E. Segundo ministerio en Galilea.
El “segundo ministerio” de Jesús en Galilea inicia cuando regresa de Capernaum para hacer una nueva incursión por el resto de Galilea, y aparentemente comienza un sábado en los sembradíos de trigo.
Las actividades más insignificantes de Jesús y sus discípulos siempre eran observadas y examinadas, porque los fariseos y otros líderes estaban resueltos a encontrar pecado en Él.
1. Espigando en sábado (Mateo 12.1-8; Marcos 2.23-28; Lucas 6.1-5).
Trigo, Triticum, es el término que designa al conjunto de cereales, tanto cultivados como silvestres, que pertenecen al género Triticum; son plantas anuales de la familia de las gramíneas, ampliamente cultivadas en todo el mundo. La palabra trigo designa tanto a la planta como a sus semillas comestibles, tal y como ocurre con los nombres de otros cereales.
El trigo es uno de los tres granos más ampliamente producidos globalmente, junto al maíz y el arroz, y el más consumido por el hombre en la civilización occidental desde la antigüedad. El grano del trigo es utilizado para hacer harina, harina integral, sémola, cerveza y una gran variedad de productos alimenticios.
La palabra “trigo” proviene del vocablo latino triticum, que significa “quebrado”, “triturado” o “trillado”, haciendo referencia a la actividad que se debe realizar para separar el grano de trigo de la cascarilla que lo recubre. Triticum significa, por lo tanto, “el grano que es necesario trillar, para poder ser consumido”; tal como el mijo deriva del latín milium, que significa “molido”, o sea, “el grano que es necesario moler para poder ser consumido”. El trigo es, por lo tanto, una de las palabras más ancestrales para denominar a los cereales, las que se referían a su trituración o molturación.
Jesús y sus discípulos pasaron por los sembrados e hicieron lo que les era permitido por la Ley[1]. Ellos no aplicaban hoz a la mies, es decir, no estaban cosechando, sino que solo arrancaban espigas para comer; por eso, no violaban la Ley del sábado. Era práctica común y legal pero según la tradición de los fariseos no era lícito hacerlo en el día de reposo, pues según ellos eso era trabajar.
Lo que los discípulos hicieron no era violación de la ley, pero aunque Jesús afirma que ellos eran “inocentes”, no discute ese punto, porque eso no fue su propósito al citar el texto. El argumenta en base a lo que no era lícito según los mismos fariseos. En esta oportunidad Jesús expone la falsedad de los fariseos sin entrar en polémica con respecto a la práctica de sus discípulos a la luz de Deuteronomio 23.25, y sin condenar sus tradiciones como hizo después. De esa manera su argumento llevaba aun más peso porque de acuerdo con el concepto de ellos mismos en cuanto a lo que no era lícito, quedaron derrotados por los argumentos de Jesús.
Según la interpretación que los fariseos daban a la Ley sobre la guarda del sábado, para ser consecuentes tendrían que admitir que los sacerdotes pecaban cada sábado. El sábado era el día más ocupado para los sacerdotes[2]. Cocinaban los panes, ofrecían sacrificios e involucrado en esto era el matar y arreglar los animales para ser sacrificados, quemaban incienso, etc. Por lo tanto, el cuarto mandamiento de guardar el sábado, de no trabajar, era una ley general y el que trabajara en cualquier cosa profanaba el sábado. Sin embargo, esta Ley tenía excepción en el caso de los sacerdotes, porque había mandamientos específicos que requerían que ellos trabajaran en el día de reposo. Otras excepciones que los fariseos aceptaban eran el circuncidar[3] y el cuidar de los animales[4]. La conclusión de todo esto es que los fariseos eran hipócritas porque sus leyes eran inconsecuentes y arbitrarias.
Por último, Jesús afirma que es el Señor del día de reposo; es decir, Jesucristo, por ser el autor del mandamiento, es capaz de interpretar correctamente su diseño y propósito del él, determinando así si hay violación de él, o no. Su afirmación de que era mayor que el Templo fue sorprendente y hasta alarmante para sus oyentes, porque el Templo representaba la presencia de Adonay. No se imaginaban que nuestro Señor Jesucristo sea el Verdadero Templo de Dios. Por lo tanto, si el servicio para los sacrificios en el Templo justificaba el trabajo en el día de reposo, el servicio de Cristo, quien no solo es el Dios del Templo, sino el Templo mismo, justificaba a los discípulos en lo que hicieron que no violó ninguna ley de Dios, sino solamente la tradición de los fariseos.
2. Sanidad del hombre de la mano seca (Mateo 12.9-13; Marcos 3.1-5; Lucas 6.6-10).
Ese mismo día, sábado, Jesús entra en la sinagoga y en un acto de tentación le muestran a un hombre con una de sus manos seca, posiblemente, ya sea por su profesión o de manera hereditaria, haya padecido algún tipo de “Queratosis”[5] o Hiperqueratosis[6], que precisamente presentan estos síntomas, e incluso podía ser una “Psoriasis”[7]. Algunos tipos de Queratosis se presentan con vejiguillas mal olientes, y de ser así, es que quizás hayan tomado este caso como algo doloroso para este hombre. También por no ser una enfermedad común y menos en aquellos tiempos donde no había tanta información como hoy en día, para ver si sería capaz de sanarle rompiendo el día de reposo.
Lucas agrega un detalle omitido por los otros evangelistas: La mano afectada era la derecha, probablemente porque la mano derecha se usa más que la izquierda[8]. La mano estaba contraída e inmovilizada. El conflicto entre Cristo y los líderes de los judíos continúa. Este texto también trata del conflicto sobre las leyes de ellos sobre el sábado. Fue su mano derecha, una condición muy triste porque la mayoría de los empleos, mayormente en aquellos días, requería el uso de las dos manos. Era muy limitado el albañil, el carpintero o el que hacía tiendas si tuviera que trabajar con una sola mano. En aquellos tiempos muchos de los que sufrían tales aflicciones se sentían obligados a ser mendigos. En cuanto al poder humano, no había remedio para esta condición. Tal hombre ofreció a Jesús otra oportunidad de sanar, pero este caso fue especial debido al lugar, la sinagoga, y el tiempo, día de reposo.
Es interesante notar que ellos sabían perfectamente que Jesús podía sanar. No era cuestión de observarle para ver si Él podía sanar, sino para ver si lo haría en el día de reposo. Qué triste fue que no les interesara la hermosa enseñanza de Jesús, ni tampoco la miseria del pobre hombre con la mano seca. Le acechaban porque querían acusarle de quebrantar, según ellos, la Ley sobre el día de reposo. Se aprovecharon de la asamblea pública para acusarle. Recuérdese que no querían simplemente criticarlo, sino más bien querían eliminarlo. Le envidiaron mucho debido a su gran popularidad con la gente. Jesús gozaba de mucha influencia. La gente “se admiraba de su enseñanza; porque les enseñaba como Uno que tiene autoridad, y no como sus escribas”[9]. También se admiraba la gente mucho de sus milagros. Aun Pilato, el romano, se dio cuenta de la envidia de los líderes judíos[10].
Es importante recordar que el conflicto no estaba entre Cristo y la ley de Moisés, sino entre Cristo y las tradiciones de los judíos. Estos habían formulado muchas reglas con respecto al día de reposo. Se debe recalcar que estos líderes judíos no podían negar que Jesús hizo milagros, y no podían refutar ninguna de sus enseñanzas. Jesús era verdadero y enseñó la verdad. Sin embargo, por causa del prejuicio fanatizado y ciego de los escribas y fariseos por sus tradiciones humanas, mayormente con respecto al día de reposo, y por causa de su envidia, fueron al extremo de acusar a Jesús de obrar por el poder de Beelzebú, el príncipe de los demonios[11].
Según los fariseos era cuestión de hacerlo o no hacerlo, pero para Jesús la cuestión no era la de curar o no curar, sino la de hacer bien o de hacer mal en el día de reposo. Entonces, al curar Jesús en ese día ¿hizo bien o hizo mal?[12] Hubiera sido absurdo decir: “Es lícito hacer mal o quitar la vida en los días de reposo”, como bien sabían los judíos. Implica Jesús que en algunas circunstancias hay que escoger, y que el no hacer bien equivale a hacer mal. Además, aquí se ve el gran contraste entre la buena obra de Jesús y la obra malvada de los fariseos y escribas que estaban resueltos a matar a Jesús.
El sábado no fue instituido para hacer al hombre menos compasivo hacia el prójimo. No hay tiempo tan sagrado de que el afligido no pueda ser aliviado de su sufrimiento. Jesús hizo bien al sanar al hombre. Los escribas y fariseos hicieron mal al querer destruir a Jesús. Es importante notar que los doctores de la ley enseñaban que era lícito aliviar el sufrimiento de alguna aflicción de alguna emergencia, pero que no era lícito curar alguna enfermedad crónica. La gente sincera que estuvo presente en la sinagoga en esa ocasión comprendió mejor acerca de lo que significa guardar santo el día de reposo. Aprendieron que no solamente la obra de los sacerdotes en el Templo, sino también las obras de benevolencia eran lícitas en el día de reposo.
Llama la atención que Jesús no apela a la ley de Moisés porque ésta no estaba involucrada en la controversia. Más bien apela a la práctica común del pueblo mismo. ¿Harían algo por su asno o su buey aunque sea en día de reposo? Esta pregunta va directamente al corazón del problema: los escribas y fariseos sí tenían misericordia de los animales, pero no tenían misericordia de los hombres[13]. Jesús creía que un hombre vale más que una oveja, pero los escribas y fariseos no estaban de acuerdo con Él. Ellos no tenían misericordia de los afligidos. No amaban a los pobres y miserables. Aun los escribas y fariseos estaban dispuestos a sacar la oveja o el buey del hoyo en cualquier día de la semana, pero no tenían misericordia del hombre con la mano seca.
Hay un detalle adicional muy importante en Marcos 3.5: “Y mirando con enojo a los que lo rodeaban…”. Desde luego, el enojo de Jesús no era malicioso y no fue provocado por el egoísmo, sino que fue la expresión de una indignación santa. El enojo santo de Jesús procedió de su amor por el pobre hombre y fue provocado por la dureza de corazón de los judíos que no sentían compasión alguna por el afligido. Jesús se enojó y al mismo tiempo estuvo entristecido. Su reacción en esta ocasión fue similar a su reacción hacia los que vendían en el Templo[14]. Debemos imitar a Jesús. El pecado, el error, la hipocresía, etc. deben enojarnos, pero debemos siempre ser espirituales y no carnales. Debemos tener el dominio propio para hablar y actuar como Jesús y no como gente mundana. Este enojo sano fue provocado por la exagerada hipocresía de los judíos, como también por su devoción ciega a sus tradiciones. Ellos demostraron su indiferencia total hacia el hombre afligido y su fanatismo hacia sus tradiciones humanas. Es importante recordar que provocamos a Dios si rechazamos la verdad. Estamos repitiendo una verdad sencilla y obvia: Los escribas y fariseos entendían perfectamente que Jesús hacía buenas obras, impartía buenas enseñanzas y que en todo sentido era bueno y verdadero, pero ellos se rebelaron obstinadamente contra esta verdad. Los judíos se enojaron y pecaron, pero Jesús se enojó y no pecó. Su enojo no le hizo decir ni hacer nada fuera de orden. Él dijo e hizo exactamente lo que debía decir y hacer. Jesús se enojó pero no odiaba a nadie. Pero los judíos “se llenaron de ira”[15] y sí pecaron, porque su enojo era completamente carnal. Eran homicidas porque aborrecían a Jesús, y también hicieron planes definitivos para destruirlo.
Que sepamos Jesús no hizo nada y no dijo más; le sanó sin palabra. Simplemente él extendió su mano. Tuvo fe en Jesús y le obedeció. Recuérdese que era muy peligroso confesar o en alguna manera manifestar fe en Jesús. Los judíos echaban de la sinagoga a los que confesaban a Jesús[16]. Al obedecer a Jesús este hombre corrió el riesgo de sufrir lo mismo. Ahora este hombre podía trabajar normalmente. ¡Que bendición más grande!
3. Complot fariseo (Mateo 12.14; Marcos 3.6; Lucas 6.11).
Ese osado acto no iba a quedar en el olvido, los fariseos comenzaron desde ahí a tramar como matarle, ya que Jesús estaba demostrando que la tan ostentada autoridad de ellos, era solo hipocresía.
Recordemos que estos hombres eran los líderes religiosos de los judíos. Profesaban ser muy celosos de la Ley, pero no por eso se llenaron de ira. Esto fue causado por su odio envidioso de Jesús, quien expuso su hipocresía y quedaron avergonzados públicamente en su propia sinagoga. No podían defender ni su enseñanza ni su conducta. Siendo carnales e impenitentes les quedó una sola alternativa: Llenarse de insensato furor. Por causa de tanto odio contra Jesús estaban “fuera de sí” con furia. Tanto es así que se aliaron con los herodianos, a pesar que los detestaban porque éstos eran más políticos que religiosos. Sin embargo, los herodianos tenían el poder político que los fariseos necesitaban para “acabar” con Jesús. Esta alianza bien muestra que los fariseos estaban en completa bancarrota espiritual. De estos textos vemos que temprano en el ministerio de Jesús sus enemigos comenzaron a conspirar contra Él. Veían que Jesús era un personaje muy peligroso para ellos, y no había otro remedio. De una vez comenzaron a preparar el certificado de muerte.
4. Profecía cumplida (Mateo 12.15-21).
Una de las cosas que nos deja perplejos es la manera en que Jesús fue cumpliendo las profecías que hablaban de él desde 600 años antes e incluso antes, con lo cual deja demostrado que Él es el Mesías que debía venir. En este caso, cumplió con la de Isaías 61.1-2.
Jesús se retiró no por temor, sino porque su hora no había llegado. Jesús manifestaba mucho interés en los pobres, débiles, necesitados. Les ayudaba para que recobraran fuerzas. Pero los métodos del Mesías no eran como los judíos esperaban. No era un “revolucionario”. No gritaba para atraer la atención del pueblo. No andaba por las ciudades y las calles gritando algún slogan político. Más bien se oía su voz en el monte, junto al mar, en la sinagoga, etc. Jesús no era otro revolucionario más como “Teudas” o “Judas el galileo”. Jesús de Nazaret era el prometido Mesías, pero no vino como gran conquistador para vengarse de sus enemigos. En lugar de sojuzgar a sus enemigos con fuerza de armas Él “se apartó” de ellos. Mateo muestra con esta profecía que el concepto popular del Mesías estaba equivocado. No era en ningún sentido un guerrero mundano. No levantaría un ejército para pelear contra los romanos, como los judíos esperaban. No empleó ninguno de los métodos que los grandes líderes mundiales consideran tan necesarios para avanzar sus movimientos. Desde luego había mucho que corregir en el mundo político de los romanos y de los judíos. Había grandes injusticias practicadas contra el pueblo. Había opresión de toda clase. Por causa de tales condiciones se provocan revoluciones. Pero el reino de Jesús no es de este mundo. Por eso, se apartó de la violencia amenazada por los escribas y fariseos.
En lugar de oprimir a los pobres y necesitados como suelen hacer los conquistadores mundanos, Jesús cumplió esta profecía ayudando y sanando a los enfermos, los cojos, los ciegos, y otros muchos necesitados. La caña cascada queda doblada hacia la tierra. Así son los enfermos, cojos, etc., que no pueden pararse normalmente. En lugar de quebrar a los tales, más bien Jesús los sanaría. Jesucristo era y es verdadero Dios[17] que ama y cuida al hombre[18]. La llama de la mecha de la vela ya se extinguió. Al llegar Jesús la mecha solo humeaba. Pero en lugar de apagarla Jesús la restauraba para que diera luz otra vez. Estas figuras sirven para describir a los desafortunados y oprimidos en contraste con los orgullosos y los autosuficientes que piensan que no necesitan la ayuda del Mesías. Con estos últimos “grandes” los líderes mundiales edifican sus gobiernos o sus empresas. Jesús no buscó la ayuda de ellos. En toda época la “caña cascada” bien puede ser la persona que busca a Dios; el “pábilo que humea” puede ser el que acude a Jesús. Estos admiten sus faltas y su miseria y su gran necesidad de un Salvador y Protector. Son los enfermos que necesitan el Médico. Jesús no es severo y cruel en su trato de los tales, sino que es “manso y humilde”.
5. Más sanidades (Marcos 3.7-12; Lucas 6.17-19).
De nuevo Jesús se dirige al mar de Galilea y sana a muchos, y era tanta la gente que debe hace una previsión pidiéndole a los discípulos que preparen una barca ya que teme ser aplastado. Su retiro no se debió a miedo sino a prudencia. Quiso prolongar su ministerio más tiempo. La gente en general no buscaba la muerte de Jesús, sino su poder milagroso de sanar, y salían de muchas partes diferentes para seguir a Jesús y beneficiarse de su benevolencia en la sanidad.
En Galilea Jesús desde el principio gozaba de popularidad entre la gente, pero vemos que ahora judíos aun de Judea vienen a Él, habiendo oído de su fama, e incluso gente de Idumea que para el tiempo de Cristo habían sido empujados al sur de Judea, hasta la ciudad de Hebrón[19].
Jesús mandó a sus discípulos que siempre tuvieran disponible una barca a causa de la multitud, para que no le atropellasen. Jesús usaba este medio para poder seguir en su trabajo de enseñar y de sanar en presencia del gentío que con grandes ganas buscaba tocarle y hallar alivio para sus enfermedades. No había orden en su manera de alcanzar la sanidad deseada.
Entre los enfermos había personas poseídas de demonios. Al tener encuentro con Jesús, los espíritus inmundos siempre reconocían la realidad de la persona de Jesucristo y lo confesaban. Sabían y confesaban lo que los endurecidos de corazón rehusaban hacer. Por saber quién era Jesús, los demonios sabían que Él podía echarles fuera de su lugar de confort en los cuerpos humanos, para entrar en su propio lugar de tormento[20]. Se postraban delante de Jesús como acto de homenaje, reconociendo que Jesús era Dios. Pero no convenía al plan de Dios que la verdadera identidad de Jesús de Nazaret se publicara mucho todavía, y menos de parte de demonios. Ellos no habían de ser heraldos de su mesianidad. Por eso Jesús les reprendió o censuró fuertemente. Cuando los espíritus inmundos gritaban, obligó a Jesús a retirarse a un lugar más solitario.
6. La elección de los doce (Mateo 10.1-4; Marcos 3.13-19; Lucas 6.12-16).
La misión de Jesús no era algo que iba a poder hacer solo, necesitaba dejar un grupo de gente que pudiese propagar la verdad después de su partida, por lo que hace una elección de entre los muchísimos discípulos que le seguían, estos serían llamados apóstoles, es decir, “enviados”.
Hubo doce patriarcas y doce tribus de Israel. Ahora hay doce apóstoles que se sentarían sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Además, el muro de la ciudad celestial tiene doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero[21].
Estarían íntimamente asociados con Jesús por más de tres años y al predicar en Jerusalén daban evidencia del entrenamiento que recibieron de Jesús. Ellos eran los embajadores de Jesús. Llevaron el mensaje de salvación a todas las naciones. Así pues el ministerio apostólico era y es de gran importancia.
a. Felipe.
Nacido en Betsaida de Galilea, junto al Lago de Genesaret[22] y según la tradición, murió en Hierápolis o Cesarea de Filipos.
Felipe también era seguidor de Juan el Bautista y estaba con él cuando señaló a Jesús como el Cordero de Dios. Fue el quinto apóstol y llamado por el mismo Jesús a que lo siguiera y luego de ese llamado, trajo consigo a su amigo Bartolomé[23]. Según los relatos de los Evangelios podemos ver a Felipe como un hombre inocente, tímido, pero de mente sensata. La tradición dice que fue a predicar a Hierápolis[24] que pertenecía antiguamente a Grecia y en la cual muere en edad avanzada.
El Evangelio de Juan registra tres episodios referentes a Felipe que ocurrieron durante la vida pública del Salvador:
1) Antes de la alimentación milagrosa, Cristo se vuelve a Felipe con la pregunta: “¿Dónde compraremos pan para que coman éstos?” Pero decía esto para probarlo, porque El sabía lo que iba a hacer. Felipe Le respondió: "Doscientos denarios[25] de pan no les bastarán para que cada uno reciba un pedazo”[26].
2) Cuando algunos paganos en Jerusalén vienen a Felipe y le expresan su deseo de ver a Jesús, este informa del hecho a Andrés y luego ambos llevan la noticia al Salvador[27].
3) Cuando Felipe, después de que Cristo hubiera hablado a sus Apóstoles de conocer y ver al Padre, le dijo: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta”, recibe la respuesta: “…El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”[28].
Estos tres episodios nos proporcionan un boceto consistente de la personalidad de Felipe como hombre ingenuo, algo tímido, de mente juiciosa. Ninguna característica adicional se da en los Evangelios ni en los Hechos, aunque se le menciona en esta última obra[29] como perteneciente al grupo Apostólico.
b. Bartolomé.
Su nombre en griego es Βαρθολομαίος, y procede del patronímico arameo bar-Tôlmay, “hijo de Tôlmay” o “hijo de Ptolomeo”. Es mencionado en los tres evangelios sinópticos, siempre en compañía de Felipe[30]. En el Evangelio de Juan, donde no aparece con el nombre de Bartolomé, se le ha identificado con Natanael, que también es relacionado siempre con Felipe.
Según el Evangelio de Juan, Natanael fue uno de los discípulos a los que Jesús se apareció en el Mar de Tiberiades después de su resurrección[31]. Según los Hechos de los Apóstoles, fue también testigo de la ascensión de Jesús[32].
Según una tradición, Bartolomé marchó a predicar el evangelio a la India, donde dejó una copia del Evangelio de Mateo en arameo. La tradición armenia le atribuye también la predicación del cristianismo en el país caucásico, junto a Judas Tadeo.
c. Tomás.
Tomás, llamado también en los apócrifos “Judas Tomás Dídimo”. Ha existido, y continúa existiendo, desacuerdo y falta de certeza en lo que se refiere a la identidad del apóstol Tomás. En tres pasajes del Evangelio de Juan[33] se le llama “Tomás, llamado el Dídimo”. Tanto la palabra griega “Dídimo” como la aramea “Tau'ma”, significan “gemelo”, o “mellizo”. Por lo tanto, la expresión “Tomás, llamado el Dídimo” es una tautología[34] que elude mencionar el nombre real del personaje.
Ningún texto indica de quién es gemelo Judas, pero, partiendo de las premisas antes mencionadas, se ha especulado con la posibilidad de que fuese gemelo de Jesús, aunque según la tradición eran solo primos de segundo grado. La interpretación cristiana tradicional no considera que Judas y Tomás sean la misma persona.
d. Jacobo.
Se le llama Santiago el de Alfeo o Santiago el Menor para distinguirlo del hijo de Zebedeo. Era hijo de Cleofás o Alfeo y de María, hermano de José y Salomé[35]hermano de Judas Tadeo.
e. Judas Tadeo.
También llamado Judas de Santiago o simplemente Tadeo. Judas es una palabra hebrea que significa “alabanzas a Dios”. No se sabe a ciencia cierta de dónde viene el sobrenombre Tadeo. Podría provenir del arameo taddà’, “pecho”, que significaría “magnánimo”, o podría ser una abreviación de algún nombre griego como Teodoro o Teódoto.
f. Simón Zelote.
Antes de unirse a Jesús habría pertenecido al grupo de los zelotes, que luchaban contra Roma. Según la tradición, predicó en Egipto, Libia y, posiblemente en Persia. Murió mártir en la costa de Mar Negro cerca del Cáucaso, probablemente en el territorio de la actual Abjasia.
Simón recibe un calificativo que cambia en las cuatro listas: Mientras Mateo y Marcos le llaman “cananeo”, Lucas le define “Zelote”. En realidad, los dos calificativos son equivalentes, pues significan lo mismo: En hebreo, el verbo “qanà’” significa “ser celoso, apasionado” y se puede aplicar tanto a Dios, en cuanto que es celoso del pueblo al que ha elegido, como a los hombres, que arden de celo en el servicio al Dios único con plena entrega, como Elías. Por tanto, es muy posible que este Simón, si no pertenecía propiamente al movimiento nacionalista de los zelotes, quizá se caracterizaba al menos por un celo ardiente por la identidad judía, es decir, por Dios, por su pueblo y por su Ley divina. Si esto es así, Simón es todo lo opuesto de Mateo, que por el contrario, como publicano, procedía de una actividad considerada totalmente impura.
g. Judas Iscariote.
Judas Iscariote, en hebreo יהודה איש־קריות “Yəhûḏāh Κ-qəriyyôt”, “Ish-Keryot”: “de Keriot”. Siguió a su maestro durante su predicación por Judea y Galilea y fue el apóstol traidor que reveló a los miembros del Sanedrín el lugar donde podían capturar a su Maestro sin que sus seguidores interfiriesen, tal como había anunciado el propio Jesús durante la Última Cena[36].
El Evangelio de Juan expone un antecedente importante de la traición de Judas: La malversación de fondos. Judas era el tesorero y robaba el dinero destinado a los pobres[37]. Según todos los evangelios canónicos, Judas guió a los guardias que arrestaron a Jesús hasta el lugar donde lo encontraron y según los sinópticos, les indicó quién era besándole[38]. Por su traición fue recompensado con treinta siclos de plata[39], pero al poco tiempo intentó devolver las monedas a los sacerdotes que se las habían dado, y al no aceptarlas estos, las arrojó en el Templo. Luego, desesperado ante la magnitud de su traición, se suicidó ahorcándose[40] de un árbol.
7. Enseñanza en el monte.
Tradicionalmente se nos ha querido hacer ver estos pasajes como un sermón que Jesús dio en forma catedrática desde lo alto de un monte, es más, en Israel hay un lugar al que llevan a los turistas y les dicen que ese es el monte exacto en donde Jesús predicó, pero hay ciertos detalles que se pasan por alto, con los que podemos ver que en lugar de ser un sermón, es más bien una clase en donde el Maestro toca diversos tópicos y que va a dirigida a sus discípulos, no a la multitud.
a. Las Bienaventuranzas (Mateo 5.1-12; Lucas 6.20-26).
La palabra “bienaventurado”, makarios, significa dichoso o feliz. Se usaba para hablar de la felicidad de los dioses, de un gozo más allá de todo cuidado. La palabra se refiere a “la naturaleza de lo que es el mayor bien”. Esta felicidad no depende de las circunstancias favorables. Pablo conocía el verdadero gozo a pesar de mucho sufrimiento[41]. No depende esta felicidad de la prosperidad, ni de los eventos agradables, sino de la condición del corazón. Hay contraste entre las bienaventuranzas y los ayes[42]. ¡Ay de algunos! y ¡qué felices son otros!
Sin duda Jesús sorprendió a sus oyentes cuando identificó a los que son bienaventurados. Muchos hubieran dicho “Bienaventurados los ricos”. Los escribas y fariseos hubieran dicho, “bienaventurados los hijos de Abraham; bienaventurados los circuncisos; ¡ay de los incircuncisos!” Pero Jesús no enseñaba como los escribas. Él dice: “Bienaventurados los pobres en espíritu”, los humildes, los que reconocen que son pecadores y buscan el perdón de Dios. Todo el mundo peca[43], pero los pobres en espíritu son los que reconocen que son pecadores y que están dispuestos a confesar sus pecados, humildemente admitir que han pecado, que están errados, que están mal, y que buscan el perdón de Dios y de las personas a quiénes han ofendido. Muchos, como el fariseo de Lucas 18.11-12, no son “pobres en espíritu”.
b. Sal de la tierra (Mateo 5.13; Marcos 9.50; Lucas 14.34-35).
La sal es la forma para denominar el cloruro sódico, cuya fórmula química es NaCl. Se obtiene fundamentalmente de la evaporación del agua marina o de su extracción minera en forma de roca-mineral denominada halita. La sal proporciona a los alimentos uno de los sabores básicos: El salado, debido a que en la lengua poseemos receptores específicos para el “sabor salado”. El consumo de sal modifica nuestro comportamiento frente a los alimentos ya que es un generador del apetito e incita su ingesta. Se emplea fundamentalmente en dos áreas: Condimento de algunos platos y como un conservante típico de los salazones de carnes y pescado, incluso de algunas verduras, así como en la elaboración de ciertos encurtidos.
La sal es la única roca mineral comestible por el ser humano y es posiblemente el condimento más antiguo empleado por el hombre, su importancia para la vida es tal que ha marcado el desarrollo de la historia en diversas fases, moviendo las economías, siendo objeto de impuestos, monopolios, guerras, etc. Pudiendo llegar a ser un tipo de moneda. Pero en los países en donde cae nieve, también es usada para hacer que esta se derrita, derramándola en los lugares de paso.
La sal tiene varios usos, pero la idea aquí parece ser la perseverancia, pues la condición de los que empiezan la vida cristiana y no perseveran es peligrosa en extremo[44]. Obviamente Jesús habla de la disposición de renunciar y sacrificar a todo como sal que es buena. Los verdaderos discípulos de Cristo, los que perseveran, son “la sal de la tierra”. Si siguen fieles a pesar de conflictos y persecuciones, son sal y “buena es la sal”, muy útil, muy beneficiosa. Según el calvinismo esto no es posible, pues se enseña que “una vez sal, siempre sal” y que “si la sal se hiciere insípida”, entonces no era verdadera sal. Creen que solamente “profesaba” ser sal. Sin embargo, no hay nada en esta figura que sugiera que la sal no era en realidad sal, una buena calidad de sal. Jesús, por el contrario, dice enfáticamente que la sal se puede hacer insípida a tal grado de que no sirve para nada. Sin lugar a dudas Él habla de personas que se apartan del camino.
c. Luz del mundo (Mateo 5.14-16).
La luz del mundo es más que simplemente iluminar para correr la oscuridad, es aclarar contra la ignorancia, especialmente la espiritual. Lastimosamente la Iglesia ha dejado de alumbrar y a permitido más bien que las tinieblas entren en el seno de ella, adaptándose a los requerimientos del mundo, en lugar de ser la vocera de la verdad que advierte en el mal camino.
Jesús es la luz del mundo porque, como el Verbo de Dios, Él reveló tanto en su vida, muerte, resurrección y ascensión, como en sus enseñanzas, la voluntad de Dios con respecto a los pecados de la humanidad, y cómo podemos recibir el perdón de pecados y tener comunión con Dios.
Los discípulos fieles que predican el evangelio puro se conocen; tienen su influencia sobre mucha gente[45]. La gente se fija en la buena conducta, actitud, y buena voluntad del cristiano. Es algo obvio y sobresaliente. El cristiano es diferente. No se conforma a las actitudes mundanas[46], sino que es transformado a la semejanza de Cristo.
d. La Ley antigua y la nueva.
La Ley antigua fue la que Dios le dio a Moisés para regular al pueblo de Israel, pero esta Ley fue malinterpretada por los judíos y en lugar de tratar de cumplirla, le añadieron más y más cargas, al punto que se hizo imposible tratar de cumplirla. Pero Jesús vino no solo a cambiar este tratamiento a la Ley, sino que vino a cumplirla, a finalizarla y a dar una nueva Ley, la del amor.
Era obvio a todos que la enseñanza de Jesús era diferente de la de los escribas y fariseos[47]. Durante su ministerio los judíos constantemente lo criticaban por no respetar sus tradiciones[48], por sanar en el día de reposo, etc.
1) Cumplimiento de la Ley antigua (Mateo 5.17-20; Lucas 16.16-17).
Tanto Mateo como Lucas nos dan información importantísima del trato de Él hacia la Ley. Mateo nos dice que Jesús vino a darle cumplimiento, mientras que Lucas nos dice que la Ley llegó hasta Juan el bautista. Ambos tienen razón, la Ley acabó con Juan ya que fue el último de los profetas del Antiguo Testamento, mientras que Jesús cumplió y finalizó la Ley.
Abrogar, del griego kataluo, significa “destruir totalmente, derrumbar completamente”. Pero Jesús no vino para eso, si lo hubiera hecho, ¿cómo habría probado que era el Mesías? La ley de Moisés era el guardián para llevar a los judíos a Cristo[49]. Jesús no quería destruir a este ayo.
La ley de Moisés contenía figuras, sombras, etc., que claramente apuntaban hacia Cristo[50]. Si Jesús hubiera destruido la ley, también habría destruido todos estos tipos.
Todos los profetas, “desde Samuel en adelante”[51] hablaban de Jesús: De su nacimiento, vida, reino, muerte, sepultura, resurrección, ascensión y coronación, etc. Si Jesús hubiera venido para abrogar los profetas, habría evitado el cumplimiento de estas profecías.
Cumplir, del griego pleroo, significa “llenar, cumplir, completar”. Obsérvese bien que no hay contraste en este texto entre “abrogar” y “perpetuar”. Muchísimos maestros religiosos citan este texto para probar que Jesús vino para perpetuar la ley de Moisés. Según esta enseñanza errónea, la ley de Moisés todavía está de vigor porque Jesús dijo: “No piensen que he venido para poner fin a la ley”[52]. Los que usan así este texto tuercen las Escrituras. Hay contraste entre “poner fin” y “cumplir”. El contraste presentado por Jesús no tiene nada que ver con perpetuar la ley de Moisés. Jesús habla de la certeza del cumplimiento de la ley y los profetas.
Cuando Jesús dijo esto, sabía que iba a cumplir la ley y los profetas. Lo hizo al pie de la letra[53]. La palabra “fin” significa propósito. El propósito de la ley era hacer justo al hombre; pero “todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios”[54]. La justicia demandada por la ley se realiza en Cristo, porque ahora todos, tanto gentiles como judíos, pueden ser justos por medio de El.
Los ignorantes e inestables tuercen la Palabra de Dios diciendo que la ley de Moisés seguirá en vigor “hasta que pasen el cielo y la tierra”. Tales intérpretes ponen el punto final después de la palabra “Ley”, y hacen caso omiso del resto del versículo que dice “hasta que todo se haya cumplido”. Al parecer la expresión “hasta que” no tiene sentido para los falsos maestros.
Jesús no dijo que la ley seguiría en vigor “hasta que pasen el cielo y la tierra”, sino que “hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido”[55]. ¿Cómo seguirían en vigor la ley y los profetas aun después de ser cumplidos todos los tipos y figuras y profecías? El “ayo” sirvió para llevar a los judíos a Cristo; después de hacer esto, ¿qué haría? ¡Habiendo hecho eso terminó su obra!
Es muy importante observar que Jesús no se oponía a la ley de Moisés, sino que la apoyaba. La practicaba e insistió en que sus discípulos la practicaran. En el llamado “Sermón del Monte” no se pone en contraste con la ley de Moisés, sino con lo que fue dicho por los judíos de ese tiempo. Jesús explica la diferencia entre la ley de Él y la de Moisés sobre el divorcio y segundas nupcias, pero al mismo tiempo explica que debido a la dureza del corazón del pueblo Moisés permitió el divorcio[56]. Sin embargo, explica lo que ha sido la voluntad de Dios desde el principio con respecto al matrimonio[57].
Jesús no denunció la ley de Moisés sino la enseñanza de los escribas y fariseos. Estaba en conflicto continuo con ellos. Explicaba el verdadero significado de la ley, porque ellos quebrantaban[58] los mandamientos, no solo por vía de su infracción, sino debilitando su autoridad, invalidándolos.
Los escribas y fariseos no enseñaban ni practicaban lo que Jesús enseña. Ellos no eran pobres en espíritu, porque en lugar de reconocer sus pecados querían justificarse a sí mismos. No poseían estas cualidades de carácter y, desde luego, no las enseñaban. La justicia enseñada por Jesús es mayor que la justicia enseñada y practicada por los escribas y fariseos; por lo tanto, la justicia de los discípulos de Jesús tiene que ser mayor que la “justicia” de tales líderes.
Aunque los escribas y fariseos estaban perdidos, no querían que el Buen Médico les sanara, sino que le condenaban por comer con los otros pecadores. Jesús se asociaba con los pecadores y nos conviene imitarlo. Nuestra justicia debe ser mayor que la justicia de los escribas y fariseos en todas estas cosas para poder entrar en el Reino de Dios.
e. Reconciliación (Mateo 5.21-30).
Jesús le da el verdadero significado a la Ley, rigorizando ciertos mandamientos:
Ley Jesús
No matarás No enojarse, ni llamarlo inútil, ni idiota
No adulterar No mirar a la mujer ajena con deseo
Como vemos, ya no se limita al acto mismo del asesinato o el adulterio, sino con solo enojarse o proferir palabras que hieren, se le toma como si hubiese asesinado, o bien, con solo desear a la mujer del prójimo se le cuenta como adulterio.
1) El enojo.
Los escribas y fariseos enfatizaban los actos externos. No tomaban en cuenta el propósito del acto. No se preocupaban por la condición del corazón. No enseñaban las “bienaventuranzas”. La doctrina de los escribas y fariseos, la que los discípulos de Jesús habían oído hasta esa fecha, no les inculcaba la necesidad de ser “pobres en espíritu”, de “llorar” por los pecados, de ser “mansos”, de tener “hambre y sed de justicia”, de ser “misericordiosos”, de tener “limpio corazón”, de ser “pacificadores”, ni mucho menos de sufrir “por causa de la justicia”. Por lo tanto, ellos veían en el sexto mandamiento solamente la prohibición, “no matarás”, sin tomar en cuenta los motivos de matar.
La enseñanza de Jesús es diferente. Jesús habla con voz de autoridad. Los escribas nunca daban enseñanza original. Citaban a Moisés, al Talmud, al rabí Hillel, al rabí Shammai o a otro de los rabinos. Pero Jesús dice: “pero yo os digo”. La gente nunca había escuchado a tal maestro. Se admiraban de su enseñanza.
Aun bajo la ley de Moisés, Dios no prohibió solamente el matar, sino también condenó el odio, la venganza personal, y el guardar rencor en el corazón[59]. Cuando Dios dio el sexto mandamiento, no quería decir que el pueblo podía tener malicia en sus corazones y odiar el uno al otro con tal que no mataran. El matar es causado por el enojo, el odio, el lenguaje abusivo y el deseo de tomar venganza. Jesús profundiza el tema, y explica el verdadero y profundo propósito de Dios al dar el sexto mandamiento. Dios no quiere solamente la limpieza en los actos externos, sino también limpieza de corazón.
Es posible enojarse sin pecar. El enojo contra el pecado no se condena. Varios textos hablan de la ira de Dios[60]. Todas las cosas que provocan a Dios a ira también deben provocarnos a ira a nosotros. No debemos ser indiferentes hacia el pecado y error. El enojo nos mueve a enseñar, exhortar, amonestar y aun a reprender, pero siempre con el propósito de corregir el mal y de efectuar el bien de otros, sobre todo su salvación.
El enojo debe ser controlado y de poca duración. Si no se acaba pronto, llega a ser malicia. Cualquier enojo es peligroso. Puede y debe servir para un propósito sano. Es una emoción fuerte que nos mueve a tomar cierta acción, buena o mala[61].
Después de hablar del enojo, Jesús describe la clase de enojo que se condena. Es el enojo carnal, una actitud de malicia y odio que se expresa en lenguaje abusivo, palabras insultantes y de reproche y de desprecio. Tal enojo quiere injuriar a otros. Tal enojo es una causa principal del homicidio, y si no se elimina pronto, puede destruir el alma en el infierno. Algunos pecados asociados con el enojo carnal son enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones[62].
La palabra necio viene del griego raka y del hebreo req, que significa “vacío”. Cada edad y cada país tienen sus modos de expresar tales cosas; sin duda el Señor hizo uso de la fraseología corriente en sus días. Se emplean tales palabras como “necio”, “fatuo”, “estúpido”, “tonto”, “idiota”, etc., para insultar y despreciar a otra persona. La fuerza de algún apodo o epíteto depende de cómo suena a los oídos de la persona insultada. Si hay odio y enojo en el tono de voz del que habla, tales insultos hieren y lastiman aun más.
¿Por qué conecta Jesús el enojarse y el usar lenguaje ofensivo con el matar? Porque muchas veces el enojado quiere matar o perjudicar al objeto de su ira, y conocerá cuáles armas serán más eficaces para lograr su propósito. Dice Cristo que los culpables de enojarse y de usar lenguaje insultante quedarán expuestos al juicio más severo al igual que los homicidas, porque “todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en el”[63].
Jesús presenta una ilustración práctica sobre la ofrenda. Debemos recordar que el propósito principal de ofrecer sacrificios y ofrendas a Dios es para reconciliarnos con Él. Sería absurdo, pues, presentar ofrenda a Dios antes de arrepentirnos y corregir el mal que nos apartó de Él. Los profetas dijeron repetidas veces que los sacrificios y ofrendas no eran aceptables sin la santificación[64].
Jesús pinta la imagen del oferente que trae su ofrenda al altar para esperar la llegada del sacerdote, pero al meditar se acuerda que no ha buscado la reconciliación con su hermano. El contexto indica que probablemente que se haya enojado contra su hermano y que lo haya despreciado con palabras abusivas. Por lo tanto, primero debe reconciliarse con su hermano y luego ofrecer su ofrenda a Dios. Antes de ofrecer su culto a Dios, hay otro asunto que requiere atención. ¿No es el culto a Dios lo primero y lo principal? Sí, pero algo tiene que precederlo, es decir, la reconciliación con el hermano. Nuestra relación con Dios depende de nuestra relación con los hermanos. Las relaciones familiares afectan nuestro culto a Dios. La verdad es que toda relación humana lo afecta.
El que ofende a otro, debe buscarlo cuanto antes. El culpable debe tomar la iniciativa. Debe encontrar al hermano ofendido para pedirle perdón, pero también el ofendido debe buscar al ofensor[65]. Dice Cristo que el ofensor debe buscar al ofendido, y el ofendido debe buscar al ofensor. Si los dos hacen la voluntad de Cristo, se encontrarán en el camino buscando el uno al otro. ¡Qué cambio positivo habría en las Iglesias de Cristo si los miembros creyeran y practicaran esta enseñanza! La triste verdad es que muchos miembros de la Iglesia prefieren hablar de los errores de los sectarios en lugar de oír esta enseñanza.
Muchos de los pecados referidos por Isaías eran injusticias contra sus hermanos[66]. Los profetas hablan mucho de pecados tales como oprimir y defraudar al hermano, venderlo por un par de zapatos, etc[67].
2) Codiciar a la mujer ajena.
Los discípulos de Jesús habían oído mucha denuncia del adulterio físico[68], pero ¿qué tanto énfasis se daba al décimo mandamiento[69]? Jesús condena el adulterio en el corazón, que es la causa del adulterio físico; es decir, no basta con no cometer el adulterio físico. Cristo quiere corazones limpios en los cuales no haya adulterio.
Al decir que no había que mirar a una mujer, Jesús no habla de “mirar” para conversar con ella, ni de mirarla para admirar y apreciar su belleza, sino que habla de la mirada prolongada y sensual para codiciarla. La palabra clave es “para”, que indica intento, disposición, o propósito. La mira para, con el propósito de, codiciarla. El mirar a una mujer para codiciarla significa estimular y excitar las pasiones para cometer en el pensamiento el acto de adulterio con ella, es decir, llevar a cabo el acto de adulterio en la imaginación. Tal adulterio en el corazón precede y es la causa del adulterio físico. El que mira a una mujer para codiciarla es capaz también de cometer el acto físico de adulterio en un momento de tentación fuerte cuando no hay temor de ser descubierto. La enseñanza de Jesús se dirige en gran manera a los pensamientos y deseos del corazón, como la fuente del pecado[70]. Jesús condena el uso de los ojos para codiciar.
f. El divorcio (Mateo 5.31-32).
Los judíos, al igual que en la actualidad, se divorciaban por cualquier causa, por más simple que fuera. Jesús hace ver que, a no ser porque su cónyuge comete inmundicia sexual, no debe haber divorcio, ya que esto empuja al prójimo a un pecado más grave.
Jesús sigue explicando la justicia que es mayor que la de los escribas y fariseos. Se puede agregar que sigue describiendo la puerta estrecha y el camino angosto y también lo que significa edificar la casa sobre la roca y no sobre la arena.
La enseñanza de Jesús sobre el matrimonio y el divorcio sorprendió a sus discípulos[71]. Imagínese la reacción de sus enemigos. De todas las enseñanzas de Jesús no hay otra menos popular que esta.
Hay tres textos que hablan de la carta de divorcio: Deuteronomio 24.1-2; Mateo 5.31; 19:7-8. ¿Cuál es la diferencia entre la Ley de Cristo y la Ley de Moisés sobre el divorcio? También se debe preguntar, ¿cuál es la diferencia entre la Ley de Moisés y el plan original de Dios con respecto al matrimonio y el divorcio?
1) Jesús enseñó la obediencia a la Ley de Moisés, hasta que ésta se cumpliera.
2) La enseñanza de Jesús es la justicia que es mayor que la de los escribas y fariseos. Por lo tanto, Él habla de lo que los discípulos habían oído, de lo que se decía, es decir, de la enseñanza general que se presentaba y se oía en aquel entonces.
3) Pero en Mateo 5.31-32 Jesús presenta una diferencia entre la Ley de Moisés y Su Ley. Sin embargo, esta diferencia trata solamente de una “concesión” de la ley de Moisés.
4) Es importante observar que la misma diferencia que había entre la Ley de Moisés y la Ley de Cristo era la diferencia entre la Ley de Moisés y el plan original de Dios con respecto al matrimonio.
Deuteronomio 24.1-4 es claro al decir que:
Juan se casa con Ana, pero la despide divorciada.
Ana se casa con Pedro, pero este la despide divorciada o Pedro muere.
A Juan no se le permite casarse con Ana.
Hoy, algunos perversos enseñan que cuando una persona viene a la Iglesia casada en segundas nupcias, para ser cristiano debe divorciarse de su cónyuge actual y regresar con el anterior, contraviniendo directamente este pasaje de las Escrituras.
Lamentable es que entre los cristianos haya una cantidad tan grande de personas divorciadas y muchos vueltos a casar. La dureza del corazón fue el gatillo que impulsó a Moisés a permitir el divorcio. Sin este permiso, algunos habrían evitado el matrimonio y tal vez muchos hubiesen asesinado a sus esposas. Cuando los discípulos de Jesús se dan cuenta que Él no daba ese permiso, dijeron que no convenía casarse.
La carta de divorcio era para la protección de la mujer. Un hombre no podía repudiar a su esposa sin darle carta de divorcio, la cual le dio protección legal. La Ley de Moisés protegía los derechos de todos, y mayormente los de los dependientes, por lo que Dios tuvo que controlar esta práctica que no estaba de acuerdo a su voluntad[72]. Cuando Dios originó el matrimonio, lo hizo permanente, una unión que debería durar hasta la muerte.
El divorcio se puede comparar con la poligamia: Dios la toleraba, pero siempre estaba en conflicto con el plan original. La poligamia causó grandes problemas, como también el divorcio causa grandes problemas.
La enseñanza de Jesús no permite el repudiar excepto por causa de fornicación, aunque todavía hay mucha dureza de corazón. La enseñanza de Jesús contradice las creencias populares sobre el matrimonio, el divorcio y segundas nupcias, pero recuérdese que Él nos devuelve “al principio”, al plan original de Dios.
En la actualidad se dan significados muy distintos a las palabras “divorcio” y “separación”. A la palabra “divorcio” se le da un significado legal y final, mientras que a la palabra “separación” se le da un significado menos serio. De hecho, muchos ni siquiera creen que es pecado la separación, mientras que no se casen otra vez. Pero en realidad son lo mismo, solo que una ha tenido intervención legal y la otra no.
Jesús muestra el único motivo por el que se permite el divorcio: La fornicación. La palabra “fornicación” incluye todo acto sexual ilícito, y es la única causa aceptada por Dios para justificar la separación de los esposos. Por ejemplo en 1 Corintios 5.1 se habla de un hombre que tenía contacto sexual con la mujer de su padre, lo cual es fornicación. También la homosexualidad se incluye en la palabra fornicación[73].
Según los judíos, cualquier cosa era motivo para divorciarse. Podía ser el carácter malo, ser pendenciera, que saliera a la calle sin llevar velo, que hablara con otro hombre en la calle, que quemara el pan, que echara mucha sal en la comida, que el hombre encontrara otra mujer más atractiva, que los suegros fueran entremetidos, etc. Hoy en día la situación no ha mejorado. “Cualquier causa” puede ser en la actualidad la incompatibilidad, la crueldad física y mental, la borrachera, los conflictos religiosos, los pleitos y disgustos sobre las finanzas, los conflictos con familiares, el no poder entenderse, por ser el hombre desobligado o criminal, por ser la mujer regañona o gorda, por no bañarse, y por una infinidad de cosas. Pero Jesús dice que hay una sola causa para repudiar, y esa causa es la fornicación.
Desde luego, la mujer no es una adúltera en el momento de ser repudiada, pero Jesús presenta una realidad, de la práctica común, de que la mujer repudiada casi siempre se casa otra vez. Hablando en forma general, así sucede ya sea por razón económica, por querer padre para sus hijos, por motivos sexuales, por temor, o simplemente por no querer vivir sola. Pero si se casa o se junta con otro varón, será llamada adúltera[74]. Serán ella y el segundo hombre adúlteros casados, porque ella queda sujeta a su primer marido, aunque esté casada con otro hombre. Pero el que la repudió comparte la culpa.
Obsérvese que Jesús dice “se casa”. La segunda pareja “se casa”. Es un acto legal. Sin embargo, el uso de la palabra "casarse" no indica que la unión es aceptable; no lo es, porque aunque esta unión se llame “matrimonio” en realidad es adulterio porque la mujer repudiada todavía es la esposa de otro hombre. Aunque vayan al registro civil para casarse y la segunda unión sea legal ante los ojos del gobierno, aun así ante los ojos de Dios es adulterio.
El tiempo del verbo moichatai, traducido “adultera”, es el presente. Este tiempo indica acción continua, es decir, sigue cometiendo adulterio, porque cuando alguno repudia a su esposa, ¿por qué se casa con otra? Obviamente la razón principal es para cohabitar con ella. Desde luego, esto no es un solo acto, sino una continuación de una acción pecaminosa. El que se casa con la repudiada no comete adulterio una sola vez, sino continuamente porque vive con ella.
El divorcio debe ser denunciado como pecado. Algunos creen que no es tan malo el divorcio o la separación con tal que el hermano o la hermana no vuelva a casarse, pero no hay ningún texto que enseñe esto. No conviene, pues, enseñar que está bien que los esposos se separen o se divorcien con tal que no se casen otra vez.
g. Jesús y los juramentos (Mateo 5.33-37).
Entre los judíos se había extendido de jurar por todo, incluso por asuntos livianos. Jesús aclara que nuestra manera de hablar debe ser tan cristalina que podamos responder con un simple “si” o un “no” y que esto debe bastar para hacer saber que decimos lo cierto.
Hay dos lecciones básicas en este texto:
1) No mentir[75]. El discípulo de Jesucristo es veraz. Dice la verdad. No miente. No engaña, sino que cumple su promesa.
2) Que nuestro “sí” sea “sí” y que nuestro “no” sea “no”. La palabra del cristiano vale porque es apoyada, no por juramentos, sino por su buen carácter. No necesita de juramentos para apoyar lo que dice.
Pero es correcto dar testimonio bajo juramento ante el tribunal civil, para defender los derechos del inocente y para condenar el crimen del culpable. Es verdad que el buen carácter del cristiano hace innecesario el juramento, pero vivimos en un mundo perverso, y el gobierno requiere que el testigo jure para confirmar su testimonio en asuntos judiciales. Si el prójimo es defraudado y el cristiano es testigo de ello y rehúsa testificar en su favor, no le ama, y no es amigo de la justicia.
h. Amor al enemigo (Mateo 5.38-48; Lucas 27-36).
Uno de los pasajes preferidos, ayer y hoy, es Levítico 24.20, lo que se ha llamado la “Ley del Talión”, es decir, hacerle al otro lo mismo que me ha hecho, pero Jesús aclara que Dios no busca eso, sino más bien nos invita a hacerle el bien al que nos hace el mal.
Multitud de ordenamientos jurídicos se han inspirado en la Ley del Talión, especialmente en la Edad Antigua y en la Edad Media. Aunque pudiera parecer una ley primitiva, sin embargo el espíritu de esa ley es la proporcionalidad de la pena, y la evitación de una respuesta desproporcionada por la venganza. La aplicación de la pena, con barbarie, a lo largo de los siglos, no implica un defecto de la ley, sino un defecto de los aplicadores.
1) En el famoso Código de Hammurabi (1792 a.C.), el principio de intercambio exacto se utiliza con gran claridad. Por ejemplo:
a) La Ley 229 establecía que si un arquitecto hizo una casa para otro, y no la hizo sólida, y si la casa que hizo se derrumbó y ha hecho morir al propietario de la casa, el arquitecto será muerto; dicho concepto se acentúa cuando se señala que si ella hizo morir el hijo del propietario de la casa, se matará al hijo del arquitecto[76].
b) Un siguiente nivel de penas consistía en la mutilación de una parte del cuerpo en proporción al daño causado. Por ejemplo la Ley 195 se establecía que si un hijo golpeó al padre, se le cortarán las manos; la 196 si un hombre libre vació el ojo de un hijo de hombre libre, se vaciará su ojo; 197 si quebró un hueso de un hombre, se quebrará su hueso.
c) Las penas menores consistían en la reparación del daño devolviendo materias primas tales como plata, trigo, vino, etc. En los casos en que no existía daño físico, se buscaba una forma de compensación física, de modo tal, por ejemplo, que al autor de un robo se le cortaba la mano.
2) En el Antiguo Testamento, la ley del talión aparece en Éxodo 21.23-25, en Levítico 24.18-20 y en Deuteronomio 19.21. Este principio seguirá vigente para el judaísmo hasta la época talmúdica donde los rabinos del momento determinaron que la pena se transformaría en un resarcimiento económico.
3) La Ley de las XII Tablas de Roma muestra en la tabla VIII una curiosa combinación entre normas inspiradas en la Ley del Talión, y normas correspondientes a sistemas jurídicos menos primitivistas. Esta mezcla suele ser atribuida al momento de transición jurídica en que surge el primer cuerpo legal de Roma.
4) En el Derecho de los pueblos germanos, el espíritu de la Ley del Talión se manifestaba en la llamada Blutrache o venganza de sangre.
5) Aún en la actualidad hay ordenamientos jurídicos que se basan en la ley del talión, especialmente en los países musulmanes.
i. Pureza por las buenas obras.
Las buenas obras no pueden darnos la salvación, pero cuando somos salvos buscamos hacer buenas obras. Esto es parte de la demostración del verdadero cristianismo, muy diferente de lo que enseñan algunos de hacer solo el bien a los miembros de la Iglesia.
1) La mano derecha y la izquierda (Mateo 6.1-4).
En el tiempo de Jesús, muchos se jactaban de las buenas obras que hacían, tal como pasa hoy cuando hay personas que aman que se les saque en los noticieros y que se les haga mucha publicidad de lo bueno que hicieron. Jesús nos invita a hacer buenas obras en secreto, procurando que los menos sean los que se dieron cuenta de lo que hicimos. La Biblia no solamente nos enseña lo que debemos hacer, sino también nos enseña los propósitos y las motivaciones con los cuales debemos obedecer. Si no obedecemos con propósito correcto, nuestra obediencia no es aceptable a Dios. Por lo tanto, debemos examinarnos con cuidado[77], porque no basta con ofrecer el servicio y culto a Dios que son correctos en cuanto a forma, sino que también debemos servir y adorar a Dios con corazón limpio.
2) La oración secreta (Mateo 6.5-8).
De la misma manera, muchos buscaban que se les alabara por la manera o el tiempo que duraban con sus oraciones, pero Jesús nos dice que oremos en secreto, sin que muchos se den cuenta, y Dios escuchará lo que le decimos.
Son hipócritas los que practican sus devociones privadas en lugares públicos, pero no lo hacen para agradar a Dios, sino para recibir la alabanza de los hombres. El orar debe ser acto religioso, pero si es practicado con el propósito de recibir alabanza de los hombres, no es acto de culto para Dios, sino más bien un acto de hipocresía. La palabra “hipocresía” significa “actuación dramática, referido al hablar de los actores en diálogo; de ahí pretensión”. El hipócrita es engañador. Engaña a los hombres, pero no engaña a Dios[78].
No estamos hablando de dirigir la oración de la congregación en la sinagoga, ni tampoco en las esquinas de las calles, sino de ofrecer una oración privada en los lugares públicos. En cualquier momento el cristiano puede orar a Dios, por ejemplo, puede dar gracias por su comida en un restaurante. El problema no es el orar o no orar en público, sino el orar en público en lugar de orar en privado, y el orar en público para ser alabados de los hombres en lugar de agradar a Dios. Lo que se condena es el espíritu de ostentación, el deseo de exhibir la piedad. Lo que Jesús condena es el propósito malo. El corazón de ellos no era limpio, porque el propósito de su servicio no era sano. No querían creer y no podían creer porque solamente buscaban la gloria unos de otros, y no buscaban la gloria que viene de Dios.
Jesús no solamente condena el error de los hipócritas, sino que también enseña lo correcto con respecto a la oración. Habla del “aposento”, el lugar más privado disponible para que a solas puedas orar a Dios, excluyendo el mundo entero. Si nuestra oración es en verdad solamente para los oídos de nuestro Padre Celestial, no usaremos palabras grandes, ni lenguaje floreciente, ni voz elocuente, para tratar de impresionar a Dios. En la forma más natural, aunque bien respetuosa, presentaremos nuestra plegaria a Él, con mucha acción de gracias.
Los paganos creen que por “su palabrería”[79] serían oídos. De esta manera implican consciente o inconscientemente que sus dioses son estúpidos, que tienen que decirles las mismas cosas docenas de veces, o de otro modo que son del todo indiferentes hacia ellos, y que tienen que moverles por sus gritos y repeticiones hasta que les concedan lo que piden. En la actualidad el católico romano, ortodoxo, budista y mahometano usa vanas repeticiones. La enseñanza de Jesús es violada por la repetición del rosario. Los católicos creen que serán oídos por su mucha repetición del “Padre Nuestro”. Jesús nos enseña como orar para evitar vanas repeticiones. ¡Pero muchos creen que con repetir esta oración serán oídos! Algunos judíos habían caído en el mismo error de creer que Dios les escucharía por sus vanas repeticiones de las mismas palabras.
Adonay no es como los dioses paganos que no saben nada, mucho menos de qué cosas tenemos necesidad. ¡Cuántas veces los profetas les recordaban a los israelitas de esta verdad! Era uno de los mensajes principales de ellos. El propósito de orar no es para informar a Dios de nuestras necesidades. Él ya sabe y, además, está dispuesto a ayudarnos. Las vanas repeticiones insultan el conocimiento y el amor de Dios, y su buena disposición de ayudarnos.
¿Por qué debemos orar entonces? Oramos porque somos hijos de Dios, y los hijos se comunican con sus padres. Dios nos habla a través de su Palabra, y hablamos con Él en oración. Es acto de amor filial. El orar es un ejercicio de fe. Nuestra fe en Dios se expresa. Una fe que no actúa es fe muerta[80]. Expresamos nuestra plena confianza de que Él es nuestro Proveedor y Protector. El orar no es solamente para pedir. En la oración honramos y alabamos a Dios, expresamos la gratitud, gozamos de comunión con Él, expresamos nuestra dependencia y nuestra sumisión, intercedemos por otros, etc.
3) La oración modelo (Mateo 6.9-13.
Lo que se ha llamado el “Padrenuestro” es una oración “modelo”, es decir, un molde de donde deben desprenderse las oraciones que hacemos a Dios. No era el propósito de Jesús revelar una oración que debería ser memorizada y recitada repetidas veces. Hay otros textos que nos enseñan cómo orar: Juan 14.13; 16.26 nos enseñan que debemos orar en el nombre de Jesús; 1 Timoteo 2.1-2 agrega detalles importantes; también 1 Tesalonicenses 5.17, Santiago 1.5; 5.16, etc. Aparte de instrucciones y mandamientos, hay buenos ejemplos que seguir. Esta contiene lo básico que debe tener cualquier oración:
a) Adoración: “Padre nuestro que estás en los cielos, Santificado sea Tu nombre”. Los paganos no podían decir esto porque los dioses paganos eran, según la imaginación de ellos, crueles, despóticos y caprichosos. No había relación padre-hijo con los dioses paganos y sus adoradores[81].
Dios es el único Dios que está en los cielos. Decimos esto, pues, para expresar gran reverencia.
Su gran nombre es glorificado por el culto que le ofrecemos: Los cantos, las oraciones, la predicación y los demás actos de culto. Pero también es glorificado por nuestras vidas.
b) Rendición ante la Voluntad de Dios: “Venga Tu reino. Hágase Tu voluntad, Así en la tierra como en el cielo”. La palabra “reino” significa “poder, autoridad”, y también el “imperio” de Dios, o sea, los súbditos o ciudadanos del reino. El reino y la iglesia se establecieron el mismo día; tienen la misma cabeza; tienen las mismas condiciones de entrada; la cena del Señor está en la iglesia y está en el reino; y todas las enseñanzas del Nuevo Testamento son para la iglesia y también son para los ciudadanos del reino.
Los salvos son los que hacen la voluntad de Dios. Debemos apartarnos de todo mal. Debemos limpiar el corazón y presentar el cuerpo como sacrificio vivo al Señor. Esta oración significa que estamos sumisos a Dios. Entonces, si estamos haciendo la voluntad, debemos enseñar, amonestar y exhortar a otros para que hagan lo mismo. Debemos “cooperar” con la oración.
c) Solicitud por nuestras necesidades: “Danos hoy el pan nuestro de cada día”. La palabra “pan” es palabra genérica y significa lo necesario para sostener la vida física. Es correcto y necesario pedirlo. Los israelitas recogían cada mañana el maná. Cada noche al acostarse no tenían comida para otro día. Cuando algunos lo guardaron de un día para otro, crió gusanos y hedió. Se acostaban cada noche durante cuarenta años, totalmente dependientes de Dios para el sostén del siguiente día. No pedimos el pan para mañana, porque no debemos preocuparnos por el día de mañana.
d) Confesión de nuestros pecados: “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores”. Los pecados son deudas morales y espirituales que serán castigadas a menos que sean perdonadas. Lamentablemente muchos están interesados en tener el pan de cada día, pero no les interesa el perdón de sus pecados. El pan de cada día nos engorda para la matanza si no obtenemos el perdón de pecados. Nuestros pecados nos han dejado en bancarrota espiritual, arruinados y sin esperanza de sacarnos de la ruina. Toda persona se ha vendido a la esclavitud del pecado. Los pecadores son esclavos.
La palabra perdonar viene del griego aphiemi, que significa “enviar afuera, despedir”, cuando perdonamos a otro, despedimos el pecado, cancelamos la deuda, para siempre. Con este espíritu perdonador cumplimos con uno de los requisitos nombrados por Dios para recibir su perdón. Si pedimos perdón con algo de rencor en el corazón o con espíritu vengativo, estamos pidiendo que Dios no nos perdone. Mejor que ni oremos.
e) Solicitud de fortaleza: “Y no nos metas en tentación, sino líbranos del mal“.Es importante recordar que la palabra peirasmos no significa solamente tentación sino también prueba. Así es que hay pruebas buenas, como también hay tentaciones malas de Satanás. Tentar quiere decir inducir a pecar. Satanás es el tentador. Nos tienta, nos seduce a pecar a través de los malos pensamientos y malos deseos en nuestro corazón. Sin embargo, Dios permite que el hombre se someta a pruebas. Somos guiados y cuidados por la providencia de Dios. Nuestra vida está en sus manos. Las pruebas son necesarias para nuestro crecimiento y desarrollo espiritual. Son disciplina para nosotros.
f) Reconocimiento a su Majestad: “Porque Tuyo es el reino y el poder y la gloria para siempre. Amén”. Según La Biblia de las Américas, la doxología no aparece en los manuscritos más antiguos.
j. Perdonar (Mateo 6.14-15).
El perdón es algo retributivo, si nosotros lo hacemos, también, cuando se lo pidamos a Dios, Él lo hará con nosotros.
k. El ayuno (Mateo 6.16-18).
Jesús critica de nuevo la actitud de muchos de sus contemporáneos, que hacían ayuno pero lo publicaban, para que todos les alabaran por lo que hacían. Él nos invita a que cuando hacemos ayuno, los menos posibles se den cuenta, ya que debemos actuar normalmente, sin hacer ostentación.
La Ley de Moisés especificó un solo ayuno para ser observado anualmente en el día de la expiación[82]. Pero la tradición inventó muchos ayunos[83]. Los judíos ayunaban cuando había peligros y problemas de cualquiera clase, en tiempo de luto, y para manifestar el arrepentimiento. Creían que el ayuno intensificaba el pesar por el pecado.
Jesús no requiere ni prohíbe el ayunar. Sus discípulos, por ser judíos, ayunaban. Era práctica religiosa bien establecida. Jesús enseña sobre el tema para condenar la hipocresía, y para enfatizar la necesidad de servir a Dios con corazón sincero. Otra vez habla del mal ejemplo de los hipócritas.
Los hipócritas no sentían tristeza por sus pecados, sino que solamente fingían la humildad y la tristeza. En lugar de poseer y demostrar la verdadera piedad, solamente la fingían. Tal humildad falsa es más bien soberbia. Desfiguraban sus caras. No se lavaban, no se peinaban, no se ungían y se cubrían de ceniza, para indicar una devoción profunda. Querían indicar con este disfraz que estaban muy afligidos por Dios. Era “otra cara”, no la natural. Por eso, eran hipócritas. Isaías 58.3-11 y Zacarías 7.1-7 denuncian los ayunos falsos y engañosos. Isaías explica bien el ayuno verdadero que Dios acepta.
En realidad tales hombres eran incrédulos. El pueblo escogido de Dios no creía en Él. Si hubiera creído en Dios, habría sabido que es Omnisciente y que no le podían engañar. La verdad es que no le tomaban en cuenta. Sus actos religiosos eran para los ojos, la atención y el aplauso de los hombres y no para los ojos de Dios.
Jesús enseña un cambio en esta práctica. No dice que no hay que ayunar, pero si alguien quiere hacerlo debe tener una apariencia normal, como si no ayunara. Esta conducta es lo opuesto de la práctica de los hipócritas. Ellos, no estando afligidos, daban la apariencia de aflicción. Jesús enseña que, estando verdaderamente afligidos, que no se dé la apariencia de aflicción.
Sin duda alguna, el ayunar ha beneficiado y sigue beneficiando a muchas personas, pero no tiene valor en sí como ceremonia religiosa. Nos engañamos si creemos que somos más espirituales simplemente porque ayunamos cada mes, o cada semana o dos veces por semana. Como ya hemos visto, el ayuno es la expresión natural y normal del alma.
El ayunar suprime el apetito físico para dar énfasis a la alimentación del alma en comunicación con Dios. Es muy posible que la pura intensidad de las cosas espirituales nos haga descuidar los apetitos del cuerpo. En los dos textos citados los apóstoles y otros hermanos estaban ocupados en obra supremamente importante. El ayunar se puede comparar con el abstenerse de otras cosas físicas, por ejemplo, el acto sexual[84]. La esencia de ayunar aceptablemente es que el alma reciba más atención mientras que el cuerpo reciba menos. Pero lo que Dios quiere no es el ayunar mismo, sino lo que el ayunar debe producir, es decir, el verdadero arrepentimiento y cambio de carácter, la transformación del hombre en la imagen de Cristo. El ayunar es bueno, pues, si ayuda en la lucha contra la carne.
El ayunar no es mandamiento del Nuevo Testamento. No hay texto que especifique algún ayuno, especificando quiénes deben ayunar, cuándo deben ayunar, qué tan frecuente, de cuánta duración, etc., sino que es necesario que el ayuno sea de beneficio para el alma. Está en la misma categoría con todos los demás actos de abnegación de sí.
También debe ser compatible con la buena salud. El cristiano bien puede sufrir físicamente por Cristo, pero no hay texto alguno que indique que el cristiano debiera perjudicar su salud física o mental para controlar sus apetitos.
l. La solicitud terrena.
Una falsa enseñanza de la actualidad habla que los cristianos debemos ser acomodados económicamente, tener propiedades, autos, lujos, etc. La enseñanza de Jesús se dirige al lado opuesto, no que los cristianos no podamos tener cosas materiales, pero sin que estas lleguen a convertirse en nuestra meta. Lo material es un instrumento para poder vivir, no es la vida.
m. El tesoro del corazón (Mateo 6.19-21).
¿Es la casa, el auto, nuestro empleo, lo más importante para nosotros? Si lo es, hemos desviado el sendero. Las cosas materiales son para usarse, no para atesorarlas, y debemos recordar que todo tiene su fin, menos nuestra eternidad.
Entre las riquezas materiales mencionadas en la Biblia, frecuentemente se menciona la ropa[85]. Una gran parte del tesoro terrenal de mucha gente, aun de cristianos, es la ropa. Es increíble que hermanos gasten tanto dinero en ropa y en otras cosas para adornar el cuerpo: Joyería, cosméticos, perfumes, etc[86]. Cuestan mucho dinero los zapatos para damas, como también para caballeros, pero aunque los precios sean exagerados, muchos hermanos con gusto siguen comprándolos. No están contentos si no tienen un buen surtido de zapatos. El problema ahora no es tanto la polilla, ni tampoco de que se envejezcan, sino el fastidio. La ropa, la joyería, los zapatos, etc., pierden su atracción después de usarse unas cuantas veces, y hay que comprar más. Los israelitas tenían que llevar su ropa durante cuarenta años, pero hay hermanos que no quieren llevar la misma ropa ni cuarenta días sin aburrirse de ella. Es verdad que muchos regalan ropa a otros, pero no por ser benévolos, sino para tener excusa para comprar estilos nuevos. ¡Donde esté la moda, allí estará el corazón!
Los ladrones literalmente “minaban” las casas de adobe para robar, es decir, hacían un boquete en las paredes hechas con tierra y agua prensadas y secadas y por ahí sacaban los artículos de valor. Ahora se usan cadenas, chapas, candados, y toda clase de seguros. Muchas personas instalan en sus automóviles sistemas de seguridad que suenan alarmas de varias clases, y los ladrones se divierten robando tales sistemas de los automóviles para venderlos junto con el auto, o por separado, a otros. Es bueno cerrar con llave el carro y está bien “asegurar” con rejas las puertas y ventanas del negocio y de la casa, pero ¿quién cree que tales cosas en verdad aseguran nuestros tesoros terrenales?
La conclusión de todo esto es que los tesoros de la tierra no duran, son muy pasajeros. ¿Qué tan inteligente es, pues, dedicar la vida a acumular cosas de tan poca duración? Además, aunque se guardaran muchas posesiones por cien años o más, “¿qué aprovecha al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?”[87] El hombre trabaja como esclavo, se vuelve casi loco con afán, y acumula una fortuna, y cuando muere, su viuda se casa con otro que solamente tiene que entrar en la casa y disfrutar del trabajo de otro. Así es la locura de acumular bienes aquí en la tierra.
Requiere mucho tiempo, trabajo, y atención personal para acumular tesoros en la tierra. Por eso es muy peligroso hacerlo, porque esto significa que el corazón, que debe pertenecer a Dios, pertenece más bien a lo terrenal. Podemos saber si estamos trabajando para fines terrenales o para fines celestiales, porque es cuestión de simplemente observar cómo se usa el tiempo, de qué se habla, cómo se usan los recursos, etc.
¿Cuál es el remedio? No poner la esperanza en las riquezas, que son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Si se aumentan las riquezas, no debemos poner el corazón en ellas.
n. El ojo limpio (Mateo 6.22-23).
Una y tal vez la principal manera en que entran las cosas, ya sean buenas o malas, a nuestro espíritu, es la vista. Si el ser humano busca ver cosas no convenientes, su corazón se enturbiará, más si busca ver cosas sanas y puras, el espíritu se mantendrá limpio.
El ojo no es el origen de la luz, sino la ventana por la cual la luz entra al cuerpo. El ojo es al cuerpo lo que el corazón es al alma. El ojo tiene que ver con nuestro concepto de nuestra mayordomía de las cosas materiales.
El que tiene “ojo bueno” tiene visión espiritual 20/20. Ve claramente. No ve doble. No ve dos imágenes del objeto, como lo hace el avaro, sino solamente una; es decir, su concepto de Dios, de la vida, del deber personal, y sobre todo del uso correcto de sus bienes materiales, es claro y correcto. Compárese una ventana limpia: Si el vidrio es claro y limpio, deja entrar la luz y la casa queda iluminada. El que tiene ojo bueno tiene sus tesoros en el cielo. Tiene un solo propósito en esta vida. Busca primeramente el reino de Dios y su justicia. Busca una sola cosa: Tiene su mira en las cosas de Dios[88].
El hombre que tiene ojo bueno sabe distinguir entre las cosas más importantes y las cosas menos importantes. Da primer lugar a las cosas más importantes. Da prioridad a lo primero. Sabemos que somos viajeros y, por eso, no queremos “comprar el hotel” porque “no puede el mundo ser mi hogar”. Tampoco llevamos mucho equipaje. Solamente necesitamos dinero para gastos. Entiende que debe usar el dinero para la obra de Dios, para promover la obra de evangelizar el mundo. Está consciente de los multiplicados millones que no han oído el evangelio, y sabe que cuesta dinero enviar obreros, publicar literatura, etc. También se acuerda de los pobres y necesitados. Entiende cuáles son las riquezas verdaderas: la vida, la salud, el cuerpo, la mente, el alma, la conciencia, la familia, la iglesia, el tiempo que Dios nos da para prepararnos, la verdad, la influencia, y toda bendición de Dios tanto material como espiritual; es decir, el que tiene ojo bueno tiene un concepto claro de todas estas cosas. Sabe apreciar el valor de cada bendición de Dios y aprovecha cada una de ellas.
El ojo malo es el ojo enfermo. Es el opuesto del ojo bueno. El que tiene ojo malo no ve claramente. Ve “doble”. Por ser avaro ve dos imágenes. Su concepto de Dios, de la vida, del deber personal, y sobre todo su concepto del uso correcto de sus bienes materiales es confuso e incorrecto. Recuérde la ilustración de la ventana: Si está sucia y opaca, no deja entrar la luz. Lo que opaca la ventana es el amor al dinero. La ventana mala tergiversa y tuerce la imagen y causa confusión.
Tal persona tiene “doble ánimo”. Tiene dos corazones, dos afectos. Es como el hombre que ama a dos mujeres; siempre tiene problemas. Quiere ir al cielo, pero quiere acumular riquezas “para sí” aquí en la tierra[89]. ¡Una mano se extiende hacia los cielos y la otra se mete en lodo! Todo su cuerpo está en tinieblas, todo lo contrario de la bendición de tener el cuerpo lleno de luz. Es hombre ciego. El avaro piensa solamente en sí mismo y no en otros. Es materialista y mundano. Ama el dinero. Los fariseos eran avaros[90]. No podían objetivamente escuchar la enseñanza de Jesús y, por lo tanto, seguían en las tinieblas.
o. Dos señores (Mateo 6.24; Lucas 16.13).
De nuevo Jesús señala el peligro de confiar en el dinero. No es posible pensar que uno puede ser un siervo de Dios si el corazón está puesto en las ganancias deshonestas.
La palabra “servir” significa “ser esclavo de”, y el esclavo tenía un solo amo. Jesús habla de dos servicios conflictivos: El uno de luz y el otro de tinieblas, el uno de humildad y el otro de orgullo, el uno por fe y el otro por vista, el uno con la mira en el cielo y el otro con la mira aquí en la tierra. Un buen ejemplo nos lo dan los efesios que cuando se convirtieron, quemaron sus libros sobre la magia[91]. Judas amó al dinero; por eso aborreció a Jesús. Si servimos a Mamón, descuidaremos la obra de Dios. Satanás acepta con todo gusto una parte de nuestro servicio, porque sabe que si le damos una parte de nuestro servicio, Dios nos rechazará. Por lo tanto, el servicio parcial para Satanás es servicio total para él. Es necesario, pues, escoger[92].
p. El día de mañana (Mateo 6.25-33).
Nuestra actualidad nos lleva a pensar siempre en el futuro, y no es que sea malo prepararse para la vida, pero Jesús nos lleva a un plano diferente y nos dice que no debemos preocuparnos por la comida, la bebida o el vestido. Los paganos se desvelan por estas cosas, pero nuestra confianza debe estar siempre puesta en Dios. Cuando salimos a trabajar, a estudiar o a hacer lo que tenemos, no debemos estar confiados en nuestras fuerzas o habilidades, sino depositar todo en las manos del Señor.
Afanarse, del griego merimna, probablemente está relacionada con merizo, que significa “atraer en diferentes direcciones, distraer”, y por ello “aquello que causa esto, un afán, especialmente ansioso”. Por el contrario, amerimnos significa “libre de cuidado”.
Las palabras de Jesús son: “No os afanéis” y hay tres razones para ello:
1) Los tesoros de este mundo no son confiables porque son perecederos, no duran.
2) Si el ojo es maligno, toda la vida está llena de oscuridad.
3) Es imposible servir a las riquezas y al mismo tiempo a Dios.
La confianza que debemos poner en Adonay es tanta que Jesús nos dice que no debemos preocuparnos en cuanto a qué comer, qué beber o qué vestir.
La vida, el psuche, es el aliento de vida, la vida individual, el ser vivo, es mucho más importante que el alimento que la sostiene, como también el cuerpo es mucho más importante que la ropa que lo cubre.
Dios nos da la vida y el cuerpo en que vive. Él sabe que no somos máquinas ni ángeles y que necesitamos de alimento y ropa. La vida es importantísima, una verdadera dádiva de Dios de sumo valor. Si Dios nos da una dádiva tan preciosa, ¿no la sostendrá? Si nos da cuerpo que es el Templo del Espíritu Santo[93], ¿no le proveerá ropa?
El propósito de la vida no es simplemente comer y beber, ni es el propósito del cuerpo simplemente vestirse. Estas son cosas necesarias pero son cosas secundarias. La vida existe en el cuerpo para servir a Dios, para glorificarle, para avanzar los asuntos de su reino y su justicia. Es verdad que deseamos comer, beber y vestirnos, pero estos deseos, aunque sean básicos, no son los deseos más importantes de la vida. Satisfacemos estos deseos para poder satisfacer otros deseos mucho más importantes. Aun los animales tienen el deseo de comer y beber, pero los hombres somos hechos a la imagen de Dios, y tenemos otros deseos superiores.
El hombre tiene dominio sobre los animales y las aves pero las aves nos enseñan. Debemos observarlas y aprender de ellas. No siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, ¡pero no están llenas de ansiedad! porque vuestro Padre celestial las alimenta.
Lo que Jesús no enseña:
1) No condena el trabajar.
Muchos textos enseñan la necesidad de trabajar[94]. El hombre trabajó en el huerto de Edén, antes de pecar[95]. El trabajo no es un castigo sino una bendición. El hombre fue creado para trabajar, pero no para afanarse. Las aves trabajan. Dios “las alimenta”. El provee la comida y las aves aprovechan esa provisión, trabajando para comer. Jesús no dice: “las aves no trabajan”, porque sí trabajan, pero trabajan sin afán, aunque no recogen en graneros. No tienen nada almacenado para mañana. No se preocupan por el día de mañana. Cuánto más debemos evitar el afán, porque no solamente trabajamos, sino también hacemos provisión para el futuro. Es necesario trabajar, pero ¡qué lástima que para muchos el trabajar es pura molestia!
2) No condena el recoger en graneros.
El hombre debe sembrar, segar y recoger en graneros, pero sin angustiarse. El problema es que aunque el hombre recoja en graneros, aun así sigue preocupado por cosas materiales.
Las aves fueron creadas para el beneficio del hombre. Vivirán solamente en este mundo, pero el hombre, hecho a la imagen de Dios, es superior a las aves, por lo cual Dios no dejará de alimentarnos. Pero hay algo por lo cual si debemos ocuparnos, el Reino de Dios y el estar justificados delante del Señor.
Jesús enseña que debemos poner la confianza en Dios y no vivir preocupados. Pero si alguien insiste en vivir ansioso, que conteste la pregunta: ¿De veras ayuda el afán? Por lo contrario, nos perjudica tanto física como espiritualmente. La inquietud puede causar dolor de cabeza, úlceras en el estómago, alta presión de sangre y toda clase de mal nervioso. Recuérdese que la idea básica de la palabra “afanarse” es “distraerse”; por el afán uno queda distraído, por ejemplo, en el trabajo y en otras actividades importantes. Lo peor es que también se distrae espiritualmente y como todos saben no debemos distraernos si queremos correr la carrera hasta el fin y ganar el premio. Si el afán no ayuda, y por lo contrario, causa mucho daño, ¿por qué persistimos en afanarnos?
Desde luego, los del mundo viven afanados por estas cosas porque no conocen a Dios, no confían en El y creen que todo depende de ellos mismos. Nosotros sí creemos en Dios. Creemos que Él es el Creador, y que provee para todas sus criaturas, mayormente para sus hijos. No creemos que todo dependa de nosotros mismos. Trabajamos, sí, pero Dios pone los medios. Él hace que el sol salga día tras día, y manda las lluvias, y hace que la tierra sea fértil y que la simiente sembrada fructifique. No estamos solos. No somos mundanos. No somos paganos. No actuemos, pues, como los del mundo.
q. Consejos de Jesús.
No hay otro texto en la Biblia más tergiversado. El primer versículo se ha aislado del resto del texto, y sin explicarse en su contexto, se ha usado para condenar a los que condenan, para criticar a los que critican, y para debatir que no se debe debatir y ni cuenta se da de la inconsecuencia de lo que se hace, pero al mismo tiempo, no hay otro texto más descuidado aun por los hermanos en Cristo. Verdaderamente esta enseñanza es la puerta estrecha y el camino angosto.
Jesús da nueve consejos a sus discípulos que aun están vigentes y que deben ser parte de nuestro quehacer diario.
1) Contra el juicio rápido (Mateo 7.1-5; Lucas 6.37-42).
Uno de los grandes defectos del ser humano es juzgar antes de conocer todos los hechos, lo que condena Jesús. Realmente Él es el único que tiene derecho a emitir algún juicio, ya que los seres humanos no tenemos autoridad moral para hacerlo.
Para nuestra propia protección no nos conviene juzgar a otros. El que se ama a sí mismo no debe juzgar a otro, porque el juzgar a otro trae condenación para uno mismo, ya que con el mismo juicio con que juzgamos seremos juzgados nosotros. Esta enseñanza es para nuestro propio bien. El propósito de la enseñanza es evitar la condenación de nosotros mismos. Debemos ser espirituales y mansos en nuestro trato del hermano que peca, recordando que nosotros mismos podemos caer.
Lo maravilloso es el control que el cristiano puede tener sobre este asunto. Cada quien decide por sí mismo cómo quiere ser juzgado o medido. ¿Queremos que otros nos juzguen con tolerancia y benevolencia? Entonces, juzguemos a otros con tolerancia y benevolencia. ¿Queremos que otros nos juzguen con intolerancia y dureza? Entonces, juzguemos a otros con intolerancia y dureza.
Si usamos una regla muy estricta para medir a otros, no esperemos que ellos usen una medida muy floja para juzgar a nosotros. Si somos muy exigentes hacia ellos, serán muy exigentes hacia nosotros. Si usamos de misericordia para con ellos, usarán de misericordia para con nosotros. Esto se refiere al juicio de Dios, pero también se puede aplicar al juicio humano.
Por lo tanto, debemos ser pacientes con otros, para que sean pacientes con nosotros. Queremos que otros traten de comprender nuestros problemas, dificultades, flaquezas, etc.; por eso, debemos hacer lo mismo con ellos. Queremos que otros sean generosos para con nosotros; por eso, debemos ser generosos para con otros. Queremos que otros sean justos con nosotros; por eso, seamos justos con otros.
Muchos usan mal este pasaje para condenar toda forma de juzgar; dicen que no debemos nunca criticar o juzgar a otros. Este texto no enseña tal cosa. Es necesario juzgar perros y cerdos[96]. Para no desobedecer este versículo es indispensable que juzguemos a los tales. No solamente se puede decir que no es pecado juzgarles, sino también se debe agregar que si no se hace, entonces este texto se ignora. Los perros son los carnales[97]. También hay que juzgar a los falsos profetas[98]. El Gobierno es el siervo de Dios para juzgar y castigar al criminal[99]. La iglesia tiene que juzgar a los miembros infieles que no quieren arrepentirse. La palabra predicada juzgará a todos en el Día Final[100].
En fin, es necesario juzgar con juicio justo[101]. El juicio debe ser justo e imparcial[102]. Es malo juzgar sin evidencia adecuada para sostener la acusación. Es injusto juzgar a otro si la acusación se basa en rumores, sospechas y chismes. El que llama a su hermano “necio” o “fatuo” no le juzga con juicio justo. El que juzga el corazón de otro no juzga juicio justo, porque solamente Dios conoce el corazón.
2) Contra el celo imprudente (Mateo 7.6).
Uno de los errores, especialmente de los cristianos nóveles, es el buscar discutir con personas necias, es decir, aquellos que no saben escuchar razones y que hacen burla de la Palabra de Dios. Jesús nos advierte de forma alegórica sobre esto, para que no caigamos en la trampa de tratar de hacer entrar a estas personas, cerdos, en razón.
3) Sobre cómo obtener (Mateo 7.7-11; Lucas 11.9-13).
Una de las cosas que desde siempre ha buscado el hombre es que Dios le provea de todas las cosas que necesita, pero cada día se gastan miles de palabras sin que se reciba nada, porque no se hace correctamente.
Jesús ya había dado las instrucciones sobre cómo orar. Ahora insiste en que aprovechemos este gran privilegio. No dice “repitan”, sino “pedid”. Hay mucha diferencia entre el rezar y el orar. No hay virtud alguna en recitar o leer oraciones. Lo que agrada a Dios es el pedir, buscar y llamar. Debemos llevar todo problema a Dios en oración. Si estamos resueltos a hacer la voluntad de Dios, si estamos resueltos a cooperar con la oración poniendo nuestra parte, y si comprendemos que urgentemente necesitamos de la ayuda de Dios, Él nos oirá.
Debemos pedir por el Reino. En aquel entonces el Reino se había acercado, y los discípulos de Jesús fueron enseñados a orar: “Venga tu reino”. El Reino vino en el día de Pentecostés después de la resurrección de Cristo. Ahora debemos pedir por el Reino, de que se extienda por medio de la predicación del evangelio y por la fidelidad de los que se trasladan al Reino[103].
Debemos pedir, “hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”. Esta petición es semejante a la primera, la de pedir por el Reino, porque Dios reina sobre los que hacen su voluntad. No conviene decir, “hágase tu voluntad” si no estamos dispuestos a hacer su voluntad. Los únicos que agradan a Dios son los que hacen su voluntad.
Debemos pedir, “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”. Esta petición indica que reconocemos nuestra completa dependencia de Dios, y que Él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas.
Debemos pedir, “perdónanos nuestros pecados”. Los “pobres en espíritu” reconocen que han pecado y que urgentemente necesitan del perdón de Dios.
Debemos pedir, “no nos metas en tentación, mas líbranos del mal”. Reconocemos que sin la dirección y ayuda de Dios sería imposible andar en el camino angosto. Al mismo tiempo recordamos que Jesús nos dice: “Velad y orad, para que no entréis en tentación”[104]. En todas estas súplicas ponemos nuestra parte, cooperando con nuestra oración.
Debemos pedir por sabiduría[105]. Pedimos la sabiduría para ayudarnos a resolver los problemas de la vida y para tomar buenas decisiones en todos los asuntos importantes de la vida que afectan la familia, la Iglesia, el empleo, etc.
También pedimos el consuelo en los tiempos difíciles, pedimos el valor para trabajar eficazmente en su servicio, en fin, pedimos todas aquellas cosas que nos ayudan a crecer y madurar en su servicio y ser transformados a la semejanza de Cristo[106].
Jesús no promete que todos los que piden recibirán incondicionalmente lo que piden, porque hay varios requisitos para que nuestra oración sea aceptable ante los ojos de Dios. El que pide y el que cree deben cumplir con los requisitos de Dios.
El pedir solo no logra nada, como la fe sola no logra nada. Si alguien pide algo pero no tiene hambre y sed de justicia, Dios no oirá su oración. Dios no acepta la insinceridad; no quiere oraciones que no son del corazón, sino simplemente de la boca. Los que son de doble ánimo no recibirán nada del Señor. Por eso decimos que Jesús no promete que todos los que piden algo lo recibirán incondicionalmente.
Tampoco reciben los que piden solo para saciarse en sus propios placeres. El egoísmo destruye la eficacia de la oración.
Pedir implica que somos dependientes de Dios, que estamos necesitados de sus bendiciones y favores[107]. El fariseo de Lucas 8 no pidió nada y no dio gracias, sino que solamente quería hablar de su propia “justicia”. Pero cuando pedimos a Dios estamos implicando que no confiamos en cosas materiales sino en la providencia de Dios. Pedimos a Dios en lugar de confiar en lo que tengamos o en lo que podamos hacer. Los que no conocen a Dios confían en varias cosas: La educación, la preparación para algún oficio o profesión, las inversiones, los ahorros, las posesiones, la buena salud, la fuerza física, en el poder político o financiero, la popularidad con la gente, etc.
El pedir implica la humildad y sinceridad. Implica comunión con Dios, porque pedimos como hijos de Dios y Él nos oye y ayuda como nuestro Padre. Implica la oración sincera e intensa. Implica el esfuerzo personal. Implica que sinceramente cooperamos con nuestra oración, que ponemos nuestra parte. Cuando oramos por el Reino, nos ocupamos en los asuntos del Reino para que avance. Cuando oramos “hágase tu voluntad”, nos esforzamos por hacerla e insistir en que otros la hagan. Cuando pedimos el pan, trabajamos para aprovechar las provisiones hechas por Dios. Antes de pedir el perdón, perdonamos a otros. Cuando pedimos que Dios no nos meta en tentaciones, las evitamos y huimos de ellas. Cuando pedimos la sanidad, hacemos todo lo posible por aprovechar la ayuda de médicos y medicina, que son bendiciones de Dios. Cuando pedimos el crecimiento espiritual, ponemos nuestra parte, estudiando la Biblia y siendo miembros activos de la Iglesia.
Jesús razona de lo menor a lo mayor. Hay casos de padres abusivos, pero la mayoría de los padres quieren cosas buenas para sus hijos. Si nosotros, hombres imperfectos, sabemos dar buenas cosas a los hijos; entonces ¿cuánto más el Dios que es perfecto en conocimiento y poder y en su deseo de ayudar y bendecir a sus hijos dará buenas cosas a los que le pidan?
Dios contesta nuestras oraciones en varias maneras: En primer lugar, tenemos la plena seguridad de que Él nos oye si estamos en comunión con Dios, y que nos ama y quiere ayudarnos y bendecirnos. No siempre concede lo que pedimos[108], pero siempre nos da lo que pedimos o algo mejor que lo que pedimos, lo que es espiritualmente mejor para nosotros. Dios está aun más dispuesto que los padres terrenales a bendecir a sus hijos, y por eso Jesús da su consejo.
4) La regla de oro (Mateo 7.12; Lucas 6.31).
En un solo versículo se encierra el consejo más sabio que puede encontrarse: Hacer a los demás lo que queremos que nos hagan. Jesús cierra con esto lo que venía hablando. Jesús habla de nuestra relación con todos los hombres, ya se había referido a nuestra relación con los enemigos y a nuestra relación con los hermanos.
Las diferentes versiones lo dicen así:
Biblia al Día: Así que en todo tratad a los demás tal y como queréis que ellos os traten a vosotros. De hecho, esto es la ley y los profetas.
Biblia Latinoamericana 95: Todo lo que ustedes desearían de los demás, háganlo con ellos: ahí está toda la Ley y los Profetas.
Biblia en Lenguaje Sencillo: Traten a los demás como ustedes quisieran ser tratados, porque eso nos enseña la Biblia.
Biblia Castillian 2003: Por eso, todo cuanto deseéis que os hagan los hombres, hacedlo también vosotros con ellos. Porque ésta es la ley y los profetas.
CST-IBS: Por tanto, haced vosotros con los demás como queréis que ellos hagan con vosotros, porque en eso se resume la ley de Moisés y lo dicho por los profetas.
Dios Habla Hoy: Así pues, hagan ustedes con los demás como quieran que los demás hagan con ustedes; porque en eso se resumen la ley y los profetas.
Ediciones EUNSA: Todo lo que queráis que hagan los hombres con vosotros, hacedlo también vosotros con ellos: ésta es la Ley y los Profetas.
INTERLINEAL: Todas las cosas παντα ciertamente ουν desear οσα cualquier cosa αν gustar θελητε para queινα hacer ποιωσιν vosotros υμιν elοι hombre ανθρωποι de esta manera ουτως también και vosotros υμεις practiquen ποιειτε esto mismo αυτοις ello ουτος consistir γαρ consite εστιν este ο Ley νομος y και los οι profetas προφηται.
Biblia de Jerusalén: Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas.
King James: Therefore all things whatsoever ye would that men should do to you, do ye even so to them: for this is the law and the prophets.
La Biblia de las Américas: Por eso, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, así también haced vosotros con ellos, porque esta es la ley y los profetas.
Nacar Colunga: Por eso, cuanto quisieres que os hagan a vosotros los hombres, hacédselo vosotros a ellos, porque ésta es la Ley y los Profetas.
Nueva Biblia de los Hispanos: Por eso, todo cuanto quieran que los hombres les hagan, así también hagan ustedes con ellos, porque ésta es la Ley y los Profetas.
Traducción del Nuevo Mundo: Por lo tanto, todas las cosas que quieren que los hombres les hagan, también ustedes de igual manera tienen que hacérselas a ellos; esto, de hecho, es lo que significan la Ley y los Profetas.
Reina Valera 1865: Así que, todas las cosas que querriais que los hombres hiciesen con vosotros, así también hacéd vosotros con ellos; porque esta es la ley, y los profetas.
Reina Valera 1960: Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas.
Reina Valera 1989: Así que, todo lo que queráis que los hombres hagan por vosotros, así también haced por ellos, porque esto es la Ley y los Profetas.
Reina Valera 1995: Así que todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos, pues esto es la Ley y los Profetas.
Reina Valera 2000: Así que, todas las cosas que quisiereis que los hombres hiciesen con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esta es la ley y los profetas.
Septuaginta: Todo, pues, cuanto quisiereis que a vosotros hagan los hombres, así también vosotros hacedles; que ésta es la ley y los profetas.
Sagradas Escrituras en Español: Así que, todas las cosas que quisiereis que los hombres hiciesen con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esta es la ley y los profetas.
Esta “Regla de Oro” expresa un principio fundamental del Reino de los cielos. Los ciudadanos del Reino de los cielos la practican. Es la base fundamental de nuestra relación con otros. Es una expresión de la voluntad de Dios. Con esta regla Dios nos gobierna. Si no aceptamos esta regla rechazamos la voluntad de Dios. La mayoría de los problemas entre los hermanos son causados por desobedecerla. No debemos ser guiados por los deseos e impulsos de la carne[109], sino por esta regla. Aceptaremos esta regla si somos guiados por el Espíritu. Desde luego, esta regla implica conducta razonable y responsable.
Este hermoso texto es una regla breve, un resumen compacto no solamente de las instrucciones entregadas en esta enseñanza, sino también del contenido de la Ley y los profetas. Es como una condensación de ellas, una expresión abreviada de todo lo que la Ley y los profetas requieren con respecto a las relaciones humanas. Es la esencia destilada de su enseñanza. Es una regla bien práctica y fácil de recordar.
Es imperativo que este versículo se aprenda y que se aplique a las actividades diarias que afectan nuestra relación con otros. Si esta enseñanza se practicara, se resolvería toda clase de problema en el hogar, en la Iglesia y en todas las relaciones humanas.
5) La puerta angosta (Mateo 7.13-14).
Jesús nos aconseja que no sigamos a las mayorías, no siempre tienen la razón. Hay que saber analizar cuál es la verdad y la mayor parte de las veces, los muchos se equivocan. Debemos tener carácter para saber mantenerse firme, a pesar de.
Todos tienen que escoger entre las dos puertas, entre los dos caminos, y entre los dos destinos. Todos están en la encrucijada y tienen que escoger su camino[110]. Es difícil ser discípulo de Cristo. No es fácil obedecer tales textos como Mateo 5.22-24; 28; 33-48. Pregunte al joven rico si el camino es angosto o ancho. Pregunte a los apóstoles si era fácil “dejar todo” y seguir a Jesús.
Cristo habla de su yugo, como también de su carga. Su “yugo” se refiere a su autoridad; debemos someternos completamente a ella. Su “carga” son sus mandamientos, los cuales no son gravosos, pero Él requiere una justicia mayor que la de los escribas y fariseos. Él requiere servicio que procede del corazón puro, y no solamente los actos externos. Pero su servicio es agradable. Él es Maestro exigente, pero también bondadoso. No es abusivo. No maltrata a sus seguidores. El maestro abusivo es el pecado.
Es muy difícil someter nuestra voluntad a la voluntad de otro, aun a la voluntad de Dios. Todo el mundo quiere hacer su propia voluntad. Quiere hacer lo que se le viene en gana. El trabajo principal de criar hijos es el de sujetar la voluntad de ellos a la voluntad de sus padres[111]. Otro problema grande en el hogar es que la mujer no quiere sujetar su voluntad a la voluntad del marido[112]. Cristo nos dejó el ejemplo de aprender la obediencia[113].
El camino es angosto porque no es popular. Incluso los que se hacen llamar religiosos y cristianos, cuando son confrontados con la Palabra, se resisten a obedecer. Cuando se habla de oír, de creer, de arrepentirse y de confesar no hay problema, pero en el momento en que hablamos de bautismo y santidad, son muchos los que arrugan su frente.
En el camino fácil cada quien puede seguir practicando su propia voluntad. Puede seguir haciendo lo que le dé la gana. En cuanto a religión y culto, cada quien puede escoger la Iglesia que le convenga, y practicar el culto que le guste más. En cuanto a la vida, en este camino las restricciones, prohibiciones, etc., son las del hombre, las de alguna religión falsa, las de la sociedad fluctuante. Todos pueden seguir sus propios impulsos, deseos e inclinaciones carnales. Todos pueden quedarse con sus vicios, con su mal genio, con todos los deseos y prácticas carnales. Caminan sin cuidado. Pueden vagar como se quiera. La filosofía es “comamos y bebamos, porque mañana moriremos”, porque no creen en la resurrección de los muertos.
Pero también hay una gran desventaja. Todo camino tiene su fin, su destino. A los caminantes en el camino ancho no les gusta pensar en esto. Su filosofía es “que termine donde termine”. Creen que el placer vale la pena, que pagarán después. Pero ¡qué precio tienen que pagar! El camino ancho lleva a la perdición eterna. No termina en la aniquilación, sino en la destrucción o ruina del alma. No se destruye el alma, sino el bienestar del alma.
6) Contra los falsos profetas (Mateo 7.15-20).
En los últimos tiempos estamos saturados de falsos profetas, y desdichadamente incluso muchos de los cristianos, han perdido la habilidad de diferenciarlos y no consultan la Palabra para discriminarlos. Jesús nos dice que esto se hace a través de sus frutos.
Llama la atención que Jesús se está dirigiendo a sus apóstoles, y al mismo tiempo se constituye en una advertencia solemne para nosotros. En el mercado nos encontramos con artículos originales de excelente calidad y nos admiramos que pocos metros después vemos algunos que parecen ser los mismos a un precio inferior. ¡Quién olvidará los relojes “Seiko” y las falsificaciones de “Aseikon”, a las que les quitaban a A y la N para hacerlos pasar por originales! Toda cosa buena es falsificada por Satanás.
Jesús ofrece la salvación y muchas bendiciones, pero la puerta es estrecha y el camino es angosto. Lo que Jesús ofrece es muy deseable y muchos lo quieren, pero no quieren pagar el precio que el Señor exige. No quieren humillarse. No quieren arrepentirse. No quieren cambiar. Los hombres ofrecen “la misma religión” pero modificada al gusto de la gente. Ofrecen “las mismas bendiciones”, pero en precio más fácil, condiciones más cómodas.
El error existe y es necesario combatirlo. Hay hombres y mujeres que dicen ser inspirados, pero en realidad engañan a millones de personas. Son los peores enemigos del hombre. Son peores que los ladrones y homicidas, porque no roban dinero y automóviles sino almas. Están en el camino ancho, pero profesan andar en el camino angosto[114]. Prometen libertad, pero ellos mismos son esclavos de la corrupción[115].
El hombre fue creado en la imagen de Dios y es criatura religiosa; es un ser adorador. Adora algo o a alguien. Por lo tanto, si no se sujeta a la religión verdadera de Dios, busca substitutos. Lamentablemente así es la mayoría de la gente que profesa la religión de Jesús; profesan “la religión cristiana”, pero no quieren arrepentirse. No quieren negarse a sí mismos y someterse a la voluntad de Cristo. Les gustan varios aspectos de la religión de Cristo, pero también les gustan aspectos de la religión del Antiguo Testamento, como también algunos aspectos de las religiones paganas. Así pues, los hombres establecen sus propias religiones combinando las enseñanzas y prácticas de varias religiones, pero irreverentemente llaman su religión “cristiana”.
La religión es una mina de oro para los hombres que se atreven a aprovecharse de ella. Hay fama, prestigio, poder, popularidad y dinero. Se aprovechaban de las personas más indefensas para enriquecerse. Son vendedores comunes y corrientes que tratan el tesoro del Evangelio como si fuera producto comercial[116]. Ha habido mucho escándalo entre los “televangelistas” que, para hacerse ricos, han defraudado a muchos. Jesús dice: “guardaos”, cuidaos. Los profetas falsos no pueden hacer nada sin seguidores. Si toda la gente se cuida y no se deja engañar y llevar por los falsos, estos no llegan a nada. Fracasan por completo. Pero no hay falta de seguidores para los falsos maestros.
La gente tiene comezón de oír cosas placenteras, cosas que les convienen, cuentos, fábulas, cosas sin substancia. Les gusta la lisonjería. No quieren oír el sencillo evangelio. No quieren saber de la puerta estrecha y el camino angosto; solo quieren tener “religión”, pero la religión del camino ancho, el camino popular. Pagan bien a los predicadores que les agradan y no condenan sus pecados. Se glorían y se regocijan mucho en el poder, influencia y riqueza de sus líderes y con todo gusto les apoyan. Muchos creen que la prosperidad de los evangelistas es garantía del favor de Dios, tal como hacían los judíos en el primer siglo.
Muchos se rehúsan a quitarse sus “lentes sectarios” para estudiar objetivamente la Palabra de Dios y llegar al conocimiento de la verdad. Leen la Biblia pero la leen como los judíos leían la Ley: Con un “velo” sobre el corazón[117]. Por eso no pueden llegar al conocimiento de la verdad.
Dios condena a los falsos maestros, pero también condena al pueblo que los escucha. ¡Cuántos piensan que ellos mismos no son responsables! Creen que si están mal, Dios solamente culpará a los sacerdotes, pastores y evangelistas que les guiaron mal[118]. Por lo tanto, todo discípulo de Jesús debe establecerse bien en la verdad y no ser movido por falsas doctrinas[119].
Los maestros religiosos no son conocidos por su profesión. Olvídese de su profesión, de lo que dicen ser y hacer. Es necesario examinar su doctrina[120] y los resultados prácticos de su enseñanza. Examine el fruto de los judaizantes que solamente querían gloriarse en la carne de los gentiles[121]. Examine el fruto del gnosticismo que dejaba a los hombres en sus pecados y les llenaba con orgullo[122]. Examine el fruto del catolicismo que ha hundido al mundo occidental en la ignorancia. Examine el fruto del russelismo, del adventismo y del pentecostalismo, que con sus falsas doctrinas han corrompido incluso hasta al mismo Pueblo de Dios.
Hay que examinar con mucho cuidado el fruto del humanismo o Nueva Era, que cada vez es más manifiesto. Que nadie dude que sea religión este movimiento. Profesa ser religión y el gobierno de los Estados Unidos oficialmente ha declarado que es religión porque enseña “valores” y su clase de “moralidad”, que a la luz de la Biblia podemos decir que es inmoralidad, niega a Dios e intensamente lucha por todo medio posible en contra de las enseñanzas morales de las Escrituras.
El fundamento del humanismo secular es la evolución. Esta religión enseña que el hombre es otro animal más sin alma y, desde luego, que no hay cielo ni infierno. Promueve toda forma de inmoralidad sexual, incluyendo la homosexualidad, como también el aborto y el suicidio. Es religión netamente humanista que promueve el concepto de un solo gobierno mundial. El fruto es muy obvio: El gran aumento del crimen, el narcotráfico y la drogadicción, un millón y medio de abortos cada año en Estados Unidos, la ignorancia y falta de preparación en los graduados de escuelas secundarias y aun de universidades.
Pero no podemos dejar de examinar el sistema liberal en la Iglesia. Aunque muchos de los “predicadores” todavía instruyan lo que la Biblia dice en cuanto al plan de salvación, el orden del culto y aun la autonomía de cada congregación, el fruto llevado por el sistema sectario de gobierno establecido por ellos ya está bien maduro. Este sistema existe para la elevación de hombres. Dentro de este movimiento hay mucha política y toda clase de carnalidad. Predicadores que reciben salarios altos enviados por miembros fieles en otros países y que desperdician el tiempo metidos es sus casas mirando televisión, o bien, tienen un trabajo a escondidas de sus patrocinadores, o dedican el tiempo que debieran usar en el evangelismo llevando estudios universitarios[123] o divirtiéndose en paseos.
7) Sobre obrar correctamente (Mateo 7.21-23; Lucas 6.46).
Es muy sencillo decir que uno es cristiano, pero otra cosa en serlo. Hoy lo que se hace llamar la “Iglesia” está saturada de falsos cristianos que engañan a la sociedad y procuran enriquecerse por medio de la Palabra.
Cuando alguien llama a Jesús “Señor”, debe aceptar lo que implica: Que Jesús es Soberano, el Gobernador, el Maestro y Guía de su vida. Él que no acepta lo que la palabra implica no debe decirle “Señor”.
Decirle “Señor” a Jesús, implica que debe haber conocimiento. Primeramente debemos aprender de Él[124]. Es imposible seguirle si no sabemos su voluntad.
Implica la obediencia. No basta con oír la palabra. No basta con decir “Señor”. No basta con bautizarnos, porque el bautismo, siendo la muerte y la sepultura de la vida pasada, envuelve un cambio radical de vida, un verdadero arrepentimiento. La obediencia no es completa si no vivimos conforme a las enseñanzas de la Enseñanza del Monte. Esta enseñanza no es, como dicen algunos, una especie de “constitución” de la religión de Cristo, pero sí contiene enseñanzas básicas que deben gobernar nuestro corazón y nuestra conducta.
Implica, pues, el reconocimiento de su autoridad.
8) Sobre edificar en la roca (Mateo 7.24-27; Lucas 6.47-49).
El último de los consejos de Jesús va acompañado de su pensamiento acerca de los que obedecen a sus palabras: Seguirlas es como el prudente que construye sobre la roca.
Existe una importancia sublime en saber oír la Palabra de Cristo. Muchísimas personas se denominan cristianas, pero no las oyen. La Biblia para ellos es libro desconocido, es un libro cerrado. La Biblia ni siquiera se encuentra en muchos hogares, y en muchos otros es puro ornamento[125]. Los humanistas hacen burla de estas enseñanzas para destruir todo aspecto de la moralidad bíblica para promover el libertinaje.
Por otro lado, existe una actitud muy peligrosa con respecto a oír la Palabra. Muchas personas leen la Biblia, permiten que se les presente estudios bíblicos, y aun asisten a las reuniones. Pero hasta allí llegan. Dicen que reciben una gran bendición porque leen y oyen la Palabra. Se sienten muy contentos, muy bendecidos por hacerlo. Después de oír una lección dicen: “¡Qué bonito fue el sermón! ¡Me gustó mucho!” No dejan de aplaudir al maestro o predicador, pero creen que basta con solamente oír. La gente que escuchó a Jesús se admiraba de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas, pero hasta ahí llegaron.
a) Los sabios ignorantes.
Los de años avanzados deben ser sabios, pero la mayoría de ellos ni siquiera obedecen al Evangelio. El mundo ha sido bendecido por hombres muy sabios en su campo de estudio, científicos, médicos, matemáticos, etc., pero esto no necesariamente significa esto que los tales poseen la sabiduría verdadera. Se cree a veces que si alguno de estos habla sobre asuntos religiosos, deben escucharse con mucho respeto. Pero, por lo contrario, “el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría”[126].
La Biblia habla mucho acerca de la sabiduría verdadera[127]. Los sabios son los que siempre están preparados y listos para la venida del Señor. Debemos mostrar la sabiduría en la conducta[128]. Los únicos sabios son los que siguen la sabiduría “que es de lo alto” y ponen en práctica las hermosas enseñanzas de Jesús. La conducta del sabio muestra la divina sabiduría que dirige su vida.
b) Los dos fundamentos.
La casa de esta ilustración es la vida, el carácter, la preparación. El sabio, el que pone en práctica las palabras de Jesús, puso un fundamento firme y duradero. El insensato, el que no pone en práctica estas enseñanzas, “edificó su casa sobre la arena”. Vienen las fuertes pruebas de la vida. Todos son azotados y sacudidos por contratiempos, problemas, dificultades, aflicciones, tribulaciones de toda clase. Es una disciplina, una escuela de preparación. Los que ponen en práctica las enseñanzas de Jesús aguantan y soportan todas las pruebas de la vida, los demás no. El obedecer o no obedecer es el fundamento, la base, de la vida. Determina todo el curso de la vida.
Somos probados en el carácter. El carácter de todos se sujeta a duras pruebas todos los días, en el hogar, en el trabajo, en la escuela, y en todas las relaciones y actividades de la vida. Las tentaciones y pruebas, como tormentas violentas, nos azotan y atacan los cimientos de la vida. Los vientos y las inundaciones que nos sacuden y azotan prueban y manifiestan la clase de fundamento que escogimos para nuestra casa. Pero el carácter desarrollado y afinado por las bienaventuranzas y las demás enseñanzas del Sermón del Monte soporta todo ataque contra el alma. Esta “casa” resiste porque está cimentada sobre la Roca que es Cristo.
También somos probados en nuestra relación con otros. Los que no practican las enseñanzas de Jesús hacen las obras de la carne. Los problemas y conflictos de la vida solamente producen odio, amargura y pleitos entre hombres. La casa de estos es azotada por los vientos y ríos de pasiones humanas y cae. Pero los que ponen en práctica las enseñanzas de Jesús llevan el fruto del Espíritu[129].
Y una prueba más está en la confianza. Todos son probados en este sentido todos los días. La vida está llena de problemas serios. Hay enfermedades, aflicciones, pérdidas, quiebras, desempleo, revoluciones y toda clase de “turbaciones”. ¿En quién o en qué confiaremos? ¿Adónde iremos para buscar ayuda y apoyo? Así somos probados. ¿Resistirá la casa o caerá?
r. Efectos de la enseñanza (Mateo 7.28-29).
Todos los que escucharon a Jesús se quedaron perplejos debido a que la enseñanza de él tenía buen fundamento y no era hipócrita como la de los escribas y fariseos.
s. El siervo del centurión (Mateo 8.5-13; Lucas 7.1-10).
Cuando Jesús regresó a Capernaum, se le acercó un centurión[130], con una súplica: Su siervo estaba a punto de morir. El Nuevo Testamento habla de algunos centuriones excepcionales: Aparte del centurión mencionado aquí, leemos de Cornelio[131] y de Julio, el centurión encargado de Pablo en su viaje a Roma. También digno de mencionarse fue aquel centurión encargado de la crucifixión de Jesús quien exclamó: “Verdaderamente éste era Hijo de Dios”[132].
A pesar que los judíos estaban bajo el yugo de Roma, aquí está un romano de mucha autoridad rogando a un judío. Aunque muchos romanos despreciaban a los judíos este centurión era diferente, tanto es así que los mismos judíos le rogaron a Jesús que le concediera su ayuda. Este centurión, al igual que el centurión Cornelio, tenía buenas cualidades: amaba a los judíos, amaba a su siervo y estaba muy preocupado por él, era hombre generoso y tenía mucha fe en Cristo.
Jesús se ofreció a ir a sanarle, pero el soldado le hizo ver que no se sentía digno que entrara en su casa, además, siendo él un hombre de armas sabía obedecer órdenes y darlas, así que estaba seguro que si el Señor daba la orden, el siervo sanaría. Aunque había edificado una sinagoga para los judíos, no tuvo “más alto concepto de sí que el que debe tener”[133]. Si hubiera edificado 100 sinagogas, podría haber dicho la misma cosa: “no soy digno”. Aquí está un personaje muy excepcional, pues a pesar de su posición exaltada en el servicio militar, no se sentía digno de que un judío, un carpintero llamado Jesús de Nazaret, entrara bajo su techo. Reconocía que Jesús era muy superior a él. Lamentablemente la mayoría de los hombres, mayormente los elevados de este mundo, los ricos, los que ocupan puestos elevados en el gobierno, etc., no comparten la humildad del centurión. El reconocía lo que todos deben reconocer: Que nadie es digno de recibir las bendiciones que trajo Jesús.
El centurión no solo creía en la autoridad de Jesús, sino también que Jesús podía sanar aun de lejos. Entendía que sus superiores tenían el derecho de darle órdenes, esperando la obediencia, y que de la misma manera él tenía la autoridad para dar órdenes a sus inferiores y le deberían obedecer. Conocía la autoridad, y la reconocía en Cristo. Estaba seguro que Jesús podía mandar aun a la enfermedad de su siervo y que su orden sería obedecida; es decir, si Jesús dice a una enfermedad “vé”, la enfermedad “va”. Tenía mucha razón, pues Jesús podía mandar a las enfermedades, demonios, vientos y olas, y aun a los muertos.
Este centurión excepcional no solo tenía un concepto correcto de sí mismo, sino también tenía un concepto muy correcto de Jesús. En Él veía autoridad, poder y majestad. Al mismo tiempo veía a un Señor poderoso que era accesible al pueblo; es decir, cualquier podía acercarse a Jesús con sus peticiones, dudas e inquietudes. Jesús demostraba esto repetidas veces durante su vida aquí en la tierra.
Jesús se admiró de la fe de este romano, tan grande como la que ningún judío había demostrado, así que sanó a su siervo inmediatamente. Esto indica que Cristo buscaba fe; también cuando venga la segunda vez, la buscará[134].
[1] Deuteronomio 23.25.
[2] Levítico 24.8-9; Números 28.9-10; 1 Crónicas 9.32; 23.31.
[3] Juan 7.22.
[4] Lucas 13.15-17; 14.5-6.
[5] Una variedad de cáncer en la piel que hace que esta se seque o salgan llagas infecciosas.
[6] La hiperqueratosis es un trastorno caracterizado por el engrosamiento de la capa externa de la piel, que está compuesta de queratina, una fuerte proteína protectora.
[7] La psoriasis, del griego ψώρα, “sarna”, es una enfermedad inflamatoria crónica de la piel, no contagiosa, que produce lesiones escamosas, engrosadas e inflamadas, con una amplia variabilidad clínica y evolutiva.
[8] Aproximadamente entre un 8 y un 13% de la población mundial es zurda.
[9] Mateo 7.28-29. NBLH
[10] Mateo 27.18.
[11] Mateo 9.34.
[12] Santiago 4.17.
[13] Mateo 23.23.
[14] Juan 2.13-17.
[15] Lucas 6.11. NBLH
[16] Juan 9.22; 12.42.
[17] 1 Juan 5.20.
[18] 1 Pedro 5.7.
[19] Idumea es la forma griega para decir Edom.
[20] 2 Pedro 2.4.
[21] Revelación 21.14.
[22] Juan 1.44.
[23] Natanael
[24] Hoy Turquía.
[25] El salario de un obrero por 200 días.
[26] Juan 6.5-7. NBLH
[27] Juan 12.21-23.
[28] Juan 14.8-9.
[29] Hechos 1.13.
[30] Mateo 10.3; Marcos 3.18; Lucas 6.14.
[31] Juan 21.2.
[32] Hechos 1.13.
[33] Juan 11.16; 20.24 y 21.2.
[34] Es una redundancia “explicativa” debida a una calificación superflua; por ejemplo: “Una novedosa innovación”.
[35] Marcos 15.40.
[36] Mateo 26.14-75; Lucas 22.20.
[37] Juan 12.6.
[38] Marcos 14.43-46.
[39] Mateo 26.15.
[40] Mateo 27.5.
[41] 2 Corintios 11.23-28; Filipenses 4.6-7,11-12.
[42] Lucas 6.20-26.
[43] Romanos 3.23.
[44] Hebreos 6.4-12; 10.26-39.
[45] Hechos 17.6.
[46] Romanos 12.1-2.
[47] Mateo 7.28.
[48] Mateo 15.2.
[49] Gálatas 3.24.
[50] Hebreos 8.5; 9.9; 10.1.
[51] Hechos 3.24. RV60
[52] Mateo 5.17. NBLH
[53] Lucas 24.27, 44; Hechos 3.24; 8.30-35; 13.27; Romanos 10.4.
[54] Romanos 3.23. NBLH
[55] Mateo 5.18. RV60
[56] Deuteronomio 24.1-4.
[57] Génesis 2.24; Mateo 19.6.
[58] Quebrantar, del griego luo, “desatar, especialmente en el sentido de liberación”, tiene en ocasiones el sentido de quebrantar destructivamente, por ejemplo: Quebrantar mandamientos.
[59] Levítico 19.17-18; Proverbios 24.12, 17-18, 29; 25.21-22.
[60] Mateo 3.7; Juan 3.36; Romanos 1.18.
[61] Efesios 4.26-27.
[62] Gálatas 5.19-21.
[63] 1 Juan 3.5. RV60
[64] Amós 5.21-22; Miqueas 6.6-8.
[65] Mateo 18.15.
[66] Isaías 59.1-2.
[67] Oseas 12.7; Amós 5.11-12.
[68] Éxodo 20.14.
[69] Éxodo 20.17.
[70] Mateo 15.19-20; Marcos 7.21-23.
[71] Mateo 19.10.
[72] Génesis 2.24; Malaquías 2.14-16.
[73] Judas 7.
[74] Romanos 7.2-3.
[75] Efesios 4.25.
[76] Ley 230.
[77] 2 Corintios 13.5.
[78] Gálatas 6.7.
[79] Abundancia o exceso de palabras inútiles.
[80] Santiago 2.26.
[81] Isaías 64.8.
[82] Levítico 16.29-34.
[83] Lucas 18.12.
[84] 1 Corintios 7.5.
[85] Josué 7.21; 2 Reyes 5.22; Santiago 5.2.
[86] 1 Pedro 3.3-4.
[87] Mateo 16.26. RV60
[88] Colosenses 3.1-3.
[89] Lucas 12.15-21.
[90] Lucas 16.14.
[91] Hechos 19.19.
[92] Josué 24.15.
[93] 1 Corintios 6.19-20.
[94] Efesios 4.28; 1 Tesalonicenses 4.11-12; 2 Tesalonicenses 3.10.
[95] Génesis 2.17.
[96] Mateo 7.6.
[97] Gálatas 5.19-21.
[98] Mateo 7.15.
[99] Romanos 13.1-4.
[100] Juan 12.48.
[101] Juan 7.24.
[102] Levítico 19.15-18.
[103] Colosenses 1.13.
[104] Mateo 26.41.
[105] Santiago 1.5.
[106] Romanos 8.29; 2 Corintios 3.18; Gálatas 4.19.
[107] Proverbios 3.5.
[108] 2 Corintios 12.8.
[109] Gálatas 5.19-21.
[110] Deuteronomio 30.15, 19.
[111] Efesios 6.1-4.
[112] Efesios 5.22-24.
[113] Hebreos 5.8.
[114] Tito 1.16; 2 Timoteo 3.5.
[115] 2 Pedro 2.19.
[116] 2 Corintios 2.17.
[117] 2 Corintios 3.15.
[118] Mateo 15.14.
[119] Efesios 4.14.
[120] 1 Timoteo 5.21; 1 Juan 4.1.
[121] Gálatas 6.12-13.
[122] Leer las Epístolas a los Colosenses, 2 Pedro, Judas y Juan.
[123] No decimos que sea pecado que un predicador estudie, el problema es que muchos reciben un salario para que se dediquen a trabajar en la Obra de Dios y en lugar de ello estudian a tiempo completo, olvidándose de la Iglesia.
[124] Mateo 11.29-30; 28.19.
[125] El actual Presidente de los Estadoos Unidos, Barac H. Obama, dice que en su casa, la Biblia, el Corán y el libro de los vedas tienen la misma importancia.
[126] 1 Corintios 1.21. RV60
[127] Proverbios 9.8-10; 2 Timoteo 3.15
[128] Santiago 3.13.
[129] Gálatas 5.22-23.
[130] Se trata de oficiales con un mando táctico y administrativo, siendo escogidos por sus cualidades de resistencia, templanza y mando. Comandaban una centuria, formada por 60 a 160 hombres, en función de las fuerzas en el momento dado y de si la centuria pertenecía o no a la Primera Agrupación.
[131] Hechos 10.
[132] Mateo 27.54. RV60
[133] Romanos 12.3. RV60
[134] Lucas 18.8.
El “segundo ministerio” de Jesús en Galilea inicia cuando regresa de Capernaum para hacer una nueva incursión por el resto de Galilea, y aparentemente comienza un sábado en los sembradíos de trigo.
Las actividades más insignificantes de Jesús y sus discípulos siempre eran observadas y examinadas, porque los fariseos y otros líderes estaban resueltos a encontrar pecado en Él.
1. Espigando en sábado (Mateo 12.1-8; Marcos 2.23-28; Lucas 6.1-5).
Trigo, Triticum, es el término que designa al conjunto de cereales, tanto cultivados como silvestres, que pertenecen al género Triticum; son plantas anuales de la familia de las gramíneas, ampliamente cultivadas en todo el mundo. La palabra trigo designa tanto a la planta como a sus semillas comestibles, tal y como ocurre con los nombres de otros cereales.
El trigo es uno de los tres granos más ampliamente producidos globalmente, junto al maíz y el arroz, y el más consumido por el hombre en la civilización occidental desde la antigüedad. El grano del trigo es utilizado para hacer harina, harina integral, sémola, cerveza y una gran variedad de productos alimenticios.
La palabra “trigo” proviene del vocablo latino triticum, que significa “quebrado”, “triturado” o “trillado”, haciendo referencia a la actividad que se debe realizar para separar el grano de trigo de la cascarilla que lo recubre. Triticum significa, por lo tanto, “el grano que es necesario trillar, para poder ser consumido”; tal como el mijo deriva del latín milium, que significa “molido”, o sea, “el grano que es necesario moler para poder ser consumido”. El trigo es, por lo tanto, una de las palabras más ancestrales para denominar a los cereales, las que se referían a su trituración o molturación.
Jesús y sus discípulos pasaron por los sembrados e hicieron lo que les era permitido por la Ley[1]. Ellos no aplicaban hoz a la mies, es decir, no estaban cosechando, sino que solo arrancaban espigas para comer; por eso, no violaban la Ley del sábado. Era práctica común y legal pero según la tradición de los fariseos no era lícito hacerlo en el día de reposo, pues según ellos eso era trabajar.
Lo que los discípulos hicieron no era violación de la ley, pero aunque Jesús afirma que ellos eran “inocentes”, no discute ese punto, porque eso no fue su propósito al citar el texto. El argumenta en base a lo que no era lícito según los mismos fariseos. En esta oportunidad Jesús expone la falsedad de los fariseos sin entrar en polémica con respecto a la práctica de sus discípulos a la luz de Deuteronomio 23.25, y sin condenar sus tradiciones como hizo después. De esa manera su argumento llevaba aun más peso porque de acuerdo con el concepto de ellos mismos en cuanto a lo que no era lícito, quedaron derrotados por los argumentos de Jesús.
Según la interpretación que los fariseos daban a la Ley sobre la guarda del sábado, para ser consecuentes tendrían que admitir que los sacerdotes pecaban cada sábado. El sábado era el día más ocupado para los sacerdotes[2]. Cocinaban los panes, ofrecían sacrificios e involucrado en esto era el matar y arreglar los animales para ser sacrificados, quemaban incienso, etc. Por lo tanto, el cuarto mandamiento de guardar el sábado, de no trabajar, era una ley general y el que trabajara en cualquier cosa profanaba el sábado. Sin embargo, esta Ley tenía excepción en el caso de los sacerdotes, porque había mandamientos específicos que requerían que ellos trabajaran en el día de reposo. Otras excepciones que los fariseos aceptaban eran el circuncidar[3] y el cuidar de los animales[4]. La conclusión de todo esto es que los fariseos eran hipócritas porque sus leyes eran inconsecuentes y arbitrarias.
Por último, Jesús afirma que es el Señor del día de reposo; es decir, Jesucristo, por ser el autor del mandamiento, es capaz de interpretar correctamente su diseño y propósito del él, determinando así si hay violación de él, o no. Su afirmación de que era mayor que el Templo fue sorprendente y hasta alarmante para sus oyentes, porque el Templo representaba la presencia de Adonay. No se imaginaban que nuestro Señor Jesucristo sea el Verdadero Templo de Dios. Por lo tanto, si el servicio para los sacrificios en el Templo justificaba el trabajo en el día de reposo, el servicio de Cristo, quien no solo es el Dios del Templo, sino el Templo mismo, justificaba a los discípulos en lo que hicieron que no violó ninguna ley de Dios, sino solamente la tradición de los fariseos.
2. Sanidad del hombre de la mano seca (Mateo 12.9-13; Marcos 3.1-5; Lucas 6.6-10).
Ese mismo día, sábado, Jesús entra en la sinagoga y en un acto de tentación le muestran a un hombre con una de sus manos seca, posiblemente, ya sea por su profesión o de manera hereditaria, haya padecido algún tipo de “Queratosis”[5] o Hiperqueratosis[6], que precisamente presentan estos síntomas, e incluso podía ser una “Psoriasis”[7]. Algunos tipos de Queratosis se presentan con vejiguillas mal olientes, y de ser así, es que quizás hayan tomado este caso como algo doloroso para este hombre. También por no ser una enfermedad común y menos en aquellos tiempos donde no había tanta información como hoy en día, para ver si sería capaz de sanarle rompiendo el día de reposo.
Lucas agrega un detalle omitido por los otros evangelistas: La mano afectada era la derecha, probablemente porque la mano derecha se usa más que la izquierda[8]. La mano estaba contraída e inmovilizada. El conflicto entre Cristo y los líderes de los judíos continúa. Este texto también trata del conflicto sobre las leyes de ellos sobre el sábado. Fue su mano derecha, una condición muy triste porque la mayoría de los empleos, mayormente en aquellos días, requería el uso de las dos manos. Era muy limitado el albañil, el carpintero o el que hacía tiendas si tuviera que trabajar con una sola mano. En aquellos tiempos muchos de los que sufrían tales aflicciones se sentían obligados a ser mendigos. En cuanto al poder humano, no había remedio para esta condición. Tal hombre ofreció a Jesús otra oportunidad de sanar, pero este caso fue especial debido al lugar, la sinagoga, y el tiempo, día de reposo.
Es interesante notar que ellos sabían perfectamente que Jesús podía sanar. No era cuestión de observarle para ver si Él podía sanar, sino para ver si lo haría en el día de reposo. Qué triste fue que no les interesara la hermosa enseñanza de Jesús, ni tampoco la miseria del pobre hombre con la mano seca. Le acechaban porque querían acusarle de quebrantar, según ellos, la Ley sobre el día de reposo. Se aprovecharon de la asamblea pública para acusarle. Recuérdese que no querían simplemente criticarlo, sino más bien querían eliminarlo. Le envidiaron mucho debido a su gran popularidad con la gente. Jesús gozaba de mucha influencia. La gente “se admiraba de su enseñanza; porque les enseñaba como Uno que tiene autoridad, y no como sus escribas”[9]. También se admiraba la gente mucho de sus milagros. Aun Pilato, el romano, se dio cuenta de la envidia de los líderes judíos[10].
Es importante recordar que el conflicto no estaba entre Cristo y la ley de Moisés, sino entre Cristo y las tradiciones de los judíos. Estos habían formulado muchas reglas con respecto al día de reposo. Se debe recalcar que estos líderes judíos no podían negar que Jesús hizo milagros, y no podían refutar ninguna de sus enseñanzas. Jesús era verdadero y enseñó la verdad. Sin embargo, por causa del prejuicio fanatizado y ciego de los escribas y fariseos por sus tradiciones humanas, mayormente con respecto al día de reposo, y por causa de su envidia, fueron al extremo de acusar a Jesús de obrar por el poder de Beelzebú, el príncipe de los demonios[11].
Según los fariseos era cuestión de hacerlo o no hacerlo, pero para Jesús la cuestión no era la de curar o no curar, sino la de hacer bien o de hacer mal en el día de reposo. Entonces, al curar Jesús en ese día ¿hizo bien o hizo mal?[12] Hubiera sido absurdo decir: “Es lícito hacer mal o quitar la vida en los días de reposo”, como bien sabían los judíos. Implica Jesús que en algunas circunstancias hay que escoger, y que el no hacer bien equivale a hacer mal. Además, aquí se ve el gran contraste entre la buena obra de Jesús y la obra malvada de los fariseos y escribas que estaban resueltos a matar a Jesús.
El sábado no fue instituido para hacer al hombre menos compasivo hacia el prójimo. No hay tiempo tan sagrado de que el afligido no pueda ser aliviado de su sufrimiento. Jesús hizo bien al sanar al hombre. Los escribas y fariseos hicieron mal al querer destruir a Jesús. Es importante notar que los doctores de la ley enseñaban que era lícito aliviar el sufrimiento de alguna aflicción de alguna emergencia, pero que no era lícito curar alguna enfermedad crónica. La gente sincera que estuvo presente en la sinagoga en esa ocasión comprendió mejor acerca de lo que significa guardar santo el día de reposo. Aprendieron que no solamente la obra de los sacerdotes en el Templo, sino también las obras de benevolencia eran lícitas en el día de reposo.
Llama la atención que Jesús no apela a la ley de Moisés porque ésta no estaba involucrada en la controversia. Más bien apela a la práctica común del pueblo mismo. ¿Harían algo por su asno o su buey aunque sea en día de reposo? Esta pregunta va directamente al corazón del problema: los escribas y fariseos sí tenían misericordia de los animales, pero no tenían misericordia de los hombres[13]. Jesús creía que un hombre vale más que una oveja, pero los escribas y fariseos no estaban de acuerdo con Él. Ellos no tenían misericordia de los afligidos. No amaban a los pobres y miserables. Aun los escribas y fariseos estaban dispuestos a sacar la oveja o el buey del hoyo en cualquier día de la semana, pero no tenían misericordia del hombre con la mano seca.
Hay un detalle adicional muy importante en Marcos 3.5: “Y mirando con enojo a los que lo rodeaban…”. Desde luego, el enojo de Jesús no era malicioso y no fue provocado por el egoísmo, sino que fue la expresión de una indignación santa. El enojo santo de Jesús procedió de su amor por el pobre hombre y fue provocado por la dureza de corazón de los judíos que no sentían compasión alguna por el afligido. Jesús se enojó y al mismo tiempo estuvo entristecido. Su reacción en esta ocasión fue similar a su reacción hacia los que vendían en el Templo[14]. Debemos imitar a Jesús. El pecado, el error, la hipocresía, etc. deben enojarnos, pero debemos siempre ser espirituales y no carnales. Debemos tener el dominio propio para hablar y actuar como Jesús y no como gente mundana. Este enojo sano fue provocado por la exagerada hipocresía de los judíos, como también por su devoción ciega a sus tradiciones. Ellos demostraron su indiferencia total hacia el hombre afligido y su fanatismo hacia sus tradiciones humanas. Es importante recordar que provocamos a Dios si rechazamos la verdad. Estamos repitiendo una verdad sencilla y obvia: Los escribas y fariseos entendían perfectamente que Jesús hacía buenas obras, impartía buenas enseñanzas y que en todo sentido era bueno y verdadero, pero ellos se rebelaron obstinadamente contra esta verdad. Los judíos se enojaron y pecaron, pero Jesús se enojó y no pecó. Su enojo no le hizo decir ni hacer nada fuera de orden. Él dijo e hizo exactamente lo que debía decir y hacer. Jesús se enojó pero no odiaba a nadie. Pero los judíos “se llenaron de ira”[15] y sí pecaron, porque su enojo era completamente carnal. Eran homicidas porque aborrecían a Jesús, y también hicieron planes definitivos para destruirlo.
Que sepamos Jesús no hizo nada y no dijo más; le sanó sin palabra. Simplemente él extendió su mano. Tuvo fe en Jesús y le obedeció. Recuérdese que era muy peligroso confesar o en alguna manera manifestar fe en Jesús. Los judíos echaban de la sinagoga a los que confesaban a Jesús[16]. Al obedecer a Jesús este hombre corrió el riesgo de sufrir lo mismo. Ahora este hombre podía trabajar normalmente. ¡Que bendición más grande!
3. Complot fariseo (Mateo 12.14; Marcos 3.6; Lucas 6.11).
Ese osado acto no iba a quedar en el olvido, los fariseos comenzaron desde ahí a tramar como matarle, ya que Jesús estaba demostrando que la tan ostentada autoridad de ellos, era solo hipocresía.
Recordemos que estos hombres eran los líderes religiosos de los judíos. Profesaban ser muy celosos de la Ley, pero no por eso se llenaron de ira. Esto fue causado por su odio envidioso de Jesús, quien expuso su hipocresía y quedaron avergonzados públicamente en su propia sinagoga. No podían defender ni su enseñanza ni su conducta. Siendo carnales e impenitentes les quedó una sola alternativa: Llenarse de insensato furor. Por causa de tanto odio contra Jesús estaban “fuera de sí” con furia. Tanto es así que se aliaron con los herodianos, a pesar que los detestaban porque éstos eran más políticos que religiosos. Sin embargo, los herodianos tenían el poder político que los fariseos necesitaban para “acabar” con Jesús. Esta alianza bien muestra que los fariseos estaban en completa bancarrota espiritual. De estos textos vemos que temprano en el ministerio de Jesús sus enemigos comenzaron a conspirar contra Él. Veían que Jesús era un personaje muy peligroso para ellos, y no había otro remedio. De una vez comenzaron a preparar el certificado de muerte.
4. Profecía cumplida (Mateo 12.15-21).
Una de las cosas que nos deja perplejos es la manera en que Jesús fue cumpliendo las profecías que hablaban de él desde 600 años antes e incluso antes, con lo cual deja demostrado que Él es el Mesías que debía venir. En este caso, cumplió con la de Isaías 61.1-2.
Jesús se retiró no por temor, sino porque su hora no había llegado. Jesús manifestaba mucho interés en los pobres, débiles, necesitados. Les ayudaba para que recobraran fuerzas. Pero los métodos del Mesías no eran como los judíos esperaban. No era un “revolucionario”. No gritaba para atraer la atención del pueblo. No andaba por las ciudades y las calles gritando algún slogan político. Más bien se oía su voz en el monte, junto al mar, en la sinagoga, etc. Jesús no era otro revolucionario más como “Teudas” o “Judas el galileo”. Jesús de Nazaret era el prometido Mesías, pero no vino como gran conquistador para vengarse de sus enemigos. En lugar de sojuzgar a sus enemigos con fuerza de armas Él “se apartó” de ellos. Mateo muestra con esta profecía que el concepto popular del Mesías estaba equivocado. No era en ningún sentido un guerrero mundano. No levantaría un ejército para pelear contra los romanos, como los judíos esperaban. No empleó ninguno de los métodos que los grandes líderes mundiales consideran tan necesarios para avanzar sus movimientos. Desde luego había mucho que corregir en el mundo político de los romanos y de los judíos. Había grandes injusticias practicadas contra el pueblo. Había opresión de toda clase. Por causa de tales condiciones se provocan revoluciones. Pero el reino de Jesús no es de este mundo. Por eso, se apartó de la violencia amenazada por los escribas y fariseos.
En lugar de oprimir a los pobres y necesitados como suelen hacer los conquistadores mundanos, Jesús cumplió esta profecía ayudando y sanando a los enfermos, los cojos, los ciegos, y otros muchos necesitados. La caña cascada queda doblada hacia la tierra. Así son los enfermos, cojos, etc., que no pueden pararse normalmente. En lugar de quebrar a los tales, más bien Jesús los sanaría. Jesucristo era y es verdadero Dios[17] que ama y cuida al hombre[18]. La llama de la mecha de la vela ya se extinguió. Al llegar Jesús la mecha solo humeaba. Pero en lugar de apagarla Jesús la restauraba para que diera luz otra vez. Estas figuras sirven para describir a los desafortunados y oprimidos en contraste con los orgullosos y los autosuficientes que piensan que no necesitan la ayuda del Mesías. Con estos últimos “grandes” los líderes mundiales edifican sus gobiernos o sus empresas. Jesús no buscó la ayuda de ellos. En toda época la “caña cascada” bien puede ser la persona que busca a Dios; el “pábilo que humea” puede ser el que acude a Jesús. Estos admiten sus faltas y su miseria y su gran necesidad de un Salvador y Protector. Son los enfermos que necesitan el Médico. Jesús no es severo y cruel en su trato de los tales, sino que es “manso y humilde”.
5. Más sanidades (Marcos 3.7-12; Lucas 6.17-19).
De nuevo Jesús se dirige al mar de Galilea y sana a muchos, y era tanta la gente que debe hace una previsión pidiéndole a los discípulos que preparen una barca ya que teme ser aplastado. Su retiro no se debió a miedo sino a prudencia. Quiso prolongar su ministerio más tiempo. La gente en general no buscaba la muerte de Jesús, sino su poder milagroso de sanar, y salían de muchas partes diferentes para seguir a Jesús y beneficiarse de su benevolencia en la sanidad.
En Galilea Jesús desde el principio gozaba de popularidad entre la gente, pero vemos que ahora judíos aun de Judea vienen a Él, habiendo oído de su fama, e incluso gente de Idumea que para el tiempo de Cristo habían sido empujados al sur de Judea, hasta la ciudad de Hebrón[19].
Jesús mandó a sus discípulos que siempre tuvieran disponible una barca a causa de la multitud, para que no le atropellasen. Jesús usaba este medio para poder seguir en su trabajo de enseñar y de sanar en presencia del gentío que con grandes ganas buscaba tocarle y hallar alivio para sus enfermedades. No había orden en su manera de alcanzar la sanidad deseada.
Entre los enfermos había personas poseídas de demonios. Al tener encuentro con Jesús, los espíritus inmundos siempre reconocían la realidad de la persona de Jesucristo y lo confesaban. Sabían y confesaban lo que los endurecidos de corazón rehusaban hacer. Por saber quién era Jesús, los demonios sabían que Él podía echarles fuera de su lugar de confort en los cuerpos humanos, para entrar en su propio lugar de tormento[20]. Se postraban delante de Jesús como acto de homenaje, reconociendo que Jesús era Dios. Pero no convenía al plan de Dios que la verdadera identidad de Jesús de Nazaret se publicara mucho todavía, y menos de parte de demonios. Ellos no habían de ser heraldos de su mesianidad. Por eso Jesús les reprendió o censuró fuertemente. Cuando los espíritus inmundos gritaban, obligó a Jesús a retirarse a un lugar más solitario.
6. La elección de los doce (Mateo 10.1-4; Marcos 3.13-19; Lucas 6.12-16).
La misión de Jesús no era algo que iba a poder hacer solo, necesitaba dejar un grupo de gente que pudiese propagar la verdad después de su partida, por lo que hace una elección de entre los muchísimos discípulos que le seguían, estos serían llamados apóstoles, es decir, “enviados”.
Hubo doce patriarcas y doce tribus de Israel. Ahora hay doce apóstoles que se sentarían sobre doce tronos, para juzgar a las doce tribus de Israel. Además, el muro de la ciudad celestial tiene doce cimientos, y sobre ellos los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero[21].
Estarían íntimamente asociados con Jesús por más de tres años y al predicar en Jerusalén daban evidencia del entrenamiento que recibieron de Jesús. Ellos eran los embajadores de Jesús. Llevaron el mensaje de salvación a todas las naciones. Así pues el ministerio apostólico era y es de gran importancia.
a. Felipe.
Nacido en Betsaida de Galilea, junto al Lago de Genesaret[22] y según la tradición, murió en Hierápolis o Cesarea de Filipos.
Felipe también era seguidor de Juan el Bautista y estaba con él cuando señaló a Jesús como el Cordero de Dios. Fue el quinto apóstol y llamado por el mismo Jesús a que lo siguiera y luego de ese llamado, trajo consigo a su amigo Bartolomé[23]. Según los relatos de los Evangelios podemos ver a Felipe como un hombre inocente, tímido, pero de mente sensata. La tradición dice que fue a predicar a Hierápolis[24] que pertenecía antiguamente a Grecia y en la cual muere en edad avanzada.
El Evangelio de Juan registra tres episodios referentes a Felipe que ocurrieron durante la vida pública del Salvador:
1) Antes de la alimentación milagrosa, Cristo se vuelve a Felipe con la pregunta: “¿Dónde compraremos pan para que coman éstos?” Pero decía esto para probarlo, porque El sabía lo que iba a hacer. Felipe Le respondió: "Doscientos denarios[25] de pan no les bastarán para que cada uno reciba un pedazo”[26].
2) Cuando algunos paganos en Jerusalén vienen a Felipe y le expresan su deseo de ver a Jesús, este informa del hecho a Andrés y luego ambos llevan la noticia al Salvador[27].
3) Cuando Felipe, después de que Cristo hubiera hablado a sus Apóstoles de conocer y ver al Padre, le dijo: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta”, recibe la respuesta: “…El que me ha visto a mí, ha visto al Padre”[28].
Estos tres episodios nos proporcionan un boceto consistente de la personalidad de Felipe como hombre ingenuo, algo tímido, de mente juiciosa. Ninguna característica adicional se da en los Evangelios ni en los Hechos, aunque se le menciona en esta última obra[29] como perteneciente al grupo Apostólico.
b. Bartolomé.
Su nombre en griego es Βαρθολομαίος, y procede del patronímico arameo bar-Tôlmay, “hijo de Tôlmay” o “hijo de Ptolomeo”. Es mencionado en los tres evangelios sinópticos, siempre en compañía de Felipe[30]. En el Evangelio de Juan, donde no aparece con el nombre de Bartolomé, se le ha identificado con Natanael, que también es relacionado siempre con Felipe.
Según el Evangelio de Juan, Natanael fue uno de los discípulos a los que Jesús se apareció en el Mar de Tiberiades después de su resurrección[31]. Según los Hechos de los Apóstoles, fue también testigo de la ascensión de Jesús[32].
Según una tradición, Bartolomé marchó a predicar el evangelio a la India, donde dejó una copia del Evangelio de Mateo en arameo. La tradición armenia le atribuye también la predicación del cristianismo en el país caucásico, junto a Judas Tadeo.
c. Tomás.
Tomás, llamado también en los apócrifos “Judas Tomás Dídimo”. Ha existido, y continúa existiendo, desacuerdo y falta de certeza en lo que se refiere a la identidad del apóstol Tomás. En tres pasajes del Evangelio de Juan[33] se le llama “Tomás, llamado el Dídimo”. Tanto la palabra griega “Dídimo” como la aramea “Tau'ma”, significan “gemelo”, o “mellizo”. Por lo tanto, la expresión “Tomás, llamado el Dídimo” es una tautología[34] que elude mencionar el nombre real del personaje.
Ningún texto indica de quién es gemelo Judas, pero, partiendo de las premisas antes mencionadas, se ha especulado con la posibilidad de que fuese gemelo de Jesús, aunque según la tradición eran solo primos de segundo grado. La interpretación cristiana tradicional no considera que Judas y Tomás sean la misma persona.
d. Jacobo.
Se le llama Santiago el de Alfeo o Santiago el Menor para distinguirlo del hijo de Zebedeo. Era hijo de Cleofás o Alfeo y de María, hermano de José y Salomé[35]hermano de Judas Tadeo.
e. Judas Tadeo.
También llamado Judas de Santiago o simplemente Tadeo. Judas es una palabra hebrea que significa “alabanzas a Dios”. No se sabe a ciencia cierta de dónde viene el sobrenombre Tadeo. Podría provenir del arameo taddà’, “pecho”, que significaría “magnánimo”, o podría ser una abreviación de algún nombre griego como Teodoro o Teódoto.
f. Simón Zelote.
Antes de unirse a Jesús habría pertenecido al grupo de los zelotes, que luchaban contra Roma. Según la tradición, predicó en Egipto, Libia y, posiblemente en Persia. Murió mártir en la costa de Mar Negro cerca del Cáucaso, probablemente en el territorio de la actual Abjasia.
Simón recibe un calificativo que cambia en las cuatro listas: Mientras Mateo y Marcos le llaman “cananeo”, Lucas le define “Zelote”. En realidad, los dos calificativos son equivalentes, pues significan lo mismo: En hebreo, el verbo “qanà’” significa “ser celoso, apasionado” y se puede aplicar tanto a Dios, en cuanto que es celoso del pueblo al que ha elegido, como a los hombres, que arden de celo en el servicio al Dios único con plena entrega, como Elías. Por tanto, es muy posible que este Simón, si no pertenecía propiamente al movimiento nacionalista de los zelotes, quizá se caracterizaba al menos por un celo ardiente por la identidad judía, es decir, por Dios, por su pueblo y por su Ley divina. Si esto es así, Simón es todo lo opuesto de Mateo, que por el contrario, como publicano, procedía de una actividad considerada totalmente impura.
g. Judas Iscariote.
Judas Iscariote, en hebreo יהודה איש־קריות “Yəhûḏāh Κ-qəriyyôt”, “Ish-Keryot”: “de Keriot”. Siguió a su maestro durante su predicación por Judea y Galilea y fue el apóstol traidor que reveló a los miembros del Sanedrín el lugar donde podían capturar a su Maestro sin que sus seguidores interfiriesen, tal como había anunciado el propio Jesús durante la Última Cena[36].
El Evangelio de Juan expone un antecedente importante de la traición de Judas: La malversación de fondos. Judas era el tesorero y robaba el dinero destinado a los pobres[37]. Según todos los evangelios canónicos, Judas guió a los guardias que arrestaron a Jesús hasta el lugar donde lo encontraron y según los sinópticos, les indicó quién era besándole[38]. Por su traición fue recompensado con treinta siclos de plata[39], pero al poco tiempo intentó devolver las monedas a los sacerdotes que se las habían dado, y al no aceptarlas estos, las arrojó en el Templo. Luego, desesperado ante la magnitud de su traición, se suicidó ahorcándose[40] de un árbol.
7. Enseñanza en el monte.
Tradicionalmente se nos ha querido hacer ver estos pasajes como un sermón que Jesús dio en forma catedrática desde lo alto de un monte, es más, en Israel hay un lugar al que llevan a los turistas y les dicen que ese es el monte exacto en donde Jesús predicó, pero hay ciertos detalles que se pasan por alto, con los que podemos ver que en lugar de ser un sermón, es más bien una clase en donde el Maestro toca diversos tópicos y que va a dirigida a sus discípulos, no a la multitud.
a. Las Bienaventuranzas (Mateo 5.1-12; Lucas 6.20-26).
La palabra “bienaventurado”, makarios, significa dichoso o feliz. Se usaba para hablar de la felicidad de los dioses, de un gozo más allá de todo cuidado. La palabra se refiere a “la naturaleza de lo que es el mayor bien”. Esta felicidad no depende de las circunstancias favorables. Pablo conocía el verdadero gozo a pesar de mucho sufrimiento[41]. No depende esta felicidad de la prosperidad, ni de los eventos agradables, sino de la condición del corazón. Hay contraste entre las bienaventuranzas y los ayes[42]. ¡Ay de algunos! y ¡qué felices son otros!
Sin duda Jesús sorprendió a sus oyentes cuando identificó a los que son bienaventurados. Muchos hubieran dicho “Bienaventurados los ricos”. Los escribas y fariseos hubieran dicho, “bienaventurados los hijos de Abraham; bienaventurados los circuncisos; ¡ay de los incircuncisos!” Pero Jesús no enseñaba como los escribas. Él dice: “Bienaventurados los pobres en espíritu”, los humildes, los que reconocen que son pecadores y buscan el perdón de Dios. Todo el mundo peca[43], pero los pobres en espíritu son los que reconocen que son pecadores y que están dispuestos a confesar sus pecados, humildemente admitir que han pecado, que están errados, que están mal, y que buscan el perdón de Dios y de las personas a quiénes han ofendido. Muchos, como el fariseo de Lucas 18.11-12, no son “pobres en espíritu”.
b. Sal de la tierra (Mateo 5.13; Marcos 9.50; Lucas 14.34-35).
La sal es la forma para denominar el cloruro sódico, cuya fórmula química es NaCl. Se obtiene fundamentalmente de la evaporación del agua marina o de su extracción minera en forma de roca-mineral denominada halita. La sal proporciona a los alimentos uno de los sabores básicos: El salado, debido a que en la lengua poseemos receptores específicos para el “sabor salado”. El consumo de sal modifica nuestro comportamiento frente a los alimentos ya que es un generador del apetito e incita su ingesta. Se emplea fundamentalmente en dos áreas: Condimento de algunos platos y como un conservante típico de los salazones de carnes y pescado, incluso de algunas verduras, así como en la elaboración de ciertos encurtidos.
La sal es la única roca mineral comestible por el ser humano y es posiblemente el condimento más antiguo empleado por el hombre, su importancia para la vida es tal que ha marcado el desarrollo de la historia en diversas fases, moviendo las economías, siendo objeto de impuestos, monopolios, guerras, etc. Pudiendo llegar a ser un tipo de moneda. Pero en los países en donde cae nieve, también es usada para hacer que esta se derrita, derramándola en los lugares de paso.
La sal tiene varios usos, pero la idea aquí parece ser la perseverancia, pues la condición de los que empiezan la vida cristiana y no perseveran es peligrosa en extremo[44]. Obviamente Jesús habla de la disposición de renunciar y sacrificar a todo como sal que es buena. Los verdaderos discípulos de Cristo, los que perseveran, son “la sal de la tierra”. Si siguen fieles a pesar de conflictos y persecuciones, son sal y “buena es la sal”, muy útil, muy beneficiosa. Según el calvinismo esto no es posible, pues se enseña que “una vez sal, siempre sal” y que “si la sal se hiciere insípida”, entonces no era verdadera sal. Creen que solamente “profesaba” ser sal. Sin embargo, no hay nada en esta figura que sugiera que la sal no era en realidad sal, una buena calidad de sal. Jesús, por el contrario, dice enfáticamente que la sal se puede hacer insípida a tal grado de que no sirve para nada. Sin lugar a dudas Él habla de personas que se apartan del camino.
c. Luz del mundo (Mateo 5.14-16).
La luz del mundo es más que simplemente iluminar para correr la oscuridad, es aclarar contra la ignorancia, especialmente la espiritual. Lastimosamente la Iglesia ha dejado de alumbrar y a permitido más bien que las tinieblas entren en el seno de ella, adaptándose a los requerimientos del mundo, en lugar de ser la vocera de la verdad que advierte en el mal camino.
Jesús es la luz del mundo porque, como el Verbo de Dios, Él reveló tanto en su vida, muerte, resurrección y ascensión, como en sus enseñanzas, la voluntad de Dios con respecto a los pecados de la humanidad, y cómo podemos recibir el perdón de pecados y tener comunión con Dios.
Los discípulos fieles que predican el evangelio puro se conocen; tienen su influencia sobre mucha gente[45]. La gente se fija en la buena conducta, actitud, y buena voluntad del cristiano. Es algo obvio y sobresaliente. El cristiano es diferente. No se conforma a las actitudes mundanas[46], sino que es transformado a la semejanza de Cristo.
d. La Ley antigua y la nueva.
La Ley antigua fue la que Dios le dio a Moisés para regular al pueblo de Israel, pero esta Ley fue malinterpretada por los judíos y en lugar de tratar de cumplirla, le añadieron más y más cargas, al punto que se hizo imposible tratar de cumplirla. Pero Jesús vino no solo a cambiar este tratamiento a la Ley, sino que vino a cumplirla, a finalizarla y a dar una nueva Ley, la del amor.
Era obvio a todos que la enseñanza de Jesús era diferente de la de los escribas y fariseos[47]. Durante su ministerio los judíos constantemente lo criticaban por no respetar sus tradiciones[48], por sanar en el día de reposo, etc.
1) Cumplimiento de la Ley antigua (Mateo 5.17-20; Lucas 16.16-17).
Tanto Mateo como Lucas nos dan información importantísima del trato de Él hacia la Ley. Mateo nos dice que Jesús vino a darle cumplimiento, mientras que Lucas nos dice que la Ley llegó hasta Juan el bautista. Ambos tienen razón, la Ley acabó con Juan ya que fue el último de los profetas del Antiguo Testamento, mientras que Jesús cumplió y finalizó la Ley.
Abrogar, del griego kataluo, significa “destruir totalmente, derrumbar completamente”. Pero Jesús no vino para eso, si lo hubiera hecho, ¿cómo habría probado que era el Mesías? La ley de Moisés era el guardián para llevar a los judíos a Cristo[49]. Jesús no quería destruir a este ayo.
La ley de Moisés contenía figuras, sombras, etc., que claramente apuntaban hacia Cristo[50]. Si Jesús hubiera destruido la ley, también habría destruido todos estos tipos.
Todos los profetas, “desde Samuel en adelante”[51] hablaban de Jesús: De su nacimiento, vida, reino, muerte, sepultura, resurrección, ascensión y coronación, etc. Si Jesús hubiera venido para abrogar los profetas, habría evitado el cumplimiento de estas profecías.
Cumplir, del griego pleroo, significa “llenar, cumplir, completar”. Obsérvese bien que no hay contraste en este texto entre “abrogar” y “perpetuar”. Muchísimos maestros religiosos citan este texto para probar que Jesús vino para perpetuar la ley de Moisés. Según esta enseñanza errónea, la ley de Moisés todavía está de vigor porque Jesús dijo: “No piensen que he venido para poner fin a la ley”[52]. Los que usan así este texto tuercen las Escrituras. Hay contraste entre “poner fin” y “cumplir”. El contraste presentado por Jesús no tiene nada que ver con perpetuar la ley de Moisés. Jesús habla de la certeza del cumplimiento de la ley y los profetas.
Cuando Jesús dijo esto, sabía que iba a cumplir la ley y los profetas. Lo hizo al pie de la letra[53]. La palabra “fin” significa propósito. El propósito de la ley era hacer justo al hombre; pero “todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios”[54]. La justicia demandada por la ley se realiza en Cristo, porque ahora todos, tanto gentiles como judíos, pueden ser justos por medio de El.
Los ignorantes e inestables tuercen la Palabra de Dios diciendo que la ley de Moisés seguirá en vigor “hasta que pasen el cielo y la tierra”. Tales intérpretes ponen el punto final después de la palabra “Ley”, y hacen caso omiso del resto del versículo que dice “hasta que todo se haya cumplido”. Al parecer la expresión “hasta que” no tiene sentido para los falsos maestros.
Jesús no dijo que la ley seguiría en vigor “hasta que pasen el cielo y la tierra”, sino que “hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido”[55]. ¿Cómo seguirían en vigor la ley y los profetas aun después de ser cumplidos todos los tipos y figuras y profecías? El “ayo” sirvió para llevar a los judíos a Cristo; después de hacer esto, ¿qué haría? ¡Habiendo hecho eso terminó su obra!
Es muy importante observar que Jesús no se oponía a la ley de Moisés, sino que la apoyaba. La practicaba e insistió en que sus discípulos la practicaran. En el llamado “Sermón del Monte” no se pone en contraste con la ley de Moisés, sino con lo que fue dicho por los judíos de ese tiempo. Jesús explica la diferencia entre la ley de Él y la de Moisés sobre el divorcio y segundas nupcias, pero al mismo tiempo explica que debido a la dureza del corazón del pueblo Moisés permitió el divorcio[56]. Sin embargo, explica lo que ha sido la voluntad de Dios desde el principio con respecto al matrimonio[57].
Jesús no denunció la ley de Moisés sino la enseñanza de los escribas y fariseos. Estaba en conflicto continuo con ellos. Explicaba el verdadero significado de la ley, porque ellos quebrantaban[58] los mandamientos, no solo por vía de su infracción, sino debilitando su autoridad, invalidándolos.
Los escribas y fariseos no enseñaban ni practicaban lo que Jesús enseña. Ellos no eran pobres en espíritu, porque en lugar de reconocer sus pecados querían justificarse a sí mismos. No poseían estas cualidades de carácter y, desde luego, no las enseñaban. La justicia enseñada por Jesús es mayor que la justicia enseñada y practicada por los escribas y fariseos; por lo tanto, la justicia de los discípulos de Jesús tiene que ser mayor que la “justicia” de tales líderes.
Aunque los escribas y fariseos estaban perdidos, no querían que el Buen Médico les sanara, sino que le condenaban por comer con los otros pecadores. Jesús se asociaba con los pecadores y nos conviene imitarlo. Nuestra justicia debe ser mayor que la justicia de los escribas y fariseos en todas estas cosas para poder entrar en el Reino de Dios.
e. Reconciliación (Mateo 5.21-30).
Jesús le da el verdadero significado a la Ley, rigorizando ciertos mandamientos:
Ley Jesús
No matarás No enojarse, ni llamarlo inútil, ni idiota
No adulterar No mirar a la mujer ajena con deseo
Como vemos, ya no se limita al acto mismo del asesinato o el adulterio, sino con solo enojarse o proferir palabras que hieren, se le toma como si hubiese asesinado, o bien, con solo desear a la mujer del prójimo se le cuenta como adulterio.
1) El enojo.
Los escribas y fariseos enfatizaban los actos externos. No tomaban en cuenta el propósito del acto. No se preocupaban por la condición del corazón. No enseñaban las “bienaventuranzas”. La doctrina de los escribas y fariseos, la que los discípulos de Jesús habían oído hasta esa fecha, no les inculcaba la necesidad de ser “pobres en espíritu”, de “llorar” por los pecados, de ser “mansos”, de tener “hambre y sed de justicia”, de ser “misericordiosos”, de tener “limpio corazón”, de ser “pacificadores”, ni mucho menos de sufrir “por causa de la justicia”. Por lo tanto, ellos veían en el sexto mandamiento solamente la prohibición, “no matarás”, sin tomar en cuenta los motivos de matar.
La enseñanza de Jesús es diferente. Jesús habla con voz de autoridad. Los escribas nunca daban enseñanza original. Citaban a Moisés, al Talmud, al rabí Hillel, al rabí Shammai o a otro de los rabinos. Pero Jesús dice: “pero yo os digo”. La gente nunca había escuchado a tal maestro. Se admiraban de su enseñanza.
Aun bajo la ley de Moisés, Dios no prohibió solamente el matar, sino también condenó el odio, la venganza personal, y el guardar rencor en el corazón[59]. Cuando Dios dio el sexto mandamiento, no quería decir que el pueblo podía tener malicia en sus corazones y odiar el uno al otro con tal que no mataran. El matar es causado por el enojo, el odio, el lenguaje abusivo y el deseo de tomar venganza. Jesús profundiza el tema, y explica el verdadero y profundo propósito de Dios al dar el sexto mandamiento. Dios no quiere solamente la limpieza en los actos externos, sino también limpieza de corazón.
Es posible enojarse sin pecar. El enojo contra el pecado no se condena. Varios textos hablan de la ira de Dios[60]. Todas las cosas que provocan a Dios a ira también deben provocarnos a ira a nosotros. No debemos ser indiferentes hacia el pecado y error. El enojo nos mueve a enseñar, exhortar, amonestar y aun a reprender, pero siempre con el propósito de corregir el mal y de efectuar el bien de otros, sobre todo su salvación.
El enojo debe ser controlado y de poca duración. Si no se acaba pronto, llega a ser malicia. Cualquier enojo es peligroso. Puede y debe servir para un propósito sano. Es una emoción fuerte que nos mueve a tomar cierta acción, buena o mala[61].
Después de hablar del enojo, Jesús describe la clase de enojo que se condena. Es el enojo carnal, una actitud de malicia y odio que se expresa en lenguaje abusivo, palabras insultantes y de reproche y de desprecio. Tal enojo quiere injuriar a otros. Tal enojo es una causa principal del homicidio, y si no se elimina pronto, puede destruir el alma en el infierno. Algunos pecados asociados con el enojo carnal son enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones[62].
La palabra necio viene del griego raka y del hebreo req, que significa “vacío”. Cada edad y cada país tienen sus modos de expresar tales cosas; sin duda el Señor hizo uso de la fraseología corriente en sus días. Se emplean tales palabras como “necio”, “fatuo”, “estúpido”, “tonto”, “idiota”, etc., para insultar y despreciar a otra persona. La fuerza de algún apodo o epíteto depende de cómo suena a los oídos de la persona insultada. Si hay odio y enojo en el tono de voz del que habla, tales insultos hieren y lastiman aun más.
¿Por qué conecta Jesús el enojarse y el usar lenguaje ofensivo con el matar? Porque muchas veces el enojado quiere matar o perjudicar al objeto de su ira, y conocerá cuáles armas serán más eficaces para lograr su propósito. Dice Cristo que los culpables de enojarse y de usar lenguaje insultante quedarán expuestos al juicio más severo al igual que los homicidas, porque “todo aquel que aborrece a su hermano es homicida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en el”[63].
Jesús presenta una ilustración práctica sobre la ofrenda. Debemos recordar que el propósito principal de ofrecer sacrificios y ofrendas a Dios es para reconciliarnos con Él. Sería absurdo, pues, presentar ofrenda a Dios antes de arrepentirnos y corregir el mal que nos apartó de Él. Los profetas dijeron repetidas veces que los sacrificios y ofrendas no eran aceptables sin la santificación[64].
Jesús pinta la imagen del oferente que trae su ofrenda al altar para esperar la llegada del sacerdote, pero al meditar se acuerda que no ha buscado la reconciliación con su hermano. El contexto indica que probablemente que se haya enojado contra su hermano y que lo haya despreciado con palabras abusivas. Por lo tanto, primero debe reconciliarse con su hermano y luego ofrecer su ofrenda a Dios. Antes de ofrecer su culto a Dios, hay otro asunto que requiere atención. ¿No es el culto a Dios lo primero y lo principal? Sí, pero algo tiene que precederlo, es decir, la reconciliación con el hermano. Nuestra relación con Dios depende de nuestra relación con los hermanos. Las relaciones familiares afectan nuestro culto a Dios. La verdad es que toda relación humana lo afecta.
El que ofende a otro, debe buscarlo cuanto antes. El culpable debe tomar la iniciativa. Debe encontrar al hermano ofendido para pedirle perdón, pero también el ofendido debe buscar al ofensor[65]. Dice Cristo que el ofensor debe buscar al ofendido, y el ofendido debe buscar al ofensor. Si los dos hacen la voluntad de Cristo, se encontrarán en el camino buscando el uno al otro. ¡Qué cambio positivo habría en las Iglesias de Cristo si los miembros creyeran y practicaran esta enseñanza! La triste verdad es que muchos miembros de la Iglesia prefieren hablar de los errores de los sectarios en lugar de oír esta enseñanza.
Muchos de los pecados referidos por Isaías eran injusticias contra sus hermanos[66]. Los profetas hablan mucho de pecados tales como oprimir y defraudar al hermano, venderlo por un par de zapatos, etc[67].
2) Codiciar a la mujer ajena.
Los discípulos de Jesús habían oído mucha denuncia del adulterio físico[68], pero ¿qué tanto énfasis se daba al décimo mandamiento[69]? Jesús condena el adulterio en el corazón, que es la causa del adulterio físico; es decir, no basta con no cometer el adulterio físico. Cristo quiere corazones limpios en los cuales no haya adulterio.
Al decir que no había que mirar a una mujer, Jesús no habla de “mirar” para conversar con ella, ni de mirarla para admirar y apreciar su belleza, sino que habla de la mirada prolongada y sensual para codiciarla. La palabra clave es “para”, que indica intento, disposición, o propósito. La mira para, con el propósito de, codiciarla. El mirar a una mujer para codiciarla significa estimular y excitar las pasiones para cometer en el pensamiento el acto de adulterio con ella, es decir, llevar a cabo el acto de adulterio en la imaginación. Tal adulterio en el corazón precede y es la causa del adulterio físico. El que mira a una mujer para codiciarla es capaz también de cometer el acto físico de adulterio en un momento de tentación fuerte cuando no hay temor de ser descubierto. La enseñanza de Jesús se dirige en gran manera a los pensamientos y deseos del corazón, como la fuente del pecado[70]. Jesús condena el uso de los ojos para codiciar.
f. El divorcio (Mateo 5.31-32).
Los judíos, al igual que en la actualidad, se divorciaban por cualquier causa, por más simple que fuera. Jesús hace ver que, a no ser porque su cónyuge comete inmundicia sexual, no debe haber divorcio, ya que esto empuja al prójimo a un pecado más grave.
Jesús sigue explicando la justicia que es mayor que la de los escribas y fariseos. Se puede agregar que sigue describiendo la puerta estrecha y el camino angosto y también lo que significa edificar la casa sobre la roca y no sobre la arena.
La enseñanza de Jesús sobre el matrimonio y el divorcio sorprendió a sus discípulos[71]. Imagínese la reacción de sus enemigos. De todas las enseñanzas de Jesús no hay otra menos popular que esta.
Hay tres textos que hablan de la carta de divorcio: Deuteronomio 24.1-2; Mateo 5.31; 19:7-8. ¿Cuál es la diferencia entre la Ley de Cristo y la Ley de Moisés sobre el divorcio? También se debe preguntar, ¿cuál es la diferencia entre la Ley de Moisés y el plan original de Dios con respecto al matrimonio y el divorcio?
1) Jesús enseñó la obediencia a la Ley de Moisés, hasta que ésta se cumpliera.
2) La enseñanza de Jesús es la justicia que es mayor que la de los escribas y fariseos. Por lo tanto, Él habla de lo que los discípulos habían oído, de lo que se decía, es decir, de la enseñanza general que se presentaba y se oía en aquel entonces.
3) Pero en Mateo 5.31-32 Jesús presenta una diferencia entre la Ley de Moisés y Su Ley. Sin embargo, esta diferencia trata solamente de una “concesión” de la ley de Moisés.
4) Es importante observar que la misma diferencia que había entre la Ley de Moisés y la Ley de Cristo era la diferencia entre la Ley de Moisés y el plan original de Dios con respecto al matrimonio.
Deuteronomio 24.1-4 es claro al decir que:
Juan se casa con Ana, pero la despide divorciada.
Ana se casa con Pedro, pero este la despide divorciada o Pedro muere.
A Juan no se le permite casarse con Ana.
Hoy, algunos perversos enseñan que cuando una persona viene a la Iglesia casada en segundas nupcias, para ser cristiano debe divorciarse de su cónyuge actual y regresar con el anterior, contraviniendo directamente este pasaje de las Escrituras.
Lamentable es que entre los cristianos haya una cantidad tan grande de personas divorciadas y muchos vueltos a casar. La dureza del corazón fue el gatillo que impulsó a Moisés a permitir el divorcio. Sin este permiso, algunos habrían evitado el matrimonio y tal vez muchos hubiesen asesinado a sus esposas. Cuando los discípulos de Jesús se dan cuenta que Él no daba ese permiso, dijeron que no convenía casarse.
La carta de divorcio era para la protección de la mujer. Un hombre no podía repudiar a su esposa sin darle carta de divorcio, la cual le dio protección legal. La Ley de Moisés protegía los derechos de todos, y mayormente los de los dependientes, por lo que Dios tuvo que controlar esta práctica que no estaba de acuerdo a su voluntad[72]. Cuando Dios originó el matrimonio, lo hizo permanente, una unión que debería durar hasta la muerte.
El divorcio se puede comparar con la poligamia: Dios la toleraba, pero siempre estaba en conflicto con el plan original. La poligamia causó grandes problemas, como también el divorcio causa grandes problemas.
La enseñanza de Jesús no permite el repudiar excepto por causa de fornicación, aunque todavía hay mucha dureza de corazón. La enseñanza de Jesús contradice las creencias populares sobre el matrimonio, el divorcio y segundas nupcias, pero recuérdese que Él nos devuelve “al principio”, al plan original de Dios.
En la actualidad se dan significados muy distintos a las palabras “divorcio” y “separación”. A la palabra “divorcio” se le da un significado legal y final, mientras que a la palabra “separación” se le da un significado menos serio. De hecho, muchos ni siquiera creen que es pecado la separación, mientras que no se casen otra vez. Pero en realidad son lo mismo, solo que una ha tenido intervención legal y la otra no.
Jesús muestra el único motivo por el que se permite el divorcio: La fornicación. La palabra “fornicación” incluye todo acto sexual ilícito, y es la única causa aceptada por Dios para justificar la separación de los esposos. Por ejemplo en 1 Corintios 5.1 se habla de un hombre que tenía contacto sexual con la mujer de su padre, lo cual es fornicación. También la homosexualidad se incluye en la palabra fornicación[73].
Según los judíos, cualquier cosa era motivo para divorciarse. Podía ser el carácter malo, ser pendenciera, que saliera a la calle sin llevar velo, que hablara con otro hombre en la calle, que quemara el pan, que echara mucha sal en la comida, que el hombre encontrara otra mujer más atractiva, que los suegros fueran entremetidos, etc. Hoy en día la situación no ha mejorado. “Cualquier causa” puede ser en la actualidad la incompatibilidad, la crueldad física y mental, la borrachera, los conflictos religiosos, los pleitos y disgustos sobre las finanzas, los conflictos con familiares, el no poder entenderse, por ser el hombre desobligado o criminal, por ser la mujer regañona o gorda, por no bañarse, y por una infinidad de cosas. Pero Jesús dice que hay una sola causa para repudiar, y esa causa es la fornicación.
Desde luego, la mujer no es una adúltera en el momento de ser repudiada, pero Jesús presenta una realidad, de la práctica común, de que la mujer repudiada casi siempre se casa otra vez. Hablando en forma general, así sucede ya sea por razón económica, por querer padre para sus hijos, por motivos sexuales, por temor, o simplemente por no querer vivir sola. Pero si se casa o se junta con otro varón, será llamada adúltera[74]. Serán ella y el segundo hombre adúlteros casados, porque ella queda sujeta a su primer marido, aunque esté casada con otro hombre. Pero el que la repudió comparte la culpa.
Obsérvese que Jesús dice “se casa”. La segunda pareja “se casa”. Es un acto legal. Sin embargo, el uso de la palabra "casarse" no indica que la unión es aceptable; no lo es, porque aunque esta unión se llame “matrimonio” en realidad es adulterio porque la mujer repudiada todavía es la esposa de otro hombre. Aunque vayan al registro civil para casarse y la segunda unión sea legal ante los ojos del gobierno, aun así ante los ojos de Dios es adulterio.
El tiempo del verbo moichatai, traducido “adultera”, es el presente. Este tiempo indica acción continua, es decir, sigue cometiendo adulterio, porque cuando alguno repudia a su esposa, ¿por qué se casa con otra? Obviamente la razón principal es para cohabitar con ella. Desde luego, esto no es un solo acto, sino una continuación de una acción pecaminosa. El que se casa con la repudiada no comete adulterio una sola vez, sino continuamente porque vive con ella.
El divorcio debe ser denunciado como pecado. Algunos creen que no es tan malo el divorcio o la separación con tal que el hermano o la hermana no vuelva a casarse, pero no hay ningún texto que enseñe esto. No conviene, pues, enseñar que está bien que los esposos se separen o se divorcien con tal que no se casen otra vez.
g. Jesús y los juramentos (Mateo 5.33-37).
Entre los judíos se había extendido de jurar por todo, incluso por asuntos livianos. Jesús aclara que nuestra manera de hablar debe ser tan cristalina que podamos responder con un simple “si” o un “no” y que esto debe bastar para hacer saber que decimos lo cierto.
Hay dos lecciones básicas en este texto:
1) No mentir[75]. El discípulo de Jesucristo es veraz. Dice la verdad. No miente. No engaña, sino que cumple su promesa.
2) Que nuestro “sí” sea “sí” y que nuestro “no” sea “no”. La palabra del cristiano vale porque es apoyada, no por juramentos, sino por su buen carácter. No necesita de juramentos para apoyar lo que dice.
Pero es correcto dar testimonio bajo juramento ante el tribunal civil, para defender los derechos del inocente y para condenar el crimen del culpable. Es verdad que el buen carácter del cristiano hace innecesario el juramento, pero vivimos en un mundo perverso, y el gobierno requiere que el testigo jure para confirmar su testimonio en asuntos judiciales. Si el prójimo es defraudado y el cristiano es testigo de ello y rehúsa testificar en su favor, no le ama, y no es amigo de la justicia.
h. Amor al enemigo (Mateo 5.38-48; Lucas 27-36).
Uno de los pasajes preferidos, ayer y hoy, es Levítico 24.20, lo que se ha llamado la “Ley del Talión”, es decir, hacerle al otro lo mismo que me ha hecho, pero Jesús aclara que Dios no busca eso, sino más bien nos invita a hacerle el bien al que nos hace el mal.
Multitud de ordenamientos jurídicos se han inspirado en la Ley del Talión, especialmente en la Edad Antigua y en la Edad Media. Aunque pudiera parecer una ley primitiva, sin embargo el espíritu de esa ley es la proporcionalidad de la pena, y la evitación de una respuesta desproporcionada por la venganza. La aplicación de la pena, con barbarie, a lo largo de los siglos, no implica un defecto de la ley, sino un defecto de los aplicadores.
1) En el famoso Código de Hammurabi (1792 a.C.), el principio de intercambio exacto se utiliza con gran claridad. Por ejemplo:
a) La Ley 229 establecía que si un arquitecto hizo una casa para otro, y no la hizo sólida, y si la casa que hizo se derrumbó y ha hecho morir al propietario de la casa, el arquitecto será muerto; dicho concepto se acentúa cuando se señala que si ella hizo morir el hijo del propietario de la casa, se matará al hijo del arquitecto[76].
b) Un siguiente nivel de penas consistía en la mutilación de una parte del cuerpo en proporción al daño causado. Por ejemplo la Ley 195 se establecía que si un hijo golpeó al padre, se le cortarán las manos; la 196 si un hombre libre vació el ojo de un hijo de hombre libre, se vaciará su ojo; 197 si quebró un hueso de un hombre, se quebrará su hueso.
c) Las penas menores consistían en la reparación del daño devolviendo materias primas tales como plata, trigo, vino, etc. En los casos en que no existía daño físico, se buscaba una forma de compensación física, de modo tal, por ejemplo, que al autor de un robo se le cortaba la mano.
2) En el Antiguo Testamento, la ley del talión aparece en Éxodo 21.23-25, en Levítico 24.18-20 y en Deuteronomio 19.21. Este principio seguirá vigente para el judaísmo hasta la época talmúdica donde los rabinos del momento determinaron que la pena se transformaría en un resarcimiento económico.
3) La Ley de las XII Tablas de Roma muestra en la tabla VIII una curiosa combinación entre normas inspiradas en la Ley del Talión, y normas correspondientes a sistemas jurídicos menos primitivistas. Esta mezcla suele ser atribuida al momento de transición jurídica en que surge el primer cuerpo legal de Roma.
4) En el Derecho de los pueblos germanos, el espíritu de la Ley del Talión se manifestaba en la llamada Blutrache o venganza de sangre.
5) Aún en la actualidad hay ordenamientos jurídicos que se basan en la ley del talión, especialmente en los países musulmanes.
i. Pureza por las buenas obras.
Las buenas obras no pueden darnos la salvación, pero cuando somos salvos buscamos hacer buenas obras. Esto es parte de la demostración del verdadero cristianismo, muy diferente de lo que enseñan algunos de hacer solo el bien a los miembros de la Iglesia.
1) La mano derecha y la izquierda (Mateo 6.1-4).
En el tiempo de Jesús, muchos se jactaban de las buenas obras que hacían, tal como pasa hoy cuando hay personas que aman que se les saque en los noticieros y que se les haga mucha publicidad de lo bueno que hicieron. Jesús nos invita a hacer buenas obras en secreto, procurando que los menos sean los que se dieron cuenta de lo que hicimos. La Biblia no solamente nos enseña lo que debemos hacer, sino también nos enseña los propósitos y las motivaciones con los cuales debemos obedecer. Si no obedecemos con propósito correcto, nuestra obediencia no es aceptable a Dios. Por lo tanto, debemos examinarnos con cuidado[77], porque no basta con ofrecer el servicio y culto a Dios que son correctos en cuanto a forma, sino que también debemos servir y adorar a Dios con corazón limpio.
2) La oración secreta (Mateo 6.5-8).
De la misma manera, muchos buscaban que se les alabara por la manera o el tiempo que duraban con sus oraciones, pero Jesús nos dice que oremos en secreto, sin que muchos se den cuenta, y Dios escuchará lo que le decimos.
Son hipócritas los que practican sus devociones privadas en lugares públicos, pero no lo hacen para agradar a Dios, sino para recibir la alabanza de los hombres. El orar debe ser acto religioso, pero si es practicado con el propósito de recibir alabanza de los hombres, no es acto de culto para Dios, sino más bien un acto de hipocresía. La palabra “hipocresía” significa “actuación dramática, referido al hablar de los actores en diálogo; de ahí pretensión”. El hipócrita es engañador. Engaña a los hombres, pero no engaña a Dios[78].
No estamos hablando de dirigir la oración de la congregación en la sinagoga, ni tampoco en las esquinas de las calles, sino de ofrecer una oración privada en los lugares públicos. En cualquier momento el cristiano puede orar a Dios, por ejemplo, puede dar gracias por su comida en un restaurante. El problema no es el orar o no orar en público, sino el orar en público en lugar de orar en privado, y el orar en público para ser alabados de los hombres en lugar de agradar a Dios. Lo que se condena es el espíritu de ostentación, el deseo de exhibir la piedad. Lo que Jesús condena es el propósito malo. El corazón de ellos no era limpio, porque el propósito de su servicio no era sano. No querían creer y no podían creer porque solamente buscaban la gloria unos de otros, y no buscaban la gloria que viene de Dios.
Jesús no solamente condena el error de los hipócritas, sino que también enseña lo correcto con respecto a la oración. Habla del “aposento”, el lugar más privado disponible para que a solas puedas orar a Dios, excluyendo el mundo entero. Si nuestra oración es en verdad solamente para los oídos de nuestro Padre Celestial, no usaremos palabras grandes, ni lenguaje floreciente, ni voz elocuente, para tratar de impresionar a Dios. En la forma más natural, aunque bien respetuosa, presentaremos nuestra plegaria a Él, con mucha acción de gracias.
Los paganos creen que por “su palabrería”[79] serían oídos. De esta manera implican consciente o inconscientemente que sus dioses son estúpidos, que tienen que decirles las mismas cosas docenas de veces, o de otro modo que son del todo indiferentes hacia ellos, y que tienen que moverles por sus gritos y repeticiones hasta que les concedan lo que piden. En la actualidad el católico romano, ortodoxo, budista y mahometano usa vanas repeticiones. La enseñanza de Jesús es violada por la repetición del rosario. Los católicos creen que serán oídos por su mucha repetición del “Padre Nuestro”. Jesús nos enseña como orar para evitar vanas repeticiones. ¡Pero muchos creen que con repetir esta oración serán oídos! Algunos judíos habían caído en el mismo error de creer que Dios les escucharía por sus vanas repeticiones de las mismas palabras.
Adonay no es como los dioses paganos que no saben nada, mucho menos de qué cosas tenemos necesidad. ¡Cuántas veces los profetas les recordaban a los israelitas de esta verdad! Era uno de los mensajes principales de ellos. El propósito de orar no es para informar a Dios de nuestras necesidades. Él ya sabe y, además, está dispuesto a ayudarnos. Las vanas repeticiones insultan el conocimiento y el amor de Dios, y su buena disposición de ayudarnos.
¿Por qué debemos orar entonces? Oramos porque somos hijos de Dios, y los hijos se comunican con sus padres. Dios nos habla a través de su Palabra, y hablamos con Él en oración. Es acto de amor filial. El orar es un ejercicio de fe. Nuestra fe en Dios se expresa. Una fe que no actúa es fe muerta[80]. Expresamos nuestra plena confianza de que Él es nuestro Proveedor y Protector. El orar no es solamente para pedir. En la oración honramos y alabamos a Dios, expresamos la gratitud, gozamos de comunión con Él, expresamos nuestra dependencia y nuestra sumisión, intercedemos por otros, etc.
3) La oración modelo (Mateo 6.9-13.
Lo que se ha llamado el “Padrenuestro” es una oración “modelo”, es decir, un molde de donde deben desprenderse las oraciones que hacemos a Dios. No era el propósito de Jesús revelar una oración que debería ser memorizada y recitada repetidas veces. Hay otros textos que nos enseñan cómo orar: Juan 14.13; 16.26 nos enseñan que debemos orar en el nombre de Jesús; 1 Timoteo 2.1-2 agrega detalles importantes; también 1 Tesalonicenses 5.17, Santiago 1.5; 5.16, etc. Aparte de instrucciones y mandamientos, hay buenos ejemplos que seguir. Esta contiene lo básico que debe tener cualquier oración:
a) Adoración: “Padre nuestro que estás en los cielos, Santificado sea Tu nombre”. Los paganos no podían decir esto porque los dioses paganos eran, según la imaginación de ellos, crueles, despóticos y caprichosos. No había relación padre-hijo con los dioses paganos y sus adoradores[81].
Dios es el único Dios que está en los cielos. Decimos esto, pues, para expresar gran reverencia.
Su gran nombre es glorificado por el culto que le ofrecemos: Los cantos, las oraciones, la predicación y los demás actos de culto. Pero también es glorificado por nuestras vidas.
b) Rendición ante la Voluntad de Dios: “Venga Tu reino. Hágase Tu voluntad, Así en la tierra como en el cielo”. La palabra “reino” significa “poder, autoridad”, y también el “imperio” de Dios, o sea, los súbditos o ciudadanos del reino. El reino y la iglesia se establecieron el mismo día; tienen la misma cabeza; tienen las mismas condiciones de entrada; la cena del Señor está en la iglesia y está en el reino; y todas las enseñanzas del Nuevo Testamento son para la iglesia y también son para los ciudadanos del reino.
Los salvos son los que hacen la voluntad de Dios. Debemos apartarnos de todo mal. Debemos limpiar el corazón y presentar el cuerpo como sacrificio vivo al Señor. Esta oración significa que estamos sumisos a Dios. Entonces, si estamos haciendo la voluntad, debemos enseñar, amonestar y exhortar a otros para que hagan lo mismo. Debemos “cooperar” con la oración.
c) Solicitud por nuestras necesidades: “Danos hoy el pan nuestro de cada día”. La palabra “pan” es palabra genérica y significa lo necesario para sostener la vida física. Es correcto y necesario pedirlo. Los israelitas recogían cada mañana el maná. Cada noche al acostarse no tenían comida para otro día. Cuando algunos lo guardaron de un día para otro, crió gusanos y hedió. Se acostaban cada noche durante cuarenta años, totalmente dependientes de Dios para el sostén del siguiente día. No pedimos el pan para mañana, porque no debemos preocuparnos por el día de mañana.
d) Confesión de nuestros pecados: “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores”. Los pecados son deudas morales y espirituales que serán castigadas a menos que sean perdonadas. Lamentablemente muchos están interesados en tener el pan de cada día, pero no les interesa el perdón de sus pecados. El pan de cada día nos engorda para la matanza si no obtenemos el perdón de pecados. Nuestros pecados nos han dejado en bancarrota espiritual, arruinados y sin esperanza de sacarnos de la ruina. Toda persona se ha vendido a la esclavitud del pecado. Los pecadores son esclavos.
La palabra perdonar viene del griego aphiemi, que significa “enviar afuera, despedir”, cuando perdonamos a otro, despedimos el pecado, cancelamos la deuda, para siempre. Con este espíritu perdonador cumplimos con uno de los requisitos nombrados por Dios para recibir su perdón. Si pedimos perdón con algo de rencor en el corazón o con espíritu vengativo, estamos pidiendo que Dios no nos perdone. Mejor que ni oremos.
e) Solicitud de fortaleza: “Y no nos metas en tentación, sino líbranos del mal“.Es importante recordar que la palabra peirasmos no significa solamente tentación sino también prueba. Así es que hay pruebas buenas, como también hay tentaciones malas de Satanás. Tentar quiere decir inducir a pecar. Satanás es el tentador. Nos tienta, nos seduce a pecar a través de los malos pensamientos y malos deseos en nuestro corazón. Sin embargo, Dios permite que el hombre se someta a pruebas. Somos guiados y cuidados por la providencia de Dios. Nuestra vida está en sus manos. Las pruebas son necesarias para nuestro crecimiento y desarrollo espiritual. Son disciplina para nosotros.
f) Reconocimiento a su Majestad: “Porque Tuyo es el reino y el poder y la gloria para siempre. Amén”. Según La Biblia de las Américas, la doxología no aparece en los manuscritos más antiguos.
j. Perdonar (Mateo 6.14-15).
El perdón es algo retributivo, si nosotros lo hacemos, también, cuando se lo pidamos a Dios, Él lo hará con nosotros.
k. El ayuno (Mateo 6.16-18).
Jesús critica de nuevo la actitud de muchos de sus contemporáneos, que hacían ayuno pero lo publicaban, para que todos les alabaran por lo que hacían. Él nos invita a que cuando hacemos ayuno, los menos posibles se den cuenta, ya que debemos actuar normalmente, sin hacer ostentación.
La Ley de Moisés especificó un solo ayuno para ser observado anualmente en el día de la expiación[82]. Pero la tradición inventó muchos ayunos[83]. Los judíos ayunaban cuando había peligros y problemas de cualquiera clase, en tiempo de luto, y para manifestar el arrepentimiento. Creían que el ayuno intensificaba el pesar por el pecado.
Jesús no requiere ni prohíbe el ayunar. Sus discípulos, por ser judíos, ayunaban. Era práctica religiosa bien establecida. Jesús enseña sobre el tema para condenar la hipocresía, y para enfatizar la necesidad de servir a Dios con corazón sincero. Otra vez habla del mal ejemplo de los hipócritas.
Los hipócritas no sentían tristeza por sus pecados, sino que solamente fingían la humildad y la tristeza. En lugar de poseer y demostrar la verdadera piedad, solamente la fingían. Tal humildad falsa es más bien soberbia. Desfiguraban sus caras. No se lavaban, no se peinaban, no se ungían y se cubrían de ceniza, para indicar una devoción profunda. Querían indicar con este disfraz que estaban muy afligidos por Dios. Era “otra cara”, no la natural. Por eso, eran hipócritas. Isaías 58.3-11 y Zacarías 7.1-7 denuncian los ayunos falsos y engañosos. Isaías explica bien el ayuno verdadero que Dios acepta.
En realidad tales hombres eran incrédulos. El pueblo escogido de Dios no creía en Él. Si hubiera creído en Dios, habría sabido que es Omnisciente y que no le podían engañar. La verdad es que no le tomaban en cuenta. Sus actos religiosos eran para los ojos, la atención y el aplauso de los hombres y no para los ojos de Dios.
Jesús enseña un cambio en esta práctica. No dice que no hay que ayunar, pero si alguien quiere hacerlo debe tener una apariencia normal, como si no ayunara. Esta conducta es lo opuesto de la práctica de los hipócritas. Ellos, no estando afligidos, daban la apariencia de aflicción. Jesús enseña que, estando verdaderamente afligidos, que no se dé la apariencia de aflicción.
Sin duda alguna, el ayunar ha beneficiado y sigue beneficiando a muchas personas, pero no tiene valor en sí como ceremonia religiosa. Nos engañamos si creemos que somos más espirituales simplemente porque ayunamos cada mes, o cada semana o dos veces por semana. Como ya hemos visto, el ayuno es la expresión natural y normal del alma.
El ayunar suprime el apetito físico para dar énfasis a la alimentación del alma en comunicación con Dios. Es muy posible que la pura intensidad de las cosas espirituales nos haga descuidar los apetitos del cuerpo. En los dos textos citados los apóstoles y otros hermanos estaban ocupados en obra supremamente importante. El ayunar se puede comparar con el abstenerse de otras cosas físicas, por ejemplo, el acto sexual[84]. La esencia de ayunar aceptablemente es que el alma reciba más atención mientras que el cuerpo reciba menos. Pero lo que Dios quiere no es el ayunar mismo, sino lo que el ayunar debe producir, es decir, el verdadero arrepentimiento y cambio de carácter, la transformación del hombre en la imagen de Cristo. El ayunar es bueno, pues, si ayuda en la lucha contra la carne.
El ayunar no es mandamiento del Nuevo Testamento. No hay texto que especifique algún ayuno, especificando quiénes deben ayunar, cuándo deben ayunar, qué tan frecuente, de cuánta duración, etc., sino que es necesario que el ayuno sea de beneficio para el alma. Está en la misma categoría con todos los demás actos de abnegación de sí.
También debe ser compatible con la buena salud. El cristiano bien puede sufrir físicamente por Cristo, pero no hay texto alguno que indique que el cristiano debiera perjudicar su salud física o mental para controlar sus apetitos.
l. La solicitud terrena.
Una falsa enseñanza de la actualidad habla que los cristianos debemos ser acomodados económicamente, tener propiedades, autos, lujos, etc. La enseñanza de Jesús se dirige al lado opuesto, no que los cristianos no podamos tener cosas materiales, pero sin que estas lleguen a convertirse en nuestra meta. Lo material es un instrumento para poder vivir, no es la vida.
m. El tesoro del corazón (Mateo 6.19-21).
¿Es la casa, el auto, nuestro empleo, lo más importante para nosotros? Si lo es, hemos desviado el sendero. Las cosas materiales son para usarse, no para atesorarlas, y debemos recordar que todo tiene su fin, menos nuestra eternidad.
Entre las riquezas materiales mencionadas en la Biblia, frecuentemente se menciona la ropa[85]. Una gran parte del tesoro terrenal de mucha gente, aun de cristianos, es la ropa. Es increíble que hermanos gasten tanto dinero en ropa y en otras cosas para adornar el cuerpo: Joyería, cosméticos, perfumes, etc[86]. Cuestan mucho dinero los zapatos para damas, como también para caballeros, pero aunque los precios sean exagerados, muchos hermanos con gusto siguen comprándolos. No están contentos si no tienen un buen surtido de zapatos. El problema ahora no es tanto la polilla, ni tampoco de que se envejezcan, sino el fastidio. La ropa, la joyería, los zapatos, etc., pierden su atracción después de usarse unas cuantas veces, y hay que comprar más. Los israelitas tenían que llevar su ropa durante cuarenta años, pero hay hermanos que no quieren llevar la misma ropa ni cuarenta días sin aburrirse de ella. Es verdad que muchos regalan ropa a otros, pero no por ser benévolos, sino para tener excusa para comprar estilos nuevos. ¡Donde esté la moda, allí estará el corazón!
Los ladrones literalmente “minaban” las casas de adobe para robar, es decir, hacían un boquete en las paredes hechas con tierra y agua prensadas y secadas y por ahí sacaban los artículos de valor. Ahora se usan cadenas, chapas, candados, y toda clase de seguros. Muchas personas instalan en sus automóviles sistemas de seguridad que suenan alarmas de varias clases, y los ladrones se divierten robando tales sistemas de los automóviles para venderlos junto con el auto, o por separado, a otros. Es bueno cerrar con llave el carro y está bien “asegurar” con rejas las puertas y ventanas del negocio y de la casa, pero ¿quién cree que tales cosas en verdad aseguran nuestros tesoros terrenales?
La conclusión de todo esto es que los tesoros de la tierra no duran, son muy pasajeros. ¿Qué tan inteligente es, pues, dedicar la vida a acumular cosas de tan poca duración? Además, aunque se guardaran muchas posesiones por cien años o más, “¿qué aprovecha al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?”[87] El hombre trabaja como esclavo, se vuelve casi loco con afán, y acumula una fortuna, y cuando muere, su viuda se casa con otro que solamente tiene que entrar en la casa y disfrutar del trabajo de otro. Así es la locura de acumular bienes aquí en la tierra.
Requiere mucho tiempo, trabajo, y atención personal para acumular tesoros en la tierra. Por eso es muy peligroso hacerlo, porque esto significa que el corazón, que debe pertenecer a Dios, pertenece más bien a lo terrenal. Podemos saber si estamos trabajando para fines terrenales o para fines celestiales, porque es cuestión de simplemente observar cómo se usa el tiempo, de qué se habla, cómo se usan los recursos, etc.
¿Cuál es el remedio? No poner la esperanza en las riquezas, que son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Si se aumentan las riquezas, no debemos poner el corazón en ellas.
n. El ojo limpio (Mateo 6.22-23).
Una y tal vez la principal manera en que entran las cosas, ya sean buenas o malas, a nuestro espíritu, es la vista. Si el ser humano busca ver cosas no convenientes, su corazón se enturbiará, más si busca ver cosas sanas y puras, el espíritu se mantendrá limpio.
El ojo no es el origen de la luz, sino la ventana por la cual la luz entra al cuerpo. El ojo es al cuerpo lo que el corazón es al alma. El ojo tiene que ver con nuestro concepto de nuestra mayordomía de las cosas materiales.
El que tiene “ojo bueno” tiene visión espiritual 20/20. Ve claramente. No ve doble. No ve dos imágenes del objeto, como lo hace el avaro, sino solamente una; es decir, su concepto de Dios, de la vida, del deber personal, y sobre todo del uso correcto de sus bienes materiales, es claro y correcto. Compárese una ventana limpia: Si el vidrio es claro y limpio, deja entrar la luz y la casa queda iluminada. El que tiene ojo bueno tiene sus tesoros en el cielo. Tiene un solo propósito en esta vida. Busca primeramente el reino de Dios y su justicia. Busca una sola cosa: Tiene su mira en las cosas de Dios[88].
El hombre que tiene ojo bueno sabe distinguir entre las cosas más importantes y las cosas menos importantes. Da primer lugar a las cosas más importantes. Da prioridad a lo primero. Sabemos que somos viajeros y, por eso, no queremos “comprar el hotel” porque “no puede el mundo ser mi hogar”. Tampoco llevamos mucho equipaje. Solamente necesitamos dinero para gastos. Entiende que debe usar el dinero para la obra de Dios, para promover la obra de evangelizar el mundo. Está consciente de los multiplicados millones que no han oído el evangelio, y sabe que cuesta dinero enviar obreros, publicar literatura, etc. También se acuerda de los pobres y necesitados. Entiende cuáles son las riquezas verdaderas: la vida, la salud, el cuerpo, la mente, el alma, la conciencia, la familia, la iglesia, el tiempo que Dios nos da para prepararnos, la verdad, la influencia, y toda bendición de Dios tanto material como espiritual; es decir, el que tiene ojo bueno tiene un concepto claro de todas estas cosas. Sabe apreciar el valor de cada bendición de Dios y aprovecha cada una de ellas.
El ojo malo es el ojo enfermo. Es el opuesto del ojo bueno. El que tiene ojo malo no ve claramente. Ve “doble”. Por ser avaro ve dos imágenes. Su concepto de Dios, de la vida, del deber personal, y sobre todo su concepto del uso correcto de sus bienes materiales es confuso e incorrecto. Recuérde la ilustración de la ventana: Si está sucia y opaca, no deja entrar la luz. Lo que opaca la ventana es el amor al dinero. La ventana mala tergiversa y tuerce la imagen y causa confusión.
Tal persona tiene “doble ánimo”. Tiene dos corazones, dos afectos. Es como el hombre que ama a dos mujeres; siempre tiene problemas. Quiere ir al cielo, pero quiere acumular riquezas “para sí” aquí en la tierra[89]. ¡Una mano se extiende hacia los cielos y la otra se mete en lodo! Todo su cuerpo está en tinieblas, todo lo contrario de la bendición de tener el cuerpo lleno de luz. Es hombre ciego. El avaro piensa solamente en sí mismo y no en otros. Es materialista y mundano. Ama el dinero. Los fariseos eran avaros[90]. No podían objetivamente escuchar la enseñanza de Jesús y, por lo tanto, seguían en las tinieblas.
o. Dos señores (Mateo 6.24; Lucas 16.13).
De nuevo Jesús señala el peligro de confiar en el dinero. No es posible pensar que uno puede ser un siervo de Dios si el corazón está puesto en las ganancias deshonestas.
La palabra “servir” significa “ser esclavo de”, y el esclavo tenía un solo amo. Jesús habla de dos servicios conflictivos: El uno de luz y el otro de tinieblas, el uno de humildad y el otro de orgullo, el uno por fe y el otro por vista, el uno con la mira en el cielo y el otro con la mira aquí en la tierra. Un buen ejemplo nos lo dan los efesios que cuando se convirtieron, quemaron sus libros sobre la magia[91]. Judas amó al dinero; por eso aborreció a Jesús. Si servimos a Mamón, descuidaremos la obra de Dios. Satanás acepta con todo gusto una parte de nuestro servicio, porque sabe que si le damos una parte de nuestro servicio, Dios nos rechazará. Por lo tanto, el servicio parcial para Satanás es servicio total para él. Es necesario, pues, escoger[92].
p. El día de mañana (Mateo 6.25-33).
Nuestra actualidad nos lleva a pensar siempre en el futuro, y no es que sea malo prepararse para la vida, pero Jesús nos lleva a un plano diferente y nos dice que no debemos preocuparnos por la comida, la bebida o el vestido. Los paganos se desvelan por estas cosas, pero nuestra confianza debe estar siempre puesta en Dios. Cuando salimos a trabajar, a estudiar o a hacer lo que tenemos, no debemos estar confiados en nuestras fuerzas o habilidades, sino depositar todo en las manos del Señor.
Afanarse, del griego merimna, probablemente está relacionada con merizo, que significa “atraer en diferentes direcciones, distraer”, y por ello “aquello que causa esto, un afán, especialmente ansioso”. Por el contrario, amerimnos significa “libre de cuidado”.
Las palabras de Jesús son: “No os afanéis” y hay tres razones para ello:
1) Los tesoros de este mundo no son confiables porque son perecederos, no duran.
2) Si el ojo es maligno, toda la vida está llena de oscuridad.
3) Es imposible servir a las riquezas y al mismo tiempo a Dios.
La confianza que debemos poner en Adonay es tanta que Jesús nos dice que no debemos preocuparnos en cuanto a qué comer, qué beber o qué vestir.
La vida, el psuche, es el aliento de vida, la vida individual, el ser vivo, es mucho más importante que el alimento que la sostiene, como también el cuerpo es mucho más importante que la ropa que lo cubre.
Dios nos da la vida y el cuerpo en que vive. Él sabe que no somos máquinas ni ángeles y que necesitamos de alimento y ropa. La vida es importantísima, una verdadera dádiva de Dios de sumo valor. Si Dios nos da una dádiva tan preciosa, ¿no la sostendrá? Si nos da cuerpo que es el Templo del Espíritu Santo[93], ¿no le proveerá ropa?
El propósito de la vida no es simplemente comer y beber, ni es el propósito del cuerpo simplemente vestirse. Estas son cosas necesarias pero son cosas secundarias. La vida existe en el cuerpo para servir a Dios, para glorificarle, para avanzar los asuntos de su reino y su justicia. Es verdad que deseamos comer, beber y vestirnos, pero estos deseos, aunque sean básicos, no son los deseos más importantes de la vida. Satisfacemos estos deseos para poder satisfacer otros deseos mucho más importantes. Aun los animales tienen el deseo de comer y beber, pero los hombres somos hechos a la imagen de Dios, y tenemos otros deseos superiores.
El hombre tiene dominio sobre los animales y las aves pero las aves nos enseñan. Debemos observarlas y aprender de ellas. No siembran, ni siegan, ni recogen en graneros, ¡pero no están llenas de ansiedad! porque vuestro Padre celestial las alimenta.
Lo que Jesús no enseña:
1) No condena el trabajar.
Muchos textos enseñan la necesidad de trabajar[94]. El hombre trabajó en el huerto de Edén, antes de pecar[95]. El trabajo no es un castigo sino una bendición. El hombre fue creado para trabajar, pero no para afanarse. Las aves trabajan. Dios “las alimenta”. El provee la comida y las aves aprovechan esa provisión, trabajando para comer. Jesús no dice: “las aves no trabajan”, porque sí trabajan, pero trabajan sin afán, aunque no recogen en graneros. No tienen nada almacenado para mañana. No se preocupan por el día de mañana. Cuánto más debemos evitar el afán, porque no solamente trabajamos, sino también hacemos provisión para el futuro. Es necesario trabajar, pero ¡qué lástima que para muchos el trabajar es pura molestia!
2) No condena el recoger en graneros.
El hombre debe sembrar, segar y recoger en graneros, pero sin angustiarse. El problema es que aunque el hombre recoja en graneros, aun así sigue preocupado por cosas materiales.
Las aves fueron creadas para el beneficio del hombre. Vivirán solamente en este mundo, pero el hombre, hecho a la imagen de Dios, es superior a las aves, por lo cual Dios no dejará de alimentarnos. Pero hay algo por lo cual si debemos ocuparnos, el Reino de Dios y el estar justificados delante del Señor.
Jesús enseña que debemos poner la confianza en Dios y no vivir preocupados. Pero si alguien insiste en vivir ansioso, que conteste la pregunta: ¿De veras ayuda el afán? Por lo contrario, nos perjudica tanto física como espiritualmente. La inquietud puede causar dolor de cabeza, úlceras en el estómago, alta presión de sangre y toda clase de mal nervioso. Recuérdese que la idea básica de la palabra “afanarse” es “distraerse”; por el afán uno queda distraído, por ejemplo, en el trabajo y en otras actividades importantes. Lo peor es que también se distrae espiritualmente y como todos saben no debemos distraernos si queremos correr la carrera hasta el fin y ganar el premio. Si el afán no ayuda, y por lo contrario, causa mucho daño, ¿por qué persistimos en afanarnos?
Desde luego, los del mundo viven afanados por estas cosas porque no conocen a Dios, no confían en El y creen que todo depende de ellos mismos. Nosotros sí creemos en Dios. Creemos que Él es el Creador, y que provee para todas sus criaturas, mayormente para sus hijos. No creemos que todo dependa de nosotros mismos. Trabajamos, sí, pero Dios pone los medios. Él hace que el sol salga día tras día, y manda las lluvias, y hace que la tierra sea fértil y que la simiente sembrada fructifique. No estamos solos. No somos mundanos. No somos paganos. No actuemos, pues, como los del mundo.
q. Consejos de Jesús.
No hay otro texto en la Biblia más tergiversado. El primer versículo se ha aislado del resto del texto, y sin explicarse en su contexto, se ha usado para condenar a los que condenan, para criticar a los que critican, y para debatir que no se debe debatir y ni cuenta se da de la inconsecuencia de lo que se hace, pero al mismo tiempo, no hay otro texto más descuidado aun por los hermanos en Cristo. Verdaderamente esta enseñanza es la puerta estrecha y el camino angosto.
Jesús da nueve consejos a sus discípulos que aun están vigentes y que deben ser parte de nuestro quehacer diario.
1) Contra el juicio rápido (Mateo 7.1-5; Lucas 6.37-42).
Uno de los grandes defectos del ser humano es juzgar antes de conocer todos los hechos, lo que condena Jesús. Realmente Él es el único que tiene derecho a emitir algún juicio, ya que los seres humanos no tenemos autoridad moral para hacerlo.
Para nuestra propia protección no nos conviene juzgar a otros. El que se ama a sí mismo no debe juzgar a otro, porque el juzgar a otro trae condenación para uno mismo, ya que con el mismo juicio con que juzgamos seremos juzgados nosotros. Esta enseñanza es para nuestro propio bien. El propósito de la enseñanza es evitar la condenación de nosotros mismos. Debemos ser espirituales y mansos en nuestro trato del hermano que peca, recordando que nosotros mismos podemos caer.
Lo maravilloso es el control que el cristiano puede tener sobre este asunto. Cada quien decide por sí mismo cómo quiere ser juzgado o medido. ¿Queremos que otros nos juzguen con tolerancia y benevolencia? Entonces, juzguemos a otros con tolerancia y benevolencia. ¿Queremos que otros nos juzguen con intolerancia y dureza? Entonces, juzguemos a otros con intolerancia y dureza.
Si usamos una regla muy estricta para medir a otros, no esperemos que ellos usen una medida muy floja para juzgar a nosotros. Si somos muy exigentes hacia ellos, serán muy exigentes hacia nosotros. Si usamos de misericordia para con ellos, usarán de misericordia para con nosotros. Esto se refiere al juicio de Dios, pero también se puede aplicar al juicio humano.
Por lo tanto, debemos ser pacientes con otros, para que sean pacientes con nosotros. Queremos que otros traten de comprender nuestros problemas, dificultades, flaquezas, etc.; por eso, debemos hacer lo mismo con ellos. Queremos que otros sean generosos para con nosotros; por eso, debemos ser generosos para con otros. Queremos que otros sean justos con nosotros; por eso, seamos justos con otros.
Muchos usan mal este pasaje para condenar toda forma de juzgar; dicen que no debemos nunca criticar o juzgar a otros. Este texto no enseña tal cosa. Es necesario juzgar perros y cerdos[96]. Para no desobedecer este versículo es indispensable que juzguemos a los tales. No solamente se puede decir que no es pecado juzgarles, sino también se debe agregar que si no se hace, entonces este texto se ignora. Los perros son los carnales[97]. También hay que juzgar a los falsos profetas[98]. El Gobierno es el siervo de Dios para juzgar y castigar al criminal[99]. La iglesia tiene que juzgar a los miembros infieles que no quieren arrepentirse. La palabra predicada juzgará a todos en el Día Final[100].
En fin, es necesario juzgar con juicio justo[101]. El juicio debe ser justo e imparcial[102]. Es malo juzgar sin evidencia adecuada para sostener la acusación. Es injusto juzgar a otro si la acusación se basa en rumores, sospechas y chismes. El que llama a su hermano “necio” o “fatuo” no le juzga con juicio justo. El que juzga el corazón de otro no juzga juicio justo, porque solamente Dios conoce el corazón.
2) Contra el celo imprudente (Mateo 7.6).
Uno de los errores, especialmente de los cristianos nóveles, es el buscar discutir con personas necias, es decir, aquellos que no saben escuchar razones y que hacen burla de la Palabra de Dios. Jesús nos advierte de forma alegórica sobre esto, para que no caigamos en la trampa de tratar de hacer entrar a estas personas, cerdos, en razón.
3) Sobre cómo obtener (Mateo 7.7-11; Lucas 11.9-13).
Una de las cosas que desde siempre ha buscado el hombre es que Dios le provea de todas las cosas que necesita, pero cada día se gastan miles de palabras sin que se reciba nada, porque no se hace correctamente.
Jesús ya había dado las instrucciones sobre cómo orar. Ahora insiste en que aprovechemos este gran privilegio. No dice “repitan”, sino “pedid”. Hay mucha diferencia entre el rezar y el orar. No hay virtud alguna en recitar o leer oraciones. Lo que agrada a Dios es el pedir, buscar y llamar. Debemos llevar todo problema a Dios en oración. Si estamos resueltos a hacer la voluntad de Dios, si estamos resueltos a cooperar con la oración poniendo nuestra parte, y si comprendemos que urgentemente necesitamos de la ayuda de Dios, Él nos oirá.
Debemos pedir por el Reino. En aquel entonces el Reino se había acercado, y los discípulos de Jesús fueron enseñados a orar: “Venga tu reino”. El Reino vino en el día de Pentecostés después de la resurrección de Cristo. Ahora debemos pedir por el Reino, de que se extienda por medio de la predicación del evangelio y por la fidelidad de los que se trasladan al Reino[103].
Debemos pedir, “hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”. Esta petición es semejante a la primera, la de pedir por el Reino, porque Dios reina sobre los que hacen su voluntad. No conviene decir, “hágase tu voluntad” si no estamos dispuestos a hacer su voluntad. Los únicos que agradan a Dios son los que hacen su voluntad.
Debemos pedir, “El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”. Esta petición indica que reconocemos nuestra completa dependencia de Dios, y que Él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas.
Debemos pedir, “perdónanos nuestros pecados”. Los “pobres en espíritu” reconocen que han pecado y que urgentemente necesitan del perdón de Dios.
Debemos pedir, “no nos metas en tentación, mas líbranos del mal”. Reconocemos que sin la dirección y ayuda de Dios sería imposible andar en el camino angosto. Al mismo tiempo recordamos que Jesús nos dice: “Velad y orad, para que no entréis en tentación”[104]. En todas estas súplicas ponemos nuestra parte, cooperando con nuestra oración.
Debemos pedir por sabiduría[105]. Pedimos la sabiduría para ayudarnos a resolver los problemas de la vida y para tomar buenas decisiones en todos los asuntos importantes de la vida que afectan la familia, la Iglesia, el empleo, etc.
También pedimos el consuelo en los tiempos difíciles, pedimos el valor para trabajar eficazmente en su servicio, en fin, pedimos todas aquellas cosas que nos ayudan a crecer y madurar en su servicio y ser transformados a la semejanza de Cristo[106].
Jesús no promete que todos los que piden recibirán incondicionalmente lo que piden, porque hay varios requisitos para que nuestra oración sea aceptable ante los ojos de Dios. El que pide y el que cree deben cumplir con los requisitos de Dios.
El pedir solo no logra nada, como la fe sola no logra nada. Si alguien pide algo pero no tiene hambre y sed de justicia, Dios no oirá su oración. Dios no acepta la insinceridad; no quiere oraciones que no son del corazón, sino simplemente de la boca. Los que son de doble ánimo no recibirán nada del Señor. Por eso decimos que Jesús no promete que todos los que piden algo lo recibirán incondicionalmente.
Tampoco reciben los que piden solo para saciarse en sus propios placeres. El egoísmo destruye la eficacia de la oración.
Pedir implica que somos dependientes de Dios, que estamos necesitados de sus bendiciones y favores[107]. El fariseo de Lucas 8 no pidió nada y no dio gracias, sino que solamente quería hablar de su propia “justicia”. Pero cuando pedimos a Dios estamos implicando que no confiamos en cosas materiales sino en la providencia de Dios. Pedimos a Dios en lugar de confiar en lo que tengamos o en lo que podamos hacer. Los que no conocen a Dios confían en varias cosas: La educación, la preparación para algún oficio o profesión, las inversiones, los ahorros, las posesiones, la buena salud, la fuerza física, en el poder político o financiero, la popularidad con la gente, etc.
El pedir implica la humildad y sinceridad. Implica comunión con Dios, porque pedimos como hijos de Dios y Él nos oye y ayuda como nuestro Padre. Implica la oración sincera e intensa. Implica el esfuerzo personal. Implica que sinceramente cooperamos con nuestra oración, que ponemos nuestra parte. Cuando oramos por el Reino, nos ocupamos en los asuntos del Reino para que avance. Cuando oramos “hágase tu voluntad”, nos esforzamos por hacerla e insistir en que otros la hagan. Cuando pedimos el pan, trabajamos para aprovechar las provisiones hechas por Dios. Antes de pedir el perdón, perdonamos a otros. Cuando pedimos que Dios no nos meta en tentaciones, las evitamos y huimos de ellas. Cuando pedimos la sanidad, hacemos todo lo posible por aprovechar la ayuda de médicos y medicina, que son bendiciones de Dios. Cuando pedimos el crecimiento espiritual, ponemos nuestra parte, estudiando la Biblia y siendo miembros activos de la Iglesia.
Jesús razona de lo menor a lo mayor. Hay casos de padres abusivos, pero la mayoría de los padres quieren cosas buenas para sus hijos. Si nosotros, hombres imperfectos, sabemos dar buenas cosas a los hijos; entonces ¿cuánto más el Dios que es perfecto en conocimiento y poder y en su deseo de ayudar y bendecir a sus hijos dará buenas cosas a los que le pidan?
Dios contesta nuestras oraciones en varias maneras: En primer lugar, tenemos la plena seguridad de que Él nos oye si estamos en comunión con Dios, y que nos ama y quiere ayudarnos y bendecirnos. No siempre concede lo que pedimos[108], pero siempre nos da lo que pedimos o algo mejor que lo que pedimos, lo que es espiritualmente mejor para nosotros. Dios está aun más dispuesto que los padres terrenales a bendecir a sus hijos, y por eso Jesús da su consejo.
4) La regla de oro (Mateo 7.12; Lucas 6.31).
En un solo versículo se encierra el consejo más sabio que puede encontrarse: Hacer a los demás lo que queremos que nos hagan. Jesús cierra con esto lo que venía hablando. Jesús habla de nuestra relación con todos los hombres, ya se había referido a nuestra relación con los enemigos y a nuestra relación con los hermanos.
Las diferentes versiones lo dicen así:
Biblia al Día: Así que en todo tratad a los demás tal y como queréis que ellos os traten a vosotros. De hecho, esto es la ley y los profetas.
Biblia Latinoamericana 95: Todo lo que ustedes desearían de los demás, háganlo con ellos: ahí está toda la Ley y los Profetas.
Biblia en Lenguaje Sencillo: Traten a los demás como ustedes quisieran ser tratados, porque eso nos enseña la Biblia.
Biblia Castillian 2003: Por eso, todo cuanto deseéis que os hagan los hombres, hacedlo también vosotros con ellos. Porque ésta es la ley y los profetas.
CST-IBS: Por tanto, haced vosotros con los demás como queréis que ellos hagan con vosotros, porque en eso se resume la ley de Moisés y lo dicho por los profetas.
Dios Habla Hoy: Así pues, hagan ustedes con los demás como quieran que los demás hagan con ustedes; porque en eso se resumen la ley y los profetas.
Ediciones EUNSA: Todo lo que queráis que hagan los hombres con vosotros, hacedlo también vosotros con ellos: ésta es la Ley y los Profetas.
INTERLINEAL: Todas las cosas παντα ciertamente ουν desear οσα cualquier cosa αν gustar θελητε para queινα hacer ποιωσιν vosotros υμιν elοι hombre ανθρωποι de esta manera ουτως también και vosotros υμεις practiquen ποιειτε esto mismo αυτοις ello ουτος consistir γαρ consite εστιν este ο Ley νομος y και los οι profetas προφηται.
Biblia de Jerusalén: Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas.
King James: Therefore all things whatsoever ye would that men should do to you, do ye even so to them: for this is the law and the prophets.
La Biblia de las Américas: Por eso, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, así también haced vosotros con ellos, porque esta es la ley y los profetas.
Nacar Colunga: Por eso, cuanto quisieres que os hagan a vosotros los hombres, hacédselo vosotros a ellos, porque ésta es la Ley y los Profetas.
Nueva Biblia de los Hispanos: Por eso, todo cuanto quieran que los hombres les hagan, así también hagan ustedes con ellos, porque ésta es la Ley y los Profetas.
Traducción del Nuevo Mundo: Por lo tanto, todas las cosas que quieren que los hombres les hagan, también ustedes de igual manera tienen que hacérselas a ellos; esto, de hecho, es lo que significan la Ley y los Profetas.
Reina Valera 1865: Así que, todas las cosas que querriais que los hombres hiciesen con vosotros, así también hacéd vosotros con ellos; porque esta es la ley, y los profetas.
Reina Valera 1960: Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esto es la ley y los profetas.
Reina Valera 1989: Así que, todo lo que queráis que los hombres hagan por vosotros, así también haced por ellos, porque esto es la Ley y los Profetas.
Reina Valera 1995: Así que todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos, pues esto es la Ley y los Profetas.
Reina Valera 2000: Así que, todas las cosas que quisiereis que los hombres hiciesen con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esta es la ley y los profetas.
Septuaginta: Todo, pues, cuanto quisiereis que a vosotros hagan los hombres, así también vosotros hacedles; que ésta es la ley y los profetas.
Sagradas Escrituras en Español: Así que, todas las cosas que quisiereis que los hombres hiciesen con vosotros, así también haced vosotros con ellos; porque esta es la ley y los profetas.
Esta “Regla de Oro” expresa un principio fundamental del Reino de los cielos. Los ciudadanos del Reino de los cielos la practican. Es la base fundamental de nuestra relación con otros. Es una expresión de la voluntad de Dios. Con esta regla Dios nos gobierna. Si no aceptamos esta regla rechazamos la voluntad de Dios. La mayoría de los problemas entre los hermanos son causados por desobedecerla. No debemos ser guiados por los deseos e impulsos de la carne[109], sino por esta regla. Aceptaremos esta regla si somos guiados por el Espíritu. Desde luego, esta regla implica conducta razonable y responsable.
Este hermoso texto es una regla breve, un resumen compacto no solamente de las instrucciones entregadas en esta enseñanza, sino también del contenido de la Ley y los profetas. Es como una condensación de ellas, una expresión abreviada de todo lo que la Ley y los profetas requieren con respecto a las relaciones humanas. Es la esencia destilada de su enseñanza. Es una regla bien práctica y fácil de recordar.
Es imperativo que este versículo se aprenda y que se aplique a las actividades diarias que afectan nuestra relación con otros. Si esta enseñanza se practicara, se resolvería toda clase de problema en el hogar, en la Iglesia y en todas las relaciones humanas.
5) La puerta angosta (Mateo 7.13-14).
Jesús nos aconseja que no sigamos a las mayorías, no siempre tienen la razón. Hay que saber analizar cuál es la verdad y la mayor parte de las veces, los muchos se equivocan. Debemos tener carácter para saber mantenerse firme, a pesar de.
Todos tienen que escoger entre las dos puertas, entre los dos caminos, y entre los dos destinos. Todos están en la encrucijada y tienen que escoger su camino[110]. Es difícil ser discípulo de Cristo. No es fácil obedecer tales textos como Mateo 5.22-24; 28; 33-48. Pregunte al joven rico si el camino es angosto o ancho. Pregunte a los apóstoles si era fácil “dejar todo” y seguir a Jesús.
Cristo habla de su yugo, como también de su carga. Su “yugo” se refiere a su autoridad; debemos someternos completamente a ella. Su “carga” son sus mandamientos, los cuales no son gravosos, pero Él requiere una justicia mayor que la de los escribas y fariseos. Él requiere servicio que procede del corazón puro, y no solamente los actos externos. Pero su servicio es agradable. Él es Maestro exigente, pero también bondadoso. No es abusivo. No maltrata a sus seguidores. El maestro abusivo es el pecado.
Es muy difícil someter nuestra voluntad a la voluntad de otro, aun a la voluntad de Dios. Todo el mundo quiere hacer su propia voluntad. Quiere hacer lo que se le viene en gana. El trabajo principal de criar hijos es el de sujetar la voluntad de ellos a la voluntad de sus padres[111]. Otro problema grande en el hogar es que la mujer no quiere sujetar su voluntad a la voluntad del marido[112]. Cristo nos dejó el ejemplo de aprender la obediencia[113].
El camino es angosto porque no es popular. Incluso los que se hacen llamar religiosos y cristianos, cuando son confrontados con la Palabra, se resisten a obedecer. Cuando se habla de oír, de creer, de arrepentirse y de confesar no hay problema, pero en el momento en que hablamos de bautismo y santidad, son muchos los que arrugan su frente.
En el camino fácil cada quien puede seguir practicando su propia voluntad. Puede seguir haciendo lo que le dé la gana. En cuanto a religión y culto, cada quien puede escoger la Iglesia que le convenga, y practicar el culto que le guste más. En cuanto a la vida, en este camino las restricciones, prohibiciones, etc., son las del hombre, las de alguna religión falsa, las de la sociedad fluctuante. Todos pueden seguir sus propios impulsos, deseos e inclinaciones carnales. Todos pueden quedarse con sus vicios, con su mal genio, con todos los deseos y prácticas carnales. Caminan sin cuidado. Pueden vagar como se quiera. La filosofía es “comamos y bebamos, porque mañana moriremos”, porque no creen en la resurrección de los muertos.
Pero también hay una gran desventaja. Todo camino tiene su fin, su destino. A los caminantes en el camino ancho no les gusta pensar en esto. Su filosofía es “que termine donde termine”. Creen que el placer vale la pena, que pagarán después. Pero ¡qué precio tienen que pagar! El camino ancho lleva a la perdición eterna. No termina en la aniquilación, sino en la destrucción o ruina del alma. No se destruye el alma, sino el bienestar del alma.
6) Contra los falsos profetas (Mateo 7.15-20).
En los últimos tiempos estamos saturados de falsos profetas, y desdichadamente incluso muchos de los cristianos, han perdido la habilidad de diferenciarlos y no consultan la Palabra para discriminarlos. Jesús nos dice que esto se hace a través de sus frutos.
Llama la atención que Jesús se está dirigiendo a sus apóstoles, y al mismo tiempo se constituye en una advertencia solemne para nosotros. En el mercado nos encontramos con artículos originales de excelente calidad y nos admiramos que pocos metros después vemos algunos que parecen ser los mismos a un precio inferior. ¡Quién olvidará los relojes “Seiko” y las falsificaciones de “Aseikon”, a las que les quitaban a A y la N para hacerlos pasar por originales! Toda cosa buena es falsificada por Satanás.
Jesús ofrece la salvación y muchas bendiciones, pero la puerta es estrecha y el camino es angosto. Lo que Jesús ofrece es muy deseable y muchos lo quieren, pero no quieren pagar el precio que el Señor exige. No quieren humillarse. No quieren arrepentirse. No quieren cambiar. Los hombres ofrecen “la misma religión” pero modificada al gusto de la gente. Ofrecen “las mismas bendiciones”, pero en precio más fácil, condiciones más cómodas.
El error existe y es necesario combatirlo. Hay hombres y mujeres que dicen ser inspirados, pero en realidad engañan a millones de personas. Son los peores enemigos del hombre. Son peores que los ladrones y homicidas, porque no roban dinero y automóviles sino almas. Están en el camino ancho, pero profesan andar en el camino angosto[114]. Prometen libertad, pero ellos mismos son esclavos de la corrupción[115].
El hombre fue creado en la imagen de Dios y es criatura religiosa; es un ser adorador. Adora algo o a alguien. Por lo tanto, si no se sujeta a la religión verdadera de Dios, busca substitutos. Lamentablemente así es la mayoría de la gente que profesa la religión de Jesús; profesan “la religión cristiana”, pero no quieren arrepentirse. No quieren negarse a sí mismos y someterse a la voluntad de Cristo. Les gustan varios aspectos de la religión de Cristo, pero también les gustan aspectos de la religión del Antiguo Testamento, como también algunos aspectos de las religiones paganas. Así pues, los hombres establecen sus propias religiones combinando las enseñanzas y prácticas de varias religiones, pero irreverentemente llaman su religión “cristiana”.
La religión es una mina de oro para los hombres que se atreven a aprovecharse de ella. Hay fama, prestigio, poder, popularidad y dinero. Se aprovechaban de las personas más indefensas para enriquecerse. Son vendedores comunes y corrientes que tratan el tesoro del Evangelio como si fuera producto comercial[116]. Ha habido mucho escándalo entre los “televangelistas” que, para hacerse ricos, han defraudado a muchos. Jesús dice: “guardaos”, cuidaos. Los profetas falsos no pueden hacer nada sin seguidores. Si toda la gente se cuida y no se deja engañar y llevar por los falsos, estos no llegan a nada. Fracasan por completo. Pero no hay falta de seguidores para los falsos maestros.
La gente tiene comezón de oír cosas placenteras, cosas que les convienen, cuentos, fábulas, cosas sin substancia. Les gusta la lisonjería. No quieren oír el sencillo evangelio. No quieren saber de la puerta estrecha y el camino angosto; solo quieren tener “religión”, pero la religión del camino ancho, el camino popular. Pagan bien a los predicadores que les agradan y no condenan sus pecados. Se glorían y se regocijan mucho en el poder, influencia y riqueza de sus líderes y con todo gusto les apoyan. Muchos creen que la prosperidad de los evangelistas es garantía del favor de Dios, tal como hacían los judíos en el primer siglo.
Muchos se rehúsan a quitarse sus “lentes sectarios” para estudiar objetivamente la Palabra de Dios y llegar al conocimiento de la verdad. Leen la Biblia pero la leen como los judíos leían la Ley: Con un “velo” sobre el corazón[117]. Por eso no pueden llegar al conocimiento de la verdad.
Dios condena a los falsos maestros, pero también condena al pueblo que los escucha. ¡Cuántos piensan que ellos mismos no son responsables! Creen que si están mal, Dios solamente culpará a los sacerdotes, pastores y evangelistas que les guiaron mal[118]. Por lo tanto, todo discípulo de Jesús debe establecerse bien en la verdad y no ser movido por falsas doctrinas[119].
Los maestros religiosos no son conocidos por su profesión. Olvídese de su profesión, de lo que dicen ser y hacer. Es necesario examinar su doctrina[120] y los resultados prácticos de su enseñanza. Examine el fruto de los judaizantes que solamente querían gloriarse en la carne de los gentiles[121]. Examine el fruto del gnosticismo que dejaba a los hombres en sus pecados y les llenaba con orgullo[122]. Examine el fruto del catolicismo que ha hundido al mundo occidental en la ignorancia. Examine el fruto del russelismo, del adventismo y del pentecostalismo, que con sus falsas doctrinas han corrompido incluso hasta al mismo Pueblo de Dios.
Hay que examinar con mucho cuidado el fruto del humanismo o Nueva Era, que cada vez es más manifiesto. Que nadie dude que sea religión este movimiento. Profesa ser religión y el gobierno de los Estados Unidos oficialmente ha declarado que es religión porque enseña “valores” y su clase de “moralidad”, que a la luz de la Biblia podemos decir que es inmoralidad, niega a Dios e intensamente lucha por todo medio posible en contra de las enseñanzas morales de las Escrituras.
El fundamento del humanismo secular es la evolución. Esta religión enseña que el hombre es otro animal más sin alma y, desde luego, que no hay cielo ni infierno. Promueve toda forma de inmoralidad sexual, incluyendo la homosexualidad, como también el aborto y el suicidio. Es religión netamente humanista que promueve el concepto de un solo gobierno mundial. El fruto es muy obvio: El gran aumento del crimen, el narcotráfico y la drogadicción, un millón y medio de abortos cada año en Estados Unidos, la ignorancia y falta de preparación en los graduados de escuelas secundarias y aun de universidades.
Pero no podemos dejar de examinar el sistema liberal en la Iglesia. Aunque muchos de los “predicadores” todavía instruyan lo que la Biblia dice en cuanto al plan de salvación, el orden del culto y aun la autonomía de cada congregación, el fruto llevado por el sistema sectario de gobierno establecido por ellos ya está bien maduro. Este sistema existe para la elevación de hombres. Dentro de este movimiento hay mucha política y toda clase de carnalidad. Predicadores que reciben salarios altos enviados por miembros fieles en otros países y que desperdician el tiempo metidos es sus casas mirando televisión, o bien, tienen un trabajo a escondidas de sus patrocinadores, o dedican el tiempo que debieran usar en el evangelismo llevando estudios universitarios[123] o divirtiéndose en paseos.
7) Sobre obrar correctamente (Mateo 7.21-23; Lucas 6.46).
Es muy sencillo decir que uno es cristiano, pero otra cosa en serlo. Hoy lo que se hace llamar la “Iglesia” está saturada de falsos cristianos que engañan a la sociedad y procuran enriquecerse por medio de la Palabra.
Cuando alguien llama a Jesús “Señor”, debe aceptar lo que implica: Que Jesús es Soberano, el Gobernador, el Maestro y Guía de su vida. Él que no acepta lo que la palabra implica no debe decirle “Señor”.
Decirle “Señor” a Jesús, implica que debe haber conocimiento. Primeramente debemos aprender de Él[124]. Es imposible seguirle si no sabemos su voluntad.
Implica la obediencia. No basta con oír la palabra. No basta con decir “Señor”. No basta con bautizarnos, porque el bautismo, siendo la muerte y la sepultura de la vida pasada, envuelve un cambio radical de vida, un verdadero arrepentimiento. La obediencia no es completa si no vivimos conforme a las enseñanzas de la Enseñanza del Monte. Esta enseñanza no es, como dicen algunos, una especie de “constitución” de la religión de Cristo, pero sí contiene enseñanzas básicas que deben gobernar nuestro corazón y nuestra conducta.
Implica, pues, el reconocimiento de su autoridad.
8) Sobre edificar en la roca (Mateo 7.24-27; Lucas 6.47-49).
El último de los consejos de Jesús va acompañado de su pensamiento acerca de los que obedecen a sus palabras: Seguirlas es como el prudente que construye sobre la roca.
Existe una importancia sublime en saber oír la Palabra de Cristo. Muchísimas personas se denominan cristianas, pero no las oyen. La Biblia para ellos es libro desconocido, es un libro cerrado. La Biblia ni siquiera se encuentra en muchos hogares, y en muchos otros es puro ornamento[125]. Los humanistas hacen burla de estas enseñanzas para destruir todo aspecto de la moralidad bíblica para promover el libertinaje.
Por otro lado, existe una actitud muy peligrosa con respecto a oír la Palabra. Muchas personas leen la Biblia, permiten que se les presente estudios bíblicos, y aun asisten a las reuniones. Pero hasta allí llegan. Dicen que reciben una gran bendición porque leen y oyen la Palabra. Se sienten muy contentos, muy bendecidos por hacerlo. Después de oír una lección dicen: “¡Qué bonito fue el sermón! ¡Me gustó mucho!” No dejan de aplaudir al maestro o predicador, pero creen que basta con solamente oír. La gente que escuchó a Jesús se admiraba de su doctrina, porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas, pero hasta ahí llegaron.
a) Los sabios ignorantes.
Los de años avanzados deben ser sabios, pero la mayoría de ellos ni siquiera obedecen al Evangelio. El mundo ha sido bendecido por hombres muy sabios en su campo de estudio, científicos, médicos, matemáticos, etc., pero esto no necesariamente significa esto que los tales poseen la sabiduría verdadera. Se cree a veces que si alguno de estos habla sobre asuntos religiosos, deben escucharse con mucho respeto. Pero, por lo contrario, “el mundo no conoció a Dios mediante la sabiduría”[126].
La Biblia habla mucho acerca de la sabiduría verdadera[127]. Los sabios son los que siempre están preparados y listos para la venida del Señor. Debemos mostrar la sabiduría en la conducta[128]. Los únicos sabios son los que siguen la sabiduría “que es de lo alto” y ponen en práctica las hermosas enseñanzas de Jesús. La conducta del sabio muestra la divina sabiduría que dirige su vida.
b) Los dos fundamentos.
La casa de esta ilustración es la vida, el carácter, la preparación. El sabio, el que pone en práctica las palabras de Jesús, puso un fundamento firme y duradero. El insensato, el que no pone en práctica estas enseñanzas, “edificó su casa sobre la arena”. Vienen las fuertes pruebas de la vida. Todos son azotados y sacudidos por contratiempos, problemas, dificultades, aflicciones, tribulaciones de toda clase. Es una disciplina, una escuela de preparación. Los que ponen en práctica las enseñanzas de Jesús aguantan y soportan todas las pruebas de la vida, los demás no. El obedecer o no obedecer es el fundamento, la base, de la vida. Determina todo el curso de la vida.
Somos probados en el carácter. El carácter de todos se sujeta a duras pruebas todos los días, en el hogar, en el trabajo, en la escuela, y en todas las relaciones y actividades de la vida. Las tentaciones y pruebas, como tormentas violentas, nos azotan y atacan los cimientos de la vida. Los vientos y las inundaciones que nos sacuden y azotan prueban y manifiestan la clase de fundamento que escogimos para nuestra casa. Pero el carácter desarrollado y afinado por las bienaventuranzas y las demás enseñanzas del Sermón del Monte soporta todo ataque contra el alma. Esta “casa” resiste porque está cimentada sobre la Roca que es Cristo.
También somos probados en nuestra relación con otros. Los que no practican las enseñanzas de Jesús hacen las obras de la carne. Los problemas y conflictos de la vida solamente producen odio, amargura y pleitos entre hombres. La casa de estos es azotada por los vientos y ríos de pasiones humanas y cae. Pero los que ponen en práctica las enseñanzas de Jesús llevan el fruto del Espíritu[129].
Y una prueba más está en la confianza. Todos son probados en este sentido todos los días. La vida está llena de problemas serios. Hay enfermedades, aflicciones, pérdidas, quiebras, desempleo, revoluciones y toda clase de “turbaciones”. ¿En quién o en qué confiaremos? ¿Adónde iremos para buscar ayuda y apoyo? Así somos probados. ¿Resistirá la casa o caerá?
r. Efectos de la enseñanza (Mateo 7.28-29).
Todos los que escucharon a Jesús se quedaron perplejos debido a que la enseñanza de él tenía buen fundamento y no era hipócrita como la de los escribas y fariseos.
s. El siervo del centurión (Mateo 8.5-13; Lucas 7.1-10).
Cuando Jesús regresó a Capernaum, se le acercó un centurión[130], con una súplica: Su siervo estaba a punto de morir. El Nuevo Testamento habla de algunos centuriones excepcionales: Aparte del centurión mencionado aquí, leemos de Cornelio[131] y de Julio, el centurión encargado de Pablo en su viaje a Roma. También digno de mencionarse fue aquel centurión encargado de la crucifixión de Jesús quien exclamó: “Verdaderamente éste era Hijo de Dios”[132].
A pesar que los judíos estaban bajo el yugo de Roma, aquí está un romano de mucha autoridad rogando a un judío. Aunque muchos romanos despreciaban a los judíos este centurión era diferente, tanto es así que los mismos judíos le rogaron a Jesús que le concediera su ayuda. Este centurión, al igual que el centurión Cornelio, tenía buenas cualidades: amaba a los judíos, amaba a su siervo y estaba muy preocupado por él, era hombre generoso y tenía mucha fe en Cristo.
Jesús se ofreció a ir a sanarle, pero el soldado le hizo ver que no se sentía digno que entrara en su casa, además, siendo él un hombre de armas sabía obedecer órdenes y darlas, así que estaba seguro que si el Señor daba la orden, el siervo sanaría. Aunque había edificado una sinagoga para los judíos, no tuvo “más alto concepto de sí que el que debe tener”[133]. Si hubiera edificado 100 sinagogas, podría haber dicho la misma cosa: “no soy digno”. Aquí está un personaje muy excepcional, pues a pesar de su posición exaltada en el servicio militar, no se sentía digno de que un judío, un carpintero llamado Jesús de Nazaret, entrara bajo su techo. Reconocía que Jesús era muy superior a él. Lamentablemente la mayoría de los hombres, mayormente los elevados de este mundo, los ricos, los que ocupan puestos elevados en el gobierno, etc., no comparten la humildad del centurión. El reconocía lo que todos deben reconocer: Que nadie es digno de recibir las bendiciones que trajo Jesús.
El centurión no solo creía en la autoridad de Jesús, sino también que Jesús podía sanar aun de lejos. Entendía que sus superiores tenían el derecho de darle órdenes, esperando la obediencia, y que de la misma manera él tenía la autoridad para dar órdenes a sus inferiores y le deberían obedecer. Conocía la autoridad, y la reconocía en Cristo. Estaba seguro que Jesús podía mandar aun a la enfermedad de su siervo y que su orden sería obedecida; es decir, si Jesús dice a una enfermedad “vé”, la enfermedad “va”. Tenía mucha razón, pues Jesús podía mandar a las enfermedades, demonios, vientos y olas, y aun a los muertos.
Este centurión excepcional no solo tenía un concepto correcto de sí mismo, sino también tenía un concepto muy correcto de Jesús. En Él veía autoridad, poder y majestad. Al mismo tiempo veía a un Señor poderoso que era accesible al pueblo; es decir, cualquier podía acercarse a Jesús con sus peticiones, dudas e inquietudes. Jesús demostraba esto repetidas veces durante su vida aquí en la tierra.
Jesús se admiró de la fe de este romano, tan grande como la que ningún judío había demostrado, así que sanó a su siervo inmediatamente. Esto indica que Cristo buscaba fe; también cuando venga la segunda vez, la buscará[134].
[1] Deuteronomio 23.25.
[2] Levítico 24.8-9; Números 28.9-10; 1 Crónicas 9.32; 23.31.
[3] Juan 7.22.
[4] Lucas 13.15-17; 14.5-6.
[5] Una variedad de cáncer en la piel que hace que esta se seque o salgan llagas infecciosas.
[6] La hiperqueratosis es un trastorno caracterizado por el engrosamiento de la capa externa de la piel, que está compuesta de queratina, una fuerte proteína protectora.
[7] La psoriasis, del griego ψώρα, “sarna”, es una enfermedad inflamatoria crónica de la piel, no contagiosa, que produce lesiones escamosas, engrosadas e inflamadas, con una amplia variabilidad clínica y evolutiva.
[8] Aproximadamente entre un 8 y un 13% de la población mundial es zurda.
[9] Mateo 7.28-29. NBLH
[10] Mateo 27.18.
[11] Mateo 9.34.
[12] Santiago 4.17.
[13] Mateo 23.23.
[14] Juan 2.13-17.
[15] Lucas 6.11. NBLH
[16] Juan 9.22; 12.42.
[17] 1 Juan 5.20.
[18] 1 Pedro 5.7.
[19] Idumea es la forma griega para decir Edom.
[20] 2 Pedro 2.4.
[21] Revelación 21.14.
[22] Juan 1.44.
[23] Natanael
[24] Hoy Turquía.
[25] El salario de un obrero por 200 días.
[26] Juan 6.5-7. NBLH
[27] Juan 12.21-23.
[28] Juan 14.8-9.
[29] Hechos 1.13.
[30] Mateo 10.3; Marcos 3.18; Lucas 6.14.
[31] Juan 21.2.
[32] Hechos 1.13.
[33] Juan 11.16; 20.24 y 21.2.
[34] Es una redundancia “explicativa” debida a una calificación superflua; por ejemplo: “Una novedosa innovación”.
[35] Marcos 15.40.
[36] Mateo 26.14-75; Lucas 22.20.
[37] Juan 12.6.
[38] Marcos 14.43-46.
[39] Mateo 26.15.
[40] Mateo 27.5.
[41] 2 Corintios 11.23-28; Filipenses 4.6-7,11-12.
[42] Lucas 6.20-26.
[43] Romanos 3.23.
[44] Hebreos 6.4-12; 10.26-39.
[45] Hechos 17.6.
[46] Romanos 12.1-2.
[47] Mateo 7.28.
[48] Mateo 15.2.
[49] Gálatas 3.24.
[50] Hebreos 8.5; 9.9; 10.1.
[51] Hechos 3.24. RV60
[52] Mateo 5.17. NBLH
[53] Lucas 24.27, 44; Hechos 3.24; 8.30-35; 13.27; Romanos 10.4.
[54] Romanos 3.23. NBLH
[55] Mateo 5.18. RV60
[56] Deuteronomio 24.1-4.
[57] Génesis 2.24; Mateo 19.6.
[58] Quebrantar, del griego luo, “desatar, especialmente en el sentido de liberación”, tiene en ocasiones el sentido de quebrantar destructivamente, por ejemplo: Quebrantar mandamientos.
[59] Levítico 19.17-18; Proverbios 24.12, 17-18, 29; 25.21-22.
[60] Mateo 3.7; Juan 3.36; Romanos 1.18.
[61] Efesios 4.26-27.
[62] Gálatas 5.19-21.
[63] 1 Juan 3.5. RV60
[64] Amós 5.21-22; Miqueas 6.6-8.
[65] Mateo 18.15.
[66] Isaías 59.1-2.
[67] Oseas 12.7; Amós 5.11-12.
[68] Éxodo 20.14.
[69] Éxodo 20.17.
[70] Mateo 15.19-20; Marcos 7.21-23.
[71] Mateo 19.10.
[72] Génesis 2.24; Malaquías 2.14-16.
[73] Judas 7.
[74] Romanos 7.2-3.
[75] Efesios 4.25.
[76] Ley 230.
[77] 2 Corintios 13.5.
[78] Gálatas 6.7.
[79] Abundancia o exceso de palabras inútiles.
[80] Santiago 2.26.
[81] Isaías 64.8.
[82] Levítico 16.29-34.
[83] Lucas 18.12.
[84] 1 Corintios 7.5.
[85] Josué 7.21; 2 Reyes 5.22; Santiago 5.2.
[86] 1 Pedro 3.3-4.
[87] Mateo 16.26. RV60
[88] Colosenses 3.1-3.
[89] Lucas 12.15-21.
[90] Lucas 16.14.
[91] Hechos 19.19.
[92] Josué 24.15.
[93] 1 Corintios 6.19-20.
[94] Efesios 4.28; 1 Tesalonicenses 4.11-12; 2 Tesalonicenses 3.10.
[95] Génesis 2.17.
[96] Mateo 7.6.
[97] Gálatas 5.19-21.
[98] Mateo 7.15.
[99] Romanos 13.1-4.
[100] Juan 12.48.
[101] Juan 7.24.
[102] Levítico 19.15-18.
[103] Colosenses 1.13.
[104] Mateo 26.41.
[105] Santiago 1.5.
[106] Romanos 8.29; 2 Corintios 3.18; Gálatas 4.19.
[107] Proverbios 3.5.
[108] 2 Corintios 12.8.
[109] Gálatas 5.19-21.
[110] Deuteronomio 30.15, 19.
[111] Efesios 6.1-4.
[112] Efesios 5.22-24.
[113] Hebreos 5.8.
[114] Tito 1.16; 2 Timoteo 3.5.
[115] 2 Pedro 2.19.
[116] 2 Corintios 2.17.
[117] 2 Corintios 3.15.
[118] Mateo 15.14.
[119] Efesios 4.14.
[120] 1 Timoteo 5.21; 1 Juan 4.1.
[121] Gálatas 6.12-13.
[122] Leer las Epístolas a los Colosenses, 2 Pedro, Judas y Juan.
[123] No decimos que sea pecado que un predicador estudie, el problema es que muchos reciben un salario para que se dediquen a trabajar en la Obra de Dios y en lugar de ello estudian a tiempo completo, olvidándose de la Iglesia.
[124] Mateo 11.29-30; 28.19.
[125] El actual Presidente de los Estadoos Unidos, Barac H. Obama, dice que en su casa, la Biblia, el Corán y el libro de los vedas tienen la misma importancia.
[126] 1 Corintios 1.21. RV60
[127] Proverbios 9.8-10; 2 Timoteo 3.15
[128] Santiago 3.13.
[129] Gálatas 5.22-23.
[130] Se trata de oficiales con un mando táctico y administrativo, siendo escogidos por sus cualidades de resistencia, templanza y mando. Comandaban una centuria, formada por 60 a 160 hombres, en función de las fuerzas en el momento dado y de si la centuria pertenecía o no a la Primera Agrupación.
[131] Hechos 10.
[132] Mateo 27.54. RV60
[133] Romanos 12.3. RV60
[134] Lucas 18.8.