Capítulo 9
b. Ilustración
de Pablo y su libertad.
9.1-27 Para algunos, el siervo de Dios debe ser alguien callado, que acepta todo lo que se le imponga, pero este capítulo muestra a Pablo como un hombre no solamente que sabe defender sus derechos, sino que también está al tanto de la situación como le rodea.
La defensa de su ministerio es parte vital en esta epístola, pero no se tome a mal, Pablo era un hombre que honraba su ministerio, que trabajaba a conciencia, que no se dejaba amedrentar por los malvados, sino que estaba dispuesto a ir más allá con tal de alumbrar en la oscuridad con la luz de Cristo, y por ello muestra que está dispuesto a renunciar incluso a sus propios derechos.
Las preguntas retóricas son parte de la literatura paulina, y es con ellas que comienza su defensa, porque sabía que nadie tenía el poder para negarle lo expuesto. Pablo era un hombre libre, ciudadano romano por nacimiento[1], que tenía derecho a todas las cosas legalmente permitidas en el Imperio, aunque él prefirió no hacer uso de su libertad en todo momento, con tal de favorecer a los cristianos.
Había, como ya mencionamos anteriormente, algunas personas en Corinto que ponían en tela de juicio el ministerio de Pablo, aduciendo que él no había estado presente durante el ministerio de Jesús. Cosa curiosa es que hoy hay quienes ignoran este requisito para ser Enviados y ellos se autoproclaman como tales.
Es bien interesante que entre los mismos que habían recibido los dones del Espíritu Santo por medio de Pablo ahora pusieran en duda su ministerio, olvidando todas sus enseñanzas y milagros hechos en medio de ellos. Y la mayor prueba de su ministerio, eran ellos mismos, así que realmente eran malagradecidos.
Es a estos que se dirige aquí el Enviado de Dios. Pablo se defiende contra ellos con esta apología. Él como Enviado tenía ciertos derechos que le eran respetados a los otros, y que él no había ejercido, comenzando con lo básico. ¿No tenía derecho a comer y beber? Lógicamente que sí, todos tenemos ese derecho. Aunque también puede implicar el derecho de recibir el sustento necesario de parte de la Iglesia, ya que él dedicaba su tiempo para ella.
El derecho a compañía era también uno que podían gozar los Enviados. Hay quienes tratan de probar que los Enviados vivían solteros, lo cual no es completamente cierto, ya que los hermanos de Jesús y el mismo Pedro, como se ve en varios pasajes del Nuevo Testamento, eran casados, y no como los sacerdotes que enseñan que es necesario el siervo de Dios no sea casado.
Llama la atención que aunque a los cristianos se les manda trabajar en varios pasajes, ahora Pablo dice que si solamente él y Bernabé no tienen derecho a no trabajar. Al revisar la historia vemos que al llegar a Corinto, Pablo se dedicó a trabajar en la fabricación de tiendas y en sus ratos libres predicaba el evangelio, y luego comenzó a recibir ayuda económicamente de otras congregaciones, pero no de los corintios, a quienes nunca les pidió su ayuda.
En el caso de Bernabé, aunque tenía el derecho, prefería auto sostenerse. Pero Pablo pregunta de manera lógica: “¿Quién sirve como soldado pagando su propio salario?” Son tres ilustraciones que presenta Pablo para su argumento: Un soldado necesita que el gobierno o un patrón le suministre los gastos en que se incurre en una guerra; un agricultor que toma del fruto de su siembra para autosostenerse y un pastor que toma de la leche del rebaño. Estas eran cosas que dicta el sentido común, pero que parece que en la Iglesia se olvida con frecuencia pagando un salario ridículo a sus siervos o esperando que estos trabajen de gratis. Esto no era una idea de Pablo, ya que la Ley también contempla que quien trabaja en algo debe recibir remuneración, incluso hasta los animales deben recibir su paga[2].
Dios cuida de todos, incluso de los animales, pero Pablo hace la pregunta haciendo la comparación de la importancia entre un animal y un humano. La Ley incumbe a los hombres, no a los animales, y es a través de esto que Dios afirma que el obrero debe recibir su salario. Lo justo es que todo el que labora en algo, debe recibir salario a cambio, de lo contrario buscará otra cosa en que ocuparse. ¿Quieren las congregaciones buenos predicadores que se dediquen a tiempo completo a la Obra? Es necesario que paguen el salario. ¡No es justo que el ministro deba estar mendigando su salario! Pablo era consciente de esto, así como Bernabé, y los cristianos de Corinto no podían rebatirlo.
Así como cualquier trabajador tiene derecho a esperar su remuneración al final de la jornada, el ministro de Dios también. Pablo se refiere a “lo espiritual” para hablar de la predicación de las buenas nuevas, y las “cosas carnales” para hablar de alimentos, vestido, hospedaje y sus gastos personales.
¿Qué es más importante, la salvación o lo material? Las cosas no materiales son más importantes porque son eternas, mientras que lo material es pasajero, por lo que no debe sentirse como sacrificio colaborar en las cosas materiales con aquellos que velan por nuestro bienestar espiritual.
Parece que algunos evangelistas y maestros habían estado recibiendo ayuda económica de parte de los corintios, por lo que era lógico que habiendo sido Pablo el fundador de esta congregación, él también recibiera ayuda. Pareciera que Pablo estaba sacando su calculadora para hacer un cobro por servicios, pero no es así. Aunque Pablo tenía todo el derecho de hacerlo, les dice que para no causar un punto de conflicto, prefiere renunciar a su derecho. Pero ¡cuidado! Hay quienes piensan que esto debe ser aplicado a todos los ministros y encuentran base para no pagar el salario. ¡Pablo decidió hacerlo de esta manera, pero no quiere decir que todos los ministros tengan que hacerlo! Pablo decidió que no iba a comer carne para no afectar a los débiles, pero eso no quiere decir que los cristianos debemos ser vegetarianos. Pablo tenía sus dones para trabajar en lo propio o por lo menos trabajar de una manera más independiente, pero el día de hoy pedirle a un ministro que trabaje como lo hacía Pablo es muy complicado. ¿Cómo puede un trabajador que debe laborar domingos dedicarse al ministerio? Si dice que no va a trabajar domingos, lo despedirán, y ¿quién se hará cargo de su familia y sus necesidades?
Pablo presenta otro argumento más. Los que trabajan en el Templo, y los que se encargaban de presentar los sacrificios, tenían el derecho de tomar de ellos para su manutención. De la misma manera, como el soldado, el agricultor y el pastor tienen el derecho de ser sustentados, el ministro de Dios también. ¡Esta es una orden del Señor! Entonces, ¿por qué la Iglesia de hoy se resiste a obedecer? ¿No logran entender que al no hacerlo están en oposición a los mandamientos de Dios?
Pablo, a título personal, no quiso tomar este derecho para sí. Él prefería trabajar con sus manos y por ello dice que no está pidiendo que se haga así con él. Pablo no tenía necesidad de que la Iglesia le pagara su salario, eso no quiere decir que ningún ministro está en igualdad de condiciones. Para él era más importante que no se le pudiera acusar de interesado, de avaro, etc., algo que sí se podía decir de sus adversarios.
Pablo no pensaba que su gloria estaba en que él predicara, ya que otros muchos también lo hacían. Él no predicaba porque quería, no era un asunto de decisión. En el Instituto Bíblico me encontré con alumnos que estaban ahí por muchas razones: Algunos habían sentido el llamado de parte de Dios, otros porque no había dinero para ir a la universidad, otros porque no conseguían trabajo, incluso había uno que estaba huyendo del padre se su novia que lo quería casar y otro que había apostado con su padre, quien no había logrado terminar su preparación en el Instituto, que él si lo haría. ¡Era decepcionante! Hoy muchos de ellos están recibiendo sostenimiento de congregaciones de los Estados Unidos y se presentan como siervos de Dios. ¡Qué diferencia con Jeremías a quien le quemaba en los huesos si se quedaba callado![3]
Pablo sabía que él no había decidido ser predicador, sino que era una misión que le habían encomendado desde el cielo. Solo había dos opciones, obedecía o no. La gloria no podía venir si lo que hacía era cumplir un deber.
Pablo comprendía a cabalidad que es necesario que los cristianos presentemos las buenas nuevas a todos cuantos podamos. ¡No existe tal cosa como “Cristianos Anónimos”! Si no obedecemos al Señor estaremos perdidos.
Si hubiese sido una decisión personal el entrar en el ministerio, Pablo hubiese recibido simplemente un salario, tal y como sucede con todos los obreros en cualquier empresa, pero en su caso no fue de esta manera. Pablo tuvo que entrar en un ministerio que se le encomendó. Pablo reconocía que era un esclavo al servicio de Dios. Lo único que hacía era cumplir órdenes.
¿Qué beneficio estaba obteniendo Pablo? Que aunque tenía todo el derecho de cobrar un salario en las congregaciones donde predicaba, lo hacía de gratis, renunciando a su derecho, más bien se consumía por ellos para el beneficio de ellos mismos y el propio. No es que Pablo esperaba una recompensa mayor en el cielo por esto, sino que actuaba guiado por el amor que le impulsa a uno a hacer cosas por los seres amados aunque sepa que nunca se lo podrán recompensar.
El deseo de Pablo no era el beneficio personal, sino el bienestar de la Iglesia. La causa del amor nos lleva a hacer cosas que van contra toda lógica. Cristo, en lugar de buscar salvarse y vengarse de sus enemigos, prefirió morir en la cruz y así brindarnos la salvación. Pablo, aunque tenía todo el derecho de cobrar a los corintios, prefirió hacerlo de gratis. No siempre es conveniente hacer lo que nos conviene, sino que debemos pesar nuestras acciones en base al amor.
Pablo era un hombre libre, pero prefería actuar como esclavo de los demás, solo con el fin de ganar a los más posibles. Los que somos padres podemos entender el sentir de Pablo. ¿Cuántas veces renunciamos a algo con el fin de que nuestros hijos puedan salir beneficiados? Si Pablo hubiese pedido a los corintios que le dieran dinero, ¿no hubiese sido eso causa para que sus enemigos lo acusaran de avaro?
No era que Pablo actuara con hipocresía cuando cambiaba de actitud al estar en diferentes escenarios; él no tenía ninguna obligación, pero para no ofender a los demás, actuaba como judío cuando estaba con judíos, aunque esto no quiere decir que entrara en el juego de sus maldades, sino que estaba dispuesto a seguir ciertas tradiciones que para ellos eran muy importantes, como cuando se rapó e hizo el voto[4]. Aunque ya la Ley no era en ente rector de Pablo, para poder ganar a los judíos, él prefería guardar el sábado o no comer carne de cerdo, cuando estaba con ellos. No iba a decir a los judíos que él ya no tenía que obedecer a esos mandatos. Actuando de esta manera podía predicar en las sinagogas y así anunciar las buenas nuevas.
Cuando Pablo se encontraba con los gentiles, actuaba libremente, como si no tuviese ninguna Ley, aunque estaba bajo la Ley de Cristo. Pablo comía libremente con ellos y actuaba, sin caer en el pecado, como un gentil.
Hay quienes han caído en la falsa idea de que toda la Ley es mala y que los cristianos ya no tenemos Ley, pero eso no es cierto, lo que ocurrió es que hubo un cambio de Ley[5], ahora estamos bajo la Ley de Cristo y ya no más bajo la de Moisés. La gracia no es ausencia de Ley, sino que es la Ley de Cristo.
Si estuviésemos sin Ley, no se nos podría acusar de pecado, porque el pecado es la trasgresión de la Ley.
Al hablar de los débiles se está refiriendo a los cristianos que consideraban que era incorrecto comer carne sacrificada a los ídolos. Pablo sabía que eso no haría ningún efecto ni positivo ni negativo, pero para no afectar a los débiles, prefería no comer.
Pablo estaba dispuesto a actuar de la manera que fuera necesaria con tal de ganar a los hombres para Cristo, sin caer en pecado. Me reí tanto al llegar a una congregación rural en Honduras en donde me senté en una de las sillas de la fila izquierda y escucho a las hermanas reír detrás de mí; yo no entendía lo que pasaba hasta que un hermano se me acercó y me dijo que las sillas de la izquierda eran para las hermanas y las de la derecha para los hermanos. ¿En qué afecta mi salvación si me siento a la derecha o a la izquierda? En nada, pero para estos creyentes era algo que había que respetar.
Hay quienes critican a otros cristianos por asociarse con personas que son miembros de alguna secta, olvidando que el mismo Jesús se juntó con los publicanos y los pecadores cuando buscaba salvarles[6], no participando de sus pecados sino para mostrarles el camino a la vida eterna.
Nuestra finalidad debe ser salvar a cuantos podamos, incluso a los cristianos que han caído de la gracia, y lo que debe impulsarnos a negarnos a nuestros derechos es la causa del Evangelio, del cual somos copartícipes siendo que unos preparan la tierra, otros siembran, otros cuidan lo sembrado y otros cosechan.
El siguiente pasaje quizá sea una referencia a los Juegos Ístmicos que se celebraban cada dos años cerca de Corinto o bien a los Juegos Olímpicos que se celebraban cada cuatro años al Oeste de Corinto.
La importancia de esta ilustración es acerca del esfuerzo que hay que hacer para alcanzar la vida eterna, contrario al pensamiento de algunos que creen que no hay que hacer nada más que aceptar la salvación.
En una carrera solo uno recibe el premio, aunque son muchos los corredores y cada cual se prepara de la mejor manera. Para obtener el premio no solamente es necesario estar en el estadio, sino correr y llegar de primero. Así el cristiano debe esforzarse por ser el mejor en todo, incluso en la santidad, no por motivos de orgullo, sino porque debe tratar de hacer lo mejor para Dios, incluso cuando se refiere a su propia salvación. ¡Qué triste es oír a algunas personas decir que a Dios no le importa lo que le presentemos ya que Él es comprensivo y acepta todo lo que le demos! El mero hecho de haber sido sumergido en agua y de asistir a todos los cultos no nos hacen aceptables delante del Señor, es necesario luchar todos los días contra la maldad y contra todas las tentaciones que se nos presenten, saliendo vencedores.
Los atletas deben abstenerse de muchas cosas para poder participar en los juegos, algunos deben levantarse en horas de la madrugada para meterse a una piscina con agua fría, por lo que deben acostarse muy temprano y no pueden disfrutar como todos los demás. Así el cristiano debe saber limitarse en algunas cosas, que quizá no sean malas en sí, pero para poder obtener la victoria deben ser dejadas de lado.
Los atletas del tiempo de Pablo corrían para ganar una corona que en griego era llamada “stephanos” y consistía en unas guirnaldas hechas con hojas que se le ponían en la cabeza. No era un premio que hoy tenga mucha atracción, pero para ellos era justificable y se preparaban de la mejor manera, sacrificando muchas cosas, a pesar de lo pasajero de su triunfo.
Para el cristiano la corona que recibirá no será de hojas, ni obtendrá dinero, ni metales preciosos, sino que es una corona de justicia[7] y de vida eterna[8]. Es una corona incorruptible, de más valor que todo lo que hay en este mundo. ¿No debe ser una buena razón para que nos preparemos cada día para esta competencia?
Pablo comprendía que era parte de una competencia que no iba a durar unos cuantos segundos, sino que podía durar años tanto en la preparación como en la competencia. Él sabía en dónde está la meta y por eso se esforzaba cada día, pensando también en el bienestar de sus hermanos, renunciando a sus propios derechos.
Es importante que el atleta, así como el cristiano, sepan a qué golpean. El pugilista no golpea a lo loco, sino que sabe en donde debe impactar para poder vencer a su enemigo. ¿Es esta nuestra manera de pelear? ¿Golpeamos en los puntos débiles del contrincante o solamente lanzamos nuestros puños sin medir en dónde golpeamos?
Pablo se golpeaba a sí mismo al limitarse y no darle gusto a todo lo que quería. Él sabía que había cosas que iban a afectar a los más débiles si le veían a él haciéndolas, por lo tanto se limitaba. No debe pensarse que Pablo lastimaba su cuerpo como hacen algunos religiosos[9]. Más bien, Pablo se conducía, actuaba, como esclavo, es decir, como uno que no tiene derechos, con el fin de que los demás se sintieran a gusto.
Pablo había proclamado el mensaje de las buenas nuevas a todo el que conocía, por lo que no estaba dispuesto a poner en riesgo su trabajo por darle gusto a su propio cuerpo en cosas pasajeras.
Este último pasaje de este capítulo da un golpe mortal al pensamiento calvinista de que la persona salva siempre será salva, ya que si Pablo temía perder su salvación, si temía ser reprobado, ¿cuánto más cualquiera de nosotros no debe hacerlo?
[1] Hechos 22.28.
[2] Deuteronomio 25.4.
[3] Jeremías 20.9
[4] Hechos 18.18.
[5] Hebreos 7.12.
[6] Lucas 15.1-2.
[7] 2 Timoteo 4.8.
[8] Santiago 1.12.
[9] Colosenses 2.23.
9.1-27 Para algunos, el siervo de Dios debe ser alguien callado, que acepta todo lo que se le imponga, pero este capítulo muestra a Pablo como un hombre no solamente que sabe defender sus derechos, sino que también está al tanto de la situación como le rodea.
La defensa de su ministerio es parte vital en esta epístola, pero no se tome a mal, Pablo era un hombre que honraba su ministerio, que trabajaba a conciencia, que no se dejaba amedrentar por los malvados, sino que estaba dispuesto a ir más allá con tal de alumbrar en la oscuridad con la luz de Cristo, y por ello muestra que está dispuesto a renunciar incluso a sus propios derechos.
Las preguntas retóricas son parte de la literatura paulina, y es con ellas que comienza su defensa, porque sabía que nadie tenía el poder para negarle lo expuesto. Pablo era un hombre libre, ciudadano romano por nacimiento[1], que tenía derecho a todas las cosas legalmente permitidas en el Imperio, aunque él prefirió no hacer uso de su libertad en todo momento, con tal de favorecer a los cristianos.
Había, como ya mencionamos anteriormente, algunas personas en Corinto que ponían en tela de juicio el ministerio de Pablo, aduciendo que él no había estado presente durante el ministerio de Jesús. Cosa curiosa es que hoy hay quienes ignoran este requisito para ser Enviados y ellos se autoproclaman como tales.
Es bien interesante que entre los mismos que habían recibido los dones del Espíritu Santo por medio de Pablo ahora pusieran en duda su ministerio, olvidando todas sus enseñanzas y milagros hechos en medio de ellos. Y la mayor prueba de su ministerio, eran ellos mismos, así que realmente eran malagradecidos.
Es a estos que se dirige aquí el Enviado de Dios. Pablo se defiende contra ellos con esta apología. Él como Enviado tenía ciertos derechos que le eran respetados a los otros, y que él no había ejercido, comenzando con lo básico. ¿No tenía derecho a comer y beber? Lógicamente que sí, todos tenemos ese derecho. Aunque también puede implicar el derecho de recibir el sustento necesario de parte de la Iglesia, ya que él dedicaba su tiempo para ella.
El derecho a compañía era también uno que podían gozar los Enviados. Hay quienes tratan de probar que los Enviados vivían solteros, lo cual no es completamente cierto, ya que los hermanos de Jesús y el mismo Pedro, como se ve en varios pasajes del Nuevo Testamento, eran casados, y no como los sacerdotes que enseñan que es necesario el siervo de Dios no sea casado.
Llama la atención que aunque a los cristianos se les manda trabajar en varios pasajes, ahora Pablo dice que si solamente él y Bernabé no tienen derecho a no trabajar. Al revisar la historia vemos que al llegar a Corinto, Pablo se dedicó a trabajar en la fabricación de tiendas y en sus ratos libres predicaba el evangelio, y luego comenzó a recibir ayuda económicamente de otras congregaciones, pero no de los corintios, a quienes nunca les pidió su ayuda.
En el caso de Bernabé, aunque tenía el derecho, prefería auto sostenerse. Pero Pablo pregunta de manera lógica: “¿Quién sirve como soldado pagando su propio salario?” Son tres ilustraciones que presenta Pablo para su argumento: Un soldado necesita que el gobierno o un patrón le suministre los gastos en que se incurre en una guerra; un agricultor que toma del fruto de su siembra para autosostenerse y un pastor que toma de la leche del rebaño. Estas eran cosas que dicta el sentido común, pero que parece que en la Iglesia se olvida con frecuencia pagando un salario ridículo a sus siervos o esperando que estos trabajen de gratis. Esto no era una idea de Pablo, ya que la Ley también contempla que quien trabaja en algo debe recibir remuneración, incluso hasta los animales deben recibir su paga[2].
Dios cuida de todos, incluso de los animales, pero Pablo hace la pregunta haciendo la comparación de la importancia entre un animal y un humano. La Ley incumbe a los hombres, no a los animales, y es a través de esto que Dios afirma que el obrero debe recibir su salario. Lo justo es que todo el que labora en algo, debe recibir salario a cambio, de lo contrario buscará otra cosa en que ocuparse. ¿Quieren las congregaciones buenos predicadores que se dediquen a tiempo completo a la Obra? Es necesario que paguen el salario. ¡No es justo que el ministro deba estar mendigando su salario! Pablo era consciente de esto, así como Bernabé, y los cristianos de Corinto no podían rebatirlo.
Así como cualquier trabajador tiene derecho a esperar su remuneración al final de la jornada, el ministro de Dios también. Pablo se refiere a “lo espiritual” para hablar de la predicación de las buenas nuevas, y las “cosas carnales” para hablar de alimentos, vestido, hospedaje y sus gastos personales.
¿Qué es más importante, la salvación o lo material? Las cosas no materiales son más importantes porque son eternas, mientras que lo material es pasajero, por lo que no debe sentirse como sacrificio colaborar en las cosas materiales con aquellos que velan por nuestro bienestar espiritual.
Parece que algunos evangelistas y maestros habían estado recibiendo ayuda económica de parte de los corintios, por lo que era lógico que habiendo sido Pablo el fundador de esta congregación, él también recibiera ayuda. Pareciera que Pablo estaba sacando su calculadora para hacer un cobro por servicios, pero no es así. Aunque Pablo tenía todo el derecho de hacerlo, les dice que para no causar un punto de conflicto, prefiere renunciar a su derecho. Pero ¡cuidado! Hay quienes piensan que esto debe ser aplicado a todos los ministros y encuentran base para no pagar el salario. ¡Pablo decidió hacerlo de esta manera, pero no quiere decir que todos los ministros tengan que hacerlo! Pablo decidió que no iba a comer carne para no afectar a los débiles, pero eso no quiere decir que los cristianos debemos ser vegetarianos. Pablo tenía sus dones para trabajar en lo propio o por lo menos trabajar de una manera más independiente, pero el día de hoy pedirle a un ministro que trabaje como lo hacía Pablo es muy complicado. ¿Cómo puede un trabajador que debe laborar domingos dedicarse al ministerio? Si dice que no va a trabajar domingos, lo despedirán, y ¿quién se hará cargo de su familia y sus necesidades?
Pablo presenta otro argumento más. Los que trabajan en el Templo, y los que se encargaban de presentar los sacrificios, tenían el derecho de tomar de ellos para su manutención. De la misma manera, como el soldado, el agricultor y el pastor tienen el derecho de ser sustentados, el ministro de Dios también. ¡Esta es una orden del Señor! Entonces, ¿por qué la Iglesia de hoy se resiste a obedecer? ¿No logran entender que al no hacerlo están en oposición a los mandamientos de Dios?
Pablo, a título personal, no quiso tomar este derecho para sí. Él prefería trabajar con sus manos y por ello dice que no está pidiendo que se haga así con él. Pablo no tenía necesidad de que la Iglesia le pagara su salario, eso no quiere decir que ningún ministro está en igualdad de condiciones. Para él era más importante que no se le pudiera acusar de interesado, de avaro, etc., algo que sí se podía decir de sus adversarios.
Pablo no pensaba que su gloria estaba en que él predicara, ya que otros muchos también lo hacían. Él no predicaba porque quería, no era un asunto de decisión. En el Instituto Bíblico me encontré con alumnos que estaban ahí por muchas razones: Algunos habían sentido el llamado de parte de Dios, otros porque no había dinero para ir a la universidad, otros porque no conseguían trabajo, incluso había uno que estaba huyendo del padre se su novia que lo quería casar y otro que había apostado con su padre, quien no había logrado terminar su preparación en el Instituto, que él si lo haría. ¡Era decepcionante! Hoy muchos de ellos están recibiendo sostenimiento de congregaciones de los Estados Unidos y se presentan como siervos de Dios. ¡Qué diferencia con Jeremías a quien le quemaba en los huesos si se quedaba callado![3]
Pablo sabía que él no había decidido ser predicador, sino que era una misión que le habían encomendado desde el cielo. Solo había dos opciones, obedecía o no. La gloria no podía venir si lo que hacía era cumplir un deber.
Pablo comprendía a cabalidad que es necesario que los cristianos presentemos las buenas nuevas a todos cuantos podamos. ¡No existe tal cosa como “Cristianos Anónimos”! Si no obedecemos al Señor estaremos perdidos.
Si hubiese sido una decisión personal el entrar en el ministerio, Pablo hubiese recibido simplemente un salario, tal y como sucede con todos los obreros en cualquier empresa, pero en su caso no fue de esta manera. Pablo tuvo que entrar en un ministerio que se le encomendó. Pablo reconocía que era un esclavo al servicio de Dios. Lo único que hacía era cumplir órdenes.
¿Qué beneficio estaba obteniendo Pablo? Que aunque tenía todo el derecho de cobrar un salario en las congregaciones donde predicaba, lo hacía de gratis, renunciando a su derecho, más bien se consumía por ellos para el beneficio de ellos mismos y el propio. No es que Pablo esperaba una recompensa mayor en el cielo por esto, sino que actuaba guiado por el amor que le impulsa a uno a hacer cosas por los seres amados aunque sepa que nunca se lo podrán recompensar.
El deseo de Pablo no era el beneficio personal, sino el bienestar de la Iglesia. La causa del amor nos lleva a hacer cosas que van contra toda lógica. Cristo, en lugar de buscar salvarse y vengarse de sus enemigos, prefirió morir en la cruz y así brindarnos la salvación. Pablo, aunque tenía todo el derecho de cobrar a los corintios, prefirió hacerlo de gratis. No siempre es conveniente hacer lo que nos conviene, sino que debemos pesar nuestras acciones en base al amor.
Pablo era un hombre libre, pero prefería actuar como esclavo de los demás, solo con el fin de ganar a los más posibles. Los que somos padres podemos entender el sentir de Pablo. ¿Cuántas veces renunciamos a algo con el fin de que nuestros hijos puedan salir beneficiados? Si Pablo hubiese pedido a los corintios que le dieran dinero, ¿no hubiese sido eso causa para que sus enemigos lo acusaran de avaro?
No era que Pablo actuara con hipocresía cuando cambiaba de actitud al estar en diferentes escenarios; él no tenía ninguna obligación, pero para no ofender a los demás, actuaba como judío cuando estaba con judíos, aunque esto no quiere decir que entrara en el juego de sus maldades, sino que estaba dispuesto a seguir ciertas tradiciones que para ellos eran muy importantes, como cuando se rapó e hizo el voto[4]. Aunque ya la Ley no era en ente rector de Pablo, para poder ganar a los judíos, él prefería guardar el sábado o no comer carne de cerdo, cuando estaba con ellos. No iba a decir a los judíos que él ya no tenía que obedecer a esos mandatos. Actuando de esta manera podía predicar en las sinagogas y así anunciar las buenas nuevas.
Cuando Pablo se encontraba con los gentiles, actuaba libremente, como si no tuviese ninguna Ley, aunque estaba bajo la Ley de Cristo. Pablo comía libremente con ellos y actuaba, sin caer en el pecado, como un gentil.
Hay quienes han caído en la falsa idea de que toda la Ley es mala y que los cristianos ya no tenemos Ley, pero eso no es cierto, lo que ocurrió es que hubo un cambio de Ley[5], ahora estamos bajo la Ley de Cristo y ya no más bajo la de Moisés. La gracia no es ausencia de Ley, sino que es la Ley de Cristo.
Si estuviésemos sin Ley, no se nos podría acusar de pecado, porque el pecado es la trasgresión de la Ley.
Al hablar de los débiles se está refiriendo a los cristianos que consideraban que era incorrecto comer carne sacrificada a los ídolos. Pablo sabía que eso no haría ningún efecto ni positivo ni negativo, pero para no afectar a los débiles, prefería no comer.
Pablo estaba dispuesto a actuar de la manera que fuera necesaria con tal de ganar a los hombres para Cristo, sin caer en pecado. Me reí tanto al llegar a una congregación rural en Honduras en donde me senté en una de las sillas de la fila izquierda y escucho a las hermanas reír detrás de mí; yo no entendía lo que pasaba hasta que un hermano se me acercó y me dijo que las sillas de la izquierda eran para las hermanas y las de la derecha para los hermanos. ¿En qué afecta mi salvación si me siento a la derecha o a la izquierda? En nada, pero para estos creyentes era algo que había que respetar.
Hay quienes critican a otros cristianos por asociarse con personas que son miembros de alguna secta, olvidando que el mismo Jesús se juntó con los publicanos y los pecadores cuando buscaba salvarles[6], no participando de sus pecados sino para mostrarles el camino a la vida eterna.
Nuestra finalidad debe ser salvar a cuantos podamos, incluso a los cristianos que han caído de la gracia, y lo que debe impulsarnos a negarnos a nuestros derechos es la causa del Evangelio, del cual somos copartícipes siendo que unos preparan la tierra, otros siembran, otros cuidan lo sembrado y otros cosechan.
El siguiente pasaje quizá sea una referencia a los Juegos Ístmicos que se celebraban cada dos años cerca de Corinto o bien a los Juegos Olímpicos que se celebraban cada cuatro años al Oeste de Corinto.
La importancia de esta ilustración es acerca del esfuerzo que hay que hacer para alcanzar la vida eterna, contrario al pensamiento de algunos que creen que no hay que hacer nada más que aceptar la salvación.
En una carrera solo uno recibe el premio, aunque son muchos los corredores y cada cual se prepara de la mejor manera. Para obtener el premio no solamente es necesario estar en el estadio, sino correr y llegar de primero. Así el cristiano debe esforzarse por ser el mejor en todo, incluso en la santidad, no por motivos de orgullo, sino porque debe tratar de hacer lo mejor para Dios, incluso cuando se refiere a su propia salvación. ¡Qué triste es oír a algunas personas decir que a Dios no le importa lo que le presentemos ya que Él es comprensivo y acepta todo lo que le demos! El mero hecho de haber sido sumergido en agua y de asistir a todos los cultos no nos hacen aceptables delante del Señor, es necesario luchar todos los días contra la maldad y contra todas las tentaciones que se nos presenten, saliendo vencedores.
Los atletas deben abstenerse de muchas cosas para poder participar en los juegos, algunos deben levantarse en horas de la madrugada para meterse a una piscina con agua fría, por lo que deben acostarse muy temprano y no pueden disfrutar como todos los demás. Así el cristiano debe saber limitarse en algunas cosas, que quizá no sean malas en sí, pero para poder obtener la victoria deben ser dejadas de lado.
Los atletas del tiempo de Pablo corrían para ganar una corona que en griego era llamada “stephanos” y consistía en unas guirnaldas hechas con hojas que se le ponían en la cabeza. No era un premio que hoy tenga mucha atracción, pero para ellos era justificable y se preparaban de la mejor manera, sacrificando muchas cosas, a pesar de lo pasajero de su triunfo.
Para el cristiano la corona que recibirá no será de hojas, ni obtendrá dinero, ni metales preciosos, sino que es una corona de justicia[7] y de vida eterna[8]. Es una corona incorruptible, de más valor que todo lo que hay en este mundo. ¿No debe ser una buena razón para que nos preparemos cada día para esta competencia?
Pablo comprendía que era parte de una competencia que no iba a durar unos cuantos segundos, sino que podía durar años tanto en la preparación como en la competencia. Él sabía en dónde está la meta y por eso se esforzaba cada día, pensando también en el bienestar de sus hermanos, renunciando a sus propios derechos.
Es importante que el atleta, así como el cristiano, sepan a qué golpean. El pugilista no golpea a lo loco, sino que sabe en donde debe impactar para poder vencer a su enemigo. ¿Es esta nuestra manera de pelear? ¿Golpeamos en los puntos débiles del contrincante o solamente lanzamos nuestros puños sin medir en dónde golpeamos?
Pablo se golpeaba a sí mismo al limitarse y no darle gusto a todo lo que quería. Él sabía que había cosas que iban a afectar a los más débiles si le veían a él haciéndolas, por lo tanto se limitaba. No debe pensarse que Pablo lastimaba su cuerpo como hacen algunos religiosos[9]. Más bien, Pablo se conducía, actuaba, como esclavo, es decir, como uno que no tiene derechos, con el fin de que los demás se sintieran a gusto.
Pablo había proclamado el mensaje de las buenas nuevas a todo el que conocía, por lo que no estaba dispuesto a poner en riesgo su trabajo por darle gusto a su propio cuerpo en cosas pasajeras.
Este último pasaje de este capítulo da un golpe mortal al pensamiento calvinista de que la persona salva siempre será salva, ya que si Pablo temía perder su salvación, si temía ser reprobado, ¿cuánto más cualquiera de nosotros no debe hacerlo?
[1] Hechos 22.28.
[2] Deuteronomio 25.4.
[3] Jeremías 20.9
[4] Hechos 18.18.
[5] Hebreos 7.12.
[6] Lucas 15.1-2.
[7] 2 Timoteo 4.8.
[8] Santiago 1.12.
[9] Colosenses 2.23.