Capítulo 4
G. Las bendiciones por la fe.
4.12-20 La situación de los gálatas era muy triste, pero Pablo, con su corazón de pastor, no estaba dispuesto a permitir que esos lobos feroces destruyeran el rebaño. A pesar de que eran ellos los que habían caído, Pablo se pone en una condición como si más bien él fuese el de la culpa y les suplica, se obliga a rogarles, aboga usando palabras tiernas para que ellos sean conmovidos. El evangelista o el anciano que no logra comprender la actitud de Pablo, el dolor que sentía en ese momento por los hermanos en Galacia, debería buscar otra cosa a que dedicarse.
El ruego de Pablo es que se hagan como él, simples cristianos, sin apellido. Hoy hay tantas denominaciones que nadie sabe quién es quién. “Cristianos católicos, ortodoxos, evangélicos, pentecostales, bautistas, metodistas, adventistas, mesiánicos, cristadelfianos, russellistas, mormones, valdostas, internacionales, musicales, antis, una copa, etc.”, y Jesús solo quería que fuésemos cristianos sencillos.
¿Cómo podían los gálatas hacerse como Pablo? Era necesario que se entregaran completamente a Cristo, que vivieran en santidad, que no se sometieran a los ritos y tradiciones de las religiones ya establecidas, porque el cristianismo es algo sencillo, no lo que buscaban inculcar los judaizante y otros religiosos modernos, que complican la vida de los demás con sus falsas enseñanzas.
Pablo se había hecho como los gentiles porque había dejado el judaísmo, no estaba atado a la Ley, podía gozar de la libertad que produce Cristo. Hay quienes dicen haber renunciado a tal o cual religión, pero siguen viviendo de acuerdo a ciertos ritos y se extrañan que el cristianismo verdadero es demasiado sencillo.
Pablo les aclara que él no siente que ellos le hayan hecho algún mal, no era algo personal, sino que ellos se estaban dañando a sí mismos, era una autodestrucción. No se sentía ofendido con ellos, pero su preocupación si era grande porque sabía que ellos iban camino a la perdición por seguir enseñanzas erradas.
Pablo les hace ver que no ha olvidado la nobleza con que ellos le habían tratado cuando él llegó por primera vez. Parece que Pablo no tenía planeado predicarles, pero una enfermedad le hizo quedarse con ellos y él aprovechó para evangelizarlos.
La actitud de los gálatas hacia Pablo al verlo enfermo no fue de desprecio; hay que recordar que tanto para judíos como para gentiles, la enfermedad era prueba de pecado, y aún hoy, para muchos religiosos lo sigue siendo. No sabemos qué afectaba a Pablo en aquel momento, pero es posible que fuese alguna enfermedad que le hiciera ver mal, más aún así los gálatas prestaron atención al mensaje y no al mensajero; ellos le recibieron como si fuese un ángel, no como que fuera divino, sino que le respetaron como un mensajero de Dios, como alguien que viene con la autoridad de Cristo Jesús. ¡Qué lamentable que hoy, en muchas congregaciones se trata a los siervos de Dios como si fueran cualquier cosa! He sido testigo y víctima de miembros de las congregaciones que consideran que el trabajo del siervo de Dios puede ser hecho por cualquiera que quiera tomar la Biblia y ponerse a predicar.
Cuando Pablo estuvo con ellos, los gálatas se gozaron y disfrutaron de poder apoyar a un verdadero siervo de Dios. Ellos fueron bendecidos y se volcaron a bendecirle, por lo que Pablo ahora les pregunta por ese gozo, ¿acaso era solo cuestión del momento o era algo verdadero? Y Pablo podía decir abiertamente que estaba seguro que si hubiese sido necesario, y posible, ellos se hubieran sacado hasta los ojos con tal de ayudarlo.
Pablo les había hablado la verdad, era el padre de la fe de ellos, pero ahora le trataban como si fuese un enemigo. La enseñanza de los judaizantes en lugar de traerles paz y amor les provocaba odiar al siervo de Dios, por lo que podemos saber cuan pecaminosa era. Pablo les había anunciado el Evangelio y ahora ellos, siguiendo el consejo de los judaizantes, le mostraban odio; el corazón de ellos era tan pervertido como sus enseñanzas.
Hoy hay quienes lo que quieren oír desde el púlpito son palabras de motivación, no les gusta cuando el predicador señala el pecado. No puede dejar de dolerme la ocasión en que un miembro de la Iglesia que me ayudaba en la predicación cayó en pecado, por lo que tuve que ponerlo en disciplina y una hermana se me acercó y me pidió que lo pusiera otra vez en el púlpito porque era quien la hacía reír con sus ocurrencias a la hora de predicar; está de más decir que no lo volví a poner a predicar. ¡La Iglesia no necesita motivadores ni payasos, la Iglesia necesita hombres de Dios que no teman denunciar el pecado!
El celo que ofrecían los judaizantes no era porque ellos vivieran rectamente, sino más bien era como esos celos que sufre un hombre enfermo que lo que desea es controlar a una mujer. Amo a mi esposa, por eso no la celo, porque yo sé que ella actuará siempre correctamente, respetando el pacto que hizo conmigo, aunque yo no esté presente; pero hay quienes no pueden vivir tranquilos si no saben qué y con quién está su cónyuge en todo momento. Esos son celos enfermizos, son celos malos y así era como celaban los judaizantes.
Hay varios grupos religiosos hoy día que son celosos controladores: Los russellistas, los mormones, algunos pentecostales, los adventistas y los de la Iglesia de Cristo Internacional; ellos controlan a sus miembros de tal manera que estos pierden completamente la libertad. Este tipo de celo es un yugo que esclaviza. Algo así sucede con los católicos romanos, que si bien es cierto no están sobre sus miembros vigilándoles, lo hacen por medio del temor, ya que ellos no tienen seguridad de su salvación deben cuidarse para no morir en pecado y como solo el sacerdote tiene el poder para absolverles, su vida es miserable.
Los judaizantes querían apartar a los gálatas de las enseñanzas de Pablo para volverlos tan o más celosos que ellos, pero no para bien sino para mal. Les pintaban una escena muy hermosa para que se apartaran de la verdad, pero luego les podrían sus grilletes y cadenas para que no pudieran volverse a Cristo.
El celo por las cosas de Dios es bueno, pero cuando este es sazonado con la Palabra de Dios. Yo siento celo por mi esposa no con desconfianza, sino que busco que ella tenga lo mejor, que se sienta a gusto en todo, que tenga ropas que la hagan ver bella, que no le falte nada en el hogar en la medida de lo posible, que esté sana y si se enferma que tenga las medicinas necesarias, que pueda reír y que goce estar en mi compañía.
Yo tengo la seguridad de que por la manera en que trato a mi esposa, cuando salgo del hogar ella no va a meter a otro hombre. Así esperaba Pablo que los gálatas se comportaran con él; les había enseñado la verdad, los había guiado a la salvación, pero en cuanto él se fue ellos estuvieron de acuerdo en meter a los judaizantes que les trajeron odio y dolor.
Pablo amaba a los gálatas, por eso les puede tratar con ese cariño que brinda un padre. Pero iba más allá, asegurando que había sufrido igual que lo hace una mujer a la hora de dar a luz. No sé quien fue el que pensó que ser predicador era algo sencillo. El trabajo de parto es algo que puede resultar hasta en la muerte de la madre; ellas sudan, gritan, tienen que hacer fuerza de una manera increíble, cosa que un hombre no soportaría. Así es el trabajo del predicador, este debe comenzar todos los días en oración y estudio de la Palabra, en ir a visitar para evangelizar, en convencer a los inconversos, en la preparación concienzuda de lo que va a exponer en el púlpito, en la preparación la exposición de los estudios con los creyentes, y terminar su día con más oración, sufriendo y corriendo en busca de aquellos que tropiezan y llorando por los que no permiten que les ayuden a levantarse.
Tengo tres hijos, y aunque ya son hombres de más de 22 años, paso el día pensando en ellos y su bienestar; tres veces al día clamo por ellos a los ojos de Dios, busco que tengan lo necesario no solo para que su vida espiritual esté sana sino también para su vida física. ¿Cuándo dejaré de preocuparme por ellos? Posiblemente cuando muera. Pablo estaba preocupado por sus hijos espirituales hasta que Cristo fuese formado en ellos; hasta que Cristo se viera reflejado en ellos.
Aunque Pablo quería estar con los Gálatas para arreglar las cosas personalmente, en aquel momento no era posible, pero él les hace ver que les quiere tanto que su deseo es ayudarles para que puedan superar este error que implantaron los judaizantes en ellos. Él estaba pendiente de lo que estaban pasando, y por ello se encontraba perplejo, confundido, por lo que estaba pasando en Galacia.
H. La Ley y la Gracia se repelen.
4.21-31 Pablo los vuelve a encarar y les interroga ya que ellos creían que la Ley los iba a justificar, acerca de si habían oído, si habían entendido la Ley. No es lo mismo oír que entender. Los judíos, al iguel que los religiosos modernos, leen las Escrituras pero sin entender el Espíritu de las Escrituras. Ellos no habían considerado los ejemplos que encontramos en los Escritos.
Pablo les hace ver que todo esto es un drama simbólico, hay que saber entenderlo. Recordemos que estar sujetos a la Ley es estar en esclavitud espiritual, mientras que estar en Cristo es tener libertad.
Abraham tuvo dos hijos: Ismael, hijo de Agar, la esclava egipcia; e Isaac, hijo de Sara, su esposa. Pablo iba a hacer una explicación sobre la herencia, ya que los judaizantes se vanagloriaban diciendo que eran los hijos de Abraham y herederos de la promesa, por lo que si alguien quería ser salvo, debía hacerse judío primero a través de la circuncisión.
Pero la explicación que da Pablo deja ver que los judaizantes estaban equivocados, ya que en lugar de ser los hijos de Isaac, en realidad eran los hijos de Ismael.
Ismael era el hijo que Abraham había tenido con la esclava egipcia cuando en un momento de duda, Abraham siguió el consejo de Sara para que hiciera según la costumbre de ese tiempo cuando si la esposa no podía tener hijos, permitía que su esposo tuviese relaciones con una de sus esclavas y cuando esta iba a parir, lo hacía en el regazo de su ama, simbolizando que el hijo era suyo. Pero no fue esto lo que Dios le había prometido a Abraham, sino que le dijo que tendría un hijo con Sara, y así fue, ya que ella concibió a Isaac con la intervención de Dios.
La comparación hace ver que hay dos hijos de Abraham, los físicos y los espirituales. Los físicos, representados por Ismael, estaban bajo esclavitud, mientras los espirituales, representados por Isaac, eran libres. Los físicos eran los que estaban bajo la Ley, mientras que los espirituales somos los que estamos bajo la Gracia.
Pablo hace ver que la historia de los hijos de Abraham puede tomarse no solamente de manera literal, sino también simbólica. No vayamos a creer de ninguna manera que Moisés inventó la historia de Abraham, sino que Pablo la usa para ilustrar su enseñanza.
Las dos mujeres representan los dos pactos que Dios ha hecho con los hombres; uno, al que llamamos Nuevo, en realidad fue el primero, porque Dios lo hizo con Abraham[1], es el pacto de la promesa que habla de Cristo, y de la salvación del hombre, que lo representa Sara, la esposa de Abraham; el otro pacto es el que recibió Moisés en el Sinaí, el de la Ley, que es representado por Agar, la esclava.
Los dos pactos tienen sus diferencias: El pacto de la Ley produce esclavitud, mientras que el de la Promesa produce libertad. Sara era la esposa legítima de Abraham, la correcta; Agar era una intrusa. Sara es la Jerusalén celestial, Agar representa lo temporal. Los hijos físicos de Abraham, aunque llegaron a ser muchos, son menos que los hijos espirituales. Aunque por un tiempo parecía que Agar, gracias a su fertilidad, era la esposa de Abraham, sus frutos solo eran carnales, de la misma manera que parecía que los frutos de la Ley eran los que verdaderos hijos de Abraham, pero luego Sara dio a luz un hijo, el de la promesa, el hijo espiritual, y volvió a ocupar su lugar en el orden de Dios.
Como el hijo de la esclava, Ismael, los judíos persiguieron a los hijos de la libre, Isaac, o sea los cristianos. Por ello era necesario que los gálatas entendieran que ellos no eran hijos de la esclava, sino hijos de la libre.
Pablo presenta esta ilustración para que los gálatas entiendan que estar bajo la Ley es estar en esclavitud. Agar era símbolo de la Jerusalén actual, es decir, el pueblo de Israel, lo quieran aceptar los projudíos o no, son los hijos de Ismael, no son el Pueblo de Dios. Así como cayó la Jerusalén física, ellos cayeron, porque estaban bajo la esclavitud de la Ley. Pero la Jerusalén celestial es Sara, y ella representa a la Iglesia y al Pacto de la Promesa.
Pablo termina su defensa contra los judaizantes citando Isaías 54.1 y 51.2, palabras que los judaizantes no podían rechazar. “¡Alégrate estéril! La que no ha dado a luz; prorrumpe y clama, la que no ha tenido dolores de parto; porque muchos son los hijos de la desolada, más que de la que tiene esposo”. Aunque Abraham no era el marido de Agar, de cierta forma ella era quien estaba gozando de esa posición debido a que era la madre de su único hijo, ya que Sara era estéril, que se encontraba desolada. Pero había llegado el tiempo en que la estéril iba a regocijarse, alegrarse, ya que sería la madre de las naciones[2] y serían más numerosos que los de la esclava.
Nosotros, ¿quiénes? Los hijos espirituales de Abraham, los que obedecimos a Cristo, ya sean judíos o gentiles, somos los hijos de la Promesa.
Solo que hay un problema, así como el hijo de la esclava, Ismael, persiguió a el hijo de la libre, Isaac, así también los hijos de la Promesa, seríamos perseguidos por los hijos de la Ley. Por ello, los primeros perseguidores de la Iglesia fueron los judíos, no los romanos.
¿Qué concluye la Escritura? Aunque por un tiempo parecía que Agar era la bendecida, la esposa de Abraham, al nacer Isaac, la situación cambió. Ya Agar, Israel, no sería más el Pueblo de Dios, sino la Iglesia, por lo que no es posible que para ser salvos sea necesario ser judío primero.
Los que creen que Israel sigue siendo el Pueblo de Dios se oponen a lo inspirado por el Espíritu Santo en esta epístola. El Israel físico no puede heredar junto con el Israel espiritual. La Ley no está sobre la Gracia ni al lado de ella, la Ley ya no tiene ningún poder.
Los cristianos no somos hijos de la Ley, no estamos sujetos a ella de ninguna manera. El Evangelio es superior a la Ley, solo por medio de entenderlo es que podemos alcanzar el camino a la salvación, la circuncisión y los demás ritos de la Ley ya no valen para los cristianos, ahora debemos vivir bajo la libertad de Cristo.
[1] Génesis 12.1-3.
[2] Génesis 17.6.
4.12-20 La situación de los gálatas era muy triste, pero Pablo, con su corazón de pastor, no estaba dispuesto a permitir que esos lobos feroces destruyeran el rebaño. A pesar de que eran ellos los que habían caído, Pablo se pone en una condición como si más bien él fuese el de la culpa y les suplica, se obliga a rogarles, aboga usando palabras tiernas para que ellos sean conmovidos. El evangelista o el anciano que no logra comprender la actitud de Pablo, el dolor que sentía en ese momento por los hermanos en Galacia, debería buscar otra cosa a que dedicarse.
El ruego de Pablo es que se hagan como él, simples cristianos, sin apellido. Hoy hay tantas denominaciones que nadie sabe quién es quién. “Cristianos católicos, ortodoxos, evangélicos, pentecostales, bautistas, metodistas, adventistas, mesiánicos, cristadelfianos, russellistas, mormones, valdostas, internacionales, musicales, antis, una copa, etc.”, y Jesús solo quería que fuésemos cristianos sencillos.
¿Cómo podían los gálatas hacerse como Pablo? Era necesario que se entregaran completamente a Cristo, que vivieran en santidad, que no se sometieran a los ritos y tradiciones de las religiones ya establecidas, porque el cristianismo es algo sencillo, no lo que buscaban inculcar los judaizante y otros religiosos modernos, que complican la vida de los demás con sus falsas enseñanzas.
Pablo se había hecho como los gentiles porque había dejado el judaísmo, no estaba atado a la Ley, podía gozar de la libertad que produce Cristo. Hay quienes dicen haber renunciado a tal o cual religión, pero siguen viviendo de acuerdo a ciertos ritos y se extrañan que el cristianismo verdadero es demasiado sencillo.
Pablo les aclara que él no siente que ellos le hayan hecho algún mal, no era algo personal, sino que ellos se estaban dañando a sí mismos, era una autodestrucción. No se sentía ofendido con ellos, pero su preocupación si era grande porque sabía que ellos iban camino a la perdición por seguir enseñanzas erradas.
Pablo les hace ver que no ha olvidado la nobleza con que ellos le habían tratado cuando él llegó por primera vez. Parece que Pablo no tenía planeado predicarles, pero una enfermedad le hizo quedarse con ellos y él aprovechó para evangelizarlos.
La actitud de los gálatas hacia Pablo al verlo enfermo no fue de desprecio; hay que recordar que tanto para judíos como para gentiles, la enfermedad era prueba de pecado, y aún hoy, para muchos religiosos lo sigue siendo. No sabemos qué afectaba a Pablo en aquel momento, pero es posible que fuese alguna enfermedad que le hiciera ver mal, más aún así los gálatas prestaron atención al mensaje y no al mensajero; ellos le recibieron como si fuese un ángel, no como que fuera divino, sino que le respetaron como un mensajero de Dios, como alguien que viene con la autoridad de Cristo Jesús. ¡Qué lamentable que hoy, en muchas congregaciones se trata a los siervos de Dios como si fueran cualquier cosa! He sido testigo y víctima de miembros de las congregaciones que consideran que el trabajo del siervo de Dios puede ser hecho por cualquiera que quiera tomar la Biblia y ponerse a predicar.
Cuando Pablo estuvo con ellos, los gálatas se gozaron y disfrutaron de poder apoyar a un verdadero siervo de Dios. Ellos fueron bendecidos y se volcaron a bendecirle, por lo que Pablo ahora les pregunta por ese gozo, ¿acaso era solo cuestión del momento o era algo verdadero? Y Pablo podía decir abiertamente que estaba seguro que si hubiese sido necesario, y posible, ellos se hubieran sacado hasta los ojos con tal de ayudarlo.
Pablo les había hablado la verdad, era el padre de la fe de ellos, pero ahora le trataban como si fuese un enemigo. La enseñanza de los judaizantes en lugar de traerles paz y amor les provocaba odiar al siervo de Dios, por lo que podemos saber cuan pecaminosa era. Pablo les había anunciado el Evangelio y ahora ellos, siguiendo el consejo de los judaizantes, le mostraban odio; el corazón de ellos era tan pervertido como sus enseñanzas.
Hoy hay quienes lo que quieren oír desde el púlpito son palabras de motivación, no les gusta cuando el predicador señala el pecado. No puede dejar de dolerme la ocasión en que un miembro de la Iglesia que me ayudaba en la predicación cayó en pecado, por lo que tuve que ponerlo en disciplina y una hermana se me acercó y me pidió que lo pusiera otra vez en el púlpito porque era quien la hacía reír con sus ocurrencias a la hora de predicar; está de más decir que no lo volví a poner a predicar. ¡La Iglesia no necesita motivadores ni payasos, la Iglesia necesita hombres de Dios que no teman denunciar el pecado!
El celo que ofrecían los judaizantes no era porque ellos vivieran rectamente, sino más bien era como esos celos que sufre un hombre enfermo que lo que desea es controlar a una mujer. Amo a mi esposa, por eso no la celo, porque yo sé que ella actuará siempre correctamente, respetando el pacto que hizo conmigo, aunque yo no esté presente; pero hay quienes no pueden vivir tranquilos si no saben qué y con quién está su cónyuge en todo momento. Esos son celos enfermizos, son celos malos y así era como celaban los judaizantes.
Hay varios grupos religiosos hoy día que son celosos controladores: Los russellistas, los mormones, algunos pentecostales, los adventistas y los de la Iglesia de Cristo Internacional; ellos controlan a sus miembros de tal manera que estos pierden completamente la libertad. Este tipo de celo es un yugo que esclaviza. Algo así sucede con los católicos romanos, que si bien es cierto no están sobre sus miembros vigilándoles, lo hacen por medio del temor, ya que ellos no tienen seguridad de su salvación deben cuidarse para no morir en pecado y como solo el sacerdote tiene el poder para absolverles, su vida es miserable.
Los judaizantes querían apartar a los gálatas de las enseñanzas de Pablo para volverlos tan o más celosos que ellos, pero no para bien sino para mal. Les pintaban una escena muy hermosa para que se apartaran de la verdad, pero luego les podrían sus grilletes y cadenas para que no pudieran volverse a Cristo.
El celo por las cosas de Dios es bueno, pero cuando este es sazonado con la Palabra de Dios. Yo siento celo por mi esposa no con desconfianza, sino que busco que ella tenga lo mejor, que se sienta a gusto en todo, que tenga ropas que la hagan ver bella, que no le falte nada en el hogar en la medida de lo posible, que esté sana y si se enferma que tenga las medicinas necesarias, que pueda reír y que goce estar en mi compañía.
Yo tengo la seguridad de que por la manera en que trato a mi esposa, cuando salgo del hogar ella no va a meter a otro hombre. Así esperaba Pablo que los gálatas se comportaran con él; les había enseñado la verdad, los había guiado a la salvación, pero en cuanto él se fue ellos estuvieron de acuerdo en meter a los judaizantes que les trajeron odio y dolor.
Pablo amaba a los gálatas, por eso les puede tratar con ese cariño que brinda un padre. Pero iba más allá, asegurando que había sufrido igual que lo hace una mujer a la hora de dar a luz. No sé quien fue el que pensó que ser predicador era algo sencillo. El trabajo de parto es algo que puede resultar hasta en la muerte de la madre; ellas sudan, gritan, tienen que hacer fuerza de una manera increíble, cosa que un hombre no soportaría. Así es el trabajo del predicador, este debe comenzar todos los días en oración y estudio de la Palabra, en ir a visitar para evangelizar, en convencer a los inconversos, en la preparación concienzuda de lo que va a exponer en el púlpito, en la preparación la exposición de los estudios con los creyentes, y terminar su día con más oración, sufriendo y corriendo en busca de aquellos que tropiezan y llorando por los que no permiten que les ayuden a levantarse.
Tengo tres hijos, y aunque ya son hombres de más de 22 años, paso el día pensando en ellos y su bienestar; tres veces al día clamo por ellos a los ojos de Dios, busco que tengan lo necesario no solo para que su vida espiritual esté sana sino también para su vida física. ¿Cuándo dejaré de preocuparme por ellos? Posiblemente cuando muera. Pablo estaba preocupado por sus hijos espirituales hasta que Cristo fuese formado en ellos; hasta que Cristo se viera reflejado en ellos.
Aunque Pablo quería estar con los Gálatas para arreglar las cosas personalmente, en aquel momento no era posible, pero él les hace ver que les quiere tanto que su deseo es ayudarles para que puedan superar este error que implantaron los judaizantes en ellos. Él estaba pendiente de lo que estaban pasando, y por ello se encontraba perplejo, confundido, por lo que estaba pasando en Galacia.
H. La Ley y la Gracia se repelen.
4.21-31 Pablo los vuelve a encarar y les interroga ya que ellos creían que la Ley los iba a justificar, acerca de si habían oído, si habían entendido la Ley. No es lo mismo oír que entender. Los judíos, al iguel que los religiosos modernos, leen las Escrituras pero sin entender el Espíritu de las Escrituras. Ellos no habían considerado los ejemplos que encontramos en los Escritos.
Pablo les hace ver que todo esto es un drama simbólico, hay que saber entenderlo. Recordemos que estar sujetos a la Ley es estar en esclavitud espiritual, mientras que estar en Cristo es tener libertad.
Abraham tuvo dos hijos: Ismael, hijo de Agar, la esclava egipcia; e Isaac, hijo de Sara, su esposa. Pablo iba a hacer una explicación sobre la herencia, ya que los judaizantes se vanagloriaban diciendo que eran los hijos de Abraham y herederos de la promesa, por lo que si alguien quería ser salvo, debía hacerse judío primero a través de la circuncisión.
Pero la explicación que da Pablo deja ver que los judaizantes estaban equivocados, ya que en lugar de ser los hijos de Isaac, en realidad eran los hijos de Ismael.
Ismael era el hijo que Abraham había tenido con la esclava egipcia cuando en un momento de duda, Abraham siguió el consejo de Sara para que hiciera según la costumbre de ese tiempo cuando si la esposa no podía tener hijos, permitía que su esposo tuviese relaciones con una de sus esclavas y cuando esta iba a parir, lo hacía en el regazo de su ama, simbolizando que el hijo era suyo. Pero no fue esto lo que Dios le había prometido a Abraham, sino que le dijo que tendría un hijo con Sara, y así fue, ya que ella concibió a Isaac con la intervención de Dios.
La comparación hace ver que hay dos hijos de Abraham, los físicos y los espirituales. Los físicos, representados por Ismael, estaban bajo esclavitud, mientras los espirituales, representados por Isaac, eran libres. Los físicos eran los que estaban bajo la Ley, mientras que los espirituales somos los que estamos bajo la Gracia.
Pablo hace ver que la historia de los hijos de Abraham puede tomarse no solamente de manera literal, sino también simbólica. No vayamos a creer de ninguna manera que Moisés inventó la historia de Abraham, sino que Pablo la usa para ilustrar su enseñanza.
Las dos mujeres representan los dos pactos que Dios ha hecho con los hombres; uno, al que llamamos Nuevo, en realidad fue el primero, porque Dios lo hizo con Abraham[1], es el pacto de la promesa que habla de Cristo, y de la salvación del hombre, que lo representa Sara, la esposa de Abraham; el otro pacto es el que recibió Moisés en el Sinaí, el de la Ley, que es representado por Agar, la esclava.
Los dos pactos tienen sus diferencias: El pacto de la Ley produce esclavitud, mientras que el de la Promesa produce libertad. Sara era la esposa legítima de Abraham, la correcta; Agar era una intrusa. Sara es la Jerusalén celestial, Agar representa lo temporal. Los hijos físicos de Abraham, aunque llegaron a ser muchos, son menos que los hijos espirituales. Aunque por un tiempo parecía que Agar, gracias a su fertilidad, era la esposa de Abraham, sus frutos solo eran carnales, de la misma manera que parecía que los frutos de la Ley eran los que verdaderos hijos de Abraham, pero luego Sara dio a luz un hijo, el de la promesa, el hijo espiritual, y volvió a ocupar su lugar en el orden de Dios.
Como el hijo de la esclava, Ismael, los judíos persiguieron a los hijos de la libre, Isaac, o sea los cristianos. Por ello era necesario que los gálatas entendieran que ellos no eran hijos de la esclava, sino hijos de la libre.
Pablo presenta esta ilustración para que los gálatas entiendan que estar bajo la Ley es estar en esclavitud. Agar era símbolo de la Jerusalén actual, es decir, el pueblo de Israel, lo quieran aceptar los projudíos o no, son los hijos de Ismael, no son el Pueblo de Dios. Así como cayó la Jerusalén física, ellos cayeron, porque estaban bajo la esclavitud de la Ley. Pero la Jerusalén celestial es Sara, y ella representa a la Iglesia y al Pacto de la Promesa.
Pablo termina su defensa contra los judaizantes citando Isaías 54.1 y 51.2, palabras que los judaizantes no podían rechazar. “¡Alégrate estéril! La que no ha dado a luz; prorrumpe y clama, la que no ha tenido dolores de parto; porque muchos son los hijos de la desolada, más que de la que tiene esposo”. Aunque Abraham no era el marido de Agar, de cierta forma ella era quien estaba gozando de esa posición debido a que era la madre de su único hijo, ya que Sara era estéril, que se encontraba desolada. Pero había llegado el tiempo en que la estéril iba a regocijarse, alegrarse, ya que sería la madre de las naciones[2] y serían más numerosos que los de la esclava.
Nosotros, ¿quiénes? Los hijos espirituales de Abraham, los que obedecimos a Cristo, ya sean judíos o gentiles, somos los hijos de la Promesa.
Solo que hay un problema, así como el hijo de la esclava, Ismael, persiguió a el hijo de la libre, Isaac, así también los hijos de la Promesa, seríamos perseguidos por los hijos de la Ley. Por ello, los primeros perseguidores de la Iglesia fueron los judíos, no los romanos.
¿Qué concluye la Escritura? Aunque por un tiempo parecía que Agar era la bendecida, la esposa de Abraham, al nacer Isaac, la situación cambió. Ya Agar, Israel, no sería más el Pueblo de Dios, sino la Iglesia, por lo que no es posible que para ser salvos sea necesario ser judío primero.
Los que creen que Israel sigue siendo el Pueblo de Dios se oponen a lo inspirado por el Espíritu Santo en esta epístola. El Israel físico no puede heredar junto con el Israel espiritual. La Ley no está sobre la Gracia ni al lado de ella, la Ley ya no tiene ningún poder.
Los cristianos no somos hijos de la Ley, no estamos sujetos a ella de ninguna manera. El Evangelio es superior a la Ley, solo por medio de entenderlo es que podemos alcanzar el camino a la salvación, la circuncisión y los demás ritos de la Ley ya no valen para los cristianos, ahora debemos vivir bajo la libertad de Cristo.
[1] Génesis 12.1-3.
[2] Génesis 17.6.