31. Amenaza de Herodes (Lucas 13.31-33).
En muchas ocasiones se ve que los fariseos eran enemigos de Jesús, pero en esta ocasión fingen la amistad. Lucas es el único que relata esto y él no explica los motivos de Herodes y los fariseos.
Pero, quizá contrario a lo que creyeron los fariseos que Jesús iba a salir huyendo para esconderse, les hace una encomienda que al mismo tiempo es un reto. Les ordena: “Id, y decid a aquella zorra”, y nótese que usa el femenino, ya que “el zorro” ha sido un sinónimo de la astucia, mientras que la “zorra”, en griego, se ha tomado como sinónimo de cobarde y en occidente es sinónimo de prostituta.
¿Qué hacía Jesús en el territorio de Herodes? Ayudaba a sus súbditos, echando fuera demonios y sanando a muchos enfermos. El tiempo para su ministerio era corto. El punto es que Jesús seguiría llevando a cabo su obra y nadie podría evitarlo. Él no obraba según el calendario de Herodes, sino según el calendario de Dios.
El “tercer día” es el tiempo indicado para terminarlo. El punto es que, a pesar de las amenazas de Herodes, Cristo no tuvo miedo de él, porque estaba seguro que iba a terminar su obra y que no iba a morir en Galilea sino en Jerusalén. Cuando dijo: “Consumado es”[1], indicó el cumplimento de su propósito.
No había peligro de que Herodes lo matara en Galilea porque Jerusalén era el lugar designado en el plan de Dios. Cuando apenas comenzó su ministerio los de Nazaret de Galilea querían matarlo[2] pero no era posible matarlo “fuera de Jerusalén”. Solamente en la “ciudad santa” podían hacerlo. Allí la “Corte Suprema”, el Sanedrín, lo había de juzgar y sentenciar a morir en la cruz.
Además, tuvo que morir en Jerusalén porque era el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo[3]. El vino al mundo para morir en Jerusalén como nuestra “Pascua”[4].
32. Lamento sobre Jerusalén (Lucas 13.34-35).
Jesús tenía la costumbre de repetir palabras para dar énfasis en lo que decía: “¡Jerusalén, Jerusalén!”[5]; “Marta, Marta”[6]; “Simón, Simón”[7].
Luego usa una figura familiar en casi todas las culturas. ¿Quién no ha visto gallinas recogiendo a sus polluelos debajo de sus alas para protegerlos de algún peligro? Con estas palabras de ternura y compasión habla de la ciudad que gritaría: “¡Crucifíquele! ¡Crucifíquele!”
Jesús ofrece la salvación a todos, pero la mayoría simplemente no la quiere[8].
Dentro de unos pocos años los romanos llegarían para poner sitio a Jerusalén para destruirla junto con su Templo. Quedaría desolada[9]. Muy pronto, Dios iba a abandonar no solamente el Templo, sino también la ciudad misma.
“El que viene en el nombre del Señor” es el Mesías. Los únicos que dicen esto son los que creen en Él y obedecen al Evangelio. Estos “ven” a Cristo[10]. Desde luego, todos los que obedecen a Cristo deben amar su segunda venida[11]. Todos los judíos y gentiles dirán: “Bendito el que viene en el nombre del Señor”.
La Biblia no explica este texto. Si el “ver” es literal, será hasta el fin del mundo. Si es figurado sería la conversión de algunos de los judíos comenzando el día de Pentecostés, pero no puede significar lo que enseñan los premilenialistas, pero Jesús no habla de la regeneración de la ciudad, sino de su destrucción. Estos enseñan que al decir esto, Jesús se refiere a la conversión nacional de los judíos poco antes de su segunda venida y que estos le darían la bienvenida cuando llegara, pero no hay nada en este contexto ni en ningún otro que enseñe tal cosa. El texto predilecto de ellos para “probar” esta teoría es Romanos 11.26, pero la palabra “luego” debe ser traducida como dice la Versión Moderna: “y de esta manera”, o simplemente: “así”[12]. ¿De qué manera? Como dice en los versículos 23 y 24. Pablo explica claramente que los obedientes, sean gentiles o judíos, son injertados y que los desobedientes son cortados. De esa manera, los que abandonaban su incredulidad y obedecían al Evangelio de Cristo serían salvos.
Los milenarios, enfatizando la palabra todo, enseñan que toda la nación de Israel será salva, pero el Nuevo Testamento enseña claramente que la salvación no es asunto nacional sino individual. El Evangelio requiere que cada persona lo obedezca. El énfasis no está en la palabra “todo”, sino en la palabra “así”, o sea, cómo la salvación se obtiene. La salvación se obtiene de acuerdo a los requisitos del pacto. El punto es que Dios no hace acepción de personas y, por eso, los requisitos nombrados para la salvación de los gentiles son los requisitos para la salvación de los judíos. Además, los dos reciben las mismas bendiciones. No hay “salvación nacional” ni para gentiles ni para judíos.
33. En Jerusalén.
a. Jesús en el Jordán (Mateo 19.1-2; Marcos 10.1-2).
Jesús se alejó de Galilea por última vez hasta después de su resurrección[13], y camina hacia Jerusalén y la crucifixión. Su viaje le lleva por el lado oriental del río Jordán, por Perea, hasta cerca de Jericó, pero en el lado contrario del río. Juan el bautista bautizaba cerca de allí[14]. Esta área corresponde a la tierra de las tribus de Rubén y de Gad, y al país moderno de Jordán. En el tiempo de Jesús era tierra principalmente de gentiles.
Jesús “les enseñaba como solía”. La frase “como solía”, nos recuerda que la obra principal de Jesús fue la de enseñanza. ¡No hay substituto por ella! Mateo menciona que también Jesús sanó a mucha gente en esta temporada.
b. En casa de un fariseo (Mateo 22.1-14; Lucas 14.1-24).
1) El hidrópico (Lucas 14.1-6).
Jesús nunca rechazó la hospitalidad de nadie. Hasta el fin mantuvo su esperanza en los hombres. Esperar cambiarlos. Puede que fuera la empresa más desesperada de todas, pero nunca dejaba pasar una oportunidad. Ni siquiera rechazaba la invitación de un enemigo. Está claro como la luz del día que nunca lograremos hacer amigos a nuestros enemigos si nos negamos a encontrarnos y hablar con ellos.
Este fariseo no era cualquiera, era un gobernante, un principal, un príncipe, miembro del Sanedrín.
Los enemigos de Jesús le acechaban cual buitres, estaban observando cuidadosamente, vigilando por sí mismos disimuladamente, observando insidiosamente, con mala intención.
Ahí estaba también un hombre hidrópico. Esta acumulación anormal de líquido no solamente es grave por sí sola, sino que además es una señal de una enfermedad de los riñones, el hígado, la sangre y el corazón”.
Que sepamos, en esta ocasión estos judíos no habían dicho nada acerca de sanar en el día de reposo, pero Jesús dio respuesta a sus pensamientos, pues siempre le acechaban para ver si sanaría en ese día. De esta manera Cristo probó que era Dios, porque solamente Dios conoce los pensamientos del hombre.
Ellos bien sabían que el sanar en el día de reposo no era prohibido por la ley de Moisés. En cuanto a la tradición de los ancianos, enseñaban que se podía sanar solamente si la persona estuviera en peligro de morir. Sin embargo, no podían contestar los argumentos de Jesús sobre el asunto en otras ocasiones, y ahora Él presenta otro argumento semejante que no se atreven a contestar.
Callaron porque si le hubieran contestado afirmativamente, habrían violado sus tradiciones, pero si le hubieran contestado negativamente habrían negado la misericordia. Su silencio indicó que ellos reconocieron su dilema.
Obviamente este hombre no era huésped, sino solamente uno de los que presenciaban tales fiestas.
Los judíos tenían multiplicidad de reglas sobre la guarda del sábado, pero no prohibían que el animal se sacara del pozo en ese día. Lo harían inmediatamente, sin esperar hasta terminar el día de reposo. No querían admitir que era más importante sacar su asno o su buey del pozo que ayudar a este hombre desdichado que había caído en el “pozo” de una horrible enfermedad, pero en realidad esto es precisamente lo que pensaban, pues para ellos obviamente el animal valía más que tales hombres.
En esto Jesús nos deja el ejemplo de poner a los falsos maestros a la defensiva. Aunque, como dice 1 Pedro 3.15, debemos estar “siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en nosotros”, no es nada apropiado que los que predican la verdad estén mucho a la defensiva; más bien la batalla se debe llevar a los que enseñan error.
No le podían contestar porque bien sabían que Él tenía razón. No hay ejemplo en el Nuevo Testamento de una ocasión en la que los fariseos fueran capaces de contestar a Jesús en un debate abierto.
2) El último lugar (Lucas 14.4-11).
Jesús estaba observando cómo escogían los primeros divanes a la mesa. En un diván para tres comensales, el principal puesto era el central. En los banquetes actuales, generalmente se ponen los nombres de los invitados en sus puestos. Entonces, como ahora, el puesto de honor era a la derecha del anfitrión.
Sin lugar a dudas muchos de los buenos modales de la actualidad se basan en principios bíblicos. En este texto Jesús no solamente enseña la cortesía, sino sobre todo enseña la humildad. El hombre humilde, aunque sea analfabeto, tiene buenos modales.
Aun el sentido común nos dice que se debe evitar la conducta egoísta y grosera porque solo trae vergüenza para el culpable. Sin embargo, recuérdese que la enseñanza básica en este texto, como en muchos otros, es la necesidad de la humildad. Este pobre hombre avergonzado tendría que ocupar “el último lugar” porque los demás ya estarían ocupados.
Si querían ser honrados, la manera de lograrlo no era competir por los lugares más altos y correr el riesgo de ser enviado al lugar más bajo, sino que quietamente tomar el lugar más bajo para ser conducido al lugar más alto, al hacerlo como ellos lo hacían siempre corrían el riesgo de ser avergonzados.
Las palabras usadas aquí por nuestro Señor enseñan cómo evitar la vergüenza terrenal y cómo obtener el honor mundano, pero componen una parábola la cual tiene el propósito de enseñar la gran verdad espiritual que la humildad verdadera guía a la exaltación. La pasión dominante de ellos era ser estimados como grandes y buenos sin preocuparse en lo más mínimo por ser en verdad grandes y buenos.
La enseñanza sobre la humildad es una de las más prominentes de la Biblia[15]. Muchos hombres orgullosos han desobedecido esta enseñanza y han caído en la trampa del diablo, llamándose “Padre”, “Reverendo”, “Doctor”, “Pastor”, y otros títulos, pensando que pueden legislar y ejercer la autoridad sobre otros[16].
3) La verdadera amistad (Lucas 14.12-14).
La práctica común es que los amigos invitan a los amigos, los hermanos invitan a los hermanos, los parientes invitan a los parientes, los ricos invitan a los ricos, los educados invitan a los educados, etc.
Obviamente Jesús no prohíbe el trabajar por la comida que perece, pero no se debe trabajar sola o exclusivamente por ella. Jesús no está prohibiendo la comida social entre amigos, parientes y hermanos, sino que está enfatizando la humildad, la abnegación de sí y la verdadera hospitalidad. Los textos bíblicos que enseñan la hospitalidad enfatizan esto, pues los cristianos deberían atender a sus hermanos necesitados, enfermos, hambrientos, extranjeros, etc.[17] Obsérvese cómo la hospitalidad se relaciona con el compartir para las necesidades de los santos[18].
Puesto que Jesús habla de “la resurrección de los justos”, algunos concluyen que habrá dos resurrecciones, una de los justos y otra de los injustos, pero hay que leer Juan 5.28-29. Jesús enseña claramente que todos resucitarán en la misma “hora”.
La ley de Moisés enseñaba la necesidad de ayudar a los necesitados[19]. Dios mismo es el Defensor de los necesitados. Este tema se presenta en muchos textos, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento.
Todos somos propensos a pensar demasiado en ser recompensado ahora, pero Jesús enseña que debemos ayudar a los que no nos pueden recompensar y que tengamos como meta la recompensa futura. Debemos entender que no practicamos la verdadera hospitalidad que el Nuevo Testamento enseña si solamente invitamos a los que nos pueden invitar a nosotros. Al practicar esta clase de “hospitalidad” no depositamos tesoros en el cielo.
4) Los invitados al banquete (Mateo 22.1-14; Lucas 14.15-24).
Jesús respondió a una pregunta o argumento de ellos, sino a su actitud odiosa, a su pensamiento y propósito de matarlo. Entonces Jesús pronuncia esta parábola que tiene el mismo propósito que la parábola de los labradores malvados; en las dos Él les habla del juicio que les espera por causa de su rechazamiento de su Mesías.
La parábola de Mateo 22.1-14, aunque sea muy semejante en algunos aspectos a la de Lucas 14, es más severa. El que invita en Lucas 14 es “un hombre”, pero en Mateo 22 el que invita es un rey a quien nadie debe ignorar o despreciar. La cena no debe ser despreciada porque es “la fiesta de bodas” de su hijo. La conclusión de Lucas 14.24 es que “ninguno de aquellos hombres que fueron convidados, gustará de mi cena”, pero la conclusión de la de Mateo 22.7 es que el rey se enojó y “destruyó a aquellos homicidas, y quemó su ciudad”, porque no solamente despreciaron la invitación, sino que también afrentaron y mataron a los siervos del rey que les invitaban.
La parábola de Lucas 14 se refiere a las invitaciones que Dios ha hecho a través de Moisés y los profetas, por Juan y Jesús, por los doce y los setenta y por último por los apóstoles cuando salieron a predicar a todas las naciones.
Algunos aspectos del Reino de los cielos como el gozo y el honor, son semejantes a una fiesta de bodas[20]. En varios textos la ilustración de una fiesta se usa para indicar la felicidad del pueblo de Dios, porque pinta la imagen de la gente que se regocija, reclinándose a la mesa, comiendo la mejor comida, con sus familiares y amigos. En esta parábola se agrega el aspecto real; están en la presencia del rey, celebrando las bodas de su hijo.
El diablo convence a mucha gente que la obediencia al Evangelio destruye toda felicidad y solamente produce la tristeza, pero la palabra “Evangelio” significa “buenas nuevas”, porque es como una fiesta de bodas. Trae la verdadera felicidad.
La costumbre de aquel tiempo era que cuando se enviaban las invitaciones a los familiares y amigos especiales para una fiesta importante, como un casamiento, no se les ponía fecha. Cuando todo estaba listo y dispuesto, se enviaba a los sirvientes a decir a los invitados que fueran a la fiesta. Estos ya habían sido invitados, pero ahora les vuelven a invitar, avisándoles que el tiempo de la fiesta ha llegado.
No es necesario definir precisamente los “siervos”. La idea es que desde el tiempo de Abraham los israelitas habían sido invitados a la fiesta del Mesías, mayormente por Moisés y “mis siervos los profetas”. Entonces Jesús, Juan, los doce y los setenta anunciaron que el tiempo ya se había acercado. Desde el día de Pentecostés se predicó el Evangelio en su plenitud; la “comida” estaba preparada en el sentido completo y los “convidados” recibieron la invitación específica del evento de parte de los apóstoles. Pero los judíos rechazaron a Cristo, el Evangelio y la Iglesia. No querían nada de la gran fiesta preparada para ellos por Dios. ¡Pudieron venir, pero no quisieron venir! Aquí está el problema. Hay docenas de pretextos y excusas, pero la sencilla explicación es que “no quisieron venir”. Están resueltos a no ser salvos[21]. Hay muchas personas que simplemente no quieren el gozo y alegría del Evangelio.
No solamente mostraron la indiferencia, sino también la violencia. Los judíos se oponían a la verdad aun con violencia, pero ante los ojos de Dios ¿será peor la violencia que la indiferencia? Verdaderamente la indiferencia insulta a Dios.
Ha llegado el “cumplimiento de los tiempos”. “El Reino se ha acercado”. Dios ofrece ahora mismo el perdón, la paz, victoria sobre el pecado, consuelo, y el cielo mismo.
Esta parábola bien ilustra la paciencia y persistencia del Señor:
a) Envía una invitación general.
b) Envía a sus siervos para llamar a los convidados.
c) Envía a otros siervos, explicando los detalles de su preparación y repitiendo la invitación.
Dios envió a Moisés y los profetas para llamar a su pueblo a través de los años, y por último envió a Juan, a Cristo y a los doce para que predicaran a todas las naciones[22].
La conducta de los invitados fue insultante y despreciativa. ¡Menospreciaron la fiesta de bodas que el rey preparó para su hijo! Trataron la invitación con desprecio y desdén. Tenían actitud muy fría hacia el rey. Para ellos era mejor comer en casa que comer la comida especial preparada por el rey. Se atrevieron a insultar al rey. Jesús no dice que estos se fueron a cometer actos inmorales, sino que “se fueron, uno a su labranza, y otro a sus negocios”. La mayoría de los que no aceptan la invitación de Cristo no son hombres y mujeres inmorales, sino personas enteramente entregadas a las cosas de esta vida, y simplemente no tienen “tiempo” para las cosas de Dios, aunque no es cuestión de “tiempo” sino de “deseo” o interés. Estos se preocupan por las cosas terrenales y no por las cosas celestiales, por las cosas del cuerpo y no por las del alma. La parábola de Lucas 14.15-24 enfatiza las “excusas” de los que no quieren ir a la cena. Hay muchas personas que no dan atención al evangelio porque dan toda la atención a las cosas de esta vida, cosas que en sí mismas no son malas. Se preocupan por las cosas que se ven y se olvidan de las que no se ven. Están totalmente entregados a los negocios y placeres de la vida y no quieren fijarse en las cosas de Dios.
¿Cómo manifiestan esta misma actitud de indiferencia y desprecio hoy en día? De muchas maneras:
a) No solamente los del mundo sino también algunos miembros de la Iglesia tienen esta actitud hacia la Iglesia y hacia la asistencia a las reuniones, las clases bíblicas, los cantos, las oraciones, la cena, la ofrenda, la comunión con hermanos, en fin, el arreglo divino.
b) No toman en serio lo frágil de la vida y la certeza de la muerte.
c) Una causa común de la apostasía es la indiferencia.
d) Desprecian el plan de salvación. Los que desprecian el plan de Dios para salvarnos, el Evangelio, desprecian la salvación de su alma. Todos saben que no deben descuidar cosas importantes: Los hijos, la salud, la casa, el dinero, el empleo, y muchas otras cosas, pero el descuido de la salvación es mucho más serio[23].
e) Los que no hacen caso al llamamiento de Dios también hacen caso omiso de su propia conciencia. Los que ignoran su propia conciencia están en gran peligro del castigo eterno.
Algunos desprecian la invitación, no haciendo caso de ella, pero otros afrentan a los siervos de Dios con calumnias y aun con violencia. Esta conducta, que bien describe la conducta de los judíos, mereció el castigo del rey. Persiguieron a los profetas, a Juan, a los apóstoles y a la iglesia.
Dios tomó muy en serio las injusticias contra sus siervos[24]. En cuanto a estos hombres ingratos el propósito del rey no se llevó a cabo, porque rechazaron la bondad que el rey quería mostrarles. Los ejércitos romanos bajo Tito, el hijo del emperador Vespasiano, sitiaron a Jerusalén en el año 70 d.C., y la quemaron[25]. La historia de los judíos habría sido muy distinta si hubieran aceptado a Cristo. Pero después de rechazar a Cristo iban de mal en peor, provocando y rebelándose contra Roma hasta que por fin sus rebeliones no se toleraban más y Roma destruyó la ciudad de Jerusalén y el Templo y hubo una matanza horrible del pueblo. Los cristianos judíos obedecieron las instrucciones de Jesús y huyeron de la ciudad para evitar la matanza[26].
Conviene mencionar aquí que los que rechazaron la invitación sufrieron un castigo doble: Ellos no solamente fueron castigados, sino también perdieron todo el gozo que hubieran recibido participando en la fiesta de bodas. Asimismo los que van al infierno recibirán doble castigo: No solamente sufrirán el tormento del infierno, sino también sufrirán el remordimiento recordando que perdieron el gozo del hogar celestial. Así es que todos los que no se preparan para ir al cielo; se condenan solos.
El evangelio fue predicado primero a los judíos, pero después a los gentiles. La expresión “salidas de los caminos” se refiere a los lugares donde había mucha gente que salía del pueblo o entraba en él, como la terminal de los autobuses, el mercado, la plaza, etc. En Luc. 14:21 vemos que los mensajeros fueron enviados primero a las calles y plazas de la ciudad, y después dice, “Vé por los caminos y por los vallados”.
En esta parábola vemos la paciencia de Dios[27]. Aunque muchos rechacen el Evangelio, Él sigue repitiendo la invitación a otros, aun a los que según el mundo son completamente indignos de estar en la fiesta del rey. La invitación del Evangelio es para todos. Dios no hace acepción de personas[28]. Todos, sin excepción, cosa que no entienden los calvinistas, son invitados a entrar, para que el hijo del rey tenga una gran fiesta de bodas. Por lo tanto, hay mucho énfasis en este mismo libro de Mateo, como también en el resto del Nuevo Testamento, que son bienvenidos los pecadores: Publicanos, rameras, etc., personas que nunca esperaban recibir invitación de entrar en el Reino de Dios.
La expresión “malos y buenos” se refiere a las normas humanas, porque en realidad ante los ojos de Dios todos han pecado[29]. Desde luego, los escribas y fariseos estaban tan perdidos como los demás, pero Jesús habla de “justos” conforme al concepto de sus detractores. Si hubiera hombres verdaderamente buenos, no necesitarían el Evangelio. Todos los hombres que, según los judíos, eran malos: Publicanos, rameras, y mayormente los gentiles, también son invitados. Esto muestra la diferencia entre la actitud de Dios y la de los judíos.
El rey estaba resuelto a llevar a cabo su plan. La fiesta no fue cancelada. Así es que el desprecio y los ultrajes de parte de la nación judía no impidieron que el Mesías tuviera un pueblo[30], ni que la humanidad gozara de los beneficios mesiánicos, el banquete de la salvación. Si algunos rechazaron la invitación del rey, otros la aceptaron y la fiesta se llevó a cabo. Es obvio que Cristo se refiere a la predicación del Evangelio entre los gentiles. Después de la destrucción de Jerusalén, la mayoría de los que llenaron la casa de Dios eran gentiles.
Todos los convidados tenían que llevar “vestido de boda”. Algunos suponen que estos fueron suplidos por el rey, pero esto no se ha comprobado. Todos son invitados, pero también todos tienen que vestirse de manera apropiada para la ocasión. Esta es una advertencia contra la hipocresía. El “hombre que no estaba vestido de boda” vino de “las salidas de los caminos” y entró con su ropa ordinaria. Este hombre representa a los que quieren ser salvos a su propia manera, sin aceptar las condiciones nombradas por el Rey.
El rey abre la puerta a todos, manifestando una bondad maravillosa, pero esto no quiere decir que la gente pueda abusar de la bondad del rey. Los que aceptan la invitación del rey para asistir a la fiesta y participar del gozo de la ocasión deben ser respetuosos, responsables y sumisos a la voluntad del rey. En cuanto a la invitación del Rey Jesús, los que aceptan la invitación deben arrepentirse y bautizarse con toda sinceridad[31], porque “todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos”[32]. La persona que participa de la fiesta del rey debe tener el carácter y conducta apropiados. Los que aceptan la invitación del Evangelio pero rehúsan vestirse del nuevo hombre[33] serán condenados. El respeto demanda que se lleve el vestido apropiado. Dios castigará a los que hacen una profesión hueca de querer participar de la fiesta del Rey. Los que asisten al banquete del rey llevando vestidos sucios serán castigados severamente, porque estos insultan al Rey. Conviene mencionar que el vestido apropiado no es, como algunos suponen, la justicia personal de Jesucristo contada al creyente verdadero. Tal enseñanza calvinista no se encuentra en el Nuevo Testamento.
Así será en el fin del mundo. El rey examinará el “vestido”, la vida, el carácter, de cada uno de los que aceptaron su invitación.
“Amigo”; ¡palabra cortante! Él profesó ser amigo, aceptó la bondad del rey, tal como Judas aceptó el apostolado, pero no cumplió con el requisito de llevar vestido apropiado para presenciar las bodas. Dios hará esta pregunta a toda persona que hace una profesión vana de creer en Cristo y de amar a Dios[34]. "No podéis beber la copa del Señor, y la copa de los demonios; no podéis participar de la mesa del Señor, y de la mesa de los demonios".
El hombre enmudeció, porque estaba sin excusa. No dijo: “Pero soy pobre”[35]. Obsérvese que el lino fino es las acciones justas de los santos[36]. Actualmente los cristianos negligentes están sin excusa. Muchos miembros de la iglesia se convencen de que están justificados aunque descuiden su salvación por causa del negocio o el empleo.
Tampoco pueden culpar a la familia. Aunque alguna hermana tenga esposo incrédulo que le estorbe, ella puede y debe seguir sirviendo al Señor con toda fidelidad. Aunque los padres o los esposos o los hermanos todos estén en contra de nosotros, debemos llevar el vestido de boda.
Hay miembros que se divorcian de sus cónyuges no por causa de la fornicación, sino simplemente porque éstos son “insoportables”, y vuelven a casarse. Si estos siguen como miembros de la iglesia, están participando de la fiesta del Rey sin llevar “vestido de boda”.
Algunos miembros de la Iglesia se dejan llevar por errores doctrinales enseñadas por ciertos hombres “de reputación”. Cuando esto sucede, estarán sin excusa. Si alguien sufre por haber escogido algún médico o abogado o mecánico incapacitados, ¿quién tiene la culpa? ¿Cuál será la excusa de la persona que lo haya ocupado?
Por eso, tenemos que concluir que fue un caso de descuido y negligencia, y aun de rebelión contra el rey. Él reconoció que no estuvo bien, que su vestido no fue apropiado, y que pudo haberse vestido correctamente. Simplemente había entrado en la fiesta con su propia ropa, pensando “estoy bien así como estoy”. Así piensan muchos al entrar en la Iglesia; no se despojan del viejo hombre para vestirse del viejo hombre[37]. Siguen en la iglesia con el mismo carácter que tuvieron en el mundo.
Él no usó correctamente los pies y manos para honrar al rey y, por eso, fue atado de pies y manos y echado fuera. La conducta de este individuo fue un insulto al rey; aceptó la invitación pero deshonró al rey.
Los que no quieren vestirse de Cristo serán rechazados en el Día Final, junto con los judíos que rechazaron a Cristo. Muchos textos enseñan que Dios dio preferencia a los judíos, el pueblo escogido bajo el Antiguo Testamento[38]. El Evangelio fue predicado primeramente a los judíos. El ministerio de Jesús se dedicó a los judíos[39]. El Evangelio fue predicado por los apóstoles primeramente a los judíos[40]. Sin embargo, estas parábolas de Mateo 21 y 22 describen correctamente el tratamiento de Jesús de parte de su propio pueblo, los judíos, los que fueron convidados primero, y también el castigo justo que recibirán de Dios. Este texto enfatiza la gracia del Señor. También enfatiza lo universal de la Gran Comisión[41]. El deseo intenso de Dios es que todos sean salvos[42].
La parábola “hermana” a esta, que encontramos en Lucas 14.15-24 habla sobre la comunión con Dios que es comparada a “una gran cena”.
Los judíos tenían esta invitación en el Antiguo Testamento; se puede decir que Dios les envió una invitación escrita.
El reino de Dios se compara con un banquete o una fiesta. Se trata de una dicha grande, de gran gozo. Es muy significativo que Jesús haya pensado en Su Reino, Su Iglesia, y Su servicio como una fiesta, una celebración. Esto indica que el Reino de Dios ofrece lo más alegre que la raza humana puede conocer.
Sin embargo, lamentablemente la mayoría de los hombres no lo ven así. Cuando son invitados al parque, al cine, al juego de pelota, o a una fiesta literal, con alegría aceptan. Son ocasiones festivas, gozosas, pero la invitación al banquete de Dios es rechazada. Muy pocos son como el salmista que dijo: “Yo me alegré con los que me decían: A la casa de Adonai iremos”[43].
¿Por qué no entiende el mundo que el Reino de Cristo es un banquete, una gran fiesta o cena? ¿Tendremos la culpa, por lo menos en parte, los que predicamos el Evangelio? ¿Lo predicamos como buenas nuevas o simplemente como puros mandamientos, una gran obligación? Es necesario predicar todo el consejo de Dios, incluyendo todos los mandamientos que son para nosotros, y sobre la disciplina y lo demás, pero al predicar estos temas necesarios ¿perdemos de vista que sobre todo el Evangelio significa buenas nuevas y que el Reino es un gran banquete?
Había dos invitaciones. Obviamente “los convidados” eran los que habían aceptado la invitación cuando primero se les ofreció. Esta primera invitación no especificó el tiempo exacto de la cena. Entonces la segunda invitación fue dada cuando ya todo estaba listo[44].
Para ellos otras cosas eran más importantes que la gran cena. Recuérdese la amonestación de Hebreos 12.25[45]. Los que fueron invitados originalmente aceptaron, puesto que la segunda invitación fue dada a ellos. Estaban comprometidos y deberían asistir a la cena; al no hacerlo no solo mostraron falta de cortesía, sino que fue en extremo insultante. Además, es difícil interpretar estas excusas porque parecen no solamente superficiales y triviales, y hasta absurdas, pero fueron las mejores excusas que podían ofrecer, y lo que los hombres dicen ahora para excusarse no es más razonable que estas. El punto principal en esta excusa es que “la hacienda” es mejor que la “gran cena”. Así piensan muchos hombres. Para ellos la hacienda, la tierra que compran, es mejor que el Reino de Dios, mejor que la Iglesia. Es más importante que la salvación del alma.
Él compró tierra. Es de gran valor. Se trata de “bienes raíces” que tienen valor duradero. Teniendo esto hay confianza, seguridad. Los que piensan así no aceptan lo que Jesús dice[46]. El hombre dice: “Necesito ir a verla”. Para él fue una necesidad, algo imperativo. No podría verla el día siguiente. Como las personas que no pueden esperar hasta el lunes para “ver” su “tierra”; tiene que ir el domingo en lugar de adorar a Dios. La tierra podría “volar o ser robada”. Por eso, “tengo que ir ahora, de una vez, es necesario. Es urgente”. No hay otra cosa más importante.
Es como si dijesen: “No niego que es importante salvar el alma, pero no tengo tiempo ahora. Tal vez después. A no ser por esta “necesidad” de seguro me iría, pero los asuntos del mundo son tan importantes que no es posible apartar tiempo para el alma. No hay tiempo para estudiar la Biblia, orar, asistir a las reuniones de la Iglesia y obrar por el Señor”. El Señor dice: “Buscad primeramente el reino de Dios”[47], pero estos responden: “Es imposible hacerlo, porque necesito dedicarme completamente a los asuntos de esta vida”.
Simplemente dicho, no podemos posponer los asuntos de “la hacienda”, la tierra que compré, pero los asuntos del reino sí pueden esperar, pues son de menos importancia. Así son los que son ahogados por los afanes de sus “haciendas”, los asuntos de esta vida y el engaño de las riquezas[48].
La mentalidad del segundo individuo es que sus bueyes son más importantes que la “gran cena”, y hay millones que piensan igual. Sus bueyes son más importantes que la Iglesia. Sus bueyes son más agradables que los hermanos. Prefieren estar con sus bueyes. Tiene que probarlos ahora, cuanto antes. Mañana no. Podrían escapar o ser robados. Ya los compré, ya está hecho; por eso, es de suma importancia “probarlos” ahora. En realidad ahora mismo “voy”, ya estoy en camino para hacerlo.
Este es otro ejemplo del puro egoísmo. El tal busca su propia satisfacción. Se agrada a sí mismo. Así son todas las excusas. Dicen a Dios: “No sea la voluntad tuya, sino la mía”. Es más. Fue posesión nueva. Acabo de comprarlos.
Un tercero dijo: “Acabo de casarme, y por tanto no puedo ir”. Después de las bendiciones relacionadas con la salvación misma, no hay otra bendición más grande que la esposa[49]. Sin embargo, el apóstol Pablo dice: “Pero esto digo, hermanos: que el tiempo es corto; resta, pues, que los que tienen esposa sean como si no la tuviesen”[50]; es decir, no dejar que la esposa sea estorbo para su vida espiritual. Tampoco los hijos. ¿Cuántas mujeres dicen que les gustaría ir a los servicios pero que tienen muchos niños y que son muy molestos? Entonces, ¿debe Dios quitar estos estorbos? En realidad muchos aman su familia terrenal más que su familia celestial. ¡Cuántas veces hemos escuchado tales excusas! Hay que hacer algo con la familia, o algo por la familia, y no hay tiempo para la Iglesia. En el día final, ¿podrá la familia salvarles?[51]
La esposa, como también los negocios y posesiones, son bendiciones del Señor. ¿Cómo, pues, dejaremos que las buenas cosas que Dios nos da nos impidan en nuestro servicio a Él? Estas personas y sus excusas bien representan a los que hoy en día rehúsan buscar primeramente el Reino de Dios y Su justicia. Creen que “la hacienda” es mejor que la Iglesia. Creen que sus “bueyes” son mejor que la Iglesia. Creen que su “esposa” es mejor que la Iglesia. Por eso dicen: “No puedo”, pero se engañan solos porque Jesús no dice que “no puede”, sino que, “no quisiste”[52].
El que hizo la invitación estaba enojado porque los invitados despreciaron su cena. Esto bien representa al Dios de ira, que es “fuego consumidor”[53].
El siervo del Señor solo puede reportar los hechos del caso, sean alentadores o desalentadores. Es lo que hizo Lucas al escribir el libro de Hechos. Algunos aceptaron el Evangelio y muchos otros lo rechazaron. Sin embargo, el apóstol Pablo dice que nuestro trabajo en el Señor nunca es en vano[54].
Los que rehúsan la misericordia de Dios provocan su ira que ordenó a su siervo que fuera por las plazas y las calles y trajera a todos, es decir, toda clase de gente, y especialmente la gente más desdichada, porque el señor estaba disgustado con los que estaban preocupados con sus propiedades, negocios y familiares. Estos cojos y ciegos no tenían nada de propiedades, negocios y familiares que no pudieran dejar. ¿Diría algún ciego: “He comprado una hacienda, y necesito ir a verla; te ruego que me excuses”? ¿Diría algún cojo: “He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlos; te ruego que me excuses”? Así Jesús y los apóstoles predicaron a los que fueron despreciados y rechazados por los fariseos, de los cuales decían: “Mas esta gente que no sabe la ley, maldita es”[55].
Y quedó mucho espacio todavía. Así es ahora. La misericordia de Dios no se ha agotado; la sangre de la expiación no ha perdido su eficacia; el cielo no está lleno. ¡Qué mensaje tan triste sería si fuéramos compelidos a salir y decir: Ya no hay lugar, el cielo está lleno, nadie más puede ser salvo! No importan sus oraciones, o lágrimas, o suspiros, no pueden ser salvos. Todo lugar está llenado; todo asiento está ocupado. Pero gracias a Dios, este no es el mensaje que debemos llevar[56].
Como había lugar para los publicanos, rameras, el ladrón en la cruz, el perseguidor Saulo de Tarso, el carcelero y los adúlteros, homosexuales, ladrones, avaros, borrachos, maldicientes y estafadores de Corinto que obedecieron al Evangelio[57], así también hay lugar para los tales hoy en día. ¡El infierno no está lleno, pero tampoco está lleno el cielo!
¡Qué pensamiento más horrible si Jesús o algún apóstol hubieran anunciado: “Ya no hay más lugar. El cielo está lleno. Nadie más puede entrar. No importa cuántos obedezcan, no importa cuántos oren, no importa cuántas lágrimas derramen, ya no hay lugar”! ¡Cómo debemos alegrarnos al oír la proclamación de que “aún hay lugar”! El predicador puede proclamarlo. Los maestros y maestras de clases bíblicas pueden proclamarlo. Los padres pueden proclamarlo a sus hijos. “¡Aún hay lugar!” Gracias a Dios por esto. Todavía hay cupo para toda persona que esté dispuesto a obedecer al evangelio y ser fiel hasta la muerte.
Los únicos que quedan excluidos son los que se excluyen a sí mismos. El hombre no se puede salvar solo, pero sí se puede condenar solo. Muchos son como Esaú quien “menospreció su primogenitura”[58]. Se roban a sí mismos de los privilegios y bendiciones más grandes y atraen sobre sí mismos la ira de Dios.
El señor mandó al siervo a la región fuera de la ciudad; a los samaritanos[59], a los gentiles, a todas las naciones[60]. La invitación de Cristo debe llevarse a los paganos más apartados de Dios.
Obviamente el señor quería que su casa se llenara para la cena. ¿Cómo forzarlos? No como Pablo forzó a los cristianos a blasfemar[61], sino con persuasión[62]. No para emplear la fuerza, sino para precisarlos en contra de la vacilación que tales pobres personas sentirían en cuanto a aceptar la invitación de un gran señor.
No reservaron lugar para los que amaban más su tierra, sus bueyes y su esposa[63].
El siervo había de persuadir, compeler, constreñir a todos los que estaban en los vallados a entrar para llenar la casa, pero conviene añadir aquí un texto de Mateo 22 que habla de la fiesta de bodas. Dicen los versículos 11-13 que “entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda. Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda? Más él enmudeció. Entonces el rey dijo a los que servían: Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes”; es decir, todos son invitados a entrar a la fiesta de bodas, pero es indispensable que sean respetuosos, responsables y sumisos a la voluntad del “Rey”. Es necesario vestirse de la manera apropiada[64]. En la carta a los efesios Pablo describe la nueva vida en Cristo[65].
Al leer esta parábola a la luz de todo el Nuevo Testamento es obvio que los convidados eran los judíos[66]. Sin embargo, si los judíos incrédulos se arrepienten, ellos también serán salvos[67]. Esto nos hace ver lo peligroso de rechazar la invitación del Señor de obedecer al Evangelio, lo peligroso de entristecer al Espíritu Santo[68].
c. Seguir a Jesús (Mateo 10.37-39; Lucas 14.25-27).
Muchos tienen el problema de que aman otras cosas más de que aman a Dios. Aprenden la verdad, saben lo que deben hacer para obedecer a Cristo para salvar el alma, pero no quieren que los familiares les consideren “traidores”. “Si tú aceptas esa religión estará abandonado la religión de tus padres”. Llegan al crucero de caminos. ¿A quién complacer? ¿A quién ofender? Es imposible estar bien con Cristo y al mismo tiempo estar bien los familiares. Los que dan la espalda a Cristo para complacer a la familia no son dignos de él.
¿Qué discípulo de Cristo llevará una cruz tan pesada como la del Maestro? Nadie se atrevería a hacer tal comparación. ¡Cuán livianas son nuestras cruces! La “cruz” de este contexto es simplemente la cruz del desagrado o desaprobación de familiares y amigos. Si no estamos dispuestos a llevar esta cruz tan liviana, no somos dignos de ser sus discípulos.
Hallar la vida significa egoísmo. Significa seguir la voluntad propia. Significa no someternos a la voluntad de Cristo para llevar su cruz y sufrir por Él. “Hallar la vida” es perderla, pero perder la vida sirviendo y sufriendo por Cristo es hallarla. La expresión “halla su vida” se puede traducir hallar a sí mismo, porque es palabra que abarca toda forma de vida. La misma palabra se traduce alma en el Lucas 14.28. Por eso, la persona que halla o salva su vida para no ser perseguida, pierde su vida o alma, pues pierde todo, pero si decimos con Pablo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios”[69], hallamos o salvamos la vida; es decir, Jesús no habla solamente de la vida física. Esteban, Jacobo y muchos otros discípulos primitivos perdieron su vida por causa de Cristo y de esa manera hallaron su vida, pero por el contrario, Demas, al desamparar a Pablo y a Cristo, “amando este siglo”, si no se arrepintió, perdió su vida[70].
Jesús no buscaba la popularidad. Ya sobraba la fama y aun decía a los sanados que no hablaran del milagro. Lo que dice aquí es un acto dramático por parte de Jesús, un deliberado esfuerzo para controlar el irreflexivo y desenfrenado entusiasmo de las multitudes que seguían por el mero hecho de seguirle.
En Lucas 14.25-33, nuestro Señor habla palabras necesarias, palabras de vida, pero ¿cuántos las pueden recibir? A veces su enseñanza parece dura al hombre. El apóstol Juan registra el sermón de Jesús sobre el pan de vida en el cual enfatizaba lo espiritual[71]. También cuando enseñó sobre el matrimonio, el divorcio y segundas nupcias, sus discípulos se escandalizaron[72].
En esta ocasión, pues, les entregaba enseñanza muy exigente, enseñanza que para la mayoría de la gente sería muy ofensiva, porque quería separar a los fieles de los infieles, a los sinceros de los insinceros. Él siempre estaba consciente de los varios propósitos o motivaciones de los que le seguían: Buscaban panes y peces y otros beneficios temporales, querían la sanidad física, tenían ambiciones políticas, o simplemente le seguían por la curiosidad y porque los demás le seguían. Cristo conocía y conoce al hombre[73]. Aun conoce los pensamientos del hombre.
Lucas 14.26 nos deja extrañados, cuando pareciera que Jesús está enseñando que requiere que uno aborrezca a su familia, cuando en Mateo 5.44 enseña que debemos amar aun a los enemigos. Los que aborrecen a sus padres en el sentido de odiarlos desobedecen[74]. Sin embargo, debemos honrar y obedecer a Cristo aunque estemos en conflicto con los mismos padres.
Es necesario dejar que la Biblia misma explique esta palabra. Si algún hombre dijera que la palabra “aborrecer” no siempre tiene el sentido de odiar, no podríamos aceptar su palabra, pero la Biblia misma nos hace entender que esta palabra se puede usar para significar amar menos. La prueba de esto se ve en Génesis 29.30-31. También se ve en Deuteronomio 21.15-16. No odiaba a su mujer, sino que, como en el caso de Jacob y Lea, la amaba menos que la otra. Vea también Malaquías 1.2-3.
Por lo tanto, el aborrecer a la familia significa amar más a Dios[75]. Cristo no acepta segundo lugar en nuestra vida. La lealtad hacia Él tiene que ser suprema.
El cristiano no debe mostrar mala actitud hacia los padres, pero cualquier cosa, sea en los padres o en su propia vida, que se oponga a la verdad de Cristo debe ser aborrecida. No debe permitir que la relación estrecha y cariñosa con los seres amados le lleve a tener comunión con el mal. Este texto enseña que Cristo debe ser amado supremamente, o de otro modo Él no es amado de ninguna manera.
Cuando un extranjero quiere hacerse ciudadano de otro país, debe renunciar lealtad a su tierra natal y debe jurar lealtad al país que ha elegido. Esto no significa que no puede seguir teniendo un alto concepto de la nación a la cual dijo “adiós”, pero sí, significa que ahora debe servir a la nación que lo ha acogido.
Cuando algún criminal era condenado a ser crucificado una parte de la sentencia era que debería llevar al lugar de la ejecución la cruz sobre la cual había de morir. Debemos leer frecuentemente y meditar mucho sobre los textos que describen la crucifixión de Cristo porque si en verdad queremos seguirle como sus discípulos debemos estar dispuestos a sufrir con gozo[76] cualquier carga desagradable para cumplir con el deber. Siempre habrá conflictos con el mundo, aun con los familiares como este texto indica, pero el verdadero cristiano siempre está pensando en lo que agrada al Señor.
Estas palabras significarían aun más a los cristianos después de la crucifixión y resurrección de Jesús[77]. El negarse a sí mismo significa que voluntariamente uno da espaldas al “viejo hombre”[78]; que todas las cosas de la vida pasada que estaban en conflicto con la voluntad de Cristo o que pudieran impedir el servicio a Cristo se consideren como “basura para ganar a Cristo”[79]; que está dispuesto a obedecer su enseñanza y andar en sus pisadas[80].
1) Abandonar todo (Lucas 14.28-33).
La gente en ese tiempo edificaba torres en sus viñas y en otros lugares para poder ver de lejos al enemigo que se acercara. Eran altas y también fuertes, con buen cimiento; por eso, el costo de edificarla, tanto de trabajo como de dinero, era considerable. No era un proyecto insignificante. Tal torre medio construida no servía para nada, y solo era espectáculo que provocara burla. Con esto Jesús ilustra el fracaso que resulta de medio rendirnos a Él y su servicio.
La torre, una estructura elevada y noble, bien ilustra el discipulado, algo distinguido del mundo y atrae la atención de otros. Todos los que obedecen al Evangelio se pueden comparar con el que empieza a edificar una hermosa torre y para hacerlo debe cavar y ahondar y poner el fundamento sobre la roca[81], hacer buena obra y tener como meta el cielo mismo.
Muchos predican con el propósito de emocionar a la gente para que pronto “obedezcan”. Quieren “resultados”. Algunos son muy carismáticos y saben manipular las emociones de la gente y el resultado es que muchos son convertidos al evangelista y no a Cristo. Les dicen cuán “fácil” es entender y obedecer al Evangelio. Jesús y los apóstoles nunca dijeron que es fácil ser cristiano[82].
Desde luego, hoy es el día de salvación, y en los casos de conversión registrados en Hechos, la gente obedeció “cuando creyó”, es decir, inmediatamente, pero en estos casos el Evangelio les fue predicado. Los apóstoles iban por todas partes predicando “todo el consejo de Dios”[83] para hacer verdaderos discípulos de Cristo. Estos entendían lo que les costaría obedecer a Cristo.
¿Cuántas personas compran casas o automóviles y los pierden porque no pueden hacer los pagos hasta el fin del contrato? De esta manera mucho dinero se pierde, y es vergonzoso. De la misma manera serán avergonzados los que profesan ser cristianos pero no pueden vencer al mundo[84].
Sería pura insensatez salir con diez mil soldados para pelear con otro ejército de veinte mil soldados. Si por ser impulsivo y por dejarse llevar por el odio o la envidia inicia tal guerra, solo le queda una alternativa: Enviar una embajada y pedir condiciones de paz; es decir, rendirse y aceptar la derrota vergonzosa. Así también es pura insensatez inscribirse en el ejército de Cristo sin la disposición de pelear por el Señor hasta ganar la victoria final[85]. (). Cuando uno toma la decisión de obedecer al Evangelio, debe entender que no hay simplemente el peligro o la amenaza de guerra, ¡ya está la guerra! y al llegar a ser discípulo de Cristo, llevamos su armadura y entramos inmediatamente en la lucha. La guerra es obligatoria en el momento que uno tome la decisión de ser discípulo.
El obedecer al Evangelio es un acto serio no simplemente de las emociones, sino también del intelecto y de la voluntad. Uno debe estar muy resuelto a ganar la victoria. Debe tomar esta decisión habiendo tomado en cuenta las consecuencias de su acción. ¿Cómo van a reaccionar los miembros de la familia? ¿Cómo me afectará en el trabajo? ¿Estoy dispuesto a abandonar toda práctica, todo hábito, toda costumbre, que esté en conflicto con la voluntad de Cristo? ¿Qué tan fuertes somos para pelear contra los enemigos formidables de nuestra alma? El nuevo discípulo no es un veterano; tiene fuerza limitada. ¿Será suficiente para ganar la batalla?[86], pero Cristo no lucha solo, sino que promete ayudar al discípulo más débil con tal que con todo su corazón ponga su parte.
El que no renuncia a todo lo que tiene, no puede ser discípulo de Jesús. La palabra griega que se traduce “renuncia” es “apotasso” que denota primariamente poner aparte. En los papiros, el significado más intenso con el que se halla es el de quitarse a alguien de encima. El sencillo significado de esta declaración sorprendente es que uno, para ser discípulo de Cristo, debe amarlo más que cualquier otro ser, sin excluir a sí mismo.
¿Qué nos cuesta ser discípulos de Cristo? Nos cuesta todo[87]. Todos y todo tienen que ocupar segundo lugar en nuestra vida, porque Cristo es primero[88]. El discipulado requiere que nos alejemos completamente de todo pecado. Requiere la abnegación de sí. Hay que luchar contra todos los deseos de la carne[89].
Lo que Jesús pide es una devoción de todo corazón, una lealtad a toda prueba, una negación completa de uno mismo, de modo que uno se ponga a sí mismo, su tiempo, su dinero, sus posesiones terrenales, sus talentos, etc., a disposición de Cristo.
2) Furia de los pecadores (Lucas 15.1-2).
Se acercaban a Jesús todos los parias de la sociedad judía, evitados como contaminados, no se acercaban para tentarle o atraparle, sino para oírle, porque ellos sabían que podían acercarse a Cristo. Él no era como los otros maestros judíos. Él tenía verdadera compasión de ellos[90].
En la misma proporción en que los publicanos y los pecadores se aproximaban a Jesús, aumentaban en sus murmuraciones los fariseos y los escribas. La distancia social llega a ser aquí un abismo infranqueable, diciendo: “Este”, forma despectiva de hablar de Jesús, “a los pecadores recibe, y con ellos come”. Para ellos el hombre es conocido por sus asociados; es decir, si Cristo comía con tales personas, entonces debiera ser uno de ellos. Pero si Cristo no hubiera venido para buscar a los pecadores, entonces no habría esperanza alguna para nadie, incluyendo a los fariseos y los escribas mismos. ¡Cómo debemos dar gracias a Dios porque Cristo vino al mundo para buscar y a salvar a los perdidos!
Murmuraban porque había una gran pared de separación entre ellos y los publicanos y pecadores. La implicación es que Jesús prefiere a estos proscritos a las clases respetables, los fariseos y los escribas, debido a que es como ellos en carácter y preferencias, incluso con las prostitutas. Sin embargo, la verdad es que Cristo comía con pecadores porque vino al mundo para salvarles. Cristo aborrece el pecado[91], pero ama al pecador y este amor es lo que mueve al pecador a arrepentirse[92].
Pero los fariseos creían que los pecadores no tenían valor alguno y que no valía la pena preocuparse por ellos, mucho menos comer con ellos. Para Jesús los pecadores tienen mucho valor e incluso creía que valía la pena aun morir por ellos[93].
Este capítulo con sus tres parábolas inolvidables bien ilustran que ante los ojos de Dios los pecadores todavía tienen valor. Todos sabemos que el mero hecho de estar perdido no destruye el valor de algún objeto. Por el contrario, parece que apreciamos más que nunca su valor. Un animal perdido se busca. Una cartera perdida se busca y si contiene mucho dinero se busca con mucha diligencia. Todos los familiares y vecinos se juntan para buscar al niño perdido. Parece que el ser perdido algún objeto en lugar de disminuir su valor, más bien da realce a su valor. No estamos diciendo que el pecado aumenta el valor del alma, pero ¿cuándo apreciamos la salud más, antes o después de perderla?
El valor de algún objeto depende de que haya alguien que lo valorice, alguien que lo necesite o que lo quiera. En un país donde nunca hace frío, nadie quiere calentador, pero en zonas frías sí. El punto es que los publicanos y pecadores no tenían valor para los fariseos, pues creían que eran totalmente inútiles e indignos de la salvación, pero Jesús los apreciaba porque todos son hechos a la imagen de Dios y tienen alma que salvar[94].
d. Parábolas de la misericordia (Lucas 15.3-16.12).
Las tres parábolas que siguen son la respuesta de Jesús a las murmuraciones de los fariseos y los escribas. Las palabras claves en estas parábolas son “perdido”, “encontrado”, y “gozo” al encontrar lo perdido.
1) La oveja perdida (Lucas 15.3-7).
Jesús apela a los propios sentimientos de sus oyentes. La palabra “hombre” es enfática y la implicación es que si bajo estas circunstancias el hombre actúa así, cuánto más Dios lo hará. En esta parábola no hay distinción entre ovejas y cabritos como en Mateo 25.32, porque en esta parábola, como en Ezequiel 34.6, las ovejas son judíos, y si pierde una de ellas, como los publicanos y pecadores que le escuchaban, los fariseos y escribas que creían que eran muy justos, en el desierto, va tras la que se perdió, hasta encontrarla. Esto indica una búsqueda seria e intensa.
Jesús razona desde lo menor a lo mayor, de oveja a hombre. Razona desde lo humano, cómo el hombre actúa, a lo divino, cómo Dios actúa. Jesús razona desde el punto de vista de lo que ellos hacen o aprueban; es decir, Jesús buscaba al hombre perdido y los fariseos y los escribas murmuraban, pero ellos hacían la misma cosa si era oveja, pero como Jesús dice en otro texto: “Pues ¿cuánto más vale un hombre que una oveja?”[95]. Así es que, si los fariseos aceptaran la primera parte de esta parábola, deberían aceptar la segunda parte. Si estaban de acuerdo con la actitud del pastor de ovejas, entonces deberían estar de acuerdo con la actitud de Cristo[96] cuando se encuentra una de sus ovejas perdidas. ¿Cómo podían decir que los publicanos y pecadores tenían menos valor que las ovejas?
Las ovejas son dadas a descarriarse y perderse. Son animales indefensos y necesitan dirección y protección. Por eso, el pueblo de Dios se compara con ovejas. “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino”[97]; “Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas”[98]. Cristo vino al mundo para buscar y salvar a los perdidos[99].
Lo que se esperaría de un buen pastor entre ellos, es precisamente lo que Cristo hacía en esos momentos, el tomar a la oveja descarriada y cargarla. Desde luego, la oveja es pasiva, es simplemente encontrada y llevada por el pastor, pero el pecador tiene que hacer algo, tiene que arrepentirse para ser “encontrado” por el Buen Pastor. Jesús ama a los pecadores y come con ellos, pero el gozo en el cielo depende de que se arrepientan. Este tema está desarrollado en una manera sublime en el caso del hijo pródigo[100].
Jesús emplea los términos de “pecadores, justos, arrepentimiento”, en el sentido exterior en que ellos lo entendían; ellos, que se imaginaban que bastaba formar parte del pueblo de la alianza y observar las ordenanzas levíticas para estar seguro de la salvación.
El gozo se pone en contraste con las murmuraciones de los judíos. Desde luego, los fariseos y los escribas se presentaban a sí mismos como justos en contraste con los publicanos y pecadores. Lo que Jesús dice en la parábola no significa que Él también los clasificara como justos, pero el punto es que aunque ellos hubieran sido justos, como pensaban, se condenaban por su actitud hacia los perdidos. Para los fariseos y los escribas había gozo cuando algún pecador era “destruido”, pero Jesús explica que cuando la oveja perdida es encontrada, hay mucho gozo en el cielo, precisamente como los amigos y vecinos del pastor se regocijaban con él cuando encuentra su oveja perdida[101]. Los fariseos y los escribas murmuraban, pero el cielo se regocijaba.
Mateo 18.10-14 registra esta parábola, pero la aplica a la restauración de alguno de “estos pequeños”, sus discípulos.
2) La dracma perdida (Lucas 15.8-10).
Una dracma tenía aproximadamente el mismo valor que el denario, el salario de un día del jornalero; por eso, era de mucho valor. El pastor no había perdido la oveja, pero esta mujer sí perdió su moneda. Hace lo mismo que el pastor: Busca hasta encontrarla. Los dos buscaron con diligencia, no con indiferencia, no a medias, sino con el propósito firme de encontrar lo que se había perdido[102].
Es difícil para personas que viven bien acomodadas entender el valor de esa moneda, pero era ocasión de gran gozo para esa mujer. ¿Qué tanto dinero tendríamos que perder y encontrar para invitar a los vecinos a regocijarse con nosotros? Pero obviamente esa dracma era necesaria para su subsistencia, pues con ella podía comprar la comida, medicina, etc. Fue algo de mucho valor y le hacía mucha falta.
Así es que los amigos y vecinos del pastor y de la mujer deben hacernos pensar en los ángeles que están en la presencia de Dios. Éstos tienen mucho interés en los redimidos[103].
Otra vez se presentan los tres elementos:
a) La moneda perdida.
b) La búsqueda diligente.
c) El gozo al encontrar lo perdido.
Obviamente la mujer sabía que su moneda tenía valor, y de la misma manera ante los ojos de Dios el pecador tiene valor. Valía la pena buscar la moneda perdida, y vale la pena buscar almas perdidas. Como había gozo cuando se encontró la moneda, cuánto más debe haber gozo cuando el alma perdida es encontrada. ¿Cómo podían los fariseos murmurar cuando los ángeles se regocijan?
La tragedia de la moneda perdida era que estando perdida ya no se podía utilizar. Estaba fuera de uso. Valía, pero para que fuera útil tuvo que ser encontrada. Hay millones que valen mucho, pero para ser útiles al Señor tienen que ser encontrados y santificados[104]. Pablo dice lo siguiente acerca de Onésimo, el esclavo de Filemón que había huido, estaba “perdido”, y luego “encontrado” por Pablo[105]. Todos los miembros del cuerpo son útiles[106], pero un miembro cortado, apartado, del cuerpo es completamente inútil.
3) El hijo pródigo (Lucas 15.11-32).
Un hombre tenía dos hijos; el mayor representa a los fariseos y escribas, los que profesan ser religiosos, y el menor representa a los que abiertamente se rebelan contra Dios, los publicanos y pecadores. La pérdida de un hijo es más seria que la de una oveja o de una moneda. El drama se intensifica. Se pone más trágico.
Parece que por temor de ser acusado de ser “pentecostal”, algunos hermanos no se atreven a ser emocionantes en la predicación, pero esta parábola de principio a fin es muy emocionante. Es conmovedora.
El menor de ellos, cansado de la vida con su padre y deseoso de una libertad falsa, pidió la parte de los bienes que según él le correspondían. Según Deuteronomio 21.17, la parte que le correspondía al hijo menor era la tercera parte de los bienes, pues el primogénito recibió doble porción.
El padre respetaba la voluntad de su hijo. Nadie es retenido en la casa del padre contra su voluntad. Dios da al hombre el libre albedrío y nunca se lo quita. El que quiera salir de la casa del Padre puede hacerlo. Sin embargo, habiendo tomado su decisión el hombre tiene que vivir con esa decisión y su consecuencia, habiendo tendido su cama tiene que dormir en ella. Dios siempre ha sido muy bueno, muy bondadoso con el hombre[107]. El hijo no podía y no quería acusar al padre de nada, pues nunca le había maltratado.
Unos pocos días después, quemó las naves detrás de sí, reuniendo todo lo que tenía; no dejando nada en casa que garantizara su retorno, el hijo menor, se fue lejos. Este lenguaje bien ilustra la actitud de los que quieren alejarse de la enseñanza y autoridad de Dios para ser “independientes”. La parábola muestra el curso del pecador: Su temporada de indulgencia; su miseria; su arrepentimiento; su perdón.
Se enseña mucho sobre el costo del discipulado. Cuesta mucho ser cristiano, pero también cuesta vivir en pecado. A este joven le costó todo.
Cuando todo lo hubo malgastado, cuando los falsos amigos lo dejaron, cuando la situación se puso muy difícil, sucede una catástrofe más en su vida, ya que la crisis económica atacó esa zona y hubo gran hambre. Comenzó a buscar empleo, pero lo único que encontró fue como cuidador de cerdos, una ocupación de degradación para un judío, puesto que este animal era, según la ley de Moisés, inmundo[108]. Este animal era para el judío tan abominable que hablaban de él como “la otra cosa”.
Nos extraña que el que le ocupaba ni siquiera diera de comer, pero esto bien ilustra la degradación del servicio del diablo. Este hijo menor tenía libre albedrío. Podía tomar la decisión de salir de la casa de su padre, pero no podía ser libre de las consecuencias de su decisión. La tentación presenta el pecado como muy atractivo, muy deseable y no se niega que el pecado mismo, el acto, puede ser placentero. Sin embargo, la consecuencia del pecado es pura pesadilla.
Qué descripción tan gráfica de la vida del hombre perdido, una vida de miseria perpetua. Siempre hay gran hambre en aquella provincia lejana de pecado. En realidad todos, o están en la casa del Padre o en la miseria. Disfrutamos la abundancia de la casa del Padre o perecemos de hambre. Gozamos de la libertad en la casa del Padre o somos esclavos del mundo. Recibimos el honor de ser hijos de Dios o sufrimos la vergüenza de ser hijos del diablo.
El verdadero propósito de Satanás es reducir todo hombre a este nivel de sufrimiento y miseria. Quieren que todos malgasten su herencia y que vivan y coman con cerdos[109]. Es lo que quiere hacer con todos. Quiere que todos manchen sus vestiduras[110]. Quieren que los miembros de la Iglesia hagan como los perros y cerdos[111]. Quiere que todos sean como los que Isaías 1.6 describe: “Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga”. El diablo promete grandes cosas, pero paga con alimento de cerdos. La descripción de la miseria del hijo pródigo de ninguna manera exagera la miseria del hombre perdido en pecado. Muchos, mayormente jóvenes, se burlan del pecado y su consecuencia, como el grupo que estaba tomando y gritando: “Sabemos que vamos al infierno pero estamos muy divertidos en el proceso”. Los tales no saben lo que están diciendo.
Parece que el joven estaba “fuera de sí”. “El corazón de los hijos de los hombres está lleno de mal y de insensatez en su corazón durante su vida”[112]. ¿Están en su juicio cabal los que sirven a Satanás? Este joven fue enseñado por la experiencia amarga. ¿No sería mejor que los jóvenes aprendan la lección que el hijo pródigo aprendió sin tener la misma experiencia ellos mismos?
La adversidad le hizo volver en sí; es decir, cuando fue reducido a la pobreza y la miseria, no era una tragedia sino una bendición, porque esa condición desdichada ayudó a llevarle al arrepentimiento. Muchos hombres han hecho el viaje de arrepentimiento después de sufrir[113].
La memoria de un buen hogar tuvo mucho que ver con el regreso del hijo pródigo, y la memoria de un buen hogar: Padre, madre, hermanos que le aman, bien puede convencer a otros hijos pródigos a volver a casa. También la memoria de la Iglesia, donde reina el amor y la paz ayuda al hermano descarriado a volver a su casa espiritual.
Desde luego, habiendo quemado sus puentes cuando salió de su hogar, no podía volver reclamando derechos y no podría haber protestado si su padre le hubiera rechazado.
Aquí precisamente está el principio de muchos nobles pasos. “Me levantaré”. Primero que todo hay que levantarse. Pero que no sea un pensamiento pasajero sino una resolución firme. Hay que borrar todos los pensamientos negativos: “No puedo”; “¿qué pasará si…?”, etc., sino el pensamiento bien definido de que “no hay otro camino”. No era posible fumigar su ambiente. No podía hacer nada con los cerdos. La única alternativa sensata era: “Me levantaré e iré a mi padre”. ¡Voy a salir![114] ¡Voy a salir ahora, no en seis meses, sino ahora mismo! ¿Qué gano con esperar más tiempo? Estoy pereciendo de hambre. Y no voy a mirar hacia atrás.
El viaje de arrepentimiento no es fácil. Estaba lejos de su hogar. Estaba debilitado física y emocionalmente. No sería fácil hacer tal viaje, pero el pensamiento de estar en su propio hogar, con su padre amado, le dio fuerza para completar el viaje. Durante ese viaje sin duda decía repetidas veces: “voy a mi casa, voy a mi casa”.
Él no tomó la mejor decisión de su vida, haciendo enmiendas y reformas allá en la tierra lejana entre los cerdos. No pasó tiempo meditando en cómo excusarse y justificarse diciendo: “Pero otros pecan también, y algunos más que yo”. Tomó la única decisión sabia: Aceptaría su falta y hacer confesión al padre: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti”.
El joven tuvo que reconocer: “Yo sé lo que he hecho, y estoy confesando mis pecados. Yo sé que no merezco nada. No soy digno de nada, pero también yo sé que aquí entre los cerdos no puedo mejorar mi vida”. Con gozo aceptaría el último lugar en la casa de su padre. Este es el verdadero arrepentimiento.
En las parábolas de la oveja perdida y la moneda perdida se enfatizaba la búsqueda. En esta se explica cómo se perdió el hijo, y cómo tuvo cambio de corazón y volvió al padre. Al salir decía “dame” y al volver dice “perdóname”. No culpa a otros. No emblanquece su pecado. No trata de justificarse. No trata de reformarse viviendo con los cerdos. Simplemente reconoce que el pecado no satisface sino que solo produce el hambre y que sería locura perecer con hambre en lugar de volver a la casa de su padre donde hay abundancia de pan aun para los jornaleros. Por eso, toma otra decisión importante. Teniendo libre albedrío había tomado la decisión de abandonar la casa del padre para ir a una provincia lejana y malgastar su herencia, ahora toma la decisión de emprender el viaje de arrepentimiento para volver a la casa del padre donde hay abundancia de pan. Esta decisión requería mucha humildad pero también requería mucha sensatez, porque no todo el mundo reducido a la miseria toma decisiones buenas. Algunos cometen suicidio como Judas, otros empiezan una vida de crimen o borrachera, pero este actuaba con sobriedad y volvió a su padre.
El pródigo sabía que podía regresar a la casa del padre. Creo que este punto merece mucho énfasis[115]. Nos toca convencer a los perdidos que no solamente pueden volver al Padre, sino que Él sinceramente anhela su retorno, no para castigarlos sino para perdonarles. Debemos predicar más sobre este tema. Es indispensable que todos los perdidos lo sepan. La puerta está abierta. Es necesario recalcar esta verdad para evitar la desesperación en el corazón del perdido. Todo miembro de la iglesia debe compartir esta actitud benévola del padre, la buena disposición de recibir con gozo al perdido arrepentido. ¡Cuán importante es que el pecador sepa que las puertas de la iglesia están abiertas para recibirlo con gozo! ¡Cuán importante es que los brazos de los miembros siempre estén abiertos para recibir con gozo al hermano descarriado!
El arrepentimiento no es simplemente una emoción; más bien es un “viaje” a su padre. Cuando su padre lo vio a lo lejos, fue movido a misericordia, corrió, se echó sobre su cuello y le besó. No dice: “Te perdono”, sino que en una escena sumamente emocionante lo expresó. Obviamente el hijo pródigo no era el único que había sufrido. La imagen que Jesús pinta de este padre bien indica que estaba muy afligido y muy ansioso de ver a su hijo. ¡Cuántas veces había observado ese camino con la esperanza de que un día pronto su hijo volvería! Obviamente estaba esperando su retorno, pues en ese mismo momento cuando el hijo se acercaba el padre lo vio de lejos.
¿Fue en vano el regreso del hijo pródigo? ¿Fue vana su esperanza de ser recibido otra vez en la casa del padre aunque tal vez como jornalero? ¿Qué le diría su padre? ¿Diría: “¡Se lo dije!”? La primera mirada, aun de lejos, llenó el corazón del padre con compasión. La actitud de Dios hacia el pecador se expresa en la acción del padre: “Corrió”; “se echó sobre su cuello”; “le besó”. ¿Es esta la actitud nuestra hacia el pecador arrepentido?
El hijo no se excusa para proteger su orgullo. No habla de su juventud, las pasiones o las atracciones del mundo, sino que simplemente dice: “He pecado”. El hijo muestra un espíritu varonil al adherir a su propósito de hacer una confesión, a pesar del calor de la bienvenida del padre; al estar afligido por lo que había hecho, y no por lo que había perdido; y al no culpar a nadie sino a sí mismo.
Algunos manuscritos antiguos agregan: “Hazme como uno de tus trabajadores”[116]. No sabemos si dijo esto, pero probablemente el padre, ya habiendo oído lo suficiente para ver la humildad del hijo, le interrumpió y no le dejó terminar.
Pero el padre probablemente ni escuchaba lo que decía su hijo a causa de su gozo y mandó a vestirle con ropas largas, suntuosas, elegantes[117]. Le puso un anillo que indicaba honor, autoridad y calzado en sus pies, para identificarlo no como esclavo, que iban descalzos, sino como hijo.
El becerro gordo estaba reservado para una ocasión muy especial[118]. El hijo pródigo habría sido contento si el padre hubiera dicho: “Ve a la cocina para ver si hay sobrantes”, pero en lugar de eso, el padre le preparó banquete. ¡Qué contraste con las algarrobas que quería comer en el país lejano!
Y comenzaron a regocijarse. La familia siguió el ejemplo del padre en la celebración.
Pero el hijo mayor estaba en el campo; ahora el enfoque cambia del hijo pródigo al hermano mayor quien representa no solo a los fariseos y los escribas, sino también a todos los que se justifican a sí mismos y menosprecian a los perdidos, y cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas y cuando supo que era toda aquella fiesta se enojó, y no quería entrar. Creía que no habría cupo para los dos hermanos en la misma casa. Es obvio que al hablar del hijo mayor, Jesús pinta la imagen de los fariseos y los escribas que “murmuraban, diciendo: Este a los pecadores recibe, y con ellos come”. Hay dos hijos pródigos en esta parábola, dos hijos perdidos. Aparte de otras cosas el hermano mayor estaba perdido por causa de su actitud hacia su hermano menor. Las obras de la carne no solamente incluyen la fornicación y la borrachera, sino también el odio, la envidia y la amargura[119]. Si usted tuviera que escoger al hijo pródigo o al hermano mayor como compañero para algún viaje, ¿a cuál escogería?
El padre buscaba la paz en la casa y bajando su posición como superior, salió de la casa a buscar a su hijo enojado, pero este ni siquiera le llama “Padre” como lo hizo el hijo pródigo. Su vida en la casa de su padre no era nada dichosa; era puro servicio frío, literalmente, trabajo de esclavo.
Se marca un contraste entre la humildad del hijo pródigo y el orgullo de su hermano mayor. Este creía que era muy superior, que era moral y su hermano inmoral. Así pensaban los fariseos y los escribas. Compárese la oración del fariseo que “oraba consigo mismo” diciendo: “No soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano”[120].
El hermano mayor no solamente está enojado con su hermano menor, sino que también reprocha a su padre. Pero ¿este hermano mayor tenía amigos? ¿Él era capaz de regocijarse? Si el padre nunca le había dado fue porque para este hermano mayor todo era merecido; él no entendía nada de dádiva y gracia.
Lamentablemente el hermano mayor despreciaba la gran bendición de estar siempre con su padre y veía su vida en la casa prácticamente como la de un esclavo. Sin embargo, el padre amaba a los dos hijos. Tengamos cuidado con nuestro corazón. Para nosotros es más fácil amar al hijo pródigo que al hermano mayor, pero Dios ama a los dos y desea que sean salvos[121].
El padre dice a su hijo: “Teníamos que hacer fiesta”. En otras palabras, celebrar era obligatorio. Era la única cosa correcta y adecuada de hacer en ese momento. Tu hermano estaba muerto, muerto para mí, muerto a la virtud, muerto a la felicidad, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Debería regocijarse porque como el padre había ganado a su hijo como resucitado de los muertos, así también él había recobrado su hermano.
Con esto la hermosa parábola termina con estas palabras conmovedoras del padre. Sin embargo, podemos leer la historia del hermano mayor en la de los judíos quienes rehusaron regocijarse con Jesús en la salvación de los pecadores. En la siguiente Pascua ellos llevaron su resentimiento contra Él al punto del homicidio, y unos cuarenta años después la herencia les fue quitada.
4) El capataz astuto (Lucas 16.1-12).
Un hombre rico acusa a su mayordomo de ser malgastador, y el mayordomo no dice nada. Obviamente el amo tenía razón. La palabra traducida “disipador” se traduce “desperdició” en Lucas 15.13; por esta causa el hijo menor se llama “hijo pródigo”. ¿Qué habría pensado Judas Iscariote al escuchar esta parábola?[122]. Todo hombre que se apodera de los bienes que le son prestados, los hace servir a su egoísmo, a su orgullo, a sus placeres, olvidándose de Aquel que es el verdadero propietario, disipa lo que le ha sido confiado para un fin enteramente diferente.
El ser mayordomo de los talentos y habilidades que Dios nos da requiere servicio fiel[123]. Sin embargo, la mayordomía de este texto tiene que ver con los bienes materiales.
El señor pide cuenta a su mayordomo y le sentencia, pero aunque le dijo esto, es obvio que no le despidió inmediatamente. Todavía era mayordomo.
El mayordomo podía ver lo difícil de su situación. No se engañó solo. Podía ver que le esperaba la ruina si no hacía algo y pronto. Muchos se engañan solos, diciendo que todo está bien aun cuando les espera la ruina, pero aunque este mayordomo mentía al amo y a los deudores él decía la verdad “para sí”. Estudió su caso, tomando muy en serio lo que el amo le decía, pero tuvo que formar un plan y llevarlo a cabo con toda diligencia porque el amo le pedía los libros. Tuvo que entregarlos cuanto antes. Comenzó a reflexionar seriamente, tomando en cuenta los medios de vida disponibles para él, tomó una decisión y la llevó a cabo. Al hacerlo nos enseña una lección sobresaliente sobre la urgencia de la cuestión de dar cuenta a nuestro Señor, y también sobre la necesidad de la diligencia que demos mostrar al prepararnos para el Día Final.
De esta manera todos deben pensar, meditar, reflexionar, con toda sobriedad, sobre el futuro y el juicio que nos espera. Todos deben pensar seriamente y esforzarse para asegurar su bienestar futuro. Esta es la lección principal de esta parábola.
El mayordomo estaba orgulloso por haberse exaltado sobre otros. Entonces ¿qué podría hacer? Consideraba cuidadosamente sus opciones o alternativas. Tomaba en cuenta sus limitaciones y posibilidades.
Tomó una decisión, estaba resuelto. No se engañó a sí mismo ni por un momento. De una vez lo haría. Si los “hijos de luz” estuviéramos tan decididos y resueltos todos los días en nuestros planes para servir a Señor, seríamos mucho más exitosos en su obra. Concibe un plan para asegurar su futuro: Hacerse amigos de los deudores de su amo para que le reciban en sus casas. Él todavía era el mayordomo. Para el momento no tenía hambre. En ese momento todavía estaba bien, pero reconocía que en poco tiempo no tendría nada. Así son todos los hombres. Muy pronto las paredes de esta vida se derrumbarán[124]. Este hombre dijo: “Ya sé lo que haré”. ¿Sabemos nosotros lo que haremos? También muy pronto a nosotros se nos quitará la mayordomía. ¿Qué haremos nosotros?
Algunos creen que los deudores eran comerciantes, pero probablemente eran inquilinos o arrendatarios que pagaban sus deudas con los mismos productos que cosechaban. Si hubieran sido comerciantes, probablemente la deuda habría sido cierta cantidad de dinero.
Este hombre no era como los muchos que libremente admiten que sí van a morir, que sí van a perder todo, que sí deben prepararse, etc., más bien, este era hombre de acción y no simplemente de palabras. El formó un plan y entonces lo llevó a cabo. Hay millones que saben que deben prepararse para el futuro, pero van al sepulcro sin mover el dedo para hacer lo que saben.
¡Qué plan tan astuto! ¡Qué hombre más sagaz! Él verdaderamente hizo preparación para el futuro. ¿Qué fue el plan? Obviamente diseño del plan era conseguir el favor de los que debían algo a su amo. Él guardaba libros sobre los trámites del negocio y, por eso, estaba en la posición de manipular las cuentas. El plan era comprometer a los deudores de su amo. Los puso bajo obligación a él, para que cuando él fuera quitado de su mayordomía, ellos, por temor o con sentimiento de gratitud, lo recibieran en sus casas para que no tuviera que cavar ni mendigar. El defraudaba a su amo, pero este mayordomo astuto involucraba a los deudores en el fraude. Iba a convertir a los deudores de su amo en deudores de él también, pero sobre todo serían sus amigos.
Es asunto urgente. Es asunto importante, serio. No convenía posponer el negocio. No había otra cosa más importante o más urgente. Le daba prioridad, pues estaba en juego su futuro. Nosotros también tendremos que dar cuenta y no sabemos cuándo[125]. Hoy es el día de salvación[126]. Nos urge tener nuestros libros listos en cualquier momento para la revisión final[127].
Aquí se presentan solamente dos ejemplos, pero recuérdese que él llamó “a cada uno de los deudores de su amo”. No llamó solamente a dos o tres, sino “a cada uno”. Hizo preparación completa. Aprovechó al máximo su oportunidad. No sabemos cuántos deudores había, pero sin duda eran un número considerable y con ello podía emplumar su nido para el resto de su vida.
Cuando el amo se dio cuenta de lo que había hecho el mayordomo, lo alabó. Desde luego, no alabó la deshonestidad del mayordomo. No le alaba por su conducta fraudulenta. Sin embargo, siendo hombre de negocios no podía menos que reconocer lo muy astuto y sagaz del plan del mayordomo. Era tremendo. Alaba su destreza, su astucia, su audacia. En cuanto a prácticas mundanas fue un plan magnífico porque daba resultados muy positivos para él. Logró su propósito. Aseguró su futuro. Ahora al ser quitado de su mayordomía él sería recibido en las casas de sus “amigos”.
Este mayordomo injusto era típico de “los hijos de este siglo”; no son impedidos por su conciencia. No les molesta lo inmoral o lo chueco de sus tratos. Los “hijos de este siglo”, los mundanos, viven solamente dentro de los horizontes de este mundo; piensan que no hay otro mundo después de esta vida terrenal.
Los del mundo son más sabios que muchos miembros de la Iglesia porque son más activos y más diligentes en sus negocios para ganar dinero que muchos miembros de la Iglesia; porque están dispuestos a dedicar mucho tiempo a los asuntos terrenales, ¿cuánto tiempo dedican los miembros de la Iglesia a los asuntos del reino?; porque están más resueltos que muchos miembros de la Iglesia; no permiten los problemas y dificultades les desvíen de su propósito de ganar dinero, fama y poder en esta vida; porque hacen sacrificios más grandes, sabiendo que esto es necesario para lograr su propósito de ser exitoso en este mundo.
¿Jesús quiere que sus discípulos sean enseñados por los del mundo? ¿Qué nos pueden enseñar los mundanos? Mucho, por lo menos en cuanto a la importancia de prepararnos y asegurar nuestro futuro. En realidad, como Jesús explica en esta ocasión, los del mundo nos dejan avergonzados. Los del mundo saben ciertas cosas y actúan con toda diligencia de acuerdo con lo que entienden. Los hijos de luz saben ciertas cosas, pero no muestran la misma diligencia aunque dicen que están ocupados en los asuntos más importantes del mundo.
Este es el pensamiento principal de la parábola. Esta es la lección que Jesús enseña. El mayordomo era “sagaz”, prudente, sensato, en cuanto a asegurar su futuro en esta vida. Era prudente porque ganó amigos que le recibirían en sus casas.
Desde luego, él no es ejemplo para nosotros en sus hechos fraudulentos, sino en su propósito firme de hacer los necesarios preparativos para asegurar su bienestar. ¿Cuántos miembros de la Iglesia buscan primeramente el reino de Dios y su justicia?[128] ¿Cuántos son detenidos por los deportes, los negocios, el empleo, los amigos y familiares, etc., y descuidan los asuntos del reino, los asuntos más importantes del mundo? De esta manera muestran lo que Jesús dice que los del mundo son más prudentes, precavidos, sensatos, que los hijos de luz.
Los cristianos son descritos como “hijos de luz”[129] porque la luz, el conocimiento, la piedad, es una característica dominante de su vida. Sabemos la verdad. Sabemos quiénes somos[130]. Entendemos que esta vida es muy corta[131] y que pronto tendremos que dar cuenta de nuestra mayordomía. Sin embargo, ¿qué tan “sagaces” somos en nuestra preparación para “aquel día”? ¿Qué tan juiciosos somos en el uso de los bienes de este mundo?[132] Los “hijos de luz” están supuestamente menos amarrados al mundo. ¿Somos como aquel mayordomo injusto que aprovechaba al máximo su oportunidad para asegurar su futuro? Este mayordomo estaba muy decidido y muy diligente para llevar a cabo sus planes. ¿Qué tan diligentes somos?[133]¿O somos como los de Hebreos 5.11-12; 6.12?
El hombre de esta parábola era mayordomo; nosotros también somos mayordomos. Estaba encargado de los bienes y negocios de otro; nosotros también estamos encargados de los bienes y negocios de otro. Él hizo amigos por medio de las riquezas injustas; nosotros también debemos hacernos amigos por medio de las riquezas injustas.
Las posesiones mundanas son la mayordomía del cristiano. Si las ha malgastado en la autoindulgencia, debe escuchar la advertencia de esta parábola y ocuparlas en obras útiles y de misericordia, para que cuando la mayordomía se le quite, podrá haber obtenido para sí un refugio futuro.
¿Las riquezas son injustas? ¿Son malas? El dinero en sí mismo no es ni bueno ni malo, pero las riquezas se consideran “injustas” por varias razones:
a) Porque comúnmente son la causa e instrumento de maldad.
b) Porque engañan[134]; es decir, nos hacen pensar que somos sus dueños cuando en la mayoría de los casos las riquezas son dueños de los que las “poseen” y engañan porque “prometen” la felicidad cuando en realidad en lugar de producir la felicidad más bien causan muchos temores y preocupaciones.
c) Porque lo que mueve mucha gente hacia las riquezas es la avaricia, lo cual es idolatría[135].
d) Porque muchas veces los que rodean a los que poseen riquezas son falsos amigos.
e) Porque sus dueños son tentados fuertemente a no confiar en Dios sino en ellas.
f) Porque comúnmente producen la soberbia en sus dueños.
g) Porque, en fin, para muchos las riquezas son el enemigo número uno del alma.
En lugar de considerarse como administradores que le darán cuenta, la mayor parte de los hombres se constituyen en verdaderos poseedores de ellas, y olvidando su responsabilidad, acumulan esos bienes en su avaricia, los exhiben para fomentar su orgullo, o bien los disipan para satisfacer sus pasiones.
Como el mayordomo subordinó a los deudores de su amo y les hizo sus amigos, así también los discípulos de Cristo deben subordinar las riquezas para que no sean enemigos sino amigos[136].
Las riquezas van a faltar. Son provisionales, temporáneas[137]. Como el amo llamó a cuentas a este mayordomo todos seremos llamados a dar cuenta a Dios en el Día Final[138].
¿Quiénes son los nos recibirán en las moradas eternas? Obviamente en este contexto son los “amigos”. Algunos comentaristas dicen que son los ayudados y beneficiados. Otros dicen que son los ángeles. Otros dicen que es Dios y Cristo. Según Mateo 25.35-40 Cristo se identifica con sus discípulos pobres, enfermos, encarcelados, diciendo que los que ayudan a estos le ayudan a Él. También se puede agregar el pensamiento de que muchos de los que son ayudados por los cristianos ni siquiera son salvos, porque como el buen samaritano[139] cada discípulo debe ayudar al necesitado, sea hermano o no. Desde luego, estos no nos recibirán en las moradas eternas. ¿Quiénes recibieron al ladrón en la cruz?
No hay que preocuparnos mucho sobre “quienes” nos recibirán, porque estos “amigos” corresponden a los “amigos” que ganó el mayordomo injusto. El pensamiento principal es que si “ganamos amigos” por medio de las riquezas injustas tendremos tesoro en el cielo[140]. El buen samaritano había aprendido esta lección[141], y hay buenos ejemplos de discípulos de Jesús que siguieron la enseñanza de Lucas 16.9 al pie de la letra: Lucas 18.28; Hechos 2.44-45; 4.32. Los macedonios nos han dejado un buen ejemplo[142]. También la casa de Estéfanas[143]. Estos ganaron amigos por medio de las riquezas, para que cuando estas faltaran, les recibirían en las moradas eternas. Los “amigos” son, pues, el tesoro que nos espera y en un sentido nos recibirá, nos dará la bienvenida “en las moradas eternas”.
Algunos comentaristas se preocupan de que alguien piense que el cristiano podría “comprar” su entrada en las moradas eternas. Enfatizan mucho que no podemos merecer la vida eterna, y por más que uno ofrende, contribuya, regale, comparta, etc., esto no tiene nada que ver con su salvación porque somos salvos por gracia, como si el cristiano más simple no entendiera que somos salvos por la cruz de Cristo. ¿Cómo puede alguien profesar ser cristiano sin creer en la cruz de Cristo? El hermano más ingenuo entiende que Dios provee la salvación porque todos saben Juan 3.16.
Sin embargo, parece que los evangélicos más estudiados y eruditos en las Escrituras no son capaces de entender que aunque Dios nos salva de balde, nadie será salvo si no acepta la salvación. Y ¿cómo la aceptamos? La aceptamos por obedecer al Evangelio de Cristo[144] y por vivir de acuerdo con los mandamientos de Cristo y los apóstoles, y esto incluye el ganarnos amigos por medio de las riquezas injustas.
Es cierto que no podemos “comprar” la salvación. Sin embargo, si alguien lee esta parábola y muchos otros textos relacionados, y simplemente no puede entender que el uso apropiado de los bienes materiales tiene mucho que ver con nuestra salvación, entonces tal persona no es capaz de entender nada y sin duda Dios tendrá misericordia de él. Sin embargo, si alguien “no puede” entenderlo debido a su fanatizado prejuicio contra la obediencia al Evangelio y las buenas obras que nos justifican[145], es otra cosa. Con la obediencia y buenas obras nadie merece nada[146], pero sin ellas nadie acepta la salvación, la fe está muerta, y el resultado es la perdición[147].
¿Qué tan sagaces y prudentes somos nosotros en el uso y administración de nuestros bienes? Dios no se fija en la cantidad, sino en el corazón[148].
Si no somos fieles mayordomos del dinero que Dios nos “presta”, nadie nos dará las riquezas verdaderas, porque en ese caso no tendríamos tesoro en el cielo, no habría “amigos” para recibirnos en las moradas eternas. En la administración de las pequeñas propiedades que nos son encargadas en la tierra revelamos nuestra disposición y temperamento como mayordomos tan claramente como si fuéramos dueños de la mitad del universo.
Las riquezas injustas no son verdaderas. No son dignas de confianza. Son engañosas. Sin embargo, nos esperan riquezas que nunca nos dejarán decepcionadas[149]. Pablo describe las riquezas verdaderas en 2 Corintios 4.18.
Las riquezas de este mundo no pertenecen a sus “dueños” sino a Dios[150]. Aquí todos, aun los más ricos, son simplemente mayordomos. Hay cambio de dueños en cada generación. Ahora tenemos las escrituras de nuestras casas y otras propiedades, pero mañana alguien más las tendrá. Todos los dueños, de cualquier generación, darán cuenta a Dios, el verdadero dueño de todo. En cualquier momento Dios puede llamarnos a dar cuenta[151].
El tesoro que tenemos en el cielo no es “lo ajeno”, pues en verdad es nuestro. No es “nuestro” en el sentido de haberlo “merecido”, sino que se llama “nuestro” porque será posesión permanente. No será revocado. Nunca se nos quitará.
e. Los fariseos ambiciosos (Lucas 16.14-15).
Entre la audiencia estaban unos fariseos, que eran avaros, y hacían burla de las enseñanzas de Jesús. “Se burlaban” es traducido del verbo que significa “girar la nariz arriba a, tratar con desprecio”. De modo que se había herido su orgullo. Jesús había puesto el dedo en la llaga. Al despreciarlo sin duda decían que Jesús les tenía envidia, pues Él era un pobre carpintero. ¿Qué sabría un hombre pobre del uso correcto de riquezas?
En este caso el hombre se elige a sí mismo como su propio juez y, desde luego, está justificado, inocente, no culpable. ¡A qué criminal no le gustaría remover el verdadero juez para poder juzgarse a sí mismo! Pero Dios conoce los corazones. Hay dos juicios diferentes: Lo que uno piensa de sí mismo, y lo que Dios piensa. Para Dios la justicia fingida es repugnante.
f. El rico y Lázaro (Lucas 16.19-31).
Los fariseos se burlaban de Jesús porque no les gustó la enseñanza sobre la riqueza. Ahora escucharán algo muy alarmante sobre el fin de los ricos irresponsables. Este relato no es llamado “parábola”, ni por Jesús ni por Lucas. Sin embargo, las parábolas no son cuentos ni fábulas; no hay nada de ficción en ellas.
Habla de un rico. Y obsérvese que este rico no es acusado de ningún vicio y no se acusa de haber cometido crimen para acumular su riqueza.
El rico se vestía de púrpura y de lino fino. Obtener la tintura púrpura de un molusco era un proceso muy costoso. Por tanto, no es sorprendente que una túnica de púrpura, con frecuencia fuera reservada para la realeza. Además de sus túnicas de púrpura, este hombre usaba ropas interiores de lino fino.
Este rico llevaba al máximo una vida lujosa. Los reyes y otros hombres eminentes y muy ricos se vestían de púrpura y de lino fino.
Había también un mendigo, un “pobre”, era muy pobre, pero era un israelita piadoso. Jesús habla de cierto hombre llamado “Lázaro”; los personajes de las parábolas no tienen nombres. Más bien Jesús abre la cortina momentáneamente para que los ricos puedan ver la consecuencia de su avaricia.
El rico no se preocupaba nada por él. No había “asistencia pública” como la que existe en varios países ahora. Las enseñanzas de Cristo han producido el espíritu de compasión en muchos, que en turno ha producido la asistencia pública, como también clínicas, hospitales y asilos de toda clase para ayudar a los necesitados.
Lázaro no solamente estaba muy pobre, sino que también el texto indica que estaba cojo y tenía úlceras no vendadas. La descripción de Lázaro presenta un contraste agudo entre los dos hombres. El comer migajas era como comer restos o basura, algo sin valor ante los ojos del rico; por eso, en realidad el rico no le dio nada de valor. Los que rodeaban al rico eran sus compañeros, amigos o siervos, pero los que rodeaban a Lázaro y le ayudaban eran perros, compañeros de su miseria. Esto enfatiza lo profundo de su pobreza.
Aconteció que murió el mendigo. No sabemos si fue sepultado, pero en realidad eso no era importante, porque el cuerpo muerto vuelve a la tierra de donde vino; lo importante es ¿qué pasa con el espíritu?[152], y fue llevado por los ángeles[153] al seno de Abraham. Como Juan estaba “recostado cerca del pecho de Jesús”, así también Lázaro estaba recostado en el “seno de Abraham”. Así los judíos describían el estado feliz de los fieles; para ellos no había honor más grande que su relación con Abraham[154]. La condición de Lázaro ilustra lo que dice Job 3.17-19.
Es muy importante aclarar y enfatizar que Lázaro no fue salvo por ser pobre y el rico no fue perdido por ser rico. Este capítulo enseña el mal de abusar de riquezas, de ser mayordomos infieles de los bienes materiales. El dinero no es malo en sí; lo que se condena es “amor al dinero”[155]. Tampoco es buena en sí la pobreza. Los que promueven la “redistribución” de riquezas[156] no hallarán ningún apoyo en la Biblia. Muchos hermanos y hermanas usan su dinero sabiamente para proveer salarios para predicadores, para ayudar a los necesitados y para hacer toda clase de buenas obras de acuerdo a la voluntad de Dios. Estos ganan amigos por medio de las riquezas injustas y por ellos serán recibidos en moradas eternas.
También murió el rico[157]. La muerte es universal e imparcial. Y fue sepultado. Podemos imaginar toda la pompa y elegancia.
La Biblia no enseña que al morir el hombre duerme inconscientemente por miles de años; más bien, este texto indica que inmediatamente empieza el sufrimiento de los perdidos, como también el gozo de los fieles.
El Hades es la morada de los espíritus después de la muerte. El término mismo no indica si los espíritus están en reposo o en tormento, pero las explicaciones del texto nos hacen ver que en este lugar los perdidos sufren y los fieles se consuelan. Algunos enseñan que cuando Jesús murió vació el Hades y que los perdidos van directamente al infierno y que los salvos van directamente al cielo, pero esta teoría contradice Mateo 25.46 y Hechos 2.34.
Este rico no se hizo amigos de las riquezas injustas. Aquí está la consecuencia y la tragedia de malgastar los bienes de esta vida. El hijo pródigo malgastaba su herencia pero se arrepintió; este rico malgastaba sus bienes y no se arrepintió. Este rico presenta un ejemplo de la actitud de los fariseos y ahora se ve la consecuencia de esa clase de vida. Había sido engañado y cegado por sus riquezas y, por eso, no estaba preparado para el juicio de Dios.
Al oír esto sin duda los judíos, aún los discípulos, quedaron asombrados, porque el concepto común entre los judíos era que la riqueza implicaba el gran favor de Dios. Es cierto que Dios nos prospera[158]. Sin embargo, la mera posesión de riquezas no es prueba del favor de Dios.
Jesús habla del “engaño de las riquezas” en Mateo 13.22. Mucha gente bien acomodada se engaña sola diciendo: “¿Pero no somos ricos?”. 1 Timoteo 6.17-18 se aplica a todos los que tengan más que lo básicamente necesario[159]. ¿Cuántos reconocen que ante los ojos de Dios el hermano avaro es como el hermano fornicario?[160].
El rico se encontró en el lugar de tormento. Su cuerpo murió pero su espíritu no; está consciente y está sufriendo. Ahora el rico se convierte en mendigo desdichado, haciendo súplicas, pero, ¿pide perdón? ¿Se arrepintió? Pide misericordia, pero, ¿qué tanta misericordia había mostrado?[161] Recuerde que este rico hacía precisamente como hacían los fariseos que eran avaros. Obviamente Jesús está diciendo a los fariseos que esta es precisamente la consecuencia que ellos también iban a sufrir si no se arrepintieran.
A pesar de estar en sufrimiento y Lázaro en gozo, el rico todavía le quiere mandar. ¿Le debía por las migajas? No hay sufrimiento más terrible que esto. El castigo de los perdidos se describe como el sufrimiento más extremo que el hombre conoce, el ser quemado en fuego. El rico ya no estaba en el cuerpo. Era espíritu sin cuerpo esperando el juicio final. Por eso, algunos dicen que la llama no era literal porque la llama no quema el espíritu. Nadie en la tierra conoce esta llama. Dios es Todopoderoso y puede crear llama de toda clase. ¿Qué sabemos de la llama de Éxodo 3.2 que no consumía la zarza? ¿Qué sabemos de llama que no se apaga? No sé nada de tal llama y no quiero saber. Los que dicen que la llama no es “literal” quieren disminuir lo terrible del castigo; dicen que es lenguaje figurado, que la llama es simbólica. Esta clase de “interpretación” es muy peligrosa. Nos conviene aceptar lo que Jesús dice sin “explicaciones” que en realidad niegan lo que dice.
Durante su vida, el rico gozaba de toda clase de comida y bebida, pero ahora solo pide un favor muy pequeño. Lo insignificante de su pedido indica lo enorme de su sufrimiento. Lázaro solamente deseaba migajas y ahora el rico solamente pide que su lengua sea refrescada.
“Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate”. Esta palabra: “acuérdate” es central en este relato. La memoria era su única conexión con la tierra. Al morir perdemos el cuerpo pero no perdemos la memoria, y el remordimiento aumenta terriblemente el sufrimiento, recordando la vida pasada y lo que pudiera haber hecho. Aun en esta vida todos hemos experimentado esto. Cuántas veces hemos dicho: “¡Oh!, si hubiera tenido más cuidado”, “¡Oh!, si no lo hubiera hecho o si no lo hubiera dicho”. Podemos obedecer al Señor y obtener su perdón pero tenemos que hacerlo durante la vida. De otro modo, tendremos que sufrir el remordimiento eterno. Durante toda la eternidad el hombre perdido no tiene nada que hacer excepto sufrir con remordimiento las torturas del infierno.
En vida no solamente recibió muchos bienes, pero los había malgastado para satisfacer sus propios apetitos. No era fiel en lo poco. No se hizo amigos de las riquezas injustas. Sus bienes eran su ídolo; se apropió de ellos con puro egoísmo. No estaba perdido el rico simplemente por ser rico, y Lázaro no fue salvo simplemente por ser pobre.
La muerte sella el destino del hombre. Al morir va a su lugar[162] y no cruza fronteras, no vuelve al mundo, y si va al Hades no cruza la gran sima para ir al paraíso. La Biblia no enseña que el hombre tendrá una segunda oportunidad. El concepto del “Purgatorio” es completamente antibíblico.
Durante su vida el rico podía haber cruzado la sima entre él y Lázaro. Solamente tenía que humillarse y vencer el orgullo. Ahora, sin embargo, es imposible cruzar la “gran sima” que estaba puesta entre ellos. El juicio de Dios es irrevocable. No hay nada de purgatorio u otra clase de segunda oportunidad. Por lo tanto, nos conviene cruzar cualquier sima durante la vida para llegar a los que necesitan nuestra ayuda, sea en lo material o en lo espiritual.
Entonces el rico trata de inventar un nuevo medio de gracia para sus hermanos, uno que Dios debería haber usado para él, piensa que sabe mejor que Dios cómo salvarlos y culpa a Dios por su terrible destino. Lo que el rico dice aquí implica que si Dios le hubiera enviado algún mensajero de entre los muertos, se habría arrepentido para no llegar a este lugar. Creía que el plan de Dios no servía, que sería mejor enviar mensajeros de entre los muertos para asustar a los perdidos contándoles los horrores del tormento de los perdidos. El rico se preocupa por sus cinco hermanos. ¿Y qué pensaba de los demás que vivían de la misma manera descuidada? Primero muestra su egoísmo pensando en su propia miseria y luego manifiesta su egoísmo pensando solamente en sus hermanos.
Pero el punto principal del texto es que los fariseos y todos los demás que aman el dinero deberían escuchar a este rico en su miseria. En efecto él les está rogando a que se arrepientan para no llegar a ese lugar de tormento.
Esta petición del rico muestra una falta de confianza en la palabra de Dios y sus escogidos mensajeros. No confiaba en la Escrituras durante su vida y todavía no confía en ellas ya que está en el Hades. Lo que dice aquí implica que Dios no había sido justo con él, que él estaba en ese lugar de tormento porque Dios no le envió mensajeros de entre los muertos para exhortarle. El rico creía equivocadamente que algún mensajero de entre los muertos sería escuchado por sus hermanos, pero Jesús resucitó de entre los muertos y la mayoría de la gente no le escucha. Aunque Él apareció a sus discípulos, otros sabían de su resurrección[163]. Además, cuando levantó a Lázaro de Betania de entre los muertos, algunos de los judíos aun querían matarlo para que la gente no escuchara su testimonio[164].
Este texto contiene una lección muy valiosa para las personas que dicen que no quieren obedecer al evangelio “porque mis padres y otros familiares murieron sin obedecer”. Si los seres queridos de uno están sufriendo en el Hades, ninguno de ellos quiere que su pariente vivo les siga a ese lugar.
Ellos tenían las Escrituras; por eso, no les faltaba nada. Habían tenido amplia oportunidad de estar advertidos del peligro que les esperaba.
Pero el rico se atreve a contradecir a Abraham con respecto a la autoridad de las Escrituras. Así piensan millones: Que la Biblia no es suficiente para persuadir a los perdidos, sino que debe haber fenómeno sobrenatural, apariciones, visiones, sueños e infinidad de prodigios[165].
El rico dice: “Se arrepentirán”. Había creído que el arrepentimiento era algo que otros necesitaban, pero no todos.
Pero Abraham es realista. Si alguno se levantare de los muertos, dirían que no estaba muerto, que era un mentiroso o que estaba loco, etc. Esta petición del rico implica que si algún mensajero de entre los muertos le hubiera advertido a él, no habría llegado a este lugar de tormento, pero estaba en tormentos porque no hizo caso a la palabra de Dios para ser persuadido en cuanto al uso correcto de sus bienes. Estaba en el Hades porque no se arrepintió. Además, si sus hermanos seguían su ejemplo en este mundo, le seguirían también al Hades.
El problema del rico, como también el problema de millones de personas hoy en día, no tiene que ver con la falta de enseñanza, sino con la falta de voluntad. La Palabra de Dios tiene vida, vitalidad, como simiente[166]. Se compara con el fuego y el martillo[167]. Es viva y eficaz[168]. Es la espada del Espíritu[169]. El Espíritu Santo reveló la Palabra que fue predicada por los apóstoles y escrita en el Nuevo Testamento[170].
Hay mucha evidencia de que los milagros más estupendos no pueden convencer a muchos incrédulos[171]. El rey Saúl no se arrepintió cuando vio a Samuel. ¿Cuántos fariseos creyeron cuando abrió los ojos de un hombre ciego desde el nacimiento? Cuando Jesús levantó a Lázaro de Betania[172], los líderes de los judíos querían matarlo[173].
Sin embargo, muchos grupos religiosos quieren milagros ahora, mayormente los de sanidad y de lenguas. Estos comparten la incredulidad del rico de este texto. La simple realidad es que si los hombres poseen la verdad de la palabra de Dios, y si, dondequiera que miren, hay tristeza que consolar, necesidad que suplir, dolor que remediar, y ello no los mueve a la compasión y la acción, nada los cambiará.
g. Auméntanos la fe (Lucas 17.5-6).
Jesús les había reprendido por su “poca fe”[174]. Se requiere una “fe grande” para evitar tropiezos y para poder reprender y perdonar. Probablemente no tenían concepto alguno del perdonar sin límite. Se requiere una fe fuerte para obedecer tales mandamientos. Muchos no lo hacen. Para poder aumentar la fe es necesario reconocer la falta de ella[175] y tener el sincero deseo de tener una fe grande[176]. Es necesario reconocer lo que la fe puede hacer. Para muchos es muy difícil reprender e imposible perdonar. Una fe fuerte convierte lo imposible en lo posible.
Entre más uno oye y estudia la Palabra más crecerá su fe, pero ¿cuánto tiempo dedican los miembros de la iglesia al sincero estudio de las Escrituras? Algunos ni siquiera asisten a todos los servicios y clases bíblicas de la iglesia. ¿Cuántos de estos tendrán estudio bíblico en el hogar?[177]
Según Jesús, ellos mismos podrían aumentar su fe. Es necesario ejercitar la fe para que crezca. Jesús no habla solamente de la fe en Dios, sino también de la fe que los apóstoles deberían tener para ejercitar el poder que Jesús les dio[178]. No siempre tenían la fe necesaria para utilizar el poder que tenían[179]. El Señor le dio poder a Pedro para caminar sobre el agua pero se hundió por causa de su poca fe[180].
Lo mismo podía suceder con ellos, y con nosotros, con respecto a la fe no milagrosa, porque para que la fe crezca y sea fuerte, se necesita ejercitarla.
h. El buen siervo (Lucas 17.7-10).
Los apóstoles podían hacer milagros y lograr grandes cosas por el Señor, pero no por eso deberían exaltarse[181]. Ya les sobró ese espíritu y, por eso, había rivalidad entre ellos en cuanto a cuál sería el mayor en el Reino[182]. Siendo esclavos de Cristo, no es posible hacer más de lo que es el deber. Pregunta Job: “¿Traerá el hombre provecho a Dios?”[183] Tales siervos no podrían quejarse, porque si ellos hubieran sido amos en lugar de siervos, harían la misma cosa. El punto es que así funciona el arreglo amo-siervo.
Los fariseos estimaban grandemente su propia justicia[184]. Asimismo el catolicismo enseña que ciertas personas muy piadosas pueden tener un banco o tesoro de méritos que pueden beneficiar a otros. Estas obras se llaman “obras de supererogación”[185]. Lucas 17.10 refuta esta falsa teoría[186]. Nadie puede merecer el cielo.
La palabra “inútiles” no significa que su servicio no valía[187], sino que nuestro servicio nunca podría ser “excesivo” o digno de alabanza especial como servicio más allá de su deber.
Este texto es uno de los favoritos de los que promueven la “gracia sola” o la “fe sola”, pero hay un detalle que deben tomar muy en serio. Según el calvinismo, el que no hace nada sino que solamente confía en Cristo es el verdadero cristiano e hijo de Dios, pero si el siervo de Cristo que hace absolutamente todo lo que el Señor requiere es salvo por gracia, ¿cuál será la esperanza de aquel que no hace nada? Si el que hace todo es inútil, ¿qué será el que no hace nada? Si el evangélico meditará sobre esto un poco, le quitará el sueño.
Desde luego, Jesús, como nuestro Amo, es muy benévolo y bondadoso hacia nosotros, pero no por eso debemos olvidar que esos favores son la expresión de su gracia. Nosotros, por nuestra parte, debemos evitar la jactancia. Por fieles que seamos, no es posible poner a Dios bajo obligación a nosotros. Aun el que recibió los cinco talentos y trajo otros cinco no podía jactarse, porque solamente aprovechó lo que había recibido de otro[188]. No podía ser más que un “buen siervo y fiel”.
i. Los diez leprosos (Lucas 17.11-19).
Los leprosos no podían entrar en los pueblos, pero frecuentemente se encontraban cerca de las puertas mendigando pan. Dice Juan 4.9 que “judíos y samaritanos no se tratan entre sí”, pero estos diez leprosos estaban unidos en su miseria. En un sentido todos los afligidos son “hermanos”, reducidos al mismo nivel porque estaban inmundos[189]. Esto bien ilustra cómo el pecado hace inmundos a todos. Estaban aislados. El pecado nos separa de Dios[190].
Para un leproso, alzar la voz era difícil porque la lepra les dañaba las cuerdas vocales, así como la lengua y la boca en general. Pero es probable que estos sabían del leproso de Lucas 5.12 y tal vez otros[191]. No era necesario especificar lo que querían porque su condición era muy obvia; no simplemente pedían pan. Alzaron la voz para pedir ayuda porque creían que Jesús les podía limpiar de la lepra. No lo hicieron en voz baja. Alzaron la voz como hombres desesperados, pues no había remedio humano para esa aflicción[192].
Jesús siempre estaba listo a sanar, y les ordena que se muestren a los sacerdotes. Ya habían sido limpiados de la lepra por Jesús, aunque aún no se había visto el milagro, pero era necesario que el sacerdote los examinara y darles un certificado de su limpieza legal, para que pudieran volver a sus familias[193].
Ellos mostraron su fe por su obediencia[194]. Si no hubieran ido como Jesús mandó, no habrían recibido la limpieza. Así fue con Naamán el leproso sirio. Si no hubiera descendido al Río Jordán, según el mandamiento del profeta Eliseo, no habría sanado de su lepra[195]. De la misma manera somos limpiados del pecado al cumplir con el mandamiento de Jesús[196].
Si estos leprosos hubieran sido instruidos por muchos pastores y evangelistas sobre la “fe sola”, habrían tenido un debate allí en el camino sobre la necesidad de “ir”. Bien podrían haber argumentado: “Pero, no conviene eso, porque no seremos limpiados por obras sino por la fe sola. Mejor quedarnos parados aquí en el camino simplemente creyendo en Jesús para que desaparezca la lepra, y luego como señal de nuestra limpieza podemos ir”. Si esto no suena razonable, ¿por qué se cree razonable, lógico y bíblico, enseñar que cuando Jesús manda el bautismo para ser salvos[197] o para tener los pecados perdonados[198], no debe ser obedecido? ¿Cuál es la diferencia entre el “ir” y el “bautizarse”? Si el ir no es obra, tampoco lo es el bautismo.
Uno de los leprosos vio que había sido sanado y regresó gritando loas a Dios. Unos minutos antes diez hombres leprosos habían hecho un gran esfuerzo para pedir ayuda, ahora, un solo hombre, ya sano, vuelve glorificando a Dios a gran voz. Es muy normal alzar la voz a Dios para pedir sus favores, pero ¿alzamos la voz también para agradecerle y alabarlo por su misericordia cuando conseguimos nuestras peticiones?
Este hombre se postró agradecido con su rostro en tierra a los pies de Jesús, podía acercarse porque sabía que ya no era leproso y era samaritano. Ningún judío hubiera esperado que algún samaritano odiado tuviera gratitud hacia un judío. Era un extranjero que no sabía nada de las grandes bendiciones que los judíos recibían de Dios, pero en este caso el samaritano era el único que expresó gratitud.
Probablemente los otros nueve estaban muy felices. Ya podían regresar con sus familias. Sin lugar a dudas eran muy alegres, pero no agradecidos. Eran de los peores ingratos. ¿Esperaban para ver si la limpieza era verdadera y duradera? ¿Pensaban regresar después para agradecer a Jesús? ¿Pensaban que sin la ayuda de Jesús habrían sanado con el tiempo? ¿Dieron gloria al sacerdote que les dio el certificado de limpieza? ¿Pensaban que cualquier rabí pudiera haberlo hecho? ¿Ya estando limpios otra vez no querían asociarse con aquel samaritano que volvió a Jesús para darle gracias? Estuvieron en la profunda miseria y aflicción. ¿Dónde están ahora? Felices pero no agradecidos. ¿Dónde estarán en el juicio final?
En esta ocasión, como en la parábola del buen samaritano[199], la conducta de un samaritano expuso la mala actitud de los judíos. El samaritano alzó la voz para pedir y alzó la voz para dar gracias. Los demás alzaron la voz para pedir, pero no dieron gracias ni en voz baja. “Los nueve” representan la ingratitud hacia las buenas obras de Jesús. También representan a los “millones” que a diario reciben vida, salud y múltiples bendiciones de la mano de Dios pero son como los animales que no levantan el rostro hacia el cielo para dar gracias a Dios. ¿Dónde están los nueve? Estuvieron muy cerca del Gran Médico cuando estuvieron afligidos, pero ahora que están sanos están ausentes. En su aflicción los nueve gritaban a Cristo; y cuando les limpió, ¿alzaron la voz otra vez para expresar su gratitud? No. Simplemente callaron.
j. El día del Hijo del Hombre (Lucas 17.20-37).
Los judíos, oprimidos por la bota romana, estaban pendientes de la gran liberación esperada. Al escuchar el mensaje de Jesús acerca del Reino, los fariseos preguntan sobre el tiempo de su venida. Quizá la respuesta de Jesús no les deja tn satisfechos, ya que Él les dice que no vendría con manifestaciones políticas[200], con la organización de un ejército y campañas militares, con la delineación de fronteras, etc.[201], y les hace una manifestación que probablemente les deja con la boca abierta: “He aquí el reino de Dios está entre vosotros”. Esta expresión puede significar que el Reino estaba en medio de ellos porque Cristo el Rey estaba con ellos, o mejor, puede referirse a la naturaleza espiritual e interna del reinado de Cristo[202]. Sin embargo, esta expresión no significa que el Reino es meramente la condición espiritual del corazón. No es simplemente una buena disposición. Jesús no dice que el Reino entra en el hombre, sino que el hombre entra en el Reino[203].
Luego se vuelve a sus discípulos y les hace ver que en medio de persecución y tribulación[204] desearían su presencia personal como Libertador. Y muchos en la desesperación de las multitudes buscarán aprovecharse, por lo que el Señor advierte que vendrían falsos “cristos”. Entre el tiempo de la ascensión de Cristo al cielo y la destrucción de Jerusalén en el año 70 había varios que se levantaron para engañar al pueblo judío y aun a algunos de los cristianos[205].
La advertencia de Jesús debe ser tomada en serio. Cristo no vino a escondidas, sino en la forma más abierta y pública, como el relámpago, cuando trajo los ejércitos de Roma. No se puede negar que “aquel día” se refiere a la destrucción de Jerusalén, porque “el que esté en la azotea” cuando Cristo venga la segunda vez no puede hacer nada[206].
La venida final de Cristo será como el relámpago, pero esta profecía no se refiere a la segunda venida de Cristo, porque Lucas 17.23-24 dice lo mismo que Mateo 24.26-27 y Mateo 24.34 dice: “…no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca”. Es obvio que hay varios versículos de Lucas 17 que son iguales a versículos en Mateo 24. Hay varios versículos en Mateo 24 y textos paralelos que son apropiados para describir algún aspecto de la segunda venida de Cristo, pero tienen su aplicación primaria en la venida de Cristo en el año 70 para castigar a los judíos.
Es obvio, pues, que el juicio sobre Jerusalén en el año 70 era tipo del juicio final. Por eso, las referencias a los días de Noé y Lot, etc., se pueden aplicar a los dos eventos.
Lucas 17.25 nos indica que la predicción del versículo anterior se refiere a la venida de Cristo en la persona de los romanos para destruir la ciudad de Jerusalén. No está diciendo que tendrá que sufrir y ser desechado antes de su segunda venida en el fin del mundo. Desde luego, esto es muy cierto, pero se refiere a su sufrimiento antes de la destrucción de Jerusalén que fue el castigo que los judíos recibieron por haber rechazado a Cristo. Muchos textos bíblicos hablan del rechazamiento del Evangelio y del Reino de Cristo: Lucas 23.18-21; Juan 19.15; Hechos 3.13-15; 7.51-52; 13.46; 28.25-28, etc.
La vida estaría normal, así como en los días de Noé[207]. El pueblo simplemente no podía creer que vendría tal catástrofe, porque día con día todo seguía igual[208]. Lo mismo fue en los tiempos de Lot[209] en Sodoma y Gomorra. Obsérvese que Jesucristo habla de Noé y de Lot y estos acontecimientos como históricos. No hablaba de fábulas o leyendas.
Así era cuando Cristo vino en la persona del general de los ejércitos de Roma para poner sitio a la ciudad de Jerusalén en el año 70 del primer siglo, y así será en su segunda venida. Como ocurrió en los días de Noé y Lot, así será cuando Cristo vuelva. Los hombres estarán llevando a cabo los negocios del día y haciendo planes para el día de mañana sin tomar en cuenta las promesas y amenazas del Señor. Muchos textos hablan de esto: Mateo 24.44; Lucas 12.39; 1 Tesalonicenses 5.1-3; 2 Pedro 3.10-11; Revelación 3.3; 16.15. Será día de castigo[210].
El mensaje de Jesús era urgente, algo muy serio que había que tomar en cuenta en aquel momento y hay que hacerlo hoy también. La mujer de Lot no lo tomó en serio y desobedeció. Así fue que aparte de la destrucción de la ciudad, también se destruyó la esposa, porque su corazón todavía estaba en Sodoma y miró atrás y llegó a ser monumento de las consecuencias de la desobediencia. Por lo tanto, Noé y Lot sirvieron de ejemplos para los discípulos de aquel tiempo, y seguramente sirven de ejemplos para nosotros. Además, aparte de estar preparados para la segunda venida de Cristo, debemos estar listos para la muerte, porque cuando la muerte nos sorprenda, es el fin del mundo para nosotros.
En todos los juicios de Dios, ha habido y siempre habrá, separación de personas que parecen semejantes, pero los fieles serán separados de los infieles: Cuando el diluvio, la destrucción de Sodoma y Gomorra, la destrucción de Jerusalén, y seguramente cuando venga el juicio final. Se refiere a la separación de los preparados de entre los no preparados cuando Jerusalén fue destruida, pero es ilustración muy apta de la separación final[211].
Este lenguaje se ha adaptado para enseñar la teoría fantasiosa del “rapto secreto”. Se dice que Cristo vendrá para “arrebatar” a los justos para que escapen de “la gran tribulación” que durará siete años, y que después de esos siete años, descenderá con todos los justos, los arrebatados y los resucitados, para reinar por mil años en Jerusalén. Tales teorías son puras fábulas, sin base alguna en las Escrituras. El único arrebatamiento del cual la Biblia habla se describe en 1 Tesalonicenses 4.13-18 pero los arrebatados no estarán con Cristo por siete años sino para siempre y Pablo no dice nada de “gran tribulación”, ni de “Armagedón”, etc.
Jesús cita un proverbio conocido: “Dondequiera que estuviere el cuerpo muerto, allí se juntarán los buitres”[212]. Los zopilotes son atraídos por el cuerpo muerto. Jerusalén estaba muy corrupta, como un cuerpo muerto y, por eso, atraía su propia destrucción. Así será también en el fin del mundo, la corrupción de los que viven en pecado atraerá su castigo.
k. El juez injusto (Lucas 18.1-8).
El capítulo anterior y los que siguen apuntan hacia aflicciones y persecuciones para los discípulos de Jesús. Por eso, deben estar listos a persistir en la oración sin desmayar[213]. Muchos hijos de Dios desmayan por no orar con toda sinceridad y persistencia.
La Biblia habla mucho de viudas[214]. Dios es el Defensor de ellas.
Había un juez que era totalmente irreverente hacia Dios e indiferente hacia la opinión popular. Los hombres mundanos se jactan de su infidelidad. Para muchos mundanos todo lo que pertenece a Dios es broma. En esta condición van rápidamente y con mucha risa hacia el juicio.
También había una una viuda, la cual venía repetidas veces pidiéndole que le protegiera de su adversario.
Aunque ella hubiera querido, no podía “comprarle”; siendo indefensa no podía amenazarlo; no podía o no aceptaba que otra persona la representara; no era intimidada por el juez, sino que le hizo saber repetidas veces lo que necesitaba; no dejó de pedir cuando el juez no le hizo caso. ¡Qué buen ejemplo de la importunidad! La importunidad era su única arma y la usaba sin desmayar. ¿Hasta cuándo habría persistido? ¡Hasta lograr su propósito!
Y realmente lo logró, ya que el juez, a pesar de ser injusto, decidió apoyar a la viuda antes de que ella le colmara la paciencia. Y es tomado por Jesús como un ejemplo acerca de la justicia de Dios, que si es verdaderamente Justo. Los escogidos que claman a Dios son los cristianos que son perseguidos por causa de Cristo[215].
La palabra “pronto” ha de entenderse de acuerdo a los pensamientos de Dios[216]. Tenemos la plena seguridad que Dios “hará justicia a sus escogidos”, pero será en el tiempo que Él escoja. Los judíos que eran perseguidores de la Iglesia fueron castigados severamente cuando en el año 70 del siglo I los romanos destruyeron su ciudad. En cuanto a los perseguidores romanos, Lactancio escribió veinte páginas de las más interesantes discusiones de los terribles castigos, juicios y miserias que sufrieron los famosos perseguidores de la Iglesia, dando los detalles de lo que sucedió con Nerón, Domiciano, Decio, Valeriano, Aureliano, Diocleciano, etc.
Dios contestará la oración de fe, pero ¿existirá entonces la fe para ofrecer la oración? El Juez estará listo a contestar, pero ¿estará todavía orando la viuda?
Al estudiar las parábolas de Jesús, no conviene decir que cada persona y cada cosa representan a alguien o a algo, pero en esta parábola sí debemos observar el contraste entre el juez injusto y Dios, como también la semejanza entre la viuda indefensa y los “elegidos” que son afligidos por el mundo y que tanto dependen de Dios. Como esta viuda fue personalmente delante del juez con sus súplicas, así también los cristianos deben acudir a Dios por medio de nuestro Mediador para obtener ayuda[217].
Este juez, como oficial público era injusto y como hombre ni temía a Dios ni tenía compasión de sus semejantes, pero aun así él concedió la petición de la viuda por causa de su persistencia. Entonces ¿cuánto más nuestro Dios justo y misericordioso escuchará las peticiones de los elegidos?[218]
Jesús enseña que debemos persistir en oración sin desmayar y promete que Dios “hará justicia” a sus escogidos y que lo haría “pronto”. Sin embargo, los santos que claman al Señor deben recordar “que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día”[219], porque de otro modo pueden desmayar pensando que Dios no les oye o que no se preocupa por ellos.
l. El fariseo y el publicano (Lucas 18.9-14).
Los fariseos eran quienes formaban, junto con los saduceos, la “aristocracia” judía, la clase noble de la nación. Eran la clase regidora de los judíos y lo que se dice del fariseo en esta parábola se podría decir de esa clase de gente.
Hay personas religiosas que menosprecian a otros, pero también hay muchos mundanos que menosprecian a los cristianos, diciendo que somos fanáticos, intolerantes, hipócritas y santurrones. Esto sucede porque la luz es aborrecida por las tinieblas.
Las parábolas de Jesús son muy interesantes, pero Él siempre las habló con un propósito. Algo las ocasionaba. En este pasaje describe la actitud mala de algunos y la parábola que sigue expone el error de esa actitud.
Dos hombres van al Templo a orar, hasta aquí todo está bien, eran dos personas en apariencia piadosa que seguían las costumbres de la época, subiendo al Templo, ya que se consideraba que la oración era especialmente eficaz si se ofrecía en el Templo. Uno de los hombres era fariseo, y el otro publicano.
El fariseo estaba en pie, la postura común de los judíos para orar, oraba consigo mismo; no pensando en Dios sino en sí mismo. Hacía un soliloquio con su propia alma, una complacida recitación de sus propias virtudes para su propia satisfacción, no comunión con Dios, aunque se dirige a Dios. Este es otro caso de orar simplemente porque se debe orar. El no tenía nada que pedir a Dios, ni nada que agradecer. Era la hora para orar y oraba. Es semejante al predicador que predica porque se debe predicar. No tiene sermón bien estudiado, no tiene mensaje urgente para la gente, pero es la hora para predicar y hay que predicar.
El fariseo daba gracias a Dios, no por las bendiciones que había recibido o recibiría, sino que agradecía por ser muy “justo”, y en su justicia señalaba a los demás, incluso al publicano que estaba cerca. Lo que este fariseo dijo suena como el rabino que dio gracias a Dios que era judío y no gentil, que era fariseo y no de los judíos comunes, que era hombre y no mujer. Después de estudiar esta parábola, tengamos cuidado de no decir a Dios: “Te doy gracias que no soy como este fariseo”.
El fariseo insistía en su piedad, resaltando que hacía ayuno dos veces a la semana, cuando la ley requería solamente uno[220], el día de la expiación, pero los fariseos querían ser “más piadosos” y, por eso, ayunaban a veces los lunes y los jueves. También sacaba a la luz los diezmos que daba[221]; los israelitas habían de dar la décima parte del maíz, vino, aceite y ganado, pero los fariseos incluían las hierbas más pequeñas[222] para ser aun más “santos”. Las palabras del fariseo fueron más “jactancia” que oración. No oraba para alabar a Dios, ni para darle gracias por sus muchas bendiciones, ni para pedir algo, ni para confesar pecados y pedir perdón. No está pensando en Dios, sino en sí mismo: El “yo” se ve en las palabras “te doy”, “no soy”, “ayuno”, “doy diezmos”, “gano”. Lo que Jesús condena es el desprecio de otros y la exaltación de sí mismo como muy justo delante de Dios.
Entonces, ¿qué implica este fariseo? ¿Qué Dios le debe algo por ayunar dos veces a la semana y diezmar aun las semillas más pequeñas? Una cosa es cierta: El fariseo no pidió nada y no recibió nada. No recibió beneficio alguno por haber subido al Templo para orar. ¿Qué tal nosotros? Vamos a los servicios de la Iglesia y cumplimos con los mandamientos. ¿Recibimos beneficio espiritual? ¿Crecemos? ¿Salimos más fuertes, más resueltos a ser fieles? O ¿simplemente salimos como entramos, sin recibir nada?
El otro hombre era un publicano. Los publicanos o recaudadores de impuestos romanos, eran odiados y menospreciados porque tenían la reputación de ser extorsionistas, pero Mateo y Zaqueo eran publicanos. ¿Eran culpables de tal crimen?
Igual que el fariseo, este publicano va a orar, pero a diferencia del otro, se presenta con un corazón humilde. El publicano ni siquiera pide bendiciones materiales, sino solamente la misericordia. Lo que Jesús aprueba en este publicano era su pobreza de espíritu[223]. No habla de los pecados de otros sino de los propios. Estaba consciente de su necesidad de Dios y pide misericordia.
Hace un clamor a Dios, rogándole que le fuera “propicio”. La palabra propicio es la misma que se usa en Hebreos 2.17. El pecador recibe misericordia y perdón cuando los pecados son “expiados”. El significado básico de hacer propiciación es cubrir. Por ejemplo, Hebreos 9.5, “el propiciatorio” era la cubierta del arca del pacto, donde se rociaba la sangre para expiar o cubrir los pecados del pueblo[224].
El publicano sí recibió algo, el don más precioso de todos: La justificación.
Este texto no debe ser usado para enseñar que el pecador solamente tiene que orar humildemente a Dios pidiendo misericordia y perdón; es decir, este publicano no es ejemplo para los pecadores que nunca han obedecido al Evangelio de Cristo. Él era judío, y desde nacimiento, era hijo de Dios. En Lucas 19.9 vemos a otro publicano llamado Zaqueo, que era hijo de Abraham y por eso hijo de Dios. Por eso, él sólo tuvo que confesar su pecado y pedir perdón. Así es con la persona que obedezca al Evangelio y luego volver a pecar. Recordemos el caso de Simón el mago[225]. El apóstol Pedro le dijo: “Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón”, porque ya había sido bautizado[226]. El mismo Pedro dijo a los judíos que no habían obedecido al Evangelio que deberían arrepentirse y ser bautizados para perdón de los pecados[227].
m. El divorcio (Mateo 19.3-12; Marcos 10.2-12; Lucas 16.18).
Los fariseos llegaron con la motivación de poner a pruebas a Jesús. No les interesaba la verdad, sino una ocasión para atrapar a Jesús, poniéndole en oposición o a Moisés o a uno de los rabinos principales del tiempo.
Mateo es quien mejor registra este intercambio entre los fariseos engañosos y Jesús; ellos dicen: “repudiar a su mujer por cualquier causa”. Los rabinos discutían el significado de lo que dijo Moisés en Deuteronomio 24.1: “Por haber hallado en ella alguna cosa indecente”. Los más liberales insistían en que la “cosa indecente” podría ser cosa como el quemar la comida del marido. De esta actitud salió la conclusión de que el divorcio podría ser por cualquier causa. Juan el bautista había perdido su cabeza por negar tal interpretación en el caso del matrimonio de Herodes y Herodías[228].
Jesús responde a la pregunta de ellos por medio de una pregunta suya. Les obliga a declarar lo que Moisés había dicho. Le dirige al gran legislador de Israel, a su propia sede de autoridad. Es muy posible que ellos buscaran hallar a Jesús en contradicción a Moisés.
Su respuesta evadía la cuestión de divorcio por cualquier causa, y las condiciones que Moisés puso al caso de divorcio. Hay que leer con cuidado Deuteronomio 24.1, y los tres versículos siguientes. Moisés no dio permiso de divorciar sin límites. Moisés no mandó el divorcio, sino la carta de divorcio.
La palabra griega, aquí traducida “divorcio”, es apostasion. En ella vemos la palabra “apostasía”, que literalmente significa dejar cierta posición. Aquí la idea es la de separación de esposos. La palabra “repudiar” se traduce del vocablo griego apoluo, que significa “soltar o desligar”. El marido, al dar la carta de divorcio a la mujer, le despide de su casa. No había nada de acción secular de legalidad; solamente la acción de parte del marido al darle a la mujer la carta de divorcio y al despedirle.
Pero Jesús pone el dedo en la llaga cuando les indica que Moisés lo permitió por la dureza del corazón de los judíos. En su dureza de corazón, los judíos estaban repudiando a sus mujeres para después en algunos casos volver a tomaras por esposas. Para regular esta anomalía y abuso social, Moisés mandó el asunto de la carta de divorcio más la restricción contra el volver a tomar de nuevo a la mujer por esposa. Este mandamiento fue parte de una ley que fue añadida hasta que viniera Cristo, el Mesías[229].
Este mandamiento de Moisés se aplicaba solamente a casos en que el marido hallara en su esposa alguna cosa indecente. La “cosa indecente” no puede haber sido el adulterio, porque en tal caso se mandaba la muerte por castigo[230]. Tuvo que haber sido algo de indecencia en la desnudez.
Una vez despedida, si dicha mujer se casara con otro, sería “envilecida”[231].
Debemos notar que el pasaje de Deuteronomio habla de una serie de suposiciones con la conclusión absoluta de que en tal caso al marido se le prohíbe tomar de nuevo a la mujer que despidió. La mayoría de las versiones traducen mal el versículo 2 al decir: “…podrá ir y casarse con otro hombre”, dejando la impresión de que, al decir “podrá”, se habla de permiso. El texto original no dice así. Cito el pasaje según la Versión de Torres Amat: “Si un hombre toma una mujer, y después de haber cohabitado con ella, viniere a ser mal vista de él por algún vicio notable, hará una escritura de repudio, y la pondrá en su mano, de la mujer, y la despedirá de su casa. Si después de haber salido toma otro marido, y este también concibiere aversión a ella, y la diere escritura de repudio, y la despidiere de su casa, o bien si él viene a morir; no podrá el primer marido volverla a tomar por mujer; pues quedó amancillada… ”. Las versiones ASV, PDT LBLA, y la Traducción Kadosh Israelita Mesiánica de Estudio se expresan de igual manera. La Toráh dice: “Si después de salir y marcharse de casa de éste, se casa con otro hombre”. El punto del pasaje es sencillamente éste: Si tales cosas pasan, el primer marido ¡no podrá volver a tomarla por mujer! Nótense las frases que emplean la palabra “si”, y el modo subjuntivo futuro; estos expresan suposiciones.
Ahora Jesús introduce un contraste: Moisés mandó aquello sobre la carta de divorcio, pero el diseño divino original para el matrimonio es diferente. Mateo 19.8 registra estas palabras de Jesús: “Mas al principio no fue así”. Génesis 1.27 dice: “Varón y hembra los creó”. Sabemos lo que Dios quiere por lo que ha hecho y dicho. Quiere para el matrimonio un solo hombre y una sola mujer y no el divorcio con sus matrimonios múltiples consecuentes. Tampoco hizo para el matrimonio dos varones, o dos hembras. La homosexualidad popular de hoy en día carece de autorización divina. Es más; queda condenada por Dios[232].
Mateo 19.4 nos hace ver que Jesús preguntó a aquellos fariseos: “¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo?” Ellos en su lectura bíblica, hacían gran caso de Deuteronomio 24.1, pero ignoraban con conveniencia Génesis 1.27. Los falsos citan de la Biblia a su manera.
Dado que hay entre los que profesamos ser cristianos quienes hacen argumentos de los evolucionistas teístas, negando que los seis días de la creación, en Génesis capítulo uno, sean días literales de 24 horas, y afirmando así que pasaron billones de años antes de la aparición del hombre en la tierra, debemos notar estas palabras de Jesús que afirman que Adán y Eva estuvieron en el principio de la creación. Tales hermanos en Cristo son falsos maestros que prefieren argumentos de evolucionistas teístas más que las palabras de Jesús mismo.
“Por causa de esto” o “Por esta causa”. Se hace referencia al plan de Dios al crear al hombre y a la mujer. El matrimonio está establecido por los hechos de la creación de Dios en el principio.
Deja la relación de padre e hijo. Ya se hace independiente de los padres para comenzar su propio hogar. El matrimonio es una relación más fuerte que la que existe entre los padres y sus hijos.
Hay algunos manuscritos omiten la frase “y se unirá a su mujer”. El verbo “unirse”, en la lengua griega, significa pegar como con pegamento. Con razón Dios aborrece el repudio o divorcio[233].
Luego Jesús cita Génesis 2.24. Esto se puede decir solamente del matrimonio, los padres y los hijos no son una sola carne. La unión sexual entre el marido y su esposa hace que ya no son dos, sino uno, en el propósito del yugo permanente del matrimonio.
Debe notarse que como los esposos siguen siendo dos personas en el matrimonio que les hace “uno”, de igual manera hay tres personas en la Deidad; Dios es uno. Otra ilustración de esta misma verdad se encuentra en Juan 17.21, donde vemos que los cristianos, que son muchas personas distintas, son “uno en nosotros”, dice Jesús. La unidad consiste en el propósito singular en que se hallan las diferentes personas individuales.
Jesús llega a la conclusión en su discusión con los falsos maestros, los fariseos. Hace un gran contraste entre el plan original de Dios sobre el matrimonio, y lo que Moisés permitió y mandó temporalmente para regular abusos respecto al matrimonio debidos a la dureza de corazón de los maridos judíos del tiempo.
La respuesta a la pregunta de Mateo 19.3 es: Lo que Dios juntó, el marido y su mujer por toda la vida[234], no lo separe el hombre por medio del divorcio.
Marcos no registra el punto de la causa excepcional respecto al divorcio, pero Mateo sí[235]. Debemos recordar siempre que es Dios quien junta, y solamente él puede librar al cónyuge de sus votos de matrimonio. Se hace el argumento de que el hombre puede, separar lo que Dios juntó. Sí, puede desobedecer a Dios, pero no puede dictar las consecuencias de su divorcio. Puede disolver la unión físicamente, pero no puede librarse de sus votos que hizo cuando se casó. Si se divorcia, sin la causa estipulada, es cierto que queda no casado[236], pero no queda libre de sus votos. Solamente Dios puede hacer eso, y lo hace solamente a beneficio del inocente de los dos cónyuges en el caso de fornicación.
El matrimonio es más que una unión física de dos cuerpos[237]. Es también un pacto sellado con votos[238]. El hombre solo puede disolver la unión física pero solo no puede disolver el pacto. Solamente Dios une, y solamente él separa. El divorcio por cualquier causa queda, pues, condenado. Nos conviene prestar atención a Jesús, porque es Dios, es nuestro Salvador, y va a ser el Juez de todo el mundo en el día del juicio final[239].
Habiendo oído la discusión entre Jesús y los fariseos, sobre el matrimonio y el divorcio, los discípulos desean más explicación. Surgen preguntas en sus mentes, ya que Jesús repudió el permiso de Moisés sobre la carta de divorcio y estableció de nuevo el plan de Dios desde la creación para el matrimonio.
Jesús deja en claro que el que se divorcia y se casa con otra, comete adulterio contra su esposa original. Moisés no dijo en Deuteronomio 24.1-4 que la repudiada “podía” ir y casarse con otro marido. Dijo que si lo hace, mancillándose, o envileciéndose, el primer marido no puede volver a tomarla por mujer. Aquí está el único “poder” en el pasaje.
Marcos registra la regla general del matrimonio, del divorcio, y de las segundas nupcias, mientras que Mateo registra también la cláusula de excepción. Aquí el caso presentado por Jesús no involucra nada de fornicación de parte de uno de los cónyuges.
Es importante notar que de los tres verbos en esta frase: “Repudiar, casarse, cometer”, los primeros dos son del tiempo aoristo[240]. Pero el tercero es del tiempo presente, que en el griego significa acción continua y habitual. El que repudia, acción definitiva y cumplida, a su mujer, y que se casa, acción definitiva y cumplida, comete, acción continua y progresiva, adulterio; es decir, está viviendo en adulterio, mientras siga en esa situación.
Dice Jesús: “Y se casa con otra”, refiriéndose a lo que el marido hace legalmente enseguida de divorciarse de su esposa. Se casa con otra, pero no por eso Dios lo reconoce y aprueba. Dios no aprobaría un caso de adulterio. La unión adúltera sigue siendo “pecado” mientras la unión permanezca. No hay arrepentimiento hasta que se disuelva dicha unión pecaminosa. No es cuestión de arrepentirse de haber hecho algo, de divorciarse y volver a casarse, sino de arrepentirse de estar en una unión adúltera. El arrepentimiento demanda que se abandone tal unión.
En este caso, presentado por Jesús en este versículo, el pecado cometido por el marido, al divorciarse de la esposa y casarse con otra mujer, es contra su esposa que Dios le dio. El peca contra ella, porque la despide de su casa injustamente, abandonándole por otra mujer.
Aunque la Ley de Moisés no autorizó que la mujer iniciara el divorcio, Jesús sí reconoce esta acción de parte de ella. La ley romana permitía que la mujer se divorciara de su marido. Marcos, que escribió principalmente para lectores romanos, registra estas palabras de Jesús referentes a la mujer. Según Jesús, sea el hombre, o sea la mujer, el que se divorcia, no por causa de fornicación, de su esposo y se casa con otro, entra en una relación continua de adulterio.
Mateo 19.9 registra lo que Jesús dijo a los fariseos, y por eso no incluye esto de iniciar la mujer el divorcio; Marcos 10.12 registra lo que Jesús dijo a los discípulos aparte e importa porque pronto los discípulos estarían yendo por toda el mundo a predicar el Evangelio.
n. Bendición a los niños (Mateo 19.13-15; Marcos 10.13-16; Lucas 18.15-17).
El propósito en particular que tuvieran los padres al presentar sus niños a Jesús, no se declara. Sin duda esperaban recibir algún beneficio o bendición de Jesús por medio de la imposición de sus manos sobre los hijos.
Es de notarse que los padres no trajeron sus niños a Jesús para que los bautizara, según sugieren algunos sectarios. No hay nada en este relato que justifique la llamada membresía infantil en la iglesia. Tampoco trata este pasaje de la llamada ceremonia en la iglesia local de “dedicación de niños a Jesús”. Una táctica favorita del falso maestro es el ignorar el contexto y luego el jugar con palabras.
Cuando los discípulos lo vieron, comenzaron a reprender a los que los presentaban a Jesús. Esta acción se hacía aparte de la presencia de Jesús y continuaba por un tiempo, pues la traída de los niños continuaba. No se nos revela la razón por qué los discípulos procuraban poner fin a la traída de los niños, o bebés. Obviamente no veían la importancia del evento, pero Jesús, sí.
Viendo Jesús que los discípulos están reprendiendo a los que traen los bebés, se indigna, se enoja de manera fuerte. Esto implica que los discípulos no actuaban solamente en ignorancia, sino con malos motivos. Jesús se aprovecha de la oportunidad para enseñar sobre la naturaleza del Reino venidero y de los que lo van a componer. En su Reino no hay lugar para la ambición carnal y el sentido de superioridad unos sobre otros. El niño ilustra la humildad y la sumisión necesarias para todo ciudadano del Reino del cielo. Jesús ya había tocado este punto.
Ahora, si según el calvinismo el bebé nace totalmente depravado, habiendo heredado la culpa del pecado de Adán, entonces la lógica nos obliga a concluir que el Reino de Dios es compuesto de personas pecadoras. Pero si el niño o bebé es inocente, puro, sumiso y humilde, con razón se puede decir que el Reino de Dios es compuesto de personas del carácter del niño.
Jesús no dice que el Reino de Dios es compuesto de niños, sino de “los tales” como ellos. Estos tales han sido bautizados en un cuerpo[241], que es la Iglesia[242]. El bautismo es para quienes han creído en Cristo, se han arrepentido de sus pecados, y han hecho confesión de su fe en Cristo; es para pecadores. Los niños de brazos no nacen pecadores, ni cometen pecado; por eso el bautismo no es para ellos. Pero ellos representan el carácter que tiene que poseer todo ciudadano en el Reino de Dios.
No hay nada de membresía infantil en la Iglesia en este pasaje. El pasaje no habla de niños que vengan solos a Jesús, sino de niñitos que son traídos a él.
Los hombres dados a la ambición carnal y al autoservicio no pueden entrar en el Reino de Dios; no pueden ser parte de él. Todos tienen que humillarse y mostrar el carácter del niñito para poder esperar participar en el gobierno de Dios por medio de la verdad sembrada en corazones “buenos y rectos”[243]. Para el discipulado y la membresía en el Reino de Dios, la humildad es básica.
Con este acto, Jesús gráficamente mostraba su aceptación de los niños inocentes e indicaba que el Reino de Dios acepta solamente a los tales. Al poner las manos sobre ellos, daba a entender que iba a impartirles alguna bendición, y lo hacía. De esta lección, usando Jesús objetos visibles, los niñitos, los discípulos aprendieron cómo es el Reino de Dios en cuanto a requisitos para entrar en él y a la naturaleza de él. Los reinos de los hombres no se comparan con él en nada. Como lo aprendieron ellos, lo tenemos que aprender nosotros.
ñ. El joven rico (Mateo 19.16-22; Marcos 10.17-22; Lucas 18.18-23).
Como la ciudadanía en el Reino de Dios requiere humildad y sumisión, el suceso de este pasaje da una oportunidad a Jesús de enfatizar la necesidad de sacrificio y servicio para entrar en el Reino.
Jesús y sus discípulos salen de la casa y comienzan su camino, muy probablemente a Jerusalén. De pronto un hombre, según Mateo, joven, y según Lucas, principal, viene corriendo y se postra ante Jesús. Era un hombre joven, rico, de buen carácter y de alta posición. Vino con prisa, con urgencia. El acto de arrodillarse delante de Jesús declara que él tenía algo de conocimiento acerca de la persona de Jesús y le mostró alto respeto. El contenido de su pregunta indica que este joven tenía sus prioridades bien colocadas. Le interesa más que nada heredar la vida eterna; cuando menos, así pensaba él. Pero veremos que le fue más fácil arrodillarse y hacer una buena pregunta que negarse del engaño de las riquezas.
Al decir: “Maestro bueno”, el joven tenía que admitir que Jesús es Dios, porque “ninguno hay bueno, sino solo Dios”[244]. Esta pregunta de Jesús está diseñada para obligar al joven a preguntarse si admite que Jesús es Dios. Él había dicho: “buen maestro”. Todo judío sabía que solamente Dios es bueno. La pregunta entonces es: ¿Me llamas bueno porque crees que soy Dios? ¿Qué puedo guiarle a la vida eterna? De esta manera Jesús llamó la atención a su deidad.
Reconoce que cada cual es responsable por su salvación eterna. Pregunta: “¿Qué haré yo?” Según Mateo 19.16, él pregunta: “¿Qué cosa buena debo hacer?”[245]. ¿Qué le faltaba?
Siendo judío, cuando Jesús menciona los mandamientos, este joven sabe que se refiere a los Diez Mandamientos hallados en Éxodo 20 y Deuteronomio 5.
El adulterio es una forma de fornicación[246] que involucra un cónyuge; es violación de los votos del matrimonio. El defraudar es obrar con perfidia o falta de fe[247]. De los tres sinópticos, solamente Marcos menciona “defraudar”. Dentro de los Diez Mandamientos, este mal se incluiría en el codiciar.
Los primeros cinco mandamientos son imperativos del tiempo aoristo, son actos singulares, pero el último es imperativo del tiempo presente, indicando acción habitual y continua.
Su declaración apunta a una crianza correcta que nos recuerda del caso de Timoteo[248] en cuanto a la crianza de él, y de su buen carácter[249]. Pero a pesar de su buen carácter, tenía una falta que ignoraba. Mateo 19.20 nos dice que preguntó: “¿Qué más me falta?”
Jesús le mira. El verbo griego empleado aquí indica una mirada intensa, que sin duda el joven pudo notar. Otras versiones dicen: “mirándole fijamente”[250], “poniendo en él los ojos”[251], “fijando en él la vista”[252].
Jesús aprecia su sinceridad, y por eso pasa a darle la información deseada. Es amor de parte de Dios el que nos hace posible la salvación eterna y nos proporciona la información necesaria para alcanzarla. ¿Apreciamos nosotros ese amor?
Jesús, siendo Dios, conoce el corazón del hombre[253]. Jesús sabe que esta muy buena persona tiene una falta que impide su salvación eterna. Es la confianza que tiene en las riquezas.
Jesús da la solución para el problema de esta persona. Esto es lo que le faltaba a él, dada su actitud de mente hacia las riquezas. Jesús no está enseñando que es malo tener riquezas, sino es malo confiar en ellas[254]. Jesús se asoció con los ricos[255]. Personas de medios le servían en su ministerio personal[256]. Lo malo consiste en “poner la mira en las cosas de la tierra”[257].
“Tesoro en el cielo” equivale a “vida eterna”. El sencillo hecho de empobrecerse no basta para alcanzar la vida eterna; hay que entregar el ser totalmente al Señor, hasta sufrir físicamente cuando sea necesario.
La frase “tomando su cruz”, no aparece aquí en las versiones ASV, VPB, BLA, MOD, etc.
Él se entristeció porque tenía muchas posesiones. Su tristeza se debe a sus muchas riquezas poseídas; está consciente de su defecto, su falta. Quiere la vida eterna pero también confía en las riquezas. No ha aprendido la lección de Mateo 6.19-21. No quiere pagar el precio de la vida eterna. El que confía en las riquezas no confía en Dios[258].
o. El peligro de las riquezas (Mateo 19.23-26; Marcos 10.23-27; Lucas 18.24-27).
Los discípulos estuvieron escuchando la plática entre Jesús y el joven rico. Estuvieron viendo que cuesta ser discípulo de Cristo y entrar en la vida eterna. Estuvieron contemplando sus propios casos con respecto a bienes materiales y a sus sacrificios personales. Ahora, Jesús se dirige a ellos.
El dinero y las posesiones en sí no son malos, ni buenos. Pero sí presentan una dificultad para la persona que desea salvarse eternamente, si así se permiten. Habrá ricos en el cielo[259]; es el amor al dinero lo que produce la tragedia. El rico, tiene una tentación que vencer que no tiene el pobre. El pobre tiene sus propias tentaciones que vencer.
Ellos se asombraron. Su asombro se debe a su concepto todavía incompleto del Reino de Dios. “¿No son necesarios los ricos para establecer y mantener reinos?”, pensarían ellos.
Jesús explica lo que quiere decir con la frase “los que tienen riquezas”; se refiere a tenerlas para confiar en ellas, en lugar de confiar en Dios. Esta es la lección de Mateo 6.24-34. A los ricos no se les manda empobrecerse literalmente, por medio de regalar todos sus bienes materiales a los pobres, sino que hagan según 1 Timoteo 6.17-19. Dios da “todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos”; que seamos, pues, buenos administradores de ellas[260]. El problema que tiene todo hombre con el dinero es que no confíe en él ni que quiera enriquecerse como fin en sí, cosa que es codicia[261].
Jesús habla de la imposibilidad de que el rico, que confía en sus riquezas, entre en el Reino de Dios, de igual manera como es imposible que el camello pase por el ojo de una aguja. Es imposible porque tal rico no confía en Dios, sino en el poder de sus riquezas.
Hay una versión que dice que la traducción de la palabra “Kamelos”, es incorrecta cuando dice “camello”, sino que se refiere más bien a una soga gruesa con la que se amarran los barcos. Otra versión es que “ojo de aguja” se refiere a un paso montañoso por donde apenas puede pasar un hombre, mucho menos un camello. También hay que tomar en cuenta que las ciudades amuralladas de antes, estaban salvaguardadas con grandes puertas que se abrían durante el día y se cerraban en la noche; estas puertas tenían una puerta pequeña a la que se le llamaba “ojo de aguja” y que se podía abrir para que un viajero que llegaba después del anochecer, pudiera resguardarse en la ciudad, pero cuando venía con un camello, era muy difícil hacerlo entrar por esa pequeña puerta.
No solamente las riquezas tientan al hombre, sino también la pobreza[262]. La idea común, de que no habrá ricos en el cielo, sino solamente los pobres de esta vida física, no es enseñanza bíblica. El requisito para todo el mundo, en cuanto a la ciudadanía en el reino de los cielos, es que nazca de nuevo[263].
Job, Abraham, Zaqueo, José de Arimatea, etc., eran hombres hechos ricos por Dios[264]. Pero usaban sus riquezas para la gloria de Dios, como buenos administradores de ellas. Abraham es un buen ejemplo de esto.
El concepto común del hombre es que las riquezas son necesarias para el adelanto de cualquier reino. Compartiendo de tal concepto, los discípulos quedan maravillados de lo que Jesús acaba de decir. Dado su estado mental, la conclusión para los discípulos tiene que ser que nadie puede ser salvo. Por eso, piensan que Jesús tiene que estar equivocado, pues saben que ellos como los demás hombres todos desean tener posesiones.
Lo cierto es que el hombre, dejado solo, con sus conceptos terrenales en cuanto a los bienes materiales, no puede entrar el Reino de los cielos. Pero Jesús quita la conclusión de los discípulos; no hay problema. Hay salvación para todo el mundo, rico y pobre, con tal que el hombre se someta a la voluntad del Todopoderoso. ¡Dios sí puede salvar! Su gracia “se ha manifestado para salvación a todos los hombres”[265]. Todo lo puede el hombre, pero solamente en Cristo Jesús[266]. No hay lugar, pues, para inquietudes de parte del hombre en cuanto a la salvación. Dios da a todos la seguridad.
p. El premio al celo (Mateo 19.27-30; Marcos 10.28-31; Lucas 18.28-30).
Mateo 19.27 agrega que Pedro pregunta: “¿Qué, pues, tendremos?” Pedro declara la verdad al decir que los apóstoles todo lo habían dejado por seguir a Jesús ya por unos tres años. Ahora, Pedro quiere saber, dado que todo es posible con Dios, si él dará la salvación a los tales. Él había oído la promesa que Jesús hizo al joven rico de “tesoro en el cielo” a base de sacrificio personal. Así que quiere saber si ellos los apóstoles han de recibir ese tesoro, si esa promesa les toca a ellos.
La respuesta de Jesús comienza con esta expresión de seguridad y confianza: “Amén os digo”. Hay certeza en esta respuesta; por eso que nadie lo dude.
Pedro había dicho: “todo lo hemos dejado”; Jesús define la palabra “todo” en este contexto: Se refiere a casas, tierras y parientes cercanos; es decir, las posesiones más preciosas para uno. El sacrificio de estas cosas, por Cristo y su evangelio salvador, es el sacrificio que se requiere para entrar en el Reino de Dios. Es el sacrifico que el joven rico no quiso hacer. Este es el significado de Mateo 6.33. Los bienes materiales, juntamente con las relaciones más cercanas de familia, no pueden tener la prioridad; tienen que ser sacrificados todos en un servicio a Dios de “todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas”[267].
“Cien veces” es una expresión que indica plenitud de bendiciones. Sacrificándose uno en esta vida por la causa de Cristo, él puede esperar aún en esta vida todo lo que necesite de bienes y relaciones, aunque su servicio a Cristo también puede traerle persecuciones[268]. Si tiene que dejar a sus padres o a sus hermanos por su fe en Cristo[269], hallará a quienes les sirvan de padres y hermanos. Si tiene que dejar propiedades en su fidelidad a Cristo, tendrá el uso necesario de tales propiedades en su vida de cristiano. Dios proveerá por él[270].
Pero lo que importa más que nada es el “tesoro en el cielo”, la vida eterna. Esta vida física es temporal y por eso pasará[271]; la eterna no tiene fin[272].
Repetidas veces Jesús enseñó que los “…primeros serán postreros, y los postreros, primeros”[273]. Los “primeros” son los de riquezas y poder; estos no tienen ninguna prioridad en el Reino de Dios. De hecho, si siguen confiando en su riqueza y poder, serán en la vista de Dios los últimos. Ni pueden entrar en el Reino. Los “últimos” en la vista de los hombres, por no contar con grandeza de poder y posesiones, al servir con todo su corazón al Señor, serán exaltados a la posición de primeros, en grandeza verdadera. Grandes son las diferencias entre el pensar del hombre y el de Dios[274].
q. Los obreros de la tarde (Mateo 20.1-16).
El Reino de los cielos es semejante a un hombre, no al hombre mismo, sino a la situación que se desarrolla, que en la mañana fue a contratar obreros para su viña.
No debe haber división entre los últimos versículos del capítulo anterior y este, porque la parábola de la viña ilustra lo dicho en Mateo 19.30. También es la continuación de la respuesta a la pregunta de Pedro en Mateo 19.27.
Jesús habla mucho de viñas en sus parábolas[275]. En el Antiguo Testamento el Pueblo de Dios se compara con una viña[276]. Jesús dice que Él es la vid y que sus discípulos son como sarmientos[277].
A las nueve de la mañana vio a otros que estaban en la plaza desocupados. La plaza del mercado era el lugar a donde acudían hombres y amos para todos sus acuerdos y cada mañana, antes de despuntar el alba, se reunía una numerosa multitud de campesinos, con azadones en las manos, esperando ser contratados para el día para trabajar en los campos de los alrededores, tal como ocurre en algunos pueblos de las Estados Unidos con los inmigrantes desempleados, y les contrató.
Volvió a ir a la plaza al mediodía, a las tres de la tarde y a las cinco y contrató más jornaleros. Muchos trabajadores estarán de acuerdo de que esto es más pesado estar sin trabajo que el trabajar; además, los tales están preocupados por no tener dinero para comprar lo necesario para su familia. No estaban voluntariamente desocupados; más bien, estuvieron en el lugar designado para encontrar empleo.
Al anochecer mandó que se les pagara, tal y como era la costumbre, el jornalero recibía su sueldo al terminar la obra de cada día[278]. Si no lo recibía ¿con qué daría de comer a su familia?[279] Cuando llegó el momento de la paga se llamó primero a los que había llegado de último y se les dio un denario. Si los que llegaron primero hubieran recibido su sueldo primero, probablemente habría salido de una vez sin darse cuenta de lo que los otros recibieran, pero el plan de comenzar desde los postreros dejó en suspenso el asunto de cuánto recibirían los primeros. Al venir los primeros, pensaron que iban de recibir más; pero también se les dio a cada uno un denario y se enojaron. Pensando humanamente muchos dirían que el argumento de estos era válido, pero obsérvese que no dijeron que el pago no fue justo. El problema no tuvo que ver con injusticia, sino con el resentimiento, pues no les gustó que otros fueran bendecidos.
El dueño de la viña les hizo ver que él no estaba actuando mal, ya que ellos habían acordado un denario y eso había recibido. Si él quería pagar igual a todos, estaba en su derecho. Este es el corazón de la parábola y de la lección que Jesús presenta, a saber, la gracia y bondad de Dios. El padre de familia tenía ojo bueno o generoso.
La conclusión de la parábola es, pues, la misma que Jesús anunció al contestar la pregunta de Pedro. La parábola es una ilustración de algunos primeros que fueron postreros y de algunos postreros que fueron primeros. Los que eran los postreros en llegar fueron los primeros con respecto a la proporción entre la recompensa y la labor, y los que fueron los primeros en llegar fueron los postreros en este particular.
El joven rico había salido triste, pero Pedro recuerda al Señor que los apóstoles sí habían dejado todo para seguirle, y Jesús recalca que todo fiel servicio será recompensado. Dios todo lo ve y no olvida de nada[280]. Esta promesa se repite en las cartas a las siete iglesias de Asia[281]. Los apóstoles ocuparían tronos comenzando en el día de Pentecostés y a través de sus vidas. Sin embargo, en todo esto existe el peligro de tener un concepto incorrecto y una actitud peligrosa, porque si alguno piensa que se puede “calcular” la recompensa, tanta recompensa por tanto servicio, no entiende todavía el significado de la gracia. Jesús habla esta parábola para evitar que sus discípulos pensaran que la prometida recompensa sería solamente una compensación justa por sus sacrificios y labores. La vida eterna es inconcebiblemente más que una recompensa por todo lo que alguno haya trabajado o sufrido en el reino.
Jesús no habla esta parábola para promover la idea de que está bien esperar hasta los momentos finales de la vida para arrepentirse. No tiene nada que ver con el arrepentimiento en el lecho de muerte. Desde luego, Jesús promete la salvación a todos, incluyendo a los que obedecen al Evangelio en los últimos días o los últimos momentos de su vida. Dios conoce el corazón. Pero recordemos que los que fueron a trabajar hasta la hora sexta, novena o aun la undécima entraron en la viña cuando podían. Estuvieron en el lugar correcto esperando la oportunidad de trabajar, y aprovecharon la primera oportunidad. Por eso, este caso no es paralelo con el caso del hombre que por años y años ha sido llamado a obedecer al Evangelio y siempre ha rechazado la llamada, diciendo: “Todavía no”, “hay hipócritas en la Iglesia”, “estoy demasiado ocupado en otras cosas”, “no quiero ofender a mi familia”, etc. Desde luego, dejamos el juicio en manos de Dios, pero estamos aclarando que esta parábola no tiene nada que ver con los casos de personas que posponen la obediencia hasta el lecho de muerte.
La parábola no enseña que el juicio de Dios será arbitrario, sino que sus caminos no son nuestros caminos[282]. Dios no solo sabe lo que hacemos, sino también los propósitos del corazón. Sabe por qué algunos son religiosos[283]. Jesús sabía por qué la gente le seguía[284]. ¿Qué habrían pensado de esta parábola Jacob, Juan y su madre? Después de oír esta parábola, dudamos que Pedro volviera a preguntar, ¿qué tendremos pues? Después de oír esta parábola ¿entendían mejor el tema de la gracia de Dios? ¿Y la enseñanza de Lucas 17.7-10?
No vayamos, sin embargo, al otro extremo y pensar que solo tenemos que entrar en la viña y comer uvas. Leamos otra vez los muchos textos que hablan de la necesidad de negarse, esforzarse, sacrificarse, etc., pero siempre recordando que la vida eterna es inconcebiblemente más que una recompensa por todo lo que alguno haya trabajado o sufrido en el Reino.
r. Tercer anuncio de la Pasión (Mateo 20.17-19; Marcos 10.32-34; Lucas 18.31-34).
Los judíos tenían que entregar a Jesús en manos de los romanos para que fuera crucificado, porque los judíos no crucificaban sino que los condenados eran apedreados[285], más al tercer día resucitará.
Sobre el tema de entregar a Cristo, la Biblia enseña:
1) Que fue entregado por Dios[286].
2) Que Cristo se entregó a sí mismo[287].
3) Que Judas lo entregó[288].
4) Que los judíos le entregaron a los gentiles, 20:18, 19; (5) que Pilato “le entregó para ser crucificado” (27:26); y (6) que “fue entregado por nuestras transgresiones” (Rom. 4:25; 1 Ped. 2:24).
s. Petición de los hijos de Zebedeo (Mateo 20.20-28; Marcos 10.35-45).
La madre de los hijos de Zebedeo llegó con sus hijos, y se arrodilló ante Jesús, y aunque vemos que es prohibido hacer esto delante de los hombres según Hechos 10.25 y Revelación 1.17; 19.10, Jesús nunca prohibió que la gente lo hiciera delante de Él. Ellos tenían una mente material y piensan que los ruegos de una madre podrán tener algún tipo de influencia ante el Maestro para conseguir puestos de privilegio. Como veremos en otra oportunidad, es posible que la madre de los hijos de Zebedeo tuviera algún tipo de relación familiar con María, la madre de Jesús, y quizá eso le dio el pensamiento que ella podría mover a su familiar menor a actuar favoreciendo a sus hijos.
Jesús habla de su sufrimiento y muerte, pero sus discípulos siguen pensando en ser grandes en un reino terrenal. Querían honor, poder, felicidad y todo esto lo obtuvieron, pero no como pensaban. Jesús ofrece estas cosas no a través del poderío humano, sino a través del sufrimiento y servicio. Serían grandes, pero yendo por el camino de la cruz. La madre de Jacobo y Juan era muy ambiciosa, quería “lo mejor” para sus hijos, pues quería que sus hijos obtuvieran ventaja sobre los otros apóstoles. Este es otro caso del cual Santiago habla cuando dice: “Pedís mal”[289]. Muchos padres quieren que sus hijos sean grandes pero, ¿cuántos quieren sinceramente que sus hijos sean fieles cristianos? Para muchos padres los hijos son muy exitosos si están bien establecidos en su profesión o negocio, tienen buenas casas, automóviles, etc.
La respuesta de Jesús les hace ver su ignorancia. Él habla de un vaso de sufrimiento y un bautismo, una inmersión completa de lo mismo. Les esperaban diluvios de sufrimiento. Jesús siempre les habló con toda franqueza, explicando el costo del discipulado. En Mateo 10.16-22 les dijo que:
1) Serían rechazados.
2) Que la enseñanza de ellos sería rechazada.
3) Que serían entregados.
4) Aún por los familiares.
5) Que serían aborrecidos.
6) E incluso serían asesinados.
Enseguida habló de los grandes conflictos que habría entre familiares, que habría espada, disensión y división, en lugar de paz. Habló de la abnegación de sí y de llevar su cruz, y la necesidad de renunciar todo por Él.
En realidad los apóstoles mostraron su disposición de sufrir y aun morir con Cristo[290]. Sin lugar a dudas los apóstoles estaban confusos. A pesar de todo lo que Jesús les había dicho acerca de la verdadera naturaleza de su Reino, y de todo lo que Él iba a sufrir, etc., ellos no comprendieron. Después sí comprendieron y sí podían beber cualquier copa de sufrimiento por Cristo.
El sufrimiento de los apóstoles comenzó pronto después de comenzar su ministerio[291]. Jacobo fue degollado por Herodes[292] y vemos a Juan, ya en su vejez, desterrado en la isla de Patmos[293]. Este texto muestra que Jesús tenía confianza en sus apóstoles. Él los vio no solamente como eran en ese tiempo, sino como serían poco después. Comenzando el día de Pentecostés eran hombres muy cambiados, verdaderamente dispuestos a sufrir y a morir por Cristo[294].
La exaltación de los apóstoles sería de acuerdo al plan de Dios; es decir, no conforme a puestos de autoridad, sino conforme al sufrimiento y el servicio. Tales honores se reparten según el plan eterno de Dios.
El resultado inevitable de tal ambición y rivalidad fue el que los demás apóstoles se enojaran, pero no hay problema cuando alguien quiere ser grande a través de sufrir y servir.
Los hombres del mundo juzgan la grandeza de acuerdo al “éxito” en los negocios y las influencias políticas. De esta manera, el “grande” en este mundo es hombre prominente y da órdenes a muchos hombres.
La Biblia nos da muchos ejemplos de los que se hicieron grandes en el Reino. Aparte de los apóstoles, profetas, evangelistas, etc., que sirvieron fielmente al Señor, también leemos de otros ejemplos como los siguientes: Dorcas[295]; Febe, Aquila, Priscila[296], y varios otros; la familia de Estéfanas[297]; Gayo[298], etc. De los tales, Pablo dice que sus nombres están escritos en “el libro de la vida”[299]. Esto indica claramente que los tales son grandes ante los ojos de Dios.
t. El ciego de Jericó (Mateo 20.29-34; Marcos 10.46-52; Lucas 18.35-43).
Jesús estaba por entrar en Jericó, paso necesario para poder dirigirse a Jerusalén. Junto al camino estaba sentado un mendigo ciego. Era ciego pero no sordo. Aprovechó la facultad que tenía. Recordemos que la fe viene por el oír[300]. En ese momento “pasaba Jesús”. Era el momento de todos momentos para este ciego, la oportunidad de oportunidades. No dijo: “Hay mucha gente ahora; tal vez en otra ocasión no habrá tanta multitud; tal vez Él pasará por aquí otro día”.
Como el amigo que pidió pan a medianoche, y la viuda que insistió en que el juez le diera justicia, y la mujer cananea, este ciego no sería intimidado por nadie. Comenzó a gritar tratando de captar la atención de Jesús. La gente le trataba de callar. Entre más le querían acallar, más fuerte clamaba. Estaba resuelto y no iba a callar. ¡Qué buen ejemplo para toda persona que se anime a acercarse a Jesús! No deben dejar que parientes o “amigos” les desvíen o impidan. Debe estar resueltos a obtener la salvación que Cristo ofrece a todos. Para este pobre ciego era “ahora o nunca”. No tenía garantía de otra oportunidad igual, y todos los que descuidan la salvación que Jesús ofrece están en la misma situación. No saben si habrá otra oportunidad. Bien puede ser “ahora o nunca”. Nada ni nadie podría detener o acallar a este hombre tan necesitado, pero su necesidad no era tan grande como la necesidad de los millones que viven en la ceguera espiritual.
Aquel hombre sabía que era ciego. Muchos ciegos no quieren admitir que lo son[301] ciegos.
Jesús mandó traerle a su presencia; y pudo ver la fe de este ciego. Él tenía fe en Cristo, pero millones de personas con buenos ojos no creen. Este ciego creía en Cristo y creía que podía contestar su oración. La palabra griega, sozo, se traduce tanto “salvar” como “sanar”, los traductores la traducen de las dos maneras según el pensamiento de ellos. Bien podría ser las dos cosas, que su fe le sanó y le salvó porque al decir “Hijo de David” estaba confesando a Jesús como el Mesías, el Hijo de Dios.
Y recibió la vista, ya podía ver a Jesús, el “Hijo de David”, con sus propios ojos “y le seguía, glorificando a Dios; y todo el pueblo, cuando vio aquello, dio alabanza a Dios”. El ánimo de este hombre era contagioso. Otros seguían su ejemplo en glorificar a Dios por su misericordia.
Pero piense por un momento sobre lo serio de la decisión que tomó este hombre que era ciego. Si no hubiera aprovechado esa oportunidad, ¿cómo habría quedado? ¡Ciego y mendigando al lado del camino! Y esta es precisamente la condición de millones que no aprovechan la oportunidad de recibir la vista de Jesús. Allí están, sentados al lado del camino, pensando: “Sin duda Jesús pasará por aquí otra vez un día de estos”.
u. Zaqueo (Lucas 19.1-10).
Ahora cambia el panorama, ya Jesús no está en el camino, sino dentro de la ciudad de Jericó. Jericó es una antigua ciudad situada en Cisjordania, cerca del río Jordán en los Territorios Palestinos. Los hallazgos arqueológicos de esta ciudad cananea demuestran que se edificó desde hace miles de años. Sus habitantes originarios fueron los cananeos. Jericó está mencionada en los textos bíblicos y situada a orillas del río Jordán, ubicada en la parte inferior de la cuesta que conduce a la montañosa meseta de Judá, a unos 8 kilómetros de la costa septentrional de la cuenca seca del Mar Muerto, a casi 240 metros por debajo del nivel del Mar Mediterráneo y aproximadamente a 27 kilómetros de Jerusalén. Fue una importante ciudad del valle del Jordán[302], en la ribera occidental del río. En una época, la ciudad fue conocida como la ciudad de las palmeras[303]; la primera mención en las Escrituras se da en relación al campamento de los israelitas en Sitim[304]. Es la ciudad por donde los israelitas retornaron de la esclavitud en Egipto, dirigidos por el Josué, el sucesor de Moisés.
Había en Jericó un jefe de los publicanos, rico, llamado Zaqueo, que quería ver a Jesús. Obviamente había oído mucho de Él. ¿Sabía que uno de los apóstoles, Mateo, había sido publicano? ¿Había oído de la parábola del fariseo y el publicano?
Para Zaqueo, mezclarse con la multitud era algo que requería valor, porque más de uno buscaría la oportunidad de darle un golpe o patear o empujar a este pequeño publicano. Eran una oportunidad que no se podía dejar pasar. Ese día Zaqueo podía resultar lleno de moretones y lastimaduras. La multitud se deleitaba en estorbárselo.
Zaqueo es un buen ejemplo de cómo vencer obstáculos y desventajas. También es buen ejemplo de lo que los hombres importantes y famosos deberían estar dispuestos a hacer para acercarse a Jesús. Jesús dice: “buscad y hallaréis”[305]. ¿Qué habríamos hecho para poder ver a Jesús?
“Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba”, quizá en este momento algunos se preguntaban sobre qué fruto estaba buscando el Maestro en un árbol que no es frutal. Jesús llamó a Zaqueo. Nadie tuvo que decirle su nombre; Él conoce los nombres de todos y también donde viven, cuál es su ocupación, etc. Aun conoce los pensamientos de los hombres[306]. Estos textos muestran claramente que Jesús era Dios omnisciente aquí en la tierra. Algunos de los que profesan ser predicadores del evangelio puro y miembros de la Iglesia, enseñan que aquí en la tierra Jesús nunca usó, nunca exhibió, nunca manifestó ningún atributo divino. Tales hombres deben dejar de predicar a Cristo. ¿Cómo pueden cuando ellos mismos no lo conocen?
Jesús se autoinvita a la casa de Zaqueo, ya que había visto el deseo de este pequeño hombre. Pero los que ahí estaban vieron otra cosa. Para ellos, si un hombre era publicano, era por eso un pecador.
El cambio en la vida de Zaqueo fue instantáneo. Su mentalidad avara fue cambiada a tal punto que decidió por sí mismo repartir sus bienes entre los pobres. Algunos eruditos dicen que Zaqueo está defendiéndose de la murmuración de la gente, afirmando que su práctica era dar la mitad de sus ganancias a los pobres, pero las versiones que usamos no dicen “ganancias”, sino “bienes”. Otros concluyen que la palabra doy, tiempo presente, ha de entenderse como futuro; es decir, que desde ese momento eso sería su práctica. Dice: “doy”; no dice que ya había dado la mitad de sus bienes a los pobres, sino que en ese momento estaba decidido a hacerlo.
Además, iba a devolver cuatro veces lo que hubiese defraudado. Dice: “Se lo devuelvo”, tiempo presente, pero si él creía no era culpable de tal práctica, ¿por qué mencionarla? Parece que está diciendo que desde ese momento eso sería su práctica, porque en algunos textos la palabra si significa “puesto que”[307]. Si la mayor parte de la riqueza de Zaqueo se hubiera ganado de manera fraudulenta, no le habría sido posible devolverlo cuadruplicado.
¿Cuántas personas arrepentidas toman en cuenta la restitución? No hay otra cosa que muestre más claramente el arrepentimiento verdadero. Por ejemplo, el hombre que haya robado dinero, se arrepiente y se bautiza para perdón de pecados, ¿no tiene obligación alguna de pagar lo que robó? “Pero, ya lo gasté todo”. ¿Por eso, queda libre de obligación?
Jesús está feliz porque un hijo de Abraham se había salvado. Zaqueo era de las ovejas perdidas de Israel a quienes Jesús fue enviado.
v. Los talentos (Lucas 19.11-27).
Cuando estaba cerca de Jerusalén, los judíos estaban esperando que el Reino de Dios se manifestara, ya que creían que al llegar el Reino de Cristo, los romanos serían expulsados y que los judíos serían grandemente bendecidos. Jesús les dijo una parábola para refutar las esperanzas vanas ya que el establecimiento del Reino no sería un gran triunfo para los judíos como nación o raza.
Jesús habla de un hombre noble que fue a un país lejano, para recibir un reino. Lógicamente está hablando de Él mismo. Jesús no iba a establecer un Reino que “se manifestaría inmediatamente” como los judíos esperaban, porque su Reino no es de este mundo[308]. Su Reino fue establecido el día de Pentecostés[309]. Por eso, Su iglesia fue establecida el día de Pentecostés[310]. Jesús había dicho, “edificaré mi iglesia”[311] y comenzando el día de Pentecostés, el Nuevo Testamento habla de la Iglesia como ya existente[312].
Daniel 7.13-14 es una profecía que describe lo que pasó cuando Jesús ascendió al Padre después de su resurrección: “Le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido”. Esta profecía se cumplió cuando Jesús ascendió al Padre y envió al Espíritu Santo sobre los apóstoles el día de Pentecostés[313] para predicar el Evangelio de salvación. Pedro mismo explica que de esa manera Cristo estaba reinando sobre el trono de David[314].
El sueño dorado de los judíos era que al venir el Mesías para expulsar a sus enemigos, ellos podrían llevar una vida tranquila e inactiva, como en los días de Salomón cuando “Judá e Israel vivieron seguros, cada uno bajo su parra y bajo su higuera”[315]. No esperaban a un Rey que no estaría físicamente presente con ellos, y no estaban pensando en tener que “negociar” con sus bienes hasta que regresara.
Esta parábola dice que habría un intervalo entre el tiempo cuando el “hombre noble” se fue para recibir su reino y el tiempo de su retorno, pero implica que no será de mucha duración. En realidad puede regresar en cualquier momento[316].
Los siervos de Cristo deben trabajar hasta que Él vuelva. “Negociad” con el propósito de aumentar el valor de lo que recibieron. ¿Cómo “negociar” en el servicio de Cristo? Serle fieles, trabajando en su Reino para llevar fruto para la gloria de Dios[317].
Aparte de sus siervos el Rey tiene “ciudadanos”, súbditos que deben someterse a Él. Pero muchos no querían a este Rey, lo que indica que Jesús sería rechazado por los judíos. Gritaron: “No tenemos más rey que César”[318] y: “No escribas: Rey de los judíos”[319]. Por extensión, sus enemigos incluyen al mundo entero de los desobedientes. Los que desobedecen a Cristo simplemente no quieren que reine sobre ellos. Muchos de los desobedientes no están entregados a los vicios comunes, sino que simplemente quieren hacer su propia voluntad. Quieren hacer lo que se les antoja. Quieren usar su tiempo, su dinero, su energía, sus talentos, etc., como les conviene a ellos. Por ejemplo, el primer día de la semana es el día del Señor, los desobedientes quieren usar el día para sí mismos, descansando, pescando, paseándose, visitando amigos y parientes, etc. Estos son tan rebeldes como los más viciados. Tienen esto en común: No quieren que el Señor reine sobre ellos.
Al regresar, después de recibir el reino, mandó llamar ante él a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno. Antes de juzgar y castigar a los enemigos él llama a los suyos a dar cuenta de su mayordomía. El juicio comienza por la casa de Dios[320].
Se presentaron sus siervos y el primero es el cristiano fiel y diligente con mucha habilidad; el segundo es el cristiano fiel y diligente con menos habilidad. Pero el tercero pensó que no hacer mal era suficiente. Pero además, le acusa de aprovecharse de sus siervos, recibiendo beneficios de su trabajo sin tomarlos en cuenta. Sin embargo, el tratamiento de los siervos anteriores desmiente esta acusación.
Tal acusación contra Jesús sería totalmente absurda; ¿quién podría, con honestidad, acusarle de tal cosa? Este hombre representa a los siervos infieles que echan la culpa de su negligencia y desobediencia sobre otros. No quiere ser fiel pero no quiere aceptar que es infiel y siempre quiere justificarse a sí mismo. En toda época y en todo lugar las excusas sobran.
Este mal siervo recibe su castigo por no poner los dones que se le habían dado a producir. Si no queremos perder lo que tenemos, hay que utilizarlo bien y siempre avanzar y lograr más. El pecado de no hacer es tan condenable como los de hacer la maldad[321].
Pero no solo el mal siervo recibe su castigo, sino que los enemigos del Rey también obtendrán lo suyo. El rey que fue rechazado volverá con poder para juzgar. Esto fue cumplido primero en la destrucción de Jerusalén, la cual era tipo del juicio final. Este juicio suena severo pero en realidad no se puede comparar con el castigo en el infierno mencionado tantas veces por Jesús y los apóstoles.
w. La unción de María (Mateo 26.6-13; Marcos 14.3-9).
Betania era un pueblo o aldea en la ladera oriental del monte de los Olivos, a unos 3 kilómetros de Jerusalén, cerca del camino de Jericó. Su nombre significa “casa de dátiles, o de higos”. Es ahora una aldea ruinosa y pobre llamada “el-Azariyeh”, o “Lazariyeh”, el pueblo de Lázaro, en donde viven menos de 1000 personas. En lugar de las lujuriantes palmeras datileras del pasado, crecen en la actualidad olivos, higueras, y granadas. Se menciona por primera vez en los Evangelios, especialmente como residencia de los amados amigos de Jesús, María, Marta y Lázaro; de allí el moderno nombre árabe.
En las narraciones del Evangelio los escritores no siempre presentan los eventos en su orden cronológico, sino a veces, aunque pocas, según temas que lleven por delante. Así es el caso ahora: Marcos narra este evento que sucedió seis días antes[322].
La cena al honor de Jesús fue celebrada en la casa de un cierto Simón el leproso, en Betania, el sábado antes de entrar Jesús triunfalmente en Jerusalén. En Betania vivían Lázaro, María y Marta y muy posiblemente Jesús pasaba las noches con ellos después de salir cada tarde de Jerusalén[323]. Juan no contradice a Marcos, pues dice que los tres estuvieron presentes en la cena pero no que la cena se celebró en su casa.
La mujer referida es María, la hermana de Marta y de Lázaro[324]. No es la mujer de Lucas 7.37, que era una pecadora.
María trae un frasco de perfume de nardo sin mezcla, para ungir la cabeza de Jesús. Siendo de gran precio, el derramarlo, medio kilogramos de él[325], representa un gran sacrificio personal y una demostración de gran amor y aprecio.
Algunas versiones dicen “perfume”, pero en Lucas 23.56 traduce la misma palabra griega, muron, como “ungüento”. Tenía la consistencia de aceite.
Reciben el nombre de alabastro varios minerales de aspecto parecido. Es una variedad de carbonato de calcio o del aljez, o de piedra de yeso, que se presenta bajo forma compacta. Su nombre proviene del griego antiguo αλάbαστρος, “alabastros”, que designaba una vasija sin asas, pues el alabastro era utilizado para elaborar vasijas de perfume sin asas. Su blandura permite tallarlo con formas muy elaboradas, por lo que una vasija con perfume, para poder abrirla, tenía que quebrarse, de ahí su alto precio, ya que solo podía ser usado una vez.
María quebró el vaso y hubo algunos que se enojaron dentro de sí, entre ellos, Judas Iscariote[326], y otros de los discípulos[327]. Para ellos, pensando solamente en el valor de mercado del perfume, se malgastó por completo. Según Juan, parece que Judas llevó la delantera de la queja, y que persuadió a los otros discípulos a respaldarle.
Trescientos denarios representaban el salario de todo un año[328]. Judas en realidad no se interesaba en los pobres, sino en sus propios intereses[329]. Se dejaba llevar por intereses materiales, era avaro.
Murmuraban contra María. El verbo griego utilizado para “murmurar” puede traducirse como “resoplar como caballo”. Otras versiones, en lugar de “murmurar” dicen: “estaban irritados”[330]; “la reprendían”[331]; “severamente se lo echaban a ella en cara”[332]; “estaban airados”[333].
Jesús les dice que la dejen de molestar. El verbo griego aquí para “dejar”, aphiemi, se emplea para decir repudiar, despedir, y perdonar. Aquí la idea es la de permitir o dejar. Jesús reprende al grupo. Ellos juzgaban las acciones de la mujer según valores personales; Jesús, según motivos. Las fuertes críticas de los discípulos, dirigidos por Judas, molestaban grandemente a la mujer, y con razón. Jesús pone fin a sus censuras.
Jesús describe la obra de la mujer con el adjetivo, kalos, que significa “bueno, excelente o bello”. Algunas versiones dicen: “Excelente” o “bella”.
El comunismo político abogaba por una utopía en que las riquezas del mundo estén distribuidas igualmente entre todos. Esto no es una realidad, ni es una necesidad. La presencia de pobreza da la oportunidad de que otros expresen su amor hacia el prójimo al ayudarle, como la muerte pendiente de Jesús presentó a María la oportunidad de mostrarle su amor, al ungirle con el perfume precioso.
Mateo 26.11 y Juan 12.8 agregan una parte significante, que en Marcos solamente se implica. Ellos dicen: “…los pobres los tendréis con vosotros, mas a mí no siempre me tendréis”. El punto de contraste de Jesús es que su muerte está muy cerca, pero los pobres siempre los hay en el mundo. Es cuestión de oportunidades. Cristo no está diciendo que servicio a Él vale más que servicio a los pobres.
No queda mucha oportunidad para María para ungir a Jesús con el perfume; los días estaban contados. Ayudar a los pobres siempre tiene su oportunidad hasta el fin del mundo. La presencia de los pobres en el mundo sirve un buen propósito; a saber, el de probar el amor de los demás, si serán como Dios Padre, o si serán egoístas y nada amorosos.
María tenía el perfume y podía mostrar su amor hacia Jesús, esperando la muerte anunciada, y lo hizo, dedicando el perfume costoso a Él. El Señor no espera de nadie más que lo posible, pero sí espera que hagamos lo que podemos. Y si le amamos, lo haremos. Jesús interpreta las intenciones de María. De nuevo anuncia la realidad de su muerte y sepultura pendientes y alaba a esta mujer en su hecho de anticiparla por medio de ungir su cabeza y los pies.
Este hecho de amor y sacrificio personal de parte de esta mujer es recordado dondequiera que se predica el Evangelio de la muerte de Jesús en toda época. Es una memoria para ella. ¡Qué sabia fue ella al hacer con amor hacia Jesús lo que podía! Ejerzamos nosotros la misma sabiduría al actuar con los motivos que movían a ella.
[1] Juan 19.30
[2] Lucas 4.29.
[3] Hebros 9.11-15; 10.1-10; 13.10-14.
[4] 1 Corintios 5.7.
[5] Lucas 13.34.
[6] Lucas 10.41.
[7] Lucas 22.31.
[8] Hechos 13.46; Juan 5.40.
[9] 1 Reyes 9.7-8; Jeremías 12.7; 22.5; 26.6; Ezequiel 10.18-19; 11.22.
[10] Juan 3.3.
[11] 2 Timoteo 4.8.
[12] Versión Hispanoamericana y LBLA.
[13] Mateo 28.16-17; Juan 21.1.
[14] Juan 1.18; 10.40.
[15] Job 22.29; Salmos 10.17; Proverbios 26.12; 29.23; Isaías 57.15; Mateo 18.4; 20.25-28; 23.6-12.
[16] Lucas 18.14; 22.27; Juan 13.5, 12-16; 1 Corintios 15.9-10; Gálatas 2.20; 6.14; Filipenses 2.3-9; 1 Timoteo 1.15; Santiago 4.6; 1 Pedro 5.5.
[17] Mateo 25.31-46;
[18] Romanos 12.13.
[19] Deuteronomio 14.29.
[20] Efesios 1.3.
[21] Juan 5.40.
[22] Mateo 28.19.
[23] Hebreos 2.3; 12.25.
[24] Mateo 23.34-36; Hechos 7.52.
[25] Mateo 23.37-38; 24.1-2, 15; Lucas 19.41-44.
[26] Mateo 24.15-18.
[27] Romanos 2.4; 2 Pedro 3.15.
[28] Hechos 10.34-35.
[29] Lucas 5.30-32.
[30] Juan 6.37.
[31] Mateo 4.17; Hechos 2.38; Romanos 6.3-4.
[32] Gálatas 3.27.
[33] Efesios 4.22-32.
[34] 1 Corintios 10.21.
[35] Revelación 19.7-8.
[36] 1 Juan 3.7; Isaías 61.10.
[37] Efesios 4.22-32.
[38] Romanos 1.16.
[39] Mateo 10.5-6.
[40] Hechos 1.8; 2.1-47.
[41] Mateo 28.19; Marcos 16.15.
[42] 1 Timoteo 2.4; 2 Pedro 3.9.
[43] Salmos 122.1.
[44] Gálatas 4.4; 2 Corintios 6.2.
[45] Éxodo 20.19.
[46] Lucas 12.15.
[47] Mateo 6.33.
[48] Lucas 8.14; Mateo 13.22.
[49] Proverbios 18.22; 12.4.
[50] 1 Corintios 7.29.
[51] Mateo 12.46-50.
[52] Lucas 13.34.
[53] Hebreos 12.29.
[54] 1 Corintios 15.58.
[55] Juan 7.49.
[56] Ese es el mensaje de los calvinistas que hablan de una “predestinación” en donde una persona por más que haya obedecido al Evangelio y más santa viva, si no está predestinada, no tiene parte con el Señor. También los russellistas que dicen que solo 144 mil podían entrar al cielo.
[57] 1 Corintios 6.10-11.
[58] Génesis 25.34.
[59] Hechos 1.8; 8.5, 12.
[60] Mateo 28.19; Marcos 16.15.
[61] Hechos 26.11.
[62] Hechos 18.4, 13; 2 Corintios 5.11; Judas 22-23.
[63] Lucas 14.24.
[64] Gálatas 3.27.
[65] Efesios 4.17-32.
[66] Romanos 1.16-17; 2.10; Hechos 13.46.
[67] Romanos 11.22-23.
[68] Efesios 4.30.
[69] Gálatas 2.20.
[70] Juan 12.24-25.
[71] Juan 6.60, 66.
[72] Mateo 19.9-10.
[73] Juan 2.24-25.
[74] Efesios 6.2.
[75] Mateo 10.37.
[76] Hebreos 12.2.
[77] Gálatas 2.20; 6.14.
[78] Romanos 6.6; Efesios 4.22.
[79] Filipenses 3.8-9.
[80] 1 Pedro 2.21.
[81] Lucas 6.48.
[82] Mateo 7.13-14; 16.24; Lucas 13.24; Hechos 14.22.
[83] Hechos 20.27.
[84] 2 Timoteo 4.10
[85] Efesios 6:10-18; 2 Corintios 10:3-5; 1 Timoteo 6:12; 2 Timoteo 2:4
[86] Filipenses 4.13.
[87] Juan 12.24-25.
[88] Mateo 6.33.
[89] Romanos 13.14; Colosenses 3.5.
[90] Mateo 9.36.
[91] Hebreos 1.9.
[92] Romanos 2.4.
[93] Romanos 5.8.
[94] Lucas 19.10.
[95] Mateo 12.12.
[96] Juan 10.14.
[97] Isaías 53.6.
[98] 1 Pedro 2.25.
[99] Lucas 19.10.
[100] Lucas 15.17-21.
[101] Hechos 8.39; 16.34.
[102] Lucas 19.10.
[103] Mateo 18.10; Hebreos 1.14; 1 Pedro 1.12.
[104] 2 Timoteo 2.21.
[105] Filemón 11.
[106] Romanos 12.6-8; 1 Corintios 12.14-23.
[107] Mateo 5.45; Hechos 14.15-17; 17.24-28.
[108] Levítico 11.7-8.
[109] Lucas 22.31.
[110] Revelación 3.4.
[111] 2 Pedro 2.22.
[112] Eclesiastés 9.3.
[113] 2 Corintios 7.10.
[114] 2 Corintios 6.17.
[115] 2 Pedro 3.15.
[116] LBLA.
[117] Isaías 61.10; Gálatas 3.27.
[118] Salmos 23.5.
[119] Gálatas 5.19-21; Efesios 4.31.
[120] Lucas 18.9; 11-12.
[121] 1 Timoteo 2.4; 2 Pedro 3.9; Ezequiel 18.32; Jeremías 8.22.
[122] Juan 12.6.
[123] 1 Pedro 4.10-11; Romanos 12.6-8; 1 Corintios 12.14-22.
[124] 1 Timoteo 6.7.
[125] 1 Tesalonicenses 5.1-3.
[126] 2 Corintios 6.2.
[127] Revelación 20.10-15.
[128] Mateo 6.33.
[129] 1 Tesalonicenses 5.5.
[130] 1 Pedro 2.9.
[131] 1 Corintios 7.9.
[132] 1 Corintios 7.29-32.
[133] Filipenses 2.12.
[134] Mateo 13.22.
[135] Colosenses 3.5.
[136] Proverbios 3.9; 1 Timoteo 6.17-19; Filipenses 4.17.
[137] Proverbios 23.4-5.
[138] Mateo 24.45-51; 25.19; 2 Corintios 5.10.
[139] Lucas 10.33.
[140] Mateo 6.19-21; 25.40; Lucas 6.35-36, 38; 12.33-34; 14.33; 1 Timoteo 6.17-18.
[141] Lucas 10.25-37.
[142] 2 Corintios 8.3-5.
[143] 1 Corintios 16.15-16.
[144] Mateo 10.32-33; 28.19; Marcos 16.16; Lucas 13.3, 5; Hechos 2.38.
[145] Santiago 2.24.
[146] Lucas 17.10.
[147] Santiago 2.26.
[148] 2 Corintios 9.7.
[149] 1 Pedro 1.3-4.
[150] 1 Crónicas 29.14.
[151] Lucas 12.20.
[152] Eclesiastés 12.7.
[153] Hebreos 1.14.
[154] Mateo 3.9.
[155] 1 Timoteo 6.10.
[156] El comunismo.
[157] Eclesiastés 8.8.
[158] 1 Corintios 16.2; Deuteronomio 8.18.
[159] 1 Timoteo 6.7-8.
[160] 1 Corintios 5.9-10.
[161] Santiago 2.13.
[162] Hechos 1.25.
[163] Mateo 28.11-15; Hechos 17.31.
[164] Juan 12.10.
[165] Romanos 1.20.
[166] Lucas 8.11.
[167] Jeremías 23.29.
[168] Hebreos 4.12.
[169] Efesios 6.17.
[170] Juan 14.26; 16.7-13; Hechos 2.1-4.
[171] Lucas 6.10-11.
[172] Juan 11.46-53.
[173] Juan 12.9-10.
[174] Mateo 8.26; 14.31; 17.19-21.
[175] 2 Corintios 13.5; Gálatas 6.3; 1 Corintios 10.12.
[176] Mateo 15.28.
[177] Romanos 10.17.
[178] Mateo 10.1, 8; Lucas 10.19; Hechos 3.1-6.
[179] Mateo 17.16.
[180] Mateo 14.29-30.
[181] Romanos 12.3, 16; Gálatas 6.3.
[182] Mateo 18.1-4.
[183] Job 22.2.
[184] Lucas 18.9-14.
[185] “Acción ejecutada sobre o además de la obligación”, Diccionario Larousse.
[186] 1 Corintios 4.7; 9.15.
[187] 2 Timoteo 2.21.
[188] Mateo 25.16, 20.
[189] Levítico 13.45; Números 5.2; 2 Reyes 15.5.
[190] Isaías 59.1-2.
[191] Mateo 11.5.
[192] 2 Reyes 5.7.
[193] Levítico 13.1-6; 14.1-32.
[194] Santiago 2.18.
[195] 2 Reyes 5.10-14.
[196] Marcos 16.16; Hechos 2.38.
[197] Marcos 16.16.
[198] Hechos 2.38.
[199] Lucas 10.25-37.
[200] Mateo 12.19.
[201] Juan 18.36; 2 Corintios 10.3-5; Efesios 6.10-19.
[202] Juan 18.36.
[203] Juan 3.5.
[204] Mateo 24.9-13; Lucas 21.12-19.
[205] Mateo 24.24.
[206] 1 Corintios 15.51-52.
[207] Génesis 6.5-8.
[208] 2 Pedro 3.3-7.
[209] Génesis 18.20-19.25.
[210] 2 Tesalonicenses 1.6-10.
[211] Mateo 25.31-46.
[212] LBLA.
[213] 1 Tesalonicenses 5.17; 1 Pedro 5.7.
[214] 1 Reyes 17; Lucas 7.11-15; Marcos 12.41-44; 1 Timoteo 5; Santiago 1.27.
[215] Mateo 5.10-12; 1 Pedro 3.12; Revelación 6.9-10.
[216] Isaías 55.8-9; 2 Pedro 3.9.
[217] Filipenses 4.15-16.
[218] Mateo 7.9-11.
[219] 2 Pedro 3.8.
[220] Levítico 16.29-30; 23.27.
[221] Deuteronomio 14.22-23.
[222] Mateo 23.23.
[223] Mateo 5.3.
[224] Romanos 4.7.
[225] Hechos 8.22.
[226] Hechos 8.13.
[227] Hechos 2.38.
[228] Marcos 6.18.
[229] Gálatas 3.19, 25.
[230] Levítico 20.10.
[231] Deuteronomio 24.4.
[232] Levítico 18.22; Romanos 1.26-28.
[233] Malaquías 2.16.
[234] Romanos 7.2-3.
[235] Mateo 19.9.
[236] 1 Corintios 7.10-11.
[237] 1 Corintios 6.16.
[238] Malaquías 2.14; Proverbios 2.17.
[239] Hechos 17.31.
[240] El tiempo aoristo griego es el que denota acción singular y acabado.
[241] 1 Corintios 12.13.
[242] Colosenses 1.18.
[243] Lucas 8.15.
[244] Lucas 18.19.
[245] Mateo 13.22.
[246] La fornicación es el término general que cubre toda forma de inmundicia sexual, incluyendo la homosexualidad y la bestialidad
[247] Éxodo 21.14.
[248] 2 Timoteo 3.15.
[249] Filipenses 2.19-21.
[250] BAD
[251] VNC
[252] VPB
[253] Juan 2.25; Revelación 2.23.
[254] 1 Timoteo 6.17.
[255] Isaías 53.9; Mateo 27.57-60; Lucas 23.53; Juan 19.38-41.
[256] Lucas 8.2-3.
[257] Colosenses 3.2.
[258] Mateo 6.24-34.
[259] Revelación 21.24.
[260] Lucas 16.9-12.
[261] 1 Timoteo 6.9.
[262] Proverbios 30.8-9.
[263] Juan 3.3, 5.
[264] Deuteronomio 8.18.
[265] Tito 2.11.
[266] Filipenses 4.13.
[267] Marcos 12.30.
[268] 2 Timoteo 3.12.
[269] Mateo 10.37; Lucas 14.26.
[270] Mateo 6.31-33; 1 Pedro 5:7.
[271] 2 Corintios 4.16-18.
[272] Mateo 25.46; 1 Pedro 1.11.
[273] Mateo 19.30; 20.16; Lucas 13.30.
[274] Isaías 55.8-9.
[275] Mateo 21.28, 33; Lucas 13.16.
[276] Salmos 80.8-13; Isaías 5.1; Jeremías 12.10.
[277] Juan 15.1-8.
[278] Levítico 19.13; Deuteronomio 24.15.
[279] Malaquías 3.5; Santiago 5.4.
[280] Hebreos 6.10.
[281] Revelación 2-3.
[282] Isaías 55.8-9.
[283] Mateo 6.1-8; Lucas 18.9-14.
[284] Juan 6.26.
[285] Hechos 7.58.
[286] Hechos 2.23; Romanos 8.32.
[287] Efesios 5.2.
[288] Mateo 26.15-16; 21, 48.
[289] Santiago 4.3.
[290] Juan 11.16; Lucas 22.33.
[291] Hechos 4.3; 5.18.
[292] Hechos 12.2.
[293] Revelación 1.9.
[294] 1 Pedro 4.13; 2 Corintios 4.10; Gálatas 6.17; Juan 15.20.
[295] Hechos 9.36; 39.
[296] Romanos 16.1; 3-4.
[297] 1 Corintios 16.15-16.
[298] 3 Juan 5-6.
[299] Filipenses 2.3-4.
[300] Romanos 10.17.
[301] Juan 9.40-41; Revelación 3.19.
[302] Deuteronomio 34.1-3.
[303] Jueces 3.13.
[304] Números 22.1; 26.3.
[305] Mateo 7.7.
[306] Juan 2.24-25.
[307] Filipenses 2.1; Éxodo 22.1.
[308] Juan 18.36.
[309] Mateo 3.2; Marcos 9.1; Lucas 24.49; Hechos 1.4-5, 8; 2.1-4, 16-17.
[310] Hechos 2.47.
[311] Mateo 16.18.
[312] Hechos 2.47; 5.11; 8.3, etc.
[313] Hechos 2.1-4.
[314] Hechos 2.29-36.
[315] 1 Reyes 4.25.
[316] 1 Tesalonicenses 5.1-3.
[317] Juan 15.8.
[318] Juan 19.15.
[319] Juan 19.21.
[320] 1 Pedro 4.17.
[321] Santiago 4.17.
[322] Juan 12.1.
[323] Mateo 21.17; Marcos11.11-12; Lucas 10.38.
[324] Juan 12.2-3.
[325] Juan 12.3.
[326] Juan 12.4.
[327] Mateo 26.8.
[328] Mateo 20.2.
[329] Juan 12.6.
[330] LAC
[331] BLA
[332] ECU
[333] VHA
En muchas ocasiones se ve que los fariseos eran enemigos de Jesús, pero en esta ocasión fingen la amistad. Lucas es el único que relata esto y él no explica los motivos de Herodes y los fariseos.
Pero, quizá contrario a lo que creyeron los fariseos que Jesús iba a salir huyendo para esconderse, les hace una encomienda que al mismo tiempo es un reto. Les ordena: “Id, y decid a aquella zorra”, y nótese que usa el femenino, ya que “el zorro” ha sido un sinónimo de la astucia, mientras que la “zorra”, en griego, se ha tomado como sinónimo de cobarde y en occidente es sinónimo de prostituta.
¿Qué hacía Jesús en el territorio de Herodes? Ayudaba a sus súbditos, echando fuera demonios y sanando a muchos enfermos. El tiempo para su ministerio era corto. El punto es que Jesús seguiría llevando a cabo su obra y nadie podría evitarlo. Él no obraba según el calendario de Herodes, sino según el calendario de Dios.
El “tercer día” es el tiempo indicado para terminarlo. El punto es que, a pesar de las amenazas de Herodes, Cristo no tuvo miedo de él, porque estaba seguro que iba a terminar su obra y que no iba a morir en Galilea sino en Jerusalén. Cuando dijo: “Consumado es”[1], indicó el cumplimento de su propósito.
No había peligro de que Herodes lo matara en Galilea porque Jerusalén era el lugar designado en el plan de Dios. Cuando apenas comenzó su ministerio los de Nazaret de Galilea querían matarlo[2] pero no era posible matarlo “fuera de Jerusalén”. Solamente en la “ciudad santa” podían hacerlo. Allí la “Corte Suprema”, el Sanedrín, lo había de juzgar y sentenciar a morir en la cruz.
Además, tuvo que morir en Jerusalén porque era el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo[3]. El vino al mundo para morir en Jerusalén como nuestra “Pascua”[4].
32. Lamento sobre Jerusalén (Lucas 13.34-35).
Jesús tenía la costumbre de repetir palabras para dar énfasis en lo que decía: “¡Jerusalén, Jerusalén!”[5]; “Marta, Marta”[6]; “Simón, Simón”[7].
Luego usa una figura familiar en casi todas las culturas. ¿Quién no ha visto gallinas recogiendo a sus polluelos debajo de sus alas para protegerlos de algún peligro? Con estas palabras de ternura y compasión habla de la ciudad que gritaría: “¡Crucifíquele! ¡Crucifíquele!”
Jesús ofrece la salvación a todos, pero la mayoría simplemente no la quiere[8].
Dentro de unos pocos años los romanos llegarían para poner sitio a Jerusalén para destruirla junto con su Templo. Quedaría desolada[9]. Muy pronto, Dios iba a abandonar no solamente el Templo, sino también la ciudad misma.
“El que viene en el nombre del Señor” es el Mesías. Los únicos que dicen esto son los que creen en Él y obedecen al Evangelio. Estos “ven” a Cristo[10]. Desde luego, todos los que obedecen a Cristo deben amar su segunda venida[11]. Todos los judíos y gentiles dirán: “Bendito el que viene en el nombre del Señor”.
La Biblia no explica este texto. Si el “ver” es literal, será hasta el fin del mundo. Si es figurado sería la conversión de algunos de los judíos comenzando el día de Pentecostés, pero no puede significar lo que enseñan los premilenialistas, pero Jesús no habla de la regeneración de la ciudad, sino de su destrucción. Estos enseñan que al decir esto, Jesús se refiere a la conversión nacional de los judíos poco antes de su segunda venida y que estos le darían la bienvenida cuando llegara, pero no hay nada en este contexto ni en ningún otro que enseñe tal cosa. El texto predilecto de ellos para “probar” esta teoría es Romanos 11.26, pero la palabra “luego” debe ser traducida como dice la Versión Moderna: “y de esta manera”, o simplemente: “así”[12]. ¿De qué manera? Como dice en los versículos 23 y 24. Pablo explica claramente que los obedientes, sean gentiles o judíos, son injertados y que los desobedientes son cortados. De esa manera, los que abandonaban su incredulidad y obedecían al Evangelio de Cristo serían salvos.
Los milenarios, enfatizando la palabra todo, enseñan que toda la nación de Israel será salva, pero el Nuevo Testamento enseña claramente que la salvación no es asunto nacional sino individual. El Evangelio requiere que cada persona lo obedezca. El énfasis no está en la palabra “todo”, sino en la palabra “así”, o sea, cómo la salvación se obtiene. La salvación se obtiene de acuerdo a los requisitos del pacto. El punto es que Dios no hace acepción de personas y, por eso, los requisitos nombrados para la salvación de los gentiles son los requisitos para la salvación de los judíos. Además, los dos reciben las mismas bendiciones. No hay “salvación nacional” ni para gentiles ni para judíos.
33. En Jerusalén.
a. Jesús en el Jordán (Mateo 19.1-2; Marcos 10.1-2).
Jesús se alejó de Galilea por última vez hasta después de su resurrección[13], y camina hacia Jerusalén y la crucifixión. Su viaje le lleva por el lado oriental del río Jordán, por Perea, hasta cerca de Jericó, pero en el lado contrario del río. Juan el bautista bautizaba cerca de allí[14]. Esta área corresponde a la tierra de las tribus de Rubén y de Gad, y al país moderno de Jordán. En el tiempo de Jesús era tierra principalmente de gentiles.
Jesús “les enseñaba como solía”. La frase “como solía”, nos recuerda que la obra principal de Jesús fue la de enseñanza. ¡No hay substituto por ella! Mateo menciona que también Jesús sanó a mucha gente en esta temporada.
b. En casa de un fariseo (Mateo 22.1-14; Lucas 14.1-24).
1) El hidrópico (Lucas 14.1-6).
Jesús nunca rechazó la hospitalidad de nadie. Hasta el fin mantuvo su esperanza en los hombres. Esperar cambiarlos. Puede que fuera la empresa más desesperada de todas, pero nunca dejaba pasar una oportunidad. Ni siquiera rechazaba la invitación de un enemigo. Está claro como la luz del día que nunca lograremos hacer amigos a nuestros enemigos si nos negamos a encontrarnos y hablar con ellos.
Este fariseo no era cualquiera, era un gobernante, un principal, un príncipe, miembro del Sanedrín.
Los enemigos de Jesús le acechaban cual buitres, estaban observando cuidadosamente, vigilando por sí mismos disimuladamente, observando insidiosamente, con mala intención.
Ahí estaba también un hombre hidrópico. Esta acumulación anormal de líquido no solamente es grave por sí sola, sino que además es una señal de una enfermedad de los riñones, el hígado, la sangre y el corazón”.
Que sepamos, en esta ocasión estos judíos no habían dicho nada acerca de sanar en el día de reposo, pero Jesús dio respuesta a sus pensamientos, pues siempre le acechaban para ver si sanaría en ese día. De esta manera Cristo probó que era Dios, porque solamente Dios conoce los pensamientos del hombre.
Ellos bien sabían que el sanar en el día de reposo no era prohibido por la ley de Moisés. En cuanto a la tradición de los ancianos, enseñaban que se podía sanar solamente si la persona estuviera en peligro de morir. Sin embargo, no podían contestar los argumentos de Jesús sobre el asunto en otras ocasiones, y ahora Él presenta otro argumento semejante que no se atreven a contestar.
Callaron porque si le hubieran contestado afirmativamente, habrían violado sus tradiciones, pero si le hubieran contestado negativamente habrían negado la misericordia. Su silencio indicó que ellos reconocieron su dilema.
Obviamente este hombre no era huésped, sino solamente uno de los que presenciaban tales fiestas.
Los judíos tenían multiplicidad de reglas sobre la guarda del sábado, pero no prohibían que el animal se sacara del pozo en ese día. Lo harían inmediatamente, sin esperar hasta terminar el día de reposo. No querían admitir que era más importante sacar su asno o su buey del pozo que ayudar a este hombre desdichado que había caído en el “pozo” de una horrible enfermedad, pero en realidad esto es precisamente lo que pensaban, pues para ellos obviamente el animal valía más que tales hombres.
En esto Jesús nos deja el ejemplo de poner a los falsos maestros a la defensiva. Aunque, como dice 1 Pedro 3.15, debemos estar “siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en nosotros”, no es nada apropiado que los que predican la verdad estén mucho a la defensiva; más bien la batalla se debe llevar a los que enseñan error.
No le podían contestar porque bien sabían que Él tenía razón. No hay ejemplo en el Nuevo Testamento de una ocasión en la que los fariseos fueran capaces de contestar a Jesús en un debate abierto.
2) El último lugar (Lucas 14.4-11).
Jesús estaba observando cómo escogían los primeros divanes a la mesa. En un diván para tres comensales, el principal puesto era el central. En los banquetes actuales, generalmente se ponen los nombres de los invitados en sus puestos. Entonces, como ahora, el puesto de honor era a la derecha del anfitrión.
Sin lugar a dudas muchos de los buenos modales de la actualidad se basan en principios bíblicos. En este texto Jesús no solamente enseña la cortesía, sino sobre todo enseña la humildad. El hombre humilde, aunque sea analfabeto, tiene buenos modales.
Aun el sentido común nos dice que se debe evitar la conducta egoísta y grosera porque solo trae vergüenza para el culpable. Sin embargo, recuérdese que la enseñanza básica en este texto, como en muchos otros, es la necesidad de la humildad. Este pobre hombre avergonzado tendría que ocupar “el último lugar” porque los demás ya estarían ocupados.
Si querían ser honrados, la manera de lograrlo no era competir por los lugares más altos y correr el riesgo de ser enviado al lugar más bajo, sino que quietamente tomar el lugar más bajo para ser conducido al lugar más alto, al hacerlo como ellos lo hacían siempre corrían el riesgo de ser avergonzados.
Las palabras usadas aquí por nuestro Señor enseñan cómo evitar la vergüenza terrenal y cómo obtener el honor mundano, pero componen una parábola la cual tiene el propósito de enseñar la gran verdad espiritual que la humildad verdadera guía a la exaltación. La pasión dominante de ellos era ser estimados como grandes y buenos sin preocuparse en lo más mínimo por ser en verdad grandes y buenos.
La enseñanza sobre la humildad es una de las más prominentes de la Biblia[15]. Muchos hombres orgullosos han desobedecido esta enseñanza y han caído en la trampa del diablo, llamándose “Padre”, “Reverendo”, “Doctor”, “Pastor”, y otros títulos, pensando que pueden legislar y ejercer la autoridad sobre otros[16].
3) La verdadera amistad (Lucas 14.12-14).
La práctica común es que los amigos invitan a los amigos, los hermanos invitan a los hermanos, los parientes invitan a los parientes, los ricos invitan a los ricos, los educados invitan a los educados, etc.
Obviamente Jesús no prohíbe el trabajar por la comida que perece, pero no se debe trabajar sola o exclusivamente por ella. Jesús no está prohibiendo la comida social entre amigos, parientes y hermanos, sino que está enfatizando la humildad, la abnegación de sí y la verdadera hospitalidad. Los textos bíblicos que enseñan la hospitalidad enfatizan esto, pues los cristianos deberían atender a sus hermanos necesitados, enfermos, hambrientos, extranjeros, etc.[17] Obsérvese cómo la hospitalidad se relaciona con el compartir para las necesidades de los santos[18].
Puesto que Jesús habla de “la resurrección de los justos”, algunos concluyen que habrá dos resurrecciones, una de los justos y otra de los injustos, pero hay que leer Juan 5.28-29. Jesús enseña claramente que todos resucitarán en la misma “hora”.
La ley de Moisés enseñaba la necesidad de ayudar a los necesitados[19]. Dios mismo es el Defensor de los necesitados. Este tema se presenta en muchos textos, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento.
Todos somos propensos a pensar demasiado en ser recompensado ahora, pero Jesús enseña que debemos ayudar a los que no nos pueden recompensar y que tengamos como meta la recompensa futura. Debemos entender que no practicamos la verdadera hospitalidad que el Nuevo Testamento enseña si solamente invitamos a los que nos pueden invitar a nosotros. Al practicar esta clase de “hospitalidad” no depositamos tesoros en el cielo.
4) Los invitados al banquete (Mateo 22.1-14; Lucas 14.15-24).
Jesús respondió a una pregunta o argumento de ellos, sino a su actitud odiosa, a su pensamiento y propósito de matarlo. Entonces Jesús pronuncia esta parábola que tiene el mismo propósito que la parábola de los labradores malvados; en las dos Él les habla del juicio que les espera por causa de su rechazamiento de su Mesías.
La parábola de Mateo 22.1-14, aunque sea muy semejante en algunos aspectos a la de Lucas 14, es más severa. El que invita en Lucas 14 es “un hombre”, pero en Mateo 22 el que invita es un rey a quien nadie debe ignorar o despreciar. La cena no debe ser despreciada porque es “la fiesta de bodas” de su hijo. La conclusión de Lucas 14.24 es que “ninguno de aquellos hombres que fueron convidados, gustará de mi cena”, pero la conclusión de la de Mateo 22.7 es que el rey se enojó y “destruyó a aquellos homicidas, y quemó su ciudad”, porque no solamente despreciaron la invitación, sino que también afrentaron y mataron a los siervos del rey que les invitaban.
La parábola de Lucas 14 se refiere a las invitaciones que Dios ha hecho a través de Moisés y los profetas, por Juan y Jesús, por los doce y los setenta y por último por los apóstoles cuando salieron a predicar a todas las naciones.
Algunos aspectos del Reino de los cielos como el gozo y el honor, son semejantes a una fiesta de bodas[20]. En varios textos la ilustración de una fiesta se usa para indicar la felicidad del pueblo de Dios, porque pinta la imagen de la gente que se regocija, reclinándose a la mesa, comiendo la mejor comida, con sus familiares y amigos. En esta parábola se agrega el aspecto real; están en la presencia del rey, celebrando las bodas de su hijo.
El diablo convence a mucha gente que la obediencia al Evangelio destruye toda felicidad y solamente produce la tristeza, pero la palabra “Evangelio” significa “buenas nuevas”, porque es como una fiesta de bodas. Trae la verdadera felicidad.
La costumbre de aquel tiempo era que cuando se enviaban las invitaciones a los familiares y amigos especiales para una fiesta importante, como un casamiento, no se les ponía fecha. Cuando todo estaba listo y dispuesto, se enviaba a los sirvientes a decir a los invitados que fueran a la fiesta. Estos ya habían sido invitados, pero ahora les vuelven a invitar, avisándoles que el tiempo de la fiesta ha llegado.
No es necesario definir precisamente los “siervos”. La idea es que desde el tiempo de Abraham los israelitas habían sido invitados a la fiesta del Mesías, mayormente por Moisés y “mis siervos los profetas”. Entonces Jesús, Juan, los doce y los setenta anunciaron que el tiempo ya se había acercado. Desde el día de Pentecostés se predicó el Evangelio en su plenitud; la “comida” estaba preparada en el sentido completo y los “convidados” recibieron la invitación específica del evento de parte de los apóstoles. Pero los judíos rechazaron a Cristo, el Evangelio y la Iglesia. No querían nada de la gran fiesta preparada para ellos por Dios. ¡Pudieron venir, pero no quisieron venir! Aquí está el problema. Hay docenas de pretextos y excusas, pero la sencilla explicación es que “no quisieron venir”. Están resueltos a no ser salvos[21]. Hay muchas personas que simplemente no quieren el gozo y alegría del Evangelio.
No solamente mostraron la indiferencia, sino también la violencia. Los judíos se oponían a la verdad aun con violencia, pero ante los ojos de Dios ¿será peor la violencia que la indiferencia? Verdaderamente la indiferencia insulta a Dios.
Ha llegado el “cumplimiento de los tiempos”. “El Reino se ha acercado”. Dios ofrece ahora mismo el perdón, la paz, victoria sobre el pecado, consuelo, y el cielo mismo.
Esta parábola bien ilustra la paciencia y persistencia del Señor:
a) Envía una invitación general.
b) Envía a sus siervos para llamar a los convidados.
c) Envía a otros siervos, explicando los detalles de su preparación y repitiendo la invitación.
Dios envió a Moisés y los profetas para llamar a su pueblo a través de los años, y por último envió a Juan, a Cristo y a los doce para que predicaran a todas las naciones[22].
La conducta de los invitados fue insultante y despreciativa. ¡Menospreciaron la fiesta de bodas que el rey preparó para su hijo! Trataron la invitación con desprecio y desdén. Tenían actitud muy fría hacia el rey. Para ellos era mejor comer en casa que comer la comida especial preparada por el rey. Se atrevieron a insultar al rey. Jesús no dice que estos se fueron a cometer actos inmorales, sino que “se fueron, uno a su labranza, y otro a sus negocios”. La mayoría de los que no aceptan la invitación de Cristo no son hombres y mujeres inmorales, sino personas enteramente entregadas a las cosas de esta vida, y simplemente no tienen “tiempo” para las cosas de Dios, aunque no es cuestión de “tiempo” sino de “deseo” o interés. Estos se preocupan por las cosas terrenales y no por las cosas celestiales, por las cosas del cuerpo y no por las del alma. La parábola de Lucas 14.15-24 enfatiza las “excusas” de los que no quieren ir a la cena. Hay muchas personas que no dan atención al evangelio porque dan toda la atención a las cosas de esta vida, cosas que en sí mismas no son malas. Se preocupan por las cosas que se ven y se olvidan de las que no se ven. Están totalmente entregados a los negocios y placeres de la vida y no quieren fijarse en las cosas de Dios.
¿Cómo manifiestan esta misma actitud de indiferencia y desprecio hoy en día? De muchas maneras:
a) No solamente los del mundo sino también algunos miembros de la Iglesia tienen esta actitud hacia la Iglesia y hacia la asistencia a las reuniones, las clases bíblicas, los cantos, las oraciones, la cena, la ofrenda, la comunión con hermanos, en fin, el arreglo divino.
b) No toman en serio lo frágil de la vida y la certeza de la muerte.
c) Una causa común de la apostasía es la indiferencia.
d) Desprecian el plan de salvación. Los que desprecian el plan de Dios para salvarnos, el Evangelio, desprecian la salvación de su alma. Todos saben que no deben descuidar cosas importantes: Los hijos, la salud, la casa, el dinero, el empleo, y muchas otras cosas, pero el descuido de la salvación es mucho más serio[23].
e) Los que no hacen caso al llamamiento de Dios también hacen caso omiso de su propia conciencia. Los que ignoran su propia conciencia están en gran peligro del castigo eterno.
Algunos desprecian la invitación, no haciendo caso de ella, pero otros afrentan a los siervos de Dios con calumnias y aun con violencia. Esta conducta, que bien describe la conducta de los judíos, mereció el castigo del rey. Persiguieron a los profetas, a Juan, a los apóstoles y a la iglesia.
Dios tomó muy en serio las injusticias contra sus siervos[24]. En cuanto a estos hombres ingratos el propósito del rey no se llevó a cabo, porque rechazaron la bondad que el rey quería mostrarles. Los ejércitos romanos bajo Tito, el hijo del emperador Vespasiano, sitiaron a Jerusalén en el año 70 d.C., y la quemaron[25]. La historia de los judíos habría sido muy distinta si hubieran aceptado a Cristo. Pero después de rechazar a Cristo iban de mal en peor, provocando y rebelándose contra Roma hasta que por fin sus rebeliones no se toleraban más y Roma destruyó la ciudad de Jerusalén y el Templo y hubo una matanza horrible del pueblo. Los cristianos judíos obedecieron las instrucciones de Jesús y huyeron de la ciudad para evitar la matanza[26].
Conviene mencionar aquí que los que rechazaron la invitación sufrieron un castigo doble: Ellos no solamente fueron castigados, sino también perdieron todo el gozo que hubieran recibido participando en la fiesta de bodas. Asimismo los que van al infierno recibirán doble castigo: No solamente sufrirán el tormento del infierno, sino también sufrirán el remordimiento recordando que perdieron el gozo del hogar celestial. Así es que todos los que no se preparan para ir al cielo; se condenan solos.
El evangelio fue predicado primero a los judíos, pero después a los gentiles. La expresión “salidas de los caminos” se refiere a los lugares donde había mucha gente que salía del pueblo o entraba en él, como la terminal de los autobuses, el mercado, la plaza, etc. En Luc. 14:21 vemos que los mensajeros fueron enviados primero a las calles y plazas de la ciudad, y después dice, “Vé por los caminos y por los vallados”.
En esta parábola vemos la paciencia de Dios[27]. Aunque muchos rechacen el Evangelio, Él sigue repitiendo la invitación a otros, aun a los que según el mundo son completamente indignos de estar en la fiesta del rey. La invitación del Evangelio es para todos. Dios no hace acepción de personas[28]. Todos, sin excepción, cosa que no entienden los calvinistas, son invitados a entrar, para que el hijo del rey tenga una gran fiesta de bodas. Por lo tanto, hay mucho énfasis en este mismo libro de Mateo, como también en el resto del Nuevo Testamento, que son bienvenidos los pecadores: Publicanos, rameras, etc., personas que nunca esperaban recibir invitación de entrar en el Reino de Dios.
La expresión “malos y buenos” se refiere a las normas humanas, porque en realidad ante los ojos de Dios todos han pecado[29]. Desde luego, los escribas y fariseos estaban tan perdidos como los demás, pero Jesús habla de “justos” conforme al concepto de sus detractores. Si hubiera hombres verdaderamente buenos, no necesitarían el Evangelio. Todos los hombres que, según los judíos, eran malos: Publicanos, rameras, y mayormente los gentiles, también son invitados. Esto muestra la diferencia entre la actitud de Dios y la de los judíos.
El rey estaba resuelto a llevar a cabo su plan. La fiesta no fue cancelada. Así es que el desprecio y los ultrajes de parte de la nación judía no impidieron que el Mesías tuviera un pueblo[30], ni que la humanidad gozara de los beneficios mesiánicos, el banquete de la salvación. Si algunos rechazaron la invitación del rey, otros la aceptaron y la fiesta se llevó a cabo. Es obvio que Cristo se refiere a la predicación del Evangelio entre los gentiles. Después de la destrucción de Jerusalén, la mayoría de los que llenaron la casa de Dios eran gentiles.
Todos los convidados tenían que llevar “vestido de boda”. Algunos suponen que estos fueron suplidos por el rey, pero esto no se ha comprobado. Todos son invitados, pero también todos tienen que vestirse de manera apropiada para la ocasión. Esta es una advertencia contra la hipocresía. El “hombre que no estaba vestido de boda” vino de “las salidas de los caminos” y entró con su ropa ordinaria. Este hombre representa a los que quieren ser salvos a su propia manera, sin aceptar las condiciones nombradas por el Rey.
El rey abre la puerta a todos, manifestando una bondad maravillosa, pero esto no quiere decir que la gente pueda abusar de la bondad del rey. Los que aceptan la invitación del rey para asistir a la fiesta y participar del gozo de la ocasión deben ser respetuosos, responsables y sumisos a la voluntad del rey. En cuanto a la invitación del Rey Jesús, los que aceptan la invitación deben arrepentirse y bautizarse con toda sinceridad[31], porque “todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos”[32]. La persona que participa de la fiesta del rey debe tener el carácter y conducta apropiados. Los que aceptan la invitación del Evangelio pero rehúsan vestirse del nuevo hombre[33] serán condenados. El respeto demanda que se lleve el vestido apropiado. Dios castigará a los que hacen una profesión hueca de querer participar de la fiesta del Rey. Los que asisten al banquete del rey llevando vestidos sucios serán castigados severamente, porque estos insultan al Rey. Conviene mencionar que el vestido apropiado no es, como algunos suponen, la justicia personal de Jesucristo contada al creyente verdadero. Tal enseñanza calvinista no se encuentra en el Nuevo Testamento.
Así será en el fin del mundo. El rey examinará el “vestido”, la vida, el carácter, de cada uno de los que aceptaron su invitación.
“Amigo”; ¡palabra cortante! Él profesó ser amigo, aceptó la bondad del rey, tal como Judas aceptó el apostolado, pero no cumplió con el requisito de llevar vestido apropiado para presenciar las bodas. Dios hará esta pregunta a toda persona que hace una profesión vana de creer en Cristo y de amar a Dios[34]. "No podéis beber la copa del Señor, y la copa de los demonios; no podéis participar de la mesa del Señor, y de la mesa de los demonios".
El hombre enmudeció, porque estaba sin excusa. No dijo: “Pero soy pobre”[35]. Obsérvese que el lino fino es las acciones justas de los santos[36]. Actualmente los cristianos negligentes están sin excusa. Muchos miembros de la iglesia se convencen de que están justificados aunque descuiden su salvación por causa del negocio o el empleo.
Tampoco pueden culpar a la familia. Aunque alguna hermana tenga esposo incrédulo que le estorbe, ella puede y debe seguir sirviendo al Señor con toda fidelidad. Aunque los padres o los esposos o los hermanos todos estén en contra de nosotros, debemos llevar el vestido de boda.
Hay miembros que se divorcian de sus cónyuges no por causa de la fornicación, sino simplemente porque éstos son “insoportables”, y vuelven a casarse. Si estos siguen como miembros de la iglesia, están participando de la fiesta del Rey sin llevar “vestido de boda”.
Algunos miembros de la Iglesia se dejan llevar por errores doctrinales enseñadas por ciertos hombres “de reputación”. Cuando esto sucede, estarán sin excusa. Si alguien sufre por haber escogido algún médico o abogado o mecánico incapacitados, ¿quién tiene la culpa? ¿Cuál será la excusa de la persona que lo haya ocupado?
Por eso, tenemos que concluir que fue un caso de descuido y negligencia, y aun de rebelión contra el rey. Él reconoció que no estuvo bien, que su vestido no fue apropiado, y que pudo haberse vestido correctamente. Simplemente había entrado en la fiesta con su propia ropa, pensando “estoy bien así como estoy”. Así piensan muchos al entrar en la Iglesia; no se despojan del viejo hombre para vestirse del viejo hombre[37]. Siguen en la iglesia con el mismo carácter que tuvieron en el mundo.
Él no usó correctamente los pies y manos para honrar al rey y, por eso, fue atado de pies y manos y echado fuera. La conducta de este individuo fue un insulto al rey; aceptó la invitación pero deshonró al rey.
Los que no quieren vestirse de Cristo serán rechazados en el Día Final, junto con los judíos que rechazaron a Cristo. Muchos textos enseñan que Dios dio preferencia a los judíos, el pueblo escogido bajo el Antiguo Testamento[38]. El Evangelio fue predicado primeramente a los judíos. El ministerio de Jesús se dedicó a los judíos[39]. El Evangelio fue predicado por los apóstoles primeramente a los judíos[40]. Sin embargo, estas parábolas de Mateo 21 y 22 describen correctamente el tratamiento de Jesús de parte de su propio pueblo, los judíos, los que fueron convidados primero, y también el castigo justo que recibirán de Dios. Este texto enfatiza la gracia del Señor. También enfatiza lo universal de la Gran Comisión[41]. El deseo intenso de Dios es que todos sean salvos[42].
La parábola “hermana” a esta, que encontramos en Lucas 14.15-24 habla sobre la comunión con Dios que es comparada a “una gran cena”.
Los judíos tenían esta invitación en el Antiguo Testamento; se puede decir que Dios les envió una invitación escrita.
El reino de Dios se compara con un banquete o una fiesta. Se trata de una dicha grande, de gran gozo. Es muy significativo que Jesús haya pensado en Su Reino, Su Iglesia, y Su servicio como una fiesta, una celebración. Esto indica que el Reino de Dios ofrece lo más alegre que la raza humana puede conocer.
Sin embargo, lamentablemente la mayoría de los hombres no lo ven así. Cuando son invitados al parque, al cine, al juego de pelota, o a una fiesta literal, con alegría aceptan. Son ocasiones festivas, gozosas, pero la invitación al banquete de Dios es rechazada. Muy pocos son como el salmista que dijo: “Yo me alegré con los que me decían: A la casa de Adonai iremos”[43].
¿Por qué no entiende el mundo que el Reino de Cristo es un banquete, una gran fiesta o cena? ¿Tendremos la culpa, por lo menos en parte, los que predicamos el Evangelio? ¿Lo predicamos como buenas nuevas o simplemente como puros mandamientos, una gran obligación? Es necesario predicar todo el consejo de Dios, incluyendo todos los mandamientos que son para nosotros, y sobre la disciplina y lo demás, pero al predicar estos temas necesarios ¿perdemos de vista que sobre todo el Evangelio significa buenas nuevas y que el Reino es un gran banquete?
Había dos invitaciones. Obviamente “los convidados” eran los que habían aceptado la invitación cuando primero se les ofreció. Esta primera invitación no especificó el tiempo exacto de la cena. Entonces la segunda invitación fue dada cuando ya todo estaba listo[44].
Para ellos otras cosas eran más importantes que la gran cena. Recuérdese la amonestación de Hebreos 12.25[45]. Los que fueron invitados originalmente aceptaron, puesto que la segunda invitación fue dada a ellos. Estaban comprometidos y deberían asistir a la cena; al no hacerlo no solo mostraron falta de cortesía, sino que fue en extremo insultante. Además, es difícil interpretar estas excusas porque parecen no solamente superficiales y triviales, y hasta absurdas, pero fueron las mejores excusas que podían ofrecer, y lo que los hombres dicen ahora para excusarse no es más razonable que estas. El punto principal en esta excusa es que “la hacienda” es mejor que la “gran cena”. Así piensan muchos hombres. Para ellos la hacienda, la tierra que compran, es mejor que el Reino de Dios, mejor que la Iglesia. Es más importante que la salvación del alma.
Él compró tierra. Es de gran valor. Se trata de “bienes raíces” que tienen valor duradero. Teniendo esto hay confianza, seguridad. Los que piensan así no aceptan lo que Jesús dice[46]. El hombre dice: “Necesito ir a verla”. Para él fue una necesidad, algo imperativo. No podría verla el día siguiente. Como las personas que no pueden esperar hasta el lunes para “ver” su “tierra”; tiene que ir el domingo en lugar de adorar a Dios. La tierra podría “volar o ser robada”. Por eso, “tengo que ir ahora, de una vez, es necesario. Es urgente”. No hay otra cosa más importante.
Es como si dijesen: “No niego que es importante salvar el alma, pero no tengo tiempo ahora. Tal vez después. A no ser por esta “necesidad” de seguro me iría, pero los asuntos del mundo son tan importantes que no es posible apartar tiempo para el alma. No hay tiempo para estudiar la Biblia, orar, asistir a las reuniones de la Iglesia y obrar por el Señor”. El Señor dice: “Buscad primeramente el reino de Dios”[47], pero estos responden: “Es imposible hacerlo, porque necesito dedicarme completamente a los asuntos de esta vida”.
Simplemente dicho, no podemos posponer los asuntos de “la hacienda”, la tierra que compré, pero los asuntos del reino sí pueden esperar, pues son de menos importancia. Así son los que son ahogados por los afanes de sus “haciendas”, los asuntos de esta vida y el engaño de las riquezas[48].
La mentalidad del segundo individuo es que sus bueyes son más importantes que la “gran cena”, y hay millones que piensan igual. Sus bueyes son más importantes que la Iglesia. Sus bueyes son más agradables que los hermanos. Prefieren estar con sus bueyes. Tiene que probarlos ahora, cuanto antes. Mañana no. Podrían escapar o ser robados. Ya los compré, ya está hecho; por eso, es de suma importancia “probarlos” ahora. En realidad ahora mismo “voy”, ya estoy en camino para hacerlo.
Este es otro ejemplo del puro egoísmo. El tal busca su propia satisfacción. Se agrada a sí mismo. Así son todas las excusas. Dicen a Dios: “No sea la voluntad tuya, sino la mía”. Es más. Fue posesión nueva. Acabo de comprarlos.
Un tercero dijo: “Acabo de casarme, y por tanto no puedo ir”. Después de las bendiciones relacionadas con la salvación misma, no hay otra bendición más grande que la esposa[49]. Sin embargo, el apóstol Pablo dice: “Pero esto digo, hermanos: que el tiempo es corto; resta, pues, que los que tienen esposa sean como si no la tuviesen”[50]; es decir, no dejar que la esposa sea estorbo para su vida espiritual. Tampoco los hijos. ¿Cuántas mujeres dicen que les gustaría ir a los servicios pero que tienen muchos niños y que son muy molestos? Entonces, ¿debe Dios quitar estos estorbos? En realidad muchos aman su familia terrenal más que su familia celestial. ¡Cuántas veces hemos escuchado tales excusas! Hay que hacer algo con la familia, o algo por la familia, y no hay tiempo para la Iglesia. En el día final, ¿podrá la familia salvarles?[51]
La esposa, como también los negocios y posesiones, son bendiciones del Señor. ¿Cómo, pues, dejaremos que las buenas cosas que Dios nos da nos impidan en nuestro servicio a Él? Estas personas y sus excusas bien representan a los que hoy en día rehúsan buscar primeramente el Reino de Dios y Su justicia. Creen que “la hacienda” es mejor que la Iglesia. Creen que sus “bueyes” son mejor que la Iglesia. Creen que su “esposa” es mejor que la Iglesia. Por eso dicen: “No puedo”, pero se engañan solos porque Jesús no dice que “no puede”, sino que, “no quisiste”[52].
El que hizo la invitación estaba enojado porque los invitados despreciaron su cena. Esto bien representa al Dios de ira, que es “fuego consumidor”[53].
El siervo del Señor solo puede reportar los hechos del caso, sean alentadores o desalentadores. Es lo que hizo Lucas al escribir el libro de Hechos. Algunos aceptaron el Evangelio y muchos otros lo rechazaron. Sin embargo, el apóstol Pablo dice que nuestro trabajo en el Señor nunca es en vano[54].
Los que rehúsan la misericordia de Dios provocan su ira que ordenó a su siervo que fuera por las plazas y las calles y trajera a todos, es decir, toda clase de gente, y especialmente la gente más desdichada, porque el señor estaba disgustado con los que estaban preocupados con sus propiedades, negocios y familiares. Estos cojos y ciegos no tenían nada de propiedades, negocios y familiares que no pudieran dejar. ¿Diría algún ciego: “He comprado una hacienda, y necesito ir a verla; te ruego que me excuses”? ¿Diría algún cojo: “He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlos; te ruego que me excuses”? Así Jesús y los apóstoles predicaron a los que fueron despreciados y rechazados por los fariseos, de los cuales decían: “Mas esta gente que no sabe la ley, maldita es”[55].
Y quedó mucho espacio todavía. Así es ahora. La misericordia de Dios no se ha agotado; la sangre de la expiación no ha perdido su eficacia; el cielo no está lleno. ¡Qué mensaje tan triste sería si fuéramos compelidos a salir y decir: Ya no hay lugar, el cielo está lleno, nadie más puede ser salvo! No importan sus oraciones, o lágrimas, o suspiros, no pueden ser salvos. Todo lugar está llenado; todo asiento está ocupado. Pero gracias a Dios, este no es el mensaje que debemos llevar[56].
Como había lugar para los publicanos, rameras, el ladrón en la cruz, el perseguidor Saulo de Tarso, el carcelero y los adúlteros, homosexuales, ladrones, avaros, borrachos, maldicientes y estafadores de Corinto que obedecieron al Evangelio[57], así también hay lugar para los tales hoy en día. ¡El infierno no está lleno, pero tampoco está lleno el cielo!
¡Qué pensamiento más horrible si Jesús o algún apóstol hubieran anunciado: “Ya no hay más lugar. El cielo está lleno. Nadie más puede entrar. No importa cuántos obedezcan, no importa cuántos oren, no importa cuántas lágrimas derramen, ya no hay lugar”! ¡Cómo debemos alegrarnos al oír la proclamación de que “aún hay lugar”! El predicador puede proclamarlo. Los maestros y maestras de clases bíblicas pueden proclamarlo. Los padres pueden proclamarlo a sus hijos. “¡Aún hay lugar!” Gracias a Dios por esto. Todavía hay cupo para toda persona que esté dispuesto a obedecer al evangelio y ser fiel hasta la muerte.
Los únicos que quedan excluidos son los que se excluyen a sí mismos. El hombre no se puede salvar solo, pero sí se puede condenar solo. Muchos son como Esaú quien “menospreció su primogenitura”[58]. Se roban a sí mismos de los privilegios y bendiciones más grandes y atraen sobre sí mismos la ira de Dios.
El señor mandó al siervo a la región fuera de la ciudad; a los samaritanos[59], a los gentiles, a todas las naciones[60]. La invitación de Cristo debe llevarse a los paganos más apartados de Dios.
Obviamente el señor quería que su casa se llenara para la cena. ¿Cómo forzarlos? No como Pablo forzó a los cristianos a blasfemar[61], sino con persuasión[62]. No para emplear la fuerza, sino para precisarlos en contra de la vacilación que tales pobres personas sentirían en cuanto a aceptar la invitación de un gran señor.
No reservaron lugar para los que amaban más su tierra, sus bueyes y su esposa[63].
El siervo había de persuadir, compeler, constreñir a todos los que estaban en los vallados a entrar para llenar la casa, pero conviene añadir aquí un texto de Mateo 22 que habla de la fiesta de bodas. Dicen los versículos 11-13 que “entró el rey para ver a los convidados, y vio allí a un hombre que no estaba vestido de boda. Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste aquí, sin estar vestido de boda? Más él enmudeció. Entonces el rey dijo a los que servían: Atadle de pies y manos, y echadle en las tinieblas de afuera; allí será el lloro y el crujir de dientes”; es decir, todos son invitados a entrar a la fiesta de bodas, pero es indispensable que sean respetuosos, responsables y sumisos a la voluntad del “Rey”. Es necesario vestirse de la manera apropiada[64]. En la carta a los efesios Pablo describe la nueva vida en Cristo[65].
Al leer esta parábola a la luz de todo el Nuevo Testamento es obvio que los convidados eran los judíos[66]. Sin embargo, si los judíos incrédulos se arrepienten, ellos también serán salvos[67]. Esto nos hace ver lo peligroso de rechazar la invitación del Señor de obedecer al Evangelio, lo peligroso de entristecer al Espíritu Santo[68].
c. Seguir a Jesús (Mateo 10.37-39; Lucas 14.25-27).
Muchos tienen el problema de que aman otras cosas más de que aman a Dios. Aprenden la verdad, saben lo que deben hacer para obedecer a Cristo para salvar el alma, pero no quieren que los familiares les consideren “traidores”. “Si tú aceptas esa religión estará abandonado la religión de tus padres”. Llegan al crucero de caminos. ¿A quién complacer? ¿A quién ofender? Es imposible estar bien con Cristo y al mismo tiempo estar bien los familiares. Los que dan la espalda a Cristo para complacer a la familia no son dignos de él.
¿Qué discípulo de Cristo llevará una cruz tan pesada como la del Maestro? Nadie se atrevería a hacer tal comparación. ¡Cuán livianas son nuestras cruces! La “cruz” de este contexto es simplemente la cruz del desagrado o desaprobación de familiares y amigos. Si no estamos dispuestos a llevar esta cruz tan liviana, no somos dignos de ser sus discípulos.
Hallar la vida significa egoísmo. Significa seguir la voluntad propia. Significa no someternos a la voluntad de Cristo para llevar su cruz y sufrir por Él. “Hallar la vida” es perderla, pero perder la vida sirviendo y sufriendo por Cristo es hallarla. La expresión “halla su vida” se puede traducir hallar a sí mismo, porque es palabra que abarca toda forma de vida. La misma palabra se traduce alma en el Lucas 14.28. Por eso, la persona que halla o salva su vida para no ser perseguida, pierde su vida o alma, pues pierde todo, pero si decimos con Pablo: “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios”[69], hallamos o salvamos la vida; es decir, Jesús no habla solamente de la vida física. Esteban, Jacobo y muchos otros discípulos primitivos perdieron su vida por causa de Cristo y de esa manera hallaron su vida, pero por el contrario, Demas, al desamparar a Pablo y a Cristo, “amando este siglo”, si no se arrepintió, perdió su vida[70].
Jesús no buscaba la popularidad. Ya sobraba la fama y aun decía a los sanados que no hablaran del milagro. Lo que dice aquí es un acto dramático por parte de Jesús, un deliberado esfuerzo para controlar el irreflexivo y desenfrenado entusiasmo de las multitudes que seguían por el mero hecho de seguirle.
En Lucas 14.25-33, nuestro Señor habla palabras necesarias, palabras de vida, pero ¿cuántos las pueden recibir? A veces su enseñanza parece dura al hombre. El apóstol Juan registra el sermón de Jesús sobre el pan de vida en el cual enfatizaba lo espiritual[71]. También cuando enseñó sobre el matrimonio, el divorcio y segundas nupcias, sus discípulos se escandalizaron[72].
En esta ocasión, pues, les entregaba enseñanza muy exigente, enseñanza que para la mayoría de la gente sería muy ofensiva, porque quería separar a los fieles de los infieles, a los sinceros de los insinceros. Él siempre estaba consciente de los varios propósitos o motivaciones de los que le seguían: Buscaban panes y peces y otros beneficios temporales, querían la sanidad física, tenían ambiciones políticas, o simplemente le seguían por la curiosidad y porque los demás le seguían. Cristo conocía y conoce al hombre[73]. Aun conoce los pensamientos del hombre.
Lucas 14.26 nos deja extrañados, cuando pareciera que Jesús está enseñando que requiere que uno aborrezca a su familia, cuando en Mateo 5.44 enseña que debemos amar aun a los enemigos. Los que aborrecen a sus padres en el sentido de odiarlos desobedecen[74]. Sin embargo, debemos honrar y obedecer a Cristo aunque estemos en conflicto con los mismos padres.
Es necesario dejar que la Biblia misma explique esta palabra. Si algún hombre dijera que la palabra “aborrecer” no siempre tiene el sentido de odiar, no podríamos aceptar su palabra, pero la Biblia misma nos hace entender que esta palabra se puede usar para significar amar menos. La prueba de esto se ve en Génesis 29.30-31. También se ve en Deuteronomio 21.15-16. No odiaba a su mujer, sino que, como en el caso de Jacob y Lea, la amaba menos que la otra. Vea también Malaquías 1.2-3.
Por lo tanto, el aborrecer a la familia significa amar más a Dios[75]. Cristo no acepta segundo lugar en nuestra vida. La lealtad hacia Él tiene que ser suprema.
El cristiano no debe mostrar mala actitud hacia los padres, pero cualquier cosa, sea en los padres o en su propia vida, que se oponga a la verdad de Cristo debe ser aborrecida. No debe permitir que la relación estrecha y cariñosa con los seres amados le lleve a tener comunión con el mal. Este texto enseña que Cristo debe ser amado supremamente, o de otro modo Él no es amado de ninguna manera.
Cuando un extranjero quiere hacerse ciudadano de otro país, debe renunciar lealtad a su tierra natal y debe jurar lealtad al país que ha elegido. Esto no significa que no puede seguir teniendo un alto concepto de la nación a la cual dijo “adiós”, pero sí, significa que ahora debe servir a la nación que lo ha acogido.
Cuando algún criminal era condenado a ser crucificado una parte de la sentencia era que debería llevar al lugar de la ejecución la cruz sobre la cual había de morir. Debemos leer frecuentemente y meditar mucho sobre los textos que describen la crucifixión de Cristo porque si en verdad queremos seguirle como sus discípulos debemos estar dispuestos a sufrir con gozo[76] cualquier carga desagradable para cumplir con el deber. Siempre habrá conflictos con el mundo, aun con los familiares como este texto indica, pero el verdadero cristiano siempre está pensando en lo que agrada al Señor.
Estas palabras significarían aun más a los cristianos después de la crucifixión y resurrección de Jesús[77]. El negarse a sí mismo significa que voluntariamente uno da espaldas al “viejo hombre”[78]; que todas las cosas de la vida pasada que estaban en conflicto con la voluntad de Cristo o que pudieran impedir el servicio a Cristo se consideren como “basura para ganar a Cristo”[79]; que está dispuesto a obedecer su enseñanza y andar en sus pisadas[80].
1) Abandonar todo (Lucas 14.28-33).
La gente en ese tiempo edificaba torres en sus viñas y en otros lugares para poder ver de lejos al enemigo que se acercara. Eran altas y también fuertes, con buen cimiento; por eso, el costo de edificarla, tanto de trabajo como de dinero, era considerable. No era un proyecto insignificante. Tal torre medio construida no servía para nada, y solo era espectáculo que provocara burla. Con esto Jesús ilustra el fracaso que resulta de medio rendirnos a Él y su servicio.
La torre, una estructura elevada y noble, bien ilustra el discipulado, algo distinguido del mundo y atrae la atención de otros. Todos los que obedecen al Evangelio se pueden comparar con el que empieza a edificar una hermosa torre y para hacerlo debe cavar y ahondar y poner el fundamento sobre la roca[81], hacer buena obra y tener como meta el cielo mismo.
Muchos predican con el propósito de emocionar a la gente para que pronto “obedezcan”. Quieren “resultados”. Algunos son muy carismáticos y saben manipular las emociones de la gente y el resultado es que muchos son convertidos al evangelista y no a Cristo. Les dicen cuán “fácil” es entender y obedecer al Evangelio. Jesús y los apóstoles nunca dijeron que es fácil ser cristiano[82].
Desde luego, hoy es el día de salvación, y en los casos de conversión registrados en Hechos, la gente obedeció “cuando creyó”, es decir, inmediatamente, pero en estos casos el Evangelio les fue predicado. Los apóstoles iban por todas partes predicando “todo el consejo de Dios”[83] para hacer verdaderos discípulos de Cristo. Estos entendían lo que les costaría obedecer a Cristo.
¿Cuántas personas compran casas o automóviles y los pierden porque no pueden hacer los pagos hasta el fin del contrato? De esta manera mucho dinero se pierde, y es vergonzoso. De la misma manera serán avergonzados los que profesan ser cristianos pero no pueden vencer al mundo[84].
Sería pura insensatez salir con diez mil soldados para pelear con otro ejército de veinte mil soldados. Si por ser impulsivo y por dejarse llevar por el odio o la envidia inicia tal guerra, solo le queda una alternativa: Enviar una embajada y pedir condiciones de paz; es decir, rendirse y aceptar la derrota vergonzosa. Así también es pura insensatez inscribirse en el ejército de Cristo sin la disposición de pelear por el Señor hasta ganar la victoria final[85]. (). Cuando uno toma la decisión de obedecer al Evangelio, debe entender que no hay simplemente el peligro o la amenaza de guerra, ¡ya está la guerra! y al llegar a ser discípulo de Cristo, llevamos su armadura y entramos inmediatamente en la lucha. La guerra es obligatoria en el momento que uno tome la decisión de ser discípulo.
El obedecer al Evangelio es un acto serio no simplemente de las emociones, sino también del intelecto y de la voluntad. Uno debe estar muy resuelto a ganar la victoria. Debe tomar esta decisión habiendo tomado en cuenta las consecuencias de su acción. ¿Cómo van a reaccionar los miembros de la familia? ¿Cómo me afectará en el trabajo? ¿Estoy dispuesto a abandonar toda práctica, todo hábito, toda costumbre, que esté en conflicto con la voluntad de Cristo? ¿Qué tan fuertes somos para pelear contra los enemigos formidables de nuestra alma? El nuevo discípulo no es un veterano; tiene fuerza limitada. ¿Será suficiente para ganar la batalla?[86], pero Cristo no lucha solo, sino que promete ayudar al discípulo más débil con tal que con todo su corazón ponga su parte.
El que no renuncia a todo lo que tiene, no puede ser discípulo de Jesús. La palabra griega que se traduce “renuncia” es “apotasso” que denota primariamente poner aparte. En los papiros, el significado más intenso con el que se halla es el de quitarse a alguien de encima. El sencillo significado de esta declaración sorprendente es que uno, para ser discípulo de Cristo, debe amarlo más que cualquier otro ser, sin excluir a sí mismo.
¿Qué nos cuesta ser discípulos de Cristo? Nos cuesta todo[87]. Todos y todo tienen que ocupar segundo lugar en nuestra vida, porque Cristo es primero[88]. El discipulado requiere que nos alejemos completamente de todo pecado. Requiere la abnegación de sí. Hay que luchar contra todos los deseos de la carne[89].
Lo que Jesús pide es una devoción de todo corazón, una lealtad a toda prueba, una negación completa de uno mismo, de modo que uno se ponga a sí mismo, su tiempo, su dinero, sus posesiones terrenales, sus talentos, etc., a disposición de Cristo.
2) Furia de los pecadores (Lucas 15.1-2).
Se acercaban a Jesús todos los parias de la sociedad judía, evitados como contaminados, no se acercaban para tentarle o atraparle, sino para oírle, porque ellos sabían que podían acercarse a Cristo. Él no era como los otros maestros judíos. Él tenía verdadera compasión de ellos[90].
En la misma proporción en que los publicanos y los pecadores se aproximaban a Jesús, aumentaban en sus murmuraciones los fariseos y los escribas. La distancia social llega a ser aquí un abismo infranqueable, diciendo: “Este”, forma despectiva de hablar de Jesús, “a los pecadores recibe, y con ellos come”. Para ellos el hombre es conocido por sus asociados; es decir, si Cristo comía con tales personas, entonces debiera ser uno de ellos. Pero si Cristo no hubiera venido para buscar a los pecadores, entonces no habría esperanza alguna para nadie, incluyendo a los fariseos y los escribas mismos. ¡Cómo debemos dar gracias a Dios porque Cristo vino al mundo para buscar y a salvar a los perdidos!
Murmuraban porque había una gran pared de separación entre ellos y los publicanos y pecadores. La implicación es que Jesús prefiere a estos proscritos a las clases respetables, los fariseos y los escribas, debido a que es como ellos en carácter y preferencias, incluso con las prostitutas. Sin embargo, la verdad es que Cristo comía con pecadores porque vino al mundo para salvarles. Cristo aborrece el pecado[91], pero ama al pecador y este amor es lo que mueve al pecador a arrepentirse[92].
Pero los fariseos creían que los pecadores no tenían valor alguno y que no valía la pena preocuparse por ellos, mucho menos comer con ellos. Para Jesús los pecadores tienen mucho valor e incluso creía que valía la pena aun morir por ellos[93].
Este capítulo con sus tres parábolas inolvidables bien ilustran que ante los ojos de Dios los pecadores todavía tienen valor. Todos sabemos que el mero hecho de estar perdido no destruye el valor de algún objeto. Por el contrario, parece que apreciamos más que nunca su valor. Un animal perdido se busca. Una cartera perdida se busca y si contiene mucho dinero se busca con mucha diligencia. Todos los familiares y vecinos se juntan para buscar al niño perdido. Parece que el ser perdido algún objeto en lugar de disminuir su valor, más bien da realce a su valor. No estamos diciendo que el pecado aumenta el valor del alma, pero ¿cuándo apreciamos la salud más, antes o después de perderla?
El valor de algún objeto depende de que haya alguien que lo valorice, alguien que lo necesite o que lo quiera. En un país donde nunca hace frío, nadie quiere calentador, pero en zonas frías sí. El punto es que los publicanos y pecadores no tenían valor para los fariseos, pues creían que eran totalmente inútiles e indignos de la salvación, pero Jesús los apreciaba porque todos son hechos a la imagen de Dios y tienen alma que salvar[94].
d. Parábolas de la misericordia (Lucas 15.3-16.12).
Las tres parábolas que siguen son la respuesta de Jesús a las murmuraciones de los fariseos y los escribas. Las palabras claves en estas parábolas son “perdido”, “encontrado”, y “gozo” al encontrar lo perdido.
1) La oveja perdida (Lucas 15.3-7).
Jesús apela a los propios sentimientos de sus oyentes. La palabra “hombre” es enfática y la implicación es que si bajo estas circunstancias el hombre actúa así, cuánto más Dios lo hará. En esta parábola no hay distinción entre ovejas y cabritos como en Mateo 25.32, porque en esta parábola, como en Ezequiel 34.6, las ovejas son judíos, y si pierde una de ellas, como los publicanos y pecadores que le escuchaban, los fariseos y escribas que creían que eran muy justos, en el desierto, va tras la que se perdió, hasta encontrarla. Esto indica una búsqueda seria e intensa.
Jesús razona desde lo menor a lo mayor, de oveja a hombre. Razona desde lo humano, cómo el hombre actúa, a lo divino, cómo Dios actúa. Jesús razona desde el punto de vista de lo que ellos hacen o aprueban; es decir, Jesús buscaba al hombre perdido y los fariseos y los escribas murmuraban, pero ellos hacían la misma cosa si era oveja, pero como Jesús dice en otro texto: “Pues ¿cuánto más vale un hombre que una oveja?”[95]. Así es que, si los fariseos aceptaran la primera parte de esta parábola, deberían aceptar la segunda parte. Si estaban de acuerdo con la actitud del pastor de ovejas, entonces deberían estar de acuerdo con la actitud de Cristo[96] cuando se encuentra una de sus ovejas perdidas. ¿Cómo podían decir que los publicanos y pecadores tenían menos valor que las ovejas?
Las ovejas son dadas a descarriarse y perderse. Son animales indefensos y necesitan dirección y protección. Por eso, el pueblo de Dios se compara con ovejas. “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino”[97]; “Porque vosotros erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Obispo de vuestras almas”[98]. Cristo vino al mundo para buscar y salvar a los perdidos[99].
Lo que se esperaría de un buen pastor entre ellos, es precisamente lo que Cristo hacía en esos momentos, el tomar a la oveja descarriada y cargarla. Desde luego, la oveja es pasiva, es simplemente encontrada y llevada por el pastor, pero el pecador tiene que hacer algo, tiene que arrepentirse para ser “encontrado” por el Buen Pastor. Jesús ama a los pecadores y come con ellos, pero el gozo en el cielo depende de que se arrepientan. Este tema está desarrollado en una manera sublime en el caso del hijo pródigo[100].
Jesús emplea los términos de “pecadores, justos, arrepentimiento”, en el sentido exterior en que ellos lo entendían; ellos, que se imaginaban que bastaba formar parte del pueblo de la alianza y observar las ordenanzas levíticas para estar seguro de la salvación.
El gozo se pone en contraste con las murmuraciones de los judíos. Desde luego, los fariseos y los escribas se presentaban a sí mismos como justos en contraste con los publicanos y pecadores. Lo que Jesús dice en la parábola no significa que Él también los clasificara como justos, pero el punto es que aunque ellos hubieran sido justos, como pensaban, se condenaban por su actitud hacia los perdidos. Para los fariseos y los escribas había gozo cuando algún pecador era “destruido”, pero Jesús explica que cuando la oveja perdida es encontrada, hay mucho gozo en el cielo, precisamente como los amigos y vecinos del pastor se regocijaban con él cuando encuentra su oveja perdida[101]. Los fariseos y los escribas murmuraban, pero el cielo se regocijaba.
Mateo 18.10-14 registra esta parábola, pero la aplica a la restauración de alguno de “estos pequeños”, sus discípulos.
2) La dracma perdida (Lucas 15.8-10).
Una dracma tenía aproximadamente el mismo valor que el denario, el salario de un día del jornalero; por eso, era de mucho valor. El pastor no había perdido la oveja, pero esta mujer sí perdió su moneda. Hace lo mismo que el pastor: Busca hasta encontrarla. Los dos buscaron con diligencia, no con indiferencia, no a medias, sino con el propósito firme de encontrar lo que se había perdido[102].
Es difícil para personas que viven bien acomodadas entender el valor de esa moneda, pero era ocasión de gran gozo para esa mujer. ¿Qué tanto dinero tendríamos que perder y encontrar para invitar a los vecinos a regocijarse con nosotros? Pero obviamente esa dracma era necesaria para su subsistencia, pues con ella podía comprar la comida, medicina, etc. Fue algo de mucho valor y le hacía mucha falta.
Así es que los amigos y vecinos del pastor y de la mujer deben hacernos pensar en los ángeles que están en la presencia de Dios. Éstos tienen mucho interés en los redimidos[103].
Otra vez se presentan los tres elementos:
a) La moneda perdida.
b) La búsqueda diligente.
c) El gozo al encontrar lo perdido.
Obviamente la mujer sabía que su moneda tenía valor, y de la misma manera ante los ojos de Dios el pecador tiene valor. Valía la pena buscar la moneda perdida, y vale la pena buscar almas perdidas. Como había gozo cuando se encontró la moneda, cuánto más debe haber gozo cuando el alma perdida es encontrada. ¿Cómo podían los fariseos murmurar cuando los ángeles se regocijan?
La tragedia de la moneda perdida era que estando perdida ya no se podía utilizar. Estaba fuera de uso. Valía, pero para que fuera útil tuvo que ser encontrada. Hay millones que valen mucho, pero para ser útiles al Señor tienen que ser encontrados y santificados[104]. Pablo dice lo siguiente acerca de Onésimo, el esclavo de Filemón que había huido, estaba “perdido”, y luego “encontrado” por Pablo[105]. Todos los miembros del cuerpo son útiles[106], pero un miembro cortado, apartado, del cuerpo es completamente inútil.
3) El hijo pródigo (Lucas 15.11-32).
Un hombre tenía dos hijos; el mayor representa a los fariseos y escribas, los que profesan ser religiosos, y el menor representa a los que abiertamente se rebelan contra Dios, los publicanos y pecadores. La pérdida de un hijo es más seria que la de una oveja o de una moneda. El drama se intensifica. Se pone más trágico.
Parece que por temor de ser acusado de ser “pentecostal”, algunos hermanos no se atreven a ser emocionantes en la predicación, pero esta parábola de principio a fin es muy emocionante. Es conmovedora.
El menor de ellos, cansado de la vida con su padre y deseoso de una libertad falsa, pidió la parte de los bienes que según él le correspondían. Según Deuteronomio 21.17, la parte que le correspondía al hijo menor era la tercera parte de los bienes, pues el primogénito recibió doble porción.
El padre respetaba la voluntad de su hijo. Nadie es retenido en la casa del padre contra su voluntad. Dios da al hombre el libre albedrío y nunca se lo quita. El que quiera salir de la casa del Padre puede hacerlo. Sin embargo, habiendo tomado su decisión el hombre tiene que vivir con esa decisión y su consecuencia, habiendo tendido su cama tiene que dormir en ella. Dios siempre ha sido muy bueno, muy bondadoso con el hombre[107]. El hijo no podía y no quería acusar al padre de nada, pues nunca le había maltratado.
Unos pocos días después, quemó las naves detrás de sí, reuniendo todo lo que tenía; no dejando nada en casa que garantizara su retorno, el hijo menor, se fue lejos. Este lenguaje bien ilustra la actitud de los que quieren alejarse de la enseñanza y autoridad de Dios para ser “independientes”. La parábola muestra el curso del pecador: Su temporada de indulgencia; su miseria; su arrepentimiento; su perdón.
Se enseña mucho sobre el costo del discipulado. Cuesta mucho ser cristiano, pero también cuesta vivir en pecado. A este joven le costó todo.
Cuando todo lo hubo malgastado, cuando los falsos amigos lo dejaron, cuando la situación se puso muy difícil, sucede una catástrofe más en su vida, ya que la crisis económica atacó esa zona y hubo gran hambre. Comenzó a buscar empleo, pero lo único que encontró fue como cuidador de cerdos, una ocupación de degradación para un judío, puesto que este animal era, según la ley de Moisés, inmundo[108]. Este animal era para el judío tan abominable que hablaban de él como “la otra cosa”.
Nos extraña que el que le ocupaba ni siquiera diera de comer, pero esto bien ilustra la degradación del servicio del diablo. Este hijo menor tenía libre albedrío. Podía tomar la decisión de salir de la casa de su padre, pero no podía ser libre de las consecuencias de su decisión. La tentación presenta el pecado como muy atractivo, muy deseable y no se niega que el pecado mismo, el acto, puede ser placentero. Sin embargo, la consecuencia del pecado es pura pesadilla.
Qué descripción tan gráfica de la vida del hombre perdido, una vida de miseria perpetua. Siempre hay gran hambre en aquella provincia lejana de pecado. En realidad todos, o están en la casa del Padre o en la miseria. Disfrutamos la abundancia de la casa del Padre o perecemos de hambre. Gozamos de la libertad en la casa del Padre o somos esclavos del mundo. Recibimos el honor de ser hijos de Dios o sufrimos la vergüenza de ser hijos del diablo.
El verdadero propósito de Satanás es reducir todo hombre a este nivel de sufrimiento y miseria. Quieren que todos malgasten su herencia y que vivan y coman con cerdos[109]. Es lo que quiere hacer con todos. Quiere que todos manchen sus vestiduras[110]. Quieren que los miembros de la Iglesia hagan como los perros y cerdos[111]. Quiere que todos sean como los que Isaías 1.6 describe: “Desde la planta del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y podrida llaga”. El diablo promete grandes cosas, pero paga con alimento de cerdos. La descripción de la miseria del hijo pródigo de ninguna manera exagera la miseria del hombre perdido en pecado. Muchos, mayormente jóvenes, se burlan del pecado y su consecuencia, como el grupo que estaba tomando y gritando: “Sabemos que vamos al infierno pero estamos muy divertidos en el proceso”. Los tales no saben lo que están diciendo.
Parece que el joven estaba “fuera de sí”. “El corazón de los hijos de los hombres está lleno de mal y de insensatez en su corazón durante su vida”[112]. ¿Están en su juicio cabal los que sirven a Satanás? Este joven fue enseñado por la experiencia amarga. ¿No sería mejor que los jóvenes aprendan la lección que el hijo pródigo aprendió sin tener la misma experiencia ellos mismos?
La adversidad le hizo volver en sí; es decir, cuando fue reducido a la pobreza y la miseria, no era una tragedia sino una bendición, porque esa condición desdichada ayudó a llevarle al arrepentimiento. Muchos hombres han hecho el viaje de arrepentimiento después de sufrir[113].
La memoria de un buen hogar tuvo mucho que ver con el regreso del hijo pródigo, y la memoria de un buen hogar: Padre, madre, hermanos que le aman, bien puede convencer a otros hijos pródigos a volver a casa. También la memoria de la Iglesia, donde reina el amor y la paz ayuda al hermano descarriado a volver a su casa espiritual.
Desde luego, habiendo quemado sus puentes cuando salió de su hogar, no podía volver reclamando derechos y no podría haber protestado si su padre le hubiera rechazado.
Aquí precisamente está el principio de muchos nobles pasos. “Me levantaré”. Primero que todo hay que levantarse. Pero que no sea un pensamiento pasajero sino una resolución firme. Hay que borrar todos los pensamientos negativos: “No puedo”; “¿qué pasará si…?”, etc., sino el pensamiento bien definido de que “no hay otro camino”. No era posible fumigar su ambiente. No podía hacer nada con los cerdos. La única alternativa sensata era: “Me levantaré e iré a mi padre”. ¡Voy a salir![114] ¡Voy a salir ahora, no en seis meses, sino ahora mismo! ¿Qué gano con esperar más tiempo? Estoy pereciendo de hambre. Y no voy a mirar hacia atrás.
El viaje de arrepentimiento no es fácil. Estaba lejos de su hogar. Estaba debilitado física y emocionalmente. No sería fácil hacer tal viaje, pero el pensamiento de estar en su propio hogar, con su padre amado, le dio fuerza para completar el viaje. Durante ese viaje sin duda decía repetidas veces: “voy a mi casa, voy a mi casa”.
Él no tomó la mejor decisión de su vida, haciendo enmiendas y reformas allá en la tierra lejana entre los cerdos. No pasó tiempo meditando en cómo excusarse y justificarse diciendo: “Pero otros pecan también, y algunos más que yo”. Tomó la única decisión sabia: Aceptaría su falta y hacer confesión al padre: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti”.
El joven tuvo que reconocer: “Yo sé lo que he hecho, y estoy confesando mis pecados. Yo sé que no merezco nada. No soy digno de nada, pero también yo sé que aquí entre los cerdos no puedo mejorar mi vida”. Con gozo aceptaría el último lugar en la casa de su padre. Este es el verdadero arrepentimiento.
En las parábolas de la oveja perdida y la moneda perdida se enfatizaba la búsqueda. En esta se explica cómo se perdió el hijo, y cómo tuvo cambio de corazón y volvió al padre. Al salir decía “dame” y al volver dice “perdóname”. No culpa a otros. No emblanquece su pecado. No trata de justificarse. No trata de reformarse viviendo con los cerdos. Simplemente reconoce que el pecado no satisface sino que solo produce el hambre y que sería locura perecer con hambre en lugar de volver a la casa de su padre donde hay abundancia de pan aun para los jornaleros. Por eso, toma otra decisión importante. Teniendo libre albedrío había tomado la decisión de abandonar la casa del padre para ir a una provincia lejana y malgastar su herencia, ahora toma la decisión de emprender el viaje de arrepentimiento para volver a la casa del padre donde hay abundancia de pan. Esta decisión requería mucha humildad pero también requería mucha sensatez, porque no todo el mundo reducido a la miseria toma decisiones buenas. Algunos cometen suicidio como Judas, otros empiezan una vida de crimen o borrachera, pero este actuaba con sobriedad y volvió a su padre.
El pródigo sabía que podía regresar a la casa del padre. Creo que este punto merece mucho énfasis[115]. Nos toca convencer a los perdidos que no solamente pueden volver al Padre, sino que Él sinceramente anhela su retorno, no para castigarlos sino para perdonarles. Debemos predicar más sobre este tema. Es indispensable que todos los perdidos lo sepan. La puerta está abierta. Es necesario recalcar esta verdad para evitar la desesperación en el corazón del perdido. Todo miembro de la iglesia debe compartir esta actitud benévola del padre, la buena disposición de recibir con gozo al perdido arrepentido. ¡Cuán importante es que el pecador sepa que las puertas de la iglesia están abiertas para recibirlo con gozo! ¡Cuán importante es que los brazos de los miembros siempre estén abiertos para recibir con gozo al hermano descarriado!
El arrepentimiento no es simplemente una emoción; más bien es un “viaje” a su padre. Cuando su padre lo vio a lo lejos, fue movido a misericordia, corrió, se echó sobre su cuello y le besó. No dice: “Te perdono”, sino que en una escena sumamente emocionante lo expresó. Obviamente el hijo pródigo no era el único que había sufrido. La imagen que Jesús pinta de este padre bien indica que estaba muy afligido y muy ansioso de ver a su hijo. ¡Cuántas veces había observado ese camino con la esperanza de que un día pronto su hijo volvería! Obviamente estaba esperando su retorno, pues en ese mismo momento cuando el hijo se acercaba el padre lo vio de lejos.
¿Fue en vano el regreso del hijo pródigo? ¿Fue vana su esperanza de ser recibido otra vez en la casa del padre aunque tal vez como jornalero? ¿Qué le diría su padre? ¿Diría: “¡Se lo dije!”? La primera mirada, aun de lejos, llenó el corazón del padre con compasión. La actitud de Dios hacia el pecador se expresa en la acción del padre: “Corrió”; “se echó sobre su cuello”; “le besó”. ¿Es esta la actitud nuestra hacia el pecador arrepentido?
El hijo no se excusa para proteger su orgullo. No habla de su juventud, las pasiones o las atracciones del mundo, sino que simplemente dice: “He pecado”. El hijo muestra un espíritu varonil al adherir a su propósito de hacer una confesión, a pesar del calor de la bienvenida del padre; al estar afligido por lo que había hecho, y no por lo que había perdido; y al no culpar a nadie sino a sí mismo.
Algunos manuscritos antiguos agregan: “Hazme como uno de tus trabajadores”[116]. No sabemos si dijo esto, pero probablemente el padre, ya habiendo oído lo suficiente para ver la humildad del hijo, le interrumpió y no le dejó terminar.
Pero el padre probablemente ni escuchaba lo que decía su hijo a causa de su gozo y mandó a vestirle con ropas largas, suntuosas, elegantes[117]. Le puso un anillo que indicaba honor, autoridad y calzado en sus pies, para identificarlo no como esclavo, que iban descalzos, sino como hijo.
El becerro gordo estaba reservado para una ocasión muy especial[118]. El hijo pródigo habría sido contento si el padre hubiera dicho: “Ve a la cocina para ver si hay sobrantes”, pero en lugar de eso, el padre le preparó banquete. ¡Qué contraste con las algarrobas que quería comer en el país lejano!
Y comenzaron a regocijarse. La familia siguió el ejemplo del padre en la celebración.
Pero el hijo mayor estaba en el campo; ahora el enfoque cambia del hijo pródigo al hermano mayor quien representa no solo a los fariseos y los escribas, sino también a todos los que se justifican a sí mismos y menosprecian a los perdidos, y cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas y cuando supo que era toda aquella fiesta se enojó, y no quería entrar. Creía que no habría cupo para los dos hermanos en la misma casa. Es obvio que al hablar del hijo mayor, Jesús pinta la imagen de los fariseos y los escribas que “murmuraban, diciendo: Este a los pecadores recibe, y con ellos come”. Hay dos hijos pródigos en esta parábola, dos hijos perdidos. Aparte de otras cosas el hermano mayor estaba perdido por causa de su actitud hacia su hermano menor. Las obras de la carne no solamente incluyen la fornicación y la borrachera, sino también el odio, la envidia y la amargura[119]. Si usted tuviera que escoger al hijo pródigo o al hermano mayor como compañero para algún viaje, ¿a cuál escogería?
El padre buscaba la paz en la casa y bajando su posición como superior, salió de la casa a buscar a su hijo enojado, pero este ni siquiera le llama “Padre” como lo hizo el hijo pródigo. Su vida en la casa de su padre no era nada dichosa; era puro servicio frío, literalmente, trabajo de esclavo.
Se marca un contraste entre la humildad del hijo pródigo y el orgullo de su hermano mayor. Este creía que era muy superior, que era moral y su hermano inmoral. Así pensaban los fariseos y los escribas. Compárese la oración del fariseo que “oraba consigo mismo” diciendo: “No soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano”[120].
El hermano mayor no solamente está enojado con su hermano menor, sino que también reprocha a su padre. Pero ¿este hermano mayor tenía amigos? ¿Él era capaz de regocijarse? Si el padre nunca le había dado fue porque para este hermano mayor todo era merecido; él no entendía nada de dádiva y gracia.
Lamentablemente el hermano mayor despreciaba la gran bendición de estar siempre con su padre y veía su vida en la casa prácticamente como la de un esclavo. Sin embargo, el padre amaba a los dos hijos. Tengamos cuidado con nuestro corazón. Para nosotros es más fácil amar al hijo pródigo que al hermano mayor, pero Dios ama a los dos y desea que sean salvos[121].
El padre dice a su hijo: “Teníamos que hacer fiesta”. En otras palabras, celebrar era obligatorio. Era la única cosa correcta y adecuada de hacer en ese momento. Tu hermano estaba muerto, muerto para mí, muerto a la virtud, muerto a la felicidad, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Debería regocijarse porque como el padre había ganado a su hijo como resucitado de los muertos, así también él había recobrado su hermano.
Con esto la hermosa parábola termina con estas palabras conmovedoras del padre. Sin embargo, podemos leer la historia del hermano mayor en la de los judíos quienes rehusaron regocijarse con Jesús en la salvación de los pecadores. En la siguiente Pascua ellos llevaron su resentimiento contra Él al punto del homicidio, y unos cuarenta años después la herencia les fue quitada.
4) El capataz astuto (Lucas 16.1-12).
Un hombre rico acusa a su mayordomo de ser malgastador, y el mayordomo no dice nada. Obviamente el amo tenía razón. La palabra traducida “disipador” se traduce “desperdició” en Lucas 15.13; por esta causa el hijo menor se llama “hijo pródigo”. ¿Qué habría pensado Judas Iscariote al escuchar esta parábola?[122]. Todo hombre que se apodera de los bienes que le son prestados, los hace servir a su egoísmo, a su orgullo, a sus placeres, olvidándose de Aquel que es el verdadero propietario, disipa lo que le ha sido confiado para un fin enteramente diferente.
El ser mayordomo de los talentos y habilidades que Dios nos da requiere servicio fiel[123]. Sin embargo, la mayordomía de este texto tiene que ver con los bienes materiales.
El señor pide cuenta a su mayordomo y le sentencia, pero aunque le dijo esto, es obvio que no le despidió inmediatamente. Todavía era mayordomo.
El mayordomo podía ver lo difícil de su situación. No se engañó solo. Podía ver que le esperaba la ruina si no hacía algo y pronto. Muchos se engañan solos, diciendo que todo está bien aun cuando les espera la ruina, pero aunque este mayordomo mentía al amo y a los deudores él decía la verdad “para sí”. Estudió su caso, tomando muy en serio lo que el amo le decía, pero tuvo que formar un plan y llevarlo a cabo con toda diligencia porque el amo le pedía los libros. Tuvo que entregarlos cuanto antes. Comenzó a reflexionar seriamente, tomando en cuenta los medios de vida disponibles para él, tomó una decisión y la llevó a cabo. Al hacerlo nos enseña una lección sobresaliente sobre la urgencia de la cuestión de dar cuenta a nuestro Señor, y también sobre la necesidad de la diligencia que demos mostrar al prepararnos para el Día Final.
De esta manera todos deben pensar, meditar, reflexionar, con toda sobriedad, sobre el futuro y el juicio que nos espera. Todos deben pensar seriamente y esforzarse para asegurar su bienestar futuro. Esta es la lección principal de esta parábola.
El mayordomo estaba orgulloso por haberse exaltado sobre otros. Entonces ¿qué podría hacer? Consideraba cuidadosamente sus opciones o alternativas. Tomaba en cuenta sus limitaciones y posibilidades.
Tomó una decisión, estaba resuelto. No se engañó a sí mismo ni por un momento. De una vez lo haría. Si los “hijos de luz” estuviéramos tan decididos y resueltos todos los días en nuestros planes para servir a Señor, seríamos mucho más exitosos en su obra. Concibe un plan para asegurar su futuro: Hacerse amigos de los deudores de su amo para que le reciban en sus casas. Él todavía era el mayordomo. Para el momento no tenía hambre. En ese momento todavía estaba bien, pero reconocía que en poco tiempo no tendría nada. Así son todos los hombres. Muy pronto las paredes de esta vida se derrumbarán[124]. Este hombre dijo: “Ya sé lo que haré”. ¿Sabemos nosotros lo que haremos? También muy pronto a nosotros se nos quitará la mayordomía. ¿Qué haremos nosotros?
Algunos creen que los deudores eran comerciantes, pero probablemente eran inquilinos o arrendatarios que pagaban sus deudas con los mismos productos que cosechaban. Si hubieran sido comerciantes, probablemente la deuda habría sido cierta cantidad de dinero.
Este hombre no era como los muchos que libremente admiten que sí van a morir, que sí van a perder todo, que sí deben prepararse, etc., más bien, este era hombre de acción y no simplemente de palabras. El formó un plan y entonces lo llevó a cabo. Hay millones que saben que deben prepararse para el futuro, pero van al sepulcro sin mover el dedo para hacer lo que saben.
¡Qué plan tan astuto! ¡Qué hombre más sagaz! Él verdaderamente hizo preparación para el futuro. ¿Qué fue el plan? Obviamente diseño del plan era conseguir el favor de los que debían algo a su amo. Él guardaba libros sobre los trámites del negocio y, por eso, estaba en la posición de manipular las cuentas. El plan era comprometer a los deudores de su amo. Los puso bajo obligación a él, para que cuando él fuera quitado de su mayordomía, ellos, por temor o con sentimiento de gratitud, lo recibieran en sus casas para que no tuviera que cavar ni mendigar. El defraudaba a su amo, pero este mayordomo astuto involucraba a los deudores en el fraude. Iba a convertir a los deudores de su amo en deudores de él también, pero sobre todo serían sus amigos.
Es asunto urgente. Es asunto importante, serio. No convenía posponer el negocio. No había otra cosa más importante o más urgente. Le daba prioridad, pues estaba en juego su futuro. Nosotros también tendremos que dar cuenta y no sabemos cuándo[125]. Hoy es el día de salvación[126]. Nos urge tener nuestros libros listos en cualquier momento para la revisión final[127].
Aquí se presentan solamente dos ejemplos, pero recuérdese que él llamó “a cada uno de los deudores de su amo”. No llamó solamente a dos o tres, sino “a cada uno”. Hizo preparación completa. Aprovechó al máximo su oportunidad. No sabemos cuántos deudores había, pero sin duda eran un número considerable y con ello podía emplumar su nido para el resto de su vida.
Cuando el amo se dio cuenta de lo que había hecho el mayordomo, lo alabó. Desde luego, no alabó la deshonestidad del mayordomo. No le alaba por su conducta fraudulenta. Sin embargo, siendo hombre de negocios no podía menos que reconocer lo muy astuto y sagaz del plan del mayordomo. Era tremendo. Alaba su destreza, su astucia, su audacia. En cuanto a prácticas mundanas fue un plan magnífico porque daba resultados muy positivos para él. Logró su propósito. Aseguró su futuro. Ahora al ser quitado de su mayordomía él sería recibido en las casas de sus “amigos”.
Este mayordomo injusto era típico de “los hijos de este siglo”; no son impedidos por su conciencia. No les molesta lo inmoral o lo chueco de sus tratos. Los “hijos de este siglo”, los mundanos, viven solamente dentro de los horizontes de este mundo; piensan que no hay otro mundo después de esta vida terrenal.
Los del mundo son más sabios que muchos miembros de la Iglesia porque son más activos y más diligentes en sus negocios para ganar dinero que muchos miembros de la Iglesia; porque están dispuestos a dedicar mucho tiempo a los asuntos terrenales, ¿cuánto tiempo dedican los miembros de la Iglesia a los asuntos del reino?; porque están más resueltos que muchos miembros de la Iglesia; no permiten los problemas y dificultades les desvíen de su propósito de ganar dinero, fama y poder en esta vida; porque hacen sacrificios más grandes, sabiendo que esto es necesario para lograr su propósito de ser exitoso en este mundo.
¿Jesús quiere que sus discípulos sean enseñados por los del mundo? ¿Qué nos pueden enseñar los mundanos? Mucho, por lo menos en cuanto a la importancia de prepararnos y asegurar nuestro futuro. En realidad, como Jesús explica en esta ocasión, los del mundo nos dejan avergonzados. Los del mundo saben ciertas cosas y actúan con toda diligencia de acuerdo con lo que entienden. Los hijos de luz saben ciertas cosas, pero no muestran la misma diligencia aunque dicen que están ocupados en los asuntos más importantes del mundo.
Este es el pensamiento principal de la parábola. Esta es la lección que Jesús enseña. El mayordomo era “sagaz”, prudente, sensato, en cuanto a asegurar su futuro en esta vida. Era prudente porque ganó amigos que le recibirían en sus casas.
Desde luego, él no es ejemplo para nosotros en sus hechos fraudulentos, sino en su propósito firme de hacer los necesarios preparativos para asegurar su bienestar. ¿Cuántos miembros de la Iglesia buscan primeramente el reino de Dios y su justicia?[128] ¿Cuántos son detenidos por los deportes, los negocios, el empleo, los amigos y familiares, etc., y descuidan los asuntos del reino, los asuntos más importantes del mundo? De esta manera muestran lo que Jesús dice que los del mundo son más prudentes, precavidos, sensatos, que los hijos de luz.
Los cristianos son descritos como “hijos de luz”[129] porque la luz, el conocimiento, la piedad, es una característica dominante de su vida. Sabemos la verdad. Sabemos quiénes somos[130]. Entendemos que esta vida es muy corta[131] y que pronto tendremos que dar cuenta de nuestra mayordomía. Sin embargo, ¿qué tan “sagaces” somos en nuestra preparación para “aquel día”? ¿Qué tan juiciosos somos en el uso de los bienes de este mundo?[132] Los “hijos de luz” están supuestamente menos amarrados al mundo. ¿Somos como aquel mayordomo injusto que aprovechaba al máximo su oportunidad para asegurar su futuro? Este mayordomo estaba muy decidido y muy diligente para llevar a cabo sus planes. ¿Qué tan diligentes somos?[133]¿O somos como los de Hebreos 5.11-12; 6.12?
El hombre de esta parábola era mayordomo; nosotros también somos mayordomos. Estaba encargado de los bienes y negocios de otro; nosotros también estamos encargados de los bienes y negocios de otro. Él hizo amigos por medio de las riquezas injustas; nosotros también debemos hacernos amigos por medio de las riquezas injustas.
Las posesiones mundanas son la mayordomía del cristiano. Si las ha malgastado en la autoindulgencia, debe escuchar la advertencia de esta parábola y ocuparlas en obras útiles y de misericordia, para que cuando la mayordomía se le quite, podrá haber obtenido para sí un refugio futuro.
¿Las riquezas son injustas? ¿Son malas? El dinero en sí mismo no es ni bueno ni malo, pero las riquezas se consideran “injustas” por varias razones:
a) Porque comúnmente son la causa e instrumento de maldad.
b) Porque engañan[134]; es decir, nos hacen pensar que somos sus dueños cuando en la mayoría de los casos las riquezas son dueños de los que las “poseen” y engañan porque “prometen” la felicidad cuando en realidad en lugar de producir la felicidad más bien causan muchos temores y preocupaciones.
c) Porque lo que mueve mucha gente hacia las riquezas es la avaricia, lo cual es idolatría[135].
d) Porque muchas veces los que rodean a los que poseen riquezas son falsos amigos.
e) Porque sus dueños son tentados fuertemente a no confiar en Dios sino en ellas.
f) Porque comúnmente producen la soberbia en sus dueños.
g) Porque, en fin, para muchos las riquezas son el enemigo número uno del alma.
En lugar de considerarse como administradores que le darán cuenta, la mayor parte de los hombres se constituyen en verdaderos poseedores de ellas, y olvidando su responsabilidad, acumulan esos bienes en su avaricia, los exhiben para fomentar su orgullo, o bien los disipan para satisfacer sus pasiones.
Como el mayordomo subordinó a los deudores de su amo y les hizo sus amigos, así también los discípulos de Cristo deben subordinar las riquezas para que no sean enemigos sino amigos[136].
Las riquezas van a faltar. Son provisionales, temporáneas[137]. Como el amo llamó a cuentas a este mayordomo todos seremos llamados a dar cuenta a Dios en el Día Final[138].
¿Quiénes son los nos recibirán en las moradas eternas? Obviamente en este contexto son los “amigos”. Algunos comentaristas dicen que son los ayudados y beneficiados. Otros dicen que son los ángeles. Otros dicen que es Dios y Cristo. Según Mateo 25.35-40 Cristo se identifica con sus discípulos pobres, enfermos, encarcelados, diciendo que los que ayudan a estos le ayudan a Él. También se puede agregar el pensamiento de que muchos de los que son ayudados por los cristianos ni siquiera son salvos, porque como el buen samaritano[139] cada discípulo debe ayudar al necesitado, sea hermano o no. Desde luego, estos no nos recibirán en las moradas eternas. ¿Quiénes recibieron al ladrón en la cruz?
No hay que preocuparnos mucho sobre “quienes” nos recibirán, porque estos “amigos” corresponden a los “amigos” que ganó el mayordomo injusto. El pensamiento principal es que si “ganamos amigos” por medio de las riquezas injustas tendremos tesoro en el cielo[140]. El buen samaritano había aprendido esta lección[141], y hay buenos ejemplos de discípulos de Jesús que siguieron la enseñanza de Lucas 16.9 al pie de la letra: Lucas 18.28; Hechos 2.44-45; 4.32. Los macedonios nos han dejado un buen ejemplo[142]. También la casa de Estéfanas[143]. Estos ganaron amigos por medio de las riquezas, para que cuando estas faltaran, les recibirían en las moradas eternas. Los “amigos” son, pues, el tesoro que nos espera y en un sentido nos recibirá, nos dará la bienvenida “en las moradas eternas”.
Algunos comentaristas se preocupan de que alguien piense que el cristiano podría “comprar” su entrada en las moradas eternas. Enfatizan mucho que no podemos merecer la vida eterna, y por más que uno ofrende, contribuya, regale, comparta, etc., esto no tiene nada que ver con su salvación porque somos salvos por gracia, como si el cristiano más simple no entendiera que somos salvos por la cruz de Cristo. ¿Cómo puede alguien profesar ser cristiano sin creer en la cruz de Cristo? El hermano más ingenuo entiende que Dios provee la salvación porque todos saben Juan 3.16.
Sin embargo, parece que los evangélicos más estudiados y eruditos en las Escrituras no son capaces de entender que aunque Dios nos salva de balde, nadie será salvo si no acepta la salvación. Y ¿cómo la aceptamos? La aceptamos por obedecer al Evangelio de Cristo[144] y por vivir de acuerdo con los mandamientos de Cristo y los apóstoles, y esto incluye el ganarnos amigos por medio de las riquezas injustas.
Es cierto que no podemos “comprar” la salvación. Sin embargo, si alguien lee esta parábola y muchos otros textos relacionados, y simplemente no puede entender que el uso apropiado de los bienes materiales tiene mucho que ver con nuestra salvación, entonces tal persona no es capaz de entender nada y sin duda Dios tendrá misericordia de él. Sin embargo, si alguien “no puede” entenderlo debido a su fanatizado prejuicio contra la obediencia al Evangelio y las buenas obras que nos justifican[145], es otra cosa. Con la obediencia y buenas obras nadie merece nada[146], pero sin ellas nadie acepta la salvación, la fe está muerta, y el resultado es la perdición[147].
¿Qué tan sagaces y prudentes somos nosotros en el uso y administración de nuestros bienes? Dios no se fija en la cantidad, sino en el corazón[148].
Si no somos fieles mayordomos del dinero que Dios nos “presta”, nadie nos dará las riquezas verdaderas, porque en ese caso no tendríamos tesoro en el cielo, no habría “amigos” para recibirnos en las moradas eternas. En la administración de las pequeñas propiedades que nos son encargadas en la tierra revelamos nuestra disposición y temperamento como mayordomos tan claramente como si fuéramos dueños de la mitad del universo.
Las riquezas injustas no son verdaderas. No son dignas de confianza. Son engañosas. Sin embargo, nos esperan riquezas que nunca nos dejarán decepcionadas[149]. Pablo describe las riquezas verdaderas en 2 Corintios 4.18.
Las riquezas de este mundo no pertenecen a sus “dueños” sino a Dios[150]. Aquí todos, aun los más ricos, son simplemente mayordomos. Hay cambio de dueños en cada generación. Ahora tenemos las escrituras de nuestras casas y otras propiedades, pero mañana alguien más las tendrá. Todos los dueños, de cualquier generación, darán cuenta a Dios, el verdadero dueño de todo. En cualquier momento Dios puede llamarnos a dar cuenta[151].
El tesoro que tenemos en el cielo no es “lo ajeno”, pues en verdad es nuestro. No es “nuestro” en el sentido de haberlo “merecido”, sino que se llama “nuestro” porque será posesión permanente. No será revocado. Nunca se nos quitará.
e. Los fariseos ambiciosos (Lucas 16.14-15).
Entre la audiencia estaban unos fariseos, que eran avaros, y hacían burla de las enseñanzas de Jesús. “Se burlaban” es traducido del verbo que significa “girar la nariz arriba a, tratar con desprecio”. De modo que se había herido su orgullo. Jesús había puesto el dedo en la llaga. Al despreciarlo sin duda decían que Jesús les tenía envidia, pues Él era un pobre carpintero. ¿Qué sabría un hombre pobre del uso correcto de riquezas?
En este caso el hombre se elige a sí mismo como su propio juez y, desde luego, está justificado, inocente, no culpable. ¡A qué criminal no le gustaría remover el verdadero juez para poder juzgarse a sí mismo! Pero Dios conoce los corazones. Hay dos juicios diferentes: Lo que uno piensa de sí mismo, y lo que Dios piensa. Para Dios la justicia fingida es repugnante.
f. El rico y Lázaro (Lucas 16.19-31).
Los fariseos se burlaban de Jesús porque no les gustó la enseñanza sobre la riqueza. Ahora escucharán algo muy alarmante sobre el fin de los ricos irresponsables. Este relato no es llamado “parábola”, ni por Jesús ni por Lucas. Sin embargo, las parábolas no son cuentos ni fábulas; no hay nada de ficción en ellas.
Habla de un rico. Y obsérvese que este rico no es acusado de ningún vicio y no se acusa de haber cometido crimen para acumular su riqueza.
El rico se vestía de púrpura y de lino fino. Obtener la tintura púrpura de un molusco era un proceso muy costoso. Por tanto, no es sorprendente que una túnica de púrpura, con frecuencia fuera reservada para la realeza. Además de sus túnicas de púrpura, este hombre usaba ropas interiores de lino fino.
Este rico llevaba al máximo una vida lujosa. Los reyes y otros hombres eminentes y muy ricos se vestían de púrpura y de lino fino.
Había también un mendigo, un “pobre”, era muy pobre, pero era un israelita piadoso. Jesús habla de cierto hombre llamado “Lázaro”; los personajes de las parábolas no tienen nombres. Más bien Jesús abre la cortina momentáneamente para que los ricos puedan ver la consecuencia de su avaricia.
El rico no se preocupaba nada por él. No había “asistencia pública” como la que existe en varios países ahora. Las enseñanzas de Cristo han producido el espíritu de compasión en muchos, que en turno ha producido la asistencia pública, como también clínicas, hospitales y asilos de toda clase para ayudar a los necesitados.
Lázaro no solamente estaba muy pobre, sino que también el texto indica que estaba cojo y tenía úlceras no vendadas. La descripción de Lázaro presenta un contraste agudo entre los dos hombres. El comer migajas era como comer restos o basura, algo sin valor ante los ojos del rico; por eso, en realidad el rico no le dio nada de valor. Los que rodeaban al rico eran sus compañeros, amigos o siervos, pero los que rodeaban a Lázaro y le ayudaban eran perros, compañeros de su miseria. Esto enfatiza lo profundo de su pobreza.
Aconteció que murió el mendigo. No sabemos si fue sepultado, pero en realidad eso no era importante, porque el cuerpo muerto vuelve a la tierra de donde vino; lo importante es ¿qué pasa con el espíritu?[152], y fue llevado por los ángeles[153] al seno de Abraham. Como Juan estaba “recostado cerca del pecho de Jesús”, así también Lázaro estaba recostado en el “seno de Abraham”. Así los judíos describían el estado feliz de los fieles; para ellos no había honor más grande que su relación con Abraham[154]. La condición de Lázaro ilustra lo que dice Job 3.17-19.
Es muy importante aclarar y enfatizar que Lázaro no fue salvo por ser pobre y el rico no fue perdido por ser rico. Este capítulo enseña el mal de abusar de riquezas, de ser mayordomos infieles de los bienes materiales. El dinero no es malo en sí; lo que se condena es “amor al dinero”[155]. Tampoco es buena en sí la pobreza. Los que promueven la “redistribución” de riquezas[156] no hallarán ningún apoyo en la Biblia. Muchos hermanos y hermanas usan su dinero sabiamente para proveer salarios para predicadores, para ayudar a los necesitados y para hacer toda clase de buenas obras de acuerdo a la voluntad de Dios. Estos ganan amigos por medio de las riquezas injustas y por ellos serán recibidos en moradas eternas.
También murió el rico[157]. La muerte es universal e imparcial. Y fue sepultado. Podemos imaginar toda la pompa y elegancia.
La Biblia no enseña que al morir el hombre duerme inconscientemente por miles de años; más bien, este texto indica que inmediatamente empieza el sufrimiento de los perdidos, como también el gozo de los fieles.
El Hades es la morada de los espíritus después de la muerte. El término mismo no indica si los espíritus están en reposo o en tormento, pero las explicaciones del texto nos hacen ver que en este lugar los perdidos sufren y los fieles se consuelan. Algunos enseñan que cuando Jesús murió vació el Hades y que los perdidos van directamente al infierno y que los salvos van directamente al cielo, pero esta teoría contradice Mateo 25.46 y Hechos 2.34.
Este rico no se hizo amigos de las riquezas injustas. Aquí está la consecuencia y la tragedia de malgastar los bienes de esta vida. El hijo pródigo malgastaba su herencia pero se arrepintió; este rico malgastaba sus bienes y no se arrepintió. Este rico presenta un ejemplo de la actitud de los fariseos y ahora se ve la consecuencia de esa clase de vida. Había sido engañado y cegado por sus riquezas y, por eso, no estaba preparado para el juicio de Dios.
Al oír esto sin duda los judíos, aún los discípulos, quedaron asombrados, porque el concepto común entre los judíos era que la riqueza implicaba el gran favor de Dios. Es cierto que Dios nos prospera[158]. Sin embargo, la mera posesión de riquezas no es prueba del favor de Dios.
Jesús habla del “engaño de las riquezas” en Mateo 13.22. Mucha gente bien acomodada se engaña sola diciendo: “¿Pero no somos ricos?”. 1 Timoteo 6.17-18 se aplica a todos los que tengan más que lo básicamente necesario[159]. ¿Cuántos reconocen que ante los ojos de Dios el hermano avaro es como el hermano fornicario?[160].
El rico se encontró en el lugar de tormento. Su cuerpo murió pero su espíritu no; está consciente y está sufriendo. Ahora el rico se convierte en mendigo desdichado, haciendo súplicas, pero, ¿pide perdón? ¿Se arrepintió? Pide misericordia, pero, ¿qué tanta misericordia había mostrado?[161] Recuerde que este rico hacía precisamente como hacían los fariseos que eran avaros. Obviamente Jesús está diciendo a los fariseos que esta es precisamente la consecuencia que ellos también iban a sufrir si no se arrepintieran.
A pesar de estar en sufrimiento y Lázaro en gozo, el rico todavía le quiere mandar. ¿Le debía por las migajas? No hay sufrimiento más terrible que esto. El castigo de los perdidos se describe como el sufrimiento más extremo que el hombre conoce, el ser quemado en fuego. El rico ya no estaba en el cuerpo. Era espíritu sin cuerpo esperando el juicio final. Por eso, algunos dicen que la llama no era literal porque la llama no quema el espíritu. Nadie en la tierra conoce esta llama. Dios es Todopoderoso y puede crear llama de toda clase. ¿Qué sabemos de la llama de Éxodo 3.2 que no consumía la zarza? ¿Qué sabemos de llama que no se apaga? No sé nada de tal llama y no quiero saber. Los que dicen que la llama no es “literal” quieren disminuir lo terrible del castigo; dicen que es lenguaje figurado, que la llama es simbólica. Esta clase de “interpretación” es muy peligrosa. Nos conviene aceptar lo que Jesús dice sin “explicaciones” que en realidad niegan lo que dice.
Durante su vida, el rico gozaba de toda clase de comida y bebida, pero ahora solo pide un favor muy pequeño. Lo insignificante de su pedido indica lo enorme de su sufrimiento. Lázaro solamente deseaba migajas y ahora el rico solamente pide que su lengua sea refrescada.
“Pero Abraham le dijo: Hijo, acuérdate”. Esta palabra: “acuérdate” es central en este relato. La memoria era su única conexión con la tierra. Al morir perdemos el cuerpo pero no perdemos la memoria, y el remordimiento aumenta terriblemente el sufrimiento, recordando la vida pasada y lo que pudiera haber hecho. Aun en esta vida todos hemos experimentado esto. Cuántas veces hemos dicho: “¡Oh!, si hubiera tenido más cuidado”, “¡Oh!, si no lo hubiera hecho o si no lo hubiera dicho”. Podemos obedecer al Señor y obtener su perdón pero tenemos que hacerlo durante la vida. De otro modo, tendremos que sufrir el remordimiento eterno. Durante toda la eternidad el hombre perdido no tiene nada que hacer excepto sufrir con remordimiento las torturas del infierno.
En vida no solamente recibió muchos bienes, pero los había malgastado para satisfacer sus propios apetitos. No era fiel en lo poco. No se hizo amigos de las riquezas injustas. Sus bienes eran su ídolo; se apropió de ellos con puro egoísmo. No estaba perdido el rico simplemente por ser rico, y Lázaro no fue salvo simplemente por ser pobre.
La muerte sella el destino del hombre. Al morir va a su lugar[162] y no cruza fronteras, no vuelve al mundo, y si va al Hades no cruza la gran sima para ir al paraíso. La Biblia no enseña que el hombre tendrá una segunda oportunidad. El concepto del “Purgatorio” es completamente antibíblico.
Durante su vida el rico podía haber cruzado la sima entre él y Lázaro. Solamente tenía que humillarse y vencer el orgullo. Ahora, sin embargo, es imposible cruzar la “gran sima” que estaba puesta entre ellos. El juicio de Dios es irrevocable. No hay nada de purgatorio u otra clase de segunda oportunidad. Por lo tanto, nos conviene cruzar cualquier sima durante la vida para llegar a los que necesitan nuestra ayuda, sea en lo material o en lo espiritual.
Entonces el rico trata de inventar un nuevo medio de gracia para sus hermanos, uno que Dios debería haber usado para él, piensa que sabe mejor que Dios cómo salvarlos y culpa a Dios por su terrible destino. Lo que el rico dice aquí implica que si Dios le hubiera enviado algún mensajero de entre los muertos, se habría arrepentido para no llegar a este lugar. Creía que el plan de Dios no servía, que sería mejor enviar mensajeros de entre los muertos para asustar a los perdidos contándoles los horrores del tormento de los perdidos. El rico se preocupa por sus cinco hermanos. ¿Y qué pensaba de los demás que vivían de la misma manera descuidada? Primero muestra su egoísmo pensando en su propia miseria y luego manifiesta su egoísmo pensando solamente en sus hermanos.
Pero el punto principal del texto es que los fariseos y todos los demás que aman el dinero deberían escuchar a este rico en su miseria. En efecto él les está rogando a que se arrepientan para no llegar a ese lugar de tormento.
Esta petición del rico muestra una falta de confianza en la palabra de Dios y sus escogidos mensajeros. No confiaba en la Escrituras durante su vida y todavía no confía en ellas ya que está en el Hades. Lo que dice aquí implica que Dios no había sido justo con él, que él estaba en ese lugar de tormento porque Dios no le envió mensajeros de entre los muertos para exhortarle. El rico creía equivocadamente que algún mensajero de entre los muertos sería escuchado por sus hermanos, pero Jesús resucitó de entre los muertos y la mayoría de la gente no le escucha. Aunque Él apareció a sus discípulos, otros sabían de su resurrección[163]. Además, cuando levantó a Lázaro de Betania de entre los muertos, algunos de los judíos aun querían matarlo para que la gente no escuchara su testimonio[164].
Este texto contiene una lección muy valiosa para las personas que dicen que no quieren obedecer al evangelio “porque mis padres y otros familiares murieron sin obedecer”. Si los seres queridos de uno están sufriendo en el Hades, ninguno de ellos quiere que su pariente vivo les siga a ese lugar.
Ellos tenían las Escrituras; por eso, no les faltaba nada. Habían tenido amplia oportunidad de estar advertidos del peligro que les esperaba.
Pero el rico se atreve a contradecir a Abraham con respecto a la autoridad de las Escrituras. Así piensan millones: Que la Biblia no es suficiente para persuadir a los perdidos, sino que debe haber fenómeno sobrenatural, apariciones, visiones, sueños e infinidad de prodigios[165].
El rico dice: “Se arrepentirán”. Había creído que el arrepentimiento era algo que otros necesitaban, pero no todos.
Pero Abraham es realista. Si alguno se levantare de los muertos, dirían que no estaba muerto, que era un mentiroso o que estaba loco, etc. Esta petición del rico implica que si algún mensajero de entre los muertos le hubiera advertido a él, no habría llegado a este lugar de tormento, pero estaba en tormentos porque no hizo caso a la palabra de Dios para ser persuadido en cuanto al uso correcto de sus bienes. Estaba en el Hades porque no se arrepintió. Además, si sus hermanos seguían su ejemplo en este mundo, le seguirían también al Hades.
El problema del rico, como también el problema de millones de personas hoy en día, no tiene que ver con la falta de enseñanza, sino con la falta de voluntad. La Palabra de Dios tiene vida, vitalidad, como simiente[166]. Se compara con el fuego y el martillo[167]. Es viva y eficaz[168]. Es la espada del Espíritu[169]. El Espíritu Santo reveló la Palabra que fue predicada por los apóstoles y escrita en el Nuevo Testamento[170].
Hay mucha evidencia de que los milagros más estupendos no pueden convencer a muchos incrédulos[171]. El rey Saúl no se arrepintió cuando vio a Samuel. ¿Cuántos fariseos creyeron cuando abrió los ojos de un hombre ciego desde el nacimiento? Cuando Jesús levantó a Lázaro de Betania[172], los líderes de los judíos querían matarlo[173].
Sin embargo, muchos grupos religiosos quieren milagros ahora, mayormente los de sanidad y de lenguas. Estos comparten la incredulidad del rico de este texto. La simple realidad es que si los hombres poseen la verdad de la palabra de Dios, y si, dondequiera que miren, hay tristeza que consolar, necesidad que suplir, dolor que remediar, y ello no los mueve a la compasión y la acción, nada los cambiará.
g. Auméntanos la fe (Lucas 17.5-6).
Jesús les había reprendido por su “poca fe”[174]. Se requiere una “fe grande” para evitar tropiezos y para poder reprender y perdonar. Probablemente no tenían concepto alguno del perdonar sin límite. Se requiere una fe fuerte para obedecer tales mandamientos. Muchos no lo hacen. Para poder aumentar la fe es necesario reconocer la falta de ella[175] y tener el sincero deseo de tener una fe grande[176]. Es necesario reconocer lo que la fe puede hacer. Para muchos es muy difícil reprender e imposible perdonar. Una fe fuerte convierte lo imposible en lo posible.
Entre más uno oye y estudia la Palabra más crecerá su fe, pero ¿cuánto tiempo dedican los miembros de la iglesia al sincero estudio de las Escrituras? Algunos ni siquiera asisten a todos los servicios y clases bíblicas de la iglesia. ¿Cuántos de estos tendrán estudio bíblico en el hogar?[177]
Según Jesús, ellos mismos podrían aumentar su fe. Es necesario ejercitar la fe para que crezca. Jesús no habla solamente de la fe en Dios, sino también de la fe que los apóstoles deberían tener para ejercitar el poder que Jesús les dio[178]. No siempre tenían la fe necesaria para utilizar el poder que tenían[179]. El Señor le dio poder a Pedro para caminar sobre el agua pero se hundió por causa de su poca fe[180].
Lo mismo podía suceder con ellos, y con nosotros, con respecto a la fe no milagrosa, porque para que la fe crezca y sea fuerte, se necesita ejercitarla.
h. El buen siervo (Lucas 17.7-10).
Los apóstoles podían hacer milagros y lograr grandes cosas por el Señor, pero no por eso deberían exaltarse[181]. Ya les sobró ese espíritu y, por eso, había rivalidad entre ellos en cuanto a cuál sería el mayor en el Reino[182]. Siendo esclavos de Cristo, no es posible hacer más de lo que es el deber. Pregunta Job: “¿Traerá el hombre provecho a Dios?”[183] Tales siervos no podrían quejarse, porque si ellos hubieran sido amos en lugar de siervos, harían la misma cosa. El punto es que así funciona el arreglo amo-siervo.
Los fariseos estimaban grandemente su propia justicia[184]. Asimismo el catolicismo enseña que ciertas personas muy piadosas pueden tener un banco o tesoro de méritos que pueden beneficiar a otros. Estas obras se llaman “obras de supererogación”[185]. Lucas 17.10 refuta esta falsa teoría[186]. Nadie puede merecer el cielo.
La palabra “inútiles” no significa que su servicio no valía[187], sino que nuestro servicio nunca podría ser “excesivo” o digno de alabanza especial como servicio más allá de su deber.
Este texto es uno de los favoritos de los que promueven la “gracia sola” o la “fe sola”, pero hay un detalle que deben tomar muy en serio. Según el calvinismo, el que no hace nada sino que solamente confía en Cristo es el verdadero cristiano e hijo de Dios, pero si el siervo de Cristo que hace absolutamente todo lo que el Señor requiere es salvo por gracia, ¿cuál será la esperanza de aquel que no hace nada? Si el que hace todo es inútil, ¿qué será el que no hace nada? Si el evangélico meditará sobre esto un poco, le quitará el sueño.
Desde luego, Jesús, como nuestro Amo, es muy benévolo y bondadoso hacia nosotros, pero no por eso debemos olvidar que esos favores son la expresión de su gracia. Nosotros, por nuestra parte, debemos evitar la jactancia. Por fieles que seamos, no es posible poner a Dios bajo obligación a nosotros. Aun el que recibió los cinco talentos y trajo otros cinco no podía jactarse, porque solamente aprovechó lo que había recibido de otro[188]. No podía ser más que un “buen siervo y fiel”.
i. Los diez leprosos (Lucas 17.11-19).
Los leprosos no podían entrar en los pueblos, pero frecuentemente se encontraban cerca de las puertas mendigando pan. Dice Juan 4.9 que “judíos y samaritanos no se tratan entre sí”, pero estos diez leprosos estaban unidos en su miseria. En un sentido todos los afligidos son “hermanos”, reducidos al mismo nivel porque estaban inmundos[189]. Esto bien ilustra cómo el pecado hace inmundos a todos. Estaban aislados. El pecado nos separa de Dios[190].
Para un leproso, alzar la voz era difícil porque la lepra les dañaba las cuerdas vocales, así como la lengua y la boca en general. Pero es probable que estos sabían del leproso de Lucas 5.12 y tal vez otros[191]. No era necesario especificar lo que querían porque su condición era muy obvia; no simplemente pedían pan. Alzaron la voz para pedir ayuda porque creían que Jesús les podía limpiar de la lepra. No lo hicieron en voz baja. Alzaron la voz como hombres desesperados, pues no había remedio humano para esa aflicción[192].
Jesús siempre estaba listo a sanar, y les ordena que se muestren a los sacerdotes. Ya habían sido limpiados de la lepra por Jesús, aunque aún no se había visto el milagro, pero era necesario que el sacerdote los examinara y darles un certificado de su limpieza legal, para que pudieran volver a sus familias[193].
Ellos mostraron su fe por su obediencia[194]. Si no hubieran ido como Jesús mandó, no habrían recibido la limpieza. Así fue con Naamán el leproso sirio. Si no hubiera descendido al Río Jordán, según el mandamiento del profeta Eliseo, no habría sanado de su lepra[195]. De la misma manera somos limpiados del pecado al cumplir con el mandamiento de Jesús[196].
Si estos leprosos hubieran sido instruidos por muchos pastores y evangelistas sobre la “fe sola”, habrían tenido un debate allí en el camino sobre la necesidad de “ir”. Bien podrían haber argumentado: “Pero, no conviene eso, porque no seremos limpiados por obras sino por la fe sola. Mejor quedarnos parados aquí en el camino simplemente creyendo en Jesús para que desaparezca la lepra, y luego como señal de nuestra limpieza podemos ir”. Si esto no suena razonable, ¿por qué se cree razonable, lógico y bíblico, enseñar que cuando Jesús manda el bautismo para ser salvos[197] o para tener los pecados perdonados[198], no debe ser obedecido? ¿Cuál es la diferencia entre el “ir” y el “bautizarse”? Si el ir no es obra, tampoco lo es el bautismo.
Uno de los leprosos vio que había sido sanado y regresó gritando loas a Dios. Unos minutos antes diez hombres leprosos habían hecho un gran esfuerzo para pedir ayuda, ahora, un solo hombre, ya sano, vuelve glorificando a Dios a gran voz. Es muy normal alzar la voz a Dios para pedir sus favores, pero ¿alzamos la voz también para agradecerle y alabarlo por su misericordia cuando conseguimos nuestras peticiones?
Este hombre se postró agradecido con su rostro en tierra a los pies de Jesús, podía acercarse porque sabía que ya no era leproso y era samaritano. Ningún judío hubiera esperado que algún samaritano odiado tuviera gratitud hacia un judío. Era un extranjero que no sabía nada de las grandes bendiciones que los judíos recibían de Dios, pero en este caso el samaritano era el único que expresó gratitud.
Probablemente los otros nueve estaban muy felices. Ya podían regresar con sus familias. Sin lugar a dudas eran muy alegres, pero no agradecidos. Eran de los peores ingratos. ¿Esperaban para ver si la limpieza era verdadera y duradera? ¿Pensaban regresar después para agradecer a Jesús? ¿Pensaban que sin la ayuda de Jesús habrían sanado con el tiempo? ¿Dieron gloria al sacerdote que les dio el certificado de limpieza? ¿Pensaban que cualquier rabí pudiera haberlo hecho? ¿Ya estando limpios otra vez no querían asociarse con aquel samaritano que volvió a Jesús para darle gracias? Estuvieron en la profunda miseria y aflicción. ¿Dónde están ahora? Felices pero no agradecidos. ¿Dónde estarán en el juicio final?
En esta ocasión, como en la parábola del buen samaritano[199], la conducta de un samaritano expuso la mala actitud de los judíos. El samaritano alzó la voz para pedir y alzó la voz para dar gracias. Los demás alzaron la voz para pedir, pero no dieron gracias ni en voz baja. “Los nueve” representan la ingratitud hacia las buenas obras de Jesús. También representan a los “millones” que a diario reciben vida, salud y múltiples bendiciones de la mano de Dios pero son como los animales que no levantan el rostro hacia el cielo para dar gracias a Dios. ¿Dónde están los nueve? Estuvieron muy cerca del Gran Médico cuando estuvieron afligidos, pero ahora que están sanos están ausentes. En su aflicción los nueve gritaban a Cristo; y cuando les limpió, ¿alzaron la voz otra vez para expresar su gratitud? No. Simplemente callaron.
j. El día del Hijo del Hombre (Lucas 17.20-37).
Los judíos, oprimidos por la bota romana, estaban pendientes de la gran liberación esperada. Al escuchar el mensaje de Jesús acerca del Reino, los fariseos preguntan sobre el tiempo de su venida. Quizá la respuesta de Jesús no les deja tn satisfechos, ya que Él les dice que no vendría con manifestaciones políticas[200], con la organización de un ejército y campañas militares, con la delineación de fronteras, etc.[201], y les hace una manifestación que probablemente les deja con la boca abierta: “He aquí el reino de Dios está entre vosotros”. Esta expresión puede significar que el Reino estaba en medio de ellos porque Cristo el Rey estaba con ellos, o mejor, puede referirse a la naturaleza espiritual e interna del reinado de Cristo[202]. Sin embargo, esta expresión no significa que el Reino es meramente la condición espiritual del corazón. No es simplemente una buena disposición. Jesús no dice que el Reino entra en el hombre, sino que el hombre entra en el Reino[203].
Luego se vuelve a sus discípulos y les hace ver que en medio de persecución y tribulación[204] desearían su presencia personal como Libertador. Y muchos en la desesperación de las multitudes buscarán aprovecharse, por lo que el Señor advierte que vendrían falsos “cristos”. Entre el tiempo de la ascensión de Cristo al cielo y la destrucción de Jerusalén en el año 70 había varios que se levantaron para engañar al pueblo judío y aun a algunos de los cristianos[205].
La advertencia de Jesús debe ser tomada en serio. Cristo no vino a escondidas, sino en la forma más abierta y pública, como el relámpago, cuando trajo los ejércitos de Roma. No se puede negar que “aquel día” se refiere a la destrucción de Jerusalén, porque “el que esté en la azotea” cuando Cristo venga la segunda vez no puede hacer nada[206].
La venida final de Cristo será como el relámpago, pero esta profecía no se refiere a la segunda venida de Cristo, porque Lucas 17.23-24 dice lo mismo que Mateo 24.26-27 y Mateo 24.34 dice: “…no pasará esta generación hasta que todo esto acontezca”. Es obvio que hay varios versículos de Lucas 17 que son iguales a versículos en Mateo 24. Hay varios versículos en Mateo 24 y textos paralelos que son apropiados para describir algún aspecto de la segunda venida de Cristo, pero tienen su aplicación primaria en la venida de Cristo en el año 70 para castigar a los judíos.
Es obvio, pues, que el juicio sobre Jerusalén en el año 70 era tipo del juicio final. Por eso, las referencias a los días de Noé y Lot, etc., se pueden aplicar a los dos eventos.
Lucas 17.25 nos indica que la predicción del versículo anterior se refiere a la venida de Cristo en la persona de los romanos para destruir la ciudad de Jerusalén. No está diciendo que tendrá que sufrir y ser desechado antes de su segunda venida en el fin del mundo. Desde luego, esto es muy cierto, pero se refiere a su sufrimiento antes de la destrucción de Jerusalén que fue el castigo que los judíos recibieron por haber rechazado a Cristo. Muchos textos bíblicos hablan del rechazamiento del Evangelio y del Reino de Cristo: Lucas 23.18-21; Juan 19.15; Hechos 3.13-15; 7.51-52; 13.46; 28.25-28, etc.
La vida estaría normal, así como en los días de Noé[207]. El pueblo simplemente no podía creer que vendría tal catástrofe, porque día con día todo seguía igual[208]. Lo mismo fue en los tiempos de Lot[209] en Sodoma y Gomorra. Obsérvese que Jesucristo habla de Noé y de Lot y estos acontecimientos como históricos. No hablaba de fábulas o leyendas.
Así era cuando Cristo vino en la persona del general de los ejércitos de Roma para poner sitio a la ciudad de Jerusalén en el año 70 del primer siglo, y así será en su segunda venida. Como ocurrió en los días de Noé y Lot, así será cuando Cristo vuelva. Los hombres estarán llevando a cabo los negocios del día y haciendo planes para el día de mañana sin tomar en cuenta las promesas y amenazas del Señor. Muchos textos hablan de esto: Mateo 24.44; Lucas 12.39; 1 Tesalonicenses 5.1-3; 2 Pedro 3.10-11; Revelación 3.3; 16.15. Será día de castigo[210].
El mensaje de Jesús era urgente, algo muy serio que había que tomar en cuenta en aquel momento y hay que hacerlo hoy también. La mujer de Lot no lo tomó en serio y desobedeció. Así fue que aparte de la destrucción de la ciudad, también se destruyó la esposa, porque su corazón todavía estaba en Sodoma y miró atrás y llegó a ser monumento de las consecuencias de la desobediencia. Por lo tanto, Noé y Lot sirvieron de ejemplos para los discípulos de aquel tiempo, y seguramente sirven de ejemplos para nosotros. Además, aparte de estar preparados para la segunda venida de Cristo, debemos estar listos para la muerte, porque cuando la muerte nos sorprenda, es el fin del mundo para nosotros.
En todos los juicios de Dios, ha habido y siempre habrá, separación de personas que parecen semejantes, pero los fieles serán separados de los infieles: Cuando el diluvio, la destrucción de Sodoma y Gomorra, la destrucción de Jerusalén, y seguramente cuando venga el juicio final. Se refiere a la separación de los preparados de entre los no preparados cuando Jerusalén fue destruida, pero es ilustración muy apta de la separación final[211].
Este lenguaje se ha adaptado para enseñar la teoría fantasiosa del “rapto secreto”. Se dice que Cristo vendrá para “arrebatar” a los justos para que escapen de “la gran tribulación” que durará siete años, y que después de esos siete años, descenderá con todos los justos, los arrebatados y los resucitados, para reinar por mil años en Jerusalén. Tales teorías son puras fábulas, sin base alguna en las Escrituras. El único arrebatamiento del cual la Biblia habla se describe en 1 Tesalonicenses 4.13-18 pero los arrebatados no estarán con Cristo por siete años sino para siempre y Pablo no dice nada de “gran tribulación”, ni de “Armagedón”, etc.
Jesús cita un proverbio conocido: “Dondequiera que estuviere el cuerpo muerto, allí se juntarán los buitres”[212]. Los zopilotes son atraídos por el cuerpo muerto. Jerusalén estaba muy corrupta, como un cuerpo muerto y, por eso, atraía su propia destrucción. Así será también en el fin del mundo, la corrupción de los que viven en pecado atraerá su castigo.
k. El juez injusto (Lucas 18.1-8).
El capítulo anterior y los que siguen apuntan hacia aflicciones y persecuciones para los discípulos de Jesús. Por eso, deben estar listos a persistir en la oración sin desmayar[213]. Muchos hijos de Dios desmayan por no orar con toda sinceridad y persistencia.
La Biblia habla mucho de viudas[214]. Dios es el Defensor de ellas.
Había un juez que era totalmente irreverente hacia Dios e indiferente hacia la opinión popular. Los hombres mundanos se jactan de su infidelidad. Para muchos mundanos todo lo que pertenece a Dios es broma. En esta condición van rápidamente y con mucha risa hacia el juicio.
También había una una viuda, la cual venía repetidas veces pidiéndole que le protegiera de su adversario.
Aunque ella hubiera querido, no podía “comprarle”; siendo indefensa no podía amenazarlo; no podía o no aceptaba que otra persona la representara; no era intimidada por el juez, sino que le hizo saber repetidas veces lo que necesitaba; no dejó de pedir cuando el juez no le hizo caso. ¡Qué buen ejemplo de la importunidad! La importunidad era su única arma y la usaba sin desmayar. ¿Hasta cuándo habría persistido? ¡Hasta lograr su propósito!
Y realmente lo logró, ya que el juez, a pesar de ser injusto, decidió apoyar a la viuda antes de que ella le colmara la paciencia. Y es tomado por Jesús como un ejemplo acerca de la justicia de Dios, que si es verdaderamente Justo. Los escogidos que claman a Dios son los cristianos que son perseguidos por causa de Cristo[215].
La palabra “pronto” ha de entenderse de acuerdo a los pensamientos de Dios[216]. Tenemos la plena seguridad que Dios “hará justicia a sus escogidos”, pero será en el tiempo que Él escoja. Los judíos que eran perseguidores de la Iglesia fueron castigados severamente cuando en el año 70 del siglo I los romanos destruyeron su ciudad. En cuanto a los perseguidores romanos, Lactancio escribió veinte páginas de las más interesantes discusiones de los terribles castigos, juicios y miserias que sufrieron los famosos perseguidores de la Iglesia, dando los detalles de lo que sucedió con Nerón, Domiciano, Decio, Valeriano, Aureliano, Diocleciano, etc.
Dios contestará la oración de fe, pero ¿existirá entonces la fe para ofrecer la oración? El Juez estará listo a contestar, pero ¿estará todavía orando la viuda?
Al estudiar las parábolas de Jesús, no conviene decir que cada persona y cada cosa representan a alguien o a algo, pero en esta parábola sí debemos observar el contraste entre el juez injusto y Dios, como también la semejanza entre la viuda indefensa y los “elegidos” que son afligidos por el mundo y que tanto dependen de Dios. Como esta viuda fue personalmente delante del juez con sus súplicas, así también los cristianos deben acudir a Dios por medio de nuestro Mediador para obtener ayuda[217].
Este juez, como oficial público era injusto y como hombre ni temía a Dios ni tenía compasión de sus semejantes, pero aun así él concedió la petición de la viuda por causa de su persistencia. Entonces ¿cuánto más nuestro Dios justo y misericordioso escuchará las peticiones de los elegidos?[218]
Jesús enseña que debemos persistir en oración sin desmayar y promete que Dios “hará justicia” a sus escogidos y que lo haría “pronto”. Sin embargo, los santos que claman al Señor deben recordar “que para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día”[219], porque de otro modo pueden desmayar pensando que Dios no les oye o que no se preocupa por ellos.
l. El fariseo y el publicano (Lucas 18.9-14).
Los fariseos eran quienes formaban, junto con los saduceos, la “aristocracia” judía, la clase noble de la nación. Eran la clase regidora de los judíos y lo que se dice del fariseo en esta parábola se podría decir de esa clase de gente.
Hay personas religiosas que menosprecian a otros, pero también hay muchos mundanos que menosprecian a los cristianos, diciendo que somos fanáticos, intolerantes, hipócritas y santurrones. Esto sucede porque la luz es aborrecida por las tinieblas.
Las parábolas de Jesús son muy interesantes, pero Él siempre las habló con un propósito. Algo las ocasionaba. En este pasaje describe la actitud mala de algunos y la parábola que sigue expone el error de esa actitud.
Dos hombres van al Templo a orar, hasta aquí todo está bien, eran dos personas en apariencia piadosa que seguían las costumbres de la época, subiendo al Templo, ya que se consideraba que la oración era especialmente eficaz si se ofrecía en el Templo. Uno de los hombres era fariseo, y el otro publicano.
El fariseo estaba en pie, la postura común de los judíos para orar, oraba consigo mismo; no pensando en Dios sino en sí mismo. Hacía un soliloquio con su propia alma, una complacida recitación de sus propias virtudes para su propia satisfacción, no comunión con Dios, aunque se dirige a Dios. Este es otro caso de orar simplemente porque se debe orar. El no tenía nada que pedir a Dios, ni nada que agradecer. Era la hora para orar y oraba. Es semejante al predicador que predica porque se debe predicar. No tiene sermón bien estudiado, no tiene mensaje urgente para la gente, pero es la hora para predicar y hay que predicar.
El fariseo daba gracias a Dios, no por las bendiciones que había recibido o recibiría, sino que agradecía por ser muy “justo”, y en su justicia señalaba a los demás, incluso al publicano que estaba cerca. Lo que este fariseo dijo suena como el rabino que dio gracias a Dios que era judío y no gentil, que era fariseo y no de los judíos comunes, que era hombre y no mujer. Después de estudiar esta parábola, tengamos cuidado de no decir a Dios: “Te doy gracias que no soy como este fariseo”.
El fariseo insistía en su piedad, resaltando que hacía ayuno dos veces a la semana, cuando la ley requería solamente uno[220], el día de la expiación, pero los fariseos querían ser “más piadosos” y, por eso, ayunaban a veces los lunes y los jueves. También sacaba a la luz los diezmos que daba[221]; los israelitas habían de dar la décima parte del maíz, vino, aceite y ganado, pero los fariseos incluían las hierbas más pequeñas[222] para ser aun más “santos”. Las palabras del fariseo fueron más “jactancia” que oración. No oraba para alabar a Dios, ni para darle gracias por sus muchas bendiciones, ni para pedir algo, ni para confesar pecados y pedir perdón. No está pensando en Dios, sino en sí mismo: El “yo” se ve en las palabras “te doy”, “no soy”, “ayuno”, “doy diezmos”, “gano”. Lo que Jesús condena es el desprecio de otros y la exaltación de sí mismo como muy justo delante de Dios.
Entonces, ¿qué implica este fariseo? ¿Qué Dios le debe algo por ayunar dos veces a la semana y diezmar aun las semillas más pequeñas? Una cosa es cierta: El fariseo no pidió nada y no recibió nada. No recibió beneficio alguno por haber subido al Templo para orar. ¿Qué tal nosotros? Vamos a los servicios de la Iglesia y cumplimos con los mandamientos. ¿Recibimos beneficio espiritual? ¿Crecemos? ¿Salimos más fuertes, más resueltos a ser fieles? O ¿simplemente salimos como entramos, sin recibir nada?
El otro hombre era un publicano. Los publicanos o recaudadores de impuestos romanos, eran odiados y menospreciados porque tenían la reputación de ser extorsionistas, pero Mateo y Zaqueo eran publicanos. ¿Eran culpables de tal crimen?
Igual que el fariseo, este publicano va a orar, pero a diferencia del otro, se presenta con un corazón humilde. El publicano ni siquiera pide bendiciones materiales, sino solamente la misericordia. Lo que Jesús aprueba en este publicano era su pobreza de espíritu[223]. No habla de los pecados de otros sino de los propios. Estaba consciente de su necesidad de Dios y pide misericordia.
Hace un clamor a Dios, rogándole que le fuera “propicio”. La palabra propicio es la misma que se usa en Hebreos 2.17. El pecador recibe misericordia y perdón cuando los pecados son “expiados”. El significado básico de hacer propiciación es cubrir. Por ejemplo, Hebreos 9.5, “el propiciatorio” era la cubierta del arca del pacto, donde se rociaba la sangre para expiar o cubrir los pecados del pueblo[224].
El publicano sí recibió algo, el don más precioso de todos: La justificación.
Este texto no debe ser usado para enseñar que el pecador solamente tiene que orar humildemente a Dios pidiendo misericordia y perdón; es decir, este publicano no es ejemplo para los pecadores que nunca han obedecido al Evangelio de Cristo. Él era judío, y desde nacimiento, era hijo de Dios. En Lucas 19.9 vemos a otro publicano llamado Zaqueo, que era hijo de Abraham y por eso hijo de Dios. Por eso, él sólo tuvo que confesar su pecado y pedir perdón. Así es con la persona que obedezca al Evangelio y luego volver a pecar. Recordemos el caso de Simón el mago[225]. El apóstol Pedro le dijo: “Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizás te sea perdonado el pensamiento de tu corazón”, porque ya había sido bautizado[226]. El mismo Pedro dijo a los judíos que no habían obedecido al Evangelio que deberían arrepentirse y ser bautizados para perdón de los pecados[227].
m. El divorcio (Mateo 19.3-12; Marcos 10.2-12; Lucas 16.18).
Los fariseos llegaron con la motivación de poner a pruebas a Jesús. No les interesaba la verdad, sino una ocasión para atrapar a Jesús, poniéndole en oposición o a Moisés o a uno de los rabinos principales del tiempo.
Mateo es quien mejor registra este intercambio entre los fariseos engañosos y Jesús; ellos dicen: “repudiar a su mujer por cualquier causa”. Los rabinos discutían el significado de lo que dijo Moisés en Deuteronomio 24.1: “Por haber hallado en ella alguna cosa indecente”. Los más liberales insistían en que la “cosa indecente” podría ser cosa como el quemar la comida del marido. De esta actitud salió la conclusión de que el divorcio podría ser por cualquier causa. Juan el bautista había perdido su cabeza por negar tal interpretación en el caso del matrimonio de Herodes y Herodías[228].
Jesús responde a la pregunta de ellos por medio de una pregunta suya. Les obliga a declarar lo que Moisés había dicho. Le dirige al gran legislador de Israel, a su propia sede de autoridad. Es muy posible que ellos buscaran hallar a Jesús en contradicción a Moisés.
Su respuesta evadía la cuestión de divorcio por cualquier causa, y las condiciones que Moisés puso al caso de divorcio. Hay que leer con cuidado Deuteronomio 24.1, y los tres versículos siguientes. Moisés no dio permiso de divorciar sin límites. Moisés no mandó el divorcio, sino la carta de divorcio.
La palabra griega, aquí traducida “divorcio”, es apostasion. En ella vemos la palabra “apostasía”, que literalmente significa dejar cierta posición. Aquí la idea es la de separación de esposos. La palabra “repudiar” se traduce del vocablo griego apoluo, que significa “soltar o desligar”. El marido, al dar la carta de divorcio a la mujer, le despide de su casa. No había nada de acción secular de legalidad; solamente la acción de parte del marido al darle a la mujer la carta de divorcio y al despedirle.
Pero Jesús pone el dedo en la llaga cuando les indica que Moisés lo permitió por la dureza del corazón de los judíos. En su dureza de corazón, los judíos estaban repudiando a sus mujeres para después en algunos casos volver a tomaras por esposas. Para regular esta anomalía y abuso social, Moisés mandó el asunto de la carta de divorcio más la restricción contra el volver a tomar de nuevo a la mujer por esposa. Este mandamiento fue parte de una ley que fue añadida hasta que viniera Cristo, el Mesías[229].
Este mandamiento de Moisés se aplicaba solamente a casos en que el marido hallara en su esposa alguna cosa indecente. La “cosa indecente” no puede haber sido el adulterio, porque en tal caso se mandaba la muerte por castigo[230]. Tuvo que haber sido algo de indecencia en la desnudez.
Una vez despedida, si dicha mujer se casara con otro, sería “envilecida”[231].
Debemos notar que el pasaje de Deuteronomio habla de una serie de suposiciones con la conclusión absoluta de que en tal caso al marido se le prohíbe tomar de nuevo a la mujer que despidió. La mayoría de las versiones traducen mal el versículo 2 al decir: “…podrá ir y casarse con otro hombre”, dejando la impresión de que, al decir “podrá”, se habla de permiso. El texto original no dice así. Cito el pasaje según la Versión de Torres Amat: “Si un hombre toma una mujer, y después de haber cohabitado con ella, viniere a ser mal vista de él por algún vicio notable, hará una escritura de repudio, y la pondrá en su mano, de la mujer, y la despedirá de su casa. Si después de haber salido toma otro marido, y este también concibiere aversión a ella, y la diere escritura de repudio, y la despidiere de su casa, o bien si él viene a morir; no podrá el primer marido volverla a tomar por mujer; pues quedó amancillada… ”. Las versiones ASV, PDT LBLA, y la Traducción Kadosh Israelita Mesiánica de Estudio se expresan de igual manera. La Toráh dice: “Si después de salir y marcharse de casa de éste, se casa con otro hombre”. El punto del pasaje es sencillamente éste: Si tales cosas pasan, el primer marido ¡no podrá volver a tomarla por mujer! Nótense las frases que emplean la palabra “si”, y el modo subjuntivo futuro; estos expresan suposiciones.
Ahora Jesús introduce un contraste: Moisés mandó aquello sobre la carta de divorcio, pero el diseño divino original para el matrimonio es diferente. Mateo 19.8 registra estas palabras de Jesús: “Mas al principio no fue así”. Génesis 1.27 dice: “Varón y hembra los creó”. Sabemos lo que Dios quiere por lo que ha hecho y dicho. Quiere para el matrimonio un solo hombre y una sola mujer y no el divorcio con sus matrimonios múltiples consecuentes. Tampoco hizo para el matrimonio dos varones, o dos hembras. La homosexualidad popular de hoy en día carece de autorización divina. Es más; queda condenada por Dios[232].
Mateo 19.4 nos hace ver que Jesús preguntó a aquellos fariseos: “¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo?” Ellos en su lectura bíblica, hacían gran caso de Deuteronomio 24.1, pero ignoraban con conveniencia Génesis 1.27. Los falsos citan de la Biblia a su manera.
Dado que hay entre los que profesamos ser cristianos quienes hacen argumentos de los evolucionistas teístas, negando que los seis días de la creación, en Génesis capítulo uno, sean días literales de 24 horas, y afirmando así que pasaron billones de años antes de la aparición del hombre en la tierra, debemos notar estas palabras de Jesús que afirman que Adán y Eva estuvieron en el principio de la creación. Tales hermanos en Cristo son falsos maestros que prefieren argumentos de evolucionistas teístas más que las palabras de Jesús mismo.
“Por causa de esto” o “Por esta causa”. Se hace referencia al plan de Dios al crear al hombre y a la mujer. El matrimonio está establecido por los hechos de la creación de Dios en el principio.
Deja la relación de padre e hijo. Ya se hace independiente de los padres para comenzar su propio hogar. El matrimonio es una relación más fuerte que la que existe entre los padres y sus hijos.
Hay algunos manuscritos omiten la frase “y se unirá a su mujer”. El verbo “unirse”, en la lengua griega, significa pegar como con pegamento. Con razón Dios aborrece el repudio o divorcio[233].
Luego Jesús cita Génesis 2.24. Esto se puede decir solamente del matrimonio, los padres y los hijos no son una sola carne. La unión sexual entre el marido y su esposa hace que ya no son dos, sino uno, en el propósito del yugo permanente del matrimonio.
Debe notarse que como los esposos siguen siendo dos personas en el matrimonio que les hace “uno”, de igual manera hay tres personas en la Deidad; Dios es uno. Otra ilustración de esta misma verdad se encuentra en Juan 17.21, donde vemos que los cristianos, que son muchas personas distintas, son “uno en nosotros”, dice Jesús. La unidad consiste en el propósito singular en que se hallan las diferentes personas individuales.
Jesús llega a la conclusión en su discusión con los falsos maestros, los fariseos. Hace un gran contraste entre el plan original de Dios sobre el matrimonio, y lo que Moisés permitió y mandó temporalmente para regular abusos respecto al matrimonio debidos a la dureza de corazón de los maridos judíos del tiempo.
La respuesta a la pregunta de Mateo 19.3 es: Lo que Dios juntó, el marido y su mujer por toda la vida[234], no lo separe el hombre por medio del divorcio.
Marcos no registra el punto de la causa excepcional respecto al divorcio, pero Mateo sí[235]. Debemos recordar siempre que es Dios quien junta, y solamente él puede librar al cónyuge de sus votos de matrimonio. Se hace el argumento de que el hombre puede, separar lo que Dios juntó. Sí, puede desobedecer a Dios, pero no puede dictar las consecuencias de su divorcio. Puede disolver la unión físicamente, pero no puede librarse de sus votos que hizo cuando se casó. Si se divorcia, sin la causa estipulada, es cierto que queda no casado[236], pero no queda libre de sus votos. Solamente Dios puede hacer eso, y lo hace solamente a beneficio del inocente de los dos cónyuges en el caso de fornicación.
El matrimonio es más que una unión física de dos cuerpos[237]. Es también un pacto sellado con votos[238]. El hombre solo puede disolver la unión física pero solo no puede disolver el pacto. Solamente Dios une, y solamente él separa. El divorcio por cualquier causa queda, pues, condenado. Nos conviene prestar atención a Jesús, porque es Dios, es nuestro Salvador, y va a ser el Juez de todo el mundo en el día del juicio final[239].
Habiendo oído la discusión entre Jesús y los fariseos, sobre el matrimonio y el divorcio, los discípulos desean más explicación. Surgen preguntas en sus mentes, ya que Jesús repudió el permiso de Moisés sobre la carta de divorcio y estableció de nuevo el plan de Dios desde la creación para el matrimonio.
Jesús deja en claro que el que se divorcia y se casa con otra, comete adulterio contra su esposa original. Moisés no dijo en Deuteronomio 24.1-4 que la repudiada “podía” ir y casarse con otro marido. Dijo que si lo hace, mancillándose, o envileciéndose, el primer marido no puede volver a tomarla por mujer. Aquí está el único “poder” en el pasaje.
Marcos registra la regla general del matrimonio, del divorcio, y de las segundas nupcias, mientras que Mateo registra también la cláusula de excepción. Aquí el caso presentado por Jesús no involucra nada de fornicación de parte de uno de los cónyuges.
Es importante notar que de los tres verbos en esta frase: “Repudiar, casarse, cometer”, los primeros dos son del tiempo aoristo[240]. Pero el tercero es del tiempo presente, que en el griego significa acción continua y habitual. El que repudia, acción definitiva y cumplida, a su mujer, y que se casa, acción definitiva y cumplida, comete, acción continua y progresiva, adulterio; es decir, está viviendo en adulterio, mientras siga en esa situación.
Dice Jesús: “Y se casa con otra”, refiriéndose a lo que el marido hace legalmente enseguida de divorciarse de su esposa. Se casa con otra, pero no por eso Dios lo reconoce y aprueba. Dios no aprobaría un caso de adulterio. La unión adúltera sigue siendo “pecado” mientras la unión permanezca. No hay arrepentimiento hasta que se disuelva dicha unión pecaminosa. No es cuestión de arrepentirse de haber hecho algo, de divorciarse y volver a casarse, sino de arrepentirse de estar en una unión adúltera. El arrepentimiento demanda que se abandone tal unión.
En este caso, presentado por Jesús en este versículo, el pecado cometido por el marido, al divorciarse de la esposa y casarse con otra mujer, es contra su esposa que Dios le dio. El peca contra ella, porque la despide de su casa injustamente, abandonándole por otra mujer.
Aunque la Ley de Moisés no autorizó que la mujer iniciara el divorcio, Jesús sí reconoce esta acción de parte de ella. La ley romana permitía que la mujer se divorciara de su marido. Marcos, que escribió principalmente para lectores romanos, registra estas palabras de Jesús referentes a la mujer. Según Jesús, sea el hombre, o sea la mujer, el que se divorcia, no por causa de fornicación, de su esposo y se casa con otro, entra en una relación continua de adulterio.
Mateo 19.9 registra lo que Jesús dijo a los fariseos, y por eso no incluye esto de iniciar la mujer el divorcio; Marcos 10.12 registra lo que Jesús dijo a los discípulos aparte e importa porque pronto los discípulos estarían yendo por toda el mundo a predicar el Evangelio.
n. Bendición a los niños (Mateo 19.13-15; Marcos 10.13-16; Lucas 18.15-17).
El propósito en particular que tuvieran los padres al presentar sus niños a Jesús, no se declara. Sin duda esperaban recibir algún beneficio o bendición de Jesús por medio de la imposición de sus manos sobre los hijos.
Es de notarse que los padres no trajeron sus niños a Jesús para que los bautizara, según sugieren algunos sectarios. No hay nada en este relato que justifique la llamada membresía infantil en la iglesia. Tampoco trata este pasaje de la llamada ceremonia en la iglesia local de “dedicación de niños a Jesús”. Una táctica favorita del falso maestro es el ignorar el contexto y luego el jugar con palabras.
Cuando los discípulos lo vieron, comenzaron a reprender a los que los presentaban a Jesús. Esta acción se hacía aparte de la presencia de Jesús y continuaba por un tiempo, pues la traída de los niños continuaba. No se nos revela la razón por qué los discípulos procuraban poner fin a la traída de los niños, o bebés. Obviamente no veían la importancia del evento, pero Jesús, sí.
Viendo Jesús que los discípulos están reprendiendo a los que traen los bebés, se indigna, se enoja de manera fuerte. Esto implica que los discípulos no actuaban solamente en ignorancia, sino con malos motivos. Jesús se aprovecha de la oportunidad para enseñar sobre la naturaleza del Reino venidero y de los que lo van a componer. En su Reino no hay lugar para la ambición carnal y el sentido de superioridad unos sobre otros. El niño ilustra la humildad y la sumisión necesarias para todo ciudadano del Reino del cielo. Jesús ya había tocado este punto.
Ahora, si según el calvinismo el bebé nace totalmente depravado, habiendo heredado la culpa del pecado de Adán, entonces la lógica nos obliga a concluir que el Reino de Dios es compuesto de personas pecadoras. Pero si el niño o bebé es inocente, puro, sumiso y humilde, con razón se puede decir que el Reino de Dios es compuesto de personas del carácter del niño.
Jesús no dice que el Reino de Dios es compuesto de niños, sino de “los tales” como ellos. Estos tales han sido bautizados en un cuerpo[241], que es la Iglesia[242]. El bautismo es para quienes han creído en Cristo, se han arrepentido de sus pecados, y han hecho confesión de su fe en Cristo; es para pecadores. Los niños de brazos no nacen pecadores, ni cometen pecado; por eso el bautismo no es para ellos. Pero ellos representan el carácter que tiene que poseer todo ciudadano en el Reino de Dios.
No hay nada de membresía infantil en la Iglesia en este pasaje. El pasaje no habla de niños que vengan solos a Jesús, sino de niñitos que son traídos a él.
Los hombres dados a la ambición carnal y al autoservicio no pueden entrar en el Reino de Dios; no pueden ser parte de él. Todos tienen que humillarse y mostrar el carácter del niñito para poder esperar participar en el gobierno de Dios por medio de la verdad sembrada en corazones “buenos y rectos”[243]. Para el discipulado y la membresía en el Reino de Dios, la humildad es básica.
Con este acto, Jesús gráficamente mostraba su aceptación de los niños inocentes e indicaba que el Reino de Dios acepta solamente a los tales. Al poner las manos sobre ellos, daba a entender que iba a impartirles alguna bendición, y lo hacía. De esta lección, usando Jesús objetos visibles, los niñitos, los discípulos aprendieron cómo es el Reino de Dios en cuanto a requisitos para entrar en él y a la naturaleza de él. Los reinos de los hombres no se comparan con él en nada. Como lo aprendieron ellos, lo tenemos que aprender nosotros.
ñ. El joven rico (Mateo 19.16-22; Marcos 10.17-22; Lucas 18.18-23).
Como la ciudadanía en el Reino de Dios requiere humildad y sumisión, el suceso de este pasaje da una oportunidad a Jesús de enfatizar la necesidad de sacrificio y servicio para entrar en el Reino.
Jesús y sus discípulos salen de la casa y comienzan su camino, muy probablemente a Jerusalén. De pronto un hombre, según Mateo, joven, y según Lucas, principal, viene corriendo y se postra ante Jesús. Era un hombre joven, rico, de buen carácter y de alta posición. Vino con prisa, con urgencia. El acto de arrodillarse delante de Jesús declara que él tenía algo de conocimiento acerca de la persona de Jesús y le mostró alto respeto. El contenido de su pregunta indica que este joven tenía sus prioridades bien colocadas. Le interesa más que nada heredar la vida eterna; cuando menos, así pensaba él. Pero veremos que le fue más fácil arrodillarse y hacer una buena pregunta que negarse del engaño de las riquezas.
Al decir: “Maestro bueno”, el joven tenía que admitir que Jesús es Dios, porque “ninguno hay bueno, sino solo Dios”[244]. Esta pregunta de Jesús está diseñada para obligar al joven a preguntarse si admite que Jesús es Dios. Él había dicho: “buen maestro”. Todo judío sabía que solamente Dios es bueno. La pregunta entonces es: ¿Me llamas bueno porque crees que soy Dios? ¿Qué puedo guiarle a la vida eterna? De esta manera Jesús llamó la atención a su deidad.
Reconoce que cada cual es responsable por su salvación eterna. Pregunta: “¿Qué haré yo?” Según Mateo 19.16, él pregunta: “¿Qué cosa buena debo hacer?”[245]. ¿Qué le faltaba?
Siendo judío, cuando Jesús menciona los mandamientos, este joven sabe que se refiere a los Diez Mandamientos hallados en Éxodo 20 y Deuteronomio 5.
El adulterio es una forma de fornicación[246] que involucra un cónyuge; es violación de los votos del matrimonio. El defraudar es obrar con perfidia o falta de fe[247]. De los tres sinópticos, solamente Marcos menciona “defraudar”. Dentro de los Diez Mandamientos, este mal se incluiría en el codiciar.
Los primeros cinco mandamientos son imperativos del tiempo aoristo, son actos singulares, pero el último es imperativo del tiempo presente, indicando acción habitual y continua.
Su declaración apunta a una crianza correcta que nos recuerda del caso de Timoteo[248] en cuanto a la crianza de él, y de su buen carácter[249]. Pero a pesar de su buen carácter, tenía una falta que ignoraba. Mateo 19.20 nos dice que preguntó: “¿Qué más me falta?”
Jesús le mira. El verbo griego empleado aquí indica una mirada intensa, que sin duda el joven pudo notar. Otras versiones dicen: “mirándole fijamente”[250], “poniendo en él los ojos”[251], “fijando en él la vista”[252].
Jesús aprecia su sinceridad, y por eso pasa a darle la información deseada. Es amor de parte de Dios el que nos hace posible la salvación eterna y nos proporciona la información necesaria para alcanzarla. ¿Apreciamos nosotros ese amor?
Jesús, siendo Dios, conoce el corazón del hombre[253]. Jesús sabe que esta muy buena persona tiene una falta que impide su salvación eterna. Es la confianza que tiene en las riquezas.
Jesús da la solución para el problema de esta persona. Esto es lo que le faltaba a él, dada su actitud de mente hacia las riquezas. Jesús no está enseñando que es malo tener riquezas, sino es malo confiar en ellas[254]. Jesús se asoció con los ricos[255]. Personas de medios le servían en su ministerio personal[256]. Lo malo consiste en “poner la mira en las cosas de la tierra”[257].
“Tesoro en el cielo” equivale a “vida eterna”. El sencillo hecho de empobrecerse no basta para alcanzar la vida eterna; hay que entregar el ser totalmente al Señor, hasta sufrir físicamente cuando sea necesario.
La frase “tomando su cruz”, no aparece aquí en las versiones ASV, VPB, BLA, MOD, etc.
Él se entristeció porque tenía muchas posesiones. Su tristeza se debe a sus muchas riquezas poseídas; está consciente de su defecto, su falta. Quiere la vida eterna pero también confía en las riquezas. No ha aprendido la lección de Mateo 6.19-21. No quiere pagar el precio de la vida eterna. El que confía en las riquezas no confía en Dios[258].
o. El peligro de las riquezas (Mateo 19.23-26; Marcos 10.23-27; Lucas 18.24-27).
Los discípulos estuvieron escuchando la plática entre Jesús y el joven rico. Estuvieron viendo que cuesta ser discípulo de Cristo y entrar en la vida eterna. Estuvieron contemplando sus propios casos con respecto a bienes materiales y a sus sacrificios personales. Ahora, Jesús se dirige a ellos.
El dinero y las posesiones en sí no son malos, ni buenos. Pero sí presentan una dificultad para la persona que desea salvarse eternamente, si así se permiten. Habrá ricos en el cielo[259]; es el amor al dinero lo que produce la tragedia. El rico, tiene una tentación que vencer que no tiene el pobre. El pobre tiene sus propias tentaciones que vencer.
Ellos se asombraron. Su asombro se debe a su concepto todavía incompleto del Reino de Dios. “¿No son necesarios los ricos para establecer y mantener reinos?”, pensarían ellos.
Jesús explica lo que quiere decir con la frase “los que tienen riquezas”; se refiere a tenerlas para confiar en ellas, en lugar de confiar en Dios. Esta es la lección de Mateo 6.24-34. A los ricos no se les manda empobrecerse literalmente, por medio de regalar todos sus bienes materiales a los pobres, sino que hagan según 1 Timoteo 6.17-19. Dios da “todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos”; que seamos, pues, buenos administradores de ellas[260]. El problema que tiene todo hombre con el dinero es que no confíe en él ni que quiera enriquecerse como fin en sí, cosa que es codicia[261].
Jesús habla de la imposibilidad de que el rico, que confía en sus riquezas, entre en el Reino de Dios, de igual manera como es imposible que el camello pase por el ojo de una aguja. Es imposible porque tal rico no confía en Dios, sino en el poder de sus riquezas.
Hay una versión que dice que la traducción de la palabra “Kamelos”, es incorrecta cuando dice “camello”, sino que se refiere más bien a una soga gruesa con la que se amarran los barcos. Otra versión es que “ojo de aguja” se refiere a un paso montañoso por donde apenas puede pasar un hombre, mucho menos un camello. También hay que tomar en cuenta que las ciudades amuralladas de antes, estaban salvaguardadas con grandes puertas que se abrían durante el día y se cerraban en la noche; estas puertas tenían una puerta pequeña a la que se le llamaba “ojo de aguja” y que se podía abrir para que un viajero que llegaba después del anochecer, pudiera resguardarse en la ciudad, pero cuando venía con un camello, era muy difícil hacerlo entrar por esa pequeña puerta.
No solamente las riquezas tientan al hombre, sino también la pobreza[262]. La idea común, de que no habrá ricos en el cielo, sino solamente los pobres de esta vida física, no es enseñanza bíblica. El requisito para todo el mundo, en cuanto a la ciudadanía en el reino de los cielos, es que nazca de nuevo[263].
Job, Abraham, Zaqueo, José de Arimatea, etc., eran hombres hechos ricos por Dios[264]. Pero usaban sus riquezas para la gloria de Dios, como buenos administradores de ellas. Abraham es un buen ejemplo de esto.
El concepto común del hombre es que las riquezas son necesarias para el adelanto de cualquier reino. Compartiendo de tal concepto, los discípulos quedan maravillados de lo que Jesús acaba de decir. Dado su estado mental, la conclusión para los discípulos tiene que ser que nadie puede ser salvo. Por eso, piensan que Jesús tiene que estar equivocado, pues saben que ellos como los demás hombres todos desean tener posesiones.
Lo cierto es que el hombre, dejado solo, con sus conceptos terrenales en cuanto a los bienes materiales, no puede entrar el Reino de los cielos. Pero Jesús quita la conclusión de los discípulos; no hay problema. Hay salvación para todo el mundo, rico y pobre, con tal que el hombre se someta a la voluntad del Todopoderoso. ¡Dios sí puede salvar! Su gracia “se ha manifestado para salvación a todos los hombres”[265]. Todo lo puede el hombre, pero solamente en Cristo Jesús[266]. No hay lugar, pues, para inquietudes de parte del hombre en cuanto a la salvación. Dios da a todos la seguridad.
p. El premio al celo (Mateo 19.27-30; Marcos 10.28-31; Lucas 18.28-30).
Mateo 19.27 agrega que Pedro pregunta: “¿Qué, pues, tendremos?” Pedro declara la verdad al decir que los apóstoles todo lo habían dejado por seguir a Jesús ya por unos tres años. Ahora, Pedro quiere saber, dado que todo es posible con Dios, si él dará la salvación a los tales. Él había oído la promesa que Jesús hizo al joven rico de “tesoro en el cielo” a base de sacrificio personal. Así que quiere saber si ellos los apóstoles han de recibir ese tesoro, si esa promesa les toca a ellos.
La respuesta de Jesús comienza con esta expresión de seguridad y confianza: “Amén os digo”. Hay certeza en esta respuesta; por eso que nadie lo dude.
Pedro había dicho: “todo lo hemos dejado”; Jesús define la palabra “todo” en este contexto: Se refiere a casas, tierras y parientes cercanos; es decir, las posesiones más preciosas para uno. El sacrificio de estas cosas, por Cristo y su evangelio salvador, es el sacrificio que se requiere para entrar en el Reino de Dios. Es el sacrifico que el joven rico no quiso hacer. Este es el significado de Mateo 6.33. Los bienes materiales, juntamente con las relaciones más cercanas de familia, no pueden tener la prioridad; tienen que ser sacrificados todos en un servicio a Dios de “todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas”[267].
“Cien veces” es una expresión que indica plenitud de bendiciones. Sacrificándose uno en esta vida por la causa de Cristo, él puede esperar aún en esta vida todo lo que necesite de bienes y relaciones, aunque su servicio a Cristo también puede traerle persecuciones[268]. Si tiene que dejar a sus padres o a sus hermanos por su fe en Cristo[269], hallará a quienes les sirvan de padres y hermanos. Si tiene que dejar propiedades en su fidelidad a Cristo, tendrá el uso necesario de tales propiedades en su vida de cristiano. Dios proveerá por él[270].
Pero lo que importa más que nada es el “tesoro en el cielo”, la vida eterna. Esta vida física es temporal y por eso pasará[271]; la eterna no tiene fin[272].
Repetidas veces Jesús enseñó que los “…primeros serán postreros, y los postreros, primeros”[273]. Los “primeros” son los de riquezas y poder; estos no tienen ninguna prioridad en el Reino de Dios. De hecho, si siguen confiando en su riqueza y poder, serán en la vista de Dios los últimos. Ni pueden entrar en el Reino. Los “últimos” en la vista de los hombres, por no contar con grandeza de poder y posesiones, al servir con todo su corazón al Señor, serán exaltados a la posición de primeros, en grandeza verdadera. Grandes son las diferencias entre el pensar del hombre y el de Dios[274].
q. Los obreros de la tarde (Mateo 20.1-16).
El Reino de los cielos es semejante a un hombre, no al hombre mismo, sino a la situación que se desarrolla, que en la mañana fue a contratar obreros para su viña.
No debe haber división entre los últimos versículos del capítulo anterior y este, porque la parábola de la viña ilustra lo dicho en Mateo 19.30. También es la continuación de la respuesta a la pregunta de Pedro en Mateo 19.27.
Jesús habla mucho de viñas en sus parábolas[275]. En el Antiguo Testamento el Pueblo de Dios se compara con una viña[276]. Jesús dice que Él es la vid y que sus discípulos son como sarmientos[277].
A las nueve de la mañana vio a otros que estaban en la plaza desocupados. La plaza del mercado era el lugar a donde acudían hombres y amos para todos sus acuerdos y cada mañana, antes de despuntar el alba, se reunía una numerosa multitud de campesinos, con azadones en las manos, esperando ser contratados para el día para trabajar en los campos de los alrededores, tal como ocurre en algunos pueblos de las Estados Unidos con los inmigrantes desempleados, y les contrató.
Volvió a ir a la plaza al mediodía, a las tres de la tarde y a las cinco y contrató más jornaleros. Muchos trabajadores estarán de acuerdo de que esto es más pesado estar sin trabajo que el trabajar; además, los tales están preocupados por no tener dinero para comprar lo necesario para su familia. No estaban voluntariamente desocupados; más bien, estuvieron en el lugar designado para encontrar empleo.
Al anochecer mandó que se les pagara, tal y como era la costumbre, el jornalero recibía su sueldo al terminar la obra de cada día[278]. Si no lo recibía ¿con qué daría de comer a su familia?[279] Cuando llegó el momento de la paga se llamó primero a los que había llegado de último y se les dio un denario. Si los que llegaron primero hubieran recibido su sueldo primero, probablemente habría salido de una vez sin darse cuenta de lo que los otros recibieran, pero el plan de comenzar desde los postreros dejó en suspenso el asunto de cuánto recibirían los primeros. Al venir los primeros, pensaron que iban de recibir más; pero también se les dio a cada uno un denario y se enojaron. Pensando humanamente muchos dirían que el argumento de estos era válido, pero obsérvese que no dijeron que el pago no fue justo. El problema no tuvo que ver con injusticia, sino con el resentimiento, pues no les gustó que otros fueran bendecidos.
El dueño de la viña les hizo ver que él no estaba actuando mal, ya que ellos habían acordado un denario y eso había recibido. Si él quería pagar igual a todos, estaba en su derecho. Este es el corazón de la parábola y de la lección que Jesús presenta, a saber, la gracia y bondad de Dios. El padre de familia tenía ojo bueno o generoso.
La conclusión de la parábola es, pues, la misma que Jesús anunció al contestar la pregunta de Pedro. La parábola es una ilustración de algunos primeros que fueron postreros y de algunos postreros que fueron primeros. Los que eran los postreros en llegar fueron los primeros con respecto a la proporción entre la recompensa y la labor, y los que fueron los primeros en llegar fueron los postreros en este particular.
El joven rico había salido triste, pero Pedro recuerda al Señor que los apóstoles sí habían dejado todo para seguirle, y Jesús recalca que todo fiel servicio será recompensado. Dios todo lo ve y no olvida de nada[280]. Esta promesa se repite en las cartas a las siete iglesias de Asia[281]. Los apóstoles ocuparían tronos comenzando en el día de Pentecostés y a través de sus vidas. Sin embargo, en todo esto existe el peligro de tener un concepto incorrecto y una actitud peligrosa, porque si alguno piensa que se puede “calcular” la recompensa, tanta recompensa por tanto servicio, no entiende todavía el significado de la gracia. Jesús habla esta parábola para evitar que sus discípulos pensaran que la prometida recompensa sería solamente una compensación justa por sus sacrificios y labores. La vida eterna es inconcebiblemente más que una recompensa por todo lo que alguno haya trabajado o sufrido en el reino.
Jesús no habla esta parábola para promover la idea de que está bien esperar hasta los momentos finales de la vida para arrepentirse. No tiene nada que ver con el arrepentimiento en el lecho de muerte. Desde luego, Jesús promete la salvación a todos, incluyendo a los que obedecen al Evangelio en los últimos días o los últimos momentos de su vida. Dios conoce el corazón. Pero recordemos que los que fueron a trabajar hasta la hora sexta, novena o aun la undécima entraron en la viña cuando podían. Estuvieron en el lugar correcto esperando la oportunidad de trabajar, y aprovecharon la primera oportunidad. Por eso, este caso no es paralelo con el caso del hombre que por años y años ha sido llamado a obedecer al Evangelio y siempre ha rechazado la llamada, diciendo: “Todavía no”, “hay hipócritas en la Iglesia”, “estoy demasiado ocupado en otras cosas”, “no quiero ofender a mi familia”, etc. Desde luego, dejamos el juicio en manos de Dios, pero estamos aclarando que esta parábola no tiene nada que ver con los casos de personas que posponen la obediencia hasta el lecho de muerte.
La parábola no enseña que el juicio de Dios será arbitrario, sino que sus caminos no son nuestros caminos[282]. Dios no solo sabe lo que hacemos, sino también los propósitos del corazón. Sabe por qué algunos son religiosos[283]. Jesús sabía por qué la gente le seguía[284]. ¿Qué habrían pensado de esta parábola Jacob, Juan y su madre? Después de oír esta parábola, dudamos que Pedro volviera a preguntar, ¿qué tendremos pues? Después de oír esta parábola ¿entendían mejor el tema de la gracia de Dios? ¿Y la enseñanza de Lucas 17.7-10?
No vayamos, sin embargo, al otro extremo y pensar que solo tenemos que entrar en la viña y comer uvas. Leamos otra vez los muchos textos que hablan de la necesidad de negarse, esforzarse, sacrificarse, etc., pero siempre recordando que la vida eterna es inconcebiblemente más que una recompensa por todo lo que alguno haya trabajado o sufrido en el Reino.
r. Tercer anuncio de la Pasión (Mateo 20.17-19; Marcos 10.32-34; Lucas 18.31-34).
Los judíos tenían que entregar a Jesús en manos de los romanos para que fuera crucificado, porque los judíos no crucificaban sino que los condenados eran apedreados[285], más al tercer día resucitará.
Sobre el tema de entregar a Cristo, la Biblia enseña:
1) Que fue entregado por Dios[286].
2) Que Cristo se entregó a sí mismo[287].
3) Que Judas lo entregó[288].
4) Que los judíos le entregaron a los gentiles, 20:18, 19; (5) que Pilato “le entregó para ser crucificado” (27:26); y (6) que “fue entregado por nuestras transgresiones” (Rom. 4:25; 1 Ped. 2:24).
s. Petición de los hijos de Zebedeo (Mateo 20.20-28; Marcos 10.35-45).
La madre de los hijos de Zebedeo llegó con sus hijos, y se arrodilló ante Jesús, y aunque vemos que es prohibido hacer esto delante de los hombres según Hechos 10.25 y Revelación 1.17; 19.10, Jesús nunca prohibió que la gente lo hiciera delante de Él. Ellos tenían una mente material y piensan que los ruegos de una madre podrán tener algún tipo de influencia ante el Maestro para conseguir puestos de privilegio. Como veremos en otra oportunidad, es posible que la madre de los hijos de Zebedeo tuviera algún tipo de relación familiar con María, la madre de Jesús, y quizá eso le dio el pensamiento que ella podría mover a su familiar menor a actuar favoreciendo a sus hijos.
Jesús habla de su sufrimiento y muerte, pero sus discípulos siguen pensando en ser grandes en un reino terrenal. Querían honor, poder, felicidad y todo esto lo obtuvieron, pero no como pensaban. Jesús ofrece estas cosas no a través del poderío humano, sino a través del sufrimiento y servicio. Serían grandes, pero yendo por el camino de la cruz. La madre de Jacobo y Juan era muy ambiciosa, quería “lo mejor” para sus hijos, pues quería que sus hijos obtuvieran ventaja sobre los otros apóstoles. Este es otro caso del cual Santiago habla cuando dice: “Pedís mal”[289]. Muchos padres quieren que sus hijos sean grandes pero, ¿cuántos quieren sinceramente que sus hijos sean fieles cristianos? Para muchos padres los hijos son muy exitosos si están bien establecidos en su profesión o negocio, tienen buenas casas, automóviles, etc.
La respuesta de Jesús les hace ver su ignorancia. Él habla de un vaso de sufrimiento y un bautismo, una inmersión completa de lo mismo. Les esperaban diluvios de sufrimiento. Jesús siempre les habló con toda franqueza, explicando el costo del discipulado. En Mateo 10.16-22 les dijo que:
1) Serían rechazados.
2) Que la enseñanza de ellos sería rechazada.
3) Que serían entregados.
4) Aún por los familiares.
5) Que serían aborrecidos.
6) E incluso serían asesinados.
Enseguida habló de los grandes conflictos que habría entre familiares, que habría espada, disensión y división, en lugar de paz. Habló de la abnegación de sí y de llevar su cruz, y la necesidad de renunciar todo por Él.
En realidad los apóstoles mostraron su disposición de sufrir y aun morir con Cristo[290]. Sin lugar a dudas los apóstoles estaban confusos. A pesar de todo lo que Jesús les había dicho acerca de la verdadera naturaleza de su Reino, y de todo lo que Él iba a sufrir, etc., ellos no comprendieron. Después sí comprendieron y sí podían beber cualquier copa de sufrimiento por Cristo.
El sufrimiento de los apóstoles comenzó pronto después de comenzar su ministerio[291]. Jacobo fue degollado por Herodes[292] y vemos a Juan, ya en su vejez, desterrado en la isla de Patmos[293]. Este texto muestra que Jesús tenía confianza en sus apóstoles. Él los vio no solamente como eran en ese tiempo, sino como serían poco después. Comenzando el día de Pentecostés eran hombres muy cambiados, verdaderamente dispuestos a sufrir y a morir por Cristo[294].
La exaltación de los apóstoles sería de acuerdo al plan de Dios; es decir, no conforme a puestos de autoridad, sino conforme al sufrimiento y el servicio. Tales honores se reparten según el plan eterno de Dios.
El resultado inevitable de tal ambición y rivalidad fue el que los demás apóstoles se enojaran, pero no hay problema cuando alguien quiere ser grande a través de sufrir y servir.
Los hombres del mundo juzgan la grandeza de acuerdo al “éxito” en los negocios y las influencias políticas. De esta manera, el “grande” en este mundo es hombre prominente y da órdenes a muchos hombres.
La Biblia nos da muchos ejemplos de los que se hicieron grandes en el Reino. Aparte de los apóstoles, profetas, evangelistas, etc., que sirvieron fielmente al Señor, también leemos de otros ejemplos como los siguientes: Dorcas[295]; Febe, Aquila, Priscila[296], y varios otros; la familia de Estéfanas[297]; Gayo[298], etc. De los tales, Pablo dice que sus nombres están escritos en “el libro de la vida”[299]. Esto indica claramente que los tales son grandes ante los ojos de Dios.
t. El ciego de Jericó (Mateo 20.29-34; Marcos 10.46-52; Lucas 18.35-43).
Jesús estaba por entrar en Jericó, paso necesario para poder dirigirse a Jerusalén. Junto al camino estaba sentado un mendigo ciego. Era ciego pero no sordo. Aprovechó la facultad que tenía. Recordemos que la fe viene por el oír[300]. En ese momento “pasaba Jesús”. Era el momento de todos momentos para este ciego, la oportunidad de oportunidades. No dijo: “Hay mucha gente ahora; tal vez en otra ocasión no habrá tanta multitud; tal vez Él pasará por aquí otro día”.
Como el amigo que pidió pan a medianoche, y la viuda que insistió en que el juez le diera justicia, y la mujer cananea, este ciego no sería intimidado por nadie. Comenzó a gritar tratando de captar la atención de Jesús. La gente le trataba de callar. Entre más le querían acallar, más fuerte clamaba. Estaba resuelto y no iba a callar. ¡Qué buen ejemplo para toda persona que se anime a acercarse a Jesús! No deben dejar que parientes o “amigos” les desvíen o impidan. Debe estar resueltos a obtener la salvación que Cristo ofrece a todos. Para este pobre ciego era “ahora o nunca”. No tenía garantía de otra oportunidad igual, y todos los que descuidan la salvación que Jesús ofrece están en la misma situación. No saben si habrá otra oportunidad. Bien puede ser “ahora o nunca”. Nada ni nadie podría detener o acallar a este hombre tan necesitado, pero su necesidad no era tan grande como la necesidad de los millones que viven en la ceguera espiritual.
Aquel hombre sabía que era ciego. Muchos ciegos no quieren admitir que lo son[301] ciegos.
Jesús mandó traerle a su presencia; y pudo ver la fe de este ciego. Él tenía fe en Cristo, pero millones de personas con buenos ojos no creen. Este ciego creía en Cristo y creía que podía contestar su oración. La palabra griega, sozo, se traduce tanto “salvar” como “sanar”, los traductores la traducen de las dos maneras según el pensamiento de ellos. Bien podría ser las dos cosas, que su fe le sanó y le salvó porque al decir “Hijo de David” estaba confesando a Jesús como el Mesías, el Hijo de Dios.
Y recibió la vista, ya podía ver a Jesús, el “Hijo de David”, con sus propios ojos “y le seguía, glorificando a Dios; y todo el pueblo, cuando vio aquello, dio alabanza a Dios”. El ánimo de este hombre era contagioso. Otros seguían su ejemplo en glorificar a Dios por su misericordia.
Pero piense por un momento sobre lo serio de la decisión que tomó este hombre que era ciego. Si no hubiera aprovechado esa oportunidad, ¿cómo habría quedado? ¡Ciego y mendigando al lado del camino! Y esta es precisamente la condición de millones que no aprovechan la oportunidad de recibir la vista de Jesús. Allí están, sentados al lado del camino, pensando: “Sin duda Jesús pasará por aquí otra vez un día de estos”.
u. Zaqueo (Lucas 19.1-10).
Ahora cambia el panorama, ya Jesús no está en el camino, sino dentro de la ciudad de Jericó. Jericó es una antigua ciudad situada en Cisjordania, cerca del río Jordán en los Territorios Palestinos. Los hallazgos arqueológicos de esta ciudad cananea demuestran que se edificó desde hace miles de años. Sus habitantes originarios fueron los cananeos. Jericó está mencionada en los textos bíblicos y situada a orillas del río Jordán, ubicada en la parte inferior de la cuesta que conduce a la montañosa meseta de Judá, a unos 8 kilómetros de la costa septentrional de la cuenca seca del Mar Muerto, a casi 240 metros por debajo del nivel del Mar Mediterráneo y aproximadamente a 27 kilómetros de Jerusalén. Fue una importante ciudad del valle del Jordán[302], en la ribera occidental del río. En una época, la ciudad fue conocida como la ciudad de las palmeras[303]; la primera mención en las Escrituras se da en relación al campamento de los israelitas en Sitim[304]. Es la ciudad por donde los israelitas retornaron de la esclavitud en Egipto, dirigidos por el Josué, el sucesor de Moisés.
Había en Jericó un jefe de los publicanos, rico, llamado Zaqueo, que quería ver a Jesús. Obviamente había oído mucho de Él. ¿Sabía que uno de los apóstoles, Mateo, había sido publicano? ¿Había oído de la parábola del fariseo y el publicano?
Para Zaqueo, mezclarse con la multitud era algo que requería valor, porque más de uno buscaría la oportunidad de darle un golpe o patear o empujar a este pequeño publicano. Eran una oportunidad que no se podía dejar pasar. Ese día Zaqueo podía resultar lleno de moretones y lastimaduras. La multitud se deleitaba en estorbárselo.
Zaqueo es un buen ejemplo de cómo vencer obstáculos y desventajas. También es buen ejemplo de lo que los hombres importantes y famosos deberían estar dispuestos a hacer para acercarse a Jesús. Jesús dice: “buscad y hallaréis”[305]. ¿Qué habríamos hecho para poder ver a Jesús?
“Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba”, quizá en este momento algunos se preguntaban sobre qué fruto estaba buscando el Maestro en un árbol que no es frutal. Jesús llamó a Zaqueo. Nadie tuvo que decirle su nombre; Él conoce los nombres de todos y también donde viven, cuál es su ocupación, etc. Aun conoce los pensamientos de los hombres[306]. Estos textos muestran claramente que Jesús era Dios omnisciente aquí en la tierra. Algunos de los que profesan ser predicadores del evangelio puro y miembros de la Iglesia, enseñan que aquí en la tierra Jesús nunca usó, nunca exhibió, nunca manifestó ningún atributo divino. Tales hombres deben dejar de predicar a Cristo. ¿Cómo pueden cuando ellos mismos no lo conocen?
Jesús se autoinvita a la casa de Zaqueo, ya que había visto el deseo de este pequeño hombre. Pero los que ahí estaban vieron otra cosa. Para ellos, si un hombre era publicano, era por eso un pecador.
El cambio en la vida de Zaqueo fue instantáneo. Su mentalidad avara fue cambiada a tal punto que decidió por sí mismo repartir sus bienes entre los pobres. Algunos eruditos dicen que Zaqueo está defendiéndose de la murmuración de la gente, afirmando que su práctica era dar la mitad de sus ganancias a los pobres, pero las versiones que usamos no dicen “ganancias”, sino “bienes”. Otros concluyen que la palabra doy, tiempo presente, ha de entenderse como futuro; es decir, que desde ese momento eso sería su práctica. Dice: “doy”; no dice que ya había dado la mitad de sus bienes a los pobres, sino que en ese momento estaba decidido a hacerlo.
Además, iba a devolver cuatro veces lo que hubiese defraudado. Dice: “Se lo devuelvo”, tiempo presente, pero si él creía no era culpable de tal práctica, ¿por qué mencionarla? Parece que está diciendo que desde ese momento eso sería su práctica, porque en algunos textos la palabra si significa “puesto que”[307]. Si la mayor parte de la riqueza de Zaqueo se hubiera ganado de manera fraudulenta, no le habría sido posible devolverlo cuadruplicado.
¿Cuántas personas arrepentidas toman en cuenta la restitución? No hay otra cosa que muestre más claramente el arrepentimiento verdadero. Por ejemplo, el hombre que haya robado dinero, se arrepiente y se bautiza para perdón de pecados, ¿no tiene obligación alguna de pagar lo que robó? “Pero, ya lo gasté todo”. ¿Por eso, queda libre de obligación?
Jesús está feliz porque un hijo de Abraham se había salvado. Zaqueo era de las ovejas perdidas de Israel a quienes Jesús fue enviado.
v. Los talentos (Lucas 19.11-27).
Cuando estaba cerca de Jerusalén, los judíos estaban esperando que el Reino de Dios se manifestara, ya que creían que al llegar el Reino de Cristo, los romanos serían expulsados y que los judíos serían grandemente bendecidos. Jesús les dijo una parábola para refutar las esperanzas vanas ya que el establecimiento del Reino no sería un gran triunfo para los judíos como nación o raza.
Jesús habla de un hombre noble que fue a un país lejano, para recibir un reino. Lógicamente está hablando de Él mismo. Jesús no iba a establecer un Reino que “se manifestaría inmediatamente” como los judíos esperaban, porque su Reino no es de este mundo[308]. Su Reino fue establecido el día de Pentecostés[309]. Por eso, Su iglesia fue establecida el día de Pentecostés[310]. Jesús había dicho, “edificaré mi iglesia”[311] y comenzando el día de Pentecostés, el Nuevo Testamento habla de la Iglesia como ya existente[312].
Daniel 7.13-14 es una profecía que describe lo que pasó cuando Jesús ascendió al Padre después de su resurrección: “Le fue dado dominio, gloria y reino, para que todos los pueblos, naciones y lenguas le sirvieran; su dominio es dominio eterno, que nunca pasará, y su reino uno que no será destruido”. Esta profecía se cumplió cuando Jesús ascendió al Padre y envió al Espíritu Santo sobre los apóstoles el día de Pentecostés[313] para predicar el Evangelio de salvación. Pedro mismo explica que de esa manera Cristo estaba reinando sobre el trono de David[314].
El sueño dorado de los judíos era que al venir el Mesías para expulsar a sus enemigos, ellos podrían llevar una vida tranquila e inactiva, como en los días de Salomón cuando “Judá e Israel vivieron seguros, cada uno bajo su parra y bajo su higuera”[315]. No esperaban a un Rey que no estaría físicamente presente con ellos, y no estaban pensando en tener que “negociar” con sus bienes hasta que regresara.
Esta parábola dice que habría un intervalo entre el tiempo cuando el “hombre noble” se fue para recibir su reino y el tiempo de su retorno, pero implica que no será de mucha duración. En realidad puede regresar en cualquier momento[316].
Los siervos de Cristo deben trabajar hasta que Él vuelva. “Negociad” con el propósito de aumentar el valor de lo que recibieron. ¿Cómo “negociar” en el servicio de Cristo? Serle fieles, trabajando en su Reino para llevar fruto para la gloria de Dios[317].
Aparte de sus siervos el Rey tiene “ciudadanos”, súbditos que deben someterse a Él. Pero muchos no querían a este Rey, lo que indica que Jesús sería rechazado por los judíos. Gritaron: “No tenemos más rey que César”[318] y: “No escribas: Rey de los judíos”[319]. Por extensión, sus enemigos incluyen al mundo entero de los desobedientes. Los que desobedecen a Cristo simplemente no quieren que reine sobre ellos. Muchos de los desobedientes no están entregados a los vicios comunes, sino que simplemente quieren hacer su propia voluntad. Quieren hacer lo que se les antoja. Quieren usar su tiempo, su dinero, su energía, sus talentos, etc., como les conviene a ellos. Por ejemplo, el primer día de la semana es el día del Señor, los desobedientes quieren usar el día para sí mismos, descansando, pescando, paseándose, visitando amigos y parientes, etc. Estos son tan rebeldes como los más viciados. Tienen esto en común: No quieren que el Señor reine sobre ellos.
Al regresar, después de recibir el reino, mandó llamar ante él a aquellos siervos a los cuales había dado el dinero, para saber lo que había negociado cada uno. Antes de juzgar y castigar a los enemigos él llama a los suyos a dar cuenta de su mayordomía. El juicio comienza por la casa de Dios[320].
Se presentaron sus siervos y el primero es el cristiano fiel y diligente con mucha habilidad; el segundo es el cristiano fiel y diligente con menos habilidad. Pero el tercero pensó que no hacer mal era suficiente. Pero además, le acusa de aprovecharse de sus siervos, recibiendo beneficios de su trabajo sin tomarlos en cuenta. Sin embargo, el tratamiento de los siervos anteriores desmiente esta acusación.
Tal acusación contra Jesús sería totalmente absurda; ¿quién podría, con honestidad, acusarle de tal cosa? Este hombre representa a los siervos infieles que echan la culpa de su negligencia y desobediencia sobre otros. No quiere ser fiel pero no quiere aceptar que es infiel y siempre quiere justificarse a sí mismo. En toda época y en todo lugar las excusas sobran.
Este mal siervo recibe su castigo por no poner los dones que se le habían dado a producir. Si no queremos perder lo que tenemos, hay que utilizarlo bien y siempre avanzar y lograr más. El pecado de no hacer es tan condenable como los de hacer la maldad[321].
Pero no solo el mal siervo recibe su castigo, sino que los enemigos del Rey también obtendrán lo suyo. El rey que fue rechazado volverá con poder para juzgar. Esto fue cumplido primero en la destrucción de Jerusalén, la cual era tipo del juicio final. Este juicio suena severo pero en realidad no se puede comparar con el castigo en el infierno mencionado tantas veces por Jesús y los apóstoles.
w. La unción de María (Mateo 26.6-13; Marcos 14.3-9).
Betania era un pueblo o aldea en la ladera oriental del monte de los Olivos, a unos 3 kilómetros de Jerusalén, cerca del camino de Jericó. Su nombre significa “casa de dátiles, o de higos”. Es ahora una aldea ruinosa y pobre llamada “el-Azariyeh”, o “Lazariyeh”, el pueblo de Lázaro, en donde viven menos de 1000 personas. En lugar de las lujuriantes palmeras datileras del pasado, crecen en la actualidad olivos, higueras, y granadas. Se menciona por primera vez en los Evangelios, especialmente como residencia de los amados amigos de Jesús, María, Marta y Lázaro; de allí el moderno nombre árabe.
En las narraciones del Evangelio los escritores no siempre presentan los eventos en su orden cronológico, sino a veces, aunque pocas, según temas que lleven por delante. Así es el caso ahora: Marcos narra este evento que sucedió seis días antes[322].
La cena al honor de Jesús fue celebrada en la casa de un cierto Simón el leproso, en Betania, el sábado antes de entrar Jesús triunfalmente en Jerusalén. En Betania vivían Lázaro, María y Marta y muy posiblemente Jesús pasaba las noches con ellos después de salir cada tarde de Jerusalén[323]. Juan no contradice a Marcos, pues dice que los tres estuvieron presentes en la cena pero no que la cena se celebró en su casa.
La mujer referida es María, la hermana de Marta y de Lázaro[324]. No es la mujer de Lucas 7.37, que era una pecadora.
María trae un frasco de perfume de nardo sin mezcla, para ungir la cabeza de Jesús. Siendo de gran precio, el derramarlo, medio kilogramos de él[325], representa un gran sacrificio personal y una demostración de gran amor y aprecio.
Algunas versiones dicen “perfume”, pero en Lucas 23.56 traduce la misma palabra griega, muron, como “ungüento”. Tenía la consistencia de aceite.
Reciben el nombre de alabastro varios minerales de aspecto parecido. Es una variedad de carbonato de calcio o del aljez, o de piedra de yeso, que se presenta bajo forma compacta. Su nombre proviene del griego antiguo αλάbαστρος, “alabastros”, que designaba una vasija sin asas, pues el alabastro era utilizado para elaborar vasijas de perfume sin asas. Su blandura permite tallarlo con formas muy elaboradas, por lo que una vasija con perfume, para poder abrirla, tenía que quebrarse, de ahí su alto precio, ya que solo podía ser usado una vez.
María quebró el vaso y hubo algunos que se enojaron dentro de sí, entre ellos, Judas Iscariote[326], y otros de los discípulos[327]. Para ellos, pensando solamente en el valor de mercado del perfume, se malgastó por completo. Según Juan, parece que Judas llevó la delantera de la queja, y que persuadió a los otros discípulos a respaldarle.
Trescientos denarios representaban el salario de todo un año[328]. Judas en realidad no se interesaba en los pobres, sino en sus propios intereses[329]. Se dejaba llevar por intereses materiales, era avaro.
Murmuraban contra María. El verbo griego utilizado para “murmurar” puede traducirse como “resoplar como caballo”. Otras versiones, en lugar de “murmurar” dicen: “estaban irritados”[330]; “la reprendían”[331]; “severamente se lo echaban a ella en cara”[332]; “estaban airados”[333].
Jesús les dice que la dejen de molestar. El verbo griego aquí para “dejar”, aphiemi, se emplea para decir repudiar, despedir, y perdonar. Aquí la idea es la de permitir o dejar. Jesús reprende al grupo. Ellos juzgaban las acciones de la mujer según valores personales; Jesús, según motivos. Las fuertes críticas de los discípulos, dirigidos por Judas, molestaban grandemente a la mujer, y con razón. Jesús pone fin a sus censuras.
Jesús describe la obra de la mujer con el adjetivo, kalos, que significa “bueno, excelente o bello”. Algunas versiones dicen: “Excelente” o “bella”.
El comunismo político abogaba por una utopía en que las riquezas del mundo estén distribuidas igualmente entre todos. Esto no es una realidad, ni es una necesidad. La presencia de pobreza da la oportunidad de que otros expresen su amor hacia el prójimo al ayudarle, como la muerte pendiente de Jesús presentó a María la oportunidad de mostrarle su amor, al ungirle con el perfume precioso.
Mateo 26.11 y Juan 12.8 agregan una parte significante, que en Marcos solamente se implica. Ellos dicen: “…los pobres los tendréis con vosotros, mas a mí no siempre me tendréis”. El punto de contraste de Jesús es que su muerte está muy cerca, pero los pobres siempre los hay en el mundo. Es cuestión de oportunidades. Cristo no está diciendo que servicio a Él vale más que servicio a los pobres.
No queda mucha oportunidad para María para ungir a Jesús con el perfume; los días estaban contados. Ayudar a los pobres siempre tiene su oportunidad hasta el fin del mundo. La presencia de los pobres en el mundo sirve un buen propósito; a saber, el de probar el amor de los demás, si serán como Dios Padre, o si serán egoístas y nada amorosos.
María tenía el perfume y podía mostrar su amor hacia Jesús, esperando la muerte anunciada, y lo hizo, dedicando el perfume costoso a Él. El Señor no espera de nadie más que lo posible, pero sí espera que hagamos lo que podemos. Y si le amamos, lo haremos. Jesús interpreta las intenciones de María. De nuevo anuncia la realidad de su muerte y sepultura pendientes y alaba a esta mujer en su hecho de anticiparla por medio de ungir su cabeza y los pies.
Este hecho de amor y sacrificio personal de parte de esta mujer es recordado dondequiera que se predica el Evangelio de la muerte de Jesús en toda época. Es una memoria para ella. ¡Qué sabia fue ella al hacer con amor hacia Jesús lo que podía! Ejerzamos nosotros la misma sabiduría al actuar con los motivos que movían a ella.
[1] Juan 19.30
[2] Lucas 4.29.
[3] Hebros 9.11-15; 10.1-10; 13.10-14.
[4] 1 Corintios 5.7.
[5] Lucas 13.34.
[6] Lucas 10.41.
[7] Lucas 22.31.
[8] Hechos 13.46; Juan 5.40.
[9] 1 Reyes 9.7-8; Jeremías 12.7; 22.5; 26.6; Ezequiel 10.18-19; 11.22.
[10] Juan 3.3.
[11] 2 Timoteo 4.8.
[12] Versión Hispanoamericana y LBLA.
[13] Mateo 28.16-17; Juan 21.1.
[14] Juan 1.18; 10.40.
[15] Job 22.29; Salmos 10.17; Proverbios 26.12; 29.23; Isaías 57.15; Mateo 18.4; 20.25-28; 23.6-12.
[16] Lucas 18.14; 22.27; Juan 13.5, 12-16; 1 Corintios 15.9-10; Gálatas 2.20; 6.14; Filipenses 2.3-9; 1 Timoteo 1.15; Santiago 4.6; 1 Pedro 5.5.
[17] Mateo 25.31-46;
[18] Romanos 12.13.
[19] Deuteronomio 14.29.
[20] Efesios 1.3.
[21] Juan 5.40.
[22] Mateo 28.19.
[23] Hebreos 2.3; 12.25.
[24] Mateo 23.34-36; Hechos 7.52.
[25] Mateo 23.37-38; 24.1-2, 15; Lucas 19.41-44.
[26] Mateo 24.15-18.
[27] Romanos 2.4; 2 Pedro 3.15.
[28] Hechos 10.34-35.
[29] Lucas 5.30-32.
[30] Juan 6.37.
[31] Mateo 4.17; Hechos 2.38; Romanos 6.3-4.
[32] Gálatas 3.27.
[33] Efesios 4.22-32.
[34] 1 Corintios 10.21.
[35] Revelación 19.7-8.
[36] 1 Juan 3.7; Isaías 61.10.
[37] Efesios 4.22-32.
[38] Romanos 1.16.
[39] Mateo 10.5-6.
[40] Hechos 1.8; 2.1-47.
[41] Mateo 28.19; Marcos 16.15.
[42] 1 Timoteo 2.4; 2 Pedro 3.9.
[43] Salmos 122.1.
[44] Gálatas 4.4; 2 Corintios 6.2.
[45] Éxodo 20.19.
[46] Lucas 12.15.
[47] Mateo 6.33.
[48] Lucas 8.14; Mateo 13.22.
[49] Proverbios 18.22; 12.4.
[50] 1 Corintios 7.29.
[51] Mateo 12.46-50.
[52] Lucas 13.34.
[53] Hebreos 12.29.
[54] 1 Corintios 15.58.
[55] Juan 7.49.
[56] Ese es el mensaje de los calvinistas que hablan de una “predestinación” en donde una persona por más que haya obedecido al Evangelio y más santa viva, si no está predestinada, no tiene parte con el Señor. También los russellistas que dicen que solo 144 mil podían entrar al cielo.
[57] 1 Corintios 6.10-11.
[58] Génesis 25.34.
[59] Hechos 1.8; 8.5, 12.
[60] Mateo 28.19; Marcos 16.15.
[61] Hechos 26.11.
[62] Hechos 18.4, 13; 2 Corintios 5.11; Judas 22-23.
[63] Lucas 14.24.
[64] Gálatas 3.27.
[65] Efesios 4.17-32.
[66] Romanos 1.16-17; 2.10; Hechos 13.46.
[67] Romanos 11.22-23.
[68] Efesios 4.30.
[69] Gálatas 2.20.
[70] Juan 12.24-25.
[71] Juan 6.60, 66.
[72] Mateo 19.9-10.
[73] Juan 2.24-25.
[74] Efesios 6.2.
[75] Mateo 10.37.
[76] Hebreos 12.2.
[77] Gálatas 2.20; 6.14.
[78] Romanos 6.6; Efesios 4.22.
[79] Filipenses 3.8-9.
[80] 1 Pedro 2.21.
[81] Lucas 6.48.
[82] Mateo 7.13-14; 16.24; Lucas 13.24; Hechos 14.22.
[83] Hechos 20.27.
[84] 2 Timoteo 4.10
[85] Efesios 6:10-18; 2 Corintios 10:3-5; 1 Timoteo 6:12; 2 Timoteo 2:4
[86] Filipenses 4.13.
[87] Juan 12.24-25.
[88] Mateo 6.33.
[89] Romanos 13.14; Colosenses 3.5.
[90] Mateo 9.36.
[91] Hebreos 1.9.
[92] Romanos 2.4.
[93] Romanos 5.8.
[94] Lucas 19.10.
[95] Mateo 12.12.
[96] Juan 10.14.
[97] Isaías 53.6.
[98] 1 Pedro 2.25.
[99] Lucas 19.10.
[100] Lucas 15.17-21.
[101] Hechos 8.39; 16.34.
[102] Lucas 19.10.
[103] Mateo 18.10; Hebreos 1.14; 1 Pedro 1.12.
[104] 2 Timoteo 2.21.
[105] Filemón 11.
[106] Romanos 12.6-8; 1 Corintios 12.14-23.
[107] Mateo 5.45; Hechos 14.15-17; 17.24-28.
[108] Levítico 11.7-8.
[109] Lucas 22.31.
[110] Revelación 3.4.
[111] 2 Pedro 2.22.
[112] Eclesiastés 9.3.
[113] 2 Corintios 7.10.
[114] 2 Corintios 6.17.
[115] 2 Pedro 3.15.
[116] LBLA.
[117] Isaías 61.10; Gálatas 3.27.
[118] Salmos 23.5.
[119] Gálatas 5.19-21; Efesios 4.31.
[120] Lucas 18.9; 11-12.
[121] 1 Timoteo 2.4; 2 Pedro 3.9; Ezequiel 18.32; Jeremías 8.22.
[122] Juan 12.6.
[123] 1 Pedro 4.10-11; Romanos 12.6-8; 1 Corintios 12.14-22.
[124] 1 Timoteo 6.7.
[125] 1 Tesalonicenses 5.1-3.
[126] 2 Corintios 6.2.
[127] Revelación 20.10-15.
[128] Mateo 6.33.
[129] 1 Tesalonicenses 5.5.
[130] 1 Pedro 2.9.
[131] 1 Corintios 7.9.
[132] 1 Corintios 7.29-32.
[133] Filipenses 2.12.
[134] Mateo 13.22.
[135] Colosenses 3.5.
[136] Proverbios 3.9; 1 Timoteo 6.17-19; Filipenses 4.17.
[137] Proverbios 23.4-5.
[138] Mateo 24.45-51; 25.19; 2 Corintios 5.10.
[139] Lucas 10.33.
[140] Mateo 6.19-21; 25.40; Lucas 6.35-36, 38; 12.33-34; 14.33; 1 Timoteo 6.17-18.
[141] Lucas 10.25-37.
[142] 2 Corintios 8.3-5.
[143] 1 Corintios 16.15-16.
[144] Mateo 10.32-33; 28.19; Marcos 16.16; Lucas 13.3, 5; Hechos 2.38.
[145] Santiago 2.24.
[146] Lucas 17.10.
[147] Santiago 2.26.
[148] 2 Corintios 9.7.
[149] 1 Pedro 1.3-4.
[150] 1 Crónicas 29.14.
[151] Lucas 12.20.
[152] Eclesiastés 12.7.
[153] Hebreos 1.14.
[154] Mateo 3.9.
[155] 1 Timoteo 6.10.
[156] El comunismo.
[157] Eclesiastés 8.8.
[158] 1 Corintios 16.2; Deuteronomio 8.18.
[159] 1 Timoteo 6.7-8.
[160] 1 Corintios 5.9-10.
[161] Santiago 2.13.
[162] Hechos 1.25.
[163] Mateo 28.11-15; Hechos 17.31.
[164] Juan 12.10.
[165] Romanos 1.20.
[166] Lucas 8.11.
[167] Jeremías 23.29.
[168] Hebreos 4.12.
[169] Efesios 6.17.
[170] Juan 14.26; 16.7-13; Hechos 2.1-4.
[171] Lucas 6.10-11.
[172] Juan 11.46-53.
[173] Juan 12.9-10.
[174] Mateo 8.26; 14.31; 17.19-21.
[175] 2 Corintios 13.5; Gálatas 6.3; 1 Corintios 10.12.
[176] Mateo 15.28.
[177] Romanos 10.17.
[178] Mateo 10.1, 8; Lucas 10.19; Hechos 3.1-6.
[179] Mateo 17.16.
[180] Mateo 14.29-30.
[181] Romanos 12.3, 16; Gálatas 6.3.
[182] Mateo 18.1-4.
[183] Job 22.2.
[184] Lucas 18.9-14.
[185] “Acción ejecutada sobre o además de la obligación”, Diccionario Larousse.
[186] 1 Corintios 4.7; 9.15.
[187] 2 Timoteo 2.21.
[188] Mateo 25.16, 20.
[189] Levítico 13.45; Números 5.2; 2 Reyes 15.5.
[190] Isaías 59.1-2.
[191] Mateo 11.5.
[192] 2 Reyes 5.7.
[193] Levítico 13.1-6; 14.1-32.
[194] Santiago 2.18.
[195] 2 Reyes 5.10-14.
[196] Marcos 16.16; Hechos 2.38.
[197] Marcos 16.16.
[198] Hechos 2.38.
[199] Lucas 10.25-37.
[200] Mateo 12.19.
[201] Juan 18.36; 2 Corintios 10.3-5; Efesios 6.10-19.
[202] Juan 18.36.
[203] Juan 3.5.
[204] Mateo 24.9-13; Lucas 21.12-19.
[205] Mateo 24.24.
[206] 1 Corintios 15.51-52.
[207] Génesis 6.5-8.
[208] 2 Pedro 3.3-7.
[209] Génesis 18.20-19.25.
[210] 2 Tesalonicenses 1.6-10.
[211] Mateo 25.31-46.
[212] LBLA.
[213] 1 Tesalonicenses 5.17; 1 Pedro 5.7.
[214] 1 Reyes 17; Lucas 7.11-15; Marcos 12.41-44; 1 Timoteo 5; Santiago 1.27.
[215] Mateo 5.10-12; 1 Pedro 3.12; Revelación 6.9-10.
[216] Isaías 55.8-9; 2 Pedro 3.9.
[217] Filipenses 4.15-16.
[218] Mateo 7.9-11.
[219] 2 Pedro 3.8.
[220] Levítico 16.29-30; 23.27.
[221] Deuteronomio 14.22-23.
[222] Mateo 23.23.
[223] Mateo 5.3.
[224] Romanos 4.7.
[225] Hechos 8.22.
[226] Hechos 8.13.
[227] Hechos 2.38.
[228] Marcos 6.18.
[229] Gálatas 3.19, 25.
[230] Levítico 20.10.
[231] Deuteronomio 24.4.
[232] Levítico 18.22; Romanos 1.26-28.
[233] Malaquías 2.16.
[234] Romanos 7.2-3.
[235] Mateo 19.9.
[236] 1 Corintios 7.10-11.
[237] 1 Corintios 6.16.
[238] Malaquías 2.14; Proverbios 2.17.
[239] Hechos 17.31.
[240] El tiempo aoristo griego es el que denota acción singular y acabado.
[241] 1 Corintios 12.13.
[242] Colosenses 1.18.
[243] Lucas 8.15.
[244] Lucas 18.19.
[245] Mateo 13.22.
[246] La fornicación es el término general que cubre toda forma de inmundicia sexual, incluyendo la homosexualidad y la bestialidad
[247] Éxodo 21.14.
[248] 2 Timoteo 3.15.
[249] Filipenses 2.19-21.
[250] BAD
[251] VNC
[252] VPB
[253] Juan 2.25; Revelación 2.23.
[254] 1 Timoteo 6.17.
[255] Isaías 53.9; Mateo 27.57-60; Lucas 23.53; Juan 19.38-41.
[256] Lucas 8.2-3.
[257] Colosenses 3.2.
[258] Mateo 6.24-34.
[259] Revelación 21.24.
[260] Lucas 16.9-12.
[261] 1 Timoteo 6.9.
[262] Proverbios 30.8-9.
[263] Juan 3.3, 5.
[264] Deuteronomio 8.18.
[265] Tito 2.11.
[266] Filipenses 4.13.
[267] Marcos 12.30.
[268] 2 Timoteo 3.12.
[269] Mateo 10.37; Lucas 14.26.
[270] Mateo 6.31-33; 1 Pedro 5:7.
[271] 2 Corintios 4.16-18.
[272] Mateo 25.46; 1 Pedro 1.11.
[273] Mateo 19.30; 20.16; Lucas 13.30.
[274] Isaías 55.8-9.
[275] Mateo 21.28, 33; Lucas 13.16.
[276] Salmos 80.8-13; Isaías 5.1; Jeremías 12.10.
[277] Juan 15.1-8.
[278] Levítico 19.13; Deuteronomio 24.15.
[279] Malaquías 3.5; Santiago 5.4.
[280] Hebreos 6.10.
[281] Revelación 2-3.
[282] Isaías 55.8-9.
[283] Mateo 6.1-8; Lucas 18.9-14.
[284] Juan 6.26.
[285] Hechos 7.58.
[286] Hechos 2.23; Romanos 8.32.
[287] Efesios 5.2.
[288] Mateo 26.15-16; 21, 48.
[289] Santiago 4.3.
[290] Juan 11.16; Lucas 22.33.
[291] Hechos 4.3; 5.18.
[292] Hechos 12.2.
[293] Revelación 1.9.
[294] 1 Pedro 4.13; 2 Corintios 4.10; Gálatas 6.17; Juan 15.20.
[295] Hechos 9.36; 39.
[296] Romanos 16.1; 3-4.
[297] 1 Corintios 16.15-16.
[298] 3 Juan 5-6.
[299] Filipenses 2.3-4.
[300] Romanos 10.17.
[301] Juan 9.40-41; Revelación 3.19.
[302] Deuteronomio 34.1-3.
[303] Jueces 3.13.
[304] Números 22.1; 26.3.
[305] Mateo 7.7.
[306] Juan 2.24-25.
[307] Filipenses 2.1; Éxodo 22.1.
[308] Juan 18.36.
[309] Mateo 3.2; Marcos 9.1; Lucas 24.49; Hechos 1.4-5, 8; 2.1-4, 16-17.
[310] Hechos 2.47.
[311] Mateo 16.18.
[312] Hechos 2.47; 5.11; 8.3, etc.
[313] Hechos 2.1-4.
[314] Hechos 2.29-36.
[315] 1 Reyes 4.25.
[316] 1 Tesalonicenses 5.1-3.
[317] Juan 15.8.
[318] Juan 19.15.
[319] Juan 19.21.
[320] 1 Pedro 4.17.
[321] Santiago 4.17.
[322] Juan 12.1.
[323] Mateo 21.17; Marcos11.11-12; Lucas 10.38.
[324] Juan 12.2-3.
[325] Juan 12.3.
[326] Juan 12.4.
[327] Mateo 26.8.
[328] Mateo 20.2.
[329] Juan 12.6.
[330] LAC
[331] BLA
[332] ECU
[333] VHA