2. Los reinos de Israel y de Judá.
a. Los dos reinos: Desde la muerte de Salomón hasta el reinado de Omri en Israel.
1) El nacimiento de los dos reinos.
a) El reino se divide.
Parecería que antes de que las ceremonias de ascensión al trono se pudieran terminar, Roboam tenía que ser aclamado rey por las tribus del norte en forma separada. En esto siguió la estructura establecida por David quien al principio fue rey sobre Judá[1] y más tarde fue hecho rey sobre Israel[2]. Se nos recuerda que ni David ni Salomón habían tratado de unir a Judá e Israel para que fuese una entidad. Suponemos que Salomón también pasó por un proceso similar de ser aclamado rey por Israel, aunque no se menciona. Siquem, en el centro del área montañosa del norte, fue donde se hizo la ceremonia en los días de Roboam.
Las tribus del norte demandaron que Roboam cumpliera con una condición antes que lo pudieran aceptar como rey. Ellos también tenían un monarca alternativo en la persona de Jeroboam el cual había regresado de Egipto después de la muerte de Salomón. Aprendemos que bajo Salomón las tribus del norte sufrieron de un pesado yugo y de duro trabajo. Anteriormente notamos que así debía haber sido, y aquí lo confirman los portavoces de Israel. Israel serviría a Roboam solo si estaba de acuerdo en aliviar esta carga.
Al principio parece que Roboam actuó prudentemente. No responde inmediatamente sino que se toma tres días para consultar a sus consejeros. Los ancianos que habían servido a Salomón aconsejan a Roboam que ceda a la demanda del pueblo. Por el otro lado, las personas de la misma generación de Roboam le dan un consejo diferente: Que le haga frente a la demanda del pueblo con la amenaza de tratarlos más duramente. La palabra hebrea para describir a estos jóvenes realmente debería traducirse “chicos” o, inclusive, “niños”; en la opinión del autor merecen esta descripción porque su consejo es tan ingenuo, y es el consejo de estos “niños” el que Roboam prefiere seguir. Al rechazar el consejo de los ancianos que habían servido a Salomón, Roboam le vuelve la espalda al último depositario de la sabiduría de Salomón y se abraza a la necedad. El destino del reino ya está fijado.
El estilo tan duro y confrontador que tenía Roboam era una muestra de poder que disimulaba su debilidad. La sabiduría de Salomón había tenido sus lagunas, pero Roboam no demostró nada de sabiduría. Hizo muy mal al tratar de tomar la iniciativa de modo que Israel se le escapó de entre los dedos. El grito de guerra que Israel había usado durante la fracasada rebelión contra David[3] se lo gritan a la cara.
No está claro si Adoniram fue enviado a negociar un poco más o a utilizar la fuerza, pero poner estos delicados asuntos en las manos del hombre que estaba a cargo de la mano de obra forzada fue, en el mejor de los casos, un acto muy provocador. No sorprende leer que esto resultó en la muerte de Adoniram. Mientras tanto, se proclamó a Jeroboam rey de Israel.
Volviendo rápidamente a Jerusalén, Roboam reunió un ejército de las tribus de Judá y Benjamín y se preparó para combatir. Sin embargo, el profeta Semaías frenó este plan al traer la palabra de Dios que no le permitía actuar. Era Dios mismo quien había separado a Israel de Judá y, al menos por el momento, estaba bajo su protección.
De esa manera el relato entreteje las dimensiones humanas y divinas del drama. Roboam se había comportado estúpidamente y había seguido un mal consejo, e Israel se rebeló contra la casa de David; pero la explicación definitiva es que Adonay estaba dirigiendo los acontecimientos entre bastidores. Entonces el rey no hizo caso del pueblo, porque esto estaba dispuesto de parte de Adonay para que se cumpliera la palabra que había hablado. Los seres humanos tienen la libertad de obedecer o desobedecer, de comportarse sabia o tontamente, pero esta libertad se contiene dentro de la soberanía de Dios. Muchas veces, el autor destaca que las cosas que Dios anuncia por medio de sus profetas siempre acontecen.
b) El error de Jeroboam.
Jeroboam estableció su reino de dos maneras.
i. Fortaleció dos ciudades clave, Siquem y Peniel.
ii. Reorganizó la práctica de adoración de Israel. Estos arreglos los motivaba su miedo de que si el pueblo seguía sus visitas al Templo de Jerusalén, su fidelidad volvería a Roboam. Se anticipó al problema al establecer centros de culto alternativos dentro de Israel; uno en Dan y otro en Betel marcando las fronteras al norte y al sur del reino. Este temor demostraba la falta de confianza en la promesa de Dios dada por medio de Ahías de que si fuere obediente, Dios le edificaría una dinastía para siempre.
Pero Jeroboam era culpable de más que de falta de confianza. Los becerros de oro que puso en Betel y Dan dieron ocasión a la idolatría del pueblo. Es imposible reconstruir la verdadera intención que tenía Jeroboam al erigir estas imágenes. En el arte del antiguo Cercano Oriente no era raro representar a la deidad parada en la espalda de un toro. Así que es posible que para Jeroboam los becerros de oro representaran el lugar donde Adonay tenía su trono, y nunca tuvo la intención de que se convirtieran en objetos para la adoración, de la misma manera que los querubines en el Templo de Salomón eran simbólicos del lugar donde Dios estaba presente. Sus palabras en 1 Reyes 12.28 son tan ambiguas como los becerros mismos, porque se les puede traducir: “Aquí están vuestros dioses, que os sacaron de Egipto”[4] o “aquí está tu Dios que te sacó de la tierra de Egipto”[5] o “Este es tu dios, Israel, el que te hizo subir de la tierra de Egipto”[6]. Pero, de todas maneras, no importa cuáles hayan sido las intenciones originales de Jeroboam, el autor informa todo a la luz del hecho de que esto fue ocasión de pecado. De modo que se espera que uno vea la conexión entre las palabras de Jeroboam en 1 Reyes 12.28 y la invitación para adorar el becerro de oro en el monte Sinaí en Éxodo 32.4. Además, en la opinión del autor no puede haber un lugar legítimo para el culto de Adonay fuera de Jerusalén. Jeroboam aumentó aún más su pecado al edificar otros santuarios, aunque de menor importancia, en lugares altos y al ponerlos a cargo de un sacerdocio ilegítimo.
c) La visita de un hombre de Dios de Judá.
Entre las reformas del culto que Jeroboam hizo estuvo el establecimiento de un festival en el octavo mes semejante a la fiesta que había en Judá; lo cual probablemente se refiere a la versión de Israel de la fiesta de los Tabernáculos que se celebraba allá en el séptimo mes[7] pero ahora en Israel en una diferente versión. Puede ser que Jeroboam estaba tratando de organizar tradiciones religiosas con características particulares para Israel, pero es posible que también tuviese en mente otra razón para celebrar el festival más tarde. La fiesta de Tabernáculos debía empezar cuando la cosecha del verano había terminado[8], y en Israel pudo haber sido más tarde que en Judá debido a las diferencias de terreno y clima.
La llegada a Betel de un hombre anónimo de Judá ocurrió mientras Jeroboam establecía con holocaustos esta fiesta. Sin embargo, las palabras del profeta no fueron dirigidas contra el festival sino contra el altar de Betel. No hay ni una palabra condenando al becerro de oro; a lo mejor porque todavía no había adquirido el tono de idolatría. El motivo para la misión del profeta era simplemente que el santuario existía y servía como alternativa al Templo de Jerusalén.
Betel era un lugar con asociaciones antiquísimas en la historia de Israel y llegó a ser el santuario más popular de los dos que Jeroboam estableció. Pero el profeta declaró que el culto en el altar de Betel llegaría a un fin violento en manos de un tal Josías, un futuro miembro de la dinastía de David. Esta profecía no se habría de cumplir por más de tres siglos; Josías finalmente quitó todo rasgo de cultos ilegítimos e idólatras a través de toda el área de Israel y Judá. En resumen, la profecía nos permite entrever el fin del asunto aun desde el principio del declive de Israel.
La profecía recibió una confirmación instantánea cuando el altar se partió y las cenizas se desparramaron. Jeroboam, sorprendido tanto por esto como por ver la manera repentina en que se le secó la mano, pidió que el profeta intercediera por él y se le restauró la salud. Esta muestra del poder de Dios sobre la vida y la muerte parece haber afectado profundamente a Jeroboam y le ofreció al hombre de Dios su hospitalidad; pero, obedeciendo las instrucciones de Dios, el profeta la rechazó con palabras fuertes. Es posible que Dios no le permitiera a su siervo comer o beber allí para ilustrar su desaprobación por lo que se hacía en Israel, pero otra explicación más atractiva es que su obediencia tenía significado simbólico para el rey. La obediencia del profeta debía recordarle la que debería haber sido característica de su propia vida y reino.
La historia del hombre de Dios se desvía inesperadamente cuando aparece el profeta anciano de Betel. Al escuchar lo que había acontecido alrededor del altar el profeta de Betel le extiende su propia oferta de hospitalidad la cual al principio rechaza por las mismas razones que antes. Pero este profeta estaba decidido a alojar al hombre de Dios, no sabemos por qué, y recurre a mentirle con el fin de persuadirlo. Afirma que Dios le había hablado a él y que ha revocado las primeras instrucciones. La historia no da motivos a pensar que el profeta de Betel era uno de esos que siempre “profetizaban mentira”, al proclamar sus propias fantasías en lugar de declarar fielmente la palabra de Dios[9]. En verdad este profeta recibió y transmitió una palabra de Dios auténtica en 1 Reyes 13.20–22. En resumen, se le describe como un profeta que dijo una mentira, pero fue una mentira que le costó la vida al hombre de Dios. El profeta anciano anunció la clase de muerte que le tocaría a él como resultado de su desobediencia y sus palabras se cumplieron rápidamente. El profeta de Betel se sintió arrepentido y respaldó el mensaje del hombre de Dios acerca del altar.
Aquí se ve un profeta transmitiendo una palabra que era mentira, y otro profeta creyéndola a pesar de las instrucciones que Dios le había dado de antemano. A un nivel, la historia claramente ilustra cuán difícil es a veces distinguir la verdadera Palabra de Dios. A otro nivel, subraya la importancia de tener una obediencia inquebrantable. Al hacer esta conexión el hombre de Dios siguió siendo un símbolo para Jeroboam y para Israel; porque su trágico fin fue una advertencia de que la desobediencia llevaría a la muerte, la muerte de la nación entera. A un tercer nivel, la historia demuestra que la profecía es irrevocable; la Palabra de Dios tiene poder creativo, dándole forma a eventos y dirigiéndolos hacia su fin. Esta es la lección aprendida por el profeta de Betel.
Sin embargo, Jeroboam no aprendió su lección. Los acontecimientos mostraban sin lugar a duda que el altar en Betel existía en contra y en desafío de la voluntad de Dios, pero Jeroboam persistió en su pecado, el pecado que finalmente resultaría en la destrucción total de Israel.
d) Jeroboam y el profeta Ahías.
Aquí notamos por primera vez que Jeroboam tenía esposa e hijos, y que su palacio estaba en Tirsa, como a 10 kilómetros al nordeste de Siquem.
Para descubrir cómo terminaría la enfermedad de uno de sus hijos, Jeroboam envió a su esposa con un obsequio a ver al profeta Ahías. Parece que era normal consultar a un profeta cuando la gente deseaba información y también pagar por los servicios ofrecidos[10]. De modo que la esposa de Jeroboam no hizo nada fuera de lo normal aunque no es claro por qué necesitaba ponerse un disfraz para ir a Silo. Si pensaban que iban a engañar a Ahías la estrategia era una pérdida de tiempo, en parte porque el anciano ya no podía ver, pero principalmente porque Dios le había dicho de antemano quién venía y para qué. En el contexto de la historia el motivo para el disfraz no es tan importante como el hecho de que un profeta ciego era capaz de ver a pesar del disfraz. Tal como en capítulos anteriores, aquí descubrimos que a los profetas de Dios no se les puede tratar sin respeto.
Ahías tenía palabra de Dios para Jeroboam, y la transmitió antes de que su visitante tuviera la oportunidad de hablar. Tal como David, Jeroboam había sido levantado por Dios de en medio del pueblo para ser su soberano y, como David, recibió un reino que antes le pertenecía a otro; pero allí termina la semejanza. A diferencia de David, no había caminado en pos de Adonay con todo su corazón. La verdad es que había cometido gran maldad, había ignorado a Adonay y había hecho pecar al pueblo guiándoles a la idolatría.
La sentencia que sigue tiene cuatro partes.
i. Todos los varones en la familia de Jeroboam habrían de ser eliminados. La promesa de una dinastía para siempre era condicional y ahora fue revocada con detalles terribles.
ii. El hijo que estaba enfermo habría de morir. De todos los hijos de Jeroboam él sería el único que habría de recibir una sepultura adecuada y por el cual harían duelo porque Dios había hallado algo bueno en él. Hay una profunda ironía en que el único rayito de optimismo en esta profecía tan lúgubre se encuentra en la predicción de la muerte del hijo.
iii. Dios habría de levantar a un nuevo rey para Israel el cual habría de juzgar la casa de Jeroboam. Y finalmente, todo Israel estaba condenado a sufrir por las semillas de idolatría que Jeroboam había sembrado. El país habría de ser esparcido en otras patrias hacia el otro lado del río Éufrates y de esa manera dejaría de existir.
La profecía de Ahías provee una imagen triste de un potencial ya arruinado. Como primer rey de un Israel independiente, Jeroboam tuvo la oportunidad por la mano de Dios de ser un soberano de gran jerarquía; en cambio fue responsable por poner el reino rumbo al desastre. La oposición entre el potencial y la realización es un tema que se ve muy seguido en los libros de Rey.
La esposa de Jeroboam volvió a Tirsa con la respuesta a la pregunta que nunca hizo, y con mucho más. En cuanto llegó a casa la profecía acerca de su hijo enfermo se cumplió. El capítulo anterior no ha dejado lugar a dudas de que el cumplimiento del resto también seguirá. El destino de la nación ya había sido pronunciado y ahora es seguro. Pero sabemos que no ocurriría inmediatamente porque Ahías había mencionado a un rey quien se levantaría para eliminar a la casa de Jeroboam. En pocas palabras, el fin de la dinastía de Jeroboam y el fin de Israel son dos cosas distintas.
El anuncio de la muerte de Jeroboam sigue una fórmula de cierre típica de 1 y 2 Reyes, excepto que la duración del reinado generalmente se da al principio del reinado y no al final. La misma variante ocurre en el caso de Salomón y probablemente por la misma razón: En ambos casos la sucesión no fue directa y el relato no dejó lugar al principio del reinado para la fórmula establecida.
e) Resumen del reinado de Roboam.
Aunque ya hemos escuchado acerca de Roboam en el capítulo 12, el verdadero foco de esa narración fue la transferencia de Israel a Jeroboam. El autor ahora vuelve a Roboam para contar de su reinado en forma separada y lo presenta con la fórmula más o menos característica de ahora en adelante.
Gracias a esta introducción sabemos que Roboam tenía 41 años cuando respondió tan neciamente a las demandas de los norteños de Siquem. Sus consejeros irreflexivos, de los cuales se dice “que habían crecido con él y le servían”[11], eran supuestamente de la misma edad. Esto confirma que la descripción que se da de ellos de “jóvenes” o “niños” es un comentario sobre la calidad de su consejo y no de su edad verdadera.
También aprendemos que la madre de Roboam era una amonita, una de las esposas extranjeras de Salomón. Es sorprendente que el sucesor de Salomón no haya sido hijo de la hija del Faraón, la cual parece haber sido la esposa principal. Quizá no tuvo ningún hijo o ninguno sobrevivió. O puede ser que como en el caso de Adonías y Salomón, las reglas de sucesión comunes no predominaron en este caso. Puede ser que se encuentre la razón para esto en que la relación con Egipto pudo haber cambiado, cuando Sisac empezó su reinado y le dio asilo a Jeroboam.
En 1 Reyes 14.22-24 se revela que la situación religiosa en Judá era tan mala como en Israel. Bajo Roboam se multiplicaron los lugares altos, las piedras rituales y los árboles de Asera. Esta última expresión se refiere a algún tipo de imagen, probablemente de madera, de la diosa cananea Asera[12]. No eran nada nuevo para los israelitas porque la tendencia a adorar deidades cananeas había sido una característica del período de los Jueces[13].
La única diferencia entre la situación en Israel y Judá fue que Roboam, a diferencia de Jeroboam, no fue culpado por participar personalmente en las prácticas idólatras. Sin embargo el relato de la invasión de Sisac que viene inmediatamente después de esa serie de maldades tiene gran importancia. La implicación clara es que la campaña egipcia fue el castigo de Dios para Judá, y en especial para Roboam porque afectó el centro del reino, o sea el Templo y el palacio real. El rey mismo no tenía que ser un idólatra para que se declarara responsable por la idolatría del pueblo. Era suficiente que no hubiera hecho nada para parar el declive espiritual del reino.
Sosenac I tenía una escena tallada en relieve en la muralla del Templo de Amón en Tebas en la cual grabó la campaña a Palestina. Lo que esto ha hecho evidente es que no invadió solo a Judá sino también a Israel. Sin embargo, el autor de Reyes ignora el efecto que esta campaña debe haber tenido en el reino de Jeroboam y se concentra en las pérdidas que Judá sufrió. Las reservas de tesoros del Templo y del palacio fueron saqueadas. El relato menciona en particular la pérdida de los escudos de oro que Salomón había hecho[14] y cómo Roboam los reemplazó con copias de bronce. Esto representa muy bien el paradigma del declive de la casa de David. Roboam estaba a cargo de un reino reducido, fácil presa para Egipto, y en donde Salomón había utilizado oro, a Roboam le alcanzaba solo para bronce. El tamaño, la seguridad y las riquezas todas disminuyeron.
2) Israel y Judá hasta el reinado de Omri.
a) Abiam, rey de Judá.
De aquí en adelante, hasta la destrucción de Israel[15] el autor nos presenta dos historias paralelas. El capítulo presente nos ofrece un buen ejemplo de su método. Primero cuenta la historia de Judá durante los reinados de Abiam y Asa, pero menciona a los monarcas de Israel contemporáneos, Nadab y Baasa, cuando afectan a la narración. Luego vuelve para atrás para contar acerca de los reinados de Nadab y Baasa. Este método puede ser un poco confuso para el lector moderno, en especial en las secciones donde los soberanos de Siria y Asiria entran en la historia, y nombres desconocidos aparecen por todos lados. En el caso actual, por ejemplo, significa que Baasa aparece en el relato de la historia de Judá antes de que sepamos dónde pertenece él en la historia de Israel. Cuando se le menciona por primera vez en 1 Reyes 15.16 no sabemos si es el hijo y sucesor de Jeroboam o un rey de más adelante. Su papel no se explica hasta 1 Reyes 15.27-28. Sin embargo, el método facilita el objetivo del autor de Reyes porque le permite presentar el reinado de cada rey en una sola narración.
El sucesor de Roboam, Abías, recibe la introducción establecida. Vale comentar acerca de dos puntos: De aquí en adelante el autor inserta un detalle de la fecha de la subida al trono del rey de Judá tomando en cuenta cuántos años ha reinado el rey de Israel y viceversa. Solo en el caso de Judá continúa dando el nombre de la madre del nuevo rey; sin embargo, omite esta información en el caso de Joram y Acaz[16].
El reinado de Abías de tres años recibe una evaluación muy negativa. La declaración de que anduvo en todos los pecados que había cometido su padre antes de él nos intriga porque al mismo Roboam no se le acusa de ningún pecado en el resumen de su reinado. Sin embargo, como ya notamos en el comentario de ese pasaje, Roboam era culpable al menos de no parar el desliz del pueblo hacia la apostasía. El mismo veredicto que se le da a Abiam: “Su corazón no estuvo dedicado por completo al SEÑOR su Dios, como el corazón de su padre David”[17], también corre para Roboam de forma indirecta. El versículo que le sigue demuestra que la dinastía le debía su continua existencia a la devoción que Dios tenía por David y no a la conducta de sus sucesores. Se alaba a David por la devoción ejemplar a los mandamientos de Dios, aunque en esta ocasión el asesinato de Urías, el esposo de Betsabé, no pasa desapercibido. Este es un contraste muy interesante a la referencia de David anteriormente dada que era totalmente positiva. El autor no quiere que nos olvidemos de que todos los miembros de la dinastía, incluyendo al mismo David, fueron falibles, un hecho repleto de consecuencias para el futuro.
En 1 Reyes 15.6 se debe leer: “Hubo guerra entre Abiam y Jeroboam…”[18], ya que “guerra entre Roboam y Jeroboam…” no pudo haber durado todos los días de la vida de Abiam.
La fórmula establecida concluye el resumen, reiterando que el reinado de Abiam estuvo acosado con guerra.
b) Asa, rey de Judá.
La introducción del reinado de Asa[19] nombra a su madre: Maaca hija de Absalón. Algunos manuscritos más bien dicen que Maaca era la abuela, es decir, la madre de Abiam.
Por primera vez el autor compara favorablemente a un rey con el ejemplo de David. Asa dio un revés a la tendencia de los dos reinados previos, y que de acuerdo con 1 Reyes 11.33 había comenzado con Salomón, y hasta depuso a su propia o abuela de su papel de “reina madre” debido a su idolatría. De cierto, su única falla es que no abolió los lugares altos. El significado del 1 Reyes 15.15 no está bien claro, pero parece que Asa reaprovisionó las reservas de tesoro del Templo que Sisac había vaciado durante su invasión.
El resto del relato de su reinado tiene que ver con las continuas guerras sobre las fronteras entre Judá e Israel. El hecho de que Baasa de Israel empezó a convertir la ciudad de Ramá en una fortaleza demuestra que sus ejércitos habían podido infiltrarse hasta el sur de Betel en el territorio de Benjamín, el cual le pertenecía a Judá. Lo que es más, su meta era controlar la ruta principal entre Israel y Judá, y eficazmente bloquear la frontera de Judá al norte. La situación se puso tan seria que Asa negoció con Ben-hadad de Damasco[20] para que le ayudara, a pesar de que esto le iba a costar el tener que reducir las reservas de tesoro del Templo y del palacio nuevamente para garantizar la alianza. Cuando Ben-hadad empezó a movilizar sus tropas hacia el sur a fin de invadir la parte norte de Israel, Baasa no tuvo más recurso que retirarse de Benjamín para poder concentrar sus fuerzas y repeler al invasor. Entonces Asa recuperó la parte perdida de Benjamín y desmanteló la fortaleza de Ramá. Utilizó los materiales para edificar Geba y Mizpa y de esa manera fortalecer las fronteras norteñas para prevenir más agresión.
La fórmula utilizada al concluir esta sección añade que Asa fue un constructor de ciudades y en su vejez sufrió de una enfermedad en los pies. Esta última información ilumina la teología del autor. En verdad no considera que toda enfermedad y sufrimiento representa un castigo divino merecido, como fue el caso de la mano seca de Jeroboam. El reconoce que el sufrir por parte del inocente también es parte de la estructura de la vida.
c) Nadab, rey de Israel.
Aquí empezamos una larga sección[21] que trata casi exclusivamente los eventos en Israel. La mayor parte de ella tiene que ver con la dinastía de Omri, pero comienza con un relato del período inestable entre la muerte de Jeroboam y la accesión al trono de Omri. Durante 25 años cinco reyes gobernaron o trataron de gobernar a Israel, y cuatro de ellos perecieron de muerte violenta.
Un breve bosquejo nos informa rápidamente del tipo de persona que era Nadab, hijo de Jeroboam: “E hizo lo malo ante los ojos del SEÑOR, y anduvo en el camino de su padre…”[22]. Su corto reinado terminó con el cumplimiento de la profecía de Ahías acerca de la casa de Jeroboam. Fue asesinado por Baasa quien usurpó el trono para sí mismo[23]. Después Baasa eliminó a toda la familia de Jeroboam.
Aunque 1 Reyes 15.29 dice que esto ocurrió para que se cumpliera la profecía de Ahías, en 1 Reyes 16.7 el profeta Jehú condenó este acto de Baasa. Esta aparente contradicción se podría explicar porque Baasa sobrepasó el significado de la profecía de Ahías, la cual mencionaba matar solo “a todo varón”[24] que pertenecía a Jeroboam. Lo que esto significa es que a Jeroboam no le quedaría ningún descendiente varón que pudiera demandar el trono. El idioma de 1 Reyes 15.29 sugiere que Baasa hizo más de lo que debería y mató a toda la familia.
El anuncio para concluir la sección sobre Nadab dice que hubo guerra constante entre Asa y Baasa, una nota intrigante ya que no tiene nada que ver con Nadab. O el anuncio debería referirse a Nadab en lugar de Baasa, o la referencia ha sido sustituida por una que pertenecía al resumen del reinado de Baasa que viene a continuación.
d) Baasa, rey de Israel.
El reinado de Baasa se resume brevemente porque su accesión al trono y su conflicto bélico con Asa, rey de Judá, ya han sido narrados. El tema principal del resumen es la condena por el profeta Jehú. La historia se estaba repitiendo una vez más. Tal como en el caso de Jeroboam, Baasa había sido levantado por Dios para ser rey de Israel; pero había sido como los de la casa de Jeroboam y su casa habría de sufrir las mismas consecuencias que la de Jeroboam. La profecía de Jehú a Baasa es muy semejante a la de Ahías a Jeroboam.
e) Ela, rey de Israel.
No es sorprendente entonces que el cumplimiento de la profecía de Jehú fue prácticamente una repetición de los eventos anteriores. El hijo de Jeroboam reinó por dos años antes que lo asesinaran. Lo mismo pasó con Ela, hijo de Baasa, quien reinó por dos años. Y de la misma manera que el asesino de Nadab fue su sucesor, ahora Zimri sucedió a Ela. La estructura del resumen del reinado de Ela sigue el modelo del resumen del reinado de Nadab. Sin embargo, hay algunas diferencias. No se dice específicamente que Ela anduvo en el camino de Jeroboam; por el contrario eso es lo que se da a entender al decir que Baasa y Ela pecaron e hicieron pecar a Israel. Hay un contraste notable que ilustra la diferencia de carácter entre Nadab y Ela. Nadab murió haciendo la guerra a los enemigos tradicionales de Israel: Una ocupación digna del rey[25]; Ela murió mientras se embriagaba con el administrador del palacio en Tirsa, aunque continuaba la guerra en la frontera filistea. Finalmente, Zimri se controló más al terminar con la casa de su antecesor, matando solo a los varones.
f) Zimri y la guerra civil en Israel.
La situación se deterioró de tal manera que sobrevino una guerra civil. El ejército de Israel, acampado contra Gibetón, no quiso aceptar a Zimri sino que proclamó a su comandante Omri como rey. En un giro irónico de eventos el ejército luego se retiró de Gibetón para atacar la capital del mismo Israel. Zimri se suicidó después de haber reinado por solo siete días. Podemos pensar que siete días no es suficiente para poner a prueba el carácter de Zimri, pero en la vida política una semana es un largo tiempo y al autor no le cabe duda de que Zimri anduvo en el camino de Jeroboam y en su pecado que cometió.
El suicidio de Zimri no estabilizó la situación de inmediato porque Tibni hijo de Ginat surgió de rival al trono. La guerra entre las dos facciones culminó en la muerte de Tibni; sin más contrincantes Omri se estableció como rey.
g) Omri restaura la estabilidad en Israel.
Los sucesos que precedieron el reinado de Omri no fueron dirigidos por profecía. Ningún profeta aparece para anunciar el fin del reino de Zimri ni para designar a Omri al que Adonay había levantado para ser rey de su pueblo. Por lo tanto uno se pregunta si la toma del trono por Omri es la voluntad de Dios. La pregunta no recibe respuesta, pero en los capítulos siguientes se hace muy claro que el dominio de la dinastía de Omri no queda fuera del control de Dios. Como siempre en Reyes, esto se ve ilustrado a través del ministerio de los profetas de Dios.
El resumen establecido concluye el reinado de Omri añadiendo que su hijo le sucedió, lo cual significa que Israel había vuelto a la estabilidad de una dinastía. El autor no nos dice nada de la categoría política de Omri de la cual sabemos solo lo poco que dan las inscripciones asirias y la piedra moabita. El único logro que se le otorga es que estableció a Samaria como la nueva capital. Por lo demás, solo se menciona que pecó más que sus antecesores y anduvo en todo el camino de Jeroboam.
[1] 2 Samuel 2.4.
[2] 2 Samuel 5.3.
[3] 2 Samuel 20.1.
[4] BAD
[5] BL95
[6] JER
[7] Levítico 23.33-43.
[8] Levítico 23.39.
[9] Jeremías 23.16; 27.9-16.
[10] 1 Samuel 9.3-9.
[11] 1 Reyes 12.8.
[12] Diosa madre cananea mencionada en los textos de Ras Shamra como diosa del mar y consorte de El, pero relacionada en el Antiguo Testamento con Baal (Jueces 3.7). Aunque a veces el Antiguo Testamento se refiere a Asera como una diosa (1 Reyes 18.19; 2 Reyes 23.4; 2 Crónicas 15.16), también se emplea su nombre para una imagen de la misma diosa (1 Reyes 15.13), que posteriormente pasó a representarla. Los israelitas recibieron orden de cortar (Éxodo 34.13) o quemar (Deuteronomio 12.3) los aserim de los cananeos, y también se les prohibió plantar “ningún árbol para Asera cerca del altar de Adonay” (Deuteronomio 16.21). Tomando como base estas referencias parecería que se trataba de un objeto de madera, y presumiblemente algún tipo de imagen. Se ha considerado como una posible asera un trozo de madera carbonizada de alrededor de 1,20 metros de largo descubierto en el santuario de Hai de la edad de bronce temprana, pero muchos entendidos rechazan ahora la opinión de que el objeto de referencia fuera un poste, y adoptan la traducción “imagen de Asera” en todas las circunstancias.
[13] Jueces 3.7.
[14] 200 grandes y 300 más pequeños de acuerdo con 1 Reyes 10.16-17.
[15] 2 Reyes 17.
[16] 2 Reyes 8.16-17; 16.1-4.
[17] 1 Reyes 15.3.
[18] Como traduce correctamente la Reyna Valera Actualizada.
[19] Duró 41 años.
[20] Siria.
[21] 1 Reyes 15.25-2 Reyes 10.36.
[22] 1 Reyes 15.26. NBLH
[23] La nota de que esto ocurrió mientras Nadab tenía sitiada la ciudad filistea de Gibetón nos recuerda que el interés del autor es muy limitado; las políticas exteriores de la mayoría de los reyes no reciben ninguna referencia, o si se las menciona es de paso no más.
[24] 1 Reyes 14.10.
[25] 1 Reyes 15.27.
a. Los dos reinos: Desde la muerte de Salomón hasta el reinado de Omri en Israel.
1) El nacimiento de los dos reinos.
a) El reino se divide.
Parecería que antes de que las ceremonias de ascensión al trono se pudieran terminar, Roboam tenía que ser aclamado rey por las tribus del norte en forma separada. En esto siguió la estructura establecida por David quien al principio fue rey sobre Judá[1] y más tarde fue hecho rey sobre Israel[2]. Se nos recuerda que ni David ni Salomón habían tratado de unir a Judá e Israel para que fuese una entidad. Suponemos que Salomón también pasó por un proceso similar de ser aclamado rey por Israel, aunque no se menciona. Siquem, en el centro del área montañosa del norte, fue donde se hizo la ceremonia en los días de Roboam.
Las tribus del norte demandaron que Roboam cumpliera con una condición antes que lo pudieran aceptar como rey. Ellos también tenían un monarca alternativo en la persona de Jeroboam el cual había regresado de Egipto después de la muerte de Salomón. Aprendemos que bajo Salomón las tribus del norte sufrieron de un pesado yugo y de duro trabajo. Anteriormente notamos que así debía haber sido, y aquí lo confirman los portavoces de Israel. Israel serviría a Roboam solo si estaba de acuerdo en aliviar esta carga.
Al principio parece que Roboam actuó prudentemente. No responde inmediatamente sino que se toma tres días para consultar a sus consejeros. Los ancianos que habían servido a Salomón aconsejan a Roboam que ceda a la demanda del pueblo. Por el otro lado, las personas de la misma generación de Roboam le dan un consejo diferente: Que le haga frente a la demanda del pueblo con la amenaza de tratarlos más duramente. La palabra hebrea para describir a estos jóvenes realmente debería traducirse “chicos” o, inclusive, “niños”; en la opinión del autor merecen esta descripción porque su consejo es tan ingenuo, y es el consejo de estos “niños” el que Roboam prefiere seguir. Al rechazar el consejo de los ancianos que habían servido a Salomón, Roboam le vuelve la espalda al último depositario de la sabiduría de Salomón y se abraza a la necedad. El destino del reino ya está fijado.
El estilo tan duro y confrontador que tenía Roboam era una muestra de poder que disimulaba su debilidad. La sabiduría de Salomón había tenido sus lagunas, pero Roboam no demostró nada de sabiduría. Hizo muy mal al tratar de tomar la iniciativa de modo que Israel se le escapó de entre los dedos. El grito de guerra que Israel había usado durante la fracasada rebelión contra David[3] se lo gritan a la cara.
No está claro si Adoniram fue enviado a negociar un poco más o a utilizar la fuerza, pero poner estos delicados asuntos en las manos del hombre que estaba a cargo de la mano de obra forzada fue, en el mejor de los casos, un acto muy provocador. No sorprende leer que esto resultó en la muerte de Adoniram. Mientras tanto, se proclamó a Jeroboam rey de Israel.
Volviendo rápidamente a Jerusalén, Roboam reunió un ejército de las tribus de Judá y Benjamín y se preparó para combatir. Sin embargo, el profeta Semaías frenó este plan al traer la palabra de Dios que no le permitía actuar. Era Dios mismo quien había separado a Israel de Judá y, al menos por el momento, estaba bajo su protección.
De esa manera el relato entreteje las dimensiones humanas y divinas del drama. Roboam se había comportado estúpidamente y había seguido un mal consejo, e Israel se rebeló contra la casa de David; pero la explicación definitiva es que Adonay estaba dirigiendo los acontecimientos entre bastidores. Entonces el rey no hizo caso del pueblo, porque esto estaba dispuesto de parte de Adonay para que se cumpliera la palabra que había hablado. Los seres humanos tienen la libertad de obedecer o desobedecer, de comportarse sabia o tontamente, pero esta libertad se contiene dentro de la soberanía de Dios. Muchas veces, el autor destaca que las cosas que Dios anuncia por medio de sus profetas siempre acontecen.
b) El error de Jeroboam.
Jeroboam estableció su reino de dos maneras.
i. Fortaleció dos ciudades clave, Siquem y Peniel.
ii. Reorganizó la práctica de adoración de Israel. Estos arreglos los motivaba su miedo de que si el pueblo seguía sus visitas al Templo de Jerusalén, su fidelidad volvería a Roboam. Se anticipó al problema al establecer centros de culto alternativos dentro de Israel; uno en Dan y otro en Betel marcando las fronteras al norte y al sur del reino. Este temor demostraba la falta de confianza en la promesa de Dios dada por medio de Ahías de que si fuere obediente, Dios le edificaría una dinastía para siempre.
Pero Jeroboam era culpable de más que de falta de confianza. Los becerros de oro que puso en Betel y Dan dieron ocasión a la idolatría del pueblo. Es imposible reconstruir la verdadera intención que tenía Jeroboam al erigir estas imágenes. En el arte del antiguo Cercano Oriente no era raro representar a la deidad parada en la espalda de un toro. Así que es posible que para Jeroboam los becerros de oro representaran el lugar donde Adonay tenía su trono, y nunca tuvo la intención de que se convirtieran en objetos para la adoración, de la misma manera que los querubines en el Templo de Salomón eran simbólicos del lugar donde Dios estaba presente. Sus palabras en 1 Reyes 12.28 son tan ambiguas como los becerros mismos, porque se les puede traducir: “Aquí están vuestros dioses, que os sacaron de Egipto”[4] o “aquí está tu Dios que te sacó de la tierra de Egipto”[5] o “Este es tu dios, Israel, el que te hizo subir de la tierra de Egipto”[6]. Pero, de todas maneras, no importa cuáles hayan sido las intenciones originales de Jeroboam, el autor informa todo a la luz del hecho de que esto fue ocasión de pecado. De modo que se espera que uno vea la conexión entre las palabras de Jeroboam en 1 Reyes 12.28 y la invitación para adorar el becerro de oro en el monte Sinaí en Éxodo 32.4. Además, en la opinión del autor no puede haber un lugar legítimo para el culto de Adonay fuera de Jerusalén. Jeroboam aumentó aún más su pecado al edificar otros santuarios, aunque de menor importancia, en lugares altos y al ponerlos a cargo de un sacerdocio ilegítimo.
c) La visita de un hombre de Dios de Judá.
Entre las reformas del culto que Jeroboam hizo estuvo el establecimiento de un festival en el octavo mes semejante a la fiesta que había en Judá; lo cual probablemente se refiere a la versión de Israel de la fiesta de los Tabernáculos que se celebraba allá en el séptimo mes[7] pero ahora en Israel en una diferente versión. Puede ser que Jeroboam estaba tratando de organizar tradiciones religiosas con características particulares para Israel, pero es posible que también tuviese en mente otra razón para celebrar el festival más tarde. La fiesta de Tabernáculos debía empezar cuando la cosecha del verano había terminado[8], y en Israel pudo haber sido más tarde que en Judá debido a las diferencias de terreno y clima.
La llegada a Betel de un hombre anónimo de Judá ocurrió mientras Jeroboam establecía con holocaustos esta fiesta. Sin embargo, las palabras del profeta no fueron dirigidas contra el festival sino contra el altar de Betel. No hay ni una palabra condenando al becerro de oro; a lo mejor porque todavía no había adquirido el tono de idolatría. El motivo para la misión del profeta era simplemente que el santuario existía y servía como alternativa al Templo de Jerusalén.
Betel era un lugar con asociaciones antiquísimas en la historia de Israel y llegó a ser el santuario más popular de los dos que Jeroboam estableció. Pero el profeta declaró que el culto en el altar de Betel llegaría a un fin violento en manos de un tal Josías, un futuro miembro de la dinastía de David. Esta profecía no se habría de cumplir por más de tres siglos; Josías finalmente quitó todo rasgo de cultos ilegítimos e idólatras a través de toda el área de Israel y Judá. En resumen, la profecía nos permite entrever el fin del asunto aun desde el principio del declive de Israel.
La profecía recibió una confirmación instantánea cuando el altar se partió y las cenizas se desparramaron. Jeroboam, sorprendido tanto por esto como por ver la manera repentina en que se le secó la mano, pidió que el profeta intercediera por él y se le restauró la salud. Esta muestra del poder de Dios sobre la vida y la muerte parece haber afectado profundamente a Jeroboam y le ofreció al hombre de Dios su hospitalidad; pero, obedeciendo las instrucciones de Dios, el profeta la rechazó con palabras fuertes. Es posible que Dios no le permitiera a su siervo comer o beber allí para ilustrar su desaprobación por lo que se hacía en Israel, pero otra explicación más atractiva es que su obediencia tenía significado simbólico para el rey. La obediencia del profeta debía recordarle la que debería haber sido característica de su propia vida y reino.
La historia del hombre de Dios se desvía inesperadamente cuando aparece el profeta anciano de Betel. Al escuchar lo que había acontecido alrededor del altar el profeta de Betel le extiende su propia oferta de hospitalidad la cual al principio rechaza por las mismas razones que antes. Pero este profeta estaba decidido a alojar al hombre de Dios, no sabemos por qué, y recurre a mentirle con el fin de persuadirlo. Afirma que Dios le había hablado a él y que ha revocado las primeras instrucciones. La historia no da motivos a pensar que el profeta de Betel era uno de esos que siempre “profetizaban mentira”, al proclamar sus propias fantasías en lugar de declarar fielmente la palabra de Dios[9]. En verdad este profeta recibió y transmitió una palabra de Dios auténtica en 1 Reyes 13.20–22. En resumen, se le describe como un profeta que dijo una mentira, pero fue una mentira que le costó la vida al hombre de Dios. El profeta anciano anunció la clase de muerte que le tocaría a él como resultado de su desobediencia y sus palabras se cumplieron rápidamente. El profeta de Betel se sintió arrepentido y respaldó el mensaje del hombre de Dios acerca del altar.
Aquí se ve un profeta transmitiendo una palabra que era mentira, y otro profeta creyéndola a pesar de las instrucciones que Dios le había dado de antemano. A un nivel, la historia claramente ilustra cuán difícil es a veces distinguir la verdadera Palabra de Dios. A otro nivel, subraya la importancia de tener una obediencia inquebrantable. Al hacer esta conexión el hombre de Dios siguió siendo un símbolo para Jeroboam y para Israel; porque su trágico fin fue una advertencia de que la desobediencia llevaría a la muerte, la muerte de la nación entera. A un tercer nivel, la historia demuestra que la profecía es irrevocable; la Palabra de Dios tiene poder creativo, dándole forma a eventos y dirigiéndolos hacia su fin. Esta es la lección aprendida por el profeta de Betel.
Sin embargo, Jeroboam no aprendió su lección. Los acontecimientos mostraban sin lugar a duda que el altar en Betel existía en contra y en desafío de la voluntad de Dios, pero Jeroboam persistió en su pecado, el pecado que finalmente resultaría en la destrucción total de Israel.
d) Jeroboam y el profeta Ahías.
Aquí notamos por primera vez que Jeroboam tenía esposa e hijos, y que su palacio estaba en Tirsa, como a 10 kilómetros al nordeste de Siquem.
Para descubrir cómo terminaría la enfermedad de uno de sus hijos, Jeroboam envió a su esposa con un obsequio a ver al profeta Ahías. Parece que era normal consultar a un profeta cuando la gente deseaba información y también pagar por los servicios ofrecidos[10]. De modo que la esposa de Jeroboam no hizo nada fuera de lo normal aunque no es claro por qué necesitaba ponerse un disfraz para ir a Silo. Si pensaban que iban a engañar a Ahías la estrategia era una pérdida de tiempo, en parte porque el anciano ya no podía ver, pero principalmente porque Dios le había dicho de antemano quién venía y para qué. En el contexto de la historia el motivo para el disfraz no es tan importante como el hecho de que un profeta ciego era capaz de ver a pesar del disfraz. Tal como en capítulos anteriores, aquí descubrimos que a los profetas de Dios no se les puede tratar sin respeto.
Ahías tenía palabra de Dios para Jeroboam, y la transmitió antes de que su visitante tuviera la oportunidad de hablar. Tal como David, Jeroboam había sido levantado por Dios de en medio del pueblo para ser su soberano y, como David, recibió un reino que antes le pertenecía a otro; pero allí termina la semejanza. A diferencia de David, no había caminado en pos de Adonay con todo su corazón. La verdad es que había cometido gran maldad, había ignorado a Adonay y había hecho pecar al pueblo guiándoles a la idolatría.
La sentencia que sigue tiene cuatro partes.
i. Todos los varones en la familia de Jeroboam habrían de ser eliminados. La promesa de una dinastía para siempre era condicional y ahora fue revocada con detalles terribles.
ii. El hijo que estaba enfermo habría de morir. De todos los hijos de Jeroboam él sería el único que habría de recibir una sepultura adecuada y por el cual harían duelo porque Dios había hallado algo bueno en él. Hay una profunda ironía en que el único rayito de optimismo en esta profecía tan lúgubre se encuentra en la predicción de la muerte del hijo.
iii. Dios habría de levantar a un nuevo rey para Israel el cual habría de juzgar la casa de Jeroboam. Y finalmente, todo Israel estaba condenado a sufrir por las semillas de idolatría que Jeroboam había sembrado. El país habría de ser esparcido en otras patrias hacia el otro lado del río Éufrates y de esa manera dejaría de existir.
La profecía de Ahías provee una imagen triste de un potencial ya arruinado. Como primer rey de un Israel independiente, Jeroboam tuvo la oportunidad por la mano de Dios de ser un soberano de gran jerarquía; en cambio fue responsable por poner el reino rumbo al desastre. La oposición entre el potencial y la realización es un tema que se ve muy seguido en los libros de Rey.
La esposa de Jeroboam volvió a Tirsa con la respuesta a la pregunta que nunca hizo, y con mucho más. En cuanto llegó a casa la profecía acerca de su hijo enfermo se cumplió. El capítulo anterior no ha dejado lugar a dudas de que el cumplimiento del resto también seguirá. El destino de la nación ya había sido pronunciado y ahora es seguro. Pero sabemos que no ocurriría inmediatamente porque Ahías había mencionado a un rey quien se levantaría para eliminar a la casa de Jeroboam. En pocas palabras, el fin de la dinastía de Jeroboam y el fin de Israel son dos cosas distintas.
El anuncio de la muerte de Jeroboam sigue una fórmula de cierre típica de 1 y 2 Reyes, excepto que la duración del reinado generalmente se da al principio del reinado y no al final. La misma variante ocurre en el caso de Salomón y probablemente por la misma razón: En ambos casos la sucesión no fue directa y el relato no dejó lugar al principio del reinado para la fórmula establecida.
e) Resumen del reinado de Roboam.
Aunque ya hemos escuchado acerca de Roboam en el capítulo 12, el verdadero foco de esa narración fue la transferencia de Israel a Jeroboam. El autor ahora vuelve a Roboam para contar de su reinado en forma separada y lo presenta con la fórmula más o menos característica de ahora en adelante.
Gracias a esta introducción sabemos que Roboam tenía 41 años cuando respondió tan neciamente a las demandas de los norteños de Siquem. Sus consejeros irreflexivos, de los cuales se dice “que habían crecido con él y le servían”[11], eran supuestamente de la misma edad. Esto confirma que la descripción que se da de ellos de “jóvenes” o “niños” es un comentario sobre la calidad de su consejo y no de su edad verdadera.
También aprendemos que la madre de Roboam era una amonita, una de las esposas extranjeras de Salomón. Es sorprendente que el sucesor de Salomón no haya sido hijo de la hija del Faraón, la cual parece haber sido la esposa principal. Quizá no tuvo ningún hijo o ninguno sobrevivió. O puede ser que como en el caso de Adonías y Salomón, las reglas de sucesión comunes no predominaron en este caso. Puede ser que se encuentre la razón para esto en que la relación con Egipto pudo haber cambiado, cuando Sisac empezó su reinado y le dio asilo a Jeroboam.
En 1 Reyes 14.22-24 se revela que la situación religiosa en Judá era tan mala como en Israel. Bajo Roboam se multiplicaron los lugares altos, las piedras rituales y los árboles de Asera. Esta última expresión se refiere a algún tipo de imagen, probablemente de madera, de la diosa cananea Asera[12]. No eran nada nuevo para los israelitas porque la tendencia a adorar deidades cananeas había sido una característica del período de los Jueces[13].
La única diferencia entre la situación en Israel y Judá fue que Roboam, a diferencia de Jeroboam, no fue culpado por participar personalmente en las prácticas idólatras. Sin embargo el relato de la invasión de Sisac que viene inmediatamente después de esa serie de maldades tiene gran importancia. La implicación clara es que la campaña egipcia fue el castigo de Dios para Judá, y en especial para Roboam porque afectó el centro del reino, o sea el Templo y el palacio real. El rey mismo no tenía que ser un idólatra para que se declarara responsable por la idolatría del pueblo. Era suficiente que no hubiera hecho nada para parar el declive espiritual del reino.
Sosenac I tenía una escena tallada en relieve en la muralla del Templo de Amón en Tebas en la cual grabó la campaña a Palestina. Lo que esto ha hecho evidente es que no invadió solo a Judá sino también a Israel. Sin embargo, el autor de Reyes ignora el efecto que esta campaña debe haber tenido en el reino de Jeroboam y se concentra en las pérdidas que Judá sufrió. Las reservas de tesoros del Templo y del palacio fueron saqueadas. El relato menciona en particular la pérdida de los escudos de oro que Salomón había hecho[14] y cómo Roboam los reemplazó con copias de bronce. Esto representa muy bien el paradigma del declive de la casa de David. Roboam estaba a cargo de un reino reducido, fácil presa para Egipto, y en donde Salomón había utilizado oro, a Roboam le alcanzaba solo para bronce. El tamaño, la seguridad y las riquezas todas disminuyeron.
2) Israel y Judá hasta el reinado de Omri.
a) Abiam, rey de Judá.
De aquí en adelante, hasta la destrucción de Israel[15] el autor nos presenta dos historias paralelas. El capítulo presente nos ofrece un buen ejemplo de su método. Primero cuenta la historia de Judá durante los reinados de Abiam y Asa, pero menciona a los monarcas de Israel contemporáneos, Nadab y Baasa, cuando afectan a la narración. Luego vuelve para atrás para contar acerca de los reinados de Nadab y Baasa. Este método puede ser un poco confuso para el lector moderno, en especial en las secciones donde los soberanos de Siria y Asiria entran en la historia, y nombres desconocidos aparecen por todos lados. En el caso actual, por ejemplo, significa que Baasa aparece en el relato de la historia de Judá antes de que sepamos dónde pertenece él en la historia de Israel. Cuando se le menciona por primera vez en 1 Reyes 15.16 no sabemos si es el hijo y sucesor de Jeroboam o un rey de más adelante. Su papel no se explica hasta 1 Reyes 15.27-28. Sin embargo, el método facilita el objetivo del autor de Reyes porque le permite presentar el reinado de cada rey en una sola narración.
El sucesor de Roboam, Abías, recibe la introducción establecida. Vale comentar acerca de dos puntos: De aquí en adelante el autor inserta un detalle de la fecha de la subida al trono del rey de Judá tomando en cuenta cuántos años ha reinado el rey de Israel y viceversa. Solo en el caso de Judá continúa dando el nombre de la madre del nuevo rey; sin embargo, omite esta información en el caso de Joram y Acaz[16].
El reinado de Abías de tres años recibe una evaluación muy negativa. La declaración de que anduvo en todos los pecados que había cometido su padre antes de él nos intriga porque al mismo Roboam no se le acusa de ningún pecado en el resumen de su reinado. Sin embargo, como ya notamos en el comentario de ese pasaje, Roboam era culpable al menos de no parar el desliz del pueblo hacia la apostasía. El mismo veredicto que se le da a Abiam: “Su corazón no estuvo dedicado por completo al SEÑOR su Dios, como el corazón de su padre David”[17], también corre para Roboam de forma indirecta. El versículo que le sigue demuestra que la dinastía le debía su continua existencia a la devoción que Dios tenía por David y no a la conducta de sus sucesores. Se alaba a David por la devoción ejemplar a los mandamientos de Dios, aunque en esta ocasión el asesinato de Urías, el esposo de Betsabé, no pasa desapercibido. Este es un contraste muy interesante a la referencia de David anteriormente dada que era totalmente positiva. El autor no quiere que nos olvidemos de que todos los miembros de la dinastía, incluyendo al mismo David, fueron falibles, un hecho repleto de consecuencias para el futuro.
En 1 Reyes 15.6 se debe leer: “Hubo guerra entre Abiam y Jeroboam…”[18], ya que “guerra entre Roboam y Jeroboam…” no pudo haber durado todos los días de la vida de Abiam.
La fórmula establecida concluye el resumen, reiterando que el reinado de Abiam estuvo acosado con guerra.
b) Asa, rey de Judá.
La introducción del reinado de Asa[19] nombra a su madre: Maaca hija de Absalón. Algunos manuscritos más bien dicen que Maaca era la abuela, es decir, la madre de Abiam.
Por primera vez el autor compara favorablemente a un rey con el ejemplo de David. Asa dio un revés a la tendencia de los dos reinados previos, y que de acuerdo con 1 Reyes 11.33 había comenzado con Salomón, y hasta depuso a su propia o abuela de su papel de “reina madre” debido a su idolatría. De cierto, su única falla es que no abolió los lugares altos. El significado del 1 Reyes 15.15 no está bien claro, pero parece que Asa reaprovisionó las reservas de tesoro del Templo que Sisac había vaciado durante su invasión.
El resto del relato de su reinado tiene que ver con las continuas guerras sobre las fronteras entre Judá e Israel. El hecho de que Baasa de Israel empezó a convertir la ciudad de Ramá en una fortaleza demuestra que sus ejércitos habían podido infiltrarse hasta el sur de Betel en el territorio de Benjamín, el cual le pertenecía a Judá. Lo que es más, su meta era controlar la ruta principal entre Israel y Judá, y eficazmente bloquear la frontera de Judá al norte. La situación se puso tan seria que Asa negoció con Ben-hadad de Damasco[20] para que le ayudara, a pesar de que esto le iba a costar el tener que reducir las reservas de tesoro del Templo y del palacio nuevamente para garantizar la alianza. Cuando Ben-hadad empezó a movilizar sus tropas hacia el sur a fin de invadir la parte norte de Israel, Baasa no tuvo más recurso que retirarse de Benjamín para poder concentrar sus fuerzas y repeler al invasor. Entonces Asa recuperó la parte perdida de Benjamín y desmanteló la fortaleza de Ramá. Utilizó los materiales para edificar Geba y Mizpa y de esa manera fortalecer las fronteras norteñas para prevenir más agresión.
La fórmula utilizada al concluir esta sección añade que Asa fue un constructor de ciudades y en su vejez sufrió de una enfermedad en los pies. Esta última información ilumina la teología del autor. En verdad no considera que toda enfermedad y sufrimiento representa un castigo divino merecido, como fue el caso de la mano seca de Jeroboam. El reconoce que el sufrir por parte del inocente también es parte de la estructura de la vida.
c) Nadab, rey de Israel.
Aquí empezamos una larga sección[21] que trata casi exclusivamente los eventos en Israel. La mayor parte de ella tiene que ver con la dinastía de Omri, pero comienza con un relato del período inestable entre la muerte de Jeroboam y la accesión al trono de Omri. Durante 25 años cinco reyes gobernaron o trataron de gobernar a Israel, y cuatro de ellos perecieron de muerte violenta.
Un breve bosquejo nos informa rápidamente del tipo de persona que era Nadab, hijo de Jeroboam: “E hizo lo malo ante los ojos del SEÑOR, y anduvo en el camino de su padre…”[22]. Su corto reinado terminó con el cumplimiento de la profecía de Ahías acerca de la casa de Jeroboam. Fue asesinado por Baasa quien usurpó el trono para sí mismo[23]. Después Baasa eliminó a toda la familia de Jeroboam.
Aunque 1 Reyes 15.29 dice que esto ocurrió para que se cumpliera la profecía de Ahías, en 1 Reyes 16.7 el profeta Jehú condenó este acto de Baasa. Esta aparente contradicción se podría explicar porque Baasa sobrepasó el significado de la profecía de Ahías, la cual mencionaba matar solo “a todo varón”[24] que pertenecía a Jeroboam. Lo que esto significa es que a Jeroboam no le quedaría ningún descendiente varón que pudiera demandar el trono. El idioma de 1 Reyes 15.29 sugiere que Baasa hizo más de lo que debería y mató a toda la familia.
El anuncio para concluir la sección sobre Nadab dice que hubo guerra constante entre Asa y Baasa, una nota intrigante ya que no tiene nada que ver con Nadab. O el anuncio debería referirse a Nadab en lugar de Baasa, o la referencia ha sido sustituida por una que pertenecía al resumen del reinado de Baasa que viene a continuación.
d) Baasa, rey de Israel.
El reinado de Baasa se resume brevemente porque su accesión al trono y su conflicto bélico con Asa, rey de Judá, ya han sido narrados. El tema principal del resumen es la condena por el profeta Jehú. La historia se estaba repitiendo una vez más. Tal como en el caso de Jeroboam, Baasa había sido levantado por Dios para ser rey de Israel; pero había sido como los de la casa de Jeroboam y su casa habría de sufrir las mismas consecuencias que la de Jeroboam. La profecía de Jehú a Baasa es muy semejante a la de Ahías a Jeroboam.
e) Ela, rey de Israel.
No es sorprendente entonces que el cumplimiento de la profecía de Jehú fue prácticamente una repetición de los eventos anteriores. El hijo de Jeroboam reinó por dos años antes que lo asesinaran. Lo mismo pasó con Ela, hijo de Baasa, quien reinó por dos años. Y de la misma manera que el asesino de Nadab fue su sucesor, ahora Zimri sucedió a Ela. La estructura del resumen del reinado de Ela sigue el modelo del resumen del reinado de Nadab. Sin embargo, hay algunas diferencias. No se dice específicamente que Ela anduvo en el camino de Jeroboam; por el contrario eso es lo que se da a entender al decir que Baasa y Ela pecaron e hicieron pecar a Israel. Hay un contraste notable que ilustra la diferencia de carácter entre Nadab y Ela. Nadab murió haciendo la guerra a los enemigos tradicionales de Israel: Una ocupación digna del rey[25]; Ela murió mientras se embriagaba con el administrador del palacio en Tirsa, aunque continuaba la guerra en la frontera filistea. Finalmente, Zimri se controló más al terminar con la casa de su antecesor, matando solo a los varones.
f) Zimri y la guerra civil en Israel.
La situación se deterioró de tal manera que sobrevino una guerra civil. El ejército de Israel, acampado contra Gibetón, no quiso aceptar a Zimri sino que proclamó a su comandante Omri como rey. En un giro irónico de eventos el ejército luego se retiró de Gibetón para atacar la capital del mismo Israel. Zimri se suicidó después de haber reinado por solo siete días. Podemos pensar que siete días no es suficiente para poner a prueba el carácter de Zimri, pero en la vida política una semana es un largo tiempo y al autor no le cabe duda de que Zimri anduvo en el camino de Jeroboam y en su pecado que cometió.
El suicidio de Zimri no estabilizó la situación de inmediato porque Tibni hijo de Ginat surgió de rival al trono. La guerra entre las dos facciones culminó en la muerte de Tibni; sin más contrincantes Omri se estableció como rey.
g) Omri restaura la estabilidad en Israel.
Los sucesos que precedieron el reinado de Omri no fueron dirigidos por profecía. Ningún profeta aparece para anunciar el fin del reino de Zimri ni para designar a Omri al que Adonay había levantado para ser rey de su pueblo. Por lo tanto uno se pregunta si la toma del trono por Omri es la voluntad de Dios. La pregunta no recibe respuesta, pero en los capítulos siguientes se hace muy claro que el dominio de la dinastía de Omri no queda fuera del control de Dios. Como siempre en Reyes, esto se ve ilustrado a través del ministerio de los profetas de Dios.
El resumen establecido concluye el reinado de Omri añadiendo que su hijo le sucedió, lo cual significa que Israel había vuelto a la estabilidad de una dinastía. El autor no nos dice nada de la categoría política de Omri de la cual sabemos solo lo poco que dan las inscripciones asirias y la piedra moabita. El único logro que se le otorga es que estableció a Samaria como la nueva capital. Por lo demás, solo se menciona que pecó más que sus antecesores y anduvo en todo el camino de Jeroboam.
[1] 2 Samuel 2.4.
[2] 2 Samuel 5.3.
[3] 2 Samuel 20.1.
[4] BAD
[5] BL95
[6] JER
[7] Levítico 23.33-43.
[8] Levítico 23.39.
[9] Jeremías 23.16; 27.9-16.
[10] 1 Samuel 9.3-9.
[11] 1 Reyes 12.8.
[12] Diosa madre cananea mencionada en los textos de Ras Shamra como diosa del mar y consorte de El, pero relacionada en el Antiguo Testamento con Baal (Jueces 3.7). Aunque a veces el Antiguo Testamento se refiere a Asera como una diosa (1 Reyes 18.19; 2 Reyes 23.4; 2 Crónicas 15.16), también se emplea su nombre para una imagen de la misma diosa (1 Reyes 15.13), que posteriormente pasó a representarla. Los israelitas recibieron orden de cortar (Éxodo 34.13) o quemar (Deuteronomio 12.3) los aserim de los cananeos, y también se les prohibió plantar “ningún árbol para Asera cerca del altar de Adonay” (Deuteronomio 16.21). Tomando como base estas referencias parecería que se trataba de un objeto de madera, y presumiblemente algún tipo de imagen. Se ha considerado como una posible asera un trozo de madera carbonizada de alrededor de 1,20 metros de largo descubierto en el santuario de Hai de la edad de bronce temprana, pero muchos entendidos rechazan ahora la opinión de que el objeto de referencia fuera un poste, y adoptan la traducción “imagen de Asera” en todas las circunstancias.
[13] Jueces 3.7.
[14] 200 grandes y 300 más pequeños de acuerdo con 1 Reyes 10.16-17.
[15] 2 Reyes 17.
[16] 2 Reyes 8.16-17; 16.1-4.
[17] 1 Reyes 15.3.
[18] Como traduce correctamente la Reyna Valera Actualizada.
[19] Duró 41 años.
[20] Siria.
[21] 1 Reyes 15.25-2 Reyes 10.36.
[22] 1 Reyes 15.26. NBLH
[23] La nota de que esto ocurrió mientras Nadab tenía sitiada la ciudad filistea de Gibetón nos recuerda que el interés del autor es muy limitado; las políticas exteriores de la mayoría de los reyes no reciben ninguna referencia, o si se las menciona es de paso no más.
[24] 1 Reyes 14.10.
[25] 1 Reyes 15.27.