Capítulo 5
Con este capítulo se da inicio a la nueva etapa del ministerio de Jesús. Aunque los fariseos y probablemente los sacerdotes se encontraban intrigados con Jesús, no lo veían como un peligro, pero a partir de la sanidad del paralítico en Betesda, se marca una diferencia entre este joven rabino y los legalistas fariseos, que veían en todo esto una blasfemia.
1. 5.1-4 ¿Cuál de todas las fiestas? Los judíos tenían fechas especiales durante el año, relacionadas con acontecimientos históricos, estaciones, siembra y cosecha de frutos. Las fiestas rompen el desarrollo del quehacer cotidiano con el propósito de celebrar la vida y reconocer la íntima relación entre la creación, el hombre y Dios. Por esta especial condición las fiestas son espacios de recreación de valores y tradiciones fundamentales para la supervivencia de los pueblos y las culturas. En Israel la relación de estas fiestas con el número siete es evidente y significativa. El día de reposo, o séptimo día, servía como una medida para todas las otras celebraciones festivas. Una fiesta marcaba cada séptimo día, cada séptimo mes, cada séptimo año y el año que seguía al lapso de cada 49 años, o sea siete veces siete. Originalmente, las fiestas anuales instituidas en Israel por Moisés fueron cinco, aparte del séptimo día que era el día de reposo semanal. Son estas:
a. La Pascua[1];
b. Los Panes sin Levadura[2];
c. Pentecostés o de las semanas[3];
d. El Día de Expiación[4];
e. Los Tabernáculos o Cabañas[5].
Después del cautiverio en Babilonia, los judíos establecieron otras dos fiestas anuales, las cuales se celebran aún. Una es el Purim, establecida en tiempos de la reina Ester[6], para conmemorar la liberación de los judíos que estaban condenados a morir según los planes del perverso Amán. La otra es la Dedicación, que se estableció en la época de los macabeos, para celebrar la restauración del Templo y del altar que habían sido profanados por Antíoco Epífanes[7].
Estas fiestas aludían a acontecimientos importantes en la vida del pueblo, e inculcaban nobles sentimientos patrióticos, sociales y religiosos. La Pascua, por ejemplo, les recordaba la liberación de la esclavitud en Egipto. Todos los hombres, a partir de los doce años, tenían la obligación de asistir al Templo de Jerusalén durante la celebración de las tres grandes fiestas: Pascua, Pentecostés y Tabernáculos[8]. Nuestro Señor tuvo por costumbre asistir a estas fiestas. Además de estas fiestas anuales había otras como la Fiesta de las Trompetas[9], la de los Novilunios[10], el Año Sabático[11] y el año del Jubileo[12].
Los cristianos estamos llamados a recordar y celebrar con entusiasmo el esfuerzo de Dios por darnos la vida. Sin embargo, estamos conscientes de que a nuestro alrededor hay grandes señales de muerte y destrucción de la vida. La enfermedad, los vicios, la destrucción de la naturaleza, el hambre, la agresión contra la mujer y los niños, el desempleo, la injusticia que nos rodean y nos empujan hacia actitudes de desesperanza y frustración. Las fiestas son el otro lado de la moneda: momentos para tomar conciencia del amor de Dios y de su presencia activa entre nosotros aquí y ahora. En ese sentido, las fiestas, son un valiosísimos instrumento de la pastoral, pues son momentos para acoger a quienes necesitan la energía vivificante del amor de Dios, para encontrarnos y respaldarnos como comunidad de fe, y para tomar conciencia de que somos parte de la creación de Dios.
Una sana actitud cristiana hacia las fiestas debe integrar tres elementos: Hacer presente el recuerdo de los actos de amor de Dios, celebrar la realidad de la comunidad de fe, y acercarnos a la creación de Dios de la cual nosotros somos una parte.
Aunque los cristianos no celebramos ninguna de las fiestas señaladas en el Antiguo Testamento, también tenemos momentos particularmente importantes en nuestra tradición. Entre estos momentos las comunidades celebramos una gran cantidad de otros momentos especiales: La Santa Cena, bautismos, aniversarios de la iglesia, matrimonios, cumpleaños, etc.
Celebrar no es olvidar el dolor que nos afecta o nos rodea; al contrario es recobrar las fuerzas para enfrentarlo. Estas fuerzas provienen, sin duda, de la acción vital del Espíritu Santo, quien está con nosotros. Todos los momentos mencionados antes representan una excelente ocasión para la educación de la comunidad de fe y para su fortalecimiento: Debemos aprender a vivir alimentándonos con una esperanza sana. Esta esperanza lejos de esconderse ante el dolor, revive el camino de Jesús en la vida cotidiana de los creyentes[13].
Se menciona a Betesda una sola vez en el Nuevo Testamento en Juan 5.2. Pero Josefo no dice nada de Betesda en su descripción de la Jerusalén del siglo I[14]. Betesda es la transcripción griega de la voz aramea bet-jasda, que significa “casa de misericordia”, aunque los manuscritos más antiguos del Nuevo Testamento dan otros nombres: Betsaida, “casa de la pesca” y Betzata, “casa del olivo”. Eusebio dice “Besatha” en su Onomasticon; Josefo menciona un promontorio con el nombre de Bethzatha ubicado al norte del Templo.
Era un estanque de cinco pórticos en Jerusalén, situado cerca de la puerta de las Ovejas, donde los enfermos aguardaban la sanidad mediante las aguas.
No solo el nombre Betesda está en duda, por problemas textuales, sino su ubicación. En Juan 5.2 el original reza: “cerca del... de las ovejas”; algunas versiones suplen “puerta”, de acuerdo con Nehemías 3.1, donde se menciona una entrada en el muro septentrional de Jerusalén; otras, “abrevadero”.
El rollo de cobre de la cueva 3 del Qumrán, descubierto en 1952, permite a los estudiantes bíblicos modernos escoger entre estas confusas variantes, y esta nueva evidencia brinda la clave para determinar también el significado del nombre. El rollo de cobre menciona 64 lugares diferentes donde se supone que estaba ubicado un tesoro escondido. Los lugares de escondite 57–60 están ubicados en y alrededor de un doble estanque conocido como BethEshdatain. El texto lee: “Cerca, en Beth-Eshdatain, en el estanque donde usted entra en una pequeña cuenca: Una caja de áloes de resina de madera de pino blanco y un jarrón. Precisamente cerca, en la entrada occidental al alojamiento del triclinium, donde se halla la plataforma para la estufa portátil, cerca de: Novecientos talentos de plata, cinco talentos de oro. Sesenta talentos: Rodeando desde el lado occidental debajo de una piedra negra. Cerca, bajo el dintel de la cisterna escalonada; 42 talentos”.
La tradición situaba Betesda en Birket-Israel, al norte del Templo, donde hay un estanque. Pero, aunque la tradición estaba muy arraigada, resultó ser falsa. En el año 333 d.C., un peregrino de Burdeos afirmaba que había dos estanques y cinco pórticos. Además, los antiguos manuscritos, como el Códice Sinaítico, dicen Betzata en lugar de Betesda. Éstos son evidentemente variantes de Bezeta, un barrio de la ciudad situado al norte del monte del Templo; estas variantes revelan que el estanque estaba situado en la parte de la ciudad de este nombre. Además, estaba situado cerca de la puerta de las Ovejas; la explicación que da Nehemías permite situar esta puerta al norte del Templo. Unas excavaciones efectuadas en otoño de 1888 en la parte nororiental de Jerusalén, a causa de la restauración de la iglesia de Santa Ana, descubrieron un estanque de 5 pórticos sobre la derecha, al entrar por la puerta de San Esteban. Sobre la pared, un fresco medio borrado representaba un ángel, y el agua da evidencia de que el cristianismo primitivo situó Betesda en este estanque.
Otros lugares sugeridos para Betesda son: El Israel Birket, el área norte del templo en el sur al entrar por la puerta de San Esteban, 110 por 38 metros de tamaño; los estanques bajo el convento de las hermanas de Sion; un estanque agregado que estaba relacionado con Gihón ya fuera Siloé o un estanque cerca a Gihón mismo. Ya para el tiempo de Eusebio se hacía referencia a Betesda como teniendo dos estanques: “Bezatha, un estanque en Jerusalén, que es llamado la oveja, antiguamente tenía cinco portales”. Este es ahora identificado con dos estanques, de los cuales uno era llenado por las lluvias regulares, mientras que el agua del otro es de un color barroso, una señal, se dice, de los cuerpos muertos de los sacrificios que fueron antiguamente lavados allí antes de ser ofrendados, por lo cual es llamado probatike. Esta mención de los dos estanques en Betesda por Eusebio y otros escritores antiguos encaja perfectamente con el trabajo arqueológico moderno realizado allí.
El “Peregrino de Bordeaux”, que se escribió cerca del año 333 d.C., también se refiere a estos 2 estanques. El trabajo de excavación hecho durante las décadas por los “padres blancos” de la lglesia de Santa Ana para recuperar la antigua localidad y arreglo de Betesda, es un verdadero servicio a la erudición bíblica. Una inscripción en hebreo pobremente hecha encontrada en el sitio sirve para indicar que la construcción de los estanques precedió al período adriánico ya que Adriano expulsó a los judíos de Jerusalén después del año 135 d.C. El estilo de la arquitectura indica que los estanques fueron construidos durante el período de Herodes el Grande o al menos, remodelados entonces. Fue construido un templo sobre los estanques en el período bizantino en el siglo V[15].
2. 5.5-6 Póngase a pensar: Este hombre tenía treinta y ocho años de estar enfermo. ¡Toda una vida! De seguro todos le conocían en Jerusalén, así que si sanaba, nadie podría decir que era un fraude. Era una enfermedad más que comprobada.
La pregunta que le hace Jesús es para algo inmediato, no está hablando de un largo tratamiento médico, ni operaciones o citas quiroprácticas. Quizá a alguno le parezca que la respuesta tiene que ser lógica, es más, si en ese lugar se esperaba un milagro, ¿no era lógico que el paralítico anhelara ser sano? Pero no siempre es así, hay personas que son felices estando enfremos, lo han convertido en un estilo de vida, no tiene que trabajar, sino que esperan que los demás les den de comer y suplan todas sus necesidades.
3. 5.7 Como todos los demás, el hombre enfermo piensa de manera limitada. Él solo sabe que puede ser sano si entra al estanque, así que habla sin tener alguna esperanza.
4. 5.8-9 Juan no nos dice qué pasó en el pensamiento del paralítico en aquel momento, simplemente Jesús habló, tal como lo hace Adonay en la Creación, y las cosas ocurren. Es probable que aquel hombre sufriera algún dolor y en ese momento se le quitó y sintió la fortaleza como para levantarse y alzar la camilla. Estaba tan alegre que Juan dice que caminaba alrededor, daba vueltas con la camilla a cargas, tal vez hasta haciendo movimientos propios de la alegría.
Imaginemos la situación: Un hombre que tiene treinta y ocho años de estar postrado, sin poder caminar nada. Escucha a otro hombre que nunca había visto darle la orden de levantarse. En su cuerpo siente una descarga de energía y ya no soporta estar acostado, así que lentamente se va incorporando, se apoya con sus manos y empuja hacia arriba, puede sentir como los dedos de sus pies, luego toda la planta, los tobillos, las pantorrillas, las rodillas y finalmente los muslos, tienen la fortaleza para sostenerle. Se incorpora completamente, levanta sus brazos, sonríe y mira a todos los que le rodean que tienen sus ojos a punto de salir de sus órbitas ya que le conocen de toda la vida. Ahora se inclina y toma su camilla y la eleva hasta por encima de su cabeza y da vueltas para que todos puedan ver que es una realidad.
Pero había algo que causaría una dificultad: Ese día era sábado, y los fariseos habían llenado la vida de los judíos de mandamientos que estorbaban lo natural. Cargar una camilla en sábado era prohibido. Esto nos dice que se iba a presentar un conflicto.
5. 5.10 ¡Qué actitud más reprochable para estos religiosos! Ellos no lograron simpatizar con el hombre que había estado toda una vida tirado en el frío suelo. Ese hombre se había quejado que no había nadie que le ayudase a llegar al agua cuando esta se movía y tenía la oportunidad de ser sano, pero ahora ellos venían a criticarle que estaba alzando una camilla en día de reposo.
Hoy pasa algo similar: He sido testigo de cómo algunos cristianos pasan necesidades por falta de trabajo y en la iglesia simplemente le dicen que van a orar por él, pero hasta ahí, y cuando este encuentra empleo, pero debe trabajar en domingo, le dicen que no puede trabajar el día de la reunión de la Iglesia o estará pecando.
Los líderes de los judíos prohibían cosas tan ridículas como ¡el cargar pan en día de reposo! Tampoco podían usar una muleta, llevar una bolsa e incluso llevar una aguja en la ropa o usar una pierna de madera.
6. 5.11 La respuesta puede parecer un reto: El que me hizo esto, me mandó…ustedes nunca me han ayudado en nada, ¿por qué vienen ahora a decirme lo que debo hacer? Si Él tiene el poder para sanarme, tiene el poder para ordenarme.
7. 5.12 Los judíos sabían de sobra quién era el que le había sanado, pero querían el testimonio de este hombre para poder culpar a Jesús. No eran buenos pastores, ya que en lugar de alegrarse por el bien de su oveja, se sentían molestos de que se le había hecho un bien en día de reposo.
8. 5.13 El hecho de que este hombre no supiera quién le había sanado nos habla de la certeza del milagro. Nadie podía decir que Jesús y el hombre se habían puesto de acuerdo para hacer una simulación de un milagro.
9. 5.14 Jesús le vuelve a encontrar y le aconseja que no vuelva a su vida de pecado, sino que viva santamente. No podemos pensar que Jesús está diciendo que todas las enfermedades son consecuencia del pecado, pero si hay algunas que lo son: El cáncer pulmonar, por lo general es a consecuencia del tabaquismo; la sirrosis es por lo común consecuencia del alcoholismo, etc.
10. 5.15-16 El hombre, probablemente en forma inocente, les dice a los judíos que Jesús fue quien le sanó. Estos estaban buscando una evidencia legal para acusar al joven rabino.
11. 5.17 A pesar de que los judíos se jactaban de ser los hijos de Dios, Jesús les dice “mi Padre”, sin incluirlos a ellos, ya que los verdaderos hijos se comportan como lo hacen sus padres y los judíos se oponían a Jesús, por lo tanto, al Padre.
6. 5.18 Los religiosos judíos habían malinterpretado la Ley y sometían al pueblo con mandamientos ridículos, pero cuando Jesús viene haciendo sanidades en el día que según ellos no se podía hacer nada, se sienten amenazados. Pero ahora hay algo más, Jesús, el hijo del carpintero, se está igualando a Dios.
Los russellistas piensan igual que los judíos de aquel tiempo, ellos no creen que Jesús es Dios y por lo tanto, son enemigos de Cristo. Los enemigos de Cristo de aquel tiempo creían que Jesús estaba blasfemando, pero los russellistas son los que blasfeman hoy.
7. 5.19-47 Jesús demuestra su humildad al negarse a decir que Él es independiente del Padre, más bien, lo que dice es que hace solo la Voluntad del Padre. Si Él sanaba a un enfermo en día de reposo, lo hacía porque era la Voluntad del Padre, así que, ¿por qué se iban a oponer los judíos? ¿Acaso ellos eran mayores al Padre?
El Padre philei ama, con el amor de familia ya que son Padre e Hijo, y todos los que somos padres sabemos que quien ama a nuestros hijos nos ama a nosotros, por lo tanto, quien dice ser siervo de Dios, pero rechaza a Cristo, en realidad está rechazando a Dios.
Para Jesús, sanar a un paralítico no era algo de gran importancia, recordemos que Él es el Creador, pero dejaría ver cosas mayores, levantaría a los que están muertos en sus pecados.
Muchas veces la gente se equivoca y piensa que Dios no va a castigar a nadie, ya que Él es amor, pero una y otra vez, las Escrituras nos hablan de un juicio y este será ejecutado en su momento, por Cristo mismo. Si bien es cierto, en su primera venida la misión de Cristo no era juzgar, sino salvar; en su segunda venida, vendrá a ejecutar el juicio.
Es curioso que en cuanto a la política, se respete a los Embajadores de un país como representantes de ese; pero en cuanto a lo religioso, se pone en duda a los Embajadores del Reino de los Cielos. Así fue con los profetas, con Cristo y hoy lo es con los ministros del Evangelio.
Jesús merece toda honra, pero los judíos le despreciaron y hoy muchos religiosos, incluso algunos que se hacen llamar “cristianos”, le deshonran. Los russellistas son directos enemigos de Jesús, e incluso, a pesar de hacerse llamar “Testigos de Jehová”, se oponen directamente a Jesús, a quien no reconocen como Señor y Dios. Pero no solo ellos, los católico-romanos en lugar de ser cristianos son marianos; los pentecostales son adoradores de los milagros en lugar del Señor de los milagros; y también encontramos a los que se dicen ser la “Iglesia de Cristo” que no entienden el espíritu de las Escrituras y causan divisiones por causas tan diversas como lo son el uso de una o varias copas en la Santa Cena, el que un coro cante en el culto, en que se hagan obras de bien social con las ofrendas, que se sumerja en agua a una persona divorciada, y hay hasta quienes tienen una placa para honrar a una persona al frente, de la misma manera que los adoradores de imágenes hacen. ¡Todas estas cosas quitan la honra a Cristo!
Creer en Cristo no significa solamente ver las películas que pasan sobre su vida en la llamada Semana Santa, ni leer la Biblia, ni siquiera asistir al culto y tomar la Cena del Señor todos los domingos. Creer en Cristo es tratar de vivir cada día como Él lo hizo, con humildad, sabiendo que estamos en la mano de Dios y que nuestra voluntad está rendida a Él.
Según la doctrina católica, el hombre nace con el pecado original y por lo tanto debe recibir el rociamiento de agua. Según el calvinismo los hombres nacen muertos y no pueden hacer nada hasta que el Espíritu de Dios les mueva para que puedan creer. Según la Biblia, el hombre nace inocente, pero luego peca y muere espiritualmente. Pero Jesús dice que los muertos pueden escuchar su voz para volver a la vida. Eso quiere decir que los muertos tienen la opción de aceptar o rechazar el Evangelio. La mayoría se niega a creer el Evangelio porque su corazón está endurecido y por ello no sienten remordimiento por su vida desordenada.
El que el Padre tenga vida en si mismo se refiere a que es el Dador de la vida, y como el Padre, también el Hijo es Dador de la vida eterna, ya que tanto el Padre como el Hijo son iguales. Pero así como tiene poder para dar vida eterna, lo tiene para juzgar a los que rechazan al Señor.
Ahora habla Jesús sobre su segunda venida y del Juicio Final, cuando todos los muertos resucitarán, unos para vida eterna y otros para juicio de condenación.
Cuando Jesús habla acá, toma la posición de Juez. Como tal, Él no puede juzgar de acuerdo a sus deseos o pensamientos, recordemos que Jesús ha vivido como judío y Él comprende todas las injusticias y errores de los judíos, por lo que debe limitarse a los testigos, y en este caso el Testigo es el mismo Dios.
Los judíos le juzgaban a Él sin base, sin escuchar a los testigos, mientras que Él lo hace imparcialmente. No daba testimonio de su persona, sino que tenía un testigo veraz: El Padre. Pero Jesús presenta otro testigo: Juan, quien dio testimonio de la verdad, y el pueblo recibía las palabras de Juan como las de un profeta. Pero Jesús no necesitaba, ni necesita que nadie hable a favor de Él. Cuentan que un hombre llegó al Museo de Louvre en Francia, entró y caminó rápidamente por los pasillos en donde había pinturas y esculturas sorprendentes, pero a él no le interesaban estas. Al fín llegó a lo que estaba buscando: La pintura de la “Mona Lisa”, pero se sorprendió al encontrarse una pequeña pintura de tan solo 77 x 53 centímetros y exclamó: ¡Esta es la gandiosa pintura!, totalmente desilucionado. Uno de los vigilantes lo escuchó y le replicó: “Caballero, lo importante no es lo que usted piensa de la Mona Lisa, sino lo que ella piensa de usted”. De la misma manera, los hombres han querido pensar muchas cosas acerca de Jesús, pero ninguna de ellas es importante, sino solo lo que Él dice.
Y, ¿qué es lo que dice?: Juan era una lámpara y ustedes, al igual que las polillas se alegraron con la luz que él irradiaba, pero en realidad esa luz no era suya. Para los judíos, el mensaje de Juan era interesante, pero los judíos no lograron entender la profundidad de este. Ellos solo querían entretenerse. Hoy pasa así con muchos de los miembros de la Iglesia. Hace unos años, tuve que poner en disciplina a un joven que me ayudaba con las prédicas y vino una hermana y me dijo en forma de queja: “Es una barabaridad que no deje que el hermano Julio nos predique, ya que él era el que nos hacía reír”; un poco incómodo con su protesta, le dije: “Si a usted le parece, el próximo domingo, en lugar de prédica, les pongo una película de Cantinflas y así nos reímos todos”. ¡Hay miembros de la Iglesia que acuden a las reuniones a entretenerse!
Las obras de Jesús hablaban por sí mismas. Con ellas demostraba que el Padre lo aprobaba. Todas sus obras eran una muestra de la misericordia de Dios que hablaban de Su grandeza.
El Padre dio testimonio de Jesús y en las Escrituras nos encontramos como todo apunta hacia Jesús, pero los judíos, a pesar de hacerse llamar “el pueblo de Dios”, no conocían a Dios, ni tenían Su Palabra, a pesar de ser ellos los guardianes de la Revelación de Dios, porque no quisieron creer en Cristo Jesús.
Jesús manda a los judíos a examinar detenidamente las Escrituras, no porque ellos no las estudiaran, sino porque lo hacían queriendo ver en ellas solo lo que deseaban. De hecho, los judíos eran tan celosos con las Escrituras que se dice que cada vez que los copistas llegaban al nombre “El, Elhoím, Adonay, Yhwh”, debían bañarse, cambiar su ropa, la tinta y la pluma con las que escribían. También, las copias, eran revisadas de tal manera que si tenía aunque fuera el más leve error, eran desechadas. En otras palabras, los judíos rendían culto a las Escrituras, pero no a lo revelado en ellas.
Y precisamente la revelación a la que nos llevan las Escrituras es a Cristo Jesús, pero ellos no lograban verlo. Ellos no solamente poseían las Escrituras, sino que se gloriaban en ellas, pero no las entendían. Así que lo que podían era solo letra muerta.
Los judíos, al estudiar las Escrituras, creían tener vida eterna, pero no querían a Jesucristo. Excluían a Jesús de su vida. Hoy son muchos los que se hacen llamar cristianos, pero lo hacen de acuerdo a sus deseos, solo para satisfacer sus gustos, o ¿por qué hay tantos grupos religiosos que se hacen llamar “la iglesia”? Cerca de mi casa hay dos congregaciones pentecostales que se encentran solo separados por ¡una pared! Y ambas se dicen ser la “iglesia”, pero están divididas, pero por doctrina, ya que en ambas se cree lo mismo; ni por forma de culto, ya que ambas adoran igual, sino solamente por el camino que lleva el dinero que se recoge con sus ofrendas y diezmos.
A pesar de que Jesús buscaba que su enseñanza fuese entendida y luego enseñada por sus discípulos, Él no vino a buscar la exaltación de los hombres, sino que solo quería ser glorificado por el Padre. Los hombres buscan el aplauso y la aprobación de los demás hombres, pero Jesús solo buscaba hacer la Voluntad del Padre.
Jesús, con su omniciencia podía examinar el corazón de los judíos, y lo hace con los nuestros, y sabía que no adoraban a Dios, sino a su orgullo propio.
Jesús era el Embajador de Dios, pero le rechazaron los que se hacían llamar el “pueblo de Dios”. Hoy día, los que se hacen llamar a sí mismos la “iglesia”, rechazan a todo aquel que quiera enseñar únicamente la preza del Evangelio. Si no me cree, observe. ¿Por qué las congregaciones tienen solo un pastor cuando la Biblia habla de varios? ¿Por qué adoran acompañados de música y bailes cuando es antibíblico? ¿Por qué no participan de la Cena del Señor cada primer día de la semana como enseña la Biblia? ¿Por qué tiene ídolos cuando las Escrituras lo prohíben? ¿Por qué se niegan a pagar el salario justo a sus ministros cuando la Escritura lo enseña? Y otras muchas otras cosas más que hay que revisar.
Los judíos habían olvidado que ellos habían sido elegidos para ser el Pueblo de Dios y se llenaron de orgullo, pensando que recibían lo que se habían ganado. Se medían con los demás y a todos hallaban faltos. Hoy también pasa así con muchos, que se consideran ser los únicos. Han llegado a condenar a todos los demás en lugar de sentarse a enseñar lo poco que han logrado entender porque en realidad no buscan glorificar a Dios, sino sentirse superiores a los demás. Pasó en un pobldo en Costa Rica cuando el evangelista de la Iglesia de Cristo tuvo un debate con un pastor metodista. Después del debate, en donde el evangelista se había mostrado jactancioso por sus “muchos” conocimientos, dijo al pastor: “No estás lejos del Reino de los Cielos”, a lo que el pastor le respondió: “Lástima que usted sí”.
Los judíos estaban confiados en que ellos comprendían las enseñanzas de Moisés y apelaban a la Ley cada vez que les convenía, pero lo ignoraban cuando no les convenía. Por eso es que el mismo Moisés les acusaba.
Moisés había escrito sobre Jesús, por lo que el no creer en Jesús era un rechazo directo a las enseñanzas de Moisés.
[1] Éxodo 12.1-14; Levítico 23.4-5.
[2] Éxodo 12.17-20; Levítico 23.6-8.
[3] Éxodo 34.22; Levítico 23.15; Número 28.26; Deuteronomio 16.10.
[4] Éxodo 30.10-30; Levítico 16; Número 29.7-11.
[5] Levítico 23.34-42; Números 29.12; Nehemías 8.18; Juan 7.2, 37.
[6] Ester 9.24-32.
[7] 1 Macabeos 4.52.
[8] Éxodo 23.14-17; Deuteronomio 16.16-17.
[9] Números 29.1.
[10] Números 10.10; 28.11.
[11] Éxodo 23.10, 11; Levítico 25.2-7.
[12] Levítico 25.8-16; 27.16-25.
[13] Diccionario Bíblico Nelson. Fiestas.
[14] Josefo. Guerras V, iv 1-4.
[15] Diccionario Bíblico Nelson; Diccionario 1; Diccionario Bíblico Arqueológico de Charles Pfeiffer. Betesda.