2. Samuel.
Samuel desaparece de la historia hasta 1 Samuel 7.3. Hay una habilidad literaria eficaz en esta característica inesperada, ya que se le ha hecho pensar al lector que puede esperar grandes cosas de Samuel. Existe un propósito teológico en esto.
a. Logros de Samuel.
El relato del itinerario del Arca termina en 1 Samuel 7.2. Fue llevada a la casa de Abinadab y, muchos años después durante el reinado de David, a Jerusalén[1]. Los veinte años parece referirse no a la estadía del Arca en Quiriat-jearim, sino al estado deprimido del pueblo de Israel. La presencia del Arca en su tierra les había causado muchos problemas a los filisteos, pero no olvidemos que en las batallas del capítulo 4 éstos habían asestado un duro golpe derrotando a Israel. Los filisteos eran todavía los conquistadores triunfantes, y podían imponer su voluntad sobre los israelitas en territorio de Benjamín, situado al sur de Efraín, y en otros sectores. 1 Samuel 7.7 es una ilustración de esta situación, tanto de la agresión filistea como del temor israelita.
Por primera vez, se nos da la razón de la debilidad de los israelitas: Se había generalizado entre ellos la idolatría. Los dioses extraños incluían al dios cananeo Baal[2] y a la diosa cananea Astarte[3]. Como sucediera con frecuencia en el libro de Jueces, la infidelidad israelita a Adonay había causado el castigo divino. Y como en Jueces, el genuino arrepentimiento israelita revertiría la situación. Los métodos de Dios siempre habían sido de castigar al Israel pecador por medio de invasiones y ataques foráneos, y de rescatar al Israel arrepentido a través del liderazgo de sus “Jueces”. En Samuel 7 se presenta exactamente la misma secuencia de pecado, arrepentimiento y salvación. El hombre escogido por Dios para traer liberación era, por supuesto, Samuel quien en este contexto es llamado apropiadamente Juez[4].
En los capítulos 1 al 3 Samuel primero fue aprendiz de sacerdote, luego profeta. Ahora en 1 Samuel 7.6 lo encontramos en un nuevo papel como líder que juzgaba a los israelitas. La palabra se usa deliberadamente para mostrar que era el hombre escogido por Dios para librar a Israel. En la práctica no es claro cuál era exactamente su función política, ya que los filisteos tenían tanto poder. De cualquier modo, todo Israel le prestaba atención, así que únicamente él podía convocar una asamblea nacional en Mizpa, en territorio de la tribu de Benjamín[5]. El propósito era religioso, pero una reunión tan grande parecía un ejército; y, efectivamente, se convirtió en uno[6]. Así que no sorprende el hecho de que los filisteos los consideraran una posible amenaza y los atacaran. Pero, por supuesto, la asamblea israelita no era un ejército preparado, y si no hubiera sido por la ayuda de Dios hubieran sido masacrados por los filisteos.
La piedra memorial colocada para celebrar la victoria israelita fue llamada Eben-ezer, literalmente “piedra de ayuda”. Los israelitas habían sufrido una derrota en otro lugar llamado Eben-ezer, unos kilómetros más al norte, y parece que Samuel deliberadamente volvió a poner el nombre para recalcar la primera victoria israelita sobre los filisteos. En realidad se trataba probablemente de solo una victoria menor, pero bastó para mantener a los filisteos fuera del territorio israelita durante bastante tiempo, y marcó el comienzo de un período en que el poder filisteo decayó, gracias a la mano de Adonay. Los triunfos israelitas de este período, que es llamado el tiempo de Samuel, fueron logrados bajo el liderazgo militar del rey Saúl[7], ya que Samuel nunca fue militar. No obstante, Saúl, por diversas razones no es mencionado en el capítulo 7.
1) 1 Samuel 7.13–17 es sencillamente un resumen de las actividades de Samuel.
2) Saúl todavía no ha sido presentado en el relato, y hubiera arruinado el impacto de los capítulos siguientes incluir su nombre en este lugar.
3) Hay un mensaje escondido en el capítulo 7, en anticipación de los acontecimientos del capítulo 8.
4) Dios era el verdadero autor de la victoria, y hacía mucho tiempo había llamado a Samuel para que fuera su portavoz y diera a Israel cualquier tipo de dirección que necesitara.
El párrafo final muestra a Samuel en otra función, como Juez, en el sentido en que usamos la palabra en la actualidad, un papel que conservó después que Saúl subiera al trono. Su centro estaba en Ramá, la ciudad de sus antepasados[8], y las otras ciudades listadas estaban en la misma región. De esta manera estos versículos describen lo extenso de los servicios de Samuel a Israel. También establecen un fundamento geográfico para los acontecimientos narrados en los capítulos que siguen, que tuvieron lugar en Ramá, Mizpa y Gilgal; aunque también Betel recibe una breve mención[9].
b. Samuel anciano.
Ya anciano los jefes de las tribus se opusieron a su liderazgo y pidieron rey. Al principio Samuel se opuso, pero contando con la guía divina accedió a su pedido[10]. Luego conoció a Saúl, y Dios le ordenó que lo ungiera; en una compleja serie de acontecimientos, Samuel presidió la institución de la monarquía israelita, aunque no sin advertir severamente al rey y al pueblo[11].
c. Samuel y Saúl.
Esta sección incluye una descripción completa de la secuencia de eventos que culminaron con la subida de Saúl al trono de Israel. El comienzo de la monarquía significó un cambio enorme en la forma como Israel era gobernado y estaba organizado. Esta novedad de tanta trascendencia merecía la reseña completa que dan los capítulos 8 al 12. El primer rey fue Saúl y, naturalmente, juega un papel prominente en el relato. Pero el autor bíblico nunca nos deja olvidar a Samuel; en realidad, desde la perspectiva del escritor bíblico, Samuel siguió siendo el verdadero líder de Israel, aun cuando entregara los asuntos militares y políticos al nuevo rey. En 1 Samuel 15, el último de esta sección, Samuel todavía tenía la autoridad dada por Dios para rechazar el reinado de Saúl.
1) Aclaraciones necesarias sobre la monarquía en Israel.
Para el historiador moderno el desarrollo de la monarquía en Israel era inevitable. Los filisteos representaban un serio peligro y estaban bien equipados y organizados. Los israelitas tenían la ventaja de ser más numerosos, pero estaban desunidos. Las diversas tribus israelitas mayormente actuaban de forma independiente, y ninguna de ellas tenía un ejército permanente. Así que la opción era indudable: A menos que encontraran una manera de unir a las tribus y de montar un ejército, Israel moriría como nación. En el mundo antiguo la monarquía era la única estructura posible para alcanzar esta meta. Así que desde la perspectiva histórica, el pedido urgente de los ancianos en 1 Samuel 8.5 era natural. Tenemos que recordar que la victoria israelita registrada en el capítulo 7 no había cambiado la situación del poder e imperialismo filisteo en general. Así que para el historiador, la conducta de los ancianos israelitas no es ninguna sorpresa.
La perspectiva del autor bíblico era muy diferente. Desde su punto de vista, Israel ya tenía Rey: Como nos dice 1 Samuel 8.7, nada menos que el propio Adonay. Dios había dado pruebas muchas veces en el pasado de que podía dar la victoria a su pueblo y, en la persona de Samuel, Dios ya les había provisto del líder humano que necesitaban. Era verdad que Israel había sufrido derrotas, como en el capítulo 4, pero dichas derrotas eran por culpa de ellos, por no ser leales a su Rey, Adonay. Así que desde la perspectiva bíblica y teológica, el que los ancianos pidieran un rey humano era pecado, un rechazo de la monarquía de Dios y un intento por ganar victorias sin su liderazgo o ayuda.
Dado que el narrador y el teólogo eran la misma persona, la tercera perspectiva básicamente no es diferente de la segunda. No obstante, es importante no olvidar la asombrosa habilidad literaria del autor bíblico, y la manera como da forma a su narración para lograr que sus puntos teológicos sean más claros y eficaces. Para el historiador, hemos visto, no sorprende el que los ancianos pidieran un rey. Pero para el lector común es un golpe tremendo después de las descripciones de los logros de Samuel que describe en el capítulo 7. Para el narrador el poder filisteo era relativamente insignificante y por lo tanto ignorado por el momento. El verdadero poder estaba en las manos de Dios, no en las de los filisteos. El serio problema humano no era la debilidad militar israelita sino la falta de fe del pueblo.
Por supuesto, hay también otras perspectivas, especialmente las de los personajes que intervienen en todos estos acontecimientos: los ancianos, Samuel y Saúl. La posición de Saúl ha de haber sido particularmente incómoda. No obstante, el relato dice que Dios escogió a Saúl como rey. En cierto sentido hay aquí una especie de arreglo al que llegan en estos capítulos. La perspectiva teológica, al tiempo que insistía en que Adonay era el rey de Israel, reconocía plenamente que se necesitaba un mediador, alguien que diera un liderazgo humano visible pero que recibiera sus órdenes del Señor. Samuel había sido un mediador y líder como este. Así que aunque la demanda de los ancianos era pecaminosa, Dios podía hacer algo con ella, siempre y cuando Él mismo escogiera al hombre que sería rey. Dios, de hecho, eligió primero a Saúl, luego a David, y los usó para derrotar a los filisteos, enemigos de Israel. Aún así, a la larga la monarquía estaba destinada a causar desgracias a Israel. El problema definitivo con la monarquía era que le daba el poder no a un solo hombre, sino también a sus descendientes después de él.
Se ha generalizado la creencia de que las diferentes secciones de estos capítulos fueron tomadas de distintos documentos originarios. Se ha observado que los capítulos 8 y 12 expresan críticas duras contra la monarquía en general. Por otra parte, los capítulos en el medio tratan muy positivamente a Saúl mismo. El capítulo 11 es en algunas formas un relato distinto. Todas estas secciones pueden ser igualmente históricas, pero con frecuencia han surgido interrogantes. Por ejemplo, Saúl es nombrado rey en tres diferentes ocasiones en tres diferentes lugares[12], lo cual por cierto no es imposible bajo circunstancias tan singulares. Es totalmente posible ver la trama de la historia en general como algo plausible, y considerar a las diferentes secciones como presentaciones de la monarquía desde distintas perspectivas en lugar de considerarlos relatos conflictivos. Recomendamos consultar comentarios más amplios que éste sobre toda esta cuestión tan compleja.
2) La demanda por tener un rey.
Los ancianos israelitas, como representantes locales de los clanes y las tribus de Israel, tenían razones valederas para sentirse ansiosos. Samuel había envejecido y no tenían un sucesor obvio que siguiera la lucha contra los filisteos. La historia se estaba repitiendo. Los pecados de los hijos de Elí habían causado un cambio de grandes proporciones en Israel; y ahora los pecados de los hijos de Samuel eran el primer paso en un cambio aun mayor. En ambos casos, los pecados eran del conocimiento público, y el público tenía derecho de protestar. Una importante diferencia es que los hijos de Samuel no estaban bajo su supervisión directa porque Beerseba estaba muy lejos hacia el sur, y ni Dios ni los hombres podían culparlo por las actividades de ellos. Hay una dramática ironía en esto. Tanto con Elí como ahora con Samuel, se hacía evidente a todos que los hombres grandes y buenos pueden tener hijos malos e inútiles; pese a ello los ancianos reaccionaron pidiendo tener un rey. Por definición, un rey es un gobernante cuyo hijo automáticamente le sucede en el trono. El autor demuestra así que los argumentos de los ancianos no eran sinceros. Es hasta 1 Samuel 8.20 que expresan su verdadera razón.
Sin duda las demandas de los ancianos constituían un rechazo de Samuel y, naturalmente, desagradaron a este, aunque dejaban en sus manos la elección de un rey. Las palabras de Dios en 1 Samuel 8.7 no niegan que Samuel hubiera sido desechado pero el énfasis es que él no era la única persona a quien estaban rechazando. Detrás del rechazo de Samuel por parte de los ancianos estaba el hecho de que estaban rechazando también la autoridad de Dios, porque había sido Él quien diera a Israel un líder capaz tras otro, incluyendo a Samuel. Como nos lo recuerda 1 Samuel 8.8, no hay nada nuevo en que los israelitas rechazaran a Adonay en favor de otros dioses, pero la demanda de los ancianos fue un paso más allá, rechazando sus planes políticos para su propio pueblo.
La descripción de Dios como Rey de Israel aparece con mucha frecuencia en el lenguaje bíblico, encontrándose en textos tan antiguos como Éxodo 15.18. La interpretamos fácilmente como una metáfora directa, una figura humana conveniente. Es probable que los israelitas hicieran lo mismo por lo que no comprendían lo que significaba e implicaba. Si Dios era realmente Rey, entonces era él quien tomaba las decisiones políticas para Israel, él establecía las leyes y la constitución, él decidía ir a las guerras y formar alianzas, y hacía todo lo demás que un rey humano haría en otros países. Es claro, Dios necesitaba sus mensajeros para anunciar sus decisiones y decretos, y los profetas, en particular, cumplían ese papel. A menos que el rey humano de Israel fuera absolutamente obediente a las decisiones del Señor, sin duda estaría en cierta forma desplazando a Dios. Así que la demanda de los ancianos era una traición.
3) El consejo de Samuel es rechazado.
Antes de decidirse por una monarquía, los israelitas debían considerar lo que significaría para ellos: Entonces Samuel les presenta un negro panorama de los efectos secundarios de la monarquía. La visión de los ancianos era muy escasa; todo lo que buscaban era un líder militar eficaz. La descripción que Samuel hace de la monarquía en acción enfoca el trabajo forzado y la conscripción, impuestos altos y últimamente la tiranía. Así que si Israel escogía la monarquía, como así fue, a la larga tendrían que pagar un alto precio por los beneficios militares limitados. Creían que un rey les brindaría ventajas como seguridad, estabilidad y éxito; Samuel les advirtió que lo más probable sería que los reyes tomaran en lugar de dar[13].
Muchas veces se ha destacado que los detalles de Samuel 8.11–17 le quedan muy bien a Salomón, y se puede argumentar que la descripción es de una fecha muy posterior a la época de Samuel. En oposición a este punto de vista, existen abundantes evidencias de que los excesos de la monarquía eran bien sabidos, y no hay razón por la cual Samuel no hubiera expresado esos sentimientos. Ambos argumentos tienen cierta validez. Samuel probablemente atacó todo el concepto de la monarquía, pero es igualmente probable que el escritor bíblico haya exagerado el discurso de Samuel a fin de recordar a sus lectores posteriores la forma cómo Salomón fue prueba de la verdad de los argumentos de Samuel.
Si los israelitas escogían la monarquía a la larga se arrepentirían, pero no podrían volverse atrás. La advertencia de Samuel cayó en oídos sordos. No hemos de suponer que la decisión de los ancianos no le dejaba a Dios otra alternativa, pero Él libremente optó por dejar que Israel hiciera su propia voluntad en este asunto. En 1 Samuel 8.20 se muestra que aunque los ancianos querían que Israel tuviera la capacidad de derrotar a otras naciones, también querían adoptar las modalidades establecidas por otras naciones. Consciente o inconscientemente, el pueblo de Dios está siempre bajo presiones sociales de adoptar las costumbres del mundo.
4) Saúl acude a Ramá.
Es muy probable que a estas alturas el autor bíblico haya usado un documento diferente para informarse, pero en cualquier caso, no hay duda de su habilidad literaria y dramáticos efectos. Abruptamente, la escena pasa de Samuel a Saúl, mencionado aquí por primera vez. Al lector se lo mantiene en suspenso, pensando en cómo Samuel se abocaría a la tarea de encontrar y establecer un rey; pero naturalmente todos los lectores han de haber sabido que Saúl había sido el primer rey de Israel, así que la introducción de su nombre no los toma desprevenidos. El relato sigue con una explicación de las circunstancias bajo las cuales se conocieron Samuel y Saúl. Nótese con cuánta habilidad el narrador disimula el hecho de que Ramá era la ciudad y Samuel el profeta. La única indicación es la mención de la tierra de Zuf, donde estaba localizada Ramá.
En cierta forma, ésta es una típica historia de “triunfar de la nada”. La familia de Saúl no era pobre y él mismo era físicamente apuesto; pero la familia no era aristócrata, y su tribu, la de Benjamín, era pequeña y relativamente insignificante en Israel, eclipsada por Efraín hacia el norte y Judá hacia el sur. Es imposible que Saúl haya tenido la ambición o esperanza de ser rey. El punto principal de este pasaje bien puede ser la inocencia y falta de ambición de Saúl. Su propósito no era ganar fama o poder, sino sencillamente encontrar una propiedad de su padre que se había perdido. No estaba buscando ser rey; pero Dios, digamos, lo encontró y procedió a hacerlo rey. Saúl ni sabía quién era Samuel, ni lo reconoció cuando se encontraron. Podemos imaginarnos que después de los acontecimientos del capítulo 8, algunos jóvenes ambiciosos habrían tratado de acercarse a Samuel para impresionarle con su habilidad o para ganarse su simpatía. No así Saúl.
5) Samuel recibe a Saúl.
Hasta aquí el relato ha sido muy claro en explicar que ningún ser humano había planeado que Samuel y Saúl se conocieran. Dios había encaminado los movimientos de Saúl, y ahora le revelaba directamente a Samuel que Saúl era el elegido por Él para ser rey. Así que Samuel reconoció a Saúl cuando ambos se encontraron, y también lo que debía hacerse para que Saúl fuera rey. Pero Saúl siguió en la ignorancia respecto a los planes de Dios a lo largo de los acontecimientos de este capítulo: Samuel gradualmente le fue haciendo comprender los planes especiales de Dios para él. En 1 Samuel 9.20, Samuel se refirió a lo más preciado en Israel; el lector entendía que se refería al deseo de tener un rey, pero este comentario naturalmente desconcertó a Saúl. Luego, la acción de Samuel en 1 Samuel 9.24 le demostró a Saúl que era un huésped de honor, pero sin revelarle todavía toda la verdad. La sección continúa para destacar que lejos de intentar apropiarse de la monarquía y el poder, Saúl aún ahora desconoce humildemente lo que sería su papel en el futuro. Saúl no tomó el poder, ni Samuel promovió a ningún amigo propio para ser rey[14]; Saúl fue elegido absolutamente por Dios.
Se aclara la función de Saúl como líder: Su deber es librar a Israel de los filisteos y gobernar a los israelitas. De esta manera Dios supliría, por medio de Saúl, las dos necesidades políticas más importantes de la época. La primera era la derrota del enemigo, que de otra manera hubiera arrasado con Israel hasta hacerla desaparecer del mapa. La otra era la necesidad interna de Israel de estar unida y tener un gobierno fuerte.
6) El ungimiento.
El simple acto de ungir se describe en 1 Samuel 10.1. Un representante de Adonay, en este caso Samuel, derramó aceite sobre la cabeza del futuro rey. Este acto simbolizaba que Dios estaba marcando a este hombre, aparte de todos los demás, como su escogido para ser rey. No podemos estar del todo seguros de la significación total del ungimiento en Israel. Una posibilidad es que haya sido un símbolo de la relación de Pacto; de ser así, mostraba a Dios haciendo un Pacto especial con el rey individualmente, prometiendo darle ayuda, fuerza y sabiduría. El aceite era quizá un símbolo del poder dado por Dios. El ungimiento[15] era un ritual bien conocido en el antiguo Medio Oriente, aunque fuera de Israel no era común ungir a los reyes. En Egipto no se ungía a los reyes, pero a sus vasallos sí. Si ese mismo concepto era conocido en Israel, muy bien puede sugerir que el ungimiento convertía a Saúl en el rey-vasallo bajo Adonay, quien era el gran Rey.
En 1 Samuel 10.1 se describe a Israel como la heredad de Adonay, su posesión permanente. Esta descripción, que incluye tanto al territorio como al pueblo, es otra declaración importante para el nuevo rey: En ningún sentido es él el dueño de Israel, el cual sigue perteneciendo a Dios. Por lo tanto, Saúl sería un subordinado de Dios; pero aun así, no sería raro que Saúl todavía tuviera sus dudas. Necesitaba señales de que realmente sería rey y también de que era idóneo para la tarea. Por consiguiente, se le prometieron tres señales.
a) Fue para asegurarle que podía dejar atrás el pasado; su papel en el futuro no sería el de un agricultor.
b) Fue para asegurarle que los israelitas lo reconocerían como rey. Las tortas de pan eran parte de las ofrendas que se llevaban al santuario en Betel, así que los hombres no se las darían fácilmente a cualquier extraño que pasaba, sino solamente a alguien de muy alta posición.
c) Le daría la seguridad de que tenía los dones y habilidades necesarios para ser líder. Todos los “jueces” antes de él habían sido capacitados por el Espíritu de Adonay para ser líderes, y Saúl reconocería que estaba siendo capacitado de la misma manera. Una vez que estas señales hubieran acontecido, Saúl podía sentirse totalmente seguro de actuar como rey, porque Dios indiscutiblemente estaría con él.
El hecho de que aun en el propio pueblo de Saúl, Gabaa[16], hubiera un destacamento de los filisteos es indicio de la debilidad de Israel en ese momento. Los grupos de profetas eran una característica de los tiempos de peligro político o espiritual. A diferencia de los grandes profetas que actuaban individualmente, ellos parecen haber formado comunidades, y reaccionaban a la música con éxtasis. Hay evidencias de que Saúl era fácilmente afectado por la música, y Dios aquí planeó hacer uso de esta faceta de la personalidad de Saúl.
En 1 Samuel 10.8 encontramos las instrucciones finales de Samuel a Saúl en este pasaje, y mira hacia adelante al capítulo 13. Las palabras de Samuel a Saúl han de haber sido más detalladas que esta breve oración dirigida al lector, la cual da la impresión equivocada de que Saúl debía ir inmediatamente a Gilgal. Este no podía ser el caso, en vista de todos los acontecimientos que tuvieron lugar antes de que Samuel o Saúl fueran a Gilgal. Del capítulo 13 podemos deducir que Samuel habría instruido a Saúl que una vez que hubiera asumido el poder como rey, convocara una asamblea israelita en Gilgal para formar un ejército en contra de los filisteos. Pero eso sería en el futuro no inmediato.
7) Se guarda el secreto.
El narrador nos deja saber escuetamente que las tres señales se cumplieron, y pasa enseguida a la tercera de ellas, con un nuevo propósito. Es importante que el relato enfatice que nadie excepto Samuel y Saúl sabían que Saúl había sido designado rey. Este énfasis se comunica por medio de repetir dos episodios.
a) El cumplimiento de la tercera señal, muestra que aunque Saúl mismo aprendió de la señal, los demás la malinterpretaron totalmente. Efectivamente, se burlaron de la experiencia de Saúl; tanto que se originó el refrán, reforzado por un acontecimiento posterior. Aparentemente se burlaban también de la banda de profetas. Es evidente que la experiencia de Saúl tampoco impresionó a los habitantes de Gabaa, su pueblo natal. Hechos 2.13 registra un episodio similar cuando hombres llenos del Espíritu fueron insultados por el público; y 1 Corintios 2.14 comenta en términos generales que “Pero el hombre natural no acepta las cosas del Espíritu de Dios, porque para él son necedad; y no las puede entender, porque son cosas que se disciernen (se examinan) espiritualmente”[17].
b) El segundo episodio es una conversación de Saúl con su tío, no mencionado antes, en el santuario local. El padre de Saúl hubiera sabido por qué había estado ausente, pero su tío no. La mención que Saúl hizo de Samuel despertó la curiosidad del tío, pero Saúl tuvo cuidado de no decir nada respecto al asunto del reino. Así que ni los vecinos ni los parientes de Saúl tenían idea del hecho de que este hombre estaba destinado a ser rey.
8) La ceremonia en Mizpa.
Mizpa parece haber sido considerada como ciudad capital en esta época; ésta era la segunda asamblea nacional que allí se realizaba. Por lo tanto, era el lugar apropiado para la ceremonia a fin de aclamar a Saúl como rey. Este pasaje es una continuación directa del capítulo 8, en lo que a los representantes israelitas se refiere, porque ellos nada hubieran sabido de los acontecimientos personales y privados consignados en 1 Samuel 9.1–10.16. Samuel inmediatamente repitió sus reproches anteriores en el nombre de Adonay. Aunque Saúl había sido escogido y capacitado por Adonay para servirle como rey, la demanda israelita por tener un rey seguía siendo una rebelión contra Dios. Samuel les volvió a recordar que Dios nunca había dejado de rescatarlos de sus poderosos enemigos.
Quizá hubiéramos esperado que Samuel anunciara enseguida que el Señor había escogido a Saúl para proceder luego al ungimiento público. Pero 1 Samuel 10.20–24 se registra una ceremonia muy distinta, en que Saúl fue elegido al azar, como si no hubiera existido una decisión anterior. Sabemos demasiado poco del mecanismo que usaron; en particular es desconcertante cómo Saúl pudo ser elegido en su ausencia. Pero, sin embargo, se subraya que aun ahora Saúl es un hombre modesto y humilde, que se retrae en lugar de querer ser rey. Pero era de una presencia impresionante y la mayoría de la asamblea lo reconoció instantáneamente. Y fue así que Saúl fue aclamado rey: Ni Samuel ni Dios se lo impusieron a los israelitas, sino que fue aceptado por los representantes de Israel en general. Era importante que el primer rey de Israel recibiera el apoyo de un pueblo unido, por lo tanto resultaba apropiado que el pueblo lo aceptara libre y voluntariamente como rey. Este hecho explica por qué había sido necesario guardar el secreto hasta este momento.
En 1 Samuel 10.25 se refiere a un documento que se guardó en el santuario, donde sin duda los sacerdotes lo cuidaban. Ha sido descrito como la “constitución” real. No se nos dan detalles de su contenido, pero probablemente era una versión ampliada de Deuteronomio 17.18–20. El proceder de un rey se refiere a “las leyes del reino” que sin duda incluían los derechos y deberes. En otras palabras, era un documento que le decía al rey lo que tenía el derecho de esperar de sus ciudadanos, y cuáles eran sus deberes, bajo Dios, hacia ellos. De esta manera el rey y el pueblo asumían una relación mutua de Pacto.
Saúl se fue a su casa como todo el mundo; Gabaa parece haberse convertido, a su tiempo, en su ciudad capital. Al principio de la monarquía no existiría un sistema centralizado de impuestos, y Saúl por el momento dependía del cultivo de sus tierras para mantenerse.
En realidad no sorprende que hubiera israelitas cínicos que dudaban de la habilidad de Saúl para guiar a Israel hacia la victoria sobre los filisteos. Si los ancianos israelitas habían sido culpables de rechazar la monarquía de Dios, estos hombres eran culpables por partida doble porque habían rechazado también la elección divina de quien sería el rey humano. Se los describe como perversos o “indignos”.
9) Primera victoria de Saúl.
El escritor bíblico nuevamente toma desprevenido al lector, cambiando el enfoque desde la región central y frontera occidental, donde estaban los filisteos, de Israel a la frontera sudeste. Najas, rey amonita, gobernaba un pequeño estado en la Transjordania, sobre la frontera del territorio israelita conocido como Galaad. Anteriormente, su ejército había invadido territorio israelita, y ahora habían tomado la ciudad de Jabes, en Galaad[18].
Esta situación ilustra lo débiles que eran los israelitas al comienzo del reinado de Saúl; nuevamente debemos recordar que la ceremonia en que Saúl fue aclamado rey le dio a Israel la posibilidad de lograr unidad y fuerza, pero no se lograron automáticamente ni de inmediato. No podemos estar seguros hasta dónde llegaba la autoridad de Saúl aun durante el apogeo de sus poderes y fama; al principio de su reinado su grado de control probablemente era muy limitado. Cada tribu israelita estaba acostumbrada a actuar de manera independie, y este relato revela que aun una ciudad individual como Jabes, en Galaad, podía hacer sus propios tratados. Es significante también que los mensajeros de Jabes actuaron como si Saúl no fuera rey, enviando su pedido de ayuda por todo el territorio de Israel; pero fue Saúl quien en realidad respondió a su pedido.
La situación muestra también cuánto odiaban los amonitas a los israelitas, aunque la brutalidad que presenta en 1 Samuel 10.2 contrasta extrañamente, según las normas modernas, con la demora caballeresca descrita en 1 Samuel 11.3. Amón era demasiado pequeño para atacar a un Israel unido, pero un Israel desunido, descuidado por la agresión filistea en otras partes, era presa fácil.
En 1 Samuel 11.6–11 revelan cómo respondió Saúl. Como los “Jueces” antes que él, el Espíritu de Dios lo llenó de poder, y pudo actuar con vigor y autoridad, demandando la presencia de los hombres israelitas de ciudades y pueblos, granjas y campos. En 1 Samuel 11.7 implica que el temor de Adonay más bien que el respeto por Saúl y Samuel fue lo que llevó a tantos hombres a librar la batalla que era necesaria. La cantidad de soldados que da 1 Samuel 11.8 parece excesiva, tanto aquí como en otros libros históricos del Antiguo Testamento. Se ha sugerido con frecuencia que la palabra hebrea traducida como “mil”, debería en cambio traducirse “unidad militar”, un grupo comparativamente pequeño de soldados. Es interesante notar que Judá se menciona separadamente del resto de Israel. Esto puede reflejar la división posterior del reino después de la muerte de Salomón.
De nuevo se muestra a un Dios que ayudaba a su pueblo en la guerra, un concepto que crea un problema moral para muchos cristianos. Las realidades históricas de la situación son tales que no había posibilidad de una solución pacífica. Además, esta guerra israelita no se debía a una avaricia territorial, ni a un deseo por dominar a otros pueblos, sino para prevenir la injusticia y la opresión. El Antiguo Testamento siempre muestra la oposición de Dios a la injusticia.
La primera acción decisiva de Saúl, entonces, resultó en una victoria importante. Los ciudadanos de Jabes nunca olvidaron su deuda con él.
10) La ceremonia en Gilgal.
Lo que siguió a la victoria de Saúl en la Transjordania fue una ceremonia en Gilgal, cuando todo el pueblo reconoció a Saúl como rey. Sin duda los participantes eran mayormente de su ejército victorioso. Gilgal era la más cercana al río Jordán de las ciudades donde Samuel ejercía su autoridad. Algunos eruditos encuentran en este capítulo el único relato histórico auténtico de cómo Saúl llegó a ser rey; resulta fácil descartar 1 Samuel 11.14 como un agregado editorial, y luego traducir la frase proclamaron rey a Saúl como “hicieron rey a Saúl” como lo hace la versión Nueva Biblia de los Hispanos. Sin embargo, el relato es plausible tal como está, y la razón para tener otra ceremonia es fácil de ver, en vista de cierta medida de hostilidad que antes hubo hacia Saúl. Ahora por primera vez toda la nación le brinda su lealtad. La referencia a Adonay y a los sacrificios de paz en 1 Samuel 11.15 quizá sugiera una ceremonia de Pacto, similar a Éxodo 24.
La emoción de la victoria y de la ceremonia terminó en una gran celebración en la que Saúl y los israelitas mostraron su inmensa alegría. La ausencia del nombre de Samuel es significativa: Si todos habían olvidado ahora los acontecimientos del capítulo 8, él no. No se atribuye culpa a Saúl, pero los ancianos de Israel habían sido culpables de rechazar tanto al Señor como a Samuel. El próximo capítulo pasa a expresar más reproches y advertencias de Samuel.
11) Discurso de Samuel.
No es seguro que este discurso corresponda al mismo contexto que el final del capítulo 11, o sea la asamblea en Gilgal, o a una asamblea nacional posterior hacia el final de la vida de Samuel. En cierta forma, el discurso pareciera una despedida, pero su breve introducción en 1 Samuel 12.1 no nos da ningún indicio. En cualquier caso, el discurso es apropiado en esta alternativa. El escritor bíblico lo coloca aquí para dar al lector una oportunidad de reflexionar sobre el principio de la historia de la monarquía. El capítulo 11 había terminado con una nota de alegría y emoción, al celebrar los israelitas una victoria y mirando con confianza a un futuro de victorias sobre los filisteos. Ahora tenían un rey, y uno que ya había dado pruebas de ser un soldado capaz. Así que se sentían muy bien. Pero el discurso de Samuel analizó la situación del presente y del pasado, a fin de brindar dirección para el futuro. El discurso aclaraba bien que el futuro no dependía de la existencia de un rey, ni de sus habilidades, sino de la voluntad de Dios. Esta, a su vez, dependería de la lealtad del pueblo a Dios.
a) Samuel pidió que se rindieran cuentas de su propia administración ahora que había cedido el liderazgo político a Saúl. Sus oyentes tenían que coincidir en que él les había brindado un liderazgo bueno y justo en todo sentido a través de los años[19]. Hay un énfasis en el hecho de que Samuel no había tomado nada de nadie injustamente. Esta descripción de Samuel ofrece un fuerte contraste con su propia descripción de los reyes en 1 Samuel 8.11–18, donde la muestra tomando una cosa tras otra de sus súbditos. Hay una perspectiva más amplia que quiere hacer notar el autor bíblico. El discurso está presentando un contraste entre los jueces del pasado y los reyes del presente y del futuro. Los líderes del pasado habían sido individuos escogidos por Dios, por lo que habían brindado un buen gobierno; pero ahora los israelitas estaban empezando a elegir sus propios líderes y ese era un paso muy peligroso. Era cierto que Dios había escogido a Saúl, y que más adelante escogería también a David, pero en el reino del norte después de la muerte de Salomón, muchos reyes serían elegidos por un sector u otro de la población.
En 1 Samuel 12.8–11 recuerdan a los israelitas varios hechos importantes de su pasado.
i. Dios se había ocupado constantemente de sus necesidades, rescatándolos de muchos enemigos.
ii. Dios había escogido y provisto los líderes humanos que los habían llevado a la victoria.
iii. Sus derrotas habían sido debido a su propia pecaminosidad, ya que se habían apartado repetidamente de Adonay y se habían dado a la idolatría. 1 Samuel 12.11 presenta una lista de los líderes capaces que Dios les había dado. No sería raro que Samuel incluyera su propio nombre como el último de los Jueces, o quizá lo agregó el autor bíblico; también es posible que en cambio aquí debiera leerse “Sansón” en vez de “Samuel”.
En 1 Samuel 12.12 renueva la acusación de 1 Samuel 8.7-8 en el sentido de que al demandar tener un rey humano, los israelitas rechazaban el reinado de Adonay sobre ellos. Este versículo, que insinúa que Nahas ha de haber hostigado a los israelitas en la Transjordania mucho antes de su ataque sobre Jabes en Galaad, muestra con qué facilidad Israel reaccionaba equivocadamente a las situaciones que se presentaban. Cuando Nahas los hostigaba, debían haberse dado cuenta que su propia deslealtad a Dios causaba tal situación; en lugar de arrepentirse, como en el pasado, ellos mismos se encargaron de la situación, rechazaron el gobierno de Dios y demandaron tener un rey. Pero al menos habían pedido al Señor que escogiera al hombre que sería su rey, y quizá por eso, Adonay ahora estaba dispuesto a darles otra oportunidad antes de cualquier castigo. Todo dependía de su obediencia y la obediencia del rey al Señor.
b) Aliento y advertencia.
Los oyentes de Samuel podrían haber cuestionado si su interpretación de la historia de Israel era correcta. Cualquier duda fue disipada por una señal milagrosa del cielo. Al comienzo del verano, el tiempo de la siega del trigo, normalmente no habría ni truenos ni aguaceros en la tierra de Israel, así que la predicción y su pronto cumplimiento eran prueba de que Dios hablaba por su intermedio. Todo este pasaje muestra que Samuel era un profeta en todo el sentido de la palabra. Analizó el pasado y el presente, predijo el futuro, recordó a Israel las bondades de Dios, los exhortó que dejaran la idolatría y prometió interceder por ellos en oración y enseñarles lo bueno y recto.
[1] 2 Samuel 6.
[2] “Poseedor” o “señor”. Nombre usado en el Antiguo Testamento principalmente para referirse al dios de la fertilidad de los cananeos, cuyo culto se introdujo entre los hebreos (Números 22.41; Jueces 2.13; 6.28-32). Durante el reinado de Acab y Jezabel, 450 profetas de Baal y 400 sacerdotes de Astoret vivieron en el palacio; se puso gran empeño en erradicar el culto a Adonay (1 Reyes 18). Cuando Elías mató a todos los profetas de Baal, no destruyó este culto (2 Reyes 10.18-28). Siguió la lucha contra la tendencia de los israelitas hacia el culto a Baal y la promoción de la idolatría (2 Crónicas 21.5, 6, 11; 22.3). Joiada se opuso firmemente al culto a Baal. Destruyó los ídolos y altares, y dio muerte a los sacerdotes (2 Reyes 11.17, 18). Sin embargo, una vez tras otra las imágenes y la adoración de Baal reaparecieron en Israel, sobre todo bajo el patrocinio de los reyes (2 Crónicas 28.2; 2 Reyes 21.3). Con la reforma del rey Josías se eliminaron todos los vestigios de la idolatría (2 Reyes 23.4, 5). Los templos y altares de Baal se construían por lo general sobre lugares altos (Números 22.41; Jeremías 19.5), rodeados a veces de numerosas imágenes de este dios, su esposa, Anat, y de otros dioses que componían el panteón cananeo. Ya que la religión de Canaán estaba marcada fuertemente por la fecundidad y el sexo, el culto consistía en lograr la fecundidad de los campos, animales y personas. Por eso, la prostitución de hombres y mujeres era común y se practicaba en varios centros de culto. El culto a Baal frecuentemente acompañaba al culto de Astoret (Jueces 2.12, 13), y había cerca una “Asera” (Jueces 6.28-30; 1 Reyes 16.32-33). Cada pueblo podía tener su propio Baal. Se les designaba con el nombre común de Baal combinado con el del lugar (Baal-Gad, Baal-Hazor). Baal también era nombre de un dios particular, (Bel-Merodac, Jeremías 50.2), ídolo de los babilonios y de los asirios; Baal-peor, señor de Peor, un ídolo de los moabitas (Números 25.3, 5; Oseas 9.10) y Baal-zebub, “señor de las moscas”, dios de los filisteos (2 Reyes 1.2). Baal era nombre de varias personas en días primitivos de Israel (1 Crónicas 8.30, 33, 34; 9.39). Más tarde, cuando todo lo asociado con Baal llegó a ser blanco del ataque de los profetas, se prohibió usar el nombre como referencia a Dios y, podemos suponer, también a seres humanos (Oseas 2.16). En el Nuevo Testamento el nombre Beelzebú, “el príncipe de los demonios” (Mateo 10.25), obviamente se deriva de Baal-zebub.
[3] Diosa madre que aparece también como diosa de la fertilidad, el amor, y la guerra, conocida por los israelitas a través de los cananeos (1 Reyes 11.5). Era un nombre común, en una forma u otra, entre muchos de los pueblos de lengua semítica de la antigüedad. En Mesopotamia se igualó a Istar con la diosa madre sumeria Inanna. Este nombre aparece como Astrt en las inscripciones fenicias, que en el texto griego se transcribe como Astarte. Se ha sugerido que el hebreo Astoret es una forma artificial creada a partir de Astrt, por analogía con el esquema vocálico de bosûet, “vergüenza”, a fin de mostrar una actitud adecuada entre los israelitas hacia la diosa, cuyo culto, en la forma en que lo practicaban los cananeos, revestía un carácter extremadamente depravado. Astarot es la forma plural del nombre. Los israelitas comenzaron a adorar a Astoret poco después de haber llegado a la tierra prometida (Jueces 2.13; 10.6); esta práctica estaba extendida en la época de Samuel (1 Samuel 7.3–4; 12.10) y Salomón le dio aprobación real (1 Reyes 11.5; 2 Reyes 23.13). Después de la muerte de Saúl a manos de los filisteos, su armadura fue colocada en el templo de Astarot en Bet-sán (1 Samuel 31.10), y los excavadores de este lugar han sugerido que el templo del norte en el nivel V puede haber sido el que allí se menciona, si bien no es más que una inferencia. Numerosas plaquetas de arcilla que representan imágenes femeninas desnudas han sido descubiertas en sitios de Palestina correspondientes a las edades del bronce y el hierro, y es probable que algunas de ellas sean representaciones de la diosa Astoret-Astarté.
[4] 1 Samuel 7.6.
[5] Silo había quedado en ruinas a manos de los filisteos y probablemente había sido abandonada.
[6] 1 Samuel 7.10-11.
[7] 1 Samuel 14.47.
[8] 1 Samuel 1.19.
[9] 1 Samuel 10.3.
[10] 1 Samuel 8.
[11] 1 Samuel 9-12.
[12] 1 Samuel 10.1, 17–25; 11.14-15
[13] Nótese cuántas veces aparece el verbo “tomar” en 1 Samuel 8.11–17.
[14] La palabra “rey” no aparece en este capítulo. En 1 Samuel 9.16 y 10.1 usan en cambio la palabra soberano (nagid). El significado exacto de la palabra hebrea está en discusión; posiblemente el sentido es de un “designado a ser rey”, con la implicación de que Saúl no era en realidad rey hasta haber tenido la ceremonia pública en Mizpa descrita en el capítulo 10. Sea como fuere, en el contexto es improbable que la palabra sea muy diferente de rey, porque el verbo ungir, usado aquí, implica rey.
[15] Samuel se aseguró de que fuera un ungimiento privado; ni siquiera su criado sabía el secreto. El primer ungimiento de David también fue en privado (16:1–13). En ambos casos, sus reinados en realidad no empezaron hasta haber realizado una ceremonia pública.
[16] Su nombre completo era Gabaa, o “colina de Dios”, o Gabaa-elohim.
[17] NBLH
[18] Una ciudad al este del Jordán en una línea como a la mitad de la distancia entre Nazaret y Siquem. Cuando en la época de los Jueces las tribus lanzaron una campaña contra la tribu de Benjamín por proteger a unos atroces criminales, Jabes de Galaad se abstuvo de enviar a sus guerreros. Por esta indiferencia hacia el pecado nacional Jabes fue destruida al final de la campaña, quedando sólo 400 jóvenes vírgenes, que fueron dadas a 400 supervivientes de la tribu de Benjamín (Jueces 21.8-15). Jabes fue pronto reocupada. Saúl ganó aquí su primera popularidad y mostró su proeza militar al librar a Jabes de Galaad de la opresión de sus enemigos (1 Samuel 11). Cuando Saúl y sus hijos fueron muertos en la batalla de Gilboa contra los filisteos, los valientes de Jabes de Galaad recuperaron sus cuerpos y los enterraron (1 Samuel 31.11-13), acto por el cual fueron alabados por David (2 Samuel 2.4-5).
[19] No se dice nada de las quejas anteriores sobre sus dos hijos en 1 Samuel 8.1–5; pero su referencia a sus dos hijos aquí puede ser que sugiera que los había despedido de sus puestos en Beerseba y los había traído de vuelta a casa.
Samuel desaparece de la historia hasta 1 Samuel 7.3. Hay una habilidad literaria eficaz en esta característica inesperada, ya que se le ha hecho pensar al lector que puede esperar grandes cosas de Samuel. Existe un propósito teológico en esto.
a. Logros de Samuel.
El relato del itinerario del Arca termina en 1 Samuel 7.2. Fue llevada a la casa de Abinadab y, muchos años después durante el reinado de David, a Jerusalén[1]. Los veinte años parece referirse no a la estadía del Arca en Quiriat-jearim, sino al estado deprimido del pueblo de Israel. La presencia del Arca en su tierra les había causado muchos problemas a los filisteos, pero no olvidemos que en las batallas del capítulo 4 éstos habían asestado un duro golpe derrotando a Israel. Los filisteos eran todavía los conquistadores triunfantes, y podían imponer su voluntad sobre los israelitas en territorio de Benjamín, situado al sur de Efraín, y en otros sectores. 1 Samuel 7.7 es una ilustración de esta situación, tanto de la agresión filistea como del temor israelita.
Por primera vez, se nos da la razón de la debilidad de los israelitas: Se había generalizado entre ellos la idolatría. Los dioses extraños incluían al dios cananeo Baal[2] y a la diosa cananea Astarte[3]. Como sucediera con frecuencia en el libro de Jueces, la infidelidad israelita a Adonay había causado el castigo divino. Y como en Jueces, el genuino arrepentimiento israelita revertiría la situación. Los métodos de Dios siempre habían sido de castigar al Israel pecador por medio de invasiones y ataques foráneos, y de rescatar al Israel arrepentido a través del liderazgo de sus “Jueces”. En Samuel 7 se presenta exactamente la misma secuencia de pecado, arrepentimiento y salvación. El hombre escogido por Dios para traer liberación era, por supuesto, Samuel quien en este contexto es llamado apropiadamente Juez[4].
En los capítulos 1 al 3 Samuel primero fue aprendiz de sacerdote, luego profeta. Ahora en 1 Samuel 7.6 lo encontramos en un nuevo papel como líder que juzgaba a los israelitas. La palabra se usa deliberadamente para mostrar que era el hombre escogido por Dios para librar a Israel. En la práctica no es claro cuál era exactamente su función política, ya que los filisteos tenían tanto poder. De cualquier modo, todo Israel le prestaba atención, así que únicamente él podía convocar una asamblea nacional en Mizpa, en territorio de la tribu de Benjamín[5]. El propósito era religioso, pero una reunión tan grande parecía un ejército; y, efectivamente, se convirtió en uno[6]. Así que no sorprende el hecho de que los filisteos los consideraran una posible amenaza y los atacaran. Pero, por supuesto, la asamblea israelita no era un ejército preparado, y si no hubiera sido por la ayuda de Dios hubieran sido masacrados por los filisteos.
La piedra memorial colocada para celebrar la victoria israelita fue llamada Eben-ezer, literalmente “piedra de ayuda”. Los israelitas habían sufrido una derrota en otro lugar llamado Eben-ezer, unos kilómetros más al norte, y parece que Samuel deliberadamente volvió a poner el nombre para recalcar la primera victoria israelita sobre los filisteos. En realidad se trataba probablemente de solo una victoria menor, pero bastó para mantener a los filisteos fuera del territorio israelita durante bastante tiempo, y marcó el comienzo de un período en que el poder filisteo decayó, gracias a la mano de Adonay. Los triunfos israelitas de este período, que es llamado el tiempo de Samuel, fueron logrados bajo el liderazgo militar del rey Saúl[7], ya que Samuel nunca fue militar. No obstante, Saúl, por diversas razones no es mencionado en el capítulo 7.
1) 1 Samuel 7.13–17 es sencillamente un resumen de las actividades de Samuel.
2) Saúl todavía no ha sido presentado en el relato, y hubiera arruinado el impacto de los capítulos siguientes incluir su nombre en este lugar.
3) Hay un mensaje escondido en el capítulo 7, en anticipación de los acontecimientos del capítulo 8.
4) Dios era el verdadero autor de la victoria, y hacía mucho tiempo había llamado a Samuel para que fuera su portavoz y diera a Israel cualquier tipo de dirección que necesitara.
El párrafo final muestra a Samuel en otra función, como Juez, en el sentido en que usamos la palabra en la actualidad, un papel que conservó después que Saúl subiera al trono. Su centro estaba en Ramá, la ciudad de sus antepasados[8], y las otras ciudades listadas estaban en la misma región. De esta manera estos versículos describen lo extenso de los servicios de Samuel a Israel. También establecen un fundamento geográfico para los acontecimientos narrados en los capítulos que siguen, que tuvieron lugar en Ramá, Mizpa y Gilgal; aunque también Betel recibe una breve mención[9].
b. Samuel anciano.
Ya anciano los jefes de las tribus se opusieron a su liderazgo y pidieron rey. Al principio Samuel se opuso, pero contando con la guía divina accedió a su pedido[10]. Luego conoció a Saúl, y Dios le ordenó que lo ungiera; en una compleja serie de acontecimientos, Samuel presidió la institución de la monarquía israelita, aunque no sin advertir severamente al rey y al pueblo[11].
c. Samuel y Saúl.
Esta sección incluye una descripción completa de la secuencia de eventos que culminaron con la subida de Saúl al trono de Israel. El comienzo de la monarquía significó un cambio enorme en la forma como Israel era gobernado y estaba organizado. Esta novedad de tanta trascendencia merecía la reseña completa que dan los capítulos 8 al 12. El primer rey fue Saúl y, naturalmente, juega un papel prominente en el relato. Pero el autor bíblico nunca nos deja olvidar a Samuel; en realidad, desde la perspectiva del escritor bíblico, Samuel siguió siendo el verdadero líder de Israel, aun cuando entregara los asuntos militares y políticos al nuevo rey. En 1 Samuel 15, el último de esta sección, Samuel todavía tenía la autoridad dada por Dios para rechazar el reinado de Saúl.
1) Aclaraciones necesarias sobre la monarquía en Israel.
Para el historiador moderno el desarrollo de la monarquía en Israel era inevitable. Los filisteos representaban un serio peligro y estaban bien equipados y organizados. Los israelitas tenían la ventaja de ser más numerosos, pero estaban desunidos. Las diversas tribus israelitas mayormente actuaban de forma independiente, y ninguna de ellas tenía un ejército permanente. Así que la opción era indudable: A menos que encontraran una manera de unir a las tribus y de montar un ejército, Israel moriría como nación. En el mundo antiguo la monarquía era la única estructura posible para alcanzar esta meta. Así que desde la perspectiva histórica, el pedido urgente de los ancianos en 1 Samuel 8.5 era natural. Tenemos que recordar que la victoria israelita registrada en el capítulo 7 no había cambiado la situación del poder e imperialismo filisteo en general. Así que para el historiador, la conducta de los ancianos israelitas no es ninguna sorpresa.
La perspectiva del autor bíblico era muy diferente. Desde su punto de vista, Israel ya tenía Rey: Como nos dice 1 Samuel 8.7, nada menos que el propio Adonay. Dios había dado pruebas muchas veces en el pasado de que podía dar la victoria a su pueblo y, en la persona de Samuel, Dios ya les había provisto del líder humano que necesitaban. Era verdad que Israel había sufrido derrotas, como en el capítulo 4, pero dichas derrotas eran por culpa de ellos, por no ser leales a su Rey, Adonay. Así que desde la perspectiva bíblica y teológica, el que los ancianos pidieran un rey humano era pecado, un rechazo de la monarquía de Dios y un intento por ganar victorias sin su liderazgo o ayuda.
Dado que el narrador y el teólogo eran la misma persona, la tercera perspectiva básicamente no es diferente de la segunda. No obstante, es importante no olvidar la asombrosa habilidad literaria del autor bíblico, y la manera como da forma a su narración para lograr que sus puntos teológicos sean más claros y eficaces. Para el historiador, hemos visto, no sorprende el que los ancianos pidieran un rey. Pero para el lector común es un golpe tremendo después de las descripciones de los logros de Samuel que describe en el capítulo 7. Para el narrador el poder filisteo era relativamente insignificante y por lo tanto ignorado por el momento. El verdadero poder estaba en las manos de Dios, no en las de los filisteos. El serio problema humano no era la debilidad militar israelita sino la falta de fe del pueblo.
Por supuesto, hay también otras perspectivas, especialmente las de los personajes que intervienen en todos estos acontecimientos: los ancianos, Samuel y Saúl. La posición de Saúl ha de haber sido particularmente incómoda. No obstante, el relato dice que Dios escogió a Saúl como rey. En cierto sentido hay aquí una especie de arreglo al que llegan en estos capítulos. La perspectiva teológica, al tiempo que insistía en que Adonay era el rey de Israel, reconocía plenamente que se necesitaba un mediador, alguien que diera un liderazgo humano visible pero que recibiera sus órdenes del Señor. Samuel había sido un mediador y líder como este. Así que aunque la demanda de los ancianos era pecaminosa, Dios podía hacer algo con ella, siempre y cuando Él mismo escogiera al hombre que sería rey. Dios, de hecho, eligió primero a Saúl, luego a David, y los usó para derrotar a los filisteos, enemigos de Israel. Aún así, a la larga la monarquía estaba destinada a causar desgracias a Israel. El problema definitivo con la monarquía era que le daba el poder no a un solo hombre, sino también a sus descendientes después de él.
Se ha generalizado la creencia de que las diferentes secciones de estos capítulos fueron tomadas de distintos documentos originarios. Se ha observado que los capítulos 8 y 12 expresan críticas duras contra la monarquía en general. Por otra parte, los capítulos en el medio tratan muy positivamente a Saúl mismo. El capítulo 11 es en algunas formas un relato distinto. Todas estas secciones pueden ser igualmente históricas, pero con frecuencia han surgido interrogantes. Por ejemplo, Saúl es nombrado rey en tres diferentes ocasiones en tres diferentes lugares[12], lo cual por cierto no es imposible bajo circunstancias tan singulares. Es totalmente posible ver la trama de la historia en general como algo plausible, y considerar a las diferentes secciones como presentaciones de la monarquía desde distintas perspectivas en lugar de considerarlos relatos conflictivos. Recomendamos consultar comentarios más amplios que éste sobre toda esta cuestión tan compleja.
2) La demanda por tener un rey.
Los ancianos israelitas, como representantes locales de los clanes y las tribus de Israel, tenían razones valederas para sentirse ansiosos. Samuel había envejecido y no tenían un sucesor obvio que siguiera la lucha contra los filisteos. La historia se estaba repitiendo. Los pecados de los hijos de Elí habían causado un cambio de grandes proporciones en Israel; y ahora los pecados de los hijos de Samuel eran el primer paso en un cambio aun mayor. En ambos casos, los pecados eran del conocimiento público, y el público tenía derecho de protestar. Una importante diferencia es que los hijos de Samuel no estaban bajo su supervisión directa porque Beerseba estaba muy lejos hacia el sur, y ni Dios ni los hombres podían culparlo por las actividades de ellos. Hay una dramática ironía en esto. Tanto con Elí como ahora con Samuel, se hacía evidente a todos que los hombres grandes y buenos pueden tener hijos malos e inútiles; pese a ello los ancianos reaccionaron pidiendo tener un rey. Por definición, un rey es un gobernante cuyo hijo automáticamente le sucede en el trono. El autor demuestra así que los argumentos de los ancianos no eran sinceros. Es hasta 1 Samuel 8.20 que expresan su verdadera razón.
Sin duda las demandas de los ancianos constituían un rechazo de Samuel y, naturalmente, desagradaron a este, aunque dejaban en sus manos la elección de un rey. Las palabras de Dios en 1 Samuel 8.7 no niegan que Samuel hubiera sido desechado pero el énfasis es que él no era la única persona a quien estaban rechazando. Detrás del rechazo de Samuel por parte de los ancianos estaba el hecho de que estaban rechazando también la autoridad de Dios, porque había sido Él quien diera a Israel un líder capaz tras otro, incluyendo a Samuel. Como nos lo recuerda 1 Samuel 8.8, no hay nada nuevo en que los israelitas rechazaran a Adonay en favor de otros dioses, pero la demanda de los ancianos fue un paso más allá, rechazando sus planes políticos para su propio pueblo.
La descripción de Dios como Rey de Israel aparece con mucha frecuencia en el lenguaje bíblico, encontrándose en textos tan antiguos como Éxodo 15.18. La interpretamos fácilmente como una metáfora directa, una figura humana conveniente. Es probable que los israelitas hicieran lo mismo por lo que no comprendían lo que significaba e implicaba. Si Dios era realmente Rey, entonces era él quien tomaba las decisiones políticas para Israel, él establecía las leyes y la constitución, él decidía ir a las guerras y formar alianzas, y hacía todo lo demás que un rey humano haría en otros países. Es claro, Dios necesitaba sus mensajeros para anunciar sus decisiones y decretos, y los profetas, en particular, cumplían ese papel. A menos que el rey humano de Israel fuera absolutamente obediente a las decisiones del Señor, sin duda estaría en cierta forma desplazando a Dios. Así que la demanda de los ancianos era una traición.
3) El consejo de Samuel es rechazado.
Antes de decidirse por una monarquía, los israelitas debían considerar lo que significaría para ellos: Entonces Samuel les presenta un negro panorama de los efectos secundarios de la monarquía. La visión de los ancianos era muy escasa; todo lo que buscaban era un líder militar eficaz. La descripción que Samuel hace de la monarquía en acción enfoca el trabajo forzado y la conscripción, impuestos altos y últimamente la tiranía. Así que si Israel escogía la monarquía, como así fue, a la larga tendrían que pagar un alto precio por los beneficios militares limitados. Creían que un rey les brindaría ventajas como seguridad, estabilidad y éxito; Samuel les advirtió que lo más probable sería que los reyes tomaran en lugar de dar[13].
Muchas veces se ha destacado que los detalles de Samuel 8.11–17 le quedan muy bien a Salomón, y se puede argumentar que la descripción es de una fecha muy posterior a la época de Samuel. En oposición a este punto de vista, existen abundantes evidencias de que los excesos de la monarquía eran bien sabidos, y no hay razón por la cual Samuel no hubiera expresado esos sentimientos. Ambos argumentos tienen cierta validez. Samuel probablemente atacó todo el concepto de la monarquía, pero es igualmente probable que el escritor bíblico haya exagerado el discurso de Samuel a fin de recordar a sus lectores posteriores la forma cómo Salomón fue prueba de la verdad de los argumentos de Samuel.
Si los israelitas escogían la monarquía a la larga se arrepentirían, pero no podrían volverse atrás. La advertencia de Samuel cayó en oídos sordos. No hemos de suponer que la decisión de los ancianos no le dejaba a Dios otra alternativa, pero Él libremente optó por dejar que Israel hiciera su propia voluntad en este asunto. En 1 Samuel 8.20 se muestra que aunque los ancianos querían que Israel tuviera la capacidad de derrotar a otras naciones, también querían adoptar las modalidades establecidas por otras naciones. Consciente o inconscientemente, el pueblo de Dios está siempre bajo presiones sociales de adoptar las costumbres del mundo.
4) Saúl acude a Ramá.
Es muy probable que a estas alturas el autor bíblico haya usado un documento diferente para informarse, pero en cualquier caso, no hay duda de su habilidad literaria y dramáticos efectos. Abruptamente, la escena pasa de Samuel a Saúl, mencionado aquí por primera vez. Al lector se lo mantiene en suspenso, pensando en cómo Samuel se abocaría a la tarea de encontrar y establecer un rey; pero naturalmente todos los lectores han de haber sabido que Saúl había sido el primer rey de Israel, así que la introducción de su nombre no los toma desprevenidos. El relato sigue con una explicación de las circunstancias bajo las cuales se conocieron Samuel y Saúl. Nótese con cuánta habilidad el narrador disimula el hecho de que Ramá era la ciudad y Samuel el profeta. La única indicación es la mención de la tierra de Zuf, donde estaba localizada Ramá.
En cierta forma, ésta es una típica historia de “triunfar de la nada”. La familia de Saúl no era pobre y él mismo era físicamente apuesto; pero la familia no era aristócrata, y su tribu, la de Benjamín, era pequeña y relativamente insignificante en Israel, eclipsada por Efraín hacia el norte y Judá hacia el sur. Es imposible que Saúl haya tenido la ambición o esperanza de ser rey. El punto principal de este pasaje bien puede ser la inocencia y falta de ambición de Saúl. Su propósito no era ganar fama o poder, sino sencillamente encontrar una propiedad de su padre que se había perdido. No estaba buscando ser rey; pero Dios, digamos, lo encontró y procedió a hacerlo rey. Saúl ni sabía quién era Samuel, ni lo reconoció cuando se encontraron. Podemos imaginarnos que después de los acontecimientos del capítulo 8, algunos jóvenes ambiciosos habrían tratado de acercarse a Samuel para impresionarle con su habilidad o para ganarse su simpatía. No así Saúl.
5) Samuel recibe a Saúl.
Hasta aquí el relato ha sido muy claro en explicar que ningún ser humano había planeado que Samuel y Saúl se conocieran. Dios había encaminado los movimientos de Saúl, y ahora le revelaba directamente a Samuel que Saúl era el elegido por Él para ser rey. Así que Samuel reconoció a Saúl cuando ambos se encontraron, y también lo que debía hacerse para que Saúl fuera rey. Pero Saúl siguió en la ignorancia respecto a los planes de Dios a lo largo de los acontecimientos de este capítulo: Samuel gradualmente le fue haciendo comprender los planes especiales de Dios para él. En 1 Samuel 9.20, Samuel se refirió a lo más preciado en Israel; el lector entendía que se refería al deseo de tener un rey, pero este comentario naturalmente desconcertó a Saúl. Luego, la acción de Samuel en 1 Samuel 9.24 le demostró a Saúl que era un huésped de honor, pero sin revelarle todavía toda la verdad. La sección continúa para destacar que lejos de intentar apropiarse de la monarquía y el poder, Saúl aún ahora desconoce humildemente lo que sería su papel en el futuro. Saúl no tomó el poder, ni Samuel promovió a ningún amigo propio para ser rey[14]; Saúl fue elegido absolutamente por Dios.
Se aclara la función de Saúl como líder: Su deber es librar a Israel de los filisteos y gobernar a los israelitas. De esta manera Dios supliría, por medio de Saúl, las dos necesidades políticas más importantes de la época. La primera era la derrota del enemigo, que de otra manera hubiera arrasado con Israel hasta hacerla desaparecer del mapa. La otra era la necesidad interna de Israel de estar unida y tener un gobierno fuerte.
6) El ungimiento.
El simple acto de ungir se describe en 1 Samuel 10.1. Un representante de Adonay, en este caso Samuel, derramó aceite sobre la cabeza del futuro rey. Este acto simbolizaba que Dios estaba marcando a este hombre, aparte de todos los demás, como su escogido para ser rey. No podemos estar del todo seguros de la significación total del ungimiento en Israel. Una posibilidad es que haya sido un símbolo de la relación de Pacto; de ser así, mostraba a Dios haciendo un Pacto especial con el rey individualmente, prometiendo darle ayuda, fuerza y sabiduría. El aceite era quizá un símbolo del poder dado por Dios. El ungimiento[15] era un ritual bien conocido en el antiguo Medio Oriente, aunque fuera de Israel no era común ungir a los reyes. En Egipto no se ungía a los reyes, pero a sus vasallos sí. Si ese mismo concepto era conocido en Israel, muy bien puede sugerir que el ungimiento convertía a Saúl en el rey-vasallo bajo Adonay, quien era el gran Rey.
En 1 Samuel 10.1 se describe a Israel como la heredad de Adonay, su posesión permanente. Esta descripción, que incluye tanto al territorio como al pueblo, es otra declaración importante para el nuevo rey: En ningún sentido es él el dueño de Israel, el cual sigue perteneciendo a Dios. Por lo tanto, Saúl sería un subordinado de Dios; pero aun así, no sería raro que Saúl todavía tuviera sus dudas. Necesitaba señales de que realmente sería rey y también de que era idóneo para la tarea. Por consiguiente, se le prometieron tres señales.
a) Fue para asegurarle que podía dejar atrás el pasado; su papel en el futuro no sería el de un agricultor.
b) Fue para asegurarle que los israelitas lo reconocerían como rey. Las tortas de pan eran parte de las ofrendas que se llevaban al santuario en Betel, así que los hombres no se las darían fácilmente a cualquier extraño que pasaba, sino solamente a alguien de muy alta posición.
c) Le daría la seguridad de que tenía los dones y habilidades necesarios para ser líder. Todos los “jueces” antes de él habían sido capacitados por el Espíritu de Adonay para ser líderes, y Saúl reconocería que estaba siendo capacitado de la misma manera. Una vez que estas señales hubieran acontecido, Saúl podía sentirse totalmente seguro de actuar como rey, porque Dios indiscutiblemente estaría con él.
El hecho de que aun en el propio pueblo de Saúl, Gabaa[16], hubiera un destacamento de los filisteos es indicio de la debilidad de Israel en ese momento. Los grupos de profetas eran una característica de los tiempos de peligro político o espiritual. A diferencia de los grandes profetas que actuaban individualmente, ellos parecen haber formado comunidades, y reaccionaban a la música con éxtasis. Hay evidencias de que Saúl era fácilmente afectado por la música, y Dios aquí planeó hacer uso de esta faceta de la personalidad de Saúl.
En 1 Samuel 10.8 encontramos las instrucciones finales de Samuel a Saúl en este pasaje, y mira hacia adelante al capítulo 13. Las palabras de Samuel a Saúl han de haber sido más detalladas que esta breve oración dirigida al lector, la cual da la impresión equivocada de que Saúl debía ir inmediatamente a Gilgal. Este no podía ser el caso, en vista de todos los acontecimientos que tuvieron lugar antes de que Samuel o Saúl fueran a Gilgal. Del capítulo 13 podemos deducir que Samuel habría instruido a Saúl que una vez que hubiera asumido el poder como rey, convocara una asamblea israelita en Gilgal para formar un ejército en contra de los filisteos. Pero eso sería en el futuro no inmediato.
7) Se guarda el secreto.
El narrador nos deja saber escuetamente que las tres señales se cumplieron, y pasa enseguida a la tercera de ellas, con un nuevo propósito. Es importante que el relato enfatice que nadie excepto Samuel y Saúl sabían que Saúl había sido designado rey. Este énfasis se comunica por medio de repetir dos episodios.
a) El cumplimiento de la tercera señal, muestra que aunque Saúl mismo aprendió de la señal, los demás la malinterpretaron totalmente. Efectivamente, se burlaron de la experiencia de Saúl; tanto que se originó el refrán, reforzado por un acontecimiento posterior. Aparentemente se burlaban también de la banda de profetas. Es evidente que la experiencia de Saúl tampoco impresionó a los habitantes de Gabaa, su pueblo natal. Hechos 2.13 registra un episodio similar cuando hombres llenos del Espíritu fueron insultados por el público; y 1 Corintios 2.14 comenta en términos generales que “Pero el hombre natural no acepta las cosas del Espíritu de Dios, porque para él son necedad; y no las puede entender, porque son cosas que se disciernen (se examinan) espiritualmente”[17].
b) El segundo episodio es una conversación de Saúl con su tío, no mencionado antes, en el santuario local. El padre de Saúl hubiera sabido por qué había estado ausente, pero su tío no. La mención que Saúl hizo de Samuel despertó la curiosidad del tío, pero Saúl tuvo cuidado de no decir nada respecto al asunto del reino. Así que ni los vecinos ni los parientes de Saúl tenían idea del hecho de que este hombre estaba destinado a ser rey.
8) La ceremonia en Mizpa.
Mizpa parece haber sido considerada como ciudad capital en esta época; ésta era la segunda asamblea nacional que allí se realizaba. Por lo tanto, era el lugar apropiado para la ceremonia a fin de aclamar a Saúl como rey. Este pasaje es una continuación directa del capítulo 8, en lo que a los representantes israelitas se refiere, porque ellos nada hubieran sabido de los acontecimientos personales y privados consignados en 1 Samuel 9.1–10.16. Samuel inmediatamente repitió sus reproches anteriores en el nombre de Adonay. Aunque Saúl había sido escogido y capacitado por Adonay para servirle como rey, la demanda israelita por tener un rey seguía siendo una rebelión contra Dios. Samuel les volvió a recordar que Dios nunca había dejado de rescatarlos de sus poderosos enemigos.
Quizá hubiéramos esperado que Samuel anunciara enseguida que el Señor había escogido a Saúl para proceder luego al ungimiento público. Pero 1 Samuel 10.20–24 se registra una ceremonia muy distinta, en que Saúl fue elegido al azar, como si no hubiera existido una decisión anterior. Sabemos demasiado poco del mecanismo que usaron; en particular es desconcertante cómo Saúl pudo ser elegido en su ausencia. Pero, sin embargo, se subraya que aun ahora Saúl es un hombre modesto y humilde, que se retrae en lugar de querer ser rey. Pero era de una presencia impresionante y la mayoría de la asamblea lo reconoció instantáneamente. Y fue así que Saúl fue aclamado rey: Ni Samuel ni Dios se lo impusieron a los israelitas, sino que fue aceptado por los representantes de Israel en general. Era importante que el primer rey de Israel recibiera el apoyo de un pueblo unido, por lo tanto resultaba apropiado que el pueblo lo aceptara libre y voluntariamente como rey. Este hecho explica por qué había sido necesario guardar el secreto hasta este momento.
En 1 Samuel 10.25 se refiere a un documento que se guardó en el santuario, donde sin duda los sacerdotes lo cuidaban. Ha sido descrito como la “constitución” real. No se nos dan detalles de su contenido, pero probablemente era una versión ampliada de Deuteronomio 17.18–20. El proceder de un rey se refiere a “las leyes del reino” que sin duda incluían los derechos y deberes. En otras palabras, era un documento que le decía al rey lo que tenía el derecho de esperar de sus ciudadanos, y cuáles eran sus deberes, bajo Dios, hacia ellos. De esta manera el rey y el pueblo asumían una relación mutua de Pacto.
Saúl se fue a su casa como todo el mundo; Gabaa parece haberse convertido, a su tiempo, en su ciudad capital. Al principio de la monarquía no existiría un sistema centralizado de impuestos, y Saúl por el momento dependía del cultivo de sus tierras para mantenerse.
En realidad no sorprende que hubiera israelitas cínicos que dudaban de la habilidad de Saúl para guiar a Israel hacia la victoria sobre los filisteos. Si los ancianos israelitas habían sido culpables de rechazar la monarquía de Dios, estos hombres eran culpables por partida doble porque habían rechazado también la elección divina de quien sería el rey humano. Se los describe como perversos o “indignos”.
9) Primera victoria de Saúl.
El escritor bíblico nuevamente toma desprevenido al lector, cambiando el enfoque desde la región central y frontera occidental, donde estaban los filisteos, de Israel a la frontera sudeste. Najas, rey amonita, gobernaba un pequeño estado en la Transjordania, sobre la frontera del territorio israelita conocido como Galaad. Anteriormente, su ejército había invadido territorio israelita, y ahora habían tomado la ciudad de Jabes, en Galaad[18].
Esta situación ilustra lo débiles que eran los israelitas al comienzo del reinado de Saúl; nuevamente debemos recordar que la ceremonia en que Saúl fue aclamado rey le dio a Israel la posibilidad de lograr unidad y fuerza, pero no se lograron automáticamente ni de inmediato. No podemos estar seguros hasta dónde llegaba la autoridad de Saúl aun durante el apogeo de sus poderes y fama; al principio de su reinado su grado de control probablemente era muy limitado. Cada tribu israelita estaba acostumbrada a actuar de manera independie, y este relato revela que aun una ciudad individual como Jabes, en Galaad, podía hacer sus propios tratados. Es significante también que los mensajeros de Jabes actuaron como si Saúl no fuera rey, enviando su pedido de ayuda por todo el territorio de Israel; pero fue Saúl quien en realidad respondió a su pedido.
La situación muestra también cuánto odiaban los amonitas a los israelitas, aunque la brutalidad que presenta en 1 Samuel 10.2 contrasta extrañamente, según las normas modernas, con la demora caballeresca descrita en 1 Samuel 11.3. Amón era demasiado pequeño para atacar a un Israel unido, pero un Israel desunido, descuidado por la agresión filistea en otras partes, era presa fácil.
En 1 Samuel 11.6–11 revelan cómo respondió Saúl. Como los “Jueces” antes que él, el Espíritu de Dios lo llenó de poder, y pudo actuar con vigor y autoridad, demandando la presencia de los hombres israelitas de ciudades y pueblos, granjas y campos. En 1 Samuel 11.7 implica que el temor de Adonay más bien que el respeto por Saúl y Samuel fue lo que llevó a tantos hombres a librar la batalla que era necesaria. La cantidad de soldados que da 1 Samuel 11.8 parece excesiva, tanto aquí como en otros libros históricos del Antiguo Testamento. Se ha sugerido con frecuencia que la palabra hebrea traducida como “mil”, debería en cambio traducirse “unidad militar”, un grupo comparativamente pequeño de soldados. Es interesante notar que Judá se menciona separadamente del resto de Israel. Esto puede reflejar la división posterior del reino después de la muerte de Salomón.
De nuevo se muestra a un Dios que ayudaba a su pueblo en la guerra, un concepto que crea un problema moral para muchos cristianos. Las realidades históricas de la situación son tales que no había posibilidad de una solución pacífica. Además, esta guerra israelita no se debía a una avaricia territorial, ni a un deseo por dominar a otros pueblos, sino para prevenir la injusticia y la opresión. El Antiguo Testamento siempre muestra la oposición de Dios a la injusticia.
La primera acción decisiva de Saúl, entonces, resultó en una victoria importante. Los ciudadanos de Jabes nunca olvidaron su deuda con él.
10) La ceremonia en Gilgal.
Lo que siguió a la victoria de Saúl en la Transjordania fue una ceremonia en Gilgal, cuando todo el pueblo reconoció a Saúl como rey. Sin duda los participantes eran mayormente de su ejército victorioso. Gilgal era la más cercana al río Jordán de las ciudades donde Samuel ejercía su autoridad. Algunos eruditos encuentran en este capítulo el único relato histórico auténtico de cómo Saúl llegó a ser rey; resulta fácil descartar 1 Samuel 11.14 como un agregado editorial, y luego traducir la frase proclamaron rey a Saúl como “hicieron rey a Saúl” como lo hace la versión Nueva Biblia de los Hispanos. Sin embargo, el relato es plausible tal como está, y la razón para tener otra ceremonia es fácil de ver, en vista de cierta medida de hostilidad que antes hubo hacia Saúl. Ahora por primera vez toda la nación le brinda su lealtad. La referencia a Adonay y a los sacrificios de paz en 1 Samuel 11.15 quizá sugiera una ceremonia de Pacto, similar a Éxodo 24.
La emoción de la victoria y de la ceremonia terminó en una gran celebración en la que Saúl y los israelitas mostraron su inmensa alegría. La ausencia del nombre de Samuel es significativa: Si todos habían olvidado ahora los acontecimientos del capítulo 8, él no. No se atribuye culpa a Saúl, pero los ancianos de Israel habían sido culpables de rechazar tanto al Señor como a Samuel. El próximo capítulo pasa a expresar más reproches y advertencias de Samuel.
11) Discurso de Samuel.
No es seguro que este discurso corresponda al mismo contexto que el final del capítulo 11, o sea la asamblea en Gilgal, o a una asamblea nacional posterior hacia el final de la vida de Samuel. En cierta forma, el discurso pareciera una despedida, pero su breve introducción en 1 Samuel 12.1 no nos da ningún indicio. En cualquier caso, el discurso es apropiado en esta alternativa. El escritor bíblico lo coloca aquí para dar al lector una oportunidad de reflexionar sobre el principio de la historia de la monarquía. El capítulo 11 había terminado con una nota de alegría y emoción, al celebrar los israelitas una victoria y mirando con confianza a un futuro de victorias sobre los filisteos. Ahora tenían un rey, y uno que ya había dado pruebas de ser un soldado capaz. Así que se sentían muy bien. Pero el discurso de Samuel analizó la situación del presente y del pasado, a fin de brindar dirección para el futuro. El discurso aclaraba bien que el futuro no dependía de la existencia de un rey, ni de sus habilidades, sino de la voluntad de Dios. Esta, a su vez, dependería de la lealtad del pueblo a Dios.
a) Samuel pidió que se rindieran cuentas de su propia administración ahora que había cedido el liderazgo político a Saúl. Sus oyentes tenían que coincidir en que él les había brindado un liderazgo bueno y justo en todo sentido a través de los años[19]. Hay un énfasis en el hecho de que Samuel no había tomado nada de nadie injustamente. Esta descripción de Samuel ofrece un fuerte contraste con su propia descripción de los reyes en 1 Samuel 8.11–18, donde la muestra tomando una cosa tras otra de sus súbditos. Hay una perspectiva más amplia que quiere hacer notar el autor bíblico. El discurso está presentando un contraste entre los jueces del pasado y los reyes del presente y del futuro. Los líderes del pasado habían sido individuos escogidos por Dios, por lo que habían brindado un buen gobierno; pero ahora los israelitas estaban empezando a elegir sus propios líderes y ese era un paso muy peligroso. Era cierto que Dios había escogido a Saúl, y que más adelante escogería también a David, pero en el reino del norte después de la muerte de Salomón, muchos reyes serían elegidos por un sector u otro de la población.
En 1 Samuel 12.8–11 recuerdan a los israelitas varios hechos importantes de su pasado.
i. Dios se había ocupado constantemente de sus necesidades, rescatándolos de muchos enemigos.
ii. Dios había escogido y provisto los líderes humanos que los habían llevado a la victoria.
iii. Sus derrotas habían sido debido a su propia pecaminosidad, ya que se habían apartado repetidamente de Adonay y se habían dado a la idolatría. 1 Samuel 12.11 presenta una lista de los líderes capaces que Dios les había dado. No sería raro que Samuel incluyera su propio nombre como el último de los Jueces, o quizá lo agregó el autor bíblico; también es posible que en cambio aquí debiera leerse “Sansón” en vez de “Samuel”.
En 1 Samuel 12.12 renueva la acusación de 1 Samuel 8.7-8 en el sentido de que al demandar tener un rey humano, los israelitas rechazaban el reinado de Adonay sobre ellos. Este versículo, que insinúa que Nahas ha de haber hostigado a los israelitas en la Transjordania mucho antes de su ataque sobre Jabes en Galaad, muestra con qué facilidad Israel reaccionaba equivocadamente a las situaciones que se presentaban. Cuando Nahas los hostigaba, debían haberse dado cuenta que su propia deslealtad a Dios causaba tal situación; en lugar de arrepentirse, como en el pasado, ellos mismos se encargaron de la situación, rechazaron el gobierno de Dios y demandaron tener un rey. Pero al menos habían pedido al Señor que escogiera al hombre que sería su rey, y quizá por eso, Adonay ahora estaba dispuesto a darles otra oportunidad antes de cualquier castigo. Todo dependía de su obediencia y la obediencia del rey al Señor.
b) Aliento y advertencia.
Los oyentes de Samuel podrían haber cuestionado si su interpretación de la historia de Israel era correcta. Cualquier duda fue disipada por una señal milagrosa del cielo. Al comienzo del verano, el tiempo de la siega del trigo, normalmente no habría ni truenos ni aguaceros en la tierra de Israel, así que la predicción y su pronto cumplimiento eran prueba de que Dios hablaba por su intermedio. Todo este pasaje muestra que Samuel era un profeta en todo el sentido de la palabra. Analizó el pasado y el presente, predijo el futuro, recordó a Israel las bondades de Dios, los exhortó que dejaran la idolatría y prometió interceder por ellos en oración y enseñarles lo bueno y recto.
[1] 2 Samuel 6.
[2] “Poseedor” o “señor”. Nombre usado en el Antiguo Testamento principalmente para referirse al dios de la fertilidad de los cananeos, cuyo culto se introdujo entre los hebreos (Números 22.41; Jueces 2.13; 6.28-32). Durante el reinado de Acab y Jezabel, 450 profetas de Baal y 400 sacerdotes de Astoret vivieron en el palacio; se puso gran empeño en erradicar el culto a Adonay (1 Reyes 18). Cuando Elías mató a todos los profetas de Baal, no destruyó este culto (2 Reyes 10.18-28). Siguió la lucha contra la tendencia de los israelitas hacia el culto a Baal y la promoción de la idolatría (2 Crónicas 21.5, 6, 11; 22.3). Joiada se opuso firmemente al culto a Baal. Destruyó los ídolos y altares, y dio muerte a los sacerdotes (2 Reyes 11.17, 18). Sin embargo, una vez tras otra las imágenes y la adoración de Baal reaparecieron en Israel, sobre todo bajo el patrocinio de los reyes (2 Crónicas 28.2; 2 Reyes 21.3). Con la reforma del rey Josías se eliminaron todos los vestigios de la idolatría (2 Reyes 23.4, 5). Los templos y altares de Baal se construían por lo general sobre lugares altos (Números 22.41; Jeremías 19.5), rodeados a veces de numerosas imágenes de este dios, su esposa, Anat, y de otros dioses que componían el panteón cananeo. Ya que la religión de Canaán estaba marcada fuertemente por la fecundidad y el sexo, el culto consistía en lograr la fecundidad de los campos, animales y personas. Por eso, la prostitución de hombres y mujeres era común y se practicaba en varios centros de culto. El culto a Baal frecuentemente acompañaba al culto de Astoret (Jueces 2.12, 13), y había cerca una “Asera” (Jueces 6.28-30; 1 Reyes 16.32-33). Cada pueblo podía tener su propio Baal. Se les designaba con el nombre común de Baal combinado con el del lugar (Baal-Gad, Baal-Hazor). Baal también era nombre de un dios particular, (Bel-Merodac, Jeremías 50.2), ídolo de los babilonios y de los asirios; Baal-peor, señor de Peor, un ídolo de los moabitas (Números 25.3, 5; Oseas 9.10) y Baal-zebub, “señor de las moscas”, dios de los filisteos (2 Reyes 1.2). Baal era nombre de varias personas en días primitivos de Israel (1 Crónicas 8.30, 33, 34; 9.39). Más tarde, cuando todo lo asociado con Baal llegó a ser blanco del ataque de los profetas, se prohibió usar el nombre como referencia a Dios y, podemos suponer, también a seres humanos (Oseas 2.16). En el Nuevo Testamento el nombre Beelzebú, “el príncipe de los demonios” (Mateo 10.25), obviamente se deriva de Baal-zebub.
[3] Diosa madre que aparece también como diosa de la fertilidad, el amor, y la guerra, conocida por los israelitas a través de los cananeos (1 Reyes 11.5). Era un nombre común, en una forma u otra, entre muchos de los pueblos de lengua semítica de la antigüedad. En Mesopotamia se igualó a Istar con la diosa madre sumeria Inanna. Este nombre aparece como Astrt en las inscripciones fenicias, que en el texto griego se transcribe como Astarte. Se ha sugerido que el hebreo Astoret es una forma artificial creada a partir de Astrt, por analogía con el esquema vocálico de bosûet, “vergüenza”, a fin de mostrar una actitud adecuada entre los israelitas hacia la diosa, cuyo culto, en la forma en que lo practicaban los cananeos, revestía un carácter extremadamente depravado. Astarot es la forma plural del nombre. Los israelitas comenzaron a adorar a Astoret poco después de haber llegado a la tierra prometida (Jueces 2.13; 10.6); esta práctica estaba extendida en la época de Samuel (1 Samuel 7.3–4; 12.10) y Salomón le dio aprobación real (1 Reyes 11.5; 2 Reyes 23.13). Después de la muerte de Saúl a manos de los filisteos, su armadura fue colocada en el templo de Astarot en Bet-sán (1 Samuel 31.10), y los excavadores de este lugar han sugerido que el templo del norte en el nivel V puede haber sido el que allí se menciona, si bien no es más que una inferencia. Numerosas plaquetas de arcilla que representan imágenes femeninas desnudas han sido descubiertas en sitios de Palestina correspondientes a las edades del bronce y el hierro, y es probable que algunas de ellas sean representaciones de la diosa Astoret-Astarté.
[4] 1 Samuel 7.6.
[5] Silo había quedado en ruinas a manos de los filisteos y probablemente había sido abandonada.
[6] 1 Samuel 7.10-11.
[7] 1 Samuel 14.47.
[8] 1 Samuel 1.19.
[9] 1 Samuel 10.3.
[10] 1 Samuel 8.
[11] 1 Samuel 9-12.
[12] 1 Samuel 10.1, 17–25; 11.14-15
[13] Nótese cuántas veces aparece el verbo “tomar” en 1 Samuel 8.11–17.
[14] La palabra “rey” no aparece en este capítulo. En 1 Samuel 9.16 y 10.1 usan en cambio la palabra soberano (nagid). El significado exacto de la palabra hebrea está en discusión; posiblemente el sentido es de un “designado a ser rey”, con la implicación de que Saúl no era en realidad rey hasta haber tenido la ceremonia pública en Mizpa descrita en el capítulo 10. Sea como fuere, en el contexto es improbable que la palabra sea muy diferente de rey, porque el verbo ungir, usado aquí, implica rey.
[15] Samuel se aseguró de que fuera un ungimiento privado; ni siquiera su criado sabía el secreto. El primer ungimiento de David también fue en privado (16:1–13). En ambos casos, sus reinados en realidad no empezaron hasta haber realizado una ceremonia pública.
[16] Su nombre completo era Gabaa, o “colina de Dios”, o Gabaa-elohim.
[17] NBLH
[18] Una ciudad al este del Jordán en una línea como a la mitad de la distancia entre Nazaret y Siquem. Cuando en la época de los Jueces las tribus lanzaron una campaña contra la tribu de Benjamín por proteger a unos atroces criminales, Jabes de Galaad se abstuvo de enviar a sus guerreros. Por esta indiferencia hacia el pecado nacional Jabes fue destruida al final de la campaña, quedando sólo 400 jóvenes vírgenes, que fueron dadas a 400 supervivientes de la tribu de Benjamín (Jueces 21.8-15). Jabes fue pronto reocupada. Saúl ganó aquí su primera popularidad y mostró su proeza militar al librar a Jabes de Galaad de la opresión de sus enemigos (1 Samuel 11). Cuando Saúl y sus hijos fueron muertos en la batalla de Gilboa contra los filisteos, los valientes de Jabes de Galaad recuperaron sus cuerpos y los enterraron (1 Samuel 31.11-13), acto por el cual fueron alabados por David (2 Samuel 2.4-5).
[19] No se dice nada de las quejas anteriores sobre sus dos hijos en 1 Samuel 8.1–5; pero su referencia a sus dos hijos aquí puede ser que sugiera que los había despedido de sus puestos en Beerseba y los había traído de vuelta a casa.