Capítulo 17
Algunos comentaristas han llamado al “Padre nuestro”[1]
la “oración del Señor”, pero esto no tiene sentido debido a que hay en ese
hermoso modelo de la oración hay peticiones que no van de acuerdo a la vida de
Jesús, más sí a la de sus discípulos de aquel momento, aunque hay algunas cosas
que no van de acuerdo a los discípulos de nuestro siglo.
En este capítulo tenemos la verdadera oración del Señor. Habíamos estado viendo el último discurso del Señor a sus discípulos en donde Él dirtige palabras de consuelo y de ánimo para los que iba a continuar con la Obra de la Iglesia, y es rematada con esta hermosa oración.
1. 17.1-3 La oración de Jesús es totalmente espontánea, tal y como habla un hijo a su padre. Habla de la hora, esta es precisamente la hora por la cual había venido a este mundo. Contrario a los seres humanos que debemos experimentar y aprender muchas cosas para comprender en qué podemos desarrollarnos, Jesus sabía desde pequeño a qué había venido a este mundo. Su misión era cumplir las profecías escritas acerca de Él en el Antiguo Testamento, que relataban como aplastaría la cabeza de la serpiente antigüa, esto es Satanás, y así darle libertad al hombre.
En esta oración Jesús pide varias cosas: El esplendor de Dios; pide por sus discípulos, para que seamos guardados; por nuestra unidad; para que tengamos Su gozo; para que seamos santificados; y para que veamos Su gloria.
Jesús pide al Padre Su esplendor, Su gloria. Recordemos que en pocas horas Jesús recibiría la peor humillación que podía tener un hombre en ese tiempo muriendo en la cruz, pero al morir en esa cruz de humillación, sería glorificado[2], y con ello iba a glorificar al Padre, cumpliendo Su Voluntad.
La única fuente de Vida Eterna es Cristo Jesús, Él fue quien recibió toda la autoridad para ello. Decir que María o algún otro tienen poder para llevarnos al Padre es una blasfemia. Pero, ¿qué es la Vida Eterna? Escuchaba a Dante Gebel y a Carlos “Cash” Luna hablar de la importancia que tiene para ellos el ser millonarios, y según su falsa doctrina ese es el propósito de Dios para con todos sus hijos. Pero Jesús habla enfáticamente de que la Vida Eterna, lo más importante en Su misión, consiste en que los hombres conozcamos a Dios, el único Dios verdadero, y a Jesús el Ungido, Su enviado. No es de dinero que está hablando, sino de un conocimiento continuo de Dios, un conocimiento que va avanzando de acuerdo a nuestro sometimiento a Él por medio de Su Palabra.
En este pasaje Jesús se identifica abiertamente como el Ungido, el Mesías, el Cristo. Él es el verdadero Dios, por cuanto está unido al Padre, ellos son Uno. Rechazar esta verdad es rechazar la Biblia una y otra vez[3]. Jesús es Dios porque revela a Dios en Su vida, y así lo cuandoentendían los judíos[4].
Cuando los judíos rechazan a Jesús, están rechazando de plano al Padre, a quien reveló Cristo Jesús[5], así hoy, los que rechazan a Jesús, los russellistas, están rechazando al Padre también.
2. 17.4-8 ¿Cómo honra un hijo a su padre? Lo hace actuando de acuerdo a sus enseñanzas. Jesús glorificó a Su Padre mostrando los atributos de Dios en Él y se acercaba la hora en que la mayor gloria para Dios se iba a manifestar, cuando Él muriera en la cruz, fuera sepultado, resucitara y ascendiera de nuevo al Padre. La gloria de Dios era manifestada porque Jesús había completado su misión en la tierra. Veía la otra noche un documental sobre la carrera espacial y cómo los astronautas, al terminar sus diferentes misiones, eran recibidos como héroes. De la misma manera, cuando Jesús termina su misión en la tierra, es recibido en el Cielo como el héroe que es. Había hecho lo que se le había mandado, sin fallar en nada, teniendo en mente siempre que el objetivo era glorificar al Padre. Su misión era acabar con la pared que nos estorbaba para alcanzar al Padre: El pecado. Antes de Él, al hombre solo le esperaba la condenación, pero después de Él, le espera la Vida Eterna.
Jesús sabía desde un principio cuál era su deber en la tierra[6], y así se mantuvo el resto de su vida, como lo podemos ver durante su ministerio[7], y Él así lo manifestó en diferentes oportunidades[8].
De nuevo los russellistas encuentran un problema aquí. Jesús le dice al Padre que le devuelva la gloria que tuvo desde antes que el mundo fuera[9]. Pero realmente la versión del Nuevo Mundo[10] no debería incluir el Evangelio según Juan, ya que una vez tras otra nos habla de la preexistencia de Jesús[11].
Jesús reveló el nombre de Dios. ¿Qué quiere decir esto? Recordemos que los judíos no pronuciaban el nombre de Dios, porque de hecho lo desconocen. Hasta el día de hoy, ellos no escriben ni siquiera la palabra “Dios”, sino que escriben “Di-s”[12] o bien usan el tetragrámaton[13] para referirse a Él. El tetrámaton con el que se refieren a Dios es YHVH, que significa “Yo soy el que soy”, y que en las diferentes versiones de la Biblia se le ha puesto vocales que han llegado a conformar las palabras Yahvéh[14] y Jehová[15], aunque bien podría ser YaHaWaH, YeHeWeH, YiHiWiH, y podríamos seguir haciendo todas combinaciones que queramos. Pero la verdad es que Jesús no se estaba refiriendo a esto, sino más bien a que por medio de Él, los atributos y la Voluntad de Dios es manifestada por medio de Él. De nada sirve saber el nombre de alguien si no se le conoce. Jesús vino a manifestar a Dios, así que conocer el nombre de Dios significa conocer a Jesús, y conocer a Jesús significa hacer la Voluntad del Padre que está manifestada en la Biblia, la Palabra de Dios.
Ahora bien, todos los hombres tienen la oportunidad de conocer a Dios, pero no todos lo desean, aunque digan que sí; y todos los hombres somos de Dios, pero solo los que deseamos cumplir la Voluntad de Dios hemos sido dados a Cristo, sin que esto quiera decir que hay una predestinación.
Los discípulos íntimos de Jesús, los doce, a pesar de haber estado con Jesús, no habían podido entender que las Palabras de Él eran las enseñanzas del Padre, hasta ya casi el final del ministerio del Señor, y cuidado sino más bien hasta después de su ascensión, cuando realmente reconocen que Jesús es Dios.
3. 17.9-10 Jesús pide especialmente por aquellos que le habían recibido, porque lo que venía podía afectarles su fe; no lo hacía por todas las personas del mundo en este momento, porque no todos quisieron recibir Su Palabra, pero estos ya eran de Él porque deseaban obedecer.
Jesús de nuevo, para dolor de los rusellistas, da a conocer Su Deidad, porque ¿cuál hombre podría decirle a Dios “las cosas tuyas mías son”. Sabemos que todo lo que tenemos es de Dios, pero nosotros somos limitados e imperfectos como para poder decir que todas las cosas de Dios, su Eternidad, Poder, Bondad, etc., es nuestro. Estas palabras de Jesús prueban la incondicional asociación entre Él y el Padre.
Jesús recibió la gloria por medio de sus discípulos, y lo hace en el presente también, porque le reconocemos como nuestro Señor y confesamos que es el Mesías, el hijo de Dios que necesitábamos para obtener nuestra salvación, y cuando anunciamos Su nombre a todos los hombres.
4. 17.11-13 Ya en este momento, Jesús no siente estar en el mundo; sus palabras proféticas lo trasladan al Cielo porque deja de estar sujeto al tiempo humano y vive en la dimensión divina. Esto es algo que va a ocurrir con toda precisión.
Jesús iba al Padre, a su Hogar, mas los discípulos quedaban en este mundo, expuestos a la maldad y el odio.
La unidad del cuerpo de Cristo, la Iglesia, es un punto medular en la enseñanza de Cristo. Los estudiosos han denominado la doctrina de unidad de la Deidad como la “doctrina de la Trinidad”, es decir, la enseñanza de que Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, son uno en comunión y propósito y es con ella que los cristianos debemos vivir en la Iglesia, viviendo en la verdad bíblica y en la comunión con Dios, esto es, en santidad.
Mientras Jesús desarrolló su ministerio terrenal, guardó a los suyos con su manera de actuar, con su vida santa, sus reprensiones, enseñanzas, advertencias y milagros. Ninguno se perdió, o fue destruido, sino el que buscó la destrucción. No debemos confundir este texto para apoyar la doctrina de la predestinación, que en realidad tiene su base en la mitología pagana, ya que vemos entre los etruscos que tenían a Nortia la diosa del destino y la suerte y que su atributo era un clavo colocado en una pared de su templo durante un rito de fertilidad del año nuevo etrusco. Por su parte, en la mitología griega las Moiras eran personificaciones del destino. Sus equivalentes en la mitología romana eran las Parcas o Fata, y en la nórdica las Nornas. Mientras tanto, en la doctrina judía y en el Nuevo Testamento, lo que hallamos es la doctrina del libre albedrío, es decir el poder que tiene el ser humano de elegir. Así que si alguien lleva una vida de perdición, la consecuencia que va a recibir es la perdición.
Judas no era un niño malvado, como dicen las falsas enseñanzas del catolicismo. Cuando fue llamado por Jesús era igual que Pedro o Juan, hombres imperfectos que necesitaban un Salvador y que tenían un potencial para convertirse en los enviados por el Señor a anunciar las Buenas Nuevas. Los que creen que Judas estaba poseído por Satanás desde el principio se olvidan que él fue enviado a echar fuera demonios[16], lo cual haría esto una contradicción.
Jesús se refiere al escrito de Salmos 41.9, que en el momento de ser escrito, es probable que David estuviera pensando en Ahitofel, que le traicionó cuando la rebelión de Absalón[17] y que Judas vendría a repetir. Dios conocía lo que iba a hacer Judas, porque Él lo conoce todo, pero no lo obligó a hacerlo. Judas pecó porque se dejó guiar por su propia concupiscencia[18].
Jesús quería que los suyos pudiésemos disfrutar de su gozo, uno lleno de amor, pureza y unidad con el Padre.
5. 17.14-16 Aquí encontramos la razón del por qué Jesús pide al Padre que guarde sus discípulos, ya que de por sí el mundo es peligroso, para el cristiano lo es más, ya que con la decisión de obedecer a Dios está cometiendo traición al mundo, que es enemigo directo de Dios desde el momento de la caída.
Jesús es realista en su oración. Él terminaba su ministerio, pero ellos apenas comenzarían en pocos días, por lo que necesitaban más ayuda. No podía pedir que se les quitara del mundo, y ahí erran los amish, que se alejan del resto de la sociedad, ya que para poder lograr salvar a los perdidos hay que arriesgarse. Además, recordemos que el ser sacados del mundo significaba que Dios les quitara la vida, y hace lo hace ver Pablo quien consideraba que es mejor estar muerto que estar en el mundo[19], pero eso significaría que el mundo quedaría sin oportunidad de arrepentirse, ya que sin Cristo en el mundo, los cristianos somos la única bendición para el mundo[20].
Ser guardado del maligno significa ser protegidos, tal y como el pastor protegía a sus ovejas, exponiendo, si era era necesario, su propia vida. La verdad es que las tentaciones y los temores son muchos, por lo que para mantenerse en santidad es necesario el cuidado del Padre[21]. Y aunque es cierto y necesario que Dios nos guarde, también lo es que nosotros mismos pongamos de nuestra parte para no caer en la tentación[22].
Cuando Jesús dice “no son del mundo”, lo que está indicando es que sus discípulos ya no participamos más de lo que agrada al mundo: Darle satisfacción sin medida a la carne, regocijarse con todo lo que satisfaga sin importar si es legítimo o no, y el aplauso mundano que nos lleva al orgullo, de tal manera que olvidamos a Dios y nos glorificamos a nosotros mismos. Es por esto que los cristianos debemos buscar vivir no como el resto de la gente, sino siendo diferentes, que nuestro vivir sea ejemplo en todo, desde lo íntimo a lo público, desde nuestra individualidad hasta nuestra familia, desde nuestro tiempo libre hasta nuestro trabajo, que todos puedan ver un ejemplo en todo lo que hagamos y digamos, que los demás nos busquen para pedir nuestro consejo.
Triste es decir que son muchos los que se hacen llamar “cristianos”, pero que no reflejan a Cristo en su vida, porque imitan tanto al mundo que no se diferencian en nada. Usted los podrá ver porque actúan, visten, cantan y hablan como los del mundo. Para poder provocar a un cambio, es necesario que los demás vean algo a lo que es necesario cambiar, pero si actuamos como los del mundo, ¿a qué querrán cambiar los del mundo?
6. 17.17 La palabra “santidad” tiene varios significados, entre ellos, ser apartados para una obra específica, como el caso de Cristo, que fue santificado para ser el autor de nuestra salvación o los Enviados que fueron santificados para cumplir la Gran Comisión. Pero también significa vivir separados del mal, no separados de la sociedad, porque si fuese así, ¿cuál sería el peligro?
La confusión sobre la santidad es mucha. Hay quienes creen que es metiéndose en un convento, dedicado nada más que la contemplación y al sacrificio personal, que se llega a ser santo; otros consideran que viviendo en comunas agrícolas alejados de las ciudades, sin radio, televisión o equipos modernos, es que se obtiene la santidad; mientras hay quienes consideran que exponiéndose a las tentaciones y al pecado de manera directa, se puede alcanzar la pureza espiritual. Pero todos ellos olvidan las Palabras de Jesús, que es enfático en decir en su oración: “Santifícalos en la verdad; tu Palabra es la verdad”. Somos santificados a través de la Palabra de Dios. No en mandamientos humanos, ni teorías u opiniones que nos alejamos del mundo y sus pasiones[23], sino por el estudio y la obediencia de la Palabra.
7. 17.18-19 Tómese en cuenta que Jesús no hace las cosas de manera antojadiza, Él fue enviado al mundo por el Padre con una comisión específica y la cumplió. ¿Comprendemos nosotros nuestra comisión?
Aquí no podemos confundirnos. Jesús es Santo porque Él es Dios, entonces, ¿cómo es santificado en sus discípulos? Aquí se está usando la acepción de apartar para un servicio, es decir, Jesús se apartó, se dedicó para la salvación de sus discípulos, tanto los del siglo I como el de este[24]. De esta santificación de Jesús se desprende la santificación de los Enviados, a quienes se les daría la comisión de anunciar las Buenas Nuevas al mundo.
8. 17.20-21 Para Jesús la unidad era algo indispensable, no era optativo. Él habla de un solo Dios[25], una Iglesia[26], y aquí se refiere a que todos los discípulos puedan ser uno, tanto entre ellos como con Dios. Esta unidad tiene que ver con lo que creen[27], y también con lo que hacen[28], por lo que rechazamos de plano las ideas ecuménicas porque su ideal no es volver a la fe auténtica, sino más bien en unirse a pesar de las diferencias doctrinales. Tampoco podemos estar de acuerdo con la idea de congregarse con cualquiera, simplemente por el hecho de cumplir el mandato de congregarse[29], porque para que exista una verdadera congregación, debe haber comunión, y ¿cómo puede un cristiano auténtico tener comunión con “cristianos” idólatras, mentirosos, engañadores, sinvergüenzas, etc.?
Los cristianos auténticos son uno no solo entre ellos, sino con Dios, es decir, tienen el mismo propósito. De esta manera muestran al mundo que Jesús es el Cristo, el Enviado por Dios. Esta unidad consiste en no solo creer, sino en vivir la Palabra.
Esta oración de Jesús no es por la unidad de las denominaciones, porque todo su fundamento es humano, carnal, tanto es así que hay congregaciones diferentes que se reúnen en un mismo local a diferente hora y se jactan de ser uno, o congregaciones que sus edificios están uno al lado del otro y hablan de llevarse muy bien a pesar de las diferencias, pero ¿cómo puede haber unidad si hay diferencias doctrinales? La historia eclesiástica nos habla de muchas divisiones que se debieron no en la búsqueda de la verdad doctrinal, sino en intereses políticos, financieros o personales de los diferentes líderes. En la fotografía que adjuntamos en el encabezado, puede verse al ya difunto Papa Juan Pablo II junto al Dalai Lama y al Patriarca Bartolomé I de Constantinopla, junto con otros sacerdotes ortodoxos y monjes budistas, y en el extremo derecho a un pastor evangélico compartiendo en una reunión ecuménica. ¿Cómo puede ponerse las enseñanzas de Cristo y Buda al mismo nivel? No digo que todas las enseñanzas de Buda sean erradas, pero cuando hablamos de la salvación, los cristianos creemos en el sacrificio de Jesús como único medio para que el hombre pecador pudiera presentarse delante del Padre, mientras que los budistas creen que son las obras humanas las que le llevarán, no a la presencia de Dios, sino a un plano superior de iluminación. Podemos ser amigos de los budistas, evangélicos, católicos, etc., pero no podemos compartir con ellos en la adoración porque no tenemos comunión, porque ellos no creen ni practican lo que la Biblia dice.
No podemos pensar que la unidad se basa en la amistad, o como enseñan algunos, en los puntos en común. Es cierto, los católicos, bautistas, pentecostales, metodistas y cristianos creemos en Jesús y lo proclamamos como Señor y Salvador, pero los católicos creen en la co-redención por medio de María, los bautistas creen que si un alguien fue predestinado, aunque nunca sea cristiano, al final se salvará; los pentecostales creen que los dones extáticos son necesarios para la salvación y los metodistas creen que todo lo que dijo Juan Wesley es irrefutable. Los cristianos no podemos estar de acuerdo en estas cosas, aunque tengamos un punto en común y por lo tanto no puede haber unidad con ellos.
Pero la oración sacerdotal de Jesús habla más bien de la unidad entre los miembros de la Iglesia. Y ahí es donde fallan muchos. Es triste saber que cuando un miembro se aparta, otros digan o piensen que no importa, ya que al fin y al cabo vendrá otro a ocupar su lugar. O bien, cuando un predicador le dice a otro que le seguirá considerando hermano, pero que no pueden seguir juntos porque él no va a dejar el pecado en que vive. O cuando los ancianos de una congregación “santifican” un mal proceder de un miembro “clave”, brindándole su apoyo. En todo esto no hay respeto por la unidad de la que Cristo habló.
9. 17.22-24 Jesús es glorificado en la unidad de la Iglesia, por lo que podemos decir que las divisiones denominacionales no son más que un invento satánico; y no me malentienda, no estoy diciendo que debemos seguir los principios del ecumenismo y unirnos a pesar de las diferencias, sino que debemos unirnos bajo la verdad de la Palabra de Dios.
La unidad de la Iglesia hace que el mundo pueda conocer a Jesús como el Mesías, porque esta unidad le hace partícipe de la naturaleza divina[30] y le convierte en el fiel reflejo de Dios; es con ella que la Iglesia puede dar a conocer al Señor a los perdidos[31]. Por el contrario, la división, el denominacionalismo, lo único que aporta en odio, rencor, orgullo.
10. 17.25-26 El mundo habla constantemente de Dios, y en países que han mostrado de plano ser enemigos de Dios por cuanto han prohibido que se le nombre en lugares públicos, en escuelas, etc., sigue diciendo en sus billetes: “En Dios confiamos”, pero no puede haber confianza en alguien que no conocen. El Padre no es conocido por el mundo porque rechazan directamente la Voluntad de Dios y consideran que lo pecaminoso es justo, hablan de los derechos inalienables del pecador y el que no esté de acuerdo es visto como un retrógrada; pero el Padre justo dará a cada cual su paga.
Por otro lado, los que reconocemos que Jesús es el Hijo de Dios y que es Su enviado, conocemos el nombre de Dios, porque estamos dispuestos a obedecer Su Palabra y obedecemos el mandato de Jesús de anunciar el Evangelio del Reino a todos cuantos podamos.
[1] Mateo 6.9-13.
[2] Gálatas 6.14.
[3] Juan 1.1, 18; 8.58; 14.9; Romanos 9.5; Colosenses 2.9; Tito 2.13; 2 Pedro 1.1; 1 Juan 5.20.
[4] Juan 10.33.
[5] Juan 10.30; 12.45; 14.9
[6] Lucas 2.49.
[7] Juan 4.34.
[8] Juan 6.38; 8.29; 9.4.
[9] Filipenses 2.6-11.
[10] La Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras es una edición de la Biblia publicada por la Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc. y la International Bible Students Association of Brooklyn, New York, dos entidades que pertenecen a los Testigos de Jehová. Existen versiones completas en una cincuentena de idiomas, además de otras que comprenden solo el texto griego del Nuevo Testamento y una edición interlinear del griego al inglés. Wikipedia.
[11] Juan 1:1, 18; 8:38, 58; 16:28; 17:24.
[12] La Toráh en español.
[13] Palabra compuesta de cuatro letras.
[14] La palabra está formada por las consonantes YHVH o YHWH, con las vocales incorporadas en el texto masorético de una palabra distinta, Adonay, “Señor mío”. Cuáles fueran las vocales originales, es una cuestión de especulación, porque debido a una interpretación de textos tales como Éxodo 20.7 y Levítico 24.11, el nombre llegó a ser considerado demasiado sagrado como para que fuera posible expresarlo. Los escribas, al encontrárselo escrito, lo pronunciaron como Adonay y vocalizaron las consonantes YHVH con las vocales correspondientes a dicha palabra Adonay. Los traductores del hebreo, ignorando lo que habían hecho los escribas, leyeron la palabra y la transcribieron tal y como aparecía escrita, y tomaron los signos de las vocales como elementos intrínsecos del nombre de Dios en lugar de lo que era un mero recordatorio para que no se pronunciara. El resultado de este malentendido ha sido el término Jehová o Yahvé. Las pruebas que nos han llegado de los griegos de la Iglesia demuestran que las formas Yavé y Yaó son tradicionales, así como las formas abreviadas del hebreo de las palabras Yah y Yahú, o Jahú, en nombres propios. Indica que en origen el nombre se pronunciaba Yawé o Yahvé. En su sentido etimológico, es la tercera persona del singular, imperfecto, del verbo havá, o hayá, que significa “ser”. Los antiguos intérpretes explican el verbo de forma abstracta y metafísica: el “Yo soy el que soy” o el “Yo soy el que es”, es decir, lo que existe de una forma absoluta.
[15] La hipótesis más conocida sobre el origen de la palabra Jehová, indica que estaría al calcar erróneamente la grafía alemana en que la j representa el mismo fonema, la consonante aproximadamente palatal, [j] que la i española, lo mismo que ocurre con el nombre Jesús, en hebreo Yeshua' o Yehosh'ua, Jeremías, en hebreo Yirmeyahu y otros, que usamos frecuentemente sin problemas a pesar del cambio de Y a J. La elección de una forma escrita u otra se debe por lo general a motivos históricos. En español, las ediciones católicas del texto bíblico que no usan sustitutivos como “Señor” o “Dios”, optan por Yahveh. En cambio las ediciones “protestantes” que muestran el tetragrámaton emplean Jehová.
[16] Mateo 12.26.
[17] 2 Samuel 17.15.
[18] Santiago 1.14.
[19] Filipenses 1.23.
[20] Mateo 5.13-16.
[21] 1 Tesalonicenses 5.23.
[22] Lucas 12.15; 2 Timoteo 4.14-15; 2 Pedro 3.17.
[23] 1 Tesalonicenses 5.23
[24] Hebreos 9.14.
[25] Juan 10.30.
[26] Mateo 16.18.
[27] Efesios 4.3-6.
[28] Hechos 4.32.
[29] Hebreos 10.25.
[30] 2 Pedro 1.3-4.
[31] Efesios 3.10, 21.
En este capítulo tenemos la verdadera oración del Señor. Habíamos estado viendo el último discurso del Señor a sus discípulos en donde Él dirtige palabras de consuelo y de ánimo para los que iba a continuar con la Obra de la Iglesia, y es rematada con esta hermosa oración.
1. 17.1-3 La oración de Jesús es totalmente espontánea, tal y como habla un hijo a su padre. Habla de la hora, esta es precisamente la hora por la cual había venido a este mundo. Contrario a los seres humanos que debemos experimentar y aprender muchas cosas para comprender en qué podemos desarrollarnos, Jesus sabía desde pequeño a qué había venido a este mundo. Su misión era cumplir las profecías escritas acerca de Él en el Antiguo Testamento, que relataban como aplastaría la cabeza de la serpiente antigüa, esto es Satanás, y así darle libertad al hombre.
En esta oración Jesús pide varias cosas: El esplendor de Dios; pide por sus discípulos, para que seamos guardados; por nuestra unidad; para que tengamos Su gozo; para que seamos santificados; y para que veamos Su gloria.
Jesús pide al Padre Su esplendor, Su gloria. Recordemos que en pocas horas Jesús recibiría la peor humillación que podía tener un hombre en ese tiempo muriendo en la cruz, pero al morir en esa cruz de humillación, sería glorificado[2], y con ello iba a glorificar al Padre, cumpliendo Su Voluntad.
La única fuente de Vida Eterna es Cristo Jesús, Él fue quien recibió toda la autoridad para ello. Decir que María o algún otro tienen poder para llevarnos al Padre es una blasfemia. Pero, ¿qué es la Vida Eterna? Escuchaba a Dante Gebel y a Carlos “Cash” Luna hablar de la importancia que tiene para ellos el ser millonarios, y según su falsa doctrina ese es el propósito de Dios para con todos sus hijos. Pero Jesús habla enfáticamente de que la Vida Eterna, lo más importante en Su misión, consiste en que los hombres conozcamos a Dios, el único Dios verdadero, y a Jesús el Ungido, Su enviado. No es de dinero que está hablando, sino de un conocimiento continuo de Dios, un conocimiento que va avanzando de acuerdo a nuestro sometimiento a Él por medio de Su Palabra.
En este pasaje Jesús se identifica abiertamente como el Ungido, el Mesías, el Cristo. Él es el verdadero Dios, por cuanto está unido al Padre, ellos son Uno. Rechazar esta verdad es rechazar la Biblia una y otra vez[3]. Jesús es Dios porque revela a Dios en Su vida, y así lo cuandoentendían los judíos[4].
Cuando los judíos rechazan a Jesús, están rechazando de plano al Padre, a quien reveló Cristo Jesús[5], así hoy, los que rechazan a Jesús, los russellistas, están rechazando al Padre también.
2. 17.4-8 ¿Cómo honra un hijo a su padre? Lo hace actuando de acuerdo a sus enseñanzas. Jesús glorificó a Su Padre mostrando los atributos de Dios en Él y se acercaba la hora en que la mayor gloria para Dios se iba a manifestar, cuando Él muriera en la cruz, fuera sepultado, resucitara y ascendiera de nuevo al Padre. La gloria de Dios era manifestada porque Jesús había completado su misión en la tierra. Veía la otra noche un documental sobre la carrera espacial y cómo los astronautas, al terminar sus diferentes misiones, eran recibidos como héroes. De la misma manera, cuando Jesús termina su misión en la tierra, es recibido en el Cielo como el héroe que es. Había hecho lo que se le había mandado, sin fallar en nada, teniendo en mente siempre que el objetivo era glorificar al Padre. Su misión era acabar con la pared que nos estorbaba para alcanzar al Padre: El pecado. Antes de Él, al hombre solo le esperaba la condenación, pero después de Él, le espera la Vida Eterna.
Jesús sabía desde un principio cuál era su deber en la tierra[6], y así se mantuvo el resto de su vida, como lo podemos ver durante su ministerio[7], y Él así lo manifestó en diferentes oportunidades[8].
De nuevo los russellistas encuentran un problema aquí. Jesús le dice al Padre que le devuelva la gloria que tuvo desde antes que el mundo fuera[9]. Pero realmente la versión del Nuevo Mundo[10] no debería incluir el Evangelio según Juan, ya que una vez tras otra nos habla de la preexistencia de Jesús[11].
Jesús reveló el nombre de Dios. ¿Qué quiere decir esto? Recordemos que los judíos no pronuciaban el nombre de Dios, porque de hecho lo desconocen. Hasta el día de hoy, ellos no escriben ni siquiera la palabra “Dios”, sino que escriben “Di-s”[12] o bien usan el tetragrámaton[13] para referirse a Él. El tetrámaton con el que se refieren a Dios es YHVH, que significa “Yo soy el que soy”, y que en las diferentes versiones de la Biblia se le ha puesto vocales que han llegado a conformar las palabras Yahvéh[14] y Jehová[15], aunque bien podría ser YaHaWaH, YeHeWeH, YiHiWiH, y podríamos seguir haciendo todas combinaciones que queramos. Pero la verdad es que Jesús no se estaba refiriendo a esto, sino más bien a que por medio de Él, los atributos y la Voluntad de Dios es manifestada por medio de Él. De nada sirve saber el nombre de alguien si no se le conoce. Jesús vino a manifestar a Dios, así que conocer el nombre de Dios significa conocer a Jesús, y conocer a Jesús significa hacer la Voluntad del Padre que está manifestada en la Biblia, la Palabra de Dios.
Ahora bien, todos los hombres tienen la oportunidad de conocer a Dios, pero no todos lo desean, aunque digan que sí; y todos los hombres somos de Dios, pero solo los que deseamos cumplir la Voluntad de Dios hemos sido dados a Cristo, sin que esto quiera decir que hay una predestinación.
Los discípulos íntimos de Jesús, los doce, a pesar de haber estado con Jesús, no habían podido entender que las Palabras de Él eran las enseñanzas del Padre, hasta ya casi el final del ministerio del Señor, y cuidado sino más bien hasta después de su ascensión, cuando realmente reconocen que Jesús es Dios.
3. 17.9-10 Jesús pide especialmente por aquellos que le habían recibido, porque lo que venía podía afectarles su fe; no lo hacía por todas las personas del mundo en este momento, porque no todos quisieron recibir Su Palabra, pero estos ya eran de Él porque deseaban obedecer.
Jesús de nuevo, para dolor de los rusellistas, da a conocer Su Deidad, porque ¿cuál hombre podría decirle a Dios “las cosas tuyas mías son”. Sabemos que todo lo que tenemos es de Dios, pero nosotros somos limitados e imperfectos como para poder decir que todas las cosas de Dios, su Eternidad, Poder, Bondad, etc., es nuestro. Estas palabras de Jesús prueban la incondicional asociación entre Él y el Padre.
Jesús recibió la gloria por medio de sus discípulos, y lo hace en el presente también, porque le reconocemos como nuestro Señor y confesamos que es el Mesías, el hijo de Dios que necesitábamos para obtener nuestra salvación, y cuando anunciamos Su nombre a todos los hombres.
4. 17.11-13 Ya en este momento, Jesús no siente estar en el mundo; sus palabras proféticas lo trasladan al Cielo porque deja de estar sujeto al tiempo humano y vive en la dimensión divina. Esto es algo que va a ocurrir con toda precisión.
Jesús iba al Padre, a su Hogar, mas los discípulos quedaban en este mundo, expuestos a la maldad y el odio.
La unidad del cuerpo de Cristo, la Iglesia, es un punto medular en la enseñanza de Cristo. Los estudiosos han denominado la doctrina de unidad de la Deidad como la “doctrina de la Trinidad”, es decir, la enseñanza de que Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, son uno en comunión y propósito y es con ella que los cristianos debemos vivir en la Iglesia, viviendo en la verdad bíblica y en la comunión con Dios, esto es, en santidad.
Mientras Jesús desarrolló su ministerio terrenal, guardó a los suyos con su manera de actuar, con su vida santa, sus reprensiones, enseñanzas, advertencias y milagros. Ninguno se perdió, o fue destruido, sino el que buscó la destrucción. No debemos confundir este texto para apoyar la doctrina de la predestinación, que en realidad tiene su base en la mitología pagana, ya que vemos entre los etruscos que tenían a Nortia la diosa del destino y la suerte y que su atributo era un clavo colocado en una pared de su templo durante un rito de fertilidad del año nuevo etrusco. Por su parte, en la mitología griega las Moiras eran personificaciones del destino. Sus equivalentes en la mitología romana eran las Parcas o Fata, y en la nórdica las Nornas. Mientras tanto, en la doctrina judía y en el Nuevo Testamento, lo que hallamos es la doctrina del libre albedrío, es decir el poder que tiene el ser humano de elegir. Así que si alguien lleva una vida de perdición, la consecuencia que va a recibir es la perdición.
Judas no era un niño malvado, como dicen las falsas enseñanzas del catolicismo. Cuando fue llamado por Jesús era igual que Pedro o Juan, hombres imperfectos que necesitaban un Salvador y que tenían un potencial para convertirse en los enviados por el Señor a anunciar las Buenas Nuevas. Los que creen que Judas estaba poseído por Satanás desde el principio se olvidan que él fue enviado a echar fuera demonios[16], lo cual haría esto una contradicción.
Jesús se refiere al escrito de Salmos 41.9, que en el momento de ser escrito, es probable que David estuviera pensando en Ahitofel, que le traicionó cuando la rebelión de Absalón[17] y que Judas vendría a repetir. Dios conocía lo que iba a hacer Judas, porque Él lo conoce todo, pero no lo obligó a hacerlo. Judas pecó porque se dejó guiar por su propia concupiscencia[18].
Jesús quería que los suyos pudiésemos disfrutar de su gozo, uno lleno de amor, pureza y unidad con el Padre.
5. 17.14-16 Aquí encontramos la razón del por qué Jesús pide al Padre que guarde sus discípulos, ya que de por sí el mundo es peligroso, para el cristiano lo es más, ya que con la decisión de obedecer a Dios está cometiendo traición al mundo, que es enemigo directo de Dios desde el momento de la caída.
Jesús es realista en su oración. Él terminaba su ministerio, pero ellos apenas comenzarían en pocos días, por lo que necesitaban más ayuda. No podía pedir que se les quitara del mundo, y ahí erran los amish, que se alejan del resto de la sociedad, ya que para poder lograr salvar a los perdidos hay que arriesgarse. Además, recordemos que el ser sacados del mundo significaba que Dios les quitara la vida, y hace lo hace ver Pablo quien consideraba que es mejor estar muerto que estar en el mundo[19], pero eso significaría que el mundo quedaría sin oportunidad de arrepentirse, ya que sin Cristo en el mundo, los cristianos somos la única bendición para el mundo[20].
Ser guardado del maligno significa ser protegidos, tal y como el pastor protegía a sus ovejas, exponiendo, si era era necesario, su propia vida. La verdad es que las tentaciones y los temores son muchos, por lo que para mantenerse en santidad es necesario el cuidado del Padre[21]. Y aunque es cierto y necesario que Dios nos guarde, también lo es que nosotros mismos pongamos de nuestra parte para no caer en la tentación[22].
Cuando Jesús dice “no son del mundo”, lo que está indicando es que sus discípulos ya no participamos más de lo que agrada al mundo: Darle satisfacción sin medida a la carne, regocijarse con todo lo que satisfaga sin importar si es legítimo o no, y el aplauso mundano que nos lleva al orgullo, de tal manera que olvidamos a Dios y nos glorificamos a nosotros mismos. Es por esto que los cristianos debemos buscar vivir no como el resto de la gente, sino siendo diferentes, que nuestro vivir sea ejemplo en todo, desde lo íntimo a lo público, desde nuestra individualidad hasta nuestra familia, desde nuestro tiempo libre hasta nuestro trabajo, que todos puedan ver un ejemplo en todo lo que hagamos y digamos, que los demás nos busquen para pedir nuestro consejo.
Triste es decir que son muchos los que se hacen llamar “cristianos”, pero que no reflejan a Cristo en su vida, porque imitan tanto al mundo que no se diferencian en nada. Usted los podrá ver porque actúan, visten, cantan y hablan como los del mundo. Para poder provocar a un cambio, es necesario que los demás vean algo a lo que es necesario cambiar, pero si actuamos como los del mundo, ¿a qué querrán cambiar los del mundo?
6. 17.17 La palabra “santidad” tiene varios significados, entre ellos, ser apartados para una obra específica, como el caso de Cristo, que fue santificado para ser el autor de nuestra salvación o los Enviados que fueron santificados para cumplir la Gran Comisión. Pero también significa vivir separados del mal, no separados de la sociedad, porque si fuese así, ¿cuál sería el peligro?
La confusión sobre la santidad es mucha. Hay quienes creen que es metiéndose en un convento, dedicado nada más que la contemplación y al sacrificio personal, que se llega a ser santo; otros consideran que viviendo en comunas agrícolas alejados de las ciudades, sin radio, televisión o equipos modernos, es que se obtiene la santidad; mientras hay quienes consideran que exponiéndose a las tentaciones y al pecado de manera directa, se puede alcanzar la pureza espiritual. Pero todos ellos olvidan las Palabras de Jesús, que es enfático en decir en su oración: “Santifícalos en la verdad; tu Palabra es la verdad”. Somos santificados a través de la Palabra de Dios. No en mandamientos humanos, ni teorías u opiniones que nos alejamos del mundo y sus pasiones[23], sino por el estudio y la obediencia de la Palabra.
7. 17.18-19 Tómese en cuenta que Jesús no hace las cosas de manera antojadiza, Él fue enviado al mundo por el Padre con una comisión específica y la cumplió. ¿Comprendemos nosotros nuestra comisión?
Aquí no podemos confundirnos. Jesús es Santo porque Él es Dios, entonces, ¿cómo es santificado en sus discípulos? Aquí se está usando la acepción de apartar para un servicio, es decir, Jesús se apartó, se dedicó para la salvación de sus discípulos, tanto los del siglo I como el de este[24]. De esta santificación de Jesús se desprende la santificación de los Enviados, a quienes se les daría la comisión de anunciar las Buenas Nuevas al mundo.
8. 17.20-21 Para Jesús la unidad era algo indispensable, no era optativo. Él habla de un solo Dios[25], una Iglesia[26], y aquí se refiere a que todos los discípulos puedan ser uno, tanto entre ellos como con Dios. Esta unidad tiene que ver con lo que creen[27], y también con lo que hacen[28], por lo que rechazamos de plano las ideas ecuménicas porque su ideal no es volver a la fe auténtica, sino más bien en unirse a pesar de las diferencias doctrinales. Tampoco podemos estar de acuerdo con la idea de congregarse con cualquiera, simplemente por el hecho de cumplir el mandato de congregarse[29], porque para que exista una verdadera congregación, debe haber comunión, y ¿cómo puede un cristiano auténtico tener comunión con “cristianos” idólatras, mentirosos, engañadores, sinvergüenzas, etc.?
Los cristianos auténticos son uno no solo entre ellos, sino con Dios, es decir, tienen el mismo propósito. De esta manera muestran al mundo que Jesús es el Cristo, el Enviado por Dios. Esta unidad consiste en no solo creer, sino en vivir la Palabra.
Esta oración de Jesús no es por la unidad de las denominaciones, porque todo su fundamento es humano, carnal, tanto es así que hay congregaciones diferentes que se reúnen en un mismo local a diferente hora y se jactan de ser uno, o congregaciones que sus edificios están uno al lado del otro y hablan de llevarse muy bien a pesar de las diferencias, pero ¿cómo puede haber unidad si hay diferencias doctrinales? La historia eclesiástica nos habla de muchas divisiones que se debieron no en la búsqueda de la verdad doctrinal, sino en intereses políticos, financieros o personales de los diferentes líderes. En la fotografía que adjuntamos en el encabezado, puede verse al ya difunto Papa Juan Pablo II junto al Dalai Lama y al Patriarca Bartolomé I de Constantinopla, junto con otros sacerdotes ortodoxos y monjes budistas, y en el extremo derecho a un pastor evangélico compartiendo en una reunión ecuménica. ¿Cómo puede ponerse las enseñanzas de Cristo y Buda al mismo nivel? No digo que todas las enseñanzas de Buda sean erradas, pero cuando hablamos de la salvación, los cristianos creemos en el sacrificio de Jesús como único medio para que el hombre pecador pudiera presentarse delante del Padre, mientras que los budistas creen que son las obras humanas las que le llevarán, no a la presencia de Dios, sino a un plano superior de iluminación. Podemos ser amigos de los budistas, evangélicos, católicos, etc., pero no podemos compartir con ellos en la adoración porque no tenemos comunión, porque ellos no creen ni practican lo que la Biblia dice.
No podemos pensar que la unidad se basa en la amistad, o como enseñan algunos, en los puntos en común. Es cierto, los católicos, bautistas, pentecostales, metodistas y cristianos creemos en Jesús y lo proclamamos como Señor y Salvador, pero los católicos creen en la co-redención por medio de María, los bautistas creen que si un alguien fue predestinado, aunque nunca sea cristiano, al final se salvará; los pentecostales creen que los dones extáticos son necesarios para la salvación y los metodistas creen que todo lo que dijo Juan Wesley es irrefutable. Los cristianos no podemos estar de acuerdo en estas cosas, aunque tengamos un punto en común y por lo tanto no puede haber unidad con ellos.
Pero la oración sacerdotal de Jesús habla más bien de la unidad entre los miembros de la Iglesia. Y ahí es donde fallan muchos. Es triste saber que cuando un miembro se aparta, otros digan o piensen que no importa, ya que al fin y al cabo vendrá otro a ocupar su lugar. O bien, cuando un predicador le dice a otro que le seguirá considerando hermano, pero que no pueden seguir juntos porque él no va a dejar el pecado en que vive. O cuando los ancianos de una congregación “santifican” un mal proceder de un miembro “clave”, brindándole su apoyo. En todo esto no hay respeto por la unidad de la que Cristo habló.
9. 17.22-24 Jesús es glorificado en la unidad de la Iglesia, por lo que podemos decir que las divisiones denominacionales no son más que un invento satánico; y no me malentienda, no estoy diciendo que debemos seguir los principios del ecumenismo y unirnos a pesar de las diferencias, sino que debemos unirnos bajo la verdad de la Palabra de Dios.
La unidad de la Iglesia hace que el mundo pueda conocer a Jesús como el Mesías, porque esta unidad le hace partícipe de la naturaleza divina[30] y le convierte en el fiel reflejo de Dios; es con ella que la Iglesia puede dar a conocer al Señor a los perdidos[31]. Por el contrario, la división, el denominacionalismo, lo único que aporta en odio, rencor, orgullo.
10. 17.25-26 El mundo habla constantemente de Dios, y en países que han mostrado de plano ser enemigos de Dios por cuanto han prohibido que se le nombre en lugares públicos, en escuelas, etc., sigue diciendo en sus billetes: “En Dios confiamos”, pero no puede haber confianza en alguien que no conocen. El Padre no es conocido por el mundo porque rechazan directamente la Voluntad de Dios y consideran que lo pecaminoso es justo, hablan de los derechos inalienables del pecador y el que no esté de acuerdo es visto como un retrógrada; pero el Padre justo dará a cada cual su paga.
Por otro lado, los que reconocemos que Jesús es el Hijo de Dios y que es Su enviado, conocemos el nombre de Dios, porque estamos dispuestos a obedecer Su Palabra y obedecemos el mandato de Jesús de anunciar el Evangelio del Reino a todos cuantos podamos.
[1] Mateo 6.9-13.
[2] Gálatas 6.14.
[3] Juan 1.1, 18; 8.58; 14.9; Romanos 9.5; Colosenses 2.9; Tito 2.13; 2 Pedro 1.1; 1 Juan 5.20.
[4] Juan 10.33.
[5] Juan 10.30; 12.45; 14.9
[6] Lucas 2.49.
[7] Juan 4.34.
[8] Juan 6.38; 8.29; 9.4.
[9] Filipenses 2.6-11.
[10] La Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras es una edición de la Biblia publicada por la Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc. y la International Bible Students Association of Brooklyn, New York, dos entidades que pertenecen a los Testigos de Jehová. Existen versiones completas en una cincuentena de idiomas, además de otras que comprenden solo el texto griego del Nuevo Testamento y una edición interlinear del griego al inglés. Wikipedia.
[11] Juan 1:1, 18; 8:38, 58; 16:28; 17:24.
[12] La Toráh en español.
[13] Palabra compuesta de cuatro letras.
[14] La palabra está formada por las consonantes YHVH o YHWH, con las vocales incorporadas en el texto masorético de una palabra distinta, Adonay, “Señor mío”. Cuáles fueran las vocales originales, es una cuestión de especulación, porque debido a una interpretación de textos tales como Éxodo 20.7 y Levítico 24.11, el nombre llegó a ser considerado demasiado sagrado como para que fuera posible expresarlo. Los escribas, al encontrárselo escrito, lo pronunciaron como Adonay y vocalizaron las consonantes YHVH con las vocales correspondientes a dicha palabra Adonay. Los traductores del hebreo, ignorando lo que habían hecho los escribas, leyeron la palabra y la transcribieron tal y como aparecía escrita, y tomaron los signos de las vocales como elementos intrínsecos del nombre de Dios en lugar de lo que era un mero recordatorio para que no se pronunciara. El resultado de este malentendido ha sido el término Jehová o Yahvé. Las pruebas que nos han llegado de los griegos de la Iglesia demuestran que las formas Yavé y Yaó son tradicionales, así como las formas abreviadas del hebreo de las palabras Yah y Yahú, o Jahú, en nombres propios. Indica que en origen el nombre se pronunciaba Yawé o Yahvé. En su sentido etimológico, es la tercera persona del singular, imperfecto, del verbo havá, o hayá, que significa “ser”. Los antiguos intérpretes explican el verbo de forma abstracta y metafísica: el “Yo soy el que soy” o el “Yo soy el que es”, es decir, lo que existe de una forma absoluta.
[15] La hipótesis más conocida sobre el origen de la palabra Jehová, indica que estaría al calcar erróneamente la grafía alemana en que la j representa el mismo fonema, la consonante aproximadamente palatal, [j] que la i española, lo mismo que ocurre con el nombre Jesús, en hebreo Yeshua' o Yehosh'ua, Jeremías, en hebreo Yirmeyahu y otros, que usamos frecuentemente sin problemas a pesar del cambio de Y a J. La elección de una forma escrita u otra se debe por lo general a motivos históricos. En español, las ediciones católicas del texto bíblico que no usan sustitutivos como “Señor” o “Dios”, optan por Yahveh. En cambio las ediciones “protestantes” que muestran el tetragrámaton emplean Jehová.
[16] Mateo 12.26.
[17] 2 Samuel 17.15.
[18] Santiago 1.14.
[19] Filipenses 1.23.
[20] Mateo 5.13-16.
[21] 1 Tesalonicenses 5.23.
[22] Lucas 12.15; 2 Timoteo 4.14-15; 2 Pedro 3.17.
[23] 1 Tesalonicenses 5.23
[24] Hebreos 9.14.
[25] Juan 10.30.
[26] Mateo 16.18.
[27] Efesios 4.3-6.
[28] Hechos 4.32.
[29] Hebreos 10.25.
[30] 2 Pedro 1.3-4.
[31] Efesios 3.10, 21.