[97], de Dorcas[98], de Febe[99], de Aquila y Priscila[100], de la casa de Estéfanas[101], y muchos otros “pequeños” que humildemente sirvieron al Señor. Tal vez ante los ojos de algunos sean “postreros”, pero sin duda ante los ojos de Dios serán “primeros”.
[1] Mateo 26.28.
[2] Lucas 22.44.
[3] Isaías 9.6.
[4] Juan 14.27; Lucas 2.14, Efesios 2.14-17.
[5] 2. Timoteo 1.13.
[6] Mateo 15.14.
[7] Job 4.7; 11.6; 22.6-10.
[8] Lucas 3.8-14; Hechos 19.19.
[9] Hebreos 1.9; Romanos 12.9.
[10] Hechos 17.30-31; Mateo 3.2; 4.17; Hechos 2.38; 3.19; 17.30.
[11] Revelación 2.4-5, 14-15, 20; 3.16.
[12] Lucas 24.47; Hechos 2.38.
[13] Hechos 11.18.
[14] Hechos 5.31; 11.18; 2 Timoteo 2.25.
[15] Jonás 3.10.
[16] Lucas 15.17-19.
[17] Hechos 2.38, 41.
[18] Hechos 9.
[19] 1 Tesalonicenses 1.9.
[20] Mateo 11.20.
[21] Mateo 27.3.
[22] Hechos 24.25.
[23] Hechos 2.37; 2 Corintios 7.10.
[24] Romanos 2.4.
[25] Mateo 12.41.
[26] 2 Corintios 7.10.
[27] Hebreos 9.27.
[28] Hechos 17.30-31; 2 Corintios 5.10-11.
[29] 2 Pedro 3.9; Mateo 9.13.
[30] Lucas 15.7.
[31] Lucas 16.27-30.
[32] 2 Timoteo 2.24-25.
[33] Juan 1.1; Romanos 9.5; Tito 2.13; 2 Pedro 1.1.
[34] 1 Tesalonicenses 2.15-16; Romanos 2.24.
[35] Lucas 12.47-48.
[36] 2 Timoteo 2.21.
[37] Mateo 3.10.
[38] Jeremías 18.4.
[39] Proverbios 1.24-31.
[40] Lucas 7.11-15.
[41] Juan 1.1; Romanos 9.5.
[42] Mateo 21.15.
[43] La palabra uncial “significa literalmente de una pulgada de alto”. Así se llaman a estos manuscritos porque están escritos en letras grandes y cuadradas. El material usado para los “unciales” es vellón o piel de un ovino, y datan de los siglos IV al X. De este tipo de material existen todavía alrededor de doscientos manuscritos y los dos mas antiguos son el Vaticanus y el Sinaiticus que datan del siglo IV.
[44] Mateo 5.17-20.
[45] Mateo 23.23.
[46] Mateo 12.7.
[47] Santiago 1.27.
[48] Lucas 19.19.
[49] Lucas 10.18.
[50] Lucas 6.46; Mateo 7.21.
[51] Juan 3.5.
[52] 1 Corintios 9.27.
[53] Romanos 8.6-7; Gálatas 5.17.
[54] 1 Pedro 4.18.
[55] Mateo 11.30.
[56] 1 Juan 5.3.
[57] Mateo 5.20; 23.4.
[58] Mateo 16.24; Lucas 9.23.
[59] Efesios 6.1-4.
[60] Efesios 5.22-24.
[61] Mateo 3.2.
[62] Mateo 4.17.
[63] Mateo 4.23.
[64] Lucas 13.3, 5.
[65] Juan 3.3, 5.
[66] Lucas 24.47.
[67] Mateo 5.8, 22, 28, 44; 12.34; 15.19.
[68] Romanos 8.29; 12.1-2; 2 Corintios 3.18; Gálatas 4.19; Efesios 4.23-24; Colosenses 3.10; 2 Pedro 1.4.
[69] Tutor, guardián.
[70] Colosenses 2.14.
[71] Hebreos 7.12.
[72] Mateo 23.23-28.
[73] Marcos 7.21-23.
[74] Lucas 16.15; 18.11-12.
[75] Mateo 15.1-9.
[76] Mateo 5.29-30; 18.8-9.
[77] Hechos 6.7.
[78] Mateo 28.19; Marcos 16.16.
[79] Mateo 16.18.
[80] Efesios 1.22-23.
[81] Efesios 4.4.
[82] 2 Corintios 7.1; Hebreos 12.14;
[83] Romanos 13.1-8; 1 Pedro 2.13-17.
[84] 1 Tesalonicenses 5.1-3.
[85] Hebreos 9.27.
[86] Mateo 10.32-33.
[87] Romanos 2.8.
[88] Mateo 5.22; 13.42, 50; 18.8-9; 25.41; Marcos 9.43, 48; Lucas 3.17.
[89] Lucas 16.24.
[90] 2 Tesalonicenses 1.7-8.
[91] Revelación 14.11.
[92] 2 Tesalonicenses 1.7-9.
[93] Hechos 10.
[94] Mateo 15.24.
[95] Hechos 1.8; Romanos 1.16.
[96] Marcos 12.41-44.
[97] Juan 12.3.
[98] Hechos 9.36, 39.
[99] Romanos 16.1.
[100] Romanos 16.3-4.
[101] 1 Corintios 16.15-16.
¿Cómo echó fuego en la tierra? Con su vida, enseñanza y obras. Ya se pudo ver el resultado de su ministerio. Encendió un fuego que le llevaría a la cruz. En este dicho ya se ve la sombra de los sufrimientos de Jesús en Getsemaní y en el Calvario.
“Bautizado” quiere decir “sumergido” o abrumado con sufrimiento. Él sería “sumergido” o abrumado en sufrimiento. En Getsemaní Jesús dijo: “Mi alma está muy triste, hasta la muerte”[1]. Lucas describe su agonía en Getsemaní de la siguiente manera: “Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra”[2].
a. No paz, sino espada (Mateo 10.34; Lucas 12.51-53).
Podemos comparar estos pasajes con Miqueas 7.5-6. Cristo es el “Príncipe de paz”[3], pero ¿en qué sentido?[4] La paz que trajo es la que se realiza con Dios como también los unos con los otros, por medio de la obediencia al Evangelio de paz. Pero en lugar de paz habrá espada en cuanto a la relación entre cristianos que son luz y los del mundo que son tinieblas.
No hay intolerancia peor que la intolerancia religiosa, aun entre familiares. Muchas personas tolerantes se convierten en muy intolerantes en asuntos religiosos. Así es aun entre familiares. Lo más triste es que algunos que en otras cosas son muy inteligentes y objetivos son dominados por el prejuicio en asuntos religiosos.
Muchos tienen este problema. Aprenden la verdad, saben lo que deben hacer para obedecer a Cristo para salvar el alma, pero no quieren que los familiares les consideren “traidores”. “Si tú aceptas esa religión estará abandonado la religión de tus padres”. Llegan al crucero de caminos. ¿A quién complacer? ¿A quién ofender? Es imposible estar bien con Cristo y al mismo tiempo estar bien los familiares. Los que dan la espalda a Cristo para no ofender a la familia no son dignos de él.
b. Señales de los tiempos (Lucas 12.54-59).
Juicios severos les esperaban a los contemporáneos de Jesús porque rechazaban a su Mesías. No querían reconocer la condición depravada y deplorable del judaísmo. La corrupción de la nación, que era muy obvia en ese mismo tiempo, atraía su propia destrucción, la cual vino en el año 70 del primer siglo.
Hay lecciones valiosas en esto para nosotros, porque las señales de los tiempos no son muy alentadoras. Como los judíos no respetaban la autoridad de Cristo, así también ahora:
1) Hay mucha indiferencia hacia la autoridad de Cristo.
2) A mediados del siglo XIX hubo división sobre la centralización, y a mediados del siglo XX hubo otra división sobre la misma causa, porque los que no quieren aprender lecciones enseñadas por la historia están destinados a repetir esa historia.
3) Hay mucho relajamiento en cuanto a prácticas mundanas.
4) Hay mucho relajamiento en cuanto a la disciplina.
5) La revolución sexual ha afectado las creencias de muchos, porque la fornicación y el adulterio para muchos ya no es pecado.
6) Muchos no saben la diferencia entre la espiritualidad producida por el apego a las palabras del Espíritu Santo y el puro emocionalismo.
7) Algunas congregaciones que profesan ser la Iglesia, ya no se oponen al uso de la música instrumental en el culto, insisten en que la mujer debe participar en el liderazgo de la iglesia, y tienen comunión con congregaciones sectarias.
¿Qué indican las “señales de los tiempos” ahora? Que la iglesia se está apartando del patrón bíblico[5]. A los que escuchaban a Jesús y a nosotros, nos conviene estudiar y pensar por sí mismos y no ser ciegos guiados por los fariseos ciegos[6].
Jesús habla de las deudas materiales para compararlas con las deudas espirituales. En Lucas 12. 58-59 se trata de alguien que debe dinero a otro. Conviene pagar al acreedor, o hacer algún arreglo con él, cuanto antes, para evitar más problemas. Tales problemas siempre crecen si no se busca muy pronto una solución. Es más fácil solucionar el problema si se hace pronto. De otro modo, el problema crece. Además, como Jesús enseña en Mateo 5.23-24, la relación con Dios depende de la relación con el hermano. No debemos continuar ofreciendo culto a Dios si no queremos reconciliarnos con los hermanos. Este texto trata del encarcelamiento literal; es decir, alguien se echa a la cárcel por no haber pagado una deuda. No tiene nada que ver con el sufrir en un lugar imaginario llamado “purgatorio” para pagar la deuda de pecados. Más bien, Jesús enseña que hay que aceptar, apoyar y practicar la justicia. Pero ¿cómo puede el encarcelado pagar su deuda? Es indispensable que se hagan arreglos con el adversario, porque una vez encarcelado ¿cómo podría pagar la deuda?
c. ¿Quién es más pecador? (Lucas 13.1-5).
Parece que los presentes querían hablar de los pecados de otros en lugar de hablar de los suyos. Muchos piensan que hay pecadores “malos” y pecadores “respetuosos y más aceptables”. En el capítulo 7.36-50, Lucas habla de la mujer “pecadora” que fue perdonada de sus “muchos pecados” por Cristo, pero ¿quién no ha tenido “muchos pecados” que necesitan ser perdonados?
Jesús les preguntó si el sufrimiento de estos galileos les convertía en más pecadores que todos los galileos. Estas palabras de Jesús indican que así era el concepto del pueblo. Creían que calamidades extraordinarias se debían a pecados extraordinarias. Es el argumento usado por los “amigos” de Job contra él; es decir, esta calamidad que estaba sufriendo es la consecuencia de tus pecados[7]. También los discípulos de Jesús tenían este concepto como vemos en Juan 9.2.
En lugar de concluir que ciertos hombres eran más dignos de castigo que otros, deberían pensar en las calamidades que vendrían sobre ellos si no se arrepintieran. La primera calamidad horrible sería la destrucción de Jerusalén dentro de unos 40 años. En ese evento no meramente cayó alguna “torre” sino que muchos de ellos fueron sepultados bajo las murallas de la ciudad que fueron derribadas por los romanos. Pero aun otra calamidad les esperaba en el juicio final si no se arrepintieran.
¿Qué es el arrepentimiento? El reconocer y aceptar el pecado y tener cambio de corazón: Intelecto, voluntad, emociones, que resulta en cambio de vida: Frutos digno del arrepentimiento[8]. Es el cambio de actitud hacia Dios, Cristo, el Espíritu Santo. Es el cambio de actitud hacia el pecado; al arrepentirse uno entiende lo que es, lo que hace, y en lugar de amarlo ahora lo aborrece[9].
Dios manda que todos se arrepientan[10]. La Iglesia debe arrepentirse[11].
Es necesario, junto con los otros requisitos, para obtener el perdón de pecados[12] y para obtener la vida eterna[13]. Si alguno es bautizado sin verdadero arrepentimiento, es sepultado vivo.
Pero el arrepentimiento también es don de Dios[14]. Una de las ilustraciones más sencillas del arrepentimiento se encuentra en Mateo 21.28-29: “Pero ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo: Hijo, ve hoy a trabajar en mi viña. Respondiendo él, dijo: No quiero; pero después, arrepentido, fue”. Ejemplos de arrepentimiento: Nínive[15]; la mujer pecadora de Lucas 7.36-50; el hijo pródigo[16]; los judíos el día de Pentecostés[17]; Saulo de Tarso[18]; los de Tesalónica[19].
Ejemplos de la falta del arrepentimiento: Los pueblos que escuchaban a Cristo y veían sus milagros pero no se arrepintieron[20].
Lo que no es el arrepentimiento: El remordimiento por el pecado[21]; el temor del castigo[22]; el sentir tristeza por el pecado[23].
¿Qué nos lleva al arrepentimiento? La benignidad de Dios[24]; la predicación[25]; la tristeza según Dios[26]; el temor de la muerte[27] y del juicio[28].
¿Quiénes desean que el hombre se arrepienta? Dios[29]; los ángeles[30]; los perdidos que están en tormento[31]; todo siervo de Dios[32].
28. La higuera estéril (Lucas 13.6-9).
Este pasaje de Lucas puede compararse con el de Isaías 5.1. Obviamente la higuera representa la nación de Israel que había sido plantada y grandemente favorecida por Dios, pero no llevó el fruto de justicia. Ya por mucho tiempo Juan, Jesús, los doce apóstoles y los setenta les había predicado el arrepentimiento. Dios mismo estaba en su presencia en la Persona de Jesús de Nazaret[33] enseñándoles y exhortándoles, pero la mayoría de los judíos eran como esta higuera que no llevó fruto. Por eso, aunque les dio más tiempo, el juicio se acercaba.
Una planta estéril perjudica la tierra y la hace infructuosa. Absorbe el alimento y la humedad de la tierra, haciéndola estéril.
Los judíos no solo no querían obedecer al Evangelio, sino que también impidieron que los gentiles lo hicieran[34].
También la higuera representa a las multitudes de personas que han tenido la oportunidad de arrepentirse pero que persisten en rechazar la llamada de Cristo a la obediencia y la salvación.
Jesús nos recuerda que el hombre será juzgado conforme a sus privilegios y oportunidades[35]. Para aquellos que reciben y malgastan tantos favores de Dios el juicio será severo. Entre más nos bendice Dios, más útiles espera que seamos[36].
Posiblemente los “tres años” representan el tiempo del ministerio de Juan y Jesús, pero también representan el tiempo que Dios nos da a todos para el arrepentimiento. A no ser por su benignidad y misericordia ya se habrían extinguido los judíos impenitentes. Muchos textos enfatizan la paciencia de Dios: Romanos 2.4-11; 1 Pedro 3.20; 2 Pedro 3.9, 15; Revelación 2.21.
Pero la paciencia de Dios no está sin límite. Como dijo Juan: “Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto es cortado y echado en el fuego”[37].
Aplicando este texto a nosotros, ¿después de los tres años, qué? ¿Hemos aprovechado la paciencia del Señor? Muchos sí, pero lamentablemente, otros no.
Otra lección valiosa en esta parábola es que a pesar de nuestras fallas, Dios nos da otra oportunidad. “Señor, déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor de ella, y la abone”. Ejemplos de algunos que tuvieron otra oportunidad para “redimirse”: Jonás, Pedro, Juan Marcos, etc. A veces el barro se echa a perder en manos del Alfarero pero en lugar de tirarlo, Él en su misericordia, “vuelve y la hace otra vasija”[38].
Pero como es cierto que muchas veces el Señor nos ofrece la segunda oportunidad, es igualmente cierto que existe una oportunidad final[39].
29. La mujer encorvada (Lucas 13.10-17).
Enseguida Jesús hace un milagro para confirmar que Él era el Hijo de Dios y que, por tanto, su enseñanza era divina, a pesar de que era el día de reposo.
Jesús enseñaba en la sinagoga y esta mujer asistió para escucharle. Esta pobre mujer que estaba completamente encorvada “y en ninguna manera se podía enderezar” sin duda sufría dolor constantemente, y ¿qué tan eficaces eran los remedios de aquellos tiempos? ¿Cuántos hermanos y hermanas hoy en día asistirían a los servicios si tuvieran esa clase de enfermedad y dolor en su cuerpo?
Algunos piensan que las expresiones “espíritu de enfermedad” y “Satanás había atado” indican que este mal fue causado por un demonio. Sin embargo, el aguijón en la carne de Pablo era “mensajero de Satanás”, pero eso no implica nada de “espíritu inmundo”. Hay diferencias entre este milagro y los de echar fuera demonios. En este caso Jesús se dirigió a la mujer, pero en el caso de los endemoniados el texto dice que les reprendió mandando que salieran de la persona, o que simplemente los echó fuera. Por eso, es difícil estar seguro si el “espíritu de enfermedad” significa espíritu inmundo.
Llama la atención el que ella no pidió la sanidad. Compárese la viuda de Naín que no pidió nada[40]. Jesús puso sus manos sobre ella, “y ella se enderezó”; aquí usa el verbo pasivo, fue enderezada por Cristo, pues Él es capaz no solamente de enderezar cuerpos encorvados, sino también corazones encorvados. Ella fue enderezada instantáneamente y glorificaba a Dios, ya que Cristo es Dios[41]. Imagínese el cambio físico de esta mujer. Llega a la sinagoga “encorvada, y en ninguna manera se podía enderezar”, y ahora está de pie y su cuerpo está completamente derecho. Cuando ella glorificaba a Dios, seguramente la gente hubiera querido acompañarle con lágrimas de gozo, pero hubo un problema.
Pero el principal de la sinagoga, enojado de que Jesús hubiese sanado en el día de reposo[42]. Siendo el principal de la sinagoga y viendo este gran acto de amor y misericordia y observando cómo esta mujer ya estaba parada normalmente delante de todos, le convenía decir: “Que se pongan de pie todos y vamos a dar loor a Dios con himnos y oraciones”. Sin embargo, en lugar de regocijarse con esta mujer feliz, este hombre ingrato y frío se enoja. ¡Increíble!
¿Por qué? Porque supuestamente este principal de la sinagoga creía que Jesús había “profanado” el día de reposo y, por eso, estaba “enojado”. ¡Se enojó con Jesús y reprendió al pueblo! ¿Por qué no se dirigió directamente hacia Jesús? Es como si dijera: “Si quieren esta clase de sanidad, vengan cualquier otro día de la semana”. De toda manera posible quería despreciar a Jesús y su obra maravillosa. La pobre mujer fue azotada físicamente por Satanás, pero este pobre principal de la sinagoga era azotado aun más fuertemente por Satanás en lo espiritual.
Cada sinagoga tenía su “principal” para ver que todo se llevaba a cabo con buen orden, pero este principal estaba fuera de orden en lo que dijo porque esta mujer no asistió a la sinagoga para ser sanada. Si hubiera necesidad de alguna reprensión, le convenía dirigirla hacia Jesús, porque hizo este milagro sin que la mujer lo solicitara. ¿“Nadie debe trabajar en día de reposo”? ¿Quién estaba trabajando? ¿El hablar unas palabras y poner las manos sobre la mujer era trabajar?
Jesús molesto le dijo: “¡Hipócrita!” La palabra hipócrita se usaba para el “actor en escena” que llevaban “máscaras”. Jesús arranca la máscara que llevan los hombres. En primer lugar, esta denuncia implica que los líderes de los judíos sabían dar interpretaciones de sus propias tradiciones que les favorecían, pero imponían sus leyes humanas sobre la gente pobre y afligida de la manera más estricta y exigente. Jesús les llama “hipócritas” porque profesaban honrar a Dios pero se preocupaban más por los animales que por esta pobre hija de Dios que había sufrido por dieciocho años.
Otra hipocresía era que sus tradiciones sobre guardar el sábado no permitían que se llevara agua a los animales, pero sí se les permitió llevar los animales al agua. ¿Cuántos de aquellos estaban presentes en la sinagoga habían hecho lo mismo? ¿No era nada “trabajoso” desatar al buey o al asno para llevarlo a beber? Desde luego, era trabajo, pero les convenía este trabajo porque ellos tenían animales y se preocupaban por ellos.
Jesús les sorprende diciendo “sanar” en lugar de “trabajar”. Los manuscritos están muy divididos entre huios, hijo, y onos, asno, que en los unciales[43] abreviados se parecían mucho. La Biblia de las Américas y el Interlineal de Francisco Lacueva dicen: “un hijo o un buey”. De esta manera el dilema de los intérpretes de la ley y los fariseos era aun más grande. ¿Qué podrían decir? Nada. Simplemente “callaron”.
Jesús razona desde lo inferior, un animal, a lo superior, un hombre. Por consiguiente, es lícito hacer el bien al ser humano en los días de reposo. Según Marcos 3.4, Jesús agrega: “¿o hacer mal?” También en Lucas 6.9: “¿salvar la vida, o quitarla?” Según los fariseos era cuestión de hacerlo o no hacerlo, pero para Jesús era cuestión de hacer bien o de hacer mal y la implicación es que al no hacer bien se hace mal. Según Marcos 3.4: “pero ellos callaban”; porque tuvieron miedo de decir que se puede hacer mal en el día de reposo. Sin embargo, estaban demasiado obstinados para aceptar que sería correcto sanar; por eso, callaban.
Pero la verdadera controversia no fue esta, sino la pregunta: “¿con qué autoridad resiste Jesús a los rabinos judíos y sus tradiciones?” Es importante tener presente esta cuestión para entender los argumentos de Jesús. No había conflicto entre Cristo y la ley de Moisés. Cristo siempre apoyaba la ley de Moisés[44].
Obsérvese que no preguntaron: “¿Es misericordioso hacerlo?” Eso no les interesaba. Jesús no apela a la Ley de Moisés porque esta no estaba involucrada en la controversia. Más bien Jesús apela a la práctica común del pueblo mismo. Esta pregunta va directamente al corazón del problema: Los escribas y fariseos sí tenían misericordia de los animales, pero no tenían misericordia de los hombres[45]. Todos estuvieron de acuerdo de que era lícito aliviar el sufrimiento de un animal. Todos lo practicaban. Pero Jesús pregunta: “¿Cuánto más vale un hombre que una oveja?” Jesús creía que un hombre vale más que una oveja, pero los escribas y fariseos no estaban de acuerdo. Ellos no tenían misericordia de los afligidos. No amaban a los pobres y miserables[46].
La religión de la persona que no tiene misericordia de otros es vana[47]. El sábado no fue instituido para hacer al hombre menos compasivo hacia el prójimo. Así es que la cuestión no era la de curar o no curar, sino la de hacer bien o de hacer mal en el día de reposo. Entonces, al curar Jesús en ese día ¿hizo bien o hizo mal? Dice Santiago 4.17: “Al que sabe hacer lo bueno y no lo hace, le es pecado”. Hubiera sido absurdo decir: “Es lícito hacer mal o quitar la vida en los días de reposo”, como bien sabían los judíos. Implica Jesús que en algunas circunstancias hay que escoger, y que el no hacer bien equivale a hacer mal.
No hay tiempo tan sagrado que el afligido no pueda ser aliviado de su sufrimiento. Jesús hizo bien al sanar al hombre. Los escribas y fariseos hicieron mal al querer destruir a Jesús.
Es importante notar que los doctores de la Ley enseñaban que era lícito aliviar el sufrimiento de alguna aflicción aguda, como en el caso de alguna emergencia, pero que no era lícito curar alguna enfermedad crónica y, desde luego, el caso de esta pobre mujer no se consideraba una emergencia.
Jesús llama a la mujer “hija de Abraham”, por eso, debería ser tratada con dignidad y respeto. Si era hija de Abraham, era hermana de aquel principal de la sinagoga. ¿A él no le importaba lo que Satanás había hecho con su hermana? Jesús habló de la misma manera acerca de Zaqueo[48]; es decir, aunque un publicano aborrecido por los judíos, “él también es hijo de Abraham”.
¿Por qué no usó Jesús una declaración en lugar de una pregunta? Él emplea la palabra ou ya que espera una respuesta afirmativa; es decir, les enseña en forma de pregunta para que ellos mismos acepten la conclusión. Hay una serie de argumentos aquí. En primer lugar, habla de esta mujer, un ser humano en contraste con animales; una hija de Abraham, no algún gentil o samaritana; ligada por la crueldad de Satanás, los animales están atados con soga; atada por dieciocho años, y no simplemente por una parte del día; su necesidad de ser desatada de su horrible aflicción física, no simplemente desatada para beber agua cada día.
Si ellos podían desatar sus animales para llevarlos a beber, ¿no podía Jesús desatar a esta pobre mujer de su horrible enfermedad? Los animales que ellos desataban no estaban sufriendo. No eran privados de agua y alimento ni por un día, pero esta hija de Abraham había sido atada al sufrimiento y miseria por dieciocho años. La necesidad de esta mujer era mil veces más grande que la necesidad de los animales. Sin embargo, estaba bien desatar a los animales pero a ella no. Este es otro caso de la victoria de Cristo sobre Satanás[49].
Todos sus adversarios se avergonzaban, con lo que se confirma que la palabra debe ser “hipócritas”, en plural, pues no estaba solo este principal en lo que decía. Los otros líderes compartían su hipocresía y merecían esta reprensión, porque enseñaban que los animales valían más que esta hija de Abraham. Pero al avergonzarse ¿se humillaron para arrepentirse? Todos los adversarios de Jesús no solamente deben sentirse avergonzados, sino que deben ser movidos por su sentimiento de vergüenza para arrepentirse.
Una característica sobresaliente de Lucas y Hechos es que Jesús y la Iglesia triunfaban sobre sus enemigos y que esto causó mucho regocijo. Estos se regocijaban no solamente por el milagro, sino también por la sabiduría que Jesús mostraba en su respuesta a los líderes de la sinagoga. Sin embargo, cuanto más el pueblo se regocijaban sobre los triunfos de Jesús, más se enojaban los judíos.
30. Los que se salvan (Lucas 13.22-30).
Jesús no iba directamente hacia Jerusalén para llegar pronto, sino que enseñaba en muchos pueblos, aunque iba hacia Jerusalén y la cruz, su destino final aquí en la tierra.
Surge una pregunta que nos hace pensar que quien la planteó tal vez pensaba: “¿Serán salvos todos los judíos y solamente los judíos?” En lugar de preocuparse por cuántos serán salvos, nos conviene estar seguros que seremos salvos nosotros mismos. Lucas 9.23-26 explica por qué la puerta es angosta, como también Santiago 1.22.
El Señor nos ofrece una puerta angosta y hay tiempo limitado para entrar por ella para ser salvos. Al pasar por ella uno “cierra la puerta” a la vida pasada y entra en una vida bendecida y dichosa con la esperanza de heredar la vida eterna.
Esta palabra indica dificultad. Enseña que es difícil ser discípulo de Cristo. Es imposible dar otro sentido a este término. Su significado es obvio. No es fácil obedecer tales textos como Mateo 5.22-24, 28, 33-48. Pregunte al joven rico si el camino es angosto o ancho. ¿Quién puede leer Mateo 10.34-37 y concluir que es fácil ser discípulo de Cristo? Pregunte a los apóstoles si era fácil “dejar todo” y seguir a Jesús.
Por eso, la puerta angosta excluye a muchos. No admite a los desobedientes. No admite a los que meramente “profesan” obedecerle[50]. No admite a los que no nacen otra vez[51]. La enseñanza de Jesús, comenzando con el Sermón del Monte, se compara con una puerta estrecha y un camino angosto. Isaías 35.8 profetizó: “Y habrá allí calzada y camino, y será llamado Camino de Santidad”. Lucas se refiere a este camino en Hechos 9.2; 18.26; 19.9, 23; 22.4; 24.14, 22.
“Esforzaos” viene del griego “agonizomai”, que puede traducirse “luchar, agonizar”. Se traduce “luchar” en 1 Corintios 9.25, luchar como en una competición, forzando todos y cada uno de los nervios para alcanzar el objetivo, dar el todo en el esfuerzo, involucrando penalidades. Se traduce “pelear” en 1 Timoteo 6.12. También en 2 Timoteo 4.7. Vemos que el Nuevo Testamento emplea términos relacionados con las carreras y aun con la guerra para enfatizar lo serio y lo intenso del conflicto contra Satanás y, por lo tanto, lo difícil de ser incluido entre los pocos que se salvan. ¿Cuántas personas quieren esforzarse tanto, como para correr una carrera, o aun para pelear como soldados en una guerra?[52] Pablo emplea términos del boxeo para indicar lo intenso de la lucha para ser salvos. Es lucha entre la carne y el Espíritu[53]. La Biblia dice claramente que con dificultad el justo se salva[54]. No dice que es “fácil” ser cristiano. Es camino angosto. Requiere el emplear todas las fuerzas.
Una pregunta interesante: Si la Biblia enseña que una vez salvos no podemos caer de la gracia, ¿por qué esforzarnos? ¿Por qué dice Cristo: “mi yugo es fácil, y ligera mi carga”[55]? Y ¿por qué dice Juan: “sus mandamientos no son gravosos”[56]?
En primer lugar, obsérvese que Cristo habla de su yugo, como también de su carga. Su “yugo” se refiere a su autoridad; debemos someternos completamente a ella. Su “carga” son sus mandamientos, los cuales no son gravosos, pero Él requiere una justicia mayor que la de los escribas y fariseos[57]. Él requiere servicio que procede del corazón puro, y no solamente los actos externos. Pero su servicio es agradable. Él es un Maestro exigente, pero también bondadoso. No es abusivo. No maltrata a sus seguidores. El maestro abusivo es el pecado.
La puerta es estrecha y el camino angosto porque tenemos que cambiar[58]. Es muy difícil someter nuestra voluntad a la de otro, aun a la voluntad de Dios. Todo el mundo quiere hacer su propia voluntad. Quiere hacer lo que él mismo quiere hacer. El trabajo principal de criar hijos es el de sujetar la voluntad de ellos a la voluntad de sus padres[59]. Otro problema grande en el hogar es que la mujer no quiere sujetar su voluntad a la voluntad del marido[60]. El significado básico de la palabra “manso” es la sujeción a la voluntad y al control de Dios. Requiere el arrepentimiento, que significa cambiar. El mandamiento básico predicado por Juan[61] y por Jesús[62], era el arrepentimiento. Cuando Jesús comenzó a predicar el evangelio del Reino[63], insistía en que los judíos tenían que cambiar, y les era muy difícil cambiar. Jesús dijo: “Si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente”[64]. Dijo a Nicodemo que tenía que nacer otra vez[65]. Es decir, tenía que comenzar su vida otra vez como si fuera un infante, apenas comenzando a vivir.
Cuando Jesús murió y resucitó, entregó el mandamiento a los apóstoles que “se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados”[66]. El libro de Hechos dice que lo hicieron. Obsérvese cómo se predicó el arrepentimiento según Hechos 2.38; 8.22; 17.30. Tanto judíos como gentiles tenían que cambiar. Tenían que dejar el judaísmo, el paganismo, la filosofía humana, la superstición y toda forma de sabiduría humana. Para el judío el Evangelio era tropezadero, y para el griego era locura porque chocaba con sus ideas humanas.
Lea en las cartas del Nuevo Testamento la enseñanza sobre el arrepentimiento: Romanos 2.4; 2 Corintios 7.10; 2 Pedro 3.9; Revelación 2.5.
¿Qué es lo que hay que cambiar? El carácter. En Mateo 5.1-10 encontramos las bienaventuranzas. Con estas palabras Jesús comenzó la Enseñanza del Monte. Con estas palabras explicó a los judíos y explica a nosotros cómo tenemos que cambiar. Tiene que haber cambio de corazón[67]. Tenemos que cambiar, dejando todas las características carnales de la vida pasada para desarrollar un carácter espiritual. Con las bienaventuranzas Jesús introduce el tema que es dominante en todo el Nuevo Testamento de que los verdaderos discípulos de Jesús son aquellos que van transformándose a la imagen de Jesús[68]. Este proceso es difícil. Es necesario meditar a diario en las cualidades o características divinas, y esforzarnos para que lleguen a ser las características de nuestras vidas. ¿Cómo es el Reino? ¿Cómo son los ciudadanos del Reino de Dios? En Mateo 5.1-10 Jesús describe las características de los que pueden entrar en el Reino de los Cielos: Los pobres en espíritu, los que reconocen sus faltas; los que lloran, por sus pecados; los mansos, los que están sujetos al control de Dios; los que tienen hambre y sed de justicia; los misericordiosos; los de limpio corazón; los pacificadores, los que hacen paz con Dios y con los hombres por medio del Evangelio de paz; y los que sufren por causa de Cristo. ¿Cuántos quieren poseer estas cualidades? Pocos, porque tienen que humillarse y someterse a la voluntad del Señor para desarrollar este carácter, y la mayoría no lo quiere hacer.
Hay que cambiar la religión. La ley de Moisés que era “ayo”[69] para llevar a los judíos a Jesús fue cumplida cuando Jesús murió en la cruz[70]. Comenzando el día de Pentecostés los judíos deberían dejar la religión antigua, la de la ley de Moisés, y aceptar el Evangelio.
Hay que cambiar la forma de culto. Hubo cambio de Ley[71]. Ya no se enseña el diezmo, y no se usan instrumentos mecánicos de música en el culto. En Mateo 5.32; 19.9 vemos que la enseñanza de Jesús es distinta de la Ley de Moisés sobre el matrimonio y el divorcio y segundas nupcias. Actualmente hay muchas parejas que están mal en su matrimonio según lo que dice Jesús en estos textos. Es muy difícil disolver tal unión, pero si alguna pareja está cometiendo adulterio por no tener el derecho de unirse en matrimonio, ¡desde luego tiene que dejar de cometer adulterio! Algunos lo hacen, pero la mayoría no quiere cambiar.
Además, los judíos habían inventado muchas tradiciones para aumentar su piedad, pero la religión de ellos era humana y vana y tenían que dejarla. Pero la mayoría no quería hacerlo. Su religión era externa, y no del corazón[72]. Jesús les dijo que tenían que cambiar. Tenían que limpiar el corazón y acabar no solamente con el adulterio, el homicidio y el hurto, sino también con los malos pensamientos, la avaricia, la maldad, el engaño, la lascivia, la envidia, la maledicencia, la soberbia y la insensatez[73]. Sin embargo, la mayoría de los judíos no quería cambiar su religión ni su vida personal. Era un pueblo muy orgulloso y estaban satisfechos con su religión y con su forma de vida. Muchos se justificaban a sí mismos[74]. Por eso, no querían cambiar; creían que eran muy religiosos, porque en algunas cosas iban aun más allá de lo que ley de Moisés requería. Habían inventado muchas tradiciones para aumentar su religiosidad[75], pero Jesús les dijo que tal religión era vana.
Hay que hacer otros cambios. Debe haber cambio de actitud, de disposición, de costumbres, y de amistades. Muchas veces se requiere cambio de empleo, o de negocio. Es necesario dejar algunos aspectos de la cultura porque están en conflicto con la enseñanza de Jesús. Todo aquello que no está de acuerdo con la voluntad de Cristo debe ser “amputado”[76]. Es necesario dejarlo para que no nos destruya. El pensamiento principal de este texto es que es difícil arrepentirse o cambiar. Esta verdad se ve en toda la Biblia. La obra principal de los profetas no era simplemente la de predecir el futuro, sino la de predicar el arrepentimiento y rogar al pueblo a que se volviera a Dios.
Otros aspectos de lo angosto del camino:
a. La puerta es angosta porque la verdad es angosta. Muchos piensan que cualquier cosa que la gente crea o practique es verdad para ellos, pero la verdad no es subjetiva sino objetiva. Judas 3 habla de “la fe” que fue entregada a nosotros. Es la fe que tiene que ser obedecida[77].
b. La puerta es angosta porque requiere el bautismo[78]. Muchos rechazan este mandamiento. Los “evangélicos” dicen que no es necesario para la salvación. No es un mandamiento popular. Está en conflicto con la voluntad humana y, por eso, se considera muy angosta la predicación que lo requiere.
c. La puerta es angosta porque hay solamente un cuerpo, una iglesia. Dice Jesús “edificaré mi iglesia”[79]; dice Pablo que la iglesia es el cuerpo de Cristo[80], y dice también que hay un solo cuerpo[81]. Por eso, el camino es angosto, porque no caben en el camino de Cristo las iglesias humanas.
d. Se requiere la santidad[82]. Es otra razón por la cual se dice que el camino es angosto, porque no todo el mundo quiere apartarse del pecado.
e. Se requiere la sujeción al gobierno[83].
Cuando se hacía fiesta, los convidados tenían que llegar a la hora indicada. Los que llegaban tarde, encontraban la puerta cerrada y no se admitían. Esto se enfatiza en Mateo 25.10. Los preparados son los que aprovechan la invitación y llegan a tiempo. Los que preparaban fiesta y enviaban invitaciones no decían: “Vengan a la hora que les sean convenientes”. No decían: “Aunque lleguen tarde, no hay problema, siempre serán abiertas las puertas”. Los que llegaban tarde despreciaban la fiesta y al que le invitaba.
Cuando Cristo venga[84], la puerta será cerrada. Cuando uno muera[85], la puerta será cerrada. Para los salvos la puerta cerrada significará seguridad eterna.
Jesús al confesar a los suyos dirá: “Estos son míos”[86]. A los que no le confesaron dirá: “No os conozco; ni sé de dónde sois. Apartaos de mí, no tengo nada para vosotros”. Conocer significa “aprobar”. Los no preparados cierran la puerta en sus propias caras cuando deciden que no vale la pena servir al Señor o no quieren llegar a tiempo. Se acercan al Señor tal vez, pero lo hacen “a medias”, con desidia e indiferencia. Creen que no vale la pena esforzarse para llegar a tiempo. Para los tales, otras cosas son más importantes.
Algunos creen que por asistir a una congregación ya es suficiente, de alguna forma se habían asociado con él, habían comido con él. Es como hubieran dicho: “Pero ¿cómo dices que no nos conoces? Éramos conocidos y amigos”. Piensan que por haber escuchado las enseñanzas del evangelio es suficiente, pero con estas palabras quieren ganar el favor del Señor, pero en realidad se condenan solos porque están admitiendo que habían escuchado su invitación pero que no la aceptaron.
Allí será el llanto, el lloro inconsolable e interminable y el crujir de dientes, la expresión más gráfica del espantoso sufrimiento, remordimiento y miseria que no se pueden describir. ¿Por qué no se cree esto? ¿Por qué los hombres no temen el infierno? ¿Por qué no es más fuerte nuestra fe en esta enseñanza? Jesús habla de personas en agonía insoportable, retorciéndose en dolor y miseria, gritando, crujiendo los dientes, pidiendo misericordia[87]. Jesús vino a la tierra y murió en la cruz para evitar que el hombre fuera al tormento eterno.
Gran parte del mundo religioso ya no cree en el castigo eterno, y si lo cree, su convicción es muy débil y no lo predica. Muchos de los que profesan creer la Biblia no creen en el infierno. No solamente los materialistas como los rusellistas, adventistas, mormones, etc., sino también los muchos modernistas que ocupan los púlpitos de iglesias que en años pasados sí lo predicaban. Últimamente varios predicadores de la iglesia de Cristo han publicado estudios negando que el infierno sea lugar de eterno sufrimiento de los perdidos. La falta de enseñanza sobre este tema es una de las causas principales de la decadencia moral.
Hay enfermedades y accidentes que pueden producir dolor fuerte. Casi todos conocen algo del tormento de un agudo dolor de muelas. La migraña es un tormento insoportable. Muchos sufren por años por causa del cáncer. ¿Cuál es el sufrimiento más agudo que usted conoce o que ha observado? Desde luego, aquí en este mundo, gracias a Dios, tenemos fuertes remedios para tales dolores. Hay anestesias que nos permiten aguantar la intervención quirúrgica aunque esta dure por horas. Pero no habrá anestesia, ni morfina, ni siquiera una aspirina para aliviar el dolor y tormento en el infierno. Lo “insoportable” será soportado, no solamente por una hora o por un año, ni siquiera por solamente cien años, sino por la eternidad. Algunos ahora viven noventa o cien años. Imagínese cómo sería si tuvieran que sufrir intensamente toda su vida, sin ningún remedio para su dolor. ¿No habría aun aquí en la tierra mucho del “llanto y el crujir de dientes”?
Los hombres son capaces de inventar medios horribles de tortura, por ejemplo para castigar o sacar información de los presos de guerra, se uso por mucho tiempo el instrumento de tortura llamado el “potro”, en el que se amarra el cuerpo y se estiran el brazo o la pierna de su coyuntura. También se usa el toque eléctrico y, desde luego, los golpes duros. Pero el medio más temido es la quemadura, porque no hay nada que pueda producir un vivo dolor físico más intenso que la aplicación del fuego al cuerpo. Cuando los hombres más crueles emplean las torturas más horribles para afligir a sus víctimas y por fin les aplican fuego, esto siempre produce aun más agonía. El fuego es, simplemente, el símbolo más terrible del sufrimiento que la mente humana sabe. De hecho, es imposible imaginar algo más severo y más horrible que el ser quemado con fuego.
Por lo tanto, con toda razón Jesús explica repetidas veces que “allí será el llanto y el crujir de dientes” porque en texto tras texto Jesús dice “fuego… fuego… fuego… fuego”[88]. El rico dijo: “Estoy atormentado en esta llama”[89]. Jesús vendrá en “llama de fuego” para castigar a los impíos[90].
La imaginación humana ejercida al máximo no podría producir un cuadro de la agonía y desolación más horrible que este que Jesús menciona a través de su ministerio. Es un cuadro tan desagradable que casi nadie se atreve a meditar sobre ello. En realidad, aun entre los que profesan ser cristianos, hay un infinito número de personas que muestran en su vida que en verdad creen esta doctrina del sufrimiento que provoca el lloro y el crujir de dientes en tinieblas, sin esperanza del reposo o del alivio. En cuanto a la más horrible tortura física, la víctima puede esperar que pronto sea inconsciente o muerto, pero en el infierno nunca habrá reposo[91]. ¿Qué sabemos de un sufrimiento o tormento interminables? Jesús y Pablo hablan del dolor del parto. ¿Qué mujer podría imaginar el sufrir así toda la vida, y aun eternamente?
Si de todo corazón creyéramos esta doctrina, no habría problema alguno con respecto a crucificar la carne, llevar una vida santificada, buscar primeramente el reino de Dios y su justicia y trabajar fervientemente para salvar almas. ¿Quién no haría grandes sacrificios para rescatar a una persona del sufrimiento causado por un incendio? ¿Cuántos miembros de la Iglesia se esfuerzan para tratar de rescatar al pueblo del incendio eterno que les espera si no obedecen al Evangelio?[92]
Y si no estamos preocupados por los perdidos, ¿los amamos? Y si no los amamos, ¿no estamos en peligro de tener que enfrentar la misma condenación nosotros mismos? Es obvio que nuestra fe en esta doctrina es muy débil. Si nos preguntan, decimos que sí la creemos, pero ¿de todo corazón? Compárese nuestra actitud hacia los otros peligros. Si creemos de todo corazón que hay vidas que peligran por causa de un ciclón o un incendio o una víbora, etc., ¿no hacemos todo lo posible por advertirles? Entonces, ¡cuánto más debemos advertir a las multitudes que están en marcha hacia el sufrimiento inexpresable, indescriptible, que Jesús llama “el lloro y el crujir de dientes”!
En realidad casi todos haríamos algo para ayudar a otros para proteger este cuerpo físico, pero en el día final, todos tendrán cuerpos incorruptibles, y en ese cuerpo incorruptible los perdidos van a sufrir las agonías del infierno. Se requiere mucha fe para evitar tal fin y lo más importante es que los verdaderos cristianos tengan una fe fuerte, no fingida y no superficial, sino una fe activa, obediente y fervientemente trabajadora, en lo que Jesús dice. Cometen suicidio espiritual todos aquellos que rechacen esta doctrina y también los miembros de la Iglesia que no muestran por sus obras su fe en esta doctrina.
Para los judíos, el esperado gozo en el reino mesiánico sería como fiesta con los patriarcas, pero la mayoría de ellos no aceptaron el mensaje de los profetas acerca de Cristo, ni tampoco de que los gentiles iban a participar en esa fiesta. El primer converso entre los gentiles fue un centurión, Cornelio[93]. Pablo fue escogido para ser apóstol de los gentiles.
“Día triste viene” para los hijos o herederos del Reino, los que deberían haber pertenecido al Reino de Cristo pero no lo hicieron. Cristo vino al mundo para buscar a las ovejas perdidas de la casa de Israel[94]. Su ministerio se dedicaba a ellos. El Evangelio fue predicado primeramente a ellos[95], pero lamentablemente la mayoría de los judíos no aprovecharon esta gran bendición y serán “echados fuera”. En lugar de disfrutar la fiesta con los patriarcas estarán en las tinieblas de afuera, muy decepcionados, llenos de remordimiento y furia.
Sin embargo, los judíos no son los únicos que deberían pertenecer al Reino. Los que han oído al Evangelio deberían pertenecer al Reino, pero si siguen posponiendo y descuidando su obediencia, serán echados a las tinieblas de afuera junto con los judíos desobedientes.
También los que han sido criados en hogares de cristianos y saben perfectamente lo que deben hacer pero no obedecen si no obedecen serán echados a las tinieblas de afuera. Dios no tiene nietos; los hijos de los miembros no “heredan” la religión.
¡Y cuántos millares de gentes que tienen Biblias serán echados fuera en aquel día! El simple hecho de tener una Biblia no les da el derecho de sentarse con Abraham, Isaac y Jacob en el Reino de Dios. Muchos de los que están “cerca del Reino”, nunca entran en el Reino. Los judíos habían de ser los primeros. El ministerio de Jesús era para ellos. Los apóstoles habían de predicar primeramente a los judíos y lo hicieron, en cada pueblo siempre llegaron primero a la sinagoga. Pero los “primeros” que no obedecen al Evangelio serán “postreros”.
Es fácil suponer que los hermanos más reconocidos, más prominentes, por ejemplo, apóstoles, profetas, ancianos, evangelistas, serán los primeros, pero ante los ojos de Dios los más humildes y los más serviciales, sean personas prominentes o no, son los más grandes. Recordemos los ejemplos de la pobre viuda[96], de María[97], de Dorcas[98], de Febe[99], de Aquila y Priscila[100], de la casa de Estéfanas[101], y muchos otros “pequeños” que humildemente sirvieron al Señor. Tal vez ante los ojos de algunos sean “postreros”, pero sin duda ante los ojos de Dios serán “primeros”.
[1] Mateo 26.28.
[2] Lucas 22.44.
[3] Isaías 9.6.
[4] Juan 14.27; Lucas 2.14, Efesios 2.14-17.
[5] 2. Timoteo 1.13.
[6] Mateo 15.14.
[7] Job 4.7; 11.6; 22.6-10.
[8] Lucas 3.8-14; Hechos 19.19.
[9] Hebreos 1.9; Romanos 12.9.
[10] Hechos 17.30-31; Mateo 3.2; 4.17; Hechos 2.38; 3.19; 17.30.
[11] Revelación 2.4-5, 14-15, 20; 3.16.
[12] Lucas 24.47; Hechos 2.38.
[13] Hechos 11.18.
[14] Hechos 5.31; 11.18; 2 Timoteo 2.25.
[15] Jonás 3.10.
[16] Lucas 15.17-19.
[17] Hechos 2.38, 41.
[18] Hechos 9.
[19] 1 Tesalonicenses 1.9.
[20] Mateo 11.20.
[21] Mateo 27.3.
[22] Hechos 24.25.
[23] Hechos 2.37; 2 Corintios 7.10.
[24] Romanos 2.4.
[25] Mateo 12.41.
[26] 2 Corintios 7.10.
[27] Hebreos 9.27.
[28] Hechos 17.30-31; 2 Corintios 5.10-11.
[29] 2 Pedro 3.9; Mateo 9.13.
[30] Lucas 15.7.
[31] Lucas 16.27-30.
[32] 2 Timoteo 2.24-25.
[33] Juan 1.1; Romanos 9.5; Tito 2.13; 2 Pedro 1.1.
[34] 1 Tesalonicenses 2.15-16; Romanos 2.24.
[35] Lucas 12.47-48.
[36] 2 Timoteo 2.21.
[37] Mateo 3.10.
[38] Jeremías 18.4.
[39] Proverbios 1.24-31.
[40] Lucas 7.11-15.
[41] Juan 1.1; Romanos 9.5.
[42] Mateo 21.15.
[43] La palabra uncial “significa literalmente de una pulgada de alto”. Así se llaman a estos manuscritos porque están escritos en letras grandes y cuadradas. El material usado para los “unciales” es vellón o piel de un ovino, y datan de los siglos IV al X. De este tipo de material existen todavía alrededor de doscientos manuscritos y los dos mas antiguos son el Vaticanus y el Sinaiticus que datan del siglo IV.
[44] Mateo 5.17-20.
[45] Mateo 23.23.
[46] Mateo 12.7.
[47] Santiago 1.27.
[48] Lucas 19.19.
[49] Lucas 10.18.
[50] Lucas 6.46; Mateo 7.21.
[51] Juan 3.5.
[52] 1 Corintios 9.27.
[53] Romanos 8.6-7; Gálatas 5.17.
[54] 1 Pedro 4.18.
[55] Mateo 11.30.
[56] 1 Juan 5.3.
[57] Mateo 5.20; 23.4.
[58] Mateo 16.24; Lucas 9.23.
[59] Efesios 6.1-4.
[60] Efesios 5.22-24.
[61] Mateo 3.2.
[62] Mateo 4.17.
[63] Mateo 4.23.
[64] Lucas 13.3, 5.
[65] Juan 3.3, 5.
[66] Lucas 24.47.
[67] Mateo 5.8, 22, 28, 44; 12.34; 15.19.
[68] Romanos 8.29; 12.1-2; 2 Corintios 3.18; Gálatas 4.19; Efesios 4.23-24; Colosenses 3.10; 2 Pedro 1.4.
[69] Tutor, guardián.
[70] Colosenses 2.14.
[71] Hebreos 7.12.
[72] Mateo 23.23-28.
[73] Marcos 7.21-23.
[74] Lucas 16.15; 18.11-12.
[75] Mateo 15.1-9.
[76] Mateo 5.29-30; 18.8-9.
[77] Hechos 6.7.
[78] Mateo 28.19; Marcos 16.16.
[79] Mateo 16.18.
[80] Efesios 1.22-23.
[81] Efesios 4.4.
[82] 2 Corintios 7.1; Hebreos 12.14;
[83] Romanos 13.1-8; 1 Pedro 2.13-17.
[84] 1 Tesalonicenses 5.1-3.
[85] Hebreos 9.27.
[86] Mateo 10.32-33.
[87] Romanos 2.8.
[88] Mateo 5.22; 13.42, 50; 18.8-9; 25.41; Marcos 9.43, 48; Lucas 3.17.
[89] Lucas 16.24.
[90] 2 Tesalonicenses 1.7-8.
[91] Revelación 14.11.
[92] 2 Tesalonicenses 1.7-9.
[93] Hechos 10.
[94] Mateo 15.24.
[95] Hechos 1.8; Romanos 1.16.
[96] Marcos 12.41-44.
[97] Juan 12.3.
[98] Hechos 9.36, 39.
[99] Romanos 16.1.
[100] Romanos 16.3-4.
[101] 1 Corintios 16.15-16.