F. Tercer ministerio en Galilea.
Jesús comienza su
tercera parte del ministerio en Naín[1],
en donde resucita a un joven, en una historia que es muy similar a la de la
resurrección realizada antes por Elías, en el Antiguo Testamento[2].
1. Resurrección del hijo de la viuda (Lucas 7.11-17).
Jesús entró en una ciudad llamada Naín con sus discípulos y una gran multitud. Es necesario preguntar aquí: ¿De qué grupo somos? ¿Discípulos o simplemente de la “gran multitud”? Todos estos eran testigos oculares de los milagros de Jesús. Lucas y los otros que narran los eventos de la vida de Jesús frecuentemente dicen que estaba rodeado de una multitud. Desde luego, muchos de ellos querían que Jesús les sanara a ellos o a sus seres queridos, pero también la gente quedaba maravillada de su enseñanza porque no era como la de escribas y fariseos. Su enseñanza era única.
Al llegar a la puerta de la ciudad se encontraron con un funeral en donde llevaban a un hijo único de una viuda que era acompañada por mucha gente. En el caso anterior, el siervo del centurión estaba a punto de morir, pero en este caso el hombre ya había muerto. Entre los judíos los lugares de sepultara estaban fuera de las ciudades[3].
Cuando Jesús la vio, se compadeció[4] de ella. La muerte del único hijo de una viuda era la mayor desgracia que pudiera concebirse, porque probablemente era el fin de su sostenimiento y protección. Ya había perdido a su marido y ahora perdió a su único hijo. Cuando murió su marido, su hijo le podía consolar, pero ahora el hijo también muere y ¿quién le puede consolar? Hay mucho énfasis en la Biblia sobre la necesidad de ayudar a la viuda[5].
Y detuvo el cortejo y tocó el féretro, que no se trataba de un ataúd de madera como los nuestros, sino que utilizaban canastos tejidos de mimbre para llevar el cuerpo a la tumba. Jesús se dirige a un muerto como si estuviera vivo. Dice “levántate” a un muerto como si estuviera simplemente dormido. No oía la voz de los que lloraban y lamentaban su muerte, pero sí oyó la voz de Cristo y la obedeció. Jesús resucitó al joven, entregándoselo a su madre. ¡Qué “regalo” más precioso! Dios le dio su hijo cuando éste nació, y ahora otra vez cuando murió. Y todos temían y glorificaban a Dios porque un gran profeta había surgido y Dios los visitaba.
2. La pregunta de Juan (Mateo 11.2-6; Lucas 7.18-23).
A pesar de que Juan el bautista era primo de Jesús y había sido testigo de las palabras de Dios durante el bautismo de Jesús, tenía dudas sobre la identidad del Mesías, y por ello envía a sus discípulos a preguntar directamente a Jesús. Recordemos que Herodes le había encarcelado porque había reprendido los pecados del rey.
La respuesta de la mayoría de los judíos a esta pregunta fue la siguiente: “No lo es, y definitivamente esperaremos a otro”. Sin embargo, Juan preparó el camino para Jesús. Le bautizó y vio al Espíritu descender sobre Él como paloma, oyó la voz del Padre que le proclamó como su Hijo aprobado. Entonces él mismo proclamó que Jesús era el “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”[6]. Al recordar todo esto es un poco sorprendente su pregunta. La Biblia no revela la razón por la cual la hizo, pero el lenguaje mismo indica que él había comenzado a tener dudas acerca de Jesús, porque aun pregunta: “¿o esperaremos a otro?” Si no tenía dudas acerca de Jesús, estas preguntas no tienen sentido.
Algunos han querido defender a Juan y no aceptar que tuviera dudas, dicen que las dudas no eran de Juan sino de sus discípulos; es decir, creen que Juan los envió con esta pregunta para resolver las dudas de ellos, pero, esta explicación ataca la integridad de Juan, porque implica que él haría esta pregunta como si quisiera la respuesta cuando en realidad quería la respuesta para sus discípulos. Peor aun, ataca la integridad de Jesús quien dice: “Id, haced saber a Juan”, para apoyar el fingimiento como si Juan quisiera saber cuando solamente sus discípulos tenían dudas, desde luego, Jesús conocía perfectamente quién tenía y quién no tenía dudas.
Ser inspirado por Dios como profeta no era garantía de que él entendiera la naturaleza espiritual del Reino del cual hablaba. Es muy probable que, al igual que los apóstoles y los demás, Juan esperara que Cristo reinara aquí en la tierra. Este texto ilustra otra vez que la Biblia habla con toda franqueza de las flaquezas de sus más grandes héroes, y la explicación más razonable de esta pregunta es que Juan tenía dudas acerca de Jesús de Nazaret. Por lo menos quería tener su confianza reafirmada. Jesús enseñaba y hacía milagros, pero aparentemente no había hecho nada para establecer tal Reino. Tal vez Juan compartiera la esperanza de muchos de los que acompañaban a Jesús de que Él comenzara a reunir sus ejércitos para derrotar a los romanos.
También, los que quieren defender a Juan, suponen que él solamente quería que Jesús declarara más abiertamente que en realidad era el Mesías para acabar con las dudas e inquietudes del pueblo acerca de su identidad, pero si eso hubiera sido su pensamiento o motivación, habría enviado discípulos a Jesús animándole a hacerlo, pero simplemente no fue así.
Sea lo haya sido el caso de Juan, aquí cabe una advertencia para nosotros. Recuérdese que Juan estaba encarcelado. Esto podría ser aun para los más fuertes una experiencia deprimente. Juan ya no estaba en el sol del desierto, sino que su vida había pasado por debajo de una nube obscura. La advertencia para nosotros es esta: Tengamos cuidado de no perder la fe o caer en dudas cuando estamos afligidos y angustiados. Hay toda clase de experiencia que deprime y debilita.
Ahora, Jesús no levantaba un ejército, no entrenaba a sus discípulos para la guerra contra los romanos, no recaudaba fondos para alguna revolución; más bien, había demostración de poder milagroso para aliviar las aflicciones humanas. Una demostración es mucho mejor que una mera explicación. Jesús habló de sus hechos que cumplieron la profecía de Isaías, para que Juan interpretara estos hechos para contestar su propia pregunta, pues ningún profeta había hecho lo que Jesús hizo. Por su propio poder y por su propia autoridad hizo estas señales; aun perdonó pecados por su propia autoridad. Jesús no contestó la pregunta de Juan con palabras, sino con hechos, hablando de las buenas obras que había de hacer “el Siervo de Adonay”[7]. No criticó a Juan por haber hecho esta pregunta. Más bien, simplemente apunta hacia las obras que según los profetas el Mesías haría. Jesús había hecho estas obras y ahora deja que Juan saque su propia conclusión para contestar su propia pregunta. La mejor respuesta a la pregunta de Juan era la obra de Jesús. Seguramente Juan conocía estas profecías y sacó la conclusión correcta.
No convenía que Juan siguiera el ejemplo de los demás judíos que hallaron tropiezo en Cristo. La palabra sckándalon significa lazo o trampa, es decir, ocasión de caer. Se usa de cualquier cosa que suscite prejuicios, o que venga a ser un obstáculo para otros, o que les haga caer por el camino. Para algunos la aflicción o la persecución son ocasiones o causas de tropiezo. Para los judíos Jesús era piedra de tropiezo. Los líderes de los judíos tropezaron al ver a Jesús comer con publicanos y “pecadores”; cuando “violaba” el día de reposo sanando gente; cuando denunció sus tradiciones; cuando les llamaba hipócritas, cuando rehusó darles una señal del cielo y también cuando rehusó ser su rey. Todos estos tropiezos fueron causados por el concepto carnal y terrenal que los líderes de los judíos tenían de su Mesías.
Posiblemente por no entender la naturaleza del Reino de Cristo y por ser un poco impaciente había peligro de que Juan hallara ocasión de tropiezo en Jesús. Sin embargo, es muy probable que con la explicación de Jesús se borrara su duda.
Isaías había predicho que el Mesías no sería deseado por el pueblo de Israel[8]. Nació en un pesebre. Fue criado en Nazaret, un pueblo despreciado[9]. Sus apóstoles eran, por la mayor parte galileos, hombres humildes. Los discípulos de Jesús eran los “pequeños” del mundo, los insignificantes[10]. Sobre todo la cruz de Cristo, su muerte para expiar los pecados del mundo, era tropiezo para ellos[11].
3. El testimonio de Juan (Mateo 11.7-19; Lucas 7.24-35).
Después que los discípulos de Juan se fueron, Jesús hace un elogio como no se registra que hubiese hecho de nadie más, dejando en claro que era el Elías que tendría que venir, no porque creyera en la reencarnación, sino porque Juan contaba con un celo igual al del viejo profeta.
En lugar de criticar a Juan por su pregunta que aparentemente indicaba duda, Jesús lo alaba. Las cañas crecían en abundancia cerca del Jordán donde Juan bautizaba; alcanzaban tres o cuatro metros de altura y siendo muy frágiles se doblaban con el viento. Juan no era así; no era hombre débil, sin firmeza, variable, inconstante. No era hombre cambiable, vacilante, sin convicción, sin valor. No era doblado ni por el aplauso ni por el desagrado del pueblo. Si hubiera tenido ese carácter, habría elogiado al rey Herodes en lugar de condenar su matrimonio adúltero. Juan estaba encarcelado por haber hecho lo que los escribas, fariseos y otros líderes judíos no se atrevían a hacer: Reprender el pecado del rey. Juan no cedió a la opinión popular ni se comprometió con el pecado. Por ser todo lo opuesto a una “caña sacudida por el viento” él no solamente fue encarcelado, sino que también fue degollado.
Herodes estimaba a Juan, por eso, si Juan se hubiera aprovechado de ese aprecio que Herodes sentía por él, habría estado en el palacio en lugar de estar en la cárcel. Pero no era así. Juan no se podría comparar, pues, con una caña sacudida por el viento. Más bien debería ser comparado con un “árbol plantado junto a corrientes de aguas”[12].
Es indispensable que todo cristiano tenga convicción no de boca sino de acción, para no ser como cañas sacudidas por el viento, pero lamentablemente esto bien describe a muchos de los que profesan ser cristianos, miembros de la iglesia de Cristo. Hay hermanos que prefieren no ponerse del lado de la verdad. No les gusta la controversia. Algunos hermanos han dicho que quieren ser “bíblicos” pero no “polémicos”. Tales hermanos se engañan solos. No hay término medio entre la verdad y el error. Los que son “neutrales” aprueban el error, porque es imposible ser neutral y apoyar la verdad.
Juan anunció que el Reino se acercaba, pero todavía no existía; por eso, Juan no estaba en el Reino. La comparación aquí tiene que ver con privilegios. Los que están en el reino disfrutan grandes privilegios que aun los más grandes como Juan no disfrutaban. ¿Cuáles son algunas cosas que el cristiano más pequeño sabe que Juan no sabía? No sabía de la crucifixión, sepultura, y resurrección de Jesús. No sabía nada de los eventos del día de Pentecostés. Ignoraba los grandes eventos registrados en Hechos de los Apóstoles. No tuvo la dicha de leer las epístolas del Nuevo Testamento. Nunca participó de la Cena del Señor. No gozaba de las bendiciones espirituales que tenemos en Cristo; es decir, los más pequeños en el Reino disfrutamos de bendiciones y privilegios que no existían en el tiempo de Juan. ¡Cuán grande es, pues, la bendición de ser ciudadano en el reino de Cristo!
De lo que Jesús dice aquí es lógico concluir que Juan no estaba en el Reino, y si él no estaba en el Reino nadie estaba en el Reino en ese tiempo. Además, si Juan no estaba en el Reino tuvo que ser porque aún no existió el Reino. El ministerio del profeta ocurrió en los días finales del Antiguo Pacto, la Ley de Moisés. Él mismo había predicado que el Reino “se acerca”[13].
Es probable que lo que se afirma en Lucas 7.29-30 como un detalle de historia para enfatizar el éxito del ministerio de Juan. El pueblo común y aun los publicanos aceptaron el bautismo de Juan como la voluntad de Dios, pero los líderes religiosos lo rechazaron. Si el bautismo de Juan era “el consejo de Dios” cuánto más el bautismo mandado por nuestro Señor Jesucristo para todas las naciones[14]. Los que fueron bautizados por Juan reconocían que su bautismo era del cielo y no de los hombres[15]. Aprobaron su predicación sobre el arrepentimiento y el acercamiento del reino. “Justificar” a Dios significa afirmar o declarar que Él tenía razón, que lo que hacía era correcto.
Los fariseos y los intérpretes de la ley llegaron al bautismo de Juan, pero no se sometieron al bautismo, porque no querían confesar sus pecados y llevar frutos dignos del arrepentimiento. Debe observarse que Jesús enfatiza el bautismo como la prueba en cuanto a si los hombres justifican o rechazan los designios de Dios. Los millones que enseñan que el bautismo no es para perdón de los pecados hacen peor que los fariseos porque el bautismo requerido por Cristo y los apóstoles no solamente es para la remisión de los pecados, sino también para recibir al Espíritu Santo. Prácticamente todos los grupos religiosos de hoy no creen que el bautismo es para perdón de pecados. Ellos rechazan el propósito de Dios para ellos mismos; es decir, el daño hecho es, en primer lugar, contra ellos mismos. Sin embargo, también afecta a todos los ciegos que siguen a estos ciegos.
Estos religiosos creen que si uno está bautizado para perdón de pecados, cree que se está salvando por sus propias obras. Tal enseñanza ilustra bien la tragedia del calvinismo. Los “reformadores protestantes”, basándose en la teología calvinista, llevaban una campaña agresiva contra el catolicismo y cayeron en la trampa de la supuesta “salvación por la fe sola”. Hasta la fecha los “protestantes” no pueden ver la distinción entre las obras prescritas por el clero romano y los mandamientos de Cristo y el Espíritu Santo.
Ellos son semejantes a los niños caprichosos, inconstantes, que se sentaban en la plaza, donde se reunían los ciudadanos, se sentaban los jueces, se arreglaban los negocios, y los mercados se establecían, mientras los niños se reunían para jugar imitando a los adultos en todo. Ellos criticaban a Juan porque vivía aparte de la sociedad. Juan no llevaba vida social, pues vivía como ermitaño. Por eso lo veían como fanático, que equivalía a decir “está loco”.
Desde luego, Jesús no incluye en esta denuncia a todos de esa “generación”, porque en el texto paralelo[16] leemos que cuando el pueblo y los publicanos lo oyeron, justificaron a Dios, bautizándose con el bautismo de Juan. Los que no querían aceptar el mensaje y bautismo de Juan, tenían que justificarse de alguna manera; por eso, atacaban su vida ascética y rústica, diciendo que estaba loco, que él no era digno de enseñar ni bautizar ni mucho menos reprender a estos hombres tan sabios y tan elevados.
Pero Jesús no compartió la vida ascética de Juan. Asistía a los eventos sociales[17], y comía con toda clase de gente[18], y entonces le acusaban de “comilón”, que quiere decir “glotón”, y de “borracho”. Los que no querían aceptar a Jesús como el Mesías tenían que menospreciarlo para justificar su rechazo de Él. Según ellos, estos hombres, Juan y Jesús, no eran “dignos” de enseñar a los “exaltados” fariseos e intérpretes de la Ley. Juan estaba loco y Jesús era hombre frívolo e irresponsable que no respetaba el buen decoro. Si alguno no quiere aceptar la verdad, cualquier excusa sirve.
Dios había llamado a su pueblo tanto por el ministerio de Juan como por el ministerio de Jesús. Desde luego, había llamado a su pueblo por medio de los profetas a través de los siglos, pero el pueblo de Israel, como niños malcriados, consentidos y rebeldes, no respondían ni a uno ni a otro de los mensajeros de Dios.
Había diferencia entre el ministerio de Juan y el de Jesús, porque el propósito de cada ministerio era único. El mensaje de Juan era muy sencillo y también limitado: Un mensaje de arrepentimiento. Les dio ejemplos específicos de cómo arrepentirse[19]. Aparte de esto el único mensaje de Juan fue el mensaje de juicio[20]. En un sentido, pues, fue mensaje de “lamentación”.
Aunque Jesús predicó mucho sobre el arrepentimiento, su mensaje incluía muchas promesas de bendiciones y gozo para los que acepten el reino espiritual que iba a establecer. Sus parábolas reflejan este gozo: El gozo del pastor que encontró la oveja perdida, el gozo de la mujer que encontró la moneda perdida, el gozo del padre cuando el hijo pródigo volvió, y el gozo en el cielo entre los ángeles de Dios cuando el pecador se arrepiente, como también las parábolas que hablaban de la fiesta de bodas. Había mucha solemnidad en la enseñanza de Jesús, pero también abundan las palabras de gozo y alegría. La enseñanza del monte comienza con bienaventuranzas, como ya estudiamos.
Toda esta enseñanza fue la invitación del cielo ofrecida primeramente a los judíos, pero la rechazaron. Aparte de rechazar la invitación, mataron a Juan y después a Jesús mismo.
Los evangelistas deben preocuparse por agradar a Dios y no a los hombres[21], pero aunque quisieran agradar al pueblo, por más capacitados que sean para predicar, no pueden agradar a todos. Si es hermano muy serio, le acusan de ser malhumorado. Si es alegre y optimista de espíritu, le acusan de ser frívolo. Debe estar resuelto, pues, a no fijarse en lo que la gente quiera, sino solamente en lo que agrade a Dios. De todos modos, la obra es de Dios y los resultados están en manos de Dios. Dios sabe lo que la gente necesita.
4. Jesús es ungido (Lucas 7.36-50).
Se llama unción al proceso de embadurnar con aceite perfumado, grasa animal o mantequilla derretida, presente en los rituales de muchas religiones y razas. Las personas y cosas se ungen para simbolizar la introducción de una influencia sacramental o divina, espíritu o poder sagrados. Puede verse como una forma espiritual de librar a personas y cosas de influencias y enfermedades peligrosas, especialmente de los demonios que se cree causan dichos males. Entre los hebreos, el acto de la unción era importante en la consagración para uso sagrado: De aquí la unción del sumo sacerdote y de las vasijas sagradas. En la Biblia, el Sumo Sacerdote y el rey eran a veces llamados “el ungido”. Los profetas también eran ungidos. Ungir a un rey era equivalente a coronarlo: De hecho, en Israel no se exigía la corona. También se ungía a los muertos antes de enterrarlos.
Un fariseo invitó a Jesús a comer con él; y Él se sentó a la mesa. En ocasiones ordinarias, la gente en los tiempos bíblicos se sentaba o agachaba en el suelo alrededor de una mesa baja a la hora de los alimentos. El profeta Amós es el primer escritor sagrado en hablar de la costumbre de tenderse “sobre sus lechos” para comer[22]. En tiempos de Jesús, la costumbre romana de reclinarse sobre las butacas había sido aceptada enre algunos judíos. A la mesa romana se le llamó “triclinio”. Se colocaban a los lados de un cuadro y un cuarto lado quedaba abierto para que los sirvientes pudiesen atender a los comensales que se acostaban con los pies lejos de los alimentos, mientras ellos descansaban sobre el brazo izquierdo, con la cabeza levantada, de tal manera que el segundo húesped quedaba con su cabeza cerca del pecho del primero, de tal manera que si quería hablar algo en secreto, solo debía recostarse[23].
Había en la ciudad una mujer pecadora, que supo que Jesús estaba en casa del fariseo, así que entró con un frasco de alabastro con perfume[24]; se colocó a sus pies, llorando, y con sus lágrimas los lavaba y los secaba con sus cabellos, besándolos mientras los ungía con el perfume.
El fariseo, al ver esto, pensó: “Si Este fuera un profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que lo está tocando, que es una pecadora”. Jesús, conociendo su pensamiento le dijo: “Simón, cierto prestamista tenía dos deudores; uno le debía el salario de 500 días y el otro el de cincuenta; como no tenán con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de ellos lo amará más?” Simón respondió que aquél a quien le perdonó más. “Así es” le dijo Jesús, volviéndose a la mujer, “¿Ves esta mujer?” Cuando entré a tu casa no me lavaste los pies, pero ella lo hizo con sus lágrimas y los ha secado con sus cabellos. No me diste beso, pero ella, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste mi cabeza con aceite, pero ella me ungió con perfume. Por lo tanto, aunque sus pecados son muchos, han sido perdonados. Entonces dijo a la mujer: “Tus pecados han sido perdonados”. Y todos estaban intrigados de cómo podía perdonar pecados.
5. Las mujeres que iban con Jesús (Lucas 8.1-3).
Lucas hace una aclaración con respecto a la compañía que seguía a Jesús, él dice que además de los discípulos, iban también un grupo de mujeres que habían recibido sanidad o habían sido libertadas de espíritus demoniacos:
a. María Magdalena.
Probablemente era oriunda de Magdala[25]. Se menciona solamente una vez durante el ministerio de Jesús, como persona liberada de siete demonios, que luego figuró entre las mujeres agradecidas que servían al grupo itinerante de discípulos. Aunque la tradición ha identificado a María Magdalena con la mujer pecadora de Lucas 7.37-50, es dudoso que sean una misma persona, puesto que Lucas la presenta en el capítulo 8 como una figura nueva en la historia. Además, no es muy probable que Juana, mujer de Chuza, intendente de Herodes, se hubiera asociado con una mujer de mala reputación.
Estas mujeres acompañaron a Jesús hasta Jerusalén y presenciaron la crucifixión. Con el propósito de ungir el cuerpo de Jesús, María Magdalena, acompañada de otras, llegó a la tumba. Luego relataron el anuncio del ángel a los incrédulos discípulos. Juan 20.1-18 narra, además, que el Señor resucitado se le apareció a María Magdalena mientras esta lloraba junto al sepulcro.
b. Juana.
Esposa de un oficial de la corte de Herodes, a quien Jesús sanó. Cooperó con otras mujeres en el sostén económico de la compañía itinerante de Jesús. También fue una de las que anunciaron la resurrección a los discípulos.
c. Susana.
De ella no tenemos más información que la mención de su nombre, pero además había muchas otras mujeres que ayudaban a Jesús, especialmente con el sostenimiento económico.
d. La familia de Jesús (Mateo 12.46-50; Marcos 3.20-21, 31-35; Lucas 8.19-21).
Este es uno de esos pasajes que se prestan para discusión, especialmente con las personas que profesan la fe católico-romana que no pueden aceptar que María tuviese más hijos, por lo que han tratado de hacer decir que la palabra “pariente, primo” no existe en el vocabulario hebreo, dejando de lado la palabra “sungenés”, mientras que en este otro pasaje, cuando habla de los hermanos de Jesús usa la palabra “adelfos”, que literalmente significa “el que compartió el vientre”.
Los hermanos de Jesús eran hijos de José y María. El clero romano enseña que los “hermanos” de Jesús eran más bien sus “primos”, pero no hay razón alguna para afirmar tal cosa. Dicen esto para enseñar la falsa doctrina de “La Virginidad Perpetua de María”[26]. No quieren aceptar que José y María tenían matrimonio normal. Han hecho de María una especie de “diosa” y creen que la idea de “virgen” corresponde mejor a su posición. Pero ¿qué indica el lenguaje del texto? Que eran sus hermanos, hijos de José y María. A menos que haya buena razón para entender la palabra “hermanos” en otro sentido, entonces debe entenderse en su forma natural.
Obsérvese que estos hermanos aparecen con María. ¿Por qué andarían los sobrinos de María con ella? La Biblia no indica que los sobrinos tuvieran alguna causa para andar con ella. ¿Por qué andar con sus sobrinos en lugar de estar con sus propios hijos? Más bien sus hijos andaban con ella. Sería absurdo interpretar la palabra “hermanos” en estos textos como “primos hermanos” y la palabra “hermanas” como “primas hermanas”.
Ahora bien, los hermanos de Jesús no creyeron en Él[27]. Muchas personas sinceras, aun entre los discípulos más fieles, estaban perplejas acerca de Jesús y algunos aspectos de su enseñanza y conducta. Todos tenían conceptos inadecuados y algunos tenían conceptos errados. Para los judíos los lazos familiares eran sagrados, y la ley de Cristo enseña lo mismo, pero ¡las relaciones familiares no deberían nunca interferir con los asuntos del reino de Dios!
Decir que “María es madre de Dios” es blasfemia. Por muchas razones esta expresión católica es blasfemia. Es blasfemia contra Dios, contra Cristo y contra María misma. María nunca dijo ni hizo nada para elevarse a sí misma. Ella no tiene nada de culpa por esta blasfemia. Es pura invención humana y carnal. María era mujer “bendita” y “bienaventurada”[28] porque Dios la escogió para ser la madre de Jesús. Era mujer piadosa, y la última referencia a ella[29] nos dice que ella estaba con los fieles discípulos esperando los grandes eventos del día de Pentecostés, pero ella no aspiraba competir con su Hijo.
La afirmación de que María es una mediadora que escucha oraciones dirigidas a ella para entonces rogar a Jesús es enseñanza humana. En primer lugar es doctrina falsa, no enseñada en las Escrituras. Además insulta a Jesús nuestro único mediador[30]. Este mismo texto refuta la teoría. María y sus hijos interrumpen a Jesús y no suspende su obra de enseñar para atender a su madre. Si Dios hubiera querido presentar a María como la persona a quién debemos dirigir las oraciones, la hubiésemos visto en forma activa al lado de Jesús en su ministerio. Si el reino de Jesús hubiera sido de este mundo, es muy probable que Él sí hubiera hecho mucho caso a su madre. La habría recibido como Salomón atendió a su madre[31].
Desde luego, Jesús amaba y respetaba a su madre. Jesús estubo sujeto a José y María. Es importante comentar que a Jesús nunca le faltó respeto por su madre. Aun en la cruz cuando estaba en tanta agonía se preocupó por el cuidado de ella, pero recuérdese bien lo que dice Jesús[32].
Por lo tanto, aprovechó la interrupción causada por María y sus hermanos para enseñar una lección importante de que las relaciones espirituales son más importantes que las relaciones familiares. Los hombres dan mucha importancia a la relación familiar. Para muchos es de suma importancia. Todos saben de la importancia de cada miembro de la familia real. Los hijos son príncipes y princesas que siempre deben dar todo honor a su rey padre y a su reina madre. Sin despreciar a su familia, Jesús enseña que hay que dar preferencia a la familia espiritual. Una sola persona es hermano, hermana y madre de Jesús. Él no dice que algún discípulo es mi hermano, que alguna discípula es mi hermana, y otra mi madre, sino que cada discípulo es su hermano, hermana y madre. Para estar en la familia de Jesús tenemos que hacer la voluntad del Padre.
Siempre existe la tentación de dar preferencia a los de la familia física, pero recuérdese Mateo 10.34-39.
Sin lugar a dudas, muchos miembros de la Iglesia serán perdidos por dejar que padres, hermanos, tíos, primos y otros familiares exijan primer lugar en sus vidas. Es posible que a veces algunos padres y otros lo hagan con buenas intenciones, pero de todas maneras destruyen a sus seres queridos que han obedecido a Cristo.
Hemos ganado una familia grande en Cristo. Muchas personas que obedecen al evangelio son rechazadas por su familia, pero entonces ganan una familia muy grande de hermanos en Cristo. Somos parientes de Jesús. ¡Somos su familia! ¡Es un honor tremendo! Jesús no se avergüenza de llamarnos hermanos[33]. Entonces, nunca nos avergoncemos de llamarnos hermanos de Él.
6. El sermón del lago (Mateo 13.1-9; Marcos 4.1-9; Lucas 8.4-8).
De esta casa, Jesús fue a la orilla del lago, pero era tanta la gente que prefirió subir a un barco y enseñar desde ahí, y lo hizo en parábolas[34].
a. La parábola del sembrador.
Esta parábola describe cuatro clases de terreno en las que cae la semilla sembrada. Se llama comúnmente “la parábola del sembrador”, pero el énfasis no está sobre el sembrador, sino sobre las varias clases de terreno que reciben la semilla. El sembrador puede ser bueno o malo, elocuente o aburrido, pero de todas maneras los resultados dependerán en gran manera de los oyentes mismos. Jesús es el Maestro Perfecto, pero no logró convertir a todo el mundo.
1) La semilla es la palabra de Dios[35].
Las cuatro clases de terreno son cuatro clases de oyentes. La parábola enseña la responsabilidad de oír la palabra, porque por el oír viene la fe[36]. Jesús bien sabía que la semilla no puede germinar y producir en toda clase de corazón humano. Multitudes le seguían a veces, pero por curiosidad, algunos buscaban panes y peces, algunos tenían motivos políticos y revolucionarios, y otros eran sinceros.
En esta parábola Jesús les presenta un retrato de ellos mismos; pone delante de sus ojos el espejo para que puedan ver cómo eran. Les cuenta una historia acerca de ellos mismos y de cómo ellos oyen la palabra. ¿Cómo recibirían su enseñanza? De la misma manera en que los varios terrenos de Judea recibían la semilla del sembrador.
2) Los que son como la semilla que cae junto al camino son los que permiten que sus corazones sean “pavimentados” por todos los sucesos y actividades de esta vida. Su vida ha sido fuertemente afectada e influenciada por los asuntos de la vida diaria: El empleo, la familia, los planes, las bodas, los funerales, los crímenes y docenas de otras cosas. Estos tienen corazones desatentos, insensibles, preocupados e indiferentes en cuanto a los asuntos espirituales. Su intelecto está lleno de prejuicio, la conciencia cauterizada y la voluntad perversa. No pone atención a la palabra de Cristo.
Satanás arrebata la palabra con miles de distracciones. Presenta el error como tan bueno o mejor que la verdad. Presenta ante la atención del hombre toda clase de intereses terrenales, no necesariamente malos en sí, pero demandan la atención y esta clase de corazón no recibe la palabra. El diablo sabe el poder de la Palabra de Dios. No quiere que nadie permita que entre en el corazón. No quiere que la gente oiga. Si oye, no quiere que crea. Si cree, no quiere que obedezca. Siempre le anima a posponer la obediencia.
3) La que cae sobre una capa delgada de tierra sobre la roca sólida, donde no hay humedad es la segunda clase. Brota pronto pero no puede echar raíces. El punto clave es que pronto brota y pronto muere. Es cuestión de recibir luego y entonces caer luego. Este es el oyente superficial, emocional, impresionable, impulsivo. Obedece con gozo pero es gozo pasajero. No obedece por convicción. Oye un sermón conmovedor y obedece. Los amigos obedecen, por eso él también obedece. Tal vez obedece durante una “campaña emocionante”, pero no calculan gastos. No considera la cruz que debe llevar. No toma en cuenta la oposición que encontrará. Obedece, pero no se acerca a Dios en oración y con lectura bíblica, no es debidamente activo en la iglesia, no se fortifica, no se confirma. Vienen persecuciones, tribulaciones, críticas, burlas, pruebas, las cuales deben fortalecerle[37] y acercarlo a Dios, pero más bien le alejan de Dios y le hacen tropezar.
4) Las que caen en espinos absorben toda la humedad y fertilidad, y excluyen de la planta la luz y el aire; por eso, el crecimiento es retardado e impedido. Según Mateo 6.24-34 el afán es innecesario, porque nuestro Padre sabe nuestras necesidades; es prohibido, es vano. La ansiedad indica falta de fe en Dios. Indica una preocupación excesiva por los asuntos de esta vida, y una falta de interés en cosas espirituales. El afán de este siglo no quiere decir vicios, sino una preocupación excesiva por tales asuntos como el empleo, el negocio, la educación, y los problemas ordinarios de la vida.
La prosperidad es más peligrosa que la pobreza. Muchos cristianos abusan del “dinero plástico”, haciendo muchas compras y así comprometiéndose más allá de sus posibilidades, y luego viene un afán abrumador. Esta práctica bien ilustra el amor al dinero. Muchos se entrampan con deudas que nunca pueden pagar. Esta práctica es una forma de mentira y de robo, porque prometen pagar lo que no pueden pagar. La avaricia es idolatría[38].
5) Hay una semilla que cae en tierra fértil, limpia, húmeda, buena, como Samaria[39]; Jerusalén en el día de Pentecostés después de la resurrección[40]; etc. Estos oyen la palabra, la entienden, la obedecen y llevan fruto. Es el corazón bueno que puede ser conmovido por las grandes verdades del Evangelio, y que celosamente las guarda. Oye la Palabra atentamente, la estudia, la entiende y la obedece no importa quién la predique, ni con qué motivos la predique, ni quién más la obedezca, ni cuántas ofensas vengan.
La que cayó en buena tierra no es como la que cayó junto al camino, porque sí entiende. No es que tenga intelecto superior, sino atención superior. No es como la que cayó en la capa delgada de tierra sobre una piedra, porque sí echa raíces y no es vencida por las pruebas de la vida. No es como la que cayó entre espinos, porque evita el afán y el engaño de las cosas materiales. Es la única que lleva fruto. Muchos quieren culpar al “sembrador” por el poco fruto que se lleva en la obra, pero Jesús culpa también a los oyentes. La lección es que cada quien debe examinar cuidadosamente su corazón.
b. ¿Por qué en parábolas? (Mateo 13.10-15; Marcos 4.10-12; Lucas 8.9-10).
Los apóstoles estaban intrigados por qué Jesús no les decía a las multitudes las cosas claramente, sino que lo hacía valiéndose de las parábolas. Él les dijo que lo hacía de esta manera debido a que ellos se habían embotado la mente y que por eso solo buscaban las señales, en lugar de estar en la búsqueda de lo más importante: La vida eterna.
Hay parábolas en el Antiguo Testamento[41]. Un dicho común entre rabinos judíos era “¿A qué lo compararé?”[42]. Jesús las usaba más que nadie. Ni antes ni después ha habido otro maestro que tanto haya enseñado en parábolas.
Es verdad que puede haber en algunas de las parábolas más de una lección. Por ejemplo, la parábola de los talentos[43] tiene que ver con la responsabilidad individual, pero también se refiere claramente al juicio final, de recompensa para los fieles y castigo para los infieles.
Los detalles o circunstancias de la parábola no necesariamente tienen importancia. Esta regla es importante. En la mayoría de las parábolas las circunstancias no tienen significado. Una parábola es una ilustración basada en eventos comunes, las actividades diarias de la gente. Jesús conoce al hombre, y conocía a la gente de Palestina, todo aspecto y detalle de su vida diaria. Leemos sus parábolas y los hogares de aquel tiempo se nos abren. Vemos una mujer haciendo pan; a otra en la costura; la emergencia de aquel que pide pan a media noche para la visita; los ricos con bodegas llenas; el trabajador que no se atreve a comer hasta que el patrón haya comido. Todo el panorama se presenta: El agricultor arando, el pescador con sus redes, la alegría de los que se recibían en las bodas y la tristeza de los que no podían entrar, el edificador construyendo una torre, la viuda ante el juez pidiendo justicia.
1) Jesús habló en parábolas para revelar la verdad. Las parábolas son “ventanas” que dejan entrar la luz. Nos ayudan mucho en nuestro entendimiento de verdades celestiales. Jesús podía “colgar la verdad” sobre las cosas y actividades más comunes para que la veamos y entendamos mejor. Jesús habla de “los misterios[44] del Reino de los cielos”. Así Jesús explica con parábolas la naturaleza verdadera del Reino. Vemos la armonía entre las parábolas de Jesús y las enseñanzas apostólicas que se registra en los Hechos y en los otros libros del Nuevo Testamento.
2) Jesús habló en parábolas para conservar la verdad. Las parábolas nos ayudan mucho para recordar la enseñanza. ¿Quién no recuerda al “Hijo Pródigo”? Es fácil recordar las parábolas. Cada una es una “obra maestra”, sin igual en los escritos y discursos de los más destacados autores, filósofos, estadistas, etc., del mundo entero. Los nombres de Sócrates y Platón son muy reconocidos, pero ¿qué enseñaron?
3) Jesús habló en parábolas para dejar que sus enemigos se condenaran solos. De esta manera Jesús despertó la conciencia de la gente para que pudiera ver su propia rebeldía. Natán usó este medio[45], dejando que David pronunciara su propio castigo por haber adulterado con Betsabé y por haber muerto a Urías. Jesús usó este medio.
4) Jesús habló en parábolas para esconder la verdad. Parece que esto contradice lo que ya se afirmó, pero es cierto. Jesús habló por parábolas para ilustrar la verdad para los sinceros y al mismo tiempo para ocultar la verdad de los insinceros. Siempre ha habido personas insinceras que no quieren la verdad, y no la aceptarán cuando se les presente. Al hablar en parábolas Jesús dejó a éstos en oscuridad. Jesús habló en parábolas para que sus enseñanzas fueran más claras y efectivas. Él quiere que todos entiendan y se conviertan, pero es imposible entender y recibir el beneficio de Su enseñanza si cerramos los ojos. Es importante recordar que estos judíos ya tenían sus ojos y oídos cerrados antes de oír a Jesús. Llegaron a escucharle con sus ojos y oídos cerrados. Por eso les habló en parábolas. Jesús reaccionó a ellos de acuerdo a su reacción a Él.
c. Explicación de la parábola.
Jesús explicó la parábola del sembrador:
1) Todo el que oye la palabra del reino y no la entiende, el maligno viene y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es en quien se sembró la semilla junto al camino.
2) En quien se sembró la semilla en pedregales, es el que oye la palabra y enseguida la recibe con gozo; pero no tiene raíz profunda en sí mismo, sino que solo es temporal, y cuando viene la aflicción, enseguida se aparta de ella.
3) El que tiene espinos en su corazón, es el que oye la palabra, pero las preocupaciones del mundo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se queda sin fruto.
4) Pero el que tiene tierra buena en su corazón, es el que oye la palabra y la entiende; éste sí produce fruto.
5) La lámpara (Marcos 4.21-25; Lucas 8.16-18).
Esta parábola puede tomarse como una crítica de Jesús a los que consideran que lo mejor es tener el conocimiento del Evangelio y luego estarse lo más escondido posible, para que nadie le moleste. La verdad es que los cristianos estamos llamados a iluminar a este mundo y hacer conocer la buena nueva de la salvación.
Jesús continúa presentando el “misterio” del Reino y como se relaciona a los oyentes de la predicación del Evangelio. La lámpara es encendida y puesta en el lugar apropiado para que dé luz a la gente. No es puesta debajo de un cajón donde no puede llevar a cabo su propósito de alumbrar a las personas.
Dadas las circunstancias del endurecimiento de corazón de parte de los líderes religiosos de los judíos, Jesús recuerda a sus discípulos de la responsabilidad de oír con gran atención para luego poner por obra lo que se les dice. Van a oír grandes verdades respecto al reino y esto requiere que ellos pongan máxima atención. Jesús les explica parábolas y ellos tienen entendimiento. Ahora, cuidado que no dejen de seguir oyendo con atención porque van a ser comisionados a ir por todo el mundo a anunciar el Evangelio.
Los discípulos, dando mucho en el ejercicio de sus responsabilidades de dejar alumbrar bien su luz, iban a recibir aún más de estas bendiciones espirituales de revelación. El punto es este: Tomar en serio las responsabilidades para poder recibir aun más de las nuevas del Reino. Dios da a la persona que muestra disposición de recibir y de usar lo que recibe. Tal persona muestra fruto y producción de lo que ya recibió; ahora Dios le da más. En cambio, la persona que no dispone de corazón receptivo ni produce nada de lo que ya recibió, perderá la oportunidad de recibir más y la utilidad de lo ya recibido.
d. Parábola de la semilla sola (Marcos 4.26-29).
Jesús comparó también el Reino de Dios como la semilla que es sembrada y luego el sembrador se va a dormir y la semilla brota y crece y en la mañana se encuentra un brote y él sabe como salió, sino que la tierra produjo fruto por sí misma y después que el grano está maduro, el hombre mete la hoz, porque ha llegado el tiempo de la siega.
Jesús desea aclarar la naturaleza verdadera del Reino de Dios dentro del hombre. Como el hombre echa semilla en la tierra, así el evangelio se siembra en los corazones de los hombres. El plan de Dios de salvación para el hombre perdido es un plan de enseñanza[46].
El proceso de desarrollo y producción de parte de la semilla en la tierra es de Dios, el autor de la vida, y fuera de la vista del ser humano, aunque se levante de día y de noche para observar. Observa pero no sabe lo que solamente está en la mente del Creador de la vida. Como el misterio de la vida, así también es el misterio del reino. El reino de Dios está dentro del hombre y no como los reinos visibles del hombre que son establecidos y mantenidos por fuerzas puramente externas y físicas. El reino de Dios es promovido por la plantación de la doctrina de Cristo en el corazón del hombre, donde de manera invisible obra grandes cambios de reformación de vida.
En el mundo de la vegetación la tierra misma tiene fuerza para cambiar la semilla en una planta útil, sin que el hombre tenga parte en el proceso. Solo Dios ha determinado el proceso del cual resulta una secuencia de desarrollo hasta que al final se presenta la espiga para el uso del hombre. De igual manera en el reino espiritual de Dios la verdad sembrada en el corazón del hombre “bueno y recto”[47] obra un gran cambio interiormente, y fuera de la vista de otros hombres, hasta que por fin se presenta “la nueva criatura”[48], creada en Cristo Jesús para buenas obras[49]. En todo el proceso no hubo nada de conquistas militares, con todo el ruido de equipo de destrucción.
Como es el caso en el reino vegetal, que el fin de todo el proceso es la siega o cosecha, así es con el Reino de Dios. El fin de la producción de cristianos es que ellos alcancen la vida eterna[50].
e. Parábola del trigo y la cizaña (Mateo 13.24-30).
También lo comparó a un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero mientras dormía, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. El trigo brotó y produjo grano, pero apareció también la cizaña. Los trabajadores estaban extrañados y querían arrancar la cizaña, pero el dueño no lo permitió ya que el trigo y la cizaña son muy parecidos, así que podían equivocarse y causarle daño al trigo, pero al crecer el trigo daría fruto, y entonces podrían arrancar primero la cizaña y quemarla, mientras al trigo se le daría el uso correcto.
f. Parábola del grano de mostaza (Mateo 13.31-32; Marcos 4.30-32; Lucas 13.18-19).
De nuevo comparó el Reino de los Cielos, esta vez a un grano de mostaza que es una planta de la familia de las crucíferas que crece en toda la cuenca mediterránea, existiendo unas cuarenta especies distintas en la Tierra, solo teniendo interés comestible y médico la llamada mostaza blanca, la mostaza negra y la mostaza “salvaje”. El nombre, como lo conocemos hoy, aparece por primera vez en Francia hacia el año 1220, derivada de la palabra latina “mustum”, que es lo mismo que decir “mosto ardiente” por tener los romanos la costumbre de diluir granos de mostaza en el zumo de la uva.
Los griegos la utilizaban como planta para condimentar sus platos y Pitágoras la recomendaba por creer que aumentaba la memoria y daba alegría al espíritu; también se sabe que el botánico Teofrasto la cultivaba en los jardines. Los romanos la tenían como planta medicinal, la consideraban excelente contra los dolores de cabeza o como digestivo, y como condimento. Los romanos la utilizaban en sus vinos especiados y también confitaban en vinagre sus hojas.
g. Parábola del fermento (Mateo 13.33; Lucas 13.20-21).
Se denomina levadura a cualquiera de los diversos hongos microscópicos unicelulares que son importantes por su capacidad para realizar la fermentación, produciendo distintas sustancias.
Una de las levaduras más conocidas es la especie Saccharomyces cerevisiae. Esta tiene la facultad de crecer en forma anaerobia[51] realizando fermentación alcohólica. Por esta razón se emplea en muchos procesos de fermentación industrial, de forma similar a la levadura química, por ejemplo en la producción de cerveza, vino, hidromiel, pan, producción de antibióticos, etc.
h. Explicación de la parábola de la cizaña (Mateo 13.36-43).
Los discípulos le pidieron a Jesús que les explicara la parábola de la cizaña del campo. Jesús les hace ver que la parábola enseña que habrá separación completa de los buenos y los malos solamente en el fin del mundo. Trata de la coexistencia del bien y del mal en este mundo. Los judíos esperaban la venida de un Mesías revolucionario que de una vez acabaría con los enemigos de ellos. Esta parábola refuta esa idea errónea.
No trata de la disciplina en la Iglesia. Este texto se ha empleado mal para refutar la práctica de disciplina en la Iglesia. Esta parábola ilustra un aspecto del Reino, el aspecto del juicio de Dios sobre los malos.
A lo que les respondió que el sembrador es Él mismo; la buena semilla en esta parábola no es la palabra de Dios como en la parábola anterior. El campo es el mundo, no; la la Iglesia. La cizaña son los hijos del maligno; el enemigo es el diablo, la siega[52] es el fin del mundo, y los segadores no son los hijos del Reino, ni los ancianos de la iglesia, son los ángeles. Así como la cizaña se recoge y se quema en el fuego, de la misma manera será en el fin del mundo cuando Cristo enviará a sus ángeles, y recogerán a todos los que son piedra de tropiezo en su Reino y a los malvados; y los echarán en el fuego. Entonces los justos resplandeceran como el sol en el Reino de su Padre.
En un sentido la iglesia sí es el Reino. En muchos textos las palabras “Iglesia” y “Reino” se usan intercambiablemente, ya que tienen la misma cabeza. El Rey del Reino[53] es la Cabeza de la Iglesia[54]. Los requisitos de entrada iguales. Juan 3.5 nos dice cómo entrar en el Reino. El agua de este texto es el bautismo. 1 Corintios 12.13 dice que somos bautizados en el Cuerpo que es la Iglesia. La Cena del Señor está en la Iglesia[55] y esta misma mesa[56] está en el Reino[57].
La casa de Dios, profetizada en 2 Samuel 7.13-14; Isaías 2.2-4, etc., es el Reino de Cristo, la Iglesia[58]. Dios no tiene dos casas espirituales.
Pero su reino en sentido absoluto es mundial. Por lo tanto, en esta parábola la palabra “Reino” no se refiere a la Iglesia, sino al Reino mundial de Dios, su reinado sobre el universo entero. Debemos orar por los gobiernos[59] porque Dios tiene todo poder sobre todos los reinos del mundo. Su “Reino” o reinado en este texto se ilustra en Lucas 19.14, 27; Mateo 28.18; Efesios 1.20-23.
Esta parábola no habla de la disciplina de la Iglesia porque el tema de esta parábola no es lo que pasa en la Iglesia sino en el mundo. Si esta parábola enseñara el no practicar la disciplina en la Iglesia habría contradicción entre este texto y los siguientes textos: Mateo 18.15-17; Romanos 16.17; 1 Corintios 5; 2 Tesalonicenses 3.6, 14; y Tito 3.10. Jesús no habla del mal en la Iglesia, sino del mal en el mundo entero. Habrá malos y maldad hasta el fin. La lección central de esta parábola es la siguiente: Hasta el fin del mundo habrá malos hombres y toda clase de maldad. La venida del Mesías no cambió eso. Los judíos creían que su Mesías traería perfecta paz a los judíos y una completa victoria sobre sus enemigos. Su ilusión era sentarse cada uno de ellos bajo su propia higuera y ser servido por los gentiles. Esperaban un verdadero paraíso aquí en la tierra. Pero muy al contrario, los seguidores de Jesús siempre han sido perseguidos[60]. Siempre ha habido falsos maestros[61]. Desde que Jesús vino ha habido engaño, violencia, hipocresía y toda clase de maldad en el mundo. Cristo tiene toda potestad, y el evangelio es el poder de Dios para salvación, pero Jesús nunca dijo que su Evangelio y su Reino espiritual acabarían con la maldad en este mundo.
Jesús no trajo revolución en sentido político. No vino con armas carnales[62]. Su Evangelio y su Reino han tenido mucho impacto sobre el mundo, pero obra como luz, como sal, y como buena levadura.
Los russellistas tienen más o menos el mismo sueño ahora que los judíos tenían. Creen que la tierra será un paraíso para ellos después del “Armagedón”. Todos los milenarios comparten este sueño. Hay variaciones de esta teoría, pero básicamente la esperanza de todos los milenarios es la misma, a saber, otro huerto de Edén aquí en la tierra. La teoría queda refutada por la parábola de la cizaña. Jesús dice claramente que hasta el fin del mundo habrá malos entre buenos aquí en el mundo. Nunca habrá aquí en la tierra ninguna especie de paraíso.
Debemos apreciar y nunca olvidar que esta parábola demuestra la gran bondad de Dios. Recordemos tales textos como Romanos 2.4; 1 Timoteo 2.4; 2 Pedro 3.9, que hablan de su bondad y su paciencia en darnos múltiples oportunidades para arrepentirnos y prepararnos para el juicio final. Especialmente 2 Pedro 3.15: “Tened presente que la paciencia de nuestro Señor significa salvación, tal como os escribió también nuestro querido hermano Pablo, con la sabiduría que Dios le dio”[63]; es decir, su paciencia en no acabar con el mundo es para darnos más tiempo para arrepentirse y prepararnos para nuestro encuentro con Dios en el día final. Si los malos debieran sacarse del mundo, ¿cuántos de nosotros estaríamos todavía aquí?
Es importante observar que el campo en el cual la semilla fue sembrada equivale al Reino del cual los malos son sacados. El sembrador no puede sembrar en un lugar y luego recoger en otro lugar. El campo, que es el mundo, equivale al Reino en esta parábola[64]. En esta parábola vemos que los súbditos del Señor no son únicamente los que le sirvieron voluntariamente, sino los otros que no querían que él reinara sobre ellos; es decir, el Reino de Éste consistió tanto de malos como de buenos.
¿Vino Jesús para llevar a cabo cambios revolucionarios? Recuerde que los judíos, incluyendo a los discípulos de Jesús, esperaban que con la venida del Mesías vendrían también cambios revolucionarios. Este concepto se observa, por ejemplo, en Mateo 11.12; Juan 6.15. Querían usar a Jesús como “bandera para revolución”. ¿Cómo se establecen y se extienden los reinos del mundo? Por medio de compras o de conquistas. Pero Jesús no tenía dinero[65]. No levantó un ejército y prohibió el uso de la espada en su defensa[66]. No buscó alianzas con los gobiernos del mundo. No formó ningún partido político. No levantó ningún movimiento para resistir al gobierno romano; al contrario enseñó que debemos pagar los impuestos al gobierno[67]. No incitó a la gente a protestar contra la esclavitud y otras injusticias sociales. ¿Cómo, pues, podía crecer su Reino? El crecimiento de su Reino sería como el crecimiento de una semilla de mostaza. Su influencia sería como la de levadura escondida en tres medidas de harina.
El crecimiento del reino se realiza a través de enseñar la Palabra. Cristo dedicó su vida a enseñar en las sinagogas, sobre el monte, a la orilla del mar, en la plaza, en el Templo, en las casas y en cualquier otro lugar donde había gente que le escuchara. Cristo escogió a los doce y los envió a predicar. Escogió a los setenta y los envió a predicar. Como los reyes del mundo preparan y envían soldados para las campañas para conquistar nuevo territorio, así Cristo preparó y envió a sus discípulos con “…la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios”[68] para extender su Reino. No hay otra manera.
Los apóstoles persuadieron a muchos. Los apóstoles fueron enviados a predicar el Evangelio y a persuadir a los que les escucharan. Pablo estuvo “…discutiendo y persuadiéndoles acerca del reino de Dios”[69] “procurando persuadirlos acerca de Jesús”[70].
El otro sermón potente, aparte de la predicación del Evangelio, que produce el crecimiento del Reino es el sermón de la vida fiel de los discípulos de Cristo[71].
El reino creció en el primer siglo. Comenzó como semilla de mostaza. Muchos menospreciaron a Jesús que era reconocido como el carpintero de Nazaret. Creían que Jesús era hombre insignificante entre ellos. No esperaban nada de importancia de Él. Jesús y sus discípulos eran como el pequeño grano de mostaza. El Reino no se preparó para reyes, príncipes, ricos y famosos, sino para la “manada pequeña” que sinceramente seguía a Jesús.
Un pequeño grupo de discípulos se reunieron en el aposento alto en Jerusalén para perseverar en oración, y para esperar el momento en que los apóstoles recibirían el prometido poder del Espíritu Santo[72]. Eran gente iletrada, de lo más corriente del pueblo. ¿Cómo podían tales hombres servir como los pilares del nuevo Reino? Dios escogió lo menospreciado del mundo a fin de que nadie se jacte en su presencia[73].
Como la levadura trabaja y transforma la masa, así el Evangelio del Reino tiene gran poder transformador en el mundo. Dice Pablo: “Porque no me avergüenzo del evangelio, pues es el poder de Dios para la salvación de todo el que cree, del Judío primeramente y también del Griego”[74]. En la misma carta explica cómo nuestras vidas son transformadas[75].
Jesús dice que sus discípulos tienen un impacto muy positivo sobre la sociedad humana, como la sal preserva de la corrupción y como la luz alumbra y acaba con las tinieblas. Estas enseñanzas nos hacen ver que los cristianos no deben llevar una vida aislada o monástica, porque deben estar asociados con los del mundo para influir en sus vidas para la salvación. Jesús hablaba del mal en el mundo, pero dijo que en lugar de ser vencidos por el mal debemos vencer el mal con el bien. La levadura es invisible, pero es muy “contagiosa” y sigue trabajando hasta que todo sea leudado. Jesús no creía que Él tenía que estar siempre enseñando a una multitud de gente. Se observa varias veces hablando con una sola persona o con dos o tres. Escogió a los doce para que ellos estuvieran con Él[76], y estar bajo su influencia durante unos tres años y medio.
El Evangelio tuvo gran impacto sobre el imperio romano. La verdad de lo que Jesús dice se puede ver claramente en los primeros siglos. El Evangelio del Reino trajo grandes bendiciones para todo el imperio romano, pero especialmente para el esclavo, el pobre, la mujer, los ancianos y niños y se puede decir que todo segmento de la sociedad humana recibió y sigue recibiendo ricas bendiciones. Es interesante leer lo que se dijo en Tesalónica acerca de Pablo y sus compañeros: “Esos hombres que han revolucionado todo el mundo han llegado también hasta aquí”[77]. Lo que ellos llamaron “revolucionar” era y es en realidad la obra de transformar de acuerdo a la voluntad de Dios. Verdaderamente el Evangelio de Cristo tuvo un gran impacto sobre el imperio romano.
No se puede apresurar el crecimiento verdadero. A veces pensamos humanamente y queremos resultados inmediatos. A veces sacudimos el árbol cuando la fruta todavía es verde. Cristo sabía que el proceso de enseñar requiere tiempo. Él invitaba a todos, pero no apresuraba a nadie a convertirse en discípulo. En lugar de apresurar a la gente, Jesús siempre explicó lo difícil de ser discípulo. Habló de calcular gastos. No quería desanimar a nadie, pero quería y quiere que todos le obedezcan con los ojos abiertos.
Jesús y los apóstoles nunca usaron tácticas carnales. Hoy en día las “iglesias”, incluyendo algunas congregaciones de la Iglesia de Cristo, emplean tácticas políticas y comerciales para ganar más miembros. Usan mucha “carnada” para pescar más gente. Ofrecen comida, ropa, actividades sociales, etc. En el entrenamiento de los miembros para la obra personal se usan los medios efectivos de los agentes vendedores. Si vamos a usar medios carnales, ¿por qué no usamos un revólver? ¿Por qué no ganamos gente como los españoles “ganaron” a los indios con la espada?
Muchos están encantados de lo grande. Muchos, aun en la Iglesia del Señor, están encantados de lo grande: Grandes edificios, grandes bancos, grandes aviones y buques, grandes ciudades, etc., como si lo más grande fuera mejor. Muchos cristianos creen que la Iglesia debe tener campañas en el coliseo, y juntar el dinero de miles de “iglesias” para algún proyecto mundial. Pero Jesucristo habla del “más pequeño en el reino”, de “un vaso de agua fría”, de las “dos blancas” que la viuda dio, de “un talento”, de “una oveja perdida”. Dio mucha atención a un hombre que, aparte de ser un odiado cobrador de impuestos romanos, “era pequeño de estatura”. Jesús no enseña que lo más grande es lo mejor. Nunca se sintió orgulloso de los grandes números que le seguían; al contrario, al ver la multitud comenzaba a enfatizar lo espiritual en lugar de lo material, y les habló de la necesidad de calcular gastos para ser su discípulo.
En conclusión, es muy cierto que el principio de la obra de Cristo fue pequeña. Pero Hechos 2.41 habla de la conversión de tres mil personas; Hechos 4.4 dice que “…el número de los hombres como a cinco mil”[78]; y luego Hechos 6.7 dice: “Y la palabra de Dios se difundía: el número de los discípulos aumentaba considerablemente…”[79]. Hechos describe el crecimiento. En Hechos 1.8, Jesús dice que sus apóstoles serían testigos en Jerusalén, en Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra. Es muy interesante seguir la historia del crecimiento del reino como Lucas la registra a través de este libro.
En la Enseñanza del Monte Jesús instruyó en lenguaje literal en cuanto al carácter y los deberes de sus discípulos, pero al describir la naturaleza del Reino, que todavía no se había establecido, habla a la multitud en parábolas. Eran las “cosas escondidas desde la fundación del mundo” y apenas ahora aquí en Mateo 13 se están revelando, primero en parábolas y después en lenguaje literal. Pablo habla de este “misterio” en Efesios 3.3-9.
i. Parábola del tesoro y la perla (Mateo 13.44-46).
1) El tesoro.
Volvió a comparar el Reino de los Cielos con un tesoro escondido que encontró un hombre, y lo vuelve a esconder, y lleno de alegría va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo. Y también es semejante a un mercader que busca perlas finas, y al encontrar una de gran valor, fue y vendió todo lo que tenía y la compró.
Hay dos pensamientos principales en estas dos parábolas: El valor del Reino y el gozo de encontrarlo. La parábola de cosas perdidas: La oveja perdida, la moneda perdida y el hijo perdido, dan énfasis al valor de los perdidos y el gozo de hallarlos. Estas dos parábolas hablan del valor del Reino y el gozo de hallarlo. En estas dos parábolas se ve cómo el Reino afecta al individuo. El hallar este tesoro es asunto individual. La relación con Dios es asunto individual.
Muchos atesoraban bajo tierra[80] sus posesiones valiosas por temor de ladrones, invasiones, revoluciones, etc. No había bancos. Consistía de oro, plata, varias clases de monedas, joyas, y otras cosas valiosas. Muchos tesoros fueron perdidos debido a guerras, cambio de gobierno, la muerte del dueño, por ejemplo, en batalla, etc., y nadie sabía de ellos.
Fue hallado por los que buscaban tales tesoros[81], o tal vez más comúnmente fue hallado por los que trabajaban la tierra. La Ley judaica era de que tales hallazgos pertenecían a quien los descubriera.
a) El Evangelio es un verdadero tesoro.
En la carta de Pablo a los Efesios hallamos la palabra “riquezas” cuatro veces. Dice Efesios 3.5 que “Este misterio no se dio a conocer a los hombres en tiempos pasados…”[82]. Así es que la idea de tesoro “escondido” es apropiada. Pablo emplea la palabra “riquezas” en sus cartas. Dice en 2 Corintios 4:7: “Cuando Dios nos dio la buena noticia, puso, por así decirlo, un tesoro en una frágil vasija de barro”[83]. En Efesios 3.8 habla de “la insondable riqueza de Cristo”[84], porque el Evangelio revela a Cristo: Su vida, crucifixión, resurrección y ascensión y la salvación que recibimos a través de Él. El Evangelio nos salva de la culpa del pecado, nos limpia de la contaminación del pecado, y nos entrega de las consecuencias del pecado. La obediencia al evangelio nos pone en Cristo y recibimos todas las bendiciones espirituales (Efesios 1.3).
b) La parábola ilustra el gozo de hallar el reino.
i. “Hemos encontrado al Mesías”[85]. Este texto habla de dos hermanos que hallaron al Mesías y luego hallaron a sus hermanos para compartir con ellos las buenas noticias.
ii. La mujer samaritana, cuando halló al Mesías, “…dejó su cántaro y se fue al pueblo, donde dijo a la gente: Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será este el Mesías”[86].
iii. El eunuco etíope leía Isaías 53 sin entendimiento, pero halló al Mesías cuando Felipe, comenzando en esa misma Escritura, le predicó el Evangelio. En ese mismo día el eunuco fue bautizado. Cuando subió del agua “siguió alegre su camino”[87]".
iv. Saulo, Cornelio, Lidia, el carcelero hallaron este mismo tesoro. El libro de Hechos nos habla de estos y otros casos y cada uno indica un gran interés en hallar este tesoro. Hechos 16.33-34 dice que el carcelero y su casa fueron bautizados en aquella misma hora de la noche, “Les hizo entonces subir a su casa, les preparó la mesa y se alegró con toda su familia por haber creído en Dios”[88].
Los conversos mencionados en Hechos aceptaron el evangelio como buenas nuevas. Se compara no con un funeral sino con una celebración de bodas. No somos invitados a una vida triste, sino a una vida bendecida y feliz.
Para ser cristiano es necesario que cada persona venda lo que tiene; es decir, hacer todo lo necesario, cueste lo que cueste, para ser obediente y cumplido en el servicio de Cristo.
2) La parábola de la perla.
Jesús habla del “mercader que busca buenas perlas”. Él las busca. Jesús había dicho: “buscad, y hallaréis…el que busca, halla”[89]. ¿Por qué halló este hombre la perla de gran precio? Porque la buscó. Fueron recompensados sus esfuerzos. Dice Hechos 17.11: “Eran éstos más nobles que los de Tesalónica, y recibieron con toda avidez la palabra, consultando diariamente las Escrituras para ver si era así”[90].
a) Era perla única.
Este hombre que ya tenía perlas buscó y halló otra perla, una perla muy especial, una de gran precio, una que valía más que todas las demás. También nosotros debemos buscar la perla única. Hay solamente una perla de gran precio. Hay un solo Salvador. Hay un solo Evangelio. Hay una sola Iglesia. Hay una sola esperanza. Dice Efesios 4.4-6: “Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también ustedes fueron llamados en una misma esperanza de su vocación; un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos.Reconocieron el valor del tesoro y de la perla”[91]. Hoy en día hay varios dioses, cristos, evangelios, iglesias, esperanzas, etc. Dicen algunos maestros religiosos que hay muchos caminos al cielo, y que cada persona puede escoger el camino que le convenga. Pero como vemos en esta parábola que había una sola perla de gran precio, así también la Biblia enseña que hay un solo camino al cielo[92].
b) Lo reconocieron y lo apreciaban.
Las multitudes lo estimaban. Los que rechazan el Evangelio no reconocen su valor. Para ellos no tiene valor. Otras muchas cosas sí tienen valor, pero el Evangelio no. Todo el mundo busca lo que considera de valor, lo que vale la pena. El Evangelio trae salvación del alma, reconciliación con Dios, el gozo verdadero, paz y contentamiento en cualquier circunstancia de la vida, y la esperanza de vida eterna, pero estas cosas no tienen valor para la mayoría de la gente. Para ellos solamente las cosas de esta vida: Cosas materiales, placeres, honores humanos, etc., tienen valor.
En las dos parábolas dice Cristo que vendieron todo. El que halló el tesoro vendió todo con gozo. Nadie le obligó a vender todo. Lo hizo voluntariamente. También el que compró la perla de gran precio estaba dispuesto a vender todo. ¿Qué se vende? ¿Qué significa esto para nosotros? ¿En qué sentido debemos “vender todo”? En el sentido de Mateo 10.37-38; 16.24; Lucas 14.33; 1 Corintios 9.27. Es lo que el joven rico no quería hacer (Mateo 19.21-22). Hay que “vender” placeres, honores (Filipenses 3.3-8), posesiones, cultura y costumbres, hábitos, lazos familiares, en fin, todo aquello que se pudiera apreciar más que Cristo, cualquier cosa que pudiera estar en conflicto con nuestra lealtad a Él.
Debemos aprovechar la salvación que Dios nos ofrece. Cada quien debe apropiarse de ella. Debe adueñarse de ella. De otro modo esta gran bendición no es bendición para nosotros. El Evangelio no fue revelado solamente para ser admirado por la gente. Dice Proverbios 23.23: “Compra la verdad, y no la vendas”[93]. En cuanto a la salud de la familia muchos hombres buscan atención médica sin importar el precio. En cuanto a la educación, muchos pagarán lo que sea ya que es una excelente inversión. Se cree que cualquier precio, por exagerado que sea, es justo y razonable y no demasiado caro.
¿Qué buscamos nosotros? Muchos buscan el “tesoro” y “la perla” de ganancias materiales, o de placeres, o de influencia mundana, o de educación, etc. Se engañan a sí mismos creyendo que estas cosas son las más importantes. El verdadero tesoro, la perla más valiosa, es el Evangelio del Reino. Debemos obtener esta riqueza cueste lo que cueste. Si sabemos apreciar los insondables caudales de Cristo, haremos cualquier sacrificio con gozo para obtenerlas. Muchas personas, al oír el Evangelio puro, han dicho: “Es lo que yo buscaba”. Esto ocurre continuamente cuando los cristianos enseñan el Evangelio a otros. Entonces hay mucho gozo no solamente en el corazón de la persona que halle el tesoro, sino también en el corazón de la persona que le enseñe.
Gracias a Dios, todos pueden hallarlo[94]. Ahora mismo puede ser hallado por los que le buscan[95]. Cuando se les predicó el Evangelio a los gentiles, que por tantos siglos se habían hundido en idolatría e ignorancia, muchos de ellos quebraron sus ídolos, quemaron sus libros de artes mágicas, confesaron a Cristo y comenzaron a andar en vida nueva. Ahora todos pueden hallar a Dios a través de Cristo.
j. Parábola de la red (Mateo 13.47-50).
Ahora lo compara con una red barredera en el mar, que recoge peces de toda clase. Cuando la sacan a la playa; los pescadores se sientan y recogen los peces buenos en canastas, pero echaron fuera los malos. Pedro, Andrés, Jacobo, Juan y muchos de los que escuchaban estas parábolas eran pescadores. En esta parábola Jesús se refiere a una práctica muy común, bien conocida por los oyentes. El trabajo diario de los pescadores era el de recoger los peces buenos en vasijas y echar fuera los que no servían. Su trabajo diario bien ilustraba el juicio final.
En la parábola de la cizaña la lección principal es que es necesario esperar hasta el fin del mundo para la separación de los malos y buenos. En esta parábola el énfasis parece ser que esa separación es ineludible.
¿De qué clase de red habla Jesús? Se trata de una red barredera, con flotadores de corcho arriba y hundida con plomo abajo. Había tres clases de red:
1) “Amphiblestron” significa “algo echado alrededor”, indica una red arrojadiza, de tamaño más bien pequeño, echada por encima del hombro, y que se extendía en un círculo, y se hacía hundir mediante pesos[96].
2) “Diktuon” es un término general para una “red”[97].
3) “Sagene” expresa una “red de arrastre”, una “barca” o “barredera”; con ésta se actuaba de dos maneras distintas: Bien se dejaba caer al agua y luego se recogía en un círculo en progresivo estrechamiento, halándose después al borde, o bien como un semicírculo arrastrado a la playa[98].
Esta red es como una cerca o muralla que barre todo hacia la playa. De esta manera Dios “barre”, ineludiblemente, a todos hacia el día final y la separación de malos y buenos. Dios no hace acepción de personas[99]. Nadie será exento. Nadie puede escapar de la red. De la misma manera será en el fin del mundo; cuando los ángeles tendrán la tarea de sacar a los malos de entre los justos, y los arrojarán en el horno de fuego.
Esta parábola no está enseñando que hay buenos y malos en la iglesia. Los ángeles no son ancianos. Algunos usan mal esta parábola como usan mal la parábola de la cizaña. No se refiere a la Iglesia. No tiene nada que ver con la disciplina de la Iglesia. Tal vez lo que confunde a algunos hermanos es la expresión: “El reino es semejante”. Todos sabemos que en muchos textos se usan los términos “Iglesia” y “Reino” intercambiablemente, pero en estas parábolas Jesús está ilustrando ciertos aspectos del reinado mundial o universal de Dios sobre la familia humana. Es verdad que en un sentido el Evangelio es como una red y que los que predican son pescadores, pero en esta parábola la red no es el Evangelio, sino es la acción de los ángeles en el fin del mundo.
La obra de la Iglesia es importantísima. Es la casa de Dios y es columna y baluarte de la verdad[100]. La Iglesia hace separación entre los malos y buenos en el sentido de rescatar a algunos del mundo. También es cierto que la red del Evangelio recoge malos y buenos en el sentido de que algunos de los que profesan ser cristianos no son sinceros, pero esta parábola no habla de lo que la Iglesia hace, sino de lo que los ángeles harán, y de la separación final de los malos y buenos en el fin del mundo. Los ángeles son los que sacan la red. Son los que separan a los buenos de los malos. Ellos hacen lo que la Iglesia no puede hacer.
Hay diferencia entre los malos y los buenos, pero muchos niegan o ignoran esto. Dios dice en Malaquías 3.14-15 que el pueblo hablaba contra Él diciendo: “Habéis dicho: Por demás es servir a Dios; ¿y qué aprovecha que guardemos su ley, y que andemos tristes delante del SEÑOR de los ejércitos? Decimos, pues, ahora: que bienaventurados los soberbios, y aún que los que hacen impiedad son los prosperados. Los que tentaron a Dios, escaparon”[101]. Esta actitud es común hoy en día. Muchos creen que no hay diferencia entre los que profesan ser cristianos y los demás. Desde luego puede haber insinceridad entre los que asisten a alguna Iglesia y profesan ser cristianos. Aun entre hermanos en Cristo hay falsedad. Un día sabrán la diferencia, pero esto no quiere decir que no hay diferencia entre los del mundo y los verdaderos cristianos. Hay gran diferencia. Dice Malaquías 3.18: “Entonces os volveréis, y discerniréis la diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve”[102]. Esta parábola enseña con toda claridad esta verdad.
El tema del Salmo 73 es el destino de los malos, en donde el salmista admite que envidiaba a los malos. “En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies, ¡Por poco resbalaron mis pasos!, porque tuve envidia de los arrogantes, viendo la prosperidad de los impíos”[103]. Aun se convencía que “en vano he limpiado mi corazón y he lavado mis manos en inocencia“[104]. Le era duro trabajo meditar en esto, pero luego dice: “hasta que, entrando en el santuario de Dios, comprendí el fin de ellos. Ciertamente, los has puesto en deslizaderos, en asolamiento los harás caer”[105]. Entonces admite su ignorancia: “Tan torpe era yo, que no entendía; ¡era como una bestia delante de ti!”[106].
Habacuc luchaba con este problema, por lo que dice a Dios: “Eres demasiado limpio como para mirar el mal; tú no puedes ver el agravio. ¿Por qué, pues, contemplas a los traidores y callas cuando el impío destruye al más justo que él?[107] No entendía el profeta cómo Dios podía tolerar a los injustos que oprimían a los israelitas, pero en su comunicación con Dios llegó a entender que “el Señor está en su santo Templo…”[108]; es decir, Dios no está dormido y no ignora nada de las injusticias aquí en la tierra.
Todo mal será rectificado, porque Dios siempre tiene la última palabra. Con toda humildad, pues, el profeta concluye diciendo: “Porque la higuera no florecerá, ni en las vides habrá fruto; la obra de la oliva mentirá, y los labrados no darán mantenimiento; las ovejas serán taladas de la majada, y en los corrales no habrá vacas; pero yo en el SEÑOR me alegraré, y en el Dios de mi salud me gozaré”[109].
La red está en las manos de Dios, no en las manos de los hombres, no está bajo el control de los más grandes reyes de la tierra. Los más grandes, los más famosos, los más ricos y los más poderosos serán llevados al juicio por la red barredera. El que siempre se encarga del destino de todos es Dios. Es necesario que siempre tengamos presente esta verdad, Dios no ignora nada. Es muy bondadoso, misericordioso y paciente, no quiere que nadie perezca[110]. Pero el juicio viene de manera ineludible[111]. Los peces buenos serán recogidos en cestas o vasijas apropiadas. Cristo dijo que volvería al Padre para preparar “mansiones”[112]; Abraham esperaba esta ciudad[113], una ciudad con fundamentos, una residencia permanente[114]. Lázaro fue llevado al “seno de Abraham” cuando murió[115], y nosotros debemos anhelar “moradas eternas”[116]. Pero, los malos serán echados al “horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes”[117].
La lección de la separación final de los malos y buenos se enseña a través del Nuevo Testamento. El mensaje de la parábola de la cizaña es que es necesario esperar hasta el fin para ver esta separación. No viene antes del fin del mundo. Mateo 25 presenta la separación de los malos y buenos desde tres aspectos:
1) La separación de las diez vírgenes con el énfasis sobre la preparación o la falta de ella[118].
2) La parábola del siervo inútil es otra parábola acerca de la separación final de malos y buenos[119].
3) La separación de malos y buenos usando la ilustración del pastor que separa las ovejas de los cabritos[120]. Juan dice: “Los que han hecho el bien resucitarán para tener vida, pero los que han practicado el mal resucitarán para ser juzgados”[121]. 2 Tesalonicenses 1.6-10 describe la separación de los que obedecen al Evangelio y los que no lo obedecen. La lección en estos textos es, desde luego, la necesidad de creer en Jesús, arrepentirnos, confesar nuestra fe en Él, ser bautizados para el perdón de pecados y ser fieles hasta aquel día de separación.
k. La tempestad en el lago (Mateo 8.18, 23-27; Marcos 4.35-41; Lucas 8.22-25).
Terminó Jesús su enseñanza, y se encontró que no podría bajarse porque era mucha la gente en tierra, así que pidió a sus discípulos, la mayoría marinos expertos, que le llevaran al otro lado del lago y como estaba cansado se fue a dormir a la popa[122]. Había también otras barcas[123], es decir, había otros testigos de lo que iba a ocurrir. Algunos han asegurado que Jesús, en su ministerio terrenal era Dios solamente, pero en este pasaje vemos que llegó a ser verdadero hombre también. No dejó de ser Dios, pero tuvo hambre[124] y sed[125], se cansó[126], lloró[127], y aquí vemos que durmió[128].
Al rato se enfureció el mar y peligraban porque la barca se llenaba de agua, y el viento la sacudía y azotaba violentamente. ¿Cómo pudo Jesús dormir durante la tempestad? Hubiera sido muy difícil dormir con tanto ruido: El viento, las olas, los gritos de los discípulos, y por estar mojándose tanto. En primer lugar, estaba cansado. Es muy razonable creer que Él durmió profundamente por estar tan cansado, debido a sus intensas actividades, pero hay otra explicación que se puede mencionar. Durmió en medio de la tormenta porque tenía perfecta paz en su corazón. ¡Qué contraste entre la violencia de la tormenta y la serenidad del sueño de Jesús! Además, ¡qué buen ejemplo para nosotros! Debemos grabar esta imagen en la mente y nunca borrarla. Esta es la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento[129], es la paz que Cristo mismo nos ha dejado[130]. Jesús nos dio en esa ocasión un ejemplo perfecto de esa paz.
Los discípulos asustados le despiertan, la única esperanza de la salvación de este peligro era Jesús. Cuando las tormentas de la vida nos sacuden y azotan, no hay otra ayuda. Sin Cristo las tempestades de la vida nos dejarían desesperados. Esta experiencia sirvió para fortalecer la fe de ellos. Al leer este relato recordamos lo muy humano que eran los apóstoles. Aunque todos sabemos que eran simplemente hombres como nosotros hay peligro de olvidar esto y hacer de ellos una especie de “semi-dioses” como han hecho los católicos. No eran ángeles, sino hombres y tenían mucho que aprender. Eran hombres muy buenos y fieles que habían dejado todo por seguir a Jesús, pero tuvieron que crecer. Estaban en el proceso de entrenamiento. Por este motivo Jesús quería que estuvieran con Él[131].
Algunos de los apóstoles eran pescadores con mucha experiencia, y estaban acostumbrados a las tormentas, pero parece que esta tempestad era excepcional en su violencia. De todas maneras, estaban atemorizados y desesperados. Ellos tenían fe en Jesús. ¿No indica su lenguaje que ellos creían que podía hacer algo? Si para ellos era simplemente un carpintero, ¿para qué despertarlo? ¿Qué puede hacer un carpintero para salvar una barca durante una tormenta? Los pescadores sabían mucho más del mar que los carpinteros. Preguntan: “¿No tienes cuidado que perecemos?”[132] Si tenía cuidado, y ¿qué podía hacer? ¿No indica esta pregunta que tenía confianza de que pudiera hacer algo? ¿Por qué dijeron “sálvanos” si no tenían fe en Él?
Jesús es el Creador, aunque los russellistas digan lo contrario. No era nada difícil que calmara esta fuerza hostil, porque es el Creador del mundo[133]. No era difícil controlar lo que había creado. Con su palabra creó los elementos naturales, y con su palabra los controló. Los milagros de Jesús se hicieron instantáneamente. Hasta las olas se calmaron inmediatamente. Normalmente cuando los vientos cesan, las olas del mar siguen turbulentos por un tiempo, pero en este caso sobrevino una gran calma.
Pero había un pequeño problema, ellos tenían fe, pero era poca. Eso fue el problema que Jesús quería solucionar. Es el mismo problema que tenemos nosotros. Muchos tienen fe pero es “poca fe” y es “débil fe”. Por eso cuando se desencadenan las tormentas de la vida, nos dejan desesperados. Aunque el temor es necesario y es un instinto que Dios nos da para nuestra propia protección, pero el temor excesivo indica poca fe en Dios, y aun la cobardía. La cobardía es causada por la falta de fe.
Los apóstoles sabían que Jesús tenía grandes poderes: Sobre la lepra y sobre toda clase de enfermedad, que aun podía sanar de lejos, y que tenía poder sobre los demonios. ¿No eran suficientes estas señales para convencerles? Sí, pero este caso es diferente. Ahora ellos mismos estaban en peligro. Habían visto los milagros que ayudaban a otros, pero los apóstoles no eran leprosos, ni endemoniados, ni aun enfermos, sino que estaban en gran peligro de perder su vida en una tempestad. Creían que Jesús tenía poder sobre la lepra y los vientos y el mar.
Jesús habló al mar como si fuera algún monstruo violento: “Enmudece”, literalmente, cerrar la boca con bozal, callarse, enmudecer. Y cuando ocurrió el milagro los apóstoles temieron, pero aquí se usa otra palabra, ya no es el temor de cobardía, sino temor reverencial. El temor que ahora sienten es aquel temor de reconocer el gran poder de Dios. Reconocían que estaban en ese momento en la presencia de Dios. Los hombres hacen grandes cosas, efectúan grandes cambios, pero ¿quién ha controlado algún huracán o tornado? ¿Qué hombre famoso ha podido controlar los elementos? Jesús calmó la tempestad, caminó sobre el agua, multiplicó panes y peces, y convirtió el agua en vino. ¿Hasta cuándo harán tales cosas los hombres grandes de la tierra? Nunca habían visto esta clase de milagro y quedaron maravillados. Estaban atemorizados también porque peligraban sus propias vidas. Siempre es más impresionante lo que nos afecta a nosotros personalmente.
l. El endemoniado gadareno (Mateo 8.28-34; Marcos 5.1-20; Lucas 8.26-39).
Este es un pasaje que causa cierta controversia debido a que Mateo dice que eran dos los endemoniados, mientras que Marcos y Lucas dicen que era solo uno. Es muy posible que fueran dos y que uno de ellos fuese el que habló y el más violento, pero de todos modos, fuese uno o dos, lo importante de todo esto es que Jesús mostró que es Señor incluso de los seres que se le oponen.
Después de calmar la tempestad, ahora se encuentra con algo más terrible que el rugiente mar, pero como había reprendido al viento y a las olas, también mandaba al espíritu inmundo que saliese del pobre hombre y como hubo bonanza después de la tempestad ahora había calma en el espíritu de este pobre hombre.
Los endemoniados eran personas dignas de misericordia y compasión. No estaban simplemente enfermos, sino que demonios o espíritus inmundos tomaban posesión y control de sus cuerpos para atormentarlos. Les hizo miserables, mentalmente inestables, antisociales, sin dominio propio e incapaz de que otros lo controlaran, en fin, muy atormentados.
Aquel hombre no vestía ropa, lo que indica que por lo menos en algunos casos de la posesión demoníaca había propensión de desnudarse. Este endemoniado tenía fuerza sobrenatural. Más de una vez lo capturaron como si hubiera sido una fiera, atándole con cadenas y grillos, pero siempre les escapaba después de romper las cadenas. No podía ser controlado por la fuerza humana.
En el pasaje anterior, los apóstoles habían preguntado: “¿Quién es éste, que aun a los vientos y a las aguas manda, y le obedecen?”[134], y ahora este endemoniado tenía la respuesta. Este es claramente un encuentro entre Dios y Satanás y Satanás no solo está siempre muy consciente de que es inferior a Dios, sino que sabe también será totalmente derrotado y destruido por Dios. Por eso, es obvio que los endemoniados tenían conocimiento sobrenatural. Conocían a Jesús; sabían que Él es el Hijo de Dios, y así lo confesaban. Como dice Santiago 2.19: “¿Tú crees que hay un solo Dios? Pues muy bien, pero eso lo creen también los demonios y tiemblan”[135]. La Biblia habla de los demonios o espíritus inmundos como personas, no como enfermedades sicológicas. Hablaban a Jesús y Él les respondía.
No leemos de demonios que huyeran de Jesús, pues lo conocían y bien entendían que eso no sería posible; más bien, se acercaban a para arrodillarse delante de Él. Sin embargo, había tendencias de locura en su comportamiento, pues “…andaba de continuo, noche y día, por los sepulcros y por los montes, gritando y golpeándose contra las piedras”[136].
Hay que resaltar que no existe en la actualidad este fenómeno, pues los demonios entraban en la gente sin su permiso, pero Satanás sí entra en la gente con su permiso. Cuando entró en Judas o en Ananías y Safira, lo hizo con su permiso, y sigue haciendo lo mismo ahora. Las personas que permiten que Satanás viva en ellos hacen locuras al igual que los endemoniados del primer siglo; y la sociedad actual deja que Satanás les gobierne cuando dan rienda suelta a sus sentimientos carnales más profundos y por ellos se alaba el uso del alcohol y otras drogas y se entregan a las otras obras de la carne[137].
Este fenómeno no existe ahora porque no existen los dones del Espíritu Santo. Había endemoniados aun durante el tiempo de los apóstoles, porque éstos habían recibido poder de Jesús para echarlos fuera. Dios permitió que Satanás tuviera ese poder en aquel entonces para mostrar que Jesús tuvo poder sobre Satanás. Ahora Jesús no está en la tierra y los poderes que dio a los apóstoles y otros cesaron[138]. La gente habla hoy en día de “endemoniados” pero todos saben que los tales no se pueden comparar con los endemoniados mencionados en el Nuevo Testamento.
Los demonios, enviados por Satanás, sabían lo que les esperaba, pues Satanás y los suyos serán echados al infierno, al fuego eterno[139], por eso le ruegan a Jesús que no los enviara al abismo de tormento eterno. Los demonios querían tomar posesión de cuerpos vivos, aunque fueran cuerpos de animales. La petición de los demonios les fue concedida, pero es posible que no les gustara el resultado. Tengamos cuidado en cuanto a lo que queramos o pidamos. Muchísimas personas, como Eva, Judas, etc., consiguen lo que querían y luego tienen que sufrir las consecuencias.
Más tarde vemos el contraste entre el daño hecho por Satanás a la vida humana y la bendición obrada por Jesús. He aquí el hombre tranquilizado por Jesús. He aquí el hombre civilizado por Jesús, ya lleva ropa. He aquí la obra de Jesús de hacer que la mente humana funcione correctamente, recuerde al hijo pródigo que al arrepentirse “volvió en sí”. He aquí el hombre agradecido, sentado a los pies de Jesús. ¡Qué salvación tan grande! Le salvó de una miseria indecible. Sin embargo, Jesús no vino al mundo para simplemente salvar al hombre de esta manera, sino para salvar el alma de una miseria mil veces más terrible, una miseria que no tiene fin.
Hay una reacción interesante por parte de la gente de Gadara. Ellos solicitan a Jesús que se vaya. ¿Por qué no aprovecharon la presencia de Jesús para traerle sus enfermos, leprosos y otros endemoniados? ¡Qué pérdida tan tremenda sufrieron! ¡Qué diferente su actitud con la de los samaritanos de Juan 4.40. En lugar de ser atraídos a Jesús por su misericordia, los gadarenos se alejaban de Él por temor de su poder sobre demonios. Así es la reacción de incrédulos, siempre ilógica e insensata. Los apóstoles también se llenaban de temor pero su temor no les alejaba de Jesús. También es posible que tuviesen temor que Jesús hiciera otros milagros semejantes y que les causaran daños materiales. Sin duda los dueños de los cerdos eran como los plateros de Efeso que solamente consideraban el estado de sus finanzas[140]. La reacción de este pueblo muestra su degradación espiritual. El maravilloso Jesús, su poder para echar fuera demonios y sanar, para enseñar y salvar, solamente provocaba temor. Tenían miedo de lo que no entendían. No querían perder más propiedad. Para ellos la pérdida de los cerdos era más importante que la sanidad del endemoniado. No se regocijaban por este hombre rescatado de una existencia horrible y miserable, sino que solo pensaban en su propiedad. No alabaron a Jesús, no le dieron gracias. Más bien, le rogaron que se fuera de sus contornos. Los gadarenos no solamente no recibieron a Jesús; más bien, ¡lo despidieron! Varias veces los judíos trataron de matarlo, pero esta es la única vez que la gente pidió que saliera de su territorio. Salió y que sepamos nunca volvió. Cristo era y es verdadero Dios pero creó al hombre con libre albedrío, y la puerta del corazón humano se abre desde adentro. Jesús no entra a fuerza. Si no le damos entrada, lo estamos despidiendo como lo hicieron estos gadarenos.
El hombre, ahora libre, le rogaba que le dejase estar con él, quería acompañarle. En esto mostraba su gratitud, confianza y amor. También es posible que tuviera temor de que los demonios volvieran[141]. Pero este hombre tenía hogar, tenía familia. ¡Imagínese el gozo de la familia al verle restaurado a ellos! Entonces allí mismo, en “tu casa” debía empezar su obra de evangelización. Y se fue, y comenzó a publicar en Decápolis cuán grandes cosas había hecho Jesús con él; y todos se maravillaban, porque Jesús puede transformar al hombre de forma mental, social, espiritual y aun físicamente.
m. El endemoniado gadareno (Mateo 8.28-34; Marcos 5.1-20; Lucas 8.26-39).
Jesús regresó y había una multitud gozosa que volviera, dondequiera le esperaban, con la excepción de los gadarenos. Y llegó Jairo, un oficial de la sinagoga, es una especie de anciano de la Iglesia, de los que como estos, había varios en cada sinagoga; que le rogó postrado, prukuneo, es una palabra que significa “adorar”. Esto fue un acto de gran humildad para un oficial de la sinagoga del rango más alto de la sociedad, indica mucha fe en Cristo. Jairo le pide que fuera a resucitar a su hija que acababa de morir. El caso se pone más serio cuando es “una hija única” o como en el caso del hijo de la viuda de Naín “el único hijo”. Este hombre tuvo una fe “grande”, pues creía que Jesús podía levantar a su hija de entre los muertos.
Cuando Jesús fue con él, la multitud era grande y lo estrechaban, era una masa compacta. Jesús no solamente fue detenido por la multitud, sino que ahora hay otra interrupción. Jesús estaba muy acostumbrado a las interrupciones y siempre mostraba mucha paciencia. Había una mujer que estaba enferma desde hacía doce años, con un mal al que llama “azote”, que significa un látigo por medio del cual se infligía una flagelación; figura enérgica de la aflicción de esa pobre mujer y había sufrido mucho de muchos médicos. ¡Qué caso más triste cuando en lugar de ayudar al paciente los médicos hacen peor la enfermedad! En aquel tiempo no había avanzado mucho la ciencia médica. La enfermedad que tenía la dejaba muy debilitada. Ella había “oído” de Jesús, es decir, que sepamos no había visto ningún milagro. Ella quertía recibir la sanidad por parte de Jesús y aquí se usa el verbo sozo, que quiere decir tanto “sanar” como “salvar”, porque significa la “liberación material y temporal de peligros, sufrimientos, etc.” y también de “la salvación espiritual y eterna”. En realidad esto nos hace ver más claramente la relación entre los milagros de sanidad que Jesús realizó y la salvación del alma; es decir, Jesús sanó el cuerpo para que la gente creyera que Él podía salvar su alma.
Ella acercó a Jesús con mucha timidez porque su enfermedad le hizo inmunda[142]. Esta pobre mujer había perdido su salud, su dinero y su vida social y religiosa. Verdaderamente Jesús era su “última esperanza”. Sabiendo que era mujer inmunda no pensaba tocar a Jesús porque tal toque lo hubiera hecho inmundo. Confiaba que con el puro toque de la franja de su manto, podría recibir la sanidad. La franja del manto tenía importancia para los judíos porque Dios les había ordenado que hicieran franjas en los bordes de sus vestidos con un cordón de azul para recordar todos los mandamientos de Dios[143]. Es posible que esto hubiera estado en el pensamiento de esta mujer.
Ahora no podemos “tocar” a Jesús físicamente, pero la fe sí puede tocarle espiritualmente. Por medio del bautismo, por medio de la comunión con su cuerpo y su sangre al participar de la cena del Señor cada primer día de la semana y desde luego, por medio de todo el servicio que le rendimos.
Ella le tocó y al instante quedó sana, ¡tanto era el poder de Jesús que con solo tocarle el manto salía poder de Él! Jesús sabía exactamente quién le había tocado, pero pregunta quién lo ha hecho. Algunos leen esta pregunta como si en realidad Jesús ignorara quién le había tocado. Jesús no hace esta pregunta para obtener información, sino para dar información. Hizo esta pregunta para que la mujer ya sanada no saliera pensando que el manto de Jesús tuviera poder para sanar. Ella no fue sanada simplemente por haber tocado el manto de Jesús, sino porque era la voluntad de Jesús sanarla. Jesús sabía de la fe de esta mujer y quería que ella la expresara, como lo hicieron el centurión, los discípulos, el ex endemoniado gadareno, el leproso y el ciego de Jericó. Además, de esta forma, otros verían el resultado de tal demostración de fe.
Jesús conocía a esta mujer y conocía también su fe. Quería sanarla, pero era indispensable que ella entendiera que no fue el manto sino Jesús que le sanaba porque Él quería hacerlo; que ella diera su testimonio de haber sanado; que la gente se diera cuenta que ella ya no era inmunda y podría ser restaurada a su vida social y religiosa, ya podría entrar libremente en el Templo; y recuerde que los milagros de Jesús eran señales para producir fe[144], pero no podían hacerlo si eran secretos. Tenían que ser públicos. Después de este acto, Jesús llegó a la casa de Jairo y resucitó a la niña, para el asombro de todos.
La mujer se acercó temblando ya que sabía que cualquier rabí la habría reprendido por haberle tocado. La palabra “vino” indica que ya se iba, había logrado su propósito, tocó la franja del manto de Jesús y recibió la sanidad, pero oye la palabra de Jesús y reconoce que tiene que responder. Dio su testimonio. Esto era mucho mejor para ella, porque de esa manera todos se darían cuenta que ya no era inmunda. También confirmaría el milagro hecho por Jesús.
Debemos observar que la fe de esta mujer no era una fe muerta, sino que le motivaba a hacer algo. Jesús conoce el corazón de todos; por eso, sabía que esta mujer tenía fe. Sin embargo, cuando ella solamente tenía fe, no sanó. Más bien, fue sanada cuando su fe fue manifestada en acercarse y tocar el manto de Jesús.
Estando en esto, alguien vino a avisar a Jairo que la niña había muerto, lo que indica que cuando él salió de su casa su hija no estaba muerta. Obviamente la persona que trajo este mensaje no tenía fe en Jesús. Él deja la impresión que Jairo solamente estaba “molestando” a Jesús. La actitud negativa de los que trajeron el mensaje triste pudiera haber desanimado a Jairo. Hay que tener mucho cuidado de lo que otros digan cuando estamos en medio de alguna aflicción semejante. El mundo está lleno de incredulidad.
Sin duda Jairo necesitaba esta palabra de aliento. Primero, la multitud apretaba a Jesús y por esa causa, se requería más tiempo para llegar a la casa de Jairo. Luego Jesús es detenido por la pobre mujer con hemorragia. Ahora le avisan definitivamente que su hijita ya murió. Las palabras de Jesús serían muy alentadoras en ese momento tan difícil.
Este es texto predilecto de los que enseñan la doctrina de la salvación por la fe sola, pero este texto no da apoyo a esa falsa doctrina. Jesús no le dijo “cree solamente sin ningún acto de obediencia”; Jairo ya había demostrado en acción física su gran fe en Cristo. Lo que Jesús está diciendo es que Jairo tenía dos opciones: Podía creer que Jesús podía resucitar a su hija, o de otro modo, podría simplemente sepultarla con gran dolor en su corazón. Además, el texto no ayuda la doctrina de “salvación por la fe sola”, porque Jairo no solamente tenía fe en Cristo, él lo buscó, se postró para adorarle y le está llevando a su casa, y si Jesús hubiera requerido otro “acto de fe”, con gozo lo habría hecho. No hubiera rechazado ningún mandamiento, ni hubiera demorado en llevarlo a cabo y al hacerlo nunca hubiera pensado que estaba mereciendo el gran favor que le hizo Jesús.
Seguramente la gente pensaba, y tal vez decía: “Y éste, ¿por qué vino ahora? ¿Qué piensa hacer? ¿No sabe que la niña está muerta?” Pero Jesús sí llegó y entró con el propósito de devolver la hijita de Jairo a su familia.
Llevó consigo a Pedro, Jacobo, Juan, y al padre y a la madre de la niña. En tres ocasiones llevó a estos tres para acompañarle y ser testigos:
1) En esta ocasión.
2) Cuando Jesús fue transfigurado[145].
3) En el huerto de Getsemaní[146].
Dice Mateo 9.23 que tocaban flautas, y la gente hacía alboroto. Jesús les dice que la niña está dormida. Al decir que la niña no estaba muerta sino dormida Jesús dio hincapié a la naturaleza verdadera de la muerte; es decir, no es el fin, sino un período breve de transición de un estado a otro de nuestra existencia, y enfatiza la certeza de la resurrección. Desde luego, en realidad estaba muerta, y cuando Jesús dijo: “la niña no está muerta, sino duerme” sin duda causó que la gente afirmara que sí estaba muerta. Esto causó que se burlaran de Él y confirmaban fuertemente que la niña estaba muerta, porque si no estaba muerta ellos no podrían cobrar por sus servicios de lamentación. Sin embargo, al confirmar ellos que la niña estaba muerta, esto en turno confirmar el milagro de Jesús, de que en realidad Él la había resucitado de entre los muertos.
El modernista William Barclay cae en la herejía cuando dice en su comentario lo siguiente: “Estaban seguros de que estaba muerta, pero Jesús dijo que dormía. Es perfectamente posible que dijera esto literalmente. Puede ser que estemos aquí ante un milagro de diagnóstico; que Jesús vio que la niña estaba en un trance profundo y que iba a ser enterrada viva”. Es mucho más fácil creer el milagro de Jesús que la “explicación” de los modernistas incrédulos.
Jesús resucitó a la niña con las palabras que el padre o madre usan para despertarle por la mañana. Su espíritu volvió, lo que contradice la posición de los russellistas que creen que esto es imposible. Este es otro de los muchos textos que enseñan claramente que el espíritu del hombre no muere. Cuando el muere su espíritu sale, pero no deja de existir. En los casos de personas resucitadas de entre los muertos, el espíritu vuelve al cuerpo y revivificarlo. De la misma manera así será la resurrección general de los muertos en el Día Final; es decir, el espíritu se unirá con el cuerpo resucitado e incorruptible[147].
n. El rechazo en Nazaret (Mateo 13.53-58; Marcos 6.1-6).
Jesús regresó a su casa y el sábado enseñaba en la sinagoga, pero sus paisanos le rechazaron. Esto, desdichadamente, es algo que sigue ocurriendo hasta hoy. Parece que la gente no puede olvidar al niño que vieron crecer y luego convertirse en maestro, en su mente siempre será niño, y por ello se pierden muchas bendiciones, como ocurrió en Nazaret con Jesús. No podían creer que uno de ellos, un hombre criado en medio de ellos en Nazaret podría ser el Mesías. Esto era increíble y no lo podían aceptar.
Los profetas Elías y Eliseo hicieron milagros entre otros pueblos por causa de la infidelidad de los israelitas; de esa manera los gentiles recibieron las bendiciones de Dios que habría dado a Israel a no ser por sus rebeliones contra Él. Así también Cristo hizo señales entre otros porque los de su pueblo no creían en Él[148]. Se llenaron de ira por varias razones:
1) Tal vez porque Jesús se comparaba a sí mismo con Elías y Eliseo.
2) Porque Jesús les decía en efecto que ellos no eran dignos de sus bendiciones.
3) Aunque Jesús sí obraba entre el pueblo de Dios en Capernaúm y en otros pueblos, la implicación de estas ilustraciones de los milagros de Elías y Eliseo entre gentiles, es que Jesús también tendría bendiciones para los gentiles. Todo esto fue muy ofensivo y tropezaron y en lugar de aceptar la verdad optaron por enojarse y matarlo.
En esta ocasión y en varias otras nuestro Señor Jesucristo mostró claramente su valentía y liderazgo. Cuando le echaron fuera de la ciudad y pensaban despeñarle, él pasó por en medio de ellos y se fue. El texto no dice que fue milagro ni tampoco lo implica. En otra ocasión procuraron prenderle, pero él se escapó de sus manos.
Tuvo que ser un líder dinámico para limpiar el Templo. Lo hizo dos veces. Obsérvense bien los detalles[149]. ¡No hizo milagro! Simplemente se encargó de un trabajo necesario, trabajo de Dios, de limpiar su casa. ¿Dónde estaban y qué hacían los oficiales? ¿Por qué no le interrumpieron? Nuestro Señor Jesucristo no era solamente manso y humilde, sino también era “el León de la tribu de Judá”[150].
Sus paisanos no podían negar que Jesús había hecho verdaderos milagros, porque los había hecho en Caná y en Capernaúm que estaban ubicados unos pocos kilómetros de Nazaret, pero no querían juzgar la sabiduría y las obras maravillosas de Jesús de manera objetiva. Todo era subjetivo y personal. Le tenían envidia y no querían aceptarlo como superior a ellos. Aunque en otras partes le sobraba fama, los de Nazaret pensaban de la siguiente manera: “Él es uno de nosotros, es de aquí, lo conocemos bien, como también a su familia, es un simple carpintero, etc.; por eso, no puede ser alguien importante”. La familiaridad extrema de su humanidad ordinaria evitó que creyeran en su divinidad. La familiaridad engendra el desprecio.
Ahora, los que sufrieron la consecuencia negativa de su incredulidad eran los enfermos. En otras ciudades le trajeron a todos los enfermos y los endemoniados, lunáticos y paralíticos; y los sanó, pero no en Nazaret. Amaban su orgullo más que a sus propios enfermos. Además, quedaron sin explicación de lo que había causado tanta admiración aun entre ellos mismos.
o. Envío de los discípulos (Mateo 10.5-16; 11.1; Marcos 6.7-13; Lucas 9.1-6).
Jesús era un maestro práctico, no solo teórico, así que cuando vio que sus discípulos podían hacer el trabajo, no dudó en enviarlos. Lamentablemente vemos que en la mayoría de las congregaciones los que enseñan no usan esta práctica, y los discípulos pasan 10, 20 y 30 años solo recibiendo, sin dar nada, lo que los convierte en inútiles del Reino.
1) Mucha mies, pocos obreros (Mateo 9.35-38).
Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas, anunciando el Reino y sanando a los enfermos. Y se sentía apenado por las multitudes, porque vivían angustiadas y desalentadas como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: “La cosecha es mucha, pero los obreros pocos”. La oración debe ser pidiendo al Señor que envíe más obreros a trabajar en Su Reino.
2) Sin nada para el camino
Jesús envió a los doce apóstoles de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus malos y para sanar a los enfermos y les giró instrucciones:
a) No ir a las ciudades gentiles ni samaritanas, sino solo a los judíos. Durante el tiempo que Jesús estaba en la tierra su misión fue para los judíos y así también envió a sus apóstoles y a los setenta solamente a los judíos. Debido a esta restricción de no ir a los gentiles ni a los samaritanos hablamos de la “Comisión Limitada” en contraste con la “Gran Comisión”[151] de ir y predicar a todas las naciones.
b) Predicar la buena noticia del Reino. El Reino de Dios es el reinado de Dios en el corazón de los que le obedecen. Por eso, en cuanto a lo que se puede ver, el Reino es la Iglesia, porque está compuesta de personas que obedecen al Evangelio de Cristo y permiten que su enseñanza gobierne sus vidas. Los que están “en el Reino” han sido crucificados con Cristo y Cristo vive en ellos[152]. No les envió para predicar el llamado “evangelio social”, el “evangelio” cuyo propósito es corregir los males e iniquidades sociales y políticas. No predicaron el “evangelio” de “sentirse bien acerca de sí mismo” aunque sigan viviendo en pecado. Más bien, predicaron que todos deberían sentirse culpables del pecado y arrepentirse.
c) Sanar a los enfermos, resucitar muertos, limpiar leprosos, expulsar demonios, sin cobrar. Era necesario que tuvieran este poder y esta autoridad para poder confirmar el mensaje que predicaban.
d) No llevar dinero, ya que los que se beneficiaran con su ministerio tenían la obligación de proveerles lo necesario. Es decir, ir como están sin hacer maleta, no llevar más de lo necesario, pues iban a depender de la hospitalidad de personas fieles y dignas. Al ir “como están” no llevarían ropa, sandalias ni bordón adicionales. Este lenguaje indica varias cosas: Este ministerio sería relativamente breve, pues era una misión limitada; es decir, no era para todo el mundo y no era para tiempo indefinido. Y también indica la urgencia de su misión. Pero también estas instrucciones tenían el propósito de enseñarles a depender de Dios. Desde luego, no cobraban a los que sanaron, sino que “de gracia” daban, pero el obrero tiene que comer y Dios provee esta necesidad con esta regla: El obrero es digno de su salario[153].
e) Buscar en las aldeas a alguien digno que les diera alojamiento. Deberían establecerse en una casa para completar su ministerio en ese pueblo. Debido a la urgencia de su misión los apóstoles habían de tomar la iniciativa y no someterse a las costumbres de la gente con respecto a la manera de recibir huéspedes en sus hogares. Era necesario escoger casas de buena reputación; de otro modo habría estorbo para su obra. Debemos recordar esto cuando arreglamos estudios en los hogares, porque si tenemos estudio bíblico en el hogar de miembros infieles y mundanos ¿qué pensarán del evangelio y de la iglesia los vecinos que son invitados a tal estudio?
f) Si no se les recibía en una ciudad, debían sacudir sus pies, simbolizando el castigo que recibirían. ¿Por qué no los recibirían algunos? Seguramente querían que sus seres queridos fuesen sanados, y en cuanto al Reino muchos esperaban un reino terrenal. ¿Los rechazaban porque predicaban el arrepentimiento? Posiblemente, porque la mayoría de la gente no quiere cambiar o no querían saber nada de un Reino espiritual, solo querían oír de un reino como el de David y Salomón. Es imposible exagerar la influencia y fuerza que el prejuicio tiene sobre la mente humana. Hay muy poca esperanza para las personas que ya tienen su concepto del Evangelio y de la Iglesia y rehúsan abrir sus oídos y corazones para estudiar la verdad del Nuevo Testamento.
Los que predican y enseñan la palabra de Dios deben estar conscientes de la dignidad de esta obra. La palabra de Dios merece respeto y los predicadores y maestros deben exigir ese respeto. Si el mensaje de los apóstoles en esa misión limitada fue tan digno de respeto, ¿qué diremos de la importancia del mensaje de la Gran Comisión de Mateo 28.18-19; Marcos 16.15-16; Lucas 24.47? Este mensaje que los apóstoles llevaron a todo el mundo y que nosotros predicamos ahora es el mensaje de Dios. Debemos respetarlo y también exigir que la gente lo respete.
En toda esta instrucción observamos la urgencia de esta misión. No deberían perder tiempo con gente indigna. Habiendo enseñado la palabra los apóstoles cumplieron con su deber y al despedirse no deberían decir, “que el Señor les bendiga”, sino que deberían sacudir el polvo de los pies como testimonio contra ellos[154]. El Señor no quiere que “molestemos” a la gente con el Evangelio. Hay que predicarles y exhortarles, pero cuando se portan como los de Mateo 7.6; Hechos 13.50; 18.6 debemos explicarles que ya cumplimos con nuestro deber y que su sangre está sobre su propia cabeza.
Jesús dice que el juicio será más severo para los que oyeron el Evangelio y no lo aceptaron que para los de Sodoma, Gomorra y otros pueblos perversos y corruptos, porque estos nunca tuvieron la oportunidad que tenemos ahora de oír el glorioso Evangelio de Cristo[155]. Al escuchar el mensaje de los apóstoles el pueblo sería muy bendecido si lo aceptaran, pero si lo rechazaran su castigo sería peor que el de la tierra de Sodoma y Gomorra. Lo muy duro del corazón de tales personas se observa en el hecho de que rechazaron a los apóstoles aunque éstos podían sanar sus enfermos y echar fuera los demonios de sus seres queridos.
De esta manera Jesús estaba llevando a cabo su ministerio a través de ellos. Lo que ellos hacían era extensión de lo que Jesús hacía.
p. Muerte de Juan el Bautista (Mateo 14.3-12; Marcos 6.17-29; Lucas 3.19-20).
Pero Herodes Antipas, que era tetrarca en Galilea, aunque tenía temor de la reacción del pueblo que creía que Juan el Bautista era un profeta, le había mandado arrestar a causa de Herodías, por la que Juan le exhortaba, ya que ella era la esposa de Felipe y ahora vivía con Antipas[156], cumpliendo lo que el ángel Gabriel dijo a Zacarías en Lucas 1.17. No solo reprendió a los fariseos y saduceos que venían a su bautismo, sino que sin parcialidad[157] también reprendió al rey Herodes, aunque entendía que por ese motivo el rey podía matarlo.
Herodes, hombre sin convicción y movido por la pura conveniencia, estaba entre la espada y la pared. Sabía que Juan era varón justo y santo y le escuchaba de buena gana, pero si su perplejidad indicaba que consideraba la posibilidad de arrepentirse, no tenía suficiente fuerza para hacerlo, pues por todo lado había problemas y no veía salida. Temía a Juan, temía al pueblo y sobre todo temía a su mujer.
El día del cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías, Salomé, danzó delante de su tío, los nobles, los comandantes y los príncipes galileos y agradó tanto a Herodes que le ofreció hasta la mitad de su reino. No debe pensarse que era tal vez una danza típica, sino que eran danzas indecentes, con sus movimientos exóticos, eran del todo voluptuosas, sensuales, seductoras. La muchacha, aconsejada por su madre, pidió la cabeza de Juan en un platón enseguida, ya que no quería correr el riesgo de que el rey se olvidara del juramento hecho delante de varios testigos. Herodías quería aprovechar al máximo esa oportunidad dorada de acabar con las palabras de Juan que tanto le molestaban y enfurecían. Quería la cabeza de Juan en un plato para que su madre tuviera la plena seguridad de que su atormentador ya no vivía.
Herodes se entristeció, pero fue la tristeza del mundo[158]. Herodes cometió un error grave pero con valor podría haber evitado otro peor. Había manera de corregir su juramento necio. Todavía sabía que Juan era hombre justo y santo y que le había escuchado con buena gana. También sabía que si él concediera la petición de la hija de Herodías tal acto sería homicidio. Se puede alegar que la forma de salir del dilema era haber dicho a Salomé: “Prometí favorecerte con un regalo, no te prometí cometer un crimen”. O también: “Yo te prometí un regalo a ti, no a tu madre”. Lo mejor hubiera sido: “Ahora veo que pequé al hacer esta promesa, por lo tanto me retracto”. Pero a Herodes le faltaban el valor, la humildad, y quizás también la sobriedad o claridad mental como para considerar tales respuestas. Para él era de suprema importancia el juramento hecho en presencia de los invitados y la necesidad de no desprestigiarse delante de ellos. Pero como había jurado delante de tantos testigos, no tuvo más remedio que ordenar la ejecución, como si el no cumplir con el juramento necio sería peor que el cometer homicidio. La presión de complacer a los malos compañeros es una de las pruebas más grandes y por esta causa muchos rechazan a Cristo y el Evangelio. Este lenguaje implica que los compañeros no hubieran aprobado el curso de conducta correcto, sino que por causa de ellos fue impulsado a llevar a cabo el crimen.
Ahora no solo eran adúlteros, sino también homicidas. Con este crimen hicieron callar la voz de Juan, pero ¿qué ganaron? ¿Ya no era cierto lo que Juan les decía acerca de su vida pecaminosa? ¿Qué lograron, pues, con su crimen? Todavía eran adúlteros. Ahora son más que adúlteros, porque agregaron otro pecado: El homicidio. Todavía no era lícito que Herodes tuviera la mujer de Felipe su hermano. Además, su conciencia era más intranquila que nunca, pues ahora cree que Juan había resucitado en la persona de Jesús. Los tales hombres mueren mil muertes.
1) Miedo de Herodes (Mateo 14.1-2; Marcos 6.14-16; Lucas 9.7-9).
La fama de Jesús cada día crecía más hasta que llegó a oídos del mismo Herodes. Las cosas que hacía Jesús fueron tomadas muy en serio por el Herodes; es decir, no las descartaba como puros rumores sin base. Esto es otro testimonio que confirma los milagros de Jesús.
Aunque también es curioso que algunos pensaran que Juan había resucitado para hacer grandes milagros: Sanar enfermos, echar fuera demonios, levantar muertos, ya que nunca había hecho ninguno durante su ministerio[159], pero así son los supersticiosos. No saben lo que es razonar.
Parece que Herodes siempre estaba perplejo acerca de Juan. Estaba perplejo cuando Juan vivía, y ahora está más perplejo ya que Juan está muerto. Este hombre tan eminente, este rey, estaba lleno de inquietud y temor. Estaba perturbado y atormentado por su conciencia por haber muerto a un profeta justo. Herodes bien sabía que Juan era hombre justo; por eso, su conciencia le dice que de alguna manera sería vindicado. La vida pasada vuelve a atormentar al transgresor[160].
Herodes estaba muy perplejo porque hizo caso de lo que toda la gente decía. Algunos decían una cosa, otros decían otra cosa y aun otros decían otra cosa. Hoy en día hay millones que comparten la perplejidad de Herodes, porque están bajo la influencia de lo que otros dicen. Dios nos ha dado las Escrituras para que cada persona las investigue para aprender la verdad y de esa manera evitar la confusión.
Nosotros hoy en día podemos regocijarnos grandemente de que esa gente estuviera bien equivocada. Juan, Elías, Jeremías, y otros profetas, eran todos hombres de Dios muy grandes, pero ¡eran hombres, nada más! Si Jesús de Nazaret era sencillamente hombre, y no Dios venido en carne, entonces no hay iglesia de Cristo; es decir, no hay salvación para el pecador y todos estamos destinados a la muerte eterna. El concepto equivocado de la multitud que Jesús era nada más que un gran hombre, es el mismo de los modernistas de hoy que niegan la deidad de Jesús.
q. Regreso de los Apóstoles (Marcos 6.30; Lucas 9.10).
Los apóstoles regresaron a Jesús con las buenas nuevas. Habían tenido un viaje arduo de predicación, y ahora es tiempo de descanso. En este punto de la narración, queda como un año más en el ministerio personal de Jesús.
r. La multiplicación de los panes y los peces (Mateo 14.13-21; Marcos 6.31-44; Lucas 9.11-17).
Uno de los milagros más controvertidos de Jesús ha sido el de la multiplicación de los panes y los peces, quizá porque en realidad no se dio en una sola ocasión, sino en dos y ambos relatos son muy similares.
Cruzaron la parte del norte del Mar de Galilea y llegaron a las cercanías de Betsaida. Durante la travesía Jesús y sus apóstoles pudieron hallar un poquito de descanso y mutua comunicación lejos del gentío. Además lo hallaron también al llegar a la ribera y subir un monte.
La gente que los vio salir en la barca viajó unos treinta kilómetros por tierra. Pudieron determinar la dirección de la barca y calcular el destino de ella. Al correr la gente, dieron aviso a quienes estaban cerca al camino y así iba creciendo el número de las personas que por fin llegaron a las cercanías de Betsaida, “adelantándose” a Jesús y sus apóstoles, como dicen algunas versiones.
Jesús tuvo compasión de la gente reunida debido a la condición espiritual de ella, como tuvo compasión de personas afligidas físicamente[161]. Jesús les recibió, y les enseñaba[162] del Reino de Dios, y sanaba a los que necesitaban ser curados.
Una gran parte del día lo pasó Jesús enseñando a la gente, y sanando a enfermos. No se tomó tiempo para comer y los discípulos se preocuparon. El problema consistió en que por ser el lugar desierto, o solitario, no hubo acceso inmediato de comida para todos que ahora tienen hambre. Ellos, al ser hombres, solo podían dar una solución humana a un problema humano. Pero los discípulos no tomaron en cuenta que la solución estuvo en medio de ellos, en el Señor Jesucristo.
Mateo registra estas palabras de Jesús: “No hay necesidad de que se vayan; denles ustedes de comer”[163]. Ellos sí podían hacerlo, con nada más poner en las manos de Jesús lo poco que tenían y dejar el resto a Dios. Pero su fe no había llegado a la medida necesaria. Con este mandamiento a los discípulos, Jesús está preparando la ocasión para hacer un milagro. Ya sabía del hambre de todos y simpatizaba con ellos. Pero el hombre tiene que aprender a depender de Dios, y no de sus propias fuerzas. En realidad los apóstoles no hallaron solución al problema. Para ellos, la pregunta representa una cosa irrazonable. La solución para lo imposible está con Él para quien nada es imposible[164]. Es tiempo de confirmar la predicación del día con una gran demostración de poder divino.
Lo que Dios manda requiere buen orden, porque Dios no es Dios de confusión[165]. Para la justa distribución de pan y peces para muchos miles de personas, se requería el buen orden, y por eso se les dio el mandamiento de ver que la gente se recostara en grupos. Este arreglo mandado por Jesús produjo pasillos por los cuales pasar las personas al servir la comida a la gente, y facilitó la justa distribución de la comida. ¡Dios es Dios de buen orden![166]
Jesús ejerció su deidad en este acto; mostró un atributo de Deidad. Para que la gente viera la conexión entre la obra milagrosa de Jesús y la comunión de Dios el Padre con él, tomó los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo hizo la acción de gracias. Jesús hizo lo que los hombres no pudieron hacer; a saber, multiplicar panes y peces. Pero Jesús permitió a los hombres hacer lo que sí podían hacer; a saber, distribuir la comida de manera bien ordenada. Jesús multiplicó los panes y peces en gran abundancia. El hambre de la gente en esta ocasión fue grande; el milagro de Jesús hizo más que satisfacer la necesidad de la gente.
Recogieron de los sobrantes doce cestas llenas. Esto lo hicieron por mandamiento de Jesús para que no se perdiera nada. Malgastar es pecado. Al malgasto sigue la necesidad[167]. La mención de estas cantidades específicas recalca la grandeza de este milagro.
Mateo nos informa que los que comieron fueron como cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños[168]. La mención de este número aproximado también subraya la grandeza del milagro. Según la tradición judaica, las mujeres y los niños se sentarían aparte.
s. Caminando por las aguas (Mateo 14.22-36; Marcos 6.45-56).
No despidió a la multitud cuando los apóstoles se lo pidieron, porque primero debía alimentarles, pero después de despedida, antes que pudieran cumplir su propósito de hacerle rey[169], envió a sus discípulos a Betsaida[170] y Él subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo, como era su costumbre[171].
Pero los discípulos estaban en problemas, la barca estaba en medio de la mar, azotada por las olas; y ellos estaban fatigados porque el viento era contrario. Entre las tres y las seis de la madrugada Jesús vino a ellos caminando sobre el mar, y quería adelantárseles[172]. Los discípulos se turbaron, y decían que era un fantasma[173], y gritaban, hasta que Jesús les habló. Ellos reconocieron la voz de Cristo, tal como Isaac reconoció la voz de Jacob[174]. Pero Simón, hombre de impulsos, no pudo contenerse y le pidió que le permitiera caminar sobre las aguas. Jesús aceptó, y Simón cumplió su deseo, pero quitó su mirada del Maestro y comenzó a hundirse, tal como pasa con nosotros cuando nos distraen los peligros y los afanes del mundo[175]. Pero Jesús estaba pendiente del clamor de Simón, como lo está del nuestro, sabiendo que somos hombres de poca fe. Cuando subieron en la barca, se calmó el viento, porque Él es el Creador de los vientos y las olas del mar. Esta es la segunda vez que Jesús calma la tempestad. Entonces ellos lo adoraron.
Recordemos que los apóstoles no aceptaron la adoración[176] y tampoco los ángeles[177], sin embargo, Jesús nunca rechazó este tributo[178], y si aun los ángeles deben de adorarle, ¡cuánto más los hombres! Al recibir la adoración Cristo claramente mostró o manifestó un atributo de la Deidad[179]. Terminada el viaje, llegaron a Genesaret. Cuando le reconocieron, enviaron noticia por toda aquella tierra alrededor, y trajeron a él todos los enfermos; y le rogaban que les dejase tocar solamente el borde de su manto; y todos los que lo tocaron, quedaron sanos.
t. Exhortaciones de Jesús.
Si bien es cierto Dios es amor, también es un Padre justo que no acepta que se hagan las cosas de acuerdo a lo que uno quiere, sino a los que Él ordena. Cuando los hombres no obedecemos, Él nos exhorta a obedecer o bien a atenernos a las consecuencias.
Esta es la segunda vez que esto se registra la presencia maligna por parte de los fariseos, y algunos de los escribas, que habían venido de Jerusalén[180]. Ellos buscan algo contra Jesús, ya popular en Galilea, para poder acusarle y matarle.
1) A los fariseos (Mateo 15.1-9; Marcos 7.1-13).
Los fariseos eran los peores enemigos de Jesús. A través de Mateo, Marcos, Lucas y Juan leemos que ellos constantemente le asechaban, murmuraban contra Él, le tentaban, se burlaban de Él, le calumniaban, le difamaban y conspiraban con las autoridades para destruirlo. Los escribas y fariseos decían que la tradición de los ancianos era la enseñanza de Moisés entregada oralmente a los ancianos quienes en turno la entregaban a las generaciones sucesivas. La inmensa masa de tradiciones tan venerada de los judíos de tiempos posteriores, consistía, según ellos, en parte de leyes orales dadas por Moisés en adición a la ley escrita y que llegaron a ser precedente y autoridad; y en parte de las explicaciones y opiniones de maestros eminentes, dadas individualmente o a veces por el sufragio de asambleas. Estas tradiciones orales continuaron acumulándose después del tiempo de Cristo hasta que fueron escritas en la Mishna y sus comentarios. Eran altamente estimadas por toda la nación con excepción de los saduceos. En verdad algunos opinaban que eran de más importancia que la ley escrita. El Talmud de Jerusalén dice: “Las palabras de los escribas son más hermosas que las palabras de la Ley”. En esto, como en otros muchos respectos, el judaísmo ha influido en el cristianismo de la Iglesia de Roma, que enseña la observancia de numerosas tradiciones que pretenden descender de tiempos primitivos, y algunas de ellas de los apóstoles, aunque violan las Escrituras. Entre los protestantes hay a veces más deseo de observar la costumbre que la Escritura; y más énfasis se carga sobre la regla de la iglesia que sobre la ley de Dios.
También creían que era necesario que la Ley escrita fuera definida y adaptada a las situaciones de la gente de cada época, y que esto se hiciera oralmente. Para los escribas y fariseos, la tradición de los ancianos llevaba la misma autoridad que la Ley de Moisés. Jesús tajantemente refuta esto. La ley de Moisés tenía enseñanza clara sobre lo inmundo, pero la tradición de los ancianos iba mucho más allá de la ley de Moisés. Al añadir a la Palabra de Dios se habían hecho culpables. Habían dejado los mandamientos de Dios[181], habían desechado el mandamiento de Dios[182]; habían quebrantado, o transgredido, el mandamiento de Dios[183]; habían invalidado el mandamiento de Dios[184]. Así, por la pretensión de una tradición oral suplementaria de la escrita, el mandamiento de Dios quedaba: Echado a un lado o ignorado; desatendido en sus demandas; manipulado y violado; por último, quedaba invalidado, vaciado de todo contenido, al ser sustituido por una norma humana.
La tradición de La Iglesia Católica Romana queda condenada de la misma manera por lo que Jesucristo enseña en estos textos. Según el clero romano la tradición católica es la misma Ley de Cristo y los apóstoles, no escrita, sino entregada oralmente a los supuestos sucesores de los apóstoles. Como en el caso del judaísmo, la tradición de la iglesia romana es simplemente enseñanza humana. Con razón Jesús la denuncia tan fuertemente.
Los fariseos criticaban a Jesús y sus discípulos porque no se lavan las manos antes de comer, y aquí es necesario distinguir entre el lavamiento[185] higiénico y el lavamiento ritual prescrito por la tradición[186] de los ancianos. Hay que tomar en cuenta que este lavamiento de los fariseos no era porque conocieran algo de microbios o bacterias, sino porque era una tradición, así que Jesús y sus discípulos no violaban la ley de Moisés, sino la tradición de los ancianos, que para muchos judíos era más importante que la ley de Moisés, como veremos en este mismo texto. Y ellos habían llegado al punto en que no solo se lavaban las manos antes de comer, sino que también se bañaban después de andar afuera donde sus cuerpos podían tocar, o ser tocados por, personas inmundas.
Jesús les da un duro golpe cuando les dice que ellos quebrantan el mandamiento de Dios por la tradición. Nadie se había atrevido a decir lo que Jesús estaba diciendo en esta ocasión y es que toda tradición humana se condena cuando substituye algún mandamiento o arreglo de Dios, como lo es el negarse a tener ancianos en cada Iglesia, el bautismo infantil, la misa, el tocar instrumentos de música, el diezmo, etc.
La tradición no es mala en sí. Depende de la fuente de la enseñanza y la tradición de los ancianos no procedía de Dios, sino de los hombres, ya que ellos cambiaban incluso hasta los llamados “diez mandamientos”. Para entender lo cruel de esta práctica es importante aclarar que la gente no entregaba la propiedad a los oficiales del Templo, sino que solamente la dedicaba al Templo. La propiedad se quedaba en su posesión por tiempo indefinido para su propio uso, pero podían decir que “la propiedad ya no es mía”, y por esa razón estaban exentos de la obligación de usarla para cuidar de sus padres. Fue un plan diabólico. ¡Con razón Jesús lo denunciaba! Era un grupo de hipócritas porque profesaban honrar a Dios, haciendo voto de darle lo que pertenecían a sus padres, pero en realidad era pura avaricia, porque no amaban ni a Dios ni a sus padres. Eran hipócritas[187] porque con su tradición enseñaban a los hijos cómo evadir el quinto mandamiento del decálogo. Profesaban gran piedad pero eran hombres muy corruptos. Y es que cuando los líderes religiosos se atreven a quebrantar o substituir algún mandamiento o enseñanza de Dios, hacen nula su adoración a Dios. Dios no acepta la adoración de los que quebrantan y substituyen sus leyes. Hoy hay mucho culto que el mundo religioso rinde a Dios en vano sencillamente porque Dios no lo autorizó. Cualquier otra cosa es vanidad. Dios lo rechaza.
Todas las denominaciones existen porque se propagan doctrinas que se originan con los hombres, y no con Dios. Enseñan “diferente doctrina”[188] en lugar de retener la sana Palabra[189]. Así ocurría con los judíos que les importaba más la tradición humana que el mismo mandamiento de Dios. No podían guardar las dos cosas al mismo tiempo, y por eso rechazaban el mandamiento de Dios con el fin de poder guardar su tradición. Eran hipócritas, adoraban a Dios en vano, y rechazaban el mandamiento de Dios. Por ejemplo, en lugar de usar sus bienes para ayudar a sus padres necesitados, la tradición judía justificaba usarlos como una ofrenda[190] dedicada a Dios o echada en el tesoro del Templo. ¡Qué hipocresía, que en este caso estos judíos ignoraran las necesidades de sus padres y al mismo tiempo condenaran a Jesús por eso de comer con manos no lavadas! Su tradición no permitía que el judío hiciera por sus padres según el mandamiento de Dios por Moisés.
2) Al pueblo (Mateo 15.10-11; Marcos 7.14-16).
Habiendo rebatido a los fariseos, ahora se dirige a la gente para explicarles otra razón por la que Él y sus discípulos no se sometían a la tradición de los ancianos de lavarse ceremonialmente antes de comer pan: Los fariseos se preocupaban por la purificación ceremonial que ellos habían inventado, pero Jesús ahora enseña la necesidad de la purificación verdadera, la del corazón.
3) Ciegos guías (Mateo 15.12-14).
Jesús no enseñaba para agradar a la gente. Él es el Médico por excelencia. Y es el divino Cirujano. No busca la aprobación del pueblo, sino su salvación, como el médico competente solo se interesa por sanar a sus pacientes. Los discípulos podían ver que los fariseos se habían ofendido[191] ante la reprensión pública. Fueron ofendidos por dos cosas:
a) Jesús les está quitando el liderazgo. Ellos gozaban de mucha influencia como los maestros del pueblo, pero ahora ha llegado el verdadero Maestro de maestros que los expone como hipócritas.
b) La enseñanza misma de Jesús es ofensiva para algunos.
Jesús les hizo saber que toda religión basada en las tradiciones humanas de los escribas y fariseos, sería extirpada. Dios plantó la ley de Moisés y la religión basada en ella, pero no plantó las tradiciones de los ancianos que eran mandamientos de hombres. Que todos los maestros religiosos tomen nota de esto: Toda religión basada en las tradiciones de los hombres está destinada a caer. El clero romano admite libremente que ellos siguen sus tradiciones, pero hay muchas otras denominaciones que enseñan y practican una variedad de tradiciones humanas y no quieren aceptar que son humanas, sino que afirman que son bíblicas. Los que aman la verdad estarán dispuestos siempre a comparar con toda diligencia y sinceridad su doctrina y práctica con el patrón bíblico[192].
Jesús pronuncia una sentencia fuerte contra los fariseos: ¡Déjenlos! ¡Qué cosa tan terrible ser abandonado por el Señor![193] Jesús no quería que sus discípulos les hicieran caso. Más bien, deberían apartarse de ellos, que son como los ciegos que se constituyen en guías, y al final caerán en la condenación final porque nadie puede ver.
u. Lo que daña al hombre (Mateo 15.15-20; Marcos 7.17-23).
Cuando Jesús decía esto, todavía estaba en vigor la Ley de Moisés y Jesús no solo la guardaba, sino que también enseñaba a sus discípulos a guardarla[194]. Por lo tanto, no estaba diciendo a sus discípulos que en ese momento ellos podrían ignorar los reglamentos de la Ley de Moisés. Es necesario observar el contexto: El punto es que Jesús está condenando la tradición de los ancianos sobre el lavamiento de las manos antes de comer pan. Cristo vino al mundo para cumplir la Ley[195] y cuando la cumplió, la clavó a su cruz[196]. Entonces bajo el Nuevo Testamento, cuando sus discípulos ya no estaban bajo la Ley de Moisés, todos los alimentos serían limpios.
Sin embargo, tanta maldad en la vida del hombre empieza con sus malos razonamientos. Dicho de otro modo, los malos hechos del hombre no se llevarían a cabo si primero no existieran en el corazón.
Es notable que tres de los crímenes mencionados en este pasaje como corrupciones de la mente, a saber, el homicidio, el falso testimonio y la blasfemia fueron en esta ocasión cometidos por las personas quienes cargaron al Señor con impiedad por haber descuidado tales preceptos ceremoniales de religión que eran de invención humana.
El tema aquí no tiene nada que ver con la higiene, pues los fariseos no se interesaban por la higiene, sino por el guardar los preceptos de las tradiciones de los ancianos con respecto a los lavamientos ceremoniales. De esto Jesús habla.
[1] Naín o Naim es una ciudad que aparece mencionada en la Biblia. Se cree que su nombre proviene del hebreo naim que significa delicioso, agradable. Era un poblado situado en el sur de Galilea, cerca de Nazaret y a cuarenta kilómetros de Cafarnaún. Es normalmente identificada con la aldea de Nein que aparece como un distrito de Nazaret. Sin embargo, las ruinas mucho más amplias que la envergadura de la localidad indican que se trató de un asentamiento más bien extenso.
[2] 1 Reyes 17.17-24.
[3] Parece que la misión principal de Jesús en ir a esta ciudad era levantar a este muerto. Lo hizo como señal para probar que era el Hijo de Dios (Juan 20.30-31), pero también, como dice Hechos 10.38: “anduvo haciendo bienes”.
[4] La palabra compadecer, padecer con, splanchnizomai, significa “ser movido en las entrañas de uno”. En el idioma griego no hay otra palabra más fuerte que signifique piedad, simpatía y sentimiento que la que se utiliza aquí y en otros textos para describir la compasión de Jesús.
[5] 1 Timoteo 5; Santiago 1.27.
[6] Juan 1.29. RV60
[7] Isaías 42.6; 35.5-6; 61.1.
[8] Isaías 59.2-3.
[9] Juan 1.46.
[10] 1 Corintios 1.26-29.
[11] 1 Corintios 1.23.
[12] Salmos 1.3. RV60
[13] Mateo 3.2.
[14] Mateo 28.19; Marcos 16.16.
[15] Mateo 21.25.
[16] Lucas 7.29-35.
[17] Juan 2.2.
[18] Lucas 7.36; Mateo 9.10.
[19] Lucas 3.10-14.
[20] Mateo 3.10-12.
[21] Gálatas 1.10.
[22] Amós 6.4.
[23] Juan 13.23-25.
[24] Un frasco de alabastro con perfume tenía un valor de un año de trabajo de un jornalero. Era sumamente valioso y solo podía abrirse al romperlo.
[25] Magdala o la región de Magadán (Mateo 15.39), se sitúa al borde del lago de Galilea, al norte de Tiberias y al sur de Capernaum. De allí era María, la mujer que luego formó parte del grupo de mujeres que sirvieron a Jesús durante su ministerio en Galilea y presenció la crucifixión (Mateo 27.55-56; Marcos 15.40; Juan 19.25). Ella fue testigo también de la resurrección (Lucas 24.1-10; Juan 20.1-18) y la primera persona a la que se le apareció el Señor resucitado.
[26] Esto significa que ella fue siempre virgen: Antes, durante y después de dar a luz a Jesucristo. No es sino hasta el siglo IV, que Atanasio se levanta como el gran defensor de la virginidad de María y lo siguen Epifanio de Salamina, Efrén y Juan Crisóstomo. Esta doctrina no tiene aprobación apostólica.
[27] Marcos 3.21; Juan 7.5.
[28] Lucas 2.42, 48.
[29] Hechos 1.14.
[30] 1 Timoteo 2.5.
[31] 1 Reyes 2.19-20.
[32] Lucas 11.28.
[33] Hebreos 2.11.
[34] Es una forma literaria consistente en un relato figurado del cual, por analogía o semejanza, se deriva una enseñanza relativa a un tema que no es el explícito. La parábola tiene un fin didáctico y podemos encontrar un ejemplo de ella en los Evangelios, donde Jesús narra muchas parábolas como enseñanzas al pueblo.
[35] Marcos 4.14.
[36] Romanos 10.17.
[37] Romanos 5.3-5.
[38] Colosenses 3.5.
[39] Juan 4.35-37.
[40] Hechos 2.41.
[41] Isaías 5.1-7.
[42] Mateo 11.6.
[43] Mateo 25.14-30.
[44] La palabra “misterio” se usa en el Nuevo Testamento en un sentido especial. No significa algo misterioso, oscuro y difícil o imposible de entender, sino algo que no se podía saber sin revelación de Dios (1 Corintios 2.9-13; Efesios 3.3-6).
[45] 2 Samuel 12.1-7.
[46] Juan 6.44-45; Efesios 4.20-21; 1 Corintios 1.21.
[47] Lucas 8.15.
[48] 2 Corintios 5.17.
[49] Efesios 2.10.
[50] 1 Pedro 1.9.
[51] En la respiración anaeróbica no se usa oxígeno, sino que para la misma función se emplea otra sustancia oxidante distinta, como el sulfato o el nitrato.
[52] La siega, la separación de los malos y los buenos, no se puede llevar a cabo ahora. ¿Quién sería adecuado para esta gran tarea? Los hombres juzgan por apariencias (1 Samuel 16.6-7).
[53] Revelación 19.16.
[54] Efesios 1.22-23.
[55] 1 Corintios 11.23-27.
[56] 1 Corintios 10.21.
[57] Lucas 22.30.
[58] 1 Timoteo 3.15.
[59] 1 Timoteo 2.1-4.
[60] Mateo 5.10-12.
[61] Mateo 7.15-20.
[62] 2 Corintios 10.3-5.
[63] BAD
[64] Lucas 19.12, 14, 27.
[65] Mateo 8.20, lo que rebate la falsa doctrina de la prosperidad que asegura que Jesús era millonario.
[66] Mateo 26.51-53.
[67] Mateo 22.21; Romanos 13.7.
[68] Efesios 6.17. BAD
[69] Hechos 19.8. NBLH
[70] Hechos 28.23. Ibid
[71] Mateo 5.13-16; 1 Timoteo 4.12; 1 Pedro 3.1-2.
[72] Hechos 1.13; 2.1-4.
[73] 1 Corintios 1.26-29.
[74] Romanos 1.16. NBLH
[75] Romanos 12.1-2.
[76] Marcos 3.14.
[77] Hechos 17.6. BL95
[78] LBLA
[79] BAD
[80] Mateo 25.25.
[81] Job 3.21; Proverbios 2.4.
[82] BL95.
[83] BLS
[84] CAB
[85] Juan 1.41. CTS-IBS
[86] Juan 4.28-29. DHH
[87] Hechos 8.39. EUNSA
[88] JER
[89] Mateo 7.7-8. LBLA
[90] NC
[91] NBLH
[92] Juan 14.6; Hechos 24.14.
[93] RV1865
[94] Isaías 55.6.
[95] Romanos 10.20.
[96] Mateo 4.18.
[97] Mateo 4.20-21.
[98] Mateo 13.47.
[99] Hechos 10.34-35; Romanos 2.11.
[100] 1 Timoteo 3.15.
[101] RV2000
[102] RV60
[103] Salmos 73.2-3. RV95
[104] Salmos 73.13. Ibid
[105] Salmos 73.17-18. Ibid
[106] Salmos 73.22. Ibid.
[107] Habacuc 1.13. RVA
[108] Habacuc 2.20. Septuaginta
[109] Habacuc 3.17-18. SSE
[110] 1 Timoteo 2.4; 2 Pedro 3.9.
[111] Romanos 14.12; 2 Corintios 5.10; Gálatas 6.7-8.
[112] Juan 14.1-3.
[113] Hebreos 11.10.
[114] Recordemos que Abraham en la tierra solamente moraba en tiendas como peregrino.
[115] Lucas 16.22.
[116] Lucas 16.9.
[117] Mateo 13.42.
[118] Mateo 25.1-13.
[119] Mateo 25.14-30.
[120] Mateo 25.31-46.
[121] Juan 5.29. BAD
[122] Se designa con el nombre de popa o acrostolio a la terminación posterior de la estructura del barco.
[123] Marcos 4.36.
[124] Mateo 4.2.
[125] Juan 19.28.
[126] Juan 4.9.
[127] Juan 11.35.
[128] Este es el único texto que habla del dormir de Jesús.
[129] Filipenses 4.7.
[130] Juan 14.27.
[131] Marcos 3.17.
[132] Lucas 8.24. RV60
[133] Juan 1.1-3.
[134] Lucas 8.25. RV60
[135] BL95
[136] Marcos 5.5. CAB
[137] Gálatas 5.19-21.
[138] 1 Corintios 13.8.
[139] Mateo 25.41; 2 Pedro 2.4; Judas 6.
[140] Hechos 19.24-31.
[141] Mateo 12.43-45.
[142] Levítico 15.26.
[143] Números 15.38.
[144] Juan 20.30-31.
[145] Lucas 9.28-36.
[146] Mateo 26.37.
[147] 1 Corintios 15.50-57.
[148] Mateo 13.58.
[149] Una vez en Juan 2.13-18 que no lo registramos en este estudio porque los Evangelios Sinópticos solo describen la segunda limpieza (Mateo 21.12-13; Marcos 11.15; Lucas 19.45).
[150] Revelación 5.5.
[151] Mateo 28.19.
[152] Gálatas 2.20.
[153] Lucas 10.7; 1 Timoteo 5.18; 1 Corintios 9.7, 14.
[154] Mateo 7.6.
[155] Mateo 11.23-24; Marcos 6.11; Lucas 10.13-16.
[156] Levítico 18.16; 20.21.
[157] 1 Timoteo 5.21.
[158] 2 Corintios 7.10.
[159] Juan 10.41.
[160] Job 15.20-21.
[161] Mateo 10.34; Marcos 1.41; 8.2; Lucas 7.13.
[162] El Reino de Dios es la Iglesia de Dios, cosa que tiene que ser “enseñada” y no exclusivamente “predicada”, según algunos emplean los términos “enseñar” y “predicar” como si fueran mutuamente exclusivos.
[163] Mateo 14.16. NBLH
[164] Lucas 18.27.
[165] 1 Corintios 14.33.
[166] 1 Corintios 14.40.
[167] Lucas 15.14.
[168] Mateo 14.21.
[169] Juan 6.15.
[170] El nombre Betsaida significa “casa de pesca”, y pudo haber habido dos pueblos de ese nombre porque había mucha pesca por todas las riberas del Mar de Galilea.
[171] Marcos 1.35.
[172] Esto lo hizo para distraer su atención, si no le invitaban a subir a la barca, no subiría. Dios no se impone en nadie; sí, ofrece su gracia a todos.
[173] Jesús no venía flotando en el aire como un fantasma, sino andando sobre el agua.
[174] Génesis 27.22.
[175] Marcos no menciona que Simón caminara sobre el mar hacia Jesús.
[176] Hechos 10.25-26.
[177] Revelación 19.10.
[178] Hebreos 1.6.
[179] Colosenses 2.9.
[180] Marcos 3.22.
[181] Marcos 7.8.
[182] Marcos 7.8-9.
[183] Mateo 15.3.
[184] Mateo 15.6; Marcos 7.13.
[185] El texto griego, al decir “lavamiento”, emplea el vocablo baptismos, el cual se translitera “bautismo”. Se lavaban las manos y lavaban los utensilios, sumergiéndolos en agua. El bautismo, pues, es inmersión en agua para “lavar” los pecados (Hechos 22.16; Tito 3.5). El mismo verbo se emplea en 2 Reyes 5.14, “se zambulló siete veces”. El bautismo es un acto por inmersión.
[186] La palabra griega, paradosis, traducida aquí, “tradición”, significa sencillamente transmitir de una a otra persona. No hay nada de malo en ello. La palabra aparece con aprobación en 1 Corintios 11.2; 2 Tesalonicenses 2.15; 3.6.
[187] Palabra griega que significa “actor”. Los fariseos no conformaban sus hechos con sus palabras; hablaban bien pero actuaban mal.
[188] 1 Timoteo 1.3. RV60
[189] 2 Timoteo 1.13. Ibid
[190] Corbán es una transliteración de la palabra “ofrenda”.
[191] La palabra “ofendieron” viene de skandalizo, “caer, tropezar”.
[192] 2 Timoteo 1.13-14.
[193] Romanos 1.26-28
[194] Mateo 5.17-20.
[195] Mateo 5.17; Lucas 24.44.
[196] Efesios 2.15-16; Colosenses 2.14.
1. Resurrección del hijo de la viuda (Lucas 7.11-17).
Jesús entró en una ciudad llamada Naín con sus discípulos y una gran multitud. Es necesario preguntar aquí: ¿De qué grupo somos? ¿Discípulos o simplemente de la “gran multitud”? Todos estos eran testigos oculares de los milagros de Jesús. Lucas y los otros que narran los eventos de la vida de Jesús frecuentemente dicen que estaba rodeado de una multitud. Desde luego, muchos de ellos querían que Jesús les sanara a ellos o a sus seres queridos, pero también la gente quedaba maravillada de su enseñanza porque no era como la de escribas y fariseos. Su enseñanza era única.
Al llegar a la puerta de la ciudad se encontraron con un funeral en donde llevaban a un hijo único de una viuda que era acompañada por mucha gente. En el caso anterior, el siervo del centurión estaba a punto de morir, pero en este caso el hombre ya había muerto. Entre los judíos los lugares de sepultara estaban fuera de las ciudades[3].
Cuando Jesús la vio, se compadeció[4] de ella. La muerte del único hijo de una viuda era la mayor desgracia que pudiera concebirse, porque probablemente era el fin de su sostenimiento y protección. Ya había perdido a su marido y ahora perdió a su único hijo. Cuando murió su marido, su hijo le podía consolar, pero ahora el hijo también muere y ¿quién le puede consolar? Hay mucho énfasis en la Biblia sobre la necesidad de ayudar a la viuda[5].
Y detuvo el cortejo y tocó el féretro, que no se trataba de un ataúd de madera como los nuestros, sino que utilizaban canastos tejidos de mimbre para llevar el cuerpo a la tumba. Jesús se dirige a un muerto como si estuviera vivo. Dice “levántate” a un muerto como si estuviera simplemente dormido. No oía la voz de los que lloraban y lamentaban su muerte, pero sí oyó la voz de Cristo y la obedeció. Jesús resucitó al joven, entregándoselo a su madre. ¡Qué “regalo” más precioso! Dios le dio su hijo cuando éste nació, y ahora otra vez cuando murió. Y todos temían y glorificaban a Dios porque un gran profeta había surgido y Dios los visitaba.
2. La pregunta de Juan (Mateo 11.2-6; Lucas 7.18-23).
A pesar de que Juan el bautista era primo de Jesús y había sido testigo de las palabras de Dios durante el bautismo de Jesús, tenía dudas sobre la identidad del Mesías, y por ello envía a sus discípulos a preguntar directamente a Jesús. Recordemos que Herodes le había encarcelado porque había reprendido los pecados del rey.
La respuesta de la mayoría de los judíos a esta pregunta fue la siguiente: “No lo es, y definitivamente esperaremos a otro”. Sin embargo, Juan preparó el camino para Jesús. Le bautizó y vio al Espíritu descender sobre Él como paloma, oyó la voz del Padre que le proclamó como su Hijo aprobado. Entonces él mismo proclamó que Jesús era el “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”[6]. Al recordar todo esto es un poco sorprendente su pregunta. La Biblia no revela la razón por la cual la hizo, pero el lenguaje mismo indica que él había comenzado a tener dudas acerca de Jesús, porque aun pregunta: “¿o esperaremos a otro?” Si no tenía dudas acerca de Jesús, estas preguntas no tienen sentido.
Algunos han querido defender a Juan y no aceptar que tuviera dudas, dicen que las dudas no eran de Juan sino de sus discípulos; es decir, creen que Juan los envió con esta pregunta para resolver las dudas de ellos, pero, esta explicación ataca la integridad de Juan, porque implica que él haría esta pregunta como si quisiera la respuesta cuando en realidad quería la respuesta para sus discípulos. Peor aun, ataca la integridad de Jesús quien dice: “Id, haced saber a Juan”, para apoyar el fingimiento como si Juan quisiera saber cuando solamente sus discípulos tenían dudas, desde luego, Jesús conocía perfectamente quién tenía y quién no tenía dudas.
Ser inspirado por Dios como profeta no era garantía de que él entendiera la naturaleza espiritual del Reino del cual hablaba. Es muy probable que, al igual que los apóstoles y los demás, Juan esperara que Cristo reinara aquí en la tierra. Este texto ilustra otra vez que la Biblia habla con toda franqueza de las flaquezas de sus más grandes héroes, y la explicación más razonable de esta pregunta es que Juan tenía dudas acerca de Jesús de Nazaret. Por lo menos quería tener su confianza reafirmada. Jesús enseñaba y hacía milagros, pero aparentemente no había hecho nada para establecer tal Reino. Tal vez Juan compartiera la esperanza de muchos de los que acompañaban a Jesús de que Él comenzara a reunir sus ejércitos para derrotar a los romanos.
También, los que quieren defender a Juan, suponen que él solamente quería que Jesús declarara más abiertamente que en realidad era el Mesías para acabar con las dudas e inquietudes del pueblo acerca de su identidad, pero si eso hubiera sido su pensamiento o motivación, habría enviado discípulos a Jesús animándole a hacerlo, pero simplemente no fue así.
Sea lo haya sido el caso de Juan, aquí cabe una advertencia para nosotros. Recuérdese que Juan estaba encarcelado. Esto podría ser aun para los más fuertes una experiencia deprimente. Juan ya no estaba en el sol del desierto, sino que su vida había pasado por debajo de una nube obscura. La advertencia para nosotros es esta: Tengamos cuidado de no perder la fe o caer en dudas cuando estamos afligidos y angustiados. Hay toda clase de experiencia que deprime y debilita.
Ahora, Jesús no levantaba un ejército, no entrenaba a sus discípulos para la guerra contra los romanos, no recaudaba fondos para alguna revolución; más bien, había demostración de poder milagroso para aliviar las aflicciones humanas. Una demostración es mucho mejor que una mera explicación. Jesús habló de sus hechos que cumplieron la profecía de Isaías, para que Juan interpretara estos hechos para contestar su propia pregunta, pues ningún profeta había hecho lo que Jesús hizo. Por su propio poder y por su propia autoridad hizo estas señales; aun perdonó pecados por su propia autoridad. Jesús no contestó la pregunta de Juan con palabras, sino con hechos, hablando de las buenas obras que había de hacer “el Siervo de Adonay”[7]. No criticó a Juan por haber hecho esta pregunta. Más bien, simplemente apunta hacia las obras que según los profetas el Mesías haría. Jesús había hecho estas obras y ahora deja que Juan saque su propia conclusión para contestar su propia pregunta. La mejor respuesta a la pregunta de Juan era la obra de Jesús. Seguramente Juan conocía estas profecías y sacó la conclusión correcta.
No convenía que Juan siguiera el ejemplo de los demás judíos que hallaron tropiezo en Cristo. La palabra sckándalon significa lazo o trampa, es decir, ocasión de caer. Se usa de cualquier cosa que suscite prejuicios, o que venga a ser un obstáculo para otros, o que les haga caer por el camino. Para algunos la aflicción o la persecución son ocasiones o causas de tropiezo. Para los judíos Jesús era piedra de tropiezo. Los líderes de los judíos tropezaron al ver a Jesús comer con publicanos y “pecadores”; cuando “violaba” el día de reposo sanando gente; cuando denunció sus tradiciones; cuando les llamaba hipócritas, cuando rehusó darles una señal del cielo y también cuando rehusó ser su rey. Todos estos tropiezos fueron causados por el concepto carnal y terrenal que los líderes de los judíos tenían de su Mesías.
Posiblemente por no entender la naturaleza del Reino de Cristo y por ser un poco impaciente había peligro de que Juan hallara ocasión de tropiezo en Jesús. Sin embargo, es muy probable que con la explicación de Jesús se borrara su duda.
Isaías había predicho que el Mesías no sería deseado por el pueblo de Israel[8]. Nació en un pesebre. Fue criado en Nazaret, un pueblo despreciado[9]. Sus apóstoles eran, por la mayor parte galileos, hombres humildes. Los discípulos de Jesús eran los “pequeños” del mundo, los insignificantes[10]. Sobre todo la cruz de Cristo, su muerte para expiar los pecados del mundo, era tropiezo para ellos[11].
3. El testimonio de Juan (Mateo 11.7-19; Lucas 7.24-35).
Después que los discípulos de Juan se fueron, Jesús hace un elogio como no se registra que hubiese hecho de nadie más, dejando en claro que era el Elías que tendría que venir, no porque creyera en la reencarnación, sino porque Juan contaba con un celo igual al del viejo profeta.
En lugar de criticar a Juan por su pregunta que aparentemente indicaba duda, Jesús lo alaba. Las cañas crecían en abundancia cerca del Jordán donde Juan bautizaba; alcanzaban tres o cuatro metros de altura y siendo muy frágiles se doblaban con el viento. Juan no era así; no era hombre débil, sin firmeza, variable, inconstante. No era hombre cambiable, vacilante, sin convicción, sin valor. No era doblado ni por el aplauso ni por el desagrado del pueblo. Si hubiera tenido ese carácter, habría elogiado al rey Herodes en lugar de condenar su matrimonio adúltero. Juan estaba encarcelado por haber hecho lo que los escribas, fariseos y otros líderes judíos no se atrevían a hacer: Reprender el pecado del rey. Juan no cedió a la opinión popular ni se comprometió con el pecado. Por ser todo lo opuesto a una “caña sacudida por el viento” él no solamente fue encarcelado, sino que también fue degollado.
Herodes estimaba a Juan, por eso, si Juan se hubiera aprovechado de ese aprecio que Herodes sentía por él, habría estado en el palacio en lugar de estar en la cárcel. Pero no era así. Juan no se podría comparar, pues, con una caña sacudida por el viento. Más bien debería ser comparado con un “árbol plantado junto a corrientes de aguas”[12].
Es indispensable que todo cristiano tenga convicción no de boca sino de acción, para no ser como cañas sacudidas por el viento, pero lamentablemente esto bien describe a muchos de los que profesan ser cristianos, miembros de la iglesia de Cristo. Hay hermanos que prefieren no ponerse del lado de la verdad. No les gusta la controversia. Algunos hermanos han dicho que quieren ser “bíblicos” pero no “polémicos”. Tales hermanos se engañan solos. No hay término medio entre la verdad y el error. Los que son “neutrales” aprueban el error, porque es imposible ser neutral y apoyar la verdad.
Juan anunció que el Reino se acercaba, pero todavía no existía; por eso, Juan no estaba en el Reino. La comparación aquí tiene que ver con privilegios. Los que están en el reino disfrutan grandes privilegios que aun los más grandes como Juan no disfrutaban. ¿Cuáles son algunas cosas que el cristiano más pequeño sabe que Juan no sabía? No sabía de la crucifixión, sepultura, y resurrección de Jesús. No sabía nada de los eventos del día de Pentecostés. Ignoraba los grandes eventos registrados en Hechos de los Apóstoles. No tuvo la dicha de leer las epístolas del Nuevo Testamento. Nunca participó de la Cena del Señor. No gozaba de las bendiciones espirituales que tenemos en Cristo; es decir, los más pequeños en el Reino disfrutamos de bendiciones y privilegios que no existían en el tiempo de Juan. ¡Cuán grande es, pues, la bendición de ser ciudadano en el reino de Cristo!
De lo que Jesús dice aquí es lógico concluir que Juan no estaba en el Reino, y si él no estaba en el Reino nadie estaba en el Reino en ese tiempo. Además, si Juan no estaba en el Reino tuvo que ser porque aún no existió el Reino. El ministerio del profeta ocurrió en los días finales del Antiguo Pacto, la Ley de Moisés. Él mismo había predicado que el Reino “se acerca”[13].
Es probable que lo que se afirma en Lucas 7.29-30 como un detalle de historia para enfatizar el éxito del ministerio de Juan. El pueblo común y aun los publicanos aceptaron el bautismo de Juan como la voluntad de Dios, pero los líderes religiosos lo rechazaron. Si el bautismo de Juan era “el consejo de Dios” cuánto más el bautismo mandado por nuestro Señor Jesucristo para todas las naciones[14]. Los que fueron bautizados por Juan reconocían que su bautismo era del cielo y no de los hombres[15]. Aprobaron su predicación sobre el arrepentimiento y el acercamiento del reino. “Justificar” a Dios significa afirmar o declarar que Él tenía razón, que lo que hacía era correcto.
Los fariseos y los intérpretes de la ley llegaron al bautismo de Juan, pero no se sometieron al bautismo, porque no querían confesar sus pecados y llevar frutos dignos del arrepentimiento. Debe observarse que Jesús enfatiza el bautismo como la prueba en cuanto a si los hombres justifican o rechazan los designios de Dios. Los millones que enseñan que el bautismo no es para perdón de los pecados hacen peor que los fariseos porque el bautismo requerido por Cristo y los apóstoles no solamente es para la remisión de los pecados, sino también para recibir al Espíritu Santo. Prácticamente todos los grupos religiosos de hoy no creen que el bautismo es para perdón de pecados. Ellos rechazan el propósito de Dios para ellos mismos; es decir, el daño hecho es, en primer lugar, contra ellos mismos. Sin embargo, también afecta a todos los ciegos que siguen a estos ciegos.
Estos religiosos creen que si uno está bautizado para perdón de pecados, cree que se está salvando por sus propias obras. Tal enseñanza ilustra bien la tragedia del calvinismo. Los “reformadores protestantes”, basándose en la teología calvinista, llevaban una campaña agresiva contra el catolicismo y cayeron en la trampa de la supuesta “salvación por la fe sola”. Hasta la fecha los “protestantes” no pueden ver la distinción entre las obras prescritas por el clero romano y los mandamientos de Cristo y el Espíritu Santo.
Ellos son semejantes a los niños caprichosos, inconstantes, que se sentaban en la plaza, donde se reunían los ciudadanos, se sentaban los jueces, se arreglaban los negocios, y los mercados se establecían, mientras los niños se reunían para jugar imitando a los adultos en todo. Ellos criticaban a Juan porque vivía aparte de la sociedad. Juan no llevaba vida social, pues vivía como ermitaño. Por eso lo veían como fanático, que equivalía a decir “está loco”.
Desde luego, Jesús no incluye en esta denuncia a todos de esa “generación”, porque en el texto paralelo[16] leemos que cuando el pueblo y los publicanos lo oyeron, justificaron a Dios, bautizándose con el bautismo de Juan. Los que no querían aceptar el mensaje y bautismo de Juan, tenían que justificarse de alguna manera; por eso, atacaban su vida ascética y rústica, diciendo que estaba loco, que él no era digno de enseñar ni bautizar ni mucho menos reprender a estos hombres tan sabios y tan elevados.
Pero Jesús no compartió la vida ascética de Juan. Asistía a los eventos sociales[17], y comía con toda clase de gente[18], y entonces le acusaban de “comilón”, que quiere decir “glotón”, y de “borracho”. Los que no querían aceptar a Jesús como el Mesías tenían que menospreciarlo para justificar su rechazo de Él. Según ellos, estos hombres, Juan y Jesús, no eran “dignos” de enseñar a los “exaltados” fariseos e intérpretes de la Ley. Juan estaba loco y Jesús era hombre frívolo e irresponsable que no respetaba el buen decoro. Si alguno no quiere aceptar la verdad, cualquier excusa sirve.
Dios había llamado a su pueblo tanto por el ministerio de Juan como por el ministerio de Jesús. Desde luego, había llamado a su pueblo por medio de los profetas a través de los siglos, pero el pueblo de Israel, como niños malcriados, consentidos y rebeldes, no respondían ni a uno ni a otro de los mensajeros de Dios.
Había diferencia entre el ministerio de Juan y el de Jesús, porque el propósito de cada ministerio era único. El mensaje de Juan era muy sencillo y también limitado: Un mensaje de arrepentimiento. Les dio ejemplos específicos de cómo arrepentirse[19]. Aparte de esto el único mensaje de Juan fue el mensaje de juicio[20]. En un sentido, pues, fue mensaje de “lamentación”.
Aunque Jesús predicó mucho sobre el arrepentimiento, su mensaje incluía muchas promesas de bendiciones y gozo para los que acepten el reino espiritual que iba a establecer. Sus parábolas reflejan este gozo: El gozo del pastor que encontró la oveja perdida, el gozo de la mujer que encontró la moneda perdida, el gozo del padre cuando el hijo pródigo volvió, y el gozo en el cielo entre los ángeles de Dios cuando el pecador se arrepiente, como también las parábolas que hablaban de la fiesta de bodas. Había mucha solemnidad en la enseñanza de Jesús, pero también abundan las palabras de gozo y alegría. La enseñanza del monte comienza con bienaventuranzas, como ya estudiamos.
Toda esta enseñanza fue la invitación del cielo ofrecida primeramente a los judíos, pero la rechazaron. Aparte de rechazar la invitación, mataron a Juan y después a Jesús mismo.
Los evangelistas deben preocuparse por agradar a Dios y no a los hombres[21], pero aunque quisieran agradar al pueblo, por más capacitados que sean para predicar, no pueden agradar a todos. Si es hermano muy serio, le acusan de ser malhumorado. Si es alegre y optimista de espíritu, le acusan de ser frívolo. Debe estar resuelto, pues, a no fijarse en lo que la gente quiera, sino solamente en lo que agrade a Dios. De todos modos, la obra es de Dios y los resultados están en manos de Dios. Dios sabe lo que la gente necesita.
4. Jesús es ungido (Lucas 7.36-50).
Se llama unción al proceso de embadurnar con aceite perfumado, grasa animal o mantequilla derretida, presente en los rituales de muchas religiones y razas. Las personas y cosas se ungen para simbolizar la introducción de una influencia sacramental o divina, espíritu o poder sagrados. Puede verse como una forma espiritual de librar a personas y cosas de influencias y enfermedades peligrosas, especialmente de los demonios que se cree causan dichos males. Entre los hebreos, el acto de la unción era importante en la consagración para uso sagrado: De aquí la unción del sumo sacerdote y de las vasijas sagradas. En la Biblia, el Sumo Sacerdote y el rey eran a veces llamados “el ungido”. Los profetas también eran ungidos. Ungir a un rey era equivalente a coronarlo: De hecho, en Israel no se exigía la corona. También se ungía a los muertos antes de enterrarlos.
Un fariseo invitó a Jesús a comer con él; y Él se sentó a la mesa. En ocasiones ordinarias, la gente en los tiempos bíblicos se sentaba o agachaba en el suelo alrededor de una mesa baja a la hora de los alimentos. El profeta Amós es el primer escritor sagrado en hablar de la costumbre de tenderse “sobre sus lechos” para comer[22]. En tiempos de Jesús, la costumbre romana de reclinarse sobre las butacas había sido aceptada enre algunos judíos. A la mesa romana se le llamó “triclinio”. Se colocaban a los lados de un cuadro y un cuarto lado quedaba abierto para que los sirvientes pudiesen atender a los comensales que se acostaban con los pies lejos de los alimentos, mientras ellos descansaban sobre el brazo izquierdo, con la cabeza levantada, de tal manera que el segundo húesped quedaba con su cabeza cerca del pecho del primero, de tal manera que si quería hablar algo en secreto, solo debía recostarse[23].
Había en la ciudad una mujer pecadora, que supo que Jesús estaba en casa del fariseo, así que entró con un frasco de alabastro con perfume[24]; se colocó a sus pies, llorando, y con sus lágrimas los lavaba y los secaba con sus cabellos, besándolos mientras los ungía con el perfume.
El fariseo, al ver esto, pensó: “Si Este fuera un profeta, sabría quién y qué clase de mujer es la que lo está tocando, que es una pecadora”. Jesús, conociendo su pensamiento le dijo: “Simón, cierto prestamista tenía dos deudores; uno le debía el salario de 500 días y el otro el de cincuenta; como no tenán con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de ellos lo amará más?” Simón respondió que aquél a quien le perdonó más. “Así es” le dijo Jesús, volviéndose a la mujer, “¿Ves esta mujer?” Cuando entré a tu casa no me lavaste los pies, pero ella lo hizo con sus lágrimas y los ha secado con sus cabellos. No me diste beso, pero ella, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste mi cabeza con aceite, pero ella me ungió con perfume. Por lo tanto, aunque sus pecados son muchos, han sido perdonados. Entonces dijo a la mujer: “Tus pecados han sido perdonados”. Y todos estaban intrigados de cómo podía perdonar pecados.
5. Las mujeres que iban con Jesús (Lucas 8.1-3).
Lucas hace una aclaración con respecto a la compañía que seguía a Jesús, él dice que además de los discípulos, iban también un grupo de mujeres que habían recibido sanidad o habían sido libertadas de espíritus demoniacos:
a. María Magdalena.
Probablemente era oriunda de Magdala[25]. Se menciona solamente una vez durante el ministerio de Jesús, como persona liberada de siete demonios, que luego figuró entre las mujeres agradecidas que servían al grupo itinerante de discípulos. Aunque la tradición ha identificado a María Magdalena con la mujer pecadora de Lucas 7.37-50, es dudoso que sean una misma persona, puesto que Lucas la presenta en el capítulo 8 como una figura nueva en la historia. Además, no es muy probable que Juana, mujer de Chuza, intendente de Herodes, se hubiera asociado con una mujer de mala reputación.
Estas mujeres acompañaron a Jesús hasta Jerusalén y presenciaron la crucifixión. Con el propósito de ungir el cuerpo de Jesús, María Magdalena, acompañada de otras, llegó a la tumba. Luego relataron el anuncio del ángel a los incrédulos discípulos. Juan 20.1-18 narra, además, que el Señor resucitado se le apareció a María Magdalena mientras esta lloraba junto al sepulcro.
b. Juana.
Esposa de un oficial de la corte de Herodes, a quien Jesús sanó. Cooperó con otras mujeres en el sostén económico de la compañía itinerante de Jesús. También fue una de las que anunciaron la resurrección a los discípulos.
c. Susana.
De ella no tenemos más información que la mención de su nombre, pero además había muchas otras mujeres que ayudaban a Jesús, especialmente con el sostenimiento económico.
d. La familia de Jesús (Mateo 12.46-50; Marcos 3.20-21, 31-35; Lucas 8.19-21).
Este es uno de esos pasajes que se prestan para discusión, especialmente con las personas que profesan la fe católico-romana que no pueden aceptar que María tuviese más hijos, por lo que han tratado de hacer decir que la palabra “pariente, primo” no existe en el vocabulario hebreo, dejando de lado la palabra “sungenés”, mientras que en este otro pasaje, cuando habla de los hermanos de Jesús usa la palabra “adelfos”, que literalmente significa “el que compartió el vientre”.
Los hermanos de Jesús eran hijos de José y María. El clero romano enseña que los “hermanos” de Jesús eran más bien sus “primos”, pero no hay razón alguna para afirmar tal cosa. Dicen esto para enseñar la falsa doctrina de “La Virginidad Perpetua de María”[26]. No quieren aceptar que José y María tenían matrimonio normal. Han hecho de María una especie de “diosa” y creen que la idea de “virgen” corresponde mejor a su posición. Pero ¿qué indica el lenguaje del texto? Que eran sus hermanos, hijos de José y María. A menos que haya buena razón para entender la palabra “hermanos” en otro sentido, entonces debe entenderse en su forma natural.
Obsérvese que estos hermanos aparecen con María. ¿Por qué andarían los sobrinos de María con ella? La Biblia no indica que los sobrinos tuvieran alguna causa para andar con ella. ¿Por qué andar con sus sobrinos en lugar de estar con sus propios hijos? Más bien sus hijos andaban con ella. Sería absurdo interpretar la palabra “hermanos” en estos textos como “primos hermanos” y la palabra “hermanas” como “primas hermanas”.
Ahora bien, los hermanos de Jesús no creyeron en Él[27]. Muchas personas sinceras, aun entre los discípulos más fieles, estaban perplejas acerca de Jesús y algunos aspectos de su enseñanza y conducta. Todos tenían conceptos inadecuados y algunos tenían conceptos errados. Para los judíos los lazos familiares eran sagrados, y la ley de Cristo enseña lo mismo, pero ¡las relaciones familiares no deberían nunca interferir con los asuntos del reino de Dios!
Decir que “María es madre de Dios” es blasfemia. Por muchas razones esta expresión católica es blasfemia. Es blasfemia contra Dios, contra Cristo y contra María misma. María nunca dijo ni hizo nada para elevarse a sí misma. Ella no tiene nada de culpa por esta blasfemia. Es pura invención humana y carnal. María era mujer “bendita” y “bienaventurada”[28] porque Dios la escogió para ser la madre de Jesús. Era mujer piadosa, y la última referencia a ella[29] nos dice que ella estaba con los fieles discípulos esperando los grandes eventos del día de Pentecostés, pero ella no aspiraba competir con su Hijo.
La afirmación de que María es una mediadora que escucha oraciones dirigidas a ella para entonces rogar a Jesús es enseñanza humana. En primer lugar es doctrina falsa, no enseñada en las Escrituras. Además insulta a Jesús nuestro único mediador[30]. Este mismo texto refuta la teoría. María y sus hijos interrumpen a Jesús y no suspende su obra de enseñar para atender a su madre. Si Dios hubiera querido presentar a María como la persona a quién debemos dirigir las oraciones, la hubiésemos visto en forma activa al lado de Jesús en su ministerio. Si el reino de Jesús hubiera sido de este mundo, es muy probable que Él sí hubiera hecho mucho caso a su madre. La habría recibido como Salomón atendió a su madre[31].
Desde luego, Jesús amaba y respetaba a su madre. Jesús estubo sujeto a José y María. Es importante comentar que a Jesús nunca le faltó respeto por su madre. Aun en la cruz cuando estaba en tanta agonía se preocupó por el cuidado de ella, pero recuérdese bien lo que dice Jesús[32].
Por lo tanto, aprovechó la interrupción causada por María y sus hermanos para enseñar una lección importante de que las relaciones espirituales son más importantes que las relaciones familiares. Los hombres dan mucha importancia a la relación familiar. Para muchos es de suma importancia. Todos saben de la importancia de cada miembro de la familia real. Los hijos son príncipes y princesas que siempre deben dar todo honor a su rey padre y a su reina madre. Sin despreciar a su familia, Jesús enseña que hay que dar preferencia a la familia espiritual. Una sola persona es hermano, hermana y madre de Jesús. Él no dice que algún discípulo es mi hermano, que alguna discípula es mi hermana, y otra mi madre, sino que cada discípulo es su hermano, hermana y madre. Para estar en la familia de Jesús tenemos que hacer la voluntad del Padre.
Siempre existe la tentación de dar preferencia a los de la familia física, pero recuérdese Mateo 10.34-39.
Sin lugar a dudas, muchos miembros de la Iglesia serán perdidos por dejar que padres, hermanos, tíos, primos y otros familiares exijan primer lugar en sus vidas. Es posible que a veces algunos padres y otros lo hagan con buenas intenciones, pero de todas maneras destruyen a sus seres queridos que han obedecido a Cristo.
Hemos ganado una familia grande en Cristo. Muchas personas que obedecen al evangelio son rechazadas por su familia, pero entonces ganan una familia muy grande de hermanos en Cristo. Somos parientes de Jesús. ¡Somos su familia! ¡Es un honor tremendo! Jesús no se avergüenza de llamarnos hermanos[33]. Entonces, nunca nos avergoncemos de llamarnos hermanos de Él.
6. El sermón del lago (Mateo 13.1-9; Marcos 4.1-9; Lucas 8.4-8).
De esta casa, Jesús fue a la orilla del lago, pero era tanta la gente que prefirió subir a un barco y enseñar desde ahí, y lo hizo en parábolas[34].
a. La parábola del sembrador.
Esta parábola describe cuatro clases de terreno en las que cae la semilla sembrada. Se llama comúnmente “la parábola del sembrador”, pero el énfasis no está sobre el sembrador, sino sobre las varias clases de terreno que reciben la semilla. El sembrador puede ser bueno o malo, elocuente o aburrido, pero de todas maneras los resultados dependerán en gran manera de los oyentes mismos. Jesús es el Maestro Perfecto, pero no logró convertir a todo el mundo.
1) La semilla es la palabra de Dios[35].
Las cuatro clases de terreno son cuatro clases de oyentes. La parábola enseña la responsabilidad de oír la palabra, porque por el oír viene la fe[36]. Jesús bien sabía que la semilla no puede germinar y producir en toda clase de corazón humano. Multitudes le seguían a veces, pero por curiosidad, algunos buscaban panes y peces, algunos tenían motivos políticos y revolucionarios, y otros eran sinceros.
En esta parábola Jesús les presenta un retrato de ellos mismos; pone delante de sus ojos el espejo para que puedan ver cómo eran. Les cuenta una historia acerca de ellos mismos y de cómo ellos oyen la palabra. ¿Cómo recibirían su enseñanza? De la misma manera en que los varios terrenos de Judea recibían la semilla del sembrador.
2) Los que son como la semilla que cae junto al camino son los que permiten que sus corazones sean “pavimentados” por todos los sucesos y actividades de esta vida. Su vida ha sido fuertemente afectada e influenciada por los asuntos de la vida diaria: El empleo, la familia, los planes, las bodas, los funerales, los crímenes y docenas de otras cosas. Estos tienen corazones desatentos, insensibles, preocupados e indiferentes en cuanto a los asuntos espirituales. Su intelecto está lleno de prejuicio, la conciencia cauterizada y la voluntad perversa. No pone atención a la palabra de Cristo.
Satanás arrebata la palabra con miles de distracciones. Presenta el error como tan bueno o mejor que la verdad. Presenta ante la atención del hombre toda clase de intereses terrenales, no necesariamente malos en sí, pero demandan la atención y esta clase de corazón no recibe la palabra. El diablo sabe el poder de la Palabra de Dios. No quiere que nadie permita que entre en el corazón. No quiere que la gente oiga. Si oye, no quiere que crea. Si cree, no quiere que obedezca. Siempre le anima a posponer la obediencia.
3) La que cae sobre una capa delgada de tierra sobre la roca sólida, donde no hay humedad es la segunda clase. Brota pronto pero no puede echar raíces. El punto clave es que pronto brota y pronto muere. Es cuestión de recibir luego y entonces caer luego. Este es el oyente superficial, emocional, impresionable, impulsivo. Obedece con gozo pero es gozo pasajero. No obedece por convicción. Oye un sermón conmovedor y obedece. Los amigos obedecen, por eso él también obedece. Tal vez obedece durante una “campaña emocionante”, pero no calculan gastos. No considera la cruz que debe llevar. No toma en cuenta la oposición que encontrará. Obedece, pero no se acerca a Dios en oración y con lectura bíblica, no es debidamente activo en la iglesia, no se fortifica, no se confirma. Vienen persecuciones, tribulaciones, críticas, burlas, pruebas, las cuales deben fortalecerle[37] y acercarlo a Dios, pero más bien le alejan de Dios y le hacen tropezar.
4) Las que caen en espinos absorben toda la humedad y fertilidad, y excluyen de la planta la luz y el aire; por eso, el crecimiento es retardado e impedido. Según Mateo 6.24-34 el afán es innecesario, porque nuestro Padre sabe nuestras necesidades; es prohibido, es vano. La ansiedad indica falta de fe en Dios. Indica una preocupación excesiva por los asuntos de esta vida, y una falta de interés en cosas espirituales. El afán de este siglo no quiere decir vicios, sino una preocupación excesiva por tales asuntos como el empleo, el negocio, la educación, y los problemas ordinarios de la vida.
La prosperidad es más peligrosa que la pobreza. Muchos cristianos abusan del “dinero plástico”, haciendo muchas compras y así comprometiéndose más allá de sus posibilidades, y luego viene un afán abrumador. Esta práctica bien ilustra el amor al dinero. Muchos se entrampan con deudas que nunca pueden pagar. Esta práctica es una forma de mentira y de robo, porque prometen pagar lo que no pueden pagar. La avaricia es idolatría[38].
5) Hay una semilla que cae en tierra fértil, limpia, húmeda, buena, como Samaria[39]; Jerusalén en el día de Pentecostés después de la resurrección[40]; etc. Estos oyen la palabra, la entienden, la obedecen y llevan fruto. Es el corazón bueno que puede ser conmovido por las grandes verdades del Evangelio, y que celosamente las guarda. Oye la Palabra atentamente, la estudia, la entiende y la obedece no importa quién la predique, ni con qué motivos la predique, ni quién más la obedezca, ni cuántas ofensas vengan.
La que cayó en buena tierra no es como la que cayó junto al camino, porque sí entiende. No es que tenga intelecto superior, sino atención superior. No es como la que cayó en la capa delgada de tierra sobre una piedra, porque sí echa raíces y no es vencida por las pruebas de la vida. No es como la que cayó entre espinos, porque evita el afán y el engaño de las cosas materiales. Es la única que lleva fruto. Muchos quieren culpar al “sembrador” por el poco fruto que se lleva en la obra, pero Jesús culpa también a los oyentes. La lección es que cada quien debe examinar cuidadosamente su corazón.
b. ¿Por qué en parábolas? (Mateo 13.10-15; Marcos 4.10-12; Lucas 8.9-10).
Los apóstoles estaban intrigados por qué Jesús no les decía a las multitudes las cosas claramente, sino que lo hacía valiéndose de las parábolas. Él les dijo que lo hacía de esta manera debido a que ellos se habían embotado la mente y que por eso solo buscaban las señales, en lugar de estar en la búsqueda de lo más importante: La vida eterna.
Hay parábolas en el Antiguo Testamento[41]. Un dicho común entre rabinos judíos era “¿A qué lo compararé?”[42]. Jesús las usaba más que nadie. Ni antes ni después ha habido otro maestro que tanto haya enseñado en parábolas.
Es verdad que puede haber en algunas de las parábolas más de una lección. Por ejemplo, la parábola de los talentos[43] tiene que ver con la responsabilidad individual, pero también se refiere claramente al juicio final, de recompensa para los fieles y castigo para los infieles.
Los detalles o circunstancias de la parábola no necesariamente tienen importancia. Esta regla es importante. En la mayoría de las parábolas las circunstancias no tienen significado. Una parábola es una ilustración basada en eventos comunes, las actividades diarias de la gente. Jesús conoce al hombre, y conocía a la gente de Palestina, todo aspecto y detalle de su vida diaria. Leemos sus parábolas y los hogares de aquel tiempo se nos abren. Vemos una mujer haciendo pan; a otra en la costura; la emergencia de aquel que pide pan a media noche para la visita; los ricos con bodegas llenas; el trabajador que no se atreve a comer hasta que el patrón haya comido. Todo el panorama se presenta: El agricultor arando, el pescador con sus redes, la alegría de los que se recibían en las bodas y la tristeza de los que no podían entrar, el edificador construyendo una torre, la viuda ante el juez pidiendo justicia.
1) Jesús habló en parábolas para revelar la verdad. Las parábolas son “ventanas” que dejan entrar la luz. Nos ayudan mucho en nuestro entendimiento de verdades celestiales. Jesús podía “colgar la verdad” sobre las cosas y actividades más comunes para que la veamos y entendamos mejor. Jesús habla de “los misterios[44] del Reino de los cielos”. Así Jesús explica con parábolas la naturaleza verdadera del Reino. Vemos la armonía entre las parábolas de Jesús y las enseñanzas apostólicas que se registra en los Hechos y en los otros libros del Nuevo Testamento.
2) Jesús habló en parábolas para conservar la verdad. Las parábolas nos ayudan mucho para recordar la enseñanza. ¿Quién no recuerda al “Hijo Pródigo”? Es fácil recordar las parábolas. Cada una es una “obra maestra”, sin igual en los escritos y discursos de los más destacados autores, filósofos, estadistas, etc., del mundo entero. Los nombres de Sócrates y Platón son muy reconocidos, pero ¿qué enseñaron?
3) Jesús habló en parábolas para dejar que sus enemigos se condenaran solos. De esta manera Jesús despertó la conciencia de la gente para que pudiera ver su propia rebeldía. Natán usó este medio[45], dejando que David pronunciara su propio castigo por haber adulterado con Betsabé y por haber muerto a Urías. Jesús usó este medio.
4) Jesús habló en parábolas para esconder la verdad. Parece que esto contradice lo que ya se afirmó, pero es cierto. Jesús habló por parábolas para ilustrar la verdad para los sinceros y al mismo tiempo para ocultar la verdad de los insinceros. Siempre ha habido personas insinceras que no quieren la verdad, y no la aceptarán cuando se les presente. Al hablar en parábolas Jesús dejó a éstos en oscuridad. Jesús habló en parábolas para que sus enseñanzas fueran más claras y efectivas. Él quiere que todos entiendan y se conviertan, pero es imposible entender y recibir el beneficio de Su enseñanza si cerramos los ojos. Es importante recordar que estos judíos ya tenían sus ojos y oídos cerrados antes de oír a Jesús. Llegaron a escucharle con sus ojos y oídos cerrados. Por eso les habló en parábolas. Jesús reaccionó a ellos de acuerdo a su reacción a Él.
c. Explicación de la parábola.
Jesús explicó la parábola del sembrador:
1) Todo el que oye la palabra del reino y no la entiende, el maligno viene y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Este es en quien se sembró la semilla junto al camino.
2) En quien se sembró la semilla en pedregales, es el que oye la palabra y enseguida la recibe con gozo; pero no tiene raíz profunda en sí mismo, sino que solo es temporal, y cuando viene la aflicción, enseguida se aparta de ella.
3) El que tiene espinos en su corazón, es el que oye la palabra, pero las preocupaciones del mundo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se queda sin fruto.
4) Pero el que tiene tierra buena en su corazón, es el que oye la palabra y la entiende; éste sí produce fruto.
5) La lámpara (Marcos 4.21-25; Lucas 8.16-18).
Esta parábola puede tomarse como una crítica de Jesús a los que consideran que lo mejor es tener el conocimiento del Evangelio y luego estarse lo más escondido posible, para que nadie le moleste. La verdad es que los cristianos estamos llamados a iluminar a este mundo y hacer conocer la buena nueva de la salvación.
Jesús continúa presentando el “misterio” del Reino y como se relaciona a los oyentes de la predicación del Evangelio. La lámpara es encendida y puesta en el lugar apropiado para que dé luz a la gente. No es puesta debajo de un cajón donde no puede llevar a cabo su propósito de alumbrar a las personas.
Dadas las circunstancias del endurecimiento de corazón de parte de los líderes religiosos de los judíos, Jesús recuerda a sus discípulos de la responsabilidad de oír con gran atención para luego poner por obra lo que se les dice. Van a oír grandes verdades respecto al reino y esto requiere que ellos pongan máxima atención. Jesús les explica parábolas y ellos tienen entendimiento. Ahora, cuidado que no dejen de seguir oyendo con atención porque van a ser comisionados a ir por todo el mundo a anunciar el Evangelio.
Los discípulos, dando mucho en el ejercicio de sus responsabilidades de dejar alumbrar bien su luz, iban a recibir aún más de estas bendiciones espirituales de revelación. El punto es este: Tomar en serio las responsabilidades para poder recibir aun más de las nuevas del Reino. Dios da a la persona que muestra disposición de recibir y de usar lo que recibe. Tal persona muestra fruto y producción de lo que ya recibió; ahora Dios le da más. En cambio, la persona que no dispone de corazón receptivo ni produce nada de lo que ya recibió, perderá la oportunidad de recibir más y la utilidad de lo ya recibido.
d. Parábola de la semilla sola (Marcos 4.26-29).
Jesús comparó también el Reino de Dios como la semilla que es sembrada y luego el sembrador se va a dormir y la semilla brota y crece y en la mañana se encuentra un brote y él sabe como salió, sino que la tierra produjo fruto por sí misma y después que el grano está maduro, el hombre mete la hoz, porque ha llegado el tiempo de la siega.
Jesús desea aclarar la naturaleza verdadera del Reino de Dios dentro del hombre. Como el hombre echa semilla en la tierra, así el evangelio se siembra en los corazones de los hombres. El plan de Dios de salvación para el hombre perdido es un plan de enseñanza[46].
El proceso de desarrollo y producción de parte de la semilla en la tierra es de Dios, el autor de la vida, y fuera de la vista del ser humano, aunque se levante de día y de noche para observar. Observa pero no sabe lo que solamente está en la mente del Creador de la vida. Como el misterio de la vida, así también es el misterio del reino. El reino de Dios está dentro del hombre y no como los reinos visibles del hombre que son establecidos y mantenidos por fuerzas puramente externas y físicas. El reino de Dios es promovido por la plantación de la doctrina de Cristo en el corazón del hombre, donde de manera invisible obra grandes cambios de reformación de vida.
En el mundo de la vegetación la tierra misma tiene fuerza para cambiar la semilla en una planta útil, sin que el hombre tenga parte en el proceso. Solo Dios ha determinado el proceso del cual resulta una secuencia de desarrollo hasta que al final se presenta la espiga para el uso del hombre. De igual manera en el reino espiritual de Dios la verdad sembrada en el corazón del hombre “bueno y recto”[47] obra un gran cambio interiormente, y fuera de la vista de otros hombres, hasta que por fin se presenta “la nueva criatura”[48], creada en Cristo Jesús para buenas obras[49]. En todo el proceso no hubo nada de conquistas militares, con todo el ruido de equipo de destrucción.
Como es el caso en el reino vegetal, que el fin de todo el proceso es la siega o cosecha, así es con el Reino de Dios. El fin de la producción de cristianos es que ellos alcancen la vida eterna[50].
e. Parábola del trigo y la cizaña (Mateo 13.24-30).
También lo comparó a un hombre que sembró buena semilla en su campo. Pero mientras dormía, vino su enemigo y sembró cizaña entre el trigo, y se fue. El trigo brotó y produjo grano, pero apareció también la cizaña. Los trabajadores estaban extrañados y querían arrancar la cizaña, pero el dueño no lo permitió ya que el trigo y la cizaña son muy parecidos, así que podían equivocarse y causarle daño al trigo, pero al crecer el trigo daría fruto, y entonces podrían arrancar primero la cizaña y quemarla, mientras al trigo se le daría el uso correcto.
f. Parábola del grano de mostaza (Mateo 13.31-32; Marcos 4.30-32; Lucas 13.18-19).
De nuevo comparó el Reino de los Cielos, esta vez a un grano de mostaza que es una planta de la familia de las crucíferas que crece en toda la cuenca mediterránea, existiendo unas cuarenta especies distintas en la Tierra, solo teniendo interés comestible y médico la llamada mostaza blanca, la mostaza negra y la mostaza “salvaje”. El nombre, como lo conocemos hoy, aparece por primera vez en Francia hacia el año 1220, derivada de la palabra latina “mustum”, que es lo mismo que decir “mosto ardiente” por tener los romanos la costumbre de diluir granos de mostaza en el zumo de la uva.
Los griegos la utilizaban como planta para condimentar sus platos y Pitágoras la recomendaba por creer que aumentaba la memoria y daba alegría al espíritu; también se sabe que el botánico Teofrasto la cultivaba en los jardines. Los romanos la tenían como planta medicinal, la consideraban excelente contra los dolores de cabeza o como digestivo, y como condimento. Los romanos la utilizaban en sus vinos especiados y también confitaban en vinagre sus hojas.
g. Parábola del fermento (Mateo 13.33; Lucas 13.20-21).
Se denomina levadura a cualquiera de los diversos hongos microscópicos unicelulares que son importantes por su capacidad para realizar la fermentación, produciendo distintas sustancias.
Una de las levaduras más conocidas es la especie Saccharomyces cerevisiae. Esta tiene la facultad de crecer en forma anaerobia[51] realizando fermentación alcohólica. Por esta razón se emplea en muchos procesos de fermentación industrial, de forma similar a la levadura química, por ejemplo en la producción de cerveza, vino, hidromiel, pan, producción de antibióticos, etc.
h. Explicación de la parábola de la cizaña (Mateo 13.36-43).
Los discípulos le pidieron a Jesús que les explicara la parábola de la cizaña del campo. Jesús les hace ver que la parábola enseña que habrá separación completa de los buenos y los malos solamente en el fin del mundo. Trata de la coexistencia del bien y del mal en este mundo. Los judíos esperaban la venida de un Mesías revolucionario que de una vez acabaría con los enemigos de ellos. Esta parábola refuta esa idea errónea.
No trata de la disciplina en la Iglesia. Este texto se ha empleado mal para refutar la práctica de disciplina en la Iglesia. Esta parábola ilustra un aspecto del Reino, el aspecto del juicio de Dios sobre los malos.
A lo que les respondió que el sembrador es Él mismo; la buena semilla en esta parábola no es la palabra de Dios como en la parábola anterior. El campo es el mundo, no; la la Iglesia. La cizaña son los hijos del maligno; el enemigo es el diablo, la siega[52] es el fin del mundo, y los segadores no son los hijos del Reino, ni los ancianos de la iglesia, son los ángeles. Así como la cizaña se recoge y se quema en el fuego, de la misma manera será en el fin del mundo cuando Cristo enviará a sus ángeles, y recogerán a todos los que son piedra de tropiezo en su Reino y a los malvados; y los echarán en el fuego. Entonces los justos resplandeceran como el sol en el Reino de su Padre.
En un sentido la iglesia sí es el Reino. En muchos textos las palabras “Iglesia” y “Reino” se usan intercambiablemente, ya que tienen la misma cabeza. El Rey del Reino[53] es la Cabeza de la Iglesia[54]. Los requisitos de entrada iguales. Juan 3.5 nos dice cómo entrar en el Reino. El agua de este texto es el bautismo. 1 Corintios 12.13 dice que somos bautizados en el Cuerpo que es la Iglesia. La Cena del Señor está en la Iglesia[55] y esta misma mesa[56] está en el Reino[57].
La casa de Dios, profetizada en 2 Samuel 7.13-14; Isaías 2.2-4, etc., es el Reino de Cristo, la Iglesia[58]. Dios no tiene dos casas espirituales.
Pero su reino en sentido absoluto es mundial. Por lo tanto, en esta parábola la palabra “Reino” no se refiere a la Iglesia, sino al Reino mundial de Dios, su reinado sobre el universo entero. Debemos orar por los gobiernos[59] porque Dios tiene todo poder sobre todos los reinos del mundo. Su “Reino” o reinado en este texto se ilustra en Lucas 19.14, 27; Mateo 28.18; Efesios 1.20-23.
Esta parábola no habla de la disciplina de la Iglesia porque el tema de esta parábola no es lo que pasa en la Iglesia sino en el mundo. Si esta parábola enseñara el no practicar la disciplina en la Iglesia habría contradicción entre este texto y los siguientes textos: Mateo 18.15-17; Romanos 16.17; 1 Corintios 5; 2 Tesalonicenses 3.6, 14; y Tito 3.10. Jesús no habla del mal en la Iglesia, sino del mal en el mundo entero. Habrá malos y maldad hasta el fin. La lección central de esta parábola es la siguiente: Hasta el fin del mundo habrá malos hombres y toda clase de maldad. La venida del Mesías no cambió eso. Los judíos creían que su Mesías traería perfecta paz a los judíos y una completa victoria sobre sus enemigos. Su ilusión era sentarse cada uno de ellos bajo su propia higuera y ser servido por los gentiles. Esperaban un verdadero paraíso aquí en la tierra. Pero muy al contrario, los seguidores de Jesús siempre han sido perseguidos[60]. Siempre ha habido falsos maestros[61]. Desde que Jesús vino ha habido engaño, violencia, hipocresía y toda clase de maldad en el mundo. Cristo tiene toda potestad, y el evangelio es el poder de Dios para salvación, pero Jesús nunca dijo que su Evangelio y su Reino espiritual acabarían con la maldad en este mundo.
Jesús no trajo revolución en sentido político. No vino con armas carnales[62]. Su Evangelio y su Reino han tenido mucho impacto sobre el mundo, pero obra como luz, como sal, y como buena levadura.
Los russellistas tienen más o menos el mismo sueño ahora que los judíos tenían. Creen que la tierra será un paraíso para ellos después del “Armagedón”. Todos los milenarios comparten este sueño. Hay variaciones de esta teoría, pero básicamente la esperanza de todos los milenarios es la misma, a saber, otro huerto de Edén aquí en la tierra. La teoría queda refutada por la parábola de la cizaña. Jesús dice claramente que hasta el fin del mundo habrá malos entre buenos aquí en el mundo. Nunca habrá aquí en la tierra ninguna especie de paraíso.
Debemos apreciar y nunca olvidar que esta parábola demuestra la gran bondad de Dios. Recordemos tales textos como Romanos 2.4; 1 Timoteo 2.4; 2 Pedro 3.9, que hablan de su bondad y su paciencia en darnos múltiples oportunidades para arrepentirnos y prepararnos para el juicio final. Especialmente 2 Pedro 3.15: “Tened presente que la paciencia de nuestro Señor significa salvación, tal como os escribió también nuestro querido hermano Pablo, con la sabiduría que Dios le dio”[63]; es decir, su paciencia en no acabar con el mundo es para darnos más tiempo para arrepentirse y prepararnos para nuestro encuentro con Dios en el día final. Si los malos debieran sacarse del mundo, ¿cuántos de nosotros estaríamos todavía aquí?
Es importante observar que el campo en el cual la semilla fue sembrada equivale al Reino del cual los malos son sacados. El sembrador no puede sembrar en un lugar y luego recoger en otro lugar. El campo, que es el mundo, equivale al Reino en esta parábola[64]. En esta parábola vemos que los súbditos del Señor no son únicamente los que le sirvieron voluntariamente, sino los otros que no querían que él reinara sobre ellos; es decir, el Reino de Éste consistió tanto de malos como de buenos.
¿Vino Jesús para llevar a cabo cambios revolucionarios? Recuerde que los judíos, incluyendo a los discípulos de Jesús, esperaban que con la venida del Mesías vendrían también cambios revolucionarios. Este concepto se observa, por ejemplo, en Mateo 11.12; Juan 6.15. Querían usar a Jesús como “bandera para revolución”. ¿Cómo se establecen y se extienden los reinos del mundo? Por medio de compras o de conquistas. Pero Jesús no tenía dinero[65]. No levantó un ejército y prohibió el uso de la espada en su defensa[66]. No buscó alianzas con los gobiernos del mundo. No formó ningún partido político. No levantó ningún movimiento para resistir al gobierno romano; al contrario enseñó que debemos pagar los impuestos al gobierno[67]. No incitó a la gente a protestar contra la esclavitud y otras injusticias sociales. ¿Cómo, pues, podía crecer su Reino? El crecimiento de su Reino sería como el crecimiento de una semilla de mostaza. Su influencia sería como la de levadura escondida en tres medidas de harina.
El crecimiento del reino se realiza a través de enseñar la Palabra. Cristo dedicó su vida a enseñar en las sinagogas, sobre el monte, a la orilla del mar, en la plaza, en el Templo, en las casas y en cualquier otro lugar donde había gente que le escuchara. Cristo escogió a los doce y los envió a predicar. Escogió a los setenta y los envió a predicar. Como los reyes del mundo preparan y envían soldados para las campañas para conquistar nuevo territorio, así Cristo preparó y envió a sus discípulos con “…la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios”[68] para extender su Reino. No hay otra manera.
Los apóstoles persuadieron a muchos. Los apóstoles fueron enviados a predicar el Evangelio y a persuadir a los que les escucharan. Pablo estuvo “…discutiendo y persuadiéndoles acerca del reino de Dios”[69] “procurando persuadirlos acerca de Jesús”[70].
El otro sermón potente, aparte de la predicación del Evangelio, que produce el crecimiento del Reino es el sermón de la vida fiel de los discípulos de Cristo[71].
El reino creció en el primer siglo. Comenzó como semilla de mostaza. Muchos menospreciaron a Jesús que era reconocido como el carpintero de Nazaret. Creían que Jesús era hombre insignificante entre ellos. No esperaban nada de importancia de Él. Jesús y sus discípulos eran como el pequeño grano de mostaza. El Reino no se preparó para reyes, príncipes, ricos y famosos, sino para la “manada pequeña” que sinceramente seguía a Jesús.
Un pequeño grupo de discípulos se reunieron en el aposento alto en Jerusalén para perseverar en oración, y para esperar el momento en que los apóstoles recibirían el prometido poder del Espíritu Santo[72]. Eran gente iletrada, de lo más corriente del pueblo. ¿Cómo podían tales hombres servir como los pilares del nuevo Reino? Dios escogió lo menospreciado del mundo a fin de que nadie se jacte en su presencia[73].
Como la levadura trabaja y transforma la masa, así el Evangelio del Reino tiene gran poder transformador en el mundo. Dice Pablo: “Porque no me avergüenzo del evangelio, pues es el poder de Dios para la salvación de todo el que cree, del Judío primeramente y también del Griego”[74]. En la misma carta explica cómo nuestras vidas son transformadas[75].
Jesús dice que sus discípulos tienen un impacto muy positivo sobre la sociedad humana, como la sal preserva de la corrupción y como la luz alumbra y acaba con las tinieblas. Estas enseñanzas nos hacen ver que los cristianos no deben llevar una vida aislada o monástica, porque deben estar asociados con los del mundo para influir en sus vidas para la salvación. Jesús hablaba del mal en el mundo, pero dijo que en lugar de ser vencidos por el mal debemos vencer el mal con el bien. La levadura es invisible, pero es muy “contagiosa” y sigue trabajando hasta que todo sea leudado. Jesús no creía que Él tenía que estar siempre enseñando a una multitud de gente. Se observa varias veces hablando con una sola persona o con dos o tres. Escogió a los doce para que ellos estuvieran con Él[76], y estar bajo su influencia durante unos tres años y medio.
El Evangelio tuvo gran impacto sobre el imperio romano. La verdad de lo que Jesús dice se puede ver claramente en los primeros siglos. El Evangelio del Reino trajo grandes bendiciones para todo el imperio romano, pero especialmente para el esclavo, el pobre, la mujer, los ancianos y niños y se puede decir que todo segmento de la sociedad humana recibió y sigue recibiendo ricas bendiciones. Es interesante leer lo que se dijo en Tesalónica acerca de Pablo y sus compañeros: “Esos hombres que han revolucionado todo el mundo han llegado también hasta aquí”[77]. Lo que ellos llamaron “revolucionar” era y es en realidad la obra de transformar de acuerdo a la voluntad de Dios. Verdaderamente el Evangelio de Cristo tuvo un gran impacto sobre el imperio romano.
No se puede apresurar el crecimiento verdadero. A veces pensamos humanamente y queremos resultados inmediatos. A veces sacudimos el árbol cuando la fruta todavía es verde. Cristo sabía que el proceso de enseñar requiere tiempo. Él invitaba a todos, pero no apresuraba a nadie a convertirse en discípulo. En lugar de apresurar a la gente, Jesús siempre explicó lo difícil de ser discípulo. Habló de calcular gastos. No quería desanimar a nadie, pero quería y quiere que todos le obedezcan con los ojos abiertos.
Jesús y los apóstoles nunca usaron tácticas carnales. Hoy en día las “iglesias”, incluyendo algunas congregaciones de la Iglesia de Cristo, emplean tácticas políticas y comerciales para ganar más miembros. Usan mucha “carnada” para pescar más gente. Ofrecen comida, ropa, actividades sociales, etc. En el entrenamiento de los miembros para la obra personal se usan los medios efectivos de los agentes vendedores. Si vamos a usar medios carnales, ¿por qué no usamos un revólver? ¿Por qué no ganamos gente como los españoles “ganaron” a los indios con la espada?
Muchos están encantados de lo grande. Muchos, aun en la Iglesia del Señor, están encantados de lo grande: Grandes edificios, grandes bancos, grandes aviones y buques, grandes ciudades, etc., como si lo más grande fuera mejor. Muchos cristianos creen que la Iglesia debe tener campañas en el coliseo, y juntar el dinero de miles de “iglesias” para algún proyecto mundial. Pero Jesucristo habla del “más pequeño en el reino”, de “un vaso de agua fría”, de las “dos blancas” que la viuda dio, de “un talento”, de “una oveja perdida”. Dio mucha atención a un hombre que, aparte de ser un odiado cobrador de impuestos romanos, “era pequeño de estatura”. Jesús no enseña que lo más grande es lo mejor. Nunca se sintió orgulloso de los grandes números que le seguían; al contrario, al ver la multitud comenzaba a enfatizar lo espiritual en lugar de lo material, y les habló de la necesidad de calcular gastos para ser su discípulo.
En conclusión, es muy cierto que el principio de la obra de Cristo fue pequeña. Pero Hechos 2.41 habla de la conversión de tres mil personas; Hechos 4.4 dice que “…el número de los hombres como a cinco mil”[78]; y luego Hechos 6.7 dice: “Y la palabra de Dios se difundía: el número de los discípulos aumentaba considerablemente…”[79]. Hechos describe el crecimiento. En Hechos 1.8, Jesús dice que sus apóstoles serían testigos en Jerusalén, en Judea, en Samaria y hasta lo último de la tierra. Es muy interesante seguir la historia del crecimiento del reino como Lucas la registra a través de este libro.
En la Enseñanza del Monte Jesús instruyó en lenguaje literal en cuanto al carácter y los deberes de sus discípulos, pero al describir la naturaleza del Reino, que todavía no se había establecido, habla a la multitud en parábolas. Eran las “cosas escondidas desde la fundación del mundo” y apenas ahora aquí en Mateo 13 se están revelando, primero en parábolas y después en lenguaje literal. Pablo habla de este “misterio” en Efesios 3.3-9.
i. Parábola del tesoro y la perla (Mateo 13.44-46).
1) El tesoro.
Volvió a comparar el Reino de los Cielos con un tesoro escondido que encontró un hombre, y lo vuelve a esconder, y lleno de alegría va, vende todo lo que tiene y compra aquel campo. Y también es semejante a un mercader que busca perlas finas, y al encontrar una de gran valor, fue y vendió todo lo que tenía y la compró.
Hay dos pensamientos principales en estas dos parábolas: El valor del Reino y el gozo de encontrarlo. La parábola de cosas perdidas: La oveja perdida, la moneda perdida y el hijo perdido, dan énfasis al valor de los perdidos y el gozo de hallarlos. Estas dos parábolas hablan del valor del Reino y el gozo de hallarlo. En estas dos parábolas se ve cómo el Reino afecta al individuo. El hallar este tesoro es asunto individual. La relación con Dios es asunto individual.
Muchos atesoraban bajo tierra[80] sus posesiones valiosas por temor de ladrones, invasiones, revoluciones, etc. No había bancos. Consistía de oro, plata, varias clases de monedas, joyas, y otras cosas valiosas. Muchos tesoros fueron perdidos debido a guerras, cambio de gobierno, la muerte del dueño, por ejemplo, en batalla, etc., y nadie sabía de ellos.
Fue hallado por los que buscaban tales tesoros[81], o tal vez más comúnmente fue hallado por los que trabajaban la tierra. La Ley judaica era de que tales hallazgos pertenecían a quien los descubriera.
a) El Evangelio es un verdadero tesoro.
En la carta de Pablo a los Efesios hallamos la palabra “riquezas” cuatro veces. Dice Efesios 3.5 que “Este misterio no se dio a conocer a los hombres en tiempos pasados…”[82]. Así es que la idea de tesoro “escondido” es apropiada. Pablo emplea la palabra “riquezas” en sus cartas. Dice en 2 Corintios 4:7: “Cuando Dios nos dio la buena noticia, puso, por así decirlo, un tesoro en una frágil vasija de barro”[83]. En Efesios 3.8 habla de “la insondable riqueza de Cristo”[84], porque el Evangelio revela a Cristo: Su vida, crucifixión, resurrección y ascensión y la salvación que recibimos a través de Él. El Evangelio nos salva de la culpa del pecado, nos limpia de la contaminación del pecado, y nos entrega de las consecuencias del pecado. La obediencia al evangelio nos pone en Cristo y recibimos todas las bendiciones espirituales (Efesios 1.3).
b) La parábola ilustra el gozo de hallar el reino.
i. “Hemos encontrado al Mesías”[85]. Este texto habla de dos hermanos que hallaron al Mesías y luego hallaron a sus hermanos para compartir con ellos las buenas noticias.
ii. La mujer samaritana, cuando halló al Mesías, “…dejó su cántaro y se fue al pueblo, donde dijo a la gente: Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho. ¿No será este el Mesías”[86].
iii. El eunuco etíope leía Isaías 53 sin entendimiento, pero halló al Mesías cuando Felipe, comenzando en esa misma Escritura, le predicó el Evangelio. En ese mismo día el eunuco fue bautizado. Cuando subió del agua “siguió alegre su camino”[87]".
iv. Saulo, Cornelio, Lidia, el carcelero hallaron este mismo tesoro. El libro de Hechos nos habla de estos y otros casos y cada uno indica un gran interés en hallar este tesoro. Hechos 16.33-34 dice que el carcelero y su casa fueron bautizados en aquella misma hora de la noche, “Les hizo entonces subir a su casa, les preparó la mesa y se alegró con toda su familia por haber creído en Dios”[88].
Los conversos mencionados en Hechos aceptaron el evangelio como buenas nuevas. Se compara no con un funeral sino con una celebración de bodas. No somos invitados a una vida triste, sino a una vida bendecida y feliz.
Para ser cristiano es necesario que cada persona venda lo que tiene; es decir, hacer todo lo necesario, cueste lo que cueste, para ser obediente y cumplido en el servicio de Cristo.
2) La parábola de la perla.
Jesús habla del “mercader que busca buenas perlas”. Él las busca. Jesús había dicho: “buscad, y hallaréis…el que busca, halla”[89]. ¿Por qué halló este hombre la perla de gran precio? Porque la buscó. Fueron recompensados sus esfuerzos. Dice Hechos 17.11: “Eran éstos más nobles que los de Tesalónica, y recibieron con toda avidez la palabra, consultando diariamente las Escrituras para ver si era así”[90].
a) Era perla única.
Este hombre que ya tenía perlas buscó y halló otra perla, una perla muy especial, una de gran precio, una que valía más que todas las demás. También nosotros debemos buscar la perla única. Hay solamente una perla de gran precio. Hay un solo Salvador. Hay un solo Evangelio. Hay una sola Iglesia. Hay una sola esperanza. Dice Efesios 4.4-6: “Hay un solo cuerpo y un solo Espíritu, así como también ustedes fueron llamados en una misma esperanza de su vocación; un solo Dios y Padre de todos, que está sobre todos, por todos y en todos.Reconocieron el valor del tesoro y de la perla”[91]. Hoy en día hay varios dioses, cristos, evangelios, iglesias, esperanzas, etc. Dicen algunos maestros religiosos que hay muchos caminos al cielo, y que cada persona puede escoger el camino que le convenga. Pero como vemos en esta parábola que había una sola perla de gran precio, así también la Biblia enseña que hay un solo camino al cielo[92].
b) Lo reconocieron y lo apreciaban.
Las multitudes lo estimaban. Los que rechazan el Evangelio no reconocen su valor. Para ellos no tiene valor. Otras muchas cosas sí tienen valor, pero el Evangelio no. Todo el mundo busca lo que considera de valor, lo que vale la pena. El Evangelio trae salvación del alma, reconciliación con Dios, el gozo verdadero, paz y contentamiento en cualquier circunstancia de la vida, y la esperanza de vida eterna, pero estas cosas no tienen valor para la mayoría de la gente. Para ellos solamente las cosas de esta vida: Cosas materiales, placeres, honores humanos, etc., tienen valor.
En las dos parábolas dice Cristo que vendieron todo. El que halló el tesoro vendió todo con gozo. Nadie le obligó a vender todo. Lo hizo voluntariamente. También el que compró la perla de gran precio estaba dispuesto a vender todo. ¿Qué se vende? ¿Qué significa esto para nosotros? ¿En qué sentido debemos “vender todo”? En el sentido de Mateo 10.37-38; 16.24; Lucas 14.33; 1 Corintios 9.27. Es lo que el joven rico no quería hacer (Mateo 19.21-22). Hay que “vender” placeres, honores (Filipenses 3.3-8), posesiones, cultura y costumbres, hábitos, lazos familiares, en fin, todo aquello que se pudiera apreciar más que Cristo, cualquier cosa que pudiera estar en conflicto con nuestra lealtad a Él.
Debemos aprovechar la salvación que Dios nos ofrece. Cada quien debe apropiarse de ella. Debe adueñarse de ella. De otro modo esta gran bendición no es bendición para nosotros. El Evangelio no fue revelado solamente para ser admirado por la gente. Dice Proverbios 23.23: “Compra la verdad, y no la vendas”[93]. En cuanto a la salud de la familia muchos hombres buscan atención médica sin importar el precio. En cuanto a la educación, muchos pagarán lo que sea ya que es una excelente inversión. Se cree que cualquier precio, por exagerado que sea, es justo y razonable y no demasiado caro.
¿Qué buscamos nosotros? Muchos buscan el “tesoro” y “la perla” de ganancias materiales, o de placeres, o de influencia mundana, o de educación, etc. Se engañan a sí mismos creyendo que estas cosas son las más importantes. El verdadero tesoro, la perla más valiosa, es el Evangelio del Reino. Debemos obtener esta riqueza cueste lo que cueste. Si sabemos apreciar los insondables caudales de Cristo, haremos cualquier sacrificio con gozo para obtenerlas. Muchas personas, al oír el Evangelio puro, han dicho: “Es lo que yo buscaba”. Esto ocurre continuamente cuando los cristianos enseñan el Evangelio a otros. Entonces hay mucho gozo no solamente en el corazón de la persona que halle el tesoro, sino también en el corazón de la persona que le enseñe.
Gracias a Dios, todos pueden hallarlo[94]. Ahora mismo puede ser hallado por los que le buscan[95]. Cuando se les predicó el Evangelio a los gentiles, que por tantos siglos se habían hundido en idolatría e ignorancia, muchos de ellos quebraron sus ídolos, quemaron sus libros de artes mágicas, confesaron a Cristo y comenzaron a andar en vida nueva. Ahora todos pueden hallar a Dios a través de Cristo.
j. Parábola de la red (Mateo 13.47-50).
Ahora lo compara con una red barredera en el mar, que recoge peces de toda clase. Cuando la sacan a la playa; los pescadores se sientan y recogen los peces buenos en canastas, pero echaron fuera los malos. Pedro, Andrés, Jacobo, Juan y muchos de los que escuchaban estas parábolas eran pescadores. En esta parábola Jesús se refiere a una práctica muy común, bien conocida por los oyentes. El trabajo diario de los pescadores era el de recoger los peces buenos en vasijas y echar fuera los que no servían. Su trabajo diario bien ilustraba el juicio final.
En la parábola de la cizaña la lección principal es que es necesario esperar hasta el fin del mundo para la separación de los malos y buenos. En esta parábola el énfasis parece ser que esa separación es ineludible.
¿De qué clase de red habla Jesús? Se trata de una red barredera, con flotadores de corcho arriba y hundida con plomo abajo. Había tres clases de red:
1) “Amphiblestron” significa “algo echado alrededor”, indica una red arrojadiza, de tamaño más bien pequeño, echada por encima del hombro, y que se extendía en un círculo, y se hacía hundir mediante pesos[96].
2) “Diktuon” es un término general para una “red”[97].
3) “Sagene” expresa una “red de arrastre”, una “barca” o “barredera”; con ésta se actuaba de dos maneras distintas: Bien se dejaba caer al agua y luego se recogía en un círculo en progresivo estrechamiento, halándose después al borde, o bien como un semicírculo arrastrado a la playa[98].
Esta red es como una cerca o muralla que barre todo hacia la playa. De esta manera Dios “barre”, ineludiblemente, a todos hacia el día final y la separación de malos y buenos. Dios no hace acepción de personas[99]. Nadie será exento. Nadie puede escapar de la red. De la misma manera será en el fin del mundo; cuando los ángeles tendrán la tarea de sacar a los malos de entre los justos, y los arrojarán en el horno de fuego.
Esta parábola no está enseñando que hay buenos y malos en la iglesia. Los ángeles no son ancianos. Algunos usan mal esta parábola como usan mal la parábola de la cizaña. No se refiere a la Iglesia. No tiene nada que ver con la disciplina de la Iglesia. Tal vez lo que confunde a algunos hermanos es la expresión: “El reino es semejante”. Todos sabemos que en muchos textos se usan los términos “Iglesia” y “Reino” intercambiablemente, pero en estas parábolas Jesús está ilustrando ciertos aspectos del reinado mundial o universal de Dios sobre la familia humana. Es verdad que en un sentido el Evangelio es como una red y que los que predican son pescadores, pero en esta parábola la red no es el Evangelio, sino es la acción de los ángeles en el fin del mundo.
La obra de la Iglesia es importantísima. Es la casa de Dios y es columna y baluarte de la verdad[100]. La Iglesia hace separación entre los malos y buenos en el sentido de rescatar a algunos del mundo. También es cierto que la red del Evangelio recoge malos y buenos en el sentido de que algunos de los que profesan ser cristianos no son sinceros, pero esta parábola no habla de lo que la Iglesia hace, sino de lo que los ángeles harán, y de la separación final de los malos y buenos en el fin del mundo. Los ángeles son los que sacan la red. Son los que separan a los buenos de los malos. Ellos hacen lo que la Iglesia no puede hacer.
Hay diferencia entre los malos y los buenos, pero muchos niegan o ignoran esto. Dios dice en Malaquías 3.14-15 que el pueblo hablaba contra Él diciendo: “Habéis dicho: Por demás es servir a Dios; ¿y qué aprovecha que guardemos su ley, y que andemos tristes delante del SEÑOR de los ejércitos? Decimos, pues, ahora: que bienaventurados los soberbios, y aún que los que hacen impiedad son los prosperados. Los que tentaron a Dios, escaparon”[101]. Esta actitud es común hoy en día. Muchos creen que no hay diferencia entre los que profesan ser cristianos y los demás. Desde luego puede haber insinceridad entre los que asisten a alguna Iglesia y profesan ser cristianos. Aun entre hermanos en Cristo hay falsedad. Un día sabrán la diferencia, pero esto no quiere decir que no hay diferencia entre los del mundo y los verdaderos cristianos. Hay gran diferencia. Dice Malaquías 3.18: “Entonces os volveréis, y discerniréis la diferencia entre el justo y el malo, entre el que sirve a Dios y el que no le sirve”[102]. Esta parábola enseña con toda claridad esta verdad.
El tema del Salmo 73 es el destino de los malos, en donde el salmista admite que envidiaba a los malos. “En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies, ¡Por poco resbalaron mis pasos!, porque tuve envidia de los arrogantes, viendo la prosperidad de los impíos”[103]. Aun se convencía que “en vano he limpiado mi corazón y he lavado mis manos en inocencia“[104]. Le era duro trabajo meditar en esto, pero luego dice: “hasta que, entrando en el santuario de Dios, comprendí el fin de ellos. Ciertamente, los has puesto en deslizaderos, en asolamiento los harás caer”[105]. Entonces admite su ignorancia: “Tan torpe era yo, que no entendía; ¡era como una bestia delante de ti!”[106].
Habacuc luchaba con este problema, por lo que dice a Dios: “Eres demasiado limpio como para mirar el mal; tú no puedes ver el agravio. ¿Por qué, pues, contemplas a los traidores y callas cuando el impío destruye al más justo que él?[107] No entendía el profeta cómo Dios podía tolerar a los injustos que oprimían a los israelitas, pero en su comunicación con Dios llegó a entender que “el Señor está en su santo Templo…”[108]; es decir, Dios no está dormido y no ignora nada de las injusticias aquí en la tierra.
Todo mal será rectificado, porque Dios siempre tiene la última palabra. Con toda humildad, pues, el profeta concluye diciendo: “Porque la higuera no florecerá, ni en las vides habrá fruto; la obra de la oliva mentirá, y los labrados no darán mantenimiento; las ovejas serán taladas de la majada, y en los corrales no habrá vacas; pero yo en el SEÑOR me alegraré, y en el Dios de mi salud me gozaré”[109].
La red está en las manos de Dios, no en las manos de los hombres, no está bajo el control de los más grandes reyes de la tierra. Los más grandes, los más famosos, los más ricos y los más poderosos serán llevados al juicio por la red barredera. El que siempre se encarga del destino de todos es Dios. Es necesario que siempre tengamos presente esta verdad, Dios no ignora nada. Es muy bondadoso, misericordioso y paciente, no quiere que nadie perezca[110]. Pero el juicio viene de manera ineludible[111]. Los peces buenos serán recogidos en cestas o vasijas apropiadas. Cristo dijo que volvería al Padre para preparar “mansiones”[112]; Abraham esperaba esta ciudad[113], una ciudad con fundamentos, una residencia permanente[114]. Lázaro fue llevado al “seno de Abraham” cuando murió[115], y nosotros debemos anhelar “moradas eternas”[116]. Pero, los malos serán echados al “horno de fuego; allí será el lloro y el crujir de dientes”[117].
La lección de la separación final de los malos y buenos se enseña a través del Nuevo Testamento. El mensaje de la parábola de la cizaña es que es necesario esperar hasta el fin para ver esta separación. No viene antes del fin del mundo. Mateo 25 presenta la separación de los malos y buenos desde tres aspectos:
1) La separación de las diez vírgenes con el énfasis sobre la preparación o la falta de ella[118].
2) La parábola del siervo inútil es otra parábola acerca de la separación final de malos y buenos[119].
3) La separación de malos y buenos usando la ilustración del pastor que separa las ovejas de los cabritos[120]. Juan dice: “Los que han hecho el bien resucitarán para tener vida, pero los que han practicado el mal resucitarán para ser juzgados”[121]. 2 Tesalonicenses 1.6-10 describe la separación de los que obedecen al Evangelio y los que no lo obedecen. La lección en estos textos es, desde luego, la necesidad de creer en Jesús, arrepentirnos, confesar nuestra fe en Él, ser bautizados para el perdón de pecados y ser fieles hasta aquel día de separación.
k. La tempestad en el lago (Mateo 8.18, 23-27; Marcos 4.35-41; Lucas 8.22-25).
Terminó Jesús su enseñanza, y se encontró que no podría bajarse porque era mucha la gente en tierra, así que pidió a sus discípulos, la mayoría marinos expertos, que le llevaran al otro lado del lago y como estaba cansado se fue a dormir a la popa[122]. Había también otras barcas[123], es decir, había otros testigos de lo que iba a ocurrir. Algunos han asegurado que Jesús, en su ministerio terrenal era Dios solamente, pero en este pasaje vemos que llegó a ser verdadero hombre también. No dejó de ser Dios, pero tuvo hambre[124] y sed[125], se cansó[126], lloró[127], y aquí vemos que durmió[128].
Al rato se enfureció el mar y peligraban porque la barca se llenaba de agua, y el viento la sacudía y azotaba violentamente. ¿Cómo pudo Jesús dormir durante la tempestad? Hubiera sido muy difícil dormir con tanto ruido: El viento, las olas, los gritos de los discípulos, y por estar mojándose tanto. En primer lugar, estaba cansado. Es muy razonable creer que Él durmió profundamente por estar tan cansado, debido a sus intensas actividades, pero hay otra explicación que se puede mencionar. Durmió en medio de la tormenta porque tenía perfecta paz en su corazón. ¡Qué contraste entre la violencia de la tormenta y la serenidad del sueño de Jesús! Además, ¡qué buen ejemplo para nosotros! Debemos grabar esta imagen en la mente y nunca borrarla. Esta es la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento[129], es la paz que Cristo mismo nos ha dejado[130]. Jesús nos dio en esa ocasión un ejemplo perfecto de esa paz.
Los discípulos asustados le despiertan, la única esperanza de la salvación de este peligro era Jesús. Cuando las tormentas de la vida nos sacuden y azotan, no hay otra ayuda. Sin Cristo las tempestades de la vida nos dejarían desesperados. Esta experiencia sirvió para fortalecer la fe de ellos. Al leer este relato recordamos lo muy humano que eran los apóstoles. Aunque todos sabemos que eran simplemente hombres como nosotros hay peligro de olvidar esto y hacer de ellos una especie de “semi-dioses” como han hecho los católicos. No eran ángeles, sino hombres y tenían mucho que aprender. Eran hombres muy buenos y fieles que habían dejado todo por seguir a Jesús, pero tuvieron que crecer. Estaban en el proceso de entrenamiento. Por este motivo Jesús quería que estuvieran con Él[131].
Algunos de los apóstoles eran pescadores con mucha experiencia, y estaban acostumbrados a las tormentas, pero parece que esta tempestad era excepcional en su violencia. De todas maneras, estaban atemorizados y desesperados. Ellos tenían fe en Jesús. ¿No indica su lenguaje que ellos creían que podía hacer algo? Si para ellos era simplemente un carpintero, ¿para qué despertarlo? ¿Qué puede hacer un carpintero para salvar una barca durante una tormenta? Los pescadores sabían mucho más del mar que los carpinteros. Preguntan: “¿No tienes cuidado que perecemos?”[132] Si tenía cuidado, y ¿qué podía hacer? ¿No indica esta pregunta que tenía confianza de que pudiera hacer algo? ¿Por qué dijeron “sálvanos” si no tenían fe en Él?
Jesús es el Creador, aunque los russellistas digan lo contrario. No era nada difícil que calmara esta fuerza hostil, porque es el Creador del mundo[133]. No era difícil controlar lo que había creado. Con su palabra creó los elementos naturales, y con su palabra los controló. Los milagros de Jesús se hicieron instantáneamente. Hasta las olas se calmaron inmediatamente. Normalmente cuando los vientos cesan, las olas del mar siguen turbulentos por un tiempo, pero en este caso sobrevino una gran calma.
Pero había un pequeño problema, ellos tenían fe, pero era poca. Eso fue el problema que Jesús quería solucionar. Es el mismo problema que tenemos nosotros. Muchos tienen fe pero es “poca fe” y es “débil fe”. Por eso cuando se desencadenan las tormentas de la vida, nos dejan desesperados. Aunque el temor es necesario y es un instinto que Dios nos da para nuestra propia protección, pero el temor excesivo indica poca fe en Dios, y aun la cobardía. La cobardía es causada por la falta de fe.
Los apóstoles sabían que Jesús tenía grandes poderes: Sobre la lepra y sobre toda clase de enfermedad, que aun podía sanar de lejos, y que tenía poder sobre los demonios. ¿No eran suficientes estas señales para convencerles? Sí, pero este caso es diferente. Ahora ellos mismos estaban en peligro. Habían visto los milagros que ayudaban a otros, pero los apóstoles no eran leprosos, ni endemoniados, ni aun enfermos, sino que estaban en gran peligro de perder su vida en una tempestad. Creían que Jesús tenía poder sobre la lepra y los vientos y el mar.
Jesús habló al mar como si fuera algún monstruo violento: “Enmudece”, literalmente, cerrar la boca con bozal, callarse, enmudecer. Y cuando ocurrió el milagro los apóstoles temieron, pero aquí se usa otra palabra, ya no es el temor de cobardía, sino temor reverencial. El temor que ahora sienten es aquel temor de reconocer el gran poder de Dios. Reconocían que estaban en ese momento en la presencia de Dios. Los hombres hacen grandes cosas, efectúan grandes cambios, pero ¿quién ha controlado algún huracán o tornado? ¿Qué hombre famoso ha podido controlar los elementos? Jesús calmó la tempestad, caminó sobre el agua, multiplicó panes y peces, y convirtió el agua en vino. ¿Hasta cuándo harán tales cosas los hombres grandes de la tierra? Nunca habían visto esta clase de milagro y quedaron maravillados. Estaban atemorizados también porque peligraban sus propias vidas. Siempre es más impresionante lo que nos afecta a nosotros personalmente.
l. El endemoniado gadareno (Mateo 8.28-34; Marcos 5.1-20; Lucas 8.26-39).
Este es un pasaje que causa cierta controversia debido a que Mateo dice que eran dos los endemoniados, mientras que Marcos y Lucas dicen que era solo uno. Es muy posible que fueran dos y que uno de ellos fuese el que habló y el más violento, pero de todos modos, fuese uno o dos, lo importante de todo esto es que Jesús mostró que es Señor incluso de los seres que se le oponen.
Después de calmar la tempestad, ahora se encuentra con algo más terrible que el rugiente mar, pero como había reprendido al viento y a las olas, también mandaba al espíritu inmundo que saliese del pobre hombre y como hubo bonanza después de la tempestad ahora había calma en el espíritu de este pobre hombre.
Los endemoniados eran personas dignas de misericordia y compasión. No estaban simplemente enfermos, sino que demonios o espíritus inmundos tomaban posesión y control de sus cuerpos para atormentarlos. Les hizo miserables, mentalmente inestables, antisociales, sin dominio propio e incapaz de que otros lo controlaran, en fin, muy atormentados.
Aquel hombre no vestía ropa, lo que indica que por lo menos en algunos casos de la posesión demoníaca había propensión de desnudarse. Este endemoniado tenía fuerza sobrenatural. Más de una vez lo capturaron como si hubiera sido una fiera, atándole con cadenas y grillos, pero siempre les escapaba después de romper las cadenas. No podía ser controlado por la fuerza humana.
En el pasaje anterior, los apóstoles habían preguntado: “¿Quién es éste, que aun a los vientos y a las aguas manda, y le obedecen?”[134], y ahora este endemoniado tenía la respuesta. Este es claramente un encuentro entre Dios y Satanás y Satanás no solo está siempre muy consciente de que es inferior a Dios, sino que sabe también será totalmente derrotado y destruido por Dios. Por eso, es obvio que los endemoniados tenían conocimiento sobrenatural. Conocían a Jesús; sabían que Él es el Hijo de Dios, y así lo confesaban. Como dice Santiago 2.19: “¿Tú crees que hay un solo Dios? Pues muy bien, pero eso lo creen también los demonios y tiemblan”[135]. La Biblia habla de los demonios o espíritus inmundos como personas, no como enfermedades sicológicas. Hablaban a Jesús y Él les respondía.
No leemos de demonios que huyeran de Jesús, pues lo conocían y bien entendían que eso no sería posible; más bien, se acercaban a para arrodillarse delante de Él. Sin embargo, había tendencias de locura en su comportamiento, pues “…andaba de continuo, noche y día, por los sepulcros y por los montes, gritando y golpeándose contra las piedras”[136].
Hay que resaltar que no existe en la actualidad este fenómeno, pues los demonios entraban en la gente sin su permiso, pero Satanás sí entra en la gente con su permiso. Cuando entró en Judas o en Ananías y Safira, lo hizo con su permiso, y sigue haciendo lo mismo ahora. Las personas que permiten que Satanás viva en ellos hacen locuras al igual que los endemoniados del primer siglo; y la sociedad actual deja que Satanás les gobierne cuando dan rienda suelta a sus sentimientos carnales más profundos y por ellos se alaba el uso del alcohol y otras drogas y se entregan a las otras obras de la carne[137].
Este fenómeno no existe ahora porque no existen los dones del Espíritu Santo. Había endemoniados aun durante el tiempo de los apóstoles, porque éstos habían recibido poder de Jesús para echarlos fuera. Dios permitió que Satanás tuviera ese poder en aquel entonces para mostrar que Jesús tuvo poder sobre Satanás. Ahora Jesús no está en la tierra y los poderes que dio a los apóstoles y otros cesaron[138]. La gente habla hoy en día de “endemoniados” pero todos saben que los tales no se pueden comparar con los endemoniados mencionados en el Nuevo Testamento.
Los demonios, enviados por Satanás, sabían lo que les esperaba, pues Satanás y los suyos serán echados al infierno, al fuego eterno[139], por eso le ruegan a Jesús que no los enviara al abismo de tormento eterno. Los demonios querían tomar posesión de cuerpos vivos, aunque fueran cuerpos de animales. La petición de los demonios les fue concedida, pero es posible que no les gustara el resultado. Tengamos cuidado en cuanto a lo que queramos o pidamos. Muchísimas personas, como Eva, Judas, etc., consiguen lo que querían y luego tienen que sufrir las consecuencias.
Más tarde vemos el contraste entre el daño hecho por Satanás a la vida humana y la bendición obrada por Jesús. He aquí el hombre tranquilizado por Jesús. He aquí el hombre civilizado por Jesús, ya lleva ropa. He aquí la obra de Jesús de hacer que la mente humana funcione correctamente, recuerde al hijo pródigo que al arrepentirse “volvió en sí”. He aquí el hombre agradecido, sentado a los pies de Jesús. ¡Qué salvación tan grande! Le salvó de una miseria indecible. Sin embargo, Jesús no vino al mundo para simplemente salvar al hombre de esta manera, sino para salvar el alma de una miseria mil veces más terrible, una miseria que no tiene fin.
Hay una reacción interesante por parte de la gente de Gadara. Ellos solicitan a Jesús que se vaya. ¿Por qué no aprovecharon la presencia de Jesús para traerle sus enfermos, leprosos y otros endemoniados? ¡Qué pérdida tan tremenda sufrieron! ¡Qué diferente su actitud con la de los samaritanos de Juan 4.40. En lugar de ser atraídos a Jesús por su misericordia, los gadarenos se alejaban de Él por temor de su poder sobre demonios. Así es la reacción de incrédulos, siempre ilógica e insensata. Los apóstoles también se llenaban de temor pero su temor no les alejaba de Jesús. También es posible que tuviesen temor que Jesús hiciera otros milagros semejantes y que les causaran daños materiales. Sin duda los dueños de los cerdos eran como los plateros de Efeso que solamente consideraban el estado de sus finanzas[140]. La reacción de este pueblo muestra su degradación espiritual. El maravilloso Jesús, su poder para echar fuera demonios y sanar, para enseñar y salvar, solamente provocaba temor. Tenían miedo de lo que no entendían. No querían perder más propiedad. Para ellos la pérdida de los cerdos era más importante que la sanidad del endemoniado. No se regocijaban por este hombre rescatado de una existencia horrible y miserable, sino que solo pensaban en su propiedad. No alabaron a Jesús, no le dieron gracias. Más bien, le rogaron que se fuera de sus contornos. Los gadarenos no solamente no recibieron a Jesús; más bien, ¡lo despidieron! Varias veces los judíos trataron de matarlo, pero esta es la única vez que la gente pidió que saliera de su territorio. Salió y que sepamos nunca volvió. Cristo era y es verdadero Dios pero creó al hombre con libre albedrío, y la puerta del corazón humano se abre desde adentro. Jesús no entra a fuerza. Si no le damos entrada, lo estamos despidiendo como lo hicieron estos gadarenos.
El hombre, ahora libre, le rogaba que le dejase estar con él, quería acompañarle. En esto mostraba su gratitud, confianza y amor. También es posible que tuviera temor de que los demonios volvieran[141]. Pero este hombre tenía hogar, tenía familia. ¡Imagínese el gozo de la familia al verle restaurado a ellos! Entonces allí mismo, en “tu casa” debía empezar su obra de evangelización. Y se fue, y comenzó a publicar en Decápolis cuán grandes cosas había hecho Jesús con él; y todos se maravillaban, porque Jesús puede transformar al hombre de forma mental, social, espiritual y aun físicamente.
m. El endemoniado gadareno (Mateo 8.28-34; Marcos 5.1-20; Lucas 8.26-39).
Jesús regresó y había una multitud gozosa que volviera, dondequiera le esperaban, con la excepción de los gadarenos. Y llegó Jairo, un oficial de la sinagoga, es una especie de anciano de la Iglesia, de los que como estos, había varios en cada sinagoga; que le rogó postrado, prukuneo, es una palabra que significa “adorar”. Esto fue un acto de gran humildad para un oficial de la sinagoga del rango más alto de la sociedad, indica mucha fe en Cristo. Jairo le pide que fuera a resucitar a su hija que acababa de morir. El caso se pone más serio cuando es “una hija única” o como en el caso del hijo de la viuda de Naín “el único hijo”. Este hombre tuvo una fe “grande”, pues creía que Jesús podía levantar a su hija de entre los muertos.
Cuando Jesús fue con él, la multitud era grande y lo estrechaban, era una masa compacta. Jesús no solamente fue detenido por la multitud, sino que ahora hay otra interrupción. Jesús estaba muy acostumbrado a las interrupciones y siempre mostraba mucha paciencia. Había una mujer que estaba enferma desde hacía doce años, con un mal al que llama “azote”, que significa un látigo por medio del cual se infligía una flagelación; figura enérgica de la aflicción de esa pobre mujer y había sufrido mucho de muchos médicos. ¡Qué caso más triste cuando en lugar de ayudar al paciente los médicos hacen peor la enfermedad! En aquel tiempo no había avanzado mucho la ciencia médica. La enfermedad que tenía la dejaba muy debilitada. Ella había “oído” de Jesús, es decir, que sepamos no había visto ningún milagro. Ella quertía recibir la sanidad por parte de Jesús y aquí se usa el verbo sozo, que quiere decir tanto “sanar” como “salvar”, porque significa la “liberación material y temporal de peligros, sufrimientos, etc.” y también de “la salvación espiritual y eterna”. En realidad esto nos hace ver más claramente la relación entre los milagros de sanidad que Jesús realizó y la salvación del alma; es decir, Jesús sanó el cuerpo para que la gente creyera que Él podía salvar su alma.
Ella acercó a Jesús con mucha timidez porque su enfermedad le hizo inmunda[142]. Esta pobre mujer había perdido su salud, su dinero y su vida social y religiosa. Verdaderamente Jesús era su “última esperanza”. Sabiendo que era mujer inmunda no pensaba tocar a Jesús porque tal toque lo hubiera hecho inmundo. Confiaba que con el puro toque de la franja de su manto, podría recibir la sanidad. La franja del manto tenía importancia para los judíos porque Dios les había ordenado que hicieran franjas en los bordes de sus vestidos con un cordón de azul para recordar todos los mandamientos de Dios[143]. Es posible que esto hubiera estado en el pensamiento de esta mujer.
Ahora no podemos “tocar” a Jesús físicamente, pero la fe sí puede tocarle espiritualmente. Por medio del bautismo, por medio de la comunión con su cuerpo y su sangre al participar de la cena del Señor cada primer día de la semana y desde luego, por medio de todo el servicio que le rendimos.
Ella le tocó y al instante quedó sana, ¡tanto era el poder de Jesús que con solo tocarle el manto salía poder de Él! Jesús sabía exactamente quién le había tocado, pero pregunta quién lo ha hecho. Algunos leen esta pregunta como si en realidad Jesús ignorara quién le había tocado. Jesús no hace esta pregunta para obtener información, sino para dar información. Hizo esta pregunta para que la mujer ya sanada no saliera pensando que el manto de Jesús tuviera poder para sanar. Ella no fue sanada simplemente por haber tocado el manto de Jesús, sino porque era la voluntad de Jesús sanarla. Jesús sabía de la fe de esta mujer y quería que ella la expresara, como lo hicieron el centurión, los discípulos, el ex endemoniado gadareno, el leproso y el ciego de Jericó. Además, de esta forma, otros verían el resultado de tal demostración de fe.
Jesús conocía a esta mujer y conocía también su fe. Quería sanarla, pero era indispensable que ella entendiera que no fue el manto sino Jesús que le sanaba porque Él quería hacerlo; que ella diera su testimonio de haber sanado; que la gente se diera cuenta que ella ya no era inmunda y podría ser restaurada a su vida social y religiosa, ya podría entrar libremente en el Templo; y recuerde que los milagros de Jesús eran señales para producir fe[144], pero no podían hacerlo si eran secretos. Tenían que ser públicos. Después de este acto, Jesús llegó a la casa de Jairo y resucitó a la niña, para el asombro de todos.
La mujer se acercó temblando ya que sabía que cualquier rabí la habría reprendido por haberle tocado. La palabra “vino” indica que ya se iba, había logrado su propósito, tocó la franja del manto de Jesús y recibió la sanidad, pero oye la palabra de Jesús y reconoce que tiene que responder. Dio su testimonio. Esto era mucho mejor para ella, porque de esa manera todos se darían cuenta que ya no era inmunda. También confirmaría el milagro hecho por Jesús.
Debemos observar que la fe de esta mujer no era una fe muerta, sino que le motivaba a hacer algo. Jesús conoce el corazón de todos; por eso, sabía que esta mujer tenía fe. Sin embargo, cuando ella solamente tenía fe, no sanó. Más bien, fue sanada cuando su fe fue manifestada en acercarse y tocar el manto de Jesús.
Estando en esto, alguien vino a avisar a Jairo que la niña había muerto, lo que indica que cuando él salió de su casa su hija no estaba muerta. Obviamente la persona que trajo este mensaje no tenía fe en Jesús. Él deja la impresión que Jairo solamente estaba “molestando” a Jesús. La actitud negativa de los que trajeron el mensaje triste pudiera haber desanimado a Jairo. Hay que tener mucho cuidado de lo que otros digan cuando estamos en medio de alguna aflicción semejante. El mundo está lleno de incredulidad.
Sin duda Jairo necesitaba esta palabra de aliento. Primero, la multitud apretaba a Jesús y por esa causa, se requería más tiempo para llegar a la casa de Jairo. Luego Jesús es detenido por la pobre mujer con hemorragia. Ahora le avisan definitivamente que su hijita ya murió. Las palabras de Jesús serían muy alentadoras en ese momento tan difícil.
Este es texto predilecto de los que enseñan la doctrina de la salvación por la fe sola, pero este texto no da apoyo a esa falsa doctrina. Jesús no le dijo “cree solamente sin ningún acto de obediencia”; Jairo ya había demostrado en acción física su gran fe en Cristo. Lo que Jesús está diciendo es que Jairo tenía dos opciones: Podía creer que Jesús podía resucitar a su hija, o de otro modo, podría simplemente sepultarla con gran dolor en su corazón. Además, el texto no ayuda la doctrina de “salvación por la fe sola”, porque Jairo no solamente tenía fe en Cristo, él lo buscó, se postró para adorarle y le está llevando a su casa, y si Jesús hubiera requerido otro “acto de fe”, con gozo lo habría hecho. No hubiera rechazado ningún mandamiento, ni hubiera demorado en llevarlo a cabo y al hacerlo nunca hubiera pensado que estaba mereciendo el gran favor que le hizo Jesús.
Seguramente la gente pensaba, y tal vez decía: “Y éste, ¿por qué vino ahora? ¿Qué piensa hacer? ¿No sabe que la niña está muerta?” Pero Jesús sí llegó y entró con el propósito de devolver la hijita de Jairo a su familia.
Llevó consigo a Pedro, Jacobo, Juan, y al padre y a la madre de la niña. En tres ocasiones llevó a estos tres para acompañarle y ser testigos:
1) En esta ocasión.
2) Cuando Jesús fue transfigurado[145].
3) En el huerto de Getsemaní[146].
Dice Mateo 9.23 que tocaban flautas, y la gente hacía alboroto. Jesús les dice que la niña está dormida. Al decir que la niña no estaba muerta sino dormida Jesús dio hincapié a la naturaleza verdadera de la muerte; es decir, no es el fin, sino un período breve de transición de un estado a otro de nuestra existencia, y enfatiza la certeza de la resurrección. Desde luego, en realidad estaba muerta, y cuando Jesús dijo: “la niña no está muerta, sino duerme” sin duda causó que la gente afirmara que sí estaba muerta. Esto causó que se burlaran de Él y confirmaban fuertemente que la niña estaba muerta, porque si no estaba muerta ellos no podrían cobrar por sus servicios de lamentación. Sin embargo, al confirmar ellos que la niña estaba muerta, esto en turno confirmar el milagro de Jesús, de que en realidad Él la había resucitado de entre los muertos.
El modernista William Barclay cae en la herejía cuando dice en su comentario lo siguiente: “Estaban seguros de que estaba muerta, pero Jesús dijo que dormía. Es perfectamente posible que dijera esto literalmente. Puede ser que estemos aquí ante un milagro de diagnóstico; que Jesús vio que la niña estaba en un trance profundo y que iba a ser enterrada viva”. Es mucho más fácil creer el milagro de Jesús que la “explicación” de los modernistas incrédulos.
Jesús resucitó a la niña con las palabras que el padre o madre usan para despertarle por la mañana. Su espíritu volvió, lo que contradice la posición de los russellistas que creen que esto es imposible. Este es otro de los muchos textos que enseñan claramente que el espíritu del hombre no muere. Cuando el muere su espíritu sale, pero no deja de existir. En los casos de personas resucitadas de entre los muertos, el espíritu vuelve al cuerpo y revivificarlo. De la misma manera así será la resurrección general de los muertos en el Día Final; es decir, el espíritu se unirá con el cuerpo resucitado e incorruptible[147].
n. El rechazo en Nazaret (Mateo 13.53-58; Marcos 6.1-6).
Jesús regresó a su casa y el sábado enseñaba en la sinagoga, pero sus paisanos le rechazaron. Esto, desdichadamente, es algo que sigue ocurriendo hasta hoy. Parece que la gente no puede olvidar al niño que vieron crecer y luego convertirse en maestro, en su mente siempre será niño, y por ello se pierden muchas bendiciones, como ocurrió en Nazaret con Jesús. No podían creer que uno de ellos, un hombre criado en medio de ellos en Nazaret podría ser el Mesías. Esto era increíble y no lo podían aceptar.
Los profetas Elías y Eliseo hicieron milagros entre otros pueblos por causa de la infidelidad de los israelitas; de esa manera los gentiles recibieron las bendiciones de Dios que habría dado a Israel a no ser por sus rebeliones contra Él. Así también Cristo hizo señales entre otros porque los de su pueblo no creían en Él[148]. Se llenaron de ira por varias razones:
1) Tal vez porque Jesús se comparaba a sí mismo con Elías y Eliseo.
2) Porque Jesús les decía en efecto que ellos no eran dignos de sus bendiciones.
3) Aunque Jesús sí obraba entre el pueblo de Dios en Capernaúm y en otros pueblos, la implicación de estas ilustraciones de los milagros de Elías y Eliseo entre gentiles, es que Jesús también tendría bendiciones para los gentiles. Todo esto fue muy ofensivo y tropezaron y en lugar de aceptar la verdad optaron por enojarse y matarlo.
En esta ocasión y en varias otras nuestro Señor Jesucristo mostró claramente su valentía y liderazgo. Cuando le echaron fuera de la ciudad y pensaban despeñarle, él pasó por en medio de ellos y se fue. El texto no dice que fue milagro ni tampoco lo implica. En otra ocasión procuraron prenderle, pero él se escapó de sus manos.
Tuvo que ser un líder dinámico para limpiar el Templo. Lo hizo dos veces. Obsérvense bien los detalles[149]. ¡No hizo milagro! Simplemente se encargó de un trabajo necesario, trabajo de Dios, de limpiar su casa. ¿Dónde estaban y qué hacían los oficiales? ¿Por qué no le interrumpieron? Nuestro Señor Jesucristo no era solamente manso y humilde, sino también era “el León de la tribu de Judá”[150].
Sus paisanos no podían negar que Jesús había hecho verdaderos milagros, porque los había hecho en Caná y en Capernaúm que estaban ubicados unos pocos kilómetros de Nazaret, pero no querían juzgar la sabiduría y las obras maravillosas de Jesús de manera objetiva. Todo era subjetivo y personal. Le tenían envidia y no querían aceptarlo como superior a ellos. Aunque en otras partes le sobraba fama, los de Nazaret pensaban de la siguiente manera: “Él es uno de nosotros, es de aquí, lo conocemos bien, como también a su familia, es un simple carpintero, etc.; por eso, no puede ser alguien importante”. La familiaridad extrema de su humanidad ordinaria evitó que creyeran en su divinidad. La familiaridad engendra el desprecio.
Ahora, los que sufrieron la consecuencia negativa de su incredulidad eran los enfermos. En otras ciudades le trajeron a todos los enfermos y los endemoniados, lunáticos y paralíticos; y los sanó, pero no en Nazaret. Amaban su orgullo más que a sus propios enfermos. Además, quedaron sin explicación de lo que había causado tanta admiración aun entre ellos mismos.
o. Envío de los discípulos (Mateo 10.5-16; 11.1; Marcos 6.7-13; Lucas 9.1-6).
Jesús era un maestro práctico, no solo teórico, así que cuando vio que sus discípulos podían hacer el trabajo, no dudó en enviarlos. Lamentablemente vemos que en la mayoría de las congregaciones los que enseñan no usan esta práctica, y los discípulos pasan 10, 20 y 30 años solo recibiendo, sin dar nada, lo que los convierte en inútiles del Reino.
1) Mucha mies, pocos obreros (Mateo 9.35-38).
Jesús iba por todas las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas, anunciando el Reino y sanando a los enfermos. Y se sentía apenado por las multitudes, porque vivían angustiadas y desalentadas como ovejas que no tienen pastor. Entonces dijo a sus discípulos: “La cosecha es mucha, pero los obreros pocos”. La oración debe ser pidiendo al Señor que envíe más obreros a trabajar en Su Reino.
2) Sin nada para el camino
Jesús envió a los doce apóstoles de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus malos y para sanar a los enfermos y les giró instrucciones:
a) No ir a las ciudades gentiles ni samaritanas, sino solo a los judíos. Durante el tiempo que Jesús estaba en la tierra su misión fue para los judíos y así también envió a sus apóstoles y a los setenta solamente a los judíos. Debido a esta restricción de no ir a los gentiles ni a los samaritanos hablamos de la “Comisión Limitada” en contraste con la “Gran Comisión”[151] de ir y predicar a todas las naciones.
b) Predicar la buena noticia del Reino. El Reino de Dios es el reinado de Dios en el corazón de los que le obedecen. Por eso, en cuanto a lo que se puede ver, el Reino es la Iglesia, porque está compuesta de personas que obedecen al Evangelio de Cristo y permiten que su enseñanza gobierne sus vidas. Los que están “en el Reino” han sido crucificados con Cristo y Cristo vive en ellos[152]. No les envió para predicar el llamado “evangelio social”, el “evangelio” cuyo propósito es corregir los males e iniquidades sociales y políticas. No predicaron el “evangelio” de “sentirse bien acerca de sí mismo” aunque sigan viviendo en pecado. Más bien, predicaron que todos deberían sentirse culpables del pecado y arrepentirse.
c) Sanar a los enfermos, resucitar muertos, limpiar leprosos, expulsar demonios, sin cobrar. Era necesario que tuvieran este poder y esta autoridad para poder confirmar el mensaje que predicaban.
d) No llevar dinero, ya que los que se beneficiaran con su ministerio tenían la obligación de proveerles lo necesario. Es decir, ir como están sin hacer maleta, no llevar más de lo necesario, pues iban a depender de la hospitalidad de personas fieles y dignas. Al ir “como están” no llevarían ropa, sandalias ni bordón adicionales. Este lenguaje indica varias cosas: Este ministerio sería relativamente breve, pues era una misión limitada; es decir, no era para todo el mundo y no era para tiempo indefinido. Y también indica la urgencia de su misión. Pero también estas instrucciones tenían el propósito de enseñarles a depender de Dios. Desde luego, no cobraban a los que sanaron, sino que “de gracia” daban, pero el obrero tiene que comer y Dios provee esta necesidad con esta regla: El obrero es digno de su salario[153].
e) Buscar en las aldeas a alguien digno que les diera alojamiento. Deberían establecerse en una casa para completar su ministerio en ese pueblo. Debido a la urgencia de su misión los apóstoles habían de tomar la iniciativa y no someterse a las costumbres de la gente con respecto a la manera de recibir huéspedes en sus hogares. Era necesario escoger casas de buena reputación; de otro modo habría estorbo para su obra. Debemos recordar esto cuando arreglamos estudios en los hogares, porque si tenemos estudio bíblico en el hogar de miembros infieles y mundanos ¿qué pensarán del evangelio y de la iglesia los vecinos que son invitados a tal estudio?
f) Si no se les recibía en una ciudad, debían sacudir sus pies, simbolizando el castigo que recibirían. ¿Por qué no los recibirían algunos? Seguramente querían que sus seres queridos fuesen sanados, y en cuanto al Reino muchos esperaban un reino terrenal. ¿Los rechazaban porque predicaban el arrepentimiento? Posiblemente, porque la mayoría de la gente no quiere cambiar o no querían saber nada de un Reino espiritual, solo querían oír de un reino como el de David y Salomón. Es imposible exagerar la influencia y fuerza que el prejuicio tiene sobre la mente humana. Hay muy poca esperanza para las personas que ya tienen su concepto del Evangelio y de la Iglesia y rehúsan abrir sus oídos y corazones para estudiar la verdad del Nuevo Testamento.
Los que predican y enseñan la palabra de Dios deben estar conscientes de la dignidad de esta obra. La palabra de Dios merece respeto y los predicadores y maestros deben exigir ese respeto. Si el mensaje de los apóstoles en esa misión limitada fue tan digno de respeto, ¿qué diremos de la importancia del mensaje de la Gran Comisión de Mateo 28.18-19; Marcos 16.15-16; Lucas 24.47? Este mensaje que los apóstoles llevaron a todo el mundo y que nosotros predicamos ahora es el mensaje de Dios. Debemos respetarlo y también exigir que la gente lo respete.
En toda esta instrucción observamos la urgencia de esta misión. No deberían perder tiempo con gente indigna. Habiendo enseñado la palabra los apóstoles cumplieron con su deber y al despedirse no deberían decir, “que el Señor les bendiga”, sino que deberían sacudir el polvo de los pies como testimonio contra ellos[154]. El Señor no quiere que “molestemos” a la gente con el Evangelio. Hay que predicarles y exhortarles, pero cuando se portan como los de Mateo 7.6; Hechos 13.50; 18.6 debemos explicarles que ya cumplimos con nuestro deber y que su sangre está sobre su propia cabeza.
Jesús dice que el juicio será más severo para los que oyeron el Evangelio y no lo aceptaron que para los de Sodoma, Gomorra y otros pueblos perversos y corruptos, porque estos nunca tuvieron la oportunidad que tenemos ahora de oír el glorioso Evangelio de Cristo[155]. Al escuchar el mensaje de los apóstoles el pueblo sería muy bendecido si lo aceptaran, pero si lo rechazaran su castigo sería peor que el de la tierra de Sodoma y Gomorra. Lo muy duro del corazón de tales personas se observa en el hecho de que rechazaron a los apóstoles aunque éstos podían sanar sus enfermos y echar fuera los demonios de sus seres queridos.
De esta manera Jesús estaba llevando a cabo su ministerio a través de ellos. Lo que ellos hacían era extensión de lo que Jesús hacía.
p. Muerte de Juan el Bautista (Mateo 14.3-12; Marcos 6.17-29; Lucas 3.19-20).
Pero Herodes Antipas, que era tetrarca en Galilea, aunque tenía temor de la reacción del pueblo que creía que Juan el Bautista era un profeta, le había mandado arrestar a causa de Herodías, por la que Juan le exhortaba, ya que ella era la esposa de Felipe y ahora vivía con Antipas[156], cumpliendo lo que el ángel Gabriel dijo a Zacarías en Lucas 1.17. No solo reprendió a los fariseos y saduceos que venían a su bautismo, sino que sin parcialidad[157] también reprendió al rey Herodes, aunque entendía que por ese motivo el rey podía matarlo.
Herodes, hombre sin convicción y movido por la pura conveniencia, estaba entre la espada y la pared. Sabía que Juan era varón justo y santo y le escuchaba de buena gana, pero si su perplejidad indicaba que consideraba la posibilidad de arrepentirse, no tenía suficiente fuerza para hacerlo, pues por todo lado había problemas y no veía salida. Temía a Juan, temía al pueblo y sobre todo temía a su mujer.
El día del cumpleaños de Herodes, la hija de Herodías, Salomé, danzó delante de su tío, los nobles, los comandantes y los príncipes galileos y agradó tanto a Herodes que le ofreció hasta la mitad de su reino. No debe pensarse que era tal vez una danza típica, sino que eran danzas indecentes, con sus movimientos exóticos, eran del todo voluptuosas, sensuales, seductoras. La muchacha, aconsejada por su madre, pidió la cabeza de Juan en un platón enseguida, ya que no quería correr el riesgo de que el rey se olvidara del juramento hecho delante de varios testigos. Herodías quería aprovechar al máximo esa oportunidad dorada de acabar con las palabras de Juan que tanto le molestaban y enfurecían. Quería la cabeza de Juan en un plato para que su madre tuviera la plena seguridad de que su atormentador ya no vivía.
Herodes se entristeció, pero fue la tristeza del mundo[158]. Herodes cometió un error grave pero con valor podría haber evitado otro peor. Había manera de corregir su juramento necio. Todavía sabía que Juan era hombre justo y santo y que le había escuchado con buena gana. También sabía que si él concediera la petición de la hija de Herodías tal acto sería homicidio. Se puede alegar que la forma de salir del dilema era haber dicho a Salomé: “Prometí favorecerte con un regalo, no te prometí cometer un crimen”. O también: “Yo te prometí un regalo a ti, no a tu madre”. Lo mejor hubiera sido: “Ahora veo que pequé al hacer esta promesa, por lo tanto me retracto”. Pero a Herodes le faltaban el valor, la humildad, y quizás también la sobriedad o claridad mental como para considerar tales respuestas. Para él era de suprema importancia el juramento hecho en presencia de los invitados y la necesidad de no desprestigiarse delante de ellos. Pero como había jurado delante de tantos testigos, no tuvo más remedio que ordenar la ejecución, como si el no cumplir con el juramento necio sería peor que el cometer homicidio. La presión de complacer a los malos compañeros es una de las pruebas más grandes y por esta causa muchos rechazan a Cristo y el Evangelio. Este lenguaje implica que los compañeros no hubieran aprobado el curso de conducta correcto, sino que por causa de ellos fue impulsado a llevar a cabo el crimen.
Ahora no solo eran adúlteros, sino también homicidas. Con este crimen hicieron callar la voz de Juan, pero ¿qué ganaron? ¿Ya no era cierto lo que Juan les decía acerca de su vida pecaminosa? ¿Qué lograron, pues, con su crimen? Todavía eran adúlteros. Ahora son más que adúlteros, porque agregaron otro pecado: El homicidio. Todavía no era lícito que Herodes tuviera la mujer de Felipe su hermano. Además, su conciencia era más intranquila que nunca, pues ahora cree que Juan había resucitado en la persona de Jesús. Los tales hombres mueren mil muertes.
1) Miedo de Herodes (Mateo 14.1-2; Marcos 6.14-16; Lucas 9.7-9).
La fama de Jesús cada día crecía más hasta que llegó a oídos del mismo Herodes. Las cosas que hacía Jesús fueron tomadas muy en serio por el Herodes; es decir, no las descartaba como puros rumores sin base. Esto es otro testimonio que confirma los milagros de Jesús.
Aunque también es curioso que algunos pensaran que Juan había resucitado para hacer grandes milagros: Sanar enfermos, echar fuera demonios, levantar muertos, ya que nunca había hecho ninguno durante su ministerio[159], pero así son los supersticiosos. No saben lo que es razonar.
Parece que Herodes siempre estaba perplejo acerca de Juan. Estaba perplejo cuando Juan vivía, y ahora está más perplejo ya que Juan está muerto. Este hombre tan eminente, este rey, estaba lleno de inquietud y temor. Estaba perturbado y atormentado por su conciencia por haber muerto a un profeta justo. Herodes bien sabía que Juan era hombre justo; por eso, su conciencia le dice que de alguna manera sería vindicado. La vida pasada vuelve a atormentar al transgresor[160].
Herodes estaba muy perplejo porque hizo caso de lo que toda la gente decía. Algunos decían una cosa, otros decían otra cosa y aun otros decían otra cosa. Hoy en día hay millones que comparten la perplejidad de Herodes, porque están bajo la influencia de lo que otros dicen. Dios nos ha dado las Escrituras para que cada persona las investigue para aprender la verdad y de esa manera evitar la confusión.
Nosotros hoy en día podemos regocijarnos grandemente de que esa gente estuviera bien equivocada. Juan, Elías, Jeremías, y otros profetas, eran todos hombres de Dios muy grandes, pero ¡eran hombres, nada más! Si Jesús de Nazaret era sencillamente hombre, y no Dios venido en carne, entonces no hay iglesia de Cristo; es decir, no hay salvación para el pecador y todos estamos destinados a la muerte eterna. El concepto equivocado de la multitud que Jesús era nada más que un gran hombre, es el mismo de los modernistas de hoy que niegan la deidad de Jesús.
q. Regreso de los Apóstoles (Marcos 6.30; Lucas 9.10).
Los apóstoles regresaron a Jesús con las buenas nuevas. Habían tenido un viaje arduo de predicación, y ahora es tiempo de descanso. En este punto de la narración, queda como un año más en el ministerio personal de Jesús.
r. La multiplicación de los panes y los peces (Mateo 14.13-21; Marcos 6.31-44; Lucas 9.11-17).
Uno de los milagros más controvertidos de Jesús ha sido el de la multiplicación de los panes y los peces, quizá porque en realidad no se dio en una sola ocasión, sino en dos y ambos relatos son muy similares.
Cruzaron la parte del norte del Mar de Galilea y llegaron a las cercanías de Betsaida. Durante la travesía Jesús y sus apóstoles pudieron hallar un poquito de descanso y mutua comunicación lejos del gentío. Además lo hallaron también al llegar a la ribera y subir un monte.
La gente que los vio salir en la barca viajó unos treinta kilómetros por tierra. Pudieron determinar la dirección de la barca y calcular el destino de ella. Al correr la gente, dieron aviso a quienes estaban cerca al camino y así iba creciendo el número de las personas que por fin llegaron a las cercanías de Betsaida, “adelantándose” a Jesús y sus apóstoles, como dicen algunas versiones.
Jesús tuvo compasión de la gente reunida debido a la condición espiritual de ella, como tuvo compasión de personas afligidas físicamente[161]. Jesús les recibió, y les enseñaba[162] del Reino de Dios, y sanaba a los que necesitaban ser curados.
Una gran parte del día lo pasó Jesús enseñando a la gente, y sanando a enfermos. No se tomó tiempo para comer y los discípulos se preocuparon. El problema consistió en que por ser el lugar desierto, o solitario, no hubo acceso inmediato de comida para todos que ahora tienen hambre. Ellos, al ser hombres, solo podían dar una solución humana a un problema humano. Pero los discípulos no tomaron en cuenta que la solución estuvo en medio de ellos, en el Señor Jesucristo.
Mateo registra estas palabras de Jesús: “No hay necesidad de que se vayan; denles ustedes de comer”[163]. Ellos sí podían hacerlo, con nada más poner en las manos de Jesús lo poco que tenían y dejar el resto a Dios. Pero su fe no había llegado a la medida necesaria. Con este mandamiento a los discípulos, Jesús está preparando la ocasión para hacer un milagro. Ya sabía del hambre de todos y simpatizaba con ellos. Pero el hombre tiene que aprender a depender de Dios, y no de sus propias fuerzas. En realidad los apóstoles no hallaron solución al problema. Para ellos, la pregunta representa una cosa irrazonable. La solución para lo imposible está con Él para quien nada es imposible[164]. Es tiempo de confirmar la predicación del día con una gran demostración de poder divino.
Lo que Dios manda requiere buen orden, porque Dios no es Dios de confusión[165]. Para la justa distribución de pan y peces para muchos miles de personas, se requería el buen orden, y por eso se les dio el mandamiento de ver que la gente se recostara en grupos. Este arreglo mandado por Jesús produjo pasillos por los cuales pasar las personas al servir la comida a la gente, y facilitó la justa distribución de la comida. ¡Dios es Dios de buen orden![166]
Jesús ejerció su deidad en este acto; mostró un atributo de Deidad. Para que la gente viera la conexión entre la obra milagrosa de Jesús y la comunión de Dios el Padre con él, tomó los cinco panes y los dos peces, y levantando los ojos al cielo hizo la acción de gracias. Jesús hizo lo que los hombres no pudieron hacer; a saber, multiplicar panes y peces. Pero Jesús permitió a los hombres hacer lo que sí podían hacer; a saber, distribuir la comida de manera bien ordenada. Jesús multiplicó los panes y peces en gran abundancia. El hambre de la gente en esta ocasión fue grande; el milagro de Jesús hizo más que satisfacer la necesidad de la gente.
Recogieron de los sobrantes doce cestas llenas. Esto lo hicieron por mandamiento de Jesús para que no se perdiera nada. Malgastar es pecado. Al malgasto sigue la necesidad[167]. La mención de estas cantidades específicas recalca la grandeza de este milagro.
Mateo nos informa que los que comieron fueron como cinco mil hombres, sin contar las mujeres y los niños[168]. La mención de este número aproximado también subraya la grandeza del milagro. Según la tradición judaica, las mujeres y los niños se sentarían aparte.
s. Caminando por las aguas (Mateo 14.22-36; Marcos 6.45-56).
No despidió a la multitud cuando los apóstoles se lo pidieron, porque primero debía alimentarles, pero después de despedida, antes que pudieran cumplir su propósito de hacerle rey[169], envió a sus discípulos a Betsaida[170] y Él subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo, como era su costumbre[171].
Pero los discípulos estaban en problemas, la barca estaba en medio de la mar, azotada por las olas; y ellos estaban fatigados porque el viento era contrario. Entre las tres y las seis de la madrugada Jesús vino a ellos caminando sobre el mar, y quería adelantárseles[172]. Los discípulos se turbaron, y decían que era un fantasma[173], y gritaban, hasta que Jesús les habló. Ellos reconocieron la voz de Cristo, tal como Isaac reconoció la voz de Jacob[174]. Pero Simón, hombre de impulsos, no pudo contenerse y le pidió que le permitiera caminar sobre las aguas. Jesús aceptó, y Simón cumplió su deseo, pero quitó su mirada del Maestro y comenzó a hundirse, tal como pasa con nosotros cuando nos distraen los peligros y los afanes del mundo[175]. Pero Jesús estaba pendiente del clamor de Simón, como lo está del nuestro, sabiendo que somos hombres de poca fe. Cuando subieron en la barca, se calmó el viento, porque Él es el Creador de los vientos y las olas del mar. Esta es la segunda vez que Jesús calma la tempestad. Entonces ellos lo adoraron.
Recordemos que los apóstoles no aceptaron la adoración[176] y tampoco los ángeles[177], sin embargo, Jesús nunca rechazó este tributo[178], y si aun los ángeles deben de adorarle, ¡cuánto más los hombres! Al recibir la adoración Cristo claramente mostró o manifestó un atributo de la Deidad[179]. Terminada el viaje, llegaron a Genesaret. Cuando le reconocieron, enviaron noticia por toda aquella tierra alrededor, y trajeron a él todos los enfermos; y le rogaban que les dejase tocar solamente el borde de su manto; y todos los que lo tocaron, quedaron sanos.
t. Exhortaciones de Jesús.
Si bien es cierto Dios es amor, también es un Padre justo que no acepta que se hagan las cosas de acuerdo a lo que uno quiere, sino a los que Él ordena. Cuando los hombres no obedecemos, Él nos exhorta a obedecer o bien a atenernos a las consecuencias.
Esta es la segunda vez que esto se registra la presencia maligna por parte de los fariseos, y algunos de los escribas, que habían venido de Jerusalén[180]. Ellos buscan algo contra Jesús, ya popular en Galilea, para poder acusarle y matarle.
1) A los fariseos (Mateo 15.1-9; Marcos 7.1-13).
Los fariseos eran los peores enemigos de Jesús. A través de Mateo, Marcos, Lucas y Juan leemos que ellos constantemente le asechaban, murmuraban contra Él, le tentaban, se burlaban de Él, le calumniaban, le difamaban y conspiraban con las autoridades para destruirlo. Los escribas y fariseos decían que la tradición de los ancianos era la enseñanza de Moisés entregada oralmente a los ancianos quienes en turno la entregaban a las generaciones sucesivas. La inmensa masa de tradiciones tan venerada de los judíos de tiempos posteriores, consistía, según ellos, en parte de leyes orales dadas por Moisés en adición a la ley escrita y que llegaron a ser precedente y autoridad; y en parte de las explicaciones y opiniones de maestros eminentes, dadas individualmente o a veces por el sufragio de asambleas. Estas tradiciones orales continuaron acumulándose después del tiempo de Cristo hasta que fueron escritas en la Mishna y sus comentarios. Eran altamente estimadas por toda la nación con excepción de los saduceos. En verdad algunos opinaban que eran de más importancia que la ley escrita. El Talmud de Jerusalén dice: “Las palabras de los escribas son más hermosas que las palabras de la Ley”. En esto, como en otros muchos respectos, el judaísmo ha influido en el cristianismo de la Iglesia de Roma, que enseña la observancia de numerosas tradiciones que pretenden descender de tiempos primitivos, y algunas de ellas de los apóstoles, aunque violan las Escrituras. Entre los protestantes hay a veces más deseo de observar la costumbre que la Escritura; y más énfasis se carga sobre la regla de la iglesia que sobre la ley de Dios.
También creían que era necesario que la Ley escrita fuera definida y adaptada a las situaciones de la gente de cada época, y que esto se hiciera oralmente. Para los escribas y fariseos, la tradición de los ancianos llevaba la misma autoridad que la Ley de Moisés. Jesús tajantemente refuta esto. La ley de Moisés tenía enseñanza clara sobre lo inmundo, pero la tradición de los ancianos iba mucho más allá de la ley de Moisés. Al añadir a la Palabra de Dios se habían hecho culpables. Habían dejado los mandamientos de Dios[181], habían desechado el mandamiento de Dios[182]; habían quebrantado, o transgredido, el mandamiento de Dios[183]; habían invalidado el mandamiento de Dios[184]. Así, por la pretensión de una tradición oral suplementaria de la escrita, el mandamiento de Dios quedaba: Echado a un lado o ignorado; desatendido en sus demandas; manipulado y violado; por último, quedaba invalidado, vaciado de todo contenido, al ser sustituido por una norma humana.
La tradición de La Iglesia Católica Romana queda condenada de la misma manera por lo que Jesucristo enseña en estos textos. Según el clero romano la tradición católica es la misma Ley de Cristo y los apóstoles, no escrita, sino entregada oralmente a los supuestos sucesores de los apóstoles. Como en el caso del judaísmo, la tradición de la iglesia romana es simplemente enseñanza humana. Con razón Jesús la denuncia tan fuertemente.
Los fariseos criticaban a Jesús y sus discípulos porque no se lavan las manos antes de comer, y aquí es necesario distinguir entre el lavamiento[185] higiénico y el lavamiento ritual prescrito por la tradición[186] de los ancianos. Hay que tomar en cuenta que este lavamiento de los fariseos no era porque conocieran algo de microbios o bacterias, sino porque era una tradición, así que Jesús y sus discípulos no violaban la ley de Moisés, sino la tradición de los ancianos, que para muchos judíos era más importante que la ley de Moisés, como veremos en este mismo texto. Y ellos habían llegado al punto en que no solo se lavaban las manos antes de comer, sino que también se bañaban después de andar afuera donde sus cuerpos podían tocar, o ser tocados por, personas inmundas.
Jesús les da un duro golpe cuando les dice que ellos quebrantan el mandamiento de Dios por la tradición. Nadie se había atrevido a decir lo que Jesús estaba diciendo en esta ocasión y es que toda tradición humana se condena cuando substituye algún mandamiento o arreglo de Dios, como lo es el negarse a tener ancianos en cada Iglesia, el bautismo infantil, la misa, el tocar instrumentos de música, el diezmo, etc.
La tradición no es mala en sí. Depende de la fuente de la enseñanza y la tradición de los ancianos no procedía de Dios, sino de los hombres, ya que ellos cambiaban incluso hasta los llamados “diez mandamientos”. Para entender lo cruel de esta práctica es importante aclarar que la gente no entregaba la propiedad a los oficiales del Templo, sino que solamente la dedicaba al Templo. La propiedad se quedaba en su posesión por tiempo indefinido para su propio uso, pero podían decir que “la propiedad ya no es mía”, y por esa razón estaban exentos de la obligación de usarla para cuidar de sus padres. Fue un plan diabólico. ¡Con razón Jesús lo denunciaba! Era un grupo de hipócritas porque profesaban honrar a Dios, haciendo voto de darle lo que pertenecían a sus padres, pero en realidad era pura avaricia, porque no amaban ni a Dios ni a sus padres. Eran hipócritas[187] porque con su tradición enseñaban a los hijos cómo evadir el quinto mandamiento del decálogo. Profesaban gran piedad pero eran hombres muy corruptos. Y es que cuando los líderes religiosos se atreven a quebrantar o substituir algún mandamiento o enseñanza de Dios, hacen nula su adoración a Dios. Dios no acepta la adoración de los que quebrantan y substituyen sus leyes. Hoy hay mucho culto que el mundo religioso rinde a Dios en vano sencillamente porque Dios no lo autorizó. Cualquier otra cosa es vanidad. Dios lo rechaza.
Todas las denominaciones existen porque se propagan doctrinas que se originan con los hombres, y no con Dios. Enseñan “diferente doctrina”[188] en lugar de retener la sana Palabra[189]. Así ocurría con los judíos que les importaba más la tradición humana que el mismo mandamiento de Dios. No podían guardar las dos cosas al mismo tiempo, y por eso rechazaban el mandamiento de Dios con el fin de poder guardar su tradición. Eran hipócritas, adoraban a Dios en vano, y rechazaban el mandamiento de Dios. Por ejemplo, en lugar de usar sus bienes para ayudar a sus padres necesitados, la tradición judía justificaba usarlos como una ofrenda[190] dedicada a Dios o echada en el tesoro del Templo. ¡Qué hipocresía, que en este caso estos judíos ignoraran las necesidades de sus padres y al mismo tiempo condenaran a Jesús por eso de comer con manos no lavadas! Su tradición no permitía que el judío hiciera por sus padres según el mandamiento de Dios por Moisés.
2) Al pueblo (Mateo 15.10-11; Marcos 7.14-16).
Habiendo rebatido a los fariseos, ahora se dirige a la gente para explicarles otra razón por la que Él y sus discípulos no se sometían a la tradición de los ancianos de lavarse ceremonialmente antes de comer pan: Los fariseos se preocupaban por la purificación ceremonial que ellos habían inventado, pero Jesús ahora enseña la necesidad de la purificación verdadera, la del corazón.
3) Ciegos guías (Mateo 15.12-14).
Jesús no enseñaba para agradar a la gente. Él es el Médico por excelencia. Y es el divino Cirujano. No busca la aprobación del pueblo, sino su salvación, como el médico competente solo se interesa por sanar a sus pacientes. Los discípulos podían ver que los fariseos se habían ofendido[191] ante la reprensión pública. Fueron ofendidos por dos cosas:
a) Jesús les está quitando el liderazgo. Ellos gozaban de mucha influencia como los maestros del pueblo, pero ahora ha llegado el verdadero Maestro de maestros que los expone como hipócritas.
b) La enseñanza misma de Jesús es ofensiva para algunos.
Jesús les hizo saber que toda religión basada en las tradiciones humanas de los escribas y fariseos, sería extirpada. Dios plantó la ley de Moisés y la religión basada en ella, pero no plantó las tradiciones de los ancianos que eran mandamientos de hombres. Que todos los maestros religiosos tomen nota de esto: Toda religión basada en las tradiciones de los hombres está destinada a caer. El clero romano admite libremente que ellos siguen sus tradiciones, pero hay muchas otras denominaciones que enseñan y practican una variedad de tradiciones humanas y no quieren aceptar que son humanas, sino que afirman que son bíblicas. Los que aman la verdad estarán dispuestos siempre a comparar con toda diligencia y sinceridad su doctrina y práctica con el patrón bíblico[192].
Jesús pronuncia una sentencia fuerte contra los fariseos: ¡Déjenlos! ¡Qué cosa tan terrible ser abandonado por el Señor![193] Jesús no quería que sus discípulos les hicieran caso. Más bien, deberían apartarse de ellos, que son como los ciegos que se constituyen en guías, y al final caerán en la condenación final porque nadie puede ver.
u. Lo que daña al hombre (Mateo 15.15-20; Marcos 7.17-23).
Cuando Jesús decía esto, todavía estaba en vigor la Ley de Moisés y Jesús no solo la guardaba, sino que también enseñaba a sus discípulos a guardarla[194]. Por lo tanto, no estaba diciendo a sus discípulos que en ese momento ellos podrían ignorar los reglamentos de la Ley de Moisés. Es necesario observar el contexto: El punto es que Jesús está condenando la tradición de los ancianos sobre el lavamiento de las manos antes de comer pan. Cristo vino al mundo para cumplir la Ley[195] y cuando la cumplió, la clavó a su cruz[196]. Entonces bajo el Nuevo Testamento, cuando sus discípulos ya no estaban bajo la Ley de Moisés, todos los alimentos serían limpios.
Sin embargo, tanta maldad en la vida del hombre empieza con sus malos razonamientos. Dicho de otro modo, los malos hechos del hombre no se llevarían a cabo si primero no existieran en el corazón.
Es notable que tres de los crímenes mencionados en este pasaje como corrupciones de la mente, a saber, el homicidio, el falso testimonio y la blasfemia fueron en esta ocasión cometidos por las personas quienes cargaron al Señor con impiedad por haber descuidado tales preceptos ceremoniales de religión que eran de invención humana.
El tema aquí no tiene nada que ver con la higiene, pues los fariseos no se interesaban por la higiene, sino por el guardar los preceptos de las tradiciones de los ancianos con respecto a los lavamientos ceremoniales. De esto Jesús habla.
[1] Naín o Naim es una ciudad que aparece mencionada en la Biblia. Se cree que su nombre proviene del hebreo naim que significa delicioso, agradable. Era un poblado situado en el sur de Galilea, cerca de Nazaret y a cuarenta kilómetros de Cafarnaún. Es normalmente identificada con la aldea de Nein que aparece como un distrito de Nazaret. Sin embargo, las ruinas mucho más amplias que la envergadura de la localidad indican que se trató de un asentamiento más bien extenso.
[2] 1 Reyes 17.17-24.
[3] Parece que la misión principal de Jesús en ir a esta ciudad era levantar a este muerto. Lo hizo como señal para probar que era el Hijo de Dios (Juan 20.30-31), pero también, como dice Hechos 10.38: “anduvo haciendo bienes”.
[4] La palabra compadecer, padecer con, splanchnizomai, significa “ser movido en las entrañas de uno”. En el idioma griego no hay otra palabra más fuerte que signifique piedad, simpatía y sentimiento que la que se utiliza aquí y en otros textos para describir la compasión de Jesús.
[5] 1 Timoteo 5; Santiago 1.27.
[6] Juan 1.29. RV60
[7] Isaías 42.6; 35.5-6; 61.1.
[8] Isaías 59.2-3.
[9] Juan 1.46.
[10] 1 Corintios 1.26-29.
[11] 1 Corintios 1.23.
[12] Salmos 1.3. RV60
[13] Mateo 3.2.
[14] Mateo 28.19; Marcos 16.16.
[15] Mateo 21.25.
[16] Lucas 7.29-35.
[17] Juan 2.2.
[18] Lucas 7.36; Mateo 9.10.
[19] Lucas 3.10-14.
[20] Mateo 3.10-12.
[21] Gálatas 1.10.
[22] Amós 6.4.
[23] Juan 13.23-25.
[24] Un frasco de alabastro con perfume tenía un valor de un año de trabajo de un jornalero. Era sumamente valioso y solo podía abrirse al romperlo.
[25] Magdala o la región de Magadán (Mateo 15.39), se sitúa al borde del lago de Galilea, al norte de Tiberias y al sur de Capernaum. De allí era María, la mujer que luego formó parte del grupo de mujeres que sirvieron a Jesús durante su ministerio en Galilea y presenció la crucifixión (Mateo 27.55-56; Marcos 15.40; Juan 19.25). Ella fue testigo también de la resurrección (Lucas 24.1-10; Juan 20.1-18) y la primera persona a la que se le apareció el Señor resucitado.
[26] Esto significa que ella fue siempre virgen: Antes, durante y después de dar a luz a Jesucristo. No es sino hasta el siglo IV, que Atanasio se levanta como el gran defensor de la virginidad de María y lo siguen Epifanio de Salamina, Efrén y Juan Crisóstomo. Esta doctrina no tiene aprobación apostólica.
[27] Marcos 3.21; Juan 7.5.
[28] Lucas 2.42, 48.
[29] Hechos 1.14.
[30] 1 Timoteo 2.5.
[31] 1 Reyes 2.19-20.
[32] Lucas 11.28.
[33] Hebreos 2.11.
[34] Es una forma literaria consistente en un relato figurado del cual, por analogía o semejanza, se deriva una enseñanza relativa a un tema que no es el explícito. La parábola tiene un fin didáctico y podemos encontrar un ejemplo de ella en los Evangelios, donde Jesús narra muchas parábolas como enseñanzas al pueblo.
[35] Marcos 4.14.
[36] Romanos 10.17.
[37] Romanos 5.3-5.
[38] Colosenses 3.5.
[39] Juan 4.35-37.
[40] Hechos 2.41.
[41] Isaías 5.1-7.
[42] Mateo 11.6.
[43] Mateo 25.14-30.
[44] La palabra “misterio” se usa en el Nuevo Testamento en un sentido especial. No significa algo misterioso, oscuro y difícil o imposible de entender, sino algo que no se podía saber sin revelación de Dios (1 Corintios 2.9-13; Efesios 3.3-6).
[45] 2 Samuel 12.1-7.
[46] Juan 6.44-45; Efesios 4.20-21; 1 Corintios 1.21.
[47] Lucas 8.15.
[48] 2 Corintios 5.17.
[49] Efesios 2.10.
[50] 1 Pedro 1.9.
[51] En la respiración anaeróbica no se usa oxígeno, sino que para la misma función se emplea otra sustancia oxidante distinta, como el sulfato o el nitrato.
[52] La siega, la separación de los malos y los buenos, no se puede llevar a cabo ahora. ¿Quién sería adecuado para esta gran tarea? Los hombres juzgan por apariencias (1 Samuel 16.6-7).
[53] Revelación 19.16.
[54] Efesios 1.22-23.
[55] 1 Corintios 11.23-27.
[56] 1 Corintios 10.21.
[57] Lucas 22.30.
[58] 1 Timoteo 3.15.
[59] 1 Timoteo 2.1-4.
[60] Mateo 5.10-12.
[61] Mateo 7.15-20.
[62] 2 Corintios 10.3-5.
[63] BAD
[64] Lucas 19.12, 14, 27.
[65] Mateo 8.20, lo que rebate la falsa doctrina de la prosperidad que asegura que Jesús era millonario.
[66] Mateo 26.51-53.
[67] Mateo 22.21; Romanos 13.7.
[68] Efesios 6.17. BAD
[69] Hechos 19.8. NBLH
[70] Hechos 28.23. Ibid
[71] Mateo 5.13-16; 1 Timoteo 4.12; 1 Pedro 3.1-2.
[72] Hechos 1.13; 2.1-4.
[73] 1 Corintios 1.26-29.
[74] Romanos 1.16. NBLH
[75] Romanos 12.1-2.
[76] Marcos 3.14.
[77] Hechos 17.6. BL95
[78] LBLA
[79] BAD
[80] Mateo 25.25.
[81] Job 3.21; Proverbios 2.4.
[82] BL95.
[83] BLS
[84] CAB
[85] Juan 1.41. CTS-IBS
[86] Juan 4.28-29. DHH
[87] Hechos 8.39. EUNSA
[88] JER
[89] Mateo 7.7-8. LBLA
[90] NC
[91] NBLH
[92] Juan 14.6; Hechos 24.14.
[93] RV1865
[94] Isaías 55.6.
[95] Romanos 10.20.
[96] Mateo 4.18.
[97] Mateo 4.20-21.
[98] Mateo 13.47.
[99] Hechos 10.34-35; Romanos 2.11.
[100] 1 Timoteo 3.15.
[101] RV2000
[102] RV60
[103] Salmos 73.2-3. RV95
[104] Salmos 73.13. Ibid
[105] Salmos 73.17-18. Ibid
[106] Salmos 73.22. Ibid.
[107] Habacuc 1.13. RVA
[108] Habacuc 2.20. Septuaginta
[109] Habacuc 3.17-18. SSE
[110] 1 Timoteo 2.4; 2 Pedro 3.9.
[111] Romanos 14.12; 2 Corintios 5.10; Gálatas 6.7-8.
[112] Juan 14.1-3.
[113] Hebreos 11.10.
[114] Recordemos que Abraham en la tierra solamente moraba en tiendas como peregrino.
[115] Lucas 16.22.
[116] Lucas 16.9.
[117] Mateo 13.42.
[118] Mateo 25.1-13.
[119] Mateo 25.14-30.
[120] Mateo 25.31-46.
[121] Juan 5.29. BAD
[122] Se designa con el nombre de popa o acrostolio a la terminación posterior de la estructura del barco.
[123] Marcos 4.36.
[124] Mateo 4.2.
[125] Juan 19.28.
[126] Juan 4.9.
[127] Juan 11.35.
[128] Este es el único texto que habla del dormir de Jesús.
[129] Filipenses 4.7.
[130] Juan 14.27.
[131] Marcos 3.17.
[132] Lucas 8.24. RV60
[133] Juan 1.1-3.
[134] Lucas 8.25. RV60
[135] BL95
[136] Marcos 5.5. CAB
[137] Gálatas 5.19-21.
[138] 1 Corintios 13.8.
[139] Mateo 25.41; 2 Pedro 2.4; Judas 6.
[140] Hechos 19.24-31.
[141] Mateo 12.43-45.
[142] Levítico 15.26.
[143] Números 15.38.
[144] Juan 20.30-31.
[145] Lucas 9.28-36.
[146] Mateo 26.37.
[147] 1 Corintios 15.50-57.
[148] Mateo 13.58.
[149] Una vez en Juan 2.13-18 que no lo registramos en este estudio porque los Evangelios Sinópticos solo describen la segunda limpieza (Mateo 21.12-13; Marcos 11.15; Lucas 19.45).
[150] Revelación 5.5.
[151] Mateo 28.19.
[152] Gálatas 2.20.
[153] Lucas 10.7; 1 Timoteo 5.18; 1 Corintios 9.7, 14.
[154] Mateo 7.6.
[155] Mateo 11.23-24; Marcos 6.11; Lucas 10.13-16.
[156] Levítico 18.16; 20.21.
[157] 1 Timoteo 5.21.
[158] 2 Corintios 7.10.
[159] Juan 10.41.
[160] Job 15.20-21.
[161] Mateo 10.34; Marcos 1.41; 8.2; Lucas 7.13.
[162] El Reino de Dios es la Iglesia de Dios, cosa que tiene que ser “enseñada” y no exclusivamente “predicada”, según algunos emplean los términos “enseñar” y “predicar” como si fueran mutuamente exclusivos.
[163] Mateo 14.16. NBLH
[164] Lucas 18.27.
[165] 1 Corintios 14.33.
[166] 1 Corintios 14.40.
[167] Lucas 15.14.
[168] Mateo 14.21.
[169] Juan 6.15.
[170] El nombre Betsaida significa “casa de pesca”, y pudo haber habido dos pueblos de ese nombre porque había mucha pesca por todas las riberas del Mar de Galilea.
[171] Marcos 1.35.
[172] Esto lo hizo para distraer su atención, si no le invitaban a subir a la barca, no subiría. Dios no se impone en nadie; sí, ofrece su gracia a todos.
[173] Jesús no venía flotando en el aire como un fantasma, sino andando sobre el agua.
[174] Génesis 27.22.
[175] Marcos no menciona que Simón caminara sobre el mar hacia Jesús.
[176] Hechos 10.25-26.
[177] Revelación 19.10.
[178] Hebreos 1.6.
[179] Colosenses 2.9.
[180] Marcos 3.22.
[181] Marcos 7.8.
[182] Marcos 7.8-9.
[183] Mateo 15.3.
[184] Mateo 15.6; Marcos 7.13.
[185] El texto griego, al decir “lavamiento”, emplea el vocablo baptismos, el cual se translitera “bautismo”. Se lavaban las manos y lavaban los utensilios, sumergiéndolos en agua. El bautismo, pues, es inmersión en agua para “lavar” los pecados (Hechos 22.16; Tito 3.5). El mismo verbo se emplea en 2 Reyes 5.14, “se zambulló siete veces”. El bautismo es un acto por inmersión.
[186] La palabra griega, paradosis, traducida aquí, “tradición”, significa sencillamente transmitir de una a otra persona. No hay nada de malo en ello. La palabra aparece con aprobación en 1 Corintios 11.2; 2 Tesalonicenses 2.15; 3.6.
[187] Palabra griega que significa “actor”. Los fariseos no conformaban sus hechos con sus palabras; hablaban bien pero actuaban mal.
[188] 1 Timoteo 1.3. RV60
[189] 2 Timoteo 1.13. Ibid
[190] Corbán es una transliteración de la palabra “ofrenda”.
[191] La palabra “ofendieron” viene de skandalizo, “caer, tropezar”.
[192] 2 Timoteo 1.13-14.
[193] Romanos 1.26-28
[194] Mateo 5.17-20.
[195] Mateo 5.17; Lucas 24.44.
[196] Efesios 2.15-16; Colosenses 2.14.