X. Esjatología: El término proviene del griego
“ésjatos”:
“último” y “logos”: “estudio”. Es decir, trata de los ésjata, o
realidades últimas. Se puede decir que la esjatología
es también el tratado de las esperanzas últimas de una religión o sistema filosófico.
Algunas definiciones más complementarias lo conceptualizan de esta manera:
a. Conjunto de teorías, creencias y doctrinas referentes a la vida de ultratumba[1].
b. Conjunto de creencias y doctrinas relacionadas con la vida después de la muerte y el destino último del ser humano y el universo: La escatología cristiana estudia el juicio final, la resurrección de los muertos y el retorno de Cristo[2].
En realidad el término debe ser “esjatológico”, con “j” y no con “c”, ya que este significa más bien “pornografía”, mientras que “esjatología” es el “estudio de las últimas cosas”.
A. Tipos de esjatología.
Para un estudio concreto se divide en:
1. Esjatología general o ante post histórica, es decir, antes del fin de la historia: Se ocupa del destino de la humanidad y del universo.
2. Esjatología particular o post mortuoria: Se ocupa del estado del ser humano después de su muerte.
En un sentido más estricto, implica una visión lineal histórica que inicia en un momento concreto que va hacia el fin de todo lo que existe.
Tampoco podemos pensar que los cristianos somos los dueños de la esjatología, sino que cada religión del mundo tiene su propia esjatología, comenzando por Zoroastro que describió con gran detalle la llegada del juicio final con el último enfrentamiento entre el bien y el mal; o en el budismo, en donde se enseña que en los tiempos futuros, la religión decaerá de gran manera que propiciaría en regreso de Maitreya para iniciar una nueva época de paz y esperanza. En el hinduismo se habla de una destrucción parcial del universo, que sucede cada final del “día de Brahmā” y existe una destrucción total de todos los universos, cuando Vishnú los aspira como moléculas de su respiración, al final de la vida de Brahmā. En el Islam, la fe cuenta para el destino del creyente y cuando dicho creyente haya fallecido, conoce en persona a Dios y es conducido al paraíso, no sin antes recorrer el Infierno. Para los impíos, el destino es sufrir en su propia tumba hasta llegar el juicio final, donde se decidirá su suerte. Para los judíos al fin del mundo se verá la abominación del Templo de Jerusalén, la nueva creación, el juicio final y el gobierno divino, que incluye la llegada del Mesías.
La teología cristiana se ha ocupado mucho, especialmente durante el medioevo y la Reforma, de los “novísimos”, es decir, los últimos cuatro estados del ser humano, que son muerte, juicio, infierno y gloria.
Así la escatología puede ser:
1. Esjatología general:
a. La Parusía: El “advenimiento glorioso” o segunda venida de Jesucristo y el “fin de los tiempos”.
b. La “resurrección de la carne”: Solo los fieles a Cristo resucitarán con sus cuerpos perfeccionados.
2. Esjatología consumada: La Vida Eterna, ya sea en el Cielo o en el Infierno.
3. Esjatología intermedia: Muerte física y muerte espiritual.
B. La Esjatología Bíblica.
De una exégesis de la Biblia tomada en su sentido gramatical podemos elaborar ocho distintos apartados esjatológicos extraídos básicamente desde el libro del Apocalipsis, bien que las aportaciones desde los otros libros de la Biblia son también importantes. Los apartados son:
1. Muerte física. Del millar de veces que aparece la raíz mwt en el Antiguo Testamento, unas 630 lo son bajo forma verbal y 151 en la forma sustantivada; “morir” es una acción del hombre. También a menudo el sustantivo ma-weí indica el “morir” contrapuesto al vivir[3]. Asimismo en el Nuevo Testamento se usa con mucha frecuencia el verbo “morir”, y hasta el sustantivo thanatos puede indicar el morir o ya estar muerto.
Afecta a todos: “Los hombres mueren una sola vez, y después viene para ellos el juicio”[4]. Es el fenómeno universal que marca la terminación de la vida, generalmente muy lamentado. En el orden de la naturaleza, lo experimentan tanto las plantas como los animales. No obstante, los primeros seres humanos no fueron creados para morir, sino con una capacidad que no tenían las plantas ni los animales: Debían escoger entre la inmortalidad y la muerte. Todo dependía de su obediencia a Dios[5]. Tanto Adán como Eva desobedecieron al comer del fruto prohibido y murieron[6]. La muerte humana, sin embargo, fue distinta de la de los animales, en que Adán no dejó del todo de existir. Su muerte tenía dimensiones físicas, morales y espirituales, y por causa de su desobediencia la misma clase de muerte pasó a todos sus descendientes y a todo el género humano[7].
Podemos decir que la muerte humana no implica dejar de existir; más bien consiste básicamente en una separación. La muerte física es la separación entre lo físico y lo inmaterial, o sea, entre el cuerpo y el espíritu. La muerte espiritual es la separación del ser humano de su Dios.
La Biblia presenta dos excepciones, la de Enoc[8] y la de Elías[9], que fueron trasladados al cielo sin sufrir la muerte física, y en los últimos días cuando el Señor arrebate a su Iglesia, todos los creyentes que aún vivan en aquel día serán trasladados directamente al cielo[10]. Por eso Pablo dice: “Por eso les enseño algo misterioso: aunque no todos muramos, todos tendremos que ser transformados”[11]. Esto es motivo de gran esperanza y consolación para el pueblo de Dios[12].
La doctrina de la resurrección del cuerpo nos indica que la separación del cuerpo y el alma no se considera como un estado permanente. A su debido tiempo los cuerpos tanto de los creyentes como de los inconversos serán resucitados y unidos nuevamente con sus almas[13]. Con todo, la muerte física es poca cosa comparada con la muerte espiritual, o sea, la separación del hombre de su Dios y la consecuente incapacidad moral.
Para los paganos, la muerte es una divinidad. La Biblia desmotiva la muerte, la reduce a un hecho humano y al mismo tiempo la pone bajo el dominio soberano del único Dios. Esto aparece con claridad, por ejemplo, en Deuteronomio 32.39: “Ved ahora que yo, sólo yo soy, y que no hay otro Dios junto a mí. Yo doy la muerte y doy la vida, hiero yo, y sano yo mismo y no hay quien libre de mi mano”[14]. También el morir entra en el ámbito del obrar de Adonay, es decir, está sometido a su acción vivificante. De este convencimiento nace la esperanza: Morir no significa caer en la esfera de influencia de otra divinidad, escapar para siempre de la posibilidad de relacionarse con Él. Sin embargo, Israel no sabía concebir cómo era posible reanudar una relación personal viva entre él muerto y Adonay.
La dificultad de hablar de la muerte se deduce del recurso frecuente al lenguaje simbólico, a representaciones imaginarias. Entonces la muerte asume los rasgos del exterminador, el ángel enviado por Dios para aniquilar[15]; es un sueño[16], un pastor que guía al Hades[17]. La muerte está asociada a muchos símbolos: Tinieblas, agua profunda, abismo, noche, silencio, etc.[18].
La muerte no es una bagatela sin importancia, pero tampoco es más importante que la vida. La Biblia da importancia sobre todo a cómo se vive, y mucho menos a cómo se muere; solo en algunos casos, por ejemplo, para el mártir o el homicida, el modo de morir revela con claridad que se trata de un justo o de un impío; pero también entonces es evidente la alusión a cómo se vivió la existencia.
La muerte, en la Biblia, es el signo del carácter limitado y de la caducidad humana. El hombre muere porque no es Dios, porque no es la vida absoluta, porque es criatura. De suyo, la muerte física es vista como una necesidad biológica, no como la consecuencia del pecado de Adán. La muerte “normal” del hombre es simplemente la consecuencia de su naturaleza finita. Solamente en casos particulares la muerte tiene que ver con los pecados del individuo o del grupo. Pero no se puede afirmar, en principio, que la muerte sea la consecuencia del pecado, el castigo por la culpa cometida.
Un aspecto interesante de la enseñanza neo testamentaria sobre el tema de la muerte es que se pone el acento en la vida. Normalmente se utiliza el vocablo nekros para describir la resurrección de los muertos o cosas parecidas. En las Escrituras se enfrenta a la muerte como se enfrenta toda la realidad, pero el interés principal gira en torno a la vida, y la muerte se trata en forma más o menos incidental, como aquello de lo cual se salva a los hombres. Cristo “compartió esa naturaleza humana para anular, mediante la muerte, al que tiene el dominio de la muerte, es decir, al diablo[19]”. El poder del diablo siempre se considera como sujeto al dominio de Dios[20]. De ningún modo tiene a la muerte sujeta a su arbitrio en forma absoluta, aunque esta, que es la negación de la vida, es su esfera natural. Cristo vino para poner fin a la muerte. Como indica el pasaje de Hebreos, fue por medio de la muerte que derrotó a Satanás. Fue por medio de la muerte que quitó nuestro pecado[21]. Aparte de Satanás, la muerte es el enemigo supremo, el símbolo de nuestra separación de Dios, el horror definitivo. Pero Cristo se ha valido de la muerte para librar a los hombres de ella. Murió a fin de que los hombres pudieran vivir. Llama la atención el hecho de que el Nuevo Testamento pueda decir que los creyentes “duermen” en lugar de decir que “mueren”[22]. Jesús cargó con todo el horror de la muerte, por cuyo motivo para los que están “en Cristo” la muerte ha sido transformada de tal forma que no es más que un sueño.
Hasta dónde alcanza la victoria que Cristo ganó sobre la muerte lo indica su resurrección[23]. La resurrección es el gran acontecimiento triunfal, y la gran nota de victoria en todo el Nuevo Testamento tiene su origen allí. Cristo es el “Autor de la vida”[24], “Señor tanto de los que han muerto como de los que aún viven”[25], “Verbo de la vida”[26]. Su victoria sobre la muerte es completa, y esa victoria está a disposición de su pueblo. La destrucción de la muerte es cosa segura[27]. La segunda muerte no tiene ninguna potestad sobre el creyente[28]. De acuerdo con este concepto, el Nuevo Testamento entiende la vida eterna no como la inmortalidad del alma, sino en función de la resurrección del cuerpo. No hay forma más gráfica de ilustrar el carácter definitivo y completo de la derrota de la muerte.
No solamente existe un futuro glorioso, sino que hay un presente glorioso. El creyente ya ha pasado de muerte a vida[29]. Está “liberado de la ley del pecado y de la muerte”[30]. La muerte no lo puede separar de Dios[31]. Jesús dijo: “…el que cumple mi palabra, nunca morirá”[32]. Tales palabras no niegan la realidad de la muerte biológica; más bien nos encaminan hacia la verdad de que la muerte de Jesús significa que el creyente ha salido completamente de aquel estado que es la muerte. Ha sido introducido en un nuevo estado, que ha sido muy aptamente caracterizado como la vida. En su momento atravesará la puerta que llamamos la muerte, pero el aguijón ha sido extraído. La muerte de Jesús representa la victoria sobre la muerte para sus seguidores.
2. Estado intermedio. Hay poca información al respecto. El pasaje más conocido es el de Lucas 16.19-31, de lo que ya tratamos en el capítulo VI, A, 6.
3. La Tribulación. Realmente no hay gran información acerca de esta, según Revelación 20.7-8 se dará un tiempo en que Satanás sea desatado.
El día del Señor viene después de la Gran Tribulación. Este día es descrito por Pedro como un día el cual será introducido con señales en el cielo cuando “Arriba en el cielo y abajo en la tierra mostraré prodigios: sangre, fuego y nubes de humo. El sol se convertirá en tinieblas la luna en sangrantes que llegue el día del Señor, día grande y esplendoroso”[33].
Mateo también nos recuerda las palabras del Señor: “Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, se oscurecerá el sol y no brillará más la luna; las estrellas caerán del cielo y los cuerpos celestes serán sacudidos. La señal del Hijo del hombre aparecerá en el cielo, y se angustiarán todas las razas de la tierra. Verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con poder y gran gloria”[34]. El día del Señor es precedido por las señales en el sol y la luna y la tales señales ocurren después de la Gran Tribulación, entonces por obligación la gran tribulación no es, ni incluye el Día del Señor, que vendrá inmediatamente después cuando “la señal del Hijo del hombre aparecerá en el cielo” “Y al sonido de la gran trompeta mandará a sus ángeles, y reunirán de los cuatro vientos a los elegidos, de un extremo al otro del cielo”[35], lo que es una referencia al arrebatamiento de 1 Tesalonicenses 4.15-17 y nuestra reunión con Él en 2 Tesalonicenses 2.1.
Muy contrario a lo que se ha enseñado y aunque muchos no lo quieran aceptar, la Biblia dice que la Tribulación será para los escogidos. Los impíos también tendrán su tribulación pero ésta será de parte de Dios, será más como castigo para ellos, lo podemos entender en la Biblia como el Día de la ira de Dios.
Esta Tribulación comenzó con la iglesia primitiva y en los tiempos del fin será aún peor. Y casi podemos temer que sea instigada por los que hoy día se hacen llamar “cristianos” pero que en realidad son “anticristos” debido a que a pesar de decir que son una cosa, hacen lo contrario a las Escrituras, siguiendo el deseo de su carne con adoración que va dirigida no a Dios sino más bien a su carne, en donde lo único que desean es satisfacer es su propio gusto y ego, adornando el culto con gritos, danza, ritmos musicales sensuales y doctrinas que exaltan al hombre y no a Dios.
4. La Segunda Venida. Es el segmento más grande, con diferencia, ya que está situada en el fin de los tiempos[36]. En el libro de Hechos, cuando Jesús ascendió al cielo, nos dice: “Hombres de Galilea, ¿qué hacen ahí, de pie y mirando al cielo? ¡Alégrense! Acaban de ver que Jesús fue llevado al cielo, pero así como se ha ido, un día volverá”[37]. El escritor del libro de Hebreos nos dice: “De la misma manera, Cristo se ha ofrecido una sola vez para que muchos seamos perdonados de nuestros pecados. Después él volverá otra vez al mundo, pero no para morir por nuestros pecados sino para salvar a todos los que esperamos su venida”[38]. La primera venida de Cristo fue humilde en un pesebre y fue crucificado por los hombres, pero en su Segunda Venida, vendrá a la tierra a destruir Sus enemigos, a juzgar a los hombres. La segunda venida del Señor será visible, es decir esta venida será vista por todos, Jesús les dice en el encabezamiento de las cartas a las siete iglesias: “Mirad, él viene entre las nubes, ante los ojos de todos. Le verán incluso aquellos que le traspasaron. Todas las naciones se lamentarán por él. ¡Sí, amén!”[39].
Pero no podemos separar este evento del anterior, sino que más bien debemos ver todo esto dentro del siguiente diagrama:
La Gran Tribulación Segunda Venida* Fin del Mundo Juicio Final Eternidad
Resurrección de los Muertos*
Arrebatamiento*
* Estos sucesos serán tan rápidos que es prácticamente imposible separarlos.
¿Cuándo sucederá? Jesús dijo: “Nadie sabe el día ni la hora en que yo vendré; no lo saben ni siquiera los ángeles del cielo. Es más, tampoco yo lo sé. Sólo Dios, mi Padre, lo sabe”[40]. Es un error el tratar de fijar fechas, días, y horas como han hecho algunos falsos profetas y maestros y han quedado en vergüenza.
Pero Jesús mismo les dijo a sus discípulos que esperaran Su venida. Jesús les dice a sus discípulos: “Cuando yo, el Hijo del hombre, venga otra vez, la gente estará viviendo como en la época de Noé, que seguía comiendo, bebiendo y casándose hasta el momento mismo en que Noé entró en el gran barco; y luego vino la inundación. La gente no sabía lo que pasaba hasta el momento en que llegó el diluvio y todos se ahogaron. Algo así pasará cuando yo, el Hijo del hombre, venga otra vez”[41]. Tal como lo vemos hoy, el tiempo de la Segunda Venida de Cristo será un tiempo donde todo andará aparentemente normal, la mayoría de la gente no da importancia al llamado del Evangelio de Dios, siguen en sus fiestas y placeres y pecados y no oyen la voz Dios que les llama, incluyendo a los que se dicen ser la Iglesia de Cristo. Así era en los días de Noé, y así es en nuestros días, y será hasta la venida de Cristo.
A las siete congregaciones que el Señor menciona en Revelación no se les da esperanza alguna de ser salvadas por un “rapto” invisible antes de la Gran Tribulación, sino que se le dice que Jesucristo vendrá por ellas y que cuando eso ocurra todo ojo le verá. A medida que habla a cada iglesia, les amonesta a esperar y ser fiel y vencer “hasta que yo venga”[42] y esta venida es la visible.
Es preciso que insistamos que la Biblia habla solo de dos venidas, la primera donde murió en la cruz con relación al pecado, y la segunda, donde vendrá con poder y gloria “sin relación al pecado” a salvar a los que le esperan[43]. La segunda venida de Cristo con poder y gran gloria debe ser la esperanza del creyente. Los Enviados Pablo y Pedro en sus cartas nos escriben que debemos de esperar ese gran día con gozo y alegría: “…aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador Cristo Jesús”[44]; “En el futuro me está reservada la corona de justicia que el Señor, el Juez justo, me entregará en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman Su venida”[45]; “esperando y apresurando la venida del día de Dios, en el cual los cielos serán destruidos por fuego y los elementos se fundirán con intenso calor!”[46]
5. Resurrección. Cristo la enseñó con claridad y él mismo resucitó. Esta doctrina es de suma importancia si queremos saber con certidumbre cuando será el arrebatamiento de la Iglesia ya que este evento y la resurrección de los muertos en Cristo tendrán lugar al mismo tiempo y el mismo día.
La resurrección de los muertos es la esperanza de los que mueren en Cristo. Jesucristo mismo prometió resucitarnos: “No se queden asombrados de esto, porque viene la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán Su voz, y saldrán: los que hicieron lo bueno, a resurrección de vida, y los que practicaron lo malo, a resurrección de juicio”[47].
Jesús nos presenta el concepto de la resurrección, aunque está enseñanza era la de los fariseos, Jesucristo la afirma, la cual ha de tomar parte al momento de la segunda venida de Cristo. Primero los que hicieron los bueno y después los que hicieron lo malo, la Biblia entonces nos enseña una resurrección general de buenos y malos el día de la Segunda Venida de Cristo.
Cristo fue hecho primicias de los que murieron. Pablo nos indica entonces que la resurrección ocurre en dos etapas. Primero Cristo como “primer fruto” es decir, las primicias de entre los muertos y luego los que son de Cristo cuando Él venga. Cristo es la primera resurrección: “Jesús le contestó: "Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en Mí, aunque muera, vivirá, y todo el que vive y cree en Mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?”[48]; “que el Cristo (el Mesías) había de padecer, y que por motivo de Su resurrección de entre los muertos, El debía ser el primero en proclamar luz tanto al pueblo Judío como a los Gentiles”[49].
La garantía de que habrá una cosecha de muertos resucitados en el último día está basada en que el primer fruto se levantó. La calidad de los primeros frutos daba señal o indicio de que tipo de cosecha se esperaba ese año. Como Cristo es la primera cosecha, el fin de la cosecha será buena, está garantizada. Por lo tanto, los que son de Cristo, sin duda alguna han de ser levantados en su venida.
En el Antiguo Testamento las primicias de la cosecha eran siempre para Dios, el resto para consumo del pueblo. La Iglesia es de y para Dios[50], y por eso es llamada “primicias”. En el libro de Revelación 14.4 se dice que los 144,000 son las primicias, estos son un número simbólico que representa todos los salvados desde el principio del mundo hasta el final, ellos componen el “Israel de Dios”.
Los 144,000 representan a los salvados del pueblo de Dios en todos los tiempos, el Israel escogido, al cual pertenecen todos los que permanecieron en fe desde el Antiguo Testamento y no fueron desgajados por su incredulidad[51] y los creyentes en Cristo del Nuevo Pacto quienes comenzaron a ser recogidos el día de Pentecostés que marcaba la cosecha de las primicias, esa es la Iglesia, el Israel espiritual. Estos son de Cristo y serán resucitados “en su venida”.
6. El Arrebatamiento: El arrebatamiento de la Iglesia se refiere al encuentro de los santos en el aire con nuestro Salvador. La Iglesia del Señor será levantada antes de la consumación de los tiempos[52]. Este evento tiene diferentes nombres:
a. Arrebatamiento.
b. Parusia.
c. Traslación de la Iglesia.
d. Harpazo.
Es por medio de la Primera epístola a los Tesalonicenses que se plantea la doctrina en forma concreta: “Por lo cual les decimos esto por la Palabra del Señor: que nosotros los que estemos vivos y que permanezcamos hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Pues el Señor mismo descenderá del cielo con voz de mando, con voz de arcángel y con la trompeta de Dios, y los muertos en Cristo se levantarán primero. Entonces nosotros, los que estemos vivos y que permanezcamos, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes al encuentro del Señor en el aire, y así estaremos con el Señor siempre. Por tanto, aliéntense unos a otros con estas palabras”[53].
Tomemos en cuenta que el arrebatamiento, no rapto que es acto ilegal y Dios no hace nada que vaya contra Su propia naturaleza, no es hecho aparte de la Segunda Venida de Cristo. El problema para los partidarios del “milenio” consiste en que de la manera en que ellos lo enseñan, convierte las dos venidas de Cristo en tres:
a. La primera con Su nacimiento en Belén al inicio de la era cristiana.
b. La segunda en el arrebatamiento.
c. La tercera para reinar durante el “milenio”.
Esto no significa que la doctrina del arrebatamiento no sea bíblica, como afirman los católicos, sino que hay grupos que han torcido lo que la Palabra enseña.
En la Biblia se mencionan varios casos de arrebatamiento, a saber:
a. El caso de Enoc: “Henoc anduvo con Dios, y desapareció porque Dios se lo llevó”[54].
b. El caso de Elías: “Y aconteció que, cuando quiso el SEÑOR alzar a Elías en el torbellino al cielo, Elías venía con Eliseo de Gilgal… Y aconteció que, yendo ellos hablando, he aquí, un carro de fuego con caballos de fuego apartó a los dos; y Elías subió al cielo en un torbellino”[55].
c. El caso del Señor cuando ascendió al cielo después de su muerte y resurrección: “Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y se asentó a la diestra de Dios… Y habiendo dicho estas cosas, mirándole ellos, fue alzado, y una nube le recibió, y le quitó de sus ojos. Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo entre tanto que él iba, he aquí, dos varones se pusieron junto a ellos en vestidos blancos; los cuales también les dijeron: Varones Galileos, ¿qué estáis mirando al cielo? este Jesús que ha sido tomado arriba de vosotros al cielo, así vendrá, como le habéis visto ir al cielo”[56].
d. El caso de la experiencia de Pablo cuando sube al tercer cielo: “Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé: Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo. Y conozco al tal hombre, (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé: Dios lo sabe. Que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que al hombre no le es lícito decir”[57].
Pero hay otros pasajes en la Escritura que nos hablan de un arrebatamiento: “No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios; creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay. De otra manera, os lo hubiera dicho. Voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si voy y os preparo lugar, vendré otra vez y os tomaré conmigo; para que donde yo esté, vosotros también estéis”[58]. “Os digo un misterio: No todos moriremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta, porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles y nosotros seremos transformados, pues es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción y que esto mortal se vista de inmortalidad”[59].
Estos pasajes bíblicos y Tesalonicenses, nos presentan la siguiente descripción:
a. Cristo descenderá con voz y trompeta desde la habitación de Dios en el Cielo hasta la atmosfera de la tierra[60].
b. Las almas de los muertos en Cristo descenderán del cielo con El[61].
c. Los cuerpos de los creyentes que murieron en Cristo serán levantados con cuerpos inmortales e incorruptibles y se unirán con sus almas que vienen descendiendo del cielo[62].
d. Los cuerpos de los creyentes que estemos vivos en ese momento, seremos transformados instantáneamente en cuerpos inmortales e incorruptibles[63].
e. Tanto los creyentes resucitados como los transformados seremos tomados juntos para encontrarnos con Cristo en el aire[64].
f. Entonces, los creyentes regresaremos con Cristo hacia la casa del Padre para vivir con Él en las moradas que ha preparado para nosotros[65].
Seremos transformados y será en un “abrir y cerrar de ojos”[66]. Este evento será tan rápido que ese tiempo no se puede dividir.
¿Cuándo será esto? En 1 Corintios 15.52 se menciona “toque final de la trompeta”[67]. Si estudiamos el libro de Revelación, notaremos que allí se mencionan una serie de siete trompetas, siendo la séptima la final trompeta. Esta es la trompeta que desata los acontecimientos finales, las copas de la ira de Dios, los juicios contra los moradores de la tierra y la recta final para la venida de Cristo y el arrebatamiento de los santos. Es interesante que entendamos que se tocará solo una trompeta final, no una orquesta de trompetas finales. La palabra final de donde tomamos la palabra esjatología se define como “la ultima en una serie”. De ser así, no podemos esperar que haya más trompetas sonando después de esta. Y es aquí, en Revelación, el único lugar en la Biblia donde se nos habla de trompetas relacionadas a los acontecimientos de la vendida de Cristo y del fin del mundo.
La Palabra de Dios no enseña en ningún lugar que se producirá un “Rapto” invisible y secreto de la Iglesia antes de la Gran Tribulación, y esta enseñanza es perniciosa para la Iglesia actual, debido a que hace que los creyentes no estén velando y orando preparándose para los difíciles tiempos del fin que han de suceder. Esta idea no tiene lugar en ninguna época de la Iglesia antes del siglo XVIII, ni los Padres Apostólicos del siglo II, que recibieron sus enseñanzas directamente de los Enviados, ni los llamados “Padres de la Iglesia” de siglos posteriores, ni en tiempos de la Reforma de la Edad Media, enseñaron ni creyeron jamás esta idea de un “Rapto Pretribulacional” y secreto, antes bien advirtieron de la necesidad de estar preparados para los peligrosos tiempos del fin. La iglesia nació con tribulación y persecución y acabará sus días en la tierra con tribulación y persecución extrema.
¿Quiénes son los santos que vienen con Jesús? En el Revelación dice: “Le siguen los ejércitos del cielo, montados en caballos blancos y vestidos de lino fino, blanco y limpio”[68]. En Zacarías también se habla de los santos que acompañan: “…vendrá entonces Adonay, mi Dios, y con El todos sus santos”[69]. Cuando se escribió el libro de Zacarías, la Iglesia no existía, entonces, ¿a quienes se refiere? Es cierto que los creyentes somos los santos, la Biblia lo dice. Pero la pregunta es ¿quiénes son los santos que vienen con Cristo en su venida? Judas dice: 14-15: “De éstos también profetizó Enoc, en la séptima generación desde Adán, diciendo: "El Señor vino con muchos millares de Sus santos, para ejecutar juicio sobre todos, y para condenar a todos los impíos de todas sus obras de impiedad, que han hecho impíamente, y de todas las cosas ofensivas (duras) que pecadores impíos dijeron contra Él”[70].
En Mateo podemos ver quiénes son los santos: “Pero cuando el Hijo del Hombre venga en Su gloria, y todos los ángeles con El, entonces El se sentará en el trono de Su gloria”[71]. Los que vienen con Él son “Ángeles”. La Iglesia no está compuesta de “Ángeles”. En Marcos 8.38, también dice que vendrá “con los santos Ángeles”. Y es con ellos que nos iremos a encontrar, con el Señor y sus ángeles, en el cielo.
7. El fin del mundo.
Entendemos que el fin del mundo es uno solo. No puede haber dos fines; habrá solo un fin. En Mateo dice: “Y os aseguro que estaré con vosotros siempre, hasta el fin del mundo”[72]. Decimos esto porque corre la doctrina que dice que habrá un periodo de siete años después de que la Iglesia sea arrebatada antes de que venga Cristo. Es imposible que Jesucristo esté con aquellos que andan predicando y haciendo discípulos hasta el fin del mundo si estos ya se fueron al cielo siete años antes del fin del mundo.
El fin del mundo será un acto que ocurrirá inmediatamente después del arrebatamiento, en donde “los cielos desaparecerán en medio de un ruido espantoso, las estrellas serán destruidas por el fuego, y la tierra y todo lo que hay en ella desaparecerá… Ese día, el fuego destruirá los cielos y derretirá las estrellas”[73].
No hay gran cosa que explicar. La creación como la conocemos no tendrá más sentido, por lo que debe ser desechada y será purificada por fuego de parte de Dios. Este fuego será tan intenso que aun hasta las estrellas, astros que comprendemos que están formados por materiales ardientes, serán deshechas con el calor abrazador de la ira de Dios.
8. Los juicios.
El Nuevo Testamento insiste en la perspectiva del juicio divino como, además de la muerte, el único hecho inevitable en el futuro de todo hombre: “Y así como está establecido que los seres humanos mueran una sola vez, y después venga el juicio”[74]. Este hecho expresa la santidad del Dios de la Biblia, cuya voluntad moral ha de prevalecer, y ante quien por lo tanto toda criatura responsable debe al final ser juzgada según que haya sido obediente o rebelde. Cuando la voluntad de Dios finalmente prevalezca al venir Cristo, tiene que haber una separación entre los que resultan obedientes hasta el fin y los que hasta el fin permanecen rebeldes, de modo que el Reino de Dios incluirá a los primeros y excluirá a los segundos para siempre jamás. Este juicio final no ocurre durante el curso de la historia, aunque hay juicios provisionales en la historia, mientras que Dios en su paciencia da a todos los hombres el tiempo necesario para que se arrepientan[75]. Pero al final la verdadera posición de cada hombre delante de Dios debe salir a la luz.
El Juez es Dios[76], o Cristo[77]. El tribunal de Dios[78] y el tribunal de Cristo[79] son, por lo tanto, equivalentes.
La norma para el juicio es la justicia imparcial de Dios, de conformidad con las obras de los hombres[80]. Esto es verdad aun para los creyentes: “Porque es necesario que todos comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba lo que le corresponda, según lo bueno o malo que haya hecho mientras vivió en el cuerpo”[81]. El juicio será de acuerdo a la luz de que haya disfrutado cada hombre[82]; según que tengan o no la ley de Moisés[83], o el conocimiento natural de las normas morales de Dios[84]; pero amparándose en estas normas ningún hombre podrá ser declarado justo delante de Dios de acuerdo a sus obras[85]. No hay ninguna esperanza para el hombre que procure justificarse a sí mismo en el juicio.
Hay esperanza, sin embargo, para el hombre que procura obtener su justificación de Dios[86]. El Evangelio revela aquella justicia que no se demanda de los hombres sino que es dada a los hombres por intermedio de Cristo. En la muerte y resurrección de Cristo, Dios en su misericordioso amor ya ha dictado su sentencia esjatológica a favor de los pecadores, absolviéndolos por amor a Cristo, ofreciéndoles en Cristo aquella justicia que ellos nunca hubieran podido lograr. Así el hombre que tiene fe en Cristo, la fe obediente, está libre de toda condenación[87]. El criterio final en el juicio es, por lo tanto, la relación del hombre con Cristo[88]. Este es el significado del “libro de la vida”[89]; es decir el libro de la Vida del Cordero[90].
Lo que Pablo quiere decir en su doctrina de la justificación es que en Cristo, Dios ha anticipado el veredicto del juicio final, y ha dictado la absolución de los pecadores que confíen en Cristo. Muy similar es la doctrina de Juan de que el juicio se lleva a cabo en el momento en que los hombres creen o no creen en Cristo[91].
El juicio final sigue siendo un hecho esjatológico, incluso para los creyentes[92], si bien pueden hacerle frente sin temor[93]. Esperamos ser absueltos en el juicio final[94], y recibir “la corona de justicia”[95], sobre la base de la misma misericordia de Dios por medio de la cual ya hemos sido absueltos[96]. Pero, aun para el cristiano, las obras no dejan de tener su lugar[97], desde el momento que la justificación no abroga la necesidad de la obediencia, sino que precisamente la hace posible por primera vez. La justificación es el fundamento, pero lo que los hombres edifican sobre ella queda expuesto a juicio[98]: “Si lo que alguien ha construido permanece, recibirá su recompensa, pero si su obra es consumida por las llamas, él sufrirá pérdida. Será salvo, pero como quien pasa por el fuego”[99].
9. El estado eterno.
El reino se dará al Padre y habrá nuevos cielos y nueva tierra. El pecado desaparecerá[100].
Mientras los que mueran condenados por su pecado sean lanzados al infierno con Satanás y sus demonios, los que hayamos sido salvos estaremos vivificados, habiendo sido transformados: “Fijaos bien en el misterio que os voy a revelar: No todos moriremos, pero todos seremos transformados”[101].
Todos los enemigos de Dios: Satanás, el pecado y la muerte, ya no tendrán más oportunidad con los salvos y no habrá más sufrimiento[102]. El gobierno de Dios finalmente prevalecerá totalmente[103], de manera que en Cristo serán reunidas todas las cosas[104], y Dios será todo en todos[105].
Con la final obtención de la salvación humana vendrá también la liberación de toda la creación material de la parte que le cupo en la maldición del pecado[106]. Como consecuencia del juicio[107] surgirá un universo creado de nuevo[108], “un cielo nuevo y una tierra nueva, en los que habite la justicia”[109].
El destino de los redimidos es ser como Cristo[110], estar con Cristo[111], compartir su gloria[112] y su reino[113]; ser hijos de Dios en perfecta comunión con él[114], adorar a Dios[115], ver a Dios[116], conocerle cara a cara[117]. La fe, la esperanza, y especialmente el amor, son las características permanentes de la existencia cristiana que subsisten aun en la perfección de la era venidera[118], mientras que “justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” configuran cualidades igualmente permanentes del disfrute de Dios por parte del hombre[119].
La vida corporativa de los redimidos con Dios se describe en una serie de cuadros: El banquete final[120] o la fiesta de bodas[121], el paraíso restaurado[122], la nueva Jerusalén[123]. Todos estos no son más que cuadros, ya que “Para aquellos que lo aman, Dios ha preparado cosas que nadie jamás pudo ver, ni escuchar ni imaginar”[124].
[1] www.wordreference.com
[2] es.thefreedictionary.com
[3] Deuteronomio 30.19; 2 Samuel 15.21; Jeremías 8.3; Jonás 4.3; 8; Salmos 89.49; Proverbios 18.21.
[4] Hebreos 9.27. BL95
[5] Génesis 2.17.
[6] Génesis 3.6.
[7] Romanos 5.12.
[8] Hebreos 11.5.
[9] 2 Reyes 2.1-11.
[10] 1 Tesalonicenses 4.13-18.
[11] 1 Corintios 15.51. Ibid
[12] 1 Tesalonicenses 4.18.
[13] Juan 5.28- 29.
[14] La Toráh
[15] 2 Samuel 24.16-17; 2 Reyes 19.35; Éxodo 12.23.
[16] Salmos 13.4.
[17] Salmos 49.18.
[18] Salmos 88.
[19] Hebreos 2.14. BAD
[20] Job 2.6; Lucas 12.5.
[21] Romanos 6.10.
[22] 1 Tesalonicenses 4.14.
[23] Romanos 6.9.
[24] Hechos 3.15. Ibid
[25] Romanos 14.9. Ibid
[26] 1 Juan 1.1. EUNSA
[27] 1 Corintios 15.26, 54; Revelación 21.4.
[28] Revelación 2.11; 20.6.
[29] Juan 5.24; 1 Juan 3.14.
[30] Romanos 8.2. Ibid
[31] Romanos 8.38.
[32] Juan 8.51. BAD
[33] Hechos 2.19-20. Ibid
[34] Mateo 24.29-30. Ibid
[35] Mateo 24.31. Ibid
[36] Hebreos 9.28.
[37] Hechos 1.11. BLS
[38] Hebreos 9.28. Ibid
[39] Revelación 1.7. CTS-IBS
[40] Mateo 24.36. BLS
[41] Mateo 24.37-39. Ibid
[42] Revelación 2.25. EUNSA
[43] Hebreos 9.28.
[44] Tito 2.13. NBLH
[45] 2 Timoteo 4.8. Ibid
[46] 2 Pedro 3.12. Ibid
[47] Juan 5.28-29. Ibid
[48] Juan 11.25-26. Ibid
[49] Hechos 26.23. Ibid
[50] Éxodo 23.19; 34.22, 26.
[51] Romanos 11.
[52] 1 Tesalonicenses 4.13-5.8.
[53] 1 Tesalonicenses 4.15-18. NBLH
[54] Génesis 5.24. La Toráh
[55] 2 Reyes 2.1, 11. RV2000
[56] Marcos 16.19; Hechos 1.9-11. RV1895
[57] 2 Corintios 12.2-4. RV60
[58] Juan 14.1-3. RVA
[59] 1 Corintios 15.51-53. RV95
[60] Juan 14.3; 1 Tesalonicenses 4.16-18.
[61] 1 Tesalonicenses 4.14.
[62] 1 Corintios 15.42-44; 1 Tesalonicenses 4.14-16.
[63] 1 Corintios 15.51-53.
[64] 1 Tesalonicenses 4.17; Juan 14.3.
[65] Juan 14.2-3.
[66] 1 Corintios 15.52.
[67] BAD
[68] Revelación 19.14. Ibid
[69] Zacarías 14.5. NC
[70] Judas 14-15. NBLH
[71] Mateo 25.31. Ibid
[72] Mateo 28.20. BAD
[73] 2 Pedro 3.9, 11. BLS
[74] Hebreos 9.27. BAD
[75] Hechos 17.30; Romanos 2.4; 2 Pedro 3.9.
[76] Romanos 2.6; Hebreos 12.23; Santiago 4.12; 1 Pedro 1.17; Revelación 20.11.
[77] Mateo 16.27; 25.31; Juan 5.22; Hechos 10.42; 2 Timoteo 4.1, 8; 1 Pedro 4.5; Revelación 22.12.
[78] Romanos 14.10.
[79] 2 Corintios 5.10.
[80] Mateo 16.27; Romanos 2.6, 11; 2 Timoteo 4.14; 1 Pedro 1.17; Revelación 2.23; 20.12; 22.12.
[81] 2 Corintios 5.10. Ibid
[82] Juan 9.41.
[83] Romanos 2.12.
[84] Romanos 2.12–16.
[85] Romanos 3.19.
[86] Romanos 2.7.
[87] Juan 5.24; Romanos 8.33.
[88] Mateo 10.32.
[89] Revelación 20.12, 15.
[90] Revelación 13.8.
[91] Juan 3.17–21; 5.24.
[92] Romanos 14.10.
[93] 1 Juan 4.17.
[94] Gálatas 5.5.
[95] 2 Timoteo 4.8.
[96] 2 Timoteo 1.16.
[97] Mateo 7.1, 21, 24–27; 25.31–46; Juan 3.21; 2 Corintios 5.10; Santiago 2.13.
[98] 1 Corintios 3.10–15.
[99] 1 Corintios 3.15. Ibid
[100] Revelación 21.1; 1 Corintios 15.
[101] 1 Corintios 15.51. Ibid
[102] Revelación 20.10, 14–15; 7.16; 21.4; Isaías 25.8; 27.1; Romanos 16.20; 1 Corintios 15.26, 54.
[103] Zacarías 14.9; 1 Corintios 15.24–28; Revelación 11.15.
[104] Efesios 1.10.
[105] 1 Corintios 15.28.
[106] Romanos 8.19–23.
[107] Hebreos 12.26; 2 Pedro 3.10.
[108] Revelación 21.1; Isaías 65.17; 66.22; Mateo 19.28.
[109] 2 Pedro 3.13. Ibid
[110] Romanos 8.29; 1 Corintios 15.49; Filipenses 3.21; 1 Juan 3.2.
[111] Juan 14.3; 2 Corintios 5.8; Filipenses 1.23; Colosenses 3.4; 1 Tesalonicenses 4.17.
[112] Romanos 8.18, 30; 2 Corintios 3.18; 4.17; Colosenses 3.4; Hebreos 2.10; 1 Pedro 5.1.
[113] 1 Timoteo 2.12; Revelación 2.26; 3.21; 4.10; 20.4, 6.
[114] Revelación 21.3, 7.
[115] Revelación 7.15; 22.3.
[116] Mateo 5.8; Revelación 22.4.
[117] 1 Corintios 13.12.
[118] 1 Corintios 13.13.
[119] Romanos 14.17.
[120] Mateo 8.11; Marcos 14.25; Lucas 14.15–24; 22.30.
[121] Mateo 25.10; Revelación 19.9.
[122] Lucas 23.43; Revelación 2.7; 22.1.
[123] Hebreos 12.22; Revelación 21.
[124] 1 Corintios 2.9. BLS
Algunas definiciones más complementarias lo conceptualizan de esta manera:
a. Conjunto de teorías, creencias y doctrinas referentes a la vida de ultratumba[1].
b. Conjunto de creencias y doctrinas relacionadas con la vida después de la muerte y el destino último del ser humano y el universo: La escatología cristiana estudia el juicio final, la resurrección de los muertos y el retorno de Cristo[2].
En realidad el término debe ser “esjatológico”, con “j” y no con “c”, ya que este significa más bien “pornografía”, mientras que “esjatología” es el “estudio de las últimas cosas”.
A. Tipos de esjatología.
Para un estudio concreto se divide en:
1. Esjatología general o ante post histórica, es decir, antes del fin de la historia: Se ocupa del destino de la humanidad y del universo.
2. Esjatología particular o post mortuoria: Se ocupa del estado del ser humano después de su muerte.
En un sentido más estricto, implica una visión lineal histórica que inicia en un momento concreto que va hacia el fin de todo lo que existe.
Tampoco podemos pensar que los cristianos somos los dueños de la esjatología, sino que cada religión del mundo tiene su propia esjatología, comenzando por Zoroastro que describió con gran detalle la llegada del juicio final con el último enfrentamiento entre el bien y el mal; o en el budismo, en donde se enseña que en los tiempos futuros, la religión decaerá de gran manera que propiciaría en regreso de Maitreya para iniciar una nueva época de paz y esperanza. En el hinduismo se habla de una destrucción parcial del universo, que sucede cada final del “día de Brahmā” y existe una destrucción total de todos los universos, cuando Vishnú los aspira como moléculas de su respiración, al final de la vida de Brahmā. En el Islam, la fe cuenta para el destino del creyente y cuando dicho creyente haya fallecido, conoce en persona a Dios y es conducido al paraíso, no sin antes recorrer el Infierno. Para los impíos, el destino es sufrir en su propia tumba hasta llegar el juicio final, donde se decidirá su suerte. Para los judíos al fin del mundo se verá la abominación del Templo de Jerusalén, la nueva creación, el juicio final y el gobierno divino, que incluye la llegada del Mesías.
La teología cristiana se ha ocupado mucho, especialmente durante el medioevo y la Reforma, de los “novísimos”, es decir, los últimos cuatro estados del ser humano, que son muerte, juicio, infierno y gloria.
Así la escatología puede ser:
1. Esjatología general:
a. La Parusía: El “advenimiento glorioso” o segunda venida de Jesucristo y el “fin de los tiempos”.
b. La “resurrección de la carne”: Solo los fieles a Cristo resucitarán con sus cuerpos perfeccionados.
2. Esjatología consumada: La Vida Eterna, ya sea en el Cielo o en el Infierno.
3. Esjatología intermedia: Muerte física y muerte espiritual.
B. La Esjatología Bíblica.
De una exégesis de la Biblia tomada en su sentido gramatical podemos elaborar ocho distintos apartados esjatológicos extraídos básicamente desde el libro del Apocalipsis, bien que las aportaciones desde los otros libros de la Biblia son también importantes. Los apartados son:
1. Muerte física. Del millar de veces que aparece la raíz mwt en el Antiguo Testamento, unas 630 lo son bajo forma verbal y 151 en la forma sustantivada; “morir” es una acción del hombre. También a menudo el sustantivo ma-weí indica el “morir” contrapuesto al vivir[3]. Asimismo en el Nuevo Testamento se usa con mucha frecuencia el verbo “morir”, y hasta el sustantivo thanatos puede indicar el morir o ya estar muerto.
Afecta a todos: “Los hombres mueren una sola vez, y después viene para ellos el juicio”[4]. Es el fenómeno universal que marca la terminación de la vida, generalmente muy lamentado. En el orden de la naturaleza, lo experimentan tanto las plantas como los animales. No obstante, los primeros seres humanos no fueron creados para morir, sino con una capacidad que no tenían las plantas ni los animales: Debían escoger entre la inmortalidad y la muerte. Todo dependía de su obediencia a Dios[5]. Tanto Adán como Eva desobedecieron al comer del fruto prohibido y murieron[6]. La muerte humana, sin embargo, fue distinta de la de los animales, en que Adán no dejó del todo de existir. Su muerte tenía dimensiones físicas, morales y espirituales, y por causa de su desobediencia la misma clase de muerte pasó a todos sus descendientes y a todo el género humano[7].
Podemos decir que la muerte humana no implica dejar de existir; más bien consiste básicamente en una separación. La muerte física es la separación entre lo físico y lo inmaterial, o sea, entre el cuerpo y el espíritu. La muerte espiritual es la separación del ser humano de su Dios.
La Biblia presenta dos excepciones, la de Enoc[8] y la de Elías[9], que fueron trasladados al cielo sin sufrir la muerte física, y en los últimos días cuando el Señor arrebate a su Iglesia, todos los creyentes que aún vivan en aquel día serán trasladados directamente al cielo[10]. Por eso Pablo dice: “Por eso les enseño algo misterioso: aunque no todos muramos, todos tendremos que ser transformados”[11]. Esto es motivo de gran esperanza y consolación para el pueblo de Dios[12].
La doctrina de la resurrección del cuerpo nos indica que la separación del cuerpo y el alma no se considera como un estado permanente. A su debido tiempo los cuerpos tanto de los creyentes como de los inconversos serán resucitados y unidos nuevamente con sus almas[13]. Con todo, la muerte física es poca cosa comparada con la muerte espiritual, o sea, la separación del hombre de su Dios y la consecuente incapacidad moral.
Para los paganos, la muerte es una divinidad. La Biblia desmotiva la muerte, la reduce a un hecho humano y al mismo tiempo la pone bajo el dominio soberano del único Dios. Esto aparece con claridad, por ejemplo, en Deuteronomio 32.39: “Ved ahora que yo, sólo yo soy, y que no hay otro Dios junto a mí. Yo doy la muerte y doy la vida, hiero yo, y sano yo mismo y no hay quien libre de mi mano”[14]. También el morir entra en el ámbito del obrar de Adonay, es decir, está sometido a su acción vivificante. De este convencimiento nace la esperanza: Morir no significa caer en la esfera de influencia de otra divinidad, escapar para siempre de la posibilidad de relacionarse con Él. Sin embargo, Israel no sabía concebir cómo era posible reanudar una relación personal viva entre él muerto y Adonay.
La dificultad de hablar de la muerte se deduce del recurso frecuente al lenguaje simbólico, a representaciones imaginarias. Entonces la muerte asume los rasgos del exterminador, el ángel enviado por Dios para aniquilar[15]; es un sueño[16], un pastor que guía al Hades[17]. La muerte está asociada a muchos símbolos: Tinieblas, agua profunda, abismo, noche, silencio, etc.[18].
La muerte no es una bagatela sin importancia, pero tampoco es más importante que la vida. La Biblia da importancia sobre todo a cómo se vive, y mucho menos a cómo se muere; solo en algunos casos, por ejemplo, para el mártir o el homicida, el modo de morir revela con claridad que se trata de un justo o de un impío; pero también entonces es evidente la alusión a cómo se vivió la existencia.
La muerte, en la Biblia, es el signo del carácter limitado y de la caducidad humana. El hombre muere porque no es Dios, porque no es la vida absoluta, porque es criatura. De suyo, la muerte física es vista como una necesidad biológica, no como la consecuencia del pecado de Adán. La muerte “normal” del hombre es simplemente la consecuencia de su naturaleza finita. Solamente en casos particulares la muerte tiene que ver con los pecados del individuo o del grupo. Pero no se puede afirmar, en principio, que la muerte sea la consecuencia del pecado, el castigo por la culpa cometida.
Un aspecto interesante de la enseñanza neo testamentaria sobre el tema de la muerte es que se pone el acento en la vida. Normalmente se utiliza el vocablo nekros para describir la resurrección de los muertos o cosas parecidas. En las Escrituras se enfrenta a la muerte como se enfrenta toda la realidad, pero el interés principal gira en torno a la vida, y la muerte se trata en forma más o menos incidental, como aquello de lo cual se salva a los hombres. Cristo “compartió esa naturaleza humana para anular, mediante la muerte, al que tiene el dominio de la muerte, es decir, al diablo[19]”. El poder del diablo siempre se considera como sujeto al dominio de Dios[20]. De ningún modo tiene a la muerte sujeta a su arbitrio en forma absoluta, aunque esta, que es la negación de la vida, es su esfera natural. Cristo vino para poner fin a la muerte. Como indica el pasaje de Hebreos, fue por medio de la muerte que derrotó a Satanás. Fue por medio de la muerte que quitó nuestro pecado[21]. Aparte de Satanás, la muerte es el enemigo supremo, el símbolo de nuestra separación de Dios, el horror definitivo. Pero Cristo se ha valido de la muerte para librar a los hombres de ella. Murió a fin de que los hombres pudieran vivir. Llama la atención el hecho de que el Nuevo Testamento pueda decir que los creyentes “duermen” en lugar de decir que “mueren”[22]. Jesús cargó con todo el horror de la muerte, por cuyo motivo para los que están “en Cristo” la muerte ha sido transformada de tal forma que no es más que un sueño.
Hasta dónde alcanza la victoria que Cristo ganó sobre la muerte lo indica su resurrección[23]. La resurrección es el gran acontecimiento triunfal, y la gran nota de victoria en todo el Nuevo Testamento tiene su origen allí. Cristo es el “Autor de la vida”[24], “Señor tanto de los que han muerto como de los que aún viven”[25], “Verbo de la vida”[26]. Su victoria sobre la muerte es completa, y esa victoria está a disposición de su pueblo. La destrucción de la muerte es cosa segura[27]. La segunda muerte no tiene ninguna potestad sobre el creyente[28]. De acuerdo con este concepto, el Nuevo Testamento entiende la vida eterna no como la inmortalidad del alma, sino en función de la resurrección del cuerpo. No hay forma más gráfica de ilustrar el carácter definitivo y completo de la derrota de la muerte.
No solamente existe un futuro glorioso, sino que hay un presente glorioso. El creyente ya ha pasado de muerte a vida[29]. Está “liberado de la ley del pecado y de la muerte”[30]. La muerte no lo puede separar de Dios[31]. Jesús dijo: “…el que cumple mi palabra, nunca morirá”[32]. Tales palabras no niegan la realidad de la muerte biológica; más bien nos encaminan hacia la verdad de que la muerte de Jesús significa que el creyente ha salido completamente de aquel estado que es la muerte. Ha sido introducido en un nuevo estado, que ha sido muy aptamente caracterizado como la vida. En su momento atravesará la puerta que llamamos la muerte, pero el aguijón ha sido extraído. La muerte de Jesús representa la victoria sobre la muerte para sus seguidores.
2. Estado intermedio. Hay poca información al respecto. El pasaje más conocido es el de Lucas 16.19-31, de lo que ya tratamos en el capítulo VI, A, 6.
3. La Tribulación. Realmente no hay gran información acerca de esta, según Revelación 20.7-8 se dará un tiempo en que Satanás sea desatado.
El día del Señor viene después de la Gran Tribulación. Este día es descrito por Pedro como un día el cual será introducido con señales en el cielo cuando “Arriba en el cielo y abajo en la tierra mostraré prodigios: sangre, fuego y nubes de humo. El sol se convertirá en tinieblas la luna en sangrantes que llegue el día del Señor, día grande y esplendoroso”[33].
Mateo también nos recuerda las palabras del Señor: “Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, se oscurecerá el sol y no brillará más la luna; las estrellas caerán del cielo y los cuerpos celestes serán sacudidos. La señal del Hijo del hombre aparecerá en el cielo, y se angustiarán todas las razas de la tierra. Verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con poder y gran gloria”[34]. El día del Señor es precedido por las señales en el sol y la luna y la tales señales ocurren después de la Gran Tribulación, entonces por obligación la gran tribulación no es, ni incluye el Día del Señor, que vendrá inmediatamente después cuando “la señal del Hijo del hombre aparecerá en el cielo” “Y al sonido de la gran trompeta mandará a sus ángeles, y reunirán de los cuatro vientos a los elegidos, de un extremo al otro del cielo”[35], lo que es una referencia al arrebatamiento de 1 Tesalonicenses 4.15-17 y nuestra reunión con Él en 2 Tesalonicenses 2.1.
Muy contrario a lo que se ha enseñado y aunque muchos no lo quieran aceptar, la Biblia dice que la Tribulación será para los escogidos. Los impíos también tendrán su tribulación pero ésta será de parte de Dios, será más como castigo para ellos, lo podemos entender en la Biblia como el Día de la ira de Dios.
Esta Tribulación comenzó con la iglesia primitiva y en los tiempos del fin será aún peor. Y casi podemos temer que sea instigada por los que hoy día se hacen llamar “cristianos” pero que en realidad son “anticristos” debido a que a pesar de decir que son una cosa, hacen lo contrario a las Escrituras, siguiendo el deseo de su carne con adoración que va dirigida no a Dios sino más bien a su carne, en donde lo único que desean es satisfacer es su propio gusto y ego, adornando el culto con gritos, danza, ritmos musicales sensuales y doctrinas que exaltan al hombre y no a Dios.
4. La Segunda Venida. Es el segmento más grande, con diferencia, ya que está situada en el fin de los tiempos[36]. En el libro de Hechos, cuando Jesús ascendió al cielo, nos dice: “Hombres de Galilea, ¿qué hacen ahí, de pie y mirando al cielo? ¡Alégrense! Acaban de ver que Jesús fue llevado al cielo, pero así como se ha ido, un día volverá”[37]. El escritor del libro de Hebreos nos dice: “De la misma manera, Cristo se ha ofrecido una sola vez para que muchos seamos perdonados de nuestros pecados. Después él volverá otra vez al mundo, pero no para morir por nuestros pecados sino para salvar a todos los que esperamos su venida”[38]. La primera venida de Cristo fue humilde en un pesebre y fue crucificado por los hombres, pero en su Segunda Venida, vendrá a la tierra a destruir Sus enemigos, a juzgar a los hombres. La segunda venida del Señor será visible, es decir esta venida será vista por todos, Jesús les dice en el encabezamiento de las cartas a las siete iglesias: “Mirad, él viene entre las nubes, ante los ojos de todos. Le verán incluso aquellos que le traspasaron. Todas las naciones se lamentarán por él. ¡Sí, amén!”[39].
Pero no podemos separar este evento del anterior, sino que más bien debemos ver todo esto dentro del siguiente diagrama:
La Gran Tribulación Segunda Venida* Fin del Mundo Juicio Final Eternidad
Resurrección de los Muertos*
Arrebatamiento*
* Estos sucesos serán tan rápidos que es prácticamente imposible separarlos.
¿Cuándo sucederá? Jesús dijo: “Nadie sabe el día ni la hora en que yo vendré; no lo saben ni siquiera los ángeles del cielo. Es más, tampoco yo lo sé. Sólo Dios, mi Padre, lo sabe”[40]. Es un error el tratar de fijar fechas, días, y horas como han hecho algunos falsos profetas y maestros y han quedado en vergüenza.
Pero Jesús mismo les dijo a sus discípulos que esperaran Su venida. Jesús les dice a sus discípulos: “Cuando yo, el Hijo del hombre, venga otra vez, la gente estará viviendo como en la época de Noé, que seguía comiendo, bebiendo y casándose hasta el momento mismo en que Noé entró en el gran barco; y luego vino la inundación. La gente no sabía lo que pasaba hasta el momento en que llegó el diluvio y todos se ahogaron. Algo así pasará cuando yo, el Hijo del hombre, venga otra vez”[41]. Tal como lo vemos hoy, el tiempo de la Segunda Venida de Cristo será un tiempo donde todo andará aparentemente normal, la mayoría de la gente no da importancia al llamado del Evangelio de Dios, siguen en sus fiestas y placeres y pecados y no oyen la voz Dios que les llama, incluyendo a los que se dicen ser la Iglesia de Cristo. Así era en los días de Noé, y así es en nuestros días, y será hasta la venida de Cristo.
A las siete congregaciones que el Señor menciona en Revelación no se les da esperanza alguna de ser salvadas por un “rapto” invisible antes de la Gran Tribulación, sino que se le dice que Jesucristo vendrá por ellas y que cuando eso ocurra todo ojo le verá. A medida que habla a cada iglesia, les amonesta a esperar y ser fiel y vencer “hasta que yo venga”[42] y esta venida es la visible.
Es preciso que insistamos que la Biblia habla solo de dos venidas, la primera donde murió en la cruz con relación al pecado, y la segunda, donde vendrá con poder y gloria “sin relación al pecado” a salvar a los que le esperan[43]. La segunda venida de Cristo con poder y gran gloria debe ser la esperanza del creyente. Los Enviados Pablo y Pedro en sus cartas nos escriben que debemos de esperar ese gran día con gozo y alegría: “…aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación de la gloria de nuestro gran Dios y Salvador Cristo Jesús”[44]; “En el futuro me está reservada la corona de justicia que el Señor, el Juez justo, me entregará en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman Su venida”[45]; “esperando y apresurando la venida del día de Dios, en el cual los cielos serán destruidos por fuego y los elementos se fundirán con intenso calor!”[46]
5. Resurrección. Cristo la enseñó con claridad y él mismo resucitó. Esta doctrina es de suma importancia si queremos saber con certidumbre cuando será el arrebatamiento de la Iglesia ya que este evento y la resurrección de los muertos en Cristo tendrán lugar al mismo tiempo y el mismo día.
La resurrección de los muertos es la esperanza de los que mueren en Cristo. Jesucristo mismo prometió resucitarnos: “No se queden asombrados de esto, porque viene la hora en que todos los que están en los sepulcros oirán Su voz, y saldrán: los que hicieron lo bueno, a resurrección de vida, y los que practicaron lo malo, a resurrección de juicio”[47].
Jesús nos presenta el concepto de la resurrección, aunque está enseñanza era la de los fariseos, Jesucristo la afirma, la cual ha de tomar parte al momento de la segunda venida de Cristo. Primero los que hicieron los bueno y después los que hicieron lo malo, la Biblia entonces nos enseña una resurrección general de buenos y malos el día de la Segunda Venida de Cristo.
Cristo fue hecho primicias de los que murieron. Pablo nos indica entonces que la resurrección ocurre en dos etapas. Primero Cristo como “primer fruto” es decir, las primicias de entre los muertos y luego los que son de Cristo cuando Él venga. Cristo es la primera resurrección: “Jesús le contestó: "Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en Mí, aunque muera, vivirá, y todo el que vive y cree en Mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?”[48]; “que el Cristo (el Mesías) había de padecer, y que por motivo de Su resurrección de entre los muertos, El debía ser el primero en proclamar luz tanto al pueblo Judío como a los Gentiles”[49].
La garantía de que habrá una cosecha de muertos resucitados en el último día está basada en que el primer fruto se levantó. La calidad de los primeros frutos daba señal o indicio de que tipo de cosecha se esperaba ese año. Como Cristo es la primera cosecha, el fin de la cosecha será buena, está garantizada. Por lo tanto, los que son de Cristo, sin duda alguna han de ser levantados en su venida.
En el Antiguo Testamento las primicias de la cosecha eran siempre para Dios, el resto para consumo del pueblo. La Iglesia es de y para Dios[50], y por eso es llamada “primicias”. En el libro de Revelación 14.4 se dice que los 144,000 son las primicias, estos son un número simbólico que representa todos los salvados desde el principio del mundo hasta el final, ellos componen el “Israel de Dios”.
Los 144,000 representan a los salvados del pueblo de Dios en todos los tiempos, el Israel escogido, al cual pertenecen todos los que permanecieron en fe desde el Antiguo Testamento y no fueron desgajados por su incredulidad[51] y los creyentes en Cristo del Nuevo Pacto quienes comenzaron a ser recogidos el día de Pentecostés que marcaba la cosecha de las primicias, esa es la Iglesia, el Israel espiritual. Estos son de Cristo y serán resucitados “en su venida”.
6. El Arrebatamiento: El arrebatamiento de la Iglesia se refiere al encuentro de los santos en el aire con nuestro Salvador. La Iglesia del Señor será levantada antes de la consumación de los tiempos[52]. Este evento tiene diferentes nombres:
a. Arrebatamiento.
b. Parusia.
c. Traslación de la Iglesia.
d. Harpazo.
Es por medio de la Primera epístola a los Tesalonicenses que se plantea la doctrina en forma concreta: “Por lo cual les decimos esto por la Palabra del Señor: que nosotros los que estemos vivos y que permanezcamos hasta la venida del Señor, no precederemos a los que durmieron. Pues el Señor mismo descenderá del cielo con voz de mando, con voz de arcángel y con la trompeta de Dios, y los muertos en Cristo se levantarán primero. Entonces nosotros, los que estemos vivos y que permanezcamos, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes al encuentro del Señor en el aire, y así estaremos con el Señor siempre. Por tanto, aliéntense unos a otros con estas palabras”[53].
Tomemos en cuenta que el arrebatamiento, no rapto que es acto ilegal y Dios no hace nada que vaya contra Su propia naturaleza, no es hecho aparte de la Segunda Venida de Cristo. El problema para los partidarios del “milenio” consiste en que de la manera en que ellos lo enseñan, convierte las dos venidas de Cristo en tres:
a. La primera con Su nacimiento en Belén al inicio de la era cristiana.
b. La segunda en el arrebatamiento.
c. La tercera para reinar durante el “milenio”.
Esto no significa que la doctrina del arrebatamiento no sea bíblica, como afirman los católicos, sino que hay grupos que han torcido lo que la Palabra enseña.
En la Biblia se mencionan varios casos de arrebatamiento, a saber:
a. El caso de Enoc: “Henoc anduvo con Dios, y desapareció porque Dios se lo llevó”[54].
b. El caso de Elías: “Y aconteció que, cuando quiso el SEÑOR alzar a Elías en el torbellino al cielo, Elías venía con Eliseo de Gilgal… Y aconteció que, yendo ellos hablando, he aquí, un carro de fuego con caballos de fuego apartó a los dos; y Elías subió al cielo en un torbellino”[55].
c. El caso del Señor cuando ascendió al cielo después de su muerte y resurrección: “Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y se asentó a la diestra de Dios… Y habiendo dicho estas cosas, mirándole ellos, fue alzado, y una nube le recibió, y le quitó de sus ojos. Y estando ellos con los ojos puestos en el cielo entre tanto que él iba, he aquí, dos varones se pusieron junto a ellos en vestidos blancos; los cuales también les dijeron: Varones Galileos, ¿qué estáis mirando al cielo? este Jesús que ha sido tomado arriba de vosotros al cielo, así vendrá, como le habéis visto ir al cielo”[56].
d. El caso de la experiencia de Pablo cuando sube al tercer cielo: “Conozco a un hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé: Dios lo sabe) fue arrebatado hasta el tercer cielo. Y conozco al tal hombre, (si en el cuerpo, o fuera del cuerpo, no lo sé: Dios lo sabe. Que fue arrebatado al paraíso, donde oyó palabras inefables que al hombre no le es lícito decir”[57].
Pero hay otros pasajes en la Escritura que nos hablan de un arrebatamiento: “No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios; creed también en mí. En la casa de mi Padre muchas moradas hay. De otra manera, os lo hubiera dicho. Voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si voy y os preparo lugar, vendré otra vez y os tomaré conmigo; para que donde yo esté, vosotros también estéis”[58]. “Os digo un misterio: No todos moriremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta, porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles y nosotros seremos transformados, pues es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción y que esto mortal se vista de inmortalidad”[59].
Estos pasajes bíblicos y Tesalonicenses, nos presentan la siguiente descripción:
a. Cristo descenderá con voz y trompeta desde la habitación de Dios en el Cielo hasta la atmosfera de la tierra[60].
b. Las almas de los muertos en Cristo descenderán del cielo con El[61].
c. Los cuerpos de los creyentes que murieron en Cristo serán levantados con cuerpos inmortales e incorruptibles y se unirán con sus almas que vienen descendiendo del cielo[62].
d. Los cuerpos de los creyentes que estemos vivos en ese momento, seremos transformados instantáneamente en cuerpos inmortales e incorruptibles[63].
e. Tanto los creyentes resucitados como los transformados seremos tomados juntos para encontrarnos con Cristo en el aire[64].
f. Entonces, los creyentes regresaremos con Cristo hacia la casa del Padre para vivir con Él en las moradas que ha preparado para nosotros[65].
Seremos transformados y será en un “abrir y cerrar de ojos”[66]. Este evento será tan rápido que ese tiempo no se puede dividir.
¿Cuándo será esto? En 1 Corintios 15.52 se menciona “toque final de la trompeta”[67]. Si estudiamos el libro de Revelación, notaremos que allí se mencionan una serie de siete trompetas, siendo la séptima la final trompeta. Esta es la trompeta que desata los acontecimientos finales, las copas de la ira de Dios, los juicios contra los moradores de la tierra y la recta final para la venida de Cristo y el arrebatamiento de los santos. Es interesante que entendamos que se tocará solo una trompeta final, no una orquesta de trompetas finales. La palabra final de donde tomamos la palabra esjatología se define como “la ultima en una serie”. De ser así, no podemos esperar que haya más trompetas sonando después de esta. Y es aquí, en Revelación, el único lugar en la Biblia donde se nos habla de trompetas relacionadas a los acontecimientos de la vendida de Cristo y del fin del mundo.
La Palabra de Dios no enseña en ningún lugar que se producirá un “Rapto” invisible y secreto de la Iglesia antes de la Gran Tribulación, y esta enseñanza es perniciosa para la Iglesia actual, debido a que hace que los creyentes no estén velando y orando preparándose para los difíciles tiempos del fin que han de suceder. Esta idea no tiene lugar en ninguna época de la Iglesia antes del siglo XVIII, ni los Padres Apostólicos del siglo II, que recibieron sus enseñanzas directamente de los Enviados, ni los llamados “Padres de la Iglesia” de siglos posteriores, ni en tiempos de la Reforma de la Edad Media, enseñaron ni creyeron jamás esta idea de un “Rapto Pretribulacional” y secreto, antes bien advirtieron de la necesidad de estar preparados para los peligrosos tiempos del fin. La iglesia nació con tribulación y persecución y acabará sus días en la tierra con tribulación y persecución extrema.
¿Quiénes son los santos que vienen con Jesús? En el Revelación dice: “Le siguen los ejércitos del cielo, montados en caballos blancos y vestidos de lino fino, blanco y limpio”[68]. En Zacarías también se habla de los santos que acompañan: “…vendrá entonces Adonay, mi Dios, y con El todos sus santos”[69]. Cuando se escribió el libro de Zacarías, la Iglesia no existía, entonces, ¿a quienes se refiere? Es cierto que los creyentes somos los santos, la Biblia lo dice. Pero la pregunta es ¿quiénes son los santos que vienen con Cristo en su venida? Judas dice: 14-15: “De éstos también profetizó Enoc, en la séptima generación desde Adán, diciendo: "El Señor vino con muchos millares de Sus santos, para ejecutar juicio sobre todos, y para condenar a todos los impíos de todas sus obras de impiedad, que han hecho impíamente, y de todas las cosas ofensivas (duras) que pecadores impíos dijeron contra Él”[70].
En Mateo podemos ver quiénes son los santos: “Pero cuando el Hijo del Hombre venga en Su gloria, y todos los ángeles con El, entonces El se sentará en el trono de Su gloria”[71]. Los que vienen con Él son “Ángeles”. La Iglesia no está compuesta de “Ángeles”. En Marcos 8.38, también dice que vendrá “con los santos Ángeles”. Y es con ellos que nos iremos a encontrar, con el Señor y sus ángeles, en el cielo.
7. El fin del mundo.
Entendemos que el fin del mundo es uno solo. No puede haber dos fines; habrá solo un fin. En Mateo dice: “Y os aseguro que estaré con vosotros siempre, hasta el fin del mundo”[72]. Decimos esto porque corre la doctrina que dice que habrá un periodo de siete años después de que la Iglesia sea arrebatada antes de que venga Cristo. Es imposible que Jesucristo esté con aquellos que andan predicando y haciendo discípulos hasta el fin del mundo si estos ya se fueron al cielo siete años antes del fin del mundo.
El fin del mundo será un acto que ocurrirá inmediatamente después del arrebatamiento, en donde “los cielos desaparecerán en medio de un ruido espantoso, las estrellas serán destruidas por el fuego, y la tierra y todo lo que hay en ella desaparecerá… Ese día, el fuego destruirá los cielos y derretirá las estrellas”[73].
No hay gran cosa que explicar. La creación como la conocemos no tendrá más sentido, por lo que debe ser desechada y será purificada por fuego de parte de Dios. Este fuego será tan intenso que aun hasta las estrellas, astros que comprendemos que están formados por materiales ardientes, serán deshechas con el calor abrazador de la ira de Dios.
8. Los juicios.
El Nuevo Testamento insiste en la perspectiva del juicio divino como, además de la muerte, el único hecho inevitable en el futuro de todo hombre: “Y así como está establecido que los seres humanos mueran una sola vez, y después venga el juicio”[74]. Este hecho expresa la santidad del Dios de la Biblia, cuya voluntad moral ha de prevalecer, y ante quien por lo tanto toda criatura responsable debe al final ser juzgada según que haya sido obediente o rebelde. Cuando la voluntad de Dios finalmente prevalezca al venir Cristo, tiene que haber una separación entre los que resultan obedientes hasta el fin y los que hasta el fin permanecen rebeldes, de modo que el Reino de Dios incluirá a los primeros y excluirá a los segundos para siempre jamás. Este juicio final no ocurre durante el curso de la historia, aunque hay juicios provisionales en la historia, mientras que Dios en su paciencia da a todos los hombres el tiempo necesario para que se arrepientan[75]. Pero al final la verdadera posición de cada hombre delante de Dios debe salir a la luz.
El Juez es Dios[76], o Cristo[77]. El tribunal de Dios[78] y el tribunal de Cristo[79] son, por lo tanto, equivalentes.
La norma para el juicio es la justicia imparcial de Dios, de conformidad con las obras de los hombres[80]. Esto es verdad aun para los creyentes: “Porque es necesario que todos comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba lo que le corresponda, según lo bueno o malo que haya hecho mientras vivió en el cuerpo”[81]. El juicio será de acuerdo a la luz de que haya disfrutado cada hombre[82]; según que tengan o no la ley de Moisés[83], o el conocimiento natural de las normas morales de Dios[84]; pero amparándose en estas normas ningún hombre podrá ser declarado justo delante de Dios de acuerdo a sus obras[85]. No hay ninguna esperanza para el hombre que procure justificarse a sí mismo en el juicio.
Hay esperanza, sin embargo, para el hombre que procura obtener su justificación de Dios[86]. El Evangelio revela aquella justicia que no se demanda de los hombres sino que es dada a los hombres por intermedio de Cristo. En la muerte y resurrección de Cristo, Dios en su misericordioso amor ya ha dictado su sentencia esjatológica a favor de los pecadores, absolviéndolos por amor a Cristo, ofreciéndoles en Cristo aquella justicia que ellos nunca hubieran podido lograr. Así el hombre que tiene fe en Cristo, la fe obediente, está libre de toda condenación[87]. El criterio final en el juicio es, por lo tanto, la relación del hombre con Cristo[88]. Este es el significado del “libro de la vida”[89]; es decir el libro de la Vida del Cordero[90].
Lo que Pablo quiere decir en su doctrina de la justificación es que en Cristo, Dios ha anticipado el veredicto del juicio final, y ha dictado la absolución de los pecadores que confíen en Cristo. Muy similar es la doctrina de Juan de que el juicio se lleva a cabo en el momento en que los hombres creen o no creen en Cristo[91].
El juicio final sigue siendo un hecho esjatológico, incluso para los creyentes[92], si bien pueden hacerle frente sin temor[93]. Esperamos ser absueltos en el juicio final[94], y recibir “la corona de justicia”[95], sobre la base de la misma misericordia de Dios por medio de la cual ya hemos sido absueltos[96]. Pero, aun para el cristiano, las obras no dejan de tener su lugar[97], desde el momento que la justificación no abroga la necesidad de la obediencia, sino que precisamente la hace posible por primera vez. La justificación es el fundamento, pero lo que los hombres edifican sobre ella queda expuesto a juicio[98]: “Si lo que alguien ha construido permanece, recibirá su recompensa, pero si su obra es consumida por las llamas, él sufrirá pérdida. Será salvo, pero como quien pasa por el fuego”[99].
9. El estado eterno.
El reino se dará al Padre y habrá nuevos cielos y nueva tierra. El pecado desaparecerá[100].
Mientras los que mueran condenados por su pecado sean lanzados al infierno con Satanás y sus demonios, los que hayamos sido salvos estaremos vivificados, habiendo sido transformados: “Fijaos bien en el misterio que os voy a revelar: No todos moriremos, pero todos seremos transformados”[101].
Todos los enemigos de Dios: Satanás, el pecado y la muerte, ya no tendrán más oportunidad con los salvos y no habrá más sufrimiento[102]. El gobierno de Dios finalmente prevalecerá totalmente[103], de manera que en Cristo serán reunidas todas las cosas[104], y Dios será todo en todos[105].
Con la final obtención de la salvación humana vendrá también la liberación de toda la creación material de la parte que le cupo en la maldición del pecado[106]. Como consecuencia del juicio[107] surgirá un universo creado de nuevo[108], “un cielo nuevo y una tierra nueva, en los que habite la justicia”[109].
El destino de los redimidos es ser como Cristo[110], estar con Cristo[111], compartir su gloria[112] y su reino[113]; ser hijos de Dios en perfecta comunión con él[114], adorar a Dios[115], ver a Dios[116], conocerle cara a cara[117]. La fe, la esperanza, y especialmente el amor, son las características permanentes de la existencia cristiana que subsisten aun en la perfección de la era venidera[118], mientras que “justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” configuran cualidades igualmente permanentes del disfrute de Dios por parte del hombre[119].
La vida corporativa de los redimidos con Dios se describe en una serie de cuadros: El banquete final[120] o la fiesta de bodas[121], el paraíso restaurado[122], la nueva Jerusalén[123]. Todos estos no son más que cuadros, ya que “Para aquellos que lo aman, Dios ha preparado cosas que nadie jamás pudo ver, ni escuchar ni imaginar”[124].
[1] www.wordreference.com
[2] es.thefreedictionary.com
[3] Deuteronomio 30.19; 2 Samuel 15.21; Jeremías 8.3; Jonás 4.3; 8; Salmos 89.49; Proverbios 18.21.
[4] Hebreos 9.27. BL95
[5] Génesis 2.17.
[6] Génesis 3.6.
[7] Romanos 5.12.
[8] Hebreos 11.5.
[9] 2 Reyes 2.1-11.
[10] 1 Tesalonicenses 4.13-18.
[11] 1 Corintios 15.51. Ibid
[12] 1 Tesalonicenses 4.18.
[13] Juan 5.28- 29.
[14] La Toráh
[15] 2 Samuel 24.16-17; 2 Reyes 19.35; Éxodo 12.23.
[16] Salmos 13.4.
[17] Salmos 49.18.
[18] Salmos 88.
[19] Hebreos 2.14. BAD
[20] Job 2.6; Lucas 12.5.
[21] Romanos 6.10.
[22] 1 Tesalonicenses 4.14.
[23] Romanos 6.9.
[24] Hechos 3.15. Ibid
[25] Romanos 14.9. Ibid
[26] 1 Juan 1.1. EUNSA
[27] 1 Corintios 15.26, 54; Revelación 21.4.
[28] Revelación 2.11; 20.6.
[29] Juan 5.24; 1 Juan 3.14.
[30] Romanos 8.2. Ibid
[31] Romanos 8.38.
[32] Juan 8.51. BAD
[33] Hechos 2.19-20. Ibid
[34] Mateo 24.29-30. Ibid
[35] Mateo 24.31. Ibid
[36] Hebreos 9.28.
[37] Hechos 1.11. BLS
[38] Hebreos 9.28. Ibid
[39] Revelación 1.7. CTS-IBS
[40] Mateo 24.36. BLS
[41] Mateo 24.37-39. Ibid
[42] Revelación 2.25. EUNSA
[43] Hebreos 9.28.
[44] Tito 2.13. NBLH
[45] 2 Timoteo 4.8. Ibid
[46] 2 Pedro 3.12. Ibid
[47] Juan 5.28-29. Ibid
[48] Juan 11.25-26. Ibid
[49] Hechos 26.23. Ibid
[50] Éxodo 23.19; 34.22, 26.
[51] Romanos 11.
[52] 1 Tesalonicenses 4.13-5.8.
[53] 1 Tesalonicenses 4.15-18. NBLH
[54] Génesis 5.24. La Toráh
[55] 2 Reyes 2.1, 11. RV2000
[56] Marcos 16.19; Hechos 1.9-11. RV1895
[57] 2 Corintios 12.2-4. RV60
[58] Juan 14.1-3. RVA
[59] 1 Corintios 15.51-53. RV95
[60] Juan 14.3; 1 Tesalonicenses 4.16-18.
[61] 1 Tesalonicenses 4.14.
[62] 1 Corintios 15.42-44; 1 Tesalonicenses 4.14-16.
[63] 1 Corintios 15.51-53.
[64] 1 Tesalonicenses 4.17; Juan 14.3.
[65] Juan 14.2-3.
[66] 1 Corintios 15.52.
[67] BAD
[68] Revelación 19.14. Ibid
[69] Zacarías 14.5. NC
[70] Judas 14-15. NBLH
[71] Mateo 25.31. Ibid
[72] Mateo 28.20. BAD
[73] 2 Pedro 3.9, 11. BLS
[74] Hebreos 9.27. BAD
[75] Hechos 17.30; Romanos 2.4; 2 Pedro 3.9.
[76] Romanos 2.6; Hebreos 12.23; Santiago 4.12; 1 Pedro 1.17; Revelación 20.11.
[77] Mateo 16.27; 25.31; Juan 5.22; Hechos 10.42; 2 Timoteo 4.1, 8; 1 Pedro 4.5; Revelación 22.12.
[78] Romanos 14.10.
[79] 2 Corintios 5.10.
[80] Mateo 16.27; Romanos 2.6, 11; 2 Timoteo 4.14; 1 Pedro 1.17; Revelación 2.23; 20.12; 22.12.
[81] 2 Corintios 5.10. Ibid
[82] Juan 9.41.
[83] Romanos 2.12.
[84] Romanos 2.12–16.
[85] Romanos 3.19.
[86] Romanos 2.7.
[87] Juan 5.24; Romanos 8.33.
[88] Mateo 10.32.
[89] Revelación 20.12, 15.
[90] Revelación 13.8.
[91] Juan 3.17–21; 5.24.
[92] Romanos 14.10.
[93] 1 Juan 4.17.
[94] Gálatas 5.5.
[95] 2 Timoteo 4.8.
[96] 2 Timoteo 1.16.
[97] Mateo 7.1, 21, 24–27; 25.31–46; Juan 3.21; 2 Corintios 5.10; Santiago 2.13.
[98] 1 Corintios 3.10–15.
[99] 1 Corintios 3.15. Ibid
[100] Revelación 21.1; 1 Corintios 15.
[101] 1 Corintios 15.51. Ibid
[102] Revelación 20.10, 14–15; 7.16; 21.4; Isaías 25.8; 27.1; Romanos 16.20; 1 Corintios 15.26, 54.
[103] Zacarías 14.9; 1 Corintios 15.24–28; Revelación 11.15.
[104] Efesios 1.10.
[105] 1 Corintios 15.28.
[106] Romanos 8.19–23.
[107] Hebreos 12.26; 2 Pedro 3.10.
[108] Revelación 21.1; Isaías 65.17; 66.22; Mateo 19.28.
[109] 2 Pedro 3.13. Ibid
[110] Romanos 8.29; 1 Corintios 15.49; Filipenses 3.21; 1 Juan 3.2.
[111] Juan 14.3; 2 Corintios 5.8; Filipenses 1.23; Colosenses 3.4; 1 Tesalonicenses 4.17.
[112] Romanos 8.18, 30; 2 Corintios 3.18; 4.17; Colosenses 3.4; Hebreos 2.10; 1 Pedro 5.1.
[113] 1 Timoteo 2.12; Revelación 2.26; 3.21; 4.10; 20.4, 6.
[114] Revelación 21.3, 7.
[115] Revelación 7.15; 22.3.
[116] Mateo 5.8; Revelación 22.4.
[117] 1 Corintios 13.12.
[118] 1 Corintios 13.13.
[119] Romanos 14.17.
[120] Mateo 8.11; Marcos 14.25; Lucas 14.15–24; 22.30.
[121] Mateo 25.10; Revelación 19.9.
[122] Lucas 23.43; Revelación 2.7; 22.1.
[123] Hebreos 12.22; Revelación 21.
[124] 1 Corintios 2.9. BLS