16. Camino a la fiesta de los Tabernáculos.
a. Los samaritanos inhospitalarios (Lucas 9.51-56).
Ya casi estaba por comenzar el principio del fin del ministerio terrenal de Jesús. Todo el lenguaje de Mateo, Marcos, Lucas y Juan es enfático y no deja lugar para dudas en cuanto a lo que Jesús haría. No vino a la tierra para ver si podía ser nuestro Salvador. Algunos enseñan que nuestra salvación estaba en duda durante los treinta y tres años de la vida de Jesús, pues creen que en cualquier momento Él podía haber pecado y arruinado todo el plan de Dios. Pero Jesús no vino para ver si podía vivir sin pecar. No vino para ver si podía ser un sacrificio perfecto para expiar los pecados del hombre. Como Lucas dice aquí, Jesús ahora se dirige hacia Jerusalén para llevar a cabo el propósito por el cual vino a la tierra. Lucas menciona en tres ocasiones a Cristo de camino a Jerusalén[1].
Jesús envió a unos discípulos para que hicieran los arreglos para su llegada y entraron en una aldea samaritana, pero como ellos dejaban ver, probablemente por su atuendo o bien por la dirección que llevaban, que se dirigían a Jerusalén, ya que consideraban que ir a Jerusalén era un insulto a su lugar de culto en el Monte Gerizim y no quisieron a Jesús con ellos. Tal vez, si hubiera llegado a Samaria para enseñarles, lo habrían recibido como en otra ocasión, pero esta vez solamente pensaba pasar por su territorio rumbo a Jerusalén y esto provocó celos entre los samaritanos.
El rechazo en la vida de Jesús no era algo extraño, lo hicieron en Nazaret[2], eb Gadara[3], en Jerusalén[4] e incluso de nuevo en Jerusalén cuando muchos judíos gritaron: “¡Crucifíquenle, crucifíquenle!”
El rechazo de los samaritanos provocó el enojo la ira de Jacobo y Juan, que muestran que merecían el apodo que recibieron como “hijos del trueno”[5], porque estaban dispuestos a castigar a los samaritanos inhospitalarios. Es algo admirable que estos apóstoles creyeran que tenían tal poder. Desde luego, con el permiso de Jesús lo habrían tenido, pero no se lo concedió. Más bien, Jesús corrigió a los apóstoles y se fueron a otra aldea. La gente de muchos países tiene religiones falsas y rechazan al Creador, el único Dios vivo, pero Él sigue año tras año haciendo que el sol salga sobre ellos y les envía lluvias y hace que sus campos les produzcan pan, e incluso esto hacen muchos que se hacen llamar cristianos.
b. Lo que cuesta seguir a Jesús (Mateo 8.19-22; Lucas 9.57-62).
Al observar el poder de Jesús, como también las multitudes que le seguían, un escriba se emocionó con el Maestro, pero Jesús sabía la medida de su entusiasmo. La respuesta de Jesús nos hace pensar que este escriba tenía un concepto equivocado de lo que significa seguir a Jesús. Muchos quieren ser soldados al ver los uniformes, los desfiles, y al oír el aplauso, pero no consideran la miseria horrible del campo de batalla. Cristo quiere que veamos el cuadro completo y que calculemos gastos antes de inscribirnos en su ejército.
Este hombre era impulsivo. ¿Qué sabía del costo de seguir a Jesús? Hay muchas personas que son “seguidores superficiales”. Hay algo en Jesús que capta el interés de la gente y creen que pueden ver la corona, pero no pueden ver la cruz. Este texto bien ilustra la actitud de muchos que profesan ser seguidores de Jesús. El primer problema es la falta de comprensión de lo que está involucrado en esta profesión. ¿De veras los apóstoles podían beber el vaso que Jesús iba a beber?[6] ¿Entendía Pedro lo que decía cuando hizo una promesa al Señor en Lucas 22.33? Así también hoy en día muchos prometen seguir a Jesús sin tomar en cuenta lo que significa. Hay mucha profesión que viene solo de los labios.
Jesús no veía en él la sinceridad de Rut cuando ella prometió la misma cosa a Noemí[7]. Rut cumplió lo que prometió. Es posible seguir a Cristo “por dondequiera que va”; algunos lo hacen[8]. Sin embargo, nos preguntamos, ¿entendió el escriba lo que decía? Le convenía preguntar: “Señor ¿a dónde vas?” porque repetidas Jesús fue rechazado por los hombres: Por los gadarenos[9], por los samaritanos[10], por los de Judea[11], por los de Galilea[12], por los judíos[13]. ¿El escriba de veras quería seguir a Jesús “a donde quiera que” fuera? ¿Era un hombre realista o simplemente un hombre idealista? Ser emocional acerca de Cristo es bueno, pero para ser seguidor se requiere mucho más.
Curiosamente, Jesús, siendo el Creador de todo, es dueño de todo, pero durante su tiempo sobre la tierra ni siquiera era dueño de una residencia personal, sino que llevaba una “vida peregrina”, no poseía nada, contrario a lo que piensan los apóstoles de la doctrina de la prosperidad que hablan de la fortuna que manejaba Jesús en la bolsa que guardaba Judas.
¿Quería Jesús desanimarlo? ¿Quería apagar su celo? No, pero es necesario calcular gastos. ¿Qué me va a costar ser discípulo de Cristo? Mucha gente estaba encantada de los milagros de Jesús y recuerde que por mucho tiempo durante su ministerio Jesús gozaba de mucha fama. Era un personaje muy popular. Muchos creían que la cosa más popular y aceptable sería seguir a Jesús de Nazaret, pero siempre les decía con toda claridad lo que significaba el discipulado[14]. Como alguien ha dicho: Jesús no “forró” la cruz. Dijo claramente que sería rechazado por los judíos[15]. Iba a cumplir lo que Isaías 53 decía de Él, que sería “despreciado y desechado entre los hombres”.
Algunos se emocionan al oír los bonitos himnos y un sermón o dos muy elocuentes y disfrutar la asociación con buena gente y toman la decisión de ser bautizados sin tomar en cuenta lo que en realidad el Señor requiere de ellos.
Cuando Jesús nació, los pastores lo encontraron “acostado en un pesebre”[16]. Vivía de la ayuda y hospitalidad de otros[17]. Era extranjero en su propio mundo, el mundo que había creado. Cuando murió, fue sepultado en un sepulcro ajeno[18].
El escriba que prometió seguir a Jesús “a donde quiera que vayas” era un idealista y soñador. Jesús, sin embargo, no quiere seguidores “idealistas”, sino seguidores “realistas”. Hay mucho peligro en el entusiasmo momentáneo. Los que son movidos sólo por los sentimientos y emociones son como niños fluctuantes[19]. Muchos fueron afectados emocionalmente por los milagros de Jesús, como también por su popularidad y aun por su enseñanza diferente[20], pero todo esto no significa necesariamente que tuvieran convicción.
Jesús conoce al hombre[21]. Conoce sus pensamientos. Juzgando por la respuesta de Jesús, este hombre no entendía lo que significaría seguir a Jesús. Lo veía como un hombre de mucha fama y podría haber pensado que sería provechoso materialmente ser su seguidor. Muchos quieren seguir a Jesús, pero le quieren seguir según sus propias ideas, sin tomar en cuenta lo que les puede costar. Jesús enseña que debemos sentarnos primero para calcular gastos[22].
Pero a otro, más bien Jesús le llamó y él pone una excusa muy curiosa: “dame permiso para ir primero a enterrar a mi padre”[23]. Las obligaciones mundanas pueden ser atendidas por los que están muertos espiritualmente, pero Jesús le había dado a este discípulo otro deber más importante: El de anunciar el Reino. Algunos creen que esta expresión significa “permíteme cuidar de mi padre anciano hasta que muera”. Justifican esta explicación diciendo que si el padre de este hombre ya hubiera muerto, habría estado en ese momento ocupado en el asunto de enterrarlo, pero no es posible probar tal teoría. Jesús no habla del futuro cuando su padre muriera, sino del tiempo presente, pues en ese momento los que deberían sepultar al padre de este discípulo estaban muertos espiritualmente, pero con el tiempo tal vez serían convertidos.
Jesús no criticó a los que sepultaron a Juan[24], y los apóstoles no criticaron a los que sepultaron a Esteban[25], pero a éste Jesús le había dicho: “Sígueme”. Era necesario dar prioridad a ese mandamiento, no dejando que nada se lo impidiera. En algunos países se gastan muchos miles de dólares para sepultar a los muertos y se presentan elogios elocuentes, sin tomar en cuenta la realidad del castigo eterno de los que mueren sin obedecer al evangelio de Cristo.
Cabe mencionar también que si este discípulo hubiera sepultado a su padre, se habría quedado inmundo por una semana[26]. El punto es que cuando Cristo nos da un mandamiento no debemos dejar que nada interrumpa o estorbe nuestra obediencia.
Esta es otra de las enseñanzas de Jesús que parecen duras a algunos[27]. Se puede comparar con Mateo 5.29-30, 19.21; Lucas 14.26, etc. Estos textos enfatizan la necesidad de poner a Cristo y su obra primero. Son buenos comentarios sobre Mateo 6.33: “…buscad primeramente el reino de Dios y su justicia”, con énfasis en la palabra primeramente. Los que no pueden aprender esta sencilla lección no pueden ser cristianos. Nuestro Señor Jesucristo siempre mostró misericordia y compasión, pero al mismo tiempo siempre exigió lo primero de los que querían seguirle.
Este mandamiento, “Sígueme”, es el mismo que oyeron Pedro, Andrés, Jacobo y Juan y ellos dejaron todo y “le siguieron". Es otro ejemplo de la obediencia que Cristo requiere. Este mandamiento es el mismo que oyó Mateo[28]. Él no puso excusas, sino que “Se levantó y le siguió”. Pero este otro discípulo no puso al Señor primero. No buscó primeramente el Reino de Dios y su justicia, sino que puso otra cosa primero. No obedeció a Cristo, como lo hicieron Pedro, Andrés, Jacobo, Juan y Mateo. Dios siempre ha requerido lo primero[29].
Jesús conoció a este discípulo, y sabía lo que tenía que decirle. Compárese el caso del joven rico. Lo que Jesús dijo a este joven también nos puede parecer algo severo, pero el Buen Médico sabe cuándo es necesario amputar la mano derecha y sacar el ojo derecho[30].
A veces la gente creía que la enseñanza de Jesús era dura[31]. ¿Por qué requiere Jesús tantas cosas difíciles? Para evitar tropiezos; es decir, para quitar de nuestras vidas las cosas que nos estorban espiritualmente. Si no buscamos primeramente las cosas de Dios no podemos ir al cielo. Por lo tanto, le dijo al discípulo: “Sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos”[32]. Es mandamiento “duro” pero también es dura la enseñanza de estos otros textos[33], pero era y es enseñanza necesaria para la salvación. Al leer tales relatos recordemos que Jesús quiere que todos se salven. Él sabía que este “otro discípulo” estaba en peligro de sepultar a sí mismo cuando sepultaba a su padre. Lo que Jesús dijo, pues, fue para salvar su alma.
Recuérdese que la palabra “primero” es la clave para entender este texto. Otra palabra clave es “ve”. Jesús llamaba a este hombre para ser predicador de la palabra. Sin embargo, el hombre responde que en ese momento él tenía otro asunto más importante que la obra de anunciar el Reino. Él acepta el servicio de Cristo. Acepta ser predicador de la palabra, pero después. Está dispuesto a servir a Cristo, después. Dicho de otro modo: “Ahorita no puedo, vayan ustedes. Al rato les alcanzo. Después me junto con ustedes”. Este hombre no rehusó seguir a Cristo, pero quería posponer su obediencia. Muchos se consuelan con el pensamiento de que un día van a obedecer. Interpretan esto como medio aceptar, pero no entienden es que el posponer es desobedecer.
Había otro discípulo que quería despedirse primero de los de la casa. Seguramente todos dirían: “Fue muy razonable la petición de este hombre”. No es malo en sí despedirse de los seres amados[34]. Sin embargo, Jesús conoció los pensamientos de este hombre y la petición que hacía significaba “mirar hacia atrás”. No era cuestión de simplemente decir “adiós” a la familia. El despedirse de los que estaban en su casa y el poner en orden los asuntos relacionados con su familia, dándoles instrucciones finales, etc., le sujetaría a un gran peligro espiritual. ¿Cómo puede el abrazo de los familiares amados ser peligroso? No es solamente peligroso, para muchos es el abrazo mortal. Padres, madres, hermanos, abuelos, etc., han causado la ruina espiritual de muchas personas que se animan a seguir a Cristo, a predicar el evangelio y aun a viajar en tierras lejanas para anunciar la palabra. Les hacen pensar que si obedecen y siguen a Cristo, poniéndole primero en su vida, esto significa que ya no aman a sus padres, que no son leales a su familia, que son ingratos. Es verdad que debemos mucho a los padres y posiblemente a otros seres queridos, pero debemos mucho más a Cristo. Siempre recordemos quién murió por nosotros y quién nos juzgará en el día final.
Aquí otra vez la palabra clave es “primero”. El hombre dice: “Te seguiré… pero… primero”. Esta es la ruina espiritual de muchas almas. Quieren servir a Cristo. Les gusta la idea. Creen que es importante, pero no lo más importante. Jesús habla de la necesidad de exaltarlo por encima de los seres más queridos.
Aun cuando se mira hacia adelante no es siempre fácil abrir surcos derechos, pero mirando hacia atrás es imposible hacerlo. La imagen de algún hombre que ara mirando hacia atrás presenta un cuadro ridículo. Los “surcos” de tal hombre serían un desastre. Y esto es precisamente lo que pasa con la vida de los que profesan “arar” por Cristo mientras siguen mirando hacia atrás a los familiares y amigos mundanos y la vida que disfrutaba con ellos antes de “convertirse”[35]. El que mira hacia atrás es de doble ánimo[36]. No servía al Señor con todo el corazón; más bien, su corazón estaba dividido. Estaba distraído. No tenía los ojos puestos en Jesús[37]. Esto es no mirar hacia atrás.
Es difícil dejar las cosas y las personas que tanto amamos, pero no olvidemos la consecuencia. Si miramos hacia atrás seremos transformados en un monumento de fracaso y condenación[38]. El problema en este caso es el doble ánimo. Quería seguir a Jesús pero todavía tenía compromiso con los seres queridos[39]. Cristo sufrió mucho para salvarnos y debemos estar dispuestos a sufrir por Él. En estos pasajes, Jesús enseña que no aceptará como discípulo aquel que diga “te seguiré, pero”. Esta es la prueba decisiva. El ser cristiano es todo o no es nada.
c. Envío de los 70 (Lucas 10.1-12).
Solamente Lucas registra este envío de los discípulos. A pesar de las multitudes que seguían a Jesús por una diversidad de motivos y los muchos que se le oponían, es alentador saber que, aparte de los doce apóstoles, Jesús había ganado a otros como estos setenta que eran fieles y capaces de predicar la palabra. Sin duda había otros como éstos[40]. Trabajar “de dos en dos” provee compañerismo, ánimo, valentía, protección y credibilidad para los obreros[41]. Trabajaban juntos Pedro y Juan, Pablo y Bernabé, Pablo y Silas, Bernabé y Marcos.
Muchos rechazaron a Jesús, pero aun así Él dice que “la mies es mucha”. En Samaria la mies fue mucha[42]. Esto se confirma también en Hechos 8.12. La abundancia de la cosecha se ve a través del libro de los “Hechos”. Los que siembran saben que cuando llega el tiempo para cosechar, les urge hacerlo inmediatamente porque de otro modo la cosecha se puede perder.
¿Por qué hay pocos obreros? Muchos quieren ser “obreros” después de hacer su propia voluntad. Si hay cien cristianos, hay cien obreros. El miembro de la Iglesia que no es obrero, no es cristiano, porque el verdadero cristiano se preocupa por los perdidos. Pero también la mies se está perdiendo porque hay muchos que se supone que son obreros y lo que hacen es perder el tiempo peleando por tonterías. Hacen divisiones debido a que quieren tomar la Cena en una sola copa o en muchas, que el pan sea redondo o tenga forma de cruz, que se cante en coro o no, etc. Además, faltan obreros porque la Iglesia se niega a obdecer la Palabra y no quiere pagar el salario de los que se dedican a tiempo completo a la Obra y solo espera “voluntarios” que la mayor parte de las veces no saben lo que están haciendo e incurren en muchos errores doctrinales.
Los apóstoles siempre estaban rodeados de lobos entre “las ovejas perdidas de la casa de Israel”, por lo que debían ser prudentes, sabios, cautelosos, conscientes del ambiente y de peligros, reconocer cuando alguien es lobo o enemigo del rebaño, aunque sea familiar o “amigo”, guardándose para no ser sorprendidos sabiendo que los lobos de dos patas nos quieren atrapar[43]; y sencillos o inocentes, carente de sospechas, libre de mezcla con mal, del carácter de Cristo[44].
Jesús les ordena no llevar bolsa para el dinero; ni alforja, era una bolsa de piel de los viajeros para contener provisiones; ni calzado, no quiere decir ir descalzos, sino que no deberían llevar sandalias aparte de las que llevaban, ya que eso les incomodaría y estas cosas eran útiles en un viaje largo. También les manda no saludar a nadie por el camino. Esta prohibición muestra la urgencia de su misión. Jesús no prohíbe la cortesía pero entre los judíos el saludar “correctamente” era muy verboso, requería tiempo y ceremonia. Se usa la palabra aspazomai, que literalmente significa atraer a uno; de ahí saludar, dar la bienvenida. Un saludo o una despedida se hacían generalmente con abrazos y besos, lo que indica la posibilidad de retraso en el viaje debido a los frecuentes saludos. Aunque esta instrucción no se aplica tan estrictamente a los obreros ahora, hay lección valiosa para nosotros, porque toda posesión material requiere atención y cuidado y es sumamente importante que nuestra preocupación principal sea por la obra y no por posesiones materiales.
Para no perder tiempo les era necesario saber de una vez el carácter de la gente para decidir si su casa sería apropiada para su trabajo de predicar, por lo que al llegar a una casa debían dar un saludo de paz, y si se les recibía, la casa sería bendecida por la presencia de estos obreros de Cristo y en turno la familia bendeciría a los obreros con hospitalidad.
Los sitios principales de reunión y, por eso, el “púlpito” principal, en el primer siglo eran las casas. Por eso, los obreros tenían que escoger casas dignas de la predicación de la Palabra. Recuérdese la advertencia de 2 Juan 10-11; como los obreros deberían seleccionar casas con cuidado, así también los hermanos deberían usar mucho cuidado con respecto a quién predicara en sus casas. Las mismas advertencias tienen aplicación para nosotros.
Deberían resistir los aspectos de la hospitalidad ofrecida a extranjeros que podrían detenerlos en su obra. Debido a la urgencia de su misión los setenta habían de tomar la iniciativa y no someterse a las costumbres de la gente con respecto a la manera de recibir huéspedes en sus hogares. Era necesario escoger casas de buena reputación; de otro modo habría estorbo para su obra[45]. Pero en este caso no fueron pagados por la iglesia sino por una familia. ¿Es justo eso? Sí, porque, ¿no están haciendo un gran favor a ese hogar? Cuando se predica que “el obrero es digno de su salario”, al mismo tiempo se debe predicar que el obrero debe obrar diligentemente para merecer su salario, porque a veces se enfatiza mucho el derecho de recibir salario sin enfatizar la necesidad de la obra misma.
El obrero más capacitado debe ser humilde y mostrar sincera gratitud hacia las personas que les recibían y atendían, sean ricas o pobres. Cuando alguna familia recibe al obrero, éste debe comer lo que ellos comen, como si fuera miembro de la familia. No debe buscar el lujo.
Aunque en Lucas 10.9 se les manda sanar a los enfermos que haya en la casa, sabemos que hoy no podemos sanar milagrosamente, pero sí debemos mostrar interés en el bienestar físico de la gente. Hay muchas maneras no milagrosas de ministrar a la gente. La palabra misma es excelente remedio para muchos males físicos y mentales. Gran porcentaje de las camas en los hospitales son ocupadas por personas cuyas enfermedades físicas han sido provocadas por problemas mentales y sicológicos. Es difícil convencer a la gente que amamos sus almas si somos indiferentes hacia su condición física. Pero sobre todo, debemos compartir la gran bendición del anuncio de la cercanía del Reino.
Pero si no eran recibidos en una ciudad, no deberían perder tiempo con esa gente indigna. Habiéndoles enseñado la Palabra cumplieron con su deber y al despedirse no deberían decir: “Que el Señor les bendiga”, sino que deberían sacudir el polvo de los pies como testimonio contra ellos. El evangelio merece respeto. Se debe tratar con dignidad y no con desprecio, porque al menospreciar la palabra de Dios se menosprecia a Dios mismo. Su rechazo del mensaje solamente traería condenación para ellos. No afectaría la llegada del Reino. El mensaje de los setenta era lo mismo para los que lo aceptaban o lo rechazaban: El reino se ha acercado. Después del día de Pentecostés[46] no se predicó que el Rreino “se ha acercado”, sino ahora se dice como una realidad[47].
Los de Sodoma y Gomorra son mencionados como ejemplos de los peores pecadores[48], pero Jesús dice que el juicio será más severo para los que oyeron el evangelio y no lo aceptaron. Al escuchar el mensaje de los apóstoles el pueblo sería muy bendecido si lo aceptaran, pero si lo rechazaran su castigo sería peor que el de la tierra de Sodoma y Gomorra. Esta declaración de Jesús es una de las denuncias más severas contra el rechazo de la invitación del Evangelio. Creemos que la práctica abominable de Sodoma es la más horrible que la mente humana pudiera concebir y a la vez entendemos que su castigo justo será severo. Sin embargo, el castigo de los que rehúsan el Evangelio será peor aun. Los de Sodoma eran responsables delante de Dios por su pecado, pero ellos no recibieron la bendición de enseñanza que los setenta impartían. Entre más enseñanza recibida más grande será la condenación de los que la rechazan[49].
d. Ciudades impenitentes (Mateo 11.20-24; Lucas 10.13-16).
Entonces amonestó a las ciudades en las cuales había hecho muchos de sus milagros porque no se habían arrepentido. Porque si en Tiro y en Sidón[50] se hubiesen hecho los milagros que se han hecho en ellas, desde hacía mucho se hubieran arrepentido[51].
El juicio sobre Tiro y para Sidón sería más tolerable que para Capernaum y Betsaida porque gozaron de menos oportunidades que ellas, y los que han tenido oportunidades y las han descuidado serán juzgados con más severidad; según esto obviamente los perdidos serán castigados con distintos grados de severidad.
Jesús emplea el lenguaje de Isaías acerca de la caída del rey de Babilonia[52]. ¿Puede alguien suponer que el rey de Babilonia literalmente pensaba subir al cielo? Es lenguaje que describe el orgullo exagerado del rey de Babilonia; pensaba exaltarse “al cielo”, pero en realidad sería “derribado hasta el Seol”. El “cielo” no tiene que ver con el hogar de los salvos, y el Seol es simplemente la morada de los muertos. Como el rey de Babilonia había hecho tantas conquistas en la tierra, él habla como si pudiera hacer conquistas aun en los cielos. Es lenguaje figurado que describe cómo este gran rey sería destruido con toda su fama y gloria. Esa bajada o humillación se describe como la caída de una estrella, Lucero, y como descendiendo al Seol.
Sin lugar a dudas las palabras de Jesús en esta ocasión se basan en las palabras de Isaías, porque los dos tienen el mismo propósito. Desde luego, todos los que van al juicio final sin haberse arrepentido serán castigados, pero en estos textos[53] se usa lenguaje poético que describe la exaltación de los hombres, y la consecuente humillación efectuada por Dios.
Debemos definir en este momento lo que es el Hades:
Esta es la región de los espíritus sin cuerpo, denota el mundo invisible. La palabra “castellana”, Hades, es la misma palabra griega, hades; es decir, la palabra no está traducida sino solamente transliterada[54]. No está traducida porque no hay palabra castellana que sea su equivalente. En algunas versiones se ha traducido “infierno”, porque cuando salieron esas versiones, esta palabra significaba la morada de los muertos, pero en la actualidad esta traducción es incorrecta y solo causa confusión. Cristo mismo estuvo en el “Hades”[55], pero desde luego no estuvo en el infierno.
Los términos “Seol, Hades, infierno” no significan ahora exactamente lo que originalmente significaban. Algunos sacan conclusiones erróneas porque a través de las edades algunas palabras castellanas han ido evolucionando según la teología prevaleciente. Estas palabras que estamos estudiando son ejemplos de esto. Por ejemplo, en las versiones antiguas la palabra Seol se traduce “infierno”, pero aun estas palabras, que ahora claramente se refieren al castigo eterno, originalmente traducían correctamente las palabras Seol y Hades. Con la palabra “infierno”, se traducían antes Sheol y Hades, porque originalmente significaba un lugar oculto o escondido.
Podemos comparar la palabra “bautismo”. Nuestras versiones no traducen la palabra según su significado original porque “ha llegado” a significar otras cosas: Aspersión, rociamiento, etc.; por lo tanto, no la traducen, sino que simplemente la transliteran.
El problema, sin embargo, no tiene que ver simplemente con el significado de esta palabra: “Infierno”, sino con la confusión creada con respecto al Seol y Hades; es decir, de que “han llegado” a significar infierno en el sentido de Geenna y, en base a esto, se ha formulado la doctrina errónea de que los que mueren en Cristo no pueden ir al Hades porque es lugar exclusivamente de puro tormento, prácticamente equivalente al infierno. Según esta doctrina calvinista, cuando Cristo fue librado del Hades, “libró” también a todos los justos que estaban en el Hades para que fueran al cielo, y desde entonces todos los que mueren en Cristo van directamente al cielo, pero recordemos que los que están en el paraíso no necesitan ser “librados” como si estuvieran en tormento. Esta enseñanza ha causado confusión, pues hay hermanos que enseñan que cuando Jesús salió del Hades, El libró a todos los justos del Hades y los llevó al cielo, y que el Hades es lugar solamente de tormento.
¿En qué se basa la doctrina de que los que mueren en Cristo no van al Hades, sino que van directamente al cielo? Usan Filipenses 1.23. En base a este texto se argumenta que al morir Pablo estaría con Cristo y puesto que Cristo está en el cielo, Pablo también estaría en el cielo. Recuérdese, sin embargo, que Dios está en todo lugar[56]. El Seol, o el Hades es la región o esfera de los espíritus sin cuerpo.
Eclesiastés 12.7 enseña que el espíritu vuelve a Dios que lo dio. Todo espíritu vuelve a Dios, porque El es el Padre de los espíritus[57]. Algunos hermanos creen que los perdidos van al Hades y que los salvos van directamente al cielo, pero este texto dice que el espíritu, de todos, vuelve a Dios. Por lo tanto, es muy cierto que cuando Pablo murió fue con Cristo, pero eso no es prueba de que fue directamente al cielo. ¿Cristo no está en el paraíso con los que mueren en Él?
Todos están de acuerdo que antes de salir Jesús del Hades estaban allí Abraham, Isaac, Jacob, etc. ¿No estaba Dios con ellos? De la misma manera Cristo está con los que mueren fieles. Es necesario armonizar el texto de Mateo 11.23 con los otros textos que hablan de los eventos finales. Por lo tanto, Filipenses 1.23 no prueba que Pablo fue directamente al cielo.
Otro texto usado es 2 Corintios 12.2-4. No conviene hacer ningún argumento basado en este texto, porque ni el mismo Pablo sabía dónde estaba. Posiblemente estaba en el cuerpo y, por eso, no podía haber ido al cielo[58]. En este texto Pablo mismo dice que no podemos ir al cielo en este cuerpo físico. Además, aunque no estuviera en el cuerpo, la Biblia no explica lo que es “el tercer cielo”. Puesto que la palabra “paraíso” se refiere al lugar donde Jesús y el ladrón fueron[59] y que al mismo tiempo Jesús estaba en el Hades[60], entonces no es correcto decir que la palabra paraíso significa solamente el hogar eterno en el cielo.
Un texto más está en Revelación 2.7. Aquí obviamente el paraíso equivale al cielo pero, como se ve en el punto anterior, esta palabra no se usa solamente del cielo, sino también del lugar de reposo en el Hades.
Ahora, consideremos los siguientes textos que refutan tal doctrina:
1) Juan 20.17. Jesús dijo esto después de resucitar de entre los muertos; es decir, después de salir Jesús del Hades, ni Él mismo fue al cielo. Más bien, estaba aquí en la tierra unos cuarenta días. Si Jesús libró a todos los justos del Hades cuando salió de allí, ¿dónde estaban durante esos cuarenta días? ¿O acaso ellos fueron al cielo antes de ascender Jesús? No hay texto alguno que afirme tal cosa. Tales ideas que se basan en conclusiones erróneas acerca del significado del Hades solo causan confusión.
2) Hechos 2.33-35. Pedro cita Salmos 110.1 y explica que David no habló de sí mismo, sino del “Hijo de David”. Desde luego, David no hubiera llamado “Señor” a ningún descendiente excepto a Cristo. David murió, fue sepultado, y dice Pedro: “su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy”; es decir, David no había resucitado y no había ido al cielo. Por eso, no habla de sí mismo. Cristo, sin embargo, sí resucitó de entre los muertos y sí ascendió al cielo[61]. En cuanto a David, diez días después de la ascensión de Cristo, precisamente en el día de Pentecostés Pedro dice que David no subió al cielo. ¿Por qué no? Si Cristo hubiera abierto las puertas del Hades para “librar” a todos los justos cuando salió, ¿por qué dejó a David en el Hades? Si no “libró” a David, no “libró” a nadie. Si se argumenta que Pedro dice que David no subió al cielo cuando él mismo murió pero que sí subió al cielo cuando Jesús resucitó o ascendió, obsérvese que Pedro cita Salmos 110.1 que habla de cuándo Cristo se sentó a la diestra de Dios; es decir, David es el que habla en este texto, pero no él, sino Cristo subió al cielo para sentarse a la diestra de Dios.
Si en realidad Cristo hubiera “librado” a David y todos los justos del Hades cuando Él resucitó o ascendió, obviamente Pedro no habría hablado de esta manera, explícitamente diciendo que “David no subió a los cielos”.
3) La Biblia enseña claramente que esta transformación ha de ocurrir cuando Jesús venga la segunda vez; entonces los que van al cielo serán incorruptibles e inmortales. Entran con sus cuerpos espirituales o celestiales[62]. Si los que mueren en Cristo van directamente al cielo, no tienen cuerpos espirituales, pero la Biblia no habla de redimidos en el cielo sin cuerpos celestiales.
e. Regreso de los 70 (Lucas 10.17-20).
¿Hemos salido a predicar? ¿Cómo regresamos de estos viajes? ¿Quejándonos de lo duro del viaje, lo costoso, cómo sufrimos, como algunos nos maltrataron, cómo no nos ayudaron mucho para los gastos, cómo tuvimos que dejar la familia por una semana o mes, etc.? ¿O como los setenta con gran gozo por toda victoria lograda por Cristo?
En su primera venida Cristo venció a Satanás[63]. Al lograr grandes victorias en la obra, conversiones, restauraciones, etc., tengamos cuidado de enfatizar “en tu nombre” en lugar de “se nos sujetan” a nosotros.
Seguramente hicieron bien al regocijarse que podían ganar tales victorias para Cristo, pero no deberían regocijarse solamente en eso, ni principalmente en eso, sino en la gran bendición de tener sus nombres escritos en los cielos[64].
¿Quiénes son los “sabios y entendidos”? Los fariseos, escribas, saduceos, intérpretes de la ley, etc. ¿Quiénes son los “niños”? Los discípulos de Jesús eran “niños” en el sentido de ser humildes. Eran los “pobres en espíritu” que habían reconocido que estaban en la bancarrota espiritual y que necesitaban la salvación y, por eso, tenían hambre y sed de justicia, etc[65].
¿Por qué escondió el Evangelio de los sabios y entendidos y lo reveló a los niños? ¿Hace acepción de personas? ¿Es justo que Dios oculte el mensaje acerca del reino de Dios y de la salvación a algunos y revelarlo a otros? ¿Cómo se explica este texto? En primer lugar, Dios no hace acepción de personas[66]. La invitación de Cristo es para todos[67]. En segundo lugar, el mensaje de salvación fue predicado a todos. Cristo predicó de la manera más pública, en las sinagogas, en el Templo, como también en el aire libre. Además, sus milagros eran públicos. Todos podían verlos o saber de ellos. Por lo tanto, Dios no escondió ni ocultó el evangelio de Cristo en el sentido de predicarlo y confirmarlo con milagros en algún rincón[68] solamente para los discípulos. Entonces, ¿en qué sentido escondió Dios la verdad de los sabios y entendidos? Les presentó un mensaje acerca del Mesías y su Reino que no era aceptable a ellos. No querían entenderlo porque no les convenía. Tenían otro concepto del Mesías y su Reino y, por causa de su prejuicio “no podían entender” la verdad. Los fariseos, escribas y otros líderes habían oído la enseñanza de Jesús y habían visto sus milagros, pero teniendo ojos no veían y teniendo oídos no oían. Los humildes, habiendo oído el mismo mensaje y habiendo visto los mismos milagros, sí creían. Por lo tanto, Jesús dice: “a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado”.
Es necesario comprender que Satanás no puede dañarnos espiritualmente a menos que cooperemos con él[69]. Pero también es necesario alegrarse en primer lugar de que nuestros nombres están escritos en el Cielo.
f. Jesús se regocija (Mateo 11.25-27; 13.16-17; Lucas 10.21-22).
Pablo explica a los corintios[70] que los “sabios y entendidos” no quieren el Evangelio, porque para ellos es “locura”. ¿Quiénes aceptan el Evangelio?[71] Entonces, ¿quién en realidad oculta la verdad y ciega al hombre?[72]
Los fariseos, escribas, etc., entre los judíos, o los filósofos griegos no son los únicos “sabios y entendidos” que no pueden entender el Evangelio. El mundo está lleno de tales personas:
1) Los académicos, con sus doctorados y otros títulos, no pueden “entender” la creación de todo por Dios.
2) Los modernistas no pueden “entender” que la Biblia es inspirada por Dios y no pueden aceptar lo sobrenatural.
3) Los romanistas no pueden entender que su movimiento religioso es la apostasía profetizada por el apóstol Pablo[73].
4) Los calvinistas no pueden entender que el hombre nace sin pecado, que es responsable ante Dios por su vida y tiene que obedecer al Evangelio para ser salvo.
5) Millones de mormones siguen a José Smith, y otros millones siguen al “Pastor” Russell[74], y a docenas de otros falsos maestros que profesan seguir la fe de Cristo, y ni hablar de los millones de religiosos que ni aceptan al Dios de las Escrituras.
6) Pero hay que agregar otro grupo de “sabios y entendidos” que no son grandes ni poderosos ante los ojos de otros. No son ricos. No tienen preparación académica. Algunos son analfabetos. Me refiero a los muchos que tienen opiniones fuertes que han recibido de parientes, amigos y otras fuentes y por eso, siendo “sabios en su propia opinión”[75], no reciben la verdad. Estos dicen: “Es lo que he sido enseñado y así es”; “es lo que siempre hemos creído”. Muchas de estas ideas son pura superstición, pero los dueños de estas creencias son tercos, porfiados, y no les puede enseñar nada. Aunque económicamente estos estén el los rangos bajos, se creen muy intelectuales y a ellos también Dios esconde la verdad.
Recuérdese la advertencia de Pablo a los tesalonicenses[76]. Es indispensable que todos amen la verdad y que aborrezcan todo error. Es necesario tener la mente bien abierta para estudiar la Palabra de Dios. Como dice Pablo: “Examinadlo todo, retened lo bueno”[77]. Los que rehúsen aceptar la verdad por cualquier motivo llegan a ser incapaces de entenderla. Les está escondida.
g. Lo que es revelado a los pequeños (Mateo 11.25-27; Lucas 10.21-22).
Jesús hace una explosión de gozo al ver la Sabiduría del Padre. ¡Qué triste es que el Señor, siendo Él también Dios, pueda manifestarse de esta manera y los simples mortales seamos tan orgullosos y llegamos incluso a dudar del poder creador del Señor e incluso de su existencia! Jesús se refiere a los escribas, fariseos, los demás líderes de entre los judíos que se creían ser los sabios y entendidos[78]. Muchos de los muy sabios del mundo, egresados de las universidades con títulos, son incrédulos. ¿Cómo se esconde el Evangelio de ellos? Solamente en el sentido de que para ellos el Evangelio es despreciativo. Esta misma verdad se enseña en Mateo 13.10-15. Jesús habló en parábolas y después las explicó a sus discípulos, y los incrédulos no entendían nada porque no querían entender.
En el versículo 26 Jesús no habla de infantes literales, sino de sus discípulos. Nos llama niños porque como los niños dependen de sus padres para todo, nosotros dependemos de Dios para todo[79]. Es cierto que los niños tienen características que no debemos imitar[80], pero tienen muchas características que sí debemos imitar: La humildad o dependencia, pureza, sencillez, prontitud para perdonar y olvidar ofensas, son dóciles y quieren aprender. Por lo tanto, el Evangelio se revela a tales personas de nobleza[81]. La Biblia es para todos. La predicación es para todos. No es que Dios haya rehusado que los sabios de este mundo tengan Biblias. No manda que no prediquemos el Evangelio a ellos. Eso no es el punto. Lo que Jesús dice tiene que ver con la recepción de parte de ellos del Evangelio. Al rechazarlo ellos es como si Dios no se lo revelara.
Nos contentamos con la revelación, las Escrituras, para nuestro conocimiento del Hijo y del Padre y del Espíritu Santo. No conviene afirmar nada acerca de Dios que no sea revelado en las Escrituras. La fe de los discípulos de Cristo no se basa en especulaciones y credos humanos, sino en la revelación que Dios nos ha dado. Sin embargo, este texto se ha citado para criticar a los que defendemos la Deidad de Cristo, pero la defendemos porque muchos enseñan error, modernismo, sobre este tema. No solo los testigos del Atalaya y los “solo Jesús” y otros sectarios, sino también algunos hermanos en Cristo, pues dicen que cuando Jesús vino al mundo se despojó del uso de los atributos divinos y que no demostró ningún atributo divino ni una sola vez durante su vida aquí en la tierra. Esto niega Juan 20.31. También niega que Cristo perdonara pecados por su propia autoridad[82] y niega que Cristo fuera adorado por varias personas[83]. Es un error grave enseñar que debemos ser indiferentes hacia la controversia sobre la Deidad de Cristo, porque hay modernismo en la predicación de algunos hermanos y si logran destruir la fe de algunos en la Deidad de Cristo, destruyen también su esperanza de la salvación eterna.
h. Un yugo liviano (Mateo 11.28-30).
¡Imagínese lo difícil de tener audiencia con algún rey, presidente o gobernador! Pero Jesús, el Rey de reyes, invita a todos, no solo cargados con pecados y preocupaciones, sino también con leyes y tradiciones humanas[84], nos perdona los pecados cuando obedecemos al evangelio y nos da limpia conciencia y paz en el alma.
En base a lo que Jesús acaba de decir en el versículo 27, Él tiene autoridad para invitar a todos a su salvación. El “yugo” de Jesús es su autoridad, su ley, su enseñanza. Llevar su yugo significa hacer su voluntad, someterse a su mandamiento. Es un yugo “fácil”, es decir, bien acomodado, porque sus mandamientos “no son gravosos”[85]. Cristo es manso y humilde de corazón en su gobierno. No es cruel, abusivo, injusto, opresivo.
i. Dichosos los que le ven (Mateo 13.16-17; Lucas 10.23-24).
Los discípulos de Jesús son muy bendecidos. Se enriquecieron cada vez más por su buena actitud hacia la verdad, pero los otros se empobrecieron cada vez más por su rebeldía.
j. El buen samaritano (Lucas 10.25-37).
Un experto en la ley de Moisés, quienes eran de los hombres más orgullosos entre los judíos, quienes no querían humillarse para confesar sus pecados y ser bautizados por Juan y eran expertos en la ley de Moisés y también en las tradiciones de los ancianos[86] se puso de pie para tentar a Jesús. Cuando se discute el tema de las tentaciones de Jesús, algunos concluyen que si fue tentado, esto indica que la tentación era algo atractiva y deseable y que, por eso, Cristo quería pecar. Esto es completamente falso. Hebreos 1.9 dice que Cristo aborreció la maldad. Él no fue “tentado por el mal”[87] en el sentido de ser atraído o seducido por el mal. Bien ilustrado en el Pentateuco, este hombre trata de desconcertar a Jesús. Trata de dejarlo en ridículo ante el público.
Le hace una pregunta, que si en verdad hubiera querido saber la respuesta correcta, hubiese sido sin lugar a dudas la pregunta más importante que el hombre puede hacer: “¿Haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?” Jesús contestó la pregunta remitiéndole a la Palabra de Dios. No le pregunta: “¿Qué piensas tú?”, sino: “¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?” Era maestro de la ley y, por eso, debería conocerla a fondo. Frecuentemente la gente nos hace preguntas para tentarnos; es decir, no las hacen con sinceridad para aprender la verdad. Debemos seguir el ejemplo de Jesús, dejando que el que haga la pregunta busque la respuesta en las Escrituras. ¿Qué indica esto?:
1) Que cualquiera puede encontrar en las Escrituras la verdadera respuesta de esta pregunta.
2) Que todo hombre es responsable delante de Dios de leer la respuesta él mismo.
3) Que las Escrituras dan la misma respuesta a todos los hombres.
El escriba respondió: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo”. Y Jesús añadió: “De estos dos mandamientos depende toda la ley de los profetas”. Estos dos son como el soporte de todos los demás mandamientos, están colgados sobre ellos como una puerta cuelga de sus quicios o como unos artículos cuelgan de un clavo.
Para muchos de líderes de los judíos era necesario discutir la ley, pero no se preocupaban tanto por hacer lo que la ley decía[88]. El hombre puede cumplir esta ley. Dios no diría: “haz esto” si fuera imposible hacerlo. Los comentarios calvinistas no pueden resistir la tentación de inyectar su teología en tales textos que requiere el hacer, pero si Dios da mandamientos al hombre que el hombre no puede cumplir, entonces Dios mismo tendría la culpa. Es verdad que todos pecan[89] pero eso no quiere decir que el hombre tiene que pecar como muchos suponen.
Pero él, queriendo excusarse a sí mismo, pregunta: “¿Y quién es mi prójimo?” Él quería definir los límites de su deber, y entonces mostrar que él lo había cumplido. Quería saber a quién tiene que amar y a quién no. Creía que podía justificarse si se aceptara su definición de la palabra prójimo, pues para los judíos los únicos prójimos eran otros judíos. Para muchos fariseos su prójimo era otro fariseo.
Pero Jesús no le responde directamente, sino que cuenta una parábola: “Un hombre, obviamente un judío, pues de otro modo lo hubiera especificado, descendía de Jerusalén a Jericó[90], y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron, y le dieron golpes, luego se fueron, dejándole medio muerto. Aconteció que descendió uno de los pastores de Israel[91], y viéndole, pasó de largo”. De este pastor de Israel el herido tenía el derecho de esperar asistencia, pero “pasó de largo”. Desde luego, los sacerdotes eran conocedores de la Ley[92], pero esta parábola indica que ellos no practicaban estos preceptos. Sin duda se justificaba de alguna manera pensando en el peligro, tenía mucha prisa, había peligro de contaminarse ceremonialmente si ya estuviera muerto, habría gastos, no tenía tiempo, etc. La realidad del caso fue que para muchos judíos la “religión” estaba divorciada de la misericordia y la justicia[93].
“Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo[94]”. “Pero un samaritano”, y de este samaritano el herido no tenía derecho de esperar ayuda ya que los samaritanos eran despreciados por los judíos. Jesús no pierde ninguna ocasión de reaccionar contra los prejuicios que dividían a judíos y samaritanos. Ellos le dijeron a Jesús: “¿no decimos bien nosotros, que tú eres samaritano…?”[95] En esta parábola Jesús se presenta a sí mismo como samaritano o, mejor dicho, el buen samaritano se presenta como un verdadero imitador de Jesús. “…que iba de camino, vino cerca de él”, no simplemente llegó cerca del lugar, sino que “vino cerca de él”. “…y viéndole, fue movido a misericordia”. El sacerdote y el levita descuidaron Éxodo 23.4-5; Miqueas 6.8; Levítico 19.34, pero el odiado samaritano los cumplió al pie de la letra.
“…y acercándose…”, administró primeros auxilios, echándoles aceite y vino. Eran remedios caseros, el vino sirvió para limpiar la herida y aceite sirvió para suavizarla. “…y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él”. No solo llegándose a él, sino que, con costo, inconveniencia y demora en su viaje, le prestó al hombre herido toda forma y grados de atención y ayuda, como los que serían apropiados por parte de un amigo muy personal, con toda liberalidad, y con holgura completa.
“Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese”. Obviamente el samaritano era cliente del mesonero y había confianza en él. Jesús no solo dice que “fue movido a misericordia”, sino que explica los detalles de cómo la mostró: Se detuvo, se acercó al herido, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino, lo puso sobre su animal, lo llevó al mesón, cuidó de él y al despedirse pagó por el cuidado adicional que necesitaría. Hizo todo esto por un enemigo sin esperar gratificación. Su ojo y corazón y mano y pie y dinero todos estaban subordinados a la ley de Dios. El hombre ayudado podría haber salido antes del regreso del samaritano, tal vez sin saber su identidad, pero el samaritano no buscaba gratitud, sino la oportunidad de aliviar el sufrimiento humano.
“¿Quién, pues, de estos tres te parece que ha llegado a ser el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?” Ahora Jesús permite que el intérprete de la ley conteste su propia pregunta y de esa manera juzgarse a sí mismo.
El intérprete de la ley no quería ni siquiera pronunciar la palabra “samaritano”. Prefirió decir “el que”. Los samaritanos le habían dado a Jesús causa para pensar mal de ellos, pero Él no compartió el prejuicio racial de los judíos. Aunque el intérprete de la ley no quería decir, “el samaritano”, no podía menos que contestar correctamente la pregunta y de esa manera fue obligado a reconocer que un samaritano, tan odiado por los judíos, había mostrado la bondad que la ley demandaba, mientras que un sacerdote y un levita la habían negado a otro de su propia nación.
Si Jesús hubiera contestado su pregunta directamente, diciendo: “Todo necesitado, aunque sea samaritano, es su prójimo”, el intérprete de la ley se habría disgustado mucho, pero ¿qué podría contestar cuando Jesús le propuso esta pregunta?
Entonces Jesús le dijo: “Ve, y haz tú lo mismo”. No debería simplemente discutir la ley; más bien, debería practicarla. Este mandamiento es para nosotros también[96]. Requiere el vencimiento de todo prejuicio, requiere la abnegación de sí, requiere servicio personal y aun sacrificial[97].
Esta parábola no enseña que los inconversos que son muy humanitarios son superiores a los religiosos que no practican la caridad. Esto no es el punto de esta parábola. Jesús no está enseñando que los humanitarios heredarán la vida eterna. La respuesta de la pregunta ya fue dada antes de hablar del buen samaritano; es decir, el intérprete de la ley la contestó diciendo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo”. La persona que ama a Dios con todo tu corazón, guarda sus mandamientos[98]. Los únicos que serán salvos serán los que hacen la voluntad de Dios[99]. Desde luego, los que profesan ser cristianos y no son como el buen samaritano, sino que imitan al sacerdote y al levita, no serán salvos, pero el punto es que el humanitario que depende de sus obras caritativas tampoco será salvo.
Es interesante notar que muchos hospitales se identifican como “Hospital el Buen Samaritano”. Se puede decir que esta parábola ha edificado muchos hospitales y muchas clínicas. Ha promovido toda clase de obras caritativas.
En esta parábola observamos diferentes actitudes o filosofías de vida. La actitud de los bandidos se expresa así: “Lo que es tuyo es mío y con fuerza te lo voy a quitar”. Esta es la regla de hierro. La actitud del sacerdote y del levita es: “Me quedaré con lo mío”. Pero la actitud correcta, la que Jesús enseña y que es ejemplificada por el buen samaritano es lo siguiente: “Lo que es mío es tuyo, y con toda bondad te lo doy.” Esta es la regla de oro.
k. En casa de Marta y María (Lucas 10.38-42).
Jesús entró en una aldea; según el relato de Juan 11.1, Lázaro vivía con sus dos hermanas, Marta y María en Betania. En esa aldea, Marta le recibió en su casa. Sin duda le dio una bienvenida sincera al Señor. Sinceramente creía en Jesús[100] y al preparar una buena comida ella le honraba.
Mientras Marta servía a Jesús con una buena comida, María, su hermana, se sentaba a los pies de Jesús para oír sus enseñanzas. Teniendo oídos para oír, María dócilmente oía la enseñanza de Cristo. ¡No hay otra escena más hermosa que la de una persona oyendo y absorbiendo la enseñanza de Cristo para ser como Él! Es lo que Él desea sobre todo, que pongamos atención cuando Él habla. El nos dice: “aprended de mí”[101].
Marta quería servir a Jesús con una buena comida, pero Jesús no vino al mundo para ser servido, sino para servir[102]. El tuvo más interés en enseñar que en comer[103]. ¿Por qué tenía Marta “muchos quehaceres” si solamente iba a servir a Jesús? ¿Entró Jesús solo en la casa de estas dos mujeres? Todas las versiones de la Biblia que tengo a mi disposición hablan de que Jesús entró solo a la casa de Lázaro, pareciera que no lo hizo con los discípulos, pero cuando vemos otros pasajes de las Escrituras como Lucas 6.1; 7.11 y Juan 12.2, vemos que se habla de Jesús como si estuviese solo, pero en realidad estaba con otras personas. El lenguaje de Marta indica que ella preparaba la comida para los apóstoles también. El versículo 38 dice: “Mientras iba de camino con sus discípulos, Jesús entró en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa”; no hay razón para suponer que los discípulos no estuvieron con Jesús cuando entró en la casa de Marta y María.
Marta se acerca a Jesús y le pide que llame la atención de María, que estaba sentada mientras ella trabajaba. A Marta le convenía alabar la devoción de María, pero parece que las personas afanosas y preocupadas quieren que otros sean iguales a ellas. Fue una ocasión muy importante. Jesús era visitante muy importante. Por eso, Marta estaba muy ocupada, se apuraba, haciendo muchas cosas, para que la comida fuera perfecta. Este lenguaje no solamente indica impaciencia de parte de Marta, sino también una queja tanto contra Jesús como contra María. María no le ayudaba y Jesús se lo permitía. Pero al recibir a Jesús, ¿hubiera sido correcto dejar a Él, o a Él y sus apóstoles solos en la sala mientras las dos mujeres trabajaran en la cocina?
Cuando Jesús responde a Marta, enfatiza al repetir su nombre para ella comprenda haciéndole ver que ella está inquieta con muchas cosas. Estaba distraída. Santiago 4.8 describe esta condición como “doble ánimo”. Esta es una falta común entre muchos miembros de la Iglesia. Se sienten abrumados por los afanes de la vida. A consecuencia de estar ansiosa e inquieta, perdió la paciencia con su hermana María y aun con Jesús. El preparar una buena comida en esta ocasión fue algo loable, pero no era necesario que estuviera afanada y distraída aunque era para Jesús el Hijo de Dios.
La mujer, tanto María como Marta, debe ser hacendosa en el hogar[104]. Además, debe practicar la hospitalidad[105]. Obviamente Marta era muy cumplida en esto. Sin embargo, ahora le toca a Jesús exhortarle. El mundo está lleno de “Martas”, afanadas y turbadas con muchas cosas. El mundo está ahogándose con los afanes de esta vida. Jesús nos da una advertencia solemne en Lucas 21.34.
“Pero solo una cosa es necesaria”. Esto se pone en contraste con “afanada y turbada con muchas cosas”. ¿El ser buena cocinera no es necesario? ¿No es necesario invitar a los hermanos y servirles una buena comida o cena? ¿No es necesario ser hacendosa en el hogar? Marta quería alimentar a Jesús con el alimento que muere, pero Jesús quería alimentar a María, y también a Marta, con el alimento que no se extingue. Jesús no explica cómo Marta les pudiera haber servido la comida y a la vez recibir el alimento espiritual que Él ofrecía, pero sí implica que hubiera sido posible. Jesús no menosprecia la importancia de la alimentación física, pero enfatiza que la alimentación espiritual es más importante porque es más duradera. Para Marta en ese momento, el servir esa buena comida fue más importante que el oír la palabra de Cristo.
Aquí cabe otra pregunta también: ¿Según Juan 6.27 no es necesario trabajar por la comida que perece? Obviamente Jesús está comparando dos cosas y señalando lo que es más importante. Pero muchos creen que el trabajar por la comida que perece es la una cosa necesaria. Es necesario comer y, por eso, es necesario trabajar, sujetándose completamente al patrón, o al negocio o al empleo que sea. Para estos el trabajo es necesario en el sentido de ser primero. Es necesario sin condiciones.
Es necesario recordar 1 Timoteo 6.8: “teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto”. Es necesario reducir los deseos. Decimos necesario cuando en realidad hablamos de lo conveniente, de lo que queremos. Sin duda alguna muchos miembros de la iglesia están en peligro de perder sus almas por causa de su afán por proveer para sus familias. Según 1 Timoteo 5.8 es indispensable que el hombre provea para los suyos, pero al mismo tiempo si no busca primeramente el reino de Dios[106] perderá su alma.
La “buena parte”, la que María ha escogido, esa “cosa necesaria”, es la comunión con Jesús que tenemos al oír su Palabra con toda reverencia. La “buena parte” es, pues, la Palabra de Cristo.
La conducta de estas dos hermanas en esta ocasión es similar a su conducta en otra ocasión[107], Marta servía y María expresó devoción personal a Cristo ungiéndole para su sepultura. Así también en esta ocasión María reconoce la importancia de aprovechar la presencia de Jesús para oír sus palabras. ¿Y qué de nosotros? Debemos aprovechar toda oportunidad para oírle.
Jesús compara la alimentación física con la espiritual[108]. Marta quería que María hiciera como ella, pero Jesús quería que Marta hiciera como María. La mujer más cumplida, la más hacendosa en el hogar, debe encontrar tiempo para ponerse a los pies de Jesucristo, estudiando la Biblia y enseñándola a sus hijos. Muchísimas mujeres piensan que no tienen tiempo para estudiar la Biblia porque tienen dos trabajos, dos empleos, y cada uno de ellos es trabajo de “tiempo completo”; es decir, las mujeres que trabajan fuera del hogar en oficinas o plantas trabajan unas ocho horas diarias en ese empleo, y luego al llegar a casa tienen otro empleo de tiempo completo. ¿Qué clase de comida preparan? ¿Qué tan hacendosas son en el hogar? Luego en los ratos “libres” no se sientan a los pies de Jesús, sino a los pies de la televisión.
En este texto Marta estaba “afanada y turbada con muchas cosas”, pero no olvidemos otros textos que indican la fe de esta mujer piadosa[109].
l. El amigo inoportuno (Lucas 11.5-8).
Jesús narra una parábola en donde enseña la necesidad de ser persistente en la oración. Cuenta de dos amigos, uno de ellos recibió una visita que le comprometió. Probablemente el amigo que llegó a medianoche viajaba de noche para escapar el calor del sol. Su llegada no era nada esperada. No había comida en la casa, pero la hospitalidad era y es sagrada; los más pobres comparten su pan con huéspedes. Entonces, ¿qué hacer? Ir con el amigo vecino para pedirle pan, pero este responde: “No me molestes”. Muchas casas eran de un solo cuarto que estaba todo oscuro, los niños dormían en el piso, se batallaba aun para abrir la puerta. Si se levantaba tendría que buscar una antorcha y algo con que prenderla, despertaría a los niños y algunos estarían llorando. En fin, sería mucha molestia.
Pero el caso era urgente. La hospitalidad es sagrada. No podría volver avergonzado a casa con manos vacías. Tenía que obtener pan. No podía ser tímido. Por eso, persistió. Seguía golpeando la puerta hasta que su “amigo” le diera pan.
¿Cuál es la lección para nosotros? El vecino dormido no quería ser molestado pero al hablar de Dios, dice el Salmo 121.3-4: “Ni se dormirá el que te guarda. He aquí, no se adormecerá ni dormirá El que guarda a Israel”.
Jesús relata una parábola similar. La del juez injusto y la viuda. Este juez no temía ni a Dios ni al hombre; era hombre de corazón duro, empedernido. A él no le importaba lo que la gente pensara de él. La viuda se presenta en la Biblia como digna de mucha compasión, pues era pobre, indefensa, destituida, víctima de toda clase de injusticia[110]. La ley de Moisés requería que el pueblo de Israel se preocupara por ellas[111].También la ley de Cristo[112].
Había tres maneras de tratar con esta clase de juez: El soborno, el intimidar o el rogar. La viuda no podía utilizar los primeros dos medios; le quedaba solamente el rogar como su único recurso y lo practicó al máximo. Lo hizo porque estaba desesperada. Imagínese el cuadro: Le rogaba dondequiera que lo encontrara, en el tribunal, en el camino, en reuniones sociales o en su casa. Él simplemente no la podía escapar.
Por último, y para su propio bien, para encontrar alivio para sí mismo, le concedió lo que le pedía, porque esto fue el único medio de escapar de su persistencia en molestarlo.
En estas parábolas Jesús razona desde lo menor a lo mayor, desde lo peor a lo mayor. Si aun los hombres más malos: un “amigo” que no se portaba como amigo, o un juez de corazón duro, saben dar cosas buenas a otros, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?
¿Qué significan estas parábolas? ¿Qué lecciones contienen para nosotros? ¿Qué implica la persistencia enseñada en estas parábolas?
1) Que la fe es indispensable[113], Santiago 1:6, “Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. Dios no escucha a los de doble ánimo, los fluctuantes, los formalistas, los que oran nada más con los labios. Al persistir en la oración la fe crece, se hace más fuerte.
2) Que somos totalmente dependientes de Dios. Que no seamos como el fariseo de Lucas 18.9-14, que no pedía nada. No pidió nada porque no sintió la necesidad de pedir nada. No se creía dependiente de Dios. Era autosuficiente porque era muy “justo”: Daba diezmos, ayunaba, etc.
La oración es el derramar la necesidad humana delante del trono de Dios, la expresión de nuestra pobreza e insuficiencia delante de Dios. Significa que no confiamos en nosotros mismos: Nuestra sabiduría, talentos, preparación académica, fuerza física, etc., ni en los familiares y amigos, ni en posesiones materiales, etc., sino solamente en Dios.
Al adorar a Dios, nuestra oración indica que estamos conscientes de su grandeza, su soberanía, que es el único Dios vivo y que es el Creador del universo, que es digno de ser alabado y exaltado. Al meditar en la perfecta santidad de Dios, nuestra oración refleja que estamos conscientes de nuestra pobreza espiritual. Al interceder por otros, la persistencia indica nuestro amor sincero por otros, sean hermanos o inconversos. Al dar gracias indicamos que estamos conscientes que verdaderamente toda bendición proviene de la mano de Dios[114]. Cuando persistimos en la oración, la humildad y el espíritu de dependencia crecen, se profundizan, se perfeccionan.
3) Que somos sinceros. Que en realidad queremos lo que pedimos. Que la oración no sea una mera formalidad, una rutina, un recurso de emergencia. Dios no puede ser burlado. No debemos pedir lo que sinceramente queremos. Si queremos que Dios nos oiga, tenemos que ser como el niño que pide bicicleta. No pide una sola vez y luego calla. Pide y pide y pide hasta que por fin su papá diga: “Creo que este muchacho de veras quiere una bicicleta”.
Al persistir en la oración nuestros propósitos se clarifican. Qué es lo que en realidad queremos en esta vida. ¿Cuáles son las cosas verdaderamente importantes?
4) Que la mera repetición de alguna oración no vale. Si uno repite el “Padre nuestro” tres o cinco veces, ¿estará pidiendo algo de todo corazón o simplemente cumpliendo con un mandamiento?
5) Que al pedir algo con intensidad y persistencia nosotros haremos nuestra parte para obtener lo que queremos. Pedimos el pan de cada día[115] y luego con la misma sinceridad trabajamos para obtener el pan[116]. Oramos fervientemente por los enfermos y al mismo tiempo les ayudamos para que aprovechen toda ayuda posible de doctores, hospitales, etc. Debemos orar fervientemente por los perdidos[117] y luego con la misma intensidad y persistencia trabajaremos para convertirles.
6) Que Dios se puede comparar con aquel que no quería dar pan solamente si los que pedimos pan o perdón o cualquier cosa no pedimos de todo corazón, de la misma manera que el señor de la parábola pidió pan a media noche. Y se puede comparar con el juez injusto solamente en el sentido de que no nos hará caso a menos que pidamos con la misma insistencia de la viuda que pidió justicia. Es decir, Dios será indiferente también si los que pedimos no lo hacemos con toda sinceridad y persistencia. Estas palabras enseñan que ni siquiera debemos molestar a Dios si no hacemos nuestras peticiones de todo corazón[118]. Y se puede agregar a esto que Dios aparta su oído de los que no le piden con fe y toda sinceridad.
Algunos ejemplos de la persistencia en orar: Abraham[119]; Cristo[120]; Pablo[121]. También recordemos cómo Jacob luchó con el ángel hasta que le diera la bendición que quería[122].
m. Sanidades y calumnias.
1) Dos ciegos (Mateo 9.27-31).
Los judíos bien sabían que el Mesías sería el hijo de David[123], y aun los ciegos se dieron cuenta de que Jesús de Nazaret era el Mesías, y así lo confesaron.
Aunque los ciegos presenciaran los milagros de Jesús, no los pudieron ver; la fe de ellos vino, pues, por medio de oír[124]. Entonces les tocó para que se cumpliera la profecía de Isaías 35.5-6; 42.7.
Y los ojos de ellos fueron abiertos. Y aunque Jesús les encargó severamente que no contaran lo ocurrido, ellos no pudieron callar el milagro que habían recibido y Jesús no podía entrar abiertamente en la ciudad, sino que tenía que quedarse en los lugares desiertos; y la gente iba a él.
2) Endemoniado y mudo (Mateo 9.32-34).
Mientras se iban los ciegos, le trajeron un mudo a causa de estar endemoniado, pues habló cuando Jesús echó fuera el demonio. Los demonios afligían a la gente de varias maneras: algunos quedaron mudos[125]; otros ciegos y mudos[126]; otros actuaban de manera violenta[127]; otros sufrían ataques que atentaban contra su vida[128]; y otros actuaban como si tuviese epilepsia[129]. Además, los demonios tenían conocimiento sobrehumano[130].
En cuanto a los demonios o espíritus inmundos, es indispensable que se recuerde que la Biblia nunca dice que los pecadores estaban endemoniados. La Biblia no habla de los endemoniados como borrachos, ladrones, asesinos, etc. Más bien, se pueden comparar con personas afligidas física y mentalmente. Jesús mostró poder absoluto sobre los demonios. Los echó fuera con su Palabra[131]. Los reprendió y salieron[132]. La Biblia dice que en varias ocasiones los demonios fueron echados fuera por Cristo y los apóstoles, pero nunca usa la palabra “exorcismo” con respecto a lo que ellos hicieron.
Cuando Jesús echó al demonio y el mudo habló; la gente se maravillaba. Ya habían visto muchos milagros de sanidad, pero parece que el milagro de echar fuera los demonios les fue uno de los milagros más impresionantes. Al ver este milagro diferente “se maravillaba”, pero al continuar viendo las mismas clases de milagro, pronto habrían dejado de maravillarse, porque ya no serían “diferentes” sino comunes. Este detalle sencillo y obvio basta para convencernos de la naturaleza temporal de los milagros.
Mateo y los otros autores presentan los relatos de las señales hechas por Jesús para convencer al lector que es el Cristo, el Hijo de Dios[133]. Jesús vino al mundo como el Maestro de maestros. Enseñaba todos los días, y las señales que hizo demostraron que enseñaba con autoridad divina.
Lo muy significativo es que Jesús había mostrado su poder sobre la lepra, la parálisis, la fiebre, la hemorragia crónica, la ceguera, y la mudez. Echó fuera los demonios, calmó la tempestad, caminó sobre el agua y levantó a los muertos. ¡Con razón la gente se maravillaba!
3) Los fariseos calumnian (Mateo 12.22-24; Marcos 3.22; Lucas 11.14-16).
Los fariseos no negaron que Jesús echó fuera los demonios, pero dijeron que lo hizo por el poder de Satanás. Los hombres que se dedican día y noche con privaciones de toda clase para lograr fines políticos y comerciales se ven como muy prudentes y sabios, pero si los mismos hombres se dedican con el mismo empeño a las cosas de Dios, se consideran como fanáticos.
Toda la gente estaba atónita y se preguntan, aunque con duda, si este Jesús no podría ser el Mesías. Los fariseos no creían porque no querían creer. No les convenía creer. La envidia de ellos impedía que aceptaran la verdad, pero la reacción espontánea de la gente común, gente que simplemente decía lo que pensaba de los milagros de Jesús, es evidencia clara de que Jesús mostraba atributos divinos.
Los milagros indicaban que Jesús bien podría ser el Mesías, pero no se presentaba ni obraba como el Mesías esperado por los judíos, porque éste debería ser un gran Conquistador, un glorioso Rey como David y Salomón.
La acusación de los fariseos fue acto de desesperación. Los fariseos reconocían que tenían que apagar el intenso interés del pueblo en los milagros de Jesús. La pregunta hecha por la gente era “puro veneno” para los fariseos. Viendo los milagros la gente podía llegar a la conclusión de que en verdad Jesús era enviado de Dios[134]. Si el pueblo se convencía plenamente de esto, entonces también aceptarían a Jesús como su Maestro y rechazarían a los fariseos. Estos seguramente no tenían la actitud de Juan el bautista en cuanto a sus seguidores. Los fariseos podían ver que ese movimiento ya estaba fuera de control, y tenían que hacer algo para impedirlo. Se dedicaban mucho a la investigación de cualquier líder popular[135] para proteger su propia posición de liderazgo.
La acusación fue sumamente ofensiva, despreciativa y odiosa, le llamaron “Beelzebú”. Es probable que el nombre “Beelzebú” es la corrupción de “Baal-zebub dios de Ekron”, el dios inventado y adorado por los filisteos para protegerles de las moscas[136]. En alguna forma se identificaba en la mente de los judíos con Satanás, el príncipe de los demonios.
Fue doble la acusación: a) “Decían que tenía a Beelzebú”[137], que tenía demonio[138]. Decían lo mismo de Juan[139], y con el mismo fin, para que la gente no les escuchara. b) Que estaba aliado con Satanás. No podían negar que Jesús hacía milagros, ni tampoco podían atribuir estas maravillas a poderes meramente humanos. La evidencia de que Jesús obraba verdaderos milagros era muy clara e irrefutable[140], pero ellos sí podían poner en tela de juicio la fuente de ese poder, avanzando la idea insensata de que Jesús obraba en liga con Satanás. Con esta táctica podían convencer al pueblo que aunque Jesús hacía milagros, no eran de Dios. No era cuestión de si Él hacía milagros, sino de por qué autoridad los hacía. Creían los fariseos que habían dado una explicación que Jesús no podía refutar, ya que se trataba de fuerzas invisibles. Jesús reconoció la astucia de esta acusación y su posible efecto sobre el pueblo. Por lo tanto, tomó la molestia de refutarla rotundamente.
Fue una idea sumamente absurda porque desde el principio Jesús obraba fervientemente en contra de Satanás, destruyendo su obra en toda manera posible[141]. Pero el triunfo sobresaliente de Jesús sobre Satanás era el milagro de echar fuera los demonios. ¿Por qué estaba endemoniado este hombre? ¿Quién era responsable? Satanás. ¿Quién le liberó de esa horrible miseria? Cristo. ¿Estos dos, Satanás y Cristo, estaban en unión el uno con el otro? ¿Uno haciendo y el otro deshaciendo lo que el primero hacía?
En primer lugar, Satanás no destruye su propia obra; en segundo lugar, ¿desde cuándo hace buenas obras?
4) La defensa de Jesús (Mateo 12.25-30; Marcos 3.23-27; Lucas 11.17-23).
Jesús conocía los pensamientos de ellos, porque Cristo llegó a ser hombre y vivió en la tierra pero no dejó de ser Dios omnisciente y todopoderoso. No tuvieron que hablar. No era necesario que expresaran sus pensamientos, porque Él sabía los pensamientos de ellos. Él entendía a profundidad los propósitos de ellos, y por eso la naturaleza de su acusación.
Si Satanás envía los demonios para tomar control de la gente para causar sufrimiento y miseria, y luego el mismo Satanás envía a Jesús para echar fuera aquellos mismos siervos obedientes de Satanás, entonces obra en contra de sí mismo. Tal proceder sería insensato y ¿quién acusa a Satanás de ser insensato? ¿Acaso los fariseos no sabían esto? ¿Eran insensatos ellos mismos? ¿Quién no sabe que un reino dividido contra sí mismo será pronto arruinado? ¡Qué locura decir que Satanás echaba fuera a Satanás! Todos sabían que los espíritus inmundos venían de Satanás y que los endemoniados eran afligidos por él.
Es probable que la respuesta correcta sea que ellos dijeron esto por causa de su desesperación. ¿Qué otra cosa podían hacer? Jesús estaba destruyendo su influencia y, por eso, disminuyendo su control sobre el pueblo. No podían negar que Jesús hacía milagros, porque eran muchos, eran estupendos y maravillosos, y había muchos testigos. Entonces ¿qué hacer? Les quedaron solamente dos alternativas:
a) Admitir que Jesús hacía milagros por el poder de Dios y humillarse delante de Él, o
b) Atribuir sus milagros al diablo, diciendo que Jesús estaba aliado con Satanás, comisionado por Él y vestido de poder diabólico.
Pero ¿no entendían lo ilógico de decir que Satanás echaba fuera a Satanás? Recuerde que estaban desesperados y, por eso, no eran razonables. Así es la oposición contra Dios en toda época. Todo argumento contra Dios, contra Cristo, contra el Evangelio, contra la Iglesia, etc., es argumento ilógico. Sin embargo los falsos maestros no se preocupan por esto porque su único propósito es triunfar sobre la verdad, y para lograr su propósito emplean muchas asechanzas[142] y armas carnales[143].
Cuando habla a los fariseos sobre sus hijos, se refier a sus discípulos, o seguidores[144]. Seguramente los fariseos creían que sus discípulos lanzaban demonios por el poder de Dios[145]. Hechos 19.13 habla de los “judíos, exorcistas ambulantes”. Estos usaban encantos de varias clases para “echar fuera demonios”. Josefo describe tales casos. Entonces ¿por qué condenaron a Jesús por hacer lo que, según ellos, sus discípulos hacían? El propósito de esta pregunta de Jesús fue para exponer aun más la inconsecuencia de los fariseos. Ellos atribuyeron la obra de sus “hijos” a Dios, y no a Satanás. Entonces ¿por qué decir que Jesús lanzaba demonios por Beelzebú? Por lo tanto, sus propios discípulos, serían sus jueces. Si los “hijos” de los fariseos que profesaban lanzar demonios admitían que la acusación hecha por los fariseos era cierta, entonces se condenaban a sí mismos. Por el otro lado si decían que la acusación era falsa, entonces condenaban a sus maestros y vindicaban a Jesús. De todas maneras serían sus jueces.
Según Jesús, este fenómeno demostraba claramente “el dedo de Dios”[146] (Luc. 11:20), o como dice Mateo, Jesús obraba “por el Espíritu de Dios”[147]. Por esta causa Jesús suena la alarma contra la blasfemia contra el Espíritu Santo[148].
Por lo tanto, el reino de Dios había llegado porque el reino de Satanás estaba sufriendo mucha pérdida. Había solamente dos alternativas:
a) Jesús echaba fuera demonios por la autoridad de Satanás, conclusión ilógica y absurda, porque de esa manera Satanás hubiera trabajado en contra de sí mismo, cosa que él nunca hace. ¡Satanás es muy astuto, no es estúpido!
b) La otra alternativa, la única que les quedaba, fue que Jesús echaba fuera demonios por el dedo de Dios y, por lo tanto, el reino de Dios había llegado; es decir, los milagros demostraban que todo lo que Él había anunciado acerca del reino era cierto. En ese caso les convenía a los judíos regocijarse grandemente al ver la demostración del poder de Dios sobre el poder de Satanás. Les convenía preparar sus corazones para recibir este reino que tenía tanto poder de hacer obras de misericordia entre la gente.
Esto presenta un pensamiento alarmante, porque indica que los fariseos, al observar la obra de Jesús, eran testigos de la presencia y el poder del mismo Dios a quién ellos profesaban servir. La llegada del Mesías sería también la llegada del reino de Dios anunciado por todos los profetas. En esto Jesús anticipa la llegada del reino el día de Pentecostés. El punto es que Dios ya estaba derrotando a Satanás como Jesús explica en los versículos que siguen.
El hombre fuerte representa el diablo. Cuando Jesús estuvo aquí en la tierra, entró en su casa, la persona endemoniada, para atarlo antes de poder saquear su casa, echar fuera el demonio. Es importante observar que esta victoria sobre Satanás ocurrió cuando Cristo vino la primera vez, porque muchos maestros religiosos creen y enseñan que la victoria de Jesús sobre Satanás será hasta su segunda venida. Obsérvese esta verdad en los siguientes textos: Lucas 10.18; Juan 12.31; 16.33; Colosenses 2.15; Efesios 4.8; Hebreos 2.14-15; Apocalipsis 20.1-3. No se refiere a la segunda venida, sino a la primera venida. Cristo triunfó sobre Satanás de muchas maneras comenzando con las tentaciones de Mateo 4.1-11. Los que aceptan el Evangelio de Cristo ya no se engañan.
¿Como se establece un reino? ¿No es necesario primero vencer al enemigo para poder establecer un reino nuevo? Primero es necesario triunfar sobre el enemigo. La historia habla de una sucesión de reinos o gobiernos establecidos después de la victoria del conquistador. Así también, Cristo tuvo que vencer primero, tuvo que triunfar sobre Satanás para establecer su propio reino.
Mateo 12.31-32 registra las siguientes palabras sobre este tema: “Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; más la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada. A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero”. Conviene dar un repaso sobre los versículos anteriores:
a) Jesús sana a un endemoniado, ciego y mudo;
b) La acusación blasfema de los fariseos;
c) La respuesta sencilla e irrefutable de Jesús;
d) ¿Por quién los echan vuestros hijos?;
e) Ha llegado a vosotros el reino de Dios;
f) Primero hay que atar al hombre fuerte;
g) No puede haber neutralidad.
Ahora analizaremos la blasfemia contra el Espíritu Santo como prueba o evidencia de la condición depravada de los fariseos.
La palabra “evangelio” significa “buenas nuevas”; es decir, por medio del Evangelio de Jesucristo todo pecado será perdonado. Véanse los catálogos de pecados[149]. Todos estos pecados serán perdonados por Dios si nos arrepentimos, confesamos a Cristo, somos bautizados para perdón de pecados y vivimos en santidad. Los pecados de David, el codiciar, adulterar, matar, fueron perdonados. Los “muchos” pecados de la mujer de Lucas 7 fueron perdonados. Pedro negó a Cristo tres veces y fue perdonado. Saulo de Tarso persiguió a Jesús pero fue perdonado.
Blasfemar significa “difamar o injuriar, hablar de manera injuriosa, ultrajante, calumniadora”. Este pecado cometido aun contra Jesús tenía y tiene perdón. Le acusaban de ser glotón y borracho; decían que era samaritano[150], que estaba loco, y que blasfemaba cuando perdonaba pecados. Todos estos insultos, blasfemias e injurias recibieron perdón cuando los culpables obedecieron al Evangelio.
Pero la blasfemia contra el Espíritu Santo no tiene perdón. La blasfemia contra el Espíritu se refiere a lo que los fariseos acababan de decir en Mateo 12.24. Lo que ellos decían no era simplemente una calumnia contra Jesús, sino una blasfemia contra el Espíritu Santo. Decían que el Espíritu Santo era Satanás. ¡Esta es la blasfemia contra el Espíritu Santo!
La obra del Espíritu Santo es atribuida a Satanás. Negaban los fariseos que Jesús hizo la gran obra de echar fuera los demonios por el poder del Espíritu Santo. Más bien, según ellos, lo hizo por el poder de Beelzebú, príncipe de los demonios, o sea, Satanás mismo. Al decir esto hablaron o blasfemaron contra el Espíritu Santo, dando a entender que en realidad el Espíritu Santo era un espíritu inmundo.
Dicen los “carismáticos” y “pentecostales” que hablamos contra el Espíritu cuando denunciamos sus “señales y prodigios mentirosos”. Esta acusación es completamente necia y absurda. Al decir esto ellos demuestran su profunda ignorancia de las Escrituras[151]. Desde luego, no hablamos contra el Espíritu, sino probamos los espíritus[152].
Al ver las obras de Jesús y al oír sus enseñanzas, los escribas y fariseos estuvieron en la misma presencia de Dios, pero indicaron que más bien estuvieron en la presencia de Satanás. No hay depravación más profunda que esta.
No hay la más mínima sugerencia en este texto de que haya manera de recibir el perdón de Dios después de morir. Es claro, pues, que la expresión “ni en este siglo ni en el venidero” enfatiza el hecho de que nunca habrá perdón. La doctrina de un supuesto “Purgatorio” donde algunos sufren por un tiempo antes de ir al cielo es pura fábula[153].
Jesús recogía. Él vino al mundo para recoger a todas las ovejas perdidas de la casa de Israel[154], pero los fariseos desparramaban[155].
No puede haber neutralidad. El pueblo tuvo que escoger entre la verdad de Jesús o la mentira de los fariseos. No podían ser neutrales. Si no ayudaban a Jesús, entonces favorecían a los fariseos. Todos los que rehúsan obedecer al Evangelio, fuera lo que fuera su motivo, automáticamente ayudan a Satanás.
¡Cómo se engañan solas muchas personas! Creen que son neutrales. Piensan que no se oponen a Jesús y su obra, aunque no se ocupan en ella; aprueban y aun defienden la verdad, hablan muy bonito de la Biblia y de la Iglesia, sin reconocer que en realidad se han puesto al lado del enemigo. La indiferencia no es meramente indiferencia, sino oposición. El creer solamente sin obedecer es resistencia contra Dios. Si no entregamos todo el corazón a Dios no le damos nada. ¡Que todos entiendan una cosa: La supuesta neutralidad es pura hostilidad contra Cristo!
17. El pecado imperdonable (Mateo 12.31-36; Marcos 3.28-30; Lucas 12.10).
¿Por qué no se perdona este pecado?[156] Esto es precisamente lo que hicieron los fariseos: Lo que era tan obviamente bueno y de Dios: La vida, el ejemplo, las enseñanzas y las maravillas de Jesús, ellos lo llamaron malo y del diablo. El propósito de ellos era profundamente malicioso. Jesús echó fuera los demonios por el Espíritu de Dios, pero los fariseos estaban resueltos a no creerlo, y se atrevieron a decir que ese poder era en realidad Satanás.
No había sacrificio bajo la ley de Moisés para el pecado cometido con soberbia. Números 15 describe la expiación para los pecados de “yerro”, pero en el versículo 30 dice: “Pero aquel que obre con desafío[157] ése blasfema contra el Señor, y esa persona será cortada de entre su pueblo”[158]. En esto vemos que el concepto de estar más allá de la salvación no era idea nueva.
¿Por qué blasfemaron los fariseos? ¿Por qué hablaron así? Porque el árbol, el carácter, era malo, y por eso el fruto, el habla, era malo. El árbol y su fruto son inseparables[159]. El árbol infunde en su fruto su propia naturaleza.
Jesús es un perfecto ejemplo del árbol bueno. Su fruto, su habla, su enseñanza, siempre era bueno. Si Jesús hubiera obrado no por el Espíritu Santo, sino por Satanás, entonces sus enseñanzas habrían sido corruptas. Los fariseos eran un perfecto ejemplo del árbol malo. Su fruto, su habla, su enseñanza, y en este texto el blasfemar contra el Espíritu Santo, siempre era malo. El punto es que cuando ellos blasfemaron contra el Espíritu Santo, en ese mismo acto exhibieron su fruto y demostraron que el árbol era malo. Demostraron que eran una generación de víboras. ¿Cómo se puede hablar lo bueno, siendo malos? El hablar es el fruto. No podía haber buen fruto porque el árbol, ellos, era malo. Solamente podían llevar fruto enfermo y corrupto. Porque por el fruto se conoce el árbol.
El hombre bueno saca cosas buenas del buen tesoro del corazón, y el hombre malo saca cosas malas del suyo. El “tesoro” de cada quien es la acumulación de todos sus pensamientos, deseos, planes, intentos, ambiciones, etc. De este “tesoro”, malo o bueno, saca buenas o malas palabras. Los fariseos sacaron de su “tesoro” malo, la blasfemia contra el Espíritu Santo. Al escuchar por muy poco tiempo las palabras de cualquier individuo sabemos mucho acerca de ellas. La boca revela el corazón.
Las palabras revelan el carácter, corresponden al carácter. Lo que los fariseos dijeron reveló lo que eran: La clase de árbol que eran, la clase de tesoro que tenían[160]. A veces alguien se enoja y pronuncia palabras malas que hieren y ofenden. Luego pide perdón diciendo: “Perdóneme, yo no quise decir eso”. La verdad es que lo que decimos espontáneamente, es decir, cuando no estamos en guardia, cuando no cuidamos las palabras y no nos preocupamos por lo que decimos es cuando revelamos la verdadera condición del corazón.
Algunos quieren justificar el pecado diciendo: “pero su corazón es puro”; es decir, se cree que Dios no condena nuestra mala conducta o nuestras palabras malas si nuestro corazón es recto. Pero aquí precisamente está el problema. La mala conducta y las malas palabras demuestran que el corazón no es puro ni recto.
Seremos juzgados por los hechos[161], pero también seremos juzgados por las palabras que revelan los pensamientos y el carácter. La palabra ociosa se usa del árbol estéril, de la tierra no sembrada y del hombre perezoso. No se refiere a la conversación inocente acerca de asuntos sociales y seculares, en contraste con conversación sobre asuntos religiosos; más bien, como vemos en este contexto, se refiere a las palabras de malicia, de calumnia, etc.
18. Volver atrás (Mateo 12.43-45; Lucas 11.24-26).
Aquí Jesús enfatiza las consecuencias de descuidar sus enseñanzas. Este texto es la continuación de lo que Jesús dijo acerca de los escribas y fariseos. Había echado fuera el demonio de un hombre. Algunos de los fariseos blasfemaron contra el Espíritu Santo, diciendo que Jesús tenía espíritu inmundo. Otros pidieron señal del cielo. Jesús les llama “generación mala y adúltera”, y dice que los de Nínive y la reina del Sur se levantarán en el juicio para condenarles.
Ahora sigue una ilustración que explica que la condición espiritual de esa generación seguiría de mal en peor a consecuencia de no aceptar a Jesús y sus enseñanzas. El espíritu inmundo sale del hombre. No dice que fue echado, sino que “sale”. Parece ser acto voluntario. Anda por lugares secos, buscando reposo, no lo halla. Los demonios querían ocupar cuerpos.
Vuelve a su casa desocupada, barrida, adornada. Su “casa” es el cuerpo del hombre que él había poseído. Esto indica que los demonios a veces volvían a entrar en un hombre después de salir o ser echados fuera de él[162]. Jesús dijo al demonio: “Sal de él, y no entres más en él”. En este caso Jesús prohibió que el demonio volviera a tomar posesión del hombre. Las palabras “barrida y adornada” indican que la casa estaba bien preparada para ser ocupada por los demonios.
Entonces trae otros siete espíritus inmundos peores que él. Esto indica que había comunicación entre los demonios. El número “siete” es número simbólico, muy común en el vocabulario de los judíos. Nosotros diríamos “muchos”. “Peores que él” indica que había grados de maldad entre los demonios. Algunos eran más depravados que otros. El espíritu inmundo, ahora acompañado por otros siete peores que él entran en el hombre para morar allí y el último estado del hombre era peor que el primero.
Primero son comparados con niños, y ahora con un endemoniado. En Mateo 11.16-19 Jesús comparó esa generación con niños que no podían ser complacidos por nadie. Ahora les compara con un hombre endemoniado. La lección enseñada claramente en este texto es que como la condición del hombre endemoniado se hizo peor, así también la condición de esa generación iría de mal en peor.
Es difícil saber si la primera parte de esta ilustración significa algo acerca de la condición de los judíos de esa generación. Algunos creen que el salir del demonio se refiere a que los judíos dejaron la idolatría durante el cautiverio en Babilonia, pero eso no era experiencia de los judíos del primer siglo. Otros suponen que había algo de mejoramiento en aquellos días debido a la influencia de Juan y Jesús. Sería difícil reconocer algún cambio bueno en ellos, pero una cosa es cierta: Los judíos, como nación, rechazaron a Jesús y aun lo crucificaron como criminal. También rechazaron el Evangelio, y en su rebelión se sometían cada vez más a las malas influencias de Satanás.
La casa “barrida, adornada” bien ilustra la actitud de los judíos hacia Jesús, y su plena rebelión abierta contra El; es decir, estaban dispuestos a recibir a Satanás para acabar con Jesús, el Evangelio y la Iglesia. De esta manera se preparaban a sí mismos para recibir a Satanás en su corazón para perseguir a Jesús y sus seguidores. Así, pues, dice Jesús que los judíos eran semejantes a un hombre poseído por muchos demonios. Dentro de otros cuarenta años, más o menos, la ciudad, el templo, y muchos de los judíos serían destruidos por los romanos.
Hay solamente dos reinos, dos caminos y dos destinos. No hay campo neutral. Según Lucas 11.23-26 esta ilustración sigue la declaración de Jesús que “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama”. Era muy importante que sus discípulos y los judíos en general, reconocieran la necesidad de escoger entre Él y los fariseos. Todos tenían que examinar el fruto de cada “árbol”.
Tenían que examinar las enseñanzas de ambos, para saber el carácter verdadero de cada quien. Porque ya era sumamente claro que los judíos no podían aceptar y seguir a Jesús y también seguir escuchando a los fariseos y escribas. El momento de decisión ya había llegado. La blasfemia de ellos lo hizo aun más claro.
La Biblia enseña claramente que la condición espiritual de los discípulos de Cristo que vuelven atrás es peor de lo que era que cuando eran inconversos. Fue imposible renovarlos al arrepentimiento porque rechazaron el sacrificio de Cristo.
Hay peligro de que la conversión de algunos sea solamente la externa de ciertas reformas o enmiendas. Tal conversión no es genuina y no dura, pero la poca religión que los tales aceptaron es como una inoculación contra la religión verdadera de Jesús. Los tales creen y suponen que ya conocieron la verdad, que ya experimentaron la salvación y sus bendiciones, y no quieren saber más del Evangelio. Con razón su condición posterior es peor que la condición original. Hay que desechar toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones como si fueran demonios, porque verdaderamente son del diablo, y llenar el corazón con la leche espiritual no adulterada para que por ella crezcamos para salvación[163]. Hay que despojarnos del viejo hombre que está viciado conforme a los deseos engañosos, como si fuera un demonio, y renovarnos en el espíritu de vuestra mente y vestirnos del nuevo hombre.
Por lo tanto, no basta con simplemente echar fuera los demonios de la vida pasada. Es necesario llenar la vida con todas las cualidades preciosas de la vida cristiana. Este pensamiento se puede observar en Romanos 6.3-7; 12.1-2 y en todos los textos que describen la conversión y la nueva vida en Cristo. Muchos dejan de beber alcohol, dejan de fumar tabaco, y dejan otros vicios y luego en poco tiempo vuelven a ellos porque no llenaron su mente y sus actividades con cosas buenas. La vida no acepta un “vacío”. El vacío siempre se llena con algo.
Es necesario echar fuera al diablo y entonces es necesario que Dios more en nosotros, para que Satanás no vuelva a vivir en nosotros. Dios permanece en nosotros[164]. Cristo está en nosotros[165]. Habita Cristo “por la fe” en nosotros. Dicen algunos que “sienten” a Cristo en su corazón. Cristo no mora en nosotros en esa forma; no causa sensación física[166]. El Espíritu Santo mora en nosotros[167]. Nuestro cuerpo es Templo del Espíritu Santo[168]. Estos y otros muchos textos enseñan que Dios, el Padre, el Hijo, y El Espíritu Santo, vive o mora en nosotros y que nosotros estamos “en” Cristo, permanecemos en Dios. La Deidad habita o vive en su Tabernáculo, su Templo o Iglesia[169]. Dios habita en nosotros con tal que salgamos del mal. Tenemos que apartarnos de la contaminación del mundo para que Dios habite en nosotros.
La palabra “comunión” significa “participación”. Tenemos la dicha de participar en las cosas celestiales, las cosas de Dios[170]. Las palabras “participación” y “comunión” son idénticas. Somos “participantes de la naturaleza divina” si añadimos a nuestra fe virtud, conocimiento, dominio propio, paciencia, piedad, afecto fraternal y amor[171]. Significa estar bajo el poder, dirección e influencia de Dios. Estamos “en” Él, sostenemos una relación estrecha con Él, vivimos “conectados” con Él. Significa, pues, los efectos y bendiciones que recibimos de Dios. Los textos dicen que Dios vive o permanece en nosotros porque Dios es la fuente o causa de estos poderes y beneficios. En estos textos se emplea una figura de gramática en la cual la causa se pone por el efecto. Gozamos de los efectos de nuestra relación con Dios, y en lugar de hablar de los efectos o bendiciones se dice simplemente Dios, la causa o fuente de ellos. Es la figura llamada “metonimia”[172]. De otro modo, si Dios no mora en nosotros, entonces el diablo vuelve, ahora más fortificado que nunca, y será más difícil que nunca echarlo otra vez de nuestra vida.
Los endemoniados eran víctimas involuntarias del diablo, pero Judas permitió que Satanás entrara en él[173]. También Ananías y Safira permitieron que Satanás llenara su corazón para mentir a Dios[174]. También nosotros tenemos completo control sobre nuestro corazón. Si Satanás llena nuestro corazón, será con nuestro permiso.
19. Los verdaderos dichosos (Lucas 11.27-28).
Mientras Jesús enseñaba, una mujer gritó para que todos pudieran oírle diciendo: “Feliz el vientre que te trajo, y los pechos que mamaste”. Sin duda esta mujer había escuchando atentamente lo que Jesús decía y también había observado sus obras maravillosas. Con mucha emoción quería alabar a Jesús de esta manera indirecta, alabando a su madre. Lo que ella dijo fue semejante a lo que dijo Elizabet[175]. Estaba cumpliendo la profecía de María misma[176].
Es bueno que las emociones sean movidas por las palabras y los hechos de Jesús, pero también hay que ser realistas. Muchas personas ofrecen servicios a Dios con exagerada emoción, a veces dando rienda suelta a las emociones. Desde luego, el Evangelio nos debe afectar emocionalmente, pero Jesús quiere ver más que esto. Quiere ver una vida de obediencia. Esta respuesta de Jesús hace sentir a esa mujer que ella misma puede ser feliz como María lo fue al obedecer a Dios. Pero la enseñanza de la Iglesia de Roma es completamente diferente. Es sorprendente que, a pesar de la respuesta de Jesús, los comentaristas católicos se apoyen en las palabras de esta mujer para aprobar el culto a María.
En Lucas 8.19-21 se enseña que el ser pariente espiritual de Jesús es más importante que ser pariente físico. María misma hizo esto. Jesucristo era el Salvador de su propia madre, porque ella oyó y aceptó la palabra de Dios. Su relación física produjo una gran bendición, pero su relación espiritual produjo una bendición más grande. La bendición que recibió por creer en Jesús como el Hijo de Dios[177] y guardar su Palabra[178] era más grande que la bendición de ser la madre de Jesús. Si María no hubiera creído en la deidad de Jesús para seguirle como los demás discípulos, no habría sido bienaventurada.
La palabra “guardar”[179] expresa vigilar, montar guardia, guardar en el sentido de proteger[180], metafóricamente, guardar una ley[181]. Según el significado básico de la palabra, pues, podemos concluir que debemos “guardar” la Palabra en el corazón como un tesoro precioso. Si la guardamos de esa manera, entonces la guardaremos también en el sentido de obedecerla y practicarla.
Muchos oyen la palabra pero no por eso son “bienaventurados”, dichosos, felices, bendecidos, porque no la guardan[182]. Esto produce la verdadera felicidad.
El clero romano hace mal uso de los hermosos textos de Lucas 1.42, 48, afirmando cosas de ella que jamás entró en la mente de ella. Decir que “María es madre de Dios” es blasfemia. Por muchas razones esta expresión católica es blasfemia. Es blasfemia contra Dios, contra Cristo y contra María misma. María nunca dijo ni hizo nada para elevarse a sí misma. Ella no tiene nada de culpa por esta blasfemia. Es pura invención humana y carnal. María era mujer “bendita” y “bienaventurada” porque Dios la escogió para ser la “madre de Jesús”. Era mujer piadosa, y la última referencia a ella[183] nos dice que ella estaba con los fieles discípulos esperando los grandes eventos del día de Pentecostés, pero ella no aspiraba competir con su Hijo.
La afirmación de que María es una mediadora que escucha oraciones dirigidas a ella para entonces rogar a Jesús es enseñanza humana. En primer lugar es doctrina falsa, no enseñada en las Escrituras. Además insulta a Jesús nuestro único mediador[184]. Si Dios hubiera querido presentar a María como la persona a quién debemos dirigir las oraciones, Jesús o los apóstoles lo hubiesen presentado de manera clara en sus enseñanzas.
Desde la niñez y juventud Jesús amaba y respetaba a su madre[185]. Estaba sujeto a José y María. Es importante comentar que a Jesús nunca le faltó respeto por su madre. Aun en la cruz cuando estaba en tanta agonía se preocupó por el cuidado de ella, pero al meditar sobre la relación entre Jesús y su madre es importante recordar que cuando una mujer dijo: “Bienaventurado el vientre que te trajo, y los senos que mamaste”, Él respondió: “Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan”.
En este texto hay lecciones prácticas para nosotros. Siempre existe la tentación de dar preferencia a los de la familia física, pero recordemos Mateo 10.34-39 y Gálatas 6.10.
Hemos ganado una familia grande en Cristo. Muchas personas que obedecen al Evangelio son rechazadas por su familia, pero entonces ganan una familia muy grande de hermanos en Cristo[186]. Somos parientes de Jesús. Jesús no se avergüenza de llamarnos hermanos[187]. Entonces, nunca nos avergoncemos de llamarnos hermanos de Él.
20. La señal de Jonás (Mateo 12.38-42; Lucas 11.29-32).
Jesús comenzó a criticar a quienes solo buscaban señales. En Lucas les dice “generación mala” y en Mateo 12.39 se agrega la palabra “adúltera” para enfatizar su infidelidad como la “esposa” de Dios[188], ya que demandaban señal del cielo. Esto indica que para ellos todas las señales que Jesús había hecho no eran suficientes, pero recuérdese que cuando Juan envió a sus discípulos a preguntar a Jesús si era aquel “que había de venir”, Jesús dijo: “Id, y haced saber a Juan las cosas que oís y veis. Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio”; es decir, las señales que ya había hecho confirmaron que Él estaba cumpliendo las profecías acerca del Mesías “que había de venir”[189].
Probablemente estos judíos pidieron señal del cielo porque creían que Jesús no podría hacer tal señal, y luego ellos podrían decir: “¿Ya ven?, él es falso”. Era generación mala porque no pidieron evidencia para creer, sino para criticar a Jesús. No sabían nada de la bienaventuranza que viene a “los que oyen la Palabra de Dios y la guardan”. Es pecado rechazar la evidencia como lo hacían éstos. No les interesaba la verdad sino la defensa de su prestigio e influencia sobre el pueblo[190].
Ellos pedían señal, pero no les daría “sino la señal de Jonás”. No quiere decir que ya no haría más milagros para probar que Él era el Cristo, pero que de ninguna manera les daría la clase de señal que pedían, como la que sugirieron Jacobo y Juan[191], pero sí les daría una señal. Tampoco hizo señal cuando en otra ocasión se la pidieron[192]. Tampoco en Nazaret[193]. Tampoco para Herodes[194]. No haría la clase de milagro que ellos pidieron, pero les daría una verdadera señal que sería evidencia infalible que era el Hijo de Dios, porque después de estar sepultado por tres días y tres noches resucitó de entre los muertos. Esta señal sería aun más convincente que la señal de Jonás, el tipo de Cristo, que dio evidencia amplia de que él había sido comisionado por Dios para predicar a los ninivitas.
Es interesante observar cómo Jesús confirma la historia del Antiguo Testamento, hablando de Abraham, de Moisés, de Daniel, de Jonás, etc., como personas históricas. Muchos incrédulos se refieren al Antiguo Testamento como mitos o leyendas de los judíos. Para Jesús el Antiguo Testamento era historia verídica.
Porque así como Jonás fue señal dada a los ninivitas para probar que había sido comisionado por Dios a predicarles, también lo será el Hijo del Hombre a esta generación. Jonás fue señal a los ninivitas porque cuando los marineros lo echaron al mar, estuvo en el vientre del gran pez por tres días y tres noches. Algunos piensan que los ninivitas ni siquiera se dieron cuenta de ese milagro, pero si no lo hubieran sabido, entonces Jonás no habría sido señal a ellos. La sola predicación no era señal. El milagro de estar tres días y tres noches en el vientre del gran pez y luego ser echado en tierra por el pez “fue señal a los ninivitas” y bien prefiguraba la estadía de Jesús por tres días y tres noches en el corazón de la tierra y luego ser resucitado de allí.
Jonás salió del vientre del gran pez como si hubiera salido vivo de la tumba, así como Cristo salió vivo de la tumba. Esta señal era prueba de que Jonás era profeta enviado por Dios. De la misma manera Dios levantó a Jesús de entre los muertos para confirmar que le había enviado para ser el Salvador del mundo.
Como Jonás desapareció en el vientre del gran pez y de esa manera aparentemente terminó su obra, pero después de tres días y tres noches salió de allí para continuar su trabajo, así también Cristo desapareció en el corazón de la tierra y los judíos creyeron que ya habían acabado con Él, pero después de tres días y tres noches salió del sepulcro para continuar su obra.
“A la predicación de Jonás se arrepintieron”. Hay un detalle muy importante en esta expresión: La preposición “a” traduce la palabra griega eis que se usa en Mateo 26.28 “para” remisión de los pecados, y en Hechos 2.38, “para” perdón de los pecados. Se traduce “en” en varios textos, pero esta palabra siempre mira hacia adelante, no mira hacia atrás; es decir, debe traducirse para, en, a ó hacia. La preposición “eis” significa “para” y no “por causa de”. Sin embargo, los calvinistas que enseñan que la salvación es por “fe sola” insisten en que la palabra eis en Lucas 11.32 y Mateo 12.41 mira hacia atrás y significa “por causa de”, para probar que en Hechos 2.38 el bautismo no es para el perdón de pecados.
La idea de “por causa de” o “en consecuencia de” es un concepto ajeno a la Palabra. Es un concepto forzado. No es nada natural. Es verdad que los de Nínive se arrepintieron como consecuencia de la predicación de Jonás, pero eso no fue el sentido ni propósito de esta frase. Para decir eso se hubiera usado la preposición “dia” en lugar de “eis”. Como en Mateo 26.28, Cristo derramó su sangre “para” el propósito de remitir los pecados del hombre. Por eso se traduce “para remisión de los pecados”. También el bautismo es “para” obtener el perdón de los pecados. Por eso se traduce “para perdón de los pecados”. La expresión “para perdón de los pecados” hallada en Mateo 26.28 y en Hechos 2.38 es la misma. Es idéntica, sin variación alguna. Pero no debe de pensarse que solo el bautismo es necesario para la salvación, sino que va antecedido de oír la Palabra, creerla, arrepentirse de los pecados, confesar a Jesús como Señor y precedido con la santificación, “porque sin santidad nadie verá al Señor”[195].
Según los calvinistas el bautismo mira hacia atrás y que somos bautizados porque nuestros pecados ya fueron perdonados por la fe sola. Pero según esta doctrina falsa, el arrepentimiento también sería requerido por causa de los pecados ya perdonados, porque Pedro requiere dos cosas, tanto el arrepentimiento como el bautismo, para obtener el perdón. Asimismo, según esta falsa doctrina, Cristo murió en la cruz porque los pecados del hombre ya fueron perdonados. Esta doctrina obliga a sus proponentes a negar el significado obvio de una palabra griega.
La reina del Sur se levantará en el juicio con los hombres[196] y los condenará; porque ella fue a escuchar la sabiduría de Salomón. En 1 Reyes 10.1-10 leemos de la visita de la reina de Sabá. Había oído de Salomón pero quería escucharle en persona. Para hacerlo hizo un viaje largo[197], inconveniente y hasta peligroso, para hacerlo. Había pocos libros en aquellos tiempos y la manera mejor de saber de la famosa sabiduría de Salomón sería visitarlo y conversar con él. Por eso, esta mujer famosa se esforzó grandemente para escuchar a Salomón, un mero hombre que enseñaba principalmente sobre temas terrenales. Sin embargo, para los escribas y fariseos la verdad estaba cerca, pues cada día Jesús enseñaba en el Templo[198]. Además, Jesús no era un mero hombre. Era Emmanuel, Dios con nosotros. Había venido desde el cielo para llevar el mensaje a ellos. No tuvieron que hacer un viaje largo para tener acceso a Jesús, pues enseñaba a diario en sus sinagogas y en el Templo.
Salomón era muy honrado por esta reina del Sur, mientras que Cristo era deshonrado por los escribas y fariseos. La reina “vino a probarle con preguntas difíciles”[199] y aceptó sus respuestas, mientras que los escribas y fariseos le hicieron preguntas capciosas a Jesús y no aceptaron la verdad que les enseñó. Ella era sincera y “le expuso todo lo que en su corazón tenía”[200] pero los escribas y fariseos eran hipócritas y sólo querían destruir a Jesús. “Salomón le contestó todas sus preguntas, y nada hubo que el rey no le contestase”[201]; compárense las preguntas hechas a Jesús sobre quién es el mayor en el Reino[202]; sobre el matrimonio y el divorcio[203]; sobre la autoridad[204]; sobre la cuestión del tributo para César[205]; sobre la resurrección[206]; sobre qué hacer para heredar la vida eterna[207]; sobre quién es mi prójimo[208], etc. Desde luego, sus respuestas eran perfectas en todo sentido. De hecho, el Nuevo Testamento de Jesús contesta toda pregunta con respecto a la vida y la piedad[209].
La reina de Sabá era sincera y personalmente quería aprender la verdad. Quería hacer su propia investigación, quería oír y ver por sí misma. Luego después de todo, dice: “Verdad es lo que oí en mi tierra de tus cosas y de tu sabiduría; pero yo no lo creía, hasta que he venido, y mis ojos han visto que ni aun se me dijo la mitad”[210]. Con razón se levantará en el juicio para condenar a los judíos y a todos los que rechazan a Cristo. Imagínese cómo hubiera sido la actitud de esta mujer si hubiera vivido en los días de Jesús.
En base a lo que se dice de Salomón en el Antiguo Testamento los judíos lo tenían en alta estima, pero los hechos y sabiduría de Salomón no se podían comparar con los hechos y sabiduría de Jesús y lo rechazaron.
Los hombres de Nínive se levantarán como los testigos que se ponen de pie para testificar ante el tribunal, en el juicio con esta generación que era más favorecida con respecto al conocimiento del verdadero Dios, y a las enseñanzas de su Hijo, y la condenarán; porque a la predicación de Jonás se arrepintieron. Lo que Jesús dice aquí se puede comparar con lo que dice en Lucas 10.12-15, pero aquí hay una diferencia. Al hablar de Sodoma y de Tiro y Sidón, habla de lo que pudiera haber sucedido, mientras que aquí, con respecto a Nínive, habla de lo que en realidad sucedió. El arrepentimiento de los paganos, como también su búsqueda de la sabiduría, con mucho menos oportunidades, avergonzaría la pereza e incredulidad de los judíos.
Los de Nínive, gentiles, se levantarán en el juicio para condenar a estos judíos. Porque aunque Jonás no hizo milagros, los de Nínive se arrepintieron cuando oyeron su predicación, pero estos judíos no se arrepintieron cuando oyeron la predicación de Jesús, el Hijo de Dios, que estaba acompañada de toda clase de milagros hechos repetidas veces. Las oportunidades de los judíos eran mucho más grandes que las de los de Nínive. Sin embargo los judíos no las aprovecharon pero los de Nínive sí. Recuerde que la oportunidad de arrepentirse y evitar el castigo de Dios es una gran bendición. Les convenían a los judíos imitar a los de Nínive, arrepintiéndose en saco y ceniza, en lugar de jactarse de ser hijos de Abraham, como si eso fuera garantía de que nada malo les podría suceder. La predicación de Juan y Jesús era diseñada para convencerles que eran como un árbol corrupto que estaba a punto de cortarse.
21. El ojo (Lucas 11.33-36).
La ilustración de este pasaje se debe aplicar según el contexto: Cuando Jesús dice esto en el Sermón del Monte[211] explica la aplicación de la enseñanza: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”. Comparando Lucas 8.16-17 con Lucas 12.2-3, parece que lo que Jesús dice se aplica a la obra de los apóstoles. Jesús les habló a ellos empleando parábolas y limitó su misión a “las ovejas perdidas de la casa de Israel”, pero su ministerio futuro había de ser mucho más extenso, a todas las naciones[212], y su mensaje sería en palabras claras y literales. A esto Jesús se refiere en Lucas 12.3: “todo lo que habéis dicho en tinieblas a la luz se oirá; y lo que habéis hablado al oído en los aposentos, se proclamará en la azoteas”. Sin embargo, la conclusión encontrada en Lucas 8.18, “Mirad, pues, cómo oís” parece ser semejante al contenido de Lucas 11.33-36, porque los apóstoles serían los embajadores de Cristo[213], sus testigos, sus mensajeros y, por eso, era indispensable que oyeran con cuidado la enseñanza de Cristo.
Algunos oyen solamente para criticar al orador[214], pero algunos oyen de buena gana[215] y con toda solicitud[216]. Debemos oír como los de Marcos 12.37 y los de Berea. Oír para ser bendecidos[217]. Oír para tener fe salvadora[218]. Oír para no desviarnos[219]. Oír para no ser rechazados[220]. Oír para llevar fruto[221].
Aquí en Lucas 11.33-36 Jesús está amonestando a los fariseos por no aprovechar la luz que revelaba que Él era el Cristo. No podían decir que la luz de Cristo estaba puesta debajo del almud. Como Pablo dijo al rey Agripa: “Pues el rey sabe estas cosas, delante de quien también hablo con toda confianza. Porque no pienso que ignora nada de esto; pues no se ha hecho esto en algún rincón”[222].
El Antiguo Testamento preparó el camino para su venida y las señales que hizo eran más que adecuadas para proclamar su Deidad y que cumplía todos los tipos, sombras y profecías que apuntaban hacia Él.
Se trata, pues, de la luz del conocimiento del Evangelio de Jesús. Jesús es la luz del mundo[223], la verdadera revelación de Dios[224], pero los fariseos no solamente no recibieron esta luz, sino que trataban de ocultarla porque preferían las tinieblas.
La luz entra a través del ojo. El ojo no es el origen de la luz, sino la ventana por la cual la luz entra al cuerpo, la vida. La relación entre el afecto, el corazón y el alma es como la relación entre el ojo y el cuerpo. “Cuando tu ojo es bueno”, literalmente, sano, sincero y, por eso, dispuesto para lo bueno. Si hubieran tenido ojo bueno, habrían aceptado la verdad que Jesús les enseñaba. Si su ojo hubiera sido bueno habrían visto a Jesús como “más que Jonás” y “más que Salomón”.
“Pero cuando tu ojo es maligno, también tu cuerpo está en tinieblas”. Los fariseos no dejaron que la luz de Cristo alumbrara su corazón[225]. La oscurecían con su rebeldía, sus tradiciones[226], con su hipocresía[227], etc. Cerraron sus ojos a toda la evidencia y pidieron “señal del cielo” porque no tuvieron ojo bueno. Su ojo era maligno; por eso, estaban llenos de tinieblas. Usaban todos sus miembros: Los pies, las manos, la boca, para tentarle y perseguirle. En lugar de confesarle con su boca[228], hablaban blasfemias contra Él. La ignorancia y rebeldía de los fariseos no se debió a la falta de oportunidad; la luz de Dios brillaba en medio de ellos. Más bien se debió a su ojo malo, su prejuicio, su corazón perverso. Cuando pidieron “señal del cielo” no querían más luz, pues no aprovechaban la luz que ya tenían. Solamente vieron a Jesús como cómplice de Satanás.
El ojo malo es ojo enfermo. Es el opuesto del ojo bueno. “Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra”. Si no hacemos esto, el tiempo pronto llega en que no podemos ver cosas espirituales[229]. Muchos se han cegado completamente por no querer aprovechar la luz[230].
Ahora Jesús se dirige a cada quien individualmente. ¿Qué ha hecho la luz del Evangelio en nuestro corazón y en nuestra vida? ¿Ha producido los cambios que el Señor quiere? ¿Ha producido el fruto del Espíritu[231]? O ¿somos simplemente “miembros de la iglesia” en los cuales la “luz” no es luz sino todavía tinieblas? Para evitar que la luz en nosotros sea tinieblas debemos evitar todo prejuicio, orgullo, venganza, concupiscencia, etc. Es una penosa situación que la misma luz sea tinieblas. Esto sucede cuando el ojo del alma está demasiado enfermo para ver la luz de Cristo.
Si la vida es enteramente espiritual sin nada de las obras de la carne[232], esta persona verdaderamente habrá perfeccionado la santidad en el temor de Dios[233] y será todo luminoso, como cuando una lámpara te alumbra al máximo.
22. Hipocresía farisea (Lucas 11.37-52).
Luego que hubo hablado, le rogó un fariseo que comiese con él; y entrando Jesús en la casa, se sentó a la mesa. Es extraño que los fariseos que tanto se oponían a Jesús, le invitaran a comer con ellos. También estuvieron varios compañeros de este fariseo. Jesús comía con publicanos y también con fariseos, porque vino para buscar y salvar a los que se había perdido[234]. Los fariseos estaban tan perdidos como los demás pecadores.
Como buen fariseo, se extrañó que Jesús no se hubiese lavado antes de comer. Aquí hay que hacer una distinción entre el lavamiento higiénico y el lavamiento ritual ordenado por la tradición de los ancianos. Jesús y sus discípulos no violaban la ley de Moisés, sino la tradición de los ancianos, que para muchos judíos era más importante que la ley de Moisés, como veremos en este mismo texto. No solamente se lavaban las manos antes de comer, sino que también se bañaban después de andar afuera donde sus cuerpos podían tocar, o ser tocados por, personas inmundas, mayormente gentiles.
El verbo usado está en primer aoristo griego de indicativo, pasivo, de baptizo, sumergir o hundir. Aquí se aplica a las manos. Era costumbre judía poner las manos dentro de agua antes de comer, y frecuentemente entre platos, para purificación ceremonial.
Dios se preocupa por la limpieza del cuerpo que es templo del Espíritu Santo, pero se preocupa aun más por la limpieza del hombre interior, el corazón[235].
Muchos piensan que no sería correcto que el huésped reprendiera al anfitrión, pero Jesús vivía según una ley mucho más elevada que la de “buenos modales”. El siempre hacía el papel de Buen Médico que solamente busca la sanidad de los enfermos.
La sincera benevolencia hacia los necesitados purificaría “lo de fuera del vaso y del plato”. Si la practicaran, no tendrían que ser tan preocupados con la limpieza ceremonial. Los fariseos amaban el dinero[236], eran avaros. Los que dan dádivas con sinceridad y amor no son egoístas sino misericordiosos[237]. El dar donativos refleja amor, misericordia y compasión. Con estas cualidades internas habrá menos problemas con la contaminación externa.
Los israelitas tenían de diezmar para sostener a los levitas[238], y la menta y la ruda eran plantas aromáticas que se encontraban en las huertas del pueblo. Para los escribas y fariseos todos los actos externos eran muy importantes y, por eso, obedecían la ley del diezmo en las cosas más pequeñas. El diezmar era importante, pero les convenía dedicarse a la justicia y el amor de Dios con el mismo fervor que mostraban en diezmar las semillas más pequeñas. La ley del diezmo era ley provisional, necesaria para un tiempo limitado y para ciertas personas en particular, pero “la justicia y el amor de Dios” son de más peso porque siempre han afectado a toda la familia humana, y lo harán hasta el fin. La justicia tiene que ver con el tratamiento correcto del prójimo; el amor de Dios incluye la misericordia que significa la disposición de mostrar compasión y ayudar al prójimo, siendo paciente y tolerante en imitación de Cristo. Estas cualidades no tenían importancia para los fariseos, como se ve principalmente en su actitud hacia Jesús.
Hoy en día, muchos de los que asisten cumplidamente a los servicios religiosos son deshonestos, egoístas y duros en su trato de la gente. Los escribas y fariseos condenaban a los discípulos por no lavar las manos antes de comer, pero su corazón estaba endurecido hacia los pobres, enfermos, ciegos, leprosos y pecadores. El Nuevo Testamento habla mucho del amor fraternal, pero los escribas y fariseos no sabían nada de esta virtud. Muchos religiosos entienden y practican los actos externos mejor que “la justicia, la misericordia y la fe”. Cristo dice claramente que “lo más importante de la ley” son estas cualidades internas, las características de un corazón convertido al Señor.
El diezmar correctamente, de acuerdo al plan y propósito de Dios, era practicar la justicia hacia Dios[239], la misericordia hacia los pobres toda hortaliza[240] y la fidelidad hacia sus semejantes[241].
Parece que los escribas y fariseos no se daban cuenta de su inconsecuencia. Profesaban estar dedicados a la ley de Moisés[242], pero la quebrantaban para apoyar sus tradiciones[243]. Al diezmar los escribas y fariseos solamente cumplían con un requisito externo sin tomar en cuenta el significado del acto. Los cristianos deben ser consecuentes[244] y no dar preferencia a ciertas leyes al descuidar otras[245]. Existe el peligro de que tengamos mucho celo por algunos requisitos más fáciles y poco celo por otros mandamientos que no nos conviene.
La ley de Moisés requería que los israelitas pagaran el diezmo de los frutos de la tierra y del ganado[246]. El diezmo era entregado a los levitas para el sostén de ellos y el culto[247]. El pueblo descuidaba la práctica en los días del profeta Malaquías[248]. Los levitas también tenían que diezmar[249].
Además de diezmar, los israelitas tenían de observar las siguientes leyes:
a) Tenían que dejar una parte de la cosecha para los pobres[250].
b) Los primogénitos del pueblo, como también del ganado, eran posesión peculiar de Dios; el pueblo podía redimirlos dando dinero a los levitas[251].
c) Hacían votos de pagar ofrendas voluntarias[252].
d) Cualquiera podía arrancar espigas de la cosecha del prójimo, solo que no aplicara hoz[253].
El pueblo hacía muchas ofrendas voluntarias para el Tabernáculo y el Templo, y a veces daban de más[254].
Los judíos se sentían muy piadosos por ser cumplidos en diezmar[255]. Jesús no prohibió diezmar a los judíos, más bien por el contrario, dijo que no dejaran de hacerlo[256]. Jesús enseñaba el diezmo para los judíos, porque les enseñaba a guardar toda la ley, incluyendo el guardar el sábado y diezmar[257].
El diezmar no era “ofrendar”; aparte de pagar el diezmo para sostener a los levitas[258], los israelitas ofrendaban voluntariamente. En segundo lugar, Jesús no hablaba aquí del diezmar, sino de la sinceridad. Eran hipócritas los escribas y fariseos[259]. Nuestra justicia tiene que ser mayor que la “justicia” de ellos, es decir, la “justicia” que Jesús describe en estos textos. Sin embargo, es bueno comparar el ofrendar del cristiano con las ofrendas de los judíos, porque a veces estos eran muy generosos bajo una ley imperfecta. Nos conviene ser aun más generosos porque vivimos bajo la perfecta ley de libertad. Debemos estar sumamente agradecidos por la gracia de Dios demostrada en la muerte de Cristo.
La ley del Nuevo Testamento con respecto a ofrendar se halla en tales textos como Hechos 11.27-30; 1 Corintios 16.1-4; 2 Corintios 8.1-9; 9.6-10, etc. Los que imponen el diezmo ahora imponen un mandamiento de hombres[260], porque no es una ley de Cristo. Dios no especifica un porcentaje que debiéramos ofrendar, sino que quiere el corazón y, por eso, dice: “Cada uno dé como propuso en su corazón”[261]. El caso de los macedonios es un buen ejemplo de esto[262]. El cristiano pertenece al Señor cuerpo y alma[263].
El diezmar pequeñas semillas mostraba la escrupulosa conciencia de los fariseos, siendo bienes susceptibles de comercialización.
Las primeras sillas en las sinagogas era un banco semicircular que miraba de frente a la congregación. Las “salutaciones” que les gustaban no eran simple saludo de cortesía sino que les saludasen como Rabí, Maestro, Padre u otro título de honor. La explicación de Jesús identifica el mal de llevar títulos como el usurpar a Dios como Padre y a Cristo como Maestro. Desde luego, hay maestros en la iglesia[264], y por implicación Pablo se refiere a sí mismo como el padre de los corintios[265], pero lo que se condena es el uso de títulos religiosos. Pablo nunca se refiere a sí mismo como “Padre Pablo”, y nunca llamó a los otros apóstoles el “Padre Pedro” o el “Padre Juan”, mucho menos el “Reverendo Padre fulano de tal”. El uso de tales títulos entre los que profesan ser seguidores de Cristo es innegablemente una marca de apostasía.
Imagínese el dilema de algún israelita piadoso que viniendo de lejos para celebrar alguna fiesta solemne en el Templo pasara por encima de un sepulcro sin saberlo y estar inmundo por una semana y no poder participar en la adoración a Dios. Por eso, se blanqueaban los sepulcros[266]. El punto aquí es que los fariseos eran un estorbo para el pueblo que quería servir a Dios. Su hipocresía ocultaba su naturaleza verdadera, de tal manera que los hombres fueron lastimados y corrompidos por su influencia sin darse cuenta de ello. Toda la nación había sido contaminada por los fariseos.
Los judíos embellecían lo que es abominable. Sin saberlo el pueblo podía caer bajo la influencia y contaminación de los fariseos.
Uno de los intérpretes de la ley manifestó que se sentía insultado con las palabras de Jesús. Lo que Jesús dice a estos fariseos y expertos de la ley no fue dicho con el propósito de insultarles y ofenderles, sino que con todo amor les habló de esta manera con el propósito de salvar sus almas.
Jesús les dijo más, ya que no solamente no guardaban las muchas tradiciones que imponían sobre el pueblo, sino que tampoco guardaba la ley de Moisés[267]. Las “cargas pesadas y difíciles de llevar”[268] no eran los mandamientos de la Ley escrita, sino las tradiciones que ellos agregaban a la ley de Moisés. Lo que Jesús dice no se debe confundir con Hechos 15.10: “Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?” La ley de Moisés era un “yugo”, pero también la ley de Cristo es un yugo[269]. Pedro simplemente afirma lo que Pablo afirma en Romanos 3.23 que todos habían pecado; es decir, solamente Cristo guardó la Ley de Moisés perfectamente, pues todos los demás pecaron. Pero Cristo no se refiere a esa Ley, sino a las tradiciones que Él había condenado[270].
Los escribas y fariseos tenían unos treinta reglamentos sobre la guarda del sábado. Sin embargo, inventaban salidas[271] cuando ellos mismos no querían guardarlos. Decían que arrancar espigas y comer el grano en día de reposo restregándolo con las manos[272] equivalía a segar y trillar; y que sanar una persona en el día de reposo era incorrecto a menos que la vida de ese individuo estuviera en un peligro inminente[273]. Una de las tareas que se prohibían en día sábado era atar nudos, de marineros o camelleros, y en sogas. Pero una mujer podía atar un nudo en su cinto. Por lo tanto, si se quería sacar agua del pozo no se podía atar una cuerda al cubo, pero sí el cinto de una mujer.
“Edificar” los sepulcros era reconstruir y embellecerlos. De esta manera querían dejar la impresión de que ellos honraban a los profetas, pero la única manera de honrarlos es poner en práctica sus enseñanzas. Esto no lo hacían. No tenían comunión con los profetas, sino con los que les dieron muerte. A los únicos que admiraban eran a los profetas muertos; cuando se encontraban con uno vivo intentaban matarlo. Honraban a los profetas muertos con tumbas y memoriales, pero deshonraban a los que vivían con persecución y muerte.
En lugar de honrar a los profetas, en realidad estos terminaban la obra de sus padres; es decir, sus padres los mataron y estos edifican sus tumbas. Durante los días de Moisés, los buenos hombres eran Abraham, Isaac y Jacob, pero Moisés debería ser apedreado. Durante los días de Samuel, los buenos hombres eran Moisés y Josué, pero Samuel debería ser rechazado. Durante los días de Jesús, los buenos hombres eran Samuel y los profetas pero Jesús debería ser apedreado.
¿Por qué se demandaba de esa generación la sangre de todos los profetas? Porque el rechazar a Cristo era como el colmo o clímax del rechazamiento de los que fueron enviados por Dios para la salvación de su pueblo. Decir desde Abel hasta Zacarías es decir “desde el primero hasta el último”. Al rechazar a Jesús los judíos perpetuaban la práctica de sus antepasados de rechazar a los mensajeros de Dios. Desde luego, si ellos hubieran aceptado a Jesús, habrían evitado este juicio; es decir, la sangre derramada por sus antepasados no se habría demandado de ellos. Sin embargo, ellos no solamente persistían en la misma práctica de sus padres, sino que hicieron peor que todos, persiguiendo y matando al Hijo de Dios. La parábola de los labradores malvados[274] bien ilustra la práctica de generaciones pasadas y la de la presente generación. Así pues estos judíos mostraban su aprobación de la muerte de los profetas al perseguir y matar a Jesús.
El conocimiento verdadero del evangelio de Cristo es la “llave” que abre el Antiguo Testamento. ¿Cómo quitaron esta llave los escribas que eran “expertos” de la Ley? Al enseñar que el trabajo principal del Mesías sería la liberación de los judíos de sus enemigos, los romanos, y que el Reino del Mesías sería reino terrenal, con bendiciones físicas para el pueblo de Israel. Rehusaron enseñar la verdad obvia enseñada en tales textos como Isaías 53 sobre el sufrimiento del Mesías como también Isaías 2.2-4 sobre la naturaleza espiritual del Reino del Mesías. No querían admitir que el Reino se había acercado[275], que todo lo que decían los profetas acerca del Mesías se estaba cumpliendo en Jesús[276].
Rehusaron aprender y aceptar la verdad de que Cristo es el Mesías No aceptaron a Cristo y como expertos de la Ley hicieron todo lo posible por evitar que la gente creyera en Él. Ellos no enseñaban la Ley de Moisés con sus tipos y figuras que apuntaban a Cristo. No enseñaban las profecías que apuntaban hacia Cristo. No hicieron como el escriba del cual Jesús habla en Mateo 13.52. Más bien, enseñaban sus propias tradiciones y por medio de ellas, quebrantaban la ley de Dios[277]. Estos expertos de la Ley eran los “ladrones” más criminales de todos porque “robaban” al pueblo de la posesión más valiosa, el conocimiento de la verdad. El pueblo puso su confianza en ellos para ser enseñados correctamente. No tenía cada quien su ejemplar de las Escrituras y eran dependientes de sus maestros, y estos expertos de la Ley les traicionaron, aprovechándose de la confianza de la gente.
Lo mismo se puede decir de todos los falsos “intérpretes expertos” de la ley de Cristo: El clero romano engaña a millones, imponiendo las tradiciones de la iglesia como más importantes que la Palabra de Dios. Los pastores y evangelistas evangélicos engañan a otros millones con el calvinismo, que es una interpretación equivocada acerca del pecado y la gracia de Dios. Así también otros grupos materialistas, como los Adventistas de Séptimo Día que confunden La ley de Moisés y la Ley de Cristo; los ancianos-jóvenes mormones y los russellistas. En fin, todos los que enseñan y promueven los mandamientos y doctrinas de los hombres que tergiversan las Escrituras.
Ahora, con la abundancia de Biblias traducidas a los idiomas y dialectos del mundo entero, todos pueden estudiar por sí mismos y evitar que los falsos maestros les quiten la llave de ciencia.
23. Acoso fariseo (Lucas 11.53-54).
Diciéndoles él estas cosas, las reprensiones, los tres ayes que pronunció sobre los fariseos y los tres ayes sobre los intérpretes de la ley; se sintieron heridos en lo más hondo por aquellos ayes que dejaban al desnudo toda la hueca hipocresía de ellos, los escribas y los fariseos comenzaron a acosarle[278], fueron provocados en lo más vivo, en gran manera, y a provocarle a que hablase de muchas cosas; así estaban acechándole, y procurando cazar, como el lobo quiere apresar el cordero, alguna palabra de su boca para acusarle.
Preguntan sobre el tributo a César[279] ya que cuando se hacen preguntas necias y capciosas que son muy molestas, cualquier maestro está en peligro de enojarse y dar respuestas precipitadas que no convienen, pero Jesucristo el Maestro de maestro nunca cayó en tal trampa. Se dieron cuenta de que no podían atraparle, por eso se resolvieron a darle muerte.
24. Consejos.
a. No temáis (Mateo 10.24-33; Lucas 12.1-12).
Las enseñanzas y reprensiones registradas en Lucas 11 se dirigieron a los fariseos. En el capítulo 12 Jesús se dirige a sus discípulos y habla de los fariseos.
La levadura mala de los fariseos leudaba toda la masa del judaísmo[280]. Penetraba y se difundía para empapar la sociedad judaica, como la levadura de tradiciones, leyes humanas, supersticiones y opiniones de los líderes religiosos ha saturado el mundo religioso moderno. Aun la Iglesia no ha escapado de su infame influencia, pues hay predicadores de renombre que, por no recibir el amor de la verdad, quedan enamorados del error. Pero aquí Jesús describe la hipocresía de los fariseos como levadura.
La verdad siempre saldrá a luz[281]. Al hablar de estas cosas, no había radio, televisión, periódicos, etc., por lo que Jesús usa la costumbre de aquella época, cuando las proclamas se hacían desde las azoteas, a donde subía el heraldo y gritaba la noticia que debía informar.
Este es un argumento irrefutable contra los materialistas, los que enseñan que el hombre no es inmortal, sino solamente material o físico y que cuando muera deja de existir. Los materialistas más conocidos son los russellistas y los adventistas del séptimo día. Según ellos, al morir, el hombre queda aniquilado y ya no existe de manera alguna. Sin embargo, Jesús dice que hay algo más después de y aparte de la muerte física que es peor que la muerte física.
[1] Lucas 9.51; 13.22; 17.11.
[2] Lucas 4.16-30.
[3] Lucas 8.37.
[4] Lucas 13.34.
[5] Marcos 3.17.
[6] Mateo 20.20-22.
[7] Ruth 1.16.
[8] Revelación 14.4.
[9] Mateo 8.28-34.
[10] Lucas 9.53.
[11] Juan 5.18.
[12] Juan 6.66.
[13] Mateo 27.23.
[14] Mateo 10.34-37; 16.24; Lucas 14.33.
[15] Mateo 16.21.
[16] Lucas 2.12.
[17] Lucas 8.3; 10.6-7.
[18] 2 Corintios 8.9.
[19] Efesios 4.14.
[20] Mateo 7.29; Juan 7.46.
[21] Juan 2.24-25.
[22] Lucas 14.28.
[23] Mateo 8.21. BLS
[24] Mateo 14.12.
[25] Hechos 8.2.
[26] Números 19.11-22.
[27] Juan 6.60.
[28] Mateo 9.9.
[29] Éxodo 13.2, 22.29; 2 Corintios 8.5.
[30] Mateo 5.29-30; 18.8-9.
[31] Juan 6.60, 66.
[32] Mateo 8.22. BL95
[33] Mateo 5.29-30, 32; 15.1-12; 19.21; Juan 6.
[34] Hechos 18.18.
[35] 1 Reyes 18.21; Oseas 10.1-2
[36] Santiago 4.8.
[37] Hebreos 12.2; Filipenses 3.13-14.
[38] 2 Pedro 2.20-22.
[39] Lucas 9.22-23.
[40] Hechos 1.21-22.
[41] Eclesiastés 4.9.
[42] Juan 4.35.
[43] Lucas 12.10; 22.15; Juan 2.24-25, 8.6; Efesios 5.15.
[44] Romanos 16.18; Filipenses 2.15; Hebreos 7.26.
[45] Deuteronomio 24.15; 1 Corintios 9.9-14; 1 Timoteo 5.18.
[46] Hechos 2.
[47] Hechos 8.12.
[48] Deuteronomio 32.32; Isaías 1.10; Ezequiel 16.46, 48; 2 Pedro 2.6.
[49] Lucas 12.47.
[50] Isaías 23.1-18; Ezequiel 26.1-28.26; Joel 3.4-8; Amós 1.9-10; Zacarías 9.2-4.
[51] Cilicio: material grueso y rústico usado para hacer costales para cargar mercancía y otros artículos sobre los camellos
[52] Isaías 14.11-16.
[53] Isaías 14.11-13 y Mateo 11.23.
[54] Las letras griegas representadas por las letras castellanas.
[55] Hechos 2.27, 31.
[56] Salmos 139.7-8.
[57] Hebreos 12.9.
[58] 1 Corintios 15.50.
[59] Lucas 23.43.
[60] Hechos 2.31, 37.
[61] Hechos 1.9-11.
[62] 1 Corintios 15.44.
[63] Lucas 11.21-22; Juan 12.31-32; 16.11; Hebreos 2.14-15; 1 Juan 3.8, etc.
[64] Isaías 4.3; Daniel 12.1; Filipenses 4.3; Revelación 3.5; 20.12, 15.
[65] Mateo 5.1-12.
[66] Hechos 10.34; Romanos 2.11.
[67] Mateo 11.28-30.
[68] Hechos 26.26.
[69] Mateo 10.30; 28.20; Juan 10.27-28; Romanos 8.28-39; 16.20.
[70] 1 Corintios 1.18-23.
[71] 1 Corintios 1.26-31.
[72] 2 Corintios 4.3-4.
[73] 2 Tesalonicenses 2; 1 Timoteo 4.1-4.
[74] Los llamados “Testigos”.
[75] Romanos 12.16.
[76] 2 Tesalonicenses 2.10-12.
[77] 1 Tesalonicenses 5.21.
[78] 1 Corintios 1.21.
[79] Mateo 18.2-5.
[80] Mateo 11.16; 1 Corintios 14.20; Efesios 4.14.
[81] Hechos 17.11.
[82] Mateo 9.6.
[83] Mateo 2.2; 28.17; Juan 9.38.
[84] Mateo 15.1-9; 23.3-4.
[85] 1 Juan 5.3.
[86] Mateo 15.2.
[87] Santiago 1.13.
[88] Mateo 23.3-4.
[89] Eclesiastés 7.29; Romanos 3.23.
[90] Jerusalén, a unos 900 metros de altitud sobre el nivel del mar, a Jericó, más de 300 metros bajo el nivel del mar Mediterráneo. Puesto que la distancia entre Jerusalén y Jericó, hacia el oriente, es de más o menos 27 kilómetros, es obvio que el descenso es bastante es bastante empinado, además, este camino corre por terreno montañoso. Es escabroso y rocoso, y durante los días de Cristo en el mundo, y en realidad hasta hace poco, era peligroso para viajar, bordeado como estaba por muchas cuevas y hondonadas que podían facilitar la huida de ladrones y otros criminales tanto que se le conoce como el “camino rojo de sangre”.
[91] Muchos de los sacerdotes vivían en Jericó.
[92] Deuteronomio 22.2.
[93] Mateo 23.23.
[94] Los levitas eran ministros o ayudantes en el Templo.
[95] Juan 8.48.
[96] Mateo 5.44-48; 7.21-27.
[97] 1 Juan 3.18.
[98] Juan 14.15, 23-24.
[99] Mateo 7.21; 12.50.
[100] Juan 11.27.
[101] Mateo 11.29.
[102] Mateo 22.27.
[103] Juan 4.31-33.
[104] Tito 2.5; Proverbios 31:25.
[105] Romanos 12.13; 1 Timoteo 5.10; Hebreos 13.2; 1 Pedro 4.9.
[106] Mateo 6.33.
[107] Juan 12.2-3.
[108] Juan 6.27.
[109] Juan 11.21-22, 27.
[110] Marcos 12.40.
[111] Éxodo 22.22; Deuteronomio 10.18.
[112] 1 Timoteo 5; Santiago 1.27.
[113] Santiago 1.6-8.
[114] Santiago 1.17.
[115] Lucas 11.3.
[116] Efesios 4.28; 1 Tesalonicenses 4.11.
[117] Romanos 10.1.
[118] Proverbios 28.9.
[119] Génesis 18.23-32.
[120] Mateo 26.36-44.
[121] 2 Corintios 12.7-10.
[122] Génesis 32.26.
[123] Mateo 22.42.
[124] Romanos 10.17.
[125] Marcos 9.25.
[126] Mateo 12.22.
[127] Mateo 8.28.
[128] Mateo 17.15.
[129] Marcos 9.18.
[130] Lucas 4.41.
[131] Mateo 8.16.
[132] Marcos 1.25; Lucas 4.35.
[133] Juan 20.30-31.
[134] Juan 3.2.
[135] Juan 1.19.
[136] 2 Reyes 1.2-3.
[137] Marcos 3.22.
[138] Juan 7.20; 8.48, 52; 10.20.
[139] Mateo 11.18.
[140] Hechos 4.16.
[141] 1 Juan 3.8.
[142] Efesios 6.11.
[143] 2 Corintios 10.4.
[144] Mateo 22.15-16.
[145] Mateo 7.22.
[146] Lucas 11.20.
[147] Mateo 12.28.
[148] Marcos 3.29-30.
[149] Romanos 1.28-32; 1 Corintios 6.9-11; Gálatas 5.19-21.
[150] Término insultante para cualquier judío.
[151] Mateo 22.29.
[152] 1 Juan 4.1-2.
[153] 2 Timoteo 4.4.
[154] Mateo 10.6.
[155] Mateo 9.36.
[156] Isaías 5.20.
[157] Literalmente, con mano levantada.
[158] LBLA.
[159] Santiago 3.10-12.
[160] Proverbios 26.18-19.
[161] Mateo 25.31-46.
[162] Marcos 9.25.
[163] Efesios 4.22-32.
[164] 1 Juan 3.24; 4.12-16.
[165] Romanos 8.10; Colosenses 1.27; Efesios 3.17.
[166] Gálatas 2.20.
[167] Romanos 8.9; 2 Timoteo 1.14.
[168] 1 Corintios 6.19.
[169] 2 Corintios 6.16.
[170] Hebreos 6.4; 2 Corintios 13.13.
[171] 2 Pedro 1.4-7.
[172] Figura de retórica que consiste en designar una cosa con el nombre de otra, cuando están ambas reunidas por alguna relación.
[173] Juan 13.27.
[174] Hechos 5.3-4.
[175] Lucas 1.41-42.
[176] Lucas 1.48.
[177] Lucas 1.45.
[178] Hechos 1.14.
[179] Del griego phulasso.
[180] Juan 17.12.
[181] Diccionario Webster.
[182] 1 Samuel 15.22-23; Mateo 7.21-27; Hebreos 5.8-9; Santiago 1.22; 2.14-26.
[183] Hechos 1.14.
[184] 1 Timoteo 2.5.
[185] Lucas 2.41.
[186] Marcos 10.29-30.
[187] Hebreos 2.11.
[188] Jeremías 3.1; Ezequiel 16.15; Oseas 3.1.
[189] Mateo 11.2-5.
[190] 1 Corintios 1.22-24.
[191] Lucas 9.54.
[192] Mateo 16.1-4.
[193] Lucas 4.23.
[194] Lucas 23.8.
[195] Hebreos 12.14. CTS-IBS
[196] En este pasaje no utiliza anthropos, “gente”, sino más bien con los andron, “varones”: Se refiere, pues, a los líderes de los judíos.
[197] Entre 1000 y 2000 kilómetros.
[198] Mateo 26.55.
[199] 1 Reyes 10.1.
[200] 1 Reyes 10.2.
[201] 1 Reyes 10.3.
[202] Mateo.18.1.
[203] Mateo 19.1-9.
[204] Mateo21.23.
[205] Mateo 22.15-22.
[206] Mateo 22.22-33.
[207] Lucas 10.25-28.
[208] Lucas 10.29-37.
[209] 2 Pedro 1.3; 2 Timoteo 3.16-17.
[210] 1 Reyes 10.6-7.
[211] Mateo 5.15-16.
[212] Mateo 28.19; Marcos 16.15.
[213] 2 Corintios 5.20.
[214] Marcos 12.13.
[215] Marcos 12.37.
[216] Hechos 17.11.
[217] Mateo 13.16-17.
[218] Romanos 10.17; Santiago 1.22.
[219] Hebreos 2.1.
[220] Mateo 10.14.
[221] Lucas 8.15.
[222] Hechos 26.26.
[223] Juan 8.12.
[224] Juan 1.18.
[225] 2 Corintios 4.4.
[226] Mateo 15.1-9.
[227] Mateo 23.
[228] Romanos 10.10
[229] 2 Corintios 2.14.
[230] Romanos 1.21-25.
[231] Gálatas 5.22-23.
[232] Gálatas 5.19-21.
[233] 2 Corintios 7.1.
[234] Lucas 19.10.
[235] Marcos 7.18-23.
[236] Lucas 16.14.
[237] Miqueas 6.8.
[238] Números 18.21-24.
[239] Números 18.21.
[240] Deuteronomio 14.28.
[241] 2 Corintios 9.8-10.
[242] Juan 8.1-5.
[243] Mateo 15.3.
[244] 1 Timoteo 5.21.
[245] Santiago 2.1-13.
[246] Levítico 27.30-33.
[247] Números 18.21-32; Deuteronomio 12.17-19; 14.22, 27; Hebreos 7.5.
[248] Malaquías 3.7-11.
[249] Números 18.26-29; Nehemías 10.38.
[250] Levítico 19.9-10; 23.22; Deuteronomio 24.19-22.
[251] Éxodo 12.12-13; Números 3.46-48; 18.15-16.
[252] Deuteronomio 23.21-23.
[253] Deuteronomio 23.25.
[254] Éxodo 36.1-6.
[255] Lucas 8.12.
[256] Mateo 23.23.
[257] Mateo 5.18-20.
[258] Números 18.20-21.
[259] Mateo 6.1-18; 23.13-29.
[260] Mateo 15.9; Colosenses 2.14-17.
[261] 2 Corintios 9.7.
[262] 2 Corintios 8.4-5.
[263] 1 Corintios 6.19, 20.
[264] Hechos 13.1; Hebreos 5.12; 1 Timoteo 3.2; 2 Timoteo 1.11.
[265] 1 Corintios 4.15.
[266] Mateo 23.27.
[267] Mateo 23.2-3.
[268] Mateo 23.4.
[269] Mateo 11.29-30.
[270] Mateo 15.1-20.
[271] Marcos 7.11; Mateo 23.16-22.
[272] Lucas 6.1.
[273] Lucas 6.6-11.
[274] Lucas 20.9-16.
[275] Mateo 3.2; Marcos 9.1.
[276] Lucas 24.44.
[277] Mateo 15.3.
[278] Marcos 6.19.
[279] Lucas 20.22.
[280] 1 Corintios 5.7.
[281] Salmos 139.12; Eclesiastés 12.14; 2 Reyes 5.26; Mateo 10.26; Hechos 5.1-11; Romanos 2.16; Hebreos 4.13; Revelación 20.12.
a. Los samaritanos inhospitalarios (Lucas 9.51-56).
Ya casi estaba por comenzar el principio del fin del ministerio terrenal de Jesús. Todo el lenguaje de Mateo, Marcos, Lucas y Juan es enfático y no deja lugar para dudas en cuanto a lo que Jesús haría. No vino a la tierra para ver si podía ser nuestro Salvador. Algunos enseñan que nuestra salvación estaba en duda durante los treinta y tres años de la vida de Jesús, pues creen que en cualquier momento Él podía haber pecado y arruinado todo el plan de Dios. Pero Jesús no vino para ver si podía vivir sin pecar. No vino para ver si podía ser un sacrificio perfecto para expiar los pecados del hombre. Como Lucas dice aquí, Jesús ahora se dirige hacia Jerusalén para llevar a cabo el propósito por el cual vino a la tierra. Lucas menciona en tres ocasiones a Cristo de camino a Jerusalén[1].
Jesús envió a unos discípulos para que hicieran los arreglos para su llegada y entraron en una aldea samaritana, pero como ellos dejaban ver, probablemente por su atuendo o bien por la dirección que llevaban, que se dirigían a Jerusalén, ya que consideraban que ir a Jerusalén era un insulto a su lugar de culto en el Monte Gerizim y no quisieron a Jesús con ellos. Tal vez, si hubiera llegado a Samaria para enseñarles, lo habrían recibido como en otra ocasión, pero esta vez solamente pensaba pasar por su territorio rumbo a Jerusalén y esto provocó celos entre los samaritanos.
El rechazo en la vida de Jesús no era algo extraño, lo hicieron en Nazaret[2], eb Gadara[3], en Jerusalén[4] e incluso de nuevo en Jerusalén cuando muchos judíos gritaron: “¡Crucifíquenle, crucifíquenle!”
El rechazo de los samaritanos provocó el enojo la ira de Jacobo y Juan, que muestran que merecían el apodo que recibieron como “hijos del trueno”[5], porque estaban dispuestos a castigar a los samaritanos inhospitalarios. Es algo admirable que estos apóstoles creyeran que tenían tal poder. Desde luego, con el permiso de Jesús lo habrían tenido, pero no se lo concedió. Más bien, Jesús corrigió a los apóstoles y se fueron a otra aldea. La gente de muchos países tiene religiones falsas y rechazan al Creador, el único Dios vivo, pero Él sigue año tras año haciendo que el sol salga sobre ellos y les envía lluvias y hace que sus campos les produzcan pan, e incluso esto hacen muchos que se hacen llamar cristianos.
b. Lo que cuesta seguir a Jesús (Mateo 8.19-22; Lucas 9.57-62).
Al observar el poder de Jesús, como también las multitudes que le seguían, un escriba se emocionó con el Maestro, pero Jesús sabía la medida de su entusiasmo. La respuesta de Jesús nos hace pensar que este escriba tenía un concepto equivocado de lo que significa seguir a Jesús. Muchos quieren ser soldados al ver los uniformes, los desfiles, y al oír el aplauso, pero no consideran la miseria horrible del campo de batalla. Cristo quiere que veamos el cuadro completo y que calculemos gastos antes de inscribirnos en su ejército.
Este hombre era impulsivo. ¿Qué sabía del costo de seguir a Jesús? Hay muchas personas que son “seguidores superficiales”. Hay algo en Jesús que capta el interés de la gente y creen que pueden ver la corona, pero no pueden ver la cruz. Este texto bien ilustra la actitud de muchos que profesan ser seguidores de Jesús. El primer problema es la falta de comprensión de lo que está involucrado en esta profesión. ¿De veras los apóstoles podían beber el vaso que Jesús iba a beber?[6] ¿Entendía Pedro lo que decía cuando hizo una promesa al Señor en Lucas 22.33? Así también hoy en día muchos prometen seguir a Jesús sin tomar en cuenta lo que significa. Hay mucha profesión que viene solo de los labios.
Jesús no veía en él la sinceridad de Rut cuando ella prometió la misma cosa a Noemí[7]. Rut cumplió lo que prometió. Es posible seguir a Cristo “por dondequiera que va”; algunos lo hacen[8]. Sin embargo, nos preguntamos, ¿entendió el escriba lo que decía? Le convenía preguntar: “Señor ¿a dónde vas?” porque repetidas Jesús fue rechazado por los hombres: Por los gadarenos[9], por los samaritanos[10], por los de Judea[11], por los de Galilea[12], por los judíos[13]. ¿El escriba de veras quería seguir a Jesús “a donde quiera que” fuera? ¿Era un hombre realista o simplemente un hombre idealista? Ser emocional acerca de Cristo es bueno, pero para ser seguidor se requiere mucho más.
Curiosamente, Jesús, siendo el Creador de todo, es dueño de todo, pero durante su tiempo sobre la tierra ni siquiera era dueño de una residencia personal, sino que llevaba una “vida peregrina”, no poseía nada, contrario a lo que piensan los apóstoles de la doctrina de la prosperidad que hablan de la fortuna que manejaba Jesús en la bolsa que guardaba Judas.
¿Quería Jesús desanimarlo? ¿Quería apagar su celo? No, pero es necesario calcular gastos. ¿Qué me va a costar ser discípulo de Cristo? Mucha gente estaba encantada de los milagros de Jesús y recuerde que por mucho tiempo durante su ministerio Jesús gozaba de mucha fama. Era un personaje muy popular. Muchos creían que la cosa más popular y aceptable sería seguir a Jesús de Nazaret, pero siempre les decía con toda claridad lo que significaba el discipulado[14]. Como alguien ha dicho: Jesús no “forró” la cruz. Dijo claramente que sería rechazado por los judíos[15]. Iba a cumplir lo que Isaías 53 decía de Él, que sería “despreciado y desechado entre los hombres”.
Algunos se emocionan al oír los bonitos himnos y un sermón o dos muy elocuentes y disfrutar la asociación con buena gente y toman la decisión de ser bautizados sin tomar en cuenta lo que en realidad el Señor requiere de ellos.
Cuando Jesús nació, los pastores lo encontraron “acostado en un pesebre”[16]. Vivía de la ayuda y hospitalidad de otros[17]. Era extranjero en su propio mundo, el mundo que había creado. Cuando murió, fue sepultado en un sepulcro ajeno[18].
El escriba que prometió seguir a Jesús “a donde quiera que vayas” era un idealista y soñador. Jesús, sin embargo, no quiere seguidores “idealistas”, sino seguidores “realistas”. Hay mucho peligro en el entusiasmo momentáneo. Los que son movidos sólo por los sentimientos y emociones son como niños fluctuantes[19]. Muchos fueron afectados emocionalmente por los milagros de Jesús, como también por su popularidad y aun por su enseñanza diferente[20], pero todo esto no significa necesariamente que tuvieran convicción.
Jesús conoce al hombre[21]. Conoce sus pensamientos. Juzgando por la respuesta de Jesús, este hombre no entendía lo que significaría seguir a Jesús. Lo veía como un hombre de mucha fama y podría haber pensado que sería provechoso materialmente ser su seguidor. Muchos quieren seguir a Jesús, pero le quieren seguir según sus propias ideas, sin tomar en cuenta lo que les puede costar. Jesús enseña que debemos sentarnos primero para calcular gastos[22].
Pero a otro, más bien Jesús le llamó y él pone una excusa muy curiosa: “dame permiso para ir primero a enterrar a mi padre”[23]. Las obligaciones mundanas pueden ser atendidas por los que están muertos espiritualmente, pero Jesús le había dado a este discípulo otro deber más importante: El de anunciar el Reino. Algunos creen que esta expresión significa “permíteme cuidar de mi padre anciano hasta que muera”. Justifican esta explicación diciendo que si el padre de este hombre ya hubiera muerto, habría estado en ese momento ocupado en el asunto de enterrarlo, pero no es posible probar tal teoría. Jesús no habla del futuro cuando su padre muriera, sino del tiempo presente, pues en ese momento los que deberían sepultar al padre de este discípulo estaban muertos espiritualmente, pero con el tiempo tal vez serían convertidos.
Jesús no criticó a los que sepultaron a Juan[24], y los apóstoles no criticaron a los que sepultaron a Esteban[25], pero a éste Jesús le había dicho: “Sígueme”. Era necesario dar prioridad a ese mandamiento, no dejando que nada se lo impidiera. En algunos países se gastan muchos miles de dólares para sepultar a los muertos y se presentan elogios elocuentes, sin tomar en cuenta la realidad del castigo eterno de los que mueren sin obedecer al evangelio de Cristo.
Cabe mencionar también que si este discípulo hubiera sepultado a su padre, se habría quedado inmundo por una semana[26]. El punto es que cuando Cristo nos da un mandamiento no debemos dejar que nada interrumpa o estorbe nuestra obediencia.
Esta es otra de las enseñanzas de Jesús que parecen duras a algunos[27]. Se puede comparar con Mateo 5.29-30, 19.21; Lucas 14.26, etc. Estos textos enfatizan la necesidad de poner a Cristo y su obra primero. Son buenos comentarios sobre Mateo 6.33: “…buscad primeramente el reino de Dios y su justicia”, con énfasis en la palabra primeramente. Los que no pueden aprender esta sencilla lección no pueden ser cristianos. Nuestro Señor Jesucristo siempre mostró misericordia y compasión, pero al mismo tiempo siempre exigió lo primero de los que querían seguirle.
Este mandamiento, “Sígueme”, es el mismo que oyeron Pedro, Andrés, Jacobo y Juan y ellos dejaron todo y “le siguieron". Es otro ejemplo de la obediencia que Cristo requiere. Este mandamiento es el mismo que oyó Mateo[28]. Él no puso excusas, sino que “Se levantó y le siguió”. Pero este otro discípulo no puso al Señor primero. No buscó primeramente el Reino de Dios y su justicia, sino que puso otra cosa primero. No obedeció a Cristo, como lo hicieron Pedro, Andrés, Jacobo, Juan y Mateo. Dios siempre ha requerido lo primero[29].
Jesús conoció a este discípulo, y sabía lo que tenía que decirle. Compárese el caso del joven rico. Lo que Jesús dijo a este joven también nos puede parecer algo severo, pero el Buen Médico sabe cuándo es necesario amputar la mano derecha y sacar el ojo derecho[30].
A veces la gente creía que la enseñanza de Jesús era dura[31]. ¿Por qué requiere Jesús tantas cosas difíciles? Para evitar tropiezos; es decir, para quitar de nuestras vidas las cosas que nos estorban espiritualmente. Si no buscamos primeramente las cosas de Dios no podemos ir al cielo. Por lo tanto, le dijo al discípulo: “Sígueme y deja que los muertos entierren a sus muertos”[32]. Es mandamiento “duro” pero también es dura la enseñanza de estos otros textos[33], pero era y es enseñanza necesaria para la salvación. Al leer tales relatos recordemos que Jesús quiere que todos se salven. Él sabía que este “otro discípulo” estaba en peligro de sepultar a sí mismo cuando sepultaba a su padre. Lo que Jesús dijo, pues, fue para salvar su alma.
Recuérdese que la palabra “primero” es la clave para entender este texto. Otra palabra clave es “ve”. Jesús llamaba a este hombre para ser predicador de la palabra. Sin embargo, el hombre responde que en ese momento él tenía otro asunto más importante que la obra de anunciar el Reino. Él acepta el servicio de Cristo. Acepta ser predicador de la palabra, pero después. Está dispuesto a servir a Cristo, después. Dicho de otro modo: “Ahorita no puedo, vayan ustedes. Al rato les alcanzo. Después me junto con ustedes”. Este hombre no rehusó seguir a Cristo, pero quería posponer su obediencia. Muchos se consuelan con el pensamiento de que un día van a obedecer. Interpretan esto como medio aceptar, pero no entienden es que el posponer es desobedecer.
Había otro discípulo que quería despedirse primero de los de la casa. Seguramente todos dirían: “Fue muy razonable la petición de este hombre”. No es malo en sí despedirse de los seres amados[34]. Sin embargo, Jesús conoció los pensamientos de este hombre y la petición que hacía significaba “mirar hacia atrás”. No era cuestión de simplemente decir “adiós” a la familia. El despedirse de los que estaban en su casa y el poner en orden los asuntos relacionados con su familia, dándoles instrucciones finales, etc., le sujetaría a un gran peligro espiritual. ¿Cómo puede el abrazo de los familiares amados ser peligroso? No es solamente peligroso, para muchos es el abrazo mortal. Padres, madres, hermanos, abuelos, etc., han causado la ruina espiritual de muchas personas que se animan a seguir a Cristo, a predicar el evangelio y aun a viajar en tierras lejanas para anunciar la palabra. Les hacen pensar que si obedecen y siguen a Cristo, poniéndole primero en su vida, esto significa que ya no aman a sus padres, que no son leales a su familia, que son ingratos. Es verdad que debemos mucho a los padres y posiblemente a otros seres queridos, pero debemos mucho más a Cristo. Siempre recordemos quién murió por nosotros y quién nos juzgará en el día final.
Aquí otra vez la palabra clave es “primero”. El hombre dice: “Te seguiré… pero… primero”. Esta es la ruina espiritual de muchas almas. Quieren servir a Cristo. Les gusta la idea. Creen que es importante, pero no lo más importante. Jesús habla de la necesidad de exaltarlo por encima de los seres más queridos.
Aun cuando se mira hacia adelante no es siempre fácil abrir surcos derechos, pero mirando hacia atrás es imposible hacerlo. La imagen de algún hombre que ara mirando hacia atrás presenta un cuadro ridículo. Los “surcos” de tal hombre serían un desastre. Y esto es precisamente lo que pasa con la vida de los que profesan “arar” por Cristo mientras siguen mirando hacia atrás a los familiares y amigos mundanos y la vida que disfrutaba con ellos antes de “convertirse”[35]. El que mira hacia atrás es de doble ánimo[36]. No servía al Señor con todo el corazón; más bien, su corazón estaba dividido. Estaba distraído. No tenía los ojos puestos en Jesús[37]. Esto es no mirar hacia atrás.
Es difícil dejar las cosas y las personas que tanto amamos, pero no olvidemos la consecuencia. Si miramos hacia atrás seremos transformados en un monumento de fracaso y condenación[38]. El problema en este caso es el doble ánimo. Quería seguir a Jesús pero todavía tenía compromiso con los seres queridos[39]. Cristo sufrió mucho para salvarnos y debemos estar dispuestos a sufrir por Él. En estos pasajes, Jesús enseña que no aceptará como discípulo aquel que diga “te seguiré, pero”. Esta es la prueba decisiva. El ser cristiano es todo o no es nada.
c. Envío de los 70 (Lucas 10.1-12).
Solamente Lucas registra este envío de los discípulos. A pesar de las multitudes que seguían a Jesús por una diversidad de motivos y los muchos que se le oponían, es alentador saber que, aparte de los doce apóstoles, Jesús había ganado a otros como estos setenta que eran fieles y capaces de predicar la palabra. Sin duda había otros como éstos[40]. Trabajar “de dos en dos” provee compañerismo, ánimo, valentía, protección y credibilidad para los obreros[41]. Trabajaban juntos Pedro y Juan, Pablo y Bernabé, Pablo y Silas, Bernabé y Marcos.
Muchos rechazaron a Jesús, pero aun así Él dice que “la mies es mucha”. En Samaria la mies fue mucha[42]. Esto se confirma también en Hechos 8.12. La abundancia de la cosecha se ve a través del libro de los “Hechos”. Los que siembran saben que cuando llega el tiempo para cosechar, les urge hacerlo inmediatamente porque de otro modo la cosecha se puede perder.
¿Por qué hay pocos obreros? Muchos quieren ser “obreros” después de hacer su propia voluntad. Si hay cien cristianos, hay cien obreros. El miembro de la Iglesia que no es obrero, no es cristiano, porque el verdadero cristiano se preocupa por los perdidos. Pero también la mies se está perdiendo porque hay muchos que se supone que son obreros y lo que hacen es perder el tiempo peleando por tonterías. Hacen divisiones debido a que quieren tomar la Cena en una sola copa o en muchas, que el pan sea redondo o tenga forma de cruz, que se cante en coro o no, etc. Además, faltan obreros porque la Iglesia se niega a obdecer la Palabra y no quiere pagar el salario de los que se dedican a tiempo completo a la Obra y solo espera “voluntarios” que la mayor parte de las veces no saben lo que están haciendo e incurren en muchos errores doctrinales.
Los apóstoles siempre estaban rodeados de lobos entre “las ovejas perdidas de la casa de Israel”, por lo que debían ser prudentes, sabios, cautelosos, conscientes del ambiente y de peligros, reconocer cuando alguien es lobo o enemigo del rebaño, aunque sea familiar o “amigo”, guardándose para no ser sorprendidos sabiendo que los lobos de dos patas nos quieren atrapar[43]; y sencillos o inocentes, carente de sospechas, libre de mezcla con mal, del carácter de Cristo[44].
Jesús les ordena no llevar bolsa para el dinero; ni alforja, era una bolsa de piel de los viajeros para contener provisiones; ni calzado, no quiere decir ir descalzos, sino que no deberían llevar sandalias aparte de las que llevaban, ya que eso les incomodaría y estas cosas eran útiles en un viaje largo. También les manda no saludar a nadie por el camino. Esta prohibición muestra la urgencia de su misión. Jesús no prohíbe la cortesía pero entre los judíos el saludar “correctamente” era muy verboso, requería tiempo y ceremonia. Se usa la palabra aspazomai, que literalmente significa atraer a uno; de ahí saludar, dar la bienvenida. Un saludo o una despedida se hacían generalmente con abrazos y besos, lo que indica la posibilidad de retraso en el viaje debido a los frecuentes saludos. Aunque esta instrucción no se aplica tan estrictamente a los obreros ahora, hay lección valiosa para nosotros, porque toda posesión material requiere atención y cuidado y es sumamente importante que nuestra preocupación principal sea por la obra y no por posesiones materiales.
Para no perder tiempo les era necesario saber de una vez el carácter de la gente para decidir si su casa sería apropiada para su trabajo de predicar, por lo que al llegar a una casa debían dar un saludo de paz, y si se les recibía, la casa sería bendecida por la presencia de estos obreros de Cristo y en turno la familia bendeciría a los obreros con hospitalidad.
Los sitios principales de reunión y, por eso, el “púlpito” principal, en el primer siglo eran las casas. Por eso, los obreros tenían que escoger casas dignas de la predicación de la Palabra. Recuérdese la advertencia de 2 Juan 10-11; como los obreros deberían seleccionar casas con cuidado, así también los hermanos deberían usar mucho cuidado con respecto a quién predicara en sus casas. Las mismas advertencias tienen aplicación para nosotros.
Deberían resistir los aspectos de la hospitalidad ofrecida a extranjeros que podrían detenerlos en su obra. Debido a la urgencia de su misión los setenta habían de tomar la iniciativa y no someterse a las costumbres de la gente con respecto a la manera de recibir huéspedes en sus hogares. Era necesario escoger casas de buena reputación; de otro modo habría estorbo para su obra[45]. Pero en este caso no fueron pagados por la iglesia sino por una familia. ¿Es justo eso? Sí, porque, ¿no están haciendo un gran favor a ese hogar? Cuando se predica que “el obrero es digno de su salario”, al mismo tiempo se debe predicar que el obrero debe obrar diligentemente para merecer su salario, porque a veces se enfatiza mucho el derecho de recibir salario sin enfatizar la necesidad de la obra misma.
El obrero más capacitado debe ser humilde y mostrar sincera gratitud hacia las personas que les recibían y atendían, sean ricas o pobres. Cuando alguna familia recibe al obrero, éste debe comer lo que ellos comen, como si fuera miembro de la familia. No debe buscar el lujo.
Aunque en Lucas 10.9 se les manda sanar a los enfermos que haya en la casa, sabemos que hoy no podemos sanar milagrosamente, pero sí debemos mostrar interés en el bienestar físico de la gente. Hay muchas maneras no milagrosas de ministrar a la gente. La palabra misma es excelente remedio para muchos males físicos y mentales. Gran porcentaje de las camas en los hospitales son ocupadas por personas cuyas enfermedades físicas han sido provocadas por problemas mentales y sicológicos. Es difícil convencer a la gente que amamos sus almas si somos indiferentes hacia su condición física. Pero sobre todo, debemos compartir la gran bendición del anuncio de la cercanía del Reino.
Pero si no eran recibidos en una ciudad, no deberían perder tiempo con esa gente indigna. Habiéndoles enseñado la Palabra cumplieron con su deber y al despedirse no deberían decir: “Que el Señor les bendiga”, sino que deberían sacudir el polvo de los pies como testimonio contra ellos. El evangelio merece respeto. Se debe tratar con dignidad y no con desprecio, porque al menospreciar la palabra de Dios se menosprecia a Dios mismo. Su rechazo del mensaje solamente traería condenación para ellos. No afectaría la llegada del Reino. El mensaje de los setenta era lo mismo para los que lo aceptaban o lo rechazaban: El reino se ha acercado. Después del día de Pentecostés[46] no se predicó que el Rreino “se ha acercado”, sino ahora se dice como una realidad[47].
Los de Sodoma y Gomorra son mencionados como ejemplos de los peores pecadores[48], pero Jesús dice que el juicio será más severo para los que oyeron el evangelio y no lo aceptaron. Al escuchar el mensaje de los apóstoles el pueblo sería muy bendecido si lo aceptaran, pero si lo rechazaran su castigo sería peor que el de la tierra de Sodoma y Gomorra. Esta declaración de Jesús es una de las denuncias más severas contra el rechazo de la invitación del Evangelio. Creemos que la práctica abominable de Sodoma es la más horrible que la mente humana pudiera concebir y a la vez entendemos que su castigo justo será severo. Sin embargo, el castigo de los que rehúsan el Evangelio será peor aun. Los de Sodoma eran responsables delante de Dios por su pecado, pero ellos no recibieron la bendición de enseñanza que los setenta impartían. Entre más enseñanza recibida más grande será la condenación de los que la rechazan[49].
d. Ciudades impenitentes (Mateo 11.20-24; Lucas 10.13-16).
Entonces amonestó a las ciudades en las cuales había hecho muchos de sus milagros porque no se habían arrepentido. Porque si en Tiro y en Sidón[50] se hubiesen hecho los milagros que se han hecho en ellas, desde hacía mucho se hubieran arrepentido[51].
El juicio sobre Tiro y para Sidón sería más tolerable que para Capernaum y Betsaida porque gozaron de menos oportunidades que ellas, y los que han tenido oportunidades y las han descuidado serán juzgados con más severidad; según esto obviamente los perdidos serán castigados con distintos grados de severidad.
Jesús emplea el lenguaje de Isaías acerca de la caída del rey de Babilonia[52]. ¿Puede alguien suponer que el rey de Babilonia literalmente pensaba subir al cielo? Es lenguaje que describe el orgullo exagerado del rey de Babilonia; pensaba exaltarse “al cielo”, pero en realidad sería “derribado hasta el Seol”. El “cielo” no tiene que ver con el hogar de los salvos, y el Seol es simplemente la morada de los muertos. Como el rey de Babilonia había hecho tantas conquistas en la tierra, él habla como si pudiera hacer conquistas aun en los cielos. Es lenguaje figurado que describe cómo este gran rey sería destruido con toda su fama y gloria. Esa bajada o humillación se describe como la caída de una estrella, Lucero, y como descendiendo al Seol.
Sin lugar a dudas las palabras de Jesús en esta ocasión se basan en las palabras de Isaías, porque los dos tienen el mismo propósito. Desde luego, todos los que van al juicio final sin haberse arrepentido serán castigados, pero en estos textos[53] se usa lenguaje poético que describe la exaltación de los hombres, y la consecuente humillación efectuada por Dios.
Debemos definir en este momento lo que es el Hades:
Esta es la región de los espíritus sin cuerpo, denota el mundo invisible. La palabra “castellana”, Hades, es la misma palabra griega, hades; es decir, la palabra no está traducida sino solamente transliterada[54]. No está traducida porque no hay palabra castellana que sea su equivalente. En algunas versiones se ha traducido “infierno”, porque cuando salieron esas versiones, esta palabra significaba la morada de los muertos, pero en la actualidad esta traducción es incorrecta y solo causa confusión. Cristo mismo estuvo en el “Hades”[55], pero desde luego no estuvo en el infierno.
Los términos “Seol, Hades, infierno” no significan ahora exactamente lo que originalmente significaban. Algunos sacan conclusiones erróneas porque a través de las edades algunas palabras castellanas han ido evolucionando según la teología prevaleciente. Estas palabras que estamos estudiando son ejemplos de esto. Por ejemplo, en las versiones antiguas la palabra Seol se traduce “infierno”, pero aun estas palabras, que ahora claramente se refieren al castigo eterno, originalmente traducían correctamente las palabras Seol y Hades. Con la palabra “infierno”, se traducían antes Sheol y Hades, porque originalmente significaba un lugar oculto o escondido.
Podemos comparar la palabra “bautismo”. Nuestras versiones no traducen la palabra según su significado original porque “ha llegado” a significar otras cosas: Aspersión, rociamiento, etc.; por lo tanto, no la traducen, sino que simplemente la transliteran.
El problema, sin embargo, no tiene que ver simplemente con el significado de esta palabra: “Infierno”, sino con la confusión creada con respecto al Seol y Hades; es decir, de que “han llegado” a significar infierno en el sentido de Geenna y, en base a esto, se ha formulado la doctrina errónea de que los que mueren en Cristo no pueden ir al Hades porque es lugar exclusivamente de puro tormento, prácticamente equivalente al infierno. Según esta doctrina calvinista, cuando Cristo fue librado del Hades, “libró” también a todos los justos que estaban en el Hades para que fueran al cielo, y desde entonces todos los que mueren en Cristo van directamente al cielo, pero recordemos que los que están en el paraíso no necesitan ser “librados” como si estuvieran en tormento. Esta enseñanza ha causado confusión, pues hay hermanos que enseñan que cuando Jesús salió del Hades, El libró a todos los justos del Hades y los llevó al cielo, y que el Hades es lugar solamente de tormento.
¿En qué se basa la doctrina de que los que mueren en Cristo no van al Hades, sino que van directamente al cielo? Usan Filipenses 1.23. En base a este texto se argumenta que al morir Pablo estaría con Cristo y puesto que Cristo está en el cielo, Pablo también estaría en el cielo. Recuérdese, sin embargo, que Dios está en todo lugar[56]. El Seol, o el Hades es la región o esfera de los espíritus sin cuerpo.
Eclesiastés 12.7 enseña que el espíritu vuelve a Dios que lo dio. Todo espíritu vuelve a Dios, porque El es el Padre de los espíritus[57]. Algunos hermanos creen que los perdidos van al Hades y que los salvos van directamente al cielo, pero este texto dice que el espíritu, de todos, vuelve a Dios. Por lo tanto, es muy cierto que cuando Pablo murió fue con Cristo, pero eso no es prueba de que fue directamente al cielo. ¿Cristo no está en el paraíso con los que mueren en Él?
Todos están de acuerdo que antes de salir Jesús del Hades estaban allí Abraham, Isaac, Jacob, etc. ¿No estaba Dios con ellos? De la misma manera Cristo está con los que mueren fieles. Es necesario armonizar el texto de Mateo 11.23 con los otros textos que hablan de los eventos finales. Por lo tanto, Filipenses 1.23 no prueba que Pablo fue directamente al cielo.
Otro texto usado es 2 Corintios 12.2-4. No conviene hacer ningún argumento basado en este texto, porque ni el mismo Pablo sabía dónde estaba. Posiblemente estaba en el cuerpo y, por eso, no podía haber ido al cielo[58]. En este texto Pablo mismo dice que no podemos ir al cielo en este cuerpo físico. Además, aunque no estuviera en el cuerpo, la Biblia no explica lo que es “el tercer cielo”. Puesto que la palabra “paraíso” se refiere al lugar donde Jesús y el ladrón fueron[59] y que al mismo tiempo Jesús estaba en el Hades[60], entonces no es correcto decir que la palabra paraíso significa solamente el hogar eterno en el cielo.
Un texto más está en Revelación 2.7. Aquí obviamente el paraíso equivale al cielo pero, como se ve en el punto anterior, esta palabra no se usa solamente del cielo, sino también del lugar de reposo en el Hades.
Ahora, consideremos los siguientes textos que refutan tal doctrina:
1) Juan 20.17. Jesús dijo esto después de resucitar de entre los muertos; es decir, después de salir Jesús del Hades, ni Él mismo fue al cielo. Más bien, estaba aquí en la tierra unos cuarenta días. Si Jesús libró a todos los justos del Hades cuando salió de allí, ¿dónde estaban durante esos cuarenta días? ¿O acaso ellos fueron al cielo antes de ascender Jesús? No hay texto alguno que afirme tal cosa. Tales ideas que se basan en conclusiones erróneas acerca del significado del Hades solo causan confusión.
2) Hechos 2.33-35. Pedro cita Salmos 110.1 y explica que David no habló de sí mismo, sino del “Hijo de David”. Desde luego, David no hubiera llamado “Señor” a ningún descendiente excepto a Cristo. David murió, fue sepultado, y dice Pedro: “su sepulcro está con nosotros hasta el día de hoy”; es decir, David no había resucitado y no había ido al cielo. Por eso, no habla de sí mismo. Cristo, sin embargo, sí resucitó de entre los muertos y sí ascendió al cielo[61]. En cuanto a David, diez días después de la ascensión de Cristo, precisamente en el día de Pentecostés Pedro dice que David no subió al cielo. ¿Por qué no? Si Cristo hubiera abierto las puertas del Hades para “librar” a todos los justos cuando salió, ¿por qué dejó a David en el Hades? Si no “libró” a David, no “libró” a nadie. Si se argumenta que Pedro dice que David no subió al cielo cuando él mismo murió pero que sí subió al cielo cuando Jesús resucitó o ascendió, obsérvese que Pedro cita Salmos 110.1 que habla de cuándo Cristo se sentó a la diestra de Dios; es decir, David es el que habla en este texto, pero no él, sino Cristo subió al cielo para sentarse a la diestra de Dios.
Si en realidad Cristo hubiera “librado” a David y todos los justos del Hades cuando Él resucitó o ascendió, obviamente Pedro no habría hablado de esta manera, explícitamente diciendo que “David no subió a los cielos”.
3) La Biblia enseña claramente que esta transformación ha de ocurrir cuando Jesús venga la segunda vez; entonces los que van al cielo serán incorruptibles e inmortales. Entran con sus cuerpos espirituales o celestiales[62]. Si los que mueren en Cristo van directamente al cielo, no tienen cuerpos espirituales, pero la Biblia no habla de redimidos en el cielo sin cuerpos celestiales.
e. Regreso de los 70 (Lucas 10.17-20).
¿Hemos salido a predicar? ¿Cómo regresamos de estos viajes? ¿Quejándonos de lo duro del viaje, lo costoso, cómo sufrimos, como algunos nos maltrataron, cómo no nos ayudaron mucho para los gastos, cómo tuvimos que dejar la familia por una semana o mes, etc.? ¿O como los setenta con gran gozo por toda victoria lograda por Cristo?
En su primera venida Cristo venció a Satanás[63]. Al lograr grandes victorias en la obra, conversiones, restauraciones, etc., tengamos cuidado de enfatizar “en tu nombre” en lugar de “se nos sujetan” a nosotros.
Seguramente hicieron bien al regocijarse que podían ganar tales victorias para Cristo, pero no deberían regocijarse solamente en eso, ni principalmente en eso, sino en la gran bendición de tener sus nombres escritos en los cielos[64].
¿Quiénes son los “sabios y entendidos”? Los fariseos, escribas, saduceos, intérpretes de la ley, etc. ¿Quiénes son los “niños”? Los discípulos de Jesús eran “niños” en el sentido de ser humildes. Eran los “pobres en espíritu” que habían reconocido que estaban en la bancarrota espiritual y que necesitaban la salvación y, por eso, tenían hambre y sed de justicia, etc[65].
¿Por qué escondió el Evangelio de los sabios y entendidos y lo reveló a los niños? ¿Hace acepción de personas? ¿Es justo que Dios oculte el mensaje acerca del reino de Dios y de la salvación a algunos y revelarlo a otros? ¿Cómo se explica este texto? En primer lugar, Dios no hace acepción de personas[66]. La invitación de Cristo es para todos[67]. En segundo lugar, el mensaje de salvación fue predicado a todos. Cristo predicó de la manera más pública, en las sinagogas, en el Templo, como también en el aire libre. Además, sus milagros eran públicos. Todos podían verlos o saber de ellos. Por lo tanto, Dios no escondió ni ocultó el evangelio de Cristo en el sentido de predicarlo y confirmarlo con milagros en algún rincón[68] solamente para los discípulos. Entonces, ¿en qué sentido escondió Dios la verdad de los sabios y entendidos? Les presentó un mensaje acerca del Mesías y su Reino que no era aceptable a ellos. No querían entenderlo porque no les convenía. Tenían otro concepto del Mesías y su Reino y, por causa de su prejuicio “no podían entender” la verdad. Los fariseos, escribas y otros líderes habían oído la enseñanza de Jesús y habían visto sus milagros, pero teniendo ojos no veían y teniendo oídos no oían. Los humildes, habiendo oído el mismo mensaje y habiendo visto los mismos milagros, sí creían. Por lo tanto, Jesús dice: “a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado”.
Es necesario comprender que Satanás no puede dañarnos espiritualmente a menos que cooperemos con él[69]. Pero también es necesario alegrarse en primer lugar de que nuestros nombres están escritos en el Cielo.
f. Jesús se regocija (Mateo 11.25-27; 13.16-17; Lucas 10.21-22).
Pablo explica a los corintios[70] que los “sabios y entendidos” no quieren el Evangelio, porque para ellos es “locura”. ¿Quiénes aceptan el Evangelio?[71] Entonces, ¿quién en realidad oculta la verdad y ciega al hombre?[72]
Los fariseos, escribas, etc., entre los judíos, o los filósofos griegos no son los únicos “sabios y entendidos” que no pueden entender el Evangelio. El mundo está lleno de tales personas:
1) Los académicos, con sus doctorados y otros títulos, no pueden “entender” la creación de todo por Dios.
2) Los modernistas no pueden “entender” que la Biblia es inspirada por Dios y no pueden aceptar lo sobrenatural.
3) Los romanistas no pueden entender que su movimiento religioso es la apostasía profetizada por el apóstol Pablo[73].
4) Los calvinistas no pueden entender que el hombre nace sin pecado, que es responsable ante Dios por su vida y tiene que obedecer al Evangelio para ser salvo.
5) Millones de mormones siguen a José Smith, y otros millones siguen al “Pastor” Russell[74], y a docenas de otros falsos maestros que profesan seguir la fe de Cristo, y ni hablar de los millones de religiosos que ni aceptan al Dios de las Escrituras.
6) Pero hay que agregar otro grupo de “sabios y entendidos” que no son grandes ni poderosos ante los ojos de otros. No son ricos. No tienen preparación académica. Algunos son analfabetos. Me refiero a los muchos que tienen opiniones fuertes que han recibido de parientes, amigos y otras fuentes y por eso, siendo “sabios en su propia opinión”[75], no reciben la verdad. Estos dicen: “Es lo que he sido enseñado y así es”; “es lo que siempre hemos creído”. Muchas de estas ideas son pura superstición, pero los dueños de estas creencias son tercos, porfiados, y no les puede enseñar nada. Aunque económicamente estos estén el los rangos bajos, se creen muy intelectuales y a ellos también Dios esconde la verdad.
Recuérdese la advertencia de Pablo a los tesalonicenses[76]. Es indispensable que todos amen la verdad y que aborrezcan todo error. Es necesario tener la mente bien abierta para estudiar la Palabra de Dios. Como dice Pablo: “Examinadlo todo, retened lo bueno”[77]. Los que rehúsen aceptar la verdad por cualquier motivo llegan a ser incapaces de entenderla. Les está escondida.
g. Lo que es revelado a los pequeños (Mateo 11.25-27; Lucas 10.21-22).
Jesús hace una explosión de gozo al ver la Sabiduría del Padre. ¡Qué triste es que el Señor, siendo Él también Dios, pueda manifestarse de esta manera y los simples mortales seamos tan orgullosos y llegamos incluso a dudar del poder creador del Señor e incluso de su existencia! Jesús se refiere a los escribas, fariseos, los demás líderes de entre los judíos que se creían ser los sabios y entendidos[78]. Muchos de los muy sabios del mundo, egresados de las universidades con títulos, son incrédulos. ¿Cómo se esconde el Evangelio de ellos? Solamente en el sentido de que para ellos el Evangelio es despreciativo. Esta misma verdad se enseña en Mateo 13.10-15. Jesús habló en parábolas y después las explicó a sus discípulos, y los incrédulos no entendían nada porque no querían entender.
En el versículo 26 Jesús no habla de infantes literales, sino de sus discípulos. Nos llama niños porque como los niños dependen de sus padres para todo, nosotros dependemos de Dios para todo[79]. Es cierto que los niños tienen características que no debemos imitar[80], pero tienen muchas características que sí debemos imitar: La humildad o dependencia, pureza, sencillez, prontitud para perdonar y olvidar ofensas, son dóciles y quieren aprender. Por lo tanto, el Evangelio se revela a tales personas de nobleza[81]. La Biblia es para todos. La predicación es para todos. No es que Dios haya rehusado que los sabios de este mundo tengan Biblias. No manda que no prediquemos el Evangelio a ellos. Eso no es el punto. Lo que Jesús dice tiene que ver con la recepción de parte de ellos del Evangelio. Al rechazarlo ellos es como si Dios no se lo revelara.
Nos contentamos con la revelación, las Escrituras, para nuestro conocimiento del Hijo y del Padre y del Espíritu Santo. No conviene afirmar nada acerca de Dios que no sea revelado en las Escrituras. La fe de los discípulos de Cristo no se basa en especulaciones y credos humanos, sino en la revelación que Dios nos ha dado. Sin embargo, este texto se ha citado para criticar a los que defendemos la Deidad de Cristo, pero la defendemos porque muchos enseñan error, modernismo, sobre este tema. No solo los testigos del Atalaya y los “solo Jesús” y otros sectarios, sino también algunos hermanos en Cristo, pues dicen que cuando Jesús vino al mundo se despojó del uso de los atributos divinos y que no demostró ningún atributo divino ni una sola vez durante su vida aquí en la tierra. Esto niega Juan 20.31. También niega que Cristo perdonara pecados por su propia autoridad[82] y niega que Cristo fuera adorado por varias personas[83]. Es un error grave enseñar que debemos ser indiferentes hacia la controversia sobre la Deidad de Cristo, porque hay modernismo en la predicación de algunos hermanos y si logran destruir la fe de algunos en la Deidad de Cristo, destruyen también su esperanza de la salvación eterna.
h. Un yugo liviano (Mateo 11.28-30).
¡Imagínese lo difícil de tener audiencia con algún rey, presidente o gobernador! Pero Jesús, el Rey de reyes, invita a todos, no solo cargados con pecados y preocupaciones, sino también con leyes y tradiciones humanas[84], nos perdona los pecados cuando obedecemos al evangelio y nos da limpia conciencia y paz en el alma.
En base a lo que Jesús acaba de decir en el versículo 27, Él tiene autoridad para invitar a todos a su salvación. El “yugo” de Jesús es su autoridad, su ley, su enseñanza. Llevar su yugo significa hacer su voluntad, someterse a su mandamiento. Es un yugo “fácil”, es decir, bien acomodado, porque sus mandamientos “no son gravosos”[85]. Cristo es manso y humilde de corazón en su gobierno. No es cruel, abusivo, injusto, opresivo.
i. Dichosos los que le ven (Mateo 13.16-17; Lucas 10.23-24).
Los discípulos de Jesús son muy bendecidos. Se enriquecieron cada vez más por su buena actitud hacia la verdad, pero los otros se empobrecieron cada vez más por su rebeldía.
j. El buen samaritano (Lucas 10.25-37).
Un experto en la ley de Moisés, quienes eran de los hombres más orgullosos entre los judíos, quienes no querían humillarse para confesar sus pecados y ser bautizados por Juan y eran expertos en la ley de Moisés y también en las tradiciones de los ancianos[86] se puso de pie para tentar a Jesús. Cuando se discute el tema de las tentaciones de Jesús, algunos concluyen que si fue tentado, esto indica que la tentación era algo atractiva y deseable y que, por eso, Cristo quería pecar. Esto es completamente falso. Hebreos 1.9 dice que Cristo aborreció la maldad. Él no fue “tentado por el mal”[87] en el sentido de ser atraído o seducido por el mal. Bien ilustrado en el Pentateuco, este hombre trata de desconcertar a Jesús. Trata de dejarlo en ridículo ante el público.
Le hace una pregunta, que si en verdad hubiera querido saber la respuesta correcta, hubiese sido sin lugar a dudas la pregunta más importante que el hombre puede hacer: “¿Haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?” Jesús contestó la pregunta remitiéndole a la Palabra de Dios. No le pregunta: “¿Qué piensas tú?”, sino: “¿Qué está escrito en la ley? ¿Cómo lees?” Era maestro de la ley y, por eso, debería conocerla a fondo. Frecuentemente la gente nos hace preguntas para tentarnos; es decir, no las hacen con sinceridad para aprender la verdad. Debemos seguir el ejemplo de Jesús, dejando que el que haga la pregunta busque la respuesta en las Escrituras. ¿Qué indica esto?:
1) Que cualquiera puede encontrar en las Escrituras la verdadera respuesta de esta pregunta.
2) Que todo hombre es responsable delante de Dios de leer la respuesta él mismo.
3) Que las Escrituras dan la misma respuesta a todos los hombres.
El escriba respondió: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo”. Y Jesús añadió: “De estos dos mandamientos depende toda la ley de los profetas”. Estos dos son como el soporte de todos los demás mandamientos, están colgados sobre ellos como una puerta cuelga de sus quicios o como unos artículos cuelgan de un clavo.
Para muchos de líderes de los judíos era necesario discutir la ley, pero no se preocupaban tanto por hacer lo que la ley decía[88]. El hombre puede cumplir esta ley. Dios no diría: “haz esto” si fuera imposible hacerlo. Los comentarios calvinistas no pueden resistir la tentación de inyectar su teología en tales textos que requiere el hacer, pero si Dios da mandamientos al hombre que el hombre no puede cumplir, entonces Dios mismo tendría la culpa. Es verdad que todos pecan[89] pero eso no quiere decir que el hombre tiene que pecar como muchos suponen.
Pero él, queriendo excusarse a sí mismo, pregunta: “¿Y quién es mi prójimo?” Él quería definir los límites de su deber, y entonces mostrar que él lo había cumplido. Quería saber a quién tiene que amar y a quién no. Creía que podía justificarse si se aceptara su definición de la palabra prójimo, pues para los judíos los únicos prójimos eran otros judíos. Para muchos fariseos su prójimo era otro fariseo.
Pero Jesús no le responde directamente, sino que cuenta una parábola: “Un hombre, obviamente un judío, pues de otro modo lo hubiera especificado, descendía de Jerusalén a Jericó[90], y cayó en manos de ladrones, los cuales le despojaron, y le dieron golpes, luego se fueron, dejándole medio muerto. Aconteció que descendió uno de los pastores de Israel[91], y viéndole, pasó de largo”. De este pastor de Israel el herido tenía el derecho de esperar asistencia, pero “pasó de largo”. Desde luego, los sacerdotes eran conocedores de la Ley[92], pero esta parábola indica que ellos no practicaban estos preceptos. Sin duda se justificaba de alguna manera pensando en el peligro, tenía mucha prisa, había peligro de contaminarse ceremonialmente si ya estuviera muerto, habría gastos, no tenía tiempo, etc. La realidad del caso fue que para muchos judíos la “religión” estaba divorciada de la misericordia y la justicia[93].
“Asimismo un levita, llegando cerca de aquel lugar, y viéndole, pasó de largo[94]”. “Pero un samaritano”, y de este samaritano el herido no tenía derecho de esperar ayuda ya que los samaritanos eran despreciados por los judíos. Jesús no pierde ninguna ocasión de reaccionar contra los prejuicios que dividían a judíos y samaritanos. Ellos le dijeron a Jesús: “¿no decimos bien nosotros, que tú eres samaritano…?”[95] En esta parábola Jesús se presenta a sí mismo como samaritano o, mejor dicho, el buen samaritano se presenta como un verdadero imitador de Jesús. “…que iba de camino, vino cerca de él”, no simplemente llegó cerca del lugar, sino que “vino cerca de él”. “…y viéndole, fue movido a misericordia”. El sacerdote y el levita descuidaron Éxodo 23.4-5; Miqueas 6.8; Levítico 19.34, pero el odiado samaritano los cumplió al pie de la letra.
“…y acercándose…”, administró primeros auxilios, echándoles aceite y vino. Eran remedios caseros, el vino sirvió para limpiar la herida y aceite sirvió para suavizarla. “…y poniéndole en su cabalgadura, lo llevó al mesón, y cuidó de él”. No solo llegándose a él, sino que, con costo, inconveniencia y demora en su viaje, le prestó al hombre herido toda forma y grados de atención y ayuda, como los que serían apropiados por parte de un amigo muy personal, con toda liberalidad, y con holgura completa.
“Otro día al partir, sacó dos denarios, y los dio al mesonero, y le dijo: Cuídamele; y todo lo que gastes de más, yo te lo pagaré cuando regrese”. Obviamente el samaritano era cliente del mesonero y había confianza en él. Jesús no solo dice que “fue movido a misericordia”, sino que explica los detalles de cómo la mostró: Se detuvo, se acercó al herido, vendó sus heridas, echándoles aceite y vino, lo puso sobre su animal, lo llevó al mesón, cuidó de él y al despedirse pagó por el cuidado adicional que necesitaría. Hizo todo esto por un enemigo sin esperar gratificación. Su ojo y corazón y mano y pie y dinero todos estaban subordinados a la ley de Dios. El hombre ayudado podría haber salido antes del regreso del samaritano, tal vez sin saber su identidad, pero el samaritano no buscaba gratitud, sino la oportunidad de aliviar el sufrimiento humano.
“¿Quién, pues, de estos tres te parece que ha llegado a ser el prójimo del que cayó en manos de los ladrones?” Ahora Jesús permite que el intérprete de la ley conteste su propia pregunta y de esa manera juzgarse a sí mismo.
El intérprete de la ley no quería ni siquiera pronunciar la palabra “samaritano”. Prefirió decir “el que”. Los samaritanos le habían dado a Jesús causa para pensar mal de ellos, pero Él no compartió el prejuicio racial de los judíos. Aunque el intérprete de la ley no quería decir, “el samaritano”, no podía menos que contestar correctamente la pregunta y de esa manera fue obligado a reconocer que un samaritano, tan odiado por los judíos, había mostrado la bondad que la ley demandaba, mientras que un sacerdote y un levita la habían negado a otro de su propia nación.
Si Jesús hubiera contestado su pregunta directamente, diciendo: “Todo necesitado, aunque sea samaritano, es su prójimo”, el intérprete de la ley se habría disgustado mucho, pero ¿qué podría contestar cuando Jesús le propuso esta pregunta?
Entonces Jesús le dijo: “Ve, y haz tú lo mismo”. No debería simplemente discutir la ley; más bien, debería practicarla. Este mandamiento es para nosotros también[96]. Requiere el vencimiento de todo prejuicio, requiere la abnegación de sí, requiere servicio personal y aun sacrificial[97].
Esta parábola no enseña que los inconversos que son muy humanitarios son superiores a los religiosos que no practican la caridad. Esto no es el punto de esta parábola. Jesús no está enseñando que los humanitarios heredarán la vida eterna. La respuesta de la pregunta ya fue dada antes de hablar del buen samaritano; es decir, el intérprete de la ley la contestó diciendo: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo”. La persona que ama a Dios con todo tu corazón, guarda sus mandamientos[98]. Los únicos que serán salvos serán los que hacen la voluntad de Dios[99]. Desde luego, los que profesan ser cristianos y no son como el buen samaritano, sino que imitan al sacerdote y al levita, no serán salvos, pero el punto es que el humanitario que depende de sus obras caritativas tampoco será salvo.
Es interesante notar que muchos hospitales se identifican como “Hospital el Buen Samaritano”. Se puede decir que esta parábola ha edificado muchos hospitales y muchas clínicas. Ha promovido toda clase de obras caritativas.
En esta parábola observamos diferentes actitudes o filosofías de vida. La actitud de los bandidos se expresa así: “Lo que es tuyo es mío y con fuerza te lo voy a quitar”. Esta es la regla de hierro. La actitud del sacerdote y del levita es: “Me quedaré con lo mío”. Pero la actitud correcta, la que Jesús enseña y que es ejemplificada por el buen samaritano es lo siguiente: “Lo que es mío es tuyo, y con toda bondad te lo doy.” Esta es la regla de oro.
k. En casa de Marta y María (Lucas 10.38-42).
Jesús entró en una aldea; según el relato de Juan 11.1, Lázaro vivía con sus dos hermanas, Marta y María en Betania. En esa aldea, Marta le recibió en su casa. Sin duda le dio una bienvenida sincera al Señor. Sinceramente creía en Jesús[100] y al preparar una buena comida ella le honraba.
Mientras Marta servía a Jesús con una buena comida, María, su hermana, se sentaba a los pies de Jesús para oír sus enseñanzas. Teniendo oídos para oír, María dócilmente oía la enseñanza de Cristo. ¡No hay otra escena más hermosa que la de una persona oyendo y absorbiendo la enseñanza de Cristo para ser como Él! Es lo que Él desea sobre todo, que pongamos atención cuando Él habla. El nos dice: “aprended de mí”[101].
Marta quería servir a Jesús con una buena comida, pero Jesús no vino al mundo para ser servido, sino para servir[102]. El tuvo más interés en enseñar que en comer[103]. ¿Por qué tenía Marta “muchos quehaceres” si solamente iba a servir a Jesús? ¿Entró Jesús solo en la casa de estas dos mujeres? Todas las versiones de la Biblia que tengo a mi disposición hablan de que Jesús entró solo a la casa de Lázaro, pareciera que no lo hizo con los discípulos, pero cuando vemos otros pasajes de las Escrituras como Lucas 6.1; 7.11 y Juan 12.2, vemos que se habla de Jesús como si estuviese solo, pero en realidad estaba con otras personas. El lenguaje de Marta indica que ella preparaba la comida para los apóstoles también. El versículo 38 dice: “Mientras iba de camino con sus discípulos, Jesús entró en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa”; no hay razón para suponer que los discípulos no estuvieron con Jesús cuando entró en la casa de Marta y María.
Marta se acerca a Jesús y le pide que llame la atención de María, que estaba sentada mientras ella trabajaba. A Marta le convenía alabar la devoción de María, pero parece que las personas afanosas y preocupadas quieren que otros sean iguales a ellas. Fue una ocasión muy importante. Jesús era visitante muy importante. Por eso, Marta estaba muy ocupada, se apuraba, haciendo muchas cosas, para que la comida fuera perfecta. Este lenguaje no solamente indica impaciencia de parte de Marta, sino también una queja tanto contra Jesús como contra María. María no le ayudaba y Jesús se lo permitía. Pero al recibir a Jesús, ¿hubiera sido correcto dejar a Él, o a Él y sus apóstoles solos en la sala mientras las dos mujeres trabajaran en la cocina?
Cuando Jesús responde a Marta, enfatiza al repetir su nombre para ella comprenda haciéndole ver que ella está inquieta con muchas cosas. Estaba distraída. Santiago 4.8 describe esta condición como “doble ánimo”. Esta es una falta común entre muchos miembros de la Iglesia. Se sienten abrumados por los afanes de la vida. A consecuencia de estar ansiosa e inquieta, perdió la paciencia con su hermana María y aun con Jesús. El preparar una buena comida en esta ocasión fue algo loable, pero no era necesario que estuviera afanada y distraída aunque era para Jesús el Hijo de Dios.
La mujer, tanto María como Marta, debe ser hacendosa en el hogar[104]. Además, debe practicar la hospitalidad[105]. Obviamente Marta era muy cumplida en esto. Sin embargo, ahora le toca a Jesús exhortarle. El mundo está lleno de “Martas”, afanadas y turbadas con muchas cosas. El mundo está ahogándose con los afanes de esta vida. Jesús nos da una advertencia solemne en Lucas 21.34.
“Pero solo una cosa es necesaria”. Esto se pone en contraste con “afanada y turbada con muchas cosas”. ¿El ser buena cocinera no es necesario? ¿No es necesario invitar a los hermanos y servirles una buena comida o cena? ¿No es necesario ser hacendosa en el hogar? Marta quería alimentar a Jesús con el alimento que muere, pero Jesús quería alimentar a María, y también a Marta, con el alimento que no se extingue. Jesús no explica cómo Marta les pudiera haber servido la comida y a la vez recibir el alimento espiritual que Él ofrecía, pero sí implica que hubiera sido posible. Jesús no menosprecia la importancia de la alimentación física, pero enfatiza que la alimentación espiritual es más importante porque es más duradera. Para Marta en ese momento, el servir esa buena comida fue más importante que el oír la palabra de Cristo.
Aquí cabe otra pregunta también: ¿Según Juan 6.27 no es necesario trabajar por la comida que perece? Obviamente Jesús está comparando dos cosas y señalando lo que es más importante. Pero muchos creen que el trabajar por la comida que perece es la una cosa necesaria. Es necesario comer y, por eso, es necesario trabajar, sujetándose completamente al patrón, o al negocio o al empleo que sea. Para estos el trabajo es necesario en el sentido de ser primero. Es necesario sin condiciones.
Es necesario recordar 1 Timoteo 6.8: “teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto”. Es necesario reducir los deseos. Decimos necesario cuando en realidad hablamos de lo conveniente, de lo que queremos. Sin duda alguna muchos miembros de la iglesia están en peligro de perder sus almas por causa de su afán por proveer para sus familias. Según 1 Timoteo 5.8 es indispensable que el hombre provea para los suyos, pero al mismo tiempo si no busca primeramente el reino de Dios[106] perderá su alma.
La “buena parte”, la que María ha escogido, esa “cosa necesaria”, es la comunión con Jesús que tenemos al oír su Palabra con toda reverencia. La “buena parte” es, pues, la Palabra de Cristo.
La conducta de estas dos hermanas en esta ocasión es similar a su conducta en otra ocasión[107], Marta servía y María expresó devoción personal a Cristo ungiéndole para su sepultura. Así también en esta ocasión María reconoce la importancia de aprovechar la presencia de Jesús para oír sus palabras. ¿Y qué de nosotros? Debemos aprovechar toda oportunidad para oírle.
Jesús compara la alimentación física con la espiritual[108]. Marta quería que María hiciera como ella, pero Jesús quería que Marta hiciera como María. La mujer más cumplida, la más hacendosa en el hogar, debe encontrar tiempo para ponerse a los pies de Jesucristo, estudiando la Biblia y enseñándola a sus hijos. Muchísimas mujeres piensan que no tienen tiempo para estudiar la Biblia porque tienen dos trabajos, dos empleos, y cada uno de ellos es trabajo de “tiempo completo”; es decir, las mujeres que trabajan fuera del hogar en oficinas o plantas trabajan unas ocho horas diarias en ese empleo, y luego al llegar a casa tienen otro empleo de tiempo completo. ¿Qué clase de comida preparan? ¿Qué tan hacendosas son en el hogar? Luego en los ratos “libres” no se sientan a los pies de Jesús, sino a los pies de la televisión.
En este texto Marta estaba “afanada y turbada con muchas cosas”, pero no olvidemos otros textos que indican la fe de esta mujer piadosa[109].
l. El amigo inoportuno (Lucas 11.5-8).
Jesús narra una parábola en donde enseña la necesidad de ser persistente en la oración. Cuenta de dos amigos, uno de ellos recibió una visita que le comprometió. Probablemente el amigo que llegó a medianoche viajaba de noche para escapar el calor del sol. Su llegada no era nada esperada. No había comida en la casa, pero la hospitalidad era y es sagrada; los más pobres comparten su pan con huéspedes. Entonces, ¿qué hacer? Ir con el amigo vecino para pedirle pan, pero este responde: “No me molestes”. Muchas casas eran de un solo cuarto que estaba todo oscuro, los niños dormían en el piso, se batallaba aun para abrir la puerta. Si se levantaba tendría que buscar una antorcha y algo con que prenderla, despertaría a los niños y algunos estarían llorando. En fin, sería mucha molestia.
Pero el caso era urgente. La hospitalidad es sagrada. No podría volver avergonzado a casa con manos vacías. Tenía que obtener pan. No podía ser tímido. Por eso, persistió. Seguía golpeando la puerta hasta que su “amigo” le diera pan.
¿Cuál es la lección para nosotros? El vecino dormido no quería ser molestado pero al hablar de Dios, dice el Salmo 121.3-4: “Ni se dormirá el que te guarda. He aquí, no se adormecerá ni dormirá El que guarda a Israel”.
Jesús relata una parábola similar. La del juez injusto y la viuda. Este juez no temía ni a Dios ni al hombre; era hombre de corazón duro, empedernido. A él no le importaba lo que la gente pensara de él. La viuda se presenta en la Biblia como digna de mucha compasión, pues era pobre, indefensa, destituida, víctima de toda clase de injusticia[110]. La ley de Moisés requería que el pueblo de Israel se preocupara por ellas[111].También la ley de Cristo[112].
Había tres maneras de tratar con esta clase de juez: El soborno, el intimidar o el rogar. La viuda no podía utilizar los primeros dos medios; le quedaba solamente el rogar como su único recurso y lo practicó al máximo. Lo hizo porque estaba desesperada. Imagínese el cuadro: Le rogaba dondequiera que lo encontrara, en el tribunal, en el camino, en reuniones sociales o en su casa. Él simplemente no la podía escapar.
Por último, y para su propio bien, para encontrar alivio para sí mismo, le concedió lo que le pedía, porque esto fue el único medio de escapar de su persistencia en molestarlo.
En estas parábolas Jesús razona desde lo menor a lo mayor, desde lo peor a lo mayor. Si aun los hombres más malos: un “amigo” que no se portaba como amigo, o un juez de corazón duro, saben dar cosas buenas a otros, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?
¿Qué significan estas parábolas? ¿Qué lecciones contienen para nosotros? ¿Qué implica la persistencia enseñada en estas parábolas?
1) Que la fe es indispensable[113], Santiago 1:6, “Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra. Dios no escucha a los de doble ánimo, los fluctuantes, los formalistas, los que oran nada más con los labios. Al persistir en la oración la fe crece, se hace más fuerte.
2) Que somos totalmente dependientes de Dios. Que no seamos como el fariseo de Lucas 18.9-14, que no pedía nada. No pidió nada porque no sintió la necesidad de pedir nada. No se creía dependiente de Dios. Era autosuficiente porque era muy “justo”: Daba diezmos, ayunaba, etc.
La oración es el derramar la necesidad humana delante del trono de Dios, la expresión de nuestra pobreza e insuficiencia delante de Dios. Significa que no confiamos en nosotros mismos: Nuestra sabiduría, talentos, preparación académica, fuerza física, etc., ni en los familiares y amigos, ni en posesiones materiales, etc., sino solamente en Dios.
Al adorar a Dios, nuestra oración indica que estamos conscientes de su grandeza, su soberanía, que es el único Dios vivo y que es el Creador del universo, que es digno de ser alabado y exaltado. Al meditar en la perfecta santidad de Dios, nuestra oración refleja que estamos conscientes de nuestra pobreza espiritual. Al interceder por otros, la persistencia indica nuestro amor sincero por otros, sean hermanos o inconversos. Al dar gracias indicamos que estamos conscientes que verdaderamente toda bendición proviene de la mano de Dios[114]. Cuando persistimos en la oración, la humildad y el espíritu de dependencia crecen, se profundizan, se perfeccionan.
3) Que somos sinceros. Que en realidad queremos lo que pedimos. Que la oración no sea una mera formalidad, una rutina, un recurso de emergencia. Dios no puede ser burlado. No debemos pedir lo que sinceramente queremos. Si queremos que Dios nos oiga, tenemos que ser como el niño que pide bicicleta. No pide una sola vez y luego calla. Pide y pide y pide hasta que por fin su papá diga: “Creo que este muchacho de veras quiere una bicicleta”.
Al persistir en la oración nuestros propósitos se clarifican. Qué es lo que en realidad queremos en esta vida. ¿Cuáles son las cosas verdaderamente importantes?
4) Que la mera repetición de alguna oración no vale. Si uno repite el “Padre nuestro” tres o cinco veces, ¿estará pidiendo algo de todo corazón o simplemente cumpliendo con un mandamiento?
5) Que al pedir algo con intensidad y persistencia nosotros haremos nuestra parte para obtener lo que queremos. Pedimos el pan de cada día[115] y luego con la misma sinceridad trabajamos para obtener el pan[116]. Oramos fervientemente por los enfermos y al mismo tiempo les ayudamos para que aprovechen toda ayuda posible de doctores, hospitales, etc. Debemos orar fervientemente por los perdidos[117] y luego con la misma intensidad y persistencia trabajaremos para convertirles.
6) Que Dios se puede comparar con aquel que no quería dar pan solamente si los que pedimos pan o perdón o cualquier cosa no pedimos de todo corazón, de la misma manera que el señor de la parábola pidió pan a media noche. Y se puede comparar con el juez injusto solamente en el sentido de que no nos hará caso a menos que pidamos con la misma insistencia de la viuda que pidió justicia. Es decir, Dios será indiferente también si los que pedimos no lo hacemos con toda sinceridad y persistencia. Estas palabras enseñan que ni siquiera debemos molestar a Dios si no hacemos nuestras peticiones de todo corazón[118]. Y se puede agregar a esto que Dios aparta su oído de los que no le piden con fe y toda sinceridad.
Algunos ejemplos de la persistencia en orar: Abraham[119]; Cristo[120]; Pablo[121]. También recordemos cómo Jacob luchó con el ángel hasta que le diera la bendición que quería[122].
m. Sanidades y calumnias.
1) Dos ciegos (Mateo 9.27-31).
Los judíos bien sabían que el Mesías sería el hijo de David[123], y aun los ciegos se dieron cuenta de que Jesús de Nazaret era el Mesías, y así lo confesaron.
Aunque los ciegos presenciaran los milagros de Jesús, no los pudieron ver; la fe de ellos vino, pues, por medio de oír[124]. Entonces les tocó para que se cumpliera la profecía de Isaías 35.5-6; 42.7.
Y los ojos de ellos fueron abiertos. Y aunque Jesús les encargó severamente que no contaran lo ocurrido, ellos no pudieron callar el milagro que habían recibido y Jesús no podía entrar abiertamente en la ciudad, sino que tenía que quedarse en los lugares desiertos; y la gente iba a él.
2) Endemoniado y mudo (Mateo 9.32-34).
Mientras se iban los ciegos, le trajeron un mudo a causa de estar endemoniado, pues habló cuando Jesús echó fuera el demonio. Los demonios afligían a la gente de varias maneras: algunos quedaron mudos[125]; otros ciegos y mudos[126]; otros actuaban de manera violenta[127]; otros sufrían ataques que atentaban contra su vida[128]; y otros actuaban como si tuviese epilepsia[129]. Además, los demonios tenían conocimiento sobrehumano[130].
En cuanto a los demonios o espíritus inmundos, es indispensable que se recuerde que la Biblia nunca dice que los pecadores estaban endemoniados. La Biblia no habla de los endemoniados como borrachos, ladrones, asesinos, etc. Más bien, se pueden comparar con personas afligidas física y mentalmente. Jesús mostró poder absoluto sobre los demonios. Los echó fuera con su Palabra[131]. Los reprendió y salieron[132]. La Biblia dice que en varias ocasiones los demonios fueron echados fuera por Cristo y los apóstoles, pero nunca usa la palabra “exorcismo” con respecto a lo que ellos hicieron.
Cuando Jesús echó al demonio y el mudo habló; la gente se maravillaba. Ya habían visto muchos milagros de sanidad, pero parece que el milagro de echar fuera los demonios les fue uno de los milagros más impresionantes. Al ver este milagro diferente “se maravillaba”, pero al continuar viendo las mismas clases de milagro, pronto habrían dejado de maravillarse, porque ya no serían “diferentes” sino comunes. Este detalle sencillo y obvio basta para convencernos de la naturaleza temporal de los milagros.
Mateo y los otros autores presentan los relatos de las señales hechas por Jesús para convencer al lector que es el Cristo, el Hijo de Dios[133]. Jesús vino al mundo como el Maestro de maestros. Enseñaba todos los días, y las señales que hizo demostraron que enseñaba con autoridad divina.
Lo muy significativo es que Jesús había mostrado su poder sobre la lepra, la parálisis, la fiebre, la hemorragia crónica, la ceguera, y la mudez. Echó fuera los demonios, calmó la tempestad, caminó sobre el agua y levantó a los muertos. ¡Con razón la gente se maravillaba!
3) Los fariseos calumnian (Mateo 12.22-24; Marcos 3.22; Lucas 11.14-16).
Los fariseos no negaron que Jesús echó fuera los demonios, pero dijeron que lo hizo por el poder de Satanás. Los hombres que se dedican día y noche con privaciones de toda clase para lograr fines políticos y comerciales se ven como muy prudentes y sabios, pero si los mismos hombres se dedican con el mismo empeño a las cosas de Dios, se consideran como fanáticos.
Toda la gente estaba atónita y se preguntan, aunque con duda, si este Jesús no podría ser el Mesías. Los fariseos no creían porque no querían creer. No les convenía creer. La envidia de ellos impedía que aceptaran la verdad, pero la reacción espontánea de la gente común, gente que simplemente decía lo que pensaba de los milagros de Jesús, es evidencia clara de que Jesús mostraba atributos divinos.
Los milagros indicaban que Jesús bien podría ser el Mesías, pero no se presentaba ni obraba como el Mesías esperado por los judíos, porque éste debería ser un gran Conquistador, un glorioso Rey como David y Salomón.
La acusación de los fariseos fue acto de desesperación. Los fariseos reconocían que tenían que apagar el intenso interés del pueblo en los milagros de Jesús. La pregunta hecha por la gente era “puro veneno” para los fariseos. Viendo los milagros la gente podía llegar a la conclusión de que en verdad Jesús era enviado de Dios[134]. Si el pueblo se convencía plenamente de esto, entonces también aceptarían a Jesús como su Maestro y rechazarían a los fariseos. Estos seguramente no tenían la actitud de Juan el bautista en cuanto a sus seguidores. Los fariseos podían ver que ese movimiento ya estaba fuera de control, y tenían que hacer algo para impedirlo. Se dedicaban mucho a la investigación de cualquier líder popular[135] para proteger su propia posición de liderazgo.
La acusación fue sumamente ofensiva, despreciativa y odiosa, le llamaron “Beelzebú”. Es probable que el nombre “Beelzebú” es la corrupción de “Baal-zebub dios de Ekron”, el dios inventado y adorado por los filisteos para protegerles de las moscas[136]. En alguna forma se identificaba en la mente de los judíos con Satanás, el príncipe de los demonios.
Fue doble la acusación: a) “Decían que tenía a Beelzebú”[137], que tenía demonio[138]. Decían lo mismo de Juan[139], y con el mismo fin, para que la gente no les escuchara. b) Que estaba aliado con Satanás. No podían negar que Jesús hacía milagros, ni tampoco podían atribuir estas maravillas a poderes meramente humanos. La evidencia de que Jesús obraba verdaderos milagros era muy clara e irrefutable[140], pero ellos sí podían poner en tela de juicio la fuente de ese poder, avanzando la idea insensata de que Jesús obraba en liga con Satanás. Con esta táctica podían convencer al pueblo que aunque Jesús hacía milagros, no eran de Dios. No era cuestión de si Él hacía milagros, sino de por qué autoridad los hacía. Creían los fariseos que habían dado una explicación que Jesús no podía refutar, ya que se trataba de fuerzas invisibles. Jesús reconoció la astucia de esta acusación y su posible efecto sobre el pueblo. Por lo tanto, tomó la molestia de refutarla rotundamente.
Fue una idea sumamente absurda porque desde el principio Jesús obraba fervientemente en contra de Satanás, destruyendo su obra en toda manera posible[141]. Pero el triunfo sobresaliente de Jesús sobre Satanás era el milagro de echar fuera los demonios. ¿Por qué estaba endemoniado este hombre? ¿Quién era responsable? Satanás. ¿Quién le liberó de esa horrible miseria? Cristo. ¿Estos dos, Satanás y Cristo, estaban en unión el uno con el otro? ¿Uno haciendo y el otro deshaciendo lo que el primero hacía?
En primer lugar, Satanás no destruye su propia obra; en segundo lugar, ¿desde cuándo hace buenas obras?
4) La defensa de Jesús (Mateo 12.25-30; Marcos 3.23-27; Lucas 11.17-23).
Jesús conocía los pensamientos de ellos, porque Cristo llegó a ser hombre y vivió en la tierra pero no dejó de ser Dios omnisciente y todopoderoso. No tuvieron que hablar. No era necesario que expresaran sus pensamientos, porque Él sabía los pensamientos de ellos. Él entendía a profundidad los propósitos de ellos, y por eso la naturaleza de su acusación.
Si Satanás envía los demonios para tomar control de la gente para causar sufrimiento y miseria, y luego el mismo Satanás envía a Jesús para echar fuera aquellos mismos siervos obedientes de Satanás, entonces obra en contra de sí mismo. Tal proceder sería insensato y ¿quién acusa a Satanás de ser insensato? ¿Acaso los fariseos no sabían esto? ¿Eran insensatos ellos mismos? ¿Quién no sabe que un reino dividido contra sí mismo será pronto arruinado? ¡Qué locura decir que Satanás echaba fuera a Satanás! Todos sabían que los espíritus inmundos venían de Satanás y que los endemoniados eran afligidos por él.
Es probable que la respuesta correcta sea que ellos dijeron esto por causa de su desesperación. ¿Qué otra cosa podían hacer? Jesús estaba destruyendo su influencia y, por eso, disminuyendo su control sobre el pueblo. No podían negar que Jesús hacía milagros, porque eran muchos, eran estupendos y maravillosos, y había muchos testigos. Entonces ¿qué hacer? Les quedaron solamente dos alternativas:
a) Admitir que Jesús hacía milagros por el poder de Dios y humillarse delante de Él, o
b) Atribuir sus milagros al diablo, diciendo que Jesús estaba aliado con Satanás, comisionado por Él y vestido de poder diabólico.
Pero ¿no entendían lo ilógico de decir que Satanás echaba fuera a Satanás? Recuerde que estaban desesperados y, por eso, no eran razonables. Así es la oposición contra Dios en toda época. Todo argumento contra Dios, contra Cristo, contra el Evangelio, contra la Iglesia, etc., es argumento ilógico. Sin embargo los falsos maestros no se preocupan por esto porque su único propósito es triunfar sobre la verdad, y para lograr su propósito emplean muchas asechanzas[142] y armas carnales[143].
Cuando habla a los fariseos sobre sus hijos, se refier a sus discípulos, o seguidores[144]. Seguramente los fariseos creían que sus discípulos lanzaban demonios por el poder de Dios[145]. Hechos 19.13 habla de los “judíos, exorcistas ambulantes”. Estos usaban encantos de varias clases para “echar fuera demonios”. Josefo describe tales casos. Entonces ¿por qué condenaron a Jesús por hacer lo que, según ellos, sus discípulos hacían? El propósito de esta pregunta de Jesús fue para exponer aun más la inconsecuencia de los fariseos. Ellos atribuyeron la obra de sus “hijos” a Dios, y no a Satanás. Entonces ¿por qué decir que Jesús lanzaba demonios por Beelzebú? Por lo tanto, sus propios discípulos, serían sus jueces. Si los “hijos” de los fariseos que profesaban lanzar demonios admitían que la acusación hecha por los fariseos era cierta, entonces se condenaban a sí mismos. Por el otro lado si decían que la acusación era falsa, entonces condenaban a sus maestros y vindicaban a Jesús. De todas maneras serían sus jueces.
Según Jesús, este fenómeno demostraba claramente “el dedo de Dios”[146] (Luc. 11:20), o como dice Mateo, Jesús obraba “por el Espíritu de Dios”[147]. Por esta causa Jesús suena la alarma contra la blasfemia contra el Espíritu Santo[148].
Por lo tanto, el reino de Dios había llegado porque el reino de Satanás estaba sufriendo mucha pérdida. Había solamente dos alternativas:
a) Jesús echaba fuera demonios por la autoridad de Satanás, conclusión ilógica y absurda, porque de esa manera Satanás hubiera trabajado en contra de sí mismo, cosa que él nunca hace. ¡Satanás es muy astuto, no es estúpido!
b) La otra alternativa, la única que les quedaba, fue que Jesús echaba fuera demonios por el dedo de Dios y, por lo tanto, el reino de Dios había llegado; es decir, los milagros demostraban que todo lo que Él había anunciado acerca del reino era cierto. En ese caso les convenía a los judíos regocijarse grandemente al ver la demostración del poder de Dios sobre el poder de Satanás. Les convenía preparar sus corazones para recibir este reino que tenía tanto poder de hacer obras de misericordia entre la gente.
Esto presenta un pensamiento alarmante, porque indica que los fariseos, al observar la obra de Jesús, eran testigos de la presencia y el poder del mismo Dios a quién ellos profesaban servir. La llegada del Mesías sería también la llegada del reino de Dios anunciado por todos los profetas. En esto Jesús anticipa la llegada del reino el día de Pentecostés. El punto es que Dios ya estaba derrotando a Satanás como Jesús explica en los versículos que siguen.
El hombre fuerte representa el diablo. Cuando Jesús estuvo aquí en la tierra, entró en su casa, la persona endemoniada, para atarlo antes de poder saquear su casa, echar fuera el demonio. Es importante observar que esta victoria sobre Satanás ocurrió cuando Cristo vino la primera vez, porque muchos maestros religiosos creen y enseñan que la victoria de Jesús sobre Satanás será hasta su segunda venida. Obsérvese esta verdad en los siguientes textos: Lucas 10.18; Juan 12.31; 16.33; Colosenses 2.15; Efesios 4.8; Hebreos 2.14-15; Apocalipsis 20.1-3. No se refiere a la segunda venida, sino a la primera venida. Cristo triunfó sobre Satanás de muchas maneras comenzando con las tentaciones de Mateo 4.1-11. Los que aceptan el Evangelio de Cristo ya no se engañan.
¿Como se establece un reino? ¿No es necesario primero vencer al enemigo para poder establecer un reino nuevo? Primero es necesario triunfar sobre el enemigo. La historia habla de una sucesión de reinos o gobiernos establecidos después de la victoria del conquistador. Así también, Cristo tuvo que vencer primero, tuvo que triunfar sobre Satanás para establecer su propio reino.
Mateo 12.31-32 registra las siguientes palabras sobre este tema: “Por tanto os digo: Todo pecado y blasfemia será perdonado a los hombres; más la blasfemia contra el Espíritu no les será perdonada. A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que hable contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero”. Conviene dar un repaso sobre los versículos anteriores:
a) Jesús sana a un endemoniado, ciego y mudo;
b) La acusación blasfema de los fariseos;
c) La respuesta sencilla e irrefutable de Jesús;
d) ¿Por quién los echan vuestros hijos?;
e) Ha llegado a vosotros el reino de Dios;
f) Primero hay que atar al hombre fuerte;
g) No puede haber neutralidad.
Ahora analizaremos la blasfemia contra el Espíritu Santo como prueba o evidencia de la condición depravada de los fariseos.
La palabra “evangelio” significa “buenas nuevas”; es decir, por medio del Evangelio de Jesucristo todo pecado será perdonado. Véanse los catálogos de pecados[149]. Todos estos pecados serán perdonados por Dios si nos arrepentimos, confesamos a Cristo, somos bautizados para perdón de pecados y vivimos en santidad. Los pecados de David, el codiciar, adulterar, matar, fueron perdonados. Los “muchos” pecados de la mujer de Lucas 7 fueron perdonados. Pedro negó a Cristo tres veces y fue perdonado. Saulo de Tarso persiguió a Jesús pero fue perdonado.
Blasfemar significa “difamar o injuriar, hablar de manera injuriosa, ultrajante, calumniadora”. Este pecado cometido aun contra Jesús tenía y tiene perdón. Le acusaban de ser glotón y borracho; decían que era samaritano[150], que estaba loco, y que blasfemaba cuando perdonaba pecados. Todos estos insultos, blasfemias e injurias recibieron perdón cuando los culpables obedecieron al Evangelio.
Pero la blasfemia contra el Espíritu Santo no tiene perdón. La blasfemia contra el Espíritu se refiere a lo que los fariseos acababan de decir en Mateo 12.24. Lo que ellos decían no era simplemente una calumnia contra Jesús, sino una blasfemia contra el Espíritu Santo. Decían que el Espíritu Santo era Satanás. ¡Esta es la blasfemia contra el Espíritu Santo!
La obra del Espíritu Santo es atribuida a Satanás. Negaban los fariseos que Jesús hizo la gran obra de echar fuera los demonios por el poder del Espíritu Santo. Más bien, según ellos, lo hizo por el poder de Beelzebú, príncipe de los demonios, o sea, Satanás mismo. Al decir esto hablaron o blasfemaron contra el Espíritu Santo, dando a entender que en realidad el Espíritu Santo era un espíritu inmundo.
Dicen los “carismáticos” y “pentecostales” que hablamos contra el Espíritu cuando denunciamos sus “señales y prodigios mentirosos”. Esta acusación es completamente necia y absurda. Al decir esto ellos demuestran su profunda ignorancia de las Escrituras[151]. Desde luego, no hablamos contra el Espíritu, sino probamos los espíritus[152].
Al ver las obras de Jesús y al oír sus enseñanzas, los escribas y fariseos estuvieron en la misma presencia de Dios, pero indicaron que más bien estuvieron en la presencia de Satanás. No hay depravación más profunda que esta.
No hay la más mínima sugerencia en este texto de que haya manera de recibir el perdón de Dios después de morir. Es claro, pues, que la expresión “ni en este siglo ni en el venidero” enfatiza el hecho de que nunca habrá perdón. La doctrina de un supuesto “Purgatorio” donde algunos sufren por un tiempo antes de ir al cielo es pura fábula[153].
Jesús recogía. Él vino al mundo para recoger a todas las ovejas perdidas de la casa de Israel[154], pero los fariseos desparramaban[155].
No puede haber neutralidad. El pueblo tuvo que escoger entre la verdad de Jesús o la mentira de los fariseos. No podían ser neutrales. Si no ayudaban a Jesús, entonces favorecían a los fariseos. Todos los que rehúsan obedecer al Evangelio, fuera lo que fuera su motivo, automáticamente ayudan a Satanás.
¡Cómo se engañan solas muchas personas! Creen que son neutrales. Piensan que no se oponen a Jesús y su obra, aunque no se ocupan en ella; aprueban y aun defienden la verdad, hablan muy bonito de la Biblia y de la Iglesia, sin reconocer que en realidad se han puesto al lado del enemigo. La indiferencia no es meramente indiferencia, sino oposición. El creer solamente sin obedecer es resistencia contra Dios. Si no entregamos todo el corazón a Dios no le damos nada. ¡Que todos entiendan una cosa: La supuesta neutralidad es pura hostilidad contra Cristo!
17. El pecado imperdonable (Mateo 12.31-36; Marcos 3.28-30; Lucas 12.10).
¿Por qué no se perdona este pecado?[156] Esto es precisamente lo que hicieron los fariseos: Lo que era tan obviamente bueno y de Dios: La vida, el ejemplo, las enseñanzas y las maravillas de Jesús, ellos lo llamaron malo y del diablo. El propósito de ellos era profundamente malicioso. Jesús echó fuera los demonios por el Espíritu de Dios, pero los fariseos estaban resueltos a no creerlo, y se atrevieron a decir que ese poder era en realidad Satanás.
No había sacrificio bajo la ley de Moisés para el pecado cometido con soberbia. Números 15 describe la expiación para los pecados de “yerro”, pero en el versículo 30 dice: “Pero aquel que obre con desafío[157] ése blasfema contra el Señor, y esa persona será cortada de entre su pueblo”[158]. En esto vemos que el concepto de estar más allá de la salvación no era idea nueva.
¿Por qué blasfemaron los fariseos? ¿Por qué hablaron así? Porque el árbol, el carácter, era malo, y por eso el fruto, el habla, era malo. El árbol y su fruto son inseparables[159]. El árbol infunde en su fruto su propia naturaleza.
Jesús es un perfecto ejemplo del árbol bueno. Su fruto, su habla, su enseñanza, siempre era bueno. Si Jesús hubiera obrado no por el Espíritu Santo, sino por Satanás, entonces sus enseñanzas habrían sido corruptas. Los fariseos eran un perfecto ejemplo del árbol malo. Su fruto, su habla, su enseñanza, y en este texto el blasfemar contra el Espíritu Santo, siempre era malo. El punto es que cuando ellos blasfemaron contra el Espíritu Santo, en ese mismo acto exhibieron su fruto y demostraron que el árbol era malo. Demostraron que eran una generación de víboras. ¿Cómo se puede hablar lo bueno, siendo malos? El hablar es el fruto. No podía haber buen fruto porque el árbol, ellos, era malo. Solamente podían llevar fruto enfermo y corrupto. Porque por el fruto se conoce el árbol.
El hombre bueno saca cosas buenas del buen tesoro del corazón, y el hombre malo saca cosas malas del suyo. El “tesoro” de cada quien es la acumulación de todos sus pensamientos, deseos, planes, intentos, ambiciones, etc. De este “tesoro”, malo o bueno, saca buenas o malas palabras. Los fariseos sacaron de su “tesoro” malo, la blasfemia contra el Espíritu Santo. Al escuchar por muy poco tiempo las palabras de cualquier individuo sabemos mucho acerca de ellas. La boca revela el corazón.
Las palabras revelan el carácter, corresponden al carácter. Lo que los fariseos dijeron reveló lo que eran: La clase de árbol que eran, la clase de tesoro que tenían[160]. A veces alguien se enoja y pronuncia palabras malas que hieren y ofenden. Luego pide perdón diciendo: “Perdóneme, yo no quise decir eso”. La verdad es que lo que decimos espontáneamente, es decir, cuando no estamos en guardia, cuando no cuidamos las palabras y no nos preocupamos por lo que decimos es cuando revelamos la verdadera condición del corazón.
Algunos quieren justificar el pecado diciendo: “pero su corazón es puro”; es decir, se cree que Dios no condena nuestra mala conducta o nuestras palabras malas si nuestro corazón es recto. Pero aquí precisamente está el problema. La mala conducta y las malas palabras demuestran que el corazón no es puro ni recto.
Seremos juzgados por los hechos[161], pero también seremos juzgados por las palabras que revelan los pensamientos y el carácter. La palabra ociosa se usa del árbol estéril, de la tierra no sembrada y del hombre perezoso. No se refiere a la conversación inocente acerca de asuntos sociales y seculares, en contraste con conversación sobre asuntos religiosos; más bien, como vemos en este contexto, se refiere a las palabras de malicia, de calumnia, etc.
18. Volver atrás (Mateo 12.43-45; Lucas 11.24-26).
Aquí Jesús enfatiza las consecuencias de descuidar sus enseñanzas. Este texto es la continuación de lo que Jesús dijo acerca de los escribas y fariseos. Había echado fuera el demonio de un hombre. Algunos de los fariseos blasfemaron contra el Espíritu Santo, diciendo que Jesús tenía espíritu inmundo. Otros pidieron señal del cielo. Jesús les llama “generación mala y adúltera”, y dice que los de Nínive y la reina del Sur se levantarán en el juicio para condenarles.
Ahora sigue una ilustración que explica que la condición espiritual de esa generación seguiría de mal en peor a consecuencia de no aceptar a Jesús y sus enseñanzas. El espíritu inmundo sale del hombre. No dice que fue echado, sino que “sale”. Parece ser acto voluntario. Anda por lugares secos, buscando reposo, no lo halla. Los demonios querían ocupar cuerpos.
Vuelve a su casa desocupada, barrida, adornada. Su “casa” es el cuerpo del hombre que él había poseído. Esto indica que los demonios a veces volvían a entrar en un hombre después de salir o ser echados fuera de él[162]. Jesús dijo al demonio: “Sal de él, y no entres más en él”. En este caso Jesús prohibió que el demonio volviera a tomar posesión del hombre. Las palabras “barrida y adornada” indican que la casa estaba bien preparada para ser ocupada por los demonios.
Entonces trae otros siete espíritus inmundos peores que él. Esto indica que había comunicación entre los demonios. El número “siete” es número simbólico, muy común en el vocabulario de los judíos. Nosotros diríamos “muchos”. “Peores que él” indica que había grados de maldad entre los demonios. Algunos eran más depravados que otros. El espíritu inmundo, ahora acompañado por otros siete peores que él entran en el hombre para morar allí y el último estado del hombre era peor que el primero.
Primero son comparados con niños, y ahora con un endemoniado. En Mateo 11.16-19 Jesús comparó esa generación con niños que no podían ser complacidos por nadie. Ahora les compara con un hombre endemoniado. La lección enseñada claramente en este texto es que como la condición del hombre endemoniado se hizo peor, así también la condición de esa generación iría de mal en peor.
Es difícil saber si la primera parte de esta ilustración significa algo acerca de la condición de los judíos de esa generación. Algunos creen que el salir del demonio se refiere a que los judíos dejaron la idolatría durante el cautiverio en Babilonia, pero eso no era experiencia de los judíos del primer siglo. Otros suponen que había algo de mejoramiento en aquellos días debido a la influencia de Juan y Jesús. Sería difícil reconocer algún cambio bueno en ellos, pero una cosa es cierta: Los judíos, como nación, rechazaron a Jesús y aun lo crucificaron como criminal. También rechazaron el Evangelio, y en su rebelión se sometían cada vez más a las malas influencias de Satanás.
La casa “barrida, adornada” bien ilustra la actitud de los judíos hacia Jesús, y su plena rebelión abierta contra El; es decir, estaban dispuestos a recibir a Satanás para acabar con Jesús, el Evangelio y la Iglesia. De esta manera se preparaban a sí mismos para recibir a Satanás en su corazón para perseguir a Jesús y sus seguidores. Así, pues, dice Jesús que los judíos eran semejantes a un hombre poseído por muchos demonios. Dentro de otros cuarenta años, más o menos, la ciudad, el templo, y muchos de los judíos serían destruidos por los romanos.
Hay solamente dos reinos, dos caminos y dos destinos. No hay campo neutral. Según Lucas 11.23-26 esta ilustración sigue la declaración de Jesús que “El que no es conmigo, contra mí es; y el que conmigo no recoge, desparrama”. Era muy importante que sus discípulos y los judíos en general, reconocieran la necesidad de escoger entre Él y los fariseos. Todos tenían que examinar el fruto de cada “árbol”.
Tenían que examinar las enseñanzas de ambos, para saber el carácter verdadero de cada quien. Porque ya era sumamente claro que los judíos no podían aceptar y seguir a Jesús y también seguir escuchando a los fariseos y escribas. El momento de decisión ya había llegado. La blasfemia de ellos lo hizo aun más claro.
La Biblia enseña claramente que la condición espiritual de los discípulos de Cristo que vuelven atrás es peor de lo que era que cuando eran inconversos. Fue imposible renovarlos al arrepentimiento porque rechazaron el sacrificio de Cristo.
Hay peligro de que la conversión de algunos sea solamente la externa de ciertas reformas o enmiendas. Tal conversión no es genuina y no dura, pero la poca religión que los tales aceptaron es como una inoculación contra la religión verdadera de Jesús. Los tales creen y suponen que ya conocieron la verdad, que ya experimentaron la salvación y sus bendiciones, y no quieren saber más del Evangelio. Con razón su condición posterior es peor que la condición original. Hay que desechar toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones como si fueran demonios, porque verdaderamente son del diablo, y llenar el corazón con la leche espiritual no adulterada para que por ella crezcamos para salvación[163]. Hay que despojarnos del viejo hombre que está viciado conforme a los deseos engañosos, como si fuera un demonio, y renovarnos en el espíritu de vuestra mente y vestirnos del nuevo hombre.
Por lo tanto, no basta con simplemente echar fuera los demonios de la vida pasada. Es necesario llenar la vida con todas las cualidades preciosas de la vida cristiana. Este pensamiento se puede observar en Romanos 6.3-7; 12.1-2 y en todos los textos que describen la conversión y la nueva vida en Cristo. Muchos dejan de beber alcohol, dejan de fumar tabaco, y dejan otros vicios y luego en poco tiempo vuelven a ellos porque no llenaron su mente y sus actividades con cosas buenas. La vida no acepta un “vacío”. El vacío siempre se llena con algo.
Es necesario echar fuera al diablo y entonces es necesario que Dios more en nosotros, para que Satanás no vuelva a vivir en nosotros. Dios permanece en nosotros[164]. Cristo está en nosotros[165]. Habita Cristo “por la fe” en nosotros. Dicen algunos que “sienten” a Cristo en su corazón. Cristo no mora en nosotros en esa forma; no causa sensación física[166]. El Espíritu Santo mora en nosotros[167]. Nuestro cuerpo es Templo del Espíritu Santo[168]. Estos y otros muchos textos enseñan que Dios, el Padre, el Hijo, y El Espíritu Santo, vive o mora en nosotros y que nosotros estamos “en” Cristo, permanecemos en Dios. La Deidad habita o vive en su Tabernáculo, su Templo o Iglesia[169]. Dios habita en nosotros con tal que salgamos del mal. Tenemos que apartarnos de la contaminación del mundo para que Dios habite en nosotros.
La palabra “comunión” significa “participación”. Tenemos la dicha de participar en las cosas celestiales, las cosas de Dios[170]. Las palabras “participación” y “comunión” son idénticas. Somos “participantes de la naturaleza divina” si añadimos a nuestra fe virtud, conocimiento, dominio propio, paciencia, piedad, afecto fraternal y amor[171]. Significa estar bajo el poder, dirección e influencia de Dios. Estamos “en” Él, sostenemos una relación estrecha con Él, vivimos “conectados” con Él. Significa, pues, los efectos y bendiciones que recibimos de Dios. Los textos dicen que Dios vive o permanece en nosotros porque Dios es la fuente o causa de estos poderes y beneficios. En estos textos se emplea una figura de gramática en la cual la causa se pone por el efecto. Gozamos de los efectos de nuestra relación con Dios, y en lugar de hablar de los efectos o bendiciones se dice simplemente Dios, la causa o fuente de ellos. Es la figura llamada “metonimia”[172]. De otro modo, si Dios no mora en nosotros, entonces el diablo vuelve, ahora más fortificado que nunca, y será más difícil que nunca echarlo otra vez de nuestra vida.
Los endemoniados eran víctimas involuntarias del diablo, pero Judas permitió que Satanás entrara en él[173]. También Ananías y Safira permitieron que Satanás llenara su corazón para mentir a Dios[174]. También nosotros tenemos completo control sobre nuestro corazón. Si Satanás llena nuestro corazón, será con nuestro permiso.
19. Los verdaderos dichosos (Lucas 11.27-28).
Mientras Jesús enseñaba, una mujer gritó para que todos pudieran oírle diciendo: “Feliz el vientre que te trajo, y los pechos que mamaste”. Sin duda esta mujer había escuchando atentamente lo que Jesús decía y también había observado sus obras maravillosas. Con mucha emoción quería alabar a Jesús de esta manera indirecta, alabando a su madre. Lo que ella dijo fue semejante a lo que dijo Elizabet[175]. Estaba cumpliendo la profecía de María misma[176].
Es bueno que las emociones sean movidas por las palabras y los hechos de Jesús, pero también hay que ser realistas. Muchas personas ofrecen servicios a Dios con exagerada emoción, a veces dando rienda suelta a las emociones. Desde luego, el Evangelio nos debe afectar emocionalmente, pero Jesús quiere ver más que esto. Quiere ver una vida de obediencia. Esta respuesta de Jesús hace sentir a esa mujer que ella misma puede ser feliz como María lo fue al obedecer a Dios. Pero la enseñanza de la Iglesia de Roma es completamente diferente. Es sorprendente que, a pesar de la respuesta de Jesús, los comentaristas católicos se apoyen en las palabras de esta mujer para aprobar el culto a María.
En Lucas 8.19-21 se enseña que el ser pariente espiritual de Jesús es más importante que ser pariente físico. María misma hizo esto. Jesucristo era el Salvador de su propia madre, porque ella oyó y aceptó la palabra de Dios. Su relación física produjo una gran bendición, pero su relación espiritual produjo una bendición más grande. La bendición que recibió por creer en Jesús como el Hijo de Dios[177] y guardar su Palabra[178] era más grande que la bendición de ser la madre de Jesús. Si María no hubiera creído en la deidad de Jesús para seguirle como los demás discípulos, no habría sido bienaventurada.
La palabra “guardar”[179] expresa vigilar, montar guardia, guardar en el sentido de proteger[180], metafóricamente, guardar una ley[181]. Según el significado básico de la palabra, pues, podemos concluir que debemos “guardar” la Palabra en el corazón como un tesoro precioso. Si la guardamos de esa manera, entonces la guardaremos también en el sentido de obedecerla y practicarla.
Muchos oyen la palabra pero no por eso son “bienaventurados”, dichosos, felices, bendecidos, porque no la guardan[182]. Esto produce la verdadera felicidad.
El clero romano hace mal uso de los hermosos textos de Lucas 1.42, 48, afirmando cosas de ella que jamás entró en la mente de ella. Decir que “María es madre de Dios” es blasfemia. Por muchas razones esta expresión católica es blasfemia. Es blasfemia contra Dios, contra Cristo y contra María misma. María nunca dijo ni hizo nada para elevarse a sí misma. Ella no tiene nada de culpa por esta blasfemia. Es pura invención humana y carnal. María era mujer “bendita” y “bienaventurada” porque Dios la escogió para ser la “madre de Jesús”. Era mujer piadosa, y la última referencia a ella[183] nos dice que ella estaba con los fieles discípulos esperando los grandes eventos del día de Pentecostés, pero ella no aspiraba competir con su Hijo.
La afirmación de que María es una mediadora que escucha oraciones dirigidas a ella para entonces rogar a Jesús es enseñanza humana. En primer lugar es doctrina falsa, no enseñada en las Escrituras. Además insulta a Jesús nuestro único mediador[184]. Si Dios hubiera querido presentar a María como la persona a quién debemos dirigir las oraciones, Jesús o los apóstoles lo hubiesen presentado de manera clara en sus enseñanzas.
Desde la niñez y juventud Jesús amaba y respetaba a su madre[185]. Estaba sujeto a José y María. Es importante comentar que a Jesús nunca le faltó respeto por su madre. Aun en la cruz cuando estaba en tanta agonía se preocupó por el cuidado de ella, pero al meditar sobre la relación entre Jesús y su madre es importante recordar que cuando una mujer dijo: “Bienaventurado el vientre que te trajo, y los senos que mamaste”, Él respondió: “Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan”.
En este texto hay lecciones prácticas para nosotros. Siempre existe la tentación de dar preferencia a los de la familia física, pero recordemos Mateo 10.34-39 y Gálatas 6.10.
Hemos ganado una familia grande en Cristo. Muchas personas que obedecen al Evangelio son rechazadas por su familia, pero entonces ganan una familia muy grande de hermanos en Cristo[186]. Somos parientes de Jesús. Jesús no se avergüenza de llamarnos hermanos[187]. Entonces, nunca nos avergoncemos de llamarnos hermanos de Él.
20. La señal de Jonás (Mateo 12.38-42; Lucas 11.29-32).
Jesús comenzó a criticar a quienes solo buscaban señales. En Lucas les dice “generación mala” y en Mateo 12.39 se agrega la palabra “adúltera” para enfatizar su infidelidad como la “esposa” de Dios[188], ya que demandaban señal del cielo. Esto indica que para ellos todas las señales que Jesús había hecho no eran suficientes, pero recuérdese que cuando Juan envió a sus discípulos a preguntar a Jesús si era aquel “que había de venir”, Jesús dijo: “Id, y haced saber a Juan las cosas que oís y veis. Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio”; es decir, las señales que ya había hecho confirmaron que Él estaba cumpliendo las profecías acerca del Mesías “que había de venir”[189].
Probablemente estos judíos pidieron señal del cielo porque creían que Jesús no podría hacer tal señal, y luego ellos podrían decir: “¿Ya ven?, él es falso”. Era generación mala porque no pidieron evidencia para creer, sino para criticar a Jesús. No sabían nada de la bienaventuranza que viene a “los que oyen la Palabra de Dios y la guardan”. Es pecado rechazar la evidencia como lo hacían éstos. No les interesaba la verdad sino la defensa de su prestigio e influencia sobre el pueblo[190].
Ellos pedían señal, pero no les daría “sino la señal de Jonás”. No quiere decir que ya no haría más milagros para probar que Él era el Cristo, pero que de ninguna manera les daría la clase de señal que pedían, como la que sugirieron Jacobo y Juan[191], pero sí les daría una señal. Tampoco hizo señal cuando en otra ocasión se la pidieron[192]. Tampoco en Nazaret[193]. Tampoco para Herodes[194]. No haría la clase de milagro que ellos pidieron, pero les daría una verdadera señal que sería evidencia infalible que era el Hijo de Dios, porque después de estar sepultado por tres días y tres noches resucitó de entre los muertos. Esta señal sería aun más convincente que la señal de Jonás, el tipo de Cristo, que dio evidencia amplia de que él había sido comisionado por Dios para predicar a los ninivitas.
Es interesante observar cómo Jesús confirma la historia del Antiguo Testamento, hablando de Abraham, de Moisés, de Daniel, de Jonás, etc., como personas históricas. Muchos incrédulos se refieren al Antiguo Testamento como mitos o leyendas de los judíos. Para Jesús el Antiguo Testamento era historia verídica.
Porque así como Jonás fue señal dada a los ninivitas para probar que había sido comisionado por Dios a predicarles, también lo será el Hijo del Hombre a esta generación. Jonás fue señal a los ninivitas porque cuando los marineros lo echaron al mar, estuvo en el vientre del gran pez por tres días y tres noches. Algunos piensan que los ninivitas ni siquiera se dieron cuenta de ese milagro, pero si no lo hubieran sabido, entonces Jonás no habría sido señal a ellos. La sola predicación no era señal. El milagro de estar tres días y tres noches en el vientre del gran pez y luego ser echado en tierra por el pez “fue señal a los ninivitas” y bien prefiguraba la estadía de Jesús por tres días y tres noches en el corazón de la tierra y luego ser resucitado de allí.
Jonás salió del vientre del gran pez como si hubiera salido vivo de la tumba, así como Cristo salió vivo de la tumba. Esta señal era prueba de que Jonás era profeta enviado por Dios. De la misma manera Dios levantó a Jesús de entre los muertos para confirmar que le había enviado para ser el Salvador del mundo.
Como Jonás desapareció en el vientre del gran pez y de esa manera aparentemente terminó su obra, pero después de tres días y tres noches salió de allí para continuar su trabajo, así también Cristo desapareció en el corazón de la tierra y los judíos creyeron que ya habían acabado con Él, pero después de tres días y tres noches salió del sepulcro para continuar su obra.
“A la predicación de Jonás se arrepintieron”. Hay un detalle muy importante en esta expresión: La preposición “a” traduce la palabra griega eis que se usa en Mateo 26.28 “para” remisión de los pecados, y en Hechos 2.38, “para” perdón de los pecados. Se traduce “en” en varios textos, pero esta palabra siempre mira hacia adelante, no mira hacia atrás; es decir, debe traducirse para, en, a ó hacia. La preposición “eis” significa “para” y no “por causa de”. Sin embargo, los calvinistas que enseñan que la salvación es por “fe sola” insisten en que la palabra eis en Lucas 11.32 y Mateo 12.41 mira hacia atrás y significa “por causa de”, para probar que en Hechos 2.38 el bautismo no es para el perdón de pecados.
La idea de “por causa de” o “en consecuencia de” es un concepto ajeno a la Palabra. Es un concepto forzado. No es nada natural. Es verdad que los de Nínive se arrepintieron como consecuencia de la predicación de Jonás, pero eso no fue el sentido ni propósito de esta frase. Para decir eso se hubiera usado la preposición “dia” en lugar de “eis”. Como en Mateo 26.28, Cristo derramó su sangre “para” el propósito de remitir los pecados del hombre. Por eso se traduce “para remisión de los pecados”. También el bautismo es “para” obtener el perdón de los pecados. Por eso se traduce “para perdón de los pecados”. La expresión “para perdón de los pecados” hallada en Mateo 26.28 y en Hechos 2.38 es la misma. Es idéntica, sin variación alguna. Pero no debe de pensarse que solo el bautismo es necesario para la salvación, sino que va antecedido de oír la Palabra, creerla, arrepentirse de los pecados, confesar a Jesús como Señor y precedido con la santificación, “porque sin santidad nadie verá al Señor”[195].
Según los calvinistas el bautismo mira hacia atrás y que somos bautizados porque nuestros pecados ya fueron perdonados por la fe sola. Pero según esta doctrina falsa, el arrepentimiento también sería requerido por causa de los pecados ya perdonados, porque Pedro requiere dos cosas, tanto el arrepentimiento como el bautismo, para obtener el perdón. Asimismo, según esta falsa doctrina, Cristo murió en la cruz porque los pecados del hombre ya fueron perdonados. Esta doctrina obliga a sus proponentes a negar el significado obvio de una palabra griega.
La reina del Sur se levantará en el juicio con los hombres[196] y los condenará; porque ella fue a escuchar la sabiduría de Salomón. En 1 Reyes 10.1-10 leemos de la visita de la reina de Sabá. Había oído de Salomón pero quería escucharle en persona. Para hacerlo hizo un viaje largo[197], inconveniente y hasta peligroso, para hacerlo. Había pocos libros en aquellos tiempos y la manera mejor de saber de la famosa sabiduría de Salomón sería visitarlo y conversar con él. Por eso, esta mujer famosa se esforzó grandemente para escuchar a Salomón, un mero hombre que enseñaba principalmente sobre temas terrenales. Sin embargo, para los escribas y fariseos la verdad estaba cerca, pues cada día Jesús enseñaba en el Templo[198]. Además, Jesús no era un mero hombre. Era Emmanuel, Dios con nosotros. Había venido desde el cielo para llevar el mensaje a ellos. No tuvieron que hacer un viaje largo para tener acceso a Jesús, pues enseñaba a diario en sus sinagogas y en el Templo.
Salomón era muy honrado por esta reina del Sur, mientras que Cristo era deshonrado por los escribas y fariseos. La reina “vino a probarle con preguntas difíciles”[199] y aceptó sus respuestas, mientras que los escribas y fariseos le hicieron preguntas capciosas a Jesús y no aceptaron la verdad que les enseñó. Ella era sincera y “le expuso todo lo que en su corazón tenía”[200] pero los escribas y fariseos eran hipócritas y sólo querían destruir a Jesús. “Salomón le contestó todas sus preguntas, y nada hubo que el rey no le contestase”[201]; compárense las preguntas hechas a Jesús sobre quién es el mayor en el Reino[202]; sobre el matrimonio y el divorcio[203]; sobre la autoridad[204]; sobre la cuestión del tributo para César[205]; sobre la resurrección[206]; sobre qué hacer para heredar la vida eterna[207]; sobre quién es mi prójimo[208], etc. Desde luego, sus respuestas eran perfectas en todo sentido. De hecho, el Nuevo Testamento de Jesús contesta toda pregunta con respecto a la vida y la piedad[209].
La reina de Sabá era sincera y personalmente quería aprender la verdad. Quería hacer su propia investigación, quería oír y ver por sí misma. Luego después de todo, dice: “Verdad es lo que oí en mi tierra de tus cosas y de tu sabiduría; pero yo no lo creía, hasta que he venido, y mis ojos han visto que ni aun se me dijo la mitad”[210]. Con razón se levantará en el juicio para condenar a los judíos y a todos los que rechazan a Cristo. Imagínese cómo hubiera sido la actitud de esta mujer si hubiera vivido en los días de Jesús.
En base a lo que se dice de Salomón en el Antiguo Testamento los judíos lo tenían en alta estima, pero los hechos y sabiduría de Salomón no se podían comparar con los hechos y sabiduría de Jesús y lo rechazaron.
Los hombres de Nínive se levantarán como los testigos que se ponen de pie para testificar ante el tribunal, en el juicio con esta generación que era más favorecida con respecto al conocimiento del verdadero Dios, y a las enseñanzas de su Hijo, y la condenarán; porque a la predicación de Jonás se arrepintieron. Lo que Jesús dice aquí se puede comparar con lo que dice en Lucas 10.12-15, pero aquí hay una diferencia. Al hablar de Sodoma y de Tiro y Sidón, habla de lo que pudiera haber sucedido, mientras que aquí, con respecto a Nínive, habla de lo que en realidad sucedió. El arrepentimiento de los paganos, como también su búsqueda de la sabiduría, con mucho menos oportunidades, avergonzaría la pereza e incredulidad de los judíos.
Los de Nínive, gentiles, se levantarán en el juicio para condenar a estos judíos. Porque aunque Jonás no hizo milagros, los de Nínive se arrepintieron cuando oyeron su predicación, pero estos judíos no se arrepintieron cuando oyeron la predicación de Jesús, el Hijo de Dios, que estaba acompañada de toda clase de milagros hechos repetidas veces. Las oportunidades de los judíos eran mucho más grandes que las de los de Nínive. Sin embargo los judíos no las aprovecharon pero los de Nínive sí. Recuerde que la oportunidad de arrepentirse y evitar el castigo de Dios es una gran bendición. Les convenían a los judíos imitar a los de Nínive, arrepintiéndose en saco y ceniza, en lugar de jactarse de ser hijos de Abraham, como si eso fuera garantía de que nada malo les podría suceder. La predicación de Juan y Jesús era diseñada para convencerles que eran como un árbol corrupto que estaba a punto de cortarse.
21. El ojo (Lucas 11.33-36).
La ilustración de este pasaje se debe aplicar según el contexto: Cuando Jesús dice esto en el Sermón del Monte[211] explica la aplicación de la enseñanza: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”. Comparando Lucas 8.16-17 con Lucas 12.2-3, parece que lo que Jesús dice se aplica a la obra de los apóstoles. Jesús les habló a ellos empleando parábolas y limitó su misión a “las ovejas perdidas de la casa de Israel”, pero su ministerio futuro había de ser mucho más extenso, a todas las naciones[212], y su mensaje sería en palabras claras y literales. A esto Jesús se refiere en Lucas 12.3: “todo lo que habéis dicho en tinieblas a la luz se oirá; y lo que habéis hablado al oído en los aposentos, se proclamará en la azoteas”. Sin embargo, la conclusión encontrada en Lucas 8.18, “Mirad, pues, cómo oís” parece ser semejante al contenido de Lucas 11.33-36, porque los apóstoles serían los embajadores de Cristo[213], sus testigos, sus mensajeros y, por eso, era indispensable que oyeran con cuidado la enseñanza de Cristo.
Algunos oyen solamente para criticar al orador[214], pero algunos oyen de buena gana[215] y con toda solicitud[216]. Debemos oír como los de Marcos 12.37 y los de Berea. Oír para ser bendecidos[217]. Oír para tener fe salvadora[218]. Oír para no desviarnos[219]. Oír para no ser rechazados[220]. Oír para llevar fruto[221].
Aquí en Lucas 11.33-36 Jesús está amonestando a los fariseos por no aprovechar la luz que revelaba que Él era el Cristo. No podían decir que la luz de Cristo estaba puesta debajo del almud. Como Pablo dijo al rey Agripa: “Pues el rey sabe estas cosas, delante de quien también hablo con toda confianza. Porque no pienso que ignora nada de esto; pues no se ha hecho esto en algún rincón”[222].
El Antiguo Testamento preparó el camino para su venida y las señales que hizo eran más que adecuadas para proclamar su Deidad y que cumplía todos los tipos, sombras y profecías que apuntaban hacia Él.
Se trata, pues, de la luz del conocimiento del Evangelio de Jesús. Jesús es la luz del mundo[223], la verdadera revelación de Dios[224], pero los fariseos no solamente no recibieron esta luz, sino que trataban de ocultarla porque preferían las tinieblas.
La luz entra a través del ojo. El ojo no es el origen de la luz, sino la ventana por la cual la luz entra al cuerpo, la vida. La relación entre el afecto, el corazón y el alma es como la relación entre el ojo y el cuerpo. “Cuando tu ojo es bueno”, literalmente, sano, sincero y, por eso, dispuesto para lo bueno. Si hubieran tenido ojo bueno, habrían aceptado la verdad que Jesús les enseñaba. Si su ojo hubiera sido bueno habrían visto a Jesús como “más que Jonás” y “más que Salomón”.
“Pero cuando tu ojo es maligno, también tu cuerpo está en tinieblas”. Los fariseos no dejaron que la luz de Cristo alumbrara su corazón[225]. La oscurecían con su rebeldía, sus tradiciones[226], con su hipocresía[227], etc. Cerraron sus ojos a toda la evidencia y pidieron “señal del cielo” porque no tuvieron ojo bueno. Su ojo era maligno; por eso, estaban llenos de tinieblas. Usaban todos sus miembros: Los pies, las manos, la boca, para tentarle y perseguirle. En lugar de confesarle con su boca[228], hablaban blasfemias contra Él. La ignorancia y rebeldía de los fariseos no se debió a la falta de oportunidad; la luz de Dios brillaba en medio de ellos. Más bien se debió a su ojo malo, su prejuicio, su corazón perverso. Cuando pidieron “señal del cielo” no querían más luz, pues no aprovechaban la luz que ya tenían. Solamente vieron a Jesús como cómplice de Satanás.
El ojo malo es ojo enfermo. Es el opuesto del ojo bueno. “Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra”. Si no hacemos esto, el tiempo pronto llega en que no podemos ver cosas espirituales[229]. Muchos se han cegado completamente por no querer aprovechar la luz[230].
Ahora Jesús se dirige a cada quien individualmente. ¿Qué ha hecho la luz del Evangelio en nuestro corazón y en nuestra vida? ¿Ha producido los cambios que el Señor quiere? ¿Ha producido el fruto del Espíritu[231]? O ¿somos simplemente “miembros de la iglesia” en los cuales la “luz” no es luz sino todavía tinieblas? Para evitar que la luz en nosotros sea tinieblas debemos evitar todo prejuicio, orgullo, venganza, concupiscencia, etc. Es una penosa situación que la misma luz sea tinieblas. Esto sucede cuando el ojo del alma está demasiado enfermo para ver la luz de Cristo.
Si la vida es enteramente espiritual sin nada de las obras de la carne[232], esta persona verdaderamente habrá perfeccionado la santidad en el temor de Dios[233] y será todo luminoso, como cuando una lámpara te alumbra al máximo.
22. Hipocresía farisea (Lucas 11.37-52).
Luego que hubo hablado, le rogó un fariseo que comiese con él; y entrando Jesús en la casa, se sentó a la mesa. Es extraño que los fariseos que tanto se oponían a Jesús, le invitaran a comer con ellos. También estuvieron varios compañeros de este fariseo. Jesús comía con publicanos y también con fariseos, porque vino para buscar y salvar a los que se había perdido[234]. Los fariseos estaban tan perdidos como los demás pecadores.
Como buen fariseo, se extrañó que Jesús no se hubiese lavado antes de comer. Aquí hay que hacer una distinción entre el lavamiento higiénico y el lavamiento ritual ordenado por la tradición de los ancianos. Jesús y sus discípulos no violaban la ley de Moisés, sino la tradición de los ancianos, que para muchos judíos era más importante que la ley de Moisés, como veremos en este mismo texto. No solamente se lavaban las manos antes de comer, sino que también se bañaban después de andar afuera donde sus cuerpos podían tocar, o ser tocados por, personas inmundas, mayormente gentiles.
El verbo usado está en primer aoristo griego de indicativo, pasivo, de baptizo, sumergir o hundir. Aquí se aplica a las manos. Era costumbre judía poner las manos dentro de agua antes de comer, y frecuentemente entre platos, para purificación ceremonial.
Dios se preocupa por la limpieza del cuerpo que es templo del Espíritu Santo, pero se preocupa aun más por la limpieza del hombre interior, el corazón[235].
Muchos piensan que no sería correcto que el huésped reprendiera al anfitrión, pero Jesús vivía según una ley mucho más elevada que la de “buenos modales”. El siempre hacía el papel de Buen Médico que solamente busca la sanidad de los enfermos.
La sincera benevolencia hacia los necesitados purificaría “lo de fuera del vaso y del plato”. Si la practicaran, no tendrían que ser tan preocupados con la limpieza ceremonial. Los fariseos amaban el dinero[236], eran avaros. Los que dan dádivas con sinceridad y amor no son egoístas sino misericordiosos[237]. El dar donativos refleja amor, misericordia y compasión. Con estas cualidades internas habrá menos problemas con la contaminación externa.
Los israelitas tenían de diezmar para sostener a los levitas[238], y la menta y la ruda eran plantas aromáticas que se encontraban en las huertas del pueblo. Para los escribas y fariseos todos los actos externos eran muy importantes y, por eso, obedecían la ley del diezmo en las cosas más pequeñas. El diezmar era importante, pero les convenía dedicarse a la justicia y el amor de Dios con el mismo fervor que mostraban en diezmar las semillas más pequeñas. La ley del diezmo era ley provisional, necesaria para un tiempo limitado y para ciertas personas en particular, pero “la justicia y el amor de Dios” son de más peso porque siempre han afectado a toda la familia humana, y lo harán hasta el fin. La justicia tiene que ver con el tratamiento correcto del prójimo; el amor de Dios incluye la misericordia que significa la disposición de mostrar compasión y ayudar al prójimo, siendo paciente y tolerante en imitación de Cristo. Estas cualidades no tenían importancia para los fariseos, como se ve principalmente en su actitud hacia Jesús.
Hoy en día, muchos de los que asisten cumplidamente a los servicios religiosos son deshonestos, egoístas y duros en su trato de la gente. Los escribas y fariseos condenaban a los discípulos por no lavar las manos antes de comer, pero su corazón estaba endurecido hacia los pobres, enfermos, ciegos, leprosos y pecadores. El Nuevo Testamento habla mucho del amor fraternal, pero los escribas y fariseos no sabían nada de esta virtud. Muchos religiosos entienden y practican los actos externos mejor que “la justicia, la misericordia y la fe”. Cristo dice claramente que “lo más importante de la ley” son estas cualidades internas, las características de un corazón convertido al Señor.
El diezmar correctamente, de acuerdo al plan y propósito de Dios, era practicar la justicia hacia Dios[239], la misericordia hacia los pobres toda hortaliza[240] y la fidelidad hacia sus semejantes[241].
Parece que los escribas y fariseos no se daban cuenta de su inconsecuencia. Profesaban estar dedicados a la ley de Moisés[242], pero la quebrantaban para apoyar sus tradiciones[243]. Al diezmar los escribas y fariseos solamente cumplían con un requisito externo sin tomar en cuenta el significado del acto. Los cristianos deben ser consecuentes[244] y no dar preferencia a ciertas leyes al descuidar otras[245]. Existe el peligro de que tengamos mucho celo por algunos requisitos más fáciles y poco celo por otros mandamientos que no nos conviene.
La ley de Moisés requería que los israelitas pagaran el diezmo de los frutos de la tierra y del ganado[246]. El diezmo era entregado a los levitas para el sostén de ellos y el culto[247]. El pueblo descuidaba la práctica en los días del profeta Malaquías[248]. Los levitas también tenían que diezmar[249].
Además de diezmar, los israelitas tenían de observar las siguientes leyes:
a) Tenían que dejar una parte de la cosecha para los pobres[250].
b) Los primogénitos del pueblo, como también del ganado, eran posesión peculiar de Dios; el pueblo podía redimirlos dando dinero a los levitas[251].
c) Hacían votos de pagar ofrendas voluntarias[252].
d) Cualquiera podía arrancar espigas de la cosecha del prójimo, solo que no aplicara hoz[253].
El pueblo hacía muchas ofrendas voluntarias para el Tabernáculo y el Templo, y a veces daban de más[254].
Los judíos se sentían muy piadosos por ser cumplidos en diezmar[255]. Jesús no prohibió diezmar a los judíos, más bien por el contrario, dijo que no dejaran de hacerlo[256]. Jesús enseñaba el diezmo para los judíos, porque les enseñaba a guardar toda la ley, incluyendo el guardar el sábado y diezmar[257].
El diezmar no era “ofrendar”; aparte de pagar el diezmo para sostener a los levitas[258], los israelitas ofrendaban voluntariamente. En segundo lugar, Jesús no hablaba aquí del diezmar, sino de la sinceridad. Eran hipócritas los escribas y fariseos[259]. Nuestra justicia tiene que ser mayor que la “justicia” de ellos, es decir, la “justicia” que Jesús describe en estos textos. Sin embargo, es bueno comparar el ofrendar del cristiano con las ofrendas de los judíos, porque a veces estos eran muy generosos bajo una ley imperfecta. Nos conviene ser aun más generosos porque vivimos bajo la perfecta ley de libertad. Debemos estar sumamente agradecidos por la gracia de Dios demostrada en la muerte de Cristo.
La ley del Nuevo Testamento con respecto a ofrendar se halla en tales textos como Hechos 11.27-30; 1 Corintios 16.1-4; 2 Corintios 8.1-9; 9.6-10, etc. Los que imponen el diezmo ahora imponen un mandamiento de hombres[260], porque no es una ley de Cristo. Dios no especifica un porcentaje que debiéramos ofrendar, sino que quiere el corazón y, por eso, dice: “Cada uno dé como propuso en su corazón”[261]. El caso de los macedonios es un buen ejemplo de esto[262]. El cristiano pertenece al Señor cuerpo y alma[263].
El diezmar pequeñas semillas mostraba la escrupulosa conciencia de los fariseos, siendo bienes susceptibles de comercialización.
Las primeras sillas en las sinagogas era un banco semicircular que miraba de frente a la congregación. Las “salutaciones” que les gustaban no eran simple saludo de cortesía sino que les saludasen como Rabí, Maestro, Padre u otro título de honor. La explicación de Jesús identifica el mal de llevar títulos como el usurpar a Dios como Padre y a Cristo como Maestro. Desde luego, hay maestros en la iglesia[264], y por implicación Pablo se refiere a sí mismo como el padre de los corintios[265], pero lo que se condena es el uso de títulos religiosos. Pablo nunca se refiere a sí mismo como “Padre Pablo”, y nunca llamó a los otros apóstoles el “Padre Pedro” o el “Padre Juan”, mucho menos el “Reverendo Padre fulano de tal”. El uso de tales títulos entre los que profesan ser seguidores de Cristo es innegablemente una marca de apostasía.
Imagínese el dilema de algún israelita piadoso que viniendo de lejos para celebrar alguna fiesta solemne en el Templo pasara por encima de un sepulcro sin saberlo y estar inmundo por una semana y no poder participar en la adoración a Dios. Por eso, se blanqueaban los sepulcros[266]. El punto aquí es que los fariseos eran un estorbo para el pueblo que quería servir a Dios. Su hipocresía ocultaba su naturaleza verdadera, de tal manera que los hombres fueron lastimados y corrompidos por su influencia sin darse cuenta de ello. Toda la nación había sido contaminada por los fariseos.
Los judíos embellecían lo que es abominable. Sin saberlo el pueblo podía caer bajo la influencia y contaminación de los fariseos.
Uno de los intérpretes de la ley manifestó que se sentía insultado con las palabras de Jesús. Lo que Jesús dice a estos fariseos y expertos de la ley no fue dicho con el propósito de insultarles y ofenderles, sino que con todo amor les habló de esta manera con el propósito de salvar sus almas.
Jesús les dijo más, ya que no solamente no guardaban las muchas tradiciones que imponían sobre el pueblo, sino que tampoco guardaba la ley de Moisés[267]. Las “cargas pesadas y difíciles de llevar”[268] no eran los mandamientos de la Ley escrita, sino las tradiciones que ellos agregaban a la ley de Moisés. Lo que Jesús dice no se debe confundir con Hechos 15.10: “Ahora, pues, ¿por qué tentáis a Dios, poniendo sobre la cerviz de los discípulos un yugo que ni nuestros padres ni nosotros hemos podido llevar?” La ley de Moisés era un “yugo”, pero también la ley de Cristo es un yugo[269]. Pedro simplemente afirma lo que Pablo afirma en Romanos 3.23 que todos habían pecado; es decir, solamente Cristo guardó la Ley de Moisés perfectamente, pues todos los demás pecaron. Pero Cristo no se refiere a esa Ley, sino a las tradiciones que Él había condenado[270].
Los escribas y fariseos tenían unos treinta reglamentos sobre la guarda del sábado. Sin embargo, inventaban salidas[271] cuando ellos mismos no querían guardarlos. Decían que arrancar espigas y comer el grano en día de reposo restregándolo con las manos[272] equivalía a segar y trillar; y que sanar una persona en el día de reposo era incorrecto a menos que la vida de ese individuo estuviera en un peligro inminente[273]. Una de las tareas que se prohibían en día sábado era atar nudos, de marineros o camelleros, y en sogas. Pero una mujer podía atar un nudo en su cinto. Por lo tanto, si se quería sacar agua del pozo no se podía atar una cuerda al cubo, pero sí el cinto de una mujer.
“Edificar” los sepulcros era reconstruir y embellecerlos. De esta manera querían dejar la impresión de que ellos honraban a los profetas, pero la única manera de honrarlos es poner en práctica sus enseñanzas. Esto no lo hacían. No tenían comunión con los profetas, sino con los que les dieron muerte. A los únicos que admiraban eran a los profetas muertos; cuando se encontraban con uno vivo intentaban matarlo. Honraban a los profetas muertos con tumbas y memoriales, pero deshonraban a los que vivían con persecución y muerte.
En lugar de honrar a los profetas, en realidad estos terminaban la obra de sus padres; es decir, sus padres los mataron y estos edifican sus tumbas. Durante los días de Moisés, los buenos hombres eran Abraham, Isaac y Jacob, pero Moisés debería ser apedreado. Durante los días de Samuel, los buenos hombres eran Moisés y Josué, pero Samuel debería ser rechazado. Durante los días de Jesús, los buenos hombres eran Samuel y los profetas pero Jesús debería ser apedreado.
¿Por qué se demandaba de esa generación la sangre de todos los profetas? Porque el rechazar a Cristo era como el colmo o clímax del rechazamiento de los que fueron enviados por Dios para la salvación de su pueblo. Decir desde Abel hasta Zacarías es decir “desde el primero hasta el último”. Al rechazar a Jesús los judíos perpetuaban la práctica de sus antepasados de rechazar a los mensajeros de Dios. Desde luego, si ellos hubieran aceptado a Jesús, habrían evitado este juicio; es decir, la sangre derramada por sus antepasados no se habría demandado de ellos. Sin embargo, ellos no solamente persistían en la misma práctica de sus padres, sino que hicieron peor que todos, persiguiendo y matando al Hijo de Dios. La parábola de los labradores malvados[274] bien ilustra la práctica de generaciones pasadas y la de la presente generación. Así pues estos judíos mostraban su aprobación de la muerte de los profetas al perseguir y matar a Jesús.
El conocimiento verdadero del evangelio de Cristo es la “llave” que abre el Antiguo Testamento. ¿Cómo quitaron esta llave los escribas que eran “expertos” de la Ley? Al enseñar que el trabajo principal del Mesías sería la liberación de los judíos de sus enemigos, los romanos, y que el Reino del Mesías sería reino terrenal, con bendiciones físicas para el pueblo de Israel. Rehusaron enseñar la verdad obvia enseñada en tales textos como Isaías 53 sobre el sufrimiento del Mesías como también Isaías 2.2-4 sobre la naturaleza espiritual del Reino del Mesías. No querían admitir que el Reino se había acercado[275], que todo lo que decían los profetas acerca del Mesías se estaba cumpliendo en Jesús[276].
Rehusaron aprender y aceptar la verdad de que Cristo es el Mesías No aceptaron a Cristo y como expertos de la Ley hicieron todo lo posible por evitar que la gente creyera en Él. Ellos no enseñaban la Ley de Moisés con sus tipos y figuras que apuntaban a Cristo. No enseñaban las profecías que apuntaban hacia Cristo. No hicieron como el escriba del cual Jesús habla en Mateo 13.52. Más bien, enseñaban sus propias tradiciones y por medio de ellas, quebrantaban la ley de Dios[277]. Estos expertos de la Ley eran los “ladrones” más criminales de todos porque “robaban” al pueblo de la posesión más valiosa, el conocimiento de la verdad. El pueblo puso su confianza en ellos para ser enseñados correctamente. No tenía cada quien su ejemplar de las Escrituras y eran dependientes de sus maestros, y estos expertos de la Ley les traicionaron, aprovechándose de la confianza de la gente.
Lo mismo se puede decir de todos los falsos “intérpretes expertos” de la ley de Cristo: El clero romano engaña a millones, imponiendo las tradiciones de la iglesia como más importantes que la Palabra de Dios. Los pastores y evangelistas evangélicos engañan a otros millones con el calvinismo, que es una interpretación equivocada acerca del pecado y la gracia de Dios. Así también otros grupos materialistas, como los Adventistas de Séptimo Día que confunden La ley de Moisés y la Ley de Cristo; los ancianos-jóvenes mormones y los russellistas. En fin, todos los que enseñan y promueven los mandamientos y doctrinas de los hombres que tergiversan las Escrituras.
Ahora, con la abundancia de Biblias traducidas a los idiomas y dialectos del mundo entero, todos pueden estudiar por sí mismos y evitar que los falsos maestros les quiten la llave de ciencia.
23. Acoso fariseo (Lucas 11.53-54).
Diciéndoles él estas cosas, las reprensiones, los tres ayes que pronunció sobre los fariseos y los tres ayes sobre los intérpretes de la ley; se sintieron heridos en lo más hondo por aquellos ayes que dejaban al desnudo toda la hueca hipocresía de ellos, los escribas y los fariseos comenzaron a acosarle[278], fueron provocados en lo más vivo, en gran manera, y a provocarle a que hablase de muchas cosas; así estaban acechándole, y procurando cazar, como el lobo quiere apresar el cordero, alguna palabra de su boca para acusarle.
Preguntan sobre el tributo a César[279] ya que cuando se hacen preguntas necias y capciosas que son muy molestas, cualquier maestro está en peligro de enojarse y dar respuestas precipitadas que no convienen, pero Jesucristo el Maestro de maestro nunca cayó en tal trampa. Se dieron cuenta de que no podían atraparle, por eso se resolvieron a darle muerte.
24. Consejos.
a. No temáis (Mateo 10.24-33; Lucas 12.1-12).
Las enseñanzas y reprensiones registradas en Lucas 11 se dirigieron a los fariseos. En el capítulo 12 Jesús se dirige a sus discípulos y habla de los fariseos.
La levadura mala de los fariseos leudaba toda la masa del judaísmo[280]. Penetraba y se difundía para empapar la sociedad judaica, como la levadura de tradiciones, leyes humanas, supersticiones y opiniones de los líderes religiosos ha saturado el mundo religioso moderno. Aun la Iglesia no ha escapado de su infame influencia, pues hay predicadores de renombre que, por no recibir el amor de la verdad, quedan enamorados del error. Pero aquí Jesús describe la hipocresía de los fariseos como levadura.
La verdad siempre saldrá a luz[281]. Al hablar de estas cosas, no había radio, televisión, periódicos, etc., por lo que Jesús usa la costumbre de aquella época, cuando las proclamas se hacían desde las azoteas, a donde subía el heraldo y gritaba la noticia que debía informar.
Este es un argumento irrefutable contra los materialistas, los que enseñan que el hombre no es inmortal, sino solamente material o físico y que cuando muera deja de existir. Los materialistas más conocidos son los russellistas y los adventistas del séptimo día. Según ellos, al morir, el hombre queda aniquilado y ya no existe de manera alguna. Sin embargo, Jesús dice que hay algo más después de y aparte de la muerte física que es peor que la muerte física.
[1] Lucas 9.51; 13.22; 17.11.
[2] Lucas 4.16-30.
[3] Lucas 8.37.
[4] Lucas 13.34.
[5] Marcos 3.17.
[6] Mateo 20.20-22.
[7] Ruth 1.16.
[8] Revelación 14.4.
[9] Mateo 8.28-34.
[10] Lucas 9.53.
[11] Juan 5.18.
[12] Juan 6.66.
[13] Mateo 27.23.
[14] Mateo 10.34-37; 16.24; Lucas 14.33.
[15] Mateo 16.21.
[16] Lucas 2.12.
[17] Lucas 8.3; 10.6-7.
[18] 2 Corintios 8.9.
[19] Efesios 4.14.
[20] Mateo 7.29; Juan 7.46.
[21] Juan 2.24-25.
[22] Lucas 14.28.
[23] Mateo 8.21. BLS
[24] Mateo 14.12.
[25] Hechos 8.2.
[26] Números 19.11-22.
[27] Juan 6.60.
[28] Mateo 9.9.
[29] Éxodo 13.2, 22.29; 2 Corintios 8.5.
[30] Mateo 5.29-30; 18.8-9.
[31] Juan 6.60, 66.
[32] Mateo 8.22. BL95
[33] Mateo 5.29-30, 32; 15.1-12; 19.21; Juan 6.
[34] Hechos 18.18.
[35] 1 Reyes 18.21; Oseas 10.1-2
[36] Santiago 4.8.
[37] Hebreos 12.2; Filipenses 3.13-14.
[38] 2 Pedro 2.20-22.
[39] Lucas 9.22-23.
[40] Hechos 1.21-22.
[41] Eclesiastés 4.9.
[42] Juan 4.35.
[43] Lucas 12.10; 22.15; Juan 2.24-25, 8.6; Efesios 5.15.
[44] Romanos 16.18; Filipenses 2.15; Hebreos 7.26.
[45] Deuteronomio 24.15; 1 Corintios 9.9-14; 1 Timoteo 5.18.
[46] Hechos 2.
[47] Hechos 8.12.
[48] Deuteronomio 32.32; Isaías 1.10; Ezequiel 16.46, 48; 2 Pedro 2.6.
[49] Lucas 12.47.
[50] Isaías 23.1-18; Ezequiel 26.1-28.26; Joel 3.4-8; Amós 1.9-10; Zacarías 9.2-4.
[51] Cilicio: material grueso y rústico usado para hacer costales para cargar mercancía y otros artículos sobre los camellos
[52] Isaías 14.11-16.
[53] Isaías 14.11-13 y Mateo 11.23.
[54] Las letras griegas representadas por las letras castellanas.
[55] Hechos 2.27, 31.
[56] Salmos 139.7-8.
[57] Hebreos 12.9.
[58] 1 Corintios 15.50.
[59] Lucas 23.43.
[60] Hechos 2.31, 37.
[61] Hechos 1.9-11.
[62] 1 Corintios 15.44.
[63] Lucas 11.21-22; Juan 12.31-32; 16.11; Hebreos 2.14-15; 1 Juan 3.8, etc.
[64] Isaías 4.3; Daniel 12.1; Filipenses 4.3; Revelación 3.5; 20.12, 15.
[65] Mateo 5.1-12.
[66] Hechos 10.34; Romanos 2.11.
[67] Mateo 11.28-30.
[68] Hechos 26.26.
[69] Mateo 10.30; 28.20; Juan 10.27-28; Romanos 8.28-39; 16.20.
[70] 1 Corintios 1.18-23.
[71] 1 Corintios 1.26-31.
[72] 2 Corintios 4.3-4.
[73] 2 Tesalonicenses 2; 1 Timoteo 4.1-4.
[74] Los llamados “Testigos”.
[75] Romanos 12.16.
[76] 2 Tesalonicenses 2.10-12.
[77] 1 Tesalonicenses 5.21.
[78] 1 Corintios 1.21.
[79] Mateo 18.2-5.
[80] Mateo 11.16; 1 Corintios 14.20; Efesios 4.14.
[81] Hechos 17.11.
[82] Mateo 9.6.
[83] Mateo 2.2; 28.17; Juan 9.38.
[84] Mateo 15.1-9; 23.3-4.
[85] 1 Juan 5.3.
[86] Mateo 15.2.
[87] Santiago 1.13.
[88] Mateo 23.3-4.
[89] Eclesiastés 7.29; Romanos 3.23.
[90] Jerusalén, a unos 900 metros de altitud sobre el nivel del mar, a Jericó, más de 300 metros bajo el nivel del mar Mediterráneo. Puesto que la distancia entre Jerusalén y Jericó, hacia el oriente, es de más o menos 27 kilómetros, es obvio que el descenso es bastante es bastante empinado, además, este camino corre por terreno montañoso. Es escabroso y rocoso, y durante los días de Cristo en el mundo, y en realidad hasta hace poco, era peligroso para viajar, bordeado como estaba por muchas cuevas y hondonadas que podían facilitar la huida de ladrones y otros criminales tanto que se le conoce como el “camino rojo de sangre”.
[91] Muchos de los sacerdotes vivían en Jericó.
[92] Deuteronomio 22.2.
[93] Mateo 23.23.
[94] Los levitas eran ministros o ayudantes en el Templo.
[95] Juan 8.48.
[96] Mateo 5.44-48; 7.21-27.
[97] 1 Juan 3.18.
[98] Juan 14.15, 23-24.
[99] Mateo 7.21; 12.50.
[100] Juan 11.27.
[101] Mateo 11.29.
[102] Mateo 22.27.
[103] Juan 4.31-33.
[104] Tito 2.5; Proverbios 31:25.
[105] Romanos 12.13; 1 Timoteo 5.10; Hebreos 13.2; 1 Pedro 4.9.
[106] Mateo 6.33.
[107] Juan 12.2-3.
[108] Juan 6.27.
[109] Juan 11.21-22, 27.
[110] Marcos 12.40.
[111] Éxodo 22.22; Deuteronomio 10.18.
[112] 1 Timoteo 5; Santiago 1.27.
[113] Santiago 1.6-8.
[114] Santiago 1.17.
[115] Lucas 11.3.
[116] Efesios 4.28; 1 Tesalonicenses 4.11.
[117] Romanos 10.1.
[118] Proverbios 28.9.
[119] Génesis 18.23-32.
[120] Mateo 26.36-44.
[121] 2 Corintios 12.7-10.
[122] Génesis 32.26.
[123] Mateo 22.42.
[124] Romanos 10.17.
[125] Marcos 9.25.
[126] Mateo 12.22.
[127] Mateo 8.28.
[128] Mateo 17.15.
[129] Marcos 9.18.
[130] Lucas 4.41.
[131] Mateo 8.16.
[132] Marcos 1.25; Lucas 4.35.
[133] Juan 20.30-31.
[134] Juan 3.2.
[135] Juan 1.19.
[136] 2 Reyes 1.2-3.
[137] Marcos 3.22.
[138] Juan 7.20; 8.48, 52; 10.20.
[139] Mateo 11.18.
[140] Hechos 4.16.
[141] 1 Juan 3.8.
[142] Efesios 6.11.
[143] 2 Corintios 10.4.
[144] Mateo 22.15-16.
[145] Mateo 7.22.
[146] Lucas 11.20.
[147] Mateo 12.28.
[148] Marcos 3.29-30.
[149] Romanos 1.28-32; 1 Corintios 6.9-11; Gálatas 5.19-21.
[150] Término insultante para cualquier judío.
[151] Mateo 22.29.
[152] 1 Juan 4.1-2.
[153] 2 Timoteo 4.4.
[154] Mateo 10.6.
[155] Mateo 9.36.
[156] Isaías 5.20.
[157] Literalmente, con mano levantada.
[158] LBLA.
[159] Santiago 3.10-12.
[160] Proverbios 26.18-19.
[161] Mateo 25.31-46.
[162] Marcos 9.25.
[163] Efesios 4.22-32.
[164] 1 Juan 3.24; 4.12-16.
[165] Romanos 8.10; Colosenses 1.27; Efesios 3.17.
[166] Gálatas 2.20.
[167] Romanos 8.9; 2 Timoteo 1.14.
[168] 1 Corintios 6.19.
[169] 2 Corintios 6.16.
[170] Hebreos 6.4; 2 Corintios 13.13.
[171] 2 Pedro 1.4-7.
[172] Figura de retórica que consiste en designar una cosa con el nombre de otra, cuando están ambas reunidas por alguna relación.
[173] Juan 13.27.
[174] Hechos 5.3-4.
[175] Lucas 1.41-42.
[176] Lucas 1.48.
[177] Lucas 1.45.
[178] Hechos 1.14.
[179] Del griego phulasso.
[180] Juan 17.12.
[181] Diccionario Webster.
[182] 1 Samuel 15.22-23; Mateo 7.21-27; Hebreos 5.8-9; Santiago 1.22; 2.14-26.
[183] Hechos 1.14.
[184] 1 Timoteo 2.5.
[185] Lucas 2.41.
[186] Marcos 10.29-30.
[187] Hebreos 2.11.
[188] Jeremías 3.1; Ezequiel 16.15; Oseas 3.1.
[189] Mateo 11.2-5.
[190] 1 Corintios 1.22-24.
[191] Lucas 9.54.
[192] Mateo 16.1-4.
[193] Lucas 4.23.
[194] Lucas 23.8.
[195] Hebreos 12.14. CTS-IBS
[196] En este pasaje no utiliza anthropos, “gente”, sino más bien con los andron, “varones”: Se refiere, pues, a los líderes de los judíos.
[197] Entre 1000 y 2000 kilómetros.
[198] Mateo 26.55.
[199] 1 Reyes 10.1.
[200] 1 Reyes 10.2.
[201] 1 Reyes 10.3.
[202] Mateo.18.1.
[203] Mateo 19.1-9.
[204] Mateo21.23.
[205] Mateo 22.15-22.
[206] Mateo 22.22-33.
[207] Lucas 10.25-28.
[208] Lucas 10.29-37.
[209] 2 Pedro 1.3; 2 Timoteo 3.16-17.
[210] 1 Reyes 10.6-7.
[211] Mateo 5.15-16.
[212] Mateo 28.19; Marcos 16.15.
[213] 2 Corintios 5.20.
[214] Marcos 12.13.
[215] Marcos 12.37.
[216] Hechos 17.11.
[217] Mateo 13.16-17.
[218] Romanos 10.17; Santiago 1.22.
[219] Hebreos 2.1.
[220] Mateo 10.14.
[221] Lucas 8.15.
[222] Hechos 26.26.
[223] Juan 8.12.
[224] Juan 1.18.
[225] 2 Corintios 4.4.
[226] Mateo 15.1-9.
[227] Mateo 23.
[228] Romanos 10.10
[229] 2 Corintios 2.14.
[230] Romanos 1.21-25.
[231] Gálatas 5.22-23.
[232] Gálatas 5.19-21.
[233] 2 Corintios 7.1.
[234] Lucas 19.10.
[235] Marcos 7.18-23.
[236] Lucas 16.14.
[237] Miqueas 6.8.
[238] Números 18.21-24.
[239] Números 18.21.
[240] Deuteronomio 14.28.
[241] 2 Corintios 9.8-10.
[242] Juan 8.1-5.
[243] Mateo 15.3.
[244] 1 Timoteo 5.21.
[245] Santiago 2.1-13.
[246] Levítico 27.30-33.
[247] Números 18.21-32; Deuteronomio 12.17-19; 14.22, 27; Hebreos 7.5.
[248] Malaquías 3.7-11.
[249] Números 18.26-29; Nehemías 10.38.
[250] Levítico 19.9-10; 23.22; Deuteronomio 24.19-22.
[251] Éxodo 12.12-13; Números 3.46-48; 18.15-16.
[252] Deuteronomio 23.21-23.
[253] Deuteronomio 23.25.
[254] Éxodo 36.1-6.
[255] Lucas 8.12.
[256] Mateo 23.23.
[257] Mateo 5.18-20.
[258] Números 18.20-21.
[259] Mateo 6.1-18; 23.13-29.
[260] Mateo 15.9; Colosenses 2.14-17.
[261] 2 Corintios 9.7.
[262] 2 Corintios 8.4-5.
[263] 1 Corintios 6.19, 20.
[264] Hechos 13.1; Hebreos 5.12; 1 Timoteo 3.2; 2 Timoteo 1.11.
[265] 1 Corintios 4.15.
[266] Mateo 23.27.
[267] Mateo 23.2-3.
[268] Mateo 23.4.
[269] Mateo 11.29-30.
[270] Mateo 15.1-20.
[271] Marcos 7.11; Mateo 23.16-22.
[272] Lucas 6.1.
[273] Lucas 6.6-11.
[274] Lucas 20.9-16.
[275] Mateo 3.2; Marcos 9.1.
[276] Lucas 24.44.
[277] Mateo 15.3.
[278] Marcos 6.19.
[279] Lucas 20.22.
[280] 1 Corintios 5.7.
[281] Salmos 139.12; Eclesiastés 12.14; 2 Reyes 5.26; Mateo 10.26; Hechos 5.1-11; Romanos 2.16; Hebreos 4.13; Revelación 20.12.