Capítulo 15
4. Consejos sobre la resurrección (15.1-58).
a. El hecho de la resurrección de Cristo.
15.1-11 Ahora Pablo va tocar otro tema diferente al de los dones, va a hablar sobre la resurrección. En la Iglesia en Corinto no había problemas en cuanto a que no se creyera en la resurrección de Jesús, pero al parecer, no podían entender la resurrección de los demás en el día final. No olvidemos que los corintios tenían toda la influencia de los griegos con su filosofía.
Pablo vuelve a predicar el Evangelio a los miembros de la Iglesia en Corinto, para que pudiesen comprender bien la enseñanza de la resurrección. Ya ellos lo habían escuchado y lo habían recibido. Hay quienes escuchan el Evangelio pero nunca lo reciben, incluso si son sumergidos en agua y se congregan siempre, porque sus frutos no son buenos.
Aquí Pablo trata con el sexto y último requisito para ser salvo: 1. Oír. 2. Creer. 3. Arrepentirse. 4. Confesar. 5. Ser sumergido en agua. 6. Perseverar. El verbo usado aquí en el griego es perfecto e indica algo que ya se hizo y se mantiene. El perseverar es algo constante, no podemos perseverar hoy y mañana no y luego sí. Si los calvinistas tuviesen razón, esta frase sería ilógica.
¿Cuál es el resultado de la perseverancia? El creyente se mantendrá salvo. Los católicos no creen en la salvación, por ello necesitan rezos y ritos después de haber muerto para ver si acaso se puede librar el alma de la persona. Los calvinistas se van al otro extremo pensando que el haber creído las enseñanzas calvinistas les da la salvación incondicional. Hay quienes consideran que el mero de hecho de tener un nombre o título les convierte en salvos y no se preocupan de perseverar sino solamente de mantener su nombre. Pablo enseña que es necesario que los cristianos retengamos la Palabra tal y como fue declarada por él, olvidándonos de los inventos de los demás hombres, ya que de no ser así, nuestra fe sería vana y perderemos la salvación.
A partir de lo que sigue Pablo explica la afirmación que hizo antes. Lo más importante y de lo primero que les hable a ustedes fue lo siguiente. Cuando un creyente, y sobre todo un ministro llega a un lugar en donde no se conoce a Jesús, debe de hablar de esto. Algunos hablan primero del clima o de la situación política del país o de otras cosas sin importancia.
El Evangelio no solo se enseña, sino que se entrega. Es un don que nos fue dado y todos tenemos la misión de transmitirlo como parte de nuestra vida. Es importante que toda persona escuche de él. Ahora, Pablo no entregó algo que inventó, sino que lo que había recibido. Hay un juego llamado “el teléfono roto” en donde un grupo grande de personas reunidas en círculo se transmiten un mensaje uno al otro diciéndolo al oído de su compañero, y por lo general el mensaje inicial es variado completamente para cuando llega al final. Con Pablo no estaba pasando esto, sino que lo que había recibido fue lo que transmitió. Cosa contraria ocurre con los grupos religiosos de hoy, que enseñan cosas diferentes a las expresadas en las Escrituras y todos se congratulan porque enseñan lo que quieren oír, y no la Voluntad del Señor.
¿Cuáles son algunas de las cosas que se enseñan hoy entre los religiosos que no tienen nada que ver con la Palabra de Dios? Son muchas, pero citaremos unas cuantas: Pecado original transmitido, rociamiento de infantes con agua, confirmación, celebración de la Cena del Señor de vez en cuando y no todos los domingos, el diezmo, pastores que no cumplen todos los requisitos bíblicos, mujeres ejerciendo liderazgo e incluso como “pastoras”, música instrumental en el culto, palmoteos en los cantos, un hombre sobre toda la Iglesia, congregaciones madre, un solo pastor sobre una congregación, uso de imágenes e íconos, placas en el lugar de adoración rindiendo honor a un hombre, etc.
¿Qué fue lo primero que les enseñó Pablo? Que el Ungido murió por nuestros pecados. Hay quienes hablan del “fracaso” de Cristo en su primera venida, ya que han llegado a creer que Él venía a establecer el Reino de los Cielos, pero por la incredulidad de los judíos se le hizo imposible, por lo que optó por el plan b, muriendo en la cruz. Esto, por supuesto, es un ilógico. La misión de Cristo era morir por nuestros pecados[1] y establecer Su Reino[2], que se cumplió el día de la fiesta de Pentecostés después de la resurrección del Señor. Esto lo hizo según los escritos, ¿cuáles? Los del Antiguo Testamento[3]. Estaba cumpliendo el plan de Dios[4], no improvisando.
Además, fue sepultado, y lo hicieron porque estaba muerto. Hay quienes afirman que Jesús se había desmayado y que luego de un tiempo se despertó en la tumba y salió afirmando que había resucitado, pero olvidan que los romanos eran expertos en la muerte, nadie los iba a engañar fingiendo.
“Ha sido levantado el tercer día”, es un tiempo perfecto que indica que es algo que se hizo y que aún continúa así, no como el caso de Lázaro, que aunque fue levantado por Jesús, luego murió y espera la resurrección como todos los demás que han partido. ¿Cuándo resucitó Jesús? El tercer día después de su muerte, el primer día de la semana, el domingo[5]. De nuevo dice que esto fue cumplido según los escritos[6].
Después fue visto por Cefas, los doce y quinientos otros testigos. La resurrección no podía negarse puesto que había muchas personas que podían testificar de su realidad. Ninguna persona se atreve a negar la existencia de Aristóteles, Platón, Homero o alguna otra personalidad de la historia porque aunque ninguno de nosotros lo vio hay pruebas presentadas por testigos contemporáneos de su existencia; lo mismo ocurre con Jesús y la resurrección, más de quinientas personas le vieron después de haber muerto y resucitado. Muchos de ellos murieron por haber asegurado la resurrección de Jesús. Hace un tiempo las noticias de haber encontrado la tumba en donde estaba sepultado Jesús fue noticia, y la evidencia que se presentó fue una lápida que encontró un arqueólogo en Jerusalén en donde se leía: “Jesús, hijo de José y María”, pero lo que no dijeron los medios de información fue que además de esta lápida el mismo arqueólogo encontró otras setenta lápidas más con una leyenda similar, lo que nos asegura no que esta fuese la tumba de Jesús el Señor, sino que los nombres Jesús, José y María eran comunes en el siglo I.
Pablo no solo presenta la evidencia, sino que dice a los que le contradecían que habían testigos de este hecho ocurrido unos veinticinco años atrás, y muchos estaban vivos, por si alguien quería indagar más.
También había sido visto por Jacobo, el hermano de Jesús, hijo de María con José, y que se había convertido en uno de los líderes de la Iglesia en Jerusalén, quien escribió la Epístola que lleva su nombre. Aunque esta es la única mención de este hecho nos hace pensar que fue antes de que Jesús se presentara a los Enviados. No está hablando de Jacobo el hermano de Juan, porque este había muerto en el año 44 y al parecer el Jacobo que menciona Pablo aún estaba vivo.
El último mencionado en esta lista es el mismo Pablo, quien se presenta como un caso anormal, diciendo que como que hubiese nacido prematuramente. Y realmente Pablo es un caso singular ya que fue nombrado Enviado sin que hubiese sido parte de los seguidores de Jesús en el tiempo de su ministerio terrenal. Incluso uno de los defectos más graves de Pablo es que había perseguido a la Iglesia y había encerrado a muchos creyentes, haciendo mucho mal, cosa que causaba mucho pesar en él.
A pesar de todas sus maldades, Pablo fue alcanzado por la bondad inmerecida de Dios, no por sus méritos. ¿Quién de nosotros no es igual? La verdad es que los pecados no tienen tamaño ni color, son infidelidades contra Dios, así que nadie tiene derecho de ser salvo, pero la misericordia de Dios nos alcanza a todos, y somos nosotros quienes debemos aceptar esa misericordia o rechazarla.
La Obra que Dios hizo en Pablo no fue en vano, porque él comenzó a dar buenos frutos desde el principio, y aunque se dice que nadie ha podido igualar la obra de Pablo, él no se glorificaba en ello, sino que todo lo presentaba al Señor y lo atribuía a Él.
Según Pablo, no importaba quien hubiese predicado, lo importante de todo esto era el resultado, y este era que los corintios hubiesen creído.
[1] Isaías 53; Mateo 20.28; 26.28; Hechos 3.18, 26; 20.28; Romanos 3.25; 5.6-9; Efesios 1.7; Tito 2.14; 1 Pedro 1.18-19.
[2] Mateo 16.18-19.
[3] Salmos 16.9-10; 22; Isaías 53; Zacarías 13.7.
[4] Hechos 2.23; Romanos 16.25; Efesios 3.11; Colosenses 1.26; 2 Timoteo 1.9-11; Tito 1.2.
[5] Lucas 24.1, 13, 21; Hechos 10.40.
[6] Salmos 16.10; Isaías 53.10.
a. El hecho de la resurrección de Cristo.
15.1-11 Ahora Pablo va tocar otro tema diferente al de los dones, va a hablar sobre la resurrección. En la Iglesia en Corinto no había problemas en cuanto a que no se creyera en la resurrección de Jesús, pero al parecer, no podían entender la resurrección de los demás en el día final. No olvidemos que los corintios tenían toda la influencia de los griegos con su filosofía.
Pablo vuelve a predicar el Evangelio a los miembros de la Iglesia en Corinto, para que pudiesen comprender bien la enseñanza de la resurrección. Ya ellos lo habían escuchado y lo habían recibido. Hay quienes escuchan el Evangelio pero nunca lo reciben, incluso si son sumergidos en agua y se congregan siempre, porque sus frutos no son buenos.
Aquí Pablo trata con el sexto y último requisito para ser salvo: 1. Oír. 2. Creer. 3. Arrepentirse. 4. Confesar. 5. Ser sumergido en agua. 6. Perseverar. El verbo usado aquí en el griego es perfecto e indica algo que ya se hizo y se mantiene. El perseverar es algo constante, no podemos perseverar hoy y mañana no y luego sí. Si los calvinistas tuviesen razón, esta frase sería ilógica.
¿Cuál es el resultado de la perseverancia? El creyente se mantendrá salvo. Los católicos no creen en la salvación, por ello necesitan rezos y ritos después de haber muerto para ver si acaso se puede librar el alma de la persona. Los calvinistas se van al otro extremo pensando que el haber creído las enseñanzas calvinistas les da la salvación incondicional. Hay quienes consideran que el mero de hecho de tener un nombre o título les convierte en salvos y no se preocupan de perseverar sino solamente de mantener su nombre. Pablo enseña que es necesario que los cristianos retengamos la Palabra tal y como fue declarada por él, olvidándonos de los inventos de los demás hombres, ya que de no ser así, nuestra fe sería vana y perderemos la salvación.
A partir de lo que sigue Pablo explica la afirmación que hizo antes. Lo más importante y de lo primero que les hable a ustedes fue lo siguiente. Cuando un creyente, y sobre todo un ministro llega a un lugar en donde no se conoce a Jesús, debe de hablar de esto. Algunos hablan primero del clima o de la situación política del país o de otras cosas sin importancia.
El Evangelio no solo se enseña, sino que se entrega. Es un don que nos fue dado y todos tenemos la misión de transmitirlo como parte de nuestra vida. Es importante que toda persona escuche de él. Ahora, Pablo no entregó algo que inventó, sino que lo que había recibido. Hay un juego llamado “el teléfono roto” en donde un grupo grande de personas reunidas en círculo se transmiten un mensaje uno al otro diciéndolo al oído de su compañero, y por lo general el mensaje inicial es variado completamente para cuando llega al final. Con Pablo no estaba pasando esto, sino que lo que había recibido fue lo que transmitió. Cosa contraria ocurre con los grupos religiosos de hoy, que enseñan cosas diferentes a las expresadas en las Escrituras y todos se congratulan porque enseñan lo que quieren oír, y no la Voluntad del Señor.
¿Cuáles son algunas de las cosas que se enseñan hoy entre los religiosos que no tienen nada que ver con la Palabra de Dios? Son muchas, pero citaremos unas cuantas: Pecado original transmitido, rociamiento de infantes con agua, confirmación, celebración de la Cena del Señor de vez en cuando y no todos los domingos, el diezmo, pastores que no cumplen todos los requisitos bíblicos, mujeres ejerciendo liderazgo e incluso como “pastoras”, música instrumental en el culto, palmoteos en los cantos, un hombre sobre toda la Iglesia, congregaciones madre, un solo pastor sobre una congregación, uso de imágenes e íconos, placas en el lugar de adoración rindiendo honor a un hombre, etc.
¿Qué fue lo primero que les enseñó Pablo? Que el Ungido murió por nuestros pecados. Hay quienes hablan del “fracaso” de Cristo en su primera venida, ya que han llegado a creer que Él venía a establecer el Reino de los Cielos, pero por la incredulidad de los judíos se le hizo imposible, por lo que optó por el plan b, muriendo en la cruz. Esto, por supuesto, es un ilógico. La misión de Cristo era morir por nuestros pecados[1] y establecer Su Reino[2], que se cumplió el día de la fiesta de Pentecostés después de la resurrección del Señor. Esto lo hizo según los escritos, ¿cuáles? Los del Antiguo Testamento[3]. Estaba cumpliendo el plan de Dios[4], no improvisando.
Además, fue sepultado, y lo hicieron porque estaba muerto. Hay quienes afirman que Jesús se había desmayado y que luego de un tiempo se despertó en la tumba y salió afirmando que había resucitado, pero olvidan que los romanos eran expertos en la muerte, nadie los iba a engañar fingiendo.
“Ha sido levantado el tercer día”, es un tiempo perfecto que indica que es algo que se hizo y que aún continúa así, no como el caso de Lázaro, que aunque fue levantado por Jesús, luego murió y espera la resurrección como todos los demás que han partido. ¿Cuándo resucitó Jesús? El tercer día después de su muerte, el primer día de la semana, el domingo[5]. De nuevo dice que esto fue cumplido según los escritos[6].
Después fue visto por Cefas, los doce y quinientos otros testigos. La resurrección no podía negarse puesto que había muchas personas que podían testificar de su realidad. Ninguna persona se atreve a negar la existencia de Aristóteles, Platón, Homero o alguna otra personalidad de la historia porque aunque ninguno de nosotros lo vio hay pruebas presentadas por testigos contemporáneos de su existencia; lo mismo ocurre con Jesús y la resurrección, más de quinientas personas le vieron después de haber muerto y resucitado. Muchos de ellos murieron por haber asegurado la resurrección de Jesús. Hace un tiempo las noticias de haber encontrado la tumba en donde estaba sepultado Jesús fue noticia, y la evidencia que se presentó fue una lápida que encontró un arqueólogo en Jerusalén en donde se leía: “Jesús, hijo de José y María”, pero lo que no dijeron los medios de información fue que además de esta lápida el mismo arqueólogo encontró otras setenta lápidas más con una leyenda similar, lo que nos asegura no que esta fuese la tumba de Jesús el Señor, sino que los nombres Jesús, José y María eran comunes en el siglo I.
Pablo no solo presenta la evidencia, sino que dice a los que le contradecían que habían testigos de este hecho ocurrido unos veinticinco años atrás, y muchos estaban vivos, por si alguien quería indagar más.
También había sido visto por Jacobo, el hermano de Jesús, hijo de María con José, y que se había convertido en uno de los líderes de la Iglesia en Jerusalén, quien escribió la Epístola que lleva su nombre. Aunque esta es la única mención de este hecho nos hace pensar que fue antes de que Jesús se presentara a los Enviados. No está hablando de Jacobo el hermano de Juan, porque este había muerto en el año 44 y al parecer el Jacobo que menciona Pablo aún estaba vivo.
El último mencionado en esta lista es el mismo Pablo, quien se presenta como un caso anormal, diciendo que como que hubiese nacido prematuramente. Y realmente Pablo es un caso singular ya que fue nombrado Enviado sin que hubiese sido parte de los seguidores de Jesús en el tiempo de su ministerio terrenal. Incluso uno de los defectos más graves de Pablo es que había perseguido a la Iglesia y había encerrado a muchos creyentes, haciendo mucho mal, cosa que causaba mucho pesar en él.
A pesar de todas sus maldades, Pablo fue alcanzado por la bondad inmerecida de Dios, no por sus méritos. ¿Quién de nosotros no es igual? La verdad es que los pecados no tienen tamaño ni color, son infidelidades contra Dios, así que nadie tiene derecho de ser salvo, pero la misericordia de Dios nos alcanza a todos, y somos nosotros quienes debemos aceptar esa misericordia o rechazarla.
La Obra que Dios hizo en Pablo no fue en vano, porque él comenzó a dar buenos frutos desde el principio, y aunque se dice que nadie ha podido igualar la obra de Pablo, él no se glorificaba en ello, sino que todo lo presentaba al Señor y lo atribuía a Él.
Según Pablo, no importaba quien hubiese predicado, lo importante de todo esto era el resultado, y este era que los corintios hubiesen creído.
[1] Isaías 53; Mateo 20.28; 26.28; Hechos 3.18, 26; 20.28; Romanos 3.25; 5.6-9; Efesios 1.7; Tito 2.14; 1 Pedro 1.18-19.
[2] Mateo 16.18-19.
[3] Salmos 16.9-10; 22; Isaías 53; Zacarías 13.7.
[4] Hechos 2.23; Romanos 16.25; Efesios 3.11; Colosenses 1.26; 2 Timoteo 1.9-11; Tito 1.2.
[5] Lucas 24.1, 13, 21; Hechos 10.40.
[6] Salmos 16.10; Isaías 53.10.