Capítulo 17
1. Tesalónica:
“Trastornaron al mundo”.
17.1-9 El viaje continuaba por Europa, viajando de Filipos a Anfípolis, que era una ciudad de la Macedonia oriental, casi rodeada por el río Estrimón; de ahí su nombre, “amphipolis”, que significa “alrededor de la ciudad”. En la actualidad, el barrio de Empoli situado sobre el antiguo emplazamiento recibe el nombre de “Jeni-keni” o “Neckhorio”, “ciudad nueva”. Fue fundada en el siglo V a.C., por los atenienses[1].
De ahí fueron a Apolonia, una ciudad de Macedonia, a unos 48 kilómetros al oeste de Anfípolis, en la famosa carretera Vía Ignacia[2].
La costumbre de Pablo era visitar primero a los judíos en la sinagoga, ahí él podía exponer abiertamente su enseñanza, y por lo general era de donde sacaba sus primeros frutos. Al llegar a Tesalónica no fue distinto.
Tesalónica era el principal puerto marítimo de Macedonia donde Pablo fundó una congregación cristiana alrededor del año 50 d.C.; actualmente la ciudad se llama Salónica, o Thessaloníki. Tesalónica fue fundada por Casandro en el año 316 ó 315 a.C., cerca de la antigua ciudad de Therma, que era una de las más de 26 ciudades que Casandro había destruido. Le dio el nombre de Tesalónica en honor de su esposa, la hermana de Alejandro Magno. Esta nueva ciudad estaba emplazada en el lado occidental de la península calcídica, en el golfo Termaico, llamado actualmente el golfo de Salónica, donde el camino que iba hacia el Norte, al Danubio, se cruzaba con la vía Egnatia, carretera pavimentada construida por los romanos, que se extendía por cientos de kilómetros a través de Macedonia hasta el mar Adriático.
Durante la primera mitad del siglo II a.C., se dividió Macedonia en cuatro distritos, el segundo de los cuales tenía su capital en Tesalónica. Unos cuantos años después, cuando Macedonia pasó a ser provincia romana, Tesalónica se convirtió en la sede administrativa del gobierno de esa provincia. De manera que cuando Pablo y Silas llegaron allí, a unos 120 kilómetros al Oeste de Filipos, hallaron que era una próspera metrópoli de bastante importancia. En 58 a.C., Cicerón pasó parte de su destierro allí. Por largo tiempo fue un puerto importante, como puerto y centro de caminos principales.
Pablo predicó durante tres sábados en la sinagoga de Tesalónica. Como resultado, algunos judíos y una gran multitud de prosélitos griegos se hicieron creyentes y se asociaron con Pablo y Silas, entre quienes hubo “no pocas de las mujeres prominentes”. No se dice cuánto tiempo permaneció Pablo allí, pero fue el suficiente como para que él y su compañero consiguieran trabajo para sufragar sus gastos. Es probable que en parte lo hiciera debido a la tendencia al ocio que existía entre algunos tesalonicenses. Durante su estancia en Tesalónica, Pablo recibió ayuda de los hermanos de Filipos para cubrir sus necesidades en dos ocasiones diferentes[3].
El asalto a la casa de Jasón para buscar a Pablo no es algo extraño para ese tiempo, en donde las multitudes hacían labores policiacas, para presentar a los criminales ante los “politarcas”, o gobernantes de la ciudad. Después del asalto, como medida de seguridad, los hermanos tesalonicenses enviaron a Pablo y Silas de noche a Berea[4].
2. Berea: Muchos reciben la Palabra.
17.10-15 Los hermanos en tesalónica deben tomar acción inmediatamente para evitar que Pablo y sus acompañantes sufran algún daño. Esto no es falta de fe, es prudencia. Da pesar ver cómo muchos cristianos se arriesgan de forma inconsciente por no querer ser prudentes, pensando que Dios tiene la obligación de cuidarlos siempre.
Pablo y Silas viajan de Tesalónica a Berea, una ciudad de Macedonia situada a unos 80 kilómetros al sudoeste de Tesalónica y a unos 38,5 kilómetros del mar, en el borde sur de la planicie de Vardar. Aunque no sabemos la fecha exacta de cuándo fue fundada, es sin embargo una ciudad antigua. Una inscripción muestra su existencia a fines del siglo IV a.C. Fue la primera ciudad que se rindió a Roma después de la batalla de Pidna, en el 168 a.C. Durante el siglo I d.C., fue una ciudad populosa de Macedonia, aunque Tesalónica y Filipos la superaban en importancia comercial y política; su nombre modemo es Verria. Existen pocas dudas de que Pablo visitara la ciudad y la Iglesia también durante su tercerer viaje misionero[5].
Curiosamente, en lugar de apartarse de los judíos, Pablo y Silas, entran a la sinagoga de esa ciudad, pero se encuentran que estos son diferentes, ya que en lugar de condenarlos comparan lo que ellos dicen con las Escrituras. Por años he visto como la gente va con su Biblia bajo el brazo a los servicios religiosos y escuchan decir cosas fuera del orden bíblico y algunas que van en contra de la Palabra de Dios, y a pesar de tener sus Biblias abiertas dicen “amén” y si alguien dice que aquello no es correcto hasta se enojan porque parece que todo lo que se dice desde el frente del salón está dicho por el mismo Dios. Los de Berea no eran así, ellos compararon todo lo que Pablo y Silas decían porque no querían que los engañaran.
Aquello causó una gran conmosión, porque la gente, tanto judíos como griegos estaban creyendo y siendo sumergidos en agua. Pero los malvados no podían quedarse tranquilos y viajaron a esa otra ciudad para causar daño. Aunque aquí también los cristianos eran sabios y cuidaron de Pablo, sacándolo en la noche y enviándolo a Atenas.
3. Atenas: Sermón de Pablo en el Areópago.
17.16-34 Pablo llegó a la gran ciudad de Atenas, es en la actualidad la capital de Grecia y en tiempos antiguos fue su ciudad más importante. Está ubicada hacia el límite meridional de la llanura del Ática, a unos 8 kilómetros del mar Egeo, y cuenta con el cercano puerto marítimo de El Pireo. En tiempos precristianos unos largos muros casi paralelos conectaban este puerto con la ciudad. Su situación geográfica contribuyó mucho a su grandeza histórica. Las montañas que rodeaban la ciudad le brindaban una defensa natural, y los desfiladeros estaban lo suficientemente lejos como para evitar un ataque sorpresa por tierra. Al no ser una ciudad costera, tampoco se la podía atacar por mar. Sin embargo, desde la ciudad era posible acceder con facilidad a sus tres puertos naturales en el cercano El Pireo.
Aunque en el siglo V a.C., Atenas disfrutó de cierta fama militar como capital de un pequeño imperio y como potencia naval, se distinguió sobre todo como centro de la erudición, la literatura y el arte griegos. Por ser ciudad académica, abundaban los conferenciantes, filósofos y maestros, y fue cuna de filósofos famosos, como Sócrates, Platón y Aristóteles. Se establecieron cuatro escuelas de filosofía: La platónica, la peripatética, la epicúrea y la estoica, a las que asistieron durante la época romana estudiantes procedentes de todos los lugares del Imperio.
Atenas era también una ciudad muy religiosa, y por esta razón el apóstol Pablo comentó que los atenienses “son creyentes y temen a las deidades”. Según el historiador Josefo, los atenienses eran “los más religiosos de todos los griegos”[6]. El Estado controlaba la religión y la fomentaba pagando por los sacrificios públicos, ritos y procesiones en honor de los dioses. Se encontraban ídolos en los templos, en las plazas públicas y en las calles, y antes de participar en sus banquetes intelectuales o simposios, sus asambleas políticas y sus competiciones atléticas, las personas solían orar a los dioses. A fin de no ofender a ninguno de ellos, los atenienses incluso erigieron altares “A un Dios Desconocido”, hecho al que Pablo hace referencia en Hechos 17.23. Pausanias, geógrafo del siglo II, confirma esto en el relato de su viaje por la carretera que iba desde el puerto de la bahía de Falero hasta Atenas, al decir que vio “altares de los dioses llamados desconocidos, y de héroes”[7].
La ciudad creció alrededor de la Acrópolis, una colina oblonga de unos 150 metros de altura y con tres lados muy escarpados. Durante el siglo VII a.C., la gobernó una nobleza hereditaria o aristocracia conocida como los eupátridas, que no solo monopolizaron el poder político, sino también el control del Areópago, el principal tribunal criminal de aquel tiempo. Sin embargo, durante la primera parte del siglo VI a.C., un legislador llamado Solón hizo unas reformas constitucionales que mejoraron la suerte de los pobres y pusieron el fundamento para un gobierno democrático. No obstante, la democracia solo era para los ciudadanos libres del país, pues una gran parte de la población se componía de esclavos.
Después de sus victorias sobre los persas en el siglo V a.C., Atenas llegó a ser la capital de un pequeño imperio que controlaba la mayor parte de la costa egea y extendía su comercio e influencia desde Italia y Sicilia, al occidente, hasta Chipre y Siria, al oriente. La ciudad se convirtió en el centro cultural del mundo antiguo y consiguió brillantes logros en la literatura y el arte. También fue durante esta época cuando se erigieron hermosos edificios públicos y templos, como el Partenón o el templo de Atenea, y el Erecteion, cuyas ruinas todavía pueden contemplarse en la cima de la Acrópolis de Atenas. Al Partenón se le consideraba el principal monumento arquitectónico de la antigua religión pagana y estaba adornado con una estatua de Atenea hecha de oro y marfil que medía algo más de nueve metros.
Sin embargo, esta belleza material no condujo a los atenienses a una verdadera espiritualidad, pues la mitología griega describía a los dioses y diosas que honraban de esta manera como unos seres que practicaban todo tipo de inmoralidad y actos criminales concebibles. Por eso, en los días del apóstol Pablo, el filósofo griego Apolonio criticó a los atenienses por sus bailes orgiásticos durante la fiesta de Dionisio o Baco, y por el entusiasmo que demostraban ante el derramamiento de sangre humana durante los combates de gladiadores.
El Imperio ateniense desapareció después de su derrota ante los espartanos en las guerras del Peloponeso, a finales del siglo V a.C., pero sus conquistadores respetaron la ciudad a causa de su cultura y no la destruyeron. En el año 86 a.C., la conquistaron los romanos, que la despojaron de su comercio, de modo que para el tiempo de Jesús y los cristianos primitivos, la importancia de Atenas se debía principalmente a sus escuelas de filosofía.
En años recientes la Escuela Americana de Estudios Clásicos ha excavado por completo esta plaza de mercado o ágora situada al Noroeste de la Acrópolis. Por lo visto, el ágora no era solo un lugar donde se efectuaban transacciones comerciales, sino también donde se debatían asuntos cívicos. La actitud inquiridora de los atenienses que refleja el relato de Hechos 17.18-21 se manifiesta en la crítica que hace Demóstenes de sus conciudadanos atenienses por lo mucho que les gustaba pasearse por la plaza de mercado preguntando: “¿Qué hay de nuevo?”.
En el Imperio romano existían muchos tipos de religiones, pero tanto la ley griega como la romana prohibían la introducción de dioses extraños y costumbres religiosas nuevas, en especial si estaban en oposición a la religión del país. Por lo visto Pablo se topó con dificultades debido a la intolerancia religiosa que reinaba en la ciudad romanizada de Filipos. Los habitantes de Atenas resultaron ser más escépticos y tolerantes que los filipenses, pero aun así es obvio que estaban preocupados por cómo afectaría esta nueva enseñanza la seguridad del Estado. Pablo fue conducido al Areópago, aunque no es posible determinar si habló ante el tribunal conocido por ese mismo nombre. Se ha dicho que en los días del apóstol Pablo el tribunal ya no se reunía en la colina, sino en el ágora[8].
Mientras esperaba reunirse con sus compañeros, Pablo estuvo “turistiando” un poco, pero lo que vió en Atenas no fue de su agrado, no solo por la idolatría, sino por todo lo que conllevaba ese tipo de culto, que como dijimos arriba, fue criticado incluso por los mismos griegos.
Si hay algo que rescatar de bueno de los atenienses es que eran capaces de escuchar, así que después de haber estado en la sinagoga, Pablo es llevado al Aerópago para ser escuchado por los atenienses, que si bien es cierto les preocupaba más el sentimiento político que el religioso, proceden a escuchar. Hoy hay quienes se dicen ser cristianos pero no aceptan ser corregidos por medio de la Palabra y cierran sus oídos a la verdad.
Tampoco vemos, aunque algunos se burlaron de Pablo cuando mencionó la resurrección, que hubiese violencia contra él, mientras que los judíos si tenían esa costumbre.
[1] Diccionario Bíblico 1. Anfípolis.
[2] Diccionario Bíblico AD. Apolonia.
[3] Filipenses 4.16.
[4] Perspicacia para entender las Escrituras; Diccionario de Geografía Bíblica. Tesalónica.
[5] Diccionario Bíblico AD; Diccionario de Geografía Bíblica. Berea.
[6] Contra Apión, libro II, sec. 130.
[7] Descripción de Grecia, traducción de Antonio Tovar, Orbis, 1986, Ática, cap. I, sec. 4.
[8] Perspicacia para entender las Escrituras. Atenas.
17.1-9 El viaje continuaba por Europa, viajando de Filipos a Anfípolis, que era una ciudad de la Macedonia oriental, casi rodeada por el río Estrimón; de ahí su nombre, “amphipolis”, que significa “alrededor de la ciudad”. En la actualidad, el barrio de Empoli situado sobre el antiguo emplazamiento recibe el nombre de “Jeni-keni” o “Neckhorio”, “ciudad nueva”. Fue fundada en el siglo V a.C., por los atenienses[1].
De ahí fueron a Apolonia, una ciudad de Macedonia, a unos 48 kilómetros al oeste de Anfípolis, en la famosa carretera Vía Ignacia[2].
La costumbre de Pablo era visitar primero a los judíos en la sinagoga, ahí él podía exponer abiertamente su enseñanza, y por lo general era de donde sacaba sus primeros frutos. Al llegar a Tesalónica no fue distinto.
Tesalónica era el principal puerto marítimo de Macedonia donde Pablo fundó una congregación cristiana alrededor del año 50 d.C.; actualmente la ciudad se llama Salónica, o Thessaloníki. Tesalónica fue fundada por Casandro en el año 316 ó 315 a.C., cerca de la antigua ciudad de Therma, que era una de las más de 26 ciudades que Casandro había destruido. Le dio el nombre de Tesalónica en honor de su esposa, la hermana de Alejandro Magno. Esta nueva ciudad estaba emplazada en el lado occidental de la península calcídica, en el golfo Termaico, llamado actualmente el golfo de Salónica, donde el camino que iba hacia el Norte, al Danubio, se cruzaba con la vía Egnatia, carretera pavimentada construida por los romanos, que se extendía por cientos de kilómetros a través de Macedonia hasta el mar Adriático.
Durante la primera mitad del siglo II a.C., se dividió Macedonia en cuatro distritos, el segundo de los cuales tenía su capital en Tesalónica. Unos cuantos años después, cuando Macedonia pasó a ser provincia romana, Tesalónica se convirtió en la sede administrativa del gobierno de esa provincia. De manera que cuando Pablo y Silas llegaron allí, a unos 120 kilómetros al Oeste de Filipos, hallaron que era una próspera metrópoli de bastante importancia. En 58 a.C., Cicerón pasó parte de su destierro allí. Por largo tiempo fue un puerto importante, como puerto y centro de caminos principales.
Pablo predicó durante tres sábados en la sinagoga de Tesalónica. Como resultado, algunos judíos y una gran multitud de prosélitos griegos se hicieron creyentes y se asociaron con Pablo y Silas, entre quienes hubo “no pocas de las mujeres prominentes”. No se dice cuánto tiempo permaneció Pablo allí, pero fue el suficiente como para que él y su compañero consiguieran trabajo para sufragar sus gastos. Es probable que en parte lo hiciera debido a la tendencia al ocio que existía entre algunos tesalonicenses. Durante su estancia en Tesalónica, Pablo recibió ayuda de los hermanos de Filipos para cubrir sus necesidades en dos ocasiones diferentes[3].
El asalto a la casa de Jasón para buscar a Pablo no es algo extraño para ese tiempo, en donde las multitudes hacían labores policiacas, para presentar a los criminales ante los “politarcas”, o gobernantes de la ciudad. Después del asalto, como medida de seguridad, los hermanos tesalonicenses enviaron a Pablo y Silas de noche a Berea[4].
2. Berea: Muchos reciben la Palabra.
17.10-15 Los hermanos en tesalónica deben tomar acción inmediatamente para evitar que Pablo y sus acompañantes sufran algún daño. Esto no es falta de fe, es prudencia. Da pesar ver cómo muchos cristianos se arriesgan de forma inconsciente por no querer ser prudentes, pensando que Dios tiene la obligación de cuidarlos siempre.
Pablo y Silas viajan de Tesalónica a Berea, una ciudad de Macedonia situada a unos 80 kilómetros al sudoeste de Tesalónica y a unos 38,5 kilómetros del mar, en el borde sur de la planicie de Vardar. Aunque no sabemos la fecha exacta de cuándo fue fundada, es sin embargo una ciudad antigua. Una inscripción muestra su existencia a fines del siglo IV a.C. Fue la primera ciudad que se rindió a Roma después de la batalla de Pidna, en el 168 a.C. Durante el siglo I d.C., fue una ciudad populosa de Macedonia, aunque Tesalónica y Filipos la superaban en importancia comercial y política; su nombre modemo es Verria. Existen pocas dudas de que Pablo visitara la ciudad y la Iglesia también durante su tercerer viaje misionero[5].
Curiosamente, en lugar de apartarse de los judíos, Pablo y Silas, entran a la sinagoga de esa ciudad, pero se encuentran que estos son diferentes, ya que en lugar de condenarlos comparan lo que ellos dicen con las Escrituras. Por años he visto como la gente va con su Biblia bajo el brazo a los servicios religiosos y escuchan decir cosas fuera del orden bíblico y algunas que van en contra de la Palabra de Dios, y a pesar de tener sus Biblias abiertas dicen “amén” y si alguien dice que aquello no es correcto hasta se enojan porque parece que todo lo que se dice desde el frente del salón está dicho por el mismo Dios. Los de Berea no eran así, ellos compararon todo lo que Pablo y Silas decían porque no querían que los engañaran.
Aquello causó una gran conmosión, porque la gente, tanto judíos como griegos estaban creyendo y siendo sumergidos en agua. Pero los malvados no podían quedarse tranquilos y viajaron a esa otra ciudad para causar daño. Aunque aquí también los cristianos eran sabios y cuidaron de Pablo, sacándolo en la noche y enviándolo a Atenas.
3. Atenas: Sermón de Pablo en el Areópago.
17.16-34 Pablo llegó a la gran ciudad de Atenas, es en la actualidad la capital de Grecia y en tiempos antiguos fue su ciudad más importante. Está ubicada hacia el límite meridional de la llanura del Ática, a unos 8 kilómetros del mar Egeo, y cuenta con el cercano puerto marítimo de El Pireo. En tiempos precristianos unos largos muros casi paralelos conectaban este puerto con la ciudad. Su situación geográfica contribuyó mucho a su grandeza histórica. Las montañas que rodeaban la ciudad le brindaban una defensa natural, y los desfiladeros estaban lo suficientemente lejos como para evitar un ataque sorpresa por tierra. Al no ser una ciudad costera, tampoco se la podía atacar por mar. Sin embargo, desde la ciudad era posible acceder con facilidad a sus tres puertos naturales en el cercano El Pireo.
Aunque en el siglo V a.C., Atenas disfrutó de cierta fama militar como capital de un pequeño imperio y como potencia naval, se distinguió sobre todo como centro de la erudición, la literatura y el arte griegos. Por ser ciudad académica, abundaban los conferenciantes, filósofos y maestros, y fue cuna de filósofos famosos, como Sócrates, Platón y Aristóteles. Se establecieron cuatro escuelas de filosofía: La platónica, la peripatética, la epicúrea y la estoica, a las que asistieron durante la época romana estudiantes procedentes de todos los lugares del Imperio.
Atenas era también una ciudad muy religiosa, y por esta razón el apóstol Pablo comentó que los atenienses “son creyentes y temen a las deidades”. Según el historiador Josefo, los atenienses eran “los más religiosos de todos los griegos”[6]. El Estado controlaba la religión y la fomentaba pagando por los sacrificios públicos, ritos y procesiones en honor de los dioses. Se encontraban ídolos en los templos, en las plazas públicas y en las calles, y antes de participar en sus banquetes intelectuales o simposios, sus asambleas políticas y sus competiciones atléticas, las personas solían orar a los dioses. A fin de no ofender a ninguno de ellos, los atenienses incluso erigieron altares “A un Dios Desconocido”, hecho al que Pablo hace referencia en Hechos 17.23. Pausanias, geógrafo del siglo II, confirma esto en el relato de su viaje por la carretera que iba desde el puerto de la bahía de Falero hasta Atenas, al decir que vio “altares de los dioses llamados desconocidos, y de héroes”[7].
La ciudad creció alrededor de la Acrópolis, una colina oblonga de unos 150 metros de altura y con tres lados muy escarpados. Durante el siglo VII a.C., la gobernó una nobleza hereditaria o aristocracia conocida como los eupátridas, que no solo monopolizaron el poder político, sino también el control del Areópago, el principal tribunal criminal de aquel tiempo. Sin embargo, durante la primera parte del siglo VI a.C., un legislador llamado Solón hizo unas reformas constitucionales que mejoraron la suerte de los pobres y pusieron el fundamento para un gobierno democrático. No obstante, la democracia solo era para los ciudadanos libres del país, pues una gran parte de la población se componía de esclavos.
Después de sus victorias sobre los persas en el siglo V a.C., Atenas llegó a ser la capital de un pequeño imperio que controlaba la mayor parte de la costa egea y extendía su comercio e influencia desde Italia y Sicilia, al occidente, hasta Chipre y Siria, al oriente. La ciudad se convirtió en el centro cultural del mundo antiguo y consiguió brillantes logros en la literatura y el arte. También fue durante esta época cuando se erigieron hermosos edificios públicos y templos, como el Partenón o el templo de Atenea, y el Erecteion, cuyas ruinas todavía pueden contemplarse en la cima de la Acrópolis de Atenas. Al Partenón se le consideraba el principal monumento arquitectónico de la antigua religión pagana y estaba adornado con una estatua de Atenea hecha de oro y marfil que medía algo más de nueve metros.
Sin embargo, esta belleza material no condujo a los atenienses a una verdadera espiritualidad, pues la mitología griega describía a los dioses y diosas que honraban de esta manera como unos seres que practicaban todo tipo de inmoralidad y actos criminales concebibles. Por eso, en los días del apóstol Pablo, el filósofo griego Apolonio criticó a los atenienses por sus bailes orgiásticos durante la fiesta de Dionisio o Baco, y por el entusiasmo que demostraban ante el derramamiento de sangre humana durante los combates de gladiadores.
El Imperio ateniense desapareció después de su derrota ante los espartanos en las guerras del Peloponeso, a finales del siglo V a.C., pero sus conquistadores respetaron la ciudad a causa de su cultura y no la destruyeron. En el año 86 a.C., la conquistaron los romanos, que la despojaron de su comercio, de modo que para el tiempo de Jesús y los cristianos primitivos, la importancia de Atenas se debía principalmente a sus escuelas de filosofía.
En años recientes la Escuela Americana de Estudios Clásicos ha excavado por completo esta plaza de mercado o ágora situada al Noroeste de la Acrópolis. Por lo visto, el ágora no era solo un lugar donde se efectuaban transacciones comerciales, sino también donde se debatían asuntos cívicos. La actitud inquiridora de los atenienses que refleja el relato de Hechos 17.18-21 se manifiesta en la crítica que hace Demóstenes de sus conciudadanos atenienses por lo mucho que les gustaba pasearse por la plaza de mercado preguntando: “¿Qué hay de nuevo?”.
En el Imperio romano existían muchos tipos de religiones, pero tanto la ley griega como la romana prohibían la introducción de dioses extraños y costumbres religiosas nuevas, en especial si estaban en oposición a la religión del país. Por lo visto Pablo se topó con dificultades debido a la intolerancia religiosa que reinaba en la ciudad romanizada de Filipos. Los habitantes de Atenas resultaron ser más escépticos y tolerantes que los filipenses, pero aun así es obvio que estaban preocupados por cómo afectaría esta nueva enseñanza la seguridad del Estado. Pablo fue conducido al Areópago, aunque no es posible determinar si habló ante el tribunal conocido por ese mismo nombre. Se ha dicho que en los días del apóstol Pablo el tribunal ya no se reunía en la colina, sino en el ágora[8].
Mientras esperaba reunirse con sus compañeros, Pablo estuvo “turistiando” un poco, pero lo que vió en Atenas no fue de su agrado, no solo por la idolatría, sino por todo lo que conllevaba ese tipo de culto, que como dijimos arriba, fue criticado incluso por los mismos griegos.
Si hay algo que rescatar de bueno de los atenienses es que eran capaces de escuchar, así que después de haber estado en la sinagoga, Pablo es llevado al Aerópago para ser escuchado por los atenienses, que si bien es cierto les preocupaba más el sentimiento político que el religioso, proceden a escuchar. Hoy hay quienes se dicen ser cristianos pero no aceptan ser corregidos por medio de la Palabra y cierran sus oídos a la verdad.
Tampoco vemos, aunque algunos se burlaron de Pablo cuando mencionó la resurrección, que hubiese violencia contra él, mientras que los judíos si tenían esa costumbre.
[1] Diccionario Bíblico 1. Anfípolis.
[2] Diccionario Bíblico AD. Apolonia.
[3] Filipenses 4.16.
[4] Perspicacia para entender las Escrituras; Diccionario de Geografía Bíblica. Tesalónica.
[5] Diccionario Bíblico AD; Diccionario de Geografía Bíblica. Berea.
[6] Contra Apión, libro II, sec. 130.
[7] Descripción de Grecia, traducción de Antonio Tovar, Orbis, 1986, Ática, cap. I, sec. 4.
[8] Perspicacia para entender las Escrituras. Atenas.