34. La última semana.
En este último apartado de nuestro estudio veremos de una forma más cercana los hechos de las últimas horas del ministerio de Jesús en la tierra en su primera venida. Trataremos de buscar con más detalle cada acto y palabras de Jesús para poder hacernos un retrato más fiel de nuestro Salvador.
a. Preparativos para la entrada (Mateo 21.1-7; Marcos 11.1-7; Lucas 19.29-35).
Jerusalén es una ciudad de Asia occidental, situada en Oriente Próximo. Es una de las ciudades más antiguas del mundo, habitada por los jebuseos antes de la llegada de las tribus hebreas a Canaán a principios del siglo XIII a.C. Fue la antigua capital del Reino de Israel y del Reino de Judá, y siglos más tarde del reino franco de Jerusalén. Jerusalén es considerada una ciudad sagrada para tres de las mayores religiones monoteístas: el judaísmo, el cristianismo y el islam.
El origen preciso del nombre hebreo “Yerushalayim”, es incierto y los académicos ofrecen distintas interpretaciones. Algunos afirman que procede de las palabras hebreas yeru, “casa”, y shalem o shalom, “paz”, por lo que Jerusalén significaría literalmente “casa de la paz”. Esto puede deberse a que generalmente es conocido como la tierra de Dios. Otra interpretación dice que podría hacer referencia a Salem, un antiguo nombre de la ciudad, que aparece en el Génesis.
También, es muy probable que el nombre venga del antiguo dios pagano de los pueblos que habitaban esa zona, Salem “dios del sol poniente”, en donde Jeru-Salem significa “lugar del dios Salem”. Luego de la conquista israelita este nombre perdió su significado original. En el siglo XIV a.C., cuando aparecieron en Canaán los hebreos, el nombre de Salem fue confundido por “Shalom”, paz.
El nombre árabe es Al-Quds, que significa lo sagrado, o más raramente Bayt al-Maqdes, “Casa de lo Sagrado”. El Estado de Israel utiliza frecuentemente como denominación en árabe el nombre arcaico Urshalim, que no tiene uso en la lengua hablada, y muy escaso en la escrita, o la forma mixta Urshalim Al-Quds.
Pruebas cerámicas indican la ocupación de Ophel, dentro de lo que es actualmente Jerusalén, tan temprano como en la Edad de Cobre, cerca del cuarto milenio antes de Cristo, con evidencia de un asentamiento permanente en los primeros siglos de la Edad del Bronce temprano, cerca del 3000-2800 a.C. Ann Killebrew demostró que Jerusalén era una ciudad grande y amurallada entre 1800-1550 y 720-586 a. C., durante la Edad de Bronce Tardío y luego fue un pueblo sin amurallar y relativamente insignificante.
Los escritos más tempranos que hacen referencia a la ciudad son los agrupados en los “Textos de Execración de Berlín y Bruselas” y en las “Cartas de Amarna”, muchos arquélogos creen que Jerusalén fue una ciudad fundada por un pueblo semítico occidental con asentamientos organizados alrededor del siglo XXVI a.C. De acuerdo a la tradición, Jerusalén fue fundada por Sem y Eber, ancestros de Abraham. El relato bíblico muestra a los jebuseos controlando la ciudad, habitando los terrenos cercanos a la ciudad actual hasta el siglo XI a.C., cuando David conquistó su ciudad, Jebús. Excavaciones recientes de la Gran estructura de Roca tienden a ser interpretadas por los arqueólogos como corroboraciones de los textos bíblicos.
En torno al año 1004 a.C., el rey David de Israel y de Judá conquistó Jerusalén a los jebuseos por medio de un contingente enviado a través de un manantial subterráneo, y la convirtió en capital de su reino unificado. Su hijo Salomón construyó en pocos años el Templo de Jerusalén, destinado a contener el Arca de la Alianza y las Leyes que Adonay otorgó a Moisés en dos tablas de piedra en el Monte Sinaí. Este sería el único Templo que permitiría la ley religiosa hebrea consagrado al culto a Dios, si bien parece que existió otro Templo en la isla Elefantina, en el curso medio del río Nilo, fundado en torno al 650 a.C., por una comunidad judía emigrada antes del reinado de Josías.
Tras la separación de Israel y Judá en el 922 a.C., Jerusalén pasó a ser la capital del reino de Judá. Tras diferentes cambios en su historia, en las que ejerció de capital del reino independiente de Judá, conoció posteriormente distintas etapas de dominación extranjera, primero bajo la influencia de los asirios, que sometieron al reino de Judá al pago de tributo, y luego directamente por los babilonios entre los años 597-546 a.C., que toman la ciudad y la arrasan, destruyendo el Templo, en Julio del 587 a.C.; después estuvo sometida a los persas entre 546-332 a.C., los macedonios entre 332-312 a.C., y por sus herederos los seléucidas entre 312-130 a.C. Desde este momento, bajo el gobierno de los asmoneos conocería un periodo de relativa independencia, si bien sería conquistada, junto con todo el reino, por las tropas romanas de Pompeyo en el 64 a.C.
A partir del año 33 d.C., aproximadamente existe una iglesia cristiana creciente en Jerusalén, donde además se celebra el denominado “Concilio de Jerusalén” alrededor del año 49.
En el año 66 tuvo lugar una revuelta de los judíos que supuso el asedio de la ciudad y su toma por Tito en el año 70, junto con la segunda destrucción del Templo de Jerusalén. El proyecto de reconstrucción de Adriano como una ciudad completamente romana, la Aelia Capitolina, supuso la revuelta definitiva de los judíos entre los años 132 y 135, finalizando con la caída de Masada y el inicio de la Diáspora judía.
Cuando se acercaron a Jerusalén por última vez; en Betfagé, en el monte de los Olivos, Jesús manda a dos discípulos a la aldea para que traigan una asna y un pollino[1]. La entrada de Jesús en Jerusalén en esta forma correspondía a la humildad con que Jesús iba a la cruz[2].
Es interesante la anotación que Jesús hace a los discípulos que si alguien pregunta para dónde llevan los animales, ellos debían simplemente decir: “El Señor lo necesita”. Esta acción con su reacción correspondiente indican que muchas personas ahora están reconociendo a Jesús como Señor al entrar él en Jerusalén. Solamente en el caso de un rey basta que se diga: “Lo necesito”, para que haya rápida y completa obediencia.
Fueron, y encontraron el pollino atado en plena calle. El sitio donde estuvo el pollino se pudo hallar fácilmente; probablemente fue en un camino que pasaría al lado de la aldea pequeña. Los dos discípulos tuvieron que soltar los dos animales en la presencia de los dueños, pero Jesús les había preparado para esa eventualidad. Tocó a los discípulos obedecer al Señor, y al Señor encargarse de lo demás. No sabemos por qué dieron ellos permiso para el traslado de los animales, si por respeto por el Señor y su creencia en él ya que pudieron haber sabido del milagro de Jesús de levantar de los muertos a Lázaro en Betania, el pueblo cerca de allí[3]; o si por otra causa. Pero Jesucristo por omnisciencia anticipó todo detalle del asunto.
Los mantos de los discípulos sirvieron de silla en que sentarse Jesús sobre el asnillo[4], y reflejaron el respeto de los discípulos hacia su Señor. Jesús era el Rey de los judíos y no se enviaron soldados para evitar la entrada triunfal. No lo temieron. No creían que era amenaza para ellos. Más bien, el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo[5] voluntariamente y con toda valentía se acerca a los que iban a clavarlo en la cruz.
b. Día 1 (Mateo 21.8-11; Marcos 11.8-10; Lucas 19.36-44).
La numerosa multitud, ponía sus mantos en el camino; y ramas de árboles, y aclamaban diciendo: “¡Hosanna al Hijo de David[6]! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!” El pueblo estaba listo a proclamarle rey. Las multitudes lo reconocían como Señor y por ello pavimentaban el camino delante de Jesús con ropas y ramas de palmera[7].
Hubo dos grupos de adoradores: Los discípulos de Jesús y la gente que había venido a la casa de Lázaro la noche anterior[8], y la multitud que salió de Jerusalén a encontrarle en el camino[9].
La palabra Hosanna, significa “sálvanos ahora”, siendo o una petición a Dios o una exclamación de acción de gracias. La gente gritaba, citando las palabras del Salmo mesiánico, 118.25-26. Lucas 19.38 y Juan 12.13 agregan la frase: “Bendito el rey”, “el Rey de Israel”.
La gente estaba persuadida del que el Mesías había llegado y que entraba en la ciudad capitalina para inaugurar su reinado. El reino del padre David es el Reino del Mesías. Los judíos de esta multitud vieron en la entrada de Jesús en Jerusalén la venida de la promesa mesiánica. Venía el Reino, venía el Rey[10].
Juan 12.16 nos dice que los apóstoles al principio no entendieron bien estas cosas, pero que después de la ascensión de Jesús al cielo, entonces se acordaron de las profecías al respecto.
Lucas 19.37 informa que estas alabanzas de la gente, y su expectación del principio del Reino mesiánico, tuvieron su base en las grandes maravillas hechas por Jesús que ellos habían visto. Pero esta gente anticipaba una restauración del reino literal de David como existía en tiempos pasados, y una independencia nacional como antes del cautiverio en Babilonia. Creían que ahora seguramente Jesús ocuparía su trono como el esperado y anhelado Mesías. Estos no hablaban de la paz que Jesús trae al mundo pecador. ¿Dónde estuvieron estos cuando muchos gritaron: “¡Crucifíquenle!”?
Entonces los fariseos pidieron a Jesús que reprendiera a sus discípulos. Ellos eran muy orgullosos y celosos. Querían que el pueblo solamente les alabara a ellos mismos. No les gustó nada la fama e influencia de Cristo sobre el pueblo. Pilato sabía que por la envidia le había entregado[11].
Jesús sabía que no haría lo que la multitud esperaba. Entonces, ¿por qué entró en la ciudad de esta manera? Para cumplir la profecía acerca de cómo el Mesías iba a entrar la ciudad[12]. Jesús confesó públicamente que era el Hijo de David, el Mesías, delante de los líderes de los judíos[13]. Esta verdad llegó a su colmo en la inscripción en la cruz[14].
En cuanto a la entrada tan pública de Jesús, recordemos que según Juan 11.57 había “precio” sobre la cabeza de Jesús. En tal caso cualquier otro hubiera entrado la ciudad a escondidas, pero Jesús entró de manera pública para manifestarse como el Mesías.
Hay un contraste entre el gozo de la multitud y las lágrimas de Jesús. Lloró sobre Jerusalén porque, siendo Dios, podía ver claramente la destrucción de Jerusalén como si fuera historia en lugar de profecía.
Jesús recrimina a Jerusalén ya que se enceguecieron voluntariamente, tal y como hace la mayoría hoy, que teniendo las Escrituras para seguirlas claramente, prefieren hacer las cosas a su manera.
Jesús predice el sitio formal. Estas palabras de Jesús suenan como las de los profetas que hablaron acerca de la destrucción de Jerusalén por los babilonios[15]. Dios descendió del cielo para “visitarles” y no lo conocían.
1) Limpieza del Templo (Mateo 21.12-13; Marcos 11.15-17; Lucas 19.45-46).
Es el día lunes, la segunda vez que entra en Jerusalén en esta temporada. Ya en otra anterior Jesús limpió el Templo[16]. Esto fue temprano en su ministerio personal.
Jesús no entró en el Lugar Santo. El Templo no era un sitio donde la gente se congregara para adorar como lo hace la Iglesia ahora. Solamente entraban en el Lugar Santo los sacerdotes; Jesús no entró porque no era sacerdote según el orden de Aarón, Él era de la tribu de Judá.
Tampoco entró Jesús en el Lugar Santísimo en donde solamente el Sumo Sacerdote entraba, y solamente una vez por año. En el Templo había varios atrios, pero la palabra Templo, hieron, incluía los atrios y cámaras, etc., todo lo que estaba encerrado dentro de la muralla del Templo. En el atrio de los israelitas solamente entraban varones israelitas. Había también atrio de las mujeres, y el atrio de los gentiles. El atrio de los gentiles era el sitio ocupado por los vendedores. En este atrio entraba cualquiera. Por lo tanto, los gentiles estaban completamente despreciados por el negocio escandaloso de los judíos avaros[17]. Esta parte del Templo había llegado a ser una vía pública para cargar utensilios de aceite, vino, etc. ¿Qué esperanza había de que los gentiles creyentes pudieran adorar a Dios?
En este atrio estaban los que vendían y compraban y también las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas[18], que era el sacrificio ofrecido por los pobres. Esta práctica comenzó como una práctica inocente de beneficio para los que venían de lejos al Templo, y no era práctico traer animales y palomas, pero abrió la puerta para los avaros y llegó a ser una condición escandalosa como descrita aquí. Marcos aquí menciona solamente la venta de palomas, pero vemos en Juan 2.14-15 que se vendían para los sacrificios en el Templo también bueyes y ovejas. Ahora en lugar de recibir beneficio, los pobres eran víctimas de la avaricia de los vendedores. El impuesto del Templo era medio ciclo y los peregrinos tenían que cambiar su dinero para pagarlo. Los judíos tenían que pagar el impuesto del Templo. Llegando de otros países con dinero ajeno: De los romanos, griegos, etc., hubo necesidad de cambiar sus monedas por la judaica: El dracma. En esto se ocupaban los cambistas, cobrando por este servicio. El mal consistía en hacer un mercado o emporio del Templo.
¿Por qué los echó fuera? ¿Por qué volcó las mesas de los cambistas? Porque eran hombres ladrones que cobraban doble o triple por las palomas. ¿Por qué no las compraban en otra parte? Porque tenían que ser sin defecto, y los “inspectores” rechazaban las palomas que se compraban en otra parte, de esta manera obligándoles a comprar en el Templo. Tenían que ofrecer sacrificios “autorizados” por los ladrones. Todos, los sacerdotes, oficiales del Templo, comerciantes, estaban involucrados en la conspiración de robar la gente. Fue un verdadero monopolio.
La acción de Jesús en esta ocasión no es la de un adorador, sino del Señor mismo, ejerciendo su plena autoridad divina. Jesús entró en su propia casa y la limpió. Era la fiesta de la Pascua y Él quitaba la vieja levadura[19]. En esto vemos el poder y autoridad de Jesús. Habló con voz de autoridad, voz de mando.
Jesús no permitía que nadie que llevara cargas pasara por el Templo, ya que la gente acostumbraba acortar camino por los atrios del Templo. Jesús puso fin a eso. Todo se quedó en calma en el Templo. Sin duda todo el mundo se maravillaba de las acciones del Señor en esta ocasión, y de los resultados logrados.
¿Por qué no lo resistieron? Jesús tuvo el derecho de hacerlo; la conciencia de los culpables les condenaba, si es que todavía tenía conciencia. También la gente apoyaba a Jesús, esto ocurrió después de la entrada triunfal, porque sabían que Jesús era, por lo menos, un profeta y creían que un profeta tenía mucha autoridad.
Jesús les citó las Escrituras. Esto indicaba que Dios mismo era su autoridad. Hay mucho contraste entre “casa de oración” y “cueva de ladrones”[20]. Así es hoy en día. El mundo religioso hace mercadería del Evangelio. Muchos pastores y evangelistas enfatizan lo material mucho más que lo espiritual. La práctica de los judíos que profanaban el Templo es repetida ahora por muchas iglesias: La Iglesia Católica Romana tiene sus reliquias sagradas, cintas con inscripciones, velas de colores, crucifijos decorados, botellas con agua santa. Los evangélicos hablan sin cesar de ofrendas, de diezmos, de recaudar fondos para su salario y sus proyectos, por lo que tienen número incalculable de ofrendas especiales; en cuanto al diezmo, cualquier estudiante sincero, como los de Berea[21], sabe que el diezmo pertenece a la ley de Moisés[22], pero los líderes religiosos lo imponen sobre sus feligreses como si fuera ley de Cristo; venden pasteles, tacos, tamales, ropa, etc., para sufragar gastos; piden ayuda de los comerciantes y de todos en la calle; venden pañuelos y otros artículos “bendecidos” por el pastor; los televangelistas animan a la gente a escribir sus enfermedades, etc., en un papel para enviárselos, siempre con su ofrenda, para que oren por ellos; en las campañas usan tácticas psicológicas de las más vergonzosas para sacar dinero de la gente; venden discos, casetes, y toda clase de literatura; todos saben de los juegos de bingo y rifas de las iglesias católicas, pero los evangélicos tienen sus rifas también; celebran fiestas y programas de toda clase con orquestas, coros y toda clase de diversión, compitiendo con el teatro mundano, etc.; e incluso están los evangelistas de las Iglesias de Cristo que reciben un buen salario de parte de las congregaciones de los Estados Unidos y se dedican a descansar todo el día y medio prepararan un estudio liviano para los miércoles y un sermón que sepa entretener a la Iglesia el domingo, y como tienen tanto tiempo libre, se dedican a pelear con los demás.
Recordemos siempre la actitud de Jesús ante tales actividades[23]. Como Pablo dice en Romanos 16.18: “…no sirven a nuestro Señor Jesucristo sino a sus propios vientres” y como dice Judas 11: “…se lanzaron por lucro en el error de Balaam”.
¿Qué enseña la Biblia? “Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado”[24]; “Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre”[25]. Lea 2 Corintios 8.1-5 para ver el espíritu generoso que Dios quiere ver en sus hijos.
Después de limpiar el Templo de los animales y los vendedores, Jesús comenzó a enseñar lo que la gente necesitaba oír. Esta actividad fue la indicada para el uso correcto del Templo. Cuando Jesús usa la frase: “casa de mercado” llama “ladrones” a estos comerciantes porque se aprovechaban de la gente en estos negocios que tuvieron con ver con los sacrificios que Dios mandaba bajo la ley de Moisés. Por hallarse en el Templo pensaban estos que hallaban refugio en sus negocios.
2) Sanados en el Templo (Mateo 21.14).
Estos ciegos y cojos, fueron los últimos que fueron sanados por Jesús antes de su muerte. Obsérvese el contraste entre lo que Jesús hizo en el Templo y lo que los mercaderes hacían en él.
3) El malestar de los sacerdotes, escribas y fariseos (Mateo 21.15-16; Marcos 11.18; Lucas 19.39-44; 47-48).
En estos últimos capítulos, los “principales sacerdotes” se mencionan repetidas veces, porque eran los que instigaron a los romanos a crucificar a Jesús. Los oficiales se indignaron porque obviamente Jesús hacía el papel de un poderoso líder, encargándose de limpiar el Templo, de sanar a los enfermos, y enseñar con toda autoridad no lo que los escribas y fariseos enseñaban, sino lo que Él mismo enseñaba. Por eso, cuando los muchachos gritaban: “¡Hosanna al Hijo de David!”, se molestaron mucho y protestaron. Con toda hipocresía condenaron lo que deberían aprobar y aprobaron lo que deberían haber condenado.
Los muchachos repiten lo que la gente decía cuando Jesús entraba en Jerusalén. El Templo era el lugar más apropiado para alabar a Jesucristo y proclamar que Él era el Hijo de David, el Mesías.
Por largo tiempo buscaban ocasión para matar a Jesús. Pero no les fue fácil hallar manera de hacerle mal, dada la aceptación de Jesús entre la gente. Tenían miedo de perder su autoridad y control sobre la gente, porque la gente se dirigía mentalmente hacia Jesús. La gente estaba admirada de la doctrina de Jesús, pero estos otros ni consideraban su doctrina. Los milagros hechos por Jesús en el Templo también sirvieron para contribuir a su fama entre la gente común. Pero fue su doctrina lo que movió a la gente.
4) Regreso a Betania (Mateo 21.17; Marcos 11.11).
El domingo que entró en Jerusalén, y luego en el Templo, ya tarde en el día, Jesús nada más observó las cosas y entonces volvió a Betania con sus apóstoles. Lucas no menciona este detalle, sino que comienza su narración con los eventos del día siguiente, el lunes. Cada noche de estos días antes de su crucifixión, Jesús salió de Jerusalén para pasar las noches en el monte de los Olivos[26].
[1] Zacarías 9.9.
[2] Filipenses 2.8.
[3] Juan 12.9-18.
[4] Juan 12.14.
[5] Juan 1.29.
[6] Equivalía a Mesías.
[7] Juan 12.13.
[8] Juan 12.9.
[9] Juan 12.12-13.
[10] Juan 12.13.
[11] Mateo 27.18.
[12] Salmos 118.26; Zacarías 9.9.
[13] Lucas 22.66-71.
[14] Lucas 23.38.
[15] Isaías 29.3; 37.33; Ezequiel 4.1-3.
[16] Juan 2.14-16.
[17] Marcos 11.16.
[18] Levítico 14.22.
[19] 1 Corintios 5.8.
[20] 2 Corintios 2.17; Ezequiel 14.2; 1 Timoteo 6.5; 2 Pedro 2.3.
[21] Hechos 17.11.
[22] Levítico 27.30-34; Números 18.21; Deuteronomio 14.22-29.
[23] Juan 2.15.
[24] 1 Corintios 16.2.
[25] 2 Corintios 9.7.
[26] Lucas 21.37.
En este último apartado de nuestro estudio veremos de una forma más cercana los hechos de las últimas horas del ministerio de Jesús en la tierra en su primera venida. Trataremos de buscar con más detalle cada acto y palabras de Jesús para poder hacernos un retrato más fiel de nuestro Salvador.
a. Preparativos para la entrada (Mateo 21.1-7; Marcos 11.1-7; Lucas 19.29-35).
Jerusalén es una ciudad de Asia occidental, situada en Oriente Próximo. Es una de las ciudades más antiguas del mundo, habitada por los jebuseos antes de la llegada de las tribus hebreas a Canaán a principios del siglo XIII a.C. Fue la antigua capital del Reino de Israel y del Reino de Judá, y siglos más tarde del reino franco de Jerusalén. Jerusalén es considerada una ciudad sagrada para tres de las mayores religiones monoteístas: el judaísmo, el cristianismo y el islam.
El origen preciso del nombre hebreo “Yerushalayim”, es incierto y los académicos ofrecen distintas interpretaciones. Algunos afirman que procede de las palabras hebreas yeru, “casa”, y shalem o shalom, “paz”, por lo que Jerusalén significaría literalmente “casa de la paz”. Esto puede deberse a que generalmente es conocido como la tierra de Dios. Otra interpretación dice que podría hacer referencia a Salem, un antiguo nombre de la ciudad, que aparece en el Génesis.
También, es muy probable que el nombre venga del antiguo dios pagano de los pueblos que habitaban esa zona, Salem “dios del sol poniente”, en donde Jeru-Salem significa “lugar del dios Salem”. Luego de la conquista israelita este nombre perdió su significado original. En el siglo XIV a.C., cuando aparecieron en Canaán los hebreos, el nombre de Salem fue confundido por “Shalom”, paz.
El nombre árabe es Al-Quds, que significa lo sagrado, o más raramente Bayt al-Maqdes, “Casa de lo Sagrado”. El Estado de Israel utiliza frecuentemente como denominación en árabe el nombre arcaico Urshalim, que no tiene uso en la lengua hablada, y muy escaso en la escrita, o la forma mixta Urshalim Al-Quds.
Pruebas cerámicas indican la ocupación de Ophel, dentro de lo que es actualmente Jerusalén, tan temprano como en la Edad de Cobre, cerca del cuarto milenio antes de Cristo, con evidencia de un asentamiento permanente en los primeros siglos de la Edad del Bronce temprano, cerca del 3000-2800 a.C. Ann Killebrew demostró que Jerusalén era una ciudad grande y amurallada entre 1800-1550 y 720-586 a. C., durante la Edad de Bronce Tardío y luego fue un pueblo sin amurallar y relativamente insignificante.
Los escritos más tempranos que hacen referencia a la ciudad son los agrupados en los “Textos de Execración de Berlín y Bruselas” y en las “Cartas de Amarna”, muchos arquélogos creen que Jerusalén fue una ciudad fundada por un pueblo semítico occidental con asentamientos organizados alrededor del siglo XXVI a.C. De acuerdo a la tradición, Jerusalén fue fundada por Sem y Eber, ancestros de Abraham. El relato bíblico muestra a los jebuseos controlando la ciudad, habitando los terrenos cercanos a la ciudad actual hasta el siglo XI a.C., cuando David conquistó su ciudad, Jebús. Excavaciones recientes de la Gran estructura de Roca tienden a ser interpretadas por los arqueólogos como corroboraciones de los textos bíblicos.
En torno al año 1004 a.C., el rey David de Israel y de Judá conquistó Jerusalén a los jebuseos por medio de un contingente enviado a través de un manantial subterráneo, y la convirtió en capital de su reino unificado. Su hijo Salomón construyó en pocos años el Templo de Jerusalén, destinado a contener el Arca de la Alianza y las Leyes que Adonay otorgó a Moisés en dos tablas de piedra en el Monte Sinaí. Este sería el único Templo que permitiría la ley religiosa hebrea consagrado al culto a Dios, si bien parece que existió otro Templo en la isla Elefantina, en el curso medio del río Nilo, fundado en torno al 650 a.C., por una comunidad judía emigrada antes del reinado de Josías.
Tras la separación de Israel y Judá en el 922 a.C., Jerusalén pasó a ser la capital del reino de Judá. Tras diferentes cambios en su historia, en las que ejerció de capital del reino independiente de Judá, conoció posteriormente distintas etapas de dominación extranjera, primero bajo la influencia de los asirios, que sometieron al reino de Judá al pago de tributo, y luego directamente por los babilonios entre los años 597-546 a.C., que toman la ciudad y la arrasan, destruyendo el Templo, en Julio del 587 a.C.; después estuvo sometida a los persas entre 546-332 a.C., los macedonios entre 332-312 a.C., y por sus herederos los seléucidas entre 312-130 a.C. Desde este momento, bajo el gobierno de los asmoneos conocería un periodo de relativa independencia, si bien sería conquistada, junto con todo el reino, por las tropas romanas de Pompeyo en el 64 a.C.
A partir del año 33 d.C., aproximadamente existe una iglesia cristiana creciente en Jerusalén, donde además se celebra el denominado “Concilio de Jerusalén” alrededor del año 49.
En el año 66 tuvo lugar una revuelta de los judíos que supuso el asedio de la ciudad y su toma por Tito en el año 70, junto con la segunda destrucción del Templo de Jerusalén. El proyecto de reconstrucción de Adriano como una ciudad completamente romana, la Aelia Capitolina, supuso la revuelta definitiva de los judíos entre los años 132 y 135, finalizando con la caída de Masada y el inicio de la Diáspora judía.
Cuando se acercaron a Jerusalén por última vez; en Betfagé, en el monte de los Olivos, Jesús manda a dos discípulos a la aldea para que traigan una asna y un pollino[1]. La entrada de Jesús en Jerusalén en esta forma correspondía a la humildad con que Jesús iba a la cruz[2].
Es interesante la anotación que Jesús hace a los discípulos que si alguien pregunta para dónde llevan los animales, ellos debían simplemente decir: “El Señor lo necesita”. Esta acción con su reacción correspondiente indican que muchas personas ahora están reconociendo a Jesús como Señor al entrar él en Jerusalén. Solamente en el caso de un rey basta que se diga: “Lo necesito”, para que haya rápida y completa obediencia.
Fueron, y encontraron el pollino atado en plena calle. El sitio donde estuvo el pollino se pudo hallar fácilmente; probablemente fue en un camino que pasaría al lado de la aldea pequeña. Los dos discípulos tuvieron que soltar los dos animales en la presencia de los dueños, pero Jesús les había preparado para esa eventualidad. Tocó a los discípulos obedecer al Señor, y al Señor encargarse de lo demás. No sabemos por qué dieron ellos permiso para el traslado de los animales, si por respeto por el Señor y su creencia en él ya que pudieron haber sabido del milagro de Jesús de levantar de los muertos a Lázaro en Betania, el pueblo cerca de allí[3]; o si por otra causa. Pero Jesucristo por omnisciencia anticipó todo detalle del asunto.
Los mantos de los discípulos sirvieron de silla en que sentarse Jesús sobre el asnillo[4], y reflejaron el respeto de los discípulos hacia su Señor. Jesús era el Rey de los judíos y no se enviaron soldados para evitar la entrada triunfal. No lo temieron. No creían que era amenaza para ellos. Más bien, el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo[5] voluntariamente y con toda valentía se acerca a los que iban a clavarlo en la cruz.
b. Día 1 (Mateo 21.8-11; Marcos 11.8-10; Lucas 19.36-44).
La numerosa multitud, ponía sus mantos en el camino; y ramas de árboles, y aclamaban diciendo: “¡Hosanna al Hijo de David[6]! ¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!” El pueblo estaba listo a proclamarle rey. Las multitudes lo reconocían como Señor y por ello pavimentaban el camino delante de Jesús con ropas y ramas de palmera[7].
Hubo dos grupos de adoradores: Los discípulos de Jesús y la gente que había venido a la casa de Lázaro la noche anterior[8], y la multitud que salió de Jerusalén a encontrarle en el camino[9].
La palabra Hosanna, significa “sálvanos ahora”, siendo o una petición a Dios o una exclamación de acción de gracias. La gente gritaba, citando las palabras del Salmo mesiánico, 118.25-26. Lucas 19.38 y Juan 12.13 agregan la frase: “Bendito el rey”, “el Rey de Israel”.
La gente estaba persuadida del que el Mesías había llegado y que entraba en la ciudad capitalina para inaugurar su reinado. El reino del padre David es el Reino del Mesías. Los judíos de esta multitud vieron en la entrada de Jesús en Jerusalén la venida de la promesa mesiánica. Venía el Reino, venía el Rey[10].
Juan 12.16 nos dice que los apóstoles al principio no entendieron bien estas cosas, pero que después de la ascensión de Jesús al cielo, entonces se acordaron de las profecías al respecto.
Lucas 19.37 informa que estas alabanzas de la gente, y su expectación del principio del Reino mesiánico, tuvieron su base en las grandes maravillas hechas por Jesús que ellos habían visto. Pero esta gente anticipaba una restauración del reino literal de David como existía en tiempos pasados, y una independencia nacional como antes del cautiverio en Babilonia. Creían que ahora seguramente Jesús ocuparía su trono como el esperado y anhelado Mesías. Estos no hablaban de la paz que Jesús trae al mundo pecador. ¿Dónde estuvieron estos cuando muchos gritaron: “¡Crucifíquenle!”?
Entonces los fariseos pidieron a Jesús que reprendiera a sus discípulos. Ellos eran muy orgullosos y celosos. Querían que el pueblo solamente les alabara a ellos mismos. No les gustó nada la fama e influencia de Cristo sobre el pueblo. Pilato sabía que por la envidia le había entregado[11].
Jesús sabía que no haría lo que la multitud esperaba. Entonces, ¿por qué entró en la ciudad de esta manera? Para cumplir la profecía acerca de cómo el Mesías iba a entrar la ciudad[12]. Jesús confesó públicamente que era el Hijo de David, el Mesías, delante de los líderes de los judíos[13]. Esta verdad llegó a su colmo en la inscripción en la cruz[14].
En cuanto a la entrada tan pública de Jesús, recordemos que según Juan 11.57 había “precio” sobre la cabeza de Jesús. En tal caso cualquier otro hubiera entrado la ciudad a escondidas, pero Jesús entró de manera pública para manifestarse como el Mesías.
Hay un contraste entre el gozo de la multitud y las lágrimas de Jesús. Lloró sobre Jerusalén porque, siendo Dios, podía ver claramente la destrucción de Jerusalén como si fuera historia en lugar de profecía.
Jesús recrimina a Jerusalén ya que se enceguecieron voluntariamente, tal y como hace la mayoría hoy, que teniendo las Escrituras para seguirlas claramente, prefieren hacer las cosas a su manera.
Jesús predice el sitio formal. Estas palabras de Jesús suenan como las de los profetas que hablaron acerca de la destrucción de Jerusalén por los babilonios[15]. Dios descendió del cielo para “visitarles” y no lo conocían.
1) Limpieza del Templo (Mateo 21.12-13; Marcos 11.15-17; Lucas 19.45-46).
Es el día lunes, la segunda vez que entra en Jerusalén en esta temporada. Ya en otra anterior Jesús limpió el Templo[16]. Esto fue temprano en su ministerio personal.
Jesús no entró en el Lugar Santo. El Templo no era un sitio donde la gente se congregara para adorar como lo hace la Iglesia ahora. Solamente entraban en el Lugar Santo los sacerdotes; Jesús no entró porque no era sacerdote según el orden de Aarón, Él era de la tribu de Judá.
Tampoco entró Jesús en el Lugar Santísimo en donde solamente el Sumo Sacerdote entraba, y solamente una vez por año. En el Templo había varios atrios, pero la palabra Templo, hieron, incluía los atrios y cámaras, etc., todo lo que estaba encerrado dentro de la muralla del Templo. En el atrio de los israelitas solamente entraban varones israelitas. Había también atrio de las mujeres, y el atrio de los gentiles. El atrio de los gentiles era el sitio ocupado por los vendedores. En este atrio entraba cualquiera. Por lo tanto, los gentiles estaban completamente despreciados por el negocio escandaloso de los judíos avaros[17]. Esta parte del Templo había llegado a ser una vía pública para cargar utensilios de aceite, vino, etc. ¿Qué esperanza había de que los gentiles creyentes pudieran adorar a Dios?
En este atrio estaban los que vendían y compraban y también las mesas de los cambistas, y las sillas de los que vendían palomas[18], que era el sacrificio ofrecido por los pobres. Esta práctica comenzó como una práctica inocente de beneficio para los que venían de lejos al Templo, y no era práctico traer animales y palomas, pero abrió la puerta para los avaros y llegó a ser una condición escandalosa como descrita aquí. Marcos aquí menciona solamente la venta de palomas, pero vemos en Juan 2.14-15 que se vendían para los sacrificios en el Templo también bueyes y ovejas. Ahora en lugar de recibir beneficio, los pobres eran víctimas de la avaricia de los vendedores. El impuesto del Templo era medio ciclo y los peregrinos tenían que cambiar su dinero para pagarlo. Los judíos tenían que pagar el impuesto del Templo. Llegando de otros países con dinero ajeno: De los romanos, griegos, etc., hubo necesidad de cambiar sus monedas por la judaica: El dracma. En esto se ocupaban los cambistas, cobrando por este servicio. El mal consistía en hacer un mercado o emporio del Templo.
¿Por qué los echó fuera? ¿Por qué volcó las mesas de los cambistas? Porque eran hombres ladrones que cobraban doble o triple por las palomas. ¿Por qué no las compraban en otra parte? Porque tenían que ser sin defecto, y los “inspectores” rechazaban las palomas que se compraban en otra parte, de esta manera obligándoles a comprar en el Templo. Tenían que ofrecer sacrificios “autorizados” por los ladrones. Todos, los sacerdotes, oficiales del Templo, comerciantes, estaban involucrados en la conspiración de robar la gente. Fue un verdadero monopolio.
La acción de Jesús en esta ocasión no es la de un adorador, sino del Señor mismo, ejerciendo su plena autoridad divina. Jesús entró en su propia casa y la limpió. Era la fiesta de la Pascua y Él quitaba la vieja levadura[19]. En esto vemos el poder y autoridad de Jesús. Habló con voz de autoridad, voz de mando.
Jesús no permitía que nadie que llevara cargas pasara por el Templo, ya que la gente acostumbraba acortar camino por los atrios del Templo. Jesús puso fin a eso. Todo se quedó en calma en el Templo. Sin duda todo el mundo se maravillaba de las acciones del Señor en esta ocasión, y de los resultados logrados.
¿Por qué no lo resistieron? Jesús tuvo el derecho de hacerlo; la conciencia de los culpables les condenaba, si es que todavía tenía conciencia. También la gente apoyaba a Jesús, esto ocurrió después de la entrada triunfal, porque sabían que Jesús era, por lo menos, un profeta y creían que un profeta tenía mucha autoridad.
Jesús les citó las Escrituras. Esto indicaba que Dios mismo era su autoridad. Hay mucho contraste entre “casa de oración” y “cueva de ladrones”[20]. Así es hoy en día. El mundo religioso hace mercadería del Evangelio. Muchos pastores y evangelistas enfatizan lo material mucho más que lo espiritual. La práctica de los judíos que profanaban el Templo es repetida ahora por muchas iglesias: La Iglesia Católica Romana tiene sus reliquias sagradas, cintas con inscripciones, velas de colores, crucifijos decorados, botellas con agua santa. Los evangélicos hablan sin cesar de ofrendas, de diezmos, de recaudar fondos para su salario y sus proyectos, por lo que tienen número incalculable de ofrendas especiales; en cuanto al diezmo, cualquier estudiante sincero, como los de Berea[21], sabe que el diezmo pertenece a la ley de Moisés[22], pero los líderes religiosos lo imponen sobre sus feligreses como si fuera ley de Cristo; venden pasteles, tacos, tamales, ropa, etc., para sufragar gastos; piden ayuda de los comerciantes y de todos en la calle; venden pañuelos y otros artículos “bendecidos” por el pastor; los televangelistas animan a la gente a escribir sus enfermedades, etc., en un papel para enviárselos, siempre con su ofrenda, para que oren por ellos; en las campañas usan tácticas psicológicas de las más vergonzosas para sacar dinero de la gente; venden discos, casetes, y toda clase de literatura; todos saben de los juegos de bingo y rifas de las iglesias católicas, pero los evangélicos tienen sus rifas también; celebran fiestas y programas de toda clase con orquestas, coros y toda clase de diversión, compitiendo con el teatro mundano, etc.; e incluso están los evangelistas de las Iglesias de Cristo que reciben un buen salario de parte de las congregaciones de los Estados Unidos y se dedican a descansar todo el día y medio prepararan un estudio liviano para los miércoles y un sermón que sepa entretener a la Iglesia el domingo, y como tienen tanto tiempo libre, se dedican a pelear con los demás.
Recordemos siempre la actitud de Jesús ante tales actividades[23]. Como Pablo dice en Romanos 16.18: “…no sirven a nuestro Señor Jesucristo sino a sus propios vientres” y como dice Judas 11: “…se lanzaron por lucro en el error de Balaam”.
¿Qué enseña la Biblia? “Cada primer día de la semana cada uno de vosotros ponga aparte algo, según haya prosperado”[24]; “Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre”[25]. Lea 2 Corintios 8.1-5 para ver el espíritu generoso que Dios quiere ver en sus hijos.
Después de limpiar el Templo de los animales y los vendedores, Jesús comenzó a enseñar lo que la gente necesitaba oír. Esta actividad fue la indicada para el uso correcto del Templo. Cuando Jesús usa la frase: “casa de mercado” llama “ladrones” a estos comerciantes porque se aprovechaban de la gente en estos negocios que tuvieron con ver con los sacrificios que Dios mandaba bajo la ley de Moisés. Por hallarse en el Templo pensaban estos que hallaban refugio en sus negocios.
2) Sanados en el Templo (Mateo 21.14).
Estos ciegos y cojos, fueron los últimos que fueron sanados por Jesús antes de su muerte. Obsérvese el contraste entre lo que Jesús hizo en el Templo y lo que los mercaderes hacían en él.
3) El malestar de los sacerdotes, escribas y fariseos (Mateo 21.15-16; Marcos 11.18; Lucas 19.39-44; 47-48).
En estos últimos capítulos, los “principales sacerdotes” se mencionan repetidas veces, porque eran los que instigaron a los romanos a crucificar a Jesús. Los oficiales se indignaron porque obviamente Jesús hacía el papel de un poderoso líder, encargándose de limpiar el Templo, de sanar a los enfermos, y enseñar con toda autoridad no lo que los escribas y fariseos enseñaban, sino lo que Él mismo enseñaba. Por eso, cuando los muchachos gritaban: “¡Hosanna al Hijo de David!”, se molestaron mucho y protestaron. Con toda hipocresía condenaron lo que deberían aprobar y aprobaron lo que deberían haber condenado.
Los muchachos repiten lo que la gente decía cuando Jesús entraba en Jerusalén. El Templo era el lugar más apropiado para alabar a Jesucristo y proclamar que Él era el Hijo de David, el Mesías.
Por largo tiempo buscaban ocasión para matar a Jesús. Pero no les fue fácil hallar manera de hacerle mal, dada la aceptación de Jesús entre la gente. Tenían miedo de perder su autoridad y control sobre la gente, porque la gente se dirigía mentalmente hacia Jesús. La gente estaba admirada de la doctrina de Jesús, pero estos otros ni consideraban su doctrina. Los milagros hechos por Jesús en el Templo también sirvieron para contribuir a su fama entre la gente común. Pero fue su doctrina lo que movió a la gente.
4) Regreso a Betania (Mateo 21.17; Marcos 11.11).
El domingo que entró en Jerusalén, y luego en el Templo, ya tarde en el día, Jesús nada más observó las cosas y entonces volvió a Betania con sus apóstoles. Lucas no menciona este detalle, sino que comienza su narración con los eventos del día siguiente, el lunes. Cada noche de estos días antes de su crucifixión, Jesús salió de Jerusalén para pasar las noches en el monte de los Olivos[26].
[1] Zacarías 9.9.
[2] Filipenses 2.8.
[3] Juan 12.9-18.
[4] Juan 12.14.
[5] Juan 1.29.
[6] Equivalía a Mesías.
[7] Juan 12.13.
[8] Juan 12.9.
[9] Juan 12.12-13.
[10] Juan 12.13.
[11] Mateo 27.18.
[12] Salmos 118.26; Zacarías 9.9.
[13] Lucas 22.66-71.
[14] Lucas 23.38.
[15] Isaías 29.3; 37.33; Ezequiel 4.1-3.
[16] Juan 2.14-16.
[17] Marcos 11.16.
[18] Levítico 14.22.
[19] 1 Corintios 5.8.
[20] 2 Corintios 2.17; Ezequiel 14.2; 1 Timoteo 6.5; 2 Pedro 2.3.
[21] Hechos 17.11.
[22] Levítico 27.30-34; Números 18.21; Deuteronomio 14.22-29.
[23] Juan 2.15.
[24] 1 Corintios 16.2.
[25] 2 Corintios 9.7.
[26] Lucas 21.37.